Michel Foucault, cuerpo, belleza y consumo
Francisco Javier Cortazar RodríguezDepartamento de Estudios Socio-Urbanos
CUCSH, Universidad de [email protected]
Marzo 2013
Nota: Texto en preparación para el libro colectivo Repensar a los teóricos de la sociedad II, coordinado por Jorge Ramírez Plascencia, CU Valles, Universidad de Guadalajara. El objetivo del libro es presentar a diversos teóricos sociales a partir de problemáticas contemporáneas concretas, cada teórico social será discutido por uno de los integrantes del CA "Comunicación, cultura y vida cotidiana", así como por algunos investigadores invitados.Mis disculpas anticipadas por entregar un texto tan poco terminado aún.
Introducción
Aquello que pensamos como verdades acerca de los demás, sobre la naturaleza humana y
la sociedad, en realidad varían con el tiempo y nuestro contexto histórico. Estas ideas
sobre la verdad y lo falso terminan por controlar y ordenas a la sociedad y a los individuos
y crean una serie de sistemas de normalización, de convicciones y convenciones
alimentados por juegos de poder.
Los dispositivos de poder se articulan, se encarnan en el cuerpo y se expresan a través de
las manifestaciones corporales, los gustos, las emociones, la estética.
Múltiples fenómenos, aparentemente desvinculados los unos de los otros, como la
medicina, la publicidad, la estética, el cine, tienen importantes influencias en la
construcción de normas culturales y sociales.
Hoy es relevante comprender los múltiples mecanismos a través de los cuales se
construyen las normas que rigen el consumo y la belleza, como valores aspiracionales
hegemónicos, mientras que otros fenómenos, no menos importancia, por su “peso”
social, se mantienen en los márgenes y se vuelven objeto de preocupación, por su alta
incidencia, para la sociedad: la gordura y los trastornos alimentarios (anorexia y bulimia),
la “desviación” sexual (ser amanerado, afeminado, marimacho) o tener gustos
“excéntricos” o mal vistos, que se expresan a través del bullyng escolar, desde la primaria
hasta la preparatoria y más allá, así como en la desaprobación social por estar fuera de la
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norma corporal. Las tecnologías y estrategias de poder nos atraviesan y extraen saber a
los individuos, que a su vez producen verdades.
Usaremos a Foucault para exponer estos problemas contemporáneos, al tiempo que
buscaremos acotarlo, revisarlo, actualizarlo (si eso es posible, con humildad), nos
enfocaremos en los fenómenos de la belleza y el consumo, sin perder de vista los
fenómenos “periféricos” sin caer en el discurso médico-sanitario o estético.
Foucault
(Breve biografía de Foucault)
(Su biografía refleja sus intereses de investigación y reflexión. Fue uno de los fundadores
del Grupo de Investigación sobre las Prisiones, abandonó pronto el Partido Comunista
francés, interesado en la vida gay del San Francisco de los años 1970...)
Anatomopoder, biopoder y biopolítica
Para Foucault el cuerpo es un texto donde se inscribe la realidad social. Las formas de
gobierno contemporáneas vigilan y orientan el comportamiento individual a través de las
instituciones: la medicina, la escuela, la fábrica, el ejército, la religión, el consumo-la
publicidad-los medios de comunicación, etc. A través de ellas se dotan a los individuos y a
los grupos sociales de normas corporales, maneras de actuar y obedecer, son garantes del
orden social.
Las tres etapas de Foucault; la genealógica, la ética y la biopolítica...
En la etapa genealógica se ocupa por comprender las relaciones entre la verdad, el saber y
el poder. Foucault no buscar los orígenes, sino ocuparse de lo ínfimo, lo irrisorio, los
azares.
