EL AGUA QUE CANTA Y ENCANTA

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Temas isleños", 1985/03/03

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¿JJLJUHADIARIO INDEPENDIENTE DE LA MAÑANA

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AmeriG ananas

Martí, Tenerife, Cuba,amor con amor se paga

Calle típica de la ciudad de Trinidad

N OS encontramos en lazona central de la isla.Y desde Cienfuegos,donde la industria in-

cipiente y el turismo se dan lamano, salimos en busca de Tri-nidad, la ciudad colonial porexcelencia y una de las más an-tiguas de Cuba. Entre 1511,año de la fundación de Bara-coa, y finales de 1514, en quesurge Santiago, nacen Bayamo,Sancti Spíritus y Trinidad.

Atrás dejamos el magnífico ybien cuidado Jardín Botánico,con sus miles de variedades deflores y plantas exóticas, ade-más de las 300 especies de pal-meras, que nos causaron pro-funda admiración. Uno de losguardianes del Jardín es cana-rio, de Arucas. Parte la cañadulce para los turistas, hacien-do gala de su destreza con elmachete. Y nos regala unos co-cos, a cambio de tabaco.

Trinidad cuenta con una es-pléndida plaza mayor, viejascasonas, calles empedradas yantiguos palacios, hoy conver-tidos en museos y en centrospara el turismo, como el de LosCanteros o la amplia casona so-lariega de Francisco y Rosalíade Egaray, transformada enrestorán. Los retratos de losantiguos dueños siguen deco-rando las paredes del salón-co-medor, no sabemos si dejadosallí en un acto de respeto o biencomo aviso y ejemplo que ilus-tra sobre la «transformación»revolucionaria.

Las camareras van de aquípara allá con un cartel en eluniforme, estrecho, feo y cica-tero en cuanto a empleo de te-las, que reza: «Aspirantes aunidad modelo». Desde la pa-red, los rostros serenos deFrancisco y Rosalía rezumanmesura y cordialidad, aunquecualquiera sabe cómo las gas-taban en sus tiempos de amos yseñores de la casa y de la plan-tación. Sin embargo, quedarontan favorecidos en los retratos,que uno siente pronta simpatíapor ellos. El efecto buscado porlos mentores turísticos cubanospuede que no se consiga en to-dos los turistas... Y algunos delos tinerfeños que estuvieronalmorzando en esta parte delpalacio puede que me com-prendan.

Y la Casa de la Trova, dondeuno puede escuchar música cu-bana a cargo de aficionadosque se van turnando en el pe-queño escenario improvisadoen un patio, con una cantina en

que se puede tomar el consabi-do ron en forma de «mojito»,con la yerbabuena, el limón yazúcar. «Ah!, y la medida. Elron es meticulosamente medi-do en un vaso que tiene unasrayas en el borde superior, co-mo nuestras antiguas copas pa-ra mistela. Con esas rayas elEstado, que es el dueño de to-do, sabe que el cantinero nopuede engañarle, porque unabotella tiene tantas medidas...

No es muy interesante, quedigamos, el repertorio que pue-de escucharse en la Casa de laTrova, de Trinidad, desde lainevitable «Guantanamera»,que dormía el sueño de los jus-tos hasta que el norteamerica-no Peter Seeger la desempolvó,hasta ese maravilloso bolero deMiguel Matamoros, «Lágrimasnegras», que sigue siendo todoun «hit» en Cuba. Este reperto-rio es casi siempre obligado. Lopudimos comprobar en el resto-rán de Guama, en Los Caneies,en los cabarets y en todos loslugares en que tríos y grupos demúsicos amenizaban a los tu-ristas.

En cuanto a la música de laNueva Trova, que no suele serinterpretada en estos ambien-tes, es la juventud cubana sumejor destinatario. Nuestraguía, por ejemplo, conocía unalarga retahila de temas de Pa-blo Milanés, de Silvio Rodrí-guez, de Sara González o delGrupo Moneada. Y estaba altanto de las últimas composi-ciones de Pablo («El guerrero»)o de Noel Nicola («Detrás deuna guitarra»).

