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BIOÉTICA, DERECHO Y ARGUMENTACIÓN

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MANUEL ATIENZA / BIOÉTICA, DERECHO Y ARGUMENTACIÓN

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BIOÉTICA Y ARGUMENTACIÓN

MANUEL ATIENZACatedrático de Filosofía del Derecho

de la Universidad de Alicante - España

BIOÉTICA, DERECHOY ARGUMENTACIÓN

[Lima-Bogotá 2004]PALESTRA TEMIS

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MANUEL ATIENZA / BIOÉTICA, DERECHO Y ARGUMENTACIÓN

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Nº INº INº INº INº I

Directores:

Manuel AtienzaUniversidad de Alicante

Luis PrietoUniversidad de Castilla - La Mancha

Coordinadores:Pedro P. Grández Castro

Hugo Enrique Ortiz

BIOÉTICA, DERECHO Y ARGUMENTACIÓN

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ión ENSAMIENTO

URÍDICO

ONTEMPORÁNEO

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© Copyright : MANUEL ATIENZA

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HECHO EL DEPÓSITO QUE ORDENA LA LEY

Cert N.° 1501012004-7901

ISBN: 9972-733-70-X

Impreso en Colombia Printed in Colombia

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BIOÉTICA Y ARGUMENTACIÓN

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INTRODUCCIÓN ................................................................ 9

Capítulo I

BIOÉTICA Y ARGUMENTACIÓN

1. ¿Qué es argumentar? ..................................................... 15

2. Concepciones de la argumentación .............................. 17

2.1. La concepción formal .............................................. 17

2.2. La concepción material ........................................... 19

2.3. La concepción pragmática ...................................... 21

3. Contextos de la argumentación bioética ....................... 24

4. Argumentación y falacias .............................................. 27

5. Diez errores frecuentes en la argumentación bioética. 30

ÍNDICE GENERAL

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Capítulo II

JURIDIFICAR LA BIOÉTICAUNA PROPUESTA METODOLÓGICA

1. Los comités de ética ....................................................... 33

2. Los principios de la bioética: La versión estándar yalgunas propuestas alternativas. ................................... 41

3. Una crítica a los modelos de Jonsen-Toulmin y de

Gracia .............................................................................. 47

4. Derecho y bioética. La conexión metodológica ........... 51

5. El “método” jurídico ...................................................... 57

6. La “juridificación” de la bioética .................................. 66

6.1. De nuevo sobre los principios de la bioética ......... 66

6.2. De los principios a las reglas .................................. 72

6.3. La vía legislativa y la judicial. ¿Por qué no unComité Nacional de Ética? .................................... 75

Capítulo III

INVESTIGACIÓN CON EMBRIONESY CLONACIÓN: LA ÉTICA DE LA

RAZONABILIDAD

.......................................................................................... 81

Anexos:

FALACIAS BIOÉTICAS

1. El Vaticano y la pedofilia ............................................. 103

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ÍNDICE GENERAL

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2. Paternidad forzosa. ....................................................... 105

3. Clonación ....................................................................... 106

4. Ramón Sampedro ......................................................... 111

5. Elección de sexo............................................................ 114

6. Bioética, religión y razonabilidad ............................... 117

7. Excomunión ................................................................... 121

8. Justicia salomónica ....................................................... 124

9. Clonación terapéutica. ................................................. 127

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INTRODUCCIÓN

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Los trabajos que reúno en este libro obedecen a propósitosdistintos y han sido escritos a lo largo de un lapso considera-ble: unos 10 años. Sin embargo, no deja de haber un leit motivque los atraviesa: la idea de que los problemas de la bioéticason esencialmente problemas de argumentación y que, parasu solución, el Derecho provee algunos instrumentos (teoríasy técnicas argumentativas) de gran valor.

El primero, Derecho y argumentación, lo escribí origina-riamente como un material para ser usado en el master enBioética y Derecho que organiza el Observatorio de Bioéticay Derecho de la Universidad de Barcelona. En él trataba deintegrar diversas ideas sobre la argumentación jurídica y so-bre la argumentación en general que he venido desarrollandoen los últimos años con una contribución que había presenta-do en un encuentro sobre el genoma humano y el Derecho

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que había tenido lugar en 1993 (M. ATIENZA, “Diez erroresfrecuentes sobre la ética”, en El Derecho ante el proyectoGenoma Humano, Fundación BBV, Madrid, 1994). Mi pro-pósito (el de este último texto) había sido identificar algunoserrores argumentativos (falacias) que se suelen cometer cuan-do se abordan cuestiones de bioética y de ética en general. Enaquella ocasión, cada error lo ilustraba con alguna afirmación(de científicos, políticos, juristas, etc.) que se contenía en losescritos presentados en aquella reunión. Aquí lo he dejado enun mero elenco al que antepongo algunas ideas sobre la argu-mentación y las distintas formas de entenderla que, me parece,pueden contribuir a esclarecer –y evitar– esos errores.

