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Universidad Nacional de San JuanFacultad de Filosofía, Humanidades y ArtesDepartamento de PosgradoMaestría en HistoriaCurso: Historia EconómicaAño: 2013
Revolución urbana, renovación económica y
reactivación comercial en la Plenitud Medieval
(s. XII – XIII)
Prof. Federico Javier Asiss González
Introducción:
Durante la Plena Edad Media, Europa occidental se vio sacudida
por múltiples cambios que afectaron el desarrollo de los siglos
posteriores del Medioevo y sentaron las bases de la Edad Moderna. En
efecto, durante estos siglos de la plenitud medieval se desarrolló un
“renacimiento” cultural1 que se manifestó en el surgimiento de
literaturas vernáculas, la creación de universidades y en una
efervescencia intelectual motorizada por la recuperación de Aristóteles
para el occidente europeo a través de la escolástica.2
1 “El siglo XII, y especialmente en su faceta cultural, se ha caracterizado por la historiografía como un florecimiento, un renacimiento y, más recientemente, como una crisis. Tan variada gama de términos sólo coinciden en la percepción del historiador de que ≪algo≫ ha cambiado respecto de los siglos anteriores. Pero, ¿qué es aquello que nace, resurge o se transforma en esta época? La ciudad y con ella la vida urbana. En efecto, la ciudad recupera su rol en la producción y difusión de saberes, volviendo a ser sede y referente del pensamiento tras siglos de ruralización de la cultura”. ASISS GONZALEZ, F. y otros; Manual de Historia Medieval. En prensa.2 Sobre el contexto intelectual del “Renacimiento” del siglo XII, Cf. BALARD, M.; GENÊT, J. P.; ROUCHE, M. (1994); Edad Media Occidental de los bárbaros al renacimiento. Trad. Eduardo Bajo. Madrid: Akal; BISSON, T. (2010); La crisis del siglo XII. El poder, la nobleza y los orígenes de la gobernación Europea. Trad. Tomás Fernández Aúz, Beatriz Eguibar. Madrid: Crítica; LE GOFF, J. (1996); Los Intelectuales en la Edad Media. Trad. Alberto Bixio. Barcelona: Gedisa; LE GOFF, J. (1999); La civilización del occidente medieval. Trad. Godofredo González. Barcelona: Paidós; LE GOFF, J. (1996); Los Intelectuales en la Edad Media. Trad. Alberto Bixio. Barcelona: Gedisa; RODRIGUEZ, G.; BASUALDO MIRANDA, H.; ASISS GONZALEZ, F. y otros; Manual de Historia Medieval. En prensa.
1
No obstante, aquella época no sólo vivió cambios culturales de
gran importancia, sino que también Europa se vio transformada
socioeconómicamente a lo largo de éste periodo, acentuándose tales
cambios con el correr de las centurias bajo medievales hasta
desembocar en la desaparición del sistema feudal y en la Modernidad.
Ciertamente, los cambios a los que nos referimos fueron de una
envergadura tal que no afectaron a un sector o actividad
particularmente, sino a la economía medieval en sus pilares y en su
totalidad. Sucintamente podemos sintetizar, a fines de facilitar la
exposición, los cambios producidos en aspectos, a saber: agrícola;
comercial – financiero y manufacturero.
El Feudalismo, una revisión historiográfica.
El término feudalismo es ineludible al momento de abordar las
problemáticas económicas y sociales que se despliegan a lo largo de la
Plenitud Medieval. No obstante, éste término que define de manera
vulgar a toda la Edad Media, quizá con un tinte peyorativo, actualmente
se encuentra debatido por los historiadores, ya que su uso refiere a algo
impreciso, lo cual puede deberse a que tanto el término feudalismo
como feudo3 “…se acuñaron en épocas recientes para describir una
sociedad que se estaba desintegrándose o a punto de hacerlo”.4
Uno de los historiadores que más ha trabajado el concepto de
“feudalismo” en pos de dar precisiones sobre el mismo ha sido el
célebre Marc Bloch, quien definió sus rasgos: a)existencia de un
campesina dependiente; b) difusión de la entrega de tenencias a cambio
de servicios en lugar de salarios; c) supremacía de una clase de
guerreros profesionales; d) establecimiento de vínculos de dependencia
y protección que ligan a un hombre con otro, adoptando dentro del
3 “La palabra “feudal” (del latín feudum, feudo) aparece por primera vez en 1614 (OED), mientras que “feudalismo” no fue inventada hasta el siglo XIX”. LOYN, H. R. (Ed.) (1998); Diccionario Akal de Historia Medieval. Trad. Pablo Fuentes Hinojo. Madrid: Akal p. 1824 Ibíd. supra.
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grupo de guerreros la forma del vasallaje; e) fragmentación de la
autoridad que en su opinión deriva en el desorden.
Según afirma Julio Valdeón, existen dos corrientes
historiográficas que han tratado de definir el feudalismo. Por un lado,
encontramos a la corriente “institucionalista”, la cual hace especial
hincapié en aquellos aspectos jurídicos y políticos relacionados con el
feudalismo, de forma que éste no sería más que un método de gobierno.
Por el otro, encontramos la corriente “marxista” que ve en el
feudalismo en esencia un “modo de producción” (es decir, el conjunto
de las fuerzas productivas y las relaciones que las personas de una
determinada sociedad establece entre sí para producir los bienes de
desarrollo necesarios).
Uno de los más acabados representantes de la corriente
“institucionalista” fue el medievalista belga François-Luois Ganshof. Él
definió el feudalismo como un vocablo que designa un conjunto de
instituciones que respaldan compromisos generalmente militares, entre
un hombre libre, el vasallo, y un hombre libre en situación superior (el
señor), por el que el primero recibe del segundo un feudo (o beneficio)
para su mantenimiento. Por ende el feudalismo no sería más que el
conjunto de instituciones feudo-vasalláticas (conjunto de instituciones
que crean y rigen los compromisos de obediencia y servicio por parte
del vasallo, así como las obligaciones de protección y mantenimiento de
este por parte del señor).
En contraposición, autores como Maurice Herbert Dobb, Witold
Kula o Paul Sweezy conciben al feudalismo como un “modo de
producción” cuya existencia tuvo lugar entre el “esclavismo” y el
“capitalismo”. El feudalismo se basaría, al igual que en la corriente
institucionalista, en fuertes vínculos personales, pero en esta
concepción no se daría entre los miembros del estamento aristocrático,
sino entre un patrón o propietario de un determinado bien, sea entre
tierra de cultivo, taller o fábrica, y un productor directo, es decir, un
3
campesino o un obrero. Este modo de producción se caracterizaría por
la concentración de la propiedad en manos de unos pocos privilegiados,
de forma que el resto de la población quedaría subordinada económica
y jurídicamente a esta minoría.
