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BIBLIOTECA DE GRANDES PENSADORES Maquiavelo Estudio introductorio de JUAN MANUEL FORTE MONGE

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B I BLI OTE CA DE G R A ND E S P E N S A D O R E S

MaquiaveloE stu d io introductorio de

JUAN MANUEL FORTE MONGE

F.n este volumen se presentan las obras ms im por tantes ele Nicols Maquiavelo (1469-1527), un autor que* (ledo a menudo desde Ja parcialidad, ensalzado o vituperado) contina generando interpretaciones contradictorias: a veces se le considera 1111 maestro del mal y de la tirana; y otras, un republicano con victo y un abanderado de la virtud. A m enudo se lo calific de glido pagano, impo y materialista. En cualquier caso, fue el precursor de la autonom a de la poltica con respecto a la tica y a la religin, ya que sostena que el buen gobernante de un Estado debe prescindir de consideraciones morales o religiosas a la hora de intervenir en provecho de sus intereses. De ah su clebre e l fin qu e ju stifica tos medios o que la tazn de listado debe ser lo prio ritario a la hora de actuar. Ni la convulsa poca del Renacimiento ni los avatares de la m odernidad se entenderan sin Maquiavelo, y ni siquiera algunas de las incertidumbres del pensamiento poltico con temporneo. Un clsico, en Un, cuya lectura sigue interpelndonos e interrogndonos, que se resiste a una comprensin definitiva, com o si albergase en su seno cierta clave que 110 puede ser descifrada.

Juan Manuel Forte Monge es licenciado en Filosofa por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Ciencias Polticas y Sociales por el Instituto Universitario Europeo de Florencia. Ha traducido el Epistolario privado de Maquiavelo y La sim plicidad de la vida cristiana, de Savonarola. Asimismo, es coeditor del volumen Maquiavelo y Espaa. Maquiavelismo y an timaquiavelismo en la cultura espaola de los siglos A l 7 y .VI7/. Actualmente ejerce como docente en la Facultad de Filosofa de la Universidad Complutense de Madrid.

NICO LS M AQUI A VELO

EL PRNCIPE EL ARTE DE LA GUERRA DISCURSOS SOBRE LA PRIMERA DCADA DE T IT O LIVIO VID A DE CASTRUCCIO CASTRACANI DISCURSOS SOBRE LA SITUACIN DE FLORENCIAE S T U D I O IN T R O D U C T O R IO

porJU A N M A N U E L FO RTE M O N CK

E D IT O R IA L G R E D O S M ADRID

C O N T E N ID O

ESTU D IO IN TR O D U C T O R IO IX

E L P R N C IP E

I

E L A R T E D E LA G U E R R A

9*D ISCU R SO S SO BR E LA P R IM E R A DECADA D E T IT O LIV IO

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VID A D E C A ST R U C C IO C A ST R A C A N I

635D ISCU R SO S SO BR E LA S IT U A C IO N I)E F L O R E N C IA T R A S LA M U E R T E D EL JO V E N LO R EN ZO DE M K D IC IS

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Retrato de Nicols M aquiavelo realizado por el pintor manierista Santi di Tito, en la segunda mitad del siglo xvi (Florencia, Vecchia Cancelleria del Palazzo Vecchio).

ESTUDIO INTRODUCTORIOporJU A N M A N U E L FO RTE M O N G E

MA Q U I A V E L O , E L A R T E D E L E S T A D O

Existe una caracterizacin con la que se ha asociado repetidamente la obra de Maquiavelo, que se forj ya mientras vivi, y que viene inme jorablemente expresada en palabras de (uicciardini, en las que defi na a su amigo y protegido como un hombre que siempre fue extra vagante respecto de la opinin comn, e inventor de cosas nuevas e inslitas. Emblema, el de la novedad, tpicamente renacentista; no menos recurrente que la fascinacin por lo inslito, por el descubri miento. Divisa refrendada p r el propio Maquiavelo, que haba hecho suya la voluntad de novedad en el arranque de su obra ms importante: he decidido recorrer un camino todava no pisado por nadie. No es la asuncin retrica de un topos renacentista; se trata de una eleccin consciente, meditada, que ya haba sido tratada por l en su caracteriza cin del principado y del prncipe nuevo, temas nucleares de E l prncipe. Pero la novedad, el descubrimiento, el nuevo camino se asocian irreme diablemente a riesgos sombros: apartarse de los lugares comunes, de los caminos trillados, mxime en el pensamiento poltico del siglo xvi, tena como correlato afrontar los peligros del viaje, sufrir la soledad. N o debe extraarnos, pues, si esta caracterizacin ha sido hbilmente consagra da en nuestro tiempo, continuando el propio juego ele imgenes de Maquiavelo: si el prncipe nuevo fue tambin para ste 1111 prncipe destinado a estar solo, no menos legtimo es evocar su propia soledad: soledad existencial y poltica (durante largos y desesperantes aos), pero sobre todo soledad doctrinal: la de quien emprende un viaje sin compa eros, con escasos puntos de referencia y lleno de incgnitas. La mirada nueva extravagante, dice (uicciardini , esa capaz de vislumbrar al prncipe desde el pueblo y al pueblo desde el prncipe, se tuvo que fraguar a partir de un extraamiento, un distanciamiento, no menos que una perdida. En efecto, son necesarias ideas nuevas, pues unXI

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hlitudio introductorio

viejo mundo se est derrum bando: el apacible equilibrio italiano; la turbulenta y agotada tradicin republicana y municipalista del centro norte de Italia. Recordemos aqu que las grandes obras de M aquiavelo se desarrollan, para usar su propia expresin , r e s perditas, esto es, cuando todo se ha perdido. En efecto, slo a partir del derrumbe pudo afirm arse la voluntad de recorrer los motivos de la postracin de Italia y las ruinas de Florencia. Italia y Florencia, pues, teatro de una civilizacin tan deslumbrante como decadente y precaria; tan so fisticada, como generadora de servidumbre. Cm o extraarnos en tonces de que el poder y la grandeza de la Roma antigua ejerzan de contrafigura de la debilidad de ambas; la antigua virtud de la presen te corrupcin? Con todo, M aquiavelo no se queda en un juego de amargas ironas o nostlgicos sarcasmos. En el camino del infierno, cualquier atisbo de m ejora, de orden digno, merece ser buscado y defendido con determinacin. Adem s, la desesperacin es terreno propicio para el cambio de la fortuna: la determinacin en una accin casi irreflexiva pueden hacer las veces de una razn ora ya impotente. N o slo. M aquiavelo tiene un gusto por lo extraordinario. Su ingenio, lo hemos dicho, bordea lo inslito, y de ah que intente tambin una exploracin de los orgenes, de los fundamentos mismos del orden poltico (del que depende a su vez cualquier otro orden) y de su deca dencia. El florentino arriba as a sus orgenes de violencia, de destruc cin, de falsificacin; instancias stas de las que el propio orden pol tico no parece poder librarse nunca del todo y que siguen incrustadas en l, recordando su pecado original, e incluso ofrecindosenos como remedio, como peligrosa tentacin. Q uiz sea esto ltimo, es decir, los rendimientos ms inquietantes de aquella decisin de explorar la gnesis y destruccin del orden poltico (y no tanto lo que en sus es critos haya de ciencia o de doctrina), lo que explica que su obra se haya convertido en un clsico capaz de interpelar al lector contempo rneo con renovada insistencia.

V ID A Y O BRA

Fam ilia y estatusHasta 1498, ao en que irrum pe en la vida pblica florentina, poco se sabe de Nicols M aquiavelo. La escasez de noticias sobre su infancia y su juventud veintinueve aos para ser precisos dificulta cual-

Maquiavelo, el arte del listado

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quicr intento de trazar una arqueologa de su pensamiento a la vez que abre las puertas a mltiples y no siempre fundadas especu laciones. Con todo, algunas cosas se saben con seguridad' sobre estos prim eros aos de la vida del autor de E l prncipe , datos que arrojan alguna luz sobre el contexto de elaboracin de su pensamiento. N icols M aquiavelo naci en Florencia el 3 de mayo de 1469. Sus padres (Bernardo M achiavelli y Bartolom ea dei N elli) criaron tam bin otras dos hijas (Prim avera y Margherita) y un varn (Totto). Poco o nada se sabe de la m adre, excepto que era viuda de un tal N ic col Benizzi cuando contrajo segundas nupcias con Bernardo. De 1111 pariente del siglo xvn se recaba la noticia de que Bartolomea abon la vena potica del hijo con composiciones lricas, noticia que no ha de jado ninguna otra traza y que se antoja improbable. De su padre, sin em bargo, se sabe bastante ms gracias a que nos lia llegado su Libro di ricordi, una mezcla de registro y libro de cuentas que abarca desde 1474 hasta 1484. K 1 padre de M aquiavelo fue hijo nico y hurfano de un tal N iccol di Buoninsegna, y consigui el ttulo de doctor en juris prudencia (messer en italiano, dominus en latn) en lugar y fecha que se desconocen. Sin em bargo, basta con una ojeada al mencionado Libro di ricordi para entender que nunca lleg a ejercer pblicamente su profesin toda su actividad profesional consisti en aconsejar a parientes y am igos a cam bio de retribuciones en especie y se limit a vivir de los rendim ientos de su patrim onio. N unca perteneci al grem io de jueces y notarios, ni ocup error muy extendido cargos polticos ni adm inistrativos. Sus datos fiscales muestran un modesto patrim onio, poca liquidez y bastantes deudas; una situacin poco envidiable que, sin em bargo, m ejor a partir de 1470 con la herencia de unos ros. De la relativa pobreza de la fam ilia ofreci diversos testimonios el propio M aquiavelo: entre otros, un poema dirigido al padre donde se' A finales del siglo x ix ya se haban escrito tres grandes biografas de M aquia velo: las de F . Nitti (1876), O. T om m asini (1883) y I . V illari (1894-1895). Kstos trabajos contribuyeron en una m edida u (Jira a abrir el cam ino de la investigacin histrica (en el caso de T o m m asin i, con relevantes aportaciones). Kn el siglo xx, el texto de R . Ridolfi (1954), con sus num erosas reediciones, se ha venido consideran do el trabajo biogrfico d e referencia. D el aluvin de biografas de los ltimos aos es obligado destacar dos intervenciones que suponen sendos trabajos biogr ficos de g ran rigor: F . Bausi (2005) y G . Inglese (2006); el prim ero, mucho ms que una biografa; el segundo, 1111 riguroso trabajo de sntesis. La referencia completa de estas obras aparece en la bibliografa.