La Casa de la Trova, de Tri-nidad, está cargada de recuer-dos, porque por esta ciudad en-tró gran parte de la música co-lonial, con músicos y aventure-ros como el legendario Ortiz,que abrió una escuela de danzay tañer, con esos instrumentos«que fueron los primeros en re-sonar junto a las selvas y mani-guas de la isla, trayendo mon-tados en sus mástiles los ritmostradicionales de España», comodice Alejo Carpentier.

Y entre esos ritmos y bailes,seguro que estaría nuestro fa-moso Canario, tañido con vi-huela y viola. Por eso firmé enel libro de la Casa de la Trova,en Trinidad, pensando en losmuchos paisanos que llegarona Cuba con su miseria a cuestasy en los labios una décima y unpunto. •

Elfidio Alonso

O que yo he vía-jado por micuenta y riesgosin pedir nada

a nadie, con dineroobtenido trabajandoen mis múltiples ofi-cios: edafólogo (cien-cia del suelo), actua-rio (técnico del Segu-ro), dibujante, agrono-mía en Texas que sig-nifica «tierra de ami-gos», he comprendidola historia de hombresy dioses de la raza hu-mana a la cual perte-nezco sin haberlo so-licitado.

Cuarenta millonesde años fueron nece-sarios para que el mo-no se transformara enmonohombre. Otrostrescientos mil añoshicieron falta paraque esta especie ani-mal aprendiera a le-vantar la cabeza, asostenerse en sus dospies y poder matar a

Estropajosossu presa con instru-mentos de piedra. Cin-cuenta mil años des-pués pudo descubrirel hierro.

Entonces, sus méto-dos de muerte fueronmás terribles. Qui-nientos mil años mástarde inventó la dina-mita y algunas centu-rias después cons-truyó su primer sub-marino y su primeraeroplano. A partir deese día su ingenio pa-ra matar a sus seme-jantes y a otras cria-turas se hizo casi per-fecto. Es posible quedentro de otros cin-cuenta mil años, suapático cerebro co-mience a comprenderla verdad clarísima deque la matanza es untrabajo de locura yque haría mejor em-

plear su tiempo en ta-reas más útiles.

El hombre es, pues,una criatura estúpida,y sus progresos hansido verdaderamentelentos. Además, su as-censo no ha sido con-tinuo; más de una vezcayó a más bajos ni-veles. Hace dos miltrescientos años losgriegos estuvieronmás civilizados quelas grandes multitu-des de nuestros días.Hace diecinueve si-glos Roma tenía unexcelente sistema dedesagües, mientrasque hace sólo tres-cientos años se veíanpermanentes monto-nes de basura frente ala iglesia de San Pe-dro, en Berlín. Y enParís, hacia el año1650, las gentes tira-

ban por sus ventanasa la calle el contenidode sus bacinas. Hayun tema facto de granimportancia: la pere-za. El hombre es unanimal perezoso, queodia la acción del pro-greso si se le deja a sualbedrío. Por eso raravez avanza si no esque un espantoso peli-gro, una catástrofe oun ataque de su ene-migo, lo espolea a es-coger entre el progre-so o la extinción. Elprimero de estos rudí-simos pero felices es-polonazos para el pro-greso fue el adveni-miento de la épocaglacial. Nuestros ve-lludos antepasadosrobaban por las flo-restas comiendo hier-ba, raíces, frutas ycarne cruda de otrosanimales •

Miguel Borges Salas

Anecdotario chicharrero

huevos de plomoP OR los años treinta,

nuestra ciudad santa-crucera estaba com-puesta, mayormente,

por casas terreras. Los edificiosde más de dos plantas no abun-daban y las «cindadelas de lu-jo» —como entonces se comen-zaban a denominar a las vi-viendas de cuatro o más pisos—se contaban con los dedos.

También, por aquella época,era rara la casa que en su azo-tea no tuviera bien un palomar,o un gallinero, o una conejera,o solamente animales o avessueltas bullendo sobre su su-perficie.

