(2) · Web viewUna de las notas características de esta inculturación constante es el itinerario...

76
1 SANTA MARIA MAYOR, IMPORTANCIA DE UN PROCESO PERMANENTE DE INCULTURACION MARIOLOGICA Juan Esquerda Bifet Sumario: 1. La basílica paleo-cristiana, dedicada a la “Virgen”, Madre de Dios 2. Santa María del Pesebre y el oratorio del Pesebre. El Pesebre de Arnolfo de Cambio. La capilla “sixtina”. Las reliquias de la Cuna. 3. Importancia de las celebraciones litúrgicas marianas en Santa Maria la Mayor 4. Un itinerario catequístico, cristológico y mariano de más de mil quinientos años 5. La imagen de María, “Salus Populi Romani”, en la capilla “paolina” 6. La fiesta de la dedicación, la “Virgen de las Nieves” 7. La experiencia mariana de los santos y de los Papas en Santa Maria la Mayor 8. La “Statio” mariana de Juan Pablo II 9. La inculturación del tema mariano a través de la historia de Santa Maria la Mayor * * * Introducción: El objetivo del presente estudio consiste en analizar los contenidos mariológicos, a nivel teológico, pastoral, catequético, litúrgico y espiritual, que emergen del complejo arquitectónico, artístico e histórico de la basílica de Santa María la Mayor. En este edificio romano se han conservado las estructuras originales paleocristianas y las expresiones mariológicas cultuales y culturales que han ido surgiendo durante más de quince siglos, desde la dedicación de la actual basílica de Santa María, en tiempo del Papa Sixto III (430-440), con alguna referencia a una basílica anterior del Papa Liberio (352-366). Se trata, pues, de una memoria histórica multisecular, eminentemente mariológica.

Transcript of (2) · Web viewUna de las notas características de esta inculturación constante es el itinerario...

1

SANTA MARIA MAYOR, IMPORTANCIA DE UN PROCESO PERMANENTE DE INCULTURACION MARIOLOGICA

Juan Esquerda Bifet

Sumario:

1. La basílica paleo-cristiana, dedicada a la “Virgen”, Madre de Dios2. Santa María del Pesebre y el oratorio del Pesebre. El Pesebre de Arnolfo de

Cambio. La capilla “sixtina”. Las reliquias de la Cuna.3. Importancia de las celebraciones litúrgicas marianas en Santa Maria la Mayor4. Un itinerario catequístico, cristológico y mariano de más de mil quinientos años5. La imagen de María, “Salus Populi Romani”, en la capilla “paolina”6. La fiesta de la dedicación, la “Virgen de las Nieves”7. La experiencia mariana de los santos y de los Papas en Santa Maria la Mayor8. La “Statio” mariana de Juan Pablo II9. La inculturación del tema mariano a través de la historia de Santa Maria la Mayor

* * *Introducción:

El objetivo del presente estudio consiste en analizar los contenidos mariológicos, a nivel teológico, pastoral, catequético, litúrgico y espiritual, que emergen del complejo arquitectónico, artístico e histórico de la basílica de Santa María la Mayor.

En este edificio romano se han conservado las estructuras originales paleocristianas y las expresiones mariológicas cultuales y culturales que han ido surgiendo durante más de quince siglos, desde la dedicación de la actual basílica de Santa María, en tiempo del Papa Sixto III (430-440), con alguna referencia a una basílica anterior del Papa Liberio (352-366). Se trata, pues, de una memoria histórica multisecular, eminentemente mariológica.

Considerando que esta basílica romana es el primer templo de Occidente dedicado explícitamente a Maria como “Virgen” y “Madre de Dios”, se hace patente la importancia dogmática, pastoral, litúrgica y espiritual-devocional, que emerge de un proceso histórico de inculturación permanente del tema mariano, anunciado, celebrado y vivido en este templo más que milenario.1

Cualquier detalle mariano de esta basílica nos sitúa en unas circunstancias históricas y culturales, que van transmitiendo fielmente una herencia recibida anteriormente, al compás de una evolución armónica que se inserta en el presente y que se abre al futuro.

Es una historia multisecular de la presencia de María, en medio del pueblo creyente (siglos IV/V-XXI). Las huellas más profundas de esta presencia activa y materna, han quedado impresas especialmente en el corazón de los creyentes, pero esas mismas huellas han dejado

1 La existencia de la iglesia de “Santa María” en Efeso consta por la celebración del concilio omónimo en el año 431. Es, pues, ésta, la de Efeso, una primera iglesia dedicada a María. Lo testifica la homilía de San Cirilo de Alejandría: “Te saludamos, santa y misteriosa Trinidad, que nos has convocado a todos nosotros en esta iglesia de Santa María, Madre de Dios” (Homilía 4: PG 77,991-996.

2

unos destellos reflejados en expresiones externas, celebrativas, artísticas y literarias.

Dios se ha manifestado siempre en la historia y, de modo especial, en la revelación, para mostrarse cercano a la humanidad. Pues bien, el templo de Santa María la Mayor armoniza la historia y la revelación o, mejor dicho, transmite una revelación amalgamada o inculturada en una historia concreta que tiene resabios claros de universalidad.

El conjunto armónico de arte y de culto cristiano mariano se emplaza en la zona romana del Esquilino, que, en un principio, había sido lugar privilegiado de villas de la Roma imperial, pero que sufrió posteriormente el deterioro de la decadencia o, más bien, la avalancha de una población eterogénea de nivel social inferior. En el momento de la construcción de la basílica mariana, era uno de los barrios más poblados de Roma, en medio de colinas (Oppio, Fagutal Cespio). La basílica dedicada a Santa María se edificó sobre la colina Cespio.

Hay que recordar que las “basílicas” romanas eran edificios construidos con finalidad cívica y administrativa, a modo de aula rectangualar, con un ábside y una entrada señalada con un pórtico. En el interior, los muros podías están decorados según los casos. El propietario de la construcción (siempre con el permiso del Senado) ponía su edificio a disposición de los ciudadanos según sus necesidades: cultuales, comerciales, administrativas, etc.

Uno de los últimos monumentos “profanos” de los alrededores del Esquilino, fue la “basílica” de Giunio Basso, cónsul en el año 331, que favorecía el paganismo. Ya desde el siglo II, se habían instalado en el lugar grandes masas de población, provenientes del ejército y de las milicias bárbaras, que continuaron durante la época más cristiana (siglos IV/V y siguientes), constituyendo una población compuesta de grandes grupos de extranjeros, muchos de ellos cristianos, no exentos de las tendencias heterodoxas de la época (gnosticisimo, arrianismo). En los inicios de la basílica mariana, era, pues, una zona conflictiva, aunque densamente cristiana y con una numerosa comunidad hebrea. Según la tradición, era la zona donde había habitado San Pedro antes de su encarcelamiento (en lo que es ahora la iglesia de Santa Pudenciana).

La basílica dedicada a Santa María es un “santuario”, que puede considerarse como la “catedral” de la catequesis mariana primitiva y medieval. Quien entra en ella se encuentra arropado por huellas marianas que están ahí desde tiempos paleo-cristianos y también desde los inicios del segundo milenio: el atrio con su balconada superior jalonada de mosaicos, la nave central con sus 20 columnas por cada lado y los mosaicos (Antiguo Testamento), el arco triunfal y el ábside, también con sus mosaicos y frescos (Nuevo Testamento). El número actual de ventanas (12 por 12) todavía inundan de luz el interior del templo, para poder leer los contenidos doctrinales de los mosaicos. Originariamente, en el siglo V, eran 24 por 24 ventanas, pero posteriormente (en los siglos XVI-XVII) la mitad fueron cubiertas y convertidas en frescos de escenas evangélicas.

Es una dinámica artística que conduce a Cristo, Hijo de Dios, nacido de María. El camino se ilumina y se va abriendo (gracias a las numerosas ventanas y al artesonado dorado), a la luz de la fe, hacia Cristo glorificado, que hace partícipe de su gloria a su Madre, ahora Asunta a los cielos. El creyente, movido por la fe, se siente invitado a invocar a María como “spes nostra”, en el camino hacia Cristo, puesto que “hasta que llegue el día del Señor, antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza y de consuelo” (LG 68).

El peregrino prueba una experiencia profundamente espiritual y humana, quedando inmerso en una ambiente de catequesis mariana en relación con la liturgia y con el arte.2

2 Sobre los estudios científicos ya realizados, ver especialmente estas dos colecciones en

3

1. La basílica paleocristiana dedicada a María “Virgen”, “Madre de Dios”

Nos han quedado dos inscripciones de la misma época en que se dedicó la basílica a María, en tiempo de Sixto III (432-440). Una de ellas todavía se puede leer en el arco triunfal: “Xistus Episcopus Pebli Dei” (de la que hablamos más adelante). La inscripción referente a la Virgen se encontraba en el interior de la fachada principal. El texto desapareció de ese lugar en el siglo XVI, cuando se restauró la fachada y el pórtico. Pero se ha conservado íntegro en tres “sillogi” medievales.3

Hay que notar que el texto de la inscripción de la fachada hace resaltar los términos: “Virgen”, “Madre”, “salvación”. El título de “Virgen”, por obra del Espíritu Santo, indica, la realidad de Jesús Hijo de Dios, mientras que la realidad humana de Jesús se hace patente en la maternidad de María. El título de “Madre”, unido al de “Virgen”, además de indicar la naturaleza humana de Jesús, expresa también la maternidad divina (Dei Genitrix, “Theotokos”). La “salvación”, que es obra de Jesús, se hará también extensiva a la Virgen, como colaboradora suya. Ella es la “salus” del pueblo creyente en Cristo Salvador.4

La fórmula del credo de Nicea (325), que hunde sus raíces en el credo apostólico, tiene la expresión cristológica “nacido de María Virgen”. El símbolo niceno-constantinopolitano (381) lo expresa con más precisión: “Creo en un solo Señor, Jesucristo, unigénito Hijo de Dios..., Dios de Dios... quien por obra del Espiritu Santo se encarnó de María Virgen y se hizo hombre”.

colaboración, cuyos autores (junto con otros más) iremos citando en el decurso del presente estudio: C. PIETRANGELI, G. ANDREOTTI (Dir.), Santa Maria Maggiore a Roma (Roma, Nardini Edit., 1988); LUCIANI Roberto (Dir.), Santa Maria Maggiore e Roma (Roma, Fratelli Palombi Edit., 1996). Ver bibliografía especializada al final de ambas publicaciones. Sobre el museo: M. JAGOSZ, Patriarcal Basílica de Santa María la Mayor. Guía del Museo (Ciudad del Vaticano, 2003). El museo actual es una síntesis programática de estos contenidos mariológicos inculturados en el arte multisecular.3 Texto de la inscripción, que se ha consevado transcrita (en poseía): “Virgo Maria tibi Xystus nova tecta dicat - digna salvtifero mvnera ventre tvo - tv Genitrix ignara viri te denique faeta - visceribvs salvis edita nostra salvs - ecce tvi testes vteri sibi praemia portavit - svb pedibvsque iacet passio cvique sva - ferrvm flamma ferae flvvivs saevvmqve venenvm - tot tamen has mortes vna corona manet”. Ver el texto en: J. FERNÁNDEZ ALONSO, Storia della Basilica, en: Santa Maria Maggiore a Roma , o.c., p.20. Ver también: V. SAXER, Sainte Marie Majeure une basilique de Rome dans l'histoire de la ville et de son Église (Rome, École Française, 2001) p.44. “Virgen María, es a ti a quien yo Sixto te he dedicado este nuevo templo, digno don del fruto de tu seno portador de salvación. Tú, Madre (de Dios), sin obra de varón, habiendo dado a luz, se ha producido nuestra salvación desde tu seno intacto. Mira, los testigos de tu seno te traen sus presentes. Al pie de cada uno se encuentra el instrumento de su pasión: espada, llamas, bestias, río y veneno terrible. Sin embargo, a todos estos muertos se ha reservado la misma corona”. Texto italiano en: L. SPERDUTI, L’antichità romana, in: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c., p.62, nota 45; el autor cita a G.B. DE ROSSI, Inscriptiones christiane urbis Romae septimo seculo antiquiores (Roma 1857-1861, 1888), II, pp.71, 98, 139.4 Ahí se puede encontrar la raíz del título (que aparecerá explícitamente en el siglo XIX): “Salus Populi Romani”. El título, en cuanto a su contenido, recoge una tradición multisecular, como aparece en la inscripción de Sixto III (“nostra salus”).

4

María, Virgen y madre (Madre de Dios por obra del Espíritu Santo) es un "microcosmos" que orienta hacia Cristo, Hijo de Dios, haciendo resaltar su glorificación. La catequesis de los mosaicos paleocristianos del siglo V, en el arco triunfal primitivo, indican la divinidad de Jesús y consiguientemente la maternidad divina de María.

Como hemos anotado, la virginidad mariana, por obra del Espíritu, es indicativa de la filiación divina de Jesús. El Espíritu Santo manifiesta la divinidad de Jesús. La basílica, pues, de la “Virgen”, es la basílica de la “Madre de Dios” (“Theotokos”, ”Deigenitrix”).

Respecto al título de “Madre de Dios” (“Theotokos”), hay que reconocer que no aparece explícitamente en la inscripción de la fachada que acabamos de transcribir. Pero tanto el título de la “Virgen”, como la expresión “Madre” (Genitrix), en relación con Jesús, en el contexto histórico eclesial y en el conjunto arquitectónico de los mosaicos primitivos, llevan a la conclusión de que “es obvia la interpretación de la basílica mariana en el Esquilino, como un monumento a la glorificación de la Virgen como Madre de Dios”.5

Es importante tener en cuenta, como veremos más ampliamente al hablar del itinenario catequístico, que todo el conjunto de la decoración del arco triunfal se centra en reconocer la divinidad de Jesús nacido de María (“Madre de Dios”).6

La mariología de Santa María la Mayor (desde sus orígenes) es, por lo menos, una “gestación” de una mariologia posterior, en el sentido de que todo el tema mariano gira en torno a Cristo, el Hijo de Dios. Donde aparece esta gestación de modo más explícito es en el arco triunfal, como veremos al describir su itinerario catequístico.7

La construcción y dedicación de la basílica de Santa Maria Mayor tuvo lugar a partir y como fruto del concilio de Efeso (431), celebrado bajo el pontificado de Celestino I (422-432). Su sucesor, el Papa Sisto III (432-440), que dedicó el templo a la “Virgen”, había sido enviado por el papa Celestino al concilio, siendo todavía diácono. En el ambiente de Roma ciertamente influyó la decisión (anterior a Efeso) tomada por el sínodo romano de 430, cuando el papa Celestino y el patriarca Cirilo de Alejandría, condenaron a Nestorio.8

El concilio de Calcedonia (451) determinó posteriormente con más exactitud la terminología: en Cristo hay una sola persona (divina) en dos naturalezas (la divina y la humana). En el

5 J. FERNÁNDEZ, o.c., p.28.6 Cfr. J. WILPERT, La proclamazione efesina e i mosaici di S. Maria Maggiore: Analecta Sacra Tarraconensia 7 (1931) 197-213. También los mosaicos del siglo XIII indican la maternidad divina. En los mosaicos del sepulcro del Cardenal Gonsalvo (+1299), al lado de la Virgen está la inscripción en griego: “Madre de Dios” (en siglas: “Mater Theou”).7 Cfr. V. SAXER, Sainte Marie Majeur, o.c., pp.53-55.8 El concilio de Efeso quiso afirmar la verdadera fe en la encarnación. La carta que había enviado Nestorio al Papa Celestino negaba propiamente que María fuera madre de la divinidad: “Non mi oppongo al termine Theotokos, a meno che non venga proferito… a confusione delle due nature. Ma tuttavia non dubito che la voce Theotokos debba lasciare il posto al termine Christotokos” (TMPM 1, 548; PL 41, 841-842). Cirilo, al afirmar el título de Theotokos, no quería significar que la divinidad del Hijo tuvo origen en María, sino que “perché nacque da essa il santo corpo dotato di anima razionale, a cui il Verbo è unito sostanzialmente" (Lettera II a Nestorio, TMPM 1, 474-475; ACO I, 1,1, 25-28; PG 77. 44-49). En aquellas circunstancias hubo malentendidos, así como algunas irregularidades, como fue el hecho de que Cirilo iniciara el concilio de Efeso (431) sin esperar a los legados papales ni al patriarca Juan de Antioquía.

5

contexto cultural histórico, la mentalidad helenística encontraba dificultad en aceptar la encarnación de la divinidad, salvando armónicamente humanidad y divinidad. En Antioquía y Constantinopla se subrayaba la humanidad. En Alejandría (Egipto), la divinidad (espiritualidad). En Roma se prestaba más atención a la virginidad y maternidad de María (como se ve en la inscripción de Sixto III y en los mosaicos).9

Efeso y Calcedonia muestran a María madre de la única persona divina del Verbo encarnado, con su doble naturaleza, divina y humana. La Lumen Gentium presenta el título de Theotokos en un contexto salvífico, cristológico y eclesiológico, como fruto de la Pascua de Cristo. La Theotokos es tipo de la maternidad de la Iglesia (cfr. LG 63-64).

Todo ello tiene lugar en un contexto cultural histórico que repercutiría en la cristología y, consiguientemente, también en las expresiones doctrinales, cultuales y artísticas de la basílica mariana del Esquilino.

Santa María la Mayor es una expresión de este contexto cultural histórico, donde confluían las expresiones de otras Iglesias particulares. Los mosaicos del arco triunfal tienen un contenido cristológico e incluso cristocéntrico, que se expresa lógicamente en su formulación mariana. No se puede exigir que en los años 432-440 (con el papa Sixto III) el arte se expresara con las fórmulas posteriores de Calcedonia (451), sobre la unicidad de persona y la dualidad de naturalezas.

El papa León Magno (440-461), elegido unánimemente en 440, como sucesor inmediato de Sixto III (factor de la basílica), había sido diácono de Celestino I (el papa de Efeso) y de Sixto III. León Magno convocó el concilio de Calcedonia (451), para poder superar los errores de Eutiques, que admitía en Cristo un sola naturaleza. El “Tomus” del papa León (o la carta enviada anteriormente para un concilio que tenía que haberse celebrado en Efeso) fue admitido unánimemente por todos los padres presentes. Con ello se muestra también el influjo de este Papa en Oriente.10

El Tomus ad Flavianum del Papa León Magno, heredero inmediato de la basílica de Santa María, indica la equivalencia entre el título mariano de la virginidad, con el título de Madre de Dios. El Verbo, naciendo de la carne, “manifiesta la naturaleza humana; el parto de la Vigen es señal de la divina potencia”.11

Ya anteriormente a los concilios de Efeso y Calcedonia, como también en siglos posteriores, el título mariano de “Theotokos” era la síntesis del misterio de la Encarnación (Dios hecho hombre). Así se supera tanto el monofisitismo (una sola naturaleza) como el llamado “nestorianismo” (dos personas).12

9 La terminología no era clara antes del concilio de Calcedonia. María Virgen es Madre de Dios según la humanidad, unida hipostáticamente al Verbo. Nuestro Señor Jesucristo fue “generato dal Padre prima dei secoli secondo la divinitá… generato da Maria secondo l’umanità” (TMPM 1, 526; COD - Conciliorum oecumenicorum Decreta - , 83-87).10 Es conocida la afirmación de los Padres del concilio de Calcedonia: “Pedro ha hablado por boca de León” (Mansi, VI, 913).11 “La sua natività dalla carne dimostra l’origine della sua natura umana, ma il parto della Vergine è segno della sua onnipotenza divina” (Lettera 28, ad Flavianum, TMPM 3, 509; PL 54, 755-771).12 San Gregorio Nacianceno (+390), antes de Efeso: “Si alguno no cree que santa María es Madre de Dios, se separa de la divinidad” (Carta 101, a Cledonio: TMPM 1, 312; PG 37, 177-180). San Juan Damasceno (+ c.749), después de Efeso: “El solo nombre de Theotokos

6

Sixto III construye la basílica como obispo de todo el pueblo de Dios

La inscripción que todavía puede leerse en el arco triunfal, reza así: “Xistus Episcopus Plebi Dei”. En el contexto de los mosaicos, que describen el itinerario hacia Cristo nacido de María, esta inscripción indica que el obispo de Roma guía a su pueblo hacia el juicio final de la historia, independientemente de toda autoridad civil. La basílica de Santa María fue construida por la misma Iglesia (el Papa con su pueblo) sin la venia y sin la ayuda del emperador.

La inscripción se encuentra en el centro superior del arco, bajo el trono (vacío) de Cristo, como clave explicativa de todo el conjunto de mosaicos. Es el signo visible de la presencia invisible de Cristo Pastor, que guía a su pueblo.

La “Plebs”, en el contexto de la basílica mariana del Esquilino, no es sólo el pueblo romano tradicional, sino una multitud intercultural procedente de todos los pueblos (la masa abigarrada de los habitantes del sector), que esperaban también la acción pastoral del obispo de Roma.

El carisma petrino queda relacionado con el carisma mariano de la Iglesia en cuanto tal. Las ovejas que están esperando a las puertas de las dos ciudades (Belén y Jerusalén) necesitan la actuación del carisma petrino y, especialmente, la ayuda de la Madre de Jesús, para poder formar parte del itinerario que continúa en el devenir humano, como historia salvífica definitiva que comenzó en Jesús.

