Violación en Colombia

9
Niñas de 14 años o menos y que estaban en sus casas, fueron violadas por un familiar o un conocido. Este es el doloroso perfil de la mayoría de las 17.996 mujeres que sufrieron abuso sexual el año pasado en Colombia y que lo denunciaron ante el Instituto de Medicina Legal. Abuso sexual: panorama por departamentos en 2014 En el último año los departamentos con mayor crecimiento en violaciones a mujeres fueron Chocó, donde los casos aumentaron en 86% y la Guajira donde se incrementaron 27% Seleccione un año para conocer las cifras 2013 2014 Radiografía de un delito que ocurre en los hogares Familiares, conocidos, pareja o expareja, son los principales agresores. La vivienda de la víctima (65%) y las vías (8%), los escenarios donde más se producen. Seleccione cada filtro para ver los casos EDAD ESCENARIO AGRESOR

description

CONSECUENCIAS

Transcript of Violación en Colombia

Page 1: Violación en Colombia

Niñas de 14 años o menos y que estaban en sus casas, fueron violadas por un familiar o un conocido. Este es el doloroso perfil de la mayoría de las 17.996 mujeres que sufrieron abuso sexual el año pasado en Colombia y que lo denunciaron ante el Instituto de Medicina Legal.

Abuso sexual: panorama por departamentos en 2014

En el último año los departamentos con mayor crecimiento en violaciones a mujeres fueron Chocó, donde los casos aumentaron en 86% y la Guajira donde se incrementaron 27%

Seleccione un año para conocer las cifras

2013 

2014

Radiografía de un delito que ocurre en los hogares

Familiares, conocidos, pareja o expareja, son los principales agresores. La vivienda de la víctima (65%) y las vías (8%), los escenarios donde más se producen.

Seleccione cada filtro para ver los casos

EDAD 

ESCENARIO 

AGRESOR 

VULNERABILIDAD

Page 2: Violación en Colombia

El resurgir de dos mujeres valientes

Tomasita y Patricia* creyeron que la violación era el fin del camino. Pero, poco a poco, gracias a una enorme fuerza interior y con sus familias como motor, han logrado reconstruir sus vidas.

Escoge una historia para leer

 

Page 3: Violación en Colombia

Hace doce años Tomasita Vidal fue acosada, sometida y violada por un paramilitar en San Antonio (San Onofre, Sucre). Ella le puso el pecho a su tragedia y está sanando sus heridas.

Llueve a cántaros sobre los encorvados cerros de Membrillal, una vereda del corregimiento Pasacaballos, al pie de la rica zona industrial de Cartagena de Indias. La lluvia que cae mientras conversamos pareciera apagar el relato de Tomasita Vidal Correa, pero solo lo hace menos dramático. La mujer de 54 años de edad no llora, le cedió el turno a la naturaleza, en esta ocasión.

Hace doce años fue acosada, sometida y violada en los campos solitarios y miedosos de San Antonio (San Onofre, Sucre) por un muchacho que tenía mas de 24 años de edad. Un paramilitar bajo el mando del comandante ‘Juancho Dique’. Para entonces, los miembros de las autodefensas se drogaban y tomaban por la fuerza a las mujeres trazando el territorio del miedo. Algunas morían por el maltrato, o quedaban embarazadas y tenían que callar su realidad. Otras, con la humillación a cuestas, huían hasta donde fuese posible alejarse de los victimarios, pero nunca pudieron olvidar la pesadilla que las marcó de por vida. Este último es el caso de Tomasita.

El Encuentro

Nació en 1959 en La Piedra de Bolívar, cuando la ciudad apenas se expandía más allá de su centro histórico y la criaron en La María, un barrio de invasión. Cuando tenía 14 años se salió de la casa para vivir con un hombre que ahora no quiere ni mencionar, pero que es el padre de sus dos primeros hijos, Elio y Zayira. No fue al colegio, no había con qué ni para ella ni para sus hermanas, entonces repitió la historia de las niñas que se abren camino con un hombre al lado que se encarga de proporcionar el techo. Con él vivió siete años pero se fue.

Page 4: Violación en Colombia

Al cumplir 32, la vida le habló de otra forma. Su nuevo compañero le propuso mudarse a San Antonio. Decidida, empacó lo poco que tenía, se terció al hombro un bolso con sus pertenencias, y se fue con ánimo a recomenzar en un lugar donde la miseria no fuera la protagonista. La nueva vida que comenzó en 1991 fue prolífica. Llegarían seis hijos: Zunilda, Emilio, Amalfi, Yolanda, Nardela y Perseveranza.

El esposo tenía una casa en el pueblo, que acondicionaron como tienda. Llegaron a un acuerdo: él trabajaría duro cultivando la tierra, mientras ella haría rendir la inversión de 150 mil pesos con la que habían dotado el ventorro, que no demoraría en convertirse en uno de los más visitados del pueblo. Tomasita se describe en su pasado como “comerciante, ama de casa, mujer incansable”.

En San Antonio todo marchaba de maravilla. La tienda daba sus ingresos, su esposo, aunque vivía del rebusque, le iba muy bien. A los muchachos no les faltaba la comida. Tomasita era querida y respetada. Atrás habían quedado las penurias de los barrios pobres cartageneros que ella recordaba con aflicción cuando pensaba en su madre y hermanas, quienes se habían quedado a vivir en ellos. La suerte le había dado un vuelco, pero le habría de dar un duro revés.

