Micro(organismos)
102 microcuentos
del alumnado de la Escuela de
Personas Adultas Vicent Ventura
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MICROCUENTOS: ASUNCIÓN REVERT / EVANGELINA GARCÍA /LOLA CASES / LUIS MONTEAGUDO / Mª JOSÉ FERNÁNDEZ / CARMEN PARDO / PILAR HERNÁNDEZ / ROSARIO MORENO / DANIEL ALEXANDRE COSTA / MODOU BÈYE / CARMEN LABORDA / PEPA BONO / CARMEN SORIA / ISABEL SANZ / MARIAN SAN ROMÁN / ENRIQUE MASCARELL / CARMEN VERES / JULIA FENERO / LOLA QUILES / MARGA HACHA / PATRICIA CRESPO / CÁNDIDO MARTÍN / MARIAMA DIANKO / Mª JOSÉ LLABATA / ANA VILA / HILDA ACOSTA / AMPARO DE LA TORRE / Mª CARMEN SÁNCHEZ / AMPARO DOLZ / CARMEN MARTÍ
FOTO: NATXO MARTÍNEZ
DISEÑO: PACO LÓPEZ
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EL VIAJE DE LAS PALABRAS
Los microcuentos que el lector tiene ahora entre sus manos fueron
escritos en el transcurso del taller de escritura llevado a cabo entre enero y abril de 2011 en la Escuela de Personas Adultas “Vicent Ventura” de Valencia. Los frutos de ese taller son solo un leve reflejo de todo el caudal
creativo que atesoran sus participantes. Algunos de los microcuentos exploran los límites de la ficción narrativa; otros hunden sus raíces en la biografía de cada uno; y otros, a vueltas con los temas propuestos, se
alejan de lo literario y buscan explicarlos. En cualquier caso, un viaje apasionante que ahora llega a su fin.
El viaje duró diez semanas, a razón de una sesión semanal. En cada una de ellas, todo giraba en torno a una idea: el viaje, el amor, el paso del
tiempo, la generosidad, etc. En una palabra, los grandes temas de la humanidad. El primer paso siempre era la palabra oral, motivada por
refranes y fragmentos de textos literarios. Después se trabajaban los diferentes aspectos de los textos narrativos: el narrador, los personajes, el espacio, el tiempo, etc. Y ya por último se llegaba a la escritura: primero, a
partir de la manipulación de un microcuento dado; y a continuación, proponiendo ya un ejercicio libre de creación literaria. Libre pero con condiciones: no superar las cien palabras, empezar con una frase dada,
ajustarse al tema propuesto e intentar aplicar las técnicas narrativas trabajadas en clase. Los textos resultantes eran leídos en la sesión
siguiente. El resultado de todo ello aquí está. El lector quizás pueda apreciar
entre estas líneas el magnífico ambiente en el que se gestaron, los miedos vencidos, los sentimientos mostrados, las grandes dosis de talento y, por
encima de todo, la inmensa empatía que nos recuerda la dicha de una humanidad compartida.
También incluimos los microcuentos que resultaron ganadores en el concurso literario “EPA Vicent Ventura”. El tema propuesto fue el de “la educación de las mujeres y las niñas”, adaptando el lema de la Campaña
Mundial por la Educación a la que, de nuevo, la Escuela “Vicent Ventura” se adhirió.
Gracias a todos los escritores y escritoras que han compartido este viaje. Ahora te toca a ti, lector, continuarlo.
Maximiliano Alcañiz
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LA IMPORTANCIA DEL SABER
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Él creía saber cuanto puede saber un hombre... Sin darse cuenta de que a lo largo del camino se puede llegar a aprender incluso de nuestros
propios errores. Es nuestra experiencia, nuestra forma de interpretar, sentir... ¿Qué es sino un relato? ¿Una historia?
Y nunca se había parado a pensar en ello, ¿qué fue lo que le hizo reflexionar? Recordó en ese instante cuando al visitar a su padre éste le contaba sus batallitas. Algo que está ahí y nadie puede cambiar.
¡Qué lindo es! La vida es una rueda que gira en torno al mundo y en
ella, nosotros. Nunca se deja de aprender.
ASUNCIÓN REVERT
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2
Él creía saber cuanto puede saber un hombre puesto que la vida le había enseñado muchas cosas.
Su hijo lo observaba con temor y respeto. En la salita, los dos, sentados en la mesa, comían en silencio. Las llamas de la chimenea
crepitaban sin cesar y calentaban el hogar. En ese instante, entró la madre sonriendo y dijo: “No pongas esa
cara, hijo. Si no quieres ir de caza con tu padre, no vayas. Ya sabe tu padre que eso de matar animales no va contigo”.
El padre pensó que nunca se termina de conocer a las personas puesto que él no se había enterado de los gustos de su hijo.
EVANGELINA GARCÍA
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Él creía saber cuanto puede saber un hombre, pero todos aquellos conocimientos sólo sirvieron para que sus amigos pensaran que era una persona rara. Conocía perfectamente su comarca, la recorría casi todos los
días, sabía sus sendas, sus balsas, los caseríos, el nombre de las hierbas que los rodeaban, los remedios que podía aliviar con ellas... Pensaba que todo esto era suficiente para que su vida transcurriera con normalidad,
pero se dio cuenta de que eran otras muchas cosas las que ignoraba y que le hubieran podido ayudar a llevar una vida más sociable.
LOLA CASES
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Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Sus amigos eran
deportistas, corredores de fondo experimentados y pretendía demostrarles
que para esa actividad no hacía falta saber, se lo podía demostrar participando él en una carrera.
Y llegó la prueba. Un día radiante de sol se calzó unas deportivas y se mezcló en el tumulto de corredores en la proximidad de la salida. Tras
el pistoletazo de rigor, la avalancha de corredores lo zarandeó hasta besar el suelo. Ya repuesto, se puso a correr y al momento comenzó a sufrir el famoso “flato”. Aminoró la marcha. A los dos kilómetros, la respiración le
ahogaba y los temblores y vómitos le apartaron de la carrera.
LUIS MONTEAGUDO
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5
Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Se había pasado toda
su vida estudiando, y como prueba de ello tenía las paredes llenas de
diplomas que lo atestiguaban, que verificaban lo inteligente que era: sabía de ciencias y de letras, sabía de matemáticas y de historia, sabía de música y de arte, sabía idiomas vivos y lenguas muertas. Pero cuando ese
día se miró al espejo, no supo quién era aquel viejo que le miraba tristemente, no supo dónde se había escondido el muchacho que un día
creyó ser, no supo en qué había gastado su vida.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
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Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Trabajaba diez horas
diarias en la fábrica y llevaba el sueldo a casa. Cumplía como el que más.
¿Acaso esos figurines de traje y corbata con mente vacía eran más hombre que él?
¡Vaya!, eso tendría que pensarlo. Él quería saber, y para eso tenía que estudiarlo. ¿Cómo hacerlo? Quizá ir a la universidad sea una buena
idea. Pensó: “de no hacerlo, nunca sabré lo que piensan los que llevan traje y corbata”.
CARMEN PARDO
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El creía saber cuanto puede saber un hombre, pero descubrió su error cuando el anciano de tez arrugada por largas horas soportando el sol abrasador y el gélido viento, que le dio cobijo durante la noche, le relató su
vida. Su sabiduría fue creciendo con él, no necesitó maestros, la tierra día a día le fue mostrando el camino, silencioso, sin aspavientos, pero provechoso; siguiéndolo había conseguido hacer un vergel de un erial, y
una filosofía de vida que le había dado sabiduría. Sabiduría que crece sin pausa y que no parece tener fin.
PILAR HERNÁNDEZ
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Estado de shock Él creía saber cuanto puede saber un hombre y acostumbraba a
conseguir aquello que deseaba.
Sin embargo, ahora, su mirada atravesaba el café que iba
enfriándose en remolinos desesperados. -¿Carlos? –Algo latía en su cabeza más alto que la voz de su compañero. - Lo siento Carlos; estaba claro que el puesto era para Ana, ya sabrás lo suyo con el jefe. Pero tu despido...
-¿Ana? ¿Con el jefe?-
Y en su memoria, dispersa como a través de la niebla, la voz de Ana decía: “Si quieres ese puesto, mucho cuidado en la empresa, Carlos. Aquí
nadie debe saber lo nuestro”.
