10 Epoca de La Sagoc - La Historia de Coveñas

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4. ÉPOCA DE LA SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY – SAGOC La historia de Coveñas ha estado ligada a grandes empresas y empresarios. Su magnífica localización geográfica en el Golfo de Morrosquillo, su gran riqueza agrícola y ganadera, el tesón de propios y de los foráneos radicados allí para crear riqueza, los abundantes recursos del mar, las playas de blanca arena y el agua cálida sin animales marinos peligrosos, han sido atractivos permanentes de la región. También ha estado ligada al petróleo. Allí, después de Don Julián Patrón y de la Colombia Products Co., se han instalado, trabajado y generado riqueza y progreso, especialmente en el campo de la exportación de petróleo, las empresas: South American Gulf Oil Company, Empresa Colombiana de Petróleos – Ecopetrol, Occidental de Colombia – OXI, ESSO (en transporte y comercialización), Ocensa y otras que prestan servicios petroleros. Por ello, para lograr una ubicación histórica del lector, conviene conocer por lo menos de manera general, los antecedentes y pormenores de los desarrollos petroleros en Coveñas. No se tratará de exponer aquí una extensa historia del petróleo ni de evocar los múltiples acontecimientos legislativos, políticos, sindicales y sociales relacionados con ella, sin duda importantes, trascendentales y vastos, sino de relatar los hechos que condujeron a que el puerto de Coveñas fuera actor de excepción y partícipe de excelencia en dicha industria. 4.1 INICIOS DEL PETRÓLEO EN EL CATATUMBO COLOMBIANO En 1894 el general Virgilio Barco, antiguo prefecto de la provincia de Cúcuta, Norte de Santander, iniciaba exploraciones en el Catatumbo colombiano en búsqueda de tagua o marfil vegetal y se encontró con el petróleo, ya conocido por los indígenas, que manaba espontáneamente de la tierra en el sitio que llamó La Petrólea. Fue el pionero de los descubrimientos petroleros del país y fue también el comienzo de otro de los acontecimientos que incluirían a Coveñas en la lista de los lugares mas preciados por personajes, empresarios e industriales nacionales y extranjeros. Figura 110. General Virgilio Barco, 1905 116

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Capítulo 4. Época de La Sagoc, parte 1

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4. ÉPOCA DE LA SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY – SAGOC

La historia de Coveñas ha estado ligada a grandes empresas y empresarios. Su magnífica localización geográfica en el Golfo de Morrosquillo, su gran riqueza agrícola y ganadera, el tesón de propios y de los foráneos radicados allí para crear riqueza, los abundantes recursos del mar, las playas de blanca arena y el agua cálida sin animales marinos peligrosos, han sido atractivos permanentes de la región.

También ha estado ligada al petróleo. Allí, después de Don Julián Patrón y de la Colombia Products Co., se han instalado, trabajado y generado riqueza y progreso, especialmente en el campo de la exportación de petróleo, las empresas: South American Gulf Oil Company, Empresa Colombiana de Petróleos – Ecopetrol, Occidental de Colombia – OXI, ESSO (en transporte y comercialización), Ocensa y otras que prestan servicios petroleros. Por ello, para lograr una ubicación histórica del lector, conviene conocer por lo menos de manera general, los antecedentes y pormenores de los desarrollos petroleros en Coveñas.

No se tratará de exponer aquí una extensa historia del petróleo ni de evocar los múltiples acontecimientos legislativos, políticos, sindicales y sociales relacionados con ella, sin duda importantes, trascendentales y vastos, sino de relatar los hechos que condujeron a que el puerto de Coveñas fuera actor de excepción y partícipe de excelencia en dicha industria.

4.1 INICIOS DEL PETRÓLEO EN EL CATATUMBO COLOMBIANO

En 1894 el general Virgilio Barco, antiguo prefecto de la provincia de Cúcuta, Norte de Santander, iniciaba exploraciones en el Catatumbo colombiano en búsqueda de tagua o marfil vegetal y se encontró con el petróleo, ya conocido por los indígenas, que manaba espontáneamente de la tierra en el sitio que llamó La Petrólea. Fue el pionero de los descubrimientos petroleros del país y fue también el comienzo de otro de los acontecimientos que incluirían a Coveñas en la lista de los lugares mas preciados por personajes, empresarios e industriales nacionales y extranjeros.

Figura 110. General Virgilio Barco, 1905

Fotografía tomada de: El pionero del petróleo en Colombia. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 94, Mayo, Junio, Julio, Agosto de 1973, p. 2

El 15 de octubre de 1905 Barco firmó un contrato con el gobierno del presidente General Rafael Reyes mediante el cual se le autorizó para explotar las fuentes de petróleo en alrededor de 200 mil hectáreas baldías de la región del Catatumbo,

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Norte de Santander, a pocos kilómetros de la frontera con Venezuela y para elaborar hullas y asfalto por un término de 50 años, debiendo presentar, a un año de la firma del contrato, los planos y estudios de la región, y con un plazo de tres años para iniciar la producción; el Estado recibiría el 15% de las utilidades.

Con los recursos disponibles para la época instaló en las selvas del Catatumbo una refinería (que por algunos detractores de Barco ha sido considerada un simple alambique), donde produjo la gasolina llamada Luz de América, que fue usaba en los hogares de Cúcuta como combustible para el alumbrado. El petróleo que manaba de la tierra en La Petrólea era sumamente fluido y en algunos sitios era tan claro como la misma gasolina. Los comerciantes Logman y Martínez, de Nueva York, para hacerle competencia a la gasolina de don Virgilio, trajeron a Cúcuta un kerosene llamado Luz Diamante, pero no lograron desplazarla porque ese combustible producía mucho humo y calor.

Figura 111. “Rancho pajizo que cubrió la primera planta destiladora rudimentaria usada por don Virgilio Barco para refinar gasolina”. La Petrólea, 1905

Nota y fotografía tomadas de: El Pionero del petróleo en Colombia. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 94, Mayo, Junio, Julio, Agosto de 1973, p. 2

Nueve años después, en 1914 el general Barco: “Vendió a Frank M. Kiser los derechos que le había otorgado el Gobierno de Colombia para explotar petróleo en el Catatumbo, comprometiéndose el comprador a seguir pagando al Estado el 15% de la producción, a emplear 5.000 obreros colombianos, a construir el ferrocarril al Magdalena, a colonizar el Catatumbo y fundar nuevas poblaciones. Pero el Gobierno no aprobó esta venta”.152

Anulada la venta de 1914: “[...] el general Barco traspasó el Contrato de su Concesión, en 1918, a la Compañía de Petróleos Colombia, constituida en Bogotá el 11 de enero del mismo año por los señores Wilson Greffths, Karl Mac Faden y Jorge Dubois. Este contrato fue aprobado el 6 de marzo del mismo año por el Ministro de Obras Públicas, Dr. Jorge Vélez, también por 50 años a partir de 1905, con el mismo

152 EL PIONERO del petróleo en Colombia. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 94 (Mayo, Junio, Julio, Agosto de

1973); p. 2

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15% de utilidad para el Estado y debiendo el General Barco ser socio de dicha compañía”.153

A pesar de las dificultades por las que atravesaba la legitimidad del contrato de Barco con el Gobierno, la empresa norteamericana Gulf Oil Company, de los hermanos Andrew William y Richard B. Mellon, de Pittsburgh, Pennsylvania, compró los derechos mayoritarios de la Compañía de Petróleos Colombia el 5 de enero de 1926.

“El 3 de febrero de 1926 el Ministro de Obras Públicas, Dr. Carlos Bravo decretó la caducidad de la Concesión Barco, argumentando que los planos presentados por don Virgilio en 1906 eran un simple croquis, que no había establecido explotación en forma técnica y que no había pagado al Estado el 15% de la producción”.154

“En 1927 el Congreso Colombiano expidió la Ley 84 que dictó un Código sobre Hidrocarburos, disponiendo que la Nación se reservara la propiedad y el derecho de beneficio de hidrocarburos en todo el país, tanto de los que estuvieran libres como de los que se hubieran adjudicado. En virtud de esta ley (84 de 1927) el Ejecutivo Nacional dictó el Decreto 150 del 30 de mayo de 1928, suspendiendo la caducidad de la Concesión Barco producida en 1926. Pero en junio del mismo año el Presidente de Colombia Dr. Miguel Abadía Méndez suspendió ese Decreto 150, hasta tanto que la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado resolvieran las demandas de los doctores Uribe Holguín y Camilo Bernal L., presentadas contra la ley 84 de 1927 y el Decreto 150 de 1928. Mas el 4 de agosto de 1928 tanto el Presidente Dr. Abadía como su Ministro de Industrias Dr. José Antonio Montalvo confirmaron la caducidad de la Concesión Barco”.155

4.2 EL CONTRATO CHAUX FOLSOM. COMIENZOS DE LA COLPET-SAGOC

El 4 de marzo de 1931 Mr. Clarence S. T. Folsom, apoderado de los hermanos Mellon y en representación de The Colombian Petroleum Co., ―Colpet― y The South American Gulf Oil Company ―Sagoc― y el ministro de industrias Francisco José Chaux, firman el llamado Contrato CHAUX-FOLSOM156 entre las empresas y la Nación, mediante el cual se otorgó a la COLPET la exploración de los terrenos nacionales ubicados en el Departamento de Norte de Santander durante 50 años (hasta 1981) y se otorgó a la South American Gulf Oil Co., SAGOC, el derecho para construir el oleoducto requerido para el transporte, la estación terminal para el almacenamiento y para la exportación a través del puerto en la costa atlántica colombiana que fuera seleccionado para tal efecto. El estado colombiano recibiría el 6% del producto bruto si el petróleo se entregare en especie o dinero en el puerto de embarque y el 10% en especie en el campo de producción. Ambas compañías concesionarias tenían también el derecho de construir refinerías: “[...] para obtener gasolina y los demás productos refinados que [...] creyeran conveniente o provechoso para destilar o refinar en petróleo colombiano con destino al consumo

153 Ibid., p. 2

154 Ibid., p. 2

155 Ibid., p. 2

156 MINISTERIO DE INDUSTRIAS. REPÚBLICA DE COLOMBIA. Contrato Chaux-Folsom y documentos relacionados con esta negociación. Bogotá. Imprenta Nacional. 1931. 336 p. (El documento disponible solo contiene el contrato básico).

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nacional”, 157 siendo preferente el derecho de construcción de la refinería por parte de la Gulf.

Dados los antecedentes de dificultades en la legitimación de la Concesión Barco por la caducidad decretada y la posterior suspensión de la misma, en los meses anteriores a la firma del contrato Chaux Folsom se realizaron múltiples debates parlamentarios y confrontaciones legales que finalmente terminaron por zanjarse favoreciendo los intereses de la Gulf Oil Company que, convenientemente, habían comprado al General Barco los derechos de la Compañía de Petróleos Colombia.

Incidentalmente debo comentar que The South American Gulf Oil Company era dueña del 75.3% de las acciones de la Colombian Petroleum Company, The Carib Sindicate era dueño del 23.67% de las mismas e “individuos colombianos” (los Barco) eran dueños del 1% de esas acciones. Las directivas de la Colombian Petroleum Company eran: W. L. Mellon, F.A. Leovy, H. L. Stone, W.J. Gthrie, W. T. Walace, E. C. Bothwell, H. A. Gidney, directivos de la Gulf Oil Company y A. H. Bunker, directivo de The Carib Sindicate. No había en la junta representantes de los accionistas colombianos. Por otra parte, la Colombian Petroleum Company era dueña de 1.997 acciones de la Compañía de Petróleos Colombia y las otras tres (3) acciones del total de 2.000 eran de los señores F.A. Leovy, W. T. Walace y Clarence S. T. Folsom, que formaban la directiva de la Compañía de Petróleos Colombia.

Así, la Colombian Petroleum Company (COLPET) y la South American Gulf Oil Company (SAGOC), llamadas en el contrato “la Colombian” y “la Gulf” respectivamente, compañías anónimas constituidas en el estado de Delaware, Estados Unidos, ambas filiales de la Gulf Oil Company se encargaron, desde 1931, del manejo: exploración, explotación, construcción del oleoducto, transporte y posteriormente de la refinación y exportación del petróleo y los demás hidrocarburos de la Concesión Barco. El 19 de junio de 1931 el Congreso de Colom-bia expidió la Ley 80, dando aprobación al Contrato celebrado el 3 de marzo de 1931 con la Colombian Petroleum Company y la South American Gulf Oil Company para explotar durante 50 años el petróleo del Catatumbo.

En 1936 los propietarios de la Gulf Oil Company vendieron las acciones que tenían en la Colpet a las empresas Mobil y Texaco quienes tomaron desde entonces el comando de la misma; la Sagoc siguió siendo propiedad de la Gulf y, de hecho, contrariamente a lo que se pensaba, la Sagoc era la mayor accionista de la Colpet; ambas continuaron su trabajo, la Colpet con la exploración de la región del Catatumbo perforando los pozos petroleros y, en 1939 la Sagoc inició la construcción del oleoducto Petrólea Coveñas, cuya vía paralela de mantenimiento fue una trocha que además servía como vía de comunicación entre Coveñas y Sincelejo y era llamada popularmente “La Gul”.158

Figura 112. Estación de bombeo y campamento de Sagoc en “Los Tanques” (Petrólea), primer punto del oleoducto Petrólea Coveñas, con 412 kilómetros de longitud. Petrólea,

Norte de Santander. 1938

157 Ibid., p 16. 158 “La Gul” fue el nombre popular dado a la trocha abierta paralelamente al oleoducto Petrólea-Coveñas, en alusión a las empresas Gulf Oil Company (la principal) y South American Gulf Oil Co., llamada Gulf en el contrato; la Gulf construyó el oleoducto en 1939. N. del A.

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Nota y fotografía tomadas de: El Catatumbo de ayer. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 43, Junio de 1967, p. 2

Figura 113. Campamento de La Petrólea, Norte de Santander en 1938, primer sitio de explotación de

petróleo

Figura 114. Construcción del oleoducto La Petrólea-Coveñas

Al fondo de la gráfica puede observarse la

famosa sierra de “Raspacolas” marcando la frontera con

Venezuela; a la derecha del frondoso y

milenario árbol (hacia el fondo) se divisa el pequeño hospital, primero

que funcionó en la Concesión Barco. El campamento

fue cedido por la Colpet al

Ministerio de Guerra de

Colombia en el año de 1955.

Nota y fotografía tomadas de: El Catatumbo de

ayer. En : Colpet al Día : Colombian

Petroleum Company, Bogotá: N° 34, septiembre

de 1966, p. 3

“En plena construcción del oleoducto de Sagoc, algunos trabajadores se dedican a pintar y forrar la tubería antes de enterrarla”. La

Petrólea, 1938.

Texto parcial y fotografía tomados de: El Catatumbo de ayer. En : Colpet al Día :

Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 44, julio de 1967, p. 2

La Sagoc construyó en el campo de exploración de La Petrólea las instalaciones industriales y residenciales que constituyeron el sitio posteriormente denominado simplemente Petrólea, alrededor del cual se situaron los asentamientos humanos que conformaron la población del mismo nombre. En 1950 y debido al agotamiento del campo de La Petrólea y al descubrimiento del nuevo campo de Tibú, la Estación de Bombeo se trasladó al I-21 en Tibú.

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TRIBU MOTILÓN-BARI DEL CATATUMBO

Como detalle de interés para los estudiosos de la historia, de la exploración petrolera y de las vicisitudes de las comunidades indígenas, conviene decir que en el Catatumbo colombiano (y en el venezolano), se encontraban desde tiempos inmemoriales los asentamientos indígenas de los Motilones, tribus de cazadores y pescadores seminómadas que rondaban libres por sus ancestrales territorios de la Serranía de los Motilones y extensas tierras aledañas. Los recién llegados: empresa Colpet, trabajadores colombianos y extranjeros - para la época sin normatividad ni entidad rectora de los recursos naturales ni del medio ambiente, ni de protección para los pobladores indígenas y nativos -, a ojos de los indígenas eran claramente invasores y depredadores. Así como los indígenas sufrían el embate de máquinas y personas que devastaban su territorio, el desplazamiento de sus comunidades y el arrinconamiento hacia terrenos donde se les limitaba la caza y pesca, los trabajadores también serían blanco de los ataques de los motilones que los acechaban desde la espesura con sus largas flechas y arcos.

Para “suplir” semejante “interferencia nociva”, el contrato Chaux-Folsom había previsto que:

“El Gobierno les prestará a las Compañías contratantes la protección debida para prevenir o repeler la hostilidad o los ataques de las tribus de motilones o salvajes que moran en las regiones de que hacen parte los terrenos materia de este contrato, lo que hará por medio de cuerpos de Policía armada o de la fuerza pública en cuanto sea necesario”.159

Los motilones o “salvajes” eran nada menos que los indígenas de la tribu Motilón-Bari, que habitaba esos territorios de exploración petrolera. En Tibú han sido legendarios los relatos de actores, testigos y sobrevivientes de innumerables sucesos y situaciones vividas y sufridas por los trabajadores y por los motilones, especialmente en los primeros años de la Colpet en el Catatumbo.

Los indígenas no eran considerados personas. Como bien puede deducirse del texto incluido en contrato Chaux-Folsom, se les tenía por animales salvajes, y agresivos por añadidura. Aunque es escalofriante referirlo y monstruoso reconocerlo, cuando el acoso de los indígenas hacia las cuadrillas de trabajadores que perforaban los pozos se hacía insostenible, se organizaban equipos para la “cacería de indios”. Grupos armados de trabajadores, seguramente secundados o dirigidos por las “autoridades” de policía, para “repeler la hostilidad o los ataques” de los indios, se internaban en la selva donde perseguían a hombres, mujeres y niños y simplemente los mataban.

Un relato, probablemente depurado de elementos que pudieran hacer entrever agresión alguna hacia los indígenas y cuyo contenido y estilo solo refleja un ámbito de prevención y “defensa” contra los ataques, se encuentra en la edición N° 51 del periódico Colpet al Día, cuyos apartes transcribo (los resaltados son nuestros):

En 1931, en el área de la concesión no se encontraban habitantes civilizados salvo unos pocos colonos agricultores esparcidos a lo largo de los límites del sur. La población indígena consistía de unos cuantos centenares de Indios Motilones, tribu esta que se considera procede de los

159 MINISTERIO DE INDUSTRIAS. REPÚBLICA DE COLOMBIA. Contrato Chaux-Folsom. Op. cit. Capítulo XVIII, ordinal b. El resaltado es del autor.

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Indios Caribes. Su única arma es el arco y la flecha, mortales a cortas distancias; aún cuando las flechas no llevan veneno, generalmente causan graves heridas. Los Motilones tienen una larga historia de hostilidad a las incursiones de los blancos desde los comienzos mismos de la conquista española. Gradualmente se han visto obligados a retroceder a las colinas al pie de la Sierra de Perijá. Hasta hace poco habían fracasado todos los intentos de establecer contacto pacífico con ellos. Ha sido principalmente por su hostilidad que la región ha permanecido prácticamente desconocida, y explorada solamente en pequeñas partes.

Todas las actividades exploratorias, salvo en la parte del extremo sur de la concesión, tuvieron que acondicionarse a constantes amenazas de emboscadas. En los sectores más expuestos, los principales campamentos tenían que estar fortificados, con personal armado de guardia por las noches. Entre 1931 y 1956, 31 hombres fueron muertos y 110 heridos por las flechas de los Motilones.

Ninguna introducción a los aspectos geológicos de la Concesión Barco puede desconocer las dificultades y privaciones que encontraron quienes llevaron a cabo los primeros trabajos de campo en la región. En un informe sobre los trabajos realizados en la semana que termina en julio 20 de 1935, además de las labores de campo, se leen los siguientes apartes:

"Las actividades de los Indios aumentaron en el curso de la semana. El domingo visitaron el campamento Cerrito, llevándose nuestros utensilios de cocina y una lona vieja que servía para cubrir algunas provisiones. Las provisiones mismas se encontraron desparramadas por todas partes y muchas de ellas arruinadas. Las demás lonas y estacas para las toldas habían sido escondidas y pudimos recuperarlas".

"Los señores B. y B., salieron a tempranas horas del viernes con destino al campamento de Ciénaga con su comisión, mientras que el suscrito con su cuadrilla salió en el segundo viaje del Colibrí, aproximadamente una hora más tarde. Al llegar encontramos una flecha prendida en el muelle y cuatro más en diferentes partes del campamento, evidentemente como señal de advertencia. Yo me sentí obligado a hacer devolver al otro grupo. Encontramos que los Indios venían siguiéndolas inmediatamente detrás. A unos 100 metros al norte del cruce del río, donde el otro grupo había empezado su trabajo de ese día, hubo disparos contra nosotros. Nosotros devolvimos el fuego con dos escopetas y dos revólveres.

El otro grupo, al oír los disparos y diagnosticar correctamente su causa, apresuró su regreso hacia la trocha. Después de reunirnos con ellos, volvimos a la escena del ataque y recogimos varios artículos que dejaron los indios al huir, incluyendo unas sesenta flechas, un hacha nueva, un machete, y unos cuchillos rudimentarios.

Algunas de las flechas tenían puntas de acero (sic) [las puntas de las flechas eran de materiales vegetales (cañas de gran dureza), aseguradas con finas cuerdas también de origen vegetal; era literalmente imposible que los motilones pudieran haber elaborado puntas o cualquier otra cosa

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“de acero”] y eran de un diseño excelente. Los dos grupos juntos nos regresamos al campamento de Ciénaga, y sufrimos un nuevo ataque a una distancia de aproximadamente un kilómetro del primer sitio". "El procedimiento de los indios en estos ataques es esconderse detrás de unas palmeras, en un sitio en que la trocha cruce una colina. Al haber pasado todo el grupo de la comisión, disparan sus flechas, y emprenden velozmente la retirada, formando un movimiento de flanco en la última instancia. Solamente dos o tres de nuestros hombres alcanzaron a ver a los indios aunque inmediatamente después de sonar la alarma, nuestros propios disparos que siguieron inmediatamente les dañaron la puntería".160

Uno de los sobrevivientes de las matanzas de indígenas fue Martín Seay, recogido indemne de los brazos de su madre muerta y adoptado por Mr. Martín, uno de los norteamericanos de la Colpet, de cuyo apellido derivó su nombre de pila. Martín fue criado en Tibú por su padre adoptivo; viajó varias veces a Estados Unidos donde era visto como una rareza y visitaba los campos de la Colpet-Sagoc en viajes de recreación; en su vida adulta y ya sin el amparo de Mr. Martín, fue vinculado como trabajador de la Colpet y luego de Ecopetrol en Tibú, donde trabajó hasta su jubilación y donde también murió hace pocos años.

Por la progresiva invasión de sus tierras y la disminución de la caza y pesca, los motilones se aventuraban hacia las edificaciones de la Colpet en busca de alimentos. Durante algunas de las incursiones de los indígenas se observó que ellos trataban de ingresar a las instalaciones empujando las puertas; así que todas las puertas se hicieron entonces con la hoja abriendo hacia fuera, con lo que se dificultaba el acceso porque no intuían o no deducían que la forma de abrirlas era halándolas. De todas maneras, puertas y ventanas estaban protegidas (“fortificadas”) con mallas para impedir la penetración de las flechas.

La pauperización de las condiciones de vida o de precaria supervivencia de los motilones recibió un hálito de alivio con la llegada a Tibú del indigenista y filántropo holandés Bruce E. Olson, legendario personaje quien, cual Bochica, se internara desde los 18 años en las tierras motilonas para estudiar su cultura, protegerlos, enseñarles formas mas eficientes de cultivar la tierra, fundamentos para mejorar su alimentación, sistemas cooperativos de asociación y un sinnúmero de cosas prácticas y sencillas para el mejoramiento de su forma de vida, sin afectar de manera intensa sus propias costumbres.

Olson pudo probar que no era un imposible “establecer contacto pacífico con ellos”; aprendió el lenguaje de los motilones y, en su afán por no trastornar la cultura, no les enseñó ni inglés, ni holandés, aunque si algo del español en el que él mismo se iniciaba; tampoco les inculcó creencias religiosas del mundo exterior, a diferencia de otras comunidades religiosas que, aprovechando la circunstancia de “pacificación” de los motilones hecha por Olson, llegaron a ellos para interferir con sus visones del mundo, del cosmos y con sus creencias. La historia de este personaje – Bruce Olson - y su vida compartida durante más de cuarenta años con los motilones, es un ejemplo de dedicación, desprendimiento y altruismo que debe ser conocido y reconocido por la historia y por las nuevas generaciones.

