A La Tierra de Los Macas

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A LA TIERRA DE LOS MACAS JUAN PABLO VELIN

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DedicatoriaEste libro se lo dedico al pueblo Macabeo. Un pueblo que se ha forjadoa base de machete, yunque, y trabajo duro bajo el inclemente sol aligual que sus torrenciales aguas. Que ha hundido sus pies en el lodo yha domado a esta naturaleza cascarrabias para forjar esta tierra llamadaMacas. Aquí muchos nacimos, otros llegaron, algunos vivimos y quizásalgún día otros tengan la satisfacción de regresar.

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A LA TIERRA DE LOS MACAS

JUAN PABLO VELIN

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A LA TIERRA DE LOS MACAS

Primera edición

©Juan Pablo Velín Cortés (Ecuador)

1000 ejemplares

DiagramaciónSelva Ztudio

Foto de PortadaCarlos Jaramillo

ImpresiónSelva ZtudioMacas - Ecuador

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A LA TIERRA DE LOS MACAS

Juan Pablo Velín

Macas, Ecuador, 2011

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Dedicatoria

Este libro se lo dedico al pueblo Macabeo. Un pueblo que se ha forjadoa base de machete, yunque, y trabajo duro bajo el inclemente sol aligual que sus torrenciales aguas. Que ha hundido sus pies en el lodo yha domado a esta naturaleza cascarrabias para forjar esta tierra llamadaMacas. Aquí muchos nacimos, otros llegaron, algunos vivimos y quizásalgún día otros tengan la satisfacción de regresar.

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"A la tierra de los Macas"

Era como la década de los 40 y el trabajo estaba de mal en peor. La mayoría demoradores tenían que hacer peripecias para comer las tres veces al día, ahorrarun poco o viajar de un destino a otro; esto último porque las carreteras del paístodavía ni existían, tocaba trajinar en muía o a caballo por esos senderos conmiles y miles de empalizadas, espadaña al hombro y lodazales. De cruzar los ríosni hablar, pues en esos tiempos solamente a puro ayuda del tambero y plegariasse podía alcanzar algún caserío o poblado.

La situación era mucho más preocupante cuando se necesitaba hacer un recorridoa la Amazonia, con esos ríos endemoniados, que incluso decían algunos lesgustaba tragar almas sin respetar edad o clase social, para solamente asíapaciguar su ira. Una vez saciados calmaban su cólera y permitían que pasecualquier transeúnte; esto, siempre y cuando las almas no hubieran sido malvadas,porque de ser así no paraba de llover por días, siendo imposible encontrar loscuerpos de los ahogados.

Algunos viajeros comentaban que al cruzar por ciertas aguas de esa inhóspita selvatenían que hacerlo en completo silencio, sin lanzar piedras al río o carcajadas al viento,ya que de lo contrario el cielo se oscurecía, las nubes los cubrían, la tempestad seprecipitaba y el peligro aumentaba.

Así era la realidad de nuestro país, que entre dictaduras, regímenes totalitariosy uno que otro presidente populista se batía una sociedad que quería dejar atráslas sombras de un pasado colonial, aunque sin darse cuenta o quizás de maneraintencionada reproducían las mismas atrocidades que se quería olvidar.

Esto dio paso al ya conocido populismo, que también es parte de la historia denuestro país; algunos dirán que hasta es la esencia misma para hacer política. Apesar de aquello, los populistas no duraban mucho en el poder, debido a que lagente se cansaba por las promesas incumplidas, o los mismos que rodeaban almandatario fraguaban su derrocamiento. Claro, una vez que se había zaqueadoel famoso botín. Es curioso pero luego de la caída, estos líderes carismáticoseran llamados nuevamente a participar en los comicios y la historia se volvía arepetir. Tal vez por la ignorancia de nuestros paisanos.

En especial, se recuerda a un señor alto, delgado, que por su hábito a la lecturallevaba unos grandes anteojos. Según, dicen algunos entendidos en el arte de lapolítica, no había ninguno más apto. A propósito, si le hubieran escuchado hablar.Cuentan que en una ocasión hasta había ofrecido un puente sobre un lugar queno tenía río; esto lo había realizado en una concentración política desde un bal-cón, y ante la observación de un presente por tamaño disparate, frunciendo elceño y haciendo una pausa prometió sin más reparos llevar el río hasta ese lugar,por lo que todos terminaron aplaudiendo y gritando ¡viva señor presidente!

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Oswaldo Delgado vivía en este mundo de ensueños y contradicciones. Él sehabía graduado en el Normal Rural de Pelileo aprendiendo un poco de todo,porque en ese entonces la educación sí era integral, es decir, se estudiaba las dosjornadas terminando las clases a las cuatro de la tarde y por las noches lo únicoque se podía hacer era dedicarse a culminar las tareas, incluso hasta el amanecer.Las materias eran teóricas y prácticas por lo que muchos jóvenes al finalizar elbachillerato sabían algún oficio, se iniciaban como docentes en su parroquia sitenían un buen padrino, o caso contrario les tocaba aventurarse en algún lugarde ese gran territorio postergado por alfabetizar.

Oswaldo estaba en sus 20 años, había terminado el colegio en donde aprendió lasletras, a tocar la guitarra, la aritmética, la agricultura, la religión y hasta cortar elcabello. Para la mayoría de jóvenes esto era un privilegio muy difícil de alcanzar,y se asimilaba a culminar la universidad en nuestros días. A pesar de aquello, alfinalizar el bachillerato los jóvenes con un pequeño o mejor dicho con un granempujón del destino podían ingresar a las filas del magisterio, a la funciónpública o si no les quedaba de otra a trabajar en el extenso campo rural, puestoque la agricultura y la ganadería eran las principales actividades para la sobrevivenciade estos pueblos. En el caso de las damas, ellas podían dedicarse a la costura debidoa que muchas se graduaban en la rama de corte y confección, que era la únicacarrera que a propósito se les permitía estudiar por aquel entonces. Después detodo, para que tanto estudio si sólo van a cuidar a los guambras y a los animalesdecían los mayores.

El sueño de aquel muchacho era entrar a la escuela de bellas artes, pero en esosdías no se entendía para que era útil eso, también se pensaba que era una escusapara los holgazanes. A pesar de aquel ambiente hostil a las artes, Oswaldo leplanteó esta posibilidad un día a Pastoriza Ríos, su madre.

_ Madre... me enteré que existe un instituto para estudiar pintura y bellas artes enQuito._ Caramba Oswaldo, ser pintor es para vivir chupándose las mangas de la camisa.Eso es para perder el tiempo. Las bellas artes son una finalidad sin fin._ ¡Pero la pintura y la escultura me encanta madre! Mis profesores dicen que podríaser un gran artista y que tengo talento._ Eso no se discute en esta casa mi señor, y es más no quisiera volver hablar del tema.

La educación en esos tiempos estaba vinculada al área rural, al campo, y el arteera para la gente que tenía buenas posibilidades económicas o no tenía nadamás que hacer. Del asunto en mención no se volvió a tratar en casa de Oswaldo,aunque la espinita estaba incrustada entre sus pensamientos.

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Por esos años, se había importado maestros de otros países como Chile o Europapara que enrumben a nuestro país por la vía del anhelado desarrollo. Disque sequería salir del círculo de dependencia en el que se había caído, puesto queprimero decían algunos "nos subyugaron los españoles, luego los gringos ydespués se preguntaban ¿quién vendrá? Tal vez nosotros mismos"; pero, esees el peor de los colonialismos, porque entre iguales unos pocos tienen más,entre iguales unos pocos someten al otro, entre iguales solo unos cuantos tienenla verdad causando esto el resentimiento, la hostilidad y el oprobio.

A pesar de todos los problemas en el ámbito educativo, la formación era rigurosa;comentaba alguien, que los educadores tenían la costumbre de dar una parcela acada estudiante y en cuatro meses pedían que se le entregue hortalizas o frutas, encaso de que no lo hicieran tendrían un pésimo resultado en la nota final.

Para ir al lugar de trabajo o a la moya como la denominaban, hacían cuadrar alos muchachos como a militares y se les decía con fuerte voz: herramientas alhombro, de frente mar, y todos a un solo paso tararac-tactac, tararac-tactaac,desfilaban por aquellas calles empinadas de Pelileo.

La disciplina era algo fundamental en el quehacer educativo de esos días. Lavoz del maestro era la primera y la última que se escuchaba dentro del aula,inclusive fuera. Ningún alumno se atrevía a contradecirla. Ni siquiera los padresde familia. Ellos encomendaban a sus hijos y les delegaban toda la autoridadpara que el profesor inclusive los discipline durante su ausencia. Algunos mayoresdecían que la letra con sangre entra y que eso los había forjado como buenos ciudadanos.

Oswaldo estaba desempleado, con una que otra deuda demás y buscando de unlado a otro cualquier puerta que le abriera el destino. Después de todo creía queesperando sentado, nada podría pasar.

Por otra parte, lo que le faltaba de dinero le sobraba de ilusión, porque se habíaaturdido ciegamente con una muchachita unos años menor a él. La dama encuestión era Rubí Villalva, quien era hija de un antiguo profesor del muchacho.El color de los ojos de aquella bella dama era como el color de esa enigmáticapiedra, que hacía honor a su nombre. Su tez era blanca y su pelo largo parecíaun manto porque no acostumbraba a cortárselo. El joven se había enamoradoperdidamente desde que la vio por primera vez hace como un año hadendocompras con su madre en la plaza central. A la semana de ese encuentro que lodejó sonámbulo por varias noches, le envió una carta. Esta carta se la escribiópor horas con la ayuda de su hermano mayor, para luego hacerla entregar conuna amiga que tenían en común. En la carta le expresaba todos sus sentimientosy finalizaba con el siguiente verso.

_ "Linda señorita, regálame tus sueños que la vida entera te quiero dedicar;comparte conmigo tu bella existencia y gritaré al mundo que es mío tu besar"

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La siguiente semana fue de una espera aterradora; no sabía qué respuesta obtendría asus palabras, esto porque las palabras crean mundos y Oswaldo quería formar unmundo de sueños e ilusiones junto a Rubí. La veía pasar y se hacía el desentendido,aunque de manera disimulada podía observar un pequeño hoyuelo en su mejilla yuna sonrisa tímida, mientras se alejaba con un contoneo coqueto de aquel lugar.

Después de quince días obtuvo Oswaldo una carta de respuesta. La misma amigaen común se la vino a dejar. El papel tenía un olor a rosas frescas. Abrió lenta-mente la carta. Dentro de ella había un juego de palabras. En la primera parteuna pequeña estrofa decía:

_Le vi y me gustó su semblante, leí sus palabras y llamó mi atención, preguntéacerca de usted y los comentarios le fueron favorables, más ahora quiero constatarsi su amor es puro y sincero.

Oswaldo era un joven que promediaba los veinte años de edad. Su pelo liso erade de color castaño y se peinaba al estilo cadete, lo cual era muy usual para esosdías. El guambra era un tanto flaco, pero las palabras le faltaban al momento deplaticar.

Luego de que Oswaldo recibiera la carta de Rubí, se encontraban los domingosdespués de misa en una plazoleta tras la catedral. Ella decía a sus padres quenecesitaba confesar sus pecados, pero terminaba confesando a Oswaldo todo loconcerniente a sus temores, alegrías y tristezas, entre otros pormenores, por loque con el pasar de los meses sus corazones terminaron perdidamente entrelazados.Al fin y al cabo así comienza el amor.

Como se mencionó anteriormente, luego de algunos inviernos y algunasprimaveras en las que Oswaldo y Rubí profundizaron en las turbulentasaguas del amor. El joven se dijo para sus adentros:

_ Ésta es la mujer con la que deseo pasar el resto de mi vida, es alegre, sencilla,trabajadora y creo que con un poco de esfuerzo podré darle todo lo que se merece.Creo que hasta me inspira a ser un hombre mucho mejor.

Los padres de Rubí no sabían acerca de este buen romance; el cuál era mantenidoen secreto por la rigidez y el castigo que se daba en aquellos tiempos, cuando almenos los taitas de las damas el noviazgo no lo aprobaban. Oswaldo un día deentre tantos le manifestó a Rubí lo siguiente:

_ Prepara a tus padres, diles que les iré a visitar ésta noche, les contaré de nuestroamor y de que quiero que nos comprometamos... No puedo vivir sin ti, quieroque nos casemos y pasemos el resto de nuestros días juntos. Más les vale atus padres que nos den su bendición, porque si es que sus padres no lo hacen,prepararé dos caballos que estarán esperando junto al río en la colina. Teesperaré al amanecer, esto en caso de que las cosas no salgan como quisiera.

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Rubí sentía alegría en su corazón, más calló y partió temerosa luego de esaconversación. No sabía cómo sus padres podrían reaccionar. El matrimonioen aquellos años era un asunto serio, tan serio que incluso se lo arreglaba sinla intervención de los jóvenes involucrados. Tal vez debido a su inexperienciae inmadurez según decían los mayores. Rubí le comentó todo lo que tenía quedecir a su madre, ésta a su vez se lo dio a conocer a su padre. El escenario estabalisto.

Oswaldo por su parte, con unos pocos ahorros que tenía se compró una camisanueva, un ramo de flores y un traguito de uva que le costó dos sucres. Eso era bastanteporque por un día de trabajo a un jornalero se le pagaba cuarenta centavos de sucre. Lespidió a sus hermanos mayores que lo acompañaran en vista de que tenía pensadoiniciar la noche con una buena serenata, de preferencia rancheras para eso dealegrar los corazones se decía.

Junto a Oswaldo llegaron Héctor y Juan, sus dos hermanos. Era luna llena, perolas nubes no permitían divisarla en todo su esplendor. Una luz estaba prendidadentro de la casita que se encontraba a las afueras del poblado. Comenzaron acantar y se escuchaba a la distancia "esos luceros verdes reflejan nuestro amor.Señorita... haz robado con una sola mirada mí alma y también mí corazón".Unos perros ladraban a lo lejos. Mientras afinaban la guitarra, el violín y elguitarrón para comenzar a tocar la siguiente tonada, vieron que la puertase abría lentamente y dejaba salir un destello de luz; el aire estaba frío, unasilueta grande daba unos pasos y deambulaba por el corredor. Lo próximoque se vio era un chispazo que salía de una carabina... un estruendo queen el silencio de la noche atemorizaba hasta el más osado de los caballeros.Una guitarra cayó al suelo y se despedazó, los hermanos de Oswaldo habíandesaparecido del lugar. Los ladridos enmudecieron. Ahí estaba Oswaldo, sinsaber qué hacer. Rubí miraba todo lo que pasaba por una hendija en la paredde madera desde el interior de su dormitorio. El padre de Rubí con carabina enmano observaba firmemente a los ojos del joven y le decía:

_ Mi Rubí no tiene edad para andar enamorándose y peor comprometiéndose.Además, no estoy interesado en su propuesta indio y mierda, así que no pierdamás el tiempo y regrese por donde llegó antes de que pierda la paciencia y cambiede parecer.

Oswaldo lo miraba con rabia, frustración y tristeza mientras tomaba lo que quedabade la guitarra que uno de sus hermanos había dejado caer al escapar del lugar. Almismo tiempo respondía con voz agitada y temblorosa:

_ No le he venido a dar serenos a usted, he venido a cantarle a su hija... Pues bien,guarde no más a su hijita, cuídele apropiadamente, pónganle en un altarcito convelitas para que no le dé el viento, que no le dé el sol, que no le dé el polvo, cuídelecomo una estampita para que nadie le pueda tocar, para que nadie la puedaenamorar. Yo me voy sacudiendo los zapatos.

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Caminó cabizbajo de regreso al pueblo, a paso lento y con la mirada perdida,mientras el padre de Rubí cual guardián no se movía de la entrada hasta que lasilueta de Oswaldo se perdiera por completo. En el camino encontró a Héctor yJuan en unos matorrales y les comentó lo sucedido con voz entrecortada. Estomientras se limpiaba un poco del lodo que se había impregnado en su camisanueva de algodón. Una que otra lágrima se desparramaba por su mejilla. A pesarde aquello Oswaldo no se resignó y mientras se secaba sus penas, maquinaba susideas para cumplir con el plan tal cual se lo habían comentado a Rubí. Se despidióde los suyos y llevó dos caballos junto al río en la colina. De esto no sabían nadalos de su estirpe.

Cabalgó de prisa por la empinada pendiente, quería poner en orden sus ideaspero nada de esto ocurría. Con su mano derecha sostenía la cuerda del otroanimal. Estos respiraban con fuerza, debido a su paso agitado. Al llegar saltósúbitamente de la bestia y divisó hacia el horizonte buscando alguna señal enesa intensa noche.

Desde aquella parte alta del poblado se divisaba la casa de Rubí. La neblinaestaba espesa, pero una luz seguía brotando en el interior del hogar. Esperó unashoras, pero el cansancio lo venció y cayó dormido junto al ramo de flores que lehabía comprado a la jovencita.

Se escuchó unos ruidos a los pocos minutos, Rubí acariciaba sus mejillas o almenos eso parecía. La abrazó junto a su pecho, más ella no hablaba o no la podíaentender. Se levantó y se sentía cómo flotando; tomo a sus caballos, los montarony salieron sin rumbo fijo bajo la compañía de la oscura noche. Cabalgaron sintiempo y sin espacio, atravesando valles encantados, colinas empinadas y pueblosdesolados. Todo había sido tan de prisa que se detuvieron por un instante deun segundo, se miraron y la mujer lo acarició nuevamente. El la besó, y esto eraun gran logro, puesto que por primera vez lo hacía. No había miradas, no habíatemores, y tampoco esas sombras que te atan al ayer. El beso se prolongaba y lapasión ardía en el cuerpo, hasta que repentinamente el trinar de las aves y la brisadel amanecer obligaron a Oswaldo abrir los ojos. Él seguía recostado junto a sucaballo el cual le lamía su rostro todo entero. Se sentó de repente, mientrasempujaba al animal. Luego se puso de pie y miró a su alrededor, pero la mujer yano estaba. Todo había sido un maldito sueño se decía para sus adentros, mientrasescupía la saliva con la que le había embarrado la bestia sobre su rostro.

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Capítulo II

Al regresar a casa parecía un sonámbulo. La residencia de la madre de Oswaldoera de barro y madera. En la cocina las paredes de adobe se descascaraban porlo vieja que estaban. Tenía una pequeña sala para recibir visitas, dos cuartos demadera que era el uno para doña Pastoriza y el otro para todos sus tres hijosvarones. En el corredor que daba al patio había una hamaca; dejó desfallecer su.cuerpo y mientras miraba hacía las colinas, por sus mejillas grandes surcos delágrimas abrían senderos hacía la nostalgia. Además, balbuceaba algunas palabras:

_ "El hombre no es derrotado por sus oponentes, sino por sí mismo" No mepuedo dejar vencer por uno de los más grandes enemigos que tengo. "Yo mismo"

Era invierno en aquellos días, las lluvias se prolongaban por semanas y pareceque hasta el cielo acompañaba a Oswaldo en su reciente desventura. Así es esesentimiento indomable llamado amor. Te retuerce hasta las entrañas, te desvalijade tus sueños y sacude el cauce de la corriente para desembocarte en riberasdesconocidas. Sin embargo, una vida usada cometiendo errores no es solo máshonorable, sino que es más útil que una vida usada no haciendo nada.

El joven mientras estaba recostado en la hamaca recordaba a su abuela en esastardes pintadas solamente por el artista supremo con pinceladas anaranjadas,nubes rasgadas, un sol apaciguado, mientras se abrigaba en su silla larga y demadera. Ella narraba a los de su prole en un círculo que se formaba a su alrededor;historias mezcladas con algo de magia, mitología y verdad. Hablaba, mientras surostro se arrugaba por el pasar despreciable del tiempo.

_ En el campo de la vida hijitos míos, algún momento se encontrarán ante dossenderos. El uno es hermoso, amplio, lleno de rosas, árboles frutales, olor fragranté,por el cual todo viviente quisiera transitar. Pero tú escucha y se prudente, no escojasel camino fácil. No observes con tus ojos terrenales, más bien ciérralos y observaatentamente con la mirada de la eternidad. Todos lo pueden hacer, aunquela mayoría está cegada por tanta bambalina que le encierra a su alrededor.¡Algunos inclusive ya no distinguen entre lo que es real y no lo es! El otrocamino; está más adelante, con maleza y lleno de espinas por lo que es difícilde divisar, es angosto y a primera vista tiene un aire de tormento. A pesar delas apariencias ese camino es el que debes seguir, porque luego de sobrellevaraquellas asperezas, podrás granjearte de aquel regalo para quienes no dejaron depelear su buena batalla por el sendero de la vida y la eternidad. Espero que algúndía lo puedan entender mis queridos pequeños, porque los seres humanos apesar de nuestra grandeza no entendemos lo que en realidad somos, por aquellointentamos hacer todo lo opuesto a nuestro ser.

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Regresaba en sí y la desesperanza del joven volvía a darle batalla. Desfallecíaporque a Rubí parecía que se la había tragado la mismísima tierra. Una amiga lecomento que su padre se la llevó a una finca que tenían a dos horas montando alomo de caballo río arriba. Allá pasarían algunas semanas o hasta meses por loque el muchacho no sabía qué hacer.

Por esos días había arribado al pueblo su tío Edmundo, hermano de su difuntopadre, quién años atrás mientras regresaba a casa con mercadería de otraprovincia, al pasar por un río bravo, éste se los había tragado; al tambero, a laembarcación y a toda su tripulación. Durante esa semana del siniestro se inten-sificaron las lluvias, el río bramaba contra las peñas por lo que la búsquedainclusive fue paralizada. Nunca más se supo nada de ellos por lo que en casaera prohibido mencionar el tema. Desde aquel entonces, él y sus hermanostuvieron que trabajar duro para solventar los gastos y ayudar a doña Pastoriza,su madre. Por aquella razón es que también los primeros varones tuvieron quedejar el estudio, más a dios gracias el ultimito siquiera terminó.

El tío Edmundo era un hombre alegre, de caminar altivo, mirada dormilonaaunque picara. Él siempre tenía un piropo para una dama, un buen chiste quecontar y una carcajada contagiosa para aquellos que degustan de los placeresterrenales. En la cena, reunió a la pequeña familia y les entusiasmo con lashistorias de sus aventuras. Esto porque trabajaba para el gobierno y tenía laobligación de recorrer el país llevando las buenas nuevas a los pueblos olvidados.Además, recababa información sobre los problemas más apremiantes que desdela capital no se los podía vislumbrar.

El tío Edmundo luego de aquel suculento caldo de gallina criolla que se pegó;le propuso a Oswaldo que le diera algunos documentos, al fin y al cabo era elúnico de sus hermanos que se había graduado. También le propuso que lo acom-pañara a Quito. Él estaba de regreso para presentar sus informes y al contar conamigos en los ministerios, podría brindarle una mano al único hijo de Pastorizaque había logrado finalizar el bachillerato, porque desde que murió su padre loshermanos mayores tuvieron que hacerse cargo de las deudas y el trabajo en elcampo. El joven aceptó sin vacilación la propuesta aunque para sus adentros erauna salida a los pensamientos turbios que lo acongojaban.

Al siguiente día de aquella conversación, zarparon para la capital el tío Edmundoy Oswaldo rumbo a la capital del país. Al llegar a Quito se instalaron en unapequeña casita que alquilaba su tío en el centro de la ciudad. Luego de aquellanoche, descansaron plácidamente porque al siguiente día les esperaba múltiplesactividades por resolver.

Ya en la mañana subían las escaleras de un edificio cuatro veces más grande quelas edificaciones que Oswaldo estaba acostumbrado a ver. Junto a ellos pasabanpersonas que iban en dirección opuesta, y otros que por estar habituados al climay a las alturas, casi los atrepellaban sin ni siquiera saludar. El tío Edmundo co-mentaba:

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_ En esta selva llamada ciudad, cada ser humano vive su pequeño mundo; es más,hasta juraría que estamos perdiendo ese sentimiento de humanidad. Mientrasmás concreto hay, más de piedra es nuestro corazón. El tiempo pasa deprisa, las rosas no florecen, los jilgueros no cantan su canción. Aquí esmuy difícil que alguien se interese por ti sin antes ponerte precio, aunque, cómoen todo también tenemos excepciones. Por estos "pequeños detalles" a vecesextraño nuestro pueblucho caray...

Luego de unos minutos llegaron a una sección del edificio. En la misma habíadistintas mesas grandes y de madera. Sobre estas unas máquinas de escribir,papeles que casi cubrían a las personas que se encontraban redactando algúnoficio. Por los alrededores, un señor con tirantes sobre sus anchos pantalones,calvo y de fuerte voz dictaba unas oraciones a una jovencita que copiaba todo loque le decía.

_ ¡Saludos cordiales Licenciado Patricio Vera! manifestó el tío Edmundo Delgadoabruptamente. Él señor paró de hablar y dirigiéndose a paso acelerado hacia losvisitantes estrechó sus manos.

_ Saludos Edmundo, espero que no te hayas enseñado por el oriente, ya hacebastante rato que te fuiste.

_ Es un gusto verte nuevamente y aunque extraño mi tierra, la vida ya está hechapor estos lugares, así que a lo hecho pecho. Te presento a mí sobrino OswaldoDelgado, lo traje desde el centro del país, y de él precisamente te quería comentar.Pero antes, mira lo que tengo. Es un "chuchuguazo" de esos que sólo en esospueblos olvidados por el tiempo, la distancia y el Estado lo saben hacer.

_ ¡Gracias amigo!, por eso siempre espero con ansias tú regreso. ¿Pero dime, enque te soy útil?

Edmundo habló por unos treinta minutos en una oficina amplia con decenasde sillas que estaban vacías para ese entonces. Le expuso la necesidad que teníaOswaldo de trabajar por lo que le entregó la carpeta del muchacho que no eramucha cosa, puesto que sólo tenía el título de bachiller. Al finalizar la plática,escribió a mano y firmó personalmente una hoja, la colocó al inició de losdocumentos y luego dijo:

_ Por tratarse de ti amigo, tú sobrino ya tiene trabajo, aunque hay un solo cargoy esto es para un pequeño poblado en Shito-Loja. Desde ya le advierto jovencitoque cinco profesores regresaron sin llegar al puesto, porque dicen que hay quepasar unos ríos y desde ahí vienen volviendo del miedo estos maricones.

_ No se preocupe mi señor, yo no soy de los de ese tipo. Seré medio flaquito, peroeso si bien varoncito. Luego de esto todos los presentes soltaron una carcajada.

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_ Bueno mi joven amigo vamos a necesitar que entregue todos estos papeles másunas cinco fotografías en la oficina de personal; una para mamita, otra para elseguro, otra para su tarjeta, otra para la historia y otra para su noviecita para quele ponga unas velitas porque por un buen rato ya no la podrá visitar. Esto últimolo decía en un tono burlón mientras le guiñaba un ojo.

Al siguiente día muy por la mañana, Oswaldo regresó con las fotografías y sedirigía a la oficina de personal, cuando de repente fue interceptado por el Lie.Patricio.

_ ¡Oiga, esperece un ratito jovencito! ¿Qué santo es el que le ilumina a usted?Vea este telegrama que nos llega hace un ratito. Por Riobamba, un poco más allá.Más bien cerca de Macas diría yo pone la renuncia una profesora, que disque seha casado con un milico. Así que si no tiene inconvenientes para allá lo vamosa enviar.

