Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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Poder Judicial de la Nación ///nos Aires, 3 de diciembre de 2008. Y VISTOS: Los integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal N° 10 de la Capital Federal, Dres. Alejandro Martín Becerra como presidente y Silvia Estela Mora y Jorge Roberto Bustelo como vocales, con la asistencia de la Señora Secretaria Dra. Silvina Patricia Iriart, se reúnen para dictar sentencia en las causas conexas n° 2861 que se le sigue a Oscar Evaristo Britez o Freddy Victorino Nuñez Sarza o Michel Nicolás Britez -de nacionalidad argentina, titular del D.N.I. 34.777.412, nacido el 2 de abril de 1989 en San Miguel, Provincia de Buenos Aires, hijo de Héctor Oscar Britez y de Eleonora Ester Baez, estudios secundarios incompletos, sin adicciones, con último domicilio en la calle Tucumán 1639, planta baja “F” de esta ciudad, con Prio. serie R.H. 284.546 Policía Federal Argentina, actualmente alojado en el Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza- y a Alberto Ramón Chávez o Rodrigo Chávez Gerbaldo - de nacionalidad argentina, titular del D.N.I. 32.071.625 ó 32.053.315, nacido el 7 de enero de 1985 en Capital Federal, hijo de Mónica Beatriz Gerbaldo y de Alberto Chávez, de estado civil soltero, con último domicilio en la calle Magariños Cervantes 1804, piso 20, dpto. “E” de esta ciudad, estudios secundarios incompletos, empleado en mensajería, actualmente alojado en el Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires- por los delitos de homicidio calificado “criminis causae” agravado por el uso de arma de fuego, en grado de tentativa, que concurre idealmente con el delito de robo agravado por haber sido cometido con arma de fuego, en grado de tentativa, en concurso real robo agravado por haber sido cometido con arma de fuego, reiterado en dos oportunidades, una de las cuales quedó en grado de tentativa y en concurso real con portación de arma de guerra sin la debida autorización legal, concurriendo este último con encubrimiento; y n° 2947 que se le sigue a Alberto Ramón Chávez o Rodrigo Chávez Gerbaldo y Matías Nicolás Vallejos o Martín Nicolás Vallejos - de nacionalidad argentina, titular del D.N.I. 30.212.082, nacido el 26 de abril de 1983 en Capital Federal, hijo de Carlos Alberto y de Hilda

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Admisión de jurados populares también para juicios de menores. Autos caratulados “MÁRQUEZ Víctor Alejandro; NÓBLEGA Gonzalo Rubén p.ss.aa de Robo Calificado por Uso de Arma Impropia y Homicidio Calificado - Criminis Causae", Expte. Letra “M”, Nº 18/2007. Excma. Cámara de fuero múltiple de la Novena Circunscripción Judicial, departamento Ischilin, provincia de Córdoba, rta. 21 de noviembre 2008.

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Poder Judicial de la Nación

///nos Aires, 3 de diciembre de 2008.

Y VISTOS:

Los integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal N° 10 de la Capital

Federal, Dres. Alejandro Martín Becerra como presidente y Silvia Estela Mora y

Jorge Roberto Bustelo como vocales, con la asistencia de la Señora Secretaria

Dra. Silvina Patricia Iriart, se reúnen para dictar sentencia en las causas conexas

n°°°° 2861 que se le sigue a Oscar Evaristo Britez o Freddy Victorino Nuñez

Sarza o Michel Nicolás Britez -de nacionalidad argentina, titular del D.N.I.

34.777.412, nacido el 2 de abril de 1989 en San Miguel, Provincia de Buenos

Aires, hijo de Héctor Oscar Britez y de Eleonora Ester Baez, estudios secundarios

incompletos, sin adicciones, con último domicilio en la calle Tucumán 1639,

planta baja “F” de esta ciudad, con Prio. serie R.H. 284.546 Policía Federal

Argentina, actualmente alojado en el Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza-

y a Alberto Ramón Chávez o Rodrigo Chávez Gerbaldo - de nacionalidad

argentina, titular del D.N.I. 32.071.625 ó 32.053.315, nacido el 7 de enero de

1985 en Capital Federal, hijo de Mónica Beatriz Gerbaldo y de Alberto Chávez,

de estado civil soltero, con último domicilio en la calle Magariños Cervantes

1804, piso 20, dpto. “E” de esta ciudad, estudios secundarios incompletos,

empleado en mensajería, actualmente alojado en el Complejo Penitenciario

Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires- por los delitos de homicidio

calificado “criminis causae” agravado por el uso de arma de fuego, en grado de

tentativa, que concurre idealmente con el delito de robo agravado por haber sido

cometido con arma de fuego, en grado de tentativa, en concurso real robo

agravado por haber sido cometido con arma de fuego, reiterado en dos

oportunidades, una de las cuales quedó en grado de tentativa y en concurso real

con portación de arma de guerra sin la debida autorización legal, concurriendo

este último con encubrimiento; y n°°°° 2947 que se le sigue a Alberto Ramón

Chávez o Rodrigo Chávez Gerbaldo y Matías Nicolás Vallejos o Martín

Nicolás Vallejos - de nacionalidad argentina, titular del D.N.I. 30.212.082, nacido

el 26 de abril de 1983 en Capital Federal, hijo de Carlos Alberto y de Hilda

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Alcaráz, de estado civil soltero, estudios secundarios incompletos, realizaba

changas y mensajería, y que residía en el hotel “Ambar”, sito en la calle Junín n°

62 entre Bartolomé Mitre y Rivadavia de esta ciudad, actualmente alojado en el

Complejo Penitenciario Federal II de Marcos Paz- por los delitos de robo

doblemente agravado por haber sido cometido mediante el uso de arma de fuego y

en poblado y en banda en concurso real con tenencia ilegítima de arma de guerra.

Y CONSIDERANDO:

I.- Conforme surge de la causa n° 2861 el Sr. Agente Fiscal requirió

la elevación a juicio a fs. 422/429 en los siguientes términos:

“[...] II.- HECHOS:

De acuerdo con el análisis efectuado en la presente causa y de

conformidad con las pautas legales que más adelante se referirán, este Ministerio

Público imputa a RODRIGO CHÁ VEZ o ALBERTO RAMÓN CHAVEZ y a

OSCAR EVARISTO BRITEZ o FREDDY VICTORINO NÚÑEZ SARZA o

MICHEL NICOLÁS BRITEZ el haber intentado dar muerte a Roberto Daniel

Cavallero, tras disparar con armas de fuego con el objetivo de darse a la fuga en

el vehículo que el nombrado conducía -sustracción que también resultó tentada- y

de esta manera lograr su impunidad, hecho que no logró cometerse por

circunstancias ajenas a su voluntad. A raíz de los impactos recibidos Cavallero

sufrió lesiones de importancia gravísima.

A su vez, se les imputa a los nombrados el haber sustraído diversos

elementos y objetos personales del domicilio de Clara Inés Reti de Urbano,

vivienda a la que ingresaron con dos armas de fuego, las cuales le fueran

exhibidas tanto a la nombrada como a su empleada doméstica y haber intentado

sustraer las llaves del automóvil perteneciente a Edgardo Felipe Bazo, a quien

también le exhibieron las armas de fuego anteriormente mencionadas y lo

tomaron de los brazos, hecho que no logró ser consumado por circunstancias

ajenas a su voluntad.

Asimismo, se les imputa a los nombrados el tener en su poder sin la

debida autorización legal las pistolas 9 mm que fueran secuestradas. Respecto de

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Chavez, una pistola 9 mm, marca Browning, semiautomática, con la numeración

limada y en cuanto a Britez, una pistola 9 mm con la inscripción FM Browning en

su lateral izquierdo y el n° 256712 en su lateral derecho. Ambas resultan ser

armas de guerra.

Finalmente se le endilga a Chávez el recibir el arma en cuestión con

la numeración registral eliminada y a sabiendas de ello, en circunstancias que

aún se desconocen.

El pasado 31 de enero de 2008 en horas del mediodía RODRIGO

CHÁVEZ o ALBERTO RAMÓN CHAVEZ y OSCAR EV ARISTO BRITEZ o

FREDDY VICTORINO NÚÑEZ SARZA o MICHEL NICOLÁS BRITEZ,

estacionaron el vehículo marca Peugeot 206, dominio GVJ 048 en San Blas

4293/95 de esta ciudad.

Posteriormente, Chávez abordó a Clara Inés Reti de Urbano en el

momento en el que se disponía a abrir el portón de entrada de su domicilio, sito

en la calle San Blas 4267 y munido de un arma de fuego le manifestó, "abrí que

voy a entrar”, Frente a esta situación, Reti manifestó no tener nada pero el

hombre la apuntó con el arma e ingresó con ella en el domicilio.

Una vez en el interior del mismo, le exigió a la empleada doméstica,

Adelma Burella, que descendiera de la planta alta y se dirigió con las mujeres a

la cocina, oportunidad en la que ingresó al lugar OSCAR EVARISTO BRITEZ o

FREDDY VICTORINO NÚÑEZ SARZA o MICHEL NICOLÁS BRITEZ, quien

también portaba otra arma de fuego.

Luego de que les exigieran a las damnificadas la entrega de dinero,

revisaron todo el domicilio y se apoderaron de diversos elementos, tales como

una alianza de matrimonio, un anillo de oro con brillantes de color gris, un reloj

con marco de oro, una pulsera de oro de tres colores, un llavero de ojos de la

suerte con varias llaves, la suma aproximada de $ 200 en efectivo, zapatillas,

prendas de vestir, pelotas de tenis, raqueta de tenis y otros elementos deportivos y

una computadora, entre otros efectos. Algunos de ellos, fueron colocados en la

puerta de entrada de la vivienda y, cuando se disponía escaparse del lugar,

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advirtieron la presencia de personal policial en el frente del inmueble.

Por este motivo, uno de los hombres realizó un ruido como si

cargara el arma que poseía y tomó del cuello a Reti mientras le apuntaba con el

arma en la cabeza.

Finalmente, soltaron a la dueña de casa y se escaparon por el fondo

de la propiedad, saltando la pared del patio que da hacia las casas linderas.

Luego de ello, los autores del hecho iniciaron una fuga que comenzó

en el Pasaje Alejandro Korn y continuó por la calle Sanabria hasta llegar a su

intersección con Juan Agustín García de esta ciudad.

Una vez allí, intentaron detener la marcha del vehículo marca Fiat

Palio, dominio CZF 813, el cual era conducido por Roberto Daniel CavalIero,

colocándose uno a cada lado del rodado mientras continuaban exhibiendo las

armas de fuego que portaban.

Frente a esta situación Cavallero, detuvo la marcha del vehículo y

escuchó la primera detonación de arma de fuego. Seguidamente, abrió la puerta

del conductor como para bajarse del automóvil y mientras los autores le gritaban

"baja te, hijo de puta", escuchó el segundo disparo, momento en el cual sintió que

el cuerpo se le dormía. Luego de ello, se produjeron uno o dos disparos más.

Inmediatamente, Cavallero fue trasladado al Hospital Vélez Sarfield

donde se produjo el secuestro de un latón de proyectil que había quedado alojado

en su remera. Las lesiones sufridas por Cavallero, fueron de carácter gravísimo,

ya que le dañaron la médula espinal y derivaron en la pérdida de sus respuestas

motrices y sensoriales, habiendo quedado parapléjico y con inutilidad

permanente para el trabajo.

Luego de ello, continuaron su fuga por J. Agustín García hacia la

calle Segurola, donde interceptaron a Edgardo Felipe Bazo, quien se dirigía a su

vehículo que se encontraba allí estacionado y mientras intentaban arrebatarle las

llaves del mismo, le manifestaron "al coche, vamos al coche". Finalmente, tras

advertir la presencia de un policía detrás de un árbol, Chávez huyó por la calle

Elpidio González y Britez tomó a Bazo como escudo humano mientras le

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apuntaba en la cabeza.

Frente a esta situación, el Agente Arriaza le ordenó a Britez que

arrojara el arma en varias oportunidades hasta que finalmente, acató la orden y

Bazo logró liberarse del nombrado. Luego de ello y con la presencia de otros

efectivos policiales se logró la detención del nombrado y se secuestró la pistola

calibre 9mm, FM Browning, n° 256712,sin municiones en su recámara y un

almacén cargador que contenía ocho cartuchos de bala encamisados dorados

intactos que había caído sobre el asfalto.

Por su parte, Chávez continuó su fuga siendo finalmente alcanzado

por personal policial en la intersección de Segurola y Elpidio González,

oportunidad en la que arrojó el arma al piso, tratándose de una pistola 9mm con

la numeración limada y el almacén cargador colocado conteniendo 10 cartuchos

de bala y uno en el interior de la recámara y la cola del disparador montada.

Asimismo, se secuestró una billetera conteniendo la suma de $ 190, un llavero

con llaves, un control remoto, un aro de mujer, un manojo de llaves y un teléfono

celular Motorola.

Con posterioridad a las detenciones, personal policial se presentó en

el domicilio de Reti de Urbano y al revisar el fondo, encontró tirado un manojo

de llaves, una correspondiente a un Peugeot y otra de un Renault. Asimismo, en el

patio de la finca lindera secuestraron un cargador de pistola. También, se logró

determinar que la llave correspondiente al Peugeot pertenecía a un vehículo

estacionado frente a la numeración 4293/5, en el cual se trasladaron los autores.

Por último, del interior de este vehículo entre otros elementos, se secuestró un

cargador de pistola con veinte proyectiles de bala calibre 9 mm. [...]”.

Dicho suceso fue calificado como constitutivo de los delitos de

homicidio “criminis causae” agravado por el uso de arma de fuego, en grado de

tentativa, que concurre idealmente con el delito de robo agravado por haber sido

cometido con arma de fuego, en grado de tentativa, en concurso real robo

agravado por haber sido cometido con arma de fuego, reiterado en dos

oportunidades, una de las cuales quedó en grado de tentativa y en concurso real

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con portación de arma de guerra sin la debida autorización legal, concurriendo

este último con encubrimiento, por éste último deberá responder Rodrigo Chávez

o Alberto Ramón Chávez en carácter de autor y por el resto deberán responder el

mentado junto con Oscar Evaristo Britez o Freddy Victorino Nuñez Sarza o

Michel Nicolás Britez en carácter de coautores (artículos 41 bis, 42, 45, 55, 80,

inciso 7°, 166, inciso 2° -párrafo 2do.-, 189 bis, inciso 2° -párrafos 3ro. y 4to.- y

277, apartado c), del Código Penal).

Asimismo, en relación a la causa n° 2917 el Sr. Fiscal a fs.

1265/1270 requirió la elevación a juicio del hecho que allí se narra en los

siguientes términos:

“[...] I.- HECHOS PUNIBLES:

Esta Fiscalía tiene por probado, en el grado exigido para su

elevación a juicio, que el día. 24 de diciembre de 2007, siendo aproximadamente

las 14:00 horas, Matías Nicolás VALLEJOS y Rodrigo CHAVEZ o Alberto

Ramón CHAVEZ –junto a otro individuo de sexo masculino aún no

individualizado- ingresaron en la finca sita en Blanco Encalada 3022 de esta

ciudad, apoderándose ilegítimamente y mediante el uso de armas de fuego –entre

ellas la pistola marca “Glock”, numeración ASZ690 e inscripción “Glock 17

Austria 9 X 19 NVSDF U.S. Part. 4539”- de diversa bijouterie y perfumes que se

encontraban en el lugar de mención.

A tal fin, el imputado Vallejos accedió a la vivienda de marras, por

una de las ventanas que daban al frente de la misma, dirigiéndose al sector de la

cocina, lugar en el que se hallaban su propietaria Beatriz Santori junto a la

empleada doméstica, Ramona Galeano. Una vez allí, el nombrado tomó por

detrás a la primera, apuntándola con el arma de fuego que traía consigo, siendo

que, al referirle la nombrada “no molestes” (sic), ello en la creencia de que se

trataba de un amigo de alguno de sus hijos, Vallejos le refirió “esto es un robo,

quedate quieta” (sic), para luego preguntarle “donde esta el resto de la gente”

(sic), a lo que Santori respondió que se encontraban en el fondo de la vivienda,

lugar en el cual se situaba el quincho y en le cual se hallaban el cónyuge de la

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aludida, Julio Luís Osella junto a los hijos del matrimonio, Federico Sebastián,

Franco Luís e Ignacio Agustín, además del sobrino de la misma, Luís Amado.

Es así que Vallejos, a punta de pistola, obligó a Santori y Galeano a

dirigirse hacia ese lugar, siendo que una vez en el quincho, se comunicó mediante

un aparato de telefonía celular Nextel que llevaba consigo, con Chávez y su

compañero, quienes se hallaban en las afueras domicilio, refiriéndoles “vengan

boludos, los tengo a todos acá, vengan, vengan, cuando vienen?, estoy acá, eh,

hijos de puta, entren en la casa ya, entren ya” (sic) , lo que repitió en ocasiones,

pudiendo escuchar las victimas que su interlocutor le respondía “estamos cerca"

(sic) para manifestarle aquel que “hay gente en la puerta”(sic).

En razón de ello, VALLEJOS obligó a todos los presentes a dirigirse

al primer piso de 12 vivienda, dejándolos encerrados en una habitación y les

ordenó quédense quietos acá" (sic). Eso, excepción de Federico Sebastián e

Ignacio Agustín OSELLA a quienes les exigió que lo llevaran al lugar en el cual

se encontraba a resguardo el dinero. Que momentos en que era conducido a la

planta baja de la vivienda por los hijos del matrimonio, los damnificados

escucharon que CHAVEZ o su otro compañero le manifestaban a aquel, mediante

handy dale vení a abrirme, que ya estamos abajo" (sic), por lo que los aludidos

fueron obligados a punta de pistola, a dirigirse hacia la puerta de entrada y

proceder a su apertura, haciendo así su ingreso a la casa el imputado y su

compañero, también en poder de sendas armas de fuego.

Una vez allí, todos e ellos se dirigieron nuevamente a la habitación

en la cual fueran dejadas las otras victimas, siendo que, en el trayecto, CHAVEZ

le propinó un golpe en la nuca a Federico Sebastián OSELLA.

Ya en el cuarto, los tres comenzaron a exigirles a SANTORI y Julio

Luís OSELLA la entrega del dinero, y además, de los elementos oro, plata y otro

valor que tuvieran. Que, al contestarle el último a CHAVEZ que no tenían

consigo esos objetos o bien dinero, recibió como respuesta un golpe en su frente,

del lado izquierdo. En esos instantes, Franco Luís OSELLA solicitó que le

permitieran acompañar a su padre al toilette, a los fines de que se aseara la zona

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lastimada, de la que manaba abundante sangre, a lo que se accedió,

permaneciendo aquel en dicho lugar.

Mientras esto sucedía, VALLEJOS permanecía en la puerta de la

habitación en cuestión, custodiando a las víctimas y CHAVEZ y su compañero se

retiraron del lugar en compañía de Federico Sebastián e Ignacio Agustín

OSELLA con destino a la habitación del matrimonio, procediendo en estos

momentos a apoderarse de diversa bijouterie y perfumes, que introdujeron en un

bolso. Tras ello, el imputado le refirió a Federico Sebastián OSELLA que "nos

tenemos que ir" (sic), preguntándole al nombrado "por donde salgo?", tras lo

cual, lo apuntó con el arma de fuego que traía consigo y le exigió que lo

condujera al patio de la finca, por lo que el incriminado se retiró de allí, consorte

prófugo permaneció con mientras que su Ignacio Agustín OSELLA en la pieza,

hasta el momento en que advirtió la fuga emprendida por el acusado,

procediendo a hacer lo propio, aparentemente por los techos de la vivienda, al

igual que CHAVEZ.

Que, cuando Federico Sebastián OSELLA se hallaba en el living de

la finca, VALLEJOS le preguntó al joven el sitio por el cual habían emprendido la

huída, retirándose del domicilio con destino al fondo del mismo. En estos

instantes, hicieron su arribo a la vivienda los Sargentos CASTILLO y Jorge

ROBLES y el Agte. Carlos Alberto FLEITAS quienes fueran desplazados por

comando radioeléctrico a merced del llamado que efectuara Franco Luís

OSELLA, en momentos en que el resto se encontraba en el quincho, como así

también al aviso cursado por el propietario del comercio vecino, Carlos

LANARO. Al mismo tiempo, la empleada doméstica Susana del VALLE ORTIZ,

quien se hallaba en el interior de la vivienda de que se trata, en la habitación

correspondiente a la hija del matrimonio, procedió a realizarle señas a los

funcionarios con una remera, por lo que los dos primeros ingresaron al lugar por

una ventana mientras que FLEITAS hizo lo propio por la puerta principal del

domicilio, siéndole franqueado el acceso por una de las empleadas de la familia.

Tras esto, los agentes CASTILLO y ROBLES tomaron contacto con

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Julio Luís OSELLA quien se encontraba para ese entonces en la planta baja de la

vivienda y les diera cuenta del accionar que los perjudicara, como así también de

la fuga emprendida por CHAVEZ y sus consortes de causa en el fondo del

domicilio. Así fue que, entonces los funcionarios se dirigieron hacia la parte

posterior de la vivienda, visualizando a VALLEJOS junto a la pileta, por lo que

procedieron a darle la voz de "alto", momento en el cual su compañero arrojó al

suelo la pistola que traía consigo y que fue objeto de secuestro -que, al "

momento de ser incautada, poseía un cartucho en su recámara y otros quince en

el cargador-, a la vez que procedieron a su detención, mientras que CASTILLO se

dirigió a los techos de las fincas aledañas, con el objeto de dar con el imputado y

su compañero, con resultado infructuoso, tarea a la que coadyuvó el Subinspector

Alejandro Deferrari quien también concurriera al sitio.[…]

Calificó la conducta descripta como constitutiva de los delitos robo

con arma de robo doblemente agravado por haber sido cometido mediante el uso

de arma de fuego y en poblado y en banda en concurso real con tenencia ilegítima

de arma de guerra, por el cual deberán responder Matías Nicolás Vallejos y

Rodrigo Chávez o Alberto Ramón Chávez en carácter de coautores penalmente

responsables (arts. 45, 166, inciso 2° -párrafos 1ro. y 2do.-, 167, inc. 2°, y 189 bis

del Código Penal)

II.- Concluida la recepción de la prueba en la audiencia de debate

oral y pública se concedió la palabra al Sr. Fiscal General quien en primer lugar

recreó los hechos descriptos en el requerimiento de elevación a juicio obrante en

la causa n° 2917, analizó las declaraciones testimoniales brindadas por los testigos

en el debate, así como las incorporadas por lectura al mismo y aludió a las

lesiones ocasionadas por Chávez a los Osella, padre e hijo. Seguidamente, analizó

la calificación legal propiciada por el Fiscal de Instrucción y aclaró que difería

con la misma en virtud de que entre la agravante del empleo de armas y poblado y

en banda existe un concurso aparente por lo que corresponde aplicar el principio

de especialidad razón por la cual sostuvo que los imputados eran coautores de

robo calificado por el empleo de armas en grado de tentativa.

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Por otro lado, alegó que no compartía con el Sr. Fiscal de 1ra.

Instancia en cuanto a la calificación de tenencia de arma de guerra por que en este

caso entendió que se trataba de portación o transporte de arma dado que la misma

se encontraba inmediata para su uso y que solo debía atribuirsele a Vallejos y no a

Chávez porque a éste último no le fue secuestrada realmente ningún arma.

Acto seguido, tuvo en cuenta el reconocimiento de Ignacio Agustín

Osella, respecto de Chavez y las declaraciones testimoniales brindadas en punto a

la individualización del nombrado Chavez, lo que lo llevaron a considerar que

existen suficientes datos para su individualización, lo que consideró asertivo, y

descartar duda alguna. Explicó los motivos por los cuales a su entender la

conducta quedó tentada, siendo ello la falta de certeza en cuanto a la faltante de

objeto alguno. Acto seguido, solicitó que, por aplicación del artículo 3° C.P.P.N.,

se absuelva a Chávez respecto del delito de tenencia de arma de guerra. Respecto

de Vallejos lo consideró coautor penalmente responsable de los delitos de robo

agravado por el uso de arma de fuego en concurso real con portación de arma de

guerra.

