Teórico 3
Docente: María Rosa del Coto
Temas: Tipos de objetos. Tipos de interpretante. El interpretante lógico final. La
verdad pública. La comparación entre los dos modelos de signo, el saussureano y el
peirciano: la concepción acerca de la significación; el alcance del concepto de signo;
la “materialidad del signo” y la “construcción social de lo real”. Posición de Verón
respecto de las dos definiciones planteadas por Peirce en referencia al Objeto
Dinámico.
Esta clase se inicia con el alcance de la noción de Objeto en la teoría peirciana.
OBJETO (DINOBJETO (DINÁÁMICO):MICO): ALCANCE DE LA ALCANCE DE LA
NOCINOCIÓÓN EN LA TEORN EN LA TEORÍÍA PEIRCIANAA PEIRCIANA
IMAGINABLE : FRUTO DE LA IMAGINABLE : FRUTO DE LA
IMAGINACIIMAGINACIÓÓN HUMANAN HUMANA
EXISTENTE: SON PERCEPTIBLES A EXISTENTE: SON PERCEPTIBLES A
TRAVTRAVÉÉS DE LOS SENTIDOSS DE LOS SENTIDOS
INIMAGINABLE: INIMAGINABLE:
Los objetos dinámicos pueden pertenecer a tres tipos. Lo que importa de esto es que
está relacionado, como verán, por un lado, con la segunda tricotomía; por otro, con lo
que es, para Peirce, lo real. Lo real, para él, no se reduce a lo existente. Los seres
humanos tenemos la tendencia a pensar que la realidad o lo real tiene que ver con lo que
existe, con lo que realmente es o fue. Pero, para Peirce esto no es así: la idea de lo real
tiene un alcance mayor, y eso es lo que se muestra en la diapositiva.
Así, el objeto puede ser IMAGINABLE. Esto tiene que ver con la primeridad.
Imaginable es todo aquello que es fruto de la imaginación humana: Personajes
ficcionales (Don Quijote, Sancho Panza, Madame Bovary, etc.) son, para Peirce,
objetos. Objetos particulares, no son existentes porque nunca existieron en la realidad
concreta. Lo mismo sucede con cualquiera de los mitos, de las leyendas de las distintas
mitologías y religiones. Esto, les decía, está relacionado con la primeridad, y está
relacionado con el ícono. ¿Se acuerdan cuando, en referencia al ícono se indicaba que
un ejemplo de él, son las imágenes? Y fundamentalmente las imágenes producidas
manualmente. ¿Por qué? Porque uno puede pintar o dibujar seres que no han existido
nunca. Hay muchísimos cuadros que así lo prueban, en cambio no se puede sacar una
fotografía de un ser mitológico. Se tiene que hacer que una persona “se disfrace” y haga
de ese ser mitológico y así sí puede sacársele una fotografía. Y esto porque el ser
mitológico es inexistente. Los seres imaginarios, primero empezaron siendo símbolos,
las literaturas oral y escrita fueron las que les dieron características, cualidades, y a
partir de ellas, se los fue dibujando y así aparecieron representaciones dibujadas de esos
seres imaginarios. Entonces, estos seres inexistentes forman parte de lo real, y se
representan a través de íconos y de símbolos.
El objeto también puede ser EXISTENTE. Lo existente es aquello que se puede percibir
mediante los sentidos y que se encuentra en la realidad. Se relaciona con la categoría de
la Segundidad.
Y luego aparece lo INIMAGINABLE. (En la diapositiva, carece de definición, aparece
un espacio vacío) ¿Por qué aparece vacío lo inimaginable? Porque en realidad, mientras
Peirce habla de los otros objetos, no define específicamente al inimaginable. Cuando
habla de inimaginable no habla de objeto, porque lo que está conectado con los objetos
inimaginables son los SÍMBOLOS. Entonces, primera cuestión. El símbolo es un tipo
de signo, que se caracteriza por no tener materialidad ―los signos que tienen
materialidad son los iconos y los indicios. El símbolo no tiene en sí materialidad porque
Peirce lo piensa de una manera sistemática, como lo hace Saussure. Dice que los
símbolos, para manifestarse, para alcanzar materialidad, necesitan de RÉPLICAS.
Réplica no tiene que ver con contestación, tiene que ver con modelo y con duplicado de
algo. Uno viaja a Francia y trae un llavero con la Torre Eiffel. Esa es una réplica de la
verdadera Torre Eiffel. O las réplicas de tal estatua; en tal lugar, por ejemplo, no está la
estatua que hizo Miguel Ángel, sino que hay una réplica de la hecha por el artista. Esa
está adentro, en otro lugar, preservada, se puede visitar o no, etc. Lo que quiero rescatar
acá es la idea de réplica de un original. En la teoría peirciana, los símbolos son “los
originales” y se manifiestan a través de réplicas. Las réplicas son, desde el punto de
vista del representamen, “sinsignos”; son segundos que, además, necesitan presentarse
en un cotexto, para que adquieran significado.
Reitero, la réplica funciona a través de un segundo, porque la segundidad está vinculada
con la materialidad, porque es el hecho, el evento, el acontecimiento, algo que se
produce aquí y ahora.
