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2º Bachillerato. HISTORIA DE ESPAÑA
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Bloque 6:
LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO
LIBERAL. (1833-1874)
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1. El carlismo como último bastión absolutista:
a. Ideario y apoyos sociales
b. Las dos primeras guerras carlistas.
2. El triunfo y consolidación del liberalismo en el reinado de Isabel II
a. Los primeros partidos políticos
b. El protagonismo político de los militares
c. El proceso constitucional
d. La legislación económica de signo liberal
e. La nueva sociedad de clases
BBllooqquuee 66bb:: 3. El Sexenio democrático:
a. La revolución de 1868 y la caída de la monarquía isabelina
b. La búsqueda de alternativas políticas, la monarquía de Amadeo I
c. La Primera república
d. La guerra de Cuba
e. La tercera guerra carlista
f. La insurrección cantonal.
BBllooqquuee 66cc:: 4. Los inicios del movimiento obrero español:
a. Las condiciones de vida de obreros y campesinos
b. La Asociación Internacional de Trabajadores y el surgimiento de las corrientes anarquista
y socialista.
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EL CARLISMO y
CONSOLIDACIÓN DEL LIBERALISMO CON ISABEL II
Índice:
1. El carlismo como último bastión absolutista
1.1. La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
1.2. La Segunda Guerra Carlista (1846-1849)
1.3. La Tercera Guerra Carlista (1872-1876)
2. El triunfo y consolidación del liberalismo en el reinado de Isabel II
2.1. La minoría de edad de Isabel II (1833-1843): la ruptura con el Antiguo Régimen
- La regencia de María Cristina (1833-1840)
- La regencia del general Espartero (1840-1843)
2.2. La mayoría de edad de Isabel II (1843-1868): construcción del Estado liberal
- La Década Moderada (1844-1854)
- El Bienio Progresista (1854-1856)
- La alternancia entre los moderados y la Unión Liberal (1856-1868)
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1. EL CARLISMO COMO ÚLTIMO BASTIÓN ABSOLUTISTA
El reinado de Isabel II (1833-68) fue un periodo de gran inestabilidad política y social: las guerras
carlistas enfrentaron a los españoles; moderados y progresistas querían imponer sus criterios, reflejados
en varios textos constitucionales; y los militares, mediante pronunciamientos, se convirtieron en los
dirigentes de la política española. No obstante, durante las Regencias de Mª Cristina y de Espartero
(1833-43), los gobiernos liberales desmantelaron el Antiguo Régimen; y durante la mayoría de edad
de Isabel II (1843-68), se procedió a la auténtica construcción del Estado liberal.
1.1. La Primera Guerra Carlista (1833-1840).
Fernando VII, poco antes de morir, dio a publicidad una pragmática de 1789 que derogaba la
Ley Sálica, por la que las mujeres no podían acceder al trono si había herederos varones en la línea
principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos), y restablecía el derecho de reinar a las hembras
(Código de las Partidas), nombrando a su hija Isabel heredera al trono. A su muerte se encargó de la
regencia su viuda Mª Cristina por ser Isabel menor de edad y tuvo que hacer frente a Carlos María
Isidro, hermano del rey, que no consideró derogada la Ley Sálica.
Esta cuestión sucesoria provocó la 1ª Guerra Carlista que, además, significó un enfrentamiento
ideológico entre los carlistas o absolutistas, con fuertes apoyos en el mundo rural, en los sectores
conservadores de la Iglesia y en regiones como País Vasco, Navarra y norte de Cataluña; y los liberales
o isabelinos, centralistas, apoyados por las grandes ciudades, la burguesía y la mayor parte del Ejército.
El coronel Zumalacárregui consolidó el poder de los carlistas en el País Vasco y Navarra, aunque
no logró tomar ni Pamplona ni las capitales vascas; y en 1837 el general Cabrera llegó en una
expedición hasta las puertas de Madrid. Pero las victorias isabelinas llevaron al Convenio de Vergara
(1839) entre el general carlista Maroto y Espartero (general isabelino más destacado), que garantizaba
algunos derechos forales y los grados del ejército carlista. Don Carlos (Carlos V) no lo aceptó y se exilió
en Francia.
1.2. La Segunda Guerra Carlista (1846-1849)
Tuvo su centro de operaciones en Cataluña, donde los partidarios de Carlos Luis (Carlos VI, hijo de
Carlos María Isidro, que había intentado sin éxito contraer matrimonio con su prima Isabel), llegaron
hasta Barcelona, donde fueron derrotados.
1.3. La Tercera Guerra Carlista (1872-1876)
Surgió tras la Revolución de 1868 que derrocó a Isabel II; pero la restauración de los Borbones
supuso el declive del carlismo y Alfonso XII logró la derrota militar de Carlos VII.