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'iludi introduc torio

queja entre bromas del escaso rendimiento de sus tierras y tambin de la inutilidad prctica de sus conocimientos jurdicos.1 De hecho, tanto Nicols Maquiavelo como su padre Bernardo, tal vez por el impago de sus impuestos o porque el padre fuera hijo ileg timo, fueron excluidos del derecho pleno de ciudadana en Florencia. Esta relativa pobreza y exclusin social contrastan sobre todo con el estatus de sus ancestros y ofrecen alguna pista sobre las motivaciones e inquietudes de Maquiavelo con respecto a su propia condicin social y poltica. Vemoslo. Los antepasados de los Machiavelli* eran oriundos del Valle di Pesa, un paraje del Chianti vincola, a escasos kilmetros de Florencia. En esta demarcacin gozaron de diversas posesiones, entre ellas las tierras y la casa llamada el Albergaccio, en SantAndrca in Percussina (una aldea del municipio de San ('asiano), heredada por nuestro M a quiavelo y donde vivir su destierro poltico. Volviendo a la familia, en 1260 diferentes ramas de los Machiavelli vivan ya en Florencia y estaban ubicadas muy cerca del Puente Viejo, en Oltrarno en la ri bera externa del ro , en un grupo de casas destruidas durante la Segunda Guerra Mundial. Villani, en su Crnica, los menciona ntre las fam iliasgelfas que tuvieron que abandonar Florencia y refugiarse en Lucca tras la batr.Ha de Montaperti.4 Lo ms relevante en este sen tido es el hecho de que, entre los siglos xm y xv, los Machiavelli parti ciparon en el gobierno de Florencia con cincuenta y cuatro priores d los gremios mayores (Arti Maggiori) y doce gonfalonieros de justicia.2 Se trata del poema Costor vissuti sono un mese, o piue..., cn Tutte le ope re, 19 7 1, pgs. 995-994. I,a correspondencia de M aquiavelo con Vettori est reple ta de alusiones a sus estrecheces, y en algn mom ento le vemos afirm ar: N ac fiebre, y antis aprend a afanarm e que a disfrutar (N. Maquiavelo a F. Vettori 1 18 -5-151 j|). Y , por mencionar algn ejem plo m s, su clebre cart;i de diciembre de 1 5 12 se abre con una referencia a las limitaciones de su patrimonio: ('ornocon los mos lo que permite esta pobre tierra y exiguo patrim onio, y se cierra con una amarga alusin a su estado: D e mi lealtad y mi honestidad da testimonio mi pobreza (V. Maquiavelo a F. Vettori | 10 - 1 2 1 5 13 I ) . * El escudo de armas de los M achiavelli inclua una cruz plateada sobre campo azul, en la que, segn Borghini, se introdujeron cinco clavos (chiavelli) ad hoc, de manera que el nombre guardara alguna correspondencia con el escudo (V. Borghi ni, D ellarme delle fam iglie fiorentine 1 1585I, en Discorsi di Monsignore IX Vin cenzio Borghini, Florencia, 1755, voi. 11, pg. 106). Res|x-cto a la grafia del nombre familiar, M aquiavelo firma sus cartas com o M a c h ia v e lli y Maclavellus (en latn) y Machiavcg o M achiavelli (en italiano). Pero am igos y contemporneos suyos escriben Machiavello, M alclavello, M acravello, etc. (C.f O. Tom m asini, 1994-1999, voi. 1, pgs. 7S-79). 4 (. Villani, Nuova crnica |ed. de (i. Portal, l arm a, (u an d a, pg. 78.

Maquiavelo, el arte del Estado

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Para hacerse una idea de la importancia de estas magistraturas, baste decir que el vrtice del Estado de Florencia (la llamada Signoria) se compona entonces de un gonfaloniero de justicia y ocho priores. As, puede afirmarse que la familia formaba parte del llamado popolo gras so, esto es, la alta burguesa urbana que controlaba la industria, el co mercio y el gobierno florentino, aunque en su caso a mucha distancia del protagonismo de otras familias florentinas. Pero el relativo lustre de la familia se apag con el paso de las dcadas, al menos por lo que respecta a la rama de nuestro autor. Tras la cada de los Mdicis en 1494, su familia careca de un nombre de los que en Floren cia se denominaban de degnit eprestigio. De hecho, como hemos ya apun tado, Maquiavelo no fue nunca un uomo da bene, ni uno de los uomini principali. Durante el perodo republicano (1494-1512), para ser idneo para el Oran Consejo (Consiglio Grande) de Florencia se requera estar al da del pago de impuestos (netti di specchio) y tener un antepasado de las ltimas tres generaciones por lnea directa que hubiera pertenecido a al guna de las tres magistraturas ms importantes de la ciudad: la Seora, los W cckck gonfalonieri y los doce buoni uomini. A esto se le llamaba go zar del beneficio dei tre maggiori. Pues bien, insistamos: ni Maquiavelo ni su padre fueron nunca beneficiati,5 es dccir, no pudieron formar parte del (irn Consejo ni postularse para las magistraturas del gobierno florenti no. Desde el punto de vista formal, los cargos que Maquiavelo ocup fue ron siempre de naturaleza administrativa y burocrtica, no ejecutiva, lo cual explica |*>r qu trat siempre de presentarse a s mismo como simple profesional, un tcnico al servicio del Estado. Sin embargo, como luego se ver, los vnculos informales y personales durante el perodo como secre tario le marcaron con un perfil poltico y partidista. Otro dato relevante es el hecho de que el declive de los Machiavelli coincidi con el primer predominio de los Mdicis sobre Florencia (1454 1494). Precisamente en los comienzos del rgimen mediceo, Girolamo Machiavelli (1415-1460), ancestro de nuestro Nicols y jurista (como su padre) de renombre, fue uno de los lderes de la oposicin medicea, honor que, como el mismo Maquiavelo nos recuerda en su Historia de Florencia,5 Cf. N . Rubinstein, M achiavelli and the W orld o f Florentine Politics, en M. P. G illm ore |cd.|, Studies on Machiavelli, Florencia, Sansoni, 1972, pg. 7; F. Gilbert, 1965, pg. 172. Con todo, se hicieron numerosas excepciones para conse guir un Cran Consejo cuya funcin principal era refrendar leyes y candidatos al resto tie las m agistraturas suficientemente amplio: as, hablamos de 5.400 |>ersonas en 1495 v tie 3.750 en 1508 (G. Cuitli, Lotte, pensiero c istituzioni politiche nella repubblica fiorentina dal 14 94 al 1 5 1 2 , 3 vols., Florencia, Olschki, 1992; voi. 1, 15).

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studio introductorio

pag con la prisin, el exilio y la muerte.6 Es lgico pensar que este perfil antimediceo pudiera pesar en alguna medida en la exclusin poltica de la familia durante el primer perodo de hegemona mcdicea (1434-1494), en el repentino ascenso de Maquiavelo como secretario de la Segunda Cancillera tras la expulsin de los Mdicis (1498-1512) y, por ltimo, en la posterior frialdad y hostilidad con que los Mdicis le trataron en su segundo perodo de ajxjgeo, al menos, hasta la dcada de 1520.

Educacin y cultura clsica: L ivio y LucrecioEl padre de Maquiavelo anot escuetamente en su Libro di ricordi algu nos episodios de la educacin que proporcion a sus dos hijos varones. En concreto, hay cinco menciones a la educacin de Nicols: en 1476, con ocho aos, gramtica y rudimentos de latn con un tal Matteo della Roc ca; al ao siguiente aprendi el donatcllo (ejercicios de latn clsico) con Filippo da Poppi; en 1480, con once aos, Maquiavelo se inici en el aprendizaje del baco; por ltimo, en 1481, Paolo Sassi da Ronciglione le ense los clsicos latinos.7 Precisamente de este profesor es del nico del que sabemos algo: docente del Estudio Florentino (que durante mucho tiempo fue, a todos los efectos, la universidad de Florencia), fue maestro de humanistas de renombre, como Pietro Critino. Es obvio, pues, que la educacin de M aquiavelo fue relativamente discreta: no aparece ins crito en el Estudio Florentino o en la Universidad de Pisa para cursar, por ejemplo, jurisprudencia, como poda esperarse de l teniendo en cuenta la tradicin fam iliar. Todo ello podra quiz relacionarse con las estrecheces econmicas de la familia, si bien se ha sealado que familias bastante ms modestas en estatus accedan a la enseanza superior. Tampoco puede descartarse que Maquiavelo asistiera a algn curso par ticular en el Estudio. As, unos aos despus de su muerte, el humanista Paolo Giovio dedic a Maquiavelo una entrada en sus Elogia virorum litter'is illustrium. Giovio, tras sealar el escaso conocimiento de Maquia-

6 N o est claro si la muerte se debi a la enferm edad o a las torturas (cf. N. Rubinstein, The Government o f Florence under the M edid 1 1434-1494!, O xford, O xford University Press, 1997, pgs. 107, 116 , 137 y 164). T am bin un herm ano de (irolam o (Piero) aparece entre los exiliados por su oposicin a los M dicis (tbid., pg. 12 3, nota 5). M aquiavelo recuerda a su pariente en el cap. 1 del libro vn de su

Historia de Florencia. 7 Cf. B. M achiavelli, Libro di ricordi [ed. de C . O lschkil, L e M ornier, F loren cia, 1954, pgs. 3 1 ,3 4 ,4 5 , 103, 138.

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velo de las lenguas clsicas, afirma que sac provecho de los conins.ten,tf7 . cit ., p:g. 84.

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Estudio introductorio

se distingua entre oratori (em bajadores form alm ente designados) y mandatarii (m andatarios, legados); estos ltim os eran designados para misiones extraordin arias en ausencia, por ejem plo, de em bajadores form ales, cuyos m ecanism os de eleccin eran lentos y com plicados y podan realizar las m ism as funciones que los em bajadores sin go zar de su estatus. M aquiavelo fue precisam ente uno de estos m andatarios florentinos agregad o, a m enudo, a otros m andatarios y em bajadores que actuaban conjuntam ente. A un que las funciones encom endadas a M aquiavelo fueron diferentes en cada caso, no nos apartaram os dem asiado de la verdad si afirm ra mos que l fue el alm a de rodas las legaciones en las cuales p ar ticip.27 Este hecho fue particularm ente cierto a partir de 1502, cuando nuestro secretario pas a ser el hom bre de confianza del gonfaloniero P iero Soderini. Parece obvio, por lo dems, que la experiencia diplomtica tuvo una gran influencia en la forja del pensamiento de Maquiavelo. Re curdese, por ejem plo, que en la dedicatoria de VAprncipe afirm a que nada estima ms entre sus enseres que el conocimiento de las accio nes de los grandes hombres, aprendido m ediante una larga experien cia de los hechos modernos. Es obvio que esta experiencia se refie re bsicamente a la prctica poltica y diplom tica, y se complementa con la leccin de los clsicos. Por otra parte, mucho se ha escrito sobre el talento diplom tico de M aquiavelo. Eugne D uprc, por ejemplo, en su m onografa dedicada a este asunto, asume que ste no fue un diplom tico genuino (di razza) sino ocasional (di ventura). Se gn Duprc, M aquiavelo era brillante en la fase preliminar de la acti vidad diplomtica el anlisis psicolgico y poltico de los intereses en conflicto pero lo era menos en la segunda fase: la adopcin de decisiones rpidas y decididas. En realidad, el secretario no tuvo nun ca o casi nunca responsabilidades ejecutivas, por lo que es difcil en tender en base a qu puede acusrsele de indecisin; las tesis de Dupr,28 segn el cual M aquiavelo fue ms bien un espritu especula tivo que prctico, suenan quiz ms razonables si nos atenemos a su infortunio poltico.

27 F. Nitri, 19 9 1-19 9 6 , pags. 54-55, n. 1. 28 E. Dupr T h cscid cr, Niccol Machiavelli diplomatico. L arte della diploma zia nel Quattrocento, (ion io, C arlo M arzorati, 1945, pags. 4 7-51.

