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VII JORNADAS NACIONALES DE LA ASOCIACION ARGENTINA DE PROFESORES DE DERECHO PROCESAL PENAL (2010) Tema : “LA DEFENSA PÚBLICA EN EL SISTEMA ACUSAT ORIO” Título de la Ponencia : “El Derecho del Pobre a Constituirse en Querellante Conjunto” Nombre : BUOMPADRE, Pablo Nicolás Institución académica : Facultad de Derecho Universidad : Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) Teléfono : (03783) 421217 Cel : 3783-15404360 Dirección : Av. España N° 320, Mb. 34 “E” – PB 1 Código Postal : 3400 Ciudad : CORRIENTES (Cap.) País : ARGENTINA Correo electrónico : [email protected]

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VII – JORNADAS NACIONALES DE LA ASOCIACION

ARGENTINA DE PROFESORES DE DERECHO PROCESAL

PENAL (2010)

Tema: “LA DEFENSA PÚBLICA EN EL SISTEMA ACUSATORIO”

Título de la Ponencia: “El Derecho del Pobre a Constituirse en

Querellante Conjunto”

Nombre: BUOMPADRE, Pablo Nicolás

Institución académica: Facultad de Derecho

Universidad: Universidad Nacional del Nordeste (UNNE)

Teléfono: (03783) 421217 Cel: 3783-15404360

Dirección: Av. España N° 320, Mb. 34 “E” – PB 1

Código Postal: 3400

Ciudad: CORRIENTES (Cap.) País: ARGENTINA

Correo electrónico: [email protected]

“EL DERECHO DEL POBRE A

CONSTITUIRSE EN QUERELLANTE CONJUNTO”

(Reflexiones sobre el C.P.P.Ctes. y el Decreto ley 21/00 del M-P-F. de Ctes.)

* Por Pablo N. Buompadre

SUMARIO: I- INTRODUCCIÓN; II- LA EFICACIA EN LA INVESTIGACIÓN PENAL;

III- SITUACIÓN LEGAL DEL “QUERELLANTE “POBRE” EN NUESTRA PROVINCIA;

IV- LA NORMATIVA INTERNACIONAL; V- LA NORMATIVA ESPECÍFICA EN LA PCIA.

DE CORRIENTES; VI- ALGUNAS VÍAS DE SOLUCIÓN AL PROBLEMA: 1) El Beneficio

de Litigar sin Gastos; 2) La Defensa Oficial del Estado; 3) El Extensionismo Jurídico

Vecinal; VII- CONCLUSIONES.

I- INTRODUCCIÓN:

En el “V ENCUENTRO DE PROFESORES DE DERECHO PROCESAL

PENAL”, celebrado en La Plata (Pcia. de Bs. As.) entre los días 15 y 16 de Mayo del 2008,

tuve la grata oportunidad de escuchar numerosas conferencias referidas al “Rol que debe

cumplir la Universidad en la transformación del Sistema Penal” del cual surgieron las

siguientes conclusiones, en lo que al punto respecta:

A) La Universidad debe jugar un rol fundamental en la necesaria transformación de la

justicia penal.

B) La Universidad debe reafirmar y fortalecer los derechos y garantías constitucionales

como modelo para la transformación del sistema penal.

C) La Universidad debe generar contracultura en el sentido de abrir las puertas a

conocimientos y destrezas que cuestionan la lógica del sistema, abandonando la cultura

inquisitiva.

D) La Universidad debe tender a conformar cuerpos docentes profesionales con dedicación

full time, evitando la improvisación y voluntarismo en la enseñanza del derecho.

E) La Universidad debe revisar los programas de estudio, abandonando el mero

conceptualismo y procurando que el estudiante se convierta en protagonista de su propio

proceso de aprendizaje.

F) La Universidad debe implementar métodos modernos de enseñanza sin descuidar la

realidad donde los conocimientos deberán ser aplicados.

G) La Universidad debe promover los “métodos alternativos” como forma de resolución

del conflicto penal, propendiendo a generar paradigmas diferentes de funcionamiento del

sistema.

En tal sentido, haciendo eco de aquellas “Conclusiones” a las que arribó un

selecto grupo de juristas como los Dres. Adolfo Alvarado Velloso, José I. Cafferata Nores,

Alberto M. Binder, Carlos Chiara Díaz entre otros numerosos profesores no menos

importantes, se me ha ocurrido, por esas inquietudes que me llevan a exponer sobre algunas

falencias del sistema normativo en materia penal y de organización judicial -que todavía

sigue vigente en nuestra provincia, empezar a realizar un conjunto de aportes y

consideraciones personales en mi calidad de docente de la Facultad de Derecho de la

UNNE, siguiendo las directrices fijadas en aquel encuentro académico.

Para ello, voy a empezar esa encomienda, por exponer un tema puntal que me ha

llamado poderosamente la atención en el sistema normativo penal provincial, al igual que

en otras leyes de igual naturaleza del país: la situación del vulgarmente llamado “pobre” y

su derecho a constituirse en Querellante Conjunto en la persecusión de un delito de

acción pública que lo ha tenido como `víctima´, cuando no tiene medios económicos para

afrontar los honorarios profesionales de un letrado particular; su estado de indefensión

ante esta situación, y el derecho contitucional del acceso a la jurisdicción y a la

representación letrada gratuita, dentro del marco integral de contención que debe tener

la víctima en el proceso penal, ante la ineficacia de la actividad persecutoria estatal o la

falta de una debida representación técnico-profesional.

II- LA EFICACIA EN LA INVESTIGACIÓN PENAL:

Hace algunos años se ha sostenido, con acierto, que “la eficacia del sistema penal

está condicionada por límites ético-políticos, propios del Estado de Derecho, que fija

marcos legales dentro de los que la actividad de investigación tendiente a la aplicación de

la ley penal debe desarrollarse, y establece normas de garantía individual que se deben

respetar en la búsqueda y el logro de la necesaria eficacia punitiva. Lograr la simultánea

vigencia de esta eficacia y de aquellas garantías, es el desafío mayor al que se debe

enfrentar la administración de justicia penal en una democracia”.

En este sentido, como señala Cafferata Nores, debe quedar en claro que la

eficacia en el castigo del delito “no puede considerarse un interés propio del Estado”,

porque el Estado como tal no tiene ningún interés que no sea el interés general, o sea, el que

es de todos y cada uno de los ciudadanos. De allí que hoy también se pregone la eficacia

del sistema penal pensando principalmente en la víctima concreta del delito . Al servicio de

su tutela, el Estado también endereza su sistema penal: esta es la `ventaja ́que a la víctima

se le acuerda, ventaja que consiste en que `la eficacia en el castigo del delito cometido en

su contra, sea una responsabilidad oficial, a la vez que se le permite una activa

participación en la investigación´”.

La Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante la “Declaración sobre

los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de

Poder”, adoptada en su Resolución 40/34, del 29 de noviembre de 1985 estableció que:

“Las victimas, sin distinción alguna, ya sea de raza, color, sexo, edad, religión,

nacionalidad, opinión política o de otra índole, creencias o prácticas culturales, situación

económica, nacimiento o situación familiar, origen étnico o social, o impedimento físico

deberían contar con los siguientes derechos:

1) Contar con un adecuado acceso a la justicia y a un trato justo implicando

ello que las víctimas han de ser tratadas con compasión y respeto por su dignidad.

Deberían tener derecho al acceso a los mecanismos de la justicia y a una pronta

reparación del daño que hayan sufrido. Los procedimientos deberían ser expeditos, justos,

poco costosos y accesibles, debiendo informarse a las víctimas de sus derechos, para

obtener reparación mediante esos mecanismos.

Debería prestarse asistencia apropiada a las víctimas durante todo el proceso

judicial, minimizando sus molestias, protegiendo su intimidad y garantizando su seguridad,

así corno la de sus familiares y la de los testigos en contra de todo acto de intimidación y

represalia. Deberían, asimismo, evitarse demoras innecesarias en la resolución de las

causas y en la ejecución los mandamientos o decretos que concedan indemnizaciones a las

víctimas.

Deberían utilizarse mecanismos oficiosos para la solución de controversias,

incluidos la mediación, el arbitraje y las prácticas de justicia consuetudinaria o

autóctonas, a fin de facilitar la conciliación y la reparación en favor de las víctimas.”

