Y CONOCIMIENTO · Libro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIAL ... Libro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo...

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Tiempo, Realidad Social y Conocimiento

TIEMPO, REALIDAD SOCIALY CONOCIMIENTO

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Sergio Bagú

Libro 115

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Colección

SOCIALISMO y LIBERTAD

Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANAVíctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa LuxemburgoLibro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETOKarel KosikLibro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO Silvio FrondiziLibro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXISAntonio GramsciLibro 5 MAO Tse-tungJosé AricóLibro 6 VENCEREMOSErnesto GuevaraLibro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALÉCTICA DE LO IDEALEdwald IlienkovLibro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTEIñaki Gil de San VicenteLibro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANONéstor KohanLibro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADREJulio Antonio MellaLibro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del surMadeleine RiffaudLibro 12 MARX y ENGELS. Nueve conferencias en la Academia Socialista David RiazánovLibro 13 ANARQUISMO y COMUNISMOEvgueni PreobrazhenskiLibro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN - LA CRISIS DE LASOCIALDEMOCRACIARosa LuxemburgoLibro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓNHerbert MarcuseLibro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASESAníbal PonceLibro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDEOmar CabezasLibro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia 1789-1848. Selección de textos de Alberto J. PláLibro 19 MARX y ENGELS.Karl Marx y Fiedrich Engels. Selección de textosLibro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionarioIñaki Gil de San VicenteLibro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICARubén ZardoyaLibro 22 DIALÉCTICA Y CONSCIENCIA DE CLASEGyörgy Lukács

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Libro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁNFranz MehringLibro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA Ruy Mauro MariniLibro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓNClara ZetkinLibro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTADAgustín Cueva - Daniel Bensaïd. Selección de textosLibro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO -DE ÍDOLOS E IDEALES Edwald Ilienkov. Selección de textosLibro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN - ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL VALORIsaak Illich RubinLibro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la DemocraciaGyörgy LukácsLibro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDOPaulo FreireLibro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASEEdward P. Thompson. Selección de textosLibro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINARodney ArismendiLibro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUEOsip PiatninskyLibro 34 VLADIMIR ILICH Y LA EDUCACIÓNNadeshda KrupskayaLibro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOSJulius Fucik - Bertolt Brecht - Walter Benjamin. Selección de textosLibro 36 UN GRANO DE MAÍZTomás Borge y Fidel CastroLibro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXISAdolfo Sánchez VázquezLibro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIALSergio BagúLibro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINAAndré Gunder FrankLibro 40 MÉXICO INSURGENTEJohn Reed Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDOJohn ReedLibro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICOGeorgi PlekhanovLibro 43 MI GUERRA DE ESPAÑAMika EtchebéherèLibro 44 NACIONES Y NACIONALISMOSEric HobsbawmLibro 45 MARX DESCONOCIDONicolás Gonzáles Varela - Karl KorschLibro 46 MARX Y LA MODERNIDADEnrique Dussel

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Libro 47 LÓGICA DIALÉCTICA Edwald IlienkovLibro 48 LOS INTELECTUALES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CULTURAAntonio GramsciLibro 49 KARL MARX. LEÓN TROTSKY, Y EL GUEVARISMO ARGENTINOTrotsky - Mariátegui - Masetti - Santucho y otros. Selección de TextosLibro 50 LA REALIDAD ARGENTINA - El Sistema CapitalistaSilvio FrondiziLibro 51 LA REALIDAD ARGENTINA - La Revolución SocialistaSilvio FrondiziLibro 52 POPULISMO Y DEPENDENCIA - De Yrigoyen a PerónMilcíades PeñaLibro 53 MARXISMO Y POLÍTICACarlos Nélson CoutinhoLibro 54 VISIÓN DE LOS VENCIDOSMiguel León-PortillaLibro 55 LOS ORÍGENES DE LA RELIGIÓNLucien HenryLibro 56 MARX Y LA POLÍTICAJorge Veraza UrtuzuásteguiLibro 57 LA UNIÓN OBRERAFlora TristánLibro 58 CAPITALISMO, MONOPOLIOS Y DEPENDENCIAIsmael ViñasLibro 59 LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBREROJulio GodioLibro 60 HISTORIA SOCIAL DE NUESTRA AMÉRICA Luis VitaleLibro 61 LA INTERNACIONAL. Breve Historia de la Organización Obrera en Argentina. Selección de TextosLibro 62 IMPERIALISMO Y LUCHA ARMADAMarighella, Marulanda y la Escuela de las Américas Libro 63 LA VIDA DE MIGUEL ENRÍQUEZPedro Naranjo SandovalLibro 64 CLASISMO Y POPULISMO Michael Löwy - Agustín Tosco y otros. Selección de textosLibro 65 DIALÉCTICA DE LA LIBERTADHerbert MarcuseLibro 66 EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALESTheodor W. AdornoLibro 67 EL AÑO 1 DE LA REVOLUCIÓN RUSAVíctor SergeLibro 68 SOCIALISMO PARA ARMARLöwy -Thompson - Anderson - Meiksins Wood y otros. Selección de TextosLibro 69 ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA DE CLASE?Wilhelm ReichLibro 70 HISTORIA DEL SIGLO XX - Primera ParteEric Hobsbawm

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Libro 71 HISTORIA DEL SIGLO XX - Segunda ParteEric HobsbawmLibro 72 HISTORIA DEL SIGLO XX - Tercera ParteEric HobsbawmLibro 73 SOCIOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANAÁgnes HellerLibro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo IMarc BlochLibro 75 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo 2Marc BlochLibro 76 KARL MARX. ENSAYO DE BIOGRAFÍA INTELECTUALMaximilien RubelLibro 77 EL DERECHO A LA PEREZAPaul LafargueLibro 78 ¿PARA QUÉ SIRVE EL CAPITAL?Iñaki Gil de San VicenteLibro 79 DIALÉCTICA DE LA RESISTENCIAPablo González CasanovaLibro 80 HO CHI MINHSelección de textosLibro 81 RAZÓN Y REVOLUCIÓN Herbert MarcuseLibro 82 CULTURA Y POLÍTICA - Ensayos para una cultura de la resistenciaSantana - Pérez Lara - Acanda - Hard Dávalos - Alvarez Somoza y otrosLibro 83 LÓGICA Y DIALÉCTICAHenry LefebvreLibro 84 LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINAEduardo GaleanoLibro 85 HUGO CHÁVEZJosé Vicente RangélLibro 86 LAS GUERRAS CIVILES ARGENTINASJuan ÁlvarezLibro 87 PEDAGOGÍA DIALÉCTICABetty Ciro - César Julio Hernández - León Vallejo OsorioLibro 88 COLONIALISMO Y LIBERACIÓNTruong Chinh - Patrice LumumbaLibro 89 LOS CONDENADOS DE LA TIERRAFrantz FanonLibro 90 HOMENAJE A CATALUÑAGeorge OrwellLibro 91 DISCURSOS Y PROCLAMASSimón BolívarLibro 92 VIOLENCIA Y PODER - Selección de textosVargas Lozano - Echeverría - Burawoy - Monsiváis - Védrine - Kaplan y otrosLibro 93 CRÍTICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICAJean Paul SartreLibro 94 LA IDEA ANARQUISTABakunin - Kropotkin - Barret - Malatesta - Fabbri - Gilimón - Goldman

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Libro 95 VERDAD Y LIBERTAD Martínez Heredia - Sánchez Vázquez - Luporini - Hobsbawn - Rozitchner - Del Barco

LIBRO 96 INTRODUCCIÓN GENERAL A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICAKarl Marx y Friedrich EngelsLIBRO 97 EL AMIGO DEL PUEBLOLos amigos de DurrutiLIBRO 98 MARXISMO Y FILOSOFÍAKarl KorschLIBRO 99 LA RELIGIÓNLeszek KolakowskiLIBRO 100 AUTOGESTIÓN, ESTADO Y REVOLUCIÓNNoir et RougeLIBRO 101 COOPERATIVISMO, CONSEJISMO Y AUTOGESTIÓNIñaki Gil de San VicenteLIBRO 102 ROSA LUXEMBURGO Y EL ESPONTANEÍSMO REVOLUCIONARIOSelección de textosLIBRO 103 LA INSURRECCIÓN ARMADAA. NeubergLIBRO 104 ANTES DE MAYOMilcíades PeñaLIBRO 105 MARX LIBERTARIOMaximilien Rubel

LIBRO 106 DE LA POESÍA A LA REVOLUCIÓNManuel RojasLIBRO 107 ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIASergio BagúLIBRO 108 COMPENDIO DE HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESAAlbert SoboulLIBRO 109 DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE. Historia de la Revolución Francesa

Albert SoboulLIBRO 110 LOS JACOBINOS NEGROS. Toussaint L’Ouverture y la revolución de HaitCyril Lionel Robert JamesLIBRO 111 MARCUSE Y EL 68Selección de textosLIBRO 112 DIALÉCTICA DE LA CONCIENCIA – Realidad y EnajenaciónJosé RevueltasLIBRO 113 ¿QUÉ ES LA LIBERTAD? – Selección de textosGajo Petrović – Milán KangrgaLIBRO 114 GUERRA DEL PUEBLO – EJÉRCITO DEL PUEBLOVo Nguyen GiapLIBRO 115 TIEMPO, REALIDAD SOCIAL Y CONOCIMIENTOSergio Bagú

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MIRA MI GUERRILLERACaupolicán Ovalle

Mira, mi guerrillera,mira mi compañera,mi comandante quiereque tú dispares en la primerabatalla que te presentescuando tú bajes a la ladera;batalla que te presentescuando tú bajes a la ladera.

Mira, mi guerrillera,mira, mi compañera,rómpele al Sol la carasi no te alumbra sobre las piedras.

Los rayos besen tus labios,tus labios de guerrillera;Los rayos besen tus labios,tus labios de guerrillera.

Cuando en la batallabusques la primavera,mira que yo estarépara quitarte las balas;las balas que no te toquen,que no te toquen las balas;las balas que no te toquen,que no te toquen las balas.

Si la lluvia de balascae como el granizo,mira que yo estarépara taparte la cara,tu cara que es tan bonita,que es tan bonita tu cara;tu cara que es tan bonita,que es tan bonita tu cara.

Mira, mi guerrillera,mira, mi compañera,mira que yo estarétapando con mi bandera;mira que yo estarétapando con mi bandera!

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https://elsudamericano.wordpress.com

HIJOSLa red mundial de los hijos de la revolución social

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PROPUESTA DE INTERPRETACIÓNSergio Bagú

ÍNDICE GENERAL

PrefacioIntroducción: PLANTEAMIENTO INICIALa. El hombre como personalidadb. La relación fundamental: realidad social y conocimiento de la realidad social

Primera Parte: EL UNIVERSO DE LA REALIDAD SOCIAL

I. LA REALIDAD SOCIAL SEGÚN LA TEORÍA DE OCCIDENTEa. El significado histórico de un origenb. Los contenidos de la teoría

1. La regularidad de los fenómenos socialesb.1.1] El concepto de estructura según las ciencias no socialesb.1.2] El concepto de estructura según las ciencias socialesb.1.3] Las estructuras de lo social comúnmente admitidas

2. La secuencia de los fenómenos sociales3. El campo de observación

b.3.1] La economía: mundo sin inframundob.3.2] La sociología: conducta admitida sin conducta desviadab.3.3] La teoría política: poder sin violencia

c. El conocimiento no incorporado a la teoríad. El lenguaje, de las ciencias de lo sociale. La cosmovisión subyacente

II. PRIMERA MEDITACIÓN SOBRE LA NATURALEZA PE LA REALIDAD SOCIAL

a. Materia prima: una realidad relacional con tres elementosb. Conjuntos reiterados: materia prima más otro elemento

III. LA GÉNESIS DE LA REALIDAD SOCIAL

a. Algunas posiciones epistemológicasb. La causalidadc. El principio genético

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IV. EL TIEMPO DE LA REALIDAD SOCIAL

a. El tiempo y sus dimensionesb. Transcursoc. Espaciod. Intensidade. Sobre el concepto de sistema socialf. Sobre el concepto de estructura

V. EL ORDENAMIENTO DE LA REALIDAD SOCIAL, SEGÚN LA DISTRIBUCIÓN DE FUNCIONES

a. Los sistemas de distribución de funciones: lo necesario y lo no necesariob. El para qué de la estratificaciónc. La estratificación y el poder-violenciad. La estratificación y los ejes de distribución de funcionese. La naturaleza relacional de las etniasf. Ordenes, estamentos, castas, clases; g. La estratificación: un macrosistema de micro-sistemas h. Distinciones

Segunda Parte: EL UNIVERSO DEL CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD SOCIAL

VI. LA APTITUD GNOSEOLÓGICA

a. Hacia una teoría del conocimiento de la realidad social, 1

b. Hacia una teoría del conocimiento de la realidad social, 2

c. La aptitud gnoseológica: su naturaleza y su génesis ambivalented. La determinación personal en la aptitud gnoseológicae. La determinación social en la aptitud gnoseológica

1. El tipo de sociedad global en la aptitud gnoseológicae.1.1] Schumpeter y Godelier: la lógica de lo económicoe.1.2] Keynes: el tiempo y los economistase.1.3] Ossowski: las clases sociales en la Unión Soviéticae.1.4] Adorno: la paranoia de lo reale.1.5] Miegge: la religión del neocapitalismoe.1.6] El caso más reciente: la atemporalidad de la felicidad social

2. Las diferentes posiciones del observador participante3. Individuo e historia en la aptitud gnoseológica

f. Una intergeneración incesante y desigual

SÍNTESIS

OBRAS CITADAS

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Sergio Bagú

PrefacioEn cierta medida, esta obra tiene el valor de un testimonio. De viajar y veren América Latina –miseria y opresión en un marco de enormes recursosnaturales–, de estudiar sus problemas y de la tarea de cátedra fuesurgiendo una grave duda. La de que hay una teoría del fenómeno socialque se encuentra radicalmente sobrepasada por la realidad. Es laelaborada en los centros culturales de Occidente y traducida en AméricaLatina al idioma vernáculo. En esa teoría hay un porcentaje grande dehallazgo; otro, mucho mayor, de culteranismo y artilugio profesional.

América Latina, continente colonizado desde hace siglos, pagó y siguepagando tributos de sangre y especie. Tributos rindieron también susintelectuales en el mundo de las ideas y en eso están aún no pocos. Latraducción sigue siendo, en sofocante escala, la vara con la cual se midentanto el mérito profesional del teórico como el empuje del revolucionario.Percibimos ya, sin embargo, los síntomas de una nueva actitud: laconquista del derecho a la propia opinión, respetuosa de los antecedentespero liberada de toda reverencia inhibitoria.

Hubo un momento en que tomamos la decisión de suspenderlo todo –loslibros inconclusos, la tarea de cátedra– y repensar nuestra temática deprincipio a fin. Esta obra es el primer mensaje de ese repensar en libertad.Es una propuesta sobre los puntos de partida.

Sus páginas están escritas con la mayor claridad que nos ha sido posiblealcanzar. Nos propusimos ponerle fecha a todo, definirlo todo. Pero estono es garantía de victoria. Construir teoría es elaborar ¡o abstracto y enese terreno es fácil cometer el pecado de la oscuridad de expresión.Hemos pecado, con seguridad, pero lo cierto es que en todo momentotratamos de no hacerlo.

Algo de lo que hemos aprendido enseñando está volcado en estas páginas.Hay algunas experiencias docentes particularmente ligadas a lo que aquídecimos: los cursos sobre sociología económica y sobre historia económicaen la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires;el curso sobre introducción a las ciencias del hombre en la Facultad deFilosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral, Argentina; varioscursos de temporada en la Universidad de la República, Montevideo; elseminario sobre contenidos socio-económicos de la política internacionalen el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile; elseminario sobre corrientes migratorias internas en la UniversidadTecnológica de Piura, Perú; el curso sobre teoría de la historia en el

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Instituto Pedagógico, Caracas; el seminario sobre construcción teórica enciencias sociales, en la Universidad Central de Venezuela; el cursillo sobrehistoria y ciencias sociales en la Facultad de Humanidades de laUniversidad de los Andes, Venezuela.

Por su espíritu y su temática, el simposio sobre política cultural autónomaen América Latina, convocado por la Universidad de la República,Montevideo, nos dejó una rica enseñanza. Nos fue asimismo útil el debatesobre dos fragmentos de este trabajo en el IX Congreso Latinoamericanode Sociología, en México.

El resto de nuestro aprendizaje lo extrajimos conversando, sin tasa nimedida, en tantos países de América Latina y en el contacto con la masapopular y la juventud.

S.B.

Buenos Aires, 1970.

Nota referente a la segunda edición

Esta segunda edición reproduce el texto de la primera con muy escasasaclaraciones y la corrección de algunas erratas.

S. B.

Reconocimiento

Dejamos constancia de nuestra gratitud a Rosa Cusminsky de Cendrero,Heinz R. Sonntag y Gregorio Weinberg, que contribuyeron a aclararnuestras ideas.

Nota a la Tercera Edición

No se han advertido erratas en el texto de la segunda edición, por lo que se lo hareproducido en la tercera sin alterarlo.

Al redactar esta Nota en la Universidad Nacional Autónoma de México, a la queme he incorporado como profesor visitante, debo necesariamente un recuerdo alos investigadores y docentes de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,de la que soy miembro, porque algunos de los planteamientos expuestos en estaobra fueron motivo de análisis y debates fecundos realizados durante tres años enla institución.

S. B.

A Clari y Claudio colaboradores.

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Sergio Bagú

IntroducciónPLANTEAMIENTO INICIAL

a] EL HOMBRE COMO PERSONALIDAD

“Lo esencial en todo aquello que ayudó al hombre a salir, por decirloasí, de la naturaleza –comprueba Martin Buber (1950, 191)– y, apesar de su debilidad como ser natural, a mantenerse frente a ella [...]fue que se uniera a sus semejantes”.

No hay ser humano sino en el contacto con seres humanos.

Comparte el hombre esta condición de su existencia con los otros primatesque le precedieron en la escala filogenética, como el australopiteco, formatardía de oreopiteco, así como probablemente las formas tempranas deesta variedad, que algunos paleontólogos ubican hace 5.000.000 de años.También con otros mamíferos, insectos y seres vivos de organizaciónelemental.

Hay dos escalas de complejidad en esta condición. En una, el ser vivo es ono es, vive o muere según se mantenga, o no, su íntima conexión conotros seres de su especie, como en los casos del hombre y algunosorganismos muy elementales. En otra, el ser vivo sólo puede llegar a ser –es decir, desarrollar su potencial– mientras mantenga esa íntima conexión.Es también el caso del hombre y, además, de algunos de sus antepasadosmás inmediatos. En la primera escala lo que está en juego es la existenciamisma del individuo; en la segunda, el grado de desarrollo de suexistencia.

En la vasta serie de la evolución de las especies, el hombre, primatesuperior capaz de descubrir nexos entre fenómenos e inventar símbolosmúltiples, sólo pudo sobrevivir porque sobrevivió el grupo de sus iguales.Lo que tenía de biológicamente diferente –su sistema nervioso y, enparticular, su corteza cerebral– necesitaba para desarrollarse del contactoincesante con otros miembros de la nueva especie. Si el homo erectus,una vez aparecido en el cuadro de la vida sobre la tierra, no hubiera podidoseguir existiendo en grupo, de él no habría surgido el hombrecontemporáneo, sino que habría revertido a tipos inferiores de evolución o,quizá, desaparecido radicalmente.

A manera de referencia para toda su teoría del fenómeno humano, Teilhardde Chardin escribió una frase –“el fenómeno social: culminación, y noatenuación, del fenómeno biológico” (1955, 247)– que, en el contexto de suobra, puede interpretarse en más de un sentido. Uno de ellos es que lapersonalidad del ser humano sólo puede lograrse como fenómeno social.Queda eliminada cualquier concepción de lo humano como dado, en todasu realidad, desde que el hombre como individuo surge a la vida.

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No se trata de hábito ni de condicionamiento, sino del contenido delproceso genético en cada miembro de la especie. Engels y Marx lograrondecirlo en estilo preciso:

“Los individuos se hacen los unos a los otros, tanto física comoespiritualmente, pero no se hacen a sí mismos” (1846, I, 2, 40).

Los dos jóvenes pensadores alemanes escribían 37 años después delprimer anuncio evolucionista de Lamarek y 12 antes de la lectura públicaconjunta de los trabajos fundadores de Darwin y Wallace. En esemanuscrito del año 46, que ellos no publicaron en vida, se habíanpropuesto, tan sólo, “esclarecer las cosas ante nosotros mismos”. Cuandofue hallado, algunos de los pasajes aparecían suprimidos, al parecer porpropia mano de los autores. En uno de éstos se lee nada menos que losiguiente: “Reconocemos solamente una ciencia: la ciencia de la historia”(ibídem, Apéndice, 676). Como al comenzar el manuscrito habían dejadoestablecido que “la primera premisa de toda historia humana es,naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes” (ibídem, I, II,19), si no hubieran eliminado aquel pasaje, esta “primera premisa” habríasido aplicada a la única ciencia del hombre por ellos reconocida.

Esta “primera premisa” es tan válida hoy como cuando ambos laenunciaron. De ella partimos nosotros también para nuestro análisis,porque de hombres vamos a hablar. Sólo que, para comprender sualcance, debemos agregar las dos observaciones siguientes:

1. El desarrollo mental posible del ser humano es la consecuencia deuna conformación del cerebro que ya existe en las etapas primerasde la historia de la especie, cuya antigüedad se calcula encentenares de miles de años (para algunos paleontólogos, muchomás de un millón); así como en una etapa muy temprana en lahistoria personal de cada individuo. Entre el punto de partida de lahistoria personal de un ser humano normal cualquiera y su edadadulta hay una línea de desarrollo efectivo de la capacidad mentalextraordinariamente más prolongada que la que se tiende entre losdos polos correspondientes en la historia de cualquier otro ser vivode una especie no humana.

2. La posibilidad de que el individuo hombre recorra esa distanciadepende de cierto medio bioquímico aún no bien conocido, y deltipo de participación que ese individuo tenga en la producción de larealidad social. En una magnitud mucho mayor que cualquier otrosistema de materia viva, el sistema nervioso de un ser humanonecesita para su desarrollo del constante intercambio con los deotros seres humanos. Ese intercambio se efectúa por medio de unorden instrumental formado por un complejo de signosconvencionales y de otros órdenes instrumentales o simbólicos (II).

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Sergio Bagú

Partiendo de ambas observaciones, podemos formular una hipótesis. Si elproceso de desarrollo de la capacidad mental de un individuo a lo largo deuna existencia de duración media –en la actualidad, de 70 a 75 años en lospaíses industriales más avanzados– es sumamente prolongado; si laposibilidad de ese desarrollo se encuentra, en alta proporción, determinadapor la realidad social y por la participación, es lógico suponer que loslímites de su desarrollo mental posible puedan aún ampliarse considerable-mente. En otras palabras, sufriendo el tipo de realidad social radicalestransformaciones y alterándose de modo también sustancial el tipo departicipación que el individuo tenga en la producción de esa realidad, esmuy probable que su capacidad mental se desarrolle mucho más allá delos límites conocidos.

Esta hipótesis nuestra contrasta fuertemente con la opinión de algunosbiólogos contemporáneos según quienes, al elevarse la tasa decrecimiento vegetativo en los sectores de la población mundial decoeficiente mental inferior, el nivel promedio de inteligencia tiende adisminuir, debido a que el factor genético es uno de los dos quedeterminan el desarrollo de la capacidad mental. El otro es el ambiente,que los biólogos referidos admiten, pero cuya función determinante noexplican, o bien explican de modo tan mecánico y elemental que suanálisis no se puede expresar en términos específicamente histórico-sociales. Este planteamiento, por lo demás, parte de la identificación decapacidad mental potencial con nivel intelectual concreto, medido éstemediante cierta clase de tests que, no por extraña coincidencia, haceaparecer los niveles mentales mínimos en los sectores de población demenor capacidad económica. En rigor, el único fenómeno de existenciacomprobada entre los que mencionan estos biólogos es el aumentorelativo y absoluto de los pobres en muchas regiones del mundo.Traduciendo sus experiencias en términos profesionales, afirman ellos queel nivel promedio de la inteligencia desciende. No existe, sin embargo,ninguna metodología rigurosa que pueda avalar esta conclusión.

b] LA RELACIÓN FUNDAMENTAL: REALIDAD SOCIAL Y CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD SOCIAL

Hemos hablado de intercambio pero, al finalizar nuestra introducción,comprobamos que el vocablo no nos es fiel. Lo que, en realidad, queremosdecir es inter-génesis. Los seres humanos se intergeneran recíproca eincesantemente.

La realidad social, esa intergénesis de lo humano, es nuestra condición devida y, a la vez, la materia de nuestro conocimiento de lo social. Esos dospolos de la relación, sin fundirse, sólo se explican como partes de unmismo proceso. El nexo que se establece entre ambos no es del tipo quese presenta entre dos objetos inanimados, sino de otro tipo especial.

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Esforzarse por conocer es partir de la hipótesis de que lo cognoscibleposee una organización. Es el primer requisito de toda ciencia. Esforzarsepor conocer el conocimiento de lo social y lo social mismo es suponerlesorganizados. Ni lo social es un azar, ni lo conocemos por azar.

Fuera de las dudas que puedan oponerse a lo que el hombre conoce hastaahora de lo social –en la misma medida en que hay dudas acerca decualquier conocimiento empírico o científico–, está fundada la suposiciónde que es muy vasto lo que al hombre le resta aún por conocer en eseorden. Pensamos en aquellas sociedades extinguidas que hasta ahoraapenas han sido investigadas y en las muchas que suponemos que hanexistido sin que aún las hayamos descubierto. Pensamos, asimismo, enesas fracciones de nuestra propia realidad social cuya exteriorizaciónvemos, pero cuya naturaleza no comprendemos.

Por eso podríamos llamar cognoscible a la realidad que tomamos comouno de los dos términos de nuestra relación fundamental; cognoscible nosignifica aquí –actitud pesimista– aquello que se opone a lo que no escognoscible para el hombre, con lo cual se admitiría que hay algo de losocial que el hombre nunca podrá llegar a conocer, sino –actitud optimista–el conjunto de lo que ya conocemos y de lo que podremos llegar a conocer.Un horizonte abierto a la investigación creadora.

La aclaración no es ociosa. Tenemos la convicción de que la naturaleza denuestra relación fundamental (realidad social-conocimiento de la realidadsocial) depende, entre otros factores, de ese fragmento quedesconocemos de la realidad social pasada y de la actual.

Nuestro propio déficit pasa, así, a formar parte de nuestra dinámica.

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Primera ParteEL UNIVERSO DE LA REALIDAD SOCIAL

Capítulo ILA REALIDAD SOCIAL SEGÚN LA TEORÍA DE OCCIDENTE

a] EL SIGNIFICADO HISTÓRICO DE UN ORIGEN

Lo que hoy conocemos como ciencias sociales es, en gran medida,creación de las culturas de los países centro-occidentales de Europa y deEstados Unidos.

La historia escrita, como modo de dejar constancia del pasado, es hija demuchas culturas anteriores a las occidentales, si bien la historiografía quese cultiva en Occidente nace en Grecia antes de Cristo. En cambio, losmodos conceptuales y las técnicas de investigación de la historiainstitucional y política tales como nos han llegado se desarrollan en Europacentro-occidental a partir del Renacimiento. La historia económica y lasocial son, como especialidades, productos aún más auténticos de lacultura europea. Poco después que los fundadores de la teoría económicaen los siglos XVII y XVIII aislaron el fenómeno de la producción, circulacióny consumo de bienes como campo observable, el dato económicocomenzó a entrar en la historiografía. Hacia fines del siglo XIX ya hayobras dedicadas totalmente al análisis del proceso histórico-económico. Larealidad de las clases sociales, de los modos de vida diversos que ellasimplican y de sus conflictos, aunque jamás ausentes de la producciónhistoriográfica occidental, van a perfilar la nueva especialidad de la historiasocial desde fines del siglo XIX

El fenómeno del poder, como expresión de la dinámica del Estado, con unaautonomía de definición que lo emancipa definitivamente de la relacióninmediata con lo divino, lo metafísico y lo ético es lo que plantea comotema de análisis sistemático por primera vez el florentino NicolásMaquiavelo (1469-1527), producto él, cultural, teórico y profesional delEstado-ciudad burgués del Renacimiento.

La economía del capitalismo en Europa occidental inmediatamente anteriora la expansión del uso dé la máquina de vapor y de las máquinas textilespermite objetivar el fenómeno económico como universo complejo al quese le atribuye una lógica autosuficiente. Así es como aparece en la obra deWilliam Petty (1623-1687) y se transforma en teoría autónoma con losfisiócratas franceses de la primera mitad del siglo XVIII y Adam Smith(1723-1790). Lo económico, en toda la pureza de su enunciado, es al fin yal cabo la razón de ser de la burguesía, y no es accidental que La riquezade las naciones aparezca en 1776, año de la independencia de la primerarepública burguesa gigante en la historia de la humanidad.

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Es un economista de la escuela clásica británica, Thomas Robert Malthus(1766-1834), el que atribuye una dinámica intrínseca al fenómeno de lapoblación. Antes que él, también en ambientes burgueses donde seestaban perfeccionando los relevamientos estadísticos para mejorgobernar los hombres y el dinero, había habido autores que creyeronencontrar regularidades matemáticas en los nacimientos y las defunciones.Lo que a Malthus estremece con fuerza y le lleva a pensar en las grandestendencias históricas del crecimiento vegetativo de las sociedadeshumanas es un fenómeno demográfico de origen económico y deproyección política el hacinamiento de población migrante en los núcleosurbanos de una Inglaterra –la de su tiempo– donde la economía capitalistaconstruye a zarpazos una producción rural que necesita menos brazos quela anterior, mientras comienza a echar los cimientos de una producciónurbana que aún no tiene trabajo para ofrecer a la mayoría de los forzadosmigrantes rurales. El panorama de un mundo capitalista industrial enembrión interpretado con mentalidad burguesa: a su contacto nace lademografía en el pronóstico pesimista de Malthus.

Claude Saint-Simón (1760-1825) y Auguste Comte (1798-1857), reconocidosgeneralmente como fundadores de la sociología, parten de los problemasque el desarrollo de la economía capitalista y los conflictos de las clasessociales plantean a una sociedad burguesa. Los cuatro autores a quieneses común atribuir los orígenes de la antropología, que los británicos llamansocial, los estadounidenses cultural y los franceses insisten en seguirdenominando etnología, pertenecen a la segunda mitad del siglo XIX –algunos, publican hasta los primeros años del XX–: Lewis Morgan (1818-1881), estadounidense; Herbert Spencer (1820-1903), Edward BurnettTylor (1832-1917) y John Lubbock (1834-1913), británicos.

Después de siglos de apasionados anticuarios, ya puede hablarse de unaarqueología científica en la primera mitad del XIX, desde Italia y Alemaniahasta Francia y Gran Bretaña. La geografía humana es más joven: Vidalde la Blache la funda en 1922 con sus Principes de géographie humaine.

Con Las leyes de la imitación de Gabriel Tarde (1895) y La psicología delas multitudes de Gustave Le Bon (1895), la existencia de una psicologíasocial se admite sin discusión en Estados Unidos, Francia y otros paísesde Occidente.

Los conflictos sociales y el mundo cultural de la sociedad burguesaoccidental dejan una profunda huella en las categorías de análisis y lametodología con que nacen las ciencias sociales. Ese nexo jamás sefractura en su desarrollo teórico posterior. En Europa occidental y EstadosUnidos la teoría económica de los siglos XIX y XX es una polémicaincesante sobre los procesos e inclusive el destino final del capitalismo talcomo se presenta en esas sociedades, con un mínimo de conocimiento,tanto en los apologistas como en los críticos, de la economía de los paísesno occidentales.

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Sergio Bagú

La sociología tiene una trayectoria algo diferente. La crítica al sistemasocial, muy principalmente la línea de pensamiento impulsada, aunque noinaugurada, por Marx y Engels, hacía teoría económica cuando tenía queopinar sobre la estructura económica, pero hacía historia y filosofía cuandoquería analizar la estructura social. La sociología, en cambio, quedó dehecho reservada a los teóricos que en ningún instante se propusieroncuestionar la validez del sistema: Emile Durkheim (1858-1917), VilfredoPareto (1848-1923), Max Weber (1864-1920), Talcott Parsons (1902- ). Esdespués de 1940 que aparece un autor de primera magnitud en lasociedad estadounidense que, con marcos conceptuales e instrumental deanálisis sociológicos, la impugna en todos los órdenes: C. Wright Mills(1916-1962).

La práctica profesional, particularmente en algunas especialidadessociales, ató tan fuertemente la producción monográfica y la elaboraciónteórica al servicio inmediato de los órganos más representativos delsistema de poder que dejó en ambas una profunda huella integral. Loscasos más notorios se han producido en la economía, la antropología, lasociología y la psicología social.

En muy alta proporción, la elaboración teórica y la metodología económicasse han desarrollado en función de las necesidades de una políticaeconómica a corto y mediano plazo al servicio de las empresas privadas ylos Estados de Occidente.

La antropología social o cultural prosperó en la más estrecha simbiosis conla política colonial de las grandes potencias imperiales. Lo dice conentusiasmo profesional Clyde Kluckhohn:

“Es evidente que los antropólogos poseen conocimientos especiales ydeterminadas destrezas para ayudar a los gobiernos a dirigir las tribusprimitivas y los habitantes de sus dependencias. En ese sentido hansido empleados por los gobiernos de Inglaterra, Portugal, España,Holanda, México [¿dependencias de México?], Francia y otros países.La comprensión de las instituciones nativas es un requisito previo parael éxito de los gobiernos coloniales [no el de México, ciertamente]aunque, hasta ahora, los antropólogos se han utilizado más paraefectuar una política que para formularla. Del gobierno colonial altrabajo sobre problemas de grupos minoritarios en un Estado modernocomplejo sólo hay un paso fácil de dar” (Kluckhohn 1949, 182 lasintercalaciones son nuestras).

Terminante como proclama de amoralidad profesional y de principioteórico: lo que el autor nos está asegurando aquí es que el antropólogo,después de descubrir los mecanismos socio-culturales de una comunidadágrafa para aconsejar a sus dominadores coloniales, estará encondiciones, sólo con dar “un paso fácil”, de comprender, por ejemplo, losde la minoría negra en Estados Unidos para aconsejar a sus dominadoresblancos metropolitanos.

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Tiempo, Realidad Social y Conocimiento

La experiencia abundante de varios decenios indica que el consejo fuelimitadamente útil en el primer caso; inútil en el segundo.

Más modesto en sus aspiraciones profesionales es Howard W. Odum,cuando recuerda que:

“los sociólogos norteamericanos se sintieron muy orgullosos cuandoen 1919 Arthur J. Todd abrió una nueva senda al convertirse enDirector de Relaciones Industriales de B. Kuppenheimer y Cía. Haymucho camino desde entonces a 1940, cuando Herbert Blumer eraasesor de trabajo para más de una de las grandes compañías” (Odum1951, 274).

Los experimentos de Elton Mayo en la Western Electric Company deChicago, en 1926 (Mayo 1933, Caps. III y IV) inauguran una psicologíasocial aplicada a la industria que en Estados Unidos desde entonces, y enFrancia, Alemania y otros países europeos occidentales desde el fin de lasegunda guerra mundial, se va a transformar en un apéndice de laempresa privada.

b] LOS CONTENIDOS DE LA TEORÍA

Esas ciencias sociales de Occidente, hijas de la cultura burguesa, tienenuna fuerte raíz empirista y estructuralista. Las concepciones decididamenteteleológicas, las que aceptan la idea como organizadora de la realidadsocial inmediata y las que hacen intervenir la divinidad como inspiración yfuente de ordenamiento se manifiestan sobre todo en filosofía, filosofía dela historia y en ensayos sobre temas sociales que los científicos socialescomúnmente no registran en la bibliografía especializada.

Claro está que la vocación empirista no es una defensa segura contra lasclaudicaciones no empiristas. La verdad es que las hipótesis implícitas demuchos de los científicos sociales a lo largo de un siglo en Occidente sontan indemostrables como los más radicales planteamientos del idealismofilosófico y de la teología. Pero esto no invalida la nomenclatura: elempirista conserva el derecho al nombre.

Tres principios generales percibimos en las ciencias sociales de Occidente:

1. la creencia en la regularidad de los fenómenos de la sociedad;

2. la noción de que existe un proceso histórico que las sociedadesatraviesan por etapas con un sentido admitido, de uno u otromodo, como progresista;

3. el campo de observación coincide con aquello aceptado comolegal en las sociedades occidentales.

Por la vía del análisis de estos principios nos aproximamos al núcleo de laconcepción de lo social humano construida por las ciencias especializadasde Occidente.

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1. La regularidad de los fenómenos sociales

Parecería el menos específico de los principios porque no hay ciencia sinla hipótesis de que la realidad observable está organizada; en otraspalabras, que sus fenómenos se ajustan a una regularidad cognoscible. Loimportante para nuestro análisis es cómo se origina y se aplica el principioen la historia de la configuración de este grupo de ciencias.

En la cultura occidental, el concepto tiene una prolongada gestación. Elcosmos descubierto por Pitágoras (siglo VI a.C.) es una realidad visiblearticulada por números y formas geométricas invisibles en su existenciapura, concepción en este pensador ya suficientemente madura como paraque Bertrand Russell observe, refiriéndose a él, que las matemáticasconstituyen la fuente principal de la creencia en una verdad eterna yexacta, así como en un mundo supersensible y, a la vez, inteligible (Russell1945, 37).

El Logos de Heráclito (500 a.C. aproximadamente) es, en opinión dealgunos comentaristas de sus textos dispersos, un elemento subyacente yuniversal de coordinación. Aristóteles (siglo IV a.C.) advierte en suMetafísica (Libro XIV, Cap. III) que “la naturaleza no es, al parecer, unmontón de episodios sin enlace”.1 El Dios de los judíos y el de loscristianos no se hacen presentes en la tierra sino para imponer el orden: elcapítulo con que se inaugura el Génesis no sólo describe un milagro decreación sino también de ordenamiento y clasificación. En la tierra“desordenada y vacía”, “separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios ala luz Día, y a las tinieblas llamó Noche”. Luego, producida por su orden laexpansión en medio de las aguas, “separó las aguas que estaban enmedio de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión.” “Yllamó Dios a la expansión Cielos.” “Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a lareunión de las aguas llamó Mares”.