Juridificar la bioética, el trabajo que integra el capítulosegundo de este libro, se publicó en la revista “Claves deRazón Práctica” en el nº 61 de 1996 (existe una versión unpoco reducida en Rodolfo VÁZQUEZ –compilador–, Bioéticay Derecho. Fundamentos y problemas actuales, ITAM–FCE,México, 1999). Viene a ser una reflexión fruto de mi expe-riencia como miembro de un comité ético de ensayos clínicos,en un hospital de Alicante. En él abordo la cuestión de laconfiguración y el funcionamiento de las comisiones de bio-ética que últimamente han proliferado tanto, así como losllamados “principios de la bioética” que constituyen el puntode partida común a la hora de abordar los problemas que sur-gen con el desarrollo de las ciencias biológicas y médicas. Loque propongo es una reinterpretación de los mismos, distin-guiendo unos principios primarios (autonomía, dignidad,universalidad y publicidad o información) y otros secunda-rios (paternalismo, utilitarismo restringido, diferencia ysecreto); estos últimos sólo se aplicarían cuando se dan cier-tas circunstancias más o menos extraordinarias y no contem-pladas en la formulación de los otros. La idea de fondo es que

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el método jurídico de la ponderación entre principios o valo-res (que supone dos operaciones: la construcción de unataxonomía y el establecimiento de reglas de prioridad) utili-zado por los tribunales en la resolución de los casos difícileses esencialmente el mismo con el que tendrían que operar loscomités de bioética. Tanto en el funcionamiento de los tribu-nales como en el de los comités de bioética, de lo que se trataes de pasar de los principios a las reglas, respetando ciertoscriterios de la racionalidad práctica.

El tercero de los trabajos, Investigación con embriones yclonación. La ética de la razonabilidad (Revista de Adminis-tración Sanitaria, nº 24, 2002), traduce a términos teóricos miexperiencia como miembro de la Comisión Nacional de Re-producción Humana Asistida (dependiente del Ministerio deSanidad español). Esos dos problemas –la investigación conembriones y la clonación– han centrado en buena medida eltrabajo de la Comisión durante los últimos años (desde que seconstituyó en 1997) y, sin exageración, puede decirse que sonprobablemente los problemas de ética más discutidos en losúltimos tiempos. Sin embargo, ese carácter polémico con-trasta con el hecho de que parece haberse llegado (en esacomisión y en muchos otros foros de discusión) a un consensomuy amplio sobre qué debe hacerse al respecto: bajo qué con-diciones es lícito investigar con embriones; qué tipo de clonaciónestá justificada (la clonación terapéutica). La tesis central esque ese consenso mínimo (pero suficiente) tiene una dimen-sión objetiva ( refleja la vigencia de los principios de la bioéticaa los que antes aludía), pero también una dimensión subjetivaque se refiere al tipo de actitud práctica que asumen quienesparticipan en la argumentación; se trata de la exigencia derazonabilidad, una noción muy difícil de definir, pero que juega

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un papel central en la argumentación de carácter práctico(jurídica o no).

Finalmente, lo que en este libro figura como “Apéndices”forma parte de un proyecto de “periodismo filosófico” que heemprendido desde hace algunos años y que está dirigido arefutar las falacias, los argumentos que carecen de validezpero que muchas veces consiguen persuadir a la opinión pú-blica o bloquean el proceso de deliberación e impiden de hechouna discusión verdaderamente racional. Desde 1997 hasta hoyhe escrito una cierta cantidad de artículos de periódico queobedecen siempre a una misma estructura: arrancan de unanoticia que plantea una cuestión disputada; se pasa luego aexponer los argumentos esgrimidos por alguien –básicamenteen la prensa escrita– a favor de una determinada solución; yse termina ofreciendo su refutación. Los artículos están reco-gidos en un libro que lleva el mismo título que mi columna enel periódico “Información” de Alicante, La guerra de las fala-cias (la segunda edición es de 2004: Ed. Compass, Alicante; yEd. Cajica, Puebla). Los que aquí se incluyen son los queversan sobre cuestiones de bioética.

