Alcabala del tiempo

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Alcabala del tiempo. Libro de poesía con grabados originales de Carmelo Rubio.

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Voces

Hablo

Hablo de la hierba que puja en primavera

De las nieves de invierno y los huracanes en verano

No hablo de paraísos bíblicos ni de karmas orientales

Hablo del trasiego de gentes los domingos de mercado

Entre humeantes caldos y entrañas de venado

No hablo de dulces trinos ni violines celestiales

Hablo del gran águila azotada por el viento

Del albatros exhausto sobre el océano

De la liebre alerta en los surcos del sembrado

Hablo del aterido indio peruano

Que me crucé en Cuzco una estación del metropolitano

Y me preguntó de paso “si me disculpa señor ¿en dónde nos hallamos?”

Hablo en mi pueblo del gemido ancestral de un borracho

Que año tras año se fue elevando

De quien lanzó la primera piedra mi hermano

Hablo de glándulas de risas y ojos envenenados

De brillos fosforescencias como estrellas estallando

Hablo del corazón que a veces he de poner de lado

Y del alma que otras he de poner a lo largo.

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Ciudades

¿Qué apresura esa muchedumbre a ese trasiego

en la ciudad como un palimpsesto?

¿Y a dónde ha ido toda esa gente

como en un toque de queda como un golpe de aire

como una vida siempre vivida en cuarentena?

¿Alguien queda entre callejas avenidas soportales?

ya nadie sólo marcas en el yeso de las paredes

condenados gestos memorables

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Ritos

Oráculo del Domingo

Es Domingo, cantos de alabanza al señor

cumplidos los ritos, la familia entorno a la mesa…

han venido de tan lejos los primos…del norte del sur…

de la ciudad…

Oh señor! que a veces te ofendemos

erdona esta mesa, este rato de felicidad.

Hay que disimular un poco la alegría

mientras hambrientos esperamos el milagro, el milagro de tener

de saber guardar…-“Niños! No jugar con las cosas de comer!”-

Y a los postres, las emociones, alguna copa de más…

mamá probablemente llorará…-“No me hagáis caso!”

hay delante nueras, sobrinos, allegados, algún extraño…

una carnicería de miradas fija en el Oráculo.

-“No quisiera aguar la fiesta, perdonadme hijos…

no habéis cambiado!”.Siempre se quiere más al más desafortunado.

-“Ahora comed!, comed todo pero despacio”.-

Las arcas rebosan de las vides de cada cual,

Tiempos de bonanza, es tan difícil mirar atrás…

Bien atornilladas las voces del oráculo.

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Metales

El fuego llama al fuego y así nosotros peregrinos

Sentimos desgastarse nuestros huesos y no cejamos

Labramos en nuestra piel mapas que interpretan adivinos

Visitamos manantiales secos y no nos quejamos

Hombres templados sobre argénteas arenas al sol

En la noche encienden fuegos y entonan cantos

Extrañas armonías que nadie les enseñó

Pujante gramática de adoración

Hombres que no mienten hombres que no descansan

Hijos de la desolación del fulgor y la nada

De la piedra al polvo del silencio al humo

A un sol extinto al desierto que avanza

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Alcoholes

Viendo caer la tarde irremediable

el poeta esquiva las sombras y se apresura

para que no le coja a la intemperie

la fría noche sin alcoholes

Sabio y sufriente con premura

trepa hasta la barra de sus bares

y siente fuera la locura

de la noche triunfante y de sus males

Pasa su mano húmeda sobre el lomo del presente

de risas y bailes de esta gente

busca entre humos y alcoholes

destellos de amistades y traiciones

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Amores

En la orilla del mar

Y yo sobrecogido en la orilla te pregunté

si todo ese plancton, si toda esa vida

que se agarra como plaga a los acantilados

si toda esa maleza orgánica

que se alimenta casi de milagro

si todo eso tenía algún sentido más allá

de su ceguera obsesiva de multiplicarse más y más.

Y tú, ay tú, ¿por qué habrías de responder?

te pusiste de lado de todo ese movimiento celular

¿qué le importa a la naturaleza que tú le des sentido? dijiste..

Comprendí, ay, la congoja de tu mirada de mar

me aparté un poquito y dejé pasar esa andanada

para volver a mirar lejos, al mar hipnotizante

al buda adormilado, al péndulo licuado.

Pero ay, tú, ¿por qué me habrías de responder?

sentí el vacío de mis átomos, el ciclo vital

y me fui alejando de esos temibles ejércitos de crustáceos