ROSARIO MORENO
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Mis brazos abiertos en la cumbre de la montaña mirando al mar, debajo de la tempestad. En mi frente la desesperación de no saber nada. Noto cómo las gotas gordas caen sobre mis ojos cerrados imitando
lágrimas nunca tendidas y limpiando de mi memoria el recuerdo de fórmulas nunca esgrimidas. En el azul del cielo que se ve arriba de las
nubes, una nave espacial se esconde. ¿Tendrá las respuestas que necesito? Una mano tiembla tapando casi mitad del paisaje. Miro la portada de la libreta una vez más antes de guardarla. Va a empezar el
examen y no sé nada.
DANIEL ALEXANDRE COSTA
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Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Mor Kaang fodé1, el
maestro que se pasaba el tiempo presumiendo de sus buenas notas tanto en el colegio como en el instituto piensa que hoy si es un pobre
maestro es por pura desdicha. Gracias a sus capacidades intelectuales innatas, podría doctorarse en derecho o filosofía u otra carrera y volverse un catedrático celebérrimo. Así haría conferencias en Europa,
en Asia, o en América. Participaría en muchos coloquios y para muchas decisiones en su país le irían a consultar. También formaría
parte de los mediadores para apaciguar las tensiones que sólo son hijas de las múltiples guerras civiles, étnicas o religiosas que siguen sacudiendo su continente: África. Pero a Mor Kaang fodé todas esas
aspiraciones acabaron por resultarle quijotescas al hacer el test para ingresar en la Escuela de Administración ya que al final de este mismo test el tribunal le significó que su prestación dejaba bastante que
desear.
MODOU BÈYE
1Kaang fodé: Este nombre antes designaba a una persona que dominaba bien el Corán. Por extensión, alguien que sabe mucho.
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EL PASO DEL TIEMPO
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Ahora ya sé que los días perdidos no pueden recuperarse. Piensas
que tu vida va a ser ETERNA y por mucho que quieras imaginar cuándo
llegará el fin, no lo consigues. ¡Cuántas cosas he perdido en mi camino! ¡cuántas vivencias! Parece
que siempre hay tiempo para empezar. ¿Tiempo? ¿qué tiempo?
Afortunadamente en un momento de mi vida encontré “la chispa” que me hizo reaccionar. Descubrí que hay que aprovechar cada respiro, sin agobios, pero consciente de que cuando menos lo esperas el tiempo se
acaba, y que la vida vale la pena vivirla.
CARMEN LABORDA
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Ahora ya sabe que los días perdidos no pueden recuperarse, no
forman parte de su vida. Andrés no es consciente de las cosas que, con el
tiempo, ha dejado de hacer, como jugar con los amigos, aquellos niños hoy hombres como él.
Con el paso de los años va recordando pequeños detalles que ahora ya es tarde para volver a vivir. Sabe que toda su vida la ha dedicado al
estudio, y más tarde al trabajo.
Es como una película, su vida entera, que pasara ante sus ojos. Pero no es capaz de reconocer el niño que quiso ser y no fue.
LOLA CASES
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Ahora ya sabe que los días perdidos no pueden recuperarse. Al llegar a la plaza del pueblo se la encontró casi igual como cuando se fue. Su mirada recorrió todos los rincones, el viejo ayuntamiento, las moreras que
vio plantar cuando era un niño, la fuente a la sombra de las mismas.
La plaza vacía, triste, no era la misma que cuando se marchó. ¿Dónde estaban los mozos con sus tertulias junto a la fuente, dónde aquellos ojos verdes de dulce mirada que le tenían absorto?. Recuerdos,
ilusiones, proyectos, todo había desaparecido absorbido por la vorágine de una guerra absurda que no sirvió para nada.
LUIS MONTEAGUDO
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Ahora ya sé que los días perdidos no pueden recuperarse, ahora,
cuando ya las hojas de mi calendario cubren el suelo de mi habitación,
cuando el reloj de mi vida marca sus últimas horas, cuando el libro de mi existencia está llegando a su epílogo. Pero ahora también sé que todo el
mundo pierde su tiempo de una forma o de otra, en un sitio o en otro: en la playa, en el campo, en la cafetería... y lo único que tengo que hacer es frecuentar esos sitios, y recoger todo ese tiempo que tan generosamente
perdéis.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
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Ahora ya sé que los días perdidos no pueden recuperarse. Pero cómo
no me di cuenta de que no tenía tiempo, yo, una profesional que pocas
veces me equivocaba al pensar que algún paciente “estaba pidiendo pista”. El médico dijo que tal como estaba evolucionando la enfermedad duraría
unos dos años. Soy realista, pero me lo creí. A medio noche de aquel mismo día llamó mi hija y dijo: “mamá, papá se ha ido”. No sé expresar lo que sentí en aquel momento, pero ha pasado el tiempo y sigo creyendo que
me robaron dos años de estar con él.
PEPA BONO
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Ahora ya sé que los días perdidos no pueden recuperarse. Ahora ya
sé lo que ocurría en el Morro Redondo, la ermita de san Andrés o el
pantano de la Cuerda del Pozo a mis catorce años.
Nosotras, en verano, íbamos a esos lugares a jugar. Ellos, los chicos, a hacer deporte. En pleno estío, algunas miradas desvelaban las primeras pasiones. Pero, con la educación de aquellos tiempos en este país, no nos
enterábamos de la misa la mitad. O sabíamos lo que ocurría y aprendimos pronto a disimular.
El tiempo pasó raudo y cuando nos dimos cuenta ya teníamos un chico para ir al cine, ¡eso sí, gratis!.
CARMEN SORIA
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Ahora ya sé que los días perdidos no pueden recuperarse. Si volviera
a nacer con lo que sé ahora, quizás hubiera hecho las cosas de otra
manera. Aunque dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Pero pienso que nunca es tarde si te gusta lo
que haces. Todos los días aprendes algo nuevo, y está en tu poder aprovecharlo bien.
La gente mayor, que es muy sabia, decía unos refranes muy buenos, que sólo llegas a entender cuando creces. Uno de ellos me gustó en
especial y era: “vive y deja vivir”.
EVANGELINA GARCÍA
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Ahora ya sé que los días perdidos no pueden recuperarse. Desde que
tengo uso de razón me he preguntado: ¿qué es el tiempo y dónde radica su
esencia? Esencia que para mí sigue siendo un misterio sorprendente y eterno.
Me he despertado en su espera, me he angustiado con su rapidez y me he obsesionado con poder detener su paso.
Pienso que el tiempo y su paso no son más que una plataforma de
aprendizaje lineal donde presente, pasado y futuro convergen en un mismo punto.
ISABEL SANZ
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Ahora ya sé que los días perdidos no pueden recuperarse. Estaba en
mi jardín tranquilamente mirando las flores, las hojas, el césped, todo lo que me rodea. De pronto, vi un capullo pequeño, cerrado. Me pareció bonito. Al día siguiente volví a mirarlo, estaba un poco más abierto. Dejé
pasar varios días y cuando volví a fijarme, la rosa estaba ya marchitándose y pensé cómo había dejado pasar lo hermoso que debía de ser ver la
evolución de la rosa.
JULIA FENERO
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Ahora ya sé que los días perdidos no pueden recuperarse...
Momentos vividos hacen reflexionar lo que es verdaderamente importante
en la vida; cualquier instante, por aburrido que a veces parezca. Disfrutar de un café con su charla correspondiente, un simple paseo en buena compañía, ir a la compra sin agobios, hacer una buena comida, limpiar la
casa cantando, discutir hasta la saciedad con mi adolescente hijo y un largo etcétera.
Son para muchas personas pérdidas de tiempo, para mí es disfrutar de la vida, con mis pequeñas pero grandes cosas.
LOLA QUILES
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Ahora ya sé que los días perdidos no pueden recuperarse. Tengo que cambiar mi vida, utilizaré la experiencia adquirida, caminaré hacia
adelante y el tiempo que me queda procuraré aprender a vivir el presente.
CARMEN PARDO
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Ahora ya sabes que los días perdidos no pueden recuperarse, has
tenido que llegar al cenit de tu vida para darte cuenta de que no la has vivido, pasaste por ella como el que mira un escaparate, pero no entra a comprar. El trabajo, los compromisos, el ir de acá para allá, cenas de
empresa, obligaciones sin fin, te hicieron pasar de puntillas en la vida de tu familia. Te perdiste la maravillosa infancia de tus hijos, desatendiste a
tu paciente pareja, te perdiste divertidas vacaciones, y ahora te das cuenta que este tiempo es irrecuperable. Pero no el futuro, ¡vívelo!