El tema de la bioética es, no cabe negarlo, un tema demoda. Constantemente surgen situaciones imprevistas queatraen el interés de la opinión pública y suscitan interrogan-tes para los que el Derecho y la moral –se dice– no parecentener respuesta. Muchos piensan por ello que lo único posiblees el cambio constante del Derecho, de las leyes (para adap-tarse a las nuevas circunstancias), y la flexibilización –cuandono la claudicación– de los principios éticos. Mi experienciaen la materia me lleva sin embargo a ver las cosas de unamanera bastante distinta: a menudo no se trata de (no se pue-de) cambiar el Derecho, sino que lo que habría que hacer es

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interpretarlo inteligentemente, lo que presupone una concep-ción del Derecho que no puede ser la del formalismo legalistaque parece seguir encandilando a no pocos de nuestros juris-tas, científicos y teóricos de la moral cuando abordan estostemas; y muchos de los que pasan por ser desafíos a la éticano son, en mi opinión, más que desafíos a prejuicios moralesgeneralmente de base religiosa. Se comprende quizás mejorahora por qué decía al comienzo que los problemas de la bio-ética son en lo esencial problemas de argumentación; o sea, loque se necesita en este campo es, sobre todo, un método dediscusión, un procedimiento que nos permita llegar a acuer-dos razonables a través de un intercambio de razones capazde eliminar las malas razones y las que parecen buenas perono lo son.

Alicante, septiembre de 2004

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1. ¿Qué es argumentar?

Argumentar o razonar es una actividad que consiste en darrazones a favor o en contra de una determinada tesis que setrata de sostener o de refutar. Esa actividad puede ser muycompleja y consistir en un número muy elevado de argumen-tos (de razones parciales), conectadas entre sí de muy variadasformas. Por ejemplo, una sentencia reciente del TribunalConstitucional español (de 18 de junio de 1999) sobre la cons-titucionalidad o no de la ley sobre técnicas de reproducciónasistida (LTRA) ocupa casi 50 páginas (la extensión no es, enabsoluto, inusitada, cuando se trata de problemas jurídicosde cierta complejidad que plantean o recogen numerososargumentos parciales). Así, el tribunal entiende que la LTRAen su conjunto no vulnera la reserva de ley orgánica, porqueel artículo 15 de la Constitución española (“todos tienen dere-

Capítulo I

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cho a la vida...”) se refiere a (“todos los nacidos”), de maneraque la LTRA no desarrolla ese derecho fundamental (lo queregula son “técnicas de reproducción referidas a momentosprevios al de la formación del embrión humano”) y, en conse-cuencia, no es necesario que adopte la forma específica deley orgánica (leyes que exigen la mayoría absoluta del Con-greso); que permitir a la mujer decidir libremente lasuspensión de un tratamiento de reproducción asistida no afec-ta al contenido esencial del derecho a la vida, ni supone admitirtácitamente un nuevo supuesto de aborto, ya que esa decisiónsólo puede tomarla hasta el momento en que se haya produci-do la transferencia de embriones al útero materno; o quepermitir la fertilización de cualquier mujer con independen-cia de que el donante sea su marido o del hecho de que este ono vinculada matrimonialmente no vulnera el núcleo esencialde la institución familiar, ya que “la familia protegida consti-tucionalmente no es únicamente la familia matrimonial”.

Todos esos argumentos y muchos otros que cabe encon-trar en esa sentencia constituyen una misma argumentación,porque se inscriben dentro de un proceso que comienza conel planteamiento de un problema (si la ley en cuestión es o noconstitucional) y termina con una respuesta (básicamente, quela ley es constitucional). De manera que podemos distinguirentre la argumentación en su conjunto cada uno de los argu-mentos de que se compone y los conjuntos parciales deargumentos (líneas argumentativas) dirigidos a defender ocombatir una tesis o una conclusión (bien tenga carácter in-termedio o final). Así, el primero de los argumentos recogidosforma una línea con varios otros, dirigidos todos ellos a pro-bar que la ley en cuestión no vulnera la reserva de ley orgánica.Y esa tesis, unida a la de que la LTRA tampoco contradice

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aspectos concretos de la Constitución es lo que lleva al TribunalConstitucional a declarar su constitucionalidad (con excep-ción de un apartado de la ley de escasa trascendencia).

Embarcarse en una actividad argumentativa significa acep-tar que el problema de que se trata (el problema que hacesurgir la argumentación) ha de resolverse mediante razonesque se hacen presentes por medio del lenguaje: oral o escrito.Argumentar supone, pues, renunciar al uso de la fuerza físicao de la coacción psicológica como medio de resolución de pro-blemas. Además, en una argumentación –o en un argumento–pueden siempre distinguirse varios elementos: aquello de loque se parte, las premisas; aquello a lo que se llega, la conclu-sión y los criterios que controlan el paso de las premisas a laconclusión, esto es, la inferencia.

