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MEMORIA COLECTIVA Y SUBJETIVIDAD POLÍTICA1
Álvaro Díaz Gómez*
Publicado en: Piedrahita, Claudia Luz & Paredes, Esperanza
(Editoras, 2005) Cultura Política). Universidad Libre de
Colombia, seccional Cúcuta. Colombia
RESUMEN.
El texto discurre respecto a las categorías de memoria y
subjetividad, ampliando la opción de la memoria colectiva como
expresión y proceso constituyente de la subjetividad política
colectiva. Se plantea como ésta no existe, si no se da como
condición la presencia de la subjetividad individual entendida en
tanto proceso de autorreflexión del sujeto para ampliar márgenes de
libertad, autonomía y actuación personal.
1 El presente texto es una versión mejorada de la ponencia presentada en la mesa redonda Psicología y Derechos Humanos en América Latina, Desarrollada en el contexto del 1er Congreso Latinoamericano de Entidades de psicología – ULAPSI- Sao Pablo, Brasil, abril 22 del 2005. * Profesor Universidad Tecnológica de Pereira, Universidad Nacional de Colombia – sede Manizales, Universidad de Manizales. Magíster en Educación Comunitaria, Universidad Pedagógica Nacional; Magíster en Psicología Comunitaria, Pontificia Universidad Javeriana; Magíster en Filosofía, Universidad INCCA de Colombia; Candidato a Doctor en Educación, Universidad de Salamanca; Estudiante del doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Universidad de Manizales-CINDE.
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SOBRE LA MEMORIA EN LA PSICOLOGÍA: DE LA PSICOLOGÍA
INDIVIDUAL A LA PSICOLOGÍA SOCIAL CRÍTICA.
Podemos hacer un proceso de recuperación de la memoria histórica
en la Psicología, para reconocer como en sus rasgos distintivos se
caracteriza por ser una psicología del individuo, centrada en lo
intrapsíquico y en forma específica en lo que se empieza a
denominar como patológico. Esta manera de asumir lo psicológico
crea condiciones para que se vaya instaurando un cuerpo de
conocimientos que se va volviendo hegemónico y que en su
transmisión institucionalizante, se asume de forma naturalizada.
Lo anterior no tiene poca importancia en lo que va a ser el discurso
de la Psicología, en tanto disciplina y en cuanto profesión. En la
primera se privilegiará la producción de una forma de conocimiento,
que objetivará el saber, se centrará en objetos de investigación,
asumirá neutralidad valorativa, se considerará ahistórica y sus
conocimientos se presentarán para beneficio de los sectores
dominantes de la sociedad. Lo segundo hará que se privilegie el
3
ejercicio de la Psicología como una profesión liberal, medicalizada,
biologicísta y clínica.
Pero las condiciones empiezan a variar radicalmente – tomado en
cuenta que el proceso de cambio siempre ha existido en psicología-
hacia la década del 60-70 del siglo XX, cuando en psicología social
se presenta lo que se denomina la crisis de relevancia de la
psicología, perspectiva que se discute desde América latina a partir
de los siguientes interrogantes: ¿Cuáles son los conocimientos
hegemónicos? ¿A qué obedecen? ¿Cuál es su nivel de
contextualización? ¿Es posible pensar de una forma diferente los
problemas propios de nuestro contexto?
Aquí emerge una primera expresión de psicología crítica en
perspectiva de psicología social y otro tanto ocurrirá con lo que se
denomina una psicología social marxista o dialéctica que busca
indagar con nuevas miradas las realidades teóricas y prácticas de
nuestra América, Merani (1976; 1982, 1983)
Para la década del ochenta se visibiliza y empieza a consolidar en
el horizonte de los psicólogos latinoamericanos, la psicología
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comunitaria; ella busca integrarse de forma directa en los procesos
de transformación de la realidad mediante la intervención en
sectores barriales y grupos de base que presentan problemas
socioeconómicos, aunque también potencialidades psicosociales
(Montero, 1978; 1984, 1988;
En la década del 90, pasadas las dictaduras que prevalecieron en
América Latina, emerge la que se denominará psicología de la
liberación, o para algunos, psicología social de la liberación, aquí
los nombres de Martín Baró (1990; 1998), Pipper, I (2002),
Vasquez, J (2000), Dobles, I (2000) Díaz; A (2004), serán puntos de
referencia.
