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Alteraciones de la memoria 18 DE FEBRERO DE 2010 | 18:42 PM · SALUD PASIÓN · SALUD · PSICOLOGÍA La memoria se considera como el mecanismo que fija las vivencias nuevas y actualiza las anteriores, en otras palabras, la capacidad de fijar, conservar y evocar las vivencias. Su función dentro de la personalidad es fundamental y por ello, cualquier alteración de esta capacidad puede afectar gravemente la estructura de la personalidad. Estos trastornos de la memoria pueden ser: Amnesias de fijación. El principal problema consiste en no poder retener los acontecimientos sucedidos y tiene lugar en todas las situaciones en las que se da un trastorno de conciencia. Amnesias de evocación. Aunque las vivencias pasadas están retenidas y conservadas existe unadificultad para recordarlas. La capacidad para evocar guarda una estrecha relación con el estado de ánimo deprimido. En el momento que una persona se recupera de su depresión, recuerda perfectamente sus experiencias pasadas. En el caso de los maníacos, su memoria también está alterada por causas afectivas, y también se recuperan cuando superan la crisis. Los esquizofrénicos que presentan este tipo de trastornos no muestran mayor interés por evocar sus experiencias, sin embargo, de vez en cuando, pueden relatar recuerdos con suma precisión.

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Alteraciones de la memoria

  

18 DE FEBRERO DE 2010 | 18:42 PM · SALUD PASIÓN · SALUD · PSICOLOGÍA

La memoria se considera como el mecanismo que fija las vivencias nuevas y actualiza las

anteriores, en otras palabras, la capacidad de fijar, conservar y evocar las vivencias. Su función

dentro de la personalidad es fundamental y por ello, cualquier alteración de esta capacidad

puede afectar gravemente la estructura de la personalidad.

Estos trastornos de la memoria pueden ser:

– Amnesias de fijación. El principal problema consiste en no poder retener los acontecimientos

sucedidos y tiene lugar en todas las situaciones en las que se da un trastorno de conciencia.

– Amnesias de evocación. Aunque las vivencias pasadas están retenidas y conservadas existe

unadificultad para recordarlas.

La capacidad para evocar guarda una estrecha relación con el estado de ánimo deprimido. En

el momento que una persona se recupera de su depresión, recuerda perfectamente sus

experiencias pasadas.

En el caso de los maníacos, su memoria también está alterada por causas afectivas, y también

se recuperan cuando superan la crisis.

Los esquizofrénicos que presentan este tipo de trastornos no muestran mayor interés por

evocar sus experiencias, sin embargo, de vez en cuando, pueden relatar recuerdos con suma

precisión.

Los neuróticos y los histéricos tienen dificultades para recordar, en especial si se trata de

experiencias angustiosas, pues impera el deseo inconsciente de no recordar.

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– Amnesias de conservación. En este caso, los recuerdos se fijaron y no hay nada que impida

recordarlos, pero no se conservan. Suele darse en enfermedades cerebrales que producen un

deterioro irreversible de la personalidad y de las capacidades intelectuales.

Además de estos tipos de amnesia, se pueden dar otras alteraciones que afectan a algunos

rendimientos en particular o amnesias sistemáticas; olvido del nombre de objetos y su

reconocimiento (agnosia), de algunos hábitos motores (apraxia), del lenguaje (afasia), lo

contrario a la amnesia (hipermnesia), etc.

Las paramnesias corresponderían a otro tipo de alteraciones, también denominadas “dejà vu” (

ya visto, en francés). Se trata de una sensación, que se da en determinados momentos, de que

la situación que estamos viviendo o percibiendo en el momento presente ya ha sucedido

anteriormente y en las mismas condiciones. Sin embargo, y a pesar de su intensidad, es falsa.

Leer más: http://saludpasion.com/alteraciones-de-la-memoria/#ixzz3E0GX2eL5

IntroducciónLa memoria es un mecanismo de grabación, archivo y clasificación de información, haciendo posible su recuperación posterior. En sentido estricto se puede identificar con la capacidad de grabación, pero ya se sabe que tan importante es esa grabación como el contenido y estructura de la información. Un aspecto interesante es que la memoria funciona mucho más eficazmente cuando algo se aprende en un ambiente agradable y relajado. Se sabe que la memoria es selectiva y que se recuerda mucho mejor las cosas agradables y apenas se recuerdan los malos ratos, acentuándose este efecto cuanto más antiguos son los recuerdos.

MemoriaCuando existe alguna perturbación de la memoria y empieza a afectar en la vida cotidiana, es recomendable buscar ayuda profesional para evitar que pueda convertirse en un trastorno más serio. Puede que olvides cosas que a cualquiera le pueden pasar. Pero cuando los olvidos son frecuentes, tienes que averiguar qué es lo que te está sucediendo.Las perturbaciones pueden ser ocasionadas por un daño orgánico o por factores psicológicos. Los agentes orgánicos pueden ser los traumatismos cerebrales, una deficiencia circulatoria, etc. En el aspecto psicológico, puede suceder que la disfunción esté asociada con depresión, ansiedad o ser efectos secundarios al consumo de alcohol y otras sustancias.En otros casos, el hecho de perder la memoria puede deberse a que se ha dejado la vida laboral, al aislamiento o a la carencia de motivación.