Cuando Peirce habla de lo inimaginable da como ejemplo el símbolo “fast”. Nosotros
podemos dar otros. Pensemos en la palabra BANCO. Primero está la cuestión de que
Peirce está pensando, como indicamos, en el sistema. En tal sentido plantea que cuando
aparece el sinsigno, la réplica, esto es, cuando decimos BANCO, aparece la
actualización del símbolo. Es, en esta instancia, cuando el símbolo “adquiere”
materialidad.
Pero hay algo más. Si yo digo BANCO, solo, así, sin nada, es imposible saber si la
réplica pone en juego el sentido que remite al lugar donde la gente se sienta (diferente
conceptualmente del banquito, de la silla, del sillón, etc.) o el sentido que remite al lugar
donde se hacen operaciones financieras y económicas. Lo que dice Peirce es que hay
elementos que son inimaginables, que, recién cuando aparecen en una frase, pueden ser
imaginados. Ahora bien, pensemos, también en los conectores. Si uno dice
“AUNQUE”, “POR LO TANTO”, “EN CONSECUENCIA”, “POR
CONSIGUIENTE”- “NO OBSTANTE”, ¿Cómo los podemos imaginar si son
operaciones lógicas? Estos términos o expresiones lógicos de la lengua no pueden ser
representados de otra manera que no sea a través de interpretantes simbólicos, de
definiciones de ellas.
¿Qué es lo que tiene que quedar claro de todo esto? Que para Peirce lo real no es sólo lo
existente sino que está conformado por objetos imaginables, objetos existentes y objetos
ni siquiera imaginables. O sea, lo real, en la teoría peirceana es sumamente abarcativo:
esto es lo que importa. Entran los conceptos, entran las ideas, no entra solo lo que
podemos tocar y ver.
Pasemos a la siguiente diapositiva.
OBJETO: TIPOSOBJETO: TIPOS
INMEDIATO: OBJETO TAL COMO ES INMEDIATO: OBJETO TAL COMO ES
REPRESENTADO EN UNA REPRESENTADO EN UNA
REPRESENTACIREPRESENTACIÓÓN TRIN TRIÁÁDICA DICA
GENUINAGENUINA
DINDINÁÁMICO: MICO:
OBJETO EN SÍ
SUMA DE REPRESENTACIONES
PASADAS Y FUTURAS DEL
OBJETO
Como pueden ver, hay dos tipos de Objeto: El Objeto Inmediato y el Objeto
Dinámico. Ustedes habrán visto muchas veces en representaciones didácticas,
escolares, que cuando se habla del signo peirciano se lo representa mediante un
triángulo cuyos tres ángulos se corresponden, respectivamente, con el representamen, el
objeto y el Interpretante. Esa representación gráfica no puede utilizarse cuando uno
define el objeto dinámico, sí se puede aplicar cuando uno habla del objeto inmediato.
El hecho de que el objeto inmediato pueda esquematizarse a través del triangulo tiene
que ver con que el objeto inmediato se define como el objeto tal y como es representado
en una representación triádica genuina. Tiene que ver con esto que decíamos hace un
momento, al referirnos al “fundamento del representamen”, que solamente hay algunas
propiedades que son las que se van a considerar en la representación. Esas propiedades,
“seleccionadas” por el “fundamento del representamen”, son las que presenta el objeto
inmediato; esto es, el objeto inmediato, como indicamos, no presenta todas las
propiedades del objeto, sino solamente aquellas que son convocadas en una
representación específica, particular.
El objeto dinámico no es el esquematizado en el triángulo porque tiene más propiedades
que las que presenta una representación concreta. Volviendo al ejemplo de la
representación de la manzana, tenemos que entre los atributos de la manzana
convocados en la representación fotográfica de la misma, no aparecerán las cualidades
del sabor, del peso de la manzana ni el grado de maduración, esas cualidades que están
en el objeto concreto no aparecen representadas en esta representación específica,
aunque pueden ser representadas en otra relación triádica genuina, como también
indicamos.
Pero, en la teoría peirciana aparece, además del “objeto inmediato”, lo que se denomina
“objeto dinámico”. Cuando hablábamos de la definición de signo decíamos: éste es el
objeto dinámico.
Ahora bien, el objeto dinámico en Peirce tiene dos definiciones. O sea, en un momento
dice que es el objeto en sí. Y en otro momento dice que es la suma de
representaciones pasadas y futuras del objeto. Y, a raíz de la existencia de estas dos
definiciones, aparece un interrogante. Porque si comparamos las dos definiciones vemos
que presentan pocas posibilidades de articularse. Parecen ser opuestas, incongruentes
entre sí, lo que parece llevar a plantearse la necesidad de que uno deba optar por una o
por la otra.
Para los investigadores que estudian la obra de Peirce, se les presenta el problema de
cómo superar esta aporía, que parece difícil de superar. Para muchos la válida es una y a
la otra la desechan. Nosotros, como muchos otros autores, consideran válidas ambas.
Para llegar a esta conclusión, vamos, a continuación, a ver las diferencias que existen
entre una y otra definición y qué implican ellas, qué consecuencias comportan. Haremos
esto centrándonos en las relaciones que se pueden plantear entre el objeto y la semiosis.