La teología hebraica y la cristiana resuelven el problema de la culpaadmitiendo el libre albedrío de la criatura humana envuelta en sucircunstancia terrenal. Pero ésta no es caótica aunque Dios, en virtud deuno de sus misterios, no la gobierne en lo inmediato: está sujeta también aun ordenamiento de causa y efecto que se origina en la causa primera. Laescolástica medieval admitió sin esfuerzo este tipo de causalismo unilinealcomo parte de su teoría del ser, volcando el argumento teológico endefensa del principio de la regularidad: una ontología al servicio de uncausalismo omnirregulador. Tomás de Aquino (1224/5-1274), con cuyaobra culmina la escolástica, descubre en todo lo creado una regularidadinteligente, cuya lógica e intencionalidad han sido impuestas por Dios,como advierte Gilson (1947, 531).

1 Este pasaje de Aristóteles y los que siguen están transcriptos de la versión española de Patricio deAzcárate.

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Para algunos historiadores de la filosofía occidental, el escolasticismofinaliza con Guillermo de Ockham (1300-1350 aproximadamente). Russellsostiene, en cambio, que en cuanto a ideas, el mundo moderno se inicia enel siglo XVII (Russell 1945, 525). El período que corre entre un momento yotro es el del pre-Renacimiento, el Renacimiento y la Reforma. Ningúnitaliano del Renacimiento –nos asegura– hubiera sido ininteligible paraPlatón o Aristóteles; Tomás de Aquino hubiera podido comprender aLutero. Hay otra opinión más apologética del contenido renovador de lanueva actitud cultural del Renacimiento que ha sido sostenida conentusiasmo por toda una importante corriente de pensamiento de los siglosXIX y XX: el Renacimiento, expresa, es el fruto inmediato de la victoria dela economía capitalista basada en el dinero y la libertad de empresa y delconsiguiente triunfo social de la burguesía, con lo cual se produce unaruptura definitiva con la realidad económico-social y la visión cultural de laEdad Media. Von Martin, que acepta esta posición, la ha aplicado alproceso con criterio sociológico: para él el desplazamiento de la causaprimaria metafísica a un plano secundario, a la vez que el consiguienteascenso de las causae secundae (los encadenamientos causales de losfenómenos naturales) al primer plano constituyó “la reflexión ideológica dela lucha por la emancipación de la burguesía” contra la tutela clerical (VonMartin 1932, 20). En otras palabras, la victoria de la economía monetariacapitalista y de la libre empresa y su racionalismo, observado por Simmel.

En realidad, la burguesía del Renacimiento, como la de las épocasposteriores, aplicó un principio racionalista para ordenar sus propiosnegocios y otro irracionalista para ordenar el contexto social y económicoglobal. Su defensa de la libre empresa estuvo, durante el Renacimiento ylos siglos siguientes, alternada con su defensa del privilegio del artesanode tan fuerte raigambre medieval y abandonada sin vacilar todas las vecesque la saturación del mercado o la posibilidad de una combinación decapitales hacían más provechoso el monopolio o el oligopolio.

Nos parece cierto, empero, que su ascenso como clase social desde laBaja Edad Media está fuertemente ligado a una búsqueda, todavíaincipiente, de la lógica intrínseca de algunos mecanismos sociales. Surgetambién entonces, debe recordarse, un Estado que crea su propiadinámica política y a menudo se enfrenta, en el terreno del poder, con laorganización eclesiástica.

En Marsiglio de Padua (1275/80-1343) ya se encuentra la búsqueda deuna razón de ser propia del fenómeno político. Las utopías renacentistas,como la de Tomás Moro (1516) y los manuales para príncipes, como el deMaquiavelo (1513), son también exploraciones en la naturaleza de lasrelaciones políticas y de la organización social, sin que los autores haganmediar la divinidad para explicarla.

Pero es incuestionable, asimismo, que el siglo XVII inaugura definitiva-mente la nueva actitud científica. No se trata de que el principio divino y losentes metafísicos hayan quedado expresamente desterrados del

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pensamiento científico, sino que, aunque se les mencione, su conexión conlos fenómenos naturales y sociales aparece demasiado lejana, mientrasque el filósofo y el investigador descubren a partir de ahora en losprocesos un grado mucho mayor de complejidad e integración, quecomienzan a explicar mediante leyes y tendencias que son lógicamenteválidas sin ninguna apelación a una instancia superior.

En la historia de las ciencias del hombre, Descartes (1596-1650) se ubicaen el cruce de los caminos fundamentales. Tenía quince años cuando seanuncian los primeros descubrimientos de Galileo, lo que implica que supropia obra la escribe mientras progresa la revolución en las matemáticasy las ciencias de la naturaleza. La suya es, como él lo especifica en unacarta dirigida en 1649 a Freinshemius, profesor de la Universidad deUpsala,”una nueva filosofía” que, sin embargo, no puede dañar “ni a lareligión ni al Estado” (Discurso del Método, 6ª parte), es decir, los dosgrandes poderes que se habían enfrentado tan duramente desde la BajaEdad Media. Debemos creer en la honestidad de su posición: laheterodoxia cartesiana no está dirigida a conmover el orden socialexistente, sino a racionalizarlo frente a la gran revolución científica yfilosófica de su tiempo.

La sexta de sus Reglas para la orientación del espíritu contiene elementossuficientes para constituir el preanuncio del tratamiento estructural de larealidad social. Si la epistemología cartesiana hubiera triunfado en lassiguientes etapas de la historia del pensamiento occidental, el concepto deestructura de lo social hubiera sido un modelo metodológico racional nodialéctico, con un escalonamiento de lo simple a lo compuesto, quehubiera permitido captar algunas escalas de integración, aunque sin sucorrespondiente dinámica histórica.

b.1.1.] El concepto de estructura según las ciencias no sociales

Es oportuno advertir aquí que la hipótesis, que hemos,mencionado comoindispensable a todo desarrollo científico, de que el campo observableresponde a cierto ordenamiento fundamental, puede ser también. el puntoinicial de un planteamiento teológico o de otro metafísico, que reconozcanla existencia de un mundo rigurosamente ordenado por un dios o porprincipios inmutables de naturaleza extrahumana. En el mundo occidental,el pensamiento científico a partir del siglo XVII se concentra en laexplicación de ordenamientos en un nivel inmanente aunque, hasta yaavanzado el XIX, no deja de admitir la existencia simultánea de unainstancia divina.

Buscando la razón de ser de una realidad –tratando de comprender– sellega pronto en la filosofía del pensamiento científico occidental a:

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a) una explicación de orden causal (sobre la que hablaremos en III. b);b) una explicación que tiende a articular un todo coherentemente.

El primer tipo de explicación se ha conectado siempre con un planotemporal, con la idea de la secuencia; el segundo, con un plano espacial,con la distancia física. El investigador ha reconstruido el cuadro de lasregularidades de un conjunto en función de una coordenada espacio y otracoordenada tiempo.

Esta idea fundamental fue conduciendo a otras derivadas, queenriquecieron sucesivamente el cuadro epistemológico. Ordenamientosignifica relaciones equilibrantes, composición dinámica, distribución ycompensación de funciones, formación de conjuntos, interrelaciónpermanente entre un conjunto y sus partes. Por esa línea lógica se llega acategorías epistemológicas que fueron elaboradas con mayor rigor en lossiglos XIX y XX.

Siguiendo esa continuidad de pensamiento dentro del área de la culturaoccidental, el concepto de regularidad de los fenómenos, persistentementegestado desde los días de las ciudades griegas, se va a ir transformando,a partir del siglo XVII, en el concepto de estructura en las matemáticas ylas ciencias de la naturaleza. Las expresiones que recordamos acontinuación son las más conocidas, aunque también las más brillantes yavanzadas de estos modos de interpretar aceptados en escalaprogresivamente mayor por la comunidad científica.

La búsqueda de una mecánica del cosmos que pueda expresarse entérminos matemáticos va a conducir a una imagen, cada vez másintegrada y compleja, de equilibrios recíprocos. Las siete hipótesis queCopérnico redacta alrededor de 1530 proponen una unidad de distancias ymovimientos recíprocamente equilibrantes entre los cuerpos del sistemasolar. Partiendo de Copérnico y Tycho Brahe, el descubrimiento que haceJohann Kepler (1571-1630) de que los planetas se mueven en elipse lelleva a la revolucionaria conclusión de que el conjunto del universoresponde a un ordenamiento. Es la matematicidad del movimiento en elcosmos.

“Concebí la teoría –refiere él mismo, conservando en su estilo el climaemocional del gran hallazgo– el 8 de marzo de 1618. La sometí aprueba sin éxito y, por esa razón, la rechacé como falsa; perofinalmente la retomé el 15 de mayo y, mediante una nueva arremetida,ella dominó, como por asalto, las sombras de mi mente, con tancompleto acuerdo entre mis diecisiete años de labor sobre lasobservaciones de Brahe y mi propio estudio que en el primermomento creí que estaba soñando y que tomaba como principioaceptado lo que aún era un tema de investigación. Pero el principioera incuestionablemente verdadero y bien exacto: el tiempo periódicode dos planetas cualesquiera es recíproca y exactamente como loscubos de las raíces cuadradas de sus distancias medias”.

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O lo que es lo mismo, el cuadrado del tiempo de revolución de un planetaes al cuadrado del tiempo análogo de otro como los cubos de susrespectivas distancias medias al sol entre sí.

Galileo Galilei (1564-1642), su contemporáneo, enuncia leyes generalesdel movimiento e Isaac Newton (1642-1727), que nace en el año de lamuerte de Galileo, hace de la física, no ya un conjunto de explicacionessobre los fenómenos concretos, sino todo un sistema de relaciones ycambios constantes. Lo que es perfectamente seguro –explica en elprefacio de sus Principios matemáticos de la filosofía natural– se llamageometría; lo que es menos seguro, mecánica. “Yo estudio filosofía [en elsentido de principios fundamentales] más que artes [en el sentido detécnicas]”, por lo cual, agrega, “ofrezco este trabajo como los principiosmatemáticos de la filosofía”. La suya es, nada menos, “la explicación delSistema del Mundo”. Y enseguida:

“Desearía poder derivar el resto de los fenómenos de la Naturalezamediante la misma clase de razonamiento partiendo de principiosmecánicos, porque hay muchas razones que me inducen a sospecharque todas pueden depender de ciertas fuerzas por las cuales laspartículas de los cuerpos, por algunas causas hasta ahoradesconocidas, son impulsadas las unas hacia las otras hasta lograrcohesión en formas regulares, o bien son repelidas y se alejan unasde otras”.2

El mundo físico aparece explicable dentro de un mundo matemático queincluye el pronóstico, es decir, la hipótesis sobre lo futuro. Este últimoconcepto será trabajado simultáneamente por varios matemáticos y físicosde la segunda mitad del siglo XVII.

En el fondo de estos modos de interpretar la realidad física, late laconcepción de un ordenamiento general, de un conjunto determinable dechoques y relaciones de cuerpos y fuerzas en un espacio físicomensurable, de un transcurso de los fenómenos en series de causa-efectodentro de una categoría de la realidad distinta del espacio, aunque siempreconectada con éste. Es el triunfo de la mecánica. O, para ser más fiel aNewton, el triunfo de una mecánica engarzada sobre una geometría.

El espacio es aquí una categoría física dentro de la cual los objetosexisten, se desplazan y chocan entre sí. Esos movimientos, lejos deproducirse al azar, están sometidos a leyes permanentes, que puedenexpresarse con signos totalmente abstractos, cuyas combinacionespermiten pronosticar. Un espacio cruzado por el tiempo: dos categorías dela realidad.

2 Los textos de Kepler y Newton están tomados de la antología de Boynton (1948) y traducidos delinglés por nosotros. Las intercalaciones son nuestras.

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Algunos de los principios fundamentales de esta concepción de la lógicadel mundo físico sólo fueron cuestionados en el siglo XX, con la teoríaeinsteiniana de la relatividad, la física de los quanta, el principio deindeterminación y otras corrientes del pensamiento físico-matemáticocontemporáneo.

Durante los siglos XVII y XIX, en las ciencias del mundo orgánico nohumano se arraiga, cada vez con mayor fuerza, una visión globalizadora,de interrelaciones y agrupamientos cualitativos.

La botánica moderna nace con Carl Linnaeus (1707- 1778) y su colosalesfuerzo de clasificación. Georges Cuvier (1769-1832), que adhiere avarios arcaísmos teóricos, insiste en el principio de la correlación de laspartes como básico para su clasificación de los animales. Jean BaptisteLamarck (1744-1829) inaugura con vigor la fecundísima corriente delpensamiento evolucionista. Charles Darwin (1809-1882) y Alfred RussellWallace (1823-1913) enuncian simultáneamente la teoría de la evoluciónde las especies, en cuyo fondo descansa la visión general de un vastísimomundo que se ordena y se integra, en etapas y niveles. Las ideas deorganización y equilibrio, fundamentales en el análisis de cada ser vivo enrelación con la historia de su especie respectiva, se aplica asimismo alhábitat –o, más bien, a la relación ser vivo-hábitat– y a la relación entre lasespecies y entre ejemplares de la misma especie.

La geología, iniciada por James Hutton (1726-1797) y Charles Lyell (1797-1875), pertenece a esta misma gran corriente del razonamiento científicoque estamos evocando. Sus hallazgos han permitido reconstruir una partede la historia de la tierra, relacionar la evolución de los estratos geológicoscon la de las especies vivas y reconstruir el circuito ser vivo-hábitat.

La cibernética, en lustros muy recientes, ha reforzado considerablementela idea de la integración estructurada, con sus operaciones decoordinación, información, comando y retroalimentación.

b.1.2] El concepto de estructura según las ciencias sociales

Hay cierto paralelismo histórico en el desarrollo del concepto de estructuraen las ciencias de lo social y en las otras ciencias dentro de la cultura deOccidente. A veces parece incuestionable que aquéllas han seguido lasideas nuevas introducidas en éstas. Descartes, por ejemplo, se proponeexplícitamente trasladar la lógica de la mecánica y la física de su tiempo alestudio de los fenómenos del hombre y de la sociedad. Pero hay casos enque la inversa es lo cierto.

Desde comienzos del siglo XVIII el pensamiento europeo sobre lo social seencuentra ya maduro para volcarse sobre los fenómenos sociales entérminos de estructura y de espacio organizado. No es ésta siempre laactitud predominante: autores hubo en todas las épocas que no advirtieron

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más realidad que el hombre mismo considerado como entidad completa eindependiente. Pero la trayectoria del pensamiento occidental sobre elhombre y su sociedad durante los siglos XVIII, XIX y XX puedeconsiderarse como una victoria cada vez más amplia de aquella actitudfrente a ésta.

En sí misma, esa tendencia tiene su historia y sus modalidades, que sóloseñalaremos en este trabajo en cuanto se refiera a nuestra finalidad.

Es importante comprobar que la sospecha de que existe una matrizmatemática que actúa en algunas expresiones de lo social aparecetempranamente. Se encuentra ya en la tentativa de Pascal (1623-1662),filósofo y matemático, de aplicar el cálculo de probabilidades a algunasrelaciones entre los hombres y a la creencia en Dios. En los primeros añosdel siglo XVIII, Jacques Bernouilli –matemático suizo a quien se debenimportantes contribuciones al cálculo diferencial e integral y a la teoría delas probabilidades– propone que se aplique el cálculo de probabilidades almundo de lo moral y de lo económico, con lo cual está trasladando unproceso de cambio revolucionario en la mecánica y las matemáticas alpensamiento sobre lo social. Ya en 1690, William Petty había sostenido enuna obra –que tituló, significativamente, Aritmética política– que los temaseconómicos podían ser explicados con números. Petty, es importanterecordarlo, vive en una Inglaterra en rápido desarrollo capitalista y élmismo es un empresario afortunado. Son su mundo inmediato y su propiaexperiencia personal los que le mueven a proponer una metodologíaeconómica que ya anuncia la aparición de una nueva ciencia.

Dudley North publica en 1691 un trabajo sobre comercio internacional en elque sostiene que el mundo forma una unidad económica. Dos categorías:conjunto funcional orgánico y espacio económico. La gran expansión delcomercio internacional, victoria del capitalismo, proyecta sobre la mentedel temprano economista británico dos modos de ordenamiento quesobrevivirán estrechamente entrelazados en la teoría económica de lostiempos siguientes.

En los utopistas y en los filósofos sociales que escriben entre mediados delsiglo XVIII y mediados del XIX, la idea de la organicidad de lo social palpitacon fuerza, a veces subordinada a la voluntad divina. En las “acciones delos hombres”, así como “en el orden físico del mundo”, “todo marcha conun concierto maravilloso; parece que el Todopoderoso hubiera librado a lascausas secundarias y los efectos particulares a sí mismos”, observaMorelly (1755, 3ª parte; trad. nuestra), si bien el descubrimiento de esaarmonía no le mueve a defender el statu quo, sino a proponer su propiautopía.

Es Adam Smith, ya se sabe, quien traza el cuadro maestro de la economíacapitalista: un mecanismo perfecto de equilibrios, desequilibrios y otra vezequilibrios, donde todo se compensa recíprocamente, a condición de quetodo funcione con espontaneidad. Es la medida del éxito del capitalismo

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británico a mediados del siglo XVIII: una estructura perfecta aunquealtamente compleja, con mecanismos propios de estabilidad aptos paraenfrentar cualquier tormenta. Después, desde la ley de Say (1767-1832)hasta el “poder compensatorio” como “fuerza automática” de Galbraith(1956, 153), la idea de la estructura perfecta ha perseverado en laliteratura económica apologética del sistema capitalista.

En Marx, preocupado por descubrir una dinámica histórica, las estructurasaparecen como sectores de un todo social cualitativamente diferentes,relacionadas entre ellas mediante un orden jerárquico. “El conjunto de lasrelaciones de producción constituye la estructura económica de lasociedad –escribe en el Prefacio de la Crítica de la economía política–, labase sobre la cual se edifica la superestructura jurídica y política, y a lacual corresponden formas de conciencia social determinadas” (Marx,1859).

En el siglo XX, partiendo del aporte de F. de Saussure en lingüística y de lapsicología de la Gestalt, la noción de estructura adquiere, particularmentedespués de 1945, una posición dominante en las ciencias del hombre.Parece ser, advierte Nicolaï, “el descubrimiento conceptual mayor de laciencia moderna” (1960, 27). Quizá la concepción más mecánica y menosdiscriminada sea la de Radcliffe-Brown, para quien la estructura es elconjunto de las relaciones sociales; las más armónicas y utópicas, la deMalinovski y la de Parsons.

La estructura-sintaxis de Lévi-Strauss es una de las construcciones másingeniosas entre las que se han propuesto en los últimos lustros y su rigormetodológico en el análisis de algunas sociedades arcaicas es unargumento a su favor para los hombres de ciencia. Recuerda el propósitode Newton de encontrar una formulación matemática que explique elconjunto de los mecanismos físicos, así como a los teóricos de la“economía pura” de la segunda mitad del siglo XIX –William StanleyJevons (1835-1882), León Walras (1837-1910), Karl Menger (1840-1921)–que creyeron haber encontrado una matriz de distribución aplicable porigual a cualquier régimen de producción, sea capitalista o socialista y, enfecha más reciente, al modelo de insumo-producto de Leontief y otrosmodelos matemáticos aplicables a lo económico. La fuente de inspiraciónmás directa de Lévi-Strauss parece haber sido la lingüística estructuralista.

Esta estructura social según Lévi-Strauss, que no está en el sujeto, que noes observable, sino que sólo aparece ante el investigador por la vía de unaconstrucción teórica, tiene cierta dosis de las “condiciones objetivas” deMarx, pero las excede en mucho en cuanto a la distancia que las separade la decisión humana.

Así, para Lévi-Strauss (1958), la historia económica es, en gran parte, lahistoria de operaciones inconcientes. Lo mismo podría decirse, con esecriterio, de todas las historias. Esto sólo es admisible referido a ciertascondiciones y plazos muy breves. A pesar de la vaga frase limitativa que

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utiliza –“en gran parte”– el autor se acerca a un fatalismo histórico que, porser tal, está reñido con todas las condiciones de lo científico. La historia delos hombres no estaría hecha por los hombres, sino por las estructuras, asícomo antes por los dioses.

Es importante el esfuerzo de Raymond Firth (1951) por superar lo estáticode lo socio-estructural descubriendo una diferencia entre estructura [lasrelaciones de grupo (35), las pautas ideales, el principio de continuidad(39-40)] y organización [el ejercicio de la decisión, la distribución derecursos, el reconocimiento del factor tiempo en las relaciones sociales, elprincipio de variación o cambio (39-40)].

La vasta contribución de Piaget le permite señalar (1968) el dilema de todoestructuralismo: o bien la génesis sin estructuras, que conduce alempirismo atomístico; o bien las totalidades sin génesis, que conducen alas concepciones trascendentes (10). La estructura es, para él, un sistemade transformaciones, un todo siempre y simultáneamente estructurante yestructurado, que descansa sobre los tres principios de totalidad,transformaciones y autorregulación. La estructura como agente detransformación en Piaget tiene una capacidad genética que no se advierteen la estructura-sintaxis de Lévi-Strauss.

La gran polémica contemporánea enfrenta dos posiciones: estructura ohistoria. El debate se ha agudizado recientemente en algunos paíseseuropeos. Los esfuerzos de varias corrientes estructuralistas por reconocerla existencia de estructuras diacrónicas no han convencido a los que,aunque admitiendo la presencia de estructuras, reconocen a la historiacomo la realidad fundamental.

El concepto de estructura en ciencias del hombre se encuentra en estemomento en los países occidentales en la siguiente etapa de elaboración:

1. Estructura es un todo cuyas partes se encuentran interrelacionadasy cumplen funciones que sólo podrían cumplir dentro de ese todo. Eltodo no es igual a la suma de las partes. Sin embargo, el todo noexiste sin las partes, con lo cual se renuncia a una posible concepciónmetafísica de la estructura, aunque puedan advertirse residuostrascendentalistas en algunos autores al tratar el tema. Piaget insisteen esta diferencia: la estructura en Comte, Durkheim y la Gestalt esuna totalidad emergente; él propone, en cambio, una estructura comototalidad relacional (Piaget 1968, 9).

2. La estructura pertenece a la realidad. La experiencia individualtiende a ser “formada”, es decir, a organizarse en unidades que a suvez tienen una organización interna. La gestalten es un agrupamientocon dos planos (figura y fondo) y cierto sentido integral en sí mismo, locual, según los autores de esa corriente, no excluye que el grado deestabilidad de la estructura varíe considerablemente. Gurvitch insisteen que lo fundamental en la estructura es, precisamente, su dinámicainterna, que la mantiene en constante estructuración, desestructuración

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y reestructuración. Piaget se expresa con sobriedad y elocuencia: laestructura es estructurante. En Marx, la estructura tiene una unidadcualitativa, pero su contenido cambia sin cesar.

3. Algunos autores consideran el concepto de estructura comoopuesto al de historia. Lévi-Strauss y otros autores estructuralistasadmiten la existencia de estructuras sincrónicas y diacrónicas, con locual creen superar la oposición. Piaget sostiene que el modelo creadopor Lévi-Strauss descansa en la idea de la perennidad de lanaturaleza humana y que no es ni funcional, ni genético, ni histórico(Piaget 1968, 90); en un mismo orden de ideas, observa que laGestalt propone una estructura “pura” sin historia y sin génesis(ibídem, 48).

4. Aunque no expresamente, muchos autores identifican estructuracon conjunto. Son pocos los que diferencian entre estructura comomatriz o mecanismo de operaciones, y conjunto como totalidad derelaciones (algunos, al referirse a los conjuntos, están pensando enrelaciones más objetos materiales).

5. Para Lévi-Strauss, la estructura es una sintaxis de transformacionesque hace pasar de una variante a otra. En sentido similar, Pouillon ladefine como la regla de transformaciones históricamente reales, laexplicación de un fenómeno y de un devenir (Pouillon 1966, 783).

6. Todos los autores admiten la existencia de múltiples estructuras;varios, expresamente, que las estructuras se relacionan entre ellas demodo jerárquico, es decir, que algunas son más determinantes queotras.

7. El principio de que a mayor complejidad de las estructuras, mayorrapidez del cambio, ha sido defendido principalmente por autores deformación dialéctico-materialista.

b.1.3] Las estructuras de lo social comúnmente admitidas

Es excepcional encontrar un autor que intente un inventario riguroso ycompleto de las estructuras de lo social. Muchos hablan de múltiplesestructuras, aunque sólo a título enunciativo y jamás taxativo: sieconomista, de estructuras de la producción, del consumo, del empleo; sisociólogo, de estructura de clases, del poder; si antropólogo, deestructuras de parentesco.

Pero prácticamente todos los investigadores occidentales de lo social,desde que el concepto ingresó en ese grupo de ciencias, reconocen –implícita, si no explícitamente– la existencia de las siguientes grandesestructuras: económica, social, política, demográfica y cultural. Algunosagregan la jurídica. La estructura del parentesco, explorada tanampliamente por los antropólogos, ha adquirido una importancia similar.

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La delimitación de cada una está estrechamente vinculada con elnacimiento o la gran expansión de una o varias especialidades de lo social.La estructura económica es, sin disputa, la materia de la teoría económica;la social, de la sociología y la antropología social o cultural; la política, de lateoría política; la demográfica, de la demografía. La estructura delparentesco es, muy preferentemente, territorio de los antropólogos, si bienlos sociólogos se reservan el derecho de analizarla en las sociedadescontemporáneas. La estructura cultural –como sinónimo de civilización ocultura en el sentido tradicional– tan frecuentemente mencionada, no esexcluyente de ninguna ciencia social. Una especialidad de la sociología –lasociología del conocimiento– versa sobre algunos aspectos de la realidadcultural, y la ciencia de la educación la incorpora como contexto de susplanteamientos especializados. Los antropólogos han dado al vocablocultura el sentido, por cierto muy importante, de todo aquello creado por elhombre, por oposición a lo natural. Así pensada, la cultura, aunque no laestructura cultural, aparece como objetivo básico de la antropologíacultural.

Hemos hablado acerca de cómo se fueron diferenciando las funciones enel seno de la sociedad capitalista europea de Occidente, de cómo allísurgieron las ciencias sociales: un proceso histórico, este último, que haconsistido en objetivar funciones diferenciadas, es decir, en percibirlascomo diferentes. El observador occidental ha creído encontrar, medianteese procedimiento, clases de funciones dentro de la sociedad y, con eltiempo, a cada clase así localizada ha llamado estructura y cada clase hadado nacimiento a una especialidad científica.

Corresponde ahora plantearse los siguientes interrogantes:

1. Las funciones de cada una de las clases localizadas por esa vía,¿constituyen realmente estructuras en el sentido que la críticaepistemológica atribuye hoy al concepto?

2. La percepción de funciones aparentemente afines comoperteneciendo a la misma clase –las que después se denominaronestructuras– ¿corresponde a una realidad objetiva generalizada, o esuna proyección en la mente del observador científico occidental deuna realidad social específica, cuya verdadera intimidad es otra?

La respuesta a la primera duda puede darse ya terminante. No, no sonestructuras si otorgamos a esta categoría los atributos que hoy se leexigen.

La respuesta a la segunda es menos fácil. Sin ser estructuras en el sentidocontemporáneo, el conjunto de las funciones económicas, el de lasfunciones políticas, el de las funciones que da lugar a lo que habitual-mente se llama estructura social y el de las funciones culturales, tienen, sinembargo, vigencia cualitativa en las sociedades occidentales, así como enmuchas otras contemporáneas e históricas. No han sido tanarbitrariamente agrupadas. En cualquier sociedad, desde la comunidad

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arcaica más pequeña de recolectores de frutos y cazadores, preparar elinstrumental, buscar el alimento, distribuirlo entre los miembros de ¡acomunidad y formar una reserva, son operaciones conectadas entre sí,bien por la vía causa-efecto, bien por la vía fenómeno-condición. Enalgunas sociedades, hay una estratificación de funciones sociales muyvisible, que reposa sobre cierto mecanismo que asegura, o trata deasegurar, su continuidad por tiempo indeterminado. En cualquier sociedad,cuando cierto ordenamiento general de las actividades de sus miembrosha quedado reservado sólo a algunos de ellos, aparece un fenómeno depoder, que enseguida presenta estrecha relación con la prácticaorganizada de la violencia que llamamos guerra y represión interna, y conla función administrativa. Asimismo, es evidente que entre el nacimiento ylas defunciones, entre la distribución de la población y el crecimiento decentros urbanos –temas de la demografía– hay una conexión lógica.

Estas funciones, que tan habitualmente llamamos estructuras, no podríanllevar este nombre si nos atuviéramos al análisis epistemológico realizadoen los últimos lustros, lo cual no parece haber sido advertido por losepistemólogos estructuralistas; pero son, sin duda, clases de funcionesinterconectadas entre si.

Debemos suponer que si el hombre occidental las ha percibido comoclases diferenciadas, debe haber sido porque, en el tipo de sociedad queera la suya, esas funciones le imponían requisitos, apremios y normasdiferentes. Su propia práctica de la vida occidental las iba diferenciandoantes de que los teóricos las bautizaran como realidades diferentes con elnombre de estructuras. Estamos, una vez más, en un problema importante:cómo la sociedad burguesa ha agrupado los actos de nuestra existencia ynos ha impuesto modalidades muy especiales para su percepción y suanálisis científico.

Para seguir observando las clases de funciones que llamamos estructuras,es oportuno aquí rastrear cuál fue el repertorio de problemas con el cuallos clásicos de la ortodoxia y el de la heterodoxia dejaron fundada la granespecialidad económica. Adam Smith, el padre del gran esquemametodológico (1776) que sirve de pauta para el pensamiento económicoortodoxo occidental durante dos siglos, ordena de la siguiente manera eluniverso económico de su tiempo:

1. Partiendo de la capacidad productiva del trabajo –su a priori– tratade las causas que la incrementan y del orden con arreglo al cual suproducto se distribuye, naturalmente, entre las diferentes categoríasde personas. Estas últimas son las que se originan en otras tantasrealidades económicas objetivamente diferenciadas (tierra, capital ytrabajo), categorías que, ya presentes en toda su notoriedad ante losfundadores de la teoría clásica del capitalismo británico, llegan conigual o sobrepasada fuerza objetiva hasta Marx.

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2. Se detiene en el capital y analiza su naturaleza, su acumulación ysu empleo.

3. Explica el mecanismo que ha originado las diferentes formas deprogreso registradas en varias naciones.

4. Distingue las modalidades propias de cada uno de varios sistemasde economía política, con lo cual piensa, concretamente, en lo queahora llamaríamos políticas económicas nacionales.

5. Finaliza estudiando las fuentes de ingreso del soberano (el poderpolítico reconocido constitucionalmente) y la comunidad.

Ricardo (1817) logra una delimitación más cercana a la de la teoríaeconómica contemporánea. Localiza el valor, la renta (incluyendo la de lasminas), los precios, los salarios, las utilidades, y dedica después suesfuerzo a estudiar, en categorías múltiples, los ingresos fiscales.

Marx visualiza en el primer tomo de El capital (1867) una constelación defenómenos coordinados que denomina “proceso de la produccióncapitalista”. Partiendo de la mercancía y la moneda, sus categorías no sóloson de naturaleza más relacional que la de los dos clásicos anteriores, sinoque en la producción de plusvalía, que él analiza tan detalladamente,introduce, como bien lo señala González Casanova (1967, 51), la categoríade explotación.

El segundo tomo, que aparece después de su muerte, ordenado porEngels (1885), está dedicado a la circulación del capital. El tercero,igualmente preparado por Engels (1894), trata del proceso de laproducción capitalista en su conjunto. Al iniciar la parte VII, la última, hacereferencia a “la fórmula trinitaria” de Smith: –capital, tierra y trabajo–,categorías que para él, como es sabido, sólo adquieren vigencia históricacomo relaciones sociales en una sociedad concreta; pero que en el modelobritánico que conoce las percibe con tal grado de compulsión genética queel último capítulo de su obra monumental, capítulo que apenas deja enesbozo y que titula “Las clases”, lo inicia diciendo que los propietarios desimple fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los terratenientes“forman las tres grandes clases de la sociedad moderna que descansasobre el modo capitalista de producción” (nuestra trad. de la versióninglesa, ed. Kerr).

Las notas para el cuarto tomo, que Marx había denominado,provisionalmente, Historia critica de las teorías de la plusvalía, fueronorganizadas y publicadas en volúmenes separados por Kautsky y se trata,como lo indica el título, de una historia crítica.

Recordemos lo que dijimos antes: el nacimiento de la teoría económica enla sociedad burguesa de Europa occidental desde fines del siglo XVIIconstituye un gran esfuerzo por separar la realidad de la producción ydistribución de bienes y servicios, de las múltiples connotacionesteológicas y éticas que acompañaban su estudio en la Edad Media, cuando

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el problema de la fijación del interés del dinero, por ejemplo, no sesolucionaba con una fórmula matemática sino con una cita de losEvangelios. Los clásicos ortodoxos de esa economía representan, pues, eltriunfo absoluto de lo económico –de lo que es sólo económico y, a la vez,de todo lo económico–, y la nueva teoría hace reposar su derecho a laperdurabilidad en el descubrimiento de un mecanismo organizativo puropor el cual se va encauzando lo que es puramente económico.

Marx, el clásico heterodoxo, parte de esa economía ya liberada decomplejidades teológicas y éticas, incorpora varias de las categoríasfundamentales del análisis de los clásicos ortodoxos, incluye la plusvalía yagrega la suya, de tan vasta proyección social: la violencia sistemática deuna clase de propietarios sobre otra de vendedores de fuerza de trabajo.

Nos perturba aquí una duda. Después de liberada la economía de susubordinación respecto a la ética y la teología, ¿cuál es el contenido ciertode esa nueva ciencia que construyen los tres fundadores que acabamosde mencionar? En Smith y Ricardo, lo económico adquiere una dimensiónpropia: tiene una lógica autónoma. En Marx, lo económico ocurre siempredentro de una circunstancia histórica, y lo económico capitalista no seexplica sino en función de las clases sociales y del Estado. El capitalquedó trunco con la desaparición de su autor, de modo que no podemossaber cómo éste llegaría a integrar este vastísimo fresco que no habíaterminado de detallar. Como quiera que sea, debemos suponer que él yahabía enunciado todos los elementos de lo económico. Por eso, podemossostener que, comparando las partes de lo económico en Smith, Ricardo yMarx, los tres coinciden en reconocer que lo económico es excluyentementeaquello que en las sociedades occidentales es reconocido como tal, con locual dejan de lado una multitud de operaciones que, aunque no menoseconómicas que las otras, están teñidas de ilegalidad e inmoralidad. Unasuerte de puritanismo Victoriano que otorga el rango de científico a lo quese puede mencionar en alta voz entre personas decentes y prefiere olvidar,como no perteneciente al mundo de lo real, todo aquello económico quehiere las buenas costumbres.

No es sólo la teoría económica construida en las sociedades burguesas deOccidente la que engendra estas dudas. Son todas las ciencias socialesprocedentes de esa sociedad, su inventario de problemas y sumetodología para localizarlos y explicarlos.

2. La secuencia de los fenómenos sociales

Los griegos enuncian y discuten la idea de evolución, pero no la aplican alas sociedades humanas. Para ellos, no sale del límite de los principiosfundamentales de la filosofía. Heráclito parece haber sido el que sustentósobre el tema las opiniones más radicales y Aristóteles, su obstinadooponente, el que más insistió sobre él, encasillando el razonamiento ycongelando sus posibilidades de aplicación lógica a corta distancia.

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El movimiento es, para Aristóteles, “el tránsito de una cosa a otra”(Metafísica, libro XI, Cap. 6). “Es eterno, lo mismo que el tiempo” (ibídem,libro XII, Cap. 6). Para Heráclito, recuerda, “todas las cosas sensiblesestán en un flujo perpetuo”. Pero de todos estos planteos iniciales,Aristóteles llega enseguida a una visión rígidamente dicotómica delUniverso y de la historia humana: “Si hay ciencia y razón de alguna cosa,debe haber, fuera del mundo sensible, otras naturalezas, naturalezaspersistentes; porque no hay ciencia de lo que pasa perpetuamente"(ibídem, libro XIII, Cap. 4). Hay dos mundos: el de los hombres, donde haycambio, pero donde no puede haber ciencia, es decir, explicación de unordenamiento con sentido; y el que está más allá de los hombres, eterno einmutable, donde sí puede haber ciencia, porque la ciencia sólo es capazde explicar lo eternamente incambiable. En las cosas terrenales, segúnAristóteles, no hay pues evolución –ni, mucho menos, progreso–, sinocaos. O bien, si no hay caos, es porque en una instancia suprahumanaexiste un orden suficientemente poderoso como para transmitir sentido aluniverso de los hombres. Aunque se interprete que Aristóteles ha queridoaquí forzar las conclusiones para derrotar una vez más, en la polémicapost mortem, a su enemigo Heráclito, una cosa es cierta: el pensamientoaristotélico, en su conjunto, es incompatible con la idea de evolución, comolo comprendió fielmente la escolástica al asimilarlo.

Durante siglos, el episodio del pecado original pesó tan gravosamentesobre la tradición cristiana que fue más fácil creer en la involución de lacriatura humana. Los pueblos abrumados por sus pecados constituyen unaimagen bíblica muy repetida en los teólogos medievales. La analogíasocio-histórica nos resulta evidente: a una sociedad con un niveltecnológico estacionario, con servidumbre generalizada y con endemiasdevastadoras, corresponde una teología devastadora. Bury, probablementeel primero en rastrear la historia de la idea del progreso en las sociedadesoccidentales, fija de este modo sus tres etapas: la primera, hasta larevolución francesa, caracterizada por la defensa esporádica del principio;la segunda, hasta mediados del siglo XIX, en la que ocurre sugeneralización en Europa y la búsqueda de una ley general del progresohumano; la tercera, a partir de la aparición de El origen de las especies deDarwin (1859), (Bury 1920, 334). Una notoria relación con el desarrollo dela nueva economía capitalista.

