Post on 31-Mar-2016
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DEDICATORIA
Con el propósito de crear, o, en su caso, acrecentar
la conciencia histórica de mis coterráneos, en esta
ocasión pongo en sus manos el resultado de una
investigación relacionada con la Independencia de
nuestro País pues considero que no se debe ocultar
la verdad histórica de nuestra Patria a los habitantes
de un municipio que se ha caracterizado por su
patriotismo, dignidad, vanguardismo y ansia de más
conocimientos, como lo prueban algunos hechos que
enseguida refiero.
A pesar de la amenaza de quemar las casas del
pueblo, Mixquiahuala se negó a firmar las cartas de
adhesión al imperio de Maximiliano. Asumió una
postura gallarda ante Don Venustiano Carranza,
negándose a devolver las tierras ahora ejidales
recuperadas en 1915. En Mixquiahuala se efectuaron
anualmente en forma consecutiva, nueve
exposiciones agrícolas, ganaderas, industriales y
escolares (ningún otro pueblo en Hidalgo ha hecho
lo mismo). Don José C. Mendoza en calidad de
Presidente Municipal, recibió del Secretario de
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Educación, Don Manuel Gual Vidal un reconocimiento
porque a nivel Nacional fue el municipio que más
aulas había construido en relación con su población
escolar y, entre otros logros, tuvo escuela secundaria
antes que Actopan, Ixmiquilpan y Tula, ciudades que
por su importancia podrían haberlas tenido antes.
Por lo anterior expongo mi convicción de que un
municipio como el nuestro, siempre debe estar al día
en la información que compete a nuestra realidad
histórica.
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La invitación del C. Presidente Municipal de
Mixquiahuala de Juárez, Rogelio Neria Calva, para
formar parte del Comité que habrá de encargarse de
los festejos correspondientes a la conmemoración
del Bicentenario de nuestra Independencia, provocó
en mi, con ánimo de servir o aportar algo para el o
los actos que habrán de efectuarse, el deseo de
documentarme sobre el hecho histórico en cuestión
hasta donde fuese posible.
Al leer lo que recientemente han escrito algunos
historiadores sobre la Independencia, apoyados en
documentos auténticos y argumentos contundentes,
advertí que lo escrito por ellos difiere mucho de lo
que aprendimos y se sigue enseñando en las
escuelas, es decir.., de la historia oficial. Por
ejemplo: no hubo tal grito de Independencia de
México, 1º: porque Don Miguel Hidalgo emprendió la
lucha insurgente con el propósito de que nos
gobernara Fernando VII, 2º: México todavía no tenía
el nombre que posteriormente se dio a la llamada
entonces Nueva España. Otro detalle que también
distorsiona los hechos, es que Hidalgo no dio el
“grito” la noche del 15 de septiembre de 1810, sino
que fue en la mañana del día 16; pero se
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conmemora el 15 por ser el día en que nació el
dictador Porfirio Díaz.
Desde luego que a Hidalgo y a los demás
insurgentes que se sublevaron en contra del
gobierno español, a la sazón en manos de José
Bonaparte “Pepe botella” (francés y hermano de
Napoleón), no se les puede escatimar ningún mérito.
Lucharon con denuedo en lo concerniente a su
propósito.
Lo único lamentable de esa lucha, tal como ocurrió,
fue que no obtuvieron ningún beneficio mestizos,
indígenas y negros; y en cuanto a la sangre
derramada de insurgentes y realistas, únicamente
sirvió para sustituir al gobierno virreinal por una
pareja ambiciosa, perversa e insaciable: los criollos
adinerados y el clero abusivo y rapaz.
Desgraciadamente, no nada más en este asunto de
la independencia se ha falseado la historia, también
en otros más delicados e importantes, pues atañen a
nuestras raíces. Y lo peor es que dichas mentiras
permanecen inalterables desde la llegada de Hernán
Cortés, pues los sucesivos gobernantes del país son
(con honrosas excepciones) de la misma calaña que
el conquistador y siempre han cuidado de no causar
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la mínima molestia a los amos del dinero y a los
amos de las conciencias. De lo cual se infiere que las
mentiras de la historia oficial han servido para que
los poderosos se aprovechen de nuestra falta de
conciencia histórica, carencia que caracteriza a los
países tercermundistas como el nuestro; Por ello es
necesario darnos cuenta y entender que el
colonialismo no ha concluido, y que en esto tiene
mucho que ver la historia que repetimos a diario,
impuesta por el poderoso, lo cual -entre otras
cosas-, ha impedido que superemos el trauma de la
conquista.
