Poder Judicial de la Nación
///nos Aires, 3 de diciembre de 2008.
Y VISTOS:
Los integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal N° 10 de la Capital
Federal, Dres. Alejandro Martín Becerra como presidente y Silvia Estela Mora y
Jorge Roberto Bustelo como vocales, con la asistencia de la Señora Secretaria
Dra. Silvina Patricia Iriart, se reúnen para dictar sentencia en las causas conexas
n°°°° 2861 que se le sigue a Oscar Evaristo Britez o Freddy Victorino Nuñez
Sarza o Michel Nicolás Britez -de nacionalidad argentina, titular del D.N.I.
34.777.412, nacido el 2 de abril de 1989 en San Miguel, Provincia de Buenos
Aires, hijo de Héctor Oscar Britez y de Eleonora Ester Baez, estudios secundarios
incompletos, sin adicciones, con último domicilio en la calle Tucumán 1639,
planta baja “F” de esta ciudad, con Prio. serie R.H. 284.546 Policía Federal
Argentina, actualmente alojado en el Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza-
y a Alberto Ramón Chávez o Rodrigo Chávez Gerbaldo - de nacionalidad
argentina, titular del D.N.I. 32.071.625 ó 32.053.315, nacido el 7 de enero de
1985 en Capital Federal, hijo de Mónica Beatriz Gerbaldo y de Alberto Chávez,
de estado civil soltero, con último domicilio en la calle Magariños Cervantes
1804, piso 20, dpto. “E” de esta ciudad, estudios secundarios incompletos,
empleado en mensajería, actualmente alojado en el Complejo Penitenciario
Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires- por los delitos de homicidio
calificado “criminis causae” agravado por el uso de arma de fuego, en grado de
tentativa, que concurre idealmente con el delito de robo agravado por haber sido
cometido con arma de fuego, en grado de tentativa, en concurso real robo
agravado por haber sido cometido con arma de fuego, reiterado en dos
oportunidades, una de las cuales quedó en grado de tentativa y en concurso real
con portación de arma de guerra sin la debida autorización legal, concurriendo
este último con encubrimiento; y n°°°° 2947 que se le sigue a Alberto Ramón
Chávez o Rodrigo Chávez Gerbaldo y Matías Nicolás Vallejos o Martín
Nicolás Vallejos - de nacionalidad argentina, titular del D.N.I. 30.212.082, nacido
el 26 de abril de 1983 en Capital Federal, hijo de Carlos Alberto y de Hilda
Alcaráz, de estado civil soltero, estudios secundarios incompletos, realizaba
changas y mensajería, y que residía en el hotel “Ambar”, sito en la calle Junín n°
62 entre Bartolomé Mitre y Rivadavia de esta ciudad, actualmente alojado en el
Complejo Penitenciario Federal II de Marcos Paz- por los delitos de robo
doblemente agravado por haber sido cometido mediante el uso de arma de fuego y
en poblado y en banda en concurso real con tenencia ilegítima de arma de guerra.
Y CONSIDERANDO:
I.- Conforme surge de la causa n° 2861 el Sr. Agente Fiscal requirió
la elevación a juicio a fs. 422/429 en los siguientes términos:
“[...] II.- HECHOS:
De acuerdo con el análisis efectuado en la presente causa y de
conformidad con las pautas legales que más adelante se referirán, este Ministerio
Público imputa a RODRIGO CHÁ VEZ o ALBERTO RAMÓN CHAVEZ y a
OSCAR EVARISTO BRITEZ o FREDDY VICTORINO NÚÑEZ SARZA o
MICHEL NICOLÁS BRITEZ el haber intentado dar muerte a Roberto Daniel
Cavallero, tras disparar con armas de fuego con el objetivo de darse a la fuga en
el vehículo que el nombrado conducía -sustracción que también resultó tentada- y
de esta manera lograr su impunidad, hecho que no logró cometerse por
circunstancias ajenas a su voluntad. A raíz de los impactos recibidos Cavallero
sufrió lesiones de importancia gravísima.
A su vez, se les imputa a los nombrados el haber sustraído diversos
elementos y objetos personales del domicilio de Clara Inés Reti de Urbano,
vivienda a la que ingresaron con dos armas de fuego, las cuales le fueran
exhibidas tanto a la nombrada como a su empleada doméstica y haber intentado
sustraer las llaves del automóvil perteneciente a Edgardo Felipe Bazo, a quien
también le exhibieron las armas de fuego anteriormente mencionadas y lo
tomaron de los brazos, hecho que no logró ser consumado por circunstancias
ajenas a su voluntad.
Asimismo, se les imputa a los nombrados el tener en su poder sin la
debida autorización legal las pistolas 9 mm que fueran secuestradas. Respecto de
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Chavez, una pistola 9 mm, marca Browning, semiautomática, con la numeración
limada y en cuanto a Britez, una pistola 9 mm con la inscripción FM Browning en
su lateral izquierdo y el n° 256712 en su lateral derecho. Ambas resultan ser
armas de guerra.
Finalmente se le endilga a Chávez el recibir el arma en cuestión con
la numeración registral eliminada y a sabiendas de ello, en circunstancias que
aún se desconocen.
El pasado 31 de enero de 2008 en horas del mediodía RODRIGO
CHÁVEZ o ALBERTO RAMÓN CHAVEZ y OSCAR EV ARISTO BRITEZ o
FREDDY VICTORINO NÚÑEZ SARZA o MICHEL NICOLÁS BRITEZ,
estacionaron el vehículo marca Peugeot 206, dominio GVJ 048 en San Blas
4293/95 de esta ciudad.
Posteriormente, Chávez abordó a Clara Inés Reti de Urbano en el
momento en el que se disponía a abrir el portón de entrada de su domicilio, sito
en la calle San Blas 4267 y munido de un arma de fuego le manifestó, "abrí que
voy a entrar”, Frente a esta situación, Reti manifestó no tener nada pero el
hombre la apuntó con el arma e ingresó con ella en el domicilio.
Una vez en el interior del mismo, le exigió a la empleada doméstica,
Adelma Burella, que descendiera de la planta alta y se dirigió con las mujeres a
la cocina, oportunidad en la que ingresó al lugar OSCAR EVARISTO BRITEZ o
FREDDY VICTORINO NÚÑEZ SARZA o MICHEL NICOLÁS BRITEZ, quien
también portaba otra arma de fuego.
Luego de que les exigieran a las damnificadas la entrega de dinero,
revisaron todo el domicilio y se apoderaron de diversos elementos, tales como
una alianza de matrimonio, un anillo de oro con brillantes de color gris, un reloj
con marco de oro, una pulsera de oro de tres colores, un llavero de ojos de la
suerte con varias llaves, la suma aproximada de $ 200 en efectivo, zapatillas,
prendas de vestir, pelotas de tenis, raqueta de tenis y otros elementos deportivos y
una computadora, entre otros efectos. Algunos de ellos, fueron colocados en la
puerta de entrada de la vivienda y, cuando se disponía escaparse del lugar,
advirtieron la presencia de personal policial en el frente del inmueble.
Por este motivo, uno de los hombres realizó un ruido como si
cargara el arma que poseía y tomó del cuello a Reti mientras le apuntaba con el
arma en la cabeza.
Finalmente, soltaron a la dueña de casa y se escaparon por el fondo
de la propiedad, saltando la pared del patio que da hacia las casas linderas.
Luego de ello, los autores del hecho iniciaron una fuga que comenzó
en el Pasaje Alejandro Korn y continuó por la calle Sanabria hasta llegar a su
intersección con Juan Agustín García de esta ciudad.
Una vez allí, intentaron detener la marcha del vehículo marca Fiat
Palio, dominio CZF 813, el cual era conducido por Roberto Daniel CavalIero,
colocándose uno a cada lado del rodado mientras continuaban exhibiendo las
armas de fuego que portaban.
Frente a esta situación Cavallero, detuvo la marcha del vehículo y
escuchó la primera detonación de arma de fuego. Seguidamente, abrió la puerta
del conductor como para bajarse del automóvil y mientras los autores le gritaban
"baja te, hijo de puta", escuchó el segundo disparo, momento en el cual sintió que
el cuerpo se le dormía. Luego de ello, se produjeron uno o dos disparos más.
Inmediatamente, Cavallero fue trasladado al Hospital Vélez Sarfield
donde se produjo el secuestro de un latón de proyectil que había quedado alojado
en su remera. Las lesiones sufridas por Cavallero, fueron de carácter gravísimo,
ya que le dañaron la médula espinal y derivaron en la pérdida de sus respuestas
motrices y sensoriales, habiendo quedado parapléjico y con inutilidad
permanente para el trabajo.
Luego de ello, continuaron su fuga por J. Agustín García hacia la
calle Segurola, donde interceptaron a Edgardo Felipe Bazo, quien se dirigía a su
vehículo que se encontraba allí estacionado y mientras intentaban arrebatarle las
llaves del mismo, le manifestaron "al coche, vamos al coche". Finalmente, tras
advertir la presencia de un policía detrás de un árbol, Chávez huyó por la calle
Elpidio González y Britez tomó a Bazo como escudo humano mientras le
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apuntaba en la cabeza.
Frente a esta situación, el Agente Arriaza le ordenó a Britez que
arrojara el arma en varias oportunidades hasta que finalmente, acató la orden y
Bazo logró liberarse del nombrado. Luego de ello y con la presencia de otros
efectivos policiales se logró la detención del nombrado y se secuestró la pistola
calibre 9mm, FM Browning, n° 256712,sin municiones en su recámara y un
almacén cargador que contenía ocho cartuchos de bala encamisados dorados
intactos que había caído sobre el asfalto.
Por su parte, Chávez continuó su fuga siendo finalmente alcanzado
por personal policial en la intersección de Segurola y Elpidio González,
oportunidad en la que arrojó el arma al piso, tratándose de una pistola 9mm con
la numeración limada y el almacén cargador colocado conteniendo 10 cartuchos
de bala y uno en el interior de la recámara y la cola del disparador montada.
Asimismo, se secuestró una billetera conteniendo la suma de $ 190, un llavero
con llaves, un control remoto, un aro de mujer, un manojo de llaves y un teléfono
celular Motorola.
Con posterioridad a las detenciones, personal policial se presentó en
el domicilio de Reti de Urbano y al revisar el fondo, encontró tirado un manojo
de llaves, una correspondiente a un Peugeot y otra de un Renault. Asimismo, en el
patio de la finca lindera secuestraron un cargador de pistola. También, se logró
determinar que la llave correspondiente al Peugeot pertenecía a un vehículo
estacionado frente a la numeración 4293/5, en el cual se trasladaron los autores.
Por último, del interior de este vehículo entre otros elementos, se secuestró un
cargador de pistola con veinte proyectiles de bala calibre 9 mm. [...]”.
Dicho suceso fue calificado como constitutivo de los delitos de
homicidio “criminis causae” agravado por el uso de arma de fuego, en grado de
tentativa, que concurre idealmente con el delito de robo agravado por haber sido
cometido con arma de fuego, en grado de tentativa, en concurso real robo
agravado por haber sido cometido con arma de fuego, reiterado en dos
oportunidades, una de las cuales quedó en grado de tentativa y en concurso real
con portación de arma de guerra sin la debida autorización legal, concurriendo
este último con encubrimiento, por éste último deberá responder Rodrigo Chávez
o Alberto Ramón Chávez en carácter de autor y por el resto deberán responder el
mentado junto con Oscar Evaristo Britez o Freddy Victorino Nuñez Sarza o
Michel Nicolás Britez en carácter de coautores (artículos 41 bis, 42, 45, 55, 80,
inciso 7°, 166, inciso 2° -párrafo 2do.-, 189 bis, inciso 2° -párrafos 3ro. y 4to.- y
277, apartado c), del Código Penal).
Asimismo, en relación a la causa n° 2917 el Sr. Fiscal a fs.
1265/1270 requirió la elevación a juicio del hecho que allí se narra en los
siguientes términos:
“[...] I.- HECHOS PUNIBLES:
Esta Fiscalía tiene por probado, en el grado exigido para su
elevación a juicio, que el día. 24 de diciembre de 2007, siendo aproximadamente
las 14:00 horas, Matías Nicolás VALLEJOS y Rodrigo CHAVEZ o Alberto
Ramón CHAVEZ –junto a otro individuo de sexo masculino aún no
individualizado- ingresaron en la finca sita en Blanco Encalada 3022 de esta
ciudad, apoderándose ilegítimamente y mediante el uso de armas de fuego –entre
ellas la pistola marca “Glock”, numeración ASZ690 e inscripción “Glock 17
Austria 9 X 19 NVSDF U.S. Part. 4539”- de diversa bijouterie y perfumes que se
encontraban en el lugar de mención.
A tal fin, el imputado Vallejos accedió a la vivienda de marras, por
una de las ventanas que daban al frente de la misma, dirigiéndose al sector de la
cocina, lugar en el que se hallaban su propietaria Beatriz Santori junto a la
empleada doméstica, Ramona Galeano. Una vez allí, el nombrado tomó por
detrás a la primera, apuntándola con el arma de fuego que traía consigo, siendo
que, al referirle la nombrada “no molestes” (sic), ello en la creencia de que se
trataba de un amigo de alguno de sus hijos, Vallejos le refirió “esto es un robo,
quedate quieta” (sic), para luego preguntarle “donde esta el resto de la gente”
(sic), a lo que Santori respondió que se encontraban en el fondo de la vivienda,
lugar en el cual se situaba el quincho y en le cual se hallaban el cónyuge de la
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aludida, Julio Luís Osella junto a los hijos del matrimonio, Federico Sebastián,
Franco Luís e Ignacio Agustín, además del sobrino de la misma, Luís Amado.
Es así que Vallejos, a punta de pistola, obligó a Santori y Galeano a
dirigirse hacia ese lugar, siendo que una vez en el quincho, se comunicó mediante
un aparato de telefonía celular Nextel que llevaba consigo, con Chávez y su
compañero, quienes se hallaban en las afueras domicilio, refiriéndoles “vengan
boludos, los tengo a todos acá, vengan, vengan, cuando vienen?, estoy acá, eh,
hijos de puta, entren en la casa ya, entren ya” (sic) , lo que repitió en ocasiones,
pudiendo escuchar las victimas que su interlocutor le respondía “estamos cerca"
(sic) para manifestarle aquel que “hay gente en la puerta”(sic).
En razón de ello, VALLEJOS obligó a todos los presentes a dirigirse
al primer piso de 12 vivienda, dejándolos encerrados en una habitación y les
ordenó quédense quietos acá" (sic). Eso, excepción de Federico Sebastián e
Ignacio Agustín OSELLA a quienes les exigió que lo llevaran al lugar en el cual
se encontraba a resguardo el dinero. Que momentos en que era conducido a la
planta baja de la vivienda por los hijos del matrimonio, los damnificados
escucharon que CHAVEZ o su otro compañero le manifestaban a aquel, mediante
handy dale vení a abrirme, que ya estamos abajo" (sic), por lo que los aludidos
fueron obligados a punta de pistola, a dirigirse hacia la puerta de entrada y
proceder a su apertura, haciendo así su ingreso a la casa el imputado y su
compañero, también en poder de sendas armas de fuego.
Una vez allí, todos e ellos se dirigieron nuevamente a la habitación
en la cual fueran dejadas las otras victimas, siendo que, en el trayecto, CHAVEZ
le propinó un golpe en la nuca a Federico Sebastián OSELLA.
Ya en el cuarto, los tres comenzaron a exigirles a SANTORI y Julio
Luís OSELLA la entrega del dinero, y además, de los elementos oro, plata y otro
valor que tuvieran. Que, al contestarle el último a CHAVEZ que no tenían
consigo esos objetos o bien dinero, recibió como respuesta un golpe en su frente,
del lado izquierdo. En esos instantes, Franco Luís OSELLA solicitó que le
permitieran acompañar a su padre al toilette, a los fines de que se aseara la zona
lastimada, de la que manaba abundante sangre, a lo que se accedió,
permaneciendo aquel en dicho lugar.
Mientras esto sucedía, VALLEJOS permanecía en la puerta de la
habitación en cuestión, custodiando a las víctimas y CHAVEZ y su compañero se
retiraron del lugar en compañía de Federico Sebastián e Ignacio Agustín
OSELLA con destino a la habitación del matrimonio, procediendo en estos
momentos a apoderarse de diversa bijouterie y perfumes, que introdujeron en un
bolso. Tras ello, el imputado le refirió a Federico Sebastián OSELLA que "nos
tenemos que ir" (sic), preguntándole al nombrado "por donde salgo?", tras lo
cual, lo apuntó con el arma de fuego que traía consigo y le exigió que lo
condujera al patio de la finca, por lo que el incriminado se retiró de allí, consorte
prófugo permaneció con mientras que su Ignacio Agustín OSELLA en la pieza,
hasta el momento en que advirtió la fuga emprendida por el acusado,
procediendo a hacer lo propio, aparentemente por los techos de la vivienda, al
igual que CHAVEZ.
Que, cuando Federico Sebastián OSELLA se hallaba en el living de
la finca, VALLEJOS le preguntó al joven el sitio por el cual habían emprendido la
huída, retirándose del domicilio con destino al fondo del mismo. En estos
instantes, hicieron su arribo a la vivienda los Sargentos CASTILLO y Jorge
ROBLES y el Agte. Carlos Alberto FLEITAS quienes fueran desplazados por
comando radioeléctrico a merced del llamado que efectuara Franco Luís
OSELLA, en momentos en que el resto se encontraba en el quincho, como así
también al aviso cursado por el propietario del comercio vecino, Carlos
LANARO. Al mismo tiempo, la empleada doméstica Susana del VALLE ORTIZ,
quien se hallaba en el interior de la vivienda de que se trata, en la habitación
correspondiente a la hija del matrimonio, procedió a realizarle señas a los
funcionarios con una remera, por lo que los dos primeros ingresaron al lugar por
una ventana mientras que FLEITAS hizo lo propio por la puerta principal del
domicilio, siéndole franqueado el acceso por una de las empleadas de la familia.
Tras esto, los agentes CASTILLO y ROBLES tomaron contacto con
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Julio Luís OSELLA quien se encontraba para ese entonces en la planta baja de la
vivienda y les diera cuenta del accionar que los perjudicara, como así también de
la fuga emprendida por CHAVEZ y sus consortes de causa en el fondo del
domicilio. Así fue que, entonces los funcionarios se dirigieron hacia la parte
posterior de la vivienda, visualizando a VALLEJOS junto a la pileta, por lo que
procedieron a darle la voz de "alto", momento en el cual su compañero arrojó al
suelo la pistola que traía consigo y que fue objeto de secuestro -que, al "
momento de ser incautada, poseía un cartucho en su recámara y otros quince en
el cargador-, a la vez que procedieron a su detención, mientras que CASTILLO se
dirigió a los techos de las fincas aledañas, con el objeto de dar con el imputado y
su compañero, con resultado infructuoso, tarea a la que coadyuvó el Subinspector
Alejandro Deferrari quien también concurriera al sitio.[…]
Calificó la conducta descripta como constitutiva de los delitos robo
con arma de robo doblemente agravado por haber sido cometido mediante el uso
de arma de fuego y en poblado y en banda en concurso real con tenencia ilegítima
de arma de guerra, por el cual deberán responder Matías Nicolás Vallejos y
Rodrigo Chávez o Alberto Ramón Chávez en carácter de coautores penalmente
responsables (arts. 45, 166, inciso 2° -párrafos 1ro. y 2do.-, 167, inc. 2°, y 189 bis
del Código Penal)
II.- Concluida la recepción de la prueba en la audiencia de debate
oral y pública se concedió la palabra al Sr. Fiscal General quien en primer lugar
recreó los hechos descriptos en el requerimiento de elevación a juicio obrante en
la causa n° 2917, analizó las declaraciones testimoniales brindadas por los testigos
en el debate, así como las incorporadas por lectura al mismo y aludió a las
lesiones ocasionadas por Chávez a los Osella, padre e hijo. Seguidamente, analizó
la calificación legal propiciada por el Fiscal de Instrucción y aclaró que difería
con la misma en virtud de que entre la agravante del empleo de armas y poblado y
en banda existe un concurso aparente por lo que corresponde aplicar el principio
de especialidad razón por la cual sostuvo que los imputados eran coautores de
robo calificado por el empleo de armas en grado de tentativa.
Por otro lado, alegó que no compartía con el Sr. Fiscal de 1ra.
Instancia en cuanto a la calificación de tenencia de arma de guerra por que en este
caso entendió que se trataba de portación o transporte de arma dado que la misma
se encontraba inmediata para su uso y que solo debía atribuirsele a Vallejos y no a
Chávez porque a éste último no le fue secuestrada realmente ningún arma.
Acto seguido, tuvo en cuenta el reconocimiento de Ignacio Agustín
Osella, respecto de Chavez y las declaraciones testimoniales brindadas en punto a
la individualización del nombrado Chavez, lo que lo llevaron a considerar que
existen suficientes datos para su individualización, lo que consideró asertivo, y
descartar duda alguna. Explicó los motivos por los cuales a su entender la
conducta quedó tentada, siendo ello la falta de certeza en cuanto a la faltante de
objeto alguno. Acto seguido, solicitó que, por aplicación del artículo 3° C.P.P.N.,
se absuelva a Chávez respecto del delito de tenencia de arma de guerra. Respecto
de Vallejos lo consideró coautor penalmente responsable de los delitos de robo
agravado por el uso de arma de fuego en concurso real con portación de arma de
guerra.
Luego de la valoración de agravantes y atenuantes solicitó se
condene a Matías Nicolás Vallejos a la pena de siete años de prisión, accesorias
legales y costas, y se le imponga la pena única de ocho años de prisión, accesorias
legales y costas, comprensiva de ésta y de la dictada por el Tribunal Oral en lo
Criminal n° 25, cuya condicionalidad deberá revocarse. En relación a la causa n°
2861 analizó y recreó los hechos contenidos el requerimiento de elevación a
juicio, para lo cual tuvo en cuenta los dichos de Cavallero, incorporados por
lectura al debate, la fuga emprendida por los imputados, el hecho en perjuicio de
Bazo, las declaraciones testimoniales brindadas en el debate, así como las
incorporadas al debate por lectura y los secuestros efectuados. En cuanto a la
calificación legal se remitió a la arriba por el Sr. Fiscal de Instrucción y al
respecto entiendió que ambos imputados fueron detenidos “in fragantti”. Se refirió
a los descargos de los imputados, en particular a sus manifestaciones de no haber
tenido intención de matar a Cavallero. Entendió que el hecho que damnificara a
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Reti de Urbano quedó en grado de conato, en virtud de lo que surge de sus propios
dichos, los del personal policial que intervino, de la empleada doméstica y la
descripción que ésta hiciera de los imputados. Encontró al respecto acreditada la
materialidad de los tres sucesos en perjuicio de Reti, Cavallero y Bazo. En
relación a los hechos que damnifican a Reti de Urbano y Edgardo Felipe Bazo los
calificó como constitutivos del delito de robo con armas en grado de tentativa, los
que concurren realmente con el de portación de arma de guerra. En lo que respecta
al hecho que damnifica a Cavallero, consideró que la calificación correcta es la de
robo consumado por la causación de lesiones gravísimas, la que entendió que no
admite discusión alguna desde el punto de vista probatorio, porque consideró que
el homicidio criminis causa requiere dolo directo y en el hecho que aquí se juzga,
teniendo en cuenta la declaración de Cavallero, la intención de los imputados era
la de robar el automóvil, y el dolo de homicidio en este caso sería eventual. Dejó
aclarado al respecto que en modo alguno se vería afectado el principio de
congruencia (para el caso de que el tribunal encuadrara la conducta en perjuicio de
Cavallero en el art. 80 inc. 7° del C.P.) por cuanto la significación jurídica quedó
abierta. Seguidamente, respecto de ese hecho también analizó el artículo 165 del
C.P. e hizo alusión a que el mismo tiene como condición objetiva el homicidio
consumado, por lo que descarta dicha figura.
