Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

138

Transcript of Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

Page 1: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 2: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 3: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Page 4: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

CREDITOS

Dibujos piezas líticas: Catalina Hernández.Cartografía: Amílcar Álvarez.Digitalización dibujos de campo: Diego Jaramillo y Nicolás Loaiza.Fotografía: Nicolás Loaiza y Francisco Javier Aceituno.Diagramación: Juan Sebastián Mejía.Realización del montaje Figura 7.1: Pablo Mejía.Figura 9.2 tomada de Correal y Van der Hammen, 1977: 96-97Figura 9.5 tomada de Gnecco, 2000: 81Versión previa del capítulo 7 ha sido enviada a la revista Arqueología del Área Intermedia (Colombia).Versión previa del capítulo 9 ha sido enviada a las memorias del IV Congreso de Arqueología Pampeana (Argentina).

Page 5: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

Francisco Javier Aceituno y Nicolás Loaiza

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Page 6: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

AGRADECIMIENTOS

A las instituciones que han financiado este proyecto: la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Antioquia (Colombia) y al Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH).

Al Centro de Investigaciones Sociales y Humanas, y al Departamento de Antropología de la Universidad de Antioquia por su apoyo administrativo y logístico.

A los estudiantes Astrid Garrido, Diego Jaramillo, Alejandro Martínez y Alejandro González por participar en las excavaciones.

A Diego Jaramillo por la realización de los dibujos sobre perfiles y plantas de excavación, y por su disponibilidad permanente para colaborarnos.

A Pablo Jaramillo por el descubrimiento de San Germán II, realización de imágenes, participación en las excavaciones y apoyo en el Laboratorio de Arqueología.

A los antropólogos Dionalver Tabares y Juan Carlos Restrepo por su colaboración en los trabajos de campo y por cedernos el uso de la información digital.

A los colegas argentinos Gustavo Politis y Gustavo Martínez por las acertadas recomendaciones que nos hicieron para mejorar el capítulo 9.

A Gustavo Politis, quien me invitó [Francisco Javier Aceituno] a pasar una instancia académica en Argentina donde tuve la oportunidad de aprender nuevas cosas sobre cazadores recolectores y acceder a nueva bibliografía que nos ha servido para mejorar los resultados del proyecto.

A Neyla Castillo por sus pertinentes comentarios para mejorar los capítulos 5 y 7.

A Pilar Aubad por sus recomendaciones para el capítulo 8.

A Orlando Loaiza y Silvia Díaz por la revisión gramatical que hicieron a las versiones previas.

A Víctor Gónzalez por facilitarnos en todo momento las relaciones con el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH).

A Catalina Hernández por el dibujo de las piezas líticas.

A Julián Castaño y su esposa Teresita por brindarnos el calor de su hogar.

A Jorge Toro por participar en las excavaciones y colaborarnos en la parte logística de la fase de campo.

A Alexander Clavijo por su colaboración en el Museo del INCIVA en Calima del Darién.

A Jorge Uribe por dejarnos excavar en su finca la Selva y dañarle varias plantas de café.

A Toño por hacer de guía y transportarnos en el área de estudio.

Page 7: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

A nuestros padres y hermanos

Orencio, Dolores, Jose y Loly [Francisco Javier Aceituno]

Orlando, Silvia, Iván y Nati [Nicolás Loaiza]

Page 8: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 9: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

CONTENIDO

INTRODUCCION 13

1. POBLAMIENTO Y PAISAJES ANTROPICOS EN EL NORTE DE SURAMERICA 17

2. ECOLOGIA HISTORICA EN SOCIEDADES DE PEQUEÑA ESCALA 21

3. ASPECTOS TEORICOS Y METODOLOGICOS 25

4. GEOGRAFIA DEL CAUCA MEDIO 29

5. PROCESOS DE FORMACION DE LOS SITIOS ARQUEOLOGICOS 33 5.1 La Selva 34 5.2 El Jazmín 41 5.3 San Germán II 50 5.4 La Pochola 51

6. TECNOLOGIA LITICA 53 6.1 Modelo de clasificación 55 6.2 Descripción tipológica 57

7.- ESTRUCTURA INTERNA Y MOVILIDAD 71 7.1Organización tecnológica y patrón de descarte 72

8.- PRODUCTORES ITINERANTES: DE LA NATURALEZA RECORRIDA A LA NATURALEZA DOMESTICADA 81 8.1 Resultados de los análisis microbotánicos 81 8.2 La domesticación del bosque en sociedades nómadas 93

9. POBLAMIENTO Y VARIACIONES CULTURALES EN LA REGION ANDINA DEL NOROCCIDENTE DE SURAMERICA EN LA TRANSICION PLEISTOCENO HOLOCENO 99 9.1 Rasgos del registro arqueológico 101 9.2 Discusión de los resultados: escenarios ambientales y relaciones interregionales 106

10. CONSIDERACIONES FINALES 111

EPILOGO: EL CONCEPTO TIEMPO EN SOCIEDADES DE PEQUEÑA ESCALA 117

REFERENCIAS CITADAS 123

INDICE ANALITICO 135

Page 10: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

Figura I.1 Mapa región y zona de estudio 14Figura 4.1 Mapa zona de estudio 30Figura 4.2 Mapa cuenca San Eugenio 31Figura 5.1 Modelo de terreno la Selva 34Figura 5.2 Terraza sitio la Selva 35Figura 5.3 Perfil estratigráfico sur, corte 1, la Selva. 35Figura 5.4 Perfil estratigráfico este, corte 2, la Selva. 36Figura 5.5 Distribución de la textura del suelo, corte 1, la Selva 36Figura 5.6 Distribución mineralógica fracción gruesa, corte 1, la Selva 37Figura 5.7 Distribución mineralógica fracción fina, corte 1, la Selva 38Figura 5.8 Distribución artefactos líticos, corte 1, la Selva 39Figura 5.9 Distribución artefactos líticos, corte 2, la Selva 40Figura 5.10 Modelo de terreno, el Jazmín 40Figura 5.11 Cima de la colina, el Jazmín 41Figura 5.12 Perfil estratigráfico este, corte 3, el Jazmín 41Figura 5.13 Distribución de la textura del suelo, corte 3, el Jazmín 42Figura 5.14 Distribución mineralógica fracción gruesa, corte 3, el Jazmín 43Figura 5.15 Distribución mineralógica fracción fina, corte 3, el Jazmín 44Figura 5.16 Distribución artefactos líticos, corte 3, el Jazmín 45Figura 5.17 Modelo de terreno, San Germán II y la Pochola 45Figura 5.18 Sitio San Germán II 46Figura 5.19 Perfil estratigráfico San Germán II 47Figura 5.20 Distribución artefactos líticos, San Germán II 48Figura 5.21 Colina la Pochola 48Figura 5.22 Perfil estratigráfico este, la Pochola 49Figura 5.23 Distribución artefactos líticos, la Pochola 50Figura 6.1 Diagrama de clasificación 56Figura 6.2 Indeterminados 58Figura 6.3 Tallados de adecuación 58Figura 6.4 Cantos de adecuación 59Figura 6.5 Manos 59

Figura 6.6 Placas 60Figura 6.7 Núcleos 61Figura 6.8 Lascas macro 62Figura 6.9 Lascas meso 63Figura 6.10 Lascas micro 63Figura 6.11 Picos 64Figura 6.12 Tajador longitudinal 65Figura 6.13 Tajador concoidal 66Figura 6.14 Multifuncionales macro 66Figura 6.15 Multifuncionales meso 67Figura 6.16 Cuchillos 67Figura 6.18 Hachas 68Figura 6.17 Lascas con filo pulido 69Figura 7.1 Interpretación de estructuras habitacionales 72Figura 7.2 Dibujo de Planta, El Jazmín corte 3 nivel 14-nivel 17 73Figura 7.3 Dibujo de Planta, El Jazmín corte 3 nivel 18-nivel 21 74Figura 7.4 Artefactos representativos del debitage 75Figura 7.5 Preforma bifacial el Antojo 77Figura 7.6 Hacha reciclada en multifuncional macro 79Figura 8.1 Gráfico de componentes principales, el Jazmín 87Figura 8.2 Fotos de granos de polen identificados en el Jazmín 88Figura 8.3 Distribución familias componente 1, el Jazmín 89Figura 8.4 Distribución familias componente 2, el Jazmín 90Figura 8.5 Distribución familias componente 3, el Jazmín 91Figura 8.6 Fotos de polen y almidones de maíz 92Figura 8.7 Fotos de fitolitos de palma y almidones de mandioca 92Figura 8.8 Distribución familias, la Selva 94Figura 9.1 Sitios del noroccidente andino 100Figura 9.2 Artefactos tequemendamienses 101Figura 9.3 Artefactos del Magdalena medio 103Figura 9.4 Artefactos valle medio del río Porce 104Figura 9.5 Artefactos Valle de Aburrá 104Figura 9.6 Artefactos valle de Popayán 106Figura 10.1 Fechas radiocarbono Cauca medio 113Figura 10.2 Ubicación geográfica sitios del Cauca medio 114

INDICE DE FIGURAS

Tabla 5.1 Distribución mineralógica fracción gruesa, San Germán II 49Tabla 5.2 Distribución mineralógica fracción gruesa, la Pochola 49Tabla 6.1 Generalidades tipos 1- 5 60Tabla 6.2 Generalidades tipo 6 60Tabla 6.3 Generalidades tipo 7 64Tabla 6.4 Generalidades tipos 8-10 64Tabla 6.5 Generalidades tipos 11 y 12 69Tabla 7.1. Porcentaje de materias primas por sitio 76

Tabla 8.1 Familias, géneros y especies que componen las agrupaciones ecológicas 83Tabla 8.2 Variación porcentual de los grupos ecológicos del perfil bioestratigráfico el Jazmín 84 Tabla 8.3 Matriz de componentes, el Jazmín. 87Tabla 8.4 Identificación de muestras de fitolitos y almidones el Jazmín 93 Tabla 9.1 Fechas de sitios colombianos datados entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano 102Tabla 10.1 Fechas radiocarbono Cauca medio 112

INDICE DE TABLAS

Page 11: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

“Pero, a veces, cuando hablamos o comemos pan o nos servimos de un utensilio o nos calentamos junto al fuego,

deberíamos recordar agradecidos a los hombres primitivos, los mayores inventores de todos los tiempos”

Ernst H. Gombrich (2001: 27)

Page 12: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 13: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-13-

INTRODUCCION

En este libro presentamos los resultados del proyecto “Domesticación del bosque en el Cauca medio entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio” que fue financiado por la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Antioquia y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia de Colombia (ICANH). Este proyecto forma parte del programa de investigación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Antioquia sobre el poblamiento y manejo antrópico de los bosques premontanos de la Cordillera Central de Colombia, entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio.

Hasta la fecha, los datos arqueológicos y paleoecológicos que se han obtenido en la Cordillera Central, concretamente en los valles de los ríos Porce y Cauca, sustentan la hipótesis de que los bosques premontanos que poblaban los valles subandinos desde la transición Pleistoceno/Holoceno fueron alterados por los habitantes más antiguos, mediante la dispersión de plantas y su concentración en parches antrópicos, siendo la consecuencia más directa la domesticación del bosque, si tenemos en cuenta su carácter antrópico desde la llegada de los primeros grupos de cazadores recolectores.

Luego, el tema central del libro lo constituyen las relaciones paleoecológicas en el poblamiento temprano y ocupación de los bosques premontanos en la región del Cauca medio. Esta región comprende la cuenca media del río Cauca, entre los paralelos 4º y 6º latitud norte, y las vertientes andinas de las cordilleras Central y Occidental que limitan esta región en dirección este-oeste. Específicamente, la zona de estudio de donde proceden los datos que se presentan en los siguientes capítulos, está localizada en la vertiente oriental de la Cordillera Central, en la zona de vida bosque muy húmedo premontano (Figura I.1). Estudios recientes vienen demostrando que los grupos que poblaron los bosques premontanos de los Andes Septentrionales, manipularon el medio con el fin de incrementar su capacidad de carga, creando de este modo paisajes antrópicos (Gnecco y Aceituno, 2004) que fueron verdaderos laboratorios para la domesticación y el cultivo de plantas, desde el Pleistoceno final y durante el Holoceno temprano y medio.

Esta hipótesis se ve reforzada por las evidencias paleobotánicas que se han identificado en distintos contextos del Neotrópico que demuestran la domesticación de plantas como la mandioca (Manihot esculenta), el ñame (Dioscorea trífida), la mafafa (Xanthosoma saggitifolium), la batata (Ipomea batata) o el sagú (Maranta arundinacea) (Piperno y Pearsall, 1998). Esta hipótesis sobre la domesticación de plantas en el Neotrópico no es nueva, en tanto que fue planteada hace décadas por Sauer (1952) primero y después por Lathrap (1970), quienes defendieron que uno de los grandes focos de domesticación y orígenes

de la agricultura fueron los bosques tropicales, ecosistemas marginales muy poco valorados, principalmente por el tópico nunca satisfactoriamente comprobado sobre las limitaciones culturales de este tipo de ambientes naturales (Viveiros de Castro, 1996).

Uno de los debates centrales sobre ecología humana en bosques húmedos tropicales, todavía vigente desde los trabajos de Steward (1948), Meggers (1981), Lathrap (1970) y Gross (1975), es el tema sobre la capacidad de carga de los bosques tropicales, que en la literatura especializada se ha sintetizado bajo el concepto de la hipótesis de las calorías cultivadas (Bailey et al, 1989; Bauchet et al, 1991). El punto central de esta hipótesis es la posibilidad o no de formas de vida puramente forrajeras en bosques húmedos tropicales, debido a su baja capacidad de carga. La respuesta a esta eterna cuestión está dividida entre quienes afirman que hay pruebas suficientes sobre la presencia de cazadores recolectores y entre quienes afirman todo lo contrario, que la caza y recolección siempre fueron complementadas con alguna forma de producción económica, con el fin de incrementar la productividad natural de las selvas. El estudio de los bosques húmedos de montaña, también puede aportar datos importantes a esta discusión sobre ecología humana, dadas las similitudes en muchos de los recursos, pero también las diferencias entre los bosques de tierras bajas y bajas, principalmente por la accesibilidad en estos últimos a diferentes zonas de vida altitudinales.

En el marco de esta discusión, la arqueología se ha convertido en una disciplina fundamental, no solamente para contrastar una u otra hipótesis, sino principalmente para demostrar la variabilidad de formas de interacción con el medioambiente que el ser humano ha sido capaz de desplegar a lo largo de su historia, evitando de este modo sesgos uniformistas. La evidencia arqueobotánica (polen, fitolitos, almidones y semillas carbonizadas) y la tecnología lítica del Área Intermedia1 demuestran la manipulación temprana de plantas y la emergencia de patrones económicos basados en la alteración del bosque, y domesticación de plantas como un fenómeno inherente a la ocupación humana. El problema que subyace a la interpretación de las evidencias es teórico, ya que mientras para algunos investigadores la perturbación del bosque, como una forma de estimular el crecimiento de plantas alimenticias, debe considerarse como una forma de producción artificial, para otros autores, es una estrategia implícita en la forma de vida de los grupos forrajeros, refutando de esta manera la hipótesis de las calorías cultivadas.

Sin embargo, la cuestión principal no es sí las estrategias de los grupos forrajeros pueden clasificarse como productoras de alimentos o no, sino que lo verdaderamente relevante es entender como fueron los procesos de ocupación de los 1 Se refiere a la región entre las dos grandes civilizaciones de América, comprendida entre Costa Rica y Ecuador, incluyendo la cuenca del río Amazonas.

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Page 14: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-14-

Figura I.1 Mapa región y zona de estudio

Aceituno y Loaiza

Page 15: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-15-

bosques tropicales y las diferentes formas de interacción con el medioambiente que, como han demostrado las sociedades tradicionales contemporáneas, no pueden ser definidas desde la dualidad taxonómica del pensamiento occidental, en tanto que las sociedades nativas se mueven entre diferentes pulsos económicos, vistos por occidente como excluyentes. De ahí, que uno de los pilares teóricos de nuestro trabajo sea entender el concepto de domesticación como un proceso de codependencia evolutiva y no únicamente como un asunto de diseños biomorfológicos, que ha sido el principal criterio de occidental. En perspectiva histórica, lo importante no es ni siquiera saber cuando comenzó el cultivo de plantas, sino cuales fueron las presiones que llevaron a depender cada vez más de las plantas cultivadas, a la reducción de la movilidad, al crecimiento demográfico, a la especialización del trabajo y a la creciente complejidad cultural que se observa en algunas regiones neotropicales a partir del Holoceno reciente.

Respecto a la siembra intencional de plantas, uno de los aportes más importantes de la arqueología en el Neotrópico, es que el cultivo como estrategia de producción comenzó a practicarse desde el Holoceno temprano (Piperno, 1998) o incluso desde el Pleistoceno, como plantean algunos autores (Gnecco y Aceituno, 2004); empero, no marcó una ruptura con la caza y la recolección, sino que la caza, recolección y el propio cultivo formaron parte de un continuum de explotación del medio por parte de grupos de cazadores recolectores, cuyo efecto fue la domesticación del bosque como un todo y no solamente de unas pocas especies, dando lugar a patrones económicos forestales basados en relaciones de codependencia con plantas protegidas, dispersadas y cultivadas a pequeña escala en parches antrópicos, que replicaban la estructura natural del bosque. Si comprendemos bien las diversas formas de domesticación que ha desarrollado el ser humano, evitaremos la falacia de explicar los orígenes de la agricultura como un gran salto conceptual, que emerge como una variación dirigida hacia la adaptación cultural, al mejor estilo lamarckista, “liberando” a los cazadores recolectores de su vida supeditada a la naturaleza.

En el marco de lo expuesto anteriormente, el objetivo principal del presente trabajo es reconstruir las

estrategias de domesticación del bosque y analizar cómo éstas determinaron la evolución del paisaje en el Cauca medio entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio. El método de trabajo ha sido identificar en el espacio, a través de los sitios estudiados, recurrencias en el registro arqueológico, la matriz deposicional y los datos paleobotánicos, con el fin de reconstruir la evolución de los patrones ecológicos en el Cauca medio.

El libro lo hemos dividido en 10 capítulos; el primero, en general se centra en el poblamiento de América y, en particular, sobre la región andina del noroccidente de Suramérica, donde se localiza nuestra región de estudio. El segundo capítulo es sobre ecología humana en sociedades de pequeña escala; en este espacio hemos discutido la noción de domesticación que constituye el principal concepto teórico del trabajo. En el tercer capítulo presentamos brevemente los métodos de análisis aplicados; en el cuarto, describimos sucintamente las características geográficas de la zona de estudio. En el capítulo cinco analizamos el proceso de formación de los sitios, a partir de análisis de suelos, cultural material y dataciones de C-14.

El capítulo seis está dedicado meramente a la clasificación de la tecnología lítica, la única expresión de cultura material representada en los sitios. En el capítulo siete analizamos la estructura del registro arqueológico, a través de la organización tecnológica de la tecnología lítica y su relación con las estrategias de movilidad. En el capítulo ocho analizamos el tema sobre la domesticación de los bosques premontanos, principalmente a partir de los datos microbotánicos. El capítulo nueve es una sección de síntesis, donde proponemos un modelo de colonización de los Andes Septentrionales, a partir de las cronologías de los sitios y de las similitudes, y disimilitudes del registro arqueológico andino, incluyendo el Cauca medio. El último capítulo es sobre las consideraciones finales, donde señalamos los aportes principales del trabajo.

Por último, dadas las similitudes del Cauca medio con otras regiones andinas, pretendemos que los resultados que presentamos en este libro superen sus límites geográficos y puedan aplicarse a otras regiones con características similares, con el fin de tener un panorama más amplio sobre el poblamiento y la ocupación de las selvas de montaña de los Andes Septentrionales.

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Page 16: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 17: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-17-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

1. POBLAMIENTO Y PAISAJES ANTROPICOS EN EL NORTE DE SURAMERICA

La ocupación del norte de Suramérica es un capítulo más del poblamiento de América. El debate sobre el poblamiento de América se encuentra polarizado entre quienes arguyen que América solamente pudo ser poblada después del c.12.000 a.P, cuando se produce el retroceso de las masas polares continentales de Norteamérica y entre quienes plantean que el continente americano se pobló con anterioridad a dicha fecha, en base a fechas de radiocarbono anteriores al décimo segundo milenio antes del presente.

En la historiografía especializada, los diferentes planteamientos que defienden una entrada tardía al continente se conocen con el nombre de Clovis primero. Según este modelo, la ocupación del continente solamente fue posible después del c.12.000 a.P, cuando se produce la deglaciación y la contracción de las masas polares que posibilitaron la colonización de las llanuras de Estados Unidos, desde donde se dirigió hacia Centroamérica y, a través del istmo de Panamá, logrando poblar Suramérica (Faught y Anderson, 1996; Fiedel, 2000; Lynch, 1990; Meltzer, 1993; Ranere, 1997). Además del argumento climático, los arqueólogos defensores de este modelo sustentan que no es hasta después del c.11.500 a.P cuando se manifiesta con claridad la ocupación del continente, como lo demuestra, no solamente el incremento de sitios arqueológicos, sino la relación que se puede establecer entre la tecnología lítica de Norte y Suramérica (Fiedel, 2000; Lynch, 1990) como prueba de una alta capacidad migratoria. En términos muy generales, los sitios Clovis tienen en común que una gran mayoría son estaciones de matanza de megafauna pleistocénica, asociada a una industria de talla cuyo tipo más representativo son las puntas bifaciales con acanaladura, hasta el punto que dichas puntas se convirtieron en el fósil guía de la cultura Clovis. Este tipo de hallazgo ha dado pie para que los supuestos grupos Clovis hayan pasado a la historia como potentes cazadores especializados en la caza mayor (Dillehay, 2003; Fiedel, 2000; Gnecco, 1990). Por el contrario, el modelo Pre-Clovis plantea que América fue poblada con anterioridad al c.12.000 a.P, en varias oleadas diferidas en el tiempo y por rutas alternativas al estrecho de Bering (Dillehay et al, 1992), incluyendo la costa pacífica del continente (Dillehay, 2003; Lavallée, 2003:17). Quienes defienden este modelo, se basan en la cantidad de dataciones superiores al c.11.500 a.P, asociadas mayoritariamente a sitios suramericanos con tradiciones líticas diferentes a la tecnología Clovis, lo que sugiere, además, que los primeros pobladores desarrollaron diferentes estrategias de subsistencia (Dillehay, 2003; Dillehay et al, 1992; Gnecco, 1990;). Este modelo se ve reforzado por la presencia de algunos cráneos con rasgos caucasoides,

como el de Lapa Vermelha en Brasil o el de Buhl en Idaho, Estado Unidos, que sugieren una migración de H. sapiens generalizados, anterior a los grupos mongoloides de línea grácil, asociados con los grupos de tradición Clovis (Dillehay, 1997; Neves y Blue, 2000). Uno de los puntos débiles del modelo Clovis, es que no queda claro como en tan sólo 500 años, los primeros pobladores fueran capaces de ocupar todo el continente, si tenemos en cuenta las múltiples barreras geográficas que tuvieron que enfrentar, como por ejemplo las selvas tropicales de Centroamérica o en el istmo de Panamá el hostil tapón del Darién. No obstante, algunos autores, han convertido esta debilidad en una fortaleza, en la medida en que parte del éxito migratorio estuvo en no transformar en lo sustancial su forma de subsistencia; es decir, cuando se adentraron en los bosques tropicales, la caza continuó siendo la principal actividad económica (Ranere y Cooke, 1999) hasta llegar a las estepas del cono sur, habitando, de esta manera, el resto del continente. No obstante, cualquiera que haya penetrado en una selva tropical es consciente de las dificultades que encierran estos ecosistemas, si esto lo traspasamos a unos cazadores acostumbrados a habitar ambientes abiertos y más secos, entenderemos porque una de las críticas que se le hacen a este modelo, es que no tiene en cuenta las dificultades geográficas que tuvieron que enfrentar los primeros pobladores, hasta alcanzar en tan solo 500 años la parte más austral del continente (Hassan, 1981:201; Meltzer, 1993). Para atravesar rápidamente los bosques húmedos, estos grupos se vieron impelidos a aprender rápidamente a capturar a los animales que habitan en el dosel del bosque y a las especies terrestres con hábitos solitarios. La otra posibilidad es la existencia de corredores secos andinos a finales del Pleistoceno, los cuales no están demostrados, para los dos grandes corredores naturales de los Andes: el valle del río Cauca y el valle del río Magdalena.

Por lo tanto, no queda más remedio que considerar al modelo Clovis como reduccionista y difusionista. Reduccionista, primero, porque no se ajusta a los datos de Suramérica, los cuales muestran una alta diversidad de formas de vida y, segundo, porque la relación entre los contextos del norte y sur del continente solamente se sustenta en las puntas de proyectil; es decir, en una sola manifestación cultural que además ofrece varias interpretaciones, en la medida en que muchos autores plantean el origen autóctono de la tradición bifacial de América del sur (Bryan, 1986; Dillehay et al, 1992; Mayer-Oakes, 1986:133; Politis, 1991). Difusionista, porque el modelo de migración se ajusta al modelo más ortodoxo de difusionismo, según el cual, quien se expande no encuentra obstáculos de ninguna naturaleza para imponer su modelo cultural (Politis, 1999).

Como plantean Gnecco y Aceituno (2004) los contextos tempranos del noroccidente de Suramérica no son

Page 18: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-18-

episódicos como cabría esperar en un modelo de poblamiento rápido y direccional, sino que muestran una variabilidad de estilos líticos y una perturbación del medio, que indica la existencia de desarrollos locales y el uso de territorios delimitados que no se corresponden con la imagen homogénea de que los primeros pobladores fueron únicamente cazadores especializados. De manera que, si estos contextos no se corresponden con el modelo Clovis, su registro arqueológico refuerza la hipótesis contraria, sobre la posibilidad de flujos migratorios anteriores al c.12.000 a.P.

En los Andes Septentrionales, en la Sabana de Bogotá, se encuentran las fechas más antiguas del noroccidente de América. Estos sitios son: el Abra, cuya fecha más antigua es 12.460 ± 160 a.P., Tequendama, cuya primera ocupación está datada entre c.12.500 y 10920± 260 a.P, y el sitio al aire libre de Tibitó, datado en 11.740±110 años a.P (Correal, 1981:42; Correal, 1986). Estos contextos se caracterizan por la presencia de conjuntos líticos, mayoritariamente unifaciales, que no se corresponden con la tecnología Clovis y por fauna holocénica, únicamente en Tibitó aparecieron restos de mastodonte (Cuvieronnius hyodon y Haplomastodon sp.) y caballo (Equus sp.), pero asociados a los mismos artefactos que en los abrigos rocosos del Abra y Tequendama (Correal, 1986; Correal y Van der Hammen, 1977:107; Correal et al, 1973). En relación con el desarrollo de tradiciones locales, las ocupaciones muestran una continuidad cultural que va desde el Pleistoceno final hasta aproximadamente el c.4000 a.P En otra región del norte de Suramérica, en la costa caribe de Venezuela se observa un fenómeno similar: contextos con evidencias líticas pre-Clovis, con fechas por encima del c.11.000 a.P. En los sitios Taima-Taima (14.440±435,12.980±85 A.p) (Bryan et al, 1978) y Muaco (16.375±400 A.p) (Ardila y Politis, 1989; Cruxent y Ochesenius, 1979: 9-13) se halla una tradición lítica caracterizada por puntas bifaciales de sección circular asociada a restos de mastodonte que, como en el caso de la Sabana de Bogotá, difiere claramente de la tradición Clovis (Bryan, 1986; Bryan et al, 1978; Gruhn ,1979: 31-33; Oliver y Alexander, 2003).

En esta misma línea, en la Cordillera Central de los Andes Septentrionales se han registrado una serie de sitios arqueológicos en zonas de vida de bosque húmedo tropical (BHT) y muy húmedo premontano (Bmh-PM), que demuestran una interacción con el medio basada en la perturbación del bosque y la manipulación selectiva de recursos vegetales, que se puede remontar a la transición Pleistoceno/Holoceno (Gnecco, 2003: 9; Gnecco y Aceituno, 2004; Gnecco y Mora, 1997). El estudio de estos contextos está dando lugar a un nuevo paradigma sobre el poblamiento de ecosistemas tropicales, en la medida en que se están manejando posiciones teóricas y métodos similares con el fin de demostrar que las

llamadas sociedades cazadoras recolectoras que se adentraron en las diferentes zonas del vida del Neotrópico, crearon bosques antrópicos mediante un manejo selectivo de los recursos vegetales.

Gnecco (2000:125) plantea para el sitio de San Isidro (Popayán) que los alrededores de este asentamiento fueron fuertemente alterados, como lo indica la asociación no natural de vegetación secundaria, hierbas y malezas. En relación con la modificación antrópica del medio, Gnecco (2000:131; 2003) plantea que los cazadores recolectores de San Isidro (9.530±100 a.P 10.050±100 a.P) y La Elvira (otro contexto en el valle de Popayán) ajustaron su movilidad a la distribución de los recursos y a unos límites territoriales que debieron actuar como fronteras sociales. La diversidad estilística de la industria lítica también es una prueba de una reducción de la movilidad y la existencia de límites territoriales como espacios tanto de competencia como de interacción. El trabajo de Gnecco ha tenido implicaciones teóricas muy importantes en la arqueología colombiana, en tanto que en sus publicaciones subyace una crítica a la imagen estereotipada de que los cazadores recolectores, primero, no transforman el medio y, segundo, que como sociedades altamente móviles que no originan límites territoriales. Posición que compartimos.

Junto al trabajo de San Isidro, otro estudio que puede acercarnos al poblamiento de las selvas de montaña, es el del valle medio del río Porce, en el noroccidente de la Cordillera Central de Colombia. En este valle subandino se hallaron los sitios 021 y 045; estos sitios contienen evidencias de ocupaciones humanas entre el c.9000 a.P y el c.3500 a.P. El valle medio del río Porce fue poblado por grupos cazadores recolectores que aprovecharon un amplio espectro de plantas y animales. Alrededor del c.7500 a.P se manifiesta una alteración del bosque como lo indica un incremento considerable de especies pioneras de las familias Melastomataceae, Compositae y Arecaceae (Castillo y Aceituno, 2000; Castillo y Aceituno, 2006; Castillo et al, 2000:72-74) que indica una mayor intensidad de intervención de las áreas adyacentes a los campamentos, con el fin de adecuar áreas que permitieran el manejo selectivo de determinadas especies vegetales, de forma similar como plantea Gnecco para el caso de San Isidro.

En este marco de relaciones ecológicas, hacia el c.6500 a.P aparece polen de Zea mays, Manihot sp. Amaranthus sp. y de cucurbitáceas, constituyéndose en las primeras evidencias claras de cultivo de plantas en el Porce medio (Castillo y Aceituno, 2000; Castillo y Aceituno, 2006). En el contexto y la forma como se produjo la introducción de estas plantas, el cultivo de plantas no fue un salto conceptual, en tanto desde milenios atrás los habitantes del

Aceituno y Loaiza

Page 19: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-19-

Porce medio venían manejando los recursos del bosque, concentrando, ya sea de forma consciente o inconsciente, muchas de las plantas silvestres en las áreas adyacentes a los asentamientos (Aceituno y Castillo, 2005). En el marco de esta racionalidad es donde hay que situar el origen del cultivo de plantas, como un proceso que comienza con el manejo de los recursos del bosque medio como un todo, en el que cobran especial relevancia las áreas cercanas a los sitios que favorecen la concentración de plantas y animales.

En relación con los cambios en la explotación del medio, sobre todo cuando aparecen los cultígenos, presuponemos una reducción de la movilidad dado el aumento de la capacidad de carga del medio, a través de las áreas donde se concentran los recursos vegetales (Aceituno y Castillo, 2005; Castillo y Aceituno, 2006). Esta correlación entre reducción de la movilidad residencial y del territorio de explotación, está bien demostrada con datos etnográficos actuales (Kelly, 1995:120-128).

Otros dos contextos muy relevantes se localizan en la cuenca del río Amazonas. El primero de ellos, es el sitio Caverna de Piedra Pintada en la cuenca baja del Amazonas (Brasil). Este sitio cuenta con una serie de fechas de radiocarbono en un intervalo entre c.11,200 y 10,000 a.P asociadas a miles de artefactos líticos, destacándose una serie de puntas de proyectil con aletas y pedúnculo que no tienen relación alguna con las puntas Clovis; junto a los artefactos líticos se recuperaron restos de palmas, nueces brasileras, peces, tortugas, aves, pequeños roedores y restos de tapires que indican una vida forrajera de amplio espectro adaptada a las condiciones naturales del bosque húmedo amazónico (Roosevelt et al, 1996). Según Roosevelt y sus colaboradores, Piedra Pintada representa una cultura forrajera de selva húmeda tropical contemporánea y diferente a la de los cazadores especializados Clovis; por esta razón, ambas culturas representan flujos migratorios

diferentes, poniendo en entredicho el modelo Clovis primero (Roosevelt et al, 1996).

El segundo contexto amazónico, es el sitio de Peña Roja, en la amazonía colombiana. Peña Roja es un sitio a cielo abierto datado en 9.250 ± 140 y 9125 ± 250 a.P (Cavelier et al, 1995:27). El componente arqueológico está formado por artefactos líticos de talla unifacial y por artefactos de molienda como placas, cantos con bordes desgastados, golpeadores y yunques. Junto a los artefactos líticos Peña Roja contiene un importante número de semillas carbonizadas, de las cuales el 68% se trata de semillas de palma, pertenecientes a los géneros Oenocarpus, Mauritia y Astrocaryum. Este porcentaje tan alto indica que las palmas fueron un recurso de alta preferencia y probablemente estuvieron sometidas algún tipo de manejo selectivo (Cavelier et al, 1995:36-41; Morcote et al, 1998). En relación con la especialización y el manejo de las palmas, los investigadores de este sitio estiman que probablemente la región donde se encuentra este sitio fuera ocupada unos 500 años antes.

En síntesis, con los ejemplos anteriores y con los datos que vamos a presentar en los siguientes capítulos, queremos demostrar que en el noroccidente de Suramérica hay contextos arqueológicos que reflejan unos patrones económicos plenamente adaptados a los ecosistemas de bosque húmedo tropical tanto de tierras bajas como altas, desde la transición Pleistoceno/Holoceno que difícilmente podemos conectar, en términos de ascendencia, con los cazadores-especializados que migraron desde las praderas de Nuevo México. Por tal razón, el poblamiento de Suramérica, incluyendo el actual territorio colombiano, no puede ser explicado únicamente a partir de una sola radiación demográfica como propone el modelo Clovis. De este modo, no estamos excluyendo rotundamente la llegada a Suramérica de gentes descendientes de Clovis, simplemente que el poblamiento del subcontinente no puede explicarse únicamente con una sola migración.

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Page 20: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 21: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-21-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

2. ECOLOGIA HISTORICA EN SOCIEDADES DE PEQUEÑA ESCALA

El concepto de sociedades de pequeña escala se refiere a grupos demográficamente pequeños, con tecnologías extensivas de baja producción y con un sistema político descentralizado (Bodley citado en Smith y Wishnie,2000). En el Neotrópico, como ejemplos de este tipo de sociedades encontramos a los Nukak-Makú en Colombia (Politis, 1996), Siriono en Bolivia (Balée, 1999), Aché en Paragüay (Hill y Hawkes, 1983), Huaroni en Ecuador (Rival, 1999), Hiwi en Venezuela (Hurtado y Hill, 1990) y Yanomani en Venezuela y Brasil (Hames, 1983).

Contrario a la perspectiva estática del programa adaptacionista de la ecología cultural, centrado básicamente en la descripción del funcionamiento y eficacia de la cultura como un mecanismo extrasomático de adaptación, las relaciones ecológicas de los seres humanos son dinámicas sujetas al riesgo e incertidumbre (Smith, 1988), lo que se traduce en cambios ecológicos que potencialmente pueden manifestarse en la dimensión evolutiva de la cultura. Desde este punto de vista, la ecología actualmente está poniendo en entredicho el concepto de equilibrio ecológico, estrechamente asociado a sociedades de pequeña escala (Boone, 2002); imagen, en cierta manera, fraguada en el Congreso de Chicago de 1966 donde los cazadores recolectores fueron idealizados a través del concepto de opulentos forrajeadores, acuñado por Sahlins (1968:85).

Contrario al clásico paradigma del equilibrio, los sistemas culturales como los naturales, antes que sistemas homeostáticos y estables, son dinámicos, estocásticos, autotransformadores, caóticos e inciertos (Leal, 2002:133; Little, 1999; Smith y Wishnie, 2000; Ulloa, 2002:148). La ecología humana ha adoptado los conceptos de riesgo e incertidumbre para defender la naturaleza estocástica de los procesos culturales (Smith, 1988: 230). Las acciones individuales conllevan una dosis de riesgo e incertidumbre que incrementan las posibilidades de resultados no previstos. El riesgo se refiere a la posibilidad de que se produzcan efectos no controlados o variaciones estocásticas en la toma de decisiones, y la incertidumbre es una variable de riesgo que depende del grado de información que se maneja cuando se van a tomar decisiones; obviamente, el riesgo es proporcional a la incertidumbre (Smith, 1988:231).

Por lo tanto, la ecología humana hay que verla desde una perspectiva histórica y evolucionista. Históricamente, tales relaciones se han manifestado en estados de conservación, alteración, extinción y evolución. La ecología histórica se centra en el estudio de las interrelación de la cultura con el medioambiente,

asumiendo que la naturaleza y la cultura son sistemas dinámicos e incluyentes entre sí que han coevolucionado conjuntamente, cuya manifestación evolutiva depende de la intensidad de los eventos naturales y culturales (Balée, 1998:13); este planteamiento rompe, por una parte, con la idea de una naturaleza inmutable y determinante de la cultura, y, por otra parte, con la idea contraria de que la cultura ha dominado a la naturaleza a su antojo. La ecología histórica asume como postulados teóricos que la mayoría de la biosfera ha sido afectada por la actividad humana; que el ser humano no está destinado ni a degradar ni acabar con la biosfera, ni tampoco a construir un mundo más habitable ni a favorecer la diversidad o extinción de especies. Un punto importante de la ecología histórica es que reconoce que los efectos en la biosfera han estado fuertemente correlacionados con los modos de producción (Balée, 1998:14).

Por su parte, la ecología conductual o evolutiva rechaza la posición vitalista de que la adaptación es el mecanismo y el fin de la evolución. La evolución simplemente es la manifestación de un proceso selectivo que actúa sobre los individuos de una población, los cuales logran estados de adaptación con el medioambiente bajo determinadas circunstancias que son contingentes a un tiempo y espacios determinados, y en ningún caso son universales (Bettinger, 1991:5; O´Brien y Holland, 1992; 1995). Desde este punto de vista, la adaptación se refiere únicamente a la descripción de los mecanismos de interacción entre un organismo y el ambiente, resultado de un proceso de selección de los individuos que, bajo determinadas circunstancias, han tenido más posibilidades de supervivencia. Esta concepción rechaza las variaciones dirigidas para explicar el cambio; no obstante, en el caso particular de las sociedades humanas, es cierto que por nuestra evolución cognitiva hemos desarrollado la capacidad de planificar, lo que potencialmente nos permite innovar en determinadas direcciones; empero, esto no significa que los seres humanos controlemos, desde un punto de vista evolutivo, los efectos de tales variaciones en nuestras conductas materiales e ideológicas, ya que la incertidumbre en las acciones humanas contrarresta los efectos planeados, favoreciendo el cambio cultural.

Para analizar las interacciones bioculturales de los primeros pobladores de la región del Cauca medio, entre finales del Pleistoceno y el Holoceno medio, vamos a utilizar el concepto de domesticación, pero desde una perspectiva conductual e histórica que difiere de la concepción tradicional, según la cual la domesticación fue la principal causa de un cambio abrupto y rápido en la evolución humana (Terrel et al, 2003). El concepto de domesticación se construyó bajo el paraguas del paradigma evolutivo del XIX, el

Page 22: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-22-

Aceituno y Loaiza

cual concibió la evolución como una sucesión lineal de estados de progreso tecnológico, ideológico y moral, cuyo referente ideal era la sociedad occidental. En el pensamiento occidental de la época, los cazadores recolectores representaban la condición más natural del hombre, la cual era sinónimo de salvaje, amoral e instintivo (Barnard, 1999: 371). Bajo este esquema ideológico, el concepto de domesticación nunca podía emerger de la mano de sociedades forrajeras, cuya relación ancestral con occidente era más un asunto biológico que cultural (Barnard, 1999:371).

La humanidad logró abandonar su estado natural, únicamente cuando fue capaz de controlar y producir alimentos por sus propios medios, superando, de este modo, la vida parasitaria que imponía el forrajeo a las sociedades paleolíticas (Bernabeu et al, 1991). Cuando el ser humano domesticó plantas y animales se volvió sedentario, y organizó su vida familiar en torno a un nuevo concepto de domus; es decir, no solamente domesticó la naturaleza, sino la propia sociedad, adquiriendo por vez primera rasgos civilizados, tales como la sedentarización y el surgimiento de nuevas artes como la alfarería o la industria textil. Si analizamos estas clasificaciones, es claro que el pensamiento dualista ha marcado profundamente las taxonomías culturales; de este modo, mientras el concepto de naturaleza se proyectaba en los cazadores recolectores del mundo paleolítico, el concepto de domesticación en los agricultores neolíticos. Consideramos que estas taxonomías culturales son reduccionistas en la medida en que han creado modelos rígidos e ideales que constriñen otras formas de entender la relación naturaleza cultura, así como todas las reflexiones en torno a la evolución cultural.

En contra de esta perspectiva dualista, asumimos la domesticación más como una conducta biocultural que como una consecuencia, rechazando entonces su aspecto únicamente morfológico; en consecuencia el espectro de recursos domesticados durante la historia de la humanidad no se puede reducir únicamente a las especies que más han evolucionado morfológica y genéticamente (Terrell et al, 2003). Esta concepción socava el dualismo salvaje domesticado, razón por la cual, consideramos que los cazadores recolectores también domesticaron el espacio físico, creando paisajes culturales en base a la alteración y percepción de la naturaleza (Terrell et al, 2003). En consecuencia, consideramos como domesticación todo proceso de interacción ecológica entre el hombre y el medioambiente, que en su definición etimológica no debe tener peso clasificatorio, en la medida en que los cazadores recolectores también han domesticado su medioambiente, en tanto que han alterado por milenios los ecosistemas que han

habitado. Luego, la cuestión sobre el origen de la domesticación se vuelve secundaria, a favor de la pregunta sobre las causas de las diferentes formas de domesticación que ha causado el ser humano a lo largo de su historia, involucrando tanto acciones técnicas como simbólicas, puesto que toda acción material está legitimada por una forma simbólica de estar en el mundo que depende de la idiosincrasia particular de los pueblos.

En este sentido, en su acepción ecológica entendemos por domesticación el conjunto de acciones mediante las cuales el ser humano altera la ecología de un entorno físico, produciendo efectos en la distribución diferencial de las especies vegetales y animales, y originando relaciones simbióticas que pueden desembocar en una codependencia evolutiva, que potencialmente puede manifestarse en transformaciones biológicas y culturales. Esto quiere decir que la domesticación no es únicamente una cuestión de diseño, sino que se manifiesta en una ecología relacional que puede adoptar múltiples formas de interacción hombre medioambiente que no se pueden reducir a la perspectiva occidental del término.

Esta def inición hal la correspondencia con los planteamientos que han hecho varios autores sobre el manejo de la selva tropical en Suramérica. Balée (1989) y Posey (1984) coinciden en que las sociedades tradicionales practican economías agroforestales que consisten en la explotación de un amplio espectro de plantas silvestres y domesticadas cuyo efecto ha sido la creación de bosques antrópicos, en la medida en que la distribución ecológica ha sido alterada fuertemente por la presencia humana. En este sentido, se puede plantear que tales bosques son domesticados si tenemos en cuenta que la distribución de algunas familias de plantas, como las palmas, ha sido alterada por la intervención humana desde hace miles de años, como lo demuestran no solamente los datos etnobotánicos sino también el registro arqueológico en varias regiones de Suramérica, siendo nuestros ejemplos más cercanos los casos de San Isidro (Popayán) y Peña Roja (Amazonía colombiana) (Gnecco y Mora, 1997). De forma similar, Yen (1989) señala que en Australia los aborígenes usan el fuego con los mismos objetivos que lo hacen los agricultores, limpiar el suelo y favorecer el crecimiento de plantas alimenticias, alterando la ecología de amplias extensiones de terreno y produciendo paisajes con una fuerte impronta humana.

En la misma línea, Chase (1989) propone el concepto de domicultura para explicar la estrategia de aprovechamiento de los aborígenes australianos en la península Cape Cork. Rechazando la dicotomía tradicional, este autor plantea que los cazadores

Page 23: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-23-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

recolectores australianos no pueden ser considerados ecológicamente pasivos, ya que estos grupos son conscientes de los efectos que producen en el medioambiente. Domicultura se refiere precisamente a la explotación que hacen los aborígenes sobre sus tierras aplicando métodos extensivos como el uso del fuego. Durante el manejo de un ecosistema concreto los aborígenes lo consideran domesticado, pero no solamente en su dimensión ecológica sino social, en la medida en que la acción domesticadora es una interpretación de las plantas y animales como recursos alimenticios, y también simbólica que involucra toda una serie de conceptos relacionados con su particular cosmovisión del mundo que influyen en la forma de relacionarse con la naturaleza.

Estos sistemas no intensivos consisten en alterar la cobertura vegetal, plantando y dispersando especies de forma aleatoria, con el fin, no solamente de asegurar la despensa alimenticia, sino también de conservar la biodiversidad del medio y por tanto de los recursos. Otro rasgo de estos sistemas, es que la relación con el medio se ha basado por milenios, no simplemente en una relación técnica, sino simbólica. Las sociedades tradicionales han proyectado el sentido de lo sagrado al medioambiente (Ramakrishnan, 2001), desarrollando modelos agroecológicos cuyo fin es la conservación del medioambiente; esta es la razón por la cual tales culturas rechazan el monocultivo y replican en sus huertos la estructura natural del bosque, en la medida de que dicho sistema de explotación intensivo, ni técnica ni moralmente, es una forma correcta de relacionarse con el mundo natural (Ramakrishnan, 2001).

Es tos mode lo s lo que t i e n e n en común es el aprovechamiento integral de los recursos, evitando la especialización de unas pocas especies fuertemente domesticadas. Es decir, en términos metonímicos, se puede decir que los bosques tropicales son percibidos como una gran huerta donde las sociedades forestales gestionan los recursos vitales para su subsistencia. Seguramente estas estrategias de manejo de los bosques forestales son milenarias y, por lo tanto, estos bosques antrópicos pueden ser rastreados históricamente a través de la recuperación y estudio de evidencias arqueológicas.

Como hemos apuntado anteriormente la domesticación también implica acciones simbólicas que se manifiestan en el espacio. El espacio como concepto ha sido definido de muchas maneras asociándose a nociones como región, territorio o paisaje. Independientemente de las diferencias de tales nociones, todas ellas tienen en común en que son espacios producto de las acciones humanas durante muchas generaciones (Chapman, 1997: 31), por lo cual, el espacio es una especie de memoria extracorpórea de la humanidad donde se registran las acciones de los individuos, las cuales por

ser reflejo de una época determinada, actúan como marcadores temporales que, en última instancia, reflejan las percepciones idiosincrásicas de los individuos (Chapman, 1997:31; Children y Nash, 1997:3).

En el espacio se insertan muchos paisajes que son un reflejo de las múltiples percepciones de los individuos (Low y Lawrence-Zuñiga, 2004:2) que se registran en signos y señales antrópicas y naturales, mediados por las normas culturales y las relaciones de poder2 que tercian entre los individuos. En el caso de sociedades de pequeña escala, es muy común encontrar que muchos de los referentes sensoriales de las acciones simbólicas lo constituyen todos los elementos e hitos del espacio, desde las áreas de captación de recursos hasta hitos naturales como rocas, montículos, charcos, fuentes de agua, minas, caminos, etc. En estos elementos geoantrópicos, la gente establece conexiones con las fuerzas incorpóreas de la naturaleza, fusionando en una sola dimensión el mundo natural con el mundo cultural (Mather, 2003). Estos lugares sacralizados son parte de las estrategias de domesticación, como lo demuestran casos etnográficos y prehistóricos, siendo un ejemplo muy notable el mundo megalítico en el viejo continente (Mather, 2003).