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Primeras misiones y legaciones. Breves escritos polticos Fracaso de PisaLas primeras misiones importantes que tuvo que afrontar Maquiavelo datan de 1499 y estuvieron relacionadas con la conquista de Pisa, ciudad de enorme importancia para Florencia tanto por su tamao como por su posicin estratgica. Pisa se haba perdido en 1494, con ocasin de la invasin de Italia por parte de ('arlos VIH para reclamar el trono de aples. Haban pasado cuatro aos y, a pesar del apoyo de Miln y de las promesas del rey francs a Savonarola, Pisa se mantena inasequi ble por la va diplomtica, en parte debido al apoyo que Venecia prestaba a la ciudad, y en parte, por la tibieza con que Francia ayudaba a los florentinos. Florencia decidi entonces recurrir a la va militar. Las pri meras operaciones se produjeron a principios de 1499 y fueron enco mendadas a Paolo Viteli. E11 este contexto, Maquiavelo redact su Dis corso sopra Pisa,19 prim er escrito poltico suyo en prosa que se conserva. Bastara recordar aqu la frase con que se cierra el breve escrito para entender hasta qu punto M aquiavelo estaba comprometido con una cierta forma de afrontar el problema: N o se ve ningn medio para recuperar Pisa, a menos que se haga uso de la fuerza. E11 relacin con este mismo asunto, se le asignaron diferentes misiones de escasa impor tancia, hasta la primera legacin relevante, en julio, ante Caterina Sfor za, condesa de Forli, para recabar precisamente su apoyo en la campaa contra Pisa. Mientras tanto, Florencia, con la esperanza quiz de obte ner mayores apoyos de Francia para su empresa, apoyaba a Luis X ll en su nueva campaa para la conquista de Miln y de Npoles. F,n octubre de 1498, Francia se apoder de Miln y expuls a Ludovico Sforza, el Moro, que tras una repentina contraofensiva fue encarcelado en abril de 15(H ). Luis X ll envi entonces una tropa de ocho mil mercenarios suizos y gascones a la campaa contra Pisa, a cambio de quinientos hombres y cincuenta mil ducados para la reconquista de Npoles. En el campo de operaciones se hallaba tambin M aquiavelo, que luego rememor estos hechos en un pasaje de sus Discursos. I )esastrosamente, en opininl,) lara todos los escritos polticos anteriores a 1^ 12 , usam os la edicin de }.-]. M ardiand: Niccol Machiavelli. I primi scritti politici ( 1 4ir los Discursos en los prim eros meses de 15 13 . Los acontecim ien tos y la necesidad de congraciarse con los M dicis le habran llevado a interrumpir el texto para iniciar F J prncipe, que concluy rpidamente a finales de ese mismo ao, para luego retomar y finalizar los Discursos. Ksta hiptesis explicara que, en el captulo 11 de Fllprncipe , M a quiavelo declarase que pasare por alto tratar de las repblicas, pues ya en otra ocasin lo hice por extenso. Pero hay otras interpretacio nes para estn alusin, y la ms interesante es la que aventur F. G il bert, para quien la referencia de E l prncipe podra remitirnos a un pe queo tratado sobre las repblicas seguramente muy anterior. Este viejo tratado acabara insertndose en los Discursos y se correspondera, siempre segn Gilbert, con los primeros dieciocho capitulas del libro 1.72 Esta tesis no deja de tener sus detractores e incongruencias (existe algu na alusin en estos prim eros captulos a hechos cronolgicamente pos teriores), y de cualquier manera es difcil de comprobar. Es de comn aceptacin, en todo caso, que la mencin del captulo 11 de Fll prncipe hace referencia a algn texto anterior de M aquiavelo hoy indeterm ina ble, y que pudo luego aadirse a modo de introduccin o simplemente fusionarse intercaladamente en los Discursos tal corno los conocemos hoy/* Es cierto, por otro lado, que los primeros dieciocho captulos del libro 1 (o al menos una parte de ellos) son buenos candidatos a ser el ncleo del antiguo libro de las repblicas, 110 slo |x>r su temtica espe cial y su errtico comentario de Livio, sino porque el contenido de los captulos xvi-xvin parece relacionarse con el texto de E l prncipe y, en especial, con su captulo ix dedicado al principado civil. Con todo, como ya hemos sealado, se trata de una hiptesis plausible |>ero no verificable ni libre de crticas.7* Respecto a la fecha de finalizacin de la obra (terminus ante quem), el hecho es que no parece que haya referencias a acontecimientos pos-

11 l.a hiptesis de G ilbert se basaba en que esos prim eros dieciocho captulos del libro 1 lenan una temtica diferen ciada y 110 seguan ningn patrn de com en tario del texto liviano, por lo que podan constituir 1111 bloque anterior (Cf. 1\ (ilb ert, T he Com position and Structure o f .Vladiiavellis I )iscorsi, Journal o f the History o f Ideas 14 1 1953I, P*'KS- 14 8 -152 ). C on todo, el argum ento, |>or d iferen tes razones, no parece probatorio (cf. G . Inglese, D B I, 2006, p;g. 95), aun que m u cho m enos probado resulta |K-nsar que el com entario de E l prncipe sea un aadido anterior y que, |>or consiguiente, los Discursos sean en toda su extensin posterio res a ste (una hiptesis de H . Barn y sostenida, entre otros, por C . 1 .eforl, 1972, pg. 324). 75 G . Inglese, 2006, pg. 95. 74 Cf. !; . B;iusi, 2005, pg. 16$ y sigs.

Maquiavelo, el arte del Estado

XI.IX

tenores a 1520 y que es posible que, en 15 2 1, (uicciardini dispusiera ya de alguna versin del texto, aunque slo es seguro que tuvo en su poder una en 1529, de la que realiz un com entario parcial. En todo caso, en su edicin de 15 3 1, Bernardo G iunta afirm aba baber odo a parientes y am igos que M aquiavelo no estaba satisfecho de algunas partes de su obra, y que tena intencin de rehacer algunas otras: el m anuscrito que manejaba G iunta contena de hecho, segn ste, al gunas correcciones, por no hnhlnr de pasajes inequvocamente inaca bados (como el de 11, 7, 4), lo que perm ite conjeturar subsiguientes correcciones por parle del autor y un texto quiz reelaborado en di versos mom entos y de algn m odo inacabado, provisional, lo que ex plicara el propio desequilibrio estructural de los tres libros con un nm ero de captulos m uy desigual entre ellos, y sin prlogo en el ter cero , y todo ello parece corroborarse atendiendo a las frecuentes incongruencias temticas y sintcticas de la obra.76 La lgica del texto responde a diversos intereses y motivaciones, y propici ya testimonios contemporneos que hablaban de obra cier tamente de argum ento nuevo, y nunca ensayada (que yo sepa) por nadie,77 pero tambin acusaciones de provisionalidad y discordancia. Lo cierto es que el propio M aquiavelo hablaba en su prlogo de una va todava no transitada por nadie para referirse a su trabajo. Res pecto a su estructura temtica, por un lado, nos encontramos ante un com entario libre de los diez prim eros libros (dcada) de la historia de T ito Livio, cronolgicam ente ordenado, pero se trata de una estruc tura respetada slo a m edias, pues lo cierto es que la glosa ordenada desaparece en muchos captulos y bloques del texto, y el florentino rompe cl orden cronolgico al hacer uso de otros libros de Livio.7* 175 Bausi alega un pasaje (en Discursos, 11, xix) que hara referencia a los aos 1523-1524 (cf. F. Bansi, 25, pg. 167 y sigs.). G . Inglese, |x>r su parte, ha intentado refutar esta referencia como un error textual (G. Inglese, 2, pg. 244). En caso de tener razn Bausi, podra interpretarse com o una excepcin que confirmara que hu bo alguna reelalxiracin del texto en un perodo m uy posterior al de su composicin. 76 G . Inglese, por ejem plo, adm ite algunos pasajes que im plican notoriamente una reelaboracin c> revisin, aunque en cu alqu ier caso se trata de un nm ero lim itado (G . Inglese, 2006, pg. 97). Por el contrario, F. Bausi (2005, pg. 169) ha bla, y lo m uestra con todo lu jo de detalles, tle un texto inacabado, fragm entario, discontinuo, provisional y discorde, tesis q u e parece difcilm ente refutable, pero de la que no se sigue ni una precariedad textual irrem ediable ni una continua re elaboracin posterior por parte de su autor. 77 J. N a r d i, op. cit., vol. 11, vn , pg. 77. 78 Una tabla tle concordancias sobre el com entario a T ito L iv io que mues tra las continuidades y anom alas fue ofrecida por prim era vez por F. Gilbert

I.

Estudio introductorio

Kl desorden del comentario de T ito Livio se debe en parte a que los

Discursos se organizan a su vez en torno a lina triple temtica, desafortunadamente desmentida tambin en ocasiones por el propio texto. I',sta temtica, que se corresponde con la divisin tripartita del texto (libros i, ii y m), se hace explcita en el prlogo del libro i y, ms larde, en el prlogo del n y en el captulo i del m. F,n teora, esta estructura respondera a los siguientes contenidos: el libro i versa sobre la funda cin y poltica interna (leyes, constitucin, etc.) de Rom a; el n, sobre la poltica exterior de los romanos y la ampliacin de su Imperio; el m, tanto sobre poltica interna com o externa, per centrada en los actos de hombres individuales. Tam bin en este caso encontramos captulos que responden slo vagamente a la estructura inicial, sea porque se trata de digresiones, sea porque su contenido la desborda. Respecto del contenido ms general y terico del texto, todo el pensamiento m aquiaveliano, desde su realismo poltico a su antro pologa, desde su concepcin de la historia a su relativo republicanis mo, se expresa en este texto en su dim ensin ms elaborada. Algn autor, destacando la disparidad entre los textos y las incongruencias conceptuales, ha planteado que los Discursos tienen poco, en realidad, de tericos. Segn este posicionamiento, se tratara ms bien de una obra de acumulacin de actitudes polticas, discontinua, sin unidad conceptual y en la que, entre tantas incongruencias, apareceran dos acti tudes principales: un cierto republicanismo referible a sus aos como se cretario de la Repblica y un discurso favorable al principado y a los Mdicis1 a partir del perodo post res perditas. Es justo destacar esta inter ' pretacin, que no deja de tener fundamentos y razones. Con todo, en mi opinin, se trata de una hiptesis que, a la vez que explica algunas incon gruencias, convierte en inexplicable la mayor parte de su obra, cuyo contenido terico es innegable y resulta, a grandes rasgos, congruente.

Im mandrgora y E l arte de la guerraEntre 15 17 y 15 18 apenas si hay noticias de M aquiavclo. Se sabe, al menos, que las relaciones y am istades de los Orti no colmaban sus as piraciones. En enero de 15 18 escribi a su sobrino Francesco Vernacci: La suerte, tras t u m archa, se ha portado conm igo tan mal com o ha podido; de manera que estoy reducido a tal estado que soy de poco

(art. cit., pgs. 14 2-14 3) y lu sido recientem ente revisada por ( i . Inglese (2006,pgs. 10 0 -10 1). 711 K. la usi, 2005, pgs. 17 8 -18 1.

