Viñas, David - Indios, Ejército y Frontera (Primer Capítulo)

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    INDICE

    I. ROCA Y EL EJRCITO ARGENTINO EN 1879 11

    Humus, itinerario y problema del estado liberal, 11; Oligarquay expansin, 15; Tctica del positivismo, 17; Alteracin y reve-

    ses de un programa, 20

    II. DE MXICO A TIERRA DEL FUEGO: INDIOS, CONDENAS Y GE

    NOCIDIO 22

    La historia como contexto, 22; El porfiriato, modelo latino-americano finisecular, 23; De Guatemala y el Per, 26; Con

    motivo de Chile y del Brasil: de Coimbra y el pas Vasco, 28;Por Amrica Central y el Caribe, 31* Mart, el anti Gobineau,

    35; Ecuador y Bolivia: indios lombrosianos, 37; Uruguay, Para-guay y despus, 40; Balance que suena a rquiem, 42

    III. LA CAMPAA AL DESIERTO COMO ETAPA SUPERIOR DE LA

    CONQUISTA ESPAOLA 45

    R i d l d /l i i id d d l 46 R

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    ANEXO A

    CONFLICTO CON CHELE: DE LOS GRANDES MALONES A LAS HUEL-

    GAS ROJAS

    Dos campanas, 107; Momentos de una larga querella, 109; In-versin de la dicotoma de Sarmiento, 113

    ANEXO B

    EL CHACO: MS ALLA DEL BERM EJO Y HASTA LA FORESTAL Una regin dejada a un costado, 118; Sobre paraguayos y jesu-tas, 120; De 1810 a Laguna Brava (1848), 121; Entre Caserosy las campaas de Victorica, 123; Colonos, menss y confina-dos, 126

    PRESENTACIONES Y TESTIMONIOS

    ANTERIORES

    1. CALFUCURA Y MITRE: MATICES, ESPECTROS Y MUTACIONES

    (1863)

    2 NICASIO OROO COMO PROVINCIANO Y PRECURSOR INTER-

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    NDICE 7

    15. FEDERICO BARBERA Y EL DIALOGO DE LAS REDUCOCIONES

    ( 1 8 7 9 ) 2 5 0

    CULMINACIN:

    16. MANUEL J . OLASCOAGA: LA VERSIN CANNICA ( 1 8 8 1 ) 241

    17. VILLEGAS Y LOS GENERALES DE ROCA: PROCNSULES, BOS-

    QUES Y TINIEBLAS (1 8 8 1 ) 2 4 9

    18. ROCA Y EL BALANCETRIUNFAL ( 1 8 8 1 ) 254

    19. EN TORNO A SARMIENTO Y SUS OBSESIONES SISTEMATIZA-

    DAS (1 8 8 3 ) 261

    20. EDUARDO GUTIRREZ: ENTRE EL F OLLETN Y LA FRONTE-

    RA (18 86 ) 26 8

    TARDOS:

    21. OCANTOS Y QUILITOS ( 1 8 9 2 ) : CHINAS, NIOS, MILITA-

    ROTES Y MERCADO 2 73

    22. a r n o l d : t c t i c a s , e s c a r a m u z a s y m u e r t o s ( 1 8 9 3 ) 2 7 923 PAYR COMO SOCIALISTA DEL 1900 Y HOMBRE DE *LA

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    En homenaje a doa Felisa tan vieja y aislada, ranquelina y recordadora que all, a orillas de la laguna, enla Guardia del Monte, muy hacia el fondo, rezong algu-

    nas cosas.

    Y para Justo Barboza y Aldo Comoto: este polmico collage.

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    Tampoco en la historia figura ese captulo; es preciso bcar los materiales en las crnicas de frontera, escritas amanuensesasalariados por el gobiern o, pues son los nique se conservan. All la conducta del blanco es paliad

    puesta en contraste con la del indio, siempre peor.

    Ezequiel Martnez Estrada, Muerte y transfiguracin Martn Fierro.

