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8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
1/97
E R N E S T O
P L C I O
eo t
f OLt:CCJÓ:'II
CÚPULA
o
EDITORIAL
GUILLERMO KRAFT LIMITADA
FUN.DAD o\ N
8 6 ~
BUENOS
AIRHS
e
BIBLIOTEC N A C I ~ A L
DE M
E
STROS
_
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
2/97
J ROLOGO
Los problemas
que
plantea
la acción práctica nos llevan a
l
búsqueda
de antecedentes.
La
consideración de los antece-
dentes
por
vía comparativa
nos
conduce al descubrimiento
de ciertos principios generales. He aquí
cómo
un político se
convierte
en
filósofo.
Este propósito
no
es
incompatible
con
una
gran fe y con
una
gran esperanza. Pero l fe
no pierde nada
con ser lúcida}
ni
l esperanza
disminuye en
fervor
cuando
trata
de
encua-
drarse
en
los limites
que
l realidad
impone.
Lo
dicho
indica
que me
encuentro en
el polo
opuesto de
es concepción hegeliana según
Z a
cual lo
que
ocurre tiene ne-
cesariamente
que
ocurrir y es lo
mejor
por
ser necesario.
La
marcha
de
la historia
no
es
un puro
azar}
sino
que
depende
de
la inteligencia y la
voluntad de quienes en
ella actúan.
La
po-
lllica es
el
arte
de
lo posible.
Las
ocasiones históricas
pueden
aprovecharse desperdiciarse o frustrarse.
Ningún
esfuerzo poT
comprender
es estéril
puesto que el buen
obrar surge
del
jui-
cio certero.
Una
advertencia o una acción oportunas
pueden
cambiar el curso
de acontecimientos que
oont emplados su-
perficialmente} parecerían fatales.
Era
natura./ que
aquel
in.terrogante sobre nuestro destino
concreto buscara su respuesta
en
l filosofía y en la historia.
Y que se transformara en preguntas
de
carácter mds general:
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ERNE
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P t .A 1
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Es
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11
las obras
exhaust
i
as
de
los
ju
ristas) com.
pu stas d s touz ~ ~ o n . abundant l gislación comparada.
Pe·ro tne 01npla e 1·ezvzndzcarlo pa-ra
tJ.n
ensayo de
ciencia
p o l í t i c a ~
qu
s ·
almente
una teoría d l Estado: no pod
rí
a
pone1·Ze o t o titulo sin violentar su int
nción y su conteni
do.
Por
lo
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política ,
me
re
·
111 ito a las
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inas
p1-e
li1nina1 es de la Hi
tory
of the Science
of
Politics d sh·
F1
,ederick Pollock, y a los
El
ementi di Scien·
za
Politica
de
Gaetano M osea, cuyos a1·au.mentos
me parecen
lo
suficient
ernente persuasivos para d svi·rtuar todas
las
obje·
.
czones.
Un esbozo de la doctrina
aquí
expu sta
fue
desar·rollado
por mí
en
una
conferencia que pronun i en la Facultad
de
Derecho
de
la
Universidad de Bu
enos
i·r
s, a mediados del
año
1948,
bajo
el título de Realismo
P
lítico. Los capítulos
111 IV y V ~
tal
como
aquí
a p a 1 ~ e a e n se publica'ron en la Re·
vista
de
la
misma
Univers
idad
en
la
ntr
ga coi1·espondiente
a
octubre-di
ciembre
de
1948.
Si este ensa¡ o p r o v o c a a un renovado inte·rés por el estudio
de los problemas teóricos de la política, n stos momentos en
que la acción se
resiente de anemia do
ctrinaria, hab
'rí
a logra·
do
su
princ
ipal objetivo. No pretendo pos er una panacea,
sino aportar
al debate
una serie
de
ideas útiles, apojadas en
una intuición que
c o n s i d e ~ o
fecunda
en
posibilidades.
C r ~ o
que
su
lectura
puede
resultar beneficiosa.
E,n
tíltima
instanCJa,
si
fracasa como lección, quedará como t tirnonio.
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Es iguahnentt n· •Sario, supongo, qu·e el gobier.no
votxlad
ro y
el t1n·i
digno
de etS·e nom·bre sea aquel
donde los Jefes p s an una ·ciencia real no sólo apa
r nt
·
ya g:obi•orn n s gún ~ s leyes o
ISin Jcycs
por
el
libre
conscnti,lni nto o .Ja fu.crza, ricos o pobres:
no hay
que to1nar
1n cu,enta ninguna
d·e estas
osas
cuando
se
trata
l
.la
verdad. -
PLATÓN
l
politico
o d
la
realeza.
cn1prc la ·oonfusi:on delJ,e persone. - Princ:pio f.u del
n1al d 1la cittade. -
DANTE
Paradiso X VI, 67-8.
La ·politiqu·e est
oon1-me
le s p h y n x de l fable: elle
devore t·oU s .ceux
qui
n eX pliq.uent pas ses n i ~ m -
RIVAROI
., Oeuvres
choisies
1 262.
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t
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
l Compt·ensión de los fenómeuos politicos. - 2. Na-
tural
eza de la ciencia polítzca. - 3. La realidad
en
la
ciencia política. -
4
T
en
tativa de una política
pu
r
a
-
5. l método la realidad en
el
estudio de lo polí
tico.
-
6.
l
orden político natural.
1.
La acción prudente
es
n1ejor que la acción a ciegas.
Y
la
acción prudente implica una cierta dosis de
pr
evisión
y
el do
Ininio seguro de las circunstancias. Como el buen
na
vegante
uecesita, para llevar a término su nave, un conocimiento exac
to de las mareas
y
de
los
vientos, de las profundidades
y
de
las alturas
o en
otras palabras, de la índole del mar el ries
go constante que late en su seno , así el político prudente de
be esforzarse
por
conocer la índole
de
· la
n1at
eria sobre la cual
?.ctúa, mucho más compleja llena de asechanzas. Existe
una
ciencia y
un
arte de gobernar,
con1o
existe
una
ciencia
un
arte de navegar, o de construir casas, o d e labrar la tierra. Exis
ten leyes .tan constantes en la vida política como las que rigen
el movimiento de las mareas y cuyo desconocimie
nto
puede
provocar catástrofes y hasta el derrun1be de
un
régimen, tal
como
se derrumba
un
edificio cuyas medidas calculó
mal un
arquitecto ignaro.
A esas leyes nos referiremos
en
este ensayo.
No
hay
duda de
que es mejor conocerlas que ignorarlas.
a
opinión corriente
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14
ERNESTO P L CIO
considera la aptitud políti
. f ca como una .
In usa, que no
requiere
ningún a
ren
. s ~ e o e de
sabictu
,
un
error
romántico
muy
fácil d pb . dizaJe técnico
E. rta
1
f
e re a
tir V
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d .
s
éste
I Ico nace tal y que el ·
estudio
m. . . r a
es
que el
n , f. . Inucioso de tod po.
o
seria su Iciente
para
otorgar el
d . a la literatu
d
1 1 on
a quien
1
ra
o a natura eza. Pero si esto es e
se
o ha neg
d
1 .
xacto, como en
1
a
os os
artistas,
es también
evident
1 . e
caso
de
to.
. f
e
que
a ciencia
Sino que
avorece
la expresión de
1 .
no estorba
· 1 , .
a personalidad '
e]tmp ares
mas emJnentes un
Dant
L y que los
h
. .
e,
un
eonardo
t se
dan
cuando coincide el . '
un
Goe-
genio creador con el d . .
total
de
los
medios resultado de ominw
b
'd
,
una
completa
y
ref
d
sa I
uría.
En
cambio,
¡con
cuánta
frecuencia ocurre
1 Ina a
rt '
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d . . . e
caso
del
a
1s
a
rustra
o por deficiencia
de
los m
d'
·
. . e Ios expresivos ori
g1nada en
el
desconocimiento
de
la materia misma qu '
1
.
y
1
e emp
ea
as1
como
en e arte,
en
la
política. César afirmaba, según
cuenta Plutarco, que Sila
había
fracasado en su intento de
perpetuar
su
dictadura, por
.su falta de letras
. . .
2. Pero ¿en
qué
consiste la ciencia política? Debe respon
derse ante todo
a
esta pregunta,
para desvanecer ciertos
erro
res corrientes en que incurren algunos. Hay quienes
niegan
la exist
e
ncia de una
ciencia política.
Y
hay quienes
creen
que
son versados
en
dicha ciencia los
que
conocen derecho
constitucional, derecho
administrativo,
economía política,
es
tadística, legislación del traba
o
o una cualquiera
de estas dis
ciplinas.
El
presente ensayo es
una
refutación a la opinión
de los
primeros.