PILAR HERNÁNDEZ
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“Ahora sé que los días perdidos no pueden recuperarse”, leyó Marta mientras esperaba el café como cada mañana. Había bajado sola, y por eso se entretenía ojeando el periódico gratuito del que siempre terminaba
buscando el artículo de la última página. No era de Espido Freire, ¡qué pena! –pensó. Pero el titular llamó su atención. Dejó el periódico sobre la
mesa, respiró hondo. Eso le traía recuerdos de días pasados… No perdidos -dijo en voz alta, porque ahora disfrutaba de la vida con más intensidad.
El camarero llegó con el café, se saludaron, bromearon… Se sintió tranquila y feliz. El reloj de pared indicaba que debía volver al trabajo.
MARGA HACHA
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"¿Para qué sirve el tiempo? Ironías… ahora ya sabes que el tiempo
perdido no puede recuperarse. Tampoco puedes recuperarme. Me perdiste
porque nunca encontrabas el tiempo, ahora ya dispones de ese tiempo que me negaste, pero yo no tengo tiempo para ti. No te preocupes, el tiempo es
un sastre especializado en arreglos. Ironías… más vale tarde que nunca, ahora has aprendido a enredar entre tus dedos el olor de las hojas de otoño, besar el aire del olvido y observar el rastro que los pasos dejan tras
de sí. Ahora mi tiempo es sólo mío."
PATRICIA CRESPO
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Ahora ya sé que los días perdidos no pueden recuperarse, pero el día
de hoy tampoco. En este viaje emprendido para pensar sobre mi vida futura, un barco
me ha dejado tras unos acantilados blancos en este pueblecito inglés. Entre las antiguas tumbas de la iglesia estaba la tuya.
Jeffrey, 2 años, 1830
Durante un rato he pensado en ti. Incluso ahora frente a una taza de té ando calculando cuánto tiempo hace... Pero eso no importa; lo único
importante es que durante tus dos veranos, este tibio sol haya acariciado muchas veces tu pelo rubio y tu piel blandita de niño.
Cerca, el mar desgasta las rocas blancas de Dover, y en una playa lejana deposita blanca arena.
ROSARIO MORENO
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EL VIAJE
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Llevo la vida planeando muchos viajes. Suiza no estaba en el
imaginario de mis vacaciones. Asia, América Latina o Australia, me seducían más que la vieja Europa. Pero el azar, cambió de repente la ruta de mis sueños.
Pocas cosas sabía de Suiza, un país ganadero, banquero y relojero,
rodeada de altas montañas y con grandes lagos. Ahora que viajo, con más asiduidad, a Zurich, ya sé dónde pernoctó
Lenin, dónde se reunían los dadaístas y dónde hizo su primera muestra Picasso. También sé que los trenes son puntuales. En este país de
chocolateros, hasta los relojes de la estación dan la hora ¡exacta! gracias al señor Mondaine.
CARMEN SORIA
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Llevo la vida planeando este viaje y, por fin, tengo la oportunidad de
realizarlo surcando los mares. Veo un barco que navega entre bosques esquivando árboles y
montañas. El viento aullaba con ferocidad moviendo las velas como palomas en libertad. La niebla lo inunda todo impidiéndome la visibilidad.
De las montañas caen cascadas de esponjosas nubes como toneladas de algodón.
El capitán es un señor de barba que guía firme y seguro el timón. Toca la sirena de vez en cuando y hadas multicolores abandonan las flores
y dejan un rastro fosforescente en el camino cuando eso ocurre. Las ballenas se esconden, temerosas, bajo la tierra, buscando refugios de antaño, cuando el mar invadía el cielo y eran un manto celeste salpicado
de estrellas.
Y el viaje continúa lento y pausado hasta que llega a destino.
ISABEL SANZ
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Llevo la vida planeando este viaje, y ahora que ha llegado el
momento, no siento nada, apenas un ligero mareo mientras espanto de un manotazo al pequeño dodo de plumaje azul que picotea entre las mocotitas cuyo ácido sulfúrico se expande en un mar de cenizas volcánicas, mientras
mis manos se aferran al reflejo luminiscente del unicornio alado que me lleva sobre su lomo, atravesando el tiempo y el espacio como una veloz
saeta que aterriza a los pies del gran dragón, que con sus chistes, me hace reír de nuevo, mientras mis dedos se queman en las últimas paradas del viaje sin principio ni fin.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
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Llevo la vida planeando este viaje. ¿Cuál? El de un final tranquilo.
Mi propietaria, una niña de once años, me compró allá por los años
cincuenta, pues me necesitaba para su trabajo de aprendiza en una sastrería. Con ella emigré a Valencia, donde seguí siendo su herramienta
de trabajo. Vino otra emigración, esta vez a París. Allí serví para todo. Pasados unos años volví de nuevo a Valencia, donde he sido medio sustituida por otras más modernas, ya que después de tantos afilados,
idas y venidas, no estoy para muchos trotes. Pero mi propietaria que le tiene cariño a esta tijera, sigue teniéndome cerca.
PILAR HERNÁNDEZ
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La primera vez que salí de mi pueblo tenía cinco años, acompañé a
mi tía Josefa, que era muchacha. Fuimos a un otorrino de Mérida y me
decía en el camino: “Mérida te gustará mucho, es un pueblo con mucha historia y verás el teatro romano. Fue muy importante, un asentamiento del gran Imperio Romano”. Cuando salimos del otorrino fuimos a verlo, lo
visitamos. Para mí fue impresionante y le dije a mi tía: “¡qué importantes eran los romanos!”. Mi tía me dijo: “aquí venían las legiones a descansar
después de sus batallas. La próxima vez veremos más, que hay mucho que ver”.
No volvimos nunca más al otorrino, pues en aquel viaje no la curó y no tenía más dinero con que pagarle, y en pocos años se quedó sorda. Me
dijo: “como tengo vista, leeré todo lo que pueda”, y así fue, “te haré leer libros de cuentos para que aprendas”, y así lo hizo.
CÁNDIDO MARTÍN
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Llevo la vida planeando este viaje, pero a última hora se estropeó. Mi hermano se puso enfermo, mi hijo tenía un examen muy importante, mi compañera de trabajo se puso enferma y tuve que ocupar su puesto y, por
si eso era poco, me enteré que la empresa estaba en quiebra y la iban a cerrar. Pero me han propuesto viajar al extranjero, pues dicen que van a
montar otra empresa. Bueno, no está todo perdido, si me decido a ir, por lo menos viajaré.
CARMEN PARDO
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Llevo la vida planeando este viaje, aunque nunca lo podré realizar.
He viajado a muchos sitios, pero nunca como me hubiera gustado hacerlo.
Cuando era pequeña, cada vez que me tocaba viajar, semanas antes
de hacer el viaje, soñaba repetidamente el mismo sueño. Me encontraba en mi dormitorio y al lado de mi cama había una trampilla. Me veía a mí
misma levantar la trampilla, bajar unas escaleras y encontrarme en casa de mi madre en el salón. Abrazaba a mi hermana y a la familia y sentía un alivio indescriptible, pensaba que ya se me había pasado todo el miedo a
viajar.
EVANGELINA GARCÍA
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Llevo la vida planeando este viaje. Cuando era niña solía tener miedo
a morir, me despertaba por las noches llorando. Mi madre con mucha dulzura me consolaba, me decía que todo ser viviente tenía que llegar a ello y que entonces lo haríamos muy bien.
Desde entonces, busco el universo de luz en mi inconsciente, en mis
pensamientos cotidianos, pues sé que es una experiencia de la que siempre intento hablar. Pero soy consciente de que, en realidad, se trata, sobre todo, del miedo que por desconocimiento e ignorancia temo.
El viaje son unas imágenes poderosas. Toda vida es un viaje, de una
edad a otra, de lo conocido a lo desconocido, del nacimiento a la muerte.
Mª CARMEN SÁNCHEZ
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Llevo la vida planeando este viaje. El viaje de mi vida, y hago lo
imposible para que me salga bien. Decidí ser feliz, y me esfuerzo cada día para conseguirlo. Logré trabajar en lo que me gustaba, y eso ayuda. Tengo una familia unida con la que me siento bien, además de autoestima, que
no arreglará el mundo pero me quita complejos. Tengo amigos, lo que es vital. Me gusta comer y ponerme a dieta. Recordar lo bueno y no olvidar lo
malo. En este viaje dependo de mí, por tanto, me agarro a todo lo que tengo a mano para ser feliz.