Para evitar las enfermedades mentales puedes actuar en dos sentidos:Resolviendo tus conflictos emocionales que hacen a la memoria menos efectiva y evitando el deterioro cognitivo por medio de una terapia estimulante de las funciones intelectuales, mejor conocida como gimnasia cerebral.En la psicoterapia trabajamos sobre estos dos sentidos simultáneamente.Las disfunciones de la memoria se dividen en: amnesia, hipomnesia, hipermnesia, dismnesia, fabulación, ecmesia y paramnesias.

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AmnesiaLa amnesia es la ausencia de recuerdos. A veces la persona puede estar consciente de que ciertas cosas existieron, pero ha perdido el recuerdo.Se considera amnesia parcial cuando la perturbación es en algunos a campos de la memoria. Es amnesia total cuando la alteración provoca dificultad para evocar cualquier recuerdo de la vida del paciente.

HipomnesiaLa hipomnesia es la disminución de la capacidad de la memoria, debido a una dificultad tanto de fijación como de evocación. Se observa en personas normales que experimentan preocupaciones profundas. También es observable en pacientes con neurosis.

HipermnesiaLa hipermnesia es el aumento o hiperactividad de la memoria.Se puede observar en pacientes muy agitados o nerviosos.

DismnesiaLa dismnesia es la disminución de la memoria.

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Dificulta el recuerdo de algunos eventos o los evoca en forma confusa.

FabulaciónLas fabulaciones son producciones imaginarias que son tomadas como recuerdos.Generalmente se utilizan para rellenar lagunas amnésicas.

EcmnesiaLa ecmnesia es un trastorno en que el paciente revive porciones de su pasado como si estuvieran ocurriendo en el presente.

ParamnesiasLas paramnesias son reconocimientos imprecisos que no se ajustan a la realidad.Se trata de los fenómenos "Déjà vu", "Jamais vu", ilusión de la memoria y alucinación de la memoria.El Déjà vu, es la impresión de que se repite una vivencia en la misma forma en que ocurrió en el pasado. Este fenómeno puede ser experimentado por gente normal y por personas con padecimientos neuróticos o esquizofrénicos.El Jamais vu, es la sensación de no haber visto o experimentado algo que ya se conoce.Se observa en personas normales, delirantes o con esquizofrenia.La ilusión de la memoria es la deformación de los hechos agregando a las Vivencias detalles falsos creados por la fantasía y la ilusión del paciente.La alucinación de la memoria es la evocación de algo que no se ha evidenciado y por lo tanto, que no ha sido registrado en la memoria.LOS TRASTORNOS DE LA MEMORIA: pueden generar apatía, falta de iniciativa y de Espontaneidad. La inteligencia, las capacidades y el lenguaje suelen estar perturbados.Un trastorno de la memoria puede trasformar y desestructurar nuestra personalidad.Por ello, es importante reconocer los síntomas de un posible cuadro de perturbación y buscar ayuda profesional cuanto antes.

Los trastornos de personalidadson un conjunto de perturbaciones o anormalidades que se dan en las dimensiones emocionales, afectivas, motivacionales y de relación social de los individuos.Los trastornos de personalidad se incluyen como trastornos mentales se define psicológicamente, como rasgos mentales y de comportamientos permanentes que distinguen a los seres humanos. Un trastorno de personalidad se define como experiencias y comportamientos que difieren de las normas sociales y expectativas. Las personas diagnosticadas con un trastorno de la personalidad pueden tener alteraciones en la cognición, emotividad, funcionamiento interpersonal o en el control de impulsos. En general, los

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trastornos de personalidad se diagnostican al 40-60% por ciento de los pacientes psiquiátricos, y representa el diagnóstico psiquiátrico más frecuente

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos96/memoria-trastornos-y-terapias/memoria-trastornos-y-terapias.shtml#ixzz3E0IVR2Fi

Las alteraciones de la memoria más frecuentes>> 19 DE JUNIO DE 2011

La memoria es uno de los procesos cognoscitivos que mayor implicación tiene en la estructuración de

la actividad humana pues su principal función consiste en fijar, almacenar y reproducir la información

que llega del entorno al cerebro. Sin embargo, existen algunos casos donde este proceso se afecta

imposibilitando la adecuada recepción de la información.

Entre las alteraciones de la memoria una de las más conocidas (probablemente debido a la publicidad

que le ha hecho el cine y la literatura) es la amnesia. En este trastorno existe una ausencia de

recuerdos, ya sea de un período en particular o de toda la vida de la persona. Puede darse secundaria

a una enfermedad cerebral o a otras enfermedades como el Alzheimer.

La hipermnesia es otra alteración de la memoria y consiste en la exacerbación de la memoria de

reproducción. En este caso se intensifica la reproducción de detalles con gran exactitud. En esta

alteración suelen recordarse detalles poco ordinarios y aparece sobre todo en estados febriles, en

quienes sufren de retraso mental mentales y en personas con obsesiones.

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Por otra parte, también existe la hipomnesia, un trastorno asociado a la disminución de la capacidad

para recordar, ya sea por dificultades en la fijación de la información o por su reproducción.