Planteó, en su caso y para análisis del tribunal la aplicación del
artículo 41 bis del Código Penal al artículo 166, inciso 1° del C.P.. Como
consecuencia de lo expuesto, consideró a los imputados coautores penalmente
responsables de los delitos de robo con armas tentado reiterado en dos
oportunidades, en concurso real con robo agravado por la causación de lesiones
gravísimas (166 inc. 1°), en concurso real con portación ilegítima de arma de
guerra. Analizó el alcance de la aplicación del artículo 55 del C.P., con cita del
fallo “Manfredi, Luis Alberto y otro s/ recurso de casación” Reg. N° 471/2001
dictado por la Sala III de la C.N.C.P., el cual hace alusión al sistema de
unificación aritmético y composicional factibles con los límites fijados para cada
especia de pena.
Luego, al evaluar las atenuantes consideró que el único sería la edad
con las limitaciones que sobre el punto alega y respecto de las agravantes tuvo en
cuenta las características de los hechos, la violencia ejercida, el modo en que se
emplearon la armas -el modo intimidatorio “per se” con el plus en la verbalización
en su uso-, el haber utilizado a Bazo como “escudo humano”, el haber colocado el
arma en la cabeza y el desapego a la vida evidenciado por los imputados. Por otro
lado, tuvo en cuenta los dichos del médico forense respecto de la gravedad de las
lesiones de Cavallero y la irreversibilidad de las mismas, para lo cual tuvo en
cuenta como prueba los dichos de Cavallero, las características personales del
mismo y los peritajes balísticos, y concluyó, por los motivos que brindó, que
Britez es quien habría disparado en el cuerpo de Cavallero. Refirió además, que el
dolo cobró el valor de dolo eventual al momento de valorar la pena a imponer.
Como consecuencia de todo lo expuesto, solicitó se imponga a Oscar
Evaristo Britez la pena de veinte años de prisión, accesorias legales y costas.
Respecto de Rodrigo Chávez solicitó se le imponga la pena de veinticinco años
por las dos causas que registra, accesorias legales y costas, y la pena única de
veintinueve años de prisión, accesorias legales y costas, comprensiva de la
anterior y de la dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal n° 26. Por último, dejó
a criterio del tribunal la imposición de la reincidencia, en su caso.
A continuación, presentó su alegato el Dr. Rodolfo N. Yanzon quien,
en primer lugar, manifestó su disconformidad con la calificación legal del
requerimiento de elevación a juicio del fiscal de instrucción, adhiriendo a la
propiciada por el Sr. Fiscal General en esta instancia, respecto del hecho en
perjuicio de Cavallero. Propuso a los Sres. Jueces, en ejercicio del derecho de
defensa en juicio y el debido proceso, una lectura distinta del proceso penal.
Expuso sus serias diferencias por el modo irregular e insuficiente de
la instrucción al afirmar que las pruebas obtenidas por la policía no fueron
ratificadas en sede judicial, incluso en esta sede. Anticipó que ello puede generar
un agravio a su parte, según la valoración que el tribunal hiciera de las mimas y
pidió al respecto sumo cuidado a los jueces al evaluar las pruebas por cuanto si se
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utilizaran en contra de los imputados, podría agravar el derecho de defensa en
juicio.
Tuvo en cuenta la falta de ruedas de reconocimiento en el proceso
respecto de su pupilo y afirma que únicamente se cuenta con una versión policial
que llega a juicio. Acto seguido, consideró que las declaraciones policiales no
reúnen los requisitos de declaraciones testimoniales siendo ellas meras actas
policiales, lo que manifestó como oposición a la incorporación al debate de las
mismas porque no eran elementos de discusión para esa defensa, sin perjuicio de
lo cual no pudo dejar de marcar la irregularidad en la instrucción. Luego, afirmó
que los dichos de los testigos contrastan con los del personal policial y brindó para
ello tres ejemplos de ello, siendo el primero el que se refiere a la versión que
efectúan la señora Reti de Urbano y Burela sobre el modo en que ingresó la
policía a la casa, para lo cual afirma que ambas aludieron a la violencia que utilizó
la policía para ingresar la que luego fuera desmentida y minimizada por dicho
personal policial, todo lo cual le resulta confuso e incierto; en relación al segundo
se remitió a los dichos de Bazo en relación al desempeño de Arriaza, el que resalta
como un buen proceder, afirma que Terziano produjo una desbandada y que no
puede utilizarse como agravante el hecho de haberle apuntado a las víctimas en la
cabeza, como lo dijera el Sr. Fiscal General, ya que dicha circunstancia no fue
aludida por las testigos Reti y Burela. Al respecto, resaltó que ello, también,
difiere de lo que asentara el personal policial sobre el punto y es lo que lo llevó a
concluir que la versión policial se contradice plenamente con los dichos
testimoniales brindados en el debate; y el tercero es en relación a la cantidad de
disparos en el hecho de Cavallero, para lo cual comprende que la única prueba a
tener en cuenta son las testimoniales brindadas en el debate y no meras actas
policiales que no reúnen los requisitos de tal.
Por otro lado, cuestionó el modo irregular en que fueron secuestrados
en la finca lindera a la casa de Reti de Urbano y en el Peugeot 206 teniendo en
cuenta para ello los dichos de la Sra. Napoli, única testigo de secuestro, y de
Terziano, y, como consecuencia, planteó la no incorporación de estos elementos
por no darse los requisitos previstos en los arts. 227 y 230 bis del C.P.P.N. Acto
seguido, citó el voto de la Dra. Ledesma en la causa seguida contra “Rocha
Suárez” del 25 de mayo de 2006 de la Sala III de la Excma. Cámara de Casación
Penal. Por los fundamentos que expuso solicitó la absolución de Britez en relación
al hecho que perjudicara a Reti de Urbano por aplicación del beneficio de la duda
(art. 3° del C.P.P.N.), dado que no existen elementos para afirmar que no pudo
suceder de otro modo.
En relación al segundo hecho, se allana al criterio del Fiscal por
afirmar que no se verifica el dolo directo exigido por el artículo 80, inc. 7° del
Código Penal y consideró además que en virtud de la acusación que en el debate
hiciera el sr. Fiscal General, el Tribunal no tendría jurisdicción para condenar en
orden al homicidio criminis causa por el que fuera requerida la elevación a juicio.
Por último, entendió que no corresponde la aplicación del art. 41 bis, porque su
defendido tenía un arma descargada sabiendo que no podía más que amedrentar a
Bazo.
Al considerar los atenuantes tuvo en cuenta las condiciones
personales de su pupilo, al maltrato recibido por el mismo en centros para
menores en donde su pupilo resultó ser una víctima del sistema, la falta de
antecedentes y el reconocimiento que hiciera del hecho más grave atribuido a su
pupilo. Por los motivos que expuso, finalmente, solicitó que la condena a imponer
sea más cercana al mínimo de las escalas penales propuestas.
Seguidamente, presentó su alegato el Dr. Guillermo Pérez, el cual,
en primer lugar, adhirió al planteo de su colega preopinante, el Dr. Yanzon, en
particular sobre el punto de haber reconocido su asistido Chávez el hecho más
grave en perjuicio de Cavallero, y al respecto aludió a la falta de intención del
mismo de matar a éste último. Seguidamente consideró excesivo el pedido de pena
del Sr. Fiscal General, aludiendo a las condiciones personales de su pupilo.
En relación a la causa que tuviera como consorte a Vallejos, disiente
con el Fiscal en dos puntos claves: los reconocimientos de Ignacio Osella y
Federico Osella, dado que el efectuado por el primero resultó claramente negativo
Poder Judicial de la Nación
y que la duda surge del realizado por Ignacio, lo que implica un reconocimiento
negativo, por aplicación del art. 3° del C.P.P.N. En relación a este último, se
remitió a la presentación del Dr. Heredia en su oportunidad en punto a que el
testigo habría sido inducido de algún modo. Analizó la indagatoria de Chávez
respecto del hecho ocurrido el día 24 de diciembre de 2007, versión que, dice,
fuera ratificada por Zunilda Micaela Argüello, y al respecto resaltó el motivo por
el que dijera, en su hora, desconocer a Vallejos. Afirmó que no está probado que
Chávez interviniera en el hecho del 24 de diciembre de 2007, tampoco por el
“modus operandi” que a su criterio se compadece con la violencia que, en general,
se verifica en la sociedad. Exclamó la necesidad de implementar políticas
criminales adecuadas para personas como los aquí imputados. Por todo ello,
solicitó la absolución de Chávez en orden al delito de robo con armas tentado, en
perjuicio de la familia Osella.
Por último, presentó su alegato el Dr. Gonzalo Pepe
Fernández Bird quien, por los fundamentos que expuso, quien alegó en primer
lugar que no puede controvertir la presencia de Vallejos en el hecho así como el
uso del arma. Afirmó que compartía, en gran parte, la calificación propiciada por
el Sr. Fiscal General, pero sin embargo discrepó con el concurso propuesto.
Sostuvo que el arma hallada debía quedar subsumida en el tipo agravado que
requiere del uso de un arma para cometer el injusto, dado que entendió que el
arma es un elemento normativo del tipo penal, así como las lesiones y las
amenazas que quedan subsumidas en el tipo y a lo sumo, en caso de concurso,
éste debe ser ideal y no real porque hay unidad de acción final. Acto seguido citó
un fallo de la Sala III de la C.N.C.P. “Prada Ponce, Alexis” del 22 de noviembre
de 2004. Consideró como atenuante que la juventud, que su asistido merece una
oportunidad, que no opuso resistencia a la detención y que no uso violencia
alguna. Por los motivos que aportó, solicitó una pena para su pupilo cercana al
mínimo previsto que le permita una pronta reinserción social.
III.- Acto seguido, de conformidad con el art. 398 del Código
Procesal Penal de la Nación, emitieron sus votos los integrantes del Tribunal en el
siguiente orden: Dr. Becerra, Dra. Mora y Dr. Bustelo.
El Dr. Becerra dijo:
El Dr. Becerra dijo:
Primero: causa n° 2861.
Aclaro que haré un análisis conjunto de los distintos sucesos que a
continuación describiré, no solo por la evidente relación e inmediatez entre ellos
sino también porque gran parte de la prueba es común, apareciendo además tal
criterio como el más acertado para una mayor y mejor comprensión acerca de lo
sucedido y en relación con la intervención que le cupo a los imputados.
A través de la prueba colectada durante el debate se ha probado que
el 31 de enero de este año, en horas del mediodía, Rodrigo Chávez, una vez que
estacionara con Oscar Evaristo Brítez el rodado Peugeot 206, dominio GVJ 048
que ocupaban y cuando Clara Inés Reti de Urbano se disponía a abrir el portón de
entrada de su domicilio ubicado en San Blas 4267, la abordó y con un arma de
fuego en su poder le exigió “abrí la puerta que voy a entrar”, para entonces
ingresar al inmueble con ella. Ya en el interior, obligó a la empleada doméstica
Adelma Burella a que bajara de la planta alta y con las dos mujeres se dirigió a la
cocina, al tiempo que también entró en la vivienda el co-imputado Britez con un
arma de fuego en su poder.
A continuación tomaron una alianza de matrimonio, un anillo de oro
con brillantes, un reloj, una pulsera, un llavero con llaves, doscientos pesos,
zapatillas, prendas de vestir, pelotas y raqueta de tenis y otros elementos tales
como una computadora, algunos de los cuales fueron colocados cerca de la puerta
de entrada, hasta que, al advertir la presencia policial, se escaparon por los fondos
de la propiedad, previo saltar la pared del patio que da a las casas linderas.
Tras ello corrieron por Pasaje Alejandro Korn y luego por Sanabria
hasta su intersección con Juan Agustín García, calle en la que intentaron detener la
marcha de un vehículo Fiat Palio, dominio CZF 813, conducido por Roberto
Daniel Cavallero, para lo cual cada uno se colocó a un lado y otro al tiempo que
exhibían sus armas, ante lo cual el citado detuvo la marcha y escuchó un primer
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disparo, abriendo entonces su puerta como para bajarse, mientras ambos
imputados le gritaban “bajate, hijo de puta”, oportunidad en que le fue disparado
el segundo tiro, sintiendo inmediatamente que el cuerpo se le dormía, para
entonces tener lugar una o dos detonaciones más. Más adelante, ya en el Hospital
Vélez Sardfield al que fue trasladado, se secuestró un latón de proyectil que había
quedado en su remera, mientras que fue luego comprobado que las lesiones que
sufriera Cavallero fueron de carácter gravísimo pues le dañaron la médula espinal
y provocaron la pérdida de sus respuestas motrices y sensoriales, por lo que quedó
parapléjico y con inutilidad permanente para el trabajo.
En cuanto a los imputados, siguieron su fuga por Juan Agustín
García en dirección a Segurola, arteria ésta en la que interceptaron a Edgardo
Felipe Bazo cuando se dirigía a su rodado estacionado en el lugar y, mientras
intentaban arrebatarle las llaves de aquel, le dijeron “al coche, vamos al coche”,
huyendo entonces Chávez por Elpidio González cuando advirtió la presencia
policial, al tiempo que Brítez tomó a Bazo como escudo humano mientras le
apuntaba con su arma.
Fue entonces que el Agente Arriaza le ordenó varias veces que
arrojara el arma hasta que, por último, obedeció, oportunidad aprovechada por
Bazo para liberarse y alejarse del lugar, procediéndose a continuación, con
intervención de otros efectivos policiales, a la detención del encausado y a la
incautación de la pistola calibre 9 mm, FM Browning, n! 256712, sin municiones
en la recámara, que llevaba consigo y también un cargador con ocho cartuchos
encamisados intactos que cayera sobre el asfalto.
Luego de continuar su fuga Chávez fue aprehendido en la esquina de
Segurola y Elpidio González, oportunidad en que arrojó al piso la pistola 9 mm
con numeración limada, cola del disparador montada y un proyectil en la
recámara, y un almacén con otras diez balas, los que fueron secuestrados junto con
ciento noventa pesos, un llavero con llaves, un control remoto, un aro de mujer,
un manojo de llaves y un teléfono celular.
Cabe remarcar también que, con posterioridad, se procedió a la
incautación en el fondo de la vivienda de Reti de un manojo con una llave
correspondiente al Peugeot de referencia y otra de un Renault, y en el patio de una
casa lindera un cargador de pistola. Del interior de aquel rodado en el que llegaron
al lugar se logró incautar un cargador de pistola con veinte proyectiles de bala
calibre 9 mm.
De relevancia resulta, en tal dirección, lo expuesto ante el Tribunal
por la citada Clara Inés Reti de Urbano, propietaria de la vivienda de San Blas
4267, pues relata que, cuando salía con su perro a la calle y, según cree, ya había
abierto la puerta principal, se apareció un hombre que la amenazó con un arma de
fuego, obligándola a ingresar al ordenarle “entrá”, haciéndolo atrás de él otro
individuo del mismo sexo. Dice que, a continuación, hicieron bajar a la empleada
doméstica y, mientras uno de ellos se quedaba con ambas en la cocina, el otro
subió para buscar objetos que llevarse, señalando que ella le entregó el dinero,
anillos y un reloj y comprobando luego que, además, tenían preparada la
computadora -que habían bajado- cerca de la puerta de ingreso de la vivienda.
Agrega que el reloj, la alianza y la pulsera reservados por Secretaría que se le
exhiben son los que se llevaron, sin que le faltara nada más pues el dinero fue
recuperado. Continúa diciendo que, entonces, al apreciar los delincuentes a través
del ventanal que había llegado la policía, treparon la pared del jardín y se fueron.
Ante la falta de recuerdo sobre el punto, se leen párrafos de su declaración en la
prevención (fs. 12) -cuya firma reconociera- en el que describe al primer hombre
como “…de unos 18 a 20 años de edad, de pelo corto castaño claro, de unos 1,70
mts de estatura, vestido con remera de color blanca y bermuda (no puede aportar
color) y zapatillas claras…” y al segundo como de unos 21 a 22 años de edad, de
pelo corto de color castaño, vestido con una bermuda de color claro y una
campera de color marrón...”, manifestando que en el momento recordaba tales
detalles pero en este momento no. Tampoco puede acordarse si se trata de las
armas que se le muestran, aunque afirma que una era negra, destacando que ambos
las tenían en sus manos, aunque no se las apoyaron, sin que fueran maltratadas.
Agrega que los delincuentes se fueron por la parte de atrás, esto es por la cortada
Poder Judicial de la Nación
Alejandro Korn, y, ante una pregunta puntual, refirió que durante el hecho sintió
nerviosismo, lo que le duró por varios días.
Similar resulta la declaración de la empleada Adelma del Valle
Burela. Dice que la patrona le anunció que iba a sacar el perro mientras ella
permanecía en la parte superior de la vivienda y que luego escuchó que aquella
hablaba como llorando, por lo que se asomó y vio que un hombre le apuntaba con
un arma y le hablaba mal, hasta que el otro le ordenó que bajara, procediendo
dicho individuo, que algo tenía en su mano, a subir por la escalera y a ponerse
detrás de ella para que descendiera. El primero, refiere, las obligó a dirigirse a la
cocina y le dijo “sentate y no hables”, para luego pedirle dinero y cosas, lo que la
patrona entregó, mientras el otro, que estaba arriba, dijo luego que había llegado la
policía, preguntando por donde podían escapar. Acota que sintió un ruido,
seguramente producido por el golpe de la computadora contra el piso, y que se
fueron por el fondo. Ante preguntas que se le formularan, menciona que ambos
vestían bermudas y, al leerse, de su declaración de fs. 17 cuya firma reconociera,
que uno estaba “…vestido con remera de color blanca y zapatilla color blanca con
un dibujo tipo pipa de color negra, mientras que el otro sujeto se hallaba vestido
con un saquito de color marrón con cierre y bermuda de color blanca…”, dice sólo
recordar la remera blanca del primero y que tenían bermudas. En cuanto al
episodio allí descripto sobre que uno la tomó del cuello y le apuntó con el arma en
la cabeza, dice no recordar.
En relación con la huida de los imputados y su conducta posterior
resulta de trascendencia lo expuesto por Roberto Daniel Cavallero quien, a través
de la declaración agregada a fs. 186 (y mecanografiada a fs. 187), relata que,
mientras daba vueltas con su rodado Fiat Palio, dominio CZF-813, con el fin de
realizar unos trámites y circulaba por Juan Agustín García, entre Segurola y
Sanabria, a unos treinta metros de ésta, apreció en la esquina a dos hombres que,
uno a cada lado de su auto, le exhibían sendas armas de fuego, por lo que atinó a
detenerlo, al tiempo que escuchó un estruendo proveniente del lado derecho, lo
que ocurrió cuando ya había pasado la línea de ambas personas, escuchando a
continuación, mientras ya tenía su puerta abierta con el fin de bajarse, un segundo
estruendo, para sentir que su cuerpo se le dormía en forma instantánea. Agrega
que, aunque ignora de qué forma, el vehículo siguió su marcha sin sentir las
piernas, debiendo usar el freno de mano para detenerlo, lo que ocurrió a mitad de
cuadra de García, y se refiere luego a la llegada de varios patrulleros y una
ambulancia que lo trasladó al hospital Vélez Sardfield. Finalmente agrega que se
trataba de dos personas jóvenes, uno con ropas oscuras y el otro con remera clara,
que el primero se colocó sobre el lateral derecho y el segundo a la izquierda y que
según su posición ambos le dispararon, destacando que los dos le gritaban “bajate
hijo de puta” y él les respondió “ya me bajo, pará no tires”, lo que ocurrió entre el
primer y el segundo disparo, llegando después a escuchar uno o dos más.
De relevancia aparecen, además, los dichos de Edgardo Felipe Bazo
pues puntualiza que, con posterioridad a las 12 y 25 en que efectuó un pago en el
Banco Ciudad, se dirigió a su rodado estacionado en Juan Agustín García, a pocos
metros de Zanabria, oportunidad en que escuchó unos dos disparos, cruzando
entonces para abordar el auto. Destaca que, entonces, se le acercaron dos hombres
que venían corriendo, uno de ellos con un arma en una de sus manos, que le
exigieron la entrega de las llaves, lo que no lograron ante su resistencia, por lo
que, y ante la presencia de un policía que se parapetó enfrente, lo tomaron como
un escudo humano, apoyándole uno el arma en la cabeza al tiempo que el restante
le sostenía fuertemente un brazo sobre la espalda, lo que le produjo una lesión en
su hombre izquierdo de la que luego se tuvo que atender. Señala que el policía les
gritó tres veces para que desistieran de su actitud, que uno incluso le apuntó, que
él entonces pudo liberarse y que el restante caco logró salir corriendo por
Segurola, entregándose el otro, previo arrojar el arma y tirarse al piso. Ante
preguntas que se le formularan destacó que el del arma vestía un pantalón corto
blanco y remera marrón, con gorra, y el otro un bermudas azul y remera blanca.
Menciona que el que escapara fue luego aprehendido por los ocupantes de un
móvil policial mientras caminaba tranquilamente por Segurola, esquina con
Elpidio González. Acota que, además de la lesión, quedó muy traumatizado, que
Poder Judicial de la Nación
no recuerda cómo era el arma, que los disparos los sintió del lado en el que, luego,
pudo apreciar la existencia de un charco de sangre, y que el personal policial no
llegó a disparar.
El Sargento 1° Daniel Terciano relata que ante un llamado del
Comando Radioeléctrico arribó a un inmueble de la calle San Blas y le fue
indicada por una mujer la casa donde se estaba desarrollando el ilícito, pudiendo
apreciar en ese momento que un hombre -al que describe como delgado, de 1,70
m de estatura, pelo corto y una remera algo clara- salió con un bolso, por lo que le
gritó “alto” y volvió a ingresar. Entonces, entraron y la dueña de casa les informó
que se habían ido por el fondo. Señala que hallaron un cargador en una propiedad
vecina y unas llaves en el fondo que pertenecían a un Peugeot 206 que era el único
vehículo estacionado a unos quince metros de la vivienda, llamando a la División
Rastros que abrieron el auto que, luego, él mismo llevó a la Seccional. Luego de
reconocer su firma en el acta de secuestro de fs. 22 y mecanografiada a fs. 23,
recuerda que en el interior del auto se secuestró un cargador largo con balas que
estaba en el buche de la puerta del conductor, no haciéndolo en relación con la
referencia plasmada en su anterior deposición (agregada a fs. 20, cuya firma
reconoce) acerca de la utilización de unas bermudas por parte del individuo que
mencionara y sí respecto del bolso azul. Añade que, estando aún en la casa, más
precisamente en el jardín, escuchó dos o tres disparos y que, efectivamente, fueron
bruscos al momento de entrar, al punto tal que le dieron un golpe a la puerta.
Sobre otros aspectos por los que fue interrogado por la defensa de Chávez y
lectura que se hiciera de parte de su anterior declaración, acota que puede ser que
él mismo hubiera probado las llaves correspondientes al Peugeot y también que el
cargador que estaba en su interior tuviera veinte proyectiles.
Cabe mencionar que en relación con el conocimiento que tuviera la
policía en relación con el primer episodio, obran los dichos incorporados por
lectura de Basílica Palacios (fs. 78), vecina de San Blas 4234, en tanto refiere que
el día en cuestión escuchó una voz de mujer que decía “que no tenía nada”, por lo
que enseguida llamó al teléfono 911 de emergencias y relató que la estaban
robando, dando su propio domicilio, sin salir de su casa por temor a su integridad
física.