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    I. ROCA Y EL EJRCITO ARGENTINO EN 1879

    En este ao glorioso, una serie de acontecimientos felices comen

    zaron y terminaron la gran obra que ha dado los siguientes resul

    tados: la pacificacin de los desiertos que se extienden al sur dela Repblica; la conquista de 20 000 leguas de tierras frtilesentregadas a la civilizacin; la sumisin y la regeneracin de po

    blaciones salvajes; la liberacin de varios centenares de cautivos;la conclusin de la guerra secular contra los indios [ . . . ]

    Manuel J. Olascoaga, La conquista de la pampa 1881.

    HUMUS, ITINERARIO Y PROBLEMA DEL ESTADO LIBERAL

    Para la Argentina oficial 1879 significa el cierre de la conquistade la Patagonia y el decisivo sometimiento de los indios. Y a lavez seala la matriz y la institucionalizacin de la repblica conservadora que prevalece hasta 1916 como paulatino acuerdo entreel ejrcito y la oligarqua. Conjunto social que si en 1930 lograde porIs una equvoca reaparicin de diez aos, hoy, despus deun siglo, se obstina en prolongar con una creciente dureza quese lee en el revs de su trama triunfalista un circuito que ya

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    lo sumo, matanza? Y que los que la cometieron, fueron en-tidades ajenas a lo militar? Porque me interesa saber no slo delos negociados que se hicieron con las tierras de los indios, temaque suele tratarse, desde la izquierda incluso, con tanta benevo-lencia preocupada como los gentlemen de 1880 ya hablaban delgaucho humillado. No slo de los procedimientos con que la liteliberal utiliz a los indios como mano d e obra servil. De todo esos, pero tambin de lo que se ha eludido. Lo que ms inquieta,Porque en lo que a los historiadores cannicos se refie re: dijeron

    algo de ese silencio o colaboraron en el borramiento de las hue-llas que todo eso dej? Qu son esos profesionales de la histo-riografa: cmplices o afnicos? Si en otros pases de AmricaLatina la voz de los indios vencidos ha sido puesta en evidencia, por qu no en la Argentina? La Argentina n o t iene nadaque ver con los indios? Y con las indias? O nada qu e ver conAmrica Latina? Y sigo preguntando: No hubo vencidos? Nohubo violadas? O no hubo indias ni indios? O los indios fueronconquistados por las exhortaciones piadosas de la civilizacin li-

    beralburguesa que los convenci para que se sometieran e integraran en paz? Y qu significa integrarse? Pero , me animo ainsistir: por qu no se habla de los indios en la Argentina? Yde su sexo? Qu implica que se los desplace hacia la franja de

    la etnologa, del folclore o, ms lastimosamente, a la del turismo o de las secciones periodsticas defaits divers?Por todo eso meempecino en preguntar: no ten an voz los indios? O su sexo erauna enfermedad? Y la enfermedad su silencio? Se tra tar a, para

    \ djicamente, del discurso del silencio? O* quiz, los indios / fueronV los desaparecidos de 1879? Todos esos interrogantes, especialnn

    le ahora, necesito aclararlos. Lo inten tar, t rata r de hacerlo. Da&que, francamente, no me convence la versin que me ofrece el cir-cuito liberal de 1879 hacia ac.

    Porque ese proceso histrico ha ido conformando, adems, unacalcificacin de tipo institucional de rasgos estructuralmente h*mogneos y coyunturalmente heterogneos, a la que se le ha ve-nido oponiendo, de manera frustrada, una suerte de fermento"

    modificador que ni con las bases del yrigoyenismo ni con lasperonismo entendidos ambos como movim ientos popularesdimensiones nacionales y de ambiguos pero considerables ndicesfavorables al cambio ha logrado salir de una estructura coloideslo episdicamente homognea.

