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    LINEAS DE CATEQUESIS

    J.ALDAZABAL

    Ha y una nueva forma de acercarse a la figura de Mara y de proponerla en lacatequesis o en la predicacin.

    La nueva sensibilidad ha sido orientada por el mismo Concilio, con el captulooctavo de la "Lumen Gentium", y sobre todo por la "Marialis Cultus" de PabloVI en 1974.

    Cada generacin ha mostrado su aprecio y su devocin mariana segn losmatices de su propia espiritualidad. Siguiendo aquella gozosa profeca de que"todas las generaciones me llamarn bienaventurada", la comunidad cristiana detodos los tiempos la ha alabado y le ha dirigido su oracin.

    El Concilio nos ha movido en todos los aspectos de nuestra comprensinteolgica y de nuestra espiritualidad a renovar, a revisar, a orientarlo todo msclaramente conforme al Evangelio, o a la Palabra de Dios, dando la primaca aCristo Jess, al domingo y a los tiempos fuertes del Ano cristiano. Esto haafectado tambin a nuestra devocin mariana. No en el sentido de disminuirnuestro amor a la Virgen Mara, o de menospreciar las formas heredadas -tantolitrgicas como devocionales- de esta misma devocin: pero s en una direccin

    de discernimiento y de adaptacin a los valores que el mismo Concilio, y luegola reforma litrgica, nos han presentado como primarios. El mismo Pablo VI enla "Marialis Cultus", ha ejercitado con valenta la autocrtica en este aspecto delculto mariano.

    Este cambio de orientacin ha trado casi inevitablemente una evolucin ennuestra comprensin de la Virgen: evolucin que en cierto modo se puedellamar en verdad una "crisis". Si Cristo ha de ser el verdadero centro de nuestraoracin, si el domingo debe prevalecer sobre todo otro da, si la clave de nuestra

    espiritualidad ha de ser la Palabra revelada, si la celebracin litrgica esprioritaria respecto a los otros ejercicios de piedad: todo esto ha hecho que paramuchos se haya "relativizado" y cuestionado la forma que habamos tenidohasta ahora de honrar a la Virgen Mara. No ha sido fcil encontrar el equilibrioentre esos valores primarios y la expresin del amor a la Virgen, quenaturalmente ha de seguir y ha seguido existiendo en la espiritualidad delpueblo cristiano. Una cierta confusin, y tambin un examen de conciencia y unreajuste incluso teolgico, han hecho que las formas de devocin mariana hayanexperimentado un momento de cansancio o de parntesis.

    Pero en los ltimos anos, debido sobre todo al magisterio de Pablo VI y de Juan

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    Pablo II, superado en gran parte ese perodo de "silencio" o de revisin, ha sidonotorio el redescubrimiento de la figura de Mara para la teologa y laespiritualidad de la Iglesia. Eso s: con un lenguaje renovado y unas formas msajustadas. Por ejemplo con una armona mucho mayor, al presentar a la Virgen,

    en su cercana al misterio de Cristo, o a la comunidad de la Iglesia, o a losvalores antropolgicos ms apreciados por el hombre de hoy, superando lasexageraciones y desvos de los que tan valientemente habla Pablo VI en sudocumento. Hay una "vuelta a Mara", con una teologa enriquecida y unadevocin que ha revisado sus formas, pero que no ha disminuido -ms bien haaumentado- su amor.

    LOS CRITERIOS DE APROXIMACION A LA FIGURA DE MARIAPablo VI ha sealado los criterios que en la actual comprensin de la Iglesiadeberan ayudar a nuestra nueva visin de la Virgen.

    a) La vuelta al Evangelio. La fuente autntica donde hemos de buscar el retratode la Virgen es el Evangelio, y no tanto las etapas intermedias de los siglospasados. No es que sea ilegtima la evolucin mariana en la historia de laIglesia: pero ciertamente el "ropaje" que las varias generaciones y sensibilidadeshan aadido a la figura evanglica de Maria no ha sido siempre enriquecedor.En gran parte la frialdad que algunos ltimamente han podido sentir hacia ladevocin mariana se han debido a ese lenguaje heredado de los ltimos siglos,mientras que la figura de Mara tal como aparece en el N.T. es de tal

    reciedumbre y atractivo, tambin para los cristianos de hoy, que la convierte enmodelo de fe cristiana de perenne actualidad.

    Por eso Pablo VI invita a "que en la Biblia se inspiren para su lenguaje lasfrmulas de oracin y las composiciones destinadas al canto" (MC 30) y que entodo momento busquemos "la figura de la Virgen tal como nos es presentadapor el Evangelio" (MC

    b) Las actitudes de la fe en Mara. Otro de los criterios que estn dando nuevo

    color a la presentacin de la Virgen es que no se basa tanto en los privilegiosque la han hecho nica en la historia de la salvacin, sino en las actitudes vitalesque ella muestra en el Evangelio.Naturalmente que en Mara la accin salvadora de Dios y de su Espritu haobrado maravillas que nos llenan de gozo: la Inmaculada Concepcin, laMaternidad virginal, la gloriosa Asuncin. Estos privilegios sern siempreobjeto de nuestra admiracin y de nuestro culto.Ella aparece como el fruto privilegiado de la Pascua de Cristo y obra maestra dela accin del Espritu.

    Pero en la actual sensibilidad, tal como aparece en la "Marialis Cultus", se

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    tienen muy presentes adems aquellos aspectos del retrato de la Virgen que lahacen ms cercana a nosotros y modelo entraable de nuestra actitud cristiana:su fe, su disponibilidad para con Dios, su participacin activa en el plansalvador de Dios, su docilidad a la Palabra, su capacidad de oracin y de

    alabanza, su apertura y solidaridad, su sentido social, su presencia en lacomunidad cristiana, su fortaleza en las dificultades, su fidelidad en elcumplimiento de la misin encomendada...Con esta perspectiva Mara aparece para los cristianos de hoy como el modelode las mejores esperanzas y de las ms profundas virtudes evanglicas y "lesofrece el modelo perfecto del discpulo del Seor" (MC 37).

    c) Su cercana a nosotros. Una de las tendencias ms caractersticas de la nuevasensibilidad mariana es la de presentar a Mara, no alejada de nosotros, por superfeccin ideal, sino como una persona que pertenece a nuestra familia, elmiembro ms entraable de la Iglesia, la comunidad de Jess; no una Virgenelevada al mundo de las hadas o de los milagros, sino -tal como aparece en elEvangelio- ntimamente enraizada en la vida diaria, compaera de camino en lafe de todos los dems creyentes en Cristo; no aislada e inaccesible, sino modelode toda la comunidad, hermana y Madre de todos los creyentes.

    Como dice K. Raliner, Mara debe aparecer como la mujer del pueblo, la mujerpobre, la mujer que aprende, que vive inmersa en la situacin histrica y socialy religiosa de su tiempo y de su gente; en definitiva, debe aparecer como una

    persona humana y no como un ser divino; como aquella mujer que desde y en elgris diario de su situacin, acept para s y para los dems su misin en laHistoria de la Salvacin, con sus actos y sus sufrimientos, aprendiendo a travsde la inseguridad, en fe, esperanza y amor. Precisamente as es ella modelo ymadre de los creyentes" (Razn y Fe, 1975, p. 232).

    Algo parecido ha sucedido con las perspectivas ms antropolgicas en torno aCristo en la teologa actual: Cristo como el verdadero Hombre, que cumple en smismo y ofrece a todo hombre la plenitud de todos los valores que pueden

    desear.

    d) Unida a Cristo, al Espritu y a la comunidad. Son tres criterios que PabloVI desarrolla ampliamente (MC 25-28). Junto a la persona de Cristo, centro denuestra fe, aparece tambin, en lugar discreto pero irrenunciable, su Madre.Junto al protagonismo del Espritu, cada vez ms reconocido en laespiritualidad actual, aparece la "llena de gracia", la que ha sido modelo dedocilidad el Espritu. Dentro de la Iglesia, la comunidad de Cristo y delEspritu, est Maria, la primera cristiana, su ms insigne miembro, su

    protectora y madre.

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    Es expresivo el titulo de la "Lumen gentium", en su captulo octavo: "LaSantsima Virgen Mara, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de laIglesia".

    Todos estos criterios, conjugados, deben ayudamos a comprender nosotrosmismos mejor, y a saber presentar a los dems, la figura de Mara, con toda laintencin con que Dios ha querido que estuviera presente en nuestra Historia deSalvacin.

    Una figura no basada en milagros o apariciones, no exaltada hasta la fronteradel mito por la exageracin del amor, no aislada: sino la figura recia y maternaque aparece en el Evangelio, indisolublemente unida a Cristo, llena de suEspritu, miembro de la comunidad eclesial, modelo de las mejores virtudescristianas. Nuestra hermana y madre. La ms perfecta discpula de Cristo. Laprimera cristiana.Las lneas de una catequesis mariana, siguiendo la "Lumen Gentium" y la"Marialis Cultus", as como los textos de la liturgia, podran ser las siguientes.

    La Virgen abierta a DiosLa primera gran direccin en la que Mara se nos muestra como cumplimientodel Evangelio de Cristo es su relacin para con Dios.

    a) Aparece, ante todo, como la Virgen creyente.

    Ha dicho "s" a Dios; ha dejado que acte en ella; ha credo la Palabra de Dios,con una fe personal, responsable, comprometida. Aparece como lapersonificacin del Israel del A.T., del "resto de Israel", como Abraham, elpadre de la fe. Ella es la anttesis del "no" de Eva, y por tanto representante detodos los que a lo largo de los siglos haban dicho o diran "s" a Dios.

    "Hgase en m segn tu Palabra": es la actitud fundamental de la fe, que luegopedir Cristo a sus discpulos. Por eso, cuando diga que "bienaventurados ms

    bien los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan" (Lc 11,28), no estexcluyendo a su Madre, sino ms bien incluyndola y resaltando su mejorvirtud.

    Pablo VI la presenta como "la Virgen oyente" (MC 17), porque la fe es suactitud radical de apertura a Dios. Elia acogi a Cristo, antes con su fe, como elVerbo y la Palabra de Dios, que con su propio cuerpo. Su prima Isabel laalabar ante todo "porque ha credo". El evangelio dir que ella "meditaba todasestas cosas en su corazn" (Lc 2,19), y que segua a Jess dentro del grupo de

    los discpulos (Mt 12,46).

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    Actualmente tambin la Iglesia est valorando cada vez ms la actitud de laescucha de la Palabra de Dios, est "aprendiendo" a ser discpula, tanto en lacelebracin litrgica como en todo momento de oracin y movimiento deespiritualidad. Quiere ser comunidad de fe, oyente, creyente: como Mara, la

    que Pablo VI llama "la perfecta discpula de Cristo". En la Virgen tiene laIglesia, para esta actitud primera del cristianismo, su mejor espejo y modelo.

    1) La Virgen orante. Maria aparece en el Evangelio como la mujer orante: laque se dirige a Dios con su alabanza y splica.

    "As aparece en la visita a Isabel, donde prorrumpe en expresiones de alabanzaa Dios, de humildad, de fe y esperanza: todo esto es el cntico del Magnificat, laoracin por excelencia de Maria, canto de los tiempo mesinicos, en el queconfluye la gozosa alegra del viejo y del nuevo Israel..." (MC 18).

    "Tambin aparece como Virgen orante en Can: all, haciendo presente a suHijo con delicada splica una necesidad temporal, obtiene adems una graciasuperior: que Jess, realizando el primero de sus signos, confirme a susdiscpulos en la fe en El.

