El Sistema Inmune y la defensa del organismo
Nuestro ambiente está repleto de organismos microscópicos, muchos de ellos viven sobre nuestro
cuerpo y otros dentro de nosotros. La mayor parte de ellos no son dañinos, pero algunos son capaces
de provocar algún tipo de enfermedad, son aquellos a los que denominamos patógenos o parásitos.
Ante la prevalencia y diversidad de organismos causantes de enfermedades surge una pregunta ¿Por
qué no nos enfermamos con mayor frecuencia? A lo largo del tiempo evolutivo los animales y sus
parásitos han entrado en una batalla cada vez más intensa. Conforme los animales desarrollan
sistemas de defensa más complejos, los parásitos, por su parte, desarrollan tácticas más efectivas para
combatir esas defensas. Esta carrera armamentista evolutiva ha perfeccionado nuestras defensas hasta
convertirlas en un sistema extraordinariamente complejo, diseñado para resistir las invasiones y los
ataques de los parásitos.
Sistema Inmune humano
Inmunidad
Nuestro cuerpo se encuentra en permanente
contacto con microorganismos, muchos de los
cuales son patógenos (causan enfermedades), sin
embargo, la mayor parte de nuestras vidas estamos
sanos. Esto se debe a que existen mecanismos,
barreras, que impiden el ingreso de
microorganismos y, en caso de que ingresen, existen
mecanismos de defensa y de eliminación de los
mismos.
Los mecanismos de defensa son responsables de
de combatir de maneras diferentes a los agentes
causales de enfermedades, pueden actuar evitando
su ingreso a través de barreras anatómicas
inespecíficas (barreras primarias) o, si ingresaron
y generaron un proceso infeccioso, combatiéndolos
inespecíficamente a través del accionar de
proteínas plasmáticas, respuestas locales que se
manifiestan como una respuesta inflamatoria y
fagocitosis o dando una respuesta sistémica que se
manifiesta como un proceso de fiebre corporal
(barreras secundarias). La respuesta también
puede ser específica lo que involucrará la formación
de células específicas que accionaran de manera
diferente sobre un agente determinado (barreras
terciarias).
Las barreras primarias y secundarias
(inmunidad innata) son barreras inespecíficas, es
decir, que actúan de la misma manera ante cualquier
patógeno, mientras que las barreras terciarias
(inmunidad adquirida) son específicas y generan
una respuesta específica y determinada para cada
agente que reconocen como extraño.
La defensa interna del organismo depende de la
capacidad de distinguir entre lo propio y lo ajeno.
Tal reconocimiento es posible porque cada
organismo es bioquímicamente único.
Las células de cada organismo tienen
macromoléculas de superficie de membrana
(complejo mayor de histocompatibilidad) únicas
que actúan como marcadores químicos, que difieren
de las macromoléculas de superficie de otros
organismos de la misma especie y de otras especies.
Es decir un organismo reconoce sus propias
macromoléculas y desconoce las ajenas. Toda molécula que es reconocida como ajena se
denomina antígeno y al ser identificada puede
activar las defensas a través de procesos de
inmunidad innata o adquirida.
Barreras primarias
Este tipo de barrera es inespecífica (también es
denominada barrera anatómica) ya que no
distingue entre un tipo de microorganismo y otro,
actúa de la misma forma ante cada uno de ellos cada
vez que se presentan.
Las primeras barreras con la que se encuentran
los microorganismos son la piel que recubre nuestro
cuerpo exteriormente y las mucosas que recubren
nuestros órganos internamente. Algunas de éstas
barreras son:
• La capa más externa de la piel, la epidermis,
constituye una barrera casi impenetrable, excepto
que se encuentre dañada.
• El sudor de pH levemente ácido y los ácidos
grasos producidos por las glándulas sebáceas
están formados por sustancias químicas que
impiden el desarrollo y la supervivencia de los
microorganismos.
