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2 Tiempo y Escritura No.18 | Junio 2010 Tiempo y Escritura No.18 | Junio 2010 3

Artículos

Historia

Literatura

Reseña

José F. Elizondo y su percepción teatral de la Revolución Mexicana. El Caso de El Surco (1911) por Dr. Alejandro Ortiz Bullé Goyri

Frida Kahlo; la obra artística y la construcción personalpor Mtra. Connie Marchante Sáez

De la ironía a la historia alterna: Los relámpagos de agostopor Mtro. Alfredo Moreno Flores

Fernández de Lizardi 200 años después: La Vigencia del Periquillo Sarnientopor Mtro. Miguel Ángel Flores

La Escritura Secreta de las Mujeres Chinaspor Dra. Ana María Peppino Barale

El Tren de la Memoriapor Dra. Guadalupe Ríos de la Torre

“Los Otros” y sus Imágenes en la Prensa Sensacionalista en los Inicios del Siglo XX Mexicanopor Dra. Marcela Suárez Escobar

El Vasto Pensamiento del Conde De Aranda (Su dictamen reservado a Carlos III tras la independencia de las colonias inglesas en América)por Dr. Oscar Mata Juarez

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De la Ironía a la Historia Alterna: Los Relámpagos de AgostoMtro. Alfredo Moreno FloresUniversidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco

la versión fílmica de Los Relámpagos de Agosto.1

Regresando de la breve digresión, es necesario mencionar que el halo de poder (castrense) necesario al caudillo -y que parece emanar de él- ha sido pocas veces tan inherente a alguien como fue en el caso de Álvaro Obregón (enemigo de Huerta, aliado de Carranza, vencedor, entre otros, de Villa y superviviente de la lucha de facciones); pocos podrían reclamar tal título; incluso su muerte fue el acontecimiento que definió las reglas del juego político en la era de la posrevolución.2 En lo referente al discurso histórico, existen un gran cantidad de textos que analizan ese periodo de nuestra historia con profundidad de los cuales sólo mencionaremos un par que nos sirven de apoyo en este trabajo: El minimato presidencial: historia política del maximato de Tzevi Medin y La Revolución en Crisis. La aventura del maximato de Arnaldo Córdova.

Con lo anterior, ha quedado claro que tanto en la historia como en la literatura personajes con aspiraciones a caudillo han aparecido entre los distintos grupos surgidos a partir del inicio de la Revolución

Quiero que sepas que dejamos de ser amigos, y que nunca jamás te seguiré… jamás vuelvas a contar conmigo y todo eso que me has

dicho de SUFRAGIO EFECTIVO, NO REELECCIÓN en los tiempos que

estamos viviendo es contradictorio y pendejo, pues a Carranza lo

tumbamos por una revolución que él provocó, pero al fin y al cabo lo

tumbamos por las armas.

Memorias, Gonzalo N. Santos.

A MAnerA de preFAcio

El tema del caudillo o del caudillismo, especialmente del emanado por triunfo de la Revolución de 1910, es recurrente en obras literarias que se han convertido en paradigmáticas. Así encontramos, por ejemplo, Los caciques de Mariano Azuela, La sombra del Caudillo de Martin Luis Guzmán, Pedro Páramo de Juan Rulfo, Arráncame la vida de Ángeles Mastreta y la que especialmente nos ocupa: Los relámpagos de agosto de Jorge Ibargüengoitia. Algunas de estas novelas han sido llevadas al cine con éxito y parece que hoy disfrutamos sin culpa nuestro pasado “bronco” que por momentos parece lejano. Por cierto, y pese a que escritores reconocidos han ponderado su valor literario y potencialidades de mercado, aun no hay fecha cierta para apreciar

1 Enrique Serna, “La iletrada familia del cine” en Letras Libres, mayo de 2002, p. 70

2 En Arnaldo Córdova, “El nuevo liderazgo de la Revolución” en La Revolución en crisis la aventura del maximato, 1999, pp. 23-44.

A través de esta publicación semestral, Tiempo y Escritura celebra los centenarios –Independencia y Revolución- con fotografías y textos que, en conjunto pretenden destacar las fiestas como el momento de lucimiento y gloria que antecedió los años de cambio, violento y radical. Pocas naciones pueden tener una experiencia de tal rompimiento. Del reconocimiento y ganas de permanencia al cambio violento. Costumbres, seguridades, nombres y hombres, todo en fin, al filo de la tormenta, en la gran fiesta, estaba por cambiar.

Todo lo que siguió fue la historia que hoy nos conforma. Cien años después recordamos una fiesta que poco duró porque a muchos de los invitados del pueblo, en los hechos de la vida real, los dejó afuera, muy afuera. Ese es el recuerdo y quizá esa sea la principal enseñanza de unos festejos que cien años después se repiten con menos brillantez, con menos paz y con profundas contradicciones.

Este número inicial es, expresémoslo así, es el primer grito de nuestra propia celebración.

Tiempo y Escritura: Revista Electrónica

Guadalupe Ríos de la Torre

Editorial

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de lo escrito, está sobre aviso, abre su ojo crítico y exige, si no un discurso verdadero comparable al de un tratado de física, al menos un discurso plausible, admisible, probable y, en todo caso, honesto y verídico.6

Además, el mundo narrado (diegético) se vuelve inteligible para los lectores porque parece lineal, y como señala Ricoeur, somos capaces de seguir un relato desde el inicio y hasta su desenlace.7 En lo que respecta a la ficcionalización de la historia y a la historización de la ficción como posibilidades, una perspectiva clave viene de la poética a la historia que ha desarrollado Hayden White, el cual ha señalado que el historiador (especialmente, aunque no sólo, el del siglo XIX) muestra su talento organizativo en la selección de los materiales para construir una narración como lo haría un escritor de ficción:

Los acontecimientos son incorporados en un relato [histórico] mediante la supresión y subordinación de algunos de ellos y el énfasis en otros,

la caracterización, la repetición de motivos, la variación del tono y el punto de vista, las estrategias descriptivas alternativas y similares; en suma, mediante todas las técnicas que normalmente esperaríamos encontrar en el tramado de una novela o una obra.8

De lo anterior surge un primer punto que nos puede ayudar en nuestra lectura literaria/historiográfica de una novela que desacraliza a todo un grupo que habían creado un halo de “pureza” ideológica alrededor de la Revolución Mexicana (especialmente en la denominada Novela de la Revolución) como es Los relámpagos de agosto; la cual se desarrolla, como toda novela de pretensiones críticas e históricas, entre lo real y lo ficticio para dar cuenta del conflicto generado por el vacío del poder presidencial en el México posrevolucionario y cercano al inicio del “maximato”,9 desde una visión individual a través de un tono muy utilizado en el periodo: el autobiográfico.10

Jorge Ibargüengoitia utiliza las “memorias” de un supuesto general de división (José Guadalupe Arroyo) del cual nunca sabemos cómo se las hace llegar, para contarnos una novela que se desarrolla durante los

6 Paul Ricoeur, “La representación historiadora” en La memoria, la historia y el olvido, 2003, p. 348.

7 “El hecho de seguir una historia, consiguientemente, consiste en comprender las acciones, los pensamientos y los sentimientos que se suceden en una dirección concreta (directedness). Lo cual puede entenderse del siguiente modo: el desarrollo de la historia nos impele a seguir hacia adelante y respondemos a dicho impulso creándonos expectativas sobre el comienzo y el final de todo el proceso. En este sentido, el “final” de la historia es el polo de todo el proceso”. Paul Ricoeur, “Función narrativa y experiencia humana del tiempo” en Historia y Narratividad, 1999, pp. 186 y 192.

8 Hayden White, El texto histórico como artefacto literario, 1992, p. 113.

9 Es fácil identificar a algunos de los personajes: Obregón (Marcos González), Calles (Vidal Sánchez), Emilio Portes Gil (Eulalio Pérez H.) y a muchos otros actores de ese periodo histórico.

10 Ver de Antonio Castro Leal: “Introducción” en La novela de la Revolución Mexicana, Tomo I 1960, pp. 25 y ss.

Mexicana. El caudillo es sinónimo de poder al más alto nivel, a pesar de que la acepción de la palabra no tiene un origen de tan altas aspiraciones.3 Sin embargo, la fuerza de nuestra violenta historia y los hechos le han dado un sentido social en el cual se le asocia con liderazgo, corrupción e impunidad.

Por otro lado, hay que señalar que siempre rodean al caudillo aquellos que lo emulan, envidian y obedecen: los caciques, que al no haber sino un solo puesto que ocupe el liderazgo nacional luchan con fiereza por ocupar los de “segunda fila” y crean cotos de poder regionales. Asimismo, la figura permea instituciones que se consolidaban en aquel periodo como el Ejército o el Partido hegemónico. Los caciques son personajes sin los cuales no se entiende nuestro régimen político. Éstos no son simples “segundones”, son la parte que coadyuva al poder y proporcionan la dosis de adulación que es necesaria a la personalidad del caudillo. Además, uno de ellos es figura central en la narrativa de Los relámpagos de agosto.

Imagen tomada de: www.abretelibro.com

entre historiA y Ficción

Como parte medular de las pretensiones de este ensayo, conviene recordar que en el prefacio a la segunda edición de Los muros de agua, José Revueltas señalaba en 1961 que la labor primordial del escritor es darle coherencia a los hechos -debido a que la realidad “siempre resulta un poco más fantástica que la literatura”- y así poder presentarlos de manera verosímil al lector,4 punto de vista que resalta, pero no es incompatible con un escritor que se consideraba asimismo como “marxista-leninista”.5 Sin embargo, lo destacable es señalar que la labor del escritor de ficción se asemeja a la del historiador, la cual es sostenida por diferentes posturas hermenéutico-históricas, ya que, al leer historia, también se sigue una trama que el historiador crea al estructurar su narración, aunque el “pacto de lectura” es diferente en cada caso:

Al abrir una novela, el lector se dispone a entrar a un universo irreal […] con gusto suspende su recelo, su incredulidad, y acepta seguir el juego del como sí –como si esas cosas narradas hubieran sucedido-. Al abrir un libro de historia, el lector espera entrar, guiado por la solidez de los archivos, en un mundo de acontecimientos que sucedieron realmente. Además, al pasar el umbral

3 “Caudillo: En las estancias de ganado, el segundo jefe, inferior solamente al caporal”. En Francisco J. Santamaría, Diccionario de Mejicanismos, 2005, p. 230.

4 José Revueltas, “A propósito de los muros de agua”, en Los Muros de agua, 2000, p. 10.

5 Ibid., p. 20.

Mtro. Alfredo Moreno Flores

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alumno del, también dramaturgo, Rodolfo Usigli señalaba que los desaires y críticas que le hizo éste fueron el detonante para que dejara el teatro y se concentrara en la novela.13

Imagen tomada de la página del Festival Internacional Cervantino, pro (FIC 2008).

http://www.festivalcervantino.gob.mx/fic08/

Hoy se considera como parte fundamental de la obra narrativa de Ibargüengoitia su manejo del humor y de la ironía. Parece que esos dos elementos mezclados son el coctel que hace adictiva la lectura de sus novelas. Incluso los especialistas en literatura mexicana lo señalan:

Ibargüengoitia es en su arte antes que nada una voz fascinante que nos hace

adictos a su omnipotente capacidad de scherzo, de burla. Buscamos a la persona, queremos oírlo hablar, opinar, verlo observar indignado, y no nos cansamos de su humor, lucidez, sinceridad e infinita capacidad de sarcasmo.14

Sin embargo, la carcajada inesperada no es lo que desde el punto de vista historiográfico revaloriza una novela como Los relámpagos de agosto. Lo que descubre esa fina ironía es una historia paralela a otra, de inspiración realista, que diferentes autores han llenado de solemnidad o respeto como fue el caso de la mencionada La sombra del caudillo. En ésta, la Revolución y sus ideales no son puestos en tela de juicio en ningún momento, por el contrario, parece que la disfuncionalidad no es efecto de la lucha ni de sus ideales, es resultado de la acumulación del poder en un solo hombre: el caudillo que no puede vencer sus ansias de perpetuarse en la presidencia a través de la elección y apoyo, no al mejor candidato, sino al más manejable.

No es extraño que Ibargüengoitia escogiera el formato de “memorias” si consideramos todo el cúmulo de testimoniales que protagonistas directos e indirectos han dejado plasmados tanto en la narrativa literaria como en la histórica. Un estilo literario que no sólo fue un acierto y decisión calculada por Ibargüengoitia, sino uno que hoy juzgamos como “demasiado” parecido a la realidad si se comparan, por ejemplo, con las “Memorias” de Gonzalo N. Santos, cacique de la Revolución y al que

13 “El atentado me dejó dos beneficios: me cerró las puertas del teatro y me abrió las de la novela. Al documentarme para escribir esta obra encontré un material que me hizo concebir la idea de escribir una novela sobre la última parte de la Revolución Mexicana basándome en una forma que fue común en esa época en México: las memorias de un general revolucionario”.

clublectores.com/biografias/ibarguen.htm

14 Hugo Hiriart, ”Diario Infinitesimal” en Letras Libres, 2008, p. 100.

primeros años de la institucionalización de los preceptos políticos emanados de la Revolución –entre 1928 y 1929- y lo hace con un estilo que no sólo oculta de manera deliberada a los posibles personajes históricos en los que se pudo haber basado para crear su contraparte literaria, también nos da una visión del juego de la política mexicana con toda su crudeza y prácticas muy particulares que igual muestran la nula preparación de los dirigentes, así como el cinismo de los diferentes caciques (siempre aspirantes a caudillos y siempre subordinados de éste) que existieron en aquel periodo. Lo que resalta es esa falta tanto de solemnidad y el toque de mordacidad que llega hasta lo cómico, lo que hace a la novela no sólo un fresco del pasado sino un cuadro demasiado familiar para el lector del momento de la publicación (1964), y para el de hoy, ya que hace a la novela de cierta forma ahistórica o atemporal para desgracia de nuestra sociedad.

entre novelAs, visiones y MeMoriAs

La crítica es el elemento que hermana a Los relámpagos de agosto con otra novela que igualmente da cuenta, en 1929, del inicio del maximato: La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán. Ambos textos literarios mantienen un sentido crítico, pero la que hace Guzmán está acotada al desempeño de la clase política surgida del triunfo de las armas constitucionalistas que bajo el liderazgo de Venustiano Carranza se afianzaron en el poder y en la presidencia de la república que posteriormente detentarían, primero, Álvaro Obregón, después, Plutarco Elías Calles en aquellos

años que van de 1920 a 1928 y que culminaron con el asesinato de Obregón por vía de un fanático católico. Este último hecho derivaría en la reconfiguración de los endebles equilibrios de los diversos grupos políticos en pugna, que resultó en el debilitamiento de organizaciones obreras como la CROM, pero que trajo la institucionalización y unión de los diferentes grupos revolucionarios, así como la legitimación del acceso a la presidencia de la república a través del nuevo PNR creado bajo el dominio de Calles y que sería parte de los logros del denominado “maximato”.11 En cambio, la narración tragicómica que nos entrega Ibargüengoitia no tiene como blanco a un personaje en especial, el escritor guanajuatense critica a toda la clase política mexicana que se sentía heredera del movimiento iniciado por Madero.

Por otro lado, y si queremos buscar un claro antecedente a Los relámpagos de agosto lo podemos encontrar en una obra teatral del propio Ibargüengoitia que retomaba el asesinato de Obregón un par de años antes.12 El cambio de la dramaturgia a la novela por parte de Ibargüengoitia lo explica el poco éxito de sus puestas en escena. De hecho, el ex

11 Ver de Tzvi Medin: “El legado revolucionario y la posibilidad histórica del obregonato” en El minimato presidencial: historia política del maximato (1928-1935), 1990, pp. 16-28.

12 En 1963 recibió el premio “Casa de las Américas”. El atentado basada en el asesinato de Obregón sería un preámbulo de Los relámpagos de agosto publicada en 1965.

Mtro. Alfredo Moreno Flores

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en otra novela de tono autobiográfico de Martín Luis Guzmán (El águila y la serpiente) en el que utiliza sus propias memorias para narrar sus andanzas durante la Revolución, ahí el tono es así:

La perspectiva de sumarse al séquito del Primer Jefe no me agradaba de ningún modo. Cerca de don Venustiano florecían viciosamente la intriga y la adulación más bajas […] Y si bien es verdad que en ese ambiente nauseabundo se purificaban a ratos con la presencia de hombres estimables…a la postre prevalecía la mala atmósfera o se espesaba lo bastante para que sintiera uno repugnancia y ganas de huir. Los hombres sinceros, los decididos a llamar las cosas por su nombre, no tenían nada que hacer en el ámbito estrechamente carrancista.20

El tono, pese a ser crítico, no raya en el cinismo presente en las “memorias” del personaje central en la novela de Ibargüengoitia: José Guadalupe Arroyo:

¿Por qué de entre tantos generales que habíamos entonces en el Ejército Nacional había González [el presidente electo] de escogerme a mí para Secretario Particular? Muy sencillo, por mis méritos, como antes dije, y además porque me debía dos favores. El primero era que cuando perdimos la batalla de Santa Fe, fue por culpa suya […] El otro favor me lo llevaré a la tumba. Volviendo al hilo de mi narración, diré pues, que festejé el nombramiento, aunque no con los desórdenes que después se me

atribuyeron. Eso sí, la champaña ha sido siempre una de mis debilidades, y no faltó en esa ocasión; pero si el diputado Solís balaceo al coronel Medina fue por una cuestión de celos a la que soy ajeno, y si la señorita Eulalia Arozamena saltó por la ventana desnuda, no fue porque yo la empujara, que más bien estaba tratando de detenerla.21

Es fácil entender el contraste en las dos novelas antes citadas, una tiende a lo testimonial y la otra a lo satírico. Sin embargo, parecería que Los relámpagos de agosto es una simple burla a los caudillos y caciques que se enquistaron el poder al triunfo de los ejércitos revolucionarios, pero por desgracia personajes como José Guadalupe Arroyo no están lejanos a caciques de carne y hueso como el antes mencionado Gonzalo N. Santos, al que incluso hoy le sirve como modelo a los que siguen interpretando a caciques en el cine.22

Santos de familia liberal y con antecedentes en la masonería, fue revolucionario, diputado varias ocasiones, miembro fundador del PNR y gobernador de San Luis Potosí de 1943 a 1949. Siempre ligado al poder y especialmente a algunos

20 Martín Luis Guzmán, El águila y la serpiente, 1960, p. 293.

Carlos Monsivais considera reconocible en personajes tanto de La sombra del Caudillo como de Los relámpagos de agosto.15

Imagen tomada de: www.articulo.mercadolibre.com.mx

Por otro lado, es necesario aclarar que la auto-biografía y las memorias son géneros cercanos y debido a esta proximidad, hay dificultades para encontrar diferencias entre ambos, sus fronteras que son “subjetivas y móviles”,16 ya que en los dos géneros la narración de lo vivido es llevada por alguien que cuenta su vida o experiencia. Sin embargo, la distinción radica en que mientras la autobiografía narra lo que se ha dicho acerca de lo que se ha hecho, las memorias dan cuenta de lo que se ha visto, hecho y conocido.17 Así entonces, en Los relámpagos de agosto Ibargüengoitia utiliza un recurso clásico en literatura: señala por medio del personaje principal, el general José Guadalupe Arroyo, que el texto es una obra autógrafa que sólo se ha escrito porque Arroyo ha sido “vilipendiado,

vituperado y condenado al ostracismo”.18 Es decir, el texto defiende pero es, al mismo tiempo, el otro lado de la historia; una lejana a la oficial; una que nos presenta el lado tosco, bronco no sólo de Arroyo, insisto, también nuestra el lado turbio y viciado de los políticos y sobre todo de las prácticas para acceder a los altos cuadros de la jerarquía revolucionaria.

Entonces, y retomando la lectura comparada de Los relámpagos de agosto de Jorge Ibargüengoitia con La sombra del Caudillo de Martín Luis Guzmán encontramos dos formas opuestas de criticar el lado obscuro de los líderes emanados de la Revolución. Las diferencias se originan, porque Martín Luis Guzmán fue parte de esos cuadros que lucharon en la Revolución y por ende perteneciente a esa generación que propició la caída del porfiriato y vivió el cambio que trajo dicho conflicto.19 En cambio, Ibargüengoitia pertenece a una nueva generación que no tiene lazos emocionales o ideológicos con el movimiento armado de 1910 lo que le permite mantener una distancia no sólo temporal sino una mirada severa; treinta años o una generación, era razón suficiente para parodiar al tótem ideológico del PRI. Un ejemplo que ilustra lo anterior, lo encontramos al comparar el tono presente

15 Carlos Monsivais, “La moral es un árbol que da moras” Un cacique: Gonzalo N. Santos en Letras Libres, diciembre de 2000, p. 27.

16 En George May, La autobiografía, 1982, p. 150. 17 Ibid., p. 144. 18 “Prólogo” a Los Relámpagos de agosto, 2003, p. 9. 19 En 1928 se publica la novela autobiográfica de

Guzmán: El águila y la serpiente que da cuenta de sus vivencias en la Revolución, por cierto a un año de la publicación, en 1929, de La sombra del caudillo.

Mtro. Alfredo Moreno Flores

21 Jorge Ibargüengoitia, Los relámpagos de agosto, 2003, p. 13.

22 En entrevista con el diario La Crónica (30/nov/2009) el actor Daniel Giménez Cacho, ha señalado que para su personaje (el general Andrés Asensio) de la versión fílmica de la novela de Ángeles Mastreta: Arráncame la vida, se basó en la lectura de las “memorias de Santos.

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que fue invisible a los protagonistas cuando lo vieron, y desconocido a sus contemporáneos antes que él lo revelara.25

Es decir, Ibargüengoitia señala en la novela que el tiempo narrativo se desarrolla entre 1928 y 1929, pero su forma de narrar encubriendo nombres y fechas en un momento que no parecería ser inevitable -pese al presidencialismo y la censura de 1964, y aparentando dar respuesta a un problema social: el exceso de generales en un momento en que éstos ya no eran necesarios- nos lleva a pensar que de manera consciente o inconsciente, y de la misma forma en que el propio Ibargüengoitia no le gustaba ser considerado un escritor “cómico”, Los relámpagos de agosto es una novela que pese a los hechos trágicos que da cuenta (la práctica política marrullera) se torna en un espejo del cual no podemos alejarnos en la actualidad. La primera persona utilizada para entregar al lector logros y desventuras del cacique, o aspirante a cacique, da fuerza al argumento de Revueltas con el que comenzamos este trabajo: la realidad es más inverosímil que la ficción y se necesita de alguien que le otorgue sentido; el literato el cual se acerca al historiador en ese punto, aquí la pertinencia de la cita al principio del ensayo del José Revueltas. El autor, es decir Ibargüengoitia, reconfigura el tiempo diegético como lo hace el historiador desde la perspectiva de Kubler.