MaquiaveU>, e! arte del Estado

i.i

provecho para m, y tic menos para los dems (N. Maquiavelo a Gio

vanni Ventacci |25-1 - 1 5 1 8 l).8"M aquiavelo sigui aprovechando su forzado ocio para componer otras obras aparte tic los Discursos. A este perodo pertenece, por ejem plo, L Asino, un poema satrico de inspiracin clsica del que ya se habla en la carta a Alam anni de diciem bre de 15 17 . Y sobre todo, otras dos obras suyas importantes, publicadas en vida y que le dieron cierta fama, una como com edigrafo (La mandrgora) y la otra como terico de cuestiones militares (,D ellarte della guerra o De re militari). La copia manuscrita de I m mandragora es tle 15 19 . Se trata de una obra en tres actos ambientada en Florencia, de tema picaresco y hu morstico, y que a menudo se ha considerado la m ejor pieza teatral del Renacimiento italiano. L a trama recrea la conquista de la mujer casada y honesta por parte del joven enam oradizo y osado, en un combate que da la razn a la astucia y a la intrepidez sobre una estu pidez ofuscada por las propias ambiciones y las apariencias, y tambin frente a una honradez enervada por la corrupcin reinante. K1 argu mento esconde quizs un retrato caricaturesco de la conquista princi pesca del Estado y tle la relacin virtud-fortuna. En cualquier caso, el elemento cmico y divertido contrasta con un mundo en descomposi cin que, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte tle la tradi cin picaresca, no parece redimible ni subsanable. Del xito de la pie za dejan constancia las mltiples representaciones en vida del autor (la primera en Florencia, en 1520), incluida una en Roma, por deseo expreso del papa Len X , as como sus diferentes ediciones, de las que se conservan tos, una de ellas en Venccia, con fecha de 1522. E l arte de la guerra se presenta bajo la forma de un dilogo ambien tado en 15 16 , aunque el texto se escribi probablemente entre 15 19 y 1520. Su protagonista, Fabrizio Colonna (capitn italiano al servicio de Espaa), charla amigablemente con sus interlocutores, todos ellos del crculo de los Orti Oricellari: Cosimo Rucellai (muerto en 1519), Zanobi Buondelmonti (a quienes tledica los Discursos), Luigi di Piero Alam an ni y Battista della Palla. Algunos temas se encuentran ya en E l prncipe o en los Discursos por ejemplo, la crtica de los soldados mercenarios y la indisciplina e inmoralidad de los soldados modernos; o la afirm a cin de la aparente incompatibilidad entre el espritu militar clsico y la moral cristiana, etc. , pero el tema dominante no es otro que la supe rioridad del arte militar romano, basado en ejrcitos no profesionales, la*" Traduccin en Epistolario privado.

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Estudio introductorio

batalla en campo abierto y en torno a la infantera; frente a este modelo tenemos las tendencias modernas, en que destacan los mercenarios, la caballera, las fortalezas, la artillera, etc. Y a en 1521 se public la pri mera edicin del texto en Florencia, lo que procur a Maquiavelo una cierta fama como conocedor de las cuestiones militares. La incesante actividad literaria de este perodo arroja otros textos de valor desigual. Por ejemplo, su Favola di Belfagor arcidiavolo, un breve cuento burlesco de tonos misginos; dos poemas (un Capitolo pastorale, del gnero buclico, y una Serenata en octavas de estirpe ovidiana), ade ms de una adaptacin en prosa de la Andria de Terencio.

Vuelta a la vida pblica. Vida de Castruccio Castracani de Lucca . Historia de Florencia. Discursos sobre la situacin de Florencia. Amistad con GuicciardiniDurante este perodo, M aquiavelo em pez a ser llamado de nuevo para desempear algunas misiones menores. Estos trabajos, aunque de naturaleza esencialmente privada, muestran ya una aproximacin a los Mdicis y un cierto carcter pblico, por cuanto las propias insti tuciones de la Repblica estaban interesadas en que llegaran a buen puerto. En 15 18 , un grupo de mercaderes florentinos le encarg que fuera a Gnova para gestionar la bancarrota de un florentino. Una misin parecida le fue encomendada, en julio de 1520, en la ciudad de Lucca, donde M aquiavelo estuvo casi dos meses. Durante su estancia el florentino compuso un Sommario delle cose della citt di Lucca*' (breve exposicin de las instituciones de la ciudad) y su Vida de Cas truccio Castracani de Lucca, una breve biografia de este legendario ca pitn luqus. Precisamente esta obra, leda y comentada por muchos de los frecuentadores de los Orti Oricellari, se considera un ensayo o prueba que le vali a M aquiavelo para ser finalmente elegido por los Mdicis para escribir la historia de F'lorencia. En efecto, como ya hemos sealado, tras la muerte de I .orenzo de Mdicis el Joven (mayo de 15 19 ) pareci levantarse el veto mediceo contra el antiguo secretario de la Repblica. E n m arzo de 1520 se produjo una prim era reunin entre M aquiavelo y el cardenal G iulio de Mdicis, propiciada nuevamente por algunos de sus am igos de los Orti. En noviembre de 1520 los oficiales del FLstudio eligieron a M a quiavelo para la composicin de unos anales y crnicas de F'lorencia,81 Existe traduccin espaola (Sumario de los asuntos de la ciudad de Lucca) en

Escritos polticos breves, 13 1 -138.

iMuquiavelo, el arte del Estado

i.111

a cam bio de cicn florines de estudio anuales. E n efecto, el ex secre tario se dedic durante aos a la redaccin de la Historia de Florencia (las Istorie ftorentine), que narra la historia de la ciudad desde sus or genes hasta 1494, ao de la expulsin de los M dicis. Se compone de ocho libros, de los cuales es especialm ente relevante el prim ero, por ser una introduccin general a la situacin italiana tras la destruc cin del Im perio rom ano, en la que se combina la pura narracin con el recurso dram tico y m oralizante de los discursos puestos en boca de diferentes personajes. N o faltan las teorizaciones en forma de re glas generales de naturaleza histrico-poltica, ni las descripciones particularm ente dram ticas de acontecimientos claves (la conjura de los P azzi, la revuelta de los C io m p i, etc.). Desde el punto de vista m etodolgico, el propio N icols M aquiavelo seal que su originali dad consista en haber dado mucho m s peso que sus predecesores a los conflictos internos para explicar la evolucin de la ciudad. Entre sus muchas lneas argumntales pueden destacarse dos, rele vantes por su carga crtica. Por un lado, el declive general de las provin cias italianas, propiciado en buena medida por el efecto negativo de la religin y el papel poltico de los papas, y que culm inar en el perodo de pacfica molicie conocido como la P az de Lodi (1434-1494); por otro lado, el diagnstico de debilidad incurable de Florencia, donde el con flicto interno se salda sistemticamente, a diferencia de Roma, con un resultado fratricida y partidista. Si ya era delicado presentar estos te mas ante el cardenal G iu lio de M dicis, mucho ms delicado era sin duda el tratam iento que deba dar al describir el papel desempeado por la fam ilia inedicea en la historia de la Repblica. De tales escr pulos da fe una carta enviada a Guicciardini (N. Maquiavelo a F. Guicciardini I30-8-1524 |)x* en la que M aquiavelo se preguntaba si su narracin poda hacer que alguien se sintiera ofendido , pero so bre todo el testimonio de Donato Giannotti,8* am igo de M aquiavelo que, en una carta de 15 33, afirm aba que ste le haba confesado que, llegada la ocasin, pondra en boca de los adversarios de los Mdicis lo que l m ism o pensaba sobre la form a y los efectos de su influjo sobre Florencia. Los p rim en cuatro libros se compusieron antes de di ciembre de 1522, y el resto, antes de m arzo de 1525. Junto a los annalia, el Estudio encarg tambin a M aquiavelo otras tareas entre las cuales parece que estaba la redaccin de un anlisis yT rad uccin en Epistolario privado , pg. 357. ^ R. R klo lfi, 1969, pgs. 3 10 - 5 1 1.

Liv

Estudio introductorio

propuesta sobre la reform a constitucional de Florencia, el conocido como Discursos sobre la situacin de Florencia tras la muerte del joven

Lorenzo de Mdicis (Discursus rerum florentinarum post m oran iunioris uiurcntii Medicas) ** fechado entre noviem bre de 1520 y enero de15 2 1, por encargo expreso del cardenal G iu lio de M dicis. La pro puesta de M aquiavelo era bstanle peculiar, y debe explicarse a partir del hecho circunstancial de que en el m om ento los m xim os represen tantes de la fam ilia M dicis eran (Jos eclesisticos sin descendencia. F.n este contexto se abogaba por una transicin a la Repblica popular florentina, que pasaba por la restauracin del G ra n C onsejo (abolido por los M dicis en 15 12 ) y la alianza entre el pueblo y la faccin m edi cea a expensas nuevam ente de la oligarqua florentina. En la prim avera de 15 2 1, M aquiavelo rechaz una oferta como secretario de Prospero C olonna, herm ano del F ab rizio Colorna que era protagonista principal de la obra E l arte de la g u a ra . Sus m ejora das relaciones con los M dicis siguieron dando sus frutos. L\n m ayo de ese m ism o ao, la m agistratura de los ( )cho le envi a Carp con una misin pblica a todos ios efectos y de relativa im portancia: se trataba de asistir al captulo general tic los frailes franciscanos para prom over una provincia franciscana independiente, lo cual perm itira que Sie na, sede central de la O rden, 110 controlara a los frailes residentes en territorio florentino. Lo cierto es que la misin no arro j resultados significativos, fin el transcurso de la com isin, los cnsules del G r e mio de la Lana encom endaron una nueva tarea a M aquiavelo, sta s francam ente m odesta, consistente en convencer a 1111 fraile para pre dicar en el D uom o durante la cuaresm a, lo que propici un intercam bio de bromas con Guicciardini retratado en su correspondencia. En efecto, la estancia de M aquiavelo en Carpi fue largam ente re cordada gracias a que aqu se inici un intercam bio epistolar con F ran cesco G uicciardini, el clebre poltico e historiador italiano. G u icciar dini era gobernador de M dena desde 15 16 , y en 15 21 se convirti en lugarteniente de las tropas de la Santa Sede. Esta circunstancia contri buy a que M aquiavelo volviera a una vida pblica de mayor relieve, como puente entre G uicciardin i al mando de las tropas de la Iglesia

fi'1 Trad uccin en el presente volum en, pgs. 66 j ->8i . A p rovech an d o la falta ile herederos en la fam ilia incdiccn, el Discursus propone prcticam ente lina vuelta a los fundam entos republicanos d e Florencia bajo el lidera/.go y supervisin de los M dicis (526, M aquiavelo se halla ba en Mdena con Guicciardini para intentar frenar la llegada de las tropas alemanas. Por estas fechas, (iovanni de Mdicis (Giovanni de las Bandas Negras) al que M aquiavelo, tiempo atrs, haba descrito como el lder natural para capitanear los ejrcitos de la L iga se top en 1111a escaramuza con los lansquenetes y result herido de muerte. Linsquenetes y espaoles consiguieron reagruparse en Piacenza, as que en febrero de 1527 las tropas de Guicciardini volvieron a tratar de frenar al ejrcito imperial, ahora en Parma. Maquiavelo pas unos das en Bolonia, donde entabl amistad con el cardenal Innocenzo Cybo, sobrino de Clemente V II y legado pontificio en Bolonia. Ante la imposibilidad de resistir a las lanzas imperiales, las tropas de G u ic ciardini se dirigieron entonces al Lacio para intentar reagruparse, y Maquiavelo precedi a Guicciardini para buscar y preparar el aloja miento del ejrcito. Pero el ejercito imperial era ms rpido, y el 6 de mayo, dieciocho mil soldados imperiales saquearon Roma durante semanas, mintras el papa se refugiaba en Castel SantAngelo con al gunos cardenales y quinientos guardias suizos. Apenas diez das despus del clebre saco de Roma, los Mdicis fueron expulsados de Florencia y la revuelta trajo de nuevo 1111 rgi men republicano popular, basado en el (ran Consejo, que 110 obstan te slo dur hasta 1530, ao en que los Mdicis volvieron a dominar la ciudad con el apoyo de Espaa. En ese mismo mes de mayo de 1527, Maquiavelo regres ya enfermo a una Florencia a la que tambin acu dieron sus antiguos amigos republicanos (Buondelmonti, Alam anni, etctera). Caba pensar entonces en la reincorporacin de Maquiavelo90 Traduccin en Epistolario privado , pg. 407.

