Post on 06-Feb-2018
Montaña, María Jimena
CHI-UNQ/CONICET
jmontana@gmail.com
Área temática 4: Izquierdas y derechas
¿Entre el realismo y el desencanto? La Ciudad Futura y la “construcción del
centro”
Los años ochenta y noventa han sido para el campo intelectual argentino una
época de extensas reubicaciones ideológicas y reestructuraciones del propio campo. Sin
embargo, pese a que el proceso de recolocación de los intelectuales durante la transición
a la democracia (así como las polémicas que dichos desplazamientos suscitaron) ha sido
extensamente estudiado; no sucedió lo mismo con el advenimiento de una serie de
mutaciones que comenzaron a hacerse evidentes hacia fines de la década del ochenta y
principios de los noventa. Este momento, que bien podría ser caracterizado como un
momento “bisagra” en el que una serie de acontecimientos de alcance global no sólo
reestructuraron el espacio de las posibilidades ideológicas modificando el escenario de
actuación de los intelectuales, sino que produjeron una profunda metamorfosis de los
intelectuales; ha sido relativamente poco abordado desde la perspectiva de la historia de
los intelectuales.
Es por ello que en este trabajo nos proponemos abordar los efectos de
reacomodamiento que tuvieron en el campo político-intelectual aquellos cambios más
generales (entre los que pueden señalarse el fin de la guerra fría, el desmoronamiento
institucional, político e ideológico de la Unión Soviética y los regímenes comunistas de
Europa del Este -con la consecuente alteración del mapa de poder mundial que ello
supuso-, la mediatización de la vida política y cultural, la mundialización cultural y la
tendencia a la globalización de la economía entre otros) sumados a los cambios
específicos del escenario local signado por el triunfo de Carlos Menem en 1989, a partir
del análisis de la revista de cultura socialista La Ciudad Futura (1986-1998).
En tanto epicentro de un proyecto político-ideológico colectivo destinado a
renovar y organizar el espacio de izquierda en Argentina dotándolo de una perspectiva
democrática y socialista de modo tal que, además de desempeñar una función crítica,
fuera capaz de organización y acción política; creemos que su estudio nos permitirá dar
cuenta de la recomposición ideológica progresiva del medio intelectual y de las
alternativas a las que se enfrentaron aquellos que habían sido socializados en el
paradigma marxista frente a la transformación profunda de los poderes dominantes.
La vida intelectual no estuvo ajena a la transformación que supuso el
advenimiento de mutaciones en diferentes órdenes que iban desde el político a los
tecnológicos y culturales, indicando el fin de una época y el comienzo de otra. De aquí
que los años 90, coincidiendo con el fin del siglo corto de Hosbawm, bien puedan ser
caracterizados como “una segunda transición” (Patiño: 2003).
A nuestro entender, el debate inaugurado en la revista hacia el año 1990 sobre
las posibilidades de la construcción de una corriente política de centroizquierda, da
cuenta del desplazamiento hacia el centro del espacio intelectual y político de un amplio
sector de la izquierda intelectual y de la inauguración de una nueva construcción
identitaria: el progresismo.
Es por ello que inscribiéndonos en la senda abierta por aquellos trabajos que
procuran anudar la reflexión sobre las ideas con la historia de la posición de los
hombres de ideas en el espacio social, nos proponemos abordar estas transformaciones
(estructurales, pero también conceptuales y culturales) analizando una publicación que
por la gravitación que tuvo en la escena política e intelectual, se constituyó en un
escenario privilegiado para participar en el debate público.
La Ciudad Futura. Inventar la democracia en democracia
En 1982, tras la derrota sufrida en la guerra por las Islas Malvinas y la
agudización de la crisis del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”
tanto en el plano político como económico, comenzó en Argentina un proceso de
apertura política que culminó con el llamado a elecciones para octubre de 1983. Raúl
Alfonsín se convertiría en el primer candidato no peronista que triunfara en elecciones
generales presidenciales sin proscripciones ni condicionamientos por parte de las
Fuerzas Armadas. En este contexto, la izquierda intelectual argentina exiliada en
México1 puso en marcha su regreso a la Argentina.
1 Desplazados por los gobiernos militares en gran parte de la región, desde mediados de los años 70
convergieron en el D.F mexicano intelectuales brasileños, argentinos, uruguayos, chilenos y peruanos.
Para más datos ver: Bernetti, Jorge – Giardinelli, Mempo. México: el exilio que hemos vivido. Memoria
del exilio argentino en México durante la dictadura 1976-1983, Buenos Aires, UNQ, 2003. Ver también:
Yankelevich, Pablo. Ráfagas de un exilio. Argentinos en México, 1974-1983, México DF, El colegio de
México, 2009. Sobre el grupo de intelectuales bajo estudio ver: Casco, José, “El exilio Intelectual en
La Ciudad Futura, Revista de Cultura Socialista comenzará a publicarse en
agosto de 1986. Dirigida por José María Aricó, Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula2, la
misma se posicionó en el espacio político-cultural como una revista que procuraba
impulsar y acompañar la conformación de una identidad de izquierda en la Argentina
sobre las bases de la plena aceptación de la democracia3. Aunque conformada por
integrantes que provenían de distintas experiencias políticas e intelectuales, sus
directores4 habían pertenecido al antiguo círculo que animara Pasado y Presente y
habían editado durante su exilio mexicano la revista Controversia en colaboración con
un sector de la izquierda peronista.
Un par de años antes, apenas regresados al país, algunos de los intelectuales que
habían formado parte de la revista Controversia y el Grupo de Discusión Socialista (y
que finalmente le darán vida a La Ciudad Futura), se habían incorporado al Consejo de
Dirección de la revista Punto de Vista5. Dos meses después, en Julio de 1984, junto al
grupo de intelectuales pertenecientes a dicha revista, fundarán el Club de Cultura
Socialista.