El concepto de las etapas de evolución se define antes en las ciencias dela sociedad que en las de la naturaleza. Estaba en germen en algunoseconomistas del siglo XVIII y en Saint-Simón. Comte enuncia su esquemade las tres etapas en su Curso de Filosofía Positiva (1840-42) paraconsumo de los intelectuales progresistas, los déspotas ilustrados y laburguesía de alto vuelo empresarial; Engels y Marx, otro muy diferente ensu Manifiesto Comunista (1848), como instrumento de la liberación delproletariado. El origen de las especies (1859) de Darwin y la clasificaciónde las etapas de la historia de la Tierra, logro fundamental de la nuevabiología y la nueva geología, son posteriores en pocos años.

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Al siglo XX pertenecen dos obras enciclopédicas de filosofía de la historia,basadas en la idea de la evolución de las culturas, cada una de ellas conun cuadro múltiple de tipos evolutivos, del que se desprenden ciertas leyesmuy generales. Nos referimos a La decadencia de Occidente, de OswaldSpengler (I: 1918) y a Un estudio de historia de Arnold Toynbee (I: 1934).

El concepto de las etapas como escalonamiento progresivo reaparece ennuestros días con formulación tecnológica más atractiva, metodología yconstrucción teórica de marcada endeblez y muy deficiente informaciónhistórica en la tesis de la sociedad tradicional y la sociedad industrial de lasociología funcionalista y en Las etapas del crecimiento económico de W.W. Rostow (1960).

3. El campo de observación

La mente humana percibe selectivamente la realidad social y de esamodalidad no escapa el investigador (VI), a pesar de que su esfuerzo porlograr la objetividad pueda ser muy valioso. Los hombres que han pensadosobre lo social en todas las culturas han aplicado siempre sus propiaslimitaciones al campo observable: han visto algo, y otras cosas no las hanvisto, aunque estuvieran frente a sus ojos a la luz del día.

A nosotros también aquí y hoy, por mejor que sea nuestra voluntad, nosocurre lo mismo. Admitido este principio, debemos formular las siguientesobservaciones:

1. El contenido del campo de observación aceptado por lospensadores y los investigadores de lo social en una cultura constituyeun dato valioso para juzgar la importancia global de la concepción delo social que esos pensadores e investigadores proponen.

2. El campo observable, pero excluido de la observación, por esospensadores e investigadores debe tener, con seguridad, algúncontenido que explique la circunstancia de su exclusión. ¿Por quévemos pero no registramos lo que vemos, o bien no locomprendemos?

3. Suponemos, justificadamente, que la exclusión de una parte delcampo observable por los pensadores o investigadores en una culturadada se encuentra en íntima relación con los siguientes factores: a. lanaturaleza de la sociedad global; b. el status del grupo intelectual quetiene a su cargo la observación de lo social; c. la situación históricaconcreta en que se produce el hecho.

4. A menudo, el fragmento excluido del campo observable por elpensador o el investigador aparece como tema de otras disciplinas yactividades (ética, filosofía, periodismo, política).

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5. La exclusión de un fragmento del campo observable se encuentracon mucha frecuencia en los autores que defienden un statu quo.Pero no es excepcional que el autor que lo ataque parta del mismocampo observado por aquellos. El heterodoxo acepta a menudo laslimitaciones de la ortodoxia, muchas veces sin advertirlo.

Estas observaciones nos llevan a pensar que la exclusión de una parte delcampo observable constituye, de por sí, un hecho que debe ser analizadoy evaluado cuando se estudia una sociedad, una cultura, o una corrientede ideas. Lo que se ve y lo que no se ve forman una unidad que debe serexplicada como tal.

Los casos que analizamos a continuación están tomados a manera deejemplos y se refieren concretamente a tres de las especializaciones de losocial surgidas en el seno de la cultura de Occidente.

b.3.1] La economía: mundo sin inframundo

Una fracción muy importante de la producción y circulación de bienes yservicios en la economía estadounidense se desarrolla totalmente almargen de la estructura estudiada por la teoría. Nos referimos alunderworld, el inframundo de los gangsters y las mafias. Los rubros másconocidos del inframundo son el juego ilegal, el tráfico de estupefacientes yla prostitución, pero ese no es más que el punto inicial.

La comisión Kefauver, designada por el Senado para investigar la materia,calculaba en 1951 que el juego ilegal movía de 17 a 25.000.000.000 dedólares por año (Kefauver 1951, 31). En 1946 el valor total de laproducción de automotores fue de 3.215.808.000 dólares (dato de laAutomobile Manufacturers Association, World Almanac 1948, 444).

Si se supone, como sería lógico, que también a ellos alcanzó la prolongadaprosperidad del ciclo económico de la postguerra, debe aceptarseentonces como moderado el cálculo de que en 1968 los tres rubrosclásicos del underworld en EE.UU., pusieron en movimiento 41.000.000.000de dólares. A título de comparación la prensa ha hecho notar que el costototal de la investigación que logró colocar un hombre en la luna fue de24.000.000.000 de dólares (La Razón, Bs. As., 29 de julio de 1969).

La revista estadounidense Time ha calculado hace poco que la mafia –sólouno de los capítulos del underworld– tiene un poderío económicoequivalente al de estas enormes empresas en conjunto: United StatesSteel, American Telephone and Telegraph Company, General Motors,Standard Oil of New Jersey, Ford, Chrysler y RCA (La Prensa, Bs. As., 29de agosto de 1969).

La comisión Kefauver enumeró en su informe más de setenta rubroslegales de la producción, la comercialización y el transporte, donde pudocomprobarse que el underworld invertía en ese momento parte de sus

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utilidades (Kefauver 1951, 80). Incluyen automóviles, bancos, carbón,construcción, cobre, producción de artículos lácteos, confección y venta detrajes y vestidos, alimentación, moblaje, seguros, papel, imprenta, radio,haciendas de ganado, cateo de petróleo, caucho, navegación, acero,fabricación y venta de aparatos de televisión, textiles, transporte. Essabido, además, que domina varios capítulos del contrabando.

Según la misma comisión, el underworld tiene contratos con las empresasmás importantes de fabricación de automotores, en virtud de los cualesaquel opera en el sector gremial y recibe concesiones en la distribución deproductos.

La política y los sindicatos obreros son dos de los sectores importantesdonde el underworld invierte (Cf. Senate 1951).

Casi no es necesario argumentar más: el underworld no es un fenómenomarginal, ni una excrecencia incontrolable en la economía estadounidense.Es uno de los sectores más importantes y normales de esa economía, loque conduce a pensar que ésta no podría haber funcionado en el siglo XXsin ese sector. Sin embargo, la teoría económica lo ha ignorado porcompleto hasta que, en años recientes, aparece ocasionalmentemencionado en algunos autores como fenómeno marginal de valoreconómico.

b.3.2] La sociología: conducta admitida sin conducta desviada

En la tradición cultural latina, el delito se ha estudiado preponderantementecomo violación de una norma jurídica; en la anglosajona, de una normasocial. No cabe duda que la segunda actitud es más satisfactoria y nosorprende el gran desarrollo en Estados Unidos de una especialidadsociológica dedicada al tema –la sociología del delito– que ha cumplido suobjetivo con mayor eficacia teórica que el derecho penal el suyo en lospaíses que siguen la tradición latina. Pero aunque la sociología en EstadosUnidos sostuvo tempranamente que el delito era un fenómeno social, noha logrado cruzar, ni se lo ha propuesto, la línea que separa lo éticamenteadmitido de lo éticamente rechazado: la sociología de la conducta admitida(ciencia de lo aceptable) se ha desarrollado sin contacto con la sociologíade la conducta desviada (ciencia de lo repudiable).

En una época en que era aceptado ampliamente el fatalismo biologista dela escuela lombrosiana, Durkheim tuvo la sagacidad sociológica de afirmarque no es concebible una sociedad sin delito porque, aunque se alcancealguna vez un alto grado de moralidad social, siempre aparecerán formasde conducta que ofenderán la sensibilidad colectiva y caerán bajo lacalificación de acto públicamente punible. El delito, observaba además, esun estímulo constante sobre la conciencia social y condiciona la evoluciónnormal de la moralidad y la ley, a punto tal que a veces contribuye adeterminar la forma que tendrán los sentimientos colectivos (Durkheim,

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1895). Esta posición teórica de Durkheim –que en su tiempo sorprendiópor su audacia–, aunque permite descubrir cierto equilibrio relacional entreel delito y lo normal, tampoco llega a trasponer la línea que separa connitidez uno y otro.

La magnitud del fenómeno, sin embargo, es abrumadora. Algunasestadísticas sobre delincuencia juvenil, por ejemplo, dan cuenta de ello;como también una vastísima, y a veces muy valiosa, producciónbibliográfica sobre el tema. Por otra parte, desde que Sutherland (1949),con toda su autoridad, escribió su obra sobre el delito de cuello blanco, sereconoció –hecho de la mayor importancia– que en Estados Unidos lateoría del delito se había construido hasta entonces sobre un solo tipo: elcometido por miembros de la clase social que dentro de la sociedadcapitalista desempeña funciones subalternas. Sutherland señaló quetambién había otro, el cometido por los que dirigen la economía y lasrelaciones sociales dentro de la sociedad estadounidense. Se admitió queeste segundo tipo de delito requería una calificación y una tipologíadiferentes; además, una teoría diferente. A partir de entonces, se hacencálculos anuales sobre el valor económico de este segundo tipo de delito,que no es, debe recordarse bien, la clase de producción de bienes yservicios a cargo del underworld que hemos mencionado antes.

El delito de cuello blanco es el cometido por una persona que goza derespetabilidad pública –y que no la pierde por ello– debido a la forma enque conduce sus negocios y a su éxito económico y que, con frecuencia,es uno de los dirigentes más importantes de su zona en instituciones yobras de bien común. No es un gángster ni está amparado por una mafia.Ambas posibilidades le horrorizarían. Es, por el contrario, un ciudadanomuy respetado. A menudo, un modelo de ciudadano. El delito,prácticamente, forma parte de su actividad profesional: es, por ejemplo, ladefraudación sistemática en el curso de su profesión económica –alEstado, al consumidor, a otras empresas–, o el soborno a dirigentesgremiales, políticos y administrativos. En 1956, este tipo de delincuenciamovió, según cálculos autorizados, un total no inferior a los 5.000.000.000de dólares (Gibney 1957).

Lombroso decía que la prostitución era el delito de la mujer. Su tesis,basada en una etiología innatista, no es hoy aceptable. Pero como, en másde un aspecto, ambos aparecen conectados exteriormente, es aceptable lahipótesis de que ambos tienen también conexiones genéticas. Es lo menosque puede pensarse en el caso de Estados Unidos.

Según Merton, en 1950 había en Estados Unidos aproximadamente500.000 prostitutas profesionales (Merton 1957, 79). Según lasestadísticas oficiales, en 1951 había en el país 23.597.000 mujeres entre20 y 40 años de edad (Statistical Abstract of the United States, 1951, 10).La edad de la prostitución es esa, más algunos años antes y otrosdespués. Puede así calcularse que ese año el 2 % del total de la poblaciónfemenina en edad fecunda tenía a la prostitución como profesión de tiempo

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completo. No se incluyen en este cálculo las otras escalas de la mismaprofesión: la prostituta ocasional y la de tiempo incompleto. Peroadvirtamos: se sabe que no hay prostitución profesional sin unainfraestructura movida por un número mayor de individuos de los dossexos.

A algunos sociólogos funcionalistas estadounidenses corresponde elmérito excepcional de haber estudiado la prostitución y el soborno, asícomo al boss en política. Sin embargo, esos estudios no se apartan delconcepto general de conducta desviada. El mundo del delito de cuelloblanco y el de la prostitución no han sido integrados realmente dentro de lanaturaleza y la dinámica de las estructuras sociales globales.

La teoría no ha logrado descubrir lo que ambos tienen de función normalen el tipo de sociedad que es Estados Unidos en nuestros días.

b.3.3] La teoría política: poder sin violencia

No sólo el ortodoxo peca por daltónico al percibir lo social sino también,con frecuencia, el heterodoxo, ya porque subordine su óptica a su funcióncrítica o porque acepte, sin advertirlo, el a priori teórico del ortodoxo. Hayun tema particularmente apropiado para rastrear este juego paradojal: elde la violencia en el ejercicio del poder en la sociedad capitalistaoccidental. El primer planteamiento puede encontrarse referido a loeconómico, pero el traslado a la provincia que se reserva la teoría políticase produce con rapidez.

Tema central de la teoría política ha sido y sigue siendo el poder y susformas de distribución en una sociedad. Se ha aceptado que el ejerciciodel poder requiere cierto grado de compulsión, y el hecho de que durantemucho tiempo la teoría política occidental se identificara con la del Estado,como si política y Estado fueran exactamente lo mismo, traducía en losautores el reconocimiento tácito –aunque en muchos, no conciente– deque el poder estatal se presentaba total y permanentemente asociado conel ejercicio de la coerción de los menos sobre los más.

En el análisis teórico del fenómeno político y de la naturaleza de lasociedad global, en los siglos XIX y XX, los ortodoxos percibían el podercomo necesaria violencia sistematizada, sujeta a normas jurídicas, cuyaviolación era simplemente un fenómeno marginal. Los heterodoxoscomprendieron que el radio de acción de la violencia era más amplio yreconocieron en la lucha de clases la violencia sistematizada de una claseen perjuicio de otra. No hay clases sociales sin Estado. No hay Estado sinsujeción por la violencia de una clase en beneficio de otra. Ese fue elpensamiento del fundador de la heterodoxia moderna: Carlos Marx.

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Pero más allá de ese planteamiento, muy importante pero muy genérico,heterodoxos y ortodoxos comenzaron a coincidir, inesperadamente, en suslimitaciones para la percepción de lo social.

Marx advirtió con toda claridad que la génesis del mundo capitalista enInglaterra fue un colosal acto de despojo, el ejercicio de la violencia enescala total para arrancar el instrumento productivo de propiedad de unagran masa y concentrarlo en una minoría. Su argumento y sudocumentación son clásicos: nadie los ha refutado en términos aceptablesy han quedado incorporados a las historias económicas de heterodoxos yde no pocos ortodoxos. Al fin y al cabo, la ortodoxia de hoy puede aceptara veces sin riesgo las heterodoxias aplicadas al ayer.

En el primer tomo de El capital, que se publica en 1867, dos años despuésde finalizada la guerra civil en Estados Unidos y de extendida a todo elpaís la liberación jurídica del trabajador negro, explica que “el esclavistacompra obreros como podría comprar caballos”, de acuerdo con una leydel régimen esclavista “que consiste en estrujar al ganado humano lamayor masa de rendimiento posible en el menor tiempo”. Y agrega, con suprosa característicamente incisiva:

“Mutato nomine, de te fabula narratur. No hay más que leer, dondedice mercado de esclavos [acaba de hacer una cita de Cairnes sobrelos mercados de esclavos en Estados Unidos], mercado de trabajo;donde dice Kentucky y Virginia, Irlanda y los distritos agrícolas deInglaterra, Escocia y Gales, y donde dice África, Alemania” [se refierea la procedencia del trabajador] (Marx 1867, I, 208, 209, trad. Roces,Fondo de Cultura Económica, México).

La violencia engendra al esclavo: la violencia engendra al obrero delcapitalismo. Todo, ya bien entrada la segunda mitad del siglo XIX.

Marx insiste a menudo sobre el ingrediente de la compulsión en el mundocapitalista, pero también sobre la objetividad del funcionamiento de losmecanismos estructurales. Introduce, por esta última vía, un distingo. Alesclavo, lo que le mantiene constantemente en su condición de tal es laviolencia física; al obrero del capitalismo, la compulsión económica (lanecesidad de vender su fuerza de trabajo para comer). En la segundacategoría, el elemento violencia física desaparece de la vista delobservador, pero ¿desaparece en la realidad?

Esta compulsión económica sobre el obrero que Marx descubre, está lejosde la ley de la oferta y la demanda en el mercado libre de trabajo de losortodoxos de la teoría económica de la era capitalista. Pero se le acerca encuanto desplaza del primer plano a la violencia física y, en su lugar, ubicael mecanismo objetivo de la estructura económica capitalista. Por ciertoque Marx vuelve una vez y otra, a lo largo de toda su obra, sobre elelemento de la violencia como fundamental en el capitalismo (el ejemplodel mercado de esclavos así lo testimonio con fuerza); pero se puedencitar varios pasajes de sus obras en los que el agente compulsión

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económica parece decidir la condición del obrero sin intervención deningún otro.

Fueron los párrafos de este último tipo en la obra del fundador los quecondujeron a algunos marxistas al planteamiento utópico.

Lenin, al tratar de descubrir los cambios estructurales del capitalismo en suépoca, creyó observar dos etapas bien diferenciadas en la historia de éste:a la basada en la libre competencia le habría seguido la de los monopolios.El tránsito de la primera etapa a la segunda colocaba al capitalismo ante ladisyuntiva de perder su propia naturaleza histórica porque, según comoLenin interpretaba a Marx, “la libre competencia es el atributo fundamentaldel capitalismo, y de la producción de mercancías en general” (Lenin 1917,Cap.7, 192). Libre competencia significa competencia en libertad. ¿Fueasí, en realidad, la primera etapa del capitalismo según Marx?

Maurice Dobb, uno de los más eruditos investigadores contemporáneosubicados en la línea teórica de Marx y Engels, parte también del conceptode Marx que hemos mencionado y extrae de él las siguientesconsecuencias histórico-sociales. La sociedad medieval, nos dice, secaracteriza:

“por la producción compulsiva [¡la violencia!] de plusvalía por losproductores [...]. La sociedad moderna [es decir, la capitalista], por elcontrario, se caracteriza, como hemos visto, por una relación entretrabajador y capitalista que toma una forma puramente contractual yque no puede distinguirse en su aspecto de ninguna de las múltiplestransacciones del mercado libre en una sociedad basada en elintercambio” (Dobb 1947, 16; trad. e intercalaciones nuestras).

Lukács sigue la misma senda de la lógica exegética, pero llega más lejosen este tema. El capitalismo, nos explica, que significa la desaparición dela estructura de estamentos, crea “una sociedad con articulacionespuramente económicas” (Lukács 1923, 83. Bastardilla del autor; trad.nuestra de la versión francesa).

La libertad del mercado capitalista –según Lenin, en una primera etapa dela historia del capitalismo; según Dobb, durante toda su historia– es unaversión reducida de la metafísica de lo automático que proclama Lukács:una sociedad –la primera sin duda en la historia del hombre, advertimosnosotros– con articulaciones puramente económicas. Estos tres autores,¿pueden considerarse continuadores de Marx en este tema específico? Nolo creemos. Es verdad que la objetividad del funcionamiento de lasestructuras capitalistas en la obra de Marx adquiere, en algunos de suspasajes, fuerte tonalidad trascendente, con lo cual reduce el contenidogenético de esa decisión del hombre que consiste en obligar a otro hombrea cumplir una función económica determinada, pero nunca llega adesdibujar la violencia como gestadora y motor del sistema integral que éldenominó capitalismo y que documentó. Hay, a lo sumo, una ambivalenciaen su actitud teórica que no logró resolver satisfactoriamente.

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En 1933, Edward Hastings Chamberlin publica The theory of monopolisticcompetition –el año en que la crisis más importante y prolongada en lahistoria del capitalismo toca fondo– y a partir de entonces esa obra,transformada en un clásico de la literatura económica contemporánea enlos países capitalistas occidentales, abre un planteamiento diferente: ya nose podrá hablar del mercado libre como realidad omnipresente, sino de laimportancia expansiva de los mercados monopólicos, duopólicos yoligopólicos (Chamberlin 1933).

Schumpeter, con su formación histórica de economista europeo –aunqueen ese momento, profesor en Harvard– protesta.

“Esta tesis implica la creación de una edad de oro de la competenciaperfecta, completamente imaginaria, que en algún momento dado seha metamorfoseado de alguna manera en la edad monopolista,prescindiendo del hecho completamente evidente que la competenciaperfecta no ha sido nunca más realidad de lo que es en la actualidad”(Schumpeter 1942, 118).

La etapa localizada por Chamberlin –el mercado oligopólico– había sidopronosticada por Marx, partiendo de su tesis sobre la evolución de lo quellamó la composición orgánica del capital en una sociedad capitalistaindustrial. En cuanto a la anterior –“la edad de oro de la competenciaperfecta”, como despectivamente la rotula Schumpeter– es, como diceéste, “completamente imaginaria”.

Es verdad que, después del despojo inicial que Marx denominó, en algúnpasaje, “acumulación primitiva”, en los centros urbanos de Inglaterra yGales –los que Marx estudió– apareció una oferta de mano de obra muysuperior a la demanda, a pesar de la expansión industrial. Pero todas lasveces que el “ejército industrial de reserva” disminuía, o que la acciónsindical amenazaba con introducir en el mercado de mano de obra otro tipode regulación, el Estado –o los empresarios privados directamente enciertas ocasiones– intervenía mediante la violencia para restablecer elstatu quo ante. Por cierto que el Estado –que cumple, además, la funciónde gran regulador de las condiciones permanentes del sistema– comenzótambién a intervenir más tarde para impedir el agotamiento prematuro delgran reservorio de la mano de obra industrial.

Marx reconoció la existencia del mecanismo compulsión económica, perosu teoría del Estado como instrumento de una clase para dominar,mediante la fuerza sistemática, a las otras clases, implicaba la presenciapermanente de un mecanismo violencia física todas las veces que elprimero fuera ineficaz.

Si la sociedad capitalista descansara sólo sobre un mecanismo económico,como lo supone Lukács, se desmoronaría al día siguiente (siempre que latesis de Marx sea cierta). Si el mercado de mano de obra capitalistahubiera dependido alguna vez, aunque transitoriamente, de la solacompulsión económica, como lo suponen Lenin y Dobb, hubiera dejado de

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funcionar (siempre que la tesis de Marx sea cierta). Los continuadores dela heterodoxia teórica, por vías lógicas similares a las de los ortodoxos,han creído percibir lo que en realidad es la utopía: un poder capitalista sinviolencia permanente.

Partiendo de Lenin, Lukács y Dobb, se llegaría a la conclusión de que elmecanismo de aprovisionamiento de fuerza de trabajo que se puso enmarcha en Alemania desde 1932 hasta 1945 y el que se aplicaactualmente en la Unión Sudafricana no corresponden a sistemascapitalistas.

Es que la violencia no se expresa sólo por la compulsión del gendarme,sino por la constante limitación de las opciones, en violación de losprincipios generales del derecho vigente en la misma sociedad capitalista yen perjuicio del sector, numéricamente más importante, de lossubordinados. No es que el obrero pueda, si quiere, no trabajar, pero enese caso se muere de hambre. Lo que ocurre es que, como obrero, la leyse le aplica con criterio diferencial y la fuerza organizada del Estado y la nooficial de las empresas privadas están presentes a toda hora para impedirque su margen de opción se amplíe. En otras palabras, para impedirle queopte por morirse libremente de hambre. La fórmula política es aquímatemática: si para una demanda de cinco obreros hay una oferta deocho, uno de ellos puede morirse de hambre en plena libertad si así loprefiere; pero si de los ocho son seis los que optan por esa vía, el acto setransforma en subversivo y el Estado interviene con todo su aparato paraponerle fin.

Este déficit del pensamiento científico sobre lo político tiene aún otrosángulos importantes. En los países capitalistas de Occidente, ciertasformas del ejercicio sistemático de la violencia en gran escala, a las quenos hemos referido antes en su aspecto económico (I. b. 3. i.), hanconstituido y siguen constituyendo uno de los más importantes canales demovilidad social vertical. Los robber barons de la riqueza inmobiliaria, losferrocarriles y el petróleo en Estados Unidos en el siglo XIX no eran sólorobbers, como lo sugiere la denominación generalmente aceptada; erantambién homicidas que encabezaban bandas armadas al margen de todaslas leyes. El gángster y el mafioso estadounidenses del siglo XX dependenexclusivamente de la violencia directa, brutal y diaria para organizar susempresas capitalistas, multiplicar sus haberes, obtener concesiones,pactar alianzas en el terreno de los negocios y tratar con los hombres y lospoderes públicos. Parecería que el gángster y el mafioso estuvieran almargen de las clases sociales. ¿En qué sistema de estratificación socialubicarlos? Sin embargo, hay miles de gangsters y mafiosos, y por sufortuna y su capacidad de decisión económica y política sólo se puedenequiparar a los veryrich de la pirámide del poder que diseñó C. Wrigh Mills.El gángster y el mafioso forman parte de la alta burguesía de la sociedadcapitalista estadounidense contemporánea. Sus profesiones tienen suspeculiaridades diferenciales; sus conexiones familiares y sus historiaspersonales les son propias. Pero es extraordinariamente revelador que,

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constituyendo el conjunto de los grandes gangsters y mafiosos uno de lossectores más poderosos, económica y políticamente, de la alta burguesíaen Estados Unidos, el hecho no haya sido advertido por ningún teóricopolítico ni por ningún sociólogo de ese país. El mismo Mills, en su obra, Laélite del poder, admirable por muchos conceptos, los ignora por completo(Mills 1956). El más reciente de los estudios sobre el tema (Domhoff 1967)tampoco los menciona.

c] EL CONOCIMIENTO NO INCORPORADO A LA TEORÍA

Fuera del patrimonio empírico y teórico de las ciencias occidentales de lasociedad, queda un número muy grande de observaciones y depensamientos ya formulados sobre lo social.

Así, el extraordinario caudal de datos de la historiografía no ha sidovolcado, sino en ínfima escala, en las otras ciencias sociales. El contrasteadquiere una magnitud que pocos imaginan. Es difícil escuchar, sin que seexcite nuestro sentido del humorismo, a un sociólogo contemporáneoformado en las mejores escuelas del formalismo académico de EstadosUnidos, Francia o Alemania, cuando afirma que la suya es la ciencia de loempírico si recordamos que su casi completa ignorancia de la vasta y muyvaliosa producción histórica de los países occidentales le impideradicalmente valerse de una colosal fuente de datos empíricos.

La sociología europea tuvo una inspiración historicista en el siglo XIX, queperduró en Max Weber y se extinguió con la avasallante victoria de lasociología de la encuesta lanzada en Estados Unidos en los decenios másrecientes. Pero advirtamos que aquella sociología novecentista quemencionamos fue mucho más propensa a las generalizaciones de lafilosofía de la historia entonces de moda que a la tarea de traslado,mediante un cambio en la codificación metodológica, del conocimientoverificado, desde la historiografía a las otras ciencias de la sociedad.

En 1954, el Social Science Research Council de Estados Unidos publicóun importante informe metodológico sobre la aplicación del conocimiento ylas categorías de las otras ciencias sociales a la historiografía. Nosabemos que se haya intentado la tarea inversa. Deben mencionarsealgunos importantes esfuerzos individuales, que hasta ahora no hansuscitado una tendencia: varios de los libros de Mills, que tenía sobre elparticular una posición inteligente y clara, así como la obra más reciente deLenski (1966).

De la literatura puede decirse lo mismo. Hay algunos intentos aislados porconstruir una sociología de la literatura, pero el fenómeno literario –comouniverso simbólico, como testimonio, como opinión, como investigación ycomo modo de acción social– es coto vedado para las ciencias sociales deOccidente.

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El antropólogo ha incorporado con amplitud el folklore y las expresionesartísticas de las comunidades arcaicas a sus propias categorías deexplicación. Pero la música, las artes plásticas y el cine de las propiassociedades occidentales hablan idiomas que las ciencias sociales no estáncapacitadas para escuchar ni comprender. Más allá de un muy elementalambientalismo, que consiste en catalogar factores contemporáneos deorden económico y social, hay un foso de inimaginable profundidad quesepara los dos mundos en Occidente: el sociólogo, el demógrafo y eleconomista, como tales, están desnudos de toda posibilidad de penetrar larealidad de la expresión artística.

Estamos hablando de lo que los científicos occidentales de lo social tienenen sus propios países. Deberíamos mencionar, también, como noincorporado, el conocimiento de lo social que se encuentra en las culturasno occidentales. Se trata de un conocimiento con una clave diferente, perotambién sistematizado.

Hay a este último respecto algunos episodios en la forma de tardíos ysorprendentes descubrimientos que permiten sospechar la magnitud deldéficit. Así, es valioso el testimonio de Lynn White Jr., cuando recuerda quevarias corrientes de ideas en los países occidentales durante el siglo XXprepararon a los intelectuales para comprender la importancia de algo paraellos desconocido hasta entonces: la versión Zen del pensamiento budista,que surge en la India y se manifiesta después en China y Japón.

“Con una elaboración casi increíble pero, como es natural, en lostérminos de su propia tradición, los pensadores Zen encararon yexaminaron muchas de las cuestiones que preocupan a los lingüistas,psicólogos y filósofos occidentales de hoy; y estos últimos, sea enforma directa o por reflejo, encuentran ahora una nueva luz enOriente. La profecía es temeraria, pero bien podría ocurrir que lapublicación de los primeros Essays in Zen Buddhism de D. T. Suzuki,en 1927, significara para las generaciones futuras un acontecimientointelectual de tanta trascendencia como las traducciones latinas deAristóteles realizadas por Guillermo de Moesbeke en el siglo XIII, o lastraducciones de Platón hechas dos siglos después por Marsilio Ficino”(White Jr. 1956, 308).

d] EL LENGUAJE DE LAS CIENCIAS DE LO SOCIAL

Las lenguas occidentales por cuya vía se expresan las culturas másexpansivas de los últimos siglos forman su matriz distintiva precisamentecuando se inicia la decadencia del mundo medieval. En otras palabras,cuando se gestan la economía capitalista y el mundo burgués.

Tratándose de lenguas habladas por una masa de población, el período deestructuración es prolongado y la fecha inicial indica sólo el comienzo deuna primera etapa en su historia respectiva.

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Los momentos iníciales generalmente admitidos son el siglo XI para elfrancés; el XII para el español, el portugués, el inglés; entre el XII y el XIIIpara el italiano.

Todas esas lenguas elaboran muy extensos catálogos de sustantivos paraaplicar a fragmentos de la realidad. La clase sustantivo evoca en ellas lacosa, lo material, aunque se reconozca, por definición, que se trata de lono-material. Materia es una cosa; espíritu, otra cosa. En la definición sedirá, por cierto, que espíritu no es materia, pero el sustantivo que lonombre pertenece a la misma clase que el sustantivo materia. En francés,le mot y la chose forman la dicotomía tradicional. El espíritu perteneceincuestionablemente a la categoría chose.

No sólo las lenguas occidentales tuvieron que cosificar los fragmentos dela realidad que querían bautizar (con lo cual todas ellas hicieron unesfuerzo muy grande para no recurrir al procedimiento de la perífrasismetafórica frente al fragmento localizado, como en otras lenguas nooccidentales, y crear en cambio un sólo sustantivo al que después se iríanagregando, para mayor riqueza expresiva, otros sustantivos sinónimos),sino que en esa enorme tarea se produjeron los siguientes déficit:

1) los fragmentos de la realidad bautizables (el ser humano, la actitudafectuosa, la cantidad de bienes disponibles) fueron reconocidoscomo permanentes, no sujetos a cambio (hombre, bondad,riqueza);

2) esos fragmentos fueron percibidos como valores en sí mismos, nodependiendo, en su verdad ontológica, de las relaciones con otrosfragmentos (lo cierto es que se es hombre, se es bueno, seacumula riqueza sólo si se está en contacto con otros hombres ycomo consecuencia de este contacto).

Lo ausente en ambos ejemplos es el sentido de la relatividad de losvalores y el sentido del tiempo. Lo individual y lo espacial estuvieron muybien representados; lo relacional y lo temporal, muy mal.

No queremos aquí examinar la diferente capacidad de cada lengua paracrear neologismos con el propósito de reconocer los nuevos fenómenosque se registran en períodos de gran desarrollo de la experimentación y lateoría científica. Pero sí debemos señalar algo referente a lo que hemosdicho antes.

El léxico de los idiomas occidentales está preñado de valores absolutos y,por tanto, atemporales, que hacen difícil la expresión fiel del investigadorque trabaja con valores relaciónales y temporales. Esto llena deimprecisiones y ambigüedades la prosa científica, en una magnitud que losautores no perciben porque no se detienen a medir la distancia que existeentre lo que quieren decir y lo que realmente dicen.

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El problema tiene otro aspecto al que atribuimos la mayor importancia.Estamos hablando de la prosa científica, pero las ciencias sociales debensiempre expresarse en una prosa accesible a las grandes masas humanaso, por lo menos, una prosa científica que pueda ser fácilmente traducidacon fidelidad al lenguaje de las grandes masas Sin haber resuelto aún elproblema de su propia expresión específica, las ciencias sociales deOccidente están, en este momento, en malas condiciones para resolver elsegundo problema. Más aún, uno de los esfuerzos mayores hechos en elsiglo XX para incorporar símbolos más precisos y complejos en laexpresión de las ciencias está dado por la aplicación del lenguajematemático, pero ocurre que ese lenguaje está más alejado aún de la granmasa humana y no se observa ningún intento feliz de mediación.

No ignoramos, por cierto, los esfuerzos de algunos autores y corrientescientíficos para construir una teoría de los signos generalizable para elconjunto de las ciencias de la sociedad humana. Pero las más de las vecesesos autores encuentran rápidamente un límite para ellos infranqueable: larealidad social sobre la cual ellos trabajan es de menor categoría histórica.Es una pequeña realidad social, de la cual están ausentes los problemasfundamentales del ser humano. Obras como las de Bloomfield (1939),Morris (1938), Neurath (1944), sólo han abierto, en el mejor de los casos,una posibilidad de escasa importancia para resolver los problemas queaquí planteamos.

e] LA COSMOVISIÓN SUBYACENTE

Si queremos penetrar ese mundo que yace –en el vocablo escrito y en lahipótesis implícita– por debajo del conjunto de las ciencias sociales deOccidente, nuestro primer interrogante a esta altura del análisis debieraestar dirigido al status de sus portavoces más autorizados. Saber quiénesson aquellos que, en un tipo de sociedad, están encargados desistematizar el conocimiento sobre ella, es siempre valioso. Los que enOccidente han tenido esa gran tarea caen dentro de una o más de estascuatro situaciones:

1) empresarios privados;

2) profesores universitarios;

3) investigadores dependientes muy directamente de los órganos delpoder (económico, social, político y cultural);

4) investigadores sin ninguna dependencia de los órganos del poder.

5) Empresarios privados fueron Petty, Law, Ricardo. Profesoresuniversitarios, Veblen, Marshall, Schumpeter, Durkheim, Pareto,Znaniecki, Mannheim, Boas, Malinowski, Radcliffe-Brown, Robert yHelen Lynd, Margaret Mead, Jevons, John Stuart Mill.

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Malthus, sacerdote anglicano, fue profesor del personal de la East IndiaCompany, en la cual John Stuart Mill se desempeñó como alto funcionario.Smith fue profesor y, además, tutor de aristócratas. Sénior, empresarioprivado y consejero del gobierno. Keynes, también empresario privado yconsejero del gobierno, ocupó asimismo la cátedra universitaria. Engelsfue empresario privado e investigador sin ningún contacto con órganos delpoder.

Saint-Simón, hombre de fortuna, pero de muy contradictoria curvabiográfica; como Comte, apremiado siempre por dificultades económicas.Menger fue profesor y parlamentario. Frazer, heredero de una fortuna deorigen mercantil, fue profesor universitario a quien la Corona británicaordenó caballero. Weber, profesor, prestó esporádicos servicios al poderpolítico.

Más del 90 % de los investigadores de ciencias sociales de los últimosdecenios en Occidente está formado por profesores que investigan endirecta relación de dependencia con organismos que integran laconstelación del poder en el país respectivo y, en algunos casos, en elorden internacional.

Marx fue escritor profesional toda su vida: ni profesor, ni asesor degobiernos, ni investigador subvencionado. El precio de su dignidadcientífica absolutamente excepcional fue, para su familia y para él, muyelevado: vivieron siempre en la mayor pobreza.

Muy pocos son los casos de políticos que hayan hecho aportesimportantes a las ciencias sociales de Occidente sin pertenecer a la vez aninguna de las categorías mencionadas. Varios nombres de teóricosmarxistas de primera línea se nos ocurren, todos ellos incorporados a lacultura occidental, aunque algunos nacidos fuera de su territorio: Lenin,Rosa Luxemburgo, Lukács, Gramsci.

Esta verificación del status de los científicos sociales que acabamos dehacer, nos permite subrayar el hecho de que el pensamiento científicosobre lo social en Occidente ha estado expuesto por un conjunto deintelectuales, el análisis de cuya inserción en las estructuras sociales en surespectivo momento histórico debe contribuir a comprender tanto loscontenidos teóricos y el instrumental metodológico como la cosmovisiónsubyacente. El intelectual elabora conocimiento nuevo, para lo cual traducey resume el conocimiento que le rodea y, además, lo interpreta yenriquece, inyectando siempre en su sentido último esa cuota biográficapresente en todo lo humano, pero muy decisiva en su propia obraintelectual.

La teoría occidental de la sociedad no es, en su conjunto, la expresióndirecta de un sistema de poder imperante, pero tampoco resume unaexperiencia y una sabiduría populares. Es el fruto del esfuerzo de un grupoprofesional, cuyo status comienza a ser reconocido en el siglo XVIII enOccidente, y cuyo grado de dependencia respecto del poder fue siempre

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grande, aunque no estuviera estatuido, lo que le ha inyectadopermanentemente y en todos los países una dosis muy fuerte deinestabilidad económica, social y política. El vuelo del talento creador y supropia definición personal dieron el más alto grado de independenciaimaginable, en sus respectivas circunstancias históricas, a la obra dehombres como Engels, Marx, Morgan, Veblen, Schumpeter, Keynes, J.Stuart Mill. Pero, a su lado, hay miles de compiladores de experiencia yexpositores de teoría cuya biografía profesional es la más típica imaginablede una clase media dependiente, alejada de la percepción popular de losocial pero, asimismo, radicalmente ausente de los cenáculos donde, encada país, se deciden la guerra y la paz, los grandes cambios políticos, lapolítica económica, las leyes y la concepción teológica.

Las ciencias sociales de Occidente constituyen capítulos de una culturaexcepcionalmente rica entre todas las de la historia pero que, como eslógico, no escapa a sus propias limitaciones ni deja de proyectar, como enuna trasposición de imágenes, los conflictos inherentes de su propiasociedad. Son, a pesar de su aspiración expresa, mucho menosuniversales de lo que habitualmente se supone.

