Post on 04-Aug-2015
Nombre:
Nárwë
Apellidos:
Erundur Annärasel
Casa:
Erundur / Nombre oficial en la corte élfica: Nairel (Guardianes).
Raza:
Elfa Blanca
Nacimiento:
2º Mes: Rowan, Luis.
Hemisferio Sur, Lurendë: 2 de Agosto, durante las fiestas élficas de purificación.
Profesión:
Sacerdotisa de Lurendë.
Pergamino:
Mis ojos han visto tantas cosas en éste mundo que ocasionalmente cedo al cansancio
del espíritu madre que poseo en mi cuerpo, sin embargo, entre nuestra gente anciana y
sabia he llegado a comprender que la vejez frecuentemente viene acompañada de
nuevos descubrimientos, y cuando creo haberlo visto todo, nuevamente, se me revela el
vigor del universo que explota en hallazgos y descubrimientos que enriquecen el alma
haciéndola un poco más liviana y un tanto más pesada en mi corazón.
Nací en días de celebración. Para los humanos era el momento de las fiestas de Purificación bajo el canto nocturno de Kiasá que hacía eco en nuestra gente, propagado el murmullo y los festejos como una paz consolidada nacida, crecida y
adorada en los árboles donde madre, tendida en el lecho a la luz de la luna, me trajo a
éste mundo para que lo viera a través de sus ojos y los de, antes que ella, su madre, y
así hasta que comprendiera que mis ojos eran testigos de lo que la Diosa quería enseñarme cuando pecaba de demasiado arrogante y confiada, creyendo que no había
más que los elfos como dueños y señores del todo.
Nacida bajo la hermana Luna y bañada por su fuerza en la riqueza de la tierra con los cantos alrededor de festejo y celebración, siempre supieron que sería sacerdotisa,
oradora del mundo y escucha de las palabras que se perdían en la red de energías que
convergían y se dispersaban a nuestro alrededor de forma continua e inalterable para el
toque de cualquier mano, excepto la de la Diosa.
Por ese mismo motivo y no por otro, rodeada de gracia, salud, longevidad, cansancio y poco a poco, arrogancia, fui creyendo que todo cuanto conocía era todo cuanto
necesitaba conocer siendo apenas aún una niña.
No fue otra cosa que el inesperado fallecimiento de madre que entendí que lo que
tomamos, alargamos, consagramos y a veces pecando de superioridad, poseemos, tarde o
temprano ha de volver a Gea. Para muchos de nosotros el nombre que se da a Madre, aquella que dio a luz todo cuanto abarca nuestros ojos, converge
indistintamente a lo mismo. A mis jóvenes 60 supe que todo cuanto había estado escuchando, observando y aprendiendo era apenas una molécula de conocimiento de
tanto que gobierna el mundo sobre el que moramos, y siendo de esa forma me abandoné
al exilio como hiciera nuestra Reina para entender lo que madre había tratado de
enseñarme sin demasiado éxito a mis ojos cerrados, mis orejas tapadas y mi mente
cerrada.
Supe pues que cada criatura por joven o duradera que fuera en ésta tierra de magia y
regalos prometidos cargaba con un destino único en su extraña y compleja forma, entendí
de éste modo en mis venideros años que todo lo que había creído saber no era más que el
principio del esbozo y que, como elfa que era, aun cuando se me concedía la duración de
más de una vida en cuerpo y espíritu cargaba con la responsabilidad de hacerla servir en
respeto y fidelidad a la madre en carne que me había dado la vida y a la Madre del
todo que me contemplaba desde lo alto.
Fueron las enseñanzas de nuestra Reina que residía en escritos, en la distancia de su
Torre Helada entre incomodidades, aislamiento y meditación, lo que me demostró que nuestra nobleza no reside en los años de más que se nos han concedido, sino en la forma
en la que nos conducimos por el etéreo hilo de la existencia.
He contemplado cosas que probablemente no son nada y son más de los que ojos humanos llegarán a observar, he visto maravillas y desgracias, y ahora en los tiempos más
sombríos he asumido que nuestra firme convicción de no involucrarnos en asuntos de
hombres debe tocar a su fin pese a que no gozo de la completa bendición de mi escéptica
gente.
Siendo sacerdotisa como finalmente me he ganado ser, no puedo ignorar que cuanto sé
significa un principio para el hombre, una forma de reescribir los terribles y entristecedores
acontecimientos que acontecen sobre el mundo que conocen, pese a que para mí no
signifique más que el cambio habitual de sus caprichosas y jóvenes existencias.
De ésta forma he guardado mis enseres, ensillado a Liriel, mi dulce yegua, me he despedido de mi tierra, mi gente y mi hogar, y emprendido un viaje que dependerá de
Madre si llega a buen destino o queda en un fútil intento a oídos de hombres y
bestias, con el conocimiento pleno de que soy portadora de esperanza y oscuridad y
que, Diosa quiera, no perezca en vano entre la piedad joven y la crueldad vieja del ser humano.
Nárwë Nárwë Nárwë Nárwë ErundurErundurErundurErundur
Libro de Hechizos
Mi poder reside en Madre y Madre es la que concede mi energía.
Oh, espíritus de la tierra, traed a mi vuestra fuerza.
Oh, espíritus del bosque, traed a mi vuestro canto.
Soy lo que sois y seré lo que permitáis que mi carne y mis huesos sean.
Oh, espíritus del viento, susurradme el destino y traed a mi vuestra esencia.
Oh, espíritus de las llamas y la carne, concededme la sabiduría de vuestro tacto.
Pues vosotros sois Madre y yo soy hija de ella.