    "Tambin el ltimo trazo biogrfico de Mara nos la describe en oracin. Losapstoles perseveraban unnimes en la oracin, juntamente con las mujeres ycon Mara, Madre de Jess, y con sus hermanos (11ch 1,14). As aparece Maria

    orando en la Iglesia naciente y sigue as en todo tiempo" (MC 18).

    Son tres momentos de un retrato evanglico: Mara que responde a la iniciativade Dios con su oracin, personal y comunitaria. Tambin en esto es modelo deuna comunidad eclesial que ha querido renovar ltimamente su vida de oracin,volver a aprender su oracin de alabanza (sobre todo en la Liturgia de las Horasy en la oracin eucarstica). Como discpulos de Mara, su oracin, se conviertetambin en oracin nuestra: oracin de alabanza (el Magnificat), oracin desplica (la peticin de Can), oracin contemplativa (Mara que conserva en su

    corazn y medita sobre los acontecimientos), oracin comunitaria (Mara conlos dems discpulos a la espera del Espritu)...

    Nuestra devocin a la Virgen Mara no slo nos estimula en la lnea de lahumildad o de la pureza: nos invita a ser sus discpulos en la fe y en la oracin.Ella es la Maestra de la Iglesia orante.

    c) La Virgen oferente. Es verdad que Cristo ofrece de una vez por todas elsacrificio salvador, su propia vida en la Cruz, al Padre. El es el Mediador, el

    verdadero y nico sacerdote -

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    apuro de los novios porque falta el vino y con delicadeza logra de su HUO el primer milagro. Y a la hora de las alabanzas, ya no est. Ha dejadodiscretamente el puesto a su Hijo.

    Una mujer que despus de los angustiosos momentos de la muerte de Jess y dela alegra de su resurreccin, no se retira ni desaparece para rumiar a solas losacontecimientos. Est all, en oracin con los discpulos. Abierta a lacomunidad, no replegada en s misma, sino cercana a la Iglesia naciente, comoantes lo estuviera con Jess.

    Una mujer que en el canto del Magnificat muestra un alto sentido de solidaridadcon su pueblo, Israel, siempre perseguido, y alaba a Dios porque libera a lospobres y es vengador de los humildes y oprimidos, y desbarata los planes de losorgullosos. Valiente oracin, la del Magnficat, que refleja a la Virgen no comouna mujer alienada y pasiva, sino abierta a su pueblo, a sus vecinos, a susfamiliares, a la comunidad cristiana.

    Para una Iglesia que pone un nfasis clarsimo en la caridad, como valorfundamental del evangelio de Cristo, resulta Mara, de nuevo, la "primeradiscpula" del Maestro, Jess, imitadora fiel de su actitud de total entrega porlos dems. Modelo de servicialidad. Y a la vez, Hermana y Madre, que siguemostrndose solidaria de nuestras necesidades y est siempre dispuesta ainterceder ante su Hijo por nosotros.

    Fuerte ante el dolor y fiel a su vocacinLa misin que le encomend Dios no fue nada fcil: ser la Madre del Mesas.Ya Simen le anunci que una espada de dolor iba a estar presente en su vida yque su Hijo iba a ser signo de contradiccin.En las pginas del Evangelio Mara aparece como modelo de entereza y defidelidad a esta su vocacin. El "s" que dio al ngel tuvo consecuenciasimportantes en su vida

    Mara se muestra como una mujer sencilla, de pueblo, de familia pobre. Sin losmilagros y los ngeles que aparecen en los libros apcrifos, porque la eleccinde Dios no cambi su estado social ni le facilit los problemas econmicos.

    Una mujer que experiment de mil modos el dolor, desde las sospechas de susvecinos sobre su maternidad hasta las angustias de un nacimiento fuera de todaposada; desde los inconvenientes del destierro hasta el dolor de ver a su Hijoperseguido y llevado a la muerte.

    La Madre de Jess se nos presenta en el Evangelio como una mujer fuerte, fiel,recia, experta en dolor, modelo de todos los que durante los siglos iban a seguir

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    a su Hijo desde las dificultades y las contradicciones, desde la pobreza y lasencillez de la vida diaria. Y como una creyente a la que tampoco se le ahorr laoscuridad y la duda, tambin ella "avanz en la peregrinacin de la fe" (LC 58)

    Los artistas tienen derecho a pintarla rodeada de estrellas y ngeles. Pero en elevangelio aparece como la mujer de un trabajador, pobre y humilde. Muchomas sierva que "reina": "he aqu la esclava del Seor... porque mir lahumillacin de su esclava".

    Ser fieles a la propia vocacin, en esta vida, supone muchas veces laexperiencia del dolor y de la dificultad. La imagen evanglica de Mara al pie dela Cruz de su Hijo es ciertamente el modelo ms entraable y cercano a lascomunidades cristianas de todos los tiempos.

    La primera cristiana

    Por todo ello Pablo VI la llama con gusto "la primera cristiana".

    En Mara es donde mejor se ve cmo Dios ha querido salvar a la humanidad ycmo la humanidad ha sabido responder a la iniciativa de Dios. Dios actu enella, y ella supo ser abierta y fiel a Dios.

    Mara, la primera creyente en Cristo. La mejor modelo de oracin. La que

    cumpli la misin que se le encomendaba desde las circunstancias msnormales de una vida pobre y sencilla. La que entendi su vida como servicio alos dems. En verdad, la perfecta discpula de Cristo.

    Por eso Mara, en relacin a la comunidad eclesial, es ante todo su primermiembro:salvada por Cristo, fruto exquisito de la Pascua y de la accin de su Espritu.

    Es tambin modelo y tipo de todo lo que la Iglesia desea ser. El prototipo de

    todos los que en el AT y el NT y en los veinte siglos de fe cristiana, han dicho"s" a Dios y quieren vivir el evangelio. Imagen y garanta del destino de gloriay salvacin que Dios nos prepara. La nueva Eva, madre de los creyentes. Lallena del Espritu.

    La Madre fecunda y virginal, modelo de la Iglesia madre y virgen. Figura deuna Iglesia que quiere ser fiel a la Palabra de Dios y portadora de Cristo almundo. La mejor Maestra, porque fue la mejor discpula. La realizacin mscompleta de una Iglesia fraterna, creyente, orante, dinmica, servicial,

    misionera, evangelizadora, dcil al Espritu...

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    Al presentar a Mara como Modelo e Imagen de la Iglesia, ciertamente nohacemos ningn agravio a la centralidad de Cristo. El es el Maestro porexcelencia, y el signo viviente de la salvacin de Dios. Pero el que dijo "yo soyla Luz", dijo tambin:

    "vosotros sois la luz del mundo"; el que dijo "aprended de m", encargtambin:"id y ensead". Y si alguien, habiendo aprendido de Jess, nos ha enseado avivir el evangelio, es ciertamente su Madre, Mara. Ella es la memoria vivientede este evangelio salvador de Jess: "en su vida terrena realiz la perfecta figuradel discpulo de Cristo, espejo de todas las virtudes y encarn todas lasbienaventuranzas evanglicas proclamadas por Cristo" (Pablo VI, en la clausurade la tercera sesin del Concilio, 1964).

    Todos estos aspectos del misterio de Mara aparecen reflejados en los textos delas fiestas marianas, del Adviento y la Navidad, en las misas votivas y delcomn, y con ms riqueza todava en la Liturgia de las Horas.

    Segn los tiempos y las fiestas, Mara aparece como el inicio de la Iglesia,como su mejor prototipo y motivo de imitacin y esperanza, la verdadera "Hijade Sin" la nueva Eva, tipo y figura de la comunidad cristiana, su resumen yrealizacin ms perfecta, en las mismas direcciones y actitudes que aqu hemosdestacado: creyente, orante, madre y virgen, as como tambin su mejor ayuda,auxilio, abogada y Madre.

    Y todo ello nos lo ofrece la liturgia con un equilibrio pedaggico, respetando lacentralidad de Cristo y de su Espritu, que hace de los libros litrgicos, sobretodo del Misal y de la Liturgia de las Horas, la mejor escuela de fe y devocinmariana.

    EL RITMO DEL AO CRISTIANO

    EL RECUERDO DE MARIA A LO LARGO DEL AO

    El ao del Hijo y el recuerdo de la Madre

    La Virgen no tiene un ciclo propio dentro del ao cristiano. El protagonista-ahora con ms claridad que antes- es Cristo Jess. Pero a su lado aparece confrecuencia, asociada a El, su Madre. El recuerdo que le dedica la comunidadcristiana no es "paralelo" al de Cristo: el nuevo Calendario ha querido "incluirde manera ms orgnica y con ms estrecha cohesin la memoria de la Madredentro del ciclo anal de los misterios del Hijo" (MC 2).

    El Concilio estableci ya muy explcitamente el cristocentrismo comoorientacin fundamental de todo el culto cristiano, tambin en lo que se refiere

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    al culto de la Virgen y los Santos: "en la celebracin de este crculo anual de losmisterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a labienaventurada Madre de Dios, la Virgen Mara, unida con lazo indisoluble a laobra salvfica de su Hijo" (SC 103).

    La liturgia celebra y actualiza el misterio de salvacin realizado en Cristo Jess.Este es el contenido central del ao litrgico y de toda celebracin. Pero Mara,la Madre del Seor, estuvo presente y muy cercana en la realizacin histrica deese Misterio de Cristo, y es lgico que lo est tambin en su celebracin. Lagozosa memoria que los cristianos hacemos de ella slo se entiende plenamentea la luz de Cristo.

    Esta centralidad de Cristo ha quedado ms subrayada en la reorganizacin delos nuevos libros litrgicos: siempre es Cristo a quien celebramos, incluso en lasfiestas de la Virgen. Esto se ve, sobre todo, en el cambio de nombre y deorientacin de dos fiestas que antes se consideraban marianas y ahora sonfundamentalmente de Cristo, aunque a la vez se una el recuerdo de la Madre: ladel 2 de febrero, que ahora se llama "Presentacin del Seor", y la del 25 demarzo, que ha vuelto a tener como nombre "la Anunciacin del Seor".

    Las fiestas marianas, fiestas de la comunidad eclesial

    Pero a la vez hay otra dimensin tambin claramente presente en nuestra

    memoria festiva de Mara: su ntima relacin con la comunidad eclesial.

    Como estuvo indisolublemente unida a Cristo, su Hijo, tambin lo estuvo a lacomunidad cristiana: primero un poco embrionalmente en la Encamacin yNacimiento del Mesas- y luego hasta fsicamente -al pie de la Cruz y enPentecosts.

    Esta relacin de Mara con la Iglesia aparece con insistencia en los nuevostextos marianos que vamos a analizar. Y es que "en ella (en Mara), la Iglesia

    admira y ensalza el fruto ms esplndido de la redencin y la contemplagozosamente como una pursima imagen de lo que ella misma toda entera, ansay espera ser" (SC 103). Va a ser sta, precisamente, una dimensin muydestacada en los textos de fiestas como la Inmaculada o la Asuncin.

    La pedagoga del Calendario

    Dos direcciones en las que la liturgia contempla y celebra a Mara: su unin conCristo y su unin con la Iglesia. Ya el ttulo de la "Lumen Gentium", en el

    captulo octavo dedicado a Mara, resume ambas perspectivas: "la SantsimaVirgen Mara, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia".

