INFORME
Entre los problemas de salud mental, las fobias, miedos y angustias generalmente se transforman en trastornos que pueden llevar a la incapacidad o disfuncionalidad del individuo, la cual tiene un impacto considerable en el bienestar personal, en las relaciones sociales y en la productividad en el trabajo.
Concepción, Mayo de 2014
Asignatura: Psicopatología
Profesora: NANCY HORMAZABAL
Integrantes:
Yenny Araneda
Maria Marivil
Ivonne Cona
INTRODUCCIÓN
Las fobias, miedos y angustias son problemas que pueden sufrir muchos
individuos de los cuales muy pocos se atreven a expresarlos por temor a ser
rechazados por la sociedad. Esta razón puede ser justificada por un mal manejo que la
sociedad realiza de los conceptos de miedo, fobia y angustia, que si bien son parecidos,
poseen significados muy diferentes y tienden a ser confundidos fácilmente.
El miedo es muy común que todos lo hayamos experimentado alguna vez en nuestras
vidas, sin embargo, existen personas que dicen tener fobia o miedo por el simple
hecho de temerle a un objeto, situación o animal entre otras cosas, lo cual puede llevar
a que las personas por sí solas se diagnostiquen un trastorno inexistente.
Mientras que el termino fobia se suele aplicar exclusivamente para referirse a un
miedo irracional ante un estimulo en particular, aún cuando el individuo está
plenamente consciente de lo absurdo de su miedo, sabe que está, pero no lo puede
controlar. Es allí donde radica la irracionalidad de éste. Así, dejamos el concepto de
miedo para señalar aquellas reacciones repentinas de temor intenso que generan
reacciones físicas en el organismo.
Mientras que el miedo está dentro del margen psicológico normal, las fobias y la
angustia son clasificadas como trastornos mentales. Cada uno de estos posee
tratamientos los cuales hacen que sean manejables. Sin embargo, las causas de
algunas de estas son desconocidas.
Entre los problemas de salud mental, las fobias, miedos y angustias generalmente se
transforman en trastornos que pueden llevar a la incapacidad o disfuncionalidad del
individuo, la cual tiene un impacto considerable en el bienestar personal, en las
relaciones sociales y en la productividad en el trabajo, con el agravante de que su alta
prevalencia y el curso recurrente o incluso crónico de muchos de ellos, los puede hacer
tan inhabilitantes como cualquier otra enfermedad física crónica.
Por medio de este trabajo abordaremos los orígenes de las fobias miedos y angustia,
ampliando sus descripciones, diagnostico causas, posibles tratamientos y prevalencia.
Además se presentaran las diferencias que existen entre cada uno de estos tratornos,
puesto que son conceptos relacionados e incluso parecidos pero no se refieren a lo
mismo y no consisten en lo mismo.
Es por esto que el propósito de este informe es entregar a las personas una
información amplia y completa, que permita diferenciar y distinguir los conceptos ya
mencionados e integrarlos correctamente a la vida cotidiana desde una mirada más
clara.
LA FOBIA
1. DIAGNOSTICO:
Los criterios diagnósticos de la fobia específica son:
A. Temor acusado y persistente que es excesivo o irracional, desencadenado por la
presencia o anticipación de un objeto o situación específicos (p. ej., volar, precipicios,
animales, administración de inyecciones, visión de sangre).
B. La exposición al estímulo fóbico provoca casi invariablemente
una respuesta inmediata de ansiedad, que puede tomar la forma de una crisis
de angustia situacional o más o menos relacionada con una situación determinada.
Nota: En los niños la ansiedad puede traducirse en lloros, berrinches, inhibición o
abrazos.
C. La persona reconoce que este miedo es excesivo o irracional. Nota: En los niños
este reconocimiento puede faltar.
D. La(s) situación(es) fóbica(s) se evitan o se soportan a costa de una intensa
ansiedad o malestar.
E. Los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el malestar
provocados por la(s) situación(es) temida(s) interfieren acusadamente con la rutina
normal de la persona, con las relaciones laborales (o académicas) o sociales, o bien
provocan un malestar clínicamente significativo.
F. En los menores de 18 años la duración de estos síntomas debe haber sido de 6
meses como mínimo.
G. La ansiedad, las crisis de angustia o los comportamientos de evitación fóbica
asociados a objetos o situaciones específicos no pueden explicarse mejor por la
presencia de otro trastorno mental, por ejemplo, un trastorno obsesivo-compulsivo
(p. ej., miedo a la suciedad en un individuo con ideas obsesivas de contaminación),
trastorno por estrés postraumático (p. ej., evitación de estímulos relacionados con un
acontecimiento altamente estresante), trastorno de ansiedad por separación (p. ej.,
evitación de ir a la escuela), fobia social (p. ej., evitación de situaciones sociales por
miedo a que resulten embarazosas), trastorno de angustia con agorafobia,
o agorafobia sin historia de trastorno de angustia.
2. ORIGEN:
Las fobias no son heredadas ni innatas, sino más bien expresiones de tendencias
sexuales. Simplemente las fobias son aprendidas. Todos nacemos con la capacidad de
sentir miedo, pero esos miedos que se desarrollan son puramente una manera de cómo
y qué aprendemos.
Las fobias, miedos irracionales, en este sentido no son diferentes de los miedos
normales adaptativos. Durante el curso de desarrollo y maduración cada quien aprende
a tenerle miedo a ciertas cosas u objetos, tal vez por instinto natural. La única
diferencia entre el desarrollo de un miedo normal y el desarrollo de una fobia es
irracional e inapropiada.
Las fobias han sido estudiadas en la psicología desde sus inicios. Freud (1929) maneja
las fobias desde dos fases del proceso neurótico. "La primera es la represión de la
libido y su transformación en angustia, fase que queda ligada a un peligro exterior.
Durante la segunda se van constituyendo todos los medios de defensa destinados a
impedir un contacto con este peligro, que queda como un hecho exterior.
