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Publicado en : Mº.D. Fdez de la Torre , editora, Estudios sobre léxico. Análisis y docencia, Servicio de Publicaciones de la Univ. de Málaga: Málaga, 2003. 'Yo Jane tú Tarzan': estudios de género, realidad y estereotipo ante el nuevo milenio Esther Forgas Berdet. Univ. Rovira i Virgili. 1. OBSERVACIÓN PRELIMINAR La diferencia entre los modos discursivos del hombre y la mujer y su posible repercusión en las relaciones entre los dos sexos a todos los niveles - tanto laborales como amistosos o de pareja- son cuestiones por las que se muestra vivamente interesada nuestra sociedad actual, y que vemos reflejadas a menudo en los medios de comunicación, en revistas y en libros de divulgación. Las teorías comunicativas de carácter sociolingüístico relacionadas con la manera de hablar de hombres y mujeres habían tomado cuerpo en la comunidad lingüística a partir de estudios sobre la variante de género en el discurso, especialmente los conocidos trabajos de R. Lakof y D. Tannen 1 , y dado que sus teorías han dado lugar a una abundante bibliografía que no parece, por el momento, cuestionada, he planteado este trabajo como una confrontación empírica entre y la realidad del habla cotidiana de las mujeres y los hombres, en especial chicos y chicas jóvenes, en nuestra sociedad y los presupuestos teóricos de estas y otras autoras. 1 Especialmente , Lakoff, R. (1995), y Tannen D, 1996.

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Publicado en : Mº.D. Fdez de la Torre , editora, Estudios sobre léxico. Análisis y docencia, Servicio de Publicaciones de la Univ. de Málaga: Málaga, 2003. 'Yo Jane tú Tarzan': estudios de género, realidad y estereotipo ante el nuevo milenio

Esther Forgas Berdet. Univ. Rovira i Virgili.

1. OBSERVACIÓN PRELIMINAR

La diferencia entre los modos discursivos del hombre y la mujer y su

posible repercusión en las relaciones entre los dos sexos a todos los niveles -

tanto laborales como amistosos o de pareja- son cuestiones por las que se

muestra vivamente interesada nuestra sociedad actual, y que vemos reflejadas a

menudo en los medios de comunicación, en revistas y en libros de divulgación.

Las teorías comunicativas de carácter sociolingüístico relacionadas con la manera

de hablar de hombres y mujeres habían tomado cuerpo en la comunidad

lingüística a partir de estudios sobre la variante de género en el discurso,

especialmente los conocidos trabajos de R. Lakof y D. Tannen1, y dado que sus

teorías han dado lugar a una abundante bibliografía que no parece, por el

momento, cuestionada, he planteado este trabajo como una confrontación

empírica entre y la realidad del habla cotidiana de las mujeres y los hombres, en

especial chicos y chicas jóvenes, en nuestra sociedad y los presupuestos teóricos

de estas y otras autoras.

1 Especialmente , Lakoff, R. (1995), y Tannen D, 1996.

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Centraré el presente estudio en la comprobación de las similitudes o

divergencias entre la teoría de los estilos conversacionales considerados

específicamente femeninos y las observaciones sobre datos transcritos de la

realidad actual, enfocándolos en dos direcciones: la conversación femenina y

masculina real obtenida por medio de grabaciones espontáneas y por

documentación extraída de los medios audiovisuales (televisión, especialmente) y

la conversación femenina y masculina considerada ideal, que se refleja en series

televisivas, revistas femeninas y filmes sobre la juventud actual. O, lo que es lo

mismo, intentaré en este estudio la confrontación entre la teoría clásica sobre

género y discurso, por una parte, y la realidad del nuevo milenio y de su

estereotipo sociocultural, por otra.

Antes de proseguir por este camino quisiera hacer hincapié en una cuestión, la del

concepto de estereotipo, su naturaleza y su validez real. Todas las

generalizaciones son peligrosas, además de tendenciosas e injustas, pero no

podemos obviar el hecho de que los estereotipos, sean culturales, raciales o

sexuales, tienen siempre una base, pequeña o grande, de verdad, a partir de la

cual han sido hiperbolizados y desviados, con mayor o menor dosis de mala fe,

los datos obtenidos empíricamente. El valor del estereotipo radica especialmente

en una doble vertiente, por una parte intenta reflejar la realidad, pero por otra -y

esta es la que más nos importa- la realidad se conforma en base al modelo que el

estereotipo le ofrece. En este campo, como en tantos otros, la realidad imita al

arte. Por ello, en relación a las cuestiones de género, Lakoff nos recuerda que no hay que ignorar los estereotipos: primero, porque si los estereotipos existen es porque

son la exageración de algo que efectivamente existe y puede reconocerse como tal;

segundo porque nos medimos, para bien o para mal, según nuestro parecido con el

estereotipo al cual se supone que debemos aspirar. ( Lakoff, 1995: 136)

Así pues, me he planteado la pervivencia actual del estereotipo clásico de

mujer y discurso, su existencia real, especialmente entre la juventud, y el grado de

desviación en nuestra sociedad actual de la norma estandarizada como

'conversación femenina' en la teoría conversacional de los géneros, y para ello he

analizado, por un lado, conversaciones reales, obtenidas por grabación, y, por

otro, conversaciones ideales que en los medios de comunicación -filmes y

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teleseries- se atribuyen a las mujeres y a los hombres representados. Lo he

hecho así porque, en realidad, no me importaba tanto el hecho de que algunas

prácticas fueran más o menos utilizadas por las mujeres en la vida real como el

hecho de que, como apunta L. Pratt, (1995: 662, nota 6), éstos fueran los

comportamientos atribuidos comúnmente a las mujeres en nuestra sociedad.

2. MODELOS DE HOMBRES Y MUJERES EN LOS ESTUDIOS SOBRE LA

CONVERSACIÓN

Pasamos la mitad de la vida conversando, el resto la pasamos durmiendo.

Si la conversación tiene esta importancia capital en nuestras vidas no es de

extrañar que poco a poco los estudios acerca del modo de conversar y sus

distintos enfoques,2 hayan tomado cuerpo en la comunidad científica.

Especialmente la Pragmática Comunicativa y la Etnometodología se han

preocupado de la conversación, sus integrantes, sus tópicos y su estructura3, y

dentro de estos estudios, y muy especialmente a partir de los trabajos de Robin

Lakof y su discípula Deborah Tannen han ocupado un cierto lugar los destinados a

establecer una variante conversacional, la ligada al género de los interactuantes.

Dicha variante no siempre ha recibido la atención debida, especialmente los

trabajos de Sociolingüistica han desatendido muchas veces este aspecto, a pesar

de que las observaciones sobre género y discurso vienen de antiguo4. Se

2 Se sorprende Tannen (1996: 16) de que en los estudios de Sociolingüística haya tan poco dedicado al habla de la mujer y reclama "un enfoque de orientación sociolingüística y antropológica". Su contexto sería el del análisis del Discurso (puesto que comparte el sentido de una materia de análisis más allá de la oración), el de la Sociolingüística (porque estudia la intersección entre fenómenos lingüísticos y fenómenos sociales, siguiendo especialmente la sociolingüística interaccional de Gumperz) y de la Antropología (porque implica el examen riguroso la interacción y de su contexto cultural). La autora aboga por la línea de sociología interaccional de Gumperz, especialmente la reflejada en Gumperz, John J., 1982 a y 1982 b. 3 En especial, la Pragmática Comunicativa se ocupa de la interacción y de qué sucede cuando se conversa. Su enfoque es eminentemente interactivo y tiene como conceptos básicos los ya tradicionales de la Teoría de la Enunciación (enunciación, enunciador, enunciatario, enunciado y fuerza locutiva, ilocutiva, perlocutiva), además de otros propios, como el de adecuación, interpretación y conocimiento compartido del mundo, y se basa en los tópicos pragmáticos de los actos de habla directos e indirectos, las presuposiciones, implicaturas e inferencias, las máximas conversacionales, los turnos y los mecanismos de regulación y estrategias conversacionales 4 Un artículo de, R.Mª Lida, (1937: 237-248), daba cuenta de la visión que ya en la antigüedad y el Renacimiento se tenía del habla que caracteriza a la mujer como grupo social. Concretamente, en la época clásica Cicerón señaló estas diferencias cuando en De Oratione hizo exclamar a Craso “Cada vez que escucho a mi suegra Lelia (y las mujeres conservan más fácilmente la pureza antigua, pues no participando

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trataba, en general, del estudio de datos empíricos que se han analizado en

una u otra clave dependiendo de la idiosincrasia de quien los observa, ya que

aunque la evaluación de los resultados puede hacerse desde un punto de vista de

los estudios de género, no siempre ha sido este el enfoque que se ha dado a las

investigaciones.

Por otra parte, existe actualmente un notable interés por conocer el

funcionamiento del cerebro en relación a los dos sexos y la repercusión de ello en

las distintas conductas, especialmente en la vertiente de las relaciones de pareja.

Varios libros de carácter divulgativo y orientador, al estilo de los manuales de

autoayuda, han llegado a ser auténticos bestseller del género y han enfocado con

buenas dosis de humor y ventas millonarias las conflictivas relaciones de pareja5.