A MAnerA de conclUsión

Las Memorias de Gonzalo N. Santos no arrancan la carcajada liberadora, nos hace sentir cierto coraje y animadversión, sobre todo porque nos hablan de hechos y sucesos verdaderos; en cambio José Guadalupe Arroyo al ser una creación ficticia nos acerca a la visión que se pretende sea desde adentro de la política caciquil, no nos ofende puesto que no alude a hechos siempre verificables, nos hace pensar desde nuestro presente, nos da otra lectura que por lo vigente se aprecia atemporal y nos hace, otro lado, revalorizar el testimonio oral como fuente válida histórica e historiográficamente.

Además, y en lo que respecta a la forma, resalta que en tan pocas páginas (menos de 150) Ibargüengoitia haya podido plasmar no sólo los usos y costumbres de los hombres del poder, sino que señale abiertamente un hecho innegable: la casta militar que triunfó en la Revolución, formada tanto por sobrevivientes del porfiriato como por advenedizos hechos al valor de las batallas, representaba un peligro para el poder del Estado y que se aclara al final de la novela en un breve apartado titulado “Nota explicativa, para los ignorantes en materia de Historia de México” en el cual se señalan las “grandes purgas” que ocurrieron en el ejército durante el periodo revolucionario y termina así:

Estas grandes purgas no fueron completamente eficaces. En el año de 1938 el Ejército mexicano contaba con más de doscientos generales en servicio activo, de los cuales más de cuarenta eran de División…La solución de estas anomalías la dio la Ley de Pensiones de Retiro y la Naturaleza. En

presidentes de la república como Ávila Camacho y Adolfo Ruiz Cortines; cacique casi perpetuo de su estado hasta su exilio en 1958 de su hacienda El Galeote, famoso por su cinismo y por sus frases como “la moral es un árbol que da moras o vale para una chingada” o sus famosos “ierros” que aplicaba a sus enemigos (encierro, destierro y entierro). Para Santos no había límites en la lucha por el poder, si alguien se cruzaba en su camino no había piedad, como lo señala en sus memorias: “indio, gachupín o gringo, al que se atraviese lo chingo”. 23

José Guadalupe Arroyo se parece a Gonzalo N. Santos uno y otro son, como señala Monsiváis, personajes que vivieron el proceso revolucionario desde “la segunda fila”, sus Memorias (las de ambos) contadas desde la autobiografía bronca de Santos y desde la sátira política de Ibargüengoitia: “son un alarde de crímenes y fraudes, el canje de la demagogia por el cinismo y la provocación, el desfile de personajes que los lectores encuentran pintorescos porque ya no tienen la oportunidad de ser sus víctimas”.24 En esto último descansa la propuesta de considerar a Los relámpagos como una novela que al leerse desde el presente no espanta, sirve como evocación atemporal en la que se reflejan políticos contemporáneos a Ibargüengoitia y, por desgracia, todavía presentes en todos los partidos políticos de la actualidad.

El jefe del Poder Ejecutivo, licenciado Emilio Portes Gil, saliendo de la Cámara de Diputados, después de leer su Informe Presidencial. Lo acompañan los

diputados Gonzalo N. Santos, (Primero de izquierda a derecha) Manuel Riva Palacio, José Reynoso y otros más. Imagen tomada del libro: Gustavo Casasola, Historia gráfica de la Revolución

mexicana, tomo VI, México, Editorial Trillas, 1973, p. 1947.

Ibargüengoitia, como autor-narrador, es no sólo el que otorga el sentido a su narración, es también quien controla el tiempo diegético/narrativo y es en este hecho que su labor se vuelve cercana a la del historiador, como señala George Kubler:

El historiador tiene el compromiso de revelar y describir la forma del tiempo. Traspone, reduce, compone y colorea un facsímil…El historiador compone un significado de una tradición, mientras que el anticuario sólo recrea o reproduce, en formas ya familiares, una oscura fracción del tiempo pasado. A no ser que sea un analista o un cronista, el historiador trasmite un modelo

Mtro. Alfredo Moreno Flores

25 George Kubler: “La historia de las cosas” en La configuración del tiempo, 1988, pp. 69-70

23 Gonzalo N. Santos, Memorias, pp. 243-253. 24 Carlos Monsivais, “La moral es un árbol que da

moras” Un cacique: Gonzalo N. Santos en Letras Libres, diciembre de 2000, p. 25.

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la actualidad, el Ejército Mexicano tiene los generales que le hacen falta; todos los demás están enterrados, retirados o dedicados a los negocios.26

Sin duda, llama la atención este último párrafo de la novela. ¿Es una especie de precaución para no sufrir alguna censura por parte del gobierno -recordemos que era el periodo del presidencialismo indomable- o es sólo una especie de guía para el lector? No lo sabemos con certeza, pero sí podemos sacar algo en conclusión: la visión del pasado desde el presente del autor está claramente explícita y nos permite enunciar que la forma se torna en fondo. El recurso irónico y mordaz que a cada momento rompe la poca solemnidad de los hechos que se narran, no permite que el lector se sienta trasportado a otra época, de forma inversa, hace que la narración, a pesar de ser lineal, se perciba atemporal: los hechos corresponden al pasado, pero las peripecias de Arroyo parecen actuales por las desventuras que sufre y que al final no le cuestan lo que el lector espera: la vida; por el contrario la salva por medios casi providenciales:

Terminé mi botella de Martell y ya me disponía a pasar durmiendo las últimas horas que me quedaban de vida, cuando abrieron la puerta del calabozo y entró nada menos que Macedonio Gálvez.

–¿Sabes que tengo órdenes de pasarte por las armas? –me preguntó. Se sentía muy triunfador. A mí ya nada me importaba. Nomás que no lo voy a hacer. Porque cuando estaba yo tan…-aquí dijo una palabra que no puedo repetir- tú me invitaste a comer y me regalaste tu pistola para que yo la empeñara. –Esto último, huelga decir, es una gran mentira. Él se robó mi pistola de cacha de nácar y yo hice lo posible que lo capturaran y lo pasaran por las armas. Así que le agradezco a Macedonio Gálvez que no me haya fusilado esa noche como era su deber; pero yo no le reglé mi pistola, él se la robó. Claro que en ese momento no estaba yo con aliento para contradecirlo.27

Final feliz, que no deja ser contradictorio al leerlo, por un lado el lector quiere que el personaje se “salve” y al mismo tiempo espera que sea castigado. Para terminar este ensayo, resta señalar que el estilo irónico de Ibargüengoitia de la mano del género “memorias” entregan un texto que al contextualizarse y compararse con otros, desde sus versiones históricas/noveladas permite revalorar ese tono acido y crítico de una forma que potencias sus posibilidades historiográficas y literarias hasta lograr una atemporalidad que recupera su pertinencia actual.

27 Ibid., p. 127.

Bibliografía

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En uno de sus documentados “Inventarios”1, José Emilio Pacheco nos informa que José Joaquín

Fernández de Lizardi quiso sólo como epitafio unas pocas y precisas palabras que hablan de su modestia como autor: “Aquí yacen las cenizas del Pensador Mexicano quien hizo lo que pudo por su patria”.

Imagen tomada dehttp://www.epdlp.com/fotos/flizardi.jpg

Falleció el 27 de junio de 1827. Y recibió sepultura en el atrio de San Lázaro. Después el atrio tuvo diversos usos, entre ellos el de servir como corral de cerdos. Y con los años nadie se acordó de que allí reposaban los restos de quien con el tiempo adquiriría la celebridad postmortem por haber sido el primero en escribir una novela que vio la luz en vísperas de la consumación de la independencia de México. Sus cenizas se

Fernández de Lizardi 200 Años Después: La Vigencia del Periquillo SarnientoMtro. Miguel Ángel Flores MartínezUniversidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco

perdieron, pero nos quedó el monumento de su libro: El Periquillo Sarniento.

Imagen tomada de librosgratis.org

La paradoja es que Lizardi nunca se consideró novelista. El periodismo fue su ocupación y vocación primordial; los textos de ficción fueron para él una actividad subsidiaria. Escribió otras novelas como La Quijotita y su prima y Don Catrín de la Fachenda, mejor escritas desde el aspecto artístico, pero que no superaron en nada la ambición narrativa de su primer libro.

José Joaquín Fernández de Lizardi había nacido en la ciudad de México el 15 de noviembre de 1776. Era hijo de padres

1 José Emilio Pacheco, “Lizardi el fundador”, Proceso, 13 de noviembre de 1976.

criollos. En su nota biográfica, Jefferson Rea Spell nos informa que seguramente su familia, aunque de recursos modestos, había disfrutado de cierta reputación profesional. En cuanto a su educación, había seguido el camino de su clase social: estudios secundarios y universitarios. Aunque nació en la ciudad de México, su infancia transcurrió en Tepotzotlán, y regresó a su ciudad natal para seguir estudiando. Se matriculó en el Colegio de San Ildefonso en 1793, pero no concluyó sus estudios. Se casó a los 29 años. Se dedicó al periodismo y la literatura. Su primer texto sería un poema trivial en el que celebraba el ascenso al trono de España de Fernando VII. Escribió infatigablemente, y la poesía fue su medio para satirizar y ridiculizar a personajes de la sociedad de su tiempo. La sátira se convertiría en el arma preferida en su denuncia de las lacras de la sociedad colonial que mantenía a la Nueva España sumida en los peores vicios, en el atraso económico y la incuria moral. Los pobres abundaban, los ricos envilecían a los pobres y hacían de la corrupción regla de comportamiento. Lo que sería México se hallaba ya en plena rebelión independentista cuando se promulgó la Constitución de Cádiz, que reconocía ciertos derechos a los territorios coloniales. Eso sucedió en 1812, año en que Lizardi fundó su primer periódico, El Pensador Mexicano (1812-1814).

Inconforme con el orden colonial, utilizó la letra escrita para atacarlo. De admirador de Fernando VII en su primera juventud, paso a ser enemigo del Virreinato en su vida adulta. Pagó su disidencia con persecución y cárcel. Los ciudadanos de la Nueva España habían nacido para obedecer y callar. Debían aceptar su

destino de humillaciones y pobreza. Y los criollos debían agradecer su condición de subordinados. Las sátiras al virrey Venegas que se publicaron en su periódico tuvieron como efecto que se revocara la libertad de imprenta; Lizardi conoció por ello la prisión. El autor de El Pensador Mexicano consideraba que su tarea principal consistía en atacar los males políticos de su época. Pero la censura era implacable. No había derechos ciudadanos ni libertad para manifestarse. Sorteando dificultades, Lizardi logró dar vida a dos periódicos más que aparecieron simultáneamente, la Alacena de frioleras y el Caxoncito de la alacena.

Imagen tomada de cervantesvirtual.com

Mtro. Miguel Ángel Flores Martínez

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Fueron duros los años en los que transcurrieron las luchas de Independencia; En 1820 hubo cambios en el gobierno de España y se restablecieron en México el gobierno constitucional y la libertad de imprenta. Lizardi reinició entonces su actividad periodística y fundó El Conductor Eléctrico, que se convirtió en su medio para combatir a quienes se oponían a la Constitución de Cádiz. Se sumó al movimiento independentista con gran entusiasmo, se adhirió a las fuerzas comandadas por Iturbide y en el pueblo de su infancia, Tepotzotlán, fue la cabeza de una prensa insurgente. Desde su juventud Fernández de Lizardi había luchado con la letra escrita por una sociedad mejor, en la que no imperaran los vicios de la corrupción; había abogado siempre por un mejor sistema de justicia y de educación. Detestaba la holgazanería, la incultura, la irresponsabilidad y la falta de compromiso y seriedad con que se asumían las tareas profesionales. Le eran insoportables los hombres que encargados de impartir justicia, la condicionaban a las posibilidades económicas de quienes se veían implicados en delitos de toda índole; aborrecía a los médicos ineptos que en lugar de curar provocaban sufrimiento y muerte. Su amargura fue enorme cuando le quedó claro que la facción de Iturbide se oponía a todas las reformas políticas y religiosas por las que siempre había luchado. La persecución a su actitud crítica no concluiría con la consumación de la Independencia. En febrero de 1822 publicó su Defensa de los francmasones. Las autoridades eclesiásticas lo excomulgaron, pero al final

recibió el perdón de éstas, aunque él nunca admitió que había cometido algún delito ni se retractó de sus errores. El último clavo en el féretro de sus desilusiones fue el artículo III de la Constitución de 1824, que legalizó a la Iglesia Católica. Inconforme con el nuevo orden independiente, publicó una hoja quincenal, a la que puso el título de Conversaciones del payo y el sacristán, en el que un hombre de poca instrucción discutía con otro dedicado, a la actividad religiosa, asuntos de la Iglesia y del Estado. La cuestión política siempre estuvo en el centro de su biografía, y era consciente del papel que jugaba el laicismo en una sociedad que se quería libre de censuras y prejuicios. Por sus servicios en la causa de la Independencia se le nombró editor de la Gazeta del Gobierno y un año antes de su muerte fundó su último periódico, Correo Semanario de México. Y como una especie de despedida mandó imprimir un folleto intitulado Testamento y despedida, en el que se ocupó una vez más de los abusos sociales y políticos que afectaban a la sociedad.

Imagen tomada: www.skyscraperlife.com

El periodismo es crítico por definición; así lo entendía Fernández de Lizardi.2 Y es una actividad arriesgada en una sociedad que carezca de una institucionalidad que garantice el libre ejercicio de la expresión escrita. El periódico como foro para el debate de los problemas políticos y sus soluciones es fundamental para la construcción de una sociedad justa. El autor de El Periquillo Sarniento sabía que el gobierno colonial perpetuaba un sistema injusto y que era proclive a la represión de la libre manifestación del pensamiento. No admitía críticas. Mantener en la ignorancia a la población era el mejor método para perpetuar los privilegios. El Periquillo Sarniento nace como una forma de evitar la censura, de enmascarar el mensaje. Como un medio para evadirla y seguir expresando su inconformidad y crítica a una orden social que sólo degradaba a quienes estaban sujetos a éste.

Para Lizardi su actividad como intelectual estaba impregnada de un espíritu pedagógico. El quería divulgar un evangelio, no religioso, por supuesto, sino laico. Le preocupaba el respeto a la dignidad de los hombres y buscaba imbuirles un pensamiento civil que tomara en cuenta los beneficios de la educación y la solidaridad social. El ejercicio del periodismo lo había capacitado para un ágil manejo de la prosa y su capacidad de lectura y curiosidad intelectual lo había dotado de una gran

erudición enciclopédica. El Periquillo Sarmiento3 no debía de cumplir para él sólo la función de recorrer un espejo a lo largo de un camino, como se dijo que debería ser la novela en el siglo XIX. El Periquillo era la coartada para propagar un mensaje. La novela debía de servir de púlpito y desde ella pronunciar un largo sermón para condenar el vicio y elogiar la virtud. Lizardi pone el acento en aspecto moral de la vida para ocultar el contenido político de la novela. En el fondo se trata de denostar el colonialismo que sólo ha provocado desgracias en lo que se conocía como la Nueva España. España se había interesado sólo por obtener el oro que le permitía los lujos ahorrándose el trabajo de producir sus bienes de consumo. El trabajo es esclavitud y lo mejor será vivir explotando, engañando o aprovechándose del prójimo, de los que en verdad producen la riqueza. Lizardi desarrolló su sermón con el andamiaje de la novela.

Imagen tomada de: cervantesvirtual.com

2 Sobre este tema de periodismo y novela nos ha sido muy útil la lectura de “Introducción a José Joaquín Fernández de Lizardi”. Casa del Tiempo Vol. 2, Num. 16, Diciembre, 1981.

Mtro. Miguel Ángel Flores Martínez

3 Para esta nota nos hemos valido de la edición de la novela que publicó la editorial Porrúa en 1984 en su colección “Sepan Cuantos…”

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Su estrategia narrativa consistió en utilizar los recursos de la novela picaresca. El pícaro es el único, que despojado de todo, puede sobrevivir gracias a su astucia, y que cruza un mar de podredumbre moral sin ahogarse en él. El pícaro es el sobreviviente de un naufragio social. Y el pícaro sólo podía expresarse mediante el habla popular. Ésta es la gran contribución de Lizardi a la novela que se empieza a escribir en los territorios colonizados por España. Su novela puede leer como la emancipación espiritual de la antigua colonia. La novela El Periquillo Sarniento está escrita con el habla popular, con la lengua que emplean los habitantes de lo comienza a ser México. Para Perico el lenguaje oculta y revela. Se ignora el sentido de lo que se dice y así se construye un discurso hueco que sirve para la manipulación que hacen los poderosos. El fin supremo de la política es engañar con la apariencia de la verdad. Para los fines de Lizardi, la salud social debía basarse en un lenguaje del que se conoce el sentido del vocabulario con el que nos relacionamos. Como la intencionalidad de José Joaquín no era elaborar una novela que sólo se sostuviera por sus valores narrativos, nada le importó la amenidad del relato, el desarrollo de la trama sin intromisiones de elementos ajenos que sólo hacen pesada su lectura. No confió en que su mensaje podía pasar muy bien sin los apoyos de una erudición que sólo estorban el ritmo de la lectura, sin la espesa tinta de la admonición moral.

Dejar libre a su personaje y que los hechos que vive, padece y protagoniza fueran conformando por sí mismos los hilos de su discurso moral, con sólo la ejemplaridad de los dichos y sucedidos del Periquillo,

era una tarea en la que no podía confiar su autor. La urgencia por llamar la atención de todos los vicios que plagaban a la sociedad colonial era demasiada. Él no podía aceptar que la opresión era un rasgo natural de la sociedad novohispana, y se negaba a aceptar que el mundo se dividía entre los que pertenecían a la “gente decente” y los “léperos”, los que estaban condenados a la degradación moral que aceleraba el consumo del alcohol; éstos cargaban con el estigma de la pereza y el vicio. Nada ni nadie los podía redimir. En la utopía de Fernández de Lizardi había lugar para un nuevo país, sin corrupción y sin engaños. En el prólogo a su novela explica por qué escribe: “Cuando escribo mi vida, es sólo con la sana intención de que mis hijos se instruyan en las materias sobre que les hablo”. Y en el cuerpo de la novela insiste: “Esto es deciros hijos míos que deseara que de la lectura de mi vida sacarais tres frutos, dos principales y uno accesorio: amor a la virtud, aborrecimiento al vicio, y diversión.” (Cap. V, segunda parte).

Imagen tomada de: cervantesvirtual.com

Fernández de Lizardi remaba contra la corriente: escribía para un público inexistente. A quienes dirigía su mensaje

no podían leer su prosa. O carecían de recursos para comprar los folletos que después conformaron el libro, o no sabían leer. El temía que sus posibles lectores se distrajeran por el placer de evasión que proporcionaba la novela en sí y que se pasara por alto su mensaje, por eso subrayaba el carácter de su escritura al dirigirse a sus hijos. La novela estorbaba a sus propósitos. No se consideraba autor de ficciones. Pero su talento narrativo se im-pone sobre sus intenciones moralizadoras. Paradójicamente, el autor, el periodista que no creía en el valor intrínseco de novela, es el fundador de la narrativa mexicana. En las fiestas del bicentenario debería de ocupar un lugar destacado la celebración

Mtro. Miguel Ángel Flores Martínez

de su novela. Pero por el momento nadie parece acordarse de nuestra deuda con Lizardi. En 1816 emprendió la publicación de su novela. En 1810 comenzó la rebelión que nos independizaría de España. Asombra que en tiempos tan turbulentos Fernández de Lizardi haya tenido la energía intelectual y la voluntad literaria y política de emprender la redacción de una novela como El Periquillo Sarniento, catálogo de nuestros males y defectos; espejo de una realidad que sobrevive dos siglos después en sus rasgos más deleznables. Leer El Periquillo en 2010 significa tener presente la lista de nuestras asignaturas pendientes. Entre ellas la de un sistema de justicia que honre su nombre.

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José F. Elizondo y su percepción teatral de la Revolución Mexicana. El Caso de El Surco (1911)

dr. Alejandro ortiz Bullé GoyriUniversidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco

El Surco en el Teatro Lírico. Imagen tomada de: http://www.inehrm.gob.mx/Portal/PtMain.php?pagina=exp-historia-iconografica-galeria

Antes de seguir adelante con las reflexiones en torno a los ecos teatrales que se perciben de acontecimientos fundamentales de la revolución, vale la pena detenerse un poco en definir o al menos dar algunas pautas para comprender mejor la naturaleza del teatro de revista en México.

Primeramente habría que determinar que, en contraposición con el llamado teatro de revista, existía el llamado “Teatro de Género Dramático”; es decir, el teatro sustentado en un texto dramático de tradición aristotélica que seguía más o

El periodista y dramaturgo José F. Elizondo es ampliamente conocido por su crónicas de espectáculos y

sus artículos humorísticos publicados en El Universal Ilustrado, Revista de Revista y otros diarios de gran circulación desde el período del porfiriato hasta la posrevolución bajo dos pseudónimos: Kien y Pepe Nava. Si bien esas crónicas, artículos y reseñas requieren con urgencia un rescate y una revaloración por su carácter de fuentes de primera mano para una historia cultural de la Revolución Mexicana, las obras dramáticas que Elizondo escribió para el teatro de revista, tales como El surco (1911), El país de la metralla (1914) y 19-20 (1920), requieren también una revisión y una edición crítica. En esta ponencia se abrirá brecha en ese sentido, en la revisión de la percepción teatral de José F. Elizondo de los avatares de la Revolución Mexicana. En las tres obras mencionadas se marca con claridad tres momentos fundamentales: El levantamiento armado, la guerra de facciones y el fin de la lucha armada y sus consecuencias. En los tres casos la percepción se orienta no tanto a mostrar y reflexionar en favor de algún movimiento o caudillo en particular, sino en la manera en que la población vivió y sufrió en carne propia este movimiento social.

menos los modelos teatrales europeos. En general en México, durante las primeras décadas del siglo XX, se trató de un teatro escrito por literatos de renombre y que por tratarse de un espectáculo para familias decentes o de las clases acomodadas, exponía en sus contenidos temas melodramáticos en donde se expresaban los valores y problemáticas propios de familias mexicanas de clase acomodada, como es el caso de los dramas que escribió Federico Gamboa (Entre hermanos, La venganza de la Gleba) o su sobrino José Joaquín Gamboa (Vía Crucis) y como también lo hicieron mujeres escritoras como Catalina D’Erzell (Esos hombres, Lo que sólo un hombre puede sufrir), o Amalia C. de Castillo Ledón (Cuando las hojas caen, Cubos de Noria), etc. Si bien hubo distintos grupos y tendencias interesados en renovar y transformar este llamado teatro dramático, como fue el caso de las temporadas de la UDAD (Unión de Autores Dramáticos) y el grupo de los Siete Autores Dramáticos (Francisco Monterde, Julio Jiménez Rueda, Carlos Noriega Hope, Lázaro y Carlos Lozano García, José Joaquín Gamboa, Carlos Díaz Dufoo), no fue sino hasta la incursión de nuevas generaciones de autores, mejor formados y con una mayor visión crítica de la realidad, como Rodolfo Usigli, Xavier Villaurrutia o Celestino Gorostiza que el teatro formal o aristotélico adquirió un rigor y una complejidad artística equiparable al de las otras manifestaciones como la narrativa o la poesía.