160 El PETRÓLEO. En : Colpet al Día: Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 51, febrero, marzo de 1968, p. 6-7, c. 2-4

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Figura 115. Bruce Olson y dos motilones llevan mulas para los asentamientos

indígenas de la motilonia. Kilómetro 60, vía Rio de Oro, junio de 1967

Figura 116. Mauricio Kobaira Bobarishora y Bruce Olson invitados a Estados Unidos por la UNESCO. Nueva York, diciembre de 1966

Fotografía tomada de: Motilones reciben ayuda de San Agustín (Texas). En : Colpet al Día :

Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 43, junio de 1967, p. 1.

Fotografía tomada de: Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 37, diciembre

de 1966, p. 2

Mas adentrados los procesos de colonización de las tierras de los motilones e “incorporados” a la cultura occidental prevalente, con la acción decidida de Bruce Olson varios de los indígenas recibieron educación fundamental, otros instrucción técnica y aún universitaria. Uno de ellos fue Mauricio Bobarishora, quien acompañó a Bruce Olson hasta los Estados Unidos.

Los sucesos de devastación de las tierras del Catatumbo, las masacres de motilones, su desplazamiento hacia terrenos inhóspitos y poco aptos para su subsistencia, la invasión de sus tierras, la eliminación de las tribus y la consecuente afectación de su cultura, marcaron una etapa oscura y triste, mas bien vergonzosa, de la historia del petróleo en Colombia, nunca bien investigada y menos escrita y divulgada, como si su remembranza no fuese necesaria en esta época y en todos los tiempos, para procurar la protección de las razas nativas y de su cultura. Flaco servicio le había hecho a la raza humana el contrato Chaux-Folsom con su decisión de “protección debida.... contra los motilones o salvajes” a las compañías, a expensas de la desprotección rampante y el aniquilamiento de los nativos en desventaja. Pero esa es otra historia tanto o más compleja e interesante que la que nos ocupa. 4.3 LA SAGOC SE INSTALA EN COVEÑAS

En el contrato Chaux-Folsom no se menciona a Coveñas. Ello es obvio y lógico, porque para la fecha en que se firmó (1931), solo se definieron las características generales del contrato y los pormenores relacionados con la explotación de las tierras del Catatumbo, pero no se había establecido cual sería el puerto de almacenamiento y exportación del petróleo que se transportaría por el oleoducto; por tanto, tampoco se encontraba definido el trazado del oleoducto ni el puerto terminal de almacenamiento y exportación, ni las condiciones en que sería manejado dicho terminal de oleoducto.

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Al respecto el contrato, en su capítulo VIII, indica: “El oleoducto o los oleoductos que se construyan tendrán los ramales y líneas de conexión necesarios para el buen servicio corriente de la Empresa, serán construidos íntegramente por territorio colombiano y tendrán su estación terminal en un punto de la costa atlántica colombiana que libremente determinará la Gulf”.161

El oleoducto debía estar en servicio “completo y perfecto” tres años después que The Colombian Petroleum Company hubiera obtenido la mínima producción fija de 3.000 toneladas métricas diarias de producción total; para ello, la South American Gulf Oil Company debía construir y mantener en servicio “por la ruta que ella misma determine” el oleoducto o los oleoductos necesarios para transportar dicha cantidad de petróleo.

El Contrato Chaux-Folsom estableció claramente los límites y linderos de la Concesión otorgada a la Colpet en el Catatumbo pero, por la razón de desconocer el trazado final del oleoducto y la localización de sus estaciones, en relación con la Sagoc solo se indican aspectos generales tales como:

La Gulf gozará en los terrenos que son materia del presente contrato y en las demás tierras nacionales aledañas a la zona del oleoducto, sus ramales y terminales, de los derechos y servidumbres que estime necesarios o convenientes para la cumplida ejecución del contrato, [...], de manera que podrá construir y mantener en tales terrenos y tierras, oleoductos, estaciones de bombeo, de almacenaje y terminales, dársenas, edificios para administración, para habitación de empleados, bodegaje y demás servicios de la empresa, ferrocarriles, cables aéreos, carreteras o caminos de herradura, líneas telegráficas, telefónicas y estaciones inalámbricas [...]. Tendrá también el derecho de usar las aguas, piedras y maderas de los terrenos [...] y de las demás tierras nacionales [...] y el derecho de usar las vías fluviales nacionales para el transporte de materiales, provisiones y para el transporte de petróleo y sus derivados.162

Así que, poco tiempo después de firmado el contrato en 1931, fueron iniciadas las tareas de exploración de la cuenca del Catatumbo mediante la perforación de pozos. En 1932 y entrando por el Lago de Maracaibo, y remontando los ríos Sardinata y Catatumbo, llegaron a Petrólea los primeros equipos para esas labores que iniciaron de forma inmediata. Entre 1933 y 1939 la Colpet había perforado una cantidad apreciable de pozos y se encontraba prácticamente lista para la explotación del crudo. En el curso de esos primeros años, entre tanto, la Sagoc se encontraba realizando los estudios técnicos para la localización del puerto terminal del oleoducto, asunto de crucial importancia para definir las actividades de trazado del oleoducto y los trámites pertinentes a la adquisición de terrenos para la construcción del mismo.

Tales circunstancias de progreso de la explotación por la Colpet condujeron a que la Sagoc acelerara su búsqueda del sitio terminal apropiado para su estación terminal del oleoducto. Para ello, nada era mas propicio y adecuado que el puerto de Coveñas.

161 MINISTERIO DE INDUSTRIAS. REPÚBLICA DE COLOMBIA. Contrato Chaux-Folsom. Op. cit., p 12.162 Ibid., p 9-10.

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Entre 1937 y 1938, seis o siete años después de firmado el contrato Chaux-Folsom, se definió como estación terminal del oleoducto y puerto de exportación a Coveñas. La Sagoc compró en Coveñas el terreno de 2.632 hectáreas y 13 centareas que fue de la Colombia Products Co, y antes de Don Julián Patrón, precisamente y ex profeso, la parte que incluía las construcciones realizadas para el Packing House, con Rancho Grande, todas las instalaciones habitacionales y fabriles, bodegas, talleres, plantas, club, hospital, la represa de Villeros, las vías ferroviarias, las locomotoras y maquinaria que quedaba y el muelle (éste, por encontrarse en propiedad pública, había pasado a ser de propiedad del Gobierno al momento liquidarse el contrato).163 También estaba incluida en la compra la sede de la hacienda de don Julián Patrón Airiarte, la Casa Grande de Madre de Dios, que no eran de la Colombia Products Co., sino de la viuda de Don Julián Patrón.

La adquisición de Coveñas fue realizada tomando en cuenta las características del Golfo de Morrosquillo y del puerto, apto para recibir embarcaciones de gran calado para la carga y exportación de petróleo. Las inigualables condiciones estructurales de las instalaciones de la antigua Colombia Products Co. que eran muy superiores a las expectativas de la Colpet-Sagoc para instalarse, fueron argumentos decisivos para la compra.

En la época de la Sagoc en Coveñas, en el argot popular e incluso dentro de los mismos funcionarios de la empresa, se decía y especulaba que los terrenos en los que se encontraba asentada la compañía habían sido adquiridos por el gobierno y entregados en comodato o concesión a la Sagoc; sin embargo, la documentación existente al respecto muestra, sin lugar a dudas, que esos terrenos fueron adquiridos por la Sagoc mediante compra a la Colombia Products Company.

Sobre la transacción existen registros documentales: uno, probablemente circunstancial, pero que es una muestra que la propiedad sobre tales terrenos de Coveñas la tenía la Sagoc, corresponde al plano de 1943 en el cual se anota: “SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY – PROPIEDAD DE COVEÑAS”. El otro registro, evidencia definitiva, es la misma escritura de venta de Coveñas. La Colombia Products Co. se había disuelto legalmente como empresa en 1937, pero los terrenos que había adquirido, que eran básicamente los de Coveñas, y donde había construido las edificaciones, en 1938 aún se encontraban en proceso de liquidación por parte del liquidador de la empresa, don Miguel Navas. Fue éste quien, a nombre de la sociedad Colombia Products Co., vendió a la Sagoc las 2.632 hectáreas y 13 centareas de Coveñas mediante la Escritura Pública N° 348 del 15 de junio de 1938, de la Notaría segunda de la ciudad de Cartagena. 164

El costo de la transacción de venta de los predios de Coveñas en 1938, incluyendo la totalidad de las construcciones, maquinarias, instalaciones y anexidades, excepto el ganado, fue de doscientos mil dólares (U.S. 200.000) o su equivalente en moneda colombiana al cambio del 181%, es decir, trescientos sesenta y dos mil pesos ($362.000). Se observará que, para 1921, a mitad del proceso de construcción de las instalaciones del Packing House, la Colombia Products Co., había realizado inversiones por valor de $1.800.000 en la construcción de la planta, sin contar el costo de los terrenos. Es probable que para el final de la construcción en 1923 el

163 “El muelle construido en territorio de la nación por la empresa en el Golfo del Morrosquillo quedaba, acorde al articulo 682 del código civil, de propiedad de la nación”. Nota de pie de página de: MACHADO, Op. cit., p. 64, 69164 Escritura Pública N° 348 del 15 de junio de 1938, Notaría Segunda de Cartagena de venta de Coveñas por la Colombia Products Company a la Sagoc. El documento original manuscrito, cuya trascripción textual se anexa, procede del Archivo Histórico de Cartagena, fotocopia del cual fue cortesía de doña María Aguilera. Trascripción y Nota del Autor.

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valor total de la inversión realizada en construcciones y equipos estuviera frisando los $5.000.000. En cuanto al costo de los terrenos se encuentra que: las 30 hectáreas cedidas por Don Julián Patrón fueron tasadas en $20.000, que corresponde a un precio de $667 la hectárea, así que la venta de las 2.602 hectáreas adicionales, si se vendieron a un precio similar, tendrían un costo aproximado de $1.736.000, con lo que el valor total invertido sería de $6.736.000 (unos 5.5 millones de dólares de la época). Entonces, la venta de todo lo existente allí, 16 años después, por un 5.3% del valor invertido, significó una cuantiosísima pérdida para la Colombia Products Co. y sus socios y una evidente ganancia para la Sagoc. Del ahogado, casi ni el sombrero recuperaron los socios sobrevivientes de la Colombia Products Co.

Prácticamente todo estaba hecho y dispuesto para que casi cualquier empresa se instalara. El puerto marítimo de Coveñas sería desde entonces el terminal que recibiría el petróleo extraído de Petrólea y después de Tibú, en el Catatumbo y desde allí se exportaría a los mercados mundiales.

Con el comienzo de la construcción del oleoducto Petrólea-Coveñas en 1939 por la Sagoc también se iniciaron los trabajos de acondicionamiento y habilitación del puerto y de las antiguas instalaciones de la Colombia Products Co. para ajustarlas a la nueva destinación.

Se requirieron obras adicionales que mejorarían la estructura del matadero y de la envejecida planta frigorífica y la construcción de algunas nuevas instalaciones y edificaciones propias de la industria del petróleo. La Sagoc contrató los servicios de varias empresas nacionales e internacionales; una de ellas, de las que se tiene documentación y registros, fue la barranquillera Cornelissen & Salzedo. De acuerdo con los informes de esta empresa no fue necesario realizar demasiadas construcciones nuevas sino remodelar las existentes e incluso demoler muchas otras en las que los elementos y el tiempo habían producido daños irreparables y aquellas otras que no eran de utilidad o interés para las actividades de la Sagoc.

Fue necesario construir las instalaciones para las nuevas plantas de energía, que ahora funcionarían con aceite diesel, en reemplazo de las antiguas movidas por vapor; los tanques de almacenamiento del petróleo crudo que llegaría por el oleoducto desde Petrólea; la estación de bombeo de petróleo, instalaciones para radiocomunicaciones, oleoducto desde la estación hasta el muelle y nuevas casas de habitación para los obreros y los empleados de la Sagoc.

La South American Gulf Oil Company (SAGOC), se instaló en Coveñas desde 1939 como campo de exportación petrolera, con estructuras industriales propias de esa actividad: tanques de depósito de crudo, estación de bombeo, talleres de mecánica, carpintería, bodegas, aeropuerto, puerto marítimo con sus correspondientes lanchas y bongos, plantas de energía eléctrica, planta telefónica, estación de radiomensajes, vías internas de comunicación, hospital, clubes para obreros y directivos, casas de estilo norteamericano separadas unas de otras por amplísimos espacios, con grandes habitaciones y servicios de agua, luz, alcantarillado; no quedaba mas que ponerse a trabajar en la recepción, almacenamiento, mínimo procesamiento de crudo y abastecer los buques petroleros para exportarlo a los mercados del mundo. Ingenieros, técnicos, empleados y obreros extranjeros y colombianos habían llegado para permanecer y forjar, durante casi cuatro décadas, toda una cultura de dedicación, trabajo, éxitos y fracasos, vicisitudes y satisfacciones que demarcaron

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una época sin igual de esplendor y crecimiento personal y colectivo; que forjaron sus familias en el sentido de pertenencia, en el valor del trabajo como bien supremo y fuente de riqueza y de progreso en Coveñas.

Figura 117. Plano de los terrenos de la Sagoc. Coveñas, 1943.

PLANO PLEGABLE INSERTO

Por cortesía de Carmen Sierra Patrón.

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Sobre las labores de remodelación, construcción y adecuación de las instalaciones de la Sagoc en Coveñas existen dos informes bien descriptivos del estado en que se encontraban las edificaciones y de lo realizado en ellas, presentados por Cornelissen & Salzedo para la South American Gulf Oil. Co., uno de junio 17 de 1939 y otro de julio 31 de 1939. Ambos se acompañan de sendas cartas de presentación dirigidas a la Sagoc.165 Tales documentos son piezas valiosas para el seguimiento histórico del crecimiento de Coveñas.

4.4 VIVIENDAS Y SERVICIOS DE LA SAGOC

Las instalaciones residenciales y de servicios que había construido la Colombia Products Co. entre 1919 y 1923 se habían deteriorado, la mayor parte por el paso inexorable del tiempo. Habían sido cuidadas con esmero pero estuvieron cerradas entre 1925 y 1938 y no fueron sometidas a ninguna clase de mantenimiento ni aseo; ello hubiera demandado de la disposición de un cuantioso capital que los socios de la Colombia Products Co. no estaban en disposición de sufragar y que, por otra parte, realmente no tenía mucho sentido. El comején, llamado “termitas” por los norteamericanos, había hecho presa fácil de las hermosas casas y edificaciones de madera de pino canadiense.

4.4.1 LA CASA GRANDE DE MADRE DE DIOS Y ÁREAS CIRCUNDANTES

La Sagoc dio a la Casa Grande de Madre de Dios gran importancia. Además de haberla tenido en cuenta para incluirla dentro de los predios comprados en Coveñas, su estructura fue reconstruida tratando de conservar sus características originales; desde la muerte de Don Julián en 1934 había quedado prácticamente abandonada. Mediante las actividades de reconstrucción de esta edificación y de las áreas circundantes se buscaba ponerla en condiciones habitables y utilizarla como casa de recreo y esparcimiento, dadas sus características de frescura, su amplitud y la belleza de sus áreas circundantes.

La atracción que había producido la mesa redonda de Don Julián a comienzos del siglo XX, continuó en la época de la Sagoc, por ello, cuando en 1939 se realizaba labores de acondicionamiento de las antiguas instalaciones de la Colombia Products Co., por indicación expresa de los norteamericanos que dirigían el proyecto, la empresa contratista recuperó la mesa redonda: “se reparó y reconstruyó una mesa grande, del tiempo viejo, de caoba; se hizo la parte circular y la parte superior giratoria, y se dejó en condiciones perfectas”.166

Rafael Moré Bonfante,167 recién llegado de su natal Cartagena a trabajar a Coveñas, alrededor de 1945, conoció de primera mano la singular mesa. Ante la circunstancia que uno de sus hijos se sentaba a la mesa rectangular de su casa a solicitar insistentemente “pásame esto o aquello”, entorpeciendo la libre alimentación de los demás y la habitual y amena conversación a la hora de comer, años después pidió a Américo Villalobos, carpintero de la Sagoc, que le hiciera esa misma mesa redonda; y un día de 1958 se presentó en su casa con un camión y la mesa; dijo: “desde hoy se acabó el pásame y pásame”. En efecto, se acabó. La mesa redonda con su

165 CARTAS e INFORMES de Cornelissen & Salzedo de junio 17 de 1939 y julio 31 de 1939. Original en inglés y versión en español.166

INFORME de la empresa barranquillera Cornelissen & Salzedo de Junio 17 de 1939, ítem 1.167

Rafael Moré Bonfante fue biznieto del general y político cartagenero Joaquín Fernando Vélez, por su abuela Carlota Vélez, hija de Joaquín, a su vez prima de Carlos y Fernando Vélez Danies, ambos socios de Julián Patrón en la Colombia Products Co. Trabajó en la Sagoc hasta su jubilación y fue alcalde de Tolú en 1972. Falleció en Coveñas en 1977. N. del A.

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plataforma giratoria, hecha en pino canadiense de casi 200 años, que mas que madera parece roca, la conserva su esposa en la casa de Tolú; otra mesa fue hecha por Américo para Carmen Sierra Patrón en la misma madera.168 Se desconoce el destino de la mesa original de caoba; debe tenerla algún amante de las cosas buenas y exóticas.

La empresa contratista demolió cuatro casas viejas que correspondían a las dos viviendas de los peones de Don Julián Patrón en los sitios de San José y El Bobo, así como los correspondientes pañoles donde se depositaba el coco recolectado en las coqueras de Madre de Dios. Tales estructuras con techo de palma y paredes de bahareque ya habían sido abandonadas desde 1934 cuando murió Don Julián Patrón y, por ser de escaso valor técnico y práctico para la Colombia Products Co., para entonces dueña de los terrenos, no tenía justificación destinar personal para su cuidado; tampoco eran valiosas para los fines de la Sagoc.

Figura 118. Casa de Madre de Dios; estado en el que fue dejada la casa y la zona circundante después de la remodelación de 1939. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

También se demolieron las ocho casas viejas sobrevivientes en el lado oriental de la Casa Grande de Madre de Dios, que eran las viviendas de los trabajadores de la hacienda, de los carpinteros y del personal de servicio doméstico de la Casa Grande de Madre de Dios. En total había doce casas dispuestas alrededor de la Casa Grande, antes de 1939 ya habían sido demolidas algunas cuatro de ellas y las restantes ocho fueron demolidas por Cornelissen & Salzedo, dejando solo la casa Grande. En esa demolición también se incluyó el hermoso kiosco para el reposo vesperal de los peones: El Ranchón.

La Casa Grande de Madre de Dios, que fue habitada por Antonio Camacho y su familia antes de la reconstrucción, volvió a ser habitada por los mismos huéspedes, hasta la presente fecha.

“La compañía no utilizaba para nada la casa de don Julián Patrón en Madre de Dios. En la época de la Sagoc y desde varios años antes vivía allí Antonio Camacho y su familia, tal vez porque Toño había trabajado con la familia de Don Julián Patrón. Doña Merce de Patrón, la viuda de Don Julián iba mucho a Coveñas y la compañía la

168 ENTREVISTA con Ana Sierra Patrón. Bogotá, enero de 2001

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quería mucho; sus deseos eran ordenes y seguramente fue por orden de ella que los Camacho siguieron viviendo en esa casa”.169

Figura 119. Vista desde el muelle de la coquera aledaña a la Casa de Madre de Dios y del estado en el que fue dejada la cerca de madera y la zona circundante en la remodelación de

1939. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler.

Desde 1925, por la falta de funcionamiento de la empresa, las instalaciones de la Colombia Products Co. permanecieron deshabitadas. Por las mismas razones tampoco funcionaba el hospital y los pocos trabajadores que merodeaban el campo se dedicaban a cuidar de las instalaciones, a realizar escasas, ocasionales y menores tareas de mantenimiento (corte de grama, aseo, recolección de basuras, etc.) y aprovechaban también para mantener, cerca del hospital y en los patios de las casas de madera, pequeñas crías de cerdos en chiqueros y algunos gallineros para su sustento y el de sus familias. Los contratistas demolieron los corrales de cerdo, viejas y voluminosas estructuras de la Colombia Products Co., que estaban situados en el extenso y plano terreno entre las instalaciones industriales de Rancho Grande y el hospital, contiguo y al Oeste del aeropuerto que ya estaba en construcción.

En un área de terreno al Noroeste del nuevo aeropuerto y hangar para los aviones de la empresa, que en 1939 estaba en construcción, en la zona de las casas de obreros, la Colombia Products Co. había construido tres barracas para alojamiento de los peones de la planta, cada una con capacidad para cincuenta personas; las barracas fueron utilizadas como parte de las edificaciones que en ese mismo año construiría Cornelissen & Salzedo para la Sagoc, específicamente para adecuarlas como viviendas de los obreros, mientras que sus baños exteriores se acondicionaron como cocinas y baños de las primeras casas múltiples de la parte sur del campamento de obreros. Por otro lado, en la parte del campo donde se construyeron las llamadas casas de los capataces, primero existían numerosas casas de bahareque y palma que constituían prácticamente un pueblo; eran las casas donde vivían los trabajadores de Don Julián Patrón. Un número considerable de ellas se encontraba muy cerca de la playa, a unos cincuenta metros al Oriente del muelle de ganados de Don Julián en La Troja. En este sector, por causas naturales de la estructura costera y la forma de penetración e impacto de las mareas, el mar fue penetrando progresiva e inexorablemente y muchas de las casas fueron finalmente

169 ENTREVISTA con Frank “Pacho” Arbouin. Bogotá, agosto de 2003.

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destruidas por el mar. Restos de ellas los observamos durante los años de juventud cuando, en busca de peces, langostas y caracoles, buceábamos cerca de la playa. Allí, en el fondo del mar, se encontraba multitud de troncos caídos, restos de los horcones y maderamen de las casas, testigos yacentes de la época del negocio de cocos y los comienzos del negocio de ganado. Solo algunas de esas casas, las que estaban situadas en tierra mas firme, sobrevivieron durante muchos años y fueron reemplazadas en 1919 por las 18 casas de madera de un piso para los obreros con familia de la Colombia Products Co., las que a su vez fueron demolidas veinte años después, en 1939 para construir las nuevas “casas para capataces” de la Sagoc.

Figura 120. Panorámica de Coveñas desde la azotea de Rancho Grande. La zona despoblada entre las bodegas y las casas del campamento, es el sitio donde estaba el corral

de ganados y, en la época de la Sagoc, el campo de béisbol. Coveñas, 1966

Foto del autor

El informe de las obras de Cornelissen & Salzedo describe también la remoción de las cercas del viejo corral, asunto que corresponde a la demolición y retiro de la amplia estructura del cercado de madera situada al Oeste de las instalaciones residenciales del campamento donde antes de la Colombia Products Co., Don Julián Patrón hacía acopio del ganado que exportaba. Durante la Colombia Products Co., se tenía previsto destinar el corral para encerrar el ganado que debía traerse de los campos de pastos aledaños a las instalaciones y los grandes hatos de ganado que enviarían desde toda la comarca, que se llevarían al sacrificio en la planta, los que nunca llegaron ni fueron sacrificados. Es el mismo sitio donde funcionaría el diamante de béisbol en la época de la Sagoc.

Otras casas de habitación de los peones de Don Julián que se encontraban diseminadas a la orilla de la playa, entre la zona de casas nuevas y el muelle también fueron demolidas. Los desechos de esas estructuras, así como las cáscaras de coco y material vegetal residual se llevaron a las calderas para utilizarlas como combustible. Esta actividad de utilización de los vegetales secos para las calderas era, por la época y además de la quema de basuras y desechos vegetales de poca utilidad, la única actividad destinada a la utilización de materiales a fin de evitar la contaminación ambiental y la acumulación de basuras; y ello porque era realmente útil e indispensable para el funcionamiento de las calderas.

El matadero o casa de matanzas que se describe en el informe de Cornelissen & Salzedo NO corresponde al Abbatoir (Matadero) de Rancho Grande sino a otras

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instalaciones y edificaciones de muchísima menor envergadura construidas a unos quinientos metros al Suroriente de Rancho Grande, y a unos cien metros del costado Suroriental de la pista norte-sur del actual aeropuerto, donde estaban los corrales para ganado vacuno, lanar y de cerda y eran destinadas para el encierro y sacrificio de ganado para la venta y el consumo local durante y después de la construcción de la planta. Tales estructuras fueron remodeladas y conservadas por la Sagoc como corral de ganado vacuno, de ovejas, chiquero de cerdos y matadero durante los muchos años de su funcionamiento.

