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CONSULTORIO LABORAL Nº 224 • Septiembre • 2008 Capital Humano 118 L a empresa que hace la consulta quiere tener unas pautas prác- ticas para poder determinar en qué casos estamos en presencia de un accidente de trabajo de los lla- mados “in itinere”, a fin de cursar el parte correspondiente de manera oportuna. Dado que la consulta se ciñe al acciden- te in itinere vamos a prescindir del con- cepto general del accidente de trabajo no sin dejar apuntado que, en principio lo es toda “lesión corporal que el tra- bajador sufra con ocasión o por con- secuencia del trabajo que ejecute por cuenta ajena”. El sistema de Seguridad Social pro- porciona protección a dos tipos de riesgos, los riesgos genéricos que afectan a todas las personas (enfer- medades, accidentes no laborales); y los riesgos específicos que afectan solo a los trabajadores. El accidente de trabajo es el primer riesgo que históricamente determina la necesidad de la Seguridad Social, pero la regulación legal del accidente se produce de forma bastante tardía: • Gran Bretaña (1842) Se imputa al empresario los gastos de cura- ción que deriven de accidentes de trabajo. En 1897 se establece la Primera Ley de Accidentes. • Francia (1898) Primera Ley que protege los trabajadores en caso de accidentes. • España (30 de Enero de 1900) Primera Ley de Accidentes. • Alemania (1881) Obra Legislativa de Bismark. Tres leyes prácticamen- te simultáneas protegen los acci- dentes de trabajo, enfermedad e invalidez-vejez. Todas esas leyes (excepto las alema- nas) se limitan a declarar la respon- sabilidad de la empresa pero no es- tablecen la obligatoriedad de ésta de mantener un seguro de accidentes. En España solo en 1932, cuando se promulga el Texto Refundido de la le- gislación de accidentes de trabajo en la industria, se establece con carácter general el seguro obligatorio de acci- dentes de trabajo. El concepto legal de accidente de tra- bajo in itinere se recoge, por primera vez, en el Texto Articulado I de la Ley de Bases de la Seguridad Social (art. 84) de 21 de Abril de 1966. Dice así: “Tendrán la consideración de accidentes de trabajo… los que sufra el trabajador al ir o al volver del lugar de traba- jo, siempre que concurran las condiciones que reglamenta- riamente se determinen”. Esas condiciones nunca se han deter- minado pero, en realidad, no era en absoluto necesario hacerlo, porque habían ya quedado configuradas por la jurisprudencia las notas caracterís- ticas del accidente in itinere. Hoy el concepto legal del accidente in itinere se contiene en el apartado 2, a) del art. 115 de la Ley General de la Seguridad Social. La creación de la figura del accidente de trabajo in itinere, es decir, en el tra- yecto, supone la ampliación del circulo de la responsabilidad del empresario y, por lo tanto le obliga a ampliar tam- bién la de protección de este riesgo. Las preguntas que nos hacemos son: ¿Por qué es responsable el empresario por los accidentes que sufra el trabaja- dor? ¿Cuál es el fundamento jurídico de esa responsabilidad? ¿Cuál es el alcance de esa responsabilidad? Para algunos el fundamento de la responsabilidad es que quien genera una situación de riesgo, al margen de toda consideración de culpa o negli- gencia, ha de pechar con la respon- sabilidad aunque el siniestro se deba al azar, porque el riesgo lo genera el propio funcionamiento de la empresa (doctrina del riesgo profesional). Esta última doctrina, en la que se funda- menta en realidad la responsabilidad genérica derivada del accidente de trabajo es válida cuando se habla so- lo del accidente puro pues en éste, el empresario ejerce, o puede ejercer, un control total. Más no ocurre así, cuando el riesgo, aunque conectado con el trabajo (el accidente in itinere, por ejemplo), no puede ser controlado por el empresario. La falta de control del empresario so- bre muchas de las situaciones en que acaece un accidente de trabajo invalida la respuesta que se ha venido dando a la pregunta por qué responde el empresario, para hacer más aceptable la explicación de que, en realidad, de lo que se trata es de proteger una si- tuación de riesgo generalizado que se resume en la frase de Pound: “si no podemos ser los guardianes de nuestros hermanos, seamos al menos, sus aseguradores”. En definitiva, el empresario es responsable sencillamente, porque lo es la comu- nidad. La causa de la imputación es la mera existencia de la lesión física; el su- jeto imputado es la comunidad. (No se Accidentes de trabajo in itinere (en el trayecto) MIGUEL ÁNGEL MORCILLO PINEDA, abogado y consejero de Lex, Centro de Asesores Técnico Jurídico 118_s_consultorio_laboral_224.in118 118 118_s_consultorio_laboral_224.in118 118 24/07/2008 13:38:02 24/07/2008 13:38:02

