A Las Tres de La Tarde y a Las Tres de La Manana

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A las tres de la tarde y a las tres de la mañana por Carolina Galán Caballero « A las tres de la mañana se nota menos la bendición.» Esto lo decía un flamante papá que junto con su esposa estaba sufriendo los rigores de una paternidad reciente. Además de contarnos las mil y una delicias que le proporcionaba su hijito, este amigo fue sincero y no ocultó las frustraciones que las acompañaban. Por aquel entonces yo estaba lejos de ser mamá, y desconocía desvelos o llantos a la medianoche, cambios de pañales en los momentos más inoportunos, rabietas, enfermedades infantiles, falta de apetito, turbulencias de la adolescencia, rivalidad entre hermanos… Por estas razones le doy gracias a Dios por el Salmo 127, ya que me ha dado la perspectiva correcta de las cosas: en lo bueno y en lo malo los hijos son una bendición, y el fruto del vientre es cosa de estima. El Salmo 127 parece ir saltando de una cosa a otra de forma inconexa, pero hay un claro hilo conductor: la mano de Dios. Jehová edifica la casa, Jehová guarda la ciudad y nos da tanto el sueño como los hijos. Si no incluimos al Señor en nuestros proyectos, no vale la pena que los emprendamos. El mucho esfuerzo, el madrugar, el ganar un «pan de dolores» no nos van a llevar muy lejos si estamos haciendo todo eso apoyándonos únicamente en nuestras propias fuerzas, en nuestra propia habilidad y lógica. Pero el Señor le da el sueño a Su amado, dice el salmista. En medio de la turbulencia de nuestras vidas, si Dios forma parte de ellas, nos permitirá entrar en Su reposo y ser regenerados para enfrentar los desafíos siguientes. Los versículos del Salmo 127 me han ayudado a comprender que Dios mira atentamente la ciudad, el hogar y nuestra familia. El Señor desea involucrarse en cada milímetro de nuestra vida comunitaria y familiar. Y entonces las cosas se verán de otra manera. Sí, los hijos son una bendición aunque no sean los «angelitos» de quienes nos gustaría poder presumir. Son herencia de Jehová aunque nos expriman hasta la última gota de nuestra paciencia. Los hijos son una bendición a las tres de la tarde y a las tres de la mañana, enfermos y sanos, cuando están de acuerdo con nosotros y cuando no lo están, cuando nos obedecen y cuando nos desafían. Hay niños que llegan a este mundo sin estar aún listos para vivir en él. Vienen y se van prematuramente. Otros nunca llegan a pronunciar una sola palabra, ni a correr o saltar. Hay niños que hacen de los hospitales su segundo hogar. Todos ellos son herencia del Señor, cosa de estima. Es imposible tener hijos y no enfrentar

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  • A las tres de la tarde y a las tres de la maana

    por Carolina Galn Caballero

    A las tres de la maana se nota menos la bendicin. Esto lo deca un flamante pap que junto

    con su esposa estaba sufriendo los rigores de una paternidad reciente. Adems de contarnos las mil y una delicias que le proporcionaba su hijito, este amigo fue sincero y no ocult las frustraciones que las acompaaban.

    Por aquel entonces yo estaba lejos de ser mam, y desconoca desvelos o llantos a la medianoche, cambios de paales en los momentos ms inoportunos, rabietas, enfermedades infantiles, falta de apetito, turbulencias de la adolescencia, rivalidad entre hermanos

    Por estas razones le doy gracias a Dios por el Salmo 127, ya que me ha dado la perspectiva correcta de las cosas: en lo bueno y en lo malo los hijos son una bendicin, y el fruto del vientre es cosa de estima.

    El Salmo 127 parece ir saltando de una cosa a otra de forma inconexa, pero hay un claro hilo conductor: la mano de Dios. Jehov edifica la casa, Jehov guarda la ciudad y nos da tanto el sueo como los hijos.

    Si no incluimos al Seor en nuestros proyectos, no vale la pena que los emprendamos. El mucho esfuerzo, el madrugar, el ganar un pan de dolores no nos van a llevar muy lejos si estamos haciendo todo eso apoyndonos nicamente en nuestras propias fuerzas, en

    nuestra propia habilidad y lgica. Pero el Seor le da el sueo a Su amado,

    dice el salmista. En medio de la turbulencia de nuestras vidas, si Dios forma parte de ellas, nos permitir entrar en Su reposo y ser regenerados para enfrentar los desafos siguientes.

    Los versculos del Salmo 127 me han ayudado a comprender que Dios mira atentamente la ciudad, el hogar y nuestra familia. El Seor desea involucrarse en cada milmetro de nuestra vida comunitaria y familiar. Y entonces las cosas se vern de otra manera.

    S, los hijos son una bendicin aunque no sean los angelitos de quienes nos gustara poder presumir. Son herencia de Jehov aunque nos expriman hasta la ltima gota de nuestra paciencia.

    Los hijos son una bendicin a las tres de la tarde y a las tres de la maana, enfermos y sanos, cuando estn de acuerdo con nosotros y cuando no lo estn, cuando nos obedecen y cuando nos desafan.

    Hay nios que llegan a este mundo sin estar an listos para vivir en l. Vienen y se van prematuramente. Otros nunca llegan a pronunciar una sola palabra, ni a correr o saltar. Hay nios que hacen de los hospitales su segundo hogar. Todos ellos son herencia del Seor, cosa de estima.

    Es imposible tener hijos y no enfrentar

  • desafos, problemas, dudas. Por eso necesitamos la mano protectora de Dios. Lo has invitado a formar parte de tu familia? Se sienta en la mesa con los dems? Les explicas a tus hijos quin es su Creador?

    Los devocionales familiares, cortos o largos, son una herramienta preciosa para la buena marcha de los asuntos de nuestro hogar. Si Jehov no forma parte de nuestra familia, cmo podra entonces edificar nuestra casa?

    Si hemos educado a nuestros hijos en el temor y admonicin del Seor, ellos sern nuestro respaldo cuando encaremos a personas y situaciones difciles, cuando nos enfrentemos a quienes nos desean mal, cuando estemos en lugares de juicio y de influencia, como eran antiguamente las puertas de la ciudad.

    Este salmo me brinda adems un ejemplo maravilloso de cmo orar por tu familia y por el lugar en el que vives. Y por extensin, tambin por tu iglesia.

    Como saetas en manos del valiente son los hijos habidos en la juventud, dice el salmo.

    Si yo tuviera una saeta en la mano no sabra qu hacer con ella, no sera capaz de usarla debidamente. Pero un guerrero de la antigedad, s. Y Dios sabe usarlas! Del mismo modo, todo padre ser capacitado por Dios para cuidar bien de sus hijos.

    Al igual que las saetas no permanecen en la aljaba para siempre, tampoco los hijos se quedarn eternamente bajo nuestro techo. Porque en realidad no son nuestros, sino de Dios.

    Un da sern lanzados fuera de nuestra aljaba. A lo lejos y bien alto.

    Espero que cuando llegue ese da ellos estn listos. Y que yo tambin lo est.

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