2. EL TRIUNFO Y CONSOLIDACIÓN DEL LIBERALISMO EN EL
REINADO DE ISABEL II
2.1. La minoría de edad de Isabel II (1833-1843): la ruptura con el Antiguo
Régimen
La regencia de María Cristina (1833-1840).
Mª Cristina fue “liberal a la fuerza” y se apoyó en los liberales moderados como Martínez de
la Rosa, que redactó el Estatuto Real de 1834, una “carta otorgada” que representaba una “tercera
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vía” entre el absolutismo y el liberalismo: Cortes bicamerales que sólo deliberaban sobre propuestas
de la Corona y sufragio muy restringido. Pero supuso el inicio de las libertades políticas, apareciendo
los partidos políticos (Moderado y Progresista).
La guerra carlista y la mala situación económica provocaron revueltas populares exigiendo una
ampliación de las libertades políticas y del sufragio. En 1836, el Motín de los Sargentos de La Granja
obligó a la regente a aceptar la Constitución de 1812, consolidó a los liberales progresistas en el
gobierno e impulsó la ruptura con el Antiguo Régimen: se tomaron medidas de liberalización
económica como la desamortización de Mendizábal o la supresión de las aduanas interiores y de los
gremios para favorecer el crecimiento de la industria; y se redactó la Constitución de 1837, de
compromiso, que recogía principios progresistas y moderados.
La regencia del general Espartero (1840-1843).
María Cristina venía apoyando a los gobiernos moderados, que intentaron limitar las reformas y
promulgaron una Ley de Ayuntamientos por la que los alcaldes serían de nombramiento gubernativo y
no elegidos por los ciudadanos. Hubo sublevaciones populares y María Cristina tuvo que renunciar a la
regencia. Las Cortes eligieron como regente al general Espartero, vencedor de los carlistas y que
contaba con el apoyo de los progresistas.
Espartero gobernó de manera dictatorial, sin someterse nunca al Parlamento, y se ganó el
rechazo de todos: los moderados al ser desplazados del gobierno, sectores progresistas por sus formas
autoritarias, los vascos al ver recortados sus fueros y los catalanes porque la política librecambista ponía
en peligro su incipiente industria. Para sofocar un motín, bombardeó Barcelona desde Montjuich. Este
hecho desacreditó definitivamente la regencia y provocó el pronunciamiento del general Narváez en
1843. Espartero huyó y se exilió en Londres.
2.2. La mayoría de edad de Isabel II (1843-1868): construcción del Estado
liberal
La reina Isabel II asumió el trono al ser declarada mayor de edad por las Cortes a los 13 años y,
ya desmantelado el Antiguo Régimen, se procedió a la auténtica construcción del nuevo Estado
liberal. Se distinguen varias fases:
La Década Moderada (1844-1854).
Isabel II encargó la formación del gobierno a Narváez, líder del partido moderado, que con el
apoyo de los sectores burgueses más conservadores gobernó con mano dura (“el espadón de Loja”)
mediante un sistema político estable pero oligárquico, donde primaba el orden sobre la libertad. Es lo
que se conoce como liberalismo doctrinario. A menudo, las Cortes fueron suspendidas y el Gobierno
falseaba las elecciones.
Se aprobó la Constitución de 1845, que reforzó los elementos conservadores de la Constitución
de 1837: soberanía compartida entre las Cortes y el rey, que veía aumentado su poder legislativo y
político, Cortes bicamerales (Congreso elegido por sufragio censitario muy restringido y Senado de
designación real), limitación de las libertades y establecimiento del catolicismo como religión oficial del
Estado.
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Se hicieron reformas para crear un Estado nacional centralizado: se creó el cargo de
Gobernador Civil; se creó la Guardia Civil, sustituyendo a la Milicia Nacional surgida en la guerra de la
Independencia. Se aprobó el Plan Pidal sobre la educación pública, un nuevo Código Penal. Se
establecieron normas para elaborar los presupuestos generales del Estado y un solo sistema de pesos y
medidas.
La firma del Concordato con la Santa Sede en 1851 produjo el acercamiento del régimen
liberal a la Iglesia.
Pero el autoritarismo de los gobiernos moderados aumentó la oposición: por la derecha, los
carlistas (Segunda Guerra Carlista); y, por la izquierda, los progresistas y el nuevo Partido Demócrata; y
precipitó su caída.
El Bienio Progresista (1854-1856).
Se inició con el pronunciamiento en los cuarteles de Vicálvaro (“la Vicalvarada”) del general
O’Donnell (izquierda de los moderados), que para atraerse a los progresistas y al pueblo, firmó el
Manifiesto de Manzanares, que solicitaba la reforma de la Ley Electoral y de Imprenta, la
descentralización del poder estatal y el restablecimiento de la Milicia Nacional. La sublevación se
extendió por las grandes ciudades, donde se formaron juntas revolucionarias, y las clases populares
levantaron barricadas en Madrid, en demanda de reformas sociales.