El consumo es un ejercicio del poder, de creación de cuerpos dóciles que consumen,
gobernado por mecanismos secretos mediante los cuales la sociedad trasmite su saber y
se perpetúa a sí misma. La belleza física y el consumo están íntimamente relacionadas en
las sociedades contemporáneas y mantienen estrechos canales de comunicación con
muchas otras disciplinas y saberes: la medicina, la salud, la cirugía plástica, la moda, la
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publicidad y los medios de comunicación, el deporte, la fisiología, la sexualidad, la
estética.
La "verdad" en Foucault consiste en la creación de discursos que los sujetos aceptan como
auténticos por lo que uno de sus objetivos es hacer la historia de la verdad o de las
políticas de la verdad. De hecho,
Focault distingue dos historias de la verdad: por un lado, la historia externa de la verdad, de una verdad que se corrige a partir de sus propios principios de regulación; por otro lado, una historia externa de la verdad. La primera es la que se lleva a cabo en la historia de las ciencias; la segunda es la que parte de las reglas de juego que hacen nacer en una sociedad determinadas formas de subjetividad, determinados dominios de objetos, determinados tipos de saberes (Castro 2004: 344)
Los sistemas de poder producen y sostienen "la verdad" y ella misma induce y reproduce
los sistemas de poder. Ambos constituyen los regímenes de verdad. Se producen discursos
verdaderos en diferentes campos de la vida social, llamar a alguien "desviado" tiene
efectos distintos que llamarlo "enfermo", (otros ejemplos: la frigidez y la histeria de la
mujer dejan de ser un problema médico en 1950 para convertir se en un asunto de la
sexualidad individual, problemas normales del cuerpo como la vejez, la calvicie, los cólicos
menstruales, etc., son cada vez más dominio de la medicina que los diagnostica como
"problemas" y propone soluciones en el mercado). Cada sociedad tiene su régimen de
verdad, los discursos que acoge y hace funcionar como verdaderos, los mecanismos que
permiten distinguir lo falso y las maneras de sancionarlo, las técnicas y procedimientos
para la obtención de la verdad y el estatuto de aquellos encargados de decir qué es lo que
funciona como verdadero.
El poder no es algo bueno o malo, sino una red de relaciones extensa, se encuentra en
nosotros mismos, no nos oprime ni nos esclaviza sino que también crea márgenes de
libertad, tampoco es algo que alguien posea o sea propiedad de un grupo, es una red de
relaciones que se ejercen. El poder no se puede tomar, como pretende ciertos discursos
simplistas que hablan de "tomar el poder" sino que es algo que se ejerce y los demás
reconocen.
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El poder es la capacidad de conducir las conductas, de hacer circular a la gente sin
necesidad de recurrir a la violencia, es una fuerza productiva.
El cuerpo encarna un poder, un micro-poder en relación con otros micro-poderes que
tiene sentido en los más disímbolos campos del orden social: económico, político, cultural,
social. De esas relaciones surgen las normas, reglas, leyes y regulaciones que rigen los
cuerpos, los clasifican en normales y anormales, son acuerdos, convenciones.
Las disciplinas se encargan de normalizar los cuerpos homogeneizándolos y anulando todo
aquello que escape de la norma. La disciplina es una técnica de ejercicio del poder que no
fue totalmente inventada sino elaborada en sus principios fundamentales durante el siglo
XVIII, al momento en que el poder monárquico se vuelve poco eficaz y costoso: "Ha
habido, en el curso de la edad clásica, todo un descubrimiento del cuerpo como objeto y
blanco del poder. Podría encontrarse fácilmente signos de esta gran atención dedicada
entonces al cuerpo, al cuerpo que se manipula, al que se da forma, que se educa, que
obedece, que responde, que se vuelve hábil o cuyas fuerzas se multiplican" (Foucault
1998: 140).