El Sargento Claudio Rubén Verón, que conducía el móvil a cargo de
Terciano, se expide de similar manera acerca del anoticiamiento que en el lugar
recibieran de parte de la vecina, que resultó ser Basílica Palacios, y en cuanto a la
aparición de un hombre con remera blanca y bermudas, con un CPU y un bolso
azul en sus manos, el que inmediatamente volvió sobre sus pasos y cerró
violentamente la puerta. También en relación al siguiente ingreso de ambos
policías empujando dicha puerta y a la noticia recibida de parte de las mujeres
acerca de la huída de los delincuentes por el fondo, escuchando luego que se les
pedía apoyo en la calle García, por lo que su superior se dirigió allí y él se quedó
con las víctimas que le relataron lo sucedido. Narra que después volvió Terciano y
le informó de las detenciones y de la existencia de un herido y que halló frente a la
puerta de ingreso de la vivienda aquellos elementos a que se aludiera, como así
también un manojo de llaves sobre el césped del jardín trasero, correspondientes a
vehículos Peugeot y Renault, y en el patio de la finca de al lado un cargador de
pistola. Agrega también que constató que a unos metros de la casa estaba
estacionado el rodado Peugeot 206, dominio GVJ-048 y que las llaves de
referencia le pertenecían, puntualizando que luego se incautó de un celular
“Nextel” a nombre de Juan Sebastián Brites y más tarde, por indicación de
Terciano que conducía aquel auto, un cargador de pistola con veinte proyectiles
que hallara en el “buche” de la puerta delantera izquierda y, debajo del asiento de
ese lado, doce precintos plásticos.
De relevancia resultan los dichos de los testigo Graciela Nápoli (fs.
144) y Silvia Elvira Díaz Ayala (fs. 153) pues presenciaron la diligencia de la
incautación de una CPU, un bolso con pelotas de tenis y una raqueta al lado de la
puerta de la finca de San Blas, como así también la del cargador y llaves que se
encontraban en la finca lindera a la que se llegó saltando una medianera, y la del
Peugeot 206 y un celular y documentos de su interior.
A su vez, se valora lo manifestado por el Principal Rubén Santiago
Poder Judicial de la Nación
Corpos (fs. 27) en tanto se refiere a su posterior presentación en el lugar, al relato
que le hicieran sus subalternos y a las circunstancias concernientes a los distintos
secuestros materializados, suscribiendo el acta referida al rodado y elementos
hallados en su interior (fs. 29)
Confirmando lo precedentemente valorado, el Agente Elio Juan
Bario relata que, estando de parada en Camarones y Gualeguaychú, escuchó el
alerta irradiado desde San Blas 4234, por lo que se dirigió al lugar y una vecina
les contó que ella había llamado y que el suceso estaba ocurriendo enfrente de su
casa. Destaca que, entonces, ingresaron y tomaron conocimiento de que los
autores del hecho ya se habían ido por los fondos, y que con otros policías fue
hacia Zanabria y Juan Agustín García donde, previo aviso de un cerrajero
instalado en la zona, fueron hacia el rodado Fiat Palio que tenía roto el vidrio de la
puerta trasera izquierda, hallando al conductor en el interior temblando, por lo que
llamaron a una ambulancia. Detalla que, mientras tanto, le puso una gasa en su
espalda que tenía una mancha de sangre y que luego se dirigió al Velez Sardfield
en el que una doctora le entregó el “encamisado” del plomo secuestrado, labrando
la correspondiente acta de secuestro cuyo contenido y firma reconoce (fs. 15).
Al respecto, se cuenta con lo manifestado por Jorge Héctor Brun (fs.
145)74 quien relata que en su presencia una doctora del Hospital entregó a un
policía un latón de proyectil, lo que fue plasmado en la correspondiente acta que
fue por él suscripta y que ya fuera citada, de la que se desprende que la médica de
guardia en cuestión es Verónica Galloso y que el elemento se le cayó al
damnificado Cavallero.
En la línea adelantada, de interés resulta valorar lo expuesto ante el
Tribunal por el Agente Jorge Ariel Arriaza, que a la sazón se encontraba de parada
por prevención bancaria en García y Segurola, quien, tal como relata y luego de
escuchar el alerta por lo que ocurría en San Blas al 4200, escuchó dos disparos y
se dirigió hacia el lugar del que provenían, oportunidad en que un hombre que
miraba hacia atrás le contó que le habían pegado un tiro a un hombre. En esos
momentos ve a otro con un arma cerca de Sanabria y García que se la colocó en la
cintura, por lo que se parapetó detrás de un árbol y moduló pidiendo ayuda.
Describe, a continuación, que el individuo sacó su arma y él hizo lo mismo, y que
en seguida aquel tomó del cuello al otro hombre y forcejearon, llegando a
apoyarle la pistola en su cabeza, comenzando el declarante a acercarse al tiempo
que le decía que bajara el arma, lo que hizo dos o tres veces, a lo que le contestó
“quedate quieto, quedate ahí” y le apuntó, ante lo cual el rehén aprovechó y salió
corriendo. Luego se escuchó que otro policía le ordenó también que dejara el arma
y vio que la dejó en el piso y se arrodilló. Ante otras preguntas, dice que, quien
resultó ser Britez, vestía bermudas clara y remera o campera oscura -al leérsele
sus anteriores dichos asegura no recordar que fuera de color marrón- y era medio
gordito y aclara que él recién apreció la escena cuando el rehén fue tomado del
cuello. Se refiere también a que después, por orden del Sargento interviniente, se
dirigió a la calle Segurola en busca del otro imputado que, cuando llegó, ya se
encontraba detenido.
Al respecto, se cuenta además con los dichos del Sargento Roberto
Carmelo Cordero (fs. 3) quien fue desplazado a García al 4200 pues se estaban
fugando los autores del hecho y, casi en la esquina de aquella con Elpidio
González, apreció que un hombre con remera blanca y bermudas corría por la
primera en sentido contrario a la dirección del tránsito, mientras era perseguido
por un policía, por lo que detiene el móvil a su cargo y le ordenó detenerse, lo que
hizo arrojando un arma de fuego al piso. Procedió a la aprehensión de quien se dio
a conocer como Alberto Ramón Chávez y a la incautación de ciento noventa
pesos, un control remoto, un aro de mujer plateado, un aparato de comunicación
“Nextel” y una pistola calibre 9 mm “Browling” -que a simple vista tenía la
numeración limada, con un cartucho a bala en su almacén y diez en el cargador, de
todo lo cual se da cuenta a través de las actas de fs. 4 y 5 que suscribiera en
presencia de los testigos Carlos Galarza y Sixto Basilio Alegre que, a su vez,
depusiera en el mismo sentido a fs. 7.
En relación con la detención de Britez, obran los dichos del Sargento
Víctor Hugo Arancibia (fs. 8) quien, mientras cumplía funciones de policía
Poder Judicial de la Nación
adicional en Segurola 1601, escuchó dos estampidos como de detonaciones de
armas de fuego, por lo que salió y vio a un policía uniformado que perseguía por
Juan Agustín García en dirección a aquella arteria a un hombre que vestía
pantalón bermuda de color blanco, una campera de lana marrón y zapatillas
blancas, cruzando éste hacia donde él estaba, momento ese en que recién nota su
presencia, arrojando de inmediato un arma de fuego. Luego de la voz de alto, se
tiró al piso y se procedió a su detención, ordenando al otro policía, que resultó ser
el citado Agente Arriaza, que se dirija en la búsqueda de otro delincuente de
remera blanca que fugaría por Segurola, para volver poco después informando que
ya había sido aprehendido. En presencia de testigos, secuestró la pistola calibre 9
mm, con número 256712, marca “FM Browning”, sin munición en la recámara, y
también un cargador con ocho cartuchos a bala de encamisado dorado intactos,
todo lo cual se aprecia en el acta de fs. 11, mientras que en la de fs. 10 se da
cuenta de la detención. Tales diligencias aparecen corroboradas por el testigo de
actuación Roberto Amadeo Durou (fs. 38) que las suscribiera junto a Rubén
Alberto Islas.
Se cuenta también con las declaraciones del Ayudante Patricia
Gallardo (fs. 150) en relación con el secuestro de vainas servidas y un proyectil
calibre 9 mm en la esquina de García y Sanabria.
Cabe valorar al respecto lo que se desprende del acta de fs. 33
labrada por el Sargento Pedro Pérez quien a fs. 30 depone y da cuenta de tal
diligencia, como así también de haberse constituido en el Hospital Vélez Sardfield
donde le hicieron entrega de la bala extraída del cuerpo de Cavallero. Dicho
policía fue quien arribó al lugar en el que se encontraba el auto de Cavallero con
su conductor en el interior manando sangre, por lo que lo auxilió hasta la llegada
de la ambulancia.
Sobre el punto, resulta de interés lo expuesto por los testigos de tal
acta, Ricardo José y Christican Ricardo Posada (fs. 140 y 141, respectivamente),
quienes, mientras estaban en el taller de García 4344, escucharon disparos, por lo
que se asomaron y vieron detenerse al rodado Fiat Palio, el que era tripulado por
un hombre al que conocen del barrio, notando que estaba herido pues emanaba
sangre de su cuerpo. Aluden a que instantes después aparecieron patrulleros y a
que les fueron solicitadas sus intervenciones en calidad de testigos.
Obran los dichos de Leandro Nicolás Molina (fs. 151) y Martirosyan
Grigor (fs. 152), testigos de la incautación del cargador y precintos del interior del
Peugeot 206 (acta de fs. 29). También, por su incorporación por lectura, obra acta
inicial en la que el Jefe de la Comisaría 43ª, Hugo Luis Adelco (fs. 1), da cuenta
de las diligencias practicadas.
A su vez, por su incorporación por lectura, se cuenta con lo expuesto
a fs. 410 por Juan Carlos Díaz en relación con la desaparición en el año 2007 de la
pistola calibre 9 mm n° 256712 a que ya se aludiera, respecto de la cual hiciera la
correspondiente denuncia su esposa Cristina Natalia Soto (ver fs. 412/20).
Cabe valorar también lo informado a fs. 193 por el RENAR en
cuanto a que ni Chávez ni Brítez se encuentran inscriptos como usuarios de armas
de fuego en ninguna de sus categorías, como así también que la pistola antes
citada está registrada, efectivamente, a nombre del citado Díaz, sin que posea
pedido de secuestro.
En relación con las armas utilizadas, varias son las probanzas a
considerar. En primer lugar, el informe del perito “ad hoc” Sargento Pedro Zárate
(fs. 39/40) quien, respecto de la pistola Browning calibre 9 mm, con numeración
pulida, concluye que tanto el sistema de seguro como su funcionamiento -para lo
cual la accionó en forma manual sin munición- son óptimos, mientras que posee
un almacén cargador con capacidad para trece cartuchos, siendo regular el estado
de conservación, determinando además que los once cartuchos blindados con
inscripción Luger 9 mm MRP están intactos. Respecto de la pistola Browning 9
mm, con numeración 256712, dice que su cuidado y conservación son buenos, que
tiene cargador para trece cartuchos y que los ocho blindados que inspeccionó
están intactos. En relación con las dos vainas servidas que tuvo a la vista,
menciona que son 9 mm Luger MRP y tienen sus fulminantes hundidos, mientras
que el restante proyectil incautado tiene dicha inscripción y está intacto, dando
Poder Judicial de la Nación
cuenta también de haber observado otro proyectil encamizado deformado.
También estudió un cargador para 9 mm en buen estado, veinte cartuchos intactos
blindados, dieciséis de ellos con inscripción 9x19 FMSF72, uno con 9 mm Luger
MRP, dos en su culote con 9x19 FMSF0991 y el último con 9 mm Luger PMC;
otro cargador con capacidad para trece cartuchos y doce de éstos blindados e
intactos (once: 9 mm Luger MRP y uno: 9 mm Luger S&B. A fs. 88 obra detalle
del material, en ocasión de su remisión a la División Rastros.
La División Balística de la Policía Federal (informe de fs. 254/272,
adelantado a fs. 228/9) vuelca distintas conclusiones que se pasan a exponer. En
primer lugar, determina que en el rodado Palio de referencia se detectaron cinco
huellas producto de accionar de dos proyectiles disparados por arma de fuego,
compatibles con el calibre 9 mm. Más específicamente da cuenta de que el
primero afectó la ventanilla de la puerta trasera izquierda a 10 cm. del borde
inferior y 31 del borde anterior, originando un orificio oval y atravesándola hasta
ingresar por el borde superior izquierdo de la butaca delantera izquierda y salir por
el otro lado. El segundo afectó la puerta delantera derecha, lo que originó un
orificio circular, con una trayectoria “del exterior al interior, de la parte anteri9or a
la posterior del lateral derecho al izquierdo y en forma descendente”.
Sobre las pistolas determinó que ambas resultaron aptas para el tiro y
de funcionamiento normal y que los seis cartuchos tomados al azar y sometidos a
pruebas de disparo con las mismas armas también resultaron aptos. También que
la vaina n° 1 (ver láminas de fs. 260 y 261 que muestran orificios y ventana
trasera izquierda y butaca del conductor) fue disparada por la pistola
semiautomática de simple acción calibre 9 x 19 mm, licencia FN-Browning,
número 256712, mientras que la n° 2 (láminas obrantes a fs. 262 y 263 que
exhiben ingreso en puerta delantera del acompañante) lo fue por la restante arma
secuestrada cuya numeración identificadora no pudo ser detectada como
consecuencia de la maniobra erradicativa concretada (fs. 396).
La misma División concluye (fs. 591/5), en relación con el disparo
que ingresara por la ventanilla trasera izquierda del Palio -y luego atravesara el
asiento del conductor e ingresara en el cuerpo de Cavallero-, que la distancia a la
que el arma fue detonada se encontraría entre 1,60 metros como mínimo y 3 como
máximo.
A su vez, en cuanto a la materialidad de los sucesos como así
también a la determinación acerca de las específicas conductas de los imputados
en cuanto a los disparos que ingresaron en el rodado de Cavallero, resulta de
relevancia lo concluido por la División Rastros de la Policía Federal a fs. 142 pues
se determinó que uno de los rastros detectados sobre el vidrio de la puerta
delantera pertenece, en forma categórica e indubitable, al dígito pulgar derecho de
Chávez.
Distintas probanzas dan cuenta de las consecuencias que respecto del
citado Cavallero tuvo el accionar del proyectil que ingresara en su cuerpo. En
primer lugar cabe aludir a las historias clínicas que se labraran tanto en el Hospital
General de Agudos “Dalmacio Vélez Sardfield” como en la “Clínica Basterrica”
S.A. (ver fs. 521 a 590), de las que cabe resaltar que, al regreso de ésta última,
padecía hemiplejía y ausencia de sensibilidad en miembros inferiores.
Relacionado con ello se encuentra la constancia de la prevención de fecha 31 de
enero por la que se informa que el neurocirujano de guardia de la citada clínica le
hizo saber que parte del proyectil que hiriera a Cavallero ingresó a la columna y
atravesó la médula y que no posee ninguna respuesta motriz ni sensora, quedando
parapléjico, como así también que en horas iba a ser operado nuevamente para
limpiar médula y cierre de contorno de médula, indicando que esa posible que
hubiera derrame de líquido y que ello le ocasionara infecciones que incluso
podrían llegar a la muerte.
Asimismo, luego del pertinente estudio, el médico forente Dr.
Alberto Raúl Ferreres, concluyó (fs. 170) que Cavallero presenta lesiones de
importancia gravísima pues han producido las consecuencias médico-legales
especificadas en el artículo 91 del Código Penal en la medida en que han
ocasionado la inutilidad permanente para el trabajo así como el uso de los
miembros inferiores, resultando verosímil que el mecanismo determinante fuera
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herida por arma de fuego. En la audiencia, el médico ratificó el contenido y
conclusiones de dicho informe y, agregó, que, de acuerdo a su experiencia y
conocimientos, debe suponerse que la situación de la víctima es irreversible.
A su vez, obran croquis y planos del lugar del hecho (fs. 6 y 98 y
292, respectivamente); fotocopias del dinero incautado (fs. 45/6), de la cédula de
identificación del Peugeot 206 y de la declaración de Juan Carlos Díaz en relación
con una de las armas cuya sustracción fuera denunciada por su esposa Cristina
Natalia Soto (fs. 412/20); fotografías de las armas, proyectiles, efectos y autos
Peugeot y Palio incautados, y del lugar del hecho (fs. 50/8 y 297/309); actas de
detención y lectura de derechos de los imputados (fs. 4, 10 y 36); acta de secuestro
de un proyectil hallado debajo del asiento delantero derecho del vehículo Palio
Weekend, dominio CZF 813 de Cavallero (fs. 35); peritajes sobre la computadora
(fs. 83) y demás efectos (fs. 84 y 85) y vehículos (fs. 86) secuestrados; informes
correspondientes al auto Peugeot en cuestión cuyo titular resulta Juan Sebastián
Brítez (fs. 79) y en relación con el Palio de cita (fs. 132) y sus respectivos
inventarios (fs. 41 y 42); acta por la que se deja constancia del traslado de
Cavallero al Hospital Vélez Sardfield y de la inspección practicada sobre su
rodado (fs. 31/2), además de otra en la que consta el secuestro; acta de
levantamiento de manchas pardo rojizas del interior del citado Palio (fs. 312); y
peritaje de los precintos (fs. 133).
Ante tal contundencia probatoria, los imputados, durante la
audiencia, se negaron a prestar declaración indagatoria, por lo que fue incorporado
el contenido de aquellas volcadas durante la instrucción.
Así, Chávez, luego de negarse a deponer a fs. 113, lo hizo a fs. 195
aunque exclusivamente en relación con un aspecto de las conductas que se le
endilgan. Dijo, en relación con el episodio relacionado con Cavallero, que él venía
corriendo muy asustado junto a su compañero pues los venían siguiendo varios
policías que les disparaban y que entonces, al acercarse el rodado que aquel
conducía, le apuntó con la intención de apoderarse del mismo para huir,
escapándosele un disparo como consecuencia del susto que tenía, lo que también
le ocurrió a Brítez, por lo que asegura que en ningún momento dispararon con la
intención de matarlo, ni siquiera de herirlo. Agrega que no es cierto que el
conductor haya detenido el auto y haya abierto la puerta con la intención de
bajarse pues, en realidad, nunca lo detuvo, y que él estaba enfrente y, al no parar,
se pudo del lado derecho del vehículo. Puntualiza que tiene mucho cargo de
conciencia por lo ocurrido a ese hombre y que lo siente mucho. En cuando al otro
individuo al que habría tomado del cuello, dice que ello nunca ocurrió y que ellos
corrían y, cuando el señor se cruzó, no lo agarraron ni le hicieron absolutamente
nada, destacando que un policía detuvo a su compañero y él siguió corriendo hasta
ser aprehendido más adelante, por lo que asegura no haber tomado de rehén a
persona alguna.
Luego de negarse a fs. 119, en la misma fecha que Chávez y a
continuación de él (fs. 203), Brítez afirma que, desde que salieron de la casa, la
policía los venía siguiendo y, dado que estaban asustados, querían buscar un auto
para poder huir. Señala que al divisar el Fiat Palio exhibieron sus armas al
conductor que, si bien bajó la velocidad, nunca paró, ante lo cual su compañero
efectuó un primer disparo y luego él concretó otro apuntando a la rueda delantera
izquierda. Que la intención de ambos fue la de lograr que se detenga pero nunca
matar lo lesionar pues eran perseguidos por policías que disparaban contra ellos y
que no recuerda de que lado estaba él. Agrega que efectuó un disparo cada uno y
que cuando él lo hizo el rodado estaba pasando justamente a su lado. No se dio
cuenta donde pegó el disparo aunque el auto siguió avanzando y sólo tenía una
bala en la recámara pues el cargador se le había caído en la huída. Respecto del
episodio relacionado con Bazo dice que en ningún momento lo tomó del cuello
para tomarlo como escudo pues después de lo ocurrido con el auto siguió
corriendo unos metros y, al llegar a la esquina y ver que la policía le impartía voz
de alto, se entregó.
La materialidad de los distintos sucesos, a mi entender, ha quedado
debidamente acreditada a través de las distintas probanzas previamente valoradas,
sin que el parcial relato efectuado en su momento por los inculpados, que por lo
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demás admiten directa o indirectamente no solo haber estado en los lugares donde
ocurrieron los sucesos sino también cierto grado de intervención. Tal indirecta o
elíptica admisión general no aparece, no obstante, necesaria a fin de arribar a la
certeza anticipada. Es que, tal como fuera “in extenso” resaltado, las contundentes
declaraciones tanto de quienes se encontraban en la casa de la calle San Blas,
como de Cavallero y Bazo, a lo que se suman los detallados dichos del personal
policial interviniente y las restantes constancias documentales, periciales y
testimoniales no permiten hesitar siquiera acerca de la acaecencia de los hechos tal
como han sido descriptos al comienzo.
En cuanto a los dos sucesos respecto de los cuales los encausados se
expiden, cabe efectuar algunas precisiones. Respecto del desgraciado episodio del
que resultara víctima Cavallero, aquellas versiones permiten, por si hacía falta,
confirmar la posición que ambos imputados tenían en relación con el rodado. Es
que del relato de Chávez cabe extraer algo que ya venía probado a poco que se
analicen las actas de detención y secuestros ya citadas y en particular el informe
balístico de fs. 255/71 en el que se efectúa un cotejo entre las vainas y las armas:
dicho imputado se colocó, al momento de efectuar su disparo, del lado derecho del
auto, es decir más cerca de un eventual acompañante que del conductor. Por ende,
y ello se deduce fácilmente de las propias referencias de la víctima -y sin perjuicio
de que él diga no recordar el punto-, Brítez era quien estaba del lado de Cavallero
y, por ende -tener en cuenta el contenido del informe balístico a que ya se aludiera
y en especial las fotografías de fs. 260 y 261- fue quien efectuó el disparo que,
finalmente, ingresó en el cuerpo de la desdichada víctima, ello sin perjuicio de
resaltar que, tal como cabe deducir de los propios dichos de Cavallero y,
sustancialmente, del ya citado informe balístico (con especial hincapié en las fotos
de fs. 262 y 263) el disparo efectuado por Chávez también iba en dirección al
conductor.
Tal reflexión pretende desvirtuar, sin perjuicio del encuadre jurídico
que finalmente elegiré, aquello que de ambas versiones se desprende en el sentido
de no haber dirigido los disparos hacia el sector donde estaba el conductor del
rodado. Así, Chávez directamente aduce que se le escapó el tiro, lo que no parece
condecir con su siguiente referencia a que no era cierto que Cavallero hubiera
detenido el rodado, mientras que Brítez aduce haber disparado a la puerta
delantera izquierda.
Si se aprecia en detalle lo expuesto por Cavallero, caben sacar
algunas conclusiones de interés para contestar la argumentación de los imputados
de las que también se hacen eco las defensas. De sus referencias se deduce con
facilidad que en forma imprevista se encontró con los dos imputados que, uno a
cada lado de su auto, exhibían sus armas, por lo que intentó enseguida detenerlo,
lo que tal vez no logró totalmente si se atiende a su posterior mención a que, luego
del último disparo, el auto continuó su marcha, a punto tal que debió pararlo
accionando el freno de mano, lo que, por cierto, coincide con la versión de los
imputados. También en consonancia con lo que éstos dijeran, Cavallero afirma
que la detención -o la casi detención a estar a lo antes expuesto- se produjo
pasando unos metros la línea de los delincuentes, con el agregado de que recién
allí sintió el primer disparo. La conclusión, a mi criterio, resulta la siguiente:
ambos imputados intentaron detener el andar del rodado y éste, a pesar del
accionar del conductor, rebasó la línea de aquellos, por lo que efectuaron disparos
hacia el rodado y en dirección, tal como ya he expuesto se desprende del peritaje
citado, a quien hacía caso omiso a la orden que impartían, con la clara finalidad de
lograr que se produjera la detención que les permitiera huir.
