37 Castoriadis

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91 CASTORIADIS O EL PROYECTO DE AUTONOMÍA DEMOCRÁTICA alfonso ibáñez “La crisis actual de la humanidad es crisis de la política en el gran sentido del término, crisis a la vez de la creatividad y de la imaginación política, y de la participación política de los individuos… Nosotros podemos contribuir a que lo que es sea de otra manera”. (MM,99 y 104) E ste “titán del pensamiento” o “Aristóteles cálido”, según los vigorosos adjetivos que recibió de Edgar Morin, merece ser mucho más conocido y discutido hoy en día 1 . Pues cuando no pocos planteamientos filosóficos y políticos parecen desfigurarse en medio de las incertidumbres y perplejidades de este cambio de milenio, los aportes de Cornelius Castoriadis (1922-1997) nos pueden resultar aún ahora sumamente pertinentes y provocativos. Especialmente porque él nunca se atuvo a las “modas intelectuales” del mundo universitario francés, sino que su pensamiento se fue forjando al interior de la lucha social y política del siglo XX, comprometido hasta el fondo con la realización del socialismo. Esto le condujo a una dinámica de constante cuestionamiento, a una serie de rupturas teórico-prácticas, particularmente con el marxismo, pero también a una permanente profundización y ampliación de la problemática de la transformación social. Militante político revolucionario, economista, psicoanalista y filósofo de un saber enciclopédico, nunca intentó la elaboración de un sistema teórico cerrado y, menos aún, completamente acabado. Al contrario, su perspectiva es la de un proceso de elucidación abierto y permanente, que incluso le llevó a cuestionar al conjunto del “pensamiento heredado” de la tradición occidental y a construir una ontología de la creación humana. Como él mismo lo expresa en una de sus fórmulas sintéticas, “en el ser (to on) surgen otras formas, se ponen nuevas determinaciones… Creación, ser, tiempo, van juntos: ser significa a-ser, tiempo y creación se exigen el uno al otro” (DH, 8). © Dialéctica, nueva época, año 29, número 37, invierno 2005 A partir de este marco filosófico novedoso, él intentará un esclarecimiento de la región del ser que denomina “lo histórico-social”, para lo cual elabora también una suerte de antropología filosófica a fin de Alfonso Ibáñez, profesor- investigador de la Universidad de Guadalajara. Doctor en Filosofía de origen peruano radicado des- de hace años en México.

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Descripción de los aspectos más importantes de la obra de Castoriadis

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    CASTORIADIS O EL PROYECTO DE AUTONOMADEMOCRTICA

    alfonso ibez

    La crisis actual de la humanidad es crisis de la poltica en elgran sentido del trmino, crisis a la vez de la creatividad y dela imaginacin poltica, y de la participacin poltica de losindividuos Nosotros podemos contribuir a que lo que es seade otra manera.

    (MM,99 y 104)

    Este titn del pensamiento o Aristteles clido, segn los vigorosos adjetivos querecibi de Edgar Morin, merece ser mucho ms conocido y discutido hoy en da1.Pues cuando no pocos planteamientos filosficos y polticos parecen desfigurarse enmedio de las incertidumbres y perplejidades de este cambio de milenio, los aportes deCornelius Castoriadis (1922-1997) nos pueden resultar an ahora sumamentepertinentes y provocativos. Especialmente porque l nunca se atuvo a las modasintelectuales del mundo universitario francs, sino que su pensamiento se fue forjandoal interior de la lucha social y poltica del siglo XX, comprometido hasta el fondo conla realizacin del socialismo. Esto le condujo a una dinmica de constantecuestionamiento, a una serie de rupturas terico-prcticas, particularmente con elmarxismo, pero tambin a una permanente profundizacin y ampliacin de laproblemtica de la transformacin social. Militante poltico revolucionario, economista,psicoanalista y filsofo de un saber enciclopdico, nunca intent la elaboracin de unsistema terico cerrado y, menos an, completamente acabado. Al contrario, superspectiva es la de un proceso de elucidacin abierto y permanente, que incluso lellev a cuestionar al conjunto del pensamiento heredado de la tradicin occidental ya construir una ontologa de la creacin humana. Como l mismo lo expresa en una desus frmulas sintticas, en el ser (to on) surgen otras formas, se ponen nuevasdeterminaciones Creacin, ser, tiempo, van juntos: ser significa a-ser, tiempo ycreacin se exigen el uno al otro (DH, 8).

    Dialctica, nueva poca, ao 29, nmero 37, invierno 2005

    A partir de este marco filosfico novedoso, lintentar un esclarecimiento de la regin del ser quedenomina lo histrico-social, para lo cual elaboratambin una suerte de antropologa filosfica a fin de

    Alfonso Ibez, profesor- investigador dela Universidad de Guadalajara. Doctor enFilosofa de origen peruano radicado des-de hace aos en Mxico.

  • 92 alfonso ibezdar cuenta del mundo humano como resultado de la imaginacincreadora individual y colectiva. Sin embargo, nuestra lectura no secentrar propiamente en el filsofo innovador, que sin duda fueCastoriadis, sino ms bien en el poltico revolucionario que nuncadej de ser y en el pensador de una democracia radical para el mundode hoy. Como lo sostiene Agapito Maestre en una presentacin desu figura, el legado decisivo de Castoriadis para el prximo sigloes que la poltica antitotalitaria, o sea, la democracia, es el lugarprivilegiado y determinante de la existencia autntica de la humanidad.Ese mbito o imaginario social muestra que la integracin polticade las sociedades se basa antes en el conflicto que en el consenso2.Ahora bien, para abordar su pensamiento poltico primero nosreferiremos a su experiencia de militancia en el grupo Socialismoo Barbarie, donde se sentarn las premisas y grmenes de suselaboraciones posteriores. Para luego adentrarnos en su proyectopoltico de autonoma individual y colectiva, que podra serconsiderado como el eje medular de su propuesta histrico-social,la cual desemboca, a su vez, en una reformulacin de la democracialibertaria. Y es que, como l mismo lo afirm, en mi trabajo, laidea de autonoma aparece muy pronto, de hecho desde el comienzo,y no como idea filosfica o epistemolgica, sino como ideaesencialmente poltica. Su origen es mi preocupacin constante,con la cuestin revolucionaria, la cuestin de la autotransformacinde la sociedad (DH, 413. Cf. FAF, 21).

    La crtica del capitalismo burocrticoPara Castoriadis, la humanidad se transforma a s misma en lahistoria, y por eso podemos asumir esta capacidad deautotransformacin en el sentido de la autonoma, de la libertad,de la democracia. Esta perspectiva de fondo es la que le hizooptar, desde muy joven, por la militancia poltica revolucionaria.Durante la Segunda Guerra Mundial, en Grecia ingresa al PartidoComunista haciendo la experiencia de sus polticas chauvinistas yestalinistas, que lo llevarn hacia la oposicin trotskista. A partirde 1945, ya en Francia, milita en el Partido ComunistaInternacional, conformando con Claude Lefort, un ao despus,una tendencia que sostiene que la sociedad rusa debe sercomprendida como una nueva formacin histrico-social, nicapitalista ni socialista, con la finalidad de luchar contra laburocracia. En 1948, esta tendencia rompe con el trotskismooficial para fundar el grupo y la revista Socialismo o Barbarie,imponindose la tarea del anlisis crtico de la sociedadcontempornea, la reelaboracin de la teora revolucionaria y elestablecimiento de un nuevo tipo de relacin con la clase obrera

  • 93castoriadis o el proyecto de autonoma democrticacon vistas a la praxis revolucionaria3. Contexto en el queCastoriadis ahonda en la cuestin rusa como un nuevo rgimende explotacin, ya que la posicin efectiva de la burocracia en lasrelaciones de produccin hace de ella una clase explotadora cuyopoder absoluto sobre el conjunto de la vida social es reforzado porel dominio de los medios de coercin. Como l mismo aclara, laposicin de clase de la burocracia se apoya en y est garantizapor- el monopolio de la utilizacin del aparato del Estado. En elEstado burocrtico llega a un punto culminante el fenmeno quecaracterizaba ya al imperialismo: la fusin, hasta desde un puntode vista personal, del poder econmico y del poder poltico4.

    Estos tempranos anlisis muestran que la sociedad burocrticano slo no es socialista, sino que haba que inscribirla en elmarco ms amplio de una teora global sobre el capitalismoburocrtico. Se trata de un nuevo rgimen social donde la divisinfundamental ya no es tanto entre los poseedores de los mediosproductivos y los otros, como entre aquellos que dirigen y los queejecutan. En medio de la modernizacin del capitalismo occidentalse da tambin la burocratizacin de la sociedad que provoca, almismo tiempo, la privatizacin de los individuos que se retiran a laesfera privada dejando la cosa pblica a los expertos y especialistas.Luego l introducir la distincin entre el capitalismo burocrticototal, y hasta totalitario, y el capitalismo burocrtico fragmentadoms propio de los pases industrializados occidentales. Pero enambos casos ocurre un desplazamiento de la contradiccinfundamental del capitalismo hacia la necesidad (para el capitalis-mo) de reducir a los trabajadores en simples ejecutantes, y suimposibilidad de funcionar si lo logra; su necesidad de realizarsimultneamente la participacin y la exclusin de los trabajadoresen lo relativo a la produccin (CMR II, 49. Cf. SB I, 46). Msall de la esfera productiva, donde ocurre la alienacin de loobrero, sta se manifiesta en todos los niveles de la sociedad,donde la gestin burocrtica solicita la participacin de losejecutantes pero prohibindoles toda iniciativa importante. Sinembargo, esto no lo puede realizar totalmente sin un hundimientointegral del sistema.

    En tanto que racionalizacin impuesta desde el exterior, laburocratizacin implica una transformacin de los valores ysignificados que fundan la vida social, cada vez ms reducidos a larazn capitalista de la mxima produccin. Aqu tocamos lavertiente subjetiva del fenmeno porque cada rgimen social tiendea fabricar el tipo de personalidad humana que conviene a su propiareproduccin. La alienacin de los hombres en el trabajo sercompensada por la elevacin del nivel de vida y toda iniciativa

  • 94 alfonso ibezser abandonada a la jerarqua burocrtica. La filosofa de estapesadilla climatizada se resume para Castoriadis en la consumacinpor la consumacin en la vida privada y la organizacin por laorganizacin en la vida pblica (CMR II, 140-141). Felizmenteque la realizacin integral de este proceso de escisin entredirigentes y ejecutantes en el conjunto de la vida social no deja deencontrar mltiples obstculos, en especial la resistencia y protestade los individuos y grupos en los distintos mbitos de la sociedad,que tambin atraviesa al mismo aparato burocrtico. No obstante,Castoriadis se ve obligado a reconocer la relativa integracin delmovimiento obrero y la desaparicin constante de la actividadpoltica del proletariado, lo cual le induce a repensar el proyectorevolucionario en nuevos trminos que abarque otros actores eimplique a todos los aspectos de la vida de los hombres. Elmovimiento revolucionario escribe l- debe aparecer por lo quees: un movimiento total concernido por todo lo que los hombreshacen y soportan en la sociedad, y ante todo en su vida cotidianareal (CMR II, 189).

