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UN TESTIMONIO ILUSTRADO SOBRE "LA CIUDAD DE LOS CÉSARES" La mítica Ciudad de, los Césares dominó la fantasía colonial sud- americana desde el siglo xvi y cobró especial auge en tiempos de las exploraciones científicas 1 . Se afirmaba que allí se habían fun- dido expediciones españolas perdidas con indios patagones y has- ta con indios peruanos que huyeron de la dominación española 2 . Las órdenes para descubrir este lugar, que acabó por soñarse como otro de los muchos Dorados americanos, vinieron hasta del propio Rey. Tras cada sospecha, que se aclaraba, aparecían nue- vas especulaciones que avivaban la leyenda. Sucesivas empresas frustradas debilitaron la veracidad de esos asertos. Al parecer las meticulosas exploraciones efectuadas a fines del xvm por el pilo- to español José de Moraleda y Montero, y sus ilustrados razona- mientos, minaron en mucho esa creencia, como lo señaló Barros Arana: En el verano siguiente [1794], Moraleda se dispuso a continuar el reconocimiento de los archipiélagos i canales del sur de Chi- loé. En esta provincia se hablaba entonces, como de un hecho incuestionable, de la existencia de las fabulosas ciudades que se suponían pobladas por españoles al otro lado de las cordilleras. Algunos vecinos de Chiloé se ofrecían a acompañar a los esplo- radores con la- esperanza de llegar a esas poblaciones. El mismo gobernador del archipiélago se había dejado engañar por esas ilusiones, i al disponer la nueva espedición de Moraleda le en- cargó que tratase de ponerse en comunicación con esas ciudades, para cuyos habitantes le entregó un pliego cuyo sobrescrito tenía estas palabras: "Por el rei.—A los señores españoles establecidos L Véase un claro panorama en PATRICIO ESTELLE y RICARDO COUYOUDMDJIAN, "La Ciudad de los Césares: origen y evolución de una leyenda (1526-1880)", Historia, VII (1968), pp. 283-309. a Varios autores señalan la difusión de la leyenda: ENRIQUE GANDÍA, La Ciudad Encantada de los Césares, Buenos Aires, Librería de A. García San- tos, 1933; CARLOS MORLA VICUÑA, Estudio histórico sobre el descubrimiento y conquista de la Patagonia y de la Tierra del Fuego, Leipzig, F. A. Brock- haus, 1903; BENJAMÍN VICUÑA MACKENNA, Chile. Relaciones históricas. San- tiago, Rafael Jo ver, 1877, t. I; RICARDO E. LATCHAM, "La leyenda de los Césares", Revista Chilena de Historia y Geografía, LX, núm. 64 (1929), pp. 193-254; y HANS STEKFEN, "Los fundamentos histórico-geográficos de la le- yenda de los Césares", Revista Chilena de Historia y Geografía, LXV, núm. 69 (1930), pp. 101-123.

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  • UN TESTIMONIO ILUSTRADO SOBRE"LA CIUDAD DE LOS CSARES"

    La mtica Ciudad de, los Csares domin la fantasa colonial sud-americana desde el siglo xvi y cobr especial auge en tiempos delas exploraciones cientficas1. Se afirmaba que all se haban fun-dido expediciones espaolas perdidas con indios patagones y has-ta con indios peruanos que huyeron de la dominacin espaola2.Las rdenes para descubrir este lugar, que acab por soarsecomo otro de los muchos Dorados americanos, vinieron hasta delpropio Rey. Tras cada sospecha, que se aclaraba, aparecan nue-vas especulaciones que avivaban la leyenda. Sucesivas empresasfrustradas debilitaron la veracidad de esos asertos. Al parecer lasmeticulosas exploraciones efectuadas a fines del xvm por el pilo-to espaol Jos de Moraleda y Montero, y sus ilustrados razona-mientos, minaron en mucho esa creencia, como lo seal BarrosArana:

    En el verano siguiente [1794], Moraleda se dispuso a continuarel reconocimiento de los archipilagos i canales del sur de Chi-lo. En esta provincia se hablaba entonces, como de un hechoincuestionable, de la existencia de las fabulosas ciudades que sesuponan pobladas por espaoles al otro lado de las cordilleras.Algunos vecinos de Chilo se ofrecan a acompaar a los esplo-radores con la- esperanza de llegar a esas poblaciones. El mismogobernador del archipilago se haba dejado engaar por esasilusiones, i al disponer la nueva espedicin de Moraleda le en-carg que tratase de ponerse en comunicacin con esas ciudades,para cuyos habitantes le entreg un pliego cuyo sobrescrito tenaestas palabras: "Por el rei.A los seores espaoles establecidos

