EL CAPITALISMO MODERNO Y LA CONTABILIDAD RACIONAL
Por: NAILA KATHERINE FLOR ORTEGA
Universidad del Valle
Resumen:
El capitalismo, o mejor, la forma del capitalismo que surgió en la baja edad media,
no ha permanecido constante en el tiempo, ha ido cambiando de acuerdo a su
contexto. Así, lo que en un principio existió fue un capitalismo aventurero, no
sujeto a ningún tipo de norma; y un precapitalismo, sujeto a la norma de la
costumbre. Posterior y como evolución del precapitalismo surgió el llamado
capitalismo moderno de Occidente, que es la forma de capitalismo en el que se
utiliza la razón y no la costumbre, para guiar el pensamiento y las acciones. Es
bajo esta forma de capitalismo que surge la organización racional del trabajo y la
contabilidad racional.
Palabras claves:
Capitalismo, precapitalismo, capitalismo moderno, racionalidad, contabilidad
racional.
Introducción
Para entender por qué se habla de contabilidad racional, habría que empezar
entendiendo el contexto del cual empieza a emerger la contabilidad que utiliza la
razón para guiarse. Para conocer ese contexto se requiere comprender lo que se
entiende por capitalismo, cuando surge y el por qué no puede hablarse de un
capitalismo inmutable. También, se requiere identificar el actuar del capitalista
aventurero, pero más aun, el actuar del precapitalista. Es la identificación del
precapitalismo lo que más interesa, puesto que es esta forma de capitalismo lo
que en un primer momento va a crear obstáculos, pero, posteriormente evolución
hacia el surgimiento del capitalismo moderno. Como esta forma de capitalismo se
sirve, tanto del trabajo racional como de la contabilidad racional, se hace
necesario, entonces, entender en que consiste el hecho de guiarse por lo
racional, por la razón, y por qué a pesar de ser el hombre el único que se guía por
la razón, puede hablarse tanto de un capitalismo racional como de una forma de
trabajo, de un capital y de una contabilidad racional. Por último, se explica que se
entiende por contabilidad racional y por qué el capitalismo requiere ya no de una
contabilidad rudimentaria, sino de una contabilidad racional, de un cálculo exacto.
1. El capitalismo
El capitalismo, podría entenderse, como un sistema económico en el que
prevalecen tanto la propiedad privada de los medios de producción como la
acumulación del capital. Este sistema económico surgió en la Europa de la Baja
Edad Media y actualmente es el sistema económico hegemónico en el mundo.
A pesar de que el capitalismo haya surgido desde épocas tan antiguas, no es
posible afirmar que desde sus inicios hasta hoy permanezca invariable en el
tiempo, es decir, y como señala Henri Perenne, citado por Giovanni Arrigi (1999:
109):
No puede postularse la permanencia a través de los siglos de una clase
capitalista, resultado de una evolución continua, que se transforma a sí
misma para adaptarse a circunstancias que se han modificado. Por el
contrario, existen tantas clases de capitalistas como épocas en la historia
económica.
En este sentido, puede afirmarse que el capitalismo que precede1 al de la época
anterior a él, es un capitalismo que está dispuesto a ir más allá, a transformarse, a
organizarse y, tal vez, a reorganizarse en cada contexto en el que se instaura.
Para efectos de éste trabajo se distinguirán tres clases de capitalismo: el
capitalismo aventurero2, el precapitalismo y el capitalismo moderno3. Se evoca a
estos tres tipos de capitalismo con la finalidad de observar y reconocer el
momento a partir del cual la contabilidad consigue dejar de considerarse como una
contabilidad rudimentaria y pasa a ser reconocida como una contabilidad racional.
2. El capitalismo aventurero y el precapitalismo
El capitalismo aventurero era aquella forma de capitalismo, en la que el capitalista
buscaba obtener la ganancia de dinero, como señala Weber (1999: 57), por medio
de arrendamientos de impuestos, empréstitos estatales, financiación de guerras,
sostenimiento de casas reales y empleados, etc. Es decir, la ganancia se obtenía
por medio de la especulación, de la inversión en actividades diferentes a las
mercantiles. Esta forma de capitalismo, que se dio a nivel mundial, es considerada
por Weber como irracional, especulativa, como el «afán de lucrarse», como el
dominio de la falta más absoluta de escrúpulos y como no sujeta a norma alguna
que le permitiera o por el contrario le prohibiera al capitalista de aquel entonces
comportarse de formas reprobables. Es en este sentido, que “nada tiene de
extraño que por doquiera se hallase esa mentalidad de aventurero, para uso
1 El hecho de que surja una nueva y diferente forma de capitalismo al capitalismo ya existente, en un lugar y en un momento determinado, no significa necesariamente (y digo no significa necesariamente porque puede ocurrir, como por ejemplo ocurrió con el paso del precapitalismo al capitalismo moderno) que se contrapongan el uno con el otro, por el contrario pueden coexistir, como ocurre actualmente con el capitalismo industrial y el capitalismo financiero.2 Esta clase de capitalismo se menciona sólo para denotar que anterior o al mismo tiempo, a lo que se considero el precapitalismo, existió otra forma de capitalismo.3 Esta forma de capitalismo es reconocido por Weber como el capitalismo que sólo se da en Occidente.
