Post on 24-Mar-2016
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La Razón | Sábado 24. Domingo 25.11.201250añosdelboom2
Por Carlos Olivares >carlosolivaresbaro@hotmail.com
E n el prólogo de El reino de este mundo (1949), Alejo Carpentier (1904–1980) sustenta la tesis
de lo real-maravilloso: “¿Pero qué es la historia de América toda sino una cró-nica de lo real-maravilloso?”; Mackan-dal —personaje central de esa fábula carpenteriana— responde, con gestos sustanciales, a esa pregunta abierta con la que el autor de Los pasos perdidos re-mata el prefacio de una de sus novelas más emblemáticas y significativas para los autores que aparecen en las circuns-tancias del Boom de los años 60/70 del siglo pasado.
“En sus ciclos de metamorfosis, Mackandal se había adentrado muchas veces en el mundo arcano de los in-sectos, desquitándose de la falta de un brazo humano con la posesión de va-rias patas, de cuatro élitros o de largas antenas. Había sido mosca, ciempié, falena, comején, tarántula, vaquita de San Antón y hasta cocuyo de grandes luces verdes. En el momento decisivo, las ataduras del mandinga, privadas de un cuerpo que atar, dibujarían por un segundo el contorno de un hombre de aire, antes de resbalar a lo largo del poste. Y Mackandal, transformado en mosquito zumbón, iría a posarse en el mismo tricornio del jefe de las tro-pas para gozar del desconcierto de los blancos”, relata el narrador en terce-
El novelista cu-bano sabía que lo imaginario en literatura es re-presentación; El reino de este mundo es una de las novelas emblemáticas
Precursor sustancial de los ramajes mágicos del Boom
Alejo cArpentier
ra persona de El Reino de este mundo (Apartado 8: El gran vuelo).
El novel ista cuba no sabía muy bien que lo imaginario en literatura es siempre representación. Lo real-ma-ravilloso se conjuga por imprevistas mudanzas del escenario dramático: develamiento, “i luminación inhabi-tual, fe creadora, otras dimensiones de la realidad, sueño y ejecución”. Me-tamorfosis en ave: naturaleza y mito-logía en cruzamiento que termina en mutación, rememoración mítica del cosmos afroantillano.
En Los pasos perdidos (1953), Car-pentier trasmuta el espacio narrativo y el personaje protagónico busca en el Orinoco los elementos iniciales de una identidad que el tiempo ha nulifi-cado: otra recreación mítica, pero aho-ra desde la “adivinación de un pasado perdido” y un futuro arropado por la presencia (real-maravilloso).
Franz Roh acuña el término “Rea-lismo mágico” en 1925: ¿Habrá hecho alguna asociación el autor de El acoso con los postulados del crítico alemán? Si en Juan Rulfo (Pedro Páramo, 1955) está latente la visión de un “pasado reciente” y la recreación ritual de otro mito: la búsqueda del padre, en Carpen-tier lo legendario se sublima en exten-siones de concurrencias con Cien años de soledad (Gabriel García Marquez), La casa Verde (Mario Vargas Llosa), El obs-ceno pájaro de la noche (José Donoso) o Terra nostra (Carlos Fuentes).
Narradores del Boom en vasos co-municantes con Rómulo Gallegos, Borges, Carpentier, Rulfo, Guimarães Rosa y Onetti. No olvidar que el Victor Hugues de El siglo de las luces se pasea campante en uno de los folios de Cien años de soledad y que Mackandal, disi-mulado en los gestos de una incitante mujer, vuela en los vaivenes de unas sábanas: confluencias que develan la admiración y deuda del autor de La ho-jarasca con el novelista cubano.
“¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real-maravilloso?”[ ]
El autor
La obra
» Alejo Carpentier
» 1904-1980 » Cuba
» El reino de este mundo, 1949
La Razón | Sábado 24. Domingo 25.11.201250añosdelboom 3
El autor
La obra
» Juan Carlos Onetti
» 1909-1994 » Uruguay
» El pozo, 1938
Por Gerardo De la Concha >
S i bien Juan Carlos Onetti (1909-1994) terminó representado por Carmen Bacells, la madre del Boom,
y compartió espacios en congresos litera-rios y premios internacionales con los cé-lebres escritores que marcaron la historia de la literatura latinoamericana a partir de su promoción en el mercado europeo, él es algo anómalo dentro de este fenómeno. No es en realidad parte del boom, ni anti Boom, ni post Boom, ni siquiera supra Boom. Él ya en 1938 había publicado con El pozo la que Mario Vargas Llosa llamaría “la primera novela moderna latinoamericana”.
