Agricultores de Paz y Cazadores-recolectores

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A GRICULTORES

DE PAZ Y CAZADORES - RECOLECTORES DE GUERRA : LOS TOBOSOS DE LA CUENCA DEL RO CONCHOS EN LA NUEVA VIZCAYA

Salvador lvarezUniversidad Autnoma de Ciudad Jurez

De entre las muchas denominaciones que el Norte colonial novohispano ha inspirado entre historiadores y antroplogos, las de "Gran Chichimeca", "tierra de los chichimecas" y hasta "mar chichimeca" se encuentran entre las que ms estimulan la imaginacin del especialista. Pero aunque los chichimecas y dems congneres irrumpen con frecuencia en los estudios sobre el Norte novohispano, en realidad, es poco lo que se sabe de ellos: sus gneros de vida nos son casi por completo desconocidos. El problema no es tanto la falta de estudios etnohistricos, sin menoscabo de cualquier consideracin sobre las dificultades de usar la documentacin de los siglos xvi al XVIII como "fuentes etnohistricas", los trabajos existen. Ya en el siglo xix, un autor como Orozco y Berra1 intentaba poner un cierto orden en los datos documentales sobre los indios, entre ellos los del Norte, y ms tarde, durante las dcadas de 1920 a 1940, autores como Miguel Othn de Mendizbal en Mxico,2 y Kroeber, Beals y Sauer, en Estados Unidos, intentaron crear varias sntesis "etnohistricas" que incluan a los pueblos del Norte novohispano, donde enfatizaban el periodo del contacto.3 El gran vaco se encuentra del lado de la arqueologa. A pe$ar de las dcadas transcurridas desde los estudios pioneros de aquellos antroplogos, la arqueologa del periodo colonial en el Norte sigue siendo prcticamente inexistente, tanto para el caso de la sociedad espaola como para las sociedades indgenas de antes y despus del contacto. Esta situacin es producto de una larga y bien enraizada tradicin, muy propia de los arquelogos especialistas en el Norte, quienes han concentrado lo mejor de sus esfuerzos no en el estudio de las culturas "autctonas" del norte, sino1

Manuel Orozco y Berra, Geografa de las lenguas y carta etnogrfica de Mxico, Mxico, 1886. 2 Miguel Othn de Mendizbal, Influencia de la sal en la distribucin geogrfica de los grupos indgenas de Mxico, Mxico, Imprenta del Museo Nacional de Arqueologa, His toria y Etnografa, 1928, 226 p. 3 Ralph Beals, The Comparative Ethnology of Northern Mxico Before 17so, Berkeley, Ibe roamericana nm. 2, University of California Press, 1932, pp. 93-225. Cari Sauer, The Distribution of Abohginal Trbes and Languages in Northwestern Mxico, Berkeley, Ibe roamericana nm. 5, University of California Press, 1932; Aboriginal Population of Northwestern Mxico. The Evidence and its Use, Berkeley, Iberoamericana nm. 10, Uni versity of California Press, 1933, pp. 1-83, Alfred Louis Kroeber, Cultural and National rea of Native North America, Berkeley, University of California Press, 1947.

en la delimitacin de lo que pudieron ser las manifestaciones del "rea cultural mesoamericana", ms all de sus fronteras. Salvo excepciones, y como consecuencia de lo anterior, una parte muy considerable de los trabajos sobre la arqueologa del Norte se ha concentrado sobre la estrecha franja temporal que va de los siglos vin al xiv de nuestra era, que son, poco ms o menos, los lmites en los que se desenvolvieron culturas como las de Chalchihuites, La Quemada y Paquim,4 dejndose casi siempre de lado los periodos y tambin las regiones carentes de elementos netamente "mesoamericanos". En otras palabras, salvo excepciones,5 hasta la fecha el "chichimeca histrico" prcticamemte no ha sido objeto de estudio arqueolgico alguno. No deja de llamar la atencin, sin embargo, que pese a este virtual vaco de conocimientos, el "chichimeca", indio de guerra, aparezca de^ Charles J. Kelley, "The Chronology of the Chalchihuites Culture", en Phil C. Weigand y Michael S. Foster, The Archaeology of West and Northwest Mesoamerica, Boulder y Londres, Westview Press, 1985, pp. 269-287. 'The Mobile Merchants of Molino", en Joan Mathien y Randall H. McGuire, Ripples in Chichimec Sea, Carbondale y Edwardsville, Southern Illinois University Press, 1986, pp. 81-104. 5 Actualmente Marie-Areti Hers desarrolla un interesante esfuerzo por ligar los puntos de vista tradicionales de la arqueologa "mesoamericanista" del Norte, con el estudio de sociedades no necesariamente mesoamericanas: Marie-Areti Hers, "Existi la cultura Loma de San Gabriel? El caso de Hervideros, Durango", Anales del Instituto de. Investigaciones Estticas, nm. 6o, Mxico, UNAM, 1989, pp. 33-57; "Presencia mesoamericana al sur de Chihuahua", en Actas del II Congreso de Historia Regional Comparada, Ciudad Jurez, UACJ, 1990, pp. 56-70; Marie-Areti Hers y Mara de los Dolores Soto, "Arqueologa de la sierra Madre duranguea: Antecedentes del proyecto Hervideros", en Actas del IV Congreso de Historia Regional, Ciudad Jurez, UACJ, 1995, vol. 1, pp. 69-85. Igualmente tenemos los importantes trabajos de Leticia Gonzlez acerca de los cazadores-recolectores del Bolsn de Mapim y Coahuila desde pocas remotas, hasta el periodo del contacto, ver en especial su compilacin Ensayos sobre la arqueologa en Coahuila y el Bolsn de Mapim, Saltillo, Archivo Municipal de Saltillo, 1992. Igualmente "El discurso de la conquista frente a los cazadores-recolectores del norte de Mxico", en Actas del I Congreso de Historia Regional Comparada, Ciudad Jurez, UACJ, 1989, pp. 77-94; "El patrn de asentamiento en el rea del Bolsn de Mapim", en Actas del IV Congreso de Historia Regional, Ciudad Jurez, UACJ, 1995, vol. 1, pp. 33-43. Para el caso de Chihuahua pueden citarse los trabajos de Arturo Guevara, los cuales, por desgracia, se han quedado al nivel de propuestas de rescate y no han dado pie, hasta la fecha, a proyectos arqueolgicos de mayor envergadura, entre ellos: Los athapascanos en Nueva Vizcaya, Mxico, INAH, Direccin de Arqueologa, Cuaderno de Trabajo nm. 6, 1989,- "Algunos aspectos de la aculturacin de los grupos conchos del centro del estado de Chihuahua", en Actas del II Congreso de Historia Regional Comparada, Ciudad Jurez, UACJ, 1990, pp. 71-79,- "Un sitio arqueolgico aldeano de Namiquipa Chihuahua", en Actas del III Congreso de Historia Regional Comparada, Ciudad Jurez, UACJ, 1991, pp. 41-45. Pueden consultarse tambin los siguientes trabajos de Charles Kelley: Settlement Patterns in North Central Mxico, Viking Foundation Publications in Anthropology nm. 23, 1956; igualmente: Jumano and Patarahuey Relations at La Junta de los Ros, Anthropological Papers Museum of Anthropology University of Michigan nm. 77, Ann Arbor, 1986 ,18o p. (primera edicin: 1947).

pronto con toda naturalidad en los trabajos arqueolgicos como un rasgo caracterstico del paisaje norteo, y que incluso se esboce la idea de que la agresividad del nmada norteo actu como una especie de "factor limitante" para el desarrollo de las culturas mesoamericanas fuera de sus fronteras.6 En la base de este tipo de interpretaciones se encuentra toda una serie de ideas muy propias del evolucionismo y la ecologa cultural de la dcada de los setenta, acerca de las supuestas y radicales diferenciaciones culturales e incluso tnicas que se habran operado en su momento, entre grupos nmadas dedicados a la caza-recoleccin y aquellos que adoptaron la agricultura y por lo tanto transitaban hacia un patrn de asentamiento de tipo "aldeano".7 Sin embargo, no puede menos que decirse que se trata de un punto de vista excesivamente terico de la cuestin. Ms que un "factor explicativo", la supuesta diferenciacin entre, pongamos por caso, agricultores incipientes y "verdaderos" cazadores-recolectores, debera ser un aserto a demostrar. Cabra incluso preguntarse si no es que, finalmente, ante la falta de conocimientos de primera mano, esta imagen del "chichime-ca" prehispnico ha sido calcada con demasiada facilidad y fidelidad de la que nos presenta la literatura histrica.8 En realidad, creemos que as es.6

As, por ejemplo, en 1971, Charles Kelley, resumiendo una larga serie de trabajos anterio res, argumentaba que despus de varios siglos de expansin infructuosa, no fue sino hacia el ao 1000 de nuestra era que los grupos mesoamericanos que ocupaban la parte norte de la sierra Madre Occidental, lograron establecer una "frontera" estable con los "brbaros" [sic] guerreros chichimecas que los asolaban y aade que esa suerte de ''pacificacin" fron teriza permiti de alguna manera el florecimiento de culturas como las de La Quemada y Chalchihuites. Por su parte, el eventual y ulterior repliegue de las mismas, aade este au tor, bien pudo ser causado tanto por causas climticas como por invasiones de esas mis mas hordas "chichimecas": Charles J. Kelley, "Archaeology of the Northern Frontier: Za catecas and Durango", en Robert Wauchope, comp., Handbook of Middle American Indians, vol. 11, Archaeology of Northern Mesoamerica, 2a. parte, Austin, University of Texas Press, 1971, p. 768. 7 Ver por ejemplo las consideraciones al respecto de David R. Wilcox, "The Tepiman Connection: A Model of Mesoamerican-Southwestern Interaction", en Joan Mathien y Randall H. McGuire, Ripples in Chichimec Sea, Carbondale y Edwardsville, Southern Illinois University Press, 1986, pp. 134-154. Igualmente Kent V. Flannery, "The Origins of the Village as a Settlement Type in Mesoamerica and the Near East: A Comparative Study", en Peter J. Ucko, Ruth Tringham y A. W. Dimbleby, Man Settlement and Urbanism, Lon dres, Duckworth, 1972, pp. 23-53. 8 Para un ejemplo de las imgenes del chichimeca del norte que se desarrollaban en la lite ratura histrica de los aos setenta, consultar muy especialmente los trabajos de Phillip Wayne Powell, quiz los ms influyentes en el tema: War and Peace on the North Mexican Frontier: A Documentary Records, Madrid, Jos Porra Turanzas, Coleccin Chimalistac nm. 32, 1971; para antecedentes de los mismos, Joaqun Meade, "Chichimecas en el norte de la Nueva Espaa", Divulgacin Histrica \, 1939-1940, pp. 364-366. Igualmen te Poole Stafford C. M., "War by Fire and Blood. The Church and the Chichimecas", The