Miedos irracionales
Cuando se habla de fobia, se habla de miedos irracionales, muy intensos y que las
personas no pueden controlar. Estos miedos se originan como incontrolables y se
manifiestan en situaciones concretas o ante algún elemento en particular, aunque no
suponga ningún tipo de amenaza.
Los factores
Los factores que pueden originar y desencadenar una fobia pueden
ser genéticos, ambientales o una mezcla de ambos. Igualmente, las fobias intensas
suelen aparecer cuando la persona que lo padece sufre en ese momento
CONSECUENCIA:
Los pacientes fóbicos sienten como un sudor frío recorre su espalda, y en pocos
minutos todo su cuerpo está empapado, las manos comienzan a temblarles y no hay
forma de controlarlas. De repente un tic nervioso no cesa de molestarlos y sienten una
punzada en el estómago. La mirada se nubla, el individuo tiene problemas para
respirar, su ritmo cardíaco aumenta considerablemente; está fuera de control. Aunque
lo parezca, esto no es la descripción de alguna escena sacada de un libro de Stephen
King, se trata de los síntomas reales de angustia que experimenta una persona frente a
un estímulo fóbico.
La vida de un paciente fóbico es muy difícil, ya que su comportamiento es
desproporcionado y todos los pensamientos que se le atribuyen así como los que tiene
no lo ayudan a confrontar su situación. El paciente fóbico siempre tiene miedo a que el
medio no lo comprenda ya que este no experimenta el mismo estado emocional que él
ante situaciones fobógenas. Así mismo la falta de armonía entre la razón y la emoción
es fuente de dificultades.
Todo el comportamiento familiar, social, de relaciones interpersonales, al igual que
el desempeño profesional se adaptará a la fobia padecida. Algunos pacientes llegan
incluso a cambiar su modo de vida para adaptarse mejor a su fobia. Así, un paciente
que tenía fobia a conducir su automóvil, se cambió de la casa que ocupaba con
su familia después de haber pedido un cambio de puesto en una empresa a fin de
poder disfrutar de un alojamiento dentro de la misma, lo que le evitaba todo
desplazamiento en automóvil.
Ante el temor de enfrentarse a la incomprensión de su problema por parte de su familia
y de sus compañeros de trabajo o amigos, el paciente fóbico se verá obligado a
esconder sus dificultades. En ocasiones, el paciente adopta una actitud falsa para
ocultar su fobia (actitud incorrecta, agresiva), otros pacientes adoptan una actitud
manipuladora a fin de incluir a quienes los rodean en su propio sistema fóbico.
Como los pacientes fóbicos se sienten anormales piensan que son culpables de ser
diferentes y creen que causan un perjuicio a su medio. Para evitar burlas, regaños o
conductas desagradables, el paciente fóbico se verá obligado a recurrir al mecanismo
de defensa, racionalización que consiste en buscar pretextos o excusas para justificar
la conducta de manera socialmente aceptable.
La característica del paciente fóbico consiste en la gran capacidad que tiene para
prever todas las situaciones que pudiesen interferir con su fobia. Así el fóbico tendrá
sus pertenencias organizadas a manera que aminoren sus temores.
Las situaciones que resultan triviales para una persona normal, para el fóbico pueden
ser muy problemáticas y debido a esto el individuo jamás podrá aceptar de golpe una
proposición sin estar seguro de que todos los elementos contra fóbicos estén reunidos.
3. TRATAMIENTO:
Primer paso: Este paso, consiste en enseñar y entrenar al paciente a entrar en un
estado de relajación profunda, sin pérdida de la consciencia, como lo sería cuando
estamos dormidos. Por supuesto, esto conlleva un tiempo considerable. Existen
muchas técnicas capaces de inducir un estado profundo de relajación. En este caso,
podríamos ocupar la técnica de relajación muscular progresiva. La idea de esta técnica
de relajación, es mostrar al paciente la diferencia entre la sensación de tensión y
relajación de los músculos. Al centrarse en esto, el paciente no solo logra la relajación
muscular a través del proceso de tensión-relajación, sino que al poner toda su atención
en esto, logra paz y relajación mental.
Segundo paso: En este paso se intentan jerarquizar, con ayuda del paciente, aquellos
estímulos que le causan menor o mayor estado de ansiedad. Por supuesto, estos
estímulos están relacionados con aquello que le causa fobia. Este paso es muy
importante. Por ejemplo, ante el caso de un paciente que experimente
un miedo extremo a salir de casa, se establece una jerarquía de mayor a menor, en
que se incluya: 1) la presencia de gente en la calle; 2) las distintas distancias que
pueden alejarle de la casa; 3) la hora del día en que sale; 4) si sale solo o acompañado;
5) si llueve o hace sol; 6) si le late el corazón muy deprisa.; 7) si experimenta pánico.
Tercer paso: En este paso se procede a la exposición gradual. Este paso solo se
puede realizar, una vez que se haya realizado la jerarquización de la manera más
minuciosa posible y el paciente este totalmente entrenado en la técnica de relajación.
Aquí el terapeuta, guiándose por la jerarquización, empieza a mostrar al paciente, en
un estado de relajación profunda, los estímulos de manera imaginaria, en orden de
menor creación de ansiedad a mayor creación de ansiedad.
Cuarto paso: Mientras el terapeuta le va presentando escenas imaginarias,
relacionadas a los estímulos que le causan ansiedad al paciente, es de esperarse que el
mismo, empiece a desencadenar las reacciones que se presentan en la fobia. Aquí el
terapeuta, por medio de las técnicas de relajación, buscará mantener la mayor
cantidad de tiempo la relajación, a pesar de la exposición imaginaria al estímulo fóbico.
Este proceso imaginativo debe darse por varias sesiones, hasta que la ansiedad
generada por la exposición imaginaria al estímulo fóbico, sea mínima o inexistente.
Quinto paso: En este caso se debe pasar a la exposición real del estímulo fóbico,
siguiendo el mismo proceso que se utilizó, con la exposición imaginaria. Al igual que el
paso anterior, se debe de repetir este ejercicio hasta que la ansiedad provocada sea
mínima o nula.