Tras estos sucesos, Isabel II encargó el Gobierno a Espartero, que acometió una serie de
reformas progresistas: la restauración de leyes e instituciones prometida en el Manifiesto de
Manzanares, la elaboración de un proyecto de Constitución de 1856 (“non nata”), la desamortización
general promovida por Pascual Madoz, y la aprobación de la Ley General de Ferrocarriles de 1855 y
la creación del Banco de España para consolidar un mercado nacional y estimular la economía.
El Bienio progresista fue una época de bonanza económica y el gobierno logró detener las
reivindicaciones democráticas y populares. Sin embargo, las presiones de la Corona y la reacción de
los moderados, que contaron con el apoyo de los terratenientes, los militares conservadores y la Iglesia,
provocaron su caída.
La alternancia entre los moderados y la Unión Liberal (1856-1868).
Esta nueva etapa conservadora, en la que se sucedieron los gobiernos de los moderados de
Narváez y la Unión Liberal de O’Donnell (partido de centro que aglutinaba a los sectores más
liberales de los moderados y a los mas conservadores de los progresistas), se caracterizó por un
liberalismo pragmático que, en principio, no encontró excesiva oposición entre la élites sociales del
país. Presentaba los siguientes rasgos:
La insistencia en el progreso económico como objetivo supremo de la política. Se incrementaron
las inversiones públicas y se concluyeron dos importantes obras: el tendido ferroviario (más de
5.000 kilómetros) y el Canal de Isabel II que abastecía de agua a Madrid.
Una política exterior de prestigio, dirigida a restaurar el papel de España como potencia
internacional. Pero esta política estuvo siempre supeditada a los intereses de Francia y Gran
Bretaña y no reportó ninguna ventaja a España. España obtuvo el territorio de Ifni, en Marruecos,
que disponía de bancos pesqueros.
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Una política interior basada en los principios moderados de la constitución de 1845, que, sin
embargo, volvió a fracasar en el intento de lograr la alternancia pacífica en el poder. Los equipos
ministeriales eran nombrados o destituidos según el favor y la confianza de la reina y sus
camarillas. Además, se dio la corrupción del sistema político mediante la compra de votos, los
pucherazos y el caciquismo.
Mientras, crecía en España las aspiraciones a mayor libertad, con el desarrollo del Partido
Demócrata, dirigido por Emilio Castelar, la aparición del republicanismo, y la creación de las primeras
organizaciones obreras. Las conspiraciones alentadas por progresistas y demócratas no se dirigían
solo contra el Gobierno, sino contra la Reina misma, destacando estos disturbios: la destitución de
Castelar y Sanz del Río, profesores universitarios, provocó protestas estudiantiles, y el Ejército actuó
con gran violencia (11 muertos en la “noche de San Daniel”); y un frustrado pronunciamiento
progresista llevó al fusilamiento de los sargentos del cuartel de San Gil.
La recesión económica de 1866-1868, aumentó el descontento no solo del pueblo, sino también,
y muy especialmente, en el ámbito empresarial y de los negocios.
Como balance final, se puede decir que en la construcción del Estado liberal durante el reinado
de Isabel II, la monarquía cedió poder político a las Cortes, pero puso continuas trabas a la
participación de los ciudadanos (sufragio censitario). Además, la corrupción electoral hacía que
siempre ganara las elecciones el partido en el poder, por lo que los cambios en el gobierno venían
marcados por un pronunciamiento, que le daba un gran protagonismo político a la casta militar.
Paralelamente a la implantación del liberalismo político, España se modernizó: se dio cierta
industrialización (Cataluña), se realizaron muchas líneas de ferrocarril y se construyeron importantes
obras hidráulicas (Canal de Isabel II). Se reabrieron las universidades, cerradas por Fernando VII.
El desprestigio del Gobierno por su política dictatorial y represiva; las críticas a la Reina por
interferir en la política, por su azarosa vida amorosa y por los negocios sucios de sus familiares; y el
malestar social; llevaron a progresistas y demócratas a firmar el Pacto de Ostende (1866) para intentar
poner fin al reinado de Isabel II. Tras la revolución “Gloriosa” de 1868, la «Reina de los tristes
destinos», se exilió en Francia.
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Responde al tema y analiza y justifica la relación con el mismo de los siguientes documentos:
Documento 1: Constitución de 1845.
Doña Isabel II, por la gracia de Dios y de la Constitución de la Monarquía española, Reina de las Españas […] hemos venido, en unión y de acuerdo con las Cortes actualmente reunidas, en decretar y sancionar la siguiente Constitución.
Art.2. Todos los españoles pueden imprimir y publicar libremente sus ideas sin previa censura […].
Art. 4. Unos mismos códigos regirán en toda la Monarquía […].