    L Vase un claro panorama en PATRICIO ESTELLE y RICARDO COUYOUDMDJIAN,"La Ciudad de los Csares: origen y evolucin de una leyenda (1526-1880)",Historia, VII (1968), pp. 283-309.

    a Varios autores sealan la difusin de la leyenda: ENRIQUE GANDA, LaCiudad Encantada de los Csares, Buenos Aires, Librera de A. Garca San-tos, 1933; CARLOS MORLA VICUA, Estudio histrico sobre el descubrimientoy conquista de la Patagonia y de la Tierra del Fuego, Leipzig, F. A. Brock-haus, 1903; BENJAMN VICUA MACKENNA, Chile. Relaciones histricas. San-tiago, Rafael Jo ver, 1877, t. I; RICARDO E. LATCHAM, "La leyenda de losCsares", Revista Chilena de Historia y Geografa, LX, nm. 64 (1929), pp.193-254; y HANS STEKFEN, "Los fundamentos histrico-geogrficos de la le-yenda de los Csares", Revista Chilena de Historia y Geografa, LXV, nm.69 (1930), pp. 101-123.

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    al sur de la laguna de Nahuelguapi.Del gobernador de Castro,Calbuco i provincia de Cho". El 11 de febrero de 1794 salaMoraleda del puerto de San Carlos de Ancud en desempeo deaquella comisin...

    Moraleda, al regresar al puerto de San Carlos el 18 de mayode 1794, dio, puede decirse as, con sus juiciosas observaciones,el golpe definitivo a aquella antigua creencia que durante si-glos haba preocupado a tantas jentes3.

    Pero tambin contribuy a ello el espritu racionalista delsiglo. De all el criterio flexible, inadvertido hasta hoy, del crio-llo franciscano Francisco Javier Ramrez*.

    La abigarrada obra histrica del padre Ramrez, CronicnSacro-Imperial de Chile, escrita en su mayor parte durante elsiglo xviii, en dos volmenes, se halla indita5. El segundo tomo,que al parecer refera hechos cercanos a la vida del autor, se haextraviado; el primero, del cual preparamos edicin, ofrece no-ticias miscelneas del xvi al xvm. Aparecen, junto a conocidosdatos histricos y comentarios sobre doctrina cristiana, mate-riales de gran valor histrico-literario que los estudiosos no hanaprovechado y que conviene medir con detenimiento. Las noti-cias consignadas con el Cronicn ataen de algn modo u otroa las actividades principales del autor: misionero entre los arau-canos, educador don Ambrosio O'Higgins lo nombr precep-tor de su hijo Bernardo, el gran procer de la independenciachilena, y cronista particular de su orden. Entre los asuntosnovedosos de la crnica figura un captulo sin nmero sobre elmito de los Csares; en otra oportunidad trataremos, por suextensin, los manuscritos antiguos, hoy perdidos, que manejdxay Francisco y los que transcribi en su libro.

    El material sobre la ciudad perdida aparece independiente,fuera de contexto y de la cronologa de la obra, lo cual justificatratamiento aparte; lo titula: "Posdata Crtica. Sobre los decan-

    3 JOS DE MORALEDA i MONTERO, Exploraciones feogrdficas e hidrogrficas;ed. Diego Barros Arana, Santiago, Imprenta Nacional, 1888, xvi-xvn.

    * El conocimiento biogrfico del padre Ramrez es muy escaso; cf. algunasnoticias en RAMN BRISEO, Repertorio de antigedades chilenas, Santiago,Imprenta Gutenberg, 1889, p. 349; DIEGO BARROS ARANA, Historia jeneral deChile, VII, Santiago, Rafael Jover, 1886, pp. 558-559; JOS TORIBIO MEDINA,Historia de la literatura colonial de Chle} II, Santiago, Imprenta de laLibrera del Mercurio, 1878, pp. 467-474.

    G Cf. Archivo Nacional, Santiago de Chile, Fondo AntiguOj vol. LVH, fs.l-559v.