interno, que se burla de los limites marcados por la moral, desde el momento que
todas las constituciones económicas que conocían el dinero y concedían la
posibilidad de hacerlo rentable (…), admitían la industria capitalista como
«aventura»” (Weber, 1999: 57).
El precapitalismo4, por su parte, si se encontraba regido por normas, pero, normas
que regían la mentalidad y la conducta de los hombres5 de forma tradicional y
costumbrista, no racional. Se trataba, entonces, de una conducta económica
marcada por el empirismo, como señala Sombart (1977: 28), por una forma de
administrar tal y como ha sido transmitido por otras generaciones, como se ha
aprendido, como es costumbre. Se trataba pues, de un comportamiento en el que
poco se desarrollaba la creatividad, en el que lo realmente importante era la
capacidad de traer el recuerdo al momento actual para poder seguir actuando, en
otras palabras, se trataba de una vida de la repetición, de vivir conforme a lo
reconocido por la tradición. En el precapitalismo no existe, como señala Sombart
(1977: 27), ni el menor rastro de amor a la economía o a la actividad lucrativa.
Dicho de otra manera, el hombre precapitalista lo que pretendía con la obtención
de ganancia del comercio era, más que organizarse racionalmente para obtener
cada vez más mayores beneficios e invertirlos de nuevo para acrecentar así la
ganancia, era satisfacer sus elementales necesidades tradicionales. En otras
palabras, con su actividad económica normal campesinos y artesanos no
buscaban más que su subsistencia (Sombart, 1999: 24).
El hecho de que el precapitalismo estuviera regido por normas, aunque
tradicionales, lo diferenciaba del capitalismo aventurero (que no estaba regido por
normas). Sin embargo, la diferencia no hacia que uno se encontrara en oposición
con el otro, sino que por el contrario y como señala Weber (1999: 57), muy a
4 Es decir, el capitalismo en el “que todavía la utilización industrial racionalizada del capital y la organización racional del trabajo no eran las fuerzas dominantes que orientaban la actividad económica” Weber (1999: 57).5 Como hombre precapitalista Sombart identifica al campesino y al artesano.
menudo, coexistían el desenfreno absoluto y consciente de la voluntad de lucrarse
y la fiel sumisión a las normas tradicionales. Pero esta coexistencia no fue
permanente, es decir, hubo un momento en la historia en que las normas
tradicionales dejaron de existir y empezó a operar, solamente, el libre
desenfrenado afán de lucrarse, hecho no castigado por considerarse malo o
aceptado por considerarse bueno, sino más bien y como señala Weber (1999: 57),
tolerado prácticamente por considerársele o como algo indiferente desde el punto
de vista ético o como cosa reprobable, aun cuando inevitable, por desgracia, en la
práctica.
3. Del precapitalismo al capitalismo moderno
A pesar de que el capitalismo aventurero, como se señalo anteriormente,
predomino y, quizás, hizo a un lado al precapitalismo, no fue aquel, como se
podría pensar en una secuencia en la que un hecho precede al anterior, el que
influyo6 y presento obstáculos al capitalismo moderno, sino más bien el
precapitalismo. El adversario, pues, con el que en primer término necesitó luchar
el «espíritu» del capitalismo –en el sentido de un nuevo estilo de vida sujeto a
ciertas normas, sometido a una «ética» determinada– fue aquella especie de
mentalidad y de conducta que se puede designar como «tradicionalismo» (Weber,
1999: 57).