Estas premisas fijadas por la Organización de las Naciones Unidas respecto a la

“víctima de delito” delimitan, de modo autosuficiente la protección que los Estados

Democráticos deben brindar a la misma, particularmente en lo referido al “acceso a la

justicia”; lo cual solo puede tornarse operativo a través de un proceso llevado en legal

forma, por ser esta, la vía adecuada que la Constitución y las leyes establecen como

“aquella herramienta que permite la actuación del derecho”.

Así se tiene dicho que “el proceso es, ni más ni menos, un medio o instrumento de

garantía, al servicio de todos los derechos invocados o alegados por un hombre

cualquiera. Tiene en sí, pues, un sentido de universalidad: garantía para todo y cada

hombre, en relación con cualquiera de sus derechos…Se trata de un instrumento para

hacer funcionar al orden jurídico en casos concretos, individuales de la realidad, cuando

los involucrados en el mismo, no quieren o no pueden efectuar esa aplicación

adecuadamente”.

El proceso cumple una `función de servicio´. Es cierto que tiene principios y

presupuestos que lo especifican en la teoría general, pero ellos no pueden instalarse en

terrenos estancosos o de poca movilidad, porque precisamente su vida se desarrolla en la

transformación social. Un proceso purista e ideológico, formal e hipotético no cumple

con la “función garantista” que tiene. De ahí que el proceso no tenga un fin en sí mismo,

sino para realizar el derecho que viene a consolidar. Este constituye una `garantía´,

porque es un instrumento anterior al conflicto y una vía de acción específica cuando se

producen las amenazas o violaciones a los derechos fundamentales.

En resúmen, estas reflexiones, permiten establecer los parámetros dentro de los

cuales, la Naciones democráticas deben garantizar el efectivo ejercicio de los derechos de

las víctimas de delitos (y abuso de poder) dentro de un proceso penal, a modo de no

impedirle la efectiva protección de sus intereses vulnerados por el accionar criminal cuando

ellas no tengan una respuesta `debida´ y `eficáz´ por parte del Estado, o no tengan medios

económicos para su real intervención y particular investigación junto a un letrado gratuito

de confianza.

Tales derechos, se pueden resumir en:

a. Derecho de Acción o Acceso a la Justicia y Derecho a la Jurisdicción: La

acción es un derecho subjetivo inspirado en el deber del Estado de otorgar

“tutela jurídica”, y para que ésta se cumpla, no solo se debe garantizar el

ingreso de la víctima al proceso mediante el ejercicio efectivo de esa petición

(derecho a la acción), sino también, y con mayor razón, “toda la instancia”, es

decir, garantizar el camino hacia la sentencia que resuelva el fondo del

conflicto suscitado, que no necesariamente será favorable para quien demanda

(derecho a la jurisdicción). La acción, es un acto de contenido estrictamente

procesal destinado a efectuar un reclamo ante la autoridad jurisdiccional, para

que actúe consecuentemente contra un adversario a quien tendrá que emplazar

para someterlo a las reglas del proceso judicial. Este acto de pedir, informa al

mismo tiempo una manifestación típica del derecho constitucional de

peticionar ante las autoridades (art. 14 C.N.)

b. Derecho a un trato justo y digno: tanto dentro como afuera del sistema de

administración de justicia.

c. Derecho a una pronta e integral reparación del daño causado por el delito.

d. Derecho a un procedimiento rápido, expedito, justo, poco costoso o gratuito y

accesible: Lo que implica, en la praxis, el derecho de la víctima a contar con

un asesor letrado que no le signifique ningún gasto (debiendo estos, ser

absorbidos por el Estado) y, a través del mismo, verse representado en sus

legítimos intereses particulares dentro de un proceso judicial.

e. Derecho a causarle las mínimas molestias posibles: no revictimizarla

f. Derecho a la intimidad y a la protección de sí misma, de sus familiares.

III- SITUACIÓN LEGAL DEL “QUERELLANTE “POBRE” EN NUESTRA

PROVINCIA:

El querellante particular ha sido definido como “aquel sujeto eventual y

accesorio del proceso penal, que coadyuva en la actividad de persecución del Ministerio

Público para acreditar el hecho delictuoso y la responsabilidad penal del imputado”, pero

actualmente, ya no se discute el derecho de la víctima a intervenir en el proceso; el centro

de la discusión actual reside en determinar el `alcance de sus poderes ́ en relación a los

fines del proceso penal. Es necesario definir políticamente, el nuevo perfil de la víctima,

determinar si queremos verla como un “sujeto del proceso” con facultades `dispositivas ,́ o

si queremos, en cambio, mantenerla en un rol de “simple colaborador” del Ministerio

Público.

El “Código Procesal Penal de la Pcia. de Corrientes”, establece concretamente

que “la instrucción formal será iniciada en virtud de requerimiento fiscal (195), querella

(82), investigación preliminar o información policial..”; también expresa que “solamente

la persona directamente ofendida por un delito de acción pública podrá constituirse en

Querellante Conjunto...” (art. 81), exigiéndole para ello que lo haga “personalmente” o

“por mandato especial” (art. 82);….y que “los querellantes y las partes civiles sólo

podrán actuar con patrocinio letrado, o hacerse representar por un abogado, los primeros,

con mandato especial” (art. 111).

Por su parte el Decreto Ley 21/00, denominado comúnmente “Ley Orgánica del

Ministerio Público de Corrientes”, establece en su art. 33 como “Funciones de los

Defensores Oficiales”, las de “asesorar, representar y defender, en cualquier estado del

proceso a todo imputado en sede penal y correccional que lo designe Defensor, carezca de

defensor particular o cuando fuere designado de conformidad al art. 114 del Código

Procesal Penal, conforme las leyes de fondo y de procedimiento…Especialmente, deberá

asumir la defensa de los menores involucrados en procesos penales, cuando estos no

cuenten con defensor particular, sin perjuicio de la asistencia tuitiva que ejerza el Asesor

de Menores e Incapaces”, pero nada dice con respecto a la “víctima del delito”.

A diferencias de otras legislaciones del país, como por ej. Córdoba, en que el

querellante no está en un pie de igualdad con el Ministerio Público Fiscal, pues si bien se

permite su participación a través del ejercicio de la acción penal particular (querella), la

misma, lo es bajo una modalidad `adhesiva´ en los delitos de acción pública (art. 71 del

C.P.), motivo por el cual, carece de `efecto promotor ́de la investigación penal.; en nuestra

provincia, se prevé la posibilidad de que el querellante pueda `provocar la apertura del

proceso´; es decir, que la acción penal particular tiene una modalidad `principal´ en la

promoción de la investigación (arts. 203, 81, 82 y cc. del C.P.P.Ctes.), y ella determina la

apertura formal del proceso tanto en los `delitos de acción pública ́como en los `de acción

pública dependiente de instancia privada ́ (arts. 71 y 72 del C.P.) -sin perjuicio, de que

también lo haga, naturalmente, en los `de acción privada ́(art. 73 del C.P., y arts. 7 y 446 y

cc. del C.P.P.Ctes.).-

Por su parte, y a diferencia de la ley ritual cordobesa -en que expresamente se

establece el `momento a partir del cual, la persona directamente ofendida por el delito,

puede constituirse en querellante -́, nuestra ley adjetiva provincial, sólo establece que dicha

facultad puede deducirse hasta `antes de la clausura de la instrucción ́ (art. 364) pero no

menciona “desde cuándo”. Es por eso, que pensamos -aunque nuestra ley procesal no lo

mencione expresamente y, siguiendo la interpretación coherente de aquella normativa-, que

el querellante, puede constituirse en parte, `una vez iniciada la investigación´, y no antes

(esto es, a partir de la formación de causa policial –investigación preliminar o información

policial -art. 191 del C.P.P.Ctes.-), o luego del requerimiento de instrucción formal del

Ministerio Publico Fiscal (art. 195), o cuando la propia querella opere como `acto

promotor ́ (art. 82), y `hasta la oportunidad que menciona nuestra ley ritual´ (art. 215 o,

excepcionalmente art. 341 del C.P.P.Ctes.).

