7/25/2019 1- Santamaria (1)
1/9
La historia, la etnohistoria y una sugerencia de los antroplogos
Author(s): Daniel J. SantamaraSource: Desarrollo Econmico, Vol. 25, No. 99 (Oct. - Dec., 1985), pp. 465-472Published by: Instituto de Desarrollo Econmico y SocialStable URL: http://www.jstor.org/stable/3467026.
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2/9
Desarrollo
Econ6mico,
v.
25,
N?
99
(octubre-diciembre
1985)
LA
HISTORIA,
LA
ETNOHISTORIA UNA
SUGERENCIA
DE
LOS
ANTROPOLOGOS
DANIEL
J.
SANTAMARIA*
El
concepto
de
etnohistoria,
que
ha te-
nido
en
los uiltimos
tiempos seguidores
de
relevancia,
parece
haber buscado su auto-
nomfa y su lugar en las ciencias socialesl
mediante diversas racionalizaciones.
Aquf
queremos
analizar
brevemente
algunos
de
los
sentidos
sugeridos
por
la
practica,
en
sintesis,
la
etnohistoria como
una
disci-
plina
independiente,
como
un
metodo
re-
novado
de
la
historia o
de
la
antropolo-
gia,
como un
enfoque antropolo6gico que
reconoce
explfcitamente
la
perspectiva
hist6rica,
como
historia
de
los
indfgenas
o como fusi6n de historia
y
antropologfa.
Veremos
cada
uno
de estos
enfoques
para
finalizar
precisando
una
sugerencia
de
algunos antropologos que obliga a los
historiadores a
repensar
una
vez
mas
los
limites
de su
disciplina.
La
etnohistoria
como
disciplina
inde-
pendiente
Reconstruyendo
el
desarrollo de
la
etnologfa
desde sus comienzos
hasta
la
Primera
Guerra,
digamos
desde
Primitive
Culture de
Tylor
(1871)
hasta
La
Menta-
lite
Primitive de
L6vi-Bruhl
(1922),
cabe
pensar
que
la
raipida
incorporaci6n
de
pueblos al orden colonial impuesta por la
expansion imperialista
del
siglo
XIX ne-
cesit6
disefiar t6cnicas
de observaci6n
y
descripci6n
para
facilitar su control
poli-
tico
y
religioso.
Como
el
aniJisis
no
podia
estar
sino
marcado
por
un
total etnocen-
trismo
europeo,
la nueva
disciplina
fue
construyendo
su
objeto:
las
sociedades
primitivas ,
como
opuestas
a
las
civili-
zaciones
2.
A
pesar
de
tempranas
reaccio-
nes
a este
espiritu
racista
y
disociador de
la humanidad
en
dos
grandes
especies3,
la
nocion
de
atemporalidad
entre los no
civi-
lizados, producto de la imposibilidad
prfctica
de
reconstruir su
evoluci6n
en
terminos de
acontecimientos ,
produjo
una
frontera irreal
que parecia
convalidar
cientificamente la ilusoria ahistoricidad de
las culturas
originarias.
En
el
siglo
XIX
los
naturalistas habian
descrito
los
pueblos
naturales
junto
con
la fauna
y
la
flora,
como
integrantes
de
una
naturaleza
inm6vil
y susceptible
de
clasificaci6n
taxon6mica.
Las
empresas
coloniales,
la
educaci6n
europea,
la
evange-
lizaci6n
y
otras formas de
aculturaci6n4
*
Departamento
de
Ciencias
Sociales
de
la
Universidad
Nacional
de
Lujan.
1La catedra de Etnohistoria en la Sorbona,
a
cargo
de
H.
Deschamps,
que
maneja
fuentes
escritas con
hipotesis
de
la
antropologia, y
la
revista
norteamericana
Ethnohistory,
que
publi-
ca
trabajos
de
antrop6ologos
que
utilizan
la
misma
clase
de
documentaci6n.
2
M.
MAUSS
restringio
al
maximo la deno-
minacion
primitivo :
urinicamente
-escribi6-
los
australianos
y
los
fueguinos
serlan
verdade-
ros
primitivos.
Los
negros pertenecen
al
mismo
estadio en
que
Tacito
observo a los
germanos
(Manuel
d
'Ethnographie,
Payot, Paris,
1947;
versi6n
castellana:
Istmo, Madrid,
1967,
paig.
11,
nota
2).
3
Ya en 1905 Ludwig KERSTEN decia que
desde
que
la
historia ha
dejado
de
limitar su
esfera
a
los
pueblos
con cultura
y
ha extendido
su
inter6s
tambien
a los
pueblos
naturales,
recien
puede pretender
llamarse
historia
universal.
Ninguin pueblo
es sin
historia,
cada
tribu
tiene
su
historia
particular
que
invita
a
considerarla .
Las
tribus
indigenas
del
Gran
Chaco hasta
fines
del
siglo
XVIII.
Una
contribuci6n
a la
etnografia
hist6rica de
Sudamedrica,
Universidad
Nacional
del
Nordeste,
Departamento
de
Historia,
Resis-
tencia,
1968,
pag.
37
(original
aleman
en
Inter-
nationales
Archiv
fur
Ethnographie,
Leyden,
1905).
4
En
el
sentido en
que
la
define
HERSKO-
VIST:
Conjunto
de fenomenos
que
resultan
de
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3/9
DANIEL
J.
SANTAMARIA
forzada,
suponfan
un
proceso
de
huma-
nizaci6n ,
de
incorporaci6n
a lo
hist6rico.