La sociedad burguesa nace defendiendo los fueros del individuo y de losgrupos, pero la universalización de los derechos en las mismas sociedadesoccidentales es un proceso con lentitud de siglos y simultáneo, porparadoja, con su completa negación a vastos sectores. Las sociedades deOccidente han sido siempre y siguen siendo fuertemente estratificadas. Laestructura estamental de la Edad Media sólo con gran lentitud setransforma en estructura de clases. Ciertas formas serviles, aunque dentrode un marco no feudal, subsisten en Francia hasta la gran revolución. EnEstados Unidos, la esclavitud legal fenece apenas en 1865, en las puertasde la segunda revolución industrial. Hasta el siglo XIX, reverdece una neo-servidumbre en Europa oriental y hasta el XX hay todo un enorme mundocolonial en varios continentes donde persisten la esclavitud legal y la nolegal: consecuencia ambos procesos –y, a la vez, mecanismo indispensable–del sistema económico internacional destinado a asegurar la zigzagueanteprosperidad de la sociedad burguesa de Occidente. Ninguna cultura comola occidental ha sido construida en toda la historia sobre una masa másnumerosa de dominados por la violencia.

La sociedad de clases que surge en Occidente como consecuencia de lalenta decadencia de la sociedad estamental está recorrida por múltiplessistemas secundarios de castas y su movilidad vertical se abreapreciablemente sólo en excepcionales etapas formativas o críticas. Lanormalidad socio-estructural de Occidente implica que, en los sectoresestratégicos, la movilidad vertical quede restringida, muy probablemente, ano más de un 3 %. El hijo del señor será señor y el del obrero, obrero,aunque aquel use un traje menos y éste uno más al año.

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La sociedad burguesa se construye sobre la economía de la mercancía. Suproyección sobre el conjunto de la pirámide organizativa es tan dominanteque no hay escala de valores específicamente burguesa que no acepte,directa o indirectamente, su pauta.

Ha habido en la historia, por cierto, otros tipos organizativos que utilizaroncon frecuencia los instrumentos de la guerra y la opresión. Pero elcapitalismo supera muy ampliamente todo lo conocido, en Oriente yOccidente, por el volumen –absoluto y relativo– de vidas humanas yrecursos materiales que ha destruido en menor tiempo. Capitalistas hansido asimismo en Occidente los regímenes políticos que han aplicado,mucho más allá de todo lo conocido, la técnica del exterminio espiritual yfísico del enemigo político, étnico o religioso. Los más extremos casos depoder económico efectivo y de miseria, de tolerancia y persecuciónideológicas, forman igualmente parte de la normalidad institucional en cuyocontexto se ha desarrollado la teoría occidental de lo social.

Percibir ese mundo en su íntegra y contradictoria tragedia y trasladar sulógica a los símbolos del lenguaje, son faenas que exceden considerable-mente las posibilidades de la enorme mayoría de los científicos socialesque ha tenido Occidente. A la fragmentación inevitable de la experienciapersonal se sucede una manifiesta tendencia a reconstruir totalidades de larealidad que, en rigor, no son tales y que, por tanto, carecen de esaautonomía lógica que el investigador les atribuye. Lo que se suponereproducción de una empiria resulta a menudo el arquetipo de unmecanismo crudamente elemental y, por ende, no humano.

En el subsuelo yace, imbatido, un obstinado fatalismo y un desplazar loinexplicable y lo inaceptable hacia la esfera de lo marginal o del misterio.

Por la vía del concepto de la regularidad de los fenómenos sociales, sellegó al más orgánico y preciso de estructura. La teoría social de Occidentehizo, con esto, uno de sus descubrimientos decisivos: los ordenamientosinvisibles de los fenómenos de lo social humano. Marx y Engels agregaronla relación jerárquica de la estructuras entre sí y, con criterio dialéctico,insistieron en que la estructura, por su dinámica, va creando su propianegación. La estructura, por serlo, es equilibrante en algunos procesos,pero a la vez desequilibrante en otros. Esta tendencia desequilibrante de laestructura escapa a muchos planteamientos de la corriente estructuralistacontemporánea.

Decimos estructura y evocamos grandes fragmentos de la realidad socialcon algún mínimo de autonomía para generar transformaciones, conjuntosque hasta cierto límite pueden explicarse por sí mismos. Suponemos queexisten, que no son el fruto de nuestra ficción. Cada uno de esos conjuntostiene algo de cualitativamente propio. Hasta aquí, nuestra coincidencia conla gran tradición occidental. La discrepancia se gesta cuando surge nuestraprimera duda acerca del origen histórico de la percepción de cada uno deesos grandes fragmentos de la realidad que, en los países de Occidente,

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han ido dando nacimiento a las ciencias sociales. Esto que llamamoseconómico, ¿es un fragmento de la realidad con radical especificidadcualitativa o nosotros, hijos de una cultura tributaria de la mercancía, leatribuimos una naturaleza que no posee? Y sobre esto que llamamospolítico y esto otro que llamamos demográfico, ¿no podremos decir lomismo? La primera respuesta a este perturbador interrogante es ésta: lasestructuras existen, pero no son exactamente las que la teoría occidentalde lo social enuncia ni funcionan como ésta supone (IV).

Existen, sí. Pero entre la realidad humana de la intergénesis y elordenamiento invisible de lo social humano, ¿qué relación verdadera setraba? Pensemos en los dos investigadores que han hecho los másextraordinarios aportes para descubrir los ordenamientos invisibles en laexistencia humana: Carlos Marx y Sigmund Freud. En el prólogo de laprimera edición del primer volumen de El Capital, Marx deja bien aclaradoque las leyes de la producción capitalista se refieren a “tendencias queactúan con necesidad de hierro hacia resultados inevitables” (Marx 1867,13). La estratificación de la mente humana, con la que Freud inicia surevolución en la concepción del hombre (ese cuadro de la psiquis que separece tanto a una estratificación social) está sobrecargada con elementosde arbitrariedad, hipocresía e irresponsabilidad (como las sociedadesestratificadas). A Gordon W. Allport la impresión que le produce esediagrama es la de “una visión pesimista de las posibilidades de lanaturaleza humana. Un Ello tiránico, un ambiente obstinado, un Superyosecundario; estos instrumentos opresivos nos moldean fatalmente a unaedad temprana” (Allport 1957, 10).

Aquí, un paréntesis. Allport extrae sus propias conclusiones de loexpuesto. En muchos enfoques de la psicología europea “se da una notade fatalismo y pesimismo”, que contrasta con “el tono de optimismo yprogreso que caracteriza a la mayoría de los enfoques norteamericanos”(ibídem). Es cierto, siempre que estemos dispuestos a reconocer gradosde profundidad. Es, por ejemplo, optimista el conductismo, porque en susformas más ortodoxas –tan características de una actitud culturalestadounidense– adhiere a la tesis de la tábula rasa, con lo cual supone enel ser humano un grado superior de perfectibilidad. Pero, a cambio de esaconcesión a un optimismo tan superficial, el conductismo ortodoxo –comosu alter ego: el factorialismo británico de Eysenck– no es más que unatomismo ruda y confesadamente mecanicista que, al declararseincompetente para ver lo que hay más allá de lo exterior computable entérminos de un laboratorio muy elemental, supone que el hombre es unartefacto mecánico. Imposible imaginar una teoría más pesimista y, a lavez, más deprimente. Freud es trágico, pero con tonalidades clásicas.

En las caudalosas corrientes del pensamiento estructuralista, incluyendo alMarx de algunos pasajes como el citado, la estructura opera como la vozdel destino, como la omnipotencia invisible. En rigor, desde los griegos lacultura occidental se manifiesta impotente para resolver la contradicciónbásica: la coexistencia de la divinidad todopoderosa y de la libertad de

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decisión que aún le queda a la criatura humana. Cambiando los términos,el dilema teológico se traslada a las ciencias de la sociedad. Una sociedad–que es la burguesa– capaz de engendrar en las mentes de quienes laviven y la piensan una percepción dicotómica de muy difícil superación.

El concepto de estructura linda, en el esfuerzo de abstracción, con el detipos organizativos. Partiendo de aquí, es indispensable pensar que lahistoria de las sociedades humanas tiene, también, su propioordenamiento. La gran expansión ultramarina de la edad moderna puso alos europeos occidentales en contacto con sociedades arcaicas; laarqueología y la paleontología en el siglo XIX les obligaron a abrir suhorizonte retrospectivo y pensar que su prehistoria se iniciaba mucho antesde lo supuesto.

Clasificar no implica, necesariamente, comprensión de los procesos queproducen el cambio cualitativo. Aristóteles clasificó tempranamente losseres de la naturaleza, pero no sospechó que hubiera evolución. Muchosde los evolucionistas sociales de los siglos XIX y XX proponen etapassucesivas sin explicar cómo surge la una después de la otra. Marx, encambio, se esforzó por descubrir la intimidad del gran salto cualitativo.

Varios de los esquemas evolutivos que han tenido mayor gravitación en lasciencias sociales enuncian un número muy reducido de etapas. Tres sonapenas para toda la historia del hombre, según Comte. Marx enunció cinco–comunismo primitivo, régimen esclavista, feudalismo, capitalismo ysocialismo– a las que después agregó el modo de producción asiático Lagran escasez de posibilidades que ofrecen estos esquemas pareceneutralizarse con el argumento de que, en rigor, las etapas son algo similara lo que Weber llamó “tipos ideales”, cada uno de los cuales admiterealidades bastante diversas. Surge la inevitable pregunta de si no es másapropiado enriquecer el esquema en la categoría de los tiposfundamentales antes que multiplicar considerablemente los subtipos.

Lo cierto es que en ciencias sociales se ha trabajado casi siempre conesquemas socio-organizativos muy limitados, mientras que losevolucionistas en las ciencias de la naturaleza, mediante la utilización delconcepto de la radiación adaptativa, han afinado instrumentos declasificación en el tiempo, mucho más variados y dúctiles. A Darcy Ribeiro(1968) corresponde el más reciente esfuerzo por reconstruir la historia delos tipos socio-organizativos con un esquema de posibilidades múltiples deaplicación.

No por coincidencia, prácticamente todos los cuadros propuestos dan poraceptada la necesidad de lo que ha existido. Ese tipo organizativo C surgiódespués del B porque las corrientes históricas produjeron esa soluciónmás o menos inevitablemente. Una suerte de fatalismo retroactivo. Esaforma de análisis no llega, por lo general, a sospechar la multiplicidad delas opciones ni, por tanto, la verdadera dinámica que llevó a encontrar unoentre varios caminos posibles. El fatalismo retroactivo en los

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planteamientos socio-evolutivos conduce a un pronóstico igualmentefatalista, porque las opciones, ausentes o casi ausentes en el pasado,tampoco se tienen en cuenta para lo futuro.

En ese interminable parlamento entre Job y sus amigos en el quefinalmente interviene el mismo Jehová, la argumentación, entre casuísticay metafórica, se cierra con la aceptación por Job del designio divino, con locual el argumento, como en una buena construcción literaria, adquieresentido completo en la escena final. Job ha sido arbitraria y severamentecastigado en sus familiares, sus servidores y sus bienes. En un momentodado, su indignación le mueve a dudar de la divinidad, contrariamente a loque le aconsejan sus amigos. Pero más tarde admite la sabiduría eterna einescrutable de Dios. “Yo hablaba de lo que no entendía”, reconoce. “Meaborrezco y me arrepiento en polvo y cenizas” (Job 42, 3-6). Entonces,“bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero” (Job 42, 12),lo cual significó para éste riquezas y felicidad familiar aún mayores que enla escena inaugural. La clave del episodio bíblico está dada por la primerarespuesta que Job da a su esposa frente a la calamidad: “¿Qué?¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2, 10).

Descifremos los símbolos. Esa capacidad de hacer “cosas grandes einescrutables” (Job 5, 9, 10) es extrahumana en este episodio. Pero, anteel hombre perdido en la multitud no es mayor ni más arbitraria que el poderpolítico y el económico ejercido por seres bien humanos; y el perdónhumilde que reclama Job hacia el final, es también la condición queimpone a menudo el poder terrenal para dar por terminado el episodio derebeldía y restituir los bienes arrebatados y la paz individual. Este es –pordecirlo así– el simbolismo histórico: puede haber estado ausente delpensamiento de quienes enhebraron la leyenda de Job y de quienes larecogieron por escrito.

Existe además el simbolismo teológico: el mal surge aquí, así devastador einjusto, para generar el bien. No sólo el bien compensa por el mal, dadasciertas condiciones, sino que se gesta en su propio seno. La tremendaprueba a que Dios somete a Job le purifica para recibir un bien superior.

Manes, el profeta del maniqueísmo, concibe todo el proceso humano comouna eterna lucha entre las Tinieblas y la Luz; pero en el episodio final, lasTinieblas se disolverán en la Luz. Es un juego escénico muy antiguo, quese encuentra en numerosas religiones del Oriente lejano y del cercano;sólo el desenlace suele variar. Origen, contemporáneo de Manes, tambiénreconstruye la dicotomía del bien y del mal, pero asegura al bien un triunfofinal y completo. Desde el siglo vi, el origenismo pasa a ser una herejíapara la Iglesia: la teología cristiana necesita una dosis perenne de mal paraque pueda seguir habiendo recompensa por la buena conducta. No habrá,pues, ángeles sobre la Tierra.

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Esta lengua simbólica despliega, a menudo, un mecanismo operativofuertemente dialéctico. Los opuestos se encuentran alguna vez, aunque nosea seguro que del encuentro surja un ser nuevo; pero, además, unextremo existe porque existe el otro, y para que éste exista. La parábola deJob y la teología maniqueísta tienen un sentido de integración aunque sulógica nos resulte hoy excesivamente elemental: al fin y al cabo, losopuestos se integran en la divinidad, que es para los pueblos un poder tanpoderoso como el poder terrenal –valgan el agravio gramatical y la herejíaque profesamos a nuestro riesgo– aunque más justo en la instanciasuprema. Dios puede tanto como el patrón –el gamonal peruano o laGeneral Motors– pero, a diferencia de éste, hace justicia después decastigar.

En cambio, la moral victoriana –refinamiento de aristócratas cortesanos enuna sociedad burguesa– no se integra: lo deleznable, parte indispensabledel oficio, se excluye. Si no fuera hipócrita, podría asimilarse a la omisiónritual de un tabú. La burguesía se reservó el derecho de pecar –aunque sinofender a Dios– siempre que el pecado acreciera su poder económico,social y político. Gobernó –cuando gobernó– con la infinita prudencia de surealismo: jamás levantó un muro aduanero sin organizar simultáneamenteel contrabando. No hubo para ella más integración que el ciclo por el cualla mercancía se trueca en reinversión y ésta en nueva mercancía. Suuniverso es radicalmente dicotómico: hay dos leyes, o cuando hay unasola, hay dos jueces; o cuando hay uno sólo, hay dos jurisprudencias. Lateología bíblica que usa es mucho más sencilla que la parábola de Job, elmaniqueísmo y el origenismo: lo que no puede explicar ante los ojos deDios, no existe. El aristócrata Victoriano y el burgués de Detroit escinden eluniverso para evitarse problemas de conciencia.

Este universo escindido es también el de las ciencias sociales gestadas enel seno de la cultura burguesa de Occidente. El que roba, roba; su acto nose concibe en función del que no roba. El que mata en la guerra, mata enla guerra; su acto nunca llega a explicarse en función de las prácticas másvenerables de la retaguardia burguesa (el servicio religioso del domingo, eluso de los bienes de consumo laboriosamente ganados con el esfuerzoindividual).

Hay una ciencia social de lo aceptable y otra de lo repudiable. La sospechade que el contrabando es indispensable para la economía capitalista, comolo es la guerra incesante; la de que asesinar al miembro del exogrupocohesiona al endogrupo, porque los miembros del endogrupo en lasociedad burguesa tienen una marcada propensión a reaccionar, frente aciertas amenazas a su integridad económica y física, con mayor brutalidadque en otros tipos de sociedades que ha habido en la historia –esassospechas han prendido mucho más en el periodismo crítico y en la prosapolítica que en la ciencia social.

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Con todo, lo que subyace en el estrato más remoto del conjunto de lasciencias sociales de Occidente es su radical y pertinaz impotencia pordescubrir al hombre.

Desde Adam Smith hasta Chamberlin y la economía del desarrollo; desdela sociología positivista del siglo XIX hasta el funcionalismo académico, lasociología de la encuesta y la sociología de la prosperidad del siglo XX;desde la psicología social aplicada a la industria hasta la dinámica degrupos; desde Malthus hasta la demografía estadística de los deceniosmás recientes, la imagen del hombre sobre la cual se han construido estasciencias del hombre no tiene casi parentesco con la criatura humana. Esun hombre que no existe. Nunca ha existido.

Veblen, Keynes, Schumpeter, ya se sabe, adquieren a veces otratonalidad. No pocas obras de antropología cultural presentan unarespetable densidad humana. Y, por supuesto, Mills, Adorno, entre los másrecientes, constituyen excepciones ilustres.

También pertenece a la cultura occidental una actitud sustancialmenteopuesta: el diálogo trágico del hombre con la divinidad, al que laescolástica medieval –cumpliendo la función específica de cualquierescolástica– trata de poner fin; el empeño de Marx y Engels3 por descubriren su totalidad el gigantesco universo dialéctico de la criatura humana; laintrepidez de Freud por explorar las profundidades de la personalidad; elcontenido cósmico que Teilhard de Chardin descubre en el fenómenohumano. Pero toda esa tradición circula por vasos que no se comunicancon la gran masa de la producción escrita surgida dentro de los cuadrosmetodológicos de las ciencias sociales en los países de Occidente.

3 Hemos analizado el sentido de los modos de producción en la obra de Marx y la posibilidad deinterpretarlos como etapas de desarrollo en nuestro libro Marx-Engels: diez conceptos fundamentales,Nueva Visión, Buenos Aires, 1972.

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Capítulo IIPRIMERA MEDITACIÓN SOBRE LA NATURALEZA DE LAREALIDAD SOCIAL

a] MATERIA PRIMA: UNA REALIDAD RELACIONAL CON TRES ELEMENTOS

Desde el siglo XIX nos llega una actitud teórica que consiste en reducir losocial, en su última instancia, a una realidad relacional. El modo cómo loshombres se relacionan entre sí: eso sería lo social. Este concepto, sinembargo, no ha tenido el mismo grado de elaboración en todas lasciencias sociales.

Los demógrafos han sido los que menos percibieron la realidad relacional.Los economistas, los que más reiteradamente han tropezado con unenjambre de objetos materiales antes de descubrir el mundo de lorelacional, hasta que la matemática económica lo absorbió como su temacentral, trasladándolo a un plano muy elevado de abstracción. Lossociólogos del siglo XIX se concentraron en la relación entre la unidadfísica menor (el individuo) y el conjunto mayor (la sociedad global). Losantropólogos culturales atribuyeron gran importancia a las relacionescodificadas en comunidades pequeñas, (ritos, tabúes, conducta simbólica),donde es más fácil descifrar su contenido. Los geógrafos humanos,después de introducir el suelo, el subsuelo y el clima como integrantes dela realidad de las sociedades humanas, hicieron un notable esfuerzo porestablecer relaciones entre conjuntos de funciones sociales y conjuntos defactores geofísicos.

Hecho el descubrimiento en la entraña viva de lo social, queda por explorarsu alcance. Si lo social es una realidad relacional, lo relacional ¿por quévía puede captarse? Relacionarse con los hombres los unos con los otros:eso parece ser conducirse, es decir, producir el contacto con una intención.La realidad relacional podría ser, simplemente, conducta. Lo muyinmediato y lo muy notorio porque, al fin y al cabo, la noción de conductase ha manejado en todas las culturas conocidas: el adulto se la esboza alniño desde edad temprana como el elemento de la ética más elemental detodos los tiempos (la buena y la mala conducta) y pertenece también a unarelación divinidad-hombre igualmente muy elemental (Dios premia ocastiga la conducta de los hombres).

En sus trabajos, que se editaron dos años después de su muerte, Weberdefinió la acción como “orientación significativamente comprensible de lapropia conducta” y asignó a la sociología el objeto fundamental de “lacaptación de la conexión de sentido de la acción” (Weber 1922, 12). La redde conductas que se entrecruzan se transforma en sociogramas paraalgunas corrientes de la psicología social. En teoría económica, apareceen Estados Unidos una escuela que, después de descartar las categoríasde análisis heredadas de los clásicos, centra la explicación del fenómeno

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económico en la conducta de los individuos, expresada como respuestas,socialmente condicionadas, frente a situaciones concretas. Para Parsons,“el punto de partida fundamental es el concepto de sistemas sociales deacción” que, en realidad, son “la interacción de actores individuales”(Parsons 1951, 3). Hace más de un siglo, Marx dejó constancia de que “elcapital no es una cosa, sino una relación social entre personas, establecidamediante la instrumentalidad de cosas” (Marx 1867, ed. Kerr, 1, 839;nuestra traducción de la versión inglesa).

Todas las corrientes de pensamiento que hemos citado nos hablan de unarealidad relacional. Pero hay diferencias sustanciales. La relación socialentre personas que subyace en toda la obra de Marx es la de seres quepertenecen a distintas clases sociales y como miembros de ellas; mientrasque la acción de Weber, la interacción de Parsons, los contactosinterindividuales de los psicólogos sociales y las posiciones de losconductistas tanto en psicología como en economía, son relaciones entreseres sin la mediación de grupos ni clases. El conductismo de Weber esuna reducción de lo social a su mínima expresión; una relación deconductas, todo cuyo contenido, social y emocional, se agota en laconducta, es decir, en ese acto mediante el cual un sujeto se comunica conotros por medio de movimientos físicos y símbolos formales. Unapsicología anterior a Freud; una sociología anterior a Marx.

Esa ancha tradición que concibe lo social como una realidad relacionalcontiene observaciones valiosas, pero a menudo descansa sobre unconductismo excesivamente primario. Admitimos que, metodológicamente,es importante descubrir cuál es el mínimo de elementos que integranaquello con lo cual se construye la realidad social entre seres humanos. Aldecir “mínimo de elementos” queremos afirmar que, si alguno falta, nosurge nuestra realidad social. Son éstos los indispensables:

1) Toda relación pone en contacto dos o más individuos, de modo talque ninguno de ellos puede ser totalmente activo ni pasivo. Setrata, como ya hemos dicho (Introducción. b), de una inter-generación, es decir, un proceso recíproco, aunque desigual:acción y retroacción tan íntimamente ligadas que a menudo esimposible diferenciarlas. Proceso dialéctico, en el sentido de queengendra incesantemente circuitos de reconfiguración de losactores, que sin embargo no pueden jamás –porque son seresvivos– repetir el fragmento de la realidad que acaban de vivir.Dialéctico también porque no podría dibujarse como una línearecta de la misma densidad: sus recorridos son algo similares a losde un circuito pero, como parecen transcurrir no en un plano sinoen varios, pueden evocar una espiral. Tampoco la comparación esenteramente fiel porque, habiendo un efecto de retroalimentación,el ejemplo de la espiral deja de ser aplicable. Por lo demás, ladensidad de la línea cambia sin cesar porque son distintas lasconsecuencias que va produciendo en los participantes.

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Se trata, efectivamente, de participantes. La realidad social se vivecomo praxis. Pero debemos hacer una salvedad: la participaciónpuede expresarse mediante conducta en el sentido tradicional delvocablo, o mediante omisión. Praxis aquí quiere decir participaciónmediante acción u omisión. En este último caso, el actor estáausente o mudo y sin embargo, actúa, como en “Déjeuner dumatin” de Jacques Prévert. Cualquier político sabe que suausencia puede ser un agente más dinámico que su presencia enuna situación determinada. Definido así el alcance de los términosa este elemento lo denominamos praxis dialéctica.

2) Pero el hombre no crea praxis dialéctica, no se inserta en unarealidad determinada sólo en virtud de su acción o su omisión. Lohace siempre sin excepciones, mediante:

a) Otras inserciones previas indispensables. Trabajamos,opinamos, viajamos, luchamos como miembros de grupos.Más aún, como miembro, cada uno, de múltiples grupos. Laintergeneración no da origen a un diagrama A: B, sino a otromucho más complejo que incluye, para da una de las partes,un paréntesis en el cual se mencionan las afiliaciones amúltiples grupos.

Esta condición previa inevitable nos mueve a plantearnosvarias preguntas: Una es esta: ¿cuándo se produce la primerainserción? En lo que atañe a la realidad relacional, casisiempre en el acto de nacer. Así, en una sociedad capitalistacontemporánea, el que acaba de nacer pasa allí mismo aformar parte, con la mayor frecuencia, de una familia, de unaclase social, de un grupo cultural, de un grupo lingüístico y, conmenos frecuencia, de un grupo religioso y de un grupo étnico.Puede también ocurrir que el primer ingreso a una familia y auna clase social se presente más tarde en la vida del individuo.Es obvio, además, que las afiliaciones a grupos se alteran enel curso de una vida.

Otra pregunta es ésta: ¿existen inserciones básicas, es decir,más determinantes, que otras? Sin duda las hay y esamodalidad depende del tipo de sociedad global en que seactúe.

b) Su propia historia individual como ser humano; es decir, comoser vivo participante de lo social. La inserción, salvo la primera,no es un episodio en el que participen un grupo que reciba unaporte pasivo y un individuo que ingrese a él y acepte susnormas, Es un, proceso, con cierta duración, en el que cadaindividuo es portador de su propia historia personal, que nosólo es pasado sino cosmovisión, modo de hacer en elpresente y actitud preparatorio del futuro. La pertenencia

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anterior a grupos, la educación, institucionalizada y noinstitucionalizada, y el cúmulo de experiencias conducen alindividuo a construir su propia cosmovisión –siempre en parteexplícita y en parte implícita– que, en definitiva, está formadapor conocimiento, matrices lógicas, carga emocional, meca-nismos mentales mágicos, escala de valores, aspiraciones einclusive un arsenal de simbolismos con los que el hombre secomunica y, simultáneamente, ordena su propia actividadmental. A este conjunto de elementos, especie de síntesis dela historia individual, llamamos esquema de definiciónindividual participante (que puede ser activo, cuando conducea modificar una situación o pasivo, cuando contribuye areiterarIa).

La cosmovisión, en contacto con la realidad inmediata, puedetraducirse en un esfuerzo por explicar y explicarse el conjuntodel proceso en términos lógicos (teorización) o por descubriruna realidad, visible o subyacente, a la cual el individuo seenfrenta inventando una arquitectura de signos sensibles(mensaje estético) .

Obsérvese que, en el planteamiento que hacemos, el mensajeestético no está tratado como reproducción, ni comotestimonio, ni como invención, sino como estilo departicipación en la realidad social. Por cierto que el mensajeestético puede ser también reproducción, testimonio einvención. Aclaremos que al decir estilo de participación en larealidad social no lo hacemos en el sentido habitual delpsicoanalista, ni del psicólogo o el sociólogo conductistas, sinoque lo asimilamos a todas las otras maneras de participacióncuyas condiciones generales estudiamos en este trabajo.

Tanto la teorización como el mensaje estético son modosbásicos de participación; es decir, integran los elementos másindispensables de la realidad social. Pero el hombre puedetambién participar, claro está, sin teorizar ni crear mensajesestéticos. Basta con que su cosmovisión sea suficientementedinámica para que su participación en lo social no sea un actototal e irreparablemente mecánico; para que adquiera algúnacento diferencialmente humano, alguna dosis de aspiración ydecisión y, por ende, abra alguna posibilidad diferente mañanarespecto de lo que el mundo es hoy.

En síntesis, pues, la materia prima de la realidad social humana estáformada por los tres elementos siguientes:

1. una praxis dialéctica;2. otras inserciones previas;3. un esquema de definición individual participante.

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b] CONJUNTOS REITERADOS: MATERIA PRIMA MÁS OTRO ELEMENTO

Hemos aceptado un antiguo y fecundo punto de partida de la antropologíafilosófica: el hombre sólo alcanza a serlo, para bien o para mal enincesante interpenetración con otros seres de su misma especie. Dijimostambién que su inserción en una realidad social o en un grupo se producesiempre –salvo el acto del nacimiento– mediante una inserción anterior enotra realidad o en otro grupo. La existencia del hombre transcurre en unincesante ingresar y egresar de grupos que, a su vez, se articulan ydesarticulan, surgen y desaparecen. La realidad de lo social humano es unmodo de agruparse los seres humanos y los fenómenos que ellosproducen, como si los unos crearan los otros y se apoyaran en ellos, sinsolución de continuidad. No es, ya lo sabemos, una realidad de inalterablecooperación y armonía: la contradicción, el conflicto le son siempreinherentes. La realidad transcurre también en negación, como lo vienensosteniendo los dialécticos desde hace siglos.

Apenas un hombre se ponga a resumir la experiencia de su propia vida,observará que ésta es un incesante agruparse y ordenarse de hombres yacontecimientos. Para que un ordenamiento se produzca ha sido necesarioque, antes, haya actuado otro. Todo es conectarse e integrarse; todo esconjuntos de hombres y conjuntos funcionales en un tiempo y sobre unespacio determinados. Pero esos conjuntos no tienen todos el mismo valoren la historia de nuestra vida. Si reflexionamos un poco, observaremos quealgunos han sido, o son, muy inestables; otros, muy estables. Algunosparece que no han dejado consecuencias en nuestra biografía; otros, encambio, han creado una estela muy duradera. Nosotros -todos nosotros-aprendemos a clasificarlos, desde edad temprana, en importantes, menosimportantes y banales, según sean la profundidad y duración de su estela.Por esa vía de la importancia –en función de las consecuencias queengendran– los vamos clasificando en nuestra propia experiencia. Tambiénlos vamos clasificando en tipos: hay conjuntos afines, hay otros diferentes,aunque no tomemos en cuenta las consecuencias que engendran.

En una sola jornada, todos esos conjuntos pueden parecemos de accióncaprichosa e imprevisible. Cuando resumimos nuestra vida, advertimosque todo se va orientando en grandes etapas, en grandes conjuntos defenómenos y de seres, que hay algunos más dinámicos en susconsecuencias que otros; que siempre hay alguna explicación posible, unalógica mínima, que nosotros podamos admitir.

Con esta elemental experiencia de lo propio, queda reconocido que en larealidad actúan, por lo menos, estos dos procesos:

1. ordenamientos incesantes de hombres y fenómenos;

2. gestación de diferencia cualitativa entre los ordenamientos, enfunción de su naturaleza y de las consecuencias que generan.

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Cumplida esta primera etapa en nuestro propio proceso mental dereconocimiento de la realidad social –es decir, ya admitido queparticipamos de una realidad en ordenamiento incesante con tipos deordenamiento cualitativamente diferenciados que poseen calidad genéticade distintos grados– la segunda etapa debe consistir en reconocer loselementos mínimos que encontramos en cada uno de esos ordenamientos.En otras palabras, aquellos elementos sin los cuales –ausentes todos,algunos o uno solo– el ordenamiento deja de ser tal.

Hemos dicho que la materia prima de nuestra realidad social está formadapor tres elementos (una praxis dialéctica, inserciones previas y unesquema de definición individual participante). Con esos tres elementosexclusivamente, el hombre puede construir conjuntos fugaces, situacionestransitorias, aunque pertenecen también, por supuesto, a nuestraexperiencia vital, a nuestra realidad social (una conversación, un encuentroaccidental, una situación amorosa de corta duración).

Para que las situaciones no sean tan fugaces, para construir conjuntosreiterados, procesos extendidos, interviene otro elemento: un instrumentalmaterial (hachas, máquinas, aviones, edificios, muebles, instrumentosmusicales, instalaciones radioeléctricas para transmitir signos a distancia).

Sin esos cuatro elementos no hay reiteración de con juntos. Puestos éstosen marcha, nuestra observación puede ir ahora más lejos:

a) La praxis dialéctica se reitera, pero siempre con alguna tonalidadcambiante. No es hoy lo que fue ayer, pero nosotros podemosreconocerla, identificarla, percibir lo que tiene –y continúateniendo– de diferente respecto de otras praxis dialécticas. Éste noser nunca idéntica y, sin embargo, tener una identidad nosconduce a imaginar que existe algo como un genotipo que regulalas transformaciones, con la consecuencia de que éstas noalcanzan a trastornar cierta modalidad constante.

b) Los conjuntos (es decir, materia prima más instrumental),fenómenos en sucesiva gestación, se nos presentan comoindispensables los unos a los otros, pero en plazos muy disímiles.Se trata, en rigor, de una diferente capacidad de engendrarconsecuencias, como si unas veces actuara un genotipoexcepcionalmente dinámico y el conjunto relacional se completaracon velocidad; otras, un genotipo más lento; otras, en fin, ungenotipo capaz de proyectarse a gran distancia, pero casiimperceptiblemente.

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Sergio Bagú

Capítulo IIILA GÉNESIS DE LA REALIDAD SOCIAL

Esto de por qué ocurre lo que ocurre entre los hombres conduce a pensar,sin largo intervalo, en el destino del ser humano. Por eso persiste el temaen el mito, la leyenda y los textos religiosos de todas las culturas. Elhombre ha tenido una tendencia reiterada a explicarse su realidadrefiriéndola a la mayor magnitud por él concebible, que es lo divino. De locotidiano gris y acongojante a lo eternamente luminoso: un acto fallido deliberación.

Cuando no lo divino, por lo menos lo metafísico se ha hecho presente coninsistencia en la búsqueda del principio genético de lo relacional humano.Es que resulta difícil, en esta materia más que en otras, volar más allá deun positivismo elemental sin desembocar en un trascendentalismo. Y loshay de muchos estilos, inclusive el político, porque es en este terrenodonde a menudo se advierte la necesidad de una fórmula única, sencilla ygeneralizadora que otorgue respetabilidad a las decisiones del poder, oinspiración sin desmayos a quienes la desafían.

Los lenguajes del hombre –incluyendo el científico– están impregnados desímbolos en proporciones que él ignora. Su realidad social y susaspiraciones ponen en marcha mecanismos mentales de defensa yevasión, que en ocasiones revierten en formas estéticas o en teoríasfilosóficas y científicas. La historia-destino y su versión menos poética dehistoria-fatalidad han sido, las más de las veces, no sólo traducciones de lapresencia obsesionante de una divinidad legisladora, sino también de unasociedad con escasa capacidad productiva y severa estratificación social.Pero no desaparece para siempre cuando, con la revolución tecnológica,aumenta notablemente la capacidad productiva y se levanta el promediodel nivel de vida, aunque la estratificación no pierda su rigidez sustancial.Se agazapa más bien y sigue respirando en el trasfondo del pensamientocientífico occidental, hasta que reverdece con temible fuerza en lasgrandes crisis de las sociedades con alta capacidad productiva y desnudasdel temor de Dios, como en el capitalismo de Hitler.

El causalismo concebido como proceso infinito y unilinear –con una causaprimera surgida de la voluntad de Dios, o siendo Dios ella misma– noshabla de la verticalidad de la relación divinidad-ser humano, así como elcausalismo como proceso finito e igualmente unilinear puede ser laproyección de la verticalidad dominante en la distribución de las clasessociales.

El descubrimiento de las regularidades del cosmos, del mundo inorgánico ydel orgánico que se registra cuando la burguesía trata de orientar susnegocios del modo que ella considera racional y objetivo, estimula la ideade la regularidad mecánica, del encadenamiento pronosticable para losfenómenos sociales. La imagen de las etapas del progreso y la de esas

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estructuras que operan ya sea que los hombres las perciban o no, loquieran o no, permiten volcar, en términos de teoría científica, toda larebelión que la prepotencia y la injusticia del poder van estimulando en lassociedades estratificadas. Sirven igualmente –¿por qué no?– para justificarel presente injustificable y rodear de rosada esperanza lo que será laabundancia del mañana, como en esa modalidad neo-keynesiana que seconoce como desarrollismo.

a] ALGUNAS POSICIONES EPISTEMOLÓGICAS

A partir del siglo XVIII, en el mundo occidental el pensamiento teóricodestinado a descubrir los ritmos genéticos de lo social se polifurcaconsiderablemente y no es fácil rehacer su significado histórico integral.

En los últimos decenios, se han expuesto en varios continentes algunasposiciones epistemológicas, ciertamente con muy variada riqueza decontenido, que han alcanzado o pueden alcanzar importante gravitación enel análisis de la génesis de lo social. Nos parece oportuno señalar lassiguientes:

1) Una tendencia a restablecer cadenas causales lineales, a menudode orden tecnológico. Se manifiesta en no pocos autores que seesfuerzan por aplicar nuevas técnicas de interpretación en lahistoria económica y la historia social en los últimos cuatro lustros(así, White Jr., 1962, en su análisis de la capacidad genética delestribo en la organización de la sociedad feudal); y con escasarespetabilidad científica en dos intentos de teoría general de lahistoria (Rostow, 1960; Kerr, Dunlop, Harbison y Myers, 1960).

2) Las influyentes posiciones del funcionalismo en sociología yantropología cultural, del estructuralismo parsoniano y delpositivismo lógico en epistemología, con su marcada propensión,expresada en ocasiones a modo de programa, a abandonar lasexplicaciones causa-efecto, reemplazándolas por una difusadescripción interfactorial.

La estructura global autoequilibrante de Parson (1951), y la de Galbraith(1956) tienen estrecho parentesco epistemológico con esta corriente. Muypróxima a esta concepción se encuentra, asimismo, la epistemología deotro importante autor de nuestros días, Gunnar Myrdal, que él ha aplicadotanto al análisis de un problema social nacional contemporáneo (1944)como al de las tendencias predominantes en la economía internacionaldespués de la segunda guerra mundial (1956). La clave de su concepciónteórica reside en un “mecanismo social de causación acumulativa”, todoscuyos factores tienen entre sí tal grado de interdependencia que “cualquiercambio en cualquiera de los factores causará cambios en los otrosfactores”, de modo que el proceso así abierto “apoyará el cambio inicial” y“se habrá suministrado a todo el sistema un impulso que lo hará moverse

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en la dirección del cambio primario, aunque más lejos” (Myrdal 1956, 15-16; traducción nuestra). Al exponer la metodología de su análisis delllamado problema negro en Estados Unidos, el autor manifiestaexpresamente que:

“esta concepción de un gran número de factores interdependientes,recíprocamente acumulativos en sus efectos, elimina la idea de quehay un factor predominante, un «factor básico»” (Myrdal 1944, 1960;traducción nuestra).