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    tados Csares"0. Ramrez capta la fascinacin que ejerci elmito durante el siglo xvm el de las luces! y a la vez la in-credulidad tpica de la poca. Da breve historia de ello y aludea actividades contemporneas para ubicar la escurridiza ciudad.Refiere tambin detalles sobre la expedicin de Ignacio Pinuer,Ventura Carvallo y fray Benito Salgado, efectuada en 1777, so-bre la cual existan pocos detalles. Particip en el interrogatoriode los informantes en Valdivia; sus preguntas revelaron impre-cisiones y contradicciones que restaron credibilidad a los in-formes.

    Quando estuve en Valdivia tuve el honor de asistir al lado delseor yngeniero a las declaraciones de los de la expedicin Ce-srea, y estando ya para concluirse la sesin, se sirvi pregun-tarme: pues padrecito, qu le parece de todos los dichos y he-chos. Responde: Seor, estoi complacido de ver el empeo he-roico con que han llevado la empresa, y lo estuviera ms sisupiera los rumbos y paralelos de toda la derrota... Segn esosrumbos... bien podan llegar a la provincia de Cuyo.. . Luegopoco ms o menos se es el Pas de los Csares, y Mendoza, mefecit, o no hai tales Carneros7.

    Luego fray Francisco refiere las noticias que le ofrecieron in-dios de Valdivia y de la Isla Marquina; tambin encontr da-tos confusos, y puso de manifiesto su ignorancia.

    Esta es la descripcin de los Csares segn relaciones de algu-nos yndios, y yndias antiguas... y por lo tocante a sus correrasy hostilidades por Mendoza y Buenos Ayres, me respondieronas en la Misin de la Mariquina los yndios de Doguel, extra-ndoles el traje con que se presentaron, de ricos calzones ychupines de terciopelo carmes, camisas mu finas y sombreroscastores con otros cabos correspondientes: en una palabra, los Yn-dios por lo comn tienen por MurudieSj o extranjeros a lasgentes del govierno de Buenos -Arres, a lo que ha contribuidola ninguna comunicacin ni comercio con ellos por aquellos la-dos, y el no tener conexin en sus operaciones con el de Chile8.

    Fray Francisco, sin embargo, no desecha terminantemente lacreencia; la explica como cuando lo hace con los milagros; veen ellos smbolos vitales que expresan profundos anhelos del

    0 Cronicn, f. 49.7 Cronicn, fs. 55-56.8 Cronicn, fs. 54-55.

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    espritu humano, aunque la ciencia los pueda verificar y expli-car de otra manera; y concluye:

    Entre la sensillez supersticiosa que lo cree todo y la cabilacinirreligiosa que no cree nada, hai un medio para huir de estosextremos, y no estrellarse en alguno de los dos escollos, y con-siste en no poner al poder divino los mismos lmites que tienenuestro conocimiento, ni a la bondad de Dios los que tienenuestra voluntad9.

    Muestra predileccin por la verdad exacta y comprensin hacialos misterios humanos. Si bien ms atenuado, el. influjo delmito continuaba vivo. Por lo dems, recordemos que entre 1936y 1939 varios autores chilenos coincidieron en escribir novelassobre ese tema10.

    Interesante testimonio que cabe incorporar a la ya extensabibliografa de la leyenda.

    JOS ANADN

    University of Notre Dame,

    APNDICE

    (Cronicn Sacro-Imperial de Chile, os. 49-56)

    POSDATA CRTICA1!

    SOBRE LOS DECANTADOS CSARES

    Concluida la descripcin del clima osorniano, me ocurrieron a lapluma los Csares, tan deseados y buscados en nuestros das con ex-pediciones formales. Por donde quiera que se mire este asunto a unproblema natural y poltico sobre si existen o no, y si es nacin salvaje

    B Cronicn, f. 94.10 MANUEL ROJAS, La Ciudad de los Csares, Santiago, Ediciones Ercilla,

    1936; HUGO SILVA, Pacha Pulai} la Ciudad de los Csares, Santiago, Zig-Zag,1938; Luis ENRIQUE DLANO, En la dudad de los Csares, Santiago, Zig-Zag, 1939.

    u En la transcripcin se moderniza ]a ortografa y la puntuacin; el lectortiene muestras del original en las citas de la nota introductoria.