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    Por eso no nos extraa que, si el Ao litrgico nos invita a celebrar el misteriode nuestra salvacin, tambin nos ponga delante con frecuencia este recuerdo dela Virgen Mara, la Madre del Salvador y la primera cristiana, salvada por El e

    inicio de la comunidad eclesial.La nueva orientacin del ao cristiano nos quiere "educar" a la justa proporcinde nuestras celebraciones, respetando siempre la incuestionable centralidad deCristo. El sbado, da semanal de recuerdo mariano, que es bueno seguirsealando con algn canto u oracin, no puede restar importancia al domingo,el da del Seor. Una devocin como la de los "primeros sbados" no puedeconstituir el tiempo fuerte de la vida espiritual. La novena de la Inmaculadahabr que orientarla de modo que no distraiga, sino que ayude a resaltar eltiempo del Adviento, que va progresivamente aumentando el recuerdo de laVirgen a medida que se acerca a la plenitud de la Navidad. El mes de mayo,aunque sea loable distinguirlo con alguna prctica mariana, tampoco puedeconstituirse en el centro casi exclusivo de la devocin a la Virgen, sobre todocoincidiendo como sucede con el tiempo fuerte por excelencia de todo el ao: elTiempo Pascual. Aqu, ms que nunca, el centro debe ser Cristo, al queciertamente, y con ms motivos que nadie, est asociada su Madre.

    El Adviento y la Navidad

    El "tiempo fuerte" mariano por excelencia de todo el ao es ahora el Adviento yla Navidad.

    Lo cual es muy lgico: Mara de Nazaret vivi mejor que nadie la espera delMesas, le dio a luz y lo present a los pastores y a los magos. El concilio deZaragoza (ao 656) expresaba ya el color mariano de la Navidad: "quod estfestum Matris, nisi Incarnatio Verbi?", qu mejor fiesta de la Madre que elnacimiento del Hijo?

    En Mara se concentra la espera adventual de todo el A.T. y la acogida gozosadel Mesas por los creyentes del N.T. En ella culmina la historia de Israel yempieza la nueva Iglesia.De modo especial a partir del da 17 de diciembre se acenta en la Misa y en laLiturgia de las Horas el recuerdo de la Virgen, la que "le esper con inefableamor de madre" (segundo prefacio de Adviento). Estos das escuchamos los pasajes evanglicos que hablan del matrimonio de Maria con Jos, laanunciacin del ngel, la visita a Isabel, el cntico del Magnificat, la preparacin del nacimiento de Jess. O sea, encontramos dibujada una

    entraable memoria de la Virgen, como testigo excepcional y comocolaboradora admirable en el misterio de la Encarnacin y el Nacimiento de

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    Cristo Jess.

    Llama la atencin sobre todo el domingo IV de Adviento, porque por vezprimera un domingo comparte el recuerdo de Cristo con el de un Santo, la

    Virgen Mara. Las lecturas bblicas de la Misa en los tres ciclos componen unavisin teolgica de la fe mariana en la mejor lnea de la historia de la salvacin,con los anuncios profticos por una parte, su realizacin en el evangelio, y enmedio las reflexiones de Pablo o de la carta a los Hebreos sobre el misteriocentral, la Encarnacin del Mesas.

    Luego, desde el 25 de diciembre, el tiempo de Navidad celebra la progresivamanifestacin de Cristo como Salvador. Tambin aqu el misterio principal es elde Jess, pero a la vez la comunidad cristiana celebra gozosamente lamaternidad de Mara. Su figura aparece estos das con insistencia: como madreque da a luz a Cristo, como "sede de la sabidura" que lo ofrece a la adoracinde los pastores y los magos, como esposa y ama de casa en la fiesta de laSagrada Familia.

    Dos fiestas marianas se incluyen en el calendario del Adviento y la Navidad: laInmaculada Concepcin, el 8 de diciembre, y la solemnidad de Santa MaraMadre de Dios, el 1 de enero. Esta ltima, trasladada aqu desde su antiguafecha del 11 de octubre, ciertamente se encuentra mucho mejor ambientada enel clima de Navidad y se ha convertido en la fiesta mariana ms importante del

    ao. Tambin la Inmaculada, si se entiende bien, puede considerarse en su lugaren el tiempo de Adviento. Este da celebramos lo que Pablo VI llama "lapreparacin radical" de Mara: preparacin que puede considerarse tambinsmbolo de toda la Iglesia: celebramos "el feliz exordio de la Iglesia, hermosa,sin mancha ni arruga" (MC 3). En Mara, liberada de todo pecado, vemos el"comienzo e imagen de la Iglesia, Esposa de Cristo, llena de juventud y delimpia hermosura" (prefacio de la fiesta).

    As, durante el Adviento y la Navidad, se subrayan las dos direcciones

    esenciales del misterio de Mara: Cristo y la comunidad eclesial. En laposcomunin del 1 de enero, y por primera vez en un texto litrgico romano,aparece la famosa expresin de "Madre de la Iglesia". Cristo Jess, su Hijo, esnuestro hermano, Mesas y Cabeza de la nueva humanidad; por tanto, ella, laMadre, lo es en cierto modo tanto de Jess como de la Iglesia.

    Si el Adviento y la Navidad son "el tiempo particularmente apto para el culto ala Madre del Seor" (MC 4), tendramos que ordenar a esta primaca otrasexpresiones de nuestro recuerdo mariano, de manera que progresivamente -y sin

    negar la validez de otros tiempos, como el mes de mayo- vaya siendo asimiladapor el pueblo cristiano esta prioridad del Adviento y Navidad como el tiempo

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    mariano por excelencia. Lo cual ayudar tambin a conseguir "un felizequilibrio cultual, que puede ser tomado como norma para impedir todo aquelloque tiende a separar, como sucede en algunas formas de piedad popular, el cultoa la Virgen de su necesario punto de referencia: Cristo" (MC 4).

    En el Adviento "los fieles que viven con la Liturgia el espritu del tiempo, alconsiderar el inefable amor con que la Virgen esper al Hijo, se sentirnanimados a tomarla como modelo y a prepararse, vigilantes en la oracin yjubilosos en la alabanza, para salir al encuentro del Salvador que viene" (MC 4).En la Navidad celebrarn "una prolongada memoria de la maternidad divina,virginal, salvfica de Aquella cuya virginidad intacta dio a este mundo unSalvador" (MC 5).

    La Cuaresma y la PascuaLa Cuaresma y la Pascua tienen en la actual liturgia muy poco color mariano.

    En Cuaresma apenas se hace alguna alusin a la Virgen en las preces de laLiturgia de las Horas, pidiendo su proteccin para los afligidos y los pecadores(viernes y sbado de ceniza). El Viernes Santo, slo la lectura de la Pasin desan Juan, con la escena del testamento de Cristo en la Cruz -"he ah a tu madre...he ah a tu hijo"-, nos permite nombrar a la Virgen en este da tan sealado.

    Tambin en la Cincuentena pascual se centra la atencin totalmente en el

    misterio de Cristo. Apenas algn detalle: la antfona "Regina coeli" despus deCompletas y algunas lecturas patrsticas en el Oficio de Lecturas.Y sin embargo ella comparti al pie de la Cruz la entrega de su Hijo, es laMadre del Resucitado y acompa a la comunidad eclesial en la esperapentecostal del Espritu. No es extrao que la liturgia se muestre tan remisa ensu recuerdo durante este tiempo de Cuaresma y Pascua? Sin caer en ningnexceso y sin distraer la absoluta centralidad del Misterio Pascual de Cristo y suEspritu, uno piensa que nos hubiera ayudado a comprender y celebrar mejor laPascua de Cristo un recuerdo discreto de su Madre, tambin en esto modelo y

    prototipo de nuestra participacin en la Pascua. Ella no slo fue testigo de laEncamacin del Mesas, sino tambin de su hora pascual y del envo delEspritu a su comunidad.

    Desde luego, el recuerdo diario de Mara en la Plegaria Eucarstica y en elMagnificat de Visperas, recibirn acentos muy especiales en este tiempo. ElMagnificat, en concreto, es un himno que bien podra afirmarse que resumetodo el espritu de la Pascua: el Dios poderoso que hace obras grandes y exalta alos humildes.

    Es de agradecer que los Servitas, en un reciente documento sobre la devocin ala Virgen, hagan una peticin oficial para que de un modo discreto y sabio se

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    recuerde explcitamente en la liturgia del Triduo Pascual un elemento que le esintrnseco: la participacin de la Madre en la Pasin de su Hijo, y lo mismo enPascua y en la celebracin de Pentecosts. La que estuvo al pie de la Cruz, msunida que nadie a Cristo; la que con los apstoles y discpulos recibi la

    plenitud del Espritu; la que ha participado ya gloriosamente, en su Asuncin,de la Pascua de su Hijo: ciertamente puede ser recordada con gozo por la Iglesiaal celebrar la Pascua de Cristo. Esta aproximacin nos ayudara a comprendermejor tanto el misterio de la Pascua, como el de la misma Virgen Mara: ella esel primer fruto de la Pascua y la primera agraciada del Don del Espritu.

    El recuerdo diario de Mara

    En nuestra actual liturgia tenernos diariamente un recuerdo de la Virgen tantoen la Eucarista como en la Liturgia de las Horas.

    En la Misa la recordamos de diversas maneras:

    - en el acto penitencial, cuando se elige la frmula del "Confiteor", en dondeella aparece en primera lnea con los ngeles y los santos: "por eso ruego a santaMara, siempre Virgen"...- en el Credo, cuando lo hay: "se encam por obra del Espritu Santo y naci deMara la Virgen",- pero sobre todo en la Plegaria Eucarstica, que contiene la memoria ms

    cntrica que hacemos de la Virgen; a veces se la recuerda por su intervencin enla Encamacin de Cristo (en varios prefacios), y otras en la parte final de lasintercesiones, cuando la comunidad hace memoria de los Santos, con concienciade comunin eclesial y con sentido escatolgico de marcha hacia la realizacinplena: "para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con Mara, laVirgen Madre de Dios..." (tercera Plegaria). El que en el corazn de laEucarista la Iglesia haga mencin de la Virgen diariamente, es significativo.Adems, naturalmente, hay toda una serie de prefacios, del comn de la Virgeno de las varias fiestas, que, junto con el Leccionario y las oraciones de las

    distintas Misas, desarrollan a lo largo del ao una completa teologa mariana, ala vez que su proyeccin espiritual a nuestras vidas.

    Pero aunque no nombrramos explcitamente a la Virgen, ella estara muy cercade la comunidad cristiana que celebra la Eucarista. Ella es un modeloentraable de las actitudes "eucarsticas" cristianas:

    - es la que mejor escuch la Palabra de Dios, la que crey, la discpula de Jess,la que "conservaba y meditaba" todo en su corazn;

    - la que nos dio admirable ejemplo de "eucarista", o sea, de accin de gracias y

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    bendicin a Dios, en su Magnficat;

    - la que estuvo al pie de la Cruz, asociada a su Hijo en los momentosculminantes de su Misterio Pascual, cuyo memorial es la Eucarista;

    la que nos ense una actitud ntima de "oferente", tanto el da en quepresentaba a su Hijo en el Templo, como con su presencia junto a El cuandomora;

    - y es, finalmente, la que nos da ejemplo de presencia en la reunin de lacomunidad: cuando los discpulos estaban en oracin, esperando el Espritu.En verdad, cuando celebramos bien la Eucarista, estamos imitando plenamentelas mejores virtudes de la Virgen Mara.