Ésta es la actitud metodológica característica de la corriente funcionalistaen sociología y antropología cultural –aunque quizá Myrdal no hayapensado enrolarse en ella–, tal como ha sido muy ampliamente sustentadaen Estados Unidos y más tarde en varios países de Europa y AméricaLatina. A todos los factores utilizados en el análisis –que los autoresfuncionalistas catalogan cumpliendo con muy elementales requisitosepistemológicos de aceptabilidad y, casi siempre, con menosprecio de lahistoria del problema considerado– se les asigna, por principio a priori, elmismo valor genético. El análisis puede hacerse más complejo si el autor,en una etapa posterior de su tarea, introduce nuevos factores; o menos, siretira algunos del cuadro. Este modo de investigar lo social se parecenotablemente a un juego mecánico puramente experimental, en el que eljugador agrega o quita piezas de un conjunto y observa el resultado. En losocial, el resultado es la construcción de un modelo utópico, que el autorconfunde con la realidad, a la cual, ingenuamente, supone reconstruidacon rigor científico. Rigor científico equivale aquí a frivolidad tecnológica.

3) Una actitud de reivindicación del principio causal, frente al avancedel acausalismo del positivismo lógico, representada en primerplano por Mac Iver (1942), que va sólo poco más allá de larefirmación del antiguo principio del causalismo, sin enriquecermucho su análisis.

4) El cuadro múltiple y complejo que presenta Mario Bunge de lostipos de determinación aplicables a las ciencias sociales, uno delos cuales es la causalidad, analizado por él con un grado decomplejidad muy superior al de muchos epistemólogos de losocial. Bunge insiste en la multiplicidad de las cadenas causalesen la historia y en que un fenómeno social pertenece siempre amás décima cadena causal. Agrega, además, que sobre losfenómenos sociales actúan modos de determinación no causales,como la determinación estadística y la teleológica (1959).

5) La posición de Mao-Tse-tung quien, ratificando su adhesión alpensamiento de Marx, Engels y Lenin, insiste en la capacidadgenética intrínseca de las estructuras como consecuencia delproceso dialéctico interno y relega la causalidad exógena a unsegundo plano de importancia (1937). “La causa fundamental deldesarrollo de la cosa –explica– no se encuentra en lo externo, sino

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que es intrínseca a la misma; reside en la naturaleza contradictoriaesencialmente inherente a la cosa misma”. Luego: “Las causasexternas operan mediante la intermediación de las internas” (Mao-Tse-tung 1937; nuestra traducción de la versión italiana).

b] LA CAUSALIDAD

Si a la pregunta básica –qué es lo que se genera– respondemos diciendoque realidad relacional, la búsqueda del principio genético nos obliga, enuna primera instancia, a inquirir cuál es allí la vigencia de la causalidad.Tendríamos que recordar en este momento que la praxis dialéctica,siempre alimentada por las inserciones previas de los actores y por elesquema de definición individual participante de cada uno, prácticamenteen todos los casos se expresa con la mediación de un instrumento materialy crea conjuntos de relaciones y de seres humanos. Antes de preguntarnossobre la presencia de cadenas causales, debemos dejar establecido, unavez más, que las unidades de la realidad social no son individuos aislados,ni fenómenos sociales aislados, ni cosas como las llama Mao-Tse-tung.Son individuos y fenómenos que siempre pertenecen a conjuntos; de modotal que si dejaran de pertenecer a conjuntos, dejarían de ser individuoshumanos y fenómenos sociales. Sin embargo, casi todos los autores de lossiglos XIX y XX que han pensado en cadenas causales las han imaginadocomo concatenando individuos y fenómenos en un vacío.

Todo conjunto, por serlo, tiene su propia dinámica interna, es decir, supropia capacidad para generar dentro de sí consecuencias relaciónales.Uno muy pequeño, como podría ser una familia de tres miembros, si pierdede pronto, durante un período, todo contacto con otra realidad humana (porejemplo, si se extravía en un lugar despoblado) sigue, sin embargo,generando en forma incesante consecuencias relaciónales. Cuando sereanude el contacto con el exterior, su realidad no será ya la misma deantes.

Los otros ejemplos en mayor escala que pueden ofrecerse ya no tienen elmismo grado de pureza, porque el conjunto no ha dejado de estar dealguna manera bombardeado por sus contactos con el medio, pero aún asíha habido una actividad endógena que ha generado situaciones similares.Uno de los casos contemporáneos de una comunidad sometida a unaislamiento cultural externo es el de la población de origen alemán deColonia Tovar, Venezuela: cien años de muy escaso contacto con el mediomás inmediato –hasta que, hace pocos lustros, la carretera asfaltada y elturismo rompieron el aislamiento– y de completa desconexión cultural conel país de origen. La consecuencia es que esa comunidad ha vivido unlargo capítulo de su historia cultural con sus propias características: unadinámica definidamente endógena. Menos puros son los casos, histórica-mente importantes, de los franceses de Quebec, los de algunos sectoresde las comunidades judías en varios países de América y, por supuesto,muchos más en otros continentes.

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El principio enunciado por Mao-Tse-tung es particularmente rico encontenido. La materia viva que es lo social sigue viviendo, es decir,transformándose, aún en el más completo aislamiento. Pero su aplicaciónnos plantea muy pronto un problema metodológico interesante. Si lamateria viva que es lo social está formada por conjuntos, ¿a qué debemosconsiderar agente endógeno? ¿Y a qué, exógeno? A primera vista,parecería que lo ajeno al conjunto es lo exógeno; pero es siempre difícildescubrir los límites ciertos del conjunto. Podríamos definir éste de modotal que los agentes exógenos pasaran a ser, para nosotros, endógenos. (Aesta altura de nuestro argumento, bordeamos el principio de integración,tratado en iv. b). Si lo hiciéramos así, el enunciado dialéctico de Mao-Tse-tung perdería importancia práctica. Todos los agentes serían endógenos.Es menester encontrar un planteamiento metodológico que permitacomprender la gran riqueza de combinaciones que se presenta en larealidad y no desdibujarla reduciendo a una sola clase todas lascombinaciones posibles.

Un Estado latinoamericano toma una decisión importante de políticaeconómica nacional y comienza a aplicarla. Algo más tarde, por víadiplomática, después económica internacional y posteriormente militarinternacional, Estados Unidos ejerce sobre ese Estado latinoamericanopresiones tan fuertes que, por último, éste decide rectificar aquelladecisión. Se trata de un caso frecuente. ¿Qué es aquí lo endógeno y quélo exógeno? Si reconocemos la existencia de un mercado internacional(conjuntos reales, más allá de las fronteras nacionales), ¿debemossostener que todos los agentes que han actuado en el caso sonendógenos? Si procediéramos así, nuestro análisis se empobrecería.

Ya hemos dicho que un individuo no pertenece a un solo conjunto; ni unfenómeno social tampoco; ni el instrumento material que vehiculiza larealidad relacional de un conjunto sirve, por lo general, sólo a este. Elmodo cómo un conjunto genera su propia continuidad se complicanotablemente por la circunstancia de que, en ese mismo instante, suselementos participan de la faena de generar continuidades similares enotros conjuntos. La praxis dialéctica se entrecruza en un enjambregigantesco.

La decisión del Estado latinoamericano ha sido tomada dentro de unconjunto (las macroestructuras nacionales) y los factores que actúandentro de él deben ser considerados agentes endógenos. Pero ese Estadose mueve además dentro de otro conjunto (la zona de influenciaeconómica, política y militar de Estados Unidos) , cuyos factores sontambién, lógicamente, endógenos. Aparece ahora la necesidad de unadelimitación: la presión de Estados Unidos sobre el Estado latinoamericano es un factor exógeno respecto al primer conjunto y endógenorespecto al segundo.

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El cuadro se complica con frecuencia. El asunto puede ir a parar a laAsamblea General de las Naciones Unidas y pueden aparecer en escenafactores ajenos a todos los anteriores, que pertenecen a conjuntosdiferentes a ambos (intereses de la Unión Soviética, o de Francia, porejemplo). Son endógenos respecto de un conjunto de fenómenos que cortanumerosas fronteras nacionales; exógenos respecto a los dos conjuntosmencionados antes.

Y así sucesivamente. ¿Juego metodológico? De ninguna manera: realidaddiaria; dura y, a menudo, no bien comprendida realidad diaria. En términosde política internacional, el principio se plantea así: ¿puede una potenciacomo Estados Unidos, tan poderosa como es, actuar como agenteexógeno decisivo sobre un problema nacional de un país menor sin poneren marcha, o reactivar, en este país agentes endógenos de la mayorimportancia? En términos menos técnicos: ¿puede Estados Unidosdeterminar el curso de los acontecimientos en países tan pequeños comola República Dominicana o Cuba, o sólo le es posible conjugar su accióncon la de factores internos, sin cuya presencia su intervención no tendríaéxito?

Más aún, para hacer más complejo el problema metodológico ¿puede, enel caso planteado, actuar Estados Unidos como agente exógeno sobre elpequeño país (y endógeno respecto de sus propios intereses de granpotencia) sin que aparezcan otros países introduciéndose en el problemacomo otros tantos agentes exógenos (respecto del pequeño país y deEstados Unidos) y como agentes endógenos (respecto de los propiosintereses de cada uno de ellos) a la vez?

De la metodología de lo social hemos desembocado, muy rápidamente, enel tembladeral de la política internacional contemporánea. Como en lasfábulas para niños, lo moraleja es edificante: de lo malo que le ocurre a unpaís latinoamericano, no toda la culpa la tiene Estados Unidos. Una partela crea el propio país.

Metodológicamente, nuestro principio está aún planteado con un gradoexcesivo de generalización. La capacidad genética del agente endógeno,así como la de los agentes exógenos, dependen del tipo de la relación quese establezca entre el primer conjunto y los otros de donde proceden losagentes exógenos.

El equilibrio relacional interno de un conjunto se altera, pues, por su propiadinámica intrínseca y por la acción de agentes exógenos, conjunta oalternativamente.

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c] EL PRINCIPIO GENÉTICO

Mario Bunge advierte que la determinación no se agota con la causalidad.En las ciencias de la sociedad, los enunciados que se han hecho hastaahora de la causalidad no abarcan toda la acción del principio genético. Enotras palabras, la génesis de la realidad social es siempre un procesomucho más intenso y rico en contenido que lo que se ha sospechado.

Si reconocemos como causa a un fenómeno o conjunto de fenómenos quetengan suficiente capacidad dinámica como para alterar una situaciónrelacional, habremos formulado un primer enunciado aceptable, pero apartir de él tendremos que aclarar otras condiciones y modalidades delproceso. La capacidad genética de la causa varía enormemente. Ladinámica interna de una situación relacional, al alterarse, puede cambiarde modo radical la magnitud de la acción de una misma causa que incidarepetidas veces. Al modificarse, asimismo, otros elementos externos –como la contigüidad, que puede ser mayor o menor– es probable que sealtere la capacidad dinámica del agente causal.

Así como no hay causas segregadas de conjuntos (un fenómeno militar oun fenómeno financiero no existen por sí mismos), así también esabsolutamente excepcional la aparición de una cadena causal que incidasobre una situación relacional sin conexión con otra cadena causal. Lonormal es el entrecruzamiento de varias cadenas causales. La victoria delPartido Laborista en una elección parlamentaria en Gran Bretaña es elfruto de la situación internacional (varias cadenas causales); de losproblemas del Commonwealth (varias cadenas causales); de losproblemas nacionales británicos (varias cadenas causales); de la propiaevolución interna del partido (varias cadenas causales). En algúnmomento, esas numerosas cadenas causales se han entrecruzado y hanincidido, mediante un resultado electoral, para alterar una situaciónrelacional existente. Una advertencia importante: en cuanto a su capacidadgenética, hay una relación jerárquica entre todas las cadenas causales quese entrecruzan para gestar un fenómeno. En el ejemplo dado, habrásiempre alguna de ellas más determinante que las otras.

Para el pensamiento aristotélico y la escolástica, el movimiento se iniciasolamente cuando un agente externo lo produce. En la sociedad de loshombres, cualquier realidad se encuentra en permanente movimiento –esdecir, en incesante alteración– por sí misma. No hay allí sistemasestáticos. Si aceptamos este punto de partida, tendremos que procedercon prudencia al definirnos frente a la cuestión de si existen causasendógenas. Si denominamos causa a todo aquello que altera una situaciónrelacional podemos volver, aunque inadvertidamente, a la explicaciónescolástica porque no admitiríamos alteración sin causa. (La relaciónpadre- hijo se altera con el simple transcurso del tiempo; si a esetranscurso del tiempo lo llamamos causa, estaríamos aceptando elprincipio escolástico).

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Si distinguimos entre causa exógena y causa endógena, y reservamos elnombre de ésta a los agentes que, dentro de un sistema, tienen suficientecapacidad genética como para alterar alguna de las partes del sistema,nuestro planteamiento puede ser admisible siempre que comprendamoscon claridad que, dentro de ese mismo sistema, simultáneamente, todaslas situaciones relacionales han seguido alterándose por sí mismas.Aunque por supuesto, habrán experimentado otros episodios de alteracióndebido a agentes externos a ellas.

Lo que, con referencia a lo social, se distingue como determinaciónestadística (este año, en este país, contraerán matrimonio aproximadamenteun tanto por ciento de adultos entre tales y tales edades) es una forma dedescribir una tendencia que siempre podrá ser analizada con mayorprecisión y explicada en términos de proceso genético.

Todo lo social, por lo demás, está impregnado de contenido teleológico:primero, porque la materia prima de lo social está construida, también, conhistorias individuales, es decir, con esquemas de definición individualparticipante, que generan conducta con objetivo; segundo, porque sobre lahistoria de las sociedades ha gravitado con fuerza durante siglos lo quealgunos grupos poderosos deliberadamente se han propuesto hacer con elconjunto de la masa humana (aunque, como ocurre tan a menudo, no lohayan logrado en la literalidad de los hechos, a largo plazo su meditadadeterminación contribuyó en gran medida a general el contenido de larealidad vivida por esa masa); tercero, porque ha habido ocasiones en quela masa humana dominada se ha fijado el objetivo de sacudirse sucoyunda y, aún cuando no lo lograra cabalmente, su gesto abrió lascompuertas de la transformación.

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Capítulo IVEL TIEMPO DE LA REALIDAD SOCIAL

a] EL TIEMPO Y SUS DIMENSIONES

Comprendamos bien que nuestro tiempo es el de los seres humanosorganizados en sociedades. No el de los físicos ni el de los filósofos,aunque sospechemos posibles nexos. El nuestro es el desarrollarse lavida, no sólo como biología, sino como intergeneración integral que abarcalo biológico como punto inicial y como subsuelo. Es el ordenamiento deprocesos cuyos actores son seres vivos de la especie humana que nacen,se desarrollan y mueren. Lo que tiene principio y fin. Lo que, antes dearribar a un fin, gesta un principio nuevo. Es la multiplicidad de concatena-ciones, la capacidad de autogeneración y, a la vez, lo incesantementeintergeneracional. Así como no hay vida sin ser viviente, no hay tiemposocial sin realidad social. La realidad social es coyuntura, pero tambiénpermanencia. El tiempo es la permanencia de la realidad social. Es lahistoria como proceso creador de lo humano.

El tiempo de nuestra realidad social nace con nuestra realidad social. Pero,sin embargo, no afloró del no ser. Antes de que hubiera ser humano y, porlo tanto, realidad social humana, hubo vida sobre la tierra: vida animal yvegetal, con su propio tiempo, con su propia historia. De cómo fue esa vidadependió la aparición de la vida humana sobre la tierra: la vida humanatiene su historia específica, pero pertenece también a la historia de lamateria orgánica. La materia orgánica es un estado dentro del conjuntomateria-energía que llamamos cosmos, que incluye a la materia inorgánicade la tierra. Ese conjunto materia-energía tiene asimismo su tiempo y de éltambién forma parte el tiempo de nuestra realidad social.

Además de vivir en el tiempo, las sociedades humanas operan dentro deun espacio. No nos referimos aquí a ese elemento geofísico que constituyela sede del hombre en sociedad (la Tierra es una masa gaseosa con unnúcleo sólido y la existencia humana depende, en una primera instancia,de la atmósfera, del suelo y del subsuelo) y que a menudo denominamostambién espacio. Nos referimos a esa distancia física que media entre loshombres y entre las piezas del instrumental que participan de unordenamiento social.

Tiempo y espacio. En la tradición cultural de Occidente, fueron categoríasautónomas hasta fines del siglo XIX. Esta autonomía categorial hasubsistido en las ciencias sociales hasta nuestros días y se ha reforzadorecientemente en la polémica estructura contra historia. Por hábito cultural,la idea de estructura evoca en nuestra mente el plano horizontal; la dehistoria, el vertical. Decimos estructura y vemos espacio; historia, y vemostiempo.

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Pero si, como aconseja Bernal, resolvemos poner todo en duda, tendremosque meditar un instante más acerca de la naturaleza de nuestro tiempo. Lobásico de nuestra realidad social –el fenómeno relacional que hemosdescrito como intergeneración de los seres humanos (II)– se reproduce así mismo sin cesar y, como toda gestación, se expresa mediante unasecuencia, un transcurso. Pero ese transcurso implica también undesplazamiento de la acción: en la composición resultante ese transcursose manifiesta ahora aquí y en seguida allá. Las operaciones del transcursotienen un radio: otro elemento, para ellas, indispensable. Ese es elespacio, un fragmento de la realidad social hecho de la misma materia queel tiempo. Es un modo de organizarse el tiempo.

Si quisiéramos medir la historia con sólo estas dos dimensiones del tiempo–el transcurso y el radio de operaciones– nos faltaría precisamente aquelloque, en nuestra intimidad, juzgamos lo más humano: la densidad de laexistencia. Hablamos –conviene aclarar, por obvio que parezca– no de loemocional sólo, sino de lo humano total. No es el poeta el que puedaenseñarle al investigador que la vida se vive en etapas de intensidad muydisímil. Lo que ocurre en cierto momento es una gran intensificación de loscambios, una multiplicación de las combinaciones. ¿Es menester demostrarque un pueblo vive a veces tres días más decisivos que tres años; o tresaños más que un siglo?

Hemos enunciado ya los tres modos del tiempo; las tres formas deorganizarse el tiempo en las sociedades humanas:

1. el tiempo organizado como secuencia (el transcurso);

2. el tiempo organizado como radio de operaciones (el espacio);

3. el tiempo organizado como rapidez de cambios, como riqueza decombinaciones (la intensidad).

Bien podríamos llamar dimensión del tiempo a cada uno de esos modos.Nuestro existir en lo social es un existir, a la vez, en las tres dimensionesdel tiempo. En otras palabras, pertenecemos simultáneamente a tres tiposde procesos sociales, según sea la dimensión del tiempo:

1. iniciados algunos hace muchos decenios, quizá siglos; otros, hacemuy poco;

2. algunos que ocurren en su totalidad en una superficie reducida;otros, en lugares entre sí los más distantes;

3. algunos, con ritmo muy lento de desarrollo; otros, con ritmovertiginoso.

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b] TRANSCURSO

En el transcurso, la realidad social genera su propia sucesión, mediante unproceso endógeno y la acción de agentes exógenos (III). Lo que surge –una nueva relación entre individuos– nunca es idéntico a lo anterior, perotampoco es inconcebiblemente diverso. Hay siempre un mecanismo queregula la sucesión. Llamémosle genotipo, tomando el neologismo de lagenética. Pero el genotipo encuentra, en algún momento, su propio fin:algo similar a lo que los genetistas llaman mutación se produce tambiénen la historia de las sociedades humanas.

Salvo pocas excepciones, ni el genotipo ni la mutación actúan a modo depauta unívoca, de camino único que se muestre a los hombres para sufuturo, sino como delimitación de dos o más posibilidades, dos o máscaminos frente a los cuales el hombre debe optar. La opción incesanteforma parte de la realidad social.

El sucederse de la realidad social da la idea de la circulación de corrienteshistóricas: un engendrarse y encadenarse de pasajes relaciónales.Múltiples secuencias, paralelas o entrecruzadas entre sí.

Cada secuencia tiene principio y fin. Es el cambio cualitativo. Loselementos que intervienen en una secuencia no se pierden, como laenergía en el cosmos, sino que ingresan a otro tipo de realidad relacional.

Por eso, el transcurso del tiempo en las sociedades humanas se presentacomo ciclos. Estas variaciones cualitativas de las secuencias hacenposible su identificación: nuestra capacidad perceptiva nos permitedistinguir sin dificultades la historia de una familia a través de generacionesde la de una ciudad; la historia del modo de pescar de la del modo defabricar muebles; la historia de los gobiernos monárquicos de la de losrepublicanos. Cuando el ciclo se cierra, la identidad adquiere sus límitesdefinitivos. Hay, pues, una duración y una naturaleza del ciclo: lanaturaleza determina su duración. Nos parece que abarcamos el conceptode duración y el de naturaleza si hablamos de integración del ciclo.

Si nos atenemos a la duración, la escala de los ciclos es enorme, porquelos hay o ha habido de la más diferente duración; pero se les puedeagrupar en un mínimo de categorías: cortos o ultracortos, medianos, largoso ultralargos. Se trata, en rigor, como acabamos de ver, de categorías deintegración.

En el ciclo corto o ultracorto, la integración se opera con rapidez. Suintensidad es grande, lo que implica que se registren numerosos cambiosen meses o muy pocos años.

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Pertenecen a esta categoría de integración algunos de los ejesorganizativos más dinámicos que conocemos en las sociedades complejascontemporáneas. El caso más importante entre los observables es el deleje control de la capacidad productiva-agrupamiento social-distribución delpoder.

Se trata de la posibilidad de generar bienes y servicios mediante unrégimen de distribución del excedente surgido por el trabajo aplicado, e!instrumental productivo, de la alteración de ciertas relaciones sociales y delreordenamiento del poder global.

Este eje organizativo –que se presenta como ciclo corto o ultracorto– noactúa como si fuera una pirámide cuya base estuviera formada por elelemento control de la capacidad productiva tomado como conjunto en unproceso prolongado; la franja intermedia por el elemento agrupamientosocial y la superior por el elemento distribución del poder. La dinámica esmás compleja y de efecto más inmediato.

Apenas lograda una situación algo sostenida de control de la capacidadproductiva se altera el agrupamiento social anterior. Muy en seguida, estesegundo fenómeno retrovierte sobre el control de la capacidad productiva eintroduce modificaciones en la distribución del poder. Ocurrido este tercerfenómeno, retrovierte casi en el acto para consolidar el agrupamientosocial nuevo o reajustarlo. Mientras tanto, el control de la capacidadproductiva ha entrado en otra etapa y envía ondas de transformación queinciden sobre los otros dos elementos. Y así sucesivamente.

Los tres elementos se sostienen entre sí. El control de la capacidadproductiva no existe sin cierta alteración del agrupamiento social, porqueéste es un modo de consolidar al primero, un modo de distribuir funcionesglobales a fin de rodear del máximo posible de garantías al anterior, unmodo de distribuir los beneficios obtenidos por aquél. La distribución delpoder se rehace con la mayor celeridad, porque es la única garantía,inmediata y final a la vez, de que los dos elementos anteriores puedanseguir funcionando como tales. El poder se consolida, además, con lautilidad material extraída del control de la capacidad productiva y por todoel condicionamiento que promueve el agrupamiento social.

Uno de los requisitos de la clasificación –capítulo tan importante de lametodología en ciencias– consiste en lograr un escalonamiento progresivode generalización, lo que permite descubrir el parentesco cualitativo de losfenómenos más allá de sus cambiantes fisonomías y, con ello, ubicar mejorsu función genética en condiciones diferentes. Es pensando en eserequisito metodológico que hemos hablado de control de la capacidadproductiva de bienes y servicios y no de propiedad de los medios deproducción. Hay sociedades en que la propiedad de los medios deproducción tiene una importancia genética muy grande (las capitalistashasta la madurez de la segunda revolución industrial; esto es,aproximadamente, comienzos del siglo XX). Otras, en que su importancia

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comienza a ceder ante formas nuevas de control de la capacidadproductiva, sin que emerja una alteración tal de las macroestructuras de losocial que autorice a pensar que esas sociedades han dejado de sercapitalistas (Estados Unidos desde la madurez de la segunda revoluciónindustrial hasta la tercera, es decir, hasta nuestros días). Otras, en fin, enque la propiedad de los medios de producción tiene una capacidadgenética mínima pero, en cambio, el control de la capacidad productiva esuno de los ejes determinantes de la macroestructura social (UniónSoviética desde el primer plan quinquenal, 1928). Por otra parte, ha habidosociedades en que la propiedad, en el sentido romano y burgués moderno,no ha existido o ha tenido menor importancia, aunque el control de lacapacidad productiva sí la ha tenido (las organizaciones comunitarias, lastribales, los Estados basados en comunidades agrarias arcaicas; en elverdadero feudalismo de Europa occidental en la Edad Media, el conceptoromano de propiedad se encuentra muy debilitado o reducido en susalcances prácticos, pero el control de la capacidad productiva sigue siendofundamental para el conjunto de la sociedad).

Es siempre importante, por supuesto, establecer una distinción entrepropiedad del instrumental y control de la capacidad productiva sinpropiedad privada; pero también lo es descubrir la similitud de la funcióngenética que ambos cumplen.

Un ciclo de esta clase engendra otro de la misma clase. El genotipocontinúa funcionando, hasta que alguna mutación lo altere.

Siempre habrá otros elementos presentes en el proceso pero quedesempeñarán funciones secundarias en el breve período en que seconsuma: alteraciones en sectores de la producción no afectadosdirectamente por los cambios en el control de la capacidad productiva;tendencias demográficas; actitudes valorativas.

A otra categoría de integración pertenecen los ciclos medianos, cuyacapacidad genética es mucho menor. Para su propio funcionamientonecesitan mayor número de elementos de otra naturaleza. Estos ciclos sonlos que presentan semejanza más completa con las que habitualmente sedenominan estructuras globales dentro de un país: la económica, la social.Si la estructura económica de Estados Unidos, por ejemplo, no seentrecruzara con elementos no económicos, dejaría de funcionar enseguida. Nuestra conclusión, a este respecto, es que las tentativas deexplicación de la lógica de la estructura económica de un país como untodo de significado autónomo son perfiles abstractos, lo que más se acercaa una utopía que jamás ha existido ni podrá existir. Si se tiene en cuentaque la gran mayoría de las obras de ciencias sociales en Occidente estádedicada a describir las estructuras nacionales individualmenteconsideradas –la económica, la social, la política, la demográfica– secomprenderá mejor por qué opinamos que descansan sobre unaconcepción utópica de la sociedad, por más que muchos de sus aportesfragmentarios sean válidos y valiosos.

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Tiempo, Realidad Social y Conocimiento

Estos ciclos se integran con una lentitud que pocos sospechan: haysectores de la producción en Gran Bretaña, Estados Unidos y la UniónSoviética donde aún no ha llegado la primera revolución tecnológicainiciada en la segunda mitad del siglo XVIII. Podrían multiplicarseindefinidamente los ejemplos relativos a todas las estructurashabitualmente admitidas.

Los procesos que Braudel (1958) denomina “larga duración” o“movimientos largos” en historia, particularmente la económica, parecenpertenecer a lo que aquí llamamos ciclos medianos. En cambio, cuandoBraudel habla de la historia “incluso de muy larga duración” (1958, secc. 1)nos evoca lo que nosotros llamamos ciclos largos y ultralargos. Cuando setrata de oscilaciones periódicas de precios, como el ciclo Kitchin, debemosrecordar, a fin de evitar similaridades sólo superficiales, que nuestros cicloso categorías de integración son procesos de diferenciación cualitativa,mientras que un ciclo Kitchin no es más que una curva de indicadoreseconómicos de 40 meses de duración, es decir, un proceso muy elemental,no integrado. Más cerca de nuestro concepto es probable que seencuentren los ciclos Kondratieff que, al extenderse durante decenios,parecen traducir una integración mucho mayor de todos los procesossociales, aunque su descubridor se haya reducido a retrasar su estela enlo estrictamente económico. Pensamos lo mismo de los ciclos que Hanseny otros autores han creído descubrir y en los que las curvas económicas seinterrelacionan con las guerras y las revoluciones.

Los ciclos largos y ultralargos –la tercera categoría de integración– nos sonmuy mal conocidos. La cultura occidental no ha desarrollado la aptitud parapercibirlos y las ciernas sociales les han dedicado muy pocos esfuerzos.Es más fácil descubrirlos en la historia de las técnicas, porque se hapodido reconstruir, para algunas de ellas, largas cadenas retrospectivas.Debemos suponer fundadamente que muchas situaciones fundamentalesen las que nosotros nos vemos envueltos pertenecen a ciclos iniciadoshace varios siglos y cuya problemática aún permanece en vigor. Cuandopodamos reconstruir su historia estaremos en condiciones de comprendersu naturaleza. Los intentos de periodización, algunos muy importantes, noresuelven este problema. Aunque cruzar horizontalmente el procesohistórico con sólidas líneas divisorias es metodológicamente indispensable,las categorías de integración del tiempo tienen, como hemos dicho, lasmás variadas extensiones: no cabe duda que algunos ciclos finalizaron en1789 en Francia, en 1824 en la América española, en 1917 en Rusia, perootros continuaron a través de esas líneas divisorias hasta mucho después.

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c] ESPACIO

Hemos dicho que el espacio es el tiempo organizado como radio deoperaciones. Los elementos que actúan en los ciclos necesitan de ladistancia para cumplir sus funciones. Esa distancia es físicamentemensurable; por lo tanto, si así la midiéramos, observaríamos que se haextendido sobre un sector de la superficie de nuestro planeta, sobre el cualreposa cierto número de objetos materiales. La realidad relacional ocupaun espacio que se puede medir y que, a su vez, reposa sobre otro espacioque también se puede medir. Este último es el espacio físico; el anterior, elespacio social, es el límite físico de la integración funcional de la realidadsocial. En otras palabras, la superficie mensurable donde opera desde unarealidad relacional mínima (un encuentro transitorio entre dos personas)hasta otra máxima (un macrosistema social internacional, como puede serel mercado contemporáneo de un producto que abarque grandes zonas detodos los continentes).

No es fácil construirse una idea apropiada del espacio social, porque laimaginación del hombre occidental, aunque capaz de manejar numerososconceptos abstractos, encuentra sumamente arduo distinguir con rapidezentre realidad del mundo relacional y realidad del mundo físico. Muchomás normal le resulta considerar lo social como cosa y al hombre también.

En el espacio social se entrecruzan ciclos: algunos de origen muy reciente;otros, muy antiguo. Un tipo de espacio social es, como acabamos de decir,un mercado internacional; otro, un orden político internacional; otro, unsistema social global nacional.

Es menester no confundir sistema social global nacional con sociedad. Unasociedad (la argentina, la venezolana) es igual a población más sistemasocial global nacional más recursos naturales (dando por entendido que elsistema social global nacional respectivo se inserte a su vez en variosotros sistemas sociales internacionales). Un sistema social global nacionales un conjunto organizado de ciclos cortos, medianos y largos que actúanen un espacio físicamente mensurable. Por supuesto, esos ciclos seencuentran estrechamente interrelacionados entre sí como para formar untodo. Claro está que sistema social no es sinónimo de país ni de Estado:puede haber más de un sistema de ese tipo dentro de un Estado o de unpaís. En el último caso, a esos sistemas tendríamos que llamarlosregionales.

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Tiempo, Realidad Social y Conocimiento

d] INTENSIDAD

Si el tiempo actuara entre los hombres sólo como transcurso y comoespacio, la sociedad humana se parecería mucho más a la de lashormigas, igual a sí misma, según cálculo de los evolucionistas, desdehace cincuenta millones de años. Lo específicamente humano es que sutiempo también se organiza como multiplicidad cambiante decombinaciones, como velocidad variable de cambios. A esa dimensión deltiempo la llamamos intensidad.

En sus distintos grados, es lo específico de la continuidad cualitativa y delcambio cualitativo: lo social humano que conserva su identidad y lo socialhumano que cambia su identidad. Cada tipo de transcurso –una economíanacional; una organización política nacional– tiene su modo correspondientede intensidad. Cada tipo de espacio –el del capitalismo industrialavanzado; el del capitalismo de Colombia o Perú– tiene el suyo.

La intensidad de lo social consiste en la producción y trasmisión de efectoscon muy variable dinamismo. En última instancia, es el agente deordenamiento más importante en el proceso histórico de las sociedadeshumanas, porque se nutre de la capacidad de generar cambios cualitativosy efectos inmediatos y mediatos.

Cada una de las tres dimensiones del tiempo carece, por supuesto, deautonomía, pero tiene especificidad. La realidad social humana estáconstruida con opción, lo que quiere decir que la posibilidad –y lanecesidad– de optar impregna todo lo relacional humano.

Pero la posibilidad y la necesidad de optar se multiplican en esa dimensióndel tiempo que llamamos intensidad. El principio de opción adquiere sumáximo desarrollo.

Optar es un modo de crear. No es la creación absoluta. Es una decisiónentre posibilidades restringidas; pero no es pasiva. Optar entreposibilidades restringidas implica crear una realidad relacional que, encierta medida, no existía antes. Los grandes cambios históricos –si bienson todos ellos muy modestos comparados con los que se estángestando– son obra de creación humana.

La riqueza de las combinaciones, la velocidad de los cambios –es decir, eltiempo organizado como intensidad– están tejidos con decisiones, conopciones entre posibilidades. Nosotros no queremos con esto decir quetodo sea posible. La aplicación industrial del principio físico del vapor nopudo haberse registrado en el siglo XIV, aunque es probable que yaentonces alguien pensara en ello. Tampoco el átomo pudo haber sidoescindido en el Renacimiento. Pero, en cambio, las alianzas militares entrepotencias pudieron haberse producido de manera diferente entre 1939 y1941 y, con ello, el curso de los acontecimientos bélicos y elreordenamiento político y social de la postguerra pudieron haber cambiadoen alto grado.

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La experiencia histórica es importante, siempre que sea examinada conimaginación. Es decir, siempre que pensemos en una historia deposibilidades y no de fatalidades. La historia dirigida por estructurasomnipotentes no supera mucho a aquella gobernada por los diosesprecristianos. Esa historia no enseña nada. Abruma como una maldicióndivina; aletarga la capacidad de decidir y de actuar.

Sólo se puede incorporar la experiencia histórica a nuestro hacer partiendodel reconocimiento de esa dimensión del tiempo que es la intensidad.

e] SOBRE EL CONCEPTO DE SISTEMA SOCIAL

Cada tipo de sistema social global se caracteriza por la naturaleza de susciclos (transcurso); por la naturaleza de las relaciones entre los ciclos(espacio); por la naturaleza de sus combinaciones y cambios (intensidad) ypor la naturaleza de las relaciones entre las tres dimensiones del tiempo: eltranscurso, el espacio y la intensidad.

Lo que decimos es aplicable, por supuesto, a la elaboración de unametodología para diferenciar y clasificar sistemas sociales integrales. Perono es sólo un postulado metodológico. Tiene asimismo la intención deseñalar la magnitud de la especificidad cualitativa del tipo de sistema. Laspartes del sistema adquieren sentido dentro del conjunto. Su modo deintegración total se relaciona con su modo de desintegración.

f] SOBRE EL CONCEPTO DE ESTRUCTURA

Se advertirá que en todo este capítulo no hemos hablado de estructurasino muy excepcionalmente. El vocablo ha invadido la producción enciencias sociales, la de otras disciplinas científicas, la jerga de variosoficios de moda y el habla común con tal fuerza que se ha transformado enuno de los sustantivos más repetidos. No cabe duda, sin embargo, de quetodos los conceptos que maneja la teoría sobre lo social pueden serexpuestos sin utilizar una sola vez ese sustantivo y sus derivados; pero nonos parece que como castigo por la superficialidad de los hombresdebamos condenar una palabra al ostracismo. Lo cierto es que, más alláde muchas polémicas superables y frases sin contenido, a menudo lapalabra se aplica para hacer referencia a una realidad en el universo de losocial, y su total y permanente ausencia en la producción escritaintroduciría alguna confusión después de haberse difundido así su uso.Opinamos que los teóricos de lo social debieran declarar expresamente elsentido que asignan al sustantivo y sus derivados, con lo cual podríanseguir usando un vocabulario popular (objetivo respetable e importante) sinpecar de frivolidad y confusionismo (pecado antipopular y anticientífico).

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Tiempo, Realidad Social y Conocimiento

Ya hemos sintetizado en qué condiciones se encuentra a nuestro entenderla elaboración del concepto de estructura en las ciencias sociales deOccidente en estos momentos (I. b. 1. ii y iii). Nosotros pensamos que elsustantivo estructura y sus derivados pueden aplicarse a un conceptogenérico correspondiente a procesos de muy diferente contenido histórico,de acuerdo a los siguientes principios:

1. La estructura es una matriz que orienta las operaciones de losconjuntos. Puede también usarse el vocablo estructura paradesignar conjuntos. En ambos casos, el vocablo indica lapresencia de una condición esencial: un todo cuyas partes seencuentran interrelacionadas y cumplen funciones que sólopodrían cumplir dentro de ese todo. El todo no es igual a la sumade las partes, pero el todo no existe sin las partes. La estructura esuna totalidad relacional (Piaget).

2. La estructura es estructurante (Piaget). Tiene una unidadcualitativa. Sin embargo, su contenido cambia sin cesar: es unequilibrio desequilibrante (Marx-Engels).

3. La estructura es parte de la historia. No existe fuera de la historia.

4. No hay una sino gran número de estructuras, correlacionadas enfunción de su capacidad genética. En otras palabras, siemprealguna es más determinante que otras (Marx-Engels).

5. Las estructuras se integran –es decir, son ciclos que se diferencianpor su especificidad cualitativa– pero, salvo casos absolutamenteexcepcionales, no se cierran sino que, además de actuar en todosu transcurso como elementos dentro de estructuras mayores,desembocan, cuando han perdido su diferenciación, en estructurasde otra especificidad cualitativa.

6. La estructura no se sobrepone a los hombres, sino que estáconstruida con realidad relacional humana, es decir, por loshombres mismos (II). Consecuencia: no es, según la expresión deLévi- Strauss, una sintaxis de transformaciones que haga pasar deuna variante a otra, si se interpreta esto como soluciónunidireccional al margen de la decisión inteligente del ser humano,sino una matriz relacional cuyo funcionamiento abre sin cesar,salvo muy pocos casos, una opción entre dos o más posibilidades.La opción se resuelve como una operación más de la realidadrelacional humana: ni capricho, ni fatalidad, sino capítulo de lahistoria de los hombres organizados en sociedad.