En virtud de estas diferencias legales entre las distintas provincias, y de la

importancia que debe darse a la participación del querellante en los procesos penales -sin

importar el sistema de enjuiciamiento específico que se tenga-, en búsqueda de “su propia

y legítima investigación penal”, es que se nos plantean varios interrogantes a los que

debemos darle un tratamiento urgente y que consisten básicamente en lo siguiente: ¿Qué

ocurre con la persona que no tiene recursos económicos ni es profesional del derecho

(abogado), pero tiene la insistente voluntad de perseguir penalmente el delito que lo ha

tenido como `víctima´? ¿Puede esta persona recurrir al Defensor Oficial -o algún otro

operador judicial- para proteger sus intereses vulnerados o solo le queda la posibilidad

de “delegar” y “confiar” en la buena y no siempre efectiva solución de la investigación

penal a cargo del Fiscal o Juez Instructor? ¿Garantizan nuestras leyes provinciales, de

modo “suficiente”, los derechos constitucionales y supranacionales de las víctimas

carentes de recursos en los procesos penales? ¿Los Estados suscriptores de Tratados

Internacionales de DH están obligados a proporcionar un defensor estatal -u otro asesor

letrado gratuito- a las víctimas de delitos, o es suficiente con una previsión legal que

establezca la defensa oficial solamente para los imputados o menores en conflicto con la

ley penal? ¿El `derecho a ser oído´ por un tribunal imparcial´ y de “acceso a la justicia”,

solo abarca al imputado o también a la víctima?

Ante la formulación de estos interrogantes, vemos que en nuestra normativa

procesal provincial, el Defensor Oficial (o Asesor Letrado como lo denominan en otras

provincias), “solo puede asesorar, representar y defender los intereses de los “imputados en

sede penal o correccional que lo designen defensor, que carezca de defensor particular o

cuando fuere designado de conformidad al art. 114 del C.P.P.Ctes.”, o de “menores

involucrados en procesos penales, cuando estos no cuenten con defensor particular, sin

perjuicio de la asistencia tuitiva del Asesor de Menores e Incapaces para este último caso”

(es decir, que el Defensor Oficial tiene competencia para atender los “asuntos penales” y

también para asistir, representar y defender a los imputados o menores involucrados en

proceso penales que lo hayan designado como tal, o cuando no cuenten con un letrado

particular de confianza -gratuidad del trámite de la defensa técnica oficial-, pero no prevé la

posibilidad de representación estatal gratuita de la “persona directamente ofendida por el

delito” –sea la víctima, mayor o menor de edad- carente de recursos económicos).

Cabría la posibilidad de una interpretación lege lata de la norma, respecto a los

menores -no así a los mayores, en que sólo se refiere a los `imputados´- que daría lugar a la

Defensa Oficial de “víctimas de delitos carentes de recursos” a constituirse en querellante,

debido a la expresión `involucrados´ utilizada por la propia normativa provincial, pues al

no aclarar si la Defensa Oficial es respecto a `los menores que están en conflicto con la ley

penal ́o si lo es respecto a `las que fueron víctima de algún delito ,́ a nuestro modo de ver,

también entraría dentro de la previsión, la Defensa Oficial de éstos últimos (menores

`víctimas de delitos )́, siendo éste, un argumento más, para justificar la Defensa Oficial

gratuita del “querellante pobre” menor de edad, no así del mayor que por la redacción de

dicha previsión, todavía se encontraría en una situación evidente de indefensión.

Tampoco el Defensor de Pobres y Ausentes, en nuestra provincia, podría hacerse

cargo de la protección de los intereses del `querellante pobre ,́ pues aún tratándose éste, de

una persona “carente de recursos” para hacer valer sus derechos en juicio, la misma no

podría ser asistida por este funcionario, porque solo tiene competencia en “cuestiones

civiles, comerciales, laborales, de menores y de Paz letrado” (es decir, que a pesar de la

“gratuidad del trámite”, y de la “carencia de recursos” del solicitante, a dicho representante

estatal, también le falta el requisito de la “competencia penal” para representar los

intereses particulares del damnificado por un delito de acción pública), sin perjuicio, que en

nuestra provincia, al igual que en muchas otras del país, son de público conocimiento, otros

problemas no menos importantes, referidos a que las “Defensorías de Pobres y Ausentes”,

por lo general, se ven desbordadas por el gran número de causas que ingresan dentro de su

órbita de actuación, sin tener la capacidad –humana y material- de brindarle una debida

atención de las distintas demandas sociales de personas carentes de recursos, dejando a

estos sectores de la sociedad -que por su número, casi se equiparan en conjunto, a las de

clase media y alta -, en una posición generadora de un estado de indefensión absoluto, o

con una defensa técnica, muchas veces deficiente.

Mucho menos podrían encargarse de tal función, el Asesor de Menores e

Incapaces, o al Curador Oficial (Curador Ad liten, Curador de Bienes y el Curador

Definitivo ) según lo establece el Decreto Ley 21/00 de Ctes. en sus arts. 36 y cc., 39 y cc.,

y 43 y cc., por los intereses especiales que ellos deben resguardar teniendo en cuenta la

competencia específica que la ley les asigna.

IV- LA NORMATIVA INTERNACIONAL:

De esta forma, creemos conveniente realizar un análisis constitucional del tema

en tratamiento, a fin de poder esbozar alguna solución posible para la problemática traída a

colación.

Para ello, dentro de un correcto orden expositivo, empezaremos mencionando lo

que establecen los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, que han adquirido

jerarquía constitucional después de la reforma constitucional de 1994 (art. 75 inc. 22 de la

C.N.) y a los cuales se debe adecuar toda regulación normativa “inferior” de los Estados

partes que han suscripto estos Convenidos Interestaduales, so pena de incurrir en

responsabilidad internacional en caso de incumplimiento de las previsiones normativas que

ellos contienen.

-Así, la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José

de Costa Rica -Ley 23.054-) establece la protección de estos derechos en sus arts. 1, 2, 8

inc. 1, 11 inc. 1, 24, 25.

Ante la vigencia de los preceptos de esta Convención, nos preguntamos si los

Estados Partes y las provincias que los conforman, protegen realmente el “derecho del

pobre a querellar” -a garantizar el ejercicio pleno de sus legítimos intereses- en igualdad

de condiciones a las del imputado (art. 24), o incluso, de la persona de clase media o alta

que puede costear los gastos de un profesional del derecho; si existe en nuestra legislación

procesal penal provincial, el derecho del pobre -pretenso querellante- a ser defendido por

un “Defensor Oficial”; o a un recurso sencillo y rápido, o cualquier otro recurso efectivo

-que no sean ejercidos por el Ministerio Público Fiscal en su calidad de “defensor de la

legalidad de los intereses generales de la sociedad” (art. 120 CN) ante los jueces o

tribunales competentes, que lo amparen contra actos que violen sus derechos fundamentales

reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención…(art. 25); o, si dichas

regulaciones procesales garantizan efectivamente el derecho del pobre querellante a ser

oído, con las debidas garantías dentro de un plazo razonable por un juez o tribunal

competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley…para la

determinación de sus derechos…de cualquier carácter” (art. 8 inc. 1); o, el de la real

“protección de la honra y reconocimiento de la dignidad del pobre querellante” -víctima

de un delito- (art. 11); o, si finalmente, los Estados Partes ejercen control alguno sobre el

cumplimiento efectivo de tales derechos en el compromiso asumido de respetar los mismos

y garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin

discriminación por “motivos económicos” (art. 1 inc. 1), incluyendo dentro de esta

categoría al sujeto en cuestión.

-Por su parte, el Pacto Internacional de Derecho Civiles y Políticos sostiene que

“No podrá admitirse restricción o menoscabo de ninguno de los derechos humanos

fundamentales reconocido o vigentes en un Estado Parte en virtud de las leyes,

convenciones, reglamentos o costumbres, so pretexto de que el presente Pacto no los

reconoce o reconoce en menor grado” (art 5 inc. 2); o que “Nadie será objeto de

injerencias arbitrarias o ilegales a su vida privada, su familia, su domicilio o

correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y reputación” (art. 17, inc. 1), “Toda

persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencia o esos ataques” (art

17, inc. 2), “Todas las personas son iguales ante la ley, y tienen derecho a igual

protección de la ley. A este respecto, la ley prohibirá toda discriminación y garantizará a

todas las personas protección igual y efectiva contra cualquier discriminación por motivos

de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas, o de cualquier índole, origen

nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social” (art.

26).