Maquiavelo, el arte del listado

LIX

al nuevo rgimen, pero los hombres fuertes ele la nueva Repblica no confiaban en l. Es conveniente traer aqu las palabras de Giambattis ta Busini, contemporneo de M aquiavelo y acrrimo republicano, cuya versin de los hechos, aunque ya en una carta de 1549, puede ilustrarnos sobre su situacin a su regreso a Florencia:M aq uiavelo huy de R om a y, habindose recuperado la libertad, se alleg hasta all |Floren cia|. Intent con gran denuedo recuperar su puesto en la m agistratu ra de los D ie z. X anobi B uondelinonti y L u ig i A lam an n i lo favorecan m ucho, pero don B ald assarri y N iccol di Braccio lo im pedan, y la m ayora, a causa de E l principe , lo odiaba: a los ricos les pareca que su prncipe era un docu m ento q ue enseaba al D u q u e a quitarles todos sus bienes; a los pobres, toda la libertad. A los Piagnon i |savonarolianos|, les pareca un h ereje; a los buenos, un m probo; a los m alos, m s m alo y m s osado que ellos; de m anera que todos lo o d iab an .1' 1

De nada sirvieron las recomendaciones de los viejos amigos. Aparte de las sospechas de mediceo que pesaban sobre l, al parecer, un buen nmero de los nuevos dirigentes republicanos eran de filiacin savonaroliana, por lo que su fama de irreligioso debi de ayudar muy poco a Maquiavelo. En todo caso, M aquiavelo muri escasas semanas des pus de su regreso a Florencia, exactamente el 21 de junio de 1527. Desde haca mucho tiempo ingera pldoras para calmar un dolor de estmago que quiza deriv en una peritonitis. En sus ltimas horas estuvo acompaado de algunos de sus viejos amigos (Euigi di Piero Alam anni, Zanobi Buondelmonti, F'ilippo Strozzi, Jacopo Nardi). Al da siguiente, fue enterrado en la iglesia de Santa Cruz. Algunos escritos menores son de fecha indeterminada, entre ellos el Capitulo deU'Occasionc (una traduccin libre de 22 versos de un epigra ma de Ausonio), el Capitolo per una compagnia di piacere, la Allocuzione ad un magistrato?1 la lisortazione alia penitenza y el ms relevante de to dos, el Distorso intorno alia nostra lingua, que se ha fechado en torno a 1524. En este escrito, cuya autora ha sido muy discutida, Maquiavelo polemizaba con quienes defendan la forja cortesana de la lengua y rei vindicaba el toscanocomo tronco principal del italiano.

(t. 15. Busini, lettere a benedetto Varchi sopra l'assedio di Firenze |ed. de (>. MilanesiI, Florencia, l-e M ounier, 18 6 1, pgs. H4-85. 1,2 Ixiste traduccin espaola (Alocucin dirigida a una magistratura) en Escri tos polticos breves, pgs. 12 7 - 13 1.

LX

Estudio introductorio

Por lo que respecta a su muerte, en una presunta carta de Fiero Machiavelli, hijo de nuestro autor, se afirm a que ste recibi la confe sin de un tal fray Matteo justo antes de morir. Y a en el siglo pasado, Tom m asini,y expuso sus ms que razonables dudas sobre la autentici dad de esta carta, que probablemente fue ideada por algn familiar para contrarrestar la mala fama de su nombre y el clebre sueo que se le atribuye antes de morir. En efecto, se dice que Maquiavelo cont a sus amigos que haba soado que se aparecan ante l dos hileras de hombres. Una de ellas rebosaba de personas de aspecto humilde y an drajoso, y al preguntar M aquiavelo de quines se trataba, se le dijo que eran los bienaventurados, que marchaban camino del Paraso. La otra hilera estaba formada por un grupo de hombres solemnemente vestidos y de aspecto grave: se trataba de los condenados al Infierno, entre los que M aquiavelo consigui distinguir a Plutarco y a Tcito. Al preguntrsele en qu fila prefera estar, M aquiavelo no mostr ninguna duda: el infierno de los filsofos le pareca mucho mejor que el paraso de los miserables. Sobre el carcter legendario de este episo dio hay que advertir que su narracin precisa corresponde al jesuta Etienne Binet, nada menos que en 1626. Com o recuerda Procacci, atribuir una muerte blasfema a un enemigo intelectual o poltico era una prctica bastante habitual en la Europa de la Reform a y la C on trarreforma.1'4 Bien puede, pues, tratarse de una invencin tarda, aun que un testimonio anterior parece indicar que algo hubo. En efecto, en 1546, el ya antes mencionado Busini habla de un Maquiavelo a punto de morir que ingera pldoras para el estmago y que relataba su tan celebrado sueo a Filippo, Francesco del ero |...| y as muri, mal contento y entre burlas. L a verdad, no parece que Busini pudiera te ner mucho inters en concebir un sueo difamatorio contra M aquiave lo, y lo que su testimonio indica es que el florentino, en efecto, debi de contar un sueo que adquiri cierta celebridad en determinados am bientes florentinos. En todo caso, invencin o no, el contenido del sue o no parece traicionar el perfil vital de nuestro hombre, sino que, como ha dicho algn intrprete,9 bien pudiera tomarse corno un ex 5 tracto de su testamento espiritual.

9S O. T om m asini, 1994-1999, voi. 11, pgs. 902-905. w (>. Procacci, Machiavelli nella cultura europea dell'et moderna, Rom a, I n terza, 1995, pgs. 300-301. 95 (. Sasso, 1987-1988, voi. ni, pg. 294. Para una opinin contraria, c f I\ Bausi, 2005, pag. 99.

Maquiavelo, el arte del Estado

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P E N S A M IE N T O

Filosofa y prctica polticaEl pensamiento y los escritos de Maquiavelo han sido objeto de intensas y prolongadas controversias ya desde su muerte. La temprana recep cin de sus obras, en el contexto de una Europa marcada por las guerras de religin, se caracteriz por la parcialidad y la instrumentalizacin, aderezadas a menudo con el desconocimiento del contenido de sus es critos. Se trata de un hecho comprensible si nos situamos en una poca en que cualquier alusin al m aquiavelismo era ms bien un arma para descalificar al adversario que un sistema de pensamiento. Desde me diados del siglo x t x , la historiografa cientfica ha enfriado bastante el asunto, aunque persiste la tendencia a la enconada disparidad de in terpretaciones. Comprensible tambin, si se repara en que lo que trata de dirim ir la historiografa contempornea es ya de por s controverti ble; pinsese, |x>r ejemplo, en nociones tan discutibles como ciencia poltica, modernidad o filosofa que con frecuencia se tratan de poner en relacin con el florentino. La disparidad interpretativa afecta tanto a la veracidad e importancia de ciertos detalles biogrficos como al estatus general de su pensamiento, que a menudo se intenta relacionar con dichos detalles. Una primera dificultad se halla en el propio carcter de la obra de Maquiavelo, que carece de un aspecto sistemtico y no est exenta de ambigedades terminolgicas, lagunas e inconsistencias. De he cho, su vis literaria hace que, incluso en los momentos ms supuesta mente tericos de su obra, sta se halle siempre jalonada de efectos retricos y narrativos, algo que facilita las cosas al lector pero que complica la accin del intrprete. Existe un tipo de interpretacin genrica de la figura de Maquia velo que vamos a considerar en primer trmino, aunque slo sea por que ya no volveremos a ella. Se trata de la tendencia, partiendo del carcter asistemtico y am biguo de su obra, a considerar a Maquiave lo como 1111 mltico prctico o una especie de analista de su tiempo con aficiones literarias y especulativas ms bien que como un autor con pre tensiones tericas. L a virtud de esta interpretacin general se cifra en que explicara las incongruencias y ambigedades de su obra, que de penderan entonces del anlisis de una coyuntura cambiante tanto en s misma como en cuanto al enfoque del propio interesado. As, resul

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tara que no slo no estaramos de ninguna manera ante un filsofo poltico, sino que su obra tampoco podra ser entendida -a no ser en un sentido muy limitado como un ejemplo de pensamiento terico. Maquiavelo se servira, en efecto, de generalizaciones histricas y pol ticas, pero slo a modo de andam iaje para apuntalar sus actitudes y opciones polticas, fundamentalmente coyunturalcs. Este andam iaje sera puramente instrumental y acomodaticio, y tendra un inters se cundario para el propio autor. Esta imagen de un M aquiavelo extrao y extranjero en el pas de los filsofos tiene una larga tradicin, e incluso ha sido recientemente reforzada por brillantes estudiosos.^ Pero no es sta la perspectiva que defenderemos aqu. Una cosa es que se pretenda que M aquiavelo es un filsofo en el sentido ms tpico del trmino, esto es, un autor centrado bsicamente en el anlisis sistemtico de las ideas propuestas por la tradicin filosfica, o en este caso filosfico-poltica; en efecto, es muy posible que no sea sta una buena manera de caracterizar a Maquiavelo. Pero otra cosa muy distinta es negar la voluntad de teo rizacin de un autor que se esfuerza sistemticamente en pensar cier tos fenmenos polticos e histricos que necesariamente incumben a la filosofa. Su ingenio y su talento literario hacen que M aquiavelo sea un autor penetrante y agudo ms bien que meticuloso en sus concep tos, lo cual, en efecto, confirm a que no nos hallamos ante un pensador sistemtico y riguroso, pero nada dice contra una voluntad de teoriza cin que sale al paso en cada pgina de su obra. Se podra objetar acaso que la actitud racionalizadora no es suficiente para afirm ar que estamos ante un terico o un filsofo de la poltica, pues ciertamente estas actitudes son atribuiblcs tambin al mero analista poltico. Sin embargo, tampoco es ste, en mi opinin, el caso que nos ocupa: M a quiavelo es un pensador que se pregunta por los fundamentos mis mos de su anlisis poltico, fundamentos que l sita en el terreno de los grandes procesos histricos o en el mbito antropolgico y de la naturaleza. Y slo desde esta radicalidad teorizante, que efectiva mente se da en M aquiavelo, es posible determ inar el campo de lo poltico en sus relaciones con otros campos, en especial el cam po de la moral o el de la religin.

96 F. Bansi, 2005, pg. 18 y sigs. Sobre esta problem tica, M. (a ille , Machia vel et la tradition philosophique, Paris, P U F , 2007. En un sentido algo diferente, F. IX-ppe (1987, pg. 290 y sigs.) argum enta la ruptura de M aquiavelo con la tradi cin filosfica, tica y teolgica.