Sea como fuere, un hecho indudable es que tambin dentro de la literatura histrica propiamente dicha se ha generado una imagen simplificada al extremo del llamado "indio nmada7' del Norte novohispano, llmesele chichimeca o no. De entre los trabajos de etnohistoriadores acerca de los indios nmadas de guerra del Norte, los de William Griffen son sin lugar a dudas los ms acuciosos y documentados, y a pesar del tiempo transcurrido desde su publicacin, los nicos en haberse ocupado de los indgenas de las planicies orientales de la Nueva Vizcaya: se trata, pues, de una referencia obligada.9 El trabajo de este autor se divide en dos grandes ejes: uno, el anlisis de un amplio fondo de documentacin acerca de las guerras con los indios de la Nueva Vizcaya, y dos, un esquema general de interpretacin acerca de la dinmica social de los cazadores-recolectores del Norte, inspirado en la ecologa cultural de Elman R. Service, Marshall Sahlins y sobre todo fulien H. Steward. Segn Griffen, los indios de las planicies ridas del Norte novohispano, en particular los del Bolsn de Mapim y el ro Conchos, se hallaban en el nivel de lo que Steward llam las "bandas" u "hordas" patrilineales. Esto es, se trataba de grupos con tecnologa precaria, establecidos sobre territorios de escasos recursos alimenticios, y cuya principal actividad era la caza de pequeas especies no migratorias junto con la recolecta ocasional de alimentos salvajes.10 Segn Steward, este tipo de sociedades se caracteriza por su permanencia sobre un territorio bien delimitado, sobre el cual han desarrollado adaptaciones especficas en cuanto a tecnologa, conocimiento del medio y patrn de asentamiento,- los recursos de caza son explotados entonces por pequeos grupos que establecen vnculos de parentesco y alianzas entre s. El uso consuetudinario de un espacio comn por parte de un grupo de bandas patrilineales da origen, en este tipo de sociedad, a una nocin bien distinguible de "propiedad territorial": los recursos de caza y recolecta son entonces protegidos en comn por el grupo extenso de parentesco, y cualquier intrusin de un grupo extrao a este territorio ocasiona tensiones y rivalidades que pueden desembocar en una guerra.11 Griffen, en efecto, retoma estas ideas y aadeAmericas xxn, nm. 2, octubre 1965, pp. 115-137. Ver tambin su obra ms importante: La guerra chichimeca (I^$O-ISOO), Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1975. 9 William B. Griffen, Culture Change and Shifting Populations in Central Northern Mxi co, Anthropological Papers of the University of Arizona nm. 13, Tucson, The University of Arizona Press, 1969. Igualmente Indian Assimilation on the Franciscan rea of Nueva Vizcaya, Anthropological Papers of the University of Arizona nm. 33, Tucson, The Uni versity of Arizona Press, 1979. 1 0 Julien H. Steward, The Theory of Culture Change. The Methodology of Multilinear Evolution, Urbana, The University of Illinois Press, 1976, pp. 134-137. Steward emplea el trmino landownership que aqu hemos traducido simplemente como "propiedad terri torial". 1 1 Jbid., pp. 135-136.

que para los nmadas norteos la guerra serva como un mecanismo ms de adaptacin al medio, cuya funcin consista en mantener la posesin del "territorio tribal" y adems como va de adquisicin de recursos suplementarios. Desde ese punto de vista, la intrusin de los espaoles en sus dominios desencaden una respuesta tpica: la guerra.12 Ms adelante argumenta este autor que debido a dcadas de hostilidades con los espaoles, as como a la introduccin del caballo y el ganado europeos en sus territorios, estas bandas de cazadores desarrollaron una cultura guerrera, que las transform en grupos esencialmente depredadores, dedicados al saqueo de los asentamientos y posesiones de los espaoles e indios sedentarios/3 en un proceso muy semejante al que Steward describe para los grupos shoshoni de California y Utah.14 De acuerdo con este esquema de interpretacin, Griffen afirma en su primer trabajo que uno de los principales problemas para el estudio de los grupos indgenas del Norte novohispano es su identificacin. La regin, nos dice en este caso se refiere al Bolsn de Mapim), se hallaba ocupada por varios "grupos tribales" mayores, cada uno de los cuales se hallaba subdividido en grupos menores "llamados bandas".15 La dificultad derivara del hecho de que los espaoles con frecuencia empleaban el "nombre" de alguna "banda" en particular para designar a un "grupo tribal mayor", o a un conjunto o asociacin de bandas (cluster of bands), de manera que la tarea consistira en distinguir en la documentacin cundo los espaoles se referan a "bandas especficas" y cundo a "grupos tribales mayores".16 Pero ms all de este problema analtico y documental, remarquemos que todo sucede en el trabajo de Griffen como si lo esencial de la organizacin social de los grupos nmadas se reflejara de manera directa y casi transparente en la documentacin colonial. Sistemticamente elimina trminos espaoles de la poca tales como "ranchera" o "parcialidad", y los reemplaza por "bandas", sobreentendiendo que se trataba de unidades polticas y de parentesco que mantenan su cohesin e identidad interna, sea cual fuere la situacin histrica en que se encontraran. Correlativamente, si el "nombre" de una banda deja de "aparecer" en la documentacin, el autor asume que el grupo de parentesco como tal ha sido fsicamente exterminado. Pero como bien lo seala Chantal Cramaussel, detrs de la larga lista de 167 nombres de grupos indgenas del altiplano norteo que Griffen encontr dispersos en la documentacin, en realidad es posible encontrar una gran variedad de criterios de identificacin y diferenciacin, de entre1 2 1 3 1 4 1 5 1 6

William Griffen/ Culture Change..., p. 3. Ibid., p. 119. Julien Steward, op. cil, p. 113. William Griffen, Culture change..., p. v, introduccin. dem.

los cuales los vnculos de parentesco y territorialidad, tal y como los entendan los propios indios, se contaban entre los menos importantes.17 Lo mismo, poco ms o menos, puede decirse del anlisis que Griffen propone de la "territorialidad" de estos grupos. Siguiendo dentro de la misma lgica, el lugar donde era avistado un grupo, por principio, deba corresponder con su "territorio tribal" pues, recordmoslo, tericamente a cada banda patrilineal corresponda un mbito geogrfico bien delimitado: se refugiaban para hacer la guerra en sus territorios tradicionales de caza. As, la geografa de los encuentros y mutuas persecuciones entre espaoles e indios rebeldes termin convirtindose en el mapa de la distribucin de los llamados grupos nmadas del Conchos y el Bolsn de Mapim.LAS BANDAS DE TOBOSOS

William Griffen basa esencialmente su trabajo en reportes y relatos de capitanes, soldados y gobernadores, as como en un gran nmero de informaciones de testigos relacionadas siempre con campaas punitivas y pacificaciones de indios. La idea de privilegiar esta documentacin de guerra parte del principio de que es en ella donde aparecen mencionados de manera ms sistemtica los grupos indgenas, en lo que supuestamente debieron ser sus territorios tradicionales. En otras palabras, se trata de la bsqueda de una cierta "autenticidad" etnohistrica. Pero incluso si se tomara a la guerra como un elemento, por as decirlo "connatural" a la dinmica de estas sociedades, el procedimiento no deja de ser cuando menos riesgoso. El uso privilegiado de un solo tipo de informacin le imprime necesariamente un sesgo particular al anlisis: se sabe poco ms o menos cmo trataban y cmo llamaban a los espaoles cuando haba guerra, pero se olvida y se ignora casi todo lo que suceda en situaciones y tiempos de paz, como si esos indios fueran slo de guerra, lo cual es falso la mayora de las veces. Se deja pues de lado el estudio del tipo de vnculos que indios y espaoles establecan entre s, e igualmente se pierde de vista su evolucin en el tiempo. Esto es precisamente lo que sucede con los clebres tobosos, uno de los grupos ms aguerridos, temidos y perseguidos del siglo xvn norteo y del que, sin embargo, se sabe muy poco, salvo justamente que eran muy aguerridos y temibles. Quines eran los tobosos? El estudio del caso toboso bien podra servir de ejemplo de cmo se han construido en la historiografa muchas de las imgenes sobre los indios "brbaros" y de guerra. Retomemos entonces los trabajos de William Griffen para ello. Este autor califica a los tobo17

Para un anlisis pormenorizado del problema de los "nombres" atribuidos a los indios ver Chantal Cramaussel, "De cmo los espaoles clasificaban a los indios. Naciones y encomiendas en la Nueva Vizcaya Central", en este mismo volumen.

sos como una de las grandes "bandas" o "conjuntos de bandas" (band clustei) que habitaban el extremo norte del Bolsn de Mapim, y aade que eran cultural y territorialmente muy cercanos a los salineros y distintos a su vez de los indios conchos.18 Revisemos un poco la manera como llega a esta definicin etnohistrica. Griffen relata que despus de algunos breves contactos en el siglo xvi, la verdadera irrupcin de los tobosos en la escena neovizcana fue hacia 1610, cuando se hace mencin de ellos como asentados en Atotonilco, cerca del valle de San Bartolom,19 y aade que comienzan a aparecer en la documentacin como desert raiders, aunque sin mencionar ningn caso concreto. Enseguida menciona que en 1612 los tobosos huyen de su reduccin y permanecen prfugos hasta 1618, cuando en el curso de la gran rebelin tepehuana toman definitivamente el sendero de la guerra, en compaa de los salineros;20 aade finalmente que si bien en 1624 haba tobosos asentados en Atotonilco,21 a partir de esas fechas el Bolsn de Mapim se convertira en su mbito preferido de guerra.22 Luego los tobosos vuelven a desaparecer por dos largas dcadas de los registros de Griffen, quien argumenta que tan slo en 1640 los mencionan nuevamente como gente de guerra, al igual que a los salineros,23 hasta que una vez ms, en 1643, aparecen reducidos en Atotonilco. Afirma que ninguna de estas pacificaciones fue duradera, y para demostrarlo, Griffen hace enseguida un detallado recuento de los ataques perpetrados por los tobosos y salineros durante los dos aos siguientes en regiones tan alejadas de Atotonilco como Cuencam, Las Bocas e incluso Mapim y Parras.24 Nos comenta igualmente Griffen que en 1645 una "banda" de tobosos se asienta en Atotonilco, bajo el cuidado de su cacique, un indio llamado Cristbal Zapata, el cual, aade, desaparece al poco tiempo de los registros, para slo reaparecer una dcada despus como jefe de guerra, slo que no en Atotonilco, sino en la regin de La Laguna.25 Este evento particular, la sbita desaparicin y reencuentro del cacique Cristbal Zapata, al parecer resulta muy reveladora para el autor, pues de ella deduce que el cacique escap de Atotonilco acompaado de varios miembros de su grupo de parentesco, es decir, su banda patrilineal, y que eligi como refugio una zona cercana al que debi ser su territorio de origen, es decir el Bolsn de Mapim, donde se ali con otros indios comarcanos para atacar a los espaoles. Este acontecimiento, unido a los continuos ataques que registra1 8 1 9 20 2 1 22 13 24 25

William Griffen, Culture changa..., p. 77 e Iridian assimilation..., p. 5. William Griffen, Culture change..., pp. 9 y 77. Ibid. e Indian Assimilation..., p. 4. Ibid., p. 9. Ibid., p. 77. Ibid., p. 10. Ibid., pp. 12, 14 y 79. Ibid., pp. 79 y 82.