Si alguien plantea la idea del objeto en sí, la semiosis se plantea lógicamente como algo
posterior al objeto, como algo que viene después del objeto, que es exterior al objeto, y,
respecto de éste, que es independiente de la semiosis, por lo que puede permitir la
confrontación entre el objeto y su representación.
Por ejemplo, si se plantea que los medios de comunicación mienten, ese enunciado está
poniendo en juego una concepción acerca de la semiosis en relación al objeto, que se
articula perfectamente con la definición de objeto dinámico como objeto en sí. Si puedo
decir que éstos mienten, es porque tengo la posibilidad de tener frente a mí el enunciado
y la realidad, y enfrentar la realidad con el enunciado. Esto, por la vía de los lógicos y
los filósofos, se explica en un famoso enunciado que es el de “el gato está sobre el
tapete” (sobre la alfombra). Entonces, el enunciado es verdadero si efectivamente el
gato está en la alfombra y si el gato no está en la alfombra, es, en cambio, falso. Ahí
tenemos lo “real” (el gato, la alfombra), y, por otro lado, el enunciado que puede ser
considerado verdadero o falso.
El problema que plantea esta visión es que en la mayoría de los casos se torna imposible
la confrontación. O sea, pensemos un ejemplo banal: algo está sucediendo en este
momento a cinco metros de donde se encuentran, lo que sea, una discusión entre dos
personas. No nos damos cuenta de lo que está sucediendo. Dentro de veinte minutos
viene alguien y nos dice: “¿Viste lo que pasó?” Y les dice que hubo una discusión, que
dos personas se agarraron a trompadas, etc. No podemos comprobar si eso sucedió
efectivamente o si no ocurrió, pues tenemos el enunciado que habla de hechos que
sucedieron, pero no podemos hacer la prueba de la verdad o la falsedad porque no
estuvimos presentes en ese momento allí, porque no vimos la pelea. Así funciona en
líneas generales la semiosis, no en presencia, sino en ausencia, del objeto al cual remite.
Así, aparece como muy difícil la posibilidad de ver si el enunciado es verdadero o es
falso. Se impone, pues, más la creencia; esto es, uno tiende a creer en el enunciado, o a
no creer en él. A atribuirle el carácter de verdad al enunciado si aquel que nos lo contó
goza de nuestra confianza, pero, obviamente, puede estar mintiendo al respecto, nunca
lo sabremos. Ahora, si resulta verosímil el enunciado, tendemos a darlo por verdadero.
Esto lleva a Verón a decir algo muy interesante: la gente entiende que porque algo es
verdadero, cree en eso. En realidad sucede lo contrario: porque cree en eso, eso se
convierte en verdadero. Está antes la creencia y luego la adjudicación del carácter de
verdadero o de falso. Verón no dice que no existe verdad alguna sino que es muy difícil
poder realizar la prueba. La prueba se puede realizar, a veces, pero en muchos otros
casos sólo nos enfrentamos a enunciados.
La otra definición de Objeto Dinámico dice lo opuesto de la primera. Ya no hay
independencia de lo representado. En la primera, el objeto es independiente de la
representación, porque es anterior y exterior a ella. Mientras que en la que vamos a
considerar ahora, el objeto no sólo no es independiente, sino que es resultado de la
representación, es producto de ella. Primero está la representación; si la representación
no existe, el objeto no existe. Esto es lo que nos dice la segunda definición. El objeto
dinámico es el conjunto de todas las representaciones del objeto; lo que, en esta
definición, gana terreno es la representación, y sumando todas las representaciones que
existieron, y las futuras, llegamos al objeto dinámico. El objeto depende de que se haya
hablado de él, si nunca se habló de él no es, para los hombres, real, aunque tenga
realidad, aunque esté poblando la realidad. Así, en la segunda definición, puede
afirmarse que “Primero está la representación y después el objeto”. Porque el objeto
dinámico no tiene que ver con el objeto en sí sino con cómo se lo ha representado: en el
modo/ los modos en que se lo ha representado en el pasado y en el modo/ los modos en
el que en el futuro (un futuro casi infinito) se lo represente. Son las representaciones que
se van diferenciando unas de las otras ―todas referidas al mismo “objeto”―, que se
van sumando para configurar el objeto dinámico. El objeto pasa a ser un efecto de las
representaciones y no algo que preexiste a ellas. Acá ya no se puede hacer la prueba de
la verdad o de la falsedad, porque el objeto deviene de la representación.
Ahora vamos a plantear la posibilidad de que ambas definiciones de objeto dinámico,
por así decir, se mantengan. En tal sentido planteamos que Peirce considera, por un
lado, que “existe” la realidad (relacionada con ella se establece la primera definición); a
su vez, tenemos que considera que existe lo “real”, lo cual está relacionado la segunda
definición. El objeto en sí remite a la realidad, y Peirce piensa que esta existe, pero que
la humanidad no puede alcanzarla nunca. Como vimos, lo propio de la humanidad es el
territorio de lo real porque el conocimiento que la humanidad puede poseer de la
realidad depende siempre de la semiosis; en la teoría peirciana siempre se dará, y esto
por definición, una brecha entre la realidad y lo real.
Ahora, nos vamos a detener en los tipos de interpretante. Veamos la diapositiva.
INTERPRETANTE: TIPOSINTERPRETANTE: TIPOS
INMEDIATO: INMEDIATO: InterpretabilidadInterpretabilidad posible.posible.
