Vladdo / Un Pasquín Fotoilustración: Ahí viene la vacuna

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POLÍTICAMENTE INCORRECTO F EDICIÓN 91 F VALOR: CIVIL | @UNPASQUIN | www.unpasquin.com EJEMPLAR GRATUITO Fotoilustración: Vladdo / Un Pasquín Ahí viene la vacuna... El embajador de Colombia en Estados Unidos, Francisco Santos, embarca hacia Bogotá el primer cargamento de vacunas contra el covid–19, para iniciar de inmediato su aplicación masiva en nuestro país. Una imagen para la historia.

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POLÍTICAMENTE INCORRECTO F EDICIÓN 91 F VALOR: CIVIL | @UNPASQUIN | www.unpasquin.com

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Ahí viene la vacuna...El embajador de Colombia en Estados Unidos, Francisco Santos, embarca

hacia Bogotá el primer cargamento de vacunas contra el covid–19, para iniciar de inmediato su aplicación masiva en nuestro país. Una imagen para la historia.

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EL PERIÓDICO DE LA O

DIRECTOR: VLADIMIR FLÓREZ —VLADD0—

Dibujan: Fontanarrosa, Bacteria, Betto y Mheo. || Caricaturas de Vladdo, cortesía de El Papel Periódico y DW en Español.

Escriben: Samuel Azout, Olgahelena Fernández, Juliana González, Rodrigo Pombo Cajiao, Ricardo Sánchez Ángel y Catalina Trujillo Urrego.

Edición 91 — NOVIEMBRE DE 2020

Asesor Gráfico: Gustavo del Castillo

Diseño de portada: Vladdo

Producción: VladdoStudio

www.unpasquin.com

Mail: [email protected]

Twitter: @unpasquin

DERECHOS RESERVADOS © 2020 VLADDOSTUDIO

E D I T O R I A L

Y Maduro ahí

C uando Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos, el 8 de noviembre de aquel fatídico 2016, Nicolás Maduro ya estaba ahí. Cuatro años después, cuando Trump perdió estrepitosamente su carrera por la relección,

Maduro seguía ahí. Y lo más probable es que cuando el actual inquilino de la Casa Blanca amanezca convertido en expresi-dente, el 21 de enero próximo, el sátrapa venezolano siga ahí.

De poca o nula utilidad han sido los arrebatos de Iván Duque, quien hace más de dos años llegó a la presidencia con la firme idea de derrocar a Maduro y devolverle la libertad a Venezuela. En todo este tiempo el mandatario colombiano se ha presentado, cual Churchill criollo, como un paladín de la democracia y no ha desperdiciado ocasión para elevar el tono contra el sátrapa vecino y pronosticar el fin del fin. “A la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas”, osó decir en febrero del año pasado, ante la mirada estupefacta del mundo.

Luego de casi dos años, Maduro sigue ahí. Y, en medio de una situación económica cada día más paupérrima, deteriorada aún más como consecuencia de la pande-mia, el régimen bolivariano continúa en pie y el sucesor de Chávez sigue mangoneando con su pueblo, e incluso realiza elecciones parlamentarias, pasándose por la faja lo que opine buena parte de la comunidad internacional, que las considera espurias.

El problema es que tanto Trump como Duque olvidan que Maduro no sólo cuenta con el respaldo de sus fuerzas armadas, sino con la compinchería de Rusia y Turquía y la prudencia de China, que le siguen dando oxígeno, a pesar de la presión extranjera.

A pocas semanas de la partida de Trump, es obvio que la estrategia con Venezuela falló y que en este caso el inquilino número 45 de la Casa Blanca se va con las manos vacías.

Es de esperar que Joe Biden, quien –al contrario de su antecesor– tiene una amplia trayectoria en temas interna-cionales, implemente una nueva política que seguramente va a implicar también un cambio de planes del gobierno colombiano, así sea a regañadientes.

A T R A Z O

L I M P I OLa objetividad es un mito; la libertad, un derecho;la transparencia, un compromiso yla independencia, una obligación.

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¿Por qué no las vemos?

Opinión de Juliana González*, desde Berlín.