El itinerario hacia Cristo, juez de la historia, deja entender una trascendencia que va más allá de los límites geográficos, sociológicos e históricos. Ya no es sólo Pedro quien guía a toda la Iglesia, sino también su sucesor como obispo de Roma. Las figuras de Pedro y Pablo (que aparecen en los mosaicos y pinturas de la basílica, como también posteriormente en el ábside del siglo XIII) recuerdan que el obispo de Roma no sólo es sucesor de Pedro, sino también custodio de la herencia apostólica de Pedro y Pablo.

Aunque la reflexión teológica sobre el Primado de Pedro y de sus sucesores, es posterior al siglo V, la realidad del mismo primado se encuentra embrionariamente en las actuaciones de los Papas, especialmente a partir de Clemente I (90-99) en el siglo I.13

contiene todo el misterio de la economía (redentora)” (Exposición de la fe ortodoxa, 3,12: TMPM 2, 489; PG 94, 1028-1032). Cfr. S. DE FIORES, Maria sintesi di valori (Cinisello Balsamo, San Paolo, 2005) cap.IV, 3, pp.96-107 (La "Theotokos" nel concilio di Efeso).13 El sucesor inmediato de Sixto III, San León Magno, ha dejado huellas explícitas de esta actuación primacial, no sólo por la aceptación de su doctrina en el concilio de Calcedonia (451), sino por sus mismos sermones. Comentando el texto evangélico de Mt 16,13-19), dice: “Entre todos se elige a Pedro, a quien se pone al frente de la misión universal de la Iglesia, de todos los apóstoles y de todos los Padres de la Iglesia; y, aunque en el pueblo de Dios hay muchos sacerdotes y muchos pastores, a todos los gobierna Pedro, aunque todos son regidos eminentemente por Cristo... ‘Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’ (Mt 16,18)... La prerrogativa de este poder se comunica también a los otros pastores y se transmite a todos los obispos de la Iglesia, pero no en vano se encomienda a uno lo que se ordena a todos; de una forma especial se otorga esto a Pedro, porque la figura de Pedro se pone al frente de todos los pastores de la Iglesia” (Sermón 4, 2-3: PL 54,149-151; cfr. oficio de lecturas, 22 de febrero). Ideas parecidas: “Se le confió a San Pedro, después de las llaves del Reino, el cuidado del redil del Señor, con autoridad sobre los demás” (Sermón 1 sobre la Ascensión, 2-4: PL 54,395ss; lectura del miércoles, sexta semana de Pascua). Es significativo al respecto, que en

7

No se puede determinar con precisión la fecha exacta de la construcción de la basílica mariana. El proyecto supone años de programación y de realización. Los mismos mosaicos paleocristianos del siglo V, suponen un trabajo de varios años, tal vez más de los que comprende el pontificado de Sixto III (432-440).

El Liber Pontificalis (I, 234), que resume los datos biográficos de Sixto III, afirma que concedió el baptisterio a la basílica, privilegio que se concedía a las parroquias romanas y a las iglesias con título especial. Posteriormente, Benedicto II (855-858) restauró y puso en función el mismo baptisterio.14

El que la basílica se dedicara a la Virgen, tiene un significado especial, puesto que se trata de la primera basílica romana no dedicada a los mártires. También es la primera basílica no construida por los emperadores o por la autoridad del Senado, sino directamente por la Iglesia.15

Los nombres o títulos de la basílica

El título más antiguo de la basílica es el de “Santa María”, a partir del siglo V (Sixto III), y es el que prevalece hasta la mitad del siglo VII. El título de “Santa María” tiene sentido “antonomástico”. Aparece, como hemos visto, en la biografía de Sixto III: “Hizo el baptisterio en Santa María”.16

En el siglo VII, cuando el Papa Sergio I (687-701) estableció la procesiones marianas, decidió que, partiendo por San Adrián en el Foro, el punto de llegada fuera “Santa María”.17

el arco, en torno al trono vacío (bajo el cual está la inscripción de “Xystus Episcopus Pebli Dei”), figuren los mosaicos de Pedro y Pablo (que luego pasarán también al ábside del siglo XIII).14 “Fecit et fontem baptisterii ad sanctam Mariam” (Liber Pontificalis, I, p.234). Ver Liber Pontificalis, en: BHL (Bibliotheca Hagiographica Latina), Novum Supplementum: Subsidia Hagiographica 70 (Bruxelles 1986). Citamos según edición de L. DUCHESNE, Le “liber Pontificalis”. Texte, introducion et commentaire, t. I-II (Paris, Éd. De Boccard, 1981), t.III (C. Vogel, 1958). El año de la dedicación parece ser en 434, puesto que en ese año el 5 de agosto era domingo, día en que tenían lugar las dedicaciones. Cfr. V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., 56-59.15La basílica mariana romana tiene la particularidad, como ya hemos estudiado más arriba, de dedicarse a la “Virgen”, “Madre de Dios”. En Santa María la Mayor se recuerda la basílica de Efeso en la puerta santa bendecida por Juan Pablo II (8 dicembre 2001): concilio de Efeso (431, María Theotokos) y concilio Vaticano II (1962-1965, María, Virgen y Madre, en el misterio de Cristo y de la Iglesia madre). Ambos concilios están relacionados con la basílica.de Santa María la Mayor. 16 El título se encuentra también en el Martirologio Jeronimiano. El monasterio de San Cosme y Damián, así como el de San Andrés aseguraban la oración cotidana de las horas “ad sanctam Mariam” (Liber Pontificalis, I, p.262). Ver éstos y otros muchos otros documentos posteriores, en V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., pp.64-65.17 “Exeat a sancto Hadriano et ad sanctam Mariam populus occurrat" (Liber Pontificalis, I, p.234ss). Ver: V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., p.65. Hay que reconocer que había otras iglesias dedicadas a la Virgen, pero por “Santa María” se entendía la basílica del Esquilino.

8

El título de “Santa María” iba unido también al de “Dei Genitrix” (“Theotokos”): “Maria Dei Genitrix”. Así se dice en tiempo de los Papas Sergio I (687-701) y Adriano I (772-795). A veces, el título de “Dei Genitrix” quedaba unido al de “Maior”.18

El título de Santa Maria ad Praesepe aparece en tiempo del Papa Teodoro I (642-649), según el Liber Pontificalis (I, p.331ss) y en Epitome de locis sanctis Martyrum (ca. 635-642).19

En ambientes populares se prefería el título de Santa María “ad Praesepe”, como puede constatarse por las donaciones en favor de la basílica. El título recuerda la existencia del oratorio dedicado al “Pesebre” y quizá también las reliquias propiamente dichas de la “Cuna”, de que hablaremos más adelante. La existencia del “Pesebre” o de la “Cuna” podría remontarse a tiempos anteriores. La basílica, sea por el titulo mariano, sea por la referencia al Pesebre, era como el centro mariano eclesial.20

El título de Santa María la Mayor se encuentra, al menos, ya desde el siglo VII. Así lo indica el Epitome de locis Martyrum (ca.635-642): “Basilica quae appellatur Sancta Maria Maior”. Gregorio IV (827-844) la califica de “Sancta Maria Maior de Urbe”.

Al describir el oratorio del Pesebre, se presenta como “anejo” a la “basílica de Nuestra Señora, la Santa Madre de Dios, que por todos es calificada de Mayor”.21

La Basílica Liberiana es otro de los títulos que han conservado su vigencia desde los inicios. El título tiene su importancia por la relación con el “milagro de la nieve” y, consiguientemente, con la fiesta y el título de la Virgen de las Nieve (ad nives), de que se hablará posteriormente.

El nombre de “liberiana”, como es sabido, deriva del Papa Liberio (352-366), quien, según el Liber Pontificalis (en la biografía correspondiente), hizo una basílica titulada con su propio nombre, junto al “mercado” o “Macellum Liviae”.22

El “Macellum” podía significar un “mercado” o un amplio patio sin techo, rodeado de pórticos,

18 Adriano I escribe en carta a Carlo Magno: “Xistus fecit basilicam sanctae Dei Genitricis Mariae cognomento Maiorem” (D. MANSI, Sacrorum Conciliorum amplissima colectio, XIII, Venezia, 1767, p.801 B). Ver numerosas afirmaciones de los Papas acerca de la “Dei Genitrix”, de la “semper Virgo” en V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., p.65, nota 13.19 Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., p.21; V. SAXER, La Basilica dalla fine dell’Antichità al Medioevo, en: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c., pp.74-76. Ver más datos posteriormente, al hablar del oratorio del pesebre. Conviene recordar que anteriormente a los documnetos que hablan de Santa María del Pesebre, ya existía un oratorio, probablemente separado de la misma basílica o tal vez situado entre el altar y el coro, en forma de cripta.20 Un documento de donación de Flavia Xantippa (siglos VI-VII) dice: “Basilica Sanctae Genitricis quae appellatur ad Praeseppe”. Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., p.23. También en: V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., pp.98-107.21 Así se dice del Papa Sergio II (844-847), quien hizo decorar “el oratorio” (cámara) del Pesebre de Nuestro Señor Jesucristo, “quod basilicae beatae Dei genitricis dominae nostrae conectitur, quae Maior ab omnibus nuncupatur” (Liber Pontificalis, II, p.92).22 "Fecit basilicam nomini suo iuxta Macellum Liviae" (Liber Pontificalis, I, p245). Cfr. M. Mª CECCHELLI, Santa Maria Maggiore e la Basilica Liberiana: considerazioni preliminari di una ricerca in atto, en: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c., p.31-38. Entre muchas opiniones, V. SAXER afirma que en el siglos IV y en el Esquilino, había una “basílica” sin título, que posteriormente tomó el nombre de “liberiana”; pero de ella no se conservan huellas: Sainte Marie Majeure, o.c., pp.24-29.

9

de forma rectangular, que ofrecía diversas posibilidades de encuentro para una gran afluencia de gente. Era lo equivalente a la “basílica” (de que se ha hablado más arriba).23

El Liber Pontificalis, referente al Papa Sixto III, al describir la basílica de Santa María, dice que esta basílica mariana del siglo V la hizo el Papa Sixto III junto al “Macellum Liviae”, y que era llamada por los antiguos “liberiana”.24

En relación con el título de “Liberiana”, la basílica tiene también, desde antiguo, el título de Santa Maria de la Nieve (ad nives). Según una “leyenda” o “tradición” multisecular, el Papa Liberio hizo la basílica como resultado de una aparición de la Virgen, durante el sueño, al mismo Papa y a un patricio romano llamado Juan con su esposa. El título es importante para la historia de la devoción mariana, puesto, que desde siglos, son muchas las capillas o santuarios dedicados a ese mismo titulo en todo el mundo: Santa María de la Nieve o de las Nieves, que veremos más adelante al hablar de la fiesta de la dedicación de la basílica.

2. Santa María del Pesebre y el oratorio del Presebre. El Pesebre de Arnolfo de Cambio. La capilla “sixtina”. Las reliquias de la Cuna

El oratorio del Pesebre

Los indicios históricos y literarios dan a entender que el Papa Sixto III (432-440) instituyó en la primitiva basílica o junto a ella una especie de “gruta de la Natividad” del Señor, para celebrar la “memoria” del misterio de Belén. Ese oratorio antiguo, al que hacen referencia continua las fuentes históricas (al hablar de Santa María “ad praesepe”), ya era en sí mismo un “pesebre”, a modo de lugar de culto y de “memoria”, aún prescindiendo de la llegada de las religuias de Belén.

Como ya hemos indicado más arriba, la basílica tomó el nombre de “Santa María del Pesebre” hacia mitad del siglo VII o quizá antes. En la biografía del Papa Teodoro (642-649) aparece el título por primera vez.25

El “Pesebre” no era la representación plástica del nacimiento del Señor, por medio de figuras, puesto que esta plasticidad tiene lugar a partir del siglo XIII (en tiempo de San Francisco de Asís). Propiamente era un “oratorio” con altar propio y con algunos signos (¿reliquias?) que hacían referencia a Belén. Para este “oratorio” (“oratorio sancto”), el Papa Gregorio III (731-

23 Las excavaciones realizadas en tiempo de Pablo VI (1962-1978) han dado por resultado el descubrimiento, bajo la basílica actual, de un edificio romano y un patio de pórticos, que tiene frescos y un calendario rural de los siglos II-III.24 “Hic (Sixtus) fecit basilicam sanctae Mariae, quae ab antiquis Liberii cognominabatur, iuxta macellum Libiae” (Liber Pontificalis, I, p.245). Ver V. SANTA MARIA SCRINARI, Gli scavi Magi, en: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c., pp.39-47. Otros estudiosos opinan que el mercado aludido estaba más lejos. Ver las diversas opiniones en: V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., pp.24-29. De todos modos, la basílica del Papa Liberio (del siglo IV) pertenece, al menos, a la “prehistoria” de la actual del siglo V, de la época de Efeso.25 Ver otros documentos más arriba, al explicar los títulos de la basílica mariana. En la época del Papa Teodoro, el título aparece en tres momentos: en el Epitome de locis sanctis martyrum (ca. 635-642); en la biogafía del Papa Teodoro (Liber Pontificalis, I, p.331) y en la narración del atentado contra el Papa Martín I (649-653) durante la noche de Navidad (Liber Pontificalis, I, pp.500-511). Ver V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., 74-76.

10

741) donó un icono de la Virgen que abraza al niño Jesús (“amplectentem Salvatorem”).26

En la biografía del Papa Sergio II (844-847) se habla de “camera Praesepis”, que el Papa hizo decorar y que estaba contigua a la basílica de la “Madre de Dios”, llamada también “Mayor”.27

La devoción hacia la capilla del Pesebre está relacionada con la fiesta de Navidad y tiene dimensión mariana y cristológica. Son numerosos los dones de los Papas del primer milenio entregados para el oratorio del Pesebre. Expresan escenas evangélicas sobre la vida de Jesús y María, en vistas a suscitar la devoción del pueblo y a celebrar también las fiestas marianas en Santa María. El Papa celebraba allí la Misa de la noche de Navidad.28

Inocencio III (1198-1216) hizo remodelar la capilla u oratorio del “Pesebre”, para colocar en ella el pesebre de Arnolfo de Cambio (actualmente en la cripta de la capilla “sixtina”).

En 1590, la llamada capilla “sixtina” suplantó a la capilla del Pesebre. El Papa Sixto V encomendó la construcción de esta capilla al arquitecto Domenico Fontana (como veremos luego). En el cripta, bajo el tabernáculo, se colocó el pesebre de Arnolfo de Cambio. Debido a la desaparición (en el siglo XVI) de algunas figuras del pesebre primitivo (del siglo XIII), se ha perdido algo del sentido dialogante y orante de esas misma figuras, que invitan a adorar al Niño nacido de María.

El Pesebre de Arnolfo de Cambio

El Papa Nicolás IV (1288-1292), franciscano, prestó mucha atención a todo lo referente al misterio de la Navidad. Los mosaicos del ábside (obra de Torriti, que estudiamos más adelante), entre otras escenas de la infancia, presentan el nacimiento de Jesús, con María recostada junto al niño recién nacido.

Se encomendó a Arnolfo di Cambio (1245-1302) la elaboración de las figuras o estatuas, que suelen recordarse en torno al misterio de Belén. El conjunto de figuras forman un pesebre completo. Es un trabajo contemporáneo al de los mosaicos del ábside.29

Actualmente las figuras que se han conservado están en la capilla construida por el arquitecto

26 Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., p.23. En el icono donado por el Papa, el niño abraza y apoya su mejilla en la de la Madre. Es icono bizantino. Existen en Roma iconos parecidos, de los siglos V y siguientes (como el de Santa María en el Trastévere).27 Cfr. V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., p.66.28 Se trata de imágenes o iconos, telas bordadas, pinturas... Cada fiesta tenía su propia representación cultural y artística. Cfr. V. SAXER, o.c., 70 y 94-98. Hay diversas opiniones sobre el lugar preciso del “oratorio”; según algunos historiadores sería en el mismo lugar de la actual capilla “sixtina” (de Santa María la Mayor), construida precisamente para recordar el Pesebre. La palabra “pesebre” indicaría más bien un lugar donde se recuerda a Belén; allí se colocaron las reliquias de la “cuna” (se distingue, pues, entre pesebre y cuna). Ver el tema de la Cuna, más adelante.29 Arnolfo se formó en el taller de Nicolás Pisano. El pesebre es una síntesis de románico y gótico, quizá del año 1289. La novedad de las figuras consiste en ser estatuas y no iconos o pinturas. Las figuras, al parecer, estaban colocadas originariamente en el ábside de la basílica. Ver: A.Mª ROMANINI, Il presepe di Arnolfo di Cambio, en: Santa Maria Maggiore a Roma, o.c., pp.171-181.

11

Domenico Fontana (1543-1607), por encargo del Papa Sixto V, gran restaurador de la ciudad de Roma (1585-1590). Fontana hizo transportar (1589) en bloque el Pesebre de Arnolfo de Cambio, desmantelando la antigua capilla del Pesebre.

La capilla “sixtina” (de Sixto V) tuvo como objetivo custodiar el Santísimo Sacramento y, en la cripta debajo del altar, las reliquias del Pesebre y las figuras arnolfianas. Pesebre y Eucaristía, están, pues, relacionados. El tabernáculo es monumental y reproduce la maqueta de la misma capilla. En el altar también quedan reproducidas algunas escenas de la Navidad.

Las figuras del Pesebre de Arnolfo quedan, pues, colocadas en la cripta bajo el altar, intentando recuperar un conjunto que ha quedado bastante mutilado, perdiendo en parte su actitud oracional y dialogal de invitación al visitante para adorar al Señor recién nacido. La “rueda del rey”, en el suelo y en el centro, recuerda la coronación de un soberano y puede significar que la cuna se la transformado en trono.

La Virgen con el Niño en brazos no es la original del siglo XIII (que se ha perdido), sino una del siglo XVI (de P. Olivieri). Por el conjunto de figuras restantes y por su relación con los mosaicos del ábside, la figura primitiva de la Virgen parece que estaría recostada e inclinada hacia el niño puesto en el pesebre. Ello lo corrobora también la figura de San José, en silencio, que invita a orar y adorar con humildad, y tiene las espaldas algo inclinadas. El buey y el asno suponen al niño en el pesebre sobre el suelo. También el Mago arrodillado supone esta posición.

Para los contenidos marianos de la basílica, el hecho de que se haya perdido la imagen primitiva de María (del siglo XIII) en el pesebre de Arnolfo, tiene la consecuencia de disminuir el tono de oración y adoración hacia el niño Jesús (siguiendo el ejemplo de María), que, no obstante, todavía domina en el conjunto de representaciones de la basílica. Pero las imágenes que se han conservado todavía indican esta línea cristocéntrica, característica de Santa María la Mayor.30

La capilla “sixtina”

El conjunto de la decoración de la capilla “sixtina” (obra del arquitecto Domenico Fontana) tiene la importancia de ser un catequesis fuertemente cristológica y mariana. Todo gira en torno a la Eucaristía (reservada en el tabernáculo monumental) e invita a conocer, imitar y pedir la intercesión de María Madre de Jesús.

Las pinturas son una continuación lógica de los mosaicos del arco triunfal y del ábside, para hacer resaltar el triunfo de María, gracias a la redención de Cristo.31

30 Es importante que las “reliquias” del Pesebre (y las figuras de Armolfo de Cambio) estuvieran bajo el altar y bajo su ciborio eucarístico monumental (obra de Sebastián Torregiani). A los pies del altar, yendo hacia el pesebre, se representa la Natividad de Jesús (quizá de Cecchino da Pietrasanta, de mitad del siglo XVI).31 La decoración pictórica corrió a cargo de numerosos artistas, dirigidos por Cesare Guerra y Giovanni Nebbia. Destacamos las pinturas marianas: Anunciación, Visitación y Sueño de San Jose (de Giovanni Battista Pozzi); los Magos ante Herodes (de Andrea Lilio); Herodes decreta la muerte de los Inocentes (de Salvatore Fontana); la huida a Egipto, la Visitación de María (de Ercole di Bologna); la Sagrada Familia (de Paris Nogari). Estos y otros autores tienen pinturas marianas también en diversos lugares de la basílica.

12

El oratorio del pesebre está colacado en el “hipogeo”, donde un altar representa también la natividad del Señor (quizá obra de Cecchino da Pietrasanta). En el ingreso a la cripta bajo el altar de la capilla “sixtina”, está la estatua de San Gaetano de Thiene (1480-1547), fundador de los Clérigos Teatinos (estatua quizá de Pietro Bernini o de Cecchino de Pietrasanta); recuerda la gracia que el santo recibió en la noche de Navidad de 1517: María deja en sus manos al Niño Jesús.32

Durante la restauración de toda la Basílica, en el siglo XVIII (por obra de Fernando Fuga), en la apertura del arco delante de la capilla “sixtina”, se colocó (año 1742) el fresco sobre la Natividad de la Virgen (de Aurealiano Miliani).

Las reliquias de la Cuna

Las reliquias o restos de la Cuna tienen especial valor mariano, por el hecho de ser “memoria” de la actuación virginal y materna de María: “Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lc 2,7). Las madres palestinas solían poner al niño en una cuna de barro cocido (por supuesto, con la ropita necesaria), que podía apoyarse sobre un caballete (en forma de aspa) o simplemente colocarse en el suelo o en otro lugar.