-En igual sentido, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del

Hombre garantiza los derechos de “igualdad ante la ley” (art. II), de “protección de la

ley a toda persona contra ataques abusivos a la honra, reputación, vida privada y

familiar” (art. V), el “derecho de toda persona de recurrir a la justicia” (art. XVIII), y de

“peticionar respetuosamente ante cualquier autoridad competente, ya sea por motivos de

interés general, ya de interés particular, y el de obtener pronta resolución” (art. XXIV).

- En igual sentido se pronuncia la Declaración Universal de Derechos

Humanos, en sus arts. 7, 8, 10 y 12.

Este derrotero de normas protectoras de los derechos fundamentales de “toda

persona”, en las que se incluye también a las `víctimas de menores recursos´, parece

también haberse seguido recientemente por los países americanos en la `XIV Cumbre

Judicial Iberoamericana ,́ celebrada en el mes de Marzo del año 2008 en la ciudad de

Brasilia (Brasil), donde se han aprobado las “CIEN REGLAS DE ACCESO A LA

JUSTICIA DE LAS PERSONAS EN CONDICIÓN DE VULNERABILIDAD”.

Merece especial atención la directriz trazada por estas Reglas, que, como bien se

sostiene en su “Exposición de Motivos”, han fijado las pautas-marcos orientadoras en esta

cuestión, al sostener que: “El sistema judicial se debe configurar, y se está configurando,

como un instrumento para la defensa efectiva de los derechos de las personas en

condición de vulnerabilidad. Poca utilidad tiene que el Estado reconozca formalmente

un derecho si su titular no puede acceder en forma efectiva al sistema de justicia para

obtener la tutela de dicho derecho…Si bien la dificultad de garantizar la eficacia de los

derechos afecta con carácter general a todos los ámbitos de la política pública, es aún

mayor, cuando se trata de personas en condición de vulnerabilidad dado que éstas

encuentran obstáculos mayores para su ejercicio. Por ello, se deberá llevar a cabo una

actuación más intensa para vencer, eliminar o mitigar dichas limitaciones. De esta

manera, el propio sistema de justicia puede contribuir de forma importante a la

reducción de las desigualdades sociales, favoreciendo la cohesión social…Las presentes

Reglas no se limitan a establecer unas bases de reflexión sobre los problemas del acceso a

la justicia de las personas en condición de vulnerabilidad, sino que también recogen

recomendaciones para los órganos públicos y para quienes prestan servicios en el

sistema judicial. No solamente se refieren a la promoción de políticas públicas que

garanticen el acceso a la justicia de estas personas, sino también el trabajo cotidiano de

todos los servidores y operadores del sistema judicial y quienes intervienen de una u otra

forma en su funcionamiento”

En su art. 1 las “Reglas de Brasilia” establecen el concepto de “Persona en

situación de vulnerabilidad”, entendiendo por tales a “las que por razón de su edad,

género, estado físico o mental, o por otras circunstancias sociales, económicas, étnicas o

culturales, encuentran especiales dificultades para ejercitar con plenitud ante el sistema de

justicia los derechos reconocidos por el ordenamiento jurídico”; en su art. 7 define a la

“Pobreza” como “aquella causa de exclusión social, tanto en el plano económico como en

los planos social y cultural, y supone un serio obstáculo para el acceso a la justicia,

especialmente en aquellas personas en las que también concurre alguna otra causa de

vulnerabilidad”, involucrando como “Destinatario del Contenido de dichas Reglas” -en su

Sección 3ra. inc. b)- a “los Jueces, Fiscales, Defensores Públicos, Procuradores, y demás

servidores que laboren en el sistema de Administración de Justicia de conformidad con la

legislación interna de cada país”, para finalmente referirse en el Cap. II, Sección 2 -Pto 1) -

a la “Asistencia Legal y la Defensa Pública” sosteniendo que “la relevancia del

asesoramiento técnico-jurídico para la efectividad de los derechos de las personas en

condición de vulnerabilidad…En el ámbito de la defensa, para defender derechos en el

proceso ante todas las jurisdicciones y en todas las instancias judiciales…Se destaca,

también, la conveniencia de promover la política pública destinada a garantizar la

asistencia técnico-jurídica de la persona vulnerable para la defensa de sus derechos en

todos los órdenes jurisdiccionales: ya sea a través de la ampliación de funciones de la

Defensoría Pública, no solamente en el orden penal, sino también, en otros órdenes

jurisdiccionales; ya sea, a través de la creación de mecanismos de asistencia letrada:

consultorías jurídicas con la participación de las Universidades, casas de justicia,

intervención de colegios o barras de abogados”; en su Pto 2), referido a la “Asistencia de

calidad, especializada y gratuita”, expresa que “se promoverán acciones destinadas a

garantizar la gratuidad de la asistencia técnico-jurídica de calidad a aquellas personas

que se encuentren en la imposibilidad de afrontar los gastos con sus propios recursos y

condiciones”.

Si bien estas Reglas, no tienen “carácter vinculante” para nuestro País,

constituyen, sin embargo, “Recomendaciones” que determinan el marco internacional de

los temas de actualidad que se están tratando en el “Sistema de Administración de Justicia

Latinoamericano”, en el cual han intervenido diversos actores de relevante trascendencia, y

que van fijando el rumbo al cual se dirige la comunidad americana en la protección de los

derechos de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, incluyendo dentro de estos, a

las personas carentes de recursos económicos, entre muchos otros sujetos en situaciones de

vulnerabilidad.

Por lo que es evidente, que estas normas internacionales direccionan su

interpretación en el sentido de una protección `integral´ de los derechos de las víctimas de

delitos al referirse a “toda persona” y a las “personas vulnerables”, sin distinción por

motivos de ninguna naturaleza, incluyendo aquellos de “carácter económico”.

V- LA NORMATIVA ESPECÍFICA EN LA PCIA. DE CORRIENTES:

Nuestra moderna Constitución Provincial, sancionada el ocho de Junio del año

2007, parece pronunciarse en igual sentido respecto a los “menores -niños, niñas y

adolescentes- carentes de recursos”, cuando señala en su art. 41 -4to. Párrafo- que “El

Estado asegura a los niños, niñas y adolescentes, en cualquier procedimiento judicial o

administrativo que los afecte, a los siguientes derechos y garantías:…a ser asistidos por un

letrado preferentemente especializado en niñez y adolescencia, desde el inicio del

procedimiento judicial…que los incluya. Si carecieren de recursos económicos, el Estado

debe asignarles de Oficio, un letrado que los patrocine…”, sin perjuicio de que nuestra

Constitución Provincial no haya, establecido expresamente la `defensa estatal gratuita´ en

causas penales, para las “victimas mayores” carentes de recursos económicos, la norma

referida, pensamos, da clara cuenta del sentido con el que se pretendió tutelar los derechos

de los “menores” en igual situación, por lo cual, nada obsta a otorgar la asistencia letrada

estatal gratuita, a las `víctimas mayores carentes de recursos´; más aún teniéndose presente

que la misma Carta Magna, ha establecido que “los derechos, declaraciones y garantías

consignados en esa Constitución, no serán interpretados como mengua o negación de

otros derechos no enumerados o virtualmente retenidos por el pueblo, que nacen del

principio de la soberanía popular y de la forma republicana de gobierno, y que

corresponden al hombre en su calidad de tal” (art. 31).

Sin embargo, la Ley Procesal Penal provincial, y sus Decretos leyes (como el

caso del Dec. Ley 21/00) no dan suficiente cabida a la protección integral de los derechos

de las personas víctimas de menores recursos en cuanto a la posibilidad de una

intervención efectiva en el seguimiento de las causas penales. A éstas solo les queda creer

“ciegamente” en la buena labor y predisposición del actor penal público (fiscal de

instrucción), confiando en que el mismo, ante el enorme caudal de causas que transitan a

diario por ante este órgano, le de un trato debido a “su causa”, a la que por otra parte se ha

visto envuelto, muchas veces, en forma involuntaria, o por el contrario, contratar a un

letrado, que lo represente, no quedándole otra vía, que realizar una erogación, que no

siempre puede solventar.

VI- ALGUNAS VÍAS DE SOLUCIÓN AL PROBLEMA:

Sabemos que la “tutela judicial efectiva” exige que las partes del proceso debatan

en posiciones iguales, tengan idénticas posibilidades de alegación y prueba, y que la

sentencia que resuelva el conflicto suscitado, sea suficientemente “motivada”. Ahora bien,

tomando como base esta premisa general, estimo que la víctima, carente de recursos

económicos para afrontar los gastos que demanda una asistencia técnica letrada para la

protección de sus legítimos intereses, sin perjuicio de la investigación llevada adelante por

el órgano de acusación público, tiene pocas alternativas de “intervenir personal y

eficazmente” en un proceso penal, si mantenemos la invocación y aplicación práctica de las

regulaciones normativas que actualmente se hallan vigentes en nuestra provincia.