Generalmente aparece como un trastorno secundario a un déficit atencional.

También es común encontrase con personas que padecen de paramnesias, o sea que sus recuerdos

están deformados. De esta manera, acontecimientos que no tuvieron lugar se recuerdan como reales

o hechos reales se evocan deformados. Puede aparecer en pacientes histéricos, en casos de

violaciones, en personas con traumas craneales o en estados demenciales.

Entre las paramnesias se encuentran además otras variaciones del trastorno de la memoria entre los

que destaca la criptomnesia, un error de reproducción donde no se reconoce el recuerdo como tal,

sino como una situación nueva y laecmnesia donde se recuerda con tal fuerza una etapa de la vida

que es como si la estuviera viviendo nuevamente, es decir se traslada al presente los hechos

anteriores.

También se incluyen dentro de estos trastornos la paramnesia reduplicadora, en la cual la persona

duplica la situación que está viviendo trasladándose al pasado; el fenómeno de lo ya visto (Dejà vù)

que consiste en el completo reconocimiento de una nueva situación totalmente nueva y el fenómeno

de lo jamás visto (Jamàis vù) donde la persona, ante situaciones conocidas, reacciona como si fueran

completamente nuevas.

Aunque con una menor incidencia, también se incluyen en este tipo de trastornos la fabulación, que

es un trastorno mixto a medio camino entre la imaginación y la memoria donde la persona evoca

como reales hechos que nunca ocurrieron y la confabulación, en la cual la persona ante el déficit de

memoria rellena la información faltante con contenidos imaginativos.

Aspectos básicos de la memoria      La Psicología de la Memoria es uno de los grandes temas de la Psicología Experimental. El interés de los investigadores en psicología por su estudio se remonta a más de cien años. Ebbinghaus (1850-1909) fue el gran pionero en el estudio experimental de la memoria humana a finales del siglo XIX y principios

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del XX, sentando las bases de lo que ha llegado a significar esta área para la Psicología Experimental. Este psicólogo alemán trató de aplicar la metodología de los estudios psicofísicos de Fechner (1860) sobre la sensación al estudio de la memoria, realizando multitud de experimentos en condiciones estrictamente controladas, utilizando como material sílabas sin sentido y siendo él mismo el sujeto de los experimentos (Ebbinghaus, 1885).

      Sin embargo, la principal crítica que se le ha hecho a Ebbinghaus es que centró su trabajo en el estudio de las relaciones funcionales entre variables independientes y variables dependientes, despreciando el estudio de la memoria en entornos más naturales.

Fue en la misma época cuando surgió un importante campo de estudio con claras connotaciones aplicadas: la Memoria de los Testigos, con las interesantes investigaciones realizadas por Binet (1857-1911), Münsterberg (1863-1916), Stern (1871-1938) o Whipple (1876-1941), quienes realizaron algunos de los que pueden considerarse como los primeros estudios experimentales modernos sobre la memoria en entornos naturales.

      Sólo unos años después, Bartlett (1932) publicaría el libro Remembering que viene a recoger el testigo de los estudios anteriores sobre la memoria en la vida cotidiana, dando forma a un modelo de memoria basado en esquemas, donde los conocimientos previos y experiencias de los sujetos juegan un papel fundamental. Es probablemente la obra de Bartlett la precursora de los enfoques cognitivos que surgirán en los años sesenta.

      No obstante, los trabajos de Bartlett no tuvieron continuación en las décadas de los cuarenta y cincuenta, en las cuales se produce un escaso desarrollo de la Psicología de la Memoria, y no será hasta finales de los sesenta y fundamentalmente durante todos los setenta, con la formulación del paradigma del Procesamiento de la Información, que lo sitúa como uno de los temas más relevantes en Psicología Cognitiva (Neisser, 1978),  cuando el estudio de la Psicología de la Memoria sale de nuevo al encuentro de la vida cotidiana con todas sus consecuencias (Neisser, 1982).

      De la mano de las nuevas tecnologías de la información se produce la gran revolución en el estudio de la memoria. Terminología, e intereses teóricos y prácticos son importados desde la ciencia de los ordenadores y la informática a la Psicología Cognitiva. La interacción entre ambas áreas perdura hasta nuestros días, y los modelos computacionales (SAM, CHARM, TODAM…) se presentan como una oportunidad más de estudiar la memoria desde perspectivas diferentes a las tradicionales.

      Hoy en día el estudio de la memoria trata de integrar los enfoques de laboratorio con los enfoques ecológicos (en el entorno natural donde las personas se desenvuelven), intentando abordar el problema de la memoria de forma que los estudios de laboratorio permitan establecer las relaciones entre los fenómenos estudiados y los ecológicos, y poner a prueba su generalización a ámbitos cotidianos (Mata y Sánchez, 1999). De la interacción entre ambos surge la aplicabilidad del estudio de la memoria a contextos patológicos (diagnóstico y tratamiento de déficit de memoria) y normales (memoria autobiográfica y memoria de testigos).