PEPA BONO
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Llevo la vida planeando este viaje, la vida de adulta, se entiende, y soñando con él año tras año. Eso debió de pensar la señora Amparo al pisar, temblorosa y llorosa, el andén de la estación de Valencia un 8 de
mayo de 1959, festividad de la Virgen de los Desamparados, y por tanto día de su santo, después de veinte años de ausencia, de añoranzas, de
echar de menos a padres, hermanos y familiares, y tantas cosas... El padre, eufórico, contrató una banda de música para recibirla con todos los honores. Confusión, lágrimas, abrazos entrañables, inolvidable como ese
día. Y todo fue por amor.
CARMEN DOLZ
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Llevo la vida planeando este viaje. Recuerdo cuando teníamos 20
años, qué fijación con ir un día a Egipto. En el fondo, dada nuestra
economía, pensábamos que nunca lo llegaría a realizar. ¿Te acuerdas? “Nos pondremos un pañuelo de gasa para que flote al
aire cuando subamos al camello”. ¡Cuántas fantasías acumuladas!
Y un buen día tú lo decidiste. “Este es el año de Egipto”, “cumplirás los 49 en el Nilo”. ¡Qué miedo me entró! No lo podía creer. ¡Qué gran decisión!
Ya ves, estamos de lleno en este gran viaje. Desde la cama podemos
contemplar las tres pirámides, tan seguras de sí mismas, tan orgullosas.
¿Cómo quedará Egipto…?
CARMEN LABORDA
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Llevo la vida planeando este viaje, dijo la pelota en voz alta, sin darse
cuenta de que a su lado se encontraba una pequeña bola blanca.
-¿Decías algo?- contestó sorprendida al oír la voz de un congénere.
Esta acostumbraba a estar en silencio. ¿A quien podría interesarle oír las
quejas de una pelota de golf?
–Decía que…, he planeado este viaje con mucha ilusión para encontrar un niño que me quiera, si no, mi vida no tendrá sentido.
La pequeña bola no estaba ya a su lado. Y sin poder despedirse, la grande siguió rodando y rodando. Menos mal que por su tamaño había
sido imposible confundirlas.
MARGA HACHA
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Érase una vez un musulmán que tenía un coche musulmán y quería viajar hasta San Luis. Para conducir el coche tenía que decir bismila; para
aparcarlo era necesario decir subjanala y para avanzar rápidamente había que decir aljamdulila. Desgraciadamente había olvidado cómo se decía
para aparcar el coche y seguía diciendo aljamdulila. Pero a dos pasos de un incendio se acordó de que debía decir subjanala y después de decirlo
dijo por fin aljamdulila.
MARIAMA DIANKO
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Llevaba tiempo planeando este viaje a Nueva York y así se lo dije a la
empleada de la agencia que procedió a escoger catálogos. Mientras, dejé vagar la mirada entre pósters de colores... Vi un soleado techo de cañizo, viejas mesas pintadas de verde y sillas de
enea. Me recordé atravesando oblicuas cortinas de luz, explorando callejas de colores pastel casi colgadas sobre el azul y ruinas que los dioses se
resisten a abandonar. Quiero volver allí, le dije ante la Quinta Avenida. Entonces ¿miramos otro viaje? No, debo ir sola. No se puede volver mientras los demás van. Me miró extrañamente, y yo partí hacia una
aventura distinta.
ROSARIO MORENO
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EL AZAR
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Siempre que piensa ahora en aquel día, se imagina lo diferente que habrían sido las cosas de no ser por el azar.
Tenía todo controlado para realizar aquel viaje, lo había planeado minuciosamente desde hacía mucho tiempo. Llevaba la compañía deseada,
sabía que para disfrutarlo tenía que compartirlo con ella. Pero la desgracia se presentó en el mismo aeropuerto. Parecía que todo estaba en regla, billetes, embarque, etc., pero lo que no tenía previsto era que en el último
momento le robaran el pasaporte. El mundo se hundió a sus pies. ¡No lo podría realizar! Pero cuando sus esperanzas habían muerto, su oído captó
una conversación “a alguien le han robado este pasaporte”. “¡Cielos! Es el mío, el avión no puede haber salido sin mí...”.
CARMEN LABORDA
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Siempre pienso ahora en aquel día que decidimos en grupo ir a la playa. Era un domingo soleado de verano mediterráneo. La única playa digna entonces estaba lejos de la capital. Tenía varios kilómetros de arena,
algunos pinares y un chiringuito sin límites costeros, donde tomábamos refrescos y al medio día, un buen plato de arroz.
Ese día venía con nosotros un vecino, hablaba con soltura, nadaba sin descanso y tenía una mirada sin par.
Desde entonces salimos al cine, hacemos viajes, leemos a veces el
mismo libro y compartimos un hijo. El azar, sin lugar a dudas, decide a menudo nuestro destino.
CARMEN SORIA
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Siempre que piensa ahora en aquel día, se imagina lo diferente que habrían sido las cosas de haber seguido viviendo rodeada de personas mestizas, de piel morena, ojos oscuros y de estatura elevada. Subida en un
camello, preguntándose dónde se encontraba. En una caravana beduina cruzando el desierto de Argelia. Recuerda beber agua, té caliente, leche de camella para no sufrir una deshidratación.
Se encontraba entre las mujeres que cuidaban a los niños y
ancianos. Ellos preparaban las comidas, recogían la leña, cosían, cargaban las tiendas encima de los camellos.
Gracias al azar, el padre la pudo encontrar después de varios días de búsqueda. De no haber sido así, se hubiera encontrado viviendo en una
sociedad patriarcal, donde la mujer está marginada en todos los campos y en donde el hombre toma todas las decisiones, mediante argumentos religiosos.
Mª CARMEN SÁNCHEZ
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Siempre que pienso ahora en aquel día, me imagino lo diferente que habrían sido las cosas de haber tomado ella otra decisión. Nos conocimos
en la estación. En una parada subió un señor que la saludó, era evidente que se alegraban de verse. Se contaron sus vidas, ella dijo que tenía la
familia de vacaciones y cogía el mismo tren todos los días. Por la conversación deduje que habían sido novios. Se fueron hablando. Al otro día vi que la buscaba, mas ella se sorprendió al verlo. Lo escuchaba
pensativa, no se sentía cómoda. Bajaron juntos. Al día siguiente, al llegar el tren fuimos a subir pero, de pronto, quedó parada delante de la puerta y
retrocedió.
PEPA BONO
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Siempre que pienso ahora en aquel día, me imagino lo diferente que habrían sido las cosas de haber pernoctado en el hotel recomendado en vez del elegido por azar. En él conocí a mis mejores amigos, pues todos
vivíamos en él, y llegamos a formar una especie de familia. Esta amistad ha perdurado a través del tiempo y la distancia, pues cada uno de
nosotros residimos en comunidades distintas ¿Fue suerte, casualidad o azar, lo que hizo que en un viaje a Toledo conociese a unas estupendas personas y en la actualidad disfrute de su amistad? ¿Y qué decir de las
que en ésta y otras clases del centro he encontrado? No me interesa si es azar, suerte o casualidad. Lo que me importa es lo que recibo de ellas y
ellos, y lo que estoy dispuesta a dar.
PILAR HERNÁNDEZ
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Siempre que piensa ahora en aquel día, se imagina lo diferente que
habrían sido las cosas de haberse quedado en el pueblo junto a su familia
y seres queridos. Sentado tras de la ventana de la pensión, recordaba al hombre pequeño que le entregó aquel panfleto amarillo que le invitaba a
alistarse en la marina. Bueno, ¡de aquello hace ya tanto tiempo!
CARMEN PARDO
53
46
Siempre que piensa ahora en aquel día, se imagina lo diferente que
habrían sido las cosas de haber acabado con otro hombre, tal vez un viejo que ya no tuviera ningún deseo sexual, que le dejara reposar tranquilamente, sin problemas ni preocupaciones, aunque, por otra parte,
¿y si hubiera acabado con un chaval, un adolescente en plena efervescencia erótica? Eso hubiera equivalido a tirar su vida por el retrete,
así que no se puede quejar, ha terminado con un hombre sano, joven, fuerte, y ahora es cosa suya ganar la carrera de su vida, llegar el primero, y enterrar la cabeza moviendo la cola.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
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47
Siempre que piensa en aquel día, se imagina lo diferente que serían
las cosas de no haber confluido todo.