En 1999 comenzaron a arribar los foráneos. Nadie podía asegurar de qué lado venían. Los hombres al mando de alias ‘Cadena’ y ‘Juancho Dique’ decomisaron las escopetas de los campesinos y exigieron a los tenderos dotar de alimentos a los armados. Llegaron a los ventorros como lobos hambrientos. Tomasita los vio venir y comenzó a sufrir. “No compraban sino que todo tenía que dárselos uno. Se comían los ‘bolis’, las gaseosas. De todo lo que se antojaban. No podíamos mirarlos a los ojos durante mucho tiempo. Solo atenderlos”.

La amenaza que había caído sobre San Antonio era una realidad que comenzaba a vestir de luto a la población, y que entre los años 1988 y 2004 azotó extensos territorios en el país. Los paramilitares decidieron reclutar muchachos. Tomasita, temiendo la dura realidad para sus seis hijos, los embarcó en un bus con destino a Cartagena. Se los mandó a su mamá con una carta en la que le dijo que se ocuparía de la manutención de todos enviándoles periódicamente la “liga”, para que los criara. Ella y su esposo le pusieron el pecho a la pesadilla.

De extorsionar a los hombres del campo, robarse los animales, amedrentar a la población, pasaron a acosar a las mujeres. “La que les

Page 5: Violación en Colombia

gustaba, se la comían, como se dice vulgarmente”. Tomasita llena sus pulmones de aire para lo que viene.

Es una mujer madura, bien parecida a los 54, y seguramente simpática y con un cuerpo bien formado a los 41 –cuando vivió el horror-. Su gracia se hizo notar, y la descubrió ‘El bola’,el hombre vestido de uniforme que se pavoneaba por la tienda y merodeaba a su presa.

Un mal día ‘El bola’ llegó decidido, le exigió que lo acompañara a un cerro verde. La mujer caminaba con la cabeza gacha y los brazos descolgados en actitud de rendición. Detrás la seguían unas botas negras y un fusil. Le ordenó que se quitara la ropa: “Lo único que te pido es que hagas todo lo que tú quieras, pero no me vayas a matar porque yo todavía le hago falta a mis hijos”, le dijo ella.

Tomasita contiene el aliento, su cara se desdibuja, su mirada es dura, su rostro es una barrera impenetrable al sufrimiento. No escapa una sola lágrima. La lluvia arrecia, el cielo se desparrama. “Hizo todo lo que quiso conmigo… lo que da vergüenza contar y lo que la droga que me dio me permitió soportar”.

El hombre se ajustó sus pantalones. La miró con desprecio, le dio una patada en el estómago y un puntapié en la cabeza y creyó dejarla muerta.

Un día después del terrible hecho, el 12 de de junio de 2001, ‘El bola’ volvió a la tienda y se sorprendió al verla viva. “Hierba mala nunca muere”, le soltó la expresión. “Dios todavía no me necesita”, le respondió ella. Pero supo en ese mismo instante que quedarse era la muerte segura. Le pidió ayuda a uno de los camioneros que se movían entre la camaronera ubicada en San Antonio y Cartagena y el conductor la sacó camuflada en el vehículo, adolorida, acongojada. En Turbaco se sintió libre; en Cartagena, presa ante las preguntas de sus hermanas y el pesar de su madre. Habría de venir un largo silencio de tres años hasta cuando decidió descubrir su historia ante la Comisión Nacional de Reparación (CNR).

No se rinde

Tomasita es una mujer de palabras concretas que se ha endurecido por las circunstancias. Desde que se atrevió a denunciar los hechos ha

Page 6: Violación en Colombia

recibido atención sicológica que le ha permitido no rendirse. Una víctima que tiende a entretener su mirada con lo que rodea a sus interlocutores, como una forma de evadir los interrogantes, de mostrarse indiferente e inmune al dolor.

Saluda con afecto a sus nietas, unas niñas risueñas que llegan a la casa de la abuela a pedirle la comida para las mascotas; a sus hermanas, que van en busca de la carne para el sancocho que habrá de llenar las barrigas de los maridos; a las otras mujeres que le piden confirmación de la reunión de la asociación de mujeres a la que pertenece.

Page 7: Violación en Colombia

A ‘El bola’ lo mataron y ella pasó esa página de la violación para concentrarse en la de la vida más allá de los lamentos.

Page 8: Violación en Colombia

Solo acepta desandar lo andado para darle fuerzas a quienes no quieren denunciar, a quienes guardan silencio, a las muchas madres de hijos de paramilitares que fueron violadas y obligadas a dar a luz a una generación inocente, lamentablemente engendrada por padres criminales. Tomasita no logra convencerlas de romper el silencio porque la vergüenza y el miedo que sienten las de su género, que sufrieron tanto o más que ella, es muy fuerte. De hecho, la pareja de Tomasita que la llevó a vivir a San Antonio, la abandonó apenas supo de la violación.

Se le observa caminar por las calles de Membrillal con un aire de vencedora. Le ganó al revés de la vida y la torció a su favor, una vez más, a partir de no aceptar la conmiseración. Sube y baja las lomas de su vereda en Pasacaballos con la certeza de que dos veces no permitirá que le arrebaten la esperanza.

Esta historia original fue publicada en el libro MEMORIAS DE UN PROCESO, Reconciliación en Montes de María, Canal del Dique y Cartagena. De la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas, territorial Bolívar. Escrito por Ginna Morelo

El TIEMPO.comCOPYRIGHT © 2015 CASA EDITORIAL EL TIEMPO