2. Concepciones de la argumentación

No existe, sin embargo, una única forma de entender –y es-tudiar– la argumentación y los argumentos. Sin entrar enmuchos detalles, podríamos distinguir tres concepciones a lasque cabría denominar, respectivamente, formal, material ypragmática.

2.1. La concepción formal

La concepción formal de la argumentación es característi-ca de la lógica. La pregunta fundamental aquí es: ¿qué sepuede inferir a partir de determinadas premisas? Desde elpunto de vista de la lógica deductiva –la lógica en sentidoestricto– un argumento es un encadenamiento de proposicio-

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nes. En un argumento deductivamente válido se cumple siem-pre que si las premisas son verdaderas, entonces también loes necesariamente la conclusión, en virtud de la forma de losenunciados que lo componen. O, dicho de otra manera, lavalidez de los argumentos no depende aquí del contenido deverdad o de corrección de las premisas y de la conclusión.Por ejemplo, desde el punto de vista formal, lógico, el argu-mento: “Está prohibido investigar con preembriones humanosque sean viables; los preembriones crioconservados sobran-tes de un tratamiento de fertilidad que no tengan defectosmorfológicos o genéticos son viables; por lo tanto, está prohi-bido investigar con ellos” es un argumento válido. Perotambién es lógicamente válido este otro argumento cuya con-clusión es justamente la negación del anterior: “Está permitidoinvestigar con preembriones humanos que sean no viables;los preembriones crioconservados sobrantes de un tratamientode fertilidad que no tengan defectos morfológicos o genéticosson no viables; por lo tanto, está permitido investigar con ellos”.En ambos casos, la validez de los argumentos descansa en elhecho de que tienen una misma forma lógica. La primera pre-misa es un enunciado de la forma: “para todo x, si x es R,entonces x es S”. La segunda: “para todo x, si x es P y Q,entonces x es R”. Y la conclusión: “para todo x, si x es P y Q,entonces x es S”. La diferencia entre estos dos argumentos esque las variables lógicas (x, P, Q, R, S) adquieren en cadaargumento un valor distinto (o parcialmente distinto). Peroformalmente son idénticos: desde un punto de vista estricta-mente lógico, no hay razón alguna para preferir uno de losdos; ambos son igualmente válidos, lógicamente perfectos. Estoes así porque la lógica, en realidad, no se interesa por los ar-gumentos en cuanto tales, sino por los esquemas de losargumentos. La lógica permite controlar la corrección de las

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inferencias (el paso de las premisas a la conclusión), pero desdeun punto de vista abstracto, prescindiendo de la validez ma-terial de los mismos y de su fuerza de persuasión. Además, lalógica no se refiere a la actividad o al proceso de la argumen-tación, sino al resultado de ese proceso.

2.2. La concepción material

La concepción material de la argumentación lleva a plan-tear las cosas de manera distinta. La pregunta fundamentalaquí es: ¿en qué se debe creer o qué se debe hacer? La argu-mentación se ve ahora como una actividad consistente en darbuenas razones a favor o en contra de alguna tesis teórica opráctica. Lo que se persigue no es mostrar si una inferenciaes o no válida, sino si existen o no razones para creer en algoo para realizar una determinada acción. Ahora bien, para lle-gar a una conclusión de ese tipo (por ejemplo, si se trata de unproblema práctico, que se debe permitir o prohibir investigarcon los preembriones sobrantes de un tratamiento de fertili-dad no basta con aducir razones de las cuales se deduzca esocomo la conclusión de un razonamiento lógico. O, dicho deotra manera, no basta con que el argumento presente unadeterminada forma. Se necesita además que lo que las premi-sas enuncian sea verdadero (esté bien fundado) y en quesupongan razones relevantes para la conclusión. El centro degravedad se desplaza, por tanto, de los aspectos formales alos materiales, de la inferencia a las premisas.

Si volvemos a nuestro ejemplo, dado que tenemos dos ar-gumentos lógicamente correctos pero que llevan a conclusionesopuestas (el uno a sostener que no se debe investigar con pre-embriones sobrantes y el otro a permitirlo), se tratará de ver

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cuál de los dos conjuntos de premisas resulta mejor fundado,brindando un mejor apoyo a la conclusión respectiva. Ahorabien, la primera premisa de cada uno de ellos, sin ser idénti-cas, son claramente compatibles y, de hecho, pueden consi–derarse como la conclusión de otra premisa común que po-dría enunciarse así: “sólo está permitido investigar conpreembriones humanos no viables”. Si consideramos, pues,que la primera premisa de cada argumento está igualmentefundamentada, la discrepancia se reduciría a lo enunciado enla segunda; exactamente, el problema argumentativo en estecaso es de tipo interpretativo: en ambos argumentos se partede que sólo está permitido investigar con embriones no via-bles, pero en un caso se considera como “no viables” a los quetienen ciertos defectos morfológicos o genéticos, mientras queen el otro se añade a la circunstancia anterior el supuesto deque se trate de embriones sobrantes de un tratamiento defertilidad y cuyo destino sea la destrucción. ¿Cuál de las dosinterpretaciones puede considerarse mejor fundada?