    El cuestionamiento de Marx y el marxismoJunto con esta lectura del capitalismo moderno, Castoriadis seintroduce en un camino que le conducir desde una posicincrtica marxista hacia la crtica interna y rigurosa de la concepcinmaterialista de la historia, llegando a una ruptura neta con elmarxismo en los aos sesenta. Y no slo por razones empricas,pues algunas previsiones de Marx no se haban cumplido, como elacrecentamiento de la tasa de explotacin o la pauperizacin de lapoblacin, sino tambin por motivos tericos. Desde el punto devista econmico pone de relieve que esta teora, que pretendedescubrir las contradicciones insuperables del sistema a travs deleyes constantes de su devenir, se apoya en variables centralesque son indeterminadas. Es el caso del progreso tcnico, pero msan el de la tasa de explotacin que depende de la lucha de lostrabajadores con respecto al salario real y su evolucin, que no esdeducible cientficamente. Detrs del enunciado de leyeseconmicas del capitalismo estara el supuesto de la transformacincompleta de los obreros en valores de uso, es decir, en cosas, locual pone en evidencia la imposibilidad de este tipo de teoraeconmica que se basa en leyes objetivas segn el modelo de lasciencias naturales. Por ello seala que la idea filosfica de Marx:que el capitalismo consigue efectivamente enajenar y reificarcompletamente al proletariado, filosficamente insostenible, tieneadems consecuencias polticas inaceptables (SB I, 42) .

  • 95castoriadis o el proyecto de autonoma democrticaDesde el punto de vista histrico y poltico, teniendo muy en

    cuenta el estalinismo y sus amplias repercusiones, llega a laconclusin de que la teora marxista ha sufrido un proceso deideologizacin. Pues si bien al comienzo anim un movimientopoltico revolucionario, y esa es su verdad histrica, ella se haconvertido finalmente en una ideologa en el sentido mismo queMarx daba a este trmino: un conjunto de ideas que se remite auna realidad no para esclarecerla y transformarla, sino para velarlay justificarla en el imaginario (IIS, 15). De ah que ya no sea unateora revolucionaria viviente capaz de comprender y transformarla historia. Pero de manera ms radical todava, hay que rechazarla teora de la historia marxista en tanto que determinismoeconmico-tcnico que, basada en una evolucin socio-centrista,somete la historia entera a categoras que slo tienen sentido parala sociedad capitalista desarrollada. Debajo de ello se puede encontraruna filosofa de la historia que es un racionalismo objetivista, entanto que visin finalista y teleolgica que se da de antemano lasolucin de todos los problemas que plantea: La necesidad histricade la que habla (en el sentido que esta expresin ha tenidocorrientemente, precisamente de un encadenamiento de hechosque conduce la historia hacia el progreso) no difiere en nada,hablando filosficamente, de la Razn hegeliana. En los dos casosse trata de una alienacin propiamente teolgica del hombre. UnaProvidencia comunista, que habra arreglado la historia convistas a producir nuestra libertad, no deja de ser una Providencia(IIS, 73).

    Castoriadis sostiene que en el mismo Marx aparecen doselementos que estn en tensin e incluso contrapuestos entre s:el elemento crtico-revolucionario, que tiene muy en cuenta quelos hombres son los sujetos protagnicos de la historia, y el tericoespeculativo. Lo que sucede es que el segundo va adquiriendopaulatinamente la primaca, haciendo del marxismo un sistematerico cerrado y acabado, exterior y superior a la prctica, quequeda reducida a simple aplicacin (Cf. IIS, 77-76; DH, 74-75).Lo cual slo es comprensible dentro del contexto cultural de lapoca de Marx, y mucho ms de sus seguidores. De ah tambinque la degeneracin burocrtica del movimiento comunista remita alresurgimiento de modelos organizativos capitalistas, como el partidoleninista o la conviccin de los bolcheviques de que el nicosistema de produccin eficaz y racional era el capitalista5. Portanto, l concluye que el marxismo como racionalismodeterminista pertenece an al mundo heredado y constituye unobstculo para la va revolucionaria, enfrentndose a la siguientedisyuntiva: Haba que escoger entre permanecer marxistas y

  • 96 alfonso ibezpermanecer revolucionarios; entre la fidelidad a una doctrina queya no anima desde hace largo tiempo una reflexin ni una accin,y la fidelidad al proyecto de una transformacin radical de lasociedad. Desde entonces, Castoriadis rompe definitivamente conel universo de pensamiento de Marx, pero eso no le impideinspirarse en lo ms valioso de su aporte, pronto ahogado por lmismo, como es el intento de reintroducir la teora en la prcticahistrica, no slo para interpretar el mundo sino para transfor-marlo. Al respecto escribe que la poltica no es la concretizacinde un Saber absoluto, ni tcnica, ni la voluntad ciega de no sesabe qu; pertenece a otro dominio, el del hacer, y a ese modoespecfico del hacer que es la praxis6.

    La redefinicin del socialismoEste disidente esencial, como ha sido calificado por uno de suscomentaristas, no niega por negar, sino dentro de un movimientode afirmacin creadora. Hablando de Hannah Arendt dir en unaocasin que es la experiencia del totalitarismo, y el hundimientoconcomitante de la mirada liberal como tambin de la miradamarxista, la que ha conducido a Hanna Harendt a buscar unnuevo referente para pensar la poltica (DH, 201). De modosemejante, la crtica tanto del capitalismo burocrtico como delmovimiento obrero burocratizado, le impulsar a plantear unanueva alternativa a partir de los rganos autnomos de lostrabajadores para repensar el proyecto socialista. Ello supone lasocializacin de las funciones de direccin, nica manera de evitarla aparicin de capas separadas de dirigentes, como lo autonomadel proletariado que debe acceder a la conciencia socialista atravs de su propia experiencia. Al respecto subraya que elcontenido del socialismo es precisamente esta actividad creadora delas masas que ninguna teora ha podido nunca ni podr jamsanticipar (EMO I, 171). De ah la importancia fundamental quedar a la formulacin de Marx cuando aseveraba que laemancipacin de los trabajadores ser obra de los mismostrabajadores, tratando de sacar todas las consecuencias tericas yprcticas. Teniendo muy presente que la alienacin de los hombresocurre en los diversos dominios de su actividad, sostiene entoncesque la transformacin socialista no puede limitarse al poder y laproduccin, sino que debe abarcar de arranque a todos losaspectos de la vida social.

    El socialismo tendr que dar un nuevo sentido al trabajo y ala vida en general, comenzando por la actividad productiva: Laautonoma no significa nada si no es gestin obrera, es decirdeterminacin por los trabajadores organizados de la produccin

  • 97castoriadis o el proyecto de autonoma democrticaa la escala tanto de la empresa particular como de la industria y laeconoma en su conjunto (CS, 125). De modo que la gestincolectiva no se puede realizar sin un cambio en la forma y elcontenido del trabajo, que deber volverse comprensible y controlable,especialmente por medio de una amplia informacin que es lacondicin de la democracia directa como poder de decidir por smismo con pleno conocimiento de lo que est en juego. Pensando enlas empresas autogestionadas, Castoriadis se refiere a la fbrica deplanes como un dispositivo tcnico que facilitara la planificacindemocrtica, as como a la necesidad de la reunificacin de lasfunciones de direccin y ejecucin con una igualacin de salarios.Por lo dems, l est convencido de que la tcnica capitalista no esneutra y que por tanto habra que acometer igualmente latransformacin de la estructura tecnolgica del trabajo, a fin deposibilitar una verdadera gestin colectiva. Para ello hay que tenermuy en cuenta que esta democracia directa indica toda la extensinde la descentralizacin que la sociedad socialista ser capaz derealizar. Pero, al mismo tiempo, tendr que resolver el problemade la integracin sin la cual la vida de una nacin se hundira deinmediato (CS, 120).

    As es como en la tradicin consejista, de la cual AntnPannekoek fue una de sus figuras ms sobresalientes, Castoriadisconcibe la gestin colectiva de la vida social en y por el poderuniversal de los consejos de trabajadores. Contexto en el que elpoder de la sociedad se inscribe dentro de la red global de losconsejos, de modo que el Estado deviene una empresa administrativasometida a la Asamblea Central de los Consejos y del Gobierno delos Consejos, instituciones que son la emanacin de los organismosde base y cuyos delegados son elegidos y revocables en cualquiermomento7. Pues como l enfatiza, decidir significa decidir unomismo; decidir quien debe decidir ya no es ms decidir (CS,118), dando a entender que la forma ms completa de democraciaes precisamente la democracia directa. Ante la emergencia siempreposible de tendencias burocrticas, se hace indispensable que lapoblacin en su conjunto ejerza el poder y quiera hacerlo, lo cualplantea a su vez un problema de fondo: Tendrn los hombres lacapacidad de encargarse y de resolver sus propios problemas?Aqu se pone de manifiesto la cuestin de la autonoma que ya nolo abandonar ms, sobre todo porque a partir del comienzo delos aos sesenta l considera que la perspectiva revolucionariatiene que transformarse y ampliarse, asumiendo el problema globaly multiforme de la sociedad que concierne a todas las categoras deindividuos. En un contexto cada vez ms adverso, marcado por laapata de los trabajadores y la privatizacin de los individuos,

  • 98 alfonso ibezaunque se originen nuevas formas de protesta social, a finales de1965 Castoriadis propone a los integrantes del grupo Socialismoo Barbarie dar trmino a la experiencia para dedicarse a repensaren profundidad la cuestin revolucionaria8.

    La autoinstitucin de la sociedadHabiendo tomado una distancia definitiva de la concepcinmaterialista de la historia, Castoriadis se coloca una vez ms, y noscoloca junto con l, ante las encrucijadas del laberinto humano.Pues superando la visin racionalista hegeliano-marxista, haba quehacerse una nueva idea de la sociedad y de la historia, que es dedonde brotar su gran libro sobre La institucin imaginaria de lasociedad. En efecto, cuestionando el conjunto de categoras de lafilosofa heredada, l sostiene que la lgica y la ontologa greco-occidentales, asentadas en un presupuesto identitario por el cualser significa ser (pre)determinado, han ocultado la historiahumana en tanto que creacin y gnesis ontolgica incesante.Evitando la falsa alternativa entre un enfoque diacrnico y unosincrnico, l seala que lo social-histrico, que no es la adicinindefinida de individuos o de redes intersubjetivas, ni su simpleproducto, es por un lado, estructuras dadas, instituciones y obrasmaterializadas que pueden ser materiales o no-; y por otro, loque estructura, instituye, materializa la unin y la tensin de lasociedad instituyente y de la sociedad instituida, de la historiahecha y de la historia que est hacindose (IIS, 148). De tal modoque lo que instituye remite a un componente que excede a todadeterminacin funcional y reenva al imaginario radical comopotencia de posicin de significaciones, que est en accin tanto enla psique individual, en tanto que imaginacin radical, como enla sociedad instituyente en tanto que imaginario social. Y staltima se halla en la raz de las significaciones imaginariassociales, que son las que proporcionan un sentido y unaarticulacin coherente a la sociedad y al mundo, a las cosas y alos individuos.