• Las lágrimas y la saliva tienen en su
composición química sustancias, como las
lisozimas, capaces de destruir las paredes
bacterianas.
• El jugo digestivo presente en el estómago, de pH
ácido debido a la presencia de ácido clorhídrico,
destruye a los microorganismos que ingresan con
los alimentos.
• Las paredes internas de los conductos digestivos
y respiratorios están recubiertas por un epitelio
que produce una sustancia pegajosa, el mucus,
que atrapa a los microorganismos. Además las
células de la mucosa de las vías respiratorias
poseen cilios, que al agitarse arrastran el mucus
con las partículas atrapadas.
• Muchas de las bacterias inofensivas que habitan
sobre la piel y dentro del intestino (flora
intestinal), resultan muy beneficiosas porque
impiden que otras bacterias patógenas colonicen
esos lugares y penetren en el cuerpo.
• Tanto la uretra femenina como la masculina se
encuentran prácticamente libres de
microorganismos debido al flujo constante de
orina, que tiene un pH levemente ácido que los
elimina.
• Las secreciones vaginales, normalmente ácidas,
son letales para la mayoría de las especies
bacterianas.
Barreras primarias del organismo
Organización y componentes del Sistema
Inmune
El Sistema Inmune actúa gracias a la parti-
cipación de diferentes moléculas del plasma
sanguíneo conocidas en conjunto como
complemento, a poblaciones celulares conocidas
como células inmunocompetentes y a órganos
específicos denominados órganos linfoides. Las
células, que mayoritariamente son leucocitos
(glóbulos blancos) se encuentran en todo el
organismo y principalmente en los órganos
linfoideos. Los órganos linfoides (órganos donde se
originan estas células, adquieren funcionalidad y
cumplen funciones) se comunican entre sí a través
de la circulación sanguínea y linfática que es por
donde circulan estas células de unos lugares a otros.
Esto hace posible el encuentro de las células
inmunocompetentes con los antígenos y además que
ellas mismas interactúen, aspectos éstos que
son necesarios para una respuesta inmune
adecuada.
Se conoce con el nombre de complemento al
conjunto de proteínas plasmáticas originadas en
el hígado que actúan una vez activadas y que tienen
como fin último defender al organismo,
esencialmente de microorganismos. El
complemento ejerce su acción protectora
destruyendo directamente a las bacterias y virus
que habiendo traspasado las barreras naturales
de la piel y mucosas, identifica como patógenos.
Esto se hace en el contexto de la respuesta inmune
innata, pero además el complemento actúa, como
parte de la respuesta específica, destruyendo los
microorganismos y células atípicas que
los anticuerpos identifican como blanco a
eliminar.
El complemento es un sistema muy eficiente para
luchar contra las infecciones. Una vez iniciado se
produce una amplificación progresiva (activación en
cascada) de las reacciones que lo convierte en un
fenómeno imparable hasta que consigue el objetivo
de aniquilar al microorganismo que lo puso en
marcha. Funciones del complemento: acción
citolítica a través de la degradación directa de un
gran número de bacterias, acción facilitadora
(opsonización) de la fagocitosis, acción
quimiotáctica ya que posee la capacidad de atraer
células al foco inflamatorio (quimiotaxis).
Modelización de la forma de actuar del
complemento:
Infección
Las células inmunocompetentes son células
capaces de reconocer lo extraño y actuar en
consecuencia. En conjunto se las denomina glóbulos
blanco o leucocitos, todas se originan en la médula
ósea roja (tejido hematopoyético, formador de todas
las células sanguíneas), y se diferencian en dos tipos
básicos: los leucocitos fagocíticos o fagocitos y los
linfocitos.