En favor de la interpretación más restringida cabría adu-cir que, dado el valor de los bienes en juego y los peligros paralos mismos inherentes a la investigación con preembrioneshumanos, es preferible limitar al máximo esa posibilidad. Porel contrario, a favor de la segunda interpretación podría de-cirse que esos peligros pueden evitarse si se exige que lasinvestigaciones se lleven a cabo con controles estrictos y que,además, ese tipo de investigación puede aportar datos de granvalor científico.

Es definitiva, los dos argumentos pueden construirse enforma lógicamente correcta, de manera que quien tiene quedeliberar sobre qué se debe hacer en este caso se verá obliga-do a recurrir a máximas de experiencia que le permitan evaluar

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la probabilidad del riesgo, a informaciones sobre el estado dela investigación científica para comprobar hasta qué puntotiene interés o no ese tipo de investigación y en último térmi-no, a alguna teoría moral y política que le lleve a concedermayor o menor valor a los embriones humanos, al progresodel conocimiento científico etc.

2.3. La concepción pragmática

Desde la perspectiva de la concepción pragmática, la ar-gumentación se ve como una interacción que tiene lugar entredos o más sujetos. La pregunta fundamental aquí es: ¿cómose puede persuadir a un auditorio o interactuar con otro uotros para llegar a algún acuerdo respecto a cualquier proble-ma teórico o práctico?; el éxito de la argumentación dependede que efectivamente se logre la persuasión o el acuerdo delotro, respetando ciertas reglas. Mientras que en la concep-ción material (y en la formal) la argumentación puede verseen términos individuales (una argumentación es algo que unindividuo puede realizar en soledad), en la concepción prag-mática la argumentación es necesariamente una actividadsocial. Dentro de la concepción pragmática se pueden distin-guir, a su vez, dos enfoques. Uno es el de la retórica, centradoen la idea de persuadir a un auditorio que, en la argumenta-ción, asume un papel básicamente estático. Y el otro es el dela dialéctica, en el que la argumentación tiene lugar entreparticipantes (proponente y oponente) que asumen un rol di-námico: entre ellos hay una interacción constante

Si volvemos a nuestro ejemplo, podemos pensar en unasituación (dentro del enfoque dialéctico) en la que surge elproblema de si se debe permitir o no investigar con preem-

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briones humanos sobrantes de un tratamiento de fertilidad.Lo que ha desencadenado la discusión es el hecho de que laLTRA establece en uno de sus artículos que ese tipo de in-vestigación sólo puede hacerse con “preembriones no viables”.A y B discuten entre sí a propósito de cómo debe entenderse“no viables”. El diálogo podría discurrir así:

A: Cuando la ley habla de “preembriones” se refiere ex-clusivamente a no viabilidad por razones biológicas.Los debates parlamentarios previos a la aprobación dela ley muestran también que ese fue el propósito dellegislador.

B: El criterio interpretativo que sugieres no es aquí adecua-do. Entre otras cosas porque el legislador no fue conscientedel problema que iba a plantearse con los embriones so-brantes. Además, las normas deben interpretarse deacuerdo con los fines y con los valores que tratan de al-canzar o de asegurar, y la interpretación amplia quesupongo es la que se ajusta mejor a esos valores: evitaque se dé prioridad a la destrucción de embriones frentea su uso para fines de investigación serios.

A: Pero eso supone apartarse de lo que dice la ley. Hasta elTribunal Constitucional, en la sentencia en que abordala posible inconstitucionalidad de la LTRA, utiliza unaconcepción exclusivamente biológica de la viabilidad.

B: Es cierto lo que dices sobre el Tribunal Constitucional.Pero en esa sentencia no se aborda el problema queaquí nos ocupa, el de si se puede investigar o no conembriones humanos sobrantes. Si se lo hubiera plan-teado, yo creo que el Tribunal sería de mi misma opinión.

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A: Eso es imposible de saber, así es que no hace aquí alcaso. Por otro lado, tu planteamiento es muy peligroso:se empieza por considerar como no viables a embrionesque, sin embargo, tienen viabilidad biológica, y setermina por declarar no viables a personas con deter-minadas enfermedades o características para poderinvestigar con ellas.