Luego de la valoración de agravantes y atenuantes solicitó se

condene a Matías Nicolás Vallejos a la pena de siete años de prisión, accesorias

legales y costas, y se le imponga la pena única de ocho años de prisión, accesorias

legales y costas, comprensiva de ésta y de la dictada por el Tribunal Oral en lo

Criminal n° 25, cuya condicionalidad deberá revocarse. En relación a la causa n°

2861 analizó y recreó los hechos contenidos el requerimiento de elevación a

juicio, para lo cual tuvo en cuenta los dichos de Cavallero, incorporados por

lectura al debate, la fuga emprendida por los imputados, el hecho en perjuicio de

Bazo, las declaraciones testimoniales brindadas en el debate, así como las

incorporadas al debate por lectura y los secuestros efectuados. En cuanto a la

calificación legal se remitió a la arriba por el Sr. Fiscal de Instrucción y al

respecto entiendió que ambos imputados fueron detenidos “in fragantti”. Se refirió

a los descargos de los imputados, en particular a sus manifestaciones de no haber

tenido intención de matar a Cavallero. Entendió que el hecho que damnificara a

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Reti de Urbano quedó en grado de conato, en virtud de lo que surge de sus propios

dichos, los del personal policial que intervino, de la empleada doméstica y la

descripción que ésta hiciera de los imputados. Encontró al respecto acreditada la

materialidad de los tres sucesos en perjuicio de Reti, Cavallero y Bazo. En

relación a los hechos que damnifican a Reti de Urbano y Edgardo Felipe Bazo los

calificó como constitutivos del delito de robo con armas en grado de tentativa, los

que concurren realmente con el de portación de arma de guerra. En lo que respecta

al hecho que damnifica a Cavallero, consideró que la calificación correcta es la de

robo consumado por la causación de lesiones gravísimas, la que entendió que no

admite discusión alguna desde el punto de vista probatorio, porque consideró que

el homicidio criminis causa requiere dolo directo y en el hecho que aquí se juzga,

teniendo en cuenta la declaración de Cavallero, la intención de los imputados era

la de robar el automóvil, y el dolo de homicidio en este caso sería eventual. Dejó

aclarado al respecto que en modo alguno se vería afectado el principio de

congruencia (para el caso de que el tribunal encuadrara la conducta en perjuicio de

Cavallero en el art. 80 inc. 7° del C.P.) por cuanto la significación jurídica quedó

abierta. Seguidamente, respecto de ese hecho también analizó el artículo 165 del

C.P. e hizo alusión a que el mismo tiene como condición objetiva el homicidio

consumado, por lo que descarta dicha figura.

Planteó, en su caso y para análisis del tribunal la aplicación del

artículo 41 bis del Código Penal al artículo 166, inciso 1° del C.P.. Como

consecuencia de lo expuesto, consideró a los imputados coautores penalmente

responsables de los delitos de robo con armas tentado reiterado en dos

oportunidades, en concurso real con robo agravado por la causación de lesiones

gravísimas (166 inc. 1°), en concurso real con portación ilegítima de arma de

guerra. Analizó el alcance de la aplicación del artículo 55 del C.P., con cita del

fallo “Manfredi, Luis Alberto y otro s/ recurso de casación” Reg. N° 471/2001

dictado por la Sala III de la C.N.C.P., el cual hace alusión al sistema de

unificación aritmético y composicional factibles con los límites fijados para cada

especia de pena.

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Luego, al evaluar las atenuantes consideró que el único sería la edad

con las limitaciones que sobre el punto alega y respecto de las agravantes tuvo en

cuenta las características de los hechos, la violencia ejercida, el modo en que se

emplearon la armas -el modo intimidatorio “per se” con el plus en la verbalización

en su uso-, el haber utilizado a Bazo como “escudo humano”, el haber colocado el

arma en la cabeza y el desapego a la vida evidenciado por los imputados. Por otro

lado, tuvo en cuenta los dichos del médico forense respecto de la gravedad de las

lesiones de Cavallero y la irreversibilidad de las mismas, para lo cual tuvo en

cuenta como prueba los dichos de Cavallero, las características personales del

mismo y los peritajes balísticos, y concluyó, por los motivos que brindó, que

Britez es quien habría disparado en el cuerpo de Cavallero. Refirió además, que el

dolo cobró el valor de dolo eventual al momento de valorar la pena a imponer.

Como consecuencia de todo lo expuesto, solicitó se imponga a Oscar

Evaristo Britez la pena de veinte años de prisión, accesorias legales y costas.

Respecto de Rodrigo Chávez solicitó se le imponga la pena de veinticinco años

por las dos causas que registra, accesorias legales y costas, y la pena única de

veintinueve años de prisión, accesorias legales y costas, comprensiva de la

anterior y de la dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal n° 26. Por último, dejó

a criterio del tribunal la imposición de la reincidencia, en su caso.

A continuación, presentó su alegato el Dr. Rodolfo N. Yanzon quien,

en primer lugar, manifestó su disconformidad con la calificación legal del

requerimiento de elevación a juicio del fiscal de instrucción, adhiriendo a la

propiciada por el Sr. Fiscal General en esta instancia, respecto del hecho en

perjuicio de Cavallero. Propuso a los Sres. Jueces, en ejercicio del derecho de

defensa en juicio y el debido proceso, una lectura distinta del proceso penal.

Expuso sus serias diferencias por el modo irregular e insuficiente de

la instrucción al afirmar que las pruebas obtenidas por la policía no fueron

ratificadas en sede judicial, incluso en esta sede. Anticipó que ello puede generar

un agravio a su parte, según la valoración que el tribunal hiciera de las mimas y

pidió al respecto sumo cuidado a los jueces al evaluar las pruebas por cuanto si se

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utilizaran en contra de los imputados, podría agravar el derecho de defensa en

juicio.

Tuvo en cuenta la falta de ruedas de reconocimiento en el proceso

respecto de su pupilo y afirma que únicamente se cuenta con una versión policial

que llega a juicio. Acto seguido, consideró que las declaraciones policiales no

reúnen los requisitos de declaraciones testimoniales siendo ellas meras actas

policiales, lo que manifestó como oposición a la incorporación al debate de las

mismas porque no eran elementos de discusión para esa defensa, sin perjuicio de

lo cual no pudo dejar de marcar la irregularidad en la instrucción. Luego, afirmó

que los dichos de los testigos contrastan con los del personal policial y brindó para

ello tres ejemplos de ello, siendo el primero el que se refiere a la versión que

efectúan la señora Reti de Urbano y Burela sobre el modo en que ingresó la

policía a la casa, para lo cual afirma que ambas aludieron a la violencia que utilizó

la policía para ingresar la que luego fuera desmentida y minimizada por dicho

personal policial, todo lo cual le resulta confuso e incierto; en relación al segundo

se remitió a los dichos de Bazo en relación al desempeño de Arriaza, el que resalta

como un buen proceder, afirma que Terziano produjo una desbandada y que no

puede utilizarse como agravante el hecho de haberle apuntado a las víctimas en la

cabeza, como lo dijera el Sr. Fiscal General, ya que dicha circunstancia no fue

aludida por las testigos Reti y Burela. Al respecto, resaltó que ello, también,

difiere de lo que asentara el personal policial sobre el punto y es lo que lo llevó a

concluir que la versión policial se contradice plenamente con los dichos

testimoniales brindados en el debate; y el tercero es en relación a la cantidad de

disparos en el hecho de Cavallero, para lo cual comprende que la única prueba a

tener en cuenta son las testimoniales brindadas en el debate y no meras actas

policiales que no reúnen los requisitos de tal.

Por otro lado, cuestionó el modo irregular en que fueron secuestrados

en la finca lindera a la casa de Reti de Urbano y en el Peugeot 206 teniendo en

cuenta para ello los dichos de la Sra. Napoli, única testigo de secuestro, y de

Terziano, y, como consecuencia, planteó la no incorporación de estos elementos

Page 14: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

por no darse los requisitos previstos en los arts. 227 y 230 bis del C.P.P.N. Acto

seguido, citó el voto de la Dra. Ledesma en la causa seguida contra “Rocha

Suárez” del 25 de mayo de 2006 de la Sala III de la Excma. Cámara de Casación

Penal. Por los fundamentos que expuso solicitó la absolución de Britez en relación

al hecho que perjudicara a Reti de Urbano por aplicación del beneficio de la duda

(art. 3° del C.P.P.N.), dado que no existen elementos para afirmar que no pudo

suceder de otro modo.

En relación al segundo hecho, se allana al criterio del Fiscal por

afirmar que no se verifica el dolo directo exigido por el artículo 80, inc. 7° del

Código Penal y consideró además que en virtud de la acusación que en el debate

hiciera el sr. Fiscal General, el Tribunal no tendría jurisdicción para condenar en

orden al homicidio criminis causa por el que fuera requerida la elevación a juicio.

Por último, entendió que no corresponde la aplicación del art. 41 bis, porque su

defendido tenía un arma descargada sabiendo que no podía más que amedrentar a

Bazo.

Al considerar los atenuantes tuvo en cuenta las condiciones

personales de su pupilo, al maltrato recibido por el mismo en centros para

menores en donde su pupilo resultó ser una víctima del sistema, la falta de

antecedentes y el reconocimiento que hiciera del hecho más grave atribuido a su

pupilo. Por los motivos que expuso, finalmente, solicitó que la condena a imponer

sea más cercana al mínimo de las escalas penales propuestas.

Seguidamente, presentó su alegato el Dr. Guillermo Pérez, el cual,

en primer lugar, adhirió al planteo de su colega preopinante, el Dr. Yanzon, en

particular sobre el punto de haber reconocido su asistido Chávez el hecho más

grave en perjuicio de Cavallero, y al respecto aludió a la falta de intención del

mismo de matar a éste último. Seguidamente consideró excesivo el pedido de pena

del Sr. Fiscal General, aludiendo a las condiciones personales de su pupilo.

En relación a la causa que tuviera como consorte a Vallejos, disiente

con el Fiscal en dos puntos claves: los reconocimientos de Ignacio Osella y

Federico Osella, dado que el efectuado por el primero resultó claramente negativo

Page 15: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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y que la duda surge del realizado por Ignacio, lo que implica un reconocimiento

negativo, por aplicación del art. 3° del C.P.P.N. En relación a este último, se

remitió a la presentación del Dr. Heredia en su oportunidad en punto a que el

testigo habría sido inducido de algún modo. Analizó la indagatoria de Chávez

respecto del hecho ocurrido el día 24 de diciembre de 2007, versión que, dice,

fuera ratificada por Zunilda Micaela Argüello, y al respecto resaltó el motivo por

el que dijera, en su hora, desconocer a Vallejos. Afirmó que no está probado que

Chávez interviniera en el hecho del 24 de diciembre de 2007, tampoco por el

“modus operandi” que a su criterio se compadece con la violencia que, en general,

se verifica en la sociedad. Exclamó la necesidad de implementar políticas

criminales adecuadas para personas como los aquí imputados. Por todo ello,

solicitó la absolución de Chávez en orden al delito de robo con armas tentado, en

perjuicio de la familia Osella.

Por último, presentó su alegato el Dr. Gonzalo Pepe

Fernández Bird quien, por los fundamentos que expuso, quien alegó en primer

lugar que no puede controvertir la presencia de Vallejos en el hecho así como el

uso del arma. Afirmó que compartía, en gran parte, la calificación propiciada por

el Sr. Fiscal General, pero sin embargo discrepó con el concurso propuesto.

Sostuvo que el arma hallada debía quedar subsumida en el tipo agravado que

requiere del uso de un arma para cometer el injusto, dado que entendió que el

arma es un elemento normativo del tipo penal, así como las lesiones y las

amenazas que quedan subsumidas en el tipo y a lo sumo, en caso de concurso,

éste debe ser ideal y no real porque hay unidad de acción final. Acto seguido citó

un fallo de la Sala III de la C.N.C.P. “Prada Ponce, Alexis” del 22 de noviembre

de 2004. Consideró como atenuante que la juventud, que su asistido merece una

oportunidad, que no opuso resistencia a la detención y que no uso violencia

alguna. Por los motivos que aportó, solicitó una pena para su pupilo cercana al

mínimo previsto que le permita una pronta reinserción social.

III.- Acto seguido, de conformidad con el art. 398 del Código

Procesal Penal de la Nación, emitieron sus votos los integrantes del Tribunal en el

Page 16: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

siguiente orden: Dr. Becerra, Dra. Mora y Dr. Bustelo.

El Dr. Becerra dijo:

El Dr. Becerra dijo:

Primero: causa n° 2861.

Aclaro que haré un análisis conjunto de los distintos sucesos que a

continuación describiré, no solo por la evidente relación e inmediatez entre ellos

sino también porque gran parte de la prueba es común, apareciendo además tal

criterio como el más acertado para una mayor y mejor comprensión acerca de lo

sucedido y en relación con la intervención que le cupo a los imputados.

A través de la prueba colectada durante el debate se ha probado que

el 31 de enero de este año, en horas del mediodía, Rodrigo Chávez, una vez que

estacionara con Oscar Evaristo Brítez el rodado Peugeot 206, dominio GVJ 048

que ocupaban y cuando Clara Inés Reti de Urbano se disponía a abrir el portón de

entrada de su domicilio ubicado en San Blas 4267, la abordó y con un arma de

fuego en su poder le exigió “abrí la puerta que voy a entrar”, para entonces

ingresar al inmueble con ella. Ya en el interior, obligó a la empleada doméstica

Adelma Burella a que bajara de la planta alta y con las dos mujeres se dirigió a la

cocina, al tiempo que también entró en la vivienda el co-imputado Britez con un

arma de fuego en su poder.

A continuación tomaron una alianza de matrimonio, un anillo de oro

con brillantes, un reloj, una pulsera, un llavero con llaves, doscientos pesos,

zapatillas, prendas de vestir, pelotas y raqueta de tenis y otros elementos tales

como una computadora, algunos de los cuales fueron colocados cerca de la puerta

de entrada, hasta que, al advertir la presencia policial, se escaparon por los fondos

de la propiedad, previo saltar la pared del patio que da a las casas linderas.

Tras ello corrieron por Pasaje Alejandro Korn y luego por Sanabria

hasta su intersección con Juan Agustín García, calle en la que intentaron detener la

marcha de un vehículo Fiat Palio, dominio CZF 813, conducido por Roberto

Daniel Cavallero, para lo cual cada uno se colocó a un lado y otro al tiempo que

exhibían sus armas, ante lo cual el citado detuvo la marcha y escuchó un primer

Page 17: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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disparo, abriendo entonces su puerta como para bajarse, mientras ambos

imputados le gritaban “bajate, hijo de puta”, oportunidad en que le fue disparado

el segundo tiro, sintiendo inmediatamente que el cuerpo se le dormía, para

entonces tener lugar una o dos detonaciones más. Más adelante, ya en el Hospital

Vélez Sardfield al que fue trasladado, se secuestró un latón de proyectil que había

quedado en su remera, mientras que fue luego comprobado que las lesiones que

sufriera Cavallero fueron de carácter gravísimo pues le dañaron la médula espinal

y provocaron la pérdida de sus respuestas motrices y sensoriales, por lo que quedó

parapléjico y con inutilidad permanente para el trabajo.

En cuanto a los imputados, siguieron su fuga por Juan Agustín

García en dirección a Segurola, arteria ésta en la que interceptaron a Edgardo

Felipe Bazo cuando se dirigía a su rodado estacionado en el lugar y, mientras

intentaban arrebatarle las llaves de aquel, le dijeron “al coche, vamos al coche”,

huyendo entonces Chávez por Elpidio González cuando advirtió la presencia

policial, al tiempo que Brítez tomó a Bazo como escudo humano mientras le

apuntaba con su arma.

Fue entonces que el Agente Arriaza le ordenó varias veces que

arrojara el arma hasta que, por último, obedeció, oportunidad aprovechada por

Bazo para liberarse y alejarse del lugar, procediéndose a continuación, con

intervención de otros efectivos policiales, a la detención del encausado y a la

incautación de la pistola calibre 9 mm, FM Browning, n! 256712, sin municiones

en la recámara, que llevaba consigo y también un cargador con ocho cartuchos

encamisados intactos que cayera sobre el asfalto.

Luego de continuar su fuga Chávez fue aprehendido en la esquina de

Segurola y Elpidio González, oportunidad en que arrojó al piso la pistola 9 mm

con numeración limada, cola del disparador montada y un proyectil en la

recámara, y un almacén con otras diez balas, los que fueron secuestrados junto con

ciento noventa pesos, un llavero con llaves, un control remoto, un aro de mujer,

un manojo de llaves y un teléfono celular.

Cabe remarcar también que, con posterioridad, se procedió a la

Page 18: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

incautación en el fondo de la vivienda de Reti de un manojo con una llave

correspondiente al Peugeot de referencia y otra de un Renault, y en el patio de una

casa lindera un cargador de pistola. Del interior de aquel rodado en el que llegaron

al lugar se logró incautar un cargador de pistola con veinte proyectiles de bala

calibre 9 mm.

De relevancia resulta, en tal dirección, lo expuesto ante el Tribunal

por la citada Clara Inés Reti de Urbano, propietaria de la vivienda de San Blas

4267, pues relata que, cuando salía con su perro a la calle y, según cree, ya había

abierto la puerta principal, se apareció un hombre que la amenazó con un arma de

fuego, obligándola a ingresar al ordenarle “entrá”, haciéndolo atrás de él otro

individuo del mismo sexo. Dice que, a continuación, hicieron bajar a la empleada

doméstica y, mientras uno de ellos se quedaba con ambas en la cocina, el otro

subió para buscar objetos que llevarse, señalando que ella le entregó el dinero,

anillos y un reloj y comprobando luego que, además, tenían preparada la

computadora -que habían bajado- cerca de la puerta de ingreso de la vivienda.

Agrega que el reloj, la alianza y la pulsera reservados por Secretaría que se le

exhiben son los que se llevaron, sin que le faltara nada más pues el dinero fue

recuperado. Continúa diciendo que, entonces, al apreciar los delincuentes a través

del ventanal que había llegado la policía, treparon la pared del jardín y se fueron.

Ante la falta de recuerdo sobre el punto, se leen párrafos de su declaración en la

prevención (fs. 12) -cuya firma reconociera- en el que describe al primer hombre

como “…de unos 18 a 20 años de edad, de pelo corto castaño claro, de unos 1,70

mts de estatura, vestido con remera de color blanca y bermuda (no puede aportar

color) y zapatillas claras…” y al segundo como de unos 21 a 22 años de edad, de

pelo corto de color castaño, vestido con una bermuda de color claro y una

campera de color marrón...”, manifestando que en el momento recordaba tales

detalles pero en este momento no. Tampoco puede acordarse si se trata de las

armas que se le muestran, aunque afirma que una era negra, destacando que ambos

las tenían en sus manos, aunque no se las apoyaron, sin que fueran maltratadas.

Agrega que los delincuentes se fueron por la parte de atrás, esto es por la cortada

Page 19: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Poder Judicial de la Nación

Alejandro Korn, y, ante una pregunta puntual, refirió que durante el hecho sintió

nerviosismo, lo que le duró por varios días.

Similar resulta la declaración de la empleada Adelma del Valle

Burela. Dice que la patrona le anunció que iba a sacar el perro mientras ella

permanecía en la parte superior de la vivienda y que luego escuchó que aquella

hablaba como llorando, por lo que se asomó y vio que un hombre le apuntaba con

un arma y le hablaba mal, hasta que el otro le ordenó que bajara, procediendo

dicho individuo, que algo tenía en su mano, a subir por la escalera y a ponerse

detrás de ella para que descendiera. El primero, refiere, las obligó a dirigirse a la

cocina y le dijo “sentate y no hables”, para luego pedirle dinero y cosas, lo que la

patrona entregó, mientras el otro, que estaba arriba, dijo luego que había llegado la

policía, preguntando por donde podían escapar. Acota que sintió un ruido,

seguramente producido por el golpe de la computadora contra el piso, y que se

fueron por el fondo. Ante preguntas que se le formularan, menciona que ambos

vestían bermudas y, al leerse, de su declaración de fs. 17 cuya firma reconociera,

que uno estaba “…vestido con remera de color blanca y zapatilla color blanca con

un dibujo tipo pipa de color negra, mientras que el otro sujeto se hallaba vestido

con un saquito de color marrón con cierre y bermuda de color blanca…”, dice sólo

recordar la remera blanca del primero y que tenían bermudas. En cuanto al

episodio allí descripto sobre que uno la tomó del cuello y le apuntó con el arma en

la cabeza, dice no recordar.

En relación con la huida de los imputados y su conducta posterior

resulta de trascendencia lo expuesto por Roberto Daniel Cavallero quien, a través

de la declaración agregada a fs. 186 (y mecanografiada a fs. 187), relata que,

mientras daba vueltas con su rodado Fiat Palio, dominio CZF-813, con el fin de

realizar unos trámites y circulaba por Juan Agustín García, entre Segurola y

Sanabria, a unos treinta metros de ésta, apreció en la esquina a dos hombres que,

uno a cada lado de su auto, le exhibían sendas armas de fuego, por lo que atinó a

detenerlo, al tiempo que escuchó un estruendo proveniente del lado derecho, lo

que ocurrió cuando ya había pasado la línea de ambas personas, escuchando a

Page 20: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

continuación, mientras ya tenía su puerta abierta con el fin de bajarse, un segundo

estruendo, para sentir que su cuerpo se le dormía en forma instantánea. Agrega

que, aunque ignora de qué forma, el vehículo siguió su marcha sin sentir las

piernas, debiendo usar el freno de mano para detenerlo, lo que ocurrió a mitad de

cuadra de García, y se refiere luego a la llegada de varios patrulleros y una

ambulancia que lo trasladó al hospital Vélez Sardfield. Finalmente agrega que se

trataba de dos personas jóvenes, uno con ropas oscuras y el otro con remera clara,

que el primero se colocó sobre el lateral derecho y el segundo a la izquierda y que

según su posición ambos le dispararon, destacando que los dos le gritaban “bajate

hijo de puta” y él les respondió “ya me bajo, pará no tires”, lo que ocurrió entre el

primer y el segundo disparo, llegando después a escuchar uno o dos más.

De relevancia aparecen, además, los dichos de Edgardo Felipe Bazo

pues puntualiza que, con posterioridad a las 12 y 25 en que efectuó un pago en el

Banco Ciudad, se dirigió a su rodado estacionado en Juan Agustín García, a pocos

metros de Zanabria, oportunidad en que escuchó unos dos disparos, cruzando

entonces para abordar el auto. Destaca que, entonces, se le acercaron dos hombres

que venían corriendo, uno de ellos con un arma en una de sus manos, que le

exigieron la entrega de las llaves, lo que no lograron ante su resistencia, por lo

que, y ante la presencia de un policía que se parapetó enfrente, lo tomaron como

un escudo humano, apoyándole uno el arma en la cabeza al tiempo que el restante

le sostenía fuertemente un brazo sobre la espalda, lo que le produjo una lesión en

su hombre izquierdo de la que luego se tuvo que atender. Señala que el policía les

gritó tres veces para que desistieran de su actitud, que uno incluso le apuntó, que

él entonces pudo liberarse y que el restante caco logró salir corriendo por

Segurola, entregándose el otro, previo arrojar el arma y tirarse al piso. Ante

preguntas que se le formularan destacó que el del arma vestía un pantalón corto

blanco y remera marrón, con gorra, y el otro un bermudas azul y remera blanca.

Menciona que el que escapara fue luego aprehendido por los ocupantes de un

móvil policial mientras caminaba tranquilamente por Segurola, esquina con

Elpidio González. Acota que, además de la lesión, quedó muy traumatizado, que

Page 21: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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no recuerda cómo era el arma, que los disparos los sintió del lado en el que, luego,

pudo apreciar la existencia de un charco de sangre, y que el personal policial no

llegó a disparar.