La falta de diversidad impide entender e incluso medir, lo que sucede por fuera de la burbuja homogénea en la que nos movemos.

E l derecho a la existencia digna viene dosi-ficado para algunos. Incluso cuando esos algunos representan el 50% de la población mundial. Si las mujeres piden una equidad deben además sobreponerse a chapas como

“marimachos” o “feminazis”. Improperios que en, el primer caso reduce la existencia de las mujeres a la sombra defor-mada del otro género. En el segundo, sin ningún pudor equipara las reivindicaciones de los derechos a las masacres de los nacionalsocialistas alemanes capaces de matar a millones de judíos, homosexuales, opositores políticos o Testigos de Jehová en Europa.

Con hechos puros y duros en la mano y para quie-nes necesiten de datos recomiendo un libro maravi-lloso. “La mujer invisible” (Penguin, 2019) de Caroline Criado Perez. La autora ilustra con múltiples ejemplos que la falta de información diferenciada, impide desa-rrollar políticas públicas e incluso productos incluyen-tes. Tal es el caso de las decisiones sobre servicios de transporte. Y es que las mujeres con empleos por fuera del hogar tienden a usar más los transportes masivos. Allí se enfrentan no solo al acoso sexual como los to-queteos indebidos, sino también que su monedero se ve más duramente castigado por falta de políticas in-cluyentes. En muchos casos, las mujeres que además se encargan de las labores domésticas, deben comprar varios pasajes en un mismo día si por ejemplo en su camino al trabajo deben dejar a sus hijos en el jardín

infantil, y al regreso del trabajo recogerlos o encargar-se de las compras. Es así como el presupuesto de trans-porte puede llegar a ser mayor para una mujer activa en el mercado laboral que para su par masculino. De ahí la importancia del uso de tarifas planas para evitar por ejemplo estas inequidades.

Aquí no vamos a hablar de masculinidades tóxicas ni de las desavenencias morales o religiosas frente a la invisibilidad de las mujeres. Temas que merecen ser abordados en su propia longitud. Aquí se trata de reconocer que hay una miopía en el sistema. La fal-ta de diversidad impide entender e incluso medir, lo que sucede por fuera de la burbuja homogénea en la que nos movemos. Y pasa en cualquier sociedad que intente regular cuestiones que no afecta directa o sustancialmente a esa mayoría que está en el poder no importa si es el legislativo, el ejecutivo o el judi-cial. Pensemos en algo tan pequeño (a simple vista), tan anodino como lo son los artículos de higiene fe-meninos. No son un lujo, no son un capricho. Una mujer no puede decidir si quiere que este mes le llegue el periodo, pero mejor el siguiente no porque ahora está un poquito mal de plata, o no tiene ganas. No. El periodo se manifiesta con o sin invitación. En condiciones normales, en ciclos más o menos de 28 días. Pero esos artículos de higiene tienen impuestos de IVA como si se tratara de un artículo de lujo y no de la canasta básica.

Cuando nos salimos de nuestra pro-pia burbuja nos enfrentamos a verdades inimaginables. Por ejemplo, adolescen-tes que no pueden ir durante los días de la menstruación al colegio porque care-cen de toallas higiénicas y esto hace que puedan correr el riesgo de mancharse y ser objeto de burla o de desprecio. La educación intermitente se sabe, tiene además consecuencias económicas en el largo plazo, no solo para esas mujeres en particular sino también en el PIB del país. Una cuestión que podrían ver los legisladores si trabajaran en ecosiste-mas más diversos.

Así vamos por la vida, hablando de lo obvio porque como como lo conversa-ban el zorro y el Principito “lo esencial es invisible a los ojos”. Aun cuando esa invisibilidad excluye al 50% de la pobla-ción mundial.

*Analista Política; Máster en Políticas Públicas y Economía para el Desarrollo. @JuliGo4

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T odos los años es lo mismo. Los medios de comunicación anuncian una vez más «la llegada de la ola invernal». De nuevo caen las «inclementes lluvias», ocurren desli-zamientos de tierra y los ríos crecen y se

desbordan; los noticieros nos hablan de estragos y afec-taciones en vidas humanas, medio ambiente, cultivos e infraestructura. Pasada esta etapa informativa —pero aún en medio de la temporada de invierno—, empiezan a emitirse las cifras de pérdidas económicas y el reporte de personas damnificadas, cuyo número «asciende cada día». Es como si no hubiera necesidad de volver a grabar la nota o escribir el artículo, este periodo en Colombia tiene el mismo libreto cada año. Las imágenes de ríos por fuera de su cauce, calles inundadas y personas con el agua hasta la cintura tratando de salvar lo que no se haya llevado la corriente se repiten año tras año.