Ambas corrientes, en las últimas décadas, han tratado de
sintetizarse, con éxito disímil, con el fin de enriquecer la mirada sobre
la Edad Media al no excluir los vínculos feudo – vasalláticos, pero
tampoco reduciendo el concepto “feudalismo” sólo al ámbito político,
para lo cual la postura marxista resulta enriquecedora al incorporar las
variables social y económica al análisis. En las páginas siguientes se
realizará un repaso a aquellos factores socio – económicos que
determinaron el desenvolvimiento de la Plenitud Medieval con el fin de
complejizar nuestra mirada sobre la época al momento de abordar la
problemática específica de nuestra propuesta de tesis.
La renovación agrícola y la ganadería.
En primer término, debemos decir, quizás una verdad de
Perogrullo, que la agricultura constituyó desde antiguo el pilar a partir
del cual se estructuraron las economías y las sociedades humanas,
fuente de alimento y materias manufacturables a un tiempo; por ello,
cuando comenzaron a ocurrir cambios en este sector, su impacto en la
sociedad toda no se hizo esperar. En lo que a los cambios se refiere,
debemos tener en cuenta que uno de los principales motores del cambio
fue la modificación de la dieta básica europea, la cual, según afirma
Flocel Sabaté Curull5, se basó, para el periodo, en el consumo de carne,
pan y, como bebida, tanto vino, en el caso mediterráneo, como cerveza,
para los pueblos septentrionales. En su opinión, la demanda de estos
productos alimenticios favoreció la aplicación de innovaciones técnicas
en el ámbito rural en pos de aumentar su productividad.
5 SABATE CURULL, Flocel; “Renovación económica y social: el mundo urbano” en ALVAREZ PALENZUELA, V. A. (Coord.) (2002); Historia Universal de la Edad Media. Barcelona: Akal Cap. 22 pp. 501 – 526.
4
Es menester recordar que esta renovación o revolución en la
agricultura se encuentra dentro del modo de producción feudal, lo cual
significaba que la base del mismo era la economía familiar6, de la cual
“…la clase feudal se apropiaba de grandes partes del producto agrario
obtenido por los campesinos”7. Aquí, el suelo era el medio de
producción determinante para las familias campesinas y para la
aristocracia medieval. Pero, para que esta tierra diera sus frutos era
necesario el poseer al menos unos pocos animales de tiro, ganadería
que no sólo preveía fuerza de trabajo, sino también “…un preciosos
abono”8.
Por ello, la ganadería también tuvo un rol fundamental en el
desarrollo económico europeo, ya que al tiempo que realizaba un
importante aporte alimenticio y en materias primas fundamentales,
como el cuero, también generaba como desecho el abono necesario
para mantener la oscilante fertilidad de los campos. Los animales que
eran criados por el campesinado europeo del periodo eran, a parte del
ganado mayor utilizado especialmente como fuerza de tiro, el ganado
ovino, el cual prima por su número en los campos europeos, del cual se
extrae la carne, consumida como aporte proteico en la dieta europea,
teniendo en cuenta que el peso cárnico en la dieta era mayor en los
sectores aristocráticos de la sociedad antes que en el campesinado,
donde sus cantidades eran escasas y acompañaban a los cereales
panificables y a los vegetales como centro de la dieta de los
agricultores9. También se obtiene del ganado ovino: lana, leche y la piel
6 La familia campesina estaba conformada por los padres y sus hijos, siendo la familia extendida, que convivía bajo un mismo techo, la excepción. KRIEDTE, P. (1994); Feudalismo tardío y capital mercantil. Líneas maestras de la historia económica europea desde el siglo XVI hasta finales del XVIII. Barcelona: Crítica 9 p. 7 KRIEDTE, P. (1994); Feudalismo tardío y capitalismo mercantil. Líneas maestras de la historia económica europea desde el siglo XVI hasta finales del XVIII. Trad. Juan Luís Vermal. Barcelona: Crítica p. 9.8 Ibíd. supra p. 10 9 “…en una sociedad famélica como la medieval, a una mala cosecha de distancia de la hambruna, el dispendio de comida era un signo de riqueza y en última instancia de nobleza y primacía. Ergo, las menciones a la abundancia de alimentos y a las mesas bien servidas serán profusas y detalladamente descriptas pero también la delgadez
5
que se convertía en pergaminos, soporte por antonomasia de la
creciente producción escrita que presentó el periodo. Además
encontramos menciones a la presencia de ganado porcino, fuente
privilegiada de la grasa necesaria para cocer las carnes, y de aves de
corral, gallinas y pollos, que proveían de huevos al campesinado y eran
parte de las prestaciones censales que se entregaban al señor feudal.