Al emprender los trescientos kilómetros que la separaban de su
pueblo natal comienza a chispear. Apretó el acelerador para dejar la lluvia
atrás. Dijo a su madre que había cenado en carretera, y en la cama infantil, mientras rachas de lluvia golpeaban la ventana, esperó. A las
cuatro de la madrugada, cuando la tormenta perfecta se cernía sobre todo el país, se preguntó si él ya habría llegado a casa, y en sus manos sonó el móvil como si un rayo lo atravesara. En casa de mi madre, respondió.
Cayó por aquel barranco solo, sin llevarse a nadie por delante. Y eso
sí fue cuestión de azar.
ROSARIO MORENO
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48
Siempre que piensa en aquel día se imagina lo diferente que podía haber sido, si ella al quedarse embarazada no hubiese abortado. Pero el azar o el destino quiso que no fuese así. Ella siguió su vida, una vida
diferente sin marido, sin hijos, pero no por eso menos feliz. Está contenta con su vida. Se dejó guiar por su corazón. En aquel momento pensó que
era lo mejor, quizá hoy hubiese sido diferente pero aprendió. Cada día aprende que nunca debe arrepentirse de lo que decida en cada momento.
MARIAN SAN ROMÁN
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EL AMOR
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Emilia y Juan
Les bastaba con la dicha de estar juntos...
Aún guardo el recuerdo de sus miradas perdidas, su mejor estado de salud hizo de Emilia una mujer mangoneadora, marcando pautas, “ponte
la chaqueta”, “come”, “levanta”. Juan, sumiso, le obedecía, como un niño pequeño. Sus pupilas carecían de luz. Siempre miraba a un punto perdido. Solo la sombra de ella le daba tranquilidad. Su voz le daba un sobresalto
cuando quedaba transpuesto por efecto de los medicamentos. Sus vidas habían caminado mucho en paralelo, siempre juntos, con esa ternura de
su largo recorrido, a sus noventa y tantos años, llenos de admiración y respeto.
LOLA QUILES
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50
Les bastaba con la dicha simple de estar juntos. Él vivía por ella y
para ella, era su sombra, como ella era su sol, y cuando ella salía por la
puerta, su vida quedaba en suspenso, su corazón se ralentizaba, y solo recuperaba su vigor cuando volvía a verla, desplegando una euforia de la que ella se contagiaba, y llegando al éxtasis cuando descansaba a su lado,
la cabeza sobre las piernas de ella, con un suspiro de satisfacción del que ella se hacía eco mientras le acariciaba con toda la ternura que él le había
enseñado a sentir, con todo el abnegado amor que solo él podía transmitir.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
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51
Les bastaba con la dicha simple de estar juntos.
Me gusta tu piel, tu olor, que tu pecho sea mi almohada. Me haces
fotos cuando duermo, y te cachondeas de mí cuando me despierto.
Estamos juntos aunque nos separemos, y te pillo las mentiras hasta por teléfono.
Este amor no me viene por azar, lo mimo, lo cuido y lo alimento, como a cualquier planta delicada, que quiero que crezca dentro de mi
hogar.
PEPA BONO
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52
Les bastaba con la dicha simple de estar juntos, pues dadas las
circunstancias que motivaron su separación parecía un milagro. Luis tuvo que cruzar la frontera hispano-francesa clandestinamente, como muchos otros lo hicieron, por motivos políticos. Una vez en el país vecino, se unió a
la resistencia, motivo que le llevó como prisionero a los campos de concentración alemanes, de los cuales salió vivo al finalizar la contienda
porque no era judío. Su mujer vivió la mayor parte del tiempo sin saber si estaba vivo o muerto. Hasta que un día llegó la esperada misiva: estaba en Nîmes, ciudad en la que se reencontraron y finalizaron sus vidas.
PILAR HERNÁNDEZ
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53
Hasta entonces les bastaba con la dicha simple de estar juntos. La
erupción del Vesubio coincidió con su encuentro clandestino en una villa
extramuros, y tardaron demasiado en reaccionar. Asfixiados por el humo y sin poder ver hacia dónde dirigirse, quedaron atrapados por las cenizas, y sus cuerpos se convirtieron en piedra abrazados para siempre.
Hoy, en una terraza construida sobre los muros de la antigua finca,
mientras las primeras estrellas aparecen y los grillos comienzan su concierto, en la noche cálida y perfumada, una mujer levanta su copa hacia el volcán, que extiende su belleza sobre el amor y el desamor, el
placer y la tragedia, y la eterna soledad del ser humano.
ROSARIO MORENO
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Les bastaba la dicha simple de estar juntos. Se encontraron en una reunión, él le mandó una sonrisa muy especial. No hablaron. El azar se
encargó de que se volvieran a encontrar.
CARMEN MARTÍ
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Les bastaba la dicha simple de estar juntos, no les importaba el
sitio, ellos sabían que al final de la jornada se verían. Cuando todos dormían en el campamento al aire libre, aprovechaban la ocasión. Unas veces subían a la montaña, otras bajaban a la playa, pero lo que más les
gustaba era pasear cogidos de la mano, y caminar mirando las estrellas.
CARMEN PARDO
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Nos bastaba con estar juntos: los dos amábamos la naturaleza.
Decidimos hacer un viaje a Japón, pero dejamos el Japón superpoblado, de las prisas, de los karaokes, los cibercafés, la moda... y
soñamos con la tierra de los Aisu. Ahí nos esperaba el aire puro, los parques naturales, y la brisa fresca y salada de las aldeas de pescadores. El sol brillaba en medio de un azul intenso.
Continuamos hacia el Monte Fuji: era un lugar sagrado donde
residían los dioses. Sengel, la diosa del Monte, representa la poderosa fuerza del fuego, oculta bajo un bello y calmado exterior. La misma poderosa fuerza que unía nuestro amor al paso del tiempo.
CARMEN SORIA
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Les bastaba con la dicha simple de estar juntos. Sentí algo especial la primera vez que te vi. No eras de por aquí, un
pueblo en el que casi todos nos conocemos. Sentí tal frialdad en tu mirada y tus gestos, que me hicieron pensar que tras esa coraza se escondía algo
infinitamente dulce.
Nos fuimos encontrando bastantes veces, entablamos una pequeña
relación y surgió. Tras varias ocasiones, no pude frenar las ganas de acariciar tus labios y me demostraste sentir lo mismo.
No quería separarme de ti porque sabía lo que podía ocurrir. Te pido demasiado, lo sé, pero no puedo dejar de sentir que me falta el aire si no te
veo, que junto a ti veo el sol en la noche, que sin ti las calles están vacías. Sólo te pido que no me prives de tu presencia ni de tu voz.
Gracias por hacer que vuelva a creer en el amor.
ISABEL SANZ
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58
Les bastaba con la dicha simple de estar juntos. Aquella tarde se
encontraron como siempre Andrea y Jaime en los jardines de Neptuno en
su rincón acostumbrado. Él iba todo ilusionado ante la inminente presentación a sus padres en los próximos días, paso previo para la
formalización de sus relaciones.
Allí estaba esperándole en el banco junto a los verdes setos, pero no
estaba sola, un niño de corta edad se encontraba a su lado, jugueteando en la arena. Él la miró un poco confuso, ella un tanto turbada se adelantó:
-no me atrevía a decírtelo. La contestación de Jaime fue un emocionado abrazo.
LUIS MONTEAGUDO
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59
Les bastaba la dicha simple de estar juntos. Su hijo había muerto de leucemia, pero ellos sabían que había dejado de sufrir. Por eso se sentían
felices, porque allí donde se encuentre, estará contento de saber que sus padres se quieren y que siempre le recordarán, porque sabe que él es fruto de ese amor que ellos se tienen. Álex era un niño alegre, lleno de vida,
quizá tenía demasiado amor para vivirla y por eso decidió irse a otra más perfecta.
MARIAN SAN ROMÁN
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LA VIDA EN COMUNIDAD
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Hay cosas que son de todos: cada rincón del pueblo lo compartimos.