A continuación transcribo algunos de los hechos
reales de la llamada lucha de la Independencia.
La Independencia, cuyo Bicentenario se conmemora
en este año, es un hecho histórico al cual
tendenciosamente nos han acostumbrado a
considerar como de gran relevancia; pues,
mentirosamente, en los textos de historia se le
concede al pueblo el crédito de haberla promovido y
logrado, por tanto hartazgo, sometimiento y
explotación. Cuando, en realidad, fueron los criollos
inconformes con la metrópoli –debido a que
únicamente los peninsulares tenían acceso a los
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puestos de Gobierno y del alto clero- quienes
aprovecharon la situación política en España,
dominada entonces por Napoleón Bonaparte;
situación que representaba una falta de régimen
legitimo. Se dice también que alentó a los criollos la
lectura de los enciclopedistas y la independencia de
los E. U.; pero, si hubo algo de esto, no se notó,
pues el mismo Hidalgo en su “grito” dijo: ¡Viva la
América! ¡Muera el mal gobierno! ¡Viva Fernando
VII!. Este llamado “grito de Independencia” es muy
ambiguo ¿nos liberábamos de Francia para quedar
subordinados a Fernando VII? ¿Cuál era realmente el
anhelo de México? ¿Seguir Igual?. La verdad es que
los criollos ambicionaban participar del poder que
solamente manejaban los peninsulares denominados
“gachupines” y deseaban aprovechar la situación de
conflicto político que prevalecía en España y sus
consecuencias en las Colonias. En México, por
ejemplo, en una reunión de personajes vinculados al
gobierno, se propuso –aunque los realistas radicales
no aceptaron- que se formara un gobierno
provisional mientras se resolvía la situación en
España; lo cual era tanto como que la Nueva España
asumiera su propia soberanía. Estas ideas
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defendidas en esa reunión por el Licenciado
Francisco Primo de Verdad, le costaron la vida:
murió en la cárcel. Es, pues, a partir de 1808
cuando se inician las conspiraciones criollas. Una de
ellas es descubierta en Valladolid en 1809. la
integraba José María Obeso, José Mariano
Michelena, Ruperto Mier, Mariano Quevedo y Manuel
Muñiz; el franciscano Vicente de Santa María y el
cura de Huango, Manuel Ruíz de Chávez y otras
personas. Su pretensión era constituir una Junta
encargada del Gobierno de Nueva España a nombre
de Fernando VII. Fueron aprehendidos, pero como el
virrey Lizana los trató con benignidad, fue destituido.
Posteriormente, con el pretexto de una academia
literaria, se reunían en Querétaro en las casas del
presbítero José María Sánchez y en la del licenciado
José María Parra, los militares Joaquín Arias y Juan
María Lanzagorta; Ignacio Allende y Juan Aldama
que venían de San Miguel el Grande; los hermanos
Epigmenio y Emeterio González y otros personajes.
Allende era el promotor de la conspiración y quien a
principios de 1809 reunió en San Miguel a varios
militares y civiles. Más tarde se unió al movimiento
de Querétaro al que pertenecía Hidalgo, el
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corregidor y su esposa. En este grupo se infiltró el
tambor mayor y maestro de música Ignacio Garrido,
quien el 13 de septiembre de 1810 denunció la
conspiración de Hidalgo. Enterada por su esposo, la
Corregidora ordenó al alcaide Ignacio Pérez que
informara a Allende; pero, como no lo halló,
comunicó la noticia a Juan Aldama. Allende ,
enterado, se fue a Dolores a donde llegó el día 14.
Aldama llegó el 15. En la casa de Hidalgo, se
reunieron, además de los mencionados: Mariano
Hidalgo, Mariano Abasolo y don Crescencio Rivas
Cacho. Se discutió lo que debía hacerse. En ese
momento dado, Allende se puso en pie y dijo: “Pues
bien, señor cura, echemos el lazo, seguros de que
ningún poder humano podrá quitárselo”. Hidalgo
respondió: “lo he pensado muy bien y veo que en
efecto, no nos queda más remedio que ir a coger
gachupines”.