En
cuanto
a
la
de los otros,
que
tiende a reconocer
una
especial
capacidad
política
a los abogados, diremos q_ue
es radicalmente falsa.
El
cultivo
de
esas disciplinas accesonas
·
1·
· 1 · ·
to de la realidad
po-
no
1mp
·1ca
necesariamente
e conocimien
' o
el
co-
lítica, ni
da autoridad
para opinar
sobre ella, asi com. .
. f
ere aptitud ni
nacimiento de las ·reglas g r a m a u c ~ l e s
no
con
1
autoridad
para juzgar
a Shakespeare.
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TEORT
DEL
EST DO
5
Cuando las nociones económicas y jurídicas no están vivi-
ficadas por la versación política y cuando el saber gramatical
no está al servicio del sentimiento estético, lejos de ser una
ayuda, son un obstáculo para el conocimiento, pues llevan en
sí mismos la tentación de aplicar a la realidad viva el patrón
de una letra muerta. Basta hojear el diario de sesiones de cual-
quier parlamento para comprobar que no hay quimera irrea-
lizable, en el orden de la organización social o política, que
no haya encontrado a un jurista que la sostuviese en serio.
¿Y quién no ha leído los alegatos profesorales a la manera de
Valbuena tendientes a demostrar, a fuerza de lupa antece-
dentes comparativos,
que
Cervantes o Montaigne escribían
nal?
Entre
un
filósofo político y un constitucionalista corrien-
te existe la misma relación, en el orden del conocimiento, que
la que puede haber entre un biólogo
y
una partera. Y en cuan-
to a la percepción que de los fenómenos políticos puedan te-
ner un constituciona1ista o un economista, por el mero hecho
de ser tales, resultará
tan
mediata convencional como la que
de la anatomía
humana
posee
un
sastre.
La
ciencia política
tiene dominio eminente sobre las disciplinas accesorias y puede
juzgar sus errores, y
no
al contrario.
3. La ciencia política estudia la polis o sea
la
sociedad
humana organizada,
no
en su legislación escrita, no
en
el as-
pecto formal de
la
producción y
el
consumo,
no en
sus modas
pasajeras, sino
en
su proyección histórica y en su totalidad,
especializándose en su expresión como Estado, o sea las rela-
ciones de gobernantes gobernados, de sujeto activo pasivo
del poder, como voluntad y como acción. Es, por consiguiente,
una ciencia moral) puesto que versa sobre la conducta con-
ducirse a sí mismo,
conducir
a otros, ser
conducido , palabra
.que en su raíz etimológica encierra el significado
de ir
juntos.
Originariamente se consideró la política como una rama
de
la moral, destinada
a
dictar las normas que debían regir
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1
16
ERNESTO P L CIO
la
acción del hombre como cives} sin una d .
. . emarcanó
ta entre su aspecto
de
ciencia y su aspecto d n exac.
, . . e arte. Per
normas no podian ser
arbitrarias sino posibles d
esas
1
l
. d d D · a ecuada
a :ea I a . e aquí surgió
la
idea de una realidad
olí
a
resistente
a
la
voluntad de los hombres, indoblegabl P t i c ~
h 1
. .
e a
capn-
c o,
con
eyes
propias
semeJantes a las
de la
natural . .
. . eza Inan
1
~ a d a _
y objeto
~ e o b s e r ~ a ~ I Ó ~
y estudio a
la
manera de las
e n _ c 1 a s
naturales
y
la
dis.tincion consiguiente entre esta dis
Ciplina
de
orden especulativo y el arte práctico del gobie
rno.
Se
trata
naturalmente
de una
ciencia empírica, que tiene
co-
nlo
único
criterio
de
verdad la
coincidencia de la norma
resul
tante con
la experiencia
histórica y
la
realidad cotidiana.
Pero
una gloriosa tradición
de
pensadores, desde Platón y Aristóteles
hasta nuestros
días, a través
de
Vico, Bacon, Maquiavelo,
Hu
me, Montesquieu Burke Proudhon Sorel y Pareto, ha
reali
zado ?na
abundante cosecha de nociones y fórmulas, que
con
figuran una
sabiduría
de
aplicación
s·egura a todos los
casos
de la vida
colectiva.
Diagno
sis y
terapéutica que
sólo
necesi
tan
ser
más
conocidas
para
ser más
eficaces.
En
este aspecto,
la
ciencia
política es
un compartimiento
de la sociología,
y
su campo de
experimentación por
decir}o
así, no es otro que la historia ciencia que, a su vez se halla
fuertemente enraizada en la
antropología y
en
la psicología.
El estudioso de
la política
debe ser (o debe tr_tar dé ser) so
ciólogo e
historiador
a la vez que
conocedor
del alma humana;
y
el
político
actuante no
pierde
nada
sino
que
gana
mucho,
cuando se halla impregnado de esa sabiduría. El
hábito
men
tal
del
historiador
se
asemeja al
del político,
y por
esto no
es
rara la
coincidencia
de
an1bas actividades, a
partir
del prece-.
dente
ilustre de
César.
4. Este
libro
es
una
tentativa
de
política pura
Entendemos
por
tal la
tendencia a explicar los fenómenos políticos por
~ a n -
sas
también
políticas,
y
no
por
causas morales, económicas,
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TEORI
DEL EST DO
17
sociales, jurídicas o étnicas. Lo político
es
un aspecto singular
predominante en la compleja realidad social, que puede
debe abstraerse de los fenómenos simultáneos y concordan
tes
que
lo
acompañan, para
obtener
resultados ciertos.
Si
la
ciencia política
ha
quedado
en
retraso, hasta
el
punto
de
que
( - todavía se niega su existencia como tal, ello
ha
obedecido sin
duda a la confusión permanente de sus nociones con las de
otro
orden
de
conocimientos. Desviada de la ruta real que le
se-
ñaló Aristóteles, ha sido, en los tiempos modernos, víctima de
los economistas, de los sociólogos
y
sobre todo, de los juristas,
que la degradaron a un papel de cenicienta de sus respectivas
especialidades, la despojaron de su majestad hereditaria, la
saquearon y la vistieron luego de andrajos.
Se necesita una reacción, en el sentido de restablecer la
ciencia política en su
antigua
jerarquía, independizándola de
esa servidumbre.
La
política
puede
y debe estudiarse con pres
cindencia de la moral aunque sus fenómenos son una clase
especial de fenómenos morales) , de la economía y del dere
cho, así como la geometría del espacio se estudia con prescin
dencia de la cosmografía.
Este libro no trata, pues, del Estado de derecho , sino
del Estado de hecho. N o como debe ser} sino .como
es
No nos interesan las finalidades que se atribuyen al Estado,
sino sus modalidades.
No
las apariencias, sino las esencias. No
los ide les políticos, sino las re lid des políticas.
5. Ponemos en guardia
al
lector contra cualquier mala in
terpretación posible de estos conceptos.
La tentativa de estudiar los fenómenos políticos como he
chos naturales no significa de ningún modo mecanicismo, ni
determinismo, ni ninguna posición escéptica con respecto a
los ideales
de
perfección, ni a las influencias de orden espiri
tual que actúen en la vida política. Significa solamente un
método
para
llegar a resultados seguros.
El
lector de este
li-
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11/97
ERNES
0 PALACIO
comprobará
que para el
autor
la rd .
hombres es, principalmente u ,
1
~ i ó n política entr
na
re actón d . e
on
esto
basta.
Si
s propusiera sentar
1
b
e tipo moral
erfe
t ·
as
ases de
u
E ·
e o
y
o ~ n n a r a
sobre
las influencias
de
orden n
stado
que JUzgase
mejores para
la felicid d 1 ~ o r a l y re
términos de ciencia polít. ~ co ectiva,
ya
no
1ca, sino como
m
1
.
apóstol
de su credo.
ora Ista
Creemos que la sociedad
puede
perfeccionarse Pe .
humano logrará variar las leyes diremo · ro n m ~ ú n
s
S i c a ~
(
cpucrt
, a que obedece la sociedad política y que e
se estudian. Existe un
orden
natural El recono . n_ este
· cimiento
e este.orden
no significa
negar
el
orden
sobrenatural. Si no
se
ninguna.
referencia
a él
en
el curso de esta obra es por-
no se escnbe un tratado de teología, sino de política. Cuan
o un
médico católico estudia el problema
del
cáncer, no tie-
e
por
qué
dedicar
un
capítulo
a
la
salvación del alma
de
sus
Y éste
es un libro de diagnosis
y
de
terapéutica, en cierto
odo pues señala los síntomas de los ~ l e s políticos
y
las con-
diciones de la salud. Síntomas claros, condiciones objetivas.
Podrán discutirse las conclusiones pero no la se-riedad del mé-
todo adoptado que evita la
confusión
y
el
equívoco. Los
ma-
les
políticos
se remedian con buena política. Para operar un
caso grave se necesita
un
médico.