7. Las estructuras nacen, viven y mueren, como todos los sereshumanos y todos los modos de organización que surgen en lassociedades de los hombres.

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Capítulo VEL ORDENAMIENTO DE LA REALIDAD SOCIALSEGÚN LA DISTRIBUCIÓN DE FUNCIONES

a] LOS SISTEMAS DE DISTRIBUCIÓN DE FUNCIONES: LO NECESARIO Y LO NO NECESARIO

Cierta distribución de funciones es necesaria en las sociedades humanas,desde la más elemental hasta la más compleja. La vida misma en comúnlleva consigo la exigencia de dedicar parte del tiempo útil del individuo a lacomunidad. En el ejercicio de las tareas comunitarias se produce unainevitable especialización: por edad, por sexo, por aptitud. Este es el puntode partida; desde allí, el proceso de la distribución de funciones ha idopresentando los cuadros más complejos, que han servido para clasificartipos de organización social.

Necesaria es alguna distribución de funciones en la comunidad máselemental y también, en grado muy distinto, en la sociedad industrialtecnológicamente más avanzada de nuestros días. En esto coincidimoscon los textos de introducción a la sociología. Nuestras dudas se inicianinmediatamente después:

1. Uno de los postulados del funcionalismo ortodoxo en antropologíacultural consiste en la identificación de lo existente con lonecesario: si existe, es necesario. El criterio de validación es aquínotoriamente tautológico: es necesario porque existe; luego, todolo que existe es necesario. El fatalismo retroactivo, esa tendenciatan arraigada en las ciencias sociales de Occidente (I. c),descansa sobre el mismo juego verbal: si existió, fue necesario.

2. Necesario es, en una sociedad determinada, no todo aquello queestá allí presente, ni lo que la mantiene de hecho en marcha, sinotodo aquello que asegure su continuidad en una escalaascendente de aprovechamiento de los recursos humanos ymateriales. No necesario es todo aquello que no satisfaga esacondición. Los intérpretes de lo divino y ordenadores del ritualpueden ser, en algunas sociedades, agentes eficaces deformulación simbólica de una problemática humana, promotores dela cohesión del grupo y censores inspirados en un principio dejusticia entre los hombres; en otras, una casta sustentadora deprivilegios y enemiga activa de cualquier actitud que rompa el statuquo. Los coordinadores del esfuerzo productivo de bienes confinalidades de lucro privado pueden ser, en algunas sociedades,agentes del progreso tecnológico y organizativo; en otras, elobstáculo mayor que se le oponga.

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3. En la historia, lo necesario y lo no necesario no se dosifican, sinembargo, tan nítidamente como nosotros lo hacemos en el párrafoanterior. La verdad histórica, como lo saben los dialécticos detodos los tiempos, también transcurre en negación. Los sacerdotesy los empresarios privados, mientras cumplían funcionesnecesarias, pueden haber estado sembrando las simientes de lono necesario. Esto, no autoriza a nadie a sostener que senecesaria una guerra porque acelera el progreso tecnológico; ouna epidemia, porque resuelve el problema del exceso depoblación. Los problemas que crean una guerra o una epidemia –comenzando por las muertes y las mutilaciones– son siempremucho más graves que los que ayudan a resolver.

Comprendemos que el criterio de lo no necesario 110 puede ser absolutoy, como ocurre tan a menudo, nuestro léxico se resiste a traducir confidelidad nuestra idea eminentemente temporal y relacional. Perosuponemos que los enunciados que acabamos de hacer son, cuandomenos, suficientes para justificar la idea de que en todas las sociedadeshumanas –o en casi todas– ha habido una dosis de distribución necesariade funciones y otra de innecesaria. Lo importante es determinar los límitesy ¡a magnitud de cada una y, además, sus interrelaciones dentro de unsistema global donde lo que h ya de innecesario se pueda explicar por lanaturaleza de lo que haya de necesario y a la inversa.

b] EL PARA QUÉ, DE LA ESTRATIFICACIÓN

La estratificación es un tipo de distribución de funciones que tiene lassiguientes características:

1. Aparece en la historia cuando surge la posibilidad de crear elexcedente y está destinada a regular su aprovechamiento enbeneficio de un grupo social y en perjuicio de otro.

2. A fin de asegurar la continuidad de ese privilegio, se establecendiferencias de orden permanente tanto en la distribución defunciones como en la de recompensas sociales. Así se gestan losestratos, que son creación de la iniciativa humana y que estánoriginalmente formados por conjuntos a cada uno de los cuales seatribuye funciones de valoración social desigual.

3. La estratificación no se constituye en sistema permanentemediante la persuasión, sino mediante la obligación acompañadade sanciones físicas y sociales. Aparece así un tipo de sancionesdestinadas específicamente a asegurar o ampliar el sistemaestratigráfico, además de las otras sanciones, de diversosórdenes, que la comunidad ha ido creando con finalidadesdiferentes (castigo de las violaciones de la norma religiosa, de lasviolaciones que lesionan el vínculo familiar, de las violaciones que

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atentan contra la integridad física de los individuos, de lasviolaciones que lesionan ciertos principios de justicia admitidos yque no se relacionan con la estratificación).

En algunas formas históricas hay un germen de estratificación cuando elhombre impone a la mujer obligaciones de trabajo distintas y se reservaprivilegios (le mando sobre el conjunto familiar. Para que así sea, esimprescindible que el trabajo más prolongado de la mujer pueda crear elmínimo de excedente para cubrir el déficit producido por el menosprolongado del hombre. Las formas más conocidas y evidentes deestratificación originaria en la historia se manifiestan cuando un conjuntotribal vence en la guerra a otro y esclaviza a alguno de sus miembros, obien impone un tributo al conjunto de los vencidos, al cual incorpora dentrode algún sistema único de producción y dominio físico.

En la prehistoria, cuando no existe la posibilidad técnica de extraerexcedente, no hay estratificación: una tribu ataca y derrota a otra, lasaquea y regresa a su lugar de origen; o bien, la obliga a retirarse de lastierras más fértiles que utiliza. En algunos casos, una esclavitud se haextinguido por la imposibilidad técnica de extraer un excedente, a causadel empobrecimiento del suelo y del uso de un instrumental muy precario:por más que trabajara, a un esclavo le era imposible alimentarse él y,además, contribuir a la subsistencia de su señor.

La estratificación es un sistema y por ello, fuera de sus formas máselementales, debe también absorber un costo de funcionamiento, quepuede ser elevado cuando sólo se mueve mediante un régimen altamenterepresivo. En algunas regiones y épocas durante el período colonial en elcontinente americano, los esclavos huían hacia las tierras inhabitadas, loque imponía a los plantadores un sobrecosto adicional importante, tantopor la necesidad de reponer con frecuencia a los fugitivos como por lafinanciación de expediciones punitivas contra ellos.

Hay genotipos muy diferentes de estratificación y, como es lógico, puedenser clasificados en grandes conjuntos. Aquí nos interesa subrayar que unasociedad no deja de estar estratificada por más que mantenga canalesabiertos para nuevas funciones y un grado de movilidad vertical mayor queotras. Pensemos en algunos ejemplos muy diferentes de sociedadesestratificadas:

1. El feudo, en aquellas regiones de Europa occidental donde hubo,durante varios siglos de la Edad Media, lo que con el mayor rigorhistórico podemos denominar feudalismo. Las funciones estánpredeterminadas en su gran mayoría, todo el territorio estáocupado, la tecnología tiene tendencia al estancamiento (aunqueen algunas regiones y épocas, hubo ocupación de tierras nuevas yprogreso tecnológico bajo el feudalismo), la movilidad vertical escasi inexistente.

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2. Inglaterra y Gales desde fines del siglo XVIII. Ha finalizado unaetapa de redistribución masiva de la propiedad de la tierra y hasido desalojada de ella una gran multitud que pasa a poblar lasciudades y los distritos mineros. En las minas, las ciudades y elcampo, casi no hay más mano de obra que la asalariada. Latecnología avanza muy rápidamente.

3. Estados Unidos durante el período de la expansión de la frontera,hasta fines del siglo XIX. Gran fluidez en la distribución defunciones. La frontera económica y social se mueve sin cesarhacia el Oeste y la propiedad de la tierra está librada, en altaproporción, al primer ocupante. La tecnología progresa con unritmo de permanente aceleración.

En todos los casos, hay un para qué constante en la estratificación: setrata siempre de distribuir el excedente de modo desigual, no pornecesidades sociales –como puede ocurrir en un proceso de intensacapitalización que beneficie al conjunto de la comunidad–, sino paraconsolidar el privilegio de grupos minoritarios. A pesar de todas susvariantes, la estratificación es un genotipo que se genera a sí mismo.

Lenski, cuyo estudio es probablemente el más importante intento enlengua inglesa de elaborar una teoría general de la estratificación, lareconoce como:

“el proceso de distribución en las sociedades humanas; el proceso porel cual se distribuyen valores escasos” (Lenski 1966, x).

Ni la estratificación es el proceso de distribución, sino un tipo muyespecífico; ni lo que distribuye son siempre valores escasos; ni, cuando loson, la estratificación funciona como consecuencia de la escasez.

Valores escasos han sido distribuidos en la historia de la humanidad desdeque ésta existe; es decir, desde hace un millón de años y probablementemás. De la presencia de sociedades estratificadas sólo tenemosconstancia desde hace pocos millares de años. Es verdad que la pruebade la estratificación es difícil en prehistoria y arqueología, particularmentecuando se trata de culturas muy remotas, lo cual obligaría a dejar abiertauna hipótesis favorable a la existencia de sociedades estratificadas previasal siglo X a.C.; pero hay otros argumentos que actúan en sentido diferente.Si se descubriera, por ejemplo, la presencia incuestionable de un grupoestratificado mucho antes de ese límite, quedaría en pie una sospecha,pero no una hipótesis válida, de la generalidad del fenómeno. Además, allado de las sociedades estratificadas de los últimos cuarenta siglos –todasellas con excedente– han subsistido hasta hoy otras no estratificadas, sinexcedente. Como es aceptable la hipótesis de que el excedente apareceen época relativamente próxima, lo es igualmente la de que laestratificación es una solución también relativamente moderna en lahistoria total de la sociedad de la especie humana.

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La estratificación aparece, como el mismo Lenski lo deja establecido envarios pasajes de su obra, cuando surge el excedente, es decir, laabundancia. Lo que históricamente se propone regular la estratificación noa la escasez, sino la abundancia.

Sin embargo, es rigurosamente cierto que en toda sociedad estratificada –sin una sola excepción conocida– hay escasez de algo: bienes materiales,servicios libertades. En algunos casos, se trata de escasez no imputable ala estratificación: ciertas materias primas, por ejemplo. Pero queda unamplio margen dentro del cual la escasez se produce y se explica de modoradicalmente diferente.

Producido y ya en funcionamiento un sistema estratigráfico –es decir, unmodo de institucionalizar privilegios de una minoría–, genera sus propiasdefensas y, entre ellas, los déficit que considera indispensables paraasegurar su continuidad. La vivienda y las vestimentas mínimas paramuchos; sólo la educación que el sistema considera útil; el derecho apensar que resulte inevitable y no excesivo. Y nada más; estrictamentenada más. Cuando algún rubro se desborda (la producción de bienes deconsumo en un capitalismo clásico, que crece con mayor velocidad que lacapacidad global de consumo, según la curva de Keynes; el derecho apensar en voz alta), se desborda por imprevisión y no porque el genioinspirador del sistema estratigráfico lo haya permitido.

No es que haya estratificación porque hay escasez. Hay estratificaciónpara que haya escasez y hay escasez porque es una de las condicionesindispensables para que siga habiendo estratificación.

La posibilidad de regular el déficit de modo integral en la historia másreciente sobreviene cuando el mercado capitalista y su Estadocorrespondiente llegan a ejercer un dominio completo sobre una poblaciónnacional (Inglaterra y Gales, siglo XVIII; Estados Unidos, segunda mitaddel siglo XIX; Francia, comienzos del siglo XIX; Alemania, segunda mitaddel siglo XIX). En esas sociedades –como en la soviética cuando losplanes quinquenales logran un alto grado de integración de la economíanacional– los bienes, los servicios y las libertades individuales se gradúanestrictamente en función del sistema de estratificación, lo cual implica quepueden oscilar dentro de ciertos márgenes, más allá de los cualesengendran el delito de sedición, que quiere decir, en lenguaje sociológicono jurídico, la posibilidad real inmediata de alterar el sistema socialexistente.

Partiendo de la definición de un tipo de analfabeto que da Paulo Freire –“elhombre a quien fue negado el derecho de leer” (Freire 1968)–, es difícilencontrar en el mundo contemporáneo un caso más patético de déficitregulado para defender un sistema estratigráfico que el de India. A uncuarto de siglo de su independencia, esta república gobernada por unaélite que es, muy probablemente, la más culta de todas las élitesgobernantes del continente asiático, conserva, apenas alterado en las

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zonas industriales y en las grandes concentraciones urbanas, su sistemaestratigráfico tradicional de castas y reduce a no menos del 75 % del totalde la población a un estado de analfabetismo completo, acompañado deuna situación permanente o periódica de hambre. La capacidadorganizativa y financiera del régimen, sin embargo, es considerable, comolo deja suponer su expansión industrial más reciente y lo atestigua demodo terminante su actual campaña para esterilizar hombres y mujeres, enla que el Estado iba a invertir 2.300.000.000 de rupias (460.000.000 dedólares) en 1969 (Tomiche 1969). La amenaza potencial de la gran masapopular contra el sistema estratigráfico tiene aquí tres remedios –que, en elfondo, son uno sólo–: el hambre, el analfabetismo y la esterilización.

Genéticamente, hemos dicho, la estratificación nace y se consolida con elexcedente, pero aquí debemos formular una importante salvedad parahistoriadores y sociólogos: si bien las estratificaciones que conocemosrepiten esa tendencia, nada autoriza a desechar la posibilidad de que haya habido casos de considerable excedente sin estratificación.

c] LA ESTRATIFICACIÓN Y EL PODER-VIOLENCIA

En la teoría de Parsons y en toda la corriente funcionalista contemporánea,lo característico de los sistemas de estratificación es la distribución defunciones. La preocupación de Barber, uno de los teóricos funcionalistasde la estratificación más importantes, consiste en descubrir el: “gradobastante grande de congruencia entre los papeles funcionalmenteimportantes de una sociedad y su sistema de valores”(Barber 1957, 15).Un modelo basado en equilibrios automáticos.

Los representantes más ilustrados de la sociología apologética delneocapitalismo europeo (Dahrendorf 1957; Aron 1964) trasladan lastécnicas administrativas para la solución de los conflictos de trabajo en lasgrandes industrias de los países de Occidente al primer plano de losmecanismos de estratificación, con lo cual conciben todo el sistema declases como una suerte de distribución de premios no permanentes envirtud de la mayor o menor habilidad en la mesa de discusión. Sociologíade la prosperidad que no se propone llegar a ser la sociología del precio deesa prosperidad.

Lenski, partiendo de la posición funcionalista pero abandonándola en elcurso de su investigación –ejemplo de honestidad profesional–, aproximael problema a su verdadero núcleo dinámico y por eso titula su obra Podery privilegio (1966); pero, después del planteamiento general, su conceptode poder se diluye en varias fases críticas de su importante trabajo. Elpoder- violencia aparece en su argumentación cuando se genera elsistema estratigráfico, pero se transforma después en poder-administración del privilegio. Siguiendo la mutación señalada por Pareto–“de los leones a los zorros”–, Lenski descubre en todo sistema

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estratigráfico una “combinación de persuasión y de amenazas” (ibídem,53), lo cual es exacto, pero opina, finalmente, que el nuevo orden declases nunca se puede lograr hasta que la mayor parte de los miembros dela sociedad lo acepte libremente (ibídem, 52). Renace el argumentofuncionalista del equilibrio automático.

Es verdad que el grado de aceptación del sistema estratigráfico globalvaría entre las clases mayoritarias, según las sociedades y las etapashistóricas; pero esa libertad en el acto de la aceptación que menciona elautor no existe. El no-conflicto no es libertad. La libertad es un modo vitalextremadamente importante para el ser humano y es inadmisible que se laconfunda con una simple aceptación por omisión.

Lo común a todas estas concepciones diferentes del fenómeno de laestratificación es que no perciben dónde reside y cómo se manifiesta elpoder-violencia. Limitarlo a la aplicación cotidiana de la fuerza física sobrela persona del oprimido es buscar una condición que en ningún casohistórico se cumplirá: ni en la plantación esclavista, ni en la neo-esclavituddel nazismo, el trabajador oprimido recibía castigo físico todos los días.

Hay violencia cuando hay violencia; pero, además, cuando la posibilidadde la represión física se presenta como cierta e inmediata, sin que sepueda justificar por el concepto de justicia que tenga el reprimido. Laviolencia se expresa también mediante la seguridad económica que seretira, mediante la maldición social que se amenaza.

Llamémosla, si se quiere, represión invisible. Pero, más allá del nombre, lofundamental es su realidad histórica: existe cuando el amenazado tienerazones muy poderosas para estar convencido de que alguien puedeaniquilarlo, física o espiritualmente, en cualquier instante y con enteraarbitrariedad.

No hay sistema estratigráfico que pueda funcionar si abandona eseinstrumento.

d] LA ESTRATIFICACIÓN Y LOS EJES DE LA DISTRIBUCIÓN DE FUNCIONES

En las sociedades humanas, poder es organización. La organización severtebra a través de una tecnología y defiende su intimidad verdadera conun mito de eficacia y solidez. Pero, con ser organización, poder no esconjunto único, ni podría serlo. Es una constelación de conjuntos enincesante reestructuración. Cada conjunto con sus contradicciones y sudinámica; la constelación como suma de conflictos internos. Todo poder espoderoso, dicho esto en desafío a la gramática; pero puede ser débil a lahora siguiente.

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Una élite gobernante es un tipo de poder. Es una articulación; por lo tanto,es desarticulable. El curso de la historia, la objetiva acción de lasestructuras van alterándola y socavándola. Pero una embestida puedeproducir resultados perturbadores. En efecto, si abandonamos el a priori deque todo poder caído estaba a punto de caer cuando cayó e investigamos,no para ratificar una ley ya enunciada sino para descubrir otra nueva, nossorprenderá enormemente comprobar que ha habido en la historia muchospoderes que cayeron cuando estaban tan fuertes, o casi, como nuncaantes. La conclusión es que desarticular una élite gobernante puede sersorprendentemente fácil. Organizar el nuevo poder es, por lo común,mucho más difícil.

Lo que un sistema de estratificación jerarquiza son grandes segmentos dela población. Si la estratificación es, como dijimos, una no necesariadistribución de funciones, con una correspondiente y artificiosa distribuciónde recompensas sociales, administrada mediante la violencia organizada,cada uno de los grandes segmentos de población, además de conjuntofuncional, actúa como matriz de diferenciación y continuidad. Tiene en sítodos los gérmenes necesarios para diferenciarse cualitativamente deotros segmentos y asegurar, para su bien o para su mal, su propiacontinuidad como conjunto social.

Los sistemas de estratificación giran en torno de varios ejes de distribucióncompulsiva de funciones, pero uno de esos ejes es siempre másdeterminante que otros. El eje de distribución de grandes funcioneseconómicas es el que más reiteradamente aparece en la historia como elcentral. También actúan, con mucha frecuencia, ejes menos determinantes:étnicos, lingüísticos, religiosos, culturales, de edad y de sexo. La presenciade ejes múltiples encubre la condición más determinante de uno de ellos:es entonces cuando el conflicto étnico, religioso o cultural estalla con furiasin que casi nadie advierta que el eje más visible del conflicto actúa comosubordinado respecto del más determinante que, tantas veces, es eleconómico.

Aún cuando la estratificación sea primariamente de origen económico,nunca sus estratos son excluyentemente económicos. El sociogramaresultante muestra siempre un entrecruzamiento de funciones diferentesbastante complejo. Pero la interpretación del sociograma requiere, a la vez,un ordenamiento por familias de funciones. Así, en su segunda versión, elsociograma traduce mejor la realidad histórica y es entonces cuando hande aparecer ciertas funciones económicas como determinantes.

Cada estrato en un sistema estratigráfico sólo existe en función de otros y,a partir de esa realidad, es lógico suponer que en todos los sistemasestratigráficos producidos hasta ahora hay un número reducido deposibilidades de distribuir los porcentajes de población correspondientes alos grandes estratos. Uno de los factores más importantes que originanesta distribución porcentual es la relación entre el nivel tecnológico de laproducción y la organización de la sociedad global, por una parte, y la

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disponibilidad de recursos naturales, por otra. Así planteada, hay ciertasimetría porcentual en la distribución de los segmentos de las pirámidesestratigráficas correspondientes a sociedades con niveles similares detecnología y disponibilidad similar de recursos naturales. Convieneadvertirlo: estas regularidades reiteradas pueden ser interpretadas porsociólogos de campo como evidencia de la espontaneidad de los grandessistemas de estratificación, sobre todo si el sociólogo descubre, para susorpresa, que la pirámide resultante para un país ranciamente capitalistaes la misma que la correspondiente a otro que se considera arquetipo desocialismo (igual porcentaje para el sector a cargo de las decisionesbásicas; igual para las decisiones intermedias; igual para los destinados aobedecer). Pero no hay tal: todo sistema estratigráfico es la consecuenciade un invento de los menos impuestos a los más, aplicado sobre untrasfondo de recursos naturales y de nivel tecnológico.

e] LA NATURALEZA RELACIONAL DE LAS ETNIAS

Observando las clases o las castas dentro de un sistema de estratificación,muchos historiadores, sociólogos y antropólogos no han tenido dificultadpara comprender la naturaleza relacional de cada una: si hay una clase esporque, cuando menos, hay otra más; si hay una casta, lo mismo. Pero noocurre así con los grupos étnicos y otros tipos de conjuntos culturales.

Para no pocos antropólogos, cada uno de esos grupos es una realidad ensí misma, no relacional. El grupo étnico existiría aunque no existieran otrosgrupos étnicos. Las luchas entre grupos étnicos localizadas en la historiaestán siempre tan cruzadas de conflictos económicos, culturales,religiosos, políticos, que no es fácil delimitar el monto de lo étnico que lasha determinado. Un grupo de cazadores de piel amarilla puede existircomo tal aunque nunca se ponga en contacto con otros grupos de distintocolor, y nunca llegue a establecerse entre aquél y otros conjuntoscromáticos una distribución de funciones o conflictos abiertos. Esto esverdad, pero lo más probable es que la percepción de su etnia comoelemento de identificación grupal haya sobrevenido en la historia alestablecerse la relación conflictual con otra etnia diferente y, más aún,cuando se haya creado, por la vía de la violencia, un sistema estratigráficodonde el privilegio haya coincidido con las líneas de separación étnica.

Es posible algo más aún: que el conjunto de características físicas queconfiguran una etnia haya sido el fruto de una compulsa empírica dediferencias notorias entre un grupo dominante y otro grupo dominado,como procedimiento, en parte, de codificar el privilegio y, en parte, dejustificarlo. Es secular la tendencia en el grupo dominante a identificar elrasgo formal o físico como exteriorización, o comprobación, de superioridadinnata: el color de la piel, la estatura, las facies.

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Si nuestra hipótesis fuera cierta, quedaría aún por explicar cómo y por quéapareció el concepto de raza en la filosofía de la historia y la antropologíafísica. Una cosa es la percepción de algunas diferencias somáticas porparte de los miembros de grupos estratificados o en vías de estratificacióny otra la clasificación por los investigadores de grandes conjuntos de lapoblación de la tierra también por diferencias hereditarias: somáticasexclusivamente según unos, somáticas y psicológicas según otros.

La utilización del concepto de raza por el nazismo y el fascismo condujo,sobre todo al finalizar la guerra en 1945, a una amplia revisión delplanteamiento científico del tema. El análisis retrospectivo que se hizo detodo lo investigado hasta entonces sobre razas comprobó su completainconsistencia metodológica y teórica. Lo único que quedó en pie deldebate fueron algunas observaciones empíricas que debían ser explicadasdentro de un marco teórico completamente diferente.

La definición de raza –o grupo étnico, como propusieron los firmantes de laprimera de las dos declaraciones sobre el tema propiciadas por laUNESCO (1950)–, depurada de todos los elementos científicamentedudosos y reducida al mínimo realmente aceptable por los especialistas,reprodujo muy de cerca la primera parte de la enunciada por Haldane en1938 (“Un grupo que comparte en común cierto conjunto de caracteresfísicos innatos y un origen geográfico dentro de cierta zona”). En efecto, lasrazas se definen en ese documento como grupos de la humanidad queposeen diferencias físicas bien desarrolladas y trasmisibles por herencia,en contraste con otros grupos. Las diferencias físicas que en ese momentoutilizaban los antropólogos como elementos de clasificación eran lassiguientes: color de la piel, estatura, forma de la cabeza y de la cara, pelo,ojos, nariz y forma del cuerpo. Esta corriente de pensamiento negó lavalidez de toda prueba relativa a posibles diferencias psicológicas.

Aún después del intenso proceso de depuración surgido como respuesta ala prostitución científica introducida por el nazismo y el fascismo, lacompulsa de rasgos diferenciales a que se llega no sobrepasa un nivelempírico arbitrario. También podrían clasificarse las razas por cualesquierade las muchas otras características físicas que tiene el cuerpo humano y,en este caso, en vez de las tres grandes razas –caucasoide, negroide ymongoloide– tendríamos otras totalmente inesperadas.

Estas modalidades de la antropología física nos hacen pensar que suconcepto de raza, aunque superado con criterio crítico en una etapa última,sólo logra expresar en términos más analíticos la percepción crudamenteempírica de algunos de los elementos somáticos más notorios que, através de siglos, se utilizaron para establecer diferencias estratigráficasentre grupos. No sería la primera vez –ni será la última– que la cienciaoccidental de lo social se reduzca a codificar el privilegio y el prejuicio.

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El importante esfuerzo de muchos investigadores y de la UNESCO paraenfrentar la prostitución científica mencionada fue seguido por la iniciativade algunos genetistas que, abandonando toda diferenciación somática,propusieron la utilización de los grupos sanguíneos para diferenciarconjuntos étnicos. Es probable que la tentativa más lograda sea la de Boyd(1952). Descansa sobre el principio de la especificidad genética comoconsecuencia del aislamiento geográfico. Será necesario someter a lateoría de Boyd a una crítica histórica antes de pronunciarse sobre suaceptabilidad.

Revisando los trabajos más recientes de los genetistas, nos ratificamos ennuestra opinión. A la tesis, divulgada entre los antropólogos según la cualel grupo étnico, así como también otros grupos culturales, es un valor porsí, oponemos la hipótesis histórica de que el grupo étnico y algunos gruposculturales no elaboran su percepción de lo étnico ni de lo culturaldiferencial hasta el momento en que se establece una relación conflictivacon otros grupos y que esta modalidad de localizar líneas notorias decontraste se trueca rápidamente en mecanismo lógico de justificación delconflicto o del privilegio.

La etnia es una realidad de insignificante valor intrínseco para el serhumano y sólo lo adquiere muy grande cuando éste necesita asegurarseuna pertenencia grupal después de estallado el conflicto. En nuestraopinión, la etnia es una realidad tan relacional como la casta y la clase.

f] ÓRDENES, ESTAMENTOS, CASTAS, CLASES

Los conjuntos diferenciados y relacionados entre sí jerárquicamente dentrode una estratificación (que podemos llamar, en forma genérica, estratos)pueden tener, según sea el tipo de sociedad global al que pertenezcan, unorigen y una interrelación diferentes. Las denominaciones que aparecencon mayor frecuencia en la historia son las de castas, órdenes, estamentosy clases.

Se admite comúnmente que los tres primeros grupos tienden a sercerrados y el último abierto. Las castas suelen estar muy directamenteconectadas con la diferenciación étnica, y regidas por una costumbreimperiosa. Las órdenes y los estamentos son grupos funcionales que casisiempre están encuadrados en normas legales estrictas. Las clases, segúnasegura la tradición occidental, son grupos funcionales abiertos sinprotección legal. Las castas, las órdenes y los estamentos sonendogámicos; las clases, exogámicas.

Estos conceptos encierran una parte de verdad histórica, pero no toda.Podemos, al respecto, formular las siguientes observaciones:

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1. La movilidad vertical es más fácil entre clases que entre los otrosgrupos entre sí. Pero en todos los tipos es muy difícil. A la vez, aúnen los sistemas de castas que han sido estudiados existemovilidad vertical, aunque muy limitada. La conclusión general,aplicable a los órdenes, las castas, los estamentos y las clases esque la movilidad vertical nunca está ausente, pero nunca excedeciertos porcentajes limitados. Hay excepciones: en las etapasformativas de un sistema y cuando se produce una ruptura en unoya en funciones puede ser mucho más fácil acceder a una casta oa una clase. Pero todo sistema estratigráfico consolidado se hadefendido mediante los dos procedimientos:

i) estimulando un mínimo de movilidad vertical;

ii) impidiendo un máximo.

2. Sin embargo, no debe desorientarnos el hallazgo en el pasado o lacreación en el futuro de sistemas de estratificación basados en ladesaparición del carácter hereditario del status (el hijo del obrerotendría las mismas posibilidades que el del no-obrero) y el ingresoa la élite gobernante exclusivamente, o casi, por vías nohereditaria. Aún así, la matriz estratigráfica seguiría funcionando.La sociedad también estaría estratificada.

3. La diferenciación étnica y la cultural son casi universales.Aparecen muy evidentes en muchos sistemas de castas, peroexisten asimismo en los sistemas de clases, como en EstadosUnidos o Argentina.

4. El status legal se encuentra, en algunos de ellos, expresamenteestablecido (órdenes, estamentos, castas). Pero no está ausenteen ninguno. En los países con estratificación de clases, haymultitud de normas legales discriminatorias de la más diversaíndole: protección de la gran propiedad territorial en perjuicio de lapequeña y del no propietario, prohibición a los analfabetos deelegir a sus gobernantes, impuesto al voto, requisitos educacionalespara el ejercicio de ciertos cargos, limitación numérica estricta parael ingreso a las carreras universitarias, educación pagada, procedi-mientos judiciales engorrosos y caros, impuestos indirectos sobreel consumo e igualdad en las tarifas de transportes y otrosservicios públicos (con lo cual la ley obliga al muy pobre a pagarexactamente la misma cantidad de dinero que al muy rico por unalimento, por el pasaje de un autobús o por una unidad deconsumo de corriente eléctrica), condiciones onerosas impuestaspara el ejercicio de una profesión o para iniciar cierta actividadlucrativa, etc., etc.

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Finalmente, debemos agregar que, aún cuando la aparición de los distintostipos de estratos corresponde a tipos diferentes de organización social, eserróneo suponer que la presencia de las clases excluya definitivamente alos otros tipos. Una clase puede transformarse en casta en una etapa desu evolución. Un sistema de castas puede estar entretejido entre unsistema de clases. El mayor rigor defensivo de una clase que se sientaamenazada –o de un sector de una clase– puede hacer reaparecer, comofruto aparentemente anacrónico, un robusto sistema de estamentos. Lasolución corporativa para la crisis económica y política del capitalismo quese aplica por vía legal en Alemania, Italia y España en el siglo XX, es unintento de defensa del sistema de clases mediante el injerto de un sistemade estamentos que le sirva de prótesis.

g] LA ESTRATIFICACIÓN: UN MACROSISTEMA DE MICROSISTEMAS

Desde que una sociedad estratificada adquiere cierta complejidad –unaorganización tribal que derrota a otra y la incorpora a su dominio y que,además, desarrolla diferenciaciones funcionales permanentes– se gesta ensu entraña más de un sistema de estratificación. En las sociedadescontemporáneas de mayor complejidad –Estados Unidos, Gran Bretaña,Francia, Unión Soviética, India, Japón– hay una verdadera red de sistemasde estratificación.

Cada uno de ellos cumple un objetivo de orden funcional y puede operaren escala regional o nacional. Una profesión determinada –la de médico, lade profesor– se encuentra habitualmente estratificada; es decir, susmiembros se agrupan por sectores que no sólo responden a una pauta deeficiencia sino, en alto grado, a otra de privilegio. Se trata de un sistema deestratificación profesional que quizá se extienda a todo el país. Además, enuna región opera una matriz de distribución de funciones sociales globalesque da lugar a la aparición de clases locales: esas aristocracias, eseartesanado, esa burocracia regionales firmemente arraigados en unsubsuelo de pequeños privilegios que pierden sentido más allá de sureducida zona.

Localizar todos los sistemas de estratificación en una sociedad grande ycompleja contemporánea puede ser tarea imposible. Debemos suponerque se encuentran por miles. Pero de esta observación no puede inferirseque cada uno de los sistemas tenga su validez y su lógica autónomas.Como todos los conjuntos que integran la realidad social, los sistemas deestratificación dentro de una sociedad global se entrelazan, secondicionan, se compensan y se descompensan, se integran y sedesintegran sin cesar. Cuando observamos el sociograma resultante,aparecen las líneas de varios macrosistemas y, además, las de unverdadero super-sistema dentro del cual, y sólo dentro del cual, los otrosmacrosistemas y la multitud de microsistemas adquieren su sentidodefinitivo y completo.

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El caso del sistema estratigráfico de la India puede tomarse comoparadigma. Su estructura, su historia, su filosofía hablan, para elinvestigador contemporáneo, con sorprendente claridad, debido a quepresenta una codificación social muy consolidada que se expresa consímbolos extremadamente notorios. Las poblaciones arias que seradicaron en el norte del territorio de lo que hoy es la India, doce o quincesiglos antes de Cristo, ya estaban divididas en cuatro grandesagrupamientos. A partir de entonces, el genotipo de la casta fue ordenandotodas las relaciones jerárquicas. La filosofía hindú creó un mecanismológico de justificación: el karma es una cadena de reencarnacionessucesivas que tiene sus propias normas, según las cuales el miembro deuna casta que ha acatado su status con humildad en vida reaparece, enotra reencarnación, como miembro de la casta inmediatamente superior. Elcielo en la tierra. Las religiones se repiten, con distintas imágenesteológicas y una sola justificación terrenal. La buena conducta del hombrereligioso siempre consolida un sistema determinado de clases sociales.

Como fruto de un multiplicador infinito, el número de castas –grandes,medianas y pequeñas; locales, regionales y nacionales– llegó a hacerseincontable. El censo nacional de 1931 registró aproximadamente tres mil,pero se admite que gran número de las subcastas locales no fueronincluidas. Algunos autores contemporáneos calculan el total en variosmiles, mientras otros prefieren reconocer que el número es enorme y, dehecho, inverificable (Kosambi, 1945, 15; Srinivas-Damle-Shahani-Beteille,1959, 138).

Esa selva de agrupamientos tiene un orden. Así como un individuo puedepertenecer simultáneamente a más de una casta, las subcastas puedenactuar dentro del perímetro de una casta. Pero el más coordinador ydeterminante de todos los ordenamientos es el de las cuatro grandescastas nacionales que, por sus determinaciones económicas y sociales, seaproximan a una constelación de clases. La incontable multitud demicrosistemas tiene un nombre: jatis; el macrosistema de las cuatro castastiene el suyo: varna. Cada uno es miembro de un grupo, o de más de uno,en el jatis; pero simultáneamente tiene una pertenencia y una referencia enel varna.

Si traducimos el simbolismo indio a términos occidentales nos sorprenderála similitud que vamos a encontrar con los sistemas de clases sociales enlas sociedades capitalistas y en la Unión Soviética. La matriz de laestratificación presenta mil rostros, pero parece que tiene un solo espírituverdadero, como en el misterio de la trinidad.

Aunque haya una multitud impensable de microsistemas de estratificación,siempre algunos son más dinámicos, tienen mayor capacidad generadoraque otros. Aunque haya varios macrosistemas, siempre uno es másdeterminante que los otros. Si, en definitiva, lo que encontramos es unmacrosistema gigantesco, siempre habrá un macrosistema menor que serásu columna vertebral.

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En síntesis, y a título de simplificación, digamos que, salvo en casosexcepcionalmente simples, toda estratificación es un macrosistema demicrosistemas.

Así disecado un sistema global de estratificación, se comprenderá mejor laimportancia de una modalidad que, con frecuencia, no ha sido percibida olo ha sido sólo superficialmente y que debemos suponer propia de sunaturaleza y, por tanto, existente en todas las sociedades estratificadas: lamatriz de la estratificación se multiplica sin solución de continuidad.

En efecto, si la sociedad nacional está dividida en tres grandes clasessociales, cada una de ésta tiene su propia y compleja estratificacióninterna, a tal extremo que la mayor parte de los conflictos que surgen sonentre sectores dentro de una misma clase y no entre clases, aunque losverdaderos conflictos interclases son los que generan consecuencias máshondas y de mayor proyección. Por supuesto, la magnitud y la frecuenciade los conflictos intersectoriales dentro de cada clase dependen del tipo desociedad global y de la etapa histórica. Como, por otra parte, los conflictosintersectoriales promueven también alianzas intersectoriales, es frecuenteel tipo de alianza que desborda los límites de las clases.

La multiplicación del genotipo de la estratificación opera, asimismo, en losmás diversos órdenes y niveles. En una sociedad fuertementeestratificada, están también fuertemente estratificados la familia, laasociación voluntaria, la empresa pública y la privada, el establecimientode enseñanza, la iglesia.

Ya Aristóteles percibió oscuramente que las luchas entre clases socialesgeneran consecuencias de gran importancia. Veintitrés siglos después,Engels y Marx anunciaron el principio con precisión normativa. Pero locomún en la historia ha sido que los conflictos entre clases se presentenen la forma de un complejo diagrama de choques y alianzas sectorialesinestables, que sólo adquieren el perfil de los grandes encuentrosgenerales entre clases cuando se los ve proyectados sobre un contextosocial amplio y, casi siempre, en un período prolongado. Más que losplanteamientos generales excesivamente simplificados del Manifiestocomunista (1848), el aporte conceptual y metodológico más importante enesta materia fue dado por Marx y Engels en el análisis de episodioscercanos a ellos en el tiempo: Alemania: revolución y contrarrevolución(1851-1852); Las luchas de clases en Francia: 1848-1850 (1850); El 18Brumario de Luis Bonaparte (1852); La guerra civil en Francia (1870-1871),el primero de Engels con la colaboración de Marx y los otros tres de Marx.