En los extensos campos alrededor de las instalaciones la Sagoc tenía sus propios hatos de ganado vacuno, lanar y porcino, así como una buena cantidad de caballos y bestias de carga. Solo mantenían la cantidad suficiente de animales para abastecer las necesidades de carne de la empresa, de los trabajadores y para evitar escasez de ganado o eventual especulación en la región; se mataba una o dos vacas semanales, que era suficiente para el consumo interno de los comedores donde se preparaba la alimentación a los trabajadores solteros y para la venta a las familias; los cerdos se sacrificaban en menor cantidad y también una que otra oveja de las centenares que existían en los corrales de la Sagoc. Las ovejas, en número aproximado de dos mil, y en cantidad siempre creciente por la gran fecundidad de estos animales, pastaban en los campos aledaños a las instalaciones, especialmente en los prados del antiguo corral de los ganados, donde mantenían el pasto corto, aunque siempre fecundo y donde no era raro ver parir a las ovejas casi a diario, mientras se alimentaban.

Figura 121. Ovejas pastando por las casas de la orilla de la playa. Coveñas, 1950

Figura 122. En la hondonada teniendo como fondo la estación de radio y el muelle, pasta

un grupo de ovejas. Un personaje no identificado y Carmen Sierra están en primer

plano. Coveñas, 1950

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

En los primeros años de la Sagoc la carne se vendía al público en el mismo matadero a través de la “ventana para la venta al menudeo” que se hizo allí (realmente era una puerta holandesa). Posteriormente, en particular cuando se puso en funcionamiento el nuevo comisariato, la carne era llevada allí, donde se conservaba en dos cuartos fríos y se expendía a los habitantes de Coveñas y de sus alrededores. Las ovejas eran sacrificadas mas frecuentemente para enviar su carne a Cúcuta, Tibú y Barranquilla, sitios de estaciones y oficinas de la empresa desde donde los trabajadores hacían pedidos de la apetecida carne de las ovejas de Coveñas.

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Don Juan De la Cruz González ― Juan Paja170 ―, era el capataz y encargado del cuidado de los ganados, del mantenimiento de los corrales, de los pastos y de las labores de sacrificio de reses y animales en el matadero; con él trabajaban en las labores de encierro Ilido Alvis Pestana, de Sabaneta y Santiago – Chago ― Pestana. El equipo se volvía especialmente activo cuando llegaba el avión, porque las vacas se salían de los corrales a pastar en la hierba al lado del aeropuerto e incluso se metían a la pista, por lo que tenían que corretear el ganado y sacarlo de allí con suficiente anticipación para permitir el aterrizaje seguro de la aeronave.

LAS GUAYABAS DE DON JUAN

Don Juan de la Cruz González y la niña Olimpia Merlano Foliaco, su esposa, fueron personas muy reconocidas por su bondad y buen trato. Querían mucho a los niños y eran especialmente generosos en cuanto se refería a surtirlos de guayabas de los árboles que tenían en su patio. Los niños vecinos eran ávidos de las guayabas de don Juan, que eran de pulpa rosada y dulce a diferencia de las de otros patios que eran pálidas y desabridas; por ello, frecuentemente le tiraban palos y piedras a las ramas que colgaban fuera de la cerca para bajar las frutas, cosa que no era muy del gusto de don Juan. Cada dos o tres días recogía una buena cantidad de guayabas, las guardaba en la nevera y, cuando veía los niños husmeando por allí con ganas de tirar palos, los llamaba para entregarles una totuma de amarillas y frías frutas, que ellos entregaban en sus casas para hacer jugo o dulce, porque no les gustaban las guayabas tan maduras y menos de nevera. Don Juan, ya tranquilo con la generosa entrega, se desentendía del patio y entonces ellos regresaban otra vez a tirarle palos a las guayabas.

La niña Olimpia era experta en labores de tejido de croché y hacía tapetes, manteles, suéteres y cubrecamas para ellos y por encargo. Se sentaba en la terraza en su cómoda silla mecedora de mimbre a tejer durante horas interminables, arrullada por la brisa del mar y el ronroneo de las olas que morían a diez metros de su terraza. Allí esperaba a don Juan para el almuerzo y desde su sillón daba a la sirvienta las instrucciones para la preparación de la comida. Como en Coveñas nada se robaban, las sillas podían quedar toda la noche en las terrazas de las casas, con cojines incluidos, sin que les pasara nada. Una mañana, después de despachar el desayuno de don Juan, la niña Olimpia salió con su canastilla de hilos y tejidos a continuar su diaria labor en la terraza, se sentó en el asiento de mimbre y allí permaneció hasta casi las diez de la mañana cuando ya era hora de iniciar las tareas culinarias para el almuerzo. Se levantó a dar las instrucciones correspondientes y cuando fue a poner la labor sobre el asiento se percató que había estado sentada por mas de tres horas sobre una culebra que estaba enroscada sobre el cojín del asiento y que permanecía, absorta y quizá anestesiada, en la misma posición. El escándalo fue mayúsculo y varias personas debieron acudir en auxilio de la niña Olimpia para matar la inocente y adormecida culebra.

La niña Olimpia también era experta en tratar el “mal de ojo”, condición o enfermedad que, según se dice, es provocada en los niños por la “fuerza” o influencia que inconscientemente ejercen algunas personas sobre ellos causándoles variados síntomas que van desde fiebre persistente hasta diarreas y decaimiento. No hay conocimiento médico ni droga capaz de curar el mal que es fácilmente resuelto con diversos rezos y ritos que solo conocen pocas personas especialmente

170 A Don Juan de la Cruz González le decían “Juan Paja”, en alusión a su oficio en las “pajas” o potreros y también para distinguirlo rápidamente del otro Juan González Ortiz, que era el cajero de la Sagoc y a quien entonces se le decía “Juan Caja”. N. del A.

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sensibles y por lo cual no reciben estipendio diferente de la discreta satisfacción del deber cumplido. Sin exhibir truculencias ni artilugios, ante la presencia de un caso del mal, la niña Olimpia procedía a buscar una ramita tierna de matarratón (el cogollo) con el cual iniciaba el rezo susurrante e ininteligible mientras pasaba la ramita por la frente y el cuerpo del niño; a medida que transcurría el rito las hojas, inicialmente saludables, se marchitaban, perdiendo su vigor y su color hasta volverse casi secas y colgar, mustias, de la rama, como si hubieran sido objeto de alguna energía negativa que, según dicen, absorbían. Simultáneamente el niño recobraba inmediatamente su salud, volvía a su vida normal y la niña Olimpia a sus labores de casa. No hacía alardes de tal poder ni hacía promoción del mismo, solamente lo ponía en práctica cuando era requerida por sus vecinos.

No faltaban las visitas a la niña Olimpia durante su labor. Una vez hablaba animadamente con una de las vecinas sobre las penurias que le hacía sufrir Juancho, como ella le decía, por su adicción al Ron Blanco y su modo campechano y montaraz de vestir. La vecina acicateaba a la niña Olimpia con las reconvenciones que debía hacer a Don Juan y daba sus debidos consejos y recomendaciones al respecto; menos mal que solo era bebedor y no mujeriego.

Días antes había existido una tertulia preliminar sobre el tema entre doña Olimpia y la vecina, de la cual se habría percatado sutilmente don Juan. Cuando estaban en la parte mas animada de la charla, en el marco de la terraza, súbito, se aparece la delgada y recia figura de Don Juan de la Cruz, cual Quijote, ensombrerado y en su brioso caballo; desde allí, dando un fuetazo al aire, que hizo resoplar y encabritar al caballo, les lanza una imprecación: ― ¡Recojan la lengua, que se las piso!, frase que hizo historia, no solo por la oportuna y descriptiva sentencia para las lengüilargas, sino por el susto que ocasionó a la vecina que no volvió a aparecerse por allí.

Figura 123. La “niña” Olimpia Merlano Foliaco y su hija Rita. Cartagena, alrededor

de 1952

Figura 124. Rita González Merlano. Coveñas, alrededor de 1950

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

“Don Juan y la niña Olimpia fueron nuestros vecinos por muchos años. Fueron personas muy buenas y serviciales. La niña Olimpia, que era de la alta sociedad de Corozal, tenía el problema que, cuando a su hija Rita se le acercaban los enamorados, no quería que dijeran que don Juan era el capataz que manejaba las ovejas y el ganado ni le gustaba que lo vieran mal vestido. Pero ella misma tenía la culpa de su aspecto, porque lo vestía mal, o no hacía que se quitara la abarcas de tres puntá y lo dejaba que anduviera siempre con un sombrero vueltiao sucio y un fuete para

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corretear las ovejas y el ganado. Una vez que le llegó una visita de Corozal, le mandó a Don Juan las medias y los zapatos para que se los pusiera y no se fuera a presentar a la casa en abarcas frente a la visita; y le mandó la razón que, además, entrara a la casa por la puerta del patio a cambiarse la ropa mientras ella entretenía a la visita en la terraza. Rita era una niña muy hermosa, y la niña Olimpia no quería que nadie la volteara a ver porque era de la alta sociedad de Corozal; en Coveñas tampoco era que tuviera muchos pretendientes porque tampoco los había, por lo menos con las cualidades esperadas por la niña Olimpia”. 171

Fue una tragedia cuando a Rita le salió el acné de la adolescencia, de manera que su mamá le hacía de cuanto remedio médico o casero le decían para curárselo. En el patio de su casa, además de los árboles de guayaba, mango, cocos, guanábanas y anones, tenían un gallinero. ¡Quien sabe que vecina le dijo a la niña Olimpia que lo “único” para el acné era la caca de gallina caliente, es decir, recién puesta!, por lo que ni corta ni perezosa, procedió a tomar de la mano a Rita y llevarla al patio para corretear las gallinas, que se defecaban del susto, y aplicarle rápidamente la caca en cada una de las espinillas. Seguramente que ese remedio no tendría nada que ver con la tersura de la piel y belleza natural de Rita, que es evidente en la foto de la figura 124.

4.4.2 LOS BARRIOS RESIDENCIALES

La Sagoc ordenó la construcción de nuevas edificaciones específicamente destinadas a ser los barrios residenciales de los trabajadores. Para ello continuó con la misma estructura básica que había tenido la Colombia Products Co. en cuanto a los sitios de emplazamiento de los barrios: uno, el de los empleados de dirección y profesionales (extranjeros y algunos colombianos), era el que se llamaría barrio de “arriba”, donde estaban construidas las edificaciones de madera y donde se harían otras con mejores especificaciones. El de los obreros, situado en donde se había planeado construir el complejo habitacional de la Colombia Products Co. y donde habían construido las barracas para obreros solteros, que fue llamado El Campamento, y una tercera sección, el barrio de los empleados de oficina, de bodegas, muelle y administrativo, en las llamadas “cabañas para capataces” que no tenía nombre específico y quedaba inmediatamente adjunto y al norte del campamento de obreros, en el mismo sitio donde estaban las diecisiete viejas casas para los obreros con familia y una casa para funcionarios de la policía construidas en 1919 por la Colombia Products Co., todas las cuales fueron demolidas por encontrarse en mal estado.

La empresa Cornelissen & Salzedo había hecho remodelaciones en todas las casas de madera construidas en 1919 por la Colombia Products Co. para los empleados directivos; había reemplazado las piezas dañadas por nuevas maderas y las dejó en perfectas condiciones estructurales y de presentación, listas para ser habitadas.

Las viejas y remodeladas casas de madera el barrio de arriba fueron ocupadas por los jefes norteamericanos y los funcionarios colombianos de la Sagoc que llegaron a Coveñas desde 1938. Estas edificaciones estarían destinadas a desaparecer por el deterioro progresivo resultante de la invasión del comején. Es probable que la labor de refacción no hubiera sido muy exhaustiva o que el comején fuera muy hábil o ávido por el pino canadiense porque, pocos tiempo después de los arreglos, la

171 ENTREVISTA con Ana Sierra Patrón. Bogotá, junio 23 de 2003

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destrucción producida por el comején volvió a las andadas y de allí en adelante se debió tomar la decisión de demoler y vender las casas en vez de volver a repararlas o de hacerles mantenimiento.

“La compañía no quiso saber mas de las casas de madera, así que decidió demolerlas o venderlas. El doctor Alfredo Izquierdo compró una de esas casas. Él no trabajaba con la Sagoc sino con DOIMA, ― donde era médico del ferrocarril de Girardot entre Esperanza y Hospicio ―, pero iba de visita a mi casa en Coveñas y siempre se mostraba fascinado por ellas; cuando se enteró que se estaban vendiendo, compró una por $500 y se la llevó desbaratada para Cali”.172

Unas pocas de esas casas de madera sobrevivieron hasta fines de los años 50. Al fin de cuentas, ya se disponía de experiencia en la construcción de casas en mampostería en el campamento, sin que el calor, que tal vez fue la razón principal para construirlas de madera, afectara en forma apreciable a sus habitantes.

Figura 125. Casas de madera para los funcionarios directivos con familias. Coveñas 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Cornelissen & Salzedo, empresa que había sido contratada por la Sagoc para la adecuación de las instalaciones habitacionales, industriales y de servicios de Coveñas, debía realizar la remodelación de muchas de las estructuras deterioradas como las tres barracas construidas por la Colombia Products Co.; de los talleres abandonados con poco uso y la adecuación de varias otras, como el mismo edificio de Rancho Grande, que debía ser habilitado para oficinas. Además y primordialmente, debía construir las casas de habitación para los trabajadores (obreros y supervisores u oficinistas). Tales nuevas edificaciones residenciales, que se realizaron en el mismo sitio donde la Colombia Products Co. había planeado construirlas entre 1919 y 1921, fueron diseñadas y construidas por el arquitecto e ingeniero don Federico Blodek Fischer en 1939.

Conviene detenernos en este personaje, cuya formación, experiencia y pensamiento creador hizo que estas obras tuvieran la fortaleza que, en un medio relativamente hostil por los efectos de los elementos naturales, las ha hecho perdurar con elegancia y funcionalidad.

172 ENTREVISTA con Frank “Pacho” Arbouin. Bogotá, agosto de 2003.

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Don Federico Blodek Fischer nació en Viena (Austria) el 23 de septiembre de 1905; se graduó como ingeniero en la Universidad Técnica Superior de Viena en 1932 con Maestría en Arquitectura y cinco años después recibió el título de arquitecto civil. De manera que su desarrollo académico lo realizó en período previo a la Segunda Guerra Mundial. Durante su relativamente breve permanencia en Europa después de graduarse, realizó trabajos en su patria con la tutela de eminentes personajes de la arquitectura e ingeniería austriaca como Erwin Böck, Paul Gutfreund y Hermann Neumann. En Europa y Asia trabajó con el arqueólogo y diseñador Max Theuer en los planos del palacio de la embajada de la India en Estambul y en otros desarrollos arquitectónicos en Budapest y Yugoslavia. Simultáneamente fue cultivando otra de sus habilidades, la actividad como decorador, que le seguiría toda la vida como uno de sus rasgos distintivos.

Figura 126. Ingeniero-Arquitecto Federico Blodek Fischer. Diseñador y constructor de las casas de Coveñas en 1939

Fotografía por cortesía de Carlos Blodek, tomada de: “Federico Blodek – Arquitectura y Construcciones”

Fue el urbanista austriaco Karl Brunner, que trabajaba desde 1932 en Bogotá donde había sido director de planeación, quien aconsejó a don Federico Blodek que viniera a Colombia. Así, en los avatares previos a la Segunda Guerra, don Federico Blodek llegó a Barranquilla en 1939 donde se incorporó a la empresa Cornelissen & Salzedo permaneciendo en ella por siete años como ingeniero constructor y jefe de arquitectos. Durante ese período realizó importantes obras en Barranquilla, Cartagena y, obviamente, las viviendas de la Sagoc en Coveñas en 1939. Para 1945 don Federico Blodek se trasladó a vivir y trabajar en Medellín donde su espíritu creador contribuyó enormemente al urbanismo de la ciudad con destacadas obras que se describen en detalle en el libro “Federico Blodek – Arquitectura y Construcciones”, editado en 1991 por sus hijos Carlos Enrique y Jorge Germán Blodek Tuechler.

Federico Blodek fue, en palabras de Margaritainés Restrepo Santa María: “Sereno, estricto. Transparente. Alejado del ruido. Arquitecto de pocas palabras. Pero defensor de la palabra empeñada. Persigue primero los resultados, que el brillo equívoco del afán de originalidad. Se adapta a las necesidades de la época, del lugar, de la gente que busca su trabajo. El diseño macro de una estructura o de una lámpara de mesa, los sabe y los quiere manejar. Es amigo de tener bajo su control los más pequeños detalles. Es su concepto del oficio de arquitecto integral.”173

173 Tomado de: Federico Blodek – Arquitectura y Construcciones Ltda. Medellín. Editorial Colina. 1991

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Tal es la semblanza de este destacado personaje vienés que trajera a nuestra patria un acervo de modernos conocimientos de la cimentada cultura europea y un espíritu creador que plasmó en sus obras, como huella imperecedera, sin afán de figuración, como un precioso legado para la posteridad.

Las dieciséis “cabañas para capataces” fueron construidas por Cornelissen & Salzedo en la parte norte del campamento de obreros y al frente de la playa; originalmente se hicieron con una estructura y disposición solo para el uso básico de los moradores, que debían ser los capataces, pero que finalmente fueron ocupadas por los empleados colombianos (funcionarios de oficinas y bodegas) ya que en realidad había pocos capataces y los existentes vivían en las poblaciones cercanas.

Figura 127. Vista general (Norte) de las cabañas para capataces, que ocuparon trabajadores de oficina y administración. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

La descripción de tales cabañas, de cuyos pormenores en cuanto a dimensión comparativa de espacios daremos cuenta adelante, se encuentra detallada en el respectivo informe de la empresa contratista Cornelissen & Salzedo, disponible para consulta en un anexo.

Las cabañas estaban emplazadas sobre una superficie de concreto, elevadas unos 60 a 70 centímetros del suelo; con una terraza (llamada porche delantero), área espaciosa y muy agradable a la que se ingresaba por una escalinata de tres escaños; una sala-comedor, una habitación o dormitorio, un vestíbulo interior que conducía de la sala-comedor a la cocina y un baño. No disponían de zona de lavadero. Debido a que estaban construidas con amplio espacio entre ellas, las zonas aledañas fueron rápidamente cercadas por sus moradores en una clásica acción de delimitación territorial, estableciendo amplios patios donde muchos de sus moradores sembraron árboles de mango, guayaba, anón, naranja, limoneros, guanábanos, plantíos de yuca, de plátano, huertas con eras para cultivar verduras, gallineros y hasta criaderos de zainos, entre otros. Eran unas fincas en pequeño. Con los años, visto el crecimiento poblacional y las necesidades de mayor comodidad de las familias que las habitaban, fueron ampliadas progresivamente agregándoles una o dos habitaciones y baños, área de lavado de ropas e incluso en una de ellas (la número 11 que habitó Marco Hawkins y después Julio Robinson), se realizó la ampliación y cerramiento del porche con grandes ventanales de anjeo que le dieron un espacio útil adicional.

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Figura 128. Vista posterior (Sur) de las cabañas para capataces. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Un andén delantero, convenientemente dispuesto para dejar un área destinada al jardín comunicaba cada una de las filas de casas. Los jardines marcaban la personalidad de los moradores. Crotos, veraneras, margaritas, cortejos blancos y lilas, y otras diversas plantas ornamentales cundían por doquier y daban vida y color a la barriada. Mientras unos jardines eran elaboradas obras de arte por la profusión, disposición y cuidado de las plantas, otros tenían solo lánguidos y descuidados arbustos.

Las cocinas de las “cabañas para capataces” tenían un diseño primario pero eficiente. En el espacio cuadrado de 3 x 3 metros, muy bien ventilado por dos ventanas en las paredes exteriores, se encontraban: un área de lavado y manejo de alimentos contigua a la estufa de carbón de tres quemadores. El diseño consistió en una plataforma superior de ladrillos cubierta con azulejos blancos; en la parte superior de la plataforma, tres aberturas cuadradas cubiertas con tres parrillas de hierro, constituían los quemadores que se alimentaban desde la parte inferior con carbón que se introducía desde el frente por tres aberturas correspondientes con los quemadores. La chimenea situada sobre el conjunto, proveía de un sistema de escape del humo generado durante las tareas de cocina. Años mas tarde, por la época de los años 60, las casas fueron dotadas con nuevas estufas importadas a “gas” (Kerosén), también con tres quemadores, asunto que mejoró la forma de cocción y evitó la emisión de humo de las estufas de carbón.

Los tejados de todas las nuevas casas fueron hechos con pequeñas tejas de cemento (con dimensión de aproximada de 30 x 45 cm), con superficie exterior lisa, de color rojo e inferior rugosa, que fueron elaboradas en máquinas individuales y con moldes de diseño especial que permitía que “encajaran” unas debajo de las otras, no requerían de soporte ni fijación alguna y resistían adecuadamente los embates de la lluvia y del viento fuerte. Sin embargo, en su informe de 1939 la empresa contratista describe también varias reparaciones de tejados para reemplazar los destruidos por una tormenta del 24 de julio del mismo año, en las recién construidas casas. Es la primera noticia documentada de un suceso de tal naturaleza y magnitud en Coveñas. Hecho similar se repetiría casi tres décadas después cuando en 1967 una especie de silencioso tornado precedido por una leve llovizna, sin otros signos premonitorios, llegaría de noche y levantaría íntegramente el techo (para entonces

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de Eternit) de la última de las casas de la orilla de la playa, llevándose las tejas y las inmensas vigas de madera de diez o mas metros de largo a grandes distancias, dejando intacto y en su sitio el cielo raso. Una parte de una de las láminas fue encontrada en la copa de una alta ceiba a doscientos metros de distancia; una de las largas vigas quedó clavada verticalmente en el patio de la casa trasera, entonces habitada por la enfermera Argemira Picón, abriendo un hueco de un metro de profundidad. Ninguna otra casa o edificación en Coveñas sufrió los embates del selectivo tornado; los vecinos, que no habían notado nada anormal durante la noche no salían de su asombro ante la visión de la casa sin techo. Entre la incredulidad y la sospecha de que “algo raro”, como por ejemplo que se hubieran robado el tejado, pudiera haber ocurrido, el señor José Nieto, para entonces Jefe del Campo, asistió a la escena y tomo nota y las correspondientes fotografías para explicar los costos de reparación que se vendrían.

Las casas para los obreros fueron construidas en el campamento, sobre la misma plantilla topográfica existente en los planos de la Colombia Products Co., pero en menor número que las previstas por la desaparecida empresa. Primero se construyeron cuatro y mas adelante doce casas múltiples, para un total de dieciséis, cada una para cuatro familias.

Figura 129. Casas de los obreros en el campamento de Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Figura 130. Edificación de “tipo viejo” para cocinas, baños y sanitarios de las casas de los

obreros, adaptados de los baños de las barracas de los obreros construidas en 1919 por la

Colombia Products Co. Coveñas, 1939

Figura 131. Edificación de “tipo nuevo” para cocinas, baños y sanitarios de las casas de los obreros en el campamento de Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

El informe de Cornelissen y Salzedo señala que el “edificio existente” fue reconstruido; tal hecho se refiere a que se utilizaron las barracas edificadas por la

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Colombia Products Co., como parte de la construcción de las nuevas casas para los obreros; de hecho, la localización general de las casas del campamento de los obreros conservó la misma estructura que tenían las antiguas, y las barracas fueron reacondicionadas como las primeras viviendas múltiples para los obreros. Las áreas de cocina y baños estarían situadas en la parte exterior de las áreas destinadas para dormitorios, sala y comedor de los obreros.

Figura 132. Casas de la Sagoc y barracas de la Colombia Products Co. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

La edificación del extremo derecho corresponde a la primera barraca (de una fila de tres) de las construidas por la Colombia Products Co. en 1919. Las edificaciones de menor altura entre las viviendas de la derecha son los baños y cocinas. Obsérvese la diferencia entre esas edificaciones y la del extremo izquierdo, que es el nuevo tipo de construcciones destinada para baños y cocinas de las nuevas viviendas. Las demás casas, aún cuando tienen estructura similar, fueron construidas por la Sagoc en 1939.