Lo precedente descarta, a mi criterio, que los disparos fueran
consecuencia de un susto o que, en otras palabras, se les escapara y por ende no
tuvieran intención alguna ni siquiera de lograr la detención del rodado. También
descarta que Brítez apuntara a la rueda trasera izquierda pues fácil es concluir, a
poco que se recuerde la distancia a la que se encontraba del auto y su posición con
el rodado que apenas había pasado su línea, acerca de las diferencias que existen
entre ambas direcciones de disparo. Por lo demás, no se entiende que quisieran
darle a una de las ruedas pues ello, obvio aparece remarcarlo, les hubiera
impedido o dificultado seriamente el alejarse raudamente del lugar.
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En conclusión, y más allá de la discusión que pretende plantear la
defensa acerca de si habrían o no existido más disparos -lo que parece deducirse
de los dichos de Bazo-, lo real es que los imputados, huyendo de la comisión de
otro ilícito, intentaron desapoderar del rodado a Cavallero que, para su desgracia,
circulaba en dirección opuesta a los encausados. Estos se colocaron uno a cada
lado y, al no lograr al menos la detención total del auto -más allá de la puerta que
dice Cavallero abrió con el fin de descender y entregarlo- lo intentaron hacer a
través de disparos efectuados hacia aquel con la finalidad de que el conductor lo
hiciera.
Que ambos tuvieran la dirección que finalmente tuvieron, no indica,
a mi entender y teniendo en cuenta que la duda debe favorecer a los encausados,
que la finalidad de Chávez y Brítez fuera la de dar muerte a quien conducía el
rodado que, urgentemente, necesitaban. Puede entenderse que la intención fuera la
de lograr, finalmente, que el rodado se parara y, de tal manera, poder ascender a
él, lo que, por lo demás, se hubiera dificultado seriamente si debieran, además,
sacar previamente el cuerpo mortal del conductor. Al no tener certeza acerca de la
intención homicida, cabe colegir que la meta era efectuar disparos hacia la zona
del conductor y, de tal manera, convencerlo de que debía detenerse.
En relación con el hecho de que fuera víctima Bazo, se ha probado,
como se adelantó, que ambos actuaron de consuno para lograr hacerse de otro auto
que les permitieran escaparse y que, con tal finalidad, tomaron a la víctima,
resultando más extensa la conducta de Brítez que no solo apuntó con arma a la
cabeza de aquel sino que continuó reteniéndolo cuando apareció el policía que
finalmente lo desarmó, mientras que Chávez, luego de doblarle en brazo hacia
atrás, se fue corriendo hasta que, poco después, fue también aprehendido.
No es cierto, entonces, que, tal como sostienen ambos, no hubieran
actuado en perjuicio de Baso. Es que no solo se cuenta con la contundencia y
precisión poco común de dicho testigo sino también con la referencia en igual
sentido, aunque parcial porque apareció en escena después de iniciada la conducta
en trato, del Agente Arriaza quien, dicho sea de paso, ha actuado con una
decisión, frialdad y consideración a la integridad física tanto de víctima como de
victimario que merece destacarse.
En relación con el resto del raid delictivo llevado a cabo por los
imputados, ya he dicho que la prueba aparece por demás contundente, a punto tal
que se cuenta con las precisas menciones volcadas durante la audiencia por Reti
de Urbano y Burela que no solo cuentan lo ocurrido sino que confirman la huída
de ambos malhechores justamente en dirección al lugar en el que luego se
sucedieran los restantes episodios. Si a ello se suman los dichos del personal
policial que se acercó al lugar, precisamente, por una denuncia de una vecina,
poco es lo que puede agregarse.
Es que, contrariamente a lo sostenido por la defensa de Brítez, no se
aprecia la existencia de las irregularidades a que se refiere ni menos que ellas, de
haber tenido lugar, desmerezcan en alguna mínima medida la entidad del cuadro
probatorio reunido.
En primer lugar, la genérica alusión a pruebas policiales no
ratificadas ante la justicia -más allá de dejar expresamente asentado que no pide
nulidades-no tiene asidero alguno. Es que todas aquellas constancias de ese tipo
han sido incorporadas por lectura con la expresa conformidad de la propia defensa
y por lo demás no se aprecia irregularidad alguna ni contradicción con otras
pruebas colectadas, ello sin perjuicio de que la negativa a la lectura de los párrafos
que le fueran leídos a algunos testigos como consecuencia de la falta de recuerdo
puntual sobre algunos tópicos -lo que, por cierto, ya fuera resuelto y fundado
durante la audiencia de debate- aparece como un desconocimiento de la propia
normativa procesal vigente y de la doctrina que, directa o indirectamente, se
desprende de fallos tales como el dictado por la CSJN en los autos “Benítez”. Es
que lo trascendente es permitir la existencia de control por parte de la defensa de
aquella prueba que no ha sido volcada en la audiencia de juicio y en el presente
caso no se trató de ello sino del interrogatorio a un testigo en el debate a quien se
le recordaban aspectos antes volcados, lo que no solo le posibilitó la concreción de
preguntas sino que, por lo demás, dio como resultado, en algunos casos (por
Poder Judicial de la Nación
ejemplo Reti de Urbano respecto de las vestimentas y características de los que
ingresaron en su vivienda), la falta de recuerdo puntual de los testigos.
Al respecto, cabe puntualizar que la prueba respecto de los distintos
episodios es de tal contundencia que aún sin valorar aquello que en su momento
dijeran y ahora no recuerdan sobre los autores y más allá de que de todas maneras
se alude a características por cierto coincidentes con las detectadas al momento de
las detenciones -como los bermudas a los que se refiere Burela-, resultan más que
suficientes. Nótese, para insistir sólo en algunos aspectos, la inmediatez entre el
hecho de San Blás y los siguientes que, como se remarcó, ocurrieron justamente
“atrás” de aquella vivienda y con utilización de armas al igual que en aquel, a lo
que cabe sumar que, sintomáticamente, fue hallado a las puertas de la casa el
rodado Peugeot 206 de propiedad del citado Juan Sebastián Brítez. Ello sin contar
que los propios imputados aluden a la necesidad de huir y Brítez incluso dice que
se escapaban de la casa.
Por cierto que algunas diferencias remarcadas entre dichos de
policías y víctimas, en este primer suceso, resultan, más allá de luego aclaradas, de
nula relevancia. Por ejemplo, la forma violenta que utilizaron los policías para
ingresar en la casa de San Blas (ver secuelas en la foto ya citada), lo que por cierto
se encuentra absolutamente justificado ante la necesidad de poner fin a un
accionar delictivo del que acababan de tomar conocimiento y que evidentemente
se estaba desarrollando en esos momentos, y de evitar males mayores, habida
cuenta que los delincuentes aún permanecían en el interior. La cuestión, fácil
resulta concluir, no quita ni pone rey en relación con la conducta de Brítez ni de
Chávez y mucho menos permite siquiera imaginar, como lo hace la defensa, que la
forma de ingreso “desencadenó” los hechos posteriores.
Sí cabe dar razón a la defensa en aquello que aparece dentro de la
descripción en el requerimiento de elevación a juicio y no ha sido confirmado
siquiera mínimamente durante la audiencia. Se trata de la hipótesis consistente en
que uno de los autores del hecho, al tomar nota de la presencia policial, habría
hecho ruido con su arma como si la cargara, tomado del cuello a la dueña de casa
y apuntado con aquella a su cabeza. Ni una ni otra mujer confirman el aserto e,
incluso, Reti lo desmiente, acotando que no fueron maltratadas.
Otro aspecto puesto de resalto por la defensa de Brítez consiste en
poner en tela de juicio que los policías hubieran estado habilitados para ingresar a
la finca lindera de donde se incautaron de las llaves del Peugeot y de un cargador,
por lo que solicita la exclusión de tal prueba. No le asiste razón tampoco en este
caso pues, justamente por la rapidez del suceso que llevó a los policías a ingresar
de la forma intempestiva en que lo hicieron y las inmediatas referencias de las
mujeres a que escapaban por los fondos, el personal actuante, en cumplimiento de
sus funciones, debió pasar a la casa contigua con el fin de aprehender a los
delincuentes, lo que llevó luego al hallazgo de los elementos citados que,
obviamente, debía secuestrar. Tal diligencia, según acta de fs. 23 y posteriores
dichos de la testigo Graciela Nápoli (fs. 144), ha sido concretada de conformidad
con las normas vigentes y, por lo demás, no fue cuestionada por la parte hasta
aquí.
Obviamente que, sin perjuicio de esto último, el supuesto analizado
por la defensa no se relaciona con la doctrina emanada del fallo de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación “Reginald Rayford y otros”, del 13/5/86. Allí el
Alto Tribunal se refirió a un supuesto distinto en el que se cuestionó si la ausencia
de objeciones del interesado resultaba equiparable al consentimiento, aspecto éste
que, por los motivos dados, no resultaba un requisito en la presente causa.
Por ello, el posterior hallazgo del rodado en frente de la casa y la
existencia de llaves correspondientes a la marca los llevó al cotejo y el posterior
secuestro del auto y, luego, de aquello que estaba en su interior. Desde ya que se
ha dado cumplimiento con la normativa vigente pues tal incautación se concretó
en presencia de testigos entre los que se encuentra Graciela Nápoli que a fs. 144
corrobora lo ocurrido, labrándose la correspondiente acta. Por lo demás, existían
claras circunstancias que justificaban la medida que se concretó, precisamente, en
relación con un rodado en el que los delincuentes, según se entendió en ese
momento (ahora confirmado), llegaron al lugar.
Poder Judicial de la Nación
Ha quedado entonces debidamente acreditado el accionar que
desarrollaron los imputados el día 31 de enero del corriente año de conformidad
con el detalle dado al comienzo, por lo que ambos deberán responder en calidad
de coautores, resultando de aplicación lo dispuesto en el artículo 45 del
ordenamiento de fondo.
La calificación es la de robo con armas de fuego en grado de
tentativa reiterado -dos hechos- en relación con el primer suceso ocurrido dentro
de la vivienda de la calle San Blás y aquel que tuvo como víctima a Bazo
(artículos 166 inciso 2°, segundo párrafo, 42 y 55 del Código Penal. No cabe duda
de la utilización de sendas armas cargadas en el primer suceso, a punto tal que, sin
perjuicio de los secuestros de cargadores concretados, inmediatamente hicieron
ambos encausados uso de las mismas en el siguiente episodio. En cuanto al último
de ellos, cabe consignar lo que surge de las constancias policiales en relación con
la incautación de sendos cargadores con proyectiles aptos para el disparo.
Ambos sucesos han quedado en grado de conato. Baste con advertir
que la propia víctima del primero da cuenta de que nada le faltó, mientras que la
pretensión de los encartados de llevarse el auto de Bazo no pudo concretarse por
razones ajenas a la voluntad de ambos.
El hecho que tuviera por víctima a Cavallero habrá de calificarse
como constitutivo del delito de robo agravado por la causación de lesiones
gravísimas y por haber sido cometido mediante empleo de un arma de fuego, tal lo
establecido en los artículos 166 inc. 1° y 41 bis del mismo ordenamiento.
Al respecto, corresponde iniciar el análisis merituando que a los fines
de la especificidad de la sanción, resulta claro a criterio del suscripto que la figura
aludida prevista en el art. 166 inc. 1° del código sustantivo resulta ser más
específica que su similar contemplada en el art. 166 inc. 2° del mismo
ordenamiento, por cuanto en el primer caso el hecho debe reputarse como
consumado con prescindencia de que el apoderamiento se haya consumado o no;
por lo que encontrándose probadas las lesiones producidas al citado Cavallero, así
como el carácter gravísimo de éstas, corresponde entonces optar por aquella
figura, en atención a la mayor gravedad de la misma, que no sólo reside en este
caso en la diferencia contemplada en la escala punitiva producto de la
consumación del ilícito y de la agravante genérica prevista en el art. 41 bis del
Código Penal sobre la que me explayaré más adelante, sino también a las
particulares circunstancias fácticas que rodearon el caso, a saber la entidad de las
lesiones causadas al damnificado, con consecuencias nefastas e irreversibles que
lo acompañarán por el resto de su existencia, a lo que cabe adunar que tales
efectos repercuten no sólo en la esfera personal de la víctima sino de sus
familiares y allegados, quienes deberán procurarle sustento de ahora en más. A
más de lo expuesto, debe considerarse que si bien el hecho de reputar consumado
el robo calificado por lesiones resulta suficiente para desplazar la figura de robo
con armas, lo cierto es que debe ponderarse también que la escala penal del ilícito
escogido se ve agravada en la especie por aplicación de la agravante genérica
prevista en el art. 41 bis del Código Penal, que en atención al criterio de
uniformidad e interpretación armónica del ordenamiento sustantivo, debe
considerarse que forma parte integrante de la sanción primigenia, agravando así el
delito de robo aún con su agravante específico previsto en el art. 166 inc. 1° del
C.P.
En este sentido, es importante destacar que al establecer los marcos
penales el legislador refleja el valor proporcional de la norma dentro del sistema,
indicando de este modo la importancia y rango de la perspectiva normativa,
prohibitiva o imperativa dentro del ordenamiento social (D´Alessio, Jorge Andrés
-Dir.-, Código Penal comentado y anotado, parte general, La Ley, Buenos Aires,
2005 pág. 442), todo lo cual inclina al suscripto por la preeminencia de la
calificación legal escogida.
De igual modo, conforme se adelantara, el hecho habrá de reputarse
como consumado con independencia de que el robo quedara en carácter de conato,
en atención a la entidad de las lesiones causadas, de conformidad con la doctrina
plenaria de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de
la Capital Federal, in re causa nro. 1670 “Salvini o Gómez J.C.” (Fallos Plenarios,
Poder Judicial de la Nación
Tomo II, pág. 462, Buenos Aires, 1984). En aquella oportunidad, el Dr. Ure, en
uno de los ilustrados votos que integraran la mayoría, sostuvo que “el delito
complejo es figura autónoma y distinta de los elementos que entran en su
composición. Por lo tanto, en el problema interpretativo no hay que remitirse a los
delitos simples que integran aquél sino a la inescindible figura compleja del art.
166 inc. 1°, que es una estructura unitaria que ofende dos bienes jurídicos, y no
simple suma de partes. Se asemeja a la fusión de dos cuerpos que dan origen a un
tercero distinto de aquéllos. En el caso, las lesiones no se incorporan al delito
patrimonial. Se han fundido con éste para dar nacimiento a un delito autónomo, y
por consiguiente la efectiva producción de las lesiones consuma el delito aún
cuando el robo no excediera lo lindes del proceso ejecutivo y que el elemento
subjetivo, que funciona como relación vinculatoria, sea sólo de robo con
representación de las lesiones como fragmento del hecho único y no como
contingencia extraña al robo que no alcanzó a consumarse”.
El maestro Nuñez comparte esta opinión al considerar que “las
violencias causantes de la lesión pueden ser ejercidas por el ladrón en cualquiera
de los momentos y con los fines a que se refiere el art. 164, pues todas ellas son
violencias que realizan el robo. Por consiguiente, agravando ya el delito las
violencias ejercidas para facilitar el robo, la calificante no exige la consumación
de este delito y, por ende, el tipo del art. 166 inc. 1°, se estructura tanto con la
consumación de la ofensa a la propiedad, como con su tentativa. Esto excluye la
posibilidad de la aplicación de las reglas de la tentativa. La consumación del tipo
calificado requiere, como en el artículo 165, la ofensa consumada o tentada contra
la propiedad y el homicidio consumado” (Tratado de Derecho Penal, T° V, pág.
233).-
Por lo demás, este criterio ha sido ratificado por el Superior, al
sostener que “Si bien el desapoderamiento no pudo ser consumado por razones
ajenas a la voluntad del imputado, se encuentran probadas las lesiones producidas
a la víctima, que es justamente una de las condiciones establecidas en el art. 166,
inc. 1° para agravar la figura básica, con prescindencia de que el apoderamiento se
haya consumado o no” (C.N.C.P., Sala III, c. 7577, “Puma Garay, Jorge Luis
s/rec. de casación”, rta. 11/06/07; en el mismo sentido Sala I, c. 2140, “Grieco,
Guillermo P. s/rec. de casación”, reg. 2628, rta. 03/03/99; y Sala III, c. 2201
“Tomier, Pedro Alberto s/rec. de casación”, reg. 246/00 rta. 09/05/01, entre otros).
A colofón, volviendo ahora sobre la aplicación a la figura de robo
calificado por lesiones de la agravante genérica prevista en el art. 41 bis del
código sustantivo, cabe mencionar que tal criterio se ve sustentado si se considera
que el ilícito en cuestión ha sido cometido con violencia e intimidación contra las
personas mediante la utilización de un arma de fuego, que a la sazón no sólo
resultó apta para sus fines específicos sino que fue utilizada por los enjuiciados en
la comisión del hecho para provocar las lesiones que incapacitaron a la víctima, lo
que se ha visto patentizado en la dirección de los disparos que ambos concretaron.
Sobre éste último aspecto y en relación con Chávez, cabe poner de
resalto que la circunstancia de haberse acreditado que sólo el disparo efectuado
por Brítez ingresó en el cuerpo de Cavallero, con las consecuencias conocidas, no
invalida que también él deba responder por tales consecuencias, habida cuenta la
integridad de la conducta por ambos concensuadas y concretadas y la idéntica
voluntad de ambos de poner fin a la circulación del rodado de aquel con el
propósito de hacerse del mismo.
De más está decir que, tal como adelanté, ha quedado a mi entender
descartada la hipótesis relacionada con la eventual existencia de dolo de homicidio
en el actuar de Chávez y Brítez. Es que, más allá de que a mi criterio la figura que
fuera elegida en el requerimiento de elevación a juicio, el homicidio “criminis
causae”, requiere del dolo directo de matar, lo cierto es que las circunstancias del
caso, en aplicación del principio “in dubio pro reo”, no permiten tampoco tener
certeza acerca de que los disparos, aun dirigidos hacia el lugar que ocupaba el
conductor del rodado, hayan sido dirigidos con aquella finalidad.
Los delitos elegidos concurren realmente, además, con el de
portación ilegítima de arma de guerra, conducta que ambos imputados llevaron a
cabo desde un comienzo y mientras duró su raid delictivo. Rige el artículo 189 bis,
Poder Judicial de la Nación
inciso 2° -párrafos tercero y cuarto- del Código Penal.
Segundo: causa n° 2917.
También se ha probado durante la audiencia que el 24 de diciembre
del año 2007, aproximadamente a las 14 hs., Matías Nicolás Vallejos y Rodrigo
Chávez y un tercer individuo no individualizado, con el que colaboró al menos
uno más desde el exterior, ingresaron a la vivienda de Blanco Encalada 3022 e
intentaron apoderarse de distintos elementos de “bijouterie” y perfumes, mediante
la utilización de armas de fuego entre las que se encontraba la pistola marca
“Glock”, n° ASZ690, con inscripción “Glock 17 Austria 9 x 19 NVSDF U.S.
Pat.4539” que portaba el primero.
Para ello Vallejos ingresó a través de una de las ventanas que daban
al frente, se dirigió a la cocina donde estaban la dueña de casa Beatriz Sartori y la
empleada doméstica Ramona Galeano, tomó del cuello a la primera y le apuntó
con dicha arma y, luego de que aquella le dijera “no molestes” en la creencia de
que era una broma de alguno de sus hijos, le dijo “esto es un robo, quedate quieta”
y tras ello le preguntó donde se encontraba el resto de la gente, para entonces, y al
contestarle que estaban en el fondo, dirigirse con ellas, a punta de pistola, hacia el
quincho en el que se encontraban su cónyuge Julio Luis Osella y sus hijos
Federico Sebastián, Franco Luis e Ignacio Agustín, además del sobrino Luis
Amado.
Ya en dicho lugar, se comunicó con Chávez y algún otro que estaban
afuera a través de un celular Nextel y les dijo “vengan boludos, los tengo a todos
acá” y “vengan, vengan, cuándo vienen?” e “hijos de puta, entren en la casa ya,
entren ya”, siéndole contestado “estamos cerca” y después que “hay gente en la
puerta”. Entonces, Vallejos llevó al primer piso de la vivienda y, previo ordenarles
“quédense quietos acá”, los dejó encerrados en una habitación, para dirigirse con
Federico Sebastián e Ignacio Agustín con el fin de que le indicaran dónde estaba
el dinero, oportunidad en que escucharon por el móvil que jChávez y el otro le
decían “dale, vení a abrirme, que ya estamos abajo”, por lo que aquellos,
obligados, abrieron la puerta y permitieron el ingreso de aquellos que también
portaban armas de fuego.
A continuación, y mientras los llevaban hacia arriba, Chávez le
propinó un golpe en la nuca a Federico, para, ya en el cuarto, los tres exigirle a
Sartori y su marido que les entregaran dinero y elementos de valor, oportunidad en
que aquel, ante la respuesta negativa del hombre, también lo golpeó en la frente,
lado izquierdo, para entonces permitirle a Franco que lo llevara al baño pues
manaba abundante sangre. Seguidamente y mientras Vallejos se quedó
custodiando al resto, Chávez y el restante individuo fueron con Federico e Ignacio
a la habitación matrimonial y tomaron diversa bijouterie y perfumes que
introdujeron en un bolso, tras lo cual aquel le dijo al primero que se tenían que ir y
le preguntó por donde podían salir, apuntándole con el arma y obligándolo a que
lo llevara al patio de la finca, lo que también hizo después su compañero no
individualizado, emprendiendo ambos la fuga aparentemente por los techos de la
vivienda.
Mientras tanto, Vallejos, que estaba en el living con Federico, le
preguntó a éste acerca del lugar por el que los otros habían salido, dirigiéndose
entonces hacia ese lugar, momento en que hicieron su arribo los Sargentos de la
Policía Federal Daniel Castillo y Jorge Robles y el Agente Carlos Alberto Fleitas,
los que habían sido desplazados como consecuencia de avisos efectuados por
Franco cuando estaba en el quincho y de Susana del Valle Ortiz, empleada
doméstica que había permanecido en el cuarto de la hija del matrimonio y
realizara luego señas hacia el exterior.
Los policías Castillo y Robles, luego de contactarse con Julio Luis
Osella y recibir sus indicaciones acerca de la fuga de los autores del hecho, fueron
hacia la parte posterior de la vivienda y divisaron a Vallejos junto a la pileta, por
lo que le dieron la voz de alto, arrojando el imputado el arma a que se hiciera
referencia -la que poseía un proyectil en la recámara y quince en el cargador- y ser
entonces detenido, sin que pudieran dar con los restantes intervinientes en el
suceso.
La prueba se integra, sustancialmente, con las declaraciones
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testimoniales que los integrantes de la familia y el personal doméstico prestaran en
la causa, de las que se desprende con claridad las circunstancias y particularidades
con las que se desarrolló el suceso, como así también la intervención que a cada
uno de los imputados le cupo en la ocasión.