• Fagocitos: son células especializadas con
capacidad de englobar antígenos y destruirlos
enzimáticamente. Cuando maduran, migran a
todos los tejidos del cuerpo pero especialmente a
la sangre, al bazo, al hígado, a los nódulos o
gánglios linfáticos y a los pulmones. Tienen la
capacidad de responder a sustancias químicas
liberadas por órganos afectados por alguna
infección (quimiotaxia), se movilizan a través
de movimientos ameboidales y pueden
abandonar los vasos sanguíneos (diapédesis) y
dirigirse hacia los tejidos infectados. Hay
diferentes tipos de fagocitos:
- Neutrófilos con gran capacidad fagocítica, son
los más abundantes y son el primer tipo de célula
inmune que responde y llega al sitio de la
infección. Dejan el fluido sanguíneo y se
acumulan en los tejidos durante las primeras
horas de la infección y son responsable de la
formación de pus.
- Eosinófilos que actúan principalmente en los
procesos de alergia.
- Basófilos especializados en segregar sustancias
químicas como la histamina y la heparina que
estimulan los procesos inflamatorios y
anticoagulantes.
- Monocitos con una gran capacidad fagocítica.
Cuando los monocitos salen del fluido sanguíneo
y entran en los tejidos, cambian de forma y
tamaño para convertirse en macrófagos (o
células presentadoras de antígenos), células
diseñadas para presentar las moléculas
antigénicas a los linfocitos para estimular la
respuesta inmune específica.
En el gráfico: diferenciación de las células
sanguíneas a partir de una célula madre en la
médula ósea roja (tejido hematopoyético)
• Linfocitos: son las principales células
responsables de la inmunidad específica, aunque
uno de ellos, las células NK, no participan de
procesos específicos. Mucho más comunes en el
Sistema Linfático que en la sangre y son el
principal tipo de célula que se encuentra en la
linfa. Los linfocitos pueden defender el cuerpo
contra las infecciones, ya que pueden distinguir las
células del propio cuerpo de las extrañas. Una vez
que reconocen material extraño (antígeno) en el
cuerpo, producen sustancias químicas para destruir
ese material. Hay de tres tipos:
- Las células NK (por las siglas de su
denominación en inglés, natural killer, "asesina
natural" en español) también conocidas como
células asesinas son un tipo de linfocito
pertenecientes al sistema inmunitario.
Representan junto con los linfocitos B y T un
tercer tipo de población de linfocitos. A
diferencia de los otros dos se consideran como
parte del sistema inmune innato, ya que
ejercen sus funciones de una manera
inmediata y natural, sin necesidad de un
proceso de aprendizaje previo.
Morfológicamente son prácticamente
indistinguibles a los linfocitos grandes excepto
por los gránulos que contienen. Comparten un
progenitor común con los linfocitos T. Son
originarias de la médula ósea y son grandes y
granulares. Estas células no destruyen los
NK
microorganismos patógenos directamente,
teniendo una función más relacionada con la
destrucción de células infectadas por virus o
que puedan ser cancerígenas (tumorales). No
son células fagocíticas. Las células NK se
definen principalmente por su capacidad de
destruir una variedad de células anormales. Esta
propiedad se conoce como citotoxicidad celular.
Se distinguen dos tipos de citotoxicidad celular:
una que está dada de forma natural y otra que
está mediada por los anticuerpos. Es decir, por
una parte, las células NK pueden reconocer de
forma innata alteraciones en las células y
activarse con el fin de destruirlas. Por otra parte,
son capaces de reconocer y matar células
cubiertas por anticuerpos, o mejor dicho células
que han sido marcadas como dañinas, con el fin
de atacarlas. Cuando las células NK se activan,
liberan sustancias que se encuentran en el
interior de sus gránulos como perforinas, que van
a formar poros en la membrana celular, y
granzimas, que van a inducir la muerte de la
célula alterada.