Dentro de las prácticas que Weber considera como «tradicionalismo», menciona, a
manera de ejemplos, dos: las prácticas de los trabajadores y la de los
empresarios. Para referirse a las prácticas tradicionales de los trabajadores Weber
(1999: 58) menciona que “uno de los medios técnicos que acostumbraba a
emplear el moderno empresario para conseguir de «sus» trabajadores el máximo
6 No en el sentido de que el capitalismo moderno tome los preceptos tradicionalistas del precapitalismo para erigirse, sino en el sentido de que son las practicas, la mentalidad y el comportamiento del precapitalista los que el capitalista moderno toma para diseñar, formular y plantear sus flamantes practicas y comportamientos.
posible de rendimiento, para acrecer la intensidad de su trabajo es el salario a
destajo”, entonces, cuando el empresario necesitaba incrementar su producción,
lo que hacía, o mejor, lo que pensaba para incrementarla era subir el salario a sus
trabajadores. Pero, y aquí es donde surge, según Weber, la forma tradicional de
pensar de los trabajadores, los trabajadores no incrementaban su producción por
el hecho de obtener más salario, es decir, no pensaban en trabajar más para
obtener más, sino en lo que deberían trabajar para seguir ganando lo mismo, pues
pensaban que lo que obtenían era suficiente para vivir y cubrir sus necesidades
tradicionales. En vista de que la concepción:
Salario alto = Rendimiento alto de trabajo
No funciono, el empresario se vio obligado a recurrir a otras formas de compeler al
trabajador a acrecentar su rendimiento. Esta otra forma consistió en recurrir a los
medios opuestos: “se rebajaron los tipos de salarios para forzar a los trabajadores
a trabajar más que hasta ahora, para que pudiera conservar lo que actualmente
ganaba” (Weber, 1999: 59). Es decir, se recurrió a:
Salario bajo = Rendimiento alto de trabajo
A pesar de que esta forma de obligar al trabajador a incrementar su rendimiento
funcionó y, tal vez se puede asegurar que sigue funcionando actualmente, no
significó que fuera un hecho apropiado para que el empresario lograra sus fines de
obtener mayores ganancias, puesto que, y como bien señala Weber (1999: 60), el
rendimiento del trabajo desciende fatalmente cuando el salario no basta para
satisfacer las necesidades fisiológicas del obrero. Y además, y continuando con
Weber (1999: 59), desde un punto de vista comercial, el salario bajo como base de
desenvolvimiento capitalista fracasa siempre que se trata de conseguir productos
que exigen un trabajo cualificado (intelectual), o bien el empleo de máquinas
costosas y fácilmente inutilizables por impericia del que las maneja.7
Para referirse a las prácticas tradicionales de los empresarios, Weber hace
referencia a, citando a Sombart (1999: 63), dos grandes motivos entre los que se
ha movido la historia económica la «satisfacción de las necesidades» y el «lucro»
según que haya dominado la medida de la necesidad personal o el afán de
enriquecerse (…). Lo que Weber hace con referencia a estos dos motivos es
equiparar la «economía de la satisfacción de las necesidades» con lo que él llama
el «tradicionalismo económico». Se puede entender esta comparación, o más bien
el «tradicionalismo económico» al que alude Weber, al observar lo que Sombart
(1977: 20) ha denominado las necesidades:
No cabe duda de que el ser humano ocupa el centro de todo esfuerzo y
preocupación. Es «la medida de todas las cosas» (…). Pero con ello queda
determinada ya al mismo tiempo la posición del hombre ante la economía:
ésta, como toda obra humana, se halla al servicio de los objetivos humanos.
De aquí la deducción fundamental que se obtiene a partir de esta
concepción: el punto de partida de toda actividad económica lo constituyen
las necesidades humanas, es decir, su natural necesidad de bienes. Habrán
de ser producidos tantos bienes como consuma, la cuantía de los gastos
determinará la de los ingresos. Primero le vienen dados los gastos, y de
acuerdo con ellos se fijarán los ingresos. A esta economía la llamo yo
economía de gasto. (…).
7 Auque actualmente estas relaciones de bajo salario y bajo rendimiento pueden persistir, uno se puede apartar un poco y distar de ellas al mirar la situación actual en un país como Colombia, en donde la baja posibilidad de acceder a un empleo formal o aun no siendo formal, pero que posibilita la obtención de un salario, hace que las personas trabajen y rindan con un nivel alto para poder conservar su empleo (sin importar el bajo salario que se obtenga por el), el que les permite, aunque no satisfacer todas sus necesidades básicas ni mejorar las condiciones de vida, si obtener por lo menos un salario con el que se pude vivir minimamente.
