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Año 58 • N° 30 • Lima, 23 de octubre del 2011 EL DOMINICAL PALMA ETERNO Historia Literatura El lado afroperuano del tradicionista Las cartas de Juana Manuela Gorriti Págs. • 10-11 Págs. • 12-13

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Año 58 • N° 30 • Lima, 23 de octubre del 2011

EL DOMINICAL

PALMAETERNOHistoria Literatura

El lado afroperuano del tradicionista

Las cartas de Juana Manuela Gorriti

Págs. • 10-11 Págs. • 12-13

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Así lo dijo...De la editoraLas “Tradiciones peruanas” han sido –y son– el balcón desde donde diversas generaciones de jóvenes se asomaron, como lo siguen haciendo, para echarle un vistazo a nuestra historia, poblada por el carácter y personalidad de sus protagonistas. El género creado por don Ricardo Palma, “alianza de la historia y la literatura” decía el maestro Luis Jaime Cisneros, es un viaje imaginativo y pícaro al Perú de todos los ayeres: desde el Incario hasta la República, pasando por el Virreinato. En sus “Tradiciones”, se revela como un ser solidario con los marginados y desposeídos; burlón de las costumbres de la Lima pacata, frívola y huachafa; un pensador consciente del rol de las mujeres como artífices del cambio social; un hombre crítico, satírico y audaz. Palma nos lleva hasta “las alcobas para iluminar de modo impertinente los rincones oscuros del alma”, escribió Cisneros. Y es que don Ricardo da una visión integral e integradora del Perú, de lo que fuimos y de lo que podríamos ser de no arrancar de raíz ciertos vicios nacionales.

Ricardo Palma (1833-1919). Autor, académico, bibliotecario y político, creador del género literario tradición, en “Don Dimas de la Tijereta”.

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El Dominical Año 58, N° 30 domingo 23 de octubre del 2011 Editora: Martha Meier M.Q. Subeditor: Jorge Paredes Laos. Redactora: Diana Gonzales Obando. Editor de Diseño: Án-gel Hermoza. Diseño: Christian Espinoza. Corrección: Isabel Wong. Colaboran en esta edición: Antonio Muñoz Monge, Ricardo González Vigil, César Coloma Porcari, Maruja Muñoz Ochoa, Winston Orrillo y Jorge Eslava. Impresión y dis-tribución: Empresa Editora El Comercio S.A. Depósito legal 99-2609. Se distribuye gratuitamente con El Comercio. Los contenidos pueden ser reproducidos total y parcialmente siempre y cuando se cite la fuente y el autor.

Redacción: Jr. Miró Quesada 300. Lima 1. Teléf.: 311 6310 (anexos 5761 - 5762). [email protected]: Augusto Townsend. Teléf.: 311 6500 Anexo: 3400. [email protected]

“Siglos y siglos hace que a la pobre Eva le estamos echando en cara la curiosidad de haberle pegado un mordisco a la consabida manzana, como si no hubiera estado en manos de Adán, que era a la postre un pobrete educado muy a la pata la llana, devolver el recurso por improcedente, y eso que, en Dios y en mi ánima, declaro que la golosina era tentadora para quien siente rebullirse una alma en su almario [...]. En nuestros días la disculpa no lo salvaba de ir a presidio [...]. Aceptemos también los hombres nuestra parte de responsabilidad [....], y no hagamos cargar con todo el mochuelo al bello sexo”.

Las cifras...

ESPECIES VEGETALESde la flora peruana se mencionan en sus tradiciones.

FUE EL AÑOde publicación de la primera serie de las “Tradiciones peruanas”.

TRADICIONES FUERON PUBLICADASpor el escritor Ricardo Palma Soriano.

VOLÚMENES FUERON RECOLECTADOS por Palma (entre libros, folletos

y manuscritos) para la nueva Biblioteca Nacional del

Perú después del saqueo y ocupación chilena.

TRADICIONES ESTÁN AMBIENTADASen el Virreinato, 43 en la Emancipación, 6 en el Incanatoy 49 durante la República.

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El canon... Diez tradiciones imperdibles1. El Demonio de los AndesUna de las tradiciones más elaboradas de Palma. La vida, milagros y muerte del maestre de campo Francisco de Carbajal, conocido como Demonio de los Andes.

2. Los mosquitos de San-ta RosaUna tradición dedicada a la santa limeña y sus dotes para comunicarse con todos los seres que pueblan la tierra.

3. Los siete pelos del diabloLos siete pecados en clave picaresca. El protagonista no es otro que el propio Luzbel y su afán por lucir un vanidoso bigote.

4. El corregidor de TintaLa venganza de los indios por la muerte de Túpac Amaru II en una tradición dedicada a los primeros arrestos in-dependentistas, en el siglo XVIII.

5. Los ratones de fray MartínConocida tradición sobre el santo moreno que hacía comer en un mismo plato a perro, pericote y gato.

6. El manchay-puitoTrágica historia de amor en-tre un religioso y una don-cella, la cual dio origen a un yaraví aterrador que, según reza la tradición, en el Cusco y pueblos aledaños nadie se atreve a cantar.

7. Con días y ollas venceremosEn los tiempos de la emanci-pación, un santo y seña que unido al típico pregón de Lima sirve para consolidar el ingreso a la capital de las tropas de San Martín.

8. Los tres etcéteras del LibertadorLas conocidas andanzas amorosas de Simón Bolívar, que le salvaron la vida en más de una oportunidad.

9. Los tres motivos del oidorSimples pero contundentes. Los motivos del oidor ante la amenaza de Francisco de Carbajal, el temido Demonio de los Andes.

10. La achirana del incaEl amor imposible entre Pa-chacútec y una joven iqueña derivó en una obra hidráu-lica que, según la tradición, regó el desierto costero del sur.

Clásico

La resistencia de laBIBLIOTECA Creada por don José de San Martín hace 190

años, la Biblioteca Nacional del Perú sufrió incendios, saqueos y ocupaciones.

edicada “a la ilus-tración universal, más poderosa que nuestros ejércitos

para sostener la indepen-dencia”, dijo el libertador don José de San Martín tras firmar el decreto de creación de la Biblioteca Nacional del Perú ubicada, ubicada entonces en lo que hoy es la avenida Abancay.

Desde su creación, en 1821, la biblioteca ha sido vícti-ma de diferentes ataques. Entre los años 1823 y 1824, las tropas realistas ocupa-ron su sede, y ocasionaron la pérdida y destrucción de gran parte de los “11 mil 256 volúmenes que procedían

de la antigua biblioteca de los jesuitas y de donaciones particulares”. El ejército chi-leno durante la Guerra del Pacífico saqueó la biblioteca, pero una imagen romántica se forjó de aquella tragedia: Ricardo Palma, el Bibliote-cario Mendigo, logró recons-truirla con pedidos de libros a sus amigos intelectuales. Forjó una nueva colección

con 20 mil volúmenes, que fue creciendo durante los 29 años que estuvo dirigién-dola. Pero, las tragedias no terminan: un nuevo incen-dio en 1943 destruye nueva-mente una valiosa cantidad de archivos. Hoy su sede se encuentra en San Borja.