El teatro de revista fue una tendencia en el ámbito teatral y espectacular, en el que por medio de música, bailes, sainetes y parodias, se representaban aspectos de la vida social, política o cultural de

actualidad. Su origen puede ubicarse en la tradición del teatro musical europeo, particularmente en la zarzuela madrileña, en la opereta y en ciertas formas escénicas surgidas en Francia en el siglo XIX, en las que se parodiaban en un ambiente de picardía y humor aspectos de la vida cotidiana parisina. Por ello se le conocía como teatro frívolo, pues no pretendía ser necesariamente un teatro serio propio para personas “educadas y decentes”. Tuvo una presencia constante en los escenarios mexicanos desde el último tercio del siglo XIX hasta a mediados de los años cincuenta en que por efectos como la censura, la aparición de la televisión y la falta de renovación temática y escénica, el teatro de revista se agotó y perdió vigencia y presencia en los escenarios de la ciudad de México, aunque en ciudades como Mérida y en algunos otros escenarios del país se mantiene con vida con fortuna diversa.

Al teatro de revista se le conoce también entonces como género chico, e incluso de género ínfimo, en comparación con el género grande que le correspondería, como categoría musical, a la ópera.

Durante años al teatro de revista se le ha considerado como una forma teatral de escaso interés artístico, sin embargo con el paso del tiempo esta expresión genuina de la escena mexicana puede ser valorada no sólo como una importante manifestación teatral, sino como una valiosa fuente para la historia.

Podemos encontrar así una cauda inmensa de textos y espectáculos en los que se hace la crónica, el comentario y la crítica a los acontecimientos más significativos de la Revolución Mexicana. Los numerosos títulos de obras para el teatro de revista

dr. Alejandro ortiz Bullé Goyri

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así lo confirman; tales como: Sangre obrera (1906), El tenorio maderista (1911), Madero chantecler (1910), El terrible Zapata (1912), Ah qué Calles, El jardín de Obregón, Según como te Portes Gil, Las huertas de Don Adolfo, Laza los cárdenos, entre muchísimas obras más a lo largo de más de tres décadas de escenificaciones semanales de espectáculos que parodiaban y comentaban la vida nacional, en particular los acontecimientos relacionados con los hechos armados; así como los vaivenes y secuelas que le sucedieron.

En ese sentido el trabajo escénico y dramatúrgico realizado por el poeta, periodista, epigramista José F. Elizondo para el teatro de revista resulta amplia-mente revelador, como se manifiesta en tres de sus obras más representativas y vinculadas con acontecimientos claves del movimiento revolucionario y la gesta armada (1911-1920).

A Elizondo se le suele identificar con una postura más bien reaccionaria en relación con los hechos revolucionarios que comentaba en sus revistas, como lo afirman dos de sus estudiosos Armando Partida, Pablo Dueñas e Ignacio Merino Lanzilotti:

Esto al menos dice Partida al respecto:

Podemos considerar, que debido a su naturaleza satírica, la Revista política sostuvo muchas veces su posición conservadora, o estuvo muy cerca de la diatriba reaccionaria, como sucedió con una de las revistas más representativas y de mayor éxito, de la primera etapa revolucionaria como fue El país de la metralla, (PARTIDA, 2008, P. 38).

Pablo Dueñas, en el estudio introductorio a la edición actualizada de la misma revista afirma que El país de la metralla:

Se mantuvo casi intocable hasta el momento en que Huerta renunció a su cargo, es decir, el 15 de julio de 1914; de inmediato, los militares afectados por la obra y por lo que ésta decía decidieron aprehender y castigar a ambos autores [Elizondo y Gazcón1], por ello advertidos de lo que se les avecinaba, tomaron la determinación de esconderse. Elizondo partió para la Cuba, donde esperó a que se calmaran los ánimos, entre tanto, Gazcón se ocultaba con gente de confianza, pero ni de esta manera pudo soportar la tremenda tensión que hizo presa de su salud, y falleció el 9 de mayo de 1915 (DUEÑAS, 1995, p.33)

Si bien no necesariamente es falso lo que se asevera, este acontecimiento revela la menos la importancia que solían darle al teatro de revista políticos y revolucionarios de cualquiera de las facciones en pugna.

En muchos casos los autores del teatro de revista no tanto asumían una postura antirrevolucionaria o reaccionaria, como ocurrió con el célebre caso de la revista que escribió con ese fin José Juan Tablada titulada Madero chantecler2, con una afán de denostar a Francisco I. Madero y al

1 Normalmente las obras de teatro de revista llevan como autores a quien escribe el libreto; en este caso, José F. Elizondo y a quien escribe la música, en este caso Rafael Gazcón.

2 En cambio en noviembre de 1911 se estrena la revista El tenorio maderista de Luis G. Andrade que de acuerdo con los datos que ofrece Armando

25 Revista Panamá Hoy Diciembre 2008

movimiento que encabezaba; sino que recogían las voces populares o al menos el sentir de la población y le daban forma escénica, como bien pudo haber sido el caso de tres obras de teatro de revista de José F. Elizondo: El surco, El país de la metralla y 19 y 20. Las cuales marcan testimonialmente el principio el desarrollo y la culminación del movimiento armado revolucionario.

Por cuestiones de tiempo y espacio habremos de comentar por el momento, la revista El surco en donde se nos presentan ecos poco reconocidos entre la multiplicidad de voces que se manifestaron durante los primeros años de la Revolución mexicana, sobre todo a partir del triunfo maderista y su consecuente legitimación en las urnas.

La obra se estrenó en el Teatro Principal de la ciudad de México justamente en la noche del 15 de septiembre de 1911 y de inmediato tuvo una acogida del público no sólo positiva, sino que se transformó en una de las piezas preferidas e infaltables durante las representaciones teatrales que se sucedían cada quince de septiembre en la capital de la República3.

El surco, se trata más que de una “revista teatral” como la hemos definido, de una suerte de “A propósito patriótico” – muy en boga en los escenarios mexicanos a finales

del siglo XIX. En este caso el tema es la celebración del grito de independencia de México, la noche del quince de septiembre; sin embargo la idea del festejo patriótico adquiere la configuración de teatro de revista, al momento en que el autor nos propone revisar, mediante imágenes teatrales la situación del país a través de observar dos maneras de celebrar “el grito”, la de los ricos que para 1911 aún conservan sus privilegios de hacendados y viviendo sin clara conciencia de la realidad social y política, y los pobres que en medio de las dificultades económicas tienen aún el ánimo para festejar a la patria en su día, casi como se venera a un Santo patrono o a un virgen católica. En ambos casos, la revuelta social, ha hecho que los personajes se sientan afectados en sus vidas, de alguna manera

He aquí lo que se dice al final de la obra en lo que constituiría el brindis patriótico, a cargo del personaje de Melchor:

(Música lejana.- se oye pianísima la estrofa del himno nacional.- el campo está desierto y solemne)Hijos!...Es la hora grande! Entrelazad las manos

y velad por el surco como buenos hermanos,

por el surco fecundo que tiene nuestro amor!

El pasado se muere, y yo soy vuestro amigo

De pie frente á los cielos os adoro y bendigo

y os pido fé y trabajo y constancia y valor!...

(A tiempo que la música termine la estrofa, Melchor con voz solemne

de Maria y Campos “parodiaba arbitrariamente algunas escenas del famoso drama de Zorrilla” (MARIA Y CAMPOS, 1996, p. 93).

3 El surco (estr. 15 sep. de 1911) de José F. Elizondo en colaboración con José Rafael Rubio, mús. Rafael Gazcón y Lauro Uranga).

dr. Alejandro ortiz Bullé Goyri

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sollozante, dirá:)

Piensa ¡oh patria querida! que el cielo

un soldado en cada hijo te dio! [sic]

Telón lento. (ELIZONDO , 1911, p. 16).

Esto es lo que la crónica de su tiempo dijo a propósito de esta obra, una de las creaciones más significativas del dramaturgo, escritor y poeta José F. Elizondo:

El SURCO. Para la noche del 15 de septiembre, en la cual hay la costumbre de entonar el Himno nacional, a cierta hora en conmemoración de la Independencia mexicana, los señores José F. Elizondo y Rafael Rubio escribieron para el Principal, en muy poco tiempo, un apropósito en un acto y dos cuadros, en prosa y verso, que bajo la idea de que se hizo cumplió perfectamente su cometido y por ello merecen ser felicitados los autores.

El surco es el título de la obra, y en el segundo cuadro, muy superior al primero, en versos y en hechos, nos explica el administrador de la hacienda donde se desarrolla la fábula, el porvenir de los pueblos cuando cifran sus ideales en el trabajo honrado, cuando laboran la tierra con fe y con entusiasmo, cuando riegan el surco, donde el trigo nace, con el sudor de su frente, cuando, en fin, truecan en aperos de labranza las armas homicidas, que aniquilan hombres, arruinan familias y hacen que la miseria y la pena surjan en los horizontes de los pueblos llenando de luto hogares honrados.

(…)

Luis de Larroder

Arte y Letras, 24 de septiembre de 1911.

(REYES DE LA MAZA, 2005, pp. 161-162)

Por nuestra parte solo añadiríamos que el cronista no parece haber comprendido bien el discurso teatral de Elizondo; en el cual no se aboga específicamente por volver al estado de paz porfiriana del régimen anterior, sino que se trata de exponer teatralmente, a través de contrastes y de retratos de actualidad las dificultades y carencias de un país hundido en las desigualdades sociales y económicas, al mismo tiempo que hacer un testimonio humorístico de las tan anheladas entonces elecciones presidenciales.

Y si bien El surco no nos establece referencias directas a los acontecimientos concretos que se dieron durante 1911, es claro que testimonia algo más interesante todavía, que es el de recoger el espíritu patriótico que se percibía en la vida nacional pocos meses antes de que Madero alcanzara a asumir la presidencia de la República y posterior a la consecuente caída de la dictadura de Díaz en meses atrás. Y también, claro está, la manera en que nos presenta a un país dividido y desarmónico, al que en cualquier forma, -como bien se asienta en la obra- el fervor patrio está presente casi como una necesidad religiosa, que en los tiempos que corren ha perdido su sustento.

A pesar de que argumentalmente no hay referencias directas al maderismo o a los hechos revolucionarios, sí en cambio se nos presenta un “BAILE CANTABILE” titulado “Schottish Antirreeleccionista” donde entre copla y copla, y mientras bailan, los personajes de Cuéllar y Felicidad, que representan al México de la clase

acomodada, van haciendo referencia a la incipiente vida democrática que tendrá el país, en virtud de que el presidente provisional Francisco León de la Barra ha convocado a elecciones.

He aquí algunos versos alusivos que aparecen en “Baile Cantabile” del cuadro

Cuéllar .-

Puesto que ese cuerpo tentador

se acerca junto a mí

buscando la elección.

Felici.-

. ¿yo?

Cuéllar .-

Cuente con mi voto electoral

porque votando yo

resulto un “Jai Alai”

Todos .-

¡Caray Caray!

Felici .-

Permítame que tema un elector

que quiere reformar

esta constitución.

Cuéllar .-

Pues no hay por qué temer

y si lo duda usté

yo le hago en mi cariño

todo el plan de Tuxtepec.

Todos .-

¡Tepec!

Felici .-

(Hablado) ¿Cuál es la votación?

Cuéllar .-

(ídem) ¡Corazón!

Felici .-

(ídem) ¿Se puede computar?

Cuéllar .-

(ídem) Con besar.

(Cantando) Acerque usted la urna de sus dulces besos que con los votos esos trastorna mi casilla electoral!

Felici .-

(Hablado) ¿Y qué debo elegir?

Cuéllar .-

(Casi Hablado) Mi pasión.

Felici .-

(Hablado) ¡Me lo van a impedir!

Cuéllar .-

¡Ni Magón!

Los dos .-

Pues hecha la computación

abrazo la constitución.

¡Caray! ¡Caray!

¡Ya se hizo la elección!

¡Chitón! (…)

Y así continúan por el estilo estas coplas del “Schottish Antirreeleccionista” las que, como se como observa, no procuran en un sentido estricto realizar una crítica en particular hacia alguna facción, sino más bien aprovechar la coyuntura del momento histórico para realizar un número paródico, chispeante y con una intención gozosa. Claro que llama la atención que se mencione en ellas a Flores Magón; suponemos que se refieren, en particular, a su actitud radical ante las elecciones y ante la tibieza de Madero, pero no pasa de ser un chiste de actualidad; simpático e ingenioso, eso sí. Como ocurre con otras

dr. Alejandro ortiz Bullé Goyri

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Tiempo y Escritura No.18 | Historia 29

alusiones similares; tanto en esta obra como en muchísimas obras más de teatro de revista.

Imagen tomada de: http://www.inehrm.gob.mx/Portal/PtMain.

php?pagina=exp-historia-iconografica-galeria

En cambio se antoja singular la referencia que se hace en un momento dado a Blas Urrea, pseudónimo-acrónimo de Luis Cabrera, el célebre intelectual constitucio-nalista que durante el porfiriato realizó diversos cuestionamientos al régimen de Díaz y posteriormente, durante los regí-menes posrevolucionarios, a los alcances y logros de la Revolución. Cabrera fue además uno de los impulsores de los artículos constitucionales relativos al derecho agrario. Cabrera era uno de los intelectuales más conocidos, tanto por sus escritos, como por su conducta y su coherencia como jurisconsulto.

Mencionan los personajes Nabor, Timoteo y Julián, en la escena II del CUADRO II:, a propósito de la democracia, que de acuerdo con su visión de gente del pueblo, no queda del todo claro este asunto de actualidad::

Timoteo .-

(…)no entiendo

Eso de la democracia!

Julián .- (a Nabor)

Oyes tú, quesque no entiende!...

¿Has visto qué papanatas?

Una cosa tan sencilla,

Tan útil y tan barata!...

Nabor.-

Pos yo tampoco la entiendo.

Ya puedes ir explicándola

Tú que eres un Blas Urrea

Par’eso de echarnos pláticas!... (sic)

Unos versos más adelante el personaje de Julián nos ofrece finalmente la definición de democracia:

Julián .-

(…)

De esta manera sencilla

Emparejas la semilla

Sin hacer la destinción; [sic]

Pos pa siembra o pa tamales,

Han de ser todos iguales

Adentro del cuarterón.

Eso mesmo, esatamente,

Debe hacerse con la gente

Haiga o no revolución,

Si todos semos mortales,

Pos hemos de ser iguales,

Amo, mayordomo y pión!... (sic)

(ELIZONDO, 1911, pp. 13-14)

Como hemos dicho, las referencias a personajes de actualidad no tienen, en el caso de esta obra de revista, ninguna connotación peyorativa, sino más bien paródica, con el fin de darle el sabor del

momento a la obra. En cambio no deja de ser admirable la manera como el autor resume en boca de un personaje popular, el sentido de la democracia, sobre todo cuando se hace énfasis en que con revolución o sin ella la democracia hace iguales a los hombres.

Un aspecto también que merece ser co-mentado es lo referente a la manera en que los personajes brindan a propósito del festejo del “Grito de Independencia”. En la Escena Primera del Cuadro Segundo, los personajes de clase acomodada, mientras meriendan tamalitos, en medio de un ambiente campirano mexicano –suponemos que en el Bajío-, se decide finalmente retornar a la hacienda para “Dar ahí el grito”; henchidos de patriotismo, sin perder el buen humor se establecen los siguientes diálogos entre ellos:

Cuéllar .- (…) Por lo mismo ebrios casi todos, gritemos desde el fondo de nuestras respectivas entrañas: ¡Viva México!

Todos .- ¡Viva!

Cuéllar .- ¡Vivan los tamales…!

Todos .- ¡Vivan!

Hilario (Emocionado y no sabiendo a donde va parar) Me enorgullece ese grito en mi favor; y como ya se acerca la hora del grito, propongo que vayamos a la hacienda para esperar dignamente esa hora sublime del primer aniversario después del Centenario tan extraordinario que tuvimos antes del periodo revolucionario!

(…)

¡En la Hacienda hay champaña…! ¡Yo no concibo el grito sin Champaña! […] (Salen todos por el fondo)

(El campo se ha quedado vacío. Dentro suenan débilmente los cencerros del ganado que entra al corral) (…).(ELIZONDO, 1911, pp. 8 y 9).

Y mientras tanto, los personajes del pueblo, preparan su festejo:

Nabor.-

Todo el mundo está de fiesta

gritan todos

todos quieren a su tierra

Pepa .- ¿Vamos dentro?

Tita .- Vamos pronto con l’abuela

y trairemos los canastos (sic) (Con mucha alegría)

y las mesas

y las rosas, y las rosas que están más frescas,

el mantel que esté más blanco

y la sal que esté más nueva!...

(ELIZONDO, 1911, p. 12)

Y unos diálogos más adelante en la escena Segunda el personaje de Julián dice lo siguiente:

Julián .- ¿Hay tequila? ¿no? ¡Conformes!

Pos écheme un jarro de agua.

(ELIZONDO, 1911, p. 13)

Sin tener necesidad de plantear un denuncia social deliberada, el autor nos presenta dos realidades de un país, del que dicho sea de paso, no necesariamente sus habitantes de esos segmentos sociales se levantaron en armas o se fueron a la bola, como se decía; sino que representan icónicamente a la población del país en

dr. Alejandro ortiz Bullé Goyri

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dos aspectos contrastantes y que al mismo tiempo se trata en buena medida de la que siguió acudiendo a los teatros para enterarse y comentar los acontecimientos sociales, políticos o militares, según fuera el caso.

María Conesa en El Mundo Review Imagen tomada de: http://www.inehrm.gob.mx/Portal/PtMain.php?pagina=exp-historia-iconografica-galeria

El surco, como vemos, se trató de una pieza de teatro de revista muy bien armada, en la cual el autor supo combinar aspectos serios con chispeantes momentos humorísticos, con referencias de actualidad, con el interés preciso, no de realizar acerbas críticas políticas o de adhesión al maderismo, sino de plasmar el sentir popular en un espectáculo en donde se presentaban números musicales, bailes, personajes típicos y una ambientación que reflejaba la cultura y la vida cotidiana de una población que comenzaba a valorar

aspectos propios de su cultura sin tener que compararse con la cultura francesa o anglosajona, puestas siempre como modelo de aspiración por las clases dominantes durante el porfiriato. De ahí el éxito que tuvo la obra, absolutamente justificable. Pero de ahí también el éxito que alcanzó Elizondo como dramaturgo del llamado género revisteril, en la medida en que con humor y desenfado, al mismo tiempo que con precisión testimonial, supo expresar en sus trabajos una visión de la lucha armada mucho más cercana al sentir popular y alejado en cierta forma de los distintos discursos reivindicadores de las facciones y caudillos revolucionarios.

obra citada o consultada

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de MArÍA y cAMpos, ArMAndo1956, El teatro de género chico en la

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acto y tres cuadros,(Música de Gazcón), México, Medina y Comp. Impresores,. 39 pp.

eliZondo, JosÉ F., (JosÉ rAFAel rUBio, colABorAción) 1911 El surco, México, Cía. Editorial nacional,

16 pp.

eliZondo, JosÉ F. 1920 Revista en un acto, dividida en 9

cuadros y apoteosis (música de Eduardo Vigil y Robles), mecanuscrito inédito, copia fotostática.

eliZondo, JosÉ F. 1995 El país de la metralla, en DUEÑAS, Pablo

y Jesús FLORES ESCALANTE, (eds.) Teatro de Revista (1904-19369(Teatro Mexicano, Historia y Dramaturgia, vol. XX), México, CONACULTA, pp. 57-69.

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El Imparcial, domingo 10 de abril de 1904, primera plana.

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dr. Alejandro ortiz Bullé Goyri

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AneXo

dAtos cronolóGicos A propósito del estreno de el sUrco

Aspectos sociAles y polÍticos

1911

Ene. 29, Mexicali B.C. es tomada por el PLM.

5 de febrero Madero se pone al frente de la Revolución. Díaz a través de Limantour informa que se transformará la admón. pública y laque el gral. Reyes regresa a México para enfrentar a los insurrectos.

Feb. 25 Regeneración llama traidor a Madero.

Mar. 6 Madero es derrotado en Casas Grandes, Chih.

Mar. 18 Programa del Complot de Tacubaya, el 27 son arrestados los conspiradores, Arriaga entre ellos.

20 de marzo Renuncian todo el gabinete de Díaz, son ratificados Guerra y Hacienda. Díaz informa que en acatamiento a la opinión pública iniciará reformas en materia agraria y en asuntos político electorales. 10 de mayo, Cd. Juárez cae en poder de los revolucionarios, Madero establece un gobierno provisional. 21 de mayo se firma un Convenio de paz en ciudad Juárez en donde se acuerda que Francisco León de la Barra , Ministro del Exterior será Presidente interino, licenciará a las fuerzas revolucionarias y convocará a elecciones extraordinarias. 25 de mayo, el Congreso acepta las renuncias de Corral y Díaz y el 26 de mayo León de la Barra es nombrado Presidente. 1° de junio se convoca a elecciones para el 1° y 15 de octubre.

Díaz marcha exiliado a Europa. Madero convoca a un nuevo partido: el

Constitucional Progresista pues según él el antirreeleccionista ha cumplido su función.

26 de agosto Andrés Molina Enríquez proclama el Plan de Texcoco exigiendo solución al conflicto agrario; es aprehendido por el gobierno. La Convención del Partido Constitucional Progresista postula a Madero y Pino Suárez como presidente y vicepresidente. Otros clubes apoyan la candidatura de Bernardo Reyes. La hostilidad de maderistas lo llevan a renunciar a su candidatura y se autoexilia en septiembre. Se crea la Comisión Nacional Agraria.

En las elecciones triunfan Madero y Pino Suárez y el 6 de noviembre asumen la presidencia. 16 de noviembre en La Soledad, Tams. el gral. Reyes lanza un plan donde desconoce al gobierno de Madero, pero fracasa y se entrega a las autoridades. 22 de noviembre, se promulga la reforma constitucional que prohíbe la reelección. 28 de noviembre en Morelos se forma la Junta Revolucionaria de Morelos con Zapata al frente y se proclama el Plan de Ayala.

Arte y cUltUrA

1911-1913

Huelga estudiantil en la Academia de San Carlos. (Asúnsolo, Siqueiros, Raciel, Orozco, etc.)

Deja de publicarse la Revista Moderna.

D. A. Siqueiros “Campesinos”

Saturnino Herrán “El trabajo,” “El hombre del molino,” “La leyenda de los volcanes”.