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CONSULTORIO LABORAL

Nº 224 • Septiembre • 2008Capital Humano 118

La empresa que hace la consulta quiere tener unas pautas prác-ticas para poder determinar en

qué casos estamos en presencia de un accidente de trabajo de los lla-mados “in itinere”, a fin de cursar el parte correspondiente de manera oportuna.

Dado que la consulta se ciñe al acciden-te in itinere vamos a prescindir del con-cepto general del accidente de trabajo no sin dejar apuntado que, en principio lo es toda “lesión corporal que el tra-bajador sufra con ocasión o por con-secuencia del trabajo que ejecute por cuenta ajena”.

El sistema de Seguridad Social pro-porciona protección a dos tipos de riesgos, los riesgos genéricos que afectan a todas las personas (enfer-medades, accidentes no laborales); y los riesgos específicos que afectan solo a los trabajadores.

El accidente de trabajo es el primer riesgo que históricamente determina la necesidad de la Seguridad Social, pero la regulación legal del accidente se produce de forma bastante tardía:

• Gran Bretaña (1842) Se imputa al empresario los gastos de cura-ción que deriven de accidentes de trabajo. En 1897 se establece la Primera Ley de Accidentes.

• Francia (1898) Primera Ley que protege los trabajadores en caso de accidentes.

• España (30 de Enero de 1900) Primera Ley de Accidentes.

• Alemania (1881) Obra Legislativa de Bismark. Tres leyes prácticamen-te simultáneas protegen los acci-

dentes de trabajo, enfermedad e invalidez-vejez.

Todas esas leyes (excepto las alema-nas) se limitan a declarar la respon-sabilidad de la empresa pero no es-tablecen la obligatoriedad de ésta de mantener un seguro de accidentes. En España solo en 1932, cuando se promulga el Texto Refundido de la le-gislación de accidentes de trabajo en la industria, se establece con carácter general el seguro obligatorio de acci-dentes de trabajo.

El concepto legal de accidente de tra-bajo in itinere se recoge, por primera vez, en el Texto Articulado I de la Ley de Bases de la Seguridad Social (art. 84) de 21 de Abril de 1966. Dice así:

“Tendrán la consideración de accidentes de trabajo… los que sufra el trabajador al ir o al volver del lugar de traba-jo, siempre que concurran las condiciones que reglamenta-riamente se determinen”.

Esas condiciones nunca se han deter-minado pero, en realidad, no era en absoluto necesario hacerlo, porque habían ya quedado configuradas por la jurisprudencia las notas caracterís-ticas del accidente in itinere.

Hoy el concepto legal del accidente in itinere se contiene en el apartado 2, a) del art. 115 de la Ley General de la Seguridad Social.

La creación de la figura del accidente de trabajo in itinere, es decir, en el tra-yecto, supone la ampliación del circulo de la responsabilidad del empresario y, por lo tanto le obliga a ampliar tam-bién la de protección de este riesgo.

Las preguntas que nos hacemos son: ¿Por qué es responsable el empresario por los accidentes que sufra el trabaja-dor? ¿Cuál es el fundamento jurídico de esa responsabilidad? ¿Cuál es el alcance de esa responsabilidad?

Para algunos el fundamento de la responsabilidad es que quien genera una situación de riesgo, al margen de toda consideración de culpa o negli-gencia, ha de pechar con la respon-sabilidad aunque el siniestro se deba al azar, porque el riesgo lo genera el propio funcionamiento de la empresa (doctrina del riesgo profesional). Esta última doctrina, en la que se funda-menta en realidad la responsabilidad genérica derivada del accidente de trabajo es válida cuando se habla so-lo del accidente puro pues en éste, el empresario ejerce, o puede ejercer, un control total. Más no ocurre así, cuando el riesgo, aunque conectado con el trabajo (el accidente in itinere, por ejemplo), no puede ser controlado por el empresario.