1. Biblioteca Nacional del Perú. Imagen de época de la fachada del recinto ubicado en la actual avenida Abancay.

2. Todo público. La biblioteca re-cibe a diario desde investigadores hasta escolares, además de ávidos lectores.

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Entre los años 1823 y 1824, las tropas realistas ocuparon su sede, y ocasionaron la pérdida y destrucción de gran parte de sus 11 mil 256 volúmenes .

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Los funerales de donRICARDO PALMAEl 6 de octubre de 1919 falleció el tradicionista y sus restos fueron acompañados por un enorme gentío. Así informó El Comercio*.

a sociedad de Lima, represen-tada por sus más connotados ele-

mentos, ha rendido, desde que se tuvo la noticia del fa-llecimiento hasta la mañana de ayer en que se celebraron los funerales, el debido ho-menaje de admiración y de sentimiento por la desapa-rición del eminente literato, don Ricardo Palma, deplo-rando así, el hondo vacío que su falta representa para las letras nacionales.

En la noche del martes, conforme al ceremonial que oportunamente publica-mos, se trasladó el cadáver de la casa mortuoria, en el balneario de Miraflores, a la iglesia de La Merced, donde debían celebrarse, en la ma-ñana de ayer, los funerales con honores correspondien-tes a ministro de Estado, que el gobierno había decretado.

A las 10 de la mañana, se dio principio a la ceremonia religiosa por la comunidad mercedaria, presidida por su superior, el padre Guillén. El cadáver había sido colocado en un severo y sencillo cata-falco, el cual se encontraba rodeado de una innumerable cantidad de aparatos flora-les; hacían guardia soldados de la sección de infantería de la Escuela Militar. Se cantó una solemne misa fúnebre, con una orquesta compues-ta de más de cincuenta pro-fesores y dirigida por el señor Mafezzoli […]. Presidía el duelo, el doctor Clemente Palma, hijo del ilustre tradi-cionista y director del diario La Crónica […]. Terminados

los oficios religiosos, fue sa-cado el ataúd para colocarlo de la carroza fúnebre, acom-pañado hasta la puerta del templo por la comunidad mercedaria.

Una numerosa concu-rrencia se hallaba estaciona-da delante del templo para ver el desfile de esta impo-nente manifestación de due-lo. A las inmediaciones de la iglesia, se hallaban formadas las tropas de la guarnición de Lima. Mandaba la línea el co-mandante Anderson, subjefe del estado mayor general del Ejército. Una vez colocado el ataúd en la carroza, se puso en movimiento el cortejo con dirección al Cementerio General. Cuatro batidores abrían la marcha. Seguía la banda de músicos de la Es-cuela Militar, y el carro fúne-bre al pie del cual marchaba la guardia de honor con el pabellón nacional enlutado.

Un carrito especial, lle-no de aparatos florales, iba en seguida. A continuación marchaba el coche de Go-bierno, en el que iba el jefe de los edecanes, comandante César Landázuri, y los hijos del ilustre extinto, doctores, Clemente Palma y Ricardo Palma, quienes arrastraban el duelo. Seguía el coche en el que iban el presidente de la Asamblea Nacional y el presidente de la Cámara de Diputados […].

El doctor Javier Prado, se-nador por Lima, a nombre de la asamblea dijo:

“Señores:La más alta personalidad

de las letras nacionales se ha desprendido de sus terrenas

vestiduras para entrar en el reino de la inmortalidad, e irradiar eternamente sobre su patria, gloria imperece-dera. El Perú entero, con intenso recogimiento, se in-clina conmovido, ante la ma-jestad de esa gloria […]”. El señor Luis Fernán Cisneros, a nombre de los escritores nacionales dijo lo siguiente:

“Pensé venir aquí, al pie de este ataúd, sin más repre-sentación que la de mi propia insignificancia, confundido mi silencio en el silencio emocionado del cortejo, uno más en el homenaje que los anónimos rinden a la gloria,

uno más en la tristeza, en el decaimiento y en la resig-nación ante lo irreparable. […]. Acudimos todos no a una presentación social, ni siquiera a una convocatoria de literatos, artistas o pro-fesionales: acudimos los peruanos a un llamamiento del espíritu […]. Sentimos gran dolor al pronunciar este adiós irreparable al maestro anciano, pero nos asiste la convicción de que percibi-mos, al despedirlo, el ruido de alegría con que se abren las puertas inmortales. Aquí estamos los peruanos con la congoja de saber que se pier-

de a lo lejos la vida de don Ricardo Palma, pero aquí es-tamos también con el orgullo de pregonar que el muerto, así tocado desde el ataúd por la gloria, es nuestro y solo nuestro ante la humanidad. […]”.

*El Comercio (Prensa Unida, diario eventual publicado por las empresas editoras de El Comercio, La Prensa, La Crónica, El Tiempo y La Tradición), 9 de octubre de 1919.

“La más alta personalidad de las letras nacionales se ha desprendido de sus terrenas vestiduras para entrar en el reino de la inmortalidad”.

Homenajes. Su muerte conmovió a la intelectuali-dad limeña. El tradicionista recibió múltiples home-najes.

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El viajero de la PLUMANo hay en el Perú pueblo, villorio o distrito que no haya sido visitado por la prosa de Palma para testimoniar el carácter, el color, la anécdota y la leyenda.

Palma abrió los ojos en el corazón de Lima virrei-nal. Los muros

de su casa tocaban con los de las cárceles de la Inqui-sición, cuya historia será el primero en escribir. A me-dia cuadra de su hogar, hoy plaza Bolívar, funcionaba el mercado o plaza de abastos y el desplante dicharachero de las mulatas vendedoras de pescado. Pocos pasos más allá, en el sitio que ocupa el Congreso, estaba el edificio de la Universidad Mayor de San Marcos. En un ángulo de la manzana en que vivía Palma, estaba la casa en cuya entrada la tradición popular asegura que había fallecido el virrey Conde de

escritores– fue un viajero y conocedor del Perú. En sus “Tradiciones”, narra hechos que aluden a distintas regio-nes del país. Nos cuenta del carbunclo, del diablo que en las noches de Viernes Santo brillaba sobre la huaca Puc-llana de Miraflores. Nos dice socarrón: “Esquive vivir en Quives”, refiriéndose al pue-blo de Santa Rosa, donde por una profecía de Santo Tori-bio no podían vivir más de tres familias. Menciona las papas “lucha” de Puruchuco

descubrimos “una tradición en cada patio y una historia en cada ventana” con el fon-do de una pícara música de los rincones más diversos del país.

Nieva al descender de un balcón. El otro ángulo daba frente al Monasterio de la Concepción. Cuadra debajo estaba el Colegio del Prínci-pe dedicado a la Biblioteca Nacional. Son casi todos los lugares entre los que había de transcurrir la vida del tra-dicionista”, escribió el nota-ble historiador Raúl Porras Barrenechea.