Así, Beatriz Sartori confirma la forma en que se vio sorprendida por
quien luego resultara aprehendido y que incluso pensó que se trataba de un chiste,
que el individuo le mostró el arma que llevaba y que luego fuera secuestrada y
llevó a ella y a la empleada hacia el quincho donde estaba su marido y sus tres
hijos, lugar en el que, por celular, le informó a alguien “vengan…ya los tengo”,
para luego volver a comunicarse por ese medio tal como fuera antes descripto.
Señala que, efectivamente, fueron luego llevados a una habitación del primer piso,
que a Federico lo bajaron a punta de pistola, que luego notó que tenía sangre en la
cabeza por lo que habría sido un culatazo, que luego subió otro individuo que le
exigió el reloj Rolex a su marido y, ante su contestación, le pegó con el arma en la
frente, por lo que sangró, permitiéndole luego a su hijo Franco que lo llevara al
baño para curarlo. Agrega que, efectivamente, otro de los individuos se dirigió
con Ignacio al cuarto matrimonial y que luego alguien, por “handy” les avisó de la
presencia de la policía, preguntando el tercero acerca del lugar por el que podrían
salir. Señala que se enteró luego del ingreso de la policía y de la detención del
primero que entrara a la vivienda y, ante preguntas que se le formularan,
puntualiza que en dos ruedas de reconocimiento no pudo reconocer a alguno de
los que acompañaron a Vallejos.
Julio Luis Osella se refiere a que, mientras estaba en el quincho con
sus hijos, vio aparecer a su señora y la empleada que eran empujadas por un
individuo armado que las encañonaba y que les ordenó que salieran, dialogando
mientras por “handy” de la manea que ya fuera expuesta. Estando ya todos arriba
obligan a Federico a que abriera a los compinches que resultaron dos y luego con
él e Ignacio recorrieron en busca de efectos y dinero, pidiéndole incluso a él que
entregara dólares y euros. Se refiere al culatazo que recibiera de parte de uno de
los que entró después que vestía una remera con pantalón (luego recuerda, ante la
lectura que se hiciera de un párrafo de fs. 682, que la prenda superior era verde),
lo que le ocasionó sangrado, siéndole permitido a uno de sus hijos llevarlo al
baño, recordando que la misma persona había hecho lo mismo con Federico según
él le contara. Relata que entonces alguien desde afuera les avisó que estaba la
policía e intentaron irse y aporta que, a su entender, ingresaron trepando por el
balcón pues esa era la única posibilidad de ingreso, a punto tal que la policía
también lo hizo de tal manera. Confirma que al menos el primero y el segundo
estaban armados, que al que fuera aprehendido le fue incautada un arma que, cree,
era una “block” americana y que a él le tuvieron que dar dos puntos en la cabeza y
a su hijo también debieron atenderlo. En cuanto a la rueda de reconocimiento de
personas llevada a cabo en relación con Chávez (fs. 868), que resultó negativa,
dijo que si bien tenía el bosquejo no se encontraba capacitado para señalarlo,
agregando que “lo que pasa es que uno no está totalmente relajado para…”
hacerlo por el “…escaso contacto” que tuvo con los delincuentes. Sobre
eventuales faltantes, dice no recordar y agrega que si faltó fue algo de menor
valor, destacando que todo estaba tirado, ignorando entonces si, efectivamente, le
fue sustraído algún elemento.
En la misma línea se produce Federico Osella. Luego de coincidir
con los otros testigos en cuanto al lugar en que estaba cuando apareció quien
resultó ser Vallejos junto a su madre y a la empleada a quienes apuntaba con un
arma, alude de similar manera a las comunicaciones que tenían por “handy” o
Nextel pidiéndole a alguien que entraran, resultando que al parecer había gente en
la calle y no podían hacerlo. Confirma que los llevaron hacia arriba, que con él e
Ignacio recorrieron a punta de pistola buscando efectos y dinero al tiempo que por
“handy” les dijeron que podían entrar, ante lo cual debió bajar nuevamente y
abrirles la puerta a dos individuos más, uno de los cuales le golpeó con su arma en
la cabeza -debió pegar la herida con la “gotita”- y también lo hizo con su padre en
la frente, consecuencia de lo cual sangró. Apunta que, entonces, él y su hermano
le propusieron seguir recorriendo en busca de cosas de valor, por lo que tomaron
alhajas, etc., que ponían en bolsas y que luego, también a través de los aparatos
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telefónicos, le avisaron “vayámonos ya” y les preguntaron por donde podían
escaparse, indicándoles que lo podían hacer por el patio, previo subir por unos
escalones hacia el techo de la vivienda, todo lo cual ocurría mientras Vallejos
seguía con su hermano poniendo cosas en bolsas. Cuando volvió de indicarles a
los restantes por donde podían salir se encontró con dicho imputado a quien le
contó lo mismo, justo cuando apareció la policía, por lo que se entregó, arrojando
en el patio el arma que portaba que, destaca, se encontraba cargada. Agrega que,
según cree, faltaron cosas, aunque no sabe qué, si “bijouterie” u otras de sus
padres, mencionando que el bolso en el que ponían los elementos fue arrojado en
el lugar por aquel a quien finalmente detuvieron. Describe al individuo que
concretó los golpes como vistiendo remera verde y bermudas jean y, en cuanto al
acta de reconocimiento agregada a fs. 898, reconoce su intervención y firma,
confirmando que, tal como allí se lee, si bien no reconoció a ninguno, le hizo
dudar el número 1 identificado como Chávez pues “lo ví parecido al que entró en
mi casa con remera verde, me generó dudas la altura, el tipo que entró me pareció
que era más petizo y le notó algo diferente en la cara, no sé si será que cuando
entró a casa estaba más quemado”. Agrega que dudó por la altura, el pelo más
largo y menos bronceado, aunque encontró semejanza en la cara. Finalmente
asegura que el arma incautada tenía un cargador con algunas balas que sacaron en
su presencia de aquella.
De similar manera depone Ignacio Agustín Osella en cuanto a cómo
ocurrieron los sucesos en el quincho y en la habitación de arriba, aludiendo
asimismo a que el delincuente lo llevó a él y a Federico a abrir la puerta de
ingreso, al tiempo que los insulta. También que cuando abrió entrados dos
individuos de los cuales uno al menos estaba armado, que uno que estaba medio
exaltado le dio un culatazo a su hermano, que volvieron a subir y allí vio a su
padre herido que luego fue llevado por Franco al baño, que lo llevaron a él
(Ignacio) al cuarto matrimonial y le pidieron alhajas y otros elementos de valor,
para luego los otros dos bajar por la escalera e irse, según cree ante el
conocimiento de que estaba la policía, ingresando dos uniformados que finalmente
detuvieron al primero. Confirma el secuestro del arma y el cargador y que le
hicieron tomar un bolso para poner las cosas, aunque nada pudieron llevarse.
Asegura haber reconocido en rueda de personas al que pegó el culatazo y al
exhibírsele el acta de fs. 899 reconoce su firma. Allí se dejó constancia de que el
testigo dijo “tengo dudas, pero creo que es el que está en el N° 1, es el que entró a
m0i casa y le pegó a mi hermano y después a mi papá”, por lo que se le hace dar
un paso adelante a quien dijo ser Chávez, agregando Osella, en relación con las
diferencias que notaba, que “sí, se cortó el pelo, lo tiene más rapado”.
Franco Luis Osella alude también a la aparición del delincuente
finalmente detenido con su madre y empleada en circunstancias en que estaban en
el quincho, a los diálogos que tuviera con cómplices y a que los llevaron hacia
arriba y luego a Federico e Ignacio para abajo con el fin de abrir la puerta a otros
dos. Se refiere al culatazo dado a su padre y a que debió acompañarlo al baño, a la
vestimenta de uno de los intervinientes en el hecho y a que aquel que aparece
describiendo a fs. 642 vta. (entre otros datos, de 1,65 mts, de tez morocha, rapado,
con una remera verde y un bermudas de jean) es quien golpeó a su padre después
de pedirle le entregara un rolex y otras cosas.
Depone también sobre lo sucedido Susana del Valle Ortiz, empleada
doméstica que da cuenta que, cuando estaba en el segundo piso, escuchó a la
señora que llamaba a su marido, por lo que se asomó y vio cuando la llevaban
obligada hacia el quincho, llamando entonces a la policía desde donde estaba.
Destaca que vio por la ventana a una persona sospechosa hablando por celular y
luego sintió el ruido de la sirena, volviendo hacia la ventana, ocasión en que
policías le dijeron que volviera hacia adentro. Señala que el que viera afuera era
joven y estaba vestido de color claro y que ya no estaba cuando apareció el
personal uniformado.
En concordancia con lo volcado en la audiencia por los testigos
precedentemente valorados, obran a fs. 629 los dichos de Ramona Galeano,
empleada doméstica que confirma el ingreso del delincuente que apuntó con su
arma a la dueña de casa al tiempo que la tomaba del cuello y le decía “esto es un
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asalto no te muevas”, como así también que, muy nervioso, las llevó hacia el
quincho donde intimida a todos con el arma, para comunicarse entonces por
celular diciendo “hijos de puta entren en la casa ya, entren ya”. Los lleva luego a
la habitación y les dice “quédense quietos acá”, para luego, a punta de pistola, irse
con Ignacio y Federico. Alude al ingreso de otro individuo con remera verde que
interroga al esposo acerca de la existencia de plata y oro y, ante la respuesta acerca
de que no tenían nada de eso, le propinó un golpe con el arma en cabeza,
produciéndole un corte del que salía sangre, aludiendo también a la intervención
de un tercer sujeto. Se refiere a otras circunstancias en forma coincidente y
también a la posterior presencia de la policía que detuvo al que había ingresado en
primer término, como así también a la presencia de una ambulancia que atendió al
dueño de casa y a Federico que también había sido lesionado y sangraba.
Se cuenta por lo demás con la incorporación por lectura, con acuerdo
de las partes, de distintas declaraciones que, sumadas a las ya valoradas, no hacen
más que conformar un cuadro adquisitivo certero en relación con lo acaecido y la
intervención que les cupo a los encausados al respecto.
En primer lugar, el Sargento Daniel Castillo cuenta haber arribado al
lugar en el móvil 237 a cargo del Sargento Jorge Robles y haber visto a una mujer
hacer señas en relación con autores del hecho armados en la casa de referencia,
ingresando entonces a través de una ventana ubicada en el primer piso que se
hallaba abierta y luego de treparla pared. Ya en el living vio a una de las víctimas
con un golpe en la cabeza de la que manaba sangre, la que le contó lo ocurrido y le
indicó que habían fugado por el fondo, pudiendo encontrar en el patio trasero,
junto a una pileta de natación, a un hombre que portaba un arma que, ante la voz
de alto, arrojó al piso, procediendo a esposarlo al tiempo que sentía ruidos en los
techos linderos, sin lograr aprehenderlos a pesar de haber ascendido al techo, ello
mientras Robles custodiaba al detenido. Se refiere luego al relato que le hicieran
las víctimas en orden a lo sucedido, lo que coincide con lo que expusieran en la
audiencia. El acta agregada a fs. 617 en la que se da cuenta de la aprehensión de
quien resultó ser Matías Nicolás Vallejos aparece suscripta por el citado
Suboficial, ante los testigos Andrés Eduardo Risso y Pablo Matías Juejati.
El citado Robles (fs. 618) se expide de idéntica manera y alude a la
incautación que él concretó del arma que resultó ser una pistola semiautomática
marca “Glock”, modelo 17, calibre 9 mm, con un cartucho en recámara y quince
más colocados en un cargador, con número ASZ690 al parecer limado o
modificado. De tal secuestro da cuenta el acta obrante a fs. 620 que aparece
suscripta por los testigos Risso y Juejati.
Dichos testigos, a fs. 622 y 621 respectivamente, confirma la
actuación que les cupo y la legalidad del procedimiento de secuestro concretado
por la autoridad policial.
El chofer del móvil, Agente Carlos Alberto Fleitas (fs. 646), se
refiere de similar manera al arribo que hicieran al lugar, a las señas de la mujer
desde el balcón y al ingreso que efectuaran Castillo y Robles a la casa a través de
una ventana, para luego mencionar que él ingresó por la puerta cuando ya había
sido reducido el delincuente que tenía al lado un arma. Acota que se quedó allí
con Robles mientras Castillo realizaba otras diligencias en el lugar.
El Subinspector Alejandro Defferrari es quien previene en las
actuaciones incoadas. Se refiere (fs. 612) a su arribo al lugar y a la detención y
secuestro que habían logrado ya Castillo y Robles, como así también al relato que
éstos le hicieran sobre la actuación que les cupo. Identificó a las víctimas y tomó
las primeras medidas.
De interés resulta lo manifestado a fs. 652 por Carlos Lanaro, con
comercio en las inmediaciones, quien al observar a dos personas que merodeaban
la finca de Blanco Encalada 3022, a los que describe, uno de los cuales se
comunicaba permanentemente por celular, para luego ingresar ambos por la puerta
principal que les es abierta, mientras otro hombre permanecía en un Ford Ka
marrón u ocre estacionado sobre el lado izquierdo de la casa con las balizas
prendidas y que cree estaba con los otros, es que se comunicó por medio del
número 911 y solicitó un móvil policial. Acota que en un momento el rodado de
referencia comenzó a avanzar y se alejó y casi inmediatamente apareció un
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patrullero a cuyos ocupantes les da indicaciones sobre lo sucedido, enterándose
con posterioridad que se había aprehendido a un individuo.
Como consecuencia de la investigación realizada con el fin de
conseguir datos de quienes habrían acompañado a Vallejos en el hecho, se realizan
diligencias en el hotel “Ambar” de Junín 62 en cuya habitación habitaba aquel al
momento del suceso (ver declaración indagatoria prestada ante la Instrucción a fs.
673) y a raíz de ello se colecta prueba en relación con Chávez.
Así, el Inspector Flavio Pafundi, al deponer a fs. 765, dice haberse
constituido por disposición superior en tal hotel con el fin de obtener datos sobre
el registro de visitas a Vallejos. La encargada del turno tarde, Marcela González,
confirmó que Vallejos se domiciliaba allí y que había ingresado el 17/12/07, día
en que tuvo como única visita a Rodrigo Cháves, agregando que aquel sólo se
relaciona con los ocupantes de la habitación n° 37 que dejaron el lugar sin abonar
el día 25 y resultan ser Evelyn Pellejero y Pablo Cháves.
En la misma línea obra a fs. 748 informe policial sobre entrevista con
Marcela González en la que ésta hizo constar que Vallejos autorizó a Rodrigo
Cháves a ingresar a su habitación en cualquier momento y que la n° 37 estaba
ocupada por la citada Pellejero, cuñada de aquel imputado, la que se retiró el día
25 de diciembre.
Finalmente, sobre este punto, se cuenta con los dichos prestados a fs.
916 por Edith Marcela Gonzáles Olortegui quien confirma que a Vallejos lo venía
a visitar otro individuo que entraba y salía todo el tiempo, por lo que decidió
registrarlo, identificándose como Rodrigo Cháves, con D.N.I. 32.026.315. Alude
también al ingreso, el 23 de noviembre de 2007, de Pablo Cháves, Yamila
Visconti, Jennyfer Pellejero (en realidad Evelyn) y a que el primero y la última se
retiraron el día 26, lo que hicieron sin avisar, habiendo incluso dejado el televisor
y la luz prendidos. De fs. 910 a 915 obran fotocopiadas las constancias del libro
de registro de pasajeros del hotel.
En relación con el arma utilizada por Vallejos, declara a fs. 773
Santiago Enio Tudela, comerciante que la recibió en consignación de parte de
Carlos Bruno (ver fotocopias de remito obrante a fs. 769 y del asiento en los libros
de fs. 772) y que, más adelante, la extravió, por lo cual radicó la pertinente
denuncia (fotocopia de fs. 770). Ver en el mismo sentido constancias de fs. 740/6.
A fs. 781 presentó Bruno constancias correspondientes a la adquisición del arma,
la entrega en consignación y la denuncia de extravío (fs. 777/80). A fs. 711 se
aprecia copia de informe policial en relación con los aspectos puestos
precedentemente de manifiesto.
Sobre el funcionamiento de la misma tengo presente, además de la
descripción concretada a fs. 654, lo que surge del informe de la División Balística
agregado a fs. 750/1 (con adelanto a fs. 713). Allí se concluye que la misma ha
sido disparada con anterioridad, que es apta para ello y de funcionamiento normal
y que los dos cartuchos tomados al azar de los secuestrados también son aptos
para sus fines específicos.
Asimismo y en relación la utilización del arma, la UFI-RENAR (fs.
711 citada) informa que Vallejos no se encuentra registrado en ninguna de las
categorías de legítimos usuarios del RENAR, mientras que la Dirección del
Registro Provincial de Armas da cuenta de que el citado no posee armas de fuego
registradas en esa dependencia.
Obran, por lo demás, los dichos de Zunilda Micaela Argüello, novia
de Chávez, que confirma el conocimiento que existe entre éste y Vallejos, por ser
amigos del barrio, y que se conocieron a través de Pablo, hermano de aquel
imputado. Confirma que la novia de Vallejos, llamada Evelyn, vivía en un hotel
de aquel, y que Rodrigo estaba anotado como visita en dicho establecimiento.
En cuanto a las lesiones sufridas por algunas de las víctimas, obran
fotocopias de las constancias hospitalarias en relación con la atención de que
fueran objeto Julio y Federico Osella (fs. 753/754 y 806/8). A fs. 698 la Dra.
María Alejandra Preibisch, del Cuerpo Médico Forense, concluye que el primero
sufrió lesión contuso-cortante de dos cm. que fue suturada en la región frontal
izquierda, la que por sus características deberían curar en un tiempo menor a un
mes, con igual inutilidad laboral, resultando el mecanismo de producción
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compatible con presión o choque y roce con o contra superficie dura y de aristas
filosas.
Completan el panorama que se viene analizando las fotografías de fs.
706 (lesión de Federico Osella), 707 (lesiones del citado y su padre y parte de la
casa), 708 (también interior de la vivienda), 709 (exterior, arma, cargador y balas)
y 710 (jardín y pileta), como así también fotocopias de fotografías de arma,
cargador y balas (661 y 662).
Sobre el “Nextel” incautado a Chávez con posterioridad (hechos del
punto primero) se expide Jorge González (fs. 1229) quien afirma que se lo habían
robado el año anterior y lo había dado de baja, como así también Natalia Soledad
Pérez (fs. 1194), prima del imputado Chávez que afirma que éste le pidió que le
sacara uno a su nombre, el que se lo dio, cree, antes de navidad. Alude también a
que un hermano del encausado se llama Pablo Chávez
Se cuenta además con diversa información recogida sobre aquel
teléfono y su eventual relación con los llamados realizados desde y hacia el
interior de la vivienda, agregándose en tal sentido las constancias de fs. 791, 832,
846, 849, 1026/32, 1055, 1177/81, 1209 y 1237/40 de la firma Nextel; fs. 824 de
la firma Personal; fs. 825/30 de CTI; fs. 850 y 894/5 de Tgestiona; a fs. 996/99
peritaje de la División Apoyo Tecnológico Judicial de la Superintendencia de
Comunicaciones Federal de la Policía Federal sobre mensajes enviados entre los
celulares incautados en los hechos siguientes a Chávez y Brítez; a fs. 1138/41
informe de la División Apoyo Tecnológico Judicial; a fs. 1057 informe policial
sobre la titularidad de los teléfonos secuestrados y las comunicaciones realizadas
ese día, algunas de las cuales se habrían concretado desde y hacia la zona del
suceso y en el horario aproximado del hecho. En el citado informe de Nextel de fs.
1177 también se alude a llamadas en tales circunstancias.
Ante tamaña entidad probatoria, Vallejos, cuya capacidad de
comprensión y dirección de sus actos se desprende de los informes agregados a fs.
644 y 651, se negó a declarar tanto durante la instrucción como en el Tribunal y
Chávez expuso su versión durante la primera etapa del proceso (fs. 901/904). Allí
expuso que como había estado detenido por tres años y medio, tiempo en que no
pasó las fiestas con su familia, no cabe en cabeza alguna que fuera a delinquir
justo el 24 de diciembre pasado. A la hora del hecho estaba yendo al
supermercado de la vuelta de su casa con el fin de comprar cosas para las fiestas.
Dice no saber quien es Matías Vallejos y en relación con Alberto Chávez que
figura en el hotel en cuestión no sabe si no habrá una coincidencia pues jamás fue
a ese lugar. Dice que cuando fue detenido para la última causa dijo que era
Alberto Ramón Chávez por temor a perder la condicional, pero que en realidad era
Rodrigo Chávez. A preguntas que se le formularon puntualiza que la noche
anterior se quedó a dormir con su novia en su casa y a las 12 y 30 fue a comprar al
supermercado al que aludiera, que cuando volvió se quedó mirando tele y jugando
a la “play station” y a eso de las 4 llevó a aquella a su casa. Ella se llama Micaela
Zunilda Argüello. Volvió a eso de las 6 y 30 y salió con su hermano para lo de su
tía, habiendo estado con su familia hasta las 12 y 30 de la noche o 1 de la
madrugada, oportunidad en que lo vino a buscar un amigo y se fueron a bailar.
Finalmente dice no conocer a Evelyn Pellejero.
En relación con la intervención que le cupo a Vallejos, que al decir
las palabras finales pidió perdón por el mal momento que hizo pasar a las
víctimas, nada queda por agregar, habida cuenta de la contundencia de la prueba
colectada respecto de quien, como quedó claro, fue detenido en el lugar del suceso
con el arma que utilizara.
En cambio, han de efectuarse algunas reflexiones en relación con
Chávez, dado que, como se expusiera, niega el hecho y explica qué estuvo
haciendo a la hora de su ocurrencia.
En primer lugar entiendo que si bien existen varios reconocimientos
negativos en relación con dicho imputado, hay dos que terminan señalándolo,
aunque con alguna duda, como quien intervino en el suceso y golpeó a dos de las
víctimas. Nótese que Federico Osella afirma que justamente Chávez (el número 1)
le hizo dudar pero que lo vio parecido al que usaba remera verde, tal vez con pelo
más largo pero de cara semejante aunque tal vez menos bronceada, mientras que
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su hermano Ignacio, ya en el acto en cuestión, si bien empezó diciendo que tenía
dudas sobre el imputado (también en el número 1) dijo creer que era él, agregando
que notó sólo como única diferencia que se había cortado el pelo, que lo tenía
ahora más rapado.
Cabe poner de resalto que la concreción de tales ruedas fueron
consecuencia de una investigación que llevó a comprobar que el citado Chávez
había estado visitando a Vallejos en el hotel en que éste habitaba, a la época del
suceso, y que, asimismo, en el mismo establecimiento vivían parientes que,
sintomáticamente, lo abandonaron sin previo aviso al día siguiente del hecho que
trato. Por lo demás, no es un dato menor que justamente el encausado niegue
relación ni conocimiento con su co-procesado, apreciación que efectuara,
precisamente, con anterioridad a que se conociera el resultado de las diligencias en
el hotel de referencia. Desde ya que la referencia de la defensa a que tal
desconocimiento lo efectuó porque pensó que decir lo contrario lo podía
incriminar no resiste mayor crítica, sin perjuicio de que la mención de la
existencia de la relación se compatibiliza con lo efectivamente probado sobre el
punto, a lo que cabe agregar las propias referencias de la novia del imputado,
Zunilda Micaela Argüello, que depusiera a fs. 924.
En relación con la coartada de Chávez, la mujer la confirma, más allá
de una primera alusión general a que para la época se quedó a dormir en lo de
aquel casi todos los días de la semana, referencia imprecisa que parece colisionar
con la posterior certeza con que relata lo acontecido, luego de levantarse, el propio
día 24 de diciembre. La posibilidad de error que de ello se desprende y la relación
existente entre ambos lleva a relativizar sus dichos, esto último por el indudable
interés que puede tener en favorecer al encausado.
