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Universidad Nacional de San Juan Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes Departamento de Posgrado Maestría en Historia Curso: Historia Económica Año: 2013 Revolución urbana, renovación económica y reactivación comercial en la Plenitud Medieval (s. XII – XIII) Prof. Federico Javier Asiss González Introducción: Durante la Plena Edad Media, Europa occidental se vio sacudida por múltiples cambios que afectaron el desarrollo de los siglos posteriores del Medioevo y sentaron las bases de la Edad Moderna. En efecto, durante estos siglos de la plenitud medieval se desarrolló un “renacimiento” cultural 1 que se manifestó en el surgimiento de literaturas vernáculas, la creación de universidades y en una efervescencia intelectual motorizada por la recuperación de 1 “El siglo XII, y especialmente en su faceta cultural, se ha caracterizado por la historiografía como un florecimiento, un renacimiento y, más recientemente, como una crisis. Tan variada gama de términos sólo coinciden en la percepción del historiador de que algoha cambiado respecto de los siglos anteriores. Pero, ¿qué es aquello que nace, resurge o se transforma en esta época? La ciudad y con ella la vida urbana. En efecto, la ciudad recupera su rol en la producción y difusión de saberes, volviendo a ser sede y referente del pensamiento tras siglos de ruralización de la cultura”. ASISS GONZALEZ, F. y otros; Manual de Historia Medieval . En prensa. 1

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Universidad Nacional de San JuanFacultad de Filosofía, Humanidades y ArtesDepartamento de PosgradoMaestría en HistoriaCurso: Historia EconómicaAño: 2013

Revolución urbana, renovación económica y

reactivación comercial en la Plenitud Medieval

(s. XII – XIII)

Prof. Federico Javier Asiss González

Introducción:

Durante la Plena Edad Media, Europa occidental se vio sacudida

por múltiples cambios que afectaron el desarrollo de los siglos

posteriores del Medioevo y sentaron las bases de la Edad Moderna. En

efecto, durante estos siglos de la plenitud medieval se desarrolló un

“renacimiento” cultural1 que se manifestó en el surgimiento de

literaturas vernáculas, la creación de universidades y en una

efervescencia intelectual motorizada por la recuperación de Aristóteles

para el occidente europeo a través de la escolástica.2

1 “El siglo XII, y especialmente en su faceta cultural, se ha caracterizado por la historiografía como un florecimiento, un renacimiento y, más recientemente, como una crisis. Tan variada gama de términos sólo coinciden en la percepción del historiador de que ≪algo≫ ha cambiado respecto de los siglos anteriores. Pero, ¿qué es aquello que nace, resurge o se transforma en esta época? La ciudad y con ella la vida urbana. En efecto, la ciudad recupera su rol en la producción y difusión de saberes, volviendo a ser sede y referente del pensamiento tras siglos de ruralización de la cultura”. ASISS GONZALEZ, F. y otros; Manual de Historia Medieval. En prensa.2 Sobre el contexto intelectual del “Renacimiento” del siglo XII, Cf. BALARD, M.; GENÊT, J. P.; ROUCHE, M. (1994); Edad Media Occidental de los bárbaros al renacimiento. Trad. Eduardo Bajo. Madrid: Akal; BISSON, T. (2010); La crisis del siglo XII. El poder, la nobleza y los orígenes de la gobernación Europea. Trad. Tomás Fernández Aúz, Beatriz Eguibar. Madrid: Crítica; LE GOFF, J. (1996); Los Intelectuales en la Edad Media. Trad. Alberto Bixio. Barcelona: Gedisa; LE GOFF, J. (1999); La civilización del occidente medieval. Trad. Godofredo González. Barcelona: Paidós; LE GOFF, J. (1996); Los Intelectuales en la Edad Media. Trad. Alberto Bixio. Barcelona: Gedisa; RODRIGUEZ, G.; BASUALDO MIRANDA, H.; ASISS GONZALEZ, F. y otros; Manual de Historia Medieval. En prensa.

1

No obstante, aquella época no sólo vivió cambios culturales de

gran importancia, sino que también Europa se vio transformada

socioeconómicamente a lo largo de éste periodo, acentuándose tales

cambios con el correr de las centurias bajo medievales hasta

desembocar en la desaparición del sistema feudal y en la Modernidad.

Ciertamente, los cambios a los que nos referimos fueron de una

envergadura tal que no afectaron a un sector o actividad

particularmente, sino a la economía medieval en sus pilares y en su

totalidad. Sucintamente podemos sintetizar, a fines de facilitar la

exposición, los cambios producidos en aspectos, a saber: agrícola;

comercial – financiero y manufacturero.

El Feudalismo, una revisión historiográfica.

El término feudalismo es ineludible al momento de abordar las

problemáticas económicas y sociales que se despliegan a lo largo de la

Plenitud Medieval. No obstante, éste término que define de manera

vulgar a toda la Edad Media, quizá con un tinte peyorativo, actualmente

se encuentra debatido por los historiadores, ya que su uso refiere a algo

impreciso, lo cual puede deberse a que tanto el término feudalismo

como feudo3 “…se acuñaron en épocas recientes para describir una

sociedad que se estaba desintegrándose o a punto de hacerlo”.4

Uno de los historiadores que más ha trabajado el concepto de

“feudalismo” en pos de dar precisiones sobre el mismo ha sido el

célebre Marc Bloch, quien definió sus rasgos: a)existencia de un

campesina dependiente; b) difusión de la entrega de tenencias a cambio

de servicios en lugar de salarios; c) supremacía de una clase de

guerreros profesionales; d) establecimiento de vínculos de dependencia

y protección que ligan a un hombre con otro, adoptando dentro del

3 “La palabra “feudal” (del latín feudum, feudo) aparece por primera vez en 1614 (OED), mientras que “feudalismo” no fue inventada hasta el siglo XIX”. LOYN, H. R. (Ed.) (1998); Diccionario Akal de Historia Medieval. Trad. Pablo Fuentes Hinojo. Madrid: Akal p. 1824 Ibíd. supra.

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grupo de guerreros la forma del vasallaje; e) fragmentación de la

autoridad que en su opinión deriva en el desorden.

Según afirma Julio Valdeón, existen dos corrientes

historiográficas que han tratado de definir el feudalismo. Por un lado,

encontramos a la corriente “institucionalista”, la cual hace especial

hincapié en aquellos aspectos jurídicos y políticos relacionados con el

feudalismo, de forma que éste no sería más que un método de gobierno.

Por el otro, encontramos la corriente “marxista” que ve en el

feudalismo en esencia un “modo de producción” (es decir, el conjunto

de las fuerzas productivas y las relaciones que las personas de una

determinada sociedad establece entre sí para producir los bienes de

desarrollo necesarios).