Así, producto de los cambios operados en la agricultura y la
ganadería, se aprecia una creciente importancia de la producción
cerealera panificable favorecida por el aumento de la superficie
cultivable10 y por la aplicación de modificaciones en el uso de la fuerza
de tiro de los animales en el arado11. Por su parte, la generalización de
física era signo de una flaqueza de corazón que no se condecía con el ideal de un buen caballero. Sobre el particular el Delfín mencionado en “El arte del juglar” nos dice que los malos caballeros eran “…flacos, perezosos y falsos…” y asegura que la falta de un “corazón honrado y noble” ha hecho de los señores “…avaros, flacos y malvados…”.En esas descripciones sobre los alimentos que se consumían en las cortes, encontramos reiteradas menciones a ingentes cantidades de carne, sobre todo aves de corral, ausentes en la dieta del campesinado, basada en vegetales y gachas, completada con productos silvestres obtenidos de incursiones regulares a los bosques linderos a los poblados”. ASISS GONZALEZ, Federico Javier; “El Palacio y el Castillo como espacios del imaginario cortés. Sus representaciones en la literatura en Langue d’Oc” en JIMENEZ ALCAZAR, J. F.; RODRIGUEZ, G. (Comps.) (2013); Actas del I Simposio Internacional de Jóvenes Medievalistas, MdP 2013. Mar del Plata/Buenos Aires: Universidad Nacional de Mar del Plata/ Grupo de Investigaciones y Estudios Medievales (GIEM)/ Sociedad Argentina de Estudios Medievales (SAEMED) pp. 71 – 72 10 Para el año 1280 la población Europea poseía entre un 10 y un 25 % más de tierras aptas para cultivo merced a la combinación de coyunturas políticas e innovaciones técnicas. Durante el siglo XIII las fronteras de la “Cristiandad” se habían desplazado en la península ibérica producto del avance cristiano sobre tierras musulmanas; a la vez que los reinos y principados cristianos habían avanzado sobre el este eslavo en el bajo Vístula, el medio Danubio y en el Báltico. Asimismo, la utilización de polders en Flandes posibilitó ganar tierras al mar, mientras que la desecación de pantanos, las canalizaciones y la construcción de terrazas ampliaron las zonas cultivables italianas. Cf. SABATE CURULL, Ibídem. En opinión de Henri Pirenne, “…la idea de ganancia, y aun la misma posibilidad de realizar una utilidad, son incompatibles con la situación del terrateniente medieval” hasta el siglo XII, debido a que al carecer de un mercado extranjero no estaban estimulados a producir un excedente por la explotación de sus tierras y mano de obra servil. Así, al consumir el señor feudal las propias rentas que generaba amoldaba la producción a sus necesidades. Por ello la superficie cultivada no aumentó y “…la mitad del siglo XII la mayor parte del suelo que le pertenece [al señor feudal] está cubierto de brezales, de selvas y pantanos”. PIRENNE, H. Óp. cit. p. 6211 Durante la Edad Media se utilizaron dos animales como fuerza de tiro, el buey y el caballo. Respecto al primero, en un primer momento se utilizó el yugo cornal (s. XII) pero posteriormente fue reemplazado por el yugo frontal, más eficiente. No obstante,
6
utensilios agrícolas de hierro facilitó el trabajo de los campesinos que
se apoyaban hasta entonces fundamentalmente en el uso de la madera
para construir sus herramientas. En consecuencia, tanto la aplicación
de la herradura como el uso de utensilios de hierro, fortalecieron y
aumentaron los centros metalúrgicos, los cuales obtenían la materia
prima de minas explotadas bajo concesión señorial. La figura del señor
aparece aquí como reguladora en cierto sentido de la incipiente
actividad económica local.
En efecto, dentro de las posesiones que empieza a monopolizar el
señor encontramos a los molinos, construcción que se extiende por las
zonas rurales europeas a la par de la producción cerealera. Durante los
siglos de la plenitud medieval se aprecia una complejidad técnica
creciente en los molinos12 que, a la vez que aumentan su capacidad de
molienda, se convierten en un bien privativo de los señores, los cuales
buscan desestimular el uso de los molinos manuales que los campesinos
poseían en sus aldeas, llegando en algunos casos a obligar a los
campesinos a moler el grano sólo en sus instalaciones; algo similar
ocurrirá con las cervecerías y los hornos, de uso comunitario pero de
propiedad señorial13. El uso de tales instalaciones por parte de los
laboratore14 implicaba que debían pagar al señor con parte de la harina,
las mejoras en la collera del caballo permitieron que el mismo pudiera afrontar el arrastre del arado pesado sin sufrir lesiones pectorales derivadas de la presión de una collera poco amortiguada o del yugo sobre su pecho, a su vez, la generalización de la herradura aumento la superficie arable por unidad de tiempo.12 En Europa las fuentes para obtener energía mecánica para mover las piedras de molienda fueron dos, el aire y el agua. Los molinos hidráulicos se ubicaron en las márgenes de los ríos desde el siglo X en el caso de las regiones cercanas al Mediterráneo y recién alcanzarán popularidad en el noreste del continente para el siglo XIII. En lo que respecta a los molinos de viento o eólicos, su uso fue más común en el norte europeo. 13 La obligación por parte de los villanos de moler sus granos únicamente en el molino señorial, a fabricar su cerveza en su cervecería y a pisar su uva en su lagar era un impuesto aplicado por el señor feudal que recibía el nombre de banalités.14 El Estado de los laboratore presentaba una situación jurídica muy heterogénea, en función de su dependencia respecto del señor feudal y de las tierras que éste poseía. En efecto, existían propietarios que explotaban fracciones de tierra libres de gravámenes o vasallaje conocidas como alodio, pero que verán menguada su existencia al transcurrir la Edad Media; pero también se encontraban colonos, hombres libres que debían servir al señor sólo en función de las contraprestaciones
7
la cerveza o el pan obtenida. Cabe aclarar que el interés de los señores
feudales por apropiarse de parte de la renta en especias producida por
el campesinado radicaba en el hecho de que el señor feudal percibía
por la entrega del manso15 en parcelas para su explotación por parte de
los campesinos una renta monetaria que se devaluó constantemente
durante los siglos XII, XIII y, especialmente, durante la crisis del siglo
XIV; por lo cual, trataron de subsanar su pérdida de ingresos con la
apropiación de una renta en especias, susceptible de comercialización y
libre de las devaluaciones de la moneda.
El modelo de producción feudal y los auges seculares según
Peter Kriedte16.
Durante los siglos de la Plenitud Medieval y hasta la crisis del
siglo XIV se observó un auge secular del modelo de producción feudal.
Lo cual se genera por una relación de influencias positivas entre el
crecimiento de la población y de la economía que determinaba, en
opinión de Kriedte, el desarrollo de las fuerzas productivas; pero el
por el acto de cultivar tierras de su propiedad, y siervos (servi-quotidiam de los mancipia) de quienes hasta la persona pertenecía al señor y eran utilizados por el para su servicio y mantenimiento, ora en la reserva señorial, ora en los talleres y oficios necesarios para la vida castellana. PIRENNE, H. (2009); Historia económica y social de la Edad Media. Trad. Ana Drucker. Bs. As.: Claridad p. 60. En efecto, el siervo era un bien mueble que se transfería junto con la posesión de un feudo determinado, tal y como lo podemos observar en la Crónica de los condes de Hainaut (s. XII) de Gislebert de Mons: “De esta forma, Riquilda y su hijo Balduino recibieron del obispo de Lieja, de una sola mano y con un solo homenaje ligio, todos sus alodios familias y feudos. Y así mismo lo siguieron teniendo posteriormente sus sucesores en el condado…”. MONS, G. de (1987); Crónicas de los condes de Hainaut. Trad. Blanca Garí de Aguilera; Prólogo de J. E. Ruiz Doménec. Madrid: Siruela p. 7. 15 El manso o mansus (heredades y dependencias), junto con la reserva señorial o tierra indominicata/mansus indominicatos, constituían las dos partes constitutivas del conjunto de territorios sometidos a la jurisdicción de una corte o de un manor en el caso inglés. El dominio, como parte de la tierra bajo autoridad señorial constituía la reserva señorial, la cual estaba formada por el “…conjunto de las tierras dedicadas al uso exclusivo del señor […] Por lo general, se dividían en parcelas dispersas a través de las tierras de los colonos”. Por su parte, el manso dividido en parcelas, que “…contenían la tierra suficiente para mantener a una familia…”, era trabajado por colonos. Todas estas parcelas estaban gravadas con “…tareas gratuitas y prestaciones, casi siempre en especie, en provecho del señor”. Asimismo, los colonos tenían el derecho de aprovechas las pasturas naturales, los pantanos y montes (saltus) que rodeaban al cultivo (ager) y era designado como communia o warescapia. Ibíd. supra pp. 59 – 60. 16 Cf. KRIEDTE, Óp. cit.
