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Otra vez domingo Otra vez domingo Francisco García Pavón Francisco García Pavón Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura EL GRITO EL GRITO EL GRITO EL GRITO EL GRITO EL GRITO EL GRITO EL GRITO EL GRITO EL GRITO EL GRITO EL GRITO Temporada 7 / MARZO 2010. Número 105 http://clubelgrito.blogspot.com http://red.clubelgrito.com

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Otra vez domingo Otra vez domingo Francisco García PavónFrancisco García Pavón

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Añil: Cuadernos de Castilla - La Mancha, ISSN 1133-2263, Nº 13, 1997 , pags. 14-16

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P linio, como personaje, aunque con matices, cumple una de las máximas de la novela negra europea: el protagonista no es un detective sino un policía. Ya

que Plinio, como escribí líneas arriba, es JGMT, con unifor-me incluido. Los matices vienen personificados en su ami-go del alma y compañero de "pesquisiciones": don Lotario, ese veterinario que trabaja poco porque "pasa de rentas" y que sirve de soporte a Manuel González en todas sus inves-tigaciones. Diríamos, pues, que sería la parte civil del negocio. En ‘Otra vez domingo’, por cierto, don Lotario ya no lleva el Seiscientos de anteriores no-velas. Ahora conduce otro co-che mítico de la factoría SEAT: el Ochocientos cincuenta. Este singular veterinario no llega a asumir el papel que, por ejem-plo, Sir Arthur Conan Doyle le asignó a Watson para con Sher-lock Holmes. Pero no le falta mucho, con el añadido de las gotas de humor que la relación de esta pareja de hecho destila en cada novela, unas gotas que redondean el buen saber hacer policial del escritor manchego en esta serie. La única cosa ex-traña que rodea a nuestro héroe es su intemporalidad. Sabido es que Plinio comenzó sus andan-zas en la Dictadura de Primo de Rivera y, sin embargo, sus in-tervenciones se demoran hasta casi la llegada de la democra-cia. Más de cincuenta años en activo. Mucho tiempo de servicio me parece aunque, perso-nalmente, no me importa.

‘Otra vez domingo’ es un caso mudo. Lo dice el propio Ma-nuel González: "Este va a ser el caso mudo. Ni el médico hablaba, para empezar, ni su hermana habla, ni su amigo tiene qué decir, ni yo puedo hablar para no caer en la falta. Es el caso mudo". Y es que esta aventura va de la desapari-ción de un médico de Tomelloso, soltero pero que "miraba mucho de reojo" a las mujeres, al que nadie ha visto desde unas fechas atrás. Un médico de pacíficas y discretas cos-tumbres que se ha volatilizado así, sin más. Y, a pesar de que Plinio orquesta un bando ("... a toda persona que viese al doctor Antonio Barandiarán ...") para solicitar la colabo-ración de la ciudadanía, no hay quien diga esta boca es mía, quien aporte pistas, quien encienda una luz. Y el bueno del galeno sin aparecer. A todo esto, para complicar el asunto, por las noches en el cementerio municipal se escucha Radio Pirenaica, emisora clandestina y prohibida donde las hubie-re.

La estructura de ‘Otra vez domingo’ es sencilla. García Pa-vón parte de cero y edifica el misterio paulatinamente, con calma y sosiego, a la tomellosera, alimentado con tacos de

jamón, queso y chatos de vino. Es como un Mecano. El es-critor abre la caja, saca las piezas, construye la trama poco a poco y encaja cada trozo en su sitio. Una vez coronado el montaje, el entramado se va abriendo, las piezas son des-montadas y regresan a la caja por el mismo orden en el que la abandonaron, lentamente también, con caldos liados in-cluidos. El Mecano está ahora desunido y colocado en su caja, el lugar de donde partió el misterio y también su solu-

ción. Y es que García Pavón no sólo es llano y sencillo en su len-guaje preñado de localismos (benditos localismos: puñeto por puñeta, simplá por simpleza, quedar vencío por estar traspues-to o pesá por pesada), sino tam-bién en el planteamiento de sus casos y, por supuesto, en su solu-ción. Abundando en esto de los localismos, nos enteramos que en Tomelloso existe, además del enterrador, persona que da sepul-tura a los muertos, el entierrista, es decir, un sujeto que asiste a todos los sepelios para atenuar la fría soledad de la ausencia. Lo que llamaríamos un profesional de las pompas fúnebres, un testi-go oficial o un "consolador so-cial", tal vez una versión primiti-va del apoyo psicológico que se ofrece ahora a los deudos.

Dos apuntes más para cerrar este ‘Otra vez domingo’. El primero es que la acción transcurre du-rante el tiempo que Franco ago-

nizaba y a Plinio alguien "de arriba", algún mandamás, le ha prohibido meter las narices en los casos de asesinato. Lo suyo, según órdenes "de la Superioridad", es ocuparse en organizar y cuidar el tráfico del pueblo y otros cometidos propios de las antiguas policías municipales. Sin embargo, el inspector Mansilla de la policía nacional, llegado del ve-cino pueblo de Alcázar para investigar la desaparición, es el primero que solicita su colaboración para resolver el caso. En el propio Tomelloso circulan rumores y existe una espe-cie de sublevación popular, si podemos aplicar este término a los años en que transcurre la acción, para restituir a Plinio, alias Manuel González, a esas actividades policiales de ma-yor fuste de las que ha sido relevado. De hecho, las lenguas hablan de que el culpable es el nuevo gobernador civil que ha llegado a la provincia. En segundo y último lugar, hay que señalar que la mujer de Plinio y su hija Alfonsa ocupan un papel mucho más secundario en ‘Otra vez domingo’ que en precedentes entregas. Motivo: sencillo, muy sencillo: la Alfonsa, la niña de los ojos del JGMT, que ya acumula treinta primaveras en sus carnes todavía prietas, va a contra-er matrimonio y madre e hija andan metidas de lleno en los avatares organizativos del evento nupcial. Así que esta no-vela, este ‘Otra vez domingo’ se lo come entero Manuel

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González, alias Plinio, como protagonista absoluto auxi-liado por su fiel don Lotario.

En fin que los herederos legales del bueno de Francisco García Pavón sigan por la senda iniciada y autoricen o promuevan la publicación de las novelas que faltan de Plinio. Será una manera de recordar el magnífico escri-tor que era García Pavón y de rescatarle del injusto olvi-do al que parece relegado, no sé muy bien por qué extra-ña razón. Tal vez las propias palabras del autor manche-go, en una entrevista que concedió al periódico EL PAÍS allá por el año 1979, puedan aclarar un poco las cosas: "La verdad es que yo, que soy hombre independiente, de familia liberal, republicana, nunca podía estar cerca de la situación política, y no por ser perseguido ni nada: sim-plemente, ellos no me iban y yo no les iba a ellos. Creo que nunca fui bien visto. Y en el reemplazo, como no soy político, me he quedado un poco como un hombre de otro tiempo. Ha habido gente, mucha, que se ha aso-mado al escaparate de la nueva situación. Yo no. Aun-que creo que tengo detrás el sacrifico de toda la vida por la dictadura, no se me ocurrió presentarme a senador o apuntarme a un partido político. No lo digo como un mérito, sino, simplemente, como definición de mi mane-ra de ser".

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