En esta línea de razonamiento, entendemos que existen tres caminos posibles, para

el resguardo efectivo de la pretensión penal del querellante pobre (víctima) en el sistema

de persecusión penal provincial:

1) El Beneficio de Litigar Sin Gastos: Esta primer alternativa, se puede realizar a

través de una aplicación supletoria de la Ley Procesal Civil y Comercial de nuestra

Provincia en cuanto legisla sobre el “beneficio de litigar sin gastos” (C.P.C.yC.Ctes. arts.

78 a 86).

En tal sentido parece pronunciarse la jurisprudencia y la doctrina al afirmar que

“el requirente podrá ser asistido por el Defensor Oficial o por letrado de su confianza. En

el fuero civil así ocurrirá” (Cám.Civil, Sala C, J.A. 1994-I-452), y así deberá ser en el

proceso penal. También se dijo que “en verdad, el beneficio generalmente se requiere

cuando se ejercita conjuntamente la acción civil. En dicho caso, el tratamiento de ella

queda supeditado a la concesión del beneficio” (C.C.C., Sala IV, LL, f. 98.381)

Del art. 85 del C.P.C.y.C.Ctes. surge que “la defensa oficial debe asumir la

defensa y representación de quien goce del beneficio” (así también lo han resuelto la

Cám.Fed.Paraná, LL. 59-493; y la C.S., LL 74-631) y por ella puede llegarse a subsanar la

desigualdad de derechos para las “personas carentes de recursos” (esa ha sido también, la

solución interpretada originariamente por la Cám. Fed. de Comodoro Rivadavia en aquel

antecedente que da cuenta en que “el abandono ulterior de la Defensa oficial fue declarado

arbitrario por inexplicado” por la Corte Suprema (J.P.B.A. 90-66-156).

Parece ser también este el sentido en que se encamina nuestra ley procesal penal,

al regular la acción civil en su art. 15 -inc. 2-, cuando obliga al Defensor Oficial, a

ejercerla, con las mismas atribuciones que un representante:…2) “cuando ante el juez, el

titular (art. 14 C.P.P.Ctes.) delegue expresamente su ejercicio”.

Se tiene dicho respecto a este instituto que “es un derecho no un beneficio, que la

ley procesal crea para asegurar a toda persona física o jurídica (Cám.Com., Sala C., E.D.,

38-350; en contra, Corte Suprema, E.D. 28-10) el acceso a la justicia que impone la

garantía de la defensa en juicio del art. 18 de la C.N. (Cám.Civil, Sala F, J.A. 1995-III-56;

Cám.Civ., Sala G, J.A. 1988-IV-301, entre otros muchos procedentes.) .

Nuestra “Ley Orgánica del Ministerio Público” de Ctes. (Decreto Ley 21/00), no

ha previsto expresamente, dentro de las funciones de los “Defensores Oficiales” la

asistencia y representación gratuita del Estado a “las personas carentes de recursos” con

interés en constituirse en querellantes, como lo ha hecho, sin embargo, la “Ley Orgánica

del Ministerio Público de la Nación” (Ley 24.946/98), regulando de modo más amplio e

integral los deberes de estos funcionarios. Aquella legislación provincial, tampoco enumera

-dentro de las funciones de estos operadores judiciales- al asesoramiento y representación

de dichas personas, a través del “beneficio de litigar sin gastos”.

Contrariamente a lo expuesto, el art 60 de la mencionada normativa nacional,

establece, mediante una protección integral y con una mejor técnica-legislativa que: “Los

Defensores Públicos Oficiales, en las instancias y fueros en que actúen, deberán proveer lo

necesario para la defensa de la persona y los derechos de los justiciables toda vez que sea

requerida en las causas penales, y en otros fueros cuando aquellos fueren pobres o

estuvieren ausentes. Para el cumplimiento de tal fin, sin perjuicio de las demás funciones

que les encomiende el Defensor General de la Nación, tendrán los siguientes deberes y

atribuciones: a) Ejercer la defensa y representación en juicio, como actores o

demandados, de quienes invoquen y justifiquen pobreza o se encuentren ausentes en

ocasión de requerirse la defensa de sus derechos;…e) Contestar las consultas que les

formulen personas carentes de recursos y asistirlas en los tramites Judiciales pertinentes,

oponiendo las defensas y apelaciones en los supuestos que a su juicio correspondan, y

patrocinarlas para la obtención del beneficio de litigar sin gastos.

En razón de lo expuesto, y aunque no esté regulada en forma expresa y de ese

modo en nuestras leyes procesales penales provinciales, pensamos que igualmente que la

situación del “querellante pobre”, podría quedar debidamente resguardada a través de una

intervención “comprometida” de los Defensores Oficiales provinciales, quienes, mediante

la aplicación directa de las Convenciones Internacionales sobre Derechos Humanos, y

mediante un poco de esmero intelectual en su tarea diaria, podría hacer un uso efectivo del

“beneficio de litigar sin gastos” para el cumplimiento de tales fines, brindando de este

modo, una mayor y más efectiva protección integral a las víctimas de delitos carentes de

recursos económicos, con interés en constituirse en querellantes en los procesos penales.

Abona, incluso, nuestra posición, la regla del propio art. 573 del C.P.P.Ctes., en

cuanto establece que “en todo proceso, el Estado anticipará los gastos con relación al

imputado, y a las demás partes que gozaren del beneficio de pobreza”. En igual sentido

parece encaminarse el art. 575 de la misma ley, el referirse a la “imposición de Costas”,

cuando establece que ellas “…serán a cargo de la parte vencida, pero el Tribunal podrá

eximirla total o parcialmente, cuando hubiere tenido razón plausible para litigar”.

2) La Defensa Oficial del Estado: Sin necesidad de tramitar el “beneficio de

litigar sin gastos”, los arts. 82 y 111 del C.P.P.Ctes., también parecen permitir,

tácitamente, la posibilidad de brindar la Defensa Oficial a los “querellantes pobres”.

Por la primera de dichas normas (art. 82) se faculta al directamente ofendido por

un delito de acción pública a “presentarse personalmente”, pero al mismo tiempo, el

segundo precepto (art. 111) parece sólo autorizar el querellante a “actuar con patrocinio

letrado, o hacerse representar por un abogado, con mandato especial”, razón por la cual,

a nuestro juicio, resulta harto evidente la contradicción entre ambas previsiones.

Por un lado se le permite al querellante accionar “personalmente” y por otro lado

a “hacerlo con patrocinio o con abogado y mandato especial”.

Si la norma autoriza a querellar a la persona “directamente ofendida por un delito

de acción pública”, y esta no podría hacerlo personalmente -salvo que tenga conocimiento

jurídico, pues de otro modo casi con seguridad incurriría en una situación de indefensión

que el Estado no debe permitir-, es coherente suponer, que la ley ha querido contemplar,

con dicha expresión, una situación diferente.

Es por eso, que pienso, que al brindarle la posibilidad al ofendido por un delito de

acción pública de “presentar personalmente” la querella, sin mencionar otro requisito

objetivo para su admisibilidad formal, -más que los previstos en los diversos incisos del

mismo artículo-, la norma en estudio, con tal expresión, ha venido a abarcar, a nuestro

juicio, la situación del “querellante pobre”, pues ninguna persona que carece de recursos

económicos para afrontar honorarios profesionales, sería tan imprudente de presentarse

como parte a una causa criminal en “forma solitaria y autónoma” con el objeto de

investigar el delito que lo tuvo como víctima, ya que no solo carece del conocimiento

técnico necesario para alcanzar los fines del proceso en resguardo de sus legítimos intereses

particulares, sino también, se encuentra en una situación de “desigualdad de armas”, no

solo respecto al Ministerio Publico Fiscal, que cuenta con la colaboración de las fuerzas de

seguridad en la represión del delito, sino también, y lo que es de mayor preocupación,

frente al propio imputado que, junto a los conocimientos específicos de la materia que le

puede brindar su defensor particular u oficial, goza principalmente, de todas las garantías

que le brinda la Constitución Nacional para el pleno ejercicio de sus derechos.