4. PREVALENCIA:
Prevalencia en Chile: 12,6 �Prevalencia en EE.UU.: 14,6 �Razón Mujer - Hombre: 3:1 �Edad de Inicio : Adolescencia y Adultez Joven �Fobia social: 13,3 �Fobia simple: 11,3 �Trastorno estrés post traumático: 7,8 �Agorafobia con o sin pánico: 5,3 �Trastorno de ansiedad generalizada: 5,1 �Trastorno de pánico: 3,5
Trastorno obsesivo compulsivo: 2,5
LOS MIEDOS Los miedos en general y cualquiera de sus modalidades en la etapa infantil suponen un
fenómeno universal y omnipresente en todas las culturas y tiempos. La única
explicación a esta regularidad es que el miedo debe tener un importante componente
de valor adaptativo para la especie. En pequeña escala, estas sensaciones que se viven
como desagradables por parte del niño o adolescente pueden cumplir una función de
supervivencia en el sentido de apartarle de situaciones de peligro potencial (no
acercarse a ciertos animales, no entrar en sitios oscuros, etc.). Sin embargo, cuando
este miedo es desadaptativo (no obedece a ninguna causa real de peligro potencial o
se sobrevaloran las posibles consecuencias) el resultado es un enorme sufrimiento por
parte del niño que lo padece y sus padres. El miedo, puede entonces condicionar su
funcionamiento y alterar sensiblemente su capacidad para afrontar situaciones
cotidianas (ir a dormir, ir a la escuela, estar sólo, etc.).
No hay duda que los miedos son evolutivos y “normales” a cierta edad, cambiando el
objeto temido a medida que el niño crece y su sistema psicobiológico va madurando.
La tendencia natural será a que éstos vayan desapareciendo progresivamente. En otras
ocasiones, podemos hablar abiertamente de temores o miedos patológicos que pueden
derivar hacia trastornos que necesitan atención psicológica (ansiedad, fobias).
Establecer la frontera entre uno y otro (normalidad-patología) no siempre es fácil y
dependerá mucho de la edad del niño, la naturaleza del objeto temido y sus
circunstancias, así como la intensidad, frecuencia, sufrimiento y grado de
incapacitación que se produce en el niño.
Un niño puede sentir un miedo natural ante la presencia de
un perro grande mostrándose reacio a tocarlo y
manteniéndose discretamente a cierta distancia (le tiene
miedo). En otro niño la simple visión del perro o su ladrido
puede despertar la necesidad de correr inmediatamente,
sintiendo un malestar profundo y necesitando alejarse a
mucha distancia para tranquilizarse. En éste último caso no
ha habido ninguna causa objetiva que pueda justificar el temor del niño (salvo en el
caso de que el niño hubiera sido víctima con anterioridad de la acción de algún
perro). Las expectativas de que el perro le pueda atacar cuando va acompañado de
sus padres y el perro se encuentra a distancia y va atado son irracionales. A este
miedo irracional le llamamos fobia.
Relacionado con los miedos y las fobias suele hablarse también de ansiedad. La
ansiedad está muy presente en todos los procesos de miedos y, en especial, en las
fobias. El término se utiliza para poner de relieve las importantes alteraciones
psicofisiológicas que se producen en nuestro organismo cuando experimentamos un
miedo intenso. Este estado de activación puede producirse ante un estimulo concreto
(fobia específica) u otro que la persona no puede describir con exactitud. Algunos
autores lo han denominado el “temor a sentir miedo”.
La activación fisiológica se manifiesta, entre otros, por una activación de las glándulas
sudoríparas (manos pegajosas, húmedas), aumento de la frecuencia e intensidad
cardíaca, elevación del tono muscular, et.. El cuerpo se prepara para una respuesta de
escape o huida activando los sistemas motores. Si el niño es obligado a permanecer
ante el estímulo o situación temida la voz se torna temblorosa, se producen bloqueos,
tics, muecas faciales. Cada niño manifestará su ansiedad de diferente forma según sus
características.
La ansiedad se retroalimenta creando un circulo vicioso a nivel cognitivo con los
pensamientos irracionales (el perro tiene un aspecto muy fiero y viene a por mi; la
oscuridad siempre es peligrosa...).
3- Curso evolutivo de los miedos
a) Primera infancia
Los diferentes estadios de desarrollo conllevan asociados la preponderancia de un tipo
u otro de miedos. Según algunos autores, los bebés no
comienzan a manifestar el sentimiento de miedo antes de los
seis meses de vida. Es a partir de esa edad cuando
empiezan a experimentar miedos a las alturas, a los
extraños y otros. Estos tres tipos de miedo se consideran programados genéticamente
y de un alto valor adaptativo. De hecho su presencia denota un cierto grado de
madurez en el bebé.A esta edad también surge la ansiedad de separación de la figura
de apego.
Entre el año y los dos años y medio se intensifica el miedo a la separación de los
padres a la que se le suma el temor hacia los compañeros extraños. Ambas formas de
miedo pueden perdurar, en algunos casos, hasta la adolescencia y la edad adulta,
tomando la forma de timidez. Lo habitual es que vayan desapareciendo
progresivamente a medida que el niño crece.
Es en esta etapa, cuando empiezan también a surgir los primeros miedos relacionados
con pequeños animales y ruidos fuertes como pueden ser los de una tormenta.
b) Etapa preescolar (2,5-6 años).
Se inicia una evolución de los miedos infantiles. Se mantienen los de la etapa anterior
(extraños, ruidos, etc.) pero van incrementándose los posibles estímulos
potencialmente capaces de generar miedo. Ello va en paralelo al desarrollo cognitivo
del niño. Ahora pueden entrar en escena los estímulos imaginarios, los monstruos, la
oscuridad, los fantasmas, o algún personaje del cine. La mayoría de los miedos a los
animales empiezan a desarrollarse en esta etapa y pueden perdurar hasta la edad
adulta.
c) 6 a 11 años
El niño alcanza la capacidad de diferenciar las representaciones internas de la realidad
objetiva. Los miedos serán ahora más realistas y específicos, desapareciendo los
temores a seres imaginarios o del mundo fantástico.
