CEUNI Cuautla ANÁLISIS HISTÓRICO POLÍTICO Y ECONÓMICO DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO Gloria S. Morales Olivarez
Líderes y Educadores
Comentario y Aportaciones
Gloria Socorro Morales Olivarez
En el contexto de una sociedad
caracterizada por un acelerado proceso de
globalización que presenta nuevos retos a la
educación, el autor refiere a la urgencia de
que los educadores reasuman su papel de
líderes y promuevan una formación de las
nuevas generaciones que transforme los
vicios de la actual sociedad y la convierta en
una sociedad más sustentable donde se
posibilite la vida y realización de todos los
que en ella conviven.
De lo anterior deriva que una sociedad
sustentable requiere una educación integral
que forme en los valores elementales que
garanticen la realización de la persona y su
responsabilidad comunitaria, que transforme
el entorno local y global y en una ética,
fundamentada en los valores espirituales de
la comunidad que impulse la creación de una
nueva sociedad. La esperanza de alcanzar
este sueño se fundamenta en la posibilidad
que tienen los docentes de comunicar en el
aula los valores humanos elementales y
formar para la corresponsabilidad.
Comparto que en el año 1999, al
elaborar mi tesis de licenciatura y visualizar
el inmenso alcance que tendrían las
computadoras en la formación de las nuevas
generaciones, de sus conocimientos y
valores, me impresionó darme cuenta de que
la tecnología puede suplir al docente con
gran eficacia, no obstante éste sólo podría
conservar su autoridad y liderazgo si en su
desempeño se conservaba como agente de
humanización (con la vivencia de los valores
humanos) y entrenador de discernimiento,
(para la toma de decisiones). Hoy en día esto
es una realidad, la tecnología educa para
bien o para mal y, sin embargo, pocos
maestros han conservado su papel de
formadores y los menos recuerdan que son
modelos y líderes para las nuevas
generaciones.
Nos encontramos ante una era de
vertiginoso y constantes cambios, es
evidente que los referentes de costumbres y
hábitos no permanecen y que se pone en
desafío la capacidad de adaptación del ser
humano ya que ningún paradigma es
suficiente para explicar el permanente
proceso de transformación en que se
desarrolla la sociedad y las consecuencias
que trae consigo. Esto deja clara la urgencia
de reorientar la educación para responder a
una sociedad globalizada en proceso de
constante cambio y en la cual es preciso
aprender a navegar y saber crecer con las
oportunidades que ofrece para el diálogo
intercultural y el restablecimiento de los
valores esenciales. Para el docente es preciso
establecer un modelo de disciplina cercana
con los alumnos que permita un diálogo
humanizante sobre la realidad social y la
necesidad del ser humano de retomar el
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control de sí mismo y despojar a los medios
de comunicación del poder de conducir
nuestras conciencias y determinar nuestras
acciones; los medios son eso, medios para
facilitar la vida del ser humano, no fines en sí
mismos. Lo anterior implica salir de los
esquemas individualistas de confort y
reemprender una formación personal hacia la
solidaridad.
Es evidente que establecer este
diálogo no será fácil, docentes y alumnos
gozamos, posiblemente, de cierta comodidad
y placer con la vida actual, así que los
primeros en despertar la conciencia sobre el
alcance de mantenernos ahí o cambiar
nuestra pasividad hemos de ser los
educadores y, para ello, es preciso recordar
nuestro papel de líderes y líderes que no
pueden ser sustituidos en su vocación
esencial de ser plenamente humanos
realizados y cuya realización, en relación con
los otros, implica formar humanidad en toda
la extensión de la palabra.
Al analizar el Modelo Educativo Siglo
XXI, el autor aborda de manera detallada
cada uno de los aprender que implica el
educar en la sociedad actual que exige a sus
cuidadnos una capacidad de ser ellos mismos
con una personalidad madura y encaminada
al logro de la autorrealización personal y abre
el horizonte para cuestionar una tarea
docente que parece centrarse, en muchas de
las escuelas en trasmitir conocimiento o
enseñar a hacer algo.