Todas las casas del campamento de obreros fueron construidas con la curiosa concepción de situar el baño y la cocina fuera de las demás áreas, como si esos fueran lugares indeseados o antihigiénicos que debieran estar apartados. Se observarán, como detalles un tanto discriminadores, que no fue así la concepción de las “cabañas” para capataces donde los baños y cocinas estaban incorporados interiormente, o el hecho que, mientras los baños y cocinas de dichas cabañas tenían paredes recubiertas de azulejo, las casas de los obreros carecían de ellos. Allí se reflejaba la inutilidad de realizar ahorros que finalmente se convertirían en mayores costos cuando se hicieron acabados de inferior calidad que se sabía durarían menos que los de primera; es claro que los azulejos en los baños y cocinas, además de proveerlos de una superficie mas agradable, vistosa y aseada, le darían mayor durabilidad a los muros; mientras las paredes de los baños y cocinas de las casas de los obreros debían ser repintados por lo menos cada año para mantenerlos sin el verdín y sin las manchas grises veteadas y averaguadas que da la humedad, los de las cabañas no requerían de mantenimiento diferente al diario u ocasional aseo casero.

Las cabañas para capataces tenían rejas en las ventanas. La empresa contratista las describe como “ventanas protegidas por rejas de hierro de tipo colonial español”. No eran tal: ni coloniales ni españolas. Eran rejas planas de hierro, con varillas de perfil cuadrado. Una de ellas, la de la fachada, estaba coronada con un discreto adorno a modo de vueltecillas en “S”, sin detalles tales que hicieran sospechar algo español y menos colonial. Eran evidentemente fuertes y estaban sólidamente

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ancladas a los muros; se les mantenía con frecuentes manos de pintura plateada, llamada contraóxido. Pero nada de hierro puede resistir el embate del salitre, así que era dramático ver como cada día iban brotando burbujas debajo de la pintura de las varillas plateadas, que pronto descascaraban y mostraban la oxidada superficie del metal; de ahí en adelante el perenne salitre continuaba su loca carrera de destrucción sobre la reja que se caía a pedazos sin compasión.

Las rejas duraron años, pero las que se destruyeron, que fue ya en el ocaso de la Sagoc, no fueron reemplazadas y en las casas existentes solamente podrán existir, a lo sumo, las situadas en el costado Sur, donde están más protegidas del salitre.

Sin embargo, las ventanas de las casas de los obreros no disponían de la misma protección que, incidentalmente, era innecesaria para la época porque, excepto por los vándalos que aprovechando la soledad de Rancho Grande trataron infructuosamente de destruirlo, en Coveñas no había ladrones.

Figura 133. Casa de “capataces”, para destacar las ventanas protegidas por rejas de hierro, planas, simples, con varillas de perfil cuadrado soldadas entre sí. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

La amplitud y disposición de los espacios de las edificaciones es otro indicio de la diferencia que se establecía entre quienes iban a habitarlas, como se muestra en el siguiente cuadro comparativo de las dimensiones y características de las casas de habitación destinadas a los obreros, los capataces y los empleados de mayor rango:

Cuadro 2. Composición y dimensiones de las áreas en las viviendas de los trabajadores.*

DETALLECASAS DE OBREROS

CABAÑAS DE CAPATACES

CASAS DEEMPLEADOS

Porche delantero 2.50 x 3.75 2.20 x 4.00 2.50 x 7.00Porche trasero No No 2.30 X 7.00Porche de los sirvientes

No No 1.00 X 2.35

Sala y comedor 3.44 x 3.50 4.00 x 4.00 4.50 X 7.00Cuarto de habitación 3.44 x 3.50 4.00 x 4.00 (2) 3.65 x 4.00Cuarto del baño 1.50 x 2.00 1.80 x 3.00 1.80 X 2.87Cocina 2.00 x 2.00 3.00 x 3.00 2.80 x 2.95Despensa No No 1.00 X 2.00

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DETALLECASAS DE OBREROS

CABAÑAS DE CAPATACES

CASAS DEEMPLEADOS

Vestíbulo No 1.00 x 4.00 1.00 X 7.00Closet No 0.65 x 1.60 (2) 0.85 X 1.00Cuarto de los sirvientes

No No 2.80 X 2.95

Baño de los sirvientes No No 1.00 X 1.80Paredes del baño Estucadas Azulejo AzulejoParedes de la cocina Estucadas Azulejo AzulejoVentanas Exiguas, sin rejas Grandes, con rejas Grandes, con

rejasPiso Cemento pulido Azulejo AzulejoPatio Inexistente Inmenso GrandeTipo Multifamiliar Familiar individual Familiar

individualPosible ampliación No Si Si

Detalles de composición y dimensiones tomados de los informes de la empresa Cornelissen & Salzedo. Anexo disponible para consulta.

Para efectos prácticos esas distinciones y detalles “estadísticos” que solo ahora afloran a nuestros recuerdos, eran intrascendentes y no afectaban en forma alguna la vida familiar de unos y otros habitantes de las “cabañas” ni de las “casas de obreros”; Era claro también que tales aspectos de las formas físicas de vivir no quitaban el sueño ni a los obreros, ni a los empleados administrativos, ni a los directivos, ni a sus familias; aunque si era evidente la existencia de una distancia mas bien artificial o abstracta, provocada por la misma diferenciación de clases entre aquellos que habían tenido alguna preparación académica y los que no la tenían. Y también por las mismas posiciones ocupadas dentro de la compañía. Mas probablemente las sutiles diferencias existentes entre los grupos de población se referían a las maneras de ver la vida, de emprender la construcción del futuro y de contribuir positivamente al desarrollo de la misma comunidad y de la familia en particular, con la educación de los hijos y su orientación hacia la búsqueda de un futuro mas promisorio, tarea que, con el transcurrir de los años y por los resultados en la preparación y desarrollo de las nuevas generaciones, se vio que fue prácticamente tan productiva entre los empleados administrativos como entre los obreros del campamento. Al fin de cuentas, todos eran afortunados de tener la oportunidad de trabajar en la Sagoc y de vivir en mejores condiciones que la mayor parte de la gente de la región, con vivienda gratis, agua, luz, transporte, servicios de salud, educación y todos los demás artilugios y beneficios que una empresa petrolera podía dar a sus trabajadores y familias.

Especialmente en los primeros años de instalación de la Sagoc, se suponía o esperaba que los trabajadores vivieran solos o que fueran solteros (cálculo errado), por lo que se construyó, al comienzo de la fila central de casas del campamento de obreros, la edificación destinada a ser la cocina y comedor común para los obreros, que fue dotada con diez mesas y veinte bancos. De hecho, vivirían en Coveñas muchos trabajadores solteros o sin su familia que requerían de esos servicios y allí se les preparaba la alimentación que les suministraba gratuitamente la empresa. Con el paso de los años una vez asentada la población de trabajadores y sus familias, ampliadas las casas para dar albergue a la creciente población, la cocina–

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comedor fue perdiendo su asidua y numerosa clientela; una parte de ella se destinó para el expendio de víveres que fue llamado “El Mercadito”, y la otra parte, la “abierta hacia el exterior”, continuó sirviendo de comedor a algunos de los trabajadores solteros. La edificación tenía paredes exteriores a media altura (alrededor de 1.50 metros) y solo la sección de depósito de alimentos fue cerrada con malla metálica y de anjeo.

Figura 134. En el campamento de obreros estaba la cocina-comedor, que después sería El Mercadito. Vista Sur. Coveñas, alrededor de 1958

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

Las diez mesas con que fue dotada la cocina-comedor, construidas por Cornelissen & Salzedo en 1939, debieron pasar a la historia rápidamente porque para los años 60 ya se habían instalado en El Mercadito unas mesas con superficie de hierro soportada en patas en forma de X en perfiles angulares del mismo material y con sillas individuales flotantes cuyo sitio de asiento era circular y estaba unido a la mesa por debajo con otro ángulo de hierro. Todo el conjunto unido con soldadura eléctrica, sin un solo tornillo. Mesa y asientos que formaban un solo cuerpo y que eran pesadísimas, indestructibles y prácticamente inmortales, como también eran invariables los golpes que los comensales de turno recibían en las espinillas si a su ingreso a horcajadas sobre el asiento no tenían la precaución de evadir los filosos bordes de los ángulos de hierro. Tales mesas, por su material, tipo de construcción, tamaño y peso deben andar por allí, no muy lejos; yo mismo he tenido la oportunidad de ver una de ellas en Tolú, intacta, perfecta, inmortal.

En el barrio de arriba, al Este de las viejas casas de madera, en 1939 se construyeron las siete casas de La Herradura, en formación semicircular, destinadas para vivienda de los empleados de mayor rango, trabajadores colombianos y extranjeros que tenían cargos de dirección: ingenieros, médicos, odontólogos, capitán de puerto y visitantes. Fueron provistas de mejores prestaciones estructurales, entre las que se destacan la existencia de dos dormitorios, cuarto y baño de servicio, porche delantero y porche para “los sirvientes”, amplísima sala-comedor, despensa, dos closet, (estos de mayor dimensión), y lo que es mas notable, una estructura arquitectónica mas imaginativa y elaborada que daba a las viviendas y al conjunto habitacional un aire de distinción y modernidad con el agregado de su disposición semicircular con vías vehicular y peatonal adornadas con postes de faroles y bordeadas con abetos y mangos.

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Figura 135. Casa de empleados en La Herradura, con arquitectura mas elaborada y atractiva.

Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

En las casas de La Herradura vivieron, entre otros: Arthur Larsen, en la casa número 1; Richard Ramsoy y familia en la casa número 3; Carlos Giraldo, que administraba las tierras de la Sagoc; una de las casas estaba destinada para el descanso de los pilotos (antes de la construcción del nuevo Club); otra, la casa número siete, para el médico y su familia, otra para el Capitán de puerto. Las demás eran utilizadas ocasionalmente por visitantes.

Antes de que en 1942 se construyeran otras nuevas casas de muchísimas mejores características para el staff de ingenieros jefes de la empresa, el barrio de “La Herradura” era el mas atractivo y de mayor categoría o estrato en Coveñas.

“Mi hermana Roquita (Roquelina) y yo nos metíamos a la casa de Carlos Giraldo en las casas de la Herradura para comernos la gelatina que hacían y que estaba en la nevera de la casa, fue la primera vez que conocimos la gelatina”.174

Figura 136. Conjunto de siete casas de empleados en La Herradura, dispuestas en forma semicircular con espacio central a modo de parque donde se sembraron acacias y se

instalaron faroles. Coveñas 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

174 ENTREVISTA con Carmen Sierra Patrón. Bogotá, julio de 2003.

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Por la necesidad de albergar mas cómodamente a sus funcionaros directivos y a sus trabajadores y ante el embate del comején que había reiniciado su labor destructora de las casas de madera, la Sagoc construyó en el barrio de arriba otras ocho nuevas casas frente a las viejas casas de madera.

“En la calle, frente a las casas de madera hay ocho casas que la Sagoc construyó en 1942. En la fila estaban intercaladas cuatro casas sencillas y cuatro dobles. Las dobles, o principales, estaban destinadas a los trabajadores que vivían con sus familias y las sencillas a otros trabajadores solteros; una era la casa de huéspedes y otra servía como sede del club y sitio de proyección de películas”. 175

Figura 137. Conjunto de nuevas casas de mampostería del barrio de “arriba”, construidas en 1942. Coveñas, alrededor de 1950

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

Las palmeras que presidieron la fila de las nuevas casas construidas en 1942 probablemente fueron importadas o llevadas a Coveñas desde otro sitio del país ya que no existen de ese tipo, o son muy escasas en la costa atlántica colombiana. Estas palmeras, observadas aún pequeñas en la fotografía de la figura 135, son de la especie llamada “Palma real australiana”, cuyo nombre científico es: Archontophoenix Alexandrae (Etimología: Archontophoenix, del griego archontos = jefe, caudillo y phoenix = palmera datilera y, aludiendo a su majestuosidad, Alexandrae, en honor de la reina Alejandra (1844-1925), esposa de Eduardo VII de Inglaterra). Son originarias del este de Australia. Su tronco esbelto y anillado la hace una de las palmeras más hermosas.

Figuras 138. Palma Real Australiana. Aspecto de las palmas del TIPO existente en Coveñas frente a las casas construidas en 1942, para observar los detalles particulares de esta

especie.

175 ENTREVISTA con Frank “Pacho” Arbouin. Bogotá, agosto de 2003.

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Fotografía tomada de: http://xyphos69.free.fr/index.htm, http://xyphos69.free.fr/fiches.htm, Ma Collection. y http://xyphos69.free.fr/collection.htm, Fiches Palmiers. Incluidas con permiso expreso del autor de las fotos y de las

páginas citadas.

Las palmas están conformadas en su parte inferior por el tronco, ensanchado en su base, que se continúa con una porción cónica y semicónica donde se destacan anillos de color blanco grisáceo que se interrumpen abruptamente a media altura para dar lugar a la parte superior del tallo, también cónica (que ocupa la mitad del tronco en árboles jóvenes y un tercio superior en árboles maduros), de textura muy lisa y de color verde intenso, al final del cual se desprende el follaje con ramas palmeadas; en la intersección de la porción anillada y la verde se produce la inflorescencia y de allí mismo emergen posteriormente los grandes racimos de pequeños corozos amarillentos o rojo-amarillentos no comestibles que constituyen las semillas. Las hojas, ligeramente arqueadas, conforman un penacho al final del tronco sobre un capitel dilatado formado por las vainas; a menudo se remata el penacho con una espiga recta vertical que corresponde a las hojas más jóvenes en crecimiento. Las palmas pueden crecer entre 15 y 30 metros de altura y tener un tronco de unos 20 cm de diámetro o mucho mayor cuando alcanzan gran altura, pero su base siempre es mucho más gruesa.

Las palmas reales australianas de Coveñas adquirieron una altura descomunal ofreciendo una bella decoración natural al lugar; permanecieron por lo menos hasta el año 1974 en el final de la época de la Sagoc y, probablemente debido a su deterioro por la edad, los efectos del viento y el sol canicular de Coveñas, fueron reemplazadas ya en la época de la Base Naval por árboles de cocoteros nativos.

Figura 139. Dos aspectos de la arboleda de cocoteros sembrada frente a las casas construidas en 1942. Las palmas reales australianas han desaparecidos para dar sitio a los cocoteros nativos. Coveñas agosto de 2004. Compárese con la fotografía de la figura 137.

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Fotos del autor

Las nuevas casas de un piso, diseñadas con un concepto aún mas elaborado que las de La Herradura, separadas entre sí por amplios espacios de verde prado y con patios sin límite ni demarcación, tenían una gran amplitud en todas sus áreas y, para comodidad de sus moradores fueron acondicionadas con la mejor dotación de equipos y elementos existentes en la época: primero ventiladores de techo Westinghouse y luego acondicionadores de aire, estufas eléctricas, neveras, congeladores, calentadores de agua, máquinas lavaplatos, lavadoras, teléfono, antenas exteriores para recepción de radio (no había televisión), muebles de sala de fino mimbre, de comedor y de alcoba, incluso vajillas, cubiertos y toda la lencería requerida para camas, cocina y comedor; finamente encortinadas, solo requerían de la llegada de sus huéspedes apenas con los baúles de ropa. Allí vivieron los ingenieros y técnicos norteamericanos y colombianos, entre otros, Mr. Dick D. McCosham y familia, Mr. Irvin Charles Keeler y familia, José Gabriel Nieto con su esposa Cecilia e hijas, Frank y Violeta Arbouin con su madre, don Enrique Gómez y su esposa Ofelia. Una de las casas estaba destinada a los huéspedes que visitaban Coveñas y otra a servir como club y cine para directivos antes de la construcción del nuevo casino entre 1964 y 1965.

La Sagoc importaba diversos artículos que llegaban a Coveñas en grandes baúles de fabricación norteamericana; eran estructuras de fina madera aseguradas las uniones con tiras de cuero o de otro material sintético, con fuertes herrajes en las esquinas y bordes, que le daban un toque de elegancia y un aspecto recio, rematados con fuertes cerraduras. En ellos también traían sus enseres personales los funcionarios norteamericanos que llegaban a trabajar con la Sagoc.

En los sótanos de Rancho Grande permanecieron incólumes muchos de esos baúles durante la época de la Sagoc. Algunos de ellos fueron regalados por la empresa y aún existen en poder de los cuidadosos propietarios.

Figura 140. Baúles norteamericanos donde traían la ropa y enseres los funcionarios de la Sagoc. Bogotá, 2003

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Fotos del autor

A fines de la década de 1950 se construyeron otras edificaciones residenciales para los trabajadores; primero, al Oriente del campamento se hicieron alrededor de cinco casitas de una sola habitación, con una pequeña sala y baño (tal vez con una cocina), que se destinaron para vivienda de algunos de los trabajadores solteros, por esa destinación, esta fila de casas fue llamada desde entonces: “Macho Solo”. Poco tiempo después, inmediatamente por la parte posterior y norte de Macho Solo, se construyeron otras dos filas de casas de dos habitaciones, sala-comedor y amplios patios, que fueron habitadas por los obreros de mayor rango que los habitantes del campamento (operadores de lanchas, de maquinaria pesada, buzos, etc.).

MISTERIOSO BÓLIDO EN LA NOCHE.

El loco Sebas, porque todo pueblo que se respete debe tener por lo menos un loco, probablemente había llegado de Tolú y merodeaba por las casas de Coveñas pidiendo comida. Llegaba muy sucio y con la ropa hecha jirones, por lo que Washinton Romero le hacía quitar los andrajos, lo bañaba con manguera en el andén frente a las casas de la playa y le daba ropa limpia. Su predilección, entre sus inofensivas actividades de orate, era la Luna. Por ello, durante las noches de luna llena, Sebas se acostaba en el andén y le cantaba a la Luna:― “Luna, lunita, no te vayas a caer....”― “La Luna se va a desgajar”.Aunque era claramente inofensivo todos los niños le teníamos miedo al loco Sebas, pero desde la terraza, con la puerta abierta para entrarnos rápidamente ― por si acaso ―, lo observábamos furtivamente y oíamos sus cantos nocturnos que, en sus desvaríos, seguramente sabía o presentía lo que pronto ocurriría.

Debió ser en una noche de 1958, con un mar tranquilo y cielo ligeramente brumoso pero sin nubes cuando ocurrió un inquietante suceso. Eran las siete de la noche y como siempre, a esa hora nos disponíamos a cenar. En el amplísimo patio lateral de la casa, un cocotero solitario mecía lentamente sus palmas con la suave brisa nocturna. Al sentarnos a la mesa escuchamos un extraño y profundo ruido de tonalidad baja pero de gran intensidad e intermitente que provenía del exterior, razón por la cual salimos rápidamente por la puerta de la cocina hacia el patio lateral. Ruidos de esa naturaleza o característica nunca los habíamos oído. En Coveñas solo se escuchaban ruidos de gran intensidad provenientes de los buques que sonaban sus pitos o sirenas (de tono bajo y alto volumen), con diversos códigos preestablecidos para iniciar o detener el bombeo, solicitar visita del médico o del capitán de puerto, etc, pero este no era de esos ruidos, como tampoco era el sonido de la sirena de tono agudo que llamaba a entrar o salir del trabajo.

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El origen del ruido llenaba todo el espacio a nuestro alrededor y era difícil de localizar el sitio exacto de su procedencia. Por los alrededores no se observaba artefacto o máquina alguna que pudiera producir semejante fragor, por lo que dirigimos la mirada hacia el cielo. En la dirección de las palmas del cocotero vimos, en la profundidad y lejanía del cielo, un objeto rectangular semejante a un bloque de hielo de gran tamaño cuyos contornos eran muy difusos pero, entre la aparente bruma, se podía delimitar la figura rectangular del objeto de color también blanco como el hielo. Parecía latir de manera acompasada con el ruido, cuyo volumen o intensidad comenzó a aumentar notoriamente. De manera casi simultánea vimos, girando alrededor de la Luna y muy cerca de ella, lo que pensamos era una estrella, de color amarillo y tan lejana en el firmamento como el satélite natural. La recién observada "estrella" súbitamente dejó de girar alrededor de la Luna, se desprendió de ella y comenzó a moverse de manera vertiginosa hacia nosotros, hacia la tierra; su tamaño y la intensidad de su luz amarilla de gran brillo, aumentaban de forma fulgurante. Permanecimos unos minutos observando el curso de la “estrella” mientras el ruido, procedente del objeto rectangular, continuaba aumentando. El bólido llegó súbitamente a nuestra vista con increíble velocidad y, al aproximarse a la Tierra y hacia el objeto rectangular flotante, siguió una trayectoria curva, como si hubiera sido desviado súbitamente, pasando sobre el mar, a lo que creemos fueron unos 200 metros frente a nosotros y a una altura de 30 a 40 metros y, lo mas extraordinario, produciendo una luminosidad tan intensa que la noche se hizo día. La claridad fue tan intensa como impresionante y aterradora en medio de la noche. El objeto luminoso pasó sin producir ruido de ninguna naturaleza, no produjo vientos ni cambios en la temperatura del ambiente que fueran perceptibles por los múltiples testigos presentes.

Para el momento ya varias familias habían salido de sus casas y se habían congregado en la acera para ver que sucedía, por lo que al llegar el meteoro y producirse la gran iluminación, la conmoción fue total. Los mayores murmuraban oraciones o invocaciones a Dios y a los mas pequeños nos dieron agua para "pasar el susto" mientras el bólido se perdió en el horizonte del mar en dirección Noroeste a gran velocidad. El objeto rectangular pulsátil y ruidoso que primero llamó nuestra atención, permaneció allí mismo después del paso del bólido, pero su sonido y la misma imagen de “bloque de hielo” se fueron apagando progresivamente hasta desaparecer simultáneamente alrededor de una hora después. Por días enteros escuchamos la radio, revisamos los periódicos (que llegaban con ligero retraso traídos por el avión desde Barranquilla) buscando algún relato o informe del suceso pero nunca encontramos la mas mínima alusión a la aparición del bólido que en esa noche oscura nos causó tanto temor y alarma.

Todo pareció indicar entonces que el loco Sebas algo tenía de razón cuando cantaba:― “Luna, lunita, no te vayas a caer....”― “La Luna se va a desgajar”.Con respecto al bólido, Pacho Arbouin tiene su propia versión: «El “meteorito” que fue visto en Coveñas era un satélite que se les volvió loco a los gringos, se descontroló y pasó sobre Coveñas. Parece que cayó en Venezuela».176

UN PERSONAJE VESTIDO DE LYCRA

176 Ibid.

151

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Con nuestros amigos de escuela por las noches contábamos cuentos del tío conejo, del tío tigre, la tía tortuga, el tío armadillo y no se de cuantos otros “tíos” del monte que, cuando no existía la televisión, y la radio solo era una caja de ruidos casi ininteligibles, nos deleitaban y eran exquisitos acicates para nuestra imaginación infantil. Algunos de los cuenteros, los mas grandecitos, relataban historias de miedo, donde actuaban La Patasola, La Llorona, El Hombre sin cabeza del Cerrito de Piedra, la Madremonte, el Mohan y sabrá Dios cuantos otros personajes que nos ponían los pelos de punta y nos obligaban a juntarnos mas en el círculo que habíamos hecho para oír y contar los cuentos y a correr apresurados a acostarnos una vez terminada la sesión, no sin antes haber revisado debajo de la cama por si alguno de los personajes estuviera por allí.

Ya mas grandecitos, vencidos los temores de los cuentos infantiles, con nuestros hermanos y amigos podíamos aventurarnos sin recelos, con una linternita de una sola pila, entre los mas extraños y oscuros laberintos de Rancho Grande, recodos que muchos de los adultos ni siquiera pensaron conocer.

Era 1965, siete años después del insólito suceso del misterioso bólido en la noche, cuando ya su recuerdo parecía irse borrando de las mentes de las personas y el loco Sebas se había esfumado, acostumbraba recorrer los más recónditos lugares de Coveñas en mi flamante bicicleta roja brillante, marca Monark, entre otras cosas en la búsqueda de los mangos verdes que en época de cosecha pululaban por millares en todas partes y que comíamos con sal y limón.