DINDINÁÁMICO: Interpretante que se actualiza MICO: Interpretante que se actualiza en una representacien una representacióón trin triáádica genuina dica genuina particular.particular.
LLÓÓGICO FINAL: Interpretante que agota GICO FINAL: Interpretante que agota en su interpretacien su interpretacióón la n la interpretabilidadinterpretabilidad del del objeto. objeto.
Vemos tres tipos de interpretante, el inmediato, el dinámico, y un tercero que es el
lógico final. De estas tres clases de interpretante, la que más nos importa es la tercera.
¿Qué dice la definición del interpretante inmediato? Que es la interpretabilidad posible,
es la posibilidad de interpretación; es el signo en potencia, no el signo constituido como
tal, no es el interpretante que está en una relación triádica particular, que está
funcionando en una relación triádica particular; es la posibilidad de que se interprete o
se utilice un interpretante X. Como verán, la definición prueba lo que indiqué, que el
primer elemento, que es el interpretante inmediato, se relaciona con la posibilidad, y la
posibilidad tiene que ver con la categoría “primeridad”. Ahí se observa bien cómo no se
puede hablar del objeto lógico final, primero, y después, del dinámico y después, del
inmediato, por ejemplo. Tienen un orden determinado y ese orden está regido por las
reglas, por las leyes que le son impuestas a partir de las categorías. Por eso insistimos
tanto con las categorías, aun cuando ellas no sean elementos que a nosotros nos
interesen especialmente ―porque tienen que ver con lo ontológico, como recordarán,
no con lo semiótico―, pero nos interesan para ver cómo es el pensamiento de Peirce y
para entender un poco más su pensamiento.
El interpretante dinámico es el interpretante, vean que acá se da lo opuesto, digamos,
que se observaba en relación con el objeto. El interpretante dinámico es el interpretante
que se actualiza en una representación triádica genuina particular. Entonces, es ya no el
interpretante o los interpretantes posibles ―lo que tendría que ver con una
virtualidad―, sino con cuál de esos interpretantes posibles se pone en juego en una
relación particular concreta, específica. Y por último, el interpretante lógico final. La
definición, como verán, como en muchas ocasiones en el caso de Peirce, es algo
engorroso de entender en principio. El interpretante lógico final es “el interpretante que
agota en su interpretación la interpretabilidad del objeto”. Y acá es donde juega, o
empieza a jugar, la cuestión de los distintos tipos de verdad. La verdad absoluta es
patrimonio de Dios, como indicamos. Esto quiere decir, como Dios lo sabe todo, no
necesita semiosis.
Lo que es propiedad o patrimonio del hombre es la verdad relativa y la verdad relativa
se vincula, en Peirce, con la creencia. Esto es muy importante. Porque, como ustedes
verán, una cosa es acceder a una verdad, con todas las letras, podríamos decir. Esto
tendría que ver con la verdad absoluta. Y otra cosa es acceder a una verdad que se dice
relativa porque siempre es perfectible. Todo investigador dice: “esto es verdad hasta que
se demuestre lo contrario”. Y esto es lo que nos está planteando Peirce. Entonces lo que
va a decir es que se considera como verdadero algo porque se deposita en esa
definición, supongamos, la creencia de la comunidad de mentes. La comunidad de
mentes se pone de acuerdo entre sí, conviene en que esto es de tal manera, pero es algo
que se sabe que en cualquier momento puede ser sustituido por otra verdad de la misma
naturaleza, y que perfeccione un poco lo anterior, pero que nunca el hombre va a estar
en condiciones de llegar a la verdad absoluta. Porque llegar a la verdad absoluta sería
llegar al objeto en sí.
Entonces, hay dos maneras de entender esta definición del interpretante lógico final.
Una es una manera restringida. Esta manera restringida, literal, es una manera que no
está al alcance del hombre. O sea, desde este punto de vista no existe para el hombre el
interpretante lógico final. En un sentido estrecho, restringido del término, no puede
haber interpretante lógico final porque el interpretante lógico final implica la clausura
de la semiosis y ya sabemos, por definición, que no hay tan clausura. Acá todas las
cosas se empiezan a articular unas con otras. Entonces, uno tiene que empezar a sumar
ciertos conocimientos respecto de Peirce que luego le permiten entender un montón de
otras cosas.
Como decíamos, hay también un sentido amplio del término, un sentido metafórico del
término. Ese sí está al alcance de los hombres y Peirce va a plantear en relación con él,
lo siguiente: la semiosis siempre va a estar “funcionando como una “cadena infinita”
siempre y permanentemente. Ahora bien, van a haber, podríamos decir así, puntos,
sectores, elementos de la misma, respecto de los cuales a toda la comunidad de mentes,
cuando aparece el representamen, se le ocurre ―o sea, se crea en la mente de cada uno
de quienes forman esa comunidad―, el mismo interpretante. Cuando existe tal
consenso, o sea, acá lo que tenemos que pensar es en convención y consenso, por un
lado, y por otro, que un interpretante se va a enfrentar a otros interpretantes, siempre en
relación con un mismo representamen. Cuando la semiosis está viva hay lucha entre los
interpretantes y siempre va a estar viva y estar viva quiere decir que está la posibilidad
de que, frente a un mismo representamen, se actualicen varios, X, interpretantes.