Todas estas opciones se pueden asumir como psicologías sociales
críticas. De hecho, la comparación de sus discursos teóricos
permite encontrar mucho de coincidencia, reflejándose en cada una
de estas opciones procesos de transformación disciplinar de la
Psicología y de la opción político- científica de sus integrantes, sin
que sea una corriente unificada por lo que se encuentran las
concepciones de la psicología social construccionista (Figueroa;
1994; Ibáñez, 1994; Gergen, 1991); la psicología social crítica (Feliu
5
y otros; 1998. Christlieb; 1991, 1994;) y la psicología compleja
(Estupiñán; 2003)
.
MEMORIZANDO LA MEMORIA COLECTIVA.
Desde un pensamiento tradicional, dicotómico, parcelado, la
memoria colectiva se separa de la historia, del pasado y del
presente. Pero, esto puede ser de otra manera, en tanto que se
puede asumir la memoria colectiva como memoria/historia/del
pasado presente. Es necesario reconocer como ésta tiene
diferentes opciones de ser abordada desde la academia; así, a
partir de la parcelación del conocimiento se encuentran disciplinas
que abordan con interés y profundidad los procesos que crean
condiciones para su existencia tales como la psicología, la
neuropsicología, la filosofía, la historia.
Cada una de ellas se centra en una manera mediante la cual se
genera la memoria. Algunas opciones privilegian la dimensión
biológica y plantean como existen partes especificas del cerebro
donde se concentran los centros donde este proceso se origina y
6
muestran de manera empírica, como es necesaria la existencia de
condiciones anatomofisiológicas para que se concrete su
potencialidad; otras reconocen que hay una cualidad específica de
la memoria humana en perspectiva individual, diferenciada de
aquella que poseen los animales y es que ésta no aparece
significada, aunque existe y le permite a los animales “almacenar
información y recordar”.
Otras opciones centran su mirada en los procesos sociohistóricos
que caracterizan unas dimensiones de la memoria en historicidad y
construcción colectiva, de ella hace parte la presente reflexión. De
allí que se pueda “adoptar como premisa que la memoria es una
capacidad individual, que nos permita considerar lo social/simbólico
como inmanente a las prácticas del recuerdo, que nos permita
pensar la memoria en relación con el presente y al futuro, que nos
permita construir una manera liberadora de entender la memoria” 2
2 Pipper I. (2004) De la memoria individual a la memoria social. Curso virtual memorias de resistencia en América latina. Clacso. Argentina
7
Sin embargo, aún para hablar de memoria colectiva, se requiere
como precondición la existencia de la memoria individual, la de
cada sujeto/ser biológico. Sobre la base de ésta, van a aparecer
procesos sociales que no sólo le interesan a él como individuo, sino
que se entrecruza con los intereses de otros sujetos, grupos y
colectivos sociales, ellos serán y harán la memoria colectiva, que
“tiene dos fronteras con las cuales, en ocasiones, se le ha
equiparado o diluido para negar su existencia o para no realizar la
tarea, para algunos engorrosa, de dar cuenta de ella: por un lado se
encuentra la memoria individual, que ha sido más bien su antítesis
y, por el otro, la histórica, que al aparecer cercana a la memoria
colectiva, se ha pretendido la expulsión de la segunda del campo de
estudio de la disciplina psicológica. Pero, como hemos de ver, la
memoria colectiva se puede explicar por cuenta propia, a pesar de
compartir algunos elementos con la una y la otra” 3
La existencia de memoria colectiva requiere por lo tanto de:
Sujetos individuales con capacidad de memoria y olvido
3 Mendoza García, J (2001). Memoria colectiva. En: M. A. González Pérez y J. Mendoza García (Comp.) Significados colectivos: procesos y reflexiones teóricas. México, Ed. TEC – CIIACSO.
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Un objeto social que les sea común
Procesos de interacción social – no necesariamente cara a cara
– que les permita compartir aquello que consideran común.