Una tarde, alrededor de las cinco, cuando ya el sol buscaba su rumbo en el horizonte, regresaba a casa en solitario tras una breve correría por el barrio de arriba. Me aproximaba a una breve pendiente de la carretera entre el aeropuerto y las instalaciones de Rancho Grande, lejos de todas las casas; allí, a ambos lados de la vía crecía silvestre una plantación de hierbas de finas y tupidas espigas doradas, rezago de los antiguos pastos de Don Julián Patrón, que era podada frecuentemente. Su altura no superaba los veinte o treinta centímetros; el campo estaba desprovisto de arbustos y solo existía un joven árbol de mango no mayor de cinco metros de altura, con su tronco aún bastante delgado. Cuando llegué a la cima de la pendiente vi que, a unos 30 metros de distancia, exactamente frente al tronco del mango se encontraba parado un personaje; era en muchacho, asumo que de no mas de 17 años, pero su aspecto era sumamente extraño: de figura delgada y estilizada, su tez muy blanca y su cabello muy rubio, casi blanco, como nunca antes lo hubiera visto; de facciones muy finas y cara angelical, estaba vestido con un traje blanco-plateado enterizo, una especie de trusa, con mangas largas y sin cuello, ceñido al cuerpo; el traje era ligeramente refulgente y parecía ser de un material que muchos años después conocería como Lycra. Desde su sitio el personaje me vio, se percató de mi llegada y permaneció inmóvil. No se que razón me llevó a detenerme por un momento en la cima de la pendiente desde donde pude observar claramente al joven, rodeado del pasto, frente al mango. Extrañé no solo que alguien estuviera en sitio tan inusual, sino también su rara apariencia, que no coincidía con la moda de la época ni su aspecto racial correspondía al de ninguno de mis amigos o conocidos ni al de ninguna persona de Coveñas. Tal vez, pensé, se tratara de algún visitante de los norteamericanos. En todo caso, después del breve examen me dispuse a continuar mi camino que, obligatoriamente, pasaría frente al joven; venciendo mi habitual timidez, pensé que sería interesante entablar conversación con él, preguntarle si requería de alguna ayuda o, de alguna forma saber quien era y qué hacía por allí. De manera que reanudé lentamente la marcha en la bicicleta y me fui

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aproximando al sitio, el personaje me miraba y seguía inmóvil; a medida que me acercaba fui distinguiendo y confirmando, de forma inequívoca, las características ya descritas. Al llegar frente al sitio donde se encontraba, a unos cinco metros de la carretera, frené la marcha e hice el habitual movimiento de descenso de la bicicleta, momento en el cual desvié la mirada del personaje y al instante, cuando volví a mirar hacia el mango, el joven había desaparecido. Quedé perplejo, mas no asustado, ¿dónde se había metido?, no había posibilidad de esconderse detrás del tronco del mango ya que este era muy delgado; no había podido subir al árbol con tanta rapidez y el follaje del árbol tenía tan pocas hojas que hacían visible todo lo que en él se encontraba. No, simplemente desapareció. De la inicial perplejidad, después de constatar que no estaba, pasé a la consternación y de ella al terror. Un frío glacial recorrió mi espalda y debí experimentar un cambio de color similar al del personaje que se había esfumado. Monté en la bicicleta y rápidamente puse llantas en polvorosa hacia la casa. Nunca conté este suceso a persona alguna y solo años después, cuando leí o conocí experiencias de apariciones, fantasmas, extraterrestres, etc., recordé los acontecimientos que aquí describo, sobre el personaje vestido de Lycra que me asustó después que ya pensaba que no habría Patasola ni cuartos oscuros de Rancho Grande capaces de hacerlo.

Figura 141. El autor se encuentra frente al árbol de mango en el sitio dónde fue observado el “personaje vestido de Lycra”. Coveñas, agosto de 2004

Foto de Freddy Buitrago

La fotografía de la figura anterior indica el sitio donde el autor observó al personaje “vestido de Lycra”. Para la época de la observación no existían las construcciones que actualmente ha realizado la Armada nacional y la calle, ahora en cemento, solo era petrolizada. El árbol de mango de la fotografía se encuentra exactamente en el sitio de la observación aunque probablemente no se trate del mismo árbol que, para la fecha (2004) debería tener dimensiones mucho mayores.

4.4.3 EL COMISARIATO

El comisariato de la Colombia Products Co. estaba situado cerca de la Casa Grande de Madre de Dios. Allí funcionaba el expendio de mercaderías de uso diario de los obreros y empleados de esa empresa durante la construcción de las instalaciones del complejo industrial entre 1919 y 1923 y continuó funcionando, en menor escala durante varios de los años posteriores, para surtir a los funcionarios que

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permanecieron al cuidado de las instalaciones. Era allí también donde se pagaba el salario a los trabajadores. Durante las primeras actividades de producción de la Colombia Products Co., después de constatar la inviabilidad del procesamiento de carne de ganado vacuno, se realizó el sacrificio de cerdos para la venta local de los productos y la manteca se almacenó en el comisariato con miras a venderla en latas en el mercado nacional. Las limitaciones inherentes al transporte y el escaso mercadeo aplicado a dicho producto hizo necesario que finalmente esa manteca debiera ser regalada a los pobladores de la región.

Figura 142. Oficina postal y comisariato. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

La Sagoc utilizó la edificación del antiguo comisariato durante los primeros años, pero su localización alejada de las áreas residenciales y laborales y la identificación del nuevo deterioro que el edificio estaba sufriendo por invasión del comején, asunto que además conspiraba contra las condiciones de aseo requeridas para el almacenamiento y expendio de los alimentos, determinaron que debía adecuarse un nuevo sitio para el comisariato. Así que el viejo comisariato de madera fue desocupado, permaneció vacío y deshabitado hasta cuando, por los años setenta, algún alma caritativa demolió la vieja estructura ya casi en ruinas, carcomida por el comején y a punto de desaparecer perdida entre la alta maleza que le circundaba.

El nuevo Comisariato de la Sagoc fue instalado en 1960 en el sitio en donde originalmente estuvo la planta de energía de la Colombia Products Co., edificación que fue remodelada para el efecto.

Figura 143. Inauguración del Comisariato de la Sagoc. Coveñas, 1960

154

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Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón.

En la figura anterior se encuentran: a la izquierda y fondo, Washington Romero, primer administrador del Comisariato. En primer plano, de izquierda a derecha: Violet Arbouin, Sr. y Sra. Brown, Richard (Dick) Ramsoy, Muriel A. Keeler, Irving Charles Keeler y Elsa Bula, esposa de Ramsoy.

Era un espléndido "supermercado" que nada tendría que envidiar a los de los años presentes, donde se expendían productos de la mayor singularidad: víveres de la región o traídos de Barranquilla por avión, carne de la mejor calidad, Jeans Lee, finas camisas y zapatos y, para los estudiantes, estilógrafos Easterbrook, lápices y borradores Mongol, cuadernos, reglas, compases, tinta Parker, todos importados de los Estados Unidos o traídos desde Barranquilla, por avión.

“El Comisariato que funcionaba en Coveñas fue primero de la empresa Sagoc, luego fue de la Cooperativa Barco “Cobarco”; su primer administrador, quien trabajaba con “Cobarco” fue mi esposo Washington Romero Paredes. 177

Figura 144. Inauguración del Comisariato de la Sagoc. Al centro Arthur Larsen,

Superintendente, Sofía Ramírez y Antonio Camacho. Coveñas, 1960

Figura 145. Recepción luego de la inauguración del Comisariato de la Sagoc. Coveñas, 1960

177 ENTREVISTA con Carmen Sierra Patrón. Bogotá, enero de 2002

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Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

En la figura anterior aparecen, de izquierda a derecha: Washington Romero, administrador, Carmen Sierra Patrón, Sra. Brown e hija y Mr. Irving Charles Keeler. El sitio es la estación de bombas, donde continuó la recepción inaugural del comisariato por coincidir con otra celebración en ese lugar.

Figura 146. Washington Romero, primer administrador del comisariato posa frente a uno de los vehículos de los distribuidores de mercancías. Coveñas, 1960

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

El Comisariato fue inaugurado en su sede inicial en la edificación que tenía la Colombia Products para las máquinas de energía eléctrica, cerca de los talleres de la Sagoc; después de mi esposo, el administrador fue Lizardo Navarro Porras, quien todavía no trabajaba en la Sagoc; después fue manejado por Genaro Bula quien fue su último administrador; para esa época ya el comisariato lo administraba la Cooperativa Barco, “Cobarco”. Emiro Angarita lo compró a la “Cobarco” y continuó con el servicio de abastecimiento de víveres y mercaderías en las mismas instalaciones durante varios años hasta cuando una noche el comisariato se quemó con toda la mercancías que tenía dentro, pero afortunadamente Emiro lo tenía asegurado.

Entonces las instalaciones del Comisariato se pasaron para una de las casas múltiples de los obreros el campamento, porque se consideró que

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era mejor que funcionara allí donde vivía la mayor parte de los trabajadores y sus familias. Emiro Angarita, hizo mucho dinero con el negocio del Comisariato y, mientras tanto, mantenía su negocio de mercancías de contrabando que traía de Panamá en una lancha a motor que tenía y en la cual viajaba allí con frecuencia, pero ya en los últimos años ese negocio se le complicó porque varias veces le decomisaron las mercancías y perdió mucha plata”.178

El incendio del comisariato fue otro de esos singulares acontecimientos que ocurrieron en Coveñas que llegaban como para matizar periódicamente la cotidiana tranquilidad y que producían, además de la natural conmoción, tema de conversación y de elucubraciones populares sobre las causas y circunstancias del acontecimiento.

Como era de esperar, ocurrió por la noche. Debido a que las instalaciones estaban próximas al taller de mecánica donde estaba situado el pito que, además de llamado al ingreso y salida del trabajo servía de alarma, no mas se inició la conflagración cuando sonó el pito y los trabajadores corrieron a la zona industrial para participar en la extinción del incendio. Como cosa curiosa, a pesar de ser una instalación petrolera con manejo de petróleo y sus derivados, la Sagoc en Coveñas nunca tuvo un carro Bombero, así que para la extinción de incendios se apoyaba en los múltiples hidrantes que los trabajadores manejaban con especial pericia y en los extintores, gigantescos por cierto, de los cuales existían muchos en puntos estratégicos del campo. Por supuesto, el comisariato, que funcionaba en las antiguas instalaciones de la planta de compresores de amoníaco y de turbinas de energía eléctrica del Packing House, se quemó íntegramente, con toda la mercancía que tenía dentro. Mejor será decir que se quemó la mercancía y la estantería dónde se encontraba, porque la edificación, de techo alto y muros de ladrillo de los mismos de Rancho Grande, no sufrió el más mínimo deterioro. Emiro y Tulia, que ya se encontraban en difíciles condiciones económicas derivadas de sus pérdidas en el negocio de compra y venta de mercancías traídas de Panamá, se encontraron ante este nuevo revés que, afortunadamente fue mitigado por el pago que recibieron el seguro del comisariato.

El incendio del Comisariato dio pié para que la Sagoc revisara las cosas y determinara que el expendio de víveres estuviera fuera de las instalaciones industriales, asunto cada vez mas necesario habida cuenta del crecimiento de las poblaciones cercanas y la existencia de un permanente flujo de particulares dentro de la empresa para adquirir los productos del comisariato.

El nuevo comisariato, que ya para entonces era un supermercado particular pero que por la costumbre conservó su nombre, fue instalado nuevamente por Emiro Angarita y Tulia en una de las casas múltiples del campamento de obreros, ocupando toda la edificación. Allí funcionó durante varios años, proveyendo a los coveñeros de los víveres y productos que requerían cada vez en mayor volumen dado el crecimiento de la población nativa y el flujo creciente de la población turística flotante. Para entonces el Campamento era un sitio abierto al tránsito de todos e integrado con la población general.

El mismo crecimiento demográfico condujo a la necesidad de nuevos negocios de suministro de víveres y productos en la región, competencia que tal vez no fue

178 Ibid.

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bienvenida para el comisariato, negocio que se fue deteriorando y terminó cerrándose. Emiro, que había sido un buen enfermero en el hospital de la Sagoc en Coveñas, formado al lado de Braulio, su padre, y luego un próspero comerciante, vio acabarse sus negocios y se fue a vivir a Sincelejo donde murió pocos años después.

Diagonal a la estación de servicio que había instalado el señor Braulio Angarita para suministro de combustible, en la esquina de las vías a Guayabal y Tolú, José Gabriel Nieto, jefe de la Sagoc, instaló un nuevo supermercado, La Milagrosa, para la época muy bien estructurado y dirigida la atención de forma acuciosa y diligente por su bella esposa Cecilia. Los esposos Nieto, oriundos de Cúcuta, llegaron a Coveñas años antes desde Tibú, Norte de Santander. José Gabriel como jefe de departamento en los últimos años de la superintendencia dirigida por el señor Keeler. A la partida de este último en 1973, José quedó como jefe de campo y fue a los pocos años, también ya próximo a terminar sus labores en Coveñas cuando instaló La Milagrosa que posteriormente pasó a ser de propiedad de Diosa.

4.4.4 PRIMERAS ESCUELAS Y LA ESCUELA GOLFO DE MORROSQUILLO

La primera escuela instalada en Coveñas data de 1919 cuando la Colombia Products Co., simultáneamente con el inicio de las construcciones del Packing House de Coveñas se construyó una edificación para la escuela cerca del matadero local de reses, al Oriente del actual aeropuerto de Coveñas. En ella trabajó como maestra de la Colombia Products Co., Roquelina Patrón Gómez hasta mayo 4 de 1924 cuando ella misma fue nombrada Directora de la Escuela alternada de Coveñas por la Inspección Local de Instrucción Pública, nombramiento mas tarde ratificado por la Inspección Seccional del Departamento de Bolívar.

“Mi mamá, Roquelina Patrón Gómez fue la primera maestra de Coveñas. Cuando la creación de la Colombia Products Co., fue maestra nombrada por el gobierno; después de ella fue maestra la señora María Herazo y años mas tarde Carmen Patrón Navarro. Ya en la época de Sagoc, la primera profesora contratada por esa empresa fue Tulia de Fex”.179

Después de Roquelina Patrón, quien renunció en 1925 por encontrarse en embarazo, fue nombrada como maestra la señora María Herazo, oriunda de Tolú, quien trabajó allí durante mas de diez años.

Figura 147. De paseo por el aeropuerto de Coveñas aparecen, de izquierda a derecha:

Olimpia Merlano, Blanca Herazo, MARÍA HERAZO, segunda maestra de Coveñas; Ana Sierra Patrón, NN y Blanca Saltarín Martínez, también maestra.

Figura 148. En el corredor occidental de Rancho Grande se encuentran, de izquierda a derecha.

Maruja y CARMEN PATRÓN NAVARRO, Ana Sierra y NN. Coveñas, alrededor de 1940

179 Ibid.

158

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Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón Foto por cortesía de Carmen Sierra

Alrededor de 1940 la Sagoc destinó una de las casas del campamento de obreros para la escuela, que seguía siendo pública pero apoyada por esa empresa. Fue su maestra Carmen Patrón Navarro.

“Mi hermana Carmen Patrón Navarro trabajó como profesora de la Escuela pública de Coveñas antes que la escuela funcionara en Rancho Grande y fuera de la Sagoc. La compañía le acondicionó una casa del campamento de obreros para que funcionara la escuela y, para que viviera, le dio a Carmen la casa Nº 25 frente a la playa, al lado de Alfredo Castro y su esposa Mery; (Alfredo trabajaba en la estación de bombas)”.180

Figura 149. Niños de la escuela pública de Coveñas, alrededor de 1940

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

En la figura anterior están, entre otros: Margie Castro, de rizos claros, debajo y al frente de ella su hermana Norma, de rizos negros, ambas hijas de Alfredo Castro.

A comienzos de los años cuarenta, ante el crecimiento de las necesidades de espacio para albergar un creciente número de escolares y las dificultades de las maestras de la escuela pública para obtener la dotación de elementos educativos, la Sagoc decidió destinar una parte de la edificación de Rancho Grande para instalar la escuela.

180 ENTREVISTA con Maruja Patrón Navarr. Bogotá, marzo de 2003

159

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La institución creada por la Sagoc para los hijos de los trabajadores y para muchos otros niños de la región que no eran hijos de trabajadores fue denominada con el nombre que mas se ajustaba a su localización: ESCUELA GOLFO DE MORROSQUILLO. Se instaló en el segundo y tercer pisos del antiguo matadero de Rancho Grande.

Fue entonces cuando la Sagoc construyó la escalera frontal exterior de casi dos metros de ancho que lleva en suave declive desde el primero hasta el tercer piso, con descanso en el segundo nivel, y con barandales de tubos galvanizados en color amarillo; en el segundo piso funcionó la sección femenina y en el tercero la sección de varones. La escalera de Rancho Grande estaba destinada exclusivamente para el acceso a la Escuela Golfo de Morrosquillo. La compañía tomó bajo su tutela la escuela para su sostenimiento integral.

Figura 150. Rancho Grande en la década de 1970. Varias de las ventanas del cuarto piso y sus marcos habían desaparecido desde antes de los

años 70

Figura 151. Rancho Grande en la década de 1970.

Foto del autor Foto archivo personal del autor

La figura de la derecha es una vista más hacia el Occidente que la figura precedente. La Bonga, el árbol frondoso a la derecha de la edificación era el delgado arbolito que en el año 1939 se muestra en la fotografía de la figura 39 del capítulo 3.

El haber asumido la Sagoc el manejo y funcionamiento de la Escuela Golfo de Morrosquillo fue un hecho providencial y decisivo para la región. Además de dotarla de unas espléndidas instalaciones en Rancho Grande, la compañía procedió a contratar a los maestros, a dotarla de pupitres, escritorios, tableros, los materiales y elementos mas modernos para la enseñanza; anualmente suministraba gratuitamente a todos los niños desde los mas elementales lápices y cuadernos (inicialmente pizarras), hasta los libros de texto siempre nuevos y actualizados cada año, compases, reglas, transportadores, sacapuntas, colores, borradores y todo lo imaginable requerido por los escolares, sin ningún costo para los padres de familia, incluyendo a aquellos que no tenían relación laboral con la Sagoc.

Figura 152. Violet Arbouin y Carmen Sierra Patrón frente a la escalera de Rancho Grande

Figura 153. Escolares bajan por la escalera de la escuela Golfo de Morrosquillo

160

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Foto por cortesía de Carmen Sierra Foto por cortesía de Carmen Sierra

Las inmensas instalaciones de la escuela eran de tal magnitud que, organizados los salones de clase, la mayor parte de los espacios sobraba y aún permitían que los escolares retozaran en horas de recreo e hicieran educación física dentro de estas áreas, si bien el esparcimiento del largo recreo vespertino se hacía fuera de la escuela, en los campos circundantes a Rancho Grande. El horario de la escuela seguía aproximadamente el ritmo del horario de trabajo, aunque en ella se ingresaba a las 7 de la mañana, pero siempre funcionó en dos jornadas con receso al medio día.

LOS EDUCADORES.

Por la Escuela Golfo de Morrosquillo transcurrieron varias de las generaciones de niños coveñeros que se nutrieron de las enseñanzas y experiencias de los profesores contratados por la Sagoc.

Los maestros de la ESCUELA PÚBLICA DE COVEÑAS y después de la Sagoc en la ESCUELA GOLFO DE MORROSQUILLO fueron entonces, en su orden:

De la ESCUELA PÚBLICA:

1. Roquelina Patrón de Sierra (entre 1919-1926). Cuyas realizaciones fueron expuestas anteriormente.

2. María Herazo (aproximadamente entre 1926-1938)3. Carmen Patrón Navarro (entre 1939- ?). Quien trabajó después en su natal

Tolú como maestra hasta su retiro y falleció de avanzada edad en Tolú en el año 2006.

De la ESCUELA GOLFO DE MORROSQUILLO:

Los profesores de la escuela Golfo de Morrosquillo eran maestros de excepcionales cualidades académicas y personales.

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TULIA DE DE FEX, quien trabajó sola y era la esposa de Hector de Fex, que manejaba el personal de la Sagoc, anotando las horas y demás detalles del rol diario y mensual fue la primera maestra de la escuela Golfo de Morrosquillo.

Figura 154. Durante un día de recreo en la playa aparecen, de izquierda a derecha: Héctor de Fex,

TULIA DE FEX, Violeta Arbouin y Rafael Moré Bonfante. Coveñas, alrededor de 1948

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

REBECA PELUFO MARTÍNEZ, fue la segunda maestra de la Sagoc en la Escuela Golfo de Morrosquillo. Mujer de notable belleza y gran carisma quien también trabajó sola con pocos alumnos. Vivía en la casa Nº 19 con su madre y hermanos.

Figura 155. Rebeca Pelufo Martínez, segunda maestra de la Escuela Golfo de Morrosquillo

Figura 156. José Pedro (Pepe) Yemail Tous. Director de la Escuela Golfo de Morrosquillo

Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón Foto por cortesía de Álvaro Guarín

Después de Rebeca Pelufo llegó como director el profesor toludeño JOSÉ PEDRO YEMAIL (PEPE). Con su llegada la escuela fue dividida en las secciones masculina y femenina. Pepe fue un personaje de fino y agradable trato, siempre atento a los desarrollos de sus alumnos y colaboradores. Estuvo en la dirección de la Escuela por pocos años y regresó a trabajar como educador en su tierra natal donde murió siendo bastante joven. Pepe trabajó con PEDRO ORDOSGOITIA y DYDO HERAZO BAENA; después llegó BLANCA SALTARÍN MARTÍNEZ, y luego CARMEN TORRENTE Y HERNANDO LANDAZABAL. También fue maestro CARLOS TERÁN GARCÍA, hijo de Pascual Terán, trabajador de la Sagoc.

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Figura 157. Primera comunión con profesores; de izquierda a derecha, arriba: el director de la

Escuela: José Pedro (Pepe) Yemail Tous, las maestras Blanca Saltarín Martínez, N.N y Dydo

Herazo. Coveñas, 1958

Figura 158. Blanca Saltarín Martínez. Coveñas, 1958.

Maestra de la Escuela Golfo de Morrosquillo

Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón

DYDO HERAZO provenía de familia de educadores (nieta de María Herazo); su buen genio para con los niños y su trato afable y cariñoso fueron cualidades destacadas. Blanca Saltarín Martínez se caracterizó por su profesionalismo y habilidad en la enseñanza, su buen humor y trato afable y atento; trabajó con la Sagoc hasta su jubilación y luego con las hermanas de Santa Rosa de Lima, congregación a la cual se unió años mas tarde y de la cual también se retiró y vive actualmente en su natal San Juan Nepomuceno, departamento de Bolívar.

CARMEN TORRENTE fue la alegría personificada. Manejaba con especial propiedad no solo la enseñanza sino también los variados programas que organizaba para la recreación y esparcimiento de los escolares y profesores. Un infortunado accidente de tránsito sufrido durante unas vacaciones la dejó parapléjica y desde entonces estuvo en su silla de ruedas al cuidado de su inseparable y amorosa madre, doña Amada.

Ella era la persona especial para organizar cuanta presentación debiera hacerse: comedias estudiantiles, obras de teatro, declamación de poesías en conmemoración de días patrios, etcétera; entre las mas recordadas están: la presentación del Brindis del Bohemio; la escenificación de las aventuras y vicisitudes de un sacerdote que viaja a tierras ignotas a evangelizar “infieles”, basada en la interpretación de la canción “El Misionero”, que se hizo en el entablado construido para esos actos en la sección femenina de la escuela, incluyó la escenificación de la frágil lancha en la que llegaba a una isla remota e inexplorada, navegando por un mar azul cuyas olas fueron simuladas con un primitivo mecanismo manual que consistía en delgados palos de mangle extendidos a lo largo del escenario, paralelos entre sí y con tablas triangulares dispuestas a modo de espinas lo largo de cada palo. Sobre los palos se extendió un gran pliego de grueso papel arrugado pintado de azul y verde de diversos tonos. El movimiento de las “olas” se conseguía mediante la rotación desordenada de los palos, realizada por participantes ocultos y que producía gran ruido (no deseado) sobre la tarima.

Carmen era muy joven cuando sufrió el accidente y, como es natural, en los primeros años de la rehabilitación se le veía deprimida y algo desesperanzada, pero era una mujer de gran fortaleza de ánimo y logró superar con creces su limitación física, así que recuperó su habitual buen genio y personalidad extrovertida y pudo continuar con sus labores de educadora, con lo cual contribuyó grandemente no

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solo a la educación formal de sus alumnos sino a dar a todos un gran ejemplo de superación personal y de la forma de vencer la adversidad.