    Si bien la sociedad es autocreacin que se despliega en la historia,sucede que por lo general no lo sabe ni lo hace conscientemente,instaurando su peculiar autoocultacin alienante: En las sociedadesheternomas, es decir, en la inmensa mayora de las sociedadesque existieron hasta ahora esto es, casi todas-, encontramos(institucionalmente establecida y sancionada) la representacin deuna fuente de la institucin de la sociedad que est fuera de lasociedad: los dioses, Dios, los antepasados, las leyes de la Naturaleza,las leyes de la Razn, las leyes de la Historia. En otras palabras,encontramos la representacin impuesta a los individuos de que la

  • 99castoriadis o el proyecto de autonoma democrticainstitucin de la sociedad no depende de ellos, de que losindividuos no pueden establecer ellos mismos su ley (DH, 315).Como es lgico, estas significaciones imaginarias que producen laautoocultacin y heteronoma humana tienden a impregnar elconjunto de la vida social, alcanzando una concrecin en susdiversas instituciones. Ya que una vez establecidas, stas seindependizan, adquieren una inercia y una lgica propias que vanms all de sus propias funciones y fines, terminando por hacerque la sociedad se ponga al servicio de las instituciones. Esto esparticularmente relevante en el campo poltico, por lo cual unasociedad autnoma es inconcebible sin la destruccin del Estadocomo aparato burocrtico separado de la sociedad y dominndola.Pero una sociedad autnoma tendr tambin que gobernarse ylegislar sobre s misma (DH, 115).

    Se entiende, por consiguiente, que Castoriadis tematice lohistrico-social no slo por motivos filosficos, sino tambin conla intencin de elucidar la cuestin de la autotransformacin socialcontempornea. Sin descuidar el peso de lo ya instituido, queciertamente es enorme, el proyecto de autonoma debe apuntar a lainstauracin de un nuevo modo de instituirse y a una nuevarelacin de los individuos y de la sociedad con la institucin. Porello el problema de la revolucin consiste, fundamentalmente, enlograr que la sociedad se reconozca como la fuente de su propiaalteracin creadora y que ella se instituya explcitamente: El nicocontenido posible del proyecto revolucionario es la bsqueda deuna sociedad que sea capaz de modificar en todo momento susinstituciones. La sociedad postrevolucionaria no ser simplementeuna sociedad autodirigida; ser una sociedad que se autoinstituyeexplcitamente, y no de una vez para siempre, sino de modocontinuo9. Dadas las ambigedades terminolgicas, pero sobretodo las distorsiones histricas del socialismo real, Castoriadisprefiere hablar desde entonces del proyecto de una sociedad quese articula en torno a la idea de autonoma (autos-nomos: unomismo-ley). Es decir, que est regida por las leyes que se da a smisma, lo cual supone una mutacin radical con respecto a todaslas formas de heteronoma social-histrica. Sin embargo, esto serverdaderamente posible?

    El proyecto de autonomaEn una conversacin con Castoriadis, en 1996, Octavio Paz afirmque actualmente vivimos en una suerte de espacio vaco provocadopor el gran fracaso histrico del liberalismo clsico, con su ideadel progreso, y de las esperanzas del marxismo. Pero aadi queal respecto Castoriadis ha dicho algo que considero importante.

  • 100 alfonso ibezHa hablado de sociedades heternomas y sociedades autnomas. Setrata de una idea en discusin, pero muy fecunda. l deseara,pues (como yo, como todo el mundo), eso que llama una sociedadautnoma, es decir, una sociedad fundada por ella misma yconsciente de que la fundadora es ella misma, y no un agenteexterno, un dios, una idea (II, 52). Motivo por el cual la ideade autonoma no es una construccin racional ni la descripcin deun hecho natural, sino ms bien el ncleo, o mejor an, elmagma de significaciones imaginarias sociales que son unacreacin histrica y se concretizan en disposiciones, actitudes,comportamientos individuales, interindiduales y colectivos.Inseparablemente ontolgica y poltica, ella designa la apertura, elcuestionamiento de s mismo ligado a la capacidad de la sociedad yde los individuos de cuestionar lcidamente las leyes, la instituciny las significaciones de la sociedad. Por ello Castoriadis, en unaconferencia-debate con Daniel Cohn-Bendit, en 1980, exclam:Una poltica revolucionaria hoy en da es en primer lugar y antetodo el reconocimiento de la autonoma de las gentes, es decir, elreconocimiento de la misma sociedad como fuente ltima decreacin institucional (EA, 50).

    Ahora bien, esta nueva aproximacin a la cuestin de la libertad,en tanto que libertad ante las instituciones sociales, nos remite a laresignificacin que l hace de la nocin de praxis. En efecto,llamamos praxis a este hacer en el cual el otro o los otros sonvistos como seres autnomos y considerados como el agente esencialdel desarrollo de su propia autonoma se podra decir que parala praxis la autonoma del otro o de los otros es a la vez el fin y elmedio; la praxis es lo que apunta al desarrollo de la autonomacomo fin y utiliza con este fin a la autonoma como medio.Comienzo, fin, medio, la praxis no se reduce a la aplicacin de unsaber preestablecido, sino que es un proceso creador cuyo objetivoes lo nuevo y donde elucidacin y transformacin de lo realprogresan en un condicionamiento recproco. Es una modalidaddel hacer humano que, considerando a los otros como seres quepueden ser autnomos, intenta ayudarlos a devenir autnomos. Porello el psicoanlisis, la pedagoga y la poltica, esas tres profesionesimposibles segn la expresin de Freud, son eminentementeprctico-poiticas, encaminadas al despliegue de la praxis comoauto-transformacin. Especialmente la poltica revolucionaria quees una praxis que se da como objeto la organizacin y la orienta-cin de la sociedad con vistas a la autonoma de todos y reconoceque sta presupone una transformacin radical de la sociedad queslo ser posible por el despliegue de la actividad autnoma de loshombres (IIS, 103 y 106). Resulta as que la autonoma, y la

  • 101castoriadis o el proyecto de autonoma democrticapraxis, no es un dato de la naturaleza humana. Ella emerge comocreacin social-histrica, ms precisamente como creacin de unproyecto que se encuentra en parte ya realizado (FAF, 62).

    Como ya se mencion, la institucin de la sociedad tiende aencubrir el caos, el abismo sin fondo del que proviene, ocultandola metacontingencia del sentido, en tanto que las significacionese instituciones que crea no tienen ningn fundamento absoluto.A la inversa, una sociedad autnoma se auto-instituye explcita ylcidamente, sabiendo que ella misma pone sus instituciones ysignificaciones sin ninguna garanta extra-social. Y si bien en todasociedad instituida existe un infra-poder implcito muy poderoso,requiere tambin de un poder explcito que pueda emitir rdenessancionables a fin de asegurar el orden social. Castoriadis proponellamar lo poltico a este poder explcito, que no hay que confundircon el Estado, pues como dice l hasta las sociedades sin Estadono son sociedades sin poder. Ello le da la oportunidad deredefinir a la poltica como una actividad colectiva reflexiva ylcida que apunta a la institucin global de la sociedad Asconsiderada, la poltica es un momento y una expresin delproyecto de autonoma; ella no acepta pasiva y ciegamente lo queya est ah, lo que ha sido instituido, sino que lo cuestiona (FP,129-130). Si bien siempre ha existido lo poltico, no as la poltica,pues es una creacin histrica que se remonta a la Grecia antiguay resurge en la modernidad occidental: La creacin por los griegode la poltica y de la filosofa es la primera emergencia histricadel proyecto de autonoma colectiva e individual. Si queremos serlibres, debemos hacer nuestro nomos. Si queremos ser libres, nadiedebe decirnos lo que debemos pensar. La poltica entonces no essimplemente el poder, sino la praxis orientada a crear lasinstituciones que permitan a los individuos y a las colectividadesuna autorreflexividad y una participacin cvica mximas. Por ellose ocupa de crear las instituciones que, interiorizadas por losindividuos, faciliten lo ms posible su acceso a su autonomaindividual y su posibilidad de participacin efectiva en todo elpoder explcito existente en la sociedad (MM, 129 y 138). Aqu laautonoma se muestra como un proyecto que busca la formacindel poder instituyente y su explicitacin reflexiva, lo cual implicala reabsorcin de lo poltico por la poltica.

    La creacin de la democraciaLa poltica de autonoma supone condiciones objetivas, como laconfiguracin de instituciones que la hagan viable, pero ms ande condiciones subjetivas, de sujetos individuales y colectivos quela lleven a cabo. En la psique individual, la autonoma consiste en

  • 102 alfonso ibezel establecimiento de una relacin activa entre consciente einconsciente, entre lucidez e imaginacin radical. En tal sentido,Castoriadis se atrevi a complementar la frmula de Freud dondeestaba el ello, yo debo sobrevenir con su opuesta simtrica:donde estoy yo, el ello debe surgir, en tanto que pozo sinfondo de creatividad. A nivel colectivo la autonoma equivale a lacreacin de un ser humano capaz de reflexibilidad y de voluntad,a la existencia de un ciudadano activo y responsable. Por eso seinterroga con insistencia: Los humanos tienen la capacidad ysobre todo la voluntad de autogobernarse?... Ellos quieren serverdaderamente seores de s mismos? Es que plantear elproblema de una nueva sociedad conlleva tambin el problema deuna creacin cultural extraordinaria10. Sin embargo, esteproyecto poltico no es una construccin terica abstractasuspendida en el aire, porque el proyecto de autonoma emerge enla historia en y por la creacin de la democracia. Tiene, pues,unas races muy profundas: Grecia es el locus social-histricodonde se cre la democracia y la filosofa y donde, porconsiguiente, estn nuestros propios orgenes. Motivo por el cualprecisa que cuando el demos instaura la democracia hace filosofa:plantea la cuestin del origen y del fundamento de la ley. Y asabre un espacio pblico, social e histrico de pensamiento, en elque hay filsofos que durante mucho tiempo (hasta Scrates)continan siendo ciudadanos. Y fue despus del fracaso de lademocracia, de la democracia ateniense, cuando Platn elabora porprimera vez una filosofa poltica que est por entero fundada enel desconocimiento y la ocultacin de la creatividad histrica de lacolectividad11.