Esta propuesta de redefinición del concepto de domesticación conlleva una forma alternativa al pensamiento eurocéntrico de entender la relación naturaleza cultura. Para nuestro caso de estudio, nos parece muy valiosa la perspectiva relacional que actualmente están proponiendo un importante grupo de amazonólogos, quienes están demostrando que la relación naturaleza cultura es una relación existencial que puede adoptar muchas perspectivas, aunque es cierto que se pueden encontrar elementos comunes entre grupos aproximados, que permiten considerarlos como complejos culturales que obedecen a factores ambientales, económicos, simbólicos e históricos comunes.

La ecología de las sociedades de pequeña escala difiere completamente de nuestra concepción occidental, al considerar que la naturaleza no es una entidad separada de la cultura. La naturaleza está en un mismo nivel ontológico y es moralmente incorrecto pensar que el hombre es una creación superior, como sucede en el pensamiento occidental. La relación con la naturaleza no es simplemente un hecho tecnológico, sino que ante todo es un hecho moral; por tal razón, los individuos establecen relaciones de parentesco con las entidades del mundo natural que se materializan en diferentes formas de percepción del mundo; pero como en el mundo de los humanos, las relaciones de

2 En el contexto que aquí nos estamos refiriendo poder no se refiere únicamente al ejercicio de la autoridad por sistemas de gobierno complejos y centralizados, sino también a aspectos cotidianos que median en las relaciones de los individuos como pueden ser situaciones de conocimiento, habilidades corporales, manuales, de origen, de religión, etc.

Page 24: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-24-

Aceituno y Loaiza

parentesco no son ni unívocas ni armoniosas con todos los individuos; en consecuencia, es muy común observar entre estos grupos establecen tanto relaciones positivas como negativas, que adoptan la forma de reciprocidad o de depredación, dependiendo del lugar que ocupen las entidades naturales en la cosmología cultural (Descola, 2001:101; Echeverri, 2001). Puede decirse entonces, que estas formas de relacionarse constituyen una estrategia del hombre para la domesticación de la naturaleza, de su espacio habitable en el cual se desenvuelve y aprehende la forma de perpetuarse; esto sugiere una relación con la naturaleza resultado de la acumulación y transmisión de conocimientos a través de miles de años.

Con esta propuesta, en última instancia, lo que pretendemos es hacer una lectura ecológica de los grupos del pasado, desde

una redefinición del concepto de domesticación que se aleja de la concepción dualista cazador-recolector vs agricultor, y que tiene la ventaja de estudiar la ecología humana más como un proceso histórico y no simplemente como la mera evolución de etapas económicas, determinada -la evolución- por una especie de ley natural, cuyo fin es incrementar el control sobre la naturaleza. Empero, es cierto, que parte de esta propuesta se sustenta en referentes actuales como ha quedado explícito en los párrafos anteriores. Si bien somos conscientes de las diferencias históricas entre los grupos actuales y los del pasado, en donde se articulan nuestras inquietudes, consideramos que la visión naturaleza cultura de estos grupos tradicionales, al menos, puede ayudarnos a entender un poco más la ecología de sociedades no occidentales y, de este modo, tratar de superar los esquemas conceptuales en los que nos formamos.

Page 25: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-25-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

3. ASPECTOS TEORICOS Y METODOLOGICOS

Binford (2001:46), en contra de la arqueología de sitio, plantea que una de las principales características del registro arqueológico es su dimensión espacial, dado que el paisaje es el espacio donde se proyectan las actividades económicas, sociales e ideológicas de los grupos humanos. En términos analíticos, el espacio evoluciona de un espacio cartesiano3 donde se registran los hechos observados, a un espacio de datos cuando las evidencias han sido sometidas al escrutinio de los métodos arqueológicos y pueden ser representadas cartográficamente (Binford, 2001:48). Por último, el espacio empírico de los datos evoluciona hacia un espacio interpretativo cuando se construyen discursos antropológicos e históricos.

Los objetivos de la arqueología espacial han evolucionado según las distintas corrientes teóricas. Como bien es sabido, para la arqueología procesual, fuertemente influenciada por la ecología cultural de Steward (tomado de Harris, 1981), el espacio físico es el escenario evolutivo donde la diversidad humana ha desplegado su capacidad adaptativa, para construir nichos antrópicos a lo largo y ancho del planeta (Binford, 2001:160). Por esta razón, la arqueología procesual acogió la definición de cultura de White (tomado de Harris, 1981) quien consideró a la cultura como un sistema extrasomático de adaptación. El concepto de nicho que utiliza Binford (2001:116) es muy similar al concepto de núcleo cultural, en tanto que el nicho se refiere al conjunto de rasgos culturales determinados por la forma de adaptación al medio en términos extrasomáticos.

La arqueología postprocesual, rechazando la perspectiva adaptacionista de los procesualistas, concibe el paisaje como una proyección mental que emerge en la percepción de los individuos que lo habitan (Knapp y Ashmore, 1999:6), con el fin de ordenar las experiencias en el mundo real (Hernando 2002: 52), razón por la cual, antes que una entidad monolítica y empírica, es multidimensional e ideacional, cuyo significado es proporcional a la preconcepción de los individuos (Fowler, 1995). A diferencia de la arqueología procesual, la arqueología postprocesual ha tratado de superar la visión empírica del espacio reducida a los hechos visibles, asumiendo como fenómenos culturales que también deben ser rastreados, la dimensión no visible de la cultura (Criado, 1999:5), que surge con la cosificación incorpórea de una realidad que encierra múltiples significados ideológicos. Dicho con otras palabras, el objetivo de la arqueología postprocesual

3 Esta posición puede ser criticada por aquellos que afirman que los restos arqueológicos no son hechos observados sino interpretados, en la medida en que la mera decisión sobre qué es y qué no es arqueológico, es ya una acción interpretativa; empero, las probabilidades de que dichos vestigios sean siempre considerados como arqueológicos son tan altas que alcanzan un grado de objetividad que reducen sus posibilidades interpretativas por parte de los observadores.

es acceder a otras dimensiones del espacio que han sido sacrificadas por la perspectiva ecológica y empírica de la arqueología procesual.

La arqueología procesual ha sido acusada de que en su programa epistemológico, uno de sus objetivos ha sido tratar de establecer relaciones unívocas entre fenómenos empíricos y significados interpretativos (Hernando, 2002:39). Sin embargo, no estamos completamente de acuerdo con esta presunción, en tanto que el propio Binford (1987) ha rechazado la idea de que el resultado de un tipo de actividad se caracterice por un único conjunto de evidencias materiales. De esta premisa deriva la idea de la necesidad de construir marcos de referencias actuales para entender la formación conductual del registro arqueológico. Lo que hace la arqueología procesual, es que partiendo del principio de consiliencia: la recurrencia de hechos en el espacio y en el tiempo, únicamente pueden ser explicados por unos patrones hipotéticos que no soportarían cualquier tipo de interpretación (Gould, 1999:288). En lo que sí estamos de acuerdo, es que los marcos de referencia actuales han dado muy buenos resultados en temas relacionados con la tecnología y la subsistencia, y han suspendido en materia de temas ideacionales e idiosincrásicos, lo cual no invalida los logros en materia de ecología, tecnología, economía y evolución humana.

En última instancia, nos parece muy acertada la posición de Murray (2002), de que dada la distancia insalvable entre la ontología del registro arqueológico y el objetivo de la arqueología como ciencia, el discurso arqueológico se mueve en niveles de confiabilidad según la dimensión cultural que se trate de resolver. Y en este sentido sí existen recurrencias culturales que no soportan cualquier tipo de interpretación; por consiguiente, compartimos la idea de que hay patrones conductuales y que estos pueden ser identificados en el registro arqueológico, con la ayuda de marcos de referencia actuales. En la presente investigación hemos seleccionado nuestra área de estudio por criterios ambientales y no históricos. Los dos criterios que tuvimos en cuenta fueron básicamente la zona de vida y el piso altitudinal. Hemos rechazado el uso del concepto de región como escala analítica, dado que, como ha sido definido por los geógrafos, es una construcción cultural del espacio físico con unos límites culturales definidos por la acción del ser humano durante generaciones (Estébanez, 1984:57); es decir, una región no es otra cosa que un proceso histórico y no una entidad monolítica (Mather, 2003) que proyecta muchos paisajes dependiendo de la percepción de las múltiples clases de voces que conviven en una región. Luego, por ser una construcción histórica con fines político administrativos no creemos conveniente, a priori, utilizar el concepto de región, en tanto que puede restringir la interpretación a unos

Page 26: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-26-

Aceituno y Loaiza

límites que en nada tienen que ver con los límites de hace miles de años, sobre todo si tenemos en cuenta que actualmente la región del Cauca medio está erguida principalmente sobre pilares occidentales.

El área de estudio fueron dos zonas de bosque muy húmedo premontano en la Cordillera Central, localizadas en los municipios de Marsella y Santa Rosa de Cabal, pertenecientes ambos al Departamento de Risaralda. La fase de campo que duró 40 días, consistió en la excavación de dos sitios ya identificados en años anteriores, en el marco de proyectos de rescate y la prospección de un pequeño transecto en el municipio de Santa Rosa de Cabal. Los sitios excavados fueron La Selva (Marsella) y el Jazmín (Santa Rosa de Cabal), ambos en la vertiente occidental de la Cordillera Central de Colombia. El primero lo seleccionamos porque es el único sitio temprano que se encuentra en la primera línea de sierras menores que limitan por el oriente el valle del río Cauca; el segundo, porque es uno de los sitios tempranos de la zona con un mayor número de ocupaciones y ha aportado mucha información para conocer el poblamiento del Cauca medio. En el caso de la Selva, el principal objetivo fue recopilar información sobre la estratigrafía, ampliar las fechas de radiocarbono y extraer muestras de polen; en el caso del Jazmín, además de los anteriores objetivos, pretendíamos tener más claridad sobre la estructura interna de de los eventos de descarte, razón por la cual en este sitio excavamos el mayor número de metros cuadrados, un total de 11 m² frente a los 4 m² de la Selva. La excavación se hizo mediante niveles de 5 cm, asociándolos a los horizontes de suelo, identificados durante la excavación por los cambios de color y textura.

La prospección se hizo en un transecto de unos 0,5 km² en el valle del río San Eugenio, con el objetivo de hallar nuevos sitios tempranos y obtener información sobre el patrón de asentamiento, la diversidad de ocupaciones tempranas, el proceso de formación y nuevas fechas de radiocarbono. Dada la topografía montañosa, hicimos un muestreo dirigido en una franja de pequeñas cimas de colinas bajas que limitan el valle del río San Eugenio en su margen derecha. Como la visibilidad superficial es muy baja debido a la tupida cobertura vegetal, en las unidades espaciales seleccionadas hicimos pozos de sondeo de 50x50 cm con el fin de identificar evidencias estratificadas y limitar el área de los depósitos; el resultado fue el hallazgo de dos nuevos sitios tempranos, San Germán II y La Pochola en los cuales excavamos un área de 1 m² con el fin de recuperar muestras de polen, carbón para datación, sedimentos y artefactos líticos, con el fin de evaluar el potencial de estos sitios con miras a realizar excavaciones en área.

En la fase de laboratorio, el primer paso fue la caracterización geográfica del paisaje, en tanto que

proporciona elementos que sirven de referencia para evaluar cómo ha evolucionado el paisaje, teniendo como referencia la dinámica actual de los agentes naturales que determinan la geomorfología de la zona, como son el clima y la actividad eruptiva volcánica, sobre la cual tenemos referencias geológicas e históricas. El segundo paso fue la reconstrucción de la estratigrafía, con el fin de entender los procesos de formación de los sitios, a partir de la identificación de los diferentes eventos deposicionales. En términos estratigráficos, un evento lo hemos definido como una subunidad tridimensional formada por materiales con una estructura coherente en términos mineralógicos con límites bien definidos; cada unidad se puede diferenciar del resto del conjunto, representado por la totalidad del depósito estratigráfico. Esta anotación es importante, en tanto un evento estratigráfico está formado a partir de subeventos naturales y ocupaciones humanas, que tuvieron lugar en escalas de tiempo de muy alta resolución, que prácticamente son imposibles de determinar en términos arqueológicos; en el caso de las múltiples ocupaciones humanas, éstas únicamente son interpretables a partir del análisis de los datos con la ayuda de referencias actuales tanto etnoarqueológicas como experimentales.

Para reconstruir la formación de los sitios, dada la nitidez de los cambios edafológicos en los depósitos, en primer lugar nos basamos en los cambios de color y textura de los horizontes de suelo; en un segundo nivel correlacionamos la información edafológica con la distribución de los artefactos líticos, con el análisis de la fracción fina y gruesa de los sedimentos y con la información de los granos de polen. El resultado fueron cuatro horizontes de suelo que se corresponden bien con los diferentes períodos de ocupación humana como explicaremos en detalle en el capítulo 5.

Una vez reconstruida la estratigrafía, el paso siguiente fue el análisis de la estructura espacial de los sitios, con el fin de reconstruir como operaba la gente en su espacio habitacional, teniendo en cuenta los factores naturales y antrópicos que alteran los depósitos, distorsionando el significado de éstos. Para analizar la estructura interna de los contextos, hemos puesto a prueba modelos de descarte, construidos a partir de la etnoarqueología en grupos de cazadores recolectores (Binford, 1987; 1988; Kent, 1991). Lo importante de estos modelos es que no solamente se centraron en el resultado material, sino también en las causas que determinan el manejo de las basuras de la gente en su espacio habitacional.

Concluido el estudio de los sitios arqueológicos, el siguiente paso fue establecer un patrón espacial a partir de la relación de los depósitos entre sí y con el medioambiente, con el objetivo de construir un modelo de uso del espacio con énfasis en las relaciones ecológicas. Para analizar el uso del espacio, nos hemos centrado en el

Page 27: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-27-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

tema de la domesticación de plantas y la movilidad por la importancia que tiene este rasgo en sociedades forrajeras (Kelly, 1995:15). La movilidad la hemos abordado desde un punto de vista ecológico, siguiendo las propuestas iniciales de Binford (1980) y Kelly (1983; 1995), pero siendo conscientes de que la movilidad, no solamente es una conducta tecnoeconómica, sino que también puede ser analizada desde otros factores sociales, como lo han demostrado recientes trabajos etnoarqueológicos (Politis, 1996). De nuevo, surge el problema de la ontología de los datos, en tanto que para no reducir la movilidad a términos técnicos, no queda más remedio que usar analogías contemporáneas para entender cómo la gente planifica los desplazamientos desde racionalidades diferentes a la económica.

Para contrastar los modelos etnoarqueológicos de descarte, hemos analizado, por una parte, la estructura interna de los sitios a partir de la organización de la tecnología lítica y, por otra parte, los datos paleobotánicos. Para analizar la industria lítica hemos seguido el modelo de análisis propuesto por Nelson (1991), el cual tiene la ventaja de que tiene en cuenta la dimensión espacial de cada una de las fases de la cadena operatoria y el tipo de sitio arqueológico que podemos hallar a partir de la distribución de los distintos elementos producidos en la manufactura y uso de un artefacto. Si bien el enfoque de la organización tecnológica ha priorizado el aspecto adaptativo, somos conscientes de que la cultura material

también es polisémica, dado que la biografía de los artefactos también está constituida significativamente en términos ideacionales. El problema es que todavía carecemos de métodos apropiados para analizar la dimensión simbólica de la tecnología lítica en sociedades cazadoras recolectoras.

Dada la escasez de semillas carbonizadas en los sitios arqueológicos, hemos utilizado polen fósil recuperado de los perfiles estratigráficos, por una parte, para reconstruir las condiciones ambientales bajo las que vivió la gente y, por otra parte, para evaluar el grado de impacto antrópico en los asentamientos y el manejo del bosque, a partir de los cambios en la frecuencia de las taxas vegetales identificadas y de la aparición de plantas fuertemente utilizadas por la gente. Complementando los datos palinológicos, hemos tenido en cuenta restos de fitolitos y almidones extraídos de los artefactos líticos, con el objeto de identificar las plantas que fueron llevadas y consumidas en los sitios habitacionales.

Por último, hemos interpretado las evidencias del Cauca medio en una escala extrarregional, en el marco del poblamiento de la región andina del noroccidente de Suramérica, con el fin de plantear un modelo de colonización entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano, período en el cual se desarrollan las estrategias de ocupación efectiva de los bosques húmedos de los Andes Septentrionales.

Page 28: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 29: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-29-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

4. GEOGRAFIA DEL CAUCA MEDIO

Nuestra zona de estudio se encuentra en el Cauca medio, concretamente en la vertiente occidental de la Cordillera Central, en los municipios Marsella y Santa Rosa de Cabal en el Departamento de Risaralda. Esta región también es conocida como Eje cafetero, debido a que el café es su principal recurso económico. La Cordillera Central es el eje estructural de la orografía colombiana que separa las dos grandes cuencas hidrográficas de los Andes Septentrionales: la del río Cauca y el río Magdalena. La Cordillera Central se formó durante el Mesozoico, como consecuencia de una fuerte invasión magmática que ascendió desde el océano Pacífico (Guhl, 1975: 32). La depresión del río Cauca se produjo en el mismo período al hundirse una serie de cuencas marinas en el océano Pacífico, que originaron una gran falla longitudinal que es por donde corre actualmente el río Cauca. El Terciario fue un período de fuerte actividad tectónica que acentuó aún más las depresiones formadas durante el Mesozoico, lo que a su vez provocó intensas erupciones volcánicas y una intensa sedimentación de cenizas volcánicas en los grandes valles andinos, lo que explica en general la fertilidad de los suelos del Cauca medio (Guhl, 1975:30-31).

La litología de la Cordillera Central está compuesta por un fundamento básico, compuesto de sedimentos grafolíticos que datan del Paleozoico. Durante la acentuada fase lacustre del Terciario se formaron las rocas areniscas, las margas, las arcillas y los conglomerados, que en muchas regiones están cubiertos de arcillas rojas, derivadas de la descomposición de los sedimentos volcánicos, muy comunes por ejemplo en el relleno del Quindío (Acevedo, 1964:28). Durante el Cuaternario, se termina de configurar el relieve actual de la Cordillera Central, como consecuencia de la fuerte erosión y sedimentación de cenizas volcánicas. Este se puede dividir en tres grandes unidades de paisajes: 1) la línea de cotas más elevadas, con fuertes pendientes; 2) las laderas intermedias, fuertemente disectadas por la formación de microcuencas fluviales, que poco a poco van denudando las laderas de la Cordillera; 3) los valles sedimentarios formados a partir del arrastre fluvial de los materiales volcánicos y los aludes de vertiente que llegan hasta los valles transportados por el agua. La Cordillera Central es la más alta de los Andes Septentrionales, con una altura promedio de c.3000 msnm, debido a la presencia de los nevados del Ruíz, Huila, Tolima, Quindío y Santa Isabel, cuyas cimas alcanzan los 5000 msnm (Acevedo, 1964:21).

Por su posición geográfica, el clima de los Andes está fuertemente determinado por el relieve y los pisos térmicos que determinan las variaciones de la temperatura y la pluviosidad. Las variaciones en la humedad relativa

junto a los efectos del relieve en la irradiación solar y circulación de las corrientes de aire, son los factores principales que explican la variedad climática de la Cordillera Central. El principal efecto de la variación de las temperaturas y la pluviosidad es la distribución vertical de la flora y la fauna, factores que debieron incidir en el poblamiento prehispánico, especialmente en un período tan inestable como fue la transición Pleistoceno Holoceno. En la Cordillera Central, entre 1200 y 1600 msnm, es la franja altitudinal con mayor pluviosidad, con un promedio entre 2500 y 3000 mm (Oster, 1979); no obstante, gran parte de la variabilidad interregional se debe a las circulaciones locales de los llamados vientos de valle y de montaña, que consisten en flujos de aire de las capas bajas hacia las capas altas que al elevarse producen fuertes precipitaciones (Oster, 1979).

Las zonas de vida son agrupaciones de plantas que dependen de la temperatura, pluviosidad y evapotranspiración (Espinal, 1990:11). En el Cauca medio están presentes las siguientes zonas de vida: en el piso térmico cálido, entre 0 y 1000 msnm, se encuentra el bosque húmedo tropical (BHT), que se caracteriza por una temperatura promedio superior a los 24 grados y una pluviosidad que en el Cauca medio es de unos c.2000 mm (Espinal, 1990:37); en el piso térmico templado, entre 1000 y 2000 msnm, se encuentra el bosque muy húmedo premontano (Bmh-PM), el cual se caracteriza por una temperatura promedio que varía entre 18 º y 24 º centígrados y una pluviosidad entre 2000 y 4000 mm (Espinal, 1990:65). Nuestra zona de estudio se encuentra en esta zona de vida (INTEGRAL, 1997:4).

En términos edafológicos, en el Cauca medio predominan los suelos perteneciente al orden andisol, que son suelos de clima templado que se han formado por la meteorización de rocas metamórficas, como los esquistos grafíticos y cloríticos, y de rocas sedimentarias como areniscas, conglomerados y arcillositas, y por la deposición de cenizas volcánicas procedentes de los nevados del Ruiz y del Tolima (INTEGRAL, 1997:7). Los andisoles son suelos bien drenados, con una acidez alta entre 5.2 y 6.1, una alta fijación de fosfatos4 debido a la alta presencia de AL y Fe, pero son fértiles debido a su componente volcánico, al alto porcentaje de materia orgánica y a una alta capacidad de intercambio de cationes (Cortés, 1978; Jaramillo et al, 1994:56).

La primera zona se encuentra en el municipio de Marsella, donde se encuentra la finca La Selva (Figura 4.1), lugar donde se encuentra el sitio que porta el mismo nombre de la finca. La segunda zona, se encuentra en la cuenca que forman los ríos San Eugenio y Campoalegre, 4 Proceso por el cual el fósforo del suelo se transforma en compuestos insolubles, inutilizables para las plantas (Jaramillo et al., 1994:79).

Page 30: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-30-

Aceituno y Loaiza

ambos afluentes de la margen derecha del río Cauca, en el municipio de Santa Rosa de Cabal, donde se localizan los sitios el Jazmín, San Germán, la Pochola, Guayabito, el Antojo y Campoalegre (Figura 4.1 y 4.2).

Marsella se encuentra en la zona de vida Bmh-PM, a una altura de c.1600 msnm, con una temperatura promedio de 19º centígrados y una precipitación anual de c.2300 mm. El paisaje de la zona es bastante angosto y escarpado. La geomorfología de la zona es el resultado del cubrimiento de espesas capas de cenizas volcánicas, posteriormente disectadas por procesos erosivos, especialmente por corrientes de agua que descienden por la vertiente occidental desde el área de influencia de los nevados (Cano, 2001:40). En las partes altas predominan características estructurales de montaña con empinados relieves, cubiertos por relictos de bosque; las partes intermedias y bajas son menos escarpadas, debido a la deposición de los sedimentos y a la preparación del terreno para asentamientos humanos.

Los sitios de la cuenca San Eugenio Campoalegre se encuentran entre 1200 y 1600 msnm, en la zona de vida

Bmh-PM con una temperatura media de 21º centígrados, una pluviosidad de c.2600 mm y una humedad relativa de un 80%. El relieve de la zona es similar al de Marsella, también es bastante quebrado, cortado por microcuencas en forma de V con vertientes largas y modeladas por movimientos coluviales en masa, cubiertos posteriormente por sedimentos fluviovolcánicos (INTEGRAL, 1997:4),siendo el resultado un paisaje que se puede subdividir en tres estratos: 1) en la parte alta de la sierra que flanquea el valle del río San Eugenio, destaca un relieve muy inclinado; 2) en la parte intermedia, predomina un relieve de colinas con cimas redondeadas, donde se encuentra la mayoría de los sitios arqueológicos; 3) en la parte baja, se encuentra la planicie fluvial formada por sedimentos fluviales y volcánicos (INTEGRAL 1997: 4-6). En los bosques de la zona, las especies arbóreas más comunes son: el guabo (Inga sp.), el amarillo (Aniba sp.), el carbonero (Hirtella racemosa), el guasco (Eschweilera sp.), el cachicano (Callophyllum lucidum) y el guamilaro (Brosimun utile), el siete cueros (Tibouchina sp.), la quina (Ladenbergia sp.), el fresno (Brunelia sp.), el yarumo

Figura 4.1 Mapa zona de estudio

Page 31: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-31-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

(Cecropia sp.), el duraznillo (Prunus sp.), el caimo (Pouteria sp.), el cedrillo (Guarea sp.), el caucho (Guarea sp.); en la zona también se encuentran especies típicas de altitudes superiores como el roble (Quercus humboldtti), el aliso (Alnus jorullensis), el encenillo (Weinnannia sp.) y el pino (Podocarpus sp.). Otras plantas comunes son: la palma chontaduro (Bactris gasipaes), la palma real (Attalea sp.), los helechos arbóreos (Alsophylla sp.), el helecho común (Pteridium aquilinun), más especies pertenecientes a la familias Ericaceae y Bromeliaceae (Vergara y Tabares, 1995:7).

Actualmente, el impacto antrópico ha transformado profundamente la flora de toda la región, hasta el punto que el bosque maduro prácticamente ha desaparecido, dando paso al monocultivo del café y a praderas para el

Figura 4.2 Mapa cuenca San Eugenio

ganado vacuno; sin embargo, todavía quedan reductos de bosque donde se pueden encontrar asociaciones vegetales autóctonas del bosque muy húmedo premontano (Vergara y Tabares, 1995:7). Igualmente, la fauna ha disminuido por la presión del hombre pero todavía se encuentran en la zona guagua (Agouti paca), conejo (Sylvilagus brasilensis), armadillo (Dasypus novemcinctus) y venado (Mazama americana). Para esta región, las crónicas reseñan la caza de puerco espín (Coendou vestitus, Coendou bicolor), curí (Cavia porcellus), conejo (Sylvilagus brasilensis), zorro (Cerdocyon thous), venado (Mazama americana), danta (Tapirus pinchaque), oso de anteojos (Tremarctos ornatus), oso hormiguero (Tamandua mexicana y tetradactyla), jaguar (Panthera onca) y tigrillo (Leopardus pardalis) (Rodríguez, 1997:33), mostrando la gran abundancia de animales en los bosques de montaña.

Page 32: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 33: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-33-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

5. PROCESOS DE FORMACION DE LOS SITIOS ARQUEOLOGICOS

La geoarqueología es una subdisciplina de la arqueología que aplica los métodos de la geología para analizar los fenómenos geoambientales que actúan en la formación de los sitios arqueológicos. Para entender estos procesos formativos, la geoarqueología se ha constituido en un campo interdisciplinario que integra métodos de las ciencias de la tierra y de la propia arqueología. Uno de sus principales objetivos es entender la formación del registro arqueológico (Reid, 1992), a partir del análisis de los procesos sedimentológicos y edafológicos, que están directamente relacionados con las condiciones ambientales y antrópicas de los espacios habitados.

En una escala de larga duración, hemos seleccionado como unidad de análisis a los horizontes edafológicos; porque asumimos que los suelos son marcadores estratigráficos del proceso de formación de los sitios (Godberg, 1992; Reid, 1992). En un sentido pedológico, un suelo es una unidad tridimensional resultado de procesos físicos, químicos y biológicos, que actúan conjuntamente sobre los sedimentos y el material parental de la roca madre (Holliday, 1992). Por lo tanto, estudiando los suelos, podemos entender las condiciones naturales y antrópicas bajo las que se formaron los suelos arqueológicos.

Los sedimentos se transforman en suelos cuando quedan expuestos en superficie. Durante el tiempo de exposición se produce su alteración química y física, a través de la bioperturbación y la acción humana. Esto quiere decir que horizonte de suelo no es sinónimo de estrato, en la medida que un horizonte es el proceso de alteración de un evento deposicional5 natural que puede evolucionar en varios horizontes edafológicos. No obstante, siempre existe una relación entre horizonte y evento deposicional; ya que, las características finales de un suelo guardan una estrecha relación con los minerales transportados y depositados desde sus fuentes de origen. En el caso de los sitios arqueológicos, los eventos deposicionales también contienen restos culturales que actúan como indicadores estratigráficos; sin embargo, es muy difícil llegar a establecer el número exacto de ocupaciones contenidas en tales eventos, dado el efecto palimpsesto de los sitios reocupados, razón por la cual, en raras ocasiones podemos descifrar la suma de ocupaciones contenidas en un nivel arqueológico (Vaquero, 1999).

Para entender como se formaron los sitios, nos vamos a centrar en la reconstrucción de las condiciones paleoambientales en las que se formaron los suelos

5 En términos estratigráficos, un evento lo hemos definido como una subunidad tridimensional constituida por sedimentos que se han formado y han sido arrastrados bajo las mismas condiciones naturales y, por lo tanto, se puede diferenciar del resto del depósito estratigráfico.

de los sitios arqueológicos, en tanto que los procesos sedimentarios, físicos y químicos están directamente relacionados con las condiciones climáticas; puesto que éstas afectan a la alteración del material parental, a la rata de deposición y a los procesos físico químicos que tienen lugar en la superficie (Reid, 1992). Además, cuando las condiciones son muy estables y favorecen la evolución de un suelo, aumentan las probabilidades de haber sido ocupados y alterados antrópicamente (Mandel, 1992).

La mayor parte de los estudios de suelos se han centrado en la fracción química como indicadora de sitios habitacionales o de actividad agrícola (Holliday, 1992). En este sentido, la arqueología colombiana no es una excepción y la mayoría de los estudios geoarqueológicos, a nivel de sitio, han consistido en análisis químicos en perjuicio de análisis mineralógicos. A través de éstos últimos, es posible obtener información sobre el origen de los sedimentos, la magnitud de los eventos deposicionales, su temporalidad y, sobre todo, las condiciones climáticas que imperaron cuando se formaron los suelos.

En el relieve de la zona, los depósitos arqueológicos se localizan en coluvios disectados por la erosión fluvial, originando un paisaje de colinas onduladas y redondeadas. Sobre estas unidades topográficas, donde se localizan los sitios arqueológicos, se han formado suelos a partir de las cenizas volcánicas, que pertenecen al orden de los andisoles. Los andisoles se forman a partir de la meteorización de cenizas volcánicas en presencia de materia orgánica, bajo condiciones de alta pluviosidad y una temperatura que oscila entre 15° y 22° centígrados (Henao, 2001); es decir, son suelos típicos de zonas volcánicas de climas templados y lluviosos. Desde un punto de vista agrícola, son suelos fértiles ya que forman buenos complejos húmicos, retienen bien el fósforo y tienen una buena capacidad de infiltración (Hermelin, 2001).

En términos generales, los suelos de la zona de estudio se formaron a partir de tefra volcánica. La fracción gruesa es muy homogénea, compuesta principalmente por cuarzo, feldespato, vidrio volcánico y por minerales ferromagnesianos, lo que indica que las condiciones ambientales a lo largo de la formación de los sitios fueron bastante estables (Tobón y Pérez, 2005). Por su parte, la fracción fina está compuesta de arcillas, la mayoría de ellas expansivas; esto significa que los suelos se desarrollaron en un clima tropical húmedo, obviamente, con oscilaciones térmicas y pluviales.

Si los arqueosedimentos se formaron a partir de la deposición de cenizas volcánicas y basuras antrópicas, significa que la gente cohabitó y se adaptó a las erupciones volcánicas procedentes del Parque de los Nevados. En los sitios arqueológicos no hemos identificado eventos ecocatastróficos que produjeran el abandono súbito de la zona, lo cual no significa que la gente se reacomodase

Page 34: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-34-

Aceituno y Loaiza

en función de la intensidad de los eventos volcánicos. Probablemente, la cuenca del río San Eugenio estuvo fuera de los límites de las áreas catastróficas de los volcanes; estas áreas, por lo general, son impactadas por piroclastos, flujos de lava y un alto contenido de ácido sulfúrico y otros gases ácidos que imposibilitan la respiración de los mamíferos (Melson, 1994). Las áreas fuera de los límites inmediatos, a pesar de sufrir la influencia de fuertes tormentas y vientos, se ven favorecidas por la deposición de finas superficies de cenizas que ayudan al desarrollo de horizontes A; sobre todo en zonas volcánicas de clima tropical, donde la erosión es mínima debido a la vegetación siempre verde que facilita los procesos pedogenéticos (Melson, 1994) De acuerdo con los datos, creemos que una situación similar pudo darse en nuestras dos áreas de estudio. Otras pruebas de que los sitios, en general, se formaron bajo condiciones de relativa quietud geológica son la baja tasa de sedimentación, la ausencia de fuertes capas de cenizas volcánicas y la forma angular de los minerales, esta última evidencia indica que la distancia recorrida por los sedimentos fue baja.

Para analizar el proceso de formación de los sitios, hemos utilizado datos mineralógicos, edafológicos y culturales. El primer paso fue el análisis mineralógico de la fracción gruesa y fina, seguido del análisis textural; con el fin de determinar los eventos deposicionales y las condiciones

climáticas bajo las cuales se formaron los sitios. Para el análisis de la fracción gruesa se usó una lupa binocular para determinar la textura de los suelos e identificar los minerales presentes, su fuente y su grado de transporte, a partir de la forma de los minerales. La fracción fina se hizo mediante la técnica de difracción de Rayos-X, con el fin de identificar los minerales arcillosos y el grado de meteorización y lixiviación que sufrieron éstos cuando se formaron los suelos; lo cual está relacionado con la temperatura y humedad del ambiente (Tobón y Pérez, 2005). El segundo paso fue relacionar los eventos deposicionales con los horizontes de suelo descritos en campo, a partir de las diferencias de color y textura. El tercer paso fue determinar los eventos de ocupación basándonos en la distribución de los restos materiales y su relación con los anteriores horizontes de suelo.

5.1 La Selva

La Selva se encuentra ubicada en la vereda Mil Ochenta (Marsella), en las coordenadas geográficas 4° 56’ 31’’ latitud norte y 75° 44’ 19’’ longitud este (Figura 5.1). Este sitio está sobre un aterrazamiento coluvial de aproximadamente 1 Ha y una altura de 1600 msnm, en la pendiente oriental de la cuchilla Mil Ochenta, que por su amplio horizonte visual constituye un mirador natural hacia el valle del río Cauca (Figura 5.2).

Figura 5.1 Modelo de terreno la Selva

Page 35: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-35-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

En la Selva, antes de iniciar la excavación, hicimos pozos de sondeo de 50 cm² cada 5 m de distancia, en dirección noroeste sureste, con el fin de hallar los depósitos precerámicos6 , reportados en anteriores trabajos (INCIVA, 1995-1996). Una vez identificados los depósitos, se excavaron dos cortes de 2x1 m, denominados corte 1 y corte 2. La estratigrafía está compuesta por dos horizontes (de aquí en adelante Hz) de suelo, el Hz A con un grosor promedio de 55 cm y subdividido en varios subhorizontes, y el Hz AB, con un grosor promedio de

6 El concepto precerámico lo hemos utilizado únicamente como marcador cronológico, en ningún caso se refiere a una forma de vida.

c.60 cm, dependiendo del sector de excavación (Figura 5.3 y 5.4). A pesar de la proximidad de ambos cortes, se observan ligeras diferencias edafológicas; el color del Hz A, del corte, 1 es ligeramente más claro que el corte 2; el Hz AB del corte 2 es más arcilloso que el del corte 1, hecho que puede deberse a que en este horizonte del corte 2 no se hallaron materiales arqueológicos del período de estudio. En tercer lugar, mientras que en el corte 2, la interfacie entre ambos horizontes es muy nítida, en el corte 1 es muy difusa debido a la mezcla de los suelos.

En el corte 1 predominan los suelos de textura franco arcillosa, excepto en el Hz AB que se vuelve más arenoso

Figura 5.2 Terraza sitio la Selva

Figura 5.3 Perfil estratigráfico sur, corte 1, la Selva.

Page 36: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-36-

Aceituno y Loaiza

Figura 5.4 Perfil estratigráfico este, corte 2, la Selva.

Figura 5.5 Distribución de la textura del suelo, corte 1, la Selva

Page 37: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-37-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

(Tobón y Pérez, 1995). El análisis textural indica que hay dos grandes eventos deposicionales diferentes, el primero asociado al Hz A hasta una profundidad de unos 75 cm, que se caracteriza por una proporción de arena y lodos del 50% cada una. El segundo llega hasta los 120 cm de profundidad, en el cual se diferencian dos picos, el primero en el nivel 13 (91 cm), identificado como un paleosuelo, donde predominan los lodos, desarrollado a partir del nivel inferior (118 cm) donde, por el contrario, predomina ligeramente la fracción gruesa (Figura 5.5). Esto apoya la idea de condiciones de estabilidad volcánica, para el Holoceno temprano, que favorecieron la formación de paleosuelos y la ocupación humana. La disminución en el nivel 10 (73 cm) de los minerales ferromagnesianos (anfíbol y piroxeno) en la fracción gruesa, es un indicio de material retrabajado, que es indicador de ocupación humana. Por su parte, el porcentaje de vidrio volcánico permite diferenciar al menos dos eventos volcánicos, uno antes y otro después del nivel 10 (73 cm) (Figura 5.6), que se corresponde también con los dos momentos diferenciados a partir del análisis textural, que a grandes rasgos coinciden con los dos horizontes identificados en este sitio, el A y el AB.

El análisis de la fracción fina indica que el suelo se formó bajo condiciones típicas de clima tropical húmedo, con variaciones en la humedad y la temperatura, pero en condiciones de estabilidad geológica (Figura 5.7). En el nivel 13 se dieron unas condiciones ligeramente más cálidas y menos húmedas que las representadas por el nivel 18 (115-120 cm); como lo muestra la aparición de bentonita, montmorillonita y óxidos de hierro. La presencia de estos minerales indica alta meteorización y baja lixiviación (Tobón y Pérez, 2005). En el nivel 10 (70-75 cm) el clima es aún más cálido y ligeramente más seco, sugerido por la presencia de illita, que es una arcilla asociada a bajas precipitaciones; no obstante, siempre en el contexto de un clima húmedo tropical, dado que todas las arcillas identificadas son expansivas. En la parte superior, los niveles 6 y 2 (muestras 56 y 36 cm), asociados al Hz A, son suelos formados en un ambiente de alta meteorización y baja lixiviación, como lo indicia la presencia conjunta de illita y montmorillonita. Estas condiciones parecen acentuarse en la muestra superior, que presenta un contenido muy bajo de óxidos de hierro y vidrio volcánico; posiblemente porque ha estado más

Figura 5.6 Distribución mineralógica fracción gruesa, corte 1, la Selva

Page 38: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-38-

Aceituno y Loaiza

expuesto a la meteorización y erosión, lo cual es lógico si tenemos en cuenta que es un horizonte agrícola (Tobón y Pérez, 2005) (Figura 5.6).

En términos culturales, el Hz A contiene las evidencias más tardías del sitio, representadas arqueológicamente por la cerámica. Por su parte, el Hz AB contiene las evidencias precerámicas, principalmente identificadas en el corte 1, ya que, en el corte 2 solamente aparecen unos pocos artefactos, que pueden proceder de los niveles cerámicos. En el corte 1, el Hz A, cuyo grosor varía entre 45 y 55 cm, se divide en tres subhorizontes (de aquí en adelante subhz): A1, A2 que se diferencian en el color, volviéndose más claro en los subhz inferiores por efectos de la lixiviación del suelo. En el corte 1, al subhz A1 pertenecen los 4 primeros niveles7 (0-45 cm), que se caracterizan principalmente por la presencia de cerámica y el alto grado de alteración de los niveles 1 y 2,

7 El nivel 1 en el corte 1 va de 0 a 30 cm. incluyendo el espacio entre el datum y la superficie del suelo que varía entre 10 y 18 cm. Se decidió bajar hasta 30 cm para incluir en el nivel 1 la parte más alterada.

por el cultivo del café. La textura de este subhz es franca con predominio de arcillas y limos, y el color es pardo grisáceo muy oscuro (Figura 5.3).

Al subhz A2 del corte 1, están asociados los niveles 5 (45-50 cm), 6 (50-55 cm) y 7 (55-60 cm); el color se vuelve pardo oscuro (Figura 5.3), perdiendo la tonalidad grisácea, y la textura es similar al anterior. Los niveles 6 y 7 representan un momento de alta intensidad de uso del sitio, como lo indica el aumento de los artefactos líticos (Figura 5.8), hecho que se confirma con la mayor densidad de carbón en el nivel 7 y la ausencia de cerámica en este ultimo nivel. Este nivel, junto con el 8, marca la transición con el Hz AB.

En el corte 2, el subhz A1 prácticamente está ausente y el subhz A2 está representado por los niveles8 1 y 2 (0-30 cm). En términos arqueológicos, se caracteriza por contener fragmentos muy pequeños de cerámica (debido

8 Dadas las diferencias en la microtopografía de la terraza, en el corte 2 el nivel 1 va de 0 a 25 cm., pero en términos culturales los materiales se corresponden claramente con los niveles más superficiales del corte 1.

Figura 5.7 Distribución mineralógica fracción fina, corte 1, la Selva

Page 39: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-39-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

a que está muy perturbado), una alta cantidad de carbón y una muy baja frecuencia de artefactos líticos.

Al subhz A3 (corte 2) están asociados los niveles 3 (30-35 cm), 4 (35-40 cm), 5 (40-45 cm) y 6 (45-50 cm) (Figura 5.9). En términos culturales, la densidad de las evidencias aumenta considerablemente, hecho que se corresponde con un oscurecimiento ligero del suelo, respecto al subhz anterior, con un color 10 YR 2/2; lo cual podría estar relacionado con el período de mayor uso del sitio, correspondiéndose con los niveles 6 y 7 del corte 1. Los niveles presentan diferencias que podrían ser indicadores de momentos de ocupación distintos; como es el caso del nivel 5 que, a diferencia de los anteriores, muestra una frecuencia alta de artefactos modificados por uso. El nivel 6 marca la transición entre ambos horizontes como lo indica el aumento considerable del moteado naranja del suelo.

En el corte 1, el Hz AB tiene un grosor promedio de unos 60 cm, la textura se vuelve arcillo limosa, acentuándose en los niveles inferiores. Por tratarse de un Hz iluvial, la materia orgánica disminuye considerablemente, es más

compacto y el color varía entre un café grisáceo, en el nivel de contacto con el Hz A, y un café amarillento en los niveles inferiores por la pérdida de materia orgánica (Figura 5.2). A este Hz de suelo pertenecen los niveles 8 (60-65 cm), 9 (65-70 cm), 10 (70-75 cm), 11 (75-80 cm) y 12 (80-85 cm).

En términos generales, este horizonte se caracteriza, respecto al anterior, por el aumento claro de la tecnología lítica, en especial los artefactos de molienda, lo que marca una diferencia entre las ocupaciones precerámicas y cerámicas. En este Hz se pueden evidenciar dos momentos, el primero, entre los niveles 8 y 10; y, el segundo, entre el 10 y el 12. La diferencia entre estos, es la mayor densidad de los modificados por uso y los cantos de adecuación en los niveles inferiores (Figura 5.8). Para el nivel 12 del corte 1, hemos obtenido una fecha de 8680±60 a.P (Ua-24499 [cal. 1 δ 7739 BC: 7600 BC]9) (Ua-24499) que es coherente con las fechas más antiguas de este sitio, obtenidas en trabajos anteriores, que oscilan entre c.9500 y c.7700 a.P.

9 Las fechas han sido calibradas con el programa Calib rev. 5.0.1

Figura 5.8 Distribución artefactos líticos, corte 1, la Selva

Page 40: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-40-

Aceituno y Loaiza

Figura 5.9 Distribución artefactos líticos, corte 2, la Selva

Figura 5.10 Modelo de terreno, el Jazmín

Page 41: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-41-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

y un corte de 4x2 m, denominado corte 3 dividido en cuadrículas de 1 m² (A1-A2, B1-B2, C1-C2 y D1-D2). La excavación del corte 3 se hizo mediante niveles de 5 cm, asociándolos a los horizontes de suelo, identificados durante la excavación por los cambios de color y textura. A diferencia del resto de los niveles, el número uno lo definimos entre el punto cero (marcado por la retícula del corte) y una profundidad de 30 cm, debido a que los primeros centímetros del suelo estaban muy alterados

El pe r f i l e s t r a t ig rá f i co e s t á d iv id ido en cuatro horizontes10 de suelo, divididos a su vez en subhorizontes (Figura 5.12), cuyo grosor y color presentan variaciones espaciales, debido a las diferencias en el uso del suelo. El Hz A tiene un grosor promedio que varía entre c.50 cm, en el sector norte del corte 3 (C1 y C2) y de c.30 cm, en el sector sur (D1 y D2); esto se debe al desnivel entre ambos sectores causado por procesos erosivos.

10 El Hz A solamente los hemos tenido en cuenta para reconstruir la estratigrafía del sitio por no representar nuestro período de estudio.

Figura 5.11 Cima de la colina, el Jazmín

Figura 5.12 Perfil estratigráfico este, corte 3, el Jazmín

En el corte 2, las evidencias asociadas al Hz AB son muy escasas y no permiten plantear que en este sector hubo ocupaciones precerámicas. El nivel 7 (50-55 cm.), por la mezcla de suelo de ambos horizontes, representa un nivel transicional. La densidad de materiales disminuye considerablemente, únicamente se recuperaron artefactos de adecuación y la base completa de un recipiente cerámico en posición totalmente horizontal. Entre los niveles 8 y 10, únicamente se recuperaron 4 artefactos: dos de adecuación y dos lascas usadas (Figura 5.9).

5.2 El Jazmín

El Jazmín está localizado en las coordenadas geográficas 4º 55’ 4.2’’ latitud norte y 75º 37’ 21’’ longitud este (Figura 5.10). Este asentamiento se encuentra a 1650 msnm, sobre la cima de una colina coluvial de unos c.0.8 Ha (Figura 5.11), en la margen derecha del río San Eugenio. En este sitio excavamos dos pozos de sondeo de 1 m² cada uno

Page 42: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-42-

Aceituno y Loaiza

Este horizonte lo hemos subdividido en A1, de color pardo oscuro (10 YR 3/3), A2 pardo muy oscuro (10 YR 3/2) y A3, de color gris oscuro amarillo (10 YR 4/4). El Hz AB tiene un grosor que varía entre c.50 y c.30 cm entre el sector norte y sur, y es de color pardo amarillo (10 YR 5/6). El Hz Ab tiene un grosor promedio de unos c.45 cm y está subdividido en Ab1 (10 YR 3/4) y Ab2 (10 YR 3/6), ambos de color pardo amarillo oscuro. El horizonte más profundo es el B, de color pardo amarillo (10 YR 5/6), que marca el inicio de las ocupaciones.

En el Jazmín predominan los suelos de textura franco arcillosa, excepto en el Hz A que es franco arcilloso-arenoso. Los lodos (limos y arcillas) aumentan con la profundidad (Figura 5.13), lo cual difiere de un perfil in situ de meteorización de lodos; hecho que es un indicador de existencia de paleosuelos enterrados, lo cual es coherente con el perfil de cenizas del sitio y los materiales arqueológicos (Tobón y Pérez, 2005). De forma similar a la Selva, los paleosuelos enterrados asociados al Hz Ab coinciden con la mayor intensidad de ocupación del sitio.

En base a la distribución del vidrio volcánico, se pueden diferenciar dos grandes eventos11 separados por un horizonte de material alterado que coincide con el Hz AB. El primer evento volcánico está comprendido entre las cotas 145 y 90 cm, asociadas ambas a los Hz B y Ab respectivamente (Figura 5.14). Empero, entre el Hz B y la transición con el Ab se observa un aumento del vidrio volcánico, pasando de un 5,7% en 145 cm a un 12,4 % en la muestra 138 cm (subhz Ab2), indicando que representan dos momentos diferentes, lo cual es coherente con la estratigrafía cultural, como veremos más adelante. En el intervalo 114 y 90 cm, (subhz Ab1) el vidrio volcánico disminuye hasta un 4,2 %, lo que indica una fuerte alteración del suelo, muy probablemente asociada a la intensa actividad humana que se manifiesta en este momento de acuerdo a la mayor densidad de artefactos líticos y restos de carbón.

11 A través del vidrio volcánico solamente hemos podido identificar dos grandes eventos, dado que la intensidad del muestro fue baja, esto quiere decir que es muy probable que estos eventos se hubieran podido dividir con un mayor número de muestras sedimentológicas.