Uno de los más acabados representantes de la corriente

“institucionalista” fue el medievalista belga François-Luois Ganshof. Él

definió el feudalismo como un vocablo que designa un conjunto de

instituciones que respaldan compromisos generalmente militares, entre

un hombre libre, el vasallo, y un hombre libre en situación superior (el

señor), por el que el primero recibe del segundo un feudo (o beneficio)

para su mantenimiento. Por ende el feudalismo no sería más que el

conjunto de instituciones feudo-vasalláticas (conjunto de instituciones

que crean y rigen los compromisos de obediencia y servicio por parte

del vasallo, así como las obligaciones de protección y mantenimiento de

este por parte del señor).

En contraposición, autores como Maurice Herbert Dobb, Witold

Kula o Paul Sweezy conciben al feudalismo como un “modo de

producción” cuya existencia tuvo lugar entre el “esclavismo” y el

“capitalismo”. El feudalismo se basaría, al igual que en la corriente

institucionalista, en fuertes vínculos personales, pero en esta

concepción no se daría entre los miembros del estamento aristocrático,

sino entre un patrón o propietario de un determinado bien, sea entre

tierra de cultivo, taller o fábrica, y un productor directo, es decir, un

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campesino o un obrero. Este modo de producción se caracterizaría por

la concentración de la propiedad en manos de unos pocos privilegiados,

de forma que el resto de la población quedaría subordinada económica

y jurídicamente a esta minoría.

Ambas corrientes, en las últimas décadas, han tratado de

sintetizarse, con éxito disímil, con el fin de enriquecer la mirada sobre

la Edad Media al no excluir los vínculos feudo – vasalláticos, pero

tampoco reduciendo el concepto “feudalismo” sólo al ámbito político,

para lo cual la postura marxista resulta enriquecedora al incorporar las

variables social y económica al análisis. En las páginas siguientes se

realizará un repaso a aquellos factores socio – económicos que

determinaron el desenvolvimiento de la Plenitud Medieval con el fin de

complejizar nuestra mirada sobre la época al momento de abordar la

problemática específica de nuestra propuesta de tesis.

La renovación agrícola y la ganadería.

En primer término, debemos decir, quizás una verdad de

Perogrullo, que la agricultura constituyó desde antiguo el pilar a partir

del cual se estructuraron las economías y las sociedades humanas,

fuente de alimento y materias manufacturables a un tiempo; por ello,

cuando comenzaron a ocurrir cambios en este sector, su impacto en la

sociedad toda no se hizo esperar. En lo que a los cambios se refiere,

debemos tener en cuenta que uno de los principales motores del cambio

fue la modificación de la dieta básica europea, la cual, según afirma

Flocel Sabaté Curull5, se basó, para el periodo, en el consumo de carne,

pan y, como bebida, tanto vino, en el caso mediterráneo, como cerveza,

para los pueblos septentrionales. En su opinión, la demanda de estos

productos alimenticios favoreció la aplicación de innovaciones técnicas

en el ámbito rural en pos de aumentar su productividad.

5 SABATE CURULL, Flocel; “Renovación económica y social: el mundo urbano” en ALVAREZ PALENZUELA, V. A. (Coord.) (2002); Historia Universal de la Edad Media. Barcelona: Akal Cap. 22 pp. 501 – 526.

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Es menester recordar que esta renovación o revolución en la

agricultura se encuentra dentro del modo de producción feudal, lo cual

significaba que la base del mismo era la economía familiar6, de la cual

“…la clase feudal se apropiaba de grandes partes del producto agrario

obtenido por los campesinos”7. Aquí, el suelo era el medio de

producción determinante para las familias campesinas y para la

aristocracia medieval. Pero, para que esta tierra diera sus frutos era

necesario el poseer al menos unos pocos animales de tiro, ganadería

que no sólo preveía fuerza de trabajo, sino también “…un preciosos

abono”8.

Por ello, la ganadería también tuvo un rol fundamental en el

desarrollo económico europeo, ya que al tiempo que realizaba un

importante aporte alimenticio y en materias primas fundamentales,

como el cuero, también generaba como desecho el abono necesario

para mantener la oscilante fertilidad de los campos. Los animales que

eran criados por el campesinado europeo del periodo eran, a parte del

ganado mayor utilizado especialmente como fuerza de tiro, el ganado

ovino, el cual prima por su número en los campos europeos, del cual se

extrae la carne, consumida como aporte proteico en la dieta europea,

teniendo en cuenta que el peso cárnico en la dieta era mayor en los

sectores aristocráticos de la sociedad antes que en el campesinado,

donde sus cantidades eran escasas y acompañaban a los cereales

panificables y a los vegetales como centro de la dieta de los

agricultores9. También se obtiene del ganado ovino: lana, leche y la piel

6 La familia campesina estaba conformada por los padres y sus hijos, siendo la familia extendida, que convivía bajo un mismo techo, la excepción. KRIEDTE, P. (1994); Feudalismo tardío y capital mercantil. Líneas maestras de la historia económica europea desde el siglo XVI hasta finales del XVIII. Barcelona: Crítica 9 p. 7 KRIEDTE, P. (1994); Feudalismo tardío y capitalismo mercantil. Líneas maestras de la historia económica europea desde el siglo XVI hasta finales del XVIII. Trad. Juan Luís Vermal. Barcelona: Crítica p. 9.8 Ibíd. supra p. 10 9 “…en una sociedad famélica como la medieval, a una mala cosecha de distancia de la hambruna, el dispendio de comida era un signo de riqueza y en última instancia de nobleza y primacía. Ergo, las menciones a la abundancia de alimentos y a las mesas bien servidas serán profusas y detalladamente descriptas pero también la delgadez

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que se convertía en pergaminos, soporte por antonomasia de la

creciente producción escrita que presentó el periodo. Además

encontramos menciones a la presencia de ganado porcino, fuente

privilegiada de la grasa necesaria para cocer las carnes, y de aves de

corral, gallinas y pollos, que proveían de huevos al campesinado y eran

parte de las prestaciones censales que se entregaban al señor feudal.