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    y brbara, o culta y civilizada en repblica y sociedad. El origen delos Csares, a pesar de su augusto nombre, es tan dudoso como suexistencia, y la tradicin popular es tan confusa y vacilante, que no da luz para esclarecer la verdad, ni ofrece rumbo para dirigir unaexpedicin con buen suceso. Unos los ponen en los valles occidentaleshacia el Estrecho de Magallanes, otros los colocan en la costa orien-tal patagnica y tierras magallnicas, y los que dicen ser descendientesde los espaoles de la antigua Osorno los sitan dentro de su clima,que termina a los 45 grados de latitud austral, y a consecuencia enlos valles occidentales y orientales de sus Andes.

    Los que opinan ser descendientes de los antiguos osornianos quese retiraron a las cordilleras cuando la prdida de la ciudad en el pri-mer alzamiento de los indios, se fundan en la noticia que dan Gar-cilaso en el primer tomo de sus Comentarios de Peri, y el padre Re-bullosa en su Historia del mismo, reimpresa en Gerona por los aos1748. Los que ponen a los Csares en la costa oriental patagnica ytierras magallnicas, frente de las Malvinas, los hacen descendientesde un navio de espaoles que naufrag en dichas costas por los aos1550, poco ms o menos, siendo Emperador Carlos V, y son a los queconviene el nombre de Csares, como a los imperiales. De stos trataJuan Botero en su Descripcin Geogrfica impresa por los aos 1590,Murillo Velarde sobre el mismo asunto, y Feijo en sus pases imagi-narios.

    ltimamente, los que sitan estos pueblos en los valles occidentalesde los Andes hacia el Estrecho de Magallanes los suponen oriundos delos espaoles y familias que se retiraron de la ciudad de San Felipe yfuerte de Jess situados en el continente de Chile cerca del Estrechode Magallanes por los aos 1580, no pudiendo subsistir all por ladureza del clima y falta de auxilios, si es que quedaron algunos quepudieran contarlo, como se dir ms adelante.

    En atencin a estas noticias, y las suministradas posteriormente porSilvestre Antonio de Rojas y otros viajeros, a fin de averiguar la ver-dad y comprehender en una expedicin catlica universal todas las si-tuaciones mencionadas, se sirvi la Majestad del Seor Felipe V, porsu real cdula de 18 de mayo del ao pasado 1716 (que se conservaen la Secretara de Gobierno) mandar a su presidente de Chile, quelo era a la sazn don Martn de la Concha, que inmediatamente seprocediese a la averiguacin y descubrimiento de todas las nacionesde este continente de Chile, sujetndolas como era debido a la RealCorona y tratando de su conversin al cristianismo. No tuvo efecto lomandado por entonces, ni en el gobierno de su sucesor don GabrielCano, que lleg a Chile con un cuerpo de cinco mil hombres, en lasituacin crtica de estar sublevados todos los indios fronterizos, deque result la retirada o prdida de las tres plazas ms avanzadas einteresantes de Tucapel, Arauco y Purn, y una total imposibilidadde verificar la expedicin, a no hacerla por los lados de Mendoza, queera lo mejor y ms barato.

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    Si la expedicin que se hizo por Valdivia con el objeto de los Csa-res el ao pasado de 1777, siendo gobernador don Joaqun de Espi-inosa y Dvalos, se hubiera emprendido por la ciudad de Mendoza nose frustara como aqulla, ni los expedicionistas hubieran sufrido tan-tas incomodidades y trabajos en los Andes, que se vieron obligados alregreso antes que entrase el invierno. Por Mendoza era ms fcil,trivial y expedita la empresa, sin tener que montar las cordilleras,recorriendo con 500 hombres todas sus faldas y todos sus valles orien-tales hasta los 50 grados al Sur, poco ms o menos, donde se unen losAndes con la costa del oriente, cruzando sus meridianos y paralelos,o su altura y longitud con corta diferencia. Por esta ruta y rumboN.S. descubran la famosa abra de Villa Rica, la gran laguna de Na-huelguapi con todos sus habitantes, recorran todo el pas de lospoelches y de los patagones.

    De aqu daban vuelta por el centr, o mediterrneo entre la costay los Andes, cruzaban toda la Patagonia, las Pampas que llaman delos indios, los famosos ros de Nahuelguapi, el Grande, el Desaguadero,que corre N.S., cuyas orillas se asegura estn muy pobladas de gentes;y cata aqu en globo todo el continente de los pretensos Csares, sintener que atravesar las cordilleras, como por Valdivia, y no avanzarnada despus de tantos trabajos.