    Es que en el trnsito que va de 1879 al 1930 y de all al 19#a travs de un desplazamiento que ya no slo pone en la suptfficie el vaco de poder sino el vaco de clase, esa repblica i

    12 INDIOS, EJ RC ITO Y FRONTERA

    conciencias exhibe la crisis de la imaginacin liberal. O su des-carnada imaginacin de crisis: sobrevivir enmascarando su incapa-cidad para formular una ecuacin operativa que d cuenta de lamultiplicidad de variables que le plantea la complejidad histricaactual. No ya en sus declaraciones a favor de la salvacin o delmantenimiento de un mundo (y jams de la invencin), sinoen la imposibilidad, verificable en la repetitiva circularidad de suscontornos ms deteriorados que han ido subrayando una suerte derutina histrica en tanto encerrona autstica o estrangulamien

    to estructural. Frente a la cual los sectores opositores han tenidohemos tenido, quiz, mucha imaginacin, pero de ningunamanera eficacia operativa. Imaginacin espontnea, deficiente ima-ginacin. A partir, sobre todo, del 1930; de manera ms agravada,despus de 1955. Y especialmente, luego del 76.

    Pero hace ms de cien aos esa lite apuntaba a un salto cua-litativo mediante la catalizacin de una serie de constantes previas:la consolidacin indiscriminada de un poder central, la definitivaactualizacin de un circuito inaugurado en torno a esa unidad pro-ductiva representada por la estancia desde fines del siglo xvm, laintegracin de una comunidad y de su espacio evaluado como unmercado nico y homogneo, y su insercin definitiva en el pro-yecto mundial capitalista. Mutac in que, por cierto, contaba ya

    con un protagonista ntido, cauteloso, seorial y positivista. El ge-neral Julio Argentino Roca, de treinta y seis aos de edad enton-ces, ministro de guerra y emergente del entramado de oligarquas

    provincianas que se iran articulando en el Partido AutonomistaNacional, representaba el pun to de flexin de la estrecha alianzacon un coro discreto pero de creciente poder de decisin: el ejr-cito. Ese Dieu cach de la Argentina moderna qu.e realiza su pri-mera explicitacin decisiva casualmente con Roca. Por algo el con-quistador del Desierto de 1879 al ao siguiente se convertir enel conquis tador de la C iuda d : es que ese general reproduca, sa-

    bindolo a medias, un antec edente argentino y un mito genrico.Dentro de ese contexto, el 25 de mayo de 1879, en la isla de

    ChoeleChoel, situada donde el ro Negro se ensancha y se cubre

    de arboledas que lo destacan del resto de la desolada Patagonia,se celebraba una gigantesca misa de campaa frente al ejrcito ar-gentino. El estilo heroico del maestro Blanes necesit de un largomodelo apaisado para pinta rlo. La soledad, el viento apaciguadoy un sol metlico contribuyen a exaltar ese espectculo realizadofrente a cuatro mil hombres polvorientos y patriticos. Nada hayen esa ceremonia que antes no haya sido calculado, dentro de laprecariedad de medios, hasta en sus ltimas consecuencias: sobre

    r o c a y e l e j r c i t o a r g e n t i n o e n 1879 13

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    todo que el general Roca, hroe, terico, vocero y inetteur enscne de ese acto, no slo es una figura de significacin equivalente ya sea por su carerra militar como por su vido pragma-tismo y sus bases sociales al mexicano Porfirio Daz, al guate-malteco Justo Rufino Barrios, a Pirola del Per, a Santa Marade Chile o al mariscal brasileo Floriano Peixoto, sino que des-

    pus de la muerte de Adolfo Alsina, ex minis tro de guerra y caudillo popular de Buenos Aires, brilla como uno de los candidatosms firmes a suceder al presidente Nicols Avellaneda cuyo pe-riodo constitucional termina, precisamente, en 1880.