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de parte de los tobosos unidos a los salineros en la zona que va de Ind a Parras/6 le permite deducir que el mbito territorial de origen de los tobosos no es otro sino la regin norte del Bolsn de Mapim y que se trataba, por lo tanto, de un grupo culturalmente ligado a los "salineros" y cocoyomes de esa misma regin.27 As, mientras por un lado los espaoles hacan esfuerzos por asentarlos, ellos adoptaban un patrn de guerra esencialmente depredador e itinerante, atacando sin cesar los asentamientos espaoles y desplazndose enseguida a sus refugios en el Bolsn de Mapim. Ello se demuestra una vez ms en 1645, segn nos dice, cuando los espaoles llegan a perseguirlos en la llamada sierra del Diablo, al tiempo que nuevamente se hablaba de ellos con frecuencia como compaeros de correras de los indios salineros y ejecutando ataques en regiones del Bolsn,28 al igual que en la Tarahumara, o en lugares tan distantes como Julimes.29 Finaliza el autor detallando cmo los ataques se repiten bajo este mismo patrn de dispersin geogrfica durante el resto de la centuria.3 Es interesante revisar cmo para Griffen el patrn de dispersin geogrfica que presentan los ataques de los tobosos opera como un revelador de la dinmica social de los grupos indgenas del Norte. Todo sucede como si, con el paso del tiempo, las guerras lejos de disminuir el vigor demogrfico de las bandas patrilineales tobosas lo acrecentaran, as como su mbito de accin. De acuerdo siempre con los registros de nuestro autor, durante las dcadas de 1660 y 1670, por ejemplo, se ve a los tobosos cada vez con mayor frecuencia en zonas situadas al norte de la cuenca del ro Conchos,31 y pronto alcanzan tambin territorios tan al oriente como la provincia de Coahuila, e incluso ya durante el siglo xvn, en Nuevo Len, que sera, a la postre, el ltimo lugar donde se sabra de ellos antes de desaparecer.32 Sin embargo, para ese punto el anlisis del autor se ha vuelto ya difcil de seguir,- a su abigarrado mtodo de presentacin de persecuciones y batallas, aade un sistema de identificacin de "tribus", "grupos de ban26

Atacan, de acuerdo con estos registros, en ro del Norte, Ind, ro Angosto, Parras Guapagua, Las Cruces, Los Palmitos, El Gallo, Las Bocas, Los Charcos, Canatlan, y otros pun tos ms. Ibid., pp. 19, 21, 24, 30, 77 y 112. 27 Ibid., pp. 76-79. l9> Anota ataques en Cuencam, Mapim, La Laguna, Ind, Parral, El Gallo, Parras y Las Bocas, ibid., pp. 12, 14, 22, 24, 28, 29 y 79. 29 Ibid., pp. 22 y 25. 3 As, por ejemplo, en 1655 se reportan ataques de tobosos en Las Cruces y Los Palmitos (p. 29), Parral (p. 136], San Felipe de Tarahumaras, San Juan del Ro y Canatlan (pp. 29 y 30). En 1 6 5 6 en Cerro Gordo, Cuencam, Los Palmitos, Ocotln, ro Nazas, San Juan del Ro, San Pablo de Tepehuanes y se les persigue nuevamente en la sierra del Diablo (p. 30). El mismo patrn se repite para 1657: pp. 17, 30 y 136. 11 Se les ve en Encinillas y Tabalaopa, ibid., pp. 11 y 44 , y para 1658, p. 86. 3 2 Ibid., pp. 40, 43, 44 y 72.

das" y "bandas particulares", donde datos documentales y deducciones ligadas a ellos se encadenan en una secuencia demasiado compleja. Pero, lo que es ms importante, no siempre son claros los criterios a los cuales recurre para seleccionar o eliminar datos. Un ejemplo de lo anterior lo tenemos en su anlisis de los vnculos culturales que pudieron existir entre tobosos y cocoyomes. Al respecto nos dice que en 1748 un intrprete espaol intentaba interrogar en lengua cocoyome a un testigo sisimble y ste no logr comprenderlo; de ello concluye, aunque con reservas ciertamente, que la lengua tobosa y la lengua chisa, y por lo tanto la concha, eran distintas entre s, pues ya antes haba dejado establecido que, siempre de acuerdo con este tipo de encadenamiento de deducciones, los sisimbles eran una "banda" perteneciente a la "tribu" de los chisos, los cuales a su vez eran conchos, mientras que los cocoyomes eran una "banda" de origen toboso.33 Admitiendo lo vaga que resulta cualquier conjetura sobre las lenguas de este tipo de sociedades, simplemente consignemos que el propio autor presenta muchos otros ejemplos y testimonios que permitiran emparentar la lengua tobosa con la de los conchos y los chisos, ejemplos que sin embargo descarta sin demasiadas explicaciones.34 En realidad, lo que le da esa apariencia catica y desordenada a estos trabajos es la ausencia de algn tipo de tratamiento serial, e incluso cronolgico de la informacin, as como la ausencia de criterios que permitan colocar mnimamente en su contexto los materiales empleados. Toda la informacin es tratada de la misma manera, venga de donde venga, lo mismo el sesudo y elegante reporte dirigido al virrey por algn gobernador o visitador, que una informacin de testigos o la carta anual de un jesuita: todos son "informantes" al mismo ttulo, siempre y cuando exista algn elemento "presencial" en sus afirmaciones. Pero, sobre todo, el problema es que nunca llega a profundizar en la situacin de ninguna regin ni de ninguno de los grupos indgenas en particular. As, los tobosos que tan repentinamente "aparecen" en la escena hacia 1612 en la provincia de Santa Brbara, sbitamente se borran de los registros, aparecen de pronto en una u otra regin, sin ms explicacin que los avatares de la guerra y finalmente desaparecen hacia finales del siglo xvn o principios del XVIII, tan repentinamente como llegaron.LOS TOBOSOS Y LAS REDUCCIONES TEMPRANAS DEL RO CONCHOS

Ms que el detalle de las identificaciones grupales o lingsticas, lo que interesa aqu es acercarnos al tema de si es realmente posible hacer una lectura puramente etnohistrica de los datos histrico-documentales, y33 34

Ibid., p. 135. William Griffen, Culture Changa..., p. 41 y p. 135.

en especial, los de las guerras con los indios. Numerosas preguntas surgen de la lectura de estos trabajos. Por qu, por ejemplo, los tobosos "aparecen" y "desaparecen" con tanta facilidad de la escena? Por qu, en lo ms lgido de las guerras contra ellos, lejos de disminuir, parecen multiplicarse en nmero y extender su territorio? Por qu, finalmente, desaparecen de la escena tan lejos de los lugares donde fueron encontrados originalmente por los espaoles? Tan slo pensemos en los ms de 600 km que separan la cuenca del ro Florido de Nuevo Len. En realidad, un simple anlisis de la informacin ms pormenorizado permite despejar muchas de estas dudas. Por principio de cuentas habra que adelantar que no hubo tales "desapariciones": los tobosos siempre estuvieron all. Por otro lado, tampoco extendieron su territorio. Lo que s se transform, en cambio, a lo largo del tiempo, fue su situacin dentro del contexto de la sociedad espaola local, y cambi tambin el significado mismo del trmino toboso: no es lo mismo, en absoluto, el toboso de principios del siglo xvn que el de finales, cuando la palabra tena ya una connotacin muy distinta. Pero comencemos por el principio. La historia de los contactos entre los espaoles y los que despus ellos mismos llamaron los tobosos no se inicia eni6n-i6i2, e incluso podra decirse que ni siquiera en 1582, sino mucho antes, a principios de la sexta dcada del siglo xvi, cuando a partir de 1563 los colonizadores espaoles por primera vez se asientan en el llamado "valle de los conchos" estableciendo all tres pequeos enclaves la efmera villa nombrada La Victoria y poco despus, en 1567, los reales de San Juan y Santa Brbara.35 Muy a pesar de que en algunas fuentes posteriores los conchos adquiriran fama de pacficos y maleables, en realidad no hubo necesidad de esperar la irrupcin de las bandas de "nmadas" indmitos provenientes de recnditos rincones del desierto, para que la violencia guerrera pasara a formar parte permanente de esas relaciones: eran los propios vnculos que ligaban a indios y espaoles los que la gestaban por s mismos y de manera casi automtica, inmediata. Pequea y todava frgil demogrficamente, desde los primeros tiempos los traslados de indios del centro del virreinato haban sido un autntico sostn para el poblamiento en las ms importantes fundaciones del norte,- tal haba sido el caso en lugares como Durango, Nombre de Dios, Chiametla36 y en el propio "valle de los conchos". Sin embargo, eso no bastaba,- otra prctica legal, corriente y perfectamente sistematizada consista en reducir, en repartimientos y encomiendas, a los indios de las zo35

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Chantal Cramaussel, La provincia de Santa Brbara en Nueva Vizcaya 1563-1631, Ciu dad Jurez, UACJ , Estudios Regionales i, 1990, pp. 18-20. Salvador Alvarez, "Chiametla: una provincia olvidada del siglo xvi", Trace, nm. 22, di ciembre de 1992, pp. 10-13.

as aledaas a las nuevas fundaciones. Esto fue tambin lo que sucedi en este caso con los conchos de la provincia de Santa Brbara, pero poco tiempo resistieron bajo semejante yugo. Para 1575, la villa de La Victoria haba sido ya destruida y abandonada, y en el mismo trance se hallaban Santa Brbara e Ind, debido a que los indios, segn rezaba un documento de la poca, ;/se rebelaron, huyeron a la sierra y mataron a espaoles indios y ganado".37 Pero aun amenazados e incluso hostigados por los indios de guerra, poco a poco, durante el resto del siglo, estos primitivos asentamientos se fueron consolidando,- aparecieron explotaciones de granos y ganado, e incluso minas. Durante la dcada de 1580, por ejemplo, se verific incluso un efmero auge minero en Santa Brbara. Pero la otra cara de la moneda era que con todo ello, zonas cada vez ms amplias, en este caso, toda la cuenca del bajo ro Conchos y su afluente el Florido, es decir, la zona donde ms tarde se hablara con mayor frecuencia de los ataques e incursiones de los "tobosos", se converta en coto privado para partidas de cazadores de esclavos que se internaban en ellas para trasladar gente de servicio hasta los establecimientos espaoles.38 Ms tarde, este catico mtodo de traslado forzado de mano de obra fue reemplazado por otras formas ms estables y formalizadas, aunque igualmente violentas. En lugar de la venta de cautivos al mejor postor, la cual era ilegal en tiempos de paz y fomentaba que fueran extrados de la provincia, se estableci un sistema de repartimientos y encomiendas del cual podan beneficiarse los vecinos de mayor mrito, sin necesidad de depender de terceros. 39 Una de las caractersticas ms interesantes del sistema de encomienda y repartimiento de la Nueva Vizcaya fue que para su funcionamiento siempre dependi del traslado y reubicacin de indios muchas57

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"Relacin hecha por Juan de Miranda, clrigo, al Dr. Orozco, presidente de la Audiencia de Guadalajara sobre la tierra y poblacin que hay desde las minas de San Martn a las de Santa Brbara", en Joaqun Pacheco, Francisco de Crdenas y Luis Torres de Mendoza, Coleccin de documentos inditos relativos al descubrimiento, conquista y organizacin de las antiguas posesiones espaolas de Amrica y Oceana, Madrid, 1864. Chantal Cramaussel, La provincia..., pp. 32-49. De la misma autora Diego Prez de Lu jan: las desventuras de un cazador de esclavos arrepentido, Ciudad Jurez, UACj-Gobierno del Estado de Chihuahua-Meridiano 107, Serie Chihuahua. Las pocas y los Hombres, nm. 3, 1991. Igualmente, "Encomiendas, repartimientos y conquista en la Nueva Viz caya", Historias 25, julio de 1992, pp. 73-92. Como bien nos lo explica Chantal Cramaussel en diversos trabajos, ambas instituciones el repartimiento y la encomienda existieron en realidad en la Nueva Vizcaya desde su fundacin, aunque en un principio los tributos y servicios eran establecidos directa mente por los gobernadores,- sin embargo, a partir de 1582 qued establecido que los anti guos tributos que los indios pagaban, o deban pagar en especie, seran conmutados por tres semanas de servicios personales por ao y por tributario, aunque a cambio de esa res triccin se eximi igualmente a la provincia de pagar tributos a la corona. Chantal Cra maussel, Encomiendas..., p. 73.