La falta de control del empresario so-bre muchas de las situaciones en que acaece un accidente de trabajo invalida la respuesta que se ha venido dando a la pregunta por qué responde el empresario, para hacer más aceptable la explicación de que, en realidad, de lo que se trata es de proteger una si-tuación de riesgo generalizado que se resume en la frase de Pound: “si no podemos ser los guardianes de nuestros hermanos, seamos al menos, sus aseguradores”. En definitiva, el empresario es responsable sencillamente, porque lo es la comu-nidad. La causa de la imputación es la mera existencia de la lesión física; el su-jeto imputado es la comunidad. (No se

Accidentes de trabajo in itinere (en el trayecto)MIGUEL ÁNGEL MORCILLO PINEDA, abogado y consejero de Lex, Centro de Asesores Técnico Jurídico

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olvide que, en último extremo, en ca-so de insolvencia del empresario o del asegurador, es el Estado, en definitiva, el que asume la responsabilidad).

Todo el anterior largo paréntesis, tiene su sentido porque evidencia que, si en el accidente de trabajo puro (el ocu-rrido con ocasión o por consecuencia del trabajo) no está claro por qué res-ponde el empresario de un hecho solo hasta cierto punto controlable, mucho más difícil resulta justificar la responsa-bilidad del accidente cuando la única conexión entre ése y el trabajo es que ocurre cuando se va a, o se vuelve del, trabajo, es decir, cuando ya ha termi-nado cualquier tipo de conexión entre el trabajo y los demás hechos.

Sobre esa aparente falta de relación inicial entre el accidente y el traba-jo, o más bien por esa falta inicial de relación, la jurisprudencia ha confi-gurado el accidente “in itinere” ro-deándolo de ciertas cautelas porque resulta evidente que, de no introdu-cirse, cualquier hecho remotamente relacionado con el trabajo podría calificarse como accidente laboral. Es por eso que, para la consideración de un hecho como accidente de trabajo han de concurrir necesariamente los siguientes requisitos:

1. CAMINO HABITUAL. Cuando la jurisprudencia habla de “camino habitual” se refiere más al camino que podemos, en general, considerar como normal para ir o volver de un punto a otro que a la habitualidad del mismo; es decir, no se trata tanto de que habitualmente el trabajador ha-ga un trayecto determinado como de que ese trayecto sea el normal para ir o volver del trabajo.

No obstante, respecto de este requisi-to, como de todos, en suma, la crea-ción del TS ha sido constantemente

ampliada hasta admitir situaciones que en principio parecen muy alejadas del primitivo concepto de accidente de trabajo in itinere.

La jurisprudencia se ha venido poco a poco adecuando a la realidad social admitiendo bastante flexiblemente la variación del domicilio del trabajador e incluso la existencia de más de un domicilio a estos efectos de modo que, actualmente, lo esencial es que quede acreditado que el trabajador iba o volvía del trabajo cuando ocurrió el accidente, aunque no lo hiciera por el mismo ca-mino, siempre que la desviación no sea en cierto modo escandalosa.

Así, en alguna sentencia se niega la calificación de accidente de trabajo al que ocurre a un “trabajador que du-rante la semana, vivía en la población donde trabajada y durante los fines de semana pernoctaba en otra ciudad”.

Cuando sufrió el accidente, se declara probado que el trabajador “se dirigía al centro de trabajo viniendo desde población distinta de la de su residen-cia habitual”.

Un caso de verdadero escándalo es el que se contempla en la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Ma-drid de fecha 27.2.1995: “El actor no se dirigía a su domicilio, sino a otro lugar en el que iba a comer con su esposa y unos amigos, según mani-festaron los testigos, lo que se com-prueba también por el hecho de que se desviara de su ruta lógica y normal y tomara otra diferentes. Es más, pa-ra ir al lugar del accidente, tuvo que dar un evidente rodeo al no tener salida directa la carretera de Barce-lona hacia Madrid, en la calle en que ocurrieron los hechos; no es correcto el plano aportado como documento por el actor en el que ha marcado una salida que no existe en realidad.

Aunque, hubiera ido directamente a su domicilio, no habría seguido el camino lógico y que utilizaba todos los días, teniendo reiteradamente es-tablecido la jurisprudencia que sólo hay accidente de trabajo ‘in itinere’ al terminar la jornada laboral, cuando el trabajador se dirige a su domicilio, sin interrupciones voluntarias y por el camino usual”.