B: Lo que acabas de decir me sorprende, porque no esmás que una falacia, la de la “pendiente resbaladiza”.Por supuesto, en algún contexto podría servir (podríaser un argumento válido), pero no aquí, sencillamenteporque ambos pensamos que no hay razones éticas paraprohibir investigar con preembriones sobrantes. El pro-blema lo tenemos porque la ley no previó ese caso. Etcé-tera.

Como ilustración del enfoque retórico podría servir (apropósito de una cuestión vinculada a la anterior: lainvestigación con células troncales) un famoso informe de laCámara de los Lores de febrero de 2002. El Comité defendíaahí la permisibilidad de llevar a cabo esas investigaciones conembriones sobrantes de tratamientos de fertilidad o conembriones creados para ello mediante clonación terapéuticay hacía un amplio uso de elementos retóricos, para lograr unmáximo de adhesión:

“Cuando el desarrollo del embrión alcanza aproxima-damente las 100 células (y todavía es menor que una cabezade alfiler) se conoce como blastocisto. El blastocisto es unapequeña bola hueca de células relativamente indiferenciadas.Muchas de las células del blastocisto se van a desarrollar entejidos no embrionarios como la placenta o el cordón umbilical(...) En cuanto fuente de células troncales, el blastocisto es

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un foco primario de gran parte del debate sobre el uso deembriones en investigación y terapia con células troncales

(...)

Las pretensiones de que el embrión es una persona desdeel momento de la fertilización resultan difíciles de reconciliarcon el punto de vista estándar acerca de la identidad humanay personal. Aunque la capacidad mental de un bebé estésubdesarrollada, hay una continuidad de identidad entre elbebé y el adulto que llegará a ser. Así, decimos, mirando unafotografía: “Éste era yo de bebé”. Cuando se trata de lascélulas indiferenciadas del blastocisto, sin embargo, tal conti–nuidad de identidad es menos plausible. Esas células formantambién la placenta y el cordón umbilical. Además, puedendividirse y formar gemelos idénticos. Puesto que no hay lamisma continuidad de identidad, es más natural referirse aesas células indiferenciadas como una persona potencial másbien que como una persona”.

3. Contextos de la argumentación bioética

Como ha quedado sugerido en los anteriores ejemplos de ar-gumentos, las tres concepciones mencionadas no son entre siincompatibles. O, mejor dicho, en algunos contextos se exclu-yen, pero en otros no. Por ejemplo, si a un estudiante de lógicase le pide que formalice uno de los anteriores argumentos(esto es, que lo que está escrito en un lenguaje natural– elcastellano– lo pase al lenguaje simbólico, por ejemplo, de lalógica de predicados) y que señale si el argumento es o nodeductivamente válido, el estudiante en cuestión ha de limi-tarse a moverse dentro de la primera concepción y a prescindir

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de las otras: su argumentación para resolver el problema nopuede ser más que estrictamente lógica. Y si en una tertuliaradiofónica uno de los participantes se enzarza con otro enuna discusión y logra mostrar que su rival ha incurrido enalguna contradicción flagrante o le plantea argumentos a losque el otro no sabe contestar o hace que su rival balbuceecosas sin sentido, entonces habrá vencido en la disputa, aun-que haya empleado argumentos formalmente inválidos (perocuya invalidez no fue advertida por su contrincante ni quizáspor los otros participantes o por la mayoría de los radioyen-tes) y aunque esté defendiendo una tesis apoyándose enpremisas carentes de todo fundamento (por ejemplo, datosestadísticos completamente erróneos).

Si uno piensa, sin embargo, en los diversos contextos enlos que suelen producirse argumentaciones que tienen quever con la bioética, cabe decir que normalmente, entran enjuego las tres concepciones mencionadas, aunque quizás –dependiendo del contexto– haya alguna –o algunas– quejueguen un papel de mayor importancia. Esto se debe a que,en las argumentaciones de tipo moral, están en juego tantovalores de carácter formal (nuestras opiniones morales hande ser entre sí consistentes), como material (esas opinioneshan de estar bien fundadas en cuanto al fondo) y pragmático(tienen la pretensión de ser aceptadas por los demás). El con-trol lógico de los argumentos permite detectar –y evitar– lascontradicciones pero, además, la lógica muestra cuáles sonlas premisas que es necesario presuponer para alcanzar unadeterminada conclusión, lo que tiene especial importanciadado el carácter usualmente entimemático de nuestras argu-mentaciones. El control material de las argumentacionesmorales puede ser normativo o fáctico: en el primer caso, setrata de enjuiciar el carácter fundamentado o no de los prin-

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cipios morales que necesariamente conforman alguna de laspremisas del razonamiento (pues si la conclusión del razona-miento tiene carácter normativo –por ejemplo, “no se debeinvestigar con preembriones sobrantes”–, es necesario quetambién sea normativa al menos alguna de las premisas; en elsegundo caso, habrá que comprobar si los datos (científicos ode experiencia cotidiana) son o no correctos. Finalmente, haytambién ciertas “reglas del juego” argumentativo que es ne-cesario respetar: por ejemplo, quien discute en serio con otrosobre un problema moral no puede aducir razones en las queél mismo no cree, no puede dejar de contestar a las razones(fundadas) que el otro aduzca, etc.