    Tambin en la Liturgia de las Horas, aparte de algunas preces esparcidas a lolargo del ao, hay un elemento diario mariano muy significativo: la Iglesia haquerido proclamar en Vsperas la potica oracin que el Evangelio pone enlabios de Mara, el Magnificat. Difcilmente podemos elevar a Dios mejoralabanza que esta.Adems, al final de Completas, hay las conocidas antfonas marianas: la Salve,el "Alma Redemptoris Mater", "Ave Regina caelorum", "Sub tuum praesidium","Regina coeli", a las que R. Grndez dedica un comentario en otras pginas deeste mismo Dossier.La liturgia cristiana, pues, sin exageraciones, pero con un puesto de honor para

    la que considera el miembro ms insigne de nuestra familia, hace memoriadiaria de la Virgen en algunos de sus momentos ms significativos.

    El comn y las misas votivas de la Virgen

    Adems del recuerdo diario y de las fiestas y tiempos litrgicos del ao, losformularios para el Comn de la Virgen Mara nos ofrecen un buen modo deexpresar orando nuestra fe en ella.Para la Eucarista ofrece el Misal Romano siete formularios completos, algunos

    con doble colecta alternativa. En estos textos, que no parecen tan ricos como losdel Adviento o los de las fiestas marianas, se subraya sobre todo la intercesinde Mara, su maternidad y virginidad y la imitacin de sus virtudes. Se mueven,por lo general, en unas claves muy generales, poco creativas en relacin a lasdirecciones que ahora aprecia ms la sensibilidad eclesial, tales como larelacin prototpica de Mara con relacin a la Iglesia.

    En cuanto a la Liturgia de las Horas el conjunto es ms rico, porque en verdadtiene ms gneros literarios de expresin: himnos, antfonas, responsorios,

    salmos, oraciones, preces, lecturas bblicas y patrsticas. Aqu s aparecen conriqueza las alegoras bblicas, la relacin multiforme de Mara con Cristo y con

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    el Espritu, su cercana modlica para la comunidad cristiana, y las mejorespginas de la devocin mariana en las obras de los Santos Padres.Un "lugar mariano" particularmente interesante es la misa votiva de MaraMadre de la Iglesia, que apareci por primera vez en el Misal en su edicin de

    1975. Adems de sus oraciones, que hablan de Maria como Madre de la Iglesiaya desde la escena del Calvario, es el prefacio el que, con un lenguajeteolgicamente denso pero con la suficiente calidad potica, ms profundiza enla relacin de Mara con la comunidad eclesial.

    LA MEMORIA SEMANAL DE SANTA MARIA EN EL SABADO

    P. FARNES

    Hacer unas reflexiones sobre el significado exacto que tiene, que debe tener lamemoria de Santa Mara en el sbado pensamos que puede ser til para situar,con la mayor objetividad posible, dicha memoria tanto en el conjuntogeneral de las celebraciones del ao litrgico como en particular en la ampliaserie de celebraciones que en honor de Mara presenta el Calendario. Si lalectura de estas pginas consigue que las comunidades logren aquel dobleequilibrio que consiste en no olvidar por lo menos sistemticamente- estamemoria ni hacer de cada sbado una "fiesta de Mara" nos daremos por muysatisfechos.

    Haciendo un poco de historiaEmpecemos diciendo que la costumbre de tributar un recuerdo especial a Maraen los sbados ni es primitiva ni universal. Nada nos dicen de tal prctica losantiguos sacramentarios y leccionarios romanos. Y por lo que respecta alOriente, la Iglesia bizantina desconoce an hoy esta prctica. En la Iglesia latinaparece que esta costumbre se remonta al siglo VIII. En efecto, Alcuino (+804),el clebre reorganizador de la liturgia romana en tiempos de Carlomagno, entrelas misas votivas que compone para el clebre Suplemento del SacramentarioGregoriano, presenta ya dos de ellas en honor de Mara para usarlas en los

    sbados. No puede dudarse que este popular Suplemento, que tanta resonanciatuvo en las costumbres litrgicas del Medioevo, debera hacer notar su influjoen que rpidamente se extendiera la costumbre de recordar a la Virgen en elltimo da de cada semana;.por lo menos hay un hecho innegable: a partir deeste tiempo cada vez son ms los Sacramentarios que presentan misas de SantaMara para los sbados.

    Pero pronto vino a sumarse otro hecho que sin duda influy mucho ms que elde la misa sabatina en dar al sbado un carcter mariano: se trata de la nueva

    prctica que progresivamente aparece y se extiende por todas partes y queconsiste en aadir cada sbado al Oficio divino del da otro pequeo Oficio en

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    honor de Maria. Decimos que este hecho influy definitivamente en consolidarel sbado como da mariano sobre todo porque cuando en el S. XVI san Po Vmand suprimir del Breviario tridentino todos los Oficios de devocin quecomo excrecencias haban llegado a desfigurar la propia naturaleza de la

    oracin de las horas, nicamente se salv de la supresin decretada el oficio delos sbados en honor de Mara. As el antiguo Oficio parvo de los sbados,adquiriendo, es verdad, un nuevo carcter, tom definitiva carta de ciudadanaen la liturgia romana. De oficio parvo aadi a la salmodia del da pas a serun Oficio que poda suplir el Oficio del da en todos aquellos sbados quequedaran libres de otras celebraciones ms importantes. Y es precisamente coneste carcter con el que se ha conservado hasta nuestros das y como lo admitela nueva Liturgia de las Horas actualmente en uso.

    Por qu el sbado para recordar a Mara

    Resulta difcil saber cul fue la motivacin que indujo en la Edad Media aescoger precisamente el sbado para el culto mariano. Como hemos visto yams arriba esta costumbre no es primitiva; por otra parte el nexo que se da entreMara y el sbado es totalmente extrnseco: se ha escogido el sbado comohubiera podido preferirse cualquier otro da de la semana (los bizantinos anhoy consagran a Mara el mircoles). Bajo este aspecto hay que subrayar que esmuy distinta la relacin que media entre el viernes y la muerte del Seor o entreel domingo y su resurreccin que la que se da entre el sbado y Mara: en los

    primeros casos nos encontramos con motivaciones "sacramentales" quearrancan de la misma Tradicin; en el caso del sbado tenemos nicamente unhecho "devocional". Por ello las referencias a Mara en los textos litrgicos delsbado son mucho ms perifricas que las referencias a la pasin en los vierneso al triunfo pascual en los domingos.

    A partir de los ss. XI y XII nos encontramos ya con el deseo de buscar razonesy proponer motivaciones para justificar la dedicacin del sbado a Mara. As,san Pedro Damiano (+~1O72) afirma que "se dedica a Mara el sbado, que

    significa reposo, porque cuando la Sabidura a Dios vino al mundo repos enMara como en un lecho sacratsimo". Ms adelante Durando (+1296) y el beatoSantiago de Vorgine (+1298) ven la motivacin de esta costumbre en el hechode que en el sbado que sigui a la muerte del Seor Mara fue la nica quepersever creyendo en la divinidad de su Hijo.

    Buscando una espiritualidad para esta memoria de Mara

    Sea lo que fuere de las razones que motivaron la costumbre de dedicar los

    sbados a la Virgen y de las posteriores justificaciones que ms tarde sebuscaron para explicar o razonar dicha prctica, hay que admitir que el hecho

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    mismo de consagrar peridicamente cada semana un da al recuerdo de laMadre de Dios es algo vlido ya en s mismo, independientemente del daconcreto que se elija y merecedor, por tanto, de que hagamos un esfuerzo paraencontrar su debido significado y lograr que su espiritualidad enriquezca las

    comunidades que celebran esta memoria.Digamos, en primer lugar, que, el simple hecho de que el da dedicado a laveneracin de Mara sea un da comn a toda la familia cristiana -o por lomenos a una parte importante de la misma- tiene ya una cierta importancia: esteproceder comn significa mejor que una prctica particular de slo unos fielesla naturaleza del culto litrgico que es accin comn de la Iglesia como tal. Si aeste hecho aadimos que el sbado ha sido dedicado al recuerdo de Mara yadesde la Edad Media, en esta celebracin de los sbados tenemos un nuevomedio de expresar la comunin eclesial: en la veneracin a Mara nos unimosno slo los fieles de la actual Iglesia peregrina sino que nos sentimos una mismafamilia con aquellos otros cristianos que nos precedieron y que como nosotros ycon nosotros han formado la nica Iglesia de Jesucristo.

    Terminar la semana recordando a Mara en el sbado puede tener tambinmatices evocativos para la espiritualidad de nuestro tiempo ms' sensible a lascategoras litrgicas, bblicas y patrsticas que las ltimas generaciones. De lamisma forma que es signo de piedad entraable terminar diariamente la Liturgiade las Horas con un canto a Mara despus de Completas, as lo es tambin el

    terminar los trabajos de cada semana con un recuerdo de Mara, con un ponerseal final de las tareas semanales en actitud de reposo cabe a aquella que esnuestra madre, la madre de toda la Iglesia.

    Si miramos el sbado en la perspectiva del da festivo que sigue, silo vemoscomo preludio e introduccin del domingo, la fiesta primordial de los cristianos,entonces cabe decir que un sbado en el que se recuerda a Mara introduce bieny significativa-mente el domingo: como Mara fue la Aurora que precedi al Solde justicia y el Tabernculo preparado para servir de templo al HIJO de Dios

    hecho hombre, as el sbado, consagrado a Mara, prepara, cada semana, lallegada del domingo, el gran da del Seor, da en que el mismo HIJO de Dios,que se hizo presente en el mundo encarnndose en Mara, se har nuevamente presente en cada una de las asambleas cristianas congregadas a travs delmundo entero apenas termine el sbado. Bajo este aspecto concreto del sbadocomo introduccin del domingo cristiano es, a nuestro juicio, particularmenteevocativa la oracin conclusiva de Nona en los sbados del tiempo ordinario:cuando el domingo est ya a las puertas y se aproxima la hora en que. con las IVsperas y las misas dominicales de los sbados al atardecer, va a empezar el

    domingo, la Iglesia se despide del sbado pidiendo en la ltima oracin de esteda que "por intercesin de la santsima Virgen Mara, despus de. haberte

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    servido durante toda nuestra vida (y especialmente, glosaramos, durante lasemana que ahora concluye con Nona) podamos presentarnos a ti (nuevamenteglosaramos: en el ltimo y definitivo "Da del Seor" del que el domingo queva a empezar es figura y comienzo) sin temor alguno". As el sbado, "da de

    Mara", preparando la llegada del domingo, "Da del Seor", evoca el papel dela Virgen preparando la venida de Cristo y es una nueva motivacin que puedeaadirse a las razones medievales, evocacin que posiblemente resultar mssugerente para la espiritualidad de nuestro tiempo.

    La memoria de Santa Mara en el sbado y las solemnidades y fiestas de laVirgen

    Ms arriba hemos aludido ya al doble escollo en el que puede caerse conreferencia a la memoria de Santa Mara en el sbado: el de olvidarlasistemticamente como sino existiera y el de convertir prcticamente cadasbado en una especie de "fiesta de Mara". Intentemos esclarecer un poco esteproblema.