veces originarios de regiones muy alejadas. En pocas tempranas, era comn que los espaoles establecieran sus haciendas y estancias cerca de las rancheras de los indios, a los que tomaban directamente en encomienda; sin embargo, ante la necesidad de incorporar indios de regiones cada vez ms lejanas, se estableci un sistema mediante el cual la gente de servicio, tanto de repartimiento como de encomienda, deba ser sacada anualmente y por tandas de sus reducciones y rancheras, para despus ser devueltos por medio de caciques nombrados por los propios espaoles hasta sus lugares de origen. Si bien este sistema de traslado anual funcion en muchos casos, tambin fue usual que se organizaran partidas de cautiverio para sacar indios gentiles de regiones circunvecinas, para asentarlos a todos juntos en reducciones, o bien para depositarlos directamente en las haciendas de espaoles.40 El secreto del xito o del fracaso de este sistema se cifraba entonces en la capacidad de los propios espaoles para mantener "de paz" a los indios capturados. Los espaoles crearon para ello, a lo largo del siglo xvi, varias reducciones de indios conchos en la regin del ro Florido,- la primera, el llamado pueblo de Santa Mara,41 y la segunda, con mucho la ms durable e importante, apareci hacia 1574 cuando se fund el convento franciscano de la villa de Santa Brbara. La nueva reduccin no se asent directamente en ese lugar, vaco por entonces, sino sobre el ro San Bartolom, que se estaba convirtiendo en la zona ms poblada de la regin; all fueron asentados, juntos, indios mexicanos e indios conchos. Despus de varios abandonos y desplazamientos, el pueblo de indios o reduccin termin, hacia 1590, por establecerse de manera definitiva a orillas del ro San Bartolom, en el punto donde ms tarde se levantara el poblado espaol del mismo nombre.^2 Cabe insistir a este respecto en que este tipo de reducciones albergaban no slo a indios sin encomendero, sujetos a repartimiento, sino tambin a los de encomienda. De acuerdo con los ttulos de encomienda que se otorgaban por entonces en la Nueva Vizcaya, los encomendados eran entregados en depsito a sus encomenderos, quienes adquiran la obligacin no slo de instruirlos y catequizarlos, sino tambin de defenderlos,40

Ibid. Ver igualmente las instrucciones dictadas al respecto por Rodrigo de Vivero el 17 de junio de 1600, en Silvio Zavala, El servicio personal de los indios en la Nueva Espaa 1 6 0 0 - 1 6 3 5 , t o m o v , p r i m e r a p a r t e , M x i c o , E l C ol e g i o d e M x i c o - E l C o l e g i o N a c i o n a l , I99O/PP* 584-585.

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E s t e p u e b l o f u e f u n d a d o p o c o a n t e s d e 1 5 7 5 s o b re e l r o S a n B a r t o l o m y t u v o u n a e x i s tencia efmera: Chantal Cramaussel, "El pueblo de Santa Mara y el pleito sobre el agua de 1572 en San Bartolom", Races 10, octubre-noviembre de 1990, pp. 8-12.

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Chantal Cramaussel, "San Bartolom colonial. Sistema de riego y espacio habitado", en Clara Bargellini, comp., Arte y sociedad en un pueblo colonial norteo: San Bartolom,

hoy Valle de Allende, Chihuahua, Mxico, UNAM, Instituto de Investigaciones Estticas, 1998.

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a cambio, desde luego, de sus servicios personales y de guerra. Este ltimo aspecto, el de la obligacin del encomendero de mantener armas y caballos para la guerra, y hacer uso de sus encomendados y gente de servicio en general, para situaciones de guerra, no era un mero recurso retrico, o un arcasmo derivado de la reconquista, sino un hecho real, una necesidad de la que no podan eximirse los espaoles. Puede decirse incluso que, vista en perspectiva, la participacin de hacendados y encomenderos y el uso constante de auxiliares indios armados provenientes de reducciones y haciendas en la defensa del territorio, la vigilancia de caminos, e incluso en el castigo y persecucin de los indios de guerra, tuvo un peso especfico mucho mayor que el de los propios presidios.43 No exista pues ningn impedimento formal, antes al contrario, para que los indios pasaran a vivir con su encomendero, o de preferencia, en esa poca, en las reducciones, donde podan disponer de lo necesario para vivir cultivando ellos mismos sus parcelas, ya que las haciendas eran todava pequeas, con pocas tierras labrantas y muy dispersas. De ese modo tambin, la tarea de vigilarlos y controlarlos se comparta entre los vecinos y los frailes franciscanos. Un excelente ejemplo de lo anterior es justamente el de los tobosos, quienes fueron originalmente uno de los muchos grupos de encomienda asentados a principios del siglo xvn en San Bartolom. El primer ttulo de encomienda de indios tobosos de que tenemos registro fue el extendido a Toms del Ro por Juan de Gordejuela Ibargen, el 26 de julio de 1600.44 Por la fecha en que se expidi el documento nos aporta informaciones sumamente interesantes acerca de las condiciones bajo las cuales los llamados indios tobosos fueron incorporados a la vida neovizcana. Recalquemos, por principio de cuentas, que se trata del primer texto colonial hasta ahora rescatado, donde se hace referencia concreta a indios tobosos, en fecha posterior al escueto relato de Antonio de Espejo. De acuerdo con el ttulo de la encomienda, los indios de esta "nacin tobosa" habitaban en un conjunto de rancheras que se hallaban "delante de donde llaman Las Salinas", donde colindaban por un lado con gente de "nacin con43

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Salvador lvarez, "La hacienda-presidio en el Camino Real de Tierra Adentro", en Me morias del Primer Coloquio "El Camino Real de Tierra Adentro, Historia y Cultura", UACj-iNAH-National Park Service, en prensa. Aunque desafortunadamente an no ha sido posible localizar el original del ttulo, conta mos sin embargo con un traslado parcial del mismo, en Silvio Zavala, El servicio perso nal de los indios en la Nueva Espaa 1600-1635, El Colegio de Mxico-El Colegio Nacio nal, tomo v, primera parte, Mxico, 1990, pp. 590-591. Este traslado se realiz en 1624, con motivo de una reasignacin de esta encomienda solicitada ese mismo ao, ante el entonces gobernador Mateo de Vesga, por parte de Juan de Sols, quien haba adquirido una serie de estancias de labor en el valle de San Bartolom, con las cuales se inclua el servicio de los indios tobosos de encomienda.

cha" y por la otra con los de "nacin tepehuana"; aade el documento que los tobosos nunca antes haban sido encomendados, por lo que no haba impedimento en depositarlos. No era extrao en la poca que indios que habitaban cerca de una salina, en este caso las llamadas Salinas de Santa Brbara, fueran entregados en encomienda a mineros. Toms del Ro se contaba, en efecto, entre los principales mineros y hacendados de Todos Santos, real de minas que por esa poca haba reemplazado a Santa Brbara como el ms importante de la provincia. Era hijo de Toms Rodrguez del Ro, quien fue "primer poblador" en Durango, y l mismo fue "primer poblador" de la villa y real de Santa Brbara, donde haba sido minero,- poco despus se traslad a Todos Santos, donde viva al momento de recibir la encomienda. Se sabe tambin que Toms del Ro, adems de minero, era estanciero,- troc su hacienda en Durango por otra en la provincia de Santa Brbara, propiedad de Lorenzo de Vera, la cual se convirti en una de las ms importantes de la zona. Se cultivaban all el trigo y el maz, y se sabe tambin que abasteca a los reales de Santa Brbara y Todos Santos con productos diversos,45 entre ellos muy seguramente la sal: de all que obtuviera indios de la zona de las salinas en encomienda. Durante esos primeros aos del siglo xvn, la regin del valle de San Bartolom haba experimentado un notable crecimiento,- nuevas estancias y haciendas fueron apareciendo a lo largo de las riberas del ro y nuevos indios tambin, como fue el caso de los tobosos, iban siendo asentados all. Una muestra de ese crecimiento la tenemos en la importancia que fue cobrando tambin la primitiva reduccin de San Bartolom. En pocos aos el asentamiento se consolid; adems de una pequea capilla, se construy tambin una acequia y se abrieron parcelas de riego para los indios, los cuales subsistan de sus propios productos, al tiempo que asistan a trabajar en las haciendas de los espaoles.46 Como corolario de todo ello, en 1604 la primitiva reduccin de San Bartolom dej de ser una simple visita del convento de Santa Brbara, para reemplazarlo en ese cargo. Se le asignaron dos frailes permanentes encargados de administrar directamente a los indios, e igualmente se abri una nueva reduccin de indios como visita de aquella, nombrada San Buenaventura de Atotonilco.47 Ese mismo ao, los encargados del nuevo convento de San Bartolo45 46 47

Chantal Cramaussel, La Provincia..., p. 62. Chantal Cramaussel, Sistema de riego... De acuerdo con fuentes franciscanas, la fundacin de este nuevo pueblo de indios se re monta a los aos de 1601-1603, bajo el nombre de Santa Mara de Atotonilco; sin embar go, no hemos encontrado ninguna otra referencia a un poblado de ese nombre en la re gin: "Informacin de los conventos, doctrinas y conversiones que se han fundado en la provincia de Zacatecas, ao de 1602", Coleccin de documentos para la historia de San Luis Potos, publicada por Primo Feliciano Velzquez, San Luis Potos, Archivo Histri co del Estado de San Luis Potos, 1897-1898, t. 1, p. 153. Sin embargo, dadas las discre-

m informaban al virrey acerca de la apertura de la citada reduccin, solicitndole un estipendio especial para su sostenimiento. La respuesta del marqus de Montesclaros lleg por medio de un mandamiento del 7 de julio de 1604, donde se ordenaba al gobernador de la provincia que se les entregaran bueyes y aperos de labranza a los indios de Atotonilco, lo cual nos habla de que se trat de una fundacin que albergaba un nmero considerable de indios. stos quedaron as bajo la tutela de los franciscanos, y del que era por entonces "protector de los indios conchos y de los conventos franciscanos", el capitn Diego de Morales, as como de varios caciques indios, los cuales recibieron incluso cargos de justicia. El principal de ellos era don Cristbal, quien recibi el ttulo de "gobernador de los indios conchos"; con l estaba otro de nombre Francisco de Alanzuaco, quien fue nombrado "alcalde de los indios conchos de Atotonilco"; otro, de nombre Esteban, recibi el ttulo de "alcalde indio"; Bautista, el de alguacil indio, y haba igualmente otros tres "caciques indios": el primero don Andrs, el segundo Maopa y el tercero, uno llamado Juan Daz Cape.48 Aunque en diversos documentos posteriores se indica que Atotonilco fue fundado con el propsito expreso de servir como reduccin de indios tobosos, como puede verse claramente en el documento anterior San Buenaventura de Atotonilco se fund originalmente para albergar a indios conchos, sin que se hiciera ninguna referencia explcita a los tobosos. De cualquier modo, en efecto, hubo tobosos en Atotonilco prcticamente desde su fundacin. En 1604, por ejemplo, Atotonilco aparece como "pueblo de indios" en el censo de la provincia mandado a hacer por el gobernador Urdiola y se consigna tambin que haba ya tres vecinos espaoles: Toms Rodrguez del Ro, hijo de Toms Rodrguez, primer encomendero de los tobosos y dueo de la nica estancia de labor en los alrededores de Atotonilco, y otros dos que vivan bajo su amparo: Juan Ruiz de Cabrera y Francisco de Olivia.49 Se sabe que para esas fechas Toms del Ro haba muerto flechado por los indios (no se indica cules) y que su hijo, el citado Toms Rodrguez del Ro, haba comprado la estancia de Atotonilco en 1602,5 donde se instal con sus encomendados. Este antecedente sirvi, sin duda, para que ms tarde los tobosos fueran concentrados en ese lugar.pancias en el nombre, existe la posibilidad de que se trate de una confusin entre San Buenaventura de Atotonilco y el ya para entonces desaparecido pueblo de Santa Mara, o bien de que en un principio se haya pensado en Atotonilco para reemplazar a aqul. Ver igualmente Chantal Cramaussel, Sistema de riego... A G , Contadura 925, Cuentas de la Real Caja de Durango 1604-1605. A G , Guadalajara 28, Censo de la Provincia de la Nueva Vizcaya por el gobernador Fran cisco de Urdiola, minuta de Santa Brbara. Guillermo Porras Muoz, "Datos sobre la fundacin de Ciudad Jimnez", Boletn de la Sociedad Chihuahuense de Estudios Histricos, t. 4, nm. i, 1946.