8
problema se presentó de manera cíclica dentro de este modo de
producción debido a que en un momento dado la economía no crecía al
ritmo de la población. Por ello, los ciclos presentarían un desarrollo que
sucintamente se presenta a continuación:
1) La demanda de alimentos, producto del crecimiento
demográfico, provocaba que los campesinos ampliaran la
superficie cultivada.
2) Se ocupaban terrenos marginales con cultivos, los cuales hasta
entonces habían sido usados para la ganadería.
3) La producción de abono decaía cuando la cantidad de cabezas
de ganado lo hacía, producto de la disminución de terrenos
disponibles para pastoreo.
4) El equilibrio entre la ganadería y la agricultura se rompía.
5) Comenzaba a regir la “ley de crecimiento decreciente de la
tierra”; es decir que la productividad del trabajo empleado en
la agricultura se precipita y el producto per capita se redujo.
6) Surgen un sinnúmero de pequeñas parcelas explotadas por sus
poseedores al borde del mínimo vital, lo cual permitía que una
mala cosecha hiciera morir de hambre a la población, lo cual, a
su vez, generaba una caída demográfica.
El carácter cíclico del modelo de producción feudal produjo que el
mismo tuviera ciertas características distintivas, a saber:
Una desarticulación entre el proceso de producción y de
apropiación que provocaba que la parte del producto
agrario que recibía la clase feudal se reducía
tendencialmente en el curso de la evolución secular. Así, al
agudizarse las tensiones en la estructura productiva de la
economía, más subían los precios agrarios, mientras que los
tributos campesinos que debían pagarse en dinero
permanecieron constantes. Esta situación se hizo
9
insostenible cuando se detuvo la expansión que incorporaba
nuevas tierras bajo carga feudal.
El retroceso de la población durante la crisis agudizaba el
problema de los ingresos de la nobleza. Al disminuir la
demanda de tierras debido a la caída demográfica, los
campesinos sobrevivientes podían imponer mejores
condiciones a la nobleza. Pero la ventaja de ello era que al
caer la demanda de tierra, las parcelas crecían en superficie
y se abandonaban las tierras marginales que volvían a ser
usadas por el ganado, restaurando el débil equilibrio.
El comercio y su “reactivación” en la plenitud medieval.
La actividad y renovación rural antes mencionada es acompañada
por una actividad comercial creciente, que según Sabaté Curull, se
debe a un crecimiento en la demanda comercial del mercado europeo
tras el siglo XI, favorecida por: un aumento demográfico17; un
excedente agrario; un estímulo artesanal; un desarrollo urbano; y una
evolución financiera. Cabe mencionar que en esta reactivación
comercial fueron objeto de intercambio diferentes productos; en los
mercados locales, especialmente, se tranzaban productos agrícolas y
algunas manufacturas, mientras que a las ferias internacionales se
llevaban materias primas y objetos de lujo, así como también algunos
productos artesanales europeos, como los paños de Flandes.
En un ambiente de aumento del volumen y diversificación del
comercio europeo las ciudades se vieron especialmente favorecidas, ya
que eran el punto de inicio y finalización de las rutas que transportaban
aquellos bienes. Pero, antes de abordar el resurgimiento urbano del
periodo nos ocuparemos de esas vías de comercio que las unían.
17 “A partir de mediados del siglo X, la población de Europa occidental, por fin libre de los saqueos de los sarracenos, de los normandos y los húngaros, inauguró un movimiento ascendente […] Una cantidad cada vez mayor de individuos obligados a abandonar las tenencias paternales tiene que buscar nuevos recursos. En particular la pequeña nobleza, cuyos feudos pasan al mayorazgo, está plagada con una multitud de segundones” PIRENNE, Óp. cit. pp. 64 – 65.
10
En principio es conveniente tener en cuenta que las vías,
militares y comerciales, que durante el Imperio Romano habían unido
las ciudades europeas, se habían deteriorado con el paso de los siglos,
estando en muy mal estado o habiendo desaparecido del todo por el
avance de la floresta18. Tal estado de situación dificultaba las
comunicaciones por vía terrestre, ya que los carros no podían ser
usados en caminos tan irregulares, por lo cual recurrían al uso de
mulares19 para realizar los viajes comerciales. Asimismo, debemos tener
en cuenta que el estado de las vías terrestres no era el único
contratiempo que los mercaderes podían encontrar en su periplo. En
ocasiones, las vías cruzaban por zonas boscosas donde podían ser
objeto de robos múltiples aquellos que ingresaran; pero el recurrir a las
fuerzas del señor feudal parecía una buena solución ya que por el sólo
hecho de atravesar las fronteras del feudo20 el señor del lugar tenía
derecho a grabar esos productos con algún impuesto. Por ende, los
productos que viajaban por tierra llegaban demorados, encarecidos por
los gravámenes impositivos21 o directamente no llegaban por ser objeto
de algún atraco.
