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7/16/2019 josune

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LA ENERGÍA DE JESÚS, Josune Arregui 

1. APERTURA

En el ritmo del año litúrgico, los acontecimientos de nuestra fe se nos proponen periódicamente para quevayamos actualizando y acogiendo la gracia salvadora que encierran. El peligro consiste en vivir rutinariamente lo que es perenne novedad, es decir, "acostumbrarnos " al amor desbordante de Dios.

Esta rutina puede obstaculizar la actuación de todos los misterios, pero más aún si cabe, la venida delEspíritu que requiere explícitamente la disposición interior de apertura y ésta no siempre nos naceespontáneamente.

Apertura implica quitar barreras y dejar entrar en nosotros aquello que deseamos y acogemos. Locontrario es la cerrazón, no necesariamente provocada por resistencia, sino simplemente, como diría el

 poeta, por falta de sed.

Por ello, como pórtico de este día de retiro, es bueno entrar en contacto con nuestras verdaderas carencias,mirar de frente nuestros límites y ponerles nombre. Son propios de nuestra condición de criaturas aunque

solemos resistirnos a asumirlos como propios. Y no me refiero a limitaciones humanas o caracteriales conlas que nos tropezamos a diario, sino a esa mediocridad que bloquea a menudo nuestro proyecto de vidaevangélica y consagrada.

* Nos gustaría que la fascinación por Jesús activara todos nuestros dinamismos, pero cierta apatía ycansancio invaden nuestro diario vivir mientras que otros pequeños deseos acaparan y movilizan nuestraenergía vital. La mediocridad avanza y el corazón ya no arde.

* Estamos convencidos/as de que nuestra plenitud, tanto humana como creyente, depende del amor, únicaasignatura de la que se nos examinará al atardecer de la vida, pero la fuerza de gravedad de nuestroegoísmo sigue ganando las batallas de cada día. Cuando escuchamos a Jesús diciendo: "amaos como yo ",es decir, hasta el extremo, sentimos este imperativo tan desbordante que nos lleva al desaliento.

* Queremos situarnos en nuestra cultura desde la alternativa del Evangelio, en la que cierta-mentecreemos, pero nos invade el "pensamiento único " hasta tal punto que el Señor podría decirnos como aPedro: "tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres y mujeres " (Mc 8,33).

* Tal vez la utopía de la fraternidad que soñábamos construir ha pasado a ser una quimera. Elindividualismo y las dificultades de relación levantan barreras infranqueables, o bien no podemos sanar heridas del pasado a las que parece no alcanzar nuestro sincero deseo de reconciliación.

La lista de situaciones sería larga de enumerar y cada persona está llamada a concretarla. Pero eldenominador común de todas ellas, lo que en definitiva nos falta es una energía interior que nos capacite para seguir de cerca el caminar de Jesús. Pues bien, eso es precisamente Pentecostés, la irrupción ennosotros/as de aquella misma energía que dinamizaba a Jesús, llamada también Espíritu Santo.

San Pablo dice que "nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior suspirando porque Dios nos haga sus hijos y libere nuestro cuerpo " y "el Espíritu viene en ayuda denuestra flaqueza " (Rom 8,19-29).

- Leer el texto de Romanos 8, 19-29. Entrar en contacto con nuestros "gemidos " interiores, dejarlosaflorar a la superficie a fin de disponernos a orar desde nuestra honda verdad.

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2. SÚPLICA

La irrupción del Espíritu en Pentecostés aconteció sobre la comunidad de los apóstoles que "perseverabaunánime en la oración con algunas mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos y hermanasde éste " (Hech 1, 14).

Aunque a veces minusvaloramos la oración de súplica, es crucial en el proceso de fe. En ella la confianza

en Dios se hace mayor que nuestra debilidad y su fidelidad alimenta nuestra esperanza. El Espíritu sederrama sobre los creyentes en Jesús y la súplica sincera, al repetirla, va acrecentando la fe y purificandoel deseo.

Cuanto más hayamos profundizado en la realidad de nuestra impotencia, con mayor deseo y sinceridadnos brotará la súplica, como al publicano de la parábola. No se trata de pedir cosas concretas que creemosnos convienen, sino de poner el corazón de rodillas ante Dios: "Padre, en nombre de Jesús, dame tuEspíritu ".