Mariano Azuela Andrés Pérez Maderista

Marcelino Dávalos Lo viejo

Luis González Obregón la vida en México en 1810

Alfonso Reyes Cuestiones estéticas.

Frida Kahlo; la Obra Artística y la Construcción PersonalMtra. connie Marchante sáezUniversidad de Alicante

De Frida nos interesa la voluntad de construirse a sí misma, los datos de su realidad cambiados, la inestabilidad política debido al completo sometimiento a su marido, Diego Rivera, la pasión y la novedad con que compone todo, tanto cuadros como su escritura. Muchos dirán que, como nadie, ella supo hacer de su sufrimiento físico y psíquico un arte, pero la realidad va más allá. No fue sólo Arte el fruto del sufrimiento de Frida, sino que del sufrimiento ella hizo su forma de vida. Es por todo esto que, en un intento de rescatar el valor poético y estético de la mexicana llego a esta breve reflexión, la cual forma parte de un proyecto de investigación que recientemente he finalizado (Marchante Sáez, 2007).

Al igual que Diego Rivera, y esta vez no es debido por completo a él aunque sí en parte, las influencias de Frida fueron cambiando a lo largo de su trayectoria profesional y produjeron en su arte una evolución apreciable. Su bagaje cultural es amplísimo y fue bebiendo de todas las fuentes que conoció a lo largo de su vida. Además de conocerla por sus pinturas, podemos acercarnos a sus escritos, los cuales también poseen una carga artística importante. De su escritura nos interesa la etapa surrealista en cuanto el Diario es una muestra clara de esta vanguardia, que llegó a repudiar en vida, tal vez por sus sentimientos acerca de André Breton, al que despreciaba.

Fue Coyoacán, mágico espacio, con su exquisito aroma a historia, leyenda, arte y tradición, donde nació, vivió, sufrió, amó y murió la mujer y la artista que pintó el cuadro de su vida con “el pincel de la angustia”, como el título de la biografía que escribió Martha Zamora, y que se ha convertido en un mito: Frida Kahlo (Barrera, 2004, 33).

Tal vez por el interés que suscita el culto al cuerpo en la actualidad, cada vez son más aquellos que

conocen la vida y obra de la artista mexicana Frida Kahlo, “hija de la Revolución mexicana” como se bautizó a sí misma. Desgraciadamente, los estudios y tendencias más modernos se encaminan peligrosamente a una frivolización del personaje Frida Kahlo, convirtiéndola en un producto del mercado de la moda y sus tendencias más pop o vanguardistas, si es que se puede utilizar dicho término en aquel contexto.

www.vivirmexico.com

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En cuanto a su correspondencia personal, nos sirve para crear una idea de la Frida real, aquella que se construía a sí misma en cada línea, aquella que defendía con todo su corazón y su genio al gran Diego Rivera de los distintos ataques que recibía y aquella que finalmente se sometía, como un animalillo herido, al gran monstruo cara de sapo que fue su marido.

A la vez que Frida Kahlo expresó su propio yo en la pintura, su escritura se convirtió en una narración intimista que dibujó una vida muy rica artísticamente y personalmente. La plasmación del dolor, la angustia, el amor y el deseo con palabras muchas veces poéticas, literaturizando su propia vida, dejan contemplar el sentido tan sagrado que Frida tenía del Arte y de todo lo que pudiera producir desde su mente y corazón, con sus manos. No obstante, Frida no fue siempre igual en su arte y en su forma de escribir. La propia enfermedad la fue acercando a la necesidad de creer en algo que le diera una esperanza, que terminó siendo el comunismo durante los últimos años.

Si existe alguna complejidad en el análisis filológico de una escritura tan intimista como la de un diario personal, el problema parece crecer cuando la escritura que tratamos combina la imagen con la palabra y permanece en la penumbra de la ambigüedad acerca de si fue creado para la exhibición póstuma o no. Es éste el caso de la mexicana Frida Kahlo, quien en su última etapa escribe, o sería mejor decir compone, un Diario como un pequeño tesoro literario (pequeño por su extensión), que se distancia de su propia correspondencia, incluso de la que va dirigida a sus más cercanos; el Diario es un escrito para ella misma y, contradictoriamente, a su vez para los demás; es un ejercicio poético,

calmante, enajenador, que posee toda la fuerza expresiva de la mexicana. Diego Rivera es el tema central de los escritos de este manuscrito; la historia de todo el amor-pasión-odio-engaños-dependencia-desamor-reconciliación-admiración-necesidad-obsesión etc. que la acompañaron por siempre.

La vocación artística de Frida siempre quedó explícita gracias a la necesidad que la mexicana sintió a lo largo de su vida por expresar, exteriorizar, exorcizar todo aquello que se producía en su interior; lo que la ilusionaba, la maltrataba, la alegraba o la dañaba…Sin embargo, a pesar de la innegable influencia que su trayectoria personal tuvo para la creación de toda su obra, Frida también parte de una “puesta en escena artística de su vida por medio de códigos culturales, históricos y estéticos, que recodifican elementos europeos, precolombinos y mexicanos” (Gronemann, 2006, 66).

El Diario ha alcanzado un gran atractivo comercial a partir de su publicación en 1995, editado por Sarah M. Lowe y prologado por Carlos Fuentes1. La obra se presenta como un diario íntimo, lo cual sorprende al incauto lector que queda fascinado por la novedad y plasmación colorista de las ideas escritas2.

1 Me refiero a la última edición que reproduce el texto personal de Frida Kahlo en forma facsímil, que además se ha utilizado como referencia en este capítulo; ver Frida Kahlo, El Diario de Frida Kahlo, un íntimo retrato, Introducción de Carlos Fuentes, Barcelona, Círculo de Lectores, 1995.

2 A esta noción agregada de privacidad al Diario, contribuyó la obra Frida Íntima de Isolda Pinedo Kahlo, sobrina de Frida, quien afirmó que la voluntad de su tía era que todos sus documentos escritos, incluido su diario, fueran destruidos tras su muerte.

Teniendo esto en cuenta, comprendemos que en su afán por transmitir todo lo que ella representaba en sí misma, Frida también tuvo que recurrir a la escritura, por medio de un Diario y cartas personales. Frida es en lienzos y en papel, una creación de ella misma, desde el propio nacimiento, que estableció en 1910, año de comienzo de la Revolución Mexicana, cuando en realidad Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón nació el 6 de julio de 1907.

A pesar del engaño generalizado acerca de la fecha de su nacimiento, la enorme importancia que Frida le da a su herencia familiar también la demuestra en sus cuadros y escritos. El orgullo de su mezcla de sangres y de su internacionalidad es claro. Hayden Herrera, en la mejor biografía escrita hasta ahora sobre Frida, recuerda el orgullo de casta de la mexicana,

En 1936 Frida representó su lugar de nacimiento y su árbol genealógico en el encantador y singular cuadro Mis abuelos, mis padres y yo. Se presenta a sí misma como una niña pequeña (según ella, tenía alrededor de dos años) de pie, desnuda y muy dueña de sí misma, en el patio de su casa azul, con una silla tamaño infantil junto a ella. Está sujetando una cinta carmesí, la línea de su sangre, que sostiene su árbol genealógico tan fácilmente como si fuera el cordón de un preciado globo. Los retratos de sus padres se basan en la fotografía de su casamiento, en la cual la pareja flota como ángeles en el cielo, enmarcada por una aureola de nubes. (…) Frida decía que se parecía a ambos padres: “Tengo los ojos de mi padre y el cuerpo de mi madre”. En el cuadro, Guillermo Kahlo tiene una

mirada desasosegada y penetrante, que con inquietante intensidad volvería a aparecer en los ojos de su hija (Herrera, 2004, 25).

A pesar de que amaba profundamente a sus padres, no fue por igual. El fotógrafo alemán Guillermo Kahlo siempre tuvo en el corazón de Frida un puesto predilecto. Tal vez esto se deba a que en 1913, cuando la niña Frida contaba con seis años de edad, sufrió una poliomielitis que causó que su pierna y pie derechos quedaran más delgados que la otra pierna. Esta enfermedad la unió mucho más a su padre, quien se empeñó en sacar a la pequeña adelante mediante mucho ejercicio, dolor y esfuerzo. Frida, la tercera de cuatro hermanas, fue siempre su favorita: la más inteligente de todas las muchachas Kahlo.

No sólo la pintura, sino que también la fotografía fue una doctrina fundamental en la vida de Frida, en especial en su juventud: niñez y adolescencia, cuando acompañaba a su padre al estudio de fotografía o cuando trabajaba con él y mostraba su destreza en una incipiente formación en el oficio del cabeza de familia.

A pesar del retraso que le supuso la recuperación de esta primera grave enfermedad, Frida acabó exitosamente la escuela primaria y pudo asistir a la Escuela Nacional Preparatoria, la mejor escuela secundaria preuniversitaria de México. Frida resultó una de las 35 chicas que fueron seleccionadas de entre más de dos mil. Por aquel tiempo ella estaba muy interesada en la medicina. Fue allí en la “Prepa”, como ella llamaba a su escuela, donde vio a Diego Rivera trabajando por vez primera, mientras pintaba su mural

Mtra. connie Marchante sáez

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La Creación en 1922. En algunos de los recados que escribió Frida y que se conservan aparece su firma como “Frida Pata de Palo de Coyoacán de los Coyotes” (Kahlo, 2005, 22).

En todas sus cartas, sobre todo a Alejandro Gómez Arias, su primer novio, utiliza un nuevo lenguaje, muy poético y lleno de sensibilidad y pasión disfrazadas de candor infantil, crea palabras propias y les otorga un significado que sólo pudiera conocer un círculo reducido de personas, elegidas por ella. Por aquel entonces, Frida siempre le decía a Alejandro que no tuviera en cuenta que fuera “butén de lagrimilla”; no sabría lo que aún le tocaba llorar…

El 17 de septiembre de 1925 supone un antes y un después en la vida de la joven Frida Kahlo. Una muerte y un nacimiento. Frida tiene 18 años, pertenece al grupo estudiantil los Cachuchas, que su novio Alejandro Gómez Arias parece dirigir y es una joven activa, inteligente, rebelde, atractiva. Ese día viaja en un autobús con Alejandro de camino a la Prepa, pero no llega. El vehículo choca contra un tranvía y queda horriblemente destrozado. La barra metálica del bus atravesó el cuerpo de Frida de manera que prácticamente la empaló, saliendo por su sexo y destrozando su pelvis, lo que la incapacitó para ser madre por siempre. Quedó desnuda en la calzada, teñida de sangre y polvo de oro que uno de los pasajeros llevaba para trabajar. Los gritos ahogaban las sirenas que tardaron una eternidad en llegar… Siente como su columna vertebral se rompe por varias partes, su clavícula, costillas, la pierna y el pie derecho también resultan fracturados. Frida se reencuentra con el dolor, que ya no la abandonaría jamás. Nadie pensó

que sobreviviría. Frida dibujó bocetos que mostraban su accidente pero jamás pintó un lienzo que lo plasmara formalmente. Tal vez le suponía un esfuerzo terrible e innecesario recomponer aquella sangrienta escena, los llantos, el miedo, los gritos, la espera: el principio de su camino en el dolor.

Los tremendos gastos de la hospitalización y recuperación de Frida no permitieron que pudiera volver a sus estudios en la Preparatoria. Frida pasaba larguísimas temporadas en cama inmovilizada y asfixiada por corsés de escayola que le sujetaban la columna. Fue así como, además de pasar horas y horas muertas leyendo a los grandes autores, comenzó a pintar, primero sus corsés, luego en lienzos gracias a un soporte que sus padres armaron en la cama para ella.

Este accidente y el periodo dolorosísimo de su milagrosa recuperación suponen un segundo nacimiento para Frida, quien comenzó a pintarse a sí misma; o tal vez a la “otra” Frida, la que sería una creación propia, la amiga que jamás la abandonaría. El primer autorretrato de Frida, su primera obra digna de mención, fue un regalo-súplica a su novio de entonces, en 1926, Alejandro Gómez Arias, el cual había comenzado a distanciarse mucho de ella. En las numerosísimas cartas que le escribe, Frida se muestra suplicante e infantil según conviene para ganar de nuevo el amor de Alejandro. Pero el muchacho se marchó a Europa con la excusa de ampliar sus estudios cuando en realidad sus padres se habían empeñado en alejarlo de la joven Frida, ya que no la consideraban merecedora de su virtuoso hijo. Frida siguió escribiéndole cartas suplicando su vuelta,

mientras esperaba desde su cama, desde su inmovilidad, desde la desesperación. No obstante, le quedó la pintura, que siguió cultivando por su cuenta y que había tomado en serio definitivamente.

A finales de 1927 y después de una durísima recaída, Frida pareció volver a poder caminar, siempre con ayuda, y llevar una vida más o menos activa. A pesar de que su salud le impidió retomar sus estudios, volvió a reunirse con sus compañeros de la Preparatoria, los Casuchas, quienes eran ya jóvenes profesionales con ideales políticos muy definidos que pronto le inculcaron. En 1928 Kahlo se hizo miembro del Partido Comunista, muy interesada por la vida política de su país. En las reuniones del partido volvió a coincidir con Diego Rivera. Pronto surgió la amistad entre ellos y a los pocos meses fueron pareja, a pesar de la preocupación de los padres de la muchacha, conocedores de la fama de mujeriego del muralista y temerosos del peculiar carácter de su hija.

www.abcgallery.com

Diego y Frida contrajeron matrimonio en 1929, cuando ella tenía 22 años y él 43. Rivera ya era

una leyenda como artista en México, y Frida una jovencita que comenzaba su carrera a la sombra del gran Diego, priorizando su papel de esposa ante todo. Un ejemplo claro de esta entrega total por parte de la joven artista mexicana lo tenemos cuando el mismo año de su matrimonio con Frida, Diego fue expulsado del Partido Comunista mexicano y ella, por amor y como protesta, se dio de baja del partido.

El amor de Frida por Diego ha sido el más comentado del muralista mexicano, ya que fue, por parte de Frida, resultó su más grande pasión y aunque no fuera la única, sí resultó la más fuerte y determinante en su vida, la tormenta que logró hacer zozobrar su razón, su espíritu, hasta su gran orgullo de mujer.

La concepción del amor en Frida Kahlo debe entenderse, sin pretender caer en los tópicos o en cursilerías, como una sensación sagrada y salvaje, proveniente del alma y del cuerpo, la adoración espiritual y el placer sexual carnal, llevados siempre al extremo. Lo que resulta paradójico es que las ocasiones, al principio de su matrimonio sobre todo, en las que sacrificó su pintura fuera por Diego y que, a pesar de que lo proclamara el amor de su vida a viva voz, Frida no se privó de tener tantos amantes como pudiera tener Rivera.

En 1930, Diego y Frida marcharon a Estados Unidos puesto que al muralista se le ofrecieron una serie de trabajos, siendo esto una de las causas de la expulsión del Partido Comunista del muralista. Allí Frida conocerá San Francisco, Nueva York y Detroit, ciudades en las que vivirá periodos de aproximadamente un año cada una. Frida y Diego, al igual que José Clemente Orozco, fueron testigos del Crac

Mtra. connie Marchante sáez

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de 1929 que arruinó gran parte de Estados Unidos, sobre todo Nueva York, ya que allí se encontraba la Bolsa. En 1931, el matrimonio reside en Nueva York y Frida conoce al fotógrafo Nickolas Muray.

Nick Muray fue alguien fundamental en la vida de Frida Kahlo. Su relación se intensificó en el breve periodo que el matrimonio Rivera vivió en Nueva York y cuando Diego y Frida se divorciaron. No obstante, la artista mexicana no pudo olvidar jamás a Rivera y Nick fue consciente de la situación en todo momento.

En 1932, Frida se encuentra en Detroit cuando sufre su segundo aborto, el más duro de todos, por las ilusiones que le había creado y el nuevo sufrimiento físico que le ocasionó la pérdida del feto. Además, en otoño del mismo año la madre de Frida murió, el 15 de septiembre. Llena de dolor, Frida se trasladó a México con su amiga, Lucienne Bloch, mientras Diego permanecía en Estados Unidos trabajando.

La visión de Estados Unidos de Diego y Frida no era totalmente compartida. En sus cartas podemos encontrar anotaciones sobre las ciudades que Frida va conociendo. Su visión del mundo y de las personas que la rodean, la mirada subjetiva a través de metáforas muy visuales. Frida amaba a México y le dolía permanecer alejada de su tierra. Regresaron a su casa en San Ángel, en ciudad de México, en 1933. El matrimonio de Frida tuvo numerosos altibajos por culpa de las infidelidades de Diego. Sin embargo, sólo una vez Frida sintió que su marido la había traicionado de la peor manera posible. En 1935, poco después de un tercer aborto, Frida

descubrió que su hermana Cristina y Diego tenían una aventura. El golpe emocional que sufrió fue durísimo y su relación con Rivera ya jamás sería la misma. En su obra, Laidlaw explica que “desesperada, Kahlo abandonó la casa de la pareja en San Ángel y se trasladó a un apartamento. Para demostrar lo triste que se sentía, Kahlo se cortó el pelo” (Kahlo, 2005, 26).

A pesar de que no se divorciaron inmediatamente, la relación fue deteriorándose a lo largo de los años muy gravemente. Sin embargo, a pesar de la tristeza Frida fue creciendo como artista a pasos agigantados en esta época.

En 1937 Rivera, en un nuevo arrebato político trotskysta, logró convencer al gobierno mexicano para que fuera el asilo del político ruso Trotsky, quien viajó de inmediato a México junto con su esposa Natalia desde Europa. Frida fue la que los recibió en nombre de su marido e instaló al matrimonio Trotsky en su casa azul de Coyoacán. Frida abandonó por primera vez el Partido Comunista porque éste había expulsado a Diego y se hizo trotskista por el empeño de Rivera en refugiar a los Trotsky en México. Muchos fueron los comentarios acerca de un posible romance entre Frida de Rivera y León Trotsky, quien quedó totalmente fascinado por la belleza salvaje de la mexicana. La propia sobrina de Kahlo, hija de Cristina Kahlo, Isolda Pinedo en sus memorias sólo puede contar que “de Frida y Trotsky se dicen muchas cosas, pero yo mal haría en hablar de lo que no me consta” (Pinedo Kahlo, 2004, 30). Por su parte, Hayden Herrera afirma esta relación en su biografía de Frida Kahlo,

Trotsky empezó a escribir cartas que metía entre las hojas de libros que el recomendaba a Frida. Luego se los daba al despedirse de ella, frecuentemente en presencia de Natalia y Rivera. A unas semanas de que finalizaran las sesiones realizadas pro el Comité Dewey, este coqueteo remilgado se convirtió en plena aventura amorosa. La pareja se veía en la casa de Cristina, ubicada en la calle de Aguayo (Herrera, 2004, 271).

Muchos afirman que el pensador ruso quedó hechizado por la atractiva artista mexicana y que mantuvieron relaciones durante algún tiempo, hasta que Diego comenzó a encontrar desavenencias ideológicas y decidió retirar su apoyo a Trotsky. Frida apoyó, como siempre, a su marido en esta decisión.

En 1938, André Breton (1896-1966) llegó también a México para dar una serie de conferencias. Lily Litvak explica este encuentro entre el francés y la mexicana,

Frida fascinó a Breton. La vio en su jardín atiborrado de ídolos, acariciando a sus monos, vestida con su traje “de alas de mariposa”. Encontró en ella a una artista que sabía jugar con la irrealidad de las apariencias, con la paradoja. Su pintura, ya sea por la técnica depurada y precisa a la manera de Dalí o Magritte, o por sus visiones y ambientes incomprensibles, rompía con lo convencional para llegar a la otra realidad, misteriosa y subterránea, del dolor y del símbolo. La calificó de surrealista intuitiva. Y era que el arte de Frida, desde luego, podía encapsular todas las frases surrealistas. (…) Kahlo

estaba al tanto de los ismos, (…) pero se separaba del automatismo y de la entrega absoluta a las fuerzas del inconsciente. (…) En Frida era México lo que propiciaba sus imágenes insólitas (Litvak, 1999, 223).

De este modo André Breton decidió descubrir a Frida como una gran artista surrealista, aunque no queda claro todavía que tal afirmación fuese cierta. “El arte de Frida Kahlo es un lazo alrededor de una bomba” (Laidlaw, 2006, 28), dijo Breton en el catálogo de una exposición de artistas mexicanos que se realizó en esa época. Frida, por su parte, aprovechó el momento y la oportunidad de ser aún más conocida respondió a las afirmaciones de Breton, “nunca supe que era surrealista hasta que André Breton vino a México y me lo dijo” (Laidlaw, 2006, 28). Sin embargo, sería posible encontrar muchas compatibilidades entre la obra de Kahlo y el movimiento surrealista en determinadas obras, puesto que ambas formas de entender el arte convergen en un uso sistemático de contenidos simbólicos; en el caso del surrealismo se basan en los sueños mientras que Frida logra codificar su visión de la realidad con un lenguaje emocional y escalofriante). El cuadro más representativo de esta época surrealista de Frida Kahlo es el conocidísimo, Lo que me dio el agua. El mismo año de 1938, Kahlo viaja sola a Nueva York para preparar su exposición en la galería de Julien Levy; su relación con Diego estaba cada vez más deteriorada.

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Lo que me dio el agua www.museodelarte.blogspot.com

Su experiencia en Nueva York fue todo un éxito y Frida logró formidables críticas de numerosos expertos. El mismo Julien Levy, que gozaba de mucho prestigio en el ámbito artístico y cultural del momento, quedó convencido del valor de la mexicana.

En 1939, desde Nueva York Frida viajó a París, ya que André Breton la invitó a una exposición que organizó sobre México, que llevaba por nombre Mexique, la cual no tuvo el éxito que la exhibición de Nueva York de Levy. En las cartas personales de Frida podemos ver claramente cómo detestaba al teórico y poeta francés. Cuando regresó a México a finales de 1939, Diego y Frida se divorciaron. Por aquella época Frida está pintando su cuadro tal vez más representativo, Las dos Fridas, el cual ha recibido todo tipo de interpretaciones, no siempre adecuadas.

En una visita al museo de arte con-temporáneo Tate de Londres, tuve la

fortuna de contemplar una exposición dedicada a la obra original de Frida Kahlo. Al contemplar el lienzo, pude ver cómo las dos Fridas se dan la mano como si la artista quisiera reconciliarse consigo misma, aunque el rostro serio de las dos nos devuelve una sensación de tristeza y completa soledad. Una de las Fridas lleva el vestido de tehuana tradicional, la mujer que Diego amó, con su corazón intacto aunque visible. A su lado, la Frida no amada, vestida de novia al modo colonial, quien muestra su corazón abierto, cortado y herido. También representa el conflicto que se produce en el mestizaje, tema tratado tanto en la pintura como en la literatura del s. XX mexicano (lo europeo contra lo indígena). El cuadro se pintó para una exhibición surrealista muy importante, con André Breton a la cabeza. Las dos Fridas te miran y sobrecogen desde cualquier punto de la sala, te dicen en silencio y con duro rostro “Mírame, esta soy yo”.