Cuando en 1974, la dictadura militar uruguaya lo encarceló por haber sido par-te del jurado que premió en un concurso de la revista Marcha el cuento de Nelson Marra “El guardaespaldas” —texto al que los censores del gobierno le atribuyeron ser una apología de la guerrilla tupamara, además de estar plagado de obscenida-des—, hubo cierta sorpresa en las esferas gubernamentales de Montevideo por las muestras de solidaridad a su favor, pues hasta Jorge Luis Borges —pero después de cerciorarse, como lo recuerda en un en-sayo Ramón D. Tarruella, de que no era comunista— había firmado pidiendo se le dejara libre y, por su parte, Octavio Paz encabezaba desde México una campaña intercontinental en protesta por su encar-celamiento. No entendían en la dictadura ese apoyo a un personaje oscuro, un es-critor alcohólico poco leído y al cual na-die le hacía caso pues sólo era un redactor anónimo de una revista subversiva.
En El Pozo, su personaje Eladio Lina-cero, todavía joven, desolado en una pen-sión mugrienta, no vive los tormentos espirituales de los personajes dostoyevs-
El escritor uruguayo publicó en 1938 la que Mario Vargas Llosa llamaría “la primera novela moderna latinoamericana”, El pozo
ONETTI: MáS ALLá DEL BOOM
quianos en el sentido demoniaco o ange-lical, ni la caída sicológica en el absurdo, sino se descubre inmerso en una descom-posición en vida, un malestar encarnado semejante a una enfermedad secreta, es como si estuviera en un basurero existen-cial, pestilente, inmundo; Onetti, desde un principio de su carrera literaria, estuvo in-fluido por Louis Ferdinand Céline quien es el cantor por excelencia de la descom-posición, el rechazo y el nihilismo.
Céline, como lo señala su biógrafo Maurice Bárdeche, no revelaba la verdad de sus personajes mediante los sueños —al modo del sicoanálisis de Freud—, sino reemplazaba éstos por un estado de tran-ce que los convertía en alucinados y así es como se movían en el gran guiñol de sus novelas. Este tipo de alucinamiento prevalece en las novelas de Onetti y su Santa María de El Astillero y Juntacadáve-res donde se movería la mayor parte de sus personajes, no tiene nada que ver con el realismo mágico de Macondo o con los murmullos fantasmales del sueño mor-tuorio de Juan Rulfo, pues se trata el suyo de un espacio decadente, fangoso, con moho y óxido en el metal abandonado, donde la muerte y el olvido son reales.
Hace unos días, en Buenos Aires se celebraron las Jornadas de Literatura Francesa y Francófona y ahí se expuso la ponencia de Alma Bolon Pedretti: “Pure-za e inmundicia en Céline y Onetti”. Este ensayo ratifica que Onetti está más allá del Boom latinoamericano. Se encuentra en un espacio distinto donde la literatura, más lejos de la celebridad y el buen gusto literario, es la expresión cruel llena de ho-rror y desesperanza de quienes se saben vencidos por la vida y por la muerte. Y en donde, sin embargo, la literatura aporta un fulgor, momentáneo e invencible.
“El escritor no desempeña ninguna tarea de importancia social. La literatura jamás deber ser comprometida. Simplemente debe ser buena”[ ]“Escribir bien no es algo que el auténtico escritor se propone. Le es tan inevitable como su cara y su conducta. Además, la literatura es un arte”[ ]
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fue la novela pionera Para el escritor peruano, Carlos Fuentes sentó las bases del Boom; rompió con el costumbrismo y la literatura regional y modificó el lenguaje para dar a los personajes una voz distinta a la del discurso literario
La Razón | Sábado 24. Domingo 25.11.201250añosdelboom
Por Mario Vargas Llosa *
S oy muy consciente de que esta gene-rosa decisión del jurado se debe, en buena medida, a ser yo algo así como el último sobreviviente operativo de ese movimiento, grupo o promoción
de escritores que, a partir de los años 60, dio brillo y difusión por buena parte del mundo a la narrativa latinoamericana: me refiero al llama-do Boom, nadie sabe todavía quién y por qué se le bautizó con esta explosiva onomatopeya.
Del Boom fue figura estelar y esforzado pro-motor el autor de La muerte de Artemio Cruz. La obra de Carlos Fuentes, enorme, de dimensiones verdaderamente balzacianas, a la que él organi-zó en una totalidad con el título original de La edad del tiempo, abarca todos los géneros: la novela, principalmente, pero todos los cuentos, el ensayo, el teatro, el artículo y alguna vez, de manera discreta y fugaz, hasta la difícil poesía.