Por otro lado, la argumentación de contenido bioético puedetener lugar en muy diversos contextos, lo cual significa quelos criterios de evaluación de las mismas no pueden ser idén-ticos. Por ejemplo, en ocasiones se producen en un contextofuertemente institucionalizado, como es el caso de unasentencia judicial. El carácter institucionalizado del razona-miento judicial (en general, del razonamiento jurídico) signi-fica esencialmente que aquí rigen ciertos límites que tienenque ver con el funcionamiento de la institución y que no sedan en otros contextos. Así, cuando el Tribunal Constitucionaldelibera sobre el problema de bioética que veíamos alcomienzo (y otro tanto cabe decir de los juristas que actúancomo abogados o contribuyendo a formar la dogmática jurí-dica), tiene que partir de lo que dice la Constitución al respecto(no de sus propias opiniones morales), para comprobar si loscontenidos normativos de una determinada ley resultan o nocompatibles con ellos.

Otras veces, la argumentación (imaginemos que sobre el

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mismo o parecido tema) puede tener lugar en el contexto deuna comisión de bioética, lo que significa que los límitesinstitucionales, aún existiendo, son menos fuertes: dado quelas comisiones no suelen emitir decisiones vinculantes, sinoque formulan sugerencias, proponen cambios o, simplemente,tratan de orientar a la opinión pública, a los profesionales, etc.,sus argumentaciones pueden ser más libres: no estánnecesariamente sujetas –o lo están menos– a normaspreviamente establecidas, pues muchas veces se trata de quesea precisamente la comisión la que elabore el criterio quepermita resolver un problema; otras veces, lo que hace es sugerirque una ley debería cambiarse en uno u otro sentido, etc.

Y, en fin, hay argumentaciones sobre cuestiones de bioéti-ca que no tienen más límites que los que derivan de lo quesuele denominarse el discurso práctico racional: por ejemplo,cuando en la opinión pública o en los foros especializados (loque suele llamarse la “sociedad civil”, esto es, el espacio pú-blico no estatal) se discute acerca de la justificación o no deprohibir la clonación de seres humanos (o de prohibirla enunos casos o en otros), la investigación con preembriones ocon embriones, la elección de sexo, etc.

4. Argumentación y falacias

Un objeto de especial interés en el estudio de las argumenta-ciones lo constituye las falacias, esto es, aquellos argumentosque parecen buenos, pero que no lo son. De acuerdo con loque antes hemos visto, las falacias podrían clasificarse en for-males, materiales y pragmáticas, según infrinjan alguna delas reglas de la buena argumentación características de cadauna de esas concepciones.

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Por ejemplo, cometería una falacia de tipo formal el queargumentara de la siguiente forma: “Está permitido investigarcon preembriones no viables; un óvulo no es un preembrión noviable; por lo tanto, no está permitido investigar con óvulos”.El “error” consiste aquí en haber interpretado que en la pri-mera premisa se establece que algo es condición necesaria paraotra cosa (que sólo se puede investigar, en el contexto del usode las técnicas de reproducción humana asistida, con preem-briones no viables) y no una simple condición suficiente.

Un ejemplo de falacia material podría ser éste: “La prohi-bición que establece la ley de investigar con preembrionesviables alcanza a los preembriones sobrantes de un tratamien-to de fertilidad, si éstos no presentan ningún defecto decarácter biológico, y aunque se sepa que su destino es la des-trucción. No podemos retorcer las palabras; no podemos hacerque “no viables” signifique lo que no significa. Los preem-briones que biológicamente tienen la capacidad de desa-rrollarse no pueden ser no viables. No hay ninguna otra for-ma de entender esa palabra”. El error, en este caso, es unaespecie de esencialismo lingüístico que pretende que hay unsignificado verdadero o esencial de las palabras, que las pala-bras son el reflejo de algún tipo de realidad preexistente. Porel contrario, lo cierto es que el significado de las palabras esconvencional y cambia según los contextos: nada impide (porlo menos, nada lo impide por razones lingüísticas) que el sig-nificado de “preembriones no viables”, en el contexto de laLTRA, incluya también a los preembriones sobrantes que,sin tener ningún defecto de tipo biológico, sin embargo no vana ser utilizados en un tratamiento y por lo tanto, nunca van allegar a desarrollarse como un embrión.