El Sargento 1° Daniel Terciano relata que ante un llamado del

Comando Radioeléctrico arribó a un inmueble de la calle San Blas y le fue

indicada por una mujer la casa donde se estaba desarrollando el ilícito, pudiendo

apreciar en ese momento que un hombre -al que describe como delgado, de 1,70

m de estatura, pelo corto y una remera algo clara- salió con un bolso, por lo que le

gritó “alto” y volvió a ingresar. Entonces, entraron y la dueña de casa les informó

que se habían ido por el fondo. Señala que hallaron un cargador en una propiedad

vecina y unas llaves en el fondo que pertenecían a un Peugeot 206 que era el único

vehículo estacionado a unos quince metros de la vivienda, llamando a la División

Rastros que abrieron el auto que, luego, él mismo llevó a la Seccional. Luego de

reconocer su firma en el acta de secuestro de fs. 22 y mecanografiada a fs. 23,

recuerda que en el interior del auto se secuestró un cargador largo con balas que

estaba en el buche de la puerta del conductor, no haciéndolo en relación con la

referencia plasmada en su anterior deposición (agregada a fs. 20, cuya firma

reconoce) acerca de la utilización de unas bermudas por parte del individuo que

mencionara y sí respecto del bolso azul. Añade que, estando aún en la casa, más

precisamente en el jardín, escuchó dos o tres disparos y que, efectivamente, fueron

bruscos al momento de entrar, al punto tal que le dieron un golpe a la puerta.

Sobre otros aspectos por los que fue interrogado por la defensa de Chávez y

lectura que se hiciera de parte de su anterior declaración, acota que puede ser que

él mismo hubiera probado las llaves correspondientes al Peugeot y también que el

cargador que estaba en su interior tuviera veinte proyectiles.

Cabe mencionar que en relación con el conocimiento que tuviera la

policía en relación con el primer episodio, obran los dichos incorporados por

lectura de Basílica Palacios (fs. 78), vecina de San Blas 4234, en tanto refiere que

el día en cuestión escuchó una voz de mujer que decía “que no tenía nada”, por lo

que enseguida llamó al teléfono 911 de emergencias y relató que la estaban

Page 22: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

robando, dando su propio domicilio, sin salir de su casa por temor a su integridad

física.

El Sargento Claudio Rubén Verón, que conducía el móvil a cargo de

Terciano, se expide de similar manera acerca del anoticiamiento que en el lugar

recibieran de parte de la vecina, que resultó ser Basílica Palacios, y en cuanto a la

aparición de un hombre con remera blanca y bermudas, con un CPU y un bolso

azul en sus manos, el que inmediatamente volvió sobre sus pasos y cerró

violentamente la puerta. También en relación al siguiente ingreso de ambos

policías empujando dicha puerta y a la noticia recibida de parte de las mujeres

acerca de la huída de los delincuentes por el fondo, escuchando luego que se les

pedía apoyo en la calle García, por lo que su superior se dirigió allí y él se quedó

con las víctimas que le relataron lo sucedido. Narra que después volvió Terciano y

le informó de las detenciones y de la existencia de un herido y que halló frente a la

puerta de ingreso de la vivienda aquellos elementos a que se aludiera, como así

también un manojo de llaves sobre el césped del jardín trasero, correspondientes a

vehículos Peugeot y Renault, y en el patio de la finca de al lado un cargador de

pistola. Agrega también que constató que a unos metros de la casa estaba

estacionado el rodado Peugeot 206, dominio GVJ-048 y que las llaves de

referencia le pertenecían, puntualizando que luego se incautó de un celular

“Nextel” a nombre de Juan Sebastián Brites y más tarde, por indicación de

Terciano que conducía aquel auto, un cargador de pistola con veinte proyectiles

que hallara en el “buche” de la puerta delantera izquierda y, debajo del asiento de

ese lado, doce precintos plásticos.

De relevancia resultan los dichos de los testigo Graciela Nápoli (fs.

144) y Silvia Elvira Díaz Ayala (fs. 153) pues presenciaron la diligencia de la

incautación de una CPU, un bolso con pelotas de tenis y una raqueta al lado de la

puerta de la finca de San Blas, como así también la del cargador y llaves que se

encontraban en la finca lindera a la que se llegó saltando una medianera, y la del

Peugeot 206 y un celular y documentos de su interior.

A su vez, se valora lo manifestado por el Principal Rubén Santiago

Page 23: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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Corpos (fs. 27) en tanto se refiere a su posterior presentación en el lugar, al relato

que le hicieran sus subalternos y a las circunstancias concernientes a los distintos

secuestros materializados, suscribiendo el acta referida al rodado y elementos

hallados en su interior (fs. 29)

Confirmando lo precedentemente valorado, el Agente Elio Juan

Bario relata que, estando de parada en Camarones y Gualeguaychú, escuchó el

alerta irradiado desde San Blas 4234, por lo que se dirigió al lugar y una vecina

les contó que ella había llamado y que el suceso estaba ocurriendo enfrente de su

casa. Destaca que, entonces, ingresaron y tomaron conocimiento de que los

autores del hecho ya se habían ido por los fondos, y que con otros policías fue

hacia Zanabria y Juan Agustín García donde, previo aviso de un cerrajero

instalado en la zona, fueron hacia el rodado Fiat Palio que tenía roto el vidrio de la

puerta trasera izquierda, hallando al conductor en el interior temblando, por lo que

llamaron a una ambulancia. Detalla que, mientras tanto, le puso una gasa en su

espalda que tenía una mancha de sangre y que luego se dirigió al Velez Sardfield

en el que una doctora le entregó el “encamisado” del plomo secuestrado, labrando

la correspondiente acta de secuestro cuyo contenido y firma reconoce (fs. 15).

Al respecto, se cuenta con lo manifestado por Jorge Héctor Brun (fs.

145)74 quien relata que en su presencia una doctora del Hospital entregó a un

policía un latón de proyectil, lo que fue plasmado en la correspondiente acta que

fue por él suscripta y que ya fuera citada, de la que se desprende que la médica de

guardia en cuestión es Verónica Galloso y que el elemento se le cayó al

damnificado Cavallero.

En la línea adelantada, de interés resulta valorar lo expuesto ante el

Tribunal por el Agente Jorge Ariel Arriaza, que a la sazón se encontraba de parada

por prevención bancaria en García y Segurola, quien, tal como relata y luego de

escuchar el alerta por lo que ocurría en San Blas al 4200, escuchó dos disparos y

se dirigió hacia el lugar del que provenían, oportunidad en que un hombre que

miraba hacia atrás le contó que le habían pegado un tiro a un hombre. En esos

momentos ve a otro con un arma cerca de Sanabria y García que se la colocó en la

Page 24: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

cintura, por lo que se parapetó detrás de un árbol y moduló pidiendo ayuda.

Describe, a continuación, que el individuo sacó su arma y él hizo lo mismo, y que

en seguida aquel tomó del cuello al otro hombre y forcejearon, llegando a

apoyarle la pistola en su cabeza, comenzando el declarante a acercarse al tiempo

que le decía que bajara el arma, lo que hizo dos o tres veces, a lo que le contestó

“quedate quieto, quedate ahí” y le apuntó, ante lo cual el rehén aprovechó y salió

corriendo. Luego se escuchó que otro policía le ordenó también que dejara el arma

y vio que la dejó en el piso y se arrodilló. Ante otras preguntas, dice que, quien

resultó ser Britez, vestía bermudas clara y remera o campera oscura -al leérsele

sus anteriores dichos asegura no recordar que fuera de color marrón- y era medio

gordito y aclara que él recién apreció la escena cuando el rehén fue tomado del

cuello. Se refiere también a que después, por orden del Sargento interviniente, se

dirigió a la calle Segurola en busca del otro imputado que, cuando llegó, ya se

encontraba detenido.

Al respecto, se cuenta además con los dichos del Sargento Roberto

Carmelo Cordero (fs. 3) quien fue desplazado a García al 4200 pues se estaban

fugando los autores del hecho y, casi en la esquina de aquella con Elpidio

González, apreció que un hombre con remera blanca y bermudas corría por la

primera en sentido contrario a la dirección del tránsito, mientras era perseguido

por un policía, por lo que detiene el móvil a su cargo y le ordenó detenerse, lo que

hizo arrojando un arma de fuego al piso. Procedió a la aprehensión de quien se dio

a conocer como Alberto Ramón Chávez y a la incautación de ciento noventa

pesos, un control remoto, un aro de mujer plateado, un aparato de comunicación

“Nextel” y una pistola calibre 9 mm “Browling” -que a simple vista tenía la

numeración limada, con un cartucho a bala en su almacén y diez en el cargador, de

todo lo cual se da cuenta a través de las actas de fs. 4 y 5 que suscribiera en

presencia de los testigos Carlos Galarza y Sixto Basilio Alegre que, a su vez,

depusiera en el mismo sentido a fs. 7.

En relación con la detención de Britez, obran los dichos del Sargento

Víctor Hugo Arancibia (fs. 8) quien, mientras cumplía funciones de policía

Page 25: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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adicional en Segurola 1601, escuchó dos estampidos como de detonaciones de

armas de fuego, por lo que salió y vio a un policía uniformado que perseguía por

Juan Agustín García en dirección a aquella arteria a un hombre que vestía

pantalón bermuda de color blanco, una campera de lana marrón y zapatillas

blancas, cruzando éste hacia donde él estaba, momento ese en que recién nota su

presencia, arrojando de inmediato un arma de fuego. Luego de la voz de alto, se

tiró al piso y se procedió a su detención, ordenando al otro policía, que resultó ser

el citado Agente Arriaza, que se dirija en la búsqueda de otro delincuente de

remera blanca que fugaría por Segurola, para volver poco después informando que

ya había sido aprehendido. En presencia de testigos, secuestró la pistola calibre 9

mm, con número 256712, marca “FM Browning”, sin munición en la recámara, y

también un cargador con ocho cartuchos a bala de encamisado dorado intactos,

todo lo cual se aprecia en el acta de fs. 11, mientras que en la de fs. 10 se da

cuenta de la detención. Tales diligencias aparecen corroboradas por el testigo de

actuación Roberto Amadeo Durou (fs. 38) que las suscribiera junto a Rubén

Alberto Islas.

Se cuenta también con las declaraciones del Ayudante Patricia

Gallardo (fs. 150) en relación con el secuestro de vainas servidas y un proyectil

calibre 9 mm en la esquina de García y Sanabria.

Cabe valorar al respecto lo que se desprende del acta de fs. 33

labrada por el Sargento Pedro Pérez quien a fs. 30 depone y da cuenta de tal

diligencia, como así también de haberse constituido en el Hospital Vélez Sardfield

donde le hicieron entrega de la bala extraída del cuerpo de Cavallero. Dicho

policía fue quien arribó al lugar en el que se encontraba el auto de Cavallero con

su conductor en el interior manando sangre, por lo que lo auxilió hasta la llegada

de la ambulancia.

Sobre el punto, resulta de interés lo expuesto por los testigos de tal

acta, Ricardo José y Christican Ricardo Posada (fs. 140 y 141, respectivamente),

quienes, mientras estaban en el taller de García 4344, escucharon disparos, por lo

que se asomaron y vieron detenerse al rodado Fiat Palio, el que era tripulado por

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un hombre al que conocen del barrio, notando que estaba herido pues emanaba

sangre de su cuerpo. Aluden a que instantes después aparecieron patrulleros y a

que les fueron solicitadas sus intervenciones en calidad de testigos.

Obran los dichos de Leandro Nicolás Molina (fs. 151) y Martirosyan

Grigor (fs. 152), testigos de la incautación del cargador y precintos del interior del

Peugeot 206 (acta de fs. 29). También, por su incorporación por lectura, obra acta

inicial en la que el Jefe de la Comisaría 43ª, Hugo Luis Adelco (fs. 1), da cuenta

de las diligencias practicadas.

A su vez, por su incorporación por lectura, se cuenta con lo expuesto

a fs. 410 por Juan Carlos Díaz en relación con la desaparición en el año 2007 de la

pistola calibre 9 mm n° 256712 a que ya se aludiera, respecto de la cual hiciera la

correspondiente denuncia su esposa Cristina Natalia Soto (ver fs. 412/20).

Cabe valorar también lo informado a fs. 193 por el RENAR en

cuanto a que ni Chávez ni Brítez se encuentran inscriptos como usuarios de armas

de fuego en ninguna de sus categorías, como así también que la pistola antes

citada está registrada, efectivamente, a nombre del citado Díaz, sin que posea

pedido de secuestro.

En relación con las armas utilizadas, varias son las probanzas a

considerar. En primer lugar, el informe del perito “ad hoc” Sargento Pedro Zárate

(fs. 39/40) quien, respecto de la pistola Browning calibre 9 mm, con numeración

pulida, concluye que tanto el sistema de seguro como su funcionamiento -para lo

cual la accionó en forma manual sin munición- son óptimos, mientras que posee

un almacén cargador con capacidad para trece cartuchos, siendo regular el estado

de conservación, determinando además que los once cartuchos blindados con

inscripción Luger 9 mm MRP están intactos. Respecto de la pistola Browning 9

mm, con numeración 256712, dice que su cuidado y conservación son buenos, que

tiene cargador para trece cartuchos y que los ocho blindados que inspeccionó

están intactos. En relación con las dos vainas servidas que tuvo a la vista,

menciona que son 9 mm Luger MRP y tienen sus fulminantes hundidos, mientras

que el restante proyectil incautado tiene dicha inscripción y está intacto, dando

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cuenta también de haber observado otro proyectil encamizado deformado.

También estudió un cargador para 9 mm en buen estado, veinte cartuchos intactos

blindados, dieciséis de ellos con inscripción 9x19 FMSF72, uno con 9 mm Luger

MRP, dos en su culote con 9x19 FMSF0991 y el último con 9 mm Luger PMC;

otro cargador con capacidad para trece cartuchos y doce de éstos blindados e

intactos (once: 9 mm Luger MRP y uno: 9 mm Luger S&B. A fs. 88 obra detalle

del material, en ocasión de su remisión a la División Rastros.

La División Balística de la Policía Federal (informe de fs. 254/272,

adelantado a fs. 228/9) vuelca distintas conclusiones que se pasan a exponer. En

primer lugar, determina que en el rodado Palio de referencia se detectaron cinco

huellas producto de accionar de dos proyectiles disparados por arma de fuego,

compatibles con el calibre 9 mm. Más específicamente da cuenta de que el

primero afectó la ventanilla de la puerta trasera izquierda a 10 cm. del borde

inferior y 31 del borde anterior, originando un orificio oval y atravesándola hasta

ingresar por el borde superior izquierdo de la butaca delantera izquierda y salir por

el otro lado. El segundo afectó la puerta delantera derecha, lo que originó un

orificio circular, con una trayectoria “del exterior al interior, de la parte anteri9or a

la posterior del lateral derecho al izquierdo y en forma descendente”.

Sobre las pistolas determinó que ambas resultaron aptas para el tiro y

de funcionamiento normal y que los seis cartuchos tomados al azar y sometidos a

pruebas de disparo con las mismas armas también resultaron aptos. También que

la vaina n° 1 (ver láminas de fs. 260 y 261 que muestran orificios y ventana

trasera izquierda y butaca del conductor) fue disparada por la pistola

semiautomática de simple acción calibre 9 x 19 mm, licencia FN-Browning,

número 256712, mientras que la n° 2 (láminas obrantes a fs. 262 y 263 que

exhiben ingreso en puerta delantera del acompañante) lo fue por la restante arma

secuestrada cuya numeración identificadora no pudo ser detectada como

consecuencia de la maniobra erradicativa concretada (fs. 396).

La misma División concluye (fs. 591/5), en relación con el disparo

que ingresara por la ventanilla trasera izquierda del Palio -y luego atravesara el

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asiento del conductor e ingresara en el cuerpo de Cavallero-, que la distancia a la

que el arma fue detonada se encontraría entre 1,60 metros como mínimo y 3 como

máximo.

A su vez, en cuanto a la materialidad de los sucesos como así

también a la determinación acerca de las específicas conductas de los imputados

en cuanto a los disparos que ingresaron en el rodado de Cavallero, resulta de

relevancia lo concluido por la División Rastros de la Policía Federal a fs. 142 pues

se determinó que uno de los rastros detectados sobre el vidrio de la puerta

delantera pertenece, en forma categórica e indubitable, al dígito pulgar derecho de

Chávez.

Distintas probanzas dan cuenta de las consecuencias que respecto del

citado Cavallero tuvo el accionar del proyectil que ingresara en su cuerpo. En

primer lugar cabe aludir a las historias clínicas que se labraran tanto en el Hospital

General de Agudos “Dalmacio Vélez Sardfield” como en la “Clínica Basterrica”

S.A. (ver fs. 521 a 590), de las que cabe resaltar que, al regreso de ésta última,

padecía hemiplejía y ausencia de sensibilidad en miembros inferiores.

Relacionado con ello se encuentra la constancia de la prevención de fecha 31 de

enero por la que se informa que el neurocirujano de guardia de la citada clínica le

hizo saber que parte del proyectil que hiriera a Cavallero ingresó a la columna y

atravesó la médula y que no posee ninguna respuesta motriz ni sensora, quedando

parapléjico, como así también que en horas iba a ser operado nuevamente para

limpiar médula y cierre de contorno de médula, indicando que esa posible que

hubiera derrame de líquido y que ello le ocasionara infecciones que incluso

podrían llegar a la muerte.

Asimismo, luego del pertinente estudio, el médico forente Dr.

Alberto Raúl Ferreres, concluyó (fs. 170) que Cavallero presenta lesiones de

importancia gravísima pues han producido las consecuencias médico-legales

especificadas en el artículo 91 del Código Penal en la medida en que han

ocasionado la inutilidad permanente para el trabajo así como el uso de los

miembros inferiores, resultando verosímil que el mecanismo determinante fuera

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herida por arma de fuego. En la audiencia, el médico ratificó el contenido y

conclusiones de dicho informe y, agregó, que, de acuerdo a su experiencia y

conocimientos, debe suponerse que la situación de la víctima es irreversible.

A su vez, obran croquis y planos del lugar del hecho (fs. 6 y 98 y

292, respectivamente); fotocopias del dinero incautado (fs. 45/6), de la cédula de

identificación del Peugeot 206 y de la declaración de Juan Carlos Díaz en relación

con una de las armas cuya sustracción fuera denunciada por su esposa Cristina

Natalia Soto (fs. 412/20); fotografías de las armas, proyectiles, efectos y autos

Peugeot y Palio incautados, y del lugar del hecho (fs. 50/8 y 297/309); actas de

detención y lectura de derechos de los imputados (fs. 4, 10 y 36); acta de secuestro

de un proyectil hallado debajo del asiento delantero derecho del vehículo Palio

Weekend, dominio CZF 813 de Cavallero (fs. 35); peritajes sobre la computadora

(fs. 83) y demás efectos (fs. 84 y 85) y vehículos (fs. 86) secuestrados; informes

correspondientes al auto Peugeot en cuestión cuyo titular resulta Juan Sebastián

Brítez (fs. 79) y en relación con el Palio de cita (fs. 132) y sus respectivos

inventarios (fs. 41 y 42); acta por la que se deja constancia del traslado de

Cavallero al Hospital Vélez Sardfield y de la inspección practicada sobre su

rodado (fs. 31/2), además de otra en la que consta el secuestro; acta de

levantamiento de manchas pardo rojizas del interior del citado Palio (fs. 312); y

peritaje de los precintos (fs. 133).

Ante tal contundencia probatoria, los imputados, durante la

audiencia, se negaron a prestar declaración indagatoria, por lo que fue incorporado

el contenido de aquellas volcadas durante la instrucción.

Así, Chávez, luego de negarse a deponer a fs. 113, lo hizo a fs. 195

aunque exclusivamente en relación con un aspecto de las conductas que se le

endilgan. Dijo, en relación con el episodio relacionado con Cavallero, que él venía

corriendo muy asustado junto a su compañero pues los venían siguiendo varios

policías que les disparaban y que entonces, al acercarse el rodado que aquel

conducía, le apuntó con la intención de apoderarse del mismo para huir,

escapándosele un disparo como consecuencia del susto que tenía, lo que también

Page 30: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

le ocurrió a Brítez, por lo que asegura que en ningún momento dispararon con la

intención de matarlo, ni siquiera de herirlo. Agrega que no es cierto que el

conductor haya detenido el auto y haya abierto la puerta con la intención de

bajarse pues, en realidad, nunca lo detuvo, y que él estaba enfrente y, al no parar,

se pudo del lado derecho del vehículo. Puntualiza que tiene mucho cargo de

conciencia por lo ocurrido a ese hombre y que lo siente mucho. En cuando al otro

individuo al que habría tomado del cuello, dice que ello nunca ocurrió y que ellos

corrían y, cuando el señor se cruzó, no lo agarraron ni le hicieron absolutamente

nada, destacando que un policía detuvo a su compañero y él siguió corriendo hasta

ser aprehendido más adelante, por lo que asegura no haber tomado de rehén a

persona alguna.

Luego de negarse a fs. 119, en la misma fecha que Chávez y a

continuación de él (fs. 203), Brítez afirma que, desde que salieron de la casa, la

policía los venía siguiendo y, dado que estaban asustados, querían buscar un auto

para poder huir. Señala que al divisar el Fiat Palio exhibieron sus armas al

conductor que, si bien bajó la velocidad, nunca paró, ante lo cual su compañero

efectuó un primer disparo y luego él concretó otro apuntando a la rueda delantera

izquierda. Que la intención de ambos fue la de lograr que se detenga pero nunca

matar lo lesionar pues eran perseguidos por policías que disparaban contra ellos y

que no recuerda de que lado estaba él. Agrega que efectuó un disparo cada uno y

que cuando él lo hizo el rodado estaba pasando justamente a su lado. No se dio

cuenta donde pegó el disparo aunque el auto siguió avanzando y sólo tenía una

bala en la recámara pues el cargador se le había caído en la huída. Respecto del

episodio relacionado con Bazo dice que en ningún momento lo tomó del cuello

para tomarlo como escudo pues después de lo ocurrido con el auto siguió

corriendo unos metros y, al llegar a la esquina y ver que la policía le impartía voz

de alto, se entregó.

La materialidad de los distintos sucesos, a mi entender, ha quedado

debidamente acreditada a través de las distintas probanzas previamente valoradas,

sin que el parcial relato efectuado en su momento por los inculpados, que por lo

Page 31: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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demás admiten directa o indirectamente no solo haber estado en los lugares donde

ocurrieron los sucesos sino también cierto grado de intervención. Tal indirecta o

elíptica admisión general no aparece, no obstante, necesaria a fin de arribar a la

certeza anticipada. Es que, tal como fuera “in extenso” resaltado, las contundentes

declaraciones tanto de quienes se encontraban en la casa de la calle San Blas,

como de Cavallero y Bazo, a lo que se suman los detallados dichos del personal

policial interviniente y las restantes constancias documentales, periciales y

testimoniales no permiten hesitar siquiera acerca de la acaecencia de los hechos tal

como han sido descriptos al comienzo.

En cuanto a los dos sucesos respecto de los cuales los encausados se

expiden, cabe efectuar algunas precisiones. Respecto del desgraciado episodio del

que resultara víctima Cavallero, aquellas versiones permiten, por si hacía falta,

confirmar la posición que ambos imputados tenían en relación con el rodado. Es

que del relato de Chávez cabe extraer algo que ya venía probado a poco que se

analicen las actas de detención y secuestros ya citadas y en particular el informe

balístico de fs. 255/71 en el que se efectúa un cotejo entre las vainas y las armas:

dicho imputado se colocó, al momento de efectuar su disparo, del lado derecho del

auto, es decir más cerca de un eventual acompañante que del conductor. Por ende,

y ello se deduce fácilmente de las propias referencias de la víctima -y sin perjuicio

de que él diga no recordar el punto-, Brítez era quien estaba del lado de Cavallero

y, por ende -tener en cuenta el contenido del informe balístico a que ya se aludiera

y en especial las fotografías de fs. 260 y 261- fue quien efectuó el disparo que,

finalmente, ingresó en el cuerpo de la desdichada víctima, ello sin perjuicio de

resaltar que, tal como cabe deducir de los propios dichos de Cavallero y,

sustancialmente, del ya citado informe balístico (con especial hincapié en las fotos

de fs. 262 y 263) el disparo efectuado por Chávez también iba en dirección al

conductor.