    Lo primero en lo que hay que insistir al respecto es que la memoria de SantaMara en el sbado no es una fiesta sino una conmemoracin. Hay quecelebrarla, por tanto, con las caractersticas propias de una memoria y nodesfigurar su naturaleza dndole aires de fiesta. An diramos ms: el hecho deque la memoria de Santa Mara se repita peridicamente casi todas las semanasaleja si cabe ms la memoria de Santa Mara de lo que son las fiestas que por su

    propia naturaleza son anuales. He aqu un punto en el que hay que insistir.Antes de la actual reforma litrgica las fiestas podan tener mayor o menorcategora, pero siempre eran "fiestas". El nuevo Calendario romano haintroducido la categora de memoria como tal, como celebracin distinta de lasfiestas. Pero para muchos esta distincin ha pasado desapercibida y continancelebrando las memorias como si se tratara de fiestas menos importantes. Yello, naturalmente, lo aplican tambin a la memoria de Santa Maria en el sbadoque es, si cabe la expresin, la ms memoria de todas las memorias. La fiesta esel da consagrado a celebrar un determinado santo o un misterio concreto. En

    ella todo va en torno al objeto de la misma: lecturas, oraciones y cantos; himnosy antfonas e incluso algunas veces el mismo prefacio de la misa y la salmodiadel oficio; en las fiestas todo hace referencia explcita al objeto de la misma. Enlas memorias, en cambio, la tela de fondo es muy otra: se trata de la celebracinferial tal como se tiene habitualmente todos los das con la particularidad, esos., de que en su interior se inserta un "recuerdo" -eso es exactamente lo quesignifica "memoria"- del santo (o en nuestro caso de la Virgen).

    Sentado, pues, el principio bsico de que en las memorias los elementos

    fundamentales (lecturas y salmodia) corresponden a la feria y que de lamemoria se hace nicamente un recuerdo (oracin de la misa, del oficio de

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    lectura, de Laudes y de Vsperas; en la memoria de Santa Maria en sbado noentra ya la oracin de Vsperas porque stas son del domingo), cabe andeterminar en concreto de dnde se van a tomar los otros elementos msperifricos (cantos, himnos, preces, lecturas breves, color de los ornamentos,

    etc.) que precisamente por su menor importancia pueden ser o bien de la feria obien de la memoria. Aqu entra, evidentemente, la sensibilidad litrgica y lo queyo llamara "equilibrio celebrativo". Con referencia a estos elementos mssecundarios las actuales normas litrgicas ofrecen una innegable libertad queadmite gran variedad de posibilidades. Pero de esta libertad debe usarseequilibradamente de tal forma que el conjunto de la celebracin no presente unambiente festivo sino que tenga un autntico "aire ferial". Los elementos libresdeben escogerse, pues, de manera funcional, sin desnaturalizar el carcterpropio de lo que es una memoria. Teniendo claro este principio algunas veces sepodr tomar de la memoria un determinado elemento secundario, otras otro,pero habitualmente nunca todos ellos deben ser de la memoria, pues en estecaso la memoria parecera una "pequea fiesta" en honor de Mara.Es sin duda en este contexto de mesura y equilibrio en el que se pronuncia laExhortacin Apostlica de Pablo VI, Marialis cultus; despus de haber tratadode cada una de las solemnidades y fiestas de Mara, al referirse a la memoria deSanta Mara en el sbado dice el Papa explcitamente que esta memoria es unamanera "discreta y flexible" de recordar a Mara.Discretaporque sin perturbarel curso habitual de las celebraciones feriales incorpora el recuerdo de Mara enla celebracin;flexible,porque en esta celebracin se pueden introducir algunas

    veces unos elementos en honor de la Virgen, otras otros.

    Si por el contrario, cada sbado, olvidando esta discrecin y flexibilidad de laque habla la Marialis cultus, se usara el conjunto de todos los elementos libresde la Virgen tomando del comn los cantos, los himnos, las lecturas breves, laspreces, etc., entonces la memoria de los sbados quedara convertida en una pequea "fiesta de Mara" y perdera con ello su naturaleza propia de"memoria". En este supuesto-que desgraciadamente vemos convertido en norma en ms de una comunidad-

    no slo queda desvirtuado el dinamismo del ao litrgico en general sino queincluso queda perjudicado el mismo culto litrgico de Mara, pues cuandolleguen las grandes solemnidades de la Virgen stas perdern gran parte de surelieve pues la mayora de los textos litrgicos usados "sonaran" como piezas yamuy conocidas por la celebracin de cada sbado.

    Algunas sugerencias concretas para una equilibrada celebracin de lamemoria de Santa Mara en el sbado

    a) En la misa podemos distinguir como tres bloques: el de la liturgia de laPalabra, el de la liturgia eucarstica y, finalmente, los ritos introductorios. La

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    liturgia de la Palabra toda ella es necesariamente ferial y ni siquiera"jurdicamente" cabe la posibilidad de incorporar en ella ningn formulario dela memoria.

    La liturgia eucarstica s que admite la inclusin de algunos elementos de lamemoria; pero hay que decir que esta incorporacin es muy delicada. De hechola Eucarista es, de por si, una celebracin consistente en s misma (por ello las plegarias eucarsticas son casi invariables); en esta parte cabe slo algunaalusin -sin marcar demasiado las tintas- a lo que se ha proclamado en laliturgia de la Palabra. Cuando toda la celebracin va en torno a un nico tema(solemnidades y fiestas) resulta ms natural que en la parte eucarstica hayatambin alguna alusin al mismo. Pero ste no es el caso de las memorias. Delbloque eucarstico, pues, aunque pueda tomarse de la memoria de Santa Maratanto la oracin sobre las ofrendas, como el prefacio, el canto de c6munin y laoracin despus de la comunin, con todo creemos mejor que estos elementossean habitualmente de la feria. En todo caso nunca el conjunto de todos estoselementos es conveniente tomarlo del comn de la Virgen. Con referencia al prefacio en concreto, silos seis feriales que presenta al misal se usansucesivamente en cada uno de los das de la semana, el VI (incorporado tambina la plegaria eucarstica II), el que corresponde precisamente a los sbados, tieneya una bonita y discreta alusin a Mara: "hecho hombre por obra del EsprituSanto y nacido de Mara la Virgen".

    El tercer bloque -el rito de entrada- es el que ms posibilidades ofrece parahacer en los sbados una memoria" de Mara. El binomio "canto de entrada-colecta" dar, ya de por s, un cierto tono mariano al conjunto de la celebracin;colocar, por decirlo as, la asamblea celebrante bajo la proteccin de Mara.Con ello tendremos exactamente una celebracin ferial con un recuerdo(memoria) de la Virgen. Adems, precisamente para esta parte el Comn de laVirgen ofrece hasta seis oraciones distintas (para las otras oraciones slo haytres); si, pues, habitualmente se usa slo de la Virgen la primera oracin y paralas otras dos se recurre a los 34 formularios feriales, la variedad de las oraciones

    ser entonces realmente abundante.

    b) En la Liturgia de las Horas las posibilidades son mucho ms numerosas y,consiguientemente, el equilibrio ms difcil. Distingamos tambin aqu comotres bloques:el salterio, las percopas del Oficio de lectura y el conjunto de los demselementos que son ms bien ambientales.

    En el salterio y en las percopas bblicas del Oficio de lectura, que son los

    elementos principales, no se admite ningn texto que corresponda a la memoria;en el tercer bloque, por el contrario, las posibilidades son muy numerosas

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    porque los mismos elementos de este grupo son muy variados. Precisamente poresta abundancia de posibilidades, con mayor razn an que en el caso de lamisa, recurrir cada sbado al Comn de la Virgen para el conjunto de estoselementos libres dara a la memoria el impropio carcter de "fiesta de la

    Virgen". Adems -y ello es un aspecto muy importante- suprimira totalmente eluso de algunos formularios feriales que slo se usan los sbados (v. gr. las preces feriales de Laudes, todas las lecturas patrsticas del ao quecorresponden a los sbados del tiempo ordinario, etc.) Digamos finalmente queeste proceder desvirtuara tambin algunos de los formularios que se usan en lasgrandes solemnidades (v. gr. Asuncin, Inmaculada, fiestas locales de Maria,etc.) En es-tos das muchos de los formularios -aunque el libro los repita-pertenecen al comn y, si ya se usan cada sbado, en las grandes solemnidadesmarianas "sonarn" a textos muy odos.

    En el Oficio, pues, en concreto pensamos que lo ms adecuado es recurrirhabitualmente al Comn de la Virgen slo para la oracin conclusiva deLaudes. Algunas veces se podra aadir tambin uno de los himnos, unas vecesel del Oficio de lectura, otras el de Laudes (no ambos simultneamente). Enlugar de los himnos marianos podra tomarse del comn, en otros sbados, lalectura breve y el responsorio de Laudes; en otras semanas, omitidos loselementos antes citados, podra ser sugerente cantar, a manera de salutacin aMara, la antfona del cntico evanglico. Lo que menos recomendaramos es eluso de las preces de Laudes y ello por dos razones: a) porque su texto se usa ya

    en las grandes solemnidades y es mejor que estos formularios suenen como"nuevos" en los das ms importantes; b) porque las preces feriales de lossbados son mucho ms oracin de la maana -y Laudes es fundamentalmentela oracin de la maana- que las del Comn de la Virgen. Adems estas precesferiales de los sbados en las semanas I y III ya aluden de manera suficiente aMara y lo hacen con frmulas distintas a las del Comn que se usa en lasfiestas.Queda an la posibilidad de la lectura patrstica. En cuanto a la misma seimpone tambin una gran discrecin. En la Liturgia de las Horas hay slo un

    conjunto de 12 lecturas marianas posibles para los sbados; cabe pues,preguntarse hasta qu punto una repeticin frecuente de estas mismas lecturascumple bien la misin de alimentar la plegaria dando ideas nuevas. Y hay anun segundo aspecto: no es lstima omitir, con frecuencia por lo menos, laslecturas feriales de los sbados? No es un empobrecimiento suprimirsistemticamente todas estas lecturas? Por todo ello ms bien aconsejaramosusar muy pocas veces de esta posibilidad. El problema de la lectura patrsticamariana no se soluciona tampoco tomando lecturas marianas de otros lugares:es cierto que la Institutio" es bastante abierta a admitir otras lectura patrsticas

    adems de las que figuran en la Liturgia de las Horas. Pero estas posibilidadestienen unos lmites impuestos ms por la misma naturaleza y finalidad de la

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    lectura patrstica que por las meras normas. No cualquier texto puedeincorporarse a la celebracin eclesialhay textos muy bonitos, muy sugerentes,pero que slo caben en la oracin personal. Antes de incorporar no importa qulectura -corno se hace a veces- a la Liturgia de las Horas habra que leer,

    pausadamente, lo que se dice en los nn. 161-162 (qu lecturas pueden usarse) y163 (cul es la finalidad que persigue esta lectura); a estas observaciones podraan aadirse el elenco de amplias posibilidades que, a cada participante, ofreceel n. 250 del mismo documento.

    c) Terminemos haciendo una ltima sugerencia a un detalle de esta memoriaciertamente secundario, pero muy visible, muy ambiental: el color de lasvestiduras. Si es verdad que la memoria de Santa Mara en el sbado es slomemoria es decir recuerdo- y ms memoria, si cabe, que las restantes delcalendario pues se repite cada semana, si es cierto que lo principal de lossbados es el fondo ferial ms que el "recuerdo mariano", parecera que el colorde los ornamentos debera ser -o por lo menos podra ser el verde, no el blanco.Pensamos que este proceder es legtimo y ms equilibrado. De la misma formaque el domingo, a pesar de ser fiesta del Seor, en el tiempo ordinario tiene elcolor verde, as la memoria de su Madre es ms lgico que conserve tambineste ltimo color ferial. Aunque el misal establezca el blanco para las fiestas ymemorias de Mara, en cierta manera la celebracin de los sbados es unacelebracin votiva; y para estas celebraciones votivas puede usarse esrecomendable que se use- el color ferial (IGMR 310).