México. Notas sobre la experiencia argentina (1974-1983)”, en Iconos. Revista de Ciencias Sociales,
FLACSO, Ecuador, nº 31, mayo de 2008. 2 La Ciudad Futura Nº1, 1º de Agosto de 1986. Directores: José Aricó, Juan Carlos Portantiero y Jorge
Tula. Redacción: Sergio Bufano, Jorge Dotti, Ricardo Ibarlucía, Héctor Leis y Osvaldo Pedroso. Consejo
editorial: Carlos Altamirano, Emilio de Ipola, Rafael Filippelli, Julio Godio, Oscar R. González, Jorge
Kors, Carlos Kreimer, Jorge Liernur, Marcelo Lozada, Ricardo Nudelman, José Nun, Juan Pablo Renzi,
Sergio Rodríguez, Daniel Samoilovich, Beatríz Sarlo, Oscar Terán y Hugo Vezzetti. La publicación, sacó
de manera continua 49 números hasta la primavera de 1998 y sufrió algunos cambios en el comité a lo
largo de los años. Tras una interrupción de 3 años, su publicación es retomada en la primavera de 2001
hasta el otoño de 2004, año en que la revista deja de salir definitivamente. 3 Cabe señalar que la revalorización de la democracia fue el escenario en el que se posicionaron una serie
de publicaciones y grupos políticos, siendo las revistas Unidos -editada por un sector de la renovación
peronista en Argentina- y Punto de Vista -dirigida por aquel sector de la izquierda intelectual argentina
que no se exilió durante la dictadura- los interlocutores privilegiados del grupo nucleado en torno a La
Ciudad Futura. 4 De los tres directores de la revista, dos de ello, José Aricó y Juan Carlos Portantiero, habían formado
parte de la experiencia de Pasado y Presente tanto en su primera época (1963-1965) como en su breve
segunda época (de Abril a Diciembre de 1973) mientras que Jorge Tula, se había sumado en la segunda
etapa. Por su parte, Jorge Tula fue el director de la Revista Controversia. Para el examen de la realidad
argentina (1979-1981) mientras que José Aricó y Juan Carlos Portantiero, acompañaron desde el Comité
Editorial. 5 Ver: Punto de Vista Nº20, Mayo 1984.Creada en marzo de 1978 Punto de Vista se constituyó como una
revista de “disidencia intelectual” que al tiempo que procuró tener un papel activo en lo que se llamó la
lucha democrática contra la dictadura militar; comenzó el largo proceso de re-posicionarse al interior del
marxismo aun si algo oblicuamente durante los primeros años. En tanto parte de esos núcleos disgregados
de un sector intelectual que integraba las filas de los derrotados por el nuevo orden impuesto tras el 24 de
marzo, vivirían bajo la doble presión de la amenaza represiva y el terrorismo ideológico. Por este motivo,
el trabajo de disidencia y cuestionamiento interno, consistió principalmente en la apropiación informal de
cuerpos teóricos que fueron generando espacios de debate, confrontación y crítica poco
institucionalizados.
Colocado por fuera de “cualquier formación política, pero no por fuera de la
reflexión sobre lo político” (Aricó, 1999 [1984]: 45) el Club de Cultura Socialista
emergió como expresión de una nueva modalidad de relación entre intelectuales y
política6. Organizado como centro de reflexión y elaboración intelectual desde el cual
intervenir en el debate público, su objetivo estaba centrado en la reconstrucción de la
cultura política de izquierda y la formación de un terreno cultural común con todas
aquellas experiencias que quisieran operar en el mismo sentido interrogándose sobre el
significado del socialismo como identidad ideológica, cultural y política.
Junto al Club de Cultura Socialista, la revista La Ciudad Futura fue parte de un
proyecto destinado a renovar y organizar el espacio de izquierda dotándolo de una
perspectiva democrática y socialista, constituyéndose en los lugares de debate de las
problemáticas dentro de la izquierda.
Desde su primer número, La Ciudad Futura funcionó como un espacio de
articulación de las distintas voces que, partiendo del diagnóstico de que el ideal
socialista y la cultura de izquierda se encontraban en crisis, se interesaron por pensar las
alternativas de la izquierda en la Argentina y pretendieron darle alcance práctico a esa
preocupación. De aquí que desde sus páginas, no sólo se haya procurado intervenir en el
plano de los debates teóricos de las ciencias sociales (fundamentalmente haciéndose eco
de los debates europeos) sino también, medirse con la realidad política Argentina y
latinoamericana contribuyendo a un debate que permitiera la constitución del socialismo
como alternativa política o, al menos, como privilegiado tercero en discordia en la lucha
política.
La pregunta por cómo construir una línea de pensamiento y de acción
específicamente socialista y democrática en la coyuntura argentina, fue una
preocupación y un desafío compartido por el grupo de intelectuales vinculados a esta
publicación. Y aún cuando no siempre implicó las mismas trayectorias o puntos de
llegada, el intento por establecer ciertas coordenadas que dieran forma a una nueva
izquierda democrática y socialista, tuvo en común algunos presupuestos centrales.
6 A diferencia de lo sostenido en épocas anteriores, esta nueva “autonomía comprometida” o
“compromiso libre”, lejos de presentarse como un límite para llevar adelante el trabajo de reflexión y
transformación de la cultura de izquierda argentina, será considerada por sus propios integrantes
justamente como su virtud. Dicho esto, cabe señalar que aún si algunos de los miembros del Club de
Cultura Socialista (fundamentalmente Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ípola) formaron parte de lo que
fuera conocido como El Grupo Esmeralda, llamado así por el nombre de la calle en la cual se reunía el
grupo de colaboradores no partidarios del entonces presidente Raúl Alfonsín; el vínculo con el
radicalismo alfonsinista fue a título individual y no orgánico del Club.