Tal reflexión pretende desvirtuar, sin perjuicio del encuadre jurídico

que finalmente elegiré, aquello que de ambas versiones se desprende en el sentido

de no haber dirigido los disparos hacia el sector donde estaba el conductor del

Page 32: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

rodado. Así, Chávez directamente aduce que se le escapó el tiro, lo que no parece

condecir con su siguiente referencia a que no era cierto que Cavallero hubiera

detenido el rodado, mientras que Brítez aduce haber disparado a la puerta

delantera izquierda.

Si se aprecia en detalle lo expuesto por Cavallero, caben sacar

algunas conclusiones de interés para contestar la argumentación de los imputados

de las que también se hacen eco las defensas. De sus referencias se deduce con

facilidad que en forma imprevista se encontró con los dos imputados que, uno a

cada lado de su auto, exhibían sus armas, por lo que intentó enseguida detenerlo,

lo que tal vez no logró totalmente si se atiende a su posterior mención a que, luego

del último disparo, el auto continuó su marcha, a punto tal que debió pararlo

accionando el freno de mano, lo que, por cierto, coincide con la versión de los

imputados. También en consonancia con lo que éstos dijeran, Cavallero afirma

que la detención -o la casi detención a estar a lo antes expuesto- se produjo

pasando unos metros la línea de los delincuentes, con el agregado de que recién

allí sintió el primer disparo. La conclusión, a mi criterio, resulta la siguiente:

ambos imputados intentaron detener el andar del rodado y éste, a pesar del

accionar del conductor, rebasó la línea de aquellos, por lo que efectuaron disparos

hacia el rodado y en dirección, tal como ya he expuesto se desprende del peritaje

citado, a quien hacía caso omiso a la orden que impartían, con la clara finalidad de

lograr que se produjera la detención que les permitiera huir.

Lo precedente descarta, a mi criterio, que los disparos fueran

consecuencia de un susto o que, en otras palabras, se les escapara y por ende no

tuvieran intención alguna ni siquiera de lograr la detención del rodado. También

descarta que Brítez apuntara a la rueda trasera izquierda pues fácil es concluir, a

poco que se recuerde la distancia a la que se encontraba del auto y su posición con

el rodado que apenas había pasado su línea, acerca de las diferencias que existen

entre ambas direcciones de disparo. Por lo demás, no se entiende que quisieran

darle a una de las ruedas pues ello, obvio aparece remarcarlo, les hubiera

impedido o dificultado seriamente el alejarse raudamente del lugar.

Page 33: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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En conclusión, y más allá de la discusión que pretende plantear la

defensa acerca de si habrían o no existido más disparos -lo que parece deducirse

de los dichos de Bazo-, lo real es que los imputados, huyendo de la comisión de

otro ilícito, intentaron desapoderar del rodado a Cavallero que, para su desgracia,

circulaba en dirección opuesta a los encausados. Estos se colocaron uno a cada

lado y, al no lograr al menos la detención total del auto -más allá de la puerta que

dice Cavallero abrió con el fin de descender y entregarlo- lo intentaron hacer a

través de disparos efectuados hacia aquel con la finalidad de que el conductor lo

hiciera.

Que ambos tuvieran la dirección que finalmente tuvieron, no indica,

a mi entender y teniendo en cuenta que la duda debe favorecer a los encausados,

que la finalidad de Chávez y Brítez fuera la de dar muerte a quien conducía el

rodado que, urgentemente, necesitaban. Puede entenderse que la intención fuera la

de lograr, finalmente, que el rodado se parara y, de tal manera, poder ascender a

él, lo que, por lo demás, se hubiera dificultado seriamente si debieran, además,

sacar previamente el cuerpo mortal del conductor. Al no tener certeza acerca de la

intención homicida, cabe colegir que la meta era efectuar disparos hacia la zona

del conductor y, de tal manera, convencerlo de que debía detenerse.

En relación con el hecho de que fuera víctima Bazo, se ha probado,

como se adelantó, que ambos actuaron de consuno para lograr hacerse de otro auto

que les permitieran escaparse y que, con tal finalidad, tomaron a la víctima,

resultando más extensa la conducta de Brítez que no solo apuntó con arma a la

cabeza de aquel sino que continuó reteniéndolo cuando apareció el policía que

finalmente lo desarmó, mientras que Chávez, luego de doblarle en brazo hacia

atrás, se fue corriendo hasta que, poco después, fue también aprehendido.

No es cierto, entonces, que, tal como sostienen ambos, no hubieran

actuado en perjuicio de Baso. Es que no solo se cuenta con la contundencia y

precisión poco común de dicho testigo sino también con la referencia en igual

sentido, aunque parcial porque apareció en escena después de iniciada la conducta

en trato, del Agente Arriaza quien, dicho sea de paso, ha actuado con una

Page 34: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

decisión, frialdad y consideración a la integridad física tanto de víctima como de

victimario que merece destacarse.

En relación con el resto del raid delictivo llevado a cabo por los

imputados, ya he dicho que la prueba aparece por demás contundente, a punto tal

que se cuenta con las precisas menciones volcadas durante la audiencia por Reti

de Urbano y Burela que no solo cuentan lo ocurrido sino que confirman la huída

de ambos malhechores justamente en dirección al lugar en el que luego se

sucedieran los restantes episodios. Si a ello se suman los dichos del personal

policial que se acercó al lugar, precisamente, por una denuncia de una vecina,

poco es lo que puede agregarse.

Es que, contrariamente a lo sostenido por la defensa de Brítez, no se

aprecia la existencia de las irregularidades a que se refiere ni menos que ellas, de

haber tenido lugar, desmerezcan en alguna mínima medida la entidad del cuadro

probatorio reunido.

En primer lugar, la genérica alusión a pruebas policiales no

ratificadas ante la justicia -más allá de dejar expresamente asentado que no pide

nulidades-no tiene asidero alguno. Es que todas aquellas constancias de ese tipo

han sido incorporadas por lectura con la expresa conformidad de la propia defensa

y por lo demás no se aprecia irregularidad alguna ni contradicción con otras

pruebas colectadas, ello sin perjuicio de que la negativa a la lectura de los párrafos

que le fueran leídos a algunos testigos como consecuencia de la falta de recuerdo

puntual sobre algunos tópicos -lo que, por cierto, ya fuera resuelto y fundado

durante la audiencia de debate- aparece como un desconocimiento de la propia

normativa procesal vigente y de la doctrina que, directa o indirectamente, se

desprende de fallos tales como el dictado por la CSJN en los autos “Benítez”. Es

que lo trascendente es permitir la existencia de control por parte de la defensa de

aquella prueba que no ha sido volcada en la audiencia de juicio y en el presente

caso no se trató de ello sino del interrogatorio a un testigo en el debate a quien se

le recordaban aspectos antes volcados, lo que no solo le posibilitó la concreción de

preguntas sino que, por lo demás, dio como resultado, en algunos casos (por

Page 35: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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ejemplo Reti de Urbano respecto de las vestimentas y características de los que

ingresaron en su vivienda), la falta de recuerdo puntual de los testigos.

Al respecto, cabe puntualizar que la prueba respecto de los distintos

episodios es de tal contundencia que aún sin valorar aquello que en su momento

dijeran y ahora no recuerdan sobre los autores y más allá de que de todas maneras

se alude a características por cierto coincidentes con las detectadas al momento de

las detenciones -como los bermudas a los que se refiere Burela-, resultan más que

suficientes. Nótese, para insistir sólo en algunos aspectos, la inmediatez entre el

hecho de San Blás y los siguientes que, como se remarcó, ocurrieron justamente

“atrás” de aquella vivienda y con utilización de armas al igual que en aquel, a lo

que cabe sumar que, sintomáticamente, fue hallado a las puertas de la casa el

rodado Peugeot 206 de propiedad del citado Juan Sebastián Brítez. Ello sin contar

que los propios imputados aluden a la necesidad de huir y Brítez incluso dice que

se escapaban de la casa.

Por cierto que algunas diferencias remarcadas entre dichos de

policías y víctimas, en este primer suceso, resultan, más allá de luego aclaradas, de

nula relevancia. Por ejemplo, la forma violenta que utilizaron los policías para

ingresar en la casa de San Blas (ver secuelas en la foto ya citada), lo que por cierto

se encuentra absolutamente justificado ante la necesidad de poner fin a un

accionar delictivo del que acababan de tomar conocimiento y que evidentemente

se estaba desarrollando en esos momentos, y de evitar males mayores, habida

cuenta que los delincuentes aún permanecían en el interior. La cuestión, fácil

resulta concluir, no quita ni pone rey en relación con la conducta de Brítez ni de

Chávez y mucho menos permite siquiera imaginar, como lo hace la defensa, que la

forma de ingreso “desencadenó” los hechos posteriores.

Sí cabe dar razón a la defensa en aquello que aparece dentro de la

descripción en el requerimiento de elevación a juicio y no ha sido confirmado

siquiera mínimamente durante la audiencia. Se trata de la hipótesis consistente en

que uno de los autores del hecho, al tomar nota de la presencia policial, habría

hecho ruido con su arma como si la cargara, tomado del cuello a la dueña de casa

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y apuntado con aquella a su cabeza. Ni una ni otra mujer confirman el aserto e,

incluso, Reti lo desmiente, acotando que no fueron maltratadas.

Otro aspecto puesto de resalto por la defensa de Brítez consiste en

poner en tela de juicio que los policías hubieran estado habilitados para ingresar a

la finca lindera de donde se incautaron de las llaves del Peugeot y de un cargador,

por lo que solicita la exclusión de tal prueba. No le asiste razón tampoco en este

caso pues, justamente por la rapidez del suceso que llevó a los policías a ingresar

de la forma intempestiva en que lo hicieron y las inmediatas referencias de las

mujeres a que escapaban por los fondos, el personal actuante, en cumplimiento de

sus funciones, debió pasar a la casa contigua con el fin de aprehender a los

delincuentes, lo que llevó luego al hallazgo de los elementos citados que,

obviamente, debía secuestrar. Tal diligencia, según acta de fs. 23 y posteriores

dichos de la testigo Graciela Nápoli (fs. 144), ha sido concretada de conformidad

con las normas vigentes y, por lo demás, no fue cuestionada por la parte hasta

aquí.

Obviamente que, sin perjuicio de esto último, el supuesto analizado

por la defensa no se relaciona con la doctrina emanada del fallo de la Corte

Suprema de Justicia de la Nación “Reginald Rayford y otros”, del 13/5/86. Allí el

Alto Tribunal se refirió a un supuesto distinto en el que se cuestionó si la ausencia

de objeciones del interesado resultaba equiparable al consentimiento, aspecto éste

que, por los motivos dados, no resultaba un requisito en la presente causa.

Por ello, el posterior hallazgo del rodado en frente de la casa y la

existencia de llaves correspondientes a la marca los llevó al cotejo y el posterior

secuestro del auto y, luego, de aquello que estaba en su interior. Desde ya que se

ha dado cumplimiento con la normativa vigente pues tal incautación se concretó

en presencia de testigos entre los que se encuentra Graciela Nápoli que a fs. 144

corrobora lo ocurrido, labrándose la correspondiente acta. Por lo demás, existían

claras circunstancias que justificaban la medida que se concretó, precisamente, en

relación con un rodado en el que los delincuentes, según se entendió en ese

momento (ahora confirmado), llegaron al lugar.

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Ha quedado entonces debidamente acreditado el accionar que

desarrollaron los imputados el día 31 de enero del corriente año de conformidad

con el detalle dado al comienzo, por lo que ambos deberán responder en calidad

de coautores, resultando de aplicación lo dispuesto en el artículo 45 del

ordenamiento de fondo.

La calificación es la de robo con armas de fuego en grado de

tentativa reiterado -dos hechos- en relación con el primer suceso ocurrido dentro

de la vivienda de la calle San Blás y aquel que tuvo como víctima a Bazo

(artículos 166 inciso 2°, segundo párrafo, 42 y 55 del Código Penal. No cabe duda

de la utilización de sendas armas cargadas en el primer suceso, a punto tal que, sin

perjuicio de los secuestros de cargadores concretados, inmediatamente hicieron

ambos encausados uso de las mismas en el siguiente episodio. En cuanto al último

de ellos, cabe consignar lo que surge de las constancias policiales en relación con

la incautación de sendos cargadores con proyectiles aptos para el disparo.

Ambos sucesos han quedado en grado de conato. Baste con advertir

que la propia víctima del primero da cuenta de que nada le faltó, mientras que la

pretensión de los encartados de llevarse el auto de Bazo no pudo concretarse por

razones ajenas a la voluntad de ambos.

El hecho que tuviera por víctima a Cavallero habrá de calificarse

como constitutivo del delito de robo agravado por la causación de lesiones

gravísimas y por haber sido cometido mediante empleo de un arma de fuego, tal lo

establecido en los artículos 166 inc. 1° y 41 bis del mismo ordenamiento.

Al respecto, corresponde iniciar el análisis merituando que a los fines

de la especificidad de la sanción, resulta claro a criterio del suscripto que la figura

aludida prevista en el art. 166 inc. 1° del código sustantivo resulta ser más

específica que su similar contemplada en el art. 166 inc. 2° del mismo

ordenamiento, por cuanto en el primer caso el hecho debe reputarse como

consumado con prescindencia de que el apoderamiento se haya consumado o no;

por lo que encontrándose probadas las lesiones producidas al citado Cavallero, así

como el carácter gravísimo de éstas, corresponde entonces optar por aquella

Page 38: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

figura, en atención a la mayor gravedad de la misma, que no sólo reside en este

caso en la diferencia contemplada en la escala punitiva producto de la

consumación del ilícito y de la agravante genérica prevista en el art. 41 bis del

Código Penal sobre la que me explayaré más adelante, sino también a las

particulares circunstancias fácticas que rodearon el caso, a saber la entidad de las

lesiones causadas al damnificado, con consecuencias nefastas e irreversibles que

lo acompañarán por el resto de su existencia, a lo que cabe adunar que tales

efectos repercuten no sólo en la esfera personal de la víctima sino de sus

familiares y allegados, quienes deberán procurarle sustento de ahora en más. A

más de lo expuesto, debe considerarse que si bien el hecho de reputar consumado

el robo calificado por lesiones resulta suficiente para desplazar la figura de robo

con armas, lo cierto es que debe ponderarse también que la escala penal del ilícito

escogido se ve agravada en la especie por aplicación de la agravante genérica

prevista en el art. 41 bis del Código Penal, que en atención al criterio de

uniformidad e interpretación armónica del ordenamiento sustantivo, debe

considerarse que forma parte integrante de la sanción primigenia, agravando así el

delito de robo aún con su agravante específico previsto en el art. 166 inc. 1° del

C.P.

En este sentido, es importante destacar que al establecer los marcos

penales el legislador refleja el valor proporcional de la norma dentro del sistema,

indicando de este modo la importancia y rango de la perspectiva normativa,

prohibitiva o imperativa dentro del ordenamiento social (D´Alessio, Jorge Andrés

-Dir.-, Código Penal comentado y anotado, parte general, La Ley, Buenos Aires,

2005 pág. 442), todo lo cual inclina al suscripto por la preeminencia de la

calificación legal escogida.

De igual modo, conforme se adelantara, el hecho habrá de reputarse

como consumado con independencia de que el robo quedara en carácter de conato,

en atención a la entidad de las lesiones causadas, de conformidad con la doctrina

plenaria de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de

la Capital Federal, in re causa nro. 1670 “Salvini o Gómez J.C.” (Fallos Plenarios,

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Tomo II, pág. 462, Buenos Aires, 1984). En aquella oportunidad, el Dr. Ure, en

uno de los ilustrados votos que integraran la mayoría, sostuvo que “el delito

complejo es figura autónoma y distinta de los elementos que entran en su

composición. Por lo tanto, en el problema interpretativo no hay que remitirse a los

delitos simples que integran aquél sino a la inescindible figura compleja del art.

166 inc. 1°, que es una estructura unitaria que ofende dos bienes jurídicos, y no

simple suma de partes. Se asemeja a la fusión de dos cuerpos que dan origen a un

tercero distinto de aquéllos. En el caso, las lesiones no se incorporan al delito

patrimonial. Se han fundido con éste para dar nacimiento a un delito autónomo, y

por consiguiente la efectiva producción de las lesiones consuma el delito aún

cuando el robo no excediera lo lindes del proceso ejecutivo y que el elemento

subjetivo, que funciona como relación vinculatoria, sea sólo de robo con

representación de las lesiones como fragmento del hecho único y no como

contingencia extraña al robo que no alcanzó a consumarse”.

El maestro Nuñez comparte esta opinión al considerar que “las

violencias causantes de la lesión pueden ser ejercidas por el ladrón en cualquiera

de los momentos y con los fines a que se refiere el art. 164, pues todas ellas son

violencias que realizan el robo. Por consiguiente, agravando ya el delito las

violencias ejercidas para facilitar el robo, la calificante no exige la consumación

de este delito y, por ende, el tipo del art. 166 inc. 1°, se estructura tanto con la

consumación de la ofensa a la propiedad, como con su tentativa. Esto excluye la

posibilidad de la aplicación de las reglas de la tentativa. La consumación del tipo

calificado requiere, como en el artículo 165, la ofensa consumada o tentada contra

la propiedad y el homicidio consumado” (Tratado de Derecho Penal, T° V, pág.

233).-

Por lo demás, este criterio ha sido ratificado por el Superior, al

sostener que “Si bien el desapoderamiento no pudo ser consumado por razones

ajenas a la voluntad del imputado, se encuentran probadas las lesiones producidas

a la víctima, que es justamente una de las condiciones establecidas en el art. 166,

inc. 1° para agravar la figura básica, con prescindencia de que el apoderamiento se

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haya consumado o no” (C.N.C.P., Sala III, c. 7577, “Puma Garay, Jorge Luis

s/rec. de casación”, rta. 11/06/07; en el mismo sentido Sala I, c. 2140, “Grieco,

Guillermo P. s/rec. de casación”, reg. 2628, rta. 03/03/99; y Sala III, c. 2201

“Tomier, Pedro Alberto s/rec. de casación”, reg. 246/00 rta. 09/05/01, entre otros).

A colofón, volviendo ahora sobre la aplicación a la figura de robo

calificado por lesiones de la agravante genérica prevista en el art. 41 bis del

código sustantivo, cabe mencionar que tal criterio se ve sustentado si se considera

que el ilícito en cuestión ha sido cometido con violencia e intimidación contra las

personas mediante la utilización de un arma de fuego, que a la sazón no sólo

resultó apta para sus fines específicos sino que fue utilizada por los enjuiciados en

la comisión del hecho para provocar las lesiones que incapacitaron a la víctima, lo

que se ha visto patentizado en la dirección de los disparos que ambos concretaron.

Sobre éste último aspecto y en relación con Chávez, cabe poner de

resalto que la circunstancia de haberse acreditado que sólo el disparo efectuado

por Brítez ingresó en el cuerpo de Cavallero, con las consecuencias conocidas, no

invalida que también él deba responder por tales consecuencias, habida cuenta la

integridad de la conducta por ambos concensuadas y concretadas y la idéntica

voluntad de ambos de poner fin a la circulación del rodado de aquel con el

propósito de hacerse del mismo.

De más está decir que, tal como adelanté, ha quedado a mi entender

descartada la hipótesis relacionada con la eventual existencia de dolo de homicidio

en el actuar de Chávez y Brítez. Es que, más allá de que a mi criterio la figura que

fuera elegida en el requerimiento de elevación a juicio, el homicidio “criminis

causae”, requiere del dolo directo de matar, lo cierto es que las circunstancias del

caso, en aplicación del principio “in dubio pro reo”, no permiten tampoco tener

certeza acerca de que los disparos, aun dirigidos hacia el lugar que ocupaba el

conductor del rodado, hayan sido dirigidos con aquella finalidad.

Los delitos elegidos concurren realmente, además, con el de

portación ilegítima de arma de guerra, conducta que ambos imputados llevaron a

cabo desde un comienzo y mientras duró su raid delictivo. Rige el artículo 189 bis,

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inciso 2° -párrafos tercero y cuarto- del Código Penal.

Segundo: causa n° 2917.

También se ha probado durante la audiencia que el 24 de diciembre

del año 2007, aproximadamente a las 14 hs., Matías Nicolás Vallejos y Rodrigo

Chávez y un tercer individuo no individualizado, con el que colaboró al menos

uno más desde el exterior, ingresaron a la vivienda de Blanco Encalada 3022 e

intentaron apoderarse de distintos elementos de “bijouterie” y perfumes, mediante

la utilización de armas de fuego entre las que se encontraba la pistola marca

“Glock”, n° ASZ690, con inscripción “Glock 17 Austria 9 x 19 NVSDF U.S.

Pat.4539” que portaba el primero.

Para ello Vallejos ingresó a través de una de las ventanas que daban

al frente, se dirigió a la cocina donde estaban la dueña de casa Beatriz Sartori y la

empleada doméstica Ramona Galeano, tomó del cuello a la primera y le apuntó

con dicha arma y, luego de que aquella le dijera “no molestes” en la creencia de

que era una broma de alguno de sus hijos, le dijo “esto es un robo, quedate quieta”

y tras ello le preguntó donde se encontraba el resto de la gente, para entonces, y al

contestarle que estaban en el fondo, dirigirse con ellas, a punta de pistola, hacia el

quincho en el que se encontraban su cónyuge Julio Luis Osella y sus hijos

Federico Sebastián, Franco Luis e Ignacio Agustín, además del sobrino Luis

Amado.

Ya en dicho lugar, se comunicó con Chávez y algún otro que estaban

afuera a través de un celular Nextel y les dijo “vengan boludos, los tengo a todos

acá” y “vengan, vengan, cuándo vienen?” e “hijos de puta, entren en la casa ya,

entren ya”, siéndole contestado “estamos cerca” y después que “hay gente en la

puerta”. Entonces, Vallejos llevó al primer piso de la vivienda y, previo ordenarles

“quédense quietos acá”, los dejó encerrados en una habitación, para dirigirse con

Federico Sebastián e Ignacio Agustín con el fin de que le indicaran dónde estaba

el dinero, oportunidad en que escucharon por el móvil que jChávez y el otro le

decían “dale, vení a abrirme, que ya estamos abajo”, por lo que aquellos,

obligados, abrieron la puerta y permitieron el ingreso de aquellos que también

Page 42: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

portaban armas de fuego.

A continuación, y mientras los llevaban hacia arriba, Chávez le

propinó un golpe en la nuca a Federico, para, ya en el cuarto, los tres exigirle a

Sartori y su marido que les entregaran dinero y elementos de valor, oportunidad en

que aquel, ante la respuesta negativa del hombre, también lo golpeó en la frente,

lado izquierdo, para entonces permitirle a Franco que lo llevara al baño pues

manaba abundante sangre. Seguidamente y mientras Vallejos se quedó

custodiando al resto, Chávez y el restante individuo fueron con Federico e Ignacio

a la habitación matrimonial y tomaron diversa bijouterie y perfumes que

introdujeron en un bolso, tras lo cual aquel le dijo al primero que se tenían que ir y

le preguntó por donde podían salir, apuntándole con el arma y obligándolo a que

lo llevara al patio de la finca, lo que también hizo después su compañero no

individualizado, emprendiendo ambos la fuga aparentemente por los techos de la

vivienda.

Mientras tanto, Vallejos, que estaba en el living con Federico, le

preguntó a éste acerca del lugar por el que los otros habían salido, dirigiéndose

entonces hacia ese lugar, momento en que hicieron su arribo los Sargentos de la

Policía Federal Daniel Castillo y Jorge Robles y el Agente Carlos Alberto Fleitas,

los que habían sido desplazados como consecuencia de avisos efectuados por

Franco cuando estaba en el quincho y de Susana del Valle Ortiz, empleada

doméstica que había permanecido en el cuarto de la hija del matrimonio y

realizara luego señas hacia el exterior.