Yo llegué a conocer una azo-tea que más bien parecía unagranja en miniatura que un lu-gar para tender y poner las ro-pas a tomar el sol, pues en ellahabía palomas, gallinas, cone-jos, patos, perros, gatos y hastauna cabra a la que ordeñabantodos los días.

Un poco después de las cua-tro de la tarde salí del colegio«El Pilar» (Los Padritos, comocariñosamente se le conocíaentonces) y me fui a casa a me-rendar. Tan pronto como lleguéa ella pidiendo el pan con loque hubiera, mi madre me dijo:

—Después que meriendes y

antes de irte a jugar a la plazadel Príncipe, vas a comprarmemedio litro de aceite.

A mí siempre me gustaba ir acomprar a la venta de don Cán-dido, que estaba situada casi alfinal de la calle de Teob.aldoPower, esquina a la del Adelan-tado, por lo pronto que meatendía. La verdad es que donCándido, a la gente menuda, ladespachaba pronto. Y ello erapor una sencilla razón: porquele hacíamos agujeros con losdedos a los sacos que solía te-ner adosados a la pared de laventa, por fuera del mostrador,para quitarle los higos pasadosde El Hierro que dichos sacoscontenían y, entonces, claro,quería que nos marcháramospronto, ya que, de lo contrario,le dejábamos sin higos.

Cuando llegué a la venta ha-bía dos vecinas haciendo suscompras y una de ellas le decíaa la otra:

—Voy a tener que quitar lasgallinas de la azotea, pues pi-can todos los huevos que poneny luego no los puedo aprove-char.

—Muchachita, no hagas eso.Mira, a mí me sucedía igual ylo resolví comprando en la fe-

rretería unos huevos de plomo,que luego pinté de blanco y co-loqué en los ponederos. Comoal picar los huevos de plomo,las gallinas se lastimaban lospicos, se les quitó la mala cos-tumbre y hasta la fecha.

—Pues creo tienes razón. Voya poner en práctica tu consejo yespero obtener el mismo resul-tado que tú.

Don Cándido rne entregó labotella con el aceite, dentro deun cartucho de papel y de nue-vo para casa.

Unos días después de la con-versación de las vecinas queacabo de narrar, mi padre memandó a la ferretería de Enri-que Pérez Soto, que estaba si-tuada en la calle del Castillo, acomprar unas bisagras peque-ñas para un cofre que estabaconfeccionando y que queríaofrecérselo como regalo al doc-tor Barajas, que meses antes lehabía realizado una trepana-ción de oído.

Salí de casa y me fui directoa la calle Barranquillo dondecogí, en marcha, el tranvía quebajaba hacia la calle del Sol.Agazapado en el escalón de su-bida de la parte trasera, paraque no me viera el cobrador,

viajé de «gorra» hasta el crucecon la calle de Nicolás Esteva-nez, en donde me apeé deltransporte insular, también enmarcha.

Enfilé mis pasos hacia la fe-rretería y al llegar a su mostra-dor vi que allí se encontrabadoña Carmen, la vecina que te-ma el problema con las galli-nas.

Al acercarse, a atenderla, undependiente de la ferreteríaque era esparrancado, abiertode piernas, doña Carmen lepreguntó:

—¿Tiene usted huevos deplomo?

—No señora; esto mío es denacimiento.

—¡Cristiano, no sea ustedmal pensado, cómo voy yo apreguntarle tal cosa! —exclamóun poco avergonzada doñaCarmen, la que seguidamentese apresuró a relatar el asuntode las gallinas. Una vez todoaclarado y entre las risas de losallí presentes, el dependienteentregó a doña Carmen, en unpequeño paquete, la media do-cena de huevos de plomo queesta había ido a comprar. •

Diego Samblás

Temas isleños

£1 agua que canta y encantaE L 16 de febrero de 1984,

el comité ejecutivo deEmmasa acordó editarla obra «Las aguas sub-

terráneas de Tenerife», que, dedon Joaquín Amigó de Lar a-alcalde de Santa Cruz de Te-nerife desde 1960 a 1965- esindispensable para el estudiodel problema en Canarias.