Desde parecida perspectiva, la bibliografía de divulgación neuroantropológica6

explica que los cerebros femenino y masculino poseen especializaciones

diferentes y que los hombres poseen un número más elevado de neuronas, pero

que su encéfalo está más compartimentado (solamente pueden hacer una cosa a

la vez), mientras que el cerebro de las mujeres posee un mayor número de

interconexiones nerviosas. De ahí se pueden deducir ciertas explicaciones

neurofisiológicas a las observaciones comúnmente aceptadas de que las mujeres

hablan con más corrección, poseen un vocabulario más amplio y una mayor

fluidez verbal, relacionándolo posiblemente con las hormonas femeninas,

especialmente el estrógeno, y su papel en el la creación de sinapsis y de

intercambio informativo entre ambos hemisferios: el hemisferio derecho, base de

las emociones, y el izquierdo, base de la capacidad verbal. También se halla

descrito en la bibliografía sobre género la existencia de un distinto patrón de

comportamiento en cuanto al área de lo paralingüístico, según el cual las mujeres

hablan en un tono más agudo que los hombres, emplean una mayor variación en

la entonación, ésta se caracteriza por mostrar un cierto sentido de incertidumbre,

interrogación, desamparo e impotencia, y tienden a decir completas todas las del habla del vulgo retienen lo que primero aprendieron), pues tal la oigo que me parece escuchar a Plauto o a Nevio. 5 Entre ellos los de J. Gray, 1997, y A. y B. Pease, 2000.

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palabras que emiten. Tanto en este caso como en el anterior, se trata

solamente de tendencias, confirmadas empíricamente, pero que no tienen que

cumplirse forzosamente en todos los casos. El más, en uno de los best-sellers

citados se incluye un test para valorar la caracterización sexual del pensamiento

en el que se puede medir el grado de estructuración femenina o masculina de los

patrones cerebrales de cada uno, según el cual un hombre puede acercarse a un

patrón femenino o viceversa sin que esto influya en absoluto en su identidad

genérica. Al contrario, las parejas cuyos miembros obtienen una puntuación más

cercana a las estructuras mixtas o 'solapadas' demuestran un alto grado de

compatibilidad y empatía, mientras que las que se encuentran en los extremos del

pensamiento altamente femenino (ligado, según los autores, a un exceso de

estrógenos recibidos en estado embrionario) y el altamente masculino (ligado a

un bombardeo de testosterona en el útero materno) "se podría decir que lo único

que tienen en común es que viven en el mismo planeta". (B. y A. Pease, 2000: 80)

3. ¿CONVERSAMOS COMO SOMOS O SOMOS COMO CONVERSAMOS?

Una conversación es una negociación, que como tal precisa de la

cooperación de los interactuantes para realizarse. Como toda negociación,

necesita de estrategias, y lo que hace especial este tipo de negociación es que,

según las teorías de género, los estrategas juegan con los papeles

predeterminados. Esto nos lleva a la cuestión del discurso genuinamente

femenino y del discurso genuina o típicamente masculino7, ya que, según nos

asegura R. Lakoff, las estrategias del negociante son tácticas aprendidas

culturalmente, por imitación, y, así como podemos hablar de tácticas de guerra

espartanas o romanas podemos hablar de tácticas de conversar femeninas o

masculinas a la hora de entablar estas negociaciones. Las investigaciones al

respecto parecen tender a aceptar la existencia de dos tipos de discurso,

básicamente similares, pero con algunas características específicas de cada uno

(Coates, 1986), aunque desde otras instancias se nos recuerda, ya lo he dicho,

6 Ver, entre otros, Mª J. Buxó, 1988 y las informaciones bibliográficas contenidas en el citado libro de B. y A. Pease y en el de I. Lozano Domingo, 1995, especialmente en éste, las del capítulo décimo. 7 Véase, al respecto, I. Lozano Domingo, 1995, M. Bengoechea, 1995, C. Alario, 1995, A. López García, 1995, y P. García Mouton, 1999, entre otros.

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que para dar una explicación satisfactoria a la existencia de estas diferencias

se debería tener en cuenta muchos otros factores además del sexo8.

El caso es que estudios como los de M. Subirats y A. Tomé (1992), en

nuestro país, parecen confirmar que ya desde la escuela mujeres y hombres son

educados de distinta manera y que ello influye necesariamente en la elaboración

futura de su tipo de discurso. También los etólogos, por su parte, al estudiar los

hombres primitivos, confirman las diferencias9 al hablar de la cooperación

masculina frente al individualismo femenino. Unos y otros estudios parecen

converger en un punto: existe una especialización cerebral y conductual, además

de una especialización conversacional, que es la que trataré de analizar a

continuación.

Dentro de lo que Lakoff y Tannen llaman 'estilos conversacionales' no se

limitan las diferencias lingüísticas a cuestiones argumentativas, sino que aparecen

también claramente delimitadas en estas autoras y en otros trabajos posteriores

diferencias de carácter léxico-semántico, entre ellas el grado de banalidad de los

contenidos conversacionales, según el cual las mujeres hablan siempre de cosas

superficiales, sin verdadero interés:

Ania.- Si te comes todo eso vas a tomar mucho más de mil calorías. la paella sola ya tiene más (Gran Hermano, 8 de mayo de 2000 10)

8 A López García (1995: 62), resume así su postura: i) "la mayor parte de las diferencias son cuantitativas, ii) como no existe una correlación perfecta entre lenguaje y sexo, es necesario tener en cuenta la posible influencia de otras variables (edad, clase social, contexto...) a la hora de justificar el uso distinto que del lenguaje hacen hombres y mujeres, iii) estas divergencias se explican por razones culturales. El distinto comportamiento lingüístico y extralingüístico de mujeres y hombres es aprendido en la sociedad y determinado por ella, y iv) nuestro lenguaje refleja una cultura sexista , una cultura patriarcal en la que el hombre desempeña el papel principal y la mujer el subordinado...". 9 Según esto, los hombres debían agruparse para cazar, mientras que las mujeres permanecían en sus cuevas cuidando la prole o cocinando. Los hombres desarrollaron así una visión puntual, focalizada a larga distancia, mientras que las mujeres lograron una visión panorámica de casi 180 grados; los hombres desarrollaron técnicas de trabajo en grupo y las mujeres se limitaron a cuidar de su espacio vital y de su prole. 10 He elegido como una de las fuentes principales de documentación las conversaciones entre los protagonistas del programa Gran Hermano emitido en la primavera-verano del 2000 por Tele5, por cuanto sus personajes conectaron de forma sorprendente con la juventud española del momento, que se identificó con ellos y, lo que es más importante todavía, los tomó como modelos. Para sostener todo el artículo me he basado en mis propias transcripciones y en algunas de mis alumnos de Español Coloquial de la Universidad Rovira i Virgili, Lourdes Berbel, Ana Sara Oliver, Elvira Blanco, Verónica Rivero, Alicia González y Santiago Ureña a los que agradezco su colaboración.

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y según el cual existe también una especificidad en la categoría gramatical y

tipo de léxico escogido para plasmar estas ideas. Adjetivos como 'mono',

'adorable', 'lindo' o 'fastidioso' y adverbios como 'tan' o intensificadores como

'terriblemente' y 'tremendamente' son a todas luces más usados por las mujeres

que por los hombres en cualquier cultura de las conocidas, y es este un dato que

a simple vista no parece discutible. Se considera, además, que el lenguaje

femenino es más rico en detalles -ligado, como he dicho, a diferencias

neurológicas- y que las mujeres se expresan de manera más suave a la hora de

barajar conceptos de cierta dureza. Analizaré algunos ejemplos en los próximos

capítulos, pero puedo adelantar que, o bien porque escasean estudios teóricos

específicos de nuestra lengua sobre este tipo de cuestiones, o bien porque las

cosas en este ámbito parecen estar cambiando, los resultados no son los

esperados a tenor de la literatura al respecto.

4.¿TIENEN VIGENCIA EN NUESTRA SOCIEDAD LOS ESTEREOTIPOS DE

GÉNERO?

Después de la Revolución Francesa, como nos recuerda C. Alborg (1999:

31), hubo que volver a determinar las relaciones sociales, especialmente en

cuanto a la oposición entre lo público y lo privado, quedando lo primero en manos

de los hombres mientras que a la mujer se la relegaba a la esfera de lo privado,

asustada quizá la sociedad que vivió los inicios de la revolución del papel que la

mujer iba alcanzando en ella.

En este aspecto, la tarea de la práctica feminista sería la de imponer el

discurso femenino en la esfera de lo público, la de demostrar no solamente sus

aptitudes sino incluso su preferencia a la hora de intercambiar comunicación y,

sobre todo, información. En términos generales, las características principales del

llamado discurso femenino son la espontaneidad, la subjetividad y la emotividad,

factores que si bien parecen aptos e incluso aconsejables en la esfera de lo

privado, no parecen adecuados para el discurso público, sea éste político,

académico-científico o, incluso, laboral. Ello dificulta y puede llegar a impedir

muchas veces el acceso de la mujer a los lugares públicos de poder: por una

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parte su discurso es considerado poco serio, poco digno de atención, y, por

otra, ella misma al reconocerse diferente se niega a sí misma la oportunidad de

acceder a estos puestos, ya que en una sociedad patriarcal y androcentrista como

la nuestra no es difícil predecir que el discurso masculino será identificado

socialmente como el discurso humano, el modelo, a partir del cual se analicen las

desviaciones del otro discurso, el femenino, y se considerará como el único válido

informativamente hablando.

Hasta aquí la teoría, pero llegados a este punto quisiera introducir de nuevo

un factor: la realidad social actual de nuestro país. La corroboración o no en la

sociedad española de todas las observaciones hechas a lo largo de las últimas

décadas, casi siempre en base a unos patrones sociales anglosajones, nos podrá

servir para comprobar el grado de empatía entre el modelo oficial de mujeres y

hombres conversando vigente hasta nuestros días y la realidad cotidiana de la

España actual, plasmada tanto en los modelos reales como en los estereotipos

mediáticos.