Maquiavelo, el arte del Estado

LXIII

Antes de Bodin y HobbesOtra tesis bastante tpica ele la historiografa es la de que Maquiavelo vendra a ser el fundador de la ciencia de la poltica, o simplemente que nos hallamos ante el primer cientfico de la poltica (Ernst Cassirer, Nicola Abagnano, etc.). Desde luego, un anlisis sobre que puede en tenderse por ciencia poltica y qu contribucin puede asignarse a Ma quiavelo en relacin con esta disciplina nos llevara demasiado lejos, |X'ro caben, al menos, algunas puntualizaciones al respecto. Kn primer lugar, la concepcin de la poltica como una ciencia es una de las pretensiones de la temprana modernidad, contexto en el que ante todo habra que ubicar a Maquiavelo. Sabemos que esta pre tensin es deudora, en primer lugar, de la concepcin de la ciencia inaugurada por (Jalileo (alilei y teorizada filosficamente, en su for ma ms exitosa, por Rene Descartes. Las directrices de esta nueva fi losofa son bien conocidas. Dejando de lado la fundamentacin y la unicidad metafsica de todas las disciplinas, lo ms relevante es esa concepcin procedimental del conocimiento a travs del mtodo, cu yos paradigmas son la geometra y la aritmtica, y que se plasma en la descomposicin de los fenmenos hasta sus ltimos elementos consti tutivos (anlisis), para luego recomponerlos metdicamente (deduc cin) y en condiciones controladas. E l objeto es conocido slo cuando se han comprendido las leyes que rigen su composicin y descompo sicin. En este sentido, aunque existen precedentes, es Tilom as I Iobbes el que nos proporciona el intento ms serio en esta concepcin analtica y metdica de la ciencia poltica. De hecho, su mismo contractualismo puede verse como el intento de descomponer el cuerpo poltico hasta sus elementos ms simples individuos presociales guiados por pasiones elementales , para entender las leyes y dinmi cas de su composicin. Pero, mucho ms interesante para nosotros, esta concepcin de la ciencia implica el rechazo sistemtico (en I obbes no menos que en Descartes) de la silogstica dialctica (basada en cualquier tipo de tpica) y de la prudencia (basada en la experiencia) como fuentes de conocimiento cientfico. Dicho esto, parece que Maquiavelo es ajeno a este mandato de metodologizacin que pretende ofrecer garantas de certeza sobre el objeto de conocimiento. Aunque Maquiavelo 110 siempre apele a la experiencia y su forma arguinental tenga una evidente dimensin intuitiva y deduc tiva, en general parece pensar la poltica como una tchne, esto es, como

I.XIV

Estudio introductorio

una disciplina que contiene una dimensin prctica y que se basa en la experiencia. L a materialidad de su objeto y la incerteza de su praxis impiden un rgimen de ideas formal y cientfico, |>ero abren el campo a la prudencia, la pericia, la tcnica. De hecho, el florentino se refiere a su propia actividad como el arte dello stato, un saber basado precisa mente en la experiencia (esto es, extrado de los ejemplos contemporneos y tambin de las propias vivencias personales) y en las lecciones de la historia (extradas mediante el anlisis e interpretacin de excmpla ct casus). Y no por casualidad M aquiavelo compara a m enudo la ciencia [xiltica con la medicina o la navegacin, actividades basadas en la exjx;ricncia y en un acervo de supuestos que, sin em bargo, 110 permiten la exactitud ni la formalizacin matemtica. Desde luego, 110 pretendemos afirmar que M aquiavelo puede asimilarse sin ms a la tradicin aristo tlica o al eclecticismo humanista. D e hecho, 110 viene mal recordar que el propio Aristteles parece rechazar (al menos en la Etica nicomquea) la idea de poltica como epistme, o como tchn, argum entando que se trata ms bien de una accin dirigida a fines y orientada por la pruden cia (phnmsis) y 110 un arte que produzca objeto alguno. Por el contrario, el arte del estado maquiaveliano no es mera prudencia o praxis y m u cho menos praxis cvica (aunque tambin ser ambas cosas), sino que nos remite al conocimiento de las condiciones y factores que constitu yen, perfeccionan o disuelven un objeto especfico al que l llama estado: un poder estable extendido sobre un territorio y una poblacin. Por otro lado, es evidente que su profunda actitud crtica y polmica lo desvincu la de gran parte de la tradicin poltica. De hecho, la originalidad de M aquiavelo tiene que ver con su rechazo de esa concepcin de la |m>1 (ti ca, tan frecuente en el Renacimiento, que hace de ella un saber prctico de carcter form ativo pedaggico y orgnicamente vinculado a otras ramas del saber (normalmente a la tica). A q u cabe quizs asentir a esas palabras de Duis Althusscr que hablan de la soledad de Maquiavelo. En txlo caso, estamos en una concepcin dialctica de la poltica, que se mueve en el mbito de la verosimilitud y la prudencia, y al margen de las certezas metodolgicas. Otra cosa muy diferente es plantearnos si la concejxn moderna de la ciencia que va de Ilohbes a Descartes, al menos en lo que se refiere a sus pretensiones formalistas y procedimentales, no ha sido una preten sin incumplida ya desde sus mismos comienzos, cuando no un mero ejercicio retrico y de autolegitimacin. Tales pretensiones entraron muy pronto en crisis (con Gianibattista Vico y John Locke) y se recuper una concepcin de la historia y de la poltica donde 110 se poda renunciar

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ni a la dialctica ni a la experiencia, y donde la verosimilitud tena tanta presencia como certeza, si no ms. Desde este punto de vista, es legtimo preguntarse si M aquiavclo no estar ms cerca de nosotros que la versin ms metodoiogista y pretendidamente cientfica de la modernidad. I lasla ahora slo nos hemos referido a la ciencia poltica moderna en su dimensin formal y procedimental, y nada hemos dicho de la natura leza de su objeto propio, porque el pensamiento moderno aborda la po ltica desde y en funcin del Estado moderno, un fenmeno que, aun que no consolidado, prcticamente est en marcha en tiempos de Maquiavclo. El Estado moderno supone, claro est, la dotacin de un derecho formal positivizado (estable y previsible), la profesionalizacin y especializacin de la administracin (burocratizacin), la separa cin entre los medios de administracin y los administradores, y, en fin, toda una serie de fenmenos subsidiarios o concomitantes ejrcitos permanentes y, por tanto, presin fiscal, cont rol demogrfico y censo pre ciso, desarrollo de la burguesa y la economa capitalista, etc. cuya dis cusin nos apartara de nuestra materia. Pero el Estado moderno nos remite tambin a la verticalidad del Estado, a la escisin entre gobernan tes y gobernados, a la necesidad de conjugar derechos y legitimidad (ba sada en el consentimiento popular y en el aparente respeto de la legalidad y la norma), y a la razn de listado, la excepcin, la lucha por el poder. Para conjugar todos estos elementos y bajo el objetivo bsico de la conservacin, el Estado moderno se piensa a partir de un fundamento normativo que no es otro que el concepto de soberana asistido, a su vez, por elementos como el estado de naturaleza o el contrato , lo que permita un sustrato identitario y soldaba la brecha entre gobernan tes, gobierno y administracin. En fin, se trata de un dispositivo concep tual que culmina nuevamente en Hobbcs y que en todo caso no est disponible al menos hasta los Seis libros de la Repblica , de Jean Bodin (1576). Ahora bien, si la soberana es nuevamente el producto de un cierto formalism o que pone el acento sobre el fenmeno de la legitimi dad del poder, M aquiavclo se halla en una problemtica diferente. Esta problemtica no es otra que la dimensin existencial del Estado y, por ello, M aquiavclo ve en la fuerza (preeminentemente militar, pero tam bin territorial, social), 110 menos (y quiz como factor ms decisivo) que en los ordenamientos jurdicos y en las leyes, el elemento decisivo del orden poltico, mientras que la legitimizacin es algo relativamente se cundario, reservado a la intervencin de instituciones como la religin. Parece evidente, pues, que M aquiavelo se mueve de nuevo en un pro grama relativamente ajeno al pensamiento poltico moderno, y que su

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intervencin supone una perturbacin para todo intento de determinar la esencia del Estado exclusivamente desde lo jurdico o desde cualquier instancia normativa. Alguien describi su pensamiento como una filo sofa de la fundacin sin pregunta |x>r el derecho de la fundacin.'7 Resulta comprensible tambin en este sentido que el nombre de Maquiavelo fuera fcilmente ajustable a la crtica del formalismo normativo en la concepcin del Estado. En cualquier caso, cabe recordar que, como en la cuestin de los aspectos metodolgicos, el formalismo y el legalismo fueron problemticos ya desde los mismos inicios de la modernidad, por lo que es razonable que Maquiavelo pueda considerarse como 1111 punto tle referencia para toda corriente que critique el norrnativismo como cla ve para entender la poltica y el Estado. As pues, aunque Maquiavelo suponga un antes y un despus en la historia del pensamiento poltico, su identificacin con ste slo puede hacerse partiendo de su propia crisis y pluralidad interna. Kn definitiva, hablar de Maquiavelo como fundador de la ciencia poltica en general puede inducir a confusin, en especial si entendemos ciencia poltica en la acepcin tpica y restringida que adopt el ideario de la temprana mcxlernidad. En este sentido, como acabamos de decir, su obra supone una interpelacin perturbadora y quizs ineludible, ms bien que el fundamento en positivo del pensamiento poltico moderno.

La ruina de Italia, la pluralidad de causas y el Estado burgusAntes de interpretar los elementos ms importantes del |>ensamicnto po ltico de Maquiavelo es preciso efectuar alguna consideracin directamen te relacionada con el contexto histrico-poltico que le toc vivir y en el que se gest su pensamiento. Salta a la vista que toda la obra de Maquia velo est impregnada del momento histrico que viven la Repblica flo rentina y la Italia de su poca, y es bien sabido en qu consisti, al menos para l, ese momento: una profunda crisis de las repblicas y los Estados italianos que, a partir de 1494, convierten a Italia en el teatro de operacio nes de la lucha por la hegemona europea entre Espaa y Francia. Hasta qu punto estas circunstancias determinaron el pensamiento de Maquiavelo se constata con slo pensar que las referencias al pro blema de Florencia e Italia son constantes en toda su obra y alcanzan

97 L . Althusser, Politico e historia. Dc Maquiavelo a Marx, Buenos Aires, K atz, 2007, pag. 242.

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su cnit en la famosa exhortacin a liberar Italia del barbaro dominio con que se cierra l'.lprncipe. Tam bin en los Discursos, por poner otro ejemplo, leemos que no es un buen momento para nacer en Grecia o en Italia, pues en los |tiempos| actuales nada le compensa de tan gran miseria, infamia y vituperio; porque ni se practica la religin, ni se cumplen las leyes, ni se observa la ordenanza militar; manchando to das las conciencias los vicios ms repugnantes (Discursos, n, prlogo). La nocin de la misera Italia y la apelacin a liberarse de los brbaros es un tpico recurrente desde tiempos de Petrarca, y como ya destacara F.rasmo, los polticos italianos de principios del xvi pinsese, por ejemplo, en Julio II o los medceos Len X y Clemente V II usaban la diatriba contra los brbaros para justificar cualquier guerra, alianza o infidelidad. Pero en el caso de Maquiavelo, es obvio que el dominio extranjero brbaro o no es algo ms que un tpico: es el hecho por excelencia que toca pensar y remediar. As, el florentino traza un com pleto cuadro clnico de la decadencia italiana del que merece la pena extraer algunos elementos. Para em pezar, la causa prxim a del declive italiano habra que si tuarla en los sesenta aos de la Paz de Lodi (1434-1494), un perodo que predispuso a los italianos a una cmoda molicie y les hizo olvidar las virtudes militares y la necesidad de la guerra, asunto que dejaron en manos de ejrcitos mercenarios y de las potencias extranjeras. Ks este el diagnstico que aparece en su Historia de Florencia, donde se habla de esos sesenta aos de paz y preparacin de la servidumbre de Italia, aos donde no haba sitio para la fortaleza de los soldados, la virtud de los capitanes o el am or a la patria de los ciudadanos (Histo ria de Florencia, v, 1). En E l arte de la gue>ra se corrobora el diagnsti co y se culpa a los lderes italianos que, con su cultura refinada y autocomplaciente, han preparado la ruina de Italia:('rean nuestros prncipes italianos, antes de suf rir los golpes de las guerras ultram ontanas, que bastaba a una |x-rsona de su condicin aprender a redac tar una hbil respuesta, a escribir una bella carta, o m ostrar en sus discursos agudeza y rpida com prensin, salx-r preparar tina perfidia, adornarse con joyas d e oro y piedras preciosas, sobrepujar a los dem s en el lujo de la mesa y el lecho, rodearse de gentes viciosas, gob ern ar a sus slxlitos con orgullo y avaricia, vivir entregado al ocio corruptor |...|. N o com prendan los desgra ciados que se preparaban a ser vctim as del prim ero que les acom etiera. Esta fue la causa del gran espanto, de las repentinas fu gas y de las sorprendentes prdidas que em pezaron en 1494. (lil arte de la guerra, v il, 388-389.)