    Los Estados Unidos del Norte haba dicho Roca en su pro-clama del 18 de abril de 1879 al poner en marcha su campaauna de las ms poderosas naciones de la tierra, no han podido,hasta ahora, dar solucin a la cuestin de los indios, ensayandotodos los sistemas, gastando anualmente millones de dlares y em-

    pleando numerosos ejrcitos. Vosotros vais a resolverla , en el otroextremo de Amrica, con un pequeo esfuerzo de vuestra labor.La conquista militar argentina fue iniciada, as, con una lcidavisin de lo que implicaba el modelo norteamericano en su luchacontra el indio a fines del siglo xix, de qu significaba ese proyec-to y de cules eran los parecidos y las diferencias en una alusinal contexto continental. La civilizacin liberalburguesa, condensada programticamente en el Facundo de Sarmiento treinta ycinco aos antes, avanzaba de manera arrolladora sobre los espa-cios vacos. Rastignac desplegaba una andadura semejante, perono de la provincia hacia la ciudad sino de la ciudad hacia el mundo. Era la faena prioritaria que, en el orden mundial, sintetizaraKipling con su invocacin a The white mans burden.

    Resuelto a superar la estrategia de Adolfo Alsina que privilegiaba el viejo sistema de fortines considerado por sus crticos comoinmovilizador de la empresa militar, deteriorante de los soldadosy desproporcionadamente costoso, pero consciente d e la continui-dad y del salto cualitativo dentro de una lnea general estratgica,Roca orden .pasar la lnea defensiva alcanzada durante l predo-minio poltico de Mitre (18521874). Y si el significado histrico

    de su peculiar modernidad consisti en trascender definitivamenteun diagrama cuyo arcasmo aluda a los viejos rezagos virreinales,su eficacia inmediata oper teniendo muy en cuenta el hegemonis-mo tradicional del gran latifundio bonaerense. Por eso, si el proyec-to de Roca desbordaba los lmites consabidos de la provincia deBuenos Aires, sus lineamientos primordiales se vinculaban a las ne-cesidades expansivas actualizadas por los estancieros porteos.

    14 INDIOS, EJRCITO Y FRONTE**

    OLIGARQUA Y EXPANSIN

    No abandonar Carhu al humea.

    Calfucur, Testamento, 1873.

    Ese grupo social condicionado por sus compromisos con Inglaterrahasta en su paulatino acercamiento a un jefe puesto al da y msde acuerdo con las necesidades planteadas por la nueva poltica dela carne visualizada en 1876, entre otros sntomas, por la botadu-

    ra del vapor Le Frigorifique, requera, urgentemente, ms tierras.Ms y ms hacia el sur , escriba uno d sus representantes. Yde manera ineludible, una seguridad mucho ms estable para su

    produccin. Sobre todo , fren te al indio. Ese enemigo de todosnosotros; de tirios y troyanos, tal cual iba anotando EduardoWilde.

    Roca, integrado en ese marco, encabez la primera divisin delejrcito. Su protagonismo exiga, en esa coyuntura de lanzamien-to, su presencia inmediata . Porque l es un militar de primeralnea, comenta soca rronamente Eduardo Wilde. Sus generales,que lo imitaban hasta en su puntualidad y en su dandismo, se

    pusieron al fren te de las otras divisiones: Levalle, de barbas bbli-cas, al mando de la segunda, sali de Carhu; a Racedo, por su

    aire de embajador de la III Repblica, con la divisin del centro,le correspondi avanzar desde Villa Mercedes; Uriburu, a raz desu parentesco con un magno clan saltefio, con la cuarta, fue ba-jando por la zona de Neuqun; la quinta, al mando de Godoy,parti de Guamin. Otra fraccin, dirigida por Lagos, con sus re-sabios del Grant de Tennessee, sali de TrenqueLauquen.