LAS REGIONESRicardo Palma –quizás el más limeño de nuestros

y las “changa” de Huaman-tanga; los panecillos mila-grosos de San Nicolás, pre-parados por las monjitas del Monasterio del Prado.

Cuenta la historia del Niño Llorón de Huamanga y la mala fama del pepino, se-gún Palma por culpa del du-que de La Palata, a quien los limeños llamaban “virrey de los pepinos”. El sobrenombre alude a un bando de la auto-ridad colonial, que prohibió comer en la costa “tan poco saludable fruta”, conocida como “mataserranos”.

MIRADAS“¡Que repiquen en Yauli!”, escribió con ironía: era un absurdo, pues el pueblo de Yauli (en La Oroya) no tenía campana y menos campa-nero. Estas son migas de la opípara mesa de don Ricardo Palma y, con la miel en los labios,

De Ica a Huamanga

Referencias de los lugares que testimonió la pluma palmiana:“La achirana del inca” (Ica),“Pallahuarcuna” (Acostambo, Huancavelica),“Orgullo de cacique” (Acarí, Caravelí, Arequi-pa),“Las orejas del alcalde” (Potosí),“El alcalde de Paucarcolla” (Puno), “Carta canta” (Barranca, Lima), “La monja alférez” (Huamanga, Ayacucho).

Papas de Huamantanga. En sus viajes por la sierra de Lima, Palma halaga las papas cultivadas en este lugar.

Laguna. En sus visitas a Yauli, en La Oroya, Palma debió haber admirado la hermosa laguna de Marcapomacocha.

Nos dice socarrón: “Esquive vivir en Quives”, refiriéndose al pueblo de Santa Rosa, donde por una profecía de Santo Toribio no podían vivir más de tres familias.

AntonioMuñoz Monge*D

(*) Periodista costumbrista.

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6 • El Dominical • Lima, 23 de octubre del 2011D

Las tradiciones peruanasLA MEMORIA

NACIONAL

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Ricardo Palma creó una forma narrativa original: la tradición. Sus escritos han ayudado a las generaciones a imaginar cómo fue nuestro pasado.

icardo Palma fue consciente de la peculiaridad in-clasificable de la

forma narrativa que creó: la tradición, porque esta tiene rasgos en común con el cuen-to, la leyenda, la crónica y, en sus muestras más desarrolla-das, la novela corta. Admite variaciones considerables, desde textos brevísimos y en clave fantástica hasta piezas que subrayando la documen-tación histórica despliegan una compleja factura.

Luis Leal, en su autori-zada “Historia del cuento hispanoamericano”, al con-ceptuar que la tradición tiene más de cuento que de otros géneros, unge a Ricardo Palma como el mejor cuen-tista hispanoamericano del siglo XIX. Sin embargo, más exacto sería afirmar que es el narrador hispanoamerica-no más admirable del relato corto en el siglo XIX, porque, en sentido estricto, el cuento peruano cuajó después de él con los autores modernistas.

FUNDADOR DE LA NARRATIVAEl escritor Washington Del-gado erige a Palma, acerta-damente, como el fundador en el Perú de la narrativa de ficción, el primero de “una li-teratura peruana de alto va-lor estético y con caracteres propios” (“Historia de la lite-ratura republicana”, 1980). Recordemos que, en la narra-tiva no ficcional, el fundador es el cronista Inca Garcilaso, conforme lo establecieron José de la Riva-Agüero, Au-relio Miró Quesada Sosa, Raúl Porras Barrenechea y José Durand.

El carácter fundador al que alude Delgado se vincula con la capacidad de Ricardo Palma para servir de gozne entre la narrativa oral (mi-

tos, leyendas, anécdotas y chistes transmitidos a través de las lenguas indígenas y luego del español) y la lite-ratura escrita. Palma se ins-piró, al mismo tiempo, de la oralidad del pueblo y de toda clase de libros y papeles, sim-bolizando el tránsito hacia el predominio de lo escrito en la narrativa peruana. Encarna, también, el paso de la narra-tiva de no ficción (crónicas, libros de viajes, memorias y biografías) a la ficción cuen-tística y aun novelesca, que recién amanecía en las letras peruanas del siglo XIX. Para el propio Palma, la tradición era “novela en miniatura, no-vela homeopática”.

ELOGIO DE RIBEYROEl factor crucial del rol fun-dador de Palma lo enfatizó nuestro máximo cuentista Julio Ramón Ribeyro en su artículo “Gracias, viejo soca-rrón” (Debate, noviembre, 1981; recogido en su “Anto-

logía personal”, Lima, FCE, 1994). Ribeyro ensalza las “Tradiciones peruanas” por su función “fundadora de una memoria nacional y de una conciencia ancestral común. “Sin las ‘Tradicio-nes’, nos sería difícil, por no decir imposible, imaginar nuestro pasado desde la Conquista hasta la Emanci-pación [...]las ‘Tradiciones’ son la única prueba accesi-ble, artística y entretenida que tenemos de ese pasado. Ninguna otra anterior o de su época se le puede com-parar (salvo Garcilaso para el Incario y primeros años de la Conquista) […]Visión que no ha sido reemplazada

por otra igualmente vasta, convincente y lograda, ca-paz de relegar la suya a la galería de las antiguallas. Si la imagen palmiana de Lima subsiste, es porque nadie ha sido capaz de desembara-zarnos de ella”.

OTRA LIMARibeyro perteneció a la generación del 50, que se propuso retratar la Lima contemporánea y rom-per con el imaginario palmiano atacado, sin reparar en la óptica li-beral y no tradiciona-

lista de Palma, por Sebastián Salazar Bondy en “Lima, la horrible”, 1964.

El balance de Ribeyro favorece a Palma: “Narra-dores, por su parte, han en-sayado construir una nueva imagen de Lima […] Pero se trata también de esfuerzos puntuales, circunscritos a lugares, períodos, clases so-ciales, instituciones y que no poseen la variedad ni el po-der iconográfico de la obra palmiana”.

ACTUALIDAD DEDON RICARDOAlfredo Bryce Echenique percibió un nivel soslayado en el imaginario palmiano, tal como suele asumirlo nuestra colectividad, que invita a constatar la vigen-cia sociocultural de las “Tra-diciones peruanas”: “Yo no puedo leer al Palma que escribió ayer sin pensar en el presente angustioso de mi país. La crisis moral que hoy padece ese ‘territorio de desconcertadas gentes’ se incuba en las limeñísimas páginas de las ‘Tradiciones’, presagiándonos que pron-to, muy pronto, Lima será el Perú, porque ahí, entre carruajes, tapadas, chismes y lances de lujoso y frívolo amor, aparecen el negro, el zambo, el mulato, el chino, el cholo, el allegado que ja-más llega y el resentido que espera y mira de reojo […].