    Si la poltica apunta a la autoinstitucin global de la sociedad,la democracia es el rgimen que la hace factible en la historia.Castoriadis se compenetra por ello con la democracia de Atenasentre los siglos VIII y V, pero no como un modelo a copiarsino como un germen inspirador. Ya que en esta polis lacomunidad de ciudadanos se proclama soberana y se rige por suspropias leyes, afirmando la igualdad poltica de todos los hombreslibres. Es verdad que se excluye al mismo tiempo a las mujeres,extranjeros y esclavos, lo cual nos resulta hoy inaceptable, perono por principio. De cualquier modo, la igualdad de los ciudada-nos no se agota en una igualdad ante la ley, pues ella exige unaparticipacin generalizada en los asuntos pblicos, alentada porreglas formales y por el ethos de la ciudad. Esta participacinse materializa en la asamblea del pueblo, en la ecclesia, que esel cuerpo soberano que legisla y gobierna, pero a su vez en lostribunales donde los miembros de los jurados son designados por

  • 103castoriadis o el proyecto de autonoma democrticasorteo. En esta democracia directa el pueblo aparece por oposicina los representantes, pues desde el momento en que hayrepresentantes permanentes, la autoridad, la actividad y lainiciativa poltica son arrebatadas al cuerpo de los ciudadanospara ser asumidas por el cuerpo restringido de los representantes,quienes las emplean a fin de consolidar su propia posicin.Igualmente, el pueblo est en oposicin a los expertos, ya quela idea dominante de de que existen expertos en poltica, esdecir, especialistas en cosas universales y tcnicos de la totalidad,vuelve irrisoria la idea misma de democracia. La sabidura polticacompete a la comunidad poltica que, adems, est contrapuesta alEstado en tanto que institucin distinta y separada del cuerpode los ciudadanos. Esta idea hubiera sido incomprensible paraellos, ya que en griego antiguo ni siquiera existe la palabra Estado(DH, 288-291). Por otro lado, el hecho de que la ecclesiadecida sobre las cuestiones gubernamentales de importanciaasegura el control del cuerpo poltico sobre los magistradoselegidos por sorteo o rotacin, as como el revocar sus poderesen todo momento.

    Pero antes de las decisiones ltimas de la ecclesia est ladiscusin libre, el intercambio de la palabra, la interrogacin sinfin sobre los asuntos de inters para todos los ciudadanos, pues lapoltica no es una ciencia o episteme, sino que atae ms bien ala doxa, a la confrontacin de las opiniones y a la formacin deuna opinin comn. De ah la importancia de la invencin de unespacio pblico, del gora, que por definicin pertenece atodos y es una dimensin bsica de la paideia en tanto queeducacin continua e integral en y para la participacin polticaresponsable. Mucho ms cuando en una democracia el pueblopuede hacer cualquier cosa y debe saber que no debe hacer cualquiercosa, ya que ello le puede conducir a la hybris o desmesura,como de hecho sucedi en la cada de Atenas. Es que la democraciaes el rgimen de la autolimitacin pero tambin de la libertad, delriesgo histrico. Por ello se implant un procedimiento por mediodel cual un ciudadano cualquiera poda hacer una acusacin deilegalidad contra una decisin ya tomada: el demos apelaba pues aldemos contra s mismo. Adems estaba la tragedia que se encargabade recordar que el ser es caos, que el caos se presenta para elhombre como ausencia de orden, pero que el caos tambin estdentro del hombre mismo como hybris. Razn por la cual laconcepcin sustantiva de la democracia se manifiesta netamente enla Oracin fnebre de Pericles cuando sostiene que el objeto dela institucin de la polis es la creacin de un ser humano, elciudadano ateniense, que existe y que vive en la unidad y por la

  • 104 alfonso ibezunidad de estos tres elementos: el amor y la prctica de la belleza,el amor y la prctica de la sabidura, el cuidado y la responsabilidaddel bien pblico, de la colectividad, de la polis (DH, 296-305).

    La autonoma democrticaLejos de quedarse fijado nostlgicamente en este precedentehistrico tan significativo, a Castoriadis le sirve para reinsertar almovimiento obrero, del cual haba partido su reflexin, dentro deuna herencia y una larga tradicin. As, el proyecto de autonomademocrtica aparece como una creacin permanente que, habiendonacido en la antigua Grecia, es retomado en la modernidadoccidental por el movimiento intelectual y poltico que culmina enla Ilustracin y la Revolucin francesa. De tal manera que lagrandeza y la originalidad de la Revolucin francesa se hallan, ami juicio, justamente en aquello que se le reprocha tan a menudo:que tiende a cuestionar, por derecho, la totalidad de la institucinexistente de la sociedad (MM, 156). Pero la historia no se detieneah porque, desde el comienzo del siglo XIX, el proyectoemancipatorio es prolongado por el movimiento obrero queextiende su significacin y alcance democrtico mediante la idea dela Repblica social: La crtica del orden instituido y lareivindicacin democrtica atacan no slo al rgimen poltico enel sentido estrecho, sino tambin a la organizacin econmica, a laeducacin o a la familia (CS, 28). Este proceso de ensanchamientoy profundizacin del proyecto histrico de autonoma, que hamarcado a los dos ltimos siglos, llega hasta nosotros a travs delos nuevos movimientos sociales. Ya que si bien el movimientoobrero cuestion el conjunto de la organizacin social, dej en lasombra aspectos decisivos de la autoridad y la dominacin, queahora son afrontados por los movimientos de mujeres, de jveneso de las minoras tnico-culturales, en otras esferas de la vidasocial. Lo que el movimiento ecolgico ha cuestionado, por sulado, es la otra dimensin: el esquema y la estructura de lasnecesidades, el modo de vida el movimiento ecolgico aparecicomo uno de los movimientos que tienden hacia la autonoma dela sociedad12. La genealoga de esta rica experiencia muestra quese ha ido produciendo una radicalizacin de la problemticademocrtica, que es la que unifica concretamente a los diversosmovimientos emancipadores, o al menos es la interpretacin quepuede conferir una unidad a esta constelacin de luchas ydemandas sociales. Y cada vez que en la historia moderna unacolectividad poltica entr en un proceso de autoconstitucin y deautoactividad radicales, la democracia directa fue redescubierta oreinventada: consejos comunales (town meeting) durante la

  • 105castoriadis o el proyecto de autonoma democrticaRevolucin Norteamericana, secciones durante la RevolucinFrancesa, Comuna de Paris, consejos obreros o soviets en su formainicial (DH, 288).

    De modo que la tradicin del proyecto de autonoma se confundecon la de la democracia, en una historia un tanto intermitentepero que siempre se refiere a la comunidad poltica de loshombres libres e iguales. Dos valores centrales que no deben estarmeramente en las interioridades subjetivas, ni confinados en unespacio particular, sino que deben desplegarse concretamente en laefectividad histrica. En contra del recurrente planteo liberal, paraCastoriadis estos valores no estn en oposicin porque soninseparables y complementarios, al punto de decir que slo loshombres iguales pueden ser libres y slo los hombres librespueden ser iguales. Como la idea de una sociedad sin ningnpoder es una ficcin incoherente, la cuestin de la libertad tieneque ver con la igual participacin de todos en el poder: Lalibertad en una sociedad autnoma se expresa por estas dos leyesfundamentales: no hay ejecucin sin la participacin igualitaria enla toma de decisin. No hay ley sin la participacin igualitaria enla posicin de la ley. Una colectividad autnoma tiene por divisa:nosotros somos aquellos que tenemos por ley el darnos nuestras propiasleyes (CS, 18-26. Cf. DH, 318-319). Perspectiva desde la cual sehace imposible cualquier dominacin de un grupo particular, ypor ello en asociacin con la libertad y la igualdad aparece elvalor de la justicia. Pero no como una sustancia definida de unavez por todas, ya que nunca habr una transparencia socialcompleta, sino como la expresin de una interrogacin abierta ysin fin: Una sociedad justa no es una sociedad que ha adoptado,de una vez por todas, leyes justas. Una sociedad justa es unasociedad donde la cuestin de la justicia permanece constantementeabierta. Dicho de otra manera, donde siempre hay la posibilidadsocialmente efectiva de interrogacin sobre la ley y el fundamentode la ley (CS, 41). Y esta posicin, digmoslo de paso, se halla enplena afinidad con su nocin de verdad, que no es la posesinsegura de una certeza o la correspondencia con alguna cosa, puesla verdad es el movimiento de ruptura de una clausura despusde otra (MI, 180).

    Ahora bien, la justicia es una significacin poltica que no sepuede reducir a una acepcin estrechamente poltica de la demo-cracia, pues para Castoriadis, a diferencia de Hannah Arendt, lacuestin social es eminentemente una cuestin poltica, yviceversa. Por ello la democracia no se puede contentar con unastransformaciones simplemente jurdico-polticas, constitucionales oformales, ya que ante todo tiene que ver con las condiciones

  • 106 alfonso ibezconcretas del ejercicio de la ciudadana democrtica. Es que laautonoma implica el rechazo de todo lmite exterior, de todaautoridad trascendente para poder actuar libremente. Pero frente aesta apertura radical de posibles, que incluye la posibilidad delabismo, una sociedad autnoma no conoce otra limitacin que laautolimitacin. Por ello habr de favorecer la actividadinstituyente, introduciendo al mismo tiempo la mxima capacidadde reflexividad, a travs de las instituciones y de una paideiapertinentes. Porque se quiere la autonoma para poder hacercosas, pero qu cosas? Lo cual se relaciona con los valoressustantivos que orientan la accin y que, en definitiva, tienen quever con colocar al ser humano como ltima finalidad: Hay queterminar con las transformaciones del mundo y las obrasexteriores y hay que considerar como finalidad esencial nuestrapropia transformacin. Podemos encarar la posibilidad de unasociedad que no tenga como finalidad la construccin de pirmi-des, ni la adoracin de Dios, ni el dominio y la posesin de lanaturaleza, sino que tenga como finalidad el ser humano mismo(ciertamente en el sentido en el que dije antes que el ser humanono sera humano si no fuera ms que humano). Ah los diversosmovimientos emancipadores, como herencia viviente, puedenservir de fuente inspiradora, as como el germen griego queapuntaba a la creacin de seres humanos que viven con labelleza, que viven con la sabidura y que aman el bien comn(DH, 259 y 306).