Cuando, en cambio, en un punto determinado de la semiosis se da la clausura de la
semiosis como proceso infinito, es que, como decíamos, a todos los miembros de la
comunidad se les ocurre, en relación del mismo representamen, el mismo interpretante.
Esto en epistemología tiene que ver con el concepto de paradigma, concepto, que no es
planteado por Peirce, obviamente. Pero lo podemos asociar. Eso es lo que sucedía, para
que tengan un ejemplo, en el campo de la semiótica en el primer período. Había muchos
autores que conocían la teoría peirceana pero cuando tenían que hablar de signo, todos
ellos ponían la definición saussureana, no activaban la definición peirceana. Eco viene
de la filosofía, escribó un libro que se llama El signo, y allí da todas las definiciones de
signo que hay desde los griegos hasta nuestros días. Así, los autores que se inscriben
dentro de la semiótica de primera generación no es que desconocieran las otras
definiciones de signo, pero cuando tenían que utilizar el concepto de signo apelaban a la
definición saussureana. ¿Qué ocurre allí? En ese punto, para los semióticos de la
primera generación, aparecía un interpretante lógico final. ¿Qué características tienen
estos interpretantes lógicos finales? Que funcionan como tales, pero no para siempre y,
además, no podemos saber cuándo la semiosis se va a activar nuevamente en ese punto.
¿Cuándo se va a activar? Cuando aparezca un interpretante que empiece a “pelearse”, a
disputarle el lugar de la verdad al que se considera hasta ese momento, verdadero, al
que se le adjudica el carácter de verdad. Entonces, acá aparece, junto con la cuestión de
la verdad relativa, un concepto que es muy importante para nosotros que es el de la
verdad pública. O sea, esta verdad que se asimila al interpretante lógico final, va a ser
una verdad pública. Considerada por los miembros de una comunidad como la verdad,
sabiendo todos ellos que lo que hoy es verdadero, mañana puede llegar a ser falso. Se
llega a ella por convención, porque se conviene en que esa es la verdad. Para nosotros
esto funciona como la verdad. Y si algo funciona como tal para toda la comunidad, no
para grupitos, porque si es para grupitos, hay peleas entre interpretantes por el poder de
alcanzar el rango de verdad en referencia a, por ejemplo, un aspecto de un objeto X
determinado. Esto funciona para la ciencia, pero funciona también para lo que son los
verosímiles sociales y lo que es cualquier problemática social. Por eso aparece como
muy interesante para nosotros el concepto de verdad pública.
Así, resumiendo lo planteado tenemos que la noción del interpretante lógico final en un
sentido amplio del término está ligada con la verdad pública, lo que equivale a decir:
esto es verdad para nosotros, convenimos en que esto sea lo verdadero, pero sabemos
que no es la verdad con mayúsculas. Simplemente, las verdades relativas, cuando existe
tal consenso, son verdades públicas; siempre son relativas. Es para marcar la diferencia
con lo que sería la verdad “verdadera”; nunca la humanidad llega a la verdad última,
sino que el interpretante lógico final, entendido en sentido amplio, significa que este
tipo de interpretante es lo que los miembros de una comunidad de mentes se considera
verdad.
Con esto terminamos la presentación de la teoría peirciana.
En lo que sigue vamos a efectuar una comparación entre los dos modelos de signo, los
formulados, respectivamente, por Saussure y por Peirce.
Aclaramos que, al respecto, se pueden considerar muchos aspectos; nosotros
seleccionamos cuatro, como consta en la siguiente diapositiva.
CONCEPCIÓN ACERCA DEL SIGNO:
COMPARACIÓN ENTRE LAS TEORÍAS
DE SAUSSURE Y PEIRCE
•Conceptualización sobre la significación
•Alcance de la noción
•Problemática de “la materialidad del
sentido”
•Problemática de “la construcción social
de lo real”
Uno de los aspectos que vamos a tomar en cuenta tiene que ver con la conceptualización
sobre la significación. Acá el contraste entre las dos teorías pasa porque se enfrenta un
modelo binario con un modelo ternario de significación. Si ustedes dicen nada más que
esto que hasta ahora dije, no dicen nada. ¿Por qué? Y bueno, porque decimos que un
modelo de signo presenta dos elementos (el modelo saussureano), y el otro modelo de
signo, tres, como el de Peirce. Pero decir esto no le quita ni le agrega nada a lo dicho.
La gran diferencia es que hay una serie de elementos que distinguen a un modelo del
otro. Uno de tales elementos tiene que ver con que el modelo saussureano es un modelo
de la significación estático. Cuando Saussure define el signo lo define como una entidad
bifásica, habla de que los componentes del mismo están en una relación de solidaridad,
y que de esta relación solidaria surge la significación. Entonces, esto quiere decir que,
para Saussure y para los lingüistas saussureanos que vinieron después de él, cada signo
poseía una significación: Frente a la frase, lo que nosotros encontramos es que la
significación de ella puede concebirse como la suma de las significaciones de cada uno
de los componentes, de los signos que la componen. Se da una suerte de sumatoria. En
el caso de Peirce, la significación es un proceso. Y, además, un proceso ilimitado, como
sabemos, porque, como dijimos cuando hablamos de la relación triádica, nos
encontramos con otro signo, otro objeto, otro interpretante y así siguiendo. Entonces, lo
que hay que rescatar es este carácter, en el caso de Peirce, de una visión dinámica de la
significación. Está visión dinámica está vinculada con la cuestión del proceso y del
crecimiento de los signos. Ahí aparecen las diferencias y está bien que partamos de que
el modelo de Saussure da cuenta de una postura binaria y que el modelo de Peirce
responde a una postura ternaria, pero esto no basta; es preciso describir en qué se
diferencia una postura de la otra.