Carmocha, como llamaban familiar y cariñosamente a Carmen, guardaba un secreto que solo en este momento es de conocimiento público. Su hermana Yolanda vivía en Panamá con su esposo Carlos Man y sus hijos; ellos regresaron a Colombia por los años 60 con el pretexto que se iban a divorciar y querían organizar sus hijos, pero en realidad llegaron a traerle a Carmen a Claudio Alberto, “Yayo”, que no era hijo de ellos sino de Carmen. Cuando ella sufrió el accidente se encontraba en embarazo y a los pocos meses se fue a Panamá anunciando la realización de un tratamiento médico, pero en realidad fue a tener su hijo allá, dejarlo con su hermana y cuñado y regresar a Colombia a continuar con su trabajo.

Claudio Alberto, quien es el niño rubio que aparece en la fotografía de la figura 157 exactamente detrás de Carmen, vivió en Panamá con sus tíos como hijo de ellos hasta cuando, luego de escuchar furtivamente una conversación de Yolanda y Carlos, se enteró que su madre era Carmen, asunto que le fue confirmado por ella misma cuando, antes de ser sometida a una cirugía, se lo confesó al oído: “Yayo, tu eres mi hijo”. El vivió varios años en Coveñas al cuidado de su verdadera madre, regresó a Panamá y ya adulto se fue a Italia donde vive en la isla de Lampedusa como exitoso propietario del Club recreacional llamado Macondo.

Figura 159. Carmen Torrente poco después del accidente es llevada al hospital por Antonio

Camacho; detrás de ellos la rampa sur de acceso al cuarto piso de Rancho Grande. Coveñas, 1958

Figura 160. Carmen Torrente en sus últimos años en Coveñas, aquí con Mr. Bowen.

Foto por cortesía de Carmen SierraFoto tomada del periódico Colpet al Día. N° 59,

Noviembre de 1968, p. 2

El descubrimiento del secreto de Carmen, relatado por su propio hijo, muestra además la faceta de sacrificio de la recordada Carmen Torrente quien, ante una sociedad proclive a la estigmatización de las mas naturales circunstancias humanas, debió permanecer alejada de su mas caro amor y ocultando su secreto que llevó consigo hasta sus últimos días. A su retiro de la Sagoc, Carmen se fue a vivir a Sabanalarga, de donde era oriunda y años después murió allí, con el aprecio, cariño y recuerdo imperecedero de sus familiares, exalumnos y amigos.

Figura 161. Claudio Alberto Torrente, el hijo de Carmen, con su hija en Macondo Club de la isla de

Figura 162. Claudio Alberto Torrente, el hijo de Carmen, con su esposa Simona en Macondo Club

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Lampedusa, Italia. de la isla de Lampedusa, Italia

Foto por cortesía de Claudio Alberto Torrente Foto por cortesía de Claudio Alberto Torrente

HERNANDO LANDAZABAL fue uno de los últimos directores de la Escuela. Oriundo de Cúcuta, pero radicado en Lorica, se estableció y adaptó rápidamente en Coveñas con su esposa Ernestina (Nesty) y con sus pequeños y hermosos hijos Hernando (Hernandito) y Ana Mercedes (Ani). Su alta e imponente figura era comparable con su estatura como maestro, su afable personalidad y su gentileza. Fue maestro de excepcionales cualidades docentes que dejó honda huella en quienes tuvimos la fortuna de ser sus alumnos. Viajó con su familia a los Estados Unidos y se radicó allí desde los años 60. De sus hijos, Hernando es arquitecto y Ana Mercedes es abogada; todos viven en Estados Unidos.

Figura 163. A la izquierda, profesor Hernando Landazabal con su hijo Hernando y su esposa Ernestina (Nesty); a la derecha, Ana Mercedes Landazabal (Annie). Coveñas,

1958

Fotos por cortesía de Ana Sierra Patrón

“En el año 1964 llegaron a Coveñas las Hermanas de Santa Rosa de Lima; primero la Madre Caridad, que era la superiora, luego las hermanas Catalina, Amelia, Marina, y después llegaron las hermanas Teresita, Purificación y Custodia. Ellas trabajaron inicialmente en las mismas instalaciones de Rancho Grande durante algunos años, pero después la Sagoc construyó las nuevas instalaciones de la Escuela Golfo de Morrosquillo frente a la Iglesia de Coveñas. Las monjas instalaron su vivienda en la casa N° 24, que era donde vivían don Juan de la Cruz González de la Ossa con doña Olimpia Merlano y su hija Rita. En esa misma casa tienen actualmente su vivienda y capilla”.181

Figura 164. Hermanas de Santa Rosa de Lima. Figura 165. Salón de clases de la Escuela Golfo

181 ENTREVISTA con Carmen Sierra Patrón. Bogotá, enero de 2002

165

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Coveñas, 1964de Morrosquillo durante la Sagoc y la dirección de

las Hermanas de Santa Rosa de Lima. Coveñas, 1965

Foto tomada de: Aprobados estudios primarios en el colegio Golfo de Morrosquillo. En : Colpet al Día :

Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 79, (Enero de 1971); p. 3.

Foto tomada de: Nuevo personal directivo en Escuela de Coveñas. Colpet al Día : Colombian Petroleum Company.

Bogotá, N° 18, (mayo de 1965) p. 2, c. 2-3

“Innegables beneficios se han derivado para la educación primaria en la Escuela “Golfo de Morrosquillo”, de Coveñas, con el cambio operado en el personal directivo, ya que ahora se ha confiado la dirección a las hermanas misioneras de Santa Rosa de Lima, pedagogas y educadoras especializadas en el ramo y quienes inmediatamente después de asumir la dirección iniciaron la ampliación de cursos y el aumento de los cupos en todas las aulas. El beneficio se ha extendido también a los niños de los particulares, hasta el punto de que por lo menos un mínimo de sesenta niños, no hijos de trabajadores, están recibiendo enseñanza y educación de estas excelentes servidoras. Con la ampliación de los cursos hasta el quinto año elemental se ha completado la enseñanza primaria, y como ésta se extiende a todo el personal escolar, la instrucción pública de Coveñas ha ganado considerablemente”.182

Las Hermanas de Santa Rosa de Lima tomaron la dirección y manejo del colegio desde 1964. Se les asignó la casa Nº 24 como vivienda y continuaron trabajando durante varios años en las mismas instalaciones que la Sagoc había destinado en Rancho Grande para la escuela Golfo de Morrosquillo. De forma similar a lo que había pasado con el comisariato, que se encontraba dentro de las instalaciones de la empresa, con el tiempo fue visible la necesidad de sacar la escuela, no solo por la seguridad misma de los escolares sino también con el interés de darle un ámbito mas acorde con las labores educativas; así que la Sagoc construyó una nueva escuela que se situó inmediatamente a continuación de las casas mas nuevas del campamento de obreros y también al frente de la iglesia. Desde entonces funcionó allí la Escuela Golfo de Morrosquillo como escuela primaria hasta hace poco tiempo cuando le fue cambiado el nombre por el de Ismael Contreras.183

MARÍA ROMERO PAREDES.

182 NUEVO PERSONAL directivo en escuela de Coveñas. En: Colpet al Día: Colombian Petroleum Company, Bogotá: Nº 10, (Mayo de 1965); p. 2, c. 2-3.183 La nominación de la Escuela Golfo de Morrosquillo como colegio Ismael Contreras se produjo Al parecer por una decisión del Concejo municipal de Tolú, cuando Coveñas era Corregimiento de ese municipio y respondió a la exaltación del nombre de un personaje cuya trascendencia, realizaciones o contribuciones a la educación, la cultura o el desarrollo de la región o de la institución son completamente desconocidas; resulta por lo menos extraño que una institución pública educativa lleve el epónimo (nombre de una persona con el que se designa un pueblo, una unidad, etc.) y honre a un personaje de quien no se conocen realizaciones precisamente destacadas que hayan conducido a dicho honor. N del A.

166

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UNA NUEVA EDUCADORA PARA UNAS NUEVAS GENERACIONES.

Para mediados de la década de 1960-70 las Hermanas de Santa Rosa de Lima tomaron la responsabilidad de continuar con la instrucción primaria en la Escuela Golfo de Morrosquillo que pasó, de las instalaciones de Rancho Grande a la nueva escuela en la proximidad de la iglesia. Los hijos de los trabajadores de Sagoc y los demás niños de Coveñas (incluidos los de Guayabal y áreas próximas) continuaron recibiendo su educación primaria bajo la tutela de las hermanas de esta congregación, como ya se ha descrito.

Mayito Romero, quien se había desempeñado como educadora en Sincelejo cuando esta ciudad y la región estaban integradas al departamento de Bolívar, decidió formar parte de la comunidad social y educativa de Coveñas desde 1968, trayendo sus conocimientos, su experiencia y su don de gentes para instalar, frente a la casa Nº 23 de las construidas frente a la playa por la Sagoc, uno de los centros educativos mas interesantes y novedosos de Coveñas. En la casa habían vivido durante muchos años Washington Romero, Carmen Sierra y su hija Raquel. Sus familiares, entre ellos Mayito, hermana de Washington, llegaban con frecuencia desde Sincelejo para disfrutar de los atractivos de Coveñas y, particularmente, de la tranquilidad que ofrecía a sus visitantes. Frente a la casa, en el sitio destinado para el jardín, bajo frondosos árboles de matarratón y clemones de sombra refrescante instaló mesas, bancas y sillas para los niños de kinder y primer año de enseñanza primaria.

El kiosco adyacente, también con mesa y bancas, ha sido parte del ámbito de trabajo de Mayito y de instrucción de los niños quienes, a la sombra de estos árboles, con la refrescante brisa marina y el suave rumor de las olas a solo cinco metros de sus sillas, cada año renovados, generación tras generación, han disfrutado de sus enseñanzas y, sobre todo, de su habilidad como educadora, su buen genio y su personalidad predestinada para la empatía con los niños.

Su escuela llegó a suplir, desde hace cuarenta años una de las mayores carencias de Coveñas, la formación preescolar, que desde entonces permitió a los niños comenzar desde temprana edad su incursión en el conocimiento y la socialización, todo ello en un contexto poco habitual de enseñanza al aire libre, en un ambiente natural pleno de placidez y armonía.

Recientemente ha sido justa merecedora de un homenaje por sus cuarenta años de trabajo como educadora al servicio de la niñez y, con ellos, de la sociedad coveñera.

Figura 166. María Romero. Coveñas, 1961

Figura 167. María Romero. Nueva educadora. Coveñas, 2008

167

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Foto por cortesía de Carmen Sierra Foto del autorFotos por cortesía de Ana de Moré y Raquel Romero

Figura 168. Niños de la escuela de Mayito Romero. Coveñas, 1980

Fotos del autor

Con Mayito Romero se han formado un sinnúmero de niños y jóvenes desde los primeros años de su vida, que han adquirido un singular bagaje educativo y cultural derivado del estilo de formación educativa de Mayito. Todo ello desarrollado en un ámbito de frescura y naturalidad que, antes que un distractor para los alumnos, se constituye en un estimulante para la adquisición de conocimientos, la creatividad del espíritu y el crecimiento de los niños.

Figura 169. Celebración eucarística en el Kiosco del preescolar de Mayito Romero

Foto por cortesía de Raquel Romero

En el año 2008, a los cuarenta años de su actividad profesional como educadora, Mayito Romero fue objeto de un merecido homenaje por parte de la alcaldía municipal y la comunidad de Coveñas.

168

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¡SE AHOGÓ JORGE AUSTIN EN LA BOQUITA!

Don Luis Atencio era un personaje singular. De talla alta (a la vista de nuestra estatura infantil), musculoso, con voz gruesa y fuerte; a su gran tamaño se sumaba su fuerte personalidad por lo que era hombre ideal para las labores de buzo con escafandra y las otras como maquinista de equipos pesados. El mar era siempre un gran atractivo para los niños y muchachos de Coveñas que con frecuencia se escapaban de la escuela para recrearse desnudos en el mar sin permiso de los padres. No era frecuente vivir incidentes o accidentes en el mar pero muchos de los padres limitaban expresamente los retozos de los jóvenes en el agua a los momentos en que podían estar supervisados por adultos. El temor a un posible accidente y la circunstancia de que los jóvenes se escapaban de la escuela para irse a bañar había hecho que Don Luis Atencio, seguramente pensando en la seguridad y el futuro de los niños, desarrollara casi una obsesión por evitar tales escapadas y baños fortuitos. Por ello, con cierta frecuencia y a diversas horas del día pasaba por la playa para ver si encontraba niños retozando furtivamente. Para evitar ser descubierto en su pesquisa dejaba el camión con que trabajaba detrás de las casas y, al encontrar los niños la situación se tornaba entre jocosa y dramática. La gran figura de Luis aparecía súbitamente en la playa frente a los bañistas, procedía a recoger toda la ropa que habían dejado en la playa, se soltaba la correa del pantalón sacándola con un ruido parecido a un latigazo y procedía a llamar a los niños por señas para que salieran a la playa. Mientras tanto, ya habiendo observado su presencia, los niños estallaban en llanto, desazón, alaridos, gritos y súplicas hacia Luis Atencio, pero finalmente iban saliendo, llorosos y con gritos lastimeros a recibir cada uno su dosis de correa para después ser enviados sin ropa a sus casas.

Figura 170. Luis Atencio: Un hombre rudo con un gran corazón. Entre sus ocupaciones y responsabilidades como soldador, buzo y maquinista sacaba tiempo para ser el ángel de la guarda de

los niños. Coveñas, años 60.

Foto por cortesía de María Monterrosa

La obsesión y los temores de Luis Atencio, como conocedor de los peligros del mar, tenían sus razones en la protección de los niños. Debido a que Luis Atencio los buscaba en varios sitios de la playa, y no existía casi ningún sitio que escapara de su vigilancia y de su aparición súbita, los muchachos optaron por ir a bañarse un poco más lejos. Las aguas de "La boquita" procedentes del arroyo de Villeros que desembocan unos 500 metros al Oriente de las casas del frente de la playa, bordeadas por manglares, oscuras por su tinte, eran casi siempre tranquilas porque

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su caudal era mínimo y porque su salida al mar se cerraba frecuentemente en el bajamar. Su situación relativamente apartada y más o menos oculta a la vista de intrusos, como don Luis, la hacía el sitio ideal para las escapadas acuáticas de los muchachos. Los árboles de mangle circundantes brindaban un atractivo adicional ya que se podían utilizar como trampolines o plataformas improvisadas para realizar clavados en las quietas aguas. Vivienda de jaibas moradas, caracoles y cangrejos rojos, con poca profundidad (1.5 metros máximo), "La Boquita" encerraba un inquietante peligro: en su fondo existían troncos y rocas arrastrados por el arroyo y palos caídos del manglar.

Un aciago día, un nutrido grupo de muchachos se escapó de la escuela y se fue a bañar a "La Boquita". Jorge Austin era un muchacho moreno, más o menos musculoso y tendría alrededor de 14 años. En el fragor de la diversión y de manera inadvertida para sus compañeros, Jorge se subió a uno de los mangles e hizo un "clavado" hacia las aguas. Los compañeros no notaron que no había salido a la superficie, y solo varios minutos mas tarde se percataron de su ausencia; ante la angustia general procedieron a llamarlo a gritos sin encontrar respuesta. Jorge estaba en el fondo del agua. Un golpe en la cabeza lo dejó inconsciente y se ahogó en "La Boquita". Los muchachos, no pudiendo hallar a Jorge, corrieron hacia sus casas para dar la alarma a sus padres y horas mas tarde el cuerpo sin vida de Jorge fue rescatado del fondo del agua oscura. Desde entonces los padres proscribieron de manera rotunda a los hijos la práctica de baño de mar sin permiso y sin vigilancia y comisionaron a don Luis Atencio de manera clara y terminante para que aleccionara con su inseparable correa a cualquiera de los muchachos que encontrara transgrediendo la prohibición. Jorge Austin fue el primer ahogado y el segundo muerto que conocimos en Coveñas.

4.4.5 EL HOSPITAL Y SU PERSONAL

Como hemos visto, el Hospital de madera de la Colombia Products Co., estaba situado cerca de las edificaciones de madera de oficinas, residencia, club, hotel, etc.. También fue exhaustivamente remodelado por la empresa contratista y fue utilizado como tal por la Sagoc durante los primeros años de funcionamiento. El consultorio odontológico originalmente construido por la Colombia Products Co., no se encontraba dentro de las instalaciones del Hospital, ni siquiera en la proximidad del mismo; estaba a unos cincuenta metros al Este del hospital, en una caseta solitaria en un campo de pastos, con su debido anden de acceso, próximo al sitio donde la Sagoc construiría las casas de “La Herradura” en 1939, que vinieron a hacer compañía a las edificaciones del hospital y consultorio odontológico. Con el paso de los años, al igual que las otras construcciones de madera, hospital y consultorio odontológico volvieron a ser presa del comején.

En el caso particular del Hospital ya no brindaba las condiciones adecuadas para los requerimientos de aislamiento, aseo y esterilidad de las zonas destinadas a cirugía, partos, curaciones y demás actividades médicas y odontológicas, por lo que en 1949 la Sagoc procedió a construir un nuevo hospital en mampostería, con las especificaciones técnicas y científicas de la época para una edificación de esa naturaleza.

Figura 171. Hospital de la Colombia Products Co. y de la Sagoc. Coveñas, 1939

Figura 172. Nuevo hospital de la Sagoc. Construcción en mampostería. Coveñas, 1980

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Foto por cortesía de Muriel A. Keeler Foto del autor

En 1940, dadas las dificultades económicas derivadas de la escasa exportación de crudo, la Colpet había aplazado la construcción de un gran hospital en La Petrólea, que finalmente fue edificado y dotado con los mas modernos equipos y personal; ese fue, en su época, el mas moderno centro hospitalario de América Latina. Con tal experiencia, habidas las consideraciones de menor volumen de personal para atender y menos requerimientos de servicios, la Sagoc construyó el nuevo hospital en Coveñas con una estructura pabellonal, como los antiguos hospitales franceses, con características similares pero de mucho menor tamaño que el de La Petrólea.

La edificación del hospital de la Sagoc en Coveñas mira hacia el norte desde la colina posterior a Rancho Grande, al Oeste de la rampa sur del matadero. Está constituido por la sala de espera, las oficinas de administración, consultorios médicos y odontológico, sala de inyectología, farmacia, sala de cirugía, sala de rayos X y múltiples habitaciones individuales y colectivas para hospitalización. Todas las áreas son de gran amplitud y comodidad y se transita hacia ellas por amplios y ventilados corredores interiores.

El Departamento médico de las empresas Colpet-Sagoc se manejaba de manera conjunta entre las dos filiales, de forma que se compartían equipos, medicamentos, servicios y personal.

Figura 173. Doctor Alfredo Landínez Salamanca, médico de

Colpet - Sagoc. Tibú, 1965

Figura 174. Doctor Víctor Salamanca, médico de Colpet -

Sagoc. Tibú, 1965

Figura 175. Doctor José Manuel Solano, médico de Colpet -

Sagoc. Tibú, 1965

Fotos tomadas de: Contribución de Colpet y Sagoc a la Investigación Médica en Colombia. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 18, (mayo de 1965), p. 3

Entre los médicos que sirvieron a los trabajadores de Sagoc en Coveñas se encuentran: en los primeros años de la Sagoc, los doctores Sánchez Puyana y Borda, quienes trabajaron con el doctor Alfredo Landínez Salamanca; este último ejerció inicialmente en Coveñas durante varios años trabajando en el hospital de madera, pasó después a trabajar en Tibú, regresando a Coveñas esporádicamente; fue un personaje eminentísimo, miembro de academias internacionales de medicina e investigador y escritor de artículos médicos en revistas internacionales. También

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trabajaron allí los doctores Eduardo Pacheco Pérez, Adolfo Cumplido, Ricardo Rosales Villadiego, Víctor M. Salamanca y por cortos períodos, el doctor Manuel Solano y Ernesto Buitrago Mantilla.

Entre los odontólogos estuvieron los doctores Manuel A. Durán, quien mas asidua y frecuentemente asistió a Coveñas y Juan González Lamadrid, que trabajaba en Tibú y solo ocasionalmente iba a Coveñas.

Figura 176. Doctor Manuel A. Durán, Odontólogo. Tibú, 1966

Foto tomada de: Conferencias sobre cerámica dental. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 35, (Octubre de 1966), p.2. c. 4

En sus comienzos, y durante más de quince años, la farmacia del hospital de Coveñas fue surtida con medicamentos y productos importados ya que el desarrollo de la industria farmacéutica en Colombia era exiguo y seguramente los norteamericanos preferían sus propios medicamentos a los escasos que se producían en el país.

Entre los elementos curiosos que se importaban y que la Sagoc mantenía en el hospital y en botiquines, estaban unas pequeñas cajas de alrededor de 10 x 5 x 2 centímetros, que llegaban selladas de fábrica y que contenían diversidad de productos, a su vez empacados en ampolletas o cápsulas colapsables para uso inmediato y para ser desechados, entre ellos: Merthiolate y Mercurocromo para el tratamiento rápido de heridas y Amoníaco para reanimar pacientes inconscientes. Por el reducido tamaño de las cajas, a veces no se sospechaba la naturaleza de su contenido y era extraordinario ver surgir de ellas elementos de gran tamaño como gasas, vendajes elásticos y férulas de mallas metálicas para inmovilizar miembros. Así que, con esas cajas, se aprovisionaban conveniente y completamente los botiquines sin ocupar demasiado espacio y el uso de los productos era, además de fácil, higiénico.

Después de 1956, cuando fue puesto en servicio el hospital de la Colpet en Tibú, Norte de Santander, también se puso en servicio el laboratorio farmacéutico propio de la empresa, se elaborarían allí numerosos productos para el consumo interno de los trabajadores y sus familiares y llevarían de Tibú al hospital de Coveñas la mayor parte de los medicamentos requeridos. De la propia producción de la Colpet, en la farmacia habría sustancias como: expectorantes de guayacolato y bálsamo de Tolú, antiparasitarios de piperazina, elíxires vitamínicos de complejo B, líquidos laxantes, aceite de bacalao, ungüentos analgésicos con base en mentol, colirios oftálmicos, gotas antiespasmódicas con base en papaverina, aspirinas, tabletas antipalúdicas de cloroquina, alcohol, merthiolate, mercurio cromo, tintura de Yodo, y otros

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medicamentos inyectables, porque aún ampolletas se hacían en ese laboratorio. Los demás medicamentos no producidos en Tibú se importaban y, en los años sesenta, se comenzaron a comprar a los proveedores nacionales.

En la farmacia del hospital de Coveñas trabajaron, entre otros, César Martínez y Siervo Pinto Munar. Este último pasó a trabajar con Ecopetrol en 1976 y todavía vive en Cúcuta manejando una droguería de su propiedad.

Figura 177. César Martínez. Farmaceuta. Tibú, 1968

Figura 178. Siervo Pinto Munar. Farmaceuta. Tibú,

1968

Fotos tomadas del periódico Colpet al Día. N° 52, abril de 1968, p. 2 y N° 51, febrero, marzo de 1968, p. 8

Para nuestra época parecerá increíble que una empresa petrolera, además de sus múltiples, costosas y complejas actividades tuviera un laboratorio farmacéutico como el de la Colpet en Tibú, pero para esos años los recursos disponibles en el país eran exiguos, mas aún en una región tan inhóspita y alejada de las grandes urbes como era el Catatumbo colombiano, y era preciso disponer in situ de la mayor parte de los recursos necesarios para mantener la calidad de vida de los trabajadores y de sus familias; el laboratorio fue uno de dichos recursos.

En la administración del hospital de Coveñas, encargada los aspectos secretariales y de dotación, mantenimiento y adquisiciones y de personal, estaba la señorita Violeta Margarita Arbouin, personaje de ascendencia inglesa que vivía con su madre, doña Carmelita y su hermano Frank.

Violeta llegó a Coveñas en agosto de 1943 en compañía de su madre y hermano a vivir y a pescar en el mar de Coveñas, pero un buen día se encontró con un médico del hospital, el doctor Borda, quien le preguntó que: ella ¿qué hacía pescando?, y le dijo que se fuera a trabajar al hospital. Así lo hizo y comenzó a trabajar en el hospital de madera como administradora desde septiembre u octubre de 1943. En 1950 siguió en su mismo cargo en las nuevas instalaciones del hospital de mampostería hasta su jubilación.

Violeta parecía un ama de llaves inglesa (esa era su ascendencia) y tenía siempre en la mano un llavero de cadena larga con todas las llaves del hospital. Una vez que se levantaba de su escritorio comenzaba a darle vueltas al llavero y el sonido emitido delataba la proximidad de su llegada. Conocía como nadie más los pormenores del mantenimiento y dotación del hospital, que manejaba con especial destreza; era la mano derecha de los médicos y, aunque no era enfermera, por su habilidad, algunos de ellos le llamaban para que les asistiera en labores menores de enfermería. Su

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dicción era moderadamente dificultosa, y se hacía mas notoria por el consumo de Chiclet’s Adams, que contribuía a hacer ininteligible lo que decía; pero en el hospital le entendían bien. Violeta fue una excelente persona y hábil trabajadora; cuidaba con esmero a su madre y después de la muerte de su progenitora siguió viviendo con su hermano Frank, también soltero.