Hasta la llegada de Ricar-do Palma a las letras perua-nas, nuestros escritores no parecen tener otra concien-cia de lo nacional que lo pin-toresco. Para Palma, por el contrario, todo está reflejado en las calles de la ciudad que empieza a gritar su egoísmo nacional, sus terribles prejui-cios de clase, su hipocresía y su racismo”.

RicardoGonzáles Vigil*D

(*) Miembro de la Academia Peruana de la Lengua

Yo no puedo leer al Palma que escribió ayer sin pensar en el presente angustioso de mi país: la crisis moral que hoy padece ese ‘territorio de desconcertadas gentes’

Un género original

Oswaldo Holguín ha definido la tradición pal-mista como “un relato más bien breve, de fon-do histórico, que refiere algún suceso, anécdo-ta, hecho misterioso y legendario, ocurrencia, etcétera, que casi siempre tuvo lugar durante la Conquista y el Virreinato del Perú, contado usualmente con humor criollo y un dominio del lenguaje excepcional, a través de un estilo muy singular, en el que la oralidad tiene un papel fundamental” (“Tradiciones peruanas”; Quito, Libresa, 2003). Y Estuardo Núñez nos revela la dimensión internacional de la tradición. Nues-tro historiador seleccionó 59 escritores de 19 países en “Tradiciones hispanoamericanas” (Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979) y detec-tó que adelantan rasgos del novomundismo (la posterior celebración del Nuevo Mundo, durante el modernismo), el realismo “mara-villoso” en el interés por milagros y sucesos portentosos, y el gusto de la “nueva narrativa” por asumir el habla y la óptica del pueblo.

Ricardo Palma. Uno de los últimos

retratos de nuestro gran tradicionista, tomado en 1918,

un año antes de su muerte.

Libro. La Lima colo-nial y republicana de las tradicionesexpresada también por Rugendas (página izquierda) en sus óleos.

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on Ricardo Palma recuerda que “cuando los con-quistadores se apoderaron del Perú no eran en él conocidos el trigo, el arroz, la cebada, la caña de azúcar, lechuga, rábanos, coles, espárragos, ajos,

cebollas, berenjenas, hierbabuena, garbanzos, lentejas, ha-bas, mostaza, anís, alhucema, comino, orégano, ajonjolí ni otros productos de la tierra que se- ría largo enumerar.

CésarColoma Porcari*D

Floripondio encarnado. Palma refiere, en una tradición, que un sacerdote envenenó a sus enemigos con esta planta.

Símbolo. “Rosas y claveles al lado izquierdo significaban que la propieta-ria se hallaba en disponibilidad para admitir huéspedes en el corazón”.

Campos de color. La quinua es otro de los cereales oriundos valorado por nuestro gran tradicionista.

Chirimoya. Tradicional fruta nativa. Su nombre en quechua significa “semilla fría”, pues germina en elevadas altitudes.

La flora en lasTRADICIONES PERUANASEn su obra, Palma presta especial atención a la flora peruana y a la que había llegado con los españoles. En sus “Tradiciones” menciona ciento treinta especies vegetales. Aquí una rápida mirada.

En cuanto al frisol o frejol, lo teníamos en casa, así como otras variadas producciones y frutas por las que los españoles se chupaban los dedos de gusto”.

VISTOSAS FLORESEntre las flores nativas del Perú que más apreciaba, men-ciona la “arirumba” (Chlidanthus fragans Herb.), así como el “floripondio encarnado” (Datura sanguinea R. & P.), al contarnos que un sacerdote envenenó a unos enemigos suyos al echar en su comida “un manojo de floripondios encarnados”. Habla también del “ñorbo” (Passiflora sp.), bella flor de una pasionaria.

Passiflora. Hermosa flor de una pasionaria.

Carmen Barrantes

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En cuanto a las traídas por los conquistadores, dice que “La flor de lujo era el clavel en toda su variedad de especies” y “Las jóvenes solteras se diferenciaban de las casadas en la colocación de las flores que se ponían en el peinado. Era sabido que rosas y claveles al lado izquierdo significaban que la propietaria se hallaba en disponibilidad para admitir huéspedes en el corazón”. Y un día, Santa Rosa “se encontró con que espontáneamente había brotado un rosal en su jar-dinillo; y rosal fue, que sus retoños se proveyeron las fami-lias para embellecer corredores y las limeñas para adornar sus rizas, negras y profusas cabelleras”. Habla también de la “rosa pitiminí”, que es la trepadora que da muchas flores pequeñas, y del “clavel disciplinado”, como se conocía antes al clavel jaspeado.

DELICIOSOS FRUTOSEntre las frutas nativas, menciona al capulí (Physalis peru-viana L.), que crecía en los rincones de los jardines espontá-neamente (y al que la cursilería actual ha bautizado como “aguaymanto”), a la “naranjita de Quito” (Solanum quitoen-se Lam.) y al “palillo” (Campomanesia lineatifolia R. & P.), del cual dice que es “una frutita muy perfumada y sabrosa”. Se refiere también a la chirimoya, palta, quinua y rocoto, y al pe-

queño “coco de Chile” (Jubæa spectabilis Humboldt & Kun-th), y dice que el “chupe” se prepara con “papas amarillas”. Menciona además frutas del Viejo Mundo, como la “naranja agria”: “un sevichito de pescado chilcano con naranja agria” y “un bocadito de seviche en zumo de naranja agria”. Se re-fiere asimismo al “ñajú” (Hibiscus esculentus L.), con el que se elaboraba el “sanguito de ñajú”. Nosotros descubrimos el significado de este olvidado vocablo peruano (El Comercio, Lima, 18 de febrero de 2000, p. A-23).

COMO EN BOTICAEntre las plantas medicinales, habla de la hierbaluisa y de la “hierba santa”, al contar que un Papa fue curado con esta hierba peruana y “hasta la hora de su muerte, que acaeció años más tarde, no volvió a dolerle muela ni diente”. La infor-mación proporcionada por el genial tradicionista será muy útil en la lucha por la defensa de nuestro medio ambiente, tan amenazado hoy en día.

(*) Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo. Resumen del texto que publicará la URP en “Aula Palma”, como parte del XI Encuentro Internacional Re-Visión de las Tradiciones de Ricardo Palma.

Cuenta que un Papa fue curado con esta hierba peruana –la hierba santa– y “hasta la hora de su muerte, que acaeció años más tarde, no volvió a dolerle muela ni diente”.

Entre las frutas nativas, menciona el capulí (Physalis peruviana L.), que crecía en los rincones de los jardines espontáneamente (y al que se ha bautizado como “aguaymanto”).

Claveles. Bellas flores, conocidas también por su nombre científi-co: Dianthus caryophyllus.

La flora en lasTRADICIONES PERUANASEn su obra, Palma presta especial atención a la flora peruana y a la que había llegado con los españoles. En sus “Tradiciones” menciona ciento treinta especies vegetales. Aquí una rápida mirada.

En cuanto al frisol o frejol, lo teníamos en casa, así como otras variadas producciones y frutas por las que los españoles se chupaban los dedos de gusto”.