Ello
no excluye que se llame
también al confesor. Lo que resulta inaceptable
es
que se t r ~ -
te
de
reemplazar la
terapéutica
o
la
cirugía con sermones,
co-
mo ocurre
frecuentemente en
esta
materia tan
propicia a
los
excesos de
la
improvisación
y
de la fantasía.
6 Existe un orden político n a t u r a l ~ que la cienCia p o l ~ t i c a
conoce y describe. Cuando
la
acción política
se
sujeta a dicho
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
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Tl.i ORIA DEL
EST DO
19
El
orden
político natural
s
independiente
de
los llamados
regímenes
de
gobierno. Puede coexistir con cualquiera. Pue-
de transgredirse en
cualquiera.
Las transgresiones
al
orden
natural
tienen
como sanción
próxima
o
remota
la acción revolucionaria. La revolución
sólo
s
legítima cuando implica
una
restauración del orden.
Cuando
no el estado revoluciona
rio
subsiste
ha
s
ta que
el or-
den
natural
se restablece.
El orden natural supone la colaboración de todos los ele-
mentos del Estado
para
la
obtención
de un fin común.
T a
es son los principios
fundament
ales de la ciencia polí-
tica cuya
perman
e
nte
validez
s
intentará
demostrar
en
las
páginas que siguen.
·
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
13/97
CONOCIMIENTO Y ACCION
l Sujeto y objeto
de
los
fenómenos
políticos. - 2 Vo-
luntad necesidad en la acción política. -
3
Cono-
cimiento
de
la
realidad
política. - 4. Política idealista
)
política
realista. - 5. Ideólogos estadistas. -
6
El
· ~ ~ e r p o ~ í ~ i c o
es
saber humanista
-
7
Sabiduría ac-
czon polttz.cas. - 8. Sab.er poda jJolíticos. - 9. Con
quista
ejercicio del
poder
político.
1. El primer problema que s ofr·ece a la consideración del
estudioso
de
la
política
es
el
siguiente: ¿En qué
medida
depen
de
la
organización de
la sociedad
de la
acción y
la voluntad
de los
hombres
y en qué medida se resiste a ellas? Dicho en
otras
palabras se trata de determinar si
la materia
sobre la cual
actúa la voluntad política
s
maleable
dócil
hasta
el
punto
de aceptar
todas
las formas que conciben la inteligencia y la
fantasía de
los teorizadores o si obedece a leyes propias,
tan
inflexibles
como
las
que
rigen
a la
naturaleza
inanimada a
las
cuales debe obedecer el
legislador, así como el tallista debe
seguir la veta
del duro
tronco para lograr
la imagen.
La cuestión es, sin duda ardua y
de
difícil solución por
una
fórmula.
Las posiciones que se
adoptan
frente a ella de
terminan las
dos tendencias principales
en
que pu
ede divi-
dirse
el pensamiento
político.
De un lado se sitúan
Platón
los utopistas, los ideólogos
del
siglo
xvniJ Rousseau la
escuela
contractualista
cuya
L OTE ~ C f O f i i L
DE
T
S
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
14/97
22
ERNESTO P L CIO
concepción inspira gran
parte
del
constitucionalismo
e
. . . . d d h
o n t m ~
poráneo,
basado en principios e
erec
o
natural.
De una
ma
nera general
puede decirse que .esta escuela toma como punt
de
partida
al hombre
y
pretende
realizar
un
estado
social a
medida de una idea preconcebida
sobre
la felicidad del
ser hu
mano.
En
esta
tendencia debemos afiliar
al revolucionarismo
actual, aun
en
la forma seudocientífica
del marxismo,
cuyo
postulado
de
una
sociedad sin
clases como
meta
denuncia su
origen.
El otro
grupo
de
pensadores, desde
Aristóteles hasta
la
mayor parte
de los modernos,
pasando
por Maquiavelo
y Bur·
ke,
funda
sus
doctrinas
en
el
estudio
de
la
colectividad
orga
nizada, tal
como
s·e presenta históricamente, y trata de indu·
cir las leyes a
que
obedecen los movimientos colectivos.
2. N o se nos oculta lo excesivamente simplista de esta cla·
sificación, que deja en
la sombra
muchos
matices
de
pensamien-
to
y
pone
en
el
mismo
saco a
pensadores
que
acusan
notables
divergencias de actitud el pesi·mismo de
Hobbes
y el optimis
mo
de
Rousseau, verbigracia
y
que
parecería
desconocer
las
exquisitas intuiciones
sobre la realidad política, universalmen-
te válidas,
que
se encuentran
aun
en los
utopistas de
estirpe
platónica .Pero no pretendemos
escribir una
historia del pen
samiento
político. Bástanos con mostrar .las
dos tendencias
dia
lécticas
en que
se
divide,
ambas
igualmente
legítimas,
porque
obedecen
a orientaciones permanentes del
espíritu
humano,
y
cuyo choque estimula la
obtención
de la verdad
y
constituye
p ~ r
.sí mismo
u ~ ~
r e a ~ i d a d i ~ c o n t r o v e r t i b l e No se puede es
cribir
sobre
pohuca s1n
aludir a los conflictos
de ideas que
responden
a actitudes dialécticas divergentes
y que forman
parte
de
la política
activa,
en cuyo campo
pugnan,
teñidas de
interés
y
de pasión.
Tampoco
nos
incumbe examinar
la
parte de verdad
error
que
entrañan ambas actitudes. Di.remos solamente sin
que
ello signifique, como se verá, refugiarnos en un cómodo eclec-
.
1
f
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
15/97
. _
TEORI
DEL EST DO
23
ticismo que es verdad que los hombres, con su voluntad
y
sl l acción, influyen en las ,construcciones políticas
y
sociales;
y es natural que persigan
una
organización social
y
política
que
los
haga felice
s.
Es verdad también que la sociedad
res-
ponde a leyes propias, a las que debe sujetarse la acción polí-
tica
y
que no es lícito violar;
y
es natural que se inquieran
estas leyes porque la felicidad muy relativa de los hombres
sólo puede fundarse en la permanencia de
un
orden, cuya vio-
lación implica siempre desequilibrios y aun catástro
fe
s, con el
consiguiente lote de desventuras colectivas e individuales.
3. Para el conocimiento de la realidad política, es menester
contar con la tendencia natural del espír
itu hum
ano a forjarse
metas ideales, lo cual resulta
un
estímulo para la acción y
un
factor necesario del progreso. El hombre es
un
anin1al mitó-
mano y vive en
gran
parte de quimeras.
l
peligro constante ínsito
en
dicha predisposición consiste
en
un
inherente olvido de los límites y las posibilidades de la
acción
humana dentro
de las condiciones impuestas por las
circunstancias de tiempo
y
de lugar; de tal modo que
quien
se abandona
a la tentación está expuesto a constantes sorpre-
sas pues obtiene resultados no sólo distintos, sino a menudo
opuestos a los
que
persigue.
La
realidad
se
venga así de
q ~ i e -
nes
la
desconocen.
Llena
está
la
historia
de
ejemplos de movi-
mientos libertarios
qu
e
engendraron
tiranías, de tentativas de
ordenación que desencadenaron licencia desenfrenada.
Llamamos
ideología a la especulación racionalista
que
alza
en
el vacío construcciones te6ricas sin posibilidad de realiza-
ción práctica e ideólogos a sus
c ~ I t o r e ~
La. tendencia que im:
perfectam,ente podría;mos. e n o m t n ~ r
zde lzst
se
t r ~ d ~ c e ~ a s 1
siempre en
ideología. ~
h ~ e r . a t u r a
tnfl.amada de, p?lem1ca, Im-
plica una
posición
apnonsuca.
de estupe
~ l a t o n t c a y s e ~ a l a
pref
e
renc
ias por tal o cual régtmen determinado, como s1 el
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
16/97
24
ERNESTO P L CIO
tablecimiento de
un régimen dependiera de
un
mero
acuer-
es
1
.
do
de voluntades. Esta
actitud
supone a creencia en un bien
y
un
mal en materia política
d e r n ~ i e n t e
de
esta
o
~ q ~ e l l a
organización
racion
al,
y
en la super1orid.a,d real
de
u ~ reg1n1en
cualquiera sobre los otros; s u p o ~ e
ta
·mbien un. optimismo :un
damental
inherente
a la creencia en
que
el bien
ha de tnun
far al cabo sobre el mal por
obra de la
acción humana. En este
sentido es
tan
ideólogo un Bossuet doctrinario
de la
monar
quía absoluta,
como
ciertos ·apologistas modernos de la demo
cracia, que no ven en ella un estado circunstancial de la socie
dad
humana sino
que
la consideran como la
perfección
mis
ma en 1nater ia de organización política.