Se ha dicho que La ciudad y los perros fue, cronológicamente hablando, la primera novela del Boom. Pero creo que sería más justo decir que ese papel pionero, anunciador del Boom, debe concederse a la primera novela de Fuentes, La región más transparente, que apareció en el año 1958, es decir, cuatro años antes que la mía.
No me refiero a ella sólo por su importancia li-teraria, la vastedad de su horizonte, esa visión he-misférica de una ciudad en la que, como láminas superpuestas, van apareciendo todos sus compo-nentes desde la cúspide privilegiada hasta los es-tratos más humildes, peones, marginales, clases medias, las voces cosmopolitas de la élite ameri-canizada y sensual, hasta los ecos de un pasado indígena encarnado en ese personaje medio ser humano, medio mito, reminiscencia de una cul-tura, que oculta por los prejuicios y una idea dis-criminatoria de la modernidad, está siempre viva y desde la sombra y los márgenes pugnando por recobrar una presencia en el México del siglo XX.
La región más transparente fue acaso la novela latinoamericana que rompió el aisla-miento en que, hasta entonces, nacían, vege-taban y morían tantas novelas que por falta de editoriales, y por la balcanización cultural de
nuestro continente sólo se ponían al alcance de mercados minúsculos y pasaban por lo tanto desapercibidas del gran público.
En el Perú de mi juventud no teníamos la me-nor idea de lo que se escribía en los países veci-nos: Ecuador, Bolivia, Colombia, Chile, Brasil, y probablemente lo mismo ocurría en el resto de los países latinoamericanos.
Los únicos centros editoriales importantes eran Buenos Aires y México, pero lo que ahí se editaba llegaba al resto tarde, mal o nunca, siem-pre a cuentagotas. Ese mismo destino lo habían padecido algunas obras maestras como las pri-meras colecciones de cuentos y ensayos de Bor-ges, en los años 30 y 40; La vida breve, de Juan Carlos Onetti, de 1950; El reino de este mundo, de 1949, de Alejo Carpentier, y un buen número de otros libros excelentes, que sólo más tarde se-rían resucitados y reconocidos en toda su valía gracias a la turbulencia provocada por el Boom.
La región más transparente sentó algunas pautas que caracterizarían a la literatura del Boom, rasgos que la diferencian de la narrativa que preva-leció en las generaciones anteriores en los tiempos del costumbrismo y la literatura regionalista.
La primera, que en la novela de Fuentes era tan importante lo que contaba como la manera de contarlo. En otras palabras, sus páginas tras-lucían una preocupación por la escritura y la es-critura de la historia (que a menudo en el pasado, había estado ausente en nuestros narradores), estaba convencido de que el éxito o el fracaso de una novela residía en la originalidad y potencia dramática de sus temas y personajes, e incluso de que el vigor y riqueza de una historia podían diluirse si el autor se distraía demasiado en for-malismos técnicos y experimentos lingüísticos.
La región más transparente revelaba, por otra parte, una búsqueda tenaz para dar a la pa-labra hablada de los personajes el semblante de la lengua oral, la de la calle y la de todos los días, que siempre, como sabemos, es categóricamen-te distinta de la del discurso literario. Una voz que, en vez de volcarse a su oyente, se escucha sobre todo a sí misma.
Este es un tema importante, otro de los rasgos de las novelas del Boom, o más precisamente de las que el Boom ayudó a rescatar, que establecen una nítida distancia con la que practicaban los au-tores costumbristas, criollistas, indigenistas, cho-listas, negristas, folklóricos... Estos últimos imita-ban el lenguaje popular, los dichos, las maneras, las variantes y entonaciones del habla local y a menudo rural, con la intención de resaltar lo pin-toresco, el control local, lo llamativo y excluyente.
Esas transcripciones fotográficas del habla popular al texto literario conseguían casi siem-pre, en vez de la autenticidad y fidelidad busca-das, exactamente lo opuesto: el amaneramiento exhibicionista, la caricatura, la parodia.
En vez de expresarlos y comunicar su idio-sincrasia, esas voces llamativas sustituían a los personajes y los deshumanizaban. Transmitían la impresión de algo artificial y postizo, un este-ticismo de vuelo corto y rasante, tan rebuscado como falso, porque la literatura costumbrista fotografiaba el habla oral, en vez de recrearla, de transfigurarla, imprimiéndole una funcio-nalidad que no dependiera del modelo exterior, sino más bien la emancipara de él, la justificara y le confiriese autenticidad y verdad, sólo en fun-ción de la historia que contaba.
Eso es lo que consiguió maravillosamente Juan Rulfo en sus cuentos de El llano en lla-mas, de 1953, y en su novela Pedro Páramo, de 1955: una novela fantástica y al mismo tiempo hondamente arraigada en México, y acaso más estrictamente en Jalisco.