    La democracia libertariaA estas alturas ya debera quedar claro que el proyecto deautonoma se concretiza en el rgimen social y poltico quequisiramos denominar como una democracia libertaria, aunquesin evocar a la corriente anarquista, porque no se trata justamentede prescindir de las instituciones, del poder o de la ley. No es seguroque l hubiera aceptado este apelativo de libertario, pero no cabeduda de que su democracia participativa apunta a instaurarinstituciones, normas o leyes, que propicien el poder creador de laautodeterminacin de una comunidad libre-igualitaria, es decir,la emancipacin humana. En los aos cincuenta, como ya sealudi a ello, Castoriadis piensa en la gestin colectiva de la vidasocial por medio de la organizacin socio-poltica consejista, entanto que formas de autogestin y autogobierno desde lo localhasta lo global. l mantendr este punto de vista fundamental deuna eficiencia democrtica directa, con la salvedad de que ya no sereferir slo al protagonismo de los trabajadores, sino que elportador de este proyecto ser el conjunto de la poblacin: En

  • 107castoriadis o el proyecto de autonoma democrticaun proyecto de autonoma y democracia, es la gran mayora de loshombres y mujeres que viven en la sociedad quienes son la fuentede la creacin, el depositario principal del imaginario instituyentey que deben devenir los sujetos activos de la poltica explcita(MM, 105). Ahora bien, a finales de los aos ochenta haceimportantes precisiones, distinguiendo entre tres esferas de la vidasocial donde se juegan las relaciones entre los individuos y lacolectividad, entre ellos y con su institucin poltica: La esferaprivada, oiks; la esfera pblico/privada, gora; la esfera pblica/pblica, que en el caso de una sociedad democrtica llamar porbrevedad ecclesia. Si bien este enfoque tripartito puede servir parael anlisis de cualquier sociedad, l considera que la distincin,despliegue y articulacin de estas esferas se dio por primera vez enla polis griega. Sobre todo porque all, sin descuidar laindependencia de las otras esferas, se manifest la publicidad deuna ecclesia verdaderamente compartida por todos y cada unode los ciudadanos, que es donde se encuentra el ncleo de lademocracia: El devenir efectivamente pblico de la esferapblica/pblica implica que los poderes legislativo, judicial ygubernamental pertenecen efectivamente al pueblo y son ejercidospor l (FAF, 62-65).

    Por contraste con esta situacin, el totalitarismo es caracterizadocomo el intento de unificar a la fuerza estas tres esferas, y por laprivatizacin integral de la esfera pblica/pblica. Sin pretenderhacer una tipologa general de los regmenes polticos, tal vez loms interesante sea su manera de visualizar la emergencia ydesarrollo del Estado, ya sea del despotismo oriental, de lamonarqua absoluta o del Estado moderno. Perspectiva desde lacual subraya que si bien nuestras democracias contemporneaspretenden limitar al mximo o disminuir al mnimo la esferapblica/pblica, en realidad son sociedades profundamenteestatistas. Pero lo ms importante estriba en que las oligarquasliberales contemporneas comparten con los regmenes totalitarios,el despotismo asitico y las monarquas absolutas este trazo decisivo:la esfera pblica/pblica es de hecho, en su mayor parte, privada.No ciertamente en trminos jurdicos, pero s en los hechos, porquelo esencial de los asuntos pblicos es siempre el asunto privado delos diversos grupos o clanes que comparten el poder efectivo ydeciden tras bambalinas. Mientras que la primera condicin deexistencia de una sociedad autnoma de una sociedad democrtica-es que la esfera pblica/pblica se vuelva efectivamente pblica, sevuelva una ecclesia y no el objeto de apropiacin privada porgrupos particulares. Lo cual remite, a su vez, al problema de larepresentacin, que para Castoriadis es un tipo de alienacin

  • 108 alfonso ibezporque supone la transferencia de la soberana de los representadosa los representantes. Y como la poltica tiene que ver con elpoder, la divisin del trabajo en poltica significa la divisin entregobernantes y gobernados, entre dominantes y dominados. Por elloinsiste en que una democracia aceptar evidentemente una divisinde tareas polticas, no una divisin del trabajo poltico, es decir ladivisin fija y estable de la sociedad poltica entre dirigentes yejecutantes, la existencia de una categora de individuos cuyo rol,profesin, inters es el de dirigir a los otros. En consecuencia,ello le lleva al cuestionamiento de los partidos polticos, pues comoseala l, hablamos desde hace cuarenta aos del partido/Estadoen los pases totalitarios. Cierto, la situacin es sensiblementediferente en los regmenes liberales. Pero quin reflexiona elhecho de que el lugar efectivo del poder, para las decisiones queverdaderamente importan, en los regmenes liberales, son lospartidos? Las constituciones comunistas que afirmaban el roldirigente del partido eran, en este punto, ms sinceras. Y porqu la filosofa poltica borra la naturaleza esencialmenteburocrtica de los partidos polticos modernos e ignora que elpoder es ejercido ah por una estructura jerrquicaautocooptada? (FAF, 64-67. Cf. FP, 156-161).

    En una democracia libertaria hay que garantizar, dentro deciertos lmites legales, el libre desenvolvimiento del oiks y delgora, instituyendo una articulacin siempre en proceso dereelaboracin. Pero la esfera pblica/pblica no se define slo porrelacin a los individuos y la sociedad civil, que debe proteger,ya que es la instancia donde son discutidas y decididas las obras yempresas que conciernen y comprometen a la entera colectividad, yque no puede ni debe dejar a la iniciativa privada o pblica/privada.Por otro lado, como lo enfatiza l, ah donde hay capitalismo, nohay verdadero mercado, y ah donde hay mercado, no puedehaber capitalismo. Motivo por el cual una sociedad autnomainstaurar un verdadero mercado definido por la soberana de losconsumidores que decidirn, democrticamente, sobre la asignacinglobal de los recursos: No es concebible que instituya elautogobierno de las colectividades en todos los niveles de la vidasocial y que la excluya en las colectividades de produccin (FAF,70-72. Cf. FP, 174-175). Adems, Castoriadis se opone tajantementea una concepcin meramente procedimental de la democracia,que se origina en la crisis de los significados imaginarios queataen a las finalidades de la vida colectiva. Como l aclara, lafilosofa poltica contempornea como todo el ncleo que pasapor ciencia econmica- est fundada sobre esta ficcin incoherentede un individuo-sustancia, bien definido en sus determinaciones

  • 109castoriadis o el proyecto de autonoma democrticaesenciales fuera o antes de toda sociedad. Es sobre este absurdoque se apoyan necesariamente tanto la idea de la democraciacomo simple procedimiento como el pseudo-individualismocontemporneo (MI, 222). Pero el ser humano fuera de la sociedadno es nada, no puede existir ni fsica ni psicolgicamente, y esprecisamente en esa historia social donde ha surgido el proyectode autonoma, no en tanto que sociedad perfecta, sino como laaspiracin a una sociedad tan libre y justa como sea posible. Se haobjetado que esta visin conduce a una concepcin sustantiva de lafelicidad de los ciudadanos que fatalmente desembocara en eltotalitarismo, a lo cual responde que el objetivo de la poltica no esla felicidad, que es un asunto ms bien privado, sino la libertad:La libertad efectiva (no hablo aqu de la libertad filosfica) es loque llamo autonoma. La autonoma de la colectividad, que slo sepuede realizar a travs de la autoinstitucin y autogobierno explcitos,es inconcebible sin la autonoma efectiva de los individuos que lacomponen. De ah que la igual posibilidad efectiva de participacinpoltica de los ciudadanos en el poder requiera de la concesinefectiva a todos de las condiciones que la hacen factible, y antetodo de la paideia como punto arquimdico para la formacindel autntico ciudadano que, como lo deca maravillosamenteAristteles, es aquel que es capaz de gobernar y de ser gobernado.Y como ninguna sociedad puede existir sin una definicin de losvalores sustantivos compartidos, de los bienes sociales comunes,la democracia como rgimen es, al mismo tiempo, el rgimenque intenta realizar, tanto como se pueda, la autonomaindividual y colectiva, y el bien comn tal como es concebidopor la colectividad concernida13.

    El conformismo generalizadoCastoriadis, atento lector de la historia de Occidente en clave de lalucha que se da entre heteronoma y autonoma, no puede dejarde advertir el contexto problemtico que en el presente obstaculizala realizacin del proyecto de autonoma y de democracialibertaria. Ya en sus anlisis sobre el capitalismo burocrticohaba puesto de manifiesto que esta modernizacin estabaprovocando un proceso de despolitizacin de las gentes, unaapata de los ciudadanos y la privatizacin de los individuos.Tendencias que no han hecho ms que acentuarse en los ltimosdecenios, lo que le induce a establecer una nueva periodizacin dela modernidad en tres grandes momentos. La primera fasecorresponde a la emergencia de Occidente que va del siglo XIIal XVIII, en la cual ocurre un renacimiento del proyecto deautonoma despus de un eclipse de quince siglos. Luego viene la

  • 110 alfonso ibezpoca crtica moderna, que se extiende aproximadamente de1750 a 1950, la cual est caracterizada por la lucha, aunquetambin por la mutua contaminacin, de dos significacionesimaginarias: la autonoma y la expansin ilimitada del dominioracional, que tienen una convivencia ambigua bajo el techocomn de la Razn. Finalmente sucede la entrada de lassociedades occidentales en el retiro en el conformismo,preparado por las dos guerras mundiales, la emergencia deltotalitarismo, el hundimiento del movimiento obrero ladecadencia del la mitologa del Progreso (MM, 16-19). En elmundo moderno se da entonces la coexistencia conflictiva de dossignificaciones imaginarias sociales nucleares: el proyecto deautonoma, la lucha por la emancipacin del ser humano, y elproyecto demencial del capitalismo con su expansin ilimitada deun pseudo-dominio pseudo-racional, que desde hace tiempo hacesado de corresponder slo a las fuerzas productivas paraconvertirse en un proyecto global. De ah el imperialismo como suexpresin a la escala del planeta o el totalitarismo en tanto quepunto extremo de ese proyecto de dominacin, as como lafantstica autonomizacin de la tecno-ciencia que nutre la ilusinde omnipotencia (Cf. MI, 90; CL, 221-248).