    En sus lineamientos generales, la expedicin de Roca que siprolongaba una lnea de fuerza histrica decisiva para los interesesganaderos de la provincia de Buenos Aires, a la vez pretenda tras-cenderlos necesitaba repetir el itinerario seguido por Juan Ma-nuel de Rosas en 1833. Porque si la propiedad de la tierra habasufrido modificaciones parciales, en su esencia permaneca inalte-rable. Y el nc leo del ci rcuito justifica torio frente a los indios

    reiteraba, matizndolo en sucesivos refinamientos, lo formuladopor el virrey Vrtiz, lo recogido por Rivadavia, lo repetido porRosas o lo apenas a lterado por Mitre. Eliminarlos teoriza Es-tanislao S. Zeballos, pero en orden. La diferencia mayor con-siste en que, hacia abril de 1879, la Patagonia ya no tiene las ca-ractersticas mitolgicas difundidas por Pigafetta en el viaje deMagallanes, que habiendo penetrado hasta la primera mitad del

    ROCA Y EL EJRCITO ARGENTINO EN 1879 15

    16 INDIOS, EJER CITO Y FRONTE**17ROCA Y EL EJRCITO ARGENTINO EN 1879

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    siglo xix cuando Danvin an la presiente la matriz ms oscuradel universo, alcanza el momento en que el poder de un grancacique como Calfucur impone su dominio desde la cordillera delos Andes hasta la costa atlntica, y en que un aventurero comoAuguste Guinnard la atraviesa entre 1856 y 1859 estimulando alJules Veme de Los hijos del capitn Grant. Eso, po r un lado.Porque por el otro, la mayor novedad estriba en la existencia deuna lite histricamente madura, con una irona que a cada pasose convierte en sarcasmo, distante hasta la dureza, lcida hastalo despiadado, pero sobre todo coincidente en varios ejes decisivosy coyunturalmente oportuna por haber asumido y evaluado qu

    parte de responsabilidad le corresponda en los fracasos anteriores:el exilio vivido por la mayora de los padres de los seores del80 fue el muro imaginario sobre el que ms veces apoyaron sufrente los Wilde, los Ca y hasta los Avellaneda.

    En superposicin con estos factores, la tctica de desgaste lievada a cabo por el ejrcito argentino en disponibilidad despusde la guerra del Paraguay (18651870), de la superacin de la ensis econmica que perturb el periodo 18731877, y de la elimina-cin de las ltimas montoneras federales del catamarqueo Varelay del entrerriano Lpez Jordn haba rendido sus frutos. Allreside en gran parte el xito del paseo de Roca: cotidianeidadimplacable; desgaste previo, sordo y sistemtico; alertas, entrad

    malones blancos menos veloces pero ms despiadados que losdel movimiento inverso llevados a cabo por los indios. Lo que sellamaba operacin previa de limpieza funcionaba as. Y si esosindios nos han golpeado tres sentencia Olascoaga, nosotrosdebemos pegarles doble, triple.

    Por eso es que, en este sentido, las luchas con los indios de laPatagonia (y del Chaco) deben ser vistas como una complanentacin de la guerra contra los paraguayos y frente a los caudillosfederales. ChoeleChoel clausura el circuito abier to en Olta ydramatizado al mximo en CerroCor. Esa secuencia no slo Ta-rifica el proyecto liberalburgus de homogeneizacin del escena-rio poltico dentro del cual guaranes, montoneros y pampas os-tentaban una imagen parecida de hombres desnudos, primitivos

    y racialmente ineptos sino de intenso forta lecim iento de unpod a centralizador. Para el cual si el mariscal Lpez, el Chachoo Calfucur indistintamente representaban fuerzas centrf ugas quehaba que desbaratar, el 1880 significar su ratificacin jurdicacon la federalizacin de la ciudad de Buenos Aires. Proceso quesi en el nuevo mapa mundial apuntaba a convertirla en boca desalida continental semejante a Shangai o Singapur, en el debat

    17

    poltico argent ino corroboraba la carrera mili tar del propio Roca.Entindase bien. El itiner ario castrense del general Roca, al en-

    cuadrarse en la llamada generacin del 80 que se vea a s mis-ma como realizadora de las propuestas de Sarmiento en lo polticoy cultural, y de las de Alberdi en lo jurdico y econmico, re-sulta un modelo para los militares puestos bajo ese mismo emble-ma. Que si apelaban a la misma san tsima tr inidad telgrafos,rmington y ferrocarriles, comenzaban a dibujar una ideologacastrense que iba prefiriendo, por sobre todo, la artillera a lasotras armas, incluso la caballera; y que reconoca al general Paz

    como al antepasado ms rescatable entre los jefes militares de lahistoria: el manco letrado, memorialista, provinciano y muy so-brio se contrapona, de man era sistemtica, al caudillismo romn-tico y desprolijo.