Art. 7. No puede ser detenido, ni preso, ni separado de de su domicilio ningún español, ni allanada su casa, sino en los casos y en la forma que las leyes prescriban.
Art. 9. Ningún español puede ser procesado ni sentenciado sino por el Juez o Tribunal competente […].
Art.11. La religión de la Nación española es la Católica, Apostólica, Romana. El Estado se obliga a mantener el culto y sus ministros.
Art. 12. La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey.
Art. 13. Las cortes se componen de dos Cuerpos Colegisladores, iguales en facultades: el Senado y el Congreso de los Diputados.
Art.15. Sólo podrán ser nombrados senadores los españoles que, además de tener treinta años cumplidos
pertenezcan a las clases siguientes: Presidentes de los Cuerpos Colegisladores […], Ministros de la
Corona, Consejeros de Estado, Arzobispos, Obispos, Grandes de España, Capitanes Generales […],
Embajadores […]. Deberán además de disfrutar 30.000 reales de renta […].
Art. 22. Para ser diputado se requiere ser español, haber cumplido veinticinco años, disfrutar la renta procedente de bienes raíces, o pagar por contribuciones directas la cantidad que la ley prefije.
Art.45. Además de las prerrogativas que la Constitución señala al Rey, le corresponde (…) nombrar y separar libremente a los ministros.
Documento 2:
Proclamación del
Manifiesto de Manzanares.
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Índice:
1. La “Gloriosa” Revolución de 1868 y el Gobierno provisional
2. La Constitución de 1869 y la regencia de Serrano (1869-1870)
3. La monarquía de Amadeo de Saboya (enero 1871-febrero 1873)
4. La Primera República Española (febrero 1873-enero 1874)
5. El fracaso de los intentos para establecer una democracia
1. La “Gloriosa” Revolución de 1868 y el Gobierno provisional
El Sexenio Democrático o Revolucionario comienza con la revolución de 1868, cuyo objetivo
era poner fin al régimen moderado de 1845 y establecer en España una democracia basada en el sufragio
general masculino. Se abordaron novedosas fórmulas políticas y sociales más allá del liberalismo (la
democracia, la república y el federalismo) para integrar a las masas populares en el nuevo Estado
nacional, pero numerosos problemas políticos lo impidieron. Se sucedieron dos regímenes: la
monarquía de Amadeo de Saboya y la Primera República.
La Revolución de 1868 o “La Gloriosa”, tuvo su origen en las contradicciones del régimen
moderado de 1845, que marginó a los sectores más progresistas del liberalismo y a los grupos populares,
integrados por organizaciones obreras; a la vez que los mecanismos electorales estaban totalmente
controlados por los caciques. También tuvo cierta repercusión la crisis financiera de 1866 y una crisis
de subsistencia que se produjo en 1868.
Por ello se volvió a repetir la conspiración, seguida del pronunciamiento militar, como forma
de cambio político. Pero ahora, además, se unía un importante componente popular:
En cuanto a la conspiración, políticos demócratas y progresistas promovieron desde el exilio el
Pacto de Ostende (Bélgica, 1866), con el fin de destronar a la reina y establecer unos derechos, como el
sufragio universal. Después, en septiembre de 1868, se da un pronunciamiento militar encabezado por
los generales Prim y Serrano que se inició en Cádiz. A ellos se unió el almirante Topete, al mando de
la armada. En el manifiesto titulado España con honra proponían un Gobierno provisional y el
sufragio universal, y declararon destronada a Isabel II, cuyas tropas fueron derrotadas por las del general
Serrano en la batalla de Alcolea. Isabel II huyó a Francia desde San Sebastián, donde se encontraba
veraneando con su familia.
Inmediatamente empezó la revolución, propagándose la insurrección por numerosas ciudades
españolas, liderada por los demócratas, que organizaron Juntas Revolucionarias, desde las que
reclamaban la ampliación de los derechos democráticos (sufragio universal, libertad de imprenta, de
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culto y de asociación) y la supresión de los consumos (impuestos sobre artículos básicos) y las
quintas.
Así, lo que inicialmente era un pronunciamiento más, se convirtió en un movimiento
revolucionario, apareciendo un doble poder: Gobierno provisional y Juntas revolucionarias, que se
resolvió a favor del Gobierno con la disolución de las Juntas; a cambio, tuvo que cumplir la mayor parte
del programa demócrata.
El Gobierno provisional, presidido por el general Serrano y compuesto por progresistas y
unionistas, convocó por primera vez en España elecciones por sufragio general masculino a Cortes
constituyentes, obteniendo la mayoría el centro político (unionistas, progresistas y demócratas
cimbrios), defensor de una monarquía parlamentaria y democrática; moderados y carlistas a la derecha;
y republicanos a la izquierda.