    Todo lo cual ha conducido a una paulatina ruptura delequilibrio inestable entre esas dos significaciones imaginarias:El perodo presente es as bien definible como el retiro general enel conformismo. Conformismo que se encuentra tpicamentematerializado cuando centenas de millones de telespectadores sobretoda la superficie del globo absorben cotidianamente las mismasnimiedades, pero tambin cuando los tericos van repitiendo queno se puede quebrar la clausura de la metafsica greco-occidental(MM, 23). Este eclipse prolongado del proyecto de autonomamuestra la gravedad de la situacin porque, como seala l, unacosa es un capitalismo con oposicin y otra muy diferente undespliegue capitalista sin resistencia ni conflictos sociales y polticosfuertes, que incluso lo puede llevar a su propia descomposicin. Yen efecto, se va produciendo una crisis general de las institucionessociales donde se pierde el sentido del trabajo, de la poltica, de lasrelaciones familiares, de la educacin: Lo que est precisamente encrisis hoy da es la sociedad como tal para el hombre contemporneo.Paradjicamente asistimos, al mismo tiempo que a una hiper osuper-socializacin (factual y externa) de la vida y las actividadeshumanas, a un rechazo de la vida social, de los otros, de la necesidadde la institucin, etc El hombre contemporneo se comportacomo si la existencia en sociedad fuese una odiosa carga que slouna fastidiosa fatalidad le impide evitar (MI, 22). As es como la

  • 111castoriadis o el proyecto de autonoma democrticapoblacin se sumerge en la apata y la privatizacin, abandonando eldominio pblico a las oligarquas burocrticas, empresariales yfinancieras: Un nuevo tipo antropolgico de individuo emerge,definido por la avidez, la frustracin, el conformismo generalizado(lo que en la esfera de la cultura se llama pomposamente elpostmodernismo). Es que pareciera que el capitalismo hubieselogrado fabricar el tipo de individuo que le conviene:Perptuamente distrado, zapeando de un goce a otro, sin memoriay sin proyecto, listo a responder a todas las solicitudes de unamquina econmica que cada vez destruye ms la biosfera delplaneta para producir las ilusiones llamadas mercancas (FAF, 75).En el fondo, la descomposicin se nota sobre todo en la desaparicinde las significaciones, en la evaporacin casi completa de los valoresy del sentido de la existencia, que en ltimo trmino resulta altamenteamenazante para la supervivencia del mismo sistema.

    Desde el punto de vista poltico, el ascenso de la insignificanciase hace patente en la disolucin del conflicto social, poltico eideolgico, y en la decadencia de la creacin espiritual, ya que elmundo occidental cesa de meterse verdaderamente en cuestin,dando paso a una nueva forma de heteronoma que consiste enpensar y actuar segn la institucin y el medio social lo imponen.Al respecto indica que lo que hay es una especie de Nigarahistrico; no hay conspiracin, pero todo conspira en el sentidode que todo respira a la vez, todo respira en la misma direccin:la corrupcin que se ha vuelto sistmica; la autonomizacin de laevolucin de la tecnociencia, que nadie controla; naturalmente, elmercado, la tendencia de la economa, el hecho de que nadie sepreocupe de saber si lo que se produce sirve para algo sinonicamente si es vendible, o incluso ni siquiera eso, porque sise produce algo se har que sea vendible por medio de la publicidad14.Esto se expresa tambin en el sentimiento compartido de la faltade un proyecto histrico, en la fragmentacin de los sujetossociales y polticos, as como en la carencia de un proyecto globalalternativo. En cuanto al rgimen poltico actual, Castoriadisreconoce que estos regmenes de oligarqua liberal representan elcompromiso alcanzado por nuestras sociedades entre el capitalismopropiamente dicho y las luchas emancipadoras que han intentadotransformarlo o liberalizarlo; compromiso que garantiza, no seniega, no solamente libertades, sino ciertas posibilidades paraciertos miembros de las categoras dominadas (MI, 123. Cf. DH,88). Sin embargo, ello no le impide constatar que las pretendidasdemocracias occidentales son en realidad oligarquas liberalespseudo-representativas, que corresponden a una democraciavaciada de su sustancia por la oligarquizacin de la poltica, su

  • 112 alfonso ibezconfiscacin en provecho de grupos particulares y en detrimentodel cuerpo poltico. Agrega por ello que una de las mltiplesrazones por las cuales es risible hablar de democracia en lassociedades occidentales de hoy da es que la esfera pblica es ahde hecho privada, y esto tanto en Francia como en los EstadosUnidos o en Inglaterra (FP, 152. Cf. DH, 108). Por lo dems,todo esto viene acompaado por una constante des-educacinpoltica de los ciudadanos que los disuade de participar en losasuntos pblicos para dejarlos en manos de los expertos. En tal sentido,l comenta que se ha proclamado el triunfo de la democracia comoel triunfo del individualismo, pero este individualismo nopuede ser una forma vaca donde los individuos hacen lo quequieren, as como la democracia no puede ser simplementeprocedimental: Los procedimientos son cada vez llenados porel carcter oligrquico de la estructura social contempornea,como la forma individualista es llenada por el imaginario socialdominante, imaginario capitalista de la expansin ilimitada de laproduccin y el consumo (MI, 204).

    Un proyecto poltico para hoyEl cuadro que pinta Castoriadis de la crisis civilizatoria deOccidente no resulta muy alentador, pues todo lleva a pensar quese est pasando por una fase de inhibicin, por un momento deimpotencia creadora. No obstante, l estima que esas sociedadesno estn muertas y que la exigencia democrtica libertaria continatrabajndolas, aunque sea subterrneamente: As como laevolucin actual de la cultura est relacionada con la inercia ypasividad social y poltica que caracteriza nuestro mundo, as elrenacer de su vitalidad, si tiene que suceder, ser inseparable deun gran movimiento socio-histrico, que reactivar la democracia yal mismo tiempo le dar la forma y los contenidos que el proyectode autonoma exige (MI, 205). No en vano se es heredero de unalarga tradicin democrtica y revolucionaria que se remonta hastael germen griego, pero que a su vez es recreada en la modernidadcon sus propios aportes: Un cuestionamiento mucho ms radical,una universalizacin hasta cierto punto efectiva, no porque estrealizada, sino porque est planteada explcitamente comoexigencia. Mi conclusin es que hay que ir ms lejos que losgriegos y que los modernos. Nuestro problema es instaurar unaverdadera democracia en las condiciones contemporneas. Es queahora se quiere una democracia para todos, lo cual obliga a queesta universalizacin no permanezca formal e incompleta, sino quese convierta en una universalidad sustantiva: Esto slo puede serhecho poniendo en su sitio a los disfrutes, demoliendo la

  • 113castoriadis o el proyecto de autonoma democrticaimportancia desmesurada que ha tomado la economa en lasociedad moderna y ensayando la creacin de un nuevo ethos, unethos centralmente ligado a la mortalidad esencial del hombre15.Estamos aqu, pues, ante una interpretacin posible de la historiahumana, pero tambin frente a un desafo y una eleccin queimplica relanzar el proyecto de autonoma democrtica en nuestrasactuales circunstancias.

    Esta interpretacin condensa las mltiples experiencias yaspiraciones de los movimientos efectivos hacia la autonoma, delpasado y del presente, dentro de la elaboracin de un proyectopoltico global. Afirma por ello que debemos atrevernos a quererun futuro, no cualquier futuro, no un programa detenido, sinoese desarrollo siempre imprevisible y siempre creador, en cuyaformacin podemos participar a travs del trabajo y de la lucha, afavor de la creacin y contra aquello que pueda obstaculizarla(FP, 144). Como ya puede suponerse, los obstculos que aparecenson colosales, pero eso no le impide abrir el horizonte sealando lastareas que nos quedan por delante, pues la humanidad puede haceralgo mejor: No veo como una sociedad autnoma, una sociedadlibre podra instituirse sin un verdadero devenir pblico de laesfera pblica/pblica, una reapropiacin del poder por la colectividad,la abolicin de la divisin del trabajo poltico, la circulacin sintrabas de la informacin poltica pertinente, la abolicin de laburocracia, la descentralizacin ms extrema de las decisiones,el principio: no ejecucin de las decisiones sin la participacin enla toma de las decisiones, la soberana de los consumidores, elautogobierno de los productores acompaado de una participacinuniversal en las decisiones que comprometen a la totalidad, y deuna autolimitacin de la cual he esbozado ms arriba ciertos rasgosimportantes (FAF, 74). En la lgica de Castoriadis habra quemarginar a los partidos polticos, estableciendo una red horizontaly vertical de formas de autogestin y autogobierno hasta llegar a laescala planetaria, pues con frecuencia son los modos de larepresentatividad los que frenan la participacin ciudadana en latoma de decisiones. Al interior de esta dinmica de la constitucinde rganos colectivos autnomos y democrticos, que estn porinventarse histricamente, habra que apuntar a la reapropiacinde la economa por la poltica democrtica. Ya que la democraciasupone la igualdad en el reparto del poder y en las posibilidadesde participacin en el proceso de toma de decisin poltica. Esto esnaturalmente imposible cuando los individuos, grupos o burocraciasempresariales controlan los centros de un enorme poder econmicoque, particularmente en las condiciones modernas, se traduceinmediatamente en poder poltico16. Ms profundamente, y puesto

  • 114 alfonso ibezque una sociedad autnoma slo puede instaurarse por la actividadautnoma de la colectividad, habr que cuestionar los valores y lassignificaciones vigentes. Pues ella presupone que la pasin por lademocracia y por la libertad, por los asuntos comunes, tome ellugar de la distraccin, del cinismo, del conformismo, de lacarrera consumista. En resumen: presupone, entre otras cosas, quelo econmico cese de ser el valor dominante o exclusivo. A locual aade: El precio a pagar por la libertad es la destruccinde lo econmico como valor central y, de hecho, nico17.

    Todo lo cual nos conduce a la institucin ms radical y centralde una democracia libertaria, a la paideia o educacin integralpor y para la autonoma, ya que un hombre democrtico no escualquier individuo: En la poltica la principal educacin consisteen la participacin activa en la cosa pblica, lo cual implica unatransformacin de las instituciones que incite a esa participacin yla vuelva posible, mientras que las instituciones actuales repelen,alejan y distancian a las gentes de participar en los asuntos pblicos.Pero eso no basta. Es necesario que las gentes sean educadas, ysean educadas para el gobierno de la sociedad. Es necesario quesean educadas en la cosa pblica. Pues bien: si usted toma laeducacin actual, no tiene estrictamente nada que ver con eso (II,25-26. Cf. MI, 72). Se requiere, entonces, de una reforma radicalde la educacin, contribuyendo a que los sujetos socio-polticos semovilicen hacia una auto-organizacin democrtica generalizadaque oponga su creatividad al proceso de reificacin, y hacia unafrugalidad razonable que haga valer su frnesis o autolimitacina la desmesura capitalista que nos est llevando al abismo. Como loescribe l, no necesitamos algunos sabios. Necesitamos que lamayora adquiera y ejerza la sabidura, lo que requiere unatransformacin radical de la sociedad como sociedad poltica,instaurando no solamente la participacin formal sino la pasin detodos por los asuntos comunes. Ahora bien, seres humanos sabioses la ltima cosa que la cultura actual produce (MM, 99-100).Pese a ello, ah est el reto que vale la pena asumir porque loque permanece hoy da como herencia defendible de la creacineuropea y como germen de un futuro posible, es un proyecto deautonoma de la sociedad, que se encuentra en una fase crtica.Es nuestra responsabilidad hacerlo revivir, avanzar y fecundar lasotras tradiciones18. La universalidad de este proyecto de autonomase apoya en la universalidad de la razn, de la democracia, de lassignificaciones imaginarias de libertad-igualdad-justicia. Ya que,segn argumenta Grard David refirindose a la autonoma, ellamisma reposa sobre una potencialidad de todo ser humano social,de devenir una subjetividad reflexiva y deliberante, un ser autnomo

  • 115castoriadis o el proyecto de autonoma democrticay un ciudadano19. He ah por qu, finalmente, los individuos y lassociedades pueden acceder en principio al sentido del proyecto deautonoma poltica, aunque su realizacin efectiva en la historia atravs de una democracia radical y libertaria est an en suspenso.Pero, mientras dure esta hipnosis colectiva, existe para los queentre nosotros tienen el pesado privilegio de poder hablar, unatica y una poltica provisionales: develar, criticar, denunciar elestado de cosas existentes. Y para todos: intentar conducirse yactuar de una manera ejemplar en donde uno se encuentre. Somosresponsables de lo que depende de nosotros (FP, 180).