    Hoy, Namuncur confiesa que los campos pertenecen a la Na

    cin y no insiste ms en sus ridiculas pretensiones.

    General Levalle al coronel Luis Ma. Campos, 1878.

    Al fin de cuentas, si Roca va organizando su prestigio militar envirtud del padrinazgo inicial de Sarmiento a lo largo de la presi-dencia del sanjuanino (18681874), sus ascensos inaugurales los ob-tiene en Tuyut o en Humait frente a los brbaros guaranes,sus grados posteriores los gana contra los montoneros del noroestey especialmente en aemb, en la zona mesopotmica, ante esachusma de harapien tos . Bien visto, sus rasgos ms notorios sesuperponen con los de un militar civilizador. El que mejor ad-ministraba la represin de la barbarie. Un autntico jefe positi-vista: que si en Mxico hubiera actuado contra los yaquis de So-nora y en los Estados Unidos hubiese empezado de teniente dela Guerra de Secesin hasta alcanzar su generalato contra el in-

    dio Gernimo en la zona apache, con los ingleses se hubiera en-frentado al Mahdi sudans y en Madagascar se hubiera permitidoexaltarse cantando La Marsellesa ante las ruinas malgaches. Unmodelo castrense, en la segunda mitad del siglo x e x , ya no podaserilo nacional. En cualquier latitud, un jefe debe demostrarejecutividad y, de ser posible, buenas maneras, escriba sir JohnSeeley en su The expansin of England. De ah es que en la

    TCTICA DEL POSITIVISMO

    ROCA Y EL EJRCITO ARGENTINO EN 1879

    18 INDIOS EJRCITO Y FRONTE^

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    . ROCA Y e l EJRCITO ARGENTINO EN 1879 19Argentina, que se instaura entre 1880 y 1916, semejante paradig.ma sirvi de referencia fundamental mediante una curiosa ecua ta Wilde. Por lo menos.' Porque si la marcha de Roca hacia elcin entre Moltke y Lyautey para los Ricliieri, los Dellepiane, sur, arreando a los indios quebrados por sus lugar tenientes y expi-los Varela. Pero, sobre todo, para ese otro arquet ipo de defensoi piando sus tierras, presupona un previo acuerdo con el latifundisdel orden y el progreso que fue el coronel Ramn S. Falcn. mo exportador, hacia el norte ese mismo ademn implicaba el

    ' ' ' . . . . . . reajuste de una coalicin de oligarquas provincianas con un eje enTucumn, de donde era oriundo Roca, y con el otro en Crdoba

    Nada de extrao tiene que a partir de esa combinacin de efi-ciencia, socarroneras, implacabilidad y cientificismo entre Comte y Gobineau la marcha final sobre el Desierto patagnico, sinos atenemos a la correspondencia de Remigio Lupo publicada en

    La Pampa, pretenda parecer ms un recuento de sumisiones deindios y de casamientos en masa realizados por los misione-ros. Ademn misional, de vieja data, que lo encontramos arapliamente actualizado en todas las empresas del bourgeois con-qurant; con connotaciones paternalistas, ms atenuadas en lomercantil, sobre todo en el pasaje del enrgico Po IX al apaci-guamiento de Len XIII. Pero en superposicin, por cierto, conun veloz y ameno desfile mechado de caceras de avestruces, cae-ras de caballos entre los oficiales ms jvenes, retretas musicalesen las que el do deLa Traviatase entremezcla con la estimulan-te virilidad de la marcha Curuz.