El empresario que actúa de acuerdo a la satisfacción de sus necesidades se
mueve en un sistema económico tradicional porque sólo produce de acuerdo a sus
necesidades, es decir, lo que consume para satisfacer sus necesidades es lo que
determina los que se produce para la venta, en este sentido el gasto o el
desembolso de dinero que se hace para obtener los bienes que satisfacen la
necesidad determinan los ingresos que se obtienen por la producción limitada al
consumo de bienes que satisfacen las necesidades del empresario. En esta
práctica económica, que Sombart ha denominado la “economía de gasto”, se
observa una práctica contable rudimentaria, puesto que la obtención de ingresos,
o lo que Weber llamaría la obtención de ganancias, esta determinada por un gasto
y no por el reconocimiento de la intervención de “dos elementos inseparables: el
proceso de trabajo que da cuenta de la transformación de la naturaleza que el
hombre realiza para convertirla en un objeto útil8 y las relaciones de producción
que dan cuenta de la forma histórica concreta en la que se realiza el proceso de
trabajo” (Harnecker, 1979: 19-20). Más adelante se identificará la forma en que se
llevaba la contabilidad en el precapitalismo.
Otro hecho marcado por el precapitalismo, que también creaba resistencia u
oposición por su tradicionalismo, para el desarrollo del capitalismo moderno fue el
antiguo sistema de trabajo doméstico. Según Sieveking citado por Legaz9, el
sistema de trabajo domestico es una forma de empresa en la que el empresario
suministra anticipadamente algún elemento material o instrumental sin llegar a
centralizar el trabajo, que se hace a domicilio y según su propia técnica. En este
sentido, puede decirse que lo que existía en aquel sistema de trabajo no era una
organización del trabajo como tal, sino unas varías y distintas formas de trabajar,
8 Aquí se reconoce lo que se ha denominado como el cálculo de costos de producción. 9 La definición de trabajo domestico que presenta Legaz, citando a Sieveking, la hace en una nota al pie en la traducción que realiza de la obra de Weber: “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”.
que dependían, cada una, de que quien la ejerciera. En un ejemplo, Weber (1999:
66-67)10 ilustra lo que se puede entender por empresa de trabajo doméstico:
“los campesinos acudían a la ciudad, donde habitaban los empresarios, con
los tejidos fabricados por ellos con materias primas, también producidas por
ellos en la mayoría de los casos (sobre todo, tratándose de lino); se
examinaba la calidad de los tejidos, a menudo oficialmente, y el campesino
recibía el precio acostumbrado. Los clientes del jefe de la empresa se
constituían en intermediarios para la venta del artículo a mayores
distancias, haciendo viaje de propósito y haciéndose la compra no por
muestra, sino según las calidades corrientes y en el almacén (…). Sólo
durante la campaña, cuando la había, aumentaba el trabajo; la ganancia era
razonable, la suficiente para vivir decentemente y, en los buenos tiempos,
capaz de contribuir a la formación de un pequeño capital; en general, los
concurrentes se llevaban bastante bien entre sí, por la gran coincidencia en
los principios del negocio; y, para completar el cuadro, la visita diaria
repetida a las «arcas», y, después, el tarro de cerveza, la reunión con los
amigos y, en general, un ritmo moderado de vida”.
Esta forma de trabajo, podría considerarse, sin lugar a duda, como una forma de
trabajo precapitalista, por estar basada en el tradicionalismo. Es decir, tanto el
campesino como el empresario y el cliente, estaban acostumbrados a la repetición
de estas prácticas una y otra vez, tornándose de esta manera fácil y por ello
mismo sin recurrencia a la innovación. Esto fue así hasta que se produjo, como lo
ha señalado Weber (1999: 66), la revolución que puso fin al viejo tradicionalismo,
arrumbando las formas del antiguo sistema de trabajo doméstico. Esta revolución
se da por el cambio que se produce en la forma del trabajo, continuando con el
ejemplo de Weber (1999: 67-68) sería:
10 El cual considero (se considera) pertinente mencionar para ilustrar lo que constituyo un paso importante, o mejor, un cambio importante para el desarrollo del capitalismo moderno: la forma de concebir el trabajo
(…) Un joven de una cualquiera de las familias de empresarios habitantes
en la ciudad iría un buen día al campo, y seleccionaría allí cuidadosamente
los tejedores que le hacían falta y los sometería progresivamente a su
dependencia y control, los educaría, en una palabra, de campesinos a
trabajadores; al mismo tiempo, se encargaría directamente de las
transacciones poniéndose en relación directa con los compradores al por
menor; procuraría directamente hacerse con una nueva clientela; (…). Se
constituyeron patrimonios considerables que no se convirtieron en plácida
fuente de renta, sino que fueron de nuevo invertidos en el negocio, y el
género de vida pacífica y tranquila tradicional se trocó en la austera
sobriedad de quienes trabajaban y ascendían porque ya no querían gastar,
sino enriquecerse, o de quienes, por seguir aferrados al viejo estilo, se
vieron obligados a limitar su plan de vida.