VISTOSAS FLORESEntre las flores nativas del Perú que más apreciaba, men-ciona la “arirumba” (Chlidanthus fragans Herb.), así como el “floripondio encarnado” (Datura sanguinea R. & P.), al contarnos que un sacerdote envenenó a unos enemigos suyos al echar en su comida “un manojo de floripondios encarnados”. Habla también del “ñorbo” (Passiflora sp.), bella flor de una pasionaria.

Bulbos. La arirumba, una de las plantas nativas men-cionadas por el tradicionista en su obra.

Capulí. Crecía espontáneamente y su fruto era muy apreciado. Se le conoce ahora como aguaymanto.

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Entre ingas y MANDINGASLa interculturalidad está patente en la obra del tradicionista Ricardo Palma, lo cual no es extraño ya que fue hijo de Dominga Soriano, una guapa mulata cañetana.

n la Lima segrega-cionista del siglo XIX, vio la luz el escritor peruano

más importante de todos los tiempos, creador de un géne-ro literario que revolucionó la prosa sudamericana: Ma-

nuel Ricardo Palma Soriano. Su madre fue Dominga So-riano Carrillo, guapa mulata nacida en Cañete, y su padre Pedro Ramón Palma Casta-ñeda, un exitoso comercian-te andino con aspiraciones de ascenso social.

PLUMA AFROEn sus “Tradiciones perua-nas”, Palma retrata a la socie-dad multiétnica de su tiempo

otorgándole roles protagóni-cos a mulatos, zambos y ne-gros, como actores de hechos osados. Tal es el caso de “Un negro en el sillón presiden-cial”, que narra la hazaña de León Escobar, capitán de una cuadrilla de treinta ban-didos que –aprovechando el caos político– toma Palacio de Gobierno y se sienta en el sillón presidencial para reti-rarse solo cuando recibe una

importante suma de dinero. Pasan los años y uno de los que negoció con el bandole-ro le asegura a Palma “que el retinto negro se había com-portado con igual o mayor cultura que los presidentes de piel blanca”.

En “El Rey del Monte”, describe el colorido cuadro de las cofradías de negros de Lima en el siglo XVIII: los angolas, caravelís, mozambi-

ques, congos, chalas y terra-novas. Cuenta cómo la reina de los terranovas en 1799, mama Salomé, compró su libertad e hizo fortuna con una mazamorrería, pero calumniada de bruja cayó en manos de la Inquisición y murió de melancolía. Con el tiempo, el hijo de Salomé –hombre libre– se convirtió en el Rey del Monte, jefe de bandoleros que asaltaban

en Lima y las afueras. Sus víctimas eran solamente los ricos y, parte del botín, lo re-partía entre los pobres. “…en cuanto a su valor y hazañas, referíanse de él tantas histo-rias que a la postre el pueblo empezó a mirarle como a personaje de leyenda”.

¿PARTO COMPLICADO?Dominga tenía 16 años cuando dio a luz a Manuel

La familia Palma. El tradicionista, su esposa Cristina Román Olivier y sus hijos. A su lado se encuentra Angélica, su hija predilecta.

MarujaMuñoz Ochoa*D

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Ricardo y cuando finalmen-te se casó con Pedro Ramón, el pequeño tenía ya cuatro años. No fue inscrito y, en su partida de bautismo, figura su abuela Guillerma Carri-llo como progenitora: “…el Presbítero D. Manuel Almi-ron…, exorcizó, puso Óleo y Crisma a Manuel, de cinco días, hijo natural de Pedro Palma, y de Guillerma Carri-llo”. Quizá la suplantación se debió a que la joven madre y el niño sufrieron durante el parto (algo frecuente en las afrodescendientes). Así, se entiende que en el bautizo se aplicara al recién nacido los santos óleos junto con la sal bautismal. No figura la fir-ma del padre: es posible que doña Guillerma, temiendo por la vida del bebé, lo llevara a la pila bautismal y el párro-co, al verla, pensara que era la madre; por ello, escribió su nombre (y apuntó “pardo”, eufemismo para negro). El racismo se exhibe, también, en el certificado de matri-monio de sus padres, del 6 de abril de 1837, en el que se consigna que Pedro Palma, mestizo de 35 años y natural de Cajabamba, Huamachu-

nales y culturales. Dominga tenía edad para ser hija de su marido, era costeña con raíces africanas, mientras él era blanco con sangre andina

VIVIR CON EL PADRERoto el compromiso de sus padres, el pequeño Ri-cardo se quedó a vivir con su padre. Tenía 9 años.

co, “…conforme a derecho ante Vuestra Señoría com-parezco y digo: Que tengo tratado contraer matrimo-nio según orden de Nuestra Santa Madre Iglesia con Dominga Soriano de veinte años de edad, cuarterona libre” (esto es hija de mulata y mestizo en la clasificación racista colonial). Ese docu-

“Al quedarse al lado de su progenitor, la atemperada influencia negra que de su madre y abuela materna recibía Palma seguramente pasó a un segundo plano. Si a ello se suma la sospecha de que Pedro Palma quiso man-tenerlo alejado de ese ascen-diente –por prejuicio o como reacción frente a la actitud

mento consigna un curioso error: dice que Dominga es “hija natural de Tomás So-riano, difunto, y de Guiller-ma Santa María…”, Santa María en vez de Carrillo. El matrimonio Palma Soriano fracasó prontamente –se-gún el historiador Oswaldo Holguín Callo– por las dife-rencias raciales, generacio-

de su ex compañera–, habría un distanciamiento entre la madre y el hijo…”, dice Hol-guín. Sin embargo –también según Holguín–, el joven Ri-cardo se identificó con la pe-nosa suerte de los esclavos, no negó su ancestro africano y lo hizo público: reconocer una ascendencia tan des-valorizada podía malinter-pretarse como un desafío a la sociedad. En la racista Lima postcolonial, eran habituales los vituperios contra lo africano. Ser o pa-recer negro era un estigma que privaba a las personas de acceder a los círculos de la cultura académica.

BIBLIOTECARIO MENDIGOPalma fue un liberal y parti-cipó en una fallida conjura

contra el presidente Ramón Castilla. Estuvo desterrado en Chile y, a su regreso, fue elegido senador de la Repú-blica. Destacó como prolífico columnista del siglo XX –in-clusive en El Comercio– y se ganó enemigos como el escritor y poeta Pedro Paz Soldán y Unanue, conocido como Juan de Arona, quien lo motejó “el tamalero”, alu-diendo a su etnia materna. Similar estrategia usó contra él Manuel González Prada.

En 1866, Palma participó en el Combate del 2 de Mayo, contra la escuadra española que bombardeó el Callao. Durante la Guerra del Pa-cífico, fue corresponsal de varios periódicos extranje-ros y combatió en la Batalla de Miraflores. Los chilenos incendiaron su casa y su

biblioteca personal. Tras la Guerra del Pacífico, el presi-dente Miguel Iglesias lo nom-bró director de la destruida Biblioteca Nacional, cargo que le valió el apelativo de Bibliotecario Mendigo, pues para emprender su recons-trucción y equipamiento puso en práctica un plan que consistía en pedir donacio-nes puerta por puerta.

