“Una preocupación que no tiene porqué ruborizarnos: la disciplina en clase”
(Meirieu, 2006, p81). La conducta de los alumnos y maestros tiene que ver con la
didáctica que se utiliza en clase, con el compromiso mismo del trabajo que se
requiere desarrollar y la asignatura que se enseña.
El escritor proyecta que la conducta que se espera, se enseña y la que hay que
mantener es una misma cuestión. Estriba de las condiciones que se plantean para
lograr el objetivo, en función del espacio, de la interacción entre los jóvenes y de
los valores que son esenciales en el contexto educativo.
La forma en que aborda el tema sobre la conducta es en particular muy
interesante, en primer lugar, porque presenta los principios que va tratando a lo
largo de su obra. Por otro lado, determina que es muy significativo que el respeto
que hay que mantener en un espacio pedagógico, tiene que ver con el trabajo y
esfuerzo del maestro y de los alumnos, lo que motiva el desarrollo sobre la
disciplina que se enseña. Es innegable de que el respeto, tiene que ver con el
concepto de orden que cada uno considera para que la enseñanza y el
aprendizaje sean de calidad, y también, que el esfuerzo se debe dar primero en un
plano personal.
“Ante la pregunta, ¿tú cómo eres como docente?” (Monereo y Montes, 2011, p24).
Las diferentes formas de conducta, aunque procedan de un único alumno,
trastornan la dinámica y pueden alterar fácilmente la comunicación entre los
jóvenes y los maestros, situación que parece incuestionable y que, sin embargo
está lejos de ser resuelto. A los profesores se les prepara para impartir
conocimientos, pero no tanto para la formación de actitudes. Muchos de ellos se
consideran expertos en su labor, pero no se sienten instructores formativos de los
alumnos y de las alumnas.
El impacto de estas conductas sobre los profesores es tal, que conduce a algunos
docentes a preferir clases silenciosas y dóciles, no obstante que la atención y el
aprendizaje sean mínimos, a grupos de estudiantes dinámicos y curiosos, pero
escandalosos y demandantes.
Lo más importante es tener un concepto de escuela comprometida con el respeto,
que ayude a los docentes y alumnos a diagnosticar las realidades sociales, a
entender las causas que determinan su naturaleza y evolución, a buscar las
soluciones a las dificultades que en ella se ubican. Puesto que la realidad del
respeto no viene dado de forma definitiva y absoluta por situaciones
incontrolables, la realidad está, en buena medida, en las manos de las maestras y
maestros comprometidos con un cambio positivo en los alumnos y la sociedad en
general.
Porque, inmerso en la cultura neoliberal donde prevalecen el individualismo,
la competitividad, el eficientismo, la privatización, el imperio del mercado y
el olvido de los desfavorecidos, el docente se dedica a cultivar la
solidaridad, el saber, el respeto, la dignidad y la compasión con los más
débiles. (Santos, 2014, p160).
Educar no es una tarea sencilla, aun así, el trabajo docente tiene en su quehacer
la posibilidad de moldear a los jóvenes que pueden hacer de este mundo un lugar
mejor, tarea esperanzadora que propone generar una sociedad fundamentada en
los valores más humanos y esenciales para el desarrollo de la vida en sociedad,
tales como la solidaridad, la justicia, la libertad y el respeto. El respeto tiene en sí,
un peso grande, ya que implica el cumplimiento de todos los aspectos del ser
docente e involucra a los alumnos dentro del aula, como inicio de una práctica
social que los mismos llevaran consigo por siempre.
La tarea principal de las escuelas es enseñar a pensar, preparar para el trabajo a
través del desarrollo de competencias e inculcar valores que faciliten y mejoren la
convivencia. Pero la escuela tiene competidores que hacen más complejo y difícil
el desempeño de su tarea. Los medios de comunicación ofrecen una filosofía y
presentan unos modelos por la vía de la seducción que se enfrentan a los que
ofrece la escuela por la vía de la argumentación. El artículo ofrece las respuestas
para resolver esta demanda problemática que recibe la escuela. Tiene que
preparar para que los alumnos y alumnas entiendan la realidad, para actuar
competentemente en ella y para ser personas éticamente desarrolladas. El autor
ofrece algunas estrategias para conseguirlo, como la acción colegiada, la reflexión
sistemática y la apertura al medio; asimismo plantea las condiciones necesarias
para que sea posible conseguirlo. Condiciones que tienen que ver con la
formación del profesorado, con la configuración y el tamaño de las plantillas, con
la autonomía de los centros, con la flexibilidad de los tiempos y los espacios y con
la abundancia y la adecuación de los medios.
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