[] Los Caballos No Compran Periodicos - Anecdotas(BookZZ.org)

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Los caballos no compran peridicos 111 periodistas de Aragn cuentan sus mejores anØcdotas. SUPERVIVIENTES La Asociacin de la Prensa de Aragn ha querido cerrar los actos de su Centenario con la elaboracin del libro que tiene en sus manos y que ha sido posible gracias a la cola- boracin desinteresada de mÆs de cien periodistas aragoneses que han contado sus anØcdotas, sus curiosidades y sus pequeæas intrahistorias en el apasionante mundo de la comunicacin. En muchos casos ha sido necesario que Mariano Gistan persiguie- ra a los periodistas por medio mundo hasta que por fin, y gracias a las nuevas tecno- logas, las reseæas llegaran a buen puerto. El resultado final es un magnfico compendio de historias que pretenden reflejar una cara diferente de los medios de comunicacin y de los periodistas, quizÆ mÆs huma- na y a buen seguro mucho mÆs divertida. El titular del libro es slo una muestra del sentido del humor que destilan sus historias, en las que siempre se ha pretendido dejar a un lado las anØcdotas hirientes o chabacanas. El hilo argumental del libro, que ha contado con el patrocinio de Ibercaja, bien podra ser aquella frase del filsofo que aconsejaba lo siguiente: No os tomØis la vida dema- siado en serio, de todas maneras no saldrØis con vida de Østa. Ramn Buetas Coronas Presidente de Asociacin de la Prensa de Aragn 1

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  • Los caballos no compran peridicos111 periodistas de Aragn

    cuentan sus mejores ancdotas.

    SUPERVIVIENTES

    La Asociacin de la Prensa de Aragn ha querido cerrar los actos de su Centenario conla elaboracin del libro que tiene en sus manos y que ha sido posible gracias a la cola-boracin desinteresada de ms de cien periodistas aragoneses que han contado susancdotas, sus curiosidades y sus pequeas intrahistorias en el apasionante mundode la comunicacin. En muchos casos ha sido necesario que Mariano Gistan persiguie-ra a los periodistas por medio mundo hasta que por fin, y gracias a las nuevas tecno-logas, las reseas llegaran a buen puerto.

    El resultado final es un magnfico compendio de historias que pretenden reflejar unacara diferente de los medios de comunicacin y de los periodistas, quiz ms huma-na y a buen seguro mucho ms divertida. El titular del libro es slo una muestra delsentido del humor que destilan sus historias, en las que siempre se ha pretendidodejar a un lado las ancdotas hirientes o chabacanas.

    El hilo argumental del libro, que ha contado con el patrocinio de Ibercaja, bien podraser aquella frase del filsofo que aconsejaba lo siguiente: No os tomis la vida dema-siado en serio, de todas maneras no saldris con vida de sta.

    Ramn Buetas CoronasPresidente de Asociacin de la Prensa de Aragn

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  • Introduccin

    La Asociacin de la Prensa de Aragn ha solicitado en varios comunicados a sus miem-bros que enviaran ancdotas, erratas, gazapos y experiencias para elaborar este libro.Yo he espoleado bastante a las compaeras y compaeros de profesin (ms a las pri-meras). De hecho, algunas/os salan de estampida al verme. Cuando estaban acorra-ladas/os, exclamaban: Ah, las ancdotas... s, s... ya estoy haciendo memoria.... Lopeor era cuando me decan: Ah, s, que tengo una muy buena... vers, iba yo un dapor... Y me la contaban. Yo sufra porque as a lo vivo no poda registrarla, ni grabar-la, los nervios no me dejaban ni atender... Quin hubiera tenido una cmara oculta,ahora que est tan de moda. Tambin a los profesionales nos coge el miedo escnicocuando nos plantan una grabadora. Quiz ms que al resto de la poblacin, aunqueslo sea porque sabemos que las grabadoras -tal como acreditan algunas de las his-torias que siguen- siempre acaban por fallar.

    Tras unos meses de zozobras, a punto de desistir -o de que me desistieran- pens quesera mejor pedir que enviaran las historias por correo electrnico, aunque tambinhe hecho algunas entrevistas con grabadora, pilas, caf...

    Cmo me voy a poner a reelaborar cosas que me cuentan los periodistas mientrasesperan un taxi, hablan por los mviles o se van corriendo a cubrir algn incendio,asesinato, etc? No saldra una chapuza, fuente de inexactitudes, tiranteces y correc-ciones interminables? Nada, lo mejor es el e-mail. Siendo profesin de contadores dehistorias, que cada cual firme lo suyo. Esto me converta en un negro de los que selimitan a copiar y pegar, disciplina cada da ms cotizada. Pero he tenido que dar tantola brasa, que ms bien me he convertido en un negrero. Como en esta profesin slola prisa -el cierre- nos arrastra al teclado, al micro o a lo que sea, mil veces he urgi-do a ex-amistades con la amenaza del cierre y aun con el despido fulminante. (la pala-bra despido, aunque sea gratuita, es un mantra eficaz). Despus de tanto espolearcomprendo mejor el sndrome de los redactores y redactoras jefes: tal como atesti-guaba Lou Grant, tambin son humanos.

    Con tanta monserga, es difcil que alguien de la profesin no se haya enterado de quese gestaba este librito pero, por si acaso, no sera mala idea -y as lo propongo- incor-porar en la web de la APA las historias que vayan llegando a su buzn, incluyendo rec-tificaciones, insultos y otras retroalimentaciones sobre este libro.

    En un recuento de pifias y gazapos sera muy raro que no hubiera varios: he pensa-do que lo mejor sera confundir las historias con las firmas, para darle ms intriga yque el libro tuviera una utilidad aadida como pasatiempo playero, pero seguro quehay muchas erratas sin necesidad de forzar la mquina. Un da antes de entregarles

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  • el mamotreto a Lola Campos y a Ramn Buetas me dice Lola por telfono es quehaciendo el libro no te ha salido alguna ancdota?.

    El mtodo del e-mail parece fcil, pero tambin tiene sus pegas: hay que hacer car-peticas aparte, no mezclar las ancdotas con los chistes profanos y, lo peor de todo,acaballar los textos en el archivo libro sin que se descogorcien en el trnsito.Acaballar un texto, como es obvio, es frase acuada por Jos Luis Andrs que, porcierto, no ha enviado nada. Eso s, don al Fondo de Gazapos una carpeta con faxesdelirantes y artculos estrafalarios que ha ido coleccionando con mimo. Total, que lostextos llovidos por correo electrnico exigen ms desvelos tabuladores que miniar uncdice. Y eso sin entrar en el inagotable mundo de los virus (toca madera, si es quequeda).

    Salen ciento y pico firmas -aunque siempre llega una ms en el ltimo minuto, quees ste: clink!. Hay historias de tres lneas y hay quien ha enviado quince folios. Comoel gnero es difuso y est poco legislado, todo vale: no hay historieta o tragedia queno arroje alguna luz o penumbra sobre este insensato oficio de contar rpidamente loque pasa, siempre con el ojo del poder -cualquiera de ellos- en la nuca y el del pbli-co enfrente. Valen las zozobras del becario y valen las reflexiones del veterano.

    Por orden ms o menos cronolgico

    Las ancdotas de cada persona van todas juntas detrs de su firma. Por ejemplo,Fulanito escribe del ao 74, pues todas sus ancdotas se ubican en esa poca, aun-que su segunda historia date del 92 o del siglo XXI. Esto crea un barullo formidable,pero ponerlas cronolgicamente repitiendo las firmas hubiera creado ms confusin,ya que hay muchas sin fechar.

    Por desgracia, algunas historias orales no han cuajado en modo texto: por ejemplo,la del editor de Radio Zaragoza que cada viernes se disfrazaba de algo distinto y des-arrollaba de esa guisa su protica labor. Un da, en pleno clmax hidrolgico -o sea, lohabitual- el editor no tuvo tiempo de preparar el disfraz con antelacin y se encas-quet lo que tena ms a mano, es decir: el gorro de natacin, las gafas de agua y elalbornoz de una compaera... justo cuando visitaban la redaccin los alcaldes deZaragoza y Toulouse.

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  • Agradecimientos

    A Lola Campos y a Ramn Buetas, que me encargaron este trabajo y han sufrido laspruebas. A scar Toms, Amada Platas y Maribel Martn, de la APA. A Julio Alvira, quelo ha corregido. A Eloy Fernndez Clemente, que me dej un lote de libros y tuvo lapaciencia de leer y pulimentar algunas pifias del original. A Antn Castro, que haintentado sin xito que este libro fuera mejor. A Teo Lozano, que vindome desespe-rado lleg a telefonear desde Madrid al Diario de Teruel para que sus excompaerosno demoraran ms los envos. A Jos Luis Melero Rivas, que me cont el duelo deperiodistas que se describe ms abajo. Javier Barreiro, Carlos Forcadell y AlbertoSabio Alcutn, que han aportado alguna ancdota histrica. Y especialmente a los quehabis escrito o contado las historias que forman este libro que es vuestro.

    Algunas ancdotas histricas y referencias bibliogrficas

    El 1 de febrero de 1758, comenz a editarse en Madrid el Diario Noticioso, CuriosoErudito, y Comercial Pblico, y Econmico. Fue el primer diario de Espaa y estabaelaborado por Francisco Mariano Nipho, natural de Alcaiz (Teruel). Daro Vidal va amandar una ancdota de este eximio pionero, pero como se la encargu a ltimahora, la meteremos en la siguiente edicin, que est al caer.

    Ahora, una cuarteta del esforzado galeote caspolino Miguel Agustn Prncipe (1811-1863):

    Por no saber Juan que hacer

    A periodista se ech

    Y el pblico le ley

    Por no saber qu leer

    Epigrama recogido en su libro Poesas Ligeras, Festivas y Satricas. Madrid, 1840,citado en Miguel Agustn Prncipe, de Santiago Aldea Gimeno y Alberto SerranoDolader, IFC.

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  • Otra cita del mismo libro sobre este profesional irreductible:

    Cada madrileo, entre 1846 y 1866 tuvo la impresin de que, constantemente, comosu sombra, llevaba detrs de si, a su lado, delante, a don Miguel Agustn Prncipe, dis-puesto a enterarse de cuanto aconteciera a cada madrileo (P. 77).

    Los compaeros que se quejan del multiempleo y la volatilidad, tan habituales en estaprofesin, recuerden que don Miguel Agustn Prncipe, adems de ejercer de abogadoy desempear mltiples profesiones y cargos, desparram sus artculos por ms decuarenta peridicos.

    Como su nombre indica, Prncipe desdeaba la comida: si haba que elegir -y haba-el muy pincho prefera gastar en ropa. Igual que Csar Gonzalez Ruano, dandy impe-cable mucho antes de que Tom Wolfe descubriera que yendo siempre con traje blan-co mejoraban los reportajes. Miguel Pardeza ha entregado una antologa de artculosde Csar Gonzlez Ruano en dos tomos que edita Mapfre, con una introduccin sobreel periodista y su poca de 70 folios.

    Sobre el periodismo dice Ruano: Esta profesin lleva en el tutano la maldicin delolvido.

    (En la introducin de Madrid, entrevisto, Ed. De Carlos G. Santa Cecilia. EditorialAmrica Ibrica, 1992).

    Un estmulo: Braulio Foz (Frnoles, 1791- Borja, 1865), que ha vencido a esa maldi-cin del olvido gracias a su magnfica novela Vida de Pedro Saputo tambin fund ydirigi el peridico liberal El Eco de Aragn, (1837-42) en el que l fue prcticamen-te el nico redactor!.

    Mariano de Cavia (1855-1919) public en El Liberal un artculo titulado Incendio enel Museo de Pinturas que provoc un escndalo porque hasta las ltimas lneas noaclaraba que era una denuncia contra las malas condiciones de seguridad.