Estos criollos que aprovechaban una coyuntura para
conspirar se vieron de pronto, por una denuncia,
obligados a tomar las armas –como dije antes- a
favor de Fernando VII pero, con la solapada
intención de obtener los privilegios que la Metrópoli
les negaba. Obviamente, indígenas, negros y
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mestizos –como ocurrió- no obtendrían ningún
beneficio.
Es necesario mencionar que antes de este
movimiento insurgente hubo otros, a los que
podemos considerar como verdaderas acciones
independentistas: las luchas de Akualmeztli y
Tenamaztli ex alumnos del colegio de Santiago
Tlaltelolco, quienes en 1541 iniciaron
enfrentamientos contra el gobierno virreinal en
Jalisco y la Huasteca. El de 1609 encabezado por el
negro Yanga en Veracruz. El de Kanec en 1761 en
Yucatán, y, entre otros de menor importancia, el de
Mariano en Nayarit por el año de 1802. Luchas,
éstas sí, en contra de la opresión y maltrato que
recibían de los españoles. En contraste, las fuerzas
de Hidalgo peleaban a favor de Fernando VII quien,
tal vez, si hubiese triunfado Hidalgo, inmediatamente
derogaría los decretos que éste había hecho publicar
referentes a la abolición de la esclavitud y la
devolución de las tierras a los indígenas; decretos
del 19 de octubre y 5 de diciembre de 1810,
respectivamente.
Al ser aprehendido y fusilado Hidalgo y otros
insurgentes queda al frente del movimiento el cura
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Morelos, quien, con “los Sentimientos de la Nación”,
robustece el aspecto institucional de la insurgencia.
Sus ideas son claras, en una proclama dice: “Ya que
no hay España porque el francés se ha apoderado de
ella, ya no hay Fernando VII, porque él quiso ir a su
casa de Borbón a Francia; y, entonces, no estamos
obligados a reconocerlo; o lo llevaron a la fuerza y,
entonces, no existe. En consecuencia, el gobierno
recae en la Nación Mexicana”. Congruente con sus
ideas organizó un gobierno e instaló un Congreso
que se reunió el 14 de septiembre de 1813 en
Chilpancingo. Este Congreso declaró la
Independencia de México el 22 de octubre de 1814.
el decreto constitucional de esta declaración estaba
acorde con la Constitución de Apatzingán. Morelos es
derrotado en Tezmalaca por el realista Concha,
aprehendido por el soldado Matías Carranco, y
fusilado en Ecatepec el 22 de diciembre de 1815.
Con la muerte de Morelos decae aparentemente la
lucha insurgente: queda en un nivel que no ofrece
peligro para las fuerzas realistas; coadyuvan a ello
algunos fusilamientos e indultos del Virrey Apodaca
que merma su virulencia. Solamente resistían
Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero y a ellos se
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agrega el español Francisco Xavier Mina quien
luchaba contra el absolutismo de Fernando VII. Mina
fue fusilado el 11 de noviembre de 1817, Guadalupe
Victoria después de una derrota contundente se
retiró de la lucha. Ya nada más quedaba Vicente
Guerrero a quien el Virrey trató de convencer por
medio de don Pedro, padre de don Vicente, de que
dejara las armas. Guerrero amaba a su padre, lo oyó
y lloró con él, pero le rogó que no lo visitara más, si
trataba de disuadirlo de lo que consideraba su
deber. Dirigiéndose a sus amigos les dijo: “¿Veis a
este anciano respetable? Es mi padre, viene a
ofrecerme empleos y recompensas en nombre de los
españoles. Yo he respetado siempre a mi padre;
pero mi Patria es primero”. ¡Qué lejos estaba
Guerrero en ese momento de imaginar siquiera que
él sería uno de los protagonistas de la gran coartada
tejida por el clero para lograr el rompimiento
definitivo con España, de donde saldría la versión
espuria de la lucha por la Independencia Mexicana!.
Y es que el pueblo de México jamás libró batallas
encarnizadas en 1821 para conseguir su libertad.
¿Cómo se logró entonces el rompimiento con
España, si el pueblo, de hecho no participó durante
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la llamada consumación de la Independencia ni tomó
la calle, ni peleó en los campos de batalla para
conquistar la libertad?. Pues fue porque intervino un
poder nefasto que en México no hemos podido
superar: el poder del clero, que no solamente era y
es el dueño de las conciencias, sino también de
enormes riquezas que nada tienen de espirituales.