Aunque no se desprende del texto de la sentencia, en este caso concreto se trataba de un trabajador que inventó un camino nuevo e imposible de regre-so a su domicilio para calificar de acci-dente de trabajo lo que no era sino una legítima y previsiblemente divertida velada con sus amigos. Desafortuna-damente, para el trabajador, el juez de lo social, que vive en la zona, conocía perfectamente los trayectos adecuados y sabía a la perfección que no era po-sible salir a una autopista por donde normalmente se debe entrar.

En cambio, las dos siguientes senten-cias, ponen de relieve como se ate-núa la interpretación que se da a este requisito:

Sentencia del Tribunal Superior de Jus-ticia de Cataluña del 1.10.1996: “El que pudiese haber existido un ligero desvío en el trayecto de desplazamien-to de regreso utilizado, además de estar justificado en el supuesto ahora enjuiciado, es doctrina jurisprudencial ‘que este solo dato de haber efectua-do un cambio de la ruta normal y más corta, sin otras especificaciones, no es suficiente para inferir una rotura del nexo causal, ya que se silencia la razón o motivo de dicho cambio, y se ignora por tanto si obedeció a una necesidad racional o fue motivado por decisión arbitraria y caprichosa”.

Es curioso advertir como en esta sen-tencia no solo se atenúa la exigencia estricta del requisito del domicilio sino que también se aplica, indebidamen-te, la presunción favorable a la consi-deración de un hecho como accidente solo porque ocurre durante el trayecto de regreso al trabajo. Esta sentencia da por bueno que, “en principio” hay que considerar que el accidente es de

El accidente “en misión” no se trata de un accidente ocurrido

cuando el trabajador se dirige al trabajo, o regresa de él a

su domicilio, sino de un accidente que acontece cuando el

desplazamiento mismo forma parte del trabajo del accidentado

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trabajo porque ocurre en el trayecto más o menos normal y, al haber un indicio de desviación, en lugar de exi-gir la justificación de esa desviación, entiende que no se ha producido la ruptura del nexo causal porque no se ha demostrado que la desviación fue-ra por motivo ajenos al trabajo.

En la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid del 12.11.1995., se pone de manifiesto que “Lo impor-tante es que el evento se produzca al ir o al volver del trabajo, pues el pun-to de salida o de llegada puede ser o no el domicilio normal del trabajador, no hay ruptura del nexo causal cuan-do la conducta del trabajador en su desplazamiento responde a patrones usuales de convivencia o comporta-mientos del común de las gentes.”

Claro está que nadie nos dice en que consiste el comportamiento normal en una situación concreta, por lo que, en definitiva, lo que vale es que el comportamiento no haya sido es-pecialmente anormal.

2. MEDIO DE TRANSPORTE ADE-CUADO. No presenta problemas por cuanto se admite cualquier medio de transporte adecuado al trayecto. No solamente los medios públicos sino cualquier otro.

Es pacífico considerar actualmente que no se excluye ningún medio de locomoción en la actualidad. En rea-lidad ni siquiera se discute ya sobre si el medio de locomoción debe o no ser autorizado por el empresario porque se da por supuesto que no es necesario que el empresario conozca siquiera cómo se desplaza el trabaja-dor, bastando con que lo haga en un medio racional y no peligroso por su propia naturaleza.

Hoy nadie discute que el trabajador puede utilizar el medio de locomoción que le parezca oportuno siempre que no le sirva para entrar o salir de auto-pistas por la dirección contraria.

3. NEXO CAUSAL. Es obvio que en el accidente de trabajo lo esencial, pe-se a todo, es que exista una relación

evidente entre el mero ir y venir del trabajo y éste.

Sin embargo, es igualmente eviden-te que el nexo causal como requisito abstracto es prácticamente imposi-ble de determinar haciendo forzoso que nos refiramos a sentencias en las que se destaca este requisito como el determinante de la consideración del hecho como accidente de trabajo, o de su exclusión.

Por supuesto que la “ocasión” o la “consecuencia” del trabajo debe estar siempre presente para que el acciden-te tenga la consideración de laboral.

No se rompe el nexo causal en La in-terrupción para cenar, por motivos de circulación y manteniendo durante la cena las conversaciones sobre el tra-bajo, pues no privan al acto ocurrido después, en el trayecto al hotel, de la condición de accidente de trabajo.