Como tesorera de la Junta, fue una de las gestoras e impulsoras de la construcción de la Iglesia del Perpetuo Socorro de Coveñas. Permaneció soltera, se jubiló con la Sagoc y falleció en Bogotá pocos años después.

Los primeros enfermeros de la Sagoc eran prácticamente empíricos; en su mayoría no habían estudiado y, como otros trabajadores de la compañía, su actividad laboral respondía a su experiencia y a los conocimientos adquiridos sobre la marcha o aprendidos de sus antecesores. Entre los enfermeros y enfermeras - porque en los campos petroleros siempre había enfermeros - se encuentran:

El señor Braulio Angarita y su hijo Emiro, que aprendió el oficio con su padre; la señorita Edna Austin, hija del trabajador Ben Austin; Leonidas Vanegas, Pedro Lobo, Clelia de Durán, Argemira Picón, Gladys Ruiz y Candelaria Herrera y un ordenanza de apellido Durán.

Edna Austin comenzó a trabajar en la Sagoc en 1944; era una mujer morena de excelente trato y gran habilidad en su actividad como enfermera; todos los trabajadores y familiares la buscaban para que les aplicara las inyecciones formuladas porque “la mano no se le sentía”; murió de cáncer en Coveñas a temprana edad.

Pedro Lobo era de carácter jocoso, jovial, y disfrutaba haciéndole bromas de mal gusto a los trabajadores hospitalizados y se aparecía en las habitaciones de los enfermos a primera hora de la mañana con una bolsa para lavados que le ponían a todos y cada uno de ellos, tuvieran lo que tuvieran, se lo hubieran recetado o no.

Pero cuando un día cayó enfermo y fue hospitalizado, el ordenanza (de apellido Durán), aprovechó para “cobrarle” sus bromas a nombre de los trabajadores, así que, sigiloso, se acercó hasta su cama y tocándole el trasero le dijo:

― “....Pedro, ¿Hoy amaneciste mujer?” (por: mejor), con el natural sobresalto y disgusto del bromista hospitalizado.

Figura 179. Pedro Lobo. Enfermero de Sagoc. Coveñas.

1958

Figura 180. Argemira Picón. Enfermera de Sagoc. Coveñas.

Foto por cortesía de Carmen Foto por cortesía de Álvaro

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Sierra Patrón Guarín

Clelia de Durán fue una de las últimas enfermeras que llegó a trabajar con la Sagoc en Coveñas; su paso fue breve porque se casó con el odontólogo Dr. Manuel Durán y se fueron para Cúcuta, los dos fallecieron hace muchos años. Por algunos años Argemira Picón, de Ocaña, también fue enfermera de la Sagoc. Vivió en Coveñas con su madre y actualmente vive en Bogotá.

Durante los últimos años de existencia de la Sagoc en Colombia, la prestación de los servicios de salud de Coveñas fue contratada con el doctor Ricardo Rosales Villadiego, médico sincelejano de gran experiencia que trajo al hospital a sus enfermeras: Gladys Ruiz de Useche y Candelaria Herrera. Al finalizar la Sagoc su permanencia en Colombia todos ellos pasaron a ser empleados de Ecopetrol, el Dr. Rosales en Cúcuta, donde dirigió el equipo de salud de esa ciudad y después en Tibú, donde trabajó como médico Industrial hasta su jubilación; Gladys, natural de Magangué fue trasladada a Tibú y Candelaria permaneció en Coveñas hasta su jubilación y aún vive allí.

El hospital de la Sagoc, que sirvió a los trabajadores y sus familiares, a los jubilados y a todas las personas de la región que requirieran sus servicios, ― ya que la Sagoc no excluía a las personas de la región de la opción de atención médica y hospitalaria ―, es también el hospital que hoy sirve a los soldados de Colombia de la Base Naval ARC Coveñas.

“ME LLEGARON UNAS VITAMINAS BUENÍSIMAS PARA LOS MUCHACHOS”

Papá, que era una especie de médico frustrado, no era sino oírnos estornudar para salir a preparar alguna inyección “para la gripa”; siempre tenía a mano en la casa varias ampollas de Bronquisol y preparaba la jeringa de vidrio y las agujas, que entonces no eran desechables, en un recipiente de acero que era todo un aparataje especialmente diseñado para “esterilizar” los implementos; todo lo hervía en agua en pocos minutos con la llama del alcohol y nos aplicaba inyecciones con gran destreza a nosotros y a nuestros amigos. Porque también nuestros amigos fueron pacientes víctimas (o afortunados) de sus frecuentes inyecciones cuando, estando de visita en casa, les oía un estornudo o alguna tosecilla. Fue muy amigo y compadre de Braulio Angarita, enfermero eficientísimo del hospital y excelente persona.

Figura 181. Braulio Angarita. Enfermero de la Sagoc en Coveñas

Foto por cortesía de Lucía Angarita

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Cuando Braulio se jubiló de la Sagoc se fue a vivir a Guayabal, donde montó una farmacia y prestaba sus servicios “médicos” a los pobladores. Solo que tenía la pérfida costumbre de avisarle “oportunamente” a papá que: “me llegaron unas vitaminas buenísimas para los muchachos”, y “me llegaron unas inyecciones de calcio”, anuncios que, conociendo su avidez y pasión por las inyecciones, le hacía al paso cuando íbamos por Guayabal y se detenía a saludarlo, y que eran el preludio de la nueva dosis de inyecciones que próximamente recibiríamos.

4.4.6 LA IGLESIA

PRIMERAS EVIDENCIAS: La primera iglesia de Coveñas fue construida en tiempos coloniales y de ello no se tienen registros documentales que puedan dar luz sobre fechas, autores, nombre o tipo de arquitectura. La información existente es, en primer término, oral, por parte de las pocas personas que la han recibido por tradición de sus mayores; la otra, documental, es la encontrada en el plano de la Colombia Products Co. de 1924, en el cual se muestra un hito que corresponde a las ruinas de la iglesia de SAN FRANCISCO, localizadas en la parte nororiental, a 520 metros del lindero oriental de las tierras de la Colombia Products Co., en lo que hoy es la esquina donde se cruza la vía principal hacia Tolú con la calle hacia la playa, exactamente en los predios del centro vacacional El Campano, de propiedad del ingeniero Hugo González, frente a la casa de la hacienda Alicante.

Como reseñamos con ocasión del comentario sobre la iglesia al describir el plano de la Colombia Products Co. de 1924:

“Carlos Toscano fue uno de los cuidanderos de las tierras de mi abuelo Julián; él decía que frente a la casa de la hacienda Alicante existían las ruinas de una iglesia, la de SAN FRANCISCO, que había sido construida por los españoles. Efectivamente, durante muchos años nosotros conocimos las ruinas, que estaban casi ocultas entre una gran ceiba y un árbol de mamón que habían crecido entre ellas. Para los años 50 todavía era posible reconocer el piso que era hecho con mosaicos como cuadritos de cemento, una pila bautismal que permaneció oculta entre la maleza durante muchos años y un pozo de agua que todavía existe allí. Estas ruinas estaban al lado de la actual carretera de Coveñas a Tolú, en la esquina donde actualmente se encuentra el centro vacacional de El Campano”.184

De manera que la existencia de las ruinas y los testimonios son evidencias importantes para considerar que efectivamente estuvo allí el templo colonial. Las ruinas se encuentran aproximadamente a 250 metros de la orilla del mar, en un sitio firme rodeado de una vegetación continental exuberante. De tales ruinas existentes en El Campano aún es posible observar algunos vestigios que confirman la existencia de las construcciones allí realizadas, tales como los fragmentos de un piso de diseño cuadriculado, cuyo material gris aparenta ser cemento (en cuyo caso pueden ser construcciones de una época mas reciente); también múltiples estructuras cuadrangulares a modo de bases o pilotes para emplazar columnas de madera, hechas con argamasa y material marino calcáreo para compactación. Como explica el ingeniero Hugo González, durante las excavaciones para construir el centro vacacional, los pilotes: “no estaban en la superficie sino que fueron encontrados enterrados como a un metro de profundidad”.

184 ENTREVISTA con Carmen Sierra Patrón, sobrina de Julián Patrón, extrabajadora de Sagoc y Ecopetrol. Bogotá, julio de 2003

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Los pilotes cuadrangulares de argamasa se distribuyeron aleatoriamente por el recinto de las recientes edificaciones como elementos decorativos y allí permanecen a la espera de personas o instituciones que realicen un estudio arqueológico del área.

Figura 182. Dos vistas de fragmento de piso de diseño cuadriculado en la localización de la Iglesia de San Francisco.

El Campano. Coveñas, diciembre de 2003

Fotos del autor

Durante las excavaciones para la construcción de las edificaciones y de la piscina se encontraron múltiples osamentas, cadenas de hierro, grilletes y monedas de plata. Las osamentas fueron retiradas del área de construcción, sin análisis ni catalogación alguna y enterradas en áreas próximas donde no se edificó.

“Entre las cosas que se encontraron enterradas me parece importante mencionar unas monedas de plata, las que llaman macuquinas185, en una de las cuales se leía claramente: 1630”.186

Figura 183. Estructuras cuadrangulares en argamasa, de soporte para columnas. El Campano. Coveñas, diciembre de 2003

Fotos del autor

Un pozo artesiano de agua de la época colonial complementa las estructuras observadas superficialmente, también hecho con argamasa y conservado de forma

185 Con el nombre de "macuquina" se conoce en América Latina al tipo de moneda acuñada toscamente en forma manual y a golpes de martillo,

método utilizado ampliamente desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII. Se caracterizaron estas monedas por sus bordes irregulares y la mala calidad de las inscripciones, motivos por los cuales hasta la época actual los ejemplares en buen estado suelen ser raros de hallar y de elevado valor entre coleccionistas. http://es.wikipedia.org/wiki/Macuquina186 Testimonio del ingeniero Hugo González, quien dirigió las excavaciones y construcciones de El Campano.

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aceptable aún con el agregado recientes de una cubierta de teja y reparaciones menores de las paredes interiores y exteriores.

En el área se desenterraron además gran cantidad de ladrillos rojos de arcilla, que fueron empleados para la construcción de pisos de varias de las habitaciones del centro vacacional El Campano. Su origen también es incierto, máxime teniendo en cuenta que en el momento de su hallazgo no formaban parte de ninguna construcción sino que se encontraban sueltos y al parecer dispuestos para ser utilizados.

“Los ladrillos rojos estaban enterrados y se fueron recuperando individualmente (limpios, sin cemento, indicando que originalmente habían sido sobrepuestos en el suelo como adoquines). El apilamiento dentro del hueco fue realizado por los obreros al recuperarlos”.187

Figura 184. Pozo de agua de la época colonial, parcialmente reconstruido. El Campano, Coveñas, diciembre de 2003

Foto del autor

Figura 185. Restos de las ruinas y fragmentos de material de construcción colonial reutilizados para construir un muro cerca de la piscina. El Campano, Coveñas, diciembre de

2003

Foto del autor

187 Testimonio del ingeniero Hugo González, 2008

178

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“En cuanto al origen de los materiales y del templo, yo he podido colegir que antes que la hacienda de Don Julián había existido la misión franciscana para catequizar los indígenas que frecuentaban el paraje durante sus frecuentes excursiones desde sus asentamientos permanentes situados mas hacia el interior. Así, la hacienda habría recibido el nombre de la misión [Santa Bárbara de Cobeña]. Por eso considero que, encontrando el registro de la fundación de la misión franciscana, hallaríamos no solo el origen del nombre de la hacienda, sino el certificado de nacimiento del verdadero primer asentamiento humano en la región, que sería de grupos de indígenas a principios del siglo XVII, antes que los peones de la hacienda a finales del XIX (casi 300 años de diferencia). Sería importantísimo que pudiéramos acceder a los archivos franciscanos en América”.188

La existencia de este templo en épocas coloniales origina más preguntas que respuestas. Para los inicios de los negocios de cocos y ganados de Don Julián Patrón, alrededor de 1890, en sus haciendas vivían solamente los vaqueros, peones y sus familias; esos fueron los primeros asentamientos humanos permanentes de los que se tiene noción documentada en la región. ¿A qué población estaría dirigida entonces la construcción de la iglesia de San Francisco?

Es claro que, antes de la época de Don Julián Patrón, por los años 1500-1600, existieron asentamientos humanos; unos eran probablemente los indígenas nativos y otros los esclavos traídos de África en la época oscura de la Colonia.

Debido a que las ruinas de la iglesia se encuentran dentro de los predios de la que fue llamada Hacienda Santa Bárbara de Cobeña, hacemos nuevamente referencia a los comentarios de Donaldo Bossa Herazo al respecto: “En 1634 [la hacienda] fue del Escribano Público y de Gobernación de Cartagena Don Francisco López Nieto. Desde mucho antes de 1726 la poseyó el Capitán Don Manuel de Melida y Pueyo, quien en 1693 era miembro del Cabildo de Cartagena, y era nieto materno del escribano López Nieto”. Quedará por resolver esta parte de la historia.

Figura 186. Ingeniero Hugo González y la maqueta de su proyecto de plazoleta y/o espacio de encuentro para la comunidad. Coveñas, 18 de julio de 2008

Foto del autor y maqueta por cortesía de Hugo González

Residente por varios años e hijo adoptivo de Coveñas, Hugo González es uno de los personajes cuyo sentido de pertenencia hacia Coveñas y su altruismo le han hecho concebir la interacción social como el acto generoso de compartir los hechos y

188 Testimonio del ingeniero Hugo González, 2008

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realizaciones. Y de vivirlos frente a la comunidad. Por ello tiene un sueño que, como ingeniero lo expresa pragmáticamente con un plan:

“En el predio esquinero de la carretera con la entrada a la playa, quiero proporcionar a la población el espacio para una plazoleta que pueda a la vez que servir como punto de encuentro a la comunidad y que se constituya en un atractivo turístico que promueva el desarrollo urbano de esta parte del pueblo, que vendría a ser como la fachada distintiva de Coveñas”.189

También las autoridades, las empresas y el sector turístico deben tener mucho que decir y, sobre todo, que aportar para apoyar esta loable iniciativa.

LA NUEVA IGLESIA DE COVEÑAS

Por años, ni durante la época de los cocos y ganados de Don Julián Patrón ni en la de la Colombia Products Co., ni en los primeros años de la Sagoc, período comprendido entre 1900 y 1940, nadie pensó en una iglesia para Coveñas. Los personajes de las épocas estaban absortos en los negocios, dedicados a la explotación de las riquezas naturales, agobiados por la febril actividad de las construcciones del Packing House y preocupados por los inconvenientes de su funcionamiento, dejando pasar el tiempo, reconstruyendo nuevamente el Packing House y construyendo nuevas instalaciones petroleras. No había lugar ni tiempo para la iglesia.

Carmen Sierra Patrón, nieta de Don Julián, llegaría para subsanar el olvido religioso en que estaban sumidos. A ella se debe la Iglesia de Coveñas; fue su inspiradora, su impulsora y, si hubieran podido, hasta su constructora. Una vez empezó a trabajar en la Sagoc como Secretaria de la Superintendencia, inició su gestión para conseguir la iglesia para Coveñas.

Antes de existir la iglesia, las actividades y ceremonias religiosas, escasas por cierto, se realizaban en algunas de las casas con altares improvisados y, las más elaboradas, como los matrimonios, en el segundo piso de Rancho Grande, en los salones de clases de niñas de la Escuela Golfo de Morrosquillo.

“Yo le pedí al señor Larsen un lotecito para hacer la Iglesia, primero le sugerí que fuera en el campo de béisbol pero me dijo que allí no era posible porque era la vía de entrada de los aviones y no se podían hacer edificaciones en ese sitio; también me dijo que era mejor que la iglesia estuviera en un terreno cercano a los límites de la empresa para que después no hubiera problemas con la segregación del terreno. Entonces anduvimos con él en el carro buscando el lote donde poder construir la Iglesia y el lugar que finalmente seleccionamos fue dónde actualmente se encuentra, en la parte superior de una colina, a unos cien metros al Sureste de las casas de “macho solo”, con un amplio paraje plano. 190

Después de obtener la aprobación del señor Arthur P. Larsen para adquirir el terreno, que era crucial, Carmen obtuvo que la Arquidiócesis de Cartagena, por medio de la Parroquia de San Francisco de Asís de Sincelejo, a la sazón

189 Entrevista con el ingeniero Hugo González. Coveñas, El Campano. 2008190 Ibid.

180

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administradora interina de Coveñas, le apoyara el proyecto y, el 7 de marzo de 1955 el párroco de esa iglesia, padre Carlos A. Torres, expidió un Decreto parroquial mediante el cual se constituyó una junta directiva pro construcción de la Ermita-Capilla de Coveñas que fue integrada por: Carmen Sierra Patrón como Presidenta; Tomás Bustillo F., Secretario; Violeta Arbouin, Tesorera y Ester R. De Martínez (la samaria) Jefa de agitación. 191

Así mismo, se nombró un “Cuerpo Consultivo” que fue integrado por las siguientes personas: Carmen de Arbouin, Ofelia Estrada de Gómez y Tulia de Fex.

Se anotó en el Decreto Parroquial que: “Este cuerpo consultivo resolverá aquellos problemas de especial gravedad que, a juicio de la Presidenta de la Junta, necesiten una particular intervención y un consejo acertado”.192

La empresa Sagoc no solamente había dado su aprobación a través del señor Larsen, para entonces Jefe de Sagoc en Cúcuta, sino también por parte del señor I.C. Keeler en Coveñas, quienes estaban en disposición de aportar lo necesario para la obra, pero cuidándose de no hacerlo todo, para que la gente actuara, contribuyera e hiciera propio el esfuerzo de la construcción del templo fortaleciendo así el sentido de pertenencia.

Valdrá decir que ni el señor Larsen ni el señor Keeler eran católicos. Mr. Larsen abrazó la religión católica cuando se casó en Colombia y el señor Keeler permaneció en su fe hasta el fin de sus días.

La Junta comenzó a actuar en la legalización de la entrega del terreno y en la búsqueda de elementos, materiales y recursos económicos con los cuales iniciar la obra; no fue fácil. Organizaron rifas, tómbolas, bazares y buscaron personas generosas que pudieran hacer aportes económicos para el templo. El tiempo transcurría inexorable y todavía no era posible iniciar las obras. El 27 de Julio de 1955 el padre Torres escribe a Carmen Sierra comentándole sobre el aplazamiento de la colocación de la primera piedra a que ella se refería en carta previa.

Cual si fuera una lucha de dilaciones, y pasados seis meses, en febrero 20 de 1956 se le envían al señor Larsen los planos para su estudio y aprobación; tres meses después, en abril de 1956, el señor Arzobispo de Cartagena don José Ignacio López, emite su aprobación a los planos acotando: “...Teniendo en cuenta el próximo desarrollo de la población, podrían colocarse dos vigas frente al presbiterio, a altura de cada umbral .... para que mas tarde se puedan quitar las paredes que quedan bajo esas vigas y ensancharse la capilla con dos cruceros”.193

Para fines de año 1956, nada se había iniciado de la obra; la legalización de lo del terreno estaba en “veremos” y en Noviembre 2 de 1956 Carmen Sierra envía nueva carta a Mr. Alexander McNulty, para entonces Superintendente de la Sagoc en Cúcuta, solicitándole resolver “pronto el problema del lugar donde debe ser levantada”, que era lo único que tenía demorado el inicio de las obras.

191 Doña Ester R. de Martínez, por ser de Santa Marta, fue conocida como La Samaria. Era especialmente conflictiva y tenía la costumbre de meterse a opinar y controvertir en cuanto asunto hubiera a la vista. Como era revoltosa y tenía “la lengua larga” la pusieron precisamente como jefa del Comité de Agitación. N. del A.192 DECRETO parroquial que erige en Iglesia pública la construida en Coveñas. Octubre 4 de 1961. Del archivo personal y cortesía de Carmen Sierra Patrón.193 CARTA del Arzobispo de Cartagena aprobando planos de la iglesia de Coveñas. Abril 6 de 1956. Del archivo personal y cortesía de Carmen Sierra Patrón.

181

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El 8 de junio de 1957 finalmente se firma el contrato de comodato para la entrega gratuita del predio a la Parroquia de Tolú, entre los señores Alexander McNulty, Superintendente de la Sagoc y Jesús Gómez Alzate, Presbítero de Tolú.

“[...] la compañía Sagoc ha entregado a la parroquia de Tolú y esta ha recibido en comodato gratuito un lote [...] para edificar en él un pequeño templo o capilla para el culto católico público; lote que [...] está ubicado en el lado norte del oleoducto o pipeline de la Sagoc de Tibú a Coveñas, puerto que es parte del predio de este nombre que la Sagoc compró por escritura pública número 348 de 1938 de la Notaría Segunda de Cartagena [...]”.194

El contrato se envía al señor Keeler en Coveñas el 10 de junio de 1957. Los trabajos se iniciaron. La primera piedra fue colocada por el señor Keeler en representación propia y de la Sagoc; se habían obtenido recursos suficientes para la realización de la obra y la empresa había aportado importantes materiales para ella; se hicieron las bases y cinco robustas columnas frontales fueron adquiriendo forma, y con ellas las paredes y los calados de los grandes ventanales; y la entrada, con una gran puerta de marco superior semicircular; campanario rematado con una estructura piramidal coronada por la cruz y, dentro de él, la campana de bronce que hizo un maestro artesano en Bogotá; las láminas de zinc importadas, que el salitre no podo comerse mientras estuvieron guardadas en los sótanos de Rancho Grande, salieron de su recinto para cubrir la gran estructura metálica que los soldadores de la Sagoc hicieron con dedicación y esmero como soporte del techo.

Y todo fue creciendo y surgiendo día a día, con lentitud pero también con persistencia, porque el aporte de trabajo de los empleados de la Sagoc lo hacían después de las horas laborales; se trajeron las baldosas en camiones desde Sincelejo; como altar se hizo una gran mesa y detrás, pegada a la mesa se instaló una alta mampara de madera que dejaba un espacio útil entre ella y la pared sur, allí se vestiría el sacerdote y se guardarían las ropas y objetos religiosos. Para esa época la misa se celebraba en latín, con el cura de espaldas a los fieles. La disposición de la mesa y la mampara fue providencial porque cuando se cambió la forma de celebración de la misas con el sacerdote de frente a los fieles, no fue sino retirar la mampara, adosarla a la pared posterior, hacer unos escalones detrás de la mesa y listo, así el cura quedaría de frente al los fieles.

Los fieles locales, que eran muchos, ya habían hecho sus aportes en las múltiples actividades previas a la construcción: tómbolas, rifas y bazares de cuyas realizaciones fue gestora e impulsora, con Carmen Sierra, Violeta Arbouin. Otros fieles transitorios venidos del interior del país, vista la emoción y decisión de los coveñeros con su iglesia, también aportaron para ella. Desde Medellín La señora María Escobar de Londoño envió de regalo los vasos sagrados en agosto de 1960: Custodia, Cáliz, Patena y Copón. Carpinteros locales se habían dedicado febrilmente a la construcción de las enormes bancas con reclinatorio; el sagrario, la imagen de cristo crucificado, de la virgen y San José llegaron también oportunamente.

Figura 187. Iglesia del Perpetuo Socorro de Coveñas. Día de su inauguración, Coveñas, 4 de octubre de 1961

194 CONTRATO de Comodato entre la Sagoc y la Parroquia de Tolú para entrega del terreno donde se construiría la iglesia de Coveñas. Coveñas, 8 de Junio de 1957. Del archivo personal y cortesía de Carmen Sierra Patrón.

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Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

El 4 de octubre de 1961, seis años, seis meses y veintisiete días después de constituida la Junta pro construcción de la Ermita-Capilla de Coveñas, el

señor Arzobispo de Cartagena, monseñor José Ignacio López, entre la multitud congregada dentro y fuera de la iglesia, procedente de todas las poblaciones cercanas a Coveñas, dio la bendición pontifical al templo y

designó como titular del mismo a la Santísima Virgen en su advocación del Perpetuo Socorro.