2. La Constitución de 1869 y la regencia de Serrano (1869-1870).
Las Cortes constituyentes elaboraron la Constitución de 1869, de carácter democrático y liberal,
que habría de sustituir a la muy moderada de 1845. Establecía:
La soberanía nacional, expresada mediante el sufragio general masculino.
Ampliación de los derechos. La garantía de las libertades de expresión y de prensa, de
reunión y de asociación (ésta aparece por primera vez en el constitucionalismo español).
El Estado aconfesional y la libertad de culto (también es reconocida por primera vez) y de
enseñanza.
División de poderes claramente establecida. El poder legislativo en unas Cortes bicamerales:
Congreso y Senado, pero éste es elegido también por sufragio universal, aunque indirecto (a
diferencia de la de 1845).
La monarquía constitucional continuaba, pero con mayor limitación del poder real.
Una vez aprobada la constitución y hasta encontrar un monarca para el trono español, fue
nombrado regente el general Francisco Serrano, el cual encargó formar gobierno al general Juan
Prim. Entre los problemas que tuvo que afrontar estuvieron las sublevaciones republicanas, sobre todo
en Cataluña; los motines de subsistencia y contra las quintas; y las huelgas industriales organizadas, que
constituyeron los primeros pasos del movimiento obrero.
Además, existían los problemas de la Hacienda, pero no se abordó una reforma fiscal que
permitiera reducir la deuda pública. Sí se tomaron medidas como el establecimiento de la peseta como
única moneda nacional y medidas liberalizadoras, como la reducción de los aranceles y la Ley de Minas
(dejan de ser monopolio de la Corona).
Otro problema importante fue la Guerra del 68 de Cuba, que duraría diez años, y ocasionaría
miles de muertos.
Se inició una complicada búsqueda de un rey entre distintos candidatos, eligiéndose finalmente a
Amadeo de Saboya, hijo del rey Víctor Manuel, que había llevado a cabo la unificación de Italia y tenía
un marcado carácter liberal.
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3. La monarquía de Amadeo de Saboya (enero 1871 - febrero 1873).
Amadeo I reinó en España poco más de dos años (1871-1873), asumiendo el papel de monarca
constitucional, que reina pero no gobierna. El nuevo rey se encontró un país con numerosos
problemas políticos:
Tuvo escasos apoyos políticos y sociales. Tanto los alfonsinos, que cada vez iban teniendo más
partidarios, como los carlistas, lo consideraban un intruso; y también tuvo el rechazo de los
republicanos. Además, su principal valedor, el general Prim, fue asesinado el día que llegó a
España como nuevo rey.
Continuaba la Guerra de Cuba del 68, a la vez que se puso de manifiesto la oposición de los
hacendados españoles (propietarios de las plantaciones de caña) a la abolición de la esclavitud.
Comenzó la Tercera Guerra Carlista.
La Iglesia se oponía a la libertad de cultos y a la separación entre Iglesia y Estado.
Se produjeron numerosas revueltas urbanas y, ante el temor a la revolución social, se debatió la
ilegalización de la Asociación Internacional de Trabajadores (A.I.T.), recién implantada en
España.
La mayoría de los partidos políticos le ignoraron y se disputaban sin piedad el poder en el
Congreso, impidiendo la estabilidad de cualquier gobierno (tres elecciones generales y seis
gobiernos en los dos años de reinado de Amadeo I).
Ante esta difícil situación, Amadeo I abdicó en 1873 y volvió a su Italia natal. Al abandonar
España le comentó a su ayudante: “Tengo la sensación de que volvemos de un viaje a la Luna”.
4. La Primera República Española (febrero 1873 - enero 1874).
Tras la abdicación de Amadeo I, el Gobierno de Ruiz Zorrilla y los diputados republicanos
pactaron el establecimiento de la Primera República, que fue proclamada el 11 de febrero de 1873 en
sesión conjunta del Congreso y el Senado. Durante los once meses que tuvo de vida, se sucedieron
cuatro presidentes:
Estanislao Figueras, al frente de una república unitaria, tuvo que soportar dos golpes de
Estado y la constitución del Estado de Cataluña, el primero de una futura República Federal
Española.
Francisco Pi i Margall, presentó a las Cortes un proyecto de Constitución (1873), en línea
con la de 1869, pero contemplaba la organización federal de la República. Pero la nueva
República se vio desbordada por la izquierda: los campesinos andaluces ocupaban tierras para
repartírselas, y la influencia anarquista transformó el federalismo en cantonalismo, porque se
formaron cantones (municipios autónomos), destacando el de Málaga y el de Cartagena.
Nicolás Salmerón, propugnaba una república conservadora, dando un giro a la derecha
apoyándose en el ejército, para sofocar la revuelta cantonalista y el movimiento obrero.
Emilio Castelar, gobernó una República autoritaria, disolviendo incluso las Cortes; pero en
enero de 1874 los republicanos le obligaron a reabrirlas, forzándole a dimitir. La sesión de
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Cortes fue interrumpida por el general Manuel Pavía, que entró en el edificio con la Guardia
Civil y las disolvió sin apenas resistencia.
