CAMERON, Averil, El Bajo Imperio romano 284-430 d. de C., Madrid, Ediciones Encuentro, 2001.
(pp. 34-)
La política de Constantino cambió rotundamente la suerte de la Iglesia, llegando a ser incluso el
responsable de su historia posterior como religión universal. (Cameron: 2001, 34)
"[...] en la esfera religiosa Constantino seguía a sus predecesores cuando afirmaba encontrarse bajo
protección divina; es muy probable que en un principio considerase al Dios cristiano bajo la misma luz
que a Apolo y Sol Invicto, como un protector que otorgaría sus favores a cabio de su lealtad. En cualquier
caso, continuó poniendo al Sol en sus monedas hasta fecha tan tardía como el 320-321, aunque en su
carta del 313, que eximía al clero cristiano de responsabilidades curiales, identifica claramente el
mantenimiento del cristianismo con el bien del Imperio [...]." (Cameron: 2001, 38)
"Como es evidente se ha producido una mitificación pero, fuera lo que fuese lo que le sucedió a
Constantino antes de la batalla, no cabe duda de su compromiso de apoyo a la Iglesia desde el 312 en
adelante; al invierno siguiente ya legislaba a favor del clero, y no dudó en tomar partido en disputas
internas entre donatistas y el clero católico de África del Norte, irritándose progresivamente cuando los
donatistas se negaron a plegarse." (Cameron: 2001, 39)
"El hecho de que Constantino no se bautizara hasta que se encontró próximo a morir no encierra duda,
puesto que el bautismo se tomaba muy en serio y lo habitual era demorarlo lo más posible, de manera
que hubiese menos oportunidades de cometer pecado mortal tras recibirlo. Era un paso crucial para un
creyente y Eusebio nos cuenta cómo, tras su bautismo, Constantino se negó a llevar la púrpura imperial,
vistiendo sólo de blanco (VC IV.62-63)." (Cameron: 2001, 39)
"El solo hecho de tener a un emperador cristiano en el trono no produjo una conversión masiva y la
cristianización de la sociedad se produjo lentamente. Pero la persecusión de los cristianos ya se había
interrumpido y la Iglesia cristiana se veía ahora favorecida." (Cameron: 2001, 40)
"Suele afirmase, aunque equivocadamente, que Constantino, al fundar Constantinopla, trataba de
desplazar la capital a Oriente, y es cierto que posteriormente se convirtió en capital del Imperio
bizantino. Pero, aunque mantuviera su prestigio, Roma ya había comenzado a ser reemplazada como
residencia imperial por ciudades como Tréveris y Milán, y la fundación de Constantino, con su palacio y el
hipódromo anejo, tenía la impronta de otra ciudad de la Tetrarquía como las demás. Hasta mucho
después, en el curso del siglo IV, no comenzó a desarrollarse hasta llegar a ser la ciudad de medio millón
de habitantes en que iba a convertirse en el siglo VI." (Cameron: 2001, 43)
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