Tradición simbólica que permita la
transmisión/creación/recreación/circulación del objeto social que
han construido como algo en común. Esta tradición se puede
expresar por medio de la cultura oral, la escritura, los grafismos y
cualquier forma de comunicación que permita la puesta en
escena de la acción que se ha tornado memoria.
MEMORIA Y SUBJETIVIDAD POLÍTICA.
Ubicados en perspectivas contemporáneas, desde pensamientos no
lineales, se compartirá como no existimos como individuos aislados,
no somos sólo “seres ahí”, pero tampoco somos únicamente
colectividad, grupalidad, extensión social, somos lo uno y lo otro a la
vez. Somos unidad en la diversidad, ésta nos constituye en tanto
sujetos.
9
¿Pero qué tan conscientes somos de que somos sujetos? ¿Cuándo
reflexionamos sobre ello? ¿Qué memoria tenemos de nuestro
devenir sujeto? En principio diré que ante la carencia de libertad y
de autonomía somos sujetados a las condiciones sociales macro,
donde nuestra condición personal se diluye, se evapora, no va
siendo; de nosotros queda el individuo, el único, el aislado, el
dicotómico (individual/social), sin embargo es necesario tener en
cuenta que” La memoria se construye en cada relación, mediante la
negociación, la dialéctica, la justificación y la acción conjuntas. En
este sentido, toda memoria es compartida”4.
A veces intentamos pensarnos a partir de la pregunta ¿quién soy?,
y con ello nos vemos obligados a remontarnos en el tiempo
individual, el propio, el de cada cual para desde allí configurar
nuestra memoria personal. Pero, no logramos pensarnos solos, se
nos atraviesan otros, los otros cercanos a nosotros y entonces la
memoria se complejiza porque debemos incluir otras historias, otras
4 Vázquez, F. (2001). El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso. En: La memoria como acción social: relaciones, significados e imaginarios. Barcelona, Paidós.
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vidas, y reconocemos que nuestra memoria es contexto, que ella es
con-texto.
Tal texto, discursivo en sí, nos permite discurrir en él, ser en él,
hacernos en él. Pero no es un texto que esté allí externo a mí, que
se encuentre a manera de horizonte frente a nosotros para que lo
alcancemos, sino que es exte/inter/ entre discursivo personal/social.
Por lo tanto, es social/individual, objetivo/subjetivo/intersubjetivo. El
texto mediante el cual me construyo en y desde la memoria es
historia mía y de otros, es olvido de lo que no me acuerdo o no
requiero recordar, pero además es parte del olvido que los otros
quieren que yo tenga para poder ser, un ser social.
De allí, entonces, que la memoria social es fundamentalmente
subjetividad colectivizada, desgarramiento del sujeto por querer ser,
búsqueda de su identidad en los intersticios de la memoria y el
olvido. Por eso “Esta manera de entender la memoria permite
pensar y articular formas de transformación social. En la medida en
que nos dota de la capacidad de re-renarrar los acontecimientos,
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nos permite estructurar nuevos significados de nosotr@s mism@s y
nuevas posibilidades de ser en el futuro” 5
Abrirnos a la experiencia de otros, es hacernos humanos. Por ello,
la memoria nos ayuda en tal perspectiva. Aquella, adquiere
significado porque está conectada en una doble dimensión, primero:
a la existencia y significados de otros; segundo: a la existencia y
significados que con otros construimos, lo que nos permite
reconocer dimensiones nuevas de nuestro ser.
Por eso, la memoria, en principio es individual, pero también es y
puede ser colectiva cuando la conecto con un proceso en relación.
Como se ve, la memoria es personal/social/personal, nace desde la
evocación que una persona hace sobre algo que es social y
presenta desde su vivencia.
La característica anterior conlleva otra: la historicidad de la
memoria; ésta se expresa como pasado, presente y futuro, de
donde la memoria no es sólo lo pretérito en la noción lineal que
5 Pippert, I. (2004) (Obra Citada)
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nuestra racionalidad occidental nos plantea, es también el ahora y
el por-venir.