Se despidieron con un abrazo, mientras Oswaldo le estrechaba la mano dándoleun fuerte gracias. El papeleo tomó algunas semanas debido a la burocraciacentralista de esos días, porque todo se aglutinaba en la capital del país. Eljoven, por su parte salió calificado para impartir la docencia en la provincia deMorona Santiago, particularmente en el poblado de General Leónidas Proaño.En sus adentros sentía temor y curiosidad por lo desconocido. No sabía dóndequedaba ese extraño lugar. En los mapas de aquel entonces ni siquiera aparecíaese sitio. La Amazonia era considerada como un mito, pero estaba listo paraafrontar aquel desafío. Después de todo necesitaba trabajar.

Con la orden para ingresar al magisterio y luego de dejar toda la documentaciónen orden se despidió de su tío Edmundo con un fuerte abrazo... tomó sucontrato en mano más algunos sucres que le había provisto su pariente ypartió de regreso a casa.

Al llegar a Pelileo le contó todo lo que había pasado a su madre y hermanos. Casino tuvo tiempo de despedirse porque ese mismo día partió, sin embargo, doñaPastoriza le dio la bendición haciéndole la señal de la cruz sobre su rostro y laslágrimas le salían sin hacer ningún esfuerzo.

Les dio un fuerte abrazo a sus hermanos y con esto las nostalgias tambiénquedaban atrás. Tomó en dos sacos sus cosas, las acomodó en su potro y saliórumbo a lo desconocido, rumbo a la selva inhóspita, rumbo aí oriente como selo conocía por aquellos días.

De joven había escuchado algunas historias como las del "dorado". Decían queen algún lugar de la Amazonia se encontraban guardados grandes tesoros,resguardados por mujeres esbeltas, altas, de tez blanca con cabellera colordel sol y mirada como de rayo en una noche de tormenta. Estas eran conoci-das como las amazonas. Según algunos relatos decían que se extirpaban un seno,esto para tener mayor destreza en el manejo del arco y la flecha.

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Los pocos que habían sobrevivido a su presencia, lograban contar y brindar in-formación acerca de estas enigmáticas mujeres. No convivían con varones y eranuna tribu guerrera, sin embargo, a los hombres sí los utilizaban para procrear.Secuestraban a los machos de otras tribus y por semanas vivían orgías, fiestasy largas noches de bohemia. Una vez que concebían, a sus hijos machos loshacían tributarios o mensajeros. Esto porque tenían que recorrer diversospoblados cobrando impuestos y recolectando regalos para sus madres. Aestos seres se los llamaba los "pie de montaña".

Una situación espeluznante en estas tribus era el hecho de que sí por mala suertelos varones tenían alguna deficiencia física, estos eran asesinados o devueltos asus respectivas hordas. A las mujeres por otra parte las dejaban vivir y las hacíanguerreras sí tenían las mismas características de sus madres, porque caso contrariocorrían con la misma suerte que los varones. Las que se quedaban en la tribu eranentrenadas en el arte de la guerra y continuaban de esta manera con la estirpe degeneración en generación. Pero esto no le preocupaba a Oswaldo, porque para susadentros se decía son sólo historias.

El recorrido que aquel muchacho de piel blanca tenía que realizar desde su ciudadnatal hacia Morona Santiago era de aproximadamente unos ocho días a lomo decaballo. Era necesario tomar un atajo y conectarse a la vía que unía a Riobamba, lacapital chimboracense con la población de Guamote. De Guamote para adentro sehacía indispensable atravesar muchas penurias más si querían llegar a su des-tino: "la tierra de los Macas". Aquí algún representante de educación tendría laobligación de ubicarlo como docente rural según el documento que llevaba.

Existía otra ruta, eso sí mucho más corta, la cual se realizaba en un carro hastala Shell, desde donde se tomaba un vuelo a cargo de una compañía llamadaVIOSA, la misma que tenía un costo muy elevado para cualquier joven que aúnni comenzaba su vida laboral. Es por aquello que el muchacho no tuvo másremedio que optar por la primera opción.

En la época colonial, los conquistadores habían utilizado la vía de Guamote-Ati-llo-Zuñac-Macas, para asediar la inhóspita jungla. Es por esto que sobre estossenderos han quedado historias de sufrimiento, invasión, dolor y comercio.Hacer un viaje por esa tupida selva en aquel entonces, era más que una hazañabravia, por lo que no cualquiera lo podía realizar. Para él aventurero, comer-ciante o el que no tenía otra opción, necesitaba pensarlo dos veces y planificarlocon premeditación, organizando todas las cosas con dos y hasta tres días deantemano.

El joven ya llevaba un día de recorrido desde su último encuentro con su familiaen su Pelileo natal. En un descanso improvisado, donde acostumbraban aque-darse los viajeros paró Oswaldo. Procedió a dar de beber agua a su potro Sultán.Se sacó sus botas de caucho y se lavó la cabeza en un riachuelo que quedabacerca de aquella posada. Una vez recuperadas las fuerzas, se acercó a una parejaque parecían ser esposos y le saludaban con una amable atención.

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_ Saludos jovencito, para donde va, decía la mujer de cara educada y tierna.

_ Me dirijo a la "tierra de los Macas"

_ Todavía falta mucho, dijo con una voz gruesa su marido. Mejor pase,tome asiento... sírvase un buen caldo de gallina. Eso le ayudará a recobrarel semblante ca.

La dama le hacía extensivo en un pilchi la anhelada chicha para el viajerocansado y le invitaba a pasar. Este lugar era un sitio obligatorio para agarrarnuevos bríos y continuar el camino a los que estaban de paso. En la entrada dellugar había un letrero de madera con palabras escritas a carbón que decían "Eltambo de Don Filomeno". Había un amplio patio con gallinas que picoteaban enbusca de su alimento de aquí para allá. A un costado de la pequeña casa de maderay cubierto por un techo de paja se encontraba un trapiche, resguardándose de lasaguas torrenciales. Tras la casa había un riachuelo, en donde animales calmabansu sed y los visitantes se aseaban, además de proveerse de un poco de agua parael resto del recorrido.

Eran casi las seis de la tarde cuando Oswaldo entró a la posada. Otros viajerosestaban sentados probando una porción grande del famoso caldo de gallina dedoña Elisita como le decían con cariño los del lugar, y también los foráneos alacostumbrarse a su nombre por las repetidas ocasiones en ía que era solicitada.Éste reconfortante y suculento alimento era servido en un plato hondo de barrocon una taza de agua caliente que no sabía el muchacho ¿qué diablos era?

Al otro lado de la mesa de donde se encontraba el joven, estaba un grupo devarones sentados sobre la "cutanga". Estos, no llevaban zapatos para así descansarlos pies. Habían dejado sus sombreros junto a su asiento de madera en el queentraban aproximadamente unas tres personas. Frente a ellos, otros tres y en lamesa todos comían mientras conversaban y reían.

Oswaldo de manera recelosa, alzaba su pilchi con agua caliente. Al percatarse deesto don Florencio, con voz fuerte le dijo:

_ ¡Hey jovencito!, parece que usted nunca ha tomado la exquisita guayusa. Talvez no conoce de sus poderes mágicos. Beba sin miedo que ésta es un santoremedio para la impotencia sexual o la infertilidad. Por eso es que los macabeos,tenemos como mínimo de ocho a diez guaguas y con la misma mujer. ¡Nopensará mal...!

Los que le acompañaban en ía mesa reían a carcajadas. Parece que la guayusa,pero la guayusa con punta había alegrado sus corazones. La guayusa con puntasegún explicaba doña Eliza que se había incorporado a la conversa:

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_ Es una bebida de carácter social, porque se la toma entre amigos o en algunareunión comunitaria. La guayusa, es además considerada como una bebida diu-rética que se la puede beber a cualquier hora del día como un complemento concualquier comida. Sin embargo, siempre se le atribuye poderes especiales porquepor ejemplo si luego de tener hijos la mujer no tiene leche para amamantarlos. Essolamente necesario un poco de guayusa caliente y leche de vaca que ingiera lamadre y al poco rato la leche materna le saldrá por borbotones.

_ ¿Y cómo se la prepara?... respondió rápidamente el joven.

_ Esta planta la tenemos y cosechamos en nuestras huertas. Tomamos unascuantas ramas de guayusa fresca, sacamos sus hojas y las retorcemos en dos,tres y hasta cuatros litros de agua, todo depende del número de personas que ladeseen. Luego se pone una tasa de miel de caña de azúcar y con el primer hervorle sacamos del fuego. Yo tengo mi "guaysamanga" porque en esa me sale muchomejor, y cuando están mis hijitas, si refriegan las hojas en sus piernas, como esaguayusita no hay dos. Esto decía doña Elisa mientras sonreía haciendo relucirsu buena dentadura.

Le brindaron a Oswaldo una guayusa con punta como muestra de amistad. Eljoven tomo un pequeño "pilche" hizo una mueca disimulada y sonrío. DonFlorencio seguía hablando y decía:

_ La guayusa del oriente tiene un aroma sin igual; todos la toman alegres, en unpilche y con miel de caña de azúcar para así vivir muchos días mejor.

Mientras pasaba esta tertulia alegre Doña Eliza prendía el candil y un mechero,esto porque ya oscurecía y el sol se disponía a descansar.En eso Oswaldo pregunto:

_ ¿Qué utilizan en sus pies para trasladarse por estos difíciles senderos mis se-ñores?

_ ¡Nosotros los Macabeos!, respondía don Luchito; andamos a pata Hucha, aun-que para movilizarnos a otra ciudad utilizamos las "chaquicaras" ca, y mientrasla recogía del suelo continuaba su explicación. La chaquicara, como usted puedever guambrito es del cuero de res, eso sí secado por varios días para que se vuelvamaciza e impenetrable. Si quiere métale un espino y vera con sus propios ojosque no se la puede traspasar. Este cuero disecado se ajusta al pie y por mediode cordones, que son hechos del mismo cuero del ganado lo mantenemos bienapretado. Esto nos ayuda a realizar viajes sin mayor molestia, aunque en losprimeros días sale uno que otro callo, pero luego y con el pasar del tiempo atodo uno se acostumbra ca.

La noche se alegraba al calor de la Guayusa con punta. Sobre la pared colgabauna guitarra. Oswaldo la pidió prestada y al poco rato todos cantaban rancheras,pasillos y pasacalles a viva voz. Doña Elisa, pidió que el joven le acompañaracon la guitarra para recordar una canción que siempre le escuchaba a su buenaamiga doña Panchita Jaramillo.

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"Recoge tu negra penumbra calladahistorias que nadie podrá relatar,noche macabea de los chaquiñanesde las barbacoas, serenos y amor,de nevado claro, de rayos y truenos,noches de tinieblas, a vece temor.Noche de veladas por seres que fuerontras una randimpa en la eternidad.Noches de jolgorio en las navidades,Noches que durmieron, no despertarán."

Evocando a la nostalgia doña Eliza recordaba aquellas noches en Macas. Recordabael aroma de la guayusa y la canela; sentía por su cuerpo las brisas del torrentosoUpano mientras sus ojos se llenaban de agua, de esa agua cristalina que sabe a mar.

Otro de los presentes en aquella tertulia era Don Florencio Gonzales, quiéntenía ascendencia colombiana y un cariño vehemente por el Carchi la tierradonde había crecido, sin embargo, por eso del comercio terminó conociendoel oriente y su corazón se incrusto a esta tierra. Él llegó a este lugar desconocidopor muchos en busca de oro, ishpingo, canela y otras especies. Pero según cuentanalgunos mayores, una enfermedad se le pegó por varios meses y no pudo regresar.Él no estaba acostumbrado a esos mosquitos bravos que penetran hasta cuando unoestaba puesto un pantalón. El invierno por otra parte se prolongaba con semanasenteras de torrenciales aguas y durante las mismas tocaba trabajar o realizarlargos recorridos con productos de la zona a otro lugar. Todo esto terminó porsocavar la salud del paisa Florencio, quién tuvo que resignarse a esperarmientras recuperaba fuerzas. Una vez que mejoró, dicen que no pudo viajarnuevamente para su país porque se había quedado en deuda con aquellas personasque sin conocerlo le dieron asilo, cariño y medicina natural.

Bajo la luz del candil Oswaldo relataba de su travesía a estos mayores, perocontinuó cantando para dar un gustito a don Florencio.

Cantó la famosa y conocida canción "soy del Carch"i, tierra linda, tierra her-mosa donde yo nací; unas lágrimas se arrancaron de esos grandes ojos negrosdel mayor, por lo que pidió que brinden otra vez por aquella tierra. Mientrasseguían conversando don Florencio se enteró que aquel joven llegaba comodocente rural a la provincia de Morona Santiago, por lo que de manera cálidale dijo:

_ Traiga todos sus documentos guambrito, que usted se viene para nuestra bellatierra, "la tierra de los Macas". Le comento que mi hermano es pagador en elMinisterio de Educación y se lleva más que bien con el Ministro. Mi hija tam-bién se va a graduar y les voy a traer un nombramiento tanto para ella comopara usted porque me ha caído bien. Así que no te olvides de buscarme a míregreso de Quito en Macas jovencito.

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_ Gracias don Florencio, no sé qué decir.

_ No digas nada hijo, y más bien vamos todos a dormir que mañana tendremosun largo recorrido.

Doña Eliza indicaba el lugar donde debían reposar los peregrinos mientras seacomodaban y apagaban los mechones. Con el pasar de los minutos todos habíancaído dormidos como piedras. Se escuchaban fuertes ronquidos y entre sueños lashoras pasaban cuál segundos.

A la mañana siguiente la neblina se esparcía lentamente por el patio, el frío hacíade las suyas y todos se despertaban con el cantar de los gallos del corral.Serían lasseis de la mañana y doña Elisita estaba ya en pie sirviendo una jarra de guayusade la cual se desprendía mucho vapor, un plato con chifles de verde, yuca frita yuna buena troncha de carne. Oswaldo bostezaba mientras levantaba sus brazos.Todavía estaba oscuro por la ventana y no se divisaba muy bien. Comieron rápidolo que pudieron, cancelaron lo justo en el "Tambo de Don Filomeno" y montaronsus potros y yeguas. Los unos que iban con destino a Riobamba arriaban a los"huagras", alistaban sus "maitos" que venían envueltos en hojas de "shiguango" yse despedían. Oswaldo por su parte tenía como único fin llegar a la "tierra de losMacas". Se dieron un fuerte apretón de manos y con cierta tristeza en los corazonescada viajero tomó su camino.

Recorrió varias horas por esas empalizadas endemoniadas. En algunas ocasioneshasta las pezuñas del caballo resbalaban. El lugar que dejaba atrás era el páramode Atillo, o eso al menos le habían dicho los viajeros. Un punto neurálgico porqueera la entrada a la Amazonia y el paso obligado hacia la serranía. Los moradoresde la "tierra de los Macas", al igual que españoles y otros nativos del lugar habíanocupado estas vías desde tiempos inmemorables. Esta fue por décadas la únicapuerta que permitió la entrada de foráneos en búsqueda de tesoros; pero debidoa lo inhóspito del lugar, unos no pudieron llegar, otros fueron asesinados por losespíritus de la selva y en el mejor de los casos algunos formaron poblados y allíecharon sus raíces.

Pasaron algunos días desde aquel encuentro en el Tambo de don Filomeno. Los díasparecían semanas en la inmensidad de la jungla. Oswaldo viajaba acompañado porsu soledad y miles de pensamientos que le increpaban:

_ ¿Qué haces tú aquí en medio de esta endemoniada selva? ¿Por qué mejor noregresas?_ Moviendo la cabeza como quién se quitaba el sueño, hablaba en voz alta. ¡Noquiero volver!... ¡Quiero dejar todo atrás y comenzar una nueva vida!..._ No seas tonto le decían sus pensamientos. Sobre tú espalda veo toda esa desilusión,frustración e ira que te acompaña a donde quiera que vayas. Es más hastatraspasa tú semblante._ No te preocupes porque esas sombras se quitan con los días, y con el pasar delos años ni siquiera me he de acordar.

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Mientras divagaba en este dialogo interno, vio a lo lejos unas casas dispersasconstruidas con pindó marañen, chonta y paja. Algunas ya tenían zinc por loque brillaban a la distancia. Parecía un lugar para proveerse de alimentos yproductos para el viaje. En ese momento no le apetecía hacer un alto, así queprosiguió su camino. Es más no entró al pequeño poblado, sino que se desviópara no encontrarse con ningún transeúnte.

Oswaldo procedió a sacarse su bufanda y la leva, la misma que la había utilizadopor muchos años porque era un recuerdo de su padre. La temperatura subíaunos grados a medida que aquel foráneo se adentraba en aquella selva tupida. Elfango era profundo en ciertos tramos de esa odisea y al caballo tocaba arrearlopara que avance unos pocos metros. El animal refunfuñaba a cada paso, el jovencon el lodo a las canillas y con la soga al hombro proseguía sin vacilación. Eranmomentos aguerridos y necesarios de este recorrido.

Entre tramo y tramo se veía pasar hombres y mujeres curtidos por el sol tropical,quienes eran de transitar rápido y poco hablar. Uno le respondió el saludo y ledio a conocer que ya estaba cerca el cruce del río. Oswaldo galopó más de prisaporque ansiaba ver en lo que se había convertido aquel riachuelo que kilómetrosarriba le sirvió para enjuagarse un poco su rostro, calmar la sed de su alma ytomar nuevos bríos. Al finalizar la tarde, la caminata había dado resultados porlo que se quedó atónito al vislumbrar un caudaloso río que se dividía en tresbrazos. Golpeaba cómo un ventarrón el agua contra las rocas y peñascos. Nohabía puente por lo que a las orillas decenas de personas se aglutinaban paraprobar suerte y pasar por medio de una pequeña canoa.

Al alzar la vista, el joven divisó decenas de reses de ganado. La canoa consu respectivo tambero había salido desde la otra dirección; tal vez, veníancomerciantes con rumbo a Riobamba. Junto a la embarcación algunos jala-ban sus animales obligándoles a nadar río abajo. Aquellos canoeros dirigían yresguardaban la vida de sus coterráneos, inclusive al costo de la suya propia.El hombre que dirigía la embarcación tenía un sombrero, además de un rostrolleno de surcos que le habían producido los intensos veranos. Con fuertesgritos junto a su ayudante parecía que poco a poco se acercaban a la orilla. Delotro lado una muchedumbre exaltada aguardaban impacientes.

Mientras el forastero arreglaba su caballo con preocupación en su semblante ysudoración sobre sus manos; una señora con canas, aunque con pañoleta sobresu cabeza se le acercó diciendo:

_ No hay por qué temer... dicen que como "el tambero de don Silverio no haydos". El va para las bodas de plata en este oficio. Además, mi difunto esposodecía que ese material de huashiqui con lo que hacen las canoas en esta zona esapropiado para la humedad y aguanta hasta unos cincuenta quintales.Llegaban los pasajeros. El tambero saltaba rápidamente y con una soga asegurabala canoa junto a un gran tronco cerca del río. Bajaban ya en tierra los viajeros, ylas huagras comenzaban a dar paso firme en la orilla. Se escuchaba el bullicio, lossaludos y el mugir de los animales.

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Don Silverio gritaba:

_ ¡Están todos!... ¡Seguro y están todititos!

Siiii, respondían algunas voces al unísono.

_ Más les vale mis manacanas, porque ya esta tarde y no quiero zambullirme enestas frías aguas.

_ Veo uno que otro afuerano que están de visita por el lugar. Mientras mencio-naba esto pasaba su mirada por la figura de Oswaldo, aunque con tono alegre yamable.

El ayudante de don Silverio cargaba sacos a la canoa y ubicaba presurosamente alos viajeros. El joven peregrino se acomodó en la parte frontal de la embarcaciónya que era el único medio de transporte para conectar a pueblos que estabanseparados por esas chucaras aguas. Una vez instalados y listos para el cruce,todos pagaban al ayudante cinco reales, algunos más; un sucre por ejemplo, peroesto se debía a la mayor carga que llevaban.

Don Silverio prestaba su servicio de manera privada, aunque había otro queno costaba ni un céntimo porque lo financiaba el Ilustre Municipio, el ConsejoProvincial o el Ejército por lo que el tambero recibía un sueldo de 35 sucres,que era un dinerazo para ese entonces. Lo malo de esto es que al ser un serviciopúblico, éste no era tan confiable y a veces no había atención, justo como enaquel día.

Oswaldo, agarro su soguilla, la cual le permitiría mantenerse cerca de su insepa-rable amigo Sultán. Al finalizar el trajín, un total de unas ocho personas habíansubido a bordo. La viuda con la que había intercambiado palabras el joven mojósus dedos con el agua del río, se santiguó y entre murmullos se le escuchaba.

Dios mío, Jesusito, Virgen Purísima protégeme... cuídame de estas aguastorrentosas. No serás malita y protégeme por favor.

Algunos siguieron su ejemplo, se persignaron y realizaron una oración. DonSilverio dio la orden de salida y con el empujón del ayudante, comenzaron estaferoz marcha. Sultán pataleaba, mientras la canoa tomaba velocidad. Se adentra-ban en la corriente mientras las olas golpeaban la canoa. Algo de agua salpicabadentro de la embarcación y por ahí alguien chistaba:

_ "¡Aura ca que haremos!, bravo ha estado río"El tambero mientras estocaba a la correntada respondía:

_ ¡Tranquilos! ¡Tranquilos alardosos! todavía es verano, el cauce no ha cambiadoca... avanzaremos a cruzar.

Un señor alto, de cuerpo delgado y semblante educado se había sentado junto aOswaldo.

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_ Buenas tardes mi joven amigo. ¡Si no lo conocía, ya sabe que este es el caudalosoUpano...! Se lo respeta mucho por esta zona. Aquí han ofrendado sus vidas ricos,pobres, ilustrados, hombres valientes al igual que mujeres temerarias.Lamentablemente todos estos crímenes han quedado en la impunidad por-que no hay ninguna autoridad o institución de justicia que lo puedan juzgar.

_ ¿No hay ningún puente por aquí?, inquirió el joven rápidamente.

_ Sabe que se lo han intentado hacer, pero el cauce cambia con los inviernosdestruyendo estas pretensiones. Por otra parte al gobierno creo que le da igual, alfin y al cabo piensan que por aquí sólo transitan salvajes y armadillos. Además,como usted podrá notar ésta sería una obra faraónica y se necesita de muchacushqui como dicen por acá.

_ Espero que hoy crucemos sin mayor novedad...

_ Así parece que será... Así parece que será...La canoa iba a mitad del recorrido, los tamberos no llevaban chaquiras ni botas.Esto porque en caso de cualquier voltereta, debían estar prestos para lanzarsecontra la iracunda corriente y así rescatar lo que fuera posible, especialmente alas mujeres y a los niños. Sus pantalones estaban recogidos a media canilla. Unremo largo permitía que se mantenga el tambero y su ayudante al mando de lapequeña embarcación. Silenciosos y poco expresivos permanecían a bordo lospasajeros durante la travesía; esto porque guardaban respeto y reverencia a lasaguas caudalosas de ese traicionero río.

Avanzaban de prisa, cada uno remando a un extremo de la embarcación. Eltiempo se detuvo por un instante, pero con cada estocada que se le daba a lacorriente, los peregrinos iban acercándose al bado. Ya en la orilla, nuevamentese repetía la faena, se aseguraba el transporte de huashiqui y cada alma respirabacon una sensación de alivio.

Era como las 5 de la tarde, el sol procedía a esconderse tras un montículo detierra que parecía un silencioso guardián que vigilaba sus fronteras. Sultánsaíía del agua tropezando con algunas piedras mientras se dibujaban las sonrisasentre los presentes. Sus ojos parecían agradecer por estar vivos.

Oswaldo tomó a su potro, lo acarició mientras le decía:_ Bien hecho mi buen amigo mientras se escuchaba un relinchar y el animal sesacudía las gotas que resbalaban por su cuerpo.

Continuaban caminando un brazo más del río a pie. Esta parte no era peligrosa yel agua llegaba solamente hasta la rodilla. La débil corriente refrescaba al cansadoforastero. Al mirar cielo arriba Oswaldo divisó un remolino de golondrinas quejugaban en el firmamento. Unas iban en el sentido de las agujas del reloj y otrasen dirección contraria. Si se perseguía a una sola de estas aves, la mirada seperdía en este danzar milenario. De repente Sultán se sobresaltó y por algunossegundos Oswaldo perdió la concentración. Al levantar nuevamente su mirada,las golondrinas habían partido, tal vez se había hecho la hora de descansar.

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La tarde caía y con ésta la luz que los había cobijado durante todo ese largo día,porque en la selva los minutos parecen horas y las horas días. Unos mayores lehabían comentado al joven que para llegar a la "tierra de los Macas" ya faltabamuy poco. Subió a su potro, arregló el "shilingo" que le permitía mantenerse alritmo del animal; zapateo en la panza de Sultán y enseguida corretearon cuestaarriba mientras alzaba la mano para despedirse de los demás.

Los mosquinos eran bravos, especialmente cuando comenzaba a oscurecer.Seguían su camino por aquellos chaquiñanes empalizados rodeados con lostonos más variados de verdes impregnados en los unchipos, la chuca, la guayusa,la malicahua, la malva y las palmeras entre otras plantas de la región. Esta esnuestra selva, nuestra Amazonia, reflexionaba para sus adentros aquel jinetequién estaba inquieto por llegar esa misma noche a su destino. Los distintossonidos de insectos, aves, y cientos de otros animales atemorizaban el corazónde aquel forastero que por primera vez dejaba sus huellas por el lugar.

Oswaldo cruzó otros pequeños riachuelos de menor intensidad que eran enrealidad mucho más fáciles de maniobrar. Uno que otro pececito salpicabade emoción. Un animal parecido a un roedor que nunca antes lo había visto,cruzó por el camino saltando en cuatro patas. Rápidamente se escondió en-tre la maleza que abundaba en los alrededores. Tomo un poco de fuerzasy nuevam ente aceleró el paso de sultán. Las estrellas comenzaban a divisarseen el firmamento al igual que unas luciérnagas que titilaban por el bosque. Esanoche era noche de luna llena. No muy lejos, unas ventanas abiertas de par enpar permitían distinguir la luz que se desprendía de los candiles, o tal vez deuna fogata que a base de leña calentaba algún hogar.

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Capítulo

Al entrar a la tierra de los Macas, Oswaldo tuvo una sensación de paz puesto quelas calles estaban silenciosas, la brisa recorría por su rostro y habían cientos depalmeras a su alrededor. Las calles eran amplias y sin veredas, aunque todavíade tierra. La noche estaba avanzada. Continuó junto a Sultán a paso más lento.En aquellas callejuelas no había alumbrado público y uno que otro perro aullabaal escuchar los cascos del animal. Las casas tenían un toque rústico, los pilaresestaban hechos a base de chontas, el techo era de paja toquilla y las paredesestaban cubiertas con caña guadua. Los patios parecían amplios pero manteníanuna línea divisoria a la calle con una planta conocida como pindó marañón,lo cual les daba un toque mágico y misterioso. Todas las casitas parecían tenerel mismo estilo, aunque una que otra ya tenía madera y zinc. "La tierra de losMacas" lucía como un poblado olvidado por el tiempo, una fotografía que se lamantiene para el recuerdo, un lugar donde el Estado todavía no había llegado. Éljoven a pesar de todo se mantenía atento y escudriñaba presuroso un lugar parahospedarse por aquella noche.