La I República sufrió una gran inestabilidad, al no descansar en una base política ni social
sólida, que hiciera posible su consolidación. Concurrieron varias circunstancias:
La falta de políticos convencidos del republicanismo y su división en unitarios y federalistas.
Los campesinos pidieron el reparto de las tierras de los latifundios, cuestión que los políticos
republicanos ni tan siquiera se planteaban.
En las zonas industriales, la desconfianza de los sectores populares en el gobierno y la
agitación social de la Internacional, llevó a los obreros a ocupar a menudo las calles.
La oposición abierta de los políticos conservadores, de buena parte de la jerarquía eclesiástica,
de los carlistas (3ª Guerra Carlista) y, en especial, de los militares alfonsinos, que darían el
golpe definitivo.
5. El fracaso de los intentos para establecer una democracia.
Tras el pronunciamiento del general Manuel Pavía, el poder fue entregado al general Francisco
Serrano, quien gobernó dictatorialmente durante un año, durante el cual proseguían los problemas sin
resolver: Guerra del 68 de Cuba, Tercera Guerra Carlista, problemas campesinos y obreros, oposición
política, etc.
Con el nuevo golpe de Estado protagonizado por el general Arsenio Martínez Campos, se
produjo la restauración monárquica a favor del hijo de Isabel II, Alfonso XII, quien llegaría a España
en enero de 1875.
Con el fin del periodo conocido como “Sexenio democrático”, quedó frustrado el primer intento
para establecer en España un régimen parlamentario democrático.
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Responde al tema y analiza y justifica la relación con el mismo de los siguientes documentos:
Documento 1:
“La nación española y en su nombre las Cortes Constituyentes, elegidas por sufragio universal, deseando afianzar la justicia, la libertad y la seguridad, y proveer al bien de cuantos vivan en España, decretan y sancionan la siguiente Constitución:
Art. 17. Ningún español podrá ser privado: Del derecho de emitir libremente sus ideas y opiniones [...]. Del derecho a reunirse pacíficamente. Del derecho de asociarse [...].
Art. 21. La Nación se obliga a mantener el culto y los ministros de la religión católica. El ejercicio público o privado de cualquier otro culto queda garantizado [...].
Art. 32. La soberanía reside en la Nación, de la cual emanan todos los poderes [...].
Art. 33. La forma de gobierno de la Nación española es la Monarquía.
Art. 34. La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes [...].
Art. 38. Las Cortes se componen de dos Cuerpos Colegisladores, a saber, Senado y Congreso Ambos Cuerpos son iguales en facultades [...].
Art. 91. A los Tribunales corresponde exclusivamente la potestad de aplicar las leyes en los juicios civiles y criminales. Unos mismos códigos regirán en toda la monarquía [...]
Disposiciones transitorias. Art. 1. La ley que en virtud de esta Constitución se haga para elegir la persona del Rey (…) formará parte de la Constitución [...]”.
Constitución Española de 1869.
Documento 2:
La búsqueda de un nuevo rey
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El siglo XIX fue testigo de una nueva sociedad carente de privilegios jurídicos. Sin embargo, existían
claras diferencias entre las clases que accedían a la propiedad y las que no podían hacerlo. Por otra
parte, los campesinos y trabajadores, mayoritariamente analfabetos, vivían y trabajaban en condiciones
muy duras, que les llevó paulatinamente a concienciarse de su situación y a organizarse
movimiento obrero (texto e imagen).
1. Las transformaciones sociales.
La evolución demográfica: lento crecimiento de la población (de 11 millones en 1800 a 18
millones en 1900), pervivencia del modelo demográfico antiguo, emigración a ultramar y ligero
crecimiento urbano.
Las élites: la nobleza supo adaptarse a las circunstancias; la burguesía: nueva burguesía de
negocios, profesionales prestigiosos y altos cargos del Estado y del Ejército. Difundieron un modo
de vida basado en la familia nuclear y crearon espacios sociales propios (cafés, casinos privados,
teatros). Fue estructuralmente débil.
Las clases medias acomodadas: propietarios modestos, profesionales o con un empleo público,
cuya forma de vida y costumbres eran muy diferentes de las de los trabajadores manuales.
Los trabajadores del campo: pequeños propietarios, arrendatarios y apareceros, y jornaleros
(éstos eran el 75% de los trabajadores del campo en Andalucía, ocupados en los grandes
latifundios).
Los trabajadores de la ciudad: oficios antiguos (artesanos, dependientes, transportistas y servicio
doméstico) y nuevos trabajadores (obreros fabriles y de la construcción, ferroviarios, mineros,
etc.).