Figura 5.13 Distribución de la textura del suelo, corte 3, el Jazmín

Page 43: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-43-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

En las dos cotas más profundas de cenizas, el 145 cm (Hz B) y el 138 cm (subhz Ab2), el contenido de illita y la baja lixiviación, indicada por el alto contenido de óxido de hierro, prueban que hubo unas condiciones relativamente secas entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano (Figura 5.15). En el intervalo 114 y 90 cm (subhz Ab1) se produce un aumento de la humedad, como lo sugiere el menor contenido de óxido de hierro y la presencia de gibsita. Nuevamente, en la transición entre Ab y AB, (niveles 13 y 14), la relación entre caolinita y montmorillonita indica un ambiente ligeramente más seco (Tobón y Pérez, 2005), alrededor del 5000 a.P; que coincide con el hipsitermal, un período ligeramente más cálido que se registra en el Holoceno medio. En algunas regiones, este período se manifiesta como un evento húmedo (Pérez, 2000); mientras que en otras es un evento seco, como en el caso del valle medio del río Porce, en el norte de la Cordillera Central (Castillo et al, 2000), y también en la Amazonía (Servant et al, 1993).

Al primer evento deposicional, idenficado a través del vidrio volcánico, están asociados los horizontes B y Ab

(Figura 5.12). En el Hz B únicamente recuperamos un pico en el nivel 25 (A2) (145-150 cm) (Figura 5.16). El suelo asociado al Hz B contiene muy poca cantidad de minerales ferromagnesianos (hornblenda, ferroactinolita, piroxenos y epidota), lo cual es un indicador de erosión y alteración del suelo. El hecho de que este horizonte no esté asociado a las primeras ocupaciones del sitio, nos hace pensar en una pérdida de minerales por procesos naturales. La presencia de este pico es difícil de explicar; sin embargo, por el hecho de ser un artefacto aislado pensamos que su presencia es más producto de una intrusión que de alguna ocupación episódica del sitio.

Al Hz Ab están asociados los niveles 14-23 (90-140 cm). Basándonos en la distribución de los artefactos líticos, podemos diferenciar dos momentos, el primero, entre el nivel 20 y 23, coincide con el subhz Ab2; el segundo, entre el nivel 14 y el 19, está asociado al subhz Ab1 (Figura 5.16). Los niveles 20 y 23 (120-150 cm) se corresponden con la colonización del valle, de acuerdo con el reducido número de artefactos y el aumento progresivo en los niveles del subhz Ab1.

Figura 5.14 Distribución mineralógica fracción gruesa, corte 3, el Jazmín

Page 44: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-44-

Aceituno y Loaiza

Para este momento, tenemos una fecha de 10,120±70 a.P (Ua-24497 [cal. 1 δ 10.019 BC: 9558 BC] ) (Ua-24497), obtenida de carbón vegetal del nivel 21 (D1). Como entre los niveles 22-23 aparecen las primeras evidencias líticas, significa que las primeras ocupaciones pueden ser un poco más tempranas que la fecha anterior; no obstante, lo que es claro es que la colonización coincide con la transición Pleistoceno Holoceno, cuando imperaba un clima algo más frío que en el Holoceno temprano. Una diferencia estratigráfica en relación con el subhz Ab1, es que los artefactos en Ab2 se concentran en el sector sur del corte 3; hecho que se debe a la topografía de la terraza, dado que para esta misma cota en el perfil norte ya se manifiesta el Hz B (Figura 5.12). Entre el nivel 21 y el nivel 18 hay una diferencia de 3040 años en un rango de 15 cm, lo que representa una tasa de sedimentación de 202 años que, en el conjunto del yacimiento, es la tasa más baja; hecho que puede explicarse por un uso menos intenso del sitio, en comparación con el período asociado al subhz Ab1, y por una gran estabilidad geológica que, como hemos visto, es una característica de la formación del sitio.

El subhz Ab1, entre el nivel 14 (90-95 cm) y el 19 (115-120 cm) representa el momento de mayor intensidad de uso del sitio. Basados en las fechas de 7080±50 a.P (Ua-24496 [cal. 1 δ 6012 BC: 5906 BC] ) (Ua-24496) procedente del nivel 18 y de 5625±50 a.P (Ua-24495 [cal. 1 δ 4501 BC: 4370 BC] ) (Ua-24495) del nivel 14, es posible afirmar que la ocupación efectiva del área coincide con el Holoceno medio, cuando el clima varía de húmedo a más caluroso y seco, especialmente hacia el c.5000 a.P. De acuerdo con la diferencia cronológica de 1455 años, entre las dos fechas anteriores, en un rango de 20 cm, éste es el momento de mayor tasa de sedimentación que, a su vez, se correlaciona con una fuerte intensidad de uso del sitio; hecho que puede ser explicativo de la alteración del suelo, manifiesta en la pérdida de cenizas volcánicas. La distribución de los artefactos es muy uniforme, destacándose el predominio de los modificados por uso y los artefactos de adecuación, y la escasez de instrumentos tallados. Dentro de este evento, la ruptura estratigráfica más clara se observa entre el nivel 17 (105-110 cm) y 18 (110-115 cm), con un fuerte incremento de los instrumentos de talla y el descenso del resto de los tipos de artefactos (Figura 5.16); lo que indica dos momentos

Figura 5.15 Distribución mineralógica fracción fina, corte 3, el Jazmín

Page 45: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-45-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Figura 5.17 Modelo de terreno, San Germán II y la Pochola

Figura 5.16 Distribución artefactos líticos, corte 3, el Jazmín

Page 46: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-46-

Aceituno y Loaiza

diferentes de ocupación, aunque por la presencia de lascas de cuarzo entre los niveles 16-18, los niveles 17 y 18 no deben estar muy separados temporalmente. Sin embargo, por el reducido tamaño de las lascas de cuarzo frente al resto de materiales, tampoco se puede descartar que algunas de las microlascas se hayan hundido, como desechos primarios residuales.

En síntesis, de acuerdo con las fechas que datan este Hz, el análisis mineralógico y la distribución de los artefactos líticos, podemos diferenciar una fase de colonización asociada al subhz Ab2 datada entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano; y una fase de ocupación efectiva asociada al Ab1, que coincide con el Holoceno medio. En términos ambientales, el Hz Ab representa un período de estabilidad ambiental durante cerca de 4500 años; pero con ligeras variaciones térmicas y pluviales. El período comprendido entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio, fue de relativa baja intensidad volcánica. Solamente en el 7200 y el 5400 se registran emisiones volcánicas, desde los volcanes del Tolima, Quindío-Santa Isabel y Cerro Bravo (Orozco, 2001). En el perfil de la lago del Otún se ha identificado un paleosuelo datado en 8250±125 a.P, que confirma la quietud en la actividad volcánica durante los primeros milenios del Holoceno (Toro et al, 2001), lo que apoya las características observadas y descritas en los suelos del registro arqueológico de los sitios estudiados. Es indiscutible que la colonización coincide, a grandes rasgos, con un momento de calma volcánica;

lo cual no significa ausencia de pequeños eventos de éste tipo, reflejados en los atributos de los sedimentos. Otro dato que confirma la estabilidad geomorfológica de este período es que los minerales conservan su forma original, lo que indica una génesis local y un grado de transporte muy bajo; que sumado a la ausencia de grandes arrastres coluviales, corrobora que la formación del Hz Ab fue de baja intensidad. Esta característica morfológica de los minerales lo hemos observado en San Germán II y la Pochola, de manera que esta interpretación es extensiva a la cuenca San Eugenio Campoalegre.

La baja presencia de vidrio volcánico en el Hz AB indica que el suelo estuvo sometido a una fuerte alteración o a fuertes procesos de erosión. A este horizonte pertenecen los niveles 8-13 (60-90 cm) y como se observa en la figura 5.15, en este rango solamente aparecen 5 artefactos líticos. Empero, y a pesar de la exigua cantidad de artefactos líticos, en la cuadrícula A2 identificamos un fogón con pequeños trozos de madera y semillas carbonizados, distribuidas entre los niveles 8-11, de una especie de palma que, por su reducido tamaño, planteamos como hipótesis que entraron al registro arqueológico como semillas caídas de palmas que había en el sitio. En el perfil norte, este horizonte muestra un fuerte moteado negro, lo que es un potencial indicador de que en este sector, el suelo estuvo sometido a altas temperaturas por la presencia de fogones, pero que no hemos detectado tan claramente

Figura 5.18 Sitio San Germán II

Page 47: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-47-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

como en la cuadrícula A2. En el perfil norte, este Hz muestra un fuerte moteado negro como consecuencia del sometimiento de los suelos a altas temperaturas. Para este Hz, únicamente contamos con una fecha del nivel 12, datado en 4715±45 a.P (Ua-24494 [cal. 1 δ 3629 BC: 3378BC] ) (Ua-24494).

El segundo gran evento volcánico, entre las cotas 60 y 20 cm, está asociado al Hz A, que representa las ocupaciones más tardías del sitio (Figura 5.14). En este horizonte la presencia de gibsita, halloisita, kaolín y bentonita, y la fuerte lixiviación del hierro indican condiciones más húmedas que las anteriores, por aumento de la precipitación (Figura 5.15) (Tobón y Pérez, 2005). El Hz A contiene los niveles 1-8, que corresponden a la ocupación cerámica (Figura 5.16). En los niveles 1-4,

asociados a los subhz A1 y A2, el número y tamaño de los artefactos líticos es muy bajo, lo cual se debe a la pérdida de registro por la alteración agrícola y erosión del sitio, razón que explica porque la diferencia entre el nivel 4 y 5 es tan abrupta. Los niveles 5-8 (45-60 cm), asociados al subhz A3 definen un evento cultural representado por la mayor densidad de artefactos líticos y un patrón tipológico similar. En este evento, entre el nivel 5 y el 6 hay diferencias deposicionales que indican posiblemente dos momentos diferentes; así mientras que en el nivel 5 los artefactos se concentran en el sector norte (A1-B1), en el nivel 6 se concentran a lo largo del perfil este (B1-B2). El nivel 8 marca la transición con el Hz AB, el cual, como hemos visto, marca una diferencia funcional importante con los horizontes inferior y superior.

Figura 5.19 Perfil estratigráfico San Germán II

Page 48: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-48-

Aceituno y Loaiza

Figura 5.20 Distribución artefactos líticos, San Germán II

Figura 5.21 Colina la Pochola

Page 49: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-49-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Tabla 5.2 Distribución mineralógica fracción gruesa, la Pochola

Figura 5.22 Perfil estratigráfico este, la Pochola

Tabla 5.1 Distribución mineralógica fracción gruesa, San Germán II

Page 50: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-50-

Aceituno y Loaiza

5.3 San Germán II

San Germán II se encuentra en la cima de una colina a una altura de 1600 msnm, en las coordenadas geográficas 4° 52’ 31’’, longitud norte, y 75° 38’ 00’’, longitud este (Figura 5.17). Esta colina, a su vez, forma parte de una línea de colinas de origen coluvial; ubicada en la confluencia de las quebradas Santo Domingo y San Roque, ambas afluentes de la margen izquierda del río San Eugenio (Figura 5.18). En la cima de la colina, un área aproximada de c.740 m², en el eje norte sur, se hicieron dos pozos de sondeo de 50x50 cm². En el número 1, se halló una ocupación cerámica asociada al Hz A. En el pozo sondeo número 2, se identificó el paleosuelo (Hz Ab) asociado a las ocupaciones precerámicas de la zona, por lo cual se amplió a un corte de 1x1 m², el cual se excavó siguiendo niveles de 10 cm, asociados a los horizontes de suelo.

En este corte se identificaron los mismos horizontes de suelo que en el Jazmín, lo que indica que los sitios

se formaron bajo las mismas condiciones ambientales (Figura 5.19). En el subhz A2, entre 30 y 50 cm apareció un piso de piedra compactado compuesto de cantos rodados esféricos, cantos subangulares, cantos tallados, desechos de talla de rocas ígneas y 5 fragmentos de cuarzo. En el Hz AB entre 50 y 70 cm, desaparecen los materiales arqueológicos, para volver a reaparecer en el Hz Ab, entre 75 y 100 cm.

En el Hz Ab los materiales se concentran en el nivel 9, entre los 80 y 90 cm (Figura 5.20). Los implementos de piedra, tecnológicamente pertenecen a la misma tradición tecnológica que los del sitio el Jazmín. En San Germán II sobresale una serie de grandes lascas planas de andesita entre 10 y 15 cm de longitud, que no han aparecido en los otros sitios. El nivel 9 está datado en 8136±65 a.P (CSIC-1987 [cal. 1 δ 7284 BC: 7051 BC] ) (CSIC-1987). Por último, en la transición con el Hz B, a unos 100 cm de profundidad, apareció una lasca y un canto rodado junto a algunas partículas de carbón, evidencias que representan las ocupaciones más antiguas del sitio y del valle del río

Figura 5.23 Distribución artefactos líticos, la Pochola

Page 51: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-51-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

San Eugenio. Recordemos que en el Hz B del Jazmín también recuperamos algunos artefactos líticos.

En el Hz Ab se analizaron dos muestras de suelo, una procedente del Hz B y la otra del Ab. La similitud entre las dos muestras indica que dichos horizontes se formaron bajo unas condiciones ambientales semejantes (Tobón y Castaño, 2006). En ambas muestras, en el componente de la fracción gruesa predominan el anfíbol, cuarzo y feldespato (Tabla 5.1). En la fracción fina, los minerales más abundantes son albita y cuarzo. En el resto de los minerales, el orden de aparición en la muestra inferior es: vermiculita, actinolita, illita y clorita; mientras que en la muestra superior es: actinolita, illita y clorita (Tobón y Castaño, 2006). La diferencia entre ambas muestras la marca la vermiculita, que es un mineral de alteración hidrotermal. La presencia de illita, una arcilla expansiva, indica la presencia de unas condiciones climáticas cálidas y húmedas, similares a las del Hz Ab del Jazmín (Tobón y Castaño, 2006).

5.4 La Pochola

La Pochola se encuentra en la cima de una colina de origen coluvial a c.1700 msnm, en las coordenadas geográficas 4° 53’ 16’’ latitud norte y 75° 37’ 29’’ longitud este (Figura 5.17). Esta unidad geomorfológica forma parte de un sistema de colinas coluviales, cortadas por dos quebradas que desembocan en la margen izquierda del río San Eugenio (Figura 5.21). La colina tiene un área aproximada de c.2000 m² donde se hicieron dos pozos de sondeo en el eje norte-sur. En el pozo número 2 se halló la ocupación precerámica, nuevamente asociada al Hz Ab, y se amplió a un corte de 1x1 m², el cual fue excavado en niveles de 10 cm. En este sitio se identificaron los mismos horizontes de suelo que en el Jazmín y San Germán II (Figura 5.22).

En el Hz A, en los niveles 10-20 cm y 20-30 cm (subhz A2) aparecen fragmentos de cerámica y cantos subangulares con golpes de talla que, por comparación con los otros sitios, presumimos que se tratan de piedras utilizadas en la adecuación del sitio. En el Hz AB, en el nivel 30-40 cm, la densidad de cerámica y de artefactos líticos disminuye considerablemente. Entre 40-50 cm solamente aparecen dos instrumentos líticos y entre 50-55 cm desaparecen las evidencias arqueológicas (Figura 5.23).

En el Hz Ab, en el nivel 7 (55-60 cm), aparece un suelo de ocupación con artefactos líticos cuyo comportamiento tipológico es similar a los eventos precerámicos del

Jazmín, San Germán II y la Selva. Este nivel está datado en 8680+55 a.P (Ua-24498 [cal. 1 δ 7731 BC: 7602 BC] ) (Ua-24498). El conjunto lítico está formado por cantos rodados, manos y grandes lascas con bordes agudos, similares a las de San Germán II, que estaban ausentes en el Jazmín. También aparecen pequeñas lascas morfológicamente similares a las del resto de los sitios. Este piso de piedra desaparece a 63 cm, aunque el carbón sigue apareciendo hasta los 70 cm. En el Hz B a 110 cm. de profundidad aparece partículas de carbón, pero no están asociadas a ningún material arqueológico (Figura 5.23).

En la Pochola se analizaron tres muestras de suelo correspondientes a los Hz Ab, AB1 y A2, cuyos datos son similares a los obtenidos en San Germán II. La mineralogía de la fracción fina del subhz A2 es diferente a las otras dos muestras, que son muy similares entre sí, con pequeñas variaciones porcentuales; esto indica que hay una ruptura estratigráfica muy clara entre el Hz A y los otros dos inferiores (Tobón y Castaño, 2006). En la primera superior, el orden de frecuencia es el siguiente: albita, montmorillonita, cuarzo, actinolita y clorita. En la muestra del Hz AB1, el orden es: caolinita, horblenda, vermiculita, cuarzo, ortoclasa y clorita. En la muestra del Ab, el orden es similar: caolinita, vermiculita, illita, horblenda, cuarzo y ortoclasa (Tobón y Castaño, 2006). Como se observa, la caolinita, el mineral más abundante, se trata de una arcilla que se forma a partir de la meteorización de feldespatos potásicos, en ambientes húmedos y cálidos. También en las muestras de AB1 y A2 aparece vermiculita y hornblenda, ausentes en la muestra superior. En la fracción gruesa, las dos muestras inferiores son más similares entre sí que con la muestra superior (Tabla 5.2), mostrando una buena coherencia con los resultados de la fracción fina, confirmando las diferencias estratigráficas. Otro dato importante, es que los minerales conservan sus formas originales, lo que indica que la distancia recorrida fue muy corta (Tobón y Castaño, 2006).

La mineralogía de la Pochola y San Germán II es similar, aunque curiosamente las muestras que mejor se corresponden son la muestra del subhz A2 de la Pochola con las dos muestras de San Germán II procedente del Hz Ab, a pesar de que representan períodos cronológicos diferentes. Probablemente, la similitud se deba a unas condiciones ambientales afines y a un uso antrópico del sitio semejante entre las ocupaciones más tempranas y más recientes que confirieron a los horizontes características mineralógicas similares.

Page 52: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 53: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-53-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

6. TECNOLOGIA LITICA

Vista en su conjunto, la tecnología lítica del Área Intermedia se caracteriza por la regionalización de estilos y tradiciones técnicas desde el Pleistoceno final, variando fuertemente entre unas regiones y otras, sin que exista una relación unívoca entre tradiciones técnicas y ecosistemas, sino más bien una relación entre tipos de artefactos, disponibilidad de materias primas, oferta ambiental y estilos idiosincrásicos. Con el fin de contextualizar la tecnología del Cauca medio y por razones operativas vamos a describir las tradiciones líticas del Área intermedia por zonas de vida. Estas son: bosque húmedo tropical, bosque húmedo premontano, bosque montano, bosque seco tropical y bosque seco premontano.

De norte a sur, los sitios arqueológicos de Panamá (Ranere y Cooke, 1995), Magdalena medio (López, 1991), Orinoquía venezolana (Barse, 1995) y Amazonía colombiana (Cavelier et. al, 1995), sirven de base para caracterizar los contextos de bosque húmedo tropical que se encuentran en el rango altitudinal entre 0 y 1000 msnm. Entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano, el común denominador de estos contextos es el predominio de la tecnología de talla frente a los instrumentos de procesado de vegetales. En Panamá, las evidencias más antiguas han sido asociadas a la cultura Clovis; estas evidencias proceden del sitio La Mula-Oeste, un sitio superficial donde se recuperaron puntas de proyectil Clovis asociadas a raspadores y buriles, del abrigo rocoso la Corona, donde se hallaron lascas de adelgazamiento en un estrato datado en 10.440±650 a.P y del lago Madden, un taller lítico con puntas cola de pescado tipo lago Madden (Cooke y Ranere, 1992; Ranere y Cooke, 1995; Ranere, 1997). Estas evidencias han sido interpretadas como la prueba de la migración de los grupos Clovis hacia Centro y Suramérica. Entre el c.10.000 y el c.7000 a.P, la bifacialidad se reduce considerablemente, predominando la unifacialidad con un marcado carácter expeditivo; en este período aparece uno de los artefactos más diagnósticos de este período, los cantos rodados con los bordes desgastados, asociados a la domesticación de plantas (Cooke y Ranere, 1992; Ranere y Cooke, 1995).

En el Magdalena medio, las evidencias más antiguas proceden de la Palestina y San Juan de Bedout, ambos datados en c.10.350 a.P (López, 1999:56). En el Magdalena medio se ha diferenciado una tecnología curada, representada por puntas de proyectil tipo paijaniense y raspadores plano convexos, en ambos casos manufacturados sobre chert local y una tecnología expeditiva compuesta por lascas unifaciales, raspadores y choppers, también manufacturados con rocas locales como chert, cuarcita y cuarzo (López, 1999). Esta tecnología perdura durante el Holoceno temprano y medio, y está asociada claramente al aprovechamiento de la fauna del ecotono ribereño del Magdalena medio (Otero y Santos 2002). Una característica de la tecnología lítica de esta región es la ausencia de artefactos relacionados con

el procesamiento de recursos vegetales hasta finales del Holoceno medio, lo que da cuenta de su fuerte orientación cinegética, cuando en otras regiones hay clara evidencias domesticación de plantas desde el Holoceno temprano.

En el Orinoco venezolano, Barse (1995) ha identificado dos tradiciones tecnológicas: Atures I y Atures II, la primera datada entre c.9200 y c.7000 a.P, y la segunda entre c.7000 y c.4000 a.P. Atures I se caracteriza básicamente por la presencia de artefactos unifaciales, algunos retocados, elaborados en cuarzo cristalino, materia prima propia de la región. También se han reportado otros instrumentos como chopping tools, un hacha triangular y algunos modificados por uso como rompenueces y manos. Atures II se caracteriza por la continuidad tecnológica de la fase anterior y por presencia de lascas unifaciales y puntas de proyectil de tallo contraído, elaboradas en ambos casos en chert, materia prima foránea de la zona de estudio (Barse, 1995). En esta fase continúan apareciendo los mismos útiles de molienda. En términos generales, esta tradición se interpreta como una tecnología de obtención de lascas con filos para ser utilizadas como “herramientas informales de corte, perforación y raspado” (Barse, 1995).

En la Amazonía colombiana, en el río Caquetá se encuentra el sitio de Peña Roja, datado en c.9200 a.P (Cavelier et al, 1995). El conjunto lítico está formado por artefactos unifaciales, tales como raspadores, raederas, lascas concoidales, taladros, choppers y cuñas, hechos sobre rocas locales como chert, cuarzo y rocas ígneas, y metamórficas. El otro componente lítico de este sitio está compuesto por placas de molienda, cantos rodados con bordes desgastados, golpeadores y yunques (Cavelier et al., 1995). Esta tecnología tan diversa está asociada a una economía de amplio espectro que incluye la caza y la recolección de plantas, especialmente de palmas como lo corrobora la gran cantidad de semillas recuperadas (Morcote et al. 1998).

En términos generales, la diversidad de tradiciones líticas de selva tropical, demuestra las diferentes orientaciones económicas asociadas a la especificidad ambiental de cada una de las regiones, lo que explica porque en unas regiones predominan los instrumentos de talla y en otras aparecen con fuerza, desde el Holoceno temprano, los instrumentos asociados con el procesamiento de plantas.

Los bosques húmedos premontanos, localizados entre 1000 y 2000 msnm, están representados por los sitios del valle medio del río Porce (Aceituno y Castillo 2005; Castillo y Aceituno 2006), el río Calima (Salgado 1988-1990) y el valle de Popayán (Gnecco, 2000). Como estos sitios serán abordados con más profundidad en el capítulo 9, por ahora solamente queremos apuntar que la tecnología también varía entre una región y otra, como en el caso de los bosques húmedos de tierras bajas. En el Porce medio, los conjuntos líticos tempranos, datados entre c.9000 y c.4000, están formados mayoritariamente por artefactos unifaciales de

Page 54: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-54-

Aceituno y Loaiza

cuarzo, cantos rodados con bordes desgastados, bases de molienda y hachas; también han aparecido varias puntas de proyectil en cuarzo, la materia prima local más abundante, y en chert amarillo, en ambos casos con pedúnculos tipo paijaniense, claramente relacionadas con el Magdalena medio. La industria lítica temprana del río Calima, datada entre c.9700 y c.7400 a.P, está compuesta principalmente por lascas unifaciales, yunques, golpeadores, cantos indeterminados y azadas manufacturados todos ellos con rocas metamórficas locales. En Popayán, a diferencia del Porce medio y el río Calima los conjuntos líticos, datados en c.10.100 y c.9500 a.P, se caracterizan por el predominio casi absoluto de la industria de talla en chert y obsidiana, en ambos casos rocas de carácter local; únicamente se recuperó un hacha pulimentada y unos cuantos cantos rodados con los bordes desgastados. El componente tallado incluye tanto artefactos unifaciales como bifaciales, destacándose el peso que tienen estos últimos en relación con otras regiones. En síntesis, sin bien los conjuntos líticos de los bosques premontanos también exhiben claras diferencias regionales, se caracterizan, además de por el uso de rocas locales, por la mayor diversidad de los conjuntos y, especialmente, por el mayor peso que tienen los artefactos relacionados con la explotación de recursos vegetales, lo que a su vez se ha relacionado con la domesticación temprana de plantas en las selvas de montaña.

En los bosques andinos, entre los 2000 y 3000 msnm, se encuentran los sitios de la Sabana de Bogotá, en Colombia (Correal y Van der Hammen 1977; Correal 1986) y los sitios ecuatorianos de Cubilán (Temme, 1982), Chobsi (Lynch y Pollock, 1981) y el Inga (Ardila y Politis, 1989). Vistos en conjunto, la tecnología lítica de las tierras altas se caracteriza por la presencia en su totalidad de artefactos tallados, principalmente instrumentos unifaciales en materias primas locales. En la Sabana de Bogotá, los conjuntos líticos están formados por lascas de corte, raspadores, cuchillos, perforadores, etc, que pertenecen a la clase abriense, que se caracteriza por la talla unifacial simple, con escaso uso del retoque. Los artefactos abriense aparecieron en el doceavomilenio antes del presente y perduran hasta el contacto con los europeos, siendo una de las tecnologías de mayor continuidad en el subcontinente. Únicamente, entre el c.11000 y el 9500 a.P aparece en el registro arqueológico un componente técnico diferente al abriense, la clase tequendamiense, la cual está compuesta por artefactos técnicamente más complejos, con retoque en los bordes y en algunos casos presentan talla bifacial; en la talla de algunos implementos procesaron chert traído desde el río Magdalena. También en la Sabana de Bogotá se han reportado puntas bifaciales pedunculadas, pero en recolección superficial, sin asociación a ningún contexto estratigráfico, hecho que restringe su relación cronológica y cultural.

Los sitos de Cubilán (Cu27 y Cu26) están datados entre c.10.300 y el c.9100 a.P; el componente lítico consta

de desechos de talla, núcleos y una amplia variedad de instrumentos con retoque en los bordes, entre los que se identificaron raspadores, cortadores, raederas, punzones, puntas de proyectil pedunculadas y raspadores plano convexos (Temme, 1982:142). El espectro de materias primas usadas es muy amplio; se utilizaron cuarcitas, vulcanitas cristalinas, riolitas, madera petrificada, calcedonia, ágata, ópalo y jaspe. Esta diversidad de materiales excede las halladas en la región, lo que indica que los grupos de montaña se movían a grandes distancias buscando materias primas de alta calidad adecuadas para la manufactura de artefactos (Temme, 1982:138); Así mismo, se hallaron algunos guijarros con huellas de uso que pueden haber sido utilizados para moler y/o machacar pieles o productos vegetales.

La ocupación del abrigo rocoso de Chobsi, datada ente c.10.010 a.P y c.7535, está formada por una gran diversidad de artefactos tallados, asociados a huesos de animales como zarigüeya, puercoespín, venado y conejo, entre otros (Lynch y Pollock, 1981). La tecnología lítica está constituida por una gran diversidad de instrumentos unifaciales, como buriles, lascas de corte retocadas, raspadores y punzones, y por puntas de proyectil, representadas hasta por diez tipos diferentes, que tienen la particularidad de que se utilizaron materias primas de mayor calidad, de origen foráneo como la cuarcita, la obsidiana y el chert (Lynch y Pollock, 1981). Así mismo, se hallaron algunos modificados por uso tipo cantos rodados con los bordes desgastados y machacadores.

En el sitio de El Inga, ubicado a 2250 msnm y datado en el 9030 a.P, se identificaron más de 80.000 artefactos (Ardila y Politis, 1989). Entre estos se halló una gran variedad de puntas agrupadas en dos grandes conjuntos, pedunculadas y lanceoladas (Ardila y Politis, 1989). La primera categoría es la llamada cola de pescado con distribución a desde América Central hasta el Cono sur y que aparece en todo el registro arqueológico del sitio (Ardila y Polítis, 1989). La segunda categoría corresponde a una variante del tipo paijaniense. A una tercera categoría corresponden las puntas con pedúnculo ancho y una cuarta categoría son las puntas lanceoladas Ayampitín (Ardila y Politis, 1989). Por sus características tecnológicas, se ha establecido un parentesco entre los artefactos del Inga y los de obsidiana, del valle de Popayán (Ardila y Polítis, 1989). La tecnología lítica de los bosques altoandinos está claramente orientada a la caza de animales que habitan en los pisos fríos de los Andes Septentrionales, siendo una de las principales especies el venado (Mazama sp. y Odocoileus sp.). En el caso de Ecuador, encontramos la particularidad de un mayor grado de selección de materias primas para la fabricación de los bifaces, hecho que puede estar relacionado con la oferta ambiental de las tierras altas (Temme, 1982:139).

Los sitios correspondientes a las zonas de vida bosque seco tropical, se encuentran en el noroccidente de Venezuela y en la península de Santa Elena en Ecuador. En la planicie

Page 55: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-55-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

de Giosne, entre 700 y 900 msnm se localizan los sitios superficiales la Hundición y Siraba, y Cayude (Jaimes, 1999), que por el tipo de artefactos ha sido posible datarlos entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano. La tecnología lítica de ambos sitios incluye puntas bifaciales, tipo cola de pescado y otros implementos bifaciales con bordes finamente retocados (Jaimes, 1999). El sitio de Siraba y Cayude ha sido considerado por Jaimes (1999) como un taller de puntas cola de pescado elaboradas en chert local. No hay muchos datos sobre las formas de vida de los grupos portadores de dichas puntas, pero este tipo de tecnología está asociada a grupos cazadores con alta movilidad.

En la península de Santa Elena, en zona de bosque seco tropical, se encuentra la cultura las Vegas, datada entre c.10.800 y c.6600. Tecnológicamente, las Vegas, está representada por artefactos unifaciales, con predominio de las lascas de corte, con un marcado carácter expeditivo, dada la abundancia de materia prima local. El otro gran componente de esta cultura arqueológica está constituido por cantos rodados con bordes desgastados, placas de molienda y hachas (Stothert, 1985; 1988). La diversidad tecnológica de las Vegas es similar a la de contextos de bosque húmedo tropical, y en este caso, por la proximidad de los sitios a la costa pacífica, dan cuenta de un aprovechamiento muy diversificado de recursos costeros y de tierra firme, que se conjugan en una economía de amplio espectro, que probablemente tuvo el carácter de estacional (Stothert, 1985; 1988).

En síntesis, la principal característica de la tecnología lítica entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano es la diversidad tecnológica entre unas regiones y otras, sin que haya una correspondencia única entre tecnología y una zona de vida concreta, en la medida en que una misma clase de artefactos está asociada a diferentes ecosistemas, tanto húmedos como secos; sin embargo, sí se observa durante el Holoceno una tendencia clara en la disminución del componente bifacial y el aumento de los artefactos relacionados con la domesticación de plantas, como las modificados por uso y las hachas. El uso de materia primas locales y el predominio de artefactos unifaciales, técnicamente simples, es otro de los rasgos que va a caracterizar la tecnología lítica del Área Intermedia durante todo el Holoceno, mostrando la diversidad de tradiciones regionales que hunde sus raíces en el Pleistoceno final.

6.1 Modelo de clasificación

En base a los objetivos del proyecto, el análisis de la tecnología lítica lo hemos enfocado en la funcionalidad de los artefactos, teniendo en cuenta los contextos arqueológicos, de tal forma que los datos puedan ser comparados con otras regiones, con el fin de establecer patrones ecológicos de mayor alcance que la zona de estudio; por tal razón, hemos centrado el análisis en el patrón de descarte relacionado con las actividades llevadas

a cabo en los sitios, como parte de una estrategia global del uso del territorio. Para analizar el patrón de descarte, utilizamos los conceptos de curación y expeditividad para determinar la naturaleza de los asentamientos y el patrón de movilidad. Sin embargo, antes de abordar el análisis espacial, el primer paso fue la clasificación de los conjuntos líticos hallados en cada uno de los sitios arqueológicos, con miras a determinar, en un primer nivel de análisis, la diversidad tecnológica y su relación con patrones económicos. Una vez clasificada la diversidad total, analizamos los patrones de descarte por tipo de artefactos, lo que obedece a conductas espaciales, tema que abordamos en profundidad en el siguiente capítulo.

Para la clasificación hemos utilizado cuatro niveles jerárquicos que, de menor a mayor, agrupan un menor número de artefactos, en un número creciente de conjuntos, cuyas condiciones de pertenencia cada vez son más específicas. El primer conjunto está compuesto por la totalidad de los artefactos líticos recuperados en el registro arqueológico, debido a que éste sería el conjunto “Universal” y el resto subconjuntos. Los subconjuntos están definidos por grupos específicos de artefactos que comparten atributos similares, que alcanzan la categoría de tipos en diferentes niveles, dependiendo de su grado de complejidad. Por ejemplo, los modificados por uso alcanzan la categoría de tipo en el segundo nivel, mientras que los tallados lo alcanzan en el cuarto nivel (Figura 6.1).

Los niveles definidos son los siguientes:

·Nivel 1: el criterio de definición de este nivel es la manufactura, dependiendo de la presencia o ausencia de talla en el proceso de reducción. La aparición de un gesto técnico que tiene como finalidad cambiar la forma natural de un objeto por medio de la aplicación de golpes sobre la superficie del objeto en cuestión, define este primer nivel taxonómico. Por consiguiente, en este nivel únicamente se definen dos grupos: tallados y no tallados (Figura 6.1).

·Nivel 2: el criterio de definición de este nivel es el carácter mueble o inmueble de los artefactos. En este nivel se han definido cinco grupos: indeterminados tallados, instrumentos tallados, cantos tallados de adecuación, cantos de adecuación y modificados por uso (Figura 6.1). Los tres primeros, como su nombre lo indica, tienen en común que están tallados, mientras que los dos últimos descienden de la categoría no tallados. Los indeterminados son aquellos implementos que no hemos podido determinar su funcionalidad. Los instrumentos tallados se refiere a los utensilios muebles asociados a tareas como raspar, cortar, tajar, etc. Los tallados de adecuación son artefactos que se usaron para proveer a un espacio específico de ciertas características deseadas, modificando sus propiedades naturales. Estos artefactos son usados por ejemplo en pisos, fogones, asientos, ajustar postes, etc. Los cantos de adecuación tienen la misma función que los anteriores, la única diferencia es que se trata de

Page 56: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-56-

Aceituno y Loaiza

Figu

ra 6

.1 D

iagr

ama

de c

lasifi

caci

ón

Page 57: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-57-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

rocas recogidas y depositadas en los sitios. Los modificados por uso son rocas naturales que han cambiado su forma natural debido al uso, los más comunes son los artefactos relacionados con el procesamiento de vegetales, como son las manos y las placas de molienda. Los indeterminados, los artefactos de adecuación y los modificados por uso ya alcanzan la categoría de tipo en este nivel; de ahí que los niveles 3 y 4 únicamente clasifican los artefactos que desciende de la categoría tallados.

·Nivel 3: este nivel lo hemos definido por la intencionalidad ya que separa los instrumentos de los desechos; es decir, los artefactos destinados a un uso específico de los productos descartados durante la manufactura de los instrumentos (Figura 6.1). Dado que este nivel evoluciona en el cuarto, sus categorías no alcanzan el grado de tipo todavía.

·Nivel 4: La característica discriminatoria de éste nivel es el soporte (núcleo o lasca). De los instrumentos sobre núcleo se desprenden los tipos picos y tajadores. De instrumentos sobre lasca se desprenden cuatro tipos: hachas, lascas con filo pulido, cuchillos y útiles multifuncionales, éste último dividido en dos subtipos discriminados por el tamaño del soporte en macro y meso (Figura 6.1). Los desechos los hemos dividido en grupos de tamaño macro, meso y micro.

6.2 Descripción tipológica

A continuación, presentamos la caracterización de los atributos de cada uno de los tipos definidos en los diferentes niveles de jerarquización. Tipo 1: Indeterminados (Ind). Como se dijo anteriormente, este tipo corresponde a artefactos que por sus características es difícil entender su lógica de manufactura y su finalidad (Figura 6.2). Es posible que sean subproductos de algún otro tipo y no descartamos que sean simplemente productos de la fragmentación no controlada de rocas y que fueran usados para algún tipo de adecuación. El tamaño de estos cantos es muy variado, siendo el grupo con los rangos de tamaño mayor (Tabla 6.1).

Tipo 2: Tallados de adecuación. Este tipo está constituido por artefactos manufacturados sobre rocas angulares y subangulares. Tienen al menos una cara tallada, aunque pueden tener hasta seis, por lo que presentan formas que tienden a ser tabulares. Algunos casos presentan hollín y/o enrojecimientos, que son indicios de haber estado sometidos al fuego. Por su tamaño, se divide en tres subtipos (Tabla 6.1): macro (Macr) (Figura 6.3a), meso (Mes) (Figura 6.3b) y micro (Micr) (Figura 6.3c). La mayoría de estos artefactos son rocas volcánicas, andesitas y basaltos.

Tipo 3: Cantos de adecuación (Ca). Se trata de cantos rodados de tendencia esférica u ovoide, más pequeños

que los cantos usados como manos. Tienen un rango amplio de tamaño y peso (Tabla 6.1) y no presentan ninguna evidencia de modificación, aunque algunos están impregnados de hollín. Solamente han aparecido en los sitios del río San Eugenio y la gran mayoría de estos artefactos son de materiales volcánicos, predominando las andesitas (Figura 6.4).

Tipo 4: Manos (Ma). Se t ra ta de cantos rodados, con evidencias de uso en los bordes y contorno por la fricción contra otros materiales (Figura 6.5). El tamaño es ligeramente a los del grupo anterior (Tabla 6.1).

Tipo 5: Placas (Plac): Son cantos aplanados de gran tamaño que presentan desgaste en algunas de sus caras, por lo que han sido considerados como basas pasivas (Figura 6.6). Algunas de ellas presentan evidencias de hollín.

Tipo 6: Núcleos. Este grupo está compuesto por una serie de cantos con evidencia de talla, ninguno de ellos tiene evidencias de uso como instrumento, por lo que se infiere que han sido usados únicamente para extraer lascas. El rango de peso es amplio en los tres subtipos, macro (figura 6.7a), meso (figura 6.7b) y micro (Tabla 6.2).

Es muy probable que cada uno de ellos, así como el grado de agotamiento que exhiben, correspondan a partes específicas de la cadena operatoria; por lo que los núcleos micro con más grado de agotamiento pueden haber sido producto de una mayor utilización de la materia prima usada. En este tipo se identificaron materiales volcánicos, en los que predomina el basalto, tanto en los sitios de la cuenca del San Eugenio como en La Selva; las otras materias primas utilizadas exhiben características finogranulares.

Tipo 7: Lascas. Se trata de lascas subproducto de la manufactura de instrumentos tallados. Están agrupadas en este tipo, sin discriminar su orden de extracción, debido a que su cantidad es muy exigua y morfológicamente son heterogéneas entre sí. Se divide en tres subtipos discriminados por el tamaño: macro, meso y micro (Tabla 6.3).

Las lascas macro (Figura 6.8), halladas casi exclusivamente en San Germán II, presentan una mayor tendencia a ser alargadas en relación a su ancho (Tabla 6.3). Esto se debe a que la forma de extracción de estas lascas es bipolar y la mayoría de las rocas han sido sometidas previamente al fuego, exfoliándose con los golpes de forma longitudinal.

Las lascas meso (Figura 6.9) presentan la mayor variabilidad dentro de su grupo y los rangos son bastante amplios; aunque pude decirse que la mayoría tienen una clara tendencia concoidal (Tabla 6.3).

Las lascas micro (Figura 6.10) son el subtipo más estandarizado de todos; son lascas de segundo y tercer

Page 58: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-58-

Aceituno y Loaiza

Figura 6.2 Indeterminados

Figura 6.3 Tallados de adecuación

Page 59: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

Figura 6.5 Manos

-59-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Figura 6.4 Cantos de adecuación

Page 60: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-60-

Aceituno y Loaiza

orden que se caracterizan principalmente por su delgadez (Tabla 6.3), así mismo presentan una tendencia a ser concoidales, aunque algunas tienen tendencia laminar.

Debido a la exigua muestra recuperada y la gran variabilidad dentro de los subtipos, las medidas y los índices son sólo indicadores estadísticos y no como medidas conclusivas.

En este tipo, las materias primas más usadas fueron rocas volcánicas, como andesitas, dacitas y basaltos, preferentemente de grano fino. También se encuentran algunas lascas de cuarzo y chert, entre otras materias primas.

Tipo 8: Picos. Se trata de dos instrumentos recuperados en el Jazmín, elaborados ambos sobre núcleos alargados en basalto (Figura 6.11). Son de gran tamaño y peso (Tabla 6.4). Técnicamente, presentan el borde distal tallado y, uno de ellos, pulido en el que convergen dos planos en un ángulo de 30º (Figura 6.11a). En el borde proximal de el otro, convergen varios planos en un pico piramidal (Figura 6.11b).

Tipo 9: Tajador longitudinal12 . Este tipo está constituido por un solo artefactos procedente del Jazmín. Se trata de un implemento tallado sobre un núcleo de basalto de gran tamaño y de forma longitudinal (Figura 6.12) (Tabla 6.4). El soporte se extrajo mediante talla bipolar y posteriormente se talló el filo distal que presenta golpes en ambas caras. Los bordes presentan grandes extracciones regulares pero sin continuidad, cuyo fin es ampliar sus formas de uso. El filo distal tiene un ángulo de c.50º, mientras que el filo lateral derecho de c.30º.

Tipo 10: Tajadores concoidales. Este tipo solamente lo hemos reportado en la Selva y consta de cuatro instrumentos elaborados sobre núcleos tabulares de basalto (Figura 6.13). 12 Este tipo se incluye en la clasificación a pesar de estar asociado a cerámica, porque denota la continuidad que la tecnología lítica tuvo en el transcurso del tiempo en la región. Igualmente, consideramos relevante mostrar la diversidad tipológica existente en la zona. Por estos motivos se incluyen en esta descripción los tipos 12 cuchillos y tipo 13 lacas con filo pulido, también pertenecientes a ocupaciones cerámicas.

Figura 6.6 Placas

Tabla 6.1 Generalidades tipos 1- 5 Tabla 6.2 Generalidades tipo 6

Page 61: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-61-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Son artefactos de tamaño medio (Tabla 6.4), que tienen un borde lateral o distal bastante agudo, con un ángulo entre c.20º y c50º. Ninguno de ellos tiene evidencia de pulimento en los bordes.

Tipo 11. Multifuncionales. A este tipo pertenecen instrumentos manufacturados sobre lasca, de diferentes formas y tamaños.Todos ellos presentan, en al menos uno de sus bordes, evidencia de uso. Debido a que no hemos identificado su uso específico, optamos por agruparlos como multifuncionales. Se divide en dos subtipos, macro y meso.

Macro (Figura 6.14): son lascas de segundo o tercer orden de tendencia concoidal y delgadas (Tabla 6.5), aunque se presenta cierto grado de variabilidad, especialmente en el índice de espesor. La ubicación de los bordes es lateral o distal y tienen ángulos que varían entre c.20º y c.50º. No se encontró evidencia de microrretoques en los bordes, simplemente grandes extracciones que adelgazan el filo de los artefactos.

Meso: como en el subtipo anterior, se trata de lascas de segundo o tercer orden. Son de menor tamaño que el grupo

Figura 6.7 Núcleos

Page 62: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-62-

Aceituno y Loaiza

Figura 6.8 Lascas macro

Page 63: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-63-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Figura 6.9 Lascas meso

Figura 6.10 Lascas micro

Page 64: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

Tabla 6.3 Generalidades tipo 7

Tabla 6.4 Generalidades tipos 8-10

Figura 6.11 Picos

-64-

Aceituno y Loaiza

Page 65: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-65-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

anterior (Tabla 6.5), aunque conservan la tendencia concoidal y también son delgadas (Figura 6.15). La ubicación de los bordes es lateral y distal, con ángulos que varían entre c.20º y c.50º; el número de bordes usados varía entre uno y dos.

Tipo 12: Cuchillos. Este tipo está formado por dos instrumentos sobre lasca (Figura 6.16), con tendencia laminar (Tabla 6.5) y sección triangular. En ambos casos presentan un borde lateral con un ángulo de c.20º. El cuchillo proveniente del Jazmín (Figura 6.16a) tiene el borde aserrado, probablemente por uso En el caso de la Selva (Figura 6.16b), el borde del cuchillo es bastante agudo y el borde presenta pequeños surcos que pensamos que también es por uso.

Tipo 13: Lascas con filo pulido. Este tipo está formado por tres artefactos sobre lascas de basalto de segundo

orden, que tienen el filo distal pulido por ambas caras, en un ángulo de c. 30º; el cuerpo de los implementos ha sido adelgazado mediante golpes de percusión, adelgazando considerablemente las piezas (Figura 6.17). Tienen en promedio 69 mm de largo, 61 mm de ancho y 13 mm de espesor; denotando su delgadez y tendencia concoidal. Se recuperaron dos en el Jazmín, una en la Selva y un fragmento de borde en San Germán II.

Tipo 14: Hachas. Este tipo está compuesto por instrumentos recuperados en el Jazmín. Los cinco instrumentos están elaborados sobre lascas corticales de gran tamaño (Figura 6.18), con un largo promedio de 126 mm., ancho de 81.5 mm. y espesor de 25.3 mm.; su peso promedio es de 368 gr. Cuatro de ellas presentan escotaduras en los costados hacia la parte posterior, presumiblemente para enmangar. Los bordes distales tienen ángulos entre c.30º y c.50º.

Figura 6.12 Tajador longitudinal

Page 66: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-66-

Aceituno y Loaiza

Figura 6.13 Tajador concoidal

Figura 6.14 Multifuncionales macro

Page 67: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-67-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Figura 6.15 Multifuncionales meso

Figura 6.16 Cuchillos

Page 68: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-68-

Aceituno y Loaiza

Figura 6.18 Hachas

Page 69: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-69-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Para la manufactura se seleccionaron núcleos aplanados y alargados de dacitas y basaltos finogranulares. A continuación se le extrajeron lascas grandes por percusión bipolar en las que se aplicaron golpes para adecuar los filos y en algunas se prepararon los extremos proximales para hacer las escotaduras.

Figura 6.17 Lascas con filo pulido

Tabla 6.5 Generalidades tipos 11 y 12

Page 70: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 71: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-71-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

7.- ESTRUCTURA INTERNA Y MOVILIDAD

El registro arqueológico es el resultado de procesos culturales y transformaciones naturales que actúan durante y después de la ocupación de un sitio (Tani, 1995). En términos conductuales, la estructura interna de los sitios arqueológicos depende del tipo de actividades y del patrón de descarte durante su ocupación (Tani, 1995). En sociedades nómadas, el patrón de descarte depende de la intensidad de la ocupación, factor que es una función del número de gente, de la variedad de actividades y de la duración de los asentamientos. Sin embargo, como los campamentos pueden ser reocupados cíclicamente, la intensidad también depende del grado de reocupación; es decir, del intervalo de tiempo entre una ocupación y otra.

El grado de mantenimiento de las áreas de actividad está relacionado con la intensidad de las ocupaciones, factor que, a su vez, depende del modelo de movilidad. Binford (1980) en un artículo seminal propuso dos modelos de movilidad para cazadores recolectores: el forrajero [foragers] y el colector [collector]. Como es sabido, en el modelo forrajero la gente se mueve hacia los recursos lo que implica un alto desplazamiento de los campamentos residenciales, dado que no practican ningún tipo de almacenamiento. Como la duración de los campamentos es breve, las estructuras arquitectónicas son simples, las actividades se generan alrededor de los fogones y no hay áreas de actividad claramente estructuradas. Dada la breve duración de los campamentos residenciales, prácticamente no se generan campamentos logísticos visibles arqueológicamente, ya que las salidas de forrajeo básicamente son diarias.

Por el contrario, en el modelo colector, los recursos son los que se mueven hacia los campamentos dado que dependen en gran parte del almacenamiento, lo que implica una menor movilidad residencial. En este caso, se invierte mucho más en la arquitectura de los campamentos y hay una clara segregación de las áreas de actividad y una mayor inversión en el mantenimiento y limpieza de las áreas habitacionales. Dada la mayor duración de los campamentos residenciales, se generan campamentos logísticos relacionados con actividades extractivas, con mayores posibilidades de visibilidad arqueológica.