Bajo esta forma de innovación es que nace el llamado capitalismo moderno, es
decir, la ruptura con las viejas costumbres, en la forma de ejercer el trabajo, de
organizarse y por ello de separar el patrimonio personal del patrimonio de la
industria, en la forma de obtener e invertir de nuevo el capital, la ganancia, de
organizar y de contabilizar el nuevo estilo del proceso de producción y todo lo que
trae consigo el nuevo capitalismo11. Es bajo esta perspectiva que surge lo que
Weber ha llamado “la organización racional-capitalista del trabajo12 formalmente
libre”. Pero, continuando con Weber (1999: 13), la moderna organización racional
del capitalismo europeo no hubiera sido posible sin la intervención de dos
elementos determinantes de su evolución: la separación de la economía
domestica y la industria (…) y la consiguiente contabilidad racional. En este
11 Esta nueva forma de capitalismo es lo que Weber (1999: 72) ha llamado el triunfo del capitalismo, la emancipación de sus antiguos asideros.12 Esta organización racional capitalista del trabajo que según Weber (1999: 65) es una forma de trabajo industrial burgués, es el producto de la evolución de la Edad Media a la Edad Moderna.
sentido, el capitalismo moderno ya no se guía por la tradición como en el
precapitalismo, sino por la razón.
4. ¿Qué es ser racional? Y ¿Por qué el capitalismo moderno se mueve bajo
la lógica de la razón?
En primer término habría que decir, que la racionalidad es el elemento primordial
que diferencia al hombre de las demás especies del mundo, porque sólo el
hombre ejerce la capacidad de guiarse por la razón.
La racionalidad, entonces, se mueve a partir del pensar, actuar, y evaluar
conforme a la razón. Según Rescher (1993: 16):
Hay tres contextos principales, reconocidos por la tradición filosófica desde
Kant, que representan la esfera de la razón cognoscitiva, práctica y
evaluativa. Respectivamente, el de la creencia (relacionado con la
aceptación o soporte de tesis o posiciones), el de la acción (¿qué actos
realizar?) y el de la evaluación (¿qué valorar o desvalorar?).
Son entonces, las creencias, las acciones y las evaluaciones racionales, las que
permiten juzgar que alguien actúe conforme a la razón. No obstante, como señala
Rescher (1993: 17):
Las cosas que pueden caracterizarse como racionales son muy variadas:
no sólo las creencias, acciones o evaluaciones, (propias del hombre) sino
también (…) planes, concertaciones. (…) «Planes racionales» son planes
que se apoyan en creencias, valoraciones y acciones racionales;
«concertaciones racionales» son las que se apoyan en planes racionales.
Bajo esta perspectiva, se considera racional, no sólo el hombre capaz de guiarse
por la razón, sino, además, todo aquello que se comporte de acuerdo y bajo los
parámetros de una racionalidad cognoscitiva, práctica y evaluativa13. La
racionalidad, pues,
Consiste en el uso apropiado de la razón para elegir de la mejor manera
posible. Comportarse racionalmente es hacer uso de nuestra inteligencia
para calcular qué hacer en ciertas circunstancias de la mejor manera. Se
trata, entonces, de hacer deliberadamente lo mejor que uno puede con los
medios a nuestra disposición y esforzarse por alcanzar los mejores
resultados que uno puede esperar dentro del alcance de nuestros recursos,
que comprenden específicamente nuestros recursos intelectuales. La
optimización de lo que uno piensa, hace y evalúa es el centro de la
racionalidad, (Rescher, 1993: 15).
Se es racional en tanto que se usa la capacidad de la razón para pensar, elegir,
actuar, para llegar a los fines con los mejores medios, pero no es sólo llegar a los
fines con los mejores medios, sino también, llegar a los mejores fines con los
mejores medios. En otras palabras, se es racional si lo que se piensa, se hace y lo
que se obtiene, se logra de la forma más adecuada, de la mejor manera. Y
obtener las cosas de la mejor manera depende de saber o de comparar y evaluar
situaciones para determinar cuál es la que ofrece mejores resultados o mayores
beneficios.
Quien actúa o, como señala Rescher (1993: 17), quien procede de manera no
inteligente en el cálculo de lo más adecuado comete, en consecuencia, una falta
de racionalidad. Pero, además, y continuando con Rescher, quien calcula
correctamente hacer lo racionalmente óptimo en ciertas circunstancias, pero
fracasa al llevarlo a cabo, también se aparta del camino de la razón.