Este poder, cuando ve amenazados sus privilegios no
vacila en tomar las medidas necesarias para
conservarlos, así se trate de sus propios miembros,
como los casos de Hidalgo, Morelos y Matamoros a
quienes la Santa Inquisición atormentó
“cristianamente” antes de fusilarlos.
En 1820 el clero estaba temeroso de que España
pusiera en vigor la Constitución de Cádiz de 1812.
Para un poderoso jerarca del clero mexicano, el
doctor y canónigo Matías Monteagudo, las leyes de
Cádiz no pasaban de ser un conjunto de normas
inaplicables, intolerables e inadmisibles. Nada, ni
hablar de extinguir la Santa Inquisición, ni abolir el
fuero eclesiástico; ni de reducir el valor de los
diezmos, ni de subastar bienes del clero, ni de
permitir la libertad de imprenta, ni de la prensa. Para
Monteagudo lo anterior eran puras imbecilidades; él
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se oponía a cualquier reforma social contraria a los
intereses clericales. No, a ningún ser vivo se le
toleraría atentar en contra de los poderes del Señor
para mermar el poder de su iglesia. Nunca
aceptaremos una disminución de cualquier rubro de
nuestros ingresos ni nos resignaremos a la pérdida
de nuestra influencia, ni estamos dispuestos a
permanecer sentados mientras nos arrebaten los
privilegios de los que hemos disfrutado en los
últimos 300 años de dominación española.
Esto escuchaban los conjurados de la Profesa
quienes contaban con el apoyo velado del Virrey
Apodaca. Defenderían “los bienes divinos” con
cañones y ejércitos financiados por la iglesia. El
señor, según ellos, les había extendido una carta en
blanco para defender su “santísimo patrimonio”. De
modo que ni hablar de la Constitución de Cádiz. Por
lo tanto, ante la insistencia suicida de la metrópoli,
de imponer en sus colonias semejantes
disposiciones, se organizaría la debida resistencia
echando mano de la violencia; o se independizaría
México para que ningún mandamiento de la
Península pudiera afectar a sus sagrados intereses y
privilegios. En conclusión: la Independencia de la
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Nueva España se haría sólo para proteger al clero
católico. La decisión estaba tomada; había que elegir
a un hombre apropiado. Monteagudo ya tenía
previsto el caso, propuso a Iturbide, e insistió para
que fuese aceptado. Monteagudo argumentó que
solamente él (Iturbide), dada su inmoral conducta,
sería capaz de aparentar una guerra y de presentar
algunas batallas para justificar públicamente la
conquista de la “libertad”. Esto, según lo acordado
en los términos de la conspiración de la Profesa,
también podría lograrse sin acabar previamente con
Guerrero.
Ya sabemos cómo maniobró Iturbide para llegar al
famoso abrazo de Acatempan a partir del cual nos
liberábamos de la carga y explotación de España.
Pero el País nacía con una enorme sanguijuela
gelatinosa aferrada al cuello y enredada a lo largo
del cuerpo para continuar absorbiendo la sangre de
la Nación hasta dejar su cuerpo seco y casi inmóvil
hasta la fecha. Dicho anélido simboliza la simbiosis
aún vigente del poder del clero y de otro poder que
no le va a la zaga: el que tienen los dueños del
dinero. El accionar de estos poderes solamente logra
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que se incrementen la ignorancia, el fanatismo, la
corrupción y la miseria.
Concluyo con unas preguntas que cada uno de
ustedes en su fuero interno contestará honesta y
patrióticamente. ¿Puede considerarse a lo ocurrido
de 1810 a 1821 como verdadera Independencia de
México? ¿Qué clase de Independencia fue?
¿Actualmente somos independientes? ¿No nos
gobierna el banco mundial y el Fondo Monetario
Internacional? ¿Hacemos o no, lo que desea Estados
Unidos? ¿A los descendientes de los originarios de
esta tierra se les considera ciudadanos Mexicanos?
¿De veras ya no hay privilegios?
“Albañiles de Donijá” A. C., agradece al señor Milton
Flores Moreno, el esfuerzo realizado para compilar
los datos que ahora tienes en tus manos querido
lector, y que, conforme a sus deseos, ojalá y sirvan
para la creación o acrecentamiento de nuestra
conciencia histórica.
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