A pesar de que cualquiera de nosotras, mujeres, nos podemos identificar

fácilmente con la mayoría de los modelos de discurso femenino descritos por la

teoría de género, he de reconocer que mis observaciones personales no han

cumplido las expectativas iniciales, y si bien he recogido algunas muestras de

comportamiento discursivo tipificado (y, por lo tanto, esperado) en hombres y

mujeres:

(Ania, de Gran Hermano, comenta la cena que ha hecho su compañero Nacho, empleando estrategias de atenuación propias del discurso femenino, y en otro momento, emplea una respuesta excesivamente cortés para el par de adyacencia ofrecimiento/ rechazo) Ania.- Ha quedado ligeramente salado, pero está bien. Nacho.- ¿Te apetece beber algo? Ania.- No, nada...gracias...de verdad (Iván, de Gran Hermano, emplea un estilo asertivo al dirigirse al grupo, mientras que en otro momento rechaza directamente cualquier implicación) Iván.- Es mucho mejor que lo hagamos como digo yo. Iván: A mí no me vengas con historias, cada cual tiene sus problemas y yo también tengo los míos.

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he recogido también numerosos ejemplos que demuestran lo contrario,

incluso he podido constatado el empleo por parte de los hombres de unos

modelos de lenguaje universalmente reconocidos como femeninos,

especialmente, lo he dicho ya, en el habla de los jóvenes. Continuaré también con

algunas citas del primer programa televisivo Gran Hermano, elegido por la enorme

repercusión que tuvo entre la juventud española, en el que se muestran

claramente estos rasgos femeninos presentes en el lenguaje de los habitantes

masculinos de la casa:

Koldo.- (5 de junio) Me siento con ganas de llorar (8 de junio) A partir de este programa voy a empezar a vivir de otra manera. Iñigo.- (17 de junio) ¿Cómo te caigo, Mabel? (26 de junio) Ania, tú no eres pija, eres única en la tierra. Ismael.- (6 de junio) Bueno, Moni, guapísima, espero que estés bien, que estés contenta. Que todos los problemas se hayan solucionado y que adelante, que en el poco tiempo que has estado aquí has demostrado que eres una chica que tiene mucha valía, y que eres una buena chica, una chica como debe ser.

Estas citas y muchas otras del corpus barajado demuestran que no es del

todo cierta la afirmación de R. Lakoff de que en el lenguaje se tiende a adoptar las

formas propias de los grupos de poder, por lo cual las mujeres desean adoptar el

lenguaje masculino -como de hecho lo están haciendo- pero los hombres no

desean adoptar el lenguaje de la mujer. En la actualidad, comprobamos que, por

el contrario, especialmente en los medios de comunicación, el 'estilo

conversacional femenino' se está imponiendo, no solamente entre los muchos

elementos masculinos que lo adoptan voluntariamente - bien por tratarse de

homosexuales de éxito 'salidos del armario', o de reporteros de la crónica rosa

que explotan la vena más cutre del llamado famoseo- sino también entre la

juventud masculina actual, que no siente el más mínimo rubor en mezclarse en

conversaciones que por sus tópicos y su léxico hubiéramos considerado antes

exclusivas del público femenino:

Nacho.- Cómo se nota que no eres madre, Boris, no sabes cómo sufren las madres. Jorge.- Es el gran trauma que tiene...

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Boris.- Espera un momento, espera un momento, que yo tengo una pregunta como madre. Nacho.- ¡Ah!, como madre... Sardà.- ¿Qué pregunta? Boris.- (a Nacho) ¿Te estás depilando las cejas, Nacho? Nacho.- Yo no. Boris.- Es un comentario que corre por toda España. La próxima vez que nos volvamos a ver aquí... te voy a traer unas imágenes de cuando tú estuviste en aquella casa de Soto del Real, o lo que fuera... Nacho.- (a Boris) ¡Perra! Boris.-...y veremos la diferencia en cejas. (En Crónicas Marcianas de 21 de diciembre de 2000, conversación entre los conductores del programa y dos ex- habitantes de la casa del Gran Hermano)

Incluso desde ciertas esferas completamente diferentes, como las

económicas, se empieza ya a valorar muy positivamente el estilo femenino

(aunque sin llamarlo así), puesto que se insta al individuo a emplear términos que

impliquen solidaridad, compañerismo e imaginación y que incentiven a los

miembros de la empresa a colaborar. Las revistas económicas y empresariales de

la actualidad - dirigidas muy especialmente a los varones- están llenas de

consejos en esta dirección, sólo que al hombre se le pide que adopte este

discurso como estrategia, mientras que la mujer se supone que está

‘genéticamente’ predispuesta a usar este código, que emplea - y aquí reside la

gran diferencia- en cuanto mujer, no por intereses contextuales.

Por mi parte, y guiada únicamente por los datos empíricos, he de insistir en

esta lenta pero imparable ascensión del estereotipo femenino entre grupos

juveniles masculinos, lo que representa, sin lugar a dudas, uno de los fenómeno

sociolingüísticos que más puede llamar la atención en estos momentos, ya que la

tendencia contraria (la mujer intentando asumir roles tipificados como masculinos)

lleva ya mucho tiempo asentada en nuestra sociedad. Corroboran lo dicho

ejemplos que demuestran el uso por parte de los hombres de un léxico tipificado

como femenino y de fórmulas de implicación personal, así como una inusitada

muestra de interés masculino por las relaciones interpersonales, tópicos antes

circunscritos exclusivamente a los intereses de las mujeres:

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Israel.- Mis dos nominados son Iván y Nacho. Mis motivos son que a Iván no le veo muy compatible conmigo, está muy distante y no veo muy fácil la convivencia con él. Y Nacho porque cambió mucho su actitud y carácter conmigo, no sé por qué, no sé si por expresar libremente mi opinión o por lo que sea, pero cambió totalmente . No me habla y no tiene conversaciones conmigo y yo para estar a disgusto con alguien, pues entonces lo nomino. (Gran Hermano, 10 de mayo de 2000) Es cierto que todos conocemos mujeres agresivas, dominantes y autoritarias, así como hombres

comprensivos y tolerantes; el problema es que aquellas cualidades han sido erigidas

culturalmente en prototipos de la masculinidad y del prestigio, y las segundas rebajadas a

significar el sometimiento y la femineidad. (A. López, 1995: 53)

y todos sabemos que con estos tópicos se ha manejado nuestra sociedad durante

siglos. Sin embargo, algo parece estar cambiando, al menos en la superficie y al

menos entre las generaciones más jóvenes. Algo se mueve (¿quizá para que todo

siga igual?) sobre todo en cuanto al estereotipo difundido desde los medios de

comunicación. Se evidencia un marcado interés mediático por deshacer los

prototipos de género, y aunque no puedo asegurar que lo que reflejan el cine, las

revistas y la televisión sea exactamente transcripción de la realidad, el estereotipo

que se nos presenta dista mucho, desde luego, del reconocido como tradicional.

Veamos, si no, un pequeño diálogo entre una pareja de jóvenes ejecutivos

urbanos, Pablo y Lucía, en Cha Cha Cha, film de A. del Real, que intenta reflejar

las actuales relaciones entre mujeres y hombres jóvenes y en el que se nos

presenta un nuevo estereotipo de pareja que nada tiene que ver con el tradicional,

en el que los papeles aparecen literalmente intercambiados:

Pablo.- Tengo que volver a verte, lo necesito, pienso mucho en ti...y no he podido olvidar lo del otro día. Lucía.- Así que fue un buen polvo, y te gustaría repetirlo Pablo.- Joder, tienes una manera de decir las cosas... Lucía.- ¿No había que hablar claro? Pablo.- Tienes razón, sí, pero es que para mí el sexo no es solo echar un buen polvo, es algo más profundo, es...como el triunfo de la luz sobre las tinieblas. Lucía.- ¡Déjate de chorradas, Pablo!, ¡No me jodas!

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Las mujeres, desde luego, han dejado, al menos en el cine y en la

televisión, de ser las abnegadas sufridoras cuyo destino era la dedicación total y

cuya recompensa se limitaba a saber que se habían acercado, un poco más, a la

mujer o a la esposa ideal, según el prototipo que ofrecía el modelo oficial:

Lucía.- No te comas la piel Antonio.- Pues...la piel me encanta Lucía.- Sí, pero ahí están las toxinas , ahí se queda toda la mierda que echamos a los ríos Antonio.- Pero si estas truchas son de piscifactoría... Lucía.- Además, que se les ha requemado un poco y esto es cancerígeno Antonio.- ¡Vaya por Dios!, ahora le toca el turno al cáncer, el caso es darme la comida. Lucía.- ¡A que sí!, ¡A que lo quemado es cancerígeno! Pablo.- ¡Hombre!...con el cáncer nunca se sabe...unas veces dicen que sí, otras que no... Lucía.- Pues, ves, a este le da igual. Antonio.- ¡Claro que sí!, como que son chorradas. Lucía.- Chorradas, sí, pero yo nunca viviría con un chico propenso al cáncer. ¿Para qué?, ¿para luego tener que cuidarlo?, ¡que lo cuide su madre! Sin embargo, no podemos dudar de que algunos modelos de mujer siguen

aún vigentes. En el mismo programa Gran Hermano, en el que los estereotipos de

género se confundían a menudo, Ania, que podría representar el modelo

tradicional de mujer en cuanto a las relaciones de comunicación (al revés que

Vanesa, que representaba el modelo contrario), se comportaba habitualmente

según los prototipos de género11:

Iván.- Oye, aquí hay un error. Ania.- Sí, es verdad, tienes razón, perdona, pero es que con lo cansada que está una... Ivan.- Es mejor dejarlo para mañana Ania.- Si, tienes razón, es mejor...