También se repiten las declaraciones de las en-tidades encargadas de prever, controlar y solucio-nar este tipo de eventualidades. Si acaso cambia la cara del funcionario, porque los discursos son los mismos. Que ya se dispusieron los protocolos de atención, que se están enviando ayudas, que es un invierno sin precedentes, que hay que tomar accio-nes frente a actividades como minería ilegal y tala de árboles que incrementan los riesgos de desastres…

Finalmente, llega diciembre, y aunque la tem-porada de lluvias no haya terminado y se estima que «puede prolongarse», la agenda de temas cambia: co-mercio, salario mínimo, quemados por pólvora, con

un ingrediente adicional en 2020 por la pandemia de la covid-19, tópico que inevitablemente permea hoy todas las noticias.

Este año, según la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), 299 municipios del país han sido afectados por el invierno y hay 59.720 fa-milias damnificadas. Los departamentos de Antioquia, Bolívar, Chocó, La Guajira, Tolima, Cundinamarca y el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina han sufrido las consecuencias más negativas de esta temporada de lluvias a la que se suman el fenómeno de La Niña y el paso del huracán Iota.

Yo quisiera entender por qué las acciones de pre-vención y contención no muestran los resultados es-perados. Si una zona es de riesgo permanente y una y otra vez padece las mismas afectaciones, ¿por qué no hay planes certeros de reubicación de familias, protec-ción de áreas y delimitación de usos del suelo? Sin duda, una estrategia de estas, teniendo en cuenta el número de poblaciones en estos territorios, significaría una in-versión altísima, pero esto ya no puede postergarse. Seguir matriculándonos en la dinámica de la respuesta a la tragedia anunciada y convocando a la solidaridad para mitigar las pérdidas no puede ser la solución.

No va a dejar de llover, La Niña seguirá presentán-dose y los efectos del cambio climático continuarán sorprendiéndonos. Además de la inversión económica, necesitamos verdadera voluntad del Gobierno; cuesta, y mucho, pero algún día tiene que empezar. Y si ya ha iniciado, ¡que se vea!, porque hasta ahora las noticias no

muestran lo contrario.Y aquí debo meter el dedo en la llaga, porque

si cuidáramos los acuerdos y promoviéramos los que faltan para lograr la tan anhelada paz estable y duradera, muchos recursos destinados a la guerra podrían reinvertirse en desarrollo para las comu-nidades que cada año vuelven a verse afectadas. Pero esto será tema de otra columna.

Es hora de que en Colombia el Gobierno deje de estar esperando a que los problemas sean noto-rios e imposibles de contener para intentar darles solución. Es momento de que, con juicio, los diri-gentes procuren releer los periódicos de ayer y se comprometan con acciones de mediano y largo plazo para avanzar en el cuidado de las poblacio-nes más vulnerables ante el invierno.

En noviembre del 2021 volveremos a leer esta columna y veremos qué dicen los titulares.

*Editora. Comunicadora social–periodista, especialista en Mercadeo, magíster en Estética.

Opinión de Catalina Trujillo-Urrego*

Seguir matriculándonos en la dinámica de la respuesta a la tragedia anunciada y convocando a la solidaridad para mitigar las pérdidas no puede ser la solución.

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Colombia, el periódico de ayer

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C on esta entrega cumplo mi primer año como columnista en Un Pasquín. Desde que acepté la sorpresiva y generosa in-vitación me propuse defender las ideas conservadoras como se merecen: con pro-

bidad moral, altura intelectual y maneras democráticas. Creo que eso es lo que quería su director y considero que para cumplir mis objetivos no era necesario ocultarme en las movedizas aguas de la izquierda, centro y la derecha. Esa clasificación carece de ri-gor técnico, no cuenta con mayor asidero histórico y padece de la inconsistencia ideológica. Es, como seguramente lo diría Alvaro Gómez Hurtado, una especie de “licencia política para no pensar”.