Fue por ello que los comerciantes optaron, en pos de
salvaguardar sus ganancias y disminuir sus riesgos, por la vía acuática,
18 Si bien las vías romanas no habían subsistido el paso del tiempo, curiosamente el peaje, impuesto cobrado durante el Imperio Romano para mantener los caminos, se continuaban cobrando por parte del señor local. Asimismo, nuevos impuestos habían recaído sobre el uso de los caminos por parte de los comerciantes, los portazgos (teloneum). “El teloneum de la Edad Media, usurpado por los príncipes territoriales, se convirtió en un mero derecho fiscal que grababa en forma brutal el tránsito. Ni un centavo de dicho impuesto se gastaba en reparar los caminos o reconstruir los puentes”. PIRENNE, H. Óp. cit. p. 81.19 Estos animales cargados en sus lomos con productos varios, sólo podían, en el mejor de los casos, recorrer una distancia de unos cuarenta kilómetros al día sobre terreno llano. SABATE CURULL, Op. cit.20 La palabra “feudo” designa al “…lote de tierras que un vasallo recibía de su señor a cambio de una serie de servicios de prestigio, entre los que incluían el de las armas, la ayuda y el consejo”. LOYN, Óp. cit. p. 183.21 Algunas comunas lograron, a partir del siglo XII, exenciones sobre el portazgo en tierras extranjeras recorridas por sus mercancías. Pero ello no significa que se hayan librado de la carga impositiva enorme que pesaba sobre la circulación, ya que “A fines del siglo XIV existían aún 64 en el Rin, 35 en el Elba, 77 en el Danubio, sólo en la parte del río que atraviesa la parte baja de Austria” PIRENNE, H. Óp. cit. p. 82.
11
tanto marítima como fluvial, existentes desde antaño. Las mismas
fortalecieron por su uso continuo, dando origen a dos redes comerciales
claramente identificables en el continente europeo. Por un lado,
tenemos la Liga Hanseática, confederación militar y comercial que unía
a las ciudades de los mares Báltico y del Norte, y, por el otro, a las
ciudades italianas volcadas al Mediterráneo, competidoras entre sí por
las promesas de oro, abundancia y especias de un Oriente lejano y
presente. Cabe destacar que la organización de tales redes supra
regionales nos indica que “…el comercio medieval se desarrolló desde
sus orígenes, no bajo la influencia del comercio local, sino bajo la del
comercio de exportación”.22
En primer término debemos decir que la Liga Hanseática estuvo
no solo muy vinculada, sino que fue motorizada por la industria textil de
la cuenca del Escalda. En especial los condes de Flandes serán uno de
sus protectores a través de una benevolencia interesada. La Hansa
ocupó durante la plenitud medieval un rol comparable al de las
ciudades italianas en la cuenca mediterránea, aunque el contraste con
ellas es notorio dado que mientras los italianos se internaban en tierras
administradas por culturas milenarias, la Hansa sólo tenía contactos
con tierras recientemente colonizadas, producto del crecimiento
demográfico que extendió los límites de Europa más allá del Elba, y
tierras salvajes pobladas de bosques. La colonización alemana
registrada durante el siglo XII sobre tierras al este del Elba formará
una serie de villas que bordean las costas del mar Báltico donde la
burguesía mercantil se instaló; y ya en el siglo XIII, a iniciativa de la
ciudad de Lübeck, se firmó un tratado de amistad comercial con
Hamburgo, formando una liga a la que pronto se sumaron los puertos
del mar del Norte. Esta red comercial, a diferencia de la itálica
meridional, exportó materias primas (trigo de Prusia, pieles y miel de
Rusia, madera y pescado seco de Schonen) y trajo como flete de
22 PIRENNE, H. Óp. cit. p. 125.
12
regreso, tras recalar en puertos ingleses, la lana usada en la industria
pañera del norte.
En lo que respecta a las ciudades de la península Itálica, ellas se
dedicaron al comercio con Oriente, el que se vio revitalizado en el siglo
XI, logrando, para el siglo XIII debido a su poderío naval, aumentar su
dominio sobre el Mediterráneo occidental al acceder al comercio con
los puertos ibéricos. Asimismo, su trajinar por las aguas del antiguo
Mare Nostrum les permitió a las civitas italianas enlazarse con las rutas
africanas, que, partiendo y llegando a las ciudades costeras del norte de
África, reunían las actividades mineras de las regiones meridionales, así
como también las producciones agropecuarias de la zona; y, más
importante aún, el comercio árabe que por el mar Rojo llegaba a las
ciudades asiáticas de India y China. Mas, el comercio con el Lejano
Oriente no estaba únicamente mediado por las ciudades africanas, sino
que, por el contrario, y gracias a la buena diplomacia que Génova y
Venecia habían ejecutado en el Imperio Bizantino, sumada a la Pax
Mongola que estabilizó políticamente el Medio Oriente, las ciudades
italianas comerciaron ampliamente con aquellas lejanas ciudades,
mezcla de mito y realidad, que Marco Polo cristalizó con su famoso
viaje en el imaginario europeo y posteriormente en el del mundo
Occidental.
A su vez, tal como afirma Sabaté Curull, el desarrollo que Europa
registra en aquellos siglos fue producto de una suma del “impulso
urbano y vías de intercambio”23 por lo cual no podemos dejar de
ocuparnos de los centros urbanos, generadores de un movimiento social
y económico que dará a la postre por tierra a todo el sistema feudal. En
sí, la ciudad es un nexo fundamental en los intercambios tanto locales
como extra regionales e internacionales dado que posee una proyección
sobre su medio rural inmediato, siendo sede de los mercados en donde
se intercambian los excedentes rurales; y, también, logra atraer
23 SABATE CURULL, Op. cit. p. 507.
13
productos lejanos por medio de las ferias internacionales24 que se dan
cita en puntos estratégicos de la geografía europea, siendo el ejemplo
por antonomasia de ellas las Ferias de Champaña25, en donde se
encontraban los productos del circuito comercial de la Hansa con
aquellos derivados del comercio de las ciudades italianas. Fue en
aquella expansión mercantil donde el “…valor de uso, que predominaba
como objetivo final de la explotación en la esfera de la producción,
perdió importancia. Su lugar lo ocupó el valor de cambio […] A partir
de entonces, en la jerarquía de las esferas económicas dominó la esfera
de la circulación y no la de la producción” (Kriedte, 1994: 20)
Tales roles que la ciudad va adquiriendo como resultado del
aumento de la actividad comercial hacen que la misma busque ganar
una cierta autonomía respecto a los poderes locales, es decir al de los
señores feudales. Pues fue en pos de lograr esta ansiada autonomía que
las autoridades ciudadanas se aproximaron a las monarquías feudales,
quienes buscaban al tiempo consolidar su poder frente a aquellos
señores de feudos. En este contexto, las monarquías asumirán la
regulación del intercambio, al monopolizar la autorización de la
24 No debe entenderse que la feria fue una evolución posterior de los mercados que desde el siglo IX se generalizan en Europa. Por empezar, estos mercados tienen un carácter marcadamente vernáculo, pensados para la comercialización de los productos que la población local necesitaba cotidianamente, se convocaban semanalmente y tenían un acotado radio de influencia. Por su parte, las ferias son lugares de reunión periódica de mercaderes de profesión, además de centro de intercambio, especialmente al mayoreo. Por la complejidad en su organización no podían organizarse más que una vez por año en un mismo sitio; y sólo algunas ferias lograron una influencia más allá de la región. Estas ferias surgen durante el siglo XII y logran una serie de privilegios por parte de los señores locales, como por ejemplo el hecho de que en el solar donde se celebraban, estuviera protegido por una paz especial que establece castigos particulares severos en caso de infracción; además todos los concurrentes poseen un salvoconducto especial que los coloca bajo la protección del señor local.25 Eran un conjunto de ferias muy activas que se celebraban una tras otra durante el año sobre la ruta comercial que va de Italia y Provenza hasta la costa de Flandes. Nos dice Pirenne que “Venía en primer lugar, en enero, la de Lagny-sur-Marne, y el martes que precedía a las carnestolendas, la de Bar; en mayo, la primera feria de Provins, llamada de San Quiriace; en junio, la “feria caliente” de Troyes; en septiembre, la segunda feria de Provins o feria de San Ayoul; por fin, en octubre, para cerrar el ciclo, la “feria fría” de Troyes”. PIRENNE, H. Óp. cit. p. 91
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realización de ferias y mercados, a través de la aplicación del derecho
romano o Corpus Iure Civile26.