La
historia
es
el resultado
del
choque
de
los sueños
con
la
t·ealidad: la desilusión es
su trama. Pero
nuestra mente
no
se
cansa nunca de proy
ectar
en ella figuras brillantes que pali
decen una vez fijadas porque están sujetas a la imperfección
de la materia.
La
acción política es tá expuesta a todos los ries
gos, a
toda la imperfección
de
.
la
humanidad
de
la
contingen
cia, como el arte, como todo lo
que
sale
de
manos del hombre
que construye en el tiempo fugitivo.
La respuesta definitiva
a
los ideólogos consiste en
proclamar que el
hombre no puede
crear paraísos y que
la
ciudad humana no loo-rará nunca ser
ln
ás que una pálida e
imperfecta
imagen de la
0
ciudad
d ·
. . e lOS.
El e c o n o C l ~ I n t o de esta verdad por
soberbia ideológica
el
af
an perfeccionista (como
en
el
clásico
e ·
emplo
d 1. . . e a
conven-
ción
francesa revoluClonan a) suele acarrear
co
1
n ·
1
. o castigo e
convertir a la soCJedad en una especie
de
infiern
Q ·
· l · z b
A
o. uz veut
azre ange azt a e
te
diJO Pascal.
4.
Así como
el ri
·esgo de
la
política idealista se
encuen
1
·d 1 1 d 1
1'
· [
tra en
a 1 eo og1a, e e a po 1t1ca rea zsta consiste· en la tend .
1
. .
1
encta
a. ~ e e r
que
o que circunstancia mente o u r r ~ es
fatal
e inmo-
dtftcable; a exagerar los aspectos de
la
necesidad hasta
1
d 1 · d d e ex-
tremo
de
cons1 erar a a soc1e a como
un
me-canismo. a d
es-
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
17/97
TEORI JF.L EST DO
25
conocer la influencia de la inteligencia y la voluntad humanas,
con sus consecuencias de
e s c e p t i c i ~ m o
rutina e inmovilidad.
Si la posición idealista es
por
lo común la de los revolucio
narios, que pretenden introducir en la sociedad reformas fun
damentales, la posición realista es generalmente una posición
conservadora. La primera tiende a oponerse a lo que es en
notnbre de lo
que
debe ser; la segunda, ajena a
co
nsideracio
nes de orden moral o identificando la moral con la aceptación
pa iva del orden heredado, al que
por
ser tal
se
lo considera
bueno
,
se resiste a los cambios, tildándolos de u tópicos o ma
léficos. Del conflicto permanente, más o 1nenos enconado, en
tre atnbas tendencias, surge el
drama
político, cuyo desarrollo
i n d e
i n i d o
con triunfos pasajeros del
uno
o del otro protago
nista, constituye la historia. La historia, flujo vivo, realidad
cambiante, por cierto, con el sello de las aspiraciones, de las
concepciones vi gen tes en cada época, tal como la conciben los
idealistas; pero no sometida a los dictados del mero capricho
reformista, sino cambiante dentro de ciertas normas
y
hasta
ciertos límites,
que la voluntad humana
no puede franquear.
No nos guía, al hacer esta caracterización de las tenden
cias,
el propósito
de alegar
en
favor de ninguna, sino el de
mostrarlas
en
su desarrollo vital, igualmente legítimo. Dicho
en
otras
palabras no nos interesan como filosofía,
por
la parte
de
verdad que una
y
otra
puedan contener, sino como historia,
por la mera
circunstancia
de que
existen. Queremos destacar
que toda
acción política,
toda
participación
en la
vida públi
ca de
una nación
significa
tomar
posición
en
este conflicto
dramático. e trata
insistimos, de
una realidad
vital.
5.
Ahora
bien en ese
flujo
borrascoso de la historia, con
sus
corrientes encontradas
sus afluentes
y
cqnfluentes, sus obs-
táculos
inesperados
sus
cambios de
curso, sus mareas, sus re-
r
0
y sus remansos, hay muy diversas formas de navegar.
mo
1n s . .
La mayor parte de la humanidad
anda
en la cornente s1n
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
18/97
6
R E
TO
PALACIO
p e n s ~ rla., catht
un
at nt a su pcq ueña vida particular;
0
me-
j r dicho.,
for
1
na l?art
d 1
flujo., cotno
materia
de él,
0
como
1 ñ
boye
nt SUJ t
pa ivos de
la
historia.
P ro
si conside
r;un a 1 s políti o 1 o aquellos que se proponen imponer
u
untad
a
la corri
nt
viva,
que
es a
la
vez
sostén
y
o s ~
tá
ulo, n s en onuan1 on
tipos
muy
distintos:
desde el op
tilni t
q
u se lanza a la d riva, confiado en la creencia erró
u
de
que 1
índole
1
río consiste en
mantenerlo
a flote y
lle arlo a buen
puerto
por el camino de la correntada, hasta
1 na egante prudente y e perto que sabe adónde va, que co-
noce los accidentes del lecho y
la
posición .
exacta
de los esco
llos que sabe singlar y
bandear
cuando es necesario, que no
dej
nada
al
azar, porque está convencido de que la navega
ción es peligrosa y exige
una ciencia
acabada del río y un do
nlinio perfecto de
la embarcación,
de la carlinga al velamen.
E evidente
que
el prün
ro
se halla
expuesto
a
estrellarse en
un
roca o a
hundirse en
un retnolino, mientras
que
el segun
do ha
reducido al
mínüno
los riesgos de la
navegación
y lle
gará seguratnente al punto que se
proponga. Con
tanta mayor
eguridad
cuanto
más
sepa
y
cuanto más prudente
y vigilante
se 1nuestre, cuantos más ríos conozca y tnás tratados de náu
tica haya leído y cuanto más haya aguzado,
con
la ciencia y la
experiencia, el
s e ~ t i o
innato
del
momento
justo en que debe
ordenar el apareJO de los foques y
de
las
gavias
para aprove
char
una brisa favorable, o la puesta al pairo,
0
la recalada
forzosa.
E el símil, aquel que obedece a
una
idea exagerada de sus
propias fuerzas, que confía
en
su estrella y en su ,
. . , ma, cree mas
en su tluston o
en
su voluntad de llegar que en 1 b ,
1
s o stacu os
que puedan presentarse, por desconocimiento
0
desd , d
1
realidad,
es el ideólogo de
la
política. Es el
fabricant en
e
1
a
· f ·
e o exp o-
tador de mitos, uerza activa, motor de la histor·
1
.
. Ia,
rea
1dad
frecuente. A esta especie pertenecen casi
todos
los re
1
b
. VO UCIO-
narios, promotores de cam 1 y
renovación.
Puede af¡ r
. mane
como una regla que los Ideólogos, por mayor que sea su
entu-
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
19/97
7
·u
fu
rza
I · r
·uasiva,
si
bien suelen
y
a1 nzar 1 p d r u r mo
en
mo-
hombr de Estado.
tad un realis-
Onlún, una expr ión t Inperamen-
s un producto de
ej
ncia y experien-
n tn nt s r ' lu i narios
~ u e d e
ocurrir, sin luda, que
( 1
tr p
1
qu .
lanza .a
la
o n q ~ 1 1 s t a
del p
l
r anünado por
r:tn
z
as ntóp1 'lS fja 1
auchllo provi len .
ial qu r e s t a u r ·
1
rd n
1
tadi · a s ndido bajo el ropaje d
1
demagogo.
1
fr u
nt
n la hi toria e implica la
cl
au ura
de
un
p ríod d 1 volu
i
n. n este h cho de la restauración del
or
den n tural bajo ap r n ias nuevas, se define la a¡ arición del
:tdi ta. El hon1br d Estado es el hombre del orden, todo lo
noved o
y
original que se quiera, pero orden. Da a la acción
de
o·obierno la fonna de la obra lograda, con
los
consigui.entes
ben ficios espiritual . El auge del ideólogo y
el
demagogo, en
cambio,
se
caracteriza por la prolongación de la inquietud
re
volucionaria,
por
la confusión, por el desorden endémico, con
i11n1inente riesgo de catástrofe.
El
ideólogo
es 1vfario
en Roma, que por alzar como única
bandera el odio a los nobles y desconocer la función de la
ex
periencia en el manejo del Estado, inicia la anarquía romana.
El
hotnbre de Estado s César, que funda el imperio, y
si
bien
ca
·e en la empresa, deja los fundaln·entos de un orden perdu
rabl-e.
El ideólogo e Robespierre, que pretende imponer una
concepción apriorista d
1
gobierno .fundada en la fraterni
dad y sólo consigue provocar una orgía
de
sangre,
de
la que
él mi.mo resulta víctüna. El hombre
de
Estado
es
Napoleón,
que templa
en
la
exp
eriencia
su
fonnación jacobina,
c o n ~ o c a
los
elementos subsistentes del orden
y
restaura
las
condicio
nes de la estabilidad política frances
a
que
d ~ r n h a ~ t a
hoy.