En este orden de razonamiento, si la estructura de los sitios esta directamente relacionada con el modelo de movilidad, el objetivo es determinar a partir de la distribución microespacial, la posición que ocupan los cazadores recolectores del Cauca medio en la escala de movilidad entre el modelo forrajero y el modelo colector. Es importante señalar que la movilidad se comporta como una variable continua, esto significa que ambos modelos no representan dos conceptos polares, sino que marcan los extremos de un continuum, ya que ambas estrategias no son excluyentes, en tanto que pueden operar simultáneamente en diferentes grados dentro de la organización de una sociedad (Binford, 1987:541).

Para analizar la estructura del registro arqueológico, vamos a utilizar los conceptos que Binford (1988) definió para clasificar los diferentes tipos de descarte antrópicos. En la formación de los residuos primarios, aquellos que se depositan inmediatamente después de una acción concreta, las acciones más importantes son la caída de desechos [dropping] directamente en el lugar de la acción, por ejemplo, los microdesechos de talla o restos de comida. En el arrojamiento de desechos [tossing] durante la realización de alguna actividad, por ejemplo, los desechos de comida que se arrojan fuera del hogar. En la formación de depósitos secundarios, aquellos que se forman a partir del desplazamiento de los elementos primarios, las acciones más importantes son el barrido, el desplazamiento horizontal y vertical por pisoteo (Stevenson, 1991:269) y la formación de basureros por el traslado de los desechos hacia áreas concretas [dumping]. A las anteriores acciones, hay que sumar el papel de los niños como agentes que continuamente desplazan objetos (Politis, 1999) o patrones de abandono idiosincráticos de los campamentos que alteran el patrón de descarte cotidiano durante el uso de éstos.

Antes de pasar a describir tales evidencias, es importante señalar que todos los sitios analizados forman parte de un mismo sistema cultural, como lo indica el hecho de que comparten una misma tradición lítica y que el registro arqueológico temprano está asociado al horizonte Ab, que representa una matriz deposicional de carácter zonal que hemos identificado también en cimas de colinas sin restos arqueológicos en la cuenca San Eugenio Campoalegre. Únicamente en el Jazmín, hemos hallado algunas evidencias precerámicas (artefactos líticos y carbón) asociadas al Hz AB. Otro elemento común, es que en términos de emplazamiento, todos los sitios son isomorfos, en tanto que están localizados en la misma franja altitudinal y todos se encuentran sobre rupturas de pendiente aplanadas, próximas a ecotonos ribereños. La Selva se encuentra en el mismo rango altitudinal que los sitios del San Eugenio, pero no se encuentra adyacente a ningún río, sino a pequeñas quebradas que nacen cerca del sitio.

De acuerdo con las características de los sitios arqueológicos de la cuenca del río San Eugenio y el sitio la Selva proponemos, en base a los siguientes argumentos, que los pobladores tempranos del Cauca medio, desde el Pleistoceno final hasta el Holoceno medio, practicaron un modelo de movilidad más próximo al modelo forrajero. Excepto el sitio el Antojo, que se trata de un taller de cuarzo, el resto de los sitios son campamentos residenciales (Figura 7.1) pequeños con baja densidad y diversidad de restos materiales, con presencia de desechos de talla, instrumentos tallados, hachas, modificados por uso (manos y placas de molienda) y restos fogones, inferidos a partir de áreas circulares con abundante carbón en el caso del Jazmín (Hz AB) y de restos de hollín impregnados en manos y cantos de adecuación hallados en el Jazmín y San Germán II (Hz Ab).

Page 72: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-72-

Aceituno y Loaiza

Figura 7.1 Interpretación de estructuras habitacionales13

En el caso del Jazmín, los diferentes tipos de artefactos aparecieron mezclados próximos a concentraciones de carbón, que delimitan áreas de actividades domesticas alrededor de los hogares. El hecho de que los artefactos de adecuación y algunos utilizados en los fogones aparezcan mezclados con los instrumentos se debe al desplazamiento horizontal de las evidencias, probablemente por la acción del pisoteo y el propio uso de los asentamientos (Figura 7.2 y Figura 7.3) incluyendo su abandono.

Por otra parte, no hemos identificado basureros secundarios [dumping] ni áreas de actividades concretas; únicamente en el Jazmín se registró un área de desechos líticos, pero que no fueron removidos ni concentrados en un lugar específico. Tampoco identificamos ninguna evidencia de almacenamiento en los niveles precerámicos; esta última característica, es una de las principales diferencias entre el modelo forrajero y colector (Binford, 1987:495). La inversión en el mantenimiento y limpieza de los sitios es proporcional a la duración de los asentamientos; por tal razón, en condiciones de mayor movilidad el desplazamiento de los elementos descartados no es tan regular y las diferentes clases de productos aparecen mezcladas porque la mayoría de las actividades se hacen alrededor de los hogares y se desplazan hacia fuera de los fogones. Esta característica ha sido observada en grupos tan diferentes como los Alyawara en el desierto australiano (Binford, 1987) o los Nukak-Makú en la amazonía colombiana (Politis, 2000), pero tienen en común que operan más como un modelo forrajero.

13 El tipo de estructuras habitacionales las hemos tomado con permiso de Politis (1995).

Otro dato a favor de la hipótesis de movilidad residencial es la ausencia en el Cauca medio de sitios con entierros humanos correspondientes a nuestro rango temporal. Como es sabido, uno de los indicadores más fuertes de reducción de movilidad y sedentarización es la visibilidad espacial de la muerte en puntos fijos que actúan como referentes permanentes de los espacios domésticos.

A los anteriores argumentos, queremos añadir que si estos sitios fueran locaciones logísticas, nos preguntamos donde están los campamentos residenciales cuya perceptibilidad arqueológica para ser encontrados debería ser muy alta, sobre todo si tenemos en cuenta la alta visibilidad que estarían mostrando los campamentos logísticos.

7.1Organización tecnológica y patrón de descarte

La organización tecnológica se refiere a la forma como los grupos planifican el abastecimiento, deciden el diseño el uso y el descarte de los artefactos (Nelson, 1991:58). En grupos cazadores recolectores, la organización tecnológica es una respuesta a las condiciones de movilidad, estrategia que en su dimensión ecológica depende de la predictibilidad, la distribución y la productividad de los recursos (Kelly, 1983). En el marco de la movilidad, la duración de los asentamientos, la distancia y la reocupación anticipada, son factores determinantes en la elección del diseño y en la distribución artefactual (Nelson, 1991:58). Por tal razón, proponemos que el análisis de la distribución espacial de la organización tecnológica es una forma muy útil para analizar el patrón de asentamiento y movilidad, dado que el descarte de los diferentes productos de las cadenas tecnológicas está relacionado con la estrategia de movilidad practicada.

Page 73: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-73-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Figura 7.2 Dibujo de planta, el Jazmín corte 3 nivel 14-nivel 17

Page 74: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-74-

Aceituno y Loaiza

Figura 7.3 Dibujo de planta, el Jazmín corte 3 nivel 18-nivel 21

Page 75: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-75-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Figura 7.4 Artefactos representativos del debitage

Page 76: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-76-

Aceituno y Loaiza

En términos generales, la tecnología lítica temprana está representada por las siguientes clases de artefactos: 1) artefactos modificados por uso; 2) artefactos expeditivos hechos con rocas volcánicas y plutónicas; 3) hachas; 4) picos; 5) artefactos curados sobre cuarzo; 6) artefactos de adecuación. La organización tecnológica comienza con la obtención de materias primas, conducta que consiste en la exploración del terreno y localización de las fuentes de materias primas. Todas las rocas identificadas en los sitios se encuentran en los depósitos fluviales próximos a los asentamientos; empero, existen diferencias en la litodiversidad de cada uno de los depósitos, que se ve reflejada en la relación materias primas tipos de artefactos. En la cuenca del río San Eugenio, la distancia entre los sitios y las fuentes de materia prima, varía entre unos c.100 m y c.2,6 Km. El hecho de que no han aparecido materias primas foráneas, es una prueba más que indica que estos grupos se desplazaban frecuentemente hacia los recursos, en vez de desplazarse a larga distancia para abastecerse de materias primas, desde locaciones estables en términos de su ocupación.

Como se observa en la tabla 7.1, las materias primas predominantes son: andesita, basalto, microgabro y dacita. Sin embargo, hay diferencias en la distribución por sitio, en el Jazmín las materias primas más utilizadas fueron andesita y dacita; en San Germán II, basalto, microgabro y andesita, y en la Pochola, andesita y basalto. En La Selva, predomina claramente el basalto y en menor medida la andesita; empero, este sitio es el que tiene el mayor nivel de indeterminación en las materias primas.

El cuarzo es una materia prima de baja disponibilidad en la zona, como lo indica el hecho de que su densidad, en forma de cantos rodados, es muy baja. Múnera en el informe de INTEGRAL (1997:128) reporta la existencia de vetas de cuarzo metamórfico a unos 150 m de la terraza donde se

Tabla 7.1. Porcentaje de materias primas por sitio

encuentra el Antojo. La ausencia de lascas de primer orden y la baja densidad de núcleos indica que los instrumentos ingresaban a los sitios completamente manufacturados donde se usaban, curaban y descartaban definitivamente.

Las cuatro clases de artefactos tallados representan cuatro modos de manufactura con diferentes grados de complejidad técnica. La primera, está representada por instrumentos expeditivos hechos con materias primas locales. En términos tipológicos, esta clase de artefactos está representada por el tipo lascas multifuncionales. La segunda clase está representada por las hachas (también llamadas por otros autores azadas), implementos que requieren un mayor grado de selección de la materia prima. La tercera clase está representada por los picos y la cuarta, por los artefactos de cuarzo que técnicamente son los más complejos, de los sitios hasta ahora conocidos en la región. Los artefactos expeditivos fueron manufacturados bajo un esquema tipo debitage, el cual consiste en la extracción de lascas ya predeterminadas en el nódulo con el fin de obtener soportes listos para su utilización (Boeda, 1991:41). Bajo este esquema técnico se manufacturaron los instrumentos multifuncionales (Figura 7.4a), cuyo proceso de reducción consistía en la preparación de plataformas de percusión en el núcleo, con el fin de obtener lascas que pudieran ser utilizadas casi sin ningún tipo de preparación posterior; únicamente en dos casos hemos apreciado pequeños retoques para preparar los filos, de manera que las piezas solamente se retocaban en los casos en que las lascas extraídas no tuvieran un buen filo. Los núcleos poco formatizados y los escasos desechos de varios órdenes de extracción que recuperamos confirman que para tallar estos implementos optaron por una estrategia de manufactura de bajo costo, minimizando tanto el tiempo de abastecimiento como de manufactura. No podemos descartar que parte de estos artefactos los tallaran también en las fuentes de abastecimiento, pero la simpleza técnica observada en los instrumentos y desechos, indica que la producción de desechos no debía ser muy alta en comparación con artefactos de mayor calidad.

Los artefactos más complejos hechos a partir de rocas ígneas o volcánicas son las hachas (Figura 7.4b), como lo indica el uso de materias primas de mayor calidad y el propio esquema de manufactura. Su manufactura implicaba la búsqueda de rocas finogranulares como las dacitas y los microgabros, en formas aplanadas y alargadas que no son las más abundantes en las terrazas fluviales próximas a los sitios.

El proceso de reducción consistía en la extracción de una lasca grande, de unos c.20 cm de largo, que muy probablemente se extraía mediante la técnica de talla bipolar, debido al gran peso de los nódulos. Una vez obtenido el soporte, éste se reducía mediante golpes de talla ejecutados desde el contorno de la pieza hasta obtener el grosor óptimo. Un rasgo técnico de este tipo de artefacto en el Cauca

Page 77: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-77-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

medio son las escotaduras en la parte basal (aunque no está presente en todas), que es considerado como un rasgo diagnóstico frente a artefactos similares de otras regiones de la Cordillera Central, como el valle medio del río Porce (Aceituno y Castillo, 2005). Como se observa en la figura 7.4b, la escotadura, que varía en tamaño y profundidad entre unos ejemplares y otros, se lograba mediante la ejecución de varios golpes hacia adentro desde el borde.

Los picos fueron manufacturados bajo un esquema tipo façonnage, que consiste en la extracción de lascas de un núcleo, usado como nódulo, con el fin de transformarlo en un instrumento (Figura 6.10). Realmente el proceso de manufactura de los picos puede considerarse expeditivo, en tanto que la tarea más costosa era hallar los nódulos alargados en las fuentes de agua, ya que su reducción consistía únicamente en tallar y pulir brevemente uno de los extremos. Dada su facilidad de manufactura y debido al gran peso de estos artefactos, no debieron transportarse de unos campamentos a otros, sino que se dejarían en los sitios para ser usados nuevamente durante la reocupación de los

mismos. Sin embargo, esta posibilidad no la hemos podido demostrar con los únicos ejemplares de este tipo, ya que, por el contrario, muestran un bajo grado de uso, lo que indican que se descartaron rápidamente y, por alguna razón que no conocemos, no volvieron a ser utilizados. En el caso del ejemplar que aparece asociado el Hz AB, es más entendible dada la baja intensidad de ocupación que muestra el Jazmín para este momento.

El otro gran grupo de artefactos, está representado por la industria de cuarzo, que a pesar de su escasa visibilidad arqueológica es muy importante tecnológicamente, como lo demuestra el hecho de que se trata de una tecnología curada asociada con el aprovechamiento de una materia prima de baja disponibilidad. La industria de cuarzo era prácticamente desconocida en la zona de estudio hasta que fue descubierto el sitio el Antojo (ver Figura 4.2), un taller lítico datado en 8380±90 a.P (Beta-93154) localizado a 4 km del Jazmín en dirección norte, donde en un área de 8 m² se recuperaron un total de 4013 desechos (INTEGRAL, 1997:135). Una gran parte de la secuencia de reducción está presente en el sitio,

Figura 7.5 Preforma bifacial el Antojo

Page 78: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-78-

Aceituno y Loaiza

hecho indicado por la variabilidad del tamaño de las lascas que dan cuenta del proceso de reducción de esta materia prima. En el conjunto predomina claramente la tendencia laminar y los talones unifacetados y bifacetados, siendo el resultado lascas longitudinales agrupadas en 5 tipos de desechos muy estandarizados entre sí. La talla laminar es una decisión técnica coherente para aprovechar al máximo materias primas de baja disponibilidad, a través de la manufactura de artefactos muy bien acabados con filos que demandaron un alto número de secuencias de reducción, como lo corrobora, además de las microlascas, la presencia entre los desechos de una preforma bifacial (Figura 7.5). Por último, podemos citar a los artefactos de adecuación cuya preparación consistía en tallar formas tabulares, mediante simples golpes de percusión, produciendo formas tabulares con tamaños y niveles de fragmentación, y extracción diferentes. Los desechos producidos son tabulares, espesos y muy irregulares.

En síntesis, en los conjuntos líticos podemos distinguir entre una tecnología mediata o curada y otra inmediata o expeditiva. La curación es una estrategia tecnológica de alto costo que consiste en maximizar la materia prima a través de técnicas de alto aprovechamiento de los nódulos (Bettinger y Baumholf, 1982). La expeditividad es una estrategia de mínimo costo que consiste en minimizar el tiempo de manufactura (Bettinger y Baumholf, 1982), a través del procesamiento de un gran volumen de materia prima en forma de artefactos simples, que son descartados rápidamente. Por el contrario, en los artefactos curados los altos costos de manufactura se compensan mediante el incremento de la duración, por lo tanto, son artefactos que se mueven frecuentemente entre un sitio y otro (Binford, 1979; Cowan, 1999; Gnecco, 2000:117; Nelson, 1991:70); por el contrario, los artefactos expeditivos son artefactos simples en los cuales se minimiza los costos de manufactura, mediante el reemplazo rápido de los implementos, coincidiendo el lugar de manufactura, uso y abandono (Cowan, 1999; Nelson, 1991:65).

La tecnología curada está representada por artefactos que requieren un mayor de grado de selección de las materias primas, como en el caso de las hachas y, en el caso del cuarzo, además requiere la implementación de técnicas de reducción que maximicen la materia prima, como es la talla laminar, logrando artefactos duraderos, confiables, versátiles y portátiles. En esta clase de artefactos, dado que el tiempo transcurrido desde la manufactura hasta el descarte es mucho mayor, es difícil que coincidan en un solo lugar, el trabajo de manufactura, el uso y el descarte final. La tecnología expeditiva está representada por los artefactos multifuncionales que técnicamente requieren una menor inversión de trabajo y esfuerzo técnico en el abastecimiento y manufactura; así mismo, son instrumentos poco especializados, que por lo general fueron tallados, usados y descartados en un mismo lugar.

En términos espaciales, estas dos estrategias técnicas tienen implicaciones en el uso y descarte de los artefactos. Los sitios se caracterizan por la presencia de: manos y placas de molienda; hachas; una cantidad mínima de desechos de talla de cuarzo, que entre todos los sitios, exceptuando el Antojo, no alcanza las 20 unidades; artefactos de adecuación incluidos los de los hogares; instrumentos y desechos de talla de rocas ígneas y volcánicas poco formatizados. Vistos en su conjunto, la tecnología que aparece en los sitios indica claramente el procesamiento de recursos vegetales, como lo hemos corroborado con la recuperación de fitolitos y almidones de manos de molienda y fitolitos en una de las hachas del Jazmín (Aceituno, 2002; Aceituno y Castillo, 2005). Por su parte, la tecnología relacionada con la caza de animales está más invisibilizada en el registro arqueológico; empero, este hecho no significa que el consumo de carne fuera bajo como lo han demostrado hallazgos en regiones similares; probablemente, los restos de animales no se han conservado como lo demuestra el hecho de que no hayan aparecido en ningún sitio y el volumen de artefactos descartados fuera bajo y muy disperso.

En el sector que excavamos en el Jazmín, sumando los datos de los horizontes Ab y B del corte 3 y los dos pozos de sondeo, los artefactos no tallados representan el 60,1 (N 167) por ciento de un total de 278 instrumentos; los artefactos tallados representan el 30,5 por ciento (N 85) y los indeterminados el 9,4 por ciento (N 26). En los no tallados predominan los cantos rodados de adecuación, con un 60,5 por ciento (N 101) sobre los modificados por uso, con un 39,5 por ciento (N 66). De los 55 artefactos tallados, un 35 por ciento (N 30) son nódulos tallados de adecuación y el 65 por ciento (N 55) son artefactos. Únicamente 15 (27,27 por ciento) presentan uso en los bordes, los 40 restantes (72,73 por ciento) son desechos de talla, 36 lascas (65.45 por ciento) y 4 núcleos (7,28 por ciento).

Por el contrario, en el sector norte, excavado en 1995 (INTEGRAL, 1997; Vergara y Tabares, 1995) se recuperaron en el depósito precerámico (estratos14 IV, V y VI) 2171 artefactos en un área de 14 m² (Aceituno, 2001: 253; INTEGRAL, 1997). De éstos, 1833 son desechos de talla (núcleos y lascas) y 22 son instrumentos, para una proporción instrumentos desechos 1:83.3, mucho mayor que la que hemos observado en la última fase (1:2.6). Además, se encontraron 236 modificados por uso. En otros contextos tempranos cordilleranos, donde la talla de la piedra fue una de las actividades más importantes, hemos encontrado las siguientes proporciones: en La Elvira la relación es de 1:10 (Gnecco, 2000: 48), en San Isidro es de 1:99 (Gnecco, 2000:106) y en el Antojo es de 1:124 (Aceituno, 2001: 253). Por ahora, la sectorización de los desechos de talla del Jazmín nos hace tomar precauciones frente a la interpretación de San Germán II y La Pochola, dado que en estos sitios solamente excavamos un área de 1,5 m² respectivamente. 14 Se refiere a las unidades estratigráficas definidas en INTEGRAL (1997).

Page 79: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-79-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

En San Germán II, la proporción instrumentos desechos es de 1:102 y en la Pochola únicamente hallamos 23 desechos de talla y ningún instrumento con evidencias de uso.

Estas cifras muestran unos rangos de deposición de instrumentos- desechos, que por sí solos no son concluyentes en relación al tipo de asentamiento, en tanto que las proporciones anteriores se corresponden con sitios de diferente naturaleza y función, de manera que no existe una relación numérica instrumentos-desechos para cada tipo de sitio, dadas las múltiples causas que pueden explicar dicha relación. En el caso de los sitios del río San Eugenio, la proporción es similar a los sitios de Popayán, interpretados como bases residenciales en condiciones de movilidad limitada (Gnecco, 2000:123). En nuestro caso, proponemos que también son campamentos residenciales, pero en condiciones de mayor movilidad, especialmente por el tamaño reducido y la breve distancia entre los sitios, la baja diversidad lítica, la ausencia de todas las fases de la cadena operatoria en un mismo sitio y la presencia de artefactos curados. Ahora bien, aunque la duración de los

sitios no fuera muy alta, éstos si eran reocupados, lo que significa que la gente practicaba un nomadismo ligado a determinadas zonas.

Los sitios del Cauca medio se caracterizan, por una parte, por la presencia de manos y bases de molienda, cantos de adecuación, y, por otra parte, por la distribución segregada de desechos de talla y por la baja frecuencia de instrumentos tallados, especialmente hachas e instrumentos de cuarzo, cuya escasa visibilidad, planteamos que está relacionada con la estrategia de uso de los artefactos curados. Para explicar la baja densidad de los instrumentos tallados en los sitios, proponemos la combinación de las siguientes hipótesis: 1) ocupaciones no muy intensas con baja deposición de basuras; 2) el uso de otras materias primas como la madera; 3) deposición dispersa de los artefactos curados, especialmente los de cuarzo.

Respecto a la primera hipótesis, si nos basamos en los siguientes argumentos, la intensidad (duración y frecuencia de reocupación) de uso de los sitios no tuvo que ser muy alta; no

Figura 7.6 Hacha reciclada en multifuncional macro

Page 80: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-80-

Aceituno y Loaiza

hay evidencias de basureros secundarios, ni una segregación clara de las actividades, excepto en el Jazmín donde los desechos de talla tienden a concentrarse hacia el sector norte, hecho que también es normal en campamentos de baja duración, dado que la talla, por la naturaleza de los desechos líticos, es una actividad que se hace fuera de las zonas de preparación y consumo de alimentos. Vistos en su conjunto, la densidad del registro arqueológico es menor que la registrada en otros sitios precerámicos subandinos, como por ejemplo los del valle medio del río Porce (Castillo y Aceituno, 2006) o los del valle de Popayán (Gnecco, 2000:48-85). Por último, el escaso desgaste que presentan, por una parte, los artefactos expeditivos y, por otra parte, las manos, bases de molienda y los picos, también es un indicador de que las ocupaciones no debieron ser muy largas.

Otra posibilidad es el uso de la madera como materia prima para fabricar artefactos. Por una parte, es muy probable que la madera de las palmas fuera utilizada para fabricar lanzas para la caza, como sucede en muchas regiones del Neotrópico (Hill y Hawkes, 1983:148; Politis, 1996; Yost y Kelley, 1983:200). Por otra parte, en la región hay toda una tradición de uso de la guadua (Guadua angustigolia) como material de construcción y materia prima para fabricar artefactos para la caza y usada en la cacería (Stamm, 2004:96) que se remonta a épocas prehispánicas; también hemos registrado en la zona de estudio que la guadua se usa como recipiente para almacenar la yuca (Manihot esculenta), incluso para fabricar cuchillos. Sin embargo, debido a las condiciones de conservación que necesitan este tipo de restos, esta hipótesis es difícil contrastarla.

La tercera explicación es el uso de artefactos curados. En los conjuntos líticos de la zona de estudio, podemos considerar artefactos curados las hachas y los artefactos de cuarzo. Las hachas son artefactos que se mueven de un lugar a otro, dado que se utilizarían principalmente fuera de los campamentos residenciales; además, son artefactos versátiles, ya que pueden ser utilizados en un amplio espectro de actividades durante las salidas logísticas, reduciendo de este modo la carga de implementos. Estas herramientas, no solamente sirven para el desmonte de maleza y el trabajo de la madera, sino que también pueden servir para cazar y descuartizar animales, y recolectar tubérculos y rizomas. El hecho de que también aparezcan en sitios residenciales como el Jazmín (que es de donde proviene la mayor muestra con un total de 29), es lógico, en tanto que normalmente los instrumentos curados además de ser usados en los campamentos, también son transportados a éstos para su mantenimiento y reciclado (Nelson, 1991:78). Como evidencia de este tratamiento, en el Jazmín hemos identificado el reciclado de un hacha en un instrumento adelgazado con los bordes tallados (Figura 7.6).

La otra evidencia de curación está representada por los artefactos de cuarzo. Como ya hemos señalado anteriormente, en el caso del cuarzo, la curación está relacionada con la nimiedad de rocas criptocristalinas en la

zona, tales como el chert o el cuarzo. Dada su escasez y sus buenas cualidades técnicas, para la talla de artefactos tan importantes para el faenado diario como cuchillos, raspadores, buriles o punzones, el cuarzo debió ser una materia prima muy aprovechada; esto se traduciría en artefactos altamente curados y aprovechados hasta su agotamiento, especificidad que determinaría el descarte final de esta clase de instrumentos. Al tratarse de artefactos escasos y altamente aprovechados, no se daría un descarte masivo por asentamiento; por el contrario, su abandono final sería muy disperso, a lo largo de los diferentes campamentos ocupados. La bajísima densidad de artefactos de cuarzo que hemos recuperado en los sitios refuerza esta hipótesis; en el Hz Ab del Jazmín, solamente recuperamos un núcleo muy agotado, dos lascas y cinco microlascas. Todos estos implementos fueron tallados sobre un cuarzo que visualmente es muy parecido al del Antojo, en tanto que en ambos casos se trata de un material lechoso con un tacto jabonoso y con pocos planos de clivaje. En San Germán II recuperamos un pequeño raspador de sección triangular con arista sagital y una microlasca. En la Pochola y en la Selva no hallamos artefactos de cuarzo en las ocupaciones precerámicas. Una posible explicación de la coexistencia de artefactos expeditivos y curados es la manufactura de los primeros para conservar y restringir el uso de los implementos duraderos en tareas específicas.

Los costos de transporte de la materia prima influyen en el grado de trabajo que un artefacto puede tener en la fuente de aprovisionamiento. Mientras mayores sean los costos de aprovisionamiento, mayor será el grado de manufactura que sufran los artefactos en las canteras (Beck et al, 2002). De esta forma, la bajísima densidad de artefactos de cuarzo en los sitios, excepto en el Antojo por razones obvias, nos hace pensar que en este último sitio se preparaban completamente los artefactos, con el fin de disminuir los costos de transporte y así poder llevar un mayor número de implementos en cada visita a esta cantera. En el resto de los sitios se usaban, curaban y descartaban.

Otro dato a favor del peso de la curación en la tecnología lítica de los primeros pobladores de la zona de estudio, es la baja diversidad tipológica comparada con otros contextos tempranos de Colombia (Castillo y Aceituno, 2006; Correal y Van der Hammen, 1977; López, 1999). Como ha planteado Shott (1986), en los conjuntos líticos con un alto porcentaje de artefactos curados, la diversidad tipológica tiende a ser reducida.

En síntesis, la deposición en los campamentos residenciales está determinada por la duración de las ocupaciones y por el diseño de los artefactos. Una duración de los sitios no muy alta, el uso de artefactos curados, junto con la posible existencia de objetos hechos sobre madera, explicaría la baja densidad de instrumentos tallados y el predominio en los sitios de cantos de adecuación y artefactos de molienda que por su naturaleza no se mueven de un sitio a otro.

Page 81: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-81-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

8.- PRODUCTORES ITINERANTES: DE LA NATURALEZA RECORRIDA A LA

NATURALEZA DOMESTICADA

Nuestro pensamiento occidental todavía está muy influenciado por el mito bíblico, según el cual, el pueblo originario era sedentario y agricultor (Hernando, 1999:20); por esta razón, todavía se mantiene vigente el antagonismo ideológico entre los binomios nómada salvajismo vs sedentario civilización. La arqueología moderna no ha sido capaz de superar esta epistemología dualística a la hora de clasificar a las sociedades humanas, de este modo, sigue vigente el uso de tipos culturales ideales (Smith, 2001) como cazadores recolectores, agricultores, nómadas, sedentarios, bandas, tribus, civilizados, etc.

En contra de dicho pensamiento dualista, trabajos actuales, en diferentes regiones del mundo, demuestran que muchas sociedades tradicionales combinan la caza, la recolección y el cultivo de plantas silvestres y domesticadas; en una estrategia de explotación integral de los recursos del medioambiente, donde no tiene cabida la separación entre lo silvestre y lo domesticado. Este es el caso de los Ka’apor en la Amazonía brasilera, grupo con una economía agroforestal que explota un amplio espectro de plantas silvestres y domesticadas, a través del manejo nomádico de zonas vegetales con distintos estados de alteración y domesticación (Balée y Gély, 1989). Darrell Posey (1984) se refiere a estos espacios manejados selectivamente, como campos en el bosque; la apertura de estos claros es una de las estrategias más eficaces de explotación y manejo de recursos silvestres en las selvas tropicales.

En nuestro caso de estudio, partimos del presupuesto de que la movilidad no es una estrategia inferior de aprovechamiento del medioambiente. Por el contrario, en ambientes húmedos tropicales, bajo determinadas circunstancias, el nomadismo ha demostrado ser una táctica mucho más eficaz que la sedentarización. Hoy día contamos con muchos ejemplos etnográficos que muestran que la sedentarización plena puede acarrear ciertos riesgos para la subsistencia, debido al rápido agotamiento de los suelos y a la reducción de la caza que, como han señalado varios autores, su descenso es proporcional al tamaño y a la duración de las unidades residenciales (Castellanos, 2001; Gross, 1983; Vickers, 1983).

Actualmente, la reducción territorial que han sufrido la mayoría de las culturas indígenas por la presión de Occidente, ha causado la sedentarización de muchas sociedades tradicionales, afectando de forma negativa al consumo de proteína animal y provocando fuertes desequilibrios alimenticios. En nuestro contexto regional, el caso ejemplificante de esta problemática es el de los Emberá (Chocó colombiano), un pueblo

con fuertes problemas nutricionales debido a una dieta basada en carbohidratos y deficitaria en proteína animal (Gálvez, 1997). Por el contrario, grupos que todavía mantienen altos niveles de movilidad, como los Nukak-Maku (Amazonía colombiana) (Politis, 1996) o los Huaorani(Amazonía ecuatoriana) (Yost y Kelley, 1983), consumen altos niveles de proteína animal.

En el capítulo 7, hemos planteado, en base a la estructura de los sitios y la organización tecnológica, que el modelo de ocupación de los cazadores recolectores que habitaron en la zona de estudio, se aproxima más hacia el modelo forrajero [foragers]. De acuerdo con éste, en los bosques húmedos tropicales es más adaptativo practicar alta movilidad residencial (Binford, 1980; Kelly, 1983), puesto que los recursos críticos no presentan incongruencia espacial ni estacional; siendo la producción anual uniforme en el tiempo y en el espacio (Gnecco, 1995; 2000:123-124). Sin embargo, dicha ecuación es reduccionista, porque que existen diversas formas de movilidad residencial, propiciadas tanto por las diferencias ambientales, como por los factores sociales; que no han formado parte de la agenda de la etnoarqueología procesual, de la cual derivaron gran parte de los modelos explicativos para cazadores recolectores. La ecuación movilidad distribución de los recursos no tiene en cuenta ni la diversidad de los bosques tropicales, ni el efecto histórico que ha tenido el manejo del bosque tropical; ambos son factores que explican el uso diversificado que actualmente se observa en ecosistemas selváticos (Correa, 1993a:27).

Por consiguiente, si bien vamos a utilizar las categorías forrajero [forager] y colector [collector] para referirnos al modo de ocupación; el objetivo es demostrar que los habitantes tempranos del Cauca medio, desde el Pleistoceno final hasta el Holoceno medio, domesticaron el bosque en una estrategia de producción itinerante, basada en la explotación y manejo de un amplio espectro de plantas. Para lograr este objetivo, además de utilizar la información de la tecnología lítica y la estructura del registro arqueológico, nos hemos apoyado en datos de polen, fitolitos y almidones.

8.1 Resultados de los análisis microbotánicos Hemos utilizado los granos de polen para estimar las variaciones climáticas y los efectos antrópicos en la evolución de la cobertura vegetal, a través de las variaciones porcentuales de los diferentes grupos ecológicos y la aparición de plantas alimenticias, y su asociación con los eventos culturales. Los análisis de polen los hemos ampliado con el estudio e identificación de granos de almidón y fitolitos, extraídos de artefactos líticos, que frente al análisis del polen, tienen la ventaja de que indican que plantas fueron procesadas en los sitios habitacionales. De este modo, pudimos cotejar las plantas

Page 82: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-82-

Aceituno y Loaiza

identificadas mediante los tres tipos de partículas, hallando una buena correspondencia entre los diferentes métodos microbotánicos. Las columnas de polen que hemos incluido en este análisis fueron extraídas del Jazmín y la Selva. La primera fue analizada en el año 2000 por Alexis Jaramillo y la segunda por María Victoria Correa en el 2005, ambos biólogos de la Universidad de Antioquia.

Las columnas de polen fueron extraídas de los perfiles estratigráficos, mediante el sistema de canaletas de aluminio. Seleccionamos los perfiles que no presentaban evidencias de perturbación macroscópicas y que contenían todas las ocupaciones, con el fin de relacionar la bioestratigrafía con la estratigrafía cultural y, de este modo, correlacionar cambios culturales con cambios ambientales.

Las muestras fueron analizadas siguiendo el método de Faegri e Iversen (1950), adaptado a nuestro medio por Fonnegra (1989). Las muestras de suelo se trataron con ácido clorhídrico (HCl), ácido fluorhídrico (HF) e hidróxido de potasio (KOH); para eliminar de las muestras los carbonatos y la sílice, pero sin dañar los granos de polen. Una vez limpiadas, las muestras fueron montadas en placas con gelatina glicerinada y, posteriormente, selladas con parafina entre 57° y 59° centígrados. A continuación, se procedió a la identificación y al conteo de los palinomorfos de cada una de las placas preparadas, siguiendo la nomenclatura desarrollada por Van der Hammen, a partir del modelo de clasificación de Erdtman (1952). La identificación se hizo, principalmente, a partir de la colección de referencia de la palinoteca de la Universidad de Antioquia.

A pesar de que todos los palinomorfos, excepto el caso de dos taxas, que se identificaron en las columnas son componentes naturales del bosque de la zona, éstos se agruparon en diferentes asociaciones vegetales; teniendo en cuenta que el objetivo principal era identificar señales de alteración antrópica y manejo selectivo de plantas en las áreas próximas a los sitios arqueológicos. Las asociaciones definidas fueron: a) elementos de bosque, que agrupa a plantas de hábitos arbóreos, arbustivos y herbáceos típicos de la zona de vida Bmh-PM; b) helechos, agrupación de plantas que indica variaciones climáticas; y c) elementos de borde bosque, gramíneas, rastrojos bajos, pioneros, palmas y plantas cultivadas (Tabla 8.1), asociaciones que, en conjunto, son plantas indicadoras de perturbación del bosque. Para evaluar la evolución de la cobertura vegetal en términos de alteración antrópica, hemos comparado las variaciones porcentuales entre los elementos del bosque nativo y las asociaciones probatorias de alteración vegetal (Jaramillo y Mejía, 2000:9).

Para la interpretación de los datos de polen, primero, en un nivel más general, hemos comparado la covariación entre los elementos del bosque nativo y los indicadores de alteración vegetal; y segundo, hemos analizado el

comportamiento de las familias o géneros de plantas más diagnósticos para determinar las condiciones climáticas y las señales antrópicas en el paisaje. Los cambios vegetales en el Jazmín fueron agrupados mediante zonas bioestratigráficas con una letra y número. En el caso de la Selva, dado el número reducido de palinomorfos registrados en este sitio, directamente hemos trabajado a nivel de familias y los cambios no los agrupamos en zonas.

La identificación de fitolitos y granos de almidón la realizó Jordi Juan Treserras en el año 2000, en el marco del primer proyecto que hicimos en el Cauca medio. La extracción de las muestras se hizo raspando con un objeto punzante los bordes usados de los artefactos, después de ser humedecidos con agua destilada; posteriormente, el agua recuperada se depositó en tubos de ensayo de 15 ml. Para la identificación de fitolitos y almidones, el protocolo seguido fue el siguiente: en primer lugar, las muestras se tamizaron en una criba de 250 mm, la fracción superior se observó mediante un sistema binocular, mientras que la inferior se trató con ácido acético para eliminar los carbonatos. A continuación, las muestras se volvieron a tamizar en un cedazo de 50 mm. La fracción superior, entre 250 y 50 mm se reservó para observar la fracción de arenas que en ocasiones suelen contener esqueletos de sílice; la fracción inferior se dejó reposar en una solución de agua destilada y hexametafosfato sódico, para eliminar las arcillas por sedimentación, según la ley de Stokes, aislando la fracción limosa (50-2 mm), que es la que concentra la mayor parte de los fitolitos y almidones. En el caso de los almidones, se utilizó yoduro de potasio, ya que los granos de almidón reaccionan, adoptando un color que varía entre azul y violeta.

En términos espaciales, la primera característica de los sitios es su reocupación, como lo indica la redundancia deposicional del registro arqueológico asociado a los Hz Ab., En el caso del río San Eugenio; y al AB, en la Selva, lo que demuestra la territorialidad de estos grupos desde la colonización de la región, que probablemente se intensificó con la ocupación efectiva15 ; fase de ocupación posterior a la colonización y que se manifiesta bioestratigráficamente en la alteración de la vegetación adyacente a los sitios arqueológicos. Ahora bien, lo que no sabemos todavía es el grado de territorialidad y la frecuencia de reocupación de estos asentamientos, que únicamente representan una fracción mínima del total de asentamientos producidos.

Vistas en su conjunto, las dos columnas de polen muestran diferencias entre sí, que pueden ser explicadas tanto por el uso antrópico del espacio, como por las diferencias 15 De acuerdo con el modelo de poblamiento de Borrero (tomado de Gil, 2002:105), esta fase es posterior a la de exploración y colonización.

Page 83: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-83-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

topográficas donde se encuentran los sitios, ambos separados por unos 30 km de distancia en dirección este oeste. La diversidad florística y la presencia de varios estados sucesivos en las columnas de polen, apoyan la idea sobre la domesticación temprana de los bosques del Cauca medio; que, probablemente, consistió en la apertura de claros y la dispersión de plantas, en un principio incidental, concomitante a los cambios residenciales y la búsqueda de nuevas tierras para la caza, la recolección, la obtención de materias primas y nuevos asentamientos.

Tomando la columna del Jazmín como representativa de la evolución de la paleovegetación en la cuenca San Eugenio Campoalegre, así como la fecha más antigua de este sitio 10.120±70 a.P; estimamos que la ocupación del Cauca medio se remonta a la transición Pleistoceno Holoceno, bajo unas condiciones ambientales determinadas por un clima húmedo tropical de montaña, que evoluciona en intervalos húmedos y secos, y fríos y cálidos. En términos geomorfológicos, alrededor del c.10.000 a.P es un momento de cierta estabilidad volcánica que dura hasta alrededor del c.7200 a.P (Orozco, 2001).

Las condiciones climáticas de finales del Pleistoceno están representadas por la subzona 3A, (muestras 170 y 155) asociada al Hz B (Tabla 8.1). Para este período predomina un bosque húmedo premontano, con un porcentaje que varía entre c. 49%, en la muestra inferior; y c.62%, en la superior. Es un bosque salpicado con especies de pisos ecuatoriales y andinos, con baja diversidad florística, representada por un rango de palinomorfos que, incluyendo todas las asociaciones vegetales, varía entre 71 y 80 unidades, con un índice

de diversidad16 que oscila entre c. 0,47 y c. 0,53. El peso del bosque aumenta, si incluimos los helechos como parte de la vegetación del bosque, alcanzado un porcentaje que oscila entre un c.77% y un c.82%. El máximo valor que tienen los pioneros es de 3%; las gramíneas varían entre un c.3% y un c.8%. Las palmas muestran valores importantes entre un c.3,5% y c.4,6% (Tabla 8.1). Las plantas que más peso tienen, incluyendo los helechos en la vegetación del bosque son: Cyathea sp., Alsophila cf. frigida, cf. petiolulata, Andiantum cf. lucidum y A. decoratum, Vittaria sp., Deenstaedtia sp., Polypodium sp., Jamesonia sp., Podocarpus sp. y Quercus sp. El alto porcentaje de los helechos pertenecientes a las familias Cyathaceae y Polipodiaceae, más la presencia de Podocarpus (pino) y Quercus (roble), confirman la existencia de un clima lluvioso y relativamente frío a finales del Pleistoceno; interpretación que hemos ratificado con la baja presencia de plantas de bosque ecuatorial, indicadoras de un clima más cálido y que aumentan sensiblemente en las muestras superiores.

Dado que no hay evidencias de ocupación del sitio, interpretamos las variaciones como consecuencia de los cambios sucesionales naturales del bosque; muy probablemente en concomitancia con las variaciones climáticas de la transición Pleistoceno Holoceno. Los datos anteriores indican que, desde el Pleistoceno final, predomina en la zona un bosque muy húmedo premontano, y que la transición Pleistoceno Holoceno no se manifiesta en breves y abruptos cambios climáticos, con variaciones en los cinturones de vegetación; como se ha observado en

16 Este índice los hemos calculado dividiendo el número de taxas identificadas en todas las asociaciones vegetales por la cantidad total de granos de polen recuperados en cada muestra analizada.

Tabla 8.1 Familias, géneros y especies que componen las agrupaciones ecológicas

Page 84: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-84-

Aceituno y Loaiza

Tabla 8.2 Variación porcentual de los grupos ecológicos del perfil bioestratigráfico el Jazmín

otras regiones de Colombia, como son la Sabana de Bogotá (Correal, 1986) y la región de los Llanos Orientales (Van der Hammen y Ortiz-Troncoso, 1992). Estos datos concuerdan con los resultados obtenidos de la fracción fina de los suelos que, para el período transicional Pleistoceno Holoceno, mostraban unas condiciones ligeramente más frías que durante el período posterior. Para la fase más antigua, en el espectro polínico, la presencia y alto porcentaje de los géneros arbóreos Quercus, Clethra y, sobre todo, Podocarpus representan especies típicas de climas templados y fríos; confirmando las condiciones más frías del Pleistoceno final, también demostradas en otras regiones del país como la Sabana de Bogotá (Correal, 1986).

Como ya hemos planteado en capítulos anteriores, el siguiente período está asociado al horizonte Ab de los sitios de la cuenca de los ríos San Eugenio y Campoalegre. De acuerdo con las fechas de radiocarbono, este evento esta datado entre 10.120±70 y 5625±50 a.P y asociado a los subhz Ab2 y Ab1 del Jazmín, que representan al Holoceno temprano y medio. En el conjunto de la estratigrafía cultural de la zona, este horizonte representa la colonización y la ocupación efectiva del área de estudio, como lo señala la distribución continúa de artefactos líticos y la formación de un paleosuelo.

No nos caben dudas de que, en el contexto regional y en una escala de larga duración, este horizonte representa un momento de fuerte ocupación humana que se puede extender a toda la región, de acuerdo con los sitios de otros municipios próximos a la zona de estudio (Tabares y Rojas, 2002; Cano, 2004). En

términos bioestratigráficos, el Hz Ab está representado por las dos muestras superiores de la sobzona 2E y las subzonas 2D y 2C; los datos de polen muestran un área poblada por un bosque húmedo premontano típico de la zona que, en relación con las muestra inferiores, se manifiesta ligeramente más diverso. Además, presenta leves indicios de perturbación y presión selectiva hacia algunas plantas, hipótesis que hemos reforzado con la identificación de fitolitos y almidones recuperados de los artefactos líticos.

En las dos muestras superiores de 2E, el bosque alcanza un porcentaje entre c.57% y 62% y un total de c.71% si sumamos los helechos (Tabla 8.2). El porcentaje del bosque se mantiene en valores similares a las muestras inferiores, lo que quiere decir que las primeras ocupaciones no se manifiestan en cambios vegetales identificados en los granos de polen. En términos climáticos, el aumento de especies de bosque ecuatorial en la subzona 2E, indica un período relativamente más cálido que durante la zona 3; aunque, por su larga duración, se observan oscilaciones térmicas y pluviales propias del Holoceno temprano y medio.

En la subzona 2D, se produce un descenso del bosque alrededor de un 10%, tendencia que se mantiene durante el resto de la zona 2. En 2D el bosque se reduce a un c.50%; empero, si incluimos los helechos, su valor gira en torno a un c.67 %; siendo la asociación predominante, a pesar de su disminución en el espectro bioestratigráfico (Tabla 8.2). La diversidad varía entre un índice de c.0,28, para la muestra inferior; y uno de c.0,49, para la muestra superior, lo que consideramos como un cambio importante

Page 85: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-85-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

al interior de esta subzona. Sin embargo, se mantiene el predominio de Cyathea sp., Alsophila sp., Polipodium sp., Deenstaedtia cf. globulifera y Anetium cf. Citrifolium, Adiantum cf. petiolatum, cf. lucidum, cf. decoralum, Viburnum sp., Dicksonia sp., Gramittis sp., Inga sp., Ficus sp. y Clethra sp. Las plantas pioneras, rastrojos bajos y las palmas representan entre un c.18% y un c.15%, dependiendo de la muestra. Lo importante es que algunas taxas indicadoras de espacios abiertos y alterados presentan un leve crecimiento respecto a la subzona 2E, coincidiendo con los niveles arqueológicos inferiores. Las plantas pioneras (Melastomataceae, Compositae y Sapindaceae) están representadas por Miconia sp., Mikania sp. y Sejarnia sp.; los rastrojos bajos, por Piperomia sp. y Piper sp. Las palmas, representadas por Geonoma sp., Bactris sp., Astrocaryum sp. y Socratea sp., mantienen los porcentajes de la subzona anterior (2E).

En términos climáticos, en la subzona 2D los helechos (Cyathaceae, Polypodiaceae) disminuyen levemente, lo que indica unas condiciones ligeramente más secas y calurosas que la subzona 2E y 3A. Estas condiciones persisten durante el resto de la zona 2. Esto quiere decir que, si bien el poblamiento se hizo bajo condiciones frías y muy húmedas, la ocupación efectiva coincide con un clima más caluroso y seco que el representado en las subzonas inferiores.

En términos antrópicos, los datos indican un ligero aumento de las plantas pioneras con un porcentaje promedio de 5,2%, frente a un promedio 2,43% de la subzona 2E. Las gramíneas y las palmas presentan valores similares en ambas subzonas, con valores de 7,46% y 4,16% en 2D; y de 8,81%, y 3,77% en 2E. En la subzona 3A, los pioneros tenían un peso promedio de 1,77%, las gramíneas de 4,10% y las palmas de 4,1% (Tabla 8.2). El fuerte aumento de la diversidad y de las plantas pioneras en la muestra superior de la subzona 2D, probablemente esté asociado a la ocupación y alteración de la vegetación próxima al sitio. La subzona 2C consta de tres muestras (112 cm, 106 cm y 100 cm) asociadas al subhz Ab1, por lo tanto, esta subzona representa las condiciones ambientales del Holoceno medio y las ocupaciones más recientes del período precerámico. En términos generales, el bosque continúa siendo la vegetación dominante, con un valor promedio de c.47%, manteniendo la tendencia a la baja iniciada en la subzona 2E. Si le añadimos los helechos, el bosque alcanza valores entre c.69% y c.80%. Las plantas pioneras tienen un peso entre un c.3% y un c.10%, que es el valor más alto de todo el espectro polínico, incluyendo las muestras del Hz A que se corresponden con un período agrícola. Los rastrojos tienen un valor que oscila entre 0.0 y 2.8%; las gramíneas, entre c.4,5% y c.9,4%; las palmas, entre c.3,6% y c.6%. En esta subzona, el índice de diversidad del bosque varía entre c.0,47 y c.0,54;

lo que indica que la riqueza de plantas se mantiene similar a la subzona anterior. Las taxas anteriores siguen predominando a lo largo de toda la subzona.

Con el fin de hallar correlaciones entre familias de plantas que pudieran estar afectadas por la ocupación humana y alguna clase de manejo antrópico, hicimos un análisis de componentes principales con las familias más abundantes durante todo el espectro bioestratigráfico.