El interés por estudiar esta publicación reside en que sin haber sido una revista
de partido ni la expresión de un grupo preexistente de contornos claramente
delimitados, rápidamente se constituyó en un factor activo en el proceso de
reconstrucción y consolidación democrática, contribuyendo a instalar un debate sobre
las relaciones entre el liberalismo político, socialismo y democracia a partir de la
incorporación de temáticas y dimensiones culturales consideradas, por lo general, ajenas
al espacio y la reflexión de la política argentina.
Metamorfosis y desplazamientos en el campo intelectual
Reflexionar sobre la metamorfosis de las identidades intelectuales en el período
bajo análisis, hace necesario situar esta transformación en el marco de fenómenos más
amplios y no desatender al impacto que tuvo ese contexto internacional en la posición
de los intelectuales argentinos.
Sin pretensión de exhaustividad, es posible señalar una serie de acontecimientos
de alcance global que deben ser tenidos en cuenta. Por un lado, la caída de la
revolución, el derrumbe del comunismo y la crisis del marxismo provocó entre los
intelectuales de la izquierda argentina el inicio de un período de revisión crítica del
marxismo y de los regímenes del “socialismo real” que llevaron a una reestructuración
parcial o total de sus tradiciones ideológico-políticas, una redefinición de las
tradiciones culturales y de sus relaciones con la política así como del lugar y la función
del intelectual.
En el caso de los países del Cono Sur de América Latina que, como la
Argentina, habían atravesado la experiencia de los autoritarismos de estado y la
violencia represiva, este reconocimiento del fracaso del socialismo adquirió ribetes
particulares, que en nuestro país se combinaron con el hecho de que la caída de la
dictadura se produjera por colapso y sin la participación de ningún movimiento
revolucionario7. De aquí que la revisión de las tradiciones fuera acompañada de una
reflexión autocrítica acerca de la propia responsabilidad en la tragedia vivida.
Por el otro lado, el fin de la guerra fría acentuó la tendencia a la globalización de
la economía y desde los años 80, el diagnóstico neoliberal adquirió una posición
dominante en el mundo de la mano del gobierno de Margaret Thatcher en Inglaterra y la
7 Ver: Ansaldi, “Juegos de patriotas. Militares y políticos en elprimer gobierno postdictadura en Bolivia,
Brasil y Uruguay” en Pucciarelli (coord.) Los años de Alfonsín ¿El poder de la democracia o la
democracia del poder?, p.29.
administración del presidente Reagan en Estados Unidos. La creciente importancia del
mismo, coincidió con una profunda crisis económica de los países desarrollados que
puso un freno al crecimiento sostenido de la economía mundial iniciado en la segunda
posguerra, poniendo a su vez en cuestión los modelos basados en los Estados de
Bienestar y con un proceso sin precedentes: el profundo endeudamiento de los países
latinoamericanos. Si bien el torrente neoliberal tuvo diferentes manifestaciones
nacionales, tal como señala Quiroga (2005) “existió un común denominador en la
caracterización de la resolución de una crisis juzgada como universal: la apertura
económica, las privatizaciones, las desregulaciones y el equilibrio fiscal”.
En la Argentina, aunque podríamos datar el inicio de la “gran transformación” a
mediados de los 70, fue principalmente durante los años ochenta y noventa que el
neoliberalismo se erigió como paradigma dominante en la Argentina. El cambio suscitó
fuertes conflictos, de aquí que para generar la aceptación de los postulados neoliberales
que sirvieron de fundamento a las reformas estructurales8, haya sido fundamental el
papel desempeñado por ciertos intelectuales en la construcción de una ideología y un
clima de época, que hicieron aparecer lo político como una esfera ilegítima, a partir de
una “inversión del sentido por el cual la dimensión económica fuera sustraída a la
soberanía y a las relaciones de poder” (Keifman-Blaum, 2009:15).
De modo tal que hacia estos años, es posible advertir que el liberalismo
argentino, que había nacido atravesado por la enorme dificultad de articular su prédica
liberista en el mercado económico con la asunción de los valores de la democracia
moderna (Terán, 1986:5) había generado “nuevos intelectuales liberales” que se
incorporaron al debate por la conquista del sentido común9. Reconciliados con los
valores de la democracia, avanzaron sobre los espacios y sentando posiciones políticas y
éticas con el objetivo de disputar la construcción de una nueva hegemonía, pusieron en
8 El Consenso de Washington consistía en 10 medidas de política económica que apuntaban a establecer
reformas estructurales que consolidaran las reformas en los “mercados emergentes”: 1) disciplina fiscal;
2) priorización del gasto público en áreas de alto retorno económico; 3) reforma tributaria; 4) tasas
positivas de interés fijadas por el mercado; 5) tipos de cambio competitivos y liberalización financiera; 6)
políticas comerciales liberales; 7) apertura a la inversión extranjera; 8) privatizaciones; 9) desregulación
amplia; 10) protección de la propiedad privada. En el caso Argentino se llevó adelante un vasto programa
de reformas destinadas a impulsar la participación del capital privado nacional o extranjero en la
composición del capital y en la gestión de varias empresas públicas estratégicas como Aerolíneas
Argentinas, ENTEL, Ferrocarriles Argentinos, empresas eléctricas, petroquímicas y otras,
(privatizaciones) y una reestructuración de la “Administración pública”. Ley 23.696, Agosto de 1989. 9 A este respecto, Sergio Morresi (2008) ha señalado que para mediados de la década del 80, había
comenzado a estabilizarse el perfil de lo que él llama una “nueva derecha”; sumando a su poder
económico, un importante caudal de poder político y cultural. Para este autor, el poder que ha alcanzado
esta fuerza, es en buena medida el fruto de un triunfo cultural, ético político de gran envergadura.
cuestión y tensionaron la clásica división del campo entre intelectuales de derecha y de
izquierda.