De
hecho,
la
asimilaci6n del
espfritu
positivista
en
la
historiograffa
finisecular
y
la constituci6n de
un
m6todo
filolo6gico,
que
terminaba
por
identificar
y
limitar
gravemente
la historia
al estudio de
las
fuentes
escritas,
desalojaba
del
horizonte
historiografico
a las culturas
agrafas5.
El
estudio del
pasado,
autoestimulado
asi
a
centrar su
atenci6n en las
sociedades civili-
zadas,
se
convirtio
progresivamente
en
el
estudio
de las
sociedades
dominantes,
difundiendo la
impresi6n
falsa de
que
se
trataba de la
unica historia
posible.
Se
dejaba
en
manos
de la
etnograffa
la misi6n
de describir
y
explicar
ahist6ricamente las
sociedades primitivas. Uno de los m6ritos
del estructuralismo fue
precisamente
elevar
esas sociedades a
la
categorfa
de
modos
totales de
organizaci6n
social,
seiialando
sus
rasgos especificos,
pero
rescatandolas
como
modos
legftimos
y
originales
de
vida.
Ahora
bien,
si
el
concepto
de
cultura
latu
sensu
se
asocia a
la
transformaci6n
inteligente
de
los
bienes
naturales en
re-
cursos,
la
invenci6n de
tecnicas
y
utiles
y
la
formaci6n
gradual
de
sistemas
socia-
les de
producci6n
que
disefian una
super-
estructura ideol6gica (parentesco, lenguaje,
mito)
es
innegable que
todos los
pueblos
han
creado
cultura.
Culturas
particulari-
zadas
en
cada
caso
que
reflejan
el
grado
de
desarrollo de
sus
fuerzas
productivas
y
los
conflictos,
consensos o
disensos
que
propician
su cambio o
su
equilibrio.
Como
este
proceso
de
creacion
y
recreaci6n
cul-
tural es
fundamentalmente
diacr6nico
y
apela
formalmente a
mecanismos
de
complejidad
creciente,
toda
cultura
parti-
cular es
hist6rica
y
la
historia
debe abar-
carlas a
todas
por
igual6.
Pero
ademas,
la evoluci6n
de
las cien-
cias
humanas,
que
borra
las
diferencias
entre historia
y antropologfa,
descubrien-
do
sus
relevantes
rasgos
comunes
y
resal-
tando
s6olo
la
preeminencia
del
enfoque
segun
los
rasgos
manifiestos del
grupo
estudiado,
parecerian
invalidar la utili-
dad del nuevo
concepto
de
etnohistoria.
En
efecto,
la
historia suele reconstruir
el
pasado
examinando
manifestaciones cons-
cientes
y explicitas y
por
ello frecuente-
mente
documentadas
en
forma
escrita
o
visual, mientras la antropologia busca
desentraniar los fundamentos
inconscientes
e
implfcitos
de las
culturas,
con mas fre-
cuencia indocumentados
7.
LCu/l
es,
entonces,
el
campo
epistemo-
lo6gico de la etnohistoria? Como disciplina
aut6noma carece
de
objeto
propio, pero,
lo
que
es
mas
grave,
ofrece un horizonte de
limites
imprecisos que
vendria
a confirmar
indirectamente la
separaci6n
(oposici6n)
entre historia
y
antropologfa,
o
lo
que
es
equivalente,
entre
aceptar
un
devenir
progresista
de
las culturas
dominantes,
susceptible
de anlisis
diacr6nico,
y aceptar
el
estancamiento
de los
primitivos,
s6lo
un
contacto
continuo
y
directo
entre
grupos
de
individuos
pertenecientes
a
culturas
diferentes
y
que conducen a transformaciones
que
afectan a
los
modelos
culturales
originarios
de
uno o
de
los
dos
grupos
(Acculturation:
The
Study
of
Culture
Contacts,
New
York,
1938,
pag.
10).
5
Ralph
LINTON define
cada
cultura
particu-
lar
como
la
suma
total
de
las
actitudes,
ideas
y
conducta
compartidas
y
transmitidas
por
los
miembros
de
una
sociedad
determinada,
junta-
mente
con
los
resultados
materiales
de
esa con-
ducta,
es
decir,
los
articulos
manufacturados
(subrayado
nuestro)
Cf.
Prefacio a
Abram
KARDINER:
The
Individual and
his
society.
The
psychodynamics
of
Primitive
Social
Orga-
nization,
New
York,
1939;
version
castellana:
FCE, Mexico, 1945, pig. 119. En esta nota
emplearemos
el t6rmino
cultura
en
sentido
amplio,
pero
invirtiendo
la
definicion
de Lin-
ton:
es
la
produccion
social de
manufacturas ,
las
relaciones
sociales de
produccion
y
la
propie-
dad de
los
medios de
produccion
y
del
producto
lo
que
contribuye
decisivamente
al
estableci-
miento
consensual
de
actitudes,
ideas
y
con-
ductas.
6
Esta
definicion
deja
de
lado
expresamente
la
concepci6n
inmovilista
y
antitransformnlstade
la
antropologia
cultural
norteamericana,
que
ve en
el
tiempo
historico un
factor
vehiculizador
-y
no
formador- de
sistemas
simbolicos.
7 R. LINTON diferenci6 entre covert culture
(cultura
subyacente)
y
overt culture
(cultura
manifiesta).
The
Study
of
Man,
New
York,
1936;
versi6n
castellana:
FCE,
Mexico,
1942.
C.
KLUCKHOHN
y
W. H.
KELLY,
retomando
esta
idea,
distinguieron
entre
cultura
implicita y
cul-
tura
explicita
( The concept
of
culture en
LINTON
(ed.):
The
Science
of
Man
in the
World
Crisis,
New
York,
1945).