    Porque si en los das de la salida de la expedicin, segn relataFotheringham enLa vida de un soldado, un general de renombreme habl muy seriamente, aconsejndome que no fuera, que era

    una locura, que pereceramos todos infaliblemente por los frosatroces de esas latitudes, y por las crueles privaciones consiguientes a un avance tan temerario, en la superficie de la marcha seimbrican en un estilo de partes desde la vanguardia los lin-dos galopes, los das agradables, la excelente movi lidad, losgritos y risotadas, las fajas de esmeralda en medio de un valleinmenso, por los mrgenes avanzan indios sin caballo, chus-mas desgreadas y perplejas, tolderas mugrientas, chinero su-miso y degradado, toldos incendiados, cadveres desparrama-dos. La dureza del positivismo cristalizado y de las teorizacionesracistas parecen combinarse tanto en el ritmo de avance comoen los aspectos cotidianos, entre una parada marcial y unos late-rales arrasadores, con una fuerte dosis de Rerum Novarum y otrade Offenbach.

    La mayor eficacia del Roca de 1879, jugada entre una fachadainobjetable y una srdida trastienda, consisti entonces a partirde una suma de procedimientos eclcticos polticamente dosificados en desbordar una poltica inmovilizadora que se limitabaa la provincia de Buenos Aires y en culminar su carrera militarcon vistas a la presidencia. Concentra, avanza y agiliza, comen

    controlada por su concuado Jurez Celman a travs de los Funes,clan al que pretenecan sus esposas respectivas. Roca prosigueWilde va a lograr que el litoral y el interior del pas lleguena un acuerdo. En primera instancia. Y en segunda, una actua-

    lizacin del ejrcito mediante esa campaa fcil y triunfalista. Ge-nerosa distribucin de chinitas para criadas de antecocina o depatio. Y bonos de tierra en premios a oficiales, suboficiales y tro-pa. Que se los rifarn por cuatro pesos a los bolicheros, acotael implacable Wilde. Y va de suyo, median te la puesta al da ola promesa muy concreta de actualizarse con los pagos atrasados.

    Estas ltimas disposiciones de Roca estaban dirigidas, dentrodel mapa latinoamericano, a insinuar su podero respecto de Chile

    dominado por una oligarqua similar a la argentina en avancedecisivo sobre Per y Bolivia en la guerra del salitre (18791883),y empecinado y peligroso pretendiente a la Patagonia. Y a la vez,en lo que hace a lo estrictamente argentino, a hacer sentir sucreciente prestigio poltico respecto del otro candidato presidencial

    considerable, Carlos Tejedor, de vieja tradicin portea, hombrede la generacin de 1837 (tan ampulosa, tan ineficaz y tan dis-tinta de la nuestra, como concluye Wilde), e ntimo aliado delos intereses tradicionales de Mitre en tanto gobernador de Bue-nos Aires desde 1876.

    Roca, al culminar su conquista sobre la Patagonia con la cele-bracin de esa monumental misa de campaa al borde del roNegro, mataba varios pjaros de un tiro. Su positivismo se mani-festaba, sobre todo, en su severa economa de tcticas: monopoliode las tierras expropiadas a los indios, capitalizacin de un pres-tigio pulcro obtenido sobre los desmanes de sus subalternos, cen-tralizacin, conservadurismo modernista, feroz homogeneizacinracial, fuerte estatizacin, sintonizacin con los ritos del capita-

    lismo mundial, nacionalizacin de las oligarquas provinciales y delejrcito frente a las milicias locales, reafirmacin de fronteras, ar-ticulacin de los ferrocarriles, los telgrafos y el puerto nico. Dehecho, reajustaba al mximo una versin del Poder de acuerdo ala concepcin de las burguesas modernistas a fines del siglo xix y

    planteaba, a la vez, el p unto de partida de la Argentina oligrqui-ca. Mejor dicho, de esa repblica de conciencias donde el estilo