    A modo de conclusinLuego de esta exposicin sinttica del pensamiento poltico deCastoriadis, que significa una recepcin parcial pero en torno aun eje medular de su obra, cabe hacer alguna apreciacin crticade sus planteamientos. Porque leer a este autor desde AmricaLatina puede resultar una experiencia muy sugerente, puesto quenos transporta hasta la polis griega y nos sintoniza con la larga ydensa tradicin de la lucha por la autonoma democrtica queatraviesa a la historia europea hasta el presente. Nos sita as anteuna memoria de liberacin, que tambin es nuestra, y frente a undesafo de creacin histrica en nuestras condiciones especficas.Pero a la vez nos permite avizorar algunas unilateralidades ylimitaciones de sus geniales propuestas, que tienen mucho que vercon la peculiaridad de sus enfoques filosficos y polticos. As escomo se podra echar de menos los caminos de la utopa, paradecirlo con Martn Buber, de la tradicin judeo-cristiana, quetambin es un componente esencial de la cultura occidental.Atenas es reivindicada como la tierra natal del proyecto deautonoma, mientras que Israel estara ms bien en el centro deuna visin heternoma que todo lo basa en una ley de Diosincuestionable porque l es el Justo por definicin. Pero cmo seexplica que un telogo de la liberacin de hoy, como LeonardoBoff, sostenga que la democracia planetaria es un desafogigantesco pero no imposible, siendo la condicin para quesobrevivamos todos comunitariamente: El ideal democrtico, ya lodeca Jacques Maritain, es el nombre profano para el idealcristiano de hermandad, pues tiene como motivo determinante laigualdad, el amor y la solidaridad. El ideal democrtico es muchoms que las democracias concretas actualmente vigentes Elcristianismo debe ayudar a crear un mundo para todos, y no slopara los cristianos. Y la democracia es el marco social y polticoque a todos beneficia20. Por ello estima ngel Enrique CarreteroPasn que en la actitud castoridiana resuena el espritu inquisidor

  • 116 alfonso ibezdel marxismo y del psicoanlisis que, desde una improntaracionalista-ilustrada, despliegan en contra de la religin: En laesencia de la religin, pues, no est necesariamente implicada laheteronoma, la naturaleza de la religin no estconsustancialmente reida con la posibilidad de que el serhumano se haga cargo de su destino histrico, tal como se pensabadesde los cnones ilustrados La reavivada efervescencia de lomstico y de lo religioso en nuestro presente puede serinterpretada, entonces, como un retorno de lo reprimido por lamodernidad, como un ansia por reencantar nuevamente laexistencia21.

    Yendo ms al fondo del asunto, tal vez lo ms discutible sea sudistincin y tajante oposicin entre culturas cerradas y culturasabiertas, que podra ir contra la aceptacin plena de la diversidadcultural. Superando un mero relativismo cultural, Castoriadisproporciona un criterio para juzgar a las diversas culturas, queno es objetivo, externo o transcultural, sino ms bien un criterioreflexivo inmanente o intracultural. Ya que si bien la mayora delas sociedades han vivido en la heteronoma, guiadas por unreferente extrasocial, hay una sola singularidad cualitativa deEuropa, del mundo greco-occidental que cuenta para nosotros: esla creacin de la universalidad, la apertura, el cuestionamientocrtico de s misma y de su propia tradicin (DH, 241). En estasuperioridad crtico-racional y axiolgica de Occidente, se cuelaun etnocentrismo que resulta difcil de aceptar. Motivo por el cual,Mario Teodoro Ramrez opina que ms all de un pluralismoacrtico y de una razn crtica eurocntrica, habra que elaboraruna tercera opcin. Para ello se hace necesario relativizar y matizar,no absolutizar, la distincin entre culturas cerradas y culturasabiertas, proponiendo un criterio tico que se formulara entrminos negativos y formales para la crtica cultural y lasrelaciones interculturales: En cuanto creaciones de la imaginacin,todas las culturas valen igual y son respetables e incuestionables,salvo en un caso: cuando, recurriendo a cualquier tipo dejustificacin religiosa, cientfica o crtica-, se conciban comoespeciales y se crean legitimadas a priori para negar, dominar,educar o salvar a las dems22. Este criterio no anula laposibilidad de que se den relaciones crticas entre las culturas,pero sugiere que deben operar bajo un principio de reciprocidady ejercerse de forma ms sutil y prudente, menos soberbia yambiciosa. Por su lado, Emmanuel Lizcano alude, no sin irona, alo que denomina la heteronoma de la autonoma, advirtiendoque de su biparticin fundamental entre la sociedad greco-ilustraday todas-las-otras se sigue una inquietante paradoja. Ya que se

  • 117castoriadis o el proyecto de autonoma democrticapostulan como ejemplo de autonoma precisamente ciertas sociedadesde las que emerge esa excepcin histrica que es el aparato delEstado. Es decir, sociedades en las que una parte de ellas se separadel resto; resto (o pueblo) para el que la parte separada dictaleyes La otra cara de la paradoja se muestra en que, paraCastoriadis, resultan heternomas todas las sociedades sin Estado,todas las formas de convivencia y de decisin colectiva en las quelos concernidos se las arreglan para que ninguna instancia se escindadel comn y dicte leyes sobre l (ni siquiera bajo subterfugiosrepresentativos). Ser casualidad que casi todos los ejemplos deesta autonoma, bastante ms radical de la castoridiana, hayan debuscarse fuera del mbito greco-europeo-posmedieval? Citando losestudios de Pierre Clastres sobre las sociedades contra el Estadode Amrica del Sur, pueblos a los que los primeros misioneroscaracterizaron como gentes sin rey, sin fe, sin ley, comenta:Acaso aqu empecemos a vislumbrar las aporas del conceptoilustrado de autonoma: en las diferencias entre lo sin ley y locon ley en la oposicin entre la costumbre y la legislacinpositiva. Una vez asumido el imperio de la ley, no estamos yacondenados a movernos, como bajo cualquier otro imperio, bajouna radical heteronoma?23.

    Sin pronunciarnos definitivamente sobre lo acertado o no deestas crticas y de otras que se podran mencionar, dado adems elestilo polmico del propio Castoriadis que le induce a veces aadoptar posturas muy drsticas, conviene no olvidar que estamosante un pensamiento complejo, capaz de autocriticarse y entrar enmatizaciones. As sucede, por ejemplo, cuando especifica que nopuede haber nunca una ruptura total del cierre, es cierto. Peroexiste una diferencia cualitativa enorme entre un mundo dondehay un cierre, quizs con fisuras porque nada se da absolutamente,y un mundo que abre este cierre24. De otra parte, no se puedetratar como a un simple ilustrado-racionalista a quien hacolocado en el centro de su filosofar a la imaginacin creadora,sosteniendo que la razn no se puede fundar racionalmente, y queha dicho que el hombre es un animal potico dotado de fantasa:El hombre no es un animal razonable, como afirma el viejo lugarcomn. Tampoco es un animal enfermo. El hombre es un animalloco (que comienza por ser loco) y que, tambin por esto, devieneo puede devenir razonable. La esperma de la razn est contenidatambin en la locura integral del primer autismo25. En unaperspectiva ms socio-histrica, l considera que las Luces sloforman un movimiento de la sinfona creadora que constituye elproyecto de autonoma: Muchas cosas importantes han sucedidodesde la Aufklrung que no se limitan a la aplicacin de sus ideas.

  • 118 alfonso ibezSobre todo, si tuviera que aparecer un nuevo perodo de actividadpoltica tendiente a la autonoma, ste nos llevara mucho ms lejosno solamente de la Aufklrung sino adems de todo lo que hoysomos capaces de imaginar (FP, 131-132). Por tanto, tal vez loms sensato sea empearse en profundizar en su obra polifactica,apropindonos crticamente de sus planteamientos subversivosorientados a la elaboracin de un proyecto poltico global pormedio de una democracia libertaria que siempre permanecerabierta y en cuestionamiento. Pues hay que preguntarse sobre cmoimaginar y efectuar el pasaje de una democracia representativa,muy restringida, hacia una democracia ms directa, plural eintegral. Especialmente en nuestro contexto latinoamericanodonde, como lo observa Pierre Mouterde despus de estudiaralgunos de los movimientos socio-polticos ms importantes de laactualidad, ya sea en Ecuador, Brasil o Mxico: Todos apuntan asu manera hacia la idea de una ruptura democrtica. O msexactamente, haciendo de la democracia su caballo de batalla, todosla conciben al modo de la ruptura o al menos de la superacin.Ruptura y superacin con respecto a los lmites formales de lademocracia representativa tan frecuentemente puesta bajo tutelaen Amrica Latina, pero tambin con respecto de las formastradicionales de gestin y de toma del poder enfocadas por laizquierda tradicional26. Punto de partida novedoso, que habrque ahondar y ensanchar dentro de un proceso dirigido hacia laobtencin de la autonoma individual y colectiva en nuestra eraplanetaria, que tambin exige la constitucin de una ciudadanamundial. Pues como destaca Castoriadis, si queremos dar msposibilidades de victoria a la libertad, no lo conseguiremoscorriendo en pos de lo que se lleva y lo que se dice, ni debilitandolo que pensamos y queremos. Lo que necesita de nosotros no es loque ya existe, sino lo que podra y debera ser (FAF, 77).

    Notas

    1 Vase de E. Morin el Eplogo a CB; tambin su contribucin Un Aristote en chaleur, en

    Pour une philosophie militante de la dmocratie, Revue europenne des sciencessociales, Tome XXVII, 1989, N. 86.