    Para disuadir a los frecuentes agresores y sostenerle los cigarros en momentos deconfusin etlica, don Mariano de Cavia se haca acompaar por su fiel criado. Eso sque es triunfar! Sobre esto escribi Cansinos Assns: A su lado, de pie, tinese comoun escudero un hombrecillo gris de facha apicarada. Es Rodrguez, el criado del escri-tor, el hombre que lo acompaa a todas partes, lo sostiene cuando sale tambalen-dose de las tabernas, le va a por cigarrillos y se los pone encendidos ya en la boca,y que, en fin, lo defiende cuando algn bebedor de mal genio, ignorante de habrse-las con un gran hombre, alza la mano en rplica a algn insulto del agresivo cronis-ta.

    (La referencia la ha facilitado Javier Barreiro y pertenece a La novela de un literatoTomo I, de Rafael Cansinos Assns, pp. 183-185.)

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  • El 8 de octubre de 1906 dos periodistas hasta entonces amigos se batieron a tiros enel zaragozano Soto de la Almozara. Benigno Varela mat de un disparo a Juan PedroBarcelona, que an tard trece das en morir y exculp a su rival. El entierro -al queacudieron quince mil personas- fue una manifestacin republicana y el suceso desatiniciativas para prohibir la arraigada costumbre de los duelos. Como los padrinos dije-ron que Varela haba disparado antes de la seal, fue juzgado y el tema del duelo lepersigui de por vida.

    Benigno Varela -cuya vida apasionante ha contado Javier Barreiro en Galera del olvido.Escritores aragoneses (Cremallo de Ediciones, 2001)-, ya se haba batido, entre otros,con el tambin periodista/duelista Gmez Carrillo, que luego se casara, ay, con la inigua-lable Raquel Meller. (Por cierto, Mariano Garca, compeero del Heraldo, que no ha envia-do ninguna ancdota, acaba de adquirir por internet un abanico de Raquel Meller).

    Varela, republicano furibundo, se convirti con tanta pasin a la monarqua, que hastael propio Alfonso XIII se agobiaba de verlo. Public ms de treinta libros y escribi encientos de peridicos, suyos o de otros.

    La apasionante historia del periodista que muri en el duelo, Juan Pedro Barcelona, lahan recogido los biblifilos Vicente Martnez Tejero y Jos Luis Melero Rivas en laIntroduccin al Cancionero Republicano por Juan Pedro Barcelona, Zaragoza 1894(Edicin facsmil, Edizins de lAstral, Zaragoza 1990).

    Dos referencias rpidas de Carlos Forcadell:

    1 - M. Ciges Aparicio cuenta en su libro Del periodico y de la politica, (Alicante,1983, Ed. Juan Gil-Albert, pgs.227-228) cmo llega en 1907 a dirigir en Zaragoza eldiario El Progreso -rgano del Partido Radical de Lerroux- y cmo le dicen los redac-tores que es el partido conservador el que financia el peridico para quitar votos a losliberales. Forcadell recomienda este libro en el que se cuentan muchas cosas sobrelas redacciones de los periodicos en la Zaragoza de la primera dcada de siglo.

    Recuerda Forcadell que Sender es encarcelado por un articulo en El Sol (1929) y laAsociacion de la Prensa le lleva la comida a la Modelo, as que sale mucho mas gordo delo que entr. (Sender escribe despus O.P. -rden Pblico- sobre esta experiencia).

    Sobre el Sender reportero, Historia de un da en la vida espaola (octubre de 1935,revista Tensor), ver lo que escribe Jos-Carlos Mainer en el librito que le dedica en lacoleccin CAI 100, as como el dedicado a Benjamn Jarns y, por supuesto, para todo,el ya clsico manual de Mainer La Edad de Plata (1902-1939), Ensayo de interpreta-cin de un proceso cultural. (Ctedra).

    Sender cumpli el sueo de todo periodista (de entonces): derribar al gobierno (y ensu caso a la Repblica) a fuerza de artculos. Hoy se devoran sus reportajes de la

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  • matanza de Casas Viejas (Viaje a la aldea del crimen) sin respirar. Salvo que se con-sidere Las Hurdes, de Buuel, como periodismo, no hay nada ms fuerte.

    Recordatorio a Vctor Pruneda, tambin republicano y periodista empedernido, y alcal-de, al que estn recuperando sus paisanos de Teruel, encabezados por Jos RamnVillanueva.

    Jos Aced, en su libro Memorias de un aragonesista (Rolde, 1997), cuenta cmo leordenaron que hiciera un peridico en guerra -la civil, claro- y cmo iba saltando porlas trincheras para conseguir las fotos y los testimonios bajo las bombas. Y de cmoel general Lister, en vez de concederle una entrevista, le dijo que ms le valdra estarpegando tiros y lo mand a escaparrar.

    El historiador Alberto Sabio Alcutn ha sido tan amable de enviar esta perla: Se meocurre la de un Gobernador Civil de Teruel que instaba a los periodistas radiofnicosa subir la temperatura invernal unos grados para no dar la nota en toda Espaa.

    Otra referencia recogida por Alberto Sabio: ah va esta noticia de 1970. Me hizo cier-ta gracia porque era una aplicacin a la publicidad del vocabulario poltico de modaen el tardofranquismo. La Jefatura Superior de Polica recopil la noticia buscandoindicios de delito. Esta es la transcripcin literal que realizan en el Gobierno Civil: EnHeraldo de Aragn apareci publicado el da 15 de noviembre de 1970) un anunciocon el texto AMNISTIA PARA SU CUTIS CON TULIEST, cuya insercin fue solicitadatelefnicamente por unos laboratorios de Pamplona dedicados a la fabricacin de pro-ductos de belleza, que en sus anuncios de prensa viene utilizando las ms diversaspalabras como reclamo.

    El libro de Miguel Monserrat Recuerdos que un periodista zaragozano cuenta a susnietos (APA, 1996), entre otros muchos materiales del mximo inters para la pro-fesin recoge bastantes ancdotas, pifias y erratas. Valga esta muestra, cuya referen-cia proviene del tambin periodista Luis Monreal, que se la facilit a Monserrat: Encierta ocasin, cuando se lanz a la calle un nmero del semanario El Pilar, huboque recoger inmediatamente toda la edicin. No haba para menos. El artculo de pri-mera pgina, ocupando todo su ancho, se titulaba con grandes caracteres de los lla-mados de caja, El dedo de Dios. Al cajista le cay de cabeza en el componedor laprimera d de dedo que de esa manera se convirti en una p. El escndalo fuemaysculo y hubo que volver a tirar y encuadernar el pliego. (P. 97).

    A veces parece que la historia se repite. Miguel Monserrat cuenta que realiz en ElNoticiero una campaa (1946-48) para que se abriera al trfico civil el aeropuerto deZaragoza, que a pesar de estar a punto permaneca cerrado sin que se supiera larazn. Tambin escribi reportajes, muy mal vistos por las autoridades, sobre las cha-bolas de Las Delicias y Quinta Julieta.

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  • Cuarenta aos despus, Maruja Torres estuvo un mes viviendo en la Quinta Julietadisfrazada de gitana para publicar un trabajo de antologa en Diario 16 (1986). Elreportaje tuvo mucho xito, fue la primera vez que sal en televisin para hablar dealgo mo, con Mercedes Mil (...). La ancdota es que tuve que retrasar un par dedas el inicio del reportaje porque en el ltimo momento me di cuenta de que ningu-na gitana lleva gafas.

    Todo esto lo ha escrito la reportera en Mujer en guerra, ms masters te da la vida,(El Pas-Aguilar, 1999), en el que hay algunas sentencias como esta: siempre que mepreguntan si el periodismo me ha impedido formar un hogar, respondo que fue alrevs. Era el hogar lo que me impeda levantar el vuelo en el periodismo. (P. 66).

    En su serie de entrevistas de cuatro pginas Memorias de otoo, Antn Castro reco-gi en El Peridico de Aragn (1994) los testimonios de -entre otros- algunos perio-distas aragoneses. As, el alcaizano Mariano Romance, que fund tres peridicos; elfotgrafo turolense Gerardo Sancho, que guard celosamente el secreto que no leimpidi realizar instantneas definitivas: slo vea por un ojo; el cronista deportivoAntonio Molinos; Luis Horno Liria, que durante muchos aos fue el orculo oficial; JosMara Zaldvar, que cada da daba por Radio Zaragoza la exclusiva del color del mantode la virgen del Pilar; Cochita Carrillo, Paco Ortiz y tantos otros comunicadores querelataron aquellos aos con la pluma o el micrfono.

    Paco Ortiz ha contado su vida profesional en un libro editado por Ibercaja en el ao89: Un saludo amigos, les habla Paco Ortiz. Su hijo, Paco Ortiz Remacha, que sinduda ha heredado la voz prodigiosa, ha escrito 40 aos de andanzas, SER y ftbol(2000, Mira Editores) en el que cuenta cientos de ancdotas (hay un amplio extractoen la web del periodista: aragonsport.es/ortizremacha).

    Santiago Lorn ha escrito en Cierzo de papel (1993, Mira Editores) los cinco aosen que fue delegado de las pginas aragonesas del diario Pueblo, entonces dirigidopor el intocable Emilio Romero. Aunque ha cambiado los nombres de los periodistas -que no de los gobernadores y otras figuras pblicas-, se reconocen facilmente. El pr-logo es de Luis del Val, quien tambin ha dejado testimonio de los primeros 70 enCajn de desastres (Radio Zaragoza, 1976) y en Vivir en Zaragoza.

    Jos Juan Chicn ha publicado Sesenta aos... y un da. Historias de una radio lla-mada Zaragoza (1998, Mira Editores) en el que aparecen muchos documentos grfi-cos, ancdotas y chascarrillos de esta institucin.

    Sobre Conchita Carrillo y Antonio Calvo Pedrs hay buenos perfiles/entrevistas enZaragoza desde la nostalgia, de Carlos Cebrin Gonzlez (ASOCE Editores, 2000).

    Ademas de los citados se han manejado, como estmulo y obras de consulta: Historia

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  • de la prensa aragonesa, de Eloy Fernndez Clemente y Carlos Forcadell (GuaraEditorial, 1979); Historia del periodismo en Aragn, dirigida por Juan AntonioDueas Labaras y Alberto Serrano Dolader (Diputaciones Provinciales y APA, 1990);La prensa de masas en Zaragoza, (1910-1936), de Luis Alvar Sancho (IFC, 1996);Catlogo de periodistas espaoles del siglo XX, de Antonio Lpez de Zuazo Algar(Universidad Complutense, Madrid, edicin de 1981); Andaln, 1972-1987, Los espe-jos de la memoria, coordinado por Carlos Forcadell lvarez (Ibercaja, 1997).

    Mam, quiero ser periodista: Toda la verdad -o casi- sobre el oficio ms loco delmundo, de Arturo San Agustn (Ediciones B, 1991); Costismo y anarquismo en lasletras aragonesas. El grupo de Talin (Samblancat, Alaiz, Bel, Maurn), de JosDomingo Dueas Lorente (Edizions de lAstral, Rolde de Estudios Aragoneses, 2000).Un viaje de Ramn J. Sender a los Riegos del Alto Aragn Introduccin de JessVived Mairal y Julio Alvira Banzo (APA, 2001). Periodistas digitales, de Bruno GarcaGallo (APA, 2002).

    Fernando Garca Mongay, antes de hacerse periodista digital, escribi Manuel CamoNogus, el cacique de Huesca (Cuadernos del Alto Aragn, prlogo de Jos ManuelPorquet Gombau). Algunos libros no se citan aqu porque ya aparecen junto a las fir-mas de sus respectivos autores. Por ejemplo, Costa y la prensa, una turbulenta yapasionada relacin Ibercaja, 1996, consignado tras la firma de Rafael Bardaj o elms reciente Cien aos de periodismo en Aragn. Recorrido por los medios y los pro-fesionales del periodismo aragons (LCD Prames/APA, 2002), de Concha Monserrat.