Así, producto de los cambios operados en la agricultura y la

ganadería, se aprecia una creciente importancia de la producción

cerealera panificable favorecida por el aumento de la superficie

cultivable10 y por la aplicación de modificaciones en el uso de la fuerza

de tiro de los animales en el arado11. Por su parte, la generalización de

física era signo de una flaqueza de corazón que no se condecía con el ideal de un buen caballero. Sobre el particular el Delfín mencionado en “El arte del juglar” nos dice que los malos caballeros eran “…flacos, perezosos y falsos…” y asegura que la falta de un “corazón honrado y noble” ha hecho de los señores “…avaros, flacos y malvados…”.En esas descripciones sobre los alimentos que se consumían en las cortes, encontramos reiteradas menciones a ingentes cantidades de carne, sobre todo aves de corral, ausentes en la dieta del campesinado, basada en vegetales y gachas, completada con productos silvestres obtenidos de incursiones regulares a los bosques linderos a los poblados”. ASISS GONZALEZ, Federico Javier; “El Palacio y el Castillo como espacios del imaginario cortés. Sus representaciones en la literatura en Langue d’Oc” en JIMENEZ ALCAZAR, J. F.; RODRIGUEZ, G. (Comps.) (2013); Actas del I Simposio Internacional de Jóvenes Medievalistas, MdP 2013. Mar del Plata/Buenos Aires: Universidad Nacional de Mar del Plata/ Grupo de Investigaciones y Estudios Medievales (GIEM)/ Sociedad Argentina de Estudios Medievales (SAEMED) pp. 71 – 72 10 Para el año 1280 la población Europea poseía entre un 10 y un 25 % más de tierras aptas para cultivo merced a la combinación de coyunturas políticas e innovaciones técnicas. Durante el siglo XIII las fronteras de la “Cristiandad” se habían desplazado en la península ibérica producto del avance cristiano sobre tierras musulmanas; a la vez que los reinos y principados cristianos habían avanzado sobre el este eslavo en el bajo Vístula, el medio Danubio y en el Báltico. Asimismo, la utilización de polders en Flandes posibilitó ganar tierras al mar, mientras que la desecación de pantanos, las canalizaciones y la construcción de terrazas ampliaron las zonas cultivables italianas. Cf. SABATE CURULL, Ibídem. En opinión de Henri Pirenne, “…la idea de ganancia, y aun la misma posibilidad de realizar una utilidad, son incompatibles con la situación del terrateniente medieval” hasta el siglo XII, debido a que al carecer de un mercado extranjero no estaban estimulados a producir un excedente por la explotación de sus tierras y mano de obra servil. Así, al consumir el señor feudal las propias rentas que generaba amoldaba la producción a sus necesidades. Por ello la superficie cultivada no aumentó y “…la mitad del siglo XII la mayor parte del suelo que le pertenece [al señor feudal] está cubierto de brezales, de selvas y pantanos”. PIRENNE, H. Óp. cit. p. 6211 Durante la Edad Media se utilizaron dos animales como fuerza de tiro, el buey y el caballo. Respecto al primero, en un primer momento se utilizó el yugo cornal (s. XII) pero posteriormente fue reemplazado por el yugo frontal, más eficiente. No obstante,

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utensilios agrícolas de hierro facilitó el trabajo de los campesinos que

se apoyaban hasta entonces fundamentalmente en el uso de la madera

para construir sus herramientas. En consecuencia, tanto la aplicación

de la herradura como el uso de utensilios de hierro, fortalecieron y

aumentaron los centros metalúrgicos, los cuales obtenían la materia

prima de minas explotadas bajo concesión señorial. La figura del señor

aparece aquí como reguladora en cierto sentido de la incipiente

actividad económica local.

En efecto, dentro de las posesiones que empieza a monopolizar el

señor encontramos a los molinos, construcción que se extiende por las

zonas rurales europeas a la par de la producción cerealera. Durante los

siglos de la plenitud medieval se aprecia una complejidad técnica

creciente en los molinos12 que, a la vez que aumentan su capacidad de

molienda, se convierten en un bien privativo de los señores, los cuales

buscan desestimular el uso de los molinos manuales que los campesinos

poseían en sus aldeas, llegando en algunos casos a obligar a los

campesinos a moler el grano sólo en sus instalaciones; algo similar

ocurrirá con las cervecerías y los hornos, de uso comunitario pero de

propiedad señorial13. El uso de tales instalaciones por parte de los

laboratore14 implicaba que debían pagar al señor con parte de la harina,

las mejoras en la collera del caballo permitieron que el mismo pudiera afrontar el arrastre del arado pesado sin sufrir lesiones pectorales derivadas de la presión de una collera poco amortiguada o del yugo sobre su pecho, a su vez, la generalización de la herradura aumento la superficie arable por unidad de tiempo.12 En Europa las fuentes para obtener energía mecánica para mover las piedras de molienda fueron dos, el aire y el agua. Los molinos hidráulicos se ubicaron en las márgenes de los ríos desde el siglo X en el caso de las regiones cercanas al Mediterráneo y recién alcanzarán popularidad en el noreste del continente para el siglo XIII. En lo que respecta a los molinos de viento o eólicos, su uso fue más común en el norte europeo. 13 La obligación por parte de los villanos de moler sus granos únicamente en el molino señorial, a fabricar su cerveza en su cervecería y a pisar su uva en su lagar era un impuesto aplicado por el señor feudal que recibía el nombre de banalités.14 El Estado de los laboratore presentaba una situación jurídica muy heterogénea, en función de su dependencia respecto del señor feudal y de las tierras que éste poseía. En efecto, existían propietarios que explotaban fracciones de tierra libres de gravámenes o vasallaje conocidas como alodio, pero que verán menguada su existencia al transcurrir la Edad Media; pero también se encontraban colonos, hombres libres que debían servir al señor sólo en función de las contraprestaciones

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la cerveza o el pan obtenida. Cabe aclarar que el interés de los señores

feudales por apropiarse de parte de la renta en especias producida por

el campesinado radicaba en el hecho de que el señor feudal percibía

por la entrega del manso15 en parcelas para su explotación por parte de

los campesinos una renta monetaria que se devaluó constantemente

durante los siglos XII, XIII y, especialmente, durante la crisis del siglo

XIV; por lo cual, trataron de subsanar su pérdida de ingresos con la

apropiación de una renta en especias, susceptible de comercialización y

libre de las devaluaciones de la moneda.

El modelo de producción feudal y los auges seculares según

Peter Kriedte16.

Durante los siglos de la Plenitud Medieval y hasta la crisis del

siglo XIV se observó un auge secular del modelo de producción feudal.