El desarrollo de la conciencia de clase y la función histórica de las clasesson fenómenos que forman parte de ese sociograma intensamentecomplejo en acción y cuyas magnitudes reales parece imposible descubrirsi no se logra percibirlos dentro de la totalidad del proceso.

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h] DISTINCIONES

Aunque las supongamos obvias en lo expuesto, no es ocioso insistir enalgunas distinciones para que nuestra posición quede más clara.

Si bien admitimos, como otros autores, que la estratificación nace con elexcedente, en ningún momento podemos pensar que la desaparición delexcedente sea la condición para que desaparezca la estratificación. Laestratificación es un tipo histórico de ordenamiento –que nosotros hemoscalificado de no necesario– y no constituye ni la precondición, ni elmecanismo técnico del excedente. Las tentativas de encontrarle unafundamentación antropofilosófica permanente –el hombre es pornaturaleza malo y haragán, y sólo se le puede encasillar mediante unsistema de clases– nunca han volado más allá que una antigua conseja.

Toda estratificación lleva consigo un costo social (económico, organizativo,político, cultural, psicológico) que en los países cuya historia conocemosbien sabemos que ha sido y es extraordinariamente elevado. Del quantumdel progreso de un sistema –Estados Unidos durante la segunda y tercerarevoluciones industriales; la Unión Soviética durante los planes quinquenalesy después de la Segunda Guerra Mundial– hay que deducir el costo socialde la estratificación para hacer el balance definitivo, en lugar decontabilizarlo como condición indispensable para la producción de esequantum.

Excedente y estratificación no son sinónimos. Estratificación y sistemasocial, tampoco. Finalmente, tampoco lo son estratificación y distribuciónde funciones (aquélla, hemos sostenido, es un modo no necesario dedistribuir funciones).

Usamos el vocablo estratificación como lo genérico, al modo que losgeólogos cuando escrutan la corteza terrestre. En nuestro caso, el vocabloes neutro: no implica aceptar, ni mucho menos, la teoría del continuum, nicualquier otra posición que desdibuje las fracturas conflictuales.

No intentamos, en esta página, formular pronósticos. Nos basta conagregar que las ciencias sociales de Occidente no han podido elaborar unargumento científicamente válido acerca de la perdurabilidad de laestratificación.

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SEGUNDA PARTEEL UNIVERSO DEL CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD SOCIAL

Capítulo VILA APTITUD GNOSEOLÓGICA

a] HACIA UNA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD SOCIAL 1

Pensar sobre cómo pensamos, sobre cómo llegamos a conocer el mundofísico y a conocernos nosotros mismos tiene en Occidente la antigüedadde su cultura. Los griegos dejaron los gérmenes de una gnoseología. LaEdad Media resolvió su problema trasladándolo a la teología. A partir delRenacimiento se va elaborando una gnoseología que aspira a acompañarel desarrollo científico y otra que se mueve dentro de los límites de unaverdad revelada, absoluta o intuida.

Conocer el mundo físico no es, sin embargo, lo mismo que conocer larealidad social de los hombres, aunque ambos procesos tienen capítuloscomunes. En la cultura occidental, cuya teoría del conocimiento de lo físicotiene raíces tan antiguas, sólo surgen contribuciones parciales –y esto apartir del siglo XIX– para la elaboración de una teoría del conocimiento dela realidad social. Hay, claro está, aportes utilizables y fecundosprocedentes de otras disciplinas científicas, y en la historia de la filosofíaoccidental surgen líneas de pensamiento que es indispensable explorar.Tarea ésta nada compleja, porque se trata de clásicos de fácil acceso.

Thomas Hobbes (1588-1679) es claro, didáctico. Los pensamientos delhombre, considerados individualmente, son:

“una representación o apariencia de alguna cualidad o accidente deun cuerpo fuera de nosotros, lo cual es comúnmente llamado unobjeto. Un objeto determinado actúa sobre los ojos, oídos y otraspartes del cuerpo del hombre; y mediante la diversidad de su acción,produce la diversidad de aspecto [...]. No hay concepción en la mentehumana que no haya sido en tu origen, totalmente o por partes,engendrada en los órganos de los sentidos.”

El proceso es éste:

“La causa de la sensación es el cuerpo externo, u objeto, quepresiona el órgano característico de cada sentido [...] y esa presión,por la mediación de los nervios y otras fibras y membranas del cuerpocontinúa internamente hasta el cerebro y el corazón, ocasiona allí unaresistencia, o contrapresión, o empeño del corazón de descargarse,empeño que, por estar orientado hacia afuera, parece ser alguna cosaexterior a nosotros. Y este parecer o fantasía es lo que los hombres

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llaman sentido; y consiste, en cuanto al ojo, en una luz o colorfigurados; en cuanto al oído, en un sonido; en cuanto a la nariz, en unolor; en cuanto a la lengua y el paladar, en un sabor; y en cuanto alresto del cuerpo, en calor, frío, dureza, suavidad y todas las otrascualidades que discernimos mediante la sensibilidad. Todas las dichascualidades, llamadas sensoriales, están en el objeto que las ocasionaademás de tantos movimientos diversos de la materia por los cualespresionan nuestros órganos diversamente. No hay nada en nosotrosque sea presionado y que sea algo más que diversos movimientos(porque el movimiento sólo produce movimiento)”. (Leviathan, 1651,cap. I. Trad. nuestra).

Triunfo de la mecánica, pero llevando sus consecuencias hasta unmaterialismo integral, porque Hobbes niega la existencia del alma y, en elenfrentamiento de Iglesia y Estado, toma el partido de este último.

Su gnoseologia y su negación de la metafísica se conectan en seguida conuna posición militante: las universidades del mundo cristiano, basándoseen Aristóteles, enseñan que la cosa vista arroja sobre el ojo una “especievisible”, la cosa oída una “especie audible”, y así sucesivamente, lo cualconstituye “un discurso sin significación”, que deberá ser suprimido cuandose reajuste la función de las universidades en el Commonwealth.Mecanicismo, gnoseologia materialista y objetivista, ateísmo y anti-clericalismo. El filósofo escribe páginas que pueden inspirar, en sumomento, a una burguesía en ascenso o a un monarca que se rebelecontra la tutela papal.

John Locke (1632-1704) trabajó durante más de treinta años de sumadurez intelectual en redactar y depurar su Ensayo referente alconocimiento humano y dejó, por fin, los originales corregidos para unaedición definitiva poco antes de fallecer. Esta edición definitiva vio la luz en1706. Allí se enfrentan dos tesis en conflicto.

“Yo sé –reconoce– que es una doctrina aceptada la de que loshombres tienen ideas innatas y caracteres originales impresos sobresus mentes en su primerísimo ser”.

Error, afirma: la mente es un “papel blanco”. A la pregunta de dónde lamente se provee de todos los materiales de la razón y el conocimiento,responde: “De la experiencia, en la que todo nuestro conocimiento estáfundado y de la que, en última instancia, deriva”. Pero ese origen sedesdobla. Hay dos “fuentes de conocimiento”: la sensación, “que dependeenteramente de nuestros sentidos” y la reflexión, “que cada hombre tieneenteramente en sí mismo” y que consiste en “la percepción de lasoperaciones de nuestra propia mente”, operaciones que proporcionan alentendimiento “otro conjunto de ideas que no podrían lograrse de las cosasexternas" (An essay concerning human understanding, vol. I, libro II, cap. I.Trad. nuestra).

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Padre reconocido de la teoría denominada liberalismo burgués en el léxicoactual –una de las varias expresiones políticas del capitalismo occidental–,Locke acepta el objetivismo empirista, digno de corresponder a larevolución científica de su tiempo, pero deja a salvo un mínimo deactividad mental autónoma, con lo cual su teoría del “papel blanco”reconoce dos fuerzas capaces de borronearlo: una exterior y otra interior,puesta ésta, sin embargo, en movimiento por aquélla.

George Berkeley (1685-1753), obispo de Cloyne, Irlanda, concibe su obraen oposición a la teoría del conocimiento de Locke, cuya difusión en losmedios intelectuales del siglo XVIII inglés había acompañado lastransformaciones científicas y el ascenso de la monarquía y la burguesíabritánicas a la primera categoría del poder mundial.

“Se nos dice –escribe– que como la mente es capaz de considerarcada cualidad por separado, o abstraído de aquellas otras cualidadescon las que se encuentra unida, construye, por ese medio, ideasabstractas. Por ejemplo [...] construye las ideas abstractas deextensión, color y movimiento”.

Pero, a pesar de esta opinión –que es la de Locke, autor al que citaexpresamente en otros pasajes de sus obras– el hecho cierto es que “mees imposible formarme la idea abstracta del movimiento como algo distintodel cuerpo que se mueve y que no es ni rápido ni lento, ni curvilíneo nirectilíneo; y lo mismo puede ser dicho de todas las otras ideas generalesabstractas”. Por lo cual “niego que yo pueda abstraer una de otra, oconcebir separadamente, aquellas cualidades que no pueden existirseparadamente”. Sin embargo, advierte, “no niego en absoluto que hayaideas generales, sino que haya algunas ideas generales abstractas” (Atreatise concerning the principies of human knowledge, 1710, introducción.Trad. nuestra).

Hasta aquí, Berkeley, al entrar de este modo en el antiguo debate sobre losuniversales, se afilia a las corrientes empiristas. En su negación de Locke,incisivo a menudo sin perder la impecabilidad de su estilo rico en recursosliterarios, llega a satisfacer a los pragmatistas más exigentes al declarar laimposibilidad de concebir el movimiento sin el cuerpo que se mueve. Sucrítica de Locke –gnoseológica y ontológica– ataca a veces lo que hay eneste autor de residuos metafísicos. Su afirmación de que no pocos de lospostulados de los filósofos contemporáneos, cuando tratan de la noción delo abstracto, se disuelven en un “abuso del lenguaje” (ibídem) y suinsistencia sobre este argumento en otros pasajes de sus obras obligan areconocerle como un importante predecesor del empirismo lógico del sigloXX, cuyo programa explícito es el de acabar con los residuos metafísicos yteístas en la formulación científica y forjar un lenguaje científico objetivo.

Pero la solución fundamental que ofrece su gnoseología, en contraposicióna la de Locke, le ubica como un extremista del subjetivismo.

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“Que ni nuestros pensamientos ni pasiones, ni ideas formadas por laimaginación, existen sin la mente, es lo que todos admitirán. Y a míme parece no menos evidente que las distintas sensaciones o ideasimpresas sobre el Sentido, como quiera que se mezclen o combinen(es decir, cualquiera sea el objeto que compongan), no pueden existirsino en una mente que las perciba [...]. Lo que se dice de la existenciaabsoluta de seres impensables sin ninguna relación con el hecho deque se les perciba es para mí perfectamente incomprensible [...]. Noes posible que tengan ninguna existencia fuera de las mentes o cosaspensantes que les perciban”.

En consecuencia:

“todos aquellos cuerpos que componen el poderoso esqueleto delmundo carecen de toda sustancia sin una mente [y por lo tanto]mientras no sean realmente percibidos por mí, o no existan en mimente o en la de cualquier otro espíritu creado, no deben tenerninguna existencia, o bien subsistir en la mente de algún EspírituEterno” (ibídem, parte I).

En definitiva, es Dios el que nos asegura la existencia de toda la realidadmaterial y de su continuidad histórica.

Hay otras formas de subjetivismo en el pensamiento occidental cuyosignificado último no es tan claro. Despojadas de su vaguedad termino-lógica y metodológica, se advierte en ellas un esfuerzo grande por captarla verdad de los universales, por salvar el principio del ordenamiento porclases y especies de todo lo real, por comprender la permanencia delcambio a través de las múltiples formas transitorias. En algunos autores, loque ellos consideran actividad mental o entes metafísicos evoca losprincipios de ese ordenamiento fundamental de una realidad eternamentecambiante que ellos advierten pero no logran explicarse con mayorclaridad. Es común denominar subjetivistas o idealistas a estas posiciones.

David Hume (1711-1776) es, como Locke, hijo de una era de optimismoracionalista, de progreso económico y orgullo nacional. La “esencia de lamente”, explica, tan desconocida para nosotros como “la de los cuerposexternos”, sólo puede sernos accesible mediante “cuidadosos y exactosexperimentos y la observación de aquellos efectos particulares queresultan de sus diferentes circunstancias y situaciones”. De la experienciase debe partir y ella es también el límite del conocimiento posible: “nopodemos ir más allá de la experiencia y cualquier hipótesis que pretendadescubrir las últimas cualidades originales de la naturaleza humana debede inmediato ser rechazada como presuntuosa y quimérica”.

La filosofía moral, reconoce, tropezará con algunos inconvenientes, en suejercicio metodológico, que no tiene la filosofía natural.

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Sergio Bagú

“Debemos, por tanto, reunir nuestros experimentos en esta cienciapartiendo de una observación cuidadosa de la vida humana, ytomarlos tales como aparecen en el curso común del mundo, es decir,en la conducta de los hombres en compañía, en las actividadeseconómicas y en sus placeres. Cuando los experimentos de estaclase sean juiciosamente recogidos y comparados, podemos tener laesperanza de organizar sobre ellos una ciencia que no será inferior encerteza, y que será muy superior en utilidad, a cualquiera otraconcebida por la inteligencia humana”.

Parece el manifiesto de una escuela conductista en psicología o de unacátedra de sociología de la encuesta en Estados Unidos.

Se trata de “la ciencia del hombre”, que constituye “la única sólida base delas otras ciencias" y que debe levantarse “sobre la experiencia y laobservación”. Desde que se aplicó la “filosofía experimental” a los “temasnaturales” ha transcurrido más de un siglo hasta que pueda aplicarse a los“temas morales”, lo cual sólo podía haber ocurrido en Gran Bretaña, patriadel autor, porque “el progreso de la razón y la filosofía sólo pueden surgiren una tierra de tolerancia y libertad” (A treatise on human nature, 1739-1740, introducción. Trad. nuestra).

El origen de nuestro conocimiento constituye un proceso elemental, que elautor explica en términos claros.

“Todas las percepciones de la mente humana se resuelven en dosclases distintas, que llamaré Impresiones e Ideas. La diferencia entreéstas consiste en los grados de fuerza y vivacidad con los cualesgolpean la mente y encuentran su ruta hasta nuestro pensamiento oconciencia. A aquellas percepciones que entran con mayor fuerza yviolencia podemos llamar Impresiones; y, con este nombre, abarcotodas nuestras sensaciones, pasiones y emociones, tal como hacensu primera aparición en el alma. Por Ideas quiero significar lasimágenes debilitadas de éstas en el pensamiento y el razonamiento;tales como, por ejemplo, son todas las percepciones por el presentediscurso, exceptuando sólo las que se produzcan por la vista y eltacto, y exceptuando el placer inmediato o el desagrado que puedaocasionar”.

Este planteamiento conduce a “una proposición general”:

“todas nuestras ideas simples en su primera aparición derivan deimpresiones simples, que corresponden a ellas, y que ellasexactamente representan”.

El autor reconoce en seguida que “no es absolutamente imposible que lasideas surjan antes que sus impresiones correspondientes” (ibídem, secciónI. Trad. nuestra).

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Hume, ateo y antimetafísico, liberal y orgulloso de su britanidad, filósofo dela libertad burguesa en los años en que la burguesía británica esclavizabaafricanos y los vendía en varios continentes, escribe, con vocablo preciso,la teoría del conocimiento para su “ciencia del hombre”. Es la teoría de la“representación exacta”, que no admite margen de error ni duda acerca desus transparentes y elementales mecanismos. La victoria de la puraracionalidad, que no necesita ya invocar a Dios, ni al alma, ni a lametafísica.

La versión caricaturizada de esta corriente gnoseológica está dada por elsensacionismo de Étienne Condillac (1754) y el conductismo del hombre-máquina de Julien La Mettrie (1748).

b] HACIA UNA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD SOCIAL 2

El subjetivismo berkeliano y el objetivismo tipo “papel blanco” han idoalternándose en el transfundo de la polémica gnoseológica durante lossiglos XIX y XX, cuando los oponentes eran filósofos o ensayistas que nolograban hacer aportes nuevos al análisis heredado del siglo XVIII. Pero, almargen de esos sectores, hubo otras contribuciones, de distintaprocedencia, que fueron agregando elementos fundamentales parasuperar las posiciones iníciales.

Sartre tiene razón cuando observa que la teoría del conocimientoconstituye el punto débil del marxismo (1960, 30n), pero algunos de losescasos textos de los clásicos de esa escuela sobre la materia sonimportantes en más de un sentido.

El joven Marx escribió en 1845, en su primera tesis sobre Feuerbach, unpuñado de líneas que anunciaban, casi en clave, la posibilidad de unateoría del conocimiento que superara, con amplitud, los términos dados dela polémica.

“El defecto principal de todo el materialismo que ha existido hastaahora, incluyendo el de Feuerbach, es que concibe el objeto, larealidad, lo sensible, sólo en la forma de objeto de contemplación perono como actividad sensorial humana, como práctica, nosubjetivamente. Ocurre así que, en oposición al materialismo, elaspecto activo ha sido desarrollado por el idealismo, pero sólo enabstracto, ya que, por supuesto, el idealismo no conoce la verdaderaactividad sensorial como tal” (trad. nuestra de la versión inglesa).

El sujeto en el idealismo es activo; en el materialismo tipo siglo XVIII espasivo. Para “todo el materialismo que ha existido hasta ahora” el sujetocontempla la realidad exterior, no la asimila como “actividad sensorialhumana”. El materialista admite, aunque no lo sepa, un desdoblamientofatal: yo y el mundo, entre los cuales sólo hay puentes de tránsitounidireccionales, pero no intergestación.

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Sergio Bagú

La tercera tesis explica:

“La doctrina materialista según la cual los hombres son productos delas circunstancias y de la educación y que, por tanto, los hombresdiferentes son el producto de otras circunstancias y otra educación,olvida que las circunstancias son cambiadas, precisamente, por loshombres y que el mismo educador debe ser educado”.

La intergestación sujeto-objeto, hombre-realidad exterior. Ambos elementospierden su autonomía. El joven Marx, un materialista que comprende laíndole del proceso dialéctico.

La novena, en fin:

“El logro mayor del materialismo contemplativo –es decir, elmaterialismo que no comprende lo sensorial como actividad práctica–consiste en percibir individuos aislados en la sociedad civil” (ibídem).

¿Qué otra cosa, en efecto, puede ser el hombre como receptor pasivo, a lamanera de Hobbes, Locke y Hume? A la economía y al derechoindividualistas corresponde una teoría del conocimiento cuyas criaturasestán aisladas en la “sociedad civil”.

Tampoco Engels dedicó sino algunos pasajes al tema, pero los hay de supluma excepcionalmente sustanciosos. Los productos del cerebro humano–observa– son, “en último análisis, también productos de la Naturaleza”(Anti-Dühring, parte I. Trad. nuestra de la versión inglesa). Igualmente,mediante esta comprobación se abandona la dicotomía irreductiblehombre-realidad exterior. El hombre es parte de la realidad exterior.

Los fenómenos de la naturaleza –continúa en seguida– estánsistemáticamente interconectados y, aunque la ciencia trata de demostraresta interconexión sistemática de modo completo y en detalle:

“nos resulta imposible y siempre nos resultará imposible un adecuadoy exhaustivo planteamiento científico de esta interconexión, laformulación, en el pensamiento, de una imagen exacta del sistemamundial en que vivimos [...]. Cada imagen del sistema mundial es ysigue siendo, de hecho, limitada, objetivamente debido a la etapahistórica y subjetivamente debido a la constitución física y mental delindividuo” (ibídem). Nada de “papel blanco”.4

4 Lenin dedicó una obra a la teoría del conocimiento: Materialismo y empiriocriticismo (1908). Es elfruto de su encrespada polémica con los teóricos rusos acerca de Mach y las primeras manifestacionesdel positivismo lógico. Su aporte no es importante en materia epistemológica. Reitera las posicionesmás generales del materialismo, pero no enriquece su análisis. Hay algunos párrafos que nosengendran fuertes dudas: aquellos en los que sostiene que el mundo exterior se refleja en laconciencia (caps. I, III, V ) , en apoyo de lo cual cita pasajes de Engels donde este concepto no aparece.Sospechamos que pueda tratarse de un error de la traducción española, que es la que tenemos a lavista (Editorial Pueblos Unidos, Montevideo, 1948; versión española del Instituto Marx-Engels-Lenin deMoscú). Desde luego, el concepto de reflejo está en pugna con las transcripciones de Marx y Engelsque acabamos de hacer. Si se trata –en el texto original o en la traducción– de una metáfora, esdesafortunada. Lo cierto es que la expresión pasó a los manuales de marxismo del período stalinista y

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El empirismo gnoseológico que se expresa en los pensadores británicos delos siglos XVII y XVIII es el producto más típico imaginable de unaconcepción mecanicista de todo lo existente en la que, sin embargo, aúnsubyacen las inalterables criaturas eternas de la escolástica. Triunfa todaslas veces que presenta batalla contra el subjetivismo, porque se aferra alprincipio le la autonomía de la realidad exterior, comprendiendo que nopuede depender, para existir, de si la vemos nosotros o no la vemos.Distingue entre sujeto y objeto, pero le es radicalmente ajena esaperturbadora intimidad del yo que Kant y Hegel comienzan a explorar. Losempiristas ingleses, es cierto, comprenden que la mente tiene ciertacomplejidad, y que no todo en ella es juego de reflejos y representaciónfiel. Pero aún así se aferran a una concepción fundamental: el hombreinerte frente a la cosa que actúa; la distancia infinita e insalvable entre lacosa y el hombre; lo que está ya terminado, es para siempre, porque lacosa es cosa y el hombre, con sus contenidos, sus magnitudes y susfunciones.

c] LA APTITUD GNOSEOLÓGICA: SU NATURALEZA Y SU GÉNESIS AMBIVALENTE

Conocer es un proceso de la materia viva. La posibilidad de conocer cómoconoce el hombre –es decir, de construir una teoría del conocimiento–depende, entre otras condiciones históricas, de cómo vaya progresando lainvestigación sobre la materia viva.

La comprensión de la materia viva comenzó a avanzar en Occidente –yacasi sin interrupción– desde el Renacimiento. La sospecha de que elhombre y todo los otros organismos vivos estaban formados por pequeñasunidades invisibles latió durante dos siglos, cuando menos, hasta quedespués de 1830 el perfeccionamiento introducido en el microscopiopermitió aclarar lo fundamental del gran enigma. Desde Schwann hastaSchultze y Purkinje quedan establecidos los principios fundamentales de lateoría celular. Mediados del siglo XIX: Marx escribió su tesis sobreFeuerbach en 1845.

Conocer es, como proceso fisiológico, una función del sistema nervioso. Elhallazgo de la célula nerviosa permitió, a partir de mediados del siglo XIX,iniciar un tipo de investigación acerca de cómo conoce el hombre, al cualfue totalmente ajeno, por razones cronológicas, el empirismo británico.Después, la investigación sobre la materia viva en general y, sobre todo,las adquisiciones de la neurofisiología abrieron nuevas perspectivas parael conocimiento del hombre como ser vivo y de su función pensante.

ocurre que hoy numerosas personas suponen que la teoría del conocimiento de Marx y Engels consisteen que la conciencia es reflejo de la realidad social, expresión ésta que apenas alcanza a ser unaversión descolorida del racionalismo de la cultura burguesa británica de los siglos XVII y XVIII.

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A partir de los experimentos de Loewi (1921), se admite que el mensajenervioso es un fenómeno a la vez eléctrico y químico. Las célulasnerviosas se comunican mediante movimientos y secreción de sustanciasque han sido aisladas en el laboratorio. Como las otras funciones de lamateria viva, la función nerviosa es un fenómeno físico-químico, lo cualimplica, en principio, la posibilidad de que las alteraciones del medio físico-químico del organismo humano produzcan alteraciones en las funciones dela percepción y de la elaboración del conocimiento.

La capacidad de captación de estímulos, procedentes del medio exterior y,a la vez, del medio interior, está sorprendentemente desarrollada en el serhumano. Se ha calculado que no menos de un millón de impulsosnerviosos llegan cada segundo al sistema nervioso central. Muy pocosllegan al cerebro y muchos menos a aquellas partes de éste que actúandirectamente en la elaboración de la idea. Este proceso, desde su primerahasta su última etapa, requiere una actividad selectiva de una magnitudcolosal: el sistema nervioso, incesantemente y en inmensa escala,examina, selecciona, ordena, clasifica, elimina, almacena, agrupa,transmite e interpreta datos, algunos de origen interno y otros externos.Una de las conclusiones a que se llega es que toda percepción esselectiva. No podría ser de otra manera sin caer en el caos. El ojo nuncave todo lo que podría ver, el oído nunca oye todo lo que podría oír en unmomento cualquiera de la existencia de un ser humano.

Con todo –y para complicar mucho más el cuadro- este proceso selectivoincesante tiene niveles, etapas y grados que cambian sin cesar. Pero no alazar, sino obedeciendo a necesidades del propio funcionamiento delsistema o a acomodamientos transitorios que pueden ser la consecuenciade una decisión voluntaria o bien producirse sin intervención de laconciencia.

La naturaleza y la dosis del estímulo externo no son los únicos elementosque deciden la naturaleza y la dosis del estímulo nervioso suscitado. Hayuna relación entre las variaciones de todos esos elementos –variacionesque, por lo demás, son incesantes– de modo tal que, a igual estímulo, elefecto cambia al variar el medio interno, y a la inversa. Esto confirma, enun nivel de gran complejidad físico-química, la observación común de queel estado de ánimo diferente hace que uno reaccione de modo tambiéndiferente a las circunstancias habituales de la existencia.

La función selectiva del sistema nervioso frente al estímulo externocomienza a manifestarse en el momento mismo del primer contacto delórgano del sentido con el agente externo. La visión, la audición, el tactoson, a la vez, una recomposición instantánea de un cuadro de elementos yuna hipótesis acerca del conjunto de estímulos actuantes. Recomponemoslos datos que reciben nuestros sentidos en el momento mismo en que losreciben. Esa capacidad de recomposición se adquiere por aprendizaje. Ver,oír son el fruto de un adiestramiento prolongado y difícil. En el hombrenormal, ese adiestramiento forma parte de su socialización (educación en

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el seno del grupo familiar; educación institucionalizada; educación noinstitucionalizada, etcétera). En el enfermo o el accidentado, el adiestra-miento se presenta a destiempo a modo de técnica dificultosamenteaprendida. Sin ese adiestramiento, el hombre normal no vería lo que ve nioiría lo que oye.

Por tanto, aún en la primera instancia del proceso de la percepciónnuestros órganos de los sentidos no son pasivos sino activos. Utilizan unoo más datos a manera de clave, como si dieran por sentado que latotalidad de lo que se ve o se oye en cierto instante tiene una organizacióndeterminada. El aprendizaje previo condiciona también ese mecanismo dereconstrucción instantánea de conjuntos.

Hay antiguos conceptos que van siendo sustancialmente revisados amedida que la investigación neurofisiológica avanza. La naturaleza y loslímites de la inteligencia, la conciencia, el instinto, lo innato y lo adquirido:las viejas líneas de separación se abandonan, después de decenios, osiglos, de estériles polémicas. El conocimiento y la acción, divorciadosdurante tanto tiempo en la teoría, vuelven a encontrarse: gnosias y praxiasno son, al fin y al cabo, más que especializaciones funcionales recíproca-mente complementarias en el sistema nervioso central del hombre.¿Victoria final del concepto de praxis de las filosofías dialécticas?

Uno de los capítulos más activamente investigados en nuestros días envarios países es el de la memoria y el aprendizaje. Se considera que hanenvejecido múltiples opiniones admitidas durante generaciones, sin quehasta ahora se hayan consolidado otros principios, aún en plenaelaboración. Así, la mente humana no almacena datos sino que,probablemente, crea sin cesar nuevas posibilidades de repetir circuitos decorriente nerviosa y sus correlativas alteraciones químicas, similares, perono idénticos, a los promovidos en el instante en que se presentó el datooriginal en la mente. Por tanto, la posibilidad de reproducir el dato dependede circunstancias muy diferentes, complejas y cambiantes.

Los experimentos de Penfield y otros investigadores, que consistensustancialmente en la aplicación de estímulos eléctricos para investigarciertas reacciones de la corteza cerebral, han logrado provocar unaextraordinaria capacidad de reproducción de sucesos y estadosemocionales muy lejanos en el tiempo. Aún no se han evaluado estosexperimentos.

El aprendizaje de modos de hacer es, por lo que vamos conociendo, unproceso en el que el elemento concierne de coordinación y orientación searticula sin cesar con la aptitud sensorial y la aptitud motora. ¿Cómo trazarlíneas divisorias?

Por lo demás, el laboratorio parece probar que el aprendizaje consiste, enúltima instancia, en la posibilidad de originar o reorientar impulsosnerviosos. Nuevamente, la base físico-química para los más importantesprocesos de la existencia del ser humano. Lo que aún no se conoce con

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aceptable certeza es el grado de aplicación del principio de que lasconexiones interneuronales que no se usan durante un tiempo no vuelvena funcionar. Asimismo, a pesar de algunas opiniones terminantes alrespecto, no parece definitivamente comprobado que haya umbralescronológicos precisos en el aprendizaje: ciertas aptitudes se adquierenhasta los dos, tres o cuatro años o, de lo contrario, no se adquieren mássegún la opinión de algunos autores.

Una de las comprobaciones experimentales más fecundas es que lasatisfacción de las necesidades básicas no depende enteramente delinstinto. Suprimida la capacidad de emocionarse, el animal y el hombrepierden la de defenderse y carecen de energía para actuar. Emoción,energía y conducta se encuentran genéticamente interconectadas.

Hemos resumido algunas de las investigaciones más recientes enneurofisiología porque su conocimiento parece indispensable para lacomprensión de la naturaleza de la realidad social. A pesar de lo muchoque aún pertenece al terreno de la hipótesis o de la simple conjetura, todolo investigado coincide en ratificarnos en la convicción de que lapersonalidad del ser humano constituye un universo asombrosamentecomplejo y activo. Nada recibe que no transforme; nada hay en él que nopueda provocar transformaciones aún sin la intervención de agentesexternos. Nunca entra en reposo completo.

Recordemos, una vez más, que la realidad social es una intergeneraciónentre seres humanos. Si la personalidad humana fuera elemental, larealidad social humana también lo sería. La colosal complejidad de una esla condición de la colosal complejidad de la otra. En rigor, no son doscomplejidades: son una sola. Por eso sospechamos que la crecientecomplejidad de lo social en el correr de la historia ha ido alterando el mediofísico-químico que engendra la personalidad humana.

Nos parece oportuno aquí puntualizar, como guía de trabajo, algunasconclusiones.

Conocer es un proceso de la materia viva. Algo más que eso, en rigor: esel proceso más complejo descubierto hasta ahora en ella. Conocertransforma. Además, por tratarse de materia viva en el más alto grado decomplejidad, el proceso del conocimiento se cumple en virtud de ciertoequilibrio funcional totalizador, que nos permite hablar de un universo delconocimiento.

Lo social humano no es un objeto material, aunque a menudo, por razonesde simplificación lógica o de error crítico, se lo trate como tal: pecado delchosisme positivista del siglo XIX, reproducido a destiempo. Diríamos quees una relación. Más fieles seríamos llamándolo interrelación. Mucho más,si optamos por el término intergeneración.

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No es, pues, lo social un objeto material, pero es una realidad específica ydiferenciada. Así se reconoce en la producción científica contemporáneacuando se admite que lo social es un tipo de realidad, conjuntamente conlos otros tipos que son lo inorgánico, lo orgánico no vivo y lo vivo.

Si el proceso mismo del conocimiento en el hombre es el más complejo dela materia viva, conocer lo social agrega aún otra dosis de complejidad,porque con lo social humano culmina una larga sucesión de etapas decreciente complejidad organizativa en la historia de la materia.

Es la relación entre ambos universos –el del conocimiento y el social– laque, al actuar sobre un subsuelo biológico preexistente, va transformandoesa posibilidad de conocer que denominamos aptitud gnoseológica.

La aptitud gnoseológica en cada individuo depende del grado de desarrollode esa totalidad biológica, organizada y unificada por la corteza cerebral,que es el ser vivo humano (totalidad que llamamos determinaciónpersonal) y del tipo de estímulos procedentes de lo social que de continuola penetran, la alteran y la hacen más compleja (totalidad que llamamosdeterminación social).

d] LA DETERMINACIÓN PERSONAL EN LA APTITUD GNOSEOLÓGICA

La determinación personal en relación con la aptitud de conocer lo socialno es, en ningún caso, un dato dado, es decir, un valor fijo. Es un valorrelativo y, por tanto, alterable, aunque esa relatividad se mueve dentro deciertos límites mientras no se destruya, por procesos patológicos o extremapresión de agentes sociales, el subsuelo neurofisiológico sobre el cual searticula.

Si estudiamos la mente humana en relación con la manera en que éstallega a percibir e interpretar lo social es porque estamos convencidos deque se trata de una forma de movimiento de la materia viva, que por lotanto percibe la realidad social mediante un continuo proceso de recepcióny clasificación de datos externos y de su propia apreciación crítica. Hemoshablado de dos tipos diferentes de ordenamiento: la realidad social y elconocimiento de la realidad social.

Ambos universos no son idénticos, pero tampoco opuestos. Las categoríasde lo social constituyen agentes que actúan sobre la mente humana paraque ésta cree sus propias categorías de conocimiento de lo social. Lascategorías del conocimiento promueven formas de acción que incidensobre las categorías de la realidad social, ya sea para repetir, en lofundamental, sus ciclos de funcionamiento, ya para alterar su sentido.

La aptitud para crear categorías mentales de interpretación de la realidadsocial funciona de tal modo que nos crea la impresión de que la mentecumple las siguientes operaciones casi sin cesar, algunas inclusive enestado onírico:

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1. percepción selectiva de fenómenos sociales (percibimos algunos yotros no);

2. interpretación, en una etapa inmediata (interpretamos en seguidafrente a una situación precisa, aunque sea provisoriamente, parapoder orientar nuestra acción muy próxima);

3. clasificación y almacenamiento de datos sociales;

4. reconstrucción selectiva de datos sociales del pasado y suinterpretación en una etapa mediata (ahora interpretamos sin tantoapremio, seleccionando los datos ya percibidos).

Decimos que tenemos la impresión de que éstas son nuestras operacionesmentales. Pero, ¿estamos en lo cierto? ¿Es ésta, en rigor, la realidad –larealidad de nuestro universo del conocimiento– o estamos atribuyendo anuestra mente operaciones similares a las que se practican en unainstitución cualquiera de nuestras sociedades contemporáneas? Vamos ahacer algunas observaciones que nos facilitarán la respuesta.

Sabemos ahora, por ejemplo, que la mente humana no almacena datos,sino que su posibilidad de reproducirlos depende de un fenómeno muydiferente en su naturaleza y muy peculiarmente condicionado. No existesemejanza alguna con el mecanismo mediante el cual se reproducen datosalmacenados por medios electrónicos o mecánicos en diferentes sistemasde recopilación y elaboración.

La clasificación en los sistemas electrónicos se hace relacionando datoscon criterios generales y con otros datos ya existentes; pero debemossuponer que la operación neurofisiológica a la que también damos esenombre adquiere formas que tienen muy escasa similitud con lamencionada operación de los sistemas electrónicos.

Metafóricamente estamos autorizados a sostener que existen vastoscuadros mentales de referencia para clasificar e interpretar datos socialesnuevos. Se trataría de un proceso totalizador. Lo más probable es que elproceso respectivo transcurra en nuestra mente de otra manera, pero locierto es que ella está siempre en actitud totalizadora, porque tiende apercibir por ve/ más de un dato y porque inmediatamente relaciona losnuevos datos con otros preexistentes en ella y los ubica dentro de nuevosconjuntos.

La tendencia a percibir datos sociales como conjuntos y no aisladamenteconstituye, de por sí, un proceso que nos obligaría a detenernos muchotiempo. Lo cierto es que la magnitud y el contenido de los conjuntospercibidos varían dentro de límites muy amplios. Tienen esos conjuntossus propias reglas de composición y jerarquización, sujetas a la historiapersonal del individuo y a la coyuntura histórica en que se produce lapercepción: es seguro que, entre los participantes de una asamblea

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política, algunos la narren de modo muy diferente a otros; los episodios deuna economía capitalista inflacionaria en un breve período sonreconstruidos de manera radicalmente contraria por empresarios y obreros.

Esta percepción por totalidades es una gestalten en el sentido que le da laescuela psicológica de ese nombre, pero es necesario ampliar eseconcepto. También las corrientes dialécticas sostienen que la percepciónse hace por totalidades dinámicas. Para nosotros, el hecho de que seperciba por conjuntos es tanto una manifestación de la personalidad comoun producto histórico: la capacidad de percibir lo social está, en parte,generada por la sociedad respectiva y por las funciones que el individuoperceptor cumple en ella. La diferencia entre los conjuntos percibidos y eltotal de la realidad social cognoscible cambia según el tipo de sociedad.Poco se ha estudiado –no se ha estudiado, deberíamos decir– la relaciónentre ambos elementos.

El fenómeno de la totalización del acto de percibir e interpretar se complicapor la circunstancia de que el hombre siempre, inclusive cuando haceciencia con los más exigentes requisitos metodológicos, percibe y razonaemotivamente, lo que agrega un elemento distinto de evaluación a todaoperación mental que tienda a comprender lo social. Por otra parte, aún enoperaciones lógicas en las que se acepten los más rigurosos requisitos deobjetividad actúan conceptos que, incorporados desde antiguo a nuestrosmecanismos racionales, los orientan sin que advirtamos su presencia, amenos que nos esforcemos notablemente en nuestra actitud autocrítica, loque es muy excepcional en el investigador.

“Las cosas de las cuales estamos más naturalmente seguros –haexplicado Bernal, refiriéndose a este fenómeno (Bernal 1949, 26)– sonsimplemente cosas que hemos aprendido tan temprano en nuestravida, de acuerdo con la tradición de la educación humana, que hemosolvidado que son aprendidas. Aún la lógica no puede ser aceptada sincrítica”.