De repente Oswaldo alzó su mirada y llamó su atención una casita parecida a lasotras, pero de la cual se desprendía luz de su interior. En la parte frontal había uncorredor amplio con una silla larga de madera, y una hamaca que permanecíainmóvil. Hizo un alto, amarró al animal junto a una estaca y gritó.

_ ¡Buenas noches!... ¡Buenas noches!...

_ ¿Cuál es el alboroto carajo? Respondió una voz ronca que se acercabarecorriendo a paso lento hasta la puerta...

La puerta de madera tenía una pequeña soguilla, la misma que se enganchabaa un clavo en forma de U a la pared, para así cerrarla y que no la empujara elviento. Al abrirse ésta, Oswaldo observó a un hombre ancho y de vestir formalque salía con una pequeña vela en su mano.

_ Buenas noches mi señor y disculpe la molestia. Será posible que me alquile unlugar para dormir esta noche.

_ De donde viene guambrito...

_ Desde el centro del país y acabo de llegar... No conozco a nadie en esta ciudad,pero don Florencio González me dijo que cuando llegue por estas tierras preguntepor él. Además, mañana tengo que presentarme con alguien que sea el respon-sable de educación para que me coloquen como profesor en algún lugar cercade Macas.

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_ Bueno alardoso, pase... pase no más. No hay mucho espacio pero ahí le aco-modo.

_ Muchas gracias mi señor...

_ ¡Piedad, Piedad!... Arrejunta más leña en el "nina cucho" y calienta ese sancochoque tenemos visitas.

_ Shhhhhhhh. No grites Dionisio, que los guaguas están bien acurrucados ca._Estos guambras manavali, hoy no me ayudaron ni a mudar a los huagras y yaestán roncando...

_ Tome asiento forasterito decía cálidamente la mujer. Por lo que oigo viene deprofesor. Por aquí tanta falta que hacen. Cada vez hay más guaguas pero menosprofesores.

_ Piedad, sirve unas guayusitas. A propósito jovencito ¿cómo dijo que se llama?

_ Mi nombre es Oswaldo Delgado, vengo desde Pelileo dejando a mi familia,los buenos recuerdos y los malos también. La noche de hoy me encuentro aquí,pero el día de mañana no sé a dónde me tocará ir.

_ Pues bien mis señores, antes de que sigan conversando tomen guayisita y pa-sen a la mesa que ya está listo el caldito.

Se sentaron cerca del fogón de leña, sobre el cual estaba una gran olla de barro endonde la familia preparaba los alimentos. Esto daba calor a la habitación ademásde permitir preparar los alimentos. En las paredes colgaban algunas changuinas.La mesa era rústica y de madera, al igual que los troncos que servían para sen-tarse a comer. Sobre la misma había yuca cocinada sobre una hoja de bijahua.Oswaldo se quemaba sus labios mientras digería la sopa a grandes sorbos. Unospilches realizados con los poros de la zona servían para pasar las bebidas, losplatos eran de barro y las cucharas de madera.

_ Gracias por esta rica sopa, me reanimó hasta el alma... ¿Cuánto les debo misestimados amigos?

_ Deje no más joven Oswaldo, para nosotros tener visitas es de buen augurio.¡Por eso ha sido que el colibrí entró esta mañana, Dionisio ca!

_ Cierto es... pero tarde se hace Piedad, mejor nos acostamos que mañana esmiércoles, los guaguas tienen escuela y hay que levantarse de madrugada._ Venga; venga joven amigo, aquí hay lugar.

En una esquina de la casa había una pequeña cama de madera. La pareja leproveyó de unas cobijas grandes para que estas a su vez le sirvan de colchón. Seacostó, se apagaron las velas y el mechón, por lo que a los pocos segundos quedóprofundamente dormido.

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A la madrugada sentía que se levantaba, abría la puerta porque por la ventanase divisaba una luz en las afueras. El frío lo hacía tiritar y la neblina opacabasu mirar. A pesar de aquello sus pies continuaban acercándose hacia la luz y alcalor. De repente una ave grotesca se le avalancha sobre su espalda. El la sacu-de y corre porque no sabía ¿qué era? La desesperación lo invade y se esfuerzamucho más; sin embargo, siente que no avanza. La luz todavía está distante. Elanimal nuevamente se abalanza sobre su cuerpo y en esta ocasión lo tumba alpiso. Se levanta y sigue corriendo. Luego de un largo tiempo llega al lugar dondeexiste lumbre. Una sombra de mujer esta tarareando una canción que no la lograrecordar. La neblina no permite que sus ojos la divisen. El la llama pero pareceque no la escucha, es más ni él se puede escuchar. En un pequeño pestañear laneblina se dispersa; la luz comienza a vencer la oscuridad y la sombra ya no está.Oswaldo gira su cabeza en todas direcciones como para encontrarla. De repenteun sonido se vuelve cada vez más y más ensordecedor hasta que finalmente lohace despertar.

En la cocina todo tarareaba desde las cinco de la madrugada. El humo sedesprendía de la leña que era atizada constantemente por doña Piedad. Además,servía para mantener en buen estado el techo de paja. Todos se levantaban conel estruendo que se hacía; el sonido de la paila, el movimiento del aventador ylos pasos agitados de los más pequeños. Los niños más grandes acompañaron asu padre para alimentar a los "huagras". Las mujercitas fieles al trabajo del hogar,aprendían y ayudaban a su madre.

Oswaldo se desperezaba, mientras las más pequeñas se acercaban a curiosear. Seaproximaban a la cama y cuando el muchacho las miraba estas huían despavo-ridas hacía donde doña Piedad. Se sentó Oswaldo una vez que hubo recuperadoalgo de fuerzas. Saludó a todos los presentes de manera general, mientras searreglaba su pelo alborotado.

_Disculpe por bulla, pero a estas horas acostumbramos levantarnos.

_No se preocupe doña piedad, al que madruga Dios le ayuda reza el refrán.

_ Si busca agua para desempolvarse, tiene que salir al patio de atrás.

_ Eso es lo que necesito para poderme enjuagar.

El joven caminó con la ropa que había llegado, es más del cansancio ni siquierase la había quitado. Salió al patio posterior y con el frío de la mañana procedió adesprenderse del sudor acumulado durante ese largo recorrido. No había muchaagua y tenía que hacer lo posible para refregarse todo su cuerpo con el jabón derosas que se utilizaba en la zona, y que según los moradores ayudaba a mantenerla piel siempre reluciente. Durante unos cuatro días no había podido tomar unbuen baño, aunque de forma rápida se refrescaba en uno que otro riachueloque encontraba durante su largo recorrido. Luego de un rato se sentía diferente,sin manchas de lodo sobre su piel, con otro aroma y listo para tomar un buendesayuno.

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_Salía el sol tras una larga y azulada cordillera. El cielo comenzaba a despejarsey se llenaba de calor la ciudad. El joven tomo su "shigra" de donde saco algo deropa limpia y se cambió. Caminó hacía la cocina, los niños estaban sentadosechándole diente a su pedazo de yuca con carne. Dionisio había llegado derevisar a las huagras y su semblante había cambiado repentinamente por loque parecía molesto.

_ ¡Piedad! La vacona que estaba por parir, se ha enredado y ha muerto

_ ¡Aura ca, que haremos Dionisio!

_ Ya la desposte; parece que no se ha dañado, traje algo para los guambras y lodemás hay que cambiar con maíz, maní, gallinas o pescado de los vecinos.

_ Así se hará Dionisio

Mientras seguía esta plática, Oswaldo dejó caer su shigra... Sin darse cuentahizo un ruido inesperado por lo que la conversación de los adultos tomó otradirección.

_ Mi amigo forastero, ¡no lo vi! ¡Buenos días!, tome asiento por aquí...

_ ¡Buenos días don Dionisio y doña Piedad! ¡Buenos días niños!...

_ Saluden a las visitas guambras manacanas...

_ Buenos días respondían todos casi a una voz

Se sentaron a la mesa con la excepción de doña piedad quién recorría de lado alado poniendo la guayusa, los chifles y la carne frita. Toda una delicia en la mitadde esa tupida selva.

_ Upa, Upa... Ha esta guayusa le falta miel caramba

_ Deca con las justas avance a parar la guaysamanga, porque miel ha estado enlas últimas "Dioni".

_ Bueno, hoy traeré un poco más. Tío Patuco tiene por montones.

Los niños solo sonreían al ver al foráneo, más todos guardaban silencio mien-tras hablaban los mayores. Doña Piedad tomo su lugar al frente de su marido enla mesa; los pequeños estaban a un costado, al igual que Oswaldo aunque éstese mantenía cerca de su anfitrión. Don Dionisio se santiguó mientras todosseguían su ejemplo.

_ En el nombre del Padre, del Hijo, del espíritu Santo decía mientras continuabacon la oración del padre nuestro. Al finalizar la misma todos repetían amen, y seprocedió a tomar el desayuno.

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Me encomendaron que llegue a Macas, y que desde aquí parta a Proaño coneste documento firmado desde el Ministerio de Educación. Parece que una pro-fesora ha renunciado y por esas cosas de la vida me han puesto como su rem-plazo.

_ Cierto es... La guambra era bien alaja, pero se casó con un milico y disqueahora le han dado el pase a la capital, así que se va. Estos militares caramba, nosestán diezmando a nuestras mujeres hermosas ca. Lo peor de todo es que era unrupango badulaqui por lo que espero que le vaya bien a la profesora.

_ Gracias a ese matrimonio el destino me ha traído hasta estas tierras donDionisio.

_ Así son los designios de Dios hijo, indescifrables, aunque todo nuestro universopor alguna razón está interrelacionado.

Los niños tomaban sus cuadernos, se arrodillaban ante su padre y madre parapedirles la bendición, estos les dibujaban una señal de la cruz sobre sus rostrosy salían en un correteo desenfrenado rumbo a la escuelita. Ninguno de ellosusaba zapatos por lo que corrían a pata Hucha, dejando que sus pies se encarnena la tierra que los vio nacer. Oswaldo se despedía de sus anfitriones no sin antespedir que le expliquen cómo llegar hacia la delegación de educación. Sacó eljoven unos sucres para cancelar ala pareja por Ja estadía, pero estos se rehusaronvehementemente a recibir.

_ Hasta otra oportunidad amigos y muchas gracias por todo.

_ Hasta pronto forastero, cuando pase por Macas, vendrá no más...

_ Así lo haré.

Tomo a su fiel amigo, lo montó y a paso lento caminaba por esas calles queresplandecían con la luz del sol. Eran calles de tierra; las mujeres transitabancon changuinas sobre su cabeza, los varones con machetes japa sobre su cintura.Regresaban tal vez de sus fincas y otros de misa. Los niños correteaban poraquellas calles amplias y polvorientas. Algunas personas se asomaban a lapuerta para ver al extraño pasar. Una iglesia grande y de madera se podía divisarcerca a la plaza central. Era la construcción más llamativa por esos alrededores.La misma había sido hecha de madera y parecía un gran gigante protegiendola ciudad. Un campanario en la cúspide y una cruz al final la hacían sobresalirinclusive sobre las largas palmeras. La campana por su parte anunciaba el inicioy el fin de la misa de aurora. Con esto toda la ciudad se levantaba, y cuandoalguien partía al más allá las campanas anunciaban también su despedida.

En unos minutos llegó a un pequeño cuartucho donde funcionaba la delegaciónde educación. Aquí conversó con un funcionario público, que era el único quetrabajaba en ese lugar. Aquel señor de bigotes respingados le sello los documentosy anotó todos sus datos personales en una cartilla. Luego procedió a darle algunasindicaciones, además de la ubicación de Proaño y del lugar donde impartiría lasclases. Luego de éste rápido encuentro se despidieron con un apretón de manos.

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Paso a paso Oswaldo y Sultán se alejaban de este poblado de aproximadamenteunas cuarenta y cinco casitas. Salían por la parte norte rumbo a Proaño. Él jovenquería llegar a su lugar de trabajo lo más pronto posible para ponerse a disposición deldirector. En el camino se encontró con otro muchacho de similar edad. Cargabauna bodoquera; que era un tubo delgado y largo, el cual servía para la caseríacon cervatanas de aves o animales pequeños. No llevaba mucha ropa, solo algoque tapaba sus partes íntimas. Al comienzo sintió algo de temor, pero ante laindiferencia del otro se tranquilizó. Desde el caballo le profirió un saludo pero eldesconocido no se inmutaba, no respondía. Al pasar unos segundos dijo algo peroOswaldo no lo podía entender... Parecía otra lengua, es más eran sonidosque nunca antes había escuchado. Siguieron así por algunos minutos, pero sinningún resultado. Ante esto, cada uno prosiguió por su camino y al poco tiempola distancia los separó.

Luego de atravesar algunas empalizadas y lodazales, Oswaldo se encontró anteuna cordillerita, la misma que tenía un camino que se hacía mucho más estrecho.Para la izquierda era abismo al igual que para la derecha. Sultán seguía al jovena unos metros de distancia, porque Oswaldo se bajó de su animal para poderguiarlo. Iban a paso lento y cabizbajos porque había granillo en el suelo, ademásera necesario avanzar con cautela. En una curva con caída pronunciada por laley de gravedad aceleraron el paso, pero a corta distancia se sintió el alientode una bestia salvaje. Era un oso que subía lentamente por el mismo senderosin percatarse de la presencia del foráneo. El joven al alzar la cabeza miró a labestia de pelo negro como la noche y dientes filudos como el metal, titubeo aunos metros de distancia y resbalo. En dos pies se deslizaba involuntariamentepor el granillo. De repente el oso alzó su mirada y exhaló un bramido, Oswaldomientras palidecía alzó sus brazos y gritó desesperadamente. Se acercaban loscuerpos. Estaban a un metro de distancia. De repente el oso se paro en dos patas,se enrolló en su cuerpo por lo que parecía una bola de tierra, y sin titubear selanzó a un costado del sendero rodando quebrada abajo. Los latidos del cora-zón de Oswaldo se desprendían de su pecho, el miedo recién hacía presa de suvíctima por lo que se quedó sentado por algunos minutos mientras recuperabael aliento, aunque ai parecer el oso se había llevado la peor parte porque el gritode Oswaldo casi lo mata del susto. La mañana continuaba avanzando, pero noquedaba otra opción que continuar.

El susto había pasado y el color regresó al rostro del muchacho mientras sultáncontinuaba a su lado. El caminar se hacía cansado y sin darse cuenta ya eramás de medio día. Todo esto quedaba guardado en su corazón, puesto que notenía más que a su bestia de compañía. Durante la segunda jornada de trabajo elnuevo profesor llegó a este poblado naciente. Había unas quince casitas que sejuntaban alrededor de la que hacía de iglesia. Sin embargo, era la más vistosa porlo que se encaminó directo a una vivienda con un letrero que decía: ESCUELADE PROAÑO, "LA VIDA ES LA MÁS GRANDE ACADEMIA"

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Capítulo IV

Al entrar en aquella escuelita encontró a una veintena de niños correteando yjugando con algarabía. Un hombre con sotana circulaba por la cancha de tierrapor lo que se acercó al clérigo y lo llamó.

_ ¡Buenas tardes padre!, soy Oswaldo, a quién enviaron para remplazar a laprofesora.

_ Pues bien muchacho, bienvenido y gracias al cielo ya que aquí tenemos muchopara hacer.

_ Comenzarás desde mañana temprano. A las seis en punto iniciamos con lamisa. A las siete el desayuno, y a las siete y treinta las clases. Esto es de lunes aviernes. A propósito ¿tiene dónde quedarse?

_ ¡No, acabo de llegar!

_ Me lo imagine. Tenemos un cuarto extra en la pequeña misión. Esto en casode que lleguen visitas o sacerdotes, pero por el momento puedes quedarte ahí.

_ Gracias padre, pero ¿cuál es su nombre?

_ Perdón por no presentarme, mi nombre es Isidoro Formaggio y estaré ayudandohasta finalizar el año escolar... Bueno hijo; mejor te indico tú habitación paraque te asees, te cambies y comas algo que buena falta te hace.

_ Muchas gracias padre.

Al día siguiente, Oswaldo siguió con el cronograma establecido. Al repicar lascampanas, corrió a la misa de las seis en donde escucho por una larga horay entre bostezos el ritual establecido por años de tradición. La liturgia se larespetaba aunque no llegaba al alma, a la razón o al corazón. A pesar de aquellolas personas se guían por las costumbres, andan por caminos que parecen rectospero su fin podría ser el menos esperado. Esto claro, cuando priman las tradicionesde los hombres, antes que la palabra de Dios.

Entre rezo y rezo, una que otra oración repetitiva y un poco de himnos seterminó la santa misa. Oswaldo salió de prisa, puesto que sus pensamientos sehabían concentrado en el desayuno. Esto porque el hambre de viajero es cualfiera que ha salido de su jaula y busca a quién devorar. El tiempo pasó de prisa, ysin darse cuenta la campana de la escuela sonaba sin parar. El padre Isidoro, consu mano derecha la tambaleaba de un lado a otro, mientras los pequeños corríandescalzos y presurosos por llegar en primer lugar.

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En las afueras de cada aula se iban formando los niños. El aula estaba hechade guadua, quinche, paja y el piso de pura tierra. Los pupitres que se podíanobservar desde fuera eran de grandes tablones que servían como mesas y sillaslargas, en donde entraban tres alumnos, inclusive unito más. El padre Isidoro,presentó al nuevo profesor, entre el murmullo y las risas de los pequeños. Entotal eran veinticinco estudiantes de primero, segundo y tercer grado. No habíamás profesores y él sería el encargado de impartir todas las materias a todos loschicos de diferentes grados. Luego ingresaron de manera ordenada, mientrasOswaldo respondía afectuosamente al saludo de cada uno.

Dentro del aula Oswaldo Delgado saludó:

_ Buenos días chicos

_ Buenos días profesor, respondieron todos al unísono.

_ Pues bien, como ustedes saben seré su nuevo maestro por estos dos mesesque falta de clases. Así que vamos a preparar una pequeña pruebita para saberen dónde se quedaron. Esto no tiene calificación, así que no se preocupen si novinieron repasando. Sin embargo, antes que me olvide, mi nombre es Oswaldocomo les mencionó el padre Isidoro y quisiera que cada uno de ustedes se pongade pie y me dé el suyo para conocerlo personalmente.

_ En orden se iban levantando y decían Pedro, Amancio, Cristóbal, Aníbal,Bosco etc.

Bosco luego de que todos se presentaron levantó la mano y preguntó:

_ Que nos tomará en la prueba profesor, porque no hemos estudiado nada.

_ Bueno, quiero saber cómo están en matemáticas, geografía, gramática ylectura, así que saquen papel y lápiz que vamos a comenzar. La prueba duróunas dos horas y al finalizar uno a uno iban entregando sus hojitas. Nadie hizomucha bulla y tampoco se quejaron, lo cual era un buen augurio.

_ Bien mis jóvenes alumnos, mañana tendré un diagnóstico para saber desdedonde tendremos que partir en este fantástico viaje llamado enseñanza. Esperoque nadie se canse del recorrido, que nadie abandone el barco y que todos puedanllegar a la meta al culminar el año escolar. Estoy para servirles y espero que us-tedes den lo mejor de cada uno. En este recorrido descubriremos que unos seránbuenos para la pintura, otros para las matemáticas y otros para la lectura. Esto seráun desafío para que comiencen a dar los pasos adecuados hacía el encuentro consu destino. A propósito y antes que me olvide el día de mañana elegirán al presi-dente del aula, el mismo que se escogerá de aquellos niños que vienen limpios,peinados y con sus cuadernos bien forrados. Esto es todo por hoy, así que nosvemos el día de mañana.Sentado en el aula, luego de que se fueron todas esas almas curiosas, Oswaldopensaba para sus adentros.

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No me imaginaba que por estos lugares hubiera poblados pequeños decivilización. Lamentablemente el ambiente es áspero, no existe las comodidades,llegar aquí desde otros sitios es casi un milagro de Dios; y pensar que estoy aquí,¿con que objeto?, ¿cuál es mi propósito? solamente espero que el tiempo respondaestas interrogantes.

En la tarde a eso de las seis había terminado de revisar aquella prueba furtivaque le develó la realidad de sus alumnos. De repente sonaron las campanas de laIglesia. Se escucharon tres toques acompañados de siete repliques y un redoble.Se paralizó por un momento el sonido y luego se repitió el mismo intervalo desonidos. Oswaldo salió a preguntar ¿qué era lo que pasaba?, entre uno y otropaso terminó llegando a la puerta de entrada en la Iglesia. Esta era una cons-trucción gigantesca para ese pequeño poblado, aunque en realidad tenía sólodos pisos. Uno a uno, iban llegando a este lugar. Unas mujeres vestían de negroy llevaban con sigo grandes pañoletas que tapaban casi todo su rostro. Otrostraían rosarios y algunos venían con flores.

Al fondo de la iglesia un bulto blanco yacía sobre una pequeña mesa. Elambiente oscuro y lúgubre manifestaba la tristeza. Una mujer desconsoladaabrazaba el cadáver mientras amigos y familiares la sobrecogían para llevarla asu lugar. Entre paso y paso, Oswaldo se acercaba al tumulto, observaba que elcuerpo inerte estaba vestido de una túnica blanca, un sombrero pequeño cubríasu cabeza y un pañuelo su rostro. Una trenza tejida de ramos benditos servíande cordón para amarrar al muerto desde la cintura. El cordón medía aparente-mente unos dos metros, los mismos que tenían siete nudos. Mientras el profesorobservaba todo esto, una mujer de avanzada edad se le acercó al joven y le dijo:

_ Esos nudos que está mirando son para que los espíritus malos no se le acer-quen al finadito. Como usted sabrá el número siete simboliza la perfección deDios; por eso mismo Creó todo lo que conocemos en siete días, la tierra, losmares, los cielos, los animales, las plantas, a usted y a mí para que lo cuidemos.En cada nudo se reza un padre nuestro, un ave maría y un gloria al padre hastaterminar los nudos. El resto del cordón sirve para hacerle una cruz en el pechocomo la que vemos, y con esto se reza por las almas del purgatorio. No ve quealgunas se quedan limpiando sus pecados, anles de entrar a la presencia de SanPedro.

Mientras escuchaba a la dama, éste la reconocía, puesto que con esos grandeschales que cubrían su rostro era difícil de distinguir.

_ Buenas tardes señora, nos volvemos a encontrar desde aquella vez en elcruce del río. Bueno, veo que en estos poblados ustedes son muy "religiosos". Heescuchado que cuando las personas mueren, como usted dice se van al purgatorio,y para sacarlas se pide oraciones, dinero para las misas o para indulgencias,las mismas que servirían para pagar por los pecados, y así el alma sería dejadaen libertad para irse directito al cielo. Pero ¿será posible comprar la entrada alcielo? Ésto es algo que todavía se me hace muy difícil entender.

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_ No tengo todas las respuestas profesor, pero estas tradiciones son parte denuestra vida, de nuestra cultura. Si se nos arrebata esto ¿qué nos queda?

_ La verdad es que en todas partes se cree en un dios, la cuestión es ¿será nuestraforma ía correcta?, ¿será ese dios el verdadero?, o ¿lo estaremos haciendo a nuestraimagen y semejanza? Por otra parte la muerte sigue siendo un misterio porqueno sabemos que hay más allá, o acaso alguien ha regresado para podernos contar.Bueno, además debemos reflexionar sobre el hecho de que muchos de los queestán aquí presentes también podrían estar muertos; aunque con la leve dife-rencia de que estarían muertos en vida, por lo que no es necesario ya esperar elfatal final.

_ Las muchas letras le turban los pensamientos profesor, por eso algunas cosasque no entendemos es mejor creerlas por fe y nada más. Al fin y al cabo cuandono existe una explicación natural, lo sobrenatural es una opción válida.

_ Podría ser así, aunque preferiría encontrar una explicación lógica porque nonecesariamente la fe tiene que ser ciega.

Los lloros y la tristeza se impregnaban en el ambiente. Rostros sin esperanza eslo que se podía vislumbrar. Cuando no se entiende algo es muy difícil de aceptar;por otra parte ¿cómo entender el dolor que causa no saber que existe más allá?,aunque también es cierto que cuando alguien cercano se va deja un vacío que noes fácil de llenar. La muerte, además es un límite al libre albedrío del hombre, esun límite a su orgullo y es un camino por el cual todos debemos transitar.

Las campanas seguían repicando al son de la despedida. De pronto los máscercanos al difunto se aproximaron al cadáver. Se predisponían a ponerlo enuna caja para trasladarlo al panteón. Lo levantaban entre hombros y con la cabezasobrecogida, lagrimas por las mejillas, gritos y sollozos, salían tras el féretro.

La muerte sin lugar a dudas es un hecho que nos hace pensar. Nos hace pensaren lo corto de nuestros días. En que venimos sin nada y nos vamos de igualforma. Eso creo que nos debería dar un poquito de humildad. Con el tiempolos nombres de ios que se han ido se olvidan y lo único que queda es un gratorecuerdo si éste hubiera existido, caso contrario lo malo se entierra también conel difunto.

Salían las personas de la iglesia mientras Oswaldo se retiraba pensativo delsantuario. Caminaba con dirección hacia su cuarto. Lo único que se le cruzaba porla mente en ese momento era la idea de reposar. Llegó a su pequeño dormitorio, endonde estaba una cama justo para una persona, las sábanas limpias y en orden.En la pared un pequeño ropero en donde había acomodado algunas camisaspara tratar de evitar que se arruguen. Una vela grande brindaba luz sobre lamesa junto a la cama. En ella unos libros y papeles estaban desparramados. Sucuerpo se derrumbó sobre el lugar de descanso, mientras el correr del tic-tac sedesvanecía.

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El sonido mañanero de las campanas le hizo abruptamente despertar. Esa nocherecuperó todas las energías de aquel largo viaje. No se había dado cuenta hastaese entonces lo agotado que se encontraba. En la mañana se salto la rutina deir a la iglesia, esto porque en la batalla contra su cama y las cobijas, ellas fueronsuperiores cediendo algunos minutos más para disfrutar de aquel anhelado sueño.Sin embargo; el hambre es más fuerte y ésta lo doblegó por lo que unos minutosantes de las siete estuvo sentado en su sitio, esperando llenar su estomago con esosdeliciosos platos del oriente.

_ Buenos días Oswaldo, ¿cómo está ese desayuno?

_ Muy rico padre Isidoro, acá en el oriente si saben alimentarse bien.

_ Esta es una tierra bendita Oswaldo, pero no muchos lo saben y creo que esmejor que se mantenga así.

_ ¡Sí! porque caso contrario no pasaría ni una década para que todas estas maravillassean reducidas a escombros. Esto claro en nombre del bendito desarrollo.

_ Bueno hijo, termina pronto que ya casi es hora de empezar.

El padre hablaba de forma pausada y con acento, debido a su procedencia Italiana.Después de todo muchos de los curas que llegaron a esta tierra tenían ese origen.

Para los desayunos y las demás comidas los alumnos trabajaban en la segundajornada de clases que se daba en horas de la tarde. Aquí los jóvenes se dedicabanal cuidado de la huerta y del ganado. Con esto aprendían un oficio y devengabanen algo el estudio.

Al iniciar clases Oswaldo observó que muchos de sus alumnos habían venido másradiantes que el día anterior. Sus palabras habían afectado esas mentes abiertasal conocimiento. A pesar de aquello le llamó la atención la apariencia de un niñoel cual estaba todo desalineado, con su ropa sucia, su camisa desplanchada ydesarreglada. En sus pies había niguas que carcomían sus pequeños deditos ylos piojos merodeaban por su cabeza. No era una imagen agradable, es más eraun tanto grotesca. Sus manos tenían las uñas largas y sucias, más Oswaldo nomencionó este hecho.