    No puedo dejar de nombrar El nuevo periodismo de Tom Wolfe, Anagrama, 1976 ydel mismo autor El periodismo canalla y otros artculos (Ediciones B, 2001), espe-cialmente el reportaje El caso del New Yorker. La antologa Lo mejor de RollingStone, Ediciones B, 1995. Periodismo informativo de creacin, de Sebasti Bernal yLuis Albert Chilln (Editorial Mitre, 1985) que incluye nueve entrevistas con destaca-dos representantes de ese gnero hbrido.

    El ltimo de Ryszard Kapuscinski: los cnicos no sirven para este oficio. Sobre el buenperiodismo, edicin de Mara Nadotti, Anagrama, 2002. Dice el prestigioso periodistapolaco sobre el ejercicio del periodismo: El primer elemento es una cierta disposicina aceptar el sacrificio de una parte de nosotros mismos. (...) El segundo elemento denuestra profesin es la constante profundizacin en nuestros conocimientos.

    El periodista italiano afincado en Madrid Josto Maffeo mantiene una pgina web(http://www.josto.net) en la que va recogiendo toda clase de erratas y gazapos, ascomo comparaciones de los diferentes tratamientos que dan los medios a algunostemas calientes. Vale la pena visitarla.

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  • ndice de autores con temas y algunas fechas

    Joaqun Mateo BlancoLa tartera del decano - 1947El banquete de la prensaEl espejo de la muerte

    Maria Rosario de ParadaHistorietas de censurasCensura en la Profesin de PeriodistaCensura en los Partidos

    Daro VidalPrograma con suicidaOrgenes de TVE - c. 1957El echarpe de TVEConcierto algo tensoEl trofeoEntrevista al AlmiranteExclusivas a la fuerzaEn la agona de Tele/eXpres VanidadesCuadros falsos El da ms triste de mi vida

    Alfonso ZapaterCemento para las torres del PilarEl tren de GrisnLa ciudad cada da (1966)La ocasin de tener un Mercedes Inundacin de Fayn (1967)El yerno de FrancoCensurada una entrevista a GilaIncendio de Tapiceras Bonafonte (1973)El incendio del CoronaEl tnel secreto de la base americanaLa bestia parda, poeta

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  • Miguel ParsBendiciendo un pantanoGrabar un partido con 9 minutos de cinta

    Jos Juan ChicnPrimeros 60 en Radio PopularImpertinenciaFirmar penas de muerte impide dormir?Confesiones de un payasoMosen Francisco Izquierdo MolinsSin tiempo para rezar el RosarioOrinteseLa guerra de los lunesBuscando a BuuelPrimera visita oficial de los Reyes en los 70Mocedades en Eurovisin (1973)Crnicas desde Nueva York en 1972

    Javier FerrerFotografiando a los Prncipes en Candanch

    ngel PrezLos caballos no compran peridicosEs usted el asesino? (Crimen de Velate)Tarjetas de visita, de luto (1972 o 73)Que compren ms cceros!El prroco de Puertomingalvo

    Jaume Guillamet Soldado periodista (1972-73)

    Eloy Fernndez ClementeCurso de periodismo (1956-57)El Angelus... aunque sea tardeMil entrevistas de diez minutosRedactor jefe de la revista El Pilar La Escuela de Periodismo de MadridExclusiva y expulsin (1965)Comentando encclicas en TeruelLa noche que mataron a Carrero Blanco (1973)

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  • Comida de directores con Sebastin Auger (c. 1976)

    LOS CABALLOS NO COMPRAN PERIDICOSGuillermo Fats

    La salida de Andaln (1972)Primer artculo en el Heraldo (1975)Director! (2000)

    Lisardo de FelipeLa boda de Luis del Val (1973)Los parlamentarios aragoneses y el 23-FLa colecta de la Misa Baturra (C. 92)

    Joaquim IbarzCmo puede ser aragons si habla cataln?Apuros en Panam (1988)

    Ricardo Vzquez-PradaLas ocurrencias de KautelaLa divaLa necrolgicaEl vrtigo de el vigaEl gobernador ms jovenEl gafeEl gafe taurino

    Antoni Coll y GilabertOcho aos en zaragoza (1969 -77)Al juzgado...El taxi de Blasco IjazoLa lnea recta de Manuel AbadLa pistola de Pepn

    Luis GranellLa huelga estudiantil del 72Zaragoza Urbe o el peso del ladrilloPequeas venganzas ante los secuestros de AndalnSupermn mete la pata: informacin laboral en los 70Roban cientos de toneladas de carne en Teruel... (c. 1976)

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  • Rafael Fernndez OrdezLa rueda de prensa ms corta de toda la historia del periodismo zaragozano (1976)Sonrisas y lgrimas (Incendio de Tapiceras Bonafonte, 1973)

    Pilar ContelSe nace y se haceMatrcula en vez de abrigoPrcticas con GabilondoMe se ve, me se ve?Iniciales peligrosas

    Pedro FondevilaLo bueno si breve... cuatro perlas

    Max AlonsoCosas de periodistas (1974 -1978)

    Mara Jos CabreraGazapos:Encierro por entierro.Ms sobre encierrosAnsias de juventud.Vivencias:Fraga y los atunesAtentado de Eta en la Casa Cuartel de la Guardia Civil en la Avenida de Catalua.Amenaza de suicidio

    Juan Domnguez LasierraEl da que Buuel no quiso ver a Goya

    Joaqun CollNo quiero ser concejal (c. 1974)In memoriam (primeros 80)

    Jos Ramn MarcuelloEl Correo GallegoEl escote de Sara Montiel (1976)Las misas de El Noticiero (1977)

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  • Pepe RoyoLa compra de cceros (1976)Yo no estuve en el Bolshoi, ni falta que me hace Una meada con el vicepresidente (1979)El 23-F y el alcalde callado (1981)La radio de aquellos aos La cinta virgen (El grapo asesina a un coronel de Aviacin)Quini y la UVEConspiraciones varias (1979)El primer da de EL DA (1982)La bomba de La Almolda (1983)A escondidas he de verte (fichaje de Pepe Qulez)La langosta de GuerraLa frasecita de Luis AcnQutate la americana, Pepe

    Jess BuenoIsabel de Madariaga me baja los humos (1975)El jefe de prensa de la Casa Real reparte corbatas (1977)Me contratan el lunes y me despiden el martes (1976)Los aragoneses hicieron posible Egin (1977)Las cartas del alcalde en Heraldo de Aragn (1986-1991)

    Jos Luis TrasobaresPrimera mitad de los setenta en el HeraldoLa navaja de Antonio BrunedCaso prctico: cmo lidiar a un jefe superior de polica ( 1975)

    Jos Luis BruallaUna lata agujereada y un palo: un micro a los ocho aosAndar seis kilmetros para llevar la crnica al autobsUna virgen a 100 por hora!Desde Radio Benabarre... hasta el infinito y ms all!

    Lola EsterPrimera guardia, se cae un avin y hay un conflicto diplomticoVerm en el Aragn Exprs (diciembre del 1972)Carrascal, Carrascal... Como en el 36!!! (23-F-1981)Redactor jefe por un daEl acosador

    LOS CABALLOS NO COMPRAN PERIDICOS

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  • Exclusiva con cazalla

    Javier Ortega Ancdotas vistas, odas y sufridas

    Enrique SerbetoLa primera oportunidad (1978)

    Jos PardinaEspontneos lunticos Convencin con cervezaEl primer da (1978)

    Enrique GuillnDe juzgados (1980)Caciques de bata blanca (1980)Jnovas (1980)El ritmo de trabajo de El Da (1983)El riesgo de las fuentes informativasSobre los calores de El da. Entrevista con Victor Garca de la Concha en el Hotel Palafox.Y con Ricardo Gulln en el Hotel Goya.La filtracin de Too de las Casas en el caso Seral (1983-87)Sobre el aceite de colza en Tarazona (1982)La familia de Buuel (1985)

    Plcido DezEl cheque de Elctricas (c. 1982)La sucesin de Ramn Sinz de Varanda (1986)

    Manuel GarridoQu bien se conduce confesao! Y otras ancdotas de un periodista en Torreciudad (d. 1982).

    Concha MonserratPiloto rojo

    Rafael BardajAragn/Expres hacia 1980: Manuel Rotellar y Miguel ngel BrunedEl Ribagorzano (1981-86)

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  • Genoveva CrespoClase de arteQuedar bienBeata por un daTarifas intimidatoriasLos pulposOjo con los subasterosVivero de rojosrganos de decisin

    Jos Carlos ArnalLa sabidura popular de Vicente Calvo (1979-80)Ruido de sables... en las alturas (1981)El ao que volamos peligrosamente (c. 1986)Los peridicos tienden a salir (1982)Malditas grabadoras o el da que Rato enmudeci (2000)

    Juan Carlos SorianoNunca beses a tu entrevistado (1980)Los duendes lascivos Soy de pueblo (1981)Cela versus Garca MrquezA flor de piel El palacio de las matildesPublicidad, divino tesoro

    Antonio PardoPeriodismo de fiestas a bordo de una Vespino (1983)

    Jos Joaqun Berdn Chliz Un tipo fogoso salva el pellejoEl teletipo de la cada del muro de Berln (1989)

    Alberto Serrano DoladerGazapos, erratas y alguna broma en el periodismo caspenseAlevn de periodista (1975)Necrolgicas con sustanciaLa televisin Fotos y pies de fotosLos locutores de Radio Caspe

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  • Las inocentadas de la radio local

    Antonio AnguloLos solteros de Plan (1985)

    Miguel BaynEl club de los poetas muertosCaravana de mujeres (1985)

    Mario SasotPlan (1985)BiescasReapertura del Madrazo (c. 1984)Temps de Franja: todo por e-mail

    Pilar BarrancoEntrevista con lengua a Joaqun SabinaEntrevistar a un cajero automtico

    Jos Luis Valero Cese de un general (1984)Muerte poltica y fsica (1990)Fotgrafos y caballos (1981)Una de gambas (2002)

    Jos Antonio CiriaLas bolas de PolicarpoUn incendio en picardas

    Juan BoleaMilagro en el Mercado Central (1984)Michael Jackson (1996)

    Ana RiojaLa furiosa mirada de Terry Gilliam (1988)

    Juliana MuroVarias de Radio ZaragozaBuscando el mvil desesperadamente (1992)

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  • Conrad BlasquizNovato con la poliDespirtame cuando acabe la guerra (1991)Periodista francesaPersecucin en SalouJos MarcoSiguiendo a Gomriz

    Joaqun CarbonellPagar por la entrevistaEl lado bueno de Sara Montiel (1980...)Periodismo de alto riesgoMs boxeoComer aparte (Cenas en familia)VichisoisseLos celos de miguel Ros

    Jos ngel Garca LongsLas fuentes de la noticiaEl pique de una pareja de periodistas

    Sagrario SaizAtraco con rehenes y zapatos de tacn (1985)Destrozando zapatos

    Lola CamposPeriodismo de anticipacin (1987)En la cama con Lindsay KempRueda de prensa con extrasLa tertulia de la COPE

    Juancho DumallEl hipo de Fraga (1987)Rato en el cajero (1996)

    Jos Luis ParicioNo hablamos con emisoras pequeas (1982)Johan, eres mi dolo (1996)

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  • Maria Pilar LacambraAnimales sueltos

    Encarna SamitierIntoxicacin en la Academia (c. 1985)Contando manifestantes El fotgrafo impasible

    Ignacio IraburuFuegos de artificio

    Ramn BuetasUna curiosidad en el Altoaragn (1989)Otras curiosidades del Diario 16 Aragn (1996)Confunden a un periodista de la DGA con un etarra (1994)

    Antn CastroResucitar a el Esquinazau (c. 1988)Con Cela Con Torrente Ballesterdolo azteca (2002)