A la alcaldesa, en sus ratos libres, le gustaba subir a aquella loma,
desde donde divisaba su querido pueblo. Tenía problemas por resolver,
tenía el voto de la mayoría de sus conciudadanos, confiaban en ella porque era una persona justa y sensata. En varias ocasiones, la oposición le había
tumbado el proyecto de reforma de “la glorieta” pues en ella se encontraba la cruz que representaba a los muertos de la parte que ganó la guerra y tenían que quitarla. Ella sabía que sus decisión era firme, conservarla
hería a las personas que sufrieron y sufren la pérdida de seres queridos.
Contemplando desde allí su pueblo, tomó la decisión de ir adelante. Lo ha conseguido a pesar de las amenazas. “¡Qué difícil es la convivencia!”, pensó.
CARMEN LABORDA
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Hay cosas que son de todos en este vecindario: la portería, el jardín de atrás, la poca educación y el olor. Todos, excepto la portera, huelen mal. Hace dos años, cuando me mudé a este pudiente edificio, descubrí
que mis vecinos escondían entre sus elegantes ropas un olor nauseabundo. Me propuse erradicarlo. Al principio me esmeré, pero mis
intenciones se diluyeron con el tiempo y me olvidé.
Una mañana me crucé con la portera limpiando y, con mucho
respeto, me dijo que yo olía mal. Ante mi grito de olor, ella repuso: “Hay cosas que son de todos en este vecindario”.
ANA VILA
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Hay cosas que son de todos, pero a veces esto lo valoramos muy
poco, por ello el cuidado y uso de elementos comunes crea una difícil convivencia, por no decir a veces “insostenible”. Soportar al incívico vecino
que deja un reguero de suciedad por donde quiera que pasa o destroza cualquier elemento común como distracción, no es nada fácil. Pero los peores son los ruidosos. Ponen la radio los vecinos y tienes que tragarte
todo lo que a ellos les gusta. Y qué decir de las reuniones nocturnas. ¿Cómo puedes respetar al vecino que te obliga a pasar con tus hijos a
dormir a casa de tu madre’? La solución sería civismo y respeto, pero ....
PILAR HERNÁNDEZ
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Hay cosas que son de todos, pero los sueños son de cada cual.
Recién jubilada había conseguido al fin comprar aquella casa. Esta mañana, suben por el camino de guijarros, arrastrando la
maleta, apoyándose en la baranda tras la que la tierra húmeda atrae las hojas amarillas de los robles.
Ya crepita el fuego en el hogar, ya duda el corazón entre la euforia y la melancolía. Nadie le ha dado la bienvenida.
No esperaban sus vecinos encontrarse al abrirle, esa tarta, con
dorados gajos de manzana, y tibios efluvios de vainilla y canela. Días vendrán, piensa nuestra amiga al acostarse; pero este, el
primero, fue simplemente perfecto.
ROSARIO MORENO
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Hay cosas que son de todos (también lo pensaba así mi amiga la “camarada” LIBERTAD, imbuida por los ideales de su padre). Pero
profundizando, a mí me gustaría saber de qué “COSAS” hablamos y hasta dónde llega ese “TODOS”. En mi modesta opinión (compartida por muchos, creo) y siendo realista, las “COSAS” están muy desaprovechadas,
muy poco respetadas y muy mal repartidas. Pero a pesar de todo quiero soñar.
CARMEN DOLZ
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Hay cosas que son de todos, pero no necesariamente, dijo mi abuela cuando le comunicaron lo conveniente que sería para la comunidad instalar un ascensor. Ella vivía en un primero y tenía pocos escalones,
además para su salud el médico le había recomendado ejercicio, entre ellos subir y bajar escalones, con lo cual tampoco gastaba dinero. El ascensor
se instaló aunque ella nunca hizo uso de él, no faltaba quien decía: “son cosas de la edad”.
CARMEN PARDO
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Hay cosas que son de todos, como el sol que nos ilumina y el aire
que respiramos, como el derecho a una buena educación, o la mejor asistencia sanitaria, como acceder a un puesto de trabajo digno, o la igualdad de derechos sin distinción de raza, edad o sexo...
Aquí el diputado no pudo más, comenzó a reír hasta que le faltó el
aire, y ni los más prestigiosos médicos privados consiguieron salvarle la vida.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
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LA GENEROSIDAD
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Liquidación de temporada
Yo vengo a ofrecer mi alma al diablo. En la actualidad él es el máximo propietario de los bajos fondos y también de los que están muy altos. Tampoco sé si a mí me queda mucha alma, me hice rico usando
muy poco la ética. Le doy lo más valioso que tengo, y como soy generoso, para los niños del orfanato, el resto: mis mansiones y mis yates. Me dijo
que mi alma era de primera categoría, la típica que quiere eximir sus responsabilidades, no cargar con la conciencia de las acciones... el alma de un egoísta.
ANA VILA
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Buenos días
Yo vengo a ofrecer mi cariño, es barato y creo que funciona si lo
acompañas de respeto. Cogí el ascensor, saludé al entrar, la chica guapa
de los zapatos de tacón, ni me miró. La señora que parecía triste no me escuchó. El que hablaba por el móvil, creo que ni me vio.
Por supuesto nadie me contestó. Pero no es mi problema, yo no
tengo la culpa de que la gente no sea amable. Seguiré sonriendo y dando
los “buenos días”, y con el tiempo tendré arruguitas risueñas en torno a los ojos.
PEPA BONO
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Anuncios por palabras
Yo vengo a ofrecer mi alma por no poder atenderla. Sólo a persona responsable. Abstenerse curiosos.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
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70
Gabriela
Yo vengo a ofrecer mi ayuda ¿A quién? A quien lo necesite. Así se
presentó Gabriela, una joven de grandes y rasgados ojos verdes, cuya
mirada derrochaba alegría a manos llenas. De estatura mediana, figura grácil, amplia sonrisa y cercanía al dirigirse a los demás, hizo pensar a la
directora que podía ser la persona idónea para ayudar a aquellos faltos de comprensión y cariño. Así empezó el voluntariado de Gabriela, que a los pocos días era la más esperada por niños y ancianos. Los primeros porque
querían escuchar sus trepidantes historias, los segundos porque querían ser escuchados.
PILAR HERNÁNDEZ
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El peso de cocina Yo vengo a ofrecer mi reconocimiento a este utensilio que tanto me
ayudó a la hora de hacer la mochila, todo iba sumando al pasar por ella. Pues largo o corto era el camino, ligero y pesado el equipaje.
CARMEN MARTÍ
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72
La ayuda Yo vengo a ofrecer mi ayuda incondicional. Yo sé que la mayoría de
personas de este hospital no tienen mucho futuro, pero yo pienso que eso ahora no importa mucho. Cuando les miro a los ojos, ellos me están
diciendo: “ahora, ahora, es ahora cuando te necesito”.
CARMEN PARDO
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73
“Yo vengo a ofrecer mis conocimientos”, decía un nieto de ocho años,
de tez trigueña, de unos grandes ojos negros, a su abuelita. “¿Quieres aprender Internet?”, le decía a la abuelita que estaba muy inquieta y
curiosa en aprender a comunicarse con sus familiares que estaban lejos. Le dijo: “Sí, mijito”. Y el niño despacio le fue enseñando y ella cogió esa generosidad de su nieto. Y poco a poquito está aprendiendo y gracias a su
nieto y por el amor que le brindaba de ese modo.
HILDA ACOSTA
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74
Hostal María
Vendrá a ofrecerme una exclusiva. Quien se había presentado como periodista francés sonrió al oírla y dijo: “Se parece usted a María”. La chica
devolvió la sonrisa, y mirando la fotografía que presidía el local respondió: “Era mi madre, murió al nacer yo”.
Después, el recién llegado quedó silencioso mirando la mesa del
rincón. Aquella noche, con la luz de la vela, brillaban a intervalos los ojos
azules y aguados de María. Su marido, gravemente herido en el frente, ya nunca tendría hijos.
-¿Le he dicho que estoy embarazada? La interrogó con la mirada, y ella, negando, puso su mano sobre las
de él: -No sé cómo pedirte esto...
ROSARIO MORENO
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75
Yo vengo a ofrecer mi brazo por si te interesa, no vale mucho pero te
puede ayudar a cruzar la calle, a darte de comer o simplemente para apretar fuertemente tu mano con la mía y saber que estoy aquí si me necesitas.
MARIAN SAN ROMÁN
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LAS MUJERES Y LA EDUCACIÓN
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Ser senyoreta
Desde muy niña estaba obsesionada por saber. Ella miraba a la gente que cada día pasaba al tren para trabajar o estudiar en la ciudad, y
sobre todo a dos hermanos más o menos de su edad que cada sábado regresaban a casa con el uniforme del colegio.