Toman el relevo como temores más significativos el daño físico (accidentes) o los
médicos (heridas, sangre, inyecciones).
Puede también presentarse, dependiendo de las circunstancias, temor hacia el fracaso
escolar, temores a la crítica y miedos diversos en la relación con sus iguales (miedo
hacia algún compañero en especial que puede mostrarse amenazador o agresivo).
El miedo a la separación o divorcio de los padres estaría ahora presente en aquellos
casos en el que el niño perciba un ambiente hostil o inestable entre los progenitores.
d) Preadolescencia
Se reducen significativamente los miedos a animales y a estímulos concretos para ir
dando paso a preocupaciones derivadas de la crítica, el fracaso, el rechazo por parte de
sus iguales (compañeros de clase), o a amenazas por parte de otros niños de su edad y
que ahora son valoradas con mayor preocupación.
Suelen también aparecer los miedos derivados del cambio de la propia imagen que al
final de esta etapa empiezan a surgir.
e) Adolescencia
Se siguen manteniendo los temores de la etapa anterior pero surgen con mayor fuerza
los relacionados con las relaciones interpersonales, el rendimiento personal, los logros
académicos, deportivos, de reconocimiento por parte de los otros, etc.
Decaen los temores relacionados con el peligro, la muerte. La adolescencia es una
etapa de “ruptura” con la barrera protectora familiar y la necesidad de búsqueda de la
propia identidad. Es posible que el joven sienta la necesidad de probarse ante
situaciones de riego potenciales como medio de autoafirmarse ante sus iguales y
demostrar que ha dejado atrás ciertas etapas infantiles.
4- Posible origen de los miedos
Independientemente de la programación genética del niño para desarrollar los miedos
evolutivos normales de la infancia, se han apuntado algunos factores que pueden
incidir significativamente sobre los mismos.
Una de las variables estudiadas han sido los patrones familiares. Según algunos
estudios, los padres con tendencia a ser miedosos y/o con más trastornos de ansiedad
suelen tener hijos con miedos o ansiedad, en mayor proporción que los padres
“normales”. Algunas teorías explican esta hipótesis en base a que los hijos buscan y
captan la información sobre la reacción emocional de sus cuidadores ante situaciones
de incertidumbre. A través del modelado (aprendizaje que efectúa el niño por
observación de un modelo) una madre puede alterar o modelar los miedos de sus hijos
en función de las emociones que manifieste o que el niño perciba.
Otro mecanismo de adquisición o potenciación de los miedos es la información
negativa (instrucciones verbales). Una información negativa sobre alguna situación
o estímulo concreto puede ser una fuente que genere el temor. La capacidad de
convicción vendrá condicionado por lo relevante que resulte para el niño la persona
que emita la información.
En algunos casos, es correcto levantar temores, por ejemplo por parte de los padres,
acerca de determinados riesgos que corren, en especial, los adolescentes. No obstante,
también pueden darse informaciones erróneas por parte de personas ajenas a la
familia que pueden provocar miedos injustificados. En la etapa adolescente se suele
creer más a los compañeros a que a los padres.
Hay un tipo de miedos que se adquieren por aprendizaje directo como es el miedo a
no poder respirar. Sería el caso de niños que han sufrido ataques de asma o se han
despertado repentinamente por la noche con la sensación de no poder respirar.
Otra forma de adquisición es por condicionamiento. Supongamos un niño que de
pequeño sufrió quemaduras importantes al jugar con un petardo que le explotó en las
manos. Probablemente la simple visión de los mismos o su estruendo le provoquen
miedo y rechazo, tanto más cuanto mayores fueron las consecuencias.
Finalmente apuntar como posible generador de miedos en niños, otras experiencias
vitales desagradables o traumáticas, como presenciar malos tratos, peleas o
situaciones que le impacten emocionalmente (accidentes, muerte de algún ser querido,
etc.). En el peor de los casos, estos miedos pueden derivar en trastornos clínicos como
fobias específicas, ansiedad generalizada o estrés post-traumático.
Igualmente es desaconsejable la visualización de
programas de televisión, películas u otros que
contengan imágenes violentas o de terror cuando
el niño aún no presenta una edad adecuada para
separar nítidamente la ficción de la realidad.
- Orientaciones para combatir el miedo infantil
1- En primer lugar vivir la situación del niño con tranquilidad, sin mostrar (al menos
delante de él) preocupación o angustia. Recordemos que el modelado, es decir, los
comportamientos que el niño observa de los padres son los patrones que interioriza.
Padres excesivamente preocupados pueden ser un mal modelo y aumentar la tensión.
2- No forcemos al niño a efectuar aquellas conductas que teme. Hay que trazar un plan
de forma que podemos crear aproximaciones sucesivas. Por ejemplo, un niño que teme
a la oscuridad, no podemos pretender que lo supere inmediatamente por mucho que se
lo razonemos. Hay que crear una gradación de situaciones (p.e. diferentes habitaciones
con distintos grados de iluminación hasta llegar a la oscuridad total) para que el niño
vaya progresando. Tras la permanencia un determinado tiempo en una de estas
habitaciones podemos reforzarle con algún premio o efectuar alguna acción de su
agrado. El próximo día probaremos en otra un poco más oscura. Hay que avanzar
paulatinamente. No dar importancia a los retrocesos y celebrar los pequeños pasos. La
solución a los miedos no es evitarlos sino enfrentarnos a ellos. Sin embargo, en el caso
de los niños, debemos hacerlo con calma y con mucho sentido común. Utilice el juego y
la imaginación.