Lo cual se genera por una relación de influencias positivas entre el

crecimiento de la población y de la economía que determinaba, en

opinión de Kriedte, el desarrollo de las fuerzas productivas; pero el

por el acto de cultivar tierras de su propiedad, y siervos (servi-quotidiam de los mancipia) de quienes hasta la persona pertenecía al señor y eran utilizados por el para su servicio y mantenimiento, ora en la reserva señorial, ora en los talleres y oficios necesarios para la vida castellana. PIRENNE, H. (2009); Historia económica y social de la Edad Media. Trad. Ana Drucker. Bs. As.: Claridad p. 60. En efecto, el siervo era un bien mueble que se transfería junto con la posesión de un feudo determinado, tal y como lo podemos observar en la Crónica de los condes de Hainaut (s. XII) de Gislebert de Mons: “De esta forma, Riquilda y su hijo Balduino recibieron del obispo de Lieja, de una sola mano y con un solo homenaje ligio, todos sus alodios familias y feudos. Y así mismo lo siguieron teniendo posteriormente sus sucesores en el condado…”. MONS, G. de (1987); Crónicas de los condes de Hainaut. Trad. Blanca Garí de Aguilera; Prólogo de J. E. Ruiz Doménec. Madrid: Siruela p. 7. 15 El manso o mansus (heredades y dependencias), junto con la reserva señorial o tierra indominicata/mansus indominicatos, constituían las dos partes constitutivas del conjunto de territorios sometidos a la jurisdicción de una corte o de un manor en el caso inglés. El dominio, como parte de la tierra bajo autoridad señorial constituía la reserva señorial, la cual estaba formada por el “…conjunto de las tierras dedicadas al uso exclusivo del señor […] Por lo general, se dividían en parcelas dispersas a través de las tierras de los colonos”. Por su parte, el manso dividido en parcelas, que “…contenían la tierra suficiente para mantener a una familia…”, era trabajado por colonos. Todas estas parcelas estaban gravadas con “…tareas gratuitas y prestaciones, casi siempre en especie, en provecho del señor”. Asimismo, los colonos tenían el derecho de aprovechas las pasturas naturales, los pantanos y montes (saltus) que rodeaban al cultivo (ager) y era designado como communia o warescapia. Ibíd. supra pp. 59 – 60. 16 Cf. KRIEDTE, Óp. cit.

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problema se presentó de manera cíclica dentro de este modo de

producción debido a que en un momento dado la economía no crecía al

ritmo de la población. Por ello, los ciclos presentarían un desarrollo que

sucintamente se presenta a continuación:

1) La demanda de alimentos, producto del crecimiento

demográfico, provocaba que los campesinos ampliaran la

superficie cultivada.

2) Se ocupaban terrenos marginales con cultivos, los cuales hasta

entonces habían sido usados para la ganadería.

3) La producción de abono decaía cuando la cantidad de cabezas

de ganado lo hacía, producto de la disminución de terrenos

disponibles para pastoreo.

4) El equilibrio entre la ganadería y la agricultura se rompía.

5) Comenzaba a regir la “ley de crecimiento decreciente de la

tierra”; es decir que la productividad del trabajo empleado en

la agricultura se precipita y el producto per capita se redujo.

6) Surgen un sinnúmero de pequeñas parcelas explotadas por sus

poseedores al borde del mínimo vital, lo cual permitía que una

mala cosecha hiciera morir de hambre a la población, lo cual, a

su vez, generaba una caída demográfica.

El carácter cíclico del modelo de producción feudal produjo que el

mismo tuviera ciertas características distintivas, a saber:

Una desarticulación entre el proceso de producción y de

apropiación que provocaba que la parte del producto

agrario que recibía la clase feudal se reducía

tendencialmente en el curso de la evolución secular. Así, al

agudizarse las tensiones en la estructura productiva de la

economía, más subían los precios agrarios, mientras que los

tributos campesinos que debían pagarse en dinero

permanecieron constantes. Esta situación se hizo

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insostenible cuando se detuvo la expansión que incorporaba

nuevas tierras bajo carga feudal.

El retroceso de la población durante la crisis agudizaba el

problema de los ingresos de la nobleza. Al disminuir la

demanda de tierras debido a la caída demográfica, los

campesinos sobrevivientes podían imponer mejores

condiciones a la nobleza. Pero la ventaja de ello era que al

caer la demanda de tierra, las parcelas crecían en superficie

y se abandonaban las tierras marginales que volvían a ser

usadas por el ganado, restaurando el débil equilibrio.

El comercio y su “reactivación” en la plenitud medieval.

La actividad y renovación rural antes mencionada es acompañada

por una actividad comercial creciente, que según Sabaté Curull, se

debe a un crecimiento en la demanda comercial del mercado europeo

tras el siglo XI, favorecida por: un aumento demográfico17; un

excedente agrario; un estímulo artesanal; un desarrollo urbano; y una

evolución financiera. Cabe mencionar que en esta reactivación

comercial fueron objeto de intercambio diferentes productos; en los

mercados locales, especialmente, se tranzaban productos agrícolas y

algunas manufacturas, mientras que a las ferias internacionales se

llevaban materias primas y objetos de lujo, así como también algunos

productos artesanales europeos, como los paños de Flandes.

En un ambiente de aumento del volumen y diversificación del

comercio europeo las ciudades se vieron especialmente favorecidas, ya

que eran el punto de inicio y finalización de las rutas que transportaban

aquellos bienes. Pero, antes de abordar el resurgimiento urbano del

periodo nos ocuparemos de esas vías de comercio que las unían.

17 “A partir de mediados del siglo X, la población de Europa occidental, por fin libre de los saqueos de los sarracenos, de los normandos y los húngaros, inauguró un movimiento ascendente […] Una cantidad cada vez mayor de individuos obligados a abandonar las tenencias paternales tiene que buscar nuevos recursos. En particular la pequeña nobleza, cuyos feudos pasan al mayorazgo, está plagada con una multitud de segundones” PIRENNE, Óp. cit. pp. 64 – 65.

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En principio es conveniente tener en cuenta que las vías,

militares y comerciales, que durante el Imperio Romano habían unido

las ciudades europeas, se habían deteriorado con el paso de los siglos,

estando en muy mal estado o habiendo desaparecido del todo por el

avance de la floresta18. Tal estado de situación dificultaba las

comunicaciones por vía terrestre, ya que los carros no podían ser

usados en caminos tan irregulares, por lo cual recurrían al uso de

mulares19 para realizar los viajes comerciales. Asimismo, debemos tener

en cuenta que el estado de las vías terrestres no era el único

contratiempo que los mercaderes podían encontrar en su periplo. En

ocasiones, las vías cruzaban por zonas boscosas donde podían ser

objeto de robos múltiples aquellos que ingresaran; pero el recurrir a las

fuerzas del señor feudal parecía una buena solución ya que por el sólo

hecho de atravesar las fronteras del feudo20 el señor del lugar tenía

derecho a grabar esos productos con algún impuesto. Por ende, los

productos que viajaban por tierra llegaban demorados, encarecidos por

los gravámenes impositivos21 o directamente no llegaban por ser objeto

de algún atraco.