En respuesta a los vertiginosos
cambios sociales es urgente formar para
aprender a aprender, los educandos están
bombardeados de información e
incapacitados para manejarla en la formación
de sus conceptos o en la toma de decisiones
que implica el resolver situaciones de la vida
cotidiana.
Si bien es cierto que se ha globalizado
la economía, mucho más cierto es que el
mundo de las relaciones no tiene fronteras en
la red, sin embargo parece que esto ha
mutilado la capacidad relación humana de
persona a persona; la persona es capaz de
contar con miles de amigos en la red, pero
incapaz de gozar una comida en diálogo con
su familia; precisan educadores que en la
relación cercana del aula formen en los
alumnos convicciones profundas de interés
por el otro, de solidaridad y ayuda mutua. De
todo lo anterior depende la capacidad de
aprender a cambiar con ética y
responsabilidad, con una mentalidad
comunitaria, global y ecológica en el que
toda la sociedad tome conciencia del
compromiso de forjar futuro más digno y no
fruto de las fortuitas vueltas de un cambio
producto de individualismos económicos de
las instituciones y los gobiernos.
Reitero que la especialidad del
docente será su integridad de vida, la calidad
de las relaciones que promueva con sus
educandos y la influencia que logre en ellos,
desde el trabajo de su asignatura, para
formarlos en la convicción de que hacerse
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responsable de sí mismos y sus acciones es
ya asumir la corresponsabilidad en la
transformación de la comunidad global.
Desde mi particular opinión, hoy más que
nunca el docente debe promover la
formación de un pensamiento crítico que
habilite a los alumnos para la vivencia de una
libertad que está fuertemente condicionada
por los medios de comunicación.
En este contexto, el concepto de
Formación integral también se transforma y
adquiere un nuevo enfoque orientado a la
búsqueda de éxito de los alumnos en una
civilización que ofrece, por una parte, nuevas
oportunidades en todos los aspectos y a nivel
local y global y, al mismo tiempo representa
una avalancha constante de nuevos retos
que dejan patente que una nueva civilización
se está gestando y que maestros y alumnos
deben tomar una nueva actitud para
enfrentar el cambio y con una nueva
orientación trabajar por una formación
integral en que se desarrollen las
herramientas, los valores y los conocimientos
que identifiquen a la nueva cultura y creen
sentido de pertenencia a ello para que se
pueda buscar la propia realización con
certeza e identidad. Es evidente que lo
anterior implica el desarrollo de nuevas
competencias; ahora humanas: aprender a
tener una percepción objetiva de la realidad,
tener el suficiente dominio propio y sentido
crítico para analizar, sintetizar y pensar de
forma independiente, a la vez que se sea
capaz actuar con corresponsabilidad y de
entablar relaciones sociales sanas y de
respeto dentro de la nueva aldea global.
Desde mi perspectiva esto implica que
las instituciones educativas deban
convertirse en ambientes formativos donde
toda situación cotidiana se convierta en un
espacio de formación, es preciso que los
profesores asuman este compromiso en sus
aulas y que dentro y fuera de ellas
acompañen los procesos de crecimiento de
sus alumnos, con su ejemplo, enseñanza y
reflexión constante, es decir, retomen su
liderazgo y autoridad en toda la plenitud de
la palabra y en corresponsabilidad con toda
la comunidad educativa.
Cobra importancia ahora la formación
de líderes, lo cual antes se consideraba inútil
ya que el liderazgo se consideraba una
habilidad nata y exclusiva de algunos, no así
en la actualidad cuando se puede apreciar
que en todos los grupo humanos se ejerce y
las empresas ha desarrollado una cultura
organizacional para formar así sus líderes, lo
cual no sólo es más eficaz, sino más efectivo
para fortalecer el sentido de pertenencia y
corresponsabilidad.