Algunas técnicas psicológicas utilizan la llamada escenificación emotiva en donde
las diversas aproximaciones del niño al objeto o situación temida van acompañadas de
instrucciones previas en el que ha de adoptar el papel de ayudante o colaborador de
algún héroe de ficción de su elección. El niño se imagina que está ayudando a su héroe
favorito en la consecución de alguna misión. No obstante estas técnicas deben ser
aplicadas y controladas por un profesional ya que forman parte de lo que se conoce
como desensibilización sistemática. Se trata del tratamiento psicológico más
utilizado en trastornos de miedos, fobias y ansiedad.
3- Una forma muy eficaz de actuar es mediante el modelado. Uno de los padres puede
efectuar la conducta temida (p.e. estar en la habitación a oscuras) para enseñar al niño
que no sucede nada. No obstante, el modelado es más eficaz cuando el modelo es de
la misma edad del niño. En especial, terapias efectuadas en grupo de iguales para
exponerse a los estímulos temidos (oscuridad, animales, etc.) han resultado muy
eficaces en niños.
4- Evitar siempre ridiculizar al niño por sus miedos, en especial, delante de sus
compañeros. No reírse de él, no castigar ni sermonear. La atención debe estar dirigida
a las posibles soluciones no a las consecuencias punitivas.
5- Evitar el visionado de películas, juegos o actividades que comporten violencia,
miedo o terror. Procurar que las personas de su entorno no lancen mensajes
amenazadores (si no comes llamaré a…; si no te portas bien se lo diré a.....). No se
trata de aislar o sobreproteger al niño. Hasta cierto punto el niño debe ir integrando las
diferentes emociones y el miedo forma parte natural de nuestra vida desde el inicio. No
obstante, siempre será de gran ayuda que estas emociones estén reguladas por el
consejo y el acompañamiento de los padres.
6- Puede resultar también útil, según el caso, la introducción de alguna técnica de
relajación.
7- Estas instrucciones son generales y deben ajustarse a la edad del niño y sus
características.
8- Cuando los miedos son más severos, persistentes y alteran significativamente el
funcionamiento del niño en su entorno familiar, escolar o social, podemos encontrarnos
con trastornos que ya no formarían parte del ciclo evolutivo “normal” sino que deberían
ser objeto de tratamiento especializado (fobias específicas, trastornos de ansiedad u
otros). Ante cualquier duda consulte con un profesional de la salud.
LA ANGUSTIA La angustia es un estado emocional penoso y de
sufrimiento psíquico donde el sujeto responde ante
un miedo desconocido, intenso, repentino y que
normalmente se produce en situaciones conocidas
donde no es esperable el miedo o en las que la
intensidad del miedo es desproporcionada Además
del dolor psíquico presenta cambios en el organismo
como la sudoración, la taquicardia, temblores y falta
de aire. Hay tipos de angustia y grados que llegan a
la enfermedad psicológica, para lo cual se utilizan terapias como la psicoanalítica y los
tratamientos farmacológicos, entre otros.
La angústia és la emoción más universalmente experimentada por el ser humano, tiene
un efecto de inmovilización y conduce al sobrecogimiento en innumerables ocasiones;
se define como una emoción compleja, difusa y desagradable que conlleva serias
repercusiones psíquicas y orgánicas en el sujeto.
Según Ayuso, 1988,… “ la angustia es visceral, obstructiva y aparece cuando un
individuo se siente amenazado por algo, es un sentimiento vinculado a situaciones de
desesperación, donde la característica principal es la pérdida de la capacidad de actuar
voluntaria y libremente por parte del sujeto, es decir, la capacidad de dirigir sus
actos”….
En la angustia participan factores biológicos, psicológicos, sociales y existenciales, por
lo que conlleva inevitablemente un abordaje integral desde todos los campos
mencionados.
La angústia ha sido objeto de estudio y mención por parte de grandes filósofos,
teólogos, poetas, psicólogos y psiquiatras a lo largo de la historia. A menudo, se
percibe como instinto de protección, siendo ella misma la que provoca una
perturbación en el individuo. Como dijo Benedetti: "la angustia, al igual que otros
estados psíquicos que producen sufrimiento, así, por ejemplo, la tristeza y el
sentimiento de culpa, constituye una pugna normativa de lo esencialmente humano";
aquí, se admite que el contenido y la entidad del concepto de angustia se aborda a
través de la Filosofía, ocupándose ésta de lo que es esencial en el ser humano
(Kielholz, 1987).
El concepto de angustia procede del término alemán “angst” y de la palabra
germana “eng.” Ambos terminan de acercar los campos semánticos de uno y otro
idioma; por lo tanto, dicho concepto hace referencia a algo angosto o estrecho, es
decir, a malestar y apuro. Mientras la influencia latina hablaba de “angor”, con el influjo
de la Psiquiatría francesa se llegó al término de “angoisse”, como un sentimiento de
constricción epigástrica, dificultades respiratorias e inquietud. La reacción del individuo
ante la angustia es de paralización, donde predominan los síntomas físicos; además, el
grado de nitidez de captación del fenómeno se encuentra atenuado (Lopez-Ibor, 1969).