_ Pues bien, creo que todos están listos para elegir al nuevo presidente. De losque estén mejor presentados favoreceremos a uno sólo, así que entre todosvamos a decidir quién será el presidente durante el próximo mes.

Ese día por unanimidad el niño Bosco quedó como presidente del curso paratodo el mes siguiente. Su camisa estaba resplandeciente al igual que su pantalón.En el bolsillo de su camisa llevaba un pañuelo rojo que llamaba mucho la atención.Sus pies estaban limpios, a pesar de que andaban a pata Hucha por ese lugar.Bosco sonreía de alegría y se comprometía a ser de apoyo en todo lo que necesitesu profesor y compañeros.

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Con el pasar de los días todos los niños comenzaron a venir mucho mejorarreglados. La técnica del profesor Oswaldo estaba dando resultado. Sinembargo, el niño Martínez era la excepción puesto que en nada su aspectohabía mejorado. Todo esto afectaba su relación con los demás alumnosporque no muchos se le querían acercar y en los tiempos libres tenía latendencia a no compartir ni su soledad.

Martínez, según comentaban los vecinos era un niño "irqui" que se había quedadohuérfano de madre. Ella había sufrido de algún tumor cerebral por varios años, sinatinar de qué se trataba. De joven la señorita Marianita Jaramillo había sido unadama muy hermosa, de rostro angelical y pulido por las mismas manos de nuestroCreador. Cuentan que participo para ser reina de aquel poblado, pero en aquelentonces las participantes que mayor cantidad de sucres reunían se convertíanen las ganadoras. Su padre debido a esta tradición tuvo que vender unas buenasbaconas y con el dinero recaudado llenar el botín que llevaba el nombre de su hija.Ante este hecho no cabe duda de que ella fuera aeclarada la reina del lugar paraaquel año; aunque así su padre no hubiera hecho ese enorme obsequio, la coronapor mérito propio le pertenecía. Además, años atrás su abuela fue declarada reina,por lo que era algo que lo llevaba en la sangre.

Sin embargo, por esto de las guerras y del cuidar los límites patrios, unos añosantes había llegado todo un destacamento de militares. Dentro de este grupoapareció el cabo Martínez; alto y fornido como un roble, de aspecto simpáticoaunque su temperamento se parecía a las lluvias torrenciales de aquella zona.Este hombre de uniforme, enseguida encantó a las jovencitas del poblado deMacas. Marianita no fue la excepción, por lo que cayó en las garras del foráneo,y sin que se diera cuenta estaba esperando un niño de aquel milico por lo quesu familia le obligó a casarse. Estas son algunas de las trampas del amor; que lasavisadas y astutas logran esquivar, más las ingenuas cual ave de campo se dejandevorar por los colmillos del malévolo zorro.

Una vez casados los problemas se acrecentaron en la pareja, los golpes y el maltratoera algo cotidiano en esta joven familia. Marianita callaba, y trataba de continuarsu vida con normalidad. A pesar de aquello la violencia se hacía evidente, aunquelamentablemente para aquellos días la mujer tenía que respetar y amar a su parejahasta que la muerte los separe. Además, el cabo Martínez por ser militar siempreandaba armado siendo difícil que alguno de la familia pudiera intervenir; y a pesarde las denuncias que se había puesto por parte de los seres queridos de Marianitaen su contra, el espíritu de cuerpo de los milicos lo protegían hasta el final.

Muchos en el pueblo creen que el tumor cerebral que tuviera Marianita, fueproducto de algún mal golpe que le propiciara ese salvaje, ese animal. Estoporque inclusive el niño Martínez o Joselito como realmente es su nombreestaba vivo de puro milagro. Dicen que cuando su madre estaba en los sietemeses y un poco más; este le propició una golpiza hasta el punto de patearla en elpiso en su parte más frágil, el vientre. Inmediatamente tuvo que ser interveniday el embarazo se adelantó teniendo que parir ese mismo día con unas cuantascomadronas a su alrededor.

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Su cuerpo estaba ensangrentado y lleno de moretones por los golpes del militar.Sin embargo, al escuchar el llanto de aquel niño que venía al mundo su dolor secalmo, nuevas fuerzas le invadieron mientras sus lágrimas limpiaban su alma deaquella vida llena de martirio.

Así es como Joselito llegó a este pedacito de tierra. Aunque al poco tiempo yproducto de los graves dolores de cabeza de su madre, poco a poco perdiera larazón. Posterior a esto y ha escasos meses de aquella escena, su alma se fue a unsitio mucho mejor, en donde se enjuagan todas las lágrimas y el dolor deja deexistir. Se dice inclusive que en este sitio las calles son de oro, existen mansionespara sus moradores y la alegría es algo que recorre por todo su ser.

El cabo Martínez al saber que sus días estaban contados huyo cual ave de rapiñaa refundirse en algún destacamento dentro de la selva por lo que con el pasar delos días nadie supo más de él.

El pequeño Martínez, desde temprana edad tuvo que batirse solo y pasar demano en mano, ya que entre tíos y familiares se turnaban para cuidarlo.Lamentablemente el recuerdo que éste evocaba a su padre por el parecido físicono permitía que sea bien recibido por los demás familiares, aunque claro estáque Joselito la única culpa que cargaba por así decirlo, era la de llevar la sangrede su progenitor.

De esto el profesor Oswaldo ya estaba enterado, porque "en pueblo pequeñoel infierno es grande", y todo se llega a saber. Esto es parte del entretenimientocultural de estos lugares recónditos. Narrar las historias exagerando un poco ypasándolas de boca en boca. Lo malo de esto era que la pura realidad en algunasocasiones sobrepasaba con creces a la ficción.

Al siguiente mes, el niño Martínez se le acercó al profesor Oswaldo para mani-festarle lo siguiente:

_ Profesor, el próximo lunes quisiera que me elijan presidente.

_ Tú puedes ser presidente Joselito y mucho más, pero necesitas venir mejorpresentado. Arreglar tú camisa, limpiarte los pies y sacarte esas niguas.

_ Pero no tengo nadie que me ayude decía mientras se mordía los labios parano llorar.

_ Bueno hijo, vamos a ver qué se puede hacer. Anda tarde por donde yo paso,hablaré con la madre Ester para que te de cortando esas mangas, pero tú forratus cuadernos y arréglate lo más que puedas.

Sor Ester le ayudó al pequeño arreglándole sus mangas de la camisa blanca. Selas cortó porque ésta había sido de su padre y de los pedazos que sobraron lehizo dos pañuelos.

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Al siguiente lunes al ver a Joselito todos los niños quedaron admirados,sorprendidos. Su camisa estaba impecable, sus pies limpios, los cuadernoslos traía todos forrados y su cabello estaba bien cortado y ordenado.

_ No hay duda dijo el profesor, el niño Martínez es el que tiene que ser nuestro nuevopresidente. Aquel día todos los niños apoyaron esa moción.

Seguían pasando los días, aunque en la espesura de la selva, el tiempo corría a unritmo diferente. Es decir más lento de lo habitual. Eso le daba tiempo a Oswaldo paraluego de la doble jornada de clase ponerse a escribir y meditar.

La mirada de Oswaldo se perdía en la oscura noche, tratando de olvidaraquellos rencores que los había guardado tiempo atrás en las montañas yvalles de su pueblo, debido aquella mujer que un día fue, más no volvería aver. Los recuerdos se disipaban como la neblina con el amanecer, pero aúnasí opacaban levente sus pensamientos. Aquella noche se quedó dormidosobre la mesa con el mechón encendido de su lámpara mientras balbuceabaalgunas frases haciéndole el juego a la nostalgia.Al día siguiente como de costumbre fue presuroso a su clase y comenzó aexplicar las reglas del juego para el concurso de oratoria que realizarían enla escuela de Proaño por motivo de su aniversario. Cumplían un año más devida institucional y se aprestaban a realizar un sin número de actos con elpadre Isidoro a la Cabeza. Él cómo profesor tenía que sacar un alumno querepresente a su clase para que concurse contra las escuelas invitadas. Paraesto el profesor Oswaldo organizó un concurso interno.

_ De hoy en quince días tendremos el concurso de oratoria por lo que todos me vana presentar un ensayo la siguiente semana y lo leerán en voz alta. Luego escogeremosla mejor disertación y el ganador saldrá en representación de todos. A propósito, eltema que se abordará será el de la familia y yo les ayudaré a ir puliendo sus ideas.

Todos los chicos comenzaron su aventura literaria. Las palabras iban y venían en unremolino de ideas sueltas que debido a su edad no se podían concretar. Sin embargo, elprofesor Oswaldo los orientaba; les ayudaba, además de que como tarea sus padres debíanincorporarse al proyecto y apoyar en el trabajo final. Pasaban los días y en clases serevisaban los escritos. El niño Martínez estaba un poco retrasado en el proyecto;pero no importaba, a él precisamente había que alentarle y ayudarle con más ahincó.

Los garabatos de Joselito al inicio no tenían mucho sentido, pero con el pasar de losdías ese rompecabezas de ideas tomaba forma. Sus palabras estaban atravesadas porun puñado de dolor y otro de rencor, pero esto era saludable porque al exteriorizarlosu alma se curaba y limpiaba.

Llegó el día esperado. Todos los pequeños disertaban, unos gritaban para quesus palabras retumbaran hasta el mismo cielo. Otros más tímidos balbuceabantemblorosos para cumplir con la lección. Uno tras uno recibía el aplauso queencendía sus corazones tras terminar su lectura. Le llegó el turno a Martínez.

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Estaba todo limpio y reluciente. Un cambio que lo había mantenido día tras día desdeaquella ocasión en la que fue elegido como presidente.

Comenzó saludando a su profesor y compañeros. Lina a una las palabras iban cobrandosentido. Sus manos bailaban al unísono entre el juego de las entonaciones. Servía paradar el énfasis que se requería. Ninguno de los otros niños lo había utilizado y parecía unacualidad innata aunque escondida en aquel pequeño.

_ Familia somos nosotros, todos aquellos que nos consideremos seres humanosde verdad ¡Oh no llevamos el mismo color de sangre! Tenemos más similitudesque diferencias, sin embargo estas últimas son las que se mantienen. ¿Qué es lafamilia? Acaso aquellos que nos hieren, nos esclavizan, nos condenan al fracasoy a la destrucción. ¡No! Todo lo contrario, porque la familia es aquello que nosrodea y protege. La familia es lo que perdura para siempre. Son los que com-parten una sonrisa, las tristezas, los triunfos y las derrotas. Piel con piel caminanjunto a nuestra sombra sin importar nuestra condición, capacidad o color, aunquesiempre con la esperanza de que algún día encontremos nuestro camino y cum-plamos nuestro propósito para hacer de nuestra tierra un lugar mejor. Es por estonecesario dejar de lado las diferencias y valorarnos por lo que somos. Humanos,una creación especial. Muchas Gracias.

Todos aplaudían mientras se paraban de sus pequeñas sillas empotradas en la tierra.El profesor miraba con satisfacción a este pequeño grupo de niños con el sueñopalpable de que era posible una generación mejor. Todos habían cumplido su tareay Oswaldo lagrimeaba porque se había conmovido.

_ No hay duda, estoy orgulloso de cada uno de ustedes, pero por los fuertes aplausos enla última exposición creo que el señor Martínez será quién nos represente la próximasemana en el concurso de oratoria. Todos aplaudieron y ratificaron la decisión. En elmundo de los niños a veces las cosas son mucho más fáciles que en el de los adultos.

La siguiente semana, fue un tiempo en donde Oswaldo pese a los preparativos de lasfiestas, estuvo siendo atacado por la nostalgia de su tierra. Se había acostumbradoa la comida del lugar pero le hacía falta abrazar a quien le diera la vida, correteara caballo con sus hermanos, y respirar el aroma de esa mujer que regresaba comoun embrujo sobre sus sentidos. Los recuerdos se convertían en saetas dirigidas a sucorazón. Mejor cerraba los ojos en su pequeño cuarto, se dejaba desfallecer y llorabaamargamente tendido sobre el suelo. La idea de dejarlo todo ahí en esa espesa selvase le cruzaba por sus pensamientos, más su orgullo era lo que lo detenía, era lo quelo hacía retroceder.

Los días transcurrían más apresurados que de costumbre para Oswaldo. Las claseseran irregulares y había mucha algarabía y juegos por las tardes luego de la primerajornada de clases. Muchos eventos de carácter lúdico eran autóctonos del lugar debidoa lo difícil del acceso para llegar a estos poblados. No había contacto con otros pueblos.

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Tenían juegos de pelota, pero la misma era con una bola de caucho, la cual seformaba con la leche de un árbol. Además, tenían balones un tanto amorfos debidoa que la vejiga de res era inflada y puesta al sol, por lo que luego de algunas horasestaba lista para utilizarla como balón. La imaginación era grande por lo que se lasingeniaban para pasar ratos amenos. Como no había donde comprar juguetes, sehacía concursos entre padres e hijos para ver quien hacía el mejor diseño. Estos conun palo de balsa y una buena daga comenzaban sus tareas para elaborar aviones,carros o algún artefacto que su ojo había visto aunque sea por fotografía. También sejugaba el florón, las rondas, el ping pong y voleibol, todo esto traído desde fuera porla influencia de los padres italianos y españoles.

Así pasaban las horas, hasta que llegó el día final. Ese día en el que se tenía pensadollevar a cabo el concurso de oratoria, para luego dar paso a una pequeña sesiónsolemne en donde estarían algunas autoridades del lugar. Entre estas el presidentedel Municipio de Macas, el presidente de la comunidad de Proaño, profesores,además de los misioneros salesianos.

Los jóvenes se alistaban tras la tarima. Todos esperaban nerviosos su turno. El padreIsidoro se paró sobre la plataforma improvisada de madera que le habían colocadoen la cancha de la escuelita. Con voz fuerte dio la bienvenida a todos los presentes.Cantaron el Himno Nacional, aunque muchos de los participantes gritaban antesque entonar. Eso no era lo importante sino demostrar el orgullo por su tierra. Recor-demos que lo del nacionalismo estaba muy marcado por esos días, ya que la guerracon los vecinos del sur siempre tenía altivo el espíritu patrio. Luego se dio a conocerun largo historial adormecedor del establecimiento educativo y finalmente dieronpaso para que los pequeños que habían llegado para el concurso enfrenten al públicopresente.

Algunos niños se quedaban en silencio. El pánico les paralizaba su lengua y todos losdemás miembros de su cuerpo. Otros se ceñían a su discurso memorizado días atrás.Ocho chicos participaban en total. Le llegó el turno a Martínez. Su profesor habíapulido algunos detalles, le había enseñado a dirigirse frente al público. La mímicay el énfasis eran innatos en su persona. Caminaba sobre esa tarima de madera. Enaígunas ocasiones gritaba para no perder a su público. Todos lo seguían. Sin duda,los había cautivado.

Al finalizar su exposición primero se sintió un silencio absorto, luego gritos dejúbilo, acompañados por fuertes aplausos de admiración. A pesar de aquello, unaimperceptible lágrima recorría su rostro. Entre los presentes no estaba ni papá, nimamá y peor aún algún familiar cercano. Se sentía completamente solo a pesar delos gritos de algarabía. El jurado deliberaba, aunque el resultado final parecía obvio.Se tardaban más que de costumbre. Luego de unos largos minutos los papeles conlos resultados fueron entregados para que el padre Isidoro diera lectura y anunciaraal ganador. Abrió el documento y comenzó por el tercer lugar. El pánico y la incerti-dumbre se sentían entre los participantes.

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Se leyó en voz alta el nombre de Luis Rivadeneira, por lo que todos aplaudieronal tercer lugar. Continuó con la lectura el padre Isidoro, pero sus manos estabansudorosas y su rostro pálido. Paso un gran sorbo de saliva para tomar aliento ydio lectura al siguiente nombre. Dijo "Joselo Martínez", ante el silencio y el saboragridulce que se sentía entre los presentes. Sin embargo, uno a uno iba aplau-diendo levemente. Muchos cuchicheaban luego de este anuncio, otros teníanrostros de sorpresa y repudio por el vil acto.

El profesor Oswaldo estaba más rojo que de costumbre. El joven Martínez dio unpaso al frente aunque con su mirada clavada en el suelo. El padre Isidoro continuócon la lectura de los nombres pero percibía la incomodidad de los presentes.

_ El primer lugar es para... vamos a ver si revisamos bien... Es para... el señorVíctor Estrada Zabala.

El murmullo recorría presuroso por los alrededores de esa escuela. El aire se tornabapesado y putrefacto. Un sector del público aplaudía levemente como la llovizna queprecede a la tormenta, otros guardaban la compostura. El padre Isidoro agradecía alos presentes mientras los invitaba a pasar a la recepción final. El orden se disipabacual hormigas alborotadas. Los niños que habían quedado en los tres primeros luga-res más profesores, autoridades y curas eran guiados a un aula de madera en dondelos alimentos esperaban calmar el hambre.

El profesor Oswaldo le tomó del brazo bruscamente al padre Isidoro.

_ ¡Esto es una farsa! ¿Qué paso con ese resultado final? Sabe que esto me huele mal,por lo que quiero ver los puntajes y las calificaciones del jurado.

_ ¡Profesor!, le recuerdo que soy la máxima autoridad de este plantel, por lo que creoque se está extralimitándose en su tono de voz.

_ Todos los presentes saben que ese resultado es una equivocación, tenemos querectificar, o ¿qué tipo de ejemplo les daremos a estos pequeños?

_ Su percepción está parcializada señor, porque el joven Martínez es su alumno yesto no le permite ver las cosas claramente.

_ No estoy parcializado. Pero me parece una verdadera injusticia. Además, Todossabemos que el padre del niño Estrada hace grandes colaboraciones a la iglesia de lacomunidad, por lo que eso sí tuerce la balanza.

_ Tenga cuidado con sus palabras profesor. Eso que usted menciona es un insultohacia mi persona y a la misma Institución. Los resultados están dados y el jurado hacalificado. No tengo porque darle más explicaciones. Buenas tardes.

_ Al parecer Padre, cuando un hombre honesto se levanta contra los males sociales,no acaba con el mal sino consigo mismo. El mal en nuestro sistema social es muchomás fuerte que un héroe, ya sea profesor, teniente político, cura, activista o líder.

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El padre se marchaba presuroso hacia esa pequeña construcción de madera por loque no escuchó estas últimas palabras. Todos los presentes ya se habían acomodadoy estaban a la espera del anfitrión principal. El profesor Oswaldo se marchó rumboa su cuarto y no participo de ese evento.

Ese fin de semana llovía y llovía sobre manera. Es por eso que se dice que en laAmazonia se tiene dos tipos de climas, el uno con lluvias y el otro con diluvios.Los ríos crecían y golpeaban con furia carcomiendo a los peñascos. Los moradoresreguarnecían en silencio dentro de sus covachas.

El domingo Oswaldo como de costumbre salió rumbo a la misa, paro frente a la Iglesiamás no entró. Se quedó frivolo observando la cruz que se erguía sobre la relucienteconstrucción del pueblucho. Continúo su camino por esas calles llenas de lodo yagua. Sus pasos lo empujaron hacía la media agua donde vivía el pequeño. Se quedopensando por un momento y luego lo llamó por su nombre. Nadie respondía, máslas frías gotas de agua lo golpeaban en todo su ser. Estas lo empapaban en cuerpo yalma, refrescándolo por unos momentos.

Una sombra se escurría descalza por el filo de la casucha para guarecerse de la lluvia.Era Martínez, que observaba a su profesor en silencio. Esa pausa enunciaba la tiraníadel ser humano, la injusticia y el pecado que carcome al mundo adulto; un mundoque envuelve a nuestros hijos, arrebatándoles la oportunidad de soñar con algo mejor.Esto porque los pequeños actos demuestran la maldad del corazón, enquistada enaquellos que incluso profesan conocer a dios.

Paso a paso se acerco el hombre adulto al joven y puso su mano sobre su hombro.

_ ¡No te preocupes Joselo! A veces la vida no es aparentemente justa. Los mejoresno siempre ganan u ocupan los sitiales principales. Pero, si te esfuerzas y haces lascosas bien perseverando hasta el final, de seguro serás recompensado porque todoscosechamos lo que sembramos. Para mí al igual que muchos, tú debiste ganar, perosi aquello no fue justo no los juzguemos nosotros ya que la vida se encargará de darlea cada uno lo que se merece.

El pequeño sonrió más no tenía palabras. Le dio las gracias a su profesor por la visitay caminó presuroso hacia el lugar donde le daban posada. Aquella tarde lluviosael profesor quería gritar de rabia, más no podía, a pesar de aquello se sentó y en supequeña mesa en una hoja arrugada escribió:

Sueño con un país libre, en donde pueda trabajar no por mi afinidad política, credo,sino por mi capacidad.

Sueño con un país libre, donde no se me discrimine por el color de mi piel, por lasraíces de donde provengo o por no compartir una opinión.

Sueño con un país libre, en donde el temor no me obligue a vender o callar misconvicciones.

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Sueño con un país libre, de la opresión y la miseria.

Sueño con un país libre, que de oportunidades a los suyos puesto que los ha vistonacer.

Sueño con un país libre, que permita a nuestros hijos abrigar la esperanza de unmañana mejor.

Sueño con un país libre, que me garantice las libertades para así poder compartir.

Sueño con un país libre, que no me respete por lo que pienso sino porque tengoderecho a pensar.

Sueño con un país libre, que me dé la oportunidad para aprender de mis errores,corregirlos y volver a comenzar.

Termino esos breves versos mientras recordaba que el fin del año escolar seacercaba en ese terruño. Luego de las fiestas del establecimiento educativo, losexámenes finales se harían presentes, siendo una semana de exhaustivas actividades.Los niños casi no tendrían descanso por las dos jornadas de clases.

Dos días antes de finalizar el año lectivo, mientras el profesor Oswaldo estaba ensu mesita de madera en el aula tomándoles la prueba de escritura, alguien toco lapuerta por lo que este salió para atender la llamada. En sus manos el visitante traíaun sobre cerrado.

_ Buenos días profesor Oswaldo. Vengo desde Macas para entregarle este documen-to que la Delegación de Educación y don Florencio me dijeron que se lo entreguepersonalmente.

_ ¡Don Florencio!... Hace mucho tiempo que no sabía nada de él.

_ Estaba muy emocionado por saber su respuesta al documento que le entregué,y de lo poco que pude entender solicitaban inmediatamente de su presencia en laciudad de Macas.

_ Gracias por las noticias. Lo voy a revisar en este instante y si me espera unosminutos le daré mi respuesta para que la lleve de regreso, porque todavía no sé dequé se trata aunque lo presiento.

Abrió el documento mientras regresaba a su mesa de trabajo. Había unpapel escrito a máquina y el otro con tinta. Leyó el de tinta porque era el más corto.

_ Estimado Oswaldo. Te escribe tú amigo esperando que este tiempo en Proaño le hayaresultado fructífero. Yo por mi parte como se acordará aquel día en el "tambo de donFilomeno" cumplí mi palabra. Llevé sus documentos y los de mi hija al Ministeriode Educación, por lo que les he traído el nombramiento para que los dos impartanclases en Macas desde el próximo año escolar. Así es que espero su respuesta y quellegue lo más pronto posible a esta ciudad.

Atentamente, don Florencio.

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El corazón de Oswaldo se alegraba aunque se turbaron sus pensamientos.Revisó el otro documento que ratificaba efectivamente las palabras de donFlorencio González. Era el nombramiento para trabajar en la nueva escuelitaEloy Alfaro de Macas, la misma que se estaba inaugurando desde el próximoaño escolar por lo que necesitaban profesores para los alumnos que se ibanincorporando. Sin embargo, miraba a los niños mientras revisaba los papelesque traía entre manos. No cavia dudas, una parte de él estaba en esa aula; luegoregresó en sí y pensó en todo el esfuerzo de don Florencio para conseguirle eltrabajo por lo que no lo podía despreciar así no más. El se había comportadocomo un hombre de honor al cumplir a cabalidad su palabra. Un compromiso queno necesariamente estaba obligado a respetar. Salió nuevamente de la pequeñaaula. En esta ocasión cerró la puerta tras sus pasos.

_ Señor, venga que quisiera mandarle este recado. Leí la carta que me trajo. Dígale adon Florencia que la próxima semana estoy allá para discutirlo personalmente. Mealegra mucho está noticia pero estoy terminado los exámenes con estos niños por loque se me hace imposible viajar.

_ Así lo haré profesor...

El señor que había traído estas noticias se alejaba a paso rápido. Montó en una yeguay poco a poco se perdía en el horizonte. Oswaldo, nuevamente regresó a su mesa demadera, mientras jugaba en su cabeza con un sinfín de posibilidades. Los niños nipestañaban, porque se encontraban terminando la prueba asignada, aunque mientrassu profesor se descuidó por unos minutos algunos aprovecharon para comprobar sisus respuestas eran las correctas.

_ Bueno chicos se terminó el tiempo, tienen un minuto para dejar sus exámenessobre la mesa. Eso será todo por hoy porque quiero que vayan a sus casas y repasenpara mañana el último examen de matemáticas.

Uno a uno los chicos iban saliendo de la pequeña aulita. El profesor receptaba una pilade hojas con diferentes garabatos para revisarlos por la tarde. Luego de que todos losniños se fueron, él se quedó divagando por algunas horas en aquellugar de enseñanza.La carta que le había llegado era algo inesperado, de lo que ya se había casi olvidado;esto porque fue una conversación en una noche de tertulia y en realidad nunca pensóque llegaría a concretarse. Pero para sus adentros se decía, así de misteriosos son losdesignios del Creador.

Al final del día lo había decidido. Era el momento de partir si quería abrirse anuevas oportunidades. En ese pueblito olvidado por el tiempo y el Estado seríamuy difícil trabajar con los chicos; y aunque aspiraba desesperadamente cam-biar sus realidades porque en algunos aspectos sentía que lo estaba logrando,las limitaciones eran mucho mayores y varios de los pequeños no tendríanotra opción que seguir partiéndose el lomo para vivir de la agricultura.

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Su corazón se había encariñado con Joselo. Un niño que se encontraba al vaivén dela suerte y la buena voluntad. Sus familiares por parte de la madre no lo querían yde los del padre no se sabía nada. Sentía tristeza al dejarlo solo ante la intemperie delmundo. A pesar de aquello en los últimos meses había dado grandes avances. Susnotas mejoraron; hacía todo el esfuerzo por llegar aseado, poco a poco había ganadouno que otro amigo. Recostado sobre su cama meditaba en estos detalles el profesorOswaldo.

_ ¿Qué pasará si me voy?, de lo que puedo ver, a sus familiares les importa muy pocoel futuro de Joselo. ¿Será mejor que intente hablar con los que están a su cargo paraconsiderar qué es lo que se puede hacer?

A la mañana siguiente el profesor les tomó el último examen. Los niños estabantristes por el fin del año, pero al mismo tiempo alegres por las vacaciones que se lesavecinaban. No dijeron ninguna palabra durante la prueba. Al finalizar cada uno seacercaba y le entregaban a Oswaldo un presente. La mesa rápidamente se llenó defrutas, gallinas y cuyes preparados, miel, entre otros productos de la zona. Una queotra lágrima le chorreaba por su mejilla. Era su primera experiencia como profesor,pero sentía que su destino lo había encontrado y él tenía que abrazarlo.Se levanto lentamente de aquella silla de madera vieja. Recorrió por el frente del aulacomo rebuscando las palabras.