El avance del discurso neoliberal, no sólo estuvo apoyado por esta construcción
de un soporte ideológico10
para las transformaciones impulsadas por el entonces
presidente Carlos Menem, sino que además, la pervivencia de sensibilidades y
mentalidades inclinadas a la defensa de la libertad individual que provenían de la
memoria del autoritarismo, las fallas de rendimiento del Estado, la creciente
segmentación de la sociedad, etc. (Landi,1988:184) así como la ausencia de crecimiento
económico y las disparadas inflacionarias, crearon un contexto de verosimilitud para el
avance del mismo.
Sin embargo, en este punto, es necesario advertir que el relanzamiento de los
planteos liberales fue un fenómeno complejo que no dependió simplemente del accionar
de los intelectuales liberales o de derecha. El “cambio de paradigma” que supuso el
retroceso del marxismo, la reflexión sobre el fenómeno totalitario y la corrosión de los
modelos revolucionarios de recambio que habían tomado el relevo de la Unión
Soviética11
, produjo una contracción del espacio político intelectual generando una
situación ventajosa para el pensamiento liberal. Pero si se resiste la tentación de
homologar sin más derecha con liberalismo, es posible advertir que este acercamiento a
las fuerzas liberales y al centro del campo intelectual y político también incluyó a los
intelectuales de izquierda.
¿Nuevas fronteras de la izquierda?
Tal como hubiéramos señalado, la puesta en cuestión de los postulados centrales
del socialismo revolucionario y la teoría marxista que le daba sustento, había abierto
una serie de debates teórico-ideológicos en torno al problema de la democracia en las
10
Al igual que Alfonsín, Menem también convocó a “intelectuales” a colaborar en ciertas áreas de
gobierno. Sin embargo, tal como señalara Hugo Quiroga (2003:219) esto se debió primordialmente a la
necesidad de conocimientos técnicos reclamados por la complejidad del proceso de toma de decisiones en
las sociedades contemporáneas y no a la intención de contribuir a que la sociedad deliberase sobre sus
problemas y discutiese metas a largo plazo. De aquí que la mayoría de las incorporaciones fueran sobre
todo expertos en la esfera de la economía. 11
Ya desde 1987 PCUS de la URSS, bajo el liderazgo de Gorbachov, había impulsado una política de
cambios sustanciales en la economía soviética (la llamada “Perestroika”) acompañada por una
democratización política –o Glasnost- que abarcaba las instituciones políticas centrales (creación del
Congreso de Diputados del Pueblo por encima de la cámara de los Soviets) y promovía nuevas relaciones
entre las nacionalidades de la URSS. El viraje en la URSS fue de tal magnitud, que los ritmos de cambios
se aceleraron en todos los países del Pacto de Varsovia y se autonomizaron en cada uno de ellos entre
agosto/89 y marzo/90. El llamado “sistema socialista” dejó de existir”. Godio, Julio (1990:20) “¿Hacia
dónde va el este?”, La Ciudad Futura Nº 22, Abril – Mayo.
izquierdas del Cono Sur. Las experiencias compartidas de gobiernos autoritarios en
Brasil, Chile, Uruguay y Argentina12, así como el rechazo hacia los fenómenos de
autoritarismo y burocratización en las sociedades socialistas, habían conducido a una
revalorización de los derechos civiles y políticos. De este modo, el estado liberal era
planteado como presupuesto no sólo histórico sino también jurídico del estado
democrático; pero puesto que punto de partida no significaba punto de llegada, la
democracia también podía implicar una discontinuidad con el liberalismo clásico en la
medida en que se abriera hacia otros campos de lo social más allá de las instituciones
políticas. O como lo planteara Sarlo en las páginas de la revista que estamos estudiando:
“Así como la afirmación de derechos políticos universales construye el horizonte del
liberalismo democrático, este horizonte no se clausura alrededor de su dimensión liberal
y el socialismo podría extender el sentido del discurso liberal. Ni negarlo, ni superarlo:
ampliarlo.”13
La Ciudad Futura se posicionará en el espacio político-cultural como una revista
que procuraba impulsar y acompañar la conformación de una nueva identidad de
izquierda en la Argentina que al tiempo que se ocupara del desarrollo de la idea
democrática, re-interrogase la relación entre liberalismo y socialismo sin perder de vista
que había oposiciones muy netas sobre la parte de la herencia liberal que el socialismo
debía aceptar.
Para estos intelectuales, la construcción de un socialismo democrático implicaba
no sólo la articulación entre socialismo y democracia, sino que además, requería
recuperar ciertos principios éticos del liberalismo que permitieran anudarlo al par. Bajo
el presupuesto de que no existía incompatibilidad entre liberalismo y democracia, y por
tanto, entre liberalismo y socialismo; la construcción de una sociedad socialista dentro
de la tradición liberal heredada del liberalismo, era una propuesta que implicaba –a su
vez- deslindar liberalismo político de liberalismo económico.
Sin embargo, esta posición no será totalmente compartida por el campo de la
izquierda en su conjunto. Mientras algunos intelectuales, como los de La Ciudad
Futura, procuraron explotar los recursos simbólicos existentes en el centro-izquierda del
espacio intelectual utilizando de manera consciente elementos tomados tanto de la
12
Sin ignorar los rasgos específicos de cada país, cabe señalar que el autoritarismo se constituye como
una experiencia compartida en la región que comienza con el golpe en Brasil (1964-1985) y continúa con
los casos de Perú (1968-1980), Uruguay (1973-1985), Chile (1973-1990) y Argentina (1976-1983). 13
Beatriz Sarlo “Un desafío socialista. La construcción de un ideal de transformación”, La Ciudad Futura
Nº21, Febrero-Marzo 1990, p.7.
tradición marxista como del liberalismo clásico; hubo otros que se mantuvieron dentro
de las premisas de una izquierda heterodoxa o “anacrónica” tal como la clasificara
Emilio De Ipola14
.