-Ser senyoreta y senyoreta eres, le dijo ruborizada una antigua catequista al saludarla.
Ella la miró con simpatía pero extrañada.
-Te explico, le dijo la catequista, os pregunté qué queríais ser de mayores, todos contestaron casarse, tener hijos pero tú contestaste
senyoreta.
CARMEN MARTÍ
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77
Hay que ser educados
Desde muy niña estaba obsesionada por saber por qué siempre había que dar la razón a los mayores, aunque no la tuvieran. Recuerdo que cuando preguntaba siempre me daban la misma respuesta: “hay que
ser educados con los mayores”. Ahora soy mayor y a veces me pregunto: ¿los niños de ahora se obsesionarán por saber?
CARMEN PARDO
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Yo soy mía
Desde muy niña estaba obsesionada por saber cuál era mi lugar en
el mundo. He sido “hija de”, “esposa de” y “madre de”, pero sólo ahora, en el ecuador de mi vida comienzo a ser yo misma.
-Pues sí que has tardado, bonita –me dirán algunos. -Bueno –contesto yo- todavía me queda algún tren que tomar.
Y convertida en protagonista de mi propia vida, tomo las riendas y
parto al galope.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
90
79
El misterio
Desde muy niña estuvo obsesionada con saber por qué cada vez que
su madre tenía un niño y ella un hermanito, su padre salía de la habitación, con un bulto entre las manos envuelto en una toalla; tardaba un buen rato en volver. Los cuchicheos de vecinas y familiares decían que
lo enterraba en el campo. Ella sentía mucho miedo.
Pasados los años el misterio se desvaneció cuando se enteró; y resultó que era la placenta de su madre lo que su padre enterraba; aunque nunca se lo explicaron, simplemente se enteró.
MARIAN SAN ROMÁN
91
80
Dóna-li un recadet
Desde muy niña estaba obsesionada por saber leer. Mi abuela me
decía muchas veces: “a mí enséñame a leer, que no sé, pero con esos romances no me vengas”. Era su manera de decir, y decirme, no pretendáis engañarme, que cuando vosotros vais, yo ya he vuelto. Era sabia, pero
sobre todo era buena. No necesitaba ganar ni destacar y era muy querida. Le gustaba callejear, y cuando por la edad salía poco de casa, la echaron
en falta y preguntaban: Com està t’agüela? O bien: Dóna-li un recadet. Es importante en mi vida y cuando la recuerdo, sonrío.
PEPA BONO
92
81
Estoy en ello Desde muy niña estaba obsesionada por saber, pero en la época de
mi niñez éramos niños trabajadores. El dinero hacía falta en nuestras
casas, motivo por el cual dejábamos los bancos del colegio y empezábamos la vida laboral. Pero la peor parte la sufrimos las mujeres, pues al estar
destinadas a ser esposas y madres, no nos hacía falta el saber. ¿Y por qué tengo que ser esposa y madre solamente? ¡Me niego! Soy mujer e independiente. A lo largo de mi vida, que no hice otra cosa que trabajar,
hubo una constante: saber. Todo me interesaba, y al final lo he conseguido. ¡No lo sé todo, claro! Pero estoy en ello.
PILAR HERNÁNDEZ
93
82
El paseo Desde muy niña estaba obsesionada por saber. Al levantarme, miré
por la ventana y vi un sol radiante, era un día espléndido. Decidí ir a la playa a dar un paseo por la orilla y oír el ruido de las olas cuando se
mecen con la tierra.
En el camino, por la orilla de la playa había unos pescadores tirando
sus cañas. Hablé con ellos y me enseñaron lo que significa el placer de la pesca.
CARMEN SORIA
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LA AMISTAD
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83
No confundas nada Solamente puedo quererte como eres y ser tu amigo. Pero no
confundas mis sentimientos, no puedo hacer lo que tú quieras en cada momento. Estoy tan solo, te necesito a mi lado, nadie me entiende como tú. Pero yo tengo mi trabajo y también cosas que hacer. ¿Alguna vez te has
preguntado lo que necesito yo?
CARMEN PARDO
96
84
Carta a un amigo
Solamente puedo quererte y ser tu amigo. A pesar de la distancia, los recuerdos de nuestra gran amistad se me acumulan en la mente al tener conocimiento de tus dolencias y me duele en el alma no haber estado
a tu lado en tus momentos difíciles para poder agradecerte lo mucho que hiciste por mí durante mi adolescencia y juventud, la orientación, consejos
y educación que de ti recibí facilitándome la formación de la que adolecí desde niño por circunstancias especiales.
En breve estará en el hospital, a tu lado, para ayudarte en todo lo que pueda este letrado que te lo debe todo.
Un abrazo.
Luis Monteagudo.
24-03-11
LUIS MONTEAGUDO
97
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Amistad sin condiciones
Solamente puedo quererte como eres y ser tu amigo; “¿quererme
como soy, ser mi amigo?” Sus palabras me hicieron sonreír, feliz ante la idea de que fuera mi amigo, de que me aceptara como era, de que no intentara cambiarme, ¡por fin iba a tener un amigo! Sólo tenía que pedirle
un poco, modificar su deplorable forma de vestir, hacer que se cortara un poco el pelo, llevarle al gimnasio para que perdiera peso, en fin, lo justo
para poder quererle como era y ser su amiga.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
98
86
Amistad sin fronteras
Solamente puedo quererte como eres y ser tu amiga. Nada ha cambiado entre nosotras, sin saber nació nuestra amistad, que en poco tiempo ambas supimos que sería sólida y duradera.
Yo intuía que te pasaba algo y gordo. Tu cara delataba que estabas pasando una experiencia fuera de lo común. ¿Recuerdas aquella tarde que te abriste y me lo contaste? Te habías enamorado. Me contaste pelos y
detalles: dónde, cuándo, cómo, pero te costaba decir de quién. Haciendo un esfuerzo dijiste: "¿Te acuerdas? Es de una mujer". Yo te felicité por haberte decidido a contarlo. Eres muy valiente.
CARMEN LABORDA
99
87
La amistad
Solamente puedo quererte como eres y ser tu amigo. Despertaste en mí algo que creía ya dormido. Sensaciones distintas a las mías, que quizás tuve y olvidé. Sé que lo nuestro no es posible, aunque sea solo en susurros
y en palabras que no quiero que se lleve el aire. Siento que ese cuerpo aún tiene vida.
Lamento la distancia que nos separa, si estuvieras más cerca, todo sería más fácil. Pero es como es, una amistad que no debe romper el aire.
Estás lejos, pero te siento cerca. Sé que estás ahí, y si te necesito, solo debo pronunciar tu nombre. Mi confidente. Mi amigo.
ISABEL SANZ
100
88
El regreso “Solamente puedo quererte como eres y ser tu amigo”. Esas palabras
repiqueteaban en su cabeza mientras el tren perdía velocidad adentrándose en el andén. La elección que le hizo dejar su ciudad natal años atrás, no fue la idónea, y así intentó hacérselo comprender a su
amigo Carlos, a quien no hizo caso y a punto estuvo de romper completamente su larga amistad. Hoy regresa tras largos años de silencio,
sintiendo gran soledad. Pero al descender del vagón lo primero que ve es la cara sonriente de Carlos que parece repetirle: “te quiero como eres y soy tu amigo”.
PILAR HERNÁNDEZ
101
EL VALOR
102
89
Un buen vino
Valor y peligro solo existen cuando se quiere vivir. Hay un hombre sentado en el pretil del puente. Balancea los pies
desnudos sobre el abismo acuático, a su lado, los zapatos. Salvo lo del calzado, imito su postura. Espero. Prefiero saltar después. Una estrella
condenada a vagar errante cruza el cielo en el más absoluto silencio. -¿Quiere un poco? –me alarga una botella-. Es un Chardonnay del
64. -Tiene una buena bodega. Tenemos la misma edad. El vino y yo.
-Y piensa usted unir sus destinos, por lo que veo. Su brazo sigue extendido. Una de mis sandalias cae al agua. Mi
desconocido amigo está borracho. -Sería una lástima no probar ese vino –pienso y digo al mismo
tiempo.