5. MUJERES QUE CONVERSAN ENTRE SÍ Y ESTEREOTIPOS DE MUJERES

EN LA CONVERSACIÓN 11 Y recordemos, como detalle curioso, que precisamente esta habitante de la casa de Gran Hermano era la que sus propios compañeros y el público en general consideraba menos espontánea, más calculadora, ya que

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En general, en la mayoría de las culturas hombres y mujeres aprenden

sus habilidades conversacionales dentro de su propio grupo. Al menos, en nuestra

sociedad, esta ha sido, hasta ahora, la tónica general: los hombres y chicos

conversan en el bar, en el gimnasio, en el estadio, o en la calle mientras

contemplan a los obreros trabajar en una zanja (una de las ocupaciones sociales

favoritas de los hombres), y las mujeres conversan en el mercado, en la

peluquería, en la cola del autobús escolar y en las reuniones de padres de

alumnos (injustamente llamadas así cuando la mayoría de los asistentes son

mujeres). Aunque es sobre todo en las sociedades agrarias y en las culturas

sexualmente discriminatorias como las árabes y orientales en donde mejor se

demuestra esto, todavía en nuestra sociedad solemos ver grupos de matrimonios

o parejas conversando en dos sectores diferenciados en las fiestas familiares,

bodas, cumpleaños, fiestas, etc. Los estereotipos culturales nos muestran

todavía a menudo películas o telefilmes en los que los chicos hablan entre sí,

alardeando de sus conquistas, mientras las chicas cuchichean entre ellas, o los

hombres pasan al salón a fumar puros y beber coñac después de cenar, mientras

las mujeres, en otra sala, hablan del servicio o de los niños.

Es cierto que desde la total implantación, hace ya más de tres décadas, de

la coeducación en la escuela, chicos y chicas de entonces, hombres y mujeres de

ahora, han aprendido a comunicarse mejor, a respetarse y, sobre todo, a

conocerse. A pesar de ello, insisto en que se da todavía esta 'especialización

genérica' en la mayoría de los grupos. Un ejemplo paradigmático, el de la casa de

Gran Hermano, en el que chicos y chicas convivían en unos pocos metros

cuadrados durante tres meses (e incluso dormían en la misma habitación)

demostró lo dicho, puesto que a pesar de la buena relación existente entre los

sexos se establecieron en seguida complicidades de género, y a excepción de la

inicial 'simbiosis' entre Marina y Jorge, las conversaciones y las alianzas más

estrechas acostumbraban a ser entre el mismo sexo: Marina y Vanesa, Iván y

Ismael, Ania y Mabel, etc.

se decía de ella que mantenía una estrategia (¿de género?) conducente únicamente a ganar el concurso o a mantenerse como finalista.

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En una estructura social en la que sus componentes se relacionan

especialmente entre sexos iguales es fácil e inevitable que nazcan los

estereotipos, ideas preconcebidas acerca de uno u otro sexo y sobre su manera

de comportarse en la mutua interacción. Los estereotipos conversacionales no los

han inventado, desde luego, los estudios sobre género y discurso, son tan

antiguos como nuestra tradición oral y han dado lugar a historias, cuentos, mitos y

leyendas en la antigüedad y a numerosos chistes, anécdotas y gags humorísticos

en nuestros días; prototipos, en fin, que circulan como verdades inconmovibles en

el seno de la sociedad. Un buen ejemplo de la medida que nuestra sociedad tiene

sobre el estereotipo del habla femenina nos la ofrece, sin lugar a dudas, el

lenguaje de los homosexuales, tanto el real como el reflejado en las

intervenciones televisivas, imitaciones humorísticas o chistes de homosexuales en

los que lo que se nos muestra no tanto cómo hablan las mujeres, sino cómo se

cree que hablan o deberían hablar las mujeres. Solo que las mujeres actuales

parecen cada vez menos dispuestas a identificarse con el modelo propuesto.

Insistimos en este nuevo fenómeno que se está abriendo paso en nuestra

sociedad -me refiero especialmente en la sociedad española- y sobre todo entre

la clase media y media baja urbanas: chicos y chicas se apartan cada vez más del

estereotipo masculino y femenino retratado por los estudios de género y, como

hemos visto, parece que se esfuerzan no solamente por diluir las diferencias de

género (unisex en el vestir y en el hablar) sino, incluso, por invadir cada grupo el

espacio discursivo del otro. Veamos otro ejemplo, que nos ofrece un film que aún

con sus exageraciones pretende mostrar algunas de las facetas de este nueva

organización sociosexual, "Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí", de Félix

Sabroso y Dunia Ayaso. En una escena del film, un hombre joven (Toni) intenta

consolar las penas de amores de su amigo, más madurito (Miguel), precisamente

en el lavabo de un local nocturno, algo que, como nos recuerdan Bárbara y Allan

Pease (2000: 15), ha sido siempre especialidad exclusiva del género femenino:

Miguel.- No puedo más, ya no puedo más, ella no me entiende, y yo me doy cuenta de todo. Ella cree que no, pero yo sé muchas cosas Toni.- Sécate esas lágrimas, que no vea que has llorado Miguel.- ¿Y por qué no?, ¿eh?..

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Toni.- Pues porque crees que así se va a ablandar, y es todo lo contrario. Con el amor solemos jugar al ratón y al gato: si tú me quieres, yo paso, y si tú pasas, yo te quiero. Y como tú la quieres tanto... Miguel.- Ya, ella pasa... Toni.- Más o menos. Anda, anda, sal a trabajar... Miguel.- ¡No debería hacerlo!, ¡no debería salir! Toni.- ¿Lo ves como actúas pensando en su reacción? Ponte en tu sitio, Miguel, ponte en tu sitio. Es lo que Estrella te está pidiendo a gritos Miguel.- Cuando bebe se pone insoportable, y yo me siento muy solo, Toni, porque ella no me escucha. Anoche me levantó la mano. A veces me da miedo... Toni.- No le permitas que te pegue, Miguel Miguel.- Tú sí que me comprendes...

6. LA CORTESÍA EN EL DISCURSO FEMENINO: ENTRE LA INSEGURIDAD Y

LA BUENA EDUCACIÓN

Actualmente, nuestro concepto de norma social del lenguaje se relaciona

con la distinción (P. Brown, y S. Levinson, 1987) entre cortesía positiva y cortesía

negativa, ya que las nuevas normas de cortesía lingüística tienen como

fundamento, muy especialmente, el proteger la imagen negativa del interlocutor.

Esta imagen no queda dañada solamente con la actuación - como se ha señalado

en relación a los actos de habla en los que no se respeta la imagen del

interlocutor (H. Haverkate, 1994) - sino también y sobre todo mediante la emisión

de ciertos términos o expresiones lingüísticas que pueden lesionar a veces

gravemente la imagen de la otra persona, y repercutir negativamente en la

consideración social de quien los emite. Y este tipo de cortesía, tendente a no

lesionar la imagen del otro y a respetar de antemano siempre la opinión contraria,

es la que, según los estudios de género, usan en especial las mujeres.

Ania.- Voy a hacer creppes, ¿te importa? (Gran Hermano, 8 de mayo de 2000) Por otra parte, y como siempre suele ocurrir con las estereotipos

femeninos, esa cortesía puede entenderse como una incapacidad de decisión,

cosa que se achaca muchas veces a las mujeres. Nos enfrentamos, como

siempre en las cuestiones de género, a un arma de doble filo. Según Lakof (1995:

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52), cuantas más partículas haya en una frase reforzando la idea de

sugerencia, más cortés es el resultado, y más propio de mujer: ¿No podrías, por

favor, cerrar la puerta? es un doble ruego que se enseña a niñas (señoritas) pero

no a chicos . En el ejemplo siguiente, extraído de la transcripción de una

conversación real del corpus en la que se refleja un encuentro entre una pareja de

recién casados, la hermana del marido y un amigo de éste en el salón de la casa,

podremos de buen seguro adivinar con escaso margen de error el sexo de los

interactuantes, simplemente por el aspecto discursivo de sus intervenciones,

especialmente podremos reconocer como femenina la intervención de A, que a

pesar de no haber hecho la sugerencia, se ofrece a preparar el café, empleando

para ello una típica fórmula de petición de apoyo:

A.- Bueno, ¿qué?, ¿el café? B.- Venga, hacemos café C.- Sí B.- Voy a prepararlo yo, ¿vale?

Parece ser que la mujer necesita más apoyo en su discurso, por ello

emplea lo que Tannen llama ‘interrogativas formales’, que son estructuras

sintácticas afirmativas enmascaradas en una interrogación, que están a medio

camino entre la afirmación y la interrogación. Suelen acompañarse de preguntas

como ¿verdad?, ¿no crees?, ¿no es cierto? Se trata de una afirmación que deja

una vía de salida por si no es creída o aceptada por el interlocutor.

Silvia.- ¿Qué te ha parecido? Bien, ¿no? (Gran Hermano, 4 de mayo de 2000) No me atrevería a afirmar que con ello demuestra falta de confianza en su

enunciado o en su enunciación, o simplemente, falta de seguridad en su papel

social, que comprende los dos; quizá se trate simplemente de estrategias de

cortesía (Lakoff: 1975, Quina, Wingard y Bates: 1987, Kemper: 1984), y con ello

podremos deducir únicamente que la mujer intenta ser más cortés que el hombre.