Lo que se encuentra en los relatos de la memoria colectiva es la
presencia de resistencias desde lo cotidiano, donde se evidencia
una tensión con el macropoder, desde el micropoder. No hay LA
REVOLUCIÓN, así, con mayúscula, la esperada desde los
metarrelatos, pero se encuentra el movimiento social, la acción, la
presencia del reclamo y la protesta. Como planteara Agnes Heller “a
diferencia de una revolución política, una revolución social no
estalla: Ocurre” 6
Ayudar en los procesos de producción, reproducción y/o transmisión
de la memoria, permite reconocer diversas formas de participación
social que se presentan en América Latina y que tienen a la base la
generación de procesos organizativos. La memoria en cuanto
elemento político y de la política permite reconocer la existencia de
actores sociales que de forma organizada asumen control sobre los
6 Agnes, Heller (1991). Los movimientos culturales como vehículo de Cambio. En: Viviesca, Fernando y Giraldo, Fabio. Colombia el despertar de la modernidad. Bogotá, Foro Nacional por Colombia.
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procesos grupales y comunitarios desde los cuales participan. No
hay, generalmente, mayores niveles de delegación, se actúa
directamente y aunque en división social del trabajo se presentan
accione funcionales desde personas específicas, ellas siempre son
interpeladas por el grupo y a éste se le informa sobre lo ocurrido.
No hay una figura mesiánica o de liderazgo personal, sino que la
identidad y el liderazgo grupal se atribuyen a las acciones
colectivas.
Lo anterior permite que se presenten, generen y consoliden
condiciones de interlocución, negociación y consenso entre los
integrantes del grupo para poder negociar con agentes externos de
poder político que representan instancias de gobierno nacional,
local o empresarial. La manera como esto ocurre, van siendo parte
de la memoria colectiva. De allí que se busquen mecanismos
mediante los cuales se pueda mantener la memoria, tales como: los
museos, la radio y el periódico comunitario.
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En últimas ¿qué es lo que encontramos en los planteamientos
anteriores? El llamado a reconocer la existencia y emergencia de
subjetividades individuales y sociales. No nos hablan y reconstruyen
recuerdos los objetos, lo hacen sujetos. No circulan en y desde la
memoria objetos/objetivados sino que se presentan subjetividades
narradas: son estas narraciones expresiones de maneras de ser y
ver el mundo, perspectivas.
EL PODER COMO MECANISMO DE SUJETACIÓN Y DESUJETACIÓN DEL
SUJETO.
¿Por qué frente a la pobreza, la desigualdad, la injusticia, la
inequidad no actuamos colectivamente? ¿Cómo asumimos las
experiencias que desde los movimientos sociales a manera de
memoria colectiva se van acumulando? Creo que una pista de
interpretación puede ser asumida desde la teoría del poder, que
permite comprender cómo se constituye la subjetividad, pero, y con
ella, su objetivación, la cosificación de los sujetos.
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Si en tanto humanos nos encontramos en devenir, en procesos de
humanización, si aún no somos humanos, pero lo estamos siendo,
nos estamos haciendo, ello lo concretamos no únicamente en el
plano de la natural, sino en complemento con lo histórico; no sólo
en el nivel de lo concreto/material, sino en confluencia y con una
notoria presencia de lo simbólico/cultural y es desde allí donde se
invisibiliza o se naturaliza el poder, sea el macropoder o el
micropoder que se presenta en la vida cotidiana, no como algo
ajeno e inaprensible sino como parte de las relaciones que
establecemos con los demás.