Estos desplazamientos político-ideológicos, suelen ser leídos como un
“silenciamiento” de la izquierda y una amplificación de las voces de la derecha. Sin
embargo, tal como venimos señalando, sería más ajustado decir que lo que sucedió fue
que la hegemonía del campo intelectual quedó en manos de un relanzamiento de los
planteos liberales. De aquí que no coincidamos con la rápida caracterización de este
período como un momento de “crisis”, “declive” o “silencio” de los intelectuales de
izquierda que habría redundado en que los mismos no ocuparan un lugar de tanta
exposición pública a pesar de los progresos democratizadores que se dieron en el ámbito
latinoamericano15
.
El caso de la publicación bajo estudio, demuestra claramente que hubo un sector
de la izquierda intelectual16
que lejos de replegarse hacia los campos de saber específico
y convertirse en “intelectuales especialistas” recluidos en el recinto de la academia
(Svampa, 2007) no abandonó la pretensión de intervenir en la esfera pública.
Si bien para muchos de los intelectuales que estamos analizando la universidad
fue uno de los espacios privilegiados de su actuación17
, este “proceso de
institucionalización del intelectual” o “inflexión academicista” como lo llamó Maristella
Svampa (2007) no necesariamente debe ser leído como “un efecto de reacomodamiento
que en vez de agrupar a los intelectuales en la oposición, más bien los recluyó en el
ámbito de sus especificidades (fortaleciendo) la autonomía del campo al elevado precio
de abandonar por cansancio un campo de lucha en el que sólo se había experimentado el
sabor de la derrota.” (De Diego, 2007: 67).
Puesto que aún cuando efectivamente se debilitara la idea del intelectual como
portador de las grandes síntesis ideológico-políticas, como portavoz de un sentido de la
14
“La izquierda anacrónica defiende una concepción redencionista y totalizante del socialismo; se define
como marxista-leninista –en las diversas variantes de esa doctrina: trotskista, maoísta, etc.- y
revolucionaria; es dogmática, históricamente determinista y orgánicamente autoritaria. (…) La izquierda
moderna, en cambio, no sólo rechaza resueltamente esos planteos mesiánicos sino que, además, orienta
sus política hacia el logro de transformaciones sustentadas en un amplio consenso social.” De Ipola, “La
izquierda en tres tiempos”, en La Ciudad Futura Nº11, Junio 1988. El resaltado es nuestro. 15
Mansilla (2003: 24) señala que en este período “se podía constatar una atmósfera general de desencanto
y pesimismo, una declinación del espíritu crítico y la incapacidad de articular síntesis globales”. 16
Un sector que sin lugar a dudas excede a esta sola publicación. El caso de la revista Punto de Vista,
también es paradigmático en este sentido. 17
Muchos de ellos fueron profesores universitarios que encabezaron cátedras, dictaron materias,
seminarios e incluso, ayudaron a crear la naciente Facultad de Ciencias Sociales de la UBA en 1988
siendo Juan Carlos Portantiero el primer rector electo.
historia, así como sus funciones clásicas: la resistencia, la oposición, la organicidad
(Patiño, 2003:5); la eventual clausura de un universo identitario nunca se lleva a cabo de
manera homogénea ni mucho menos armónica. E incluso más, desde el momento en que
desde las páginas de La Ciudad Futura, se hace claro el intento por disputar de manera
permanente la hegemonía del campo intelectual, la radicalidad de la clausura debe ser
puesta en suspenso.
La “construcción” del centro
Desde sus inicios, desde las páginas de La Ciudad Futura se planteó la
necesidad de abrirse a todas las contribuciones teóricas de alto nivel, inclusive, cuando
éstas probaban ser ajenas al pensamiento de izquierda de la época (como fue el caso de
Weber y Schmitt) como modo de que la cultura de izquierda y el ideal socialista en
crisis se pudieran “medir” con los problemas de las sociedades complejas.
Para ello, los intelectuales que participaban de la publicación encararon junto a
otros sectores de la izquierda un examen crítico – en términos teóricos y prácticos- de
posiciones, puntos de partida y objetivos que se plasmó formalmente en el “Debate
sobre la izquierda” que inaugurado en el Nº6 de La Ciudad Futura, se extendió hasta el
número 22. El mismo estuvo dedicado al intento de hacer posible la gestación de una
fuerza socialista y de desarrollar proyectos concretos de conducción y reforma de las
realidades sociales abandonando la pura negatividad. La reflexión sobre la construcción
de un “socialismo democrático” se extendió a lo largo de 16 números y contó con las
colaboraciones más diversas de distintos referentes políticos del espacio de izquierda así
como teóricos políticos de América Latina y Europa18
. El objetivo era generar una
forma de existencia de la izquierda como proposición, como partido y movimiento; y no
sólo como izquierda intelectual19
(entendida como cultura inscripta en el campo
ideológico y habituada al ejercicio de la crítica ideológica).
Sin embargo, el triunfo electoral del justicialismo encarnado en la figura de
Carlos Menem, implicó un cimbronazo para el proyecto de los intelectuales nucleados
en torno a esta publicación, que frente a la reforma y ajuste estatal de corte neoliberal
impulsada por el nuevo presidente, se vieron obligados a replantear su estrategia. La
puesta en primer plano de las alianzas entre poder político y poder económico por parte
18
Por sus páginas pasaron figuras de la talla de Norberto Bobbio, Adam Pzeworski, Fernando Henrique
Cardoso, Fernando Claudín, Pierre Rosanvallón, Chantal Mouffe, Ernesto Laclau, etc. 19
Ver: Carlos Altamirano, “Comencemos por reconocer los problemas”, La Ciudad Futura, Nº6, Agosto
de 1987.
del gobierno de Menem, los llevará a lamentar que la ansiedad de muchos de ellos por
construir un régimen democrático de gobierno en la Argentina tras décadas de
autoritarismo se hubiera traducido en un desdén por los hechos sociales estructurales
sacrificados a una visión demasiado autónoma de la política; “error” que los habría
hecho caer en una “exageración politicista”20
.