Al mencionar esa expresión (“presentar personalmente”), pensamos que la ley,

autoriza tácitamente, el ingreso del Defensor Oficial en representación de esos intereses

particulares del “querellante pobre”, ya que desde un punto de vista técnico-legal, entender

ese precepto de otra manera, resultaría incompatible con el “derecho de acceso a la

justicia” (DADH, art. XVIII) y de “peticionar ante las autoridades” (art. 14 de la C.N.;

DADH, art. XXIV) que tiene toda persona en protección de sus legítimos intereses, y desde

un punto de vista práctico, impediría a la víctima de un delito de acción pública, `carente de

recursos económicos, intervenir realmente en el proceso penal, sin un profesional del

derecho que lo asista o represente, no quedándole otra posibilidad más que hacer frente a

sus honorarios profesionales (sea su intervención, a través del patrocinio, o por medio de

un letrado con mandato especial). En ambos casos, el gasto sería inevitable, ya que la

experiencia indica que “ningún profesional del derecho, trabaja por mero placer, sin

percibir a cambio, algún rédito económico por su trabajo”.

La alternativa a esta situación se puede dar, no solo a través de una interpretación

“lege lata” del art. 82 del C.P.P.Ctes., sino también, y con mayor razón, mediante una

“invocación y aplicación directa de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos” (o

como comúnmente se dice, a través de una “bajada de línea”), en cuanto a los derechos

que tiene la víctima en un proceso penal y que están ampliamente garantizados por aquellos

instrumentos internacionales que hemos mencionado, y entre los cuales se encuentra, no

solo el derecho a ser oído -también referido a la víctima-, y el derecho a la jurisdicción,

sino también, el derecho a contar con una asistencia letrada gratuita, prerrogativa que

abarca tanto al imputado, como al directamente ofendido por el delito de acción pública

(víctima).

Con ello, ponemos, al mismo tiempo, en alerta a nuestra legisladores, teniendo la

esperanza de que, en alguna futura reforma referida al tema, se incluya específicamente

dentro de la competencia de los “Defensores Oficiales Penales” -siguiendo el modelo

cordobés- el deber de asistir y representar a quien tiene `derecho a querellar´, cuando esta

persona, no pueda afrontar los gastos que demanda la asistencia técnica o el patrocinio

letrado privado por carecer de recursos económicos, con el fin de evitar interpretaciones

forzosas de la ley, que solo provocan mayor incertidumbre en el operador jurídico al

momento de realizar una efectiva aplicación de la ley penal.

3) El Extensionismo Jurídico Vecinal: Esta tercera vía de protección de los

derechos del pobre que quiere intervenir como “actor particular” en un proceso penal por la

comisión de un delito de acción pública, aunque menos probable aún, por carecer de una

“representación letrada real”, podría estar contemplada también, por la intervención de

profesionales -abogados- mediante el “Programa de Extensionismo Jurídico Vecinal” que

existe en nuestra provincia (FAVIN) a través del asesoramiento gratuito que brindan un

grupo de letrados matriculados en la ciudad de Corrientes, mediante los denominados

“Consultorios Jurídicos Vecinales” –compuestos y desempeñado por los llamados

“Capacitadores”- ubicados en distintos sectores periféricos de la capital correntina.

Esta alternativa, sin embargo, podría ser viable sólo a través del cumplimiento

previo de ciertas condiciones, y en base a dos vías diferentes:

* La primera, a través de la autorización gubernamental que reconozca la

legalidad de estos Programas, por ej. formando “Fundaciones Civiles con Personería

Jurídica -como sucede en la Provincia de Mendoza -, brindándole a los letrados que

trabajan o colaboran en ellos, un “subsidio estatal”, que suplante los gastos de `honorarios

profesionales ́u otro tipo de erogaciones (tales como por ej. los Gastos de Escribanía para

el otorgamiento de un “Poder Especial”), que demandarían el efectivo ejercicio de la

defensa técnica de una persona carente de recursos con interés de querellar en un proceso

penal.

* La segunda alternativa, menos verificable en la realidad, pero no imposible,

sería a través de una representación letrada gratuita para el beneficiario (víctima

indefensa, pobre o vulnerable) -y no solo un asesoramiento técnico- que surjan de sendos

Convenios celebrados entre FAVIN y los Colegios de Abogados de las distintas

Circunscripciones provinciales, en los que existan profesionales inscriptos para tales

fines; o de Acuerdos realizados con la Universidad Pública u Otra, con docentes

técnicos en derecho comprometidos con este tipo de servicio sociales, como también, a

través de la colaboración gratuita y voluntaria de profesionales del derecho que

intervengan o formen parte de estas agrupaciones, remunerando el trabajo de los

mismos, mediante los propios Recursos de la Fundación legalmente constituida (ya sea

a través de los fondos y bienes que perciba la misma en calidad de subsidios, subvenciones,

legados, herencias o donaciones; o de las rentas, intereses o cualquier otro producido de

sus bienes, inversiones, servicios y actos de carácter lícito, encuadrados en las normas que

rigen este tipo de entidades; o de los aportes y colaboraciones, periódicas o no, de

cualquier naturaleza, de las personas físicas o jurídicas, nacionales o extranjeras , que

deseen cooperar en su carácter de miembros, en cumplimiento de los fines propuestos; o de

toda otra fuente lícita de ingresos, por cualquier concepto; o del producido de beneficios,

rifas, sorteos, juegos de azar con fines benéficos autorizados por la ley, festivales,

recitales, eventos académicos, profesionales y técnicos, actividades de formación y

capacitación y similares; o finalmente, del producido por la edición, distribución y venta

de informes, estudios, ensayos y todo otro conocimiento sistematizado e información

aplicada, de autoría de miembros de la Fundación o de terceros con su autorización, en

todo formato posible de almacenamiento de datos (escritos, audiovisuales y

electromagnéticos) y de derechos de autor que eventualmente pudieran corresponderle por

las obras a cuya edición contribuya; como también, de las contribuciones extraordinarias

que determine el Consejo de Administración de la Fundación, una vez que se constituya

legalmente; como ocurre con la Fundación FAVIM de la citada ciudad mendocina.

Se podría pensar que la colaboración de los Colegios de Abogados, o de las

propias Universidades, brindando representantes técnicos inscriptos para tales

emprendimientos, podría dar lugar a ciertos abusos por parte de la ciudadanía,

constituyendo una suerte de “defensa oficial paralela” de los sectores más vulnerables,

quienes, en protección de su derechos, acudirían a dichas entidades en forma

indiscriminada, sin control alguno y obstaculizando su normal desenvolvimiento

administrativo -eludiendo la Defensa Oficial del Estado establecida legalmente a esos

fines-; por lo cual, pensamos que, mediante una correcta regulación normativa, esta

situación podría ser remediada, garantizando el normal desempeño de los profesionales,

como también, la finalidad que se pretende alcanzar a través de dichos acuerdos.

Ello es así, en razón de que nuestra provincia, no cuenta con un grupo de

profesionales -abogados- integrantes de una “Oficina de Asesoramiento y Asistencia a

Víctimas y Testigos”, como tiene la provincia de Buenos Aires (por ley N° 24.050, art. 40)

que serían los encargados de representar y patrocinar al particular damnificado del hecho

delictivo, como tampoco tenemos una “Ley de Asistencia Jurídica Gratuita para

Carenciados” -como el caso de la provincia de Córdoba-, que faculte a los Defensores

Oficiales o a los Asesores Letrados, que actúen en el fuero penal, a brindar asistencia

jurídica gratuita a personas carentes de recursos económicos suficientes (con derecho a

promover querella) para obtener una asistencia letrada privada (Ley 7982/90).

Los intentos normativos más cercanos a esas “leyes de asistencia a las víctimas”

en nuestra provincia, han sido dos en los últimos años. El primero de ellos, referido al

Proyecto de Modificación del Código Procesal Penal de la Pcia. de Ctes. que incorpora los

“Derechos de la Víctima y el Testigo”, ni siquiera ha sido tratado, y ya ha perdido “estado

parlamentario”, pese a la importancia del tema. El segundo proyecto, consistió en la

“Creación de la Dirección General de Asistencia Integral a la Víctima de Delito” –

complementario de aquel primero- que ha tenido media aprobación de la Cámara Alta, pero

aún, no ha sido tratada ni sancionada por la Cámara Baja provincial.