- Linfocitos B: son células especializadas que
tienen como función principal producir
anticuerpos (inmunoglobulinas). Los linfocitos
B se desarrollan de células madre en la médula
ósea y maduran en ella luego migran
principalmente a los ganglios linfáticos, al bazo,
y a ciertas áreas del intestino, y en menor
proporción al fluido sanguíneo. Cuando los
linfocitos B se estimulan con un material extraño
(antígenos), responden transformándose en otros
tipos de células llamadas células plasmáticas y
células o linfocitos B de memoria. Las células
plasmáticas producen anticuerpos específicos
contra los antígenos. Los anticuerpos encuentran
su camino hacia el fluido sanguíneo, las
secreciones respiratorias, las secreciones
intestinales y la sangre.
En el gráfico: activación y diferenciación de
linfocito B
- Linfocitos T: son células inmunológicas
específicas. Los linfocitos T no producen
anticuerpos moleculares. Las funciones
especializadas de los linfocitos T son atacar
directamente antígenos extraños como virus,
hongos, tejidos trasplantados y actuar como
reguladores del Sistema Inmunológico. Los
linfocitos T se originan de células madre en la
médula ósea y migran para madurar al timo ("T"
por el Timo). Los linfocitos T maduros dejan el
Timo y se van a otros órganos del Sistema
Inmunológico, como el bazo, los ganglios
linfáticos, la médula ósea y la sangre. Cada
linfocito T reacciona contra un antígeno
específico, así como cada anticuerpo reacciona
contra un antígeno específico. De hecho, los
linfocitos T tienen moléculas en la superficie
llamadas receptoras que reconocen antígenos. La
variedad de linfocitos T es tan grande que el
cuerpo tiene linfocitos T que pueden reaccionar
contra virtualmente cualquier antígeno. Los
linfocitos T también varían con respecto a su
función. Hay linfocitos T citotóxicos
(destructores, o "effector"), linfocitos T
ayudadores (colaboradores, "helper"), y linfocitos
T reguladores (supresores, "suppressor"). Los
linfocitos T citotóxicos son los que destruyen a
células infectadas por microorganismo invasores o
a células tumorales propias del organismo o
tejidos trasplantados. Los linfocitos T de ayuda,
ayudan a los linfocitos B a producir anticuerpos y
ayudan a los linfocitos T destructores en el ataque
a sustancias extrañas. Los linfocitos T ayudadores
activan la respuesta inmune específica haciendo
más efectiva la función de los linfocitos B,
provocando una mejor y más rápida producción de
anticuerpos y activando a los linfocitos T en sus
funciones. Por otra parte los linfocitos T
reguladores, regulan, suprimen o apagan a los
linfocitos T ayudadores para no activar la
respuesta inmune o que ésta no sea exagerada. Sin
esta supresión, el Sistema Inmunológico seguiría
trabajando después de la infección.
En el gráfico: activación y diferenciación de
linfocito T:
Los órganos del sistema inmunológico u órganos
linfoides se clasifican en órganos linfoides
primarios y secundarios.
• Órganos linfoides primarios: son aquellos
órganos donde se originan y maduran los
linfocitos B y los linfocitos T. Son:
- la médula ósea: todas las células del sistema
inmunitario humano se forman en la médula
ósea, que se encuentra dentro de los huesos,
por un proceso denominado hematopoyesis.
El proceso de la hematopoyesis consiste en la
diferenciación de las células madres de la
médula ósea y los derivados, ya sea en las
células maduras del sistema inmunitario o un
precursor de las células, que se mueven fuera
de la médula ósea y continúan su proceso de
maduración en otro lugar. La médula ósea es
el lugar donde maduran los linfocitos B.
- el timo: está situado en la región superior del
pecho, por encima del corazón y es la
glándula productora más activa de los
linfocitos T maduros hasta la adolescencia.
Las células inmaduras producidas en la
médula ósea, migran y entrar en el timo,
donde se lleva a cabo el proceso de
maduración.