Los policías Castillo y Robles, luego de contactarse con Julio Luis

Osella y recibir sus indicaciones acerca de la fuga de los autores del hecho, fueron

hacia la parte posterior de la vivienda y divisaron a Vallejos junto a la pileta, por

lo que le dieron la voz de alto, arrojando el imputado el arma a que se hiciera

referencia -la que poseía un proyectil en la recámara y quince en el cargador- y ser

entonces detenido, sin que pudieran dar con los restantes intervinientes en el

suceso.

La prueba se integra, sustancialmente, con las declaraciones

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testimoniales que los integrantes de la familia y el personal doméstico prestaran en

la causa, de las que se desprende con claridad las circunstancias y particularidades

con las que se desarrolló el suceso, como así también la intervención que a cada

uno de los imputados le cupo en la ocasión.

Así, Beatriz Sartori confirma la forma en que se vio sorprendida por

quien luego resultara aprehendido y que incluso pensó que se trataba de un chiste,

que el individuo le mostró el arma que llevaba y que luego fuera secuestrada y

llevó a ella y a la empleada hacia el quincho donde estaba su marido y sus tres

hijos, lugar en el que, por celular, le informó a alguien “vengan…ya los tengo”,

para luego volver a comunicarse por ese medio tal como fuera antes descripto.

Señala que, efectivamente, fueron luego llevados a una habitación del primer piso,

que a Federico lo bajaron a punta de pistola, que luego notó que tenía sangre en la

cabeza por lo que habría sido un culatazo, que luego subió otro individuo que le

exigió el reloj Rolex a su marido y, ante su contestación, le pegó con el arma en la

frente, por lo que sangró, permitiéndole luego a su hijo Franco que lo llevara al

baño para curarlo. Agrega que, efectivamente, otro de los individuos se dirigió

con Ignacio al cuarto matrimonial y que luego alguien, por “handy” les avisó de la

presencia de la policía, preguntando el tercero acerca del lugar por el que podrían

salir. Señala que se enteró luego del ingreso de la policía y de la detención del

primero que entrara a la vivienda y, ante preguntas que se le formularan,

puntualiza que en dos ruedas de reconocimiento no pudo reconocer a alguno de

los que acompañaron a Vallejos.

Julio Luis Osella se refiere a que, mientras estaba en el quincho con

sus hijos, vio aparecer a su señora y la empleada que eran empujadas por un

individuo armado que las encañonaba y que les ordenó que salieran, dialogando

mientras por “handy” de la manea que ya fuera expuesta. Estando ya todos arriba

obligan a Federico a que abriera a los compinches que resultaron dos y luego con

él e Ignacio recorrieron en busca de efectos y dinero, pidiéndole incluso a él que

entregara dólares y euros. Se refiere al culatazo que recibiera de parte de uno de

los que entró después que vestía una remera con pantalón (luego recuerda, ante la

Page 44: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

lectura que se hiciera de un párrafo de fs. 682, que la prenda superior era verde),

lo que le ocasionó sangrado, siéndole permitido a uno de sus hijos llevarlo al

baño, recordando que la misma persona había hecho lo mismo con Federico según

él le contara. Relata que entonces alguien desde afuera les avisó que estaba la

policía e intentaron irse y aporta que, a su entender, ingresaron trepando por el

balcón pues esa era la única posibilidad de ingreso, a punto tal que la policía

también lo hizo de tal manera. Confirma que al menos el primero y el segundo

estaban armados, que al que fuera aprehendido le fue incautada un arma que, cree,

era una “block” americana y que a él le tuvieron que dar dos puntos en la cabeza y

a su hijo también debieron atenderlo. En cuanto a la rueda de reconocimiento de

personas llevada a cabo en relación con Chávez (fs. 868), que resultó negativa,

dijo que si bien tenía el bosquejo no se encontraba capacitado para señalarlo,

agregando que “lo que pasa es que uno no está totalmente relajado para…”

hacerlo por el “…escaso contacto” que tuvo con los delincuentes. Sobre

eventuales faltantes, dice no recordar y agrega que si faltó fue algo de menor

valor, destacando que todo estaba tirado, ignorando entonces si, efectivamente, le

fue sustraído algún elemento.

En la misma línea se produce Federico Osella. Luego de coincidir

con los otros testigos en cuanto al lugar en que estaba cuando apareció quien

resultó ser Vallejos junto a su madre y a la empleada a quienes apuntaba con un

arma, alude de similar manera a las comunicaciones que tenían por “handy” o

Nextel pidiéndole a alguien que entraran, resultando que al parecer había gente en

la calle y no podían hacerlo. Confirma que los llevaron hacia arriba, que con él e

Ignacio recorrieron a punta de pistola buscando efectos y dinero al tiempo que por

“handy” les dijeron que podían entrar, ante lo cual debió bajar nuevamente y

abrirles la puerta a dos individuos más, uno de los cuales le golpeó con su arma en

la cabeza -debió pegar la herida con la “gotita”- y también lo hizo con su padre en

la frente, consecuencia de lo cual sangró. Apunta que, entonces, él y su hermano

le propusieron seguir recorriendo en busca de cosas de valor, por lo que tomaron

alhajas, etc., que ponían en bolsas y que luego, también a través de los aparatos

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telefónicos, le avisaron “vayámonos ya” y les preguntaron por donde podían

escaparse, indicándoles que lo podían hacer por el patio, previo subir por unos

escalones hacia el techo de la vivienda, todo lo cual ocurría mientras Vallejos

seguía con su hermano poniendo cosas en bolsas. Cuando volvió de indicarles a

los restantes por donde podían salir se encontró con dicho imputado a quien le

contó lo mismo, justo cuando apareció la policía, por lo que se entregó, arrojando

en el patio el arma que portaba que, destaca, se encontraba cargada. Agrega que,

según cree, faltaron cosas, aunque no sabe qué, si “bijouterie” u otras de sus

padres, mencionando que el bolso en el que ponían los elementos fue arrojado en

el lugar por aquel a quien finalmente detuvieron. Describe al individuo que

concretó los golpes como vistiendo remera verde y bermudas jean y, en cuanto al

acta de reconocimiento agregada a fs. 898, reconoce su intervención y firma,

confirmando que, tal como allí se lee, si bien no reconoció a ninguno, le hizo

dudar el número 1 identificado como Chávez pues “lo ví parecido al que entró en

mi casa con remera verde, me generó dudas la altura, el tipo que entró me pareció

que era más petizo y le notó algo diferente en la cara, no sé si será que cuando

entró a casa estaba más quemado”. Agrega que dudó por la altura, el pelo más

largo y menos bronceado, aunque encontró semejanza en la cara. Finalmente

asegura que el arma incautada tenía un cargador con algunas balas que sacaron en

su presencia de aquella.

De similar manera depone Ignacio Agustín Osella en cuanto a cómo

ocurrieron los sucesos en el quincho y en la habitación de arriba, aludiendo

asimismo a que el delincuente lo llevó a él y a Federico a abrir la puerta de

ingreso, al tiempo que los insulta. También que cuando abrió entrados dos

individuos de los cuales uno al menos estaba armado, que uno que estaba medio

exaltado le dio un culatazo a su hermano, que volvieron a subir y allí vio a su

padre herido que luego fue llevado por Franco al baño, que lo llevaron a él

(Ignacio) al cuarto matrimonial y le pidieron alhajas y otros elementos de valor,

para luego los otros dos bajar por la escalera e irse, según cree ante el

conocimiento de que estaba la policía, ingresando dos uniformados que finalmente

Page 46: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

detuvieron al primero. Confirma el secuestro del arma y el cargador y que le

hicieron tomar un bolso para poner las cosas, aunque nada pudieron llevarse.

Asegura haber reconocido en rueda de personas al que pegó el culatazo y al

exhibírsele el acta de fs. 899 reconoce su firma. Allí se dejó constancia de que el

testigo dijo “tengo dudas, pero creo que es el que está en el N° 1, es el que entró a

m0i casa y le pegó a mi hermano y después a mi papá”, por lo que se le hace dar

un paso adelante a quien dijo ser Chávez, agregando Osella, en relación con las

diferencias que notaba, que “sí, se cortó el pelo, lo tiene más rapado”.

Franco Luis Osella alude también a la aparición del delincuente

finalmente detenido con su madre y empleada en circunstancias en que estaban en

el quincho, a los diálogos que tuviera con cómplices y a que los llevaron hacia

arriba y luego a Federico e Ignacio para abajo con el fin de abrir la puerta a otros

dos. Se refiere al culatazo dado a su padre y a que debió acompañarlo al baño, a la

vestimenta de uno de los intervinientes en el hecho y a que aquel que aparece

describiendo a fs. 642 vta. (entre otros datos, de 1,65 mts, de tez morocha, rapado,

con una remera verde y un bermudas de jean) es quien golpeó a su padre después

de pedirle le entregara un rolex y otras cosas.

Depone también sobre lo sucedido Susana del Valle Ortiz, empleada

doméstica que da cuenta que, cuando estaba en el segundo piso, escuchó a la

señora que llamaba a su marido, por lo que se asomó y vio cuando la llevaban

obligada hacia el quincho, llamando entonces a la policía desde donde estaba.

Destaca que vio por la ventana a una persona sospechosa hablando por celular y

luego sintió el ruido de la sirena, volviendo hacia la ventana, ocasión en que

policías le dijeron que volviera hacia adentro. Señala que el que viera afuera era

joven y estaba vestido de color claro y que ya no estaba cuando apareció el

personal uniformado.

En concordancia con lo volcado en la audiencia por los testigos

precedentemente valorados, obran a fs. 629 los dichos de Ramona Galeano,

empleada doméstica que confirma el ingreso del delincuente que apuntó con su

arma a la dueña de casa al tiempo que la tomaba del cuello y le decía “esto es un

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asalto no te muevas”, como así también que, muy nervioso, las llevó hacia el

quincho donde intimida a todos con el arma, para comunicarse entonces por

celular diciendo “hijos de puta entren en la casa ya, entren ya”. Los lleva luego a

la habitación y les dice “quédense quietos acá”, para luego, a punta de pistola, irse

con Ignacio y Federico. Alude al ingreso de otro individuo con remera verde que

interroga al esposo acerca de la existencia de plata y oro y, ante la respuesta acerca

de que no tenían nada de eso, le propinó un golpe con el arma en cabeza,

produciéndole un corte del que salía sangre, aludiendo también a la intervención

de un tercer sujeto. Se refiere a otras circunstancias en forma coincidente y

también a la posterior presencia de la policía que detuvo al que había ingresado en

primer término, como así también a la presencia de una ambulancia que atendió al

dueño de casa y a Federico que también había sido lesionado y sangraba.

Se cuenta por lo demás con la incorporación por lectura, con acuerdo

de las partes, de distintas declaraciones que, sumadas a las ya valoradas, no hacen

más que conformar un cuadro adquisitivo certero en relación con lo acaecido y la

intervención que les cupo a los encausados al respecto.

En primer lugar, el Sargento Daniel Castillo cuenta haber arribado al

lugar en el móvil 237 a cargo del Sargento Jorge Robles y haber visto a una mujer

hacer señas en relación con autores del hecho armados en la casa de referencia,

ingresando entonces a través de una ventana ubicada en el primer piso que se

hallaba abierta y luego de treparla pared. Ya en el living vio a una de las víctimas

con un golpe en la cabeza de la que manaba sangre, la que le contó lo ocurrido y le

indicó que habían fugado por el fondo, pudiendo encontrar en el patio trasero,

junto a una pileta de natación, a un hombre que portaba un arma que, ante la voz

de alto, arrojó al piso, procediendo a esposarlo al tiempo que sentía ruidos en los

techos linderos, sin lograr aprehenderlos a pesar de haber ascendido al techo, ello

mientras Robles custodiaba al detenido. Se refiere luego al relato que le hicieran

las víctimas en orden a lo sucedido, lo que coincide con lo que expusieran en la

audiencia. El acta agregada a fs. 617 en la que se da cuenta de la aprehensión de

quien resultó ser Matías Nicolás Vallejos aparece suscripta por el citado

Page 48: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Suboficial, ante los testigos Andrés Eduardo Risso y Pablo Matías Juejati.

El citado Robles (fs. 618) se expide de idéntica manera y alude a la

incautación que él concretó del arma que resultó ser una pistola semiautomática

marca “Glock”, modelo 17, calibre 9 mm, con un cartucho en recámara y quince

más colocados en un cargador, con número ASZ690 al parecer limado o

modificado. De tal secuestro da cuenta el acta obrante a fs. 620 que aparece

suscripta por los testigos Risso y Juejati.

Dichos testigos, a fs. 622 y 621 respectivamente, confirma la

actuación que les cupo y la legalidad del procedimiento de secuestro concretado

por la autoridad policial.

El chofer del móvil, Agente Carlos Alberto Fleitas (fs. 646), se

refiere de similar manera al arribo que hicieran al lugar, a las señas de la mujer

desde el balcón y al ingreso que efectuaran Castillo y Robles a la casa a través de

una ventana, para luego mencionar que él ingresó por la puerta cuando ya había

sido reducido el delincuente que tenía al lado un arma. Acota que se quedó allí

con Robles mientras Castillo realizaba otras diligencias en el lugar.

El Subinspector Alejandro Defferrari es quien previene en las

actuaciones incoadas. Se refiere (fs. 612) a su arribo al lugar y a la detención y

secuestro que habían logrado ya Castillo y Robles, como así también al relato que

éstos le hicieran sobre la actuación que les cupo. Identificó a las víctimas y tomó

las primeras medidas.

De interés resulta lo manifestado a fs. 652 por Carlos Lanaro, con

comercio en las inmediaciones, quien al observar a dos personas que merodeaban

la finca de Blanco Encalada 3022, a los que describe, uno de los cuales se

comunicaba permanentemente por celular, para luego ingresar ambos por la puerta

principal que les es abierta, mientras otro hombre permanecía en un Ford Ka

marrón u ocre estacionado sobre el lado izquierdo de la casa con las balizas

prendidas y que cree estaba con los otros, es que se comunicó por medio del

número 911 y solicitó un móvil policial. Acota que en un momento el rodado de

referencia comenzó a avanzar y se alejó y casi inmediatamente apareció un

Page 49: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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patrullero a cuyos ocupantes les da indicaciones sobre lo sucedido, enterándose

con posterioridad que se había aprehendido a un individuo.

Como consecuencia de la investigación realizada con el fin de

conseguir datos de quienes habrían acompañado a Vallejos en el hecho, se realizan

diligencias en el hotel “Ambar” de Junín 62 en cuya habitación habitaba aquel al

momento del suceso (ver declaración indagatoria prestada ante la Instrucción a fs.

673) y a raíz de ello se colecta prueba en relación con Chávez.

Así, el Inspector Flavio Pafundi, al deponer a fs. 765, dice haberse

constituido por disposición superior en tal hotel con el fin de obtener datos sobre

el registro de visitas a Vallejos. La encargada del turno tarde, Marcela González,

confirmó que Vallejos se domiciliaba allí y que había ingresado el 17/12/07, día

en que tuvo como única visita a Rodrigo Cháves, agregando que aquel sólo se

relaciona con los ocupantes de la habitación n° 37 que dejaron el lugar sin abonar

el día 25 y resultan ser Evelyn Pellejero y Pablo Cháves.

En la misma línea obra a fs. 748 informe policial sobre entrevista con

Marcela González en la que ésta hizo constar que Vallejos autorizó a Rodrigo

Cháves a ingresar a su habitación en cualquier momento y que la n° 37 estaba

ocupada por la citada Pellejero, cuñada de aquel imputado, la que se retiró el día

25 de diciembre.

Finalmente, sobre este punto, se cuenta con los dichos prestados a fs.

916 por Edith Marcela Gonzáles Olortegui quien confirma que a Vallejos lo venía

a visitar otro individuo que entraba y salía todo el tiempo, por lo que decidió

registrarlo, identificándose como Rodrigo Cháves, con D.N.I. 32.026.315. Alude

también al ingreso, el 23 de noviembre de 2007, de Pablo Cháves, Yamila

Visconti, Jennyfer Pellejero (en realidad Evelyn) y a que el primero y la última se

retiraron el día 26, lo que hicieron sin avisar, habiendo incluso dejado el televisor

y la luz prendidos. De fs. 910 a 915 obran fotocopiadas las constancias del libro

de registro de pasajeros del hotel.

En relación con el arma utilizada por Vallejos, declara a fs. 773

Santiago Enio Tudela, comerciante que la recibió en consignación de parte de

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Carlos Bruno (ver fotocopias de remito obrante a fs. 769 y del asiento en los libros

de fs. 772) y que, más adelante, la extravió, por lo cual radicó la pertinente

denuncia (fotocopia de fs. 770). Ver en el mismo sentido constancias de fs. 740/6.

A fs. 781 presentó Bruno constancias correspondientes a la adquisición del arma,

la entrega en consignación y la denuncia de extravío (fs. 777/80). A fs. 711 se

aprecia copia de informe policial en relación con los aspectos puestos

precedentemente de manifiesto.

Sobre el funcionamiento de la misma tengo presente, además de la

descripción concretada a fs. 654, lo que surge del informe de la División Balística

agregado a fs. 750/1 (con adelanto a fs. 713). Allí se concluye que la misma ha

sido disparada con anterioridad, que es apta para ello y de funcionamiento normal

y que los dos cartuchos tomados al azar de los secuestrados también son aptos

para sus fines específicos.

Asimismo y en relación la utilización del arma, la UFI-RENAR (fs.

711 citada) informa que Vallejos no se encuentra registrado en ninguna de las

categorías de legítimos usuarios del RENAR, mientras que la Dirección del

Registro Provincial de Armas da cuenta de que el citado no posee armas de fuego

registradas en esa dependencia.

Obran, por lo demás, los dichos de Zunilda Micaela Argüello, novia

de Chávez, que confirma el conocimiento que existe entre éste y Vallejos, por ser

amigos del barrio, y que se conocieron a través de Pablo, hermano de aquel

imputado. Confirma que la novia de Vallejos, llamada Evelyn, vivía en un hotel

de aquel, y que Rodrigo estaba anotado como visita en dicho establecimiento.

En cuanto a las lesiones sufridas por algunas de las víctimas, obran

fotocopias de las constancias hospitalarias en relación con la atención de que

fueran objeto Julio y Federico Osella (fs. 753/754 y 806/8). A fs. 698 la Dra.

María Alejandra Preibisch, del Cuerpo Médico Forense, concluye que el primero

sufrió lesión contuso-cortante de dos cm. que fue suturada en la región frontal

izquierda, la que por sus características deberían curar en un tiempo menor a un

mes, con igual inutilidad laboral, resultando el mecanismo de producción

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compatible con presión o choque y roce con o contra superficie dura y de aristas

filosas.

Completan el panorama que se viene analizando las fotografías de fs.

706 (lesión de Federico Osella), 707 (lesiones del citado y su padre y parte de la

casa), 708 (también interior de la vivienda), 709 (exterior, arma, cargador y balas)

y 710 (jardín y pileta), como así también fotocopias de fotografías de arma,

cargador y balas (661 y 662).

Sobre el “Nextel” incautado a Chávez con posterioridad (hechos del

punto primero) se expide Jorge González (fs. 1229) quien afirma que se lo habían

robado el año anterior y lo había dado de baja, como así también Natalia Soledad

Pérez (fs. 1194), prima del imputado Chávez que afirma que éste le pidió que le

sacara uno a su nombre, el que se lo dio, cree, antes de navidad. Alude también a

que un hermano del encausado se llama Pablo Chávez

Se cuenta además con diversa información recogida sobre aquel

teléfono y su eventual relación con los llamados realizados desde y hacia el

interior de la vivienda, agregándose en tal sentido las constancias de fs. 791, 832,

846, 849, 1026/32, 1055, 1177/81, 1209 y 1237/40 de la firma Nextel; fs. 824 de

la firma Personal; fs. 825/30 de CTI; fs. 850 y 894/5 de Tgestiona; a fs. 996/99

peritaje de la División Apoyo Tecnológico Judicial de la Superintendencia de

Comunicaciones Federal de la Policía Federal sobre mensajes enviados entre los

celulares incautados en los hechos siguientes a Chávez y Brítez; a fs. 1138/41

informe de la División Apoyo Tecnológico Judicial; a fs. 1057 informe policial

sobre la titularidad de los teléfonos secuestrados y las comunicaciones realizadas

ese día, algunas de las cuales se habrían concretado desde y hacia la zona del

suceso y en el horario aproximado del hecho. En el citado informe de Nextel de fs.

1177 también se alude a llamadas en tales circunstancias.

Ante tamaña entidad probatoria, Vallejos, cuya capacidad de

comprensión y dirección de sus actos se desprende de los informes agregados a fs.

644 y 651, se negó a declarar tanto durante la instrucción como en el Tribunal y

Chávez expuso su versión durante la primera etapa del proceso (fs. 901/904). Allí

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expuso que como había estado detenido por tres años y medio, tiempo en que no

pasó las fiestas con su familia, no cabe en cabeza alguna que fuera a delinquir

justo el 24 de diciembre pasado. A la hora del hecho estaba yendo al

supermercado de la vuelta de su casa con el fin de comprar cosas para las fiestas.

Dice no saber quien es Matías Vallejos y en relación con Alberto Chávez que

figura en el hotel en cuestión no sabe si no habrá una coincidencia pues jamás fue

a ese lugar. Dice que cuando fue detenido para la última causa dijo que era

Alberto Ramón Chávez por temor a perder la condicional, pero que en realidad era

Rodrigo Chávez. A preguntas que se le formularon puntualiza que la noche

anterior se quedó a dormir con su novia en su casa y a las 12 y 30 fue a comprar al

supermercado al que aludiera, que cuando volvió se quedó mirando tele y jugando

a la “play station” y a eso de las 4 llevó a aquella a su casa. Ella se llama Micaela

Zunilda Argüello. Volvió a eso de las 6 y 30 y salió con su hermano para lo de su

tía, habiendo estado con su familia hasta las 12 y 30 de la noche o 1 de la

madrugada, oportunidad en que lo vino a buscar un amigo y se fueron a bailar.

Finalmente dice no conocer a Evelyn Pellejero.

En relación con la intervención que le cupo a Vallejos, que al decir

las palabras finales pidió perdón por el mal momento que hizo pasar a las

víctimas, nada queda por agregar, habida cuenta de la contundencia de la prueba

colectada respecto de quien, como quedó claro, fue detenido en el lugar del suceso

con el arma que utilizara.

En cambio, han de efectuarse algunas reflexiones en relación con

Chávez, dado que, como se expusiera, niega el hecho y explica qué estuvo

haciendo a la hora de su ocurrencia.

En primer lugar entiendo que si bien existen varios reconocimientos

negativos en relación con dicho imputado, hay dos que terminan señalándolo,

aunque con alguna duda, como quien intervino en el suceso y golpeó a dos de las

víctimas. Nótese que Federico Osella afirma que justamente Chávez (el número 1)

le hizo dudar pero que lo vio parecido al que usaba remera verde, tal vez con pelo

más largo pero de cara semejante aunque tal vez menos bronceada, mientras que

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su hermano Ignacio, ya en el acto en cuestión, si bien empezó diciendo que tenía

dudas sobre el imputado (también en el número 1) dijo creer que era él, agregando

que notó sólo como única diferencia que se había cortado el pelo, que lo tenía

ahora más rapado.