    Raquel LozanoMujeres periodistas? (1990)

    scar TomsManta zamorana (Cierre textil en Tarazona)Entrevista a un jamnvila, dice usted? (c.1991)Ruido de sablesCamina o revientaEl abuelo Cebolleta y la Operacin Galaxia

    Antonio Postigo A vueltas con el chino

    Roberto MirandaJess Fraile (1985)La autopista elctrica (1985)Varios titulares (1986)

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  • Gabriel Riera (1987)El badajo de Escatrn (1990)La mula ms vieja del mundoHaciendo caminos (1990)La rabia de Marco (1990)Detenidos en Francia (1992)Aparicin en Roma (1992)La conciencia de Gomriz (1993)Problemas con la libreta (1994)El archiduque (1995)La asamblea (1999)Biscarrus (2001)

    Rosa Mara Artal La cada del Muro (1989)Tres das en Carabanchel

    Vctor Pardo LancinaGobernador... y torero (1990)

    Sergio SnchezOtra versin

    Juanjo FranciscoPor hacer esto le pagan?Postal navideaEn busca de la cosechadora perdida (1990)

    Javier RomeroDiscos dedicados y sacos de fertilizantesEl peor trago (Camping de Biescas 1997)Se las lleva todas (agresiones a Oliver Duch)Malas pulgas en la crcel de Daroca (c. 1991)Psicosis terrorista

    Miguel Asensio GuajardoEl que rompi el tejadoControlado en la marcocrcel

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  • Pepa BuenoRojos en Teruel (1989)Un obispo de armas tomar y otros

    Manuel LorenzoFlorencio NogusPeriodista, persona, periodista, persona...Competencias

    Luis del Val S que ests ah (1990)Retratos a la basuraBromas en LocaliaVanidadesTe conozco y no s de qu

    Rosa PelliceroEl rap del jefe de la PolicaElecciones a la APA

    Nicols EspadaVisita del PrncipeLa subasta de la salchicha del ActurUna de Radio Nacional

    Concha RoldnManuela CarmenaArzobispo de Zaragoza, Elas YanesAntonio Gala

    Teo LozanoEl Milagro de Andorra la de Teruel: creo en Dios a to meter (1990)Barrio del Arrabal. Teruel. Lunes, 9 de la maana.La Audiencia de ZaragozaEl caso del Met Chandon La familia (1993)

    Onda Cero RadioSurtido colectivo de ancdotas y gazapos

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  • Rosa Ballarn Entrevista a los Grapos en huelga de hambre

    Luis Alegre Mercedes Gracia suplanta a Ariadna Gil en Caf con PlvoraChorizos de Lechago en Hollywood

    Ramn J. CampoVacaciones en Belgrado (1992)Sobre el oro de Canfranc (2001)

    Miguel ngel LisoCamilo Jos Cela al telfono (1994)

    Marga ValienteDesembarco de becarios (1995)Cadver cambiadoProcesin en BijuescaCrimen sin resolver (1996)Primeros muertos Slo pienso en jugar con el power ranger (1995)Pelea de pelcula en el restaurante japons (1995)Guardia Civil por narices (1995)El hombre que viva en un coche aparcado (1995)Sobran padrinos y faltan regalos (1995)

    Dalia Molin Me confunden con la alcaldesaOtra de Fuerzas y Cuerpos

    Elena BandrsUn pastor en Trasmoz

    Carmina PuyodSoldados con sarampin (1995)Una maana muy torpe (1997)

    Juan Carlos GarzaUna foto proftica

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  • Katia AznarRosas amarillas (1997)

    Gema Gimnez AscasoQuinto levanta, tira de la mantaUn comercial en apurosSi Cervantes levantara la cabeza

    Camino IbarzEl tiempo, por los suelos

    Esther Esteban SaurasUna presentacin algo improvisada

    Juanjo BarrenchegurenAntena 3Comida para perros o coche bomba en DeliciasEspelelogos perdidos en EscuanEl hombre que sobrevivi a mi exclusiva

    Inmaculada OtalOfertas de trabajo desde Radio Cinco VillasSaludos en Antena Aragn

    Luis Negro MarcoBorde, que no borde (1999)Ambidiestro, que no anticristoTienen papeles? (1999)De muertos, moros y oro Un centn para terminar

    Ana AnsaHistorias de mancosFiestas de Teruel

    Jos Antonio Lavado BuenoBecario en San Lorenzo

    Fernando Garca MongayUn matiz

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  • Congreso bomba!

    Alberto CortsCiclo, una revista aptrida

    Roberto Garca y Santiago MartnProblemas digitales: periodistas y electricistas

    Goya Ruiz Sor Isabel Guerra: Dios entre los pinceles

    Miguel ngel FernndezEn una noche electoralDar paso al que no est

    Antonio Ibez IzquierdoLa neveraLa llegada de Esquerdinha

    Raquel MachnTraduciendo a DrulicEl men secreto

    Jos Luis CanoEl de la tira

    Carmen Martnez AlfonsoBuscando arquelogos (2002)El acelerador de electrones

    Miguel MenaAncdotas de Estudio de Guardia

    Antonio BrotoCon Pel en la Muralla China (2002)

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  • Joaqun Mateo [email protected]

    La tartera del decanoIgnacio Buera, cuando yo lo conoc en 1947, era un simptico nonagenario, clarivi-dente y mordaz todava. Era el decano de los periodistas aragoneses.

    La Asociacin de la Prensa tena su sede en la calle San Miguel, esquina Blancas, enunos bajos no muy amplios, pero que daban de si para varios despachos, una recep-cin con mostrador y una salita que se empleaba para las tertulias que siempre seorganizaban al caer la tarde.

    Buera no tena parientes, viva solo y prcticamente resida en los locales, sin dejar-los ms que para dormir en una pensin.

    Todas las tardes llegaba con un paquetito en el que esconda una tartera en la que lle-vaba la cena que le preparaban en la pensin y que consista invariablemente en unaracin de albndigas con tomate, pues su dentadura no le permita hincarle el dientea nada ms slido.

    Un da nos llev a mi padre y a mi aparte para confesarnos que llevaba un tiempoobservando que le desapareca media racin.

    Montamos una discreta vigilancia sobre la tartera hasta que pillamos a un meritorioque en cuanto encontraba una ocasin atacaba la tartera y se tragaba cuatro o cincoalbndigas.

    Era un pobre muchacho que haba venido de un peridico de otra provincia y que ape-nas tena dinero para comer.

    Ignacio se compadeci del chico y a partir de aquel da vena a la asociacin con dostarteras.

    El banquete de la prensaLa Hoja del lunes, que diriga Emilio Alfaro padre, era el negocio ms saneado de laAsociacin de la que viva su presupuesto y de donde salan pensiones a viudas, ayu-das y prstamos y el banquete que con ocasin de la fiesta del Patrono se ofreca alas autoridades y a los mdicos del cuadro, que eran destacadas figuras de la Medicinazaragozana y que no cobraban, siendo el nico sistema de seguridad social de losperiodistas.

    La Hoja la hacamos en los talleres de El Noticiero en la noche del domingo. Mi padre,

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  • con el seudnimo de Pepe Tribuna, se encargaba de la seccin deportiva, en cuyatarea le ayudbamos mi hermano Alfonso y yo, encargndonos de los partidos de ter-cera. Yo era del Arenas, con Violeta, Palo y dems figuras.

    Una noche, cerca de la fiesta, Emilio Alfaro llam al Gobernador, que era a la saznJuan Junquera, para consultarle el restaurante en donde celebrar la comida.

    Todas las llamadas pasaban por la centralita donde estaba Veiga, un gallego de acen-to cerrado y que equivocaba siempre los nmeros que marcaba para desesperacinde todos, que sospechbamos que oa las conversaciones.

    En efecto, cuando Alfaro le deca a Junquera que podan comer en el restaurante Flor,surgi de las ondas el vozarrn galaico de Veiga diciendo:

    -Oigan, porqu no van a la Tasca de Manolo que se come muy bien.

    El espejo de la muerteUn periodista anciano, sintindose morir, llam a mi padre al lecho de muerte. Yo leacompa y mand salirse de su dormitorio a todos sus parientes.

    -Joaqun -le dijo- acrcame un espejo y pnmelo delante de la cara.

    Mi padre as lo hizo.

    -Sabes, es que quiero ver la cara que tengo de muerto.

    Y as muri aquel senequista con su rostro de cadver impreso en sus ojos azules.

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  • M Rosario de ParadaPeriodista y Escritora

    Historietas de censuras

    Creo que estas historias pueden servir para rellenar e1 Archivo de los periodistas msjvenes en el Centenario de la APA. Vern que cualquier tiempo no fue mejor, que haymotivos para la nostalgia por quienes dentro del Centenario pudimos perder la liber-tad

    Desde la atalaya de 80 aos veo estallar una guerra incivil sin concluir mis 14 aos.Huimos la familia del frente de Huesca al refugio de Zaragoza, Con la implantacin dela Censura perdimos la Libertad. Los padres temerosos, los hijos holgando, truncadoslos estudios, casi todos sin entender proclamas de guerra, esperamos que pasen lostres largos aos. As nos tuvimos, me tuve, que buscar la mejor vida sin salir del his-pano Infierno guerrero. Mi culturilla de cuatro aos de Bachiller me permiti entrarvoluntaria en la oficina que el Gobierno Civil abri, para aprender a fichar bajas, con-solar a las familias de los primeros muertos, archivar partes de heridos en las escue-las trasformadas en hospitales. En la Plaza de Aragn las familias se hacinaban bus-cando noticias. A diario, una corneta vibrante interrumpa nuestro paseo porIndependencia para darnos el PARTE DE GUERRA, as resistamos, brazos en altohasta escuchar tres himnos: los de Falange, de Requets y la Marcha Real. Tras eltoque de queda, volvamos los jvenes al ocio de pasear, en unin de tantos amigossanos o ya tullidos. Esto fue lo malo, el bien me vino al crecer mis propios signos deideologa. Aprend para siempre que la paz no llega nunca a travs de la guerra, queel espritu militar no sirve para dirigir la libertad del pueblo civil. Y, mientras, sopor-tara la Censura.

    Censura cotidiana, en la playas: con trajes hasta la rodilla, mangas al codo, alborno-ces puestos, al dejar el agua y pisar la arena. Las medias caladas en el esto, los bra-zos cubiertos en las Iglesias. Se libraran bien los novios de enlazarse y menos derozar sus mejillas con un casto beso. La Censura nos persegua, obligado era que elhermano, estilo chita, nos acompaara al baile. La solucin estara en casarse recinestrenada la juventud, intentando buscar la libertad.

    Qu Libertad? Censura a la hora de ser padres, con el nmero de hijos que Dios nosdiera. Claro que cada pareja se las arreglaba por medios naturales. Los premios denatalidad imponentes podan llegar a los 20 hijos. He de sealar que para consuelolleg el Mtodo Ogino. La Iglesia lo trag igual que la pldora, algunas pas seleccio-naban los confesores ms comprensivos para recibir la absolucin. Est claro que lamitad de los espaoles nacieron segn el Mtodo Ogino.

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  • Saltando en el tiempo, terminada la guerra, y cursados 5, 6, 7 y Examen deEstado, mi novio no esper ms mis estudios, y me cas...