La angustia puede ser adaptativa o no, dependiendo de la magnitud con la que se
presenta y del tipo de respuesta que se emita en ese momento; su patología versa en
la proporción, intensidad y duración de las anomalías. La angustia normal no implica
una reducción de la libertad del ser humano, mientras que la patológica refleja una
reacción desproporcionada respecto a la situación que se presenta, siendo más
corporal, primaria, profunda y recurrente; este tipo de angustia es estereotipada,
anacrónica (revive continuamente el pasado) y fantasmagórica (imagina un conflicto
tal vez inexistente) (Ayuso, 1988). Además, la angustia de carácter patológico genera
trastornos como pueden ser las propias crisis de angustia. Puede darse el caso de que
dichas crisis afloren de forma secundaria o simplemente que las acompañen otros
trastornos como la neurosis obsesiva, la depresión o la psicosis. El sujeto no se ve
capaz de iniciar una acción que alivie el sentimiento que está provocando esa angustia;
ese estado de indefensión es el que le impide ser libre. Como consecuencia, esto
conlleva un grave y marcado deterioro del funcionamiento fisiológico, psicológico y
social del individuo. En esta línea, és la medicina psicosomática la que se encarga de
estudiar el impacto que provocan determinadas situaciones nocivas y amenazantes en
el própio sujeto y que, muy probablemente, le pueden llevar a desarrollar
enfermedades físicas de gravedad. Los animales responden fisiológicamente con claros
signos de miedo ante aquellas situaciones que se perciben como amenazantes o
aquellas situaciones donde hay un peligro latente para ellos; sin embargo, el hombre
tiene la capacidad de anticipar esa amenaza, siendo ésta la base de la angustia. Tanto
en el caso del miedo como en el caso de la angustia nos enfrentamos a una amenaza
que no se distingue desde el punto de vista fisiológico y subjetivo. Aún así, se utiliza el
término de miedo como una reacción normal ante un estímulo amenazante o ante una
situación de peligro claramente identificable en el ambiente; por lo tanto, es
reconocible la causa del sentimiento, es decir, tiene una explicación racional, e incluso
existe la posibilidad de la presencia de un fracaso real para el sujeto, como puede ser
la realización de una prueba de evaluación. Sin embargo, la angustia es carente de
objeto, con sentimientos inmotivados y una respuesta anticipatoria (Ayuso, 1988).
La angustia puede estar relacionada con otros trastornos psíquicos, con enfermedades
de índole somática (delirios tóxicos, alucinosis alcohólica, etc.) o incluso, con
enfermedades metabólicas y endocrinas (hipertiroidismo, hipoglucemias, etc.). Su
sintomatología es bastante extensa, mostrando síntomas de índole somática tales
como taquicardia, palpitaciones, dolor u opresión precordial, palidez, exceso de calor,
sensación de ahogo, nauseas, dispepsia, sensación de bolo esofágico, pesadez y
sensación de hinchazón, frigidez, eyaculación precoz, enuresis, temblor, hormigueo,
cefalea, vértigo, mareo, sudoración y sequedad de boca, entre otros (Ayuso, 1988).
A nivel fisiológico aparece, por un lado, un aumento de la frecuencia cardiaca, del flujo
sanguíneo, de la conductibilidad cutánea y de la actividad electromiográfica y, por otro
lado, un descenso en el volumen del pulso digital; a nivel sanguíneo se observa un
aumento de cortisol, adrenalina y noradrenalina (Ayuso, 1988). También, se destacan
los síntomas subjetivos que se producen en el individuo que sufre angustia y las
alteraciones de la conducta manifiesta, siendo éstas las más visibles.
En definitiva, la angustia ha acompañado y acompaña al hombre en el curso de su
existencia. Para la Filosofía, la mera condición del ser existencial es ya la base de la
angustia, o forma parte de la misma en sí. Todo hombre experimenta el estado anímico
de la angustia alguna vez en su vida; desde el momento del nacimiento y con la
obligada y necesaria separación del vínculo materno, el ser humano cae en un estado
de absoluta independencia que no reconoce y, por lo tanto, no puede interpretarlo
como estado de libertad, llevándole a ser consciente de la limitación de su existencia
humana. En esta línea, la angustia se ha definido como un modo de hundirse en la
nada, pero es a la vez la manera de salvarse de esa misma nada que amenaza con
aniquilar al hombre angustiado, es decir, una manera de salvarse de lo finito y de los
engaños (Villanueva, 1981).
Por otro lado, para el psicoanálisis, la angustia es la primera experiencia del hombre, se
produce en el nacimiento y puede ser según Freud, real, neurótica o moral provocada
por el súper yo; puede expresarse en forma de temor concreto (como temor a morir, a
enloquecer o a perder el juicio) o de forma más general, tal es el caso de un temor ante
la nada. El psicoanálisis vive la angustia como una amenaza de disolución del yo; Freud
afirmó que se produce sin relación con ningún tipo de condición, de manera tan
incomprensible para nosotros como para el enfermo, que su acceso es espontáneo y
libre, sin que pueda hallarse un peligro o pretexto; siempre está presente en la vida del
ser humano, pudiendo adquirir distintos tipos de máscaras, pero aún así sigue siendo
una, es decir, es la misma angustia de la que hablaron tanto nuestros antepasados
como los profesionales de la salud.
En resumen, la angustia se conceptualiza como una emoción compleja, difusa y
displacentera, presentando una serie de síntomas físicos que inmovilizan al individuo,
limitando su capacidad de reacción y su voluntariedad de actuación; para que ocurra
ésta, es necesaria la interacción entre distintos factores de tipo biológico, psicológico y
social.
SINTOMAS:
Aparecen típicamente palpitaciones (golpes del corazón)
taquicardia (el corazón va más rápido),
sudoración,
sensación de falta de aire al respirar,
dolor en el pecho,
mareos,
parestesias (hormigueo),
temblor, sofocos, nauseas
dolor en el estómago, etc.
Además de estos síntomas llamados físicos, surgen otros síntomas como:
el miedo a perder el control,
el miedo a volverse loco,
el miedo a morir,
la desrealización (sensación de encontrarse en una situación irreal) o la
despersonalización (sensación de separarse de propio cuerpo).
En general, los síntomas de las crisis de angustia surgen bruscamente y alcanzan su
mayor intensidad a los 10 minutos.
Es importante aclarar que las crisis de angustia que pertenecen al trastorno de
angustia son inesperadas por la persona que las padece, es decir, aparecen sin que
medie ningún motivo. Sin embargo existen otras enfermedades o fármacos que pueden
provocar crisis de angustia.
El trastorno de angustia se acompaña frecuentemente de la agorafobia. Las personas
con agorafobia tienen miedo a permanecer en lugares públicos concretos, de donde
piensan que es difícil escapar o en los creen que no podrán recibir ayuda en caso de
tener una crisis de angustia. Incluso en ocasiones tienen miedo a estar solos en
cualquier situación o lugar. De esta forma algunas personas dejan de utilizar el
trasporte público, no entran en centros comerciales, no se alejan a más de cierta
distancia de su domicilio, llegando al extremo de rechazar quedarse solo en su casa.