_ ¡Hijos no los tengo!, pero ustedes lo han sido para mí. Cada paso que han dado meha llenado de orgullo. El día de hoy culminamos una etapa más de nuestras vidas,pero habrá muchas más que rebasar. Este día es muy emotivo porque tengo quedecirles que dejo con ustedes una parte de mí ser. Tengo que irme a otro lugar porrazones que no entenderán. Sin embargo, estaré cerca, muy cerca. Me encontraránen la "tierra de los Macas", por lo que me podrán ir a visitar.

Algunos niños agachaban sus cabezas, otros lo miraban fijamente. La decisión loshabía tomado por sorpresa y era el último día de clases.

_ Gracias por todo niños. He aprendido tanto de ustedes. Todos han dado lo mejorde sí en esta aula por lo que este año ninguno tendrá que repetirlo.

Los chicos cambiaron sus rostros tristes por uno de alegría. Aplaudían al profesory murmuraban entre sí. El presidente de la clase Joselo Martínez alzo la mano parapoder hablar.

_ Solo quisiera decirle gracias en nombre de todos. Por sus enseñanzas, por tocarnuestras vidas y más que todo por ser parte de esta clase maestro.Sus palabras se quebraban como cuando el hacha rompe al madero. No podíahablar más, así que se sentó. Otros niños también pidieron permiso para agradecerle.Las despedidas siempre son tristes porque quieres retener a las personas más no esposible. Estos ya no están aunque el vínculo permanece, no lo consigues ver pero elrecuerdo perdura y con el pasar del tiempo todo se desvanece; queda atrás, pero devez en cuando un destello, un titilar permite que nuestro corazón se endulce con elmás simple de los recuerdos.

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Esa mañana rué la última en esa escuela donde las insignias decían "LA VIDA ES LAMÁS GRANDE ACADEMIA" Explicó los motivos de su partida al padre Isidoro. Esteno le retuvo, tampoco le pidió que se quedará. A las almas jóvenes hay que dejarlasrecorrer su propio camino.

Esa tarde arregló su insignificante equipaje; no tenía más que unas pocas paradas,unos libros y apuntes que había hecho durante su corta estancia. Todo eso lo metióen un saco grande. Fue a recoger a su compañero de caminos Sultán. A este lo habíaencargado en la finca del papá del niño Bosco, Don Jacinto Rivadeneira. El teníabastante tierra y comida para alimentar al animal. Se lo había encargado porque casino lo utilizaba durante el tiempo que vivió como inquilino de la misma escuela.

Recorrió nuevamente sus pasos hasta la pequeña casucha de Josélo MartínezJaramillo. Una tía en tercer grado llamada Sara y un tanto lejana se había hechocargo de él. Esta tuvo misericordia del muchacho a pesar de que en su hogar tam-poco es que le sobraban los recursos, puesto que se batía con otros tres hijos quenecesitaban también comer. El esposo de Sara, don José Antonio era alcohólico, porlo que no era de ayuda para la casa sino más bien una carga. Como no le bastaba conesto, trataba mal a sus hijos, a Josélo y a su pareja. Nadie se escapaba de su sarta deinsultos que se clavaban como saetas envenenadas directamente en el corazón.

El profesor llamó desde la calle polvorienta. El verano comenzaba y el calorera insoportable en algunas ocasiones en ese lugar; especialmente cuando se traba-jaba en la huerta o la chacra.

_ ¡Buenas Tardes!... ¡Buenas Tardes!

_ ¡Sí!... En que le puedo ayudar profesor.

_ Quería comentarle un asuntito mi señora Sara.

_ Dígame no más profesor. ¿Espero que no sea ningún problema con los guambras?

_ Vengo a despedirme de ustedes y de Josélo ya que viajo a Macas el día de mañana.

_ Y que mal ha visto en este pueblo que se va tan prontito mi profesor.

_ Bueno, se me está dando la oportunidad de trabajar en una escuelita mucho másgrande y con nombramiento. Creo que debo partir.

_ Si es así, le deseo mucha suerte. Ya le llamo a Joselito para que se despida. No meha dicho nada este guambra manavali de su partida.

_ Antes de eso quiero hacerle una consulta doña Sara. Sabe que me gustaría ayudarlecon el cuidado de Joselo. Estoy saliendo para Macas y si usted me lo permite, él podríavenir con migo para buscarle por allá una escuela, alojamiento y comida. De los gastosno se preocupe, porque yo me las arreglo.

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¡Pero profesor!, yo soy la que está hecho cargo del guagua, y no tenemos todas lasgrandezas pero aquí él tiene lo necesario.

_ No digo lo contrario, pero podría aspirar a algo mejor. Además; como me hancomentado él pasa un tiempo con alguien acá, luego lo mandan a otro lugar lo que leva a generar serios problemas o trastornos. En otras palabras doña Sarita, en Macasle conseguiré un lugar para que se quede de manera estable, termine de estudiar ypueda hacer algo por si mismo ya que no tiene papá ni mamá, además tampocousted podrá ayudarle por todo un siempre.

_ Eso es cierto profesor, además el José Antonio no le tiene afecto y le hace problemapor todo. Yo hago lo que puedo caramba, pero capaz que con usted estará muchomejor.

_ Hable con Joselo para ver qué es lo que piensa. Yo hablaré con el padre Isidoro paraque no se preocupen y me den luego las calificaciones para poder matricularlo en laotra escuelita. Además, usted podrá visitarlo cuando lo crea conveniente.

_ No se preocupe profesor, yo confió en usted y se cuanto a hecho por el muchacho.

_ Mañana paso por aquí antes de partir y si al niño le gusta la idea, salimos rumboa Macas.

La tarde estaba cubierta por una gran nube gris que opacaba al sol y refrescabael ambiente. Se veía venir un fuerte aguacero. Por estas tierras el clima cambiaen cuestión de segundos. Oswaldo camino de regreso por esos surcos llenos detierra, piedra y lodo. Llegó a la Iglesia en busca del padre Isidoro. Esta no estaba muylejos de la escuela. Le explicó lo que había conversado con doña Sara. Espero unossegundos durante un silencio litúrgico y contrario a lo que pensaba, su reacción fuea favor de la iniciativa. No había nada más de que hablar, ahora solo quedaba esperar.Todo esto mientras se despedía de algunas religiosas con las que había estrechadouna amistad, moradores y padres de los pequeños.

Al siguiente día muy por la mañana tomo el Shilingo y montó a Sultán. Su leva Jocubría del frío madrugador. En dos sacos de tela uno a cada lado del lomo firmede sultán llevaba la mayoría de sus pertenencias. La mañana se aclaraba minutoa minuto dejando el letargo de la noche anterior. El animal caminaba lentamentemientras Oswaldo recordaba sus cortos días por el lugar. A lo lejos divisó a Martínezy doña Sara. Esperaban sentados sobre unas rocas fuera de su hogar. Apenas lo divisóel niño se levantó presurosamente y doña Sara tomó compostura.

_ Buenos días profesor. Aquí está Joselo. La idea de viajar a Macas con usted lo haentusiasmado. Le dejo en sus manos y manténgame informada o escriba cuandopueda sobre el porvenir de mi pequeño angelito.

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Su tía le daba la bendición mientras él se inclinaba. Le dibujaba la señal de la cruz ensu rostro con la mano derecha. Subió al caballo con una sonrisa en sus labios. Teníaun pantalón cortado por la mitad, sus pequeñas chaquicarás y un pequeño bolsodonde había puesto una que otra pertenencia. Los jinetes alzaron su mano en señalde despedida mientras Sarita dejaba que sus lágrimas enjuaguen su pena. Paradajunto a esa calle desolada, miraba como se alejaban a paso lento pero decidido rumboa esa otra tierra, rumbo a esa otra vida.

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Capitulo V

Luego de algunos largos minutos, el cielo se oscureció y por cantaros el agua losempapaba. Con algunas hojas de plátano trataban de cubrirse más tuvieron queparar bajo un espeso árbol de guabas para tratar de escampar. Así paso un poco detiempo y un poco más hasta que se calmó como por gracia de Dios aquella estampidade lluvia. A pesar de aquello sus cuerpos sudaban y el calor no se había ido, estabaahí presente para acompañar durante el trajinar a los viajeros.

_ Profesor, por aquí sí parece que cuando llueve se cae el cielo.

_ Y es así mi joven amigo, porque en nuestro oriente es donde más llueve. Peroademás, eso es lo que alimenta nuestros caudalosos ríos, los mismos que son lasangre de nuestro planeta tierra. La fuente de su vida.

Comenzaron a dar sus primeros pasos. Montaron a Sultán, pero el mismoavanzaba más lento. Sus pezuñas se hundían en el lodo que tenía por delante,uno que otro tramo empalizado lo ayudaba a recuperar fuerzas para seguir. Asíestuvieron por horas hasta poder pisar tierra un poco más firme y galopar guiándosepor unas fumarolas.

_ ¡Estamos llegando a la tierra de los Macas, su aire es inconfundible! En Proaño medecían que esta gente se ha forjado a base de martillo, yunque y trabajo. Tuvieronque domar a esta naturaleza cascarrabias. A leguas se percibe que lo están logrando.Eran como las doce del día y el calor hacía sentir su presencia. Parecían latigazos quegolpeaban su cuerpo y desgarraban gruesas gotas de sudor al afuerano. Había pocaspersonas en las calles, pero igual miraban con interés al forastero. Las pocas calleseran de tierra, limpias y llanas. Pararon en un bebedero junto a un pozo de aguanatural para que el animal y ellos saciaran su sed. Mientras estaban sentados escam-pando de los rayos del sol, una señorita de tez morena, rasgos finos, ojos encanta-dores y caminar veloz llamó la atención de los presentes, en especial la del profesorOswaldo. Su corazón comenzó a palpitar muy rápido, el habla se le fue, por lo que nomencionaba palabra hasta que ella los interrumpió.

_ Buenos días señor, buenos días niño. Si necesitan pueden utilizar este pequeñobalde para extraer agua de la fuente.

_ Le agradecemos mucho, pero ya hemos saciado nuestra sed. Esto lo mencionabamientras tragaba un sorbo grande de saliva.

_ ¿Qué lo trae por acá?, porque se nota a leguas que es afuerano

_ Señorita, yo vengo de tierras lejanas, pero estuve radicado en Proaño. Este niño esJoselo, un amigo que lo traje de ese lugar para que viva por acá. Ahora que lo pienso,le cuento que estoy en busca de una persona de Macas y como usted es lugareña deseguro sabe donde lo puedo encontrar.

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_ ¡De quien se trata!

_ Se llama don Florencio. Un hombre no muy alto pero bien fornido. Más bienun poco pasadito de peso diría yo, porque como que con los años le ha crecido labarriga. Su carácter es ameno y jovial, además de estar quedándose un poco calvo.

_ ¡No me diga que usted me está hablando de don Florencio Gonzales!

_ ¡El mismo! ¡El mismo señorita!... Por acá creo que todos se conocen

_ ¡Sí!, así es. Además, ese gordito que usted menciona es mi adorado padreEl joven Oswaldo poco a poco cambio de coloración. Su piel cada vez se hacía másroja, queriendo por ese momento escapar. Sin embargo, no era posible. La jovencitalo miraba fijamente a los ojos, hasta que se le escapó una carcajada.

_ No se preocupe mi señor, usted ha hecho una descripción justa de mi padre.

_ Lo siento... mi intención era únicamente la de describirlo para dar con él.

_ Pues bien ya lo ha encontrado, y si quiere yo le llevaré. No vivimos muy lejos delpozo, y de paso aprovecho su caballo para llevar más agua.

_ Vamos entonces, pero déjeme que yo le ayude con esos baldes. No vaya a pensarque soy un holgazán. Y a propósito podría saber ¿cuál es su nombre?

_ Me llamo Fernanda. Fernanda Gonzales Rivadeneira para servirle.

_ Yo soy Oswaldo Delgado, y me ha dado un gusto conocerla.

Recogieron algunos de los recipientes con agua y partieron con el niño. El almadel joven se había alegrado con la compañía de Fernanda. La miraba de reojomientras caminaba, su pelo caía hasta la media espalda y era de un color negroaunque ondulado. Llevaba un vestido más abajo de la media canilla y una blusa azulque se la había arremangado. Su sonrisa estaba siempre presente, por lo que era muyfácil sentir su calidez. Luego de eso caminaron alrededor de unas seis cuadras hastallegar a una casa grande y de madera.

En la puerta los esperaba don Florencio. Se había percatado de la compañía deun foráneo que venía junto a su hija, por lo que estaba presto para mandarle almismísimo infierno a cualquiera que intente coquetear a su pequeña. Poco a pocose acercaban los jóvenes, además del niño y el animal.

La casa era de dos pisos. Tenía dos ventanas abiertas de par en par en cada piso,aunque en la parte superior había un pequeño balcón en cada una de ellas. El colorde la morada era azul y su techo de zinc oxidado tras años de aguantar los fuertesaguaceros y el inclemente sol. Ésta casa en realidad era una de las pocas, por no decircasi la única casa de madera porque todas las que se veía por ahí eran de chonta yquinche con techo de toquilla o turupanga.

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En la parte frontal había un sin número de hortalizas y plantas medicinales como layerba luisa, la menta, el toronjil dentro de un cerco hecho con pindó marañón.

Los ojos de don Florencio metro a metro iban reconociendo el rostro del foráneoporque ya no veía bien, por lo que en algo su colérico genio se tranquilizaba. Fer-nanda al ver a su padre parado frente a la puerta corrió llena de alegría y lo abrazó.

_ ¿Qué andas haciendo con desconocidos mi princesita?

_ ¡Papá!, es que me dio su descripción y parece que lo conoce.

_ Veo que ya se encontró con mi hija jovencito. Espero que no se haga ilusiones por-que de lo contrario va a comenzar muy mal su estadía en Macas.

_ ¡Don Florencio!, fue una casualidad que nos tropezáramos junto al pozo. Lo únicoque le pregunte era por usted y para mi buena fortuna ella ha sido su hija por lo queamablemente me ha traído hasta acá.

_ ¡Si papá!, por esa razón me ofrecí a traerlo hasta nuestra casa.

_ Veo que la suerte lo acompaña forasterito, pero aún así tenga mucho cuidado yrecuerde que no se debe morder la mano del que le da de comer. Bueno, como lemencioné en la carta, sus servicios son requeridos en esta escuela creada hace pocotiempo atrás. Veo que aceptó la propuesta.

_ Sí, acabo de explicarle todo al padre Isidoro por lo que he venido a arreglar miestancia en Macas, antes del inicio del próximo año escolar.

_ Me parece bien, porque ese es un detalle que lo estaba pensando.

_ Por el momento le arreglaremos un cuartito aquí en mi casa para usted y parael guambrito también. A propósito es algún familiar suyo o... No me dirá que tanrápido y ya ha hecho un guagua, o que se lo vinieron a devolver.

_ No es nada de lo que usted menciona don Florencio y le agradezco por todas estasatenciones. A propósito el niño es uno de mis alumnos, pero esta es una historia queya se la explicaré más adelante.

_ Bueno, no hay todas las comodidades pero que caray, será hasta ubicarlo en unmejor lugar. No se hable más y pasen a tomar una guayusa y algo de comer queMichita se preparaba a servir... ¡Mercedes, alista dos platos más que estamos convisitas!

Doña Mercedes Rivadeneira era oriunda del lugar, sin embargo, todos la conocíancomo Michita. Siempre estaba activa y le gustaba cocinar. Se decía por ahí que susazón era sin igual. Para cualquier evento especial como un matrimonio o bautizose le pedía su colaboración ante lo cual nunca se negaba. Su marido y sus hijosdisfrutaban cuando llegaba la hora de la comida.

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Ella trabajaba en la cocina con doña Bernardina Shiki, quien le indicaba algunossecretos de la comida Shuar. Entre las dos habían hecho una larga amistad desdesu juventud y es por esto que tanto doña Michita dominaba la lengua Shuar yBernardina el castellano, a pesar de que entre estos pueblos había un sin númerode disputas.

Pasaron todos a la mesa. Estaban como unas doce personas. Mientras conversabadoña Michita con Bernardina, los más pequeños correteaban de la cocina al co-medor. Las mujeres de la casa ayudaban a poner los platos, mientras los varonesesperaban y cuchicheaban. La mesa era larga y de madera, dos tablones con unostroncos de sostén a los lados de la misma que eran conocidos como las "cutangas"servían para que la familia se siente alrededor de la misma. A la cabecera una sillasimplona de madera y otra igual en la parte posterior servían para que los jefes defamilia vigilaran todo el entorno.

_ ¿Cómo ha estado su viaje profesor Oswaldo? Increpó don Florencio

_ Bueno, la verdad me pareció mucho más corto que la primera vez, además comovine con compañía se me hizo muy ameno.

_ Bueno, como podrá notar aquí está presente casi toda mi prole. Somos doceentre toditos. Mi mujer Michita, doña Bernardina quién nos acompaña por años enla casa. Mis cinco hijos varones; Pablo el mayor, José, Domingo, Gonzalo y Pedro.Estos manacanas son precisamente los que me han sacado estas canas. Tres mujeres;a mi Fernanda ya le conoció, también está Inés y la más pequeña Matilde. Además,tenemos a Don Policarpio o Taita Poli que en este momento está cosechando en lachacra, pero al rato se hace presente, además de mi persona.

_ Un gusto conocerlos a todos y vaya que aquí si tienen hijos por montón.

_ Como se lo expliqué tiempo atrás mí guambrito; todo esto es por la famosa guayusa,que te da fuerzas cómo de tigrillo por lo que dejas de ser un enclenque. Si tomademasiado es más que seguro que se enseña por acá. Su aroma es un hechizo paraJos foráneos y se lo digo por experiencia.

_ Bueno, al menos ya me voy acostumbrando a la idea.

Terminaron de servir los alimentos las mujeres de la casa. Doña Michita dirigió unaplegaria antes de proceder a ingerir los alimentos. Luego de hacer la señal de la cruztodos comenzaron a comer el rico caldo de gallina de campo que se había preparado.Había además yuca, papachina y el infaltable ají sin el cual taita poli no podía digerir.

Mientras comían todos en la extensa mesa "Taita Poli" llegó, se escucho un silbidoen la entrada, se sacudió sus pies y caminó a paso lento directito a su puesto. Todosle saludaba con cariño y afecto al padre de doña Michita. Este señor tenía un aspectoamigable, una sonrisa que estaba casi siempre presente y una mirada que irradiabapaz. Vestía con una camisa arremangada, un sombrero pequeño de color negro quecubría su cabeza y un pantalón de tela hasta la rodilla.

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_ Buenas, Buenas con todos mis manacanas... ¡Michita!, este plato a simple vistaestá para chuparse los dedos.

_ Gracias Taita Poli, ya estábamos extrañándole en la mesa.

_ Hay carajo, a esta edad es difícil raipir igual como antes. Además, las tripas se meretorcían porque el "Punchi" ya me pedía a gritos un sancochito.

La terminología de don Policarpio el joven Oswaldo no la entendía completamente.Tenía unos modismos extraños, más no decía nada. Todo eso era común para losmoradores de estas tierras. Y es que por el hecho de ser un pueblo aislado; tanto porel inclemente clima al igual que por los ríos Jurumbaino y Upano que rodeaban aese pedazo de tierra, además de no contar con vías de acceso, desemboco en que losprimeros patriarcas de la zona desarrollen códigos autóctonos de comunicación queestaban basados en su realidad y en su entorno.

Los "macabeos" como se los denominaba a los moradores de estas tierras desarrollaronun sin número de artefactos para poder sobrevivir ante la inclemente naturaleza. Uno deellos se lo hacía del cuero del ganado y permitía proteger los pies por lo que lo bautizaroncon el nombre de "chaquicaras" Por ende para comprenderlos completamente eranecesario convivir con ellos y ser muy observador de su entorno.

_ Y ¿quién es este guambrito maipisiri que está por ahí? Exclamaba Taita Poli

_ Este es el nuevo profesor taita Poli que junto a Fernanda estarán trabajando en lanueva escuelita Eloy Alfaro.

_ Hay caramba, con esta educación disque laica comentan que van a cambiar el paísestos muérganos de los liberales. No entienden que un pueblo sin taita Dios no esnadie, se autodestruye. Pero qué le vamos hacer, esa es la historia del mísero hombre.

_ Bueno Taita Poli, no hablemos ni de política peor de religión porque en eso nonos vamos a poner de acuerdo. Además, los tiempos cambian, no podernos vivir delpasado en donde todo se solucionaba por medio de la religión con estos famososconservadores.

_ Disculpe que me entrometa amigos manifestó el profesor, pero desde mi pensa-miento creo que Dios es laico, porque no creo que se le pueda decir que solo en talo cuál religión está presente, o peor aún que solo los que asisten a tal o cuál iglesiaserán salvos. Eso sería limitarlo o amoldarlo a nuestro reducido pensamiento.

_ Para no hablar más del asunto tomen más guayusita y queso con miel increpó doñaMichita. Todos los rostros se llenaron de alegría por el anuncio y durante variosminutos el silencio se hizo presente mientras chicos y grandes le echaban diente a surespectivo platillo. Una vez terminado el "punchf o almuerzo, Michita junto a sustres hijas y doña Bernardina levantaron la mesa y en cuestión de minutos arreglaronla cocina. Don Policarpo se despidió para irse a la siesta de la tarde. Los hijos dedon Florencio salieron presurosos a ver a los huagras y Oswaldo con su anfitrión sequedaron conversando acerca de su estadía en aquel poblado.

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Fernanda, Inés y Matilde, una vez que terminaron las tareas del hogar se encerraronen su cuarto a conversar de la inesperada visita. Durante ese periodo de tiempo Inésle increpaba a Fernanda.

_ A mí me parece simpático el joven profesor Fernanda, pero que te parece a tipuesto que llegaste conversando desde el pozo.

_ Creo que es un poco tímido, pero de mi primera impresión eso es bueno ya quelos que me preocupan son aquellos que no tienen sangre en el rostro. Con esosseñorcitos uno no sabe a qué atenerse,

_ Pero ¡te parece alhajito!

_ La verdad no es una maravilla, pero si está alhajito el profesor si eso es lo que teinteresa saber.

_ Lo sabía, lo sabía, y a propósito ¿van a ser compañeros de trabajo en la nuevaescuelita?

_ Eso es lo que dice papá. Pero no quiero que estés con cuentos o que actúes comouna "chiletara".

_ Yo creo que le gustas. En el comedor siempre terminaba viéndote de reojo.

_ Lo crees! No me di cuenta.

_Qué te vas a dar cuenta si eres una mushpa despistada. Pero no te preocupesque para eso estamos las hermanas. Matilde asentía con la cabeza mientras sepeinaba frente a un espejo ovalado que se desprendía del velador que acompañabala recamara. En el cuarto habían tres camas de aproximadamente una plaza.Todas estaban muy cerca la una de la otra, además de un ropero donde las jovencitasguardaban sus mejores prendas de vestir.

El humo de tabaco inundaba la casa. En el primer piso don Florencio absorbíaa grandes sorbos su cigarro luego del exquisito punchi. Se había recostado en suhamaca del corredor hecha con materiales de la zona y el joven Oswaldo guarecíasentado frente a él en un gran tronco de madera que servía para las visitas.

_ Me alegro que haya tomado la decisión de venir a la tierra de los Macas, por lo quehoy puede quedarse en mi humilde casita, pero mañana ya le acomodaremos porahí. Esto comentaba mientras echaba humo a borbotones por su boca.

_ Le agradezco en sobremanera. No sé cómo pagarle todo lo que ha hecho por mí.

_ Tranquilo hijo, que todo lo que se siembra en esta vida se cosecha. Así es que nome preocupa su paga. . . Lo que sí me preocupa es esa maldita guerra. Dicen que losperuanos andan avanzando por Loja y quieren parte de nuestra Amazonia.

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Es por eso que ya lo decidimos con mis hijos y los dos mayores se irán la próximasemana a meter bala a esos shúas mal paridos.

_ Yo espero que se llegue a una solución pacífica, al fin y al cabo somos un solopueblo, el pueblo latinoamericano.

_ Con estos maltragados no se si se pueda dialogar. Además, no sé para qué quierentanto monte. De lo que si estoy seguro es que aquí les vamos a esperar a pura bala aesos condenados, y si no hay balas aunque sea a punte machete carajo.

_ La Amazonia don Florencio, es uno de los rincones más ricos de la tierra. Muchosno lo saben, pero unos pocos sí. Esto se lo digo porque mi tío que trabaja para elgobierno me lo comentaba. Además, es por esta razón que ahora andan interesadosen que se colonicen estas tierras despobladas.

_ Puede que tenga razón mi joven amigo... puede que tenga razón.

_ Me decía que hasta se han descubierto ciertos minerales que podrían ser toneladasde oro y cobre.

_ Eso si justificaría cualquier guerra. Con más razón, mi hijo Pablo y José tendránque ir a servir a la patria. Le dijera que usted también se fuera, pero nuestros retoñostienen que aprender aunque sea a leer y escribir. Esa es otra guerra que la tenemosque combatir puertas adentro... La maldita ignorancia que nos tiene como estamos.La tarde pasaba de manera lenta y apacible. El tiempo parecía que se detenía enaquel lugar. Se podía conversar de manera calmada y tranquila, sin la preocupacióndel tic-tac. Es más no había relojes, por lo que la única forma de saber la hora exactaera por la posición del sol o por el sonido de las campanas de la iglesia a las seis de lamañana, doce del día y seis de la tarde.

Luego de algunas horas de parloteo en el corredor, Oswaldo se encaminó asu cuartito. Necesitaba descansar, ver a Joselo quien se había adelantado porel cansancio. En el camino se tropezó con la señorita Fernanda nuevamente.Su olor innato lo cautivaba, aunque no sabía a qué percibía esa piel canela. Seasemejaba a la naturaleza pura, al aroma impregnado de la guayusa mezcladocon esas aguas cristalinas.

Él le saludo con una sonrisa mientras asentía con la cabeza, ella le devolvía la sonrisaaunque caminaba más de prisa hacia la cocina. En esa ocasión no cruzaron palabra,pero sus miradas comenzaban a intercambiar sus afectos.

Apenas llegó al cuarto encontró al pequeño dormido. Dejó sus cosas junto a la cama,se hizo un espacio en el lecho y se desplomó. Al instante de aquello se quedó dormi-do. La cama era algo pequeña, pero tampoco los Gonzales Rivadeneira se esperabanla visita de un niño más. Sobre la cama una tela con cascaras secas de maíz servíanpara recostarse, estas claro que se encontraban al interior de la tela blanca que ha-bía sido cosida por todos los contornos para que no se desparramen las mismas. Elcuarto estaba casi vacío, si no era por una mesa de madera que se encontraba en unrincón y sobre la misma un mechón que alumbraba a la habitación.

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Luego de algunas horas, parecía que la puerta rechinaba mientras se habríalentamente. Una tenue luminosidad, aparentemente producto del reflejo de laluna penetraba la oscura habitación. Oswaldo habría sus ojos entre dormidosy con ese pequeño reflejo de claridad busco a su lado, tanteo la cama pero elniño no estaba, más no se preocupó. Seguía rechinando la puerta al abrirse ycon ésta una sombra con forma de mujer se introducía lentamente. El jovenno se movía, quería balbucear algo más las palabras no las podía encontrar.