Pero eso no quiere decir que esos modos de expresarse, con su vocabulario y su música propios, reproduzcan fielmente las variantes lingüísticas del habla mexicana: nada de eso, se trata de una ficción literaria, compleja y astuta que para rescatar y sugerir en esencia, traicio-na, es decir, reforma y amolda la apariencia, una creación lingüística tan atrevida y original, como lo es la densa y compacta historia que cuenta, los seres humanos que en sus páginas gozan, sufren, fantasean y se enfrentan a toda clase de retos en ese mural de la sociedad y la
La Razón | Sábado 24. Domingo 25.11.201250añosdelboom 7
La región más transparente
“A partir del Boom, muchos escritores deci-dieron demencialmente consagrar todo su tiempo y energía a la literatura, tratar de vivir, aunque fuera sólo sobrevivir, entregándose de manera exclusiva y excluyente a su vocación”[ ]“El Boom no duró más de 10 ó 12 años, aunque su estela se haya prolongado hasta nuestros días, en razón de la inevitable política y a par-tir del Caso Padilla, célebre en su momento (pero que ahora pocos recuerdan)”[ ]
ligroso creer que por la importancia de su oficio, los hombres de pluma deban vivir de dádivas o prebendas de los gobiernos o de los poderosos como en los tiempos en que los nobles alimen-taban a sus escritores igual que a sus bufones.
Nada tiene de degradante que un escritor viva de su trabajo de escribir, si haciéndolo man-tiene su independencia y no se vuelve un mer-cenario, alguien que alquila su destreza literaria a la vez que sus principios.
De buen número de los escritores del Boom, se puede decir que, al igual que Carlos Fuentes, vivimos para escribir y también de escribir, lo que quería decir, claro está, que no sólo vivíamos de nuestros derechos de autor, lo que es sólo posible para un minúsculo puñado, sino complemen-tando este ingreso con trabajos periodísticos, editoriales, traducciones, cursos universitarios y actividades más o menos afines a la literatura.
De este modo, creo que los escritores del Boom contribuimos a corregir esa imagen este-reotipada e irreal del escritor como un diletante, resarcido de la realidad cotidiana, que prefiere flo-tar entre las nubes antes que pisar el suelo firme y compartir las angustias y miserias de los otros que se ganan la vida con el sudor de su frente.
Los escritores son hombres y mujeres que trabajan igual que los demás. Lo hacen mejor o peor, de acuerdo a su talento, a su voluntad y rigor, a su autenticidad. Y si lo hacen bien, gra-cias a lo que escriben, la lengua que hablamos se mantiene viva y se renueva, nos permite co-municarnos mejor, pensar más claro y entender más a fondo el mundo en el que estamos pues la literatura, además de hacernos gozar añadiendo a la nuestra otras vidas que en el hechizo de la literatura parecen tan verídicas como la que vi-vimos de verdad, crea unos denominadores co-munes entre los lectores de hoy de mañana y de otras partes que son prueba inequívoca de que aquello que nos une es mucho más importante que los que nos separa: un antídoto contra los prejuicios, racismos, dogmatismos, fanatismos que, levantando murallas de incomunicación y odio entre razas, culturas, creencias y opciones políticas, han llenado a la historia humana de genocidios, guerras y cataclismos vertiginosos.
De otro lado, a la vez que configura una patria espiritual para todos los seres humanos, sin ex-clusiones ni privilegios, nada mantiene tan ac-tivo el espíritu crítico en una sociedad como la buena literatura. Ella nos enseña, de manera di-recta, que la realidad está mal hecha, que nunca será capaz de satisfacer todos nuestros deseos.
*Fragmentos del discurso pronunciado por el Nobel de Literatura 2010 el 21 de noviembre de 2012, al recibir el Premio Carlos Fuentes.
historia moderna de México que es La región más transparente.
En las ficciones de Carlos Fuentes hay tam-bién huellas de la visualidad y la velocidad que, gracias al cine, llegó a alcanzar la escritura narra-tiva; sin embargo, pese a su dominio de las téc-nicas narrativas y al despliegue acrobático que llegó a hacer de ellas a veces, nunca sucumbió en el formalismo, el experimento por el expe-rimento, fueron el lenguaje y el armazón de sus historias. Una preocupación política y filosófica, social o cultural, prevalecía siempre incluso en aquellas historia suyas de factura más pirotéc-nica como Cambio de Piel, Tierra Nuestra o Cristóbal Nonato.