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Importancia de la Memoria

            Todo lo que somos es memoria. Esta afirmación que inicialmente podría parecer exagerada, dada la multitud de procesos que intervienen en las capacidades humanas desde un punto de vista cognitivo, venía a reflejar la importancia de la memoria en todas las actividades del ser humano. Son los recuerdos acerca de nuestras experiencias pasadas los que nos proporcionan una biografía y definen quiénes somos; es el conocimiento, desde un punto de vista enciclopédico, el que nos permite desenvolvernos con soltura en el mundo en que vivimos, y son las habilidades que aprendimos en algún momento las que nos permiten sobrevivir. Sin memoria no sabría quién soy, no sabría dónde estoy y no sabría qué hacer o cómo actuar.

Este hecho se pone de manifiesto de forma dramática en las demencias, ya que los pacientes aquejados de estas enfermedades, en sus diferentes variantes, van perdiendo la capacidad de utilizar toda esa información que fueron acumulando a lo largo de la vida. O en los daños cerebrales, que provocan que algunas personas pierdan la capacidad de almacenar nueva información, de forma que se mantienen en un eterno presente, como nos describe la literatura de casos clínicos. Así por ejemplo, Oliver Sacks (2002) nos describe los casos de J.G. (el marinero perdido), a quien una amnesia retrógrada le mantiene “fosilizado en el pasado”; y de W.T. (una cuestión de identidad), que ante la incapacidad de recordar su pasado continuamente se inventa uno.

            Los casos clínicos nos informan acerca de la gran variedad de funciones de la memoria y de su importancia. Su estudio representa una excelente oportunidad para comprender la memoria, y nos muestra lo difícil que es definirla y por tanto comprender su funcionamiento, ya que no podemos hablar de algo unitario, sino de una capacidad enormemente compleja configurada por diferentes sistemas y subsistemas, con diferentes funciones, que dan lugar a distintos fenómenos y con un substrato neurobiológico no del todo definido, debido a la deslocalización (o difusión) de la memoria. Muestra de ello son los casos clínicos de pacientes con déficit de memoria, de los que podemos decir que cada caso es un mundo: no hay dos iguales más que en lo general, y difícilmente podemos afirmar que todos los casos (de Alzheimer, Korsakoff, Huntington, encefalitis vírica, accidente cerebro-vascular…) se caracterizan por un déficit de memoria (semántica, episódica, procedimental) o presentan una amnesia (retrógrada, anterógrada), debido a un problema de codificación o recuperación de la información, que les afecta en su capacidad (de recuerdo, reconocimiento, discriminación del origen de sus recuerdos, planificación…) para procesar (caras, contextos, acontecimientos autobiográficos…).

Funcionamiento de la memoria

De igual forma que en una biblioteca, la memoria almacena información de forma estructurada sistemáticamente, de modo que la recuperación depende de cómo se “catalogó” o codificó la información. Así, mientras que la apariencia de los libros (tamaño y color de las cubiertas) puede ser una forma

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útil de catalogación, aún más útil suele ser la catalogación temática que facilitará la tarea si uno desea recuperar información basándose en su contenido. Un sistema eficiente de catalogación y recuperación de información debería ser aquel que permita acceder a la información desde muy diversas posiciones (autores, tema, año de edición...). Exactamente igual que en una biblioteca, la memoria humana necesita almacenar la información de tal forma que sea posible acceder a ella con propósitos muy variados (Baddeley, 1990). Si buscamos un libro catalogado como perteneciente al área de conocimiento de biología en la estantería de deportes es muy poco probable que lo encontremos; si tratamos de recordar qué hicimos ayer en el trabajo buscando entre nuestros recuerdos infantiles o en lo que solemos hacer cuando vamos a la playa, muy probablemente tampoco lo consigamos.

Esta idea clásica de la memoria como algo unitario, choca sin embargo con algunas de las teorías según las cuales sería más acertado hablar de memorias, dado que habría diferentes tipos de memoria que implican distintos sistemas y subsistemas, procesos, funciones y fenómenos, sustentados por diferentes substratos neurobiológicos.

Arquitectura funcional de la memoria

Los primeros modelos de memoria de los paradigmas del procesamiento de información pusieron el acento en la descripción de las estructuras que configurarían la memoria. Un ejemplo es la propuesta de Broadbent (1958) que relacionaba atención, percepción y memoria en un modelo que pretendía dar explicación a cómo atendemos a unos estímulos en detrimento de otros. Siguiendo esta propuesta, uno de los primeros modelos que recoge la multiplicidad de la memoria es el Modelo Modalde Atkinson y Shiffrin (1968) según el cual el mecanismo general de la memoria está compuesto por tres componentes básicos: una memoria sensorial por cada modalidad, una memoria a corto plazo para el mantenimiento de los datos en el presente y una memoria a largo plazo. Por ello, a estos modelos se los denomina de multialmacén.

Según el Modelo Modal la memoria está formada por estas estructuras o mecanismos dispuestos secuencialmente.

Según este modelo, el input se registra en la memoria sensorial hasta que se desvanece solo unas fracciones de segundo después y tras pasar temporalmente al almacén a corto plazo, donde únicamente se mantendrá durante unos segundos una cantidad limitada de información, para trasvasarse al almacén a largo plazo de capacidad y persistencia ilimitadas. En la memoria a largo plazo la información permanecerá inactiva, y solo se activará temporalmente en función de las demandas de una tarea, de nuevo en la memoria a corto plazo. Así pues, la memoria a corto plazo desempañaría las funciones de una central operativa que recibe inputs tanto del exterior como del almacén a largo plazo.