    LAS FIESTAS DE LA VIRGEN MARIA

    J. ALDAZABAL

    El Calendario de fiestas de la Virgen, que recorre el Ao Litrgicoacompaando a la celebracin del Misterio de Cristo, tiene diversas categorasde recuerdo mariano (MC 2-9):

    - hay cuatro "solemnidades":* la Inmaculada Concepcin de Mara* la Maternidad divina* la Anunciacin del Seor* la Asuncin

    - tres (o cuatro) "fiestas":* la Presentacin de Jess en el Templo* la Natividad de Mara

    * la Visitacin* en Espaa, Nuestra Seora del Pilar

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    -y "memorias":* la Virgen de los Dolores* la Virgen de Lourdes

    * la Virgen del Carmen* la dedicacin de la Baslica de Sta. Mara* la Presentacin de Maria en el Templo* la Virgen del Rosario* el Inmaculado Corazn de Mara* Santa Maria Reina

    - adems de las que puedan tener las diversas familias religiosas o poblacioneso dicesis.

    1 de enero: SANTA MARIA, MADRE DE DIOS Solemnidad

    Es la fiesta mariana ms antigua en el calendario romano (siglos VI-VII) yahora se halla muy bien situada en el ambiente de la Navidad, y no el 11 deoctubre, como antes. Una semana despus del Nacimiento de Cristo, celebramosla fiesta de la Madre. El ao empieza bien.

    La atencin se centra en la maternidad divina, origen y razn de ser de todo elmisterio de Mara y de nuestra veneracin hacia ella. Es una fiesta que nos lleva

    a "celebrar la parte que tuvo Mara en el misterio de la salvacin y a exaltar lasingular dignidad de que goza la Madre Santa, por la que merecimos recibir elAutor de la vida" (MC 5).

    Los textos del da, tanto de la Misa como de la Liturgia de las Horas, resaltanante todo la relacin de Mara con su Hijo: "mirad, Mara nos ha engendrado alSalvador", "la Madre ha dado a luz al Rey" (antfonas de Laudes). Toda lagrandeza de Mara est en su condicin de Madre del Seor: "t que diste aMara el gozo de la maternidad", "t que hiciste a Mara tu Madre llena de

    gracia" (preces de Vsperas). Las lecturas bblicas de la Eucarista insisten eneste aspecto: Cristo es el "nacido de una mujer" (Ga 4). El evangelio (el mismoque el de la Misa de la aurora de Navidad) nos presenta a la feliz Madrecontemplando el misterio de su Hijo (Lc 2). El invitatorio del Oficio de Lecturaresume admirablemente la alegra por la fiesta de la Madre y su relacinesencial con el Hijo: "celebremos la Maternidad de la Virgen Mara: adoremos asu Hijo Jesucristo, el Seor",

    Pero a la vez tiene mucho que ver la fiesta de Mara con la Iglesia, o sea, con

    todos nosotros. En la oracin sobre las ofrendas decimos que en cierto sentidoestamos celebrando el inicio de nuestra historia: "nos llena de gozo celebrar el

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    comienzo de nuestra salvacin". La Maternidad de Mara es el inicio de todo unproceso de salvacin que tiene en la Iglesia su plenitud y su cumplimiento: "porla maternidad virginal de Mara entregaste a los hombres los bienes de lasalvacin" (oracin colecta). Lo que estamos celebrando no es un hecho aislado

    que llena de alegra a la Madre, sino que tiene mucho que ver con la comunidadque luego se va a formar en tomo a ese Jess que nace como Mesas. Por eso, ypor primera vez en un texto litrgico romano, en la poscomunin de este daaparece la expresin "Madre de la Iglesia". La razn del ttulo es clara. Cristo esnuestro hermano: "t has querido nacer de la Virgen Mara para ser nuestrohermano" (preces Vsperas). La lectura bblica del Oficio de Lecturas (Hb 2)presenta a Cristo como semejante en todo a nosotros, sus herma-nos. Por esotambin, como lecturas bblicas de la Hora menor, aparecen las famosasexclamaciones profticas que se refieren a Israel y ahora se cumplen en laIglesia, pero que en este da se dicen de la Virgen Mara: "regocjate, Hija deSin" (So 3), "algrate, Hija de Sin" (Za 9)...

    Pablo VI, en la MC (n. 5), razona por qu tambin en este da celebramos el dade la Paz. El Hijo de esa Madre que es Mara, resulta que es el "prncipe de lapaz" (preces de Laudes).

    2 de febrero: LA PRESENTACION DEL SEOR Fiesta

    A esta fiesta se le ha restituido la denominacin de "Presentacin del Seor",

    porque se la considera fiesta del Seor, y no exclusivamente mariana. Es, dehecho, una memoria conjunta del Hijo y de la Madre. "Es la celebracin de unmisterio que realiz Cristo y al que la Virgen estuvo ntimamente unida como laMadre del Siervo de Yahv, ejerciendo un deber propio del antiguo Israel ypresentndose a la vez como modelo del nuevo Pueblo de Dios, constantementeprobado en la fe y en la esperanza por el sufrimiento y la persecucin" (MC 7).

    A los cuarenta das de la Navidad celebramos cmo Jess es llevado al Templo,cumpliendo as sus padres la ley' de llevar a su hijo primognito y ofrecerlo a

    Dios. As se realiza el anuncio de Malaquas (1. lectura) de que el Seor har suentrada en el Templo y es revelado al anciano Simen como el Mesas y luz delas naciones (evangelio).

    La centralidad de Cristo en esta fiesta queda todava ms subrayada en la 2.lectura (Hebreos 2), que presenta a Jess como igual a nosotros en el camino desu vida, que le llevar tambin al sufrimiento y a la muerte. Los orientalesllaman a esta fiesta "hypapante", o sea, "encuentro". Esta entrada de Jess en elTemplo de Jerusaln no ser la nica: todo el evangelio de Lucas presenta la

    vida de Cristo bajo la clave de una subida a Jerusaln, donde culminar elmisterio de su muerte y resurreccin, que ya es veladamente anunciado en el

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    evangelio, con las palabras de Simen a la Madre.

    En laLiturgia de las Horas, an sin olvidar la centralidad del misterio de CristoMesas, se acenta el color mariano (que en la Eucarista apenas aparece): las

    antfonas del Magnificat, tanto en las primeras como en las segundas Vsperas,subrayan el papel de Mara, la Madre del Mesas, en cuyos brazos entr en elTemplo. Una de las preces de Vsperas alude a la espada de dolor que va aafectar tambin a la Madre. Ella estuvo presente en esta primera ofrenda delNio, y lo estar tambin en la hora suprema de la Cruz.

    Mara, portadora de Cristo, Luz del mundo, y solidaria de su destino en todomomento, es un modelo eximio de una Iglesia que quiere salir al encuentro desu Seor. No es extrao que la fiesta de hoy se haya elegido en Roma, estosltimos aos, como marco para una simblica renovacin por parte de losreligiosos -con luces y velas en las manos-de su ofrenda y consagracin a Dios.

    El simbolismo de las velas (hoy es la "Calendaria") alude al anuncio de Simen,que presenta a Cristo como Luz de las naciones. Vale la pena resaltar este da elrito de entrada con la procesin de velas.

    11 de febrero: NUESTRA SEORA DE LOURDES memoria

    Cuatro aos despus de la proclamacin, por parte de Po IX, del dogma de la

    Inmaculada Concepcin, la Virgen se apareci varias veces en 1858 a unahumilde muchacha del sur de Francia, en Massabielle. La muchacha se llamabaBernardita Soubirous y tena catorce anos, En verdad se cumple lo queanunciara Cristo, que Dios se revela a los humildes y sencillos.

    Desde entonces Lourdes se ha convertido en lugar de peregrinacin y oracinmariana, y no slo por las curaciones milagrosas que all se han verificado, sinosobre todo porque es un santuario que anima a la fe, invita a la oracin y a lapenitencia, y es un constante recordatorio de la caridad con los enfermos.

    El mensaje de la Virgen Inmaculada ("yo soy la Inmaculada Concepcin" sonsus palabras centrales a Bernardita) se concreta sobre todo en la lecturaevanglica: la visitacin de Mara a su prima, como gesto de servicialidad, y elcanto de su alabanza a Dios: el Magnificat. La caridad y la oracin: los doshilos conductores de la fe cristiana.

    Las antfonas de la Liturgia de las Horas hablan de ella como "aurora de lasalvacin, porque de ti naci el Sol de la justicia" (Benedictus) o le dedican el

    saludo del ngel: "Dios te salve, Mara, llena de gracia" (Magnificat).

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    25de marzo: LA ANUNCIACION DEL SEOR Solemnidad

    Es tambin -como la de la Presentacin del 2 de febrero- "una fiesta conjunta deCristo y de la Virgen: del Verbo que se hace hijo de Mara y de la Virgen que se

    convierte en Madre de Dios. Con relacin a Cristo... como memoria del "s"salvador del Verbo encarnado... como conmemoracin del principio de laRedencin,.. Con relacin a Mara... como fiesta de la nueva Eva, virgen fiel yobediente, que con su "s" generoso se convirti, por obra del Espritu, enMadre de Dios y tambin en verdadera Madre delos vivientes" (MC 6).

    Nueve meses exactos antes de la Navidad, celebramos el misterio de laEncarnacin de Cristo, el Dios-con-nosotros (l. lectura: Is 7), en el seno deMara de Nazaret. Una fiesta que nos hace admirar por una parte la iniciativasalvadora de Dios y por otra la colaboracin de Mara con una actitud total defe.

    Los textos de este da hablan, ante todo, del misterio de Cristo hecho hombre:"t has querido que la Palabra se encarnase en el seno de la Virgen Mara...confesamos a nuestro Redentor como Dios y como hombre verdadero" (oracincolecta). Cristo dijo "s" a Dios en el momento mismo de su encamacin(Hebreos 10: 2. lectura), que se conectar con el otro extremo de su vida: elMisterio Pascual.

    Este misterio sucede por obra del Espritu de Dios: "Cristo, encarnado en suseno por obra del Espritu Santo" (prefacio). Del Espritu en su accin sobreMaria se habla incluso en lenguaje esponsal (antfona de Tercia).

    Pero la Encamacin de Cristo, y por tanto la maternidad de Mara, se ventambin en relacin con nosotros, la Iglesia A Mara se la llama "nueva Eva"(preces de Laudes), que obedeci a la palabra de Dios. En el prefacio se afirmaque "as Dios cumpli sus promesas al pueblo de Israel y colm de manerainsospechada la esperanza de los otros pueblos", pero sobre todo muestra la

    alegra porque en esa Encamacin del Hijo de Dios estamos de alguna maneraincluidos todos nosotros, los que bamos a creer en El y formar su Iglesia: "laIglesia... ha tenido su origen en la Encarnacin de tu Unignito, llnala del donde tu alegra" (oracin sobre las

    A la Virgen la celebramos en esta fiesta como a la representante de Israel o detoda la humanidad, y sobre todo de la Iglesia, en una proyeccin que los textosestablecen con naturalidad, porque su Hijo, Cristo, de alguna manera encierraya en s mismo, desde el primer momento, a toda la humanidad destinada a la

    salvacin.