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De acuerdo con lo visto hasta el momento, los primeros contactos directos entre tobosos y espaoles se desenvolvieron de manera muy semejante a lo que ocurri con la mayor parte de los indios de la Nueva Vizcaya y del norte en general. Cabra preguntarse ahora si realmente es posible averiguar, a travs de las fuentes, qu tipo de vida llevaban estos primeros tobosos antes de acercarse al yugo colonial, y si eran distintos en algo de los llamados "indios sedentarios" del septentrin, como los tepehuanes, los tarahumaras y los propios conchos. Lo primero que hay que decir es que ni en estas ni en otras fuentes posteriores se caracteriza de manera especial a los tobosos. Sus primeros encuentros con los espaoles, por ejemplo, no dieron pie a ms violencia que la normal en ese momento en todo el Norte. Entre 1600 y 1604, en realidad toda la cuenca del Conchos se hallaba convertida en territorio de guerra, y numerosos indios fueron desplazados de sus lugares de origen al cabo de largas e intensas campaas de pacificacin.51 stas culminaron con la fundacin de otra reduccin ms, dependiente del convento de San Bartolom, llamada inicialmente San Francisco de Comayaos y ms tarde San Francisco de Conchos. Era la tercera reduccin de indios conchos que se fundaba en la provincia, esta vez en una zona todava muy poco poblada de espaoles, pero donde, de acuerdo con los fundadores de la nueva misin, los indios eran numerosos,- fray Alonso de la Oliva reportaba en 1604 que haba alrededor de 4 000 posibles nefitos all.52 Es probable que esos clculos no estuvieran del todo equivocados, en vista de que durante los aos subsecuentes las reducciones de los conchos siguieron prosperando,- as, en 1610 San Francisco fue ascendida a la categora de convento independiente, con dos religiosos53 y en 1611 y 1612 nuevamente se repartieron bueyes, obejas y aperos de labranza para las reducciones de conchos, incluyendo la de Atotonilco, donados por los labradores de San Bartolom.54 Este periodo de relativa estabilidad fue roto por el gran levantamiento de los tepehuanes de 1616-1618. Aunque en un principio los conchos se haban mantenido al margen del conflicto, participando nicamente como auxiliares de los espaoles, en 1617 los tobosos de Atotonilco desertaron de su misin y se lanzaron a la guerra. En realidad, sera difcil saber si la escapatoria de los tobosos tuvo alguna relacin directa con las guerras tepehuanas de esos aos, pero lo que s es seguro es que los espa5 1

"Probanza de Miguel de Barraza residente en las Indias de Nueva Espaa en la Villa de Durango de los servicios hechos a SM en los reynos de Vizcaya y Galicia", 1618, en Charles W. Hackett, Historical Documents Relating to New Mxico, Nueva Vizcaya, and Approaches there to I J J S , Washington, Carnegie Institution, 1923-1937, vol. i, p. 96. Wigberto Jimnez Mo reno, Es tudios de his tor ia colonial Mx i co , I N A H , 1 9 5 8 , p p . 1 4 6 147. AG , Contadura 925, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1610-1611. AG , Contadura 925, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1612-1613.

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oles as lo temieron, de all que reaccionaran como si fuera as. Se organiz entonces una expedicin punitiva contra ellos al mando del capitn Pedro de Mosquera, la cual se dirigi hacia el oriente del ro Conchos, hacia unas salinas denominadas Del Machete, donde se hallaban refugiados los fugitivos, e hizo gran cantidad de cautivos de guerra, los cuales fueron vendidos como esclavos en diferentes puntos de la Nueva Vizcaya. En uno de los pasajes del reporte consecutivo a esta expedicin punitiva, encontramos un elemento sumamente interesante acerca de cmo consideraban, o mejor dicho, de cmo los espaoles clasificaban en ese tiempo a . los tobosos: "El capitn Mosquera ha tenido [entradas] contra los indios que llaman salineros y contra otras dos naciones, conchos tobosos y ooques, ha hecho dos buenas presas en ellos;/.55 Como puede verse por la cita anterior, tobosos y conchos eran vistos como parte de una misma "nacin".56 Los tobosos huidos de Atotonilco fueron reubicados all, junto con otros llamados acoclames, nonojes y xipocales, y algo semejante sucedi con los fugitivos de las reducciones de San Bartolom y San Francisco de Conchos. A partir de esa poca la situacin interna de las reducciones del ro Conchos tendi de alguna manera a degradarse. Las escapatorias masivas de haciendas y reducciones se hicieron ms frecuentes que antao y no fueron pocos los caciques y principales indios que pagaron con su vida su colaboracin en las sacas de indios para los repartimientos y encomiendas. Bien vale la pena seguir un poco ms de cerca algunos aspectos de este proceso. Un buen marco de referencia lo podemos encontrar en las rebeliones de 1621 y 1624. La primera estall en las reducciones jesuitas (o pueblos de misin, como se prefiera) de San Pablo de Tepehuanes y San Ignacio, ambas ocupadas por conchos, tepehuanes y tarahumaras, quienes huyeron juntos y atacaron diversas estancias de la provincia de Santa Brbara.57 La reaccin no se hizo esperar y los estancieros de la provincia, comandados por uno de ellos, el capitn Francisco Montano de la Cueva, salieron en busca de los alzados, acompaados por un contingente de auxiliares de San Francisco de Conchos y en poco tiempo dieron cuenta de los alzados. Ms interesante que la rebelin misma resulta ser el proceso de pacificacin que le sigui. Todava el temor de un nuevo alzamiento general, semejante al ocurrido en 1616, se hallaba fresco en la memoria, y55

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"Relacin breve y sucinta de los sucesos que ha tenido la guerra de los Tepehuanes desde el 15 de noviembre de 1616 hasta el 16 de mayo de 1618", en C. W. Hackett, Historical Documents..., vol. 2, p. no; el nfasis es nuestro. Acerca del uso del trmino nacin referido a los indios del septentrin novohispano, va se Chantal Cramaussel, "De cmo los espaoles...". La rebelin y el proceso de pacificacin que le sigui se hallan consignados en "Papeles del almirante Mateo de Vesga 14 dic. de 1620 a 19 mayo 1622"/ pp. 118-136, en C. W. Hackett; Historical Documents... vol. 2, p. 122.

dado que en esta asonada haban participado tepehuanes, que eran considerados la mxima amenaza en ese tiempo, el gobernador Mateo de Vesga decidi convocar a sus mejores capitanes y distribuirlos por los cuatro rincones de la provincia y hacer l mismo un recorrido por las principales reducciones de la Nueva Vizcaya para confirmar con sus caciques las paces pactadas unos aos atrs.58 El gobernador visit de preferencia las reducciones tepehuanas,*9 aunque tambin se ocup de los conchos, y en particular de los tobosos de Atotonilco, quienes por medio de fray Alonso de la Oliva y en nombre de sus caciques don Jacobo, don Jusepe y don Cristbal, dieron la paz, sin gran problema, prometiendo "que haban de bajar a la siega del Valle de San Bartolom" junto con los "nonojes, xipocales y achaclames".60 Pero eso no fue todo: aprovechando la movilizacin general que se haba provocado por el temor a los tepehuanes, el gobernador orden asentar de paz, por la fuerza desde luego, a otros dos grupos recalcitrantes que, aunque ajenos a la rebelin de San Pablo y San Ignacio, se hallaban tambin en guerra y huidos de sus respectivos pueblos,- ellos eran, por un lado, una partida de tepehuanes de la villa de Durango y, por el otro, los conchos que habitaban ro abajo de la misin de San Francisco de Conchos. En el caso de los primeros, se trataba de antiguos rebeldes que simplemente haban permanecido alejados de los espaoles desde la rebelin dei6i6-i6i8y que fueron reducidos fcilmente,- en el de los conchos, en cambio, existan razones mucho ms especficas. Unos meses atrs, al tiempo que estallaba la rebelin en San Pablo y San Ignacio, la justicia de San Bartolom haba enviado a don Alonso, un indio que portaba el pomposo ttulo de "cacique de la nacin concha", tierra adentro a llamar a los indios conchos para que fuesen a trabajar las labores y haciendas del dicho Valle como lo acostumbran cada ao y que habiendo llamado y juntado algunos indios y queriendo volverse al dicho valle los que as haba juntado se alzaron, rebelaron y flecharon e hirieron al dicho don Alonso cacique.61

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En el documento se asienta que, terminada la campaa contra los indios de San Pablo y San Ignacio, el gobernador Mateo de Vesga "vino visitando [...] los pueblos y rancheras de indios tepehuanes que estaban de paz en la gobernacin y con ellos confirm las paces que tenan asentadas", "Papeles del almirante Mateo de Vesga", en C. W. Hackett, Historical Documents..., vol. 2, p. 124. Visit El Zape, Santa Catalina, Papasquiaro, Capinamaz, Milpillas, Guarizam, San Francisco del Mezquital, San Francisco de Ocotn, San Simn, Mapim y otros ms: ihid. Ibid., p. 124. Ibid.,?. 130.