    Censura en la Profesin de Periodista

    Mi marido dirigi fbricas en diversos lugares mientras yo criaba cinco hijos. Fiel a miempeo, me pude leer por entonces una biblioteca de obras clsicas. Otra fbrica,teniendo 30 aos, me di a conocer la poltica de Pern y Evita (sobre ellos escribreportajes al ejercer). La Censura que imperaba se ha santificado ante la poltica quesigui en este rico Pas. Creo que mi viaje de tres aos sirvi para abrirme los ojos ylas ideas con nuevas rutas en mi personalidad,

    Instalada en Zaragoza, insist en mi empeo de vida propia. Segu aqu un Cursillo dePeriodismo, me matricul en la Escuela de Barcelona, que se cerr. Al poco en laAutnoma de Barcelona curs la Licenciatura de Periodismo. Al recibir un Cuento, donRamn Celma me ocup en alguna seccin del Noticiero. Por tener familia numerosano pude entrar en plantilla, pero segu a diario con pginas sociales, artculos, repor-tajes, entrevistas y enviada especial. Y me top con la Censura que estaba presenteen la Prensa y el Diario. Asista yo a los desfiles de modas, para mis crnicas elegafotografas que no desvelaran carnes femeninas, pero an as un da me llam eldirector. Reclamando mi calma, me inform de que el Consejo del da haba comenta-do : La pornografa entra en el Noticiero por mano de M Rosario. Afirm que algu-nas fotos no eran aceptadas. Yo me sulfur. Dije: Si se publican ms fotos de bra-gas y sostenes, trajes modernos de bao, no lo estiman igual?... Algunos anunciospresentaban imgenes que yo haba rechazado. Hubo otros ejemplos de absurdaCensura interna, como un artculo, que sealaba un sacerdote ejemplar en la playa yantes de publicarlo, pasara por la Censura eclesistica.

    Censura en los Partidos.

    Un da cerr el Noticiero, public su SOS. Muri casi al tiempo que falleca FranciscoFranco. Conoc el paro. El abogado Manuel Vitoria, presidente del Ateneo de Zaragoza,me pidi ayuda para organizar las sesiones y oficina de la Entidad. Fui SecretariaGeneral de su Junta por 12 aos. Haca al tiempo labor periodstica. El Director de laHoja del Lunes (q.e.p.d.) Jos L. Aranguren, me admiti en colaboracin fija y meencarg cubrir las sesiones de las nuevas elecciones en los Partidos Polticos. Tuve

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  • ocasin de conocer a sus altos dirigentes en ruedas de prensa y entrevistas. Tambina don Manuel Fraga en varias ocasiones. Para una sesin del Ateneo solicitamos alProfesor Fraga que, en calidad de tal, no como dirigente de AP, pronunciara unaConferencia sobre las Autonomas que se iban a implantar en Espaa. El saln se llena rebosar de adictos. Cul sera la sorpresa de la mayor parte cuando el ProfesorFraga dict una leccin magistral sobre la conveniencia de tales Autonomas quedesde aejos tiempos necesitaban las provincias para desarrollarse. Hay que decirque los oyentes aplaudieron, a rabiar, pese a todo. La sorpresa ma haba sido, antesde comenzar, cuando el Secretario que le acompaaba me solicit un cheque con losemolumentos del conferenciante. Y cercano estaba don Manuel firmando en el Librode Oro de la Entidad.

    Recuerdo la Rueda de Prensa en la cual AP y el PAR se iban a unir para la eleccin.Sentados en la mesa, don Manuel Fraga y don Hiplito Gmez de las Roces dieron susrazones, hasta admitir preguntas de los medios. Sealar las mas. Record que en elCongreso se haba suscitado das antes una discusin sobre cuestin de riegos yaguas de Aragn, que defendi don Hiplito, siendo don Manuel su contrario en eltema. Yo quise conocer el plan poltico futuro de Gmez de las Roces. Intent respon-der Fraga, le hice ver que me diriga don Hiplito, y me qued con las dudas ante lasambiguas respuestas que se suscitaron. La Censura de los Partidos seguramente noles permiti la sinceridad. No habr problemas llegado el caso, afirmaron. El tiem-po nos ha dado la respuesta.

    Tambin cubr el paso del Papa en Zaragoza, hasta Toledo. Presenci el acto folclri-co aragons de la Plaza del Pilar y lo escrib con la crnica de sus homilas. La anc-dota singular, que puede delatar el contraste entre la seriedad del protocolo eclesialy el desfogue humano, me la describi la monja que preparaba su dormitorio en elArzobispado, mientras me mostraba sbanas de fino hilo de Holanda que ellas mis-mas hablan bordado para su lecho. Fue que al regreso de dicho acto, Juan Pablo II,aquella noche, mientras se diriga en solitario por el pasillo hacia su aposento, ibaensayando los pasos joteros que enlazan cojicos los bailarines. Nostalgias de susjvenes salidas a la escena teatral tan ajenas a la frrea norma vaticana?

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  • Daro [email protected]

    Programa con suicidaEstbamos en plena emisin. Era un programa dinmico, muy participativo y absolu-tamente abierto, en el que glosbamos la actualidad en su ms amplio espectro y sincircunscribir los asuntos a ningn mbito, de modo que podamos hablar del gato quelos bomberos haban rescatado de la copa de un rbol, de lo que habamos visto al ira la emisora, del postrer hallazgo de la Ciencia, o del ltimo episodio de la guerra quelos Estados Unidos estaban librando contra el Mal para defender la Cultura deOccidente. Ponamos msica entretanto para separar los bloques y naturalmente ajus-tbamos el tono de nuestra tertulia a la naturaleza de los hechos que comentbamos,mientras desfilaban los invitados por el estudio y atendamos a las llamadas de losoyentes que deseaban intervenir.

    Un da, cuando el ritmo era ms frentico, me hicieron una seal desde la pecera decontrol y me pasaron una llamada. No oa nada y apremi varias veces Dgame, dga-me2. Miraba yo perplejo al control encogindome de hombros y ellos me hacan sea-les de que tena a alguien en la lnea. De pronto me pareci oir una respiracin entre-cortada y un sollozo. Jams haba experimentado tanta turbacin. Oiga, ogame qusucede? Le ocurre algo?.

    Tard unos instantes como para serenarse y luego, con la voz quebrada pero con unadeterminacin y una frialdad que me eriz el vello, musit: Estoy suicidndome.

    Muchos aos de vida en la radio no me haban preparado para aquel momento. Supeenseguida que no se trataba de la ocurrencia de un bromista. Un impostor no puedenunca producirnos un escalofro como aquel. De modo que all, al otro lado, en algnlugar impracticable, haba un hombre quitndose la vida que haba solicitado hablarconmigo. No saba cmo ni si su estado tena vuelta atrs. Y mir desolado a mis com-paeros alzando las cejas como pidiendo socorro y anegado por un abismal sentimien-to de soledad.

    Usted miente, dijo. Me sent paralizado. Cuando ha dicho que cada da es el pri-mero del resto de nuestra vida, miente ... Aquellas palabras me dieron una idea yquise comenzar a hablarle, pero me cort: Y voy a hacerlo. Ahora mismo. Peroantes quiero decirle que usted miente.

    Era un solitario que buscaba un asidero para vivir. No era un impostor aunque en elfondo no quisiera morir, pero en aquel instante poda matarse. Luego los fu conocien-do.

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  • Hice seal para que subiesen la msica, me pasaron la comunicacin por lnea inte-rior y mis compaeros se hicieron cargo del programa mientras yo prosegua unangustioso dilogo a ciegas apelando a la intuicin. Le pregunt si tena amigos, si sesenta enfermo y si le visitaba algn mdico. Me respondi airadamente que l noestaba loco y que iba a colgarme el telfono. Consegu evitarlo mientras buscaba des-esperadamente en la agenda. Mdicos. Un psiquiatra. Apareci un psiquiatra jvencon el que haba hablado recientemente y como afectando urgencia le dije a mi inter-locutor si poda esperarme un momento, que volva enseguida pero estaban llamn-dome por telfono. Tom mi puesto un compaero que dijo sentir todo lo que l sen-ta y eso le tranquiliz.

    No se cuanto tard a establecer comunicacin con el psiquiatra

    Iba y vena de un telfono al otro y le mostraba que a pesar de mis ocupaciones, loms importante era l. Cuando habl con el mdico se hizo cargo enseguida de lasituacin y quedamos que lo ira a ver hacindose pasar por mi.

    Volv de nuevo a mi hombre. Mi compaero me mir desolado al entregarme el tel-fono. Estaba sollozando de nuevo. Ya estoy aqu otra vez, le murmur. Fu tranqui-lizndose. Me gustara mucho conocerte, le tute. Pero no contest. Yo creo quepodramos ser buenos amigos. A mi tambin me ha ocurrido alguna vez lo que a ti.Silencio. ?Quieres que nos veamos? Pasaron unos momentos y al cabo me dijo convoz apagada: Bueno.

    Pero estaba equivocado al suponer que el asunto estaba resuelto. No quera facilitar-me su direccin. Estuve porfiando no s si media hora para que me la diera. Cuandolo logr llam al psiquiatra e hice que un compaero le entretuviese por telfonomientras yo permaneca pegado al auricular conteniendo la respiracin. Haba largossilencios en los que ya no se nos ocurra qu decir. Al cabo de un tiempo que nos pare-ci infinito, omos el timbre de su puerta. No quera abrir. Deca que la voz que lehablaba desde el otro lado de la puerta no era la ma... Pero yo no poda hacer yanada, ni poda argumentarle, porque yo estaba all, al otro lado de la puerta cerrada.

    Se vino para el telfono y pregunt a mi compaero que por qu le habamos enga-ado y que quin era el que llamaba a su puerta porque desde luego no era yo. ?Perot no sabes que en el telfono y por la radio la voz es muy distinta? S, si que losaba, pero la entonacin, el acento, el timbre, no eran los mos.

    Por fin, le oimos abrir la puerta y hablar destempladamente con mi sosias. Perohaba abierto, que era de lo que se trataba en primera instancia.

    Cuando el mdico termin con su misin me llam y hablamos largamente. Mecont cmo haba ido todo, cuales haban sido las primeras medidas teraputicas, me

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  • anticip su pronstico y me anunci que iba a verlo al da siguiente. Yo no podrahacerlo para no desbaratar todo el montaje.

    Aquella noche no pude dormir. Y muchas otras me desvelaba pensando en cual habrsido su suerte.

    Orgenes de TVE - c. 1957Estbamos estrenando televisin. Deba ser la primavera del 57. Pero los estudios

    de la Avenida de la Habana de Madrid no eran mas que una emisora de barrio de lasque hoy proliferan en cualquier ciudad. El pequeo chalet que los acoga contabaunicamente con dos cmaras, no haba una dolly ni modo de hacer un travelling.

    Andaban por all Jess lvarez, David Cubedo, Clemente Pamplona, Jos MaraCodina y otra media docena de pioneros. Todava no se haba incorporado Blancalvarez y la presentadora estrella era Laura,Laurita Valenzuela.

    Emitamos apenas un ratito por la tarde y las cabeceras, los crditos y los espaciosno se sucedan mediante fundidos, truca o los miles de recursos que hoy nos rega-la la tecnologa. Eran sencillamente una serie de cartulinas apoyadas en un atril, quehaban sido previamente delineadas e ilustradas con monigotes alusivos por los dibu-jantes, que el regidor o el que poda en aquel momento, haca caer hacia adelante unaa una.

    Mi delicado cometido consista en escribir el avance de programas del da siguiente,que lea Laurita Valenzuela ante la mirada arrobada de los concurrentes que andabansecretamente enamorados de ella. Pero las tareas eran muy aleatorias. Un da merequiri un regidor con urgencia. Ven, corre, que tienes que hacer de reloj. No ima-ginaba en qu poda consistir tal cometido pero no experiment ninguna inquietud.Todos los das estbamos experimentando algo.

    Me larg un plato de aluminio de los que haba en el Ejrcito y un palillo de tambor.Cuando te haga una seal, vas dando palillazos as, como uno por segundo, hastaque te haga otra vez la seal.

    Se trataba de un concurso y yo tena que marcar los tiempos.

    Quince segundos, deca el presentador. A ver, piense. Si es muy sencillo.Veinticinco segundos. Un minuto! Lo sentimos mucho. Ha expirado su tiempo!.

    Y as intervenan por telfono una serie de entusiastas televisivos con el seuelo de ganarun disco, dando por buenos los tiempos que yo marcaba en off2 con mi plato de rancho.A veces, el regidor me haca seales que no entenda, con gesto de contrariedad.