Fue por ello que los comerciantes optaron, en pos de

salvaguardar sus ganancias y disminuir sus riesgos, por la vía acuática,

18 Si bien las vías romanas no habían subsistido el paso del tiempo, curiosamente el peaje, impuesto cobrado durante el Imperio Romano para mantener los caminos, se continuaban cobrando por parte del señor local. Asimismo, nuevos impuestos habían recaído sobre el uso de los caminos por parte de los comerciantes, los portazgos (teloneum). “El teloneum de la Edad Media, usurpado por los príncipes territoriales, se convirtió en un mero derecho fiscal que grababa en forma brutal el tránsito. Ni un centavo de dicho impuesto se gastaba en reparar los caminos o reconstruir los puentes”. PIRENNE, H. Óp. cit. p. 81.19 Estos animales cargados en sus lomos con productos varios, sólo podían, en el mejor de los casos, recorrer una distancia de unos cuarenta kilómetros al día sobre terreno llano. SABATE CURULL, Op. cit.20 La palabra “feudo” designa al “…lote de tierras que un vasallo recibía de su señor a cambio de una serie de servicios de prestigio, entre los que incluían el de las armas, la ayuda y el consejo”. LOYN, Óp. cit. p. 183.21 Algunas comunas lograron, a partir del siglo XII, exenciones sobre el portazgo en tierras extranjeras recorridas por sus mercancías. Pero ello no significa que se hayan librado de la carga impositiva enorme que pesaba sobre la circulación, ya que “A fines del siglo XIV existían aún 64 en el Rin, 35 en el Elba, 77 en el Danubio, sólo en la parte del río que atraviesa la parte baja de Austria” PIRENNE, H. Óp. cit. p. 82.

11

tanto marítima como fluvial, existentes desde antaño. Las mismas

fortalecieron por su uso continuo, dando origen a dos redes comerciales

claramente identificables en el continente europeo. Por un lado,

tenemos la Liga Hanseática, confederación militar y comercial que unía

a las ciudades de los mares Báltico y del Norte, y, por el otro, a las

ciudades italianas volcadas al Mediterráneo, competidoras entre sí por

las promesas de oro, abundancia y especias de un Oriente lejano y

presente. Cabe destacar que la organización de tales redes supra

regionales nos indica que “…el comercio medieval se desarrolló desde

sus orígenes, no bajo la influencia del comercio local, sino bajo la del

comercio de exportación”.22

En primer término debemos decir que la Liga Hanseática estuvo

no solo muy vinculada, sino que fue motorizada por la industria textil de

la cuenca del Escalda. En especial los condes de Flandes serán uno de

sus protectores a través de una benevolencia interesada. La Hansa

ocupó durante la plenitud medieval un rol comparable al de las

ciudades italianas en la cuenca mediterránea, aunque el contraste con

ellas es notorio dado que mientras los italianos se internaban en tierras

administradas por culturas milenarias, la Hansa sólo tenía contactos

con tierras recientemente colonizadas, producto del crecimiento

demográfico que extendió los límites de Europa más allá del Elba, y

tierras salvajes pobladas de bosques. La colonización alemana

registrada durante el siglo XII sobre tierras al este del Elba formará

una serie de villas que bordean las costas del mar Báltico donde la

burguesía mercantil se instaló; y ya en el siglo XIII, a iniciativa de la

ciudad de Lübeck, se firmó un tratado de amistad comercial con

Hamburgo, formando una liga a la que pronto se sumaron los puertos

del mar del Norte. Esta red comercial, a diferencia de la itálica

meridional, exportó materias primas (trigo de Prusia, pieles y miel de

Rusia, madera y pescado seco de Schonen) y trajo como flete de

22 PIRENNE, H. Óp. cit. p. 125.

12

regreso, tras recalar en puertos ingleses, la lana usada en la industria

pañera del norte.

En lo que respecta a las ciudades de la península Itálica, ellas se

dedicaron al comercio con Oriente, el que se vio revitalizado en el siglo

XI, logrando, para el siglo XIII debido a su poderío naval, aumentar su

dominio sobre el Mediterráneo occidental al acceder al comercio con

los puertos ibéricos. Asimismo, su trajinar por las aguas del antiguo

Mare Nostrum les permitió a las civitas italianas enlazarse con las rutas

africanas, que, partiendo y llegando a las ciudades costeras del norte de

África, reunían las actividades mineras de las regiones meridionales, así

como también las producciones agropecuarias de la zona; y, más

importante aún, el comercio árabe que por el mar Rojo llegaba a las

ciudades asiáticas de India y China. Mas, el comercio con el Lejano

Oriente no estaba únicamente mediado por las ciudades africanas, sino

que, por el contrario, y gracias a la buena diplomacia que Génova y

Venecia habían ejecutado en el Imperio Bizantino, sumada a la Pax

Mongola que estabilizó políticamente el Medio Oriente, las ciudades

italianas comerciaron ampliamente con aquellas lejanas ciudades,

mezcla de mito y realidad, que Marco Polo cristalizó con su famoso

viaje en el imaginario europeo y posteriormente en el del mundo

Occidental.

A su vez, tal como afirma Sabaté Curull, el desarrollo que Europa

registra en aquellos siglos fue producto de una suma del “impulso

urbano y vías de intercambio”23 por lo cual no podemos dejar de

ocuparnos de los centros urbanos, generadores de un movimiento social

y económico que dará a la postre por tierra a todo el sistema feudal. En

sí, la ciudad es un nexo fundamental en los intercambios tanto locales

como extra regionales e internacionales dado que posee una proyección

sobre su medio rural inmediato, siendo sede de los mercados en donde

se intercambian los excedentes rurales; y, también, logra atraer

23 SABATE CURULL, Op. cit. p. 507.

13

productos lejanos por medio de las ferias internacionales24 que se dan

cita en puntos estratégicos de la geografía europea, siendo el ejemplo

por antonomasia de ellas las Ferias de Champaña25, en donde se

encontraban los productos del circuito comercial de la Hansa con

aquellos derivados del comercio de las ciudades italianas. Fue en

aquella expansión mercantil donde el “…valor de uso, que predominaba

como objetivo final de la explotación en la esfera de la producción,

perdió importancia. Su lugar lo ocupó el valor de cambio […] A partir

de entonces, en la jerarquía de las esferas económicas dominó la esfera

de la circulación y no la de la producción” (Kriedte, 1994: 20)