El crecimiento urbano.
El crecimiento demográfico, continuado desde el final de las
segundas invasiones en el siglo IX hasta la crisis del siglo XIV, que
experimentará Europa cambiará su faz por completo y fomentará
migraciones desde zonas densamente pobladas hacia tierras
recientemente incorporadas, a la vez que acrecentará la cantidad de
personas que habitaban las ciudades. Sobre las migraciones del campo
a la ciudad se pronunció Kriedte al considerar que “Las ciudades sólo
podían crecer si en el campo existía un excedente de población al que
pudiera recurrir”27.
Este crecimiento urbano no fue homogéneo, sino que existen tres
escenarios en los que se manifiesta con diferencias el empuje urbano:
1º Occidente, donde se retoma una tradición urbana que había
languidecido por los problemas viarios y urbanos; 2º los ámbitos
mediterráneos, que abarca desde las costas tirrenas hasta Bizancio y el
mundo islámico, dónde la vida urbana no se interrumpe durante la Alta
Edad Media; 3º tierras orientales y septentrionales de Europa, donde
penetra más tardíamente como un espacio novedoso. Más, en opinión
de Sabaté Curull, en todos los casos antes mencionados, aun en
aquellos donde la vida urbana se mantiene ininterrumpidamente, “la
ciudad medieval aporta una identidad nueva, como centro de gestión y
economía ante un específico entramado regional”28. Lo cual nos estaría
indicando la visión de la ciudad como un espacio rector del continente
europeo a pesar de que el conjunto del total de población urbana para
la época se circunscribía a “una sexta parte de los alemanes, la quinta 26 Irneo, profesor de la Universidad de Bolonia, se cree que fue el primer profesor en utilizar en sus clases el Corpus Iure Civile elaborado por Justiniano en el siglo VI d.C., que se difundirá posteriormente por el resto de Europa para fundamentar el poder imperial ante el poder papal y el de los monarcas europeos frente al de los señores feudales.27 KRIEDTE, Óp. cit. p. 18.28 SABATE CURULL, Óp. cit. p. 514.
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de los franceses y el tercio de los flamencos, cifra superada en el caso
italiano”29.
Así el occidente europeo va adquiriendo un cariz urbano que lo
diferencia cada vez más del oriente eslavo donde la proyección urbana
es más limitada. Pero, para que el surgimiento de una densa red de
ciudades fuera posible fue necesario que le precediera “…una
revolución agraria que había elevado considerablemente la
productividad de la agricultura”30; ya que se necesitaba del excedente
agrícola de muchos pueblos para abastecer a la ciudad con alimentos y
al sector manufacturero con materias primas. Asimismo, el surgimiento
de núcleos urbanos “…bajo la fórmula de villa o ciudad31, es connatural
a una función de capitalidad regional. Intrínsecamente unida a la
posición rectora y a la gestión de mercado, precisamente cuando se
incrementa la capacidad adquisitiva de la población rural, parte de la
cual contribuirá de modo importante al crecimiento urbano con su
propia inmigración, numéricamente muy elevada.”32
Este crecimiento del rol de la ciudad en su medio circundante y
de su proyección al ámbito europeo se verá fortalecido en el plano de
las representaciones sociales a través de una modificación de la
percepción que se tenía del ámbito urbano, el cual según la Biblia no
era del todo bueno, lo cual queda demostrado por el hecho de que la
primera ciudad fue fundada por Caín. Fue a partir del triunfo del
Realismo aristotélico (s. XIII), que planteó que la ciudad era una de las
“cosas naturales”, y en el marco de la teología bajomedieval, cuando se
(re)interpretó a la ciudad como parte del “cuerpo místico” y por ende
integrado en el plan divino. A ello se suma una creciente recuperación
29 Ibíd. supra p. 514.30 KRIEDTE, Óp. cit. p. 18.31 En opinión de Kriedte “La ciudad era igualmente centro de la producción manufacturera de mercancías y mercado. Es decir, que no sólo era uno de los dos pilares de la división del trabajo entre ciudad y campo que existía desde la alta Edad Media sino que además era el lugar donde ella tomaba forma al realizarse el intercambio”. KRIEDTE, P. Op. cit. p. 1932 SABATE CURULL, Óp. cit. p. 514.
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del pensamiento clásico, el cual era eminentemente urbano, sirva de
ejemplo el caso de Cicerón, quien consideró que las ciudades son las
que más placen a la divinidad.
No obstante, es conveniente tener en cuenta que la idea de
“resurgimiento urbano” nos induce a caer en el error de que existió una
continuidad con la ciudad del periodo antiguo. Ya que, si bien hay un
mantenimiento, por lo general, del emplazamiento de la ciudad
respecto de la antigua, su función, inherentemente militar, y capacidad
reticular la diferencian de su antecesora. En esta renovación urbana, el
sector periurbano tendrá un rol muy activo, sobre todo en el siglo XI a
modo de un núcleo nuevo, receptor de una inmigración centrada en
actividades artesanales y comerciales aglutinado por un monasterio, un
castillo, una vía o punto axial en la comunicación o transporte o un
mercado. Siendo en algunos casos, este núcleo urbano satélite, lo
suficientemente fuerte como para exigir sus propios órganos judiciales,
económicos y religiosos.