El cuerpo está directamente inmerso en estrategias de poder pues las relaciones de poder
operan sobre él forzándolo a mostrarse, a someterse a ceremonias, le exigen unos signos,
lo marcan, lo doman, lo fuerzan a trabajar. Es el proceso de disciplinamiento, vigilancia y
normalización al que nos vemos sometidos desde que nacemos y nos va construyendo
como sujetos. La disciplina enseña a los sujetos a ser útiles: "El cuerpo sólo se convierte en
fuerza útil cuando es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido" (Op. cit.: 32). La
disciplina fiscaliza y controla la conducta, comportamientos, aptitudes, preferencias. Las
disciplinas imponen la docilidad-utilidad garantizando la sujeción constante de sus fuerzas
y el control minucioso de sus operaciones.
Dos conceptos de Foucault son relevantes y complementarios: El anatomopoder y la
biopolítica. El primero se refiere a las formas de educar y disciplinar el cuerpo individual,
de volverlo útil y dócil. El segundo nos remite a las formas políticas que administran la vida
de la población (el nacimiento, la mortalidad, la salud, la sexualidad). Anatomopoder y
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biopolítica conforman el biopoder. El primero opera a nivel personal, el segundo a nivel
colectivo.
Foucault nos explica en La verdad y las formas jurídicas (1988) el desplazamiento de la
norma en beneficio de la ley, pues el biopoder necesita mecanismos permanentes,
objetivos y reguladores para lograr una mayor eficacia sobre los cuerpos, evitando las
arbitrariedades, la indeterminación y la interpretación subjetiva. El poder debe evitar las
represiones y las prohibiciones, fomentando a través de la ley las clasificaciones,
mediciones, jerarquizaciones y exclusiones estableciendo estrategias de normalización.
En el desarrollo del capitalismo y las sociedades contemporáneas el biopoder ha sido
fundamental al asegurar la inserción controlada de los cuerpos en el aparato productivo y
ajustar a la población en los procesos económicos. La norma y la normalización se aplican
al cuerpo individual disciplinándolo, y a la población regularizándola.
El saber sobre el cuerpo y el dominio de sus fuerzas constituyen la tecnología política del
cuerpo: "esta tecnología es difusa, rara vez formulada en discursos continuos y
sistemáticos; se compone a menudo de elementos y de fragmentos, y utiliza unas
herramientas o unos procedimientos inconexos" (1998: 33). El poder se encarna en los
individuos, se inserta en sus gestos y actitudes, en sus discursos y aprendizajes, en su vida
cotidiana y sexualidad. El que surjan creencias y disposiciones como verdaderas obedece a
hechos colectivos objetivos, a toda una construcción cultural e histórica, a una política que
las ha convertido en indudables, produciendo individuos sujetos al poder y al saber en
turno.
Consumo y subjetividad
El desarrollo del capitalismo como sistema productivo ha generado un discurso y una
sociedad donde el consumo es uno de los principales mecanismos de integración social
(Ewen 1991, Le Breton 2002b, Lipovetsky 1990, Traversa 1997, Vigarello 2004)
El consumo y sus formas son mecanismos de poder, estrategias y microfísicas difusas que
determinan singularidades y subjetividades. Los cuerpos son la materia donde se inscribe
el orden social, lo puntualiza, lo expresan y lo encarnan en los cuerpos mediante un
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proceso de normalización de las subjetividades. Las prácticas discursivas de la sociedad
contemporánea estimulan el cultivo de la belleza física y el consumo como fines en sí
mismos. Los discursos de la belleza física, la publicidad y la moda cada vez más son
discursos que se imponen, donde el sujeto está obligado a mantenerse en un régimen de
vigilancia constante y continuo sobre el propio cuerpo para que éste se encuentre
conforme a los valores esperados por el consumo: en el peso ideal, en la apariencia ideal,
en la belleza ideal, en la estatura ideal, en el comportamiento ideal. Y los productos y
servicios del mercado están ahí para ofrecer la solución adecuada: light, diet, lager,
orgánica, ecológica, responsable, pura. El consumo es la ruta hacia la perfección, la
autoestima, el reconocimiento y el éxito social.