Los estancieros del valle de San Bartolom volvieron a tomar las armas, y comandados por otro de ellos, el capitn Cristbal Snchez, se dirigieron en contra de los conchos alzados, quienes se haban refugiado ro abajo. Los rebeldes fueron cercados y reducidos y varios de los cautivos enviados a Durango, donde el gobernador los conden a ser vendidos como esclavos en pblica almoneda. Este castigo ejemplar, slo aplicado a los indios "apstatas" y considerados enemigos jurados de la corona, nos muestra que los conchos no eran vistos como gente especialmente dcil y poco beligerante. Los tobosos, mientras tanto, permanecan tranquilos en su reduccin de Atotonilco, al parecer ajenos a aquellos acontecimientos. Dos aos despus, en 1624, la situacin dio un vuelco y toc esta vez a los tobosos el papel protagnico en un episodio muy semejante al anterior. Esta vez fue el cacique don Jacobo el encargado de mandar llamar a un grupo de tobosos de las salinas, para que se asentaran de paz y participaran en las cosechas del valle de San Bartolom.62 Aunque el cacique no muri en el trance, los convocados se negaron a "bajar de paz" y ms tarde, en las informaciones de testigos, confesaran que ellos haban permanecido alzados "desde haca ms de veinte aos", "sin tener ni haber dado obediencia a su magestad, retirados en los campos y sin doctrina", cometiendo robos y ataques a las estancias de los espaoles y acompaados de algunos indios llamados "salineros", probablemente tepehuanes. En vista de la negativa a reducirse, otra vez los estancieros de San Bartolom se organizaron para salir en busca de los rebeldes, siempre bajo el mando del capitn Cristbal Snchez, y una vez ms los cercaron y los redujeron, hiriendo a algunos y tomando cautivos a otros.63 Tambin en este caso los derrotados hicieron las paces con el gobernador, quien, por tratarse de un grupo bastante numeroso, los hizo poblar en un puesto nombrado San Felipe de Ro Florido, ubicado a seis leguas de Atotonilco, y el cual quedara a cargo de fray Lzaro de Espinoza, superior del convento de San Bartolom.64 Como hemos podido ver, todava en esta poca, a pesar de las escapatorias y escaramuzas, los tobosos no se distinguen del resto de sus congneres, cuando menos en cuanto a algn supuesto carcter especialmente guerrero o huidizo. Es evidente, por ejemplo, cuando en el documento de 1624 los tobosos que iban a ser reducidos en San Felipe de Ro Florido afirmaban haber permanecido desde haca dos dcadas alejados de los espaoles y "sin doctrina", que ello se refera a ese grupo en particular y no a que todos los tobosos hubiesen permanecido siempre irreductibles, por62

"Papeles del Almirante Mateo de Vesga", en C. W. Hackett, Historical Documents..., v. 6 2, p. 140. * dem. ^ dem.

completo refractarios a su incorporacin a la sociedad espaola y en estado de guerra permanente: hemos visto que no fue as. Haba, en cambio, otros grupos en esa poca que eran considerados como mucho ms peligrosos y terribles que los tobosos, en particular los civilizados y sedentarios tepehuanes, o bien los xiximes y los acaxees, y hasta los casi mesoamericanos indios de la provincia de Chiametla, eran ms temidos que ellos.65 Notemos simplemente que, hasta la dcada de 1620, slo dos grandes grupos aparecen con sus nombres de manera sistemtica en las reducciones del ro Conchos: los propios conchos y los tobosos, o conchos-tobosos, como se les llamaba tambin en ocasiones. Fuera de estos dos, slo de manera ocasional aparecen indios de otras "naciones" como asentados all; recordemos, por ejemplo, a los nonojes, acoclames y xipocales, que aparecen despus de las guerras de 1618, de los cuales lo nico que se sabe es que los espaoles decan que eran "sujetos" de los tobosos. Difcilmente, sin embargo, pueden encontrarse en la documentacin elementos que permitan diferenciar claramente entre estos dos grandes grupos: conchos y tobosos. Desconocemos por desgracia el origen geogrfico preciso de las encomiendas de tobosos y de los tobosos reducidos en Atotonilco,- slo se consigna en la documentacin de manera incidental que se trataba de gente "de las salinas", sin ms precisin al respecto. Fuera de esta vaga alusin a su proveniencia, tema que abordaremos ms adelante, y del hecho de que portaban un apelativo distinto, muy poco distingue a los tobosos de los conchos de paz en la reduccin de Atotonilco. La dcada de 1620 fue una poca de expansin para el sistema misional en la provincia,- por todas partes en las regiones circunvecinas se creaban nuevos enclaves espaoles y reducciones de indios,66 y en Atotonilco igualmente se abrieron varias estancias y haciendas de granos y ganado en sus inmediaciones, detentadas en particular por antiguos mineros del real de Todos Santos, el cual haba prcticamente desaparecido y todo indica que cuando menos algunos tobosos de Atotonilco pasaron a trabajar en ellas como encomendados.67 Igno65

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Para un relato de la rebelin tepehuana de 1616-1618, vase Guillermo Porras Muoz, La frontera con los indios de la Nueva Vizcaya en el siglo xvn, Mxico, Fomento Cultural Banamex, 1980, pp. 141-164; acerca de la provincia de Chiametla, Salvador lvarez, Chiametla, una provincia olvidada..., en especial pp. 9-10 y 18-22. En 1624, por ejemplo, al mismo tiempo que en la parte oriental de la provincia se estaba creando la reduccin de San Felipe de Ro Florido, ms al sur se abra la de Santa Mara de Cerro Gordo, con tepehuanes, y en el occidente surgan las misiones de San Miguel de las Bocas (en el propio ro Florido), San Ignacio de Tarahumaras y Santa Cruz de Tepe huanes: Chantal Cramaussel, La provincia..., pp. 51-60. Adems de la ya citada encomienda de Toms del Ro, conoce el caso de la de Bartolom Delgado, quien pas a ser encomendero de tobosos: Chantal Cramaussel, Sistema de rie go...

ramos si durante ese periodo en particular los tobosos estaban siendo utilizados tambin para explotar las salinas de las llanuras orientales de la provincia, o si se estaban practicando nuevas capturas o pacificaciones de tobosos y dems indios para colocarlos en reducciones y haciendas, o si simplemente todo se debi a los rigores del trabajo en ellas, pero el caso es que, en 1627, nuevamente los indios de Atotonilco abandonaron su reduccin y, al igual que tres aos atrs, se organiz una entrada contra ellos y fueron reducidos. Lo curioso de este episodio es que esta vez el encargado de llamarlos de paz fue el indio Alonso, quien ostentaba el ttulo de "capitn de los indios conchos de la parcialidad de Atotonilco",68 lo cual muestra que segua siendo considerada como reduccin de conchos y de tobosos.69 La nueva escapatoria y reduccin result ser un episodio pasajero y durante los aos siguientes los indios de Atotonilco incluso incrementaron su nmero: en 1630, el poblado haba alcanzado ya los 200 vecinos indios.70 Incluso en ese periodo se les llegaron a confiar a los tobosos labores de guerra,- en 1632, por ejemplo, salieron bajo el mando sus principales, Alfonso y Alvaro (de los cuales no se sabe si eran tobosos o conchos), como auxiliares de guerra en contra de los indios llamados "macames" (o conchos "masames", nombre de una encomienda de conchos del valle de San Bartolom), de quienes se deca eran "vecinos" de los propios tobosos.71 La apertura de las minas de Parral y las nuevas presiones que ello trajo aparejado para las sociedades indgenas locales no parecieron cambiar demasiado esta situacin, al menos en el corto plazo. En 1635, por ejemplo, nuevamente los tarahumaras y tepehuanes de San Pablo, San Ignacio, Las Bocas y dems misiones se alzaron y fueron derrotados, pero los tobosos permanecieron tranquilos. Tan tranquilos parecan los tobosos en esa poca que, en 1632, el gobernador Gonzalo Gmez de Cervantes, ante la falta de sal que se viva en el recin fundado y floreciente real del Parral, informaba que haba salinas situadas a nueve das de camino de Parral, en trminos de los territorios de "los indios tobosos que han venido de paz", por lo que hizo llamar a sus principales y caciques, don Jacobo, don Pablo y don Agustn, as como a Chaome, cacique de los nonojes, y a Mzate, que lo era de los "ococlames", para pactar un asiento sobre la explotacin de esas salinas. Los caciques escucharon el auto del gobernador al respecto, y aceptaron gustosos su contenido, prometiendofi8 69

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A G , Contadura 92 5, Cuentas de la Real Caja de Durango. Ese mismo ao fue nombrado el indio Mateo de Atotonilco, capitn de la nacin concha: ibid. Guillermo Porras Muoz, El nuevo descubrimiento de San os del Parral Mxico, UNAM, Instituto de Investigaciones Histricas, 1988, pp. 33-37. AG, Contadura 926, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1632-1634.

que gustando su seora ellos acudiran a su tiempo y con su gente a cogerla y amontonarla y que podrn entrar con toda seguridad carros y recuas a cargar y al tiempo de la cosecha se les lleve bastimento para que coman y se les pague su trabajo, porque con puntualidad acudirn cada ao a servir a su magestad en esto... Y los dichos caciques aceptaron el dicho asiento y prometieron de cumplir lo que tienen ofrecido con lo cual se despidieron de su seora del dicho seor gobernador.72 Por el momento, el carcter relativamente pacfico y cooperador de los tobosos no pareca despertar demasiadas dudas entre los espaoles. Al despedirse, los caciques entregaron incluso varias cabelleras de indios rebeldes que se hallaban quiz en sus tierras. De toda evidencia, la situacin no era del todo pacfica, pero tampoco puede decirse que de urgencia extrema. Habra que esperar todava varias dcadas para que esta situacin comenzara a cambiar de rumbo y para que comenzara a aparecer otro tipo de toboso, que no es necesariamente el mismo que hemos descrito hasta ahora, y que denominaremos, a falta de otro trmino mejor, el toboso de guerra.LOS AGRICULTORES DE PAZ

Valdra la pena hacer un alto en el camino para ver si a partir de la documentacin existente acerca de estas primeras dcadas de contactos es posible identificar de qu tipo de sociedad provenan estos tobosos. Si nos limitramos tan slo a lo que podramos llamar fuentes de "primera mano", esto es relatos de poca, y de preferencia presenciales, lo primero que vemos en ellos es que slo disponemos unas pocas, breves y escuetas descripciones de la regin de los tobosos y que son bsicamente las mismas que tocan a los conchos. Sin embargo, el punto ms importante no se encuentra all, sino en cmo esos textos han sido construidos. Sin querer entrar en demasiadas honduras a este respecto/3 citemos simplemente como ejemplo la clebre descripcin de Juan de Miranda de 1575, uno de las primeros textos de primera mano que se refieren al ro Conchos. En ella se dice: llmanle el ro de las conchas y a sta causa, llaman a los indios que en l hay, de las conchas; hay grandsima cantidad de indios a los cuales por no ha72

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Asiento con los tobosos sobre unas salinas, en Guillermo Porras Muoz, El nuevo descu brimiento..., p. 226, apndice 3. Para una profunda discusin acerca de la construccin de los textos sobre los indios en el periodo colonial, vase Guy Rozat, Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la conquista de Mxico, Mxico, Tava Editorial, 1993. Del mismo autor, sobre los textos je sutas norteos, Apaches y jesutas: cuentos y recuentos, Mxico, Universidad Iberoa mericana, en prensa.