Ahora, cuando recuperamoslas perdidas claves del idiomadel agua, nos llega el buen librodel señor Amigó de Lar a que,con otro —«Datos para la histo-ria del abastecimiento de aguasde Santa Cruz de Tenerife», deAmparo Santos Perdomo y JoséSolórzano Sánchez— viene casia completar la historia, buenahistoria, de los recursos hídri-cos de toda una isla, de todauna ciudad.

«Desde que empezaron aaprovecharse las aguas proce-dentes de nacientes y manan-tiales —dice el señor Amigó deLara— comenzó la construcciónde los primeros canales de dis-tribución. Aún subsisten algu-nos de estos, construidos conmagnífico mortero de cal quepodemos decir pertenecen a la«prehistoria» de nuestra eraacuífera. Más tarde, al iniciar-se los primeros alumbramien-tos por Comunidades, comien-zan a prodigarse los acueduc-tos, construidos unas veces porlas propias Comunidades yotras por las que especialmentese constituían para este fin. De

este modo ha llegado a contarla Isla con una importante redde canales de muchos cientosde kilómetros de longitud».

En los campos isleños —porlecho la tierra y por dosel elcielo— la copla del agua quecanta y encanta. Don JoaquínAmigó de Lara ha ido a los vie-jos rincones, a escudriñar lahistoria de esas 998 galerías in-ventariadas en Tenerife —493con agua y 505 secas— y, tam-bién, a la de los 254 pozos 97de ellos con agua, pozos que,por lo que los respecta a mayorcaudal bombeado, tienen subrocal entre los 100 y 300 me-tros de cota.

Con la canción del agua, enla prosa del señor Amigó de La-ra volvemos a los años de leja-na infancia, años en que vimosy vivimos cómo la semilla y laluz caían temblando al surcovivo, al sol que caía a racimossobre los campos en que reven-taban las espigas gallardas, to-da la risa rubia del trigo.

Con el agua -que siempre ríede luz e ilusión— los hombresque rompían la tierra con susmanos, las cosechas palpitan-tes de sueños y, siempre, lacanción fresca del agua en lossurcos de tierra luciente.

Buena, detallada históricade las aguas subterráneas deTenerife, de esas galerías quese llevan a cabo en terrenos de«capas» o «diques». En las pági-nas, la extracción de los escom-

bros en vagonetas arrastradasa mano, la dinamita —seis kilospor metro lineal en terrenos derelativa dureza— y, con las ins-talaciones de ventilación, el ru-gir de los martillos neumáticos.

Peña a peña, roca a roca,don Joaquín ha estudiado loscaudales de las galerías exis-tentes en cada uno de los térmi-nos municipales de Tenerife.Con el frío mundo de las esta-dísticas, todo un olor a tierradesnuda y fresca, a toda esatierra isleña que, con el agua,tiene la bondad del buen pan enla mesa.

Restauración delteatro municipal de

GáldarMadrid.— El senador del

Grupo Popular, por la isla -deGran Canaria, José HacíasSantana, se ha dirigido al Go-bierno para solicitar que el Mi-nisterio de Cultura elabore unurgente plan de restauración,para el teatro municipal deGáldar y lo lleve a efecto, segúnindicó el propio Maclas a IberiaPress.

Basa el senador esta peticiónen que el citado teatro se en-cuentra enclavado dentro de lazona de Gáldar declarada deinterés turístico, y al mismotiempo en el valor artístico delmismo.

Con la injusta manía de losolvidos, la justa manía de losrecuerdos en esta obra de donJoaquín Amigó de Lara obraque nos trae toda la historia delagua isleña, elemento vital pa-ra Tenerife. •

Juan A. PadrónALbornoz

EXCMO.AYUNTAMIENTO DE

PUERTO DE LA CRUZ(TENERIFE)

OBJETOSPERDIDOS

EXPEDIENTES:

i/85. Una caja con variosobjetos.

2/85. Un reloj.3/85. Una sortija.4/85. Una cartera con va-

rios objetos.5/85. Unas gafas,6/85. Unos anteojos.7/85. Una calculadora,8/85. Un reloj.9/85. Una cámara foto-

gráfica.Puerto de la Cruz, 22 de

febrero de 1985.EL ALCALDE