El consumo moviliza valores para la autoconstrucción de la subjetividad normalizada cada
vez más individualizada. Si la industrialización de los siglos XIX y XX era el mecanismos que
el poder puso en práctica para crear, vigilar y normalizar trabajadores, en los últimos años
el consumo es el nuevo mecanismo hecho para crear y disciplinar consumidores. Hoy
somos juzgados, clasificados y destinados a vivir de cierto modo. Nuestro cuerpo ya no
nos envuelve sino que es el protagonista, expresión y emblema de libertad y realización,
nos identidad y mediante él alcanzamos la belleza y prestigio y perfección. La belleza es
manipulable gracias a las dietas, ejercicios, artículos de belleza y aseo, estéticas, cirugías y
accesorios. Pero no solo consumimos artículos y servicios, nuestro propio cuerpo es un
artículo que se consume, un artículo que se vende (Bauman 2007: 26).
Las instituciones disciplinarias de antaño (la cárcel, la escuela, el manicomio, el internado,
el cuartel) ahora se complementan con las "disciplinas" publicitarias y del consumo pues
los individuos experimentan sentimientos como la culpa y el pecado al no tener una figura
conforme a lo esperado. la imagen corporal es hoy una construcción simbólica que se ha
vuelto valiosa e instrumental mediante la cual el individuo se concibe a sí mismo y se
apropia los discursos de la belleza física. Las representaciones corporales de los medios
portan imágenes que se han vuelto normalizadoras.
La disciplina no debe identificarse con una institución particular ni con un aparato, sino
que es una tecnología sugerida, un ejercicio del poder, una modalidad de su ejercicio,
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implicando todo un conjunto de instrumentos, técnicas y niveles de aplicación. Como
anatomopoder guía los cuerpos para introducirse en lo más íntimo, inculcando maneras
de actuar y pensar, con efectos positivos y negativos. Así, el sujeto no sólo normalizado
sino que también adquiere autonomía al tener una mayor subjetividad e individualidad. Si
bien hay estímulo por el consumo y la belleza física también hay procesos de
individualización mediante procesos de fomento al deseo antes que su supresión.
El capitalismo contemporáneo ya no se funda en el ahorro y en el consumo ascético, sino
en el fomento del deseo y en la personalización de los placeres, preferencias, gustos y
tendencias de cada uno. Los objetos apuntan menos a su utilidad y más a su valor
simbólico de prestigio y hedonismo que los dota de plusvalía, menos a sus características
objetivas y más al deseo de posesión y felicidad.
Belleza, consumo y exclusión
Después de la II Guerra Mundial los medios de comunicación apuntan y refuerzan los
discursos que tienen como centro el consumo y el valor estético del cuerpo como pilares.
Los cuerpos deben ser bellos, delgados, saludables, bronceados, jóvenes. La belleza es hoy
un capital simbólico que puede adquirirse, perderse, incrementarse, comprarse,
prolongarse, trabajarse, ganarse. Sin embargo, queda claro que se trata de un producto al
alcance de unos pocos pues, paradójicamente, la obesidad es hoy una epidemia mundial y
un problema de salud pública que aqueja fundamentalmente a quienes menos recursos
económicos y culturales tiene al mismo tiempo que la desnutrición es una enfermedad de
la pobreza de forma que se puede estar gordo y desnutrido al mismo tiempo. La gordura
hoy es lo opuesto a la belleza y las personas que la padecen son reprobadas moralmente
como débiles de carácter, autocomplacientes, sin fortaleza moral ni determinación,
susceptibles a la dejadez, abandonadas de sí (Vigarello 2011).