Los imputados habrán de responder en calidad de coautores
penalmente responsables en aplicación de lo dispuesto en el artículo 45 del
Código Penal.
En orden al encuadre jurídico, entiendo que los imputados deben
responder en relación con el delito de robo agravado por el uso de arma de fuego
en grado de tentativa, de conformidad con lo establecido en los artículos 166
inciso 2°, segundo párrafo, y 42 del Código Penal. En el caso de Vallejos, tal
figura concurre realmente con el delito de portación de arma de guerra, según lo
establecido en los artículo 55 y 189 bis inciso 2° -párrafos tercero y cuarto-.
Descarto de tal manera que en el caso exista una doble calificación
que incluya aquello que también ha sido probado, esto es la intervención de al
menos tres personas en el suceso. Tal como he sostenido antes de ahora en
diversos precedentes de este Tribunal (in re causa nro. 2908 “Casola Adrián
Emanuel y otro por el delito de robo con armas y otros”, rta. 16/09/08; y más
recientemente en causa nro. 3014 “Bejarano Alejandro Nicolás por el delito de
robo con armas y otro”, rta. 09/12/08), cuando concurren dos agravantes de un
mismo tipo penal básico, sólo corresponde aplicar la más grave de ellas y no
ambas a la vez, a fin de no afectar el principio de especialidad que debe regir para
estos casos. Ello así, por cuanto entiendo que cuando un hecho se encuentra
alcanzado por varios preceptos penales debe estarse al principio de especialidad
que indica que en aquellos casos en los cuales se enfrentan dos agravantes de una
misma figura básica, y más aún en este caso en el que dos normas preveen la
misma clase de pena, debe estarse a la calificante que describe mejor el desvalor
del hecho y el que produce mayor poder ofensivo y un mayor estado de
desprotección y temor en la víctima, ya que de no ser así se estaría incurriendo en
una clara violación a los principios de “ne bis in idem”, debido proceso y defensa
en juicio contemplados en nuestra carta magna.
Este criterio es compartido por la jurisprudencia mayoritaria, en
cuanto se sostuvo que “Cuando concurren dos agravantes de un mismo tipo penal
básico, solo corresponde aplicar la más grave de ellas y no ambas a la vez, a fin de
no afectar el principio de especialidad que debe regir para estos casos. Por ello, si
bien las agravantes del art. 167, inc. 2° y 166, inc. 2°, preveen una misma escala
penal, debe aplicarse la última toda vez que la mayor gravedad reside en los
aspectos fácticos que rodean una y otra circunstancia, que implica una mayor
desprotección y temor en los sujetos pasivos del delito. Por tanto, debe
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confirmarse el procesamiento de los imputados en orden al delito de robo
agravado por su comisión con armas cuya aptitud para el disparo no haya podido
acreditarse.” (C.N.C.C., Sala VII, causa n° 26.098 “Insaurralde, Gastón
Ezequieln y otros”, rta. 10/03/2005; y causa nro. 37.738, “Rodriguez Marcelo A.”,
rta. 07/07/08, entre otros).-
El hecho ha quedado en grado de conato pues, tal como se desprende
de la valoración que previamente hiciera respecto de las declaraciones de los
integrantes de la familia, no ha podido determinarse a ciencia cierta la existencia
de faltante alguno, a punto tal que ninguno de los que depusieran pudieron citar
algún elemento en concreto. Por lo demás, cabe recordar que varias de los objetos
que intentaran llevarse estaban siendo cargados en un bolso o bolsos hasta último
momento por el imputado Vallejos que, como se recuerda, los dejó en el lugar y
fue inmediatamente detenido.
La portación de arma de fuego se halla acreditada en relación con
Vallejos por lo abundantemente expuesto sobre la utilización por su parte antes y
durante el suceso y por la incautación que a poco de concluido su accionar fuera
concretada por personal policial. No habré de extender tal conducta, sin perjuicio
de lo que se expusiera en el requerimiento de elevación a juicio, al encausado
Chávez pues, más allá de no tenerse certeza acerca de qué tipo de arma portaba en
la ocasión, la eventual conducta delictiva no ha sido motivo de acusación por parte
del Fiscal General.
No habré de optar, en cambio, por la calificación de encubrimiento
que en su momento considerara el Fiscal de Instrucción, aunque sin aclarar qué
concurso -si real o ideal- lo unía a su criterio con la portación en cuestión. Al
respecto, cabe poner de resalto que la Fiscalía durante su alegato, tal vez
considerando que se había elegido un concurso ideal, optó por encuadrar el
accionar sólo en la referida portación, impidiendo tal criterio que me expida sobre
el punto. Es que, como se aprecia, no ha habido tampoco en el caso una debida
acusación que habilite la intervención del Tribunal.
Ello, sin perjuicio de dejar a salvo mi opinión sobre el punto, sólo a
modo de “obiter dictum”. Es que la adquisición o recepción de una pistola con la
numeración erradicada no constituye a mi entender el delito previsto en el artículo
277, inciso 1°, apartado “c” pues, de conformidad con el criterio sustentado por la
Sala I de la CCC en los autos 28.770 “Arisi, Gonzalo E.”, de fecha 12/5/06, que
comparto, “si bien la eliminación de la numeración del arma sí constituye un
accionar típico de acuerdo al tipo previsto en el art. 289 inc. 3° del Código Penal,
no puede sostenerse que su obtención se haya logrado mediante la comisión de un
delito, requisito indispensable para configura el encubrimiento”. Tal es el criterio
que he expuesto en otras ocasiones en oportunidad de integrar el T.O.C. 4
Tercero:
Llegado el momento de analizar y fundar las penas que corresponde
se aplique a los imputados, he de comenzar con la situación de Vallejos en
relación con el único suceso a él imputado, es decir el que tuviera lugar el día 24
de diciembre del año pasado en el interior de la vivienda ubicada en Blanco
Encalada 3022.
Tal episodio, en lo objetivo, resultó de características graves que lo
ubican, aun dentro de la importante escala punitiva que prevé el ordenamiento en
relación con conductas calificadas como constitutivas de robo con armas en grado
de tentativa, como de aquellas cercanas al término medio dentro de la escala
punitiva que, como se sabe, tiene un mínimo de tres años y cuatro meses y un
máximo de doce y ocho, producto de subir un tercio la escala original -de cinco a
quince- por haberse utilizado un arma de fuego, lo que la lleva a seis años y ocho
meses como mínimo y veinte años como máximo, lo que debe reducirse por
tratarse de una tentativa. Como consecuencia de la aplicación de la doctrina del
plenario n° 2 de la Cámara Nacional de Casación Penal “Villarino”, del 21 de
abril de 1994, la reducción debe ser de la mitad del mínimo y un tercio del
máximo, criterio que comparto, entre otras razones, porque permite al juez la
máxima elasticidad al tender “…a nivelar ‘los picos’ de las diferencias entre las
penalidades para los delitos consumados” (voto del Dr. David).
La ubicación a “priori” de la sanción a elegir en el término medio o
Poder Judicial de la Nación
algo menos obedece a aspectos propios de la conducta que la separan abiertamente
del mínimo legal. Es que, en primer lugar, cabe considerar entre las características
del suceso que se trató de un accionar claramente organizado, a punto tal que
quienes estaban afuera se comunicaban telefónicamente con Vallejos que ingresó
primero, que no solo intervinieron los tres que entraron sino que al menos uno
más estaba en el exterior colaborando con la concreción de la finalidad propuesta,
a punto tal que se encontraba dentro de un rodado estacionado afuera y, tal como
se desprende de las referencias de las propias víctimas, se comunicaba con los
restantes, a punto tal que, seguramente, ha sido dicho individuo quien avisó de la
llegada del personal policial -adviértase la referencia del testigo Lanaro acerca de
que inmediatamente de su alejamiento apareció la policía-. Lo expuesto implica
una mayor posibilidad de éxito y una mayor intimidación, además de la propia del
uso de armas de fuego, aspecto ya considerado por el legislador al establecer la
escala punitiva.
A ello cabe adunar que el episodio tuvo aristas realmente violentas
que, además de los golpes que produjeran heridas en dos de los integrantes de la
familia -lo que sustancialmente ha de considerarse al analizar la situación de
Chávez pero que también se considera para Vallejos en la medida en que tal
conducta ocurrió en su presencia y con su consentimiento-, se manifestó en el
trato verbal hacia las víctimas no solo cuando estaban en el quincho sino, y
fundamentalmente, cuando habían sido llevados al piso superior, patentizado a
través de un estado de nerviosismo y de proliferación de palabras en alta voz que,
a no dudar -y sobre todo al apreciar el daño físico que ocasionaban a algunos-,
llevaron a los presentes a temer por su integridad física. Los llantos de la madre y
el temor subsistente en general en las víctimas, que fuera detectado y verbalizado
en la audiencia, resultan una prueba evidente de ello. A lo que cabe agregar el
aprovechamiento de una fecha -la noche buena- que necesariamente llevó a la
familia, en los momentos previos, a un estado de distensión propio de los
preparativos previos para tales celebraciones, lo que sin duda no podía ser
desconocido por los intervinientes en el hecho.
La precedente valoración de tipo objetivo, dirigida a una mejor
determinación de la pena, se limita, como se aprecia, al hecho, sin que se haya
optado por juicios dirigidos a una pretensa defensa de la sociedad. El criterio de
justicia se relaciona con los marcos que las escalas penales establecen y, en tal
sentido, la función de éstos apunta también a la proporcionalidad de la sanción. En
tal sentido, tal como ya lo he sostenido en otras oportunidades (causa n° 2580
“Valiente, Pedro Manuel”, de este Tribunal, resuelta el 4 de julio de 2007, entre
otras), resulta atendible el criterio de Dreher (“Uber Strafrahmen”, en FS-Bruns,
Colonia, 1978, p. 146, autor citado por Patricia S. Ziffer en su obra “Lineamientos
de la determinación de la pena”, p. 37, editorial Ad-Hoc, Buenos Aires, 2005) en
el sentido de que dentro de los casos posibles que el legislador ha tenido en mira
al dictar la ley, desde el más leve al más grave, el punto de ingreso ha de ser, en
principio, el correspondiente a la gravedad media, ubicado en la mitad aritmética
de la escala, aunque ello podría a llevarla algo más abajo, teniendo en cuenta que
la intensidad e importancia de la sanción punitiva no aumenta exactamente en
forma proporcional sino de una manera mayor. En otras palabras, y tal como
refieren los críticos de la teoría, seis años no es exactamente el doble de tres. La
experiencia judicial lleva, con facilidad, a encontrar supuestos de mucha menor
gravedad y también otros más serios con secuencias incluso de mayor entidad en
el campo de la integridad física.
En orden a los agravantes a considerar, no puede dejar de evaluarse la
circunstancia de que Vallejos registra una reciente condena a la que luego aludiré
con mayor detalle. En lo que aquí importa, la circunstancia de haber sido
condenado a una pena única de dos años de prisión en suspenso como
consecuencia de haber cometido distintos hechos con afectación del mismo bien
jurídico que aquí se encuentra en juego, la que por lo demás se dictó (debido a un
juicio abreviado) un mes y diez días antes que el hecho que motiva la presente,
indica con claridad, a mi entender y por aplicación del inciso 2° del artículo 41 del
Código Penal, que Vallejos ha demostrado una conducta con menores índices de
adecuación a las normas de convivencia y casi nula adaptabilidad a las pautas
Poder Judicial de la Nación
tendientes a la resocialización, además de un evidente desprecio por los
parámetros que rigen la vida en sociedad.
Quien “ha experimentado el encierro que importa la condena y a
pesar de ello reincide, demuestra su insensibilidad ante la amenaza de un nuevo
reproche de esa naturaleza, cuyo alcance ya conoce”. Ello ha sostenido
recientemente la CSJN en los autos “Gago D. A.” (causa G. 794, L XLIII rta. el
6/5/08), con cita al respecto del antecedente de fallos 308:1938. Se agregó que tal
“…desprecio por la pena anterior se refleja en una mayor culpabilidad, que
autoriza una reacción más intensa frente al nuevo hecho (fallos 311:1451”.
Si bien lo hasta aquí expuesto, a mi criterio, lleva con facilidad a la
elección de una pena ubicada en el término medio -ocho años o algo menos- lo
cierto es que existen aspectos de sus antecedentes familiares y sociales que llevan
a reducir la culpabilidad en el presente hecho, sobre todo al analizarse
circunstancias que indicarían una situación de cierta precariedad y falta de la
necesaria cohesión familiar. Nótese que, sin perjuicio de advertirse en el informe
ambiental agregado a su legajo personal, que existió en su niñez una buena
comunicación y afecto (fue criado por su madre que se desempeña como empleada
doméstica y su abuela materna), ello tuvo lugar dentro de un hogar desintegrado
por la separación de sus padres, más allá de augurarse para el futuro posibilidades
de encontrar cobijo como consecuencia de lo antes dicho y de la buena relación
que dice mantener con sus hermanos.
Otro aspecto a considerar a su favor es que, sin perjuicio de haber
incurrido hace varios años en el consumo de la marihuana y haberse iniciado
desde temprano en actividades laborales, tiene cursado hasta el tercer año del
secundario, por lo que aumentan las posibilidades de resocialización, sobre todo si
se considera su corta edad (25 años) y a pesar del erróneo camino elegido hasta el
momento.
El concepto que me causara es aceptable, lo que resulta consecuencia
de su correcto comportamiento durante la audiencia y su final pedido de disculpas
que materializara, más allá de que ello tiene mucho de subjetivo y resulta por lo
demás de difícil explicación, dado que se trata de un aspecto sujeto en mayor
medida al principio de inmediación propio del juzgador y por ende con menores
posibilidades de control por parte del superior, tal como se desprende, a mi
entender, de lo resuelto recientemente por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (Causa 1757. XL. Casal, Matías Eugenio y otro robo en grado de tentativa,
rta. 20/9/05; M.1451.XXXIX, Martínez Areco, Ernesto, c. n° 3792, del 25/10/05).
Considero tal cuestión como un atenuante.
Por todo lo antes expresado, y en aplicación de lo establecido en los
artículos 40, 41 y 44 del Código Penal, propongo al acuerdo que se imponga al
encausado Vallejos la pena de siete años de prisión, accesorias legales y costas
(artículos 12, 29 inciso 3° del Código Penal y 530 y 531 del Código Procesal
Penal).
Como adelanté, Vallejos registra una sentencia condenatoria dictada
el 15 de noviembre del año 2007 por el Tribunal Oral en lo Criminal n° 25, en la
que se le aplicó la sanción de un año de prisión en suspenso y costas por ser autor
del delito de robo tentado y a la pena única de dos años de prisión de ejecución
condicional, comprensiva de la citada y de la de un año de prisión en suspenso -
más reglas del inciso 1° del artículo 27 bis del Código Penal- que le aplicara el 25
de febrero de 2007 el Tribunal Oral en lo Criminal n° 7 en las causas nros.
2430/2456, en orden al delito de robo reiterado -tres hechos-, dos de ellos
tentados, con costas.
Por ende, al no haberse cumplido el plazo establecido en el artículo
27 del Código Penal y resultar por ello de aplicación las normas sobre la
acumulación de penas (artículo 58 del mismo ordenamiento), habrá de unificarse
ambas sanciones en la de nueve años de prisión, accesorias legales y costas.
Para la elección de tal monto punitivo, consecuencia de la aplicación
del método de la suma aritmética, tengo en cuenta tanto los aspectos ya analizados
como así también lo que se desprende de la sentencia dictada por el TOC 25,
concluyendo que se trata de la mejor manera de armonizar los criterios basados en
la culpabilidad que corresponde en relación con los distintos sucesos que la
Poder Judicial de la Nación
unificación engloba. En tal sentido, sobre todo ante la evidencia de que se trata de
delitos que en todos los casos afectan al bien jurídico propiedad, no advierto
razones para aplicar un criterio de composición de la pena.
Por lo demás, y tal como ha sostenido la CSJN en la citada causa
“Gago” “no existe afectación del principio de culpabilidad en la sentencia que
unificó las penas impuestas al acusado sumándolas…” al mantenerse “…la
medida de su culpabilidad por los hechos ilícitos reprochados…”. Obviamente
que al mantener la primera condena sin alteración y sumarle la presente no se
aplica una nueva sanción por hechos ya juzgados.
En relación con Chávez cabe discernir acerca del monto punitivo en
consideración a los distintos hechos delictivos que he tenido por probados,
analizando por separado cada uno de ellos, sin perjuicio de una posterior
valoración global de su conducta.
En cuanto al suceso por el que también fuera condenado Vallejos,
doy aquí por reproducidas las valoraciones referidas a los aspectos objetivos de
aquel que concretara precedentemente. Claro que a lo expuesto debe,
necesariamente, agregarse, el plus de violencia demostrado por Chávez en la
ocasión. Es que apenas ingresó en la vivienda -ya lo había hecho Vallejos- optó
por una conducta de tinte altamente nervioso y desconsiderado en relación con las
infortunadas víctimas, a punto tal que propinó un golpe en la cabeza de uno de los
hijos del matrimonio dueño de casa, lo que le ocasionó una herida pequeña que
debió luego ser curada en un hospital. Pero no contento con ello, y a pesar de la
voluntad que sin duda demostraron los damnificados ante la superioridad de los
atacantes y virulencia del trato que recibían, volvió a golpear, esta vez con más
dureza y en la frente del padre de la familia, con las lógicas consecuencias
posteriores.
En relación con éste episodio, no dejo de considerar, como adelanté,
las características intrínsecas del pergeñado suceso y el mayor grado de temor
infundido en las víctimas como consecuencia de ello, lo que, en consideración
además de las restantes argumentaciones expuestas en orden al modo de ingreso al
marco de la escala punitiva resultante, ameritaría la aplicación, si de este suceso
solamente se tratara, de una pena de prisión bastante superior a la elegida para
Vallejos.
Sobretodo si se considera que también Chávez registra una condena
anterior reciente y que había salido en libertad condicional poco menos de dos
meses antes del presente suceso, a lo que habrá de sumarse que sólo un mes
después incurrió en el raid delictivo que en la presente se ha dado por probado y
que a continuación consideraré a los mismos fines. Se aplican aquí las
consideraciones efectuadas antes acerca del mayor grado de culpabilidad que
implica la circunstancia de volver al delinquir a pesar de ya haber sido condenado
por otros hechos (artículo 41, inciso 2°, citado).
Con la aclaración de que las siguientes apreciaciones resultan en
importante medida también aplicables a Brítez, diré que las características del
primer hecho del día 31 de enero pasado, a no dudar, aparecen como de menor
entidad que aquellas que ya he comentado, aunque cabe valorar que, aun dentro de
la escala prevista para el delito de robo con armas tentado en cuestión (tres años y
ocho meses a doce y ocho de prisión), resulta agravante la forma sorpresiva del
ingreso a la vivienda de quien salía a sacar su perro a la calle y la intervención de
dos personas, y atenuante que, a pesar de lo que se desprendía inicialmente de las
actuaciones, no se habría empleado una violencia excesiva respecto de ambas
mujeres. Sólo la necesaria para lograr el propósito propuesto que, como se sabe,
no pudo concretarse por la oportuna intervención policial que actuara ante el aviso
de un vecino.
En orden al siguiente suceso, resulta difícil evaluar con justeza la
indudable gravedad del mismo. Es que, si bien es cierto que Chávez -y esto
también se aplicará a Brítez- huía de un hecho anterior como consecuencia de
haber aparecido la policía y, por ende, han debido valorar la cercanía de los
integrantes de las fuerzas de seguridad -cabe hacer notar que uno de ellos intentó
salir de la vivienda de San Blas y se encontró con personal uniformado-, con el
consiguiente nerviosismo y menor reflexión que ello trae aparejado, lo concreto y
Poder Judicial de la Nación
sumamente grave -excediendo por mucho aquello que pudiera considerarse como
de los supuestos más leves en una escala que va de seis años y ocho meses a
veinte años de prisión- es que acometieron sin piedad contra la integridad física
del desprevenido conductor que, incluso, atinó a accionar los frenos, lo que
provocó una indudable disminución de la velocidad.
La detención total no se produjo y el rodado sobrepasó la línea de los
atacantes -a ello ya he hecho referencia explicando las razones que me llevan a tal
conclusión-, lo que tornó aun más desaprensiva la reacción de ambos imputados,
pues no trepidaron de dirigir sus disparos hacia el conductor, aun a riesgo de
abortar la huída como de hecho ocurrió. La total desconsideración por la
integridad física de un ser humano, aunque no pueda afirmarse que quisieran
matarlo, y las graves consecuencias que le provocaron -expuestas con claridad por
el médico forense Dr. Ferreres-, que de manera alguna ignoraban que podían
producirse, hablan por sí solas en relación con el grado de culpabilidad que cabe
atribuir a ambos. El uso sin un mínimo control de un elemento de tanta
contundencia como el arma de fuego ha sido la prueba de la absoluta falta de
consideración hacia el prójimo de parte de ambos, la que de alguna manera había
adelantado Chávez en el mentado episodio de la calle Blanco Encalada.
El posterior e inmediato episodio delictivo protagonizado por ambos
tuvo como víctima a alguien que no se amilanó ante la corrida de los dos en
dirección a él y que se resistió a entregar las llaves de su auto al que, luego del
fracaso anterior, querían abordar. El hecho que quedó en grado de conato, trajo
como consecuencia una lesión menor en Bazo debida a la acción de ambos, y en
particular de Chávez, que lo tomaron con el fin prefijado, a lo que cabe sumar el
indudable temor por su vida -más allá de su valiente reacción-, sobre todo ante la
final actitud de Brítez de usarlo como escudo ante la aparición del personal
policial, situación que no pasó a mayores, justamente, por la correcta actuación del
uniformado, lo que, por lo demás, permitió que la víctima saliera de la incómoda
situación y, por último, que el imputado se entregara.
No hace falta poner demasiado énfasis para resaltar la violencia del
suceso, que escapa a cualquier menor intento de robo con armas, y la situación de
angustia vivida por la victima, a lo que se suma la indudable situación de nervios
en quien debía reprimir su conducta y evitar consecuencias peores. En este caso
también, la pena, no podría resultar muy cercana al mínimo legal que es de tres
años y cuatro meses.
Además de todo lo expuesto cabe considerar la afectación a la
seguridad pública que significó el andar de ambos portando sendas armas
cargadas.
Particularizando ahora otra vez en Chávez, he de considerar el
regular concepto que me mereció durante la realización de la audiencia de juicio,
lo que ha quedado patentizado a través de gestos y posturas, aunque, por las
razones ya dadas en orden a la relatividad de tales conclusiones, a lo que sumo su
explícito arrepentimiento en orden a las consecuencias sufridas por Cavallero, no
he de valorar tal cuestión en forma sustancial en su contra. Se trata de una
incidencia mínima.
Sí resulta en alguna medida favorable su actitud ante la Licenciada en
trabajo social que lo entrevistó a los fines de redactar la información ambiental, tal
como se desprende de su legajo personal. Además, surge de allí que su grupo de
origen se desarticuló cuando era pequeño, lo cual no le habría impedido mantener
armónicas relaciones sus hermanos y medio hermanos. El tener antecedentes de
variado uso de estupefacientes, a no dudar, ha incidido negativamente en su
educación y formación, sin perjuicio de lo cual ha terminado el secundario y, en la
Unidad, cursa la carrera de Derecho, aspectos éstos que permitirían inferir que la
resocialización es, si bien difícil, posible.