De aquí que hacia abril-mayo de 1990, en el número 22 de La Ciudad Futura se
publicará el Suplemento/8 titulado “Posibilidades y límites del Centroizquierda en
Argentina” abriéndose el debate en la revista respecto de las posibilidades de
construcción de una corriente política de centroizquierda. La preocupación, nacida del
triunfo de Carlos Menem en las elecciones de 1989 y de la convicción de que era
necesario romper con el esquema bipartidista formando un bloque social y político
alternativo que fuera capaz de llevar adelante aquellas reformas que ni el radicalismo ni
el peronismo habían sido capaces de implementar, desplazará al debate sobre la
izquierda21
para dar comienzo a lo que podríamos llamar “la construcción del centro”.
A diferencia de otros órganos periodísticos, La Ciudad Futura no pretendía ser
sólo un espacio que reflejara opiniones coincidentes con aquellos actores y espacios que
encarnaban las fuerzas progresistas en nuestro país. Puesto que intentaba representar a
una franja importante de socialistas sin partido en la Argentina, aspiraba a ser un
interlocutor en el debate sobre la posibilidad de una recomposición de fuerzas
alternativas que –frente a la coalición populista-conservadora que gobernaba al país-
fuera capaz de avanzar en un plan de reformas democráticas.
Para contribuir a la constitución de en un polo “progresista” de aglutinación- en
el que los tres planos de agregación (socialismo, izquierda y centroizquierda) pudieran
confluir, pero distinguiéndose; juzgaban necesario un debate múltiple y plural tanto en
propuestas como actores que apuntara a definir y penetrar en los rasgos del eventual
“progresismo” argentino como un escalón superior del compromiso democrático.
De aquí que a lo largo de sus números desde las páginas de la revista se
motorizó este debate publicándose desde una mesa redonda dónde se discutiera sobre
20
Ver el editorial del Nº17/18 de La Ciudad Futura (Septiembre de 1989) titulado “¿Y ahora qué?”. 21
La pregunta respecto de cómo compatibilizar socialismo y democracia, en tanto no estaba resuelta,
continuará fundamentalmente en el plano teórico; pero en el plano político, se dará paso a la preocupación
por ampliar el espacio de la izquierda creando una opción de centro que funcionara como alternativa. Para
un análisis de la construcción de un socialismo democrático en La Ciudad Futura ver: Montaña Jimena
(2015) “De Controversia a La Ciudad Futura. La construcción de una identidad de izquierda socialista y
democrática”, en: Alfredo Remo Lazzeretti y Fernando Manuel Suárez (coords.)Socialismo &
Democracia, Mar del Plata: EUDEM.
los problemas de la (re)constitución de un partido socialista en Argentina22
hasta un
debate sobre la viabilidad del “progresismo” entre los radicales23
pasando por
indagaciones sobre los mismos temas en sectores afines de la “izquierda democrática”24
y de los peronistas disconformes25
con el viraje conservador populista que ofrecía el
menemismo, ya fuera bajo la forma de mesas-debate, entrevistas o invitaciones a
publicar en las páginas de la revista26
. Desde el Club de Cultura Socialista también se
contribuyó a generar espacios de debate a través de la realización de Encuentros y
Coloquios de los que participaban tanto políticos como cientistas sociales y que eran
luego publicados en la revista27
.
Englobados por el “progresismo” se presentaban tres objetivos diferentes pero
considerados igualmente valiosos: reconstituir un partido socialista unificado; la
formación de una coalición con fuerzas democráticas de “izquierda” y finalmente, una
apertura mayor hacia sectores del “centro” del espectro político ubicados en los grandes
partidos tradicionales. Desde la revista y desde el Club de Cultura Socialista, se
trabajará en las tres direcciones. Y así como algunos de sus miembros habían
22
En el Nº32 de Abril de 1992. La Ciudad Futura invitó a una mesa redonda al diputado Alfredo Bravo y
al concejal Norberto Laporta por el Partido Socialista Democrático, y al diputado Guillermo Estévez
Boero y al concejal Ernesto Jaimovich, por el Partido Socialista Popular. En nombre de la revista
participaron Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula. El propósito era debatir acerca de los proyectos de
fusión orgánica entre los partidos que componen la Unidad Socialista y el papel que en ese proceso
podrían jugar sectores de los llamados “socialistas sin partido” en el marco de la idea de construcción de
una fuerza socialista en la Argentina. Ver: “Debate sobre la unidad de los partidos socialistas”, p.4. 23
El 30 de diciembre de 1991, poco después de las elecciones que convalidaran el avance del menemismo
a partir de los éxitos iniciales del Plan de Convertibilidad, tuvo lugar una mesa redonda de la que
participaron dos cientistas sociales y dos dirigentes políticos. Los primeros, Emilio Tenti Fanfani y
Ricardo Sidicaro. Los segundos, Adolfo Stubrin y Jesús Rodriguez, diputados y funcionarios del gobierno
de Raúl Alfonsín. El tema: la definición del progresismo en la Argentina actual y el papel que puede jugar
el radicalismo en esa configuración. Debate “¿Hay espacio para un radicalismo progresista?”, La Ciudad
Futura Nº33, Julio 1992, p.4. 24 Entrevista a Héctor Polino “Unificación y vocación de poder”, Ernesto Semán, La Ciudad Futura Nº37,
Primavera 1993 25
Conversación con Carlos Chacho Álvarez “¿Una nueva identidad política?” Martin Plot y Alejandro
Blanco, La Ciudad Futura Nº37, Primavera 1993, p. 26 Jesús Rodriguez, “No alcanza con triunfar electoralmente” La Ciudad Futura Nº37, Primavera 1993; Federico Storani “El futuro: un enorme desafío” La Ciudad Futura Nº37, Primavera 1993; Bravo Alfredo
“Reformar la Constitución para profundizar la democracia” La Ciudad Futura, Nº38, Otoño 1994, p.7. 27
Por ejemplo, en Junio de 1990, Club de Cultura Socialista y el Institut Socialiste d’Etudes et de
Recherches organizaron en Buenos Aires el coloquio sobre “Alternativas políticas para la crisis
argentina”. El debate que incluyó a figuras como Carlos Auyero, Dante Caputo, Raúl Dellepiane,
Guillermo Estévez Boero, Juan Carlos Portantiero y contaron con el contrapunto de Pierre Guidoni,
secretario de relaciones internacionales del PS Francés y Juan Carlos Rodríguez, investigador del centro
de Documentacióin y Estudios en Asunción (Paraguay).
colaborado con el gobierno de Raúl Alfonsín28
, en este período algunos colaborarán con
la Unidad Socialista29
y otros actuarán en el Frente Grande.