2. Las condiciones de vida de los trabajadores.
Los bajos salarios eran insuficientes para mantener un nivel de vida digno, por lo que era
frecuente la utilización de mano de obra de mujeres y niños que, por otra parte, resultaba más
dócil y barata al empresario.
La larga jornada laboral podía llegar a 12 horas, circunstancia que unida a las precarias
condiciones de las fábricas y la falta de descanso, ocasionó frecuentes accidentes.
A todo esto se añadía el despido libre y la falta de protección social de cualquier clase, que
implicaba acabar en la mendicidad, en la delincuencia o en la miseria.
Los cambios en la producción con el maquinismo, afectaron al proceso de producción artesanal;
y la supresión de los gremios dejó desprotegidos a los trabajadores ante los cambios laborales.
Las familias obreras vivían hacinadas en pequeñas viviendas situadas en barrios degradados,
estaban mal vestidas y alimentadas, y la incorporación al trabajo de los niños impidió su
formación (analfabetismo).
3. Los inicios del movimiento obrero.
a) Características del movimiento obrero español.
El movimiento obrero en España se produjo en fechas muy tardías en comparación con el resto de
Europa Occidental, porque su industrialización también fue más tardía, menos intensa y muy
localizada.
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Sus primeras reivindicaciones fueron el aumento del salario y mejoras laborales (jornada de 12
horas), sin la más mínima idea revolucionaria de cambiar el orden social establecido. Y no será
hasta 1870 cuando aparezcan planteamientos ideológicos y políticos sobre la necesidad de
transformar el sistema económico y la sociedad.
b) El movimiento obrero anterior a 1868.
La manifestación más precoz de la lucha obrera fue el movimiento “luddita”, reacción primaria y
espontánea dirigida a destruir las máquinas, que simbolizaban los nuevos métodos de producción
y a las que se culpaba de la pérdida de puestos de trabajo. El suceso más grave se produjo en
Cataluña, que estaba más industrializada, y fue el incendio de la fábrica Bonaplata (1835),
pionera en el uso de las máquinas de vapor en el sector textil.
La situación de precariedad y la prohibición de asociarse, llevó a la creación de sociedades de
socorro mutuo (germen de los sindicatos), donde los obreros practicaban la solidaridad con sus
aportaciones para cubrir la pérdida de trabajo o la disminución de sus ingresos. En 1840 los
obreros catalanes crearon la Asociación de Protección Mutua de Tejedores de Algodón (1840),
un sindicato apolítico.
En Cataluña se produjo una huelga organizadas en 1854 contra las selfactinas (máquina
semiautomática) y la libre contratación. Pero la más importante fue la huelga general de 1855
contra la ilegalización de las sociedades obreras que proponían los progresistas, que puso de
manifiesto el desengaño de los trabajadores con la izquierda liberal. A partir de entonces, los
obreros industriales se inclinaron por los demócratas y republicanos, que reivindicaban la libertad
de asociación y medidas legislativas protectoras de los trabajadores.
4. El movimiento obrero durante el Sexenio Democrático.
a) Métodos de lucha de la clase trabajadora.
El Sexenio Democrático evidenció la desconfianza hacia la democracia y la República de los
trabajadores, que emplearon dos vías para mejorar sus condiciones de vida, y promover una
revolución política y un cambio social profundo:
La acción directa contra los empresarios mediante la convocatoria de huelgas y la creación de
sindicatos o sociedades de resistencia estables y organizadas. Es la vía elegida por los
anarquistas.
La acción política, destinada a presionar a las autoridades mediante elecciones, actos
multitudinarios (mítines y manifestaciones) y formaciones políticas que debían convertirse en
partidos de masas. Los socialistas, inclinados hacia el marxismo, prefirieron esta vía, aunque
combinaron ambas.
b) División entre anarquistas y socialistas en el seno de la Primera Internacional.
La AIT llegó a España a través de Giuseppe Fanelli, partidario de Bakunin, que propagó el
anarquismo junto al tipógrafo español Anselmo Lorenzo. Los bakuninistas crearon la Federación
Regional Española (1870), apolítica, contraria al parlamentarismo y a la centralización del Estado.
El anarquismo difundía unas ideas sencillas: la libertad absoluta, sin jerarquía de ningún tipo, y la
bondad de la sociedad libre como obra de la naturaleza.
En 1872, un pequeño grupo de obreros de Madrid, que había sido expulsado de la Federación
Regional Española, liderado por el también tipógrafo Pablo Iglesias, creó una célula de
inspiración socialista marxista, y se incorporó a una sociedad de socorro mutuo para los
tipógrafos.
2º Bachillerato. HISTORIA DE ESPAÑA
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5. El movimiento obrero durante la Restauración.
a) El movimiento obrero de inspiración anarquista.