13 El hombre en el capitalismo moderno podría considerarse como
Actuar conforme a la tradición, a la costumbre, sería actuar conforme a prácticas
preestablecidas y por tanto ya existentes. Bajo esta forma de comportarse y actuar
se muestra indiferencia e incluso hostilidad hacia el uso de la razón, de pensar de
forma inteligente en el beneficio, en lo mejor y más adecuado. Esto, por el simple
hecho de seguir y no salirse de los parámetros aceptados por la tradición. Es en
este sentido en el que se habla de que el precapitalismo o el hombre precapitalista
es un hombre que piensa y actúa de forma irracional. Como señala Rescher
(1993: 16):
La racionalidad requiere la búsqueda inteligente de fines adecuados y tiene
que ver con la búsqueda evidentemente efectiva de lo que con propiedad se
aprecia como beneficio. En consecuencia, la racionalidad posee de modo
crucial una dimensión económica, ya que se considera que la tendencia
económica es inherente al comportamiento inteligente. Costes y beneficios
son factores fundamentales. Ya sea en asuntos de creencia, acción o
evaluación, la racionalidad involucra el intento de optimizar beneficios en
relación con el coste de los recursos disponibles. La razón también requiere
que los objetivos adoptados inteligentemente se desarrollen de manera
inteligente.
Bajo este panorama es que se entiende por qué en el capitalismo moderno se
habla de la razón, de la organización racional del trabajo, por el uso de la
inteligencia, de la innovación, de la razón para lograr los objetivos, los fines, que
por cierto también son racionales, puesto que están sustentados en el mayor
beneficio, en los fines de lucro. Y porque además, se logran a partir de un
desarrollo o un proceso, también racional.
En tanto que el hombre del capitalismo moderno podría ser considerado, usando
los términos de Rescher14, como un «individuo racional» por el hecho de guiarse
por creencias, acciones y evaluaciones racionales, el capitalismo moderno como
tal, se consideraría, utilizando, de nuevo, los términos del autor en mención, como
una «concertación racional». Esto por considerar que el capitalismo moderno
estaba sustentado en unos «planes racionales», que no serían otros que los de
obtener mayores beneficios, mayor capital a acumular y a privatizar.
Se habla, entonces, de que el capitalismo moderno esta guiado por la razón, en el
sentido de que usa la razón para pensar y actuar siempre conforme a lo mejor, al
mayor beneficio. Por ello se entiende que se halla dado “un crecimiento tal de la
producción del trabajo que hizo a éste (el trabajo) romper los estrechos límites
«orgánicos» naturalmente dados de la persona humana en que se hallaba
encerrado, quedando sometido todo el proceso de la producción a puntos de vista
científicos” (Weber, 1999: 78). Es decir, cambia la forma del trabajo15, por el simple
hecho de que permite lograr mejores y mayores beneficios, mayores ganancias
que podrán ser invertidas de nuevo en el negocio que permitirían a su vez, obtener
un mayor capital a acumular. Es en este sentido que se entiende el hecho de que
se haya dado la racionalización del trabajo, como una de las propiedades de la
económica privada capitalista racional. Naturalmente, y como señala Weber
(1999:79)
Una de las propiedades de la economía privada capitalista es también el
estar Racionalizada sobre la base del más estricto cálculo, el hallarse
ordenada, con plan y austeridad, al logro del éxito económico aspirado, en
14 Aquí lo que se hace es, solamente, utilizar las expresiones de Rescher, no ubicarlas en el contexto en el que se mencionan porque el autor lo haya echo, sino porque parece adecuado ubicar tanto al capitalista como al capitalismo moderno, en una forma de caracterización racional.15 Se podría entender el trabajo como racional en la mediada en que este guiado por “«planes racionales», es decir, planes que se apoyan en creencias, evaluaciones y acciones racionales en general” Rescher (1993:17).
oposición al estilo de vida del campesino que vive al día, a la privilegiada
parsimonia del viejo artesano y al «capitalismo aventurero», que atiende
más bien al éxito político y la especulación irracional.
El más estricto cálculo o el cálculo exacto, del que habla Weber y también habla
Sombart, se refiere al otro elemento que requería el capitalismo para su evolución:
la contabilidad racional.
5. La contabilidad racional16
Así como en el capitalismo hubo una ruptura17 entre precapitalismo y capitalismo
moderno, también hubo una ruptura en la contabilidad, como sistema de
información, de control y cálculo de la actividad económica. La ruptura en la
contabilidad consistió en el paso de la llamada contabilidad rudimentaria a la
contabilidad racional.