Lxvm

Estudio introductorio

Podramos aducir ms textos que redundan en lo mismo (por ejemplo, el captulo xii de 7:7 prncipe o el captulo xvm del Libro 11 de los Discursos), pero aqu basta con retener que es obvio que Maquiavelo ve la causa de la decadencia italiana en ese ocio propiciado por la Paz de Lodi, en esa especie de molicie que conduce a debilitar los r< lenes y virtudes militares y cvicos (con los requeridos sacrificios). Un ocio rodeado de fenmenos concomitantes y coadyuvantes: la ineptitud y la falta de visin de los lde res polticos, el papel negativo del papado para la creacin de 1111 Estado fuerte, la debilidad de la religin o su simple ausencia, la excesiva riqueza de los ciudadanos privados y pobreza de lo pblico (para el caso de Flo rencia), etctera. F.s as que la Paz de Lodi no se interpreta ya como aque llos buenos tiempos que no volvern, sino como la causa y la antesala del escenario de servidumbre posterior. Y este caso concreto y coyuntural de la servidumbre italiana prueba adems que una prolongada paz (Discur sos, 11, xxv) y, en general, los tiernjx en que predomina el otium (Discursos, 1, vi), son autnticos disolventes de las virtudes militares y cvicas y, por lo tanto, una de las causas generales ms comunes del declive de muchas repblicas y Estados. Podramos, en realidad, ir ms all y ver cmo ese mismo ocio se relaciona con causas de ndole antropolgica, como es la naturaleza ambiciosa y mezquina del hombre la relacin entre am bicin y ocio, tal como viene retratada en su poema sobre la ambicin (Capitoto delAmbizkme) , tiene efectos, como en el caso de Italia, devasta dores , e incluso con causas geopolticas y cosmolgicas: el nmero de repblicas en competicin, la migracin geogrfica de la virtud, etc. Si nos centramos en el caso de la decadencia de Roma, por el que Maquiavelo se interes especialmente, se observa igualmente una plu ralidad de causas relacionadas. La destruccin de la Repblica estuvo para Maquiavelo conectada a dos causas particulares: en primer lugar, la promulgacin de las leyes agrarias, que propiciaron un desequilibrio social y la consiguiente lucha de clases y de facciones que nutri a per sonajes como Julio Csar (Discursos, 1, xxxvn ; 111, xxiv). As, si el conflic to fue un elemento positivo en los primeros tiempos de Roma, la subsi guiente lucha de facciones hizo que la legislacin, los honores y los cargos pblicos se redujeran a un elemento estratgico de esta lucha (Discursos, 1, xxix; 111, xxvm ). En segundo lugar, la excesiva y rpida expansin territorial imposibilit un buen gobierno apropiado de colo nias y provincias y signific la prolongacin de los cargos militares, que aumentaron su poder granjendose la lealtad personal de sus ejrcitos (Discursos, 111, xxiv). Adems, se mencionan otras causas genricas, corno la corrupcin de la moralidad romana debido a la influencia que

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ejercan sobre Roma las culturas conquistadas (Discursos, m, xix) y sobre todo la corrupcin de la religin romana (Discursos, n, x ii) , o incluso un hecho puramente fortuito: los hombres virtuosos se hicieron menos nu merosos con el curso del tiempo, y nadie pudo entonces oponerse a la insolencia de los ambiciosos (Discursos, m , i). Maquiavelo no estaba interesado exclusivamente en dilucidar los pro blemas polticos e histricos do su tiempo. Tam poco se limit a analizar la coyuntura poltica desde una explicacin simple, sino desde una plura lidad de causas prximas e inmediatas que se compaginan con causas genricas y de naturaleza no especficamente poltica. Por todo ello, nue vamente, me parece un error reducir a Maquiavelo al papel de poltico prctico aficionado a las especulaciones, o querer poner el lmite de su |>ensamicnto en el momento histrico que le toc vivir o en su situacin personal. Ms bien todo indica que es la excepcionalidad del momento vivido por Maquiavelo lo que le permite pensar lo poltico en una de sus condiciones ms radicales: el problema misino de la realidad existencial del Kstado. As, la reflexin sobre la crisis tic Italia permitir a Maquiave lo pensar, con el trasunto especular de la Repblica romana y el Imperio, la fundacin, la crisis y la destruccin de los Estados en general. Por otro lado, el intento de contextualizar el pensamiento de Maquia velo ha llevado a interpretarlo, como en el caso de Antonio Cramsci o de Max Horkheim cr, como un defensor del Estado burgus en su lucha con tra los residuos medievales y feudales cro productiva entre la oligarqua nobiliaria y cortesana y el absolutismo monrquico. T engo para m que este ti|x> de juicios se arries gan a un estril anacronismo. I ,a construccin del as llamado Estado burgus fue un proceso que en tiempos de Maquiavelo todava estaba enA . G ram sci, 1975, pg. 30. w P. Anderson, I .ineages o f the Absolutist Stute, Londres, Verso, 1974, pg. 166.

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Estudio introductorio

ciernes y que conviva con oirs formas burguesas peculiares (las repbli cas italianas y alemano-suizas) o con potentes formas estatales que a duras penas pueden llamarse modernas o burguesas, como el proyecto imperial espaol, ('uando Maquiavelo critica los restos y particularismos feudales, es muy posible que 110 lo llaga desde los supueslos del nuevo pensamiento burgus, sino desde una realidad burguesa y republicana que llevaba ya siglos instalada en la 'Toscana, procedente del mundo medieval y con ras gos diferenciados de la moderna burguesa. Y tampoco parece criticable la ceguera de Maquiavelo por 110 haber visto en la monarqua nobiliaria la clave para transitar hacia el Estado moderno. Primero, porque la ten sin entre monarqua y nobleza dio resultados muy diferentes (en Fran cia, en Inglaterra o en Espaa), y sobre todo, porque la preocupacin principal de Maquiavelo 110 era inventar un Estado moderno al gusto de los intrpretes del siglo xx, sino simplemente la necesidad de crear un orden poltico capaz de competir poltica y militarmente con dos realida des (las monarquas espaola y francesa) que exigan un gran Estado cen tralizado en Italia. Por supuesto, este Estado slo era pensable destruyen do los particularismos feudales y valindose de los recursos proporcionados por las estructuras burguesas del centro de Italia, pero nos hallamos ante medios coyunturalcs para una situacin concreta, no ante un proyecto dictado por una necesidad intrnseca a su forma de entender el Estado.

Pblico y privado. Amigo y enemigo. Realismo y verit effettualeEn Parole da dirle sopra la provvisione del danaio..., un escrito breve, ocasional y redactado una dcada antes de i l prncipe, se muestran ya algunas de las lneas maestras que conformarn el pensamiento de Maquiavelo. Se parte all, para em pezar, de la uniformidad en la his toria de las relaciones humanas, algo que le permite a M aquiavelo re lacionar y comparar los fenmenos histricos de la Antigedad y de su propio tiempo....Se asume, pues, una cierta igualdad de la naturaleza humana, sesgo naturalista que permite hallar esas constantes antropo lgicas sin las que sera imposible establecer equivalencias entre situa ciones histricamente diferentes, o postular que las mismas causas operen los mismos efectos en tiempos y circunstancias distantes. Y se asume, sobre todo, la separacin radical de las relaciones entre ciudaA lgo ya sealado en el com entario a la edicin del texto llevado a caito por ).-J. M arcitam i,o/>. cit., pgs. 60-63.

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danos y las relaciones entre Estados: Entre privados, las leyes, los do cumentos y los pactos obligan a observar la palabra, pero entre los seo res, slo las armas obligan a cumplirla (Discurso sobre la provisin de dinero, traduccin de M areliaud, pg. 414). Esta especfica lgica del Estado da pie a dos argumentos indepen dientes que, de haberlos conocido, seguramente 110 habran disgustado a Cari Schmitt. El primero, que toda ciudad, todo Estado, debe conside rar como enemigos a todos aquellos que puedan abrigar la esperanza de quitarles lo suyo sin resistencia posible (Discurso sobre la provisin de di nero, pg. 41 3); el segundo, que si la proteccin exige la obediencia, esta equivalencia funciona tambin a la inversa: no hay ni puede haber obli gacin donde 110 se cuenta con fuerzas que aseguren la proteccin y el castigo de la desobediencia: Los hombres 110 pueden y 110 deben ser fieles siervos de aquel seor que ni puede defenderles ni corregirles (Discurso sobre la provisin de dinero, pg. 413). Se conforman as algunos de los rasgos tpicos de esc arte del Estado que postula una dimen sin independiente de la poltica internacional y las relaciones jurdicas y sociales entre individuos. La diferencia entre una dimensin y otra es clara: las relaciones entre individuos estn normalmente sometidas a una estructura normativa sostenida por una fuerza autorizada a la que es posible apelar. Las relaciones entre Estados carecen de esa estructu ra normativa y, por tanto, el elemento decisivo en ellas es la fuerza. La fuerza la capacidad organizada y sistemtica de generar violen cia permite 110 slo defenderse de los enemigos, sino conservar los amigos, los aliados y los sbditos. Estamos as ante el elemento originario donde reposa no slo la seguridad, sino el derecho mismo del Estado, pues donde la existencia est en peligro, el derecho carece de ttxlo senti do. Vemos as, pues, que el punto de partida de Maquiavelo supone un espacio de autonoma para la poltica diferenciado de las relaciones jur dicas entre individuos y, desde luego, de cualquier dimensin moral. Esta nueva lgica no es otra que la de la supervivencia y la realidad exis tencial del Estado, que lleva a Maquiavelo a pensar lo poltico desde la lgica de la eficacia o, si se quiere, desde un realismo descarnado. Es ya un tpico pensar en M aquiavelo como el maestro del realis mo poltico. El tpico es cierto en lo bsico, aunque caben algunas pre cisiones. A nadie se le escapa que cierto realismo en la doctrina poltica es inherente a todo discurso poltico que quiera ser aplicable o til para su tiempo: qu pensamiento poltico renuncia a ser til: Incluso la tradicin utpica c idealista propiamente dicha no deja de tener as pectos realistas, aunque slo sea para adoptar una forma negativa y