El ideólogo es Trotsky, con
su
doctrina de .la
r e v o l u ~ I ó ~
per
manente ,
q_u<
implica la esperanza utóp1ca
de
realizar una
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
20/97
28
ERNESTO P L CIO
·o-u
aldad in
1
posible. El hombre de Estado es Lenin,
que
o , .d con.
sigue
ünponer
la supremac1a
de su
paru o por
u ~ a
aceptación
fría de la realidad,
instaurando
un orden b ~ r o c r á t i c o de emer
gencia
en
el
que
no
desdeña la
c o l a ? ~ r a ~ ó n
de
los
técnicos
burgueses ni de los miembros
de,
la vieJa J e r ~ r q u í a zarista. En
estos casos,
y en
todos los demas que podr1amos agregar, se
observa que
lo
que caracteriza la a c c i ó ~ del_ demagogo y del
ideólogo es la vigencia efímera y la cont1nuac1ón
del
desorden.
El ideólogo introduce confusión, agrava los problemas, pro
longa la anarquía y el malestar, provoca, además, reacciones
contrarias a los principios
que
lo
animaron. El
hombre
de
Es
tado impone sus principios, mitigados
por
la experiencia, vue]
ve la sociedad a su
quicio
natural,
restablece
la continuidad
cultural e histórica y deja sucesión en
el tiempo.
6. Dijimos en
el capítulo
anterior
que
~ estudioso de la po
lítica d
e
be ser sociólogo e
historiador,
a
la
vez
que
conocedqr
del alma
humana,
y _que el político actuante no pierde nada,
sino que gana mucho, cuando se encuentra
impregnado
de
esa sabiduría.
Y
al caracterizar la acción
de
los ideólogos y los
demagogos,
por una
parte, y de los estadistas
por
otra, seña
lamos : ~ estos
ú ü m o ~
la existencia de
un
sentido profundo
y
exquisito de las realidades políticas,
qu
e los d e
finiría
como
expresiones de cultura.
Por lo que
se
refiere al nocinúento
de
la 1 · h
1
po 1t1ca,
no
ay
prob
ema. Se bebe
en
las mismas fuentes d
1
en que se apren e
a conocer a os hombres, en los historiadore
1
· ,
s, en os fllosofos
y sobre todo, en los poetas. Son
incalculabl
1
. , , . es os tesoros de
sabtduna
poht1ca
que se
encuentran en las ob
1
• , ras maestras
de
la hteratura, desde el
Uit7r
U; ()E
rQaJ:Ú : ÓO'tlr
ff.v _
. . E ·r 1 ll b V
v -ov
xoarn del
vieJO squt o y e 1 ro de Lucrecio sobre el
ori
'
. d d h L . .
gen
de
las so-cte
a
es
uman
a
s.
a
sup
e
nondad
de la
polític
·
1
Ing
esa en
1 Prometeo encadenado 1
65.
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
21/97
TEORI DEL EST DO
29
la época moderna se fundó
sobre todo en
la
educación de
sus
clases
d i r ~ g ~ n t e s medi.ante
la
lectura de Homero y
Shakespea
re.
Sería uul que
los JÓvenes
empeñados en conocer la política
leyeran,
antes que nada dos
o
tres de
los
grandes poemas
de
la
humanidad.
El saber
político es saber
humanista.
Y
recíprocamente la
formación humanística lograda por la frecuentación de
las
obras
maestras de
la literatura
universal
otorga por
añadidura
por
lo que
enseña
sobre el alma
humana
la capacidad de
juz
gar con
cordura
sobre
los
fenómenos
políticos;
mucho
más, des
de luego que
la
formación jurídica que
versa
sobre fórmulas
y no sobre hechos. La cultura jurídica
sólo
da frutos
cuando
está
injertada en la
formación
humanista
y
se
halla
vivificada
por
su savia que
arrastra la
más vasta
y re-finida
experiencia
del
género humano.
7.
Ahora
bien ¿qué
relación
existe entre
esa
sabiduría
polí
tica,
que autoriza
a
juzgar con acierto y ayuda
a
prever y la
acción
política o sea
el
arte de obtener el poder y ejercerlo,
que
aparentemente no
exige sino
ciertas dotes
naturales
y
nin-
gún conocimiento
especial de
orden especulativo?
Es evidente
que las
condiciones
morales
e intelectuales que
sirven para obtener el poder
no
son
las
mismas que
sirven
para
conservarlo. Ni son
tampoco las
mismas
que
llevan
a go
bernar bien con acierto y con justicia.
El saber político
es
saber humanista.
¿Quiere
esto decir
que todo hombre
de
Estado ~ e b e r á ser
un humanista?
En
otros
términos
¿cómo
y
en que medida
el
Poder depende
del
Saber?
Es éste un
problema
de
gran
complejidad que n ~ puede
1
d
de
lueg
o
con una fórmula puesto
que
tiene co
reso verse
es · 1
1
t
da
la g
ama riquísima de
las vocaciones.
y
os
mo e ementos o · , ·
· t
humanos El
hábito
mental del pohuco y
temperam
en os
·
d.
· E
del filósofo son distintos y
a menudo
contra tctonos.
n ge-
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
22/97
5
ERNESTO
PAL
CIO
n er a l, quien aspira a la sabiduría no p re t·e
nd
e al mismo ti
l
d
1
, .
c
po
el
poder
0
a l
~ e n s e po
·er
po
1t1co,
y q ~ i e n aspira al
poder
no ti
e
ne inclinaciÓn por la sol
e d ad del g a
bin
ete,
ni
tie
m-
po que
p er
der. El político nato es
un
hombr
e
de
acción.
La
aptitud p a
ra la acción se o p o ~ e
g e
neralm
e
nte
a
la aptitud
esp
e
cul
a
tiv
.
El
a
ctivo
suele
ser Indocto; el d o ~ t o
suele ser pa
sivo en su vida
de r e
lación. El hombre de
acc1ón se conforma
con la posesión
de las nociones
pr
á
cticas que lo
ayuden
a al-
canzar
su met
a
se
maneja por intuiciones
y s·e
resi
ste a filoso
fa
r
sobre el
s·e
ntido de
su
propia
activid
a
d y
e n
general
a
todo lo que signifique una detención en la activid
ad
misma
con
la
consiguiente pérdida de fuerza
y
eficacia. El hombre
especulativo encuentra su finalidad en
la
especulación pura
en
el acrecent
a
miento de su personalidad por
el
estudio
y
la
meditación; y cuando actúa
suele
verse trabado por el exceso
de
sus
previsiones por la lucha interna del pro y
el contra
que lo paraliza.
Tratamos
desde luego
de
los casos
extremos
entre
los cua-
les puede situarse una serie de
ti
pos intermedios
en
los
que
se combinan en dosis diversas ambas aptitudes.
Toda acción
humana supone un pensamiento
rector
así sea rudimentario.
Y
esto
ha de decirse
especialmente de
la
acción
política
que
es una acción de
carácter
muy particular puesto
que
su objeto
en cualquiera
de sus grados es el
manejo
de voluntades hu
manas
de
hombres.
~
p o l í t i ~ se propone acaudillar hombres p a
ra cons
·
eguir
su fln espe
ct.flco, ·que es el
poder. Por consiguiente
exio-e en
quienes la practican
adetnás
de
dotes n a
turales
de
p r ~ c i ó n
psicológica
,
conocimientos
e
mpíricos sobre las modalidad
es
del
a
lma
h u n1 an a , su s
gran
d ezas
y
sus
flaque
zas El
saber
p
, ·
. , . · ract
z
co
del
político
es
as1 por su propia natural
eza, saher humanist a .
y
en todo
político de real vocación existe por
lo
t t
L
. . .
an
o
un
humanista en
estado
larval.
L as
noczones
útiles
que
d
, . .
ayu
a n
al pohuco a alcanzar su meta son
no
ciones
sobre
el al h
Y
1
I
, . .
f á
ma
u_
mana. e po tico t un ar en la m edida en
que se
pa
usa1·
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
23/97
1
T
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c p ~
U
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11
d _ las situacio-
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· . . - J.n
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1
polllHJU ribia el aba-
t U
t .
n
lu.si
n i ualn1 nt itnp rtant s.
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x i t o
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menos
1 J
u . d ~ u l
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político,
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l
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1
n1pr
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de cantan-
la
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flu n i l
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rabi m el favor y
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U í
tuna
a
a
n1ínüna
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aptitudes.