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  • Cuando terminamos, se me acerc. Joder, chaval, que idea tienes del tiempo. Nocreo que se le haya ocurrido a nadie llamar a un notario para que cuente tus segun-dos, porque sino lo bamos a tener magro. Es que eres amigo del segundo concur-sante? No has dado un solo palillazo al mismo compas. Es que tengo arritmia, ledije. Lo que tienes t son unos cojones que te los pisas!

    Y ah se frustr mi carrera como reloj.

    El echarpe de TVEEn aquellos primeros tiempos de la televisin era imposible grabar nada porque no

    existan los magnetoscopios. Se haca todo en directo y San Pedro se la bendeca engeneral a quien Dios se la daba, pero si no era as se produca un desastre. O sim-plemente una situacin risible.

    El ministro de Informacin y Turismo, Gabriel Arias Salgado, que haba realizado unestudio estadstico profusamente distribuido en el que se demostraba cientficamenteque despus de la Guerra Civil suban al cielo muchos ms espaoles que antes de lavictoria de Franco, no quera ser causa de pecado ni condenacin de los teleespecta-dores. Y como quiera que todas las semanas haba un desfile de modelos, y muchosde ellos llevaban escote o iban sin mangas, y los vestidos sin mangas o con escoteeran pecado, haba hecho disponer un echarpe en el plat para que cuando aparecie-se un modelo inconveniente, se lo arrojasen a la maniqu por encima como quien poneuna albarda.

    Es muy posible que los espaoles siguiesen subiendo plcidamente al cielo gracias aaquella medida pero las espaolas no saban nunca qu es lo que se llevaba por ah,ni donde acababa el vestido y comenzaba la censura.

    Concierto algo tensoUn da tenamos concierto. Siento no recordar los nombres de la orquesta ni eldirector. Ha pasado mucho tiempo y es ms fcil recordar el hecho que los actores,que en aquel tiempo pudieron haber sido todos.

    Mediado el programa, comenzamos a notar una extraa inquietud en el director quese volva con frecuencia hacia un lado y haca vagos gestos de interrogacin al regi-dor, que apelaba a todos los recursos del mimo para hacerse entender por los gestos.

    De pronto apareci en el plat uno de Produccin con un cartel. Estir el cuello hastael vidrio de la pecera pero no pude ver nada. El maestro, confuso, se di la vuelta

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  • hacia la cmara y continu dirigiendo completamente desconcentrado, con la barbillasobre el hombro, sin dejar de mirar de reojo a los ejecutantes que seguan atnitosel desarrollo de aquel singular enredo.

    Cuando el tipo del cartel abandonaba el estudio, pudimos leer el mensaje. Deca:No d la espalda a la cmara: est viendo el concierto el Generalsimo.

    El trofeoCubr la informacin de todos los viajes que realiz el general Franco a Barcelonadesde que sal de la Escuela de Periodismo. Todos sin excepcin. Y todos, sin excep-cin, la Casa Civil enviaba a los periodistas das despus una carta de gratitud con lacopia de la propuesta de peticin de la Cruz del Mrito Civil que haba elevada, paracada uno de ellos, al Ministerio de la Gobernacin.Y tiempo despus se celebraba unasolemne recepcin en el saln del trono del Gobierno Civil en que se imponan lascondecoraciones.

    Los que reciban la distincin en ocasiones sucesivas ascendan de rango progresiva-mente. En cierta ocasin que acud a la ceremonia para acompaar a un amigo fot-grafo, dijo un compaero sealndome: Bah, ste tipo debe tener ya la coleccincompleta. Por eso no se la han dado esta vez.

    En realidad no me la dieron nunca. Haba procurado informar con sobriedad y ver-dad, y no omita detalles en la relacin de cuanto vea pero nunca tuve ocasin dereferirme a la multitud enfervorizada, a la emo-cin que experiment el pueblo alverle aparecer en el balcn principal del Palacio, a las muestras de entusiasmo yadhesin inquebrantable hacia el salvador de la Patria, y otras cosas que los demssaban ver. La parquedad de mi adjetivacin, juzgada como desafeccin, me priv deun trofeo importante en mi exigua coleccin.

    Entrevista al Almirante

    Llegaba con el tiempo justo a mi cita con el Ministro de Marina, el almirante Pedro NietoAntnez, y comenc a subir las escaleras de Comandancia de dos en dos, como sola cuan-do iba a pedirle noticias al capitan de Puerto, el teniente de navo Antonio Lled, o a obte-ner precisiones tcnicas del erudito capitan de corbeta Martnez Hidalgo. Guardia, a for-mar sin armas!, o. Y me par en seco mirando alrededor. No haba nadie. Mir recelosoal oficial y me hizo un gesto de que subiera. Lo hice con paso cauto, largo y sigiloso comola Pantera Rosa, con el rostro sofocado por el rubor y sin saber a qu atenerme.

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  • Me aguardaba el ministro charlando con el almirante del Sector Naval que nos pre-sent y nos dej a solas. Hablamos largamente del plan de modernizacin de laArmada y de otros proyectos muy distendidamente. Y cuando nos despedamos, yalos dos de pi, me dijo: Bueno, y ahora dgame qu quiere. Me qued ms descon-certado que cuando form la guardia en la escalinata entre las banderas y los gallar-detes. Le agradec las facilidades que me haba dado, el tiempo que me haba dedica-do y la entrevista que me haba concedido. Y le dije que me llevaba sus opiniones queera justamente lo que quera. De veras?, ri divertido. Pues no lo olvidar, por-que es la primera vez que alguien se toma tantas molestias para no pedirme nada.

    Entrevista al AlmiranteUna de las personas a las que ms gratitud debo es a un redactor de mis primeros

    tiempos que me distingua con la enemistad ms sincera. No s la causa, pero leresultaba insufrible y me pona toda suerte de trampas.

    Naturalmente eso me estimulaba sobremanera. Pero cuando consegua sobrenadar,me asignaba tareas estraas e incluso termin inventndose secciones imposibles queconfiaba a otros en cuanto haba logrado que despegaran.

    Un da se invent que aquella subseccin rutinaria que en otro tiempo se llamabaMartimas en las ciudades portuarias, ocupara una pgina. Para maana quiero laprimera, me dijo. Y me dej all como un nufrago. Aquel primer da no recuerdocmo sal adelante. Pero enseguida me suscrib a todas las revistas extranjeras deprestigio y me hice amigo de armadores, astilleros, pescadores y todo el mundo queola a sal. De manera que al cabo de unos meses comenc a dar exclusivas que entu-siasmaban y le contrariaban a un tiempo.

    Al poco tiempo dimos la primicia de las primeras prospecciones petrolferas en el lito-ral espaol, concretamente a cuatro millas de Tarragona. Fu un rduo trabajo perose lo pisamos a todo el mundo. Poco despues publicamos en rigurosa exclusiva queel primer portaaviones nuclear de la historia, botado en Newport haca un par demeses y contestado por medio mundo, iba a penetrar en el Mediterrneo y a atracaren Barcelona. Se trataba del USS Enterprise y anticipamos incluso la fecha.

    Antes haba querido verificar la noticia en el consulado norteamericano, en elMinisterio de Marina y en la embajada de los EEUU. Pero nadie saba nada. O por lomenos, eso decan. Pero mi fuente -un aragons magnfico de Pina de Ebro- era abso-lutamente fiable y me arriesgu a dar la noticia. Gracias al inexplicable rencor de mijefe pude dar la noticia. Estas seguro? Te prevengo de que como no sea cierto tevas a la calle, me advirti alentadoramente. l lo deseaba. Y aunque yo estaba con-

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  • vencido, de vez en cuando llamaba a Don Eduardo el de Fuentes. T tranquilo y espe-ra. Pero la competencia no se atreva a secundarme y los das pasaban.

    Una maana la prensa estadounidense se despert con la noticia de que el portaa-viones nuclear USS Enterprise iba a entrar en el Mediterrneo y al da siguiente ABCle dedicaba la portada. Habamos hecho diana y tenamos una exclusiva mundial.Entonces me ocup de recordar nuestra anticipacin y publiqu toda la informacintcnica de la nave y su programa de visitas. En varias ciudades portuarias de Franciae Italia se registraron enfrentamientos, manifestaciones y protestas.

    La venta de nuestro peridico que haba comenzado a experimentar un aumento sen-sible ltimamente en ciertos distritos como los barrios portuarios, las Ramblas y elDistrito V, esto es el popular Barrio Chino, se dispar. Era algo realmente halagador.

    Naturalmente, mi redactor jefe me destituy, me arrincon, me quit la seccin demanera fulminante para darsela a un colaborador de espectculos llamado RodriguezParedes. Pero no poda arrebatarme la gloria. Todos conocan mi esfuerzo y sabanque aquella subida de las ventas era obra ma. Y yo me senta pagado porque vearecompensado mi trabajo. En unos meses haba logrado que se interesasen por lasactividades portuarias todos los sectores econmicos implicados, antes dispersos.

    Nada ms falso. Quienes haban disparado las ventas del peridico eran las prostitu-tas. Cada una llevaba en el bolso un ejemplar, para saber cuando iba a tocar puertocada barco importante y por dnde andaba la VI Flota de los Estados Unidos.

    En la agona de Tele/eXpres Asistir a la decadencia de algo o a la muerte de alguien es una experiencia ms que dra-mtica sobre todo cuando es algo nuestro. Y el diario Tele/eXpres era algo profundamen-te mo. Comenc a trabajar en l varios meses antes de que saliese a la calle y fu el ter-cer contratado despus del director, Andrs Avelino Arts Toms Sempronio y de JosepPernau Riu que era el redactor jefe.

    Ellos haban dejado haca tiempo el peridico y despus de muchos avatares y cambiosde propiedad estaba hundindose sin remedio. No nos dejaban los lectores, que seguanfieles al proyecto, ni decaa nuestro entusiasmo que se sobrepona al hecho de que nues-tro producto no llegase a la mayor parte de los quioscos, no sabamos por qu. Y a la cir-cunstancia de que no percibisemos ya los salarios de Sebastin Auger.

    Continubamos con una fidelidad numantina aferrados a un proyecto en el que no cre-amos ya mas que nosotros. Era una situacin dramtica como de sitio, de prensa de laresistencia, de publicacin clandestina. No tenamos ms que dos lneas telefnicas, nos

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  • haban cortado el servicio de fax por impago, los teletipos, ese tecleo implacable de fondoen todas las redacciones, haban enmudecido porque las agencias informativas no nosdaban ya servicio. En cada seccin tenamos uno o dos transistores que nos llevbamosde casa para ir enterndonos de lo que suceda y escribir como si se tratara de un peri-dico de trinchera.

    Una madrugada, cuando me iba para casa despus de cerrar mis secciones y haber idodespidiendo a mi gente con esa sensacin de ser el ltimo superviviente del mundo, elltimo hombre del planeta, me preguntaron los de Internacional. Ya has terminado?S, por hoy estoy ya listo.

    Tienes tambin el choque del talgo de Madrid? Claro que s. No slo tengo el choquedel talgo, sino que damos tambin la muerte de Manolete, el ataque a Perl Harbour y labomba de Hiroshima?. Pero vi en el rostro de mis compaeros que no era una broma. Enlo que me haba costado apagar la radio, lavarme las manos y disponerme a salir, lasemisoras haban dado el flash de un choque del talgo Barcelona- Madrid a su paso porun pueblecito de Soria llamado Torralba del Moral, un suceso que se prevea ya como unacatstrofe dadas las circunstancias.

    Me moj bien la cabeza y me arremangu porque haca un calor del infierno, y el aireacondicionado y la ventilacin tampoco funcionaban. Haba que comenzar de nuevo.Atrap las dos nicas lneas y con los dos telfonos me puse a llamar a todos los tel-fonos de Soria -Guardia Civil, Gobierno, Renfe, hospitales, clnicas, bomberos, CruzRoja-, mientras buscaba ansiosamente en las guas de telfonos porque, naturalmen-te tampoco tenamos telefonista para qu si no tenamos nada?