Tales roles que la ciudad va adquiriendo como resultado del

aumento de la actividad comercial hacen que la misma busque ganar

una cierta autonomía respecto a los poderes locales, es decir al de los

señores feudales. Pues fue en pos de lograr esta ansiada autonomía que

las autoridades ciudadanas se aproximaron a las monarquías feudales,

quienes buscaban al tiempo consolidar su poder frente a aquellos

señores de feudos. En este contexto, las monarquías asumirán la

regulación del intercambio, al monopolizar la autorización de la

24 No debe entenderse que la feria fue una evolución posterior de los mercados que desde el siglo IX se generalizan en Europa. Por empezar, estos mercados tienen un carácter marcadamente vernáculo, pensados para la comercialización de los productos que la población local necesitaba cotidianamente, se convocaban semanalmente y tenían un acotado radio de influencia. Por su parte, las ferias son lugares de reunión periódica de mercaderes de profesión, además de centro de intercambio, especialmente al mayoreo. Por la complejidad en su organización no podían organizarse más que una vez por año en un mismo sitio; y sólo algunas ferias lograron una influencia más allá de la región. Estas ferias surgen durante el siglo XII y logran una serie de privilegios por parte de los señores locales, como por ejemplo el hecho de que en el solar donde se celebraban, estuviera protegido por una paz especial que establece castigos particulares severos en caso de infracción; además todos los concurrentes poseen un salvoconducto especial que los coloca bajo la protección del señor local.25 Eran un conjunto de ferias muy activas que se celebraban una tras otra durante el año sobre la ruta comercial que va de Italia y Provenza hasta la costa de Flandes. Nos dice Pirenne que “Venía en primer lugar, en enero, la de Lagny-sur-Marne, y el martes que precedía a las carnestolendas, la de Bar; en mayo, la primera feria de Provins, llamada de San Quiriace; en junio, la “feria caliente” de Troyes; en septiembre, la segunda feria de Provins o feria de San Ayoul; por fin, en octubre, para cerrar el ciclo, la “feria fría” de Troyes”. PIRENNE, H. Óp. cit. p. 91

14

realización de ferias y mercados, a través de la aplicación del derecho

romano o Corpus Iure Civile26.

El crecimiento urbano.

El crecimiento demográfico, continuado desde el final de las

segundas invasiones en el siglo IX hasta la crisis del siglo XIV, que

experimentará Europa cambiará su faz por completo y fomentará

migraciones desde zonas densamente pobladas hacia tierras

recientemente incorporadas, a la vez que acrecentará la cantidad de

personas que habitaban las ciudades. Sobre las migraciones del campo

a la ciudad se pronunció Kriedte al considerar que “Las ciudades sólo

podían crecer si en el campo existía un excedente de población al que

pudiera recurrir”27.

Este crecimiento urbano no fue homogéneo, sino que existen tres

escenarios en los que se manifiesta con diferencias el empuje urbano:

1º Occidente, donde se retoma una tradición urbana que había

languidecido por los problemas viarios y urbanos; 2º los ámbitos

mediterráneos, que abarca desde las costas tirrenas hasta Bizancio y el

mundo islámico, dónde la vida urbana no se interrumpe durante la Alta

Edad Media; 3º tierras orientales y septentrionales de Europa, donde

penetra más tardíamente como un espacio novedoso. Más, en opinión

de Sabaté Curull, en todos los casos antes mencionados, aun en

aquellos donde la vida urbana se mantiene ininterrumpidamente, “la

ciudad medieval aporta una identidad nueva, como centro de gestión y

economía ante un específico entramado regional”28. Lo cual nos estaría

indicando la visión de la ciudad como un espacio rector del continente

europeo a pesar de que el conjunto del total de población urbana para

la época se circunscribía a “una sexta parte de los alemanes, la quinta 26 Irneo, profesor de la Universidad de Bolonia, se cree que fue el primer profesor en utilizar en sus clases el Corpus Iure Civile elaborado por Justiniano en el siglo VI d.C., que se difundirá posteriormente por el resto de Europa para fundamentar el poder imperial ante el poder papal y el de los monarcas europeos frente al de los señores feudales.27 KRIEDTE, Óp. cit. p. 18.28 SABATE CURULL, Óp. cit. p. 514.

15

de los franceses y el tercio de los flamencos, cifra superada en el caso

italiano”29.

Así el occidente europeo va adquiriendo un cariz urbano que lo

diferencia cada vez más del oriente eslavo donde la proyección urbana

es más limitada. Pero, para que el surgimiento de una densa red de

ciudades fuera posible fue necesario que le precediera “…una

revolución agraria que había elevado considerablemente la

productividad de la agricultura”30; ya que se necesitaba del excedente

agrícola de muchos pueblos para abastecer a la ciudad con alimentos y

al sector manufacturero con materias primas. Asimismo, el surgimiento

de núcleos urbanos “…bajo la fórmula de villa o ciudad31, es connatural

a una función de capitalidad regional. Intrínsecamente unida a la

posición rectora y a la gestión de mercado, precisamente cuando se

incrementa la capacidad adquisitiva de la población rural, parte de la

cual contribuirá de modo importante al crecimiento urbano con su

propia inmigración, numéricamente muy elevada.”32

Este crecimiento del rol de la ciudad en su medio circundante y

de su proyección al ámbito europeo se verá fortalecido en el plano de

las representaciones sociales a través de una modificación de la

percepción que se tenía del ámbito urbano, el cual según la Biblia no

era del todo bueno, lo cual queda demostrado por el hecho de que la

primera ciudad fue fundada por Caín. Fue a partir del triunfo del

Realismo aristotélico (s. XIII), que planteó que la ciudad era una de las

“cosas naturales”, y en el marco de la teología bajomedieval, cuando se

(re)interpretó a la ciudad como parte del “cuerpo místico” y por ende

integrado en el plan divino. A ello se suma una creciente recuperación

29 Ibíd. supra p. 514.30 KRIEDTE, Óp. cit. p. 18.31 En opinión de Kriedte “La ciudad era igualmente centro de la producción manufacturera de mercancías y mercado. Es decir, que no sólo era uno de los dos pilares de la división del trabajo entre ciudad y campo que existía desde la alta Edad Media sino que además era el lugar donde ella tomaba forma al realizarse el intercambio”. KRIEDTE, P. Op. cit. p. 1932 SABATE CURULL, Óp. cit. p. 514.

16

del pensamiento clásico, el cual era eminentemente urbano, sirva de

ejemplo el caso de Cicerón, quien consideró que las ciudades son las

que más placen a la divinidad.