l.X X 1 1

listudio introductorio

crlica, o incluso corno cobertura moral de situaciones de dudosa legi timidad. N o se trata, pues, aqu de realismo en ese sentido de doctrina til y eficaz para su tiempo, sino ms bien de un pensamiento que renuncia a refugiarse tras instancias morales o jurdicas que permitan la redencin ltima de los elementos poco amables de la poltica. Un pensamiento que puede rastrearse sin duda en las narraciones de Hcrdoto, Tucdides o Polibio, en algunas partes de la Poltica de Arist teles o en ciertos humanistas prximos a M aquiavelo, como es el caso de Bartolomeo Platina o Giovanni Pontano."1 Ahora bien, en general, en mi opinin sigue mantenindose una diferencia crucial, y es que lo que entre los historiadores griegos y latinos se mantiene todava en el mbito de la descripcin, de la excepcin o, en todo caso, se resiste a la normalizacin, con M aquiavelo logra infiltrarse irresistiblemente en la esfera de la propia legitimidad del discurso. Despus de M aquiave lo, la poltica ser eficacia o no ser, anudndose sin remedio al m bi to de lo viable, de lo efectivo. Poco importa en este sentido que la pretcnsin de realismo se quede en eso, una mera pretensin ms bien retrica. Lo que M aquiavelo pone de relieve tanto en E l prncipe como en sus Discursos es que, sin apelar a la eficacia, la poltica no es legti ma, y no lo es porque, a diferencia de la tica o la religin, se trata de una actividad por esencia pblica cuyo valor en el mbito de las inten ciones, de la voluntad o de la subjetividad es precisamente nulo. Pue de decirse que, a partir de E l prncipe , el discurso poltico por defini cin, incluso el de los que siguen apelando en prim er termino a cualquier trascendencia jurdica o moral, queda pendiente de ratifica cin por el tribunal de la eficacia, de la funcionalidad y la viabilidad. Es bien sabido que M aquiavelo expresa ese apego a la eficacia con ese ir directamente a la verdad efectiva (verit cffettualc)" del asun to, dejando a un lado su representacin im aginaria. El asunto (la cosa) a la que se refiere M aquiavelo es el comportamiento de los prn cipes, pero en realidad puede hacerse extensivo al funcionamiento del poder poltico en general. El florentino no se limita a decir que muchos han imaginado el comportamiento de los prncipes, sino tambin que muchos son los que han imaginado repblicas y principados que na-

101 Sobre la tradicin realista y M aquiavelo hay num erosos trabajos, de los que destacamos el de R. W . D yson, Natural L aw and Political Realism in the His tory o f Political Thought, N ueva Y o rk , Peter Lang, 2005, vol. 1. I)c acuerdo con Sasso, la novedad teortica de M aquiavelo estara en su percepcin de \ocffettuale ((>. Sasso, 1967, pg. 319).

Maquiavelo, el arte del Hitado

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dic ha visto ni conocido jams realmente (Elprncipe, xv). As pues, en estos textos se parte de una polaridad entre realidad y apariencias que se vehicula a travs de m etforas sensibles: la realidad (palpada por po cos) frente a las apariencias (que todos ven). La quiebra entre realidad y apariencia (tf. tambin Discursos, i, lu ; ii, xv; u, xxu ; n, xxvn , etc.) instaura una desconfianza generalizada que se extiende a su vez a la interpretacin de los hechos dada por la tradicin, siempre mediada, entre otras cosas, por la adulacin y el miedo a los vencedores (Discursos, i, x; i, i .v i i i ; u, prlogo; E l arte de la guerra, u). L o que se ha roto aqu es la identificacin entre poder y legitimidad, entre comportamiento poltico y opinin pblica. Pero no se ha roto y esto es lo rele vante porque el prncipe o los dirigentes polticos sean usurpadores, arteros o manipuladores, sino que son la propia naturaleza vertical de Kstado y las necesidades anexas al poder (la futura razn de Kstado) las que instauran necesariamente esa escisin. Tratem os ahora de sintetizar cules seran los supuestos fundamentales de este realismo poltico: 1. Un cierto pesim ismo antropolgico sin el que, como hizo notar C ari Schmitt, la poltica m ism a sera superllua. Es clebre la frase de M aquiavelo segn la cual el que quiere dar leyes a un Estado debe suponer a todos los hombres malos {Discursos, i, ni), y a lo largo de toda la obra de M aquiavelo se encuentra una naturaleza hum ana tendente al egosmo y ambiciosa, descrita expresivam ente en E l prncipe : Porque de los hombres cabe en general decir que son ingratos, volubles, falsos, cobardes y co diciosos; y que mientras los tratas bien son todo tuyos, te ofre cen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, como antes dije, mas siempre y cuando no los necesites; pero cuando es as, se dan media vuelta {Elprncipe, xvit). 2. Una caracterizacin del Estado como una entidad abocada al conflicto externo e interno, que evidentemente tiene sus races en esa antropologa poco optimista. En este sentido, acabamos de ver que, para M aquiavelo, el Estado debe considerar enemi go suyo cualquier otro Estado con fuerza suficiente para actuar .contra l impunemente. Ms interesante es el conflicto interno. En su Historia de Florencia habla de los graves y naturales an tagonismos que existen entre los hombres populares y los no bles {Historia de Florencia, m , i); en E l prncipe, este antagonis mo haba sido conectado con la ambicin de los poderosos y con el deseo de no-dominacin del pueblo: |...] pues en toda ciu-

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listudio introductorio

dad se hallan esos dos humores contrapuestos. Y surge de que el pueblo desea que los notables no le dominen ni le opriman, mientras los notables desean dom inar y oprim ir al pueblo (/:'/ prncipe, x). L a contraposicin se reitera en diversos lugares de los Discursos: |...| en toda repblica hay dos humores , el de los nobles y el del pueblo (Discursos, i, iv); habiendo en todas las repblicas una clase poderosa y otra popular (Discursos, i, v). Sin embargo, esta idea de la natural enemistad entre ricos y pobres, o entre quienes mandan y quienes son m anda dos, tiene, en realidad, poco de natural; es decir, no es un ele mento propio de ningn estado de naturaleza, sino un elemento intrnseco a la vida en sociedad, un elemento, si se quiere, es tructural de cualquier sociedad histricamente dada. 3. La aceptacin del carcter jerrquico de las relaciones de poder que, por tanto, implican un cierto grado de desigualdad poltica y de asimetra epistemolgica entre gobernantes y gobernados. Ls sta la cuestin a la que nos referimos ms arriba entre poder y opinin pblica, y que abrir el espacio que la razn de Estado tratar de ocupar y solucionar. Ks un tema que aparece ya en tex tos tan tempranos como Del modo di trattare i popoli della Valdichiana ribeUati: Yo he odo decir que la historia es la maestra de nuestras acciones, y en especial de los prncipes, y el mundo siem pre estuvo habitado del mismo modo por hombres siempre con las mismas pasiones, y que siempre hubo quien obedece y quien man da, y quien obedece de mala gana y quien obedece solcito, y quien se rebela y quien es reprimido {Cmo tratar a los pueblos rebeldes de Valdichiana, pg. 199). En cualquier caso, puedo rastrearse en otros lugares, como en el ya mencionado captulo xv de til prncipe. 4. La imposibilidad de hallar propuestas perfectas o soluciones sin inconvenientes, y la aceptacin, por consiguiente, del mal menor {,Discursos, 1, vr; E l prncipe, xxi). Se concluye as que no existen soluciones perfectas, porque toda opcin que se adopte implica sacrificar otras opciones: Porque quien examine atentamente las cosas humanas observar que, cuando se evita un inconve niente, siempre aparece otro. |...| Conviene, pues, en todas nues tras determinaciones escoger el partido que menos inconvenien tes ofrezca, porque ninguno hay completamente libre de ellos (Discursos, 1, vi). A s las cosas, la poltica no puede instalarse en el Paraso: es necesario conocer la va del Infierno, siquiera sea para evitarla; es inevitable asumir como bueno el partido

Maquiavelo, el arte del Estado

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menos malo, como nico bien, siempre relativo, que puede es perarse de la p o lt ic a .P e r o nunca debe olvidarse que elegir el mal menor es siempre, al fin al cabo, asumir el mal (consista ste en lo que se quiera) como carga obligada de la x>ltica. Esta cuestin se relaciona indudablemente con la dialctica mediosfines, el uso de la fuerza y la ruptura de la legalidad cuando fines superiores as lo exigen. Algo que nuevamente nos rcconducc a las problemticas que, a partir de (iovanni Botero, sern abor dadas por la razn de Estado. El resultado que arroja este realismo es una concepcin de la poltica en trminos de relaciones de poder y de lucha, en cuyo marco las formas jurdicas, morales e ideolgicas son cruciales pero secundarias respecto de la fuerza. Llegamos as a una de las expresiones fundamentales del principio de la eficacia: el carcter estratgico de la fuerza como funda mento ltimo del poder poltico. La cuestin de la forza se manifiesta como esencial en los casos extraordinarios, es decir, all donde la legali dad 110 existe, donde es ineficaz y no se puede defender a s misma, o donde se pretende que sea radicalmente transformada (reformas, revo luciones). Adems, la fuerza es obviamente la clave para entender las relaciones internacionales entre Estados. Este termino, que aparece en Maquiavelo en 110 pocas ocasiones y con sentidos diversos, ha merecido la atencin de numerosos estudiosos."4 Maquiavelo lo usa en su famoso pasaje en torno a las dos formas de lu char que tiene el hombre al margen de la legalidad y simbolizadas por la astucia (la zorra) y la f uerza (el len). Dejando a un lado la cuestin de la astucia que puede entenderse tambin como una expresin de fuerza , est claro que la fuerza tiene como principal y ltimo recurso el uso de la violencia. Evidentemente existen muchas formas de poder no

Cf. N. Maquiavelo a I'. Guicciardini (17 -5 -15 2 1). Kn este sentido, algunos autores han recalcado con razn el carcter consecuencialista de la actividad pol tica. Una actividad que no se refiere directamente al m bito de la m oralidad, sino a sus condiciones (polticas) de produccin y reproduccin (J. M. Berm udo, 1994, pg. 256 .y sigs.). Una actividad, pues, que 110 adm ite decisiones impecables y que conlleva de alguna manera lina concepcin trgica del m undo poltico (cf. U. del Aguila y S. Chaparro, 2006, pg. 269 et passim). 1,11 Ya N orsa le dedica precisamente un volum en (A. Norsa, II Principio della forza nel pensiero politico di Niccol Machiavelli, M iln, H ocpii, 1936). Sasso hace de las nociones de forza y potenza la esencia del pensamiento politico de M aquia velo (cf. G . Sasso. Niccol Machiavelli, Storia del suo pensiero politico, pales, Il SS, 1958, pg. 97). Y , en trminos similares, F. G ilbert, 1965, pg. 154.

I.XXVI

Estudio introductorio

basadas en la fuerza que son efectivas. L a cuestin es que, para decirlo con Cari Schmitt, la excepcin representa aqu la regla: cuando la autori dad, el prestigio y cualquier poder amparado por la legalidad o la tradi cin fallan debido a su debilidad, la fuerza es el elemento privilegiado encargado de imponerlos, recomponerlos o destruirlos. Adems, la violencia est en la base de la fundacin del Estado, que Maquiavelo presenta como respuesta ante una amenaza fsica exterior, de manera que los primeros dirigentes pueden relacionarse con la de fensa fsica de la comunidad (Discursos, i, ti). La fuerza se manifiesta de muchas maneras, pero es obvio que, en ltimo termino, su ms pura expresin es la capacidad de generar violencia y destruccin, esto es, la fuerza organizada del poder militar. De ah la importancia estrat gica de la cuestin militar en el pensamiento maquiaveliano, a la que dedica tantos razonamientos y esfuerzos. Es obvio que la fuer