El Modelo Modal, sin embargo pronto se mostró insuficiente para explicar algunas evidencias. El artículo de Craik y Lockhart, publicado en 1972,

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sobre niveles de procesamiento vendría a ponerlo de manifiesto definitivamente. Este trabajo señalaba que cuanto más profundamente se procesa un ítem,  mejor será recordado. Por lo tanto, la información procesada en el nivel sensorial dará lugar a huellas de memoria de vida relativamente corta, la procesada fonológicamente a huellas algo más duraderas, y la procesada conceptualmente a las huellas más perdurables. A partir de aquí el interés por los modelos estructurales decae, mientras que crece por los procesos, fundamentalmente  de codificación.

Años más tarde Broadbent (1984) propone el Modelo de Cruz de Malta, que contempla cuatro estructuras de almacenamiento: un almacén sensorial, una memoria de trabajo abstracta, un almacén asociativo a largo plazo y un almacén de salidas motoras. Cada una de estas estructuras estaría interconectada mediante un sistema de procesamiento cuya función consistiría en transferir la información de un almacén a otro. Las principales diferencias de este modelo con el modelo modal son (Ruiz-Vargas, 1991): a) en el modelo cruz de malta de Broadbent el sistema no depende de un estímulo que inicie el procesamiento; b) el procesamiento de la información no solo se realiza de abajo-arriba guiado por los datos, sino que puede realizarse en cualquier dirección de unos almacenes a otros; c) se posiciona en contra de los modelos estrictamente procesuales; y d) propone una comunicación fluida entre las representaciones sin las limitaciones de los modelos lineales. Sin embargo, aun teniendo algunas ventajas respecto al modelo modal de Atkinson y Shiffrin (1968), el nuevo modelo de Broadbent (1984) no está exento de críticas, ya que por ejemplo no define con precisión la naturaleza y funciones del sistema de procesamiento, carece de restricciones sobre cómo una información puede ser transferida de un almacén a otro, y considera la memoria de trabajo abstracta como un almacén pasivo y totalmente separada del almacén a largo plazo.

Por ello, Cowan (1988) propondrá un modelo más que trate de resolver los problemas anteriores. La principal novedad del modelo de Cowan es la propuesta de un ejecutivo central que dirigirá la atención y controlará el procesamiento voluntario.

Como se puede apreciar, el modelo de Cowan incorpora algunos conceptos nuevos basados en las investigaciones de la época que distinguen entre distintos tipos de procesamiento (automáticos y controlados) donde la atención juega un papel fundamental y cada vez se postula con más fuerza la existencia de distintos sistemas de memoria, mientras que conserva las estructuras de los modelos multialmacén, aunque con la característica de que la dimensión temporal pierde peso en favor del tipo de procesamiento.

Memoria Sensorial y Memoria a Corto PlazoMemoria Sensorial 

Es obvio que la memoria y la percepción son procesos cognitivos muy cercanos y que difícilmente se puede entender el uno sin el otro. Las sensaciones son el punto de partida de la percepción, y la percepción es el primer paso hacia el

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recuerdo. Sin sensación no hay percepción (salvo en las alucinaciones), sin percepción no hay recuerdo. O dicho de otro modo, sólo llegará a formar parte de nuestros recuerdos aquello previamente percibido, aunque, como en las alucinaciones, también hay recuerdos que no proceden de la percepción, y entonces se habla de falsos recuerdos. Pero percepción y memoria tienen más cosas en común: la percepción va más allá de las sensaciones, habitualmente se define como el proceso mediante el cual dotamos de significado a las sensaciones; la memoria procesa y almacena la información significativa. Y aún más, entre los procesos básicos de la percepción están la detección, la discriminación, el reconocimiento y la identificación, procesos en los que interviene inevitablemente la memoria, en un ciclo continuo que se retroalimenta. No olvidemos que Ebbinghaus, Broadbent, o Neisser por citar sólo a algunos de los más relevantes, llegan al estudio de la memoria a través de la percepción.

Así, Broadbent (1958) propuso la existencia de un mecanismo de memoria inmediata que registraría la información del estímulo proximal durante un breve periodo de tiempo. Posteriormente Neisser (1967) lo denominó memoria sensorial y consistiría en un registro precategorial de la información de capacidad limitada y escasa duración. Inicialmente Neisser propuso dos tipos de memoria sensorial: memoria icónica, responsable del registro precategorial de la información visual, ymemoria ecoica, que lo haría de la información auditiva. En su modelo, Atkinson y Shiffrin (1968) proponían la existencia de un registro sensorial para cada una de las modalidades sensoriales, aunque la mayoría de las investigaciones sobre memoria sensorial se centran en los dos inicialmente definidos por Neisser. Su función consistiría en la persistencia de los estímulos el tiempo suficiente para posibilitar su procesamiento.