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    31 de mayo: LA VISITACION DE LA VIRGEN MARIA Fiesta

    En la fiesta de hoy "la liturgia recuerda a la Santsima Virgen que, llevando ensu seno al Hijo, va a casa de Isabel para ofrecerle la ayuda de su caridad y

    proclamar la misericordia de Dios Salvador" (MC 7).Es todo un smbolo: Mara que lleva en su seno al Mesas y se encuentra conIsabel que lleva tambin en el suyo al precursor. Un dilogo entre dos mujeresllenas de Dios y de su Espritu, un dilogo entre el AT y el NT, entre Dios y lahumanidad.

    La escena central es la que leemos en el evangelio del da. Pero los varios textosnos ayudan a desentraar los varios sentidos de la fiesta para la comunidadcristiana.

    Ante todo Mara aparece como la portadora de Cristo: la presencia salvadoradel Mesas es la que produce la alegra y la alabanza: "Juan Bautista exult dealegra al presentir a Cristo en el-seno de la Virgen" (poscomunin); Mara es laque lleva en su seno al Hijo de Dios (colecta) y por eso puede ser llamada"tlamo pursimo de tu habitacin y sagrario del Espritu Santo" (preces deLaudes).

    Ahora es la Iglesia la que tiene encomendada la misin de evangelizar al mundo

    y llevarle la presencia de Cristo. Pero ella misma, la comunidad cristiana, tieneque saber reconocerle presente, sobre todo en el momento privilegiado de laEucarista: "haz que tu Iglesia lo perciba siempre vivo en este sacramento"(poscomunin). Por medio de Mara el Dios con -nosotros sali al encuentro dela familia de Isabel. Por medio de la Iglesia, sus sacramentos y su predicacin,Dios sale al encuentro y "visita" a la humanidad entera.

    La actitud de alegra y de alabanza que hace exclamar a Mara en el canto de suMagnificat, debe ser contagiosa para la Iglesia: tambin ella debe contemplar,

    admirar y agradecer a Dios "por todas las maravillas que has hecho con tushijos" (poscomunin), y se pide como splica central de la oracin del da: "quedciles al soplo del Espritu, podamos, con Mara, cantar tus maravillas durantetoda nuestra vida". Las lecturas de Sofonas en la Misa ("algrate, hija de Sin")y del Cantar de los Cantares en el Oficio de Lecturas (la llegada del amado) dana esta alegre alabanza un tono de lirismo que comparten varias de las antfonasde la Liturgia de las Horas.

    Pero tambin hay una leccin de caridad y servicialidad en la escena de la

    Visitacin y los textos del da la ponen de relieve: "te has complacido en elgesto de amor de la Virgen Mara al visitar a su prima Isabel" (oracin sobre las

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    ofrendas); se pide que tambin la Iglesia se esfuerce, en unin con Mara, porser un solo corazn y una sola alma (preces de Vsperas), y se ofrece comolectura alternativa de la Misa Rm 12,9ss, con una clara llamada a la caridadfraterna.

    La Iglesia, en la fiesta de hoy, se ve, pues, espejada de varias maneras en Mara:como portadora de Cristo al mundo, como ejemplo de caridad servicial hacia elprjimo, y como comunidad orante que sabe alabar con alegra y lirismo a suSeor. Tanto Mara como la Iglesia movidas por el mismo Espritu.

    A la vez que alabamos gozosamente a Mara, "la Madre del Seor", y la"llamamos bienaventurada" tambin en nuestra generacin, aprendemos de ellalas mejores actitudes cristianas.

    En las Vsperas de hoy -o como canto final de la Eucarista, si no hay Vsperas-cantamos con las mismas palabras y el mismo sentimiento que Mara, nuestro"Magnificat".

    Sbado siguiente al 2 domingo despus de Pentecosts:EL INMACULADO CORAZON DE LA VIRGEN MARIA

    Po XII, en 1944, estableci esta memoria del Corazn de Mara.Memoria

    El corazn ha sido siempre el smbolo predilecto de las actitudes ms ntimas dela persona humana.

    En el caso de Mara, adems de la pureza radical y de la plenitud de gracia queDios le concedi, en vistas a la salvacin que su Hijo nos iba a conseguir, sucorazn aparece en los textos del da como raz de estas actitudes:* la meditacin contemplativa del Misterio de su Hijo: "Mara conservaba todasestas cosas, meditndolas en su corazn" (evangelio de Lucas, y tambin laantfona de la comunin),

    * la alegra que siente ante lo que Dios ha hecho con ella: "mi corazn y micarne retozan por el Dios vivo" (antfona del Benedictus), "mi corazn seregocija por el Seor, porque ha hecho obras grandes por mi" (antfona delMagnificat).Estas "obras grandes" de Dios en Maria, son, naturalmente, el haberla escogidocomo Madre de su Hijo, y esto afecta a lo ms ntimo de su ser: "has preparadoen el Corazn de la Virgen Mara una digna morada al Espritu Santo" (oracincolecta).

    Para cada uno de nosotros es tambin en lo ms ntimo, en nuestro corazn,donde sucede el encuentro salvador con los dones de Dios y nuestra respuesta

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    de fe: "haz que nosotros, por intercesin de la Virgen, lleguemos a ser templosdignos de tu gloria" (oracin colecta).

    16 de julio: NUESTRA SEORA DEL CARMEN Memoria

    En el siglo XII el monte Carmelo, lleno de recuerdos bblicos, se pobl deermitaos, que formaron all una Orden contemplativa. Ya en el siglo XIVexista esta memoria de la Virgen del Carmelo, que ms adelante, en el XVIII,pas al calendario general.

    La idea central que los textos de la Misa y de la Oracin de las Horas destacanen la memoria de hoy es la relacin de la Virgen Mara con la oracincontemplativa: "dese la sabidura con toda el alma y creci como racimo quemadura" (antfona del Benedictus), "Mara escuchaba la palabra de Dios y lacumpla, meditndola en su corazn" (antfona del Magnificat). Y tambin lalectura de San Len Magno, en el Oficio de Lecturas, incluye el primer prrafode la hornilla de la Navidad (que curiosamente faltaba el mismo da deNavidad), y que hace referencia a la actitud interior de fe de la Virgen: "estavirgen... antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez,la concibi en su espritu".

    Esta conmemoracin de la Virgen del Carmen es una invitacin a interiorizar enla oracin y en la meditacin la fe en Cristo Jess: "la poderosa intercesin de la

    Virgen Maria en su advocacin del monte Carmelo, nos ayude y nos haga llegarhasta Cristo, monte de salvacin" (oracin colecta).

    5 de agosto: LA DEDICACION DE LA BASLICA DE SANTA MARIAMemoria

    Despus del concilio ecumnico de feso (ao 431) en el que se pro clamsolemnemente a la Virgen Mara como "Madre de Dios", se levant en Romaesta Baslica de Santa Mara, llamada "la mayor", porque en verdad es el templo

    mariano ms importante de Occidente.

    En el Oficio de Lecturas proclamamos las entusiastas palabras de San Cirilo deAlejandra en el citado concilio de Efeso, alabando a Mara como Madre deDios y a la vez como Virgen. Alabanzas que se prolongan en el responsorio,viendo cumplidos los anuncios del Magnificat sobre las felicitaciones que Maraiba a recibir de generacin en generacin. Las antfonas del Benedictus y delMagnficat tambin llaman bendita a Mara y le piden su intercesin pornosotros, glosando el saludo del Ave Mara.

    15 de agosto: LA ASUNCION DE LA VIRGEN MARIA Solemnidad

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    La fiesta de hoy, que se celebra al menos desde el siglo VI, ha recibido nombrescorno "dormicin", "glorificacin", "deposicin", "asuncin9'

    Es la fiesta "en que recordamos su destino de plenitud y bienaventuranza, laglorificacin de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, su perfectaconfiguracin con Cristo resucitado. Fiesta que propone a la Iglesia y a lahumanidad la imagen y la consoladora garanta del cumplimiento de laesperanza final. Pues dicha glorificacin plena es el gozoso destino de todosaquellos a quienes Cristo ha hecho hermanos, teniendo en comn con ellos lacarne y la sangre" (MC 6).

    Hoy es la fiesta del Triunfo final de la Virgen, de su redencin total, en cuerpo yalma. Asociada a Cristo vencedor de la muerte y del pecado, "cuando termin elcurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria de los cielos"(Po XII, en 1950, al proclamar el dogma de la Asuncin: su BulaMunificentissimus Deus" la leemos en el Oficio de Lecturas). Por eso los cantosy las antfonas de este da estn llenos de entusiasmo lrico: "es bella y hermosala hija de Jerusaln: subi al cielo resplandeciente, como la aurora cuandoamanece" (antfona del Benedictus), "ale-graos, porque reina con Cristo parasiempre" (antfona del Magnficat en las II Visperas), "ahora vives ya en lagloria de Dios" (antfona de Laudes). La razn es evidente: la que desde el principio fue hecha inmaculada por Dios, la que mereci ser la Madre del

    Mesas, era lgico que al final tambin fuera distinguida con la glorificacintotal: "porque te has complacido, Seor, en la humildad de tu sierva, la VirgenMara, has querido elevarla a la dignidad de Madre de tu Hijo y la has coronadoen este da de gloria y esplendor" (oracin de la vigilia y de las 1 Vsperas),"has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen Mara, Madrede tu Hijo" (oracin del da); "con razn no quisiste, Seor, que conociera lacorrupcin del sepulcro la mujer que, por obra del Espritu, concibi en su senoal autor de la vida" (prefacio)

    Este triunfo de Mara se debe a su asociacin a la Pascua de Cristo. Ella hasido totalmente ganada por la victoria de Cristo: "has querido que la InmaculadaVirgen Mara -participara en cuerpo y alma de la gloria de Cristo" (preces deVsperas). Por eso una de las lecturas bblicas es la de 1Co 15, donde Pabloproclama las consecuencias de la Pascua de Cristo sobre todos nosotros.

    Pero a la vez el destino glorioso de Mara est ntimamente ligado al destinoltimo de la Iglesia, y por ello la alegra de la fiesta se convierte en cierto modoen alegra por nuestra misma victoria. Se llama a la Virgen nueva Eva: "por Eva

    se cerraron a los hombres las puertas del paraso y por Mara Virgen se hanvuelto a abrir a todos" (antfona de 1 Vsperas): idea que recoge tambin Po

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    XII en la lectura que hacemos de su Bula. Se la bendecir corno la nueva Arcade la Alianza (lectura de 1Cro 15 en la vigilia, y alusin tambin en las precesde Laudes).

    Se la identificar con la Mujer victoriosa que participa con Cristo, y para biende toda la Iglesia, en la lucha contra el mal (en la Misa del da leemos Ap 11-12). Los textos nos invitan a alegrarnos porque la glorificacin de la Virgen estambin la nuestra:"ella es la figura y primicia de la Iglesia que un da ser glorificada; ella esconsuelo y esperanza de tu pueblo, todava peregrino en la tierra". Y pideninsistentemente a Dios que nos haga partcipes del mismo destino de la Virgen:"nos concedas tambin el premio de tu gloria" (oracin de la vigilia),"lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo" (oracin delda), "lleguemos a la gloria de la resurreccin" (poscomunin).

    Es la fiesta de la alegra y de la esperanza, porque nos presenta en toda sumedida el don de Dios y la respuesta de fe de Mara. El "s" de Dios, que yaempez en la concepcin inmaculada de Mara, lleva a la plenitud la vida de laVirgen, que toda ella fue un "s" y un "magnificat" a Dios. Con este misteriocomienza ya y se nos da la garanta de nuestro destino de salvacin.