• Órganos linfoides secundarios: son los
órganos, sitios, donde los linfocitos migran para
cumplir con su tarea y proporcionan el medio
apropiado en el que las células del sistema
inmune (macrófagos, células presentadoras de
antígenos, linfocitos T y B) pueden interaccionar
entre sí y con los antígenos. Estos órganos se
encuentran diseminados por todo el organismo,
son:
- los ganglios linfáticos: los ganglios linfáticos
se encuentran en todo el sistema linfático del
cuerpo. Actúan como filtros inmunológicos,
drenan la linfa de la mayor parte de los tejidos
del cuerpo y filtran los antígenos presentes en
estos tejidos, antes de permitir que la linfa
vuelva a la circulación.
citotóxica
En el gráfico: corte longitudinal de ganglio
linfático
- el bazo: actúa como un filtro inmunológico
de la sangre y atrapa los materiales extraños,
que son antígenos de la sangre que pasan por
él. Activación de linfocitos por antígenos
- las adenoides: Las adenoides están situados
en la parte posterior de la cavidad nasal,
donde el paso de la cavidad nasal forma la
faringe. Aparecen como un grupo único de
tejido esponjoso, que forma la primera línea
de defensa del cuerpo. Su función es evitar,
que las bacterias y las infecciones por otros
organismos infecten los diferentes órganos
del cuerpo. Actúa como un filtro en el cuerpo,
atrapando las bacterias y los virus.
- las amígdalas: Existen dos masas de tejido
glandular suave a ambos lados de la parte
posterior de la boca. Junto con las adenoides,
también forman la primera línea de defensa
contra las infecciones. Su función principal es
atrapar las bacterias y los virus del aire
inhalado.
- las placas de Peyer: son grandes agrupaciones
de folículos linfáticos aislados de estructura
similar a las amígdalas que están distribuidas en
la parte distal del intestino delgado (íleon). En
esa ubicación las placas de Peyer están en un
lugar ideal para combatir las grandes cantidades
de bacterias presentes en el intestino evitando así
que puedan atravesar sus paredes.
Ubicación de los órganos linfoides
La respuesta inmune
La defensa activa del organismo se lleva a cabo a
través de la respuesta inmune en la que participan
moléculas y células del sistema inmune. Esta
respuesta puede realizarse de dos formas distintas
pero relacionadas: la respuesta inmune innata
inespecífica y la respuesta inmune adquirida
específica.
• Barreras secundarias: la respuesta inmune
innata. Interviene de manera inmediata, como
primera línea de defensa inmune, frente a una
gran variedad de agresiones. No requiere de un
aprendizaje previo y en ella intervienen diversas
moléculas del complemento, los fagocitos y las
células NK. La respuesta innata, además, actúa
de forma inespecífica, esto es frente a todos los
gérmenes patógenos por igual.
El accionar de las barreras secundarias de
defensa se manifiesta de tres maneras diferentes
cada una de ellas apuntando a solucionar
problemas diferentes, pueden manifestarse como:
una acción destructiva de células anormales o
infectadas (accionar de células NK), una
respuesta local (proceso inflamatorio y
fagocitosis) o una respuesta sistémica (proceso
febril).
Respuesta local, proceso inflamatorio:
La inflamación es una reacción local del tejido
vascularizado frente a un agente invasor que
provoca daño tisular o frente a un trauma mecánico.
Los componentes de la respuesta inflamatoria son la
circulación capilar, las células sanguíneas, el plasma
y células del tejido dañado. Su misión es localizar,
eliminar o en su defecto aislar al agente invasor y
tejido dañado, permitiendo la posterior reparación
por mecanismos regenerativos o cicatrizales.
