UNIVERSIDAD VERACRUZANA | FACULTAD DE
ANTROPOLOGÍA
M a e s t r í a e n A n t r o p o l o g í a
Materia: Identidad e Interculturalidad
Nombre del alumno: Francisco De Parres Gómez
Profesora: Jorge Luis Solano Uscanga
Sobre la producción simbólica: cultura, arte y
modernidad.
Los museos: “Son como templos
laicos que, igual que los religiosos,
convierten a los objetos de la historia
y del arte en monumentos ceremoniales.”
Néstor G.
Canclini.
En motivo del presente ensayo es explorar algunas de las propuestas vistas en la clase
“Identidad e Interculturalidad”, para así encontrar la posible aplicación dentro de mi
proyecto de investigación el cual lleva por título: Entre la clandestinidad y las altas esferas:
“Street Art”. (Estéticas de la ruptura en el espacio urbano moderno.)
Describiendo grosso modo el objeto de estudio de mi investigación, este se encuentra
relacionado con la serie de manifestaciones socioestéticas catalogadas como arte urbano
o street art, y las múltiples dicotomías que se generan en torno al fenómeno, como lo legal
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o lo ilegal, la comercialización o la criminalización de estas prácticas, la clandestinidad de
la calle o la legitimidad de las altas esferas, profundizando en los factores sociales que
intervienen para determinar si una obra es simplemente vandalismo o se le puede
considerar arte.
En mi opinión: es en el arte en donde el ser humano tiene la libertad de adentrarse y
explorar sus propios límites de expresividad, es una especie de herramienta que le permite
poner de manifiesto cuáles son los compromisos ya sea de corta o larga duración que ha
adquirido, cuál es su papel en la historia, qué visión tiene del mundo y como se desarrolla
en su entorno. Podríamos decir que es en este campo donde el hombre expresa de
manera concreta cómo percibe su cultura y cuál es su identidad.
La antropología y las ciencias sociales a lo largo de su historia han atravesado por un
proceso de construcción teórica que ha legitimado las diversas formas en que se ha
estudiado a la sociedad. Estas teorías han sido de alguna manera los lentes con los que
los investigadores y antropólogos han visto la realidad a la que se han aproximado.
Las herramientas teóricas reflejan determinados paradigmas que han logrado consolidar
su difusión y legitimidad en la academia; los cambios en ellas son parte de esta relación
que se construye cuando los investigadores se adentran en un contexto determinado y
tratan de explicar una realidad que no es estática si no por el contrario es dinámica y
compleja.
Como parte de las temáticas a las que ha prestado especial interés la antropología es al
universo de lo simbólico, partiendo de la idea de que los conceptos no pueden ser
asépticos, es decir, necesariamente se ven influidos y relacionados por diferentes
perspectivas, podemos ver que los aportes acerca de la capacidad humana para
comunicar y utilizar un código específico de significados han sido ampliamente discutidos
desde la mirada antropológica.
Tomando en cuenta lo anterior, el objeto de estudio de esta investigación se encuentra
identificado como un problema centrado en la producción y el consumo artístico, es decir,
en la producción y consumo cultural. Para abordar dicha temática, hay que considerar al
ser humano como un animal semiótico, es decir, creador y consumidor de signos. En ese
sentido podríamos señalar que el humano tiene la necesidad de crear mundo para existir,
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teniendo como resultado la elaboración de un sistema de representaciones ya sean físicas,
visuales, auditivas, etc., factores que intervienen en la conformación tanto de la cultura
como de la identidad.
Cabe aclarar que actualmente se han rebasado las antiguas concepciones esencialistas
donde la identidad es vista como un conjunto de rasgos que definen a un grupo o a una
persona, por el contrario, la identidad sería: la serie de constructos sociales relacionales
que crean discurso, es decir, la identidad como formas de autopercepción que
necesariamente devienen del conjunto de relaciones sociales en los que los sujetos
continuamente interactúan. La identidad como un sistema simbólico interiorizado.
Una de las distintas materializaciones que podemos encontrar tanto de la identidad, como
de los diferentes procesos intersubjetivos y sistemas de representaciones en donde el
hombre busca plasmar sus ideas es en el arte.
En la modernidad, tomada en cuenta no solo como etapa histórica y económica, sino
fundamentalmente desde su dimensión simbólica, es decir, como una etapa que se
caracteriza por la constante búsqueda de sentido; el arte se encontraría inmerso en un
continuo proceso de innovación y reformulación de sus propuestas. Por el contrario desde
la óptica posmodernista, el arte sería abigarrado, cargado de sentido, se da por sentado
que la creatividad se ha agotado y que lo que queda es saber mezclar bien las corrientes
expuestas con anterioridad, la “era del bricolaje”.