Otra gran diferencia entre los dos modelos, pasa por el alcance de la noción; acá
tenemos que remitir, si estamos centrándonos en Saussure, a ese fragmento de El curso
de lingüística general donde se habla de la semiología. Como habíamos visto, en ese
fragmento se da la definición de semiología, y una serie de ejemplos. Lo que tenemos
que rescatar es que esos ejemplos, son todos calcados, hechos a imagen y semejanza del
signo lingüístico. ¿Qué conclusión podemos sacar de esto? Una muy clara: que, para
Saussure, signo es algo que es convencional y arbitrario. O sea, el signo para él tiene
que ser arbitrario y convencional, como lo es el signo lingüístico. Si no, no es signo,
será otra cosa. Esa otra cosa, para él, es el símbolo. Y lo que en el marco de la teoría
saussureana es símbolo, de ninguna manera puede considerarse sinónimo de símbolo
para Peirce. Porque en el símbolo, para Saussure, hay motivación, no hay arbitrariedad.
Lo que importa es que, para Saussure, el signo es arbitrario y convencional. Por eso
pone el ejemplo, entre otras cosas, de los galones de los militares. No pone nunca, por
ejemplo, como podría hacerlo Peirce, la huella de un animal. Y esto porque, para
Saussure, no es signo lo que es signo para Peirce. El alcance del signo es menor en el
caso de la teoría saussureana que en el caso de la teoría peirciana. Para Peirce, volvemos
a la segunda tricotomía, tenemos los símbolos, por un lado, que coincidirían con la
noción de signo saussureana. ¿Por qué? Porque son convencionales, porque tienen que
ver con una ley, y ahí aparece la terceridad. Pero, a su vez, volviendo a la segunda
tricotomía, tenemos íconos e índices y estos también son signos, aunque no son
convencionales ni arbitrarios. Entonces, hay una mayor amplitud en el pensamiento
peirceano (respecto a lo que entiende por signo), que en el pensamiento de Saussure.
Nos quedan los otros dos elementos, o sea, las dos problemáticas. Empezamos hablando
de la problemática de la materialidad del sentido y, como verán, “materialidad de
sentido” aparece con comillas, luego está la problemática de la construcción social de lo
real, y la “construcción social de lo real” aparece con comillas. La razón de porqué
aparecen estas dos expresiones entre comillas es que son problemáticas que remiten al
pensamiento de Verón. ¿Qué nos importa indicar en primera instancia? Que Verón
nunca dice que el modelo peirceano trabaja la problemática de la materialidad del
sentido o que trabaja la problemática de la construcción social de lo real, frente al
modelo saussureano que no la trabaja. No, dice que el modelo peirceano es más apto
que el modelo saussureano para permitir que se trabajen esas problemáticas. Y que el
modelo saussureano directamente no permite considerar esas problemáticas. Por eso él
toma partido por el pensamiento de Peirce. Lo que tiene que quedar claro es que Peirce
no se preocupa por enunciar o por trabajar, como decíamos recién, por desarrollar, estas
problemáticas. No alude en ningún momento de manera directa a estas temáticas, pero
uno puede ver que están implicadas en su desarrollo teórico estas cuestiones. Y que ese
desarrollo teórico permite pensarlas de una manera particular. Esto es lo primero que
tenemos que considerar.
¿Qué pasa respecto de la problemática de la materialidad del sentido? En Saussure
volvemos nuevamente a cierta característica que definía al signo lingüístico. Recuerden
que planteamos que una de esas características era que los dos componentes del signo
lingüísticos son psíquicos. Lo sustancia, que sería el equivalente de lo material,
corresponde al habla y del habla la teoría no se ocupa. Entonces, dirá Verón, no hay
manera de tomar el modelo saussureano porque el mismo no permite trabajar la
problemática de la materialidad del sentido, mientras que el modelo de Peirce sí lo
permite. ¿Por qué lo permite? Porque el representamen se definía como “algo que…” y
ese algo tiene que ver con que es perceptible para los sentidos y si es perceptible para
los sentidos, o sea, puede tocarse, verse, oírse, o sea, tiene materialidad, tiene sustancia.