Tal vez aflore en nosotros esa parte oscura que se resiste a la súplica, esa suficiencia que nos impide postrarnos ante el único Señor. Si la reconocemos, esto mismo puede incluso acrecentar nuestra sed de ser 

liberados.

Si permanecemos en la súplica, pronto descubriremos que, en lo más hondo de nosotros, nuestrainvocación está sostenida y refrendada por un poderoso clamor: "Asimismo el Espíritu viene en ayuda denuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede

 por nosotros con gemidos inefables " (Rom 8,26). En ese momento, nuestra súplica se hace silencio,dejando que el Espíritu ore en nosotros/as "como conviene ".

Tal vez nuestra dispersión interior nos descentre. No importa. Lo único que se requiere, como dice J.Lafrance, es que el núcleo central del corazón se mantenga en estado de súplica. Aun-que haya ruidosinternos o externos, el rumor del Espíritu continuará su gemido inefable.

El secreto está en permanecer, manos abiertas y corazón arrodillado, dejando que el aliento de Dios aleteesobre nuestra soledad caótica y en medio de las tinieblas que invaden nuestros abismos (cf Gen 1,2).

Ora con el Salmo 130 "Desde lo más profundo clamo a ti, Señor ", o bien con la secuencia dePentecostés:

Ven, Espíritu divino, manda un rayo de tu lumbre desde el cielo.

Ven, oh padre de los pobres, luz profunda, en tus dones, Dios espléndido.

No hay consuelo como el tuyo, dulce huésped de las almas, mi descanso.Suave tregua en la fatiga, fresco en hora de bochorno, paz del llanto.

Luz santísima, penetra por las almas de tus fíeles, hasta el fondo.

¡Qué vacío hay en el ser humano, qué dominio de la culpa, sin tu soplo!

Lava el rastro de lo inmundo, llueve tú nuestra sequía, ven y sánanos.

Doma todo lo que es rígido, funde el témpano, encamina lo extraviado.

Da a los fieles que en ti esperan tus sagrados siete dones y carismas.

Da su mérito al esfuerzo, salvación e inacabable alegría.

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 3. CONTEMPLACIÓN: Tomamos ahora el evangelio para acoger de Jesús Crucificadoy Resucitado el regalo de su Espíritu.

Jesús en su recorrido histórico era un hombre movido por el Espíritu, una persona dinamizada hasta elamor extremo por este aliento divino. Jesús, permanecía atento a sus llamadas, obe-decía, se dejaba guiar.Esta relación estrecha de Jesús con el Espíritu constituía el secreto mesiánico que marcaba su

 personalidad.

En el momento de su muerte, cuando ya todo estaba cumplido, "inclinando la cabeza, entregó el espíritu "(Jn 19,30). Había trazado el camino, había iniciado en la verdad a sus discípulos y discípulas y por últimoles entrega la vida, la energía interior que a él mismo le movía. Diríamos que, al romperse el frasco, sederramó el  perfume, impregnando a sus seguidores y constituyéndoles en comunidad eclesial dediscípulos/as.

A partir de la Resurrección, Jesús mismo es el que inspira su Espíritu a los creyentes, revelan-do así el

misterio de su procedencia trinitaria.El Espíritu, la ruaj bíblica, se presenta como aliento fuerte o soplar del viento: aquella gran espi-raciónúltima del Crucificado, o el soplo vigoroso del Resucitado sobre los suyos. En ambos casos relacionadocon la respiración, esa fuerza operante y misteriosa que, al ritmo de recibir y entregar, sostiene laexistencia.

Esto nos ilumina acerca de la forma de acoger al Espíritu; no tan sólo como verdad o misterio acomprender, ni como un plus de fortaleza para cumplir determinados objetivos, sino como vida plena ainspirar, que penetra hasta las junturas de espíritu, que se apodera de nosotros, que invade y empuja, talvez hacia donde no queremos. Recibir el Espíritu requiere por eso una actitud de obediencia: soltar el

volante de la existencia y dejar que el Espíritu de Jesús nos guíe. Es absolutamente libre e imprevisible.Es el Señor.

Sentirse "alcanzado por el Espíritu " es experimentar la fuerza secreta de la resurrección. De este modo elEspíritu se convierte en fuerza operante del seguidor de Jesús que ilumina y ani-ma su existencia.