Raúl Porras Barrenechea afirmó que “la educadora criolla del tradicionista” fue doña Guillerma con su “visi-ble pertenencia a los sectores más sencillos de la sociedad, por su donairosa personali-dad de clara ascendencia africana […]”.

Dominga tenía 16 años cuando dio a luz a Ricardo y, cuando se casó con Pedro Ramón, el pequeño tenía 4 años. En su partida de bautismo, figura su abuela como su progenitora.

La casa. A este solar, ubicado en el distrito de Miraflores, se trasladó Ricardo Palma en 1913.Tapadas. Imagen de Pancho Fierro. El nombre y la fecha fueron escritos de puño y letra de Ricardo Palma.

Firma. En la partida de bautismo del tradicionista, figura como “pardo”, el eufemismo que se usaba en la época para indicar que era afrodescendiente.

(*) Investigadora de la cul-tura afroperuana.

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Cartas a unAMIGO

urante casi una década, la amis-tad de dos gran-des escr itores

creció a pesar de la distancia. De Buenos Aires a Lima y de Lima a Buenos Aires, Ricardo Palma y Juana Manuela Go-rriti, iniciadora de las veladas literarias en Lima, intercam-biaron pesares, alegrías y no-vedades por medio de cartas que viajaron de capital a capi-tal a fines del siglo XIX.

Sin embargo, la amistad binacional se remonta a 1851, cuando Ricardo Pal-

ma todavía era un escolar del Convictorio de San Carlos y Juana Manuela “comenzaba en Lima su carrera literaria en el diario El Comercio, con la publicación de ‘La quena’, su primer folletín”, según la investigación de César Sa-las en “En el ala del tiempo”. El artículo de Salas, como otras investigaciones acerca de las cartas de Gorriti, está publicado en la valiosa reco-pilación de la argentina Gra-ciela Batticuore –estudiosa del siglo XIX– “Cincuenta y tres cartas inéditas a Ricardo Palma”. Este libro contiene, además de un valor senti-mental, un panorama de la historia sudamericana y de la literatura decimonónica.

VIAJE DE LETRAS Las inigualables misivas de Gorriti dirigidas al autor de las “Tradiciones peruanas” nos permiten, a pesar de la fragilidad del tiempo, dis-frutar del inmenso cariño compartido entre ambos in-telectuales amigos.

Es importante tener en cuenta que en la época en que fueron escritas las car-tas ambos bebían ya del re-conocimiento en terriorios sudamericanos y europeos: “Juana Manuela Gorriti goza del privilegio de ser proba-blemente la mujer de letras más importante de la época en el continente, y su estela de animadora cultural se ex-tiende tanto en Lima como

Entre 1882 y 1891, Ricardo Palma y la escritora argentina Juana Manuela Gorriti compartieron una íntima correspondencia en la que se evidencia una valiosa amistad.

Juana Manuela Gorriti (1818-1892). Nació en Salta, Argentina. Fue promo-tora de las veladas literarias limeñas.

Mercedes Cabello de Carbonera (1843-1909). Nació en Moquegua. Es autora de “Sacrificio y recompensa” (1886).

Clorinda Matto de Turner (1852-1909). Nació en el Cusco. Publicó en 1884 “Tradiciones cusqueñas”.

DianaGonzales ObandoD

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en Buenos Aires”, cita el ar-tículo “Palma y Gorriti: La intertextualidad en la crea-ción” de la estudiosa Cecilia Moreano. Y, tal como figura en las misivas, la fama de Ri-cardo Palma en Buenos Aires era increíble, incluso, para el mismo Palma.

Por ello, aparece cons-tantemente la demanda de Gorriti por más ejemplares de las nuevas publicaciones del peruanísimo.

BORRONES DE JULIOAlgunas características son resaltantes en las cartas es-

puede abstraer, tras leer las líneas que continúan, la gra-vedad de su tristeza: “Todo esto para nosotros dos, vie-jos amigos habituados a de-círnoslo todo sin sombra de reserva. Mucho agradezco a U. la iniciativa en estas confidencias. Tenía el cora-zón quebrantado; y nadie a quien decir mi pena”. Este fragmento es una pequeña evidencia de la complicidad de ambos personajes.

Las cartas de Gorriti a Pal-ma hacen entrever también la amistad entre las escri-toras del siglo XIX con la ar-gentina, por las constantes menciones de nombres de mujeres intelectuales entre las que destacan Clorinda Matto y Mercedes Cabello.

Un fuerte cariño de ma-dre se manifiesta hacia ellas: “Acabo de recibir en este mo-mento la novela premiada de Mercedes Carbonera, y comienzo a leerla. Muy con-tenta estoy que ella y Clorin-da estén, ahora, muy unidas. Deseo que a mi regreso a Lima, que creo será pronto, encontrarme entre estas dos ¡tan queridas amigas! Tanto que a una de ellas la llamo hija, esa dulce concordancia que harán [sic] de nosotras un trío de amor”.

critas por Juana Manuela, como, por ejemplo, toparse con frecuentes borrones hechos adrede por uno de sus hijos, Julio Sandoval, quien frecuentaba a don Ri-cardo Palma. De él se sabe que nació en Lima, pero se desconoce el nombre de su progenitor.

En la carta del 23 de mayo de 1883, una gran tachadu-ra de veintitrés líneas impide conocer las circunstancias de alguna pena que acongojaba a Gorriti y que quiso compar-tir con su entrañable amigo peruano. Sin embargo, se

Lamentablemente, el precario estado de salud de la escritora salteña, sus cons-tantes enfermedades y, final-mente, la pulmonía que aca-bó con su vida, impidieron el anhelado regreso al Perú, una frustración que también comunicó al tradicionista.

“PALMERITAS”Juana Manuela Gorriti man-tuvo una íntima relación con la esposa e hijos de Ricardo Palma, a los que llamaba “palmeritas”. Clemente, au-tor de los “Cuentos malévo-los” y Angélica, la hija mima-da de Palma, promotora de su obra y también escritora, son mencionados con mucho cariño por Gorriti. Los llama-ba Cervantes y Madame de Staël, en alusión al autor del “Don Quijote de la Mancha” y a la escritora francesa difu-sora de los salones literarios. Por otro lado, Ricardo Palma compartió con Gorriti los entretelones de sus publica-ciones a través de sus cartas, como es el caso de “Dos tra-diciones sobre Santa Rosa de Lima”, por el aniversario de la santa, obra por la que recibió las felicitaciones de la argentina.

Los datos que consignan las cartas de Juana Manuela

pueden hacerlas funcionar como importantes docu-mentos de la época (las des-cripciones de Lima y Buenos Aires dan muestra del con-texto bélico vivido en el Perú durante la Guerra con Chile, y de la miseria vivida en la capital Argentina); aunque también son muestras de in-timidad (como la mención al incendio de la casa de la familia Palma), o de alegrías (el nacimiento de Augusta, la cuarta hija del matrimonio Palma Román); pero, sobre todo de las certezas de una gran amistad.