El centroizquierda era enfocado como un espacio político dentro del cual se
reconocían dos grandes familias ideológico-culturales. Por un lado, “la corriente
proveniente del socialismo clásico, de una tradición de izquierda democrática y
reformista fundada en la Argentina por Justo, e identificada a nivel mundial con la
Internacional Socialista. (por el otro) la familia vinculada histórica e ideológicamente a
los partidos populares mayoritarios. Esta familia se compone de sectores desprendidos
de esas grandes formaciones (es el caso del PI y del Grupo de los Ocho) y otros que, si
bien se reclaman de inspiración socialista, se hallan inscriptos en una tradición
nacionalista (por ejemplo, la izquierda nacional, el maoísmo o el Socialismo
Auténtico)” (Franzé, 1991: 4). Es decir, en el espacio político llamado centroizquierda,
se distinguían la familia socialista y la nacional populista, conviviendo no siempre
armónicamente.
La apuesta consistía en construir una articulación de izquierda democrática con
un claro programa de reformas inserto en la práctica social, en camino hacia la
posibilidad de una gran coalición de centro-izquierda que incorporase fuerzas enroladas
en los grandes partidos mayoritarios. En ese contexto, y como contribución para que ese
arco posible de izquierda democrática pudiera constituirse, es que muchos de sus
miembros acompañaron críticamente las vicisitudes del desarrollo de la Unidad
Socialista30
. La expectativa, era que el socialismo democrático31
condujera el espacio de
28
Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ipola (director y miembro del Consejo de Redacción
respectivamente) formaron parte del “Grupo Esmeralda” llamado así por el nombre de la calle en la cual
se reunía el grupo de colaboradores no partidarios del entonces presidente Raúl Alfonsín del que
formaban parte. Fue en el marco de las tareas de asesoría que realizaron en este grupo que estos
intelectuales contribuyeron, por ejemplo, en la redacción del Discurso de Parque Norte. 29
De hecho, en las elecciones de la Capital Federal de 1991, la Unidad Socialista abrió sus listas de
candidatos a diputados y concejales, incorporando a miembros del Club de Cultura Socialista “José
Aricó” y la revista La Ciudad Futura. Si bien inicialmente ninguno de ellos obtuvo banca, en abril de
1995 Jorge Tula fue convocado a incorporarse al Concejo Deliberante tras la muerte del Concejal
Jaimovich. 30
Desde 1984, el Partido Socialista Popular y el Partido Socialista Democrático se presentaron juntos a
múltiples elecciones bajo la “Unidad Socialista” y se discutió durante muchos años la posibilidad de crear
un partido socialista unificado sin éxito. 31
“La últimas elecciones no sólo permitieron aumentar la representación parlamentaria socialista sino que
convirtieron a la Unidad Socialista en la fuerza que está en mejores condiciones para articular el frente
electoral de centroizquierda que reiteradamente es reclamado por las agrupaciones que integran ese arco”
Jorge Tula, “Desafíos y posibilidades del socialismo democrático” en La Ciudad Futura Nº32, Abril 1992
pp.8-9.
centroizquierda construyendo una fuerza capaz de hegemonizar, redefinir y expandir el
espacio de la izquierda32
.
Sin embargo, es posible advertir que a medida que se acercaban las elecciones
presidenciales de 1995 y las elecciones legislativas de 1993 ponían en evidencia no sólo
el grado de solidez logrado por el gobierno sino también el vertiginoso crecimiento del
recientemente fundado Frente Grande33
(potenciado por los efectos negativos del Pacto
de Olivos) y la pérdida de votos del socialismo democrático y el radicalismo, cobra
fuerza la idea de que sólo “una amplia coalición de centro-izquierda puede ponerse en
condiciones de enfrentar a la actual coalición gobernante de centro-derecha. No debería
haber tarea más prioritaria que esa en nuestra agenda política” (Portantiero, 1994:5).
El ascenso del Frente Grande y del peronismo descontento representado por el
dirigente justicialista José Octavio Bordón, que alejado del Partido Justicialista y
formaría su propio partido, “PAIS” (Política Abierta para la Integridad Social), abrirá
una serie de escollos a ser sorteados y no menos desafíos para la propuesta encarnada en
La Ciudad Futura. Por lo pronto, tras el buen desempeño electoral del Frente Grande se
hacía necesaria la “construcción de una fuerza sólida y coherente de izquierda
democrática en la que no deben estar ausentes los socialistas y realizar alianzas
electorales con los sectores progresistas que habitan en los dos partidos hasta ahora
mayoritarios, en especial en las distintas tendencias que integran el radicalismo” (Tula,
1994:10).