Estas líneas son conserva-doras para un público incrédu-lo. Una especie de oasis en la desértica embestida social-demócrata que tan inusitado brío ha tomado en nuestros pagos por estos días. Han pretendido ser, por qué no recordarlo, un remanso de cordura en época de noto-riedad y fama, de algarabía, grito y consigna.

Por eso creo tener la au-toridad suficiente para elevar una voz de defensa; una espe-cie de defensa oficiosa y entro-metida, de esas que nadie me ha pedido y que muy seguramente molestará a muchos, en especial a los que se dicen liberales, libertarios, conservadores o demócratas cristianos.

Pero la verdad es que el abucheo y el “linchamiento” popular a la alcaldesa Claudia López acusándola de asesina me parece todo un despropósito y, digamos, una desafortunada aventura antidemocrática.

Soy, o por lo menos quiero serlo, el mayor contradic-tor de la Dra. Claudia. Nuestros varios enfrentamientos en radio así lo atestiguan. Me honro de ello pues ella es el más fiel símbolo del socialismo democrático y yo, como se sabe, su antítesis. Ella, en términos vulgares, es de izquierda y yo conservador.

Empero, su amor por el estatismo, el intervencio-nismo, el odio de clases y las banderas demagógicas no me han confundido, no me he dejado perturbar en mis valores e ideales y, por consiguiente, no me paralizo al momento de salir en su defensa; no digo en defensa so-lamente de ella individualmente considerada, sino de lo que representa: es la máxima autoridad política y de policía del Distrito capital. Y como autoridad y como

persona, se le respeta, se le defiende.Es una señora hecha a pulso y por eso

merece mi total admiración pues los con-servadores enarbolamos las banderas

de la cultura del mérito; es exage-rada, gritona y mentirosa, pero lo

hace siendo leal a su cosmovisión y su cosmogonía; ha demostra-

do fracaso administrativo y de liderazgo, pero eso no la hace ni asesina ni digna de maltrato popular. Es, dicen, víctima de su propio invento, y pueden tener razón, pero la virtud se crece en la adversidad, con lo cual deberíamos ser los conservadores los primeros en poner el pecho en defensa de la cordura, de las formas democráticas, de la defensa

a la autoridad legítima y de la institucionalidad.

La Dra. Claudia podrá te-ner una visión pugilista, renco-

rosa y pueril, pero es la alcaldesa lícitamente elegida, y no es amiga

de lo ajeno, y no es criminal amnis-tiada y mucho menos una de esas al-

mas carentes de discurso, intelecto y creatividad. Ni de cerca una asesina. Desde

la tribuna azul elevo mi voz de respaldo a ella y de disgusto ante los violentos. Lo afirmo porque

a diferencia de los socialistas, nosotros nunca hemos legi-timado ningún tipo de violencia, no lo vamos a permitir ahora. Allá ellos, pero nosotros nunca la avalaremos, ni siquiera aquella dirigida contra los más feroces líderes de izquierda. Lo que es con Claudia es conmigo.

*Abogado, analista político. @rpombocajiao

Opinión de Rodrigo Pombo Cajiao*

A la gente lo que le interesa es que la cuiden, que el Estado los custodie, que sus derechos inmediatos se protejan y no que les hablen de guerras exteriores que nunca llegan.

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Lo que es con Claudia es conmigo

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Opinión de Ricardo Sánchez Ángel*

En la derrota de Trump fue decisiva la postura de las izquierdas, así como el liderazgo de Bernie Sanders y otras connotadas personalidades.

En las elecciones para presidente y Congreso de Estados Unidos, se confirmó la justeza de la postura de detener a Trump, quien obtu-vo 232 votos electorales y 73.925.044 votos, frente a los 306 y 80.120.249, de Biden.