Se acercó a él, pero no reconocía a la silueta. Sin embargo, ese olor le recordabadentro de su más profunda memoria a Fernanda. Se desprendía el perfume concada paso que daba. Un velo cubría parte de su rostro por lo que era mucho másdifícil saber de quién se trataba. A pesar de aquello estaba tranquilo, su alma nose inquietaba.

Cuando Oswaldo se levantó un poco de la cama, de repente desaparecióesa figura dejando ahora sí mucho más perceptible el olor de su piel. Elaroma a guayusa y miel. El joven corrió como para abalanzarse sobre lapuerta y detenerla, más en un instante de un segundo desapareció. Una luzse hacía cada vez más fuerte mientras se acercaba a la salida. Por la fuerza de lamisma sus ojos los tenía que cerrar, más al volverlos abrir observó nuevamenteque estaba en su cama. Junto a él se encontraba Joselito. No lo entendía, por losque echó un vistazo a su alrededor. La noche había pasado y la luz del sol seintroducía por la pequeña ventana dándole completamente es su rostro.

Estaba confundido y los recuerdos se dispersaban como la neblina con elamanecer. Se desperezaba mientras pensaba en lo que le deparaba aqueldía. Joselo también por la bulla abrió sus parpados y se puso rápidamenteen pie. Los pensamientos del profesor estaban turbios por aquel recuerdo,fantasía o ilusión nocturna. El día se llevaba los detalles más ese nombre,ese fragante olor se impregnaba con el pasar de los minutos cada vez másen su ser. ¡Fernanda! ¡Fernanda! retumbaba en su mente. Parecía un hechizoque se habría lanzado directamente sobre él.

Para sacarse aquella picazón que le inquietaban sus pensamientos, tomo papel ylápiz que los encontró en el cuarto y antes de que se le borre el recuerdo escribió.

Cuando te vi, supe que serías para míUn regalo exquisito que la vida misma preparó;

Su aroma, es naturaleza viva y pura;Su cabellera, impetuosa cual cascada cristalina;

Su mirada, un panal de vidaY la fuente de mi respiración.

Sus pasos dejan huellas,Para que los míos los pudieran alcanzar,

Hasta que se entrelazaron sin querer un día,Floreciendo juntos con la primavera.

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Esa mañana Oswaldo no pudo ver a Fernanda. Ella había salido desde muytemprano con sus hermanas a cosechar en un terreno que tenían sus padres alnorte del pueblo. Sin embargo, luego del desayuno las horas pasaron cual avesque se escapan de la tormenta.

Don Policarpio y Oswaldo salieron rumbo al Internado de los salesianosubicado en las proximidades de la iglesia, donde Joselito se quedaría comointerno mientras comenzaban las clases. Allí explicaron la situación del niñoquién se encontraba prácticamente huérfano de padre y madre. No huboobjeción porque como estaban en vacaciones había muchos cupos libresen la institución. Allí estudiaban niños de diferentes lugares de esa provinciaamazónica, pero en su mayoría eran niños indígenas. Para los lugareños o colonoscomo se los denominaba tenían otros espacios, pero sólo para los que veníande fuera de Macas se guardaba el cupo en el internado. A los niños Shuarse los sacaba de sus comunidades ofreciéndoles a sus padres "civilizarlos"Los curas además pensaban en evangelizarlos, aunque con el tiempo sedieron cuenta que era una tarea de gran envergadura. Durante el periodode vacaciones era cuando los niños regresaban con sus padres para de esamanera no perder disque sus raíces culturales aunque en la realidad estoera muy difícil de lograr.

Don Policarpio le acompaño en esa ocasión al joven Oswaldo debido a sucercanía con los curas. Don Florencio prefería no pedir favor a los salesianos yademás como nunca iba a misa, no quería que lo regañaran por su actitud. Elniño al entender que se quedaría en aquel lugar no paraba de llorar mientras sedespedía de Oswaldo.

_ No te preocupes pequeño, te estaré visitando continuamente. Además, tengoque organizarme y ouscar un lugar para vivir. Se obediente y ayuda en todo loque puedas que pronto nos volveremos a ver.

_ ¡Pero profesor!, decía gimiendo. ¡No me deje!... ¡Siempre me abandonan! Laslágrimas no le permitían pronunciar correctamente las palabras. ¿Por qué siemprees así?

_ Eso no va a pasar Joselo, este es un mejor lugar en donde tendrás alimento, uncuarto y ropa mientras me las arreglo.

El profesor secó las lágrimas del pequeño y de él también. Taita Poli se despidióy lentamente se alejaban del sitio esperando prontamente volverse a ver. El niñoyacía ahí parado junto a la puerta, gimiendo desconsoladamente al ver que losbultos se alejaban regresando la mirada cada cierto tiempo hacia atrás.

En su caminar se dirigieron a una casita de madera del señor Antonio Madero,en donde se había comenzado a adecuar y pintar las aulas. Al acercarse Oswaldoy taita Poli, pudieron notar que algunas personas se habían reunido para hacerminga y acondicionar el lugar para la escuelita. Otras personas pasaban y grita-ban algunas consignas como: "herejes no queremos aquí", "laicos fuera".

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Esto llamó la atención de manera especial al joven profesor, quien no pensóencontrarse con este grado de hostilidad para la educación no religiosa.

A una persona que estaba pintado en la parte de afuera, Oswaldo le increpó:¿Quién es el encargado de esta escuelita?

_ Usted puede hablar con doña Amanda Moncayo, puesto que ella será la directorade la escuela. Siga al fondo y pregunte por ahí.

Faltaban todavía un par de meses para iniciar el periodo escolar, pero al adentrarsepodían observar que no se perdía el tiempo por lo que se adecuaban sillas y mesas. Searreglaba las tablas del piso, se lijaban algunas paredes y en otras se pegaban cuadroscon algunos mensajes alfaristas. La foto del viejo luchador yacía todavía en el sueloporque esperaban culminar el cuarto de la dirección, donde sería ubicado el flamanteretrato.

_ ¡Caray! ahí estas Amandita tan bonita como siempre. Buenos días... Te presentoal guambrón Oswaldo, quien tiene el nombramiento para trabajar aquí de profe-sor al igual que mi nietita Fernanda.

_ ¡Buenos días don Poli! Señor Oswaldo, como podrá ver todavía nos falta muchopor hacer. Además, estamos luchando contra algunos opositores que no quierenque el pensamiento ilumine la vida de nuestros retoños. Así es que esperemoscomenzar sin ninguna novedad en el mes de octubre como está planeado.

_ Espero que así sea, puesto que acabo de renunciar a mi antiguo cargo deprofesor en Proaño.

_ Bueno, así están las cosas por aquí y no le puedo dar falsas expectativas. Ahhh,quisiera que también me deje los documentos para iniciar la legalización de sucargo, y si tiene algo de tiempo podría sernos de ayuda como voluntario poraquí. Esto porque mientras más pronto terminemos de arreglar todo, más fácilserá de iniciar con las matriculas.

_ Con gusto lo haré, sin embargo acabo de llegar y preferiría en estos días buscarun lugar donde poder acomodarme.

La directora asintió con la cabeza mientras se despedía de sus visitas. Tomó lacarpeta de Oswaldo, revisó que esté completa y nuevamente continuó con susdiligencias.

La educación en la "tierra de los Macas" era incipiente. Comenzó la misma con lallegada de los Salesianos a estos lugares inhóspitos. Ellos ingresaron a la Amazoniazzz y las granadas su influencia se hacía cada vez más notable. Estos organizaban lascomunidades donde llegaban. Se iniciaba impartiendo educación, catcquesis, serviciode enfermería y luego se dedicaban a la ganadería, la agricultura y la producción.

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Cuando Oswaldo llegó a esta tierra llena de exuberante vegetación, se contaba conun par de pequeñas escuelitas improvisadas, pero que servían para impartir clasesdurante los primeros años de enseñanza. La una se llamaba "escuela Salesiana 24de Mayo", que brindaba la educación solo a niños varones. La otra era la escuelaDolores Sucre, en honor a una maestra guayaquileña destacada en distintas artespero que ninguno por estos lugares la conocía. A pesar de aquello, fue en esasparedes de barro con suelo de tierra que las almas jóvenes se embutían de susprimeros conocimientos en el campo de la lectura, escritura, dictado, aritméticay religión. Así, poco a poco estos pueblos iban alejándose del analfabetismo y deloscuro mundo de la ignorancia.

La escuela Salesiana impartía clases solamente para los varones mientras quela escuela Dolores Sucre estaba dedicada al cuidado de las mujercitas. En estaúltima, la señorita Mercedes junto al apoyo de las golondrinitas o madres SorDominga y Carolina eran las encargadas de esta desafiante aventura. El apodode golondrinitas les acuñaron a las religiosas por su vestimenta. Esta era negraen su totalidad con su pechera blanca, por lo que se parecían mucho a esas avesque hacían sus nidos en la paja toquilla de los techos de las casitas en Macas.

Con el pasar de los años las luchas entre los conservadores y los liberales seintensificaron en el país por lo que cuando los segundos llegaron al poder crearonun sin número de escuelitas y colegios fiscales a lo largo y ancho del territorionacional. Sin embargo, como era de costumbre la plata para la Amazonia nuncallegó. Es por esto que para la década de los cuarenta recién se intentaba en unacasita vieja y arrendada tratar de impartir la educación laica como una alterna-tiva al monopolio de la que ya existía para aquellos días.

Taita Poli caminaba lentamente con el afuerano de regreso a casa. Ya era un pocotarde y solamente porque las tripas les apretaban se percataron que la hora decomer ya se había pasado.

_ Buenas tardes Jembaita, ¿cómo andas picaflor, chichero y Cristóbal? Este viernespara ver si entonamos unas cuantas canciones decía taita Poli al caminar de regresoa casa por las polvorientas calles de Macas.

_ ¡Claro taita Poli! replicaban los que le encontraban por ahí. Sin embargo, suandar no se detenía porque querían regresar pronto a casa.

_ ¿Usted toca la guitarra don Poli?

_ Pues claro mi guambrito, y hasta quiero formar un grupito de música amenopara conquistar a las muchachonas. Ya tengo dos guitarras, la una es rústica hechacon mi propio machete por lo que no suena muy bien. Pero la otra, un viajeromisterioso la trajo y mientras estaba de paso por estas tierras yo me enamorésolo con vería; su sonido me hechizó, así que la intercambie por una buena sumade dinero, o mejor dicho se la cambié por oro, pero esa es otra historia.

_ A mí también me encanta la música, así es que en lo que pueda déjeme ayudarlo.

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De paso pararon en el quiosco de mamá Katica. Ahí se vendía chicha de caña,otra de las bebidas apetecidas en esta zona. Por aquí no había agua ardiente,debido a que era sumamente difícil destilarla y extraerla, así que con ésta bebidase conformaban los transeúntes agotados por el ardiente sol.

_ ¡Mamá Katica! déme dos buenos vasos de su rica chichita caracho

_ ¿Cómo esta taita Poli? ¿Qué milagro verle?

_ Aquí, visitándole y respondiendo a sus plegarias. Denos una buena chichitaque quiero que este afuerano se vaya endulzando con las bondades de nuestratierra.

_ Con que no se me pongan ashposos no hay problema. Don Poli hágaletambién probar esta carnecita cecinada con este rico ají y yuca al afuerano.

_ Ya se me hace agüita ía boca, dame un buen plato caramba y no se haga másalarde.

_ ¿Pero el joven es familia suya don Poli?

_ No mi Katica, no ves que yo soy más buen mozo. Él es un nuevo profesor paraesa escuelita Eloy Alfaro.

_ No me haga reír. Pero qué bueno, que bueno que lleguen más profesores...Mamá Katica era de contextura gruesa. En su pequeño kiosquito se reunían atomar chicha de caña, embutirse de algo y comadrear. Su personalidad era amena,y su curiosidad hacía que todo aquel que estuviera de paso terminara comentán-dole algún secreto. Es por esto que si se querían enterar de cualquier chisme porpequeño que fuera en la tierra de los Macas, ella era la mujer indicada. Lo únicomalo es que era demasiado insistente para conseguir lo que buscaba, y su mayorpecado consistía en que ningún secreto se lo podía resguardar.

Paso una buena tanda de minutos hasta que nuestros queridos caminantesregresaran a casa. Una vez en ella, Taita Poli lo llevó hasta su cuarto al jovenprofesor para indicarle aquella hermosa guitarra. El instrumento musical que lohabía intercambiado por algunas pepitas de oro.

_ ¿Puedo tomarla?

_ Pero con mucha cautela, porque esto es uno de mis más grandes tesoros. Creoque la quiero más que a mi propia hija.

_ La guitarra es como la mujer; tiene que saberla acariciar, se le trata como a unvaso frágil y es así como uno puede entonar cualquier melodía.

_ Ahh caray, eso si esta bueno.

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Suavemente comenzó a entonar y jugar con las cuerdas. Los sonidos que sedesprendían poco a poco hacía que una a una las hijas de Florencio comenzarana llegar. Se sentaron en la cama del abuelo mientras Oswaldo deleitaba a lasjovencitas con cualquier pedido musical.

Su memoria para la música era prodigiosa. De todos los pedidos que le hacían,completamente todos los complacía. ¡Qué pena que este talento se hubierarefundido en esta calurosa selva! Taita Policarpio estaba estupefacto, sus ojos yboca muy abiertos no se retiraban de los dedos del profesor. Esos punteados, elviejo no los había escuchado jamás. Sonaban cual ninfa al cantar en la madrugada.

Las jovencitas Fernanda e Inés, con sus labios rojizos y virginales sonreíanante el placer que produce la música. A veces acompañaban con sus palmas, enotras con su suave voz en los coros. Se deleitaban de este concierto privado. Depronto don Florencio tras el escuchar de la música y las voces, se acercó paramirar por la ventana.

_ ¡Carajo guambras manacanas! ¿Qué están haciendo aquí ociosas? Se me vanayudar a su madre.

Al escuchar la voz gruesa de su padre, una a una iba saliendo de la habitaciónagachada la cabeza y sin chistar. No se repitió la orden.

_ ¡Florencio! ¡Caramba! ¡Qué manera de arruinar la tarde! Las niñas han venidoa ver cómo practicamos con el joven algo de música.

_ Estas carishinas tienen que ayudar a chapullar a su madre y no estar aquí dejuguetonas.

_ Puchicas, cuando te pones con esa cantaleta no se puede hablar caramba.

_ En esta casa soy la cabeza de hogar y tengo que poner orden.

Ese día el sol había quemado la tierra de los Macas. La casa de don Florencioparecía un horno a vapor. Se sentía también esa humedad que hace sudar lapiel inclusive estando sentado en la hamaca. En estos días es cuando el sol sepone sobre el enojo y los altercados se dan por cualquier pendejada. La brisadel Upano y Jurumbaino que bordeaban la tierra de los Macas calmaban en algoaquel ardor infernal porque de lo contrario todo el pueblo hubiera terminadodesolado.

Don Florencio salió de la habitación de su suegro. Prendió su puro y desde sucorredor observaba el atardecer. Sentía unos escalofríos que los quería evitar,más su cuerpo no le obedecía. Sus sentidos estaban alertas, al fin y al cabo eldiablo sabe más por viejo que por diablo.

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Las jovencitas corrían de la cocina al comedor. En el "nina cucho" donde calentabael fogón se preparaba las grandes ollas de alimentos. Éste lugar quedaba junto alcomedero pero a un costado de la casa. La señorita Fernanda e Inés ayudaban a sumadre y le comentaban de las habilidades musicales del joven profesor. Por esastierras muy pocos conocían algún instrumento de música por lo que saberlo tocarera casi un milagro. Pero la música, esa si la conocían porque había tocadiscos queeran cuidados como reliquias y que con el correr de los acetatos se podía captar lamelodía. Es por medio de estos grandes artefactos que en estas tierras lejanas seconocía a uno que otro artista.

El sol menguaba y se ocultaba tras un montículo de tierra que servía comomuralla para la ciudad. El sonido de los grillos, la luz de las luciérnagas, elcroar de las ranas, se intensificaba una vez que el astro rey se escondiera paradescansar. Las estrellas acompañaban a la noche. Eran millones de ellas quetitilaban a miles de kilómetros de aquel lugar. Cualquier humano se perdíatratando de seguirlas o contarías; unas se apagaban, otras se volvían a prender yen ese juego de luces naturales se apreciaba la belleza de la creación, además dehacerse evidente lo insignificante del caminar humano dentro de este inmensouniverso.

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Capítulo VI

La semana siguiente llegó un escuadrón de militares. Todos en el pueblo seinquietaron porque pensaban o parecía que la guerra ya estaba del otro lado delrío. Durante la mañana en un aeropuerto improvisado que lo iban mejorando pocoa poco practicaban unos hombres vestidos toditito de verde y de rostro pintado concarbón. Ellos disparaban unos fusiles que repartían un sin número de municionesa una velocidad que las escopetas con pólvora no les podían igualar. Todos en elpoblado los primeros días se botaban al suelo o se escondían en sus covachas,porque parecía que el enfrentamiento ya se estaba fraguando contra el enemigo.Luego, luego se fueron acostumbrando al infernal ruido.

Pablo y José, los dos hijos mayores de Florencio se enlistaron por aquellos días alpelotón. Querían servir a su patria y si es posible morir defendiendo a su tierra.Los dos eran muy buenos cazadores, pero su experiencia en la milicia era rudi-mentaria puesto que las únicas armas que manejaban eran unas escopetas viejasde su padre. En el agua era otra cosa, debido a que por estar amurallados por dosríos antes de gatear aprendían los niños a nadar. Además, esa era una necesidadpara la sobrevivencia porque cuando la cosecha era mala unas buenas carachasy bocachicos llenaban eí buche con un poco de yuca y sal.

Un día domingo se preparaba la armada para salir al siguiente día rumbo aPatuca y de ahí a la frontera en vuelos programados por las Fuerzas Armadas. Antesde la partida se había organizado para realizar una misa solemne y bendecir a esastropas para que Dios y la virgen los ampare en esa temeraria cruzada. Todos seacostaron temprano aquel domingo. La noche estaba oscura y la neblina opacabaal pueblo. De repente y luego de algunas horas las campanas de la iglesia sonaban sinparar. El pueblo se iba desperezando para asistir a la misa muy por la mañana. Sinembargo, al ver por la ventana no se divisaba mayor cosa. En la casa de los GonzalesRivadeneira todos por el continuo rechinar del metal se desperezaban y levantabantodavía soñolientos.

¡Qué manera es esta de joder tan temprano con esos campanazos en las orejas!Manifestaba don Florencio enojado.

_ ¡Apúrense!, vamos a misa mis guambras que nos atrasamos, exclamaba mamaMichita.

_No veo ni mis pasos en esta oscuridad, ¡prendan más candelabros carajo!

Los Gonzales incluido el profesor Oswaldo salieron rumbo a la Iglesia. La neblinay el frío estaban por todas partes. No se podía ver a dos metros de distancia y losperros aullaban por el sonar de las campanas. Iban llegando uno a uno a la capillapero las puertas del lugar estaban completamente amuralladas.

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_ ¡Miren allá arriba, miren al campanario! ¡Es el loco Valentín!

_ Es cierto, así parece decían entre murmullos...

_ Qué manera de jodernos el día decían otros por ahí, porque incluso ni losrostros se podía ver bien.

Serían las cuatro de la mañana y la misa comenzaba a las seis. Sin embargo,el loco Valentín morador de estos lugares deambulaba en la noche y le hacíandormir durante el día para que de esta forma no fastidie a los niños del pueblo,porque los hacía corretear para agarrarlos y estos le tenían pavor. Esa era una delas formas en la que los padres de Valentín trataban de controlarlo para así evitarproblemas con los del lugar.

Le gritaban desde la plaza al loco Valentín:

_ ¡Baja de ahí, que te vas a matar!

_ ¡Baja y deja de tocar esas campanas!, ¡qué te pasa!, ¡acaso estás loco! Decíanotros en tono burlesco.

Había pasado como una hora y casi todo el pueblo se había aglomerado enlas gradas de la iglesia pensando que es hora de acudir a misa. Pero al llegar alas puertas se enteraban de que el loco Valentín estaba haciendo de las suyasen el campanario. Algunos reían por esa pasada, otros profiriendo insultos seregresaban a sus camas.

Los Gonzales una vez que se había despejado la neblina y viendo de que yase acercaba la hora de la misa prefirieron esperar. Se sentaron en las gradasque daban a la puerta de la iglesia, pusieron su candelero con un mechón paracalentarse y mientras la luna con el amanecer se desvanecía, estos conversabanpreocupados por la guerra y los ataques que habrían sufrido tiempos atrás.Otros tomaron la misma actitud, una vez que el loco Valentín vencido por elsueño dejara de hacer ese infernal ruido.

_ Recuerdo hace como veinte años atrás decía taita Poli, en una noche muyoscura y silenciosa, porque hasta los perros preferían no aullar, qué los Jíbarosempuñados con lanzas venenosas cruzaron el río y se escabulleron por laespesa selva hasta llegar acá. "A la tierra de los Macas". No recuerdo quién pusoel grito de alerta porque en esas épocas siempre estábamos vigilantes. Ante estocorrimos con nuestras pocas escopetas y familias hasta este lugar santo dondela virgencita nos podía ayudar. Nos resguardamos dentro del santuario porqueestábamos pocos hombres y no eran más de unas quince familias las que vivíamospor estos sitios. Ellos en cambio eran como cien jíbaros armados con lanzasvenenosas y bodoqueras. Ante esto, lo único que quedaba era defenderse o rezar.

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_ ¡Sí don Policarpio!, eso en realidad pasó porque mi abuelo Apolinario Rivade-neira que en paz descanse nos contaba esa misma historia una y otra vez.

_ De repente mientras las mujeres hacían sus plegarias cada una con su rosario, seescucharon truenos y parecía como que una tormenta en las afueras del temploestremecía el lugar. Los hombres vigilaban la entrada principal y las ventanas envista de que todos estaban ahí adentro. El viento apagaba incluso los pocos can-deleros que iluminaban el templo, pero los rayos cada cierto tiempo aunque sea porunos segundos permitían ver las sombras de los demás. Se escuchaban voces afueray pasos, pero las mismas poco a poco iban menguando. De repente el silencionuevamente reinaba, el ziz-zag de los rayos ya no se divisaba y el estruendoso ruidoque causaban se dejo de sentir. Caramba. ¡Qué nochesita aquella!

_ Pero ¿qué paso luego taita Policarpio?

_ Lo que recuerdo guambras manacanas es que aguaitábamos por las ventanasy no se veía un alma. Nos quedamos así en silencio por varios minutos, porquepensábamos que podía ser una trampa. Mi primo Dionisio, cogió su escopeta yexclamó gritando: ¡ábranme esa puerta! Luego de discutir por algunos minutosse la abrieron. El salió en compañía de mi persona y aunque me temblaban laspiernas; por el temor a una emboscada, era peor quedarse ahí esperando unfatídico desenlace. Rodeamos este lugar y no había nada, aunque las huellas deun centenar de pisadas se observaba en el fango. Seguimos algunas, y parecíaque hubieran salido en una estampida rumbo al río Upano. Regresamos y se locontamos a todos por lo que celebraron y con justa razón se creyó que era unmilagro.

_ Y ¿qué es lo que los hizo huir despavoridos?

_ Después de algunos años me contaron que a una misionera salesiana quetrabajaba con los jíbaros, le habían preguntado acerca de una imagen que seapareció en la puerta de la iglesia; una imagen de mujer con una cabellera largay corona de oro, montada en un corcel negro, el mismo que sacaba fuego cuandoexhalaba. En su mano llevaba una espada que resplandecía y con ésta los desafiaba.No les permitía el paso, hasta el punto de hacerlos atemorizar por lo que salieronen estampida de regreso al otro lado del río. Es por esto que los macabeos enhomenaje a ese milagro juraron en recordatorio celebrar todos los cinco de agostola "Fiesta Jurada" en honor a la virgencita que nos hizo el milagro.

_ El profesor increpó ¿entonces la virgen defendió al pueblo de Macas y ahuyentoal pueblo Shuar? ¿Pero, no es la virgen de ellos también?

_ Así mismito fue mi joven Oswaldo, esto porque la virgen defiende las causasjustas y desde esa fecha hasta ahora no hemos tenido ataques. Gracias al cielohemos podido andar en paz, lo cual ha beneficiado a estos dos poblados.

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La noche iba cediendo y la luz del sol comenzaba a salir por el Cutucú. Más personasllegaban y las puertas de la iglesia se habrían de par en par. Los conscriptos venían arezar quizás sus últimas plegarias antes de partir. Todos entraban y la iglesia sellenaba, el miedo a la guerra se respiraba en el ambiente. Tras esa frontera, a lolejos se asomaba una franja azul donde el enemigo los esperaba. Quería tomarla Amazonia, pero que equivocado estaba porque pensaba que nadie saldría areclamar. Pensaba que era tierra de nadie. Un lugar que sería fácil de dominar.

De repente decenas de hombres de la selva; casi semidesnudos, pintadas suscaras con lanzas y cuchillas se habían aglomerado en las afueras de la iglesia.Algún niño dio el aviso por lo que los conscriptos salieron cargando sus carabi-nas para ver qué pasaba. Desde la puerta de la iglesia se colocaron en posiciónapuntando a aquellos hombres, mientras la gente se amontonaba.

_ Venimos en son de paz.

_ Soy el capitán Orellana. ¿Qué es lo que buscan tan temprano?

_ Queremos pelear juntos contra enemigo. Nosotros conocer selva como palmade mano.

_ Si vienen a pelear y ayudarnos tendrán que obedecer mis órdenes.

_ Somos los "Arutam", sólo dígame cuando partir y ahí nosotros ir.

_ Alístense que enseguida nos vamos porque mientras más hombres tengamosserá mucho mejor. Así que espero que se hayan despedido de sus mujeres...Bueno, no me queda más que decir ¡bienvenidos a la batalla!

Ese día no importaba el color de la piel, el idioma o la etnia. Lo único queinteresaba era que todos formaban parte de ese terruño por lo que se ofrendaríala vida si fuere necesario. Era necesario unirse y defenderse del invasor. Lasdiferencias se esfumaban en ese momento, todos se sentían un solo hombre. Nohabía ni cholo, ni indio, ni negro, ni blanco o mestizo. Por sus cuerpos corríauna sola sangre en esos momentos, la sangre de los ecuatorianos.

Ese día partieron muy por la mañana un buen puñado de hombres rumbo ala guerra. Entre ellos se despedían Pablo y José. No decían palabra alguna,no demostraban ninguna emoción. A ellos les enseñaron que los Macabeosno lloran, no gimen, no dan su brazo a torcer. Sus hermanas los abrazaban y sumadre lloraba por la partida. El viejo Florencio erguido y fumando un tabacolos miraba mientras se marchaban pero no decía ni una sola palabra. A pesar deaquello estaba llenó de orgullo por los suyos. Para sus adentros se decía esperoque regresen, más si no lo hacen que se lleven a todos los peruanos que puedana la tumba carajo.