ROSARIO MORENO
103
90
Valientes anónimos Los verdaderos valientes no buscan los peligros y al hilo de esto me
vienen a la mente esos anónimos ciudadanos japoneses que son capaces de presentarse voluntarios para incorporarse en la central nuclear de
Fukushima (tan tristemente famosa) poniendo en peligro sus vidas hasta la posible muerte incluso, para intentar salvar a muchos de sus compatriotas y tal vez a parte de otros mundos. Esos son en realidad unos
verdaderos valientes; no han buscado el peligro, pero al tenerlo de frente le han plantado cara con valentía.
AMPARO DOLZ
104
91
El valor en la vida Los verdaderos valientes no buscan los peligros.
Valor se tiene cuando ante una enfermedad luchas minutos a
minuto por no hundirte.
Valor se tiene cuando afrontas con decisión un contratiempo.
Afianzar los ideales, pese a las críticas, es tener mucho valor.
Valor es defender la intimidad propia y de los demás.
Ponerse delante de un toro o detrás de un fusil, eso no es valor.
No confundas el valor con la imprudencia.
CARMEN LABORDA
105
92
Responsabilidad Los verdaderos valientes no buscan los peligros. No soltó a su
compañera cuando la fuerza del agua la arrastraba, los dos cayeron por la cascada. Un tercero, al ver que no salían a la superficie, se tiró desde un
nivel considerable. Todo quedó en un gran susto.
En la mente del grupo quedó una unión especial y el reconocimiento
de valentía a estos compañeros.
CARMEN MARTÍ
106
93
La valentía Los verdaderos valientes no buscan los peligros, buscan la verdad,
buscan la libertad y buscan la paz.
Aunque a veces todo eso resulta un peligro. ¡Seamos valientes!
CARMEN PARDO
107
94
Palpitaciones
Los verdaderos valientes no buscan los peligros. Él estaba sentado en el caballo de bronce, tenía alrededor de su cuello un pañuelo rojo,
indumentaria poco corriente para un rey. Todo el día estuvo dando vueltas al misterioso asunto, podría
tratarse de una chiquillada; algún gamberro aburrido de la monotonía. Pero, ¿y si no fuera así? ¿tal vez añorando emociones reales, se colocó él
mismo el pañuelo para imaginarse corredor de los Sanfermines? Y así descubrió que los coches no tenían cuatro ruedas, sino cuatro patas y sus espejos retrovisores se convertían en respetables cuernos y ese palpitar era
la manifestación sonora de su emoción al llegar a la plaza. Se dio cuenta entonces, que apenas quedaba nada para el chupinazo.
Puerta abierta, olor a fiesta, color rojo de fuego, sangre y vino, encierros rebosantes de adrenalina. Se trata de eso: la fiesta traspasando
fronteras y adentrándose en el corazón de las estatuas callejeras.
ISABEL SANZ
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95
Héroes por accidente Los verdaderos valientes no buscan los peligros, no se ponen delante
de las balas cuando el enemigo dispara, no quieren estar debajo del balcón cuando el niño se cae, no siguen el rastro del incendio para rescatar a las
víctimas, no averiguan en qué río se está ahogando alguien para acudir en su ayuda... no, los verdaderos valientes no buscan los peligros, pero los peligros siempre encuentran a los verdaderos valientes.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
109
96
La respuesta
Los verdaderos valientes no buscan los peligros, los afrontan cuando aparecen. Eso hicieron los hermanos Luis y Pablo, unos pacíficos
pescadores que cada mañana se hacían a la mar en su desvencijada barca.
-¿Qué, a la caza de ballenas? –solían lanzarles con sorna sus
compañeros de pesca.
Su maltrecha embarcación no les permitía alejarse mar adentro y solían faenar cerca del puerto, de ahí las puyas de sus compañeros, a quienes no respondían; silencio interpretado como falta de valentía. Pero ésta la
demostraron el día que una tormenta volcó la barca de un compañero, y ellos sin importarles el riesgo acudieron a rescatarle.
PILAR HERNÁNDEZ
110
GANADORES DEL CONCURSO LITERARIO
EPA VICENT VENTURA
111
97
Va per tu, mare
S´aferrava a aquell paper com a un amulet, i sense que ningú s´adonara el va estendre davant d’ ella, allisant-lo, observant les fosques taques que al seu dia van ser roges. Sense necessitat de llegir les paraules
escrites que se sabia de memòria, que sa mare mai va poder desxifrar per no saber llegir, i que, de totes maneres, no li havien servit de res, excepte
per a donar a la seua filla el coratge d´aprendre. Va colpejar amb el martell la taula mentre pensava: “va per tu, mare”, i es disposà a pronunciar la seua primera sentència judicial.
Mª JOSÉ FERNÁNDEZ
112
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Vivencias de una chica de pueblo
Julia nació en un pueblo rural de Cuenca, en una familia humilde. Cuando todavía era una niña, murió su madre y sus familiares, por necesidad, la tuvieron que poner a trabajar de niñera y no pudo ir al
colegio.
Pasaron los años, y se casó, tuvo hijos, los crió, les dio una educación, y ya mayor se planteó realizar el sueño de toda su vida: aprender a leer y a escribir. Fue al colegio de adultos. Cuando ya sabía leer
y escribir, descubrió otro mundo, del que había estado viviendo fuera mucho tiempo.
En la actualidad, se siente tan feliz de haber podido realizar su sueño, que contagia.
AMPARO DE LA TORRE
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99
Les trenes La iaia em pentinava les trenes mentres el meu germà bessó plorava
davall la taula i els meus pares discutien a la cuina. -A la vesprada vindran a pel xic, ja ho saps…, el porten a l’escola…, només un any -deia ma mare.
-Ja t’he dit que no, -cridava mon pare- el xic no té molt de trellat, es queda ací, amb mi, a la fusteria i aprendrà l’ofici.
Es va fer un silenci dolent, i la iaia ens mirava a tots, sense dir res. De sobte, mon pare em féu un petó molt fort i agafant el xic pel braç
isqueren de casa. Tot seguit, ma mare em va tallar les trenes.
Mª JOSE LLABATA
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El cole
-¡Tengo que ir al “cole”! Y María sonreía cada vez que lo decía.
-¡Tengo un montón de deberes! Y María volvía a sonreír al decirlo.
Le encantaba ir a la escuela y esos pequeños detalles que se la
recordaban : el aroma del lápiz cuando le sacaba punta, el olor de los libros nuevos, los bolis de tres colores que utilizaba para subrayar...
-Mañana tengo un examen... Y no podía evitar esas mariposas que le cosquilleaban en el estómago y el susto que le entraba al recordarlo...
-Mamá, si apruebas mañana el examen de mates... ¡te llenamos de besos! Y María volvía a sonreír feliz de poder ir al “cole” por fin a la vejez.
CARMEN VERES
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Por fin la escuela
Aquella mañana Violeta se levantó. Mientras se vestía, momentos después, tranquilamente, se acercó a un rincón de la habitación, depositó un poco de agua en la palangana, que tenía sobre ese lavabo de hojalata.
Parecía que no tenía prisa, era la primera y su premio era el poder lavarse con el agua limpia, agua que después utilizarían su padre y sus hermanos, pues escaseaba.
La felicidad era que ese día llegaba al pueblo un maestro. Por fin el
pueblo tendría escuela y ella con once años era una de las agraciadas. Pero cuando se levanto su padre y preparó los desayunos, Violeta despertó. Lavó y vistió a sus tres hermanos, como todos los días, pues
eran huérfanos. Ella se encargaba de éstos y de las tareas de la casa, mientras su padre trabajaba.
ENRIQUE MASCARELL
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Irás
Desde muy niña estaba obsesionada por saber. Era consciente de que pertenecía a un pueblo que estaba desterrado. Vivían en medio de la nada, faltos de los medios básicos para subsistir. Los hombres tenían una
misión muy concreta, prepararse por todos los medios posibles para recuperar su añorada tierra. Ella jugaba y se divertía, pero hablaba del día que saldría de allí para estudiar.
-Madre –dijo un día- yo quiero aprender, hacer algo que beneficie a
nuestro pueblo. -Tú sabes, pues así te lo he ido inculcando, el papel tan importante
que tenemos las mujeres. Veo que, al igual que yo aprendí de mi madre, tú
lo has recogido fielmente de mí. Irás.
CARMEN LABORDA
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ÍNDICE
Presentación El viaje de las palabras La importancia del saber
El paso del tiempo
El viaje
El azar
El amor La vida en comunidad
La generosidad
Las mujeres y la educación
La amistad El valor
Ganadores del concurso literario “EPA Vicent Ventura”
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