Cabe poner de resalto que la concreción de tales ruedas fueron

consecuencia de una investigación que llevó a comprobar que el citado Chávez

había estado visitando a Vallejos en el hotel en que éste habitaba, a la época del

suceso, y que, asimismo, en el mismo establecimiento vivían parientes que,

sintomáticamente, lo abandonaron sin previo aviso al día siguiente del hecho que

trato. Por lo demás, no es un dato menor que justamente el encausado niegue

relación ni conocimiento con su co-procesado, apreciación que efectuara,

precisamente, con anterioridad a que se conociera el resultado de las diligencias en

el hotel de referencia. Desde ya que la referencia de la defensa a que tal

desconocimiento lo efectuó porque pensó que decir lo contrario lo podía

incriminar no resiste mayor crítica, sin perjuicio de que la mención de la

existencia de la relación se compatibiliza con lo efectivamente probado sobre el

punto, a lo que cabe agregar las propias referencias de la novia del imputado,

Zunilda Micaela Argüello, que depusiera a fs. 924.

En relación con la coartada de Chávez, la mujer la confirma, más allá

de una primera alusión general a que para la época se quedó a dormir en lo de

aquel casi todos los días de la semana, referencia imprecisa que parece colisionar

con la posterior certeza con que relata lo acontecido, luego de levantarse, el propio

día 24 de diciembre. La posibilidad de error que de ello se desprende y la relación

existente entre ambos lleva a relativizar sus dichos, esto último por el indudable

interés que puede tener en favorecer al encausado.

Los imputados habrán de responder en calidad de coautores

penalmente responsables en aplicación de lo dispuesto en el artículo 45 del

Código Penal.

En orden al encuadre jurídico, entiendo que los imputados deben

responder en relación con el delito de robo agravado por el uso de arma de fuego

Page 54: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

en grado de tentativa, de conformidad con lo establecido en los artículos 166

inciso 2°, segundo párrafo, y 42 del Código Penal. En el caso de Vallejos, tal

figura concurre realmente con el delito de portación de arma de guerra, según lo

establecido en los artículo 55 y 189 bis inciso 2° -párrafos tercero y cuarto-.

Descarto de tal manera que en el caso exista una doble calificación

que incluya aquello que también ha sido probado, esto es la intervención de al

menos tres personas en el suceso. Tal como he sostenido antes de ahora en

diversos precedentes de este Tribunal (in re causa nro. 2908 “Casola Adrián

Emanuel y otro por el delito de robo con armas y otros”, rta. 16/09/08; y más

recientemente en causa nro. 3014 “Bejarano Alejandro Nicolás por el delito de

robo con armas y otro”, rta. 09/12/08), cuando concurren dos agravantes de un

mismo tipo penal básico, sólo corresponde aplicar la más grave de ellas y no

ambas a la vez, a fin de no afectar el principio de especialidad que debe regir para

estos casos. Ello así, por cuanto entiendo que cuando un hecho se encuentra

alcanzado por varios preceptos penales debe estarse al principio de especialidad

que indica que en aquellos casos en los cuales se enfrentan dos agravantes de una

misma figura básica, y más aún en este caso en el que dos normas preveen la

misma clase de pena, debe estarse a la calificante que describe mejor el desvalor

del hecho y el que produce mayor poder ofensivo y un mayor estado de

desprotección y temor en la víctima, ya que de no ser así se estaría incurriendo en

una clara violación a los principios de “ne bis in idem”, debido proceso y defensa

en juicio contemplados en nuestra carta magna.

Este criterio es compartido por la jurisprudencia mayoritaria, en

cuanto se sostuvo que “Cuando concurren dos agravantes de un mismo tipo penal

básico, solo corresponde aplicar la más grave de ellas y no ambas a la vez, a fin de

no afectar el principio de especialidad que debe regir para estos casos. Por ello, si

bien las agravantes del art. 167, inc. 2° y 166, inc. 2°, preveen una misma escala

penal, debe aplicarse la última toda vez que la mayor gravedad reside en los

aspectos fácticos que rodean una y otra circunstancia, que implica una mayor

desprotección y temor en los sujetos pasivos del delito. Por tanto, debe

Page 55: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Poder Judicial de la Nación

confirmarse el procesamiento de los imputados en orden al delito de robo

agravado por su comisión con armas cuya aptitud para el disparo no haya podido

acreditarse.” (C.N.C.C., Sala VII, causa n° 26.098 “Insaurralde, Gastón

Ezequieln y otros”, rta. 10/03/2005; y causa nro. 37.738, “Rodriguez Marcelo A.”,

rta. 07/07/08, entre otros).-

El hecho ha quedado en grado de conato pues, tal como se desprende

de la valoración que previamente hiciera respecto de las declaraciones de los

integrantes de la familia, no ha podido determinarse a ciencia cierta la existencia

de faltante alguno, a punto tal que ninguno de los que depusieran pudieron citar

algún elemento en concreto. Por lo demás, cabe recordar que varias de los objetos

que intentaran llevarse estaban siendo cargados en un bolso o bolsos hasta último

momento por el imputado Vallejos que, como se recuerda, los dejó en el lugar y

fue inmediatamente detenido.

La portación de arma de fuego se halla acreditada en relación con

Vallejos por lo abundantemente expuesto sobre la utilización por su parte antes y

durante el suceso y por la incautación que a poco de concluido su accionar fuera

concretada por personal policial. No habré de extender tal conducta, sin perjuicio

de lo que se expusiera en el requerimiento de elevación a juicio, al encausado

Chávez pues, más allá de no tenerse certeza acerca de qué tipo de arma portaba en

la ocasión, la eventual conducta delictiva no ha sido motivo de acusación por parte

del Fiscal General.

No habré de optar, en cambio, por la calificación de encubrimiento

que en su momento considerara el Fiscal de Instrucción, aunque sin aclarar qué

concurso -si real o ideal- lo unía a su criterio con la portación en cuestión. Al

respecto, cabe poner de resalto que la Fiscalía durante su alegato, tal vez

considerando que se había elegido un concurso ideal, optó por encuadrar el

accionar sólo en la referida portación, impidiendo tal criterio que me expida sobre

el punto. Es que, como se aprecia, no ha habido tampoco en el caso una debida

acusación que habilite la intervención del Tribunal.

Ello, sin perjuicio de dejar a salvo mi opinión sobre el punto, sólo a

Page 56: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

modo de “obiter dictum”. Es que la adquisición o recepción de una pistola con la

numeración erradicada no constituye a mi entender el delito previsto en el artículo

277, inciso 1°, apartado “c” pues, de conformidad con el criterio sustentado por la

Sala I de la CCC en los autos 28.770 “Arisi, Gonzalo E.”, de fecha 12/5/06, que

comparto, “si bien la eliminación de la numeración del arma sí constituye un

accionar típico de acuerdo al tipo previsto en el art. 289 inc. 3° del Código Penal,

no puede sostenerse que su obtención se haya logrado mediante la comisión de un

delito, requisito indispensable para configura el encubrimiento”. Tal es el criterio

que he expuesto en otras ocasiones en oportunidad de integrar el T.O.C. 4

Tercero:

Llegado el momento de analizar y fundar las penas que corresponde

se aplique a los imputados, he de comenzar con la situación de Vallejos en

relación con el único suceso a él imputado, es decir el que tuviera lugar el día 24

de diciembre del año pasado en el interior de la vivienda ubicada en Blanco

Encalada 3022.

Tal episodio, en lo objetivo, resultó de características graves que lo

ubican, aun dentro de la importante escala punitiva que prevé el ordenamiento en

relación con conductas calificadas como constitutivas de robo con armas en grado

de tentativa, como de aquellas cercanas al término medio dentro de la escala

punitiva que, como se sabe, tiene un mínimo de tres años y cuatro meses y un

máximo de doce y ocho, producto de subir un tercio la escala original -de cinco a

quince- por haberse utilizado un arma de fuego, lo que la lleva a seis años y ocho

meses como mínimo y veinte años como máximo, lo que debe reducirse por

tratarse de una tentativa. Como consecuencia de la aplicación de la doctrina del

plenario n° 2 de la Cámara Nacional de Casación Penal “Villarino”, del 21 de

abril de 1994, la reducción debe ser de la mitad del mínimo y un tercio del

máximo, criterio que comparto, entre otras razones, porque permite al juez la

máxima elasticidad al tender “…a nivelar ‘los picos’ de las diferencias entre las

penalidades para los delitos consumados” (voto del Dr. David).

La ubicación a “priori” de la sanción a elegir en el término medio o

Page 57: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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algo menos obedece a aspectos propios de la conducta que la separan abiertamente

del mínimo legal. Es que, en primer lugar, cabe considerar entre las características

del suceso que se trató de un accionar claramente organizado, a punto tal que

quienes estaban afuera se comunicaban telefónicamente con Vallejos que ingresó

primero, que no solo intervinieron los tres que entraron sino que al menos uno

más estaba en el exterior colaborando con la concreción de la finalidad propuesta,

a punto tal que se encontraba dentro de un rodado estacionado afuera y, tal como

se desprende de las referencias de las propias víctimas, se comunicaba con los

restantes, a punto tal que, seguramente, ha sido dicho individuo quien avisó de la

llegada del personal policial -adviértase la referencia del testigo Lanaro acerca de

que inmediatamente de su alejamiento apareció la policía-. Lo expuesto implica

una mayor posibilidad de éxito y una mayor intimidación, además de la propia del

uso de armas de fuego, aspecto ya considerado por el legislador al establecer la

escala punitiva.

A ello cabe adunar que el episodio tuvo aristas realmente violentas

que, además de los golpes que produjeran heridas en dos de los integrantes de la

familia -lo que sustancialmente ha de considerarse al analizar la situación de

Chávez pero que también se considera para Vallejos en la medida en que tal

conducta ocurrió en su presencia y con su consentimiento-, se manifestó en el

trato verbal hacia las víctimas no solo cuando estaban en el quincho sino, y

fundamentalmente, cuando habían sido llevados al piso superior, patentizado a

través de un estado de nerviosismo y de proliferación de palabras en alta voz que,

a no dudar -y sobre todo al apreciar el daño físico que ocasionaban a algunos-,

llevaron a los presentes a temer por su integridad física. Los llantos de la madre y

el temor subsistente en general en las víctimas, que fuera detectado y verbalizado

en la audiencia, resultan una prueba evidente de ello. A lo que cabe agregar el

aprovechamiento de una fecha -la noche buena- que necesariamente llevó a la

familia, en los momentos previos, a un estado de distensión propio de los

preparativos previos para tales celebraciones, lo que sin duda no podía ser

desconocido por los intervinientes en el hecho.

Page 58: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

La precedente valoración de tipo objetivo, dirigida a una mejor

determinación de la pena, se limita, como se aprecia, al hecho, sin que se haya

optado por juicios dirigidos a una pretensa defensa de la sociedad. El criterio de

justicia se relaciona con los marcos que las escalas penales establecen y, en tal

sentido, la función de éstos apunta también a la proporcionalidad de la sanción. En

tal sentido, tal como ya lo he sostenido en otras oportunidades (causa n° 2580

“Valiente, Pedro Manuel”, de este Tribunal, resuelta el 4 de julio de 2007, entre

otras), resulta atendible el criterio de Dreher (“Uber Strafrahmen”, en FS-Bruns,

Colonia, 1978, p. 146, autor citado por Patricia S. Ziffer en su obra “Lineamientos

de la determinación de la pena”, p. 37, editorial Ad-Hoc, Buenos Aires, 2005) en

el sentido de que dentro de los casos posibles que el legislador ha tenido en mira

al dictar la ley, desde el más leve al más grave, el punto de ingreso ha de ser, en

principio, el correspondiente a la gravedad media, ubicado en la mitad aritmética

de la escala, aunque ello podría a llevarla algo más abajo, teniendo en cuenta que

la intensidad e importancia de la sanción punitiva no aumenta exactamente en

forma proporcional sino de una manera mayor. En otras palabras, y tal como

refieren los críticos de la teoría, seis años no es exactamente el doble de tres. La

experiencia judicial lleva, con facilidad, a encontrar supuestos de mucha menor

gravedad y también otros más serios con secuencias incluso de mayor entidad en

el campo de la integridad física.

En orden a los agravantes a considerar, no puede dejar de evaluarse la

circunstancia de que Vallejos registra una reciente condena a la que luego aludiré

con mayor detalle. En lo que aquí importa, la circunstancia de haber sido

condenado a una pena única de dos años de prisión en suspenso como

consecuencia de haber cometido distintos hechos con afectación del mismo bien

jurídico que aquí se encuentra en juego, la que por lo demás se dictó (debido a un

juicio abreviado) un mes y diez días antes que el hecho que motiva la presente,

indica con claridad, a mi entender y por aplicación del inciso 2° del artículo 41 del

Código Penal, que Vallejos ha demostrado una conducta con menores índices de

adecuación a las normas de convivencia y casi nula adaptabilidad a las pautas

Page 59: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Poder Judicial de la Nación

tendientes a la resocialización, además de un evidente desprecio por los

parámetros que rigen la vida en sociedad.

Quien “ha experimentado el encierro que importa la condena y a

pesar de ello reincide, demuestra su insensibilidad ante la amenaza de un nuevo

reproche de esa naturaleza, cuyo alcance ya conoce”. Ello ha sostenido

recientemente la CSJN en los autos “Gago D. A.” (causa G. 794, L XLIII rta. el

6/5/08), con cita al respecto del antecedente de fallos 308:1938. Se agregó que tal

“…desprecio por la pena anterior se refleja en una mayor culpabilidad, que

autoriza una reacción más intensa frente al nuevo hecho (fallos 311:1451”.

Si bien lo hasta aquí expuesto, a mi criterio, lleva con facilidad a la

elección de una pena ubicada en el término medio -ocho años o algo menos- lo

cierto es que existen aspectos de sus antecedentes familiares y sociales que llevan

a reducir la culpabilidad en el presente hecho, sobre todo al analizarse

circunstancias que indicarían una situación de cierta precariedad y falta de la

necesaria cohesión familiar. Nótese que, sin perjuicio de advertirse en el informe

ambiental agregado a su legajo personal, que existió en su niñez una buena

comunicación y afecto (fue criado por su madre que se desempeña como empleada

doméstica y su abuela materna), ello tuvo lugar dentro de un hogar desintegrado

por la separación de sus padres, más allá de augurarse para el futuro posibilidades

de encontrar cobijo como consecuencia de lo antes dicho y de la buena relación

que dice mantener con sus hermanos.

Otro aspecto a considerar a su favor es que, sin perjuicio de haber

incurrido hace varios años en el consumo de la marihuana y haberse iniciado

desde temprano en actividades laborales, tiene cursado hasta el tercer año del

secundario, por lo que aumentan las posibilidades de resocialización, sobre todo si

se considera su corta edad (25 años) y a pesar del erróneo camino elegido hasta el

momento.

El concepto que me causara es aceptable, lo que resulta consecuencia

de su correcto comportamiento durante la audiencia y su final pedido de disculpas

que materializara, más allá de que ello tiene mucho de subjetivo y resulta por lo

Page 60: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

demás de difícil explicación, dado que se trata de un aspecto sujeto en mayor

medida al principio de inmediación propio del juzgador y por ende con menores

posibilidades de control por parte del superior, tal como se desprende, a mi

entender, de lo resuelto recientemente por la Corte Suprema de Justicia de la

Nación (Causa 1757. XL. Casal, Matías Eugenio y otro robo en grado de tentativa,

rta. 20/9/05; M.1451.XXXIX, Martínez Areco, Ernesto, c. n° 3792, del 25/10/05).

Considero tal cuestión como un atenuante.

Por todo lo antes expresado, y en aplicación de lo establecido en los

artículos 40, 41 y 44 del Código Penal, propongo al acuerdo que se imponga al

encausado Vallejos la pena de siete años de prisión, accesorias legales y costas

(artículos 12, 29 inciso 3° del Código Penal y 530 y 531 del Código Procesal

Penal).

Como adelanté, Vallejos registra una sentencia condenatoria dictada

el 15 de noviembre del año 2007 por el Tribunal Oral en lo Criminal n° 25, en la

que se le aplicó la sanción de un año de prisión en suspenso y costas por ser autor

del delito de robo tentado y a la pena única de dos años de prisión de ejecución

condicional, comprensiva de la citada y de la de un año de prisión en suspenso -

más reglas del inciso 1° del artículo 27 bis del Código Penal- que le aplicara el 25

de febrero de 2007 el Tribunal Oral en lo Criminal n° 7 en las causas nros.

2430/2456, en orden al delito de robo reiterado -tres hechos-, dos de ellos

tentados, con costas.

Por ende, al no haberse cumplido el plazo establecido en el artículo

27 del Código Penal y resultar por ello de aplicación las normas sobre la

acumulación de penas (artículo 58 del mismo ordenamiento), habrá de unificarse

ambas sanciones en la de nueve años de prisión, accesorias legales y costas.

Para la elección de tal monto punitivo, consecuencia de la aplicación

del método de la suma aritmética, tengo en cuenta tanto los aspectos ya analizados

como así también lo que se desprende de la sentencia dictada por el TOC 25,

concluyendo que se trata de la mejor manera de armonizar los criterios basados en

la culpabilidad que corresponde en relación con los distintos sucesos que la

Page 61: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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unificación engloba. En tal sentido, sobre todo ante la evidencia de que se trata de

delitos que en todos los casos afectan al bien jurídico propiedad, no advierto

razones para aplicar un criterio de composición de la pena.

Por lo demás, y tal como ha sostenido la CSJN en la citada causa

“Gago” “no existe afectación del principio de culpabilidad en la sentencia que

unificó las penas impuestas al acusado sumándolas…” al mantenerse “…la

medida de su culpabilidad por los hechos ilícitos reprochados…”. Obviamente

que al mantener la primera condena sin alteración y sumarle la presente no se

aplica una nueva sanción por hechos ya juzgados.

En relación con Chávez cabe discernir acerca del monto punitivo en

consideración a los distintos hechos delictivos que he tenido por probados,

analizando por separado cada uno de ellos, sin perjuicio de una posterior

valoración global de su conducta.

En cuanto al suceso por el que también fuera condenado Vallejos,

doy aquí por reproducidas las valoraciones referidas a los aspectos objetivos de

aquel que concretara precedentemente. Claro que a lo expuesto debe,

necesariamente, agregarse, el plus de violencia demostrado por Chávez en la

ocasión. Es que apenas ingresó en la vivienda -ya lo había hecho Vallejos- optó

por una conducta de tinte altamente nervioso y desconsiderado en relación con las

infortunadas víctimas, a punto tal que propinó un golpe en la cabeza de uno de los

hijos del matrimonio dueño de casa, lo que le ocasionó una herida pequeña que

debió luego ser curada en un hospital. Pero no contento con ello, y a pesar de la

voluntad que sin duda demostraron los damnificados ante la superioridad de los

atacantes y virulencia del trato que recibían, volvió a golpear, esta vez con más

dureza y en la frente del padre de la familia, con las lógicas consecuencias

posteriores.

En relación con éste episodio, no dejo de considerar, como adelanté,

las características intrínsecas del pergeñado suceso y el mayor grado de temor

infundido en las víctimas como consecuencia de ello, lo que, en consideración

además de las restantes argumentaciones expuestas en orden al modo de ingreso al

Page 62: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

marco de la escala punitiva resultante, ameritaría la aplicación, si de este suceso

solamente se tratara, de una pena de prisión bastante superior a la elegida para

Vallejos.

Sobretodo si se considera que también Chávez registra una condena

anterior reciente y que había salido en libertad condicional poco menos de dos

meses antes del presente suceso, a lo que habrá de sumarse que sólo un mes

después incurrió en el raid delictivo que en la presente se ha dado por probado y

que a continuación consideraré a los mismos fines. Se aplican aquí las

consideraciones efectuadas antes acerca del mayor grado de culpabilidad que

implica la circunstancia de volver al delinquir a pesar de ya haber sido condenado

por otros hechos (artículo 41, inciso 2°, citado).

Con la aclaración de que las siguientes apreciaciones resultan en

importante medida también aplicables a Brítez, diré que las características del

primer hecho del día 31 de enero pasado, a no dudar, aparecen como de menor

entidad que aquellas que ya he comentado, aunque cabe valorar que, aun dentro de

la escala prevista para el delito de robo con armas tentado en cuestión (tres años y

ocho meses a doce y ocho de prisión), resulta agravante la forma sorpresiva del

ingreso a la vivienda de quien salía a sacar su perro a la calle y la intervención de

dos personas, y atenuante que, a pesar de lo que se desprendía inicialmente de las

actuaciones, no se habría empleado una violencia excesiva respecto de ambas

mujeres. Sólo la necesaria para lograr el propósito propuesto que, como se sabe,

no pudo concretarse por la oportuna intervención policial que actuara ante el aviso

de un vecino.

En orden al siguiente suceso, resulta difícil evaluar con justeza la

indudable gravedad del mismo. Es que, si bien es cierto que Chávez -y esto

también se aplicará a Brítez- huía de un hecho anterior como consecuencia de

haber aparecido la policía y, por ende, han debido valorar la cercanía de los

integrantes de las fuerzas de seguridad -cabe hacer notar que uno de ellos intentó

salir de la vivienda de San Blas y se encontró con personal uniformado-, con el

consiguiente nerviosismo y menor reflexión que ello trae aparejado, lo concreto y

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sumamente grave -excediendo por mucho aquello que pudiera considerarse como

de los supuestos más leves en una escala que va de seis años y ocho meses a

veinte años de prisión- es que acometieron sin piedad contra la integridad física

del desprevenido conductor que, incluso, atinó a accionar los frenos, lo que

provocó una indudable disminución de la velocidad.

La detención total no se produjo y el rodado sobrepasó la línea de los

atacantes -a ello ya he hecho referencia explicando las razones que me llevan a tal

conclusión-, lo que tornó aun más desaprensiva la reacción de ambos imputados,

pues no trepidaron de dirigir sus disparos hacia el conductor, aun a riesgo de

abortar la huída como de hecho ocurrió. La total desconsideración por la

integridad física de un ser humano, aunque no pueda afirmarse que quisieran

matarlo, y las graves consecuencias que le provocaron -expuestas con claridad por

el médico forense Dr. Ferreres-, que de manera alguna ignoraban que podían

producirse, hablan por sí solas en relación con el grado de culpabilidad que cabe

atribuir a ambos. El uso sin un mínimo control de un elemento de tanta

contundencia como el arma de fuego ha sido la prueba de la absoluta falta de

consideración hacia el prójimo de parte de ambos, la que de alguna manera había

adelantado Chávez en el mentado episodio de la calle Blanco Encalada.

El posterior e inmediato episodio delictivo protagonizado por ambos

tuvo como víctima a alguien que no se amilanó ante la corrida de los dos en

dirección a él y que se resistió a entregar las llaves de su auto al que, luego del

fracaso anterior, querían abordar. El hecho que quedó en grado de conato, trajo

como consecuencia una lesión menor en Bazo debida a la acción de ambos, y en

particular de Chávez, que lo tomaron con el fin prefijado, a lo que cabe sumar el

indudable temor por su vida -más allá de su valiente reacción-, sobre todo ante la

final actitud de Brítez de usarlo como escudo ante la aparición del personal

policial, situación que no pasó a mayores, justamente, por la correcta actuación del

uniformado, lo que, por lo demás, permitió que la víctima saliera de la incómoda

situación y, por último, que el imputado se entregara.

No hace falta poner demasiado énfasis para resaltar la violencia del

Page 64: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

suceso, que escapa a cualquier menor intento de robo con armas, y la situación de

angustia vivida por la victima, a lo que se suma la indudable situación de nervios

en quien debía reprimir su conducta y evitar consecuencias peores. En este caso

también, la pena, no podría resultar muy cercana al mínimo legal que es de tres

años y cuatro meses.

Además de todo lo expuesto cabe considerar la afectación a la

seguridad pública que significó el andar de ambos portando sendas armas

cargadas.

Particularizando ahora otra vez en Chávez, he de considerar el

regular concepto que me mereció durante la realización de la audiencia de juicio,

lo que ha quedado patentizado a través de gestos y posturas, aunque, por las

razones ya dadas en orden a la relatividad de tales conclusiones, a lo que sumo su

explícito arrepentimiento en orden a las consecuencias sufridas por Cavallero, no

he de valorar tal cuestión en forma sustancial en su contra. Se trata de una

incidencia mínima.