    20 INDIOS EJRCITO Y FRONTE^

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    de la genteel tradition de los Miguel Ca, Carlos Pellegrini, Esta,nislao Zeballos, Eduardo Wilde, Mansilla, Barros, Lucio V. Lpe^Groussac encabalgados en ese pr imer milagr o econmico ]a.tinoamericano del siglo xrx representado por lo agroexportadorse pona en movimiento hacia un apogeo del que slo llegarana verificar los lmites con las primeras leyes antiliberales de ]asegunda presidencia de Roca ent re 1898 y 1904. O con el cierrede la disponibilidad de tierras llegadas al pu nto de mxima ex

    pansin hacia 1914.

    20 INDIOS, EJRCITO Y FRONTE

    ALTERACION Y REVESES DE UN PROGRAMA

    Haban enviad o emisarios y regalo s a los princ ipales caciques de

    las tribus araucanas, alentndolos a la resistencia y ofrecindolessu cooperacin para un levantamiento para el que los invitaban,porque como lo han dicho en esa ocasin prefieren morir pelean

    do que vivir esclavos.

    Me mor ia del dep arta me nto de guerr a y marin a, 1881

    1879 y 1880, por consiguiente, deben ser ledos como la concre-

    cin del Facundo y de las Bases, Las pala bras y las letras del tex-to liberal programtico han sido p uestas en p ie . Par a usar otraclave: lo dramatrgico se ha to rnado escnico. Incl uso p orque tan-to Sarmiento como Alberdi hacen, recprocamente, un balancedesde sus propuestas hasta esa coyuntura en Conflicto y armonade las razas en Amrica (1883) y en La Repbli ca Arg entin aconsolidada en 1880 con la ciudad de Buenos Aires por capital (1881).Ms an: hasta por el hech o de que el roqui smo distorsi on ain

    bas propuestas . Dado que en el peculia r pragmati sm o qu e carac-teriza la realizacin de los programas de los dos tericos mayoresdel liberalismo inicial se verifican, desde el arranque, sus profundastergiversaciones; porque si la colon izacin y la distr ibuc in de la tie-rra llevada a cabo por Roca contradeca lo ms legtimo de lo pro-puesto por Sarmiento, la federalizac in de Bueno s Aires en luga1de descentralizar poderes como propiciaba Alberdi los agi-gant en una concentracin acelerada. Y esa con centrac in, efi-cacsima en la inmediatez de la tctica de Roca, se fue invirtiendohasta la degradacin cuando se trat de la mediatez estratgica dela Argentina; su eficientismo de militar positivista comprenda lolineal, no lo contradictorio.

    Conviene tenerlo presente: porque en esa doble alteracin de

    programa libera l rom ntico no slo radica la matriz de lo msnegativo de la oligarqua victoriosa, sino de su posterior escepti-cismo al verificar sus imposibilidades y sus insuperables conflictos.En especial del estilo mental que ha ido caracterizando a ese gru-

    po social cuya crea tividad actu al se define por la represin y cuyaideologa real es hoy el antipen samien to. Pero que, entonces, es-taba indicando que la nacin romntica se haba convertido, final-mente, en estado liberal.

    Por eso, 1879, 1880 y el primer roquismo deben ser recuperadoscomo momento clsico de la lite liberal argentina. Sobre todo

    por el equil ibrio logrado en tom o a un ncleo de coincidenciasideolgicas. Precisa mente por considerar a los indios como ene-migos prioritarios y genera lizados . Dicho d e otra manera*: si elmiedo frente a los indios, si esa actitud reactiva aparece como elndulo primordial de la filosofa del 80, la inquietud por no serconsiderado como europeo brota como lugar comn de toda suliteratura. En ese pu nto culmina una serie de coordenadas queconvierten a sus planteos en formas superiores de la mentalidadconservadora argentina, y al roquismo como la respuesta ms cohe-rente e implacable de una conciencia posible.

    ROCA Y EL EJRCITO ARGENTINO EN 1879 21