LEVI-STRAUSS
retoma
la diferencia
para adjudicar
el
pensamien-
to
manifiesto a
la
historia
y
el no
manifiesto e
inconsciente
a
la
etnologia ( Histoire
et ethno-
logie ,
en
Anthropologie
Structurale,
Plon,
Paris,
1958;
versi6n
castellana:
Eudeba,
Buenos
Aires, 1968).
466
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4/9
HISTORIA,
ETNOHISTORIA
Y
ANTROPOLOGIA
susceptible
de anilisis
sincr6nico.
,Es
asf,
realmente,
la cuesti6n?
La etnohistoria como metodo
La
practica
etnohist6rica
ha
estudiado
las culturas
desaparecidas por
extincion
o
aculturacion
derivada
de
conquista
utili-
zando fuentes
escritas;
se
han
preferido
las
obras
originarias
de la
propia
cultura
invadida,
puestas
en
papel
y
hasta
en
la
lengua
original
o fuentes
coloniales,
de
caracter
objetivamente
burocrftico
pero
cuyos
contenidos
arrojan
luz sobre
la
orga-
nizaci6n social
de
la
sociedad cautiva.
En
algunos
casos se han examinado obras
de intelectuales aut6ctonos que reprodu-
cen
la
tradicion oral
exigiendo
sesudos
anilisis
de
depuracion
8.
Asi
entendida,
la etnohistoria consti-
tuye
una
variante
del m6todo hist6rico
impuesta
mis
por
las
circunstancias
parti-
culares
de la
informacion
que por
requeri-
mientos internos de un
enfoque
discipli-
nario,
similar
a la
arqueologfa,
m6todo
hist6rico
que
apela
a los restos
materiales
o a la
lingifstica
historica.
que
apela
a la
herencia
cultural
acumulada
en
el
lenguaje.
Pueden darse mas
argumentos para
concebir
la etnohistoria como
m6todo
de
la
antropologia.
Si decide
reconstruir
la
historia
de un
pueblo
agrafo,
el
etn6grafo
enfrenta
graves
dificultades al
recibir,
cuando
mucho,
una
tradici6n
oral
consti-
tuida
por
mitos
apenas
resistentes a nuestro
analisis
logico.
El
folklore
ha
precisado
t6c-
nicas
especificas
para
comprender
este
corpus
de sabiduria
popular.
Estas
dificul-
tades
exigen,
por
lo
pronto,
mejorar
los
metodos
de
analisis,
desde
la
descripcion
prolija
del
bagaje material,
'como
precep-
tuaba Mauss9, hasta la proyecci6n del
contenido
mitico del saber
primitivo
a
categorfas lo6gicas
de
pensamiento
procu-
rando
desentrafiar el
sentido
simbolico
de
lo
trasmitido. Tambi6n cabe
efectuar
un
viaje
de
ida
y
regreso
entre
el
objeto
del
analisis
social
y
el
objeto
de
la
psicologifa
capaz
de dar sentido
y
tornar
compren-
sible
las actitudes
personales
y
grupales
con
respecto
a la herencia
cultural
de
pueblos
sin
manifestaci6n
consciente de
su
propia
cultura.
En
este
sentido,
el
metodo
complementarista
de
Devereux
adquiere
un
claro valor operativo 10.
El
documento
escrito
suele
ilenar estos
vacfos si bien de
modo
imperfecto:puede
argumentarse
que
el
informe
del
chaman,
que
es
para
el
etnografo
una
valiosa mate-
ria
prima,
es tan
dudoso
como el
del
sacer-
dote neur6tico que confunde pasion sexual
con
posesion
diabolica. Pero
se
reconoce
que
estas
son
dificultades
especfficas
de
la labor
etnologica
que
han
llevado
a
bus-
car
en
la
linguistica
y
el
psicoanalisis
la
complementacion
necesaria.
Pero
en
filtima
instancia,
para
qu6
asociar el
m6todo
etno-
grafico
a una
tecnica
historiografica
cuando
no
podemos
medir
-porque
no
es
regla
general
sino
calidad
particular
de cada
cul-
tura- la
diferencia
que
desde
el
punto
de
vista
de nuestro
conocimiento
separa
el
anilisis a
traves de
testimonios
ajenos
de
una sociedad destruida en su identidad, del
examen de
una
cultura
hibrida
pero
viviente,
a trav6s
de
sus
propios
testi-
monios.
/Y
entonces,
como
separar
la
etnohis-
toria
de la
antropologifa?
Porque
si
las
fuentes
documentales
son
suficientemente
ricas
para
disefiar el cuadro
esencial de
una
sociedad
extinguida
o
definitivamente
acul-
turada,
/por
qu6
etnohistoria? ,No
esta-
mos
ya
en
el terreno
mas
tranquilizador
de
8
Vease
Nathan WACHTEL:
Pensamiento
salvaje
y
aculturacion:
el
espacio y
el
tiempo
en
Felipe
Guamfan Poma
de
Ayala
y
el Inca
Garci-
laso
de
la
Vega ,
en
Sociedad
e
ideologia.
Ensa-
yos
de
historia
y
antropologia
andinas,
IEP,
Lima,
1973.
9
MAUSS,
op.
cit.
10
Georges
DEVEREUX:
Argumentaci6n ,
en
Ethnopsychanalyse
Complementariste,
Flam-
marion, 1972;
version
castellana:
Amorrortu,
Buenos
Aires,
1975. La idea
de
Devereux es
que
existe una relaci6n de complementariedad en-
tre la
explicacion psicologica
(que
implica
un
observador
interior)
y
la
explicacion sociologica
(que implica
un observador
exterior).