    22 de agosto: SANTA MARIA VIRGEN, REINA Memoria

    "La solemnidad de la Asuncin se prolonga jubilosamente en la celebracin dela me-mona de la Virgen Mara Reina, que tiene lugar ocho das despus y en laque se contempla a Aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, resplandececomo Reina e intercede corno Madre" (MC 6).

    Buen resumen, como siempre, del espritu de la fiesta en el documento de PabloVI. El ttulo de Reina, corno todo lo relacionado con la realeza, puede parecer aalgunos pasado de moda, y no en consonancia con el nombre de "sierva" queElla misma se da en el evangelio. El nuevo Rito de la Coronacin de las

    imgenes de la Virgen-primer Ritual aprobado por Juan Pablo II-, que tambin se mueve en estesimbolismo de la realeza y de la corona, explica muy bien en sus "prenotandos"por qu la Iglesia contina dedicando este lenguaje hacia Mara, igual que seemplea para con Cristo el ttulo de Rey. La actitud de "sierva" y de "reina" no secontradicen: precisamente se anuncia en el evangelio que "el que se humillaser ensalzado", y despus de Cristo mismo, el que mejor ha sabido conjugar surealeza con la entrega total por los dems, es la Virgen Mara.

    En los textos litrgicos de hoy se resalta la participacin de Mara en el Seorode Cristo, su Hijo. Como Madre del Mesas, el verdadero Seor (Dominus) y

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    Rey, ("la Madre de mi Seor", como la saluda Isabel), tambin ella participa deltriunfo de su Hijo y puede ser llamada Seora (Domina), sin empaar para nadala centralidad debida a Cristo: "santa Mara, siempre Virgen, Reina del mundo,t engendraste a Cristo, el Seor, Salvador universal" (antfona del Benedictus).

    As vemos en Ella a nuestra Madre y Seora, con una relacin muy estrechahacia nosotros: "nos has dado como Madre y corno Reina a la Madre de tuUnignito: concdenos que, protegidos por su intercesin, alcancemos la gloriade tus hijos en el reino de los cielos" (oracin del da).

    Este da, ms que nunca, convendra recordar y cantar la antfona "Salve, Reinade los cielos" (Ave Regina caelorum), as corno otros cantos que poticamenteensalzan sus ttulos de Madre y Seora.

    8 de septiembre: LA NATIVIDAD DE LA SANTSIMA VIRGEN MARIAFiesta

    Procedente del Oriente, ya se con9ca en Roma esta fiesta en el siglo VII.Nueve meses despus del 8 de diciembre, celebramos el da del Nacimiento dela Virgen. No ha hecho falta que el N.T. hablara explcitamente de esteNacimiento, para que la comunidad cristiana haya dado singular relieve al da.Slo celebrarnos el nacimiento de dos Santos: de la Virgen y de Juan elBautista, ambos estrechamente relacionados con Cristo Jess (de los dems

    Santos celebramos el da de la muerte).

    Este da de la Natividad es la aurora, como la Asuncin es el da del triunfofinal. Los textos litrgicos rezuman alegra. La comunidad cristiana ve en elnacimiento de Maria el inicio de la salvacin para todos: "el Nacimiento de laVirgen Mara fue para el mundo esperanza y aurora de salvacin"(poscomunin), "cuando naci la Santsima Virgen, el mundo se ilumin"(antfona de Laudes), "tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anuncia la alegraa todo el mundo. De ti naci el sol de la justicia, Cristo, nuestro Dios" (antfona

    del Benedictus) Si hay un da en que el lenguaje potico puede colorear nuestraoracin, es precisamente hoy.

    Naturalmente, como en todas las fiestas marianas, el centro de nuestra fe siguesiendo Cristo, el Hijo. Por eso en el evangelio leernos la genealoga de Cristo.El es el verdadero sol, al que preceda la aurora de Mara: "tu nacimiento,Virgen Madre de Dios, anuncia la alegra a todo el mundo: de ti naci el sol dela justicia, Cristo, nuestro Dios" (antfona del Benedictus). Pero si el Hijo deDios se hizo de nuestra familia en lo humano, fue corno hijo de Maria, de la

    raza de David: "hoy es el nacimiento de la gloriosa Virgen Maria, descendientede Abraham, de la tribu de Jud y de la noble estirpe de David" (antfona de

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    Laudes).

    Al celebrar con gozo esta fiesta, esperarnos todos que de ella nos vengaaumento de gracia y de paz: "cuantos hemos recibido las primicias de la

    salvacin por la maternidad de la Virgen Mara, consigamos aumento de paz enla fiesta de su Nacimiento" (oracin del da).

    15 de septiembre: NUESTRA SEORA, LA VIRGEN DE LOS DOLORESMemoria

    Ayer celebrbamos la exaltacin de la Cruz de Cristo. Hoy, al recordar a laMadre, tenemos una "ocasin propicia para revivir el momento decisivo dela historia de la salvacin y para venerar junto con el Hijo exaltado en laCruz a la Madre que comparte su dolor" (MC 7).

    Este aspecto del misterio de la Virgen, su presencia materna junto a la Cruz desu Hijo, lo difundieron ya desde el siglo XIII los Servitas, y ms tarde losPasionistas. Y ahora, sin el duplicado del viernes de Pasin, se ha centrado esterecuerdo en el da de hoy.

    La cercana a la fiesta de ayer no es slo cronolgica: el centro de nuestracelebracin, segn los textos litrgicos, sigue siendo la Cruz Pascual de Cristo.Por eso se leen Hb 5 y Jn 19: las mismas lecturas que el Viernes Santo, aunque

    ms breves, y las antfonas de la Liturgia de las Horas son claramentecristolgicas. Pero contemplarnos hoy con admiracin que junto a El, comorepresentante de la Iglesia y de la humanidad, est su Madre: "tu hasquerido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la Cruz"(oracin del da).

    No celebramos la ancdota o el puro sentimiento. Es el misterio teolgico deMara, la Madre, que est junto a su Hijo en su Hora Pascual. Ella, la mujerexperta en dolor, ya desde el anuncio de la espada por el anciano Simen

    (antfona de entrada de la Misa): la que sabe de fatigas y pobreza, de soledad eincomprensiones, y que ahora da a todos un magnfico ejemplo de entereza alpie de la Cruz. Un verdadero smbolo de todo el dolor en la historia de lahumanidad.

    El da de hoy es una invitacin para que todos nos asociemos tambin, comoElla y con Ella, a la Pascua de Cristo, tambin en el momento del dolor: "hazque la Iglesia, asocindose con Maria a la pasin de Cristo, merezca participarde su resurreccin" (oracin del da), "al recordar los dolores de la Virgen

    Mara, completemos en nosotros, en favor de la Iglesia, lo que falta a la pasinde Jesucristo" (poscomunin).

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    Pero a la vez la memoria de hoy nos hace mirar con alegra al testamentoespiritual que Jess dej a su Madre y a Juan: "la Virgen Mara, a quien t nosentregaste como Madre amorosa cuando estaba junto a la Cruz de tu Hijo"

    (oracin sobre las ofrendas): Madre de todos los que estaban representados enJuan, el discpulo. O sea, Madre de la Iglesia y de todos los hombres.

    7 de octubre: NUESTRA SEORA, LA VIRGEN DEL ROSARIOMemoria

    Aunque esta conmemoracin tiene su origen en el siglo XVI, a raz de lavictoria de Lepanto, en 1571, slo en el siglo XVIII obtuvo un lugar en elcalendario universal.

    El objeto de la fiesta no es la devocin del rosario, sino la Virgen Maria, a laque con diversas antfonas y responsorios de la Misa y de la Liturgia de lasHoras alabamos y dirigimos las palabras del Ave Mara: "Algrate, Mara, llenade gracia, bendita t eres entre las mujeres

    La devocin al rosario ha sido para muchas generaciones de cristianos, y losigue siendo para nosotros, una hermosa ocasin para meditar en el Misterio deCristo, centro de toda la fe cristiana, tanto en su aspecto de Encarnacin comoen el del Dolor y la Resurreccin pascual. La oracin del da, aunque nombra ala Virgen, se centra sobre todo en este triple misterio salvador de Cristo: "por el

    anuncio del ngel hemos conocido la encarnacin de tu Hijo... lleguemos por supasin y su cruz, a la gloria de la resurreccin". Meditar "los misterios" deCristo (oracin sobre las ofrendas) es de alguna manera sintonizar con ellos yasimilarlos en nuestra vida: y ste es el camino para poder "participar en el gozode su gloria" (poscomunin).

    La Virgen Mara, la primera salvada por Cristo, la que mejor supo conservar"todas estas cosas, meditndolas en su corazn" (antfona del Magnficat), espara nosotros como una memoria continua del Evangelio de su Hijo. De la

    mano de ella es corno mejor podemos aprender a ser discpulos de Cristo y arecorrer el camino mismo que El sigui, el de la vida a travs del sacrificio desu muerte. Las antfonas de Laudes y Vsperas, uniendo sabiamente losmisterios de gozo, dolor y gloria, nos ayudan a ver a la Virgen presente en elcamino de Cristo y en el nuestro.

    12 de octubre NUESTRA SEORA DEL PILAR Fiesta

    Segn una antigua tradicin, el origen de la fe cristiana en Espaa, cuando

    "brill sobre nosotros la luz de la fe" (oracin sobre las ofrendas), estuvorelacionado con la presencia maternal de la Virgen. Desde entonces el Pilar de

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    Zaragoza es lugar de oracin y un centro de esperanza para los pueblos deEspaa y Amrica (cfr. la primera lectura del Oficio de Lecturas).

    Pero ms que un hecho histrico o una advocacin concreta, los textos de hoy

    celebran a la misma Virgen Mara. Damos gracias a Dios "por todas las grandesmaravillas que has realizado en la Virgen, Madre de tu Hijo" (prefacio) yenumeramos su concepcin inmaculada ("concebida sin pecado"), su Virginidad("intacta en su virginidad"), su maternidad divina ("gloriosa en sudescendencia... Madre de Cristo, Esposo de la Iglesia, luz de las gentes ..."), yfinalmente su participacin en el triunfo de su Hijo sobre la muerte ("no fuecontaminada por la corrupcin del sepulcro... triunfante en su Asuncin").

    Nos unimos as a todas las generaciones que la felicitan y la llamanbienaventurada (antfona de comunin), porque tambin para nosotros es ella"la gloria de Jerusaln y la alegra de Israel" (antfona de Laudes) y en ella Diosnos ha dado "una madre", la "madre de la Iglesia, madre de la gracia y lamisericordia" (preces de Laudes y Vsperas).

    En concreto todos los que "la invocamos con la secular advocacin del Pilar",pedimos a Dios que por intercesin de la Virgen nos conceda "fortaleza en la fe,seguridad en la esperanza y constancia en el amor" (oracin del da),"permanecer firmes en la fe y generosos en el amor" (oracin de ofrendas) y quefinalmente podamos "contemplarte eternamente en el cielo" (poscomunin).

    El Templo de Zaragoza nos recuerda que ante todo fue ella, la Virgen, la "santamorada" para el Hijo; por eso leernos como primera lectura de la Misa(alternativa con Hch 1, la escena de Pentecosts, con la Virgen y laComunidad), el captulo 1 Cro 15, donde se narra la entrada solemne del Arcade la Alianza, el lugar si