Redujimos los datos a tres componentes que explican el 70% de la variación de los datos. Las familias que más peso tienen en el componente 1 son: Arecaceae, Gramineae, Cecropiaceae, Cyatheceae, Melastomataceae, Moraceae, Rubiaceae, Podocarpaceae y Caprifoliaceae. El componente 2 agrupa a las familias Deenstaedtiaceae, Araceae, Cloranthaceae, Compositae, Cyperaceae y Fagaceae, y el componente 3 a las familias Adiantaceae, Polypodiaceae, Solanaceae, Clethraceae, Piperaceae y Annonaceae. Las familias Compositae y Cyperaceae tienen un peso similar en los dos primeros componentes; la primera familia se inclina más hacia el primer componente, mientras que la segunda familia hacia el segundo componente (Tabla 8.3). Es necesario tener en cuenta que el nivel de correlación entre las variables es de un c.0,65, razón por la cual en el gráfico de componentes los puntos están bastante dispersos (Figura 8.1). Esto se debe a que en los bosques húmedos, debido a la riqueza de especies, los grupos ecológicos son muy amplios y, por tal razón, las correlaciones se establecen entre un alto número de especies de plantas. En términos antrópicos, dicha correlación se correspondería con áreas donde no hay predominio de unas pocas especies, como sería el caso de campos cultivados.

El componente 1 correlaciona a plantas colonizadoras de espacios sometidos a alguna clase de alteración. Las palmas (Arecaceae) están representadas por los géneros Astrocaryum, Geonoma y la especie Bactris cf. gasipaes (Figura 8.2a); las gramíneas (Gramineae) por Bambusa sp. y Andropogon sp. la familia Cecropiaceae por el género Crecopia sp. que se trata de una especie arbórea típica de áreas alteradas y de borde de bosque. La familia Melastomataceae, que agrupa a plantas pioneras, está representada principalmente por el género Miconia sp. (Figura 8.2b); la familia Moraceae por el género arbóreo Ficus sp. La familia Rubiaceae, por los géneros Cephaelis y Psychotria; la familia Podocarpaceae por el género Podocarpus (Figura 8.2c) y la familia Caprifoliaceae por Viburnum sp. Los helechos arbóreos, de la familia Cyathaceae(Figura 8.2d), son los componentes que mayor peso tienen en todo el espectro bioestratigráfico; esta familia está representada por los géneros: Dicksonia sp., Alsophila cuspidata cf. petiolulata, Lindsaea sp., Hemitelia sp., Cyathea horrida, Adiantum cf. petiolatum, cf. lucidum, cf. decoratum, Cyathea cf. divergenes, cf. mettenil, cf. escuquensis, cf. aureonitens.

Page 86: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-86-

Aceituno y Loaiza

El componente 2 correlaciona las familias Deenstaedtiaceae, representada por los helechos Hypolepis sp. y Deenstaedtia sp. La familia Araceae, compuesta por los géneros Anthuryum sp. (Figura 8.2e), Monstera sp. y Xanthosoma sp.. Este último género es muy importante porque puede tratarse de un tubérculo alimenticio y hay indicios de que, probablemente, pudo ser domesticado muy tempranamente en el Cauca medio. Estas plantas de hábitos herbáceos crecen muy bien en espacios semiabiertos cuando el sotobosque no está totalmente cerrado por el dosel de los árboles de larga duración. La familia de plantas pioneras Compositae está representada por Aster sp. (Figura 8.2f), Mikania sp. y Emilia sp., y varias clases de indeterminados; la familia Chloranthaceae por Hedyosmum sp. y, por último, la familia Cyperaceae, por los géneros Cyperus sp. y Cladium sp., que son hierbas perennes indicadoras de climas húmedos.

El componente 3 agrupa a plantas naturales del bosque, algunas de las cuales, como las solanáceas, están compuestas por plantas con frutos alimenticios. Los helechos de la familia Polipodiaceae (Figura 8.2g) están representados por los géneros Anetium cf. citrifollum, Vittatia sp., Asplenium sp., Polypodium cf. aureum, Microgramma cf. vaccinifolia y cf. persicriaefolia. La familia de helechos Adiantaceae está representada por Achrostichum sp. Jemesonia sp. y Adiantum sp.; la familia Clethraceae está constituida por el género arbóreo Clethra sp.. La familia Annonaceae, está representada por los frutales Xilopia sp. y Annona sp.; la familia Solanaceae por cuatro especies del género Solanum sp..La familia Piperaceae está compuesta por los géneros Piper sp. y Peperomia sp., que en ambos casos se tratan de rastrojos bajos comunes de espacios semiabiertos. Por último se encuentra la familia Fagaceae, representada por el género Quercus (Figura 8.2h), al cual pertenece el roble, especie típica de climas templados y lluviosos.

Las familias anteriores presentan un paisaje con una diversidad alta de plantas, cuyo dosel está dominado por las especies arbóreas Quercus sp. (Roble), Podocarpus sp. (Pino), Ficus sp., Clethra sp., Cecropia sp. (Yarumo) y Alnus sp. (Aliso). La fuerte presencia de helechos (Adiantaceae, Cyathaceae y Polipodiaceae) y de cyperáceas durante todo el espectro polínico del Jazmín, es un claro indicador de un clima húmedo, acentuado por la proximidad del sitio al ecotono ribereño del río San Eugenio. Por su parte, las palmas y el resto de las familias con hábitos arbustivos y herbáceos (Melastomataceae, Piperaceae, Gramineae, Compositae) son plantas comunes de zona forestales que se encuentran en alguna fase del ciclo sucesional. En este sentido, el componente 1 es el más claro, en tanto que hay una correlación ecológica entre familias de plantas colonizadoras, tanto de hábitos herbáceos como arbóreos, que pueden obedecer a un patrón de manejo antrópico de algunas

plantas; pero con efectos leves en la vegetación original. Las familias Arecaceae, Melastomataceae, Cecropiaceae y Rubiaceae aumentan levemente, coincidiendo con el inicio de las ocupaciones en el Hz Ab; sin embargo, el resto de las familias se mantienen bastante estables entre las zonas asociadas (nivel 136-100 cm -2D, 2C-) y no asociadas a ocupaciones humanas (nivel 188-139 cm -3A, 2E-) (Figura 8.3).

Las plantas que presentan un mayor aumento con la ocupación humana del sitio, son las familias Compositae, Cyperaceae (componente 1 y 2), Deenstaedtiaceae, Araceae (componente 2) (Figura 8.4), Solanaceae, Clethraceae y Piperaceae (componente 3) (Figura 8.5). De las anteriores familias, la más importante en términos antrópicos es la familia Solanaceae, debido a que esta familia reúne un amplio espectro de plantas alimenticias y su aumento en el Hz Ab puede estar relacionado con la presencia humana en el sitio. También es importante señalar que a la familia Araceae pertenece el género Xanthosoma, un rizoma comestible que acusa un fuerte incremento en este rango temporal.

En términos ecológicos, este hecho lo interpretamos como consecuencia de un desmonte antrópico de las áreas afectadas por los campamentos, que benefició el incremento de determinadas plantas, como las palmas y las plantas pioneras; pero manteniendo siempre la estructura de la vegetación natural, marcada por la presencia de árboles altos de larga duración que dominarían el dosel del bosque. En cierta manera, esta configuración determina las relaciones ecológicas de los diferentes estratos, donde se encuentran los helechos, los arbustos y las herbáceas, muchos de los cuales son típicos de zonas sometidas a una fuerte humedad.

Los datos de polen, fitolitos y almidones nos muestran mayores niveles de domesticación en el caso de Xanthosoma, Zea mays y Manihot. El polen de Xanthosoma se manifiesta durante toda la zona 2D, 2C y 2B, mostrando un incremento muy fuerte en 2B, alrededor del 5000 a.P. Al género Xanthosoma pertenece la mafafa (Xanthosoma saggitifolium), una planta tuberosa ampliamente distribuida en el Neotrópico, común de climas húmedos y calurosos. Es una planta de ciclo corto, inferior a un año, que de forma natural se reproduce muy bien en bosques perturbados o en las áreas menos espesas de los bosques primarios (Patiño, 1988-90). Esta herbácea tuberosa es una fuente de carbohidratos y también contiene un porcentaje alto de proteínas. La presencia regular en la zona 2 y el fuerte crecimiento en 2B, alcanzando un porcentaje de un 9%, son datos que sugieren la domesticación temprana de esta planta en el Cauca medio y, dadas sus condiciones alimenticias, lo más probable es que no haya pasado desapercibida para los grupos tempranos. Sobre su fitogeografía silvestre no hay mucha certeza, únicamente sabemos que se trata de

Page 87: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-87-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

una planta tropical que se cultiva tanto en tierras altas como bajas con una alta tolerancia a diferentes tipos de suelos y climas (Piperno y Pearsall, 1998:116).

En el espectro polínico del Jazmín, se identificó polen de maíz (Zea mays) (Figura 8.6a) en la parte superior del subhz Ab2 y en Ab1, datado por posición estratigráfica entre el c.7000 y c.5000 a.P. El maíz es una planta foránea procedente de México donde actualmente se encuentran sus posibles ancestros: el teosinte anual (Zea mexicana), el teosinte anual de tierras bajas (Zea mays ssp parviglumis), el teosinte perenne (Zea diploperennis) y el Tripsacum dactyloides, una gramínea genéticamente próxima al maíz (MacNeish y Eubanks, 2000). En el valle del río Porce se encontró polen y almidones de maíz datados entre c.7000 y 6000 a.P (Castillo y Aceituno, 2006); en el valle del río Calima, se hallaron granos de polen de maíz fechados en c.6000 a.P (Monsalve, 1985). Estos datos indican la difusión temprana del maíz por la región andina del noroccidente de Suramérica, lo que es coherente con los datos encontrados en Panamá y Ecuador, donde se han registrado polen de maíz datado en c.6800, para el caso de Panamá (Piperno y Pearsall, 1998:219); y entre c.7000 y c.5800 a.P, para Ecuador (Piperno y Pearsall, 1998:188). El hallazgo de esta planta en diferentes zonas de vida y su rápida difusión por toda América demuestran la adaptabilidad de esta gramínea y, consecuentemente, su importancia en el Tabla 8.3 Matriz de componentes, el Jazmín.

Figura 8.1 Gráfico de componentes principales, el Jazmín

Page 88: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

Figura 8.2 Fotos de granos de polen identificados en el Jazmín

-88-

Aceituno y Loaiza

Page 89: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-89-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

mundo prehispánico; empero, esto no quiere decir que el maíz fuera el principal motor del cambio en las sociedades prehispánicas. En los sedimentos del Hz AB del Jazmín (Tabla 8.4) se identificaron granos de almidón de maíz con una edad de c.4000 a.P (Figura 8.6b).

Mediante análisis de fitolitos identificamos restos de palmas (Figura 8.7a) en una placa de molienda del subhz Ab2 y de un hacha procedente del Ab1. El género Manihot sp. (mandioca) (Figura 8.7b) lo identificamos mediante granos de almidones procedentes de dos placas de molienda, una del subhz Ab1 y la otra del subhz Ab2, y una mano de moler del Ab2 (Tabla 8.4). Claramente, la identificación de fitolitos y almidones refuerza la hipótesis que venimos desarrollando sobre el manejo selectivo de algunas plantas en las áreas próximas a los asentamientos. El hallazgo de fitolitos de palmas, demuestra su manejo y su importancia para los habitantes del Cauca medio; para las culturas de bosque tropical, tanto de tierras bajas como altas, las palmas siempre han constituido uno de los recursos vegetales más importantes debido a su uso alimenticio y como

fuente de materias primas para construir campamentos y fabricar instrumentos como lanzas, arcos o cerbatanas (Patiño, 1997).

La presencia de granos de almidón tipo Manihot sp., demuestra la introducción de esta planta en el Cauca medio y su domesticación en el Holoceno temprano en otras regiones neotropicales. Se han propuesto dos posibles centros de domesticación, en base a la similitud entre las especies silvestres y la cultivada (M. esculenta Crantz ssp esculenta). Un posible centro es México y Centroamérica, donde se encuentra la especie M. aesculifolia, que es la más próxima a la cultivad; también en Centroamérica se encuentran las siguientes especies: M. pringlei, M. rubricaulis y M. angustifolia (Burbano, 2003). El segundo centro es el noreste de Suramérica, entre Venezuela, Brasil, Guyana y Surinam, donde se encuentra la especie M. esculenta ssp flabellifolia que, de todas las especies silvestres, genéticamente es la más próxima a la cultivada actualmente (Burbano, 2003). En Suramérica también se encuentran las variedades M. esculenta peruviana, que se encuentra en la amazonía

Figura 8.3 Distribución familias componente 1, el Jazmín

Page 90: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-90-

Aceituno y Loaiza

peruana y brasilera, y la variedad M. carthaginensis que, a diferencia de las anteriores variedades, es típica de ambientes xerofíticos y se distribuye por Colombia, Venezuela, Brasil y República Dominicana (Burbano, 2003). Otras especies suramericanas próximas, genéticamente, a la M. esculenta esculenta son M. tristis y M. irwinii (Piperno y Pearsall, 1998:124). La gran variedad de especies de Manihot indica que muy posiblemente la domesticación de la mandioca ocurrió en diferentes centros y que fue una planta que se difundió muy rápidamente, hibridándose con especies locales. La mandioca es una planta con una amplia tolerancia climática, razón por la cual, entre las sociedades nativas contemporáneas del Neotrópico, representa hasta el 80% de las calorías consumidas (Johnson, 1983:55). La presencia de almidones de Manihot sp., en cierto modo, también refuerza la domesticación de Xanthosoma sp., si tenemos en cuenta que en ambos casos se aprovecha las raíces tuberosas. En Guayabito, otro sitio temprano localizado en el valle del río San Eugenio, se hallaron granos de polen de Manihot sp. y Zea mays, fechados alrededor del 4200 a.P, hecho que refuerza el cultivo de la mandioca y el maíz en el Cauca medio, entre finales

del Holoceno temprano y durante el Holoceno medio (Aceituno, 2002).

En el espectro del Cauca medio hemos identificado cuatro especies indeterminadas pertenecientes el género Solanum, y la especie S. lanceifolium. A este género pertenecen el pepino llorón (Solanum caripense) y el lulo (Solanum quitoense), actualmente una de las principales frutas colombianas. También a este género pertenecen especies silvestres de climas cálidos y húmedos, conocidas comúnmente como solanos (Solanum hirtum y Solanum mammosum), que además de producir frutos alimenticios se usan como medicinas, dadas sus propiedades diuréticas (Pérez, 1956:710). La familia Annonaceae, agrupa al género Annona al cual pertenecen las especies silvestres A. cercocapa, A. raimondia, (Pérez, 1956: 183) y A. squamosa (anón) (Caballero, 1995:102). Actualmente, entre los frutales cultivados se encuentran las especies A. cherimolia (chirimoya) y A. muricata (guanábana) (Caballero, 1995:181). En el grupo de las cyperáceas, hay que destacar la especie Cyperus esculentus, típica de hábitats húmedos y ribereños que produce rizomas comestibles.

Figura 8.4 Distribución familias componente 2, el Jazmín

Page 91: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-91-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Entre la flora arbórea que produce frutos alimenticios se encuentran los géneros Cecropia sp. (Cecropiaceae) y Ficus sp., (Moraceae). En la región del Cauca medio crece el yarumo blanco (Cecropia teleincana), un árbol de unos 30 m de altura cuyo fruto es comestible. Hoy día su fruto es consumido por los Nukak, aunque no es considerado como muy exquisito, ya que solamente lo consumen en épocas de escasez (Cárdenas y Politis, 2000:46). En el caso del Ficus, el número de especies es muy extenso; pero algunas, como la F. tinctoria o la F. dulciara, producen frutos comestibles (Pérez, 1956:520). Un posible dato que indicaría su aprovechamiento por grupos prehispánicos, lo encontramos en el valle medio del río Porce (Cordillera Central), donde se identificaron fitolitos de moráceas en un hacha del sitio 021 (Aceituno, 2001:307). En síntesis, el aumento de las familias de plantas colonizadoras de espacios semiabiertos y el aumento de la diversidad en los niveles correspondientes a las subzonas 2D y 2C (136-100 cm), más los datos que indican la domesticación de ciertas plantas, lo interpretamos como un mayor impacto de las poblaciones locales sobre el medio; que coincide con la ocupación efectiva de la zona por los grupos que llegaron a la región en la transición Pleistoceno Holoceno.

En la Selva, la columna de polen fue extraída del corte 1 que contiene las evidencias precerámicas. El número de granos de polen es muy reducido, con un promedio de 27 granos por nivel; así mismo, la diversidad vegetal es más baja que en el sitio el Jazmín. En términos generales, dada la escasez de polen arbóreo durante todo el espectro, puede afirmarse que en el área donde se encuentra el sitio predominó una vegetación de espacios semiabiertos. Las muestras inferiores, entre la cota 117 (nivel 19 -115-120cm-) y 97 cm (nivel 15 -90-95 cm-), no están asociadas directamente a materiales arqueológicos, lo cual no significa que no se haya llevado algún tipo de actividad en el sitio. La vegetación del sitio está dominada por helechos (Polipodium sp. y Lycopodium sp.), gramíneas, Piper sp. (rastrojo bajo) y plantas de la familia Asteraceae y Araceae, todas ellas plantas de espacios semiabiertos. El componente arbóreo está compuesto por palmas (Arecaceae) y plantas de la familia Moraceae (Figura 8.8).

Las muestras 92 y 87 cm (niveles 14 y 13 -95-85 cm-) son atípicas, porque solamente contienen 4 granos de polen cada una, lo que puede ser un indicador de erosión o

Figura 8.5 Distribución familias componente 3, el Jazmín

Page 92: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-92-

Aceituno y Loaiza

perdida de suelo; que, en este caso, dicho descenso coincide con los niveles arqueológicos inferiores, datados en c.8700 a.P. El rango entre las muestras 82 y 62 cm (niveles 12 y 8 -85-60 cm-), asociadas al Hz AB, representan las ocupaciones precerámicas del sitio. En relación con las muestras inferiores de polen, los cambios más importantes son el fuerte incremento de las palmas (Arecaceae) y de los rastrojos bajos, tipo Piper sp.; y la aparición del género arbóreo, tipo Ficus sp. Por otra parte, las gramíneas y los helechos disminuyen considerablemente (Figura 8.8), lo que indica que las ocupaciones asociadas a estos niveles se dieron bajo un clima más seco. Las familias Moraceae, Asteraceae y Araceae mantienen niveles similares a las muestras inferiores. En conjunto, los porcentajes de estos 4 niveles continúan indicando una vegetación semiabierta similar a la del conjunto de niveles inferiores, siendo el cambio más importante el descenso de los helechos como indicadores climáticos. En términos de manejo del sitio, el único indicio que tenemos es el aumento considerable de las palmas. Entre las muestras 57 y 42 (niveles 7 y 4 -60-40cm-), asociados al Hz A2 y a las ocupaciones cerámicas,

los hechos más importantes son el aumento de las palmas y de las plantas pioneras de la familia Melastomataceae; el resto de las familias mantienen porcentajes similares. Los helechos mantienen porcentajes próximos, lo que indica que el clima no sufre cambios importantes respecto al Hz AB. Como se observa, los datos palinológicos de la Selva no son nada concluyentes en relación al manejo antrópico del sitio, debido a varios factores; como el número tan reducido de granos de polen, a que la vegetación es muy homogénea durante todo el espectro bioestratigráfico y a la ausencia de plantas indicadoras de alguna clase de manejo selectivo. Únicamente, hemos hallado una correlación positiva entre las ocupaciones del sitio y el incremento de las palmas.

Los datos microbotánicos del Cauca medio son coherentes con los datos obtenidos en otras regiones del Área Intermedia, que prueban la domesticación de plantas en el Neotrópico durante el Holoceno temprano y medio (Piperno y Pearsall, 1998). Para este período hay evidencias de domesticación de Maranta arundinacea,

Figura 8.6 Fotos de polen y almidones de maíz Figura 8.7 Fotos de fitolitos de palma y almidones de mandioca

Page 93: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-93-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Lagenaria siceraria, Calathea allouia, Cucurbita moschata y Zea mays en Panamá (Piperno y Pearsall, 1998:217-219). En la costa de Ecuador, en el sitio las Vegas hay evidencias tempranas de domesticación de Lagenaria sp. y de Cucurbita ecuadorensis; alrededor del c.7000 a.P se han registrado fitolitos de Zea mays (Piperno y Pearsall, 1998:188). En Colombia se han hallado evidencias de Manihot sp. y Zea mays en el valle medio del río Porce (Castillo y Aceituno, 2006); de Zea mays en la Sabana de Bogotá, alrededor del c.6700 a.P (Bray, 1995); de Lagenaria sp. en Peña Roja (Caquetá) (Gnecco y Mora, 1997) y de Maranta arundinacea, Lagenaria sp. y Persea americana en San Isidro (Popayán) (Gnecco, 2000). Apoyado en el registro paleobotánico del Holoceno temprano de varias regiones tropicales de América, Gnecco (2000) propone la existencia de un patrón temprano de agrilocalidad desde el Plesitoceno final, basado en la domesticación y transformación humana de los ecosistemas, como un proceso que acompañó la colonización de muchas de las regiones del Neotrópico.

8.2 La domesticación del bosque en sociedades nómadas

Los datos anteriores, muestran que los grupos que poblaron y habitaron la cuenca San Eugenio Campoalegre y Marsella, entre el c.10.000 a.P y el c.4500 a.P, intervinieron la vegetación próxima a los sitios. Así mismo, indican mayores niveles de domesticación de ciertas plantas que, históricamente, han sido recursos básicos en el Neotrópico; concretamente nos estamos refieriendo a las palmas, la mandioca (Manihot sp.), la mafafa (Xanthosoma sp.) y el maíz (Zea mays).

Como hemos definido el concepto de domesticación, en el sentido de un proceso de niveles de intervención de la ecología de las plantas, el grado de domesticación en el Cauca medio no debió ser muy alto; a pesar de la llegada de la mandioca (Manihot sp.), en el octavo milenio, y del maíz (Zea mays), en el séptimo milenio antes del presente. No solamente los datos microbotánicos indican niveles bajos de domesticación, sino también lo

confirma la estructura de los sitios que no presentan casi diferencias en el patrón de descarte. Por ejemplo, en el caso del Jazmín, los mayores grados de intervención del medio coinciden con los niveles asociados al subz Ab2, que muestran mayor intensidad de uso de estos asentamientos entre el c.7000 y el c.5000 a.P; pero bajo un patrón de asentamiento que mantiene básicamente la misma estructura desde las primeras ocupaciones. Este proceso de domesticación, se dio en una estrategia itinerante de explotación del bosque; es decir, la lógica de la domesticación de plantas hay que entenderla en el contexto de sociedades nómadas que, contrario a las sociedades más sedentarias, requieren de amplios territorios de explotación; que es uno de los requisitos de la horticultura nómada, también conocida como agricultura de tala y roza.

Como hemos explicado en el capítulo 7, la baja diversidad de artefactos líticos, la coexistencia de artefactos expeditos y curados, más el bajo grado de uso que presentan los artefactos de molienda; son datos que, en conjunto, indican una alta movilidad residencial entre los grupos tempranos del Cauca medio. Ahora bien, la continuidad en las ocupaciones junto a los datos microbotánicos, nos hace pensar en una estrategia de movilidad circunscrita a un territorio con huellas ecológicas de intervención humana que actuaron como referentes espaciales y cronológicos.

Consideramos que el modelo coevolutivo de Rindos (1990), en su fase de domesticación incidental, es el más apropiado para explicar los orígenes de la domesticación del bosque en el Cauca medio, desde la transición Pleistoceno Holoceno. De acuerdo con este modelo, la domesticación es un proceso de dependencia coevolutiva entre las plantas y los seres humanos, que se intensifica a nivel mundial durante todo Holoceno.

La domesticación, comenzaría mediante la dispersión incidental de las plantas en las áreas perturbadas próximas a los asentamientos; cuando esta conducta se vuelve regular, pueden aparecer los cambios genéticos

Tabla 8.4 Identificación de muestras de fitolitos y almidones el Jazmín

Page 94: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-94-

Aceituno y Loaiza

y morfológicos, y, por consiguiente, mayores niveles de codependencia. Ahora bien, lo que no explica el modelo de Rindos es por qué, en diferentes lugares del mundo, se intensificó la presión sobre las plantas cultivadas, hasta desembocar en una fuerte relación de codependecia mutualista que se reproduce a través del tiempo.

De acuerdo con los datos de polen, ya hemos visto que los grupos que poblaron el Cauca medio tuvieron que ajustarse, desde su llegada, a las características ecológicas de los bosques que pueblan los valles internos de la Cordillera Central. Sin menospreciar el papel de la caza, la ocupación efectiva de estos bosques se logró a través del manejo y domesticación de las plantas. Los grupos pioneros no solamente tuvieron que aprender a manejar plantas alimenticias, sino que también tuvieron que aprender a usar plantas medicinales para contrarrestar las enfermedades comunes del Neotrópico y para neutralizar uno de los mayores peligros de las selvas: el veneno de las serpientes. A estos usos, hay que sumar su potencial como sustancias alucinógenas, utilizadas en fiestas o en rituales

de iniciación, filiación y/o mortuorios, entre otros. La desintoxicación que requiere todavía la mandioca amarga (Manihot utillisma) (Pérez, 1956:359), es un vestigio del pasado que nos advierte de la importancia que debió tener este tubérculo entre las culturas de selva tropical prehispánicas en ambientes con ciertas restricciones alimenticias, lo que impelió a los grupos humanos a correr el riesgo de domesticar una planta tóxica.

En el caso de los bosques de montaña, planteamos que la domesticación incidental se materializó mediante la formación de nichos domésticos dispersos a lo largo del territorio. Los primeros parches domésticos fueron los campamentos abandonados, donde las semillas descartadas comienzan a germinar, convirtiéndose, estos espacios, en vectores de expansión de las plantas de mayor preferencia, gestionados por el ser humano. En una estrategia itinerante, el efecto espacial va a ser la delimitación de pequeños jardines que representan potenciales referentes espaciales y temporales, debido a la concentración de plantas alimenticias junto a los

Figura 8.8 Distribución familias, la Selva

Page 95: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-95-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

restos abandonados en los campamentos. El grado de apropiación y la memoria que tuviera la gente de estos parches antrópicos, serían factores importantes a la hora de planificar los itinerarios de los grupos, en términos de qué tan regulares o aleatorios serían los recorridos de las diferentes bandas.

En su origen, estos jardines silvestres fueron potenciales laboratorios de domesticación de plantas; en tanto que, muy probablemente, eran visitados con cierta regularidad, con el fin de recolectar, limpiar la maleza del área y, a partir de cierto momento, llevarse plantas de otros lugares para sembrarlas; de este modo, se ejercieron diferentes grados de presión selectiva sobre el espectro de plantas. De las plantas identificadas, este sería el caso de Xanthosoma sp. (mafafa), Manihot sp. (mandioca) y, posteriormente, del Zea mays (maíz); de manera que, en estos jardines, cohabitarían plantas con diferentes grados de domesticación; desde árboles frutales, con un bajo grado de auspicio humano, como las solanáceas o las palmas; hasta plantas con un mayor grado de control, como es el caso de Xanthosoma sp. o especialmente Manihot sp. y Zea mays, que por su carácter foráneo debieron haber estado sometidas a un mayor control antrópico. La identificación de almidones de Manihot sp. y Zea mays demuestra la importancia de estas dos plantas como recursos alimenticios.

En este sentido, el cultivo intencional no fue un salto conceptual, sino la consecuencia de una prolongada relación ecológica entre grupos humanos y plantas; cuyo escenario fueron los jardines adyacentes a los campamentos residenciales, donde los cazadores recolectores concentraron y manipularon un amplio espectro de plantas, estableciendo diferentes niveles de relaciones de codependencia. Éstos, se manifiestan espacialmente en la relación entre sitios arqueológicos y distribución de plantas domesticadas, que supera el ámbito regional del Cauca medio y abarca los contextos andinos del noroccidente de Suramérica.

Un punto que no hemos podido resolver, por la falta de datos, es el peso real de las plantas cultivadas y, por lo tanto, si podemos hablar de culturas cazadoras horticultoras cordilleranas. Por el momento, los datos indican que estamos lejos de sociedades donde la horticultura semisedentaria provee la mayor parte de los recursos consumidos. A este respecto, si nos basamos en la continuidad en el patrón de asentamiento y descarte de los artefactos líticos, al menos lo que podemos aseverar, es que estamos lejos de patrones hortícolas sedentarios. Entre las culturas de bosque tropical contemporáneas, los Nukak Makú (Politis, 1996) pueden ser una referencia importante para comprender las estrategias de producción de lo habitantes del Cauca medio.

Los Nukak son un grupo de cazadores recolectores que habitan las selvas húmedas de la amazonía colombiana

(Politis, 1996). Con un promedio de ocupación de 7,6 días en la estación lluviosa y de 2,6 días en la estación seca, constituyen uno de los grupos actuales más nómadas del mundo (Cárdenas y Politis, 2000:34). Además de la caza y la recolección, los Nukak, practican una horticultura nómada, que apenas representa un 12% del total de recursos consumidos (Cabrera et al, 1999:286; Sotomayor et al, 1998). Como parte de sus itinerarios de movilidad, explotan regularmente parches antrópicos dispersos por el bosque, donde se concentran simultáneamente plantas silvestres y cultivadas (Politis, 1996). Es obvio que estos sectores funcionan como atractores y reguladores de la movilidad de los Nukak, aunque obviamente la distribución de los recursos no es la única variable que explica el nomadismo de los este grupo humano (Politis, 1996).

La baja escala de producción de los jardines Nukak no se puede percibir como una deficiencia técnica para practicar una horticultura más intensiva; sino como parte de su lógica de explotación del medio, ya que la baja inversión antrópica les permite mantener su alta movilidad y acceder a los recursos de otros sectores del bosque. En este sentido, los Nukak, han logrado mantener la movilidad como una estrategia fundamental para su alimentación, a través de una especie de estrategia r17 : la preparación de jardines con muy bajos costos de inversión; donde la baja producción de estos parches, en comparación con las chagras de los horticultores, se compensa con la dispersión por el territorio de muchos nichos vegetales que actúan como verdaderos reservorios de recursos. La ventaja de este modelo itinerante de producción es clara: minimiza el riesgo de depender de unos pocos recursos y permite la regeneración de los suelos, y el mantenimiento de altas tasas de retorno cinegéticas.

Para los cazadores recolectores que poblaron el Cauca medio, durante el Holoceno temprano y medio, presumimos un modelo similar, basado en la explotación itinerante de parches próximos a los campamentos residenciales donde se daría la dominancia de plantas utilizadas por estos grupos, algunas de ellas claramente cultivadas, como es el caso de las plantas foráneas: la mandioca y el maíz. Los datos no indican que durante el Holoceno medio se intensifique el cultivo de plantas y, el hecho de que la estructura de los sitios se mantenga prácticamente sin cambios, nos hace pensar que la siembra, bajo la forma de una horticultura itinerante, fue una estrategia que complementó a las formas tradiciones de caza y recolección. De ninguna manera hay una sustitución de una práctica económica por otra. Todo lo contrario, puede afirmarse que estos grupos adaptaron el cultivo a una estrategia milenaria sobre el manejo del bosque, que consistió en la dispersión de jardines

17 Este concepto está tomado de la biología y se refiere a una de las estrategias de reproducción de los mamíferos basada en tener un alto número de crías a las cuales se les proporciona un cuidado materno mínimo, como es el caso de los roedores.

Page 96: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-96-

Aceituno y Loaiza

antrópicos a lo largo del territorio; razón por la cual, la movilidad continuará durante milenios siendo la principal estrategia de explotación del bosque.

La dispersión de jardines por el bosque constituye una especie de almacenamiento natural que asegura el abastecimiento de los grupos cuando se desplazan de unos lugares a otros. Esta estrategia itinerante tiene otras ventajas adicionales respecto a la caza; por una parte, como hemos señalado al comienzo de este capítulo, la movilidad permite la recuperación de la caza; y, por otra parte, los jardines también propician la concentración de animales terrestres que son atraídos por la abundancia de frutos y raíces que crecen en estos lugares. Uno de los valores añadidos de los jardines o huertos es su uso para la caza, hasta el punto de que Posey (1984) los denominó como huertos de caza, debido a su uso cinegético. Esto quiere decir que existe una concomitancia entre la alteración de la vegetación y la distribución de la fauna, de manera que la domesticación del bosque también puede incluir a los animales que merodean en los huertos humanos, donde son capturados fácilmente.

Por el momento, en toda la región del Cauca medio, no contamos con ningún conjunto de restos óseos que permita ponderar el peso de la caza. Sin embargo, en el valle medio del río Porce, al norte de la Cordillera Central, en un ambiente similar de bosque húmedo tropical, se ha recuperado un conjunto de restos de animales datado entre el c.7000 y el c.6000 a.P, que demuestra la importancia de la caza en los bosques tropicales. La mayoría de los huesos identificados pertenecen a armadillo (Dasypus novemcinctus), oso perezoso de dos dedos (Choloepus hoffmanni) y tres dedos (Choloepus didactylus), guagua (Agouti paca), ñeque (Dasyprocta fuliginosa) y puerco espín (Coendou prehensilis). En menor medida se identificaron restos de venado rojo (Mazama americana), primates, carnívoros, aves, peces y reptiles (Castillo et al, 2000:66-70).

Estos datos nos advierten del riesgo de sobredimensionar el peso de los recursos vegetales, simplemente por el hecho de que los restos de animales son muy escasos en el registro arqueológico, debido a su rápida descomposición. Sin embargo, por referentes etnográficos conocemos la importancia que tienen los animales, no solamente como recurso alimenticio, sino también por el rol social que cumple la caza; principalmente entre los varones como medio de lograr status y prestigio dentro del grupo por el valor, habilidad y conocimientos que requiere dicha actividad. Sobre el peso de la caza en la dieta, Vickers (1983:469) afirma que en algunos grupos del Neotrópico, la tasa de consumo es más alta que en otras regiones del mundo, principalmente en aquellas poblaciones con menor densidad demográfica.

Un dato etnográfico que nos puede interesar, es que la productividad de la caza está relacionada con el grado de

movilidad y densidad demográfica. Vickers (1983:470) plantea que las tasas de retorno más altas en la Amazonía se dan entre los grupos más pequeños y más móviles. Hill y Hawkes (1983:175-177) llegan a la misma conclusión en su estudio sobre los Aché: las bandas formadas entre 3 y 5 varones cazadores producen tasas de retorno más altas que aquellas formadas por más de 10 cazadores. La razón que esgrimen es muy sencilla, a mayor número de cazadores mayor es la presión ejercida sobre los recursos animales; de ahí, que los grupos pequeños y con alta movilidad tengan mayores tasas de retorno de proteína y una dieta más equilibrada que grupos horticultores con mayores densidades demográficas y con una movilidad más restringida; en tanto que estos grupos son más vulnerables a las fluctuaciones ambientales. Corroborando esta idea, Flowers (1983:357-358) anota que los indígenas Xavante (Brasil) redujeron su calidad nutricional cuando se volvieron sedentarios y más dependientes de la horticultura.

En el Neotrópico, la caza es una actividad preferentemente masculina e individual; pero en ocasiones puede ser colectiva, principalmente por motivos culturales relacionados con rituales, alianzas o intercambios. Por ejemplo, en el caso de los Waorani el 63% de la caza es individual, el 27% en parejas y solamente el 10% involucra a más de tres cazadores (Yost y Kelley, 1983:205). Entre los Aché de Paragüay, la caza también es masculina e individual, incluyendo máximo 4 individuos por partida (Hill y Hawkes, 1983). Otros grupos neotropicales donde la caza es una actividad masculina e individual son los Witoto (Pineda, 1987:156), los Makú (Correa, 1987: 128), los indígenas del Mirití-Paraná (Von Hildebrand y Reichel, 1987:138), los Yanomano y los Xavante (Flowers, 1983: 203).

Por el contrario, la recolección es practicada por ambos sexos, a pesar de que la mujer es más recolectora, especialmente cuando la caza es más abundante; como en los casos de los Alyawara (O´Connell y Hawkes, 1984), Tukano (Dufour, 1983:345), Ache (Hawkes, 1993), Hiwi (Hurtado y Hill, 1990), Kutse (Kent, 1993) y los Nukak (Politis y Rodríguez, 1994; Sotomayor et al, 1998). Por ejemplo, entre los Hiwi de Venezuela, los hombres recolectan más durante la estación seca, cuando la caza es más escasa; y, viceversa, las mujeres se involucran en la caza cuando no coincide con la época de mayor recolección (Hurtado y Hill, 1990). En otros casos, los hombres también recolectan cuando regresan de sus cacerías, maximizando de esta manera el tiempo de forrajeo. Hay casos que la recolección es meramente masculina, ya que algunas plantas demandan ciertas habilidades físicas, como las palmas, debido a las dificultades para recoger los racimos de corozos que se encuentran a varios metros de altura. En síntesis, tanto en la caza como en la recolección, sí bien se pueden establecer ciertas tendencias de género, la división sexual del trabajo no deja de estar determinada por varios factores, muchos de

Page 97: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-97-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

los cuales son idiosincrásicos de cada cultura, difíciles de descifrar en el registro arqueológico, de ahí que no existan correspondencias universales de género.

A lo largo de este capítulo hemos propuesto un modelo de producción itinerante basado en la caza, recolección y el manejo de parches antrópicos; donde se llevarían a cabo las primeras prácticas de siembra de plantas, imitando la estructura jerarquizada del dosel del bosque. Igualmente, hemos propuesto, en base a las características de los sitios, un modelo de nomadismo residencial con movimientos logísticos de retorno diario. También, hemos tratado de argumentar la existencia de nichos antrópicos que actuaron como reservorios de alimentos que, dispersos a lo largo de los territorios de explotación, servirían como referentes espaciales para la planificación de los movimientos residenciales. Empero, sobre el grado de movilidad residencial, el grado de reocupación y duración de los asentamientos, los datos son más confusos y no permiten llegar a dicho nivel de resolución. Al respecto, lo único que podemos afirmar es que la redundancia de los sitios indica que éstos fueron reocupados, hecho que debió estar relacionado con la aprovechamiento de las áreas perturbadas.

Por una parte, las características del registro arqueológico, sitios con poca diversidad y densidad y una alta dispersión de los productos de la cadena operatoria, incluyendo los artefactos expeditivos, indican que las ocupaciones no debieron ser muy largas. Por otra parte, los indicios de domesticación y concentración de plantas en los jardines son datos que sugieren que la duración y anticipación de los campamentos, aumentaría en relación con el incremento de la capacidad de carga y previsibilidad inherente a la producción de los jardines. No obstante, el registro arqueológico muestra muy pocos cambios a lo largo de las ocupaciones precerámicas, de manera que no podemos establecer una relación causal entre incremento de la domesticación y duración de los asentamientos. Llegados a este punto, vale la pena traer a colación nuevamente el caso de los Nukak Makú, quienes a pesar de cultivar plantas mantienen una de las tasas de movilidad de más altas del mundo; este ejemplo nos advierte del riesgo de las relaciones causales unívocas. Por tales razones, nos seguimos decantando más por un tipo de movilidad residencial; más cercano al modelo forrajero [foragers], pero ligado a los parches antrópicos que caracterizaron la huella ecológica de los pobladores más tempranos del Cauca medio. Hay otros factores que también debieron determinar el patrón de asentamiento y el modelo de movilidad, como son la caza y el control territorial de las rutas de tránsito.

Respecto al primer factor, estudios actuales han demostrado que, en sociedades tradicionales, la presión cinegética es proporcional al incremento de la sedentarización (Castellanos, 2001); luego, si la caza tuvo un peso alto en la economía de los grupos del Cauca medio, encontramos en

esta actividad una posible explicación para el mantenimiento de la movilidad como estrategia de producción. En relación al segundo factor, el control de rutas de tránsito explicaría el patrón de asentamiento ribereño del valle de San Nicolás; que está conectado con la cuenca del río Otún y con el río Cauca, donde desembocan los ríos San Eugenio y Campoalegre. La visibilidad de estos sitios se puede considerar amplia, con un valor estimado que varía entre los c.180º grados de San Germán II, la Pochola y Guayabito, y los c.270º grados del Jazmín; sin embargo, el plano visual es pequeño, ya que la panorámica se ve muy reducida por las pequeñas sierras que limitan estos valles menores. De los sitios estudiados, el de mayor control visual es la Selva, cuyo emplazamiento es un mirador natural con un plano visual muy amplio que incluye tres horizontes visuales: el primero incluye los alrededores del sitio; el segundo las tierras ribereñas del río Cauca; y el tercero, que es el más profundo, alcanza la Cordillera Occidental. El amplio horizonte visual de este sitio coincide con su posición estratégica en una ruta que, en dirección este oeste, conecta el valle de San Nicolás con la Cordillera Occidental, atravesando el valle del río Cauca. Esta ruta, que comunica tierras altas y bajas, es un indicador claro de los potenciales territorios que pudieron ser explotados, recorridos y domesticados por los cazadores recolectores del Cauca medio. En relación con la visibilidad, una hipótesis para el futuro es demostrar si hay un patrón de campamentos con un profundo calado visual, que cumplieron un papel de “atalayas” naturales, relacionado con necesidades de control territorial, rutas de tránsito y áreas de concentración de recursos.

Si la movilidad de los cazadores recolectores tempranos estuvo, en cierta manera, ligada a los parches antrópicos y al control de las rutas de tránsito; en términos territoriales, la domesticación del bosque se tuvo que traducir en un control territorial más rígido. Aunque el hecho de que se ejerciera un mayor control y monitoreo de los recursos, no significa que estos grupos vivieran en territorios cerrados; en tanto que, un exceso de presión ecológica sobre el medio o la aparición de crisis naturales, como sequías prolongadas o erupciones volcánicas, pondría en riesgo la supervivencia de la gente. Por tal razón, en sociedades de pequeña escala, la flexibilidad territorial puede ser una estrategia más eficaz para hacer frente a las fluctuaciones y crisis de los recursos, mediante la ocupación de territorios de vida muy amplios, que dejan la opción de trasladarse cuando las condiciones lo requieren. En las cordilleras Central y Occidental de Colombia hay datos arqueológicos que, a grandes rasgos, demuestran las relaciones y la expansión cultural entre algunas regiones cordilleranas de clima húmedo.

En el valle del río Calima, al sur de la Cordillera Occidental; en el valle de Popayán, al sur de la Cordillera Central; y en el valle del río Porce, al norte de la Cordillera Central, se ha identificado un patrón de aprovechamiento del bosque, similar al del Cauca medio. Éste incluye, por una parte, una tecnología lítica que comprende implementos como

Page 98: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-98-

Aceituno y Loaiza

hachas, manos y placas de molienda, artefactos de cuarzo, artefactos expeditivos y algunas pocas herramientas curadas; y, por otra parte, el manejo de plantas alimenticias como las palmas, las solanáceas y las anonáceas, y otras con mayores niveles de domesticación como Xanthosoma sp. Maranta sp. Persea sp. Lagenaria sp. (Gnecco y Mora, 1997), Zea mays, Manihot sp. Ipomea sp. (Aceituno y Castillo, 2005). En términos de cultura material, uno de los elementos más diagnóstico del registro arqueológico, sobre la circulación de ideas y/o gentes cordilleranas, son las hachas con escotaduras, que primero aparecieron en el valle del río Calima y luego en Popayán y el Cauca medio; razón por la cual se planteó que este tipo de implemento lítico estaba muy asociado al suroccidente andino. Sin embargo, recientemente ha aparecido un hacha con escotadura en el sitio la Blanquita, en el Valle de Aburrá (Cordillera Central) (CORANTIOQUIA-GAIA, 2000:69), que amplia la expansión geográfica de este tipo de instrumento lítico hacia el norte de la región

andina de Colombia y, por lo tanto, de la dispersión de ideas y/o gente en escalas espaciales que superan las zonas de estudio.

En síntesis, la colonización del Cauca medio ocurrió a finales del Pleistoceno bajo unas condiciones climáticas pluviosas y relativamente frías. El poblamiento de esta región no fue un hecho aislado, sino que fue un episodio más de la colonización de los Andes Septentrionales en la transición Pleistoceno Holoceno, un período de rápida dispersión humana en Suramérica (Dillehay, 2003). Los dos hechos más notables del poblamiento andino, y que abordaremos en profundidad en el siguiente capítulo, son: la diversidad cultural de sociedades cazadoras recolectoras; y la temprana domesticación de los bosques tropicales de montaña; acontecimiento que convierte a los Andes colombianos en un referente obligado para entender la geografía y condiciones específicas de la domesticación de plantas en el Neotrópico.

Page 99: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-99-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

9. POBLAMIENTO Y VARIACIONES CULTURALES EN LA REGION ANDINA DEL NOROCCIDENTE DE SURAMERICA EN LA TRANSICION PLEISTOCENO HOLOCENO

Desde hace décadas, uno de los interrogantes de la arqueología temprana de la región andina del noroccidente de Suramérica se ha centrado en la variabilidad cultural del registro arqueológico y las relaciones regionales en la transición Pleistoceno/Holoceno (López, 1999:102). Correal (1986), planteó las relaciones entre la Sabana de Bogotá y el valle del río Magdalena a partir de la circulación de materias primas foráneas; Salgado (1988-1990), conectó la tradición lítica del río Calima con la tradición del noroeste de Suramérica planteada por Stothert (1985), cuyo origen estaría en Centroamérica. Recientemente, López (1999:102) ha planteado como uno de los temas principales las relaciones históricas del valle medio del río Magdalena por su importancia en el poblamiento de Suramérica. Lo que parece un hecho evidente es que dicha variabilidad está asociada al poblamiento temprano de los Andes Septentrionales.

Los planteamientos de estos autores se construyeron a partir de las relaciones cronológicas y tipológicas, desde una perspectiva histórico-cultural. Dicho enfoque ha aportado buenos resultados cuando se cuenta con secuencias temporales muy completas y se ha podido establecer, con un alto grado de certeza, el origen y dispersión de los elementos del registro arqueológico, principalmente de la cultura material o, en casos excepcionales, de restos óseos humanos. Sin embargo, este no es nuestro caso. Por tal razón, antes que tratar de dar una respuesta certera sobre los puntos geográficos de origen y dispersión de grupos humanos, el objetivo de este capítulo es analizar la estructura del poblamiento; es decir, bajo qué condiciones ambientales se produjo la colonización18 de la región andina, y cuáles fueron las estrategias de adaptación a nuevos territorios. Para esto, nos centraremos en el análisis de los datos tecnológicos, paleoecológicos y estilísticos, los cuales permiten establecer relaciones claras entre unas regiones y otras.

Una idea generalizada en antropología es que los movimientos de población inciden en el cambio cultural (Anthony, 1990), en la medida en que son procesos que favorecen la producción de innovaciones; ya que los individuos con el fin de asegurar la supervivencia, tienen que enfrentar y resolver nuevas situaciones en intervalos de tiempo relativamente breves. Sin embargo, con la irrupción de la Nueva Arqueología, durante varias

18 La colonización es una fase del poblamiento y vamos a utilizar dicho concepto como lo ha definido Borrero “la colonización se refiere a la consolidación inicial de grupos humanos en sectores determinados del espacio, con rangos de acción especificados” (tomado de Gil, 2002:104).

décadas, la migración fue un tema prácticamente abolido de la agenda de la arqueología, dada su relación explicativa con el particularismo histórico y la idea de difusión de la escuela histórico cultural de Viena. Sin embargo, desde los años 80, ha emergido nuevamente como factor explicativo, gracias a los trabajos de Ammerman et al (1984), sobre la difusión neolítica en Europa; y de Renfrew (1991), sobre el origen y expansión de las lenguas indoeuropeas en Europa. Otro ejemplo a menor escala, es el caso de la migración Númica en la gran Cuenca de los Estados Unidos (Bettinger y Baumhoff, 1982), especialmente si se tiene en cuenta que sus autores son abanderados de la arqueología evolutiva.

Para analizar la estructura del poblamiento de la región andina, vamos a poner a prueba los modelos de migración de larga y corta distancia desarrollados por Anthony (1990). Este autor, basándose en modelos extraídos de la geografía, plantea que la estructura de los movimientos migratorios está relacionada con la estrategia económica de los potenciales emigrantes. De este modo, arguye que los grupos que dependen de un amplio espectro de recursos distribuidos más uniformemente se desplazan recorriendo distancias más pequeñas y moviéndose simultáneamente hacia varias direcciones. Por el contrario, la estrategia de movimientos a larga distancia hacia puntos dirigidos, es más común entre grupos con economías más especializadas que dependen de unos pocos recursos, pero muy localizados espacialmente.