En
Cul-
tura
e
inconsciente
(1955)
incluida en
el
mismo
volumen,
sostiene
que
si los
etn6grafos
realiza-
ran
el
inventario exhaustivo de
todos los
tipos
conocidos de
comportamiento
cultural,
esa
lista
coincidiria
punto
por
punto
con
una
lista
igualmente
completa
de
pulsiones, deseos,
fan-
tasias,
etcetera,
obtenidas
por
los
psicoanalistas
en
un
medio clinico. Con ello
se demuestra si-
multaneamente
y
por
medios
identicos
la
unidad
psiquica
de
la
humanidad
y
la
validez
de la
inter-
pretacion
psicoanalitica
de la
cultura
(pig.
66).
467
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5/9
DANIEL
J.
SANTAMARIA
la historia
propiamente
dicha?
Tampoco
-segfin
esta
clase
de
razonamiento-
dis-
tinguirfa
aquf
a la
etnohistoria el uso
de
tradiciones orales como fuentes
informati-
vasll,
ya que
una
gran parte
de la
historia
europea ha podido edificarse sobre tradi-
ciones
orales, costumbres,
rituales
y
creen-
cias
no
explicitadas
a las
que
se
accedi6
me-
diante
el
examen atento de
algunos pocos
historiadores entrenados en el
pensamiento
etnolo6gico.
Pero
ademfs,
las culturas
agrafas
han
dejado
en
muchas ocasiones
registros
visibles del
pensamiento social,
manifestaciones
conscientes
de
los conteni-
dos de
su
cultura.
Si
es
asi,
cabe
al
histo-
riador
tomar
otra vez
legftimamente
cartas
en
el asunto.
La etnohistoria
como
un
enfoque
particu-
lar
de
la
antropologfa
Por varias
razones
y
en
varias
6pocas,
corrientes
significativas
del
pensamiento
antropolo6gico
se han
mostrado
reticentes
a
incorporar
una
explicaci6n gen6tica
de las
sociedades
sometidas
a examen
etnol6-
gico.
En
unos
casos la raz6n
predominante
pareci6
ser la
carencia
decisiva de
docu-
mentaci6n
12,
en
otros
la actitud
constituy6
antes que nada una reacci6n contra los
excesos del
evolucionismo
y
el
difusio-
nismo. La reacci6n
mis
relevante fue
la de
Durkheim
13
y
sus
discfpulos, particular-
mente
Levi-Bruhl
14,
quien
desarrolla una
teoria
a todas
luces
ahist6rica
de
los
pue-
blos
primitivos,
detectando
rasgos
comunes
inherentes a
su
condicion
inmutable de
primitivos.
Ya
en
la decada
del
30
Hocart1s
reconocio
que
aunque
por
mu-
cho
tiempo
los
antrop6ologos
habian
igno-
rado
la
documentacion
escrita,
en
los
filtimos
tiempos
se
tendia a
hacer un
ma-
yor uso de ella. Mauss aceptara en 1947
que
aunque
la
etnografia
no
es una
cien-
cia
hist6rica
propiamente dicha,
en
el sen-
tido
de
que
los
hechos
no se
presentan
para
ella
en
el orden
cronolo6gico,
no
obstante
consta de
una
parte que
consiste
en
establecer
la historia de
la
poblaci6n
humana .
Admitia con todo
que
la
etnolo-
gia
no
podia
trazar
esa historia
mas
que
dentro
de
limites
muy
estrechos . En
1949
Levi-Strauss16
describirf
la
mutua
correspondencia
entre
historia
y
etnolo-
gia
insistiendo en
que
s6olo
una
amplia
interacci6n
puede
dar resultados
positi-
vos.
La escuela
orientada
por
Boas tam-
poco
se
mostr6
partidaria
de reconocer la
historia de
las
culturas
primitivas
y
otro
tanto
cabe
para
el
funcionalismo. Sin
embargo, la tendencia parece haberse in-
vertido
con el
desarrollo
de la
antropologia
marxista17,
que por
definici6n
no
desecha
el analisis
hist6rico, y
con
el
de otras
escuelas
como
el
evolucionismo
multilineal
de Steward
y
aun
la
escuela
funcionalista
inglesa.
Si
la
etnohistoria
viene a
corregir
aquellos
enfoques
no
historiograficos
con-
fluye
con
las
corrientes
mas
modernas
y
s6lidas del
estudio
antropolo6gico,
en
cuyo
caso seria
infitil
sostener
su
autonomfa,
cuando la
propia
teoria
le brinda
sus recur-
11 La
historiografia
tradicional
aceptaba
la
tradici6n oral
solo
en su
forma limitada
de
historia oral tal como
hoy
la
utilizan
los
histo-
riadores
para
reconstruir
periodos
recientes.
Asi
aparece
en
los clasicos
de la
historia
positi-
vista,
por
ejemplo,
Wilhelm BAUER: Introduc-
ci6n
al estudio de la
historia,
3a
ed.
castellana,
Barcelona, 1957,
pags.
352-53.
12
Ruth BENEDICT
dice de
las culturas
pri-
mitivas
contemporineas que
son las
unicas
que
con seguridad podemos entender . Patterns of
Culture;
version castellana
Sudamericana,
Buenos
Aires, 1967,
pig.
267.