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En ese poblado se organizó un comité de guerra con los pocos hombres quequedaron. Lamentablemente no había casi ni una sola arma, por lo que si losperuanos llegaban tendrían que defenderse aunque sea con los picos, machete opalas. Se encargó a don Segismundo por tener un terreno cerca de los saíesianosy con vista al Upano, para que junto a su familia estén vigilantes las veinticuatrohoras. Si divisaba algo extraño, alguien tendría que correr hasta la iglesia y tocarel campanario. Claro que se acordó estar vigilantes del loco Valentín, para queno les haga otra mala pasada como la de esa madrugada. Una vez que se delega-ron algunas responsabilidades; todos caminaron rumbo a sus chacras, a ver a losguagras y a sus casitas. Después de todo, eso tampoco se podía descuidar.De regreso, los Gonzales Rivadeneira se percataron que leña no había para ca-lentar ni una agua siquiera, razón por lo que le mandaron a Oswaldo junto conFernanda e Inés para que trajeran cortando un poco de troncos del sector depinduyacu que quedaba cerca de la playa. De camino a recoger la leña unosafuéranos aparecieron por ahí y molestaban a las jovencitas.

_ Que lindas están sus hermanas señor. Linda, bonita, regáleme una sonrisa yaque está muy seria.

_ ¿Quiénes son estos Fernanda?

_ ¡No lo sé! Algunos vividores que han venido a Macas por la canela y tal vezpensando que hay oro. Pero déjamelo a mí que estos badulaquis no se van a ve-nir a burlar en nuestra tierra.

_ Hola mi bonita ¿y qué fue de los zapatos que te di ayer?

Le decía esto mientras la intentaba abrazar y se burlaba porque la joven estabadescalza. Esto derramo la última gota de paciencia que tenía Fernanda debido aque los muchachos de aquella época acostumbraban andar a pata Hucha, por-que prácticamente no había zapatos en la zona y lo único que tenían eran unaschaquicaras que utilizaban para ir a la chacra o para ver el ganado.

La señorita Fernanda no aguantó más esas insolencias por lo que cogió unagran piedra que estaba en el camino y le atinó un certero golpe en la frente delforáneo. Ante este acto inesperado todos salieron en estampida corriendo porlos matorrales.

_ Y manacanas, más les vale que no vuelvan por acá

_ ¡Vamos rápido a ver la leña hermana! vayan a querer regresar

_ Estos cobardes no vuelven por otra, les conozco bien a los de su calaña

_ No me esperaba que hicieras eso Fernanda

_ En estas tierras Oswaldo tenemos que defendernos de las serpientes, de lospeligros de la selva y de muchos lobos como los del día de hoy.

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_ Veo que en la tierra de los Macas, las mujeres son de armas tomar. Me imaginoque si les dejaran ir a la guerra con gusto lo harían, y a los peruanos les iría muymal.

_ Así somos las "macabeas" pero con todo vamos pronto que han de necesitarla leña para cocinar.

_ ¡Sí! taita Florencio vaya a pensar mal... ¡Vamos, vamos!

El regreso no se hizo tan ameno, porque cada uno llevaba un buen atado de leña.Sin embargo, a paso rápido y sin chistar ni una sola palabra avanzaron a llegarantes del mediodía, por lo que rápido doña Michita y su comadre comenzarona preparar una suculenta sopa para que les aguante la tarde a sus comensales.En la casa de don Florencia se sentía la ausencia de Pablo y José, porque ahoratodos los demás hermanos junto con Oswaldo tenían que colaborar mucho máspara avanzar con las tareas que se realizaba a diario. El afuerano durante toda esasemana pasó buscando un pequeño espacio para arrendar, más no encontraba nadacómodo. No quería seguir siendo una carga para la familia Gonzales Rivadeneira,pero pasaba el tiempo y con los días se sentía más a gusto en aquella casa.

Oswaldo y Fernanda caminaban uno de esos días hacia el pozo en donde seconocieron varias semanas atrás. El tiempo había transcurrido de forma rápidapara el joven. Esos tiempos parecían como la neblina que se esfuma de prisacon la llegada del astro rey. Mientras deambulaban las palpitaciones del jovense aceleraban. Sentía como si un espíritu lo poseía y perdía el control del habla.Quería decir tantas cosas más su lengua se entorpecía, desvariaba y no podíaexplicarle sus sentimientos a la señorita Fernanda. A propósito, ese día estabamás bonita que de costumbre porque se había arreglado, se había puesto sumejor vestido porque era domingo y tenían que asistir a la santa misa. Era eldía para rezar por los caídos en la guerra, el día para hacer plegarias por sushermanos.

_ Señorita Fernanda, yo se que son pocos los días que la conozco, pero ya pareceque fuera usted una vieja conocida. Lo de vieja es porque la siento muy cercana,más no porque lo fuera.

_ ¡En serio profesor!

_ Bueno, no sé cómo explicar pero cuando estoy cerca de usted las horas parecenminutos, sonrío más que de costumbre y quisiera que el tiempo se detuvierapara tenerla viva en mi recuerdo.

_ ¿Qué es lo que me quiere decir Oswaldo?

_ Le quiero decir que desde que la vi por primera vez en éste lugar, usted mehechizó. Quiero que... quiero que... que... No sé cómo decir.

¡Hable no más!

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Esto le decía mientras el muchacho sin que se percatará se le acercaba y suslabios chocaron simultáneamente. Se separaron por un segundo, sus ojos nodejaban de verse, pero nuevamente sus labios se juntaron y en ésta ocasión porun tiempo más prolongado. Esa tarde con un beso sellaron su compromiso. Nofaltaban más palabras, simplemente sabían que sus vidas desde ese día quedaríande alguna forma unidas.

Durante la noche la señorita Fernanda no pudo conciliar el sueño. Se le veníanmiles de preguntas a la cabeza. ¿Pensará que soy una chica que me beso concualquier afuerano?, ¿estará jugando con migo Oswaldo? ¡Si es así no sale vivo deMacas! Pero que delicioso que fue su beso. Lo quisiera repetir unas mil veces. Susbesos se asemejan a la llovizna que refrescan por las mañanas nuestras tierras y lashacen fértiles para cultivar.

En su cuarto Oswaldo por su parte dormía plácidamente, apenas se acostó sobrela cama su cuerpo se rindió ante Morfeo. Al siguiente día mientras comían unarica carne al jugo con yuca, Oswaldo simplemente se conformaba contemplandoa su amada Fernanda, y muy de vez en cuando sacándole una leve sonrisa. Estoporque la rigurosidad para el noviazgo en la tierra de los Macas era muchomás estricta que en su tierra natal. Don Florencio se la pasaba hablando de susandanzas, mientras todos escuchaban atentamente alrededor de la gran mesade madera.

Por la tarde, Taita Policarpio salió a cuidar y revisar los huagras en Pitalomadonde tenían una gran finca los Gonzales Rivadeneira. Montado en su potrocabalgaba con buena prosa por esos campos llenos de hierba verde. Como nohubo novedades estuvo menos tiempo que de costumbre y se apresuró a regresarrumbo a casa a eso de cuatro de la tarde. De pronto un gran sonido por el aire seacercaba a gran velocidad. Taita Policarpio avanzó a ver de reojo una gran sombraque se acercaba. Parecía un animalón que sobrevolaba muy de cerca por los árboles.Aceleró el paso del animal, sin embargo, el bulto lo alcanzaba rápidamente. Alver que no podía escapar y temiendo por su vida, optó por votarse a un lodazalen donde esperó hasta que el zumbido de aquella gran sombra con alas abiertaspasará sobre él.

_ ¡Ay caray! ¿Qué animalón es el que anda por ahí?, voy rápido a mi chozaporque rumbo a Macas creo va ese desgraciado, y mejor cargo la escopeta vayaa ser peligroso este bandido.

Cabalgó unos quince minutos y llegó a una pequeña plaza que estaba ubicadaen el centro de la ciudad. Varias familias se habían preocupado por el estruendo,unos se habían votado al piso, otros creían que la guerra había llegado hasta suspuertas.

_ ¡Es un avión, un avión!, decían algunos por ahí.

_ Vamos a la pista de tierra que está en construcción. Esa dirección le vi quetomó.

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_ i Vamos pronto carajo!, vamos a ver qué pasa decían algunas voces ante elestruendo.

La multitud de personas iban por decenas y como para una procesión caminabana esa pequeña pista que estaba a medio terminar. Además, en ese sitio nunca sehabía visto llegar ninguna maquina voladora. Nadie sabía a ciencia cierta de quese trataba ese animalon. Muchos se preguntaban ¿cómo volará ese bandido?,creían que hasta podría tratarse de un ave de mal agüero.

Todo el poblado se había congregado en pocos minutos alrededor de esa víarecta de piedras, lastre y muchos desniveles que servían como pista de aterrizaje.Los niños habían dejado sus aulas de clases, los pocos burócratas como no teníanmayor actividad fueron a curiosear. Una pequeña e imperceptible llovizna caíaen el poblado. Al frente de la pista el Kilamo vigilaba atentamente tan intrépidahazaña. Nadie se esperaba esta inesperada visita. El alcalde parecía preocupadopero al mismo tiempo extasiado por saber qué novedades llegaban con aquelartefacto que permitiría tener mayor contacto con el resto de la Amazonia y elpaís. De pronto la nave se detuvo por completo y se abrió una puerta pequeña dedonde bajaron dos personas. El que parecía al mando traía una chaqueta coninsignias de metal y algo que cubría sobre su cabeza, muy parecido a un

sombrero aunque con un gran sello en la mitad.

_ ¡Buenos días pueblo de Patuca! Soy el Coronel Edmundo Carvajal y les doy unsaludo en nombre de las gloriosas Fuerzas Armadas a las que sirvo. Aquí está micopiloto el señor Gustavo Chávez quien muy pronto terminará sus estudios enderecho. Bueno, pero espero haber llegado a tiempo con el cargamento para lamilicia, porque en tiempo de guerra les será necesario todos estos víveres quehemos traído.

_ Buenos días Coronel, soy el señor Telmo Jaramillo, alcalde de este pueblo. Antesu primera afirmación me gustaría aclararle que aquí es la "tierra de los Macas",no Patuca como usted acaba de mencionar. A un día y medio de caballo está eseotro poblado lleno de afuéranos.

Pero esas fueron las coordenadas que nos dieron, a diez minutos de Shellme explicaron que vería el esplendoroso río Palora, a veinte minutos amargen derecha el río Upano y que luego divisaría la población de Patuca y lapista. Nunca nos informaron de este poblado.

El avión que llegó a Macas era de combate y tenía una capacidad paraunas ocho personas, sin embargo, solo dos eran los ocupantes porque el espaciorestante lo habían llenado de alimentos, armas y municiones. Abuelos, hombres,mujeres, niños rápidamente estaban alrededor del artefacto tratando de curiosearque es lo que ese pájaro de acero había traído a la inhóspita selva. Algo quellamó la atención de algunos fue el rostro del copiloto don Gustavo Chávez,quien tenía varios puntos rojos en su cara, como si los mosquitos hubieran de-gustado de un gran banquete días atrás.

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Una vez que se enteró del craso error, el Coronel Carvajal se despidió rápidamentede las personas en el poblado, quienes estaban atónitos ante tan inesperada visita.Para este recorrido corto hasta Patuca invitaron al alcalde a vivir de esa experiencia.La pista no estaba terminada pero subió a la nave la autoridad antes mencionadacon el Coronel. Tomó la palanca; prendió la hélice de tres astas, y las llantas dela avioneta comenzaron a moverse para coger pista. Se dirigió a la parte sur,porque de sur a norte había unos ciento cincuenta metros libres con mejoresposibilidades para poder tomar impulso y volar.

Todos se hacían a un lado para ver el despegue del pájaro metálico. Los niñoslevantaban sus manos para despedirse, el motor de la máquina incrementabala potencia y el ruido que causaba era ensordecedor. Los alerones se abrían yaquel artefacto cogía velocidad, cuando de repente un grito se escucho, los ojosde los asistentes se abrieron de par en par y los rostros palidecían. No se sabea ciencia cierta ¿qué es lo que pasó?, pero mientras el avión tomaba altura tocónuevamente tierra y en milésimas de segundo la cola se levantó, el pico juntocon la hélice se clavaba contra el suelo y con una voltereta panza arriba quedabarecostada aquella nave de guerra.

Los varones corrían rápidamente a ver qué pasaba. La alegría de hace algunosinstantes se había esfumado por completo y ahora el pesar se respiraba en elambiente. Unas manos empujaban aquella compuerta y gateando se movían a sueloseguro. Era el copiloto. El estudiante de derecho Gustavo Chávez.

_ ¡Todos estamos bien! El Coronel Edmundo Carvajal ya sale...

¡Gracias a Dios todos estamos vivos!, replicó luego de varios segundos elCoronel mientras gateaba a través de la compuerta.

_ Chuta, estas máquinas del demonio no han sido tan seguras como uno pensaría. Estaserá mi primera y la única vez que suba a uno de estos artefactos caray Además,espero que no sea un mal augurio...

El alcalde salía refunfuñando, golpeado y adolorido. Esta era su primera vez, enel apuro no se había colocado el cinturón de seguridad razón por lo que habíarodado por todo el pequeño aeroplano. De milagro y no se mata.

En ese estado los visitantes no podían hacer nada. Intentaron darle vuelta aaquella máquina del aire, más fue difícil y se corría el riesgo de romper partesdel artefacto. No hicieron más intentos por lo que mejor comenzaron a idearsecómo llegar con el cargamento hasta Patuca. La avioneta por su parte se habíaencariñado con la tierra de los Macas, porque hasta que la repararon por completose quedó cerca de dos meses.

Luego de algunas horas al Coronel Edmundo Carvajal y a su ayudante no lesquedó de otra que pedir que se le arriende unas buenas yeguas y caballos paracargar el pesado cargamento, y de esta manera avanzar a llegar al lugar que se leshabía encomendado.

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Todos se despidieron de esas fugaces visitas y en su fuero interno quedaban conmás dudas que certezas. Con más preguntas que respuestas pues a lo lejos se veíacomo los pilotos, cargueros y animales se perdían por el sur de aquella pista.

Todos regresaron a sus casas esa tarde excepto uno, en vista de que al avión selo dejo bajo el resguardo de Telésforo Jaramillo, quien debería informar sobrecualquier anormalidad. Para esto le dieron unas cuantas monedas como anticipopor su trabajo de celador. Sin embargo, al regreso de los pilotos le dijeron que lapaga sería mucho mayor.

El taita Policarpio estaba completamente anonadado por lo que sus ojos cargadosde años habían visto casi al final de sus días. No creía que fuera posible volar consemejante peso. Inclusive no comprendía cómo podía llevar ese pájaro mecánicotanta carga. A la hora de la cena todos comentaban en casa de los GonzalesRibadeneira de lo sucedido aquel día.

_Con estos artefactos por fin podremos ver que es lo que ocurre fuera de la tierrade los Macas, caray.

_ Padre, pero creo que ahora estaremos más bien expuestos a todos los peligrosde allá afuera respondió el joven Domingo.

_ Tarde o temprano iba a llegar este día y te aseguro hijo, cuando llega nunca seestá preparado.

_ Al comienzo creí que era un ave de rapiña que me destriparía las entrañas,caramba. Luego pensé que estaba ashposo y por eso tenía visiones, ¡caray! Esesonido traqueteaba mis entrañas, teniendo mejor que saltar al fango, para salvaresta chulla vida.

_ Nosotras con mis hijas estábamos en la cutanga chapullando los granos, cuandosentimos ese estruendo, ¡virgen purísima! La tángana, la guaysamanga rodaronpor el piso. Sin pensarlo, ya estábamos bajo la mesa creyendo que era un tembloro el fin del mismo mundo.

_ ¡Mamá!, pero el susto más grande se lo llevó el alcalde. Disque por saber quese siente al volar casi termina trasquilado. Estaba toditito pálido cuando gateabapara salir de esa máquina. Creo que hasta se persigno si mal no recuerdo, manifestóla señorita Inés.

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Capítulo Vil

La tarde estaba fresca, más de repente comenzó a llover. Al comienzo leves gotasde agua, hasta que parecía como que las compuertas del cielo alguien las hubieraabierto de par en par, olvidándose de cerrarlas después.

Aquella tarde paso lenta y sin prisa. Ya por la noche todos se recostaron a dormirtemprano aunque Inés comenzó a sentirse un poco mal. Tenía dolor de cabezay la temperatura de su cuerpo subía. Estaría con unos treinta y nueve grados,por lo que doña Michita y su comadre la mantenían fresca a puro paño de aguafría. Esa noche le dieron un brebaje para que expulse la enfermedad, más en lamadrugada la joven tiritaba de frío. La arroparon, pero a pesar de aquello sucuerpo se escurría en sudor.

Apenas cantaba el gallo le llevaron donde el Chanalata, quién era enfermero delejército y estaba a punto de partir para prestar sus servicios a los combatientesen un destacamento cerca de la frontera. Él debido al difícil acceso de la medicinaa la zona y por sus dotes de investigador curaba con medicina natural, además derudimentarios utensilios. Su nombre era Martín Chabla y no era de por esastierras, pero debido a la guerra se había trasladado hasta Macas. Se sabía pocode él en realidad, aunque se decía que tenía una esposa e hijos en la costa, y lode la medicina lo traía en la sangre porque siempre estaba presto para servir oayudar, inclusive de forma gratuita si el caso así lo ameritaba.

Cuando la vio en horas de la mañana, la niña estaba mucho más desmejorada.Seguía hirviendo en fiebre y muy arropada con chales de su madre. En su cuerpose veía unos puntitos que resaltaban sobre su tez delicada. Don Florencio, su madrey su hermano Domingo la habían acompañado. Don Chanalata tenía un pequeñocuartito para atender a los pacientes civiles lejos del destacamento militar. Esteestaba ubicado a unas pocas cuadras de la Casa Municipal.

_ ¿Qué es lo que tiene mi guambra, don Chanalata?, parece que alguna punchanozale ha picado o peor aún se le ha pegado el * cuchapi"

_ A simple vista parece una infección, pero por mi experiencia esto podría sermucho más grave.

_ ¿De qué me hablas?... pero ¡se pondrá bien verdad!

_ El chanalata guardo un momento de silencio. Luego manifestó, señores porlos síntomas y estas erupciones de color rojizo estaríamos ante un posible casode viruela

_ ¡Hable claro Chanalata!, ¿qué mismo es eso de la viruela?

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_ La viruela es una enfermedad que yo en lo personal no conozco su causa, peroalgunos de sus síntomas son el dolor de cabeza o espalda, diarrea, fiebre alta yerupciones como las que su hija tiene en la cara y piel.

_ ¿Cómo podemos curarla?

_ Salgamos un momento...

La dejaron a la joven en una pequeña cama improvisada para los pacientes.

_ Su curación es muy difícil, aunque hay una vacuna que se ha desarrollado paratratar esta enfermedad y así evitar la muerte. Pero esta vacuna hay que mandarlaa traer de Quito, y eso tomará tiempo.

_ No entiendo, ella es saludable, ¿cómo se le pegó esto?

Esta enfermedad es muy contagiosa, y por eso la van a tener que poneren cuarentena. Posiblemente tuvo contacto con alguna persona de fuera deMacas. A todos los que estuvieron cerca de ella, o le toparon tendré que darlesun preparado que inclusive yo mismo lo tomaré, aunque para venir al oriente meobligaron a ponerme esa vacuna. Además, le informaré de este acontecimientode manera inmediata al Coronel Flores porque nos encontramos ante una po-sible peste, la misma que si no la enfrentamos a tiempo puede ser peor que estamaldita guerra porque nos diezmará puertas adentro, en nuestra propia casa.

_ Pero... todos hemos estado en contacto con Inés, y no sé quién la pudieracontagiar

_ ¡Florencio! Puede que haya sido el copiloto Chávez que llegó ayer a Macasjunto con el Coronel Carvajal. Estaba decaído el maipisiri, y ahora que recuerdotambién tenía esos puntos rojizos manifestó doña Michita.

_ Me lo presentía... sabía que esa máquina voladora era como un ave de malagüero.

_ Don Florencio, esto es algo serio. ¿Ese copiloto ya se fue?

_ Se fueron a Sucúa para luego trasladarse a Patuca, disque a dejar una carga quetrajeron para los milicos.

_ Yo enviaré a un trabajador para que comunique lo que está pasando alas autoridades del otro poblado, aunque espero que no sea demasiado tarde.Manténganse en su casa y eviten en lo posible el contacto con su hija, puede queustedes sean más resistentes. Laven además todas las sábanas y desinfecten todito loque Inés utilizó. Tomen también este brebaje que les preparé, y roguemos para queno se haya propagado el virus.

_ Chanaíata, pero... ¡Será suficiente!

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_ Para la fiebre hiervan el agua de flores de malva y toronjil. Esto se lo ponen conpaños. Para el dolor de cabeza busquen las hojas de santa maría, aguacate y achote.Calienten las hojas y pónganle sobre la frente. Esto la mantendrá controlada. Lodemás se lo dejamos a quienquiera que sea su dios.

A los pocos días la enfermedad no cedió a pesar de los esfuerzos del Chanalata ySor Gertrudis para tratar de salvar a la niña. Las campanas de la iglesia hicieroncorrer con el viento el rumor de la muerte de la señorita Inés, quién se encontrabaen plena flor de la vida. La muerte es así, no respeta la edad o condición social, norespeta al rico o al pobre, tanto el bondadoso como el malvado tienen que regresaral polvo, pero el momento y la hora nadie lo sabe porque la muerte nos visitacuando a ella se le da la regalada gana.

Al entierro fueron unas cuantas personas porque el virus se había esparcido, ytodos permanecían encerrados en sus casitas de chonta y paja. Ella, sin embargo, habíasido la primera víctima y la impotencia se reflejaba en el rostro de su padre quiencomo nunca guardaba silencio. La alegría de su corazón se había esfumado. Lamelancolía y la depresión lo acompañaban. Ese día que tocaron las campanashicieron una pequeña misa, la enterraron, pero no se dieron palabras ni despe-didas. Todos sentían como un solo golpe el dolor. Su padre al regresar a casa seacabó él sólo dos pomas de trago puro, por lo que se quedó tendido en el corredor.Nadie se le quería acercar, nadie sabía que decir. Doña Michita, más bien manteníala fortaleza del hogar y atendía los quehaceres. Ella se desgarraba por dentro, másno lo podía demostrar.

La peste se expandió más rápido de lo previsto. No se estaba preparadopara este acontecimiento atroz. Las autoridades hicieron todo lo posible al igualque el ejército para que enviaran la medicina, pero no llegaba y los días pasabanpor lo que la muerte hacía un festín en el poblado y disfrutaba de su banquete.Don Florencio tomó la decisión de salir de Macas y se fue a refugiar en un granpedazo de tierra que tenía subiendo el Kilamo. Muchos hicieron lo mismo.Otros cruzaron el río y se refugiaron al otro lado del Upano. Por las calles en"la tierra de los Macas" se veía una que otra persona y la mayoría solo sacabansus cabezas por las ventanas, para ver si alguien informaba sobre la llegada delmedicamento. Gracias al cielo estos pobladores comían de lo que cultivaban ensus pequeñas huertas, lo que les daba un poco más de tiempo.

En el día casi nadie salía, y si se lo hacían era para refugiarse por las afueras. Lospocos que se quedaron, por las noches sembraban y en el día cosechaban unplátano, una yuca, una lechuga o cualquier cosa que les permitiera sobrevivir.

Joselito Martínez por su parte se encontraba dentro de la misión y como nose iniciaba el periodo escolar, estos pasaban casi enclaustrados. Nadie se habíaacercado a curiosear lo del incidente del avión por lo que se mantenían seguros.Es más, el pequeño ni se daba por enterado del riesgo ante el que se enfrentabanlos pobladores de Macas.

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La pesadumbre y el duelo se respiraban por esas calles vacías y polvorientas. Laimpotencia y el miedo se habían apoderado de las familias. Hasta se pensaba queera un castigo divino, por lo que los mayores con su rosario y la biblia en manoamanecían rezando plegarias que no tenían sentido, esto por causa del cansancioy el hambre.

En el Kilamo Taita Policarpio tenía una pequeña cabana en donde se acomodótoda la familia. Caminaron con la carga al hombro por unas cuatro horas hastallegar al lugar. Cruzaron ese puente pasarela que permitía el paso sobre el ríoJurumbaino. La cuesta al Kilamo por medio monte se hacía cada vez más dura.Los que llevaban la carga casi lloraban porque tenían que arrastrarla a cuestas.Don Florencio, el profesor Oswaldo, Gonzalo y Pedro eran los que acarreaban lomás pesado. Al fin y al cabo no sabían cuánto tiempo se quedarían en el lugar porlo que necesitaban estar preparados. Al divisar la cabana votaron las changuinasy se acostaron tendidos. Sus pies ya no les respondían por lo que temblaban alcaminar.

Rufino, el vaquero que cuidaba las reses del sitio salió a recibirlos y tomó unopor uno los bultos. Las mujeres llegaron a la casucha y rápidamente la arreglaronpara dormir en aquella noche. Cerca del lugar había reses que deambulaban,además de algunas gallinas que cacareaban porque se venía el anochecer.

En aquel sitio se las arreglaron como pudieron y sin chistar aquella noche todoscayeron rendidos. Al día siguiente, como de costumbre doña Michita tarareabalas ollas desde muy temprano al hacer el desayuno.

Oswaldo había salido unos minutos antes en la madrugada a inspeccionar elsitio. Desde ahí a lo lejos se divisaba la "tierra de los Macas". Sus casitas ensilencio permanecían como una fotografía en blanco y negro a la distanciallena de nostalgia. Camino un tanto más, y se encontró con un riachuelo quelo llevó a un pequeño lago del cual se desprendía un olor pestilente. Sus aguaseran hediondas, su color era café oscuro y alrededor de las mismas cientos demariposas se congregaban en una danza exótica. Oswaldo estaba extasiado.Nunca había visto tal variedad de colores en movimiento. Unas tenían forma dequinde por su velocidad al volar, otras parecían culebras porque eran delgadas ylargas, unas pocas parecían pequeñas y delicadas, algunas se diferenciaban por-que tenían un solo color mientras que otras se asemejaban a un arcoíris.

Al rato llegó Fernanda y lo tomó de la mano. El sol salía frente a ellos para darles losbuenos días. Esa mañana Oswaldo supo que no se desprendería de aquella mujer.Fernanda puso su otra mano cerca de aquel pequeño lago y las mariposas la con-fundían con una rama del lugar, por lo que se asentaron sobre ella. Unos segundosmás tarde se escuchó la voz de Pedro que los llamaba para que se acercaran a lachoza.

En realidad no los necesitaban para nada a Oswaldo y Fernanda, sin embargo, sumadre no quería que los muchachos estuvieran solos. Eso es malo para la carne yhasta los más santos en arca abierta pecan pensaba para sus adentros..

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Comieron aquella mañana, pero por los recientes acontecimientos y las muertesacaecidas, la conversación era de igual forma lúgubre o mejor dicho el silencioprimaba en la cabana.

Cerca del medio día Oswaldo acompaño a Rufino a cortar leña para la reservade la semana. Todo en esos días se cocinaba en el fogón.

El vaquero montó a su caballo que se llamaba Cuchufleta y él a Sultán, quién nogozaba por esos días de buena salud. Picaron con sus animalotes montaña arribapara partir unos buenos troncos que sirvieran luego para preparar la sabrosa comidacon la sazón de doña Elisita. El caballo de Rufino no era de buena estirpe, sinembargo caminaba erguido y con prosa.