Se podría decir que éste no precisa apoyo para sus afirmaciones, ya que no tiene

que evitar el conflicto como la mujer porque tiene confianza y seguridad en su

papel social y sabe que puede ganar, mientras que la mujer sabe que puede

perder, y que por esta razón, la cortesía que se espera del discurso femenino no

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es natural, es reflejo de que las mujeres solamente existen según el efecto

que produzcan en el otro, de que existen según la opinión de los demás, opinión

a la que temen y con la que necesitan congratularse. Luego, a mayor

autosuficiencia, a más confianza en sí mismas, menos cortesía verbal, menos

miedo a la opinión del interlocutor. ¿Tendrá que ver el paulatino abandono de

ciertas fórmulas tradicionales de cortesía femenina con una mayor confianza de la

mujer actual en su papel social?

Lo cierto es que la mayoría de las observaciones acerca de esta cortesía

típicamente femenina provienen de sociedades anglosajonas, de la americana

especialmente, y es posible que la mujer española actual no sea precisamente un

modelo en cuanto a este comportamiento cortés. Aunque no poseo datos

suficientes como para poder afianzar esta hipótesis, el estilo conversacional

femenino tipificado en los estudios de género me parece más propio de las

mujeres latinoamericanas, en estos aspectos mucho más cercanas a sus

congéneres del norte. Características como la entonación dubitativa, la solicitud

de refuerzo y especialmente la emergencia de la emotividad lingüística por medio

de diminutivos, apelativos cariñosos y eufemismos, que son enumeradas

reiteradamente como prototípicas del discurso de la mujer, las he encontrado con

mayor abundancia en los parlamentos de las mujeres latinoamericanas que en los

de las españolas. Reproduzco a continuación un breve ejemplo conversacional

transcrito de Almorzando con Mirtha Legrand, un famosísimo programa de la

televisión argentina cuya presentadora puede considerarse paradigmática en

cuanto a la repercusión e influencia entre el público de dicho país12, en el que

comprobamos el empleo de apelativos cariñosos y de entonación exclamativa

propia de la emotividad femenina, además de los diminutivos, no solamente en el

habla de las mujeres sino también en el habla 'dirigida a' las mujeres:

Mirtha.- Bueno, te dejo un momentito. Recibimos al Dr. Roberto Favaloro. Es cirujano cardiovascular, presidente de la Fundación Favaloro. ¡Adelante, doctor! ¡qué tal, doctor Favaloro? Muchísimas gracias, ¿eh?, ¿Cómo está? 12 Agradezco a la alumna de un curso de Maestría dictado en la Universidad Nacional de Rosario, Susana Gladis Guillé, su colaboración en la transcripción de este programa.

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Dr. F.- ¿Qué tal? ¿Cómo le va? Mirtha.- ¡Ay!, ¡Alto como el doctor!, ¡impresiona! Dr. F.- Le traigo un regalito Mirtha.-Bueno, muchas gracias. Me impresiona la altura porque es alto como el doctor. Impresiona mucho, muchísimo. ¿Se conoce con la señora Liliana Chiernajorwsky? Dr. F.- Sí L.- Sí lo conocía Mirtha.- Siéntese, doctor, siéntese acá, aquí va a estar más cómodo. ¡Ay, Dios mío! A mí una de las cosas que más me han conmovido este año ha sido la muerte del doctor. Que más me ha conmovido, diría yo. ¡Qué lindo todo lo que ha traído! Téngame eso, querida

Habla Tannen (1996:33) del estilo 'poder frente a solidaridad' para distinguir

el discurso masculino del femenino, presidido, muy especialmente, por el empleo

del circunloquio:

Vanesa.- Este color no me gusta demasiado. ¿No tienes otro más claro? (Gran Hermano, 17 de mayo de 2000) característica ésta que en la mujer se puede interpretar como indeterminación,

como prudencia o prevención ante un posible error (dar tiempo para que funcione

el feed-back y cancelar o modificar lo que se había empezado a decir), y también

como la posible impotencia de la mujer a la hora de imponer sus opiniones. O

bien, como resalta Tannen, puede interpretarse también como un ejercicio de

solidaridad, una manera de iniciar un camino de convergencia con el interlocutor,

camino propio del estilo femenino.

Ya he adelantado, de todos modos, que la experiencia hispana no parece

justificar plenamente estas afirmaciones, ya que de las numerosas

conversaciones femeninas que tengo transcritas, en no pocos casos las mujeres

parecen transgredir plenamente la mayoría de estos supuestos (cortesía,

circunloquios, actos indirectos, etc.) Reproduzco a continuación, como ejemplo,

la conversación televisiva, no especialmente 'indirecta', que mantuvieron tres

mujeres en el programa Las tardes de Alicia13, hablando de sus respectivos

estilos de vestir:

13 Tele 5, programa Las tardes de Alicia del 13 de agosto de 1998, con la moderadora Alicia M. Senovilla , una profesora de inglés de vestimenta estrafalaria, Pilar Regúlez, y un ama de casa de estilo tradicional. Estrella Crespo.

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Alicia.- Estrella, tu...imagínate que tú vas por la calle y te encuentras con Pilar así, ¿qué pensarías? Estrella.- Bueno...pues creo que se ha escapao de un circo, obviamente. Pilar.- Bueno, pues no andas muy equivocada... Estrella.- No...no la puedo tomar en serio Pilar.- ...porque, mira, estas mallas son un regalo de la hija de Tonetti, y las llevo con todo el orgullo del mundo, porque, además, te digo una cosa: la gente que es capaz de hacer reír a los demás y que los demás se rían con una... Estrella.- Si, pero no estar... Pilar.-...tiene mucho mérito Estrella.-...oye, pero no está todo el día causando la carcajada. Hay momentos para ello, para que te diviertas, pero hay momentos para ser seria en la vida, ¿no? Y eso quiere decir... Pilar.- ...es que para mí el día tiene co...como el año: estaciones. Y tengo momentos para todo, lo que no quiere decir que esté todo el día 'ji, ji, ja, ja', porque no hay nadie capaz de eso. Lo que pasa es que sí procuro disfrutar de la vida. Estrella.- Tú no, pero desde luego el que te vea sí estará con el 'ji,ji.ja.ja' Pilar.- Pues, en general, están con sonrisa. Estrella.- Pero, bueno, yo pienso, Alicia, que los psicólogos y los psiquiatras están para algo, y, a lo mejor, pues, este tipo de señora... Alicia.- ¿Qué estás diciendo, que necesita un psicólogo, que necesita un psiquiatra, Estrella? Pilar.- Pues...está diciendo eso. Estrella.- ...una persona que va por el mundo vestida así... Pilar.- Pero, es que yo podría pensar de usted que es una persona reprimida, la típica matrona de clase media alta, con problemas sexuales... Estrella.- No, pero...pero...que...que a mi...

7. LA MUJER DE HOY, ENTRE EL MODELO OFICIAL Y LA TENTACIÓN DEL

TACO.

Algunas observaciones de R. Lakoff, entre ellas la 'regla de deferencia',

sugieren que la mujer tiende a dejar al interlocutor la elección del modo de

comportarse, aunque como hablante sepa que tiene el poder de imponerse.

Sugieren una superioridad real o ficticia del oyente sobre el hablante y se realizan

por medio de las interrogativas formales y otras formas de vacilación, de las que

ya he hablado (¿no te parece?), y, especialmente, por medio de los eufemismos,

considerados universalmente como terreno propio de la mujer (términos como

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pompis, trasero o el cursi derriere de las mujeres mejicanas, son una prueba

de ello). Son maneras de tratar un tema delicado fingiendo tratar otra cosa y dejar

así al oyente la posibilidad de simular que no está oyendo lo que oye, si no quiere

darse por enterado. Por otra parte, se consideraba hasta hace muy poco que los

hombres poseían la exclusiva en cuanto a tacos, blasfemias y palabras obscenas

(no hables como un carretero, se les decía a las chicas), aunque un estudio

posterior a Lakoff (Staley: 1978) demostró que las expectativas no siempre

coinciden con la realidad. Se sometió a prueba a un grupo de hombres y mujeres

y se les preguntó qué esperaban acerca del comportamiento verbal de sus

compañeros de sexo opuesto: los hombres predijeron que las mujeres dirían

menos palabrotas de las que en realidad dijeron y, por el contrario, las mujeres

creyeron que los hombres dirían más de las que dijeron en verdad, lo que

demuestra que muchas veces el estereotipo se impone por encima de la realidad

(J. C. Pearson, L. H. Turner y W. Todd-Mancillas, 1993: 154).

Existe un estudio inédito efectuado entre ciento treinta y siete estudiantes de la

Universidad Complutense de Madrid en 1991, según el cual los hombres todavía

emplean más tacos que las mujeres. En él se comprobó casi doble empleo por

parte de los hombres de ciertos insultos considerados fuertes, como hipoputa ( 38

puntos de las mujeres frente a 62 de los hombres), pero, en cambio, en relación a

los tacos más usuales, como joder y gilipollas, la diferencia resultó inapreciable (I.

Lozano, 1995: 124).

Estaremos de acuerdo en que esta manera de hablar, 'como una señorita',

o 'como deben hablar las mujeres', es una imposición social aprendida por la

educación convencional y no una tendencia innata. Una imposición que conlleva

no poco esfuerzo y grandes dosis de represión verbal, represión que, tarde o

temprano deberá tomarse su revancha. Recordemos al respecto el papel de

Kathleen Turner en la película de John Waters en la que representa una

paradigmática ama de casa americana de clase media que cumple perfectamente

el rol social para el que ha sido educada, pero que desahoga toda la tensión que

acumula en su intento de parecerse al estereotipo Doris Day, no solamente

asesinando a sus semejantes -desahogo de la tensión física- sino también

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aterrorizando con llamadas telefónicas obscenas -desahogo de la tensión

verbal- a una vecina tan aparentemente perfecta como ella. Y recordemos

también cómo cambia de registro, al final, la vecina víctima de sus acosos

verbales al declarar delante del juez, ya que termina dando rienda suelta, ella

también, a sus verdaderas necesidades expresivas, profiriendo ante el

magistrado palabras 'que ninguna mujer podría decir'.