Las dos Fridas www.artinthepicture.com

Realmente Frida expuso sus sentimientos más íntimos en el lienzo pintado. Las pasiones, furias, encuentros y desen-

cuentros más salvajes con Diego Rivera o cualquier otro de sus amantes, quedaron reflejados en casi todas sus obras; en aquellas que no se narraba su situación amorosa, se mostraba otro tipo de sentimiento que afectara directamente a la mexicana. Así, su primera obra maestra reconocible como tal (Autorretrato con traje de terciopelo, 1926) es un intento de chantaje sentimental al novio que se aleja, Alejandro Gómez Arias; el cuadro que representa su primera relación matrimonial con Rivera es una muestra de su más completa sumisión hacia el muralista (Frida Kahlo y Diego Rivera, 1931); debido a su supuesta aventura con Trotsky, Frida regaló al importante pensador otro autorretrato que la mostraba tal y como deseaba que él la recordara siempre (Autorretrato dedicado a León Trotsky, 1937); igualmente sucede con el autorretrato que regaló a su amante Nickolas Muray (Autorretrato con collar de espinas y colibrí, 1940, donde las espinas hieren silenciosamente a Frida y el colibrí atado a su cuello, muerto al parecer, representa la pasión sexual de la artista); tras alguna discusión grave o separación brusca de su marido Diego Rivera, no dudaba en plasmar toda su rabia, venganza, tristeza e incluso impotencia en sus telas (Recuerdo, 1937 por la pérdida de Diego tras su romance con su hermana Cristina; Autorretrato con pelo cortado, 1940, como un intento de venganza contra Diego Rivera, que amaba el largo y precioso cabello de Frida); finalmente, la obra que con el paso de los años más ha representado el estado sentimental real de Frida Kahlo es la que representa a Frida enfrentada a sí misma ya que, después de todo, jamás consiguió amarrar a su gran amor, Diego Rivera (Las dos Fridas, 1939).

Siempre se ha hablado de la influencia de Rivera en el Arte de Kahlo pero ella también influyó en su esposo y no dudaba en defenderlo o aconsejarle cuando lo consideraba necesario.

La vida de Frida Kahlo no se restringió sólo al dolor y el llanto, sino que también fue lucha, pasión, amor… Frida amó a muchas personas en su vida: familia, amigos, amantes, etc. La personalidad de la artista era un poderoso imán que atrapaba a los que se acercaban a ella: lograba conquistar por completo a todos, menos a Diego.

En 1940, León Trotsky fue asesinado tras un intento anterior fracasado. Ramón Mercader, de la confianza de Frida Kahlo, se introdujo en la casa de los Trotsky y mató a León Trotsky clavándole un piolet en la cabeza. Diego Rivera se vio obligado a huir a los Estados Unidos, donde había recibido una oferta de trabajo en nuevos murales, gracias a la ayuda de Irene Bohus, una de sus amantes. Frida se quedó en México, enferma, sospechosa y retenida por la policía que la obligó a prestar declaración en unas circunstancias muy dolorosas, llegando a sentirse maltratada por la situación y hasta por el desdén del propio Diego al planear su propia fuga, quien ya no era su esposo. En junio del mismo año le escribe a Diego contándole sobre la situación que se vive en México tras el atentado de Trotsky y quejándose indirectamente de la relación que Diego está manteniendo con la señorita Bohus.

Sin embargo, cuando Rivera se enteró del cruel maltrato que Frida recibió por los interrogatorios y la recaída en su enfermedad, le pidió que se reuniera con él en San Francisco para poder acudir allí al hospital. La relación con Nick duró cerca de una década, aproximadamente

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hasta el segundo matrimonio de Frida y Diego Rivera en San Francisco, en 1940. En 1939 Nick escribió una sufrida carta de despedida a Frida, poniendo fin a su relación sentimental, aunque no a su amistad, que duraría toda la vida, aunque de manera más distanciada.

Gracias a la ayuda e intervención de su gran amigo, el doctor Eloesser, Frida consiguió contraer matrimonio con Diego por segunda vez, en 1940, aunque esta vez con ciertas condiciones, ya que Frida no era la niña inexperta de 1929, sino una artista reconocida, independiente y capaz de mantenerse por sí misma.

Volvieron a México y en 1943 Frida comenzó una etapa como profesora de pintura en la Escuela La Esmeralda, escuela de Pintura y Escultura de la Secretaría de Educación Pública. Aunque su delicada salud no le permitió cumplir religiosamente con sus horarios, Frida estuvo registrada como maestra aproximadamente una década.

A partir de 1943, no obstante su salud empeoró y volvió a la Casa Azul de Coyoacán junto con Diego. La casa que la vio nacer también la acogió en su último suspiro. A pesar de su recaída, Frida siguió pintándose a sí misma y en naturalezas muertas.

En estos peores y diez últimos años, Frida decidió comenzar la escritura de su Diario. La escritura de esta obra es la más dura y trágica de Frida pues refleja el dolor y desesperación de los últimos años de su vida. Es ésta la etapa más desoladora y desesperada, más cercana al dolor desgarrador, a su muerte. A medida que penetramos en sus páginas como un enrevesado bosque, adivinamos los anhelos, la angustia y las desesperadas ganas de vivir de la artista.

La mayor verdad en la realidad de Frida fue el dolor que sufrió a lo largo de su vida. Ese dolor, desde niña, jamás la abandonó: fiel compañero que ella supo transformar en arte asombroso e innovador. Además de la pintura, Frida supo expresarse, transmitirse a sí misma mediante palabras libres, también muchas de creación propia, que buscaban una identidad puramente fridesca. El Diario sobre todo, pero también sus cartas, son otro tipo de auto-representación. En su caso, no acude a la crónica histórica, al ensayo o a la ficción novelística como lo hicieran los muralistas para retratarse con palabras, sino que como en su pintura, se refugia en un lenguaje poético repleto de símbolos que la ayudan a componer su mundo; su visión de Frida Kahlo. Desde el accidente del autobús al momento de escritura de su Diario, Frida había sufrido, según ella, cerca de 30 operaciones que maltrataron su cuerpo totalmente y que en más de una ocasión supusieron un retraso en su proceso de recuperación y no un alivio.

En abril de 1953 se realizó la primera exposición en solitario de Frida Kahlo en la Galería de Arte Contemporáneo de Ciudad de México gracias a la intervención de la fotógrafa y amiga Lola Álvarez Bravo. El acto resultó un éxito absoluto. Las invitaciones a la exposición de Frida fueron redactadas por ella misma, demostrando una vez más el gusto y voluntad literarios que poseía la artista mexicana.

Lola y Frida habían estado trabajando en una película surrealista donde Frida dejaba adivinar las relaciones que había mantenido con otras mujeres -su sobrina Isolda Pinedo Kahlo niega rotundamente esta bisexualidad, alimentada según ella, por la imaginación y fantasía de Diego

Rivera-, pero no pudieron terminarla por la gravísima decadencia física de Frida. Ese mismo año de 1953, en el mes de agosto, habrían de amputarle la pierna que la había hecho sufrir toda su vida. Esto le supuso a Frida una terrible depresión y un paulatino abandono de Diego Rivera.

Durante los últimos años de su vida, el comunismo sustituyó a su religión y participó en la medida de sus posibilidades (y aún excederse en ellas) en la causa comunista. Ella misma da explicaciones en su Diario sobre su abandono de la militancia política durante una época de su vida determinada.

La fuerza vital y creativa de Frida la llevaba a poder percibir y añadir múltiples sentidos completamente nuevos a un significado ya existente. No sólo utiliza para ello el sufrimiento, sino también su fuerza vital y sus increíbles ganas de autoimponerse a una realidad que no siempre le resulta favorable. Tal y como recuerda su sobrina, Isolda P. Kahlo, quien escribió Frida Íntima, recordando su experiencia vital y convivencia con sus tíos Diego y Frida, a la artista le gustaba reír a carcajadas, cantar, beber y compartir los mejores momentos con los seres más queridos, ante todo Diego. Fue una mujer entregada a las causas en las que creyó a lo largo de su vida y por eso, a pesar de no poder casi moverse, en julio de 1954, Frida asistió a una manifestación comunista en silla de ruedas por las calles de la ciudad de México, arriesgando seriamente su salud. Debido a esta salida la artista contrajo una pulmonía.

Frida Kahlo, a raíz de la indebida aparición en aquella manifestación, contrae una pulmonía que agrava aún más si cabía su débil salud. El 13 de julio de 1954 Frida fallece con 47 años. La estela de su legado será constante, hasta la actualidad.

La figura de Kahlo ha resultado tremen-damente atractiva para muchos desde su trágica muerte a causa de aquel accidente, que le provocó unas dolencias que duraron prácticamente toda su vida y que la obligaron a medicarse con morfina hasta extremos tan perjudiciales como mortales. Todo este padecimiento la nutrió, sin embargo, de una genialidad tan atrayente como personal.

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La construcción de la mujer -artista y creación- llamada Frida Kahlo no pudo existir como tal sin que la acompañara el dolor, en su cuerpo y alma. Tanto fue así que el único verdadero amor que reconoció pública y sinceramente le causó más lágrimas que sonrisas. Sobre esos cimientos de dolor y lágrimas construyó Frida Kahlo su felicidad, que también existió a pesar de lo que muchos han escrito sobre ella. Sobre accidentes y enfermedades, viajes y aventuras pasionales, amigos y cariño, se creó a sí misma en una continua remodelación, con pinceles y palabras. Como el ave fénix, se derrumbó en varias ocasiones pero siempre surgió de sus cenizas hasta que por fin, tal y como deseaba, no sólo llegó a ser una gran artista, sino una inquietante leyenda.

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PINEDO KAHLO, ISOLDA2004 “Frida Íntima”. Argentina: Gato Azul.

El Tren de la MemoriaDra. Guadalupe Ríos de la TorreUniversidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco

controlaban, a fin de abastecer a sus tropas o simplemente para impedir que el enemigo los utilizara en su provecho.

Los años revolucionarios ya revelaban una pre-sencia femenina dividida y múltiple, considerando las distintas clases en las que se inscribe a las mujeres. Su cotidianidad ya no transcurriría de igual forma para la mujer obrera, la indígena y la soldadera que para la mujer de sectores medios o de la élite. El trabajo doméstico, la reproducción y la crianza de hijos fueron, para todas ellas por igual, materia de su competencia. Tales finalidades según la esfera de su ejecución muestran una realidad diferente sobre una misma problemática.

La figura de la soldadera fue conocida en el ejército mexicano durante el siglo XIX, cuando las mujeres seguían a sus hombres en los campos de batalla; no se originó en los acontecimientos de la Revolución de 1910, (Frías1983,11) pero fue en ese momento cuando cobró mayor visibilidad.

Fuente: Guadalupe Rivera Marín, Las mujeres en la revolución Mexicana. Biografías de mujeres

revolucionarias. 1884-1920, México, INEHRM, 1993, p. 68.

Suave Patria: tú vales por el ríode las virtudes de tu mijerío

ramón lópez velarde

L os hechos revolucionarios fueron modificando a México, también fueron innovando la vida de las mujeres.

La querella revolucionaria contó con la contribución de hombres y mujeres en los distintos grupos, sectores y clases que trataban de dar forma a una nueva nación.

José Guadalupe Posada, La calavera revolucionaria.

el camino de la lucha de 1910

El cauce de la Revolución marcaba otros rumbos y tiempos difíciles. La movilización militar de los revolucionarios afectó las actividades agrícolas e industriales. Por una parte, el campo se vio privado de la mano de obra campesina para las labores agrícolas porque los trabajadores se enrolaron en los ejércitos de las facciones en la lucha, que impidieron que los alimentos y materias primas llegasen a la capital, ya que acapararon los granos, frutas y semillas en las zonas que permanente o que temporalmente

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Para los moralistas de la ciudad de México de los años de 1914 y 1917 la soldadera mexicana era la hembra sucia, harapienta, empolvada y burda (aunque también reconocían en su figura la capacidad para llegar a heroísmos mitificados en su figura); era la que clandestinamente introducía al cuartel la asquerosa bebida del aguardiente o el paquete de marihuana.1 Esta idea es radicalmente distinta a la que hoy se conoce en el discurso sobre la Revolución Mexicana.

Empero, las soldaderas que seguían a sus Juanes no sólo realizaban actividades bochornosas, sino que también tuvieron a su cargo tareas domésticas tradicionales como proveedoras de alimentos: el de preparar la comida, las tortillas, los frijoles y las picantes salsas. Fueron cargadoras del petate, de mantas, trastes y utensilios necesarios en la labor doméstica.2 Asimismo, pelearon cuando fueron reque-ridas: cargaban fusiles, rodaban cañones, lazaban maldiciones cuando era necesario, lo que también dolía al enemigo.

Como personas encargadas de las labores atribuidas a su sexo, en tiempos de lucha y en medio de adversas condiciones caóticas, peregrinaron de un lugar a otro, durmiendo aquí, acá y acullá en campamentos improvisados o en carros del ferrocarril.

Fuente: Ibidem, p.49

Así lo hicieron las mujeres de la facción villista, quienes no sólo se ocuparon de alimentar a la tropa, lavar la ropa y cuidar de los hijos, sino que también cooperaron atendiendo heridos, hacían de espías, de correo o de abastecedoras de armas, independientemente de brindar compañía sexual a su hombre. Las soldaderas, con su propia vestimenta, fueron descritas por los periodistas capitalinos:

Desconocen el uso de zapatos e hirviendo en mugre, piojos, chinches, desconocen el uso del jabón. Aquellas bravas perras humanas andan cubiertas de andrajos, calzadas algunas con huaraches, usan rebozo en donde ocultan la cabeza desgreñada, la blusa sucia de varias semanas, la falta de abrigo para el cuello, la de corsé, la de corpiño y la de las mangas, ocultan líneas del talle. El rebozo sirve también de sombrero, de abrigo y de paraguas. Es cuna para los niños, vehículo y abrigo, venda, hamaca, regazo y biombo. (Guerrero 1908,165)

En el día no tenían más hogar que la calle y la plaza de la ciudad; por la noche, la cuadra del cuartel. Se les veía sentadas con el perro a sus pies, y el chamaco

1 Cfr. Alberto, “La soldadera”, en Ecos, año1, t.1, núm.3, México, mayo 1912, p.25. Francisco L. Urquizo escribe en su libro Tropa vieja lo siguiente: “A las soldaderas no les falta recursos para meter la yerba y hasta buenos tragos de mezcal a los soldados”. México, La Prensa, 1974, pp. 67-68.

2 Pepe Rojas, “La vida en los campos”, La Clase Media, año II, T. IV, núm. 23, p. 123.

3 La descripción más detallada de un alumbramiento por parte de una soldadera se puede ver en el artículo de Emilia Enríquez de Rivera (Obdulia), “Misión de la mujer”, en Revista de Revistas, año 1, núm.1, México, agosto de 1914 12, p.1.

4 Alberto Herrera, “La soldadera”, Chapultepec, año I, no. I, México mayo 1912, p.19. Para el autor Francisco Ramírez la soldadera fue la inmoralidad y la porquería. La ciudad de México durante la Revolución Constitucionalista, México, Impresores Unidos, 1940, p. 405.

recostado contra el canasto, o cuando acompañaba a su marido o amante en las marchas militares, llevaba a cuestas al niño de brazos y el canasto lleno de ropa y trastos de guisar. En el campo de batalla proveía de agua a los heridos y sedientos. A los muertos los despojaba de sus ropas y del armamento, tan necesario en época de la lucha, antes darles sepulcro. (Ramírez1940,254-255)

Eran celosas, fieles y valientes, y al momento del parto las compañeras formaban un círculo a la futura madre y le recogían al niño. A veces continuaban la marcha recién paridas, (las más delicadas lo hacían el día siguiente).3 Todas las tareas de tiempos de paz durante la lucha se siguieron llevando a cabo sobre la marcha.

Con su actitud fueron calificadas por la prensa y por algunos capitalinos de desvergonzadas, lujuriosas, soeces en la forma de hablar, analfabetas y acostumbradas a todas las miserias humanas, principalmente a los abusos de autoridad. Eran consideradas como la representación de la etapa primitiva de la civilización en sociedad.4 Su moral constaba de dos preceptos: fidelidad

absoluta y abnegación incondicional a su hombre, marido o amante, y acatamiento, en segundo nivel, al batallón o regimiento.

Fuente: Ibidem, 62

En el año de 1915 los acontecimientos de la Revolución se hicieron más sangrientos, la desorganización de la vida cotidiana iba siendo cada vez más aguda, y la mujer participó activamente en las diferentes regiones del país, apoyando a las diversas facciones revolucionarias. Un ejemplo: en la región de Morelos se formó un batallón formado por familiares de los rebeldes zapatistas con los mismos intereses localistas:

Al mando de una fornida ex tortillera llamada La China, hicieron salvajes incursiones por el distrito de Tetecala; vestidas unas de harapos, otras con delicadas ropas robadas, con medias de seda y vestidos del mismo material, huaraches, sombreros de petate y cananas, estas mujeres se convirtieron en el terror de la región. (Womack 1974,167)

El autor John Womack afirma que aun el general Genovevo de la O trataba a La China con respeto. (Ibidem, 168)

Dra. Guadalupe Ríos de la Torre

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Algunos periodistas y escritores de la época alaban el papel desempeñado por las famosas Adelitas: Julio Sesto en El Diario (1912), Emilia Enríquez de Rivera en Revista de Revistas (1914) y El Hogar (1914).

Oh, soldaderas, en quienes pienso […]yo os glorifico y os recompenso;yo os doy en esta lírica ofrenda;yo a vuestra vida brindo unas palmas;yo entono un salmo por vuestras almasy en vuestro huesos pongo una flor.5

Fuente: “La mujer en la Revolución, Proceso Bi-Centenario no. 3, México, junio 2009, p.26.

A pesar de lo asentado, la revisión hemerográfica da cuenta de otra realidad, distinta a la imagen recogida en torno a la soldadera. La mayor parte de los autores les daban calificativos como “decente” e “indecente”, y veían dos únicas metas, el hogar o la prostitución. Ejemplos así se localizan en los medios de difusión de la época. En ellos resaltan los valores que debía transmitir la mujer a través de la educación familiar: moral y honra, respeto y aprecio por la tranquilidad y el orden social,

comportamiento adecuado para formar buenos hijos, con amor hacia la patria y disposición a defenderla. La instrucción que debía proporcionar a la mujer no consistía en conocimientos concretos, con excepción de las actividades domésticas que debían de aprender las mujeres, sino reproducir conductas socialmente deseadas. La familia era el instrumento para reproducir y perpetuar el orden social.

En las fuentes revisadas no sólo se hace alusión a la necesidad de una buena economía doméstica, sino también, con mucha insistencia, a la importancia que tiene el espacio doméstico como pequeño mundo particular, lejos de la turbulencia de los acontecimientos revolucionarios. Se definía como una obligación de la mujer, de todas las clases sociales, la de hacer de su casa un “dulce hogar, donde la meta de todas sus complacencias es busca abrigo después de sortear las borrascas que da la vida”.6 Su misión es convertir al hogar pobre o rico en un “pedazo de cielo donde no lleguen las tempestades del mundo”.7 Las contradicciones entre las normas sobre el deber ser femenino y la realidad se mostraban con más claridad. Para los moralistas y la sociedad en general los límites de la mujer eran los de su casa y su familia. Cualquiera que se saliera de este espacio reducido estaba potencialmente en peligro. Entre las desgracias que

5 Julio Sesto, “Soldaderas”, Diario, año V, núm. 455, México, 23 de marzo de 1912, p. 5-6

6 Carlos Rubio, “La salud de la mujer y la dicha del hogar,” en La mujer mexicana ,t. II, núm. 8, México, 15 de mayo de agosto de 1905, p.8

7 Nicolás Ortiz, “La misión de la mujer” en El Correo de las Señoras, año XI, núm. 21, México, 23 de octubre de 1892, p.322.

aguardaban a las mujeres que carecían de la protección familiar, estaba la prostitución, fenómeno social que desde luego no había surgido con la Revolución de 1910, pero que tuvo un auge durante los años críticos del movimiento.

La gran mayoría de las compañeras de los soldados en silencio y desde la invisibilidad, cumplieron el importante objetivo de ser compañera fiel, abnegada, siempre al lado de su viejo, acompañándolo de jornada en jornada para animarlo con su presencia y para procurarle medios de subsistencia, aceptando sobrellevar las penalidades y los rigores de la campaña, sin arredrarse por ello. Tras ellos, junto a ellos, van sus mujeres, centros inmóviles y sedentarios del pueblo y la familia convertidos ahora en una masa anónima de soldaderas que ejercían en sí mismas una fulminante revolución de las costumbres sociales y sexuales, mujeres a la intemperie cuya liberación en acto de guerra habrían de recoger después los arquetipos literarios y cinematográficos.

Fuente: Archivo Casasola

La soldadera fue desdeñada, escondida, olvidada y colocada fuera del modelo de mujer propuesto por la sociedad. Este modelo estaba cada vez más distante de la realidad y obedecía a la idealización de la mujer como un ser dedicado únicamente a la familia y al entorno del núcleo familiar. La construcción de un concepto sobre la mujer, tan pregonado y difundido por moralistas, legisladores, médicos y periodistas, empezó a romperse y a sorprender a las tradiciones de la sociedad capitalina durante el periodo de diciembre de 1914 a enero de 1915. (Ramírez Plancarte, op.cit.,240-244) Las opiniones sobre las mujeres se diversificaron y, si bien por un lado se alentaban los triunfos femeninos en aspectos como la cultura y la educación,8 por el otro éstos se reconocían sólo cuando no contradijeron el arquetipo de mujer dedicada al hogar y la familia, y en realidad en que no perturbaran el modelo ideal imperante sobre la feminidad. La sociedad revolucionaria seguiría pugnando por la evolución del papel del hombre y de la mujer, aunque las directrices correspondientes a éstas no admitían matices, y la discusión sobre un cambio en las relaciones entre sexo fue aceptada para que ellas laboraran, pero sin romper la sumisión en la familia y la sociedad.

8 Dolores Correa Zapata, por ejemplo, hizo del profesorado un verdadero sacerdocio al consagrarle todo su tiempo y toda su inteligencia, derramado a raudales las luces de la instrucción; mientras que en la escuela trabajó por el adelanto de la niñez con sus lecciones, en la prensa hizo lo propio por la sociedad a fin de que se protegiera la educación. Matilde P. Montoya, por su parte, se dedicó a estudiar obstetricia en la Escuela de Medicina de esta capital, en 1870; abrió a la mujer mexicana el camino de la ciencia. Laureana Wright, Mujeres notables mexicanas, México, Tipografía Económica, 1910, pp.394-396 y 534-542.

Dra. Guadalupe Ríos de la Torre

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Fuente: Hemeroteca Nacional.