Mientras que el modelo de belleza física promovido por las industrias de la moda y los
medios de comunicación se funda en mujeres con excesiva delgadez, de estatura y peso
excepcionales. Hoy una top model puede medir fácilmente 1.78 mts. y pesar 58 kgs.,
características de las que se encuentran excluidas más del 95% de las mujeres. La delgadez
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es un valor eufórico asociado a valores como la salud, la independencia, la autonomía, el
éxito profesional y social y de alto valor erótico (Jiménez 2005, Vigarello 2004). La oferta
es amplia: gimnasios, centros de belleza, cirugías estéticas, suplementos nutricionales y
dietéticos, prendas para lucir delgado, cosméticos, fármacos, prensa especializada, videos,
máquinas para hacer ejercicio en casa, etcétera.
La imagen corporal no sólo es aconsejada por el cine, la televisión, las revistas, la
fotografía e Internet, también dictan cómo hay que pensarla y valorarla. El cuerpo es su
objetivo, imponen normas y cánones, prodigan consejos, remedios y técnicas, alaban con
admiración las proezas estéticas y castigan duramente los excesos. El culto al cuerpo es
una nueva forma de consumo, y cada vez más es una forma presente en los consumos
culturales.
No todo pasa por el mercado. En una sociedad disciplinaria el patrón de medida serás la
norma (Foucault 1998), quien no la cumpla estará más individualizado que el quela
cumple. Una persona enferma saldrá de la norma de estar sano y se le coaccionará a
someterse a registro, observaciones, visitas médicas, exámenes y auscultaciones. En la
medida en que los sujetos se individualizan el poder se desindividualiza, su énfasis estará
puesto en aquellos que desobedecen o se alejan de la norma. Mientras que antiguamente
las mujeres estaban obligadas a vestir el corsé ahora las mujeres son juzgadas por no
portar el "corsé social" (la delgadez autoimpuesta a través de privaciones -dietas,
ejercicios. cirugías), la gente juzgará como el patrón correcto la delgadez y la belleza
promovida como arquetipo en los medios de comunicación.
La mujer es quien mayormente sufre las consecuencias de la presión social por la
vigilancia permanente sobre su aspecto corporal al grado de provocar angustia y
culpabilidad, mientras que en el hombre, quien también es incorporado en grado
creciente al cuidado de su imagen, lo vive con menor preocupación (Le Breton 2002a). La
belleza pasa a ser la mercancía corporal más preciada y valorada, condición para el éxito y
prestigio social, el control del peso se vuelve para muchos el eje alrededor del que gravita
su vida, la juventud en un objetivo a prolongarse durante el mayor tiempo posible. Para
Foucault se trata de estar lo más normalizado posible.
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El consumo moderno es productor de cuerpos dóciles y subordinados, construcción
cultural de una época donde para venderlo hay que manipularlo para obtener de él los
mayores dividendos posibles. Objeto encarnado, mensurable y comercial. Gracias a la
dictadura de las medidas perfectas la belleza es ahora conmensurable, medible, pesable y
comparable de forma "objetiva". Para muchas personas ser bella/bello es garantía de
obtención de ingresos: un objeto fausto y espléndido que se instituye en proyecto
económico de rentabilidad. Entre más se aproxime la imagen corporal a los estándares
proclamados por los medios mayor será su valor de cambio.
El cuerpo es hoy una inversión y símbolo de prestigio social, un "mensaje" que habla por
su propietario, símbolo que representa el carácter moral y los valores personales, a partir
de él los demás emiten su juicio sobre la persona. En palabras de Foucault, el poder de
normalización no fuerza ni inhabilita, sino que delimita los términos de lo normal y lo
anormal, incitando a la producción de ciertos actos, gestos y discursos.
Los excluidos por los discursos estéticos corporales excluyen a los viejos, a los pobres, a
los gordos, a los discapacitados y a los no blancos. La moda y los estereotipos señalan lo
que es normal y lo que no lo es, lo que es bello y lo que es ser feo, La estética corporal
adquiere características morales positivas. Perder la batalla de la estética genera
inseguridad y baja autoestima, incomodidad con el propio cuerpo, complejos que se
ocultan y ocultan a la propia persona, las miradas imponen y exigen patrones socialmente
aprobados o ser invisibles, incluso ser violentados por no estar conforme a la norma.