Ante la evitación de distintas situaciones la vida de la persona se va restringiendo,
produciendo en ocasiones gran discapacidad.
Generalmente cuando ocurre el trastorno de angustia aparece la ansiedad, previo a
tener una crisis de angustia. Esta Puede llevar a la reclusión en el domicilio de la
persona que la padece, ante el temor a padecer una crisis de angustia en lugares
donde no puede recibir ayuda.
Este trastorno es muy común en los países desarrollados alcanzando un 3-4% de la
población.
Diagnóstico. El problema diagnóstico fundamental estriba en el señalamiento de la
línea divisoria entre ansiedad normal y patológica que, en último caso, es arbitrario y
basado más que nada en la experiencia clínica. La heterogeneidad del cuadro
sintomático es otro inconveniente significativo. El rasgo esencial del trastorno es,
desde luego, la ansiedad excesiva, sin base realista, y la preocupación exagerada o
desproporcionada frente a circunstancias o situaciones no necesariamente alejadas de
lo cotidiano. Los síntomas deben estar presentes por espacio de seis meses o más.
Diagnóstico Diferencial. Se da fundamentalmente con:
a) Depresiones, particularmente el tipo de depresión agitada en el cual la depresión
domina el cuadro clínico y la tensión severa ocurre sólo intermitentemente.
b) Trastorno de adaptación con ánimo ansioso, en el cual existe un factor estresante
definido, de naturaleza psicosocial; no se encuentran todas las manifestaciones del
TAG y la duración es menor de seis meses.
c) Trastornos psicóticos, tales como manía irritable, esquizofrenia (especialmente en
estadios iniciales) o depresión psicótica.
d) Otros trastornos, tales como disturbios del apetito y del comer, personalidad
múltiple, trastornos disociativos y algunos trastornos de personalidad (Eje II del DSM-
IV) tales como pasivo-dependiente, obsesivo-compulsivo, histriónica y antisocial.
CAUSA/ORIGEN DEL TRASTORNO DE ANGUSTIA.
Se desconocen las causas exactas de este trastorno, aunque se observa que existe
una predisposición familiar, de tal manera que entre familiares de primer grado, el
riesgo de padecer un trastorno de angustia aumenta hasta un 14%, según diversos
estudios realizados. Además se observa frecuentemente la presencia de
acontecimientos vitales estresantes en el inicio del trastorno de pánico, como la
muerte o separación reciente de un ser querido; lo que sugiere que pueden actuar
como desencadenantes.
Según investigaciones las personas con trastorno de angustia son más propensas a
tener depresión que el resto de la población. De hecho, hasta el 50% y el 60% de las
personas con trastorno de angustia padecen depresión en algún momento a lo largo de
la vida. Otro posible trastorno con el que se puede complicar el trastorno de angustia
es el abuso de sustancias.
TRATAMIENTO DEL TRASTORNO ANGUSTIA
El trastorno de angustia tiene dos tipos de tratamiento:
medicación y psicoterapia. Existen varios medicamentos que se emplean también para
la depresión y que han demostrado su eficacia en el trastorno de angustia. Además el
tratamiento psicoterapéutico es la psicoterapia cognitivo-conductual cuyas claves son:
Aprender: su finalidad es que el paciente conozca la enfermedad y sea capaz
reconocer los síntomas y su tratamiento.
Monitorización: mediante un diario el paciente registra las crisis de angustia y
las situaciones que provocan ansiedad.
Respiración: aprender técnicas de relajación mediante el control de la
respiración para los momentos de las crisis de angustia.
Replanteamiento de los pensamientos: el paciente aprende a cambiar su visión
catastrófica de los síntomas físicos.
Exposición: el paciente se expone progresivamente a las situaciones que le
producen miedo.
PREVALENCIA:
Por lo general este trastorno se inicia en etapas tardías de la adolescencia y primeras
etapas de la adultez, aunque no deben descartarse ni las etapas anteriores como la
infancia, ni las posteriores, etapas medias de la vida.
En cuanto a su Curso suele tratarse como un trastorno crónico, y su evolución es
variable, tanto entre pacientes como en el mismo.
Respecto de su pronóstico las investigaciones señalan que:
En cuanto a sintomatología a largo plazo las personas que presentan este trastorno
entre:
30 a 40% quedan asintomáticos
50% síntomas leves
10 a 20% síntomas graves
Un buen pronóstico esta dado por:
Buen funcionamiento premórbido
Breve duración de los síntomas
COMO SOCIALMENTE AFECTA AL INDIVIDUO:
En resumen, la angustia se conceptualiza como una emoción compleja, difusa y
displacentera, presentando una serie de síntomas físicos que inmovilizan al individuo,
limitando su capacidad de reacción y su voluntariedad de actuación; para que ocurra
ésta, es necesaria la interacción entre distintos factores de tipo biológico, psicológico y
social.
Aquí, el individuo continúa reaccionando ante los peligros instintivos con las mismas
pautas arcaicas y desfasadas que utilizaba en los primeros años de su vida, como si el
tiempo no hubiera transcurrido, como si las amenazas procedentes del exterior y las
desencadenadas por los impulsos fueran iguales a las de entonces, y la capacidad del
yo para hacer frente a unas y otras continuara siendo tan escasa como en aquellos
momentos (Coderch, 1975). Además de estos dos tipos de angustia aparece una
tercera, la psicótica, que se produce en las psicosis endógenas; ésta tiene una raíz
mucho más profunda y marcada que las anteriores y aparece en los pacientes
psicóticos; en la mayoría de los casos no puede ser aliviada mediante ansiolíticos, sino
por medio de neurolépticos o antidepresivos (Scharfetter, 1977).