De un objeto o “pesebre” semejante, habla Orígenes (año 248). "En Belén se muestra la gruta donde nació Jesús y el pesebre donde fue envuelto en pañales".33

San Jerónimo, que se encontraba en Belén desde el año 386, invitó a la matrona romana Paola y a su hija Eustoquia. El santo cuenta que Paola peregrinó a Belén el año 404 y que entró “en la gruta del Señor” y “abrazó el pesebre donde lloró el señor, y oró a la Virgen Madre que había dada a su Hijo”.34

En una homilía navideña, San Jerónimo detalla que el pesebre había sido de arcilla, pero que luego fue cambiado por uno de plata. El santo se lamenta del cambio, pero también reconoce y agradece la devoción de los fieles, aunque él prefiere el pesebre anterior, de arcilla.35

En Belén, desde el siglo V, la “cuna”, de oro y plata, quedaba iluminada con lámparas. En el siglo VII, Arculfo la vio revestida de mármol. Los peregrinos tomaban tierra y polvo de la

32 La inscripción, traducida del latín, reza así: “Qui San Gaetano... in una notte di Natale di Cristo ha della Vergine ricevuto nelle proprie braccia il Bambino Gesù”. El hecho ha quedado descrito por el mismo santo, en carta a la Sierva de Dios, Laura Magnani: “Di mano della timida verginella, novella Madre, piglai quel tenero fanciullo, carne e vestimento dell’eterno Verbo”. Carta citada por E. VENIER, Santi, papi, cardinali, arcipreti e artisti in Santa Maria Maggiore, en: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c, pp.227-228.33 ORÍGENES, Contra Celso, I, 51: PG XI, 756; SC 132. 214-215. Consta también de algunas peregrinaciones a Belén en el siglo IV, como narra la “peregrina” Egeria (o Eteria), que estuvo en Belén los años 381-384. Cfr. A. ARCE, Iitinerario de la virgen Egeria (Madrid, BAC, 1980) pp.72-77. Ver textos en: Itinerarium Egeriae, 2ª parte (pero se perdieron los textos referentes a la basílica de Belén).34 Ver algunas afirmaciones de San Jerónimo en: E. VENIER, Santa Maria Maggiore, la Betlemme di Roma, o.c., pp.175-178.35 Cfr. Homilia de nativitate Domini: PLS 2, 183; CCL 78, 524-527; TMPM 3, 290 (“presepe fangoso”). Recuérdese que la “cuna” podía constar de dos elementos: un caballete en forma de aspa y, sobre él, un recipiente de arcilla o barro cocido.

13

gruta como reliquias. Con el tiempo, en vez de tierra, también traían pedazos de madera.36

Las reliquias de la Cuna en Roma están documentadas sólo a partir del siglo XII. Pero hay que recordar que el oratorio del “pesebre” existía desde casi los inicios de la basílica mariana, como hemos indicado más arriba.37

Algunos hipotizan que las reliquias de la cuna fueran enviadas por San Sofronio de Jerusalén, al Papa Teodoro I (642-649), de origen oriental, a consecuencia de las dificultades originadas por la invasión musulmana. Precisamente es en tiempos del Papa Teodoro, cuando la basílica se llama “Sancta Maria ad Praesepe”. Esta hipótesis se difundió ya antiguamente y fue aceptada por Próspero Lambertini, que sería el Papa Benedicto XIV (1740-1758) y que favorecería todo lo referente a la basílica, haciendo colocar en 1750 la pintura de la Natividad o de la adoración de los pastores (de Francesco Mancini) en el fondo del ábside, bajo la dormición y glorificación de María.38

El Papa Sixto V (1585-1590) hizo colocar las reliquias de la Cuna, así como el pesebre arnolfiano, bajo el altar de la capilla “sixtina”, construida con este objetivo. En 1606, la Reina de España, Margarita de Austria, ofreció un relicario de plata, que también desapareció en los disturbios de 1797. Se encargó un nuevo relicario a modo de urna oval, de cristal y plata dorada parcialmente, a Giuseppe Valadier (1762-1839); era una oferta de la duquesa española Manuela de Villahermosa. En esa urna, que es la actual, hay bajorrelieves del Pesebre, la adoración de los Magos, la Fuga a Egipto, la última cena. Sobre la urna, un niño Jesús, de oro puro, que bendice. Dos querubines, cada uno con un vaso de cristal, que custodia algunas reliquias (supuestamente, heno del pesebre y un fragmento del velo de María).39

La capilla de la confesión (hipogeo), bajo el altar papal (principal), fue renovada en tiempo del Beato Pío IX (1845-1878). Las restauración se inauguró en 1864 y allí se trasladó la reliquia de la Cuna. Después de la muerte de Pío IX, el Papa León XIII quiso erigir en el hipogeo una estatua orante de su predecesor, que había definido la Inmaculada en 1854.40

36 Cfr. V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., pp.67-68. Otros datos en E. VENIER, Santa Maria Maggiore, la Betlemme dei Roma, o.c., p.17-28 . La Iglesia de la Natividad fue destruida durante la sublevación de los samaritanos (año 529) y reconstruida posteriormente por Justianiano.37 La primera documentación sobre la existencia de la Cuna en Santa María la Mayor es de Juan Diácono, en Liber de ecclesia lateranensi (ca. 1180): Migne, PL 194, 1557: “De Ecclesia Sanctae Mariae Maioris” (donde dice que se veneraba). Pero también se habla de las reliquias de la Cuna en una inscripción del año 1295, conservada en la nave izquierda de la basílica; la palabra que usa es “puerperium”, que puede traducirse también por “pañales”... El inventario de 1480 usa la palabra “puerperium” del Niño (“pañales”). Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c, p.24. El Petrarca habla de la Cuna en los años 1345 y 1350; invitó (en 1345) a Clemente VI a regresar a Roma dode se venera la Cuna. También en carta a Filippo de Vetriaco (1350) afirma que en Roma se encuentra la “Cunacula Salvatoris” (cfr. J. FERNANDEZ, ibídem).38 Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., pp.22-24. En 1256, Giacomo y Vinia Capocci construyeron un ciborio con altar, a fin de custodiar la Cuna. En 1289, el Cardenal Giacomo Colonna sustituyó el cofre o relicario de plomo con otro de plata cincelada. En el “sacco” de Roma (1527), se llevaron el relicario, pero dejaron las reliquias de la Cuna.39 En el museo se conserva un autógrafo de Pío VII (1800-1823), que certifica la autenticidad de las reliquias de la Cuna (año 1803).40 El hipogeo estaba dedicado a San Matías. Los frescos son de Francesco Podesti (1800-1895).

14

Actualmente en la urna de la Cuna se conservan cinco listones de madera, en posición horizontal (uno de los listones no es auténtico). Con cuatro listones se puede montar un caballete para sostener una “cuna” de barro cocido, que era usual entre las mamás de Palestina, como hemos indicado más arriba.41

La devoción a la Cuna es multisecular y manifiesta el deseo de imitar la humildad de Jesucristo y expresarle el propio amor, como en el caso de los santos más relacionados con esta devoción: San Carlos Borromeo, San Ignacio de Loyola y San Cayetano de Thienne (ver el apartado relativo a los santos). La devoción a la humanidad de Cristo queda, pues, subrayada en la basílica de la “Theotokos”, la Madre de Dios, donde las escenas evangélicas de la vida de Jesús y de María, se armonizan para confesar, celebrar y vivir la realidad de Cristo, verdadero y único Salvador, por ser perfecto Dios y perfecto hombre.

3. Importancia de las celebraciones litúrgicas marianas en Santa María la Mayor

Las procesiones, como manifestaciones de tipo religioso, existían ya en el mundo pagano. La última procesión pagana en Roma, todavía tuvo lugar en tiempo del Papa Gelasio I (492-496).

En Roma, las procesiones cristianas se organizaban ya desde el siglo V. El hecho de discurrir por las calles de la ciudad, tenía también un objetivo evangelizador. La Eucaristía se celebraba en el punto de llegada.

Propiamente era una liturgia “estacional”, con etapas programadas, con un punto de partida y otro de llegada. Esta liturgia estacional tuvo origen en Jerusalén; la peregrina Egeria (Eteria) describe estas procesiones ya en los años 381-384. Después pasaron a Constantinopla y a Roma. Con las procesiones cristianas se purificaban las paganas, tomando de ellas los elementos válidos.

Por lo menos a partir de San Gregorio Magno (590-640), consta de la existencia de “procesiones” organizadas que terminaban precisamente en Santa María la Mayor. Entra, pues, la dimensión mariana en una realidad religiosa y sociocultural, que será de gran trascendencia en el campo litúrgico y devocional. Esas “liturgias”, celebradas en Santa María la Mayor, sobre todo las referentes a las fiestas marianas, tienen influjo de las iglesias de Oriente, mientras, a su vez, influyeron en la liturgia universal de rito latino. La Eucaristía tenía lugar en el punto de llegada, presidida por el Papa, acompañado de la curia, de los clérigos y de los fieles de las iglesias por donde pasaba la procesión.42

San Gregorio Magno organizó una procesión al inicio de su pontificado (año 590) y otra en el año 603. Fueron con ocasión de necesidades apremiantes, como en el caso de las inundaciones del Tíber y de la peste. El camino hacia Santa María la Mayor indicaba también un lugar más seguro y de atmósfera más saludable, por ser más alto el nivel del Esquilino. Se conserva una homilía del Papa en una de esta procesiones, en la que alude al punto de llegada de Santa María: “A partir de todas las iglesias, con oraciones y lágrimas, se reunirán en la basílica de Santa María... para rogar al Señor con lágrimas por nuestros pecados”.43

41 Cfr. E. VENIER, San Maria Maggiore, la Betlemme di Roma, o.c., pp.106 y 125. Documentos: ibídem, 4ª parte .42 Para todo este tema de las celebraciones litúrgicas en Roma y en Santa María la Mayor, ver: V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., cap.IV.43 El texto nos lo ha transmitido San Gregorio de Tours, quien había enviado a su diácono Aquiulfo a Roma en vistas a conseguir reliquias. Ver: Historia Francorum X, 1; citado por V.

15

La liturgia papal se celebraba en diversas iglesias de Roma, especialmente en San Juan de Letrán, en San Pedro y en Santa María la Mayor. Eran las llamadas “estaciones” del Papa. En Santa María la Mayor, ya desde el alto medioevo, se celebraban 14 estaciones; mientras en San Pedro, 12; en San Juan, 8; en San Lorenzo fuera de los muros, 5; en San Pablo, 4.

Entre las estaciones celebradas en Santa María la Mayor, además de las estaciones de sentido penitencial, destacaban las que tenían algún significado más mariano, es decir, la vigilia y noche de la Navidad, el día primero del año (octava de la Navidad), el día de Pascua, la vigilia de la Asunción y las 4 las fiestas marianas peculiares de Santa María la Mayor: Purificación o Presentación del niño Jesús (2 de febrero), Anunciación (25 de marzo), Asunción (15 de agosto), Natividad de María (8 de septiembre).44

Los textos litúrgicos de las fiestas marianas celebradas por el Papa en Santa María la Mayor, aunque también tenían algún influjo oriental (por el origen de algunas fiestas), pasaron a ser patrimonio de la Iglesia universal de rito latino. Los textos indican la centralidad de Cristo y, al mismo tiempo, el puesto materno y tipológico o ejemplar de María respecto a la Iglesia.45

Los textos propios contienen oraciones, lecturas y cantos. Aunque las cuatro fiestas marianas peculiares de Santa María la Mayor estaban ya anteriormente instituidas, no obstante fue el Papa Sergio I (687-701) quien organizó las “procesiones” (equivalente a “letanías”), con sus etapas (“colectas”), terminando siempre en Santa María la Mayor. El Papa caminaba a pie desde San Juan de Letrán hasta el Esquilino. Las “colectas” significaban el lugar donde se “reunían” o encontraban los diversos grupos de peregrinos, para terminar luego con la Misa en Santa María. Inicialmente tenía más sentido penitencial, pero luego prevaleció el sentido de fiesta.46

La fiesta “mariana” más antigua en Roma, es la del 1 de enero. El formulario es propio, quizá del siglo VI o anterior. Se celebraba en Santa María como octava de la Natividad del Señor. En este día, “los romanos celebraban la estación en Santa María”.47

La celebración de la Navidad y de su octava en Santa María tenía un marcado sentido mariano.

SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., p.135. No consta que en esta época las procesiones de Roma fueran programadas a tiempo fijo.44 Cfr. V. SAXER, La Basilica dalla fine dell’Antichità al Medioevo, o.c., pp.85-91. Las cuatro fiestas marianas iniciaban con una procesión del pueblo, reunido en San Adrián en el Foro, para pasar por la “curia Hostilia” y llegar a Santa María (cfr. Liber Pontificalis, I, p.376).45 Ver los formularios de los textos en: V. SAXER, ibídem, p.88-90; también en el mismo autor, Sainte Marie Majeure, o.c., cap.IV, pp.109ss; cap.V, pp.150-151. Los formularios de las cuatro fiestas marianas en Santa María son de los siglos XII-XIII. Cfr. Código 52 e incunable 105, citados en V. SAXER, La basilica dalla fine dell’Antichità al Medioevo, o.c., p.112. Son de gran contenido mariano sus numerosas antífonas y cantos interleccionales. El sacramentario Hadrianum, que seguían los Papas, contiene los formularios más antiguos de las cuatro fiestas marianas.46 Cfr. Liber Pontificalis, I, p.381, n.43. Algunos elementos de las fiestas y de las procesiones provenían de Oriente. Sergio I había nacido en Sicilia, de padres sirios. Los cantos de la Purificación (2 de febrero) son de origen oriental, como en el caso de “Adorna Thalamum” y “Ave Maria”. Cfr. V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., p.116ss.47 BERNOLDO DE COSTANZA (+1110), en: Micrologus, cap.39: PL 151, 1007; citado por V. SAXER, Sainte, Marie Majeure, o.c., pp.150.151. Ver también el mismo autor en: La Basilica dalla fine dell’Antichità al Medioevo, o.c., pp.66-90.

16

En la Misa de media noche, la oración eucarística tenía una referencia especial a María.48

La Purificación de María o Presentación del Señor (2 febrero) tiene dos denominaciones de origen oriental: encuentro de Simeón con el Señor (“Ypapanti S. Symeonis et Domini”); encuentro de Simeón con Santa María (“Ypapanti S. Symeonis et Sanctae Mariae”).

En la biografía de León IV (847-855) se describe la procesión del 15 de agosto del año 848, de modo similar a la del 2 de febrero: “En el primer año de su pontificado... desde la basílica de San Adrián, acompañado por todos sus fieles, se dirigió a la basílica de la Santa Madre de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo llamada de la Cuna”.49

En tiempos del Papa Esteban (752-757), se llevaba la imagen del Salvador (de San Juan de Letrán hasta Santa María la Mayor). “Los clérigos iban descalzos, como todo el pueblo, hacia la iglesia de la Madre de Dios, llamada de la Cuna”.50

El Ordo Romanus L (hacia los años 960 y siguientes) describe la procesión nocturna de la vigilia de la Asunción. La Misa se celebraba en Santa María. Se cantaba un himno poético, donde se refiere a la imagen o icono de María que acompañaba la procesión: “Santa Madre de Dios, mira al pueblo de Roma y protege a Othón”. Se trataba de Othón III, emperador germánico, que se hallaba presente en la procesión el día 15 de agosto de 999.

En Roma, se celebraba la fiesta de la Inmaculada en los años 1340 y siguientes. El 8 de diciembre del año 1330, en Santa María la Mayor ya se recitaba la oración con terminología de “santificación”, a modo de posición media de la Curia, entre las dos tendencias teológicas de la época (franciscanos y dominicos).51

Durante el medioevo central (al inicio del segundo milenio), la liturgia mariana en Santa María siguió como anteriormente, hasta el exilio de los Papas en Avignon.52

Un detalle arquitectónico tiene también su importancia mariana: el campanario (de 75 metros de altura), reestructurado y ampliado (con estilo románico y del renacimiento) por Gregorio XI

48 "Comunicantes et noctem sacratissimam celebrantes, quo beatae Mariae genitricis Dei e domini nostri Iesu Christi, cuius meritis percibusque concedas ut in omnibus protectionis tuae muniamur auxilio" (V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., pp.85-91).49 Liber Pontificalis, II, p.110. En esta ocasión se narra el suceso de “una serpiente monstruosa escondida en una cueva de donde procedía la peste” (Liber Pontificalis, ibídem). Las procesiones de los tres días de las letanías menores (precedentes a la Ascensión), iban “desde la iglesia de la Madre de Dios junto a la Cuna, hasta la iglesia del Salvador”, es decir, hasta San Juan de Letrán (Liber Pontificalis, II, p.112).50 Liber Pontificalis, I, p.443. El Ordo Romanus XX (hacia los años 751-768), dice que “cuando llegaban al atrio de la iglesia de la Madre de Dios, el Pontífice hacía una señal para que la escola cantara la letanía” (citado por V, SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., p.143). Es un detalle de interés para la historia musical de la basílica (sobre la escola de los cantores).51 “Deus qui sanctificationem Virginis”... “sanctificationis eius” (cfr. Misal 55, fol.150v); citado por V. SAXER, La Basilica dalla fine dell’Antichità al Medioevo, o.c., p.112-113 (resume opiniones teológicas de la época sobre la Inmaculada).52 La elección de los Papas quedó reservada a los cardenales. Pero los Papas de los siglos XI-XIII residían más frecuentemente fuera de Roma (en Anagni, Viterbo...). Con ello la presencia de los Papas en las “estaciones” romanas disminuyó, resintiéndose también la liturgia de Santa María. Los monasterios cercanos ya no participaban, sino que la liturgia fue encomendada a los “canónigos”, es decir, a los clérigos que vivían la “vida apostolica” según los “cánones”.

17

(1370-1378), a su regreso de Avignon. Un campanario ya existía antes del siglo XI; en el siglo XIII, las campanas sonaban las vigilias de las fiestas marianas.53

4. Un itinerario catequístico cristológico y mariano de más de mil quinientos años

Los mosaicos paleocristianos (siglo V) y medievales (siglo XIII) en Santa María la Mayor describen y motivan el itinerario de la Igleseria peregrina hacia el triunfo final de Cristo, que ya ha glorificado a María su Madre y nuestra.

María ocupa un lugar sobresaliente, aunque no central, que es el que ocupa Cristo. Ella, como Hija de Sión, personifica a Israel en el itinerario veterotestamentario de la nave central. En cambio, en el itinerario neotestamentario del arco triunfal personifica a la Iglesia, como su excelso Tipo. Son los mosaicos del siglo V, de la época de Sixto III, fautor de la basílica que él dedicó a María Virgen, Madre de Dios.

María aparece en el contexto de la historia de salvación, insertada en el misterio de Cristo y de la Iglesia. La constitución conciliar del Vaticano II sobre la Iglesia, puede leerse, pues, en su capítulo mariano (“María en el misterio de Cristo y de la Iglesia”, título del cap.VIII), buscando sus raíces en los contenidos escriturísticos de los mosaicos de Santa María.54

Si la cristologia (sobre Cristo Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre) queda plasmada en el conjunto de las expresiones arquitectónicas y artísticas de Santa María, lo mismo hay que decir de la eclesiología: María es figura y representación viva (“Tipo”) de la Iglesia (cfr. LG 53 y 63).

Así se muestra María en el conjunto de los mosaicos paleocristianos y medievales, como también en los frescos e innumerables pinturas de la basílica. Es verdaderamente la biblia del pueblo, con un marcado tono mariano.

La dinámica general de los mosaicos y otras expresiones plásticas, se puede concretar en el itinerario del Pueblo de Dios, la Iglesia, hacia el adviento final del Reino, es decir, hacia el triunfo de Cristo. La línea cristológica, mariológica y eclesial es marcadamente escatológica. La metodología es muy pedagógica y teológico-bíblica, especialmente cuando se trata de las representaciones más antiguas.

Mosaicos de la nave central

Los que son auténticos, pertenecen al siglo V, es decir, a la época de Sixto III (432-440). Los

53 El Papa Julio II (1503) hizo colocar una cúspide de plomo. Ver: V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., cap.VI y siguientes, donde se resume la arquitectura, el arte, las instituciones y la liturgia de los siglos XI-XIII.54 Lo mismo cabe decir de la constitución litúrgica del concilio Vaticano II, cuando describe a María en el decurso del año litúrgico: “En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica del su Hijo; en Ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención y la contempla gozosamente, como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser” (SC 103). Las celebraciones marianas en Santa María, desde el primer milenio, tienen este significado salvífico. La exhortación apostólica Marialis cultus (1974) de Pablo VI, se desarrolla en esta misma perspectiva.

18

que han sido restaurados o incluso rehechos totalmente, son de épocas posteriores.55

Es importante notar que el primer panel representa el sacrificio de Melquisedec, rey y sacerdote, que ofrece pan y vino a Abraham. En la parte superior, emerge de entre las nubes, el rostro de Cristo, como simbolizando tipológicamente el camino hacia el altar mayor, donde se celebra la Eucaristía.

Se van sucediendo episodios de la vida de Abraham (sacrificio), de Jacob (en quien se renueva la promesa) y de Josué (que conduce al pueblo a la Tierra Santa). Todos parecen indicar el camino hacia Cristo, Rey y Sacerdote, nacido de María, descrito en el arco triunfal.56

Mosaicos del arco triunfal antiguo

Es un conjunto de mosaicos del siglo V (Sixto III, 432-440). Se trata de escenas evangélicas sobre Jesús y María, armonizadas entre sí (derecha e izquierda del arco), para hacer resaltar un mensaje sobre la divinidad de Jesús, nacido de María, que ahora dirige el itinerario de la historia de salvación hacia un encuentro final. En este itinerario, el Papa Sixto III guía la historia de la Iglesia (represetada por las dos ciudades) hacia Cristo.57

Es una catequesis inculturada, donde aparecen valores y contenidos evangélicos, culturales, históricos, apócrifos, etc. Comparando los diversos mosaicos de la derecha con los correspondientes de la izquierda, aflora la catequesis cristológica y mariana.