U l
tn dio de la
p Hti
a es, sin du-
.
un
p líti t p líti o ¿ erá ne saria1nente un es
? ¿La a l gobi
rno
va in1pl1 ita en la voca-
l p lít xp
rien
ia históri a
y
sta
es
la se
un
n lusi
n
n n
ena, on
su secu la de catástrofes,
s í. , hJ r la f licidad
de
los pueblos, con el
Jel ben ·fi la
autoridad,
se necesitan ~ condicio-
nes
que
p
ra obt
n r su favor.
No
hay contradicción, desde
luego, entr atnb aciones, ya
que
en el demagogo afortu-
nado existe s n1p1 onsagración a la causa pública y volun-
tad de dominio,
e tno el estadista
nato
suele poseer pres-
ugio
co1nuni
ati '
capacidad de persuasión; ·p
ro
sí
se
acu-
san sensibl s
dif
r n ·as de grado.
Puede
afirmar de
una manera general, que el hombre de
Estado
necesit , p ra
erlo, haber
alcanzado Ja madurez de
ciertas
facultad
s
la
plenitud de ciertos conocimientos
que
no le son indi p n bles al den1agogo. Cierta suma de virtudes
también,
o la
xa1t ·ón
heroica
de
algunas, cuyo solo remedo
puede ser
sufici
nte
para
ganar
el sufragio de las
tnultitudes
y
que
acaso estorb rían al
v ~ l ~ a r
demagogo
para
.sus nlaqui
naciones, pero que deben existir reahnente en quien afronta
la prueba
de
fuego del poder. En esta materia, como
en
todas,
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
24/97
32
ERNESTO
P l CIO
hay
un relación directa entre la el t goria del csfue zo
Y ue se
exige al suj·eto
y
la calidad de éste. A mayor poder, con el
. . con
siguiente aumento de responsabilidad, debe corresponder un
mayor suma de condiciones innatas
y
adquiridas y una m y o ~
dosis de virtud.
Obsérvese que éstas son verdades
de
s·cntido ~ o m ú n Por
más generalizada que esté la idea detnocrática,
que
concibe la
igualdad política como la posibilidad de que cualquiera del
pueblo desempeñe cualquier función pública nadie niega que
hay diferencia
entre
ser diputado o
senador y
ejercer el poder
supremo de
una
nación, ni que sea más difícil manejar
los
com-
plejos problemas
de
orden
internacional
e
interno
que
dicho
poder implica que organizar un comité y ganar unas eleccio
nes. N a die niega de buena fe que para realizar el bien común
s necesita, ante todo quererlo intensamente por amor a la
patria, por virtud civil; y Juego, saber cómo se realiza. Desgra
ciadamente no hay tribunales que
expidan
diplomas de capa
citación para estadistas, como los hay para los navegantes y los
arquitectos. Ocurre con frecuencia que los
pueblos
s·e equivo
can, por un encadenamiento maléfico de circunstancias,
en
el otorgamiento de su favor. Y el único
tribunal competente
aunque falible, que
es
la historia, juzga
a
posteriori
cuando
ya
se han producido las inevitables catástrofes_
9. De lo dicho se desprenden consecuencias
muy
val· L
· . Iosas. a
p : l ~ e r a
es que la conquista del poder
implica
ciertamen
diciones para alcanzar l poder pero no . te con-
d · ·
necesartame
t
Iciones para ejercerlo. Se
entiende ue
. n e con-
camente. La segunda que
par
q p ~
eJercerlo
benéfi-
d
1
a ser un estadista
b
e uego, las condiciones
el
d
no
astan des-
t d emagogo sino q
0
ras, e experiencia
y
cultu
ue
se
necesitan
tido profundo
y
exquisito
d e r ~ ~ s q ~ s e
definen como
un
sen
c e r ~
es que,
si l
estadista es el
ho ~ h d d e s en
juego. La
ter
y
si ésta
es
a la vez cambiant m
re
e
la
realidad
política
e y estable, o meJ·or
ca
b.
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
25/97
Rl
l
t
ltl
•
1 rt.
1 O
33
n
ibe
al estadista revolucio-
ntradictio in terminis En
una
norma
el revolucionario
r
novación;
el estadista,
el
a
ilidad
de
continuidad,
de
nor-
ir
una
sociedad en estado
de
modo,
el
concepto de re-
u lo lo tiene por oposición
t da r volución tiende a un or-
r volución
tiende,
en otras
r. .
1
stadista, promotor
de
or-
s
un
on r a
or
por p
i i
n
al revolucionario, y
aun
u
ando
apar zca
01110
un r n ador del
Estado, su
función
e
pecifi
a n i tirá sien1pr n
la restauración
de
un orden
on ulcado bajo el asp
cto d
la
renovación.
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
26/97
L R E ~ L I D POLITIC
l La realidad como
1 ter
ia de
la acción política
-
2 La
realidad
política es independiente de
los sistemas
de
gobienw
- ...
R 1 io 1 lisrno
)
real
ismo
polít icos
-
4
La
carocteri::aci
·n
d
la
socied
ad
política
- 5 Rea-
lidad estructura,:
d la
ciedad
polí
tica
-
6
N a
tm·
a-
l
::a de l e
· t
tctw·a - "". Estática
y diná
mica
8
Id
ent
idad
y
equilib1·io
1 Hemos
hecho,
en la páu
inas
anteriores,
continuas
rof
J:-en
cias a la realidad ·políti a a las diversas conductas p o ibl
frente
a
dicha
realidad,
afi
nnando
la
n e
d d
de cono
erla
don1inarla.
Ella
es la m teria de la acción, dócil, con1o toda
materia, a la presión de la voluntad humana ,
pero
dentro de
ciertos límites, determinad por su índole propia
y
obediente
a le}es que es preci-o n r.
No
se trata de una realidad
flúida,
gaseosa, susceptible de adoptar todas las fonnas qu
concibe
el
capri
cho hun1an o ninguna; ni de soportar, con1o
los líquidos, la
mod
a lid d del eventual recipi nt . No es t
an
l
poco
una
realidad
estáti
a
que
se
pueda abarcar
de
una
nü-
rada describir de una v z por todas. Es una realid d Catll-
biante,
que
debe
contemplarse
en
la perspec
tiva
del tien1po
como historia. P ero no e rnecánica; sus 1novin1ientos no son
isocrónicos ni fatales
sino inesperados
aunqu
e pre \i ible d n
tro
de cierta latitud) dnuuiticos. Como el río del sín1i l que
es
siempre el
mismo siempre
diferente,
no hay en
ella
con-
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
27/97
ERNESTO P L CIO
36
d
. .
6
s
1
no completnentación entre su aspecto de cambio
tra ICCI
1 • •
y su aspecto de estabilidad. Es una realidad dramát1ca repeti-
tnos
porque
es
una
realidad viva . y como t ~ obedece a n ~ r m s
de na imiento apogeo y
decadencta
de
sucestón de generactones
-con
sus conflictos y sus
modas-
de irreversibilidad en
el
tiempo
de
atracciones y rechazos
de
entusiasmos y depresio
nes de fecundidad y de muerte.
El conocimiento de esta realidad es el objeto
de
la ciencia
política de la filosofía de la historia de la sociología contem
poránea que
han
agot·1do la
investigación
desde los diferentes
aspectos formales desde los diversos flancos que ofrece
para
el
ataque.
2.
Los
tratadistas de
ciencia
política
nos la
tnuestran pre
ferentemente
bajo la forma
de sistemas de gobierno
sucesivos
que se
caracterizarían
por el diferente reparto
del
poder.
Habría
monarquía según A.ristóteles
cuando el poder
se en
cuentra
en
manos
de
un
jefe
supremo;
aristocracia
cuando
lo ejerce una minoría de nobles
y
democracia cuando reside
en
el
pueblo. Estos sistemas son legítimos
mientras
los gobernan
tes practican las
virtudes inherentes
a su
función
y procuran el
bien común. Si gobiernan en provecho propio y sacrifican a sus
intereses
personales o de clase el interés general surgen las de
rivaciones ilegítimas llamadas despotismo. oligarquía y oclo
cracia.
lVIontesquieu
por
su parte
habla
de
despotismo
mo
narquía
y
república. El
mismo
Aristóteles
y
sobre todo
Poli
bio en
su
análisis de
la república romana aceptan
la
p o s i b i ~
lidad
de la
existencia
de regímenes
1nixtos
es decir constitui
dos
por elementos de monarquía
aristocracia
y
democracia en
adecuada dosación.
Hacemos
gracia
al
lector
por
no venir al
caso de toda referencia a las doctrinas con que ~ o s filósofos de
la
historia
de Vico y Herder
hasta
Spengler y
Toynbee
se
esfuerzan por
desentrañar las
leyes a
que
obedece la
sucesión
de los
regímenes desde la
monarquía s c r primitiva
hasta
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
28/97
TEORI DEL EST DO
37
los
cesarismos exaltados por la multitud,
y
de las que la socio-
logía aplica al estudio de los movimientos profundos
que
pro-
ducen los períodos de estabilidad
y
de crisis, las alternativas
de la historia.