ber habido nahuatatos que les entiendan no se les ha podido hablar y llamar de paz. Hasta ahora pocos das ha que se tuvo ser de la lengua de los indios del pueblo de San Miguel, y dicen los indios de este pueblo haber salido y procedido de aquella provincia; entiende se vendrn todos de paz con facilidad por las lenguas y hay tanta cantidad de gente que segn dice el nahuatato, habr tantos como en Tlaxcala, e dan por noticia estar no muy lejos de la mar; es gente inhbil y desabida, porque no tienen sementeras de maz ni otras semillas y se sustentan con muy viles y bajos mantenimientos.74 Ya tan slo en esta corta cita encontramos elementos que seran difciles de integrar a un reporte etnogrfico o etnohistrico. Por ejemplo, la afirmacin de que los indios al norte del Nazas eran "numerosos", puede resultar aceptable/ en la medida en que otros muchos documentos y los propios acontecimientos as lo confirman. Pero si bien, por la misma razn, la frase de que eran "tantos como en Tlaxcala" podra tomarse como un simple recurso de lenguaje, en realidad all el asunto ya no es tan sencillo. No podemos dejar de lado que, unas lneas antes, el franciscano dice haber tenido noticias, supuestamente por medio de un nahuatlato, de que estos mismos indios "dicen haber venido y procedido" de la provincia de San Miguel, esto es, de San Miguel de Culiacn, aadiendo que su lengua era la misma que se hablaba en aquel lugar. Si realmente le quisiramos atribuir la categora de "informante" a Juan de Miranda, lo menos que se podra decir es que resulta un testimonio bastante curioso desde el punto de vista etnogrfico y filolgico. Pero en realidad tampoco ste es el asunto,- no olvidemos que hacia la dcada de 1570 todava se hablaba con frecuencia de Culiacn como el posible lugar de origen de los aztecas, por lo que no es de extraar que el franciscano identifique la procedencia de los indios de lo que era el norte ignoto de ese tiempo con Culiacn, obviamente no a partir de lo que los indios "le dijeron", sino de su propio saber. La alusin a que haba tantos indios "como en Tlaxcala" bien puede colocarse en el mismo registro: tan slo ocho aos despus, Antonio de Espejo saldra en busca de un ignoto y riqusimo reino septentrional, al cual bautiz justamente como la Nueva Tlaxcala. Juan de Miranda, igualmente, no hace sino poner su grano de arena en la cuestin del tamao del continente hacia el norte, cuando de su propio peculio, o por medio de un "nahuatlato", hace decir a estos indios que sus tierras se encontraban "no muy lejos de la mar": como sabemos, lo estaban, y mucho. Ante todo esto, resulta difcil darle su lugar a la afirmacin de Miranda acerca de que los indios de esa regin eran gente tan "inhbil y desabida" que ignoraba el uso de cualquier semilla, en especial sabiendo que Miranda nunca recorri esos territorios.74

Relacin hecha por Juan de Miranda, en Joaqun Pacheco, Francisco de Crdenas y Luis Torres de Mendoza, Coleccin de documentos..., vol. 16, p. 569.

Contrastemos entonces el relato de Miranda con otro, proveniente de una de las primeras expediciones que remontaron el ro Conchos, la de Antonio de Espejo, en 1583, quien describi de la siguiente manera a sus habitantes: hallamos que se sustentan de conejos, liebres y venados, que cazan y hay en mucha cantidad y de algunas sementeras de maz y calabazas y melones de Castilla y sandas, que son como melones de invierno que siembran labran y cultivan,- y de pescado y de mscales que son pencas de lechuguilla.75 Como puede verse, existe una gran diferencia entre la opinin de Espejo y la de Juan de Miranda. En realidad ya otros autores anteriormente han comentado este punto en particular, remarcando el relativo valor que con frecuencia hay que otorgar a este tipo de relaciones. Miguel Othn de Mendizbal, por ejemplo, recordaba que mientras en la relacin de Pedro de Bustamente y Hernando Gallegos, soldados de Chamuscado, quienes haban recorrido el mismo territorio tan slo un ao antes que Espejo, se deca que los habitantes del Conchos eran "chichimecas desnudos, que se mantienen de races y otras yerbas del campo". A un ao de diferencia, nos dice Mendizbal, otra expedicin da una versin por entero distinta de la misma cuestin y argumenta que probablemente ambas descripciones fueran correctas en lo fundamental, salvo por el hecho de que, quizs, unos y otros hubieran pasado en pocas diferentes del ao y presenciado distintas actividades estacionales: recolecta de frutos silvestres por un lado, cuidado de cultivos y pesca, por el otro.76 Anotemos al respecto, que la descripcin de los conchos que dej Diego Prez de Lujan, acompaante de Espejo, deja pensar que Mendizbal tena razn. Segn este experimentado cazador de esclavos, bien acostumbrado a esos parajes, los indios de por all practicaban la pesca y la caza, al tiempo que cultivaban maz, calabazas y melones, e incluso aade que esto ltimo lo hacan en terrazas alejadas del ro, por temor a las inundaciones. Vale la pena destacar tambin que Prez de Lujan, quien tena entre sus indios de servicio esclavos capturados en esa regin, comentaba que slo dos lenguas se hablaban a lo largo de la cuenca del ro: la concha, desde la provincia de Santa Brbara, hasta cerca de la confluencia del Conchos con el Bravo, y la que l llam patarabuey, en la junta de esos dos ros: un testimonio valioso, viniendo de un buen conocedor del terreno.75

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Relacin de Antonio de Espejo, en Joaqun Pacheco, Francisco de Crdenas y Luis Torres de Mendoza, Coleccin de documentos..., vol. 15, p. 124. Miguel Othn de Mendizbal, Influencia de la sal..., p. 107. Ver igualmente Ralph L. Beals, The Comparativa Ethnology..., p. 99.

No hay mucho ms que decir respecto de lo arriba sealado. Los textos del siglo xvi norteo son especialmente parcos en cuanto a descripciones de indios; de imgenes, ni hablar: simplemente no existen. Lo arriba citado es prcticamente lo nico con que contamos como descripcin de los conchos en el xvi. En cuanto a los tobosos, la situacin no es mejor; disponemos solamente de una anotacin de Espejo, quien menciona lo siguiente sobre un punto no muy lejano de la confluencia de los ros Conchos y Bravo: "salimos de esta nacin [de los pasaguates] y a la primera jornada hallamos otra gente que se llaman los jobosos"; es todo.77 Durante el siglo xvn, fuera del mbito jesuita, los espaoles prcticamente no mostraron inters alguno en describir a los indios,- la poca de los grandes relatos de expediciones y conquistas haba quedado atrs, y durante este siglo, lo poco que sabemos acerca de cmo vivan los indios en su propio medio proviene de cortos y escuetos comentarios, simples anotaciones dispersas en un mar de documentacin diversa. sta es, en el fondo, la razn por la cual los etnohistoriadores han preferido o intentado reconstruir los caracteres culturales de los grupos indgenas norteos a travs de elementos indirectos, complementados con lo que podra parecer un adecuado marco terico de referencia. Despus de lo expuesto anteriormente, podemos regresar al tema de cul fue la situacin, dentro de la sociedad espaola, de este grupo que ha sido caracterizado como tpicamente cazador-recolector, en este caso, los tobosos, y hasta dnde tal caracterizacin es en efecto sustentable. Un punto de partida que nos parece esencial es que por desgracia desconocemos el origen geogrfico de los primeros tobosos que fueron asentados en la encomienda de Toms del Ro, y en Atotonilco poco despus. Si realmente, como es lgico suponer, ya que era lo normal a principios del siglo xvn, se trataba de gente que provena de las cercanas de la propia misin, lo ms problable entonces es que conocieran en algn grado la agricultura, lo cual explicara su relativamente rpida adaptacin a la forma de vida que se les impuso all. En realidad, no existen razones documentales para confinar a los tobosos a un mbito geogrfico restringido y sobre todo tan restrictivo como lo es el interior del Bolsn de Mapim y hacer de ellos, por lo tanto, cazadores-recolectores "puros": no es en este mbito donde se mueven los tobosos histricos. La misin de Atotonilco se encontraba a unos 15 20 km del valle de San Bartolom, casi en la confluencia del ro de este nombre y el Florido, del cual es uno de sus principales afluentes. El Florido nace en la sierra de Santa Brbara, desde donde toma un breve curso hacia el sur, para despus torcer en direccin del noreste por unos 100 km hasta la confluencia con el ro de San Bartolom, muy cerca de donde se encontraba la misin de Atotonilco; luego se dirige hacia el noroeste, hasta reunirse con77

Relacin de Antonio de Espejo..., p. 125.

el Conchos unos 120 km ms adelante. Atotonilco se encontraba, entonces, sobre uno de los puntos ms orientales de la cuenca de este ro, que de alguna manera marca un lmite entre las estribaciones del Bolsn de Mapim propiamente dicho, hacia el este, y la cuenca del Conchos y el sotomontano de la sierra Madre Occidental, hacia el poniente. Se trata pues de una zona, por as decirlo, de transicin entre esos dos grandes conjuntos geogrficos, hecho que debe ser tomado en cuenta a la hora de intentar una caracterizacin de los grupos indgenas que la habitaban. Aunque la pluviometra y la vegetacin son poco ms o menos las mismas hacia una u otra banda del Florido, la diferencia consiste en que quien se dirigiera hacia el Bolsn, a partir de Atotonilco, no encontrara ninguna corriente de agua permanente en muchos cientos de kilmetros, y en cambio, a tan slo una veintena de kilmetros hacia el poniente se topara con el ro del Parral, o San Gregorio. En contraste con el curso del ro San Bartolom, el cual se pobl desde pocas muy tempranas/8 la ocupacin de la franja oriental del ro Florido fue ms lenta y tarda. Ro abajo de Atotonilco, los dos asentamientos espaoles ms importantes eran las haciendas de La Concepcin y la llamada justamente de Ro Florido.79 Ro arriba, en cambio, entre Atotonilco y San Francisco de Conchos, los asentamientos espaoles fueron mucho ms tardos.80 Las razones que pueden evocarse para explicar lo tardo del poblamiento de esta zona son mltiples, pero la ms importante es, sin lugar a dudas, la lentitud con que lograron consolidar sus endebles demografas los asentamientos de espaoles de la provincia. Como bien lo ha demostrado Chantal Cramaussel, en los poblados y haciendas de espaoles de ese periodo, los indios que constituan la mayor parte de la poblacin presentaban tasas de reproduccin prcticamente nulas, e incluso desaparecan con celeridad y esto necesariamente afectaba de manera negativa la demografa del resto de los grupos sociales.81 Por otro lado, el fulgurante crecimiento que experiment Parral78 7y

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Chantal Cramaussel, La provincia..., pp. 19-26. Los orgenes de ambas pueden fecharse hacia la dcada de 1620: Archivo Histrico de Parral, Microfilms UTEP , 1664b: Testamentara del capitn Andrs del Hierro. Es probable que surgieran all como consecuencia justamente de la creacin de la reduccin de San Felipe de Ro Florido, en 1624: Chantal Cramaussel, La provincia..., 1990, p. 56. Fuera de las haciendas de San Francisco de Conchos, la nica hacienda importante de que tenemos noticia en esa parte del ro es la de San Antonio de la Enramada (o de la Ra mada), la cual exista a principios del siglo xvm y que perteneci a los dueos de la ha cienda de Santa Mara de Atotonilco; antes de esa fecha aparece nicamente como "puesto". En 1728 perteneca a Antonio y Gertrudis Rodela, dueos de la hacienda de Santa Mara de Atotonilco: Archivo Histrico de Parral, Microfilms UTEP , Visitas de las haciendas de Valle de San Bartolom, 1728. Ms tarde, la Enramada pas a manos de o seph de Berrotern, capitn del presidio de Conchos. Chantal Cramaussel, "Haciendas y mano de obra en Nueva Vizcaya: el curato de Parral", Trace, nm. 15, 1989, pp. 23-24.