El conjunto de los mosaicos del arco triunfal resumen la primera epifanía de Cristo (de tiempos evangélicos), simbolizando el itinerario de la Iglesia “plebs Dei”, en marcha hacia la segunda venida de Cristo (la “parusía”). La Iglesia es guiada por Pedro y su sucesor. Es el Papa (Sixto III), no el emperador, el único que guía a todo el Pueblo de Dios (con independencia del poder imperial).

El trono vacío de Cristo está representado en la cima del arco, dentro de un círculo (el “solisterium”), sobre la inscripción papal (“Xistus Episcopus Plebi Dei”), y, a los lados, Pedro y Pablo.

Los mosaicos resumen el ciclo de la infancia de Jesús, combinando datos de evangelios auténticos y apócrifos. Es importante esta combinación para poder apreciar el valor de los datos de escritos apócrifos que no sean heterodoxos.

El mosaico primero, en alto a la izquierda, es de la Anunciación (cfr. Lc 1,26-38). El ángel

55 Son 21 paneles por cada pared. Ver cada uno de los mosaicos (auténticos o no) en: Santa Maria Maggiore Basilica Patriarcale (libro para la publicidad, sin fecha), p.32-35. Con más precisión técnica e histórica: V SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., pp.45-48. Con detalles más minuciosos y explicación sobre cada uno: F. GANDOLFO, La Basilica Sistina, i mosaici della navata e dell’arco trionfale, en: Santa Maria Maggiore a Roma, o.c., pp.85-123.56 Los paneles terminan con dos “frescos” posteriores, del tiempo de la restauración realizada por el Cardenal Domenico Pinelli (1593): David conduce el arca a Jerusalén, al templo de Salomón, donde queda colocada el arca. Así se simboliza que Cristo nacerá de la estirpe de David.57 Ver datos concretos sobre cada mosaico, con su proprio significado, en: L. SPERDUTI, La Basilica paleocristiana, en: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c., pp.49-72. También en: F. GANDOLFO, La Basilica Sistina, i mosaici della navata e dell’arco trionfale, o.c., pp.85-123.

19

aparece a María, que está sentada y tejiendo con el huso, un velo de púrpura para el templo, donde ella había servido (cfr. Pseudo Mateo 9,2). Sobre la Virgen aletea el Espíritu Santo en forma de paloma. María es “virgen”, como le explica el ángel a San José, no en sueños, sino ante su casa, con la puerta abierta que espera a su prometida (cfr. Mt 1,20-21; Proto Santiago 9).

La Presentación del niño en el templo (cfr. Lc 2,22-38) está en alto, en el primer mosaico a la derecha, con una iconografía peculiar. María, vestida de princesa romana y acompañada por José, presenta el niño en el templo. Simeón, vestido diversamente de los otros sacerdotes, hace una inclinación. Los ángeles indican la divinidad de Cristo. Y, en el mismo mosaico, al lado opuesto, el ángel habla a José en sueño, invitándolo a huir a Egipto.

La Adoración de los Magos (segundo mosaico, arriba a la izquierda) (cfr. Mt 2,9-11), está en estrecha relación con el mosaico de la otra parte del arco (el encuentro de Afrodisio con Jesús). Se reconoce la divinidad de Jesús, sobre cuya cabeza brilla la estrella. En ambas escenas (la evangélica y la apócrifa), el niño está en el centro, aislado en sentido jerárquico. En estas dos escenas, también en relación con la Anunciación y Presentación, se quiere mostrar la divinidad de Jesús, respectivamente a los hebreos y a los paganos. De algún modo Jesús se quiere manifestar a la Iglesia de la circuncisión y a la Iglesia de las gentes.

En lo alto, segundo a la derecha, el mosaico de Afrodisio, gobernador de la ciudad de Sotine, que es, como hemos dicho, paralelo al de la adoración de los Magos. Según los apócrifos, después de la caida y destrucción de los 361 ídolos, reconoció la divinidad de Jesús (cfr. Pseudo Mateo, 20-24).

La muerte de los Inocentes (tercer mosaico, a la izquierda) y los Magos y escribas ante Herodes (tercero, a la derecha), están también relacionados, para reconocer la mesianidad y divinidad de Jesús. En el mosaico de los Inocentes, está también Isabel que huye con su hijo Juan en brazos. Simboliza también a los primeros mártires por la fe cristiana. En el mosaico de los magos y escribas ante Herodes se quiere indicar el sentido de las Escrituras sobre el Mesías.

En ambos lados del arco, por la parte de abajo, se representa la ciudad de Belén (a la derecha) donde tuvo lugar el nacimiento o primera epifanía (parusía) de Jesús, y la ciudad de Jersualén (a la izquierda), lugar de la muerte y resurrección de Jesús.

Las ovejas significan los fieles creyentes que entran en la Iglesia madre, que tiene a María como modelo de la maternidad. El itinerario eclesial (de una Iglesia que tiene a María como Tipo o figura) es un camino hacia Cristo, el Cordero Inmolado, ya glorificado y ahora en su trono.58

Las dos ciudades pueden también significar la Iglesia de la “circuncisión” (proveniente de los hebreos) y la Iglesia de la “gentilidad”. Jerusalén representaría también a Pedro, mientras Belén significaría a Pablo (los dos Apóstoles están en la parte superior del arco, en torno al trono vacío). La Iglesia de Roma, en el siglo V (con Sixto III) se expresaba en esa doble proveniencia: hebrea y pagana. Pero era y es siempre una sola Iglesia, que, con el Papa, recoge y cuida la herencia de los dos Apóstoles, Pedro y Pablo.59

58 Es María y la Iglesia, “una y otra son Madre; la una y la otra Virgen” (ISAAC DE STELLA, Sermo 51; TMSM 3, 329; PL 194, 1863; citado por LG 64, nota 20). Esto quedará más explicitado en el arco del nuevo ábside del siglo XIII, que veremos luego.59 Cfr. V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., pp.52-53.

20

El trono vacío del Señor, en el centro del arco, acompañado por Pedro y Pablo (y con los símbolos de los cuatro evangelistas), hace referencia a que Cristo vendrá como juez al final de la historia. Toda la historia, de la Iglesia y del mundo, camina hacia Cristo, el Cordero Inmolado y glorificado.

En la peregrinación eclesial hacia Cristo, Pedro y sus sucesores guían a las ovejas hacia su pastor. Así lo expresaba San León Magno (440-461), inmediato sucesor de Sixto III, haciendo referencia a la maternidad virginal de María y de la Iglesia: “Por obra del Espíritu Santo nació Cristo de una Virgen, y por obra del mismo Espíritu Santo fecunda también su Iglesia pura, a fin de que, a través del bautismo, dé a luz a una muchedumbre innumerable de hijos de Dios... Porque si bien fue a Pedro a quien dijo principalmente apacienta mis ovejas, sólo el Señor es quien controla el cuidado de todos los pastores, y alimenta a los que acuden a la roca de la Iglesia con tan abundantes y regados pastos, que son innumerables las ovejas que, fortalecidas con la suculencia de su amor, no dudan en morir por el nombre del pastor, como el buen Pastor se dignó ofrecer su vida por sus ovejas”.60

El ambiente en torno al arco triunfal ya se modificó en tiempo de Pascual I (817-824), quien hizo retroceder la cátedra hasta el centro de lo que entonces era todavía un “ábside” o arco absidal, creando así un espacio como presbiterio.61

Actualmente falta en la parte central del arco triunfal una gran cantidad de mosaicos, que desaparecieron con las reformas de los años 1288-1292, cuando se construyó el ábside actual, unos metros hacia atrás.

¿Qué figuras había en la parte central del arco triunfal o absidal del siglo V? Los mosaicos del arco, que ya hemos descrito, parecen reclamar una figura central del Señor o de María, la Madre del Señor. Los mosaicos del ábside del siglo XIII deben tener relación con los del arco triunfal. En ellos, la figura central, como veremos, es la glorificación de María por parte de Cristo en la gloria celeste; pero los mosaicos del entorno expresan prácticamente la mismas escenas evangélicas de la infancia de Jesús, nacido de María.62

Mosaicos y frescos del ábside actual

En tiempo del Papa Nicolás IV (1288-1292) se construyó el ábside actual. De la misma época es el pavimento de la nave central, con mosaicos “cosmatescos”, que conservan todavía la dedicación a María Virgen.63

Los mosaicos del ábside medieval con su decoración son obra del franciscano Giacomo Torriti (entre 1290 y 1295), realizados por orden de Nicolás IV, primer Papa franciscano, que con frecuencia residía en Santa María la Mayor. El Papa hizo destruir gran parte del arco absidal

60 SAN LEON MAGNO, Sermón 12 sobre la pasión de Señor, 3,6-7: PL 54, 355-357.61 Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c, p.26.62 Cfr.V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., p.50.63 “Virgo Serena, tibi Scotus pavimenta locavit”. Gran parte de este pavimento se conserva todavía. Fue donado por los caballeros Scoto Paparone y su hijo Juan, en tiempo de Eugenio III. El calificativo de “cosmatesco” proviene de los maestros marmolistas “Cosma” (siglos XII-XIII). Son mosaicos policromados, de formas geométricas y variadas, con resabios árabes u orientales: triángulos, círculos, rombos, meandros... Estos maestros “Cosma” fueron también los autores del monumento al Cardinal Gonsalvo (+1299) de interés para el tema mariano (sobre la intercesión de María).

21

(triunfal) primitivo, creando un espacio para el coro, en el que se pintaron frescos, tal vez de Cimabue (1272-1302) o de Pietro Cavallini (1273-1321ca.). Los frescos son de la escuela de Cavallini. Pero los mosaicos del ábside están firmados por Giacomo Torriti.64

Los mosaicos del ábside actual están distribuidos en dos sectores: el cuenco de la coronación y el listón que corre entre las ventanas. En el centro del cuenco está la coronación de la Virgen, mosaico firmado en 1295. Jesús y María están sentados en el mismo trono. Con un gesto de influjo oriental, el Señor corona a María con la izquierda, mientras que con la derecha sostiene una inscripción: “Veni electa mea et ponam te in tronum meum”. A sus pies está escrito: “Maria Virgo assumpta est ad aethereum thalamum, in quo Rex regum stellato sedet solio. Exaltata est sancta Dei Genitrix super coros angelorum ad celestia regna". María representa a la Iglesa esposa y madre, recordando a las vírgenes Inés, Cecilia, Lucía, Catalina.

A la izquierda están San Pedro (con la inscripción “tu es Christus Filus Dei vivi”), San Pablo (con la inscripción “mihi vivere Christus est”), San Francisco de Asís y, en tamaño más pequeño, el Papa Nicolás IV. A la derecha aparecen San Juan Bautista, San Juan Evangelista, San Antonio Abad y, en tamaño pequeño, los benefactores cardenales Colonna.

En la faja o listón bajo la coronación hay una serie de mosaicos que (a modo semejante como en el arco triunfal) describen las escenas más importantes de la vida mariana (con Jesús), en torno a la “Dormición” de María: Anunciación, Natividad de Jesús, Adoración de los Magos, Presentación de Jesús en el templo. A la izquierda, antes de la Anunciación, está el mosaico sobre San Jerónimo, que explica las Escrituras a Paola y a su hija Eustochia; a la derecha, San Mateo que predica a los judíos.

En el mosaico central de la faja bajo la coronación, está la Dormición de María, que yace en el lecho, mientras los ángeles están en actitud de llevarse el cuerpo, ante la sorpresa de los Apóstoles. Jesucristo toma el “alma” de María entre sus brazos.

Cada uno de los mosaicos tiene sus características peculiares, con evidente influjo bizantino. La Anunciación, sobre fondo dorado, presenta al arcángel Gabriel que anuncia a María vestida con hábito rojo y manto azul, mientras el Espíritu Santo desciende sobre ella.

La Natividad de Jesús, en una gruta de rocas, presenta a María recostada en el momento de poner a Jesús sobre el pesebre. No pueden faltar los ángeles, mientras José, sentado más abajo y de espaldas, espera los acontecimientos; un ángel anuncia a los pastores: “Natus est vobis Salvator”.

En la Adoración de los Magos, sobre fondo dorado, el ángel señala la meta, mientras una estrella envía su luz sobre la cabeza del niño. Los Magos ofrecen dones al niño que está en brazos de su madre.

Estos dos paneles constituyen la representación medieval de la Natividad del Señor. Torriti quiere expresar, por medio de mosaicos (de gran influjo oriental), la devoción multisecular al misterio del nacimiento del Señor. Casi contemporáneamente, Arnolfo de Cambio lo expresarán con estatuas. Es la plastificación del título de la basilica de Santa María “ad Praesepe”.

64 Ver la descripción de cada uno de los mosaicos en: M. RIGHETTI TOSTI-CROCE, La Basilia tra due e trecento, en: Santa Maria Maggiore a Roma, o.c., pp.138-155. Los trabajos fueron sufragados por los cardenales Giacomo y Pietro Colonna.

22

La Presentación del Niño en el templo plasma los detalles evangélicos, describiendo a San José con dos palomas en las manos, mientras María presenta el niño a Simeón. Ana la profetisa muestra un escrito: “Beatus venter”.

El conjunto de los mosaicos del ábside todavía presenta, a los lados, 24 figuras masculinas vestidas de blanco (12 por 12) con coronas. Encima de todo y en medio del arco del ábside, está el “Agnus Dei” circundado de astros, con el libro abierto del Apocalipsis. En relación con los mosaicos del arco triunfal primitivo (que hemos visto más arriba), recuerda el texto del Apocalipsis: “En medio de la plaza, a una y otra margen del río, hay árboles de Vida... el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad y los siervos de Dios le darán culto” (Ap 22,2-3).65

Ahora, bajo la dormición de María y en lugar central destacado, está la Natividad de Jesús o Adoración de los pastores, pintura de Francesco Mancini (1750), colocada allí por voluntad de Benedicto XIV, durante las restauración realizada en el siglo XVIII.66

Los mosaicos de la fachada

El ingreso primitivo a la basílica era un vestíbulo donde los catecúmenos se reunían para la lectura del evangelio. En 1145 (con Eugenio III, 1145-1153) se suprimió el vestíbulo y se construyó un pórtico sostenido por 8 columnas, que duró hasta 1575.

Del pórtico del siglo XII (del Papa Eugenio III) se conserva la inscripción (ahora en el muro norte de la basílica, patio externo de la capilla “sixtina”), en la que se llama a María “Madre de Cristo”, adornada de “perpetua virginidad”, como “camino, vida y salvación del mundo entero”. Se la invoca como intercesora.67

Sobre el pórtico medieval se encuentran los mosaicos del siglo XIII. El Papa Nicolás IV, que había querido los masaicos del ábside (que hemos resumido más arriba), murió en 1292. Los mosaicos de la fachada son de esta misma época, firmados, en su composición central, por Filippo Rusuti (discípulo de Torriti y de Pietro Cavallini).

Estos mosaicos, cuando estaban al descubierto (antes de la reforma de la fachada), reflejaban la luz del sol, mostrando plásticamente la historia de la basílica, como signo de la realeza de Cristo, que ha querido glorificar a su Madre.

En la parte superior de los mosaicos está representado Cristo Pantocrátor, con la inscripción:

65 Esta iconografía, de gran influjo bizantino pero con rasgos romanos paleocristianos, parece querer recuperar algunos temas desaparecidos del arco triunfal primitivo.66 Debajo de los mosaicos y entre las pilastras jónicas, Fernando Fuga (siglo XVIII) colocó algunos bajorrelieves de Mino del Reame (de la segunda mitad del siglo XV): Nacimiento de Jesús, Milagro de la Nieve (fiesta del 5 de agosto), Asunción, Adoración de los Magos. Algunas piezas del mismo Mino están en otros lugares, como en la sacristía de la capilla “paolina”: la Virgen con el Niño (con la firma: “opus Mini”).67 “Tertius Eugenius Romanus Papa benignus obtulit hoc munus Virgo sacrata tibi, quae Mater Christi fieri merito meruisti, salva perpetua verginitate tibi. Es vita, salus totius gloria mundi. Da veniam culpis virginitatis honor”. Cfr. V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., p.182; a su vez, cita a V. FORCELLA, Iscrizioni delle chiese e d’altri edifici di Roma del secolo XI fino ai giorni nostri (Roma 1869-1884) t. XI, 1877, p.9, n.1. Importante es también el título de “salus”, que recoge una tradición anterior y que se expresará en el siglo XIX como “Salus Populi Romani”, título especial de María en esta su basílica.

23

“Ego sum lux mundi”. Es el mosaico más antiguo del conjunto, de estilo bizantino.

En la parte inferior, de estilo diverso, más bien de línea gótica, los mosaicos (firmados por Rusuti) están distribuidos en cuatro partes, a modo de narración plástica de la aparición de la Virgen el 5 de agosto de 358 (“nonis augusti”) al Papa Liberio y al patricio Juan con su esposa, durante el sueño. Desde lo alto, Jesús y María hacen caer la nieve milagrosa. El patricio Juan está arrodillado delante del Papa, acompañado de una gran muchedumbre de creyentes. El Papa traza, sobre la nieve, el perímetro de la basílica. La inscripción dice así: “Apparuit PP Liberio dicens: fac mihi ecclesiam in monte Superagio sicut nix indicat”.68

También del siglo XIII son los mosaicos de la tumba del Cardenal Gonsalvo Rodríguez, arzobispo de Toledo y posteriormente cardinal-obispo de Albano, muerto en 1299. El mosaico sobre la tumba muestra a María con el Niño que intercede, acompañada por San Mateo y San Jerónimo.69

Frescos de la nave central y de las sacristías

Al final del siglo XVI e inicios del XVII, se cubrieron la mitad de las ventanas de la nave central y, en su lugar, se pintaron, entre las otras ventanas restantes, un total de 24 frescos. Describen escenas del Nuevo Testamento, donde sobresalen las escenas tradicionales de la vida de María.

Los hizo pintar el cardenal Domenico Pinelli, en torno al año 1593. Son obra de numerosos artistas y se refieren a la Anunciación, sueño de San José, nacimiento, adoración de los pastores, adoración de los Magos, circuncisión, Presentación, fuga hacia Egipto, el encuentro en el templo, bodas de Caná, subida al Calvario, Cristo resucitado y subido a los cielos, Pentecostés, dormición o Asunción... La Natividad de María (de Aureliano Milani) se ha colocado sobre el arco de ingreso a la capilla “sixtina”. El Tránsito o Dormición de María, sobre el arco de ingreso a la capilla “paolina” (de Baldassarre Croce), para suplir el fresco perdido, del mismo tema (de Andrea Lilio). Es, pues, un catecismo en línea cristológica y mariana.

La catequesis mariana de la basílica de Santa María la Mayor no termina en los mosaicos y frescos que ya hemos resumido, sino que continúa profusamente en las capillas laterales, en las sacristías, en el baptisterio, etc.

La sacristía mayor de los canónigos es un conjunto de pinturas que constituyen también una

68 Cfr. D. PAOLINI SPERDUTI, La Basilica nel basso Medioevo, en: Santa Maria Maggiore a Roma, o.c., p.136. La nueva fachada actual, de estilo barroco, obra de Fernando Fuga (1699-1781), cubre y protege los mosaicos, dando más solemnidad a la logia papal. La primer piedra se puso en 1741 (Benedicto XIV, 1740-1758). El Papa dio la bendición desde la Logia en 1743. Se terminó en el año santo de 1750. Los mosaicos están ahora acompañados de estatuas (la Virgen con el Niño, San Carlos, Bto. Albergati, Santos Pontífices). La Virgen con el Niño está en el centro y es obra de Bernardino Ludovisi, realizada en 1742. De Fuga son también, además del pórtico y la Logia de las bendiciones, el altar papal y el altar de la confesión.69 Es obra de Giovanni di Mastro Cosma. Quizá estaba antes en el espacio junto al ábside. Ahora está en la parte final de la nave de la derecha. El cardenal queda representado (arrodillado y en tamaño pequeño) en condición de “resucitado”, bajo la Virgen. Al lado de la Virgen está la inscripción en griego: “Madre de Dios” (en siglas) Cfr. D. PAOLINI SPERDUTI, o.c., 145).

24

catequesis mariana. Se representan las escenas marianas del evangelio y de la tradición, casi como un paralelo de los otros lugares (arco triunfal, ábside, etc.), desde la Anunciación, hasta Pentecostés y el tránsito o Asunción de María. Domina todo el conjunto, en la luneta, la coronación de la Virgen.70

En todo este conjunto de representaciones plásticas, emergen siempre las escenas evangélicas y los contenidos de la fe sobre la Madre de Jesús. La figura de Señor es siempre central. Entre los títulos marianos destacan tres: la maternidad divina de María (que hemos resumido anteriormente), la Inmaculada y la Asunción.