En el art. 5° de este último modelo legislativo, se establece que “la Dirección

Gral. de Asistencia Integral a la Víctima de Delito intervendrá a instancia de toda

persona que directa o indirectamente haya sido afectada por la comisión de un delito o por

derivación de otras instituciones”…y en su art. 7° sostiene que “…se realizará un

adecuado asesoramiento jurídico, especialmente vinculado con los derechos de la víctima

del delito en el proceso penal”, estableciendo en el art. 10° que “la prestación de carácter

asistencial que el Estado le proporcionare a la víctima, de ningún modo obstará a que ésta

efectúe los correspondientes reclamos en contra del imputado y/o civilmente

responsable”.

Sin perjuicio de lo meritorio del Proyecto citado en cuanto al avance en la

tratativa integral de la cuestión victimológica, creo que el mismo, ha quedado a medio

camino en cuanto al tema traído a colación. Ello es así, en virtud de que solo se le sigue

brindando, desde el Estado una “asistencia” a la víctima de un delito, y no un

“representación efectiva” en juicio, cuando sus derechos fundamentales ya han sido

vulnerados, no pudiendo asimilarse la salvedad prevista en el art. 10° a la situación de

`representación´ del pobre que tiene la voluntad de querellar.

Buena hubiera sido esta oportunidad, para que en dicho proyecto, se incluyera esta

alternativa, más aún, cuando en el art. 11° del mismo, se autoriza al Ejecutivo Provincial, a

la creación de “cargos presupuestarios” para el funcionamiento de dicha Dirección…”,

con lo cual, la intervención de los letrados, que podrían desempeñarse en el “Departamento

Técnico” creado a través de este proyecto, podrían subsanar la deficiencia representativa de

los derechos de la víctima pobre, protegiendo adecuadamente sus intereses en los procesos

penales, mediante una efectiva representación letrada, y al mismo tiempo, solventar los

“honorarios profesionales” de los profesionales, a través del presupuesto asignado

específicamente a dicha Dirección.

VII- CONCLUSIONES: En razón de las consideraciones vertidas precedentemente,

vemos que nuestra normativa procesal penal provincial, no garantiza adecuadamente, hasta

el momento, los derechos de las victimas de delitos de acción pública, que no cuentan con

recursos económicos para hacer frente a una asistencia y representación técnica-letrada

que proteja adecuadamente sus intereses personales en la tramitación del proceso penal, y

por sobre todas las cosas, no dan un trato adecuado a los sectores más vulnerables, a

quienes la doctrina de antaño, ha visto de manera consecuente como las “grandes víctimas”

del sistema penal, agudizando la evidente selectividad del mismo, respecto a estos

segmentos sociales, que en síntesis, son a los que mayor atención debería prestarse, por ser

los que constituyen el núcleo social mayoritario en las sociedades en vías de desarrollo

como la nuestra.

Es evidente que los legisladores provinciales, ya sea, a través de un sistema de

proliferación de leyes o proyecto de leyes, sancionados sin previo estudio y sin tratamiento

serio, y con evidente desconocimiento del funcionamiento y conformación del sistema

penal en su conjunto, sin dejar de mencionar el lado de complicidad demostrado por

determinados operadores del Sistema de Administración de Justicia provincial -quien sabe

si por ignorancia o por falta de una verdadera vocación de servicio-, siguen desoyendo los

mandatos constitucionales respecto de los “derechos de las víctimas” (sobre todo, de

aquellas que nada tienen) y siguen demostrando su frivolidad en su compromiso social, ante

una comunidad que día a día demanda mayor inclusión de aquellos sectores más

vulnerables, además de una justicia rápida y eficáz, también, para los que menos tienen.

De ahí que desde el claustro académico, necesitamos empezar a construir una

“contracultura” de estos enjambres legislativos y prácticas judiciales desinteresadas, que

desoyen los mandatos que las leyes de superior jerarquía normativa han tendido a

resguardar, en protección de “toda persona”, constituyendo, estos interrogantes, solo

algunos de los que pondremos a consideración del lector a lo largo de distintos aportes que

realizaremos en próximas ediciones de esta Revista de la Facultad, con el objetivo cierto de

empezar a `cambiar las cosas´ desde la Universidad, para “abrir las puertas a

conocimientos y destrezas que cuestionen la lógica del sistema, abandonando la cultura

inquisitiva instaurada, todavía, en la mente de algunos operadores”, tal cual mencioné al

empezar este derrotero de cuestionamientos a la legislación procesal penal vigente en

nuestra querida Provincia de Corrientes.-

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NOTAS:

1.El presente trabajo corresponde al artículo publicado en la Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas, por la Editorial Dunken, Corrientes (Año 1 N° 3), año 2008, el que ha sido actualizado en algunos pasajes de su texto en pos de la finalidad de este VII Encuentro de Profesores de la APDP. 2.El autor del presente artículo es abogado, docente de la Cátedra “C” de Derecho Procesal Penal de la

Facultad de Derecho de la UNNE, “Especialista en Derecho Penal” en la Univ. de Rosario (UNR), y Funcionario del Ministerio Público Fiscal de la ciudad de Corrientes (Arg.).

3.Se hace la pertinente aclaración de que con este término no queremos significar ningún tipo de

discriminación o afectación del honor o dignidad de las personas más necesitadas o carenciadas de nuestra sociedad, sólo utilizar un concepto que por lo sensible, llegue más emotivamente al lector, con la finalidad de lograr su cabal entendimiento y no eludir su real problemática. El Diccionario de la Real Academia

Española, 22° Edición, en su 1ra. acepción señala que “pobre” es aquella persona necesitada, que no tiene lo

necesario para vivir”, y en este trabajo, es a ellas a quienes queremos darle realmente la atención; aquella inclusión que le dieron los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, como “víctimas” de delitos, y que nuestros legisladores o órganos administrativos `con facultades legisferantes ,́ hasta el momento, al parecer, no han sabido comprender en su máxima expresión.

4. Cafferata Nores, José I. Crisis de Eficacia de la Investigación Penal en “Ejercicio Concreto del Poder

Penal. Límites. Abusos. Desafíos”. Ed. Mediterránea, Córdoba, 2006, p. 20/21

5. Así lo han entendido los órganos supranacionales de protección de los derechos humanos con competencia

en nuestra región (CIDH, Corte IDH), cuando sostienen que “la razón principal por la que el Estado debe perseguir eficazmente el delito es la necesidad de dar cumplimiento a su obligación de `garantizar el

derecho a la justicia de las víctimas´, entendiendo a la persecución penal, cuando alguno de los derechos de aquellos hayan sido violados por un delito, como un corolario necesario de la garantía a obtener una investigación judicial a cargo de un tribunal competente, imparcial e independiente en que se establezca la existencia de la violación de su derecho, se identifique a `los responsables ́y se les imponga las `sanciones

pertinentes ́”. Cafferata Nores, José I. Ob. cit., Nota 7, p. 20 6. Gelsi Bidart, Adolfo. “De derechos, deberes y garantías del hombre común”, Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, Uruguay, 1986. 7. Gozáini, Osvaldo A. “Derecho Procesal Constitucional”, Ed. de Belgrano –Univ. de Belgrano-, t I, Bs.As., 1999, p. 111. 8. Gozáini, Osvaldo A. Ob. cit., p. 112.

9.Ayán, Manuel N. “Recursos en Materia Penal”, t. I, 2da. Ed. actualizada por Gustavo A. Arocena y Fabián I. Balcarce, Marcos Lerner Editora, Córdoba, 2001, p. 165.

10. Bovino, Alberto. “Problemas del Derecho Procesal Contemporáneo”, Ed. del Puerto, 1998, p. 84/85 11. Núñez, Ricardo C. “Código Procesal Penal de la Pcia. de Córdoba”, anotado por Ricardo C. Núñez, 3ra. Ed. actualizada por Claudio M. Requena, Lerner Editora SRL, Córdoba, 2007, p. 177. “Patrocinador”

es el abogado inscripto en la matrícula profesional que, complementando la respectiva personalidad, actúa en el proceso al lado del querellante, del querellante particular, del actor civil, del demandado civil o del asegurador citado en garantía, asistiéndolo jurídicamente y actuando a tal efecto. 12. El Diccionario de la RAE, 22° Edición, ob. cit.. señala en su primera acepción que el Abogado (Del lat.