Como fuente complementaria sobre el discurso de la mujer resulta imprescindible la consulta de periódicos y revistas femeninas; a través de la lectura de este material se pueden llegar a conocer varios aspectos de las mujeres de la época, en cualquiera de sus manifestaciones de la vida cotidiana, es decir, lo que ocurría todos los días, lo pequeño, lo insignificante. Muchas veces se publicaron novelas de género en episodios en su modalidad de folletín,9 en los diarios como El Demócrata (1914-1915), El País (1911-1913), El Nacional (1911) y El Imparcial (1913).10 Dichas lecturas eran consideradas propias del sexo débil, porque asumían la visión de las mujeres, el punto de vista femenil.

Fuente: Presentación de Guadalupe Rivera Marín. Las mujeres en la Revolución Mexicana. Biografías de mujeres revolucionarias. México, INEHRM, p. 66,

Durante los años de 1913 a 1917 mujeres de diversos niveles sociales participaron en el movimiento armado. Hubo mujeres que al levantarse en armas ocuparon puestos de mando y obtuvieron grados militares, como es el caso de Carmen Parra Vda. de Alaniz, que contribuyó al movimiento villista. (Lau y Ramos 1993, 44) Estos combatientes demostraron habilidad en el manejo de la tropa y destreza en el uso de armamento. Otras participaron en el campo de batalla como voluntarias y benefactoras incluso se fundó la Cruz Blanca Constitucionalista,11

9 Una de las creaciones del periodismo del siglo pasado fue un nuevo género literario, la novela de folletín. Esta novedad surgió como producto de una estratagema comercial, pues el periódico, para lograr mayores ventas, redujo el costo al consumidor a la mitad, y la otra mitad la subvencionó anunciando ciertas producciones comerciales en la parte inferior de la última plana de la publicación.

10 El Demócrata publicó Tomóchic; en El Imparcial y en El Nacional se publicaron las novelas de

Ángel del Campo. En el diario El País se publicaron novelas largas o cortas y en cada uno de sus números, y sólo a partir de 1914, dos años después de su aparición, se le denotaría folleto. Cfr. Elvira Buelna, op. cit., p. 189. Cfr. J. S. Brushwood, “La novela mexicana frente al porfirismo”, en Cultura, ideas y mentalidades, México, El Colegio de México, 1992, p. 162. (Lecturas Mexicanas núm. 84).

11 La Cruz Roja fue fundada en nuestro país en agosto de 1907 y reconocida como institución de utilidad pública por Porfirio Díaz en febrero de

o quienes, convencidas de la causa revolucionaria, se manifestaron contra el gobierno de Victoriano Huerta adhiriéndose a las filas constitucionalistas.12 Aquellas voluntarias, que atendiendo enfermos y heridos colaboraron en el establecimiento de un hospital de sangre para ayudar a los combatientes, participaron en los acontecimientos de 1914 en la ciudad de México de la siguiente manera:

En las clases medias, la mujer ha desempeñado papeles verdaderamente sublimes, han salido de sus hogares, se han atestado bajo las banderas de asociaciones piadosas cuya misión ha sido levantar y socorrer heridos en los campos de batalla, para curar las heridas de sus cuerpos heridos y llevar un consuelo a sus almas.13

Por su condición de mujeres les fue más fácil incursionar en el espionaje y ser agentes confidenciales. Los revolucionarios también requirieron de acciones organizadas para difundir sus ideas. En ambos quehaceres las mujeres realizaron valiosas labores.

Además, los sangrientos enfrentamientos armados, la falta de servicios sanitarios y medicamentos, así como de provisiones alimenticias, provocaron heridas, enferme-dades y epidemias entre la población. Aquí la labor humanitaria de las enfermeras fue esencial, pues atendían sin descanso a todas aquellas personas que lo necesitaran, sin percibir salarios. Lo único que las impulsaba era su afán de ayuda.

Fuente: Hemeroteca Nacional.

Enfermeras y practicantes dejaron su hogar, su familia y sus estudios con el fin de servir y luchar en los campos de guerra, entre la miseria, el hambre, el dolor, la angustia y la muerte. Las mujeres estuvieron allí para dar aliento y su discurso fue:

Entre las mujeres ricas, a quienes se ha flagelado con los más duros epítetos,

1910. Diario oficial de la Federación, México, 12 de marzo de 1910. Véase Ana María Fernández Poncela, “Imágenes femeninas en la época revolucionaria”, en Sólo Historia, México, núm. 8, abril-junio de 2000, pp. 41-46.

12 Al igual que Madero, Carranza recibió correspondencia de mujeres que le expresaban sus inquietudes políticas y, al mismo tiempo, le proporcionaban información sobre la situación que prevalecía en sus localidades: Ame Aguirre le dio su opinión con relación a la sucesión en Durango y lo que se discutía en la calle. Poncela, op.cit., pp. 58-59.

13 Fueron mujeres de la clase media, ilustradas, con una situación más o menos desahogada. A pesar de todo, ellas participaron en diferentes actividades de la lucha armada como fue: Carmen Serdán y Dolores Jiménez Muro por citar algunas. Ibidem., pp. 34-35. Son las mujeres de la élite las que hablan sobre los acontecimientos de 1914 en

la ciudad de México. Emilia Enríquez de Rivera (Obdulia), “Misión sublime de la mujer”, en Revista de Revista, año I, no. 12, México, 30 agosto de 1914, p.1.

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también la onda de la piedad llegó a sus corazones, que no permanecieron indolentes [...] cedieron sus casas para hospitales y sus carruajes para camillas; y de abnegación, se aprestaron también a vestir el modesto traje de enfermeras escondiendo sus pedrerías y sus tocados en la humilde cofia blanca.14

Fuente: Ibidem, p.113

Entre las filas revolucionarias también se destacaron las maestras, que a través del silabario propagaron los ideales constitucionalistas.

Con el triunfo del movimiento constitu-cionalista en las filas revolucionarias surgieron divisione jefes del movimiento armado, como Venustiano Carranza, Francisco Villa, y Emiliano Zapata, son entre los grupos armados, a causa de los distintos matices políticos de los principales quienes se enfrentaron por el poder, cada uno con perspectivas muy disímiles.

Si los hombres se dividían por ofuscamientos de tipo político se separaban en bandos contrarios con el fin de aniquilarse, el discurso de las mujeres de la clase alta y media fue el de “que colectivamente representaron un nuevo estilo de mujer que abandonó el aislamiento doméstico y se comprometió con el ritmo de su tiempo”.(Mendieta Alatorre 1961,123) Dentro de este mismo discurso la mujer veía una nueva etapa de bienestar y progreso, una nueva misión que las mujeres de la élite no habían cumplido, una prerrogativa que no habían ejecutado. Así, en el seno de la familia, en el ambiente apacible, de los hogares, a ellas tocaba en esos momentos ser virtuosas y laborar para destruir todo intento de contienda.

Los acontecimientos revolucionarios crearon también nuevos foros de comu-nicación y se produjo un auge en la música popular, que adquirió un espacio que antes no tenía. Los corridos populares compuestos por los revolucionarios cum-plieron, además, una función informativa, como antaño. Narraban las grandes batallas, los hechos de política y militares del momento, anunciaban la muerte de los políticos y generales, las tragedias personales, las pasiones amorosas y las hazañas de las heroínas.

Fuente: María Félix y Dolores del Río, La Cucaracha, 1958.

14 Elena Arizmendi intensificó su labor de la Cruz Blanca Neutral. Véase Lau y Ramos, op.cit., pp.34-35. Emilia Enríquez de Rivera (Obdulia), op.cit., p. 20

Durante la Revolución las bandas de música articularon a los diversos grupos y de nueva cuenta serían factor importante de cohesión. Se escucharon y fueron admiradas las bandas de las divisiones del Noroeste, del general Álvaro Obregón; del Norte, dirigidas por Francisco Villa, y las de los ejércitos zapatistas a su paso por la ciudad de México en noviembre de 1914 y enero de 1915

Los corridos fueron del gusto de los revolucionarios y arraigaron en el de los capitalinos, quienes escucharon las gestas revolucionarias de las mujeres que se habían incorporado a los ejércitos revolucionarios como soldados a título personal, o bien ocuparon los puestos que sus Juanes habían dejado vacantes:

La Adelita.

En lo alto de una abrupta serraníaacampando se encontraba un regimientoy una moza que valiente lo seguía,locamente enamorado del sargento.

Popular entre la tropa era Adelita,la mujer que el sargento idolatraba,porque a más de ser valiente era bonita,y hasta el mismo coronel la respetaba.

Y se oía que decíaaquel que tanto la quería:

“Soy soldado y la patria me llamapara sus campos, que vaya a pelear,

Adelita, Adelita de mi alma,no me vayas por Dios a olvidar.

Si Adelita se fuera con otro,

la seguiría por tierra y por mar,si por mar en un buque de guerra,si por tierra en un tren militar.

Y si Adelita quisiera ser mi novia,y si Adelita fuera mi mujer,le compraría un rebozo de sedapara llevarla a bailar al cuartel”.

Fuente: Rivera, op. cit., p.69

Las novias, hermanas o madres angustiadas y llorosas, ejercieron acaso un tipo de seducción y coquetería femenina sui generis, que esgrimía la tradicional sonrisa de la mujer para ayudar a causas que, siendo personales, tenían su raíz en la lucha política del momento. Muchas casas decentes recibieron y agasajaran con bailes a los triunfantes generales que tomaban su ciudad, quizás para salvar la vida y la fortuna familiar con una conducta complaciente, impensable en momentos de paz. Las artes femeninas tal vez tuvieron aquí una función diversa, un matiz, que sin proponérselo, se volvió una toma de partido. Y para combatir al temor del asalto, de la violación, está el recurso del escondite, del disfraz y el viraje, pero también el escarmiento.

Dra. Guadalupe Ríos de la Torre

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MARIETA

Marieta, no seas coqueta,porque los hombres son muy malos,prometen muchos regalos y lo que dan son puros palos.

Su mamá dijo a Marieta:“Deja ya la pretensión,déjate crecer el peloy el vestido tan rabón,porque la mujer que tieneel vestido tan cortito,cuando llega así a agacharsese le mira muy bonito”.

Marieta, no seas coqueta,La Marieta fue a los toros,su mamá no lo sabíaporque andaba de coquetacon los de caballería.

Cuando estaba allá en los toros, en los toros se cayó,como no traía calzones,toditito se le vio.

Sin embargo, la mujer no fue sólo víctima: la lucha trastocó papeles y la coronela era capaz de mandar matar, de fusilar o ser fusilada sin miramientos, al igual que cualquier hombre.15 El sexo perdió

importancia. También la tradicional pacien-cia femenina se exacerbó y el deseo de venganza podía llegar al de la impotencia frente a la incapacidad de ejercer una función ajusticiadora que se reservaba, en exclusiva, para los varones:

LA RIELERA.

Yo soy rielera, tengo mi Juan.él es mi encanto, yo soy su querer,cuando me dicen que ya se va el tren,“Adiós mi rielera, ya se va tu Juan”.

Tengo mi par de pistolascon sus cachas de marfil,para agarrarme de balazoscon los del ferrocarril.Yo soy rielera, tengo mi Juan...

Tengo mi par de pistolas con su parque muy cabal,una para mi queridaotra para mi rival.

Yo soy rielera, tengo mi Juan...Si porque me ves con botaspiensas que soy melitar,soy un pobre rieleritodel Ferrocarril Central.Yo soy rielera, tengo mi Juan...

Así, las mujeres en la Revolución se vieron envueltas en conductas y actividades diferentes, y ayudaron frecuentemente a los diversos bandos mediante el contrabando de armas, el espionaje; fueron telegrafistas y enfermeras; como maestras difundieron las ideas revolucionarias. Y es importante señalar que lo que empezó como una actividad temporal, mientras durase la bola, se convirtió con el tiempo en una tarea cotidiana.

15 Nacha Guevara muere a manos de Francisco Villa, víctima de su error, como cualquiera de los generales del sexo masculino que cometían errores. Cfr. Nellie, Campobello, Cartucho: relatos de la lucha en el norte, México, EDIAPSA, 1940, p. 43. La capitana primero, Rosa Padilla Camacho, cuya hoja de servicios consigna su participación en innumerables batallas. Knight, op.cit., p.143.

También las mujeres, en otras ocasiones, tuvieron otra función: la de defensoras e intercesoras para salvar a padres, hermanos y maridos del pelotón de fusilamiento, o más frecuentemente, de la temida leva. No es de extrañar que las mujeres abandonasen su reclusión para abogar por sus familias pues, en muchos casos, la incorporación forzosa de los varones de la familia al ejército podía significar para ellas la pérdida del sustento, de la legitimidad social o de ambas.

En general, las mujeres participaron en todas las facciones revolucionarias combatiendo y también en contra de los ideales de la Revolución, para que ésta les hiciera justicia en cada uno de sus actos cotidianos.

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“Los Otros” y sus Imágenes en la Prensa Sensacionalista en los Inicios del Siglo XX Mexicanodra. Marcela suárez escobarUniversidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco

el conteXto…

En este fin de siglo, dirigía el gobierno mexicano el general Porfirio Díaz que después de casi un siglo de violencia entre grupos, bancarrota nacional e invasiones extranjeras logró “una cierta paz” que permitió el inicio de un crecimiento desigual y dependiente. El problema fue el costo social de este crecimiento y el logro de esta supuesta paz, porque esto tuvo como consecuencias grandes diferencias en la distribución del ingreso, con gran explotación y pobreza de la mayoría de la población. Se dio una concentración de la riqueza en pocas manos y una “paz” lograda a través de negociaciones con los grupos de la elite, pero con represión para la mayoría de la población.

El positivismo como ideología penetró como base de este nacimiento capitalista dejando de lado algunas metas buscadas por el liberalismo triunfante, tales como la libertad individual y la protección de los derechos individuales, para sustituirlas con la idea de que se requería un gobierno fuerte para el logro de un progreso, meta fundamental del grupo gobernante desde la última década del siglo.

L as ilustraciones en los periódicos mexicanos surgieron desde la primera mitad del siglo XIX y a

fines del siglo fue cuando se introdujo la fotografía como medio de apoyo para la difusión de noticias. En estos años fue cuando se inició una modernización tecnológica importante en la producción de la prensa mexicana. La mecanización de la reproducción y el invento de la placa seca al gelatina- bromuro que permitió plasmar fotografías en la prensa (Freund, 1993, 95)1 coincidió con una efusión en la exposición de noticias sobre delitos.

El espacio dedicado al delito en ocasiones se empleó como medio para atraer audiencia y en otras para aplaudir las acciones del Estado, en ambos casos se pretendía la construcción de una imagen de un mundo en desorden e inseguridad para los ciudadanos, que justificara las acciones gubernamentales de control social.

1 Gisele Freund. La fotografía como documento social. Barcelona, Gustavo Pili, 1993, p. 95.

Este ideal del “orden” recibió con beneplácito a la criminología positivista y a la antropología criminal, que enfocaban su atención al estudio de los hombres antisociales con el fin de conocer, explicar y prevenir sus conductas, a través del conocimiento de características somáticas, psicológicas y fisiológicas, aunque tímidamente algunos teóricos de la época aceptaran la influencia de factores sociales en el desencadenamiento de conductas antisociales (Quiroz Cuarón, 1977, 937).2

La antropología criminal afirmaba la existencia de diferencias físicas entre los individuos delincuentes y no delincuentes, y la prensa fabricó las imágenes de los cuerpos de los supuestos delincuentes, sujetos “criminales, astutos y peligrosos”, y los dibujos y fotografías empleados en la prensa fueron determinantes para esta representación. La policiología –término acuñado por Carlos Roumanac (Reynoso Dávila,1992, 216)3, criminólogo y periodista crítico- como el estudio en forma práctica de los criminales y el crimen a través de la aplicación de métodos científicos de investigación para detectar criminales estuvo en auge.

Siguiendo a Bordieu podemos considerar que los medios pueden considerarse bienes culturales cuyo consumo determina una diferenciación cultural, los bienes culturales son vendibles, y por ello la prensa moderna se inscribió en la construcción

simbólica de los grupos sociales. El tema de la violencia surgió como elemento interesante tanto para la elite como para el grupo gobernante, y para el sector empresarial ligado a la prensa. La elite se preocupaba por la posible violencia que pudiera surgir de un estallido social de las clases explotadas, el grupo gobernante se interesó por el logro de un mayor control social y en el ejercicio de la violencia desde el poder, y la prensa recibió gustosa la idea de un incremento de capital generado por mayores tirajes y ventas, objetivo fundamental de la prensa sensacionalista.

Por esto, la prensa insistió en señalar que el bajo mundo podía llegar a dañar a las “personas decentes”, así inició el crecimiento de la percepción de inseguridad a través del discurso del lenguaje, psicología y signos (Gómez Antón, 1990, s/p)4 y como el discurso social sobre la seguridad y el factor político proveniente del Estado pueden organizar las medidas de seguridad (González Placencia, 2000, 49)5, esto sirvió para incrementar el control social y la represión. Se construyeron así mediaticamente estereotipos criminales. Los contenidos de la prensa sensaciona-lista generaron tensiones psíquicas, ele-mentos base para la manipulación.

2Alfonso Quiroz Cuarón. “La Criminología”. Medicina Forense. México, Porrúa, 1977, p.937.

3 Carlos Roumanac. “Elementos de Policía científica”. Roberto Reynoso Dávila.Historia del Derecho Penal y nociones de criminología. México, Corderos ed. 1992, p.216.

4 Francisco Gómez Antón. “La violencia como fuerza injusta: los efectos de su presentación en los medios informativos”. Carlos Soria coord. Prensa, paz violencia y terrorismo. La crisis de credibilidad de los informadores. Pamplona, Universidad de Navarra, 1990.

5 Luis González Placencia. Perspectiva ciudadana de la inseguridad. México, Universidad autónoma Metropolitana, Fondo de Cultura Económica, CONACYT, 2000, p.49.

dra. Marcela suárez escobar

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La estrategia de la construcción simbólica consistió en un uso de símbolos, sobreexplotación de textos e imágenes sobre la delincuencia y la sangre, y de esta manera se inició lo que Carlos Soria y Juan Antonio Giner (Soria y Giner, 1990, 50)6 denominan “la pornografía del dolor”.

el cUerpo en iMÁGenes

Para la época que nos ocupa se iniciaba el periodo en que las personas consideraban que las imágenes eran reflejo de la realidad, principalmente los fotógrafos, y éstos de alguna manera se convirtieron en instrumentos políticos y generadores de opinión.

Fuente: Hemeroteca Nacional

El control y manipulación de los medios hacia las personas puede hacerse profundizando las imágenes visuales. Los grandes periódicos determinan lo que es noticia o no lo es, y la multiplicidad de imágenes de un solo tema acaban

convirtiéndolo en importante, en aquella época el periódico El Imparcial fue el que más acudió a esta estrategia. Así, se empezó a utilizar un fotoperiodismo de crisis y violencia que con frecuencia generó una excrecia mediática mediante el fotoschock y el periodismo se enfocó sobre “los otros desconocidos”. Se editaron contenidos visuales organizándolos, y recolocando imágenes, los fotógrafos se ubicaron en determinado contexto y los textos ampliaron su significado (Baeza, 2001, 72 y 93).7

Los periódicos también iniciaron el em-pleo de la fotoilustración como sustituto del dibujo, pero aplicándolo a aquellos contenidos que explotaron muertes, angustias e inseguridades bajo la apariencia de divulgación y servicio. De acuerdo con Panofsky (Baeza, 2001,162)8 y su análisis de imágenes, la significación primaria podía observarse en la publicación de la fotografía del hecho de sangre y los relatos sobre los transgresores, y desde el punto de vista iconográfico las imágenes sobre los delincuentes podían mostrar implicaciones simbólicas y espectacularidad, que podían observarse en el plano cercano cuando se publicaban detalles de sufrimiento individualizado.

6 Carlos Soria y Juan Antonio Giner. “El secuestro terrorista de los medios de información”. Carlos Soria ed. Prensa y paz…op, cit,., p.53.

7 Pepe Baeza. Por una función crítica de la fotografía de prensa. Barcelona, Gustavo Pili, 2001, pp 72 y 93.

8 Citado en Ibid,. P.162.

Imagen tomada de: www.taranga.net/pst/imagenesantiguasdemexico

Cuando se habla de la imagen hay que presuponer una teoría del significado. Según Lorenzo Vilches las imágenes no son representadas en forma directa, porque intervienen en ellas la tecnología, las operaciones materiales y las perceptivas, por lo que la imagen debe estudiarse como una función semiótica que establece la correlación entre sistemas y formas de expresión y el contexto cultural (Vilches, 1995, 28).9 La fotografía así puede analizarse desde su plano expresivo o significante y desde el significado denotado (Vilches, 1995, 33).10

En particular la fotografía de prensa puede ser estudiada en relación a los actantes que se encuentran en la imagen que pueden analizarse en función de la jerarquía perceptiva (Vilches, 165-175)11 Así en el contexto cultural y político que nos ocupa se puede observar que por ejemplo, en función de la jerarquía perceptiva el dominio de las figuras sobre

los fondos es claro en gran cantidad de fotografías de prensa que tienen intención de enfatizar un drama. En otras ocasiones, se trataba de ubicar como actante dominante algo que impactara más a los lectores, como algún ser vivo en primer plano y en particular imágenes de niños, por ejemplo.

En el caso de la exposición de las imágenes de los supuestos delincuentes, se les colocaba en primer plano, incluso antes que las víctimas, con el objeto de impactar aún más a los lectores. Se trataba de exponer sus fisonomías lo más feroces posible, ad hoc a las teorías sobre las tendencias criminales y ferocidad innata de los supuestos transgresores que plantaba la criminolgía positivista, y que permanecerían vigentes en el pensamiento colectivo durante toda la primera mitad del siglo.

De hecho las imágenes constituían textos por sí solas, pero sin embargo en general casi siempre se vieron acompañadas de algún texto escrito. Vilches clasifica los pies de fotografía en prensa de acuerdo a los distintos tipos de leyenda: “la enigma” que es una frase o texto sin relación alguna con la fotografía, el “mini ensayo” que consiste en una amplificación que da a sus propias connotaciones ligando al texto con la foto, “la narrativa” que es una narración de varios autores, y la “aditiva” que está constituida por textos preexistentes como poemas o frases literarias, en el periodo y tema que nos ocupa prevalecieron el “mini-ensayo” y la narrativa. En una misma página podían encontrarse varias fotografías con sus respectivos pies.

De hecho, las imágenes pueden ser rehechas al introducirse en determinado co-texto, es decir, al introducirse en el texto en el que se

9 Lorenzo Vilches. La lectura de la imagen. Barcelona, Paidós, 1995, p.28.

10 Ibid,. P. 3311 Ibid,. Pp. 165-175.

dra. Marcela suárez escobar

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12 Diego Lizarazo. El dolor de la luz. Una ética de la realidad. Irari de la Peña coord. Ensayos sobre la fotografía documental. México, Siglo XXI, 2008, p.14.