Memoria icónica

Fue Sperling (1960) quien exploró más en detalle las propiedades de la memoria icónica mediante el uso del taquistoscopio y la técnica del informe parcial. Así estimó la capacidad de este registro sensorial visual presentando a los sujetos un estímulo compuesto por tres filas de cuatro letras durante cincuenta milisegundos, seguidas por un campo blanco y neutro, debiendo informar de las letras que figuraban en la línea señalada posteriormente por un sonido. Los resultados mostraron que los sujetos podían informar al menos de tres de las cuatro letras. Puesto que los sujetos no sabían previamente cuál era la línea objetivo se supone que debían tener disponibles tres letras de cada una de las líneas, por tanto un total de nueve ítems. Sperling interpretó que los resultados se debían a que los sujetos leerían las letras de la huella de memoria visual que les quedaba tras la presentación del estímulo, que decaería muy rápidamente. Variando el intervalo entre el final de la presentación de las letras y la presentación del tono que especificaba qué línea debían recordar estimó que la persistencia de la huella visual estaría en torno a los quinientos milisegundos.

Estas y otras investigaciones de Sperling (1963) sobre la persistencia de imágenes permiten inferir la existencia de algún almacén periférico bastante frágil desde donde posteriormente son transmitidas a un formato más

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duradero. Inicialmente hipotetizó que las letras serían leídas directamente de un código de respuestas motoras, aunque más adelante (Sperling, 1967) matizó la propuesta, a partir de los resultados que indican que los sujetos tienden a cometer más errores cuando el sonido del ítem que debían recordar era semejante al ítem correcto que cuando se asemejaban visualmente.

Estas evidencias de codificación fonológica llevarían más adelante a Baddeley y Hitch (1974) a proponer la existencia de unbucle fonológico, como una estructura de la memoria operativa. Por otro lado, investigaciones posteriores (Coltheart, 1983; Sakitt, 1976; Turvey, 1973) muestra que también parecen almacenarse atributos como el color, la forma o la dirección del movimiento en condiciones de improbable verbalización, lo que indicaría que la información icónica periférica se registra en un almacén visual adicional en lugar de superponerse directamente sobre un código lingüístico.

Mediante técnicas de enmascaramiento, Turvey (1973) demostró que la memoria icónica debía ser considerada como un almacenamiento que se produce en una serie de fases del proceso de percepción visual, y no tanto el producto de un simple almacén periférico pasivo. Estas distintas fases implicarían un almacenamiento periférico que registraría algo parecido a una post-imagen (Sakitt, 1976) y un segundo nivel menos periférico. Inicialmente se consideró que la información icónica se encontraría a un nivel de características físicas y por lo tanto podría considerársela como de naturaleza precategorial. Sin embargo, algunas investigaciones posteriores (Merikle, 1980; Duncan, 1983) parecen indicar que la memoria icónica incluye información categorial, lo que llevaría más a hablar de un registro perceptivo y no meramente sensorial.

Memoria ecoica

Como en el caso de la memoria icónica, hay evidencias que indican la existencia de un sistema de almacenamiento sensorial auditivo, que como la anterior duraría unos milisegundos, el tiempo suficiente para posibilitar el procesamiento de estímulos breves. El decaimiento de la memoria ecoica depende de las características físicas del estímulo: frecuencia y amplitud (tono e intensidad); y de su complejidad: tonos puros o compuestos. En el caso del habla la persistencia parece ser mayor que en otro tipo de sonidos. Guttman y Julesz (1963) encontraron que el sistema auditivo puede almacenar secuencias de al menos 250 milisegundos utilizando sonidos rítmicos. Darwin, Turvey y Crowder (1972) comprobaron mediante la técnica del informe parcial que los estímulos auditivos podrían permanecer hasta 2 segundos con estímulos verbales. Estas diferencias podrían indicar la naturaleza categorial de la información ecoica (Massaro, 1975), aunque como en el caso de la icónica todavía no está completamente establecido.

Las diferencias en el decaimiento, con tiempos de persistencia en algunos experimentos (Wingfield y Byrnes, 1981) de 2 hasta 6.4 segundos, llevan a pensar no en un almacén sensorial precategorial sino en una memoria perceptiva (a la que nos referiremos en el capítulo referente a la recuperación automática), tal y como propone Baddeley (1990) distinguiendo entre memoria

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perceptiva a corto y largo plazo, muy relacionada la primera con la memoria operativa.

Memoria a Corto Plazo  

Los modelos generales de memoria plantean que la información procedente de los sentidos, tras pasar brevemente por el almacén sensorial y antes de almacenarse en la memoria a largo plazo (MLP) es transferida a la memoria a corto plazo (MCP). La MCP sería un almacén de retención a corto plazo, pero lo que es más importante, se la considera responsable de los procesos de codificación de la información, aunque también de la recuperación, pues es en ella donde se activa la información procedente de la MLP. La mayoría de los primeros estudios se centraron en analizar su capacidad, duración, codificación, recuperación y transferencia de información a la MLP. Así pues, junto a las funciones de mero almacenamiento se le atribuyen funciones ejecutivas y de control de la información. Son estas últimas funciones las que, en los ochenta (Baddeley, 1986) y a partir de la propuesta de Baddeley y Hitch (1974), cobran cada vez más importancia, hasta el punto de que hoy memoria a corto plazo es prácticamente sinónimo de memoria operativa (Santiago y Gómez, 2006). Este cambio paradigmático lleva a considerar la MCP ya no como un sistema unitario de almacenamiento sino como una memoria de trabajo de múltiples componentes, relacionados con otros procesos cognitivos como el razonamiento, la comprensión y el aprendizaje.