En el aspecto exclusiva1nente polític
o
es evidente que esa
concepción racionalista analítica, que tiene en cuenta las mo-
dalidades externas de la vida del Estado, fachada de una rea-
lidad más profunda rica, encierra elementos de verdad
ayuda a comprender la sociedad política en lo que üene de
ariable,
pero se le escapa su esencia. Nos dice lo que suca
si-
varnente cambia, pero
no
nos dice lo que permanece. N
os
se-
üala la diferencia forn1al
entre una
monarquía
una
aristo-
cracia, pero no nos enseña nada sobre lo que no varía. Por
lo demás, ¿hasta dónde son reales las diferencias? ¿Qué
es
eso
de determinar en cada caso, con absoluta seguridad, dónde
se
encuentra
el
poder ¿Es verdad, acaso, que
en
la monarquía
lo ejerce
el
monarca?
¿Es
verdad que
en
las llamadas demo-
cracias gobierna el pueblo? Cualquier observador
un
poco
atento de los fenómenos políticos debení reconocer que la
realidad histórica de los Estados rara
vez
corresponde a las
categorías aristotélicas,
que hay aparentes monarquías abso-
lutas que
pr
esentan rasgos acusados de oligarquía, democra-
cias aparentes que son despotismos encubiertos, supuestas ti-
ranías que
se
caracterizan
por
la debilidad del titular, instru-
mento dócil de camarillas militares o plutocráticas. No es raro,
por lo demás, el caso de la sucesión de regímenes reales bajo
una fachada de estabilidad legislativa, ni el de la continuidad
de
un
sistema bajo la apariencia de la variación.
Es indudable que
un
excesivo apego a la teoría de los
re-
günenes de gobierno, concepción escolástica que
ton1a
las fic-
ciones por realidades, más nos aleja de la con1prensi6n de la
realidad politica que nos acerca a ella. Por rigor racionalista y
vicio analítico, descuida la esencia, el drama de la lucha por
el poder, eterno
en
el tiempo.
En
lfigenia en A ttlide le dice
' .. a · • .r-rA
aue
cuando deseabas
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
29/97
ERNESTO PALACIO
l
.
f¡ ng
1
da sino
verdaderamente, eras
1
d 1 10n no '
ar os anaos a ' d las diestras y dabas c c e s o en
tu
Id y
estrechabas
to
as
umi.
e 1 d
y
audiencia
aunque
no
quisieran,
alacio a todo e mun
°
d. 1
f bl
exceso
para que te Ier
.
an
e
supremo
a a
e con
. .
d
, , que te lo concedieron, variaste
de
con-
Y
espues,
as1
. , .
f
· · de tus amigos ·como antes,
era
dif1c
1
1
no
u1ste am1go . ,
ez
Se
te
·
hallaba
en
tu
palacio. . .
Aprend
.emos
y
1: ara v
por
boca de
Eurípides, cómo
el
monarca sacro, rey de
e
yes,
usaba
los mismos
recursos
de
un
demagogo
contemporá-
y
merecía de
sus
amigos
los
mismos reproches.
3.
Hay
una
página admirable de
Proudhon
sobre este asun
que no
podemos
resistir
a
la tentación de traducir
y tras
íntegramente. Se
refiere
a
la intolerancia
de
los
fanáti
de los ideólogos aferrados a los "inmortales
principios",
dice
así:
"¡Que
a.prendan esos infelices que ellos mismos serán in
necesariamente
a
sus
principios
y que
su fe política es
n
tejido de inconsecuencias ¡Y que quienes tienen el poder,
su vez,
dejen de ver, en la discusión de los diferentes sistemas
pensamientos
facciosos Cuando se convenzan de
vez por todas
de que
esos
términos de
.monarquía,
demo-
etc.,
sólo expresan concepcio.nes teóricas muy diferen-
de
las
instituciones que
parecen traducirlas
el
monárquico
e quedará tranquilo
ante
las expresione_
contrato
. social,_ so
del pueblo
y sufragio
universal,
y el
demócrata
con
sonriente
su sangre fría
cuando
oiga
hablar de
dinas-
de
poder
absoluto y de derecho divino.
N o hay verdadera
no
hay verdadera democracia. La monarquía es
forma
primitiva, fisiológica y, por decirlo
así,
patronímica
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
30/97
TEORI
DEL EST DO
39
~ e r o
convi.ene.
a la
dignidad
de nuestra época renunciar
por
hn
a esas Ilusiones que a
menudo
deg·eneran
en
mentiras. La
contradicción está
en
el fondo de todos los programa$.
Lo
s
tribunos
populares
juran
sin saberlo,
por la
monarquía, los
reyes
por
la democracia y
la
anarquía.
Después de
la
corona-
ción
de Napoleón
I, las
palabras República
Francesa
se
leían
en una de
las caras
de
la
moneda
cuyo reverso llevaba, con
la
efigie
de Napoleón el
título de
emperador
de los franceses
¿Qué
es, pues,
la política
si
resulta
imposible a una sociedad
constituirse
de
acuerdo
con
los principios
que
prefiere; si, haga
lo que haga
el
legislador, el
gobierno
llamado aquí democrá-
tico,
all
á ·
monárquico resulta
siempre
un
compuesto
hipócri
-
ta,
donde
los
elementos
opuestos
se mezclan
en
proporciones
d i v e r s s al
azar
del capricho y
los intereses;
donde
las defini-
ciones más exactas conducen
fatalmente
a
la
confusión
y
a
la
promiscuidad; donde por consiguiente, todas las conversiones,
todas
las defecciones
pueden admitirse y la versatilidad puede
pasar por honorable? Malgrado
la
conclusión pesimista,
de ideólogo defraudado no puede
negarse
la
agudeza
de
visión
en
la crítica negativa
del
gran
escritor
político.
A la pregunta amarga del racionalista Proudhon
respon-
dería el
realista Santayana
formado en
una tradición
distinta
que el error consiste precisamente en pretender sujetar
a
es-
quemas racionales una
realidad vital:
Governr 7:ent is the poli-
. tical representative of a natural equilibriumJ of custom, of
inertia it is
y
no means a representative of
reason
. ..
2
4.
Es
evidente que la concepción racionalista de los regíme-
nes no explica la realidad política, no la capta sino
muy
im-
perfectamente. Puede decirse de ella,
en
?ene:al, que toma los
accidentes de
la
sustancia
por
la sustancia
m1sma.
Du príncipe fédératif, pág. 73.
2 ife o Reason, t.
11
pág. 7.
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
31/97
ERNESTO
PALACIO
38
1
d
'naos
a Ilion no fingida, sino verdaderamente e
llevar os
a ' .
ras
1
d trechabas todas las
diestras y
dabas a(cceso
en
t
humi e y
es . . .
u
1
.
todo
el mundo y
audiencia aunque
no
quisieran
pa ac1o a .
, d t afable con exceso
para
que
te
d1er.an el supremo
mostran
o e . .
mando? y después, así que te lo c ~ n c e d i e r o n variaste de
_con
d
fuiste amigo
de
tus
amigos como antes, era difícil
ucta, no
1
· A
. ez se
te
·
hallaba en tu pa
acio. . . prendemos
verte
y Tala v . ,
, b
de Euríp1des
como el monarca sacro, rey de
aqu1, por
oca
' · ,
b
los
ml
.smos recursos de
un demagogo
contempora-
reyes,
usa
a .
neo
y merecía
de
sus
amigos
los n11smos reproches.
3. Hay una
página admirable de P r o ~ d h o n
sobre ~ s t e
asun
to, que no podemos resisti.r a la t e ~ t a c 1 o n de_ traducir y t ~ ~ -
mitir íntegramente. Se refiere a la Intolerancia
de los
fanati
cos,
de
los ideólogos aferrados a
los
"inmortales principios",
y
dice así:
"¡Que aprendan
esos
infelices
que
ellos
1nismos
serán
in
fieles necesariamente a
sus
p-rincipios y que su
fe política
es
un tejido de inconsecuencias
¡Y que
quienes
tienen el poder,
a su vez, dejen
de
ver, en la
discusión
de
los diferentes sistemas
de
gobierno,
pensamientos
facciosos Cuando se convenzan
de
una_ vez
por
t?das
de
que esos términos de monarquía, demo
cracia,
etc.:
so lo ~ x p r e s a n concepciones
teóricas
muy diferen
tes
de
las
~ n s t z t u c z ~ n e s
que
parecen
traducirlas
_
el
monárquico
se quedara
tranquilo
ante las expresiones contrato so · 1
, . . . . c1a , so-
berania del pueblo
y sufragto universal y
el
dem
, t
. ,
ocra
a
con-
servará sonriente su
sangre
fría cuando
oiga
hablar de
dinas-
tía,
de
p ~ d e r absoluto y de derecho divino. No hay verdadera
monarquza · no hay verdadera democracia. La manar uf
f
1
, .
q
a es
la forma
p r u l ~ l t i v a
ISIO o g 1 c ~ y,
por decirlo
así,
patronímica
del
Estado;
v 1 v ~
en
el corazon
~
las
masas
y
se
manifiesta
ante
n u e ~ t r o s OJOS por la tende
ncia
general a la
unidad.