Tomando en cuenta que en la actualidad el debate entre la modernidad y la
posmodernidad se encuentra ya algo desgastado, y haciendo énfasis en que si bien al
comienzo de las propuestas posmodernistas el discurso planteaba ciertos presupuestos
teóricos interesantes, parafraseando a Monsiváis: el posmodernismo no es más que la
superestructura ideológica del neoliberalismo. Es decir, si bien hay niveles de análisis
interesantes, las propuestas críticas hacia las estructuras y el ejercicio del poder no son del
todo abordadas por lo que los aportes se quedan cortos.
Desde esta perspectiva el arte urbano viene a formar parte de una modernidad estética en
términos de Habermas, una modernidad que busca exponerse a los límites del sentido,
que propone encuentros innovadores, que crítica los valores establecidos por la
hegemonía pero que no se queda solo en exponer que estamos experimentando tiempos
de crisis donde no se vislumbra un futuro claro, sino que por el contrario, da la pauta y la
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apertura hacia nuevos espacios, plataformas y discursos que quieren hacer las cosas de
manera distinta, la renovación de la producción simbólica. Citando a Canclini que a su vez
parafrasea a Habermas:
Respecto del arte, sostiene que debemos retomar y profundizar el proyecto moderno de experimentación autónoma a fin de que su poder renovador no se seque. A la vez, sugiere hallar otras vías de inserción de la cultura especializada en la praxis diaria para que esta no se empobrezca en la repetición de tradiciones. (Canclini, 1990:33)
Para Canclini es posible contestar la pregunta acerca de qué significa ser modernos, en
cuatro distintas vertientes: la modernidad como un proyecto renovador, expansivo,
emancipador y democrático. El arte urbano en mi opinión se encontraría enmarcado de
manera sustancial en las últimas dos categorías, promoviendo el arte como una práctica
simbólica autónoma, secular, y autoregulada, que tiene con fin ampliar la comprensión del
mundo con miras liberadoras. Las brechas entre los polos opuestos como en este caso
serían las galerías, junto con los grandes museos y en contrapartida los espacios públicos,
se desdibujan. Incluso los códigos de permisibilidad acerca de quién tiene o no el derecho
de hacer arte e incluso qué es y no es arte, cobran nuevos sentidos. El estado autónomo
del campo del arte más que un valor agregado debería ser una condición, una necesidad.
Siguiendo esta misma línea, considero que para llevar acabo mi trabajo de
investigación que se centraría en los debates y la construcción subjetiva del
juicio acerca del arte, es necesario tomar en cuenta que como todo campo -en
términos de Bourdieu- tiene sus reglas especificas, además de sus actores que
buscan legitimar su carácter hegemónico por medio del control ya sea del
plano económico, político y/o estético inmersos en la lucha por la apropiación
del capital simbólico:
Cambiar las reglas del arte no solo es un problema estético: cuestiona las estructuras con que los miembros del mundo artístico están habituados a relacionarse, y también las costumbres y creencias de los receptores… En medio de estas tensiones se constituyen las relaciones complejas, nada esquemáticas, entre lo hegemónico y lo subalterno, lo incluido y lo excluido. (Canclini, 1990:39)
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Si bien ya en la elección que hacen los artistas de la calle de usar las ciudades modernas
como su suporte, - en lugar de optar por exponer sus obras dentro de los “sacros” recintos
institucionales- se encuentran contenidos elementos de resistencia simbólica, que intentan
conectar la esfera artística con las esferas sociales más cotidianas, en ocasiones, el hecho
de sacar el arte de los museos con el fin de desmitificarlo no es suficiente, es necesario
además crear un público que pueda procesar estos nuevos bienes simbólicos, el artista al
jugar con los límites del sentido y la comprensión de lo que socialmente está legitimado,
corre el riesgo de no ser comprendido y pasar desapercibido o reprimido, hasta
desaparecer como es el caso del algunas vanguardias.