Aunque este inevitable condicionamiento de la aptitud gnoseológica actúaen todo tipo de exploración científica, gravita más todavía cuando se tratade lo social, porque allí todo observador es participante. Lo cual no implicasubestimar, sino al contrario, los esfuerzos de un investigador de lo socialpor ser objetivo.

Es probable que el trasfondo neurofisiológico inicial admita, dentro delímites comunes a todo ser normal, variaciones individuales. Pero la aptitudadquirida es, con mucho, más decisiva. Tiene una historia –una largahistoria personal– cuyos resultados son acumulativos, pero no en sentidoexclusivamente progresivo como para dotar al sujeto de una aptitud cadavez más refinada. Le permite ir aprendiendo muchas cosas, es verdad,pero con sobresaltos y retrocesos. Ocurre a veces que la capacidad depercibir y comprender la realidad social puede disminuir con el correr de laexistencia, y no por decadencia física.

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Además, la aptitud se desarrolla, con mucha frecuencia, por vía de laespecialización, lo que conduce a deformaciones notables en la capacidadperceptiva, tanto originadas en la profesión como en la ubicación social oen las convicciones personales.

La aptitud adquirida se va conformando incesantemente por:

1. la finalidad; es decir, la intención que el individuo imprime a suspropias operaciones tendientes a conocer la realidad social. Estaintención se presenta a veces con claridad ante su conciencia;otras, no;

2. la acción en el medio social, en cuanto coloca al actor en uncampo experimental muy directamente relacionado con sucapacidad de percibir la realidad social.

No funciona, tampoco, en cada individuo una matriz única de interpretaciónde datos. Parecería, más bien, que la mente humana fuera capaz detrabajar a la vez con tres horizontes cualitativamente desiguales:

1. El horizonte mental mágico: matriz de interpretación que buscaobstinadamente una causa de la realidad compleja que sea única,sencilla y de imposible verificación, y la ubica exactamente másallá del límite de nuestra posibilidad de conocimiento. Falsea larealidad. (El dinero produce dinero. De todo lo malo que ocurre enAmérica latina, la culpa la tienen conspiradores extraños a ella.Todos los problemas de este país los puede resolver un hombrehonesto y enérgico.)

2. El horizonte mental empírico: matriz de interpretación que logralocalizar series causales no muy extensas y de escasosentrecruzamientos, limitadas en su complejidad a los problemascuya solución inmediata se considera necesaria. No falsea larealidad, sino que la explora dentro de límites reducidos. (Ladesvalorización de la moneda se soluciona con un control rigurososobre precios y salarios, y manteniendo un nivel adecuado de lasreservas de oro y divisas. El problema de las poblaciones deemergencia –favelas, callampas, barriadas, cantegriles, villasmiseria– en los núcleos urbanos de América latina desapareceríasi los gobiernos orientaran a los migrantes rurales hacia otraszonas donde se les ofreciera trabajo y atractivos culturales.Disminuyendo el índice de crecimiento vegetativo aumenta elingreso per capita.)

3. El horizonte mental sistemático: matriz de interpretación que tiendea incorporar un máximo de complejidad y coherencia posible. Seesfuerza por descifrar la realidad mediante una metodología que lepermita formular planteamientos genéricos en un nivel deabstracción superior al empírico, aplicables a períodosprolongados. (Cada tipo de organización social global reserva una

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función económica diferente a la moneda. La distribución espacialde la población y, por lo tanto, la dimensión y el sentido de lascorrientes migratorias, son una consecuencia del tipo demacroestructuras sociales que actúan sobre una masa conocidade recursos naturales. La disminución del índice de crecimientovegetativo puede conducir, según sean los mecanismos socialesde distribución del excedente, a un aumento del ingreso per cápitao bien a una disminución.)

Decimos que parecería porque es probable que este cuadro sea, en larealidad, más amplio y complejo. Lo que si nos consta es que esos treshorizontes mentales no se suceden históricamente –como lo suponían,para etapas del desarrollo cultural de la humanidad de superficial similitud,los positivistas del siglo XIX– sino que conviven, tanto en el filósofo y elinvestigador científico como en el hombre de rudimentaria cultura; que ladistribución de tareas entre los tres y el predominio que uno pueda ejercersobre los otros dependen de la historia personal, del medio social y de laetapa histórica, así también como de la coyuntura que el sujeto atraviese.

La explicación que acabamos de dar no puede satisfacer enteramente alhistoriador, al sociólogo ni al psicólogo, que necesitan saber lo que aún seignora: qué modo de afirmación de la personalidad, qué dase de defensadel ser van involucrados en cada uno de esos tres horizontes mentales. Sioperamos alternativamente con los tres a lo largo de toda nuestraexistencia, es importante conocer por qué ninguno perime y bajo el pesode qué determinaciones sociales uno se sobrepone a los otros. Así, elbiólogo más exigente en cuanto a método científico en su especialidadpone en marcha el horizonte empírico para opinar sobre los problemaspsicopedagógicos que su hijo lleva a su hogar y el mágico para darse unaexplicación transitoriamente satisfactoria acerca de lo que está ocurriendoen el terreno político. Así también, una gran masa de la población de unpaís puede, en ciertas coyunturas históricas, subordinar el conjunto de suacción política a los mandatos de un horizonte mágico desenfrenado,respondiendo con docilidad y rapidez a un mecanismo preestablecido decoerción y propaganda, como en la Alemania de Hitler.

En la existencia individual del analfabeto, dentro de una sociedadcontemporánea, es posible que el horizonte sistemático no esté ausente,sino que se ponga en marcha, a veces con sorprendente lucidez, antecontactos estimulantes con una nueva circunstancia. Así lo hacen pensaralgunas experiencias de Paulo Freire en materia de alfabetización y lostestimonios de algunos antropólogos culturales acerca de su trabajo decampo.

En las sociedades ágrafas prehistóricas y contemporáneas hay unhorizonte mental sistemático, aunque embrionario, así como otro empíricomuy desarrollado.

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Por otra parte, en la investigación científica y filosófica contemporánea demayores exigencias metodológicas nunca están totalmente adormecidoslos horizontes mágico y empírico, que actúan, aunque en mínima escala,tanto en los mecanismos mentales que orientan al investigador en subúsqueda como en la formulación escrita final.

Los límites de la posible expansión de la aptitud gnoseológica –¿con quégrado de penetración y lucidez es capaz el hombre de comprender lo queocurre en las sociedades humanas?– son sumamente amplios. Esaaptitud, como tantas otras en el ser humano, es educable, pero no es sólopor la vía de su adiestramiento sistemático que puede expandirse. Larealidad se percibe también en la participación y, por lo tanto, el margen enque se desarrolle la aptitud gnoseológica en una sociedad determinadadepende, entre otros elementos, del grado de participación en lasdecisiones fundamentales que los grupos dirigentes acepten para losdemás grupos (clases sociales, grupos ideológicos, grupos culturales) eindividuos, o que éstos conquisten.

Este planteamiento nos conduce a otro, que adquiere una proyecciónpolítica inmediata: cuáles son los límites que un sistema de poder en unasociedad determinada puede imponer a la capacidad de comprender losocial por parte de la gran masa de la población o de ciertos grupos.

e] LA DETERMINACIÓN SOCIAL EN LA APTITUD GNOSEOLÓGICA

Llamamos en este caso determinación social al proceso por el cual losfenómenos sociales inciden sobre el individuo para generar o conformar suaptitud de conocer lo social.

No se trata de una realidad externa al hombre que en un instante dado legolpee, como el sol le alumbra o la rama de un árbol le rasguña. Lo sociales una realidad que construyen los hombres mismos, aunque a cada unode ellos se le aparece como algo que ya está, sin que él –él sólo– pueda,salvo una excepcional coyuntura, alterarla en lo sustancial. Los hombres lahacen y, al hacerla, se hacen a sí mismos: se intergeneran, dijimos(Introducción, b). Hablamos del hombre genéricamente. Es obvio que cadauno de nosotros no participa en la gestación del conjunto de la realidadsocial de la cual depende. La que nosotros percibimos en una jornadacualquiera es aquella que contribuimos a gestar directamente y, además,aquella otra que no contribuimos a gestar pero de la que tambiéndependemos.

Como consecuencia de esta particularidad, el hombre, al percibir lo socialhumano, percibe, no una cosa, sino una relación entre hombres que élmismo, de alguna manera, contribuye a crear y que, de alguna maneratambién, conforma y altera su propia personalidad global. Estamos, pues,muy lejos del fenómeno elemental de ver un color y oír un sonido.

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1. El tipo de sociedad global en la aptitud gnoseológica

Con cada tipo de sociedad varía el campo observable. Cambian el númerode las funciones, el contenido de muchas de ellas y algunas de susrelaciones dinámicas.

El poder, al distribuirse de modo diferente entre los grupos y las clases,estimula la expansión de un sistema de símbolos y mitos que se confundencon la realidad misma y crea en los individuos el hábito reiterado de versólo una parte de lo que está ante los ojos e interpretarlo de acuerdo acánones que supone libremente elaborados por él, pero que le han sidoimpuestos, ya por vía de la educación, ya por la de la represión, conciente einconciente, institucionalizada y no institucionalizada.

Esta percepción discriminatoria de la realidad social está omnipresente,pero su naturaleza y la función que cumple en el contexto de la sociedadrespectiva oscilan dentro de márgenes muy amplios. El sujeto es tanto elanónimo hombre de la calle en nuestras sociedades de masas como elsociólogo y el economista profesionales. También, por supuesto, losmiembros de cualquier otro tipo de sociedades contemporáneas oextinguidas.

Hasta ahora, que sepamos, el problema no ha sido estudiadosistemáticamente como tal. Lo que hacemos a continuación es enunciaralgunos de sus posibles capítulos, partiendo de autores y temas de vigoractuales.

e.1.1] Schumpeter y Godelier: la lógica de lo económico

Godelier (1966, 297) formula la siguiente “especie de ley general”: “Cuantomás compleja sea la división del trabajo, mayor será la autonomía relativaque adquieren las actividades económicas en el seno del conjunto social ymás posibilidades habrá de definir las categorías económicas elementales,categorías y leyes ‘simplemente económicas’.” Lo que Godelier se proponeal formular esta “especie de ley general” es poner en claro el error dealgunos antropólogos que consiste en aplicar indiscriminadamente lascategorías del análisis económico contemporáneo en el estudio desociedades arcaicas. Así ocurre cuando Boas cree observar la práctica delcrédito entre los indios de la Columbia Británica, cuando en realidad, segúnGodelier, “el principal motivo” de ese “crédito” es “la búsqueda del prestigiohonorífico y no la acumulación de riquezas materiales” (ibídem).

Es sabido que Max Weber atribuyó al capitalismo la función histórica deintroducir el principio de la racionalidad en el ordenamiento de lasactividades sociales e individuales. Este pensamiento palpita en muchosautores y corrientes. Lévy-Bruhl, que hizo un aporte particularmentevalioso a la concepción de la vida mental del ser humano como producida,

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en alta proporción, por las estructuras sociales –según lo señala G.Weinberg (Lévy-Bruhl 1910, 1922)– echando las bases de una sociologíadel conocimiento lustros antes que la obra de Mannheim (1936), a la quese atribuye carácter de fundadora, cometió –a partir de una vacilación en lanomenclatura, que él explicó honestamente– un error fundamental, queconsistió en denominar prelógico al modo de pensar de las sociedadesarcaicas, reservando la denominación de lógico, por inevitablecontraposición lingüística, al de las sociedades europeas occidentales desu época. Como, además, tuvo la infortunada idea de utilizar dos adjetivos–primitivos e inferiores– muy en boga entonces entre los occidentales paradesignar los mundos no occidentales, su argumentación fue utilizada porotros autores occidentales para avalar lo que, en rigor, él no había dicho:que siempre es ilógico el modo de pensar del no occidental y lógico el deleuropeo.

Schumpeter parte expresamente de esa idea de Lévy-Bruhl y la desarrollaa su manera, para hablar de las “civilizaciones racionalistas”, que para élson las capitalistas, lo cual implica excluir a todas las otras, que no sonpocas, del calificativo. Se trata de civilizaciones que poseen “el hábito delanálisis racional de los problemas diarios de la vida”, hábito que penetra“en el espíritu humano ante todo a causa de la necesidad económica”, locual lleva al autor a afirmar que “el modelo económico es la matriz de lalógica”. Aclaremos: el modelo económico capitalista, según se desprendemuy claramente de todo el contexto de la obra. En efecto, “el capitalismodesarrolla la racionalidad del comportamiento”. “Ese tipo de lógica (elcapitalista) comienza entonces su carrera de conquistas” y todo lo moldeaa su imagen y semejanza:

“las herramientas y las filosofías del hombre, sus prácticas médicas,su imagen del cosmos, su visión de la vida; en realidad, todo, inclusosu concepto de belleza y de justicia y sus ambiciones espirituales”(Schumpeter 1942, 168-171).

Dos conclusiones, según Schumpeter: 1) la economía capitalista es denaturaleza racional; 2) la racionalidad de lo económico en el capitalismoimpregna todos los modos del existir social. Marx y Engels no hubieransuscrito una afirmación tan arrasadora porque, además de creer que elmodo capitalista coexiste durante mucho tiempo con modos no capitalistas,su filosofía dialéctica les permitía interpretar la historia también comonegación y descubrir lo anti-capitalista precisamente allí donde germinaralo capitalista.

Estas conclusiones de Schumpeter resultan tanto más significativas cuantoque el autor inicia la parte correspondiente de su obra con la pregunta:“¿puede sobrevivir el capitalismo?”, a la que contesta terminantemente:“no, no creo que pueda” (ibídem, 95).

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No intercalemos aquí dudas inquietantes, para no perder la secuencia denuestro argumento. Por ejemplo, no nos preguntemos cómo han podidosobrevivir esas muy numerosas comunidades humanas que, sin tenernada de racionales según Schumpeter en su economía y en su vida social,lograron aprovechar, con una tecnología apenas en embrión, recursosnaturales escasos, los cuales les bastaron para construir y asegurar,durante muchas generaciones, su estructura social, su arte sorprendente yuna concepción de la vida y de las relaciones del hombre con la naturalezaque emocionan hoy por su ingenio y su equilibrio. Tampoco nospreguntemos cómo y por qué las civilizaciones racionales –es decir, elcapitalismo occidental europeo– han podido, sin dejar de ser racionales,ofrecer el más colosal espectáculo de destrucción intencional de vidashumanas y recursos naturales que pueda encontrarse en un millón deaños, o quizá más, de historia del hombre en sociedad. No nos planteemosaquí estas preguntas perturbadoras y regresemos a nuestro argumento.

Los textos transcriptos de Godelier y Schumpeter no se relacionan encuanto a su contenido. Pero ambos nos sirven para plantear una duda. La“especie de ley general” de Godelier, más que una realidad, ¿no será elfruto de esa deformación de la aptitud gnoseológica que la sociedadcapitalista desarrolla sistemáticamente y que consiste en localizar confacilidad lo que llamamos fenómeno económico y atribuirle unadescomunal autonomía? Es decir, una deformación que aletarga nuestraaptitud para distinguir la importancia de otros fenómenos y procesos. Elhallazgo histórico de Schumpeter, ¿no será la transcripción apologética, enla mente del economista-sociólogo que fue éste, del misterio inexplicadode la supremacía absoluta de la cosa económica como culminación delestilo capitalista de existencia?

Para referirse a Bentham y sus antecesores en la teoría de la utilidad (outilizabilidad en algunas traducciones), Marx y Engels escribieron:

“La aparente necedad que reduce todas las múltiples relaciones entrelos hombres a una sola relación, la de la utilizabilidad, estaabstracción aparentemente metafísica, brota del hecho de que, dentrode la moderna sociedad burguesa, todas las relaciones aparecenprácticamente encuadradas dentro de una sola, que es la relaciónabstracta del dinero y el comercio. Esta teoría surgió con Hobbes yLocke, simultáneamente con la primera y la segunda revolucióninglesa, los primeros golpes con los cuales la burguesía conquistópara sí poder político. Claro está que en los escritos económicos eraya antes una premisa tácita. La ciencia en que tiene su verdaderoasiento esta teoría de la utilidad es la economía; cobra su verdaderocontenido con los fisiócratas, por haber sido éstos los primeros queresumieron sistemáticamente la economía” (Marx-Engels 1846, III,489).

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Con esto, no queremos aquí dictaminar sobre el fondo de las cuestionesplanteadas por Godelier y Schumpeter. Queremos, eso sí, señalar que laaptitud para percibir relaciones sociales y procesos no debe confundirsecon esas mismas relaciones sociales y procesos.

En los casos señalados, la aparente autonomía progresiva de loeconómico (Godelier) y la expansiva racionalidad propulsada por elcapitalismo (Schumpeter) no son más que hipótesis cuya demostración nose encuentra en los textos de los autores citados. Muy por el contrario, lapenetrante observación de los jóvenes Marx y Engels sobre Bentham esaplicable a ambos casos: la victoria de la categoría mercancía en la vidadiaria del hombre en la sociedad capitalista le ocasiona tal perturbación ensu aptitud perceptiva de lo social que cree ver en todas partes lo que noexiste en ninguna: la progresiva autonomía de lo económico (Godelier) y launiversal identificación de capitalismo y racionalidad (Schumpeter).

e.1.2] Keynes: el tiempo y los economistas

En el Prefacio de su Teoría general (1936), Keynes, al referirse a suTratado sobre la moneda (1930), formula esta observación autocrítica:

“Mis llamadas ‘ecuaciones fundamentales’ eran instantáneasfotográficas del sistema económico, tomadas en el supuesto de unaproducción determinada de antemano […]. No obstante, la dinámica,por oposición a la fotografía instantánea, quedaba incompleta yextraordinariamente confusa” (Keynes 1936, 8).

Del gran economista decía Keynes que “debe comprender los símbolos yhablar con palabras”. Él, que fue el más importante teórico de la economíaoccidental en el siglo XX, hablando con palabras después de comprenderlos símbolos, introdujo –como observa Perry Anderson (1968)– ladimensión temporal en una teoría económica ortodoxa que, aunque hayallegado después a aceptarla, no logró jamás dominarla, lo que explica:

“su fracaso para efectuar la transición de la economía a corto plazo auna verdadera economía a largo plazo”.

La observación de Anderson es decisiva. Introducir el factor tiempo en uncuadro epistemológico que reposa sobre los pilares atemporales de laestructura y el equilibrio implica el riesgo de resquebrajarlo hasta hacerloirreconocible. Esta ineptitud generalizada entre los teóricos de loeconómico en Occidente hasta Keynes y la teoría de los ciclos parapercibir el factor tiempo se explica por la modesta función de exégeta de locreado que la sociedad capitalista reservaba a los teóricos de sueconomía, hasta que las repetidas y catastróficas conmociones cíclicas delsiglo XX hicieron respetable la introducción del factor tiempo, si bien sóloen las dosis necesarias para derivar de allí una política económicaanticíclica.

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e.1.3] Ossowski: las clases sociales en la Unión Soviética

Refiriéndose a la teoría oficial sostenida en la Unión Soviética durante elperíodo de Stalin, según la cual en ese país hay clases sociales basadasen una diferenciación de funciones económicas, pero que no sonantagónicas, Ossowski observa con razón que esa idea de clases deorigen económico, entre ellas no antagónicas, se encuentra en AdamSmith y es ajena a Marx (Ossowski 1957, 111).

En rigor se trata aquí de dos concepciones teóricas sustancialmentediferentes. La existencia de clases sociales fue percibida por los griegosvarios siglos antes de Cristo. El conflicto de las clases, como hecho, fueregistrado por muchos autores en diversos países a lo largo de siglos. Loque el aporte de Marx y Engels, articulado en forma de teoría general de lahistoria, tiene de diferente, es el reconocimiento de la diferenciación deintereses en una codificación valorativa permanente, lo cual implica, por supropia naturaleza, un estado conflictual entre los grupos llamados clasescuyos miembros van adquiriendo, en virtud de la dinámica de ladiferenciación, una conciencia de todo ello que les conduce a unenfrentamiento masivo.

Según Smith y otros muchos autores, las clases sociales coexisten dentrode un orden general en el cual las funciones se distribuyen y se cumplenen cierta universal armonía que, si crea desequilibrios, crea tambiéncompensaciones reequilibrantes. Los conflictos son tan inevitables comotransitorios y no forman parte de la naturaleza del sistema sino en cuantopueden ser corregidos oportunamente. Toda la abundante corrientefuncionalista en la sociología estadounidense de los últimos treinta años haproducido centenares de volúmenes sobre las clases sociales y susconflictos en Estados Unidos y en cada una de sus ciudades y aldeas. Unenorme sociograma como ningún otro país lo ha tenido. Pero esosconflictos así localizados no son nunca capaces de mover la historia,mientras que los conflictos de clases descubiertos por Marx y Engels, son,precisamente, del tipo de los que mueven la historia.

La observación de Ossowski tiene importancia. Esa percepción altamenteselectiva de una realidad estratigráfica en la Unión Soviética –se percibenlas clases sociales, pero no sus conflictos– se emparenta con el mismotipo de percepción en las escuelas sociológicas académicas de EstadosUnidos. Tanto en la tesis oficial en la Unión Soviética como en los funciona-listas de Estados Unidos, el fenómeno tiene el mismo origen: el daltonismoepistemológico permite reconocer la presencia de un síntoma sincomprometerse en la investigación de su etiología.

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e.1.4] Adorno: la paranoia de lo real

Theodor Adorno, llevando su análisis a los límites en que confluyen lopsicológico y lo sociológico, ha puntualizado varias situaciones decisivaspara la criatura humana en la sociedades capitalistas occidentales denuestros días.

En ellas:

“las personas son incapaces de reconocerse a sí mismas en sociedady la sociedad en las personas, porque están alienadas unas de otras yde la totalidad. Sus relaciones sociales cosificadas se les aparecencomo ‘cosas en sí’. Lo que las disciplinas compartimentalizadasproyectan sobre la realidad simplemente retrorrefleja lo que ha tenidolugar en la realidad. La falsa conciencia es verdad: la vida interior y lavida exterior están divididas” (Adorno 1967-1968, Nº 46, 70).

“La conmensurabilidad de los modos individuales de conducta, elproceso real de socialización, está basado en el hecho de que, comosujetos económicos, los individuos no se relacionan entre ellosinmediatamente en absoluto sino que actúan de acuerdo a losdictados del valor de cambio” (ibídem, Nº 46, 73).

El sentimiento de desamparo e inseguridad, tan extendido y determinanteen el hombre de nuestro mundo contemporáneo no tiene nada deirracional, ni su origen puede considerarse sino muy limitadamentepsicológico. No existe:

“una personalidad neurótica de nuestro tiempo”, –sino– “una situaciónque amenaza a todos y que, en algunos de sus logros, sobrepasa lasfantasías paranoicas, por lo cual suscita especialmente la paranoia”(ibídem, Nº 47, 89).

Algunos arquetipos humanos, implícitamente sustentados por dos autoresde amplia aceptación en los medios intelectuales de varios paísesoccidentales, tienen, en sus posibilidades de realidad, una connotaciónsocial de primera importancia. Uno de ellos es Parsons, su noción deintegración social permite una sociedad irracional lo suficientementepoderosa como para delinear a sus individuos desde el comienzo (ibídem,N° 46, 70). El otro, Freud:

“Lo que el ‘buen freudiano, libre de inhibiciones por represiones, seríaen la sociedad adquisitiva existente casi no podría distinguirse de unahambrienta bestia de presa: encarnación elocuente de la abstractautopía del sujeto” (ibídem, Nº 47, 84).

Los casos planteados por Adorno nos colocan en un ángulo muyimportante del tema que tratamos. La posibilidad de conocer la realidadsocial no sólo está condicionada en el individuo por la naturaleza de lasociedad global, lo cual es un planteamiento excesivamente genérico, sinoque muy a menudo, si no siempre, se presenta en términos fuertemente

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dramáticos para él, porque implica la posibilidad de orientar su existenciaindividual e inclusive de salvarla de la desesperación. La búsqueda de laverdad individual –la psicoterapia individual– se transforma ella misma enun caso patológico:

“Como dimensión interna relativamente independiente del mundoexterior, la psicología se ha convertido, en el fondo, ante los ojos deuna sociedad que sin cesar reclama sus servicios, en una forma deenfermedad" (ibídem, Nº 46, 76).

“El culto de la psicología [...] es el acompañamiento necesario en unproceso de deshumanización, la ilusión del desamparado de que eldestino descansa en sus propias manos” (ibídem, Nº 46, 76; trad.nuestra en todas las citas).

e.1.5] Miegge: la religión del neocapitalismo

Mario Miegge, en un reciente y penetrante análisis crítico, ha relacionadociertos valores y necesidades del neocapitalismo con los aportes quepueden hacerle, a título de apoyo, algunos principios éticos y teológicospresentes en las iglesias cristianas de Occidente.

La gran empresa privada del neocapitalismo exige de sus obreros y sustécnicos autodisciplina y sentido de la responsabilidad, valores quetradicionalmente han sido desarrollados por la ética protestante. Sinembargo, no deben ellos jamás disociarse de una clara percepción de lapirámide jerárquica dentro de la empresa, lo que implica no cuestionar enninguna circunstancia la estructura del poder. Es esencial, en efecto, que lacúspide de la pirámide permanezca oculta:

“El mito de la eficiencia (el mito tecnocrático) ha restaurado el misterioen la jerarquía del poder capitalista”.

El catolicismo está en mejores condiciones para hacer respetar la jerarquíadel poder y el misterio, nunca cuestionable, de la eficiencia tecnocrática.

Una síntesis de valores católicos y protestantes puede reforzarconsiderablemente la maquinaria del neo-capitalismo.

“No debe sorprender –agrega el autor– que la sociedad occidentalhaya mostrado su interés en el problema de la unidad cristiana y en latendencia hacia la síntesis ecuménica” (Miegge 1967).

Se trata de un mecanismo de compensaciones destinado a orientar demanera bien determinada la capacidad de observación de lo social en losindividuos.

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e.1.6] El caso más reciente: la atemporalidad de la felicidad social

Durante el levantamiento estudiantil en Francia en 1968 fuerontumultuosamente cuestionadas en las asambleas y publicaciones delmomento varias corrientes de ideas, entre ellas las estructuralistas, que enese país dominaron casi por completo las ciencias del hombre en losúltimos tres lustros. El estructuralismo fue objetado como modelo mentalde lo supuestamente incambiable en el mundo de lo social, comoculminación de lo formal con menosprecio de los contenidos. Algunossociólogos del conocimiento sostuvieron, en ese prolongado debatepúblico que se abrió antes del levantamiento estudiantil, que:

“la era estructuralista en Francia no había hecho más que transponeral dominio de las ideas la inmovilización ostensible de las estructurassociales durante la época correspondiente” (Epistémon 1968, 27.Trad. nuestra).

No sería la primera vez que en la historia de las ideas se produjera unaproyección psicosocial de este tipo. Observemos que la extraordinariadifusión de las corrientes funcionalistas en sociología –y de sus peculiaresconcepciones de la estructura– ocurre, en Estados Unidos y en Europaoccidental, durante la etapa más prolongada de prosperidad que haconocido hasta ahora el capitalismo, y que los sectores académicos ysociales que en América latina han aceptado, sin la menor discriminación,esas corrientes, son los beneficiarios o teóricos de una prosperidadlimitada a ciertos núcleos empresariales urbanos y rurales.

La atemporalidad que estimulan las escuelas estructuralistas extremas delos últimos lustros y las funcionalistas triunfa precisamente en una etapa defelicidad social para un vasto sector, conciliable por cierto con la infelicidadde otro sector más vasto, pero ausente de la preocupación de aquellosobservadores profesionales. La aptitud gnoseológica desarrollada por esecondicionamiento social rinde así su tributo a la brillantez de un presenteque bien merece desprenderse de toda posibilidad de cambio.

2. Las diferentes posiciones del observador participante

Pero la sociedad global no actúa sobre el individuo, en esa función deagente determinante de su aptitud gnoseológica, como totalidadobjetivada. El individuo se encuentra inmerso en una realidad diaria y sunecesidad de comprenderla se le va presentando a modo de problemas dedistinta importancia y aspecto muy desigual. Su experiencia de lo socialinmediato se le aparece como conjunto (VI. d ) , pero ese conjunto no es elque corresponde a la sociedad global

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El fenómeno de la existencia individual implica una visión de lo socialinmediato sólo desde un ángulo muy preciso; aunque también unaposibilidad, mayor o menor, de percibir totalidades complejas. Ese ángulono es, sin embargo, igual al ángulo del observador de lo físico en unespacio determinado. Aunque a lo social corresponde un espacio, lo que elindividuo percibe es un conjunto funcional (no una cosa) sobre un espacio.

En esa distribución de funciones que es, también; una sociedad, el tipo defunciones que el individuo realiza es uno de los agentes determinantes delgrado y la naturaleza de su aptitud gnoseológica. Pero no hay una relaciónúnica y directa entre esos dos polos. Sólo después de comprender lanaturaleza de lo social se puede comprender cómo actúa la ubicación delindividuo en un todo social como agente determinante de su aptitud deconocerlo. Queremos ahora aclarar lo siguiente:

1. Las funciones están ordenadas dentro de la sociedad por tipos: laubicación del individuo se refiere a tipos de funciones.

2. El individuo se encuentra comprometido en más de un tipo defunciones, pero en las sociedades estratificadas hay dos tipos defunciones que son decisivos para determinar el fenómeno que nosinteresa: el que se reservan aquellos que toman las grandesdecisiones de ordenamiento global (los dirigentes) y el que recaesobre lo que están obligados a acatarlas (los dirigidos). Cadaubicación determina una aptitud peculiar de conocer lo social. Elplanteamiento que hacemos es, claro está, excesivamenteesquemático, porque lo que deseamos aquí es sólo enunciar unprincipio muy general.

3. Hay, además, en todas las sociedades grupos de individuos que seesfuerzan, mediante la abstracción, por llegar a un concepto másintegral de los procesos, por ordenar el pensamiento sobre lasrelaciones entre el hombre y su sociedad. Según sean los tipos desociedad y de cultura, varía también el modo de esa actividad:quienes piensan sistemáticamente sobre lo social pueden serfilósofos, teólogos, eticistas, historiadores, juristas, economistas,sociólogos, antropólogos, políticos, estadistas. A todos ellos lesdamos la denominación genérica de sistematizadores, a los cualesalcanza también la gran división de dirigentes y dirigidos. Ellospertenecen a un grupo o a otro. Pero se diferencian por la funciónque cumplen y por eso los clasificamos aparte, no porquesupongamos que les corresponda una categoría propia dentro dela estratificación social respectiva.

No son éstas las únicas posiciones que existen en sociedadesestratificadas, pero son fundamentales.

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3. Individuo e historia en la aptitud gnoseológica

Hasta ahora hemos hablado de algunos factores sociales generadores dela aptitud gnoseológica. Veremos en seguida otros, sociales e individuales.

Ante muchos observadores de lo social con nuestra mentalidadcontemporánea, es fácil que el transcurrir de la historia se presente comopreponderantemente objetivo, muy poco susceptible de alterarse por laacción de ingredientes subjetivos o individuales. La historia parece amenudo ineluctable, aunque no es esa la realidad. Lo cierto es que elproceso histórico presenta algunos de los caracteres que el hombre tomapor ineluctables: es de efectos acumulativos y tiene un modo de ordenarfenómenos, diferente de cómo el hombre trata de ordenarlos en suexistencia diaria.

La historia enseña de distintas maneras, no sólo según la ubicación socialde los individuos y su nivel cultural, lo cual podemos darlo por obvio, sinosegún la etapa de evolución que vive la sociedad. Así, el conocimiento delpasado en las sociedades precapitalistas ha enseñado a los que vivieronen ellas de modo muy distinto que la historia del capitalismo a los queviven en sociedades capitalistas. Además, esa experiencia es diferentesegún vivan los individuos en sociedades capitalistas industriales osubdesarrolladas. Por otra parte, en los grandes cruces de caminos, en lassituaciones críticas la aptitud gnoseológica se gesta en condiciones muypeculiares.

El tipo de conflictos que el individuo vive actúa de modo distinto en suaptitud de conocer. El mecanismo del conocimiento de lo social no sólonecesita de la acción para comprender, sino que el grado de intensidadcon que se viven ciertos conflictos contribuye a agudizar la capacidadcognoscitiva. Sin embargo, no toda acción ni todo conflicto actúan comocatalizadores de la capacidad cognoscitiva en sentido positivo. La mentehumana requiere un mínimo de equilibrio; cierta acción, ciertos conflictospueden quebrantar y perturbar notablemente la capacidad cognoscitiva delo social. Parecería que en ésta hubiera un umbral límite de desequilibrio,traspuesto el cual la mente no puede ya transformar el conflicto enelemento ordenador positivo.

La posibilidad cognoscitiva está constantemente determinada también porsu medio social muy inmediato (familia, trabajo) y por factores bioquímicospropios de su condición de materia viva.

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f] UNA INTERGENERACIÓN INCESANTE Y DESIGUAL

Hemos mencionado dos universos: el de la realidad social y el delconocimiento de la realidad social. Ambos se intergeneran incesantemente.Pero de lo que hemos dicho en este capítulo se pueden extraer ademásotras conclusiones:

1. Esa intergeneración es incesante, pero desigual en cuanto a sunaturaleza, intensidad y resultados. Varía con los distintos tipos desociedades globales, con el ciclo histórico que atraviesan, con lasfunciones que el individuo cumple en una etapa de su existencia,con la edad del individuo.

2. Conocer transforma. Esto ocurre con toda materia viva dotada decentros nerviosos; ocurre en escala mucho mayor en el hombre,porque el órgano que coordina, dirige y establece la continuidaddel proceso de conocer posee el más alto grado de complejidaddescubierto en toda materia. Esa transformación se opera no sóloen el terreno del conocimiento, sino simultáneamente en el de laacción.

3. La praxis individual en el proceso social no es sólo praxis sino uncircuito gnosia-praxis, salvo quizá casos muy excepcionales.

4. Formuladas las observaciones anteriores, llegamos a la conclusiónde que el conocimiento de lo social humano no es ni un objeto niun proceso individual exclusivamente, sino que forma parte de larealidad social humana (II).

5. Podría objetarse que si el conocimiento individual de lo socialforma parte de lo social deja de ser individual. No es así. Esindividual y es social humano a la vez. El hombre es, como yahemos dicho, observador de lo social, pero a la vez participante; sino lo fuera, estaría observando lo que no existe, porque lo socialestá construido con su participación.

6. Esto confiere a la actitud de casi todos los investigadores de losocial una posición sui generis en el conjunto de losinvestigadores. Ellos hacen una ciencia sobre una realidad queexige su participación –con lo cual toda realidad se altera– y notienen escapatoria. Las excepciones .son el historiador y elarqueólogo. Ambos reconstruyen realidades sociales que se hanextinguido. Algunas veces, sin embargo, el historiador no puedeevitar el tratamiento de procesos aún no finalizados y así caedentro de la situación señalada arriba. El arqueólogo está másalejado de esa posibilidad.

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Síntesis

Grande como es en su conjunto, el conocimiento de lo social en Occidentetiene hondas y muy extendidas franjas de inadecuación y obsolescencia.En sus modos de percibir lo social, en su teoría intrínseca del hombre, enla invencible disociación de su epistemología, en sus contenidos teóricos.

Con su ciencia social, Occidente ha logrado explicarse con éxito algunosde sus propios procesos, pero le es imposible comprender otros, propios yajenos. Ni aún sumando la ortodoxia y la heterodoxia, su ciencia social hapodido contribuir significativamente a encontrar los cursos de acción demayor trascendencia. Los dos episodios más decisivos de construcción desociedades nuevas –la organización capitalista en Estados Unidos desdela segunda mitad del XIX y la organización soviética– han sido impulsadoscon mucha mayor audacia empírica que conocimiento teórico.

Considerablemente menor es el aporte que puede hacer para crear lonuevo en el inmenso tercer mundo.

Ocurre que los ritmos de intensidad se aceleran. Es importante reconocerque la historia de las sociedades humanas ha sido un proceso altamenteconservador. Nuestra realidad es diferente. Inclusive hasta la importanciade la experiencia histórica se reduce, a menos que sepamos traducirla aclaves inéditas: se está perfilando ya la posibilidad de construir sociedadescon pautas fundamentalmente nuevas.

Lo que necesitamos es una ciencia del hombre (como no hay ser humanosino en lo social, la ciencia de lo social es la del hombre) que tienda haciauna visión unificada del hombre y su sociedad, cuyas especializacionesrespondan a una necesidad metodológica y no a una escisión insalvabledel universo del conocimiento; que se despoje de todos los fantasmasmecanicistas, teológicos y metafísicos, pero que no se sienta forzada arecaer en un fatalismo tecnologista llamando estructuras a lo que antes sellamaba Jehová, sino que se empeñe en explicar lo humano comofenómeno precisamente humano, incorporando a su lógica la realidad de laopción y aceptando la enorme complejidad que la opción agrega a todoslos procesos sociales; que, sabiendo que el hombre se expresa consímbolos, sea capaz de traducir al lenguaje científico los símbolos queaquél usa en ciertos intentos por comprender lo más trascendental para él–como en algunas expresiones religiosas y artísticas–, no menospreciandosu grandeza porque se manifiesten al margen de la ciencia; que,conociendo el adormecido potencial de desarrollo del hombre, haga un tipode análisis que permita interpretar los procesos sociales en función de loque aquél ha sido o es y de lo que está capacitado para ser; que no vengaa curar el mal social de la inseguridad en el individuo ofreciéndole lasabiduría eterna e invariable, sino que apele a su capacidad creadora paraque la búsqueda de una explicación tenga el vigor de lo continuamenterenovado; que pueda verterse en técnicas de acción y, finalmente, que

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huya del utopísmo: tanto del de Tomás Moro como de la de ese dibujo dela sociedad occidental que sus científicos insisten que es pero que no es.

Hay una rica herencia cultural que incorporar –en Oriente, Occidente y eltercer mundo– y una caudalosa sabiduría popular que traducir. Hay,finalmente, una necesidad histórica apremiante: la de ordenar mejor lo quesabemos y descubrir, de lo que no sabemos, el mayor fragmento que nossea posible para que nuestra ciencia del hombre pueda aplicarse conmayor eficacia a la obra que permitirá no continuar pagando el bienestarmaterial de algunas minorías con un océano de mártires, ni tolerando laopresión política, social y cultural por incapacidad organizativa de losoprimidos.

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