_ A estos caballos chucaros guambra hay que saberlos domar. No hay potro niyegua que se me haya resistido caray. El suyo a propósito parece que anda unpoco cansado o rengo. Pero no se preocupe, allá en la choza tengo unas yerbasmedicinales que les doy a mis caballos cuando tienen ese semblante.

_ Gracias mi señor.

_ Nada de señor, aquí en la montaña todos somos iguales ante el creador. Señorhay sólo uno y te aseguro que está en los cielos. Me conformo jovencito con queme diga Rufino.

_ Si así lo prefiere no tengo ningún inconveniente. A propósito, ¿por qué le pusoese nombre tan raro a su potro?

_ Verá mi joven. Años atrás en Macas, llegó un titiritero con unos muñecos quedisque les hacía hablar. Uno de ellos era negro y flaco, siendo su sobrenombrecuchufleta. Esto me pareció gracioso y como mi potro era irqui y negro como lanoche, io bautice con ese nombre.

_ Pero, se nota que quiere mucho a estos animales.

_ Son mi vida en esta montaña desolada. Mi otra yegua se llama "Nadie Monta"y ya lo averiguarás. Todo lo que saben me lo deben a mí, aunque creo que yo lesdebo mucho más porque en varias ocasiones me han salvado la vida. Recuerdo unaocasión en que cruzamos el caudaloso Upano, porque me fui a ver una guambraal otro lado y me quedé como dos días en Sevilla, festejando y tomando aguaardiente. De regreso al Kilamo, Don Silverio me hizo quedar tomando una chichitaantes de cruzar el río de regreso a Macas, pero el Upano poco a poco iba creciendo.Me despedí del veterano, me santigüé y con mi potro me lance a la correntada.El cuchufleta comenzó a patalear, pero en medio río éste me vota un chiflonazoy me sacó de la montura. Gracias a Dios me avance a envolver de la cola de estepotro que usted ve aquí y le dije: Cuchufleta, ¡sácame de aquí! Luego de algunosminutos estuve río abajo en la orilla. Me senté a llorar y me dije a mi mismo, poresta mujer no voy a morir, así que juré por la virgen santísima no volver más poresa guambra. Hasta el día de hoy esa promesa la he cumplido mi joven amigo.

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_ Vaya, ahora entiendo su aprecio por estos animales. Son unas bestias impresionantes,fieles como un sabueso, hermosos como las mismas mujeres, fuertes como el toropadrote y veloces tal cuál leopardo.

Podré no tener para comer o para comprarle un vestido a mi prometida; pero amis animales no les falta su buen pasto, una linda montura y una buena sobada.Además, deben estar bien bañaditos y bien herrados caray.

Mientras la peste diezmaba en la "tierra de los Macas", la guerra en la fronterapor otra parte seguía su curso. Las decenas de jóvenes que habían salido de laciudad, fueron trasladados en esos aviones grandes del ejército hasta el sector deTaisha, Puerto Morona y Gualaquiza. Desde estos puntos entraban a la selva pararealizar las inspecciones de rutina. Pablo y José Gonzales Rivadeneira fueron llevados aTaisha, donde inmediatamente se los colocó a orden del capitán Benavidez, quiénlos puso a aserrar para contar con madera que serviría en la construcción de lascabanas para la armada.

Desde las siete de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde pasaban aserrandocuando no había escaramuzas. Cada conscripto a pesar del trabajo tenía queestar listo con su fusil en mano para contestar cualquier ataque sorpresa. Apesar de esos sobresaltos, las balaceras y los bombardeos se daban mucho másal interior.

Otro de los problemas a los que se enfrentaban los hijos de don Florencio, era al deesa maldita hambruna. La comida era escasa, no llegaban las provisiones y teníanque sobrevivir con lo que encontrarán en aquella tupida selva. Su racionamientodiario era de plátanos, yuca o en el mejor de los casos un aguadito de papas. Losmuchachos comían muquindes o pepas de potomo cuando no llegaban los vuelosdel ejército. El hambre casi los mataba porque en Macas estaban acostumbrados acomer mucho mejor.

Un día a José mientras cuidaba algunos ganados del ejército, los mismosque servían de alimento para los tenientes y capitanes, se le resbaló la sogaque agarraba a una vacona. Ésta creo que se asustó y como correteo cuandotodavía no había sido asegurada contra el árbol, la mano de José casi la pierdeporque debido a la fuerza el animal lo arrastró contra el tronco y un dedoquedó completamente fracturado.

El capitán del destacamento luego del incidente le manifestó:

_Cabo José, sabemos que su mano derecha ha sido afectada por el tirón de eseanimal.

_ No mi capitán, sabe que fue sólo un dedo.

_ Admiro su valor. Sin embargo, el médico que lo atendió me ha dicho que ustedpuede irse a casa cuando quiera, porque no podrá pelear de igual manera.

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_ No me voy señor capitán. Eso sería deshonroso para mi familia. Si tengo quesalir antes de hora, prefiero hacerlo en un ataúd. Así que, por favor no me pidaeso capitán.

_ De estos soldados necesita nuestra patria carajo. Con unos mil de ese tipo yahubiéramos ganado ésta maldita guerra. Bueno mi cabo, si usted así lo decide,bien por nuestro país.

La guerra continuaba, aunque eran escaramuzas aisladas, porque ni los unos,peor los otros tenían municiones, aviones de combate o bombarderos. A pesar deaquello la gente de las fronteras andaba preocupada y todas las noches dormíancon carabina en mano pensando que cualquier rato los peruanos los invaden.

En Macas los oriundos se habían olvidado un tanto de ese tema, y si no eraporque llegaba una que otra carta de alguno de sus hijos, ni siquiera lo hubierancomentado. La peste era lo que los preocupaba y aniquilaba más rápido quela misma guerra. Para ese entonces muy pocos quedaban en el poblado. Unoshabían salido a las fincas en Proaño, Zuña, Palora. Otros cruzaron los ríos aSevilla y también al Kilamo. Unos pocos viajaron a Riobamba y Quito, dejandovacías las polvorientas calles del lugar.

Pasaron como unos treinta días hasta que llegará la medicina. Esto gracias a quese estaba en guerra y los militares viajaban constantemente por esos rumbos porlo que pudieron trasladar lo necesario para contrarrestar el virus. La noticia secomenzó a esparcir porque unos brigadistas contratados por el gobierno conmascarillas, guantes y trajes especiales visitaban las fincas, además de los lugaresdonde muchos se habían escondido. Estos les inyectaban la dosis necesaria paraque la enfermedad no les cause el efecto mortal.

La peste no le venció al pueblo macabeo. Poco a poco, se veía por las callesdesoladas personas que a paso lento se acercaban a sus covachas, huertos y patiospara ver lo que había pasado. Eran caravanas enteras de familias que regresabanpara sentir la tierra, respirar de su aire y acariciar las gruesas gotas de lluvia quecaían durante el invierno en el mes de septiembre justo al inicio del año escolar.Oswaldo Delgado junto a sus amigos, esperaron unos días más para estarcompletamente seguros de que la peste ya no les pudiera agarrar. Después detodo se le había llevado a Inés y no era justo perder otra vida más.

Luego de más de un mes de estancia en el Kilamo, la familia Gonzales Rivadeneira seanimó a regresar hacia Macas. Todo esto, luego de que inclusive a ese lugar llegaranlos profesionales de la salud para vacunarles. El retorno fue mucho más sencillopuesto que todo era de bajada y la carga era mucho más ligera. Oswaldo, apenadodejaba aquellos recuerdos y experiencias que compartiera con don Rufino, unhombre de mayor edad pero al que le brotaba ese conocimiento popular.

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Una vez en casa todas las cosas regresaban a la normalidad. La guerra terminabaporque no tenía sentido seguir disparándose entre hermanos con escopetas queya no tenían balas. Dicen por ahí las malas lenguas que gracias a la diplomacialo que se defendió con tanto valor por nuestros soldados en la guerra se perdióen unos minutos de conversación por los diplomáticos. Después de todo para elEcuador de esos años que era manejado desde Quito, la Amazonia era un mitoy no había porque aferrarse a aquello.

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Capítulo VIIILuego de algunos días y viendo que la calma regresa por esos alrededores Oswaldose armó de coraje para pedir la mano de Fernanda a don Florencio, quién sehabía convertido en el padre con el cuál no pudo compartir la vida, debido a quela muerte se lo arrebató antes de lo esperado. Todo esto luego de haber mantenidoun diálogo previo con la señorita en mención.

Esa noche todo estaba calmado y esperaron a la hora de la cena para hacer elanuncio. La casa estaba reluciente, esto porque la habían arreglado luego de suprolongado abandono por varias semanas.

_ Antes de servirnos esta cena que preparamos con Fernanda, quisiera dar graciasa Dios porque me ha guiado hasta este hogar que me acogió como a uno de lossuyos. También creo que todos estamos agradecidos por haber salido librados deesa peste que se ha llevado a muchos de los nuestros, por lo que su vacío será muydifícil de remplazar. Sin embargo y a pesar de todos estos desafíos la vida conti-núa, razón por lo que con Fernanda queremos celebrarla. Le he pedido primeroque me permitiera ser su prometido porque hasta ahora ella ha sido como unahermana para mí. Pero me ha respondido lo que es correcto, porque no puedeaceptar mi propuesta si antes sus padres no la aprueban y la bendicen.

_ fovencito, recientemente he perdido una flor de mi jardín, y ahora viene usteda quererme robar mi primera rosa.

_ No lo vea de esa manera don Florencio. Yo creo que con este compromisousted ganará un hijo, y si fuese necesario trabajaría el tiempo que usteddisponga en sus tierras para poder acceder a su bendición.

_ Te he dado trabajo, comida y afecto, pero ¿llevándote a mi hija es cómo mepagas?

_ ¡Florencio!... no te pongas quisquilloso. Nuestra hija ya no es una manacana.Está en edad de casarse y procrear hijos. O ¡acaso siempre quieres tenerla connosotros! Además, a Oswaldo lo conocemos y se ha ganado nuestra consideración.

_ Me parece que fue ayer cuando era solo una niña, y para mí lo sigue siendo.¡Fernanda!... no soy muy expresivo, pero quiero que seas una mujer feliz. Pero...¿Qué es lo que tú has decidido ante la propuesta del profesor?

_ Padre... yo te amo y te respeto. Sin embargo, a Oswaldo desde que lo vi espe-rando junto al pozo, algo brincó dentro de mí ser. No sé explicarlo. En todo estetiempo lo he conocido y sé que sus sentimientos son sinceros. Lo amó y si mecasara con alguien quisiera que fuese con él.

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_Ante eso no me puedo renegar caramba. Veo que ya eres una mujer hecha yderecha. Pero usted mi jovencito, si en realidad quiere casarse con mi hija tendráque trabajar con los huagras, por lo mínimo un año, ¡he dicho!

_ Eso no será problema don Florencio. Lo haré con gusto.

Aquel año transcurrió como si fuera unos pocos días para el profesor, porqueen realidad amaba a Fernanda. Y así le hubieran dicho que trabajara unos cincoaños de igual forma lo hubiera hecho. Don Florencio Gonzales, se encontrabasumamente contento porque sus reses se habían incrementado más que las detodos los vecinos del lugar, mientras el profesor cumplía con la promesa. Casia la par, los dos jóvenes entraron ese año al magisterio e impartían clases enaquella escuelita fiscal llamada "Eloy Alfaro". Ese año luego de duros trabajospor parte del profesor Oswaldo, el padre aprobó el matrimonio por lo que lospreparativos rápidamente se iniciaron.

Se organizó la boda para un siete de julio de mil novecientos cuarentay cinco. Sus hermanos Pablo y José Gonzales ya habían regresado de esa chuscaguerra y tenían cientos de historias para contar, sin embargo lo importante eraque regresaron sanos y salvos a casa.

Era un viernes cuando acudieron todos los de la familia de Fernanda másunos amigos cercanos a la tenencia política en donde se casaron por el civil.Los parientes de Oswaldo, por vía aérea avanzaron a llegar. Estaban su madre,sus dos hermanos y el tío que por cosas del destino, lo había ayudado para quellegara hasta ese poblado amazónico. El teniente político mencionó algo como:"por la autoridad que me otorga el Estado Ecuatoriano los declaro marido y mujer".Firmaron el acta y los presentes aplaudieron.

Ese día regresaron pronto a casa porque doña Elisita, sus hijas y su amiga insepa-rable habían preparado un gran banquete para el almuerzo. Inclusive el tenientepolítico asistió a esa reunión. Don Florencio no desaprovechó la oportunidadpara hacer un brindis.

_ Quiero en primer lugar agradecer la presencia de la familia de Oswaldo, quiense ha ganado ese puestito de hijo. Hoy quisiera brindar por estas dos vidas quese han unido para alegrarnos. Los desafíos y problemas que vendrán serán mu-chos, más recuerden que una cuerda de tres dobleces es muy difícil de romper.En el matrimonio, tienen que entender que está el hombre y la mujer, pero sinla presencia de nuestro creador esa unión no quedará bien sellada. Les pidoentonces que siempre lo tengan en vuestro hogar, porque solamente así podránamarse para la eternidad.

Todos aplaudieron y procedieron a deleitarse con los deliciosos platos que eranapetecibles a la vista de cualquier viviente. Luego de esto, los preparativos conti-nuaron para el día siguiente. Don Policarpio junto a sus nietos molían la cañade azúcar para la chicha. Doña Elisa, incluyendo Fernanda e Inés pelaban elmaíz para tener listo el mote que serviría en el caldo de novios.

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Don Florencio, junto a Oswaldo y sus hermanos mataban las reses quealimentarían por tres días de fiesta a los invitados.

La casa de los Gonzales Rivadeneira estaba de festejo y todos en minga ayudabana decorar y preparar los alimentos.

Esto porque cuando alguien se casaba, el poblado entero tenía la obligación departicipar en esos días de algarabía. Aquí no es que se mandaba invitaciones. Sialguien en Macas juntaba sus vidas para siempre, todos los macabeos y afuéranospodían asistir y no había escusa. Más bien, dejar de ir podría haber sido consideradocomo una falta de respeto o aprecio.

Llegó la tarde del día esperado, y el afuerano hasta casi unos minutos antes de laboda estuvo correteando tratando de alistarlo todo para ese gran evento. Llegóinclusive unos minutos atrasado y con la corbata fuera de lugar a la Iglesia. Uncura que había llegado de Riobamba medio apurado procedió a celebrar la misa.Esto porque el de Macas se encontraba demacrado y enfermo.

Fernanda Gonzales Rivadeneira estaba toda vestida de blanco con un granvelo que no permitía que divisaran su rostro. Caminó por medio de lospresentes quienes estaban todos elegantes para la ocasión. El profesorOswaldo se encontraba esperándola cerca del altar junto al sacerdote. Ellallevaba un rosario en mano y el novio sobre la parte frontal de su chaqueta sehabía puesto una pequeña medallita.

El cura pronunció unas palabras en latín y otras en español aunque con un fuerteacento italiano, razón por lo que no se le entendía nada en absoluto. A pesar deaquello, todos recitaban amén en las partes que ya se conocía que tocaba aquelcorillo. La misa duró una eternidad para los presentes, pero en especial paralos novios. Joselito, estaba de invitado de honor para aquella ocasión porque élera quien llevaba los anillos. Luego de una hora y media de misa mencionó elcura algo parecido a "puede besar a la novia", razón por lo que rápidamenteOswaldo Delgado aprovechó lo mencionado y terminó abalanzándose sobre suahora querida esposa.

Salieron de la Iglesia y todos aplaudían mientras se acercaban a felicitar a la nueva familia.Muchos les acompañaron directamente a casa para festejar aquella unión. Lamúsica sonaba a lo lejos en el hogar de los Gonzales Rivadeneira y un corrilloestribaba a la distancia:

Pues ya te has casadoTendrías razónAhora cumplirásCon tú obligaciónMashalla, mashallaCachunlla, cachunlla.

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La fiesta se prolongó hasta el día siguiente, el siguiente y el siguiente. Muchosse iban y otros llegaban con sus presentes. Más adelante los que se habían idoregresaban para compartir de aquella algarabía. "La tierra de los Macas" estabade fiesta y lejos a la distancia iban quedando aquellos días de penuria y dolor.

Luego de la algarabía Joselito pasó a vivir con el profesor Oswaldo y su esposa,la misma que lo acogió como a un hijo. Dejó el internado y para esos días yase encontraban estudiando en la escuelita Eloy Alfaro, donde estaba destacandocomo buen estudiante y por sus dotes de orador.

Así pasaron las mañanas, noches y ios años, hasta que el hogar de los DelgadoGonzáles tomó su propia rienda. Continuaron viviendo en esa exquisita tierrade la guayusa y la canela por lo que un día viernes en donde el sol calentaba lascalles polvorientas de Macas llegó aquella carta desde lejanas tierras.

Las cartas en ese entonces llegaban desde Shell vía aérea a ese recóndito poblado.Esto, porque era la forma más rápida de poder comunicar noticias desde elexterior.Don Oswaldo Delgado había salido a un día habitual de trabajo. Su esposa estabaen casa ya que por una recaída de gripe tuvo que quedarse en cama. Joselito, quiense había instalado con la reciente familia delgado Gonzales había salido temprano asus clases.

Alguien se acerco a tocar la puerta por lo que doña Fernanda a paso lento fue aver quién era. Don Jacinto con un fuerte grito daba su saludo mañanero.

_ Buenos días Fernanda, le traigo algunas noticias para su marido. Aquí tengouna carta con su nombre, parece que viene desde Ambato.

_ Déjame no más, que yo se la entrego... Y discúlpeme que no le brinde nada,pero me estoy recuperando de un fuerte resfrío.

_ Hasta luego Fernanda, me voy no más, vaya a contagiarme.

Fernanda se quedó con la carta en sus manos. Regresó a la cama y mientrasdescansaba procedió abrir el documento porque le intrigaba el remitente quele habría escrito desde Ambato a su mando. Allá no tenían familiares, peoramigos. La letra era mala al igual que la caligrafía. Decía en la parte exteriordel sobre: Oswaldo Delgado, ciudad de Macas. Al abrir el papel, su rostro cadavez iba cambiando de expresión al avanzar el recorrido de sus ojos por lospárrafos.

"Eres un desgraciado, ¡maldito Oswaldo!, tú por allá dándote la gran vidamientras que tus hijos no tienen ni un pedazo de pan para llevar a su barriga.No eres capaz de enviar ni unos cuarenta sucres para que pueda pagar losgastos de Miguel y Josefina que están enfermos. Lo que siembras cosechas enesta vida y ojala te pudrieras irresponsable, solo quisiste gozar conmigo y ahorani te acuerdas..."

Así proseguía la carta, con un sin número de insultos y reclamos para conOswaldo. Fernanda por su parte había cambiado su rostro convaleciente, poruno de ira y resentimiento. Tomo un poco de fuerzas y se dedicó a sacar todassus pertenencias. No se demoró ni unos treinta minutos en alistar todo. Dejo eldocumento sobre la mesa de la cocina, más una nota que decía:

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_ Hasta nunca Oswaldo, jamás creí que pudieras hacerme esto. Hemos pasadomomentos hermosos al igual que pruebas difíciles, pero tú sabías que una traición,eso sí no te lo tolero. Hasta nunca...

Al llegar Oswaldo a casa, luego de un día habitual en el trabajo se preocupo al noencontrar a su esposa en el cuarto. Por su mente pasaron pensamientos como los deque se podría haber apeorado, salió a comprar más medicina o quizás ya mejoró.Mientras pensaba en esto llegó a la mesa y tomó la nota que le había dejado Fernanda.Se quedó perplejo, no la podía entender. Luego revisó la carta y la leyó de arribaabajo. Nuevamente la revisó, miró el nombre de ía remitente que se encontraba alfinal, decía Filomena Astudillo. Su rostro palideció, sus pensamientos se turbaronmientras trataba de recordar aquel nombre.

A los pocos momentos salió corriendo a buscar a su esposa. Preguntó a sus vecinos,amigos, familiares. Nadie la había visto o no le querían dar razón. Parecía que la tierra sela hubiera tragado. ¿A dónde podría haberse ido en su estado convaleciente?, pensabamientras corría de un lugar a otro. De repente alguien mencionó que la vio rumbo ala pista. Ésta se encontraba ubicada en el centro de la ciudad, era de tierra y permitíaaterrizar a pequeñas avionetas para los traslados de emergencia o viajes esporádicoslos días lunes y viernes. En ese mismo lugar recordarán que años atrás la nave decombate piloteada por Edmundo Carvajal se diera una voltereta. Oswaldo preguntóal operador de la radio si había visto a Fernanda por ahí.

_ La señora Fernanda salió hace unos veinte minutos rumbo a Shell respondió eljoven.

Era demasiado tarde, ella había partido y tendría que esperar hasta el próximoviernes cuando se reanuden los vuelos para intentar encontrarla. Regresó a casacabizbajo y taciturno. Seguía pensando en aquella carta. Especialmente en elnombre de su remitente. Ese día no almorzó y más bien se quedó sentado sobreun sofá toda la tarde hasta bien entrada la noche dándole vueltas a este asunto.

Al oscurecer algo alumbró su mirada, se puso de pie y caminó por la casa.Recordó y viajo en el tiempo, un nombre se le vino a la cabeza. Era el de suprimo Oswaldo Delgado Ruiz, ya que sus padres debido a que nacieron casipor el mismo día decidieron dejarlos como tocayos. La diferencia radicabaentonces sólo en el segundo apellido, siendo el de uno Ruiz y el del otro Ríos.

¡Eso es!, se dijo para sus adentros, éste granuja es el culpable de todo este embrollo.

Esa noche durmió tranquilo y plácidamente, aunque sin la compañía de su amadaesposa.

El siguiente viernes dejó encargado al niño Joselo con los padres de Fernanda,tomó uno de los primeros vuelos en avioneta. Una emergencia médica permitióque saliera muy por la mañana rumbo a la Shell. Un coterráneo de esta zona fuepicado por una serpiente por lo que estaba siendo trasladado hacia el hospital VozAndes.

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Este hecho circunstancial más la amistad de un allegado que trabajaba en esteservicio permitieron que Oswaldo realizara este recorrido sin pagar un céntimopor el mismo.

Entre sus memorias, Oswaldo recordaba que su primo Oswaldo Delgado Ruizhabía hecho el servicio militar y luego se dedicó a esa vida. Vivía con disciplinaen lo profesional pero era completamente desorganizada en el hogar. Ahora,esperaba explicar todo este mal entendido a su esposa Fernanda, la misma quetomaba al toro por los cuernos cuando se trataba de enfrentar un problema. Alllegar a Shell, rápidamente se movilizó hacia el Comando Militar que acampabaen esa parroquia. Indagó por el nombre de su primo. Casi toda la mañana pasoen esta diligencia, pero al medio día un cabo se acercó y le dio la dirección exactadel lugar donde prestaba los servicios su tocayo.

Lo habían mandado a un destacamento en el centro del país y este se llamabaLulanguicho. El recorrido sería necesario hacerlo hasta Ambato, y de ahí avanzarhacia ese recóndito lugar de la patria. Estaba relativamente cerca de Shell porquepara ese entonces ya había una vía carrozable que unía a estos sitios. Oswaldotomo la decisión de seguir su camino hasta encontrar al causante de toda estadesgracia. Antes de aquello se encamino donde una tía de su esposa Fernanda.Esto porque le comentaron unos familiares que ahí se estaba quedando a dormir.Cómo cosa de buen augurio la encontró, pero no le daba crédito a lo que decía.Esto lo motivo a marcharse y buscar una prueba fidedigna de que estaba en locierto.

Una vez que llegó a la ciudad de Ambato se dirigió al destacamento militar de esazona, ahí pidió hablar con el Coronel que estaba a cargo. Al reunirse le explicóde principio a fin como había iniciado todo este enredo, por lo que el Coronel deforma abrupta manifestó:

_ Cabo Guartazaca, venga inmediatamente. Usted tranquilo Don Oswaldo, queeste asunto lo arreglamos hoy mismo.

Se acercó un joven delgado con el uniforme de militar. Tenía la apariencia de unadolescente un poco desnutrido. Se cuadro ante el Coronel.

_ Le tengo una misión urgente cabo. Vaya en este mismo instante, tome un vehículoy proceda a traer lo más pronto desde Lulanguicho al cabo Oswaído Delgado Ruiz.¡Es una orden!

El cabo salió apresuradamente de la oficina. El Coronel se había condolido de latriste situación de aquel sujeto que irradiaba desesperación en sus ojos negros.Oswaldo esperó largas horas en ese destacamento, mientras el cabo se encontrabaen la búsqueda vehemente de su primo.

Las horas parecían días durante esa aburrida espera. Los pensamientos conti-nuaban atormentándolo. ¿Y si no le encuentran? se decía para sus adentros, ¿y sino quiere venir?, escapará tal vez al intuir de que se trata.

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El cabo Guartazaca llegó hasta Lulanguicho a una hora del destacamento principal.Hicieron llamar al cabo Oswaldo Delgado Ruiz, por lo que desistió de cosecharen la huerta algunos productos para la merienda de esa noche. Llegó donde elcabo que lo estaba solicitando y se cuadro.

__ ¿Cabo Oswaldo Delgado Ruiz? ¿Cabo Oswaldo Delgado Ruiz?

__ Sí, ¿quién pregunta?

_ Tengo la orden expresa del Coronel Escobar de llevarlo inmediatamente haciael destacamento principal.

_ ¡Pasó algo!

_ No tengo más información, sólo la orden de que lo traslade hasta ese lugar.

Enseguida empaquetó sus pocas pertenencias, subió al jeep del ejército y salieronantes de que caiga la noche. Mientras viajaba el cabo Oswaldo su alma se llenabade júbilo y emoción. Pensaba que por fin se habían condolido de él y por tantole darían de "franco".

Al llegar al campamento y bajarse del vehículo, el Coronel y Oswaldo lo inter-ceptaron. No tuvo ni tiempo de saludar a quienes lo esperaban.

_ ¡Que pasa mi cabo!, con que me anda haciendo puro pendejadas carajo. ¡Cua-drarse!, y no me mire con esa cara de perro empachado. Es cierto que usted hadejado poniendo unos guaguas a la señora Filomena Astudillo. ¡Dígame si esoes cierto carajo!, y más vale que no me mienta.

_ Si... si... mi coronel, manifestaba el cabo mientras agachaba la cabeza y su vozse entrecortaba.

_ Éste holgazán es uno de los que hace quedar mal a nuestro ejército. Ahoramismo voy pedir su baja.

_ Tranquilo Coronel manifestó el primo del cabo, tampoco le deje sin trabajo ami primo. Mejor conversemos ya que el va a necesitar platita para dar de comera sus hijos.

_ ¿Qué tienes que decir mal tragado?, aquí esta tú primo porque le has metidoen un problemón, yo de él pido que te fusilen.

_ Pero, ¿qué es lo que hice?, no entiendo.

Le explicaron al cabo Oswaldo todo lo sucedido, por lo que luego de esa pláticase comprometió a que le descuenten de su mísero sueldo lo necesario para sushijos. Además, ese mismo día acompañó a su primo a la Shell para explicar todoeste mal entendido a la señora Fernanda.

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Desde aquel entonces comentan los vecinos que doña Fernanda no ha vuelto adesconfiar de su marido Oswaído Delgado Ríos, y a propósito los dos continúanviviendo junto a Joselito en aquella enigmática tierra conocida como "la tierrade los Macas".

FIN

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