No lo favorece, en cambio, que, a estar también a dicha información,
Chávez, antes de su detención, residía en un departamento alquilado que cubría
sus necesidades habitacionales y que satisfacía medianamente sus requerimientos
económicos a través de la actividad comercial que realizaba con su padre, lo que
permite concluir que no tenía necesidades que justificaran o permitieran
comprender los motivos de sus conductas delictivas, sobre todo si mantenía una
Poder Judicial de la Nación
relación sentimental favorable con la citada Micaela Argüello, con las indudables
consecuencias positivas que ello trae aparejado.
Todo lo precedentemente expuesto en relación con Chávez, en
consideración además de la escala punitiva resultante de aplicar el concurso real
previsto en el artículo 55 del Código Penal, la que se basa en un mínimo de seis
años y ocho meses de prisión y tiene un techo que no puede superar los cincuenta
años de la misma pena, me lleva a proponer al acuerdo se le aplique una pena de
veinticinco años de prisión, más las accesorias legales que prevé el artículo 12 del
Código Penal y las costas del proceso, según lo establecido en los artículos 29
inciso 3° de dicho ordenamiento y 530 y 531 del código procesal.
Como adelanté, Chávez registra una condena anterior. Con fecha 4 de
octubre de 2005 el Tribunal Oral en lo Criminal n° 26 en las causas 511 y 1739 lo
condenó a la pena de cinco años y dos meses de prisión, accesorias legales y
costas por ser autor penalmente responsable del delito de robo agravado por haber
sido cometido con armas. En fecha 1 de octubre de 2007 el Juzgado de Ejecución
Penal n° 1 le otorgó la libertad condicional en tales actuaciones (n° 23945 de ese
Juzgado).
Por ello, corresponde que se revoque tal libertad condicional y se
unifique ambas condenas en la pena de treinta años y dos meses de prisión, con
más las accesorias legales y las costas procesales (artículo 58 del Código Penal).
En cuando al monto, doy aquí por reproducidos los argumentos y reseña de fallos
volcados respecto de Vallejos y tengo especialmente en cuenta las características
de los distintos hechos y es especial de aquel que llevara a la condena anterior.
Además, como lógica consecuencia de que Chávez cumplió pena en
dicha causa y se dan los plazos establecidos en el artículo 50 del Código Penal,
habrá de declararse reincidente al mismo.
Ya he expuesto aquellos parámetros objetivos que me permiten
fundar la pena que propondré respecto de Brítez, restándolo destacar, aunque algo
adelanté, la gravedad de su conducta consistente en tomar a Bazo, apuntarle con el
arma que portaba y quedarse detrás de él con el fin de usarlo como escudo. Tal
actitud no solo refleja violencia sino, lo que es más criticable, una nula
consideración por la situación desesperante que debió vivir la víctima, sin
perjuicio de que finalmente, y como consecuencia de la sensata actuación policial,
terminó entregándose.
De más está resaltar la entidad de su conducta en relación con
Cavallero quien, como ha quedado claro, ha sufrido la gravísima herida que lo ha
dejado marcado para el resto de su vida como consecuencia, justamente, del
disparo que el imputado en cuestión le dirigiera desde una corta distancia. No
necesito repetir la desconsideración por el prójimo que ello implica.
Brítez no me causó buena impresión durante la audiencia y para ello
considero lo que ya dijera en relación con Chávez. Es que de las posturas de
ambos no se advierten signos que indiquen una propensión al cambio, más allá de
las manifestadas muestras de dolor por las consecuencias que sus conductas le
trajeron a Cavallero. Ello, de todas manera, no será por mí considerado
sustancialmente en su contra pues, ya lo he expuesto, el concepto que uno se
pueda formar luego de algunas audiencias de juicio en las que los imputados
permanecieron callados no puede incidir sustancialmente en el aumento de la pena
a elegir. Insisto que también en este caso la influencia de tal cuestión resulta
absolutamente mínima.
Si bien del informe ambiental se desprenden aspectos que han de ser
tomados en su favor, tales como la separación de sus padres que debió influir en
su conducta o la ingesta de drogas que comenzó desde muy temprana edad, es
cierto también que no registra antecedentes laborales continuados a pesar de
depender económicamente de su madre y que abandonó sus estudios en el primer
año del secundario por falta de interés, a lo que cabe adunar que no padece de
problemas habitacionales. No se advierte, entonces, que la comisión de las
conductas probadas resulten consecuencia de dificultades para ganarse el sustento.
Aunque técnicamente Brítez no registra condenas anteriores y ello
resulta un aspecto favorable, lo concreto es que con fecha 2 de junio de 2006 fue
declarado penalmente responsable por el delito de robo agravado por el uso de
Poder Judicial de la Nación
arma de fuego reiterado -seis hechos- en concurso real con el de homicidio
agravado por la función de policía de la víctima y por el empleo de arma de fuego
en grado de tentativa. A no dudar que, entonces, resulta mayor la culpabilidad en
los presentes hechos en la medida en que fueron cometidos a pesar de aquella
resolución que dio por acreditadas conductas de similares características y
gravedad, denotando una actitud de desprecio por lo así decidido.
Los argumentos puestos de manifiesto, por aplicación de lo
establecido en los artículos 40, 41 y 44 del Código Penal, me llevan a sostener que
la pena justa, respetando el principio de culpabilidad y la posibilidad de
resocialización existente, es la de veintiún años de prisión, con más las accesorias
legales y costas, según lo establecido en los artículos 12 y 29 inciso 3° del Código
Penal y 530 y 531 del Código Procesal Penal.
Dado que tal sanción excede de la requerida por el Fiscal General al
alegar (pidió se le apliquen veinte años de prisión) he de resaltar que, a mi
entender y el de mis colegas, el Tribunal se encuentra absolutamente autorizado
para ello.
En tal sentido comparto lo expuesto por el Dr. Bisordi en oportunidad
de emitir su voto en los autos “Argüello, Carlos Ezequiel” de la Sala IV de la
Cámara Nacional de Casación Penal que integraba, en fecha 12 de noviembre de
2007, en tanto sostuvo que “…le compete al tribunal declarar cuál es la voluntad
de la ley en el caso concreto sometido a juicio (en el mismo sentido, la Sala I,
causa Nro. 4474, ‘Barrionuevo, José María y otro s/recurso de queja’, Reg. Nro.
5498, rta. el 22/11/02)”, agregando que el “…juicio fundante de la decisión de
aplicar una pena a alguien, y, en su caso, el monto, es tarea que le corresponde al
Poder Judicial, dentro del esquema de división de poderes soberanos de un
Estado, según el sistema republicano de gobierno”.
Es que, como también se ha sostenido en dicho voto, “la clave para
un efectivo y constitucional ejercicio del derecho de defensa en juicio” es la
correcta imputación que, por ende, debe ser clara, precisa y circunstanciada en
relación con un hecho concreto y es en tal cuestión en la que debe centrarse “…la
correlación que debe mediar entre la imputación y el fallo”. Se puede, entonces,
“…imponer penas más severas, en cumplimiento de los deberes y reglas impuestas
por los artículos 40 y 41 del C.P., y en resguardo del principio de legalidad
estricta de nuestro sistema”. “Ello, lógicamente, aun cuando se mantenga la
calificación legal otorgada a los hechos en la acusación, pues el límite de la
jurisdicción se encuentra marcado por el hecho que resultó objeto de imputación”.
En el mismo sentido se ha expedido la Sala II del mismo tribunal
(causa 6576 “Acosta, O. D.”, resuelta el 12/05/04) al concluir que “no viola la
garantía de la defensa en juicio la imposición por el sentenciante de una pena de
prisión superior a la solicitada por el Fiscal General en su alegato final” pues al
existir acusación “…el tribunal de mérito tiene habilitada la jurisdicción y en
consecuencia puede, sin cambiar los hechos, calificarlos de manera distinta y más
aún imponer una pena más alta que aquella solicitada por el acusador (tal como así
lo dispone el artículo 401 CPPN)”.
Recientemente la Suprema Corte de Buenos Aires (causa 87.253, del
23/04/08) entendió que “no existe infracción de los arts. 40 y 41 del Código Penal
en la sentencia condenatoria que aplicó al imputado una pena mayor a la pedida
por el fiscal en su alegato”, para agregar a modo de colofón que “…el sistema
establecido en nuestro derecho positivo no asigna a la fiscalía como facultad que
le sea propia la de establecer el monto máximo de la pena a imponer al acusado,
no advirtiéndose en esto una acumulación de funciones por parte de la jurisdicción
que afecte el principio acusatorio”.
Cuarto:
Oportunamente, cuando quede firme la presente, deberán practicarse
los correspondientes cómputos de las penas aplicadas y ello de conformidad con
lo establecido en el artículo 493 del Código Procesal Penal.
Quinto:
Dado que ni el Dr. Rodolfo N. Yanzon ni el Dr. Guillermo Pérez,
letrados defensores de Brítez y Chávez, respectivamente, no han dado
cumplimiento con las normas previsionales aplicables, habrá de diferirse la
Poder Judicial de la Nación
fijación de sus correspondientes honorarios profesionales por las tareas realizadas
en el ejercicio de sus defensas.
Sexto:
Deberá oportunamente disponerse de los efectos que obran
reservados por Secretaría (artículos 522 y 523 del ordenamiento de rito).
Séptimo:
Entiendo que, oportunamente, deberá remitirse oficio al Sr. Jefe de la
Policía Federal Argentina con el fin de poner en su conocimiento la destacada
actuación que le cupo, en cumplimiento de su deber, al Agente Jorge Ariel
Arriaza, pues con firmeza, decisión y respeto a la integridad física de imputado y
víctima logró dominar la difícil situación que tuvo que afrontar.
Tal mi voto.
La Dra. Mora dijo:
Coincido en un todo con el Dr. Becerra en que se encuentra
plenamente probado los hechos atribuídos a los incoados, por los que deben
responder el calidad de coautores penalmente responsables, todo ello en base a la
valoración que de la prueba efectuara.-
Adhiero también, por parecerme ajustada, la pena que para cada uno
de los acusados propone.-
Sin embargo, tengo distinta opinión en cuanto a que el
comportamiento que tuvo por acreditado en el injusto acaecido el 24 de diciembre
del 2007, deba calificarse como tentativa de robo con armas.-
En efecto, la presencia en el lugar de los hechos de Vallejos y Chávez
–a los que también acompañaba otro individuo aún no individualizado-, no es
materia de discusión, como tampoco, la activa participación que todos ellos
tuvieron en el desapoderamiento.-
Ha resultado evidente por lo demás, el conocimiento que tenían entre
sí y su convergente intención delictual.-
Poco cabe decir de la violencia desplegada sobre los damnificados, lo
que se haya sobradamente acreditado por las declaraciones testimoniales de
aquéllos.-
Por otra parte, el secuestro de la pistola producido inmediatamente
después del tentado desapoderamiento, resulta igualmente concluyente al
momento de probar su utilización en el robo.-
Se han configurado así, ambas agravantes del tipo básico del robo,
para las que el ordenamiento penal tiene previstas sanciones de diverso monto,
queda por resolver si los hechos sometidos a juzgamiento constituyen un caso de
concurso ideal, o por el contrario, como lo propone el colega preopinante, media
alguna clase de desplazamiento de la calificante mas leve por la mas grave.-
En tal sentido, reitero aquí lo que vengo sosteniendo ya desde la
época en que integraba el TOC n° 23, y ya en éste Tribunal entre otras en la causa
n° 457 del 14 de noviembre de 1997.-
Consideré que la importancia de adoptar una u otra posición, tiene
directa incidencia en la fijación de la pena a imponer, dado que si se decide que se
trata de un caso de concurso ideal, si bien se debe escoger la pena dentro de la
escala fijada para el delito mas grave (art. 54 del código de fondo), ello se deberá
hacer teniendo en cuenta que el autor ha infringido también otra disposición penal,
lo que por principio general obliga a descartar el mínimo que aquella escala como
retribución adecuada a su conducta.-
De adverso, si se concluye que se da un supuesto de concurso
aparente de leyes, al establecerse la pena aún dentro de los mismos límites
sancionatorios que en el caso anterior, no podrán evaluarse como agravantes
aquellas aparentes violaciones de otros tipos penales, toda vez que éstas quedaron
directamente incorporadas en la única figura aplicable, y esta circunstancia ya
queda entonces reflejada en la sanción que ella tiene prevista.-
Por lo tanto, en este último caso, sí sería eventualmente correcto
sancionar con el mínimo de la escala.-
Efectuada esta aclaración, observo que la jurisprudencia dominante
se encuentra volcada a considerar que la calificante del artículo 166 inc. 2° del
Código Penal tiene mayor especialidad que la del inc. 2° del artículo 167, por que
Poder Judicial de la Nación
comprende el riesgo que para la víctima implica el arma utilizada y el incremento
de la intimidación.-
Sin embargo, entiendo que no se da en realidad la invocada relación
de especialidad que excluya el claro concurso ideal que, a mi criterio, existe entre
aquellas dos circunstancias calificantes.-
Si se acepta que hay relación de especialidad cuando un tipo penal
tiene todos los elementos de otro, pero además algún otro que demuestra un
fundamento especial de la punibilidad (Bacigaluppo, “Manual”, pág. 204), de tal
modo que “esa relación de subordinación se presenta en la forma de
encerramiento conceptual, no se concibe el cumplimiento del tipo especial sin el
cumplimiento del general” (Zaffaroni, “Tratado”, pág. 560), se advertirá también
que estos requisitos no se dan en la especie: no es necesario, para que un robo
pueda ser calificado por su comisión con armas, que deba ser cometido también en
banda.-
Por ello, me inclino a pensar que nos encontramos ante un supuesto
de concurrencia ideal, ya que no hay razón alguna para que uno de los tipos
calificados, excluya al otro.-
A la misma conclusión se arriba aún cuando se extienda el concepto
de especialidad a aquellos casos en que el legislador caracteriza a una tipicidad
mediante el empleo de una cláusula residual (“si no resultare otro delito mas
severamente penado”), ya que aquélla no está prevista para las calificantes que
aquí se tratan.-
Tal mi voto.
El Dr. Bustelo dijo:
Nuestra Constitución Nacional garantiza a todas las personas que
habitan el suelo argentino el derecho a la vida, a su integridad física, a la libertad,
a la seguridad pública, a gozar de la propiedad y al patrimonio entre otros
derechos.
La vida es sagrada para la persona, desde su concepción hasta su
muerte, como lo es su integridad física, porque una persona sana es útil para sí y
para su núcleo familiar, todo lo contrario de lo que ocurre cuando sufre las
consecuencias del delito, que lo margina de la vida de relación (social y familiar),
extensible a quiénes integran su núcleo familiar, que deben padecer por el “ser
querido” y por el perjuicio que les causa el daño causado.
La libertad es el derecho a transitar libremente sin temor a que se
lo agreda, extensible a gozarla en la tranquilidad del hogar y es el Estado el que
está obligado a brindarla, a través de sus tres poderes (PE, PL y PJ).
El patrimonio es el derecho de disfrutar de los bienes
legítimamente obtenidos.
Cuando ello no ocurre, como consecuencia del accionar ilícito de
los delincuentes, es el Estado a través de los distintos poderes que lo componen,
en particular el judicial a través de sus jueces, el que tiene el deber de reconstruir
el hecho histórico, determinando si el suceso o los actos denunciados constituyen
delito, calificando los mismos, la autoría y la responsabilidad de los imputados, el
daño y perjuicio causado, imponiendo a sus autores la pena acorde al mismo.
Pena que debe estar relacionada con las circunstancias de tiempo,
modo y lugar en que se perpetraron los ilícitos, las condiciones personales de las
víctimas y de los imputados, la naturaleza de la acción y los medios empleados
para ejecutarla, la extensión del daño, del perjuicio y del peligro causado.
Para graduarla se debe tener en cuenta si ha mediado en el accionar
ilícito del delincuente circunstancias eximentes, atenuantes y agravantes (arts. 40 y
41 del CP) porque el fin de la pena es resocializar al delincuente, para que
recuperada su libertad, sea útil a su persona, a la familia que integra y a la propia
sociedad.
Cuando ello no ocurre, cuando de los propios antecedentes del
delincuente surge que es peligroso para la sociedad, que las condenas que le
fueran impuestas y el tiempo de detención en la cárcel no han logrado el fin
resocializador de la pena es la misma sociedad, a través de sus jueces, la
encargada de imponerle una pena que otorgue a la misma la paz social que
garantiza el Preámbulo de muestra Constitución Nacional, asegurando de esa
Poder Judicial de la Nación
manera los derechos que los ciudadanos honestos tienen a la vida, la libertad de
transitar, a la tranquilidad del hogar y a trabajar, sin el temor de ser víctimas de los
delincuentes.
En ese marco, la tarea de los Jueces es administrar justicia con
prudencia, equilibrio, sentido común, experiencia y lógica jurídica, debiendo tener
claro que el fundamento del derecho es la humanidad, la justicia es la búsqueda de
la verdad y esta es aplicarla en igual grado a la víctima y al imputado del delito, en
un pie de igualdad, con el objetivo claro de “afianzar la justicia”.
Afianzar la justicia es tener una clara política criminal imperativa a
cada uno de los poderes del Estado, que debe ser respetuosa de los Derechos y
Garantía reconocidos en nuestra Constitución Nacional para todos los ciudadanos
(art. 16 de la C.N.)
Dentro de esas pautas corresponde analizar la conducta de cada
uno de los imputados, a fin de establecer la pena que le corresponde a cada uno de
ellos por los ilícitos que se encuentran probados o han sido reconocidos por los
mismos.
MATÍAS NICOLÁS VALLEJOS o NICOLÁS MATÍAS
VALLEJOS o MARTÍN NICOLÁS VALLEJOS.
Eximentes: No encuentro eximentes en el accionar delictivo que
se le imputa, los que por otra parte no han sido formalmente alegados por éste o
por su defensa técnica.
Atenuantes: No existen, porque la juventud y la oportunidad
alegada por su defensa técnica, no puede ser receptada en el presente caso.
Conforme surge de su legajo de personalidad Vallejos es una
persona joven, que contaba con 24 años de edad a la fecha del ilícito que
perpetrara (24 de diciembre de 2007), que no padece de enfermedades que le
impidieran trabajar, dado que no ha demostrado la labor que alegara
genéricamente (mensajería y/o changas), quién negara su adición a las drogas al
ser interrogado sobre sus condiciones personales, reflejada en su legajo de
personalidad, en la causas que registra por infracción a la Ley 23.737, por las
cuales fuera sobreseído, que merituo como demostración de que no se sometió a
tratamiento alguno que lo alejara de su adición a las mismas y que acredita su
mendacidad.
Persona joven que dice convivir con su hermana y una sobrina en
el domicilio que denunciara, lo que no se pudo corroborar fehacientemente.
De ser cierto, no se justifica su conducta delictiva en el tiempo,
porque muchos jóvenes de similares características (hogar desintegrado), que
incluso viven en villas de emergencia, que no era la situación de Vallejos, se
educan, trabajan dignamente y son merecedores de respeto de sus conciudadanos.
Agravantes.
Específicas: el empleo de armas de fuego en el ilícito acaecido el
24 de diciembre de 2007, alrededor de las 14hs., al ingresar mediante violencia al
inmueble de la calle Blanco Encalada 3022 de esta ciudad, que damnifica a
Beatriz Sartori, Ramona Galeano, Julio Luis Osella y a sus hijos Federico
Sebastián, Franco Luis e Ignacio Agustín (Causa 2917), con el peligro que ese
accionar implicara para sus víctimas, que merituo en el marco de los arts. 42, 44,
45 y 166, inc. 2º, párrafo 2º del CP., independientemente de que también debe
responder por la portación ilegítima del arma de guerra que utilizara (art. 189 bis,
inc. 2°, párr. 3º del CP), ambos en concurso real (art. 55 del C.P.).
En concurso real, porque es evidente que portaba el arma con
anterioridad al inicio de la acción delictiva que llevara a cabo en las circunstancias
de tiempo, modo y lugar ya referidas.
Genéricas: el haberse perpetrado el ilícito en lugar poblado (la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y en banda, porque de la prueba testimonial
rendida o incorporada al debate, con la conformidad de las partes, surge que
intervinieron en la comisión del mismo aparte de Vallejos y Chavez otras dos
personas, una que ingresara con ellos a la propiedad y un cuarto que oficiara de
campana y diera aviso de la llegada de la policía, para que sus consortes en el
delito intentaran fugar para evitar su detención, lo que sólo logro uno de ellos, aún
no identificado, al tiempo que quién se encontraba en el exterior se alejaba del
Poder Judicial de la Nación
lugar.
El uso de esas armas de fuego, la utilización de celulares que
utilizaran para comunicarse, la fecha en que llevaran a cabo ese evento (24/12/07),
evidencian que premeditaron su accionar ilícito, por el cual Vallejos debe
responde como coautor y autor penalmente responsable.
Incluso le es extensible la violencia perpetrada por Chavez con el
arma que portaba con la cual agrediera y lesionara físicamente a José Luis Osella
y a Federico Sebastián Osella, porque actuó en forma conjunta con éste en el robo,
al que concurriera a través de esas conductas encaminadas a intimidar y obtener
dinero y/o efectos de sus víctimas, a cuyo efecto utilizaron las armas que
detentaban.
A lo que asocio el medio empleado por Vallejos para ingresar a la
propiedad (la ventana), quién fuera el que redujera a las personas que se
encontraban en el interior de la propiedad preparando los festejos del 24 de
diciembre de 2007, rompiendo de esa manera la paz del hogar facilitando el
acceso a la vivienda de los otros delincuentes.
A todo lo cual añado que Vallejos había obtenido su libertad bajo
fianza el 24 de julio de 2007 en la causa 2456 del TOC. N° 25, en la cual fuera
condenado el 15 de noviembre de 2007 a la Pena Unica de Dos Años de
Prisión en forma condicional, para perpetrar su robo el 24 de diciembre de ese
mismo año, es decir un mes y nueve días después, demostrativo de que la
oportunidad que se le brindara no se reflejara en su posterior conducta, ni que
tuviera en cuenta que además registraba causas abiertas en la Provincia de
Misiones, lo que no le preocupó llevándolo a reincidir en el delito, con
conocimiento de que de resultar condenado la pena que se le impusiera iba a ser
de cumplimiento efectivo.
Condena cuya condicionalidad debe ser revocada por lo que
corresponde imponerle una pena única comprensiva de la que recaiga en esta
causa y la que se impusiera en aquélla, en forma aritmética y no por composición,
porque no es merecedor de ese beneficio (arts. 27 y 58 C.P.).
En mérito a lo cual entiendo que la pena a imponerse en la presente
causa a Vallejos debe ser de DIEZ AÑOS DE PRISION, Accesorias Legales y
costas.
Pena que debe unificarse con la que le fuera impuesta por el TOC.
N° 25 en la Causa 2534 del 15/11/2007 y en consecuencia la Pena Unica debe
ser de DOCE AÑOS DE PRISION, Accesorias Legales y costas.
Pena que debe hacerse a través de la suma aritmética y no por el
método de la composición, porque no asiste razón legal que justifique esta última
(arts. 55 y 58 C.P., conforme Plenario Cam. Crim. Corrc., del 5 de marzo de
1990, publ. en JA, 1990-II pág.457).
Pena aritmética que propicio, dado que el método de composición
de la misma tiende a que se reduzca la sanción en el caso de las penas paralelas,
con la finalidad de dar una nueva oportunidad al imputado, lo que no procede en
este caso, por las razones expuestas precedentemente.
A lo que vinculo mi impresión personal recogida en la audiencia
de debate, que a mi juicio refleja que Vallejos no comprendió o no quiso
comprender cual era su situación personal o que estaba creído que podía cometer
nuevos delitos y quedar impugne.