La memoria operativa

Baddeley y Hitch (1974) se plantearon la utilidad de la memoria a corto plazo tras los numerosos estudios de los años sesenta y setenta. Dado que las propuestas que hasta entonces se habían hecho no les satisfacían, plantearon su propio modelo: la memoria operativa, cuyo interés se mantiene hoy en día tanto en la psicología cognitiva como en la neurociencia cognitiva.

El modelo de memoria operativa supone una reconceptualización de la memoria a corto plazo. En la propuesta original de Baddeley y Hitch destacaban su arquitectura, sus procesos y sus funciones. La memoria operativa se diferencia de la memoria a corto plazo fundamentalmente en que implica un sistema multicomponente, en lugar de un sistema único; y cumple una función prioritaria en el aprendizaje, el razonamiento y la comprensión.

Podríamos definir la memoria operativa como “el conjunto de símbolos que, en un momento dado, se encuentran activos y están siendo utilizados voluntariamente por el sujeto” (Santiago y Gómez, 2006, pp. 74). La información con la que está trabajando la memoria operativa se mantiene activa en tanto se le dedica atención, decayendo rápidamente cuando la atención se centra en información distinta. Y como se ve en la figura 17, está compuesta por un ejecutivo central y tres sistemas subsidiarios: el bucle fonológico, la agenda viso-espacial y el almacén episódico. Estos cuatro sistemas estarían a su vez relacionados con el lenguaje, la memoria episódica a largo plazo y las representaciones visuales semánticas.

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Componentes de la memoria operativa

Ejecutivo central

Su función es el control y la regulación de todo el sistema de memoria operativa. Inicialmente, esta función implicaba únicamente la coordinación de los sistemas subsidiarios, la focalización de la atención, el cambio atencional y la activación de representaciones en la memoria a largo plazo (Baddeley y Hitch, 1974). Posteriormente, se le fueron añadiendo funciones como la inhibición o supresión activa de las respuestas prepotentes o la información irrelevante, el control y actualización del contenido de la memoria operativa, la codificación contextual de la información entrante, y la planificación y secuenciación de las acciones deseadas (Miyake y Shah, 1999), mientras que ha ido perdiendo la función de almacenamiento temporal que tenía en la propuesta original.

Del ejecutivo central dependen tres sistemas subsidiarios (Baddeley, 2000, 2003), la agenda visoespacial, el bucle fonológicoy el almacén episódico, especializados en el almacenamiento temporal y activo de huellas de memoria con características específicas, viso-espaciales, verbales y episódicas, directamente relacionados con los procesos perceptivos. No se descarta tampoco la posible existencia de otros sistemas especializados en información de otro tipo, como olfativa o musical (Santiago y Gómez, 2006).

Bucle fonológico

Tiene como función el mantenimiento activo de información verbal mediante mecanismos de repaso. Está formado por dos subcomponentes: un almacén fonológico pasivo cuya función es representar la información en un formato proposicional fonológico con una duración y capacidad limitada, y un subsistema de repaso fonológico activo cuya función es refrescar las representaciones del almacén fonológico para que no decaigan con el tiempo.

Así, sin la intervención del subsistema de repaso, la información en el almacén fonológico decaería espontáneamente con el tiempo, perdiéndose completamente en torno a los dos segundos. Y su capacidad vendría determinada por todo el material que puede pronunciarse en este intervalo. Considerando que el procesamiento de la información verbal se realiza de forma serial, su capacidad no es muy grande.

El bucle fonológico estaría implicado en la realización de cálculos matemáticos, en la adquisición de la lectura y del vocabulario, y en la comprensión lectora.

Agenda viso-espacial

Como el anterior, su función es el mantenimiento activo de información, pero en este caso con un formato de imágenes, viso-espacial. También estaría

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formado por dos subcomponentes: un almacén visual pasivo con la función de retener la información visual que todavía no ha sido codificada, y un subsistema de procesamiento visual activo cuya función es la codificación de la información visual, transformándola e integrándola.

La memoria operativa estaría estrechamente vinculada con los procesos perceptivos y de atención, de modo que trabaja con la información procedente de los diferentes sistemas sensoriales, posibilitando su procesamiento para dar lugar a las percepciones conscientes, activando la información necesaria para el sistema en función de los recursos atencionales dedicados y el tipo de percepción de que se trate (percepción del habla o percepción visual). Así ocurre, por ejemplo, con la percepción de objetos, en la que estaría involucrada la agenda viso-espacial, y que según la teoría de integración de características (Treisman, 1986, 1993) se lleva a cabo en varias etapas: una preatencional, consistente en identificar los primitivos que componen el objeto, y otra de atención localizada que posibilita la combinación de los primitivos, la percepción del objeto y compararlo con la memoria para su posible identificación.