Sí resulta en alguna medida favorable su actitud ante la Licenciada en

trabajo social que lo entrevistó a los fines de redactar la información ambiental, tal

como se desprende de su legajo personal. Además, surge de allí que su grupo de

origen se desarticuló cuando era pequeño, lo cual no le habría impedido mantener

armónicas relaciones sus hermanos y medio hermanos. El tener antecedentes de

variado uso de estupefacientes, a no dudar, ha incidido negativamente en su

educación y formación, sin perjuicio de lo cual ha terminado el secundario y, en la

Unidad, cursa la carrera de Derecho, aspectos éstos que permitirían inferir que la

resocialización es, si bien difícil, posible.

No lo favorece, en cambio, que, a estar también a dicha información,

Chávez, antes de su detención, residía en un departamento alquilado que cubría

sus necesidades habitacionales y que satisfacía medianamente sus requerimientos

económicos a través de la actividad comercial que realizaba con su padre, lo que

permite concluir que no tenía necesidades que justificaran o permitieran

comprender los motivos de sus conductas delictivas, sobre todo si mantenía una

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relación sentimental favorable con la citada Micaela Argüello, con las indudables

consecuencias positivas que ello trae aparejado.

Todo lo precedentemente expuesto en relación con Chávez, en

consideración además de la escala punitiva resultante de aplicar el concurso real

previsto en el artículo 55 del Código Penal, la que se basa en un mínimo de seis

años y ocho meses de prisión y tiene un techo que no puede superar los cincuenta

años de la misma pena, me lleva a proponer al acuerdo se le aplique una pena de

veinticinco años de prisión, más las accesorias legales que prevé el artículo 12 del

Código Penal y las costas del proceso, según lo establecido en los artículos 29

inciso 3° de dicho ordenamiento y 530 y 531 del código procesal.

Como adelanté, Chávez registra una condena anterior. Con fecha 4 de

octubre de 2005 el Tribunal Oral en lo Criminal n° 26 en las causas 511 y 1739 lo

condenó a la pena de cinco años y dos meses de prisión, accesorias legales y

costas por ser autor penalmente responsable del delito de robo agravado por haber

sido cometido con armas. En fecha 1 de octubre de 2007 el Juzgado de Ejecución

Penal n° 1 le otorgó la libertad condicional en tales actuaciones (n° 23945 de ese

Juzgado).

Por ello, corresponde que se revoque tal libertad condicional y se

unifique ambas condenas en la pena de treinta años y dos meses de prisión, con

más las accesorias legales y las costas procesales (artículo 58 del Código Penal).

En cuando al monto, doy aquí por reproducidos los argumentos y reseña de fallos

volcados respecto de Vallejos y tengo especialmente en cuenta las características

de los distintos hechos y es especial de aquel que llevara a la condena anterior.

Además, como lógica consecuencia de que Chávez cumplió pena en

dicha causa y se dan los plazos establecidos en el artículo 50 del Código Penal,

habrá de declararse reincidente al mismo.

Ya he expuesto aquellos parámetros objetivos que me permiten

fundar la pena que propondré respecto de Brítez, restándolo destacar, aunque algo

adelanté, la gravedad de su conducta consistente en tomar a Bazo, apuntarle con el

arma que portaba y quedarse detrás de él con el fin de usarlo como escudo. Tal

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actitud no solo refleja violencia sino, lo que es más criticable, una nula

consideración por la situación desesperante que debió vivir la víctima, sin

perjuicio de que finalmente, y como consecuencia de la sensata actuación policial,

terminó entregándose.

De más está resaltar la entidad de su conducta en relación con

Cavallero quien, como ha quedado claro, ha sufrido la gravísima herida que lo ha

dejado marcado para el resto de su vida como consecuencia, justamente, del

disparo que el imputado en cuestión le dirigiera desde una corta distancia. No

necesito repetir la desconsideración por el prójimo que ello implica.

Brítez no me causó buena impresión durante la audiencia y para ello

considero lo que ya dijera en relación con Chávez. Es que de las posturas de

ambos no se advierten signos que indiquen una propensión al cambio, más allá de

las manifestadas muestras de dolor por las consecuencias que sus conductas le

trajeron a Cavallero. Ello, de todas manera, no será por mí considerado

sustancialmente en su contra pues, ya lo he expuesto, el concepto que uno se

pueda formar luego de algunas audiencias de juicio en las que los imputados

permanecieron callados no puede incidir sustancialmente en el aumento de la pena

a elegir. Insisto que también en este caso la influencia de tal cuestión resulta

absolutamente mínima.

Si bien del informe ambiental se desprenden aspectos que han de ser

tomados en su favor, tales como la separación de sus padres que debió influir en

su conducta o la ingesta de drogas que comenzó desde muy temprana edad, es

cierto también que no registra antecedentes laborales continuados a pesar de

depender económicamente de su madre y que abandonó sus estudios en el primer

año del secundario por falta de interés, a lo que cabe adunar que no padece de

problemas habitacionales. No se advierte, entonces, que la comisión de las

conductas probadas resulten consecuencia de dificultades para ganarse el sustento.

Aunque técnicamente Brítez no registra condenas anteriores y ello

resulta un aspecto favorable, lo concreto es que con fecha 2 de junio de 2006 fue

declarado penalmente responsable por el delito de robo agravado por el uso de

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arma de fuego reiterado -seis hechos- en concurso real con el de homicidio

agravado por la función de policía de la víctima y por el empleo de arma de fuego

en grado de tentativa. A no dudar que, entonces, resulta mayor la culpabilidad en

los presentes hechos en la medida en que fueron cometidos a pesar de aquella

resolución que dio por acreditadas conductas de similares características y

gravedad, denotando una actitud de desprecio por lo así decidido.

Los argumentos puestos de manifiesto, por aplicación de lo

establecido en los artículos 40, 41 y 44 del Código Penal, me llevan a sostener que

la pena justa, respetando el principio de culpabilidad y la posibilidad de

resocialización existente, es la de veintiún años de prisión, con más las accesorias

legales y costas, según lo establecido en los artículos 12 y 29 inciso 3° del Código

Penal y 530 y 531 del Código Procesal Penal.

Dado que tal sanción excede de la requerida por el Fiscal General al

alegar (pidió se le apliquen veinte años de prisión) he de resaltar que, a mi

entender y el de mis colegas, el Tribunal se encuentra absolutamente autorizado

para ello.

En tal sentido comparto lo expuesto por el Dr. Bisordi en oportunidad

de emitir su voto en los autos “Argüello, Carlos Ezequiel” de la Sala IV de la

Cámara Nacional de Casación Penal que integraba, en fecha 12 de noviembre de

2007, en tanto sostuvo que “…le compete al tribunal declarar cuál es la voluntad

de la ley en el caso concreto sometido a juicio (en el mismo sentido, la Sala I,

causa Nro. 4474, ‘Barrionuevo, José María y otro s/recurso de queja’, Reg. Nro.

5498, rta. el 22/11/02)”, agregando que el “…juicio fundante de la decisión de

aplicar una pena a alguien, y, en su caso, el monto, es tarea que le corresponde al

Poder Judicial, dentro del esquema de división de poderes soberanos de un

Estado, según el sistema republicano de gobierno”.

Es que, como también se ha sostenido en dicho voto, “la clave para

un efectivo y constitucional ejercicio del derecho de defensa en juicio” es la

correcta imputación que, por ende, debe ser clara, precisa y circunstanciada en

relación con un hecho concreto y es en tal cuestión en la que debe centrarse “…la

Page 68: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

correlación que debe mediar entre la imputación y el fallo”. Se puede, entonces,

“…imponer penas más severas, en cumplimiento de los deberes y reglas impuestas

por los artículos 40 y 41 del C.P., y en resguardo del principio de legalidad

estricta de nuestro sistema”. “Ello, lógicamente, aun cuando se mantenga la

calificación legal otorgada a los hechos en la acusación, pues el límite de la

jurisdicción se encuentra marcado por el hecho que resultó objeto de imputación”.

En el mismo sentido se ha expedido la Sala II del mismo tribunal

(causa 6576 “Acosta, O. D.”, resuelta el 12/05/04) al concluir que “no viola la

garantía de la defensa en juicio la imposición por el sentenciante de una pena de

prisión superior a la solicitada por el Fiscal General en su alegato final” pues al

existir acusación “…el tribunal de mérito tiene habilitada la jurisdicción y en

consecuencia puede, sin cambiar los hechos, calificarlos de manera distinta y más

aún imponer una pena más alta que aquella solicitada por el acusador (tal como así

lo dispone el artículo 401 CPPN)”.

Recientemente la Suprema Corte de Buenos Aires (causa 87.253, del

23/04/08) entendió que “no existe infracción de los arts. 40 y 41 del Código Penal

en la sentencia condenatoria que aplicó al imputado una pena mayor a la pedida

por el fiscal en su alegato”, para agregar a modo de colofón que “…el sistema

establecido en nuestro derecho positivo no asigna a la fiscalía como facultad que

le sea propia la de establecer el monto máximo de la pena a imponer al acusado,

no advirtiéndose en esto una acumulación de funciones por parte de la jurisdicción

que afecte el principio acusatorio”.

Cuarto:

Oportunamente, cuando quede firme la presente, deberán practicarse

los correspondientes cómputos de las penas aplicadas y ello de conformidad con

lo establecido en el artículo 493 del Código Procesal Penal.

Quinto:

Dado que ni el Dr. Rodolfo N. Yanzon ni el Dr. Guillermo Pérez,

letrados defensores de Brítez y Chávez, respectivamente, no han dado

cumplimiento con las normas previsionales aplicables, habrá de diferirse la

Page 69: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Poder Judicial de la Nación

fijación de sus correspondientes honorarios profesionales por las tareas realizadas

en el ejercicio de sus defensas.

Sexto:

Deberá oportunamente disponerse de los efectos que obran

reservados por Secretaría (artículos 522 y 523 del ordenamiento de rito).

Séptimo:

Entiendo que, oportunamente, deberá remitirse oficio al Sr. Jefe de la

Policía Federal Argentina con el fin de poner en su conocimiento la destacada

actuación que le cupo, en cumplimiento de su deber, al Agente Jorge Ariel

Arriaza, pues con firmeza, decisión y respeto a la integridad física de imputado y

víctima logró dominar la difícil situación que tuvo que afrontar.

Tal mi voto.

La Dra. Mora dijo:

Coincido en un todo con el Dr. Becerra en que se encuentra

plenamente probado los hechos atribuídos a los incoados, por los que deben

responder el calidad de coautores penalmente responsables, todo ello en base a la

valoración que de la prueba efectuara.-

Adhiero también, por parecerme ajustada, la pena que para cada uno

de los acusados propone.-

Sin embargo, tengo distinta opinión en cuanto a que el

comportamiento que tuvo por acreditado en el injusto acaecido el 24 de diciembre

del 2007, deba calificarse como tentativa de robo con armas.-

En efecto, la presencia en el lugar de los hechos de Vallejos y Chávez

–a los que también acompañaba otro individuo aún no individualizado-, no es

materia de discusión, como tampoco, la activa participación que todos ellos

tuvieron en el desapoderamiento.-

Ha resultado evidente por lo demás, el conocimiento que tenían entre

sí y su convergente intención delictual.-

Poco cabe decir de la violencia desplegada sobre los damnificados, lo

que se haya sobradamente acreditado por las declaraciones testimoniales de

Page 70: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

aquéllos.-

Por otra parte, el secuestro de la pistola producido inmediatamente

después del tentado desapoderamiento, resulta igualmente concluyente al

momento de probar su utilización en el robo.-

Se han configurado así, ambas agravantes del tipo básico del robo,

para las que el ordenamiento penal tiene previstas sanciones de diverso monto,

queda por resolver si los hechos sometidos a juzgamiento constituyen un caso de

concurso ideal, o por el contrario, como lo propone el colega preopinante, media

alguna clase de desplazamiento de la calificante mas leve por la mas grave.-

En tal sentido, reitero aquí lo que vengo sosteniendo ya desde la

época en que integraba el TOC n° 23, y ya en éste Tribunal entre otras en la causa

n° 457 del 14 de noviembre de 1997.-

Consideré que la importancia de adoptar una u otra posición, tiene

directa incidencia en la fijación de la pena a imponer, dado que si se decide que se

trata de un caso de concurso ideal, si bien se debe escoger la pena dentro de la

escala fijada para el delito mas grave (art. 54 del código de fondo), ello se deberá

hacer teniendo en cuenta que el autor ha infringido también otra disposición penal,

lo que por principio general obliga a descartar el mínimo que aquella escala como

retribución adecuada a su conducta.-

De adverso, si se concluye que se da un supuesto de concurso

aparente de leyes, al establecerse la pena aún dentro de los mismos límites

sancionatorios que en el caso anterior, no podrán evaluarse como agravantes

aquellas aparentes violaciones de otros tipos penales, toda vez que éstas quedaron

directamente incorporadas en la única figura aplicable, y esta circunstancia ya

queda entonces reflejada en la sanción que ella tiene prevista.-

Por lo tanto, en este último caso, sí sería eventualmente correcto

sancionar con el mínimo de la escala.-

Efectuada esta aclaración, observo que la jurisprudencia dominante

se encuentra volcada a considerar que la calificante del artículo 166 inc. 2° del

Código Penal tiene mayor especialidad que la del inc. 2° del artículo 167, por que

Page 71: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Poder Judicial de la Nación

comprende el riesgo que para la víctima implica el arma utilizada y el incremento

de la intimidación.-

Sin embargo, entiendo que no se da en realidad la invocada relación

de especialidad que excluya el claro concurso ideal que, a mi criterio, existe entre

aquellas dos circunstancias calificantes.-

Si se acepta que hay relación de especialidad cuando un tipo penal

tiene todos los elementos de otro, pero además algún otro que demuestra un

fundamento especial de la punibilidad (Bacigaluppo, “Manual”, pág. 204), de tal

modo que “esa relación de subordinación se presenta en la forma de

encerramiento conceptual, no se concibe el cumplimiento del tipo especial sin el

cumplimiento del general” (Zaffaroni, “Tratado”, pág. 560), se advertirá también

que estos requisitos no se dan en la especie: no es necesario, para que un robo

pueda ser calificado por su comisión con armas, que deba ser cometido también en

banda.-

Por ello, me inclino a pensar que nos encontramos ante un supuesto

de concurrencia ideal, ya que no hay razón alguna para que uno de los tipos

calificados, excluya al otro.-

A la misma conclusión se arriba aún cuando se extienda el concepto

de especialidad a aquellos casos en que el legislador caracteriza a una tipicidad

mediante el empleo de una cláusula residual (“si no resultare otro delito mas

severamente penado”), ya que aquélla no está prevista para las calificantes que

aquí se tratan.-

Tal mi voto.

El Dr. Bustelo dijo:

Nuestra Constitución Nacional garantiza a todas las personas que

habitan el suelo argentino el derecho a la vida, a su integridad física, a la libertad,

a la seguridad pública, a gozar de la propiedad y al patrimonio entre otros

derechos.

La vida es sagrada para la persona, desde su concepción hasta su

muerte, como lo es su integridad física, porque una persona sana es útil para sí y

Page 72: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

para su núcleo familiar, todo lo contrario de lo que ocurre cuando sufre las

consecuencias del delito, que lo margina de la vida de relación (social y familiar),

extensible a quiénes integran su núcleo familiar, que deben padecer por el “ser

querido” y por el perjuicio que les causa el daño causado.

La libertad es el derecho a transitar libremente sin temor a que se

lo agreda, extensible a gozarla en la tranquilidad del hogar y es el Estado el que

está obligado a brindarla, a través de sus tres poderes (PE, PL y PJ).

El patrimonio es el derecho de disfrutar de los bienes

legítimamente obtenidos.

Cuando ello no ocurre, como consecuencia del accionar ilícito de

los delincuentes, es el Estado a través de los distintos poderes que lo componen,

en particular el judicial a través de sus jueces, el que tiene el deber de reconstruir

el hecho histórico, determinando si el suceso o los actos denunciados constituyen

delito, calificando los mismos, la autoría y la responsabilidad de los imputados, el

daño y perjuicio causado, imponiendo a sus autores la pena acorde al mismo.

Pena que debe estar relacionada con las circunstancias de tiempo,

modo y lugar en que se perpetraron los ilícitos, las condiciones personales de las

víctimas y de los imputados, la naturaleza de la acción y los medios empleados

para ejecutarla, la extensión del daño, del perjuicio y del peligro causado.

Para graduarla se debe tener en cuenta si ha mediado en el accionar

ilícito del delincuente circunstancias eximentes, atenuantes y agravantes (arts. 40 y

41 del CP) porque el fin de la pena es resocializar al delincuente, para que

recuperada su libertad, sea útil a su persona, a la familia que integra y a la propia

sociedad.

Cuando ello no ocurre, cuando de los propios antecedentes del

delincuente surge que es peligroso para la sociedad, que las condenas que le

fueran impuestas y el tiempo de detención en la cárcel no han logrado el fin

resocializador de la pena es la misma sociedad, a través de sus jueces, la

encargada de imponerle una pena que otorgue a la misma la paz social que

garantiza el Preámbulo de muestra Constitución Nacional, asegurando de esa

Page 73: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Poder Judicial de la Nación

manera los derechos que los ciudadanos honestos tienen a la vida, la libertad de

transitar, a la tranquilidad del hogar y a trabajar, sin el temor de ser víctimas de los

delincuentes.

En ese marco, la tarea de los Jueces es administrar justicia con

prudencia, equilibrio, sentido común, experiencia y lógica jurídica, debiendo tener

claro que el fundamento del derecho es la humanidad, la justicia es la búsqueda de

la verdad y esta es aplicarla en igual grado a la víctima y al imputado del delito, en

un pie de igualdad, con el objetivo claro de “afianzar la justicia”.

Afianzar la justicia es tener una clara política criminal imperativa a

cada uno de los poderes del Estado, que debe ser respetuosa de los Derechos y

Garantía reconocidos en nuestra Constitución Nacional para todos los ciudadanos

(art. 16 de la C.N.)

Dentro de esas pautas corresponde analizar la conducta de cada

uno de los imputados, a fin de establecer la pena que le corresponde a cada uno de

ellos por los ilícitos que se encuentran probados o han sido reconocidos por los

mismos.

MATÍAS NICOLÁS VALLEJOS o NICOLÁS MATÍAS

VALLEJOS o MARTÍN NICOLÁS VALLEJOS.

Eximentes: No encuentro eximentes en el accionar delictivo que

se le imputa, los que por otra parte no han sido formalmente alegados por éste o

por su defensa técnica.

Atenuantes: No existen, porque la juventud y la oportunidad

alegada por su defensa técnica, no puede ser receptada en el presente caso.

Conforme surge de su legajo de personalidad Vallejos es una

persona joven, que contaba con 24 años de edad a la fecha del ilícito que

perpetrara (24 de diciembre de 2007), que no padece de enfermedades que le

impidieran trabajar, dado que no ha demostrado la labor que alegara

genéricamente (mensajería y/o changas), quién negara su adición a las drogas al

ser interrogado sobre sus condiciones personales, reflejada en su legajo de

personalidad, en la causas que registra por infracción a la Ley 23.737, por las

Page 74: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

cuales fuera sobreseído, que merituo como demostración de que no se sometió a

tratamiento alguno que lo alejara de su adición a las mismas y que acredita su

mendacidad.

Persona joven que dice convivir con su hermana y una sobrina en

el domicilio que denunciara, lo que no se pudo corroborar fehacientemente.

De ser cierto, no se justifica su conducta delictiva en el tiempo,

porque muchos jóvenes de similares características (hogar desintegrado), que

incluso viven en villas de emergencia, que no era la situación de Vallejos, se

educan, trabajan dignamente y son merecedores de respeto de sus conciudadanos.

Agravantes.

Específicas: el empleo de armas de fuego en el ilícito acaecido el

24 de diciembre de 2007, alrededor de las 14hs., al ingresar mediante violencia al

inmueble de la calle Blanco Encalada 3022 de esta ciudad, que damnifica a

Beatriz Sartori, Ramona Galeano, Julio Luis Osella y a sus hijos Federico

Sebastián, Franco Luis e Ignacio Agustín (Causa 2917), con el peligro que ese

accionar implicara para sus víctimas, que merituo en el marco de los arts. 42, 44,

45 y 166, inc. 2º, párrafo 2º del CP., independientemente de que también debe

responder por la portación ilegítima del arma de guerra que utilizara (art. 189 bis,

inc. 2°, párr. 3º del CP), ambos en concurso real (art. 55 del C.P.).

En concurso real, porque es evidente que portaba el arma con

anterioridad al inicio de la acción delictiva que llevara a cabo en las circunstancias

de tiempo, modo y lugar ya referidas.

Genéricas: el haberse perpetrado el ilícito en lugar poblado (la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y en banda, porque de la prueba testimonial

rendida o incorporada al debate, con la conformidad de las partes, surge que

intervinieron en la comisión del mismo aparte de Vallejos y Chavez otras dos

personas, una que ingresara con ellos a la propiedad y un cuarto que oficiara de

campana y diera aviso de la llegada de la policía, para que sus consortes en el

delito intentaran fugar para evitar su detención, lo que sólo logro uno de ellos, aún

no identificado, al tiempo que quién se encontraba en el exterior se alejaba del

Page 75: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Poder Judicial de la Nación

lugar.

El uso de esas armas de fuego, la utilización de celulares que

utilizaran para comunicarse, la fecha en que llevaran a cabo ese evento (24/12/07),

evidencian que premeditaron su accionar ilícito, por el cual Vallejos debe

responde como coautor y autor penalmente responsable.

Incluso le es extensible la violencia perpetrada por Chavez con el

arma que portaba con la cual agrediera y lesionara físicamente a José Luis Osella

y a Federico Sebastián Osella, porque actuó en forma conjunta con éste en el robo,

al que concurriera a través de esas conductas encaminadas a intimidar y obtener

dinero y/o efectos de sus víctimas, a cuyo efecto utilizaron las armas que

detentaban.

A lo que asocio el medio empleado por Vallejos para ingresar a la

propiedad (la ventana), quién fuera el que redujera a las personas que se

encontraban en el interior de la propiedad preparando los festejos del 24 de

diciembre de 2007, rompiendo de esa manera la paz del hogar facilitando el

acceso a la vivienda de los otros delincuentes.

A todo lo cual añado que Vallejos había obtenido su libertad bajo

fianza el 24 de julio de 2007 en la causa 2456 del TOC. N° 25, en la cual fuera

condenado el 15 de noviembre de 2007 a la Pena Unica de Dos Años de

Prisión en forma condicional, para perpetrar su robo el 24 de diciembre de ese

mismo año, es decir un mes y nueve días después, demostrativo de que la

oportunidad que se le brindara no se reflejara en su posterior conducta, ni que

tuviera en cuenta que además registraba causas abiertas en la Provincia de

Misiones, lo que no le preocupó llevándolo a reincidir en el delito, con

conocimiento de que de resultar condenado la pena que se le impusiera iba a ser

de cumplimiento efectivo.

Condena cuya condicionalidad debe ser revocada por lo que

corresponde imponerle una pena única comprensiva de la que recaiga en esta

causa y la que se impusiera en aquélla, en forma aritmética y no por composición,

porque no es merecedor de ese beneficio (arts. 27 y 58 C.P.).

Page 76: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

En mérito a lo cual entiendo que la pena a imponerse en la presente

causa a Vallejos debe ser de DIEZ AÑOS DE PRISION, Accesorias Legales y

costas.

Pena que debe unificarse con la que le fuera impuesta por el TOC.

N° 25 en la Causa 2534 del 15/11/2007 y en consecuencia la Pena Unica debe

ser de DOCE AÑOS DE PRISION, Accesorias Legales y costas.

Pena que debe hacerse a través de la suma aritmética y no por el

método de la composición, porque no asiste razón legal que justifique esta última

(arts. 55 y 58 C.P., conforme Plenario Cam. Crim. Corrc., del 5 de marzo de

1990, publ. en JA, 1990-II pág.457).