En la inflamación aguda, al producirse daño tisular,
la circulación de la zona sufre una serie de cambios
debido a la liberación de sustancias específicas
como la histamina, estos cambios incluyen la
vasodilatación que tiene como consecuencia un
aumento del aporte sanguíneo que se traduce en los
signos de enrojecimiento y aumento de la
temperatura localmente. Además se produce una
disminución de la velocidad de circulación. El
aumento de la permeabilidad vascular permite la
salida de plasma y células al intersticio tisular lo
que provoca la hinchazón o edema de la zona. Las
células fagocíticas migran hacia el agente invasor
atraídas por factores quimiotácticos de origen
endógeno o bacteriano. Los leucocitos fagocíticos
fagocitan al agente extraño, labor que aumenta en
eficiencia debido a la presencia de factores del
complemento que recubren a las partículas que van
a ser fagocitadas. La acción fagocítica se encarga de
limpiar toda la zona, ingieren no sólo
microorganismos, sino que también otros glóbulos
que hayan muerto Los cambios descriptos son
consecuencia de la acción de mediadores químicos
de la inflamación.
Clásicamente la inflamación se ha considerado
integrada por los cuatros signos: calor,
enrojecimiento, hinchazón y dolor. El calor y el
enrojecimiento se deben a las alteraciones
vasculares que determinan una acumulación
sanguínea en el foco. La hinchazón se produce por
el edema y acúmulo de células inmunes, mientras
que el dolor es producido por la actuación de
determinados mediadores sobre las terminaciones
nerviosas del dolor. Si la infección es importante
suele formarse por la acción fagocítica y posterior
muerte de éstas células una cantidad variable de
pus.
En el gráfico: inicio del proceso inflamatorio como
consecuencia del ingreso de una espina en la piel:
Respuesta sistémica:
La inflamación suele ser la respuesta local a una
infección, pero algunas veces es necesario que todo
el organismo responda a la infección (respuesta
sistémica). La fiebre es un síntoma clínico común
de la respuesta inflamatoria generalizada. Los
macrófagos y otras células segregan sustancias
como las interleucinas con función pirogénicas, que
actúan sobre el termostato del hipotálamo,
provocando que éste modifique la temperatura
corporal de referencia y generando de esta forma el
aumento de la temperatura corporal, la fiebre. La
fiebre si bien es favorable temporalmente para el
organismo porque interviene en la actividad de
algunos microorganismos, debido a que reduce las
concentraciones de hierro circundante (elemento
necesario por los microorganismos), favorece
también la actividad de los linfocitos T, la
producción de anticuerpos y la incrementación de
la actividad fagocítica (aumenta el metabolismo
celular), debe ser controlada y regulada.
Barreras terciarias: inmunidad adquirida
específica
En las reacciones de defensa hay tres fases: el
reconocimiento, el procesamiento y la respuesta. En
el reconocimiento media una interacción entre dos
moléculas, antígeno y receptor, y permite distinguir
lo propio de lo extraño. En este sentido, un
antígeno sería la unidad más pequeña (molécula)
de algún elemento extraño capaz de generar una
reacción de defensa o respuesta inmune (son
antígenos, por ejemplo: las proteínas que forman la
cápsula viral y los lípidos de la cápsula bacteriana).
Al reconocimiento sigue el procesamiento, que es la
transmisión de la señal desde el receptor a otra
molécula. Finalmente, durante la respuesta el
organismo actúa para eliminar la amenaza. Este
mecanismo puede tener lugar con la participación
de células (inmunidad celular) y/o moléculas
solubles llamadas anticuerpos (inmunidad humoral).
La respuesta inmune específica tiene tres
características fundamentales:
• es específica: para un antígeno determinado se
desencadena una respuesta determinada (para cada
antígeno, un tipo de anticuerpo).
• tiene memoria: los linfocitos fabrican anticuerpos
con mayor rapidez y en mayor cantidad contra
antígenos que ya conocen.
• es moderada y sostenida: existen mecanismos
capaces de regular la producción, concentración y
persistencia de los anticuerpos en el organismo.