A su vez, debemos tener en cuenta que el surgimiento de nuevos
centros urbanos estuvo fuertemente vinculado con los estímulos, tales
como beneficios jurídicos o económicos, que el monarca otorgaba a
esos nuevos centros con el objeto de afianzar la implantación territorial
y jurisdiccional de la realeza, en detrimento de la de los señores
feudales. Asimismo, tal ordenamiento urbano tiene su contraparte en el
ámbito rural, donde se aprecia un reordenamiento de los espacios
cultivados y una concentración de población en torno castillos como
resultado de las necesidades defensivas de la época33. En sí, todo este
reordenamiento de los hombres en el espacio responde a la necesidad
de dar cabida a un crecimiento demográfico, pero también lo hace a la
implantación de nuevos conceptos, prueba de ello es que a la vez que
33 Este fenómeno se aprecia tanto en ámbitos fronterizos recientemente incorporados a la Cristiandad o como resultado del proceso de feudalización, como en el “incastellamento” del Lacio, así también se aprecia el nacimiento de nuevas poblaciones derivadas de la necesidad de proteger lugares sagrados, como en Cataluña y Occitania.
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crecen los grandes núcleos de población desaparecen otros menores.
Así, todo este movimiento poblacional ayuda a entretejer un nuevo
perfil territorial que rápidamente demanda, a lo largo del continente,
una nueva jerarquización espacial de los centros urbanos, en la cual
juegan “…un importante papel las poblaciones antiguas que, dentro de
la misma dinámica, se han cohesionado y crecido, muchas veces con un
urbanismo bastante planificado a pesar de los condicionantes previos,
beneficiándose de capitales episcopales […] o señoriales […] y de flujos
viarios como el Camino de Santiago”34.
Es menester mencionar que este crecimiento urbano no significa
una disociación del medio rural circundante, sino que por el contrario
establece una proyección e interacción con el entorno; dado que la
ciudad no es sólo el mercado de los productos agropecuarios sino que
también es una proveedora de servicios, sobre todo aquellos derivados
de la administración de la justicia y del ejercicio del poder eclesiástico y
laico. La simbiosis entre campo y ciudad para la primera mitad del siglo
XIII llegó al punto de que la producción agropecuaria se ve condiciona
por las necesidades de la ciudad, transformándose los entornos con “…
viñas, espacios de huerta y reservas para pastizales de ganado”35. A su
vez, la actividad artesanal se proyecta sobre el medio rural para
esquivar las limitaciones gremiales que la ciudad le impone al tiempo
que abaratar costos.
En consecuencia, la proyección urbana sobre su medio rural
circundante contribuyó a dar fundamentos sólidos a las oligarquías
ciudadanas. En la opinión de Sabaté Curull, esos sectores oligárquicos,
a la vez que se enriquecían, releyeron su espacio rural en derredor en
“clave de inversión”36, es decir que comenzaron a valorar a la tierra
como el bien por excelencia y por ende las adquirieron, poniendo a los
campesinos en una relación censitaria y apropiándose de derechos de
34 SABATE CURULL, Op. cit. p. 51635 Ibídem p. 519 36 Ibidem p. 519
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origen feudal para controlar sus ingresos; logrando, para el siglo XIV,
adquirir la jurisdicción sobre lugares concretos. Así, el crecimiento de
las apetencias burguesas por mayores ganancias hará que colisionen
con las de la nobleza, ya que estos últimos sustentaban su poder
político y económico en la fragmentación jurisdiccional, mientras que
las redes tejidas por las urbes exceden tales límites y las vinculaciones
contractuales que las mismas establecen entre sí exceden las decisiones
jurisdiccionales de un noble.
Fue en el marco de esta pugna por el poder entre nobles y
burgueses en el que se conformaron las asambleas locales, que
buscaban unir las fuerzas de la ciudad contra el poder señorial.
Comenzando en el siglo XI y generalizándose en el XII, la elevada
capacidad económica de las cúpulas urbanas les permitió a los
burgueses hacer uso de las siempre magras arcas de la nobleza para
doblegar su voluntad. Así, a través de pactos se convienen ayudas
económicas a los señores a cambio de cartas de libertad, franquicias y
privilegios que acentúan la fragmentación jurídica, ya que cada ciudad
reclama privilegios para sí. De esta manera, esas asambleas se van
estabilizando como un grupo de poder local en el cual la oligarquía
local logra expresar sus intereses y ejercer su poder. Asimismo, el
afianzamiento del poder regio encontrará en estos gobiernos locales la
vía para erosionar el poder de la nobleza, efecto acentuado en los siglos
XIII y XIV cuando la monarquía intente colocar representantes suyos en
cada municipio, los cuales emergerán de las oligarquías urbanas
locales, lo cual les permitirá obtener beneficios directamente del
soberano.
No obstante, las asambleas no eran las únicas agrupaciones
burguesas que surgieron al interior de las ciudades. En efecto, la
actividad económica generó corporaciones de oficios y agrupaciones
asistenciales, denominadas cofradías, las cuales se encontraban bajo
invocación religiosa; lo cual se vio favorecido por una sociedad
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inclinada a la solidaridad grupal, como era la medieval, en la que el
individuo per se tenía poco valor. Así, podemos entender a los oficios
como una organización social medieval que “…se asienta en el
establecimiento de solidaridades entre afines”37 y buscan como fin el
generar poder de presión para obtener privilegios específicos de sus
señores locales a través de las corporaciones de oficios38. Estas buscan
asumir la representación, defensas y ordenamiento de las cuestiones
laborales en pos de lograr dichos objetivos.