En la contabilidad rudimentaria, propia del precapitalismo, como señala Sombart
(1977: 25), en realidad no se pretendía ser «exacto». Y no se pretendía un cálculo
exacto, porque, y continuando con Sombart, la revisión de las sumas revelaban a
menudo cifras muy discrepantes. Es decir, no había una preocupación, de quien
llevaba la contabilidad, por el cuadre de las cuentas, simplemente se anotaban las
compras y las ventas o, en otras palabras, los gastos y los ingresos, y las deudas
y reclamaciones. La contabilidad funcionaba, como señala el autor en mención, a
modo de «diarios» y «memorias».
Puede considerarse, también, que la contabilidad era rudimentaria en el sentido de
que no precisaba tener en cuenta un control exacto y un cálculo exacto del
16 La contabilidad racional, también se puede caracterizar, al igual que el capitalismo moderno, como una «concertación racional», en el sentido de ella utiliza o esta guiada por objetivos o principios concebidos como racionales.17 Y, por supuesto, existirán otras.
proceso de producción, y de todo lo que ello implicaba, tampoco de hacer cálculos
del capital invertido y en términos de él, establecer las ganancias o perdidas que
se obtenían al final de un determinado periodo. Esta forma de llevar la contabilidad
era característica del periodo precapitalismo.
Con el cambio del precapitalismo al capitalismo moderno surgió y, como se señalo
anteriormente, fue muy importante que surgiera, una contabilidad o un cálculo
exacto que estuviera a la par de un capitalismo que buscaba obtener el lucro, la
ganancia de forma racional, que buscaba incrementarla (la ganancia), por medio
de los mejores medios: la utilización industrial racionalizada del capital y la
producción de trabajo racional18. Sobre la forma de llevar la contabilidad o el
cálculo exacto en el capitalismo moderno, Weber señala (1999: 10-11):
Al comenzar la empresa se hará un presupuesto inicial, se realizarán otros
cálculos antes de emprender ciertas acciones, otros posteriores al controlar
y examinar la conveniencia de las mismas, y al final de todo se hará una
liquidación, que establecerá la «ganancia». El presupuesto inicial de una
consignación, por ejemplo, consiste en determinar el valor dinerario
convencional de los bienes entregados (sino consisten ya éstos en dinero) y
su liquidación será la evaluación final que servirá de base al reparto de las
pérdidas y las ganancias; y en cada acción concreta que emprenda el
consignatario, si obra racionalmente, habrá un calculo previo. Hay veces,
ciertamente, en que falta todo cálculo y estimación exactos, procediéndose
por evaluaciones aproximativas o de modo puramente tradicional y
convencional, y esto ocurre en toda forma de empresa capitalista, incluso
en la actualidad, siempre que las circunstancias no obligan a realizar
cálculos exactos; pero esto no afecta a la esencia, sino solamente al grado
de racionalidad de la actividad capitalista.
18 Términos utilizados por Weber.
El capitalismo moderno necesito, entonces, de una contabilidad racional que le
permitiera demostrar que él funcionaba bien, que iba a representar, a calcular y a
controlar de la mejor manera posible, de la forma más adecuada, los factores o
medios de producción que en él convergían: tierra, trabajo, capital y organización.
Factores estos que combinados y articulados generaban la ganancia a ser
acumulada19 por quienes poseían la propiedad privada de los medios de
producción.
La razonabilidad de la contabilidad, además de lo anterior, puede seguir siendo
argumentada, de acuerdo a lo que Rescher señala para alguien20 que actúa
racionalmente:
Alguien actúa racionalmente en el ámbito de la creencia, la acción o la
valoración cuando sus razones son razones convincentes. En
consecuencia, la racionalidad se halla conectada con la capacidad de «dar
cuenta», es decir, de usar la inteligencia para dar cuenta de la «razón» de
lo que uno hace, de establecer su adecuación. Por otra parte, la
racionalidad tiene que ver con la conducción de nuestros asuntos con
responsabilidad, o con el ser capaces de dar cuenta de las razones de lo
que uno hace, de manera tal que permita a otros «entender el objetivo» y
hallar el sentido de nuestro proceder. Una creencia, una evaluación o una
acción es, por tanto, racional si el agente puede presentar una narración
con sentido mostrando que (y cómo) en tales circunstancias es razonable
19 Y por ello poco distribuida entre quienes no poseían la propiedad privada de los medios de producción.20 Lógicamente no puede hablarse de la contabilidad como hablarse de alguien, puesto que la contabilidad no es una persona, pero el alguien para efectos de entenderlo en este trabajo y en la aplicabilidad a la contabilidad, puede entenderse como algo. Y no estaría mal entender el alguien por el algo, si se tiene en cuenta que no sólo es concebido como racional el individuo que se suple de la razón, sino también los planes y las concertaciones guiados por la razón.
llegar a un resultado determinado, gracias a la optima orientación hacia los
fines adecuados (Rescher, 1993: 17-18).