Advocatus) es el “licenciado o doctor en derecho que ejerce profesionalmente la dirección y defensa de las partes en toda clase de procesos o el asesoramiento y consejo jurídico”, y al referirse al “abogado de oficio”

(incluyendo dentro de este concepto al “abogado de pobres”) lo conceptúa como aquel “Jurista asignado por el juez a una parte, ordinariamente, por su falta de recursos económicos”. 13. C.P.P.Cba. La regla es la Investigación Fiscal de Oficio (arts. 301, 304 y cc.), por Información Policial

(art. 326 ), excepto en los casos previstos en al art. 340, en que la investigación es “jurisdiccional” cuando el imputado posea privilegios constitucionales. 14. En los delitos de acción dependiente de instancia privada, se deberá tener previamente en cuenta, la

formulación de la respectiva `denuncia´ para la apertura formal de la instancia (art. 6 del C.P.P.Ctes.) 15. C.P.P.Cba. Este ordenamiento, establece expresamente el momento desde el cual puede el querellante constituirse en parte…así sostiene que “la instancia podrá formularse a partir de iniciada la investigación

penal y hasta su clausura” (art. 92). 16. El C.P.P.Ctes. establece en su art. 203 que “La instrucción formal será iniciada en virtud de requerimiento fiscal (art. 195), querella (art. 82), investigación preliminar o información policial (art. 191),

y se limitará a los hechos referidos en tales actos, sin perjuicio de lo dispuesto por el art. 139…”. 17. Ley Orgánica del Ministerio Publico Fiscal de Ctes. (Decreto Ley 21/00), art. 33. 18. En Córdoba, a través de la Ley N° 7982 de ”Asistencia Gratuita para Carenciados” está correctamente prevista la situación de la “víctima” carente de recursos económicos suficientes para obtener asistencia

letrada privada. En este sentido, esta Ley, en el Capítulo III - referido a los Asesores Letrados en lo Penal, art. 15, establece que estos funcionarios “…actuarán ante el fuero penal brindando asistencia jurídica

gratuita a las personas carentes de recursos económicos suficientes para obtener asistencia letrada privada, y tendrán las siguientes funciones:…inc. 3 Patrocinar o representar en el proceso penal a quienes tengan

derecho a promover querella”.- 19. C.P.P.Ctes., art. 105, 108 y cc.; Ley Orgánica del Ministerio Publico Fiscal (Decreto Ley 21/00), art. 33. 20. El Diccionario de la Real Academia Española (RAE) entiende por lato, ta. (Del lat. latus). 1. adj.

Dilatado, extendido. 2. adj. Se dice del sentido que por extensión se da a las palabras, sin que exacta o

rigurosamente les corresponda. 21. Para una mejor comprensión del tema, véase Navarro, Guillermo R. y Daray, Roberto R. “La

Querella”, DIN Editora, Bs.As., 1999, p. 342 22. Navarro, G. y Daray, R. “La Querella”, Ob. cit., p. 343. 23. El “Beneficio de Pobreza” se refiere al denominado con mayor acierto por el C.P.C.yC. de Ctes. “beneficio de litigar sin gastos” (arts. 78 a 86 de dicho Código). Como sostiene Cipollone, (“Los gastos,

costas y honorarios del proceso penal y la situación del imputado”, D.J., 2000-3, p. 643) “el imputado no tiene la necesidad de tramitar el beneficio de litigar sin gastos para ejercitar su defensa; la CADH establece como garantía judicial mínima concederle los medios adecuados para que la prepare” (art. 8.2 c); en igual sentido se expide la DUDH, (art. 11). A contrario sensu, entonces, nada impediría al “querellante pobre”, dándole las mismas armas en el proceso, de tramitar dicho beneficio para reclamar judicialmente y mediante la asistencia letrada y gratuita de un defensor oficial, la protección de sus derechos vulnerados por la comisión

del delito que lo tuvo como víctima. 24. Pensamos que esa “razón plausible para litigar” podría ser, dentro de un razonamiento coherente y armónico del ordenamiento procesal vigente, la invocación de intereses legítimos y verosímiles que hayan determinado al sujeto carente de recursos constituirse en querellante conjunto, mediante el “beneficio de litigar sin gastos” y a través de la actuación del Defensor Oficial, para el debido ejercicio de sus derechos en juicio. La jurisprudencia tiene resuelto que “es improcedente cargar las costas a la querella pese a la

absolución, pues aquella no puede tenerse como parte vencida si no existió pronunciamiento sobre el fondo del asunto toda vez que la sentencia derivó de una falla de la instrucción causante de una invalidéz ajena a la actividad de los litigantes” (C.C.C., Sala IV, LL, del 27/11/00, f. 101.261 o D.J., 2001-1, p. 940, f. 16.608).

“Tampoco si no recurrió el sobreseimiento por aplicación del principio de la duda, el fiscal había requerido la instrucción y se dispuso la indagatoria de los imputados” (C.C.C., Sala VI, LL, del 23/12/99, f. 99.737 o

D.J., 1999-2, pág. 486, f. 14.230). “Por el contrario, si no es posible afirmar que haya actuado con razón plausible para litigar, en tanto el fiscal no lo secundó en sus peticiones, cabe imponerlas” (C.C.C., Sala V,

LL, del 10/12/01, f. 102.713). “No aparece fundada la imposición de costas a la querella, si se absolvió al imputado por dudas respecto de su responsabilidad” (C.N.C.P., Sala II, RDPyPP, Lexis Nexis n° 7, p. 295 o

J.A. del 2/03/05, pág. 75. Trib.Sup.Cba., Sala Penal, LL, SJP del 27/9/04, f. 108.112). 25. FAVIN significa “Familiares de Víctimas Indefensas”. La ciudad de Mendoza es pionera en este tipo de

emprendimientos, ya que en esa ciudad, ha adquirido personería jurídica funcionando con gran éxito en la protección de derechos de los sectores más vulnerables de la sociedad. Véase FAVIM, en la página web www.favim.org. 26. Los Capacitadores de FAVIN, no son abogados, son personas con limitados conocimientos jurídicos, que

no asesoran, sino solo cumplen la función da “escuchar el problema” de las personas que residen en los distintos barrios de la ciudad, generalmente los más carenciados, dentro de los Consultorios Jurídicos allí ubicados para atender las consultas, y luego “derivarlos” a letrados que están comprometidos con ese proyecto. Estos Letrados, tampoco tienen funciones de “representación”, solo “asisten” a la persona damnificada, guiándolas jurídicamente, mostrándoles las alternativas a la resolución de su conflicto.

27. Véase ref. n° 23. 28. Cámara de Senadores de la Pcia. de Ctes. (Expte. N° 1540, 22/08/06) 29. Cámara de Senadores de la Pcia. de Ctes. (Expte. N° 1842, 26/07/07). En igual sentido, la provincia de Entre Ríos, por Ley N° 9.773, ha creado la “Dirección de Asistencia Integral a la Víctima del Delito”,

publicada en el Boletín Oficial del 15/06/07.

BIBLIOGRAFÍA:

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por Gustavo A. Arocena y Fabián I. Balcarce, Marcos Lerner Editora, Córdoba, 2001. - Bovino, Alberto. “Problemas del Derecho Procesal Contemporáneo”,

Editores del Puerto, 1998. - Cafferata Nores, José I. Crisis de Eficacia de la Investigación Penal en

“Ejercicio Concreto del Poder Penal. Límites. Abusos. Desafíos”. Ed. Mediterránea, Córdoba, 2006.

- D´Albora, Francisco J. “Código Procesal Penal de la Nación”, 7ma. Edición, corregida, ampliada y actualizada por Nicolás D´Albora, t. I y II,

Ed. Lexis Nexis. - Gelsi Bidart, Adolfo. “De derechos, deberes y garantías del hombre

común”, Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, Uruguay, 1986. - Gozáini, Osvaldo A. “Derecho Procesal Constitucional”, Ed. de Belgrano –

Univ. de Belgrano-, t I, Bs.As., 1999. - Navarro, Guillermo R. y Daray, Roberto R. “La Querella”, DIN Editora,

Bs.As., 1999. - Núñez, Ricardo C. “Código Procesal Penal de la Pcia. de Córdoba”,

anotado por Ricardo C. Núñez, 3ra. Ed. actualizada por Claudio M. Requena, Lerner Editora SRL, Córdoba, 2007.

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