Este tipo de respuesta representa la tercera línea
de defensa y se caracteriza por desarrollarse
específicamente frente a las sustancias extrañas que
la han inducido. Generalmente, estas sustancias son
aquellas que no han sido previamente eliminadas
por la respuesta innata. Los linfocitos que participan
en esta respuesta son de dos tipos: linfocitos T y
linfocitos B, de ahí que existan dos modalidades de
respuesta específica, la de tipo celular y la de tipo
humoral. En la primera intervienen los linfocitos T
prioritariamente y en la segunda los linfocitos B,
aunque ambos tipos de respuestas se complementen
e interactúan
• Respuesta inmune adquirida celular: la
respuesta inmune celular cubre una importante
función en la defensa, actuando frente a virus, a
células infectadas y a células tumorales. En este
tipo de respuesta intervienen los linfocitos T,
que reconocen a los antígenos a través de sus
receptores T específicos cuando son
presentados por células presentadoras de
antígenos (macrófagos). Para que la activación
se inicie las células presentadoras de antígenos
deben presentar los antígenos a los linfocitos T
ayudadores. Después se desencadena una
cascada de reacciones bioquímicas en el
citoplasma en las que participan elementos
conocidos como segundos mensajeros, dando
así lugar al proceso de activación, proliferación
y diferenciación celular. La consecuencia final
es la formación de linfocitos T citotóxicos
específicos activos con capacidad destructiva
de los gérmenes invasores, de células infectadas
y de células tumorales. También se diferencian
en otro tipo de linfocito T llamados de
memoria inmunológica que quedarán
“patrullando” la linfa y la circulación sanguínea
por si vuelve el mismo antígeno.
• Respuesta inmune adquirida humoral: en ésta
respuesta intervienen, como pieza central, los
linfocitos B, que como se ha dicho anteriormente
reconocen el antígeno a través de las receptores
específicos (inmunoglobulinas) presentes en su
membrana. Sin embargo este estímulo no es
suficiente para que se inicie la respuesta inmune
humoral. Para ello es necesario que los linfocitos
B, además, reciban ayuda de sustancias
específicas liberadas por los linfocitos T
ayudadores competentes para el antígeno
(citocinas).
Sólo cuando confluyen estos estímulos, se
produce la activación, proliferación y
diferenciación de los linfocitos B hasta la
formación de células plasmáticas, productoras
por excelencia de inmunoglobulinas específicas
y las células de memoria, preparadas para actuar
ente un estímulo igual en el futuro.
Anticuerpos o inmunoglobulinas son de gran
importancia en la defensa del organismo ya
que tienen la capacidad de identificar y neutralizar
sustancias extrañas. De ahí que históricamente las
inmunoglobulinas se conociesen con el nombre de
anticuerpos, por su función de anteponerse a lo
extraño. Son las principales sustancias responsables
de la respuesta inmune humoral y su correcto
funcionamiento es esencial para la defensa frente a
patógenos. Su carencia hace que el individuo muera
por infecciones si no se instaura un tratamiento
adecuado y a tiempo.
Las inmunoglobulinas son glicoproteínas globulares
complejas producidas por los linfocitos B o sus
células derivadas, las células plasmáticas, que en su
estructura presentan combinaciones
tridimensionales precisas capaces de interactuar con
moléculas que el cuerpo reconoce como extrañas o
no propias. Cada anticuerpo está formado por
cuatro cadenas polipeptídicas: dos cadenas
livianas idénticas y dos cadenas pesadas idénticas.
Las cadenas tienen regiones constantes que le
sirven para ser reconocidas por las células del
sistema inmune (macrófagos, linfocitos) y partes
variables que reconocen y se unen
específicamente al antígeno.
Esquema de una inmunoglobulina (VH: cadena
pesada variable – VL: cadena liviana variable – CH:
cadena pesada constante – CL: cadena liviana
constante)
En el organismo se pueden encontrar de dos formas:
- De forma soluble en líquidos
biológicos, donde actúan neutralizando y
colaborando en la destrucción de antígenos.
- unidas a la membrana de los linfocitos B que
las producen, donde actúan como receptores
de antígenos.