En términos de este planteamiento de Rescher puede entenderse la contabilidad
como racional a partir de éstas diversas formas de considerársele: 1). La
contabilidad puede identificarse como un sistema de información que da cuenta de
“todo” lo que sucede al interior de una organización. 2). La contabilidad, aunque no
usa la inteligencia, porque esta sería una capacidad de los humanos, si utiliza la
norma, que igual es establecida por seres humanos, para establecer la
razonabilidad de la obtención del beneficio. Además, la norma, también es
utilizada para legitimar el capitalismo, es decir, probar, comprobar y justificar que
el capitalismo funciona bien a la luz de lo legalmente establecido y a lo
racionalmente permitido, que la ganancia es racionalmente legitima. 3). La
contabilidad establece por medio de la representación de la “realidad” de lo que
ocurre en la organización, del control y del calculo que tan adecuado puede ser
llevar a cabo una determinada actividad. 4). La información contable conduce a
que se tomen decisiones, que pueden ser responsables o no, dependiendo ya no
de la racionalidad de la contabilidad (aunque naturalmente no debe entenderse de
manera demasiado radical, porque también suele suceder que la información
contable sea errada, no tanto por no tener en cuenta aspectos como el capital
intelectual, el medio ambiente o el capital social o no representar realmente una
realidad, lo que sería más bien una limitación de la contabilidad, sino por el hecho
de malversar la información), sino de quien asume las decisiones que deben
llevarse a cabo, y que si fueran razonables serían responsables. 5). Con lo que
respecta a la racionalidad en cuanto “ser capaces de dar cuenta de las razones de
lo que uno hace, de manera tal que permita a otros «entender el objetivo» y hallar
el sentido de nuestro proceder”. La contabilidad si que atiende bien a este
precepto, puesto que por medio de ella se dan a entender los objetivos y los fines
últimos del capitalismo: buscar siempre incrementar la ganancia para acumular
más y apropiarse de mayor forma de los medios de producción.
6. A manera de conclusión
Para que la contabilidad revistiera, como señala Carrasco y Larrinaga (1997: 68)
“de racionalidad las situaciones que representa” y representaba, fue muy
importante y muy decisivo la evolución que se dio tanto en la forma de pensar, de
actuar, como en la forma de ejercer el comercio, es decir, la evolución que se dio
del precapitalismo al capitalismo moderno. Y esto fue importante para la lógica del
capitalismo, porque le permitió calcular, controlar, representar e informar de una
forma más exacta lo que ocurría en el desarrollo de la actividad económica. En la
medida en que se calcula, se controla, se representa y se informa de una manera
más exacta, se logra obtener un mejor conocimiento de los medios y de los
procesos que se están empleando para lograr los mejores fines. Es bajo esta
mirada que se entiende el hecho de que “las instituciones del mundo moderno,
desde el Estado a las asociaciones profesionales, recurran constantemente a la
contabilidad para demostrar la racionalidad de los procesos” (Carrasco y
Larrinaga, 1997: 69).
BIBLIOGRAFÍA
ARRIGI, Giovanni (1999). “El Largo Siglo XX”. Madrid: Akat – Cuestiones de Antagonismo.
CARRASCO Fenech, Francisco y LARRINAGA González, Carlos (1997) “El Poder Constitutivo de la Contabilidad: Consideraciones sobre la Cuestión Medio Ambiental. En: Ensayos sobre Contabilidad y Economía”. Tomo II. Homenaje a Saez Torrecilla. Instituto de Contabilidad y Auditoria de Cuentas. Madrid.
RESCHER, Nicholas (1993). “La Racionalidad: Una Indagación Filosófica sobre la Naturaleza y la Justificación de la Razón”. Madrid: Editorial Tecnos.
SOMBART, Werner (1977). “El Burgués: Contribución a la historia espiritual del hombre económico moderno”. Madrid: Alianza Editorial.
WEBER, Max (1999). “La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo” Decimoséptima edición. Barcelona: Ediciones Península.