La el tema de la Inmaculada se recuerda algunas veces en Santa María la Mayor. Ya lo hemos mencionado al hablar de la celebración de las fiestas litúrgicas y al transcribir los textos de la fiesta de la Inmaculada (ya en 1330, en la basílica mariana). En el ciclo evangélico de los mosaicos y frescos más antiguos, es lógico que no aparezca tanto el tema. Pero en la cúpula de la capilla “paolina”, la Inmaculada (y simultáneamente Asunta) ha quedado ilustrada por Ludovico Cardi, apodado el Cigoli (1559-1613). En la nave central, está el fresco pintando por Ferraú Fenzoni (1562-145), que representa la Concepción Inmaculada. Pío IX, el Papa que definió la Inmaculada (1854), restauró el hipogeo o confesión bajo el altar mayor (donde ahora está su estatua orante).71

El tema de la Asunción es más frecuente y destaca en toda la historia de la basílica. Ya hemos visto los mosaicos del ábside, donde sobresale la “dormición” y la coronación. Es probable que éste fuera el tema de los mosaicos desaparecidos del arco triunfal del siglo V, puesto que el ábside quiso continuar, de algún modo, lo representado en el arco primitivo.72

Adriano I (771-795) ofreció un mantel para el altar, con la figura de la Asunción. Otro cubrealtar de León III (795-816) tiene también el tránsito de la Virgen. También Pascual I (877-824) ofreció un cubrealtar con la imagen de la Asunta. Los Papas querían fomentar la devoción mariana de los fieles con ocasión de las fiestas litúrgicas celebradas en Santa María la Mayor. La vigilia y la fiesta de la Asunción, con la precedente procesión litúrgica, era la fiesta más popular en Santa María la Mayor durante el medioevo.73

En Santa María la Mayor, el tema de la Asunción (y también los otros temas marianos) tiene marcado acento escatológico, puesto que los mosaicos (del arco triunfal, del ábside y de la fachada) indican un itinerario, con María, para llegar a Cristo rey y juez de la historia. Todo

70 La sacristía, patrocinada por Paolo V (“Borghese”) (1605-161), es obra del arquitecto Flaminio Ponzio (1559-1613). Los frescos de la sacristía son de Domenico Cresti (llamado Passignano, 1560-1636). Concluyó los trabajos en 1610. Sobre el altar de la pequeña capilla adyacente a la sacristía, está la Virgen del Escapulario. En la sacristía de la capilla “paolina”, está la pintura de la Virgen despensadora de las gracias (también de Passignano), así como figuras de santos (cistercienses, cartujos, carmelitas) y estatuas bíblicas, milagros de la Virgen, etc. En el aula capitular están unos bajorrelieves de Mino del Reame (1461): Anunciación y María con el Niño.71 La cúpula de la capilla “paolina” representa a la Virgen, que puede considerarse como Inmaculada (con la luna bajo sus pies) y como Asunta y coronada como Reina (con el centro entre las manos).72 En la basílica mariana destaca el tema de la Asunción, como si se quisiera hacer resaltar su presencia en la Iglesia: “En tu parto has conservado la virginidad; en tu dormición no has abandonado el mundo, oh Madre de Dios: tú te has reunido con la fuente de la vida” (Topario de la fiesta de la dormción, citado por CEC n.966).73 V. SAXER, La Basilica dalla fine dell’Antichità al Medioevo, o.c., p.109.

25

camina hacia el triunfo definitivo de Cristo.74

La capilla llamada “Sforza” (realizada por los cardenales Guido Ascanio y su hermano Alejandro Sforza), está dedicada a la Asunción de María, representada en el retablo del altar, pintado por Girolamo Siciolante, apodado el Sermoneta (1521-1580). Encima del retablo, en las lunetas, se ha pintado la coronación de María en el cielo, en actitud de intercesión (de Cesare Nebbia, 1534-1614). El proyecto de esta capilla es de Michelangelo Buonarroti.

En el actual baptisterio (que fue anteriormente coro de verano), el fresco central superior es también de la Asunta, pero puede considerarse como Inmaculada, entre profetas y doctores (obra de Domenico Cresti, apodado Passignano, 1560-1636).

La Inmaculada y la Asunción, celebradas y plastificadas en Santa María la Mayor, tienen relación de dependencia con la maternidad divina de María y con su virginidad. Es toda santa (desde su concepción), pertenece toda al misterio de Cristo (María Virgen) y ha sido glorificada, siempre por los méritos de Cristo Redentor, como figura de lo que la Iglesia está llamada a ser. La dimensión mariana de la fe incluye, pues, la dimensión cristológica y eclesiológica.

Las virtudes marianas quedan plastificadas por los gestos silenciosas de las escenas evangélicas sobre María. Pero algunas virtudes han quedado expresadas en estatuas: caridad, humildad, virginidad, fe.75

Los temas evangélicos marianos reflejan también la Sagrada Familia. Pero, a veces, ésta ha quedado descrita expresamente, como en el caso de la pintura de Paris Nogari (1536-1601) en la capilla “sixtina”. También en el cuadro oval del primer altar después del baptisterio (de Agostino Masucci, 1690-1768). Como hemos ido viendo, el tema de San José es también un tema frecuente, siempre en relación con Jesús nacido de María.

Este itenerario catequético de la basílica mariana ha quedado enmarcado en el contexto de una artesonado dorado, que enfoca la luz proveniente de las ventanas, hacia el encuentro con Cristo en el altar mayor. Es una invitación a seguir un camino lleno de luz hacia la luz verdadera que es Jesús nacido de María.76

Forma parte también de este itinerario catequístico, en la plaza ante la basílica, la estatua de bronce (María con el Niño en brazos), colocada sobre la columna corintia proveniente de la

74 Es el enfoque doctrinal de la encíclica de Juan Pablo II sobre la Eucaristía: “Al contemplarla asunta al cielo en alma y cuerpo vemos un resquicio del «cielo nuevo» y de la «tierra nueva» que se abrirán ante nuestros ojos con la segunda venida de Cristo” (enc. Ecclesia de Eucharistia, n.62).75 La estatua de la fe es obra de Luigi Fontana (1827-1908). La estatua de la virginidad (en la fachada actual) es de Giovanni Battista Maini (1690-1752). La humildad es obra de Pietro Bracci (1700-1773).76 En tiempo de Calixto III (1455-1458), se sustituyó el antiguo plafón del techo (que era de caballetes) con un artesonado de madera. Fue diseñado por Giuliano Galimberti, apodado San Gallo (1445-1516) y continuado por su hermano Antonio. Se doró en tiempo de Alejandro VI, al menos en parte, con oro ofrecido por los reyes de España, Fernando e Isabel (oro que probablemente procedía del Nuevo Mundo). Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., p.31; había una inscripción, conservaba por Bianchini: “celavit aureo, quod primo Catholici Reges ex India receperant”. Cfr. G. BIANCHINI, Historia Basiliae Liberianae S. Mariae Maioris (10 vol. manoscritti, archivio Santa Maria Maggiore), vol.VI, p.368.

26

basílica de Majencio (en el foro romano).77

5. La imagen de María, “Salus Populi Romani”, en la capilla “Paolina”

La imagen de María y la fiesta de la “Traslación”

La imagen o icono de la Santísima Virgen en Santa María la Mayor es del estilo iconográfico oriental de la Odigitria. Tradicionalmente se ha tenido como una pintura realizada por san Lucas. Hoy se la califica también de “Salus Populi Romani”.

Técnicamente se considera de pintor anónimo. La pintura ha sido retocada repetidamente en el pasado. Los últimos retoques, también con aditamentos para la conservación del cuadro, son del año 1931. Por el momento, los trazos originales de la pintura quedan escondidos bajo los retoques. Parece que la imagen ha sido algo disminuida de su original e incluso modificada, como pude apreciarse por el hombro derecho desproporcionado. La pintura actual del manto de púrpura del niño, no es anterior al siglo XII. La abreviación “Madre de Dios” tampoco es de época muy antigua. Es probable que bajo la pintura actual se esconda la primitiva (como había sucedido con la imagen de Santa María en el Trastevere). En otras imágenes del siglo VII, como en la de Santa María la Mayor, la cabeza de la Virgen mira hacia la izquierda y las manos están cruzadas.

Cuenta Baronio que el año 590, San Gregorio Magno hizo una pocesión con la imagen de Santa María, para pedir el cese de la peste. Pero no consta en las fuentes antiguas que se tratara de la imagen de Santa María la Mayor. De todos modos, es cierto que desde los siglos VII-VIII se realizaba una procesión, con ocasión de la fiesta de la Asunción, que terminaba en Santa María la Mayor.78

En el Liber Pontificalis se dice que Gregorio III (731-741) ofreció (o hizo decorar) para el oratorio del pesebre “una imagen de oro de la Madre de Dios que abraza al Salvador”. Es del estilo bizantino de la “Glykerousa” (el Niño apoya su mejilla en la de su Madre)79. Esteban II

77 Stefano Maderno (1576-1636) fue encargado por Sixto V para transportar la columna a la plaza. La imagen de bronce, por voluntad de Paolo V, fue modelada por Guillermo Berthélot, fundida por Domenico Ferrari y Orazio Cessore en el año 1614. Cabe recordar que el altar mayor actual es obra de Fernando Fuga (1699-1781), adornado posteriormente por Valadier. El Espíritu santo ha quedado simbolizado en forma de paloma, en el baldaquino del altar. La restauración general de la basílica, por obra de Fuga, fue entre 1740 y 1750. En esa ocasión, pasaron a la pinacoteca vaticana algunas pinturas, como el milagro de la nieve de Jacopo Zucchi (1515).78 En tiempo de Sergio I (687-701) las fiestas marianas tenían su “estación” en Santa María la Mayor; cfr. Liber Pontificalis, I, p.379. También en tiempo de León IV (847-855); cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., p.22. San Gregorio Magno (590) celebró las “letanías mayores” hacia Santa María. Lo describe el diácono Aquiulfo de San Gregorio de Tours. Existe la leyenda sobre un milagro con ocasión de una procesisón organizada por San Gregorio Magno: el ángel puso la espada en la vaina, al acercarse la procesión guiada por el Papa con la imagen de la Virgen (terminando así la peste); pero no consta de qué imagen se trataba (cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., p.30). Este particular aparece en la liturgia de la fiesta de la “Salus Populi Romani”.79 Cfr. Liber Pontificalis, I, p.418. Cfr. V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., p.94-95. El detalle de la Virgen que abraza al Niño, no corresponde a la imagen actual, a no ser que hubiera quedado escondida bajo los retoques posteriores.

27

(752-757) donó también una Virgen con el Niño e hizo restaurar dos imágenes antiguas de la Virgen80. También Pascual I (817-824) ofreció a la basílica “una imagen de plata dorada que tenía el rostro de la Santa Madre de Dios”.81

Desde antiguo, estaba fuertemente enraizada la devoción popular a la imagen de la Virgen que se consideraba pintada por San Lucas. Se la custodiaba en un ciborio o tabernáculo ofrecido por el Senado de Roma, quizá ya antes del año 1211.82

En los años 1256-1259, todavía había dos ciborios o tabernáculos góticos de mármol al pie del presbiterio: uno para las relquias de la Cuna y otro para la imagen de la Virgen. Estos tabernáculos desaparecieron durante las reformas de Fernando Fuga (siglo XVIII).83

Un dato importante sobre la tradición lucana de la imagen se encuentra en el óleo del año 1613 (ahora en el museo), que consiste en dos tablas usadas en siglos anteriores y pintadas al óleo, como puertas para cobijar en un relicario la imagen de la Virgen. Allí está representado San Lucas pintando la imagen.84

También San Francisco de Borja (1510-1572), con permiso de San Carlos Borromeo y de San Pío V, logró una copia de la Virgen, que se consideraba de San Lucas, destinada a las misiones de Brasil (para el Beato Ignacio de Azevedo). La copia auténtica se encuentra ahora en el Quirinal.85

Clemente VIII (1592-1605) la coronó solemnemente en 1597, fiesta de la Visitación, cuando la imagen estaba todavía en la nave central. El Papa venía frecuentemente a visitar a la Virgen, desde el Quirinal, subiendo a veces de rodillas la escalinata o esperando pacientemente la apertura de la puerta. 86

En tiempo de Paolo V, la imagen de la Virgen fue trasladada desde su tabernáculo en la nave central, a la capilla “paolina” (o Borghese) el 27 de enero de 1613. Allí se celebró una Misa con gran afluencia de pueblo el 8 de septiembre del mismo año.

Desde 1613 se fue celebrando la fiesta de la traslación de la imagen, que tuvo luego texto

80 Cfr. Liber Pontificalis, I, pp.443 Y 453.81 “Fecit etiam ibidem imaginem ex argento deauratam cum vultu beatae Deigenitricis Mariae” (Liber Pontificalis, II, p.61 y 67, n.37. Cfr. V. SAXER, Ibídem. Es difícil históricamente identificar alguna de estas imágenes con la actual. Se necesitaría una restauración científica que pudiera desvelar el estado primitivo de la pintura. Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., pp.25-26. Existen al menos tres copias antiguas de la imagen de la Virgen; en una de ellas, el Niño está a la izquierda en lugar de la derecha. Cfr. M. ANDALORO, L’icona della Vergine “Salus Populi Romani”, en: Santa Maria Maggiore a Roma, o.c., p.127.82 Esta devoción formaba parte de la Confraternidad de los “Raccomandati di Santa Maria”, aprobada por el Papa Urbano IV en 1264. Más adelante, unida a otras asociaciones, se convertirá en la “Confraternita del Confalone”. Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., p.30.83 Cfr. R. LUCIANI, La Basilica dal Settecento al Novecento, en: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c., p.197.84 Consta que durante los siglos XVI-XVII había en el Japón una copia de la Virgen de San Lucas de Santa María la Mayor. En la corte de Pekín, en el siglo XVII había un cuadro (de autores jesuitas) que representaba la “Mater Dei”, copia de la Virgen de Santa María la Mayor. Ver el apartado 9, dimensión misionera.85 Ver más abajo, los santos en relación con Santa María la Mayor.86 Son dos coronas de oro (obra de Curzio Vanni), una para el niño y otra para la Virgen.

28

litúrgico propio. La fiesta se celebra el último sábado de enero.

La fiesta tiene ahora como título: Santa María Virgen, “Salus Populi Romani”. En el oficio de lecturas se resume la historia de la devoción a esta imagen de María, a la que se califica de “vetustissima Deiparae Virginis imago”. Se hace referencia a la procesión organizada por San Gregorio Magno (siglos VI-VII), con la imagen de la Virgen, hasta San Pedro, para pedir el cese de la peste. También se alude en general a “muchos milagros y favores que Dios ha concedido por medio de ella”. Se explica por qué Paolo V hizo construir una capilla especial para la imagen. Finalmente se recuerda que Pío XII, con ocasión de haber experimentado su protección sobre la ciudad de Roma durante la guerra mundial y para agradecer esta protección, decidió que la imagen fuera llevada a San Pedro, donde, con ocasión del centenario de la definición dogmática de la Inmaculada (1 de noviembre de 1954), la coronó con una corona ofrecida por los fieles de todo el mundo, estableciendo la fiesta de María Reina. Se recuerda también que Juan XXIII decidió que la fiesta de la “Salus Populi Romani” se celebrare anualmente el último sábado del mes de enero.87

Siguiendo una antigua tradición (desde 1624), el ayuntamiento de Roma ofrece un cáliz a la Virgen. Urbano VIII (1623-1644), con Breve del 6 de mayo de 1624, ratificó el voto del Senado Romano de ofrecer este cáliz. Ahora este oferta tiene lugar en la fiesta de la Traslación.

Juan Pablo II, desde el inicio de su pontificado, quiso que ardiera una lámpara día y noche ante la imagen de la “Salus Populi Romani”.

Es importante constatar la piedad o devoción popular, armonizada con las fiestas litúrgicas y la veneración a la imagen de la Virgen llamada de “San Lucas” y, más recientemente, “Salus Populi Romani”. No es de extrañar, pues, que durante la historia se cuenten algunos milagros o favores, los cuales se recuerdan (en líneas generales) en el oficio de lectura durante la fiesta (como hemos visto más arriba).88

La capilla “paolina”

La capilla para acoger a la imagen de la Virgen fue construida por disposición del Papa Paolo V (1605-1621), Camillo Borghese. Toda la capilla parece responder a la mirada de la Virgen, que se dirige a los fieles.

Fue construida a distancia de 25 años de la capilla “sixtina” (de Sixto V), entre 1606 y 1612. Ambas son simétricas y de cruz griega. El arquitecto fue Flaminio Ponzio (1560-1618). Para abrir el arco de paso hacia la capilla, se destruyeron tres mosaicos paleocristianos. Fue inaugurada por Paolo V el 27 de enero de 1613, cuando se trasladó allí la imagen de la Virgen. Los trabajos de decoración continuaron en años sucesivos. Corresponde a las primeras manifestaciones del estilo barroco, con gran profusión de pinturas que transmiten gozo y vida.

87 Entre las fiestas “propias” de Santa María la Mayor, aprobadas en 1964 por la Congregación de Ritos, se señalan, con texto propio, la fiesta de la Beata Virgen María “Salus Populi Romani” (el último sábado del mes de enero) y la fiesta de la Dedicación de la Beata Virgen María “Ad Nives” (el día 5 de agosto). Veremos esta última fiesta en apartado especial posterior, como conmemoración de la dedicación de la basílica hecha por Sixto III (5 de agosto). En el museo hay un tríptico (de 1613, proveniente de la fábrica de Baldassarre Croce), que resume la historia de la imagen.88 Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., p.30.

29

En el bajorrelieve del frontispicio del altar (obra de Stefano Maderno), se representa al Papa Liberio, con su curia, que traza el perímetro de la basílica sobre la nieve, junto al patricio Juan con su mujer y un grupo de fieles.

La capilla tiene profusión de imágenes que dicen relación con la Santísima Virgen, como San José (de Buonvicino, 1612) y San Juan Evangelista (de Francesco Mochi, 1611).

En la luneta sobre el altar, hay frescos de Giuseppe Cesari, apodado el caballero d’Arpino (1568-1640); a la izquierda, aparición de María a San Juan Evangelista; a la derecha, algunas personas que han sido picadas por las serpientes venenosas de la herejía. Era la época de polémica postridentina, en la que se quería afirmar la fe ortodoxa.

En el interior de la cúpula, hay el fresco de la Inmaculada (y Asunta), de Ludovico Cardi, apodado el Cigoli (1599-1613). Es interesante notar que la luna bajo los pies de María, está pintada tal como la había descrito Galileo, amigo del pintor. María tiene el cetro de Reina en sus manos.

San José está figurado en una estatua de Ambrogio Buonvicino (1552-1622), sobre la arcada de la derecha (entre otras estatuas). Entre los grupos marmóreos está también la Anunciata (de Pietro Bernini, padre de Gian Lorenzo).89

El retablo de la Asunción, que está ahora en le baptisterio, es obra de Pietro Bernini; se realizó para ser puesto en le exterior de la capilla Paulina, donde ahora está el fresco del Tránsito de la Virgen (de Baldassarre Croce, 1611-1612). Otros frescos de la capilla representan a María Medianera y la historia de algunos milagros atribuidos a la Virgen (tal vez pintura de Passignano).90

6. La fiesta de la dedicación de la basílica (Virgen de la Nieve)

Hay que distinguir entre el acontecimiento del hecho milagroso de la nieve, y la fiesta de la dedicación de la basílica, que se celebra también como fiesta litúrgica de la Virgen de la Nieve.

Los documentos sobre la “leyenda” del milagro de la nieve, acaecido el día 5 de agosto del año 358, en tiempo del Papa Liberio, no son anteriores al siglo XIII. Se trata especialmente de la narración de Bartolomeo de Trento (1244) y de la Bula de Nicolás IV (1288). La leyenda se difundió ampliamente desde el siglo XIII. Era conocida por Alfonso X “el Sabio”: “Cantigas de Santa María” (Cantiga 309).91

En documento oficial, la referencia a la nevada milagrosa en el Esquilino, aparece por primera vez en las Bulas de los Papas del siglo XIII, cuando se refieren a la fiesta de la dedicación de la basílica; en las lecturas se narra el milagro del año 358 en tiempo del Papa Liberio. Las Bulas

89 Son de Guido Reni (1575-1642) los frescos de la pared de la derecha: Visión de San Ildefonso y de San Juan Damasceno (a quien la Virgen le restituye la mano). San Francisco y Santo Domingo están en la pared de la izquierda. En 1627, Guido Reni pintó la Virgen que cubre con un velo al niño adormecido; ahora queda sólo la copia, pues el original que se transfirió al Quirinal y al Vaticano, desapareció.90 El altar, de metal dorado, donde està la Virgen, es de Pompeo Targoni (1575-1630 ca.).91 Cfr. BARTOLOMEO DA TRENTO, Liber Epilogorum in gesta Sanctorum, 1244 (en: Biblioteca universitaria di Bologna, n.1794, col.159). También en: Liber miraculorum Beatae Mariae Virginis. Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., p.29.

30

suponen una fecha anterior en cuanto a la fiesta o devoción, que podría haber sido ya desde finales del siglo XII.

Onorio III (1216-1227) prosiguió los trabajos de la capilla del Pesebre (que terminarían con Onorio IV, 1285-1281). Onorio III, con las Bulas de 1222 e 1223, instituyó la conmemoración de la liturgia de la dedicación de la basílica (5 de agosto). En el oficio litúrgico se introdujeron las lecturas sobre el milagro. De ahí que la fiesta se llamó también: fiesta de la Virgen de la Nieve (“Sancta Maria ad Nives”). La Bula de Nicolás IV (11 agosto 1288) tiene los mismos contenidos, pero parece referirse al aniversario de la dedicación en tiempo de Sixto III (432-440).92

El texto litúrgico de la fiesta del 5 del agosto recogía, en las tres lecturas del Oficio, todos los detalles de la tradición sobre el milagro de la nieve, en relación con la construcción de la basílica liberiana. Son también los detalles que se resumen en el texto actual, aprobado de nuevo el 1 de marzo de 1964 (con Pablo VI). Pero después de narrar los detalles tradicionales de la leyenda sobre el Papa Liberio (siglo IV), el texto litúrgico actual hace referencia a la basílica “restaurada” por Sixto III (siglo V), así como a la restauración y consagración del altar mayor en tiempos de Benedicto XIV (año 1750). El texto de la lectura actual termina recordando los títulos de la basílica (Basílica Liberiana, Santa María “ad Praesepe” y Santa María la Mayor). La fiesta, según se indica, es para celebrar el aniversario de la dedicación litúrgica.