Curiosamente, en la sentencia que recoge esa doctrina (del TCT), parece que lo fundamental es que durante la cena se mantuvieran las interesantes conversaciones de negocios que ha-bían motivado, al parecer, el despla-zamiento del trabajador. En otro ca-so, probablemente por la época de la sentencia, se habría considerado que conversaciones más frívolas, habrían roto el nexo causal.

La sentencia del TSJ de Madrid de 7.6.1993 considera que el hecho “de que a la salida del trabajo entrara (el trabajador accidentado) con otros com-pañeros a una cafetería permaneciendo en aquella durante 30 ó 40 minutos ; tan escaso periodo de tiempo unido a la realidad social de ser frecuente el hecho de que una vez transcurrido el trabajo se tome algo con compañeros en un bar o cafetería próxima al lugar del trabajo, en modo alguno puede implicar una ruptura del nexo causal, pues tan escaso periodo no rompe la relación de causalidad propia del acci-dente de trabajo “in itinere”.

La intervención de terceros extraños a la relación laboral, no rompe el nexo causal y, para justificarlo las sentencias

de los Tribunales Superiores razonan del modo siguiente:

Sentencia del TCT de 9.9.1982: “La muerte recibida a consecuencia de disparos de unos desconocidos es accidente de trabajo”

Y la sentencia del TSJ de Castilla y León de 8.6.1995 rebate la argumentación que el trabajador hacía para que se considerase el hecho como accidente y que trataba de convencer al Tribunal de su razón diciendo que, aunque “la causa principal sufrida por la víctima fueron las rencillas vecinales… no es menos cierto que la víctima salía de su casa para ir al trabajo, y la relación in-negable que los hechos tenían con el trabajo de la víctima, pues el agresor escogió el día y la hora y el lugar en que la víctima iba o salía para trabajar, la cual inició el desplazamiento para ir a su trabajo y en la calle, y comenzado señalado desplazamiento es cuando es atacado”.

El tribunal estima el recurso, en una interpretación más que amplia de los requisitos del accidente in itinere en-tendiendo que esos requisitos que, en un alarde técnico denomina como te-leológico, cronológico y topográfico, “deben interpretarse de manera diná-mica y cambiante de acuerdo con la realidad social, pues lo esencial es ir al lugar del trabajo y volver de trabajar, por lo que debe estimarse que no hay ruptura del nexo causal”.

La enfermedad tiene suerte diversa, cuando es la causante del accidente in itinere. Así, en la sentencia del Tribunal Supremo de 4.7.1988 se considera que un infarto de miocardio ocurrido “in iti-nere” es accidente de trabajo, porque, en este caso, lo sufrió un director de oficina bancaria, y con el argumento de que “no cabe negar que su tarea estaba afectada por cierto grado de preocupación que conlleva el cargo en sí mismo… que tiene en alguna medida una cierta relación con el trabajo”.

En cambio, la sentencia del TSJ del País Vasco de 1.9.1993 desestima el recurso que interpuso un agente de Terminal de un Aeropuerto porque “ninguna

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prueba se ha presentado de la que pueda deducirse que la afección car-diaca sufrida por el trabajador tuviese relación causal con el trabajo, máxi-me cuando el desempeño normal del fallecido no implica responsabilidad tal que pueda acarrear una situación emocional conducente al infarto”.

Lo más curioso de estas dos senten-cias es que ninguna de las dos parece preocuparse por conocer realmente cuales fueron las causas “emociona-les” que produjeron el infarto.

Finalmente ha de distinguirse el acci-dente in itinere (en el trayecto) del llamado “en misión”.

No se trata de un accidente ocurrido cuando el trabajador se dirige al traba-jo, o regresa de él a su domicilio, sino de un accidente que acontece cuando el desplazamiento mismo forma parte del trabajo del accidentado.

La propia denominación de accidente “en misión”, es ciertamente afortuna-da, pues resulta perfectamente des-criptiva de sus circunstancias.

Jurídicamente el accidente en misión presenta una esencial diferencia con el accidente in itinere: La de que en ese supuesto, la presunción legal es favorable, inicialmente, a su conside-ración como accidente de trabajo.