    Dije sin avanzar nada tocante al decubrimiento de los Csares, quepor lo dems fue muy til y ventajosa la expedicin por las adquisi-ciones que se hicieron con la misin y el fuerte de Ro Bueno, y lasplausibles resultas de la repoblacin de Osorno y comunicacin deChilo; adems de esto, se esclareci ms el asunto de los Csares connoticias ms seguras y circunstanciadas para formar el derrotero y elpunto fijo de la expedicin.

    Efectivamente, todos los indios de la ruta convenan en que losCsares mos y ajenos estaban de la otra banda de las cordilleras, yalgunos de los ms prcticos y noticiosos aadan que pasados losAndes estaran distantes al Norte como dos o tres das de camino. Conque ya tenemos mucho adelantado con saber que rio son los supuestososornianos, a no ser idnticos y de un labio con los pegenches ygilliches, que son los habitantes conocidos de los Andes y sus vallesoccidentales; ni tampoco los filipinos del estrecho, pues si no pudie-ron mantenerse en la costa por el rigor del clima, menos podran viviry propagarse sobre aquellas montaas inaccesibles, cubiertas de nievetodo el ao.

    Los Csares de Botero se cuentan con los muertos o cautivos porlos antiguos patagones, o de un labio como los supuestos osornianos.Las costas donde se dice naufragaron estn reconocidas, observadas ymedidas a palmos por los ingleses, franceses y espaoles por ms de'30 leguas tierra adentro hacia el poniente, o los Andes; y aunque hanvisto algunas gentes, pero de poco pelo para Csares. Estos, pues, paradetallarlos son de un golpe segn las noticias que adquir estandoen Valdivia son Muruches, o Murugincas, como llaman los indios y

  • LA CIUDAD DE LOS CSARES 325

    significa extranjeros; no son espaoles como los de Chile, ni tienenel mismo Rey, no comunicacin ni comercio con ellos. Estn situadosen un pas muy dilatado y delicioso; viven en pueblos, tienen gentesde toda estofa, frailes, clrigos, y soldados; grandes casas, conventos,iglesias, muchas estancias y haciendas adonde ellos van a sus correrasy pillajes; pues como no son espaoles como los de Chile, no tienenamistad ni paces con ellos, y por eso hay tantos cautivos en VillaRica, y entre los peginches y giliches.

    sta es la descripcin de los Csares segn relaciones de algunosindios e indias antiguos que estuvieron entre ellos, o cautivos o alqui-lados; y por lo tocante a sus correras y hostilidades por Mendoza yBuenos Aires, me respondieron as en la misin de la Mariquina losindios de Doguel, extrandole el traje con que se presentaron dericos calzones y chupines de terciopelo carmes, camisas muy finas ysombreros castores, con otros cabos correspondientes. En una palabra,los indios por lo comn tienen por muruches, o extranjeros, a lasgentes del gobierno de Buenos Aires, a lo que ha contribuido laninguna comunicacin ni comercio con ellos por aquellos lados, y elno tener conexin en sus operaciones con el de Chile.

    Vamos atando cabos. Cuando estuve en Valdivia tuve el honor deasistir al lado del seor ingeniero a las declaraciones de los de Ja ex-pedicin cesrea, y estando ya para concluirse la sesin se sirvi pre-guntarme:

    "Pues padrecito, qu le parece de todos los dichos y hechos?"Respondle;"Seor, estoy complacido de ver el empeo heroico con que han

    llevado la empresa, y lo estuviera ms si supiera los rumbos y paralelosde toda la derrota".

    Suspendise un poco, y llamando al condestable le mand que dijeselos rumbos de la expedicin; y respondi que casi siempre haban de-morado al leste, cuarta al nordeste, lesnordeste, nordeste cuarta alleste, nordeste cuarta al norte, que quiere decir adonde naca el sol.

    Djele entonces al condestable:"Pues amigo, si han seguido la expedicin seguramente han dado

    con los Csares, si no mienten los cuatro trminos, o principios uni-versales: rumbo, distancia, latitud y longitud; y lo pruebo as: La ex-pedicin sali de Valdivia, que est por los 40 grados de latitud; segnlos rumbos que siguieron, salan a la otra banda de los Andes por laabra de Villa Rica, que no hay otro camino por esos lados y est porlos 35 grados, o con tres jornadas al norte bien podan llegar a laGran Provincia de Cuyo, que est por los 36 grados; luego, poco mso menos, se es el Pas de los Csares, y Mendoza me fecit, o no liaytales Carneros".

    Lo dichoj dicho.