Existe una tendencia en principio propuesta desde la óptica académica y después
interiorizada por el sentido común, de delimitar las esferas que contienen ciencia y cultura
o en otros casos ciencia y arte; este tipo de fragmentaciones categóricas, más allá de
facilitar su comprensión la complejizan de manera perjudicial ya que: en ocasiones al
intentar clasificar ciertos campos para su estudio, se dota a los mismos y a sus actores de
cierta autonomía que en lugar de liberarlos los clasifica y los limita, al hablar de autonomía
artística me refiero a la libre práctica, construcción y reproducción del conocimiento
artístico, no a características de orden metafísico que poseen los artistas y el arte
colocándolos en un nivel apartado y privilegiado de la sociedad. Hay que tomar en cuenta
que todo acto creativo deviene necesariamente de la interacción continua con el
entramado social, parafraseando a Eduardo Andión: Todo artista en sí, es ya un resultado
de la sociedad y el arte sería la complicación de los sentidos, es decir de la producción
simbólica que circula en forma de cultura. Para Canclini: “…la cultura abarca el conjunto de
procesos sociales de producción, circulación y consumo de la significación en el sistema
social.” (Canclini, 2004: 34)
Desde esta perspectiva procesual y sociosemiótica, la cultura es vista como procesos
sociales, como un circuito en el que circulan los bienes simbólicos que son resignificados y
recodificados cada vez que saltan de una esfera cultural a otra, es decir cómo los
significados son reinterpretados de manera intercultural, es necesario como parte de una
sociedad globalizada diseñar un cuerpo sistemático que ayude a la comprensión y estudio
de los fenómenos de esta naturaleza.
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Respondiendo a estas necesidades y como parte del libro Diferentes, desiguales y
desconectados. Mapas de la interculturalidad, Canclini propone cuatro diferentes niveles
de análisis del los sistemas culturales, cada uno con sus diferentes implicaciones.
En primer lugar se plantea el nivel de la cultura como eje de identidades, en este caso
gracias a la veloz transmisión e interacción no solo de información sino de bienes
materiales y simbólicos en una sociedad globalizada, con unos mass media -incluyendo el
internet-, que logran conectar y traspasar no solo los niveles étnicos y nacionales sino
además los ámbitos locales y globales en todas sus dimensiones, es necesario un análisis
que contemple la interculturalidad del sistema de circulación de los significados sociales,
poniendo especial énfasis en los procesos de desgaste y resignificación que lo anterior
conlleva:
“… decir que la cultura es una instancia simbólica en donde cada grupo organiza su identidad es decir muy poco en las actuales condiciones de comunicación globalizada. Hay que analizar la complejidad que asumen las formas de interacción y de rechazo, de aprecio, discriminación y hostilidad hacia otros en esas situaciones de asidua confrontación.” (Canclini, 2004: 36)
En un segundo nivel la cultura sería vista como una instancia simbólica de la producción y
reproducción de la sociedad, es decir, la cultura como un devenir del continuo proceso de
interacción entre los diferentes miembros de una sociedad que producen redes de
significación, en ese sentido la sociedad y la cultura –contenido el arte-, estarían
entrelazados como producto de lo anterior, podemos decir que más allá de ser esferas
desligadas, hay continuo proceso de trasferencia y contratrasferencia entre las diferentes
actividades y núcleos que conforman la interacción social.
En un tercer nivel de análisis de la cultura se enmarcaría el sentido político de la misma, la
cultura como una instancia de conformación del consenso y la hegemonía. En este nivel es
donde nos ubicaríamos para analizar tanto los procesos que generan consenso para
legitimar un cierto discurso, como los procesos de atomización y disidencia que se oponen
o que muestran perspectivas y visiones distintas en la lucha por el poder.
Una cuarta perspectiva que nos propone el autor es la cultura como dramatización
eufemizada de los conflictos sociales, es decir, la puesta en escena por medio de la
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utilización del sistema de las artes para representar la serie de problemáticas y conflictos
en los que se encuentra inmersa la interacción social en constante tensión.
Podemos decir entonces que en el sistema cultural están los códigos que le dan
significación a los sistemas sociales, si bien estos cuatro niveles de abordar la cultura se
encuentran interconectados ya que son parte del sistema general de la reproducción que
toda sociedad tiene, dependiendo del nivel específico que nos interese analizar de la
cultura, un nivel u otro será preponderante a lo largo de las investigaciones. En lo personal,
encuentro muy útil sobre todo los últimos dos niveles expresados con anterioridad.
Tomando en cuenta el hecho de ver a la cultura como la dramatización o eufemización de
los conflictos sociales, me permite abordar la cuestión del ser humano como un ser social,
que siempre ha tenido la necesidad de un sistema de representaciones estetizadas o
sistema de las artes para expresar cómo percibe su cultura; si bien en la elección de
ciertas formas o técnicas ya existe implícito un sentido político, hay que tener claro que el
arte es producto de las relaciones sociales y por ende es reflejo de conflictos y tensiones
que se producen en ellas.