Por eso el representamen puede ser captado por los sentidos. Pero acá las cosas se
complican nuevamente y tenemos que volver a la segunda tricotomía. De la segunda
tricotomía el símbolo es un tipo, Peirce subraya esto. Y al hablar de tipo, quiere decir
que es una entelequia. O sea, el símbolo no tiene materialidad, no tiene sustancia, es
algo abstracto; por eso, dice Peirce, el signo opera, o sea, se manifiesta, a través de
réplicas. Necesita de una réplica para aparecer y aparecer, quiere decir poder ser
percibido. El símbolo se materializa de maneras distintas, pero respondiendo siempre a
un patrón, a un modelo, el que le marca el símbolo. Y, como dijimos, se materializa a
través de réplicas, que son siempre sinsignos, esto es, un segundo dentro de lo que es la
primera tricotomía. Esto quiere decir que nosotros vamos a encontrar, por ejemplo,
cualquier palabra, mesa, supongamos, o una expresión, como por ejemplo,” hola qué
tal”, o sea, cualquier palabra o grupo de palabras, escrita o escritas, supongamos, en la
computadora. Lo podemos hacer en diferentes tamaños y en diferentes tipos de letra y,
sin embargo, todas están respondiendo al mismo modelo, que es el símbolo. Por eso
podemos reconocer que ahí independientemente que sea el cuerpo quince u ocho, se
dice la misma palabra. Entonces, el modelo tiene que ver con el símbolo. La réplica
tiene que ver con el sinsigno particular que aparece, con características específicas que
van a responder al mismo modelo que se reconoce, a pesar de las diferencias que las
diferencias generen en común. Y acá se acerca mucho al pensamiento saussureano
también.
Entonces, para trabajar la cuestión de la materialidad del sentido, le viene mejor a Verón
el modelo peirceano y no el modelo saussureano que no habla de materialidad, deja de
lado la sustancia. Saussure, cuando habla de esto, pone el ejemplo del ajedrez. ¿Qué
importa en el ajedrez? ¿De qué están hechas las piezas? No, importa saber cuál es la
cantidad de piezas que lo componen y las reglas para jugarlo; el material con el que
estén hechas las piezas no le interesa a nadie. Para poder jugar da lo mismo que ellas
sean de oro, de plata, de madera, de marfil o de plástico.
Ahora consideramos la problemática de la construcción social de lo real. Se trata de una
problemática que Verón también trabaja. Y que tiene que ver, además, con que lo real se
construye socialmente. En el caso de Saussure, la problemática de la cuestión social de
lo real no se puede trabajar con su teoría por el principio de la inmanencia. Saussure
pone siempre por delante el sistema, por lo que su teoría nunca va a poner en juego la
relación de lo lingüístico con lo extralingüístico. Cuando el autor habla de la
arbitrariedad del signo habla de que la relación entre el significante y el significado es
arbitraria y convencional. Posteriormente, Benveniste va a decir, no, acá se equivoca
Saussure. En realidad, lo que es arbitrario es el signo respecto al objeto. O sea, respecto
a la cosa, al referente, al elemento al cual el signo está representando. Pero, ¿por qué
Saussure pone el carácter convencional en vinculación con los dos elementos que
constituyen el signo? Porque si pusiera en relación al signo con aquello que está
representando estaría yendo contra una de las leyes que organizan su pensamiento, que
es esto de que no hay por qué establecer relación entre lo lingüístico y lo
extralingüístico. Dentro del campo de la lingüística podemos manejarnos perfectamente
para definir cada uno de sus componentes sin la necesidad de salir afuera.
Lo que tiene que quedar claro es que, obviamente, el pensamiento saussureano no puede
servir para trabajar la construcción social de lo real porque su teoría nunca pone en
juego lo extralingüístico. En cambio, Peirce lo hace desde el momento en que en la
definición de signo incluye al objeto. Ya, de entrada, él se está planteando la relación
entre el representamen, o sea, el elemento que representa a algo, y ese algo que es lo
representado. Eso que es el objeto dinámico, es, podríamos decir, el elemento externo al
sistema de signos. Entonces, esta teoría, la peirceana, aporta “más” a la dilucidación de
la problemática de la construcción social de lo real, que la saussureana, que
directamente no lo permite.
A continuación vamos a ver como Verón piensa la problemática que se genera a partir
de las dos definiciones de Objeto dinámico que plantea Peirce y que, como recordarán,
son la de “Objeto en sí” y la de “Suma de representaciones pasadas y futuras del
objeto”. Verón le da una suerte de vuelta al tema. Aclaro, en principio, que este autor
está absolutamente de acuerdo con la segunda definición, lo cual se vincula con su
teoría, ya que ésta plantea la construcción social de lo real. Lo real es construido y
además es construido socialmente. Esta visión constructivista que Verón pone en juego
es lo que hace que considere como válida la segunda definición de objeto dinámico que
presenta la teoría peirciana. Pero lo que acabo de indicar no significa que deseche de
plano la primera. En la teoría peirciana ambas son válidas, sostiene; no en la suya, por
supuesto.
Para tratar la cuestión de las dos definiciones de Objeto dinámico de Peirce, Verón no se
va a centrar en las definiciones que presentamos, sino que parte de otro enunciado que
también aparece en los Collected Papers y es el que asevera que “el objeto determina al
signo”. Acá Verón se enfrenta también con un enunciado paradójico, que parece
enfrentarse a algunos de los principios básicos de la teoría peirciana.
Al respecto, Verón recuerda un principio que aparece cuando Peirce habla de las
categorías, principio que también está implícito en la primera de las definiciones de
signo que presentamos. Sabemos que las categorías son tres y que la primera es la de
mayor simplicidad, mientras que la última es la más compleja, básicamente porque
recupera/ implica a las anteriores. Por su parte, la segundidad presenta una complejidad
mediana.