13 Ibid, p. 18.14 Juan Pablo Aguilar y Ángeles Eraña. “Los problemas

ontológico y epistemológico en el fotoperiodismo. Veracidad y objetividad” en Ibid.,p. 39.

inserta la imagen, es decir, importa la página del periódico en que se coloca, importando también las fotografías contiguas, pies de página y títulos (Lizarazo, 2008, 14).12

En cuanto a las posibilidades de influencia de la exposición de estos “cuerpos del delito” existen normas culturales que asignan la posición de lo que observan, como una instrucción cultural (Lizarazu, 2008, 18)13 y en aquellos tiempos se consideraba que las imágenes publicadas en la prensa eran la representación fehaciente de la realidad. La observación de imágenes se encuentra siempre empapada de prejuicios, hábitos e intereses (Aguilar y Eraña, 2008, 39)14 y en ese momento el miedo al estallido social y la supuesta necesidad de un mayor control social fueron la base para la interpretación de muchos lectores.

Fuente: El Imparcial, 20 de noviembre 1910, Hemeroteca Nacional

Adorno señala que los estereotipos definen el modelo de comportamiento del espectador por sobre el cuestionamiento de los contenidos específicos, y aquí la prensa sensacionalista produjo estereotipos, publicaron cuerpos, sangre y violencia, se expusieron como cuerpos del delito y se emplearon también como medios de entretenimiento. De alguna manera los receptores fueron atacados tanto por la exaltación como por la trivialización de la violencia, porque de hecho, hay muertes que informativamente existen o no. En aquellos momentos hubo manipulación de la información, censura de omisión y deformación de la información.

Gisele Freund señaló que el gusto en general y los modos de expresión en particular corresponden a un momento histórico determinado por el conjunto de fuerzas sociales (Freund, 1993, passim),15 habrá que preguntarse por la exposición de los cuerpos que hoy hace la prensa y su posible influencia en los lectores u observadores, así como por sus fondos e intenciones y los intereses que defiende. Barthes afirmó que el impacto emotivo de una imagen anula su significación por el colapso psíquico que provoca, es necesario entonces reflexionar sobre la profusión de imágenes que publica la prensa hoy y su recepción por parte de los lectores.

El periodismo debe ser un instrumento de lucha contra la violencia y la impunidad y esto sólo puede darse a través de testimonios responsables. Hoy debemos luchar para ello.

15 Gisele Freund. La fotografía como documento social. Barcelo Barcelona, Gustavo Pili, 1993, passim.

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El Vasto Pensamiento del Conde de Aranda(su dictamen reservado a carlos iii tras

la independencia de las colonias inglesas en América)

dr. oscar Mata JuárezUniversidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco

Imagen tomada de wwww.fuenterrebollo.com

A primera vista, el Tratado de Paz resultó altamente favorable para España, pues obtuvo la devolución de las Floridas y parte de las costas de Nicaragua, Honduras y Campeche. Nunca como en ese momento los dominios españoles en Las Indias fueron más dilatados y extensos. Sin embargo, los recelos del Conde de Aranda obedecían al surgimiento de la nueva entidad, apadrinada por Francia y España. En 1783, el tratado reconocía la independencia de las 13 colonias, que de esa forma se convertían en estados independientes. La colonización inglesa en América dio inicio en 16071, con la fundación de Jamestown, en Virginia, una colonia con ciento diez

Cuando el 3 de septiembre de 1783, don Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, X Conde

de Aranda, en su calidad de embajador plenipotenciario de España, firmó, en el palacio de Versalles, el Tratado de Paz, ajustado en Paris, que reconocía la independencia de las colonias inglesas en América, no pudo evitar un sentimiento de dolor y recelo. El tratado ponía fin a una guerra entre la corona inglesa y sus trece colonias en el norte de América, en la cual Francia y España habían apoyado y auxiliado a los colonos rebeldes. La participación francesa en el conflicto obedecía a una centenaria rivalidad entre galos y británicos; España, en cambio, había sido obligada a inmiscuirse en el conflicto bélico por obra y gracia del tercer pacto de familia entre soberanos de la dinastía Borbón, que obligaba al rey Borbón de España, Carlos III, a brindar su ayuda al rey Borbón de Francia, Luis XVI. Cierto que las posesiones españolas en América habían padecido repetidos ataques de piratas y corsarios ingleses, pero para el Conde de Aranda siempre estuvo muy claro que lo mejor para España habría sido mantenerse neutral en el conflicto, debido a sus enormes posesiones en el nuevo mundo, mismas que empezaban a peligrar con la firma del Tratado de Paz. Aranda fue el primer español, y para desgracia de su patria casi nadie pensó como él, en advertirlo.

1 Los datos de las colonias inglesas, su fundación y su extensión, así como los de su posterior expansión, fueron tomados de la Enciclopedia Salvat, diccionario, t. 5. México, Salvat, 1976. pp. 1203- 2004.

mil kilómetros cuadrados de extensión. Siguieron Massachusetts, fundada en 1620, con veintisiete mil kilómetros cuadrados, un tamaño casi igual al de su vecina del norte, New Hampshire, con veinticuatro mil; aunque muy superior a las de sus vecinas al sur: Connecticut, fundada en 1635, con catorce mil y Rhode Island con apenas cuatro mil kilómetros cuadrados. Se puede decir que eran pequeñas comunidades dedicadas básicamente a la agricultura y asentadas en la costa atlántica. Sin embargo, conforme se iban agregando más colonias en el sur el tamaño de las nuevas entidades iba en aumento: Carolina del Norte poseía casi ciento cuarenta mil kilómetros cuadrados, y la última en ser fundada, Georgia, en 1732, se extendía más de ciento cincuenta mil de kilómetros cuadrados. En total, las trece colonias ocupaban una superficie que rondaba por los ochocientos setenta mil kilómetros cuadrados, donde vivían millón y medio de seres humanos. El Tratado de Paz firmado en Versalles fijaba los limites de esas colonias al norte y al oeste: el paralelo 32, principio del dominio francés, y el río Missisipi, en cuya otra orilla había territorios pertenecientes al virreinato de la Nueva España; los límites al sur, en cambio, no fueron precisados, lo cual muy pronto fue aprovechado por los antiguos colonos, que fácil y libremente se internaban en territorios al oeste del Missisipi…

En 1787, los 55 representantes de las trece colonias se reunieron en la ciudad de Filadelfia. De todo mundo es sabido que del Congreso de Filadelfia surgió un solo gobierno federal para todas las antiguas colonias, encabezado por un presidente de la república y dos cámaras legislativas. La ciudad de Nueva York fue su primera

capital, que en 1790 se mudó a Washington. De esta forma nacían los Estados Unidos de América y se cumplía el primer vaticinio del “Dictamen reservado que el excelentísimo señor Conde de Aranda dio al Rey sobre la independencia de las colonias inglesas después de haber hecho el Tratado de Paz, ajustado en Paris el año de 1783”2. En efecto, años antes de que las antiguas colonias se unieran el noble español había vaticinado su unificación y, por ende, el surgimiento de esa nueva república federal, misma que según sus propias palabras, nacía “pigmea”, pero muy pronto habría de convertirse en un “coloso”, al no haber en América una fuerza contraria que impidiera su expansiona, que se realizaría en perjuicio de las posesiones españolas. Los acontecimientos futuros volvieron a darle la razón y justo a la mitad del siglo XIX los Estados Unidos de América habían multiplicado su extensión territorial por diez, mediante la compra de la Lousiana, con más de dos millones de kilómetros cuadrados, a Francia en 1803, las Floridas -con ciento cincuenta y dos mil kilómetros cuadrados- a España en 1819, la anexión de Texas, con sus seiscientos noventa mil, en 1846, la “compra” de la alta California, Nuevo México, Arizona y Colorado a México en 1848, con lo cual añadieron otros dos millones de kilómetros cuadrados, y la ocupación de los territorios situados al norte de esos estados. Posteriormente adquirieron Alaska y anexaron las islas de Hawai, con lo que su superficie total superó los nueve millones de kilómetros cuadrados.

2 En Fuentes históricas de la Independencia de México 1808-1821, recopilación y notas de Rogelio Orozco Farías, México, Jus, 1967, pp. 31-34.

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Imagen tomada de: www.ar.kalipedia.com

Sin embargo, el punto más importante del dictamen dirigido al rey Carlos III se refería a las posesiones de España en Las Indias, que además de encontrarse muy alejadas de la metrópolis, padecían infinidad de injusticias y la venalidad de los gobernantes oriundos de España, quienes viajaban a Las Indias en busca de un enriquecimiento rápido. A lo anterior se añadía el natural deseo por la libertad que, señalaba el conde, yace en todo humano. Como algunos de sus compatriotas, Aranda consideraba que más temprano que tarde España perdería sus colonias en América y, adelantándose a los acontecimientos, le propuso un plan, “un vasto pensamiento” lo llamó, que de haberse llevado a cabo, simple y sencillamente hubiera cambiado el rumbo de la historia. El proyecto consistía en lo siguiente:

Que vuestra majestad se desprenda de todas las posesiones del continente de America, quedándose únicamente con las islas de Cuba y Puerto Rico en la

parte septentrional y algunas, que más convenga, en la meridional con el fin de que ellas sirvan de escala o depósito para el comercio español.

Para verificar este vasto pensamiento de un modo conveniente a la España se deben colocar tres infantes en América: el uno de rey de México, el otro del Perú y el otro de lo restante de Tierra Firme, tomando vuestra majestad el título de emperador.

Las condiciones de esta grande cesión pueden consistir en que los tres soberanos y sus sucesores reconocerán a vuestra majestad y a los príncipes que en adelante ocupen el trono español, por suprema cabeza de familia.

Que dichos soberanos y sus hijos casen siempre con infantes de España o de su familia y las de aquí con príncipes o infantes de allá, para que de este modo subsista siempre una unión indisoluble entre las cuatro coronas, debiendo todos jurar estas condiciones a su advenimiento al trono.

Que las cuatro naciones se consideren como una en cuanto a comercio reciproco, subsistiendo perpetuamente entre ellas la más estrecha alianza ofensiva y defensiva para su conservación y fomento…3

En pocas palabras, se trataba de ceder para retener, otorgar la libertad con el fin de conservar unos enormes dominios que de esa forma dejaban de ser unas colonias a las que resultaba sumamente complicado defender, y que en los hechos representaban una pesada carga administrativa, para convertirlos en aliados.

3 Ibid., pp. 33-34.

Visto a la distancia, el plan del Conde de Aranda provoca admiración y asombro, por su sencillez y los enormes beneficios que hubiera acarreado a todos los hispanos, tanto en la península ibérica como en Las Indias, al ser verificado, realizado.

El “vasto pensamiento” del Conde de Aranda abarcaba una superficie de unos veinte millones de kilómetros cuadrados, que hubieran continuado bajo el dominio de la corona española, con monarcas españoles, de la dinastía borbónica, que a finales del siglo XVIII hubieran gobernado a unos quince millones de seres humanos, con lo cual la hegemonía hispana en América se mantenía y consolidaba, pues el proyecto proponía el establecimiento de tres reinos aliados y vecinos, que compartían el mismo origen y recíprocamente se ayudaban y protegían. Esta nueva y colosal fuerza muy posiblemente le hubiera devuelto a la alicaída España, con sus diez y medio de habitantes, mucho de su antigua grandeza, pues entonces la metrópoli ya no se haría cargo de sus colonias, sino que trataría con reinos aliados.

Busto del Conde de Aranda. Tomado de: commons.wikimedia.org

El plan del Conde de Aranda contemplaba tres reinos: en el hemisferio norte de América el virreinato de la Nueva España, con siete millones de kilómetros cuadrados, se convertía en el reino de México, teniendo a la ciudad de México, una urbe con doscientos mil habitantes a fines del siglo XVIII, como su capital. En América del sur destacaba el virreinato de Perú, el más extenso e importante de Las Indias; pasaba a ser el reino de Perú, con Lima, la tres veces coronada ciudad, acostumbrada al lujo y al boato, de capital. Más al sur del continente, “en lo restante de Tierra Firme”, el recién creado, en 1776, virreinato del Río de la Plata o virreinato de Buenos Aires, se convertiría en el reino del Río de la Plata, cuya capital sería la ciudad de la Santísima Trinidad y puerto de Santa María del Buen Ayre. El proyecto de Aranda se basaba en las divisiones de la administración colonial, aunque no la seguía con exactitud, pues en 1783 había cuatro y no tres virreinatos en Las Indias. El cuarto era el de Nueva Granada, fundado en 1717, suprimido en 1723 por problemas financieros y restaurado en 1739. Su capital fue la ciudad de Santa Fe (de Bogotá), llegó a tener una población superior a los dos millones de habitantes y abarcaba lo que hoy son las repúblicas de Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador, así como porciones de Perú y Brasil. De este virreinato pudo haber surgido un cuarto reino o quizá su territorio se pudo anexar al reino de Perú, que a su vez pudo haber cedido las tierras que hoy en día son la república de Chile al reino del Río de la Plata. De esta manera, la novedad mundial en el siglo XIX hubieran sido estos tres reinos americanos, no los Estados Unidos de América, que muy difícilmente hubieran

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logrado alguna expansión territorial. Así, el predominio en el nuevo mundo habría estado en manos de latinos, en lugar de sajones.

Los tres monarcas de los nuevos reinos en Las Indias bien pudieron ser otros tantos hijos de Carlos III4. Carlos de Borbón nació en Madrid, el 20 de enero de 1716; hijo de Felipe V de Borbón, el primer rey Borbón de España, y de Isabel de Farnesio. Fue Duque de Parma, Carlo I, de 1734 a 1759; Rey de Nápoles y Sicilia, Carlo VII, de 1734 a 1759, y se convirtió en rey de España tras la muerte sin descendencia de Fernando VI. En 1737, Carlos contrajo matrimonio con María Amalia de Sajonia, nacida en Dresde, en 1724. Muy jóvenes se casaron, él tenía 21 años y ella aún no cumplía 15, formaron un matrimonio bien avenido y tras la muerte de su amada esposa, el rey de España no contrajo nupcias de nuevo, por lo que permaneció viudo sus últimos veintiocho años de vida. María Amalia y Carlos procrearon 13 hijos, de los cuales siete llegaron a la edad adulta. Sus primeras cuatro descendientes fueron mujeres: María Isabel Antonia (1740-1742), María Isabel Ana (1743-1749), María Josefa (1744-1801), infanta de España; María Luisa (1745-1792), quien contrajo matrimonio con el archiduque Leopoldo de Habsburgo Lorena. En 1754 los reyes de España tuvieron una quinta hija, Ana María, quien murió al año siguiente.

Carlos III. Imagen tomada de bachiller.sabuco.com

El primer hijo varón de Carlos III, Felipe (1747-1777), padecía retraso mental, por lo que su hermano Carlos (1748-1819) ascendió al trono de España en 1788 como Carlos IV. A este le siguieron otros cuatro varones:

Fernando, nacido en 1751; Gabriel, en 1752, Antonio Pascual, en 1755; y Francisco Javier, nacido en 1757, pero muerto a los 14 años. En 1784 los tres primeros infantes estaban vivos y en tránsito de la juventud a la madurez, sus edades fluctuaban entre los 33 y los 29 años, y al parecer no existía impedimento alguno para que se convirtieran en los primeros reyes de los dominios españoles en ultramar.

Fernando de Borbón (1751-1825) fue coronado rey de Nápoles y rey de Sicilia en 1759, a la edad de 8 años. En un principio tuvo un regente, pero en 1767 asumió el

4 Los datos biográficos de Carlos III de España y de sus sucesores fueron tomados de la Enciclopedia universal ilustrada europeo americana. Madrid, Espasa Calpe, 1985. 70 vols.

poder, un año después contrajo matrimonio con María Carolina, hija de la emperatriz María Teresa de Austria y hermana del emperador José II. Fernando y María Carolina procrearon 7 hijos, el primogénito nació en 1777 y le dio a su ambiciosa madre voz y voto en los asuntos de estado. Se dice que Fernando I de Borbón- Dos Sicilias era corto de inteligencia, por lo que su esposa María Carolina – a quien muy posiblemente no le hubiera disgustado reinar en América y ser la iniciadora de una dinastía en el nuevo mundo- en los hechos gobernó Nápoles y Sicilia por más de veinticinco años.

Antonio de Borbón. Imagen tomada de www.lacoctelera.com/myfiles/retratosdelahistoria

Gabriel de Borbón y Sajonia (1752-1788) nació en Italia, fue el màs culto y laborioso de los hijos de Carlos III, quien le guardó especial afecto. Gabriel se distinguió por su inteligencia y sus mecenazgos. Nadie dudaba que en su real persona había un gobernante de excelencia y en 1784 se encontraba soltero… En 1785, a los 32 años, contrajo matrimonio con la jovencita

Mariana Victoria Josefa de Braganza, hija de los reyes de Portugal, un enlace que hubiera resultado muy conveniente para los reinos de Perú o del Río de la Plata, debido a su vecindad con los dominios lusitanos en Las Indias. Sin embargo, este matrimonio tuvo un fin trágico: poco después de dar a luz a su tercer hijo, Mariana Victoria enfermó de viruela y expiró el 2 de noviembre de 1788, una semana después el recién nacido también murió, victima del mismo mal, que a los pocos días acabó con la vida del viudo Gabriel; los tres fueron enterrados en El Escorial. A manera de colofón, Carlos III, padre, suegro y abuelo, falleció, abatido por la pérdida de su hijo predilecto, el mes siguiente… El único sobreviviente de la familia de Gabriel y María Victoria fue su primogénito, Pedro Carlos, quien quedó huérfano a los dos años de edad y fue criado por su abuela materna en Lisboa y Río de Janeiro. Pedro Carlos de Borbón, infante de España y Portugal, viajó a Brasil en 1808, donde se refugió la familia real portuguesa, por la invasión napoleónica. En Río de Janeiro contrajo matrimonio con su prima María Teresa de Berganza, procrearon un hijo, que pudo haber sido miembro de la primera generación de la nobleza americana. Como dato curioso, conviene referir que Pedro Carlos de Borbón fue muy amigo de su prima hermana Carlota Joaquina de Borbón, primogénita del rey Carlos IV de España y de su esposa María Luisa de Parma. Casada a los diez años con el príncipe Juan VI de Portugal, Carlota Joaquina fue infanta de España y princesa honoraria de Brasil antes de convertirse en reina de Portugal. Durante su exilio en Brasil, Carlota Joaquina estableció lazos con el virreinato del Río de la Plata. En

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Buenos Aires se formó un partido Carlista que pretendía valerse de su real persona para conseguir la independencia del territorio del Río de la Plata. El proyecto, que marchó con buenos augurios por un tiempo, interesó sobremanera a Carlota Joaquina, pues ella deseaba un trono en América del Sur.

El tercer hijo, Antonio Pascual de Borbón y Wettin(1755-1817), fue un humanista, protector de las artes. En 1784 tenía 27 años, y ocupaba un alto cargo en la administración real. Permanecía soltero y sólo abandonó el celibato en 1795, contrayendo nupcias con su sobrina María Amalia, hija del monarca español en esos tiempos, su hermano Carlos, quien reinaba como Carlos IV. Antonio Pascual encabezó la Junta Suprema de Gobierno durante la invasión napoleónica a España, a petición de su sobrino, Fernando VII Antonio Pascual de Borbón siempre fue incondicional partidario de Fernando VII, a quien posiblemente pudo haber brindado más ayuda en su condición de monarca de alguno de los reinos americanos propuestos por el Conde de Aranda.

Y no sólo de los tres infantes de España se pudo echar mano para que encabezaran los nuevos reinos en Las Indias. Algunos nietos de Carlos III reunían los requisitos para convertirse en monarcas. Tal es el caso de los hijos de su quinta hija, María Luisa de Borbón, quien fue la penúltima emperatriz consorte del Sacro Imperio Romano Germánico, merced a su matrimonio, en 1764, con el archiduque Leopoldo de Habsburgo Lorena, quien asumiría el trono imperial como Leopoldo II. Su hijo Francisco (1768-1835), nieto de Carlos III de España, sería el sucesor de su padre,

con el nombre de Francisco I, emperador de Austria, y Francisco II, como cabeza del Sacro Imperio Romano Germánico. Francisco tuvo quince hermanos, entre los que sobresalen dos: el primero fue Fernando III de Toscana y Borbón (1769-1824). Contaba con 15 años en 1784 y bien pudo gobernar los primeros años asesorado por un regente, quizá el virrey a quien estaba supliendo, o algún miembro de la Audiencia. Fernando nació y murió en Florencia, En 1790, a los veintiún años, contrajo matrimonio, en Nápoles, con la princesa Luisa Amelia Teresa de las Dos Sicilias, de diecisiete años. Gobernaron hasta 1801, en que fueron derrocados por Napoleón. El otro hermano con aptitudes sobresalientes fue Carlos de Austria-Teschen (1771-1847). Contaba con trece años en 1784, por lo que en un principio debió contar con un regente, que también pudo ser el virrey en turno, o algún alto funcionario virreinal. Carlos de Austria-Teschen resultó vencedor de la batalla de Aspern-Essling en 1809, en la cual derrotó al mismísimo Napoleón Bonaparte, que tantas penalidades causó a los Borbones.

Como puede verse, entre los descendientes de Carlos III, tanto en España como fuera de ella, había los suficientes recursos humanos para llevar a feliz término el proyecto del Conde de Aranda. Sin embargo, el noble aragonés no fue escuchado. Carlos III, el soberano español a quien se presentó el plan de emancipación de las colonias, contaba con sesenta y siete años de edad en 1783, era un anciano que sólo habría de vivir cinco años más. Había sido un excelente monarca para España, un eficiente administrador que logró abatir buena parte del rezago de su patria con respecto a Europa. En lo tocante a Las Indias, desde los inicios de

su mandato se había propuesto no permitir merma alguna en los dominios españoles de ultramar; con el Tratado de Paz de Versalles seguramente consideró que en ese aspecto había cumplido a cabalidad. Si bien el plan de Aranda no precisaba gasto bélico alguno, sì demandaba un gran trabajo administrativo y, sobre todo, exigía que sus hijos se alejaran de él, algo inaceptable para un buen hombre en el ocaso se su existencia. Desde muy temprana edad se había mantenido muy activo, con el fin de no ser víctima de la demencia que había acabado con su padre y con varios miembros de su familia, entre ellos uno de sus hijos. Venció a la amenaza de la enfermedad mental, pero murió victima del dolor que le causó la repentina muerte de su hijo predilecto, Gabriel.