Impresión personal que me lleva a sostener, por el trato que se
daba con Chavez y Brites, que existía una relación personal e intima entre todos
ellos.
RODRIGO o ALBERTO RAMÓN CHAVEZ o RODRIGO
CHAVEZ GERBALDO.
Eximentes: No encuentro eximentes en el accionar delictivo que
se le imputa, los que por otra parte no han sido formalmente alegados por éste o
por su defensa técnica, independientemente de la dialéctica defensiva, con la cual
se pretendiera atenuar su responsabilidad, atribuyendo al accionar policial la
responsabilidad en el ilícito que damnifica a Roberto Daniel Cavallero y a
Edgardo Felipe Bazo y al régimen carcelario al que fuera sometido como
consecuencia de las condenas que le fueran impuestas.
Poder Judicial de la Nación
Lo único que no articuló el Sr. Defensor fue que la sociedad es
responsable de la conducta seguida por su asistido, para intentar justificar lo
injustificable.
Atenuantes: No existen, porque conforme surge de su legajo de
personalidad es una persona joven, nació el 19 de enero de 1986 en esta ciudad,
no padece enfermedades que le impidan trabajar, quién pese a sostener que trabaja
con su padre, no lo ha acreditado, a lo que asocio el consumo de marihuana al que
hiciera referencia al confeccionarse su legajo de personalidad, que negara en el
inicio del debate, al ser interrogado sobre su condiciones personales.
Le cabe el mismo fundamento que el que diera respecto de
Vallejos, al estar en igual situación que éste en el medio social en el cual habitaba.
Agravantes:
Específicas: el empleo de armas de fuego en los ilícitos que
damnificaran a Beatriz Santori, Ramona Galeano, Julio Luis Osella, Federico
Sebastián, Franco Luis e Ignacio Agustín Osella (C. 2917) y a Clara Inés Reti de
Urbano, Roberto Daniel Cavallero y Edgardo Felipe Bazo (C. 2861) con el peligro
que las mismas implicaron para sus víctimas, reflejado particularmente en el
suceso que agravia a Cavallero, que sufriera Lesiones Gravísimas irreversibles
que lo destruyeron como persona, afectando a su familia que merituo en el marco
de los arts. 41 bis, últ. párr., 42, 44, 45, 55, 166, inc. 2º, párrafo 2º y 166, inc.
1º del C.P., independientemente de la que le corresponde por la portación
ilegítima del arma de guerra que utilizara (art. 189 bis, inc. 2º, párr. 3º y 4º
C.P.), en concurso material (art. 55 C.P.).
Artículo 41 bis, últ. párr. del Código Penal que le es aplicable
atento a la calificación del ilícito que damnifica a Cavallero (art. 166 inc. 1° del
C.P.), ya que la violencia que ejerciera contra la persona de éste, fue la causa de
las lesiones gravísimas resultante de las mismas, que autoriza en este caso, la
elevación de la sanción, conforme las pautas establecidas en la norma citada.
Genéricas: el haberse perpetrado el ilícito en lugar poblado (la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y en banda, porque de la prueba testimonial
rendida o incorporada al debate, con la conformidad de las partes, surge que
intervinieron en la comisión del mismo aparte de Vallejos y Chavez otra tercer
persona.
El uso de esas armas de fuego, la utilización del vehículo marca
Peugeot 206, dominio GUJ-048, propiedad del hermano de Britez, secuestrado en
las inmediaciones del domicilio de la Sra. Reti de Urbao, el traslado hasta el lugar
del hecho en el mismo, evidencian que premeditaron su accionar ilícito.
Accionar ilícito por el cual Chavez y Brites deben responde como
coautores penalmente responsables, al haber existido una doble comunicación
objetiva y subjetiva entre ambos, ejecutada a través de las acciones que llevaron a
cabo, encaminadas en todos los casos a obtener un beneficio económico sin
importarles que para ello o para que no fueran detenidos tuvieran que emplear sus
armas como lo hicieron, independientemente de cual fue el arma que produjera el
disparo y las lesiones gravísimas de Cavallero, porque ambos dispararon al mismo
tiempo con el mismo objetivo: detener la marcha del rodado conducido por éste y
obtener de esa manera el control del rodado que les permitiera huir del lugar, que
los llevara al fracasar en su intento a reiterarlo en el hecho que damnifica a Bazo,
a quién usaran como escudo, e intimidaran con sus armas.
Coautores del robo y de las lesiones a Cavallero, porque ambos
concurrieron a la consumación del mismo, al haber existido entre ellos una
decisión común, reflejada en que Chavez y Brites contribuyeron con su accionar al
resultado querido (obtener el rodado conducido por su víctima), con pleno
condominio del hecho (conf. TOC. N° 14, c.2540, “Fernández A. A.”, del
28/09/2007, publ. en JPBA T. 137 F. 93 y sus citas).
A lo que asocio el medio empleado para ingresar a la propiedad
(mediante violencia y exhibición del arma de fuego) y la continuación de la misma
en el raid delictivo reflejado en este proceso.
A todo lo cual añado que Chavez había obtenido su libertad
condicional el 1 de octubre de 2007 (cfme. Surge del legajo nro. 23945, del
Juzgado de Ejecución Penal N° 1), tras lo cual volviera a reincidir en su accionar
Poder Judicial de la Nación
delictivo (24 de diciembre de 2007 y 31 de Enero de 2008), lo que demuestra que
nada aprehendió en el tiempo de detención que sufriera a raíz de la condena que le
impusiera el 4 de octubre del 2005, el TOC. N° 26 en las causas 511 y 1739,
por el delito de robo con armas de Cinco Años y Dos Meses de Prisión,
Accesorias Legales y costas, que lo hace Reincidente (art. 50 C.P.).
Pena que vencía el 16 de junio de 2009.
A lo que vinculo la impresión personal recogida en la audiencia de
debate, que denota el pleno conocimiento de los procesados entre sí y en particular
que Chavez es un sujeto peligroso al que se le diera la oportunidad de reinsertarse
en la sociedad, pese a lo cual siguió el camino inverso, reflejado en su certificado
de antecedentes condenatorios, que obra en su legajo de personalidad.
Chavez condenado por el TOC. N° 26, a quién se le otorgara su
libertad condicional el 1 de octubre de 2007, con conocimiento de que la pena
que se impusiera vencía el 16 de junio de 2009, violando la libertad obtenida no
titubeo en continuar delinquiendo, lo cual prueba que no tiene ningún interés en
resocializarse e integrarse a la sociedad y que es la senda del delito el único
camino que conoce, a través del raid delictivo que llevara a cabo el 24 de
diciembre de 2007 y el 31 de Enero de 2008.
Desde el tiempo de su libertad condicional cometió dos hechos
probados, con el mismo “modus operandi” (en banda, en poblado, con armas y
actitud agresiva en su empleo).
En mérito a lo cual entiendo que la pena a imponerse a CHAVEZ
debe ser de CINCUENTA AÑOS DE PRISION, Accesorias Legales y costas,
con la declaración de Reincidencia (arts. 50 y 55 C.P.).
Pena que debe unificarse con la que le fuera impuesta por el
TOC. N° 26, previo revocarse su libertad condicional, que en el marco del art. 55
del C.P., no puede superar el máximo de la pena prevista en el mismo (art. 58
C.P., conforme Plenario Cam. Crim. Corrc., del 5 de marzo de 1990, publ. en JA,
1990- II, pág.457).
Pena que debe sumarse a la que requiero en esta causa, porque no
asiste razón que justifique su composición, ni ella pude superar el máximo legal
permitido en nuestra legislación (arts.55 y 58 C.P.).
Pena que sostengo es la adecuada a la gravedad de los delitos que
doy por acreditados, a su personalidad peligrosa para la sociedad, a que en el
reconocimiento del ilícito que damnifica a Cavallero no medio arrepentimiento,
sino un intento de colocarse en una mejor situación procesal en conocimiento de la
gravedad de las lesiones que le produjera Britez a aquél, porque con el mismo
grado de violencia y sin importarle las consecuencias de sus disparos los efectuó,
con igual intención que éste (apoderarse del rodado conducido por Cavallero, para
fugarse con el mismo).
Al hacer uso de la palabra al cierre del debate, Chavez citó a su
hermano muerto, denotando el dolor que ese fallecimiento le causara, todo lo
contrario de la insensibilidad reflejada en su accionar delictivo citado
precedentemente, que demuestra que es “insensible” al daño que causara con su
accionar, en particular a los damnificados de los ilícitos por los cuales pido se lo
condene y en general a la sociedad en su conjunto.
OSCAR EVARISTO BRITEZ o FREDY VICTORINO
NUÑEZ SARZA o MICHIEL NICOLÁS BRITEZ.
Eximentes: No encuentro eximentes en el accionar delito que se le
imputa, los que por otra parte no han sido formalmente alegados por éste o por su
defensa técnica, independientemente de la dialéctica defensiva, con la cual se
pretendiera atenuar su responsabilidad.
Atenuantes: No existen, porque conforme surge de su legajo de
personalidad es una persona joven, que habría nacido entre los años 1986 y 1989,
porque ha falseado sus datos en tal sentido, incluso utilizando otros nombres
cuando era detenido creído que de esa manera iba a eludir el accionar de la
justicia, que carece de ingresos propios, dependería de su madre y no padece
enfermedades que le impidan trabajar (desocupado).
Su adicción a las drogas a las que dice ser adicto desde los 14 ó 15
años, no constituye una atenuación al serle imputable a su propia persona, dado
Poder Judicial de la Nación
que no se sometió a tratamiento alguno encaminado a recuperarse de la misma.
Agravantes:
Específicas: el empleo de armas de fuego en los ilícitos que
damnificaran a Clara Inés Reti de Urbano, a su doméstica, a Edgardo Felipe Bazo,
con el peligro que las mismas implicaron para sus víctimas, reflejado
particularmente en el suceso que agravia a Roberto Daniel Cavallero que merituo
en el marco de los arts. 41 bis, últ. párr, 42, 44, 45, 55, 166, inc. 2º, párr. 1º y
166, inc. 1º del C.P.
Ilícito este último que autoriza la aplicación de la escala
prevista en el art. 41 bis, últ. párr. del C.P.
A lo que se agrega la portación ilegítima de arma de guerra
aprehendida en el art. 189 bis., inc. 2º, párr. 3º y 4º del C.P.
Portación de arma de fuego, dado que resulta evidente que la tenía
consigo cuando llevara a cabo los ilícitos que le endilgo, con pleno conocimiento
de la ilegitimidad de la misma, pese a lo cual la utilizara para llevar a cabo los
delitos que le reprocho.
Empleo y uso que también diera en la causas 4158 y 4679 del
TOM. N° 1 de la Cap. Fed., en las que fuera declarado coautor responsable del
delito de robo agravado por el uso de arma de fuego reiterado en seis
oportunidades, en concurso real con el delito de homicidio agravado por el empleo
de arma de fuego en grado de tentativa, en concurso real con portación de arma de
fuego agravado, independientemente del estadio procesal de las mismas
(suspendido el trámite el 3 de julio de 2007) la primera y la segunda a la espera de
la fijación de la audiencia de debate.
Genéricas: el haberse perpetrado el ilícito en lugar poblado (la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y en banda, porque de la prueba testimonial
rendida o incorporada al debate, con la conformidad de las partes, surge que
intervinieron en la comisión del mismo aparte de Vallejos y Chavez otra tercer
persona.
El uso de esas armas de fuego, la utilización del vehículo referido
evidencian la premeditaron en el accionar ilícito, por el cual debe responder Brites
como coautor penalmente responsable con Chavez, al haber existido una doble
comunicación objetiva y subjetiva entre ambos, ejecutada a través de las acciones
que llevaran a cabo, encaminadas en todos los casos a un mismo resultado: un
beneficio económico ilegítimo y asegurar su impunidad ante la presencia policial.
A lo que asocio el medio empleado para ingresar a la propiedad y
la continuación del mismo en el raid delictivo que agravia a Cavallero y Bazo.
A lo que vinculo la impresión personal recogida en la audiencia de
debate, que denota el pleno conocimiento de los procesados entre sí y en particular
que Britez es un sujeto peligroso al que se le dieron con anterioridad
oportunidades para reinsertarse en la sociedad, pese a lo cual siguió el camino
inverso, reflejado en su certificado de antecedentes donde registra las dos causas
citadas, en trámite ante el TOM. Nº 1 de la Capital Federal Nº 4158 y 4679.
En mérito a lo cual entiendo que la pena a imponerse a BRITEZ
debe ser de TREINTA Y CINCO AÑOS DE PRISION, Accesorias Legales y
costas.
Pena inferior a la de Chavez, porque Britez tiene un ilícito menos
que aquél, porque de lo contrario le hubiera correspondido el máximo legal de la
penal.
En cada una de las situaciones personales de Vallejos, Chavez y
Britez he disentido con las penas propiciadas por el Dr. Becerra que me precede
en el orden de la votación, porque los argumentos articulados para fijarlas no
reflejan la realidad de lo acontecido en cada uno de los ilícitos por los cuales cada
uno de ellos deben responder, que hablan por si mismo de la gravedad de los
mismos, por el peligro generado al producirlos, el daño y perjuicio causado a sus
víctimas y a sus familiares (Caso Cavallero), ni me satisfacen porque entiendo que
ellas no se corresponden con la realidad fáctica de cada uno de los ilícitos y con la
personalidad de cada uno de los imputados.
Abierta la jurisdicción ante la formal acusación del Sr. Fiscal
General, la pena solicitada por éste en su alegato no me limita como Juez a
Poder Judicial de la Nación
imponer la que considero más acorde con los delitos que les reprocho a los
encartados, ya que no se encuentra afectado el derecho de defensa en juicio y el
principio de congruencia, al estar abierta la casación y la vía del recurso
extraordinario (CNCP., Sala II, c.R.. 6576 “Acosta, D. D.”, del 12/05/2004 y sus
citas, JPBA, T. 124, F. 235).
Lo que no conmueve la cita que se pueda hacer de los Tratados o
Convenciones Internacionales incorporadas a nuestra Constitución Nacional en el
art. 75, punto 22 por que en el mismo se deja expresa constancia de que ellos no
pueden afectar los derechos y garantías consagrados en la primera parte de nuestra
ley fundamental, a la vida, a la integridad física, a la libertad, a transitar, a
trabajar, a vivir en paz y no con el tenor de ser cualquier ciudadano honesto, la
víctima del accionar ilícito de los delincuentes.
Ni se infringe el principio constitucional del non bis in idem (art.
18 C.N.), al valorar como agravante de la pena a quién acciona el arma de fuego
por la particular magnitud que su empleo ha tenido respecto de las lesiones
gravísimas de Cavallero, que constituye un plus que es legítimo valorar en el
“quantum” de la pena (TSJCBA, C.S. 164 “López, R. O.” del 26/07/2007, publ.
en J.P.B.A. T. 136, F.10 y sus citas).
Tampoco no es violatorio del principio de culpabilidad derivado
del art. 18 C.N., que evalúe como agravación de la pena la actitud de los
imputados en cada uno de los ilícitos que les reprocho, porque ella se corresponde
con lo prescripto en el art. 41 del C.P.
El empleo del arma de fuego como medio de agresión a la persona
de Cavallero, que le produjera lesiones gravísimas irreversibles a su persona, las
circunstancias en que se llevó a cabo el mismo, hacen a la gravedad del ilícito que
le reprocho y a la peligrosidad de sus autores (Conf. CNCACP. IV, Reg. 8028,
“Romani, D.J.”, 8/11/2006, JPBA, T. 136 F. 34).
A lo que se conjuga que cada uno de los imputados registra otros
procesos, en los que haya o no condenas, prueba “per se”, que sus anteriores
experiencias y las libertadas obtenidas en los mismos, no les significaron nada y
demuestran el desprecio que cada uno de ellos tiene al prójimo y que los lleva a
reincidir en la senda del delito (CNCASACP I, s. Re. 10.100, “Alarcon, M.”, del
23/02/2007, JPBA, T. 136, F. 35).
Sin ser reiterativo, sostengo que no es imperativo para el juzgador
la aplicación del método composicional, pues nada se opone a que la unificación
se practique por la operación aritmética, cuando las características de los hechos y
la personalidad de los imputados así lo aconseja al ser lo más equitativo del caso
en juzgamiento. (CNCASA III, c. Reg. 862/06, “Moreira, J.C.”, del 14/08/2006,
JPBA, T. 136, F. 37 y sus citas).
En tal sentido, la CSJN., en la causa c.G. 794. L. XLIII “Gago, D.
A., del 06/05/2008, publ. En JPBA T.140, F:219, ha dicho “no existe afectación
del principio de culpabilidad en la sentencia que unificó las penas impuestas al
acusado sumándolas, si la pena única impuesta importaría mantener incólume, la
medida de su culpabilidad por los hechos ilícitos reprochados, sin superarla, por
lo que no se trata de una nueva sanción por los hechos por los que ya fue juzgado
y condenado, sino de mantener aquélla inalterada y sumarle la nueva pena por el
último hecho cometido…El autor que ha experimentado el encierro que importa
la condena y a pesar de hecho reincide, demuestra su insensibilidad ante la
amenaza de un nuevo reproche de esa naturaleza, cuyo alcance ya conoce (fallos:
308:1938). Ese desprecio por la pena anterior se refleja en una mayor
culpabilidad, que autoriza una reacción mas intensa frente al nuevo hecho
(fallos:311: 1451)”.
Con la salvedad expuesta en cuanto a la pena que debe imponerse a
Vallejos, Chavez y Britez, adhiero al voto de los Sres. Jueces preopinantes en
cuanto a la acreditación de los ilícitos, calificación de los mismos y
responsabilidad que le corresponde a cada uno de ellos en los mismos.
Así lo voto.
RESUELVE:
Poder Judicial de la Nación
I.- CONDENAR a OSCAR EVARISTO BRITEZ o Freddy
Victorino Nuñez Sarza o Michel Nicolás Britez, de las condiciones personales
mencionadas, por ser coautor penalmente responsable de los delitos de robo
agravado por el uso de arma de fuego, en grado de tentativa reiterado -dos hechos-
, en concurso real con robo agravado por la causación de lesiones gravísimas y por
haber sido cometido mediante empleo de un arma de fuego, en concurso real con
portación ilegítima de arma de guerra, a la pena de VEINTIÚN AÑOS DE
PRISIÓN, accesorias legales y costas (artículos 12, 29 inciso 3°, 41 bis, 42, 44,
45, 55, 166 incisos 1° y 2° -segundo párrafo-, 189 bis inciso 2° -párrafos tercero y
cuarto- del Código Penal y 530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación).
II.- CONDENAR a RODRIGO CHÁVEZ o Alberto Ramón
Chávez o Rodrigo Chávez Gerbaldo, de las condiciones personales
mencionadas, por ser coautor penalmente responsable de los delitos de robo
agravado por haber sido cometido con arma de fuego, en grado de tentativa,
reiterado tres hechos-, en concurso real con robo agravado por la causación de
lesiones gravísimas y por haber sido cometido mediante empleo de un arma de
fuego en concurso real con portación ilegítima de arma de guerra, a la pena de
VEINTICINCO AÑOS DE PRISIÓN, accesorias legales y costas,
declarándolo REINCIDENTE (artículos 12, 29 inciso 3°, 41 bis, 42, 44, 45, 50,
55 y 166 inciso 1° y 2° -segundo párrafo-, 189 bis inciso 2° -párrafos tercero y
cuarto- del Código Penal y 530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación).
III.- REVOCAR la libertad condicional otorgada por el Juzgado
Nacional de Ejecución Penal n° 1 en la causa n° 23.945 el 1 de octubre de 2007
(art. 13 del C.P.)
IV.- CONDENAR a RODRIGO CHÁVEZ o Alberto Ramón
Chávez o Rodrigo Chávez Gerbaldo, de las condiciones personales
mencionadas, a la PENA ÚNICA de TREINTA AÑOS Y DOS MESES DE
PRISIÓN, accesorias legales y COSTAS, comprensiva de la aquí dictada y de la
de cinco años y dos meses de prisión, accesorias legales y costas impuesta por
sentencia firme de fecha 4 de octubre de 2005, por el Tribunal Oral en lo Criminal
n° 26 de Capital Federal en las causas conexas n° 511 y n° 1739, por considerarlo
autor penalmente responsable del delito de robo agravado por haber sido cometido
con armas en concurso real con el de robo con armas en grado de
tentativa(artículo 58 del Código Penal).
V.- CONDENAR a MATÍAS NICOLÁS VALLEJOS o Nicolás
Matías Vallejos o Martín Nicolás Vallejos, de las condiciones personales
mencionadas, por ser coautor penalmente responsable de los delitos de robo
agravado por haber sido cometido con arma de fuego en grado de tentativa en
concurso real con portación ilegítima de arma de guerra, a la pena de SIETE
AÑOS DE PRISIÓN, accesorias legales y costas (artículos 12, 29 inciso 3°, 42,
44, 45, 55, 166 inciso 2° -segundo párrafo- y 189 bis inciso 2° -párrafos tercero y
cuarto- del Código Penal y 530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación).
VI.- REVOCAR la condicionalidad de la pena única impuesta el 15
de noviembre de 2007 por el Tribunal Oral en lo Criminal nº 25 en la causa nº
2534 (arts. 27 y 58 del C.P.).
VII.- CONDENAR a MATÍAS NICOLÁS VALLEJOS o Nicolás
Matías Vallejos o Martín Nicolás Vallejos, de las condiciones personales
mencionadas, a la PENA ÚNICA de NUEVE AÑOS DE PRISIÓN accesorias
legales y costas, comprensiva de la aquí impuesta y de la pena única de dos años
de prisión de ejecución condicional dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal n°
25 por sentencia firme de fecha 15 de noviembre de 2007, la que comprende la
pena de un año de prisión de ejecución condicional impuesta por ese Tribunal en
la causa n° 2534 por ser autor penalmente responsable del delito de robo en grado
de tentativa y la de un año de prisión de ejecución condicional, con las reglas del
art. 27 bis, inciso 1°, del C.P, que por sentencia firme de fecha 25 de febrero de
2007le fuera impuesta por el Tribunal Oral en lo Criminal n° 7 de Capital Federal
en las causas n° 2430 y n° 2456 por resultar autor penalmente responsable del
delito de robo reiterado -tres ocasiones-, dos de ellos en grado de tentativa, con
costas. (arts. 27 y 58 del C.P.)
VIII.- PRACTICAR, oportunamente, los correspondientes
Poder Judicial de la Nación
cómputos de las penas (art. 493 del C.P.P.N).
IX.- DIFERIR la regulación de honorarios profesionales de los
Dres. Rodolfo N. Yanzon y de Guillermo Pérez, hasta tanto cumplan con los
requisitos que establece la previsional vigente.
X.- DISPONER oportunamente de los efectos que se encuentran
reservados en la Secretaría (arts. 522 y 523 del C.P.P.N.).
XI.- FIJAR la audiencia del día 11 de diciembre del año 2008, a las
13 horas, para la lectura integral de la sentencia.-
Tómese razón, comuníquese a quien corresponda, dése intervención
al Juzgado de Ejecución Penal, insértese copia en el registro de sentencias y,
oportunamente, archívese.-
Ante mí:
Poder Judicial de la Nación
Poder Judicial de la Nación
Poder Judicial de la Nación
Tómese razón, comuníquese a quien corresponda, insértese copia en el registro de
sentencias, cúmplase con los puntos dispositivos III y }V, dese intervención al
señor juez de ejecución en turno y archívese.-
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