La derrota del primero significa un golpe al racis-mo, a la supremacía del imperio blanco y la mentira como forma de gobierno, al sexismo y al autoritarismo en pleno furor. Donald Trump promovió la represión a las protestas ciudadanas, de manera especial, a los afroamericanos, colmando las calles de fuerzas poli-ciales, a quienes alentó en su actuación criminal. Este presidente superó a campeones de la reacción política, como Ronald Reagan. Sin embargo, esta presidencia imperial se conectó con la casi mitad del país, expre-sando de manera confusa la realidad distorsionada de la división de clases, credos religiosos e intereses eco-nómicos y culturales. Además, mantuvo las mayorías en el Senado y aumentó su número en la Cámara.

Joe Biden ganó a pesar de él mismo. Es un político de carrera, un gestor de la diplomacia internacional de intervención. Un promotor decidido de la gue-rra contra la droga, ese fracaso que pagamos caro en Colombia. Tal como se exhibió en la campaña, el nuevo presidente es una mediocridad diáfana, made in USA.

La casa dividida fue el concepto de Abraham Lincoln para pensar la situación que le tocó vivir: escla-vitud y racismo, odios políticos y exclusiones. Lincoln tuvo que ir a la Guerra Civil para abolir la esclavitud (1861-1865). Un ajuste de cuentas, históricamente, la se-gunda revolución en Estados Unidos, que buscó com-pletar la tarea de los padres fundadores, que en sus pre-juicios e intereses creados mantuvieron tan execrable forma económica y cultural. No obstante, el racismo reapareció años después, como el ave fénix, porque es-taba agazapado. Fue necesaria una tercera oleada por los derechos plenos de los afronorteamericanos en los años sesenta, para avanzar con las banderas de Martin Luther King, Malcolm X, Stokely Carmichael y cente-nares de activistas. Es el poder negro en la protesta, en el deporte, la cultura y la dignidad. Pero el racismo ca-maleónico volvió a sus andadas con la bestialidad poli-cial asesinando negros. Ante el drama, en este año des-graciado, se dio la magnífica rebelión en contra de esta peste, en el contexto de la pandemia.

El impacto de esta rebelión fue decisivo, como lo re-conoció Biden con su fórmula vicepresidencial, Kamala Harris. En el discurso del triunfo distinguió el papel de los afronorteamericanos, al igual que a las mujeres y ambientalistas. Superar el racismo es el gran desafío para construir la casa unida. Algo que hay que englobar

con el combate al feminicidio, la distribución de la renta nacional, meter en cintura al voraz capitalismo defendi-do por la élite bipartidista y lograr una política ambien-tal de realizaciones protectoras contundentes.

En la derrota de Trump fueron decisivas la postu-ra de las izquierdas, el liderazgo de Bernie Sanders y otras connotadas personalidades del mundo de los de-rechos humanos, del arte, el periodismo y la opinión pública. Ya se oyen las voces de los centristas exigién-dole a Biden lejanía con los puntos del programa que la izquierda posicionó al igual que al protagonismo de la misma. Sin esta poderosa fuerza, tan decisiva en el triunfo de Biden, no habrá posibilidad genuina de en-frentar la avalancha de las derechas que han cerrado filas en torno al símbolo mayor de la intolerancia y el clasismo disfrazado, porque, ¡oh ironía!, Trump y los republicanos se han declarado partidarios de los traba-jadores contra Wall Street en una operación de dema-gogia cuyos resultados les han sido favorables.

El anuncio de un nuevo trato a Cuba debe conducir al desbloqueo de este país por Estados Unidos. Lo pro-pio debe ocurrir con Venezuela. No se trata de volver a la política exterior de Obama, que dejó la herencia de siete guerras internacionales. Se trata de avanzar en la paz. Son mínimos que hay que exigirle al gobierno de Biden. Al igual que un cambio en la diplomacia frente al gobierno colombiano, basado en el respeto a los de-rechos humanos y la paz.

Yo también tengo un sueño, una revolución de las mayorías, que supere la crisis civilizatoria concentrada en Estados Unidos y que envuelve el mundo.

*Profesor emérito, Universidad Nacional. Profesor titular, Universidad Libre.

La casa dividida

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U n millón cuatrocientas mil personas han fallecido por cuenta de Covid19. El total de infectados conocidos supera los sesenta y dos millones. La pandemia ha resultado de-vastadora en materia económica y social.