En el otoño de 1784 el Conde de Arana estuvo en Madrid y se entrevistó con su soberano, sin obtener respuesta positiva para su visionario plan. En 1786, un año antes de terminar su misión en Paris, lo volvió a alertar sobre la inminente liquidación del imperio español. Indica que primero se perderá la Nueva España:

Mi tema es que no podemos sostener el total de nuestra América, ni por su extensión, ni por la disposición de algunas partes de ella… Me he llenado la cabeza de que la América meridional se nos irá de las manos, y ya que hubiese de suceder, mejor será un cambio que nada. Yo no hago de proyectista ni de profeta; pero esto segundo no es descabellado, porque la naturaleza de las cosas lo traerá consigo, y la diferencia no consistirá sino en años.5

Carlos IV sucedió a su padre en el trono español y el Conde de Aranda fue su primer ministro de febrero a noviembre de 1792, una breve gestión debido a que Aranda sostenía que España debía mantenerse neutral en el conflicto revolucionario que se desarrollaba en suelo galo. Se opuso a la guerra con Francia, que algunos cortesanos españoles apoyaban, supuestamente para defender al monarca Borbón Luis XVI, en ese tiempo privado del poder y al año siguiente víctima de la guillotina. Otra vez no fue escuchado y Manuel Godoy – el favorito y protegido de la reina María Luisa- pasó a ocupar su puesto, con desastrosos resultados para España. Sin embargo, este lamentable personaje tuvo el acierto de proponer al monarca cambios de gran importancia en la administración del imperio español, que de seguro fueron inspirados por las ideas del Conde de Aranda. Así escribió Manuel Godoy a Carlos IV:

Mi pensamiento fue, que en lugar de virreyes, fuesen nuestros infantes a la América; que tomasen el título de príncipes regentes; que se hiciesen amar allí; que llenasen con su presencia la ambición y el orgullo de aquellos naturales; que les acompañase un buen consejo, con ministros responsables; que gobernase allí con ellos un Senado, mitad de americanos y mitad de españoles; que se mejorasen y acomodaran a los tiempos las leyes de las Indias, y que los negocios del país se terminasen y fuesen fenecidos en tribunales propios de cada cual de esta regencia, salvo sólo aquellos casos en que el interés común de la Metrópoli y 5 Véase Carlos Alvear Acevedo. Elementos de

historia de México 3 a. ed., p.15.

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Lisa See, El abanico de seda [Show Flower and the Secret Fan], Barcelona, Salamandra, 2006. 317 pp. (Narrativa)

La leyenda habla de una joven bella de Jiangyong que fue elegida como concubina imperial. Hu Yuxiu, en

lugar de considerarse privilegiada por haber sido objeto de tan alta distinción, no logró ser feliz y su vida en el palacio fue de sufrimiento constante ya que no logró despertar el amor del emperador; además, no podía comunicarse con sus familiares por medio de cartas porque a las mujeres les estaba prohibida la escritura. Era tanta la urgencia por establecer comunicación con las otras mujeres de su familia para contarles su infortunio, que ideo una forma de burlar las crueles reglas: inventó una serie de signos que bordó en un pañuelo que envió como regalo a su familia. De

La Escritura Secreta de las Mujeres Chinasdra. Ana María peppino BaraleUniversidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco

tal modo, su madre y hermanas pudieron interpretarlos con la clave que la infortunada joven les había enviado con el mensajero.

Nü Shu” escrito en Nü ShuImagen tomada de:

http://sugoi.com.ar/2007/01/02/la-escritura-nushu-de-jiangyong/

Lo cierto es que no se tiene todavía datos precisos del quién, cómo, cuándo, se originó este exclusivo y secreto código de comunicación empleado únicamente entre mujeres para suplir el analfabetismo impuesto. Se calculan mil o mil setecientos años de antigüedad del Nü Shu (chino simplificado: 女书, chino tradicional: 女書, pinyin: nǚ shū), que significa literalmente “escritura de mujeres”, diferenciándose del Nan Shü, escritura masculina. Se ubica su origen en la región de Jiangyong en Hunan, provincia del sur de China, donde en los años ochenta del siglo XX, antropólogos fijaron su interés en ese extraño modo de comunicación a través de bordados en abanicos, pañuelos y lienzos de uso

de los pueblos de América requiriere terminarlos en España…6

El documento – que por lo demás tampoco fue tomado en cuenta- fue suscrito en 1804, lo que en el tiempo de la historia viene a ser unos cuantos minutos antes del inicio de las guerras de independencia en las colonias españolas.

6 Ibíd., p.16.

Bibliografía

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doméstico diverso, que eran regalados entre las mujeres de la familia. Así ese legado secreto fue saliendo a la luz y al interés de investigadores locales y externos por ese lenguaje que se considera único por sus características y por su uso exclusivo femenino y que no se lee sino que se lo canta. De tal modo, en esa remota provincia china, las mujeres crearon hace siglos un lenguaje secreto para comunicarse libremente entre sí. Aisladas en sus casas, prácticamente inmovilizadas por sus diminutos pies atrofiados y sometidas a la férrea autoridad masculina, el Nü shu fue su única vía de escape. A través de sus mensajes bordados dejaron testimonio de un mundo tan estructurado y complejo como desgraciado.

Imagen tomada de: http://sugoi.com.ar/2007/01/02/la-escritura-nushu-de-

jiangyong/

La primera vez que Lisa See oyó hablar del Nü Shu fue cuando escribía una reseña para Los Angeles Times del libro de Wang Ping, Aching for beauty. Footbinding in

China (2000), 1 y se obsesiono por el tema. Si bien Lisa nació en Paris (1955), creció en Los Ángeles (USA) donde vive con su madre pero tiene un gran acercamiento con la familia de su padre en Chinatown, de hecho su narrativa tiene como leitmotiv las costumbres de origen chino; en su primer libro –The Gold Mountain-, relata la odisea de su bisabuelo Fong See desde su llegada a la nación americana hasta constituirse en el patriarca de Chinatown de Los Ángeles.

Los rasgos físicos de la autora de El abanico de seda, los heredó seguramente de su madre que no debe ser de origen chino (aunque los datos sobre ello resultan confusos al grado que no me queda claro cual de sus progenitores es de origen chino), sin embargo, por el contenido de sus libros se advierte que, por el momento, su corazón, su mente y su interés están estrechamente ligados a desentrañar la cultura china. Tal es así que, como ella misma relata en las notas y agradecimientos del libro aquí reseñado, después de informarse acerca del Nü Shu decidió emprender viaje al condado de

1 Versión ampliada de la disertación doctoral de Wang Ping (Shanghai, 1957), académica y escritora sinoamericana, que ubica el vendaje de pies de las niñas chinas como un fenómeno profundamente arraigado en la herencia cultural de la época, llamando a no interpretarlo fundamentalmente como una función de la opresión masculina sobre las mujeres. Efectivamente la ablasión y el burka son también “herencias culturales”, si bien más burdas y mucho menos refinadas que la búsqueda de la “belleza” destrozando el pie femenino.

Jiangyong (otoño de 2002), situación nada sencilla porque esa región aún estaba – o está-, vedada a la visita de extranjeros por lo que debía viajar acompañada por un funcionario del condado quien resultó un gran apoyo pues gracias a él se le abrieron muchas puertas. Tuvo la fortuna de conocer a Yang Huanyi, en ese momento de 96 años y fallecida dos años después, la mujer más anciana que conocía el lenguaje secreto y que relató a Lisa See su experiencia dolorosa con los pies vendados; también, la instruyó sobre los ritos nupciales. Los seis meses pasados en ese remoto lugar le permitieron conocer de fuentes de primera mano, ritos, costumbres, vida cotidiana, relaciones familiares y comunitarias, que le permitieron construir su novela, apoyada igualmente por lecturas específicas y conversaciones sobre el tema con investigadoras especializadas.

Lisa See

A diferencia de la escritura ríspida, cruda, sin concesión, con que Chang Jung (Cisnes salvajes, Circe 2004), refiere su propia historia y la de su madre y de su abuela, que entrelaza ineludiblemente con la historia china del momento (en la caída del Imperio, la República de los Señores

de la Guerra, la dominación japonesa, el gobierno del Kuomintang, la guerra civil, la dictadura comunista, el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural), la prosa de Lisa See es refinada, directa, con una ambientación minuciosa y con particular sentido costumbrista. La autora aclara que se trata de “una obra de ficción que no pretende explicarlo todo acerca del nu shu”, y que es una historia que ha tejido desde su corazón, su experiencia y sus investigaciones. (p.316) Dicha trilogía da lugar a un poderoso y cautivador retrato de una anciana que, sin su esposo, siente alargarse los días, mientras va perdiendo el gusto por los manjares que le preparan y el interés por los sucesos felices que ahora sí se producen bajo su techo, pero a la vez va descubriendo un único interés: el pasado. Ahí, en el tiempo pretérito, está la razón de su vida. Es hora de contarla ahora que no tiene “nada que perder y pocos a los que ofender.”

Así comienza la historia de Lirio Blanco (LB), nacida en el “sexto mes del tercer año del reinado del emperador Daoguang” (1823), en Puwei, un poblado de la etnia yao que si bien sus habitantes no eran ricos nunca fueron tan pobres “como para que las mujeres tuvieran que trabajar en el campo”, situación que favorecía la reunión en la habitación de la casa dedicada a la costura, bordado, tejido y donde “dormían las muchachas solteras de la familia”(15). En ese tiempo y cultura, esa habitación era ocupada únicamente por las mujeres donde no sólo compartían el trabajo sino también sus pensamientos. Esa realidad del mundo confuciano configura el ejemplo más preciso de la separación del ámbito privado, doméstico y cerrado femenino en contraste con la esfera exterior de los

dra. Ana María peppino Barale

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hombres; mundo que se regía por ideales claramente expuestos que se repetían de generación en generación para convertir a las niñas en mujeres virtuosas que no debían “salir de sus cámaras interiores ni siquiera mediante la imaginación”, o bien, las indicadas en las Tres Obediencias: “Cuando seas niña, obedece a tu padre; cuando seas esposa, obedece a tu esposo: cuando seas viuda, obedece a tu hijo”. (p.33)

Desde el inicio, la vieja dama deja claro que siempre necesitó que la amaran, aunque desde niña sabía que eso no le correspondía, por lo que siempre trató de ganarse el afecto de su familia obedeciendo a cuanto se le señalara. De ahí, que se prestó diligentemente a que le vendaran los pies, a soportar estoicamente el lacerante dolor de los huesos quebrados de los dedos de los pies, a aceptar calladamente que a sus seis años y por el resto de su vida –salvo cortas excepciones-, sólo vería “lo que se atisbaba desde la ventana con celosía de la habitación de las mujeres” (p.21), todo eso y más, con la esperanza de recibir aunque sea una pequeña muestra de cariño. La autora describe con minuciosidad la cruel costumbre y el sufrimiento de la niña que, por corresponder a una realidad bárbara, ofenden y erizan la piel de quien lee; mientras más perfecto fuera el resultado mayores las posibilidades de un buen casamiento. Así, el principal requisito era la longitud del pie, siete centímetros como medida ideal, y la forma debía semejarse a un capullo de loto lo que obligaría al cuerpo a descansar todo su peso únicamente sobre el dedo gordo, y para conseguirlo era necesario romper el puente y los dedos deben

doblarse hasta tocar el talón. “La belleza sólo se consigue a través del dolor”, se les repetía a LB y a su hermana y a su prima, que pasaban por el mismo tormento. El relato es tan preciso que trasmite el olor de la carne en descomposición sobre el perfume con el cual intentaban atenuarlo y, nerviosamente, mientras se voltea la hoja, se hace audible el chasquido de los huesos de los dedos al quebrarse entre los apretados vendajes durante la obligada caminata. Otra leyenda refiere que el emperador Li Yu, en el siglo X, ordenó a su concubina favorita que se vendase los pies con cintas de seda y bailara sobre una tarima que tenía tallada una flor de loto; igual que con el Nü Shu, no se cuenta con el dato preciso del origen del vendaje de pies, pero sí se tiene conocimiento de que las primeras en hacerlo fueron las bailarinas de palacio, para acentuar la gracia de sus movimientos; así, de la corte pasó a las clases altas y en el siglo XVI se extendió por todo el territorio chino y fue adoptado como uno más de los valores femeninos propuestos por Confucio: la vida doméstica, la maternidad y el trabajo manual. No sólo representaba un incentivo erótico para el hombre, sino que era un signo de posición elevada; las familias pobres no podrían permitirse el gasto de la preparación y particularmente de los materiales empleados, las cintas de seda y los delicados zapatos preciosamente bordados que siempre debían cubrir el “loto dorado” –incluso durante el acto sexual-, y que debían cambiarse continuamente a medida que el pie se reducía. La influencia extranjera en el siglo XIX propiciaron su prohibición en 1911, pero en las zonas

rurales persistió por más tiempo; fue duramente perseguido por el gobierno comunista y su desaparición constituyó un paso significativo para la modernización de China.

Imagen tomada de http://www.japoneitor.com/?p=2801

Lisa Lee contrasta esa sociedad implacable y brutal en la cual también figuraba un destello de humanidad, de piedad para las mujeres y que les daba un respaldo para soportar el encierro y el sometimiento al que estaban sujetas: la amistad. De hecho, El abanico de seda es el retrato de la unión afectiva entre dos niñas que durará toda la vida pues no se interrumpirá ni siquiera cuando contraigan matrimonio (caso de las hermanas de juramento). Gracias a la insistencia de la casamentera, la señora Wang, que iba derribando uno a uno los recelos de la madre, a la vez que iba preparando el terreno para la futura boda de LB al acrecentar el valor de la niña al hermanarla con Flor de Nieve, que pertenecía a una familia de mayor alcurnia, aunque en decadencia. De ese modo, por medio de una ceremonia ancestral, ambas niñas se convirtieron en laotong con lo cual se estableció un vínculo permanente, más profundo que el del matrimonio. En su vejez, LB reconoció que:

Mi única rebelión llegó con el nu shu, la escritura secreta de las mujeres. Rompí por primera vez la tradición cuando Flor de Nieve –mi laotong, mi “alma gemela”, mi compañera de escritura secreta- me envió el abanico que ahora está encima de la mesa, y volví a romperla después de conocerla. (p.10)

Lirio Blanco y Flor de Nieve comenzaron a intercambiar mensajes en Nü shu escritos en un abanico de seda que era llevado de una casa a la otra por una sirvienta; a lo largo de los años pudieron intercambiar sus emociones y pensamientos más íntimos, a la vez que encontraron consuelo para sobrellevar las penalidades del matrimonio y de la maternidad. Pero antes de casarse e ir a vivir a la casa de la familia del esposo, pudieron compartir la preparación de sus respectivos ajuares, laboriosa tarea que ponía a prueba la habilidad y paciencia de las jóvenes que, por otro lado, gozaban los momentos compartidos en la habitación de las mujeres y la intimidad del lecho.

La vida familiar fue sacudida por la muerte de la abuela, de la hermana pequeña de LB y de la prima que vivía con ellos, lo que da lugar a la descripción y significación de las ceremonias mortuorias, entierro y duelo. La casamentera ya ha arreglado el matrimonio de LB y de su hermana Luna Hermosa con jóvenes de Tongkou, una población cercana de donde es Flor de Nieve quien les explica a las hermanas que ambos pertenecen a familias de buena posición. LB entrará en una casa con muchos sirvientes y donde su suegro es el jefe de la villa, lo que le permitirá una vida más desahogada que la llevada en su hogar original. Ante sus futuros suegros, los diminutos pies de LB representan su

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disciplina personal y su capacidad para soportar el dolor que la preparan para enfrentar satisfactoriamente los partos por venir y las situaciones infelices que pudieran presentarse en su nueva vida. De igual manera, la belleza de los bordados en los delicados zapatos demuestra que aplicaría su destreza con igual calidad en las labores domésticas. La novela premia la penuria de LB por lograr unos lotos dorados perfectos ante los cuales su esposo siempre se mostró fascinado, hasta el grado que –recordaba-, “su deseo de verlos y tenerlos en las manos no disminuyó nunca […] ni siquiera después de que el resto de mi cuerpo hubiera dejado de ser un estímulo para el trato carnal”. (p.47)

A los diecisiete años LB inició el traslado a la casa familiar de su esposo, de acuerdo con un complicado ritual que incluía ver por primera vez al que sería su compañero por el resto de su vida. A diferencia de su laotong, la humilde campesina de Puwei con los años logró transformarse “en la mujer de más alto rango del condado, que imponía estrictas normas y costumbres en el pueblo” (p. 10), proceso conquistado día a día en que cumplía a pie juntillas todo lo que le ordenaba su familia política. Con ello se cumplió lo que la madre de LB le repetía diariamente mientras cambiaba y apretaba cada día más las vendas de sus pies, y la obligaba a caminar pese al dolor extremo de tener que apoyarse en los dedos doblados hasta que los huesos se quebraran: que la perfección de los lotos dorados le permitiría un buen matrimonio.

LB tuvo el privilegio de ser la primera nuera, de dar a su esposo un primogénito –varón-, y que su primera nuera les diera el primer nieto –varón-, situaciones que

acrecentaban su prestigio y poder en la familia. La tradición dicta que;

Los hijos varones son la base de la identidad de toda mujer. Son ellos quienes le confieren dignidad, protección y valor económico. Crean el vínculo que las une a su esposo y a sus antepasados. Ése es el logro que un hombre no puede alcanzar sin ayuda de su esposa. Sólo ella puede garantizar la perpetuación del linaje familiar, que a su vez es el máximo deber de todos los hijos varones. De ese modo, el hombre cumple con su deber filial, mientras los hijos son la suprema gloria de una mujer. (p. 188)

Se puede alegar que es una cuestión cultural, tradicional, pero no deja de ser la expresión extrema de las desviaciones de una sociedad patriarcal donde las mujeres sólo valen si paren machos y, por dicha minusvalía femenina se vuelve permisible privar de la vida a las bebés, particularmente si sólo se autoriza tener un solo vástago.2 Si bien la medida ha colaborado a reducir la presión sobre

2 De acuerdo con lo informado por el Instituto del Tercer Mundo (Montevideo, Uruguay, 2004)), en 1979, ante el extraordinario índice de crecimiento demográfico de su población, que se acercaba a los mil millones de habitantes -un quinto de la población mundial- el gobierno de la República Popular China, consciente de la escasez de alimentos y agua para abastecer a toda la nación, estableció una severa política de planificación familiar, que consistía en restringir la reproducción de las parejas a un sólo vástago, impuso multas a los padres que tuvieran más de uno, aumentó la edad para contraer legalmente matrimonio y exigió la utilización de métodos anticonceptivos como

las mujeres para procrear numerosos descendientes, no ha logrado superar la ancestral minusvalía del género femenino que parece estar impreso genéticamente en las propias madres. Se espera que la bonanza económica, el acceso a la educación de las mujeres y la incorporación de éstas al trabajo asalariado contribuyan a dejar atrás estas imposiciones en contra de su propio género.

La novela en cuestión, resulta la felicidad y complacencia –particularmente de las suegras- cuando LB y Flor de Nieve dieron a luz a varones, en cambio, cuando esta última perdió a dos niñas se tomaba ligeramente ya que “si la criatura que nacía muerta era una niña, los padres solían agradecerlo. Nadie necesitaba más bocas inútiles que alimentar”. (p.206)

Cuando Flor de Nieve le envió una carta a LB donde rompía con la costumbre de expresarse con las frases tradicionales que las esposas utilizaban para componer sus cartas y en su lugar volcaba su congoja, expresada con sinceridad y franqueza

inusual, la receptora comprendió que la verdadera función de la escritura secreta de las mujeres chinas, iba mucho más allá de un intercambio ingenuo o para presentarlas a las mujeres de la familia de los esposos. El Nü Shu les daba voz, porque:

[…] era un medio por el que nuestros pies vendados podían acercarnos unas a otras, por el que nuestros pensamientos podían sobrevolar los campos […] Los hombres en nuestras casas no concebían que nosotras pudiéramos tener algo importante que decir. No imaginaban que pudiéramos tener emociones ni expresar ideas creativas. (p. 198)

Cuando LB y Flor de Nieve cumplieron 30 años de edad ya llevaban 23 de ser laotong y compartir una relación emocional más profunda que los vínculos que las unían a sus esposos, el abanico de seda seguía incorporando en sus pliegos los sentimientos de cada una; ahí, quedaría la escritura asentada con un pincel improvisado con una tira de bambú mojado en una mezcla de ceniza y raíces, que daba cuenta de la odisea pasada en las montañas cuando debieron huir ante la lucha emprendida por las tropas imperiales para sofocar la insurrección de los taiping.3

el DIU, el aborto y la esterilización definitiva. La preferencia del hijo varón es tradicional en China y a lo largo de distintas épocas y situaciones, se recurrió al infanticidio para afectar el tamaño y la composición de género de sus familias. En la actualidad las máquinas de ultrasonido colaboran para identificar los fetos y abortar a las niñas. Cuando no se puede pagar las multas se recurre a infames procedimientos para librarse de las bebés por algo de dinero, destinándolas al tráfico de órganos o, con mejor suerte, a la adopción ilegal, a menudo ejercida por parejas infértiles. Las niñas abandonadas y ocultadas a los censos van dando la cara en los expedientes de organizaciones internacionales dedicadas a estudiar estos comportamientos socioculturales.

3 La Rebelión Taiping (1851-1864) desató una guerra civil donde se enfrentaron las fuerzas imperiales de la dinastía Qing y el Reino Celestial de la Gran Paz (en chino tradicional: Tàipíng Tiānguó). Este último, que ocupó durante el conflicto zonas importantes del sur de China, fue un estado revolucionario teocrático gobernado por Hong Xiuquan, cristiano converso que se proclamó rey de la nación y nuevo Mesías; conservadoramente se estima un total de 20 millones de personas muertas. Fuente:

http://www.wsu.edu/~dee/CHING/TAIPING.HTM

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En ese momento LB estaba de visita en casa de Flor de Nieve y tuvo que acompañarlos. Retornada la normalidad, cada una siguió con su vida pero un mal entendido rompió con el pacto de hermandad.

LB vivió demasiado tiempo y vio morir a sus padres, tíos y hermanos, a su esposo, a su hija, a dos de sus hijos, a todas sus nueras y a su laotong. Sólo quedaba su hijo mayor que como funcionario de la corte logró cumplir todas sus expectativas. También, y gracias a su perseverancia logró emparentarse con Flor de Nieve y cerrar el círculo de la escritura secreta que tanto las había unido.

Como Lisa See aclaró, se trata de un relato de ficción, sin embargo su historia se apoya en situaciones culturales verídicas que, espero, impulsen a quien la lee a averiguar más sobre la situación histórica de las mujeres y comprender que China no fue el único lugar donde la tradición estuvo -o está-, en contra del sexo femenino. De hecho, El abanico de seda da cuenta de ello, las propias madres educaban –o educan-, a sus hijas e hijos en la tradición androcéntrica. Recomiendo esta lectura a las jóvenes para que así sepan aquilatar el largo camino de sufrimientos que las mujeres de todo el mundo han debido pasar para que ellas ahora pueden gozar de lo que les corresponde como humanas.