13
DEVEREUX reformula la
ley
de
Durkheim
del
siguiente
modo: Sobre
la
base
del
conoci-
miento
de un
suceso dado es
imposible
inferir
por
inducci6n o deduccion la
naturaleza del
suceso
precedente.
Por
lo
tanto,
es
imposible
reconsti-
tuir
estadisticamente
la
historia cultural no es-
crita
de un
grupo
o
de un
area cultural
de
los
que
solo se
conoce
el
estado
actual
( Un
esquema
conceptual
de la
sociedad ,
en
Etnopsicoandlisis
Complementarista,
pig. 36).
14
La mentalitd
primitive,
Felix
Alcan,
Paris,
1922;
versi6n castellana:
La
Pleyade,
Buenos
Aires,
1972.
15
Mito,
ritual
y
costumbre.
Ensayos
hetero-
doxos
(original
ingles, 1952),
Siglo
XXI,
Madrid,
1975.
16
LEVI-STRAUSS,
op.
cit.
17
Claude
MEILLASSOUX:
Femmes,
greniers,
capitaux,
Maspero,
Paris,
1975
(version
castella-
na:
Siglo
XXI,
M6xico,
1977);
Maurice
GODE-
LIER:
Horizon,
trajets
marxistes
en
anthropo-
logie,
Maspero,
Paris, 1973;
E.
TERRAY: Le
marxisme
devant les
societes
primitives ,
Mas-
pero,
Paris, 1969;
entre
otros.
468
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6/9
HIS
TORIA,
ETNOHISTORIA
Y
ANTROPOLOGIA
sos
metodol6gicos
y
las
hip6tesis
requeri-
das
para
el analisis
gen6tico
18.
La
etnohistoria
como
historia
indfgena
Las dificultades del etn6grafo son cono-
cidas,
pero ,qu6
ocurre
cuando
un
histo-
riador desea
legftimamente
escribir
la his-
toria
de los
pano
o
los
siriono asi
como
se
ha
escrito
la de
los
griegos
o
alemanes?
,Cambia la
dificultad
porque
tratemos
ahora del
historiador
y
no del
etn6grafo?
/0
deberemos
sostener
que
por
la
imposi-
bilidad
de acceder
a fuentes
escritas,
las
culturas
agrafas
desaparecen
como
objeto
de
la
historia,
liberando
al
historiador de
involucrarde en
semejantes
problemas?
La
existencia misma
de
una
etnohistoria
in-
dica que si, y que es ella la que debe asu-
mir
tales
riesgos.
Si
consideramos
el
caso
de
culturas
perifericas
al
imbito de la
dominaci6n
colonial,
conocidas
pero
sin
control,
s6olo
disponemos
de
materiales
escasos
pero
imprescindibles;
si
sobrevive
aufn sometida
a una
aculturacion
mas
pro-
funda
que
la
colonial,
la
etnograffa puede
encargarse
de
recrear
su
desarrollo.
Si
tomamos en
cuenta
sociedades
aculturadas
por
mucho
tiempo,
la
antropologia
cuenta
con
suficiente
arsenal
met6dico para res-
catar
lo
originario
de
lo
adoptado,
con
apoyo de abundante documentacion escri-
ta. Lo.
mismo
puede
hacer
y
con
mayor
eficiencia la
historia,
como
lo
demuestran
trabajos
excelentes19.
Si
se
trata,
en cam-
bio,
de
los
momentos
previos
a la
conquista
de
una
cultura
agrafa,
topico
frecuente de
la
etnohistoria,
,la
historia,
a
trav6s
de la
paleografia
o
la
arqueologia,
no
pueden
realizarlo
con
6xito?
Creemos
que
el
punto
es
otro.
Si
la
etnohistoria se
asociara con
la
historia
indigena
quedaria
sobreentendido
que
lo
indigena
tiene
rasgos particulares,
esto es
obvio;
si
esos
rasgos
se
limitaran
a
la
pecu-
liaridad
original,
la
etnologfa
cubre
el
va-
cfo.
Pero,
,no
podria
sospecharse
que
utili-
zando un
nombre
distinto
para la
historia
indigena
estamos
describiendolos
como
una
especie
diferente
que requiere
ya
no
tecnicas
de acceso
diferentes
sino
bases
filosoficas
igualmente
diferentes?
,No
se
trataria de una
nueva
manipulaci6n
racista
de los
legados
culturales?
Lo
indigena
co-
mo
categoria
descriptiva
s6lo es
valido si
alude
a una
sociedad
que
desde
tiempo
inmemorial habita un
territorio
determi-
nado
(en
el sentido de
aut6ctono o abori-
gen).
Pero se sabe
que
los
pueblos indfge-
nas
han
realizado
grandes
migraciones,
agricultura
itinerante,
nomadismo
pastoril,
un
ejercicio
constante de
cambio
y
pr6s-
tamo cultural.
No
hay
basamento
cientffico
para
sepa-
rar
la
historia
indfgena
de
la
historia a
secas. Si 6ste
fuera el
sentido de la
etnohis-
toria,
nada
justificaria
hoy
su
existencia.
Salvo
que
llevemos el
argumento
in
extre-
mis
y
establezcamos
que
lo
indigena
se
asocia a
lo
puro
o no
contaminado
por
la
miscegenacion
producida
tras
la
expan-
si6n
europea.
Si
es
asi,
la
historia de
las
culturas
puras,
entendidas
como
residuos
preciosos
de un
pasado
irrecuperable,
de-
berfa
diferenciarse,
por
lo
menos
en su
nombre, de la historia de la expansion
europea.