La variabilidad del registro arqueológico entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano, en la región andina del noroccidente de Suramérica, es un problema histórico y evolutivo. Histórico, en cuanto a la particularidad contingente e idiosincrásica de la variabilidad cultural preexistente. Evolutivo, respecto a los ajustes culturales inherentes al proceso de expansión humana. La evolución es un proceso de continuidad pero con modificaciones que se manifiesta en el tiempo y en el espacio (Lanata y Borrero, 1999). La replicación es un factor importante subestimado por el cambio que incide en las transformaciones culturales, ya que si la tendencia natural es transmitir y replicar la herencia; el cambio emerge cuando se dan condiciones contingentes que propician que determinadas innovaciones o cambios se manifiesten con tal magnitud, que sobreviven a la siguiente generación, produciendo fuertes transformaciones en los individuos y en la sociedad. Es decir, la selección favorece que, sólo algunas variaciones, soporten el efecto del paso del tiempo (Rambo, 1991; Teltser, 1995: 7).

Somos conscientes de que nunca vamos a acceder al breve tiempo de la cotidianeidad, cuando se producen las múltiples variaciones entre los individuos de una población que posteriormente son filtradas por la selección; sin embargo, sí podemos analizar las condiciones históricas y naturales bajo las que se produjeron los cambios culturales. En este

Page 100: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-100-

Aceituno y Loaiza

Figura 9.1 Sitios del noroccidente andino

Page 101: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-101-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

caso específico, nos centraremos en analizar el escenario ambiental y cultural en el cual se produjo el surgimiento de expresiones culturales asociadas a la colonización de las vertientes andinas de la Cordillera Central y Occidental de Colombia. Para esto, primero describimos los rasgos de la tecnología lítica, discutimos las fechas de radiocarbono y resumimos los patrones económicos de cada una de las regiones, con el fin de mostrar la variabilidad cultural, manifiesta arqueológicamente, desde la transición Pleistoceno/Holoceno. En segundo lugar, analizamos las condiciones ambientales a partir de datos paleobotánicos y, por último, planteamos las relaciones interregionales a partir de la cultura material, las fechas de radiocarbono y las rutas de tránsito naturales.

9.1 Rasgos del registro arqueológico

A grandes rasgos, el registro arqueológico de la región andina muestra una cierta “especiación” de la cultura material. Predominan las materias primas locales, y hay evidencias de modificación del medioambiente y de domesticación incidental de plantas. Basados en estas características, anteriores trabajos han planteado que el proceso de poblamiento del noroccidente de Suramérica puede ser concebido como un proceso lento de colonización (Gnecco, 2000; Gnecco y Aceituno, 2004). Esta afirmación forma parte de la idea generalizada de que la variabilidad

arqueológica de Suramérica en el Pleistoceno final, vista en su conjunto, no puede ser explicada por un modelo único de poblamiento tardío, como propone el modelo Clovis primero. Sin embargo, todavía no hay un control temporal suficiente de las primeras tradiciones líticas, tampoco si éstas tuvieron una distribución pancontinental, ni conocemos cómo evolucionaron regionalmente (Dillehay, 2003; Gnecco y Aceituno, 2004).

En el registro arqueológico, la variabilidad cultural está representada en la cultura material por las diferentes tradiciones líticas sectorizadas geográficamente y, en varios casos, asociadas a las diferentes zonas de vida vegetales, correspondientes a los pisos térmicos andinos. Por tal razón, para analizar el poblamiento temprano, vamos a partir de la descripción de los contextos arqueológicos, de sus características tecnológicas y paleoecológicas, con el objeto de establecer diferencias interregionales.

La Sabana de Bogotá (Figura 9.1) se encuentra en la zona de vida de bosque húmedo montano. Esta región cuenta con una secuencia temporal completa desde el decimotercer milenio hasta cerca de 3000 años a.P y, por el momento, es la región colombiana con el mayor número de sitios correspondientes a cazadores recolectores. Las evidencias más tempranas proceden de los abrigos rocosos El Abra, Tequendama, Sueva y del sitio a cielo abierto Tibitó (Tabla 9.1). Para este período, la tecnología lítica está representada

Figura 9.2 Artefactos Tequendamiense

Page 102: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-102-

Aceituno y Loaiza

por la clase abriense y la clase tequendamiense (Correal y Van der Hammen, 1977; Correal, 1986). Los artefactos tipo abriense son unifaciales, tallados mediante percusión directa y en algunos casos llegan a tener un borde retocado; por el contrario, los artefactos tequendamienses son más elaborados técnicamente, presentando un mayor grado de trabajo de los bordes y de las caras; entre los tipos más elaborados se encuentran raspadores aquillados (Figura 9.2a y d), hojas bifaciales (Figura 9.2b) y un fragmento punta de proyectil (Figura 9.2c). Una diferencia importante entre ambas clases, es que los artefactos tequendamienses solamente han aparecido en Tequendama y Tibitó, y desaparecen en el Holoceno temprano, mientras que la tecnología abriense perdura hasta el contacto con los europeos (Correal, 1986).

En la Sabana de Bogotá, a pesar de que en Tibitó han aparecido restos de megafauna (Cuvieronius hyodon Haplomastodon sp. y Equus sp.) asociados a la clase

abriense, la mayor proporción de los restos de fauna pertenecen a especies menores, principalmente venados (Mazama americana), curíes (Cavia porcellus), guaguas (Agouti paca), borugos (Agouti taczanowskii) y armadillos (Dasypus novemcinctus) (Correal, 1981). Estos datos muestran que el hecho de la aparición de megafauna no es igual a cazadores especializados, porque el amplio espectro de especies representadas indica una economía cinegética flexible y de amplio espectro.

En términos estrictamente cronológicos, las fechas de 12.400+160 (Abra) y 11.740+110 a.P (Tibitó) se salen del rango de la mayoría de las fechas entre el undécimo y el décimo milenio antes del presente, lo que las convierte en dos fechados aislados que por el momento no tienen una integración regional clara. A esto se suma que son dataciones de hace más de 20 años y dichas ocupaciones no han vuelto a datarse. De manera que por el momento hay que ser cautos en cuanto a su validez para datar

Tabla 9.1 Fechas de sitios colombianos datados entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano

Page 103: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-103-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

el poblamiento más temprano del noroccidente de Suramérica. En el caso del Abra, dicha fecha está asociada a artefactos líticos y restos de animales holocénicos; y en el caso de Tibitó, la presencia de megafauna, si bien es un marcador cronológico de finales del Pleistoceno, es necesario tener más dataciones de este evento, ya que nuevas dataciones podrían reforzar o rechazar la fecha del doceavo milenio, dependiendo de su ajuste cronológico con la fecha inicial.

En las tierras bajas del valle medio del Magdalena (Figura 9.1), la tradición lítica incluye preformas bifaciales, lascas de adelgazamiento, un alto número de artefactos unifaciales de cuarzo lechoso y chert, puntas bifaciales

similares a las Paijanienses19 (Figura 9.3a) y raspadores de sección plano convexa con talla unifacial cubriente (Figura 3b) (Ardila y Politis, 1989; López, 1999). Implementos similares, también asociados a ocupaciones tempranas, se han encontrado en la zona I de Tequendama, en el lago Madden (Panamá), en la región del Jobo (Venezuela) y en la costa Norte de Perú (López, 1991:77). Las evidencias líticas estratificadas proceden de los sitios La Palestina, San Juan de Bedout y Torre 46 (Tabla 9.1), cuyos niveles están datados entre la segunda mitad del onceavo milenio antes del presente, en la transición Pleistoceno final Holoceno temprano (López, 1995:78; López et al, 1998).

19 En la arqueología colombiana, las puntas paijanienses se corresponden con las puntas tipo Restrepo.

Figura 9.3 Artefactos del Magdalena medio

Page 104: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-104-

Aceituno y Loaiza

A lo largo del río Magdalena se han registrado otros hallazgos puntuales, pertenecientes a la misma tradición lítica que los sitios estratificados, lo que demuestra que el valle del Magdalena fue uno de los principales corredores de dispersión en los Andes Septentrionales.Se han hallado evidencias de artefactos bifaciales en el río La Miel (Departamento de Caldas), en el sector de Barrancabermeja, en San Vicente de Chucurí y en Vuelta Acuña (Departamento de Santander). Más al Sur hay evidencias de un raspador plano convexo en La Palma (Departamento de Cundinamarca) (López, 1999:108) y de dos puntas de proyectil, una en Ibagué y otra en el Espinal, en el Departamento del Tolima (Figura 9.1) (López 1995:76). En la margen oriental del río Magdalena, en las bocas del río Carare, Correal recuperó en superficie miles de artefactos líticos no asociados a cerámica, destacando la enorme cantidad de choppers en este sector del río (López, 1991:22).

La tecnología del río Magdalena, con marcada ausencia de manos, bases de molienda y hachas, está orientada principalmente a la caza. Para esta región se han planteado dos modelos de subsistencia. López (1999:101), basándose en la tecnología lítica, plantea la existencia de una tradición de cazadores especializados en megafauna en las planicies

sabanizadas del Magdalena medio, donde pudieron refugiarse los últimos especimenes de megafauna. Por el contrario, Otero y Santos (2002), basados en la continuidad holocénica de la tecnología, y ante la ausencia de evidencias de megafauna, rechazan esta hipótesis y arguyen que la economía de los primeros pobladores estuvo orientada, desde su inicio, a la explotación de una amplia gama de recursos terrestres y fluviales, destacando la importancia de la pesca y de la caza de animales de alto rango, como el manatí (Trichechus manatus), el caimán (Crocodylus acutus) y la babilla (Caiman crocodilus). Ninguna de las dos hipótesis es excluyente, puesto que en el supuesto de que la gente cazara megafauna, no significa de forma unívoca que fueran cazadores especializados, como demuestran los datos de la Sabana de Bogotá. En síntesis, mientras que no aparezcan restos de fauna es difícil determinar el modelo económico del Magdalena medio para este período, empero, lo que está claro es que los primeros pobladores no debieron desaprovechar la diversidad y riqueza faunística del río Magdalena.

En el valle del Magdalena se presenta una situación similar a la de la Sabana de Bogotá, en tanto que hay un contexto arqueológico, el sitio de Pubenza (municipio

Figura 9.4 Artefactos valle medio del río Porce Figura 9.5 Artefactos Valle de Aburrá

Page 105: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-105-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

de Girardot) (Figura 9.1), con una fecha de 16.400±420 a.P asociada a implementos líticos de lidita (excepto una lasca de obsidiana), junto a restos de roedores, armadillos, cangrejos y tortugas (Correal, 1993). De nuevo, esta fecha hay que considerarla como un dato aislado que es difícil de integral regionalmente. Correal ha reportado otros dos contextos con características similares a Pubenza, pero no cuentan con fechas de radiocarbono. Estos sitios son el Totumo (Sabana de Bogotá), donde se hallaron un húmero y varios molares de mastodonte (Cuvieronius sp.) y megaterio (Megatherium sp.), asociados a implementos líticos tipo abriense; y la Pileta, donde se encontraron varias defensas, costillas, molares y vértebras de mastodonte (Cuvieronius sp.), asociados también a artefactos líticos de la misma clase (Correal, 1993). Hasta que no haya más fechas y más publicaciones sobre los contextos estratigráficos, estos sitios representan datos aislados que es necesario reforzar con nuevos trabajos dirigidos a reconstruir la formación de los eventos estratigráficos, a ampliar el número de dataciones y a establecer relaciones regionales con sitios similares.

Para concluir con los contextos con megafauna en Colombia, en el valle del río Cauca (municipio de Toro) se encontró una punta de proyectil de marfil asociada a molares, costillas y a un fragmento de mandíbula y fémur de un mastodonte, perteneciente al género Stegomastodon; convirtiéndose en el único hallazgo de esta naturaleza en la otra gran cuenca fluvial de Colombia20 , pero que por el momento no tiene fecha de radiocarbono (Rodríguez, 2002:28). Además de estos hallazgos, Rodríguez (2002:33) señala un total de 10 sitios con evidencias de mastodontes en la cuenca del río Cauca entre los paralelos 4º (Departamento del Valle) y 6º latitud Norte (Departamento de Caldas).

En el valle medio del río Porce (Figura 9.1) un valle subandino en la zona transicional entre el bosque húmedo tropical y el bosque premontano, ubicado en la Cordillera Central, hay evidencias de ocupación temprana desde hace unos 10.000 años hasta hace cerca de 3500 años antes del presente. En los sitios 021 y 045 (Tabla 9.1), contextos con una secuencia de unos 5000 años, se hallaron niveles con una alta concentración de piedras relacionadas con la adecuación de los campamentos, semillas carbonizadas, restos de animales, entierros humanos y una industria lítica caracterizada por su alta diversidad tipológica. En su conjunto, la tecnología lítica esta formada por hachas talladas con el filo pulido, elaboradas en rocas ígneas y metamórficas (Figura 9.4a); manos y bases de molienda, del mismo tipo de materia prima; y una importante industria de cuarzo, representada por miles de desechos de talla y cientos de instrumentos. Técnicamente predomina un modo de reducción unifacial sofisticado, como lo indica 20 Esta asociación no deja de ser dudosa al tratarse de un hallazgo depositado en el lecho de un río y no hay ninguna publicación detallada sobre el proceso geológico de formación de dicho hallazgo.

el hecho de que la mayoría de las lascas son de tercer orden con un alto grado de predeterminación en el núcleo; esto explica la especificidad de los instrumentos, representada en forma de raspadores, cuchillos, pequeñas cuñas, grabadores, buriles y punzones. La reducción bifacial está representada por 4 puntas y 2 preformas, una de las cuales es tipo Restrepo (Figura 9.4b) (Castillo et al, 2000).

La tecnología del río Porce, contraria a la del Magdalena medio, está fuertemente asociada a la manipulación y consumo de recursos vegetales, a la apertura de claros en el bosque, al trabajo de la madera y el hueso, y a la caza y preparación de las piezas. Los análisis de elementos trazas hechos a dos muestras óseas de los entierros, datados alrededor del 7000 a.P, confirman un consumo elevado de vegetales, un consumo considerable de carne y muy poca ingesta de crustáceos, moluscos y peces (Castillo y Aceituno, 2006). A unos 100 km de distancia del Porce medio, en el Valle de Aburrá (Figura 9.1), se encontraron dos puntas de proyectil pedunculadas en chert amarillo tipológicamente similares a las del río Magdalena (Figura 9.5) lo que permite plantear la hipótesis del poblamiento de la Cordillera Central desde las tierras bajas del valle del Magdalena (López, 1995).

En el valle subandino del río Calima (Figura 9.1), en la Cordillera Occidental, hay evidencias de ocupación de hace unos 10.000 años en la zona de vida de bosque muy húmedo tropical premontano. La industria lítica más temprana del río Calima, procede de los sitios Sauzalito (Tabla 9.1), el Recreo y el Pital. Ésta se caracteriza por la presencia de lascas unifaciales poco elaboradas, yunques, martillos, machacadores y azadas para enmangar (Herrera et al, 1988; Salgado, 1988-1990). Como bien plantea Salgado (1988-1990), la tecnología lítica del río Calima es diferente a las tradiciones del río Magdalena y la Sabana de Bogotá; se trata de una tecnología muy simple, de carácter expeditivo u ocasional, relacionada con la explotación de recursos forestales que no debieron requerir herramientas elaboradas. Este autor también plantea su relación con el desarrollo de alguna forma de horticultura tropical en el Holoceno temprano (Salgado, 1988-1990).

En la cuenca alta del río Magdalena, en la margen oriental de la Cordillera Central, en el Departamento del Tolima (Figura 9.1), solamente hay dos sitios tempranos: El Prodigio y El Jordán (Tabla 9.1). El Jordán (municipio de Roncesvalles) se encuentra a unos 2400 msnm, en la zona de vida bosque húmedo montano bajo, y es uno de los sitios más altos fuera de la Sabana de Bogotá. Este sitio tiene dos fechas procedentes de una misma unidad deposicional, una de 12.910±60 y la otra de 9760±160 a.P, que se corresponden con unas condiciones climáticas muy frías y húmedas (Salgado, 1998:78,115). El problema de esta unidad es que solamente se recuperaron 6 artefactos líticos de los cuales solamente dos tienen señales claras de talla

Page 106: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-106-

Aceituno y Loaiza

Figura 9.6 Artefactos valle de Popayán21

debido a los eventos postdeposicionales que, según plantea Salgado (1998:114), erosionaron casi en su totalidad el depósito, hecho que dificulta su interpretación como un sitio cultural. La tecnología lítica de la margen oriental de la Cordillera Central, entre los paralelos 3º y 5º latitud Norte, está relacionada con la tradición precerámica del río Calima y el valle medio del río Cauca, demostrando la dispersión humana hacia los valles y vertientes andinas de Colombia (Salgado, 1998:25).

El Prodigio (municipio de Chaparral) se encuentra en la transición entre el bosque húmedo premontano y montano, con evidencias de ocupación del Holoceno medio entre 7370±130 y 5600±90 a.P (Rodríguez, 1995:115). La industria lítica está formada por artefactos de tecnología simple de cuarzo y chert, placas de molienda y cantos rodados con bordes desgastados, además de otros cantos rodados cuya funcionalidad no está definida (Rodríguez, 1995:119).

En el valle de Popayán (Figura 9.1), hay dos sitios con ocupaciones del Pleistoceno final, la Elvira y San Isidro (Tabla 9.1) cuya ocupación esta datada entre 10.050±100 y 9530±100 a.P (Gnecco, 2000:48). La tradición lítica se caracteriza por el uso del chert y la obsidiana y el predominio de la talla unifacial sobre la bifacial. La diversidad de los implementos unifaciales es alta, como lo indican la presencia de raspadores, raederas, escotaduras,

21 La figura original (Gnecco, 2000: 81), no tiene escala.

denticulados, cuchillos, utensilios multifuncionales y becs. La bifacialidad está representada por puntas de proyectil y preformas, y su peso en ambos conjuntos es mucho menor (Figura 9.6), aunque San Isidro es el sitio colombiano donde mayor número de bifaces se han recuperado en excavación, con un total de 119 (Gnecco, 2000: 61). En San Isidro, además de los artefactos tallados aparecieron cantos rodados con los bordes desgastados, molinos planos, cantos rodados con surcos cóncavos y un hacha pulimentada (Gnecco, 2000:60-62).

En un principio, la tradición lítica del valle de Popayán está más asociada con la caza que con la recolección; sin embargo, la evidencia paleobotánica indica algún tipo de manipulación del ecosistema. En San Isidro se han recuperado semillas carbonizadas de Persea americana, Palmae y Eritrina edulis (Gnecco, 2000:131). En la muestra de polen aparecen plantas colonizadoras y asociaciones no naturales que indican algún tipo de manejo de las plantas (Gnecco y Aceituno, 2004). La combinación de estos datos es fundamental para tener una visión más clara de la economía de los primeros cordilleranos y advierte del riesgo de sustentar las interpretaciones económicas únicamente desde la tecnología lítica.

La distribución geográfica de los primeros pobladores se puede ampliar aún más, si incluimos las puntas de proyectil de la costa Caribe, de donde proceden varias piezas distribuidas desde el Golfo del Urabá hasta la ciudad de Santa Marta (López, 1995) (Figura 9.1). De las dos puntas del Darién, la que se halló en superficie es del tipo cola de pescado Lago Madden (Panamá), y es similar a una punta hallada en Manizales. La punta que se halló estratificada es lanceolada con pedúnculo, similar a las puntas de Niquía del Valle de Aburrá (Departamento de Antioquia), y a la punta hallada en Restrepo, en el Departamento del Valle (Figura 9.1) (Correal, 1986). 9.2 Discusión de los resultados: escenarios ambientales y relaciones interregionales

El registro arqueológico muestra con un alto grado de certidumbre que la colonización de los Andes Septentrionales fue un proceso que se originó entre la segunda mitad del undécimo milenio y la primera mitad del décimo milenio antes del presente. Responder a la pregunta sobre las causas de los movimientos de población puede ser muy complejo, especialmente cuando trabajamos con un registro arqueológico bastante reducido. Un hecho que es evidente es que la dispersión cordillerana coincide con el final del estadial El Abra, un fenómeno climático a escala mundial conocido como Younger Dryas que se produce al final del Pleistoceno entre 11.000 y 10.000 años antes del presente. Este período, a pesar de que fue muy inestable con cambios climáticos muy bruscos, se caracteriza por la expansión de los bosques en el Neotrópico en detrimento de las

Page 107: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-107-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

extensiones sabanizadas durante el pleniglacial (Piperno y Pearsall, 1998: 105).

Sin embargo, el Younger Dryas no se manifiesta igual en todas las regiones. Por ejemplo, en las tierras altas de México se evidencia un incremento de la temperatura y de la pluviosidad; mientras que en las tierras bajas de Panamá, Venezuela, Brasil y Guayana, este fenómeno no se ha detectado (Piperno y Pearsall, 1998:104). En las tierras altas de Colombia se presenta como una pequeña glaciación, con un clima más seco y frío que el interestadial Guantiva (entre 12.000-11.000 a.P), con temperaturas entre 2º y 3º centígrados por debajo de las actuales y con un desplazamiento altitudinal de los cinturones vegetales (Bray, 1995:100; Van der Hammen y Ortiz-Troncoso, 1992). Para este período, en la Sabana de Bogotá el bosque andino es sustituido por un paisaje de subpáramo (Correal, 1986) y en los llanos orientales de Colombia y Venezuela se registran amplios campos de dunas, posteriores al 11.100±500 a.P (Van der Hammen y Ortiz-Troncoso, 1992).

En el Neotrópico, la megafauna ocupó los espacios sabanizados cuando las precipitaciones descendieron entre un 25% y un 50% y la temperatura bajó entre 5º y 7º centígrados, entre el 20.000 y el 11.000 a.P (Piperno y Pearsall, 1998:93-96). La expansión de los bosques coincide con que la extinción de la megafauna a finales del Pleistoceno, entre los géneros que se extinguieron los más importantes son: Cuvieronius, Haplomastodon (mastodontes), Megatherium (megaterio), Eremotherium (oso perezoso gigante), Equus (caballo) y Neochoerus (capibara gigante) (Piperno y Pearsall, 1998: 93-96). La extinción de la megafauna siempre ha sido una variable muy tentativa a la hora de explicar la expansión humana postpleistocénica, aplicando el modelo de forrajeamiento óptimo; sin embargo, dicha extinción hay que verla en el marco de los cambios ambientales que se produjeron entre el 12.000 y el 10.000 a.P, una de las épocas climáticas más inestables con cambios drásticos en la flora y en la fauna (Piperno y Pearsall, 1998: 107).

Si bien la relación megafauna, restos culturales y fechas radiocarbono todavía presenta muchos interrogantes, al menos la presencia de megafauna en varios puntos de la geografía colombiana sugiere la existencia de sabanas pleistocénicas y su extinción, muy probablemente está relacionada con los cambios climáticos de finales de la última glaciación. Anteriormente, hemos señalado los problemas cronológicos de los sitios tempranos con megafauna en Colombia; sin embargo, si filtramos las limitaciones cronológicas de tales contextos, dichos datos son importantes porque dejan abierta la hipótesis planteada por López (1999:101), sobre la existencia de planicies abiertas donde pudieron coexistir los seres humanos y los grandes animales hasta finales del Pleistoceno. Si bien son necesarios más datos paleoecológicos, las evidencias

que disponemos hasta el momento muestran que a finales del Pleistoceno el clima fue inestable, como lo indican las diferencias ambientales en regiones contiguas que actualmente soportan climas muy similares.

Además de la Sabana de Bogotá, se han registrado importantes cambios climáticos en los Llanos Orientales y en el valle medio del río Magdalena, donde hay evidencias de formación de dunas que indican períodos marcadamente secos (Van der Hammen, 1992:109; López y Botero, 1993); y que, para el caso del Magdalena medio, se han relacionado con la existencia de megafauna pleistocénica. En la depresión momposina, Berrío et al (2001) también registran un período seco y cálido entre el 10.500 y el 9000 a.P.

Por el contrario, en las cordilleras Central y Occidental no se han detectado tales períodos secos. Los datos indican la presencia y el predominio, desde el Pleistoceno final, de bosques húmedos premontanos cuyos cambios se manifiestan en la composición y diversidad de especies vegetales. El espectro polínico de San Isidro muestra una asociación de especies alopátricas que actualmente no comparten hábitat, lo que estaría indicando distribuciones de especies de diferentes pisos térmicos, como respuesta a las fluctuaciones climáticas del Younger Dryas. En el valle medio del río Cauca, en el espectro polínico del Jazmín, anterior al 10.000 a.P, también se observan ciclos de avance y retroceso del bosque; que dan cuenta de un fuerte dinamismo en el paisaje en un período climático frío y húmedo, como lo sugiere la presencia de los géneros Podocarpus (pino), Quercus (roble) y Alnus (aliso) (Aceituno, 2001:268).

El registro arqueológico indica una colonización hacia los valles y vertientes de las cordilleras Central y Occidental, donde las condiciones secas del estadial el Abra no se han detectado hasta el momento y, por lo tanto, el clima no fue tan inestable. Las relaciones entre la Cordillera Oriental y el valle del río Magdalena fueron planteadas, por Correal y Van der Hammen (1977), a partir de la presencia de materias primas procedentes del valle del río Magdalena y de artefactos estilística y tecnológicamente similares a los hallados en las tierras bajas del Magdalena, registrados por Correal en la década de los 70. Estos implementos son un raspador aquillado, hallado en la unidad 3 de Tibitó; una punta de proyectil fragmentada y una hoja bifacial, de cuarcita procedentes de la zona I de Tequendama (Correal, 1986). Reichel-Dolmatoff (1986) también reportó hallazgos superficiales de bifaces en sectores de Bogotá.

Entre el valle medio del Magdalena y la Cordillera Central también se pueden establecer relaciones en el utillaje lítico entre los paralelos 6º y 8º latitud Norte. Los artefactos de cuarzo del valle medio del río Porce son similares tecnológica y tipológicamente a los registrados en el valle medio del río Magdalena, donde la industria

Page 108: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-108-

Aceituno y Loaiza

del cuarzo alcanza porcentajes de hasta un 42% en el sitio de Yondó (López, 1999:73). En ambas regiones se hallaron puntas pedunculadas, cuchillos, raspadores y lascas multifuncionales de cuarzo lechoso de origen local, que indican la existencia de interacciones entre las tierras bajas del valle del Magdalena y las tierras altas del valle del Porce, en este caso representadas en la forma de manufacturar las herramientas. En cambio, las puntas de proyectil halladas en el Valle de Aburrá (Departamento de Antioquia) (Figura 9.5), están manufacturadas sobre chert amarillo, muy probablemente, procedente del valle del Magdalena (Ardila y Politis, 1989), lo que indica o bien la movilidad de grupos desde el Magdalena medio o el intercambio de materias primas entre ambas regiones.

Entre las cordilleras Central y Occidental, además de relaciones tecnológicas, hay fuertes similitudes adaptativas entre los primeros pobladores. A finales de los años 80, Gnecco y Salgado (1989) establecieron relaciones entre el río Calima y el valle de Popayán basados en las azadas superficiales, halladas en el sitio los Árboles (valle de Popayán), similares a las del río Calima. Empero, las relaciones más fuertes no se observan en la cultura material, sino en las similitudes paleoecológicas entre ambas regiones. En el caso del río Calima, se ha planteado la hipótesis de que los primeros habitantes desarrollaron una horticultura de raíces, semillas y frutos desde el Holoceno temprano (Salgado, 1995:96). Del mismo modo, Gnecco (2000:129-131) ha planteado que los habitantes del valle de Popayán intervinieron el bosque, alterando la ecología de algunas plantas y, por qué no, practicando algún tipo de dispersión de unas de ellas, como Maranta arundinacea (sagú), Persea americana (aguacate) y Eritrina edulis (chachafruto).

En el suroccidente colombiano, las relaciones más fuertes se encuentran entre el Cauca medio y el río Calima, no solamente por el hallazgo de azadas estilísticamente similares, sino también por la estructura del registro arqueológico; que consiste en sitios con muy baja densidad de instrumentos tallados expeditivos, y caracterizados por la poca densidad y diversidad tipológica, con un fuerte componente de cantos rodados, martillos y manos, relacionados con recursos vegetales. Otro de los puntos comunes es todo el tema relacionado con la domesticación del bosque que hemos desarrollado anteriormente. La tecnología lítica de la vertiente oriental de la Cordillera Central (El Prodigio y Jordán) es similar a la del suroccidente. Salgado (1998:114) ha planteado, en base a dichas similitudes geográficas, que se puede establecer una sola tradición precerámica en el suroccidente colombiano, que demuestra un poblamiento temprano de los bosques subandinos y andinos de los valles y vertientes de las cordillas andinas.

Entre la región del Cauca medio y el río Porce, a primera vista, las relaciones materiales son más difíciles de

establecer dadas las diferencias materiales de los sitios arqueológicos, como sucede en el caso del valle de Popayán y el río Calima. Empero, comparten ciertos rasgos como la fuerte orientación hacia la manipulación de plantas, la presencia de hachas y la explotación del cuarzo como materia prima para manufacturar artefactos tallados. A estos argumentos, hay que añadir el hallazgo, en el sitio La Blanquita en el Valle de Aburrá, de un hacha con escotaduras (CORANTIOQUIA-GAIA, 2000: 69), estilísticamente similar a las del suroccidente colombiano (Calima y Cauca medio).

En síntesis, la dispersión de materias primas del valle del Magdalena hacia la Sabana de Bogotá y del horizonte de puntas tipo paijaniense en chert amarillo, en la Cordillera Central, Cordillera Oriental y en el Golfo de Urabá demuestra las amplias relaciones territoriales entre tierras bajas y altas en los Andes colombianos, entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano. Igualmente, la presencia de artefactos líticos tipológicamente similares, fabricados con materias primas locales, como es el caso del cuarzo y las azadas del suroccidente, corrobora la idea anterior. En otros casos, se observan similitudes en los patrones de economía, como son los casos de los valles del río Calima, río Porce, valle de Popayán y los contextos de la vertiente oriental de la Cordillera Central. La notable orientación hacia la manipulación de plantas, sugerida por los datos paleobotánicos y la tecnología lítica, desde el poblamiento inicial debió ser un asunto, no sólo de similitudes adaptativas, sino también de movimientos de población y colonización de nuevos territorios, favorecida por la experiencia acumulada en el manejo de plantas de bosques húmedos tropicales.

Una de las estrategias migratorias es la búsqueda de áreas óptimas, a través de incursiones exploratorias por parte de unos pocos individuos, con el fin de acopiar información sobre la localización de recursos básicos y planear los movimientos del resto del grupo. El correlato arqueológico a escala regional serían sitios pequeños con poca variabilidad de restos materiales, con abundantes artefactos expeditivos y pocos artefactos curados, representados por instrumentos fracturados, núcleos muy agotados y lascas de reavivado. Sin embargo, el registro arqueológico de la zona andina de Colombia no muestra sitios de esta naturaleza. Por el contrario, los sitios tempranos de Colombia son palimpsestos producidos por la reocupación de las mismas áreas durante largos períodos.

Los niveles inferiores de algunas regiones, como el Porce medio y el Cauca medio (Aceituno y Castillo, 2005), muestran una baja densidad y diversidad tipológica respecto a las ocupaciones posteriores. Una posible interpretación de éste fenómeno es que, los desplazamientos exploratorios eran pequeños y que los campamentos de vanguardia eran ocupados posteriormente como campamentos residenciales, mezclando evidencias de diferentes ocupaciones.

Page 109: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-109-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Sin embargo, no podemos excluir los hallazgos fortuitos y puntuales de puntas bifaciales, los cuales pueden corresponderse con artefactos descartados durante la fase exploratoria en busca de nuevos territorios. Este puede ser el caso de las puntas bifaciales del Valle de Aburrá, la punta de proyectil lanceolada hallada recientemente en el río Porce (Otero y Santos, com. per.) y la punta hallada en Restrepo; todas ellas tipológicamente similares a las del Magdalena medio. En todos los casos, se trata de hallazgos aislados de instrumentos curados hechos sobre materias primas foráneas, procedentes de decenas de kilómetros los lugares donde fueron hallados. Ante este nivel de especulación, uno de los retos a futuro es desarrollar metodologías para identificar cuales son los indicadores arqueológicos de la fase de exploración a nivel regional en ambientes de bosque tropical.

Si nos basamos en la orientación económica de los primeros habitantes, las similitudes del registro arqueológico (distribución artefactual y materias primas) y el rango cronológico entre c.10.500 y c.9500 a.P, el modelo de poblamiento más coherente, para la zona andina colombiana, es el de desplazamientos multidireccionales a pequeña escala por parte de grupos con economías flexibles que poblaron, simultáneamente desde diferentes latitudes, los bosques tropicales andinos de tierras altas y bajas, a través de los valles intramontanos que atraviesan y conectan las diferentes vertientes andinas, incluidas las dos grandes cuencas fluviales, del río Cauca y Magdalena respectivamente. Aunque la relación entre las puntas bifaciales y la megafauna es especulativa, en tanto que no hay datos directos que la avalen, al menos como hipótesis podemos plantear la posibilidad de que algunas fracciones poblacionales de algunas regiones (como en el Magdalena medio donde se ha planteado dicha relación), optaron en un primer momento por localizar en otras zonas andinas a dichos animales; sin embargo, ante la ausencia de ese recurso, entre otros factores por su inminente extinción, se ajustaron a las nuevas condiciones ambientales que van a prevalecer durante todo el Holoceno.

Hay evidencias suficientes para plantear que la colonización andina se hizo desde los dos grandes corredores naturales del país, los valles de los ríos Cauca y Magdalena, a través de los valles intraandinos que conectan las diferentes vertientes de las cordilleras. Al Norte de la Cordillera Central, el valle del río Porce es un corredor natural que, en dirección Este Oeste, conecta el valle del río Cauca y el río Magdalena; a través de las cuencas de los ríos Nus y San Bartolomé, donde se encuentran los sitios La Palestina y San Juan de Bedout. En dirección Norte, conecta con las tierras bajas de la costa caribe en su desembocadura en el río Cauca. Por consiguiente, el río Porce debió ser uno de los principales corredores en dirección Este Oeste para cruzar la Cordillera Central y conectar ambas cuencas fluviales dado que la máxima cota altitudinal que divide ambas vertientes es de 2200 msnm.

Hacia el Sur, entre el paralelo 4º y 6º latitud Norte, la conexión entre el valle del río Magdalena y el río Cauca esta limitada por la barrera geográfica de los nevados, con alturas superiores a los 4500 msnm. Actualmente, el tránsito hacia la vertiente occidental se hace por el Norte de los nevados a través de Manizales cruzando la depresión Esperanza, que desciende hacia el valle del río Magdalena por los municipios de Letras, Papua y Fresno. En este sector, solamente se conoce el sitio de los Arrayanes (municipio de Villamaría), cuyos niveles inferiores son anteriores al 6520±90 a.P, la única fecha que tiene este sitio (Aceituno, 2001:237). Hacia el Sur, la ruta principal pasa por Ibagué, asciende por la Cordillera Central y cruza la depresión de Calarcá, que es el punto que ofrece menos obstáculos geográficos. En esta ruta no tenemos datos por el momento, sin embargo, hacia el Sur del Tolima, tenemos evidencias de ocupación en dos valles intraandinos que ascienden hasta los 3000 msnm y pudieron ser utilizados como rutas de transito. El sitio Jordán se encuentra en el valle del río Cucuana (sur del Departamento del Tolima), que es una depresión natural que históricamente ha permitido el paso hacia la vertiente occidental de la Cordillera Central (Salgado, 1998:18). El Prodigio, se encuentra en la cuenca del río Saldoña, que también asciende hasta el piso frío de la Cordillera Central.

El valle de Popayán se encuentra en la cabecera del corredor natural del río Cauca, por lo tanto, es muy probable la relación con los sitios del río Calima y otras regiones del río Cauca. Hacia el Este se encuentra el volcán Puracé que con una altura de 4700 msnm, representa una barrera natural en relación con la cabecera del río Magdalena.

El último punto, y más complejo de todos, es sobre la procedencia migratoria representada en el registro arqueológico. Dar respuesta a esta pregunta es muy difícil, sobre todo si tenemos en cuenta la escasez del registro arqueológico y de secuencias temporales tempranas para el noroccidente suramericano; no obstante, ha habido varios intentos para explicar la variabilidad del registro arqueológico. Correal, basándose en las diferentes entre la clase tequendamiense y abriense, dejó entrever la existencia de dos tradiciones líticas que podrían corresponderse con diferentes grupos. Igualmente, Karen Stothert (1985) planteó que el origen de la tradición lítica del noroeste de Suramérica se encontraba en los grupos de selva tropical procedentes de Centroamérica. El problema de ambos planteamientos es su normativismo, en tanto que hay una asimilación entre cultura material y grupos étnicos; siendo el principal inconveniente que el enfoque tipológico ha resaltado las semejanzas interregionales, en perjuicio de las diferencias del registro arqueológico, que realmente existen entre unas regiones y otras.

Por tales razones, hemos considerado que un buen camino es analizar las condiciones bajo las cuales se produjo la colonización andina, con el fin de entender el grado de presiones que empujaron a los grupos del pasado, en

Page 110: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-110-

Aceituno y Loaiza

determinado momento, a migrar fuertemente en busca de nuevos territorios. Como hemos planteado a lo largo del capítulo, la inestabilidad climática, de algún modo, debió incidir en los rápidos movimientos migratorios que se produjeron entre finales del Pleistoceno y los momentos iniciales del Holoceno temprano; de manera que la colonización de la región andina, antes que un proceso unidireccional, debió ser un proceso multidireccional y poligenético que involucró a grupos procedentes de diferentes latitudes.

La dispersión de puntas cola de pescado por Centroamérica, Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú, y de puntas paijanienses desde el Norte de Perú hasta el Golfo de Urabá (Ardila y Politis, 1989); asociados ambos horizontes a tierras altas y bajas, y a climas secos y húmedos, permite plantear la hipótesis que el período comprendido entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano, fue un tiempo de ajustes y movimientos poblaciones a escala continental. En este sentido, aunque no podamos demostrarla, tampoco podemos rechazar la hipótesis de que ambas tradiciones representan diferentes grupos culturales. Independiente del punto geográfico de procedencia de

los primeros pobladores, las diferencias y similitudes del registro arqueológico serían el resultado de la llegada y mezcla de diferentes grupos con sus propias tradiciones, así como el desarrollo de rasgos locales como efecto de las innovaciones tecnológicas (estamos seguros que también de otra naturaleza), inherentes al propio proceso de colonización y de adaptación a nuevas condiciones ambientales y culturales. Llegados a este punto, consideramos importante volver a la idea inicial sobre la repercusión de las migraciones en el cambio cultural, en tanto que propician el intercambio de información, genes, lenguas y el desarrollo de nuevos elementos materiales e ideacionales.

Para concluir, queremos terminar señalando un hecho importante que muestra el registro arqueológico en términos evolutivos. Después de todo este dinamismo poblacional, se produce un período de estabilidad cultural hasta finales del Holoceno medio, alrededor del 4000 a.P, cuando en varias regiones de las cordilleras Central y Occidental se produce una invisibilización del registro arqueológico durante aproximadamente un milenio, antes de la expansión a gran escala del cultivo de plantas y de la alfarería.

Page 111: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-111-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

10. CONSIDERACIONES FINALES

En el noroccidente de Suramérica, el modelo cazador-recolector construido para la Sabana de Bogotá, tuvo un fuerte arraigo en el resto de la arqueología del país. Por una parte, debido a los escasos estudios de otras regiones y a la secuencia temporal más completa de la arqueología colombiana y, por otra parte, a un buen trabajo de divulgación que tuvo efectos teóricos y metodológicos de profundo calado en la arqueología colombiana. De este modo, se forjó la imagen de que los primeros pobladores fueron grupos con una tecnología lítica simple, denominada abriense, que vivieron principalmente de la caza de animales medianos y pequeños; y, en menor medida, de la recolección de plantas y moluscos de agua dulce. Este patrón cinegético y recolector se mantuvo estable desde el Pleistoceno final hasta alrededor del 4000 a.P, cuando se observa un cambio importante en la economía de estos grupos sabaneros; ahora, más orientada hacia la manipulación y consumo de plantas (Correal, 1986). Este modelo, según el cual los primeros habitantes cordilleranos tuvieron una fuerte inclinación hacia la caza, comenzó a reproducirse para otras regiones, a pesar de las diferencias ambientales, donde el componente lítico estaba compuesto principalmente por artefactos de talla con filos cortopunzantes, como los casos del valle medio del río Magdalena y del valle de Popayán, aunque muy pronto la interpretación de esta última región dio un giro muy profundo.

A finales de los años 80, el panorama comenzó a cambiar drásticamente, debido al hallazgo de sitios en bosques húmedos tropicales, tanto de tierras bajas como altas, asociados a otros tipos de industrias líticas, donde el componente tallado coexistía con artefactos relacionados con el procesamiento de vegetales. Entre los primeros contextos que comenzaron a cambiar el panorama sobre el poblamiento temprano del noroccidente de Suramérica, se encuentran los de la cuenca alta del río Calima (Sauzalito, El Pital y Recreo); donde se hallaron sitios del Holoceno temprano en bosques muy húmedos premontanos, datados entre c.9670 y c.7300 a.P. Además de su ubicación geográfica de los sitios, lo más relevante es que aparecieron instrumentos líticos asociados a fechas que no encajaban en el esquema evolutivo de la época; se identificaron manos de molienda, hachas y azadas, todos ellos sin referentes en la arqueología temprana colombiana. Estos contextos arqueológicos, con una tecnología muy simple y una densidad muy baja fueron tan importantes que hasta se llegó a plantear que los suelos donde aparecieron los artefactos líticos tenían características químicas de suelos cultivados. Por primera vez, la domesticación y los orígenes del cultivo de plantas como fenómenos antrópicos, formaron parte de la agenda de la arqueología colombiana del Holoceno temprano.

Los trabajos más relevantes, en el cambio de esquema de trabajo en la arqueología temprana de Colombia, fueron

los de Gnecco en Popayán y la Fundación Erigaie en el sitio Peña Roja, en el medio Caquetá (Gnecco y Mora, 1997). Gnecco (2000) planteó para el caso de Popayán un patrón de agrilocalidad desde el Pleistoceno final, basado en datos de polen de tierras bajas, hallados en la meseta de Popayán, de malezas de la familia plantagáceas (favorecidas en ambientes perturbados), de semillas carbonizadas de aguacate (Persea americana) y almidones pertenecientes a los géneros Maranta, Xanthosoma e Ipomea. En el sitio de Peña Roja (Cavelier et al, 1995; Morcote et al, 1998), se recuperaron miles de semillas de palmas carbonizadas junto a artefactos de molienda, que indicaban algún tipo de manejo selectivo de las palmas, un recurso de alta preferencia para los primeros ocupantes de esta región amazónica. También se identificaron fitolitos de Lagenaria sp., una cucurbitácea foránea introducida desde otras regiones que indica algún tipo de manejo selectivo.

Además de estos trabajos, también influenciaron mucho los estudios paleoecológicos del Smithsonian Tropical Research Institute en Panamá (Piperno y Pearsall, 1998), y el trabajo etnográfico de Politis sobre los Nukak Makú, sin olvidarnos de los proyectos pioneros en paleoecología de Correal y Van der Hammen. Gracias a todos estos trabajos, en la arqueología colombiana se comenzaron a estudiar las estrategias adaptativas y el impacto que había tenido el poblamiento humano sobre los bosques húmedos tropicales, desde el Pleistoceno final y durante todo el Holoceno. De este modo, no solamente se trató de reconstruir los procesos milenarios de adaptación a los bosques tropicales; sino también de contribuir, desde la arqueología, al eterno debate sobre las posibilidades o limitaciones de las selvas tropicales para el poblamiento humano (Bailey y Headland, 1989).

Los datos de los contextos del norte de Suramérica demuestran que, lejos de su estereotipo de sociedades prístinas, los cazadores recolectores también impactan el medio, alterando la evolución natural de los ecosistemas. Mientras algunas plantas y animales fueron favorecidos por el manejo antrópico, otros fueron perjudicados, dando lugar en una escala de larga duración a cambios ecológicos irreversibles; es decir, los cazadores recolectores no viven en ecosistemas puros y naturales, sino en ambientes adaptados y modificados por la presencia humana. La evolución de los ecosistemas neotropicales desde la transición Pleistoceno Holoceno, es el resultado de relaciones ecológicas e históricas entre los seres humanos y el medioambiente, que se manifiestan en cambios naturales y culturales perceptibles en escalas de larga duración. Los datos que hemos presentado en este libro, nos permiten vislumbrar un patrón de ocupación en ecosistemas de bosque húmedo tropical. En su forma más básica, consiste en el aprovechamiento de un amplio espectro de recursos, en una estrategia itinerante de alteración y perturbación de la flora nativa; con efectos en la disponibilidad, distribución y predictibilidad de los recursos vegetales y animales.

Page 112: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-112-

Aceituno y Loaiza

Esta estrategia encaja en la lógica de incrementar la capacidad de carga de los bosques húmedos tropicales, los cuales se caracterizan por una proporción inversa entre producción primaria y disponibilidad de recursos alimenticios; es decir, las selvas tropicales son muy ricas en diversidad y producción de biomasa primaria, pero con limitaciones en disponibilidad y accesibilidad de recursos alimenticios (Kelly, 1983). Sin embargo, como han señalado varios autores (Bailey y Headland, 1991; Balée, 1992; Bauchet et al, 1991), los bosques antrópicos son más productivos, debido a que la perturbación favorece el incremento de la diversidad de especies, la previsibilidad y la accesibilidad. La perturbación antrópica es la “llave de la vitalidad y de la diversidad; de lo contrario los bosques serían extremadamente estables, dominados por especies de larga duración” (VVAA, 1991:64). La alteración incrementa la diversidad, favoreciendo el crecimiento de plantas herbáceas de sotobosque, arbustos y árboles frutales, limitados en los bosques maduros por especies arbóreas de larga duración (Piperno y Pearsall, 1998:74).

La concentración de plantas en áreas de uso recurrente, como los campamentos, volvió más previsibles los ciclos de germinación y fructificación, al compartir condiciones similares de acceso a nutrientes. Los datos paleoecológicos indican que, desde finales del Pleistoceno, los cazadores recolectores de las regiones que hemos discutido, sometieron al medioambiente, con mayor o menor

intencionalidad, a una perturbación sostenible como parte de sus estrategias de explotación del medio. Estos primeros pobladores desarrollaron algún tipo de economías forestales basadas en la manipulación y domesticación del bosque, mediante la creación de parches antrópicos donde se concentrarían plantas de uso alimenticio; como palmas, solanáceas, anonáceas, o las plantas tuberosas, imitando de este modo la estructura jerárquica del dosel del bosque, como sucede actualmente entre las sociedades nativas del Amazonas (Correa, 1993b)

En el marco de esta lógica de relaciones ecológicas, hay que situar los orígenes de la horticultura como estrategia de producción en la región andina del noroccidente de Suramérica. El cultivo de plantas no fue un salto conceptual, ya que desde milenios atrás los grupos cordilleranas venían manejando los recursos del bosque; concentrando, ya sea de forma consciente o inconsciente, muchas de las plantas silvestres en las áreas adyacentes a los asentamientos, creando jardines que fueron verdaderos laboratorios de domesticación de plantas. Además, estos debieron ser un referente territorial muy importante para los grupos tempranos; en tanto que pudieron servir de marcadores espaciales para los itinerarios de las bandas a lo largo del territorio.

Por esta razón, el cultivo no marcó una ruptura en la forma de vida de los cazadores recolectores tempranos del Cauca

Tabla 10.1 Fechas radiocarbono Cauca medio

Page 113: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-113-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

medio, como se observa en el registro arqueológico. La caza y la recolección, por una parte y, la agricultura, por otra; simplemente marcan los dos extremos en una escala de producción económica, en la cual podemos ubicar a las sociedades tradicionales según su grado de forrajeo o de cultivo de plantas; y, en ningún caso desde una perspectiva excluyente, que no tiene en cuenta que los grupos nativos se mueven entre diferentes estrategias económicas. La dicotomía evolutiva cazador-recolector vs agricultor reduce la historia a una sucesión de formas de vida incompatibles, marcadas por diferentes niveles de desarrollo, donde los cambios emergen de forma súbita y abrupta; una suerte de generación espontánea, que replica los viejos esquemas evolucionistas de estados de desarrollo y perfeccionamiento tecnológico y moral (Smith, 2001).