En la carta del 23 de mayo de 1883, una gran tachadura de veintitrés líneas impide conocer las circunstancias de alguna pena que acongojaba a Gorriti [...].

Es importante tener en cuenta que en la época en que fueron escritas las cartas ambos bebían ya del reconocimiento en territorios sudamericanos y europeos.

Última carta

Señor DN. Ricardo Palma

Buenos Aires, 29 de agosto de 1891

Querido amigo:

Pues que estoy aún con vida escribo a U. por más que sepa lo difícil que ha de serle descifrar estos ga-rabatos.

Mi enfermedad acrece y dentro de muy poco dará cuenta de mí. Lo anhelo como una felicidad, porque es mucho lo que sufro.

Con la esperanza de un prólogo de U. dejo en edición las Veladas Literarias, así como Lo Íntimo y Perfiles Contemporáneos: tres huérfanos que U. adoptará en memoria de su amiga Juana Manuela.

Qué pena llevo conmigo de no volver a ver Lima, esa tierra para mí tan querida, donde habría querido dor-mir el eterno sueño al lado de mis hijos.

Los chilenos, como fieras que son, están destrozán-dose entre ellos. Sus enemigos regocijan de esta car-nicería. Yo no, que miro con pena esos destrozos que no [ilegible] de venganza a los horrores antes come-tidos por esos malvados.

Tengo la pluma en la mano pero sin alientos [sic] se-guir escribiendo: tal es mi postración.

Amigo querido en esta vida y en otra mejor siempre será de U. el cariño de su amiga

Juana Manuela

Cincuenta y tres cartas inéditas a Ricardo PalmaInvestigación y compilación de Graciela Batticuore

Editorial Universidad San Martín de PorresLima, 2004

Ficha

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Entre la tradición yLA CRÓNICACon autores como Ricardo Palma siempre hay nuevas vetas, incluso sobre temas ya estudiados como su lado periodístico. Veamos algunos vericuetos de su trabajo en la comunicación social.

n Palma identifica-mos una supera-ción de los géneros periodísticos, un

trasvase de los compartimen-tos-estancos que hacían un ‘divortium acuárum’ entre cró-nica, artículo de costumbres, y el hoy llamado periodismo de investigación. Tomemos en cuenta que Palma incursio-naba permanentemente en numerosas fuentes históri-cas, entre las que se hallan los “Anales de la Inquisición”, que publicó con ese nombre y que, seguramente, le proporciona-ron temas para sus tradiciones.

EL NARRADORLa tradición, llamada por el crítico Ricardo González Vigil “híbrido intergenéri-co” y calificada por el poeta y crítico Manuel Pantigoso como “amulatada y ancilar”, establece un inabarcable ho-rizonte en la obra palmiana.

Ya el estudioso Iván Rodrí-guez aclaró que Palma es un narrador y no un ensayista –y narración es creación–, así se encuentra cómodamente instalado en el ejercicio perio-dístico que implica, necesaria-mente, una capacidad narra-tiva que hace más enjundiosa lo que, en otro caso, sería una mera prosa mostrenca y ado-cenada.

estas, siempre hay un ele-mento de verdad sumido en el ámbito de lo creativo, de lo estético.

OJO DE CRONISTALa belleza de la literatura transporta, allende el tiem-po, lo que podría ser un mero relato de un hecho acaecido que narrado por un gaceti-llero hubiera permanecido

NUEVO PERIODISMOVemos cómo es posible im-bricar el legado del autor de las “Tradiciones peruanas” con el ya no tan reciente nuevo periodismo, que se sirve de casos reales para darles una forma que im-plica a la literatura y que enriquece a esta y a aquel. Vienen los nombres de Tom Wolfe, Truman Capote, Ro-dolfo Walsh, Tomás Eloy Martínez y García Márquez, entre varios otros.

La voluntad de Palma de apellidar “crónicas” a mu-chas de sus tradiciones, nos hace recordar que, como en

en el olvido. Está perfec-tamente establecido, hoy en día, que la crónica es “el más literario de los géneros periodísticos”, en el que se conjugan y convergen todas las sumas del estilo. Ya que el estilo de la crónica es el del cronista que, para llamarse tal, debe poseerse una capa-cidad creativa singular.

Recordemos, en este

aspecto, a los cronistas del modernismo: Rubén Darío, el inabarcable José Martí; Enrique Carrillo, Julio Cam-ba, Ventura García Calderón, César Vallejo, José Carlos Mariátegui y, más cercanos a nosotros, García Márquez (y su “Crónica de una muerte anunciada”), a Vargas Llosa, Eduardo Galeano o Rodolfo Walsh, entre otros.

IDIOMA Y LA ACADEMIAUn aspecto importante en la vertiente periodística de Palma, es su condición de batallador por la fundación de la Academia Peruana de la Lengua. Esto nos lleva a un aspecto insoslayable: el carácter –para nosotros– esencialmente pedagógico de la actividad comunica-tiva, de lo periodístico, en otras palabras. Y es que el idioma, como sustento de la comunicación social, debe ser manejado magis-tralmente por el periodista, un manejo profesional del instrumento lingüístico, ya que es su herramienta fun-damental.

Es posible y dable que el periodista, en una crónica, en un artículo de costum-bres o en un reportaje, vaya más allá de lo “correcto”, “académico” o “purista”. Pero, sostenemos que solo puede, y debe superar lo es-tablecido, quien conoce las normas. Tal fue el caso de Darío, quien enunciaba que no le servía lo establecido por la literatura española postromántica, por lo que recurrió a los neologismos particularmente provenien-

tes de la lengua francesa. Esto supone, obviamente, que primero revisó exhaus-tivamente la literatura y al percatarse de que no le servía, procedió a la inno-vación.

PERUANISMOSSimilar es el caso de un periodista que transgrede normas: es menester cono-cerlas para rebasarlas. O puede darse el caso de que necesite incorporar, como Palma hacía a menudo, el ubérrimo venero de la oralidad, que enriquece lo normativo. Caso tan cono-cido el de nuestro tradicio-nista que pugna en la Real Academia Española por incorporar vocablos que eran creación de nuestros hablantes: nos referimos a los peruanismos, que en un principio fueron ningu-neados.

WinstonOrrillo*D

(*) Resumen de ponencia “Algo más sobre Palma pe-riodista”, presentada en XI Encuentro Internacional Re-Visión de las Tradicio-nes de Ricardo Palma (19 y 21 de octubre 2011).

Es posible imbricar el legado del autor de las “Tradiciones peruanas” con el ya no tan reciente nuevo periodismo’, que se sirve de casos reales para sus historias.