Es evidente que todavía el taco, la palabrota o la expresión obscena son

más usados por el hombre que por la mujer en la mayoría de las sociedades

conocidas (aunque la española no sea precisamente una de las más relevantes

en este sentido), pero es evidente también que las mujeres cada vez nos

atrevemos más a llamar a las cosas por su nombre y a emplear las mismas

expresiones que nuestros colegas masculinos, incluso a veces ganándoles la

partida en cuanto a tacos, ante el escándalo de las mujeres de más edad o de

educación más estricta. Cualquier persona medianamente interesada en observar

los estilos conversacionales de la juventud puede encontrar numerosos ejemplos

que corroboren estas afirmaciones, como los que reproduzco a continuación en

boca de algunas componentes de Gran Hermano, espejo en el que se miraban

miles de jóvenes:

Vanessa.- Aunque sea tía, soy navarra, y tengo más cojones que cualquiera. (9 de mayo de 2000) Si se queda Silvia, le voy a hacer la vida imposible. (10 de mayo de 2000) Marina.- Que me llamen falsa de mierda me duele hasta el alma (17 de mayo de 2000) Israel y Sílvia no son nadie (11 de mayo de 2000) En otro programa posterior, líder también de audiencia entre la juventud, El

Bus de Antena 3, unas chicas aparentemente representativas de la juventud

actual conversan animadamente sobre sus experiencias infantiles y una de ellas

narra algunas anécdotas del colegio de monjas al que asistía de jovencita, en un

'estilo discursivo' que no puede menos que parecernos habitual dentro de los

parámetros a los que estamos actualmente acostumbrados:

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A.- Me eché a llorar, yo, cogí semejante cabreo que empecé a soltar mocos y me soné con el pañito, ¿no?, y entonces me volví a a levantar y le dije: "oiga, es que...mire..." y entonces lo cogió la monja... B.- To lleno de mocos A.- To lleno de mocos. ¡Hostia!, qué bronca me cayó, tía C.- No me extraña a mi...mierda. D.- Mocos. A.- La monja dijo: "¡Pero eres una guarra!" Y lo hice queriendo pa que se llenara toda de mocos. ¡Te aguantas! D.- ¡Ah!, ¿sí? A.- Sí, lo hice queriendo, si es que, mira, una vez a una chica de mi clase la tuvimos que sujetar entre cinco porque le pegaba a la monja, o sea, le pegaba. Pues es que las monjas te... D.- Son muy bordes, las monjas A.- O sea, psicológicamente te machacan, pero te machacan que te mueres, ¿no?, y, entonces, llega un momento que a lo mejor tú explotas, hay gente que salta antes, ¿no? Chica, me acuerdo que se levantó y le dijo: "le voy a pegar una hostia que le voy a partir la cara". Si es que le iba a pegar, y la monja, eran todas mayores, ¿no?, y la monja ahí...acojonada.

Continúan conversando las amigas acerca de sus respectivas experiencias

en la escuela, hasta que la narradora anterior vuelve a contar una anécdota

referente a la incorporación de un profesor por vez primera al cuadro de

docentes de la escuela. La narración de los hechos dice también mucho acerca

de los cambios protagonizados por las nuevas generaciones de mujeres en sus

relaciones con el sexo opuesto:

A.- ...bueno, el primer día que llegó el profesor al colegio, o sea, yo creo que en mi vida un hombre ha debido pasar tanta vergüenza como aquel pobre profesor B.- ¡Ay, pobre! A.- Encima no era ni rub..., o sea, era bajo, o sea, todo lo contrario de lo que nos habían dicho, y era, pues, el profesor por todos los pasillos, y todas como histéricas por el patio, por las ventanas: ¡Ah!, ¡tío bueno!, ¡no sé qué!, y el pobre, o sea, estaba acojonado, "pero dónde coño me he metido", o sea, al principio se te hacía tan raro ver a un profesor, es que no lo habías visto en tu vida.

8. LOS PROCESOS ARGUMENTATIVOS Y LA SUPUESTA INCONTINENCIA

VERBAL DE LA MUJER

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Asegura Tannen que a menudo las mujeres adoptan el papel de

oyente, un papel que está socialmente minusvalorado. Es importante resaltar que

casi nunca sucede al contrario14, luego, el uso reiterado de estos roles es desigual

y perjudica a la mujer. Otra variante de este estilo se produce cuando la mujer

introduce cuestiones personales en la conversación. Ella lo hace seguramente

para sentirse más cercana, para demostrar interés por intimar, por abrir su

corazón a otra persona afín, esperando que la otra persona haga lo mismo y

establecer así una 'empatía'. Sin embargo, el hombre lo interpreta generalmente

como una petición de consejo y se apresura a ofrecerle una solución, con lo que

desconcierta a la mujer que solamente esperaba una réplica en el mismo estilo.

Buscaba empatía y encuentra poder, puesto que el ofrecimiento de una solución

se muestra como un ejercicio de poder.

En mis observaciones en este campo me he topado con resultados

desiguales. Es cierto que las observaciones de Lakoff y Tannen se cumplen

todavía en la mayoría de las conversaciones entre adultos de clase media, pero

entre hombres y mujeres jóvenes parecen disolverse en gran medida estas

premisas, es más, en numerosas ocasiones, tanto en la vida real como en el

estereotipo mediático, los chicos se muestran sensibles y desorientados, piden

consejo a sus amigas o se piden consejo entre sí:

( Teleserie Compañeros. En el servicio de los chicos, Eloy llora. Otra vez los hombres consolándose en un lugar típicamente femenino) Eloy.- Te debes estar riendo de mi, ¿no? Quimi.- No tengo por qué Eloy.- La he cagao, Quimi, joder. Soy un mierda, tío. No sé qué puede gustarle a Isabel de mí. No se merece lo que le está pasando. Quimi.- Bueno, así que te importa... Eloy .- Pues claro que me importa, imbécil, no soy tan cabrón como piensas. Quimi.- Pues demuéstraselo Eloy.- No sé como...¡estoy acojonado!

14 Parece contradecirse esta característica de estilo con la otra según la cual los hombres emplean el silencio para dominar en la conversación, pero como comprobaremos a lo largo de estas páginas, son las circunstancias y el contexto específico de cada conversación los que producen uno u otro efecto, efecto que queda claro en cada texto conversacional.

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y, en cambio, las muchachas incluso tienden a desentenderse o

desimplicarse en las conversaciones íntimas y buscan soluciones prácticas más

que la simple empatía de la hablan Lakoff y Tannen:

( Teleserie Compañeros. En la habitación , las chicas hablan del embarazo de Isabel) Clara.- Oye, Isabel, ¿no crees que no deberías fumar estando como estás? Isabel.- ¿Tú crees que me importa eso? Tania.- Clara, déjala que ya es mayorcita. Yo voy a respetar tu decisión, sea cual sea. Pero...¿estás segura? Isabel.- Es lo único que puedo hacer. (...) Clara.- Ya, pero es que yo estoy en contra del aborto. Tania.- Es muy fácil decir eso... Clara.- Bueno, según tus principios. Tania.- No, no tienes ni idea. Tiene 17 años, está estudiando y no tiene dinero. Clara.- Podría haber tomado alguna protección. Isabel.- Bueno, vale. Joder, ¿no veis que yo a este niño no le puedo dar nada? No quiero que tenga la misma vida que me han dado a mí. Mirad, los discursitos no me van a ayudar, así que si me queréis echar un cable en serio, ayudadme a conseguir las pelas para el aborto. Es lo único que necesito. Aseguran los estudios sobre género y conversación que los interlocutores

varones son proclives a entrar en conflicto con su oponente por medio de

argumentaciones, imposiciones y descalificaciones directas, mientras que las

mujeres tratan de cooperar, apoyar al interlocutor y, en todo caso, sugerir algunas

ideas opuestas. La imposición frente a la sugerencia sería la clave de estos dos

estilos conversacionales:

Ismael.- Joder, tío, no dudes tanto. (Gran Hermano, 10 de mayo) El estilo masculino de oposición puede ser de solo contra el mundo, pero la

mayoría de las veces se entiende como solidaridad de equipo, juntos contra el

enemigo, algo que recuerda los soldados y la filosofía militar. En cambio, en las

mujeres se da el fenómeno que Falk llama 'dúo conversacional' (D. Tannen, 1996:

71), en el que las pequeñas interrupciones funcionan a modo de dúo musical

apoyándose recíprocamente. Según esto, las mujeres ven solamente desventajas

en los conflictos, tanto en solitario como en grupo, y esta inclinación a evitar el

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conflicto directo las deja en desventaja, puesto que se muestran mucho

menos agresivas, lo que les provoca inferioridad ante los ataques de cólera

conversacional de sus colegas testosterizados. Algo así podemos observar en

otro pasaje de la conversación de El Bus antes transcrita, en el que se observa

una cierta, ligera, sobredosis de irascibilidad en los miembros masculinos del

grupo, aunque no podría, desde luego, ponerse esta transcripción como ejemplo

paradigmático de las diferencias de género en la conversación, dado que es el

chico el que está en la cocina fregando los platos:

Chica. 1ª- Llevas chocolate en la sudadera Chico 1º.- Ahora falta el café, muchacho. Chico 2º.- (gritándole a la oreja a la Chica 1ª) Eso es porque friego. Chica 2ª.- Patxi, ¿me traes un chocolatito? Chico 2º.- Sí, una mierda en un bote. Chica 3ª.- Patxi, déjame otra taza que voy a desayunar otra vez. Chico 2º.- Os tiro la leche por encima a todos. Por otra parte, ya lo he dicho, el estereotipo que se nos presenta desde los

medios de comunicación cada vez se parece menos al de los estudios de género.