Los requisitos del accidente in itine-re desaparecen completamente en el accidente “en misión” ya que, carecen de sentido. Efectivamente, ninguna incidencia tiene el domicilio del tra-bajador, ni el medio de locomoción empleado (que normalmente no solamente estará autorizado por la empresa, sino que habrá sido propor-cionado por ella misma) ni se cuestio-na el nexo causal en medida distinta de como puede cuestionarse en un accidente de trabajo “normal”.

La sentencia que se inserta a conti-nuación explica con toda claridad este moderno concepto:

Sentencia del T.S.J . La Rioja. 24.03.1992 “El accidente del tra-bajador codemandado se produjo con fecha 30.12.1989, cuando se dirigía a Ezcaray para realizar servi-cios por cuenta de la empresa… no cabe considerar tal accidente como un supuesto de trabajo ‘in itinere’ en los que, según reiterada doctrina, no juega la presunción del art. 84.3 de la Ley General de la Seguridad Social, ya que el ámbito de éste ha de limi-tarse exclusivamente a aquellos que se producen en el trayecto domici-lio-centro de trabajo y viceversa, sino accidente de trabajo puro y simple, dentro pues de la definición genérica del núm. 1 y al que le es aplicable la presunción del núm. 3 del art. 84 de la Ley General de la Seguridad Social, encuadrable en los típicos accidentes laborales que ocurren en trayectos que el trabajador tiene que recorrer ‘por consecuencia’ de su trabajo, bien habitualmente en el desempeño mis-mo de sus funciones, bien en cum-plimiento de órdenes o indicaciones ocasionales del empresario, que son denominados por la doctrina como accidentes ‘en misión’ aunque el evento surja durante el acto del des-plazamiento, como ocurra frecuente-mente a todos aquellos profesionales que, por razón de su empleo, tienen que realizar constantes viajes, al tener que desempeñar su misión fuera del centro de trabajo”.

El accidente de trabajo propiamente dicho, se caracteriza, por contraposi-ción al accidente in itinere, por la exis-tencia de una presunción favorable a la consideración de que todo hecho acaecido en el lugar y el tiempo de trabajo, merece, en principio, la cali-ficación de accidente de trabajo.

En cambio, el accidente in itinere no goza de esa presunción haciendo ne-cesario que se pruebe la relación entre el trabajo y el hecho. Inicialmente se entiende, por lo tanto, que el accidente ocurrido fuera del trabajo no es labo-ral, salvo que se pruebe que ha tenido lugar justamente en el trayecto entre el trabajo y el domicilio del trabajador y que no ha concurrido ninguna circuns-tancia que rompa ese nexo causal.

En la práctica no obstante, es eviden-te que los tribunales han adoptado la presunción de laboralidad también para estos tipos de accidente, como lo prueban muchas de las sentencias que se han comentado anteriormente. Las dificultades de mantener de una forma rígida la “carga de la prueba” han contribuido a esa interpretación más amplia.

La confusión sobre el particular fue resuelta mediante una sentencia del Tribunal Supremo del 20.3.97 dictada en Unificación de Doctrina y que de modo absolutamente tajante sienta las dos siguientes conclusiones:

“1.) La presunción de laboralidad del accidente o dolencia de trabajo esta-blecido en el art. 84.3 del la Ley Ge-neral de la Seguridad social de 1974, aplicable al caso (precepto recogido sin variaciones en el art. 115.3 del vigen-te Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social de 1994), solo alcanza a los acaecidos en el tiempo y lugar de trabajo y no a los ocurri-dos en el trayecto de ida al trabajo o vuelta del mismo; y 2.) la asimilación a accidente de trabajo del accidente de trayecto (‘in itinere’) se limita a los accidentes en sentido estricto (lesio-nes súbitas y violentas producidas por agente externo) y no a las dolencias o procesos morbosos de distinta etiolo-gía y modo de manifestación”.

Con estas bases, hay elementos más que sobrados para poder apreciar en qué casos el empresario debe cursar el parte de accidente. Pero, si no tu-viera seguridad, no obstante, lo mejor es ponerse en contacto con la mutua aseguradora y, plantear la consulta para el caso concreto.

Según la ley de Bases de la Seguridad Social: “Tendrán la

consideración de accidentes de trabajo los que se sufran

al ir o volver del lugar de trabajo, siempre que concurran

las condiciones que reglamentariamente se determinen”

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