70º ANIVERSARIO · 2019-08-11 · que Él nos puso en las manos el día de nuestro bautismo. Pero...

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El Evangelio no contiene una doctrina acomodaticia ni fácil, no es tranquilizadora para el hombre, no es el opio del pueblo como decía uno de los santones del comunismo. En el pasaje de este domingo oímos a Jesús que dice haber traído fuego a la tierra para incendiar al mundo entero. ¡Y ojalá estuviera ya ardiendo!, añade con fuerza. Sí, sus palabras son brasas incandescentes, fuego que devora y purifica, que enardece y enciende a los hombres que lo escuchan sin prejuicios, que ilumina las más oscuras sombras y calienta los rincones más fríos del alma humana. El Evangelio es, sin duda, una doctrina revolucionaria, la enseñanza más atrevida y audaz que jamás se haya predicado. La palabra de Cristo es la fuerza que puede transformar más hondamente al hombre, la energía más poderosa para hacer del mundo algo distinto y formidable. Nuestro Señor Jesucristo ha prendido el fuego divino, ha iniciado un incendio de siglos, ha quemado de una forma u otra todas las páginas de la historia, desde su nacimiento hasta nuestros días, y hasta siempre, Es verdad que en ocasiones nosotros, los cristianos, ocultamos con nuestro egoísmo y comodidad, con nuestras pasiones y torpezas, la antorcha encendida que Él nos puso en las manos el día de nuestro bautismo. Pero el fuego sigue vivo y hay, gracias a Dios, quienes levantan con valentía el fuego de Dios, el fuego del amor y de la justicia, el fuego de la generosidad y el desinterés, el fuego de una vida casta y abnegada, el fuego de la verdad que no admite componendas. ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz?, nos pregunta Jesús también a nosotros. Quizá tendríamos que responderle que sí, que pensamos que su mensaje es algo muy bello pero algo descabellado y teórico, un mensaje de amor mutuo que se reduce a buenas palabras, que es compatible con una vida aburguesada y comodona. Si eso pensamos, o si vivimos como si eso fuera el Evangelio, estamos totalmente equivocados, hemos convertido en una burda caricatura el rostro de Jesucristo, hemos apagado en lugar de avivarlo el fuego de Dios. Vamos a rectificar, vamos de nuevo a prender nuestros corazones y nuestros entendimientos en ese celo encendido, varonil y recio, que consumía el espíritu del Señor. Antonio García-Moreno 70º ANIVERSARIO http://www.sanjoselasmatas.es [email protected] CONTRACORRIENTE Optar por el reino de Dios no es una cosa cualquiera. Nos hemos habituado, de tal manera, a vestir el manto de la religiosidad que, sin darnos cuenta, ¿no habremos perdido un poco el espíritu y el encanto de persuasión evangelizadora? Porque, creer en Jesús, es mucho más que decir “soy católico” y, a continuación, vivir como si no lo fuera. Y, desgraciadamente, surgen dudas, miles de excusas. Pero, el fuego del cual nos habla Jesús, la división de la cual habla el Señor, es aquella que viene como consecuencia de un compromiso firme y real por el evangelio. Para ello, y es bueno recordarlo una vez más, es necesario un encuentro personal con Jesús. A veces ¿no os parece que decimos estar inmersos en la iglesia, ser cristianos pero… nos falta una experiencia profunda de fe? Javier Leoz Las Matas. Madrid - Año XVI - 1014 Domingo XX - T.O. CICLO C 18 agosto 2019