La iglesia estaba espléndida, lucía todas sus galas y estaba ornada de flores: cayenas blancas, rojas, amarillas y rosadas; blancos lirios de la playa destacaban en los racimos; frondosos crotos de hojas verdes y amarillas en materas traídas de los mas vistosos jardines de Coveñas; y anturios, coloridas dalias y rosas traídas por avión acentuaban la belleza de la ceremonia.

El olor del incienso humeante se esparció raudamente por el recinto mientras el obispo se paseaba por él bendiciendo a los fieles y a su obra; la campana de bronce sonó alegre y vivaz una y otra vez, como queriendo recuperar los días perdidos sin su tañir y llamando, una y otra vez a los fieles para indicarles que ya tenían su iglesia.

La Iglesia del Perpetuo Socorro de Coveñas es una ermita. No será tan exótica, elaborada y aparatosa como las de antaño, pero si la que fue el sueño y el fruto de desvelos y peripecias, la que se inició con el apoyo de Arthur Larsen e Irvin C. Keeler que, sin haber abrazado la fe católica, dieron todo de si para que fuera un hecho.

Si las vicisitudes de Carmen Sierra Patrón fueron muchas para construir la iglesia, las que ha debido pasar para que le celebren la misa han sido legendarias. No hay cura que se aparezca en Coveñas que no sea identificado y acaparado inmediatamente por ella, no por interés de ninguna naturaleza mezquina, sino porque debido a su espíritu emprendedor y a su fe inquebrantable, le nace poder contar con un sacerdote que se acerque a la comunidad y le llegue al corazón de las

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gentes con la palabra de Dios.

Figura 188. Iglesia del Perpetuo Socorro de Coveñas. Coveñas, 1961

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

En 1961, coincidiendo con la inauguración de la Iglesia del Perpetuo Socorro, se había organizado la Gran Misión Católica Internacional. Llegó a Coveñas el cura español Eleuterio Larruscaín. Nombre y apellido inolvidables, no solo por lo exóticos, sino también por la personalidad que lo llevaba, un cura joven, “bien plantado”, carismático y bondadoso. De los escasos curas españoles que no se consideraba superior a los “indios” a quienes venía a evangelizar. Estuvo varias semanas en Coveñas predicando el evangelio por doquier, dictando charlas, conferencias, enseñando el catecismo, celebrando misas en la nueva iglesia y dejando en los fieles una huella imperecedera de dedicación y amor que se plasmó para la posteridad, como recuerdo y símbolo, con la colocación de la Cruz de la Gran Misión frente al campanario de la ermita.

La Cruz de la Gran Misión Católica Internacional, hecha de madera, permaneció durante muchos años frente a la ermita como símbolo del magno evento y como icono de recordación para los coveñeros y visitantes. En años recientes, deteriorada por el tiempo y los elementos, fue retirada y reemplazada por otra más pequeña pero igualmente emblemática y simbólica.

Sitio de reunión dominical para propios y extraños que buscan semanalmente el mensaje de la paz y la reconciliación, la Iglesia del Perpetuo Socorro de Coveñas sigue siendo el sitio de oración, recogimiento y reflexión para propios y visitantes de Coveñas.

4.4.7 LOS CINES

Para el esparcimiento de los trabajadores la Sagoc construyó un escenario para la proyección de películas. En un apropiado declive del terreno casi al frente del club del campamento de obreros construyeron, en la segunda mitad de la década de

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1950, una gran estructura con escalones gigantescos de concreto, a modo de graderías, cada uno en forma de arco, con techo de zinc soportado por estructura metálica y sin paredes laterales, para evitar el calor; al frente de todo ello, el gran telón: alto y majestuoso muro de concreto pintado de blanco para la proyección de las películas. Era un cine magnífico, prácticamente al aire libre pero techado y solo se podían proyectar cintas durante la noche. Antes de esta construcción se proyectaban películas de 8 mm en las instalaciones del club de obreros, sobre un pequeño telón.

Las amplias gradas permitían circular por delante o detrás de los espectadores para buscar ubicación, nunca difícil, ya que la capacidad del sitio superaba siempre al número de asistentes. Esa misma situación hacía frecuente el enojo de las personas cuando los niños corrían o jugaban entre las gradas y dificultaban ver la película. Los lugares preferidos por los espectadores eran los superiores, pero casi cualquier lugar permitía ver con comodidad la película que se exhibía.

Las máquinas de proyección se instalaban en una caseta hecha especialmente y situada un poco mas abajo de la parte media de los escalones. Eran manejadas por algunos de los trabajadores de la compañía que habían aprendido su forma de operación, entre ellos el señor Julio Amin, que era soldador y César Méndez, apodado el “mono Corea”. Inicialmente se instalaron dos máquinas en este cine para proyectar las películas sin interrupción; las que al terminar la función eran desmontadas para ser llevadas al día siguiente al club de empleados directivos y proyectar la misma cinta, también sin interrupción, como en los cines actuales; pero con el paso de los días, habida cuenta de las complejas maromas que tenían que hacer varias personas para armar y desarmar las máquinas, empacarlas en cajas y trastearlas de un lado a otro para luego repetir el proceso a la inversa, y el riesgo de daño que la movilización podría provocar en ellas, se optó por dejar en cada uno de los dos cines una sola máquina permanente; desde entonces las películas se proyectaron rollo por rollo, lo que dejaba un intervalo interesante para que los espectadores pudieran comentar sobre la cinta, darse un respiro o caminata para estirar las piernas y descansar de la dureza del concreto de los amplios escalones en el cine del campamento o tomarse un refrigerio en el cine de directivos.

Las nuevas máquinas brindaban una imagen realmente fastuosa para la época, ya que eran de 35 milímetros y abarcaba toda la gran extensión del telón. La habitual calma de las noches de Coveñas permitían escuchar perfectamente desde todos los ángulos el sonido emitido por unos negros parlantes situados cerca de la caseta de proyección y unas bocinas accesorias bajo los aleros del frente.

Las películas, siendo las últimas producciones eran en su mayoría mexicanas y en blanco y negro; de charros, de novelones rosas con rancheras de Antonio “Tony” Aguilar y también norteamericanas sobre las aventuras del Llanero Solitario, que nunca supimos por qué se le llamaba Solitario si andaba en su caballo Plata y con su fiel amigo Toro; de vaqueros legendarios como Gene Autri y Roy Rogers; de elegantes aventureros con Bat Masterson; otras también mexicanas de lucha libre, con El Santo, El Enmascarado de Plata; de fastuosos bailes antiguos de salón y de lo último en guaracha de los bailes de chachachá y merecumbé que hacía María Antonieta Pons con unos vestiditos a modo de pantaloncitos calientes, mostrando la barriga con unas discretas pero visibles “llantas” y haciendo sensuales movimientos de cadera que eran la delicia de los caballeros y la estupefacción de las señoras ante tanta “vulgaridad”; hasta las nuevas cintas de “ciencia ficción”, con Roldán el

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Temerario y su amigo el Dr. Zarkov, pasaron por nuestros ojos y fueron la sensación de la concurrencia al cine de la Sagoc en Coveñas, que era notablemente nutrida, pues llegaban espectadores de Guayabal, Punta Seca y El Porvenir, aunque después tuvieran que regresar a pie en su tránsito por las oscuras carreteras, con los temores a las culebras y, en especial las vicisitudes que implicaba el paso por El Cerrito de Piedra que no había perdido su fama de sitio de aparición del hombre sin cabeza.

UN HOMICIDA VA AL CINE

En un verano de 1959 volvíamos de paseo de Tolú. El camino, como siempre en verano, estaba arenoso y en la primera etapa ya habíamos quedado atascados dos veces. Después de la segunda varada seguimos unos pocos kilómetros sin percances y fue entonces cuando apareció en la vía un caminante solitario. El hombre, desconocido y extraño en la región, era un joven de unos 25 años, complexión delgada, camisa azul a cuadros y pantalón gris. Era realmente raro encontrar personas desconocidas en Coveñas y más aun en tránsito por tan poco concurrida y dificultosa vía, por la cual no había transporte público; de manera que lo menos que podía hacer quien transitara en vehículo por allí era prestarle el servicio de llevar a quien encontrara. Eso hizo que recogiéramos al viajero. Además, podía ser de ayuda llevar una fuerza adicional para desenterrar el carro si se atascaba. Lo recogimos y subió a la parte trasera del carro, junto a nosotros, que para entonces éramos preadolescentes.

Le preguntamos hacia dónde iba, ― ¡a Coveñas!, contestó casi bruscamente ―, y permaneció en silencio el resto del viaje que también transcurrió sin mas atascadas. Al llegar a Coveñas pidió que lo dejáramos en la intersección de las vías a la entrada del campamento. Dio las gracias y nos alejamos sin comentarios sobre el inesperado pasajero.

Tan pronto llegamos a casa dejamos las cosas que traíamos y nos dispusimos a salir nuevamente. Era día de cine. Teníamos la costumbre de ver las películas desde el carro y quedarnos sentados en la comodidad de sus sillas a la izquierda y en la parte superior del recinto. Nadie nos interrumpía y permitía a mamá ejercer varios controles: uno, el mas importante, era el indicarnos que cerráramos los ojos o que miráramos para atrás cuando aparecía María Antonieta Pons bailando, al decir de la época, de manera “vulgar” y con vestidos de baño enterizos ajustados, nada demostrativos, pero de ninguna manera "aptos" para nuestros ojos.

Ocasionalmente otras personas asistían en vehículos que estacionaban en la parte frontal, se bajaban y se sentaban o se quedaban de pié. Ese día estaba en cine el recién nombrado capitán de la Aduana de Coveñas. Se encontraba entre las pocas personas que estaban de pie en la primera grada, en la parte superior de la instalación.

Mientras veíamos el inicio de la película se produjo un alboroto, con gritos y forcejeo en la primera grada, dónde estaba el capitán. Un individuo se había acercado a él y lo había acuchillado. El sujeto fue rápidamente capturado y el capitán llevado al hospital para curarlo. Al perecer la herida no fue muy importante pero el cuchillo que usó el atacante era de grandes dimensiones y pudo haberle

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hecho mayor daño. Todos se preguntaban entonces quién era el agresor y de dónde había salido, ya que era un extraño en Coveñas.

Con la curiosidad esperada en una situación tan inusual en una comunidad en la que la violencia era exótica, papá fue también a ver quien era el individuo.

¡El pasajero que recogimos en el camino!.

Viajó silencioso con nosotros en silencio, rumiando su plan, con el único propósito de llegar a Coveñas para atacar al capitán, por razones que nunca conocimos y durante el viaje llevaba, junto con su intención asesina, el arma que utilizó y que nunca le vimos, pero que nos conmocionó por el gran riesgo al que estuvimos expuestos al recoger al pasajero homicida del cine.

4.4.8 CLUBES Y ACTIVIDADES DEPORTIVAS

Los clubes en Coveñas llegaron con la Colombia Products Co., y muy seguramente fueron los extranjeros quienes promovieron y establecieron la idea de tales establecimientos en las empresas y en las ciudades colombianas. Entre las instalaciones de la Colombia Products Co. el Club estaba considerado desde el comienzo de sus actividades. Fue una de las edificaciones de madera construidas en la zona de casas de familias, de solteros y de oficinas de esa empresa.

Figura 189. Grupo de empleados de la Sagoc y funcionarios de empresas contratistas con sus esposas con ocasión de una reunión de navidad en el club de la Sagoc, recién instalada

en Coveñas. 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

En la fotografía anterior aparece un numeroso grupo de directivos, empleados y sus esposas en 1939, frente a las instalaciones de la Sagoc. Al fondo se observa el tanque de agua. Esta imagen proviene de uno de los informes de Cornelissen & Salzedo y se encuentra la siguiente leyenda:

“Día de navidad en 1939 en Coveñas, Colombia. Esta foto fue tomada después de una agradable cena de navidad que fue posible por [cortesía de] Mr. C. S. Atwell (Gerente de Colpet-Sagoc), quien envió los suministros

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desde Barranquilla por avión. (Pavo y aderezos, pastel de carne picada y frutas, pastel de calabaza, budín de ciruelas, dulces de Navidad, manzanas importadas, naranjas y nueces mixtas, y todo el resto de elementos).

En la foto aparecen, leyendo de izquierda a derecha las siguientes personas: T.J. Butler (Gerente de Cornelissen y Salzedo), Mr. Whiteside (Sagoc), Pieter Molinar (C&S), L.C. Cardwell (Engineeer’s Ltd.), Charles Hughes (Sagoc), J.M. Arrázola (Sagoc), Mr. Mead (Sagoc), T.L. Gore (Petroleum Iron works), G.L. Ellerby (P.W.I), Mrs. G.L. Ellerby, Mrs. T.J. Butler, Julio Borda (C&S), Mrs. L.C. Ellerby, Mrs. J.E. Beck, Mr. J.E. Beck (P.W.I), Glen Harshman (Sagoc), James Collins (Sagoc), Rex R. Tabor (P.W.I.), Mrs. R.R. Tabor, O.J. Johnson (P.W.I), Mr. S.M. Gillette (C&S), Mr. Mandell Sagoc), M.M. Palacio Bula (C&S)”. 195

La edificación del Club de los empleados de la Colombia Products Co. continuó sirviendo para los mismos menesteres durante muchos de los años de existencia de la Sagoc. En el club, que estaba situado en el barrio de arriba, se celebraban frecuentes reuniones sociales de los empleados directivos de la Sagoc, fiestas de quince años, cumpleaños y agasajos.

Figura 190. Club de empleados directivos de la Colombia Products Co. y de la Sagoc. Coveñas, 1920

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Cuando llegó la Sagoc se remodeló también el club como sitio de esparcimiento y diversión de los empleados y sus familias y, sin duda, de juegos de cartas, billar, y tertulias verperales y nocturnas al calor de los tragos en el correspondiente bar.

El Club, como las otras edificaciones de madera y a pesar de las exhaustivas reparaciones realizadas en 1939, fue finalmente invadido nuevamente por el comején y, a fines de la década del 50 debió ser demolido.

Así, entre 1964 y 1965 la Sagoc trajo al ingeniero César Mariano Meléndez para hacer un nuevo club para directivos en el barrio de “arriba”. Ya terminado fue una hermosa edificación con salón central de reuniones, donde se proyectaban las

195 INFORME de Cornelissen & Salzedo. Julio 31 de 1939.

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mismas películas que en el cine del campamento de obreros; tenía habitaciones para los empleados solteros, cocina, lavandería y su correspondiente e infaltable bar.

La edificación fue construida entre el hospital (al norte) y las nuevas casas de mampostería para directivos (al sur) y estaba custodiado por una manada de gansos blancos que, con su peculiar andar rondaban por los alrededores de la cocina emitiendo estridentes graznidos tan pronto detectaban la proximidad de cualquier animal o persona cerca al Club; y perseguían a todo quien osara acercarse a la edificación. Ese club es el mismo que utiliza la Armada Nacional en su Base de Coveñas para los oficiales.

Figura 191. Aspecto del nuevo club de empleados directivos de la Sagoc. Coveñas, 1962

Figura 192. Los gansos custodios del club de empleados directivos de la Sagoc y una dama no

identificada. Coveñas, alrededor de 1965

Foto por cortesía de Raquel Romero Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón.En el campamento de los obreros, al final y hacia el Oriente de la fila sur de casas, la Sagoc también construyó un club. La edificación, que aún debe perdurar, es una estructura muy amplia con dos salones, uno para el bar y las mesas de billar y billarpool y otro con mesas y sillas para las tertulias y el consumo siempre generoso de licores, especialmente cerveza, a la que eran especialmente adeptos los trabajadores al final de su jornada de trabajo. Así que el club era fundamentalmente un bar que siempre tenía la música a un volumen altísimo, olía a cerveza y a orines. Era la época en que el paquete de cigarrillos Pielroja costaban cincuenta centavos y había billetes de esa denominación que tenían la imagen del presidente Alberto Lleras Camargo.

Así como mantenía la escuela con toda su dotación, la Sagoc patrocinaba el equipo de béisbol que llevaría su mismo nombre. Este equipo fue famoso por la alta calidad de sus jugadores que se batían en franca lid con las selecciones de béisbol de Bolívar; obtuvo los títulos de campeón local, subcampeón departamental y, en un torneo internacional, el campeonato frente a varios equipos nacionales y una novena venezolana. Varios de sus jugadores (Henry Ward, Antonio Bello y Félix Peralta) formaron parte de equipos de primera categoría y Martín Eloy Austin, segunda base y cuarto bate, que comenzó su carrera deportiva a los nueve años, fue integrante de la selección nacional de béisbol consagrada como campeona mundial de la especialidad.

Figura 193. Equipo Béisbol Sagoc, antes de 1965

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Foto tomada de: Equipo de Sagoc entre los pioneros del Béisbol. En: Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 18, (Mayo de 1965), p. 6, c. 1-2.

En la fotografía de la Figura anterior aparecen, sentados de derecha a izquierda: Eloy Ronquillo, director de deportes en Colpet-Sagoc; Félix Peralta, pitcher; Alfonso Mercado, primera base; Camilo García, catcher; Emiro Angarita, catcher; José A. Carta, 2a base; Osvaldo Polo, mascota. De pie, en el mismo orden: Gabriel Granados, reportero gráfico; Ricardo Hawkins, jardinero derecho; Henry Ward, center field; Martín Eloy Austin, segunda base; José Pereira, primera base; Néstor Carta, pitcher; Antonio Bello, tercera base; José Medina, pitcher; Hilario González, tercera base; Ignacio Magallanes, entrenador; Andrés Picot, presidente del equipo. También están las madrinas del equipo, señoritas Genoveva Audivet, Margarita Flórez y Edna Austin.

HENRY WARD. PELOTERO DE EXCEPCIÓN.

Henry Ward padre fue reconocido como experto piloto de la lancha Coveñas de la Sagoc, que trajinaba en el proceso de atraque de buques, traslado de empleados entre el muelle y los buques, en los viajes requeridos para las operaciones portuarias en Coveñas y en el traslado de los trabajadores que vivían en Tolú y que en los fines de semana (sábados al medio día, porque se trabajaba hasta el medio día del sábado), cuando regresaban a su residencia familiar en Tolú y cuando volvían a Coveñas en la madrugada del lunes para reiniciar la semana laboral. Henry Ward hijo fue formado para el trabajo con el ejemplo de su padre. También trabajó en la Sagoc específicamente en la operación del remolcador Isla Fuerte, que era el remolcador mas grande y poderoso en Coveñas y que realizaba el proceso de atraque de buques, con la ardua movilización que exigía la delicada operación; hacía el traslado de los empleados entre el muelle y los buques y actuaba en el movimiento de todo lo relacionado con las operaciones portuarias de la Sagoc Coveñas.

Figura 194. Henry Ward, hijo. Coveñas, 2008 Figura 195. Henry Ward y cuatro de sus hijos.

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Coveñas.

Foto por cortesía de Raquel Romero Foto por cortesía de Álvaro Guarín

Henry también ha forjado su familia en la dedicación al trabajo honesto y en el aporte a la construcción de la comunidad de Coveñas. Actuando como Center Field del equipo de Sagoc, Henry participó con lujo de desempeño en diversos encuentros beisboleros en eventos internacionales. En el 2008, en el disfrute de su jubilación, fue objeto de un merecido homenaje por parte de la municipalidad y la sociedad coveñera a quien ha dejado en alto en su meritoria vida.

4.4.9 LAVANDERÍA

El edificio de madera que había sido utilizado como cocina para el Hospital sería la LAVANDERÍA de la Sagoc. Allí se situó la máquina de lavado “traída del Packing House”. Es una muestra adicional sobre la conservación que se dio a los diversos equipos, mobiliario y elementos que no fueron presa de los vándalos y que se encontraban en Rancho Grande durante el período de receso o parálisis de las operaciones entre 1925 y 1938. La máquina de lavado y la mesa de planchado, esta con grandes rodillos, que la Colombia Products Co. había importado desde 1919, finalmente vendrían a cumplir su cometido en 1939, veinte años después. La lavandería funcionó en ese sitio durante muchos años procesando la lencería del hospital, del hotel, del club, de las instalaciones recreativas comunes y de los directivos solteros; mas tarde se instalaron sistemas individuales con máquinas lavadoras y secadoras en el hospital, en el nuevo casino que reemplazó al antiguo club y en cada una de las casas de los directivos, con lo que se hizo innecesaria la lavandería central. Pero la lencería y ropa propias de las instalaciones de la empresa la siguió lavando y planchando la señora Minerva Prioló en el nuevo Hospital y en el casino.

4.4.10 EL HOTEL-COMEDOR

El HOTEL-COMEDOR de la Colombia Products Co. se constituiría en la casa de huéspedes u hotel de la Sagoc en los primeros años de su funcionamiento. Además, allí vivían y recibían la alimentación los empleados solteros del nivel directivo de oficinas y administrativo, quienes tenían confortables habitaciones en esta edificación.

Figura 196. Hotel y comedor de madera para los funcionarios directivos. Coveñas, 1939

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Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

La cocina estaba destinada para la preparación de los alimentos requeridos para los enfermos hospitalizados y para los funcionarios solteros del nivel administrativo que vivían en el hotel y era costeada íntegramente por la empresa. Esta edificación estaba situada inmediatamente detrás del Hotel-Comedor. Allí se retiró la vieja estufa y se instaló una nueva cocina eléctrica, un calentador de agua; se cambió la ventilación del techo y se instaló un gran ventilador metálico de techo. Se construyeron los estantes, mesas, percha para los platos y las bandejas y se dejó la edificación en perfecto estado para la preparación de los alimentos.

Además de las anteriores refacciones se realizaron reparaciones diversas para dejar en condiciones habitables las llamadas “CASAS DE SOLTEROS” números 58, 59, 60 y 61; las “CASAS DE FAMILIAS” números 62, 63, 64 y 65. Estas últimas ocho edificaciones, sumadas a las estructuras del Hospital, Lavandería, Hotel-Comedor, Cocina y Club, completaban las trece edificaciones de madera que finalmente construyó la Colombia Products Co., para vivienda y servicios de sus empleados administrativos en lo que desde entonces fue conocido como el barrio de “arriba”.

En el plano de 1924 de la Colombia Products Co. figuran solo once edificaciones, por lo que se deduce que las otras dos se construyeron mas tarde y seguramente corresponden a: la LAVANDERÍA, que quedaba detrás del Hospital y era utilizada como cocina del mismo (que no figura en el plano) y la COCINA que se encontraba detrás del Hotel-Comedor, que tampoco figura en el plano.196

4.4.11 INSTALACIONES ELÉCTRICAS Y DE PLOMERÍA

La Sagoc también contrató los servicios de la GENERAL ELECTRIC INTERNATIONAL de los Estados Unidos para realizar todas las instalaciones eléctricas de las nuevas edificaciones y las reparaciones y reemplazos del cableado deteriorado y los nuevos tendidos eléctricos. Fue la primera (y tal vez única vez) que dicha empresa norteamericana llegara a Colombia para apersonarse de trabajos de tal naturaleza. Con esa empresa, además de los trabajadores norteamericanos, llegaron los elementos de esa marca (bombillos y lámparas, alambres, cables, tomacorrientes, switchs, tubería eléctrica para instalaciones sobrepuestas y exteriores en las casas de madera y en algunas de mampostería, faroles para el muelle y para las casas de la herradura, aislantes para el cableado en los postes de energía, guayas, tornillería

196 INFORME de Cornelissen & Salzedo de Junio 17 de 1939, ítems 12 a 19.

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abrazaderas) y toda la gama de finos productos que diseminaron en las instalaciones y que perduraron durante muchos años.

Para las edificaciones de madera la Colombia Products Co. había instalado una pequeña planta eléctrica que funcionaba con ACPM. Esta planta de energía se encontraba en el edificio N° 57, Casa de Solteros o mas bien Club, donde era utilizada como planta de emergencia ya que la energía eléctrica del complejo y de las áreas residenciales y de servicios provenía de las plantas generadoras movidas por vapor, situadas en el edificio contiguo al frigorífico de Rancho Grande. Continuó siendo planta de emergencia en los primeros años de la Sagoc, para estas áreas de las instalaciones.

La plomería de las instalaciones nuevas fue encargada también a un proveedor norteamericano: TOM GAVIN, empresa que llegó con sus técnicos y herramientas para instalar los equipos sanitarios de la misma marca que había instalado la Colombia Products Co.: Standard, norteamericana. Tubería de hierro galvanizado, de uso para la época, fue importada de los Estados Unidos para las instalaciones sanitarias de las nuevas casas y la refacción de las deterioradas en las casas de madera y en Rancho Grande.

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