Pero
nadie
puede
sostener
hoy
que
existan
culturas
puras
porque
no
sola-
mente el
contacto cultural
es
el
mecanismo
identificatorio e
integrador
de
toda
cultura
sino
que
una
cultura
aislada
y
autonu-
triente
dejaria
de serlo
en
poco
tiempo.
La
etnohistoria como
fusion
de
historia
y
antropologfa
La
colaboracion
operativa
de
dos
disci-
plinas, mas aun si ambas comparten el am-
plio
campo
de las
ciencias
sociales,
es
siempre
benefico. Pero
para
ello es
nece-
sario
comprender
que
se
trata
de
dos
disciplinas
diferentes,
con
objetos y
m6to-
dos
independientes20.
De
acuerdo
con
nuestro
razonamiento
anterior,
comprende-
mos
que
la
historia
y
la
antropologia
cons-
18
Ya no se
puede
acusar
a
los
antropologos
de interesarse
uinicamente
por
la
pauta
y
no
por
el
proceso pues
durante
esta decada
[1951-61]los rigidos estudios estructurales caracteristicos
del
pasado
han recibido el
complemento
de
anilisis mais
flexibles
orientados hacia el
entendi-
miento
de los
procesos . Raymond FIRTH,
prologo
a la tercera edici6n
(1961)
de
Elements
of
Social
Organization, Pitman,
Londres,
1951;
version castellana:
Amorrortu,
Buenos
Aires,
1976,
paig.
12.
19
Charles
GIBSON:
The
Aztecs
under
Spa-
nish
Rule, Stanford,
1964;
version
castellana:
Siglo
XXI,
Mexico,
1967.
20
Vease,
por
ejemplo,
Karl
POLANYI et al.
(eds.):
Trade and
markets
in
the
Early
Empires,
Free
Press,
Glencoe,
1957.
469
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7/9
DANIEL
J.
SANTAMARIA
tituyen
dos
enfoques
instrumentalmente
distintos
pero
objetivamente
convergentes,
donde la
asociaci6n
operativa
justamente
no
puede
darse
en el
nivel
metodico.
La fusi6n
de ambas
disciplinas
requerirfa
reelaborar sus objetos de analisis separan-
dose del
criterio definidor
ya
comentado.
Esto
es,
la
complementacion
viene dada
por
la
unidad del
objeto
y por
la
diversi-
dad del
m6todo,
los
que operan
de
modo
absolutamente
complementario.
Si la
etno-
historia
no
asume
ni uno ni
otro m6todo
,tampoco
ofrece
un
metodo
alternativo?
21
Si se
conviene
que
tanto
la
antropolo-
gfa
como
la
historia
acceden
legftima-
mente a
todo
el
espectro
posible
de cultu-
ras
y
que
puede
reconstruirse
la
historia
de los zuli pero tambien el contenido
inconsciente
-objeto
preciso
de
la etno-
logfa--
de
la
cultura
francesa,
toda
divi-
sion o
cesura
perpendicular
al
espectro
serfa
falsa. La
secuencia
de
culturas
posi-
bles
es un
continuum
y
los
criterios
invoca-
dos
para
ubicar
una
y
otra en
un
lugar
determinado
son
multiples
y
ambiguos.
No
hay
pues
un
lugar
comun
-diferen-
ciado del
resto-
para
la
historia
y
la
antro-
pologia
y
aun
asf serfa
cuestionable
indicar
a
la
etnohistoria
como
encargada
de
estudiarlo.
Esto nos lleva a otra posibilidad, la de
la
etnohistoria
como
estudio
de
las
fron-
teras
culturales. El
surgimiento
de
estas
fronteras es
un
hecho
incidental
antes
que
una
ley
sociol6gica.
La
intensidad
del
contacto
intercultural
que
acentua
la
hibridaci6n
biosocial,
multiplica
fronteras
internas en
el seno
de
una
sociedad
acultu-
rada.
En
estos
casos de
aculturacion
avan-
zada,
la
antropologfa
social,
en
el
sentido
consagrado
por
la
sociologfa
inglesa,
y
el
folklore
tienen
mucho
por
decir. En
estos
casos,
las
sociedades
originarias,
global-
mente incorporadas a un sistema impuesto
por
la
dominaci6n
colonial,
transforman a
sus
integrantes
en
un
campesinado
que
ocupa
los
escalones
inferiores
de
la
nueva
estructura
social. Una
etnohistoria
proyec-
tada
al
hecho
colonial
o
neocolonial,
cualesquiera
fueran sus
caracterfsticas,
ter-
minaria
incluyendose
en
la
problematica
de la
sociologfa
rural. No
habria
pues
lugar
alguno
en
este
campo
donde
la
etnohisto-
ria
logre
validar
su
sentido
conceptual.
En
los
cinco
sentidos
examinados,
el
concepto
parece
no
ofrecer
mayor
utilidad.
Pero
aunque
aun no este
del todo
extendi-
do, goza
de un
importante
consenso entre
especialistas
de
prestigio.
Traigamos
a
cuento, entonces,
la
sugerencia
de uno
de
ellos,
antropologo
e historiador
del mundo
andino.
La
etnohistoria como
lectura
etnologica
de
fuentes
hist6ricas
En
los
estudios
de
las
sociedades
andi-
nas,
la
etnohistoria ha
adquirido
un
notable
desarrollo
por
el
impulso
que
al
concepto
le
proporciono
John
V.
Murra22.
En su
opi-
nion,
se
trata
de la
colaboracion
entre his-
toria
y antropologia,
un
planteo
superador
del
trabajo
paralelo y
apenas
integrado
hecho
hasta
entonces (pdg. 287). Al
referirse
a los
estudios
de
J.