Luego de haber anakizado a travès de este informe los orígenes tratamientos acusas,
etc. Tanto de las fobias, y trastornos del miedos y angustia, los cuales forman parte del
universo de los miedos, pero que tienden a ser confundidas fácilmente.
En todos estos trastornos, a partir del miedo inicial se detona una arrolladora y
devastadora cadena de síntomas físicos que terminan con la limitación y la
desvalorización de la persona hasta sumergirla en un profundo abismo.
Estos síntomas en lazados y potenciados, provocan diversas respuestas ineficaces
como: la huida de la situación temida, la dependencia de acompañantes afectivo que
proporcionen seguridad, el corte total de las actividades habituales terminando en
aislamiento y reclusión como formas de protegerse de cara a tal situación angustiante,
entre otras
Por lo tanto, queda establecido entonces que el miedo en sus parámetros psicológicos
es absolutamente normal, mientras que las fobias y las angustias corresponden a
trastornos mentales. Este ultimo trastorno se lo clasifica dentro de la neurosos, no
teniendo nada que ver con la locura (psicosis), ni desencadenando con el tiempo en un
cuadro de locura. Es importante recabar esto ya que muchos pacientes que sufren este
trastorno, o los familiares del mismo piensan que se están volviendo locos.
Es por esta situación, que se hace necesario conocer esta cruda realidad que afecta a
màs del 10% de la población mundial, para así evitar el común rechazo que estos
individuos sufren diariamente, producto del trastaorno que sufren y así ayudarlos a
superar a través de tratamientos su enfermedad para poder reinsertarse en vida tanto
laboral como social.
CONCLUSIÓN
Al concluir este informe es importante señalar la correspondiente distinción y relación
entre lo que se entiende por fobia, angustia y miedo.
El concepto de miedo se entiende como un temor que se `reduce ante un objeto o
hecho que lo estimula y desata. El miedo en algunos casos puede ser traducido en
angustia, no es nada anormal sino más bien es normal en un ser que tiene que
adaptarse al medio en el que vive: miedo al trabajo, al padre a la vida en general, son
miedos normales y esperables siempre y cuando no interrumpan o corten la actividad
de la persona.
El miedo solo existe dentro de la mente del individuo y muy pocas veces se expresa en
algo concreto, lo cual significa que el miedo es el resultado de la ansiedad por lo que
podría acontecer en el futuro.
La fobia por su parte es más intensa elige un objeto o situación en la que fijarse, es
productora de mucha angustia y puede permanecer intacta durante todo el tiempo o
puede desplazarse a otros objetos. Entonces una persona puede evolucionar de un
miedo a una fobia cuando posee un temor más intenso de lo normal, el cual le es
imposible controlar y pasa el límite de lo racional coartando su vida en sociedad. La
fobia es la transformación de una angustia generalizada a un miedo intenso, especifico
e irracional.
La diferencia principal entre una fobia y un miedo común es: Aunque su raíz
psicológica es semejante, se diferencian fundamentalmente en su intensidad y sus
repercusiones. El miedo común guarda relación con el peligro que se corre. Por el
contrario la persona que sufre fobias además de sentir un miedo más intenso, se
caracteriza por la incongruencia de sus temores.
En la actualidad hay muchos tipos de fobias y hay que saber detectarla para que esta
influya en la realización de nuestras actividades. En caso de tener algún tipo de miedo
excesivo hay que tratarlo lo antes posible.
Los miedos pueden ser evolutivos y “normales” a cierta edad, cambiando el objeto
temido a medida que el niño crece y su sistema psicobiológico va madurando. La
tendencia natural es que éstos vayan desapareciendo progresivamente.
En otras ocasiones, podemos hablar abiertamente de temores o miedos patológicos
que pueden derivar hacia trastornos que necesitan atención psicológica (ansiedad,
fobias). Establecer la frontera entre uno y otro (normalidad-patología) no siempre es
fácil y dependerá mucho de la edad del niño, la naturaleza del objeto temido y sus
circunstancias, así como la intensidad, frecuencia, sufrimiento y grado de
incapacitación que se produce en el niño.
Por su parte la angustia es un estado emocional penoso y de sufrimiento psíquico
donde el sujeto responde ante un miedo desconocido, intenso, repentino y que
normalmente se produce en situaciones conocidas donde no es esperable el miedo o
en las que la intensidad del miedo es desproporcionada Además del dolor psíquico
presenta cambios en el organismo como la sudoración, la taquicardia, temblores y falta
de aire. Hay tipos de angustia y grados que llegan a la enfermedad psicológica, para lo
cual se utilizan terapias como la psicoanalítica y los tratamientos farmacológicos, entre
otros.
La angustia es la emoción más universalmente experimentada por el ser humano,
tiene un efecto de inmovilización y conduce al sobrecogimiento en innumerables
ocasiones; se define como una emoción compleja, difusa y desagradable que conlleva
serias repercusiones psíquicas y orgánicas en el sujeto. Se desconocen las causas
exactas de este trastorno, aunque se observa que existe una predisposición familiar, de
tal manera que entre familiares de primer grado, el riesgo de padecer un trastorno de
angustia aumenta.
La angustia puede estar relacionada con otros trastornos psíquicos, con enfermedades
de índole somática (delirios tóxicos, alucinosis alcohólica, etc.) o incluso, con
enfermedades metabólicas y endocrinas (hipertiroidismo, hipoglucemias, etc.).
Por último es importante aclarar que las crisis de angustia que pertenecen al trastorno
de angustia son inesperadas por la persona que las padece, es decir, aparecen sin que
medie ningún motivo. Sin embargo existen otras enfermedades o fármacos que pueden
provocar crisis de angustia.
LINKCOGRAFIA http://www.monografias.com/trabajos14/fobias/fobias.shtml#ixzz3108vs967
www.elpais.es
www.geocities.com.sunsetstrip.com/fobias.html
htp://es.wikipedia.org/wiki/miedo
htp://es.wikipedia.org/wiki/fobia