Pena aritmética que propicio, dado que el método de composición

de la misma tiende a que se reduzca la sanción en el caso de las penas paralelas,

con la finalidad de dar una nueva oportunidad al imputado, lo que no procede en

este caso, por las razones expuestas precedentemente.

A lo que vinculo mi impresión personal recogida en la audiencia

de debate, que a mi juicio refleja que Vallejos no comprendió o no quiso

comprender cual era su situación personal o que estaba creído que podía cometer

nuevos delitos y quedar impugne.

Impresión personal que me lleva a sostener, por el trato que se

daba con Chavez y Brites, que existía una relación personal e intima entre todos

ellos.

RODRIGO o ALBERTO RAMÓN CHAVEZ o RODRIGO

CHAVEZ GERBALDO.

Eximentes: No encuentro eximentes en el accionar delictivo que

se le imputa, los que por otra parte no han sido formalmente alegados por éste o

por su defensa técnica, independientemente de la dialéctica defensiva, con la cual

se pretendiera atenuar su responsabilidad, atribuyendo al accionar policial la

responsabilidad en el ilícito que damnifica a Roberto Daniel Cavallero y a

Edgardo Felipe Bazo y al régimen carcelario al que fuera sometido como

consecuencia de las condenas que le fueran impuestas.

Page 77: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Poder Judicial de la Nación

Lo único que no articuló el Sr. Defensor fue que la sociedad es

responsable de la conducta seguida por su asistido, para intentar justificar lo

injustificable.

Atenuantes: No existen, porque conforme surge de su legajo de

personalidad es una persona joven, nació el 19 de enero de 1986 en esta ciudad,

no padece enfermedades que le impidan trabajar, quién pese a sostener que trabaja

con su padre, no lo ha acreditado, a lo que asocio el consumo de marihuana al que

hiciera referencia al confeccionarse su legajo de personalidad, que negara en el

inicio del debate, al ser interrogado sobre su condiciones personales.

Le cabe el mismo fundamento que el que diera respecto de

Vallejos, al estar en igual situación que éste en el medio social en el cual habitaba.

Agravantes:

Específicas: el empleo de armas de fuego en los ilícitos que

damnificaran a Beatriz Santori, Ramona Galeano, Julio Luis Osella, Federico

Sebastián, Franco Luis e Ignacio Agustín Osella (C. 2917) y a Clara Inés Reti de

Urbano, Roberto Daniel Cavallero y Edgardo Felipe Bazo (C. 2861) con el peligro

que las mismas implicaron para sus víctimas, reflejado particularmente en el

suceso que agravia a Cavallero, que sufriera Lesiones Gravísimas irreversibles

que lo destruyeron como persona, afectando a su familia que merituo en el marco

de los arts. 41 bis, últ. párr., 42, 44, 45, 55, 166, inc. 2º, párrafo 2º y 166, inc.

1º del C.P., independientemente de la que le corresponde por la portación

ilegítima del arma de guerra que utilizara (art. 189 bis, inc. 2º, párr. 3º y 4º

C.P.), en concurso material (art. 55 C.P.).

Artículo 41 bis, últ. párr. del Código Penal que le es aplicable

atento a la calificación del ilícito que damnifica a Cavallero (art. 166 inc. 1° del

C.P.), ya que la violencia que ejerciera contra la persona de éste, fue la causa de

las lesiones gravísimas resultante de las mismas, que autoriza en este caso, la

elevación de la sanción, conforme las pautas establecidas en la norma citada.

Genéricas: el haberse perpetrado el ilícito en lugar poblado (la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y en banda, porque de la prueba testimonial

Page 78: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

rendida o incorporada al debate, con la conformidad de las partes, surge que

intervinieron en la comisión del mismo aparte de Vallejos y Chavez otra tercer

persona.

El uso de esas armas de fuego, la utilización del vehículo marca

Peugeot 206, dominio GUJ-048, propiedad del hermano de Britez, secuestrado en

las inmediaciones del domicilio de la Sra. Reti de Urbao, el traslado hasta el lugar

del hecho en el mismo, evidencian que premeditaron su accionar ilícito.

Accionar ilícito por el cual Chavez y Brites deben responde como

coautores penalmente responsables, al haber existido una doble comunicación

objetiva y subjetiva entre ambos, ejecutada a través de las acciones que llevaron a

cabo, encaminadas en todos los casos a obtener un beneficio económico sin

importarles que para ello o para que no fueran detenidos tuvieran que emplear sus

armas como lo hicieron, independientemente de cual fue el arma que produjera el

disparo y las lesiones gravísimas de Cavallero, porque ambos dispararon al mismo

tiempo con el mismo objetivo: detener la marcha del rodado conducido por éste y

obtener de esa manera el control del rodado que les permitiera huir del lugar, que

los llevara al fracasar en su intento a reiterarlo en el hecho que damnifica a Bazo,

a quién usaran como escudo, e intimidaran con sus armas.

Coautores del robo y de las lesiones a Cavallero, porque ambos

concurrieron a la consumación del mismo, al haber existido entre ellos una

decisión común, reflejada en que Chavez y Brites contribuyeron con su accionar al

resultado querido (obtener el rodado conducido por su víctima), con pleno

condominio del hecho (conf. TOC. N° 14, c.2540, “Fernández A. A.”, del

28/09/2007, publ. en JPBA T. 137 F. 93 y sus citas).

A lo que asocio el medio empleado para ingresar a la propiedad

(mediante violencia y exhibición del arma de fuego) y la continuación de la misma

en el raid delictivo reflejado en este proceso.

A todo lo cual añado que Chavez había obtenido su libertad

condicional el 1 de octubre de 2007 (cfme. Surge del legajo nro. 23945, del

Juzgado de Ejecución Penal N° 1), tras lo cual volviera a reincidir en su accionar

Page 79: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

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delictivo (24 de diciembre de 2007 y 31 de Enero de 2008), lo que demuestra que

nada aprehendió en el tiempo de detención que sufriera a raíz de la condena que le

impusiera el 4 de octubre del 2005, el TOC. N° 26 en las causas 511 y 1739,

por el delito de robo con armas de Cinco Años y Dos Meses de Prisión,

Accesorias Legales y costas, que lo hace Reincidente (art. 50 C.P.).

Pena que vencía el 16 de junio de 2009.

A lo que vinculo la impresión personal recogida en la audiencia de

debate, que denota el pleno conocimiento de los procesados entre sí y en particular

que Chavez es un sujeto peligroso al que se le diera la oportunidad de reinsertarse

en la sociedad, pese a lo cual siguió el camino inverso, reflejado en su certificado

de antecedentes condenatorios, que obra en su legajo de personalidad.

Chavez condenado por el TOC. N° 26, a quién se le otorgara su

libertad condicional el 1 de octubre de 2007, con conocimiento de que la pena

que se impusiera vencía el 16 de junio de 2009, violando la libertad obtenida no

titubeo en continuar delinquiendo, lo cual prueba que no tiene ningún interés en

resocializarse e integrarse a la sociedad y que es la senda del delito el único

camino que conoce, a través del raid delictivo que llevara a cabo el 24 de

diciembre de 2007 y el 31 de Enero de 2008.

Desde el tiempo de su libertad condicional cometió dos hechos

probados, con el mismo “modus operandi” (en banda, en poblado, con armas y

actitud agresiva en su empleo).

En mérito a lo cual entiendo que la pena a imponerse a CHAVEZ

debe ser de CINCUENTA AÑOS DE PRISION, Accesorias Legales y costas,

con la declaración de Reincidencia (arts. 50 y 55 C.P.).

Pena que debe unificarse con la que le fuera impuesta por el

TOC. N° 26, previo revocarse su libertad condicional, que en el marco del art. 55

del C.P., no puede superar el máximo de la pena prevista en el mismo (art. 58

C.P., conforme Plenario Cam. Crim. Corrc., del 5 de marzo de 1990, publ. en JA,

1990- II, pág.457).

Pena que debe sumarse a la que requiero en esta causa, porque no

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asiste razón que justifique su composición, ni ella pude superar el máximo legal

permitido en nuestra legislación (arts.55 y 58 C.P.).

Pena que sostengo es la adecuada a la gravedad de los delitos que

doy por acreditados, a su personalidad peligrosa para la sociedad, a que en el

reconocimiento del ilícito que damnifica a Cavallero no medio arrepentimiento,

sino un intento de colocarse en una mejor situación procesal en conocimiento de la

gravedad de las lesiones que le produjera Britez a aquél, porque con el mismo

grado de violencia y sin importarle las consecuencias de sus disparos los efectuó,

con igual intención que éste (apoderarse del rodado conducido por Cavallero, para

fugarse con el mismo).

Al hacer uso de la palabra al cierre del debate, Chavez citó a su

hermano muerto, denotando el dolor que ese fallecimiento le causara, todo lo

contrario de la insensibilidad reflejada en su accionar delictivo citado

precedentemente, que demuestra que es “insensible” al daño que causara con su

accionar, en particular a los damnificados de los ilícitos por los cuales pido se lo

condene y en general a la sociedad en su conjunto.

OSCAR EVARISTO BRITEZ o FREDY VICTORINO

NUÑEZ SARZA o MICHIEL NICOLÁS BRITEZ.

Eximentes: No encuentro eximentes en el accionar delito que se le

imputa, los que por otra parte no han sido formalmente alegados por éste o por su

defensa técnica, independientemente de la dialéctica defensiva, con la cual se

pretendiera atenuar su responsabilidad.

Atenuantes: No existen, porque conforme surge de su legajo de

personalidad es una persona joven, que habría nacido entre los años 1986 y 1989,

porque ha falseado sus datos en tal sentido, incluso utilizando otros nombres

cuando era detenido creído que de esa manera iba a eludir el accionar de la

justicia, que carece de ingresos propios, dependería de su madre y no padece

enfermedades que le impidan trabajar (desocupado).

Su adicción a las drogas a las que dice ser adicto desde los 14 ó 15

años, no constituye una atenuación al serle imputable a su propia persona, dado

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que no se sometió a tratamiento alguno encaminado a recuperarse de la misma.

Agravantes:

Específicas: el empleo de armas de fuego en los ilícitos que

damnificaran a Clara Inés Reti de Urbano, a su doméstica, a Edgardo Felipe Bazo,

con el peligro que las mismas implicaron para sus víctimas, reflejado

particularmente en el suceso que agravia a Roberto Daniel Cavallero que merituo

en el marco de los arts. 41 bis, últ. párr, 42, 44, 45, 55, 166, inc. 2º, párr. 1º y

166, inc. 1º del C.P.

Ilícito este último que autoriza la aplicación de la escala

prevista en el art. 41 bis, últ. párr. del C.P.

A lo que se agrega la portación ilegítima de arma de guerra

aprehendida en el art. 189 bis., inc. 2º, párr. 3º y 4º del C.P.

Portación de arma de fuego, dado que resulta evidente que la tenía

consigo cuando llevara a cabo los ilícitos que le endilgo, con pleno conocimiento

de la ilegitimidad de la misma, pese a lo cual la utilizara para llevar a cabo los

delitos que le reprocho.

Empleo y uso que también diera en la causas 4158 y 4679 del

TOM. N° 1 de la Cap. Fed., en las que fuera declarado coautor responsable del

delito de robo agravado por el uso de arma de fuego reiterado en seis

oportunidades, en concurso real con el delito de homicidio agravado por el empleo

de arma de fuego en grado de tentativa, en concurso real con portación de arma de

fuego agravado, independientemente del estadio procesal de las mismas

(suspendido el trámite el 3 de julio de 2007) la primera y la segunda a la espera de

la fijación de la audiencia de debate.

Genéricas: el haberse perpetrado el ilícito en lugar poblado (la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y en banda, porque de la prueba testimonial

rendida o incorporada al debate, con la conformidad de las partes, surge que

intervinieron en la comisión del mismo aparte de Vallejos y Chavez otra tercer

persona.

El uso de esas armas de fuego, la utilización del vehículo referido

Page 82: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

evidencian la premeditaron en el accionar ilícito, por el cual debe responder Brites

como coautor penalmente responsable con Chavez, al haber existido una doble

comunicación objetiva y subjetiva entre ambos, ejecutada a través de las acciones

que llevaran a cabo, encaminadas en todos los casos a un mismo resultado: un

beneficio económico ilegítimo y asegurar su impunidad ante la presencia policial.

A lo que asocio el medio empleado para ingresar a la propiedad y

la continuación del mismo en el raid delictivo que agravia a Cavallero y Bazo.

A lo que vinculo la impresión personal recogida en la audiencia de

debate, que denota el pleno conocimiento de los procesados entre sí y en particular

que Britez es un sujeto peligroso al que se le dieron con anterioridad

oportunidades para reinsertarse en la sociedad, pese a lo cual siguió el camino

inverso, reflejado en su certificado de antecedentes donde registra las dos causas

citadas, en trámite ante el TOM. Nº 1 de la Capital Federal Nº 4158 y 4679.

En mérito a lo cual entiendo que la pena a imponerse a BRITEZ

debe ser de TREINTA Y CINCO AÑOS DE PRISION, Accesorias Legales y

costas.

Pena inferior a la de Chavez, porque Britez tiene un ilícito menos

que aquél, porque de lo contrario le hubiera correspondido el máximo legal de la

penal.

En cada una de las situaciones personales de Vallejos, Chavez y

Britez he disentido con las penas propiciadas por el Dr. Becerra que me precede

en el orden de la votación, porque los argumentos articulados para fijarlas no

reflejan la realidad de lo acontecido en cada uno de los ilícitos por los cuales cada

uno de ellos deben responder, que hablan por si mismo de la gravedad de los

mismos, por el peligro generado al producirlos, el daño y perjuicio causado a sus

víctimas y a sus familiares (Caso Cavallero), ni me satisfacen porque entiendo que

ellas no se corresponden con la realidad fáctica de cada uno de los ilícitos y con la

personalidad de cada uno de los imputados.

Abierta la jurisdicción ante la formal acusación del Sr. Fiscal

General, la pena solicitada por éste en su alegato no me limita como Juez a

Page 83: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Poder Judicial de la Nación

imponer la que considero más acorde con los delitos que les reprocho a los

encartados, ya que no se encuentra afectado el derecho de defensa en juicio y el

principio de congruencia, al estar abierta la casación y la vía del recurso

extraordinario (CNCP., Sala II, c.R.. 6576 “Acosta, D. D.”, del 12/05/2004 y sus

citas, JPBA, T. 124, F. 235).

Lo que no conmueve la cita que se pueda hacer de los Tratados o

Convenciones Internacionales incorporadas a nuestra Constitución Nacional en el

art. 75, punto 22 por que en el mismo se deja expresa constancia de que ellos no

pueden afectar los derechos y garantías consagrados en la primera parte de nuestra

ley fundamental, a la vida, a la integridad física, a la libertad, a transitar, a

trabajar, a vivir en paz y no con el tenor de ser cualquier ciudadano honesto, la

víctima del accionar ilícito de los delincuentes.

Ni se infringe el principio constitucional del non bis in idem (art.

18 C.N.), al valorar como agravante de la pena a quién acciona el arma de fuego

por la particular magnitud que su empleo ha tenido respecto de las lesiones

gravísimas de Cavallero, que constituye un plus que es legítimo valorar en el

“quantum” de la pena (TSJCBA, C.S. 164 “López, R. O.” del 26/07/2007, publ.

en J.P.B.A. T. 136, F.10 y sus citas).

Tampoco no es violatorio del principio de culpabilidad derivado

del art. 18 C.N., que evalúe como agravación de la pena la actitud de los

imputados en cada uno de los ilícitos que les reprocho, porque ella se corresponde

con lo prescripto en el art. 41 del C.P.

El empleo del arma de fuego como medio de agresión a la persona

de Cavallero, que le produjera lesiones gravísimas irreversibles a su persona, las

circunstancias en que se llevó a cabo el mismo, hacen a la gravedad del ilícito que

le reprocho y a la peligrosidad de sus autores (Conf. CNCACP. IV, Reg. 8028,

“Romani, D.J.”, 8/11/2006, JPBA, T. 136 F. 34).

A lo que se conjuga que cada uno de los imputados registra otros

procesos, en los que haya o no condenas, prueba “per se”, que sus anteriores

experiencias y las libertadas obtenidas en los mismos, no les significaron nada y

Page 84: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

demuestran el desprecio que cada uno de ellos tiene al prójimo y que los lleva a

reincidir en la senda del delito (CNCASACP I, s. Re. 10.100, “Alarcon, M.”, del

23/02/2007, JPBA, T. 136, F. 35).

Sin ser reiterativo, sostengo que no es imperativo para el juzgador

la aplicación del método composicional, pues nada se opone a que la unificación

se practique por la operación aritmética, cuando las características de los hechos y

la personalidad de los imputados así lo aconseja al ser lo más equitativo del caso

en juzgamiento. (CNCASA III, c. Reg. 862/06, “Moreira, J.C.”, del 14/08/2006,

JPBA, T. 136, F. 37 y sus citas).

En tal sentido, la CSJN., en la causa c.G. 794. L. XLIII “Gago, D.

A., del 06/05/2008, publ. En JPBA T.140, F:219, ha dicho “no existe afectación

del principio de culpabilidad en la sentencia que unificó las penas impuestas al

acusado sumándolas, si la pena única impuesta importaría mantener incólume, la

medida de su culpabilidad por los hechos ilícitos reprochados, sin superarla, por

lo que no se trata de una nueva sanción por los hechos por los que ya fue juzgado

y condenado, sino de mantener aquélla inalterada y sumarle la nueva pena por el

último hecho cometido…El autor que ha experimentado el encierro que importa

la condena y a pesar de hecho reincide, demuestra su insensibilidad ante la

amenaza de un nuevo reproche de esa naturaleza, cuyo alcance ya conoce (fallos:

308:1938). Ese desprecio por la pena anterior se refleja en una mayor

culpabilidad, que autoriza una reacción mas intensa frente al nuevo hecho

(fallos:311: 1451)”.

Con la salvedad expuesta en cuanto a la pena que debe imponerse a

Vallejos, Chavez y Britez, adhiero al voto de los Sres. Jueces preopinantes en

cuanto a la acreditación de los ilícitos, calificación de los mismos y

responsabilidad que le corresponde a cada uno de ellos en los mismos.

Así lo voto.

RESUELVE:

Page 85: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

Poder Judicial de la Nación

I.- CONDENAR a OSCAR EVARISTO BRITEZ o Freddy

Victorino Nuñez Sarza o Michel Nicolás Britez, de las condiciones personales

mencionadas, por ser coautor penalmente responsable de los delitos de robo

agravado por el uso de arma de fuego, en grado de tentativa reiterado -dos hechos-

, en concurso real con robo agravado por la causación de lesiones gravísimas y por

haber sido cometido mediante empleo de un arma de fuego, en concurso real con

portación ilegítima de arma de guerra, a la pena de VEINTIÚN AÑOS DE

PRISIÓN, accesorias legales y costas (artículos 12, 29 inciso 3°, 41 bis, 42, 44,

45, 55, 166 incisos 1° y 2° -segundo párrafo-, 189 bis inciso 2° -párrafos tercero y

cuarto- del Código Penal y 530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación).

II.- CONDENAR a RODRIGO CHÁVEZ o Alberto Ramón

Chávez o Rodrigo Chávez Gerbaldo, de las condiciones personales

mencionadas, por ser coautor penalmente responsable de los delitos de robo

agravado por haber sido cometido con arma de fuego, en grado de tentativa,

reiterado tres hechos-, en concurso real con robo agravado por la causación de

lesiones gravísimas y por haber sido cometido mediante empleo de un arma de

fuego en concurso real con portación ilegítima de arma de guerra, a la pena de

VEINTICINCO AÑOS DE PRISIÓN, accesorias legales y costas,

declarándolo REINCIDENTE (artículos 12, 29 inciso 3°, 41 bis, 42, 44, 45, 50,

55 y 166 inciso 1° y 2° -segundo párrafo-, 189 bis inciso 2° -párrafos tercero y

cuarto- del Código Penal y 530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación).

III.- REVOCAR la libertad condicional otorgada por el Juzgado

Nacional de Ejecución Penal n° 1 en la causa n° 23.945 el 1 de octubre de 2007

(art. 13 del C.P.)

IV.- CONDENAR a RODRIGO CHÁVEZ o Alberto Ramón

Chávez o Rodrigo Chávez Gerbaldo, de las condiciones personales

mencionadas, a la PENA ÚNICA de TREINTA AÑOS Y DOS MESES DE

PRISIÓN, accesorias legales y COSTAS, comprensiva de la aquí dictada y de la

de cinco años y dos meses de prisión, accesorias legales y costas impuesta por

sentencia firme de fecha 4 de octubre de 2005, por el Tribunal Oral en lo Criminal

Page 86: Admisión de jurados populares también para juicios de menores

n° 26 de Capital Federal en las causas conexas n° 511 y n° 1739, por considerarlo

autor penalmente responsable del delito de robo agravado por haber sido cometido

con armas en concurso real con el de robo con armas en grado de

tentativa(artículo 58 del Código Penal).

V.- CONDENAR a MATÍAS NICOLÁS VALLEJOS o Nicolás

Matías Vallejos o Martín Nicolás Vallejos, de las condiciones personales

mencionadas, por ser coautor penalmente responsable de los delitos de robo

agravado por haber sido cometido con arma de fuego en grado de tentativa en

concurso real con portación ilegítima de arma de guerra, a la pena de SIETE

AÑOS DE PRISIÓN, accesorias legales y costas (artículos 12, 29 inciso 3°, 42,

44, 45, 55, 166 inciso 2° -segundo párrafo- y 189 bis inciso 2° -párrafos tercero y

cuarto- del Código Penal y 530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación).

VI.- REVOCAR la condicionalidad de la pena única impuesta el 15

de noviembre de 2007 por el Tribunal Oral en lo Criminal nº 25 en la causa nº

2534 (arts. 27 y 58 del C.P.).

VII.- CONDENAR a MATÍAS NICOLÁS VALLEJOS o Nicolás

Matías Vallejos o Martín Nicolás Vallejos, de las condiciones personales

mencionadas, a la PENA ÚNICA de NUEVE AÑOS DE PRISIÓN accesorias

legales y costas, comprensiva de la aquí impuesta y de la pena única de dos años

de prisión de ejecución condicional dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal n°

25 por sentencia firme de fecha 15 de noviembre de 2007, la que comprende la

pena de un año de prisión de ejecución condicional impuesta por ese Tribunal en

la causa n° 2534 por ser autor penalmente responsable del delito de robo en grado

de tentativa y la de un año de prisión de ejecución condicional, con las reglas del

art. 27 bis, inciso 1°, del C.P, que por sentencia firme de fecha 25 de febrero de

2007le fuera impuesta por el Tribunal Oral en lo Criminal n° 7 de Capital Federal

en las causas n° 2430 y n° 2456 por resultar autor penalmente responsable del

delito de robo reiterado -tres ocasiones-, dos de ellos en grado de tentativa, con

costas. (arts. 27 y 58 del C.P.)

VIII.- PRACTICAR, oportunamente, los correspondientes

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Poder Judicial de la Nación

cómputos de las penas (art. 493 del C.P.P.N).

IX.- DIFERIR la regulación de honorarios profesionales de los

Dres. Rodolfo N. Yanzon y de Guillermo Pérez, hasta tanto cumplan con los

requisitos que establece la previsional vigente.

X.- DISPONER oportunamente de los efectos que se encuentran

reservados en la Secretaría (arts. 522 y 523 del C.P.P.N.).

XI.- FIJAR la audiencia del día 11 de diciembre del año 2008, a las

13 horas, para la lectura integral de la sentencia.-

Tómese razón, comuníquese a quien corresponda, dése intervención

al Juzgado de Ejecución Penal, insértese copia en el registro de sentencias y,

oportunamente, archívese.-

Ante mí:

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Poder Judicial de la Nación

Tómese razón, comuníquese a quien corresponda, insértese copia en el registro de

sentencias, cúmplase con los puntos dispositivos III y }V, dese intervención al

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señor juez de ejecución en turno y archívese.-