H.
Rowe
anfiade
que
la
etnohistoria
de
6ste com-
bina un
nuevo
estudio de
las
cronicas
conocidas
con
su
dedicacion
a la
arqueo-
logfa
andina.
Consistentemente
se ha
esforzado
en
combinar las
dos
tacticas
antropolo6gicas
en
un
solo
estudio
(pag.
291).
Advi6rtase
que
no solo
se
refiere a
la
arqueologia
como
tactica
antropologica ,
siendo
en
rigor
un
mertodo
de
la
historia
(recordemos
que
la
afiliacion
convencional
de
la
historia al
documento
escrito
despla-
z6 a la arqueologia al terreno academico
de
la
antropologfa),
sino
que
toma a
la
etnohistoria
como
otra
tictica
antropolo-
gica,
consistente
en
la lectura
etnologica
de
documentos
escritos.
Este
parece
ser
el
verdadero
sentido
del
concepto,
sobre
todo si lo
ejemplificamos
con los
tftulos
que
Murra
eligio para
sus
introducciones
a la
Visita
de
Garci
Diez
de
San
Miguel23
y
a
la de Ortiz de
Zfifiiga24.
21
Karen
SPALDING
reconoce
que
la
etno-
historia es una clara evidencia de
la
asociaci6n
en-
tre antropologia e historia, pero tambien, que al-
gunos
consideran el
nuevo
nombre
como
innece-
sario,
sinonimo
de
historia social. El indio
en
la
colonia:
investigaciones
pasadas y
perspectivas
futuras ,
en De
indio
a
campesino.
Cambios en
la
estructura
social
del
Perui
Colonial,
IEP, Lima,
1974.
22
John V.
MURRA:
Las
investigaciones
en
etnohistoria
andina
y
sus
posibilidades
en
el
futu-
ro
(1970),
en
Formaciones
poli'ticas
y
econo-
micas del
mundo
andino,
IEP,
Lima,
1975.
23
Una
apreciacion
etnolo6gica
de
la
Visita ,
pags. 421-44,
Lima,
1964.
24
La visita de
los
Chupachu
como
fuente
470
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8/9
HISTORIA,
ETNOHISTORIA
Y
ANTROPOLOGIA
En su
concepcion,
esta lectura
etnolo6gica
debe
complementarse
con el
aporte
pluri-
disciplinario,
donde
la
historia conservarfa
su
papel
restringido
y
tradicional de
orga-
nizar eficientemente la
bfisqueda
de
docu-
mentos. Por ello Murra considera que ya
no necesita conservarse la
definicion
de
la
etnohistoria como
una tecnica
(el
uso de
las fuentes
de
archivo
para
el
estudio
de
grupos
6tnicos
no
europeos)
sino
que,
partiendo
de
una
fuente
escrita,
la lectura
pluridisciplinaria
coordinarfa
esfuerzos
de
varias tfcticas
de
investigaci6n
desarrolla-
das
por
afnos
en
forma
independiente
(pag. 305).
En el final de
su
articulo,
Murra
anade
que
la etnohistoria
es
equidistante
entre
la
arqueologfa
y
la
etnologia,
reconocida
como indispensable aliada de ambas disci-
plinas...
la
fuente
escrita nos abre
perspec-
tivas de colaboraci6n
que
ningfn procedi-
miento ni m6todo
por
si s6oloofrece
espe-
ranzas
de alcanzar
(pag.
312).
Observese
que
en este
parrafo
el
termino historia
ha sido sustituido
por
etnohistoria .
Evidentemente,
se
trata de
un
discurso
antropol6gico
para
antrop6ologos,
una
invita-
ci6n
a
etn6grafos
entrenados
en
el
trabajo
de
campo para que presten
atenci6n
al
documento
escrito,
como
si fuesen histo-
riadores. Este llamado alcanza indirecta-
mente a
los
historiadores, cuya
funci6n
tecnica se reduce
a localizar eficiente-
mente
las
fuentes,
exhumar
papeles
y
reor-
denar archivos.
Pero la
lectura
compren-
siva
del documento
no debe ser sino etno-
16gica.
El
argumento
demuestra
claramente
una
evolucion
positiva
de la
antropologia:
la et-
nohistoria
es fruto
de una
aproximaci6n
de
la
etnograffa
al
documento
escrito,
de la
sancion
de confiabilidad
del documento
es-
crito.
Pero
se trata
de
un nuevo
instrumento
de conocimiento etnologico. Este planteo
explica
que
casi
todos
los
etnohistoriadores
procedan
de la
antropologfa
y que
la
suge-
rencia
haya
sido
hasta
hoy
tan
desestima-
da
por
los historiadores.
Sin
embargo,
el
planteo
no determina
que
el
papel
del
historiador
se
restrinja
en
funcion
de
las
tecnicas tradicionalmente
asumidas.
Sin
caer en
la celosa
defensa
de la territoriali-
dad
epistemologica
de
la
historia
de Brun-
dage25,
debe
reconocerse
que
en sentido
inverso la documentaci6n
etnogrdfica
debe
ser
fuente
para
el
historiador,
tanto
como
lo es el material desenterrado por el ar-
queologo.
Y
que
si
los
historiadores
no
comprenden
esta tesis esencial de la histo-
ricidad
global
de
las
culturas
y
en conse-
cuencia se autolimitan al rol
de
archiveros,
se corre
el
riesgo
de revitalizar
no
solo las
actitudes ahistoricas (o por lo menos no
diacronicas)
frente
al
hecho
cultural,
sino
que
se
seguira
negando,
paradojicamente,
el
caracter hist6rico de las culturas
agrafas.