Los estudios sobre sociedades contemporáneas de autores como Balée (1998), Posey (1984), Chase (1989) y Yen (1989), nos han servido de referente teórico para definir el concepto de domesticación más allá de su mera acepción morfológica; Así como para entender que la agricultura es uno de los diversos escenarios en que se manifiesta la

domesticación de plantas, que en el caso de las sociedades tradicionales del Neotrópico, no puede ser aplicado en su acepción occidental, dadas las diferencias entre los sistemas agrícolas intensivos y los sistemas tradicionales de selva tropical. Esto es lo que hemos tratado de demostrar en los anteriores capítulos, evitando cualquier clase de perspectiva dual a la hora de explicar las interacciones bioculturales en los bosques tropicales del noroccidente de Suramérica.

Para concluir, queremos terminar abordando una de las cuestiones más complejas sobre la arqueología temprana en el Cauca medio: el tema del cambio, dado que no hay claros marcadores de los pulsos evolutivos de la región hasta finales del Holoceno medio y, hasta el momento no se planteado ningún tipo de periodización regional. Esto se debe, principalmente, a que el registro arqueológico del Cauca medio es muy uniforme, lo que dificulta la definición de divisiones temporales. En un intento por diferenciar cambios en el registro arqueológico del Cauca medio entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio, hemos diferenciado tres fases, en base a las fechas de carbono 14, la estructura de los sitios y los datos paleobotánicos.

Figura 10.1 Fechas radiocarbono Cauca medio

Page 114: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-114-

Aceituno y Loaiza

La primera fase, entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano, alrededor del 10,100 y el c.9000 a.P, se corresponde con la fase de exploración y colonización de la región. Para este momento, el registro arqueológico consiste en pequeños campamentos residenciales muy homogéneos entre sí, que contienen carbón, manos, cantos fracturados, hachas, desechos de talla y artefactos, en su mayoría expeditivos. La colonización del Cauca medio se produjo como consecuencia de una importante dispersión humana hacia los valles y vertientes de las cordilleras Central y Occidental, donde las condiciones secas del estadial el Abra no se han detectado hasta el momento. Aunque no tenemos mayor claridad sobre el origen geográfico de los primeros grupos, en la transición Pleistoceno Holoceno se extinguieron los grandes animales y se produjeron importantes ajustes y cambios en la distribución de la flora y la fauna. Muy probablemente esta situación de rápidos reemplazos ecológicos y alteración de la estacionalidad, condujo a muchos grupos a colonizar nuevos territorios poco o nada explorados hasta el momento.

Para este primer momento, los datos de polen indican que el nivel de alteración del medio por parte de estos grupos fue bajo; razón por la cual, durante esta fase los grupos todavía

están creando sus nichos ecológicos, principalmente con recursos locales. Sin embargo, ya aparecen los primeros indicios de domesticación de plantas, representados por los granos de almidón de Manihot sp. procedentes del Jazmín. El hecho de que el registro arqueológico se muestre homogéneo durante esta fase y las posteriores, y de que no haya evidencias claras de sitios exploratorios, como son sitios reducidos con materias primas foráneas y tipos de artefactos especializados; puede significar que, los grupos que colonizaron el Cauca medio, ya tenían un alto conocimiento de la ecología de los bosques húmedos de montaña. El número de fechas de carbono 14 es relativamente alto, con un total de cinco fechas (Tabla 10.1, figura 10.1), procedentes de los sitios el Jazmín, 66PER001, Salento 24 y la Selva (Figura 10.2); lo que corrobora una rápida y exitosa colonización de la región, debido a una experiencia acumulada en regiones con zonas de vida similares. La baja densidad y diversidad de artefactos líticos y la ausencia de todas las fases de la cadena operatoria en los sitios, son datos que indican una alta movilidad en estos grupos.

La segunda fase, entre el 9000 y el 7000 a.P, se corresponde con la ocupación efectiva del Cauca medio; cuando

Figura 10.2 Ubicación geográfica sitios del Cauca medio

Page 115: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-115-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

los grupos han consolidado la creación de sus nichos ecológicos, especialmente, a través de la domesticación de plantas. En este intervalo, aumenta la densidad del registro arqueológico por sitio y el número de fechas aumenta a once (Tabla 10.1, figura 10.1); procedentes de los sitios la Pochola, San Germán II Salento 21, el Antojo, Guayabito, la Selva, Campoalegre, el Jazmín y Salento 24 (Figura 10.2). Los datos microbotánicos indican una clara intervención del medio, incluyendo la domesticación de plantas locales y foráneas. En esta fase, los datos de polen indican una mayor intervención de la vegetación próxima a los sitios, bajo un patrón de domesticación de plantas tanto locales como foráneas, identificadas en los granos de polen y almidones recuperados de los artefactos líticos.

A pesar de los mayores niveles de intervención del medio que muestran los datos paleobotánicos, la estructura de los asentamientos no presenta mayores variaciones; excepto el incremento de la intensidad de uso de los sitios, fundamentado en mayores niveles de descarte de artefactos líticos por unidad residencial. Esto indica un mayor afianzamiento territorial de los grupos sociales descendientes de los primeros pobladores, pero manteniendo el patrón de asentamiento respecto al primer período. El alto grado de aprovechamiento del cuarzo, como lo indica la escasez de instrumentos de este tipo de éste material en los sitios, corrobora una alta movilidad de estos grupos; aunque circunscrita a un territorio con señales de intervención y de domesticación de plantas. Todos estos hechos están asociados al desarrollo de varios paleosuelos contenidos en el Horizonte Ab de la cuenca San Eugenio Campoalegre, lo cual es un indicador de condiciones ambientales muy estables incluyendo la actividad volcánica de la región.

En la tercera fase, que abarca hasta el final del Holoceno medio (4000 a.P), el número de fechas desciende a siete, con un vacío importante entre el c.5800 y el c.4300 a.P (Tabla 10.1 figura 10.1). Las fechas proceden de los sitios el Antojo, la Mikela, la Selva, el Jazmín, Campoalegre, 66PER001 y Guayabito (Figura 10.2). Estos datos indican que fue un período de cierta inestabilidad, incluso puede plantearse la hipótesis de una ligera reducción de la densidad demográfica en la región. En este sentido, al menos en la cuenca San Eugenio Campoalegre, la densidad y diversidad de artefactos líticos disminuye sensiblemente; predominando con una mayor proporción en los sitios los cantos de adecuación, golpeadores y artefactos relacionados con el procesamiento de vegetales. Los datos paleobotánicos tampoco indican mayores niveles de intervención del bosque respecto a la fase anterior. La domesticación de plantas continúa manifestándose a

través de la presencia de los mismos taxones identificados en los períodos anteriores, lo que significa que las estrategias económicas se mantienen bastante estables durante milenios. Estos datos, en contra de cualquier visión evolucionista, indican una menor presión ambiental durante el Holoceno medio en el Cauca medio, hecho que constituye un reto para la arqueología de la región.

En síntesis, el poblamiento del Cauca medio se inicia con la colonización de la región entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano. En el Holoceno temprano, ya se puede decir que hay una ocupación efectiva de la región; como lo indican la mayor intensidad de uso que muestran los sitios arqueológicos, mayores niveles de intervención del bosque y la domesticación de plantas. En el Holoceno medio, los datos indican un ligero declinamiento en el proceso local de poblamiento; pero manteniendo las mismas estrategias económicas, incluyendo el cultivo de plantas en proceso de domesticación, en una estrategia todavía con altos grados de movilidad. Si nos basamos en que el registro arqueológico mantiene la misma estructura que la fase de colonización.

La historia del Cauca medio, desde su colonización hasta el Holoceno medio, manifiesta una cierta estabilidad cultural, basada en la conjunción entre pequeñas variaciones y la transmisión intergeneracional de muchos de los rasgos originales; que se remontan a la transición Pleistoceno Holoceno, cuando los primeros habitantes llegaron a esta región de los Andes Septentrionales. En el caso concreto de la domesticación de plantas, las variaciones fitoculturales no debieron producirse como una respuesta deliberativa, en el sentido de anticipar los resultados históricos a largo plazo; sencillamente fueron variaciones cotidianas que terminaron por adaptar la ecología de las plantas y los humanos a una nueva situación relacional. Si nos centramos en nuestros datos, la dispersión de plantas y creación de parches antrópicos no fue el resultado de ninguna presión demográfica ni ambiental; pues, de lo contrario, pensamos que el registro arqueológico expresaría algún tipo de ruptura en la estructura de los campamentos y en el patrón de asentamiento. Simplemente, fue el resultado de un proceso coevolutivo entre los agentes involucrados (Rindos, 1990: 103), que se inició como una forma de minimizar los costos, a través de la creación de nichos antrópicos cerca de los asentamientos; donde las plantas se aprovecharon de las condiciones ecológicas creadas en estos espacios que, como hemos apuntado en el capítulo 8, fueron verdaderos laboratorios de domesticación y todavía siguen activos entre la mayor parte de las sociedades tradicionales de la Amazonía.

Page 116: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 117: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-117-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

EPILOGO: EL CONCEPTO TIEMPO EN SOCIEDADES DE PEQUEÑA ESCALA

Cuando se publica un libro teórico como “Arqueología de la Identidad” de Almudena Hernando (2002), surge el interrogante o el reto de cómo se puede aplicar al registro arqueológico. El objetivo de este capítulo es intentar poner a prueba algunas de las ideas contenidas en este libro, dados los puntos en común que hemos encontrado en su concepción de espacio y tiempo, en la reflexión sobre la dualidad naturaleza cultura, y especialmente porque uno de los temas más interesantes y oscuros en el Cauca medio es la dinámica temporal y evolutiva durante los seis milenios, entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio. En este libro hemos encontrado algunas hipótesis para explicar la aparente uniformidad que proyecta el registro arqueológico del Cauca medio. La relación naturaleza cultura y su incidencia en la concepción de tiempo y espacio en sociedades tradicionales, es un tema que hemos abordado para entender el concepto de domesticación, que ha sido uno de los pilares teóricos sobre el cual nos hemos apoyado para analizar las interacciones bioculturales de los primeros habitantes del Cauca medio.

Responder por qué cambiaron las cosas es uno de los retos más difíciles de la arqueología. El evolucionismo ha sido la teoría que más incidencia ha tenido en la arqueología, a través de la arqueología procesual, corriente teórica que acogió al evolucionismo neodarwiniano como paradigma teórico para explicar la evolución cultural. El problema del evolucionismo cultural ha sido su reduccionismo tautológico, en la medida en que las explicaciones siempre están determinadas por el triunfo de la evolución, que no es otro que la supervivencia generacional de la humanidad. De este modo, los rasgos culturales que estudian los arqueólogos y los historiadores siempre fueron seleccionados por su mayor aptitud y capacidad para aumentar la eficacia de la cultura, entendida como un sistema adaptativo. La mejor prueba del carácter infalible de la selección natural es que en el mismo habitáculo donde vivían nuestros ancestros, ahora viven unos 6000 millones de individuos, distribuidos en miles de sociedades que compiten por su perpetuación cultural y biológica.

En nuestro pensamiento occidental, la selección cultural funciona como un axioma: se asume como una verdad absoluta, aunque no se pueda demostrar. Bajo el paraguas de esta idea, el reto para la arqueología, no es simplemente describir los hechos culturales “seleccionados”, sino que el verdadero desafío es descubrir y comprender las condiciones contingentes que determinaron los cambios sobre los cuales ha actuado la selección natural. Es decir, para que haya evolución, debe haber variación y para que haya variación, tiene que haber variabilidad individual. En este punto entramos de lleno en uno de los problemas

teóricos del evolucionismo y de la arqueología: la relación entre individuo y sociedad.

Contrario a las posiciones historicistas que han centrado su estudio en el individuo, el evolucionismo, principalmente se han centrado en la sociedad (Hernando, 2002:33), modelada como un sistema adaptativo, dado el hecho de que la evolución se manifiesta a escala de grupo, relegando al individuo a una posición pasiva. Para los procesualistas, lo importante es la cultura y no el individuo, puesto que la conducta de los individuos está supeditada a la cultura y no a las reacciones individuales, que pueden salirse de los límites de la norma; desde esta perspectiva, el cambio es la consecuencia de la selección de actitudes que aumenten la eficacia adaptativa de la cultura. Esta posición es rígida y hasta se podría decir que reaccionaria, en tanto que concibe a la cultura como un sistema extrasomático y determinista de la conducta, que restringe el accionar de los individuos a hechos que puedan beneficiar a la totalidad de la sociedad, aunque dichas acciones conlleven el sacrificio de la libertad individual; empero; realmente el individuo y la sociedad son dos fenómenos que no pueden existir el uno sin el otro, en tanto que la sociedad está compuesta de individuos y los individuos necesitan a la sociedad para su supervivencia (Hernando, 2002:32). Y este ha sido el gran error de las diferentes corrientes teóricas, tratar al individuo y a la sociedad como diferentes objetos de estudio.

Luego, si ambas escalas están contenidas la una en la otra y viceversa, para entender la evolución hay que entender como se constituye la relación entre individuo y sociedad, tanto en términos materiales como ideológicos. Aunque no es nuestro objetivo profundizar en las diferentes posiciones teóricas, es conveniente recordar que el área cognitiva se ha convertido en objeto de estudio tanto para la escuela procesualista como para la postprocesualista. La arqueología procesual en su versión cognitiva, ha tratado de acceder a los aspectos simbólicos del registro material, pero no han modificado su estructura lógica en la medida en que tratan de relacionar los cambios culturales, principalmente en el campo de la organización socioeconómica, con los cambios en las estructuras mentales a través del significado de los símbolos. El problema de su posición, según Hernando (2002:37) es que asumen “que el orden racional de los grupos de la prehistoria fue el mismo que el del presente”, al no separar las sociedades del presente con las del pasado, se está anulando la identidad del otro.

Por su parte, la arqueología postprocesual, a pesar de las críticas hacia el procesualismo, ha terminado actuando de forma similar, la única diferencia es que rechazan que el significado ideacional esté autocontenido en los elementos del registro arqueológico. Por el contrario, para los postprocesualistas, el significado de los objetos es muy voluble y varía según el contexto particular, incluso dentro de una misma sociedad la percepción

Page 118: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-118-

Aceituno y Loaiza

cognitiva puede variar enormemente; empero, a la hora de otorgar significado al registro arqueológico no han logrado resolver la tensión entre pasado y presente, ya que, en última instancia, la interpretación arqueológica está sesgada por la subjetividad del investigador.

En un intento por superar las limitaciones de las posiciones procesuales y postprocesuales para acceder al orden ideacional del registro arqueológico, Hernando (2002) propone hacer una arqueología de la identidad, la cual pretende “averiguar el modo en que los grupos del pasado se concebían a sí mismos y a su posición del mundo, es decir, a comprender su orden de racionalidad” (Hernando, 2002:45). Los dos presupuestos básicos de esta autora son: el primero, que la concepción del mundo de los otros en el pasado difiere a la del presente; el segundo, que para establecer la racionalidad de los individuos del pasado es necesario establecer las condiciones intrínsecas de racionalidad (Hernando, 2002: 46-47). Dicho con otras palabras, el verdadero reto de esta propuesta es lograr establecer las condiciones contingentes que propiciaron un determinado patrón racional. Aplicando el principio de consiliencia, partimos del presupuesto que bajo condiciones culturales similares, aumentan las probabilidades de que la percepción del mundo que proyectan los individuos en su mundo habitual, contenga elementos comunes. Si bien es preciso advertir que este presupuesto no intenta anular la identidad particular de las culturas, tampoco hay que negar la existencia de patrones culturales, consecuencia de la intersección de factores biológicos, tecnológicos e ideológicos que posibilitan patrones de racionalidad compartidos por entre muchas culturas. Adoptando como consumidores la propuesta de Hernando, compartimos la idea de que existe una relación entre el cambio y la percepción temporal que tienen las sociedades. En las sociedades de pequeña escala, el concepto tiempo es una dimensión cuyo significado depende de cómo se construye el binomio naturaleza cultura, relación que a su vez depende de tipo y grado de control sobre el medioambiente (Hernando, 2002:53). Por lo tanto, la propuesta es que en el orden ideacional, podemos encontrar elementos para explicar, en términos evolutivos, el tiempo transcurrido entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio, en la región del Cauca medio. Dada la continuidad y estabilidad diacrónica que exhibe el registro arqueológico en esta región, no deja de surgirnos la pregunta sobre los factores que posibilitaron dicha estabilidad evolutiva durante tanto tiempo. Ante semejante reto y dada la escasez de información, no pretendemos dar respuesta a una pregunta que no tenemos ni siquiera la certeza absoluta de que la hayamos planteado correctamente, debido a la ceguera que nos produce el registro arqueológico; por lo cual, simplemente vamos a poner en escena como se teje la relación naturaleza cultura y como se percibe el tiempo en sociedades de pequeña escala, con el fin de entender la

estructura de algunos condicionantes culturales, que como en el presente, pudieron haber funcionado en el pasado.

Como hemos señalado, la construcción del orden temporal depende de la relación naturaleza cultura. En sociedades de pequeña escala, como son los cazadores recolectores y cultivadores itinerantes, la relación con la naturaleza no se reduce a una mera relación técnica, como ha hecho occidente en base a su supuesta superioridad otorgada por los instrumentos de la ciencia, sino que su relación es también simbólica, a través de la cosificación de lo sagrado y lo moral en las entidades del mundo natural.

Por medio de trabajos etnográficos en sociedades indígenas, principalmente amazónicas, varios autores han planteado que para muchos grupos humanos de esta región del mundo, la naturaleza no existe como un dominio completamente separado de la cultura. Según Descola (2001), a pesar de que existen herramientas cognitivas universales a la especie humana, no se puede generalizar una percepción sobre el mundo que surge en occidente y que hace parte fundamental de su andamiaje cognitivo. De este modo, el dualismo naturaleza cultura, como dominios ontológicos contrapuestos, es el producto de la contingencia histórica del mundo occidental y no puede ser generalizada como lógica para otros grupos humanos (Descola, 2001:109). En sociedades tradicionales la naturaleza está en un mismo nivel ontológico y es moralmente incorrecto pensar que el hombre es una creación superior, como sucede en el pensamiento occidental. En este tipo de sociedades, sin nuestra concepción dualística, los humanos perciben a las entidades naturales como afines o familiares y establecen su relación con la naturaleza desde una perspectiva moral, lo que determina que las relaciones con las entidades naturales no sean unívocas ni unidireccionales (Echeverri, 2001); así, mientras en algunos casos, se manifiestan en forma de reciprocidad, en otros, de depredación (Echeverri, 2001), dependiendo del grado de moralidad proyectado a los entes de la naturaleza, pues mientras algunos seres son fuentes de virtudes y bondades, otros lo son de peligros y desgracias.

En el siglo XIX, con el triunfo de la Razón Universal, Occidente entra de lleno en la modernidad. La naturaleza no humana, definitivamente, se convirtió en un sujeto separado de la humana, en una fuente de conocimiento que derivó en un instrumento de poder a través de su manipulación científica, convirtiéndose a partir de este momento en la base del desarrollo de Occidente. La teoría de la evolución revolucionó la mentalidad de la época, primero, dando paso a un nuevo hombre, a un hombre sin Dios sujeto a las mismas leyes de la naturaleza que rigen el resto del Universo y, segundo, convirtiendo al cambio en la medida de las explicaciones científicas (Hernando, 1999:24). El evolucionismo caló profundamente en las estructuras mentales de Occidentes, en la medida en que se

Page 119: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-119-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

construyó una idea de tiempo marcada, no por el principio del eterno retorno, sino por el principio del cambio, ordenado en escalas de medición cronológicas, que a su vez sirvieron para medir el progreso de las sociedades.

Para la sociedad de la época, el desarrollo tecnológico se convirtió en la medida del progreso de las culturas; el concepto de desarrollo llegó a ser sinónimo de moral: los pueblos más evolucionados eran a su vez los más morales, lo que les posicionaba más cerca de Dios, una entidad moralmente perfecta. Para la mentalidad evolucionista de la época, el fin de la humanidad era la superación de estados inferiores de desarrollo, en donde el progreso era parte de la esencia de la naturaleza humana y estaba determinado por una ley natural. Esta mentalidad esencialista legitimó, por una parte, todo tipo de manipulación y abusos sobre la naturaleza y, por otra parte, todas las acciones civilizadoras de Occidente sobre el resto del mundo, con el fin de que todos los pueblos alcanzaran el progreso de Occidente, mediante la superación y abandono de estados culturales ignominiosos.

En sociedades cuyo orden racional no se construye bajo los parámetros dualistas occidentales, la percepción del tiempo es muy probable que sea diferente. Veamos por qué. En los pueblos tradicionales, el cambio no representa ninguna medida de progreso, antes todo lo contrario; el cambio es sinónimo de incertidumbre, puede acarrear riesgo, desgracias y poner en peligro la supervivencia de los individuos. Hernando (2002:70-73), en su seminal libro “Arqueología e Identidad”, plantea que lo que condiciona a las sociedades de pequeña escala vivir en un continuo presente es su escasa complejidad socioeconómica. Las sociedades que no han desarrollado los medios instrumentales suficientes para llegar a determinado grado de control de la naturaleza, temen los efectos de un futuro amenazante por la falta de dominio sobre los fenómenos naturales. Solamente, cuando las sociedades logran confiar más en su capacidad de trabajo que en lo que la naturaleza les provee, se dan las condiciones para que se produzca una brecha en la mentalidad de los individuos, dejando atrás un futuro amenazante para dar paso, a un futuro expectante (Hernando, 2002:72).

Lo que subyace en esta tesis es que existe una relación entre capacidad tecnológica y cómo se construye el concepto de tiempo, percepción que desde un punto de vista ideológico es un potente factor condicionante del cambio cultural. En este sentido, la construcción del tiempo depende de como se vive la relación naturaleza cultura, que a su vez guarda una estrecha relación con el modo tecnológico de relacionarse con la naturaleza.

Estudiosos de la ecología en el Neotrópico, proponen diferentes formas de relación ideológica con la naturaleza. Descola (2001:108), uno de los máximos representantes de la ecología simbólica, define dos esquemas de identificación

de la “otredad” en sociedades no occidentales: el totemismo y el animismo. En el primero, hay una discontinuidad entre las especies naturales y los seres humanos, que es utilizada para organizar conceptualmente un orden segmentario para delimitar unidades sociales (Lévi-Strauss, 1965). En el segundo se “dota a los seres naturales de disposiciones y atributos sociales” (Descola, 2001:108). Como ya anotamos en el apartado sobre ecología, en ambas concepciones, “el hombre está en la naturaleza y la naturaleza en el hombre” (Zalabata, 2003); es decir, la naturaleza no se concibe como una realidad separada de la cultura. Sin embargo, dentro de este esquema la percepción de la naturaleza no es unívoca, en tanto que en la taxonomía de estos pueblos tienen cabida tanto entidades benefactoras como malignas.

El animismo adopta dos modos de relación22 : reciprocidad y rapacidad o depredación (Descola, 2001). En el primero, los humanos y no humanos son equivalentes y afines, y todas las acciones sobre la naturaleza, basadas en un principio de reciprocidad, deben ser concertadas, a través de la agencia del chamán (Echeverri, 2001). Los Tukanos y los Desana son un ejemplo de este modo de relación; para estos grupos, la biosfera es un circuito cerrado de energía finita, en donde los animales son un eslabón fundamental en el proceso procreativo de la propia biosfera, en el cual hombre y animal se integran; razón por la cual toda acción contra los animales debe ser retribuida o compensada de alguna forma para asegurar el equilibrio del flujo de energías (Reichel-Dolmatoff, 1986; Echeverri, 2001).

En la depredación, el origen del mal se encuentra en entidades de la naturaleza, que a pesar de tener alma, son causantes de males y enfermedades, lo que justifica su depredación como un acto de venganza; contrario al modelo de reciprocidad, los no humanos no son retribuidos23 . En Colombia, como casos de este tipo podemos citar a los Muinane (Londoño, 2004) y a los Uitoto (Echeverri, 2001); en Ecuador, está el caso de los Jíbaro. Estos grupos comparten el hecho de que a pesar de que consideran a los animales como seres con alma, son moralmente inferiores, porque causan males a la “gente verdadera”, por lo cual no debe haber reciprocidad con ellos y, por el contrario, deben ser depredados (Londoño, 2004:124).

En estos pueblos, ante la ausencia de escalas temporales lineales, tiende a prevalecer una visión mítica del pasado (Hernando, 1999:19). El mito es una construcción de

22 Es importante resaltar, que estos modos de relación son modelos que se han elaborado para grupos humaos específicos, por lo tanto, al igual que la dicotomía naturaleza cultura, no pueden ser universalizados, aunque puedan ser aplicados a otros grupos diferentes a los mencionados, mediante el ejercicio de la analogía.23 Las tribus jíbaras del oriente ecuatoriano son un ejemplo de este modo de percepción.

Page 120: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-120-

Aceituno y Loaiza

un tiempo y un espacio que, aunque no es visible ni corpórea, está siempre presente en el imaginario de los individuos, en la medida en que sirve para apaciguar la angustia existencialista sobre el origen y la identidad de los individuos (Hernando, 2002: 89-91); es decir, cumple la misma función que la historia y la arqueología en Occidente: legitima y da identidad al presente. A diferencia de Occidente que representa la realidad a través de signos abstractos y arbitrarios, como son los instrumentos de medición, los pueblos que no han desarrollado los instrumentos necesarios para descifrar la lógica de funcionamiento de la realidad, representan la realidad a partir de fenómenos y realidades contenidas en la realidad que se quiere representar (Hernando, 2002:54). Y esto es precisamente el mito, una representación metonímica de la realidad (Hernando, 2002:54) que se construye con elementos de la propia naturaleza que se pretende representar. A diferencia de la historia y otras representaciones científicas que se ordenan en escalas de causa y efecto, el mito elige el espacio como la dimensión donde ordena sus parámetros.

Lo relevante para nuestros propósitos, es que el mito cumple las mismas funciones que para nosotros la historia, pero a diferencia de ésta que usa instrumentos y escalas de medición, el mito siempre está presente y sus referencias son estáticas e inamovibles, porque además son sacralizadas (Hernando, 2002:91); el mito no necesita ninguna escala temporal para actualizarse, siempre esta presente. Luego si el mito constituye el discurso oficial que explica la lógica del mundo natural, es lógico pensar éste debe mantenerse y que el cambio no esté arraigado en la ideología (Gómez, 2002), simplemente porque no se concibe como progreso, antes puede suceder todo lo contrario, el cambio puede ser peligroso, porque no está contemplando en el mito. En estos esquemas mentales, el mito como método de explicar el mundo, el tiempo y la cultura local, tiene un efecto inhibidor sobre el cambio, en la medida en que como explicación que regenta el orden natural de la cultura no usa parámetros temporales para su existencia en la mente de los individuos, de modo que el mundo que encierra el mito siempre está presente y es actual, ocupa un espacio paralelo al mundo sensorial de los individuos. La supervivencia está amarrada a un presente eterno y no a un presente cambiante.

El problema del ensayo de Hernando es que su planteamiento es dualista. La autora reproduce uno de las ideas más clásicas sobre las sociedades simples, de que éstas viven en el tiempo del mito y, por lo tanto, según Lévi Strauss (tomado de Gómez, 2002) son sociedades frías que se mantienen en el cero de la temperatura histórica. La presunción clásica de que estos pueblos viven plenamente en el tiempo del mito, significa como bien plantea Echeverri (2001) que la acción de los individuos está determinada por la estructura; es decir, por el conjunto de normas sociales que diferencian unos

grupos de otros, es obvio que en este esquema el mito actúa como una norma determinante de la acción de los individuos. El problema de esta perspectiva no es el mito en sí mismo y su incidencia cotidiana, sino que niega la praxis de los individuos; es decir, la posibilidad de variaciones individuales respecto a la norma, que contrarrestan el peso normativo de la cultura; en última instancia, al anteponer la estructura a la praxis de los individuos, se está negando la posibilidad del cambio. En síntesis, la dicotomía entre sociedades atemporales y sociedades históricas, no es más que un reflejo más del pensamiento dualista clasificatorio de occidente, según el cual los “otros” o “ellos” no son más que objetos científicos (Gómez, 2002) al servicio de la antropología para someterlos a toda clase de estudios comparativos.

La idea de sociedades atemporales no se sostiene, ni ante los datos arqueológicos ni ante los datos etnográficos; por ejemplo, datos etnohistóricos en la Amazonía demuestran que dichos pueblos poseen historia, de manera que la cuestión, como bien plantea Gómez (2002), es “develar las formas particulares en las cuales mito e historia se presentan, se relacionan en sociedades específicas”. Lo importante es que la dicotomía historia y mito no puede ser mantenida, lo cual no significa negar la carga ideológica del mito como determinante de la acción de los individuos. Por eso mismo, la idea central no es que existen pueblos “fríos” sin historia, inmersos en el mundo atemporal del mito, sino que el pensamiento mítico es un potente inhibidor ideológico del cambio que tiene que convivir con un mundo cambiante, que en Occidente llamamos histórico.

Por la naturaleza de nuestros datos, es obvio que estas alturas el lector se pregunte sobre la validez de las ideas anteriores, dada la naturaleza difusa y esquiva de nuestro objeto de estudio. El problema es como otorgar validez a las anteriores ideas, ya que en nuestro caso no tenemos documentos ni un registro contemporáneo para poner a prueba la hipótesis sobre la relación estructural entre pensamiento mítico y concepción del tiempo. En el Cauca medio, los datos sugieren unas formas de vida tradicionales que hunden sus raíces en el Pleistoceno final, incluso entre el c.5800 y el c.4300 hay un vacío en los datos de 1500 años que puede reflejar, incluso una situación de crisis en las poblaciones locales, pero que todavía no hemos podido ni probar con certeza, ni determinar las posibles causas, pero al menos hemos comenzado a identificar algunos cambios en la huella ecológica de la región.

En consecuencia, lo máximo a lo que podemos aspirar es a reconstruir el escenario de vida de los primeros pobladores del Cauca medio, donde el mito pudo coexistir con otras formas de pensamiento. En términos evolutivos, entre el c.10.100 y el c.4000 a.P se observa una gran continuidad cultural tecnológica en la forma de

Page 121: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-121-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

relacionarse con la naturaleza. En este escenario, sería muy fácil concluir que los cazadores recolectores del Cauca medio construyeron una relación con la naturaleza basada en la metonimia y no en la metáfora, si asumimos la relación estrategia económica percepción del tiempo; de ser así tendríamos la fórmula que explicaría la baja tasa de cambio que observamos en el período precerámico de la región; empero, creemos que dicha conclusión es reduccionista porque en cierta manera lleva implícita la idea de que tales grupos no cambiaron debido a que su vida estaba supeditada a la naturaleza. Lo cual pensamos que no fue así. Veamos por qué.

Entre finales del Holoceno temprano y medio (c.7000-c.4000) los datos indican mayores niveles de domesticación del bosque, lo que en términos de la praxis ecológica, supone un incremento de la huella ecológica humana en el área de estudio que se traduce en un mayor control de los recursos alimenticios, incluyendo plantas y animales. El incremento de la intervención humana y la presión hacia recursos de alta preferencia contradice el principio de que las sociedades metonímicas tienden a vivir en un presente eterno, dada la imprecisión que puede traer un futuro expectante. Esto se debe a que un incremento de la predictibilidad de los recursos conlleva un cambio en la percepción del tiempo ecológico, en la medida en que la supervivencia no descansa en un presente estático, inmóvil, sino en un presente expectante que se logra anticipar mediante un mayor conocimiento y control sobre los ciclos de la naturaleza. En esta supuesta escena, se daría una tensión entre estructura y praxis (Echeverri, 2001), en la medida en que se estarían danto cambios diarios que entraría en tensión con la estructura ideacional anclada en la existencia de los individuos; sin embargo, no podemos caer en un determinismo tecnológico, según el cual nuevas técnicas de explotación acarrean directamente cambios en la percepción del tiempo, sobre todo en nuestro caso que estamos en niveles de producción de pequeña escala, aunque hayamos logrado entrever ciertos niveles de intensificación a lo largo del período de estudio. La cuestión es cómo las sociedades, inmersas en sus redes socioeconómicas, construyen su futuro, por

ejemplo, si éste se estructura en torno a un principio cíclico de constante estabilidad o puede llegar a producir un efecto más contundente, si el futuro no se restringe a un presente proyectado, sino a un futuro cambiante, en donde la memoria histórica ya deja de marcar el punto de regreso para ser el punto de partida.

Hernando en su tesis, plantea que se pase de un presente alargado a un futuro expectante se debe producir un cambio en los mecanismos o instrumentos de control de la naturaleza. Mientras más complejos y eficientes sean los mecanismos de alteración de la naturaleza, más posibilidades de que se altere el presente y el cambio no sea concebido como un fenómeno arriesgado. Sin embargo, la cuestión es que las sociedades no actúan sobre una conciencia evolutiva, en tanto que el grado de predicción ni siquiera sobre un futuro inmediato es alto. De este modo, no creemos en una conciencia evolutiva ni siquiera a corto plazo, pero tampoco en un temor al cambio, además los mitos corren el riesgo de que si no se actualizan son retrogrados. Las sociedades no pueden vivir amarradas únicamente a sus mitos, ya que o se actualizan o dejan de tener sentido, la naturaleza y la cultura cambian. En el Cauca medio y de forma muy preliminar, simplemente podemos decir que en las relaciones ecológicas hubo cambios de baja intensidad. La tecnología es solamente una fracción del cambio, que es la más aprensible empíricamente en perjuicio de los factores idiosincrásicos, más invisibles arqueológicamente y en muchos casos únicamente son abarcables desde la analogía etnográfica.

Al menos podemos dejar sentado que la gente del Cauca medio, en su devenir diario tuvieron que enfrentar las tensiones producidas, por una parte, por la carga ideológica heredada de sus ancestros, ya sea mítica u otra categoría y, por otra parte, por los cambios producidos en su relación con el medio, dado por un mayor conocimiento ecológico y mayores niveles de domesticación, que de forma flexible se fueron introduciendo en el habitus diario de las personas, lo que al menos debió alterar la concepción cíclica de la ecología del bosque.

Page 122: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio
Page 123: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-123-

REFERENCIAS CITADAS

Aceituno, F. J., 2001. Ocupaciones tempranas del bosque tropical subandino en la Cordillera Centro-occidental de Colombia. Tesis Doctoral. Madrid: Facultad de Geografía e Historia. Universidad Complutense de Madrid. Manuscrito sin publicar

Aceituno, F. J., 2002: Interacciones fitoculturales en el Cauca medio durante el Holoceno temprano y medio. Arqueología del Área Intermedia, 4, pp. 89-113.

Aceituno, F. J. y Castillo, N., 2005. Strategies of mobility in the Middle Range ofStrategies of mobility in the Middle Range of Colombia. Before Farming, 2005/2.

Aceituno, F. J. y Loaiza, N., 2006. Estructura interna yF. J. y Loaiza, N., 2006. Estructura interna y movilidad en sitios tempranos en el valle del río San Eugenio en la Cordillera Central de Colombia. Arqueología del Área Intermedia (En evaluación).

Acevedo, E., 1964. Colombia. En VVAA. Geografía de América: países andinos Colombia, Ecuador y Venezuela. Tomo VI. Barcelona: Montaner y Simón.

Ammerman, J. A. y Cavalli-Sforza L L., 1984. A population model for the difusión of early farming in Europearly farming in Europe. Princeton: Princenton University Press.

Anthony, D. W., 1990. Migration in archaeology: the baby and de bathwater. American Anthropologist, 92 (4), pp. 895-914

Ardila, G. y Politis, G., 1989. Nuevo datos para un viejo problema. Boletín del Museo del Oro, 23, pp. 3-45.

Bailey, R., Head, G., Jenike, M., Owen, B., Rechtman R., y Zechenter, E., 1989. Hunting and gathering in tropical rain forest: is it possible?. American Anthropologist, 91, pp. 59-82.

Bailey, R. y Headland, T., 1991. The tropical rain forest: is it a productive environment for human foragers? Human Ecology, 19 (2), pp. 261-283.

Balée, W., 1989. The culture of Amazonian forests. Advances in Economic Botany, 7, pp. 1-21.

Balée, W., 1998. Historical ecology: premises and postulates. En W. Balée ed. Advances in historical ecology. New York: Columbia University Press, pp: 13-29

Balée, W., 1999. The Siriono of the Llanos de Mojos, Bolivia. En R. Lee y R. Daly eds. The Cambridge encyclopedia of hunter-gatherers. Cambridge: Cambridge University Press, Cambridge. pp: 105-118

Balée, W., y Gely, A. 1989. Managed forest succesion in Amazonia: the Ka’apor case. Advances in Economic Botany, 7, pp. 129-158

Barnard, A., 1999. Images of hunters and gatherers in European social thought. En R. Lee y R. Daly eds. The Cambridge encyclopedia of hunter-gatherers. Cambridge: Cambridge University Press, Cambridge. pp. 374-383.

Barse, W. P., 1995. EL período arcaico en el Orinoco y su contexto en el norte de Sud América. En I. Cavelier y S. Mora eds. Ámbito y ocupaciones tempranas de la América Tropical. Bogotá: Fundación Erigaie, Instituto Colombiano de Antropología. Bogotá. pp. 99-114.

Bauchet, S., Mckey, D., y De Garine, I., 1991. Yams revisited: is Independence from agriculture possible for rain forest hunter-gatherers? Human Ecology , 19 (2), pp. 213-243.

Beck, C., Taylor, A. K., Jones, G. T., Fadem, C. M., Cook, C. R. y Millward , S. A., 2002. Rocks are Heavy: Transport Costs and Paleoarchaic Quarry Behavior in the Great Basin. Journal of Anthropological Archaeology, 21, pp. 481-507

Page 124: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-124-

Aceituno y Loaiza

Bernabeu, J.; Aura J. E. y Badal, E., 1991. Al oeste del Edén. Las primeras sociedades agrícolas en la Europa mediterránea. Madrid: Editorial Síntesis

Berrío, J. C., Boom, A, Botero, P., Herrera, L.F., Hooghiemstra, H., Romero, F. y Sarmiento, G., 2001. Multi-disciplinaryMulti-disciplinary evidence of the Holocene history of a cultivated floodplain area in the wetlands of northern Colombia. Vegetation History and Archaeobotany, 10, pp. 161-174.

Bettinger, R. L., 1991. Hunter-Gatherers: archaeological and evolutionary theory. New York: Plenum Press

Bettinger, R. L., y Baumhoff, M., 1982. The Numic spread: Great Basin cultures in competition. American Antiquity, 47 (3), pp. 485-503.

Binford, L., 1979. Organization and formation processes: looking at curated technologies. Journal of Anthropological Research, 35, pp. 255-273.

Binford, L., 1980. Wilow smoke and dog’s tails: hunter-gatherer settlement systems and archaeological site formation. American Antiquity, 45, pp. 1-17.

Binford, L., (1987): Researching Ambiguity. En S. Kent ed. Method and theory for activity and research. New York: Columbia University Press. pp. 449-512

Binford, L., 1988. En busca del pasado. Barcelona: Editorial Crítica.

Binford, L., 2001. Constructing frames of reference. An analytical method for archaeological theory building using hunter-gatherer and environmental data sets. Berkeley: University of California Press.University of California Press.

Boeda, E., 1991. Approche de la variabilité des systemes de production lithiques des industries du Paleolithique Inferieur et Moyen: chronique d´une variabilité attendue. Techniques et Culture, 17-18, pp. 37-39.

Boone, J. L., 2002. Subsistence strategies and early human population history: an evolutionary ecological perspective. World Archaeology, 34 (1), pp. 6-25.

Bryan, A. L., 1986. Paleoamerican prehistory as seen from South America. En A. L. Bryan ed. New evidence for the Pleistocene peopling of the Americas. Orono: Center for the study of early Americans University of Maine. pp. 1-14.

Bray, W., 1995. Searching for environmental stress: climatic and anthropogenic influences on the landscape of Colombia. En P. W. Stahl ed. Archaeology in the lowland american tropics. Cambridge: Cambridge University Press. pp. 96-112

Bryan, A., Casamiquela, J., Cruxent, J., Gruhn, R. y Oschsenius, C., 1978. El Jobo: an mastodon kill at Taima-Taima. Science, 200, pp. 1275-1277.

Burbano M., 2003. Multiplicación de material vegetal de especies silvestres y domesticadas del género Manihot y estudio de su resistencia natural a tres plagas de cultivo (Mononychellus tanajoa, Aleurotrachelus sociales, Phenacoccus herreni) en condiciones controladas de temperatura y humedad relativa. Trabajo de grado inédito. Universidad del Valle, Facultad de Ciencias: Cali. Manuscrito sin publicar.

Caballero, R, 1995. La etnobotánica en las comunidades negras e indígenas del delta del río Patía. Medellín: Colección Biblioteca Abya-Yula.

Cabrera, G.; Frankly, C.; Mahecha, D., 1999. Los Nukak: los nómadas de las Amazonía Colombiana. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Cano, M. C., 2001. Reconocimientos arqueológicos en los municipios de Marsella, Dosquebradas y Pereira (Risaralda). En V. González y C. A. Barragán eds. Arqueología preventiva en el Eje Cafetero. Reconocimiento y rescate arqueológico en los municipios jurisdicción del Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero, FOREC. Serie Ordenamiento Territorial y Reconstrucción del Eje Cafetero. Volumen XI: Patrimonio Arqueológico en el Ordenamiento Territorial. Bogotá: Convenio ICANH – FOREC – SECAB. pp. 39-50

Page 125: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-125-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Cano, M. C., 2004. Los primeros habitantes de las cuencas medias de los ríos Otún y Consota. En C. E. López y M.C. Cano eds. Cambios ambientales en perspectiva histórica Ecorregión del Eje Cafetero Volumen I. Pereira: Universidad Tecnológica de Pereira- Programa Ambiental GTZ. pp. 68-91

Cárdenas, D. y Politis, G., 2000. Territorio, movilidad, etnobotánica y manejo del bosque de los Nukak Orientales. Colección de Estudios Antropológicos No 3. Bogotá: Universidad de los Andes.

Cashdan, E., 1983. Territoriality among human foragers: ecological models and an application to four Bushman groups. Current Anthropology, 24 (1), pp. 47-66.

Castellanos, H.G., 2001. La cacería de subsistencia en bosques húmedos del neotrópico sudamericano: un análisis y perspectiva regional. Boletín de Antropología, 15 (32), pp. 73-87.

Castillo, N., Aceituno, Fj., Cardona, L.C., Pino, J., Forero, J.C. y García, D., 2000. Programa de Arqueología de Rescate Porce II. Etapa de Análisis e Interpretación. Informe Final. Empresas Públicas de Medellín-Universidad de Antioquia: Medellín. Manuscrito sin publicar.

Castillo, N. y Aceituno, F. J., 2000. Un modelo de ocupación durante el Holoceno temprano y medio en el noroccidente colombiano: el valle medio del río Porce. Arqueoweb, 2 (2), pp. 4-26.

Castillo, N. y Aceituno, F. J. , 2006. El bosque domesticado, el bosque cultivado: un proceso milenario en el valle medio del Río Porce en el Noroccidente colombiano. Latin American Antiquity, 17 (4). En prensa.

Cavelier, I., Rodríguez, C., Herrera, L., Morcote, G. y Mora, S., 1995. No solo de la caza vive el hombre ocupación del bosque amazónico, holoceno temprano. En I. Cavelier y S. Mora eds. Ámbito y ocupaciones tempranas de la América Tropical. Bogotá: Fundación Erigaie, Instituto Colombiano de Antropología. pp. 27-44.

Chapa, T., Uriarte, A., Vicent, J. M., Mayoral, V. y Pereira, J., 2003. Propuesta metodológica para una prospección arqueológica sistemática: el caso del Guadiana Menor (Jaén, España). Trabajos de Prehistoria 60 (1), pp. 11-34.

Chapman, J., 1997. Places as timemarks-the social construction of prehistoric landscapes in Eastern Hungary. En G. Nash ed. Semiotics of landscape: archaeology of mind. BAR International Series 661. pp. 31-45

Chase, A. K., 1989. Domestication and domiculture in northern Australia: a social perspective. En D. R. Harris y G. C. Hillman eds. Foraging and farming. The evolution of plant exploitation,. London: Unwin Hyman. pp. 42-54

Children, G. H. y Nash, G., 1997. Establishing a discourse: the language of landscape. En G. Nash ed. Semiotics of landscape: archaeology of mind. BAR International Series 661. pp. 1-14

Cooke, R. y Ranere, A., 1992. Prehistoric human adaptations to seasonally dry forests of Panama. En I. Glover ed. World Archaeology, 24 (1), pp. 114-133

CORANTIOQUIA-GAIA, 2000. Territorios culturales, contextualización y ubicación de los asentamientos Aburraes. Medellín: Programa de poblamiento impacto y dinámicas territoriales. Manuscrito sin publicar.

Correa, F., 1987. Indígenas horticultores del Vaupés. En F. Correa ed. Introducción a la Colombia amerindia. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología. pp. 109-134.

Correa, F., 1993a. Introducción. En F. Correa, ed. La selva humanizada. Bogotá: CEREC Instituto Colombiano de Antropología, Fondo FEN. pp. 17-38.

Correa, F., 1993b. La reciprocidad como modelo cultural de la reproducción del medio y la sociedad Taiwano. En F. Correa, ed. La selva humanizada. Bogotá: CEREC Instituto Colombiano de Antropología, Fondo FEN. pp. 87-107.

Correal, G., 1979. Investigaciones arqueológicas en los abrigos rocosos de Nemocón y Sueva. Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Banco de la República.

Page 126: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-126-

Aceituno y Loaiza

Correal, G., 1981. Evidencias culturales y megafauna pleistocénica en Colombia. Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Banco de la República.

Correal, G., 1986. Apuntes sobre el medio ambiente pleistocénico y el hombre prehistórico en Colombia. En A. Bryan ed. New evidence for the Pleistocene peopling of the Americas. Orono: Center for Study of Early Man, University of Maine. pp. 115-131.

Correal, G., Van der Hammen, T. y Lerman, J. C. 1973. Artefactos líticos de abrigos rocosos en El Abra. Revista Colombiana de Antropología, 14, pp. 9-46.

Correal, G. y Van der Hammen, T., 1977. Investigaciones arqueológicas en los abrigos rocosos del Tequendama. 12000 años de historia del hombre y su medioambiente en la altiplanicie de Bogota. Bogotá: Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular.

Correal, G., 1993. Nuevas evidencias culturales pleistocénicas y megafauna en Colombia. Boletín de Arqueología, 8 (1), pp. 3-13.

Cortés, L., 1978. Los suelos en Colombia y su aptitud de uso. Colombia Geográfica, 6 (1), pp. 19-30.

Cowan, F., 1999. Making sense of flake scatters: lithic technological strategies and mobility. American Antiquity, 64 (4), pp. 593-607.

Criado, F. 1999. Del terrero al espacio: planteamientos y perspectivas para la arqueología del paisaje. CAPA 6.

Cruxent, J. M. y Ochsenius, C., 1979. Paleo-Indian studies in northen Venezuela. En C. Ochsenius y R. Gruhn eds. Taima Taima. A late Paleoindian kill site in Northernmost South America. Final reports or the 1976 excavations. Federal Republic of Germany/South American Quaternary Documentation, pp. 9-13.

CSIC, 2006. Reporte de fechas radiocarbónico: yacimientos Jazmín y San Germán II. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Manuscrito sin publicar

Descola, P., 2001. Construyendo naturalezas. Ecología simbólica y práctica social. En P. Descola y G. Palsson eds. Naturaleza y sociedad. Perspectivas antropológicas. México: Editorial. Siglo XXI. pp. 101-123.

Dillehay, T., 1997. ¿Dónde están los restos óseos humanos del período Pleistoceno tardío? Boletín de Arqueología PUCP, 1, pp. 55-63. Dillehay, T., 2003. Las culturas del Pleistoceno tardío de Suramérica. Maguaré, 17, pp. 15-45.

Dillehay, T., Ardila, G., Politis, G., y Beltrao, M. C., 1992. Earliest hunters and gatherers of South America. Journal of World Prehistory, 6 (2), pp. 145-204.

Dufour, D., 1983. Nutrition in the northwest Amazon: household dietary intake and time-energy expenditure. En R. B. Hames y W. T. Vickers eds. Adaptive responses of native amazonians. New York: Academic Press. pp. 329-356.

Echeverri, J. A., 2001. La naturaleza es bagazo y la humanidad almidón: visión del medio natural desde los grupos que consumen ambil de tabaco. Boletín de Antropología, 15 (32), pp. 13-30.