No solamente la mujer no acepta los consejos que benévola o paternalmente le

ofrece el hombre, sino que, en la mayoría de los casos, es la chica la que se

encarga de aconsejar o consolar a sus desconcertados amigos, tal como ocurre

en otra escena de la citada película de Félix Sabroso y Dunia Ayaso:

Ana.- Carlos, joder, ¿dónde estás? Carlos.- Ay, qué Ana.- ¿ A que estás pensando en Lucas? Carlos.- Sí, pero no te preocupes, que no tengo un mal punto Ana.- Yo me puedo quedar, si tienes que ir a terapia... Carlos.- No, no voy a ir. Ana.- Mira, Carlos, yo sé que no soy la más indicada, porque cuando me enamoro me pongo muy burra, pero con lo bien que empezabas a estar... Carlos.- Sí, Ana Ana.- Quítate este tío de la cabeza, y vete a terapia (...) Carlos.- Si es que llamó para quedar conmigo, pero Dani se adelantó y cogió el teléfono...¿Dónde crees tú que pueden haber quedado?

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Ana.- ¡Y yo qué sé!, pero te voy a decir una cosa, la próxima vez que venga este tío por aquí no me va a bastar con decirle que se largue, te lo advierto...

Se ha dicho también que la mujer propone más temas de conversación, y

es, en este sentido, más cooperante (teniendo en cuenta la regla de oro del

Principio de Cooperación de Grice), aunque en ocasiones, el proponer diversos

temas no es sino una manera de afianzar una postura insegura de quien se

esfuerza en 'colaborar' porque su propia inseguridad no le permite aguantar bien

los silencios. Además, en la mayoría de las ocasiones dependerá de las

diferencias de 'tempo' entre los interlocutores15 y de la confusión por parte del

interlocutor entre las pausas de planeamiento o las pausas manipuladoras y las

verdaderas pausas de final de turno, pero, en general podemos decir que aquí sí

parece coincidir plenamente la teoría, el estereotipo y la realidad reflejada en las

transcripciones. A pesar de que una conversación sin interrupciones es un

estadio ideal que no se da en la realidad, la interrupción se entiende, en nuestra

sociedad, como un medio de dominación a la vez que un ejercicio de poder. Nadie

interrumpe al rey o al juez en su parlamento, pero en la vida diaria la mujer es

interrumpida continuamente en sus conversaciones (Tannen, 1995:66). Parece

extendida unánimemente la idea que los hombres interrumpen más que las

mujeres y sobre todo más a las mujeres (lo que están diciendo no es interesante).

La menor presencia física y la escasa potencia de voz tampoco las ayuda en ello,

el caso es que resulta muy difícil para una mujer mantener la atención ajena en su

discurso, sobre todo si no existe nada añadido al hecho de ser una mera mujer

interlocutora (no es la estrella del programa, no es presentadora, ministra o

presidenta de tribunal). La estrategia de interrupción se emplea por parte del

varón tanto como medio de desviar la conversación como para afianzar su

superioridad. En cambio, cuando la mujer interrumpe - lo hace con frecuencia,

especialmente en las conversaciones entre mujeres- suele tratarse de una

'interrupción cooperante', puesto que se trata de una participación entusiasta en la

15 El estudio del diferente 'tempo' de los interlocutores en una conversación y sus repercusiones en la comunicación se basa en la disciplina que F. Poyatos acuñó como Cronémica, cuyos principios describe en sus publicaciones, especialmente en F. Poyatos, 1996

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conversación, orientada a apoyar al interlocutor en sus discurso, a corroborar

sus palabras. Dependerá, otra vez, del contexto cultural de los interactuantes el

que éstos interpreten estas interrupciones como meros apoyos interactivos - y

sigan hablando- o bien los interpreten como una verdadera interrupción y cedan el

turno al interlocutor.

No se puede analizar -como sucede en algunos estudios conversacionales-

de manera mecánica los solapamientos y las interrupciones, debe tenerse en

cuenta en cada caso el contenido semántico del texto, así comprobaremos que

hay interrupciones cooperativas -las que consideramos más propias del estilo

femenino- y hay interrupciones dominantes. Ambas pueden o no conseguir su

éxito perlocutivo, pero la intención del hablante es una herramienta preciosa a la

hora de calificar los distintos estilos. Sacks pone como ejemplo la clásica

interrupción de ofrecimiento en medio de una comida ¿Le apetece otro filete?,

¿Comerá un poco más de sopa?, que suele ser típica del ama de casa, y que

puede o no ser considerada interrupción según cómo se lo tome el interlocutor y

que, aunque es evidente que su intención es puramente cortés o cooperativa,

puede demostrar también un cierto desinterés por el tema tratado o por el

parlamento del interlocutor.

Lo que queda claro en nuestra sociedad es el estereotipo de la mujer

habladora. Desde la culta latinparla a las esposas de Forges, la imagen de la

mujer acosando verbalmente a su sufrido y silencioso marido se ha convertido en

un tópico social, fuente de numerosos chistes y anécdotas16. El prototipo de

pareja que difunde el humor gráfico: marido sentado en el sofá leyendo el

periódico, sin atender, y mujer hablando sin ser escuchada es, como todo

prototipo, reflejo de un concepto asumido socialmente. Hablan también los

estudios de género del silencio como arma esgrimida por el hombre en las

relaciones de pareja. A esta habladora compulsiva que es la mujer, la peor afrenta

que se puede hacer es contestarle con el silencio:

Marina (a Israel).- Ya está bien con tus ideas....¡Nunca te pasas diez minutos en la cocina!

Israel.- (silencio) 16 Estuve tres meses sin hablarle a mi mujer... no quería interrumpirla.

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A pesar de que se ha ridiculizado mucho la pretendida charlatanería de las

mujeres, en realidad, cualquier intento de acaparar la palabra por parte de la

mujer ha sido siempre segado de raíz por el interlocutor masculino. El imponer el

silencio es la mayor forma de dominación, que puede llegar a simbolizarse

poéticamente ("Me gusta cuando callas porque estás como ausente..." escribe

Neruda) o macabramente por medios físicos (la muerte o la mutilación). El caso

es que los estudios de género se nos asegura que la mujer no solamente

interrumpe menos, sino que habla menos, aunque no es fácil saber si esto será

solamente cierto en culturas anglosajonas, puesto que la mayoría de los estudios

al respecto provienen de este ámbito (Lakoff, 1975, Crosby y Byquist, 1977, Price

y Graves, 1980).

Así mismo, no se excusa fácilmente en las mujeres la falta de educación, y

por ello la mujer habla generalmente con más tacto (da codazos al marido que

mete la pata) y emplea asiduamente el circunloquio: ‘experta en eufemismos’ la

llama Lakoff. No estoy segura de que en nuestra sociedad eso sea así, al menos

no de manera uniforme. Quizá el ámbito de lo sexual sea, en estos momentos,

uno de los pocos reductos en los que todavía se pueden apreciar diferencias

claras entre la directa brutalidad de algunas expresiones masculinas y el empleo

del eufemismo o del circunloquio en boca de las mujeres. En los demás campos,

una vez más, el corpus documental de base parece empeñado en desmentir el

estereotipo teórico.

En efecto, los ejemplos estudiados distan mucho de representar el modelo

oficial, aunque sospecho que las observaciones lakofianas se cumplen en mayor

medida cuanto más alto es el nivel sociocultural de los interactuantes. Ya he dicho

que el prototipo de conversación hombre-mujer depende en muy alto grado de la

clase social de los participantes, pero el caso es que las mujeres de los ejemplos

seleccionados, cuyo nivel social parece ser bajo o medio bajo, a lo sumo, no se

ajustan especialmente a las normas previstas:

(Programa de Tele 5 Ya empezamos, en el que la moderadora, Alicia, habla con un matrimonio de Antequera acerca de las manías de limpieza de la esposa)

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Alicia.- Bueno, pues tú me dirás , Isabel Isabel.- Pues yo, ya estoy harta de que me diga maniática, y yo de maniática no tengo nada. Alicia.- Sargento, te ha llamado Isabel.- Ni soy rancia. Solamente me gustan las cosas bien hechas José.- Tú, lo que eres es lo que yo le he dicho a Alicia, tú eres un sargento de la Legión malo. De eso... Isabel.- Eso, porque tú lo dices...porque tú no sabes limpiar. Y hay que limpiar y hay que hacer las cosas bien hechas José.- ¿Qué yo no sé limpiar? Isabel.- Tú qué vas a limpiar... José.- Hombre, hombre...no sé limpiar Isabel.- Tú no sabes limpiar José.- Bue... Isabel.- y si te pones a limpiar, digo, bueno...¿esto qué es?. Los huesos de aceituna, las colillas, hay que limpiar, hay que limpiar José.- ¿pero tú qué crees?. ¿que soy un robot? (...) José.- Mira, Alicia, te voy a contar dos o tres detalles... Isabel.- Claro, sí, Tú, venga, di. José.- Mira, la máquina del café , tú sabes, que cuando de estar trabajando con la máquina del café, siempre al darle al interruptor, siempre, por, por fuerza, tienes, pues, que de poner la mano en la máquina, siempre se...hay una medida de seguridad, la señora tiene la manía de que la máquina... Isabel.- La manía... José.- ...no está bien limpia, maniática... Isabel.- No, no soy maniática, que me gustan las cosas bien hechas, que no soy maniática. José.- Maniática, manía... Isabel.- No, que tú eres un puerco Creo que estaríamos todos y todas de acuerdo en afirmar que de la

impresión personal que cada uno nosotros obtiene en los programas de

televisión en los que participan las mujeres como tertulianas, en los programas

documentales en los que son entrevistadas mujeres o grupos de mujeres y en las

encuestas callejeras espontáneas de algunos reporteros, se puede deducir que

las mujeres intervienen, interrumpen, piden y arrebatan turno en igual o mayor

medida que sus compañeros masculinos En general, no 'se cortan un pelo' a la

hora de aparecer ante las cámaras y desoyen cuantas señas de petición de turno

se les haga una vez conseguido éste, en la misma manera que pueden hacerlo

los hombres; en el mismo sentido, sus intervenciones delante de los medios de

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comunicación no son ni escasas, ni suaves, ni llenas de eufemismos y de

rasgos de cortesía verbal, sino, en muchas ocasiones, todo lo contrario. Baste,

para apoyar lo dicho, reproducir unas frases entresacadas de la intervención de

un grupo de vecinas de un pueblo del sur de España, espoleadas por un reportero

del programa Corazón de invierno17 que se dedica al periodismo rural y recorre la