Recogiendo todo los datos sobre la leyenda de la nieve (desde el siglo XIII), tanto los que aparecen en los documentos, como los que se expresan en los mosaicos, bajorrelieves y pinturas, se puede tener un idea aproximada del evento. El año 358, la Santísima Virgen apareció en sueños al patricio Juan y a su consorte (quienes, al no tener hijos, querían dedicar sus bienes a una obra buena o a un templo). La Virgen apareció también al Papa Liberio (352-366). A todos ellos la Virgen les pidió que construyeran un templo allí donde aparecería una señal. En la mañana del 5 de agosto, la colina del Esquilino quedó cubierta por la nieve. El Papa con su curia acudió allí y trazó el perímetro de la basílica, mientras Juan y su esposa proporcionaron la financiación.

La representación de este evento ha quedado en los mosaicos de la Logia en la fachada (siglo XIII), así como en los bajorrelieves del ábside (de Mino del Reame, de la mitad del siglo XV) y del altar de la capilla “paolina” (siglo XVII).93

En toda esta cuestión conviene notar el sentido pastoral de la fiesta, que ha pasado a ser también fiesta en muchos santuarios del mundo dedicados a la Virgen de la Nieve. Se trata de unos contenidos de piedad popular, que siguen teniendo su importancia litúrgica, pastoral y espiritual, necesitados siempre de una catequesis y de una redimensión litúrgica.94

92 Cfr. V. SAXER, La Basilica dalla fine dell’Antichità al Medioevo, o.c., p.112. En la Bula de 1223, Onorio III concede Misa y Officio propios, con las lecturas sobre el milagro de la nieve, ocurrido en la fundación de la basílica. El origen del símbolo de la nieve podría ser la referencia a las túnicas blancas que se usaban durante la consagración de los templos o en las fiestas principales. También era el símbolo del bautismo. La basílica de Santa María la Mayor estaba cerca de la casa que, según la tradición, había ocupado el primer romano bautizado: el centurión Cornelio.93 También se representa en el retablo de la capilla “Patrizi”, obra de Giuseppe Puglia, apodado el Bastaro (1600-1636). La famiglia “Patrizi” pretendía descender del “patricio” Juan. La puerta principal de la basílica reproduce de nuevo el evento.94 En tiempo del Papa Benedicto XIV (1740-1758) se renovó el breviario, pero se conservó el

31

7. La experiencia mariana de los santos y de los Papas en Santa Maria Mayor

Es importante observar la teología y devoción mariana vivida por los santos y proclamada por la Iglesia. En nuestro caso, podemos constatar numerosos ejemplos de experiencia mariana de los santos y de los Papas en relación con Santa María la Mayor.

En la lista de los Papas relacionados con Santa María la Mayor, se puede apreciar el aspecto ministerial jerárquico “petrino”, que hace referencia a la maternidad ministerial de la Iglesia a imitación y dependencia de María.

Prescindiendo de la objetividad de algunos detalles históricos, la realidad que se constata es de una fuerte experiencia del itinerario mariano hacia Cristo, de gran interés práctico para la pastoral y espiritualidad mariana.95

Sobre algunos santos de mucha importancia histórica, sólo consta de la devoción multisecular a sus reliquias en Santa María la Mayor. El altar de la confesión o del hipogeo (actualmente bajo el altar mayor) está dedicado al Apóstoll San Matías, que fue elegido como apóstol en el cenáculo antes de Pentecostés, con María presente (cfr. Hech 1,14-26). En los diferentes trabajos de restauración, no se han encontrado sus reliquias. Su figura aparece en los mosaicos del ábside y de la Logia (siglo XIII), así como en el mosaico del monumento-sepulcro al Cardenal Gonalvo (+1299).96

Sobre San Jerónimo (347-420), esiste una larga tradición que pone en relación al santo con el oratorio y las reliquias del pesebre. Se le dedicó una capilla. También se describe brevemente su vida en un bajorelieve de Mino de Fiesole, de la mitad del siglo XV. Pero tampoco se han encontrado sus reliquias.

Desde la fundación de la basílica (siglos IV-V), con los Papas Liberio y Sixto III, hasta el exilio en Avignon (siglo XIV), la basílica fue lugar habitual de los Papas, especialmente en las fiestas marianas y durante la fiesta de la Navidad y su octava.97

La presencia de los Papas en Santa María la Mayor fue siempre muy asidua, especialmente en las fiestas marianas, en la Navidad y las oraciones públicas para agradecer favores o para afrontar dificulates. Algunas Bulas de los Años Santos fueron firmadas allí. Era una especie de « segunda casa ».

Sobre el Papa Liberio (352-366), más bien son datos referentes a su propia basílica “liberiana”

oficio de la Virgen de la Nieve en Santa María la Mayor, donde había tenido origen esta devoción (siglos XII-XIII), dándole el significado eucarístico y mariano de la fiesta de la dedicación de la basílica y su nuevo altar.95 Ver para todo este tema: E. VENIER, Santi, papi, cardinali, arcipreti e artisti in Santa Maria Maggiore, en: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c., pp.219-287 (santos: pp.219-244; papas: pp.145-268). Ver también: F.Mª AMATO, I fatti e i personaggi dalle origini ad oggi, en: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c., pp.307-332.96Ver también la estatua en el exterior de la capilla “sixtina”, obra de Stefano Maderno (1576-1636). Cfr. E. VENIER, o.c., p.125s. La reliquias de San Matías se veneran actualmente en Trier (Alemania). 97 "C'était la cathédral de leur coeur, la première basilique qu'un pape eût construite aux frais de l'église de Rome" (V. SAXER, Sainte Marie Majeure, o.c., p.146).

32

(anterior a la actual)98. Del Papa Sixto III (432-440), fautor de la basílica actual, ha quedado la inscripción que ya hemos comentado más arriba: “Virgo Maria tibi Xistus nova tecta dicavi”... Los mosaicos del arco triunfal tienen su nombre como pastor para todo el “Pueblo de Dios” (“Plebi Dei”).

Sobre el Papa San León Magno (440-461), inmediato sucesor de Sixto III, hay una pintura en la nave izquierda de la basílica, de Sebastiano Ceccarini (1703-1783), que representa la leyenda (sin fundamento histórico) sobre la recuperación milagrosa de su mano, por intercesión de María, después de que el santo se la había cortado por escrúpulos. Se le dedicó un altar.99

El Papa San Gelasio (492-496) ha quedado descrito en un bajorrelieve del pórtico (obra de Giovanni Battista Maini, 1690-1752), en el que aparece ante la basílica quemando los libros herejes. De hecho, fue este Papa quien transformó la fiesta pagana de las Lupercales en fiesta mariana de la purificación (que posteriormente tendría una procesión con meta en Santa María la Mayor). San Gregorio Magno (590-640) organizó las “estaciones” hacia Santa María la Mayor, en las fiestas de la Purificación, Anunciación, Asunción y Natividad de María. San Martín I (649-654) fue agredido en Santa María la Mayor en la noche de Navidad.100

Sergio I (687-701) renovó la liturgia e instituyó que se celebraran las cuatro festividades marianas en San María Mayor, con procesiones penitenciales. Gregorio III (731-741) colocó una imagen de la Virgen con el niño en el oratorio de la Natividad (o del pesebre). Adriano I (771-795) recibió solemnemente a Carlo Magno (776), antes de ser coronado emperador, celebrando una Misa en Santa María la Mayor.

Del Papa San Pascual I (817-824), benedictino, además del recuerdo de sus numerosos dones para la basílica, ha quedado en su urna esta inscripción: “Suscipe intemerata Virgo praeces famuli tui Paschalis Pp – Intende voci orationis meae, Rex meus e Dominus meus”...101

León IV (847-855) organizó en el año 855 una procesión con la imagen de la Virgen, en la fiesta de la Asunción, con ocasión de un incendio en el Borgo. Para agradecer que el incendio cesara, mandó celebrar la fiesta de la Asunción durante ocho días con exposición de la imagen mariana.

Los Santos Cirilo y Metodio fueron recibidos por el Papa Adriano II (867-872), que residía en

98 “Liberium fecit basilicam nomini suo iuxta Macellum Liviae... Hic (Sixtus) fecit basilicam Sanctae Mariae, quae ab antiquis Liberii cognominatur” (Liber Pontificalis, I, pp.245-246). De esta basílica “liberiana” se habla en tiempo del Papa San Dámaso (366-384), cuando en tal basílica se atrincheraron los secuaces del antipapa Ursino o Ursicino (sucesor del antipapa Felice II).99 Cfr. E. VENIER, o.c., p.231. Ya hemos visto en el apartado 1 su doctrina sobre el papado y sobre la maternidad divina de María, en relación con el título de la basílica, dedicada a la “Virgen”, “Madre de Dios”.100 Cfr. Liber Pontificalis, I, pp.500-511. Esta episodio ha sido plastificado por Baglioni en un medallón de la capilla “paolina” (siglo XVI) y también por Giuseppe Lironi en el bajorrelieve del pórtico (siglo XVII).101 Haciendo retroceder la cátedra hasta el centro del arco absidal, dio origen al presbiterio. Donó a la basílica una Virgen con el niño. Su cruz-relicario, del siglo IX (ahora en los museos vaticanos), tiene las escenas marianas de la infancia de Jesús (parecidas a las del arco triunfal-absidal): en el centro, nacimiento de Jesús, la Virgen recostada, San José; arriba, anunciación y visitación; a la derecha, camino de Belén; a la izquierda, adoración de los Magos y la estrella; abajo, presentación en el templo y bautismo de Jesús.

33

Santa María la Mayor. El Papa aprobó los libros paleoeslavos, que se depusieron sobre el altor mayor, donde se celebró la liturgia en ese idioma.102

San Gregorio VII (1073-1085) celebraba la liturgia navideña en Santa María la Mayor. Sufrió un intento de sequestro durante la noche de Navidad en 1075, siendo liberado allí mismo por los fieles. La fiesta navideña se celebraba en Santa María la Mayor como recuerdo de la maternidad de María, con las vísperas, Misa de la noche y Misa del día.

El Beato Eugenio III (1145-1153), cistercense, fue orientado por el gran santo mariano San Bernardo de Claraval. Además de realizar importantes construcciones en Santa María la Mayor, hizo la restauración del pórtico, donde había una inscripción (ahora conservada en la pared externa de la capilla “sixtina”), en la que se habla de la “perpetua virginidad”, que, como “Madre de Cristo”, es “camino, vida y salvación del mundo entero”.103

De Santo Tomás Becket (1118-1170), arzobispo de Canterbury y mártir, se conserva en el museo de Santa María la Mayor la túnica de lino manchada con su sangre. Fue asesinado en su catedral mientras predicaba durante la Misa de Navidad en 1170.

Aunque no consta de alguna visita de San Francisco de Asís (1181/2-1226) a la basílica, su figura ha quedado en los mosaicos del ábside (siglo XIII). Con San Pedro y San Pablo, el “poverello” contempla la gloria de María (obra de Torriti). También tiene una estatua en la pared izquierda de la capilla “sixtina”, mostrando las llagas (la estatua es obra de Flamminio Vacca). En la capilla “paolina” queda representado en un fresco de Guido Reni (1515-1642) entre otros santos defensores de la fe. El santo en éxtasis está en una pintura del siglo XVIII, en el altar de su nombre (en la nave izquierda, obra de Costanzi Placido).

Onorio III (1216-1227) continuó los trabajos de la capilla del Pesebre e instituyó la conmemoración de la liturgia de la dedicación de la basílica, el día 5 agosto. En el oficio litúrgico se habla del milagro de la nieve (ver el apartado 6).

Nicolás IV (1288-1292), franciscano, habitaba periódicamente en el palacio apostólico de Santa María la Mayor. En su tiempo y en tiempo de Bonifacio VIII (1294-1303), se colocaron los mosaicos cristológico-marianos del ábside (obra de Torriti).104

Gregorio XI (1370-1378), todavía en Avignon, hizo restaurar el campanario. Regresó a Roma en 1377. En Pentecostés de este año, celebró la Misa en Santa María la Mayor, con gran asistencia de clero y pueblo. Durante su pontificado se restauró la nave central y se pusieron dos tabernáculos: uno para la imagen de la Virgen y otro para las reliquias del pesebre (la Cuna).105

102 “In sacrario Sanctae Mariae Majoris iuxta morem sedis apostolicae residenti” (Liber Pontificalis, II, p.178). San Cirilo murió en Roma el año 869 (su sepulcro está en San Clemente). En Santa María se puso una lápida en 1988, para recordar el evento de la aprobación de los libros eslavos. Anualmente llega a la basílica una delegación búlgara para recordar este acontecimiento. San Enrique II (973-1024) visitó la basílica con ocasión de su coronación. 103 Ver texto latino en el apartado 2.104 Cfr. E. VENIER, o.c., p.252. Con Clemente V (1305-1314) inicia el exilio de los Papas en Avignon (1309), que terminará en 1377 con Gregorio XI.105 Estos dos tabernáculos todavía existían en el siglo XVI (cfr. J. FERNANDEZ, o.c., p.22). El tabernáculo de la Virgen fue destruido durante la restauración realizada por Domenico Fuga, en tiempos de Clemente XII (siglo XVIII).

34

Santa Brigida (1303-1373) visitó frecuentemente la basílica en 1372. De Santa Francisca Romana (1384-1440) quedan las reliquias en su capilla propia. Antes de la traslación de la imagen de la Virgen (en 1613), las reliquias estaban en la nave central junto a la imagen mariana.

El Bto. Nicolò Albergati (1375ss), arcipreste de la basílica en 1439, tiene dedicado un altar en la nave derecha. La pintura es de Stefano Pozzi (1699-1768). Su estatua (obra de Filippo Valle) se encuentra en la fachada, junto a la Logia.

Alejandro VI (1492-1521) quiso mejorar el artesonado del techo, dorándolo para orientar la luz hacia los mosaicos del arco triunfal y del ábside. León X (1513-1521) tomaba parte, con pies desnudos, en la procesión penitencial hacia Santa María la Mayor. Julio III (1550-1555), presentó a la Virgen la Rosa de Oro (bendecida por él mismo en el domingo “laetare” del año santo de 1550).

Un caso muy especial es el de San Cayetano da Thiene (1480-1547), fundador de los clérigos teatinos. Hay una estatua, junto al altar de la capilla “sixtina” (de 1694, de autor incierto, tal vez de Pietro Bernini o de Cecchino de Pietrasanta), que representa al santo recibiendo de la Virgen al niño Jesús. Así se recuerda su experiencia mística durante la noche de Navidad de 1517. El mismo santo lo cuenta en una carta a la sierva de Dios Laura Magnani.106

También es conocida la devoción de San Ignacio de Loyola (1491-1556) respecto al pesebre. Ordenado sacerdote en Venecia (1537), hubiera querido celebrar su primea Misa en Tierra Santa. En Roma, se preparó durante un año para celebrar la primera Misa en la capilla del Pesebre, la noche de Navidad de 1538. Sus hijos espirituales, como San Luís Gonzaga y San Estanislao Kotstka visitaban también la basílica.

San Francisco de Borja (1510-1572), tercer sucesor de San Ignacio, consiguió de San Carlos Borromeo (arcipreste de la basílica) y de San Pío V, el permiso de sacar una copia de la imagen de María (que se consideraba pintada por “San Lucas”) para el Beato Ignacio Azevedo, que la quería llevar a la misión del Brasil.107

San Carlo Borromeo (1538-1584) fue ordenado sacerdote en Santa María la Mayor, en la festividad de la Asunción (1563). Durante ocho años, desde 1564, fue arcipreste de la basílica. Se dice que frecuentemente subía de rodillas la larga escalinata. Se le ha dedicado una capilla entrando a la derecha de la capilla “paolina”, con pinturas de Baldassare Croce.

San Felippo Neri (1515-1595), cuando era studiante en Roma, se sentaba frequentemente en las gradas de la basílica para sus lecturas. Iba a pedir por su propia conversión y por la santidad de la Iglesia. Allí también posteriormente impartía catecismo y limosnas a los pobres.

San Pío V (1566-1572), dominico, instituyó establemente el Colegio de los Penitenciarios (dominicos). Asistía al oficio divino y celebraba la Misa en la capilla del Pesebre. Allí está sepultado, por voluntad de Sixto V (1588).108

106 “Di mano della timida verginella, novella Madre, piglai quel tenero fanciullo, carne e vestimento dell’eterno Verbo”. En la misma capilla han un inscripción en latín que explica el caso. Ver textos en: E. VENIER, o.c., pp.227-228.107 La copia auténtica se encuentra ahora en el Quirinal.108 Una inscripción (en la capilla “sixtina”) recuerda la victoria de Lepanto (7 de octubre de 1571). En el museo se conserva una pintura con el mismo tema.

35

Sixto V (1585-1590), franciscano, confió la construcción de la capilla “sixtina” al arquitecto Domenico Fontana, para colocar en la cripta las reliquias del Pesebre.109

Paolo V (1605-1621) hizo constuir y adornar la capilla “paolina”, donde se trasladaría la imagen de la Virgen el 27 de enero de 1613. El Papa celebró allí la Misa el 8 de septiembre del mismo año, con la asistencia de una gran multitud de fieles.110

En tiempo de Urbano VIII (1623-1644) se organizaron oraciones especiales por intercesión de la Virgen, con el objetivo de hacer cesar la peste. El Senado Romano hizo voto (1624) de ofrecer anualmente un cáliz de plata.

Inocencio X (1644-1655) instituyó en 1647 la fundación “Opera Pia di Spagna”, a petición del rey de España Felipe IV, cuya estatua, proyectada por Bernini, fue elaborada por Gerolamo Lucenti en 1666 (colocada actualmente en el pórtico de la entrada).111

Inocencio XI (1676-1689) firmó en Santa María la Mayor (el 4 de diciembre de 1682) un rescripto en que concede indulgencias al altar mayor del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe (México), así como la celebración de la fiesta el día 12 de diciembre (anteriormente se celebraba el 8 de septiembre).

De Clemente XI (1700-1721) se conoservaban en el archivo liberiano, sus homilías pronunciadas en Santa María la Mayor durante la Navidad de 1704, 1705 y 1706. En la homilía del año 1704 describe “la sacra Culla del Salvatore”.112

Benedicto XIII (1724-1730) venía frecuentemente a visitar la basílica el día primero del año y en torno a la Epifanía.

En tiempos de Benedicto XIV (1740-1758) se restauró ampliamente la basílica y su entrada, obra del arquitecto Domenico Fuga. El Papa impartió la bendición desde la nueva Logia el 5 de agosto de 1743. En el ábside, bajo los mosaicos medievales, se colocó la pintura de la Natividad o de la adoración de los pastores, obra de Francesco Mancini (1750). El Papa asistía el sábado a las letanías cantadas. Iba a la basílica por la Navidad y la Asunción. La bula para el año santo de 1750 está firmada y sellada en Santa María la Mayor (5 de mayo de 1749).113

Pío VII (1800-1823) encargó a Giuseppe Valadier una nueva urna para la Cuna, ante la cual celebró la Misa de Navidad de 1800 (ver el apartado 2).

El Papa León XII (1823-1829) celebraba frecuentemente la Misa navideña de medianoche y de la aurora. En su visita del año 1824, dejó como recuerdo la grande taza bautismal, de porfirio (proveniente del museo vaticano), decorada por Giuseppe Valadier en 1825. El nuevo baptisterio fue inaugurado el sábado santo de 1827. El Papa León XII había sido arcipreste de la basílica (1821-1823).

109 Ver el apartado 2.110 Ver el apartado 5. En la columna situada de frente a la basílica, se colocó una estatua de la Virgen con el niño (obra de Guglielmo Berthélot, 1570-1648). 111 El rey de España es protocanónigo de Santa María la Mayor desde el 7 de noviembre de 1603.112 Cfr. E. VENIER, Santa Maria Maggiore, la Betlemme di Roma, o.c., p.187.113 También la Bula del año santo de 1775, está firmada por Clemente XIV en Santa María la Mayor (30 de abril de 1774, promulgada el 12 de mayo).

36

Era frecuente que los Papas organizaran encuentros o procesiones de oración para suplicar o para agradecer el cese de la peste. Así lo hizo en 1831, el Papa Gregorio XVI (1831-1846), organizando una procesión por toda la ciudad. El Papa coronó la imagen de la Virgen y al niño, el 15 de agosto de 1838 (segunda coronación, pues la corona anterior había sido robada) e hizo colocar la imagen durante ocho días sobre el altar mayor.

El Papa de la Inmaculada, Beato Pio IX (1846-1878), quiso la reestructuración de la cripta bajo al altar mayor, para las reliquias de la Cuna. Esta renovación fue obra de Virginio Vespignani (1864). La Bula sobre la Inmaculada (1854) se conserva, con la firma autógrafa y sello del Papa, en el museo. El Papa decidió también la erección de la columna de la Inmaculada en Piazza di Spagna; el Capítulo liberiano colaboró en los gastos. También hizo trasladar la columna que conmemora la conversión de Enrique IV, al patio exterior de la basílica (junto a la capilla “sixtina”); la columna tiene un crucifijo y una imagen de la Virgen.114

El Papa León XIII (1878-1903) hizo erigir en la confesión bajo el altar mayor, una estatua orante de Pío IX (obra de Ignazio Jacometti). En 1893 ordenó una pericia científica acerca de las reliquias del Pesebre.