A Fuentes le interesó siempre todo lo impor-tante que ocurría a su alrededor, ya que esta pa-labra alrededor, en su caso, significaba el mundo entero, su curiosidad era desaforada y genuina, y abarcaba todo, no conocía barreras , pero el hilo conductor y el compromiso primordial de ese espíritu incansable fue siempre la literatura, donde toda su efervescencia intelectual com-parecía para volverse fantasía, cuento, novela, ensayo, representación, como quería Flaubert: escribir fue su manera de vivir.
Y también en eso Carlos Fuentes resulta un escritor emblemático del Boom, en un sentido es-tricto el Boom no duró más de 10 ó 12 años, aun-que su estela se haya prolongado hasta nuestros días, en razón de la inevitable política y a partir del Caso Padilla, célebre en su momento (pero que ahora pocos recuerdan) la amistad y solidaridad que hasta entonces reinaban y tenían estrecha-mente unidos a sus miembros, se fue enfriando y a veces rompiendo. Nada hay de raro en que ocu-rriera así, sólo en la literatura las relaciones huma-nas llegan a ser perfectas e irrompibles, en la vida real la perfección es sólo un anhelo, una ilusión.
En América Latina, a partir del Boom, mu-chos escritores decidieron demencialmente consagrar todo su tiempo y energía a la literatu-ra, tratar de vivir, aunque fuera sólo sobrevivir, entregándose de manera exclusiva y excluyente a su vocación: lo notable es que muchos lo consi-guieron, Carlos Fuentes fue uno de ellos.
Tal vez se pueda decir que con Carlos Fuentes nació en América Latina el escritor profesional. Para algunas almas puras, nostálgicas del romanti-cismo, asociar ambas palabras: escritor y profesión les parece aberrante, la profanación de algo sagra-do, pues la literatura a su juicio para no ensuciarse sólo debería ejercerse de manera desinteresada.
“Para el poeta, la comida es prosa”, solía decir mi abuelo Pedro, quien creía, como muchos so-ñadores de su época, que los artistas en general y los poetas en especial, no comían o se alimen-taban sólo de aire, pero todavía resulta más pe-
Aureliano SegundoImpulsivo, como todos los José
Arcadios de la familia.
José Arcadio SegundoHermano gemelo de Aureliano Segundo parecido al coronel.
Remedios la bellaProvocaba la muerte de
quienes se enamoraban de ella.
Petra CotesUna mulata que se convierte en
amante de dos Buendía.
Renata RemediosEs enviada a la escuela para
aprender a tocar el clavicordio.
José ArcadioTiene la personalidad de los
Arcadios anteriores.
Amaranta ÚrsulaTiene las mismas característi-cas de Úrsula (la matriarca).
GastónEsposo belga (15 años mayor)
de Amaranta Úrsula.
Mauricio BabiloniaAprendiz de mecánica de la
compañía bananera.
Fernando del Carpio
Fernanda del CarpioLa mujer más hermosa de entre
cinco mil mujeres del país. Renata Argote
Arcadio Se convierte en un dictador como profesor en Macondo.
Santa Sofía de la PiedadEra hermosa de joven; amante
y mujer de Arcadio.
Aureliano José Hijo de Pilar Ternera, se
enamora de su tía Amaranta.
17 Aurelianos Durante sus 32 guerras civiles,
el coronel tuvo 17 hijos.
Pilar Ternera Lee y predice el futuro en las
cartas; regentea un prostíbulo.
Rebeca Huérfana que come tierra en
sus crisis; adoptada por Úrsula.
Remedios Moscote Esperó hasta la pubertad para
casarse con el coronel.
José Arcadio Deja a su familia por el amor
que siente por una gitana.
Aureliano El primero en nacer en
Macondo. La soledad lo rodea.
AmarantaCrea una rivalidad con Rebeca
que la hace morir soltera.
AurelianoNació con cola de cerdo, en él
está el fin de los Buendía. Aureliano BabiloniaDescubre lo que dicen los
manuscritos de Melquíades.
José Arcadio Buendía Patriarca de la familia Buendía
y fundador de Macondo.
Úrsula IguaránEs el motor espiritual y
económico de la familia.
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La eternidad de aureLiano
La Razón | Sábado 24. Domingo 25.11.201250añosdelboom » Edición: Lizeth Gómez de Anda y Anabel Clemente
» Diseño: Mario Palomera Torres » Corrección: Alfonso González
» Ilustración e infografía: Carlos López y Karla García
Existen personajes inolvidables de las novelas del Boom. Uno acapara la atención de los lectores por el interés de su estirpe y la historia que desencadenó: el coronel Aureliano Buendía, de Cien años de Soledad. Conoce a los integrantes de su familia.