* Es ante todo presencia continua "porque vive en vosotros y está en vosotros " (Jn 14,17). Los creyentessomos así morada de Dios en el Espíritu, oramos en el Espíritu, es una auténtica novedad la que se ofrece.Al despliegue de esta presencia en sus distintas formas es lo que llamamos dones. En realidad el don es elmismo Espíritu, el amor como plenitud de la ley.

* Es también maestro interior o luz que enciende el corazón porque "hará que recordéis -paséis por elcorazón- lo que yo os he enseñado y os lo explicará todo (Jn 14,26). Un maestro que asume el carácter 

 procesual de nuestro crecimiento: "tendría que deciros muchas cosas más, pero no podríais entenderlasahora. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os iluminará para que podáis entender la verdad completa "(Jn 16,12).

• Es sello de pertenencia a la familia de los hijos/as de Dios: "estos son mi madre y mis herma-nos/as ".- Contemplar la escena de Jn 20, 19-22.• Al atardecer, estando juntos pero con mucho miedo (encerrados) • Las llagas, marca de identidad del crucificado-resucitado• Paz honda y alegría por la última palabra de Dios sobre las víctimas • El envío como un "traspaso " del envío de Jesús• Y por fin el soplo sobre ellos, la "energía que tiene para someter todas las cosas " (Flp 3,21) - Escuchar, como dirigidas a cada uno/a, las palabras de Jesús en Jn 7,37-39.

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4. ENVÍO: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigosen Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra " (Hech 1,8). 

Testigos que creen en el Resucitado. Saben que Dios ha dado la razón a Jesús y ya no hay para ellos otramanera de vivir. Su anuncio es un no poder callar el don recibido. "El pájaro no canta porque tenga una

afirmación que hacer, dice Tony de Mello. Canta porque tiene un canto que expresar ".

La comunidad de apóstoles generada por el Espíritu, hace resonar la Palabra en medio del mundo. "Decidlo que Dios os sugiera en aquel momento, pues no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu Santo "(Me 13,11). El libro de los Hechos evidencia esta presencia operante del Espíritu. Los discípulos ydiscípulas viven inmersos en él y actúan con su poder.

El mismo Espíritu actúa, no sólo en los evangelizadores, sino también en los receptores. Es más, antes deescuchar la Palabra, ya hay en ellos elementos de gracia suscitados también por el Espíritu.

Testigos que tratan de configurar la historia de una forma nueva: defendiendo la vida allí donde está

amenazada y acercándose a las víctimas de tantos y tantos sufrimientos.

Testigos que, al prolongar la misión de Jesús, actúan a su estilo. Su pastoral no es de conquista, sino decercanía y desposeimiento. Disponibles a asumir la persecución, superando miedos y corriendo riesgos.

Sólo en el Espíritu se hace posible la misión que la Iglesia propone a la vida religiosa: prolongar lahumanidad de Jesús, hacer visible su presencia amorosa (VC 76).

- Preguntarme en qué medida está presente el Espíritu en mi tarea apostólica.

• ¿Es Él el protagonista o sólo le pido ayuda? 

• ¿Voy con conciencia de ser canal o instrumento suyo? 

• ¿En qué aspectos percibo su acción a través de mi trabajo?

- Dialogar con Jesús acerca de la vocación profética recibida

La llamada a la vida consagrada está también en íntima relación con la obra del Espíritu Santo, según senos dice en Vita Consécrata 19:

• Es Él quien acerca siempre nuevas personas a percibir el atractivo de una opción tan com-prometida.

• Es el Espíritu quien suscita el deseo de una respuesta plena; es Él quien guía el crecimiento de tal deseo,llevando a su madurez la respuesta positiva y sosteniendo después su fiel realización; es Él quien forma y

 plasma el ánimo de los llamados, configurándolos a Cristo casto, pobre y obediente y moviéndolos aacoger como propia su misión.

• Dejándose guiar por el Espíritu en un incesante camino de purificación, llegan a ser, día tras día, personas cristiformes, prolongación en la historia de una especial presencia del Señor resucitado.

• El Espíritu, lejos de separar de la historia de la humanidad a las personas que el Padre ha llamado, las

 pone al servicio de los hermanos y hermanas.