San Pío X (1903-1914), en diciembre de 1903, dio una disposición por la que, por especial afecto a la basílica mariana y del Pesebre, la capilla “sixtina” dependería directamente de la Santa Sede.115

Benedicto XV (1914-1922) quiso que en Santa María la Mayor se hicieran oraciones por la paz, en torno a la primera guerra mundial. Por esto, hizo colocar la imagen de “Nuestra Señora de la Paz”.

Pío XI (1922-1939), después de los pactos lateranenses (1929), realizó su primera visita fuera del Vaticano en Santa María la Mayor. Repitió la visita con ocasión del XV centenario del concilio de Efeso (431-1931). En el año santo de 1933 hizo una visita (12 de octubre) impartiendo la bendición desde la logia.116

Pío XII (1939-1958) había celebrado su primera Misa como neosacerdote en la capilla “paolina” (3 de abril de 1899). Allí también, como Papa, quiso celebrar el 40º de sacerdocio (8 diciembre 1939). En su alocución habla de la dedicación de la basílica a la Virgen, del pesebre, del milagro de la nieve (como símbolo de la inocencia de los niños)... Recuerda también su infancia en relación con la basílica.117

114 Pío IX visitó la basílica (16 diciembre 1854) pocos días después de la definición dogmática. Celebró oraciones especiales para superar una epidemia de peste. Su última visita fue el 16 de agosto de 1870, antes de quedar dentro de los muros vaticanos (20 septiembre de 1870) como “prisionero voluntario”.115 Cfr. E. VENIER, o.c., p.259.116 El Papa XI, el 5 de enero de 1925, tuvo un discurso en la audiencia a la parroquia de la basílica, con ocasión de su primer centenario como parroquia: Discorsi di Pio XI (Edit. Vaticana, 1985) vol.I, pp.311-312 (también en: Osservatore Romano 5-6 gennaio 1925, n.4, p.5, col.4-5).117 "Maxima haec Beatissimae Virginis aedes a pueritia Nobis percara fuit; perplacuit namque Nobis, quia in media Nostra natali urbe veluti materna aula patet, ubi praecelsa caelitum hominumque Regina misericordia sua regnat, suaviter imperat, concillat venias, praestat auxilia; perplacuit quia amabile praesepe tuetur, in quo, ut pie fertur, Salvatoris vagivit infantia". Cfr. Alocución Magna tibi (8 de diciembre de 1939): AAS 31, 1939, p.706; también en Discorsi e Radiomessaggi di SS.Pio XII (Tip. Poligotta Vaticana), vol. I, pp.425-427.

37

En 1948, Pío XII confió a la “Salus Populi Romani” la protección de Roma, haciendo llevar la imagen a la plaza de San Pedro.118

En el año santo de 1950, el 8 de diciembre, la imagen de la “Salus Populi Romani” fue de nuevo trasladada a la basílica de San Pedro. Alli celebró el Papa la Misa, antes de que la imagen fuera devuelta a la basílica liberiana.

En la encíclica Fulgens Corona (8 septiebre 1953), con ocasión del centenario de la definición de la Inmaculada, anunció la celebración de un año mariano extraordinario. En la encíclica hace referencia a los mosaicos de la basílica y a su imagen mariana, invitando a visitarla. Al recordar las numerosas iglesias de Roma donde se pratica un culto especial a la Santísima Virgen, dice: “Entre todas sobresale la Basílica Liberiana, donde todavía aparece el mosaico de nuestro predecesor Sixto III, como monumento insigne de la divina maternidad de la Virgen María, y donde benignamente se muestra propicia la imagen de la ‘Salus Populi Romani’. Acudan, pues, allí los ciudadanos a orar, y delante de aquella sagrada imagen todos eleven sus deseos, pidiendo sobre todo por la ciudad, centro del orbe católico”.119

Durante el año mariano de 1954 (1 de noviembre), en la plaza de San Pedro, Pío XII renovó la coronación de la imagen con una corona de oro ofrecida por los fieles de todo el mundo.120

El Beato Juan XXIII (1958-1963) visitaba la basílica frecuentemente. Impartió la bendición papal desde la Logia el 8 diciembre 1958. Otra visita fue el 15 de febrero de 1959, en la clausura del año centenario de las apariciones de la Virgen en Lourdes.121

Pablo VI (1963-1978), un mes y medio después de su elección, visitó la basílica (5 de agosto de 1963). El mismo año, el día 11 de octubre, hizo la visita con los Padres conciliares, con ocasión del aniversario del inicio del concilio (recordando también el aniversario del concilio de Efeso).122

118En 1949 se elaboró la puerta central de la basílica (obra de Ludovico Pogliaghi), en la que se representa el misterio de la Encarnación, los episodios de la vida de la Virgen (nacimiento, Anunciación, visitación, deposición del niño en el pesebre, Dolorosa, Pentecostés), así como los títulos marianos, Isaías, los evangelistas, Adán y Eva, el monte Carmelo, las cuatro mujeres del Antiguo Testamento en relación con María (Judit, Esther, Abigail, Rebeca). 119 Encíclica Fulgens Corona: AAS 45 (1953) 577-592. Texto de la cita en: EV 6, 973; también en: Discorsi e Radiomessaggi di S.S. Pio XII, vol.XV, p.624. El 8 de diciembre de 1953, el Papa Pío XII inauguró el año mariano en Santa María la Mayor. Para la clausura (8 diciembre 1954) envió una carta al cardenal Vicario; cfr. E. VENIER, Gli Anni Santi a Santa Maria Maggiore (Roma, 1988), 217-226. En la encíclica Ad coeli Reginam (15 octubre 1954) recuerda que, durante el año mariano hubo una gran afluencia de fieles que visitaron la basílica Liberiana. Cfr. Enc. Ad Coeli Reginam: AAS 46 (1954) 625-640; EV 6, 1124.120 Antes de proceder a la coronación de la imagen “Salus Populi Romani”, tuvo una alocución sobre el significado de la realeza de María. Cfr. Discorsi e Radiomessaggi di S.S. Pio XII, vol.XVI, pp.236-241.121 Alocución del Papa en: Discorsi, Messaggi, Colloqui del Santo Padre Giovani XXIII, vol.I (1959), pp.145-150. La visita del 8 de diciembre de 1960, con bendición eucarística y alocución: ibídem, vol.III (1960), pp.71-80.122 Alocución en: Insegnamenti di Paolo VI, vol.I (1963), pp.205-208. En el discurso alude a la antigüedad de la basílica, a los mosaicos de Sixto III y a la imagen de la "Salus Populi Romani". Nueva visita el 8 de diciembre de 1963, con alocución: ibídem, pp.642-644.

38

Al final de la tercera sesión del concilio Vaticano II (21 noviembre 1964, fiesta de la presentación de María), Pablo VI, junto con los Padres conciliares, por la mañana promulgó en San Pedro la constitución Lumen Gentium y, por la tarde en Santa María la Mayor, proclamó a María “Madre de la Iglesia”, “Madre de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores”. Ella, “la humilde sierva del Señor, está todo relacionada a Dios y a Cristo, único Mediador y Redentor nuestro”.123

Las visitas de Pablo VI se fueron sucediendo con frecuencia, especialmente en la fiesta de la Inmaculada y en la fiesta de la Asunción.124

Las visitas y alocuciones de Juan Pablo II (1978-2005) fueron tan frecuentes, sistemáticas y significativas, que merecen el calificativo de: “Santa María la Mayor, estación mariana de Juan Pablo II”. Además de la visita anual en la fiesta de la Inmaculada (8 de diciembre), quiso presentar allí el Catecismo de la Iglesia Católica y también reunir a los Padres de los Sínodos Episcopales.125

Benedicto XVI (2005ss), el 7 de mayo de 2005, pocos días después del inicio de su pontificado, visitó Santa María la Mayor y oró ante la imagen de la “Salus Populi Romani”. Siguiendo la costrumbre de sus inmediatos predecesores, presidió la procesión eucarística del “Corpus Christi”, desde San Juan de Letrán, hasta Santa María la Mayor (26 de mayo de 2005 y 15 de junio de 2006). En la homilía del Corpus del año 2005 explicó el significado de esta procesión hacia la basílica mariana: “Nuestra procesión acaba ante la Basílica de Santa María la Mayor, en el encuentro con la Virgen, llamada por el querido Papa Juan Pablo II ‘mujer eucarística’. María, la Madre del Señor, nos enseña realmente lo que es entrar en comunión con Cristo: María ofreció su propia carne, su propia sangre a Jesús y se convirtió en tienda viva del Verbo, dejándose penetrar en el cuerpo y en el espíritu por su presencia. Pidámosle a ella, nuestra santa Madre, que nos ayude a abrir cada vez más todo nuestro ser a la presencia de Cristo para que nos ayude a seguirle fielmente, día tras día, por los caminos de nuestra vida. ¡Amén!”.126

8. La “Statio” mariana del Papa Juan Pablo II

La vida del Papa Juan Pablo II (1978-2005) se puede calificar de itinerario “pastoral”, marcado por la cruz y por la presencia de María. En este itinerario, Santa María la Mayor ocupa un lugar privilegiado, a modo de “etapa” o “estación mariana”, que se suma a los demás santuarios de los cinco Continentes, visitados y recordados frecuenteme en el decurso de su largo pontificado.

123 Alocución 21 noviembre 1964: AAS (1964) 1007-118. EV 315. También en: Insegnamnti, vol.II (1964) pp.666-678.124 El 8 de diciembre de 1966, visita por la tarde y alocución: Insegnamenti, vol.IV (1966), pp.627-628. El 25 de octubre de 1969, sábado, discurso con ocasión del Sínodo de los Obispos. Insegnamenti, vol.VII (1969) pp.685-688. El 15 de agosto de 1975, la celebración de la fiesta fue en San Pedro (por razón de espacio) e hizo alusión a Santa María la Mayor: Insegnamenti, vol.XIII (1975). El 8 de diciembre de 1975, lunes, por la tarde, visita a la basílica para celebrar el jubileo “invisible” de las comunidades claustrales: Insegnamenti, vol.XIII (1975) pp.1501-1504.125 Ver: J. ESQUERDA BIFET, Giovanni Paolo II pellegrino in Santa Maria Maggiore (Roma, Centro Cultura Mariana, 2001). En el museo de la basílica se conserva su autógrafo con la oración a la “Salus Populi Romani” en el año mariano (5 agosto 1987) y su rosario ofrecido en 1988.126 L’Osservatore Romano, 27 maggio 2005, p.6-7.

39

La “herencia mariana” y “liberiana” de los Papas desde los siglos IV/V, ha sido asumida por Juan Pablo II de modo peculiar, especialmente si se tiene en cuenta su visita, oración y homilía durante la fiesta de la Inmaculada de casi todos los años. Es una experiencia mariana vivida y comunicada a la Iglesia universal, en armonía con su enseñanza mariana (profundamente conciliar) y con su lema personal y pontificio “Totus tuus”.

La visita anual de Juan Pablo II a Santa María la Mayor, desde el 8 de diciembre de 1978 hasta 2002, es un símbolo de su Pontificado “itinerante”. Casi inmediatamente después de su elección (que había sido el 16 de octubre de 1978), en su primera visita el día de la Inmaculada, durante la homilía recordó el hecho de que Pablo VI había reunido aquí (el 21 de noviembre de 1964) a los Padres conciliares para proclamar a María “Madre de la Iglesia”-127

Estas frecuentes visitas del Papa, según su misma afirmación, se insertan en la tradición de sus predecesores en la cátedra de San Pedro, como invitando a continuar el anuncio: “Ve y da testimonio de Cristo nuestro Salvador, Hijo de María” (8 diciembre 1978).

En los contenidos de los discuros y homilías durante estas visitas, se pueden percibir los acontecimientos, los documentos y las principales celebraciones del año respectivo. También se reflejan las numerosas alocuciones y visitas referentes a otros santuarios marianos.

La doctrina sobre la Inmaculada (en la homilía del 8 de diciembre), se va profundizando anualmente por medio de un comentario bíblico, litúrgico, magisterial y pastoral. Destaca la relación entre la maternidad divina (en el santuario de la “Theotokos”) y la Inmacualda.

También explica frecuentemente el significado de la basílica de Santa María la Mayor, dedicada a la “Madre de Dios” y en relación con el concilio de Efeso. Cuando se refiere al título de "Salus Populi Romani", se indica la protección e intercesión de María. Ella es redimida de modo eminente por Cristo y es elegida para ser mediadora de esta salvación proveniente de Cristo.

No falta la referencia a los detalles históricos o tradicionales sobre el origen de la basílica, especialmente en relación con el Papa Sixto III y el concilio de Efeso (8 diciembre 1986 y 1994). El inicio del Año Mariano, celebrado en la basílica mariana, hacen de ella “un corazón cuyos latidos expresan la comunión y caridad” (8 de junio de 1987, vigilia de Pentecostés). La visita durante el inicio del año 2000, para abrir la Puerta Santa, recuerda que “la basílica Liberiana es la primera en Occidente dedicada a la Virgen Madre de Cristo” (1 enero 2000).

La fiesta de la Inmaculada, celebrada por Juan Pablo II en la basílica dedicada a la “Theotokos”, es también una ocasión especial para recordar la dignidad del hombre redimido por Cristo. A partir de esta dimensión antropológica, el Papa hace referencia a los valores fundamentales del ser hunano y de toda la humanidad. El tema se presenta frecuentemente en el contexto del Adviento como preparación a la Navidad, cuando se celebra el misterio de la Encarnación redentora, cuyo fruto excelso se muestra en la Inmaculada Concepción de María (8 diciembre 1995).

Los contenidos de las homilías y alocuciones ofrecen abundante material sobre la Inmaculada, a la luz de los textos bíblicos de la fiesta litúrgica (Gen 3,15; Ef 1,3ss; Lc 1,26-38), leídos en el contexto de las enseñanzas del magisterio y de los Santos Padres, como punto de partida

127 Ver los textos completos de las alocuciones y homilías, con un resumen de datos sobre su pontificado y de síntesis doctrinal mariana, en: J. ESQUERDA BIFET, Giovanni Paolo II pellegrino in Santa Maria Maggiore, o.c., 2ª parte.

40

para esclarecer los problemas de actualidad.

La basílica mariana viene a ser un símbolo del Cenáculo de Jerusalén, donde los discípulos se reunieron con María, la Madre de Jesús (cfr. Hech 1,14), para preparar la venida del Espíritu Santo (cfr. carta del 25 de mayo; radiomensaje del 7 de junio de 1981; 8 de diciembre de 1985).

Durante la celebración de las fiestas de Pentecostés y de la Inmaculada en Santa María la Mayor, la Iglesia se siente madre como María, la “Salus Populi Romani”, Madre de misericordia. El 8 de diciembre del 2000, Juan Pablo II, juntamente con numerosos obispos de rito bizantino (en representación de las Iglesias orientales católicas), quiso presidir la solemne celebración del himno “Akathistos”. Durante la homilía, el Papa recordó que la basílica fue dedicada a María, con ocasión del concilio de Efeso.

La visita habitual de Juan Pablo II a la basílica de la “Thetokos” ha puesto en evidencia su corazón profundamente mariano, palpitando en esta basílica que es “el corazón mariano de Roma” (8 de diciembre de 1997).128

9. Inculturación del tema mariano a través de la historia de Santa María la Mayor

Un proceso permanente de inculturación

En la basílica liberiana se pueden observar las huellas de un itinerario permanente de inculturación del tema mariano, que dura ya más de un milenio y medio. María sigue presente en la historia de salvación, ahora en la Iglesia y por medio de la Iglesia.

A través de las celebraciones y de los signos marianos de la basílica, se puede detectar una prehistoria de los contenidos mariológicos de la Lumen Gentium, Marialis cultus y Redemptoris Mater. María ejerce su maternidad, que es de “mediación” subordinada, partícipe de la acción fontal de Cristo Salvador. “En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica del su Hijo; en Ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención y la contempla gozosamente, como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser” (SC 103).

A través de las celebraciones litúrgicas y de las expresiones artísticas, María es “memoria” del misterio de Cristo y de la Iglesia. No es recordada de modo marginal ni paralelo, sino como

128 Visitas del Papa Juan Pablo II a Santa María la Mayor, el 8 de diciembre: 1978, 1979, 1980: celebración eucarística y homilía. 1981 (año del atentado): no pudiendo estar presente, envió un mensaje. 1982, 1983, 1984: celebración eucarística y homilía. 1985: celebración de las vísperas con los Padres Sinodales. 1986, 1987, 1988, 1989: celebración eucarística y homilía. 1990: celebración eucarística y homilía, recordando el 25º de la clausura del concilio Vaticano II (8 de diciembre de 1965). 1991, 1992: celebración eucarística y homilía. 1993: en lugar de la visita, el Papa (indispuesto por una caída) envió una carta al Cardenal Hugo Poletti, Arcipreste de la basílica liberiana. 1994-1995: celebración de la eucaristía y homilía (en 1995, recuerda el 30º de la clausura del concilio Vaticano II). 1997: oración personal y alocución. 1998 y 1999: la visita y la oración fue en forma privada, debido a las condiciones de salud del Papa. 2000: visita por la tarde (8 diciembre), para presidir la celebración del himno “Akathistos”. 2001: visita y oración, bendición de la nueva Puerta Santa. 2002: Visita y oración, con ofrecimiento de un ramo de flores.

41

formando parte de los misterios que se celebran, se anuncian y se viven.

En el decurso de la historia, Santa María la Mayor ha estado constantemente abierta a nuevas expresiones marianas, siempre en relación con las fiestas litúrgicas. De este modo se ha mostrado como la casa de María, en Roma, abierta a los fieles de todos los pueblos.

Durante los numerosos cambios estructurales y restauraciones de la basílica en su historia multisecular, se han conservado las estructuras básicas paleocristianas. Las adaptaciones ha sido debidas a los cambios litúrgicos, devocionales y culturales. Las numerosas restauraciones reflejan las diversas épocas, sin perder los datos básicos iniciales, como es en el caso del itinerario catequético y litúrgico de los mosaicos paleocristianos (siglo V) y medievales (siglo XIII).

Las frecuentes visitas de los Papas, con su acción pastoral directa y con sus dones, se han orientado a suscitar la devoción de los fieles, por medio de las celebraciones litúrgicas marianas y por medio de las “imágenes” y los signos.129

Una de las notas características de esta inculturación constante es el itinerario eclesial hacia Cristo nacido de María, que en las diversas épocas se expresa con aportaciones peculiares.

La Iglesia acoge a María con las expresiones culturales de cada época. En Santa María la Mayor, los signos y las manifestaciones marianas se expresan de modo “inculturado” en su propio tiempo. Así se cumple la predicción del “Magníficat”: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque el Poderoso ha hecho cosas grandes en mí” (Lc 1,48).

De este modo la “lex orandi” se concreta en “lex credendi” y “lex vivendi”. La figura de Jesús en Santa María la Mayor es siempre central, pero no abstracta, puesto que se presenta siempre en relación con María su Madre, figura de la Iglesia. Es el camino de la fe vivida y celebrada, en dimensión bíblica, litúrgica y de piedad popular, con expresiones de veneración, invocación, imitación y actitud filial.

Es una mariología “narrativa”, vivida en la liturgia y desde el corazón del pueblo. María muestra su íntima participación en la historia de la salvación. La Iglesia acoge a María, como Madre de Jesús, para reconocer su lugar específico en medio de la comunidad cristiana.

El itinerario mariano comienza con el título de “Virgen” y “Madre de Dios” (momento inicial en el siglo V, en torno a Efeso), para concretarse cada vez más en el título de “Madre” en relación con la Iglesia, es decir, “Madre de la Iglesia” (Pablo VI y doctrina del concilio Vaticano II, 1964).

La fuente bautismal en un santuario mariano, como es el de Santa María la Mayor, recuerda también que la Iglesia ejerce una maternidad ministerial o sacramental. En este sentido, "la Iglesia aprende de María la propia maternidad” (RMa 43). A imitación de María, la Iglesia "se hace también madre mediante la Palabra de Dios aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo, engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios" (LG 64).130

129 Cfr. J. FERNÁNDEZ, o.c., pp.28-30: La devozione alla Madonna. Le leggende di Santa Maria Maggiore (riassunto storico).130 Esta doctrina ya se encuentra embrionariamente en SAN LEON MAGNO: “L’origine da lui (da Gesù) assunta nel seno della Vergine, egli la estese al fonte battesimale: ha difuso nell’acqua quello che egli conssese alla Madre. La virtù dell’Altissimo e la virtù dello Spirito

42

En Santa María la Mayor se pueden apreciar unos “lugares teológicos” (“topoi”) eminentemente marianos: celebraciones litúrgicas, expresions populares, práctica pastoral, expresiones culturales... Así se expresan los diversos contenidos del “credo”, en torno a Cristo único Salvador, Dios y hombre, que nace de María Virgen.

La presencia de María ha dejado sus huellas en una historia milenaria y pluricultural, de valor permanente y en constante proceso de inculturación. La fe vivida se expresa en la liturgia, en la piedad popular, en el arte (iconografía, arquitectura, música...). Aparece siempre la identidad constante del mensaje evangélico mariano en todas las variantes históricas. Es, pues, presencia activa y materna de María en la asamblea de los creyentes, que son expresión de toda la Iglesia y de toda la humanidad.