Es en este nivel de constitución y ejercicio del poder donde vamos
siendo sujetados en tanto sujetos. No es algo explícito en cuanto
decreto o consigna dado por alguien y he ahí su potencialidad, sino
que se ejerce desde el “silencio”, la sutileza, el diario vivir y
mediante diferentes agentes y agencias socializadoras, que con sus
rituales y discursos nos van haciendo ver el mundo de una manera
específica. Así, nos miran y hacen mirar la realidad en una sola
perspectiva, por ello nos dirá Foucault “Estamos hablando de dos cosas:
de la mirada y de la interiorización. Y, en el fondo, ¿no se trata del problema del
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precio del poder? El poder, de hecho, no se ejerce sin gastos. Existe evidentemente
el coste económico, y Bentham lo dice. ¿Cuántos vigilantes hacen falta? ¿Cuánto,
en definitiva, costará la máquina? Pero está además el coste propiamente político. Si
se es muy violento se corre el riesgo de suscitar insurrecciones; si se interviene de
forma discontinua se arriesga uno a dejar que se produzcan, en los intervalos,
fenómenos de resistencia de un coste político elevado. Así funcionaba el poder
monárquico “7
Históricamente esta manera de ser, de hacer(se) el poder, nos va a
conformar desde la familia, la escuela, el barrio, la fabrica, los
medios de comunicación, el encuentro con pares, desde la
cotidianeidad de la relación, sin que logremos darnos cuenta que
esta manera de ser nos sujeta, nos vigila, nos controla. Pero, que
en tanto construcción, podemos cambiarla si asumimos consciencia
de ella y nos vamos desujetando, reconociendo nuestros márgenes
de libertad en medio de las relaciones sociales. Pero, para ello, se
requieren la crítica y la reflexividad personal.
7 Foucault, Michel El ojo del poder. (1980) en: Bentham, J. El panóptico. Ed. la piqueta, Barcelona.
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Si el poder no es una cosa, sino una relación, no está ahí
subyugándonos, sino que lo estamos construyendo, y allí radica la
opción liberadora – que no es simplista – y es asumir poder,
empoderarnos individual y colectivamente para enfrentar/afrontar
todos aquellos poderes que nos enajenen y dominen.
CONSTITUCIÓN DE SUBJETIVIDAD DESDE LA RESISTENCIA
Pensar la resistencia es relacionarla con el poder, quien se resiste
lo hace frente al poder, no se hace frente al no poder, porque éste
no existe. Al menos en términos de Foucault8 , el poder es una
relación, no se da fuera de, dentro de, sino en el entre, con otros.
Además, y por esto mismo, hablar de poder no tiene porque ser
referido sólo al que se ejerce por parte del estado, sino que se
puede dimensionar desde la noción de micropoder. En él, todos
tenemos margen de construcción, emergencia y ejercicio del poder.
8 Foucault, Michel (1976) Historia de la sexualidad. Vol 1. La voluntad de saber. Madrid, Siglo XXI.
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Por ello, pensar la constitución de subjetividad, se puede hacer
centrando la mirada en el individuo para reconocer cómo se asume
desde la autonomía en cuanto sujeto. Entonces ¿cómo es posible
ser sujeto, si se está sujetado desde el poder? Pensando de una
forma diferente el sujeto, la subjetividad y el poder. Éste, asumido
como relación donde todos nos encontramos y por lo tanto
podemos fortalecerla para empoderarnos cotidiana y
microsocialmente; el poder, en tanto no es una cosa, no se puede
comprar, coger, apropiar. En cuanto no es una cualidad genética no
podemos esperar que biológicamente se desarrolle. Como no es
una ley social no es dable esperar que nos cobije. Siendo relación,
debemos devenir en ella, ser poder haciéndolo, ejerciéndolo.
Desde esta perspectiva el sujeto será aquel que tiene la posibilidad
de autorreflexionarse, no únicamente de una manera solípcista, sino
y también social. Esta acción auto-exo reflexiva permitirá que se
constituya la subjetividad, es decir que haya un sujeto con
subjetividad y no solo un sujeto sujetado, en tanto “El poder hace
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mucho más que imponerse al sujeto y modular sus conductas, el
poder constituye literalmente al sujeto” 9
Romper las sujeciones implica actos de resistencia a todo aquello
que deshumanice, que vaya en contra de los ideales de humanidad
que históricamente se han construido, estos ideales asumidos no
como una utopía irrealizable o un deber ser, sino como el devenir
en el cual nos vamos constituyendo intencionalmente, hoy, en el
hoy, para el día de hoy.
NUEVOS CONTEXTOS PARA LA SIGNIFICACIÓN DE LA(S)
RESISTENCIA(S)
Resistencia no es revolución. Resistencia no es revuelta.
Resistencia es movimiento silencioso, voz queda, susurro social,
acción minimalista, andadura, camino que se va haciendo, realidad
vital. La resistencia es fractal, rizoma, magma. Todas estas
cualidades/características/condiciones de la resistencia son
9 Ibáñez, J. (s.f) Elementos para una analítica del poder. Lectura en el curso virtual sobre Memorias de resistencia en América la tina. Clacso. Argentina.