Siguiendo esta misma línea de lo que podríamos llamar la politicidad del arte, es donde
encuentro la liga para conectar el nivel de la dramatización con el de la cultural como
instancia de conformación del consenso y la hegemonía. Si bien es claro que existen
dentro del campo artístico grupos de poder que buscan tener el control del arte, primero en
un sentido simbólico, para después lograr monetizar esta abstracción o en su defecto,
convertirse en los poseedores mayoritarios del capital simbólico del campo; también existen
sectores como es el caso de los exponentes del arte urbano, que ven en el arte la
posibilidad de trasformar las estructuras sociales con otros fines que van más allá de los
mercantiles, parafraseando a George Yudice: El arte va más allá de la lucha por el poder
simbólico en los causes de estos factores estructurales, el arte como instrumento para
negociar la transformación social.
Es posible ver al arte urbano como una herramienta que impacta en la cotidianidad a
través de la intervención de los espacios públicos, desde la perspectiva intercultural del
fenómeno, existe la apertura hacia una multiplicidad de voces que buscan estrategias
urbanas para la regeneración del tejido social, en donde las brechas entre las
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desigualdades son cada más amplias en el mundo globalizado. Lo fundamental de este
tipo de estudios, en mi opinión, es hacer que el individuo cobre mayor
importancia, que reconozca el papel de los actores sociales y el poder que
pueden llegar a tener para impactar y reformular la concepción y el sentido, ya
no solo son las estructuras hegemónicas las que participan en la construcción y
el condicionamiento de las normas y el comportamiento social.
Como resultado de estas propuestas que involucran el estudio de la cultura y del campo de
lo simbólico como una producción de sentido social, es decir, que ponen en primer plano el
estudio de la cultura desde la perspectiva sociosemiótica, hacer uso de estos aportes me
permite abordar que es en el arte, y de manera especial, en el que se produce de manera
no institucional en las calles de las ciudades, donde podemos encontrar el juego de la
subjetividad en cuanto a la producción de sentido se refiere; es en este campo dotado de
un carácter eminentemente simbólico, en donde se pueden explorar los límites de la
expresividad humana; podríamos incluso hablar de una especie de producción de
pensamiento de carácter fronterizo donde constantemente se están reformulando las
definiciones sociales establecidas por ejemplo, entre lo que está o no permitido.
Es necesario tomar en cuenta que un fenómeno como lo es el street art, se encuentra una
sociedad compleja configurada por una diversidad de actores involucrados en relaciones
sociales, por lo tanto, el enfoque que se empleará en esta investigación se relaciona con el
presupuesto teórico de observar al objeto de estudio como un campo social formado a
través de procesos de hegemonía, donde las relaciones de poder de carácter asimétrico
entre los sujetos y las estructuras dominantes constituirán la orientación general de las
descripciones hechas en la investigación.
Haciendo un balance general de lo aprendido en clase, creo que encuentro sumamente
valioso este tipo de enfoques que en definitiva nutrirán el proceso de mi investigación,
teniendo en cuenta que tengo claro que aun me falta profundizar tanto en las teorías como
en sus métodos, para poder hacer un análisis más correcto e ir incluyendo o descartando
enfoques, a un nivel más específico para lograr fusionarlo con mis conocimientos
adquiridos con anterioridad, los recientes y los que están por venir, para de esta manera
comprender qué procesos de significación y resignificación se encuentran vinculados a
estas prácticas artísticas contemporáneas, así como observar cómo esta serie de prácticas
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socioestéticas de las urbes modernas, a través de su práctica cotidiana impactan dentro de
las estructuras hegemónicas.
Bibliografía:
Berman, M., (1988) Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. España, Editorial Siglo XIX.
García Clanclini, N., (1990) Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México, Editorial Grijalbo.
García Clanclini, N., (2004) Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de las interculturalidad. Barcelona, Editorial Gedisa.
Habermas, J., (1989) La modernidad un proyecto incompleto. Buenos Aires, Editorial Punto Sur.
Lander, E., Editor (2000) La colonialidad del saber: Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Argentina, CLACSO.
Videografía:
Andión, E., “La imagen artística, creación e interpretación” Interpretaciones icónicas. La lectura de la imagen en la sociedad contemporánea. México, PIDCE – TV UAM, 16 de marzo de 2006.
Yúdice, G., Conferencia magistral: "Cambios en el campo del arte y su aporte a la transformación del campo social." Voces híbridas: ciudad, juventud e interculturalidad; releyendo a García Canclini. México, Rectoría general de la Universidad Autónoma Metropolitana, 28 de octubre de 2009.
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