    Comence a escribir frenticamente mientras aguantaba un telfono con cada hombroe iba mandando originales al taller. Pero era muy difcil comunicar porque las lneasestaban saturadas. Supe que muchos vecinos de Guadalajara, Medinacelli y Calatayudestaban prestando ayuda y comenc a llamar a todo el mundo, incluso a casas parti-culares y a garabatear en decenas de cuartillas. Mis compaeros de las restantes sec-ciones se fueron despidiendo. Nos quedamos solos un maquinista, el regente del tallery yo, que segu mandando cuartillas y enmendando noticias ya envejecidas hasta queno pudieron esperar ms en el taller y cerramos.

    Salimos abriendo con el choque en primera. Como todos. Pero para mi sorpresa, lainformacin ms completa, fidedigna y contrastada fu la nuestra. La competencia nodaba ms que un par de alcances que les haban servido las agencias, en tanto quenosotros dbamos incluso la primera lista de vctimas, porque nos dejamos la pieltoda la noche para evitar que nos pisasen ninguna informacin, conscientes de nues-tro desasistimiento, creyendo que bamos a quedarnos atrs y luchando por que nues-tra informacion tuviera un mnimo de dignidad ante los colegas de la competencia.

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  • Lo que ms me sorprendi al ver los peridicos a la maana siguiente fu que nohaba una sola fotografa, en tanto que nosotros pblicabamos una espeluznante,naturalmente de archivo, en cuyo pi se deca ambiguamente: Centenares de muer-tos y heridos en los vagones siniestrados. O algo parecido. No decamos que se tra-tara de aquel accidente pero jugbamos al equvoco suponiendo que la prensa de lamaana iba a dar un apabullante despliegue grfico. Pero no lo di porque hubo unaavera en el sistema de transmisin de fax de la Agencia Efe. Aquella maana me lla-maron muchos compaeros para interesarse por cmo habamos obtenido la foto,suponindonos ya capaces de cualquier milagro. Les dije la verdad. La mayor partetom a risa y deportivamente el explicable prurito de no quedarnos atrs vencidospor nuestra falta de medios; otros sin embargo juzgaron con rigor lo que calificaroncomo una falta de tica por mi parte. Pero yo s que secretamente nos admiraron.

    VanidadesA veces, ya se sabe, hay que interrumpir un trabajo apasionante para asistir a una

    conferencia que no interesa ms que al que la pronuncia, a un cctel que no tiene otroobjeto que ver y dejarse ver, o a un homenaje organizado por un grupo de personascontra un competidor del homenajeado. Y aquella maana me hallaba en ese trance.Haba anotado en la agenda que a las doce del medioda tena que hacer acto de pre-sencia en el acto de imposicin de una medalla a un personaje ilustre.Vanidad devanidades.

    Asi es que despus de una maana movida en que mis pesquisas me hicieron ir a unbarrio marginal y peligroso, al cubil de un comerciante ful y a algn otro lugar que norecuerdo, a las once y cuarto enfil desganadamente la autopista que iba a permitir-me cumplimentar al personaje que me haba invitado a su canonizacin solemne. Perode pronto comenzaron a frenar los automviles que me precedan y nos quedamosparados, mientras oa por la radio que en algn lugar se haba producido un acciden-te. Lo tena por lo visto a cien metros y comenc a ver pasar ambulancias y oir sire-nas. Me di a todos los demonios y evalu las posibilidades de un escape. Pero mehallaba ya en medio del tapn. No haba ni la posibilidad de dejar el coche en el arcene irme andando. Miraba el reloj con desesperacin y al final renunci a preocuparme:no ira. Vera cmo disculparme pero era imposible llegar.

    Los coches comenzaron a moverse lentamente y poco a poco fu destejindose lamaraa, as es que d una rpida ojeada al reloj y me puse a hacer slalom paraintentar llegar aunque era seguro que el acto habra comenzado. Me emboscara entrelos invitados cercanos a la puerta como el que llega tarde a un funeral y cubrira elexpediente.

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  • Dej el coche de cualquier modo y entr en el saln de actos cuando comenzaban asalir ya los asistentes. Pero me di la impresin de que todos se quedaban mirndo-me. Deba ser una aprensin ma inspirada por el sentimiento de culpa. Hasta que medescubrieron dos amigos, Carlos Prez de Rozas y Manuel Ramirez Gabarrs, y mesealaron como los nios acusicas en la escuela: Ya ha llegado, ya ha llegado!Esperen que est aqu. Callad, cretinos!, les dije irritado por lo indelicado de subroma, mientras me desasa de ellos a codazos. Pero se abri un pasillo hasta la mesapresidencial y cuatro personas sonrientes abran los brazos como para abrazarme.Comenc a balbucir disculpas, a contar esas cosas que nadie cre sobre la circulacin,los atascos y todo lo dems. No se preocupe. Lo que importa es que ya est aqu. Yme v alzado hasta el estrado en medio del ms abismal desconcierto. Pero qu que-ra aquella gente? Se haban vuelto todos locos? Y entonces sucedi algo sorpren-dente, algo de lo que an no me he recuperado. El caballero al que pensaba acompa-ar con mi asistencia, el vanidoso que me haba invitado a presenciar su homena-je, se adelant hacia mi y diciendo algo de no s qu hipotticos mritos y de misexcelencias profesionales me prendi una medalla en la solapa entre los aplausos dela concurrencia y mi estupor.

    Podra decir en mi disculpa que no recib previamente un documento con el acuerdode concesin, ni escrito alguno que me alertara; solo un saluda confuso un par dedas antes.

    El suceso fu muy celebrado en las redacciones, aunque algo menos por mi padre quese hallaba entre el pblico y estuvo un mes sin hablarme. Y cuando llegu al cochesin explicarme an nada, repar en lo contradictoria que es la vida: llevaba una meda-lla en la solapa que me distingua no se por qu, un pergamino en la mano que enu-meraba mis mritos y un un ejemplar del BOE certificando que el Gobierno de Espaaestaba enterado de todo. Y en el parabrisas una papeleta que me motejaba de infrac-tor, de modo que tuve que salir volando para escapar de la gra.

    Cuadros falsos Haba estado visitando diversos museos con el propsito de robar un cuadro parademostrar que las pinacotecas no reunan las mnimas condiciones de seguridad. Lotena todo dispuesto. No dir la institucin ni el ttulo del cuadro ni el procedimientoporque no es cosa de dar ideas. Pero el caso es que cuando tena medio convencidoal director, llam al asesor jurdico, el zaragozano Joaqun Lpez Espaol y me arrui-n meses de preparativos. Era imposible. Aunque el cuadro no sufriese ningn des-perfecto -lo que sera difcil de demostrar- y probase que no exista afn de lucro, loque yo me propona era un delito. Tampoco poda implicar en el asunto a un notario

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  • y dejarlo bajo su custudia porque no poda hacerse cmplice de un acto criminal. Y lomismo suceda con mi director y con la publicacin, asi es que la cosa no sigui ade-lante. Pero me enter de algunas cosas interesantes como que tras los tapices queocultaban las paredes en que colgaban los cuadros haba humedad en algunas salas,que la aireacin era deficiente o inexistente como probaba el intenso olor a moho, yque algunas piezas me parecan muy dudosas, entre ellas varias de Isidro Nonell.

    Un da, hablando con el pintor Julin Grau Santos me dijo que tambin a l le parec-an sospechosas. De modo que fuimos al Museo de Arte Moderno de Montjuc y estu-vimos analizando los que nos hacan concebir sospechas, uno por uno.

    Una vez razonadas nuestras dudas en funcin del color, la pincelada, la composicin,el motivo y la factura general, guard todo aquel material y me puse a averiguar lasfichas y los expedientes. De algunos de ellos no se podan saber datos tan decisivoscomo el nombre de sus sucesivos adquirentes, ni aparecan sus ttulos en ningn cat-logo, ni se saba donde haban estado hasta que afloraron o haban sido adquiridospor el Museo.

    Ninguna de estas objeciones es tal vez decisiva por si sola, pero varias juntas no pue-den sino suscitar demasiadas interrogaciones. Ms que respuestas.

    Habl con el conservador Jos Mara Ainaud de Lasarte y le expuse mis aprensionespero argument que los expertos de la institucin saban ms que yo y no compart-an mis dudas. Pero a partir de ese da no se me permiti acceder a la documentacinde los cuadros ni a los ficheros. As es que me puse a escribir. Y a publicar. No emitajuicios categricos sino que me limitaba a exponer mis dudas y argumentarlas.

    Sufr toda suerte de presiones y comenc a recibir cartas de apoyo y de censura. Losresponsables del Museo aseguraron ante algunos colegas off de record que iban ahundirme; que pondran al descubierto quin me pagaba por aquella campaa dedesprestigio y que tendra que salir de la ciudad por la noche. Naturalmente esa ame-naza me inquietaba muy poco pero me preocup ms que mi empresa recibiese porvarios conductos sugerencias de que se deshiciese de mi.

    Entretanto, los lectores iban enterndose con regocijo de que casi todos los cuadrosde Nonell reproducidos en las postales del Museo eran precisamente los dudosos.

    Supe que iban a querellarse y que pretendan promover una campaa de prensa con-tra m. Para lo primero no haba materia y lo segundo se me antojaba descabelladopero comenzaba a experimentar una inquietante sensacin de angustia.

    Un da, mientras abra la correspondencia, me llam la atencin un sobre manuscrito franquea-do en Mjico. Lo remita Francisco Camps Ribera, un nombre que entonces no me deca nada.

    Abr la carta. Era un pintor que se haba exilado despus de la Guerra Civil y osten-

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  • taba el cargo de Conservador de la Red de Museos del Distrito Federal, si no me equi-voco. Me comunicaba que unos familiares le haban hecho llegar los peridicos desdeEspaa y me felicitaba porque era el nico que haba advertido el contrabando quese ha tragado todo el mundo. Cuando sali para Amrica precipitadamente, no tuvotiempo ni humor de cargar con los cuadros y alguien debi venderlos por nonells, yaque haba sido alumno suyo y estaba todava muy influido por l.

    Se enter de la atribucin de sus obras al otro autor cuando llevaba tiempo all. Y medaba detalles de algunos de los que reconoci como suyos, realmente divertidos. Porejemplo, la figura femenina yacente con un camisn blanco que lleva el ttulo deAsumpta y est entre las tarjetas ms vendidas, no es la gitana que contagi la sfi-lis a Isidro Nonell, como dicen. Quien ha visto a una gitana con esa languidez, la pielsonrosada y el cabello tan rubio? Es mi hermana que estaba con gripe. Resulta menosapasionante pero esa es la prosaica verdad.

    Cuando la campaa volvi a arreciar, escrib el ltimo reportaje, publiqu la amablecarta manuscrita por Camps Ribera y transcrib el texto. Ya nadie pens en hundir-me ni en hacerme huir por la noche.

    Pero los cuadros siguen all.

    El da ms triste de mi vidaLlevaba ms de un ao intentando desentraar el misterio. Haba desaparecido del

    Museo Diocesano de Solsona una tabla con la Adoracin de los Reyes del llamadoMaestro de Pentecosts de Cardona. Fu varias veces a verla pero el director me decaque estaba en el restaurador. Pero los restauradores oficiales no haba visto la piezay los dems aseguraban no saber nada. As es que al cabo de un tiempo regres a lapoblacin episcopal para preguntarle al responsable del tesoro quin era el restaura-dor, puesto que en la sala continuaba el hueco con las escarpias vacas. Pero MosnLlorens me dijo que no lo saba. Toda una prueba de fe.

    Comenc entonces una investigacin minuciosa sin desdear contactos y entrevistas,y empec a publicar todas las noticias que iba cosechando, y algunos vecinos me con-fiaron muy reservadamente que haban desaparecido otras obras de arte.