Según la OIT, en Latinoamérica se perdieron 34 millones de empleos. La OMS estima que el número de personas en el mundo en estado de malnutrición, es decir, por debajo de la línea de pobreza extrema, aumentó 132 millones para un total de 822 millones. El atraso en la educación de niños y jóvenes, el aumento en los casos de violencia intra familiar y el auge de problemas de salud mental también han sido efectos preocupantes de la pandemia.

Desde el comienzo los epidemiólogos nos indi-caron que la pandemia solo terminaría cuando se al-cance la inmunidad colectiva o “de rebaño, es decir, cuando un número suficiente de personas estén pro-tegidas frente al virus. Asumiendo que las personas quedan inmunes para siempre una vez superen la enfermedad (lo cual la todavía nadie está dispuesto a garantizar), lograr esta inmunidad de manera natural significaría más de 4,000 millones de contagios y 150 millones de muertes.

Gracias a la ciencia, se va a poder llegar a la inmu-nidad colectiva sin tener que sufrir estas aterradoras consecuencias. La mayoría de los expertos aseguran que, para efectos prácticos, la pandemia llegará a su final en el último trimestre del 2021. Las vacunas que serán aprobadas en los próximos días permitirán que la vida en la mayoría de los países regrese a la norma-lidad para esa fecha.

Las vacunas de los laboratorios Pfizer y Moderna parecen ser seguras y eficaces en prevenir los sínto-mas de las personas expuestas al virus. Sin embargo,

no se sabe exactamente que tanto reducen su trans-misión. En otras palabras, las personas vacunadas no se enfermarían, pero no sabemos si podrían pasarle el virus a otro. De resultar baja la efectividad de la va-cuna en la transmisión del virus, se requerirá vacu-nar a más personas.

Es importante señalar que ambas vacunas se apli-carán en dos dosis. Por lo tanto, se requiere un ade-cuado seguimiento para completar efectivamente la serie. Las capacidades de los sistemas de salud se pondrán nuevamente a prueba. Se requerirá eficien-cia en la adquisición, distribución y aplicación de las dosis para lograr la cobertura necesaria en el menor tiempo posible.

Los médicos, enfermeras y trabajadores de la sa-lud, las personas mayores de 70 años, y aquellas con morbilidades serán los primeros en vacunarse. Los niños serán los últimos, porque, si bien las vacunas se vienen probando en niños mayores de doce años, to-davía no está clara su eficiencia en edades tempranas.

Si las vacunas resultaran tan seguras y eficaces como señalan las empresas farmacéuticas, y estas pudieran ser distribuidas masivamente, vacunar al 60% de las perso-nas sería suficiente para que Covid19 empiece a morir. Simplemente, el virus no tendría a quienes infectar.

En estos momentos, hay rebrotes fuertes en mu-chas partes del mundo, y ante los riesgos de las cele-braciones de fin de año es probable que aumenten los contagios y fallecimientos. Pero la introducción de las primeras vacunas en las próximas semanas, las otras que vienen en camino, y los nuevos tratamientos des-cubiertos nos animan a pensar que estamos entrando en una fase positiva en la lucha contra Covid19.

El optimismo debe manejarse con mesura. Ciertamente, aún hay preguntas por responder: ¿Qué tan seguras son estas vacunas a largo plazo? ¿Cuál es la duración de la inmunidad? ¿Qué tanto van a estar dispuestas las personas a vacunarse?

Los próximos meses serán duros. Seguramente, veremos muchas pruebas y muchos errores. Algunas regiones, sistemas y vacunas serán más efectivas que otras, muchas personas no querrán vacunarse, y tendremos casos aislados de contagios por mucho tiempo.

Pero de una cosa podemos estar seguros, es el principio del fin de Covid-19.

1 Organización Internacional del Trabajo2 Organización Mundial de la Salud

*Director de la Fundación Fútbol con corazón. @samuelazout

Opinión de Samuel Azout*

Las capacidades de los sistemas de salud se pondrán nuevamente a prueba. Se requerirá eficiencia en la adquisición, distribución y aplicación de las dosis para lograr la cobertura necesaria en el menor tiempo posible.