Pues bien, la teoría peirciana plantea el principio de que un primero puede determinar
primeros, que un segundo puede determinar primeros y segundos y un tercero
puede determinar primeros, segundos y terceros. Cabe tener presente que
“Determinar” equivale aquí a “establecer una relación con”.
Además, debe resaltarse que, en el pensamiento peirciano, las relaciones triádicas no se
pueden combinar de cualquier manera, sino que deben atenerse a una serie de
condicionamientos, entre ellos, la necesidad de atenerse al principio que acabamos de
indicar.
Así Peirce, en un momento determinado de su obra, elabora una clasificación compuesta
por diez signos. ¿Cómo elabora esa clasificación? De la puesta en juego del principio
que acabamos de mencionar con los nueve signos que configuran las tres tricotomías.
Por ejemplo, la segunda tricotomía, como las otras dos, está compuesta por tres
elementos; cada uno de ellos está ubicado en un “lugar” determinado. Nosotros no
podemos modificar ese lugar. No puedo decir ícono, símbolo e índice porque sería un
error. Hay que atenerse al orden que le dio Peirce porque ese lugar está relacionado con
las categorías. Entonces, el ícono funciona como un primero porque pone en juego
propiedades, caracteres, cualidades, elementos que caracterizan a la primeridad. El
índice funciona como un segundo, porque es un elemento individual, tiene
características que lo definen como un evento, un hecho; y el símbolo es una ley, una
convención, lo cual indica que presenta las características definitorias de la terceridad.
Esto que ejemplificamos con los componentes de la Segunda Tricotomía se da también
en las otras dos restantes.
Ahora bien, Peirce va a decir que para armar los diez tipos signos “se va a basar” en el
principio de que un primero sólo puede determinar primeros, un segundo puede
determinar primeros y segundos y un tercero puede determinar primeros,
segundos y terceros. Así, las relaciones triádicas que se formen a partir de los componentes de la Segunda
Tricotomía, a los que se le aplica el principio, se construyen de la siguiente forma: si el
primer elemento, el elemento que va a aparecer como primero en esa “nueva” relación
triádica es, en la segunda tricotomía, un primero, solamente puede determinar, esto es,
solamente se puede articular con primeros. Por lo tanto, si el primero es un cualisigno se
podrá relacionar con un ícono y con un rhema y nada más. Esto es, no con segundos o
con terceros. Este condicionamiento opera, reitero, en relación con la formación de la
clasificación en los diez tipos de signos; dicho aquí de paso, no se les va a pedir, en
ninguna instancia de examen, que recuerden esta clasificación.
Volviendo al enunciado de que “el objeto determina al signo”, Verón dice, en función
de “esa ley” ―de ese principio que estuvimos viendo recién―, dicho enunciado es
inadmisible. Y esto porque el objeto en Peirce, si es el objeto dinámico, es un segundo.
Y como vimos, dentro de su teoría, un segundo no puede determinar terceros. Y el signo
es un tercero.
Verón, entonces, se encuentra ante una cuestión aparentemente sin salida, ya que el
enunciado “El objeto determina al signo” parece ir a contramano de un fundamento
central, un pilar básico de la teoría peirciana.
Ahora bien, hay una forma de que el enunciado quede en pie. Ella consiste en que el
objeto no sea un segundo; si el objeto no es un segundo y en cambio es un tercero,
entonces sí puede sostenerse lo que plantea el enunciado, porque, en tal caso, no hay
ninguna restricción: un tercero puede combinarse con, determinar a, una terceridad.
Entonces, ese objeto no puede ser el objeto en sí -que sería un segundo-, es el objeto
definido como suma de representaciones. Se trata ya de una representación. Lo cual nos
remite a los objetos inmediatos, objetos que ya están incluidos, que ya están formando
parte, integrando una representación, una relación triádica genuina particular. Son los
objetos representados, los que construyen al objeto dinámico; son las representaciones,
todas las representaciones que se dieron y todas las que vendrán en el futuro.
Lo importante aquí es la idea de representación. Así, el objeto al que se está aludiendo
en el enunciado “el objeto determina al signo”, ya es el objeto representado. Es la
representación de ese objeto. O sea, que ya es una representación.
Peirce, de cualquier manera, como dijimos, pone en juego las dos definiciones de
Objeto dinámico: por un lado, la del objeto en sí, o sea, como elemento exterior a la
semiosis e independiente de ella y la del objeto como suma de representaciones.
Pero, como sabemos, el objeto en sí es, en definitiva, inaccesible a la humanidad;
mientras que lo accesible para ella, es la representación del objeto, o sea, la semiosis.
Por su parte, Verón es partidario de poner por delante “la construcción social de lo real”
porque entiende que lo real no es algo que esté fuera de la semiosis, sino que es
construido al interior de ella y que no es algo individual sino social. En tal sentido, toma
del pensamiento de Peirce, la definición de objeto como suma de representaciones
pasadas y futuras.
Con el tratamiento de esta cuestión terminamos de presentar los contenidos previstos
para el desarrollo de la primera unidad del programa.
La próxima clase empezamos con la siguiente, cuyo desarrollo, en lo que hace a
teóricos, estará a cargo de la adjunta de la cátedra, la Profesora Amparo Rocha.
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