Destacó en Andalucía y Cataluña, donde su falta de organización y la influencia de la propaganda
por el hecho o de la acción directa de los anarquistas europeos, condujeron a algunos sectores
anarquistas al terrorismo:
En Andalucía, la esperanza en la revolución y el reparto de tierras se plasmó en
acontecimientos como la toma de Jerez en 1892 por una multitud de jornaleros. Al año
siguiente, una huelga obrera en la zona, atribuida a la Mano Negra (supuesta sociedad
secreta anarquista), terminó con una fuerte represión policial.
En Cataluña, convivieron sindicatos de planteamientos moderados con acciones terroristas
individuales:
- El capitán general de Cataluña Martínez Campos fue herido en un atentado (1893).
- Dos bombas al Liceo ocasionaron veinte muertos (1893).
- Otra bomba al paso de la procesión del Corpus en Barcelona ocasionó doce muertos
(1896).
Han atacado, pues, a los símbolos del poder: el ejército, la burguesía y la Iglesia.
Consecuencia del atentado del Corpus fue el proceso de Montjuic por el que numerosos obreros y
redactores de revistas anarquistas fueron juzgados militarmente (cinco penas de muerte). En 1897,
el anarquista italiano Angiolillo, asesinó a Canovas del Castillo en un balneario guipuzcoano, para
vengar a los anarquistas juzgados. Desde entonces, la legislación contra el anarquismo se
endureció, disminuyendo la actividad terrorista.
b) La fundación del PSOE y de la UGT.
Al disolverse la AIT, Marx aconsejó la formación de partidos marxistas nacionales. Así, el núcleo
marxista de trabajadores fundó clandestinamente en España el Partido Socialista Obrero
Español (1879), presidido por el tipógrafo Pablo Iglesias. A partir de la Ley de Asociaciones de
1881, intervino en la política oficial.
Durante la Exposición Universal de Barcelona de 1888, se celebró el primer Congreso del
PSOE, donde se organizó como partido de masas claramente jerarquizado y con una rígida
disciplina interna; y después participó en la creación de la Segunda Internacional (París, 1889),
liderada por los socialdemócratas, y rechazó toda colaboración con los partidos burgueses. Su
influencia se limitaba a organizar manifestaciones el 1 de mayo para reivindicar la jornada de
ocho horas, y no obtuvo un escaño en el Congreso hasta 1910, el de Pablo Iglesias.
También en 1888, se fundó la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato independiente
pero vinculado al PSOE, con el que compartía dirigentes, siguiendo el modelo socialdemócrata
alemán, que para conseguir sus fines, más sociales que políticos, empleó la negociación, las
demandas al poder y, en último término, la huelga. Estableció su sede en Madrid, donde tuvo
mayor expansión, junto con Asturias y Vizcaya, igual que el PSOE.
6. La evolución de las organizaciones obreras.
En 1911 se fundó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), sindicato anarquista, que
alcanzó un elevado número de afiliados en Cataluña y Andalucía, y defendió la abstención en las
elecciones, lo que impidió la unidad de acción con las organizaciones socialistas.
Por otra parte, en el Congreso del PSOE de 1921 se votó continuar en la II Internacional de 1889 y,
por tanto, la no adhesión a la III Internacional (comunismo revolucionario de Lenin). Un grupo de
disidentes, que no estaban de acuerdo con la decisión tomada, fundaron el Partido Comunista de
España (PCE).
2º Bachillerato. HISTORIA DE ESPAÑA
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Responde al tema y analiza y justifica la relación con el mismo de los siguientes documentos:
Documento 1.
“Lo fundamental del Partido Socialista Obrero votado en abril de 1880 es lo siguiente:
Considerando que esta sociedad es injusta porque divide a sus miembros en dos clases desiguales y antagónicas, una -la
burguesía- que poseyendo los instrumentos de trabajo, es la clase dominante; otra -el proletariado- que, no poseyendo más
que su fuerza vital, es la clase dominada.
Que la sujeción económica del proletariado es la causa primera de la esclavitud en todas sus formas: la miseria social, el
envilecimiento intelectual y la dependencia política.
Que los privilegios de la burguesía están garantizados por el poder político, del cual se vale para dominar al proletariado. [...]
Por todas estas razones, el Partido Socialista Obrero declara que tiene por aspiración:
1º La posesión del poder político por la clase trabajadora.
2º La transformación de la propiedad individual y corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad común de la
sociedad entera.
3º La organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los instrumentos de trabajo por
las colectividades obreras, garantizando a sus miembros el producto total de su trabajo, y la enseñanza integral a los
individuos de ambos sexos en todos los grados de la ciencia, de la industria y de las artes.
En suma, el ideal del Partido Socialista Obrero es la completa emancipación de la clase trabajadora: es decir, la abolición de
todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores libres e iguales, honrados e inteligentes”.
El programa del Partido Socialista Obrero Español, 1879.
Documento 2.
Primer Congreso de la Federación Regional Española de la AIT en un Teatro de Barcelona en julio de 1870