Entendido el liderazgo como la
capacidad de influir en otros para
encaminarlos al logro de objetivos comunes
no es sólo una decisión personal que implica
generosidad, responsabilidad y capacidad de
servicio; sino, que implica un compromiso
ético de relación en el que el líder se dispone
a aportar cuanto es para conducir al grupo al
logro de objetivos comunes que beneficien a
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todos, de ahí que deba ser experto en el
manejo de las relaciones humanas e
inspiradores de ideales para construir el
futuro.
Las habilidades y capacidades para
ser líderes se aprenden, de ahí que maestros
y alumnos deban ejercitarlas en las
situaciones cotidianas del aula y de la
escuela y por ello se han de favorecer en las
comunidades educativas condiciones y
actividades que favorezcan el desempeño del
liderazgo en todos los niveles.
En mi experiencia he llegado a la
conclusión de que no tenemos que crear
mecanismos o cursos de formación de
líderes; hemos de buscar dentro de la vida
cotidiana esas actividades cotidianas en
donde el maestro o directivos nos sentimos
insustituibles, empezar a compartir esas
tareas y acompañar su realización, veremos a
los que de ordinario no hacían nada
interesados y valorando esas mismas
actividades que antes les parecían parte de
la rutina y de las que ahora pueden sentirse
partícipes porque ellos las emprendieron. Ahí
apunta el aprendizaje colaborativo y el
impulso a la formación de nuevos líderes.
Si realmente se apunta a la formación
de líderes, entonces precisa una
reorganización de las estructuras escolares
para que éstas se conviertan en escenarios
de gestación de la transformación de una
nueva civilización: Es necesario revisar el
modelo de relación maestro – alumno y
autoridades educativas maestro, los
procesos cotidianos que implican orden,
disciplina, puntualidad limpieza e higiene; así
como los ritos de entrada y salida,
ceremonias cívicas y culturales, etc. Porque
todo ha de ser reordenado dentro de las
nuevas metas de transformación y
construcción de relaciones constructivas, e
implicar a todos los miembros de la
comunidad educativa en su ser y quehacer
cotidiano.
No podemos pretender responder a
los objetivos de una educación integral que
responda a la realidad social en constante
cambio, sin aceptar romper nuestros viejos
esquemas de organización e involucrarnos
de manera responsable en la transformación
de nuestra sociedad.
No será útil esta reestructuración de
las instituciones educativas sin un serio
compromiso de los maestros, quienes han de
estar convencidos de que el aprendizaje
diario, el intercambio constructivo de
experiencias, la búsqueda permanente de los
valores trascendentes, la solidaridad
comunitaria y la autorrealización son el
camino para construir un mundo mejor para
nosotros en el presente y para la sociedad en
el futuro.
Así el perfil del maestro adquiere
nuevas características en las que deben
distinguirlo el compromiso en la vivencia de
los valores y su conciencia de ser agente de
cambio que despierta una dinámica de
diálogo con sus alumnos y con la realidad
para cuestionar, escuchar reflexionar. Como
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líder cultiva una actitud visionaria, a la vez
que se conduce como humilde aprendiz de
una nueva civilización en constante cambio.
Como retos los educadores han de
trabajar por su plenitud personal, el dominio
de sí y de su materia, la construcción de su
propia autoestima y el trabajo por fortalecer
la de sus alumnos en cada etapa, debe
promover unas relaciones interpersonales
positivas y crear espacios de aprendizaje
significativo y de desarrollo del liderazgo y,
ante todo con su entrega y congruencia debe
proponer una visión alentadora del futuro.
Al leer el último capítulo del libro
confirmo mi convicción de que ninguna
reforma educativa funcionará si no se logra
un cambio de mentalidad en nuestros
educadores, si ellos no vuelven a sentir
orgullo por lo que son y, defienden con
agallas la grandeza de su liderazgo y su
poder de influencia para la construcción de la
nueva civilización.
Profra. Carmen:
Mil gracias por poner en mis manos
este texto, me aporta muchos elementos
valiosos para continuar mi misión.
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