No obstante, es conveniente tener en cuenta que la idea de

“resurgimiento urbano” nos induce a caer en el error de que existió una

continuidad con la ciudad del periodo antiguo. Ya que, si bien hay un

mantenimiento, por lo general, del emplazamiento de la ciudad

respecto de la antigua, su función, inherentemente militar, y capacidad

reticular la diferencian de su antecesora. En esta renovación urbana, el

sector periurbano tendrá un rol muy activo, sobre todo en el siglo XI a

modo de un núcleo nuevo, receptor de una inmigración centrada en

actividades artesanales y comerciales aglutinado por un monasterio, un

castillo, una vía o punto axial en la comunicación o transporte o un

mercado. Siendo en algunos casos, este núcleo urbano satélite, lo

suficientemente fuerte como para exigir sus propios órganos judiciales,

económicos y religiosos.

A su vez, debemos tener en cuenta que el surgimiento de nuevos

centros urbanos estuvo fuertemente vinculado con los estímulos, tales

como beneficios jurídicos o económicos, que el monarca otorgaba a

esos nuevos centros con el objeto de afianzar la implantación territorial

y jurisdiccional de la realeza, en detrimento de la de los señores

feudales. Asimismo, tal ordenamiento urbano tiene su contraparte en el

ámbito rural, donde se aprecia un reordenamiento de los espacios

cultivados y una concentración de población en torno castillos como

resultado de las necesidades defensivas de la época33. En sí, todo este

reordenamiento de los hombres en el espacio responde a la necesidad

de dar cabida a un crecimiento demográfico, pero también lo hace a la

implantación de nuevos conceptos, prueba de ello es que a la vez que

33 Este fenómeno se aprecia tanto en ámbitos fronterizos recientemente incorporados a la Cristiandad o como resultado del proceso de feudalización, como en el “incastellamento” del Lacio, así también se aprecia el nacimiento de nuevas poblaciones derivadas de la necesidad de proteger lugares sagrados, como en Cataluña y Occitania.

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crecen los grandes núcleos de población desaparecen otros menores.

Así, todo este movimiento poblacional ayuda a entretejer un nuevo

perfil territorial que rápidamente demanda, a lo largo del continente,

una nueva jerarquización espacial de los centros urbanos, en la cual

juegan “…un importante papel las poblaciones antiguas que, dentro de

la misma dinámica, se han cohesionado y crecido, muchas veces con un

urbanismo bastante planificado a pesar de los condicionantes previos,

beneficiándose de capitales episcopales […] o señoriales […] y de flujos

viarios como el Camino de Santiago”34.

Es menester mencionar que este crecimiento urbano no significa

una disociación del medio rural circundante, sino que por el contrario

establece una proyección e interacción con el entorno; dado que la

ciudad no es sólo el mercado de los productos agropecuarios sino que

también es una proveedora de servicios, sobre todo aquellos derivados

de la administración de la justicia y del ejercicio del poder eclesiástico y

laico. La simbiosis entre campo y ciudad para la primera mitad del siglo

XIII llegó al punto de que la producción agropecuaria se ve condiciona

por las necesidades de la ciudad, transformándose los entornos con “…

viñas, espacios de huerta y reservas para pastizales de ganado”35. A su

vez, la actividad artesanal se proyecta sobre el medio rural para

esquivar las limitaciones gremiales que la ciudad le impone al tiempo

que abaratar costos.

En consecuencia, la proyección urbana sobre su medio rural

circundante contribuyó a dar fundamentos sólidos a las oligarquías

ciudadanas. En la opinión de Sabaté Curull, esos sectores oligárquicos,

a la vez que se enriquecían, releyeron su espacio rural en derredor en

“clave de inversión”36, es decir que comenzaron a valorar a la tierra

como el bien por excelencia y por ende las adquirieron, poniendo a los

campesinos en una relación censitaria y apropiándose de derechos de

34 SABATE CURULL, Op. cit. p. 51635 Ibídem p. 519 36 Ibidem p. 519

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origen feudal para controlar sus ingresos; logrando, para el siglo XIV,

adquirir la jurisdicción sobre lugares concretos. Así, el crecimiento de

las apetencias burguesas por mayores ganancias hará que colisionen

con las de la nobleza, ya que estos últimos sustentaban su poder

político y económico en la fragmentación jurisdiccional, mientras que

las redes tejidas por las urbes exceden tales límites y las vinculaciones

contractuales que las mismas establecen entre sí exceden las decisiones

jurisdiccionales de un noble.

Fue en el marco de esta pugna por el poder entre nobles y

burgueses en el que se conformaron las asambleas locales, que

buscaban unir las fuerzas de la ciudad contra el poder señorial.

Comenzando en el siglo XI y generalizándose en el XII, la elevada

capacidad económica de las cúpulas urbanas les permitió a los

burgueses hacer uso de las siempre magras arcas de la nobleza para

doblegar su voluntad. Así, a través de pactos se convienen ayudas

económicas a los señores a cambio de cartas de libertad, franquicias y

privilegios que acentúan la fragmentación jurídica, ya que cada ciudad

reclama privilegios para sí. De esta manera, esas asambleas se van

estabilizando como un grupo de poder local en el cual la oligarquía

local logra expresar sus intereses y ejercer su poder. Asimismo, el

afianzamiento del poder regio encontrará en estos gobiernos locales la

vía para erosionar el poder de la nobleza, efecto acentuado en los siglos

XIII y XIV cuando la monarquía intente colocar representantes suyos en

cada municipio, los cuales emergerán de las oligarquías urbanas

locales, lo cual les permitirá obtener beneficios directamente del

soberano.

No obstante, las asambleas no eran las únicas agrupaciones

burguesas que surgieron al interior de las ciudades. En efecto, la

actividad económica generó corporaciones de oficios y agrupaciones

asistenciales, denominadas cofradías, las cuales se encontraban bajo

invocación religiosa; lo cual se vio favorecido por una sociedad

19

inclinada a la solidaridad grupal, como era la medieval, en la que el

individuo per se tenía poco valor. Así, podemos entender a los oficios

como una organización social medieval que “…se asienta en el

establecimiento de solidaridades entre afines”37 y buscan como fin el

generar poder de presión para obtener privilegios específicos de sus

señores locales a través de las corporaciones de oficios38. Estas buscan

asumir la representación, defensas y ordenamiento de las cuestiones

laborales en pos de lograr dichos objetivos.