durante sus primeros aos se detuvo en el corto plazo, lo cual limit las posibilidades de este poblado como factor de colonizacin, pese a que era uno de los mayores del norte novohispano.82 Tambin podra argumentarse que la ferocidad e insumisin de los indios de esa regin, en especial los tobosos, fue la que fren el establecimiento de los espaoles en ella. Pero la falta de pobladores espaoles no fue una caracterstica propia del bajo ro Florido,- la tarahumara tampoco se coloniz durante el siglo xvn, pese a su mayor fertilidad y a estar poblada por "agricultores incipientes". El hecho, en suma, es que durante todo el siglo XVII, e incluso mucho ms all en el tiempo, prcticamente toda la parte oriental del ro Florido y sus alrededores permaneci como tierra de indios. No existe ninguna indicacin vlida para afirmar que los "tobosos", y en especial los que se asentaron en Atotonilco durante la primera mitad del siglo xvn fueran gente que proviniera o habitara exclusivamente en las tierras situadas al oriente del curso del Florido, y que evitara, por alguna razn misteriosa, asentarse sobre sus riberas, o en los territorios situados al oeste de las mismas. Es claro que es all, sobre el ro, donde existan mayores posibilidades de que la poblacin indgena fuera un tanto ms densa, y que all se dirigiran preferentemente los espaoles en busca de gente para sus establecimientos. La historia temprana de los tobosos nos habla de gente a la que, al igual que a los conchos del curso mayor del ro, les eran familiares, tanto las labores agrcolas en pequea escala, como la caza-recoleccin en las tierras del interior, tanto del Bolsn como del sotomontano de la sierra Madre, sin que pueda irse mucho ms all en cuanto a precisiones. De hecho, los propios espaoles no establecieron, cuando menos en pocas tempranas, diferencias que hagan pensar en que existiera una distancia cultural notable entre conchos y tobosos. Ambos sirvieron desde pocas muy tempranas en haciendas de espaoles y, lo que es ms importante, en reducciones con gobernadores y caciques en comn; lo ms que se percibe es que la lengua tobosa no era exactamente igual a la de los conchos de otras regiones, aunque comprensible para aqullos. Dos veces durante las primeras dos dcadas de su existencia, se entregaron aperos de labranza para los indios de Atotonilco, y lo normal era que los habitantes de este tipo de reducciones vivieran del producto de sus propias tierras, como fue el caso del pueblo de indios de San Bartolom y, salvo demostracin en contrario, tambin de los de Atotonilco. No se tienen referencias, por ejemplo, de que los franciscanos solicitaran a las autoridades espaolas algn tipo de estipendio para el sostenimiento82

Salvador lvarez, "Minera y poblamiento en el norte de la Nueva Espaa. Los casos de Zacatecas y Parral", en Actas del I Congreso de Historia Regional Comparada, Ciudad Jurez, UACJ, 1989, pp. 133-134.

de la reduccin de Atotonilco, tal como sucedi, por ejemplo, con los guachichiles en el siglo anterior, de modo que, de grado o de fuerza, los tobosos tuvieron que cultivar sus tierras.83 Por otro lado, recordemos igualmente que en los documentos de 1621 y 1624 se afirma explcitamente que los tobosos eran asentados en Atotonilco para trabajar en las cosechas del valle de San Bartolom. De una u otra forma, todo lo anterior nos indicara que los tobosos no desconocan por completo el trabajo agrcola. Cierto, puede argumentarse que los tobosos pudieron aprender a servirse de implementos agrcolas a travs de un cierto proceso de "aculturacin". Sin embargo, semejante hiptesis, ms que ser una explicacin planteara un problema; habra que explicar, por ejemplo, por qu estos habitantes del bajo ro Florido ignoraban por completo el uso de semillas, mientras que sus vecinos, a unos cuantos kilmetros, s se servan de ellas; igualmente habra que preguntarse de qu modo individuos que durante milenios slo haban conocido la caza y la recolecta se convirtieron en agricultores en menos de una generacin. Por otra parte, tambin es un hecho que los espaoles consideraban a los conchos y a los tobosos como pertenecientes, si no al mismo grupo, a grupos afines entre s. Los tobosos siempre compartieron la reduccin de Atotonilco con los conchos propiamente dichos, e incluso tenan autoridades indias en comn. En todo caso, todo indicara que para los espaoles que los congregaban all, la caracterstica que diferenciara a los tobosos de los conchos era en primer lugar la regin que habitaban y quizs en segundo lugar, su lengua. El aspecto fsico, y sobre todo, caractersticas culturales tales como el modo de obtener su subsistencia, no parecen haber tenido gran peso en este caso. En 1619, por ejemplo, en el curso de una expedicin por el bajo ro Conchos, sobre el camino real del Nuevo Mxico, el gobernador Mateo de Vesga anotaba que los conchos de esa regin eran difciles de combatir, pues en tiempos de guerra abandonaban sus asentamientos para dedicarse a la caza, la recoleccin y la pesca.84 ste es probablemente uno de los primeros testimonios de su tipo, acerca de los conchos como indios de guerra, y es una descripcin que perfectamente poda encajar con la de cualquier otro grupo de la regin y en particular con los tobosos.83

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Segn las cuentas de la Caja Real de Durango, el convento de San Bartolom reciba du rante el periodo en cuestin un estipendio anual de la Real Hacienda de 500 pesos de oro comn, para el sostenimiento de dos frailes; tal como se consigna en pginas anteriores, dos veces se entregaron aperos de labranza para las reducciones del valle de San Bartolo m, esto es en 1604 y 1612: A G , Contadura 925, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1604-1612. No se tiene noticia alguna de que los labradores de San Bartolom hubieran entregado granos, carne o algn otro producto para el sostenimiento de ninguna de las dos reducciones. William Griffen, Culture change..., p. 39.

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S a l v a d o r l v ax e z

La propuesta de William Griffen de privilegiar el territorio como criterio de diferenciacin de los grupos tnicos norteos, sin dejar de ser interesante, slo sera vlida si se pudiera demostrar que estos grupos de alguna manera permanecieron fijos sobre espacios territoriales bien definidos. El hecho, por ejemplo, de que en la documentacin se catalogue a los tobosos como habitantes "de las salinas", no aade, en realidad, gran cosa al conocimiento que se tiene de ellos. El asiento supuestamente acordado en 1632 entre los tobosos y el gobernador Gmez de Cervantes ejemplifica perfectamente cmo los espaoles sistemticamente intentaban atraer e incluso establecer hacia las salinas o sus inmediaciones. Se sabe que tanto las sociedades de agricultores incipientes, como las de cazadores-recolectores, de una u otra manera explotaban diferentes clases de depsitos de sal para proveerse de ella y los tenan en general como territorios de recorrido, mas no de residencia,- incluso los recolectores ms recalcitrantes se resistiran a establecerse en un medio de halfilas.85 El hecho de que los espaoles hablen de los tobosos, o de los salineros, en su caso, como de "habitantes de las salinas", no debe desorientarnos: lo ms que eso significa es que se trataba de gente que habitaba no demasiado lejos de esos depsitos, pero nada ms. Cabe insistir en que el traslado de indios hacia las salinas fue una constante en todo el norte novohispano. Aunque es cierto que la sal fue un estanco de la corona desde el siglo xvi, de acuerdo con reales ordenanzas de 1609 y 1633 la explotacin de salinas menores fue oficialmente tolerada por la corona espaola, siempre y cuando los gobernadores y audiencias no dictaminaran algo en contrario.8685

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Como es bien sabido, en medios continentales desrticos y semidesrticos, las salinas se forman fundamentalmente por efecto del rodamiento de las aguas de lluvia, las cuales se depositan en zonas bajas y cerradas, donde la poca pendiente y el consiguiente estanca miento facilitan su evaporacin, lo que produce la sedimentacin de las sales contenidas en ellas, las cuales se acumulan en la superficie. Si bien en general las plantas de medios desrticos y semidesrticos han desarrollado adaptaciones para tolerar aguas ms carga das de minerales que las de otros medios naturales, slo plantas muy especializadas, las halfilas, pueden vivir en las salinas propiamente dichas, e incluso ms all de un cierto grado de concentracin, stas tambin mueren por intoxicacin: Jean Demangeot, Les milieux naturels dsertiques, Pars, ditions SEDES , 1981, pp. 74-75 y 129-137. Mendizbal, op. cit., p. 116: cita la Ley xm, tit. 33 de la Recopilacin de Leyes de Indias, una orden de Felipe III en Madrid a 31 de dic. 1609: "porque tocan y pertenecen a nuestra regala, se reconoci, que resultaba dao y se suspendi esta resolucin y dej libre el uso de la sal como antes estaba". Otra de Felipe IV en Madrid a 28 de marzo de 1632: "porque despus pareci que habr salinas en que sin perjuicio de los indios y dificultades en su administracin se poda proseguir y guardar el dicho estanco por la utilidad y aumento l cito que de l resultara a nuestra Real Hacienda y se puso en las que fueron a propsito para ello, mandamos que en estos y todos los que pareciere a los virrey y presidentes, que puedan ser de utilidad y que no resultaren graves inconvenientes a los indios se ponga y guarde el dicho estanco y que en las dems no se haga novedad".

T o b o s o s en a c u e n c a d e l l i o C o n c h o s

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El trabajo en las salinas era, sin lugar a dudas, uno de los ms pesados y desgastantes de los que se asignaban a los indios en el periodo colonial, quiza slo comparable al trabajo en los morteros de las haciendas de minas y beneficio, o incluso peor. Desde el siglo xvi, en todo el septentrin novohispano, el envo de indios en grandes nmeros a las salinas fue constante y una gran fuente de conflictos y guerras.87 Era comn en la Nueva Vizcaya la explotacin de las salinas por parte de particulares,- las de Chiametla, por ejemplo, fueron explotadas de ese modo, cuando menos desde I575,88 y desde 1590 por cuenta de la corona.89 Fuera de las citadas arriba, el resto de las salinas, grandes y pequeas, que existan en las gobernaciones de la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya, fueron trabajadas todas, por medio de particulares. Sus costos de transporte, aunados a su relativa rareza, hacan de ste un producto relativamente caro, especialmente para los mineros que lo necesitaban en grandes cantidades y de all el permanente inters por explotar depsitos cercanos y con indios propios. Para la provincia de Santa Brbara, se sabe que distintos depsitos de cuencas endorreicas fueron localizados y explotados desde el siglo xvi, en la parte norte del altiplano, primero con indios tepehuanes, a los cuales debido a ello se bautiz como "salineros",90 y ms tarde con otros, entre ellos los tobosos.LOS TOBOSOS DE LAS SALINAS

En 1639, siete aos despus de aquel primer "asiento" acordado con los tobosos por el gobernador Gmez de Cervantes, un capitn de nombre Diego Galiano se present nuevamente ante esa instancia (Francisco Bravo de la Serna ostentaba el cargo de manera interina), para informarle del descubrimiento de una nueva salina, que l llam Santa Mara de los Tobosos.91 El que se resea a continuacin es uno de los raros textos des?

En la Nueva Galicia, por ejemplo, a raz de la apertura de las minas de Zacatecas se abrieron las salinas de Peol Blanco, las cuales pertenecan a la corona y fueron trabajadas en un principio con indios zacateos y guachichiles; sin embargo, ms tarde, debido a las guerras y al colapso demogrfico que sufrieron esos grupos, fue necesario llevar indios de regiones lejanas en nmeros cada vez mayores: en 1574, por ejemplo, tuvieron que trasladarse hasta 400 indios a Peol Blanco, provenientes de lugares como Jalpa, Juchipila, Nochistln, Teocaltiche y Tlaltenango para explotarlas: AG, Contadura 841, Cuentas de la comprensin de Zacatecas, 1574. lSS AG, Guadalajara 35, Testamento de Feo. de Ibarra, pago al concesionario de las salinas de Chiametla, 1575. 89 Archivo Histrico de Durango, Microfilms INAH, Rollo 15, Cuentas de la Caja Real de Chiametl