Covid–19: la gran oportunidad

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E sta no es mi historia... pero podría ser-lo. La mía, la suya, la de muchos por estos días.

Ella, una profesional exitosa en su campo, que ganaba bien porque se lo

merecía, tuvo que aceptar que de un día para el otro, le bajaran el sueldo un 60%. Le dijeron que sería algo temporal por la pandemia y que se tenía que sentir afor-tunada de que no la echaran como lo han hecho con millones de personas. Como es una realidad innegable, ella lo aceptó con resignación. En realidad, en medio de ese panorama desolador, era el mejor de los escenarios.

Consciente de las penurias de los demás, siguió pa-gándole el sueldo a la señora que le ayuda con el aseo de su casa –pese a que no ha ido a trabajar ni un solo día en 8 meses–. También le consigna sagradamente, al due-ño del colegio a donde iba su perrito, al entrenador del gimnasio, a la señora que le arreglaba las uñas... en fin.

Durante estos meses y como si no fuera suficiente una pandemia, han pasado cosas horribles en el país y ella siente que tiene que ayudar; por eso, compra todo lo que le ofrecen los campesinos, los emprendedores, sus amigos y vecinos.

Luego vino el invierno y obvio tocaba socorrer a la gente del Chocó, y después el huracán y por su-puesto, era imperativo darle la mano a San Andrés y Providencia y mientras tanto, el vecino hacía una re-colecta para su fundación de perritos abandonados y

su hermana pedía plata para un ancianato… Y así, una colecta sin fin.

Oyendo este relato me entró una rabia espantosa, pues en ese momento me acordé –o me volví a acor-dar, porque nunca se me olvida– que todos pagamos impuestos por todo sin que nos rebajen un peso por pandemia, huracán o fin del mundo.

IVA, retefuente, declaración de renta, impuesto de rodamiento , valorizaciones, predial, alumbrado pú-blico, fomento deportivo y educación, mantenimiento de las vías, etc, etc, etc ...Y si tiene un negocio súmele unos cuantos más. ¿Dónde está la plata de nuestros impuestos? ¿Qué hacen los gobiernos con esa plata? Claro, ya sé: se la roban en forma de darles empleo en el cuerpo diplomático a todos sus familiares, en ca-mionetas blindadas, aviones privados, hoteles de pri-mera. No soporto a un político más robándose todo, mientras los demás humanos les rinden pleitesía. No más. Que ningún compatriota me vuelva a decir que es senador, concejal, ministro, presidente, embajador o cónsul con orgullo. Si lo van a decir, que les quede claro que los tengo en el peor de los conceptos, que veo en ellos  parásitos que viven del Estado. 

Admiro la generosidad del colombiano. Ante cual-quier tragedia, siempre está listo a ayudar. ¿Pero no será por eso que los políticos se aprovechan? Los go-biernos saben que pueden vaciar las arcas con la ma-yor desfachatez, pues el día que se necesita algo, la gente sale inmediatamente a donar hasta los riñones y a solucionarles el problema.

Puede pasar que las personas se aburran y se nie-guen a pagar más impuestos. Así han empezado va-rias revoluciones. Por ejemplo, Jesucristo se enfrentó a los Romanos por los impuestos abusivos que esta-ban cobrando y le pidió a la gente del común que se negara a pagarlos. Cuando los políticos llevan el des-caro al extremo, la cuerda se rompe.

* * *

Pregunta 1. ¿Los HPs ( Honorables parlamentarios) ya aceptaron dejar de recibir los 14 millones de pesos mensuales de viáticos , pese a estar “trabajando” des-de la hamaca de la finca?

Pregunta 2. La revista Semana les pagó a todos los que tuvieron que renunciar –presionados por la situación– una liquidación justa, o van a argumentar que renun-ciaron porque querían y les van a negar esa plata?

*Periodista.

Se acabó la plata

Opinión de Olgahelena Fernández*

Admiro la generosidad del colombiano. Ante cualquier tragedia, siempre está listo a ayudar. ¿Pero no será por eso que los políticos se aprovechan?

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No estan difícil, ¿cierto?

CAMPAÑA CÍVICA Y VITAL DE UN PASQUÍN