    Comenc a visitar Solsona como si estuviera empadronado y empec a recibir cartasannimas con pistas que me fueron muy tiles. Un da recib la llamada de un talFrancisco Curt, presidente de una prestigiosa Fundacin, citndome para una entre-vista. Nos vimos y derrochando cortesa me dijo que la Institucin haba adquiridoaquella pieza pero que desconoca su procedencia. Que deploraba el incidente y que

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  • estaba dispuesto a reintegrarla inmediatamente si le reembolsaban el dinero. Mas enel Museo me dijeron que all no haban vendido nada, a no ser que lo hubiesen hechounos anticuarios que a veces haban hecho de restauradores para ellos. Entonceseran estos anticuarios los restauradores ignorados tiempo atrs? No, el Museo tam-poco quera decir eso.

    Me convert entonces en coleccionista y hurone por anticuarios, quincalleros y cha-marileros, hasta que un da me encontr con uno que me dijo haber adquirido a laDicesis de Solsona alguna obra, pero que haca tiempo y no saba de lo que le habla-ba ahora. Supe tambin de otro pero me dijo que el solo se haba quedado con pie-zas de carcter profano y que haba rechazado las de motivo religioso. Ah, perohaba tambin piezas de esa naturaleza? S, algn busto, algn desnudo procedentede ciertas herencias seguramente.

    Comenc a recibir presiones cada vez ms insistentes de mi propia empresa para queinterrumpiera mi averiguacin y yo negociaba con cierta fortuna pero con el crecien-te temor de que un da arrojasen mis reportajes, mis informes y mis artculos a lapapelera, hasta que un da le di a un colega una primicia que public con un gran des-pliegue y, desde entonces, como si se hubiera abierto la veda, empezaron a ocupar-se todos los medios del Affaire de las tablas de Solsona. Desde ese momento se aca-baron las coacciones: aquello era ya patrimonio de la comunidad y yo no haba per-dido nada porque tena todas las fuentes, algunas de las cuales haban comenzado adejar de suministrarme noticias porque en la pequea ciudad levtica se haba decla-rado una cruzada entre las esposas piadosas orientadas por los directores espiritua-les y los esposos irreverentes y librepensadores de modo que las batallas se libraronincluso en las alcobas. Pero mientras decreca el flujo de noticias, yo comenzaba a verclaros algunos aspectos que me haban venido desazonando durante meses. Por qurazn -me haba estado preguntando- unos aseguraban haber pagado cantidades con-cretas por aquellas tablas y otros negaban haberlas vendido, si esas posiciones nopodan sostenerse por mucho tiempo? Pero yo estaba en posesin de nuevas pistas.Una, por ejemplo, era que exista un copista que haba hecho rplicas de ciertas obrasdel Museo. Pero para qu quera hacer copias de sus fondos el Museo? Una sombrade sospecha fu afianzndose en m y por primera vez comenc a pensar que en aquelasunto nadie era inocente. Una aprensin que tom cuerpo cuando un profesor deArte me confi un da que dudaba mucho de la autenticidad de algunas pinturas gti-cas de ciertos museos catalanes.

    Tena que averiguar quin era el copista y conocerlo. Pero eso era lo mismo que bus-car una aguja en un pajar. Despus de muchas pesquisas, supe por alguien, y bienque siento no recordar quin, que un francs o un italiano haca copias de originalesy que se llamaba Roger o acaso Ruggiero, o algo as. Pero resultaba evidente que se

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  • trataba de un nombre y no de un apellido, de modo que era imposible buscar en lagua de telfonos alguien que se llamase as. Por lo tanto, me arm de paciencia, abrel listn telefnico y busqu todos los abonados de apellidos franceses o italianos cuyonombre de pila empezase por erre y en que hubiera alguna indicacin que permitierarelacionarlo con arte, restauracin, pintura, decoracin, escultura, esmaltes, artesa-na, y otros oficios ms o menos afines.

    Estuve varios das empeado en esa bsqueda y los resultados eran muy poco alen-tadores. Entretanto me ocupaba de estructurar el ataque final. Haba espigado elCdigo de Derecho Cannico con ayuda de un abogado y descubierto que quienescomercian, enajenan o pignoran bienes eclesiasticos por encima de ciertas cantidadessin la intervencin directa de Roma, quedan excomulgados ?latae sententiae?, esto esautomticamente, tanto si son seglares como si son clrigos. Tena las preguntas y lascontrapreguntas. Tena los argumentos y la carta que iba a enviar al obispo de la di-cesis, Monseor Mart Alans, que haba sucedido al cesado Monseor Bascuana, y aldirector del museo, Mosn Llorens, en cuanto tuviese el testimonio del autor de unareproduccin, una copia o una falsificacin. Y tena ya el titular: La Curia de Solsona,excomulgada latae sententiae. Un escndalo.

    No haba entonces esos llamados maletines de espa que pueden hallarse hoy enlos comercios, con radioemisores, antenas direccionales antiparasitarias y todas esascosas, as es que me puse en contacto con un radioaficionado para que me constru-yera un emisor con micro incorporado en un paquete de Ducados. Hicimos pruebas,efectu correcciones y cuando estaba ya operativo como dicen los expertos, recu-per mi lista de direcciones y llam al primero. Le dije que si sera capaz de hacermeuna copia de un retrato antiguo. Dijo que s pero quera saber si era un particular ouna institucin y de quien se trataba. Le dije que era para un particular y se tratabade mi abuelo. An se interes por qu deseaba tener una copia si posea el original,y le respond que el autntico era propiedad de otra rama de la familia. No se si pre-cisamos algo ms y quedamos para vernos dentro de dos das en su estudio. Su estu-dio -yo le llamaba al domicilio- estaba Dios me valga! en la puerta frontera a la delos talleres del peridico.

    Aquel da hice mis ltimas pruebas con la pequea emisora, le puse bateras nuevas,verifiqu que poda grabar desde cien metros a travs del radiocassette, y me llevpracticamente aprendido mi dilogo con l, porque era tan consciente de que mejugaba aquella tarde la culminacin de la campaa, que no deseaba dejar nada alazar. Luego, como pasa siempre, sucedi todo al revs.

    Sali a abrirme un hombrecillo menudo y vivaz disfrazado de artista, medio calvo,pelo blanco largo, corbata de chalina y guardapolvo como el que usaban hace un siglolos pintores. Comenzamos a charlar y fuimos a parar, como es natural, al motivo de

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  • mi visita: el supuesto retrato de mi abuelo.

    Me habl de su portentosa capacidad para imitar la pintura ajena y luego comenza mostrarme corots, matisses, monets, gauguins cezannes, vangoghs ypicassos. Le dije que la obra que yo tena era un retrato acadmico del XIX y measegur que estaba en condiciones de complacerme porque l pintaba hasta ajustn-dose a cnones medievales si convena. Y comenz a mostrarme fotos de predelas,retablos, iconos y un vasto repertorio de trabajos. Lo que pasa es que esto se estponiendo muy mal -me dijo- aunque yo no tengo miedo: yo hago obras originalesinspirndome en los autores. Yo no pinto nada que ya est pintado porque no soyun plagiario ni un falsificador. Yo pinto cuadros diferentes aunque con el estilo del queme apetece. Yo hago nicamente originales, o copias, pero no falsificaciones, quequede eso claro. Y siempre a peticin de alguien solvente.

    El sesgo que tomaba la conversacin haba comenzado a interesar me vivamente.Y por qu dice que se est poniendo mal?, le pregunt ingenuamente. Hombre noha leido nada del lo ese de las tablas de Solsona?, me respondi con vivacidad, casiagresivo. Pues mire usted, no. Pero es que usted no lee los peridicos, no oye laradio, no ve la tele? Hombre, claro, veo los deportes! Donde va a parar! Losdeportes, no. Usted solo ve los deportes? Entonces para que quiere que le haga unacopia del retrato de su abuelo?. Pues porque es de mi familia qu tiene que ver esocon los deportes?, le respond divertido aunque afectando sentirme molesto por susupuesta incongruencia. Di un profundo suspiro y se qued callado. Entonces ustedno se ha enterado de nada? No ha oido hablar de las Tablas gticas del Maestro dePentecosts de Cardona que se conservan en Solsona? Entonces tampoco sabe nadade una campaa pagada que est hacindonos ese hijo de puta? No ha oido hablarnunca de un tal Daro Vidal?, me in-crep, irritado. Nunca, respond con el mayorcandor. Joder!!

    Se dirigi a una gaveta, sac una foto y me la puso ante los ojos. Hube de hacer unesfuerzo para afectar indiferencia. Era la copia de la Tabla La Adoracin de los Reyesdel Maestro de Pentecosts. No lo conoce?. Finga contemplar la imagen, porqueno hubiese sido capaz de sostener su mirada sin delatarme. No.Es obra suya?.

    Me alarg otra foto y me qued paralizado. Era el original que me haba mostradohaca unas semanas el comprador. Ponder sin reservas su arte y cog la foto en mismanos. Esplndida. Me cont que le haban encargado en el Museo hacer una copiaaunque l no saba para qu, pero al destaparse aquel turbio asunto no haba queri-do entregarlo. Faltaba so-lo envejecerla.

    Estaba casi convencido de dejarme las fotos para que las viese mi familia y juzga-se la perfeccin con que poda copiarnos al abuelo, cuando irrumpi su mujer. Qu

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  • sucede?. Ruggiero Salvatore -Servaggio en el mundo de su arte- se puso a expli-carle nuestra conversacin. Pero t eres idiota? T sabes quin es ste??. Mepuse plido. Mujer, no. Estaba disponindome a saltar hacia la puerta y precipitar-me escaleras abajo. Pues yo tampoco!. D un suspiro. Pero t te crees que sepuede ir as por la vida dando fotos y explicando intimidades a desconocidos?.

    Servaggio me mir con rencor, y aunque me esforc en recuperar su confianza ycautivar a su esposa, me fu imposible romper el muro de hielo y de silencios. Mire-concluy ella resuelta- si a usted le interesa una copia, trae el original, se ajusta elprecio y no hay ms que hablar. Es as de sencillo.

    Nos despedimos friamente y sal pensando que a pesar de todo haba sido un xito.No tena las imgenes, pero tampoco haba imaginado algo as como posible. Habaobtenido ms de cuanto poda esperar: la confesin de su autora, la confirmacin dequien le haba encargado el trabajo. Todo. Baj volando las empinadas escaleras dela buhardilla ahogando la risa. Me precipit al coche. La cinta se haba gastado porcompleto. Mejor. As no se oiran la intervencin de la mujer, que tampoco aportabaninguna noticia. Sal deprisa para alejarme del lugar lo antes posible y me fu a unrea de descanso de la autopista. Rebobin con fruicin y me puse a escuchar. Nada.Puls el avance. Ahora, ruidos, alguna voz lejana, palabras sueltas que reconoca peroque apenas poda entender. Estuve un rato manipulando aquello y verificando si laradioemisora del paquete de Ducados funcionaba. S, all funcionaba. Qu habasucedido? No lo s. Tal vez la estructura de hierro colado de las casas antiguas de laciudad impedan la propagacin; acaso un campo magntico. No s. Pero se me habaarruinado el colofn de un trabajo de casi un ao en solitario contra todo y contratodos, haciendo periodismo de investigacin cuando an no le haban dado nombre,con todos mis contactos quemados, la gente alertada y sin posibilidad de ensayar otrava. Me qued mucho rato apoyado sobre el volante. Fu el da ms amargo de mivida.

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  • Alfonso ZapaterHeraldo de Aragn

    Cemento para las torres del PilarLlevo 43 aos de periodista en Zaragoza, me vine en el ao 59 de Madrid, donde esta-ba de colaborador en Pueblo y en Radio Juventud, que se llamaba Radio SEU. Los pri-meros cinco aos e