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Tradiciones peruanas. Una antología de la emancipación

Selección, prólogo y notas:Ricardo González Vigil

Ediciones SMLima, 2010

Tradiciones peruanasFlor Sánchez Zúñiga

Selección, estudio y notas:Raúl Burneo Barreto

Editorial SantillanaLima, 2000

Libros del capitán Jorge Eslava

Cosas de piratasEn los rincones de la historia que indagó Palma, no podían faltar los fantásticos personajes de parche en el ojo. En nuestro periodo colonial, los temblores y la ban-dera negra en el hori-zonte eran sinónimos de calamidad. En la tradición titulada “El tamborcito del pira-ta”, que refiere un su-ceso de principios del siglo XVII, se narra el enfrentamiento de los vecinos de Lima contra el pirata holandés Jor-ge Spilberg, “quien con cuatro ga-leones y dos pataches bien artilla-dos paseábase en el Pacífico, como Pedro por su casa, acompañado por ochocientos lobeznos, de esos que no temen a Dios ni al diablo”. Luego

de una feroz lucha cuerpo a cuerpo, el buen Palomeque de Aluendín, uno de nuestros oficiales, no hizo más que retroceder y casi por azar

se topó con un tambor que dormía en la popa. Entonces, “encomendán-dose a la Virgen del Ro-sario, arrojóse al mar, haciendo de la caja de guerra un salvavidas”. El pobre, más muerto

que vivo, fue encontra-do al día siguiente en una playa del Callao y con las manos aferradas a las cuerdas del milagroso timbal. Repuesto del espanto, Palomeque trajo a Lima su botín de guerra y una gratitud eterna a la Virgen del Rosario, a quien dedicó una fiesta fastuosa por su salvación.

El ejemplo de PALMAenía poco tiempo como profesor de colegio cuando, en una biblioteca

escolar, descubrí un peque-ño ejemplar de “Tradiciones peruanas”. Fue un valioso hallazgo: se trataba de una selección para escolares, rea-lizada y prologada por Luis Jaime Cisneros, publicada –si no recuerdo mal– por edi-torial Universo en los años se-tenta. Saqué separatas para mis estudiantes y dedicamos varias semanas a leer estas historias. Aprovechamos no solo el contenido sabroso de las tradiciones, sino que nos servimos de su impe-

cable composición literaria. Conviene subrayar que cada texto de Palma es un frag-mento relampagueante y lu-minoso de nuestra historia, socarrón y dicharachero, es verdad, pero que además exhibe un fino tramado cos-tumbrista que no desestima un ápice de verdad ni arte. De qué nos sirvió este des-cubrimiento a los alumnos y al joven profesor que era yo: muy fácil, nos propusimos escribir breves relatos a par-tir de situaciones pintorescas de nuestra historia reciente. Al final ordenamos los traba-jos y colocamos el título que

habíamos

elegido para la colección: “Traiciones perrunas”. EN LA ESCUELADe las ediciones que circu-lan, hay dos que debemos tener al alcance de nuestros estudiantes de colegio. En “Tradiciones peruanas. Una antología de la emancipa-ción” tenemos más de trein-ta relatos seleccionados y prologados magistralmente por Ricardo González Vigil.

Es además muy oportu-no el criterio utilizado, de cara al bicentenario de la Independencia. Las seis secciones del volumen nos permiten transitar por el terreno

histórico y la humanidad de sus protagonistas. Son

los casos del Demonio de los Andes o de Túpac Amaru II, o de los libertadores San Martín y Bolívar. González Vigil nos advierte el carácter tradicionista, no tradiciona-lista, de nuestro entrañable autor. Destaca sus enormes

méritos y nos recuerda su ánimo desafian-

te al frente de la Academia

P e r u a n a d e l a

Lengua, su labor de inves-tigador escrupuloso, su espléndida imaginación e inigualable estilo.

El otro volumen, “Tradi-ciones peruanas”, al cuida-do de Raúl Burneo Barreto, presenta cuarenta textos organizados cronológica-mente desde 1532 hasta me-diados del siglo XIX. Escribe Burneo en la presentación: “Se ha afirmado que Palma es el más ilustre precursor de la narrativa breve, del cuen-to hispanoamericano. Lo demuestran con creces mul-

titud de pasajes de sus tradi-ciones, que no son otra cosa que cuentos”. Mmm… este capitán duda de dicha decla-ración; sin embargo, queda admirado del puntilloso es-

tudio que cierra la edición, en el que se despliega un vivo paisaje social de aque-lla época, con la descollante personalidad de don Ricardo y su travieso lenguaje.

Destaca sus méritos y nos recuerda su ánimo desafiante al frente de la Academia Peruana de la Lengua, su labor de investigador escrupuloso, su espléndida imaginación.

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La primera infancia de Ricardo Palma transcurrió en su casa natal de la calle Puno, en el corazón de la Lima virreinal. “Los buenos habitantes se

encerraban en casita a las diez de la noche, después de apagar el farol de la puerta, y la población quedaba su-mergida en plena tiniebla, con gran contentamiento de gatos y lechuzas, de los devotos de la hacienda ajena y de la gente dada a amorosas empre-sas”, cuenta en “Lucas el sacrílego”.

Luego, en consejas tradicionales, narra sus años mozos: “Recuerdo que cuando yo tenía mameluco y calzón con rodilleras asistía a la tertulia noc-turna de una señora más vieja que el escupir, con más arrugas que alma de escribano y más fea que el pecado gordo, la cual congregaba alrededor de su sillón a toda la lechigada del ba-rrio. La buena anciana, con sus gafas relucientes y su gatazo negro sobre la falda de anafaya, tenía la magia de embelesarnos, refiriéndonos con-sejas de brujas, duendes, milagros y aparecidos, hacíalo con tanto donai-re, que a los granujas o mataperros que la oíamos sin pestañear ni per-der sílaba nos corrían letanías por el cuerpo, y, al dormir, nos acometían pesadillas y malos sueños”.

Relatos de aparecidos

Recuerdos de infancia

Ricardo Palma*

Decires

“A las seis de la mañana pasaba la lechera.A las siete en punto la tisanera y la chichera de terranova.A las ocho, ni un minuto más, ni un minuto menos, el bizco-chero y la vendedora de leche-vinagre, que gritaba: ¡A la cuajadita!A las nueve, hora de canónigos, la vendedora de zanguito de ñanjú y choncholíes.A las diez la tamalera.A las once pasaban la melonera y la mulata de convento ven-diendo ranfañote, cocada, bocado de rey, chancaquitas de cancha y de maní y frejoles colados.A las doce aparecían el frutero de canasta llena y el proveedor de empanaditas de picadillo”.

Pregones a toda hora

(Fragmento de la tradición “Con días y ollas venceremos” de Ricardo Palma)

“Los sucesos, como el agua, deben beberse en la fuente”.

“Mucho alcanza un adulador, sobre todo cuando sabe exagerar la lisonja”.

“...por entonces, los sucesos no envejecían, como hoy, a las veinticuatro horas”.

“...todo buen peruano hacía ascos a la cerveza, que para amarguras bastábanle las propias”.

(En “Los polvos de la condesa”)

(En “¡A nadar, peces!”)

(En “El mejor amigo... un perro”)

(En “Aceituna, una”)