Erdtman, G., 1952. Pollen morphology and plant taxonomy angiosperms. Estocolmo: Editorial. Almqvist y Wiksell.

Espinal, L. S., 1990. Zonas de vida de Colombia. Medellín: Universidad Nacional de Colombia.

Estébanez, J., 1984. Tendencias y problemática actual de la geografía. Madrid: Cuadernos de estudio, serie: Geografía. Editorial Cincel.

Faegri, K. y Iversen, J., 1950. Textbook of modern pollen analysis. Copenhagen: Editorial Ejnar Munksgaard.Ejnar Munksgaard.

Page 127: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-127-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Faught, M. K. y Anderson, D. G., 1996. Across the satrists, down the corridor, around the bend and off the shelf: an evaluation of Paleoindian colonization models. Paper presented at the 61 annual meeting of Society of American Archaeology, New Orleans.

Fiedel, S.J., 2000. The peopling of the New World: present evidence, new theories, and future directions. Journal of Archaeological Research, 8 (1), pp. 39-103.

Flowers, N., 1983. Seasonal factors in subsistence, nutrition, and child growth in a Central Brazilian Indian community. En R. B. Hames y W. T. Vickers eds. Adaptive responses of native amazonians. New York: Academic Press. pp: 357-390.

Fonnegra, R., 1989. Introducción a la palinología. Medellín: Centro de Investigaciones Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Antioquia. Manuscrito no publicado.

Fowler, M. J., 1995. Writting on the countryside. En I. Hodder, M. Shanks, A. Alexandri, V. Buchli, J. Carman, J. Last y G. Lucas eds. Interpreting archaeology. Finding meaning in the past. London y New York: Routledge. pp. 100-109.

Gálvez, A., 1997. El binomio maíz-plátano: alimentación y símbolos en la cultura Emberá. Boletín de Antropología, 11 (27), pp. 55-69.

Gil, A. F., 2002. El registro arqueológico y la ocupación humana de La Payunia. En A. F. Gil y G. A. Neme eds. Entre montañas y desiertos: arqueología del sur de Mendoza. Buenos Aires: Sociedad Argentina de Antropología. pp. 103-139.

Gnecco, C., 1990. El paradigma Paleoindio en Suramérica. Revista de Antropología y Arqueología, 6 (1), pp. 35-78.

Gnecco, C., 1995. Movilidad y acceso a los recursos de cazadores recolectores prehispánicos: el caso del valle de Popayán. En I. Cavelier y S. Mora eds. Ámbito y ocupaciones tempranas de la América tropical. Bogotá: Fundación Erigaie, Instituto Colombiano de Antropología. pp. 59-72.

Gnecco, C., 2000. Ocupación temprana de bosques tropicales de montaña. Popayán: Editorial Universidad del Cauca.

Gnecco, C., 2003. Agrilocalities during the Pleistocene/Holocene transition in Northern South America. En M. Salemme,M. Salemme, N. Flegenheimer y L. Miotti eds.. The south winds blow, ancient evidence of paleo south americans. Corvalis: Center for the Study of the First Americans, Texas A y M University Press. pp. 7-12.

Gnecco, C. y Salgado, H., 1989. Adaptaciones precerámicas en el suroccidente de Colombia. Boletín del Museo del Oro, 24, pp. 35-55.

Gnecco, C. y Mora, S. 1997.Late Pleistocene/early Holocene tropical forest occupations at San Isidro and Peña Roja, Colombia. Antiquity, 71, pp. 683-690.

Gnecco, C. y Aceituno, F. J. 2004. Poblamiento temprano y espacios antropogénicos en el norte de Suramérica. Complutum, 15, pp. 159-161.

Goldberg, P., 1992. Micromorphology, soils and archaeological sites. En V. T. Holliday ed. Soils in archaeology: landscape evolution and human occupation. Washington: Smithsonian Institution. pp. 145-168.

Gombrich, E. H., 2001. Breve historia del mundo. Novena edición. Barcelona: Península.

Gómez, S. 2002. Sobre la historicidad del mito: un ejemplo de las selvas amazónicas. Boletín de Antropología, 16 (33), pp. 147-171.

Gould, S. J., 1999. La vida maravillosa. Barcelona: Editorial Crítica.

Gross, D., 1975. Protein capture and cultural development in the Amazon Basin. American Anthropologist, 77, pp. 526-49.

Page 128: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-128-

Aceituno y Loaiza

Gross, D.R., 1983. Village movement in relation to resources in Amazonia. En R. B. Hames y W. T. Vickers eds. Adaptive responses of native amazonians. New York: Academic Press. pp. 429-450.

Gruhn, R., 1979. Description of the 1976 excavations in Taima-Taima. En C. Ochsenius y R. Gruhn eds. Taima Taima. A late Paleoindian kill site in Northernmost South America. Final reports or the 1976. excavations Federal Republic of Germany/South American Quaternary Documentation, pp. 31-33.

Guhl E., 1975. Colombia: bosquejo de su geografía tropical. Tomo I. Bogotá: Instituto colombiano de cultura, Biblioteca básica colombiana.

Hames, R. B. 1983. The settlement pattern of a Yanomamö population bloc: a behavioral ecological interpretation. En R. B. Hames y W. T. Vickers eds. Adaptive responses of native Amazonians. New York: Academic Press. pp. 393-428

Harris, M., 1981. El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de la cultura. Madrid: EditorialMadrid: Editorial Siglo XXI de España.

Hassan, F.A., 1981. Demographic Archaeology. New York: Academic Press.

Hawkes, K., 1993. Why hunter-gatherers work: an ancient version of the problem with public goods. Current Anthropology, 34, pp. 706-709.

Henao, M. C., 2001. Caracterización de algunos suelos derivados de cenizas volcánicas de la zona cafetera central colombiana. En VVAA. Suelos del Eje Cafetero. Pereira: Facultad de Ciencias Ambientales-Cooperación Alemana al Desarrollo, pp. 57-77.

Hermelin, M., 2001. Las cenizas volcánicas en el paisaje del noroccidente de Colombia. En VVAA. Suelos del Eje Cafetero. Pereira: Facultad de Ciencias Ambientales, Cooperación Alemana al Desarrollo. pp. 16-25

Hernando, A., 1999. Los primeros agricultores de la Península Ibérica. Madrid: Editorial Síntesis.

Hernando, A., 2002. Arqueología de la identidad. Madrid: Editorial Akal.

Herrera, L, Bray, W., Cardale, M. y Botero, P., 1988. Nuevas fechas de radiocarbono para el precerámico en la Cordillera Occidental de Colombia. Paper presented at the 46th Internainal Congreso of Americanists, Amsterdam

Hill, K. y Hawkes, K., 1983. Neotropical hunting among the Ache of eastern Paragüay. En R.B. Hames y W. T. Vickers eds. Adaptive responses of native amazonians. New York: Academic Press. pp. 139-188

Holliday, V. T., 1992. Soils and Holocene: landscape evolution in central and southwestern Kansas: implications for archaeological Research. En V. T. Holliday ed. Soils in archaeology: landscape evolution and human occupation. Washington: Smithsonian Institution. pp. 101-118.

Hurtado, A. y Hill, K., 1990. Seasonality in a foraging society: variation in diet, work effort, fertility, and sexual division of labor among the Hiwi of Venezuela. Journal of Anthropological Research, 46, pp. 293-346.

INTEGRAL, 1997. Arqueología de rescate: vía alterna de la troncal de Occidente río Campoalegre-Estadio Santa Rosa de Cabal. Informe Final. Medellín: INTEGRAL S.A., Ministerio de Transporte, Instituto Nacional de Vías. Manuscrito sin publicar.

INCIVA, 1995-1996. Proyecto de rescate arqueológico, Gasoducto de Occidente, Mariquita-Yumbo. Bogotá: ECOPETROL. Manuscrito sin publicar.

Jaimes, A., 1999. Nuevas evidencias de cazadores-recolectores y aproximación al entendimiento del uso del espacio geográfico en el noroccidente de Venezuela. Sus implicaciones en el contexto Suramericano. Arqueología del Área Intermedia, 1, pp. 83-120.

Jaramillo, A. y Mejía, J.C., 2000. Análisis palinológico de los yacimientos el Jazmín y Guayabito, Departamento de

Page 129: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-129-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Risaralda. Medellín: Manuscrito sin publicar.

Jaramillo, D. F.; Parra, L. N. y González, L. H., 1994. El recurso suelo en Colombia: distribución y evaluación. Medellín: ICNE. Universidad Nacional de Colombia.

Johnson, A., 1983. Machiguenga gardens. En R. Hames y W. T. Vickers eds. Adaptive responses of native amazonians. New York: Academic Press. pp. 29-63.

Kelly, R. L., 1983. Hunter-gatherer mobility strategies. Journal of Anthropological Research, 39, pp. 277-306.

Kelly, R. L., 1995. The foraging spectrum: diversity in hunter-gatherers lifeways. Washington: Smithsonian Institution Press.

Kent, S., 1991.The relationship between mobility strategies and site structure. En E. M. Kroll y T. D. Price eds. The interpretation of archaeological spatial patterning. New York: Plenum Press. pp. 33-60.

Kent, S., 1993. Sharing in an egalitarian Kalahari community. Man, 28 (3), pp. 479-514.

Knapp, A. B. y Ashmore, W., 1999. Archaeological landscapes. En W. Ashmore y A. B. Knapp eds. Archaeologies of landscape. Oxford: Blackwell. pp. 1-30.

Lanata, J. L. y Borrero, L., 1999. The archaeology of hunter-gatherers in South América. Recent history and new directions. En G. Politis y B. Albeti eds. Archaeology in Latin America. London: Routledge. pp. 77-89.Routledge. pp. 77-89.

Lathrap, D., 1970. The upper Amazon. New York: Praeger.Praeger.

Lavallée, D., 2003. The first peopling of the South Pacific American coast during the Pleistocene/Holocene transition-A case study: the Prehistoric campsite of Quebrada de los Burros (Tacna, Perú). En M. Salemme, N. Flegenheimer y L.M. Salemme, N. Flegenheimer y L. Miotti eds.. The south winds blow, ancient evidence of paleo south americans. Corvalis: Center for the Study of the First Americans, Texas A y M University Press. pp. 17-20.

Lévi-Strauss, C., 1965: El totemismo en la actualidad. Reimpresión colombiana. Bogotá: Brevarios, Fondo de Cultura Económica.

Leal, C., 2002. La naturaleza en los estudios sociales. En G. Palacio y A. Ulloa eds. Repensando la naturaleza: encuentros y desencuentros disciplinarios en torno a lo ambiental. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Colciencias. pp, 123-138

Little, P. E., 1999. Environments and environmentalisms in anthropological research: facing new millennium. Annual Review of Anthropology, 28, pp. 253-284.

Londoño, C. D., 2004. Muinane: un proyecto moral a perpetuidad. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia.

López, C. E., 1991. Investigaciones arqueológicas en el Magdalena medio, cuenca del río Carare (Departamento de Santander). Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Banco de la República.

López, C. E., 1995. Dispersión de puntas de proyectil bifaciales en la cuenca media del río Magdalena. En I. Cavelier y S. Mora eds. Ámbito y ocupaciones tempranas de la América tropical. Bogotá: Fundación Erigaie, Instituto Colombiano de Antropología. pp. 73-82.

López, C. E., 1999. Ocupaciones tempranas en las tierras bajas tropicales del valle medio del río Magdalena: sitio 05-Yon-002 Yondó-Antioquia. Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Banco de la República.

López, C. E. y Botero, P., 1993. La edad y el ambiente precerámcio en el Magdalena Medio: resultados de laboratorio del sitio Peñones de Bogotá. Boletín de Arqueología, 1, pp. 3-13.

López, C. E.; Nieto, L. E. y Correcha, H., 1998. Línea de interconexión a 230 kV San Carlos-Comuneros. Medellín:

Page 130: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-130-

Aceituno y Loaiza

Editado por Grupo de Estudios Ambientales Arqueología en estudios de impacto ambiental volumen 2. Interconexión eléctrica S.A (ISA).

Low, S. M. y D., Lawrence-Zuñiga, D., 2004. Locating culture. En S. M. Low and D. Lawrence-Zuñiga eds. The Anthropology of space and place. Oxford: Blackwell Publishing. pp.1-49.

Lynch, T., 1990. ¿Glacial age man in South America? A critical review. American Antiquity, 55 (1), pp. 12-36.

Lynch, T. y Pollock, S., 1981. La arqueología de la Cueva Negra de Chobshi. Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, 1, pp. 92-119.

MacNeish, R. y Eubanks, M., 2000. Comparative analysis of the río Balsas and Tehuacán models for the origin of maize. Latin American Antiquity, 11 (1), pp. 3-20.

Mandel, R. D., 1992. Soils and Holocene landscape in Central and Southwestern Kansas: Implications for archaeological research. En V. T. Holliday ed. Soils in archaeology: landscape evolution and human occupation. Washington: Smithsonian Institution Press. pp. 41-100.

Mather, C., 2003. Shrines and the domestication of landscape. Journal of Anthropological Research, 59 (1), pp. 23-46.

Mayer-Oakes, W., 1986. Early man projectile points and lithic technology in the ecuatorian Sierra. En A.L. Bryan ed. New evidence for the pleistocene peopling of the Americas. Peopling of the Americas. Orono: Centre for the study of early man. University of Maine, pp. 133-156.

Meggers, B. J., 1981. Amazonía hombre y cultura en un paraíso ilusorio. Medellín: Siglo XXI.

Melson, W. G., 1994. The eruption of 1968 ant tephra stratigraphy of Arenal Volcano. En P. D. Sheetss y B. R. Mckee eds. Archaeology, volcanism and remote sensing in the Arenal region, Costa Rica. Austin: University of Texas Press. pp: 25-47.

Meltzer, D. J., 1993. Search for the first americans. Washington: Smithsonian Institution Press.

Monsalve, J. G., 1985. A pollen core from the Hacienda Lusitania. Pro Calima, 4, pp. 40-44.

Morcote, G., Cabrera, G., Mahecha, D., Franky, C. y Cavelier, I., 1998. Las palmas entre los grupos cazadores-recolectores de la amazonía colombiana. Caldasia, 20 (1), pp. 57-74.

Murray, T., 2002. Evaluating evolutionary archaeology. World Archaeology, 34 (1), pp. 47-59.

Nelson, M. 1991. The study of technological organization. En Michael Schiffer ed.y of technological organization. En Michael Schiffer ed. Archaeological method and theory, Vol. 3. New York: Academic Press. pp. 57-100.

Neves, W. A. y Blum, M., 2000. The Buhl burial: a comment on Green et al. Antiquity, 65 (1), pp. 191-193.

O´Brien, M. y Holland, T., 1992. The role of adaptation in archaeological explanation. American Antiquity, 57, pp. 36-59.

O´Brien, M. y Holland, T., 1995. The nature and premise of a selection based archaeology. En P. A. Teltser ed. Evolutionary archaeology methodological issues. Tucson and London: University of Arizona Press. pp. 175-200.

O’Connell, F. y Hawkes, K., 1984. Food choice and foraging sites among the Alyawara. Journal of Anthropological Research, 40 (4), pp. 504-35.

Oliver, J. R. y Alexander, C. S., 2003. Ocupaciones humanas del Pleistoceno terminal en el occidente de Venezuela. Maguaré, 17, pp. 83-245.

Orozco, J. L., 2001. Las cenizas volcánicas en el territorio de Pereira y sus alrededores. En VVAA. Suelos del Eje

Page 131: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-131-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Cafetero. Pereira: Facultad de Ciencias Ambientales, Cooperación Alemana al Desarrollo. pp. 9-15.

Oster, R., 1979. Las precipitaciones en Colombia. Colombia Geográfica, IGAC, 6 (2), pp. 8-71.

Otero, H. y Santos, G., 2002. Aprovechamiento de recursos y estrategias de movilidad de los grupos cazadores-recolectores holocénicos del valle medio del Magdalena, Colombia. Boletín de Antropología 16 (33), pp. 100-134.

Patiño, V. M., 1988-90. Explotación, identificación y silvicultura de las plantas comestibles para animales silvestres criados en cautividad en el área ecuatorial americana. Cespedesia, 26-27, pp. 57-58.

Patiño, V. M., 1997. Datos etnobotánicos sobre algunas palmeras de la América Intertropical. Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Naturales y Exactas, 21 (79), pp. 7-23.

Pérez, A,. 2000. Estructura ecológica principal de la Sabana de Bogotá. Disertación en los “Martes del Planetario” Primer semestre de 2000. Evento organizado por la Sociedad Geográfica de Colombia. En http://www.sogeocol.com.co/documentos/est_eco.pdf Último acceso 28/julio/2006

Pérez, E., 1956. Plantas útiles de Colombia. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra.

Pineda, R., 1987. Witoto. En F. Correa ed. Introducción a la Colombia amerindia. Bogotá: Instituto Colombiano deBogotá: Instituto Colombiano de Antropología. pp. 151-164.

Piperno, D., 1998. Paleoethnobotany in the Neotropics from microfossils: new insights into ancient plant use and agricultural origins in the tropical forest. Journal of World Prehistory, 12 (4), pp. 393-449.

Piperno, D. y Pearsall, D., 1998. The origins of agriculture in the lowland neotropics. San Diego: Academic Press.

Politis, G., 1991. Fishtail projectile points in the southern cone of South America: an overview. En R. Bonnichsen y K. Fladmark eds. Clovis: origins and human adaptation. Corvallis: Center for the study of the first americans, Oregon State. pp. 287-302.

Politis, G. G., 1995. Mundo Nukak. Bogotá: Fondo de Promoción de Cultura, Banco Popular.

Politis, G., 1996. Moving to produce: Nukak mobility and settlement patterns in Amazonia. World Archaeology, 27 (3), pp. 492-511

Politis, G., 1999. La actividad infantil en la producción del registro arqueológico de cazadores-recolectores. Revista do Museu de Arqueología e Etnología, Suplemento 3, pp. 263-284.

Politis, G., 2000. Patrones de descarte de los Nukak: implicaciones para la arqueología de los cazadores - recolectores. Arqueología del Área Intermedia, 2, pp. 99-124

Politis, G. y Rodríguez, J., 1994. Algunos aspectos de la subsistencia de los Nukak de la Amazonía colombiana. Colombia Amazónica, 7, pp. 169-207.

Posey, D. A., 1984. A preliminary report on diversified management of tropical forests by the Kayapó indians of the Brazilian Amazon. Advances in Economic Botany, 1, pp. 112-126.

Rambo, A. T., 1991. The study of cultural evolution. En A. T. Rambo y K. Gillogly eds. Profiles in Cultural Evolution. Anthropological Papers No 85. Ann Arbor: Museum of Anthropology, University of Michigan. pp. 23-109.

Ramakrishnan, P.S. (2004) Globally important ingenious agricultural heritage systems (GIAHs), global change and mountain biosphere reserve management., pp: 1-75 http://www.unesco.org/mab/ecosyst/mountains/17to22.pdf junio 16 2006

Ranere, A. y Cooke, R., 1995. Evidencias de ocupación humana en Panamá a postrimerías del Pleistoceno y a comienzos del Holoceno. En I. Cavelier y S. Mora eds. Ámbito y ocupaciones tempranas de la América tropical. Bogotá: FundaciónBogotá: Fundación

Page 132: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-132-

Aceituno y Loaiza

Erigaie, Instituto Colombiano de Antropología. pp. 5-26.

Ranere, A., 1997. Paleoindian expansion into tropical America: the view from Central Panamá. Paper presented at the 62Paper presented at the 62 annual meeting of the Society for American Archaeology, Nashville.eeting of the Society for American Archaeology, Nashville.

Ranere, A. y Cooke, R. 1999. Evolution and adaptation in prehistoric Panamá. Paper presented in the annual meeting of the Society for American Archaeology. Chicago.

Reichel-Domatoff, G., 1986. Arqueología de Colombia. Bogotá: Fundación segunda expedición botánica.

Reid, C., 1992. Alluvial pedology and geoarchaeological. En V. T. Holliday ed. Soils in archaeology: landscape evolution and human occupation. Washington: Smithsonian Institution Press. pp. 1-40.

Reimer, PJ., Baillie, MGL., Bard, E., Bayliss, A., Beck, JW., Bertrand, c., Blackwell, PG., Buck, CE., Burr, G., Cutler, KB., Damon, PE., Edwards, RL., Fairbanks, RG., Friedrich, M., Guilderson, TP., Hughen, KA., Kromer, B., McCormac, FG., Manning, S., Bronk Ramsey, C., Reimer, RW., Remmele, S., Southon, JR., Stuiver, M., Talamo, S., Taylor, FW., Van der Plicht, J. y Weyhenmeyer, CE. 2004. Radiocarbon 46:1029-1058.

Renfrew, C., 1991. Arqueología y lenguaje. Barcelona: Editorial Crítica.

Rindos, D., 1990. Los orígenes de la agricultura. Una perspectiva evolucionista. Barcelona: Bellaterra.

Rival, L., 1999. The Huaorani. En R. Lee y R. Daly eds. The Cambrigde encyclopedia of hunters and gatherers, Cambridge: Cambridge University Press. pp. 101-104.

Rodríguez, C., 1995. Asentamientos de los bosques subandinos durante el Holoceno medio. En I. Cavelier y S. Mora eds. Ámbito y ocupaciones tempranas de la América tropical, Bogotá: Fundación Erigaie, Instituto Colombiano de Antropología. pp. 115-123.

Rodríguez, C., 1997. Rescate arqueológico sitios Los Arrayanes Pk 91+150 Villamaría-Caldas y El Pomo Pk 7+200 ramal a Manzanares, Fresno-Tolima. Informe Final. Bogotá: Empresa Colombiana de Petróleos (ECOPETROL). Manuscrito sin publicar.

Rodríguez, C. A., 2002. El valle del Cauca Prehispánico.Procesos socioculturales antiguos en las regiones neohistóricas del Alto y Medio Cauca y la Costa Pacífica Colombo-ecuatoriana. Cali: Departamento de Historia Facultad de Humanidades Universidad del Valle, Fundación Taraxacum, Washington D.C. Roosevelt, A., da Costa, M., Machado, M., Michab, N., Mercier, H., Valladas, J., Feathers, W., Barnett, M., da Silveira, A., Henderson, J., Silva, J., Chernoff, B., Reese, D., Holman, J., Toht, N. y Schick, K., 1996. Paleoindian cave dwellers in the Amazon: the peopling of the Americas. Science, 272, pp.373-384.

Sahlins, M., 1968. Note on the original affluent society. En R. B. Lee y I. DeVore eds. Man the hunter. New York: Aldine de Gruyter. Pp. 85-89.

Salgado, H., 1988-1990. Asentamientos precerámicos en el alto medio río Calima, cordillera Occidental, Colombia. Cespedesia , 57-58, pp. 139-162.

Salgado, H., 1995. El precerámico en el cañón del río Calima, cordillera occidental. En I. Cavelier y S. Mora eds. Ámbito y ocupaciones tempranas de la América Tropical, Bogotá: Fundación Erigaie, Instituto Colombiano de Antropología. pp. 73-82.

Salgado, H., 1998. Exploraciones arqueológicas en la Cordillera Central Roncesvalles –Tolima-. Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Banco de la República, Universidad del Tolima, Fondo Mixto de Cultura del Tolima

Sauer, C. 1952. Agricultural Origins and Dispersals. New York: American Geographical Society.

Page 133: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-133-

Domesticación del bosque en el Cauca medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio

Servant, M., Maley, J., Turcq, B., Absy, M. L., Brenac, P., Fournier, M. y Ledru, M.P., 1993. Tropical forest changes during the late Quaternary in African and South American lowlands. Global and Planetary Change, 7, pp. 25-40.

Shott, M., 1986. Technological Organization and Settlement Mobility: an ethonographic examination. Journal of Anthopological Research, 42, pp. 15-51

Smith, B., 2001. Low-level food production. Journal of Archaeological Research, 9 (19), pp. 1-42.

Smith, E. A. y Wishnie, M., 2000. Conservation and subsistence in small-scale societies. Annual Review of Anthropology, 29, pp. 493-524.

Sotomayor, H., Mahecha, D., Franky, C., Cabrera, G y Leguízamo, M., 1998. La nutrición de los Nukak. Una sociedad amazónica en proceso de contacto. Maguaré, 13, pp. 117-142.

Stevenson, M. G., 1991. Beyond the Formation of Hearth-Associated Artifact Assemblages. En E. M. Kroll y T. D. Price eds. The Interpretation of archaeological spatial patterning. New York: Plenum Press. pp. 269-299.

Steward, J. (1948): Culture areas of the tropical forests. En J. Steward ed. Handbook of south american indians vol 3:883-899 (Bulletin No 143). Washington: Bureau of American Ethnology, Smithsonian Instituion.

Stothert, K., 1985. The preceramic Las Vegas culture of coastal Ecuador. American Antiquity, 50 (3), pp. 613-637.

Stothert, K., 1988. La prehistoria temprana de la península de Santa Elena, Ecuador: cultura Las Vegas. Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, Serie Monográfica 10.

Stamm, J., 2004. La Guadua: pionera de bosques secundarios. En C. E. López y M. C. Cano eds. Cambios ambientales en perspectiva histórica ecorregión del Eje Cafetero Volumen I. Pereira: Universidad Tecnológica de Pereira- Programa Ambiental GTZ. pp. 92-112.

Tabares, D. y Rojas, S., 2000. Aportes para una historia en construcción: arqueología de rescate en la doble calzada Manizales-Pereira-Armenia. Bogotá: INVIAS-CISAN. Manuscrito sin publicar.Bogotá: INVIAS-CISAN. Manuscrito sin publicar.

Tani, M., 1995. Beyond the identification of formation processes: behavioral inference based on traces left by cultural formation processes. Journal of Archaeological Method and Theory, 2 (3), pp. 231-252.

Teltser, P. A., 1995. Evolutionary archaeology: methodological issues. Tucson: University of Arizona.

Temme, M., 1982. Excavaciones en el sitio precerámico de Cubilán (Ecuador). Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, 2, pp. 135-164.

Terrell, J. E., Hart, J. P., Barut, S., Cellinese, N., Curet, A., Denham, T., Kusimba, C. M., Latinis, K., Oka, R., Palka, J., Pohl, M. E. D., Pope, K. O., Williams, P. R., Haines, H. and Staller, J. E., 2003. Domesticated landscapes: the subsistence ecology of plant and animal domestication. Journal of Archaeological Method and Theory, 10, pp. 323–68.

Tobón, J.I. y Castaño, C. P., 2006. Caracterización mineralógica de los suelos de San Germán y la Pochola. Medellín: Universidad Nacional de Colombia. Manuscrito sin publicar.

Tobón, J I. y Pérez, N., 2005. Análisis mineralógico y textural sitios la Selva y el Jazmín. Universidad Nacional de Colombia, Medellín. Manuscrito sin publicar.

Toro, G; Hermelín, M. y Poupeau, G., 2001. Depósitos de los últimos 40.000 años BP en el departamento de Risaralda, Colombia. En VVAA Suelos del Eje Cafetero. Pereira: Facultad de Ciencias Ambientales, Cooperación Alemana al Desarrollo. pp.26-31.

Ulloa, A., 2002. De una naturaleza dual a la proliferación de sentido: la discusión antropológica en torno a la naturaleza, la ecología y el medio ambiente. En G. Palacio y A. Ulloa eds. Repensando la naturaleza: encuentros y desencuentros disciplinarios en torno a lo ambiental. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Instituto Colombiano de Antropología

Page 134: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-134-

Aceituno y Loaiza

e Historia, Colciencias. pp. 139-154.

UPPSALA, 2005. Results of 14C dating of charcoal samples from Colombia. Uppsala: Uppsala University. Manuscrito sin publicar.

Van der Hammen, T., 1992. Historia, ecología y vegetación. Bogotá: Corporación Araracuara, Fondo de promoción de la cultura Banco Popular

Van der Hammen, T. y Ortiz-Troncoso, O., (Eds) 1992. Arqueología y medioambiente en Sudamérica septentrional. En Archaeology and environment in Latin America. Amsterdam. pp. 9-22.

Vaquero, M., 1999. Intrasite spatial organization of lithic production in the Middle Palaeolithic: the evidence of the Abric Romaní (Capellades, Spain). Antiquity, 73, pp. 493-504.

Vergara, F. y Tabares, D., 1995. El Jazmín: un sitio precerámico temprano en el Cauca medio. Monografía de grado. Medellín: Departamento de Antropología, Universidad de Antioquia.

Vickers, W., 1983. The Territorial dimensions of Siona-Secoya and Encabellado adaptation. En R. B. Hames y W. T. Vickers eds. Adaptive responses of native amazonians. New York: Academic Press. pp. 451-777.

Viveiros de Castro, E., 1996. Images of nature and society in amazonian ethonology. Annual Review of Anthropology, 25, pp. 179-200.

Von Hildebrand, M. y Reichel, E., 1987. Indígenas del Mirití-Paraná. En F. Correa ed. Introducción a la Colombia Amerindia. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología. pp. 135-150.

VVAA, 1991. Las últimas selvas tropicales. Madrid: Editorial Folio.

Yen, D. E., 1989. The domestication of environment. En D. R. Harris y G. C. Hillman eds. Foraging and Farming. The evolution of plant exploitation. London: Unwin Hyman. pp: 55-78.

Yost, J. A. y Kelley, P. M., 1983. Shotguns, blowguns and spears: the analysis of technological efficiency. En R. B. Hames y W. T. Vickers eds. Adaptive responses of native amazonians. New York: Academic Press. pp. 189-224.

Zalabata, L., 2003. Niwi Umuke. Semillas en la Economía Campesina, 19, pp. 1-6

Page 135: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-135-

AAborígenes 22, 23Abra 18, 101, 102, 103, 106, 107,

114, 126Abrigos rocosos 18, 101, 125, 126Acanaladura 17Ácido sulfúrico 34Actinolita 51Adaptación 15, 21, 25, 99, 110, 111Adaptacionista 21, 25Agricultura 13, 15, 93, 113, 132Almidones 10, 13, 27, 78, 81, 82, 84,

86, 87, 89, 90, 92, 93, 95, 111, 115

Altitudinal 25, 29, 53, 71, 107, 109Amaranthus sp. 18Amazonas 13, 19, 112América 13, 15, 17, 18, 54, 87, 93,

123, 125, 127, 129, 131, 132Amplio espectro 18, 19, 22, 53, 55,

80, 81, 86, 95, 99, 102, 111Análisis mineralógicos 33Análisis textural 34, 37Andes Septentrionales 13, 15, 18, 27,

29, 54, 98, 99, 104, 106, 115Andisol 29Andisoles 29, 33Arcillas 29, 33, 37, 38, 42, 82Área Intermedia 4, 13, 53, 55, 92,

123, 128, 131Arecaceae 18, 85, 86, 91, 92Arena 37Arqueología 13, 15, 18, 25, 33, 81,

99, 103, 111, 113, 115, 117, 118, 120, 126, 127, 130, 131

Arqueología espacial 25Arqueología postprocesual 25, 117Arqueología procesual 25, 117Arqueosedimentos 33Artefactos de molienda 19, 39, 80,

93, 111

Artefactos líticos 10, 19, 26, 27, 38, 39, 40, 43, 45, 46, 47, 48, 50, 51, 55, 71, 81, 84, 93, 95, 103, 104, 105, 108, 111, 114, 115

Asentamientos 19, 27, 30, 55, 71, 72, 76, 82, 83, 89, 93, 97, 112, 115, 125

Astrocaryum 19, 85Australia 22, 125

BBatata 13Bentonita 37, 47Biodiversidad 23Biológicos 33, 118Bmh-PM 18, 29, 30, 82Bolivia 21, 123Bosque húmedo tropical 18, 19, 29,

53, 55, 96, 105, 111Bosque muy húmedo premontano 13,

26, 29, 31, 83Bosques antrópicos 18, 22, 23, 112Bosques premontanos 13, 15, 54Brasil 17, 19, 21, 89, 90, 96, 107

CCaballo 18, 107Campoalegre 29, 30, 46, 71, 83, 84,

93, 97, 115, 128Cantos subangulares 50, 51Caolinita 43, 51Capacidad de carga 13, 19, 97, 112Carbón 26, 38, 39, 43, 44, 50, 51, 71,

72, 114Cauca medio 3, 5, 10, 13, 15, 21, 26,

27, 29, 53, 71, 72, 77, 79, 81, 82, 83, 86, 89, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 108, 112, 113, 114, 115, 117, 118, 120, 121, 123, 134

Caza 13, 15, 17, 31, 53, 54, 78, 80,

81, 83, 94, 95, 96, 97, 104, 105, 106, 111, 113, 125

Cazadores recolectores 6, 13, 15, 18, 21, 22, 26, 71, 72, 81, 95, 97, 101, 111, 112, 118, 121, 127

Cenizas volcánicas 29, 30, 33, 34, 44, 128, 130

Cerámica 38, 47, 50, 51, 60, 104Cimas de colinas 26, 71Clima 26, 29, 33, 34, 37, 44, 83, 85,

86, 92, 97, 107Clorita 51Clovis 17, 18, 19, 53, 101, 131Clovis primero 17, 19, 101Codependencia evolutiva 15, 22Colombia 4, 6, 13, 18, 21, 26, 54, 80,

84, 90, 93, 97, 98, 101, 105, 106, 107, 108, 110, 111, 119, 123, 124, 125, 126, 127, 128, 129, 131, 132, 133, 134

Color 26, 34, 35, 38, 39, 41, 42, 82Coluvios disectados 33Compositae 18, 85, 86Condiciones climáticas 33, 34, 51,

82, 83, 98, 105Conducta biocultural 22Conjunto lítico 51, 53Consiliencia 25, 118Contingentes 21, 99, 117, 118Cordillera Central 13, 18, 26, 29, 43,

77, 91, 94, 96, 97, 98, 101, 105, 106, 107, 108, 109, 123, 132

Cordillera Occidental 97, 105, 128Cortes 35Cota 44, 91, 109Criterios ambientales 25Cuarzo 33, 46, 50, 51, 53, 54, 60,

71, 76, 77, 78, 79, 80, 98, 103, 105, 106, 107, 108, 115

Cucurbitáceas 18

INDICE ANALITICO

Page 136: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-136-

Cultígenos 19Cultivo 13, 15, 18, 19, 38, 81, 90, 95,

110, 111, 112, 113, 115, 124Cultura 15, 17, 19, 21, 22, 23, 24,

25, 27, 53, 55, 97, 98, 99, 101, 108, 109, 117, 118, 119, 120, 121, 127, 128, 130, 133, 134

Culturales 13, 21, 22, 23, 25, 33, 34, 38, 39, 71, 81, 82, 96, 99, 101, 107, 110, 111, 117, 118, 119, 125, 126

Cuvieronnius hyodon 18

DDatos microbotánicos 15, 92, 93, 115Demográfica 19, 96, 115Depósitos 26, 33, 35, 71, 76Depósitos precerámicos 35Depredación 24, 118, 119Difracción de Rayos-X 34Difusionista 17Dioscorea trífida 13Domesticación 9, 13, 15, 21, 22, 23,

24, 27, 53, 54, 55, 81, 83, 86, 89, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 101, 108, 111, 112, 113, 114, 115, 117, 121

Domicultura 22Domus 22

EEcología conductual 21Ecología cultural 21, 25Ecología histórica 21Ecología humana 13, 15, 21, 24Ecosistemas 13, 17, 18, 19, 22, 53,

55, 81, 93, 111Ecuador 13, 21, 54, 87, 93, 110, 119,

123, 133Edafológicos 26, 29, 33, 34Eje cafetero 29El Antojo 10, 30, 71, 76, 77, 78, 80,

115El Jazmín 9, 10, 41, 134Epidota 43Equus sp. 18, 102Erosión 29, 33, 34, 38, 43, 46, 47, 92Erupciones volcánicas 29, 33, 97Espacio habitacional 26Estabilidad geomorfológica 46Estocásticos 21Estratigrafía 26, 35, 41, 42, 82, 84Estratigráficos 26, 27, 33, 82, 105Estructura interna 26, 27, 71Etnoarqueología 26, 81Etnográficos 19, 23, 81, 96, 118, 120

Evapotranspiración 29Eventos 21, 26, 33, 34, 37, 42, 46,

51, 81, 105, 106Eventos deposicionales 26, 33, 34,

37Eventos ecocatastróficos 33Evento volcánico 42, 47Evolución cultural 22, 117Evolucionista 21, 115, 119, 132Excavación 6, 26, 35, 106Extensivos 23Extinción 21, 107, 109Extrasomáticos 25

FFechas 17, 18, 19, 26, 39, 44, 46, 84,

101, 102, 105, 107, 111, 113, 114, 115, 126, 128

Fechas de radiocarbono 17, 19, 26, 84, 101, 105, 128

Feldespato 33, 51Ferroactinolita 43Físicos 33Fitolitos 10, 13, 27, 78, 81, 82, 84,

86, 89, 91, 92, 93, 111Fogón 46Forestales 15, 23, 86, 105, 112Formación de los sitios 15, 26, 33, 34Forrajeros 13Fracción gruesa 10, 33, 34, 37, 43,

49, 51Fracción química 33Franco arcillosa 35, 42Franja altitudinal 29, 71Fuego 11, 22, 23, 57

GGeoarqueología 33Geomorfología 26, 30Grupos mongoloides 17Guayabito 30, 90, 97, 115, 128

HHaplomastodon sp. 18, 102Hipsitermal 43Histórica 15, 21, 25, 118, 120, 121,

125Hiwi 21, 96, 128Holoceno 3, 5, 10, 13, 15, 18, 19, 21,

27, 29, 37, 43, 44, 46, 53, 55, 71, 81, 83, 84, 85, 89, 90, 91, 92, 93, 95, 98, 99, 101, 102, 103, 105, 106, 108, 109, 110, 111, 113, 114, 115, 117, 118, 121, 123, 125, 131, 132

Holoceno medio 3, 5, 13, 15, 21, 43, 44, 46, 53, 71, 81, 85, 90, 95, 106, 110, 113, 115, 117, 118, 132

Holoceno temprano 10, 13, 15, 27, 37, 43, 44, 46, 53, 55, 84, 89, 90, 92, 93, 95, 99, 102, 103, 105, 108, 110, 111, 114, 115, 121, 123, 125

Hombre 22, 23, 24, 31, 118, 119, 125, 126, 130

Horizontes 26, 33, 34, 35, 37, 39, 41, 43, 47, 50, 51, 78, 97, 110

Horizontes de suelo 26, 34, 50, 51Horizontes edafológicos 33Horizonte visual 34, 97Hornblenda 43, 51Huaorani 81, 132Humedad 29, 30, 34, 37, 43, 86, 124Hz A 35, 37, 38, 39, 41, 42, 47, 50,

51, 85Hz AB 35, 38, 39, 41, 42, 46, 47, 50,

51, 71, 77, 89, 92Hz Ab 42, 43, 46, 50, 51, 72, 80, 82,

84, 86Hz B 42, 43, 44, 50, 51, 83

IIdeacional 25, 117, 118, 121Idiosincrasia 22Illita 37, 43, 51Impacto antrópico 27, 31Incertidumbre 21, 119Instrumentos de talla 46, 53Intensivos 23, 113Interacciones bioculturales 21, 113,

117Intervención humana 22, 93, 121Ipomea batata 13

LLaboratorio 6, 13La Elvira 18, 78Lago del Otún 46Lapa Vermelha 17La Pochola 9, 26, 51, 78Lascas 41, 46, 50, 51, 53, 54, 55, 57,

60, 61, 65, 69, 76, 77, 78, 80, 103, 105, 108

La Selva 9, 26, 29, 34, 57, 71, 76Latitud 13, 34, 41, 51, 105, 106, 107,

109Lixiviación 34, 37, 38, 43, 47Lodos 37, 42Longitud 34, 41, 50, 51

Page 137: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-137-

MMafafa 13, 86, 93, 95Mandioca 10, 13, 89, 90, 92, 93, 94,

95Manihot esculenta 13, 80Manihot sp. 18, 89, 90, 93, 95, 98,

114Manipulación selectiva 18Maranta arundinacea 13, 93, 108Marsella 26, 29, 30, 34, 93, 124Mastodonte 18, 105Material parental 33Mauritia 19Medioambiente 13, 15, 21, 22, 23,

26, 81, 101, 111, 112, 118, 126, 134

Megafauna pleistocénica 17, 107, 126

Melastomataceae 18, 85, 86, 92Meteorización 29, 33, 34, 37, 38,

42, 51Migratorios 18, 19, 99, 110Mil Ochenta 34Minerales ferromagnesianos 33, 37,

43Mineralógicos 26, 33, 34Modelos agroecológicos 23Modelos etnoarqueológicos 27Modificados por uso 39, 44, 53, 54,

55, 57, 71, 76, 78Monocultivo 23, 31Montmorillonita 37, 43, 51Movilidad 15, 18, 19, 27, 55, 71, 72,

76, 79, 81, 93, 95, 96, 97, 108, 114, 115, 123, 125, 131

Movilidad residencial 19, 71, 72, 81, 93, 97

Muestreo dirigido 26Mundo cultural 23Mundo natural 23, 118, 120

NNaturaleza 15, 17, 21, 22, 23, 24, 55,

79, 80, 81, 105, 108, 110, 117, 118, 119, 120, 121, 126, 129, 133

Neotrópico 13, 15, 18, 21, 80, 86, 90, 92, 93, 94, 96, 99, 106, 107, 113, 119

Nivel 10, 23, 26, 33, 37, 38, 39, 41, 43, 44, 47, 50, 51, 55, 57, 73, 74, 76, 82, 85, 86, 91, 93, 97, 109, 114, 118

Niveles 25, 26, 37, 38, 39, 41, 43, 44, 46, 47, 50, 51, 55, 57, 72, 78,

81, 85, 86, 91, 92, 93, 94, 95, 98, 103, 105, 108, 109, 113, 115, 121

Noroccidente de Suramérica 15, 17, 19, 27, 87, 95, 99, 101, 103, 111, 112, 113

Norteamérica 17Nukak Makú 95, 97, 111

Ñ

ñame 13

OOcupaciones 18, 26, 33, 39, 41, 42,

43, 44, 47, 50, 51, 60, 71, 79, 80, 82, 84, 85, 86, 92, 93, 97, 102, 103, 106, 108, 123, 125, 127, 129, 131, 132

Ocupaciones tempranas 26, 103, 123, 125, 127, 129, 131, 132

Ocupación humana 13, 26, 37, 84, 85, 86, 127, 131

Oenocarpus 19Opulentos forrajeadores 21Organización tecnológica 15, 27, 72,

76, 81Óxidos de hierro 37

PPaisaje 15, 23, 25, 26, 30, 33, 82, 86,

107, 126, 128Paisajes 13, 22, 23, 25, 29Paleoambientales 33Paleosuelos 37, 42, 115Palmas 19, 22, 46, 53, 80, 82, 83, 85,

86, 89, 91, 92, 93, 95, 96, 98, 111, 112, 130

Panamá 17, 53, 87, 93, 103, 106, 107, 111, 131, 132

Paragüay 21, 96, 128Peña Roja 19, 22, 53, 93, 111, 127Pensamiento dualista 22, 81, 120Perspectiva dualista 22Piedra Pintada 19Piroclastos 34Piroxenos 43Pisos térmicos 29, 101, 107Plantas domesticadas 95Plantas silvestres 19, 22, 81, 95, 112Pleistoceno 3, 5, 10, 13, 15, 17, 18,

19, 21, 27, 29, 43, 44, 46, 53, 55, 71, 81, 83, 84, 91, 93, 98, 99, 101, 102, 103, 106, 107, 108, 110, 111, 112, 113, 114,

115, 117, 118, 120, 126, 130, 131

Pleistoceno final 3, 5, 10, 13, 15, 18, 27, 43, 46, 53, 55, 71, 81, 83, 84, 99, 101, 102, 103, 106, 107, 108, 110, 111, 113, 114, 115, 117, 118, 120

Pluviosidad 29, 30, 33, 107Poblamiento de América 15, 17Poblamiento del Cauca medio 26,

115Polen 10, 13, 18, 26, 27, 81, 82, 83,

84, 86, 87, 88, 90, 91, 92, 94, 106, 111, 114, 115

Porce medio 18, 19, 53, 54, 105, 108Pozos de sondeo 26, 35, 41, 50, 51,

78Pre-Clovis 17Procesos de formación 26Procesos pedogenéticos 34Prospección 26, 125Puntas bifaciales 17, 18, 54, 55, 103,

109Puntas Clovis 19

QQuímicos 33

RRasgos caucasoides 17Reciprocidad 24, 118, 119, 125Reduccionista 17, 81, 121Región 10, 13, 14, 15, 18, 19, 21, 23,

25, 26, 27, 29, 31, 53, 54, 60, 76, 80, 82, 84, 87, 91, 96, 98, 99, 101, 103, 104, 108, 110, 111, 112, 113, 114, 115, 118, 120, 121

Registro arqueológico 9, 15, 18, 22, 25, 33, 46, 54, 55, 71, 78, 80, 81, 82, 96, 97, 98, 99, 101, 106, 107, 108, 109, 110, 113, 114, 115, 117, 118, 127, 131

Relaciones ecológicas 18, 21, 26, 86, 111, 112, 121

Retrabajado 37Riesgo 21, 94, 95, 96, 97, 106, 119,

121Río Cauca 13, 17, 26, 29, 30, 34, 97,

105, 106, 107, 109Río Magdalena 17, 29, 54, 99, 104,

105, 107, 109, 111, 129Río San Eugenio 26, 30, 34, 41, 50,

51, 57, 71, 76, 79, 82, 86, 90, 123

Risaralda 26, 29, 124, 129, 133

Page 138: Aceituno & Loaiza 2007 Domesticación del bosque en el Cauca medio

-138-

SSabana de Bogotá 18, 54, 84, 93, 99,

101, 102, 104, 105, 107, 108, 111, 131

Sagú 13, 108Salvaje 22San Germán II 6, 9, 10, 26, 45, 46,

47, 48, 49, 50, 51, 57, 65, 72, 76, 78, 79, 80, 97, 115, 126

San Isidro 18, 22, 78, 93, 106, 107, 127

Santa Rosa de Cabal 26, 29, 30, 128Sedentarización 22, 72, 81, 97Sedimentológicos 33Sedimentos 26, 29, 30, 33, 34, 46, 89Selva tropical 17, 22, 53, 94, 109,

113Semillas carbonizadas 13, 19, 27,

105, 106, 111Significados ideológicos 25Siriono 21, 123Sitios 10, 15, 17, 18, 19, 26, 27, 30,

33, 34, 46, 50, 51, 53, 54, 55, 57, 71, 72, 76, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 84, 93, 95, 97, 101, 102, 103, 104, 105, 106, 107, 108, 109, 111, 113, 114, 115, 123, 132, 133

Sitios tempranos 26, 105, 107, 108, 123

Sociedades de pequeña escala 15, 21, 23, 97, 118, 119

Sociedades forrajeras 22, 27Sociedades tradicionales 15, 22, 23,

81, 97, 113, 115, 117, 118Subcontinente 19, 54Subhorizontes 35, 38, 41Subhz A1 38, 47Subhz A2 38, 50, 51Subhz A3 39, 47Suelos arqueológicos 33Suramérica 15, 17, 18, 19, 22, 27, 53,

87, 89, 95, 98, 99, 101, 103, 109, 111, 112, 113, 126, 127

TTaima-Taima 18, 124, 128Talla unifacial 19, 54, 103, 106Tasa de sedimentación 34, 44Tecnología Clovis 17, 18Tefra volcánica 33Temperatura 29, 30, 33, 34, 37, 107,

120, 124Tequendama 18, 101, 102, 103, 107,

126Territorio de explotación 19Textura 10, 26, 34, 35, 36, 38, 39, 42Tibitó 18, 101, 102, 103, 107Tradición Clovis 17, 18

UUnidades de paisajes 29

VValle del río Magdalena 17, 99, 107,

109Valle medio del río Porce 10, 18, 43,

53, 77, 80, 91, 93, 96, 104, 105, 107, 125

Variaciones 21, 29, 37, 41, 46, 51, 81, 82, 83, 99, 115, 120

Venezuela 18, 21, 54, 89, 90, 96, 103, 107, 110, 123, 126, 128, 130

Vermiculita 51Vidrio volcánico 33, 37, 42, 43, 46

XXanthosoma saggitifolium 13, 86

ZZea mays 18, 86, 87, 90, 93, 95, 98Zona de vida 13, 25, 29, 30, 55, 82,

101, 105Zonas de vida 13, 18, 29, 53, 54, 87,

101, 114