Existen cinco tipos de inmunoglobulinas (Ig): IgM,
IgA, IgG, IgD e IgE, cada una de ellas con ciertas
características diferenciales, pero todas ellas con
capacidad de unirse a antígenos de manera
específica.
Los anticuerpos reaccionan con los antígenos de un
modo específico, dependiendo de cada uno de ellos
la forma de hacerlo:
- pudiendo combinarse con las toxinas,
neutralizando sus propiedades tóxicas.
- pudiendo sensibilizar a los microorganismos
haciéndolos más vulnerables al accionar de los
leucocitos.
- pudiendo aglutinar a los antígenos evitando su
diseminación y facilitando su captura por las
células fagocíticas.
En el gráfico: anticuerpos aglutinando antígenos
evitando su diseminación y facilitando su captura
por las células fagocíticas.
Respuesta inmunológica específica primaria
La respuesta inmune tiene tres etapas
diferenciadas por los procesos que en ella se
producen:
- Etapa inicial de reconocimiento.
- Etapa de diferenciación de los linfocitos
específicos.
- Etapa efectora, de destrucción del agresor y
de producción de células de memoria
inmunológica.
Los macrófagos realizan el primer
reconocimiento del agente extraño, englobando y
degradando al microorganismo. Una vez que
finalizó la fagocitosis exponen en su superficie los
antígenos, por ésta razón también se los denomina
células presentadoras de antígenos.
Los linfocitos B específicos serán también
activados por los linfocitos T ayudadores. Cuando
los linfocitos B activados se transforman en células
plasmáticas sus receptores se desprenden de la
membrana; estos receptores específicos para un
determinado antígeno fabricados y liberados por los
linfocitos B son los anticuerpos. Los anticuerpos
comienzan a viajar por la sangre y la linfa hasta
contactar con los antígenos específicos, uniéndose a
ellos, constituyendo complejos antígeno-
anticuerpo que facilitan la actividad fagocítica de
los macrófagos.
Parte de los linfocitos T y B que fueron activados
permanecen en la circulación sanguínea y linfática
por mucho tiempo (años o toda la vida),
denominándoselos, por esta causa, linfocitos T y B
de la memoria inmunológica y son los encargados
de desencadenar la respuesta inmune secundaria.
La presentación de los antígenos se realiza a los
linfocitos T ayudadores y es el punto de largada
para el accionar de los linfocitos B y T específicos.
Éstos tienen en sus membranas receptores
específicos para cada antígeno en particular, y solo
serán activados y se comenzaran a multiplicar
aquellos linfocitos B y T que tengan los receptores
para los antígenos que presenta el macrófago. Los
linfocitos T efectores específicos, responsables de
la respuesta inmune celular, se transformarán en
células productoras de linfocitos T citotóxicos, que
atacaran a las células infectadas o tumorales
matándolas enzimáticamente, y en células de
memoria inmunológica. (esquema de modelización
del proceso en la hoja siguiente)
Respuesta inmune específica secundaria
La primera exposición a un antígeno estimula
una respuesta inmune primaria generándose
anticuerpos, células citotóxicas y células de la
memoria (tanto linfocitos T como B de memoria).
Si el mismo antígeno vuelve a infectar tiempo
después (meses, años) se estimula una respuesta
inmune secundaria llevada adelante por las células
de la memoria inmunológica que se encuentran en
circulación en sangre y linfa.
La respuesta secundaria tiene algunas ventajas
sobre la primaria:
- es más rápida.
- se necesita menor cantidad de antígenos para
desencadenarse.
- Se producen más anticuerpos que en una
respuesta inmune primaria.
Todas estas ventajas mencionadas explican el
porqué cuando nuestro organismo es invadido por el
mismo antígeno responde rápidamente y, en
consecuencia, difícilmente enfermemos dos veces
de la misma enfermedad.
En el gráfico: activación de la respuesta inmune primaria
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