Bullyng social que estigmatiza a los individuos, como a los gordos, quienes a veces deben
pagar más para volar en avión cuando no se les prohíbe, a los tatuados a quienes se les
niegan oportunidades de trabajo en razón de su apariencia, a los afeminados por su falta
de masculinidad.
Las imágenes y discursos trasmitidos por los medios de comunicación refuerzan un estilo
de vida donde el cuidado del cuerpo es central. El prestigio del que goza el cuerpo bello
lleva a muchas personas a buscar las técnicas y disciplinas corporales adecuadas para
encontrar en él un medio para escalar en la pirámide social. El cuerpo es una de las pocas
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áreas donde los individuos pueden sentir que ejercen un control cotidiano, más que en el
propio destino o en el trabajo.
No sólo es posible comprar productos que nos embellezcan, sino que un cuerpo bello
vende. La belleza se convierte en un ideal de verdad y probidad. El mercado fomenta que
nuestra propia imagen personal, nuestro cuerpo, sea un reflejo que determina nuestro
éxito, instrumento infalible para competir con los demás. ya no se trata de un control-
represión sino de un control-estimulación (Foucault 1992)
Un valor ampliamente asumido por la población: perfeccionar el cuerpo es llamar al éxito.
El consumo actual no se basa en la regulación del deseo sino en la liberación de los
anhelos pues el sujeto se exterioriza a sí mismo por medio de lo que posee, sobre todo si
se posee un cuerpo hermoso (Sossa 2010).
El poder, el poder de la mirada y la mirada del poder, no sólo disciplinan y normalizan a la
población, sino que los sujetos llegan a vigilarse a sí mismos y a los demás, reproducen el
patrón que se les ha dado, el individuo se convierte en la fuente de su propio
sometimiento. Para el capitalismo contemporáneo se vuelve algo altamente rentable: la
vigilancia como in-corporación individual, la auto-vigila, el auto-castigo, la auto-represión,
el auto-control.
Dar "la línea", "la forma", "el tipo" es un cuerpo hecho a voluntad o comprado. La belleza
se convierte en proyecto y se opera sobre ella. Los discursos estéticos conciben el cuerpo
no como un todo sino como un compendio de elementos sobre los que es posible, y
deseable, intervenir, de forma que quienes recurren a la cirugía estética corrigen su nariz,
para en seguida descubrir que sus orejas no encajan y así sucesivamente (Muñiz 2011).
La publicidad, los medios de comunicación, la moda, la medicina y los médicos han
contribuido a desprestigiar el peso corporal. Todavía hasta los años 1950 la publicidad
proponía cuerpos llenos donde las mujeres con curvas y mayores kilos eran las mujeres
soñadas por los hombres y el modelo soñado por las mujeres, igualmente tener unos kilos
más era estar "sano". La presión por mantener la línea a disparado los casos de trastornos
alimentarios (anorexia y bulimia), principalmente en las mujeres jóvenes, quienes viven
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con una enorme angustia el miedo a subir de peso. También aquí la culpa es atribuida a
los propios excluidos, que son culpables de su propia exclusión.
Poseer un cuerpo bello se vuelve un trabajo insistente, obstinado, meticuloso a través de
la gimnasia, las dietas, los ejercicios, el consumo de suplementos, el desarrollo muscular,
el bronceado. Técnicas y disciplinas impuestas a los individuos a través de los discursos y
las prácticas normalizadoras. No se trata de una imposición agresiva sino de una relación
más sutil que se encarna en los cuerpos de los individuos, una microfísica incorporada sin
necesariamente darse uno cuenta.
Bibliografía
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Gedisa, Barcelona.Vigarello, Georges (2011) Historia de la obesidad. Metamorfosis de la gordura, Nueva
Visión, Buenos Aires.Vigarello, Georges (2004) Histoire de la beauté. Le corps et l'art d'embellir de la
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