Es decir, aunque se consideraba que el liderazgo de Carlos “Chacho” Álvarez
había surgido del seno de la izquierda democrática, no había que perder de vista que en
tanto espacio político, el centroizquierda estaba habitado por familias políticas que pese
a la compartida oposición al menemismo neoconservador, se fundaban en valores
diferenciados y programas a menudo contrapuestos reflejados en los modos en que
interpretaban al mundo y el tipo de oposición que desarrollaban ante el menemismo. La
32 Ver: Semán Pablo. "Un paso adelante, dos atrás" Sobre la actualización del centro izquierda, La Ciudad
Futura Nº30-31, Diciembre-Febrero 1992. 33
En 1990 y en oposición a las políticas neoliberales aplicadas por el primer gobierno de Carlos Saúl
Menem, los diputados nacionales Carlos Álvarez, Germán Abdala, Juan Pablo Cafiero, Darío Alessandro,
Luís Brunati, Franco Caviglia, Moisés Fontenla y José Ramos, pertenecientes al Partido Justicialista,
abandonan el bloque oficial y conforman el “Grupo de los ocho”. En 1991 se acuerda el Frente para la
Democracia y la Justicia Social (FREDEJUSO) integrado, además de independientes, por el Movimiento
por la Democracia y la Justicia Social (MODEJUSO), el Partido Intransigente (PI), la Corriente
Progresista Popular (CPP), la Democracia Popular, el Partido Humanista y el Partido Comunista.
Finalmente, en abril de 1993 se forma el Frente Grande a partir de la unión del Fredejuso y el Frente del
Sur de Fernando “Pino” Solanas. Para más datos ver: Ollier, María Matilde (2001) Las coaliciones
políticas en la Argentina. El caso de la Alianza, FCE: Buenos Aires.
pregunta que emergía era ¿cómo transformarlo en fuerza social e instrumento político
sin que la vertiente socialista fuera desplazada por las vertientes peronistas?34
.
Los temores de que el sentido originario de la empresa política que se
caracterizaba por una presencia cultural y política significativa de los valores del
socialismo democrático se desvirtuara, probarán no ser infundados. Por un lado, a fines
de 1994, el Frente Sur de Pino Solanas (coalición de sectores escindidos del peronismo
unido con el PC tradicional y otros grupos aún menores de la izquierda masomenos
clásica) abandonará el Frente Grande por diferencias ideológicas. Por el otro, en
diciembre de 1994 el Frente Grande y el Partido PAIS de Bordón conformaron una
alianza política en vistas a la elección presidencial de 1995 dando origen al FREPASO
(Frente País Solidario) y acompañaron la coalición con la realización de una interna
abierta entre Carlos Alvarez y Bordón para elegir el candidato presidencial en la que
inesperadamente el segundo triunfó por un margen estrecho35
.
Sumado a esto, la derrota de Storani frente a Massaccesi en la interna radical,
acentuó la crisis radical alejando la posibilidad de un acuerdo con el radicalismo. De tal
modo, el derrotero que había comenzado como una coalición de izquierda con el Frente
Grande (con Solanas y el PC en su interior) rápidamente se deslizaría hacia el centro en
su culminación con el FREPASO.
Pese a los temores y dudas que suscitaba el perfil político que acabaría por
dominar el espacio de centro-izquierda encarnado por el Frepaso, desde las páginas de
la revista se llamaría a votar por la fórmula Bordón – Álvarez como única alternativa
posible frete a la coalición neoconservadora del menemismo (Partido
Justicialista/UCEDÉ). Sin embargo, en las elecciones presidenciales del 14 de mayo de
1995 “un elector de cada dos decidió prorrogar por otros cuatro años el período
presidencial de Carlos Menem” (Portantiero, 1995:3) dejando al FREPASO en segundo
lugar y relegando a la UCR al tercer lugar.
34
En un artículo del Nº 39 de La Ciudad Futura, Invierno 1994, Jorge Tula advierte con preocupación la
“tendencia cada vez más marcada a preferir, destacar y otorgar roles de mayor relevancia a las vertientes
peronistas que se ubican en el centro político (…) y por el otro, la vertiente socialista aparece relegada a
desempeñar papeles secundarios, dando la sensación de que son más convidados de piedra que pares
políticos con los que es conveniente y hasta indispensable discutir estrategias políticas y electorales.”
Jorge Tula “Entre los principios y la realidad” pp.6-8. 35
Tras el acercamiento Frente Grande-PAIS que derivaría en el FREPASO Sergio Bufano se preguntaba
“¿Vamos a ser testigos del nacimiento de una fuerza neoperonista con insuficiencia socialcristiana? La
pregunta surge inevitable cuando Chacho elige a Bordón para presentar el binomio para el 95 y cuando el
Frente comienza a actuar como el imán que atrae al peronismo histórico decepcionado por el menemismo
de mercado”. “¿Centroizquierda o neoperonismo?” en La Ciudad Futura Nº40, Primavera 1994.
A modo de conclusión
En las páginas precedentes, hemos tratado de abordar a partir del análisis de una
publicación político-cultural un período de la historia reciente del pensamiento político
de izquierda que suele ser pasado por alto. La mayor parte de los trabajos existentes
suelen estar referidos al período que se abre en 1955 y culmina con el golpe de 1976 y
sólo en los últimos años han comenzado a proliferar trabajos centrados en la década del
70 y parte de los 80. De manera casi invariable, el año 89 suele ser establecido como el
momento de cierre del ciclo de intervenciones intelectuales en el espacio público.
Sin desconocer las mutaciones sufridas por los intelectuales en lo referente a la
propia categoría de intelectual como categoría social legítima, al cambio en la forma de
legitimar sus discursos y la forma en que se insertan en los asuntos de la sociedad, a lo
largo de este trabajo hemos procurado matizar la idea de que los intelectuales
(fundamentalmente de izquierda) se habrían desplazado del centro del campo intelectual
hacia la institución académica liberando espacios y favoreciendo la multiplicación y
aparición de otras figuras que actualizando sus discursos, se incorporaron a la lucha por
el dominio cultural.
La constancia de La Ciudad Futura -que se publicará de manera ininterrumpida
durante 12 años- da cuenta de una intensa actividad intelectual que propició nuevas
modalidades de intervención, que profundizó transformaciones iniciadas en los años
previos y que libró una ardua batalla en su intento por disputar los esquemas
interpretativos que hegemonizaron la sociedad. En sus páginas, quedan las marcas del
proceso de construcción/conformación de una nueva identidad de izquierda en clave
democrática de una importante franja de intelectuales.
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