09 El Laberinto Que Nos Mira

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El laberinto que nos mira 1. Ver es ser mirado; tocado por algo. El cuerpo es ese primer objeto “de todo conocimiento y de toda visibilidad” (p. 14). Es un objeto vulnerable, sujeto a sus percepciones, a sus afectos, a su cultura y al lenguaje. Ver y no ser visto por lo que vemos es extraer del ver "una verdad chata". Es fingir que lo visto me es indiferente, es huir de lo que me dice. Mientras termino de escribir un enunciado y antes de que comience otro, en el reproductor aleatorio suena una canción. La escucho, y parece que me escucha: how many times can a man turn his head Pretending he just doesn't see ? (…) how many times must a man look up Before he can see the sky ? Yes, how many ears must one man have Before he can hear people cry ? Yes, how many deaths will it take till he knows That too many people have died ?

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El laberinto que nos mira

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El laberinto que nos mira

1.

Ver es ser mirado; tocado por algo. El cuerpo es ese primer objeto

“de todo conocimiento y de toda visibilidad” (p. 14). Es un objeto

vulnerable, sujeto a sus percepciones, a sus afectos, a su cultura y al

lenguaje.

Ver y no ser visto por lo que vemos es extraer del ver "una

verdad chata". Es fingir que lo visto me es indiferente, es huir de lo

que me dice. Mientras termino de escribir un enunciado y antes de

que comience otro, en el reproductor aleatorio suena una canción.

La escucho, y parece que me escucha:

how many times can a man turn his head

Pretending he just doesn't see ?

(…)

how many times must a man look up

Before he can see the sky ?

Yes, how many ears must one man have

Before he can hear people cry ?

Yes, how many deaths will it take till he knows

That too many people have died ?

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Lo que vemos no es sólo lo que vemos. Yo lo vi, dibuja y afirma

Francisco Goya. Y con ello quería decir que algo lo había interpelado;

que algo lo había aprehendido en su experiencia de la guerra. La

imagen busca transmitir algún saber.

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2.

Ver es ser visto; pero la imagen de alguien/algo una vez que ha

muerto o desaparecido, “nos mira, nos concierne, nos asedia”. Didi-

Huberman advierte que la pérdida vuelve ineluctable cada cosa.

Al ver algo, "tenemos en general la impresión de ganar algo".

Pero lo visible deviene ineluctable "cuando ver es sentir que algo se

nos escapa ineluctablemente"; cuando ver es re-conocer la pérdida.

En lo visto se muestra la pérdida. Como en la obra de Ambra

Polidori: ¡Visite Cd. Juárez!

Lo que la artista muestra, la imagen que nos comparte apunta hacia

la pérdida que debería resultarnos ineludible. La imagen nos

interpela, nos exhorta a escribir, a hacer eso que Kant llamaba uso

público de la razón. La imagen no es sólo una imagen, es una

ausencia, una retirada singular que remite a otras muchas otras

faltas y que solicita de la palabra; de la acción del espectador. El

lector, el espectador no puede ser pasivo en esta obra. Ha de devenir

un cómplice, un co-laborador. La imagen no sustituye la palabra, la

in-voca y pro-voca.

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3.

Al referirse al modo en que la angustia de Heidegger nos mira cuando

estamos ante una tumba, dice Didi-Huberman: "ante la tumba yo

mismo me tumbo". La muerte nos mira, porque somos simétricos a

ella. La angustia de la muerte nos asoma al vacío; nos arrebata el

suelo. Por otra parte, creer es rehusarse al vacío, a la ausencia de lo

consistente, de lo seguro, de la creencia que se disfraza de sólida

certeza. De esa angustia original [ursprüngliche Angst] a la que se

refería Heidegger en Ser y tiempo, nos hemos alejado, dis-traído.

Huimos de pensarnos, de re-conocernos como lo que somos. En la

creencia nos aseguramos de no mirar la muerte, de negarnos a ser

vistos por ella. Una imagen de una tumba, o de un resto humano no

es mera imagen, es una escisión, aunque mientras no pensamos al

ver, no vemos realmente lo que está frente a nosotros. La muerte es,

según Heidegger, la posibilidad más peculiar, irreferente e

irrebasable [die eigenste, unbezügliche, und unüberholbare

Möglichkeit] del Dasein.

La confianza en la racionalidad siempre ve un más allá donde lo

único que se muestra es la muerte, el final como destino inevitable.

El hombre de la creencia siempre verá alguna otra cosa más allá

de lo que ve cuando se encuentre frente a frente con una

tumba. Una gran construcción fantasmática y consoladora

despliega su mirada, como se desplegaría la cola de un pavo

real (...) (pg. 26).

El hombre de la creencia prefiere vaciar las tumbas de sus

carnes putrefactas (...) para llenarlas con imágenes corporales

sublimes, depuradas, hechas para consolar e informar. (pg. 26).

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Me entero de que tenemos una semana más para escribir y decido

salir a deambular por las brechas que intersecan con la carretera 45.

Paso por un pequeño panteón mientras entierran a alguien. Sigo mi

camino y termino en otro panteón.

Lo que veo sale a mi encuentro: las tumbas también se acaban,

se quiebran, faltan.

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Toda imagen es también presencia, organismo hecho para tocar

otros cuerpos. La lejanía y el tiempo no evitan que constelaciones de

imágenes se urdan espontánea, inconsciente y poéticamente

alrededor de otra imagen. Lo que vemos es algo distante que nos

toca (pg. 104).

Todo se origina desde una espiral; un remolino; una lucha; una

dialéctica.

4.

No importa si miramos una imagen prestando atención a su forma o

desde un interés etnográfico; toda imagen está estructurada como

un umbral, como un segmento que nos introduce al laberinto de

nuestro propio destino (pg. 169).

Acaso el aura de una imagen tiene que ver con la espacialidad

de la obra. El espacio se abre en nosotros y da lugar a un saber. La

imagen es un pasaje, un recuerdo, un pre-texto para conocer.