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comprensibles si asumimos una mirada contemporánea sobre los
procesos sociales, con lo que matizamos la mirada moderna o
clásica sobre ellos.
Lo que nos permite la categoría de resistencia, frente a la de
revolución o revuelta es cambiar de perspectiva, cambiar la
noción/objeto que se mira, el lugar desde el cual se mira, cómo se
mira y qué se mira.
Así, entonces, lo que se mira en tanto noción, es: la política, el
poder, la democracia, la ciudadanía, lo público, pero con otros
contenidos. Ya no será la noción relacionada con el partido político,
o el estado concebido en la forma tradicional, sino en presente, en
contexto, en actualidad. De allí, que, lo que se mira no es el
metarrelato, la gran historia, el héroe, la batalla, la revolución, sino
los múltiples relatos, la microhistoria, la cotidianeidad, el ciudadano
común y corriente, con el que nos encontramos y construimos la
vida, la historia, el proceso y su transformación.
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La resistencia no es apolítica, asume nuevos y altos contenidos
políticos. En ella hay estructuras organizativas desestructuradas y
desestructurantes de la tradición, por lo que aparecen desde las
necesidades de los grupos que las protagonizan, no son
necesariamente generalizables, ni exportables, aunque pueden ser
punto de referencia para otros.
Se presentan discursos políticos que no se corresponden con
aquellos estereotipados e ideologizados que han caracterizado y
que subyacen a los discursos revolucionarios que conocemos en
occidente. Allí se habla y se vive la solidaridad. No se habla de
lucha de clases, pero se trabaja por mejores condiciones de vida.
No se aspira a la guerra, sino que se construye la paz. No se piensa
en la estructura armada, sino que se asume la desestructuración de
todo lo que implique muerte, violencia.
Desde la resistencia no se delega, se ejerce; no se asiste, se
protagoniza; no se mira, se hace; por lo tanto, desde ella no se
encuentran objetos, sino sujetos. No se aborda e interactúa con
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abstractos, sino son subjetividades que significan la realidad
natural, social y cultural y por ello se le resisten.
RESISTENCIAS METODOLOGICAS EN LA INVESTIGACIÓN
SOBRE LA MEMORIA COLECTIVA Y LA SUBJETIVIDAD
POLÍTICA.
¿Cómo nos vemos como investigadores? ¿Qué hacemos frente a la
teoría circulante, oficial y hegemónica? ¿Cómo construimos
discursos académicos alternativos, opciones metodológicas de
indagación frente a lo alterno e invisibilizado, a lo que los otros ojos
no ven?
Creo que allí también se presenta una acción de resistencia
académica, que va entrecruzada con la resistencia de los
movimientos sociales, barriales o grupales que acompañamos,
reconstruimos o de los que formamos parte. Esta resistencia
académica no es menos política que la resistencia social, en tanto
desde ella se dan versiones sobre la realidad y verdad de aquellos.
Es decir, se significa en el plano escritural la realidad, se deja como
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legado cultural para otros lo que se ha sistematizado, la versión
histórica de lo que algo fue/siendo.
Frecuentemente tenemos que dar “batallas académicas” para que
se acepte que existen otras formas de indagación de la realidad
diferentes a la del dato, lo cuantitativo, lo ahistórico. El pensamiento
hegemónico positivista, el de la eficiencia, la eficacia, lo medible, no
da tregua y espacio para que emerja y se posicione la investigación
cualitativa – lo que no quiere decir que no exista- tampoco es fácil,
en tanto proceso social, que se asuma esta perspectiva por parte de
los aprendices de las ciencias y en particular de las ciencias
sociales, para llevarlo al plano de la realidad en procesos de
resistencia. Por ello, la resistencia y las formas alternas de
investigación, son todavía algo raro en el concierto de las ciencias
sociales – aunque quienes la hacemos tendamos a creer que son
muchos los que lo hacen- De ahí, que debemos hacer un doble
trabajo de resistencia: respecto a los poderes políticos referidos al
estado y frente a los poderes políticos que concretan la ciencia y la
academia.
24
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