Al igual que las asambleas, las corporaciones de oficios y las
cofradías presentan una dirección colegiada que en la mayoría de los
casos se encontraba bajo el control de las autoridades municipales. Por
ello, resultaba que los dirigentes de las corporaciones de oficios tenían
algún vínculo con los comerciantes que controlaban el intercambio en
la ciudad y fuera de ella. Así se va generando una clase cerrada sobre sí
misma, que va acumulando un capital creciente que los diferencia del
resto de la población; tal realidad hacia más una utopía que un objetivo
realizable el ascenso de aprendiz a maestro por la sola adquisición de
una habilidad u oficio determinado, aumentando la tensión entre
asalariados mal pagados y propietarios. A su vez, estas agremiaciones
de oficios buscan regular la producción, limitando el número y calidad
de los productos volcados al mercado, con el fin de mantener un precio
que proteja las ganancias del grupo dirigente39. Con el tiempo,
37 Ibidem p. 51038 En opinión de Robert Fossier “Los hombres de los gremios tienen una importancia nada desdeñable en el movimiento urbano de los siglos XI y XII, y no sólo porque son económicamente necesarios: su influencia sobre el poder local o casta aristocrática condiciona a menudo la evolución de un modo de la ciudad administrada o su orientación política”. FOSSIER, R. (1988); La Edad Media: 2. El despertar de Europa 950 – 1250. Trad. Manuel Sánchez y otros. Barcelona: Crítica p. 274.39 Fossier se pregunta si los gremios constituyen un sistema “precapitalista”, a lo cual responde “No, porque una vez contratado, el mozo (Knecht, puer, serviens) recibe alojamiento y comida de su patrono, quien le paga a menudo en especie y le proporciona la materia prima para trabajar, pero no las herramientas, que el obrero posee ya. Éste, si logra ahorrar, y con el acuerdo de los patronos, podrá presentar, a la larga, una ≪obra maestra≫ de su oficio y así elevarse hasta la categoría de maestro, lo cual le permitirá instalarse por su cuenta como un nuevo patrono”. FOSSIER, Óp. cit. p. 274.
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redujeron a los artesanos menores en mano de obra asalariada debido a
que el sector dirigente del gremio pasó a proveer la materia prima y se
ocupaba de ubicar la producción en el mercado. Al tiempo que
establecieron vínculos de ayuda que impide la libre competencia y
organización de las fuerzas productivas; y, por medio de la compra de
voluntades, los gremios más fuertes de la ciudad tratan de hacerse con
su control para favorecerse40. En efecto, los gremios en su carácter de
“asociaciones obligatorias”41, cumplían dos funciones según Max
Weber: reglamentar el trabajo hacia el interior y monopolizar la
producción hacia el exterior. Ambas funciones se entrelazaban con el
fin de asegurar los ingresos de los miembros del gremio.
En este contexto de transición hacia una creciente actividad
económica basada en la producción y el comercio, comienzan a
desarrollarse instituciones por medio de las cuales los capitalistas se
aseguraran el recuperar el capital invertido, al tiempo que reducir los
riesgos e incrementar los beneficios. De entre ellas podemos mencionar
las procuradurías y sistemas de información y correo que brindan un
soporte a los viajeros y comunican a los navíos con sus casas centrales;
a las compañías comerciales, creadas con la suma de capitalistas que se
convierten en accionistas de la misma para compartir pérdidas y
ganancias; las comandas, pacto entre un capitalista que es denominado
comandante y un gestor o comanditario para repartir pérdidas y
beneficios, teniendo el mayor porcentaje de las pérdidas y ganancias el
comandante. En este sistema que empezaba a configurarse, la unidad
monetaria fue una carencia que intentó suplirse a través del
establecimiento como patrón para regular el cálculo financiero las
libras, los sueldos y el dinero. Un obstáculo difícil de superar para
40 Dice Kriedte que los gremios “… fijaban la capacidad de producción y la cantidad de la oferta, limitaban la competencia de precios y calidad entre sus miembros, obstruían la introducción de nuevos productos y procesos productivos, restringían el acceso al mercado y trataban de aparecer como monopolios tanto en los mercados de suministros como en los de venta”. KRIEDTE, P. Op. cit. p. 1941 KRIEDTE, Óp. cit. p. 19.
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alcanzar esa unidad monetaria fue el hecho de que los señores feudales
emitieron moneda de manera regular, lográndose para fines del siglo
XII y XIII graduar el sistema monetario en función de la moneda más
prestigiosa del momento, que normalmente estaba vinculado con su
gramaje en oro y la pureza del mismo.
Asimismo, el concepto de “préstamo de dinero” se convierte en
un pilar fundamental del sistema económico naciente, a la vez que un
conflicto teórico para los teólogos cristianos. Mas, antes de que la
Iglesia encontrara un argumento para evitar colisiones entre el lucro
derivado del préstamo de dinero y la idea de pecado; los comerciantes
europeos fueron más pragmáticos y aprovecharon las ventajas
derivadas de los créditos a comerciantes, encontrándose una gran
cantidad de dinero en plaza para financiar empresas. Por ejemplo, en el
caso de la banca italiana los intereses medios caen entre el siglo XII y
XIII de un 12% a un 8% y los banqueros italianos pasan a ser los
principales prestamistas de la corona inglesa en el siglo XIII.
Posteriormente, los cristianos logran evitar que sus préstamos sean
vistos como usura se los denomina compra – venta, comanda,
inversiones comerciales o cambio de moneda; hasta que la Iglesia
determina que es lícito recibir un beneficio derivado del hecho de que
el banquero asume un riesgo al prestar sus capitales a un empresario.
Conclusión:
A lo largo de estas páginas se ha tratado de hacer un abordaje
sucinto pero sin desmedro de la complejidad requerida para bosquejar
las principales facetas de los cambios y continuidades económicas y
sociales de la Plenitud Medieval europea. Ciertamente, la confluencia
de un crecimiento demográfico, una expansión de la superficie
cultivada, un fortalecimiento de la vida urbana y la construcción de
redes comerciales supra regionales posibilitó dar un espaldarazo al
desarrollo económico de la Europa occidental.
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La efervescencia económica generada por esta combinación,
coincidió y potenció el “florecimiento” cultural que vivenció el siglo XII
y XIII; el cual se manifestó tanto en una nueva literatura en lenguas
vernáculas como en una filosofía escolástica que recuperó a Aristóteles
y al conocimiento a través de la experimentación para el occidente
europeo. Asimismo, estas nuevas facetas que complejizaron la faz de la
realidad europea generaron un estremecimiento en las estructuras de
poder de la época, fortaleciendo a quien fuera el primus inter pares, el
rey, para poder colocarse por sobre los señores feudales, alumbrando
los futuros Estados nacionales.
En conclusión, la economía, como base material de una sociedad,
es indispensable para aproximarse a cualquier tema de la historia. En
efecto, en el tema que ocupa el tema de nuestra tesis, un abordaje de la
literatura del Amor Cortés desde el marco teórico – conceptual de la
New Cultural History, se enriquece y enfoca gracias a los marcos
históricos aportados desde la historia económica de los siglos XII y XIII,
ya que permiten distinguir tanto las transparencias como las
opacidades de las representaciones contenidas en la literatura de la
fine amour.
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