España profunda recogiendo las opiniones variopintas de los vecinos sobre los

temas de la prensa rosa. Preguntadas acerca de la relación entre Marujita Díaz y

su novio cubano, las respuestas de las mujeres entrevistadas -todas ellas de

edad avanzada- echaban por tierra cualquier teoría acerca del habla femenina.

Dejando aparte los irreproducibles comentarios en absoluto indirectos, los únicos

eufemismos que pude recoger fueron de esta índole:

vecina A.- A Maruja que le den...por donde se enhebra la aguja, ¡ja,ja,ja! vecina B.- ¡Que se casen, que se casen!, que le vamos a llevar la cola...no la de Dino, ¿eh?, sino la del vestido...¡ja,ja! vecina C.- ¡Que se dejen ya de tocar los...las narices!

10. A MODO DE IMPROBABLES CONCLUSIONES

La mayoría de los estudios posteriores a los primeros trabajos de Lakoff, en

1975, acerca de las diferencias lingüísticas entre hombres y mujeres sirvieron en

buena medida para avalar los resultados de aquellas investigaciones, a tenor de

lo que conocemos sobre diferentes análisis llevados a cabo durante la década de

los ochenta, especialmente en el ámbito norteamericano. En los modelos teóricos

sobre género y conversación se ha manejado siempre el estereotipo, pero se ha

insistido muy acertadamente en que lo vital en el sexismo y el racismo no es

luchar contra este estereotipo - que algo tiene siempre de verdad- sino luchar

para que el estereotipo marcado - en este caso el femenino- no sea considerado

negativo, para que 'diferente' no sea sinónimo de 'peor'.

A pesar de ello, no siempre los estudios empíricos han corroborado los

presupuestos teóricos en los que se basaban, como señalan Pearson, Turner y

Tood-Mancillas (1993), al recordarnos que algunos investigadores, por medio de

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análisis contrastivos entre la realidad del lenguaje femenino y las opiniones

asumidas por la colectividad sobre este mismo lenguaje, llegaron a la conclusión

de que "los tópicos o clichés referentes al lenguaje masculino y al femenino

parecen ser más fuertes que las diferencias existentes en la realidad" y que, a

pesar de nuestro convencimiento sobre las diferencias de género en la

conversación, "en los estudios llevados a cabo sobre el comportamiento y la

conducta de ambos sexos no siempre se ha podido demostrar empíricamente la

existencia de estas diferencias"18.

Pues bien, al parecer este trabajo se encuentra también dentro de este

último grupo, ya que una vez estudiadas y analizadas buen número de

transcripciones tanto de situaciones de la vida real como de modelos mediáticos,

podemos comprobar que los ejemplos distan en gran medida de los esperados, a

tenor de los presupuestos teóricos sobre género y discurso. Seguramente existen

varias explicaciones al respecto, y, sobre todo, es posible que, como se ha

repetido a lo largo de este trabajo, la realidad social equidiste en igual medida de

los presupuestos clásicos de la teoría del género que de los nuevos estereotipos

que pretenden ofrecer la televisión, el cine y los medios de comunicación. En los

años que nos separan de los primeros estudios de género de la década de los

setenta, las mujeres, sin duda, han avanzado a pasos de gigante en su

equiparación discursiva con el modelo considerado masculino, mientras que los

hombres - especialmente los jóvenes- por su parte, han encontrado algunas

ventajas en asumir ciertos roles tipificados como femeninos.

Las distancias se acortan, es verdad, pero los avances sociales nunca son

lineales, están llenos de meandros y unos y otras ziczagueamos en ellos; las

diferencias de género - y los tópicos sobre las diferencias de género- son, todavía

en los albores del tercer milenio, una realidad sociocultural palpable, y

posiblemente continúen siéndolo durante mucho tiempo. Al menos así puede

deducirse de la opinión de algunos personajes públicos tan poco sospechosos de

17 Emisión de TV1 el 15 de enero de 2001. 18 En el volumen de Judy C. Pearson, Lynn H. Turner y W. Tood-Mancillas (1993: 156) encontramos referencias a las investigaciones llevadas a cabo, principalmente en Norteamérica, sobre diferencias comunicacionales, en especial a partir de la publicación del trabajo de R. Lakoff en 1975.

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conservadurismo social como los protagonistas de Crónicas Marcianas, que

discutían en la emisión de 21 de diciembre de 2000:

Sardà.- ¿No puede haber amistad entre un hombre y una mujer? Nacho Es difícil Sardà.- Es decir, que si hay dos parejas.. Nacho.- Puede, pero tarde o temprano una de las dos partes... Sardà.- A ver, dos parejas de amigos, ¿son amigos ellas dos y ellos dos? Nacho.- Yo creo que sí. Jorge.- Y fingen ser los cuatro muy amigos, y no es así Fuentes.- Yo creo que no. Sí que se puede ser a... que se puede ser amigos los cuatro, por supuesto. Boris.- Mira yo, yo te voy a decir una cosa... yo creo que... Nacho.- Al final, al final, la cabra siempre tira al monte, al final yo voy a estar siempre mucho más unido a mi amigo... Fuentes.- Pero esto es volver al pasado, de que los tíos hablan de fútbol y las mujeres se van a la cocina. Esto es machismo puro. Nacho.- ¡Hombre!, no es machismo, no estamos diciendo eso, Manel, no estamos diciendo eso. Fuentes.- ¡Hombre!, pues sí, en el fondo estamos diciendo eso. Boris.- Mira, yo te voy a decir una cosa, Nacho, la mejor prueba de que sí se puede ser amigo entre un hombre y una mujer...la tenemos aquí: Sardà, Fuentes y yo...que podemos ser perfectamente amigos, ¿entiendes? Nacho.- Pero no sé...¿y quién es la mujer aquí?, ¿quién es la mujer?, ¿quién es la mujer?

En resumen, no podemos obviar lo que hemos insistido en señalar

repetidamente a lo largo de este estudio: las posturas de hombres y mujeres no

están, al menos en este momento, tan distantes como aparecen en los estudios

clásicos de género, ni, seguramente, tan cercanas como podría deducirse de

ciertos modelos propuestos en la actualidad. Es cierto que todavía persisten

sectores sociales en los que probablemente sea más patente la diferencia

discursiva de género (mujeres de mediana edad y de clase social media-alta,

especialmente), es cierto también que quizá las muestras señaladas en el

presente estudio no sean del todo representativas, por tratarse en su mayoría de

mujeres 'especiales', capaces de ponerse a discutir públicamente delante de las

cámaras de televisión, de participar en concursos televisivos en los que el pudor

es algo poco menos que desconocido y de hablar libremente en público con todo

desparpajo de cuestiones de la más estricta intimidad, pero es cierto también que,

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tanto estas mujeres reales como los estereotipos de mujeres creados por los

medios de comunicación son el espejo donde diariamente se miran los millones

de mujeres de nuestro país.

Es también probable que si en lugar de haber dirigido la mirada en una

cierta dirección lo hubiera hecho en otra, hubiera encontrado, seguramente,

ejemplos que avalaran las teorías más estrictamente oficiales sobre la

diferenciación genérica, aunque hay algo que no puede negarse a estas alturas, y

es que los roles o bien están cambiando o están en proceso de cambiar. Y de

buen seguro cambiarán, porque nada como una imagen masmediática tiene el

poder de cambiar los comportamientos sociales. Así, en este momento, iniciado

ya el tercer milenio, no tenemos más remedio que mostrar alguna duda ante la

afirmación de que el discurso de la mujer continúa siendo indirecto, repetitivo,

vacilante, oscuro y exagerado.

En otras palabras, vistas las circunstancias del momento y para justificar el

título de este artículo, podemos decir que en un actual e hipotético encuentro

entre los míticos Tarzán y Jane en la selva, posiblemente hoy sería Jane, en lugar

de Tarzán, la que tomaría la iniciativa, y que su parlamento no sería tanto el

previsto por las reglas ortodoxas de género (algo así como ¿Qué te parecería tú

Tarzán y yo Jane?, o Tú Tarzán y yo Jane, si no te importa) sino algo mucho más

seguro, directo, y carente de todo circunloquio o eufemismo, un Acto de Habla

asertivo-directivo propio de la mujer de hoy, algo así como, simplemente, "Yo

Jane, tú Tarzán".

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