La
colaboraci6n
que pide
Murra es
nece-
saria
y
nadie
sensato
duda
de
ella;las fron-
teras
interdisciplinarias
estan siendo
progre-
sivamente borradas
y
la
integraci6n
meto-
dologica
representa
una
importante priori-
dad.
La
historiograffa
moderna
comienza
a
comprender, ademds,
la
multiplicidad
de
las
representaciones
culturales
en
la historia
del hombre. La historia actual comienza a
desprenderse
de
la
descripci6n
de
hechos
puntuales.
La
historia actual reconoce
que
la
etnologfa
no es una
ciencia
aparte
sino
la
contracara necesaria de sus
propios
patrones
de
explicacion y
reconstrucci6n.
Levi-Strauss
cita Le
probleme
de l'incro-
yance
au
XVIe
siecle
como
un
libro
de
etnologfa26, pero
ese
magnffico
ejemplo
de
verdadera
historia no es
ya
un
aconteci-
miento solitario.
La
relectura
etnolo6gica
de
fuentes
es-
critas es
el
aporte
saludable
de
la
etnohis-
toria si este es el nombre reservado a tal
actitud
de
superaci6n
y
complementacion.
Pero
tambien lo
es,
y
en
paridad
de
con-
diciones,
la
lectura
hist6rica
de
las
informa-
ciones
recogidas
en
el
terreno
por
el
etno-
grafo.
Puede
alegarse
que
el historiador
tra-
dicional
carece de la
preparaci6n
linguistica
o
psicol6gica
del
etn6ologo,
dato
cierto
con-
siderando las
actuales
organizaciones
acade-
micas de las
universidades;
pero
este
sub-
desarrollo de
la
historia
no
representa
un
obstaculo
insalvable ni
compromete
sus
intereses. Por
supuesto,
mientras
la
histo-
etnol6gica ,
Visita
de
la
Provincia de Leon
de
Huanuco,
2
tomos,
Universidad
Nacional Hermi-
lio
Valdizain, Huanuco,
1967-72.
25
Burr
C. BRUNDAGE:
Replica
al
comen-
tario
de R. T. Zuidema sobre
la obra de Brunda-
ge
Empire
of
the
Inca
(Norman,
Oklahoma,
1963),
en
American
Anthropologist,
68,
1966.
26
Lucien
FEBVRE:
Le
probleme
de
l'in-
croyance
au
XVIe siecle.
La
religion
de
Rabelais,
Albin
Michel,
Paris, 1946;
version castellana:
Uteha, Mexico, 1959.
471
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9/9
DANIEL
J.
SANTAMARIA
ria
siga
viendose
y
siga
siendo vista como
manipuladora
de
documentos
escritos,
los
antrop6ologos
consideraran
prudente
crear
neologismos
para
evitar
que
al
utilizar
tecnicas hist6ricas se los considere histo-
riadores.
Lo mismo
ocurre desde hace
mas
de
un
siglo
con
el
neologismo
prehistoria
reservado al
estudio de
los
restos materia-
les,
como no
era
competencia
de
la
histo-
ria
de archivo
involucrarse
en
las
exca-
vaciones,
se
constituy6o
ese
concepto
aut6-
nomo como si
la evoluci6n humana no
hubiera
sido antes de la
escritura,
un
ver-
dadero
proceso
hist6rico27.
De
modo
anAlogo,
el
concepto
de
etnohistoria,
in-
corporado
a las ciencias
sociales
por
la
antropologfa,
confirma el
destino
fatal
de
la historiograffa limitada a la fuente
escrita.
No es
tan
importante
sefialar estas
crea-
ciones
externas
(ni
mucho menos
enfren-
tarlas
en
el
plano te6orico)
como
revisar
profundamente
los
contenidos,
los
meto-
dos
y
las
tecnicas del historiador
y
ahondar
en sus
objetos
posibles,
teniendo
presente
la historicidad total de
las
culturas,
asi
como
desde el
psicoan6lisis
se sostiene
la
unidad
psfquica
de la humanidad
28.
Redefini6ndose de
acuerdo
con su
obje-
to, comprendiendo
que
todos los
grupos
sociales
y
todas
las manifestaciones
cultu-
rales son
materia
de
analisis hist6rico
y
no
s6lo
los
procesos
politico-institucionales
o
socioecon6micos (tanto en su version
evenementielle,
detallista
y
esterilmente
singular,
como
en sus visiones
de
largo pla-
zo,
planetarias
y
seculares,
que
tan
bien
resisten
el analisis
comparativo
y
regional),
la
historia
a secas
podrd
incorporarse
a
las
ciencias del
hombre
y
no solo
como
pro-
veedora eficiente
de documentos
sino
como
plano
insustituible
de
comprensi6n
y explicacion.
Esa
necesaria
extensi6n de
la
disciplina
a
trav6s
de
la
multiplicaci6n
de sus intereses
no
llevard a la
creaci6n de
neologismos
en
parte
justificados,
pero
que apenas contribuyen a la unificaci6n
de
las
ciencias
sociales.
27
Ver el
analisis
de
esta cuestion
en
Glyn
DANIEL:
The
Idea
of
Prehistory,
Watts,
Lon-
dres, 1960;
version castellana:
Labor, Barcelona,
1968,
cap.
7.
28
Un
antecedente
en
Fernand
BRAUDEL:
Unite
et
diversite
des
sciences
de
l'homme
(1960),
incluido
en La
historia
y
las
ciencias
sociales, Alianza, Madrid,
1968.
472
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