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Finalmente en el ejemplo del apartado 2.3 a propósito delcontexto dialéctico de la concepción pragmática, A incurríaen la falacia de la “pendiente resbaladiza” (se trata ahora deuna falacia “dialéctica”). Porque al alegar que si se permite(jurídicamente) investigar con preembriones humanos, existeel riesgo de que se acabe por permitir investigar con perso-nas discapacitadas, se incumplen varias de las reglas de ladiscusión racional: entre otras cosas, el argumento no pare-ce sincero si el que lo esgrime ha aceptado que, desde elpunto de vista moral, no hay razón para prohibir con pre-embriones sobrantes.

No siempre es fácil detectar la existencia de una falacia ymuchas veces es discutible si un argumento es o no falaz. Engeneral, un mismo argumento –una misma manera de argu-mentar– puede ser o no falaz dependiendo del contexto. Así,en los ejemplos anteriores, la primera falacia no lo sería si lafrase ambigua “está permitido investigar con preembrionesno viables” pudiera entenderse –por razones del contexto–como “sólo está permitido investigar con preembriones no via-bles”. Por otro lado, está claro que hay casos en que estájustificado efectuar una interpretación restrictiva del signifi-cado de un término: por ejemplo, si se trata de una normapenal, una norma que establece que cierto tipo de acción esun delito que debe castigarse con una determinada pena. Yotro tanto puede decirse de las “pendientes resbaladizas”: así,muchos bioéticos consideran que se debe prohibir investigarcon embriones (después de los 14 días), no porque al hacerlose infrinja un principio moral, sino por el temor de que si nose prohibiera eso, se podría llegar a realizar investigacionesrealmente cuestionables desde el punto de vista moral.

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5. Diez errores frecuentes en la argumentación bioética

Son muchas las causas que llevan a cometer errores de argu-mentación en el campo de la bioética o en cualquier otrocampo. De acuerdo con lo que hemos dicho, algunos de esoserrores (o engaños: si el que esgrime el argumento es cons-ciente de su invalidez, pero la utiliza por razones estratégicas)son de naturaleza formal o pragmática. Pero otros –quizás losmás frecuentes y los más graves– son de carácter material,en el sentido de que tienen que ver con tesis falsas sobre di-versos aspectos de la ética en general o de la bioética (que, alfin y al cabo, no es otra cosa que una modulación de la ética –sólo hay una ética– a un determinado campo). He aquí unelenco de lo que me parece, son errores frecuentes sobre lamoral y que están en un fondo de muchas argumentacionesdefectuosas en esta materia:

1. No distinguir la moral social o positiva de la moral crí-tica o justificada; las opiniones que un determinadogrupo humano tiene sobre lo que está bien o mal, de losjuicios morales racionalmente justificados.

2. Considerar que la ética no es más que una colección deopiniones subjetivas y subjetivas no solamente porqueprovengan de cada sujeto ético –lo que inevitablementees así–, sino porque no pueden pretender ser válidas másallá del ámbito definido por la actividad de ese sujeto.

3. Identificar el Derecho con la moral y aceptar que locorrecto o lo bueno es lo que un determinado Derechopositivo considera como tal.

4. Identificar la ética con la técnica, de manera que sesupone que lo que puede (técnicamente) hacerse es tam-bién lo que debe hacerse.

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5. Sustituir la ética por la ideología, el discurso ético ra-cional por invocaciones o palabras prestigiosas(“derechos humanos”, “dignidad humana”, “bien co-mún”, etc.) que, si no se precisan mínimamente, no tie-nen más que un significado emotivo.

6. Confundir la ética con la religión, el contexto del des-cubrimiento de las ideas morales (cuya raíz, en el casode mucha gente, es la religión) con el contexto de lajustificación (en el que la religión no debería jugar nin-gún papel).

7. Incurrir en la “falacia naturalista”, consiste en pasar,sin más fundamentación, del discurso descriptivo al pres-criptivo o valorativo.

8. Confundir en la argumentación moral, las cuestionesfácticas con las normativas.

9. Desconocer que los principios morales tienen carácterprima facie: aportan razones que pueden, en algún caso,ser derrotadas por otras (provenientes de otros princi-pios), pero por ello no quiere decir que carezcan deobjetividad.

10.Recabar de la ética –de los supuestos “especialistas enética”– lo que no puede dar: doctrina moral (lo que chocacon el hecho de que no existen “autoridades morales”:nadie tiene una competencia particular frente a los de-más para determinar lo que está bien o mal) en lugar deteoría moral.