La
democracia, a su vez, bulle
en todas partes, fascina
a
las
alm
generosas y se apodera por
doquier
de
la élt te
de l s o c i e d ~ ~
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
32/97
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u ~ r tttur n l 1
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Jo · prin
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Ci re; si haga
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tir
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1
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tu
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ir
]U
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r sulta i
n
un
mpu
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t
hipócri-
ta. d nd 1 s l rn t s opu ?stos se
1n
ez lan n tJroporciones
dit
r 1 •
nl a ar d l pri ho
y
los inter s s· 1 nd · las defini-
ndu
11
fatalmente a la nfusión y a la
pr
n1i
u ida t· d n l p r n
i
uien te, toda la onversiones,
toct
la
f
f
j
n
'·
p u den adn1itirse y la v r tilidad puede
pn ar p r h n r, 1 ? . . 1 Mal
rado
la con
lu
ión pesimista,
d
id
1
5
d
Irnu lnd ,
no
puede
n
gar
e la
ao,
ud
eza
de
visión
en la ríti a n oath l 1 g-ran e critor poli ti o.
la pr .un t a r g a del racionalista Proudhon, respon-
d .da 1 r ali ta antayana, formado en una tradición distinta,
qu 1
rror
n
i
pr cisam nte, en
pretender
sujetar
a es
qu ma r ional una
realidad
vital: o v e r n ~ e n is the- poli
ti al 1·
epr
s ntati f a natural equilt:ln·iu1n
1
of custom of
inertia it
is
by
tn ans
a repres
en
tative of
reason
.
..
2
4. vid nt qn 1 t
oncepción
1
acionali
ta de los regíme
n
s
no
expli
a la lidad política no 1 apta ino muy
im
perfectatnen
te.
Pu
d
de
cirse de
ella,
en g n ·r 1 que toma los
a
id
ntes
de
la
su
n
ia
por la nsttln ia
111i
mn.
1
Du p r i t ~ c i j J ~ f d 1 ttif pág. 73.
2
Lif( of Renson t. I 'Pt\g. 7.
8/17/2019 Palacio - Teoría del Estado
33/97
FR
E TO
PALACIO
Esta
insufici n ia,
1
1 a
agudamente por Pr udh
1
en
pá ·ina tra5crita,
no
h C p ~ d o desde .luego, .al pensa
l
t ontetnporán o, qu ha
Intentado
dtvers s tn t rpreta-
• 1 . . t t
n s
de
las cuales la
mas
tlustre es a organiCista 1 p o s i ~
i
i
mo
exact
en
su
in ui
i n
de la
unidad
del
f
n
no
p ~
a
tr
av s
del
tiempo,
pero que
es en si mism
una
metá
ra
más que un
conc pto y
que se ha condenado,
entre
otras
0
por 1
incumplimi
nto de la profecía que implic
aba
res-
o a la desaparición paulatina del Estado militar
y
policial.
l
ntecedente remoto
de ta
doctrina
lo
encontr
amos
en
el
apólogo
de Menenio Agripa
sobre
la
utilidad reciproca
e
los
miembros
y
el estóm
go,
cuando
la
retirada
de la
pl
ebe
l
A entino.l
Otros tratadistas
de ciencia
política, entre
ellos Gaetano
Mo ca4 buscan etnanciparse de las
nociones
escolásticas carac
terizando
a la
sociedad
politica,
en
todas sus formas, por la
xistencia
de
una minoría
que gobierna
y
una m ay
oría que
obedece
y haciendo de
esta
dualidad el
primer
principio
de
la
sociedad
civil,
sobre
el
que fundan
todo su
razon
a·miento.
Aunque más fecunda
en
conclusiones útiles que sus anteceso
ras,
por
partir de
un
hecl1o
simple y evidente,
adolece
de
cier
ta insuficiencia e inexactitud. ¿Puede señalarse en todos los
casos
quién manda y quién
obedece?
¿No
es
lícito afirmar que
los supuestos gobernados
muchas
veces gobiernan y
que
los su
puestos
gobernantes
a
menudo
acatan?
La
intención de
carac
terizar la sociedad política por la
nota
de la adjudicación del
poder lleva a muchos
equívocos,
porque
el
poder es
una
ener
gía
eminentemente
fluida,
que actúa de
manera
inesperada
y
se reparte en
formas
de
imposible dosación.
5.
¿Qué
es
entonces
la
sociedad
política,
el
Estado,
indep
en
dientemente de sus formas p asajeras llamadas sistemas de go-
3 Tito Livio, 1, t.
11,
in
fine.
4
Elementi di scienza politica .
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TEORI DEL EST DO
41
bierno que, s·egún hemos visto, son más nonlbres que
cosas?
¿Cuál
es
el sustrato
~ o r e
el
que Se apoyan dichas formas,
o que
p e r m a ~ e c e
mtentras ellas se suceden? ¿Cuáles son las
ley
s
que
lo
ngen?
Si tratamos de definir lo
que es un
río para
i n s ~ s t i r
en la
~ e t á f o r ~
fluvial, ya
habitual para
el lector) podernos afirmar
Sin
equivocarnos
que
es una corriente de agua que
se
origina
en
una altura y corre en pendiente, según la ley de gravedad,
h ta desembocar
en
otro río, en
un
lago o en
un
mar. Pode-
nlos luego dividir los ríos por el régimen de sus aguas, o sea
s gún que
dependa
su caudal de lluvias o deshielos periódicos;
segün la mayor o
menor
rapidez de su curso, por discurrir en-
tre
montañas
o llanuras; según su utilidad
para
la navegación,
la pesca o el riego. Estos conceptos agua
que
corre, pendiente,
rapidez, utilidad , perfectamente legítin1os y veraces, implican
otras
tantas
abstracciones;
no captan
la realidad total del he-
cho
que
es
el
río, sino aspectos parciales, accidentes.
Lo que
se
llama
río es, sin duda, esa agua fluyente, que sirve
para
tan tos usos.
Pero la realidad
total
del
río su pone
una
serie de
fenómenos simultáneos
y mutuamente
dependientes: cauce;
co-
rriente, lecho, orillas
que
lo
limitan
y
una
atmósfera
que
.lo
cubre, especialmente impregnada de
humedad
por la perma-
nente evaporación, sensación
de
frescura, cierto paisaje. La
realidad conceptual de la
definición
primera
no
es más
que
un
aspecto lógico
de
esa
realidad
más amplia,
que
podríamos
denominar una
realidad
estructural.
5
La captación de
la
realidad estructural es anterior
a
la
no-
ción
conceptual
del río, que
supone
una abstracción de lamen-
te. Si aplicamos
el
mismo
procedimiento
al hecho
que
es el
Estado,
prescindiendo de
sus modalidades accidentales
y
los
.
5 Sobre la noción de estructura
en
el pensa·m1ento rontemporaneo,
ver
FR Ncisco ROMERO en Antologia del pensamiento hispanoamericano
de J G os M é ~ k o ) , pá·g
1332
Corresponde al libro rograma
de
una
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2
ERNESTO
PALACTO
principios
en que
se
fundan,
p r ~ s c i n d i e ~ d o .
de
los nombres
para atender
solamente a la
realidad
primaria que se ofrece
a la percepción directa e i n m e d i a ~ a nos encontraremos
con
que
la
sociedad
organizada
es
un
compuesto
de
elementos
coloca
dos en una
mutua
relación de dependencia.
Y
nos
encontra
reinos
con que esta dependencia mutua es
constante,
es decir
que
no
varía
con las circunstancias
históricas.
Esta
relación constante de
elementos
como la relación
del lecho,
cauce,
corriente orillas
en
ejemplo
fluvial)
cons
la est ructura
de
la sociedad política,
del
Estado, lo
que
hace
que
sea
tal
sociedad
y
no
otra
cosa.
Esta estructura
es el
o la sustancia del Estado,
independientemente de
sus for
mas accidentales y
anterior
a ellas. Como tal,
permanente;
rea
lidad
vital,
no
construcción
mental.
¿En
qué consiste
la
estructura política?
Si
observamos
cual
colectividad, en cualquier
momento
de su