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El Evangelio no contiene una doctrina acomodaticia ni fácil, no es tranquilizadora para el hombre, no es el opio del pueblo como decía uno de los santones del comunismo. En el pasaje de este domingo oímos a Jesús que dice haber traído fuego a la tierra para incendiar al mundo entero. ¡Y ojalá estuviera ya ardiendo!, añade con fuerza. Sí, sus palabras son brasas incandescentes, fuego que devora y purifica, que enardece y enciende a los hombres que lo escuchan sin prejuicios, que ilumina las más oscuras sombras y calienta los rincones más fríos del alma humana. El Evangelio es, sin duda, una doctrina revolucionaria, la enseñanza más atrevida y audaz que jamás se haya predicado. La palabra de Cristo es la fuerza que puede transformar más hondamente al hombre, la energía más poderosa para hacer del mundo algo distinto y formidable. Nuestro Señor Jesucristo ha prendido el fuego divino, ha iniciado un incendio de siglos, ha quemado de una forma u otra todas las páginas de la historia, desde su nacimiento hasta nuestros días, y hasta siempre, Es verdad que en ocasiones nosotros, los cristianos, ocultamos con nuestro egoísmo y comodidad, con nuestras pasiones y torpezas, la antorcha encendida que Él nos puso en las manos el día de nuestro bautismo. Pero el fuego sigue vivo y hay, gracias a Dios, quienes levantan con valentía el fuego de Dios, el fuego del amor y de la justicia, el fuego de la generosidad y el desinterés, el fuego de una vida casta y abnegada, el fuego de la verdad que no admite componendas. ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz?, nos pregunta Jesús también a nosotros. Quizá tendríamos que responderle que sí, que pensamos que su mensaje es algo muy bello pero algo descabellado y teórico, un mensaje de amor mutuo que se reduce a buenas palabras, que es compatible con una vida aburguesada y comodona. Si eso pensamos, o si vivimos como si eso fuera el Evangelio, estamos totalmente equivocados, hemos convertido en una burda caricatura el rostro de Jesucristo, hemos apagado en lugar de avivarlo el fuego de Dios. Vamos a rectificar, vamos de nuevo a prender nuestros corazones y nuestros entendimientos en ese celo encendido, varonil y recio, que consumía el espíritu del Señor.

Antonio García-Moreno

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CONTRACORRIENTE Optar por el reino de Dios no es una cosa cualquiera. Nos hemos habituado, de tal manera, a vestir el manto de la religiosidad que, sin darnos cuenta, ¿no habremos perdido un poco el espíritu y el encanto de persuasión evangelizadora? Porque, creer en Jesús, es mucho más que decir “soy católico” y, a continuación, vivir como si no lo fuera. Y, desgraciadamente, surgen dudas, miles de excusas. Pero, el fuego del cual nos habla Jesús, la división de la cual habla el Señor, es aquella que viene como consecuencia de un compromiso firme y real por el evangelio. Para ello, y es bueno recordarlo una vez más, es necesario un encuentro personal con Jesús. A veces ¿no os parece que decimos estar inmersos en la iglesia, ser cristianos pero… nos falta una experiencia profunda de fe? Javier Leoz

Las Matas. Madrid - Año XVI - nº 1014

Domingo XX - T.O. – CICLO C – 18 agosto 2019

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“La palabra de Cristo es poderosa: no tiene el poder del mundo, sino

el de Dios, que es fuerte en la humildad, también en la debilidad. Su

poder es el del amor: este es el poder de la Palabra de Dios”. Papa

Francisco.

Lectura del libro de Jeremías 38, 4-6. 8-10

En aquellos días, los dignatarios dijeron al rey: “Hay que condenar a muerte a ese Jeremías, pues, con semejantes discursos, está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y al resto de la gente. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia”. Respondió el rey Sedecías: “Ahí lo tenéis, en vuestras manos. Nada puedo hacer yo contra vosotros”. Ellos se apoderaron de Jeremías y lo metieron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. Jeremías se hundió en el lodo del fondo, pues el aljibe no tenía agua. Ebedmélec abandonó el palacio, fue al rey y le dijo: “Mi rey y señor, esos hombres han tratado injustamente al profeta Jeremía al arrojarlo al aljibe, donde sin duda morirá de hambre, pues no queda pan en la ciudad”. Entonces el rey ordenó a Ebedmélec, el cusita:” Torna tres hombres a tu mando y sacad al profeta Jeremías del aljibe, antes de que

muera”. Palabra de Dios

Salmo responsorial. - Salmo 39 R.- SEÑOR, DATE PRISA EN SOCORRERME. Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. R. - Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos. R. - Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor. R. - Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se cuida de mí; tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Hebreos 12, 1-4 Hermanos: Teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado. Palabra de Dios.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49-43 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que esté ya ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”. P

Pasado el ecuador de agosto…mostramos la luz de nuestro bautismo.

alabra del Señor.