Los misterios de Cristo se reflejan en las expresiones marianas, como una invitación a entrar en su corazón materno. Los concilios de Efeso (431) y Calcedonia (451), al centrarse en el misterio de Cristo (Dios hecho hombre), muestran, en sus contenidos marianos, que María lleva a la unión con Cristo. La “ortodoxia” se hace “ortopraxis” y vivencia auténtica. Por esto, “el conocimineto de la verdadera doctrina católica sobre María, será siempre la clave para la exacta comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia” (Pablo VI, 21 de noviembre de 1964, en Santa María la Mayor). En el camino hacia Cristo, la Iglesia no puede prescindir de María.

Inculturación según las diversas épocas históricas

En Santa Maria Mayor se puede seguir una evolución histórica de la inculturación del culto y devoción mariana desde los primeros siglos.

Las expresiones marianas del arte provienen de Oriente y de Occidente. María es Madre universal, tanto en el ámbito geográfico como en el cultural. Es siempre Madre de toda la Iglesia, peregrina en medio de los pueblos.

La vivencia de la fe cristiana en su dimensión mariana, se inserta en toda época y cultura, pero la fe queda siempre inmutable en sus contenidos esenciales. La evolución histórica asume datos de otras culturas, gracias también a los peregrinos cristianos que acuden a Santa María la Mayor para compartir, dando y recibiendo.

En este camino histórico eclesial, las vivencias de la fe cristiana no siempre han quedado expresadas en manifestaciones externas. Se trata de una historia escrita sólo en el corazón de Dios y, por tanto, en el corazón de María su Madre.

A partir de la devoción mariana paleocristiana (de los siglos IV/V), con expresiones catequéticas y litúrgicas, se va pasando paulatinamente a una comprensión más profunda de la relación entre María y la Iglesia. Por esto, “la Iglesia mira hacia aquella que engendró a Cristo, concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen, precisamente para que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones de los fieles” (LG 65).

En la Iglesia primitiva, María es figura de la Iglesia por su fidelidad y por su cooperación a la

Santo, che fece di Maria la Madre del Salvatore, costituiscono le stesse cause, per le quali l’acqua rigenera i credenti” (Sermón 25,5; TMPM 3,489; PL 54,209-213). San Agostino: “Maria ha partorito il vostro Capo, la Chiesa ha partorito voi. Anche la Chiesa è madre e vergine” (SAN AGUSTIN, Sermón 192: PL 38, 1012-1013).

43

obra salvífica de Cristo. Es la época de los símbolos y de un método narrativo cromático, como puede observarse en los mosaicos paleocristianos. Por este método pictórico comparativo (que relaciona mosaicos paralelos), de gran valor pedagógico y catequético, se hace patente la divinidad de Cristo nacido de María.

Durante el Medioevo, María aparece en la cima de los valores sociales, junto a Cristo Rey, el Pantrocrátor. Así puede verse en los mosaicos del siglos XIII (ábside y fachada). Es también la época de las reflexiones teológicas escolásticas sobre María. Durante todo el medioevo, Santa María la Mayor fue un centro activo de culto, especialmente durante la Navidad y las fiestas marianas, en las que se realizaba la procesión con la imagen de la Virgen. En las procesiones se reflejaba el tono penitencial de la época.131

La época moderna dejó sus huellas humanistas y del renacimiento, de sumo interés artístico en cuanto a la arquitectura, escultura y pintura. El barroco del siglo diecisiete dejó el tono de fantasía y de vida llena de colorido. El siglo dieciocho hace resaltar el valor de la razón en relación con la fe. En el siglo diecinueve se notan huellas de romanticismo y de sentimientos fuertes. Paulatinamente, acercándose al siglo veinte, van resaltando las notas de libertad personal y de humanismo personalista.132

En esta evolución histórica de las manifestaciones litúrgicas, artísticas y arquitectónicas, María, sin dejar de ser Reina, es siempre la humilde “sierva” del Señor, modelo y miembro de la Iglesia. Quedan intactos los contenidos bíblicos, en los que aparece la identidad de María dentro del conjunto de la armonía de la fe y de la revelación. Santa María la Mayor ha mostrado una gran apertura a todas las culturas y a todas las épocas, indicando unas pistas para el presente y para el futuro.

Los artistas de la diferentes épocas han ilustrado la historia de la liturgia y de la piedad mariana, con una fuerte connotación bíblica. Ha sido un modo adecuado de catequizar y evangelizar. La belleza de las obras de Dios queda personificada en María, Madre de Dios.

La historia de la basílica ha dejado también constancia (en expresiones artísticas y en documentos) de momentos fuertes, de luces y sombras en un caminar eclesial histórico. No han faltado los atentados, las maquinaciones, las destrucciones, las rapiñas y los efectos negativos de las guerras. Pero también estos momentos quedan encuadrados en el marco de la providencia divina, como si se actualizaran las dificultades de la infancia y de la vida de Jesús, con María su Madre.133

Desde las primeras expresiones paleocristianas (como en el arco triunfal), el itinerario eclesial

131 Desde el establecimiento del capítulo de los canónigos (siglos XII-XIII), se constata un tono más cultural y teológico en los documentos (códices y manuscritos), conservados por decisión de Pío XI (1931) en la biblioteca vaticana.132 Cfr. S. DE FIORES, Maria sintesi di valori (Cinisello Balsamo, San Paolo, 2005), Epilogo, presenza di Maria nella storia culturale, un bilancio, pp.539-548. Algunos aspectos pastorales y catequéticos: G. TAVANTI, Santa Maria Maggiore nel cammino della fede, en: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c., pp.289-304.133 La estatua moderna de la “Regina Pacis” es un signo de esta sintonía con los acontecimientos. Se debe a una decisión de Benedicto XV (1918), como señal de agradecimientos por el fin de la primera guerra mundial. Es obra de Guido Galli. Su rostro refleaja un tono de tristeza, mientras la mano izquierda del niño está levantada para indicar un “basta”, y la derecha muestra un ramo de olivo que será llevado a las naciones por la paloma que espera a sus pies.

44

es de apertura a un futuro, en el que Cristo, desde ahora ya presente en la Iglesia, triunfará definitivamente. Es, pues, un camino escatológico (de “ya” y “todavía no”) hacia al última parusía del Señor. Las procesiones antiguas, especialmente en torno a la Asunción, llevaban la imagen del Salvador (de San Juan de Letrán) hacia el templo mariano, para remarcar el sentido escatológico de las fiestas.

Santa María la Mayor sigue atrayendo a nivel de Iglesia universal. Es la casa de la Madre, en Roma, como lo fue primero, según la tradición, en Efeso. En ella María muestra una actitud de caridad verdadera hacia los más pobres, angustiados y necesitados.

Lo que la basílica liberiana fue recibiendo de la Iglesia primitiva y de otras épocas y culturas, se fue plasmando en textos liturgicos marianos que han tenido influjo en toda la Iglesia latina. María, la siempre Virgen, Madre de Dios, toda santa, asociada a Cristo en todas las etapas de la vida del mismo Cristo y de la Iglesia, ahora asunta y coronada en el cielo, muestra su maternidad a modo de mediación e intercesión en dependencia del Señor. La liturgia ha dado un respaldo a la devoción popular y ha tomado de ella algunos elementos básicos.

Actualmente, esta herencia histórica se ha ido enriqueciendo en momentos fuertes del caminar eclesial: años marianos (1954 y 1987-1988), proclamación de los contenidos marianos del concilio Vaticano II (“Tipo” y “Madre de la Iglesia”), recuperación de celebración solemne de la vigilia de la Asunción, celebración de la fiesta de la Inmaculada, relación con otros santuarios marianos para compartir los dones recibidos, agregación de otros santuarios para poder participar de las gracias o indulgencias concedidas, etc. Así la basílica sigue siendo la “memoria” de una civilización cristiana en dimensión mariana durante ya más de quince siglos.134

La puerta central (realizada por Ludovico Pogliaghi en 1949), así como la puerta santa bendecida por Juan Pablo II el 8 de diciemnbre de 2001 (obra de Luigi Mattei), reflejan, cada una con sus peculiaridades, los episodios de la vida de María y de la historia de la basílica. De modo parecido ocurre en la puerta dedicada a los misterios del rosario, colocada en el pórtico, a la derecha (2006).

Como hemos ido viendo en los capítulos anteriores, la historia de Santa María la Mayor está jalonada de obras de grandes figuras en el campo del arte y de la arquitectura: Iacopo Torriti, Arnolfo di Cambio, Filippo Rusuti, Domenico Fontana, Bernini (padre e hijo), Ferdinando Fuga... En los últimos siglos, ha destacado la “Capella Musicale Liberiana”, especialmente desde Giovanni Pierluigi Palestrina (que la dirigió en 1651-1655).135

Pero no hay que olvidar que la inmensa mayoría de quienes han colaborado en esta historia han sido servidores humildes y casi siempre desconocidos. Puede servir de símbolo la humilde tumba de la familia Bernini (siglo XVII), con su placa sencilla junto al altar mayor, a la derecha. A veces han sido también personajes anónimos o servidores del culto mariano, del

134 Cfr. E. VENIER, Sotto il manto della stessa Madre. I santuari mariani del mondo spiritualmente uniti a Santa Maria Maggiore (Roma, 2003).135 Aunque tradicionalmente se quiere hacer remontar a San Gregorio Magno (siglo VII), la Capilla nace formalmente en 1543, por obra del cardenal Guido Ascanio Sforza. Su máximo esplendor fue en el siglo XVII. Realizaba el servicio musical en la capilla “paolina” ya en 1615, cantando allí la “Salve Regina” en cada fiesta mariana, en cada sábado y en el último domingo de enero (fiesta de la traslación de la imagen de la Virgen a la capilla “paolina”). Cfr. V. MISERACHS GRAU, La venerabile Capella Musicale Liberiana, en: Santa Maria Maggiore e Roma, o.c., pp.305-306.

45

canto, de los archivos, de los confesonarios, de las sacristías, etc., que han quedado perpetuados sólo en el corazón de la Madre de Jesús.

Inculturación de la dimensión bíblica y catequética

La dimensión bíblica de la inculturación sobresale en los mosaicos, frescos y pinturas. El “catecismo mariano” de la basílica se basa principalmente en escenas y personajes bíblicos. Estas escenas, como en el caso del arco triunfal, necesitan una lectura a modo de exégesis que se basa en la armonía de la fe y de la revelación. Los textos bíblicos, proclamados en las fiestas litúrgicas marianas, tienen esta misma perspectiva.

Toda la basílica está orientada, por un itinerario veterotestamentario, hacia el arco triunfal y el ábside, donde aparece con profusión un catecismo bíblico del Nuevo Tesetamento, que luego se amplió en los frescos de la nave central y en las capillas principales, en torno al pesebre (capilla “sixtina”) y a la imagen de la Santísima Virgen (capilla “paolina” y capilla Sforza o de la Asunción).136

El rosetón de Giovanni Hajnal (1995), sobre la puerta principal, respresenta a Maria, Hija de Sión (título mariano resaltado por el concilio Vaticano II), colocada entre el Antiguo Testamento (tablas de Moisés) y la Iglesia del Nuevo Testamento (el cáliz y la hostia de la Eucaristía).

Inculturación en su dimensión cristocéntrica

La centralidad de Cristo es evidente en toda la basílica: arco triunfal, ábside, mosaicos de la fachada (en la Logia). Es Cristo resucitado, Rey del universo, quien preside y dirige la historia.

En la basílica liberiana, María se muestra siempre en relación con Cristo Salvador. Su imagen con el niño en brazos o a su lado, es la más frecuente. Los diversos momentos de la vida de María se describen siempre con esta dimensión cristocéntrica. El triunfo de María (Asunción, coronación) se describe para hacer resaltar la glorificación y trascendencia de Cristo.

La dimensión mariana de las expresiones artísticas y arquitectónicas de la basílica, garantiza la verdad y la armonía entre la divinidad y la humanidad de Cristo, único y universal Salvador.137

Inculturación en su dimensión litúrgica

También es evidente la dimesión litúrgica de la inculturación, puesto que todo gira en torno a Cristo, el “Cordero” inmolado y victorioso, que hace presente su sacrificio en la Eucaristía,

136 Esta dimensión bíblica aparece tambien en los pequeños objetos de arte, algunos en el museo, como el “Agnus Dei” que ostenta la imagen de las vírgenes prudentes en torno a la Virgen (año 1616, con el escudo de Paolo V).137 Es imposible en un artículo como el presente aludir a todas las imágenes, altares y objetos artísticos, donde María aparece siempre en relación con su hijo Jesucristo. Se trata no sólo de capillas o de grandes pinturas, sino también de numerosos objetos de tamaño más reducido: cubrealtares, retablos, pinturas ovales, adornos sepulcrales (tumba del cardenal Gonsalvo), tapices (algunos ahora en el Vaticano), los adornos de la pila bautismal, etc. Puede servir de referencia, la Virgen con el niño (como la del centro de la Logia, 1742, obra de Bernardino Ludovisi).

46

celebrada especialmente en el altar mayor. Esta realidad cristológica se celebra en el decurso del año litúrgico, que en Santa María la Mayor destacó siempre por la celebración de la Navidad del Señor, de la Pascua y de las principales fiestas marianas (presentación del Niño, anunciación, Asunción, natividad de María).

El primer mosaico de la nave central (del siglo V), que inicia el itinerario hacia el altar mayor, representa el sacrificio de Melquisedec (ofrenda de pan y vino), como anticipación simbólica del sacrificio eucarístico de Cristo, punto culminante de toda la basílica. El rostro del Señor, entre las nubes, indica esta dinámica eucarística.

Esta dimensión litúrgica, además de destacar las diversas fiestas del año, emerge en el hecho de que María lleva a sus hijos hacia el sacrificio eucarístico. La Eucaristía y la Iglesia se postulan mutuamente, como Cristo se muestra siempre en relación con su Madre, figura de la Iglesia. Es siempre la Eucaristía celebrada, adorada, vivida.138

El itinerario bautismal, que es patente en la basílica, indica la centralidad de Cristo en la Eucaristía. La comunidad eclesial de los bautizados camina hacia Cristo, guiada por María, Madre de Dios. En Cristo, crucificado y glorioso, se muestra Dios Amor, omnipotente y misericordioso.139

El hecho de que actualmente la procesión del Corpus inicie en San Juan de Letrán y finalice en Santa María la Mayor, es un una realidad litúrgica muy significativa, a modo de “memoria” actualizada y sintética de las procesiones del pasado eclesial.

Inculturación en su dimensión espiritual y caritativa

La dimensión espiritual de la basílica es consecuencia de su dimensión bíblica, cristocéntrica y litúrgica. Pero durante las diversas épocas y como derivación de las celebraciones litúrgicas, se concretó en procesiones, devociones, imágenes, reliquias, etc., que reflejaban cada una de las épocas de la Iglesia.

Si en la antigüedad (desde el primer milenio) prevalecieron las procesiones en relación con las fiestas marianas litúrgicas, posteriormente se añadieron otras expresiones devocionales. En torno al concilio de Trento, las expresiones litúrgicas y devocionales de Santa María la Mayor reflejaron también el ambiente de reforma. Paolo II (1534-1549), que convocó Trento, colaboró en esta reforma espiritual, favoreciendo un nuevo clima religioso, así como la reforma del mismo clero.

La piedad popular expresada en Santa María la Mayor está ligada a la imagen de la Virgen, tradicionalmente atribuida a San Lucas, pero con una fuerte devoción mariana a nivel universal desde la edad media. La advocación de la “Virgen de las Nieves” es también del medioevo, pero ahora ya multisecular (desde el siglo XIII), con la característica de que ha pasado a ser un título muy frecuente de santuarios de otros Continentes, con derivaciones de piedad popular.

138 “Así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía. Por eso, el recuerdo de María en el celebración eucarística es unánime, ya desde la antigüedad, en las Iglesias de Oriente y Occidente” (enc. Ecclesia de Eucharistia, n.57; cfr. LG 63).139 El baptisterio (que ya existía desde el inicio de la basílica), fue reestructurado por Giuseppe Valadier en 1825. El bajorrelieve de la Asunción sobre el altar del baptisterio es obra de Pietro Bernini (1562-1629), padre di G.L. Bernini, que, en principio, debía colocarse en el exterior de la capilla “paolina”. La taza o pila bautismal actual fue un regalo de León XII (año 1824). En esta fuente bautismal se representa también a la Virgen con el Niño.

47

Esta dimensión espiritual y devocional desembocó en el terrerno práctico de la caridad. El crucifijo del siglo XV, que se encontraba en el ingreso de la basílica, era un punto de referencia. Existía una confraternidad, aprobada ya por Clemente IV en 1264, dedicada a rescatar esclavos. A esta confraternidad se le concedió posteriormente la “capilla del Crucifijo”, proyectada por Fernando Fuga (siglo XVIII).140

Inculturación en su Dimensión ecuménica

Es muy estrecha la relación de Santa María la Mayor con las Iglesias orientales, por medio de fiestas marianas y de expresiones artísticas provenientes de Oriente. En todo el decurso de la historia de la basílica, las iglesias orientales, ya desde del primer milenio, se han sentido ligadas a la basílica liberiana.

Además de recibir a los Santos Cirilo y Metodio en Santa María Maryor, el Papa Adriano II (867-872) aprobó allí los libros litúrgicos en lengua eslava y los hizo colocar sobre el altar mayor. Este acontecimiento es de suma importancia para la inculturación a nivel ecuménico.141

El Patriarca de Constantinopla, Atenágoras, en su visita a la basílica (1967), ofreció una lámpara votiva. Este gesto ecumenico se ha ido repitiendo, de diversas maneras, en los años posteriores.

Inculturación en su Dimensisón misionera

Los inicios de la basílica liberiana están ligados a la evangelización de una zona de Roma, caracterizada por una mezcla de culturas y religiones. Allí acudía el Papa, en las celebraciones principales, para poder estar cerca de las grandes masas populares. Las procesiones hacia Santa María la Mayor tenían también como objetivo ofrecer un testimonio evangelizador.

Ya se ha hablado brevemente más arriba sobre algunas fraternidades y servicios de caridad. Pero en el sentido misionero “ad gentes” propiamente dicho, existe en la basílica un signo peculiar, puesto que allí, en la capilla actual del baptisterio, está enterrado el embajador Antonio Manuel Ne Vunda (+1608), apodado "il Nigrita", enviado a la Santa Sede por el rey cristiano del Congo, Alvaro II (1608), con el objetivo de pedir misioneros para aquel país africano.142

140 En Santa María la Mayor ha habido diversas fraternidades durante la historia. Actualmente existe la fraternidad "Mater Dei et Mater Ecclesiae" (aprobada en 1974, por Pablo VI, en tiempo del Cardenal Ugo Poletti). Los miembros de esta fraternidad se consagran a la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, siguiendo la línea montfortiana de “ad Jesum per Mariam”, en vistas a la propia santificación y a la cooperación espiritual y práctica con la basílica; se intenta imitar la ternura materna de María en la caridad con el prójimo.141 “Accolti quindi i libri (sacri) in slavo, il Papa li consacrò e li depose nella chiesa di Santa Maria, detta del Presepe"; en: CIRILO E METODIO. Le biografie paleoslave (Milano, Ediz. O.R., 1981) introduzione, p.87).142 El embajador africano (que llegó a Roma maltrecho después de un viaje sumamente accidentado) fue recibido por Paolo V en el mismo palacio apostólico, donde murió (1608). El Papa quiso que fuera sepultado en Santa María la Mayor, encargando al escultor Francesco Caporale realizar el busto. En 1629, el Papa Urbano VIII bendijo el actual monumento sepulcral, que se encuentra en el baptisterio.

48

Una copia de la imagen de la Virgen (atribuida a San Lucas) se encontraba en Japón en plena persecución de finales del siglo XVI e inicios del siglo XVII. El noble samurai Francesco Toyama Intaro (1600-1624), consiguió el cuadro, que se encontraba en la iglesia de Hirosima, abandonada después de la expulsión de los misineros en 1614. El samurai fue martirizado ante esta imagen, mientras él explicaba a los verdugos el significado: María es la Madre de Jesús, el Salvador.143

El título de la basílica, “Salus Populi Romani”, aunque explícitamente no es anterior al siglo XIX, corresponde propiamente a una tradición multisecular. La expresión “nostra salus” se en-cuentra en la inscripción de Sixto III (siglo V), que hemos citado más arriba, y se refiere a todo el Pueblo de Dios, presidido por el obispo de Roma.144

143 Cfr. (Positio super martyrio) Tokien. et Aliarum, Beatificationis seu Declarationis martyrii Servorum Dei Patris Kibe Kasui... et CLXXXVII sociorum, p.368. También en: Carta annua del P. Rodrigues Giram, 1624: ARSI, Jap Sin 60, 332-340. Más arriba hemos hecho alusión a otra copia que consiguió San Francisco de Borja, para las misiones de Brasil (para el Beato Ignacio de Azevedo). En la corte del Pekín (siglo XVII), los misioneros jesuitas dejaron una copia de la “Madre de Dios” de la basílica liberiana.144 Cfr. J. FERNANDEZ ALONSO, Storia della Basilica, o.c., p.20 (texto de la inscripción) y p.41 (antigüedad del título “Salus Populi Romani”). Hay que recordar que la relación de Santa María la Mayor con la ciudad de Roma es muy estrecha desde los inicios y que la fiesta del 15 de agosto era “la fiesta más grande del pueblo romano” (ibídem, p.22). La fiesta de la traslación de la imagen (desde enero de 1613) se convirtió en fiesta propia del pueblo romano. Pero “Roma” tiene también este sentido universalista, por el hecho de que su obispo, sucesor de Pedro, “preside la caridad” universal (SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Ad Romanos, 1,1).