Al igual que las asambleas, las corporaciones de oficios y las

cofradías presentan una dirección colegiada que en la mayoría de los

casos se encontraba bajo el control de las autoridades municipales. Por

ello, resultaba que los dirigentes de las corporaciones de oficios tenían

algún vínculo con los comerciantes que controlaban el intercambio en

la ciudad y fuera de ella. Así se va generando una clase cerrada sobre sí

misma, que va acumulando un capital creciente que los diferencia del

resto de la población; tal realidad hacia más una utopía que un objetivo

realizable el ascenso de aprendiz a maestro por la sola adquisición de

una habilidad u oficio determinado, aumentando la tensión entre

asalariados mal pagados y propietarios. A su vez, estas agremiaciones

de oficios buscan regular la producción, limitando el número y calidad

de los productos volcados al mercado, con el fin de mantener un precio

que proteja las ganancias del grupo dirigente39. Con el tiempo,

37 Ibidem p. 51038 En opinión de Robert Fossier “Los hombres de los gremios tienen una importancia nada desdeñable en el movimiento urbano de los siglos XI y XII, y no sólo porque son económicamente necesarios: su influencia sobre el poder local o casta aristocrática condiciona a menudo la evolución de un modo de la ciudad administrada o su orientación política”. FOSSIER, R. (1988); La Edad Media: 2. El despertar de Europa 950 – 1250. Trad. Manuel Sánchez y otros. Barcelona: Crítica p. 274.39 Fossier se pregunta si los gremios constituyen un sistema “precapitalista”, a lo cual responde “No, porque una vez contratado, el mozo (Knecht, puer, serviens) recibe alojamiento y comida de su patrono, quien le paga a menudo en especie y le proporciona la materia prima para trabajar, pero no las herramientas, que el obrero posee ya. Éste, si logra ahorrar, y con el acuerdo de los patronos, podrá presentar, a la larga, una ≪obra maestra≫ de su oficio y así elevarse hasta la categoría de maestro, lo cual le permitirá instalarse por su cuenta como un nuevo patrono”. FOSSIER, Óp. cit. p. 274.

20

redujeron a los artesanos menores en mano de obra asalariada debido a

que el sector dirigente del gremio pasó a proveer la materia prima y se

ocupaba de ubicar la producción en el mercado. Al tiempo que

establecieron vínculos de ayuda que impide la libre competencia y

organización de las fuerzas productivas; y, por medio de la compra de

voluntades, los gremios más fuertes de la ciudad tratan de hacerse con

su control para favorecerse40. En efecto, los gremios en su carácter de

“asociaciones obligatorias”41, cumplían dos funciones según Max

Weber: reglamentar el trabajo hacia el interior y monopolizar la

producción hacia el exterior. Ambas funciones se entrelazaban con el

fin de asegurar los ingresos de los miembros del gremio.

En este contexto de transición hacia una creciente actividad

económica basada en la producción y el comercio, comienzan a

desarrollarse instituciones por medio de las cuales los capitalistas se

aseguraran el recuperar el capital invertido, al tiempo que reducir los

riesgos e incrementar los beneficios. De entre ellas podemos mencionar

las procuradurías y sistemas de información y correo que brindan un

soporte a los viajeros y comunican a los navíos con sus casas centrales;

a las compañías comerciales, creadas con la suma de capitalistas que se

convierten en accionistas de la misma para compartir pérdidas y

ganancias; las comandas, pacto entre un capitalista que es denominado

comandante y un gestor o comanditario para repartir pérdidas y

beneficios, teniendo el mayor porcentaje de las pérdidas y ganancias el

comandante. En este sistema que empezaba a configurarse, la unidad

monetaria fue una carencia que intentó suplirse a través del

establecimiento como patrón para regular el cálculo financiero las

libras, los sueldos y el dinero. Un obstáculo difícil de superar para

40 Dice Kriedte que los gremios “… fijaban la capacidad de producción y la cantidad de la oferta, limitaban la competencia de precios y calidad entre sus miembros, obstruían la introducción de nuevos productos y procesos productivos, restringían el acceso al mercado y trataban de aparecer como monopolios tanto en los mercados de suministros como en los de venta”. KRIEDTE, P. Op. cit. p. 1941 KRIEDTE, Óp. cit. p. 19.

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alcanzar esa unidad monetaria fue el hecho de que los señores feudales

emitieron moneda de manera regular, lográndose para fines del siglo

XII y XIII graduar el sistema monetario en función de la moneda más

prestigiosa del momento, que normalmente estaba vinculado con su

gramaje en oro y la pureza del mismo.

Asimismo, el concepto de “préstamo de dinero” se convierte en

un pilar fundamental del sistema económico naciente, a la vez que un

conflicto teórico para los teólogos cristianos. Mas, antes de que la

Iglesia encontrara un argumento para evitar colisiones entre el lucro

derivado del préstamo de dinero y la idea de pecado; los comerciantes

europeos fueron más pragmáticos y aprovecharon las ventajas

derivadas de los créditos a comerciantes, encontrándose una gran

cantidad de dinero en plaza para financiar empresas. Por ejemplo, en el

caso de la banca italiana los intereses medios caen entre el siglo XII y

XIII de un 12% a un 8% y los banqueros italianos pasan a ser los

principales prestamistas de la corona inglesa en el siglo XIII.

Posteriormente, los cristianos logran evitar que sus préstamos sean

vistos como usura se los denomina compra – venta, comanda,

inversiones comerciales o cambio de moneda; hasta que la Iglesia

determina que es lícito recibir un beneficio derivado del hecho de que

el banquero asume un riesgo al prestar sus capitales a un empresario.

Conclusión:

A lo largo de estas páginas se ha tratado de hacer un abordaje

sucinto pero sin desmedro de la complejidad requerida para bosquejar

las principales facetas de los cambios y continuidades económicas y

sociales de la Plenitud Medieval europea. Ciertamente, la confluencia

de un crecimiento demográfico, una expansión de la superficie

cultivada, un fortalecimiento de la vida urbana y la construcción de

redes comerciales supra regionales posibilitó dar un espaldarazo al

desarrollo económico de la Europa occidental.

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La efervescencia económica generada por esta combinación,

coincidió y potenció el “florecimiento” cultural que vivenció el siglo XII

y XIII; el cual se manifestó tanto en una nueva literatura en lenguas

vernáculas como en una filosofía escolástica que recuperó a Aristóteles

y al conocimiento a través de la experimentación para el occidente

europeo. Asimismo, estas nuevas facetas que complejizaron la faz de la

realidad europea generaron un estremecimiento en las estructuras de

poder de la época, fortaleciendo a quien fuera el primus inter pares, el

rey, para poder colocarse por sobre los señores feudales, alumbrando

los futuros Estados nacionales.

En conclusión, la economía, como base material de una sociedad,

es indispensable para aproximarse a cualquier tema de la historia. En

efecto, en el tema que ocupa el tema de nuestra tesis, un abordaje de la

literatura del Amor Cortés desde el marco teórico – conceptual de la

New Cultural History, se enriquece y enfoca gracias a los marcos

históricos aportados desde la historia económica de los siglos XII y XIII,

ya que permiten distinguir tanto las transparencias como las

opacidades de las representaciones contenidas en la literatura de la

fine amour.

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