    2 A. Maestre, en la seccin Perfiles filosfico-polticos, Metapoltica N. 8, Mxico,

    1998, p.709.3 Vase la Presentacin de la revista Socialisme ou barbarie, en SB I. Para un estudio

    detallado de las tensiones, debates y escisiones del grupo, hasta su disolucin final, verPhilippe Gottraux, Socialisme ou Barbarie. Un engagement politique et intellectueldans la France de laprs-guerre, Editions Payot Lausanne, France, 1997. En lo refe-rente a la relacin conflictiva entre Lefort y Castoriadis, se puede consultar a EstebanMolina, La experiencia de Socialismo y Barbarie, en el nmero titulado CorneliusCastoriadis. La pluralidad de los imaginarios sociales de la modernidad, Anthropos 198,

  • 119castoriadis o el proyecto de autonoma democrticaBarcelona, 2003.

    4 SB I, 308. Ms tarde agregar la fusin del poder militar: La estratocracia rusa es una

    creacin original, un animal histrico nuevo (DH, 217). Cf. C. Castoriadis, Devant laguerre I.

    5 En otro sitio anota que la construccin de esta mquina para apoderarse del poder del

    Estado testimonia el predominio del imaginario capitalista: todo acontece como si no sesupiera organizar de otro modo. No se ha sealado lo bastante que Lenin inventa eltaylorismo cuatro aos antes que Taylor. El libro de Taylor es de 1906; Qu hacer? esde 1902-1903. Y Lenin habla en l de divisin rigurosa de tareas, con argumentos depura eficacia instrumental (CB, 82).

    6 IIS, 20 y 103. Cf. Marxismo-lninisme: la pulvrisation, en MI.

    7 La insurreccin hngara de 1956 vino a confirmar y reforzar la ya larga tradicin

    consejista que surge con la Comuna de Pars, si no antes. Cf. SB II, 185; CS, 367.8 Cf. La suspension de la publication de S. ou B., en EMO II, 417. Juan Manuel Vera

    seala que la evolucin de Castoriadis en los ltimos veinte aos de su vida no implicauna desradicalizacin de su discurso sino una profundizacin en el proyecto de transfor-macin social; es un discurso opuesto al que, en esos mismos aos, emprendan losfilsofos de la posmodernidad, entre ellos el antiguo miembro de SB Jean-FrancoisLyotard, hacia una retirada de los discursos generales y la apelacin a un saber dispersoy fragmentario. Castoriadis (1922-1997), Ed. del Orto, Madrid, 2001, p.26.

    9 SB I, 70. Andreas Calyvas le reprocha que su nocin de heteronoma subestima las

    funciones coercitivas del Estado liberal y del mercado capitalista y pasa por alto laviolencia fsica organizada en el sentido ms estricto del trmino, es decir, la violenciacontra los cuerpos. Heteronoma, alienacin, ideologa. Cornelius Castoriadis y lacuestin de la dominacin, en el Cuaderno dedicado a Castoriadis de Archipilago N.54, 2002, p.77. Puede ser que tenga algo de razn, pero como l argumenta, lasupresin de la heteronoma es tanto la supresin de la dominacin de grupos socialesparticulares sobre el conjunto de la sociedad, como la modificacin de la relacin de lasociedad instituida a su institucin, la ruptura de la servidumbre de la sociedad conrespecto a su institucin (CS, 23).

    10 AE, 44-45. As refiere: Asumirse como sujeto social e histrico en un proyecto detransformacin que aqu tambin podra formularse: donde Nadie estaba, Nosotros debe-mos devenir, y quien todava sabe que, no ms que el Ello, no puede ser cuestin deeliminar o dominar a Nadie el campo social-histrico sino de instaurar otra relacinde la colectividad con su destino (CL, 64).

    11 DH, 263 y 253. La creacin poltica griega es esencialmente la democracia acota, lacual es objeto del odio inextinguible de Platn, MI, 190. Cf. C. Castoriadis, Sur lePolitique de Platon.

    12 EA, 36-39. Resulta que la problemtica humana hoy supera infinitamente todas lastransformaciones econmicas o estrechamente polticas Estos movimientos ex-presan precisamente el rechazo de la dominacin en todos los dominios, la bsqueda dela autonoma (DH, 25).

    13 MI, 226 y 240. Cf. Andreas Kalyvas, La politique de lautonomie et le dfi de ladliberation: Castoriadis contre Habermas, en Les temps modernes N.609, 2000. Ahconcluye que espera haber mostrado no solamente que la potencia crtica de la aproxi-macin de Castoriadis puede ayudar a denunciar los impases y lmites inherentes a losmodelos de la democracia comunicativa, sino haber establecido como l rearticula lafuerza creadora popular del poder imaginario social instituyente de la multitud y lasestrategias democrticas del poder (p.102).

    14 II, 40-41. Como anota Fabio Ciaramelli, la alternativa socialismo o barbarieretraducida en estos trminos: sociedad autnoma o sociedad cerrada y desgarrndosesin crear nada nuevo permanece una alternativa. Le cercle de la cration, en Pour

  • 120 alfonso ibezune philosophie militante de la dmocratie , op. cit., p.103.

    15 MI, 174. Tambin expresa en el mismo libro que un ser individuo o sociedad no puedeser autnomo si no ha aceptado su mortalidad. Una verdadera democracia no unademocracia simplemente procedimental, una sociedad autoreflexiva, y que seautoinstituye, que siempre puede cuestionar sus instituciones y sus significaciones, viveprecisamente en la prueba de la mortalidad virtual de toda significacin instituida. Sloa partir de ah puede crear y, llegado el caso, instaurar monumentos imperecederos:imperecederos en tanto que demostracin, para todos los hombres del futuro, de laposibilidad de crear la significacin habitando al borde del Abismo (MI, 65-66).

    16 FP, 142. Y esto se torna urgente porque con el neoliberalismo las firmas transnacionales,la especulacin financiera y hasta las mafias, en el sentido estricto del trmino, saqueanel planeta, nicamente guiadas por la visin a corto plazo de sus beneficios (FP, 91-92).

    17 FAF, 76. Hay que destruir, adems, el empuje y los afectos que corresponden a estarepresentacin. Empuje de una expansin sin lmite de un pretendido dominio y de unaconstelacin de afectos que curiosamente lo acompaa: irresponsabilidad y despreocu-pacin. Debemos denunciar a la hybris entre y alrededor de nosotros, acceder a un ethosde autolimitacin y de prudencia, aceptar esta mortalidad radical para poder ser, en lamedida de lo posible, libres (FP, 180). Cf. MM, 169.

    18 MI, 57. Ms adelante reitera que tomando en cuenta la crisis ecolgica, la extremadesigualdad del reparto de las riquezas entre pases ricos y pases pobres, la casi imposi-bilidad de que el sistema contine su curso presente, lo que se requiere es una nuevacreacin imaginaria de una importancia sin igual en el pasado, una creacin que ubicaraen el centro de la vida humana otras significaciones que no fueran la expansin de laproduccin y el consumo, que planteara objetivos de vida diferente, que pudieran serreconocidos por los seres humanos como algo que valiera la pena el desarrollo de losseres humanos en vez del desarrollo de los cachivaches (MI, 95-96).

    19 G. David, Cornelius Castoriadis. Le projet dautonomie, Ed. Michalon, Paris, 2000,p.129.

    20 L. Boff, La voz del arco iris, Trotta, Madrid, 2003, pp.195-198.

    21 A.E. Carretero Pasn, La radicalidad de lo imaginario en Cornelius Castoriadis,en Anthropos

    198, op. cit., p.105.22

    M.T. Ramrez, Pluralismo cultural y desencanto de la razn crtica. Una crtica de lafilosofa de la cultura de Cornelius Castoriadis, en Teresa Santiago (compiladora),Alcances y lmites de la racionalidad en el conocimiento y la sociedad, UAM-Iztapalapa-Plaza y Valds, Mxico D.F. 2000, p.143.

    23 E. Lizcano, Castoriadis, la autonoma y lo imaginario colectivo: la agona de la ilustra-cin, en Anthropos N. 198, op. cit., p.194-195. Desde otra entrada, EmmanuelRodrguez se pregunta: Acaso la ley como representacin del lmite no supone lavuelta a un fundamento clsico de la democracia liberal: el bien comn como principiode autolimitacin para la autoconservacin de la sociedad?... qu justifica esa necesidadpoltica del lmite, como figuracin histrica de la libertad? Qu enorme atrevimientoincluso para Castoriadis pensar la libertad sin la necesidad del lmite!. Lmite ytragedia. La libertad en Castoriadis, en Archipilago N. 54, op. cit., p.70-71.

    24 MI, 180. En otro momento evoca el requerimiento de transformar la tcnica y el saberoccidentales de manera que pudieran estar al servicio del mantenimiento y desarrollo delas formas autnticas de sociabilidad que subsisten en los pases sub-desarrollados y, encambio, la posibilidad para los pueblos occidentales de aprender ah alguna cosa que elloshan olvidado, de inspirarse para hacer revivir formas de vida verdaderamente comuni-tarias (DH, 174).

    25 IIS, 206 y 404. Cf. Xavier Pedrol, Castoriadis: un proyecto de reilustracin , enArchipilago N. 54.

  • 121castoriadis o el proyecto de autonoma democrtica26

    P. Mouterde, Quand lutopie ne dsarme pas. Les pratiques alternatives de la gauchelatino-amricaine, cosociet, Montral, 2002, p.175-176.

    Abreviaturas y bibliografa de CastoriadisMM: Le monde morcel. Les carrefours du labyrinthe III, Seuil, Paris, 1990.CB: Ciudadanos sin brjula, Coyoacn, Mxico D.F., 2000.DH: Domaines de lhomme. Les carrefours du labyrinthe II, Seuil, Paris, 1986.FAF: Fait et faire. Les carrefours du labyrinthe V, Seuil, Paris, 1997.SB: La sociedad burocrtica I y II, Tusquets, Barcelona, 1976.DG: Devant la guerre I, Fayard, Paris, 1981.CMR: Capitalisme moderne et rvolution I et II, Union Gnrale dEditions,

    France, 1979.IIS: Linstitution imaginaire de la socit, Seuil, Paris, 1975.MI: La monte de linsignifiance. Les carrefours du labyrinthe IV, Seuil,

    Paris, 1996.EMO: Lexprience du mouvement ouvrier I et II, Union Gnrale dEditions,

    France, 1974.CS: Le contenu du socialisme, Union Gnrale dEditions, Paris, 1979.II: La insignificancia y la imaginacin. Dilogos, Trotta, Madrid, 2002.EA: De lecologie a lautonomie (con D. Cohn-Bendit), Seuil, Paris, 1981.FP: Figures du pensable. Les carrefours du labyrinthe VI, Seuil, Paris, 1999.CL: Les carrefours du labyrinthe, Seuil, Paris, 1978.PP: Sur Le Politique de Platon, Seuil, Paris, 1999.