Almacén episódico

Como los anteriores subsistemas, este almacén o agenda almacena información de manera temporal, y su capacidad es limitada. Su función sería la de integrar información procedente de una variedad de fuentes, mediante la codificación de la información en un código multi-modal (visual, espacial y verbal) en una secuencia temporal o cronológica (Baddeley, 2000).

El almacén episódico se encuentra controlado por el ejecutivo central, que accedería a la información episódica, mediante procesos de atención consciente. La información en él almacenada estaría relacionada con la memoria a largo plazo y con significados semánticos.

Capacidad de la MCP

La MCP tiene una capacidad limitada para almacenar información. Los estudios iniciales para determinarla mostraron que esta capacidad depende de varios factores, como la modalidad del estímulo. Así, la capacidad de retener estímulos auditivos es superior a la de los visuales. Pero además, la capacidad aumenta en la medida en que los ítems pueden ser agrupados (Ryan, 1969). Así, la capacidad de la MCP está determinada por el número de agrupaciones (chunks)  y no por el número de ítems, como demostró Miller (1956) en su artículo “El mágico número siete, más menos dos”, y como indica el título estaría limitada por término medio a siete. Cada agrupación sería una pieza de información integrada, en la que recordar una parte ayudaría a recordar la siguiente. Por ejemplo, una fecha conocida es más que una sucesión de números, y una palabra es más que una sucesión de letras. La fecha y la palabra constituirían una única agrupación. Así, la amplitud de la MCP evaluada en función de los ítems puede aumentarse incrementando el número de ítems

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en cada agrupación. La amplitud de memoria para letras seleccionadas al azar (sin sentido unitario) sería de entorno a seis, unas nueve cuando son sílabas consonante-vocal-consonante, unas cincuenta o más si forman las palabras de una frase con sentido.

El uso de reglas mnemotécnicas que permitan dar sentido a la información y agruparla incrementaría la capacidad de la MCP, por ello las últimas propuestas acerca de la capacidad de la MCP en el marco de la memoria operativa ponen más énfasis en la cantidad de recursos disponibles para trabajar con la información (Baddeley, 1999).

El olvido a corto plazo

El paradigma más utilizado para estudiar el olvido en la MCP es sin duda la tarea de Brown-Peterson (Brown, 1958; Peterson y Peterson, 1959). Consiste en presentar tres ítems al sujeto (por ejemplo 3 consonantes, “LMP”), que a continuación realiza una tarea distractora de duración variable (se le presenta un número, por ejemplo 357, que debe repetir y desde el que debe contar hacia atrás de tres en tres hasta que se le indica), con el objetivo de impedir que repita los ítems presentados inicialmente, finalizada la tarea distractora debe tratar de recordarlos. Los resultados con esta tarea mostraron que los sujetos olvidaban los ítems en función de la duración de la tarea distractora, siendo prácticamente nulo el recuerdo tras una tarea distractora de 18 segundos.

  Estos resultados permitieron postular la existencia de dos sistemas de memoria independientes: un sistema temporal a corto plazo en el que el olvido se debe al decaimiento de la huella y un sistema a largo plazo en el que el olvido es el resultado de la interferencia. El decaimiento se produciría de forma automática por el paso del tiempo y sería independiente de la naturaleza del material distractor. Sin embargo, posteriores trabajos (Keppel y Underwood, 1962, Waugh y Norman, 1965)  pusieron en duda la hipótesis del decaimiento argumentando en favor de la interferencia también en la MCP. La controversia no ha quedado resuelta todavía. 

La curva de posición serial

Los trabajos sobre la curva de posición serial  (Postman y Phillips, 1965; Glanzer y Cunitz, 1966) proporcionaron datos adicionales sobre la dicotomía entre MCP/MLP.

La proporción de recuerdo de los ítems de una lista depende del lugar que ocupen, de modo que se recuerdan mejor los ítems que se presentaron al principio de la lista, efecto de primacía, y los que se presentaron al final, efecto de recencia. El efecto de primacía se explicaría porque los ítems iniciales estarían almacenados en la MLP, protegidos de posibles interferencias de los ítems posteriores. El efecto de recencia se explicaría debido a que los ítems presentados en último lugar se recuperarían directamente de la MCP.

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La aparición de estos efectos depende de diferentes factores, que afectan de forma desigual a los dos efectos, y apoyarían la dicotomía MCP/MLP.  La longitud de la lista, la frecuencia de las palabras, la tasa de presentación y el estatus mental de los sujetos (amnésicos vs. normales) afectan negativamente al efecto de primacía, pero no tienen ninguna consecuencia sobre el efecto de recencia (Baddeley, 1976; Crowder, 1976). Por el contrario, la introducción de una tarea que incremente el intervalo de recuerdo afecta al efecto de recencia pero no al de primacía.

Además, reforzaron la importancia de la repetición en la generación del efecto de primacía y en la transferencia de información desde la MCP a la MLP, distinguiendo dos tipos: repetición de mantenimiento y repetición elaborativa (Shiffrin, 1975). La repetición de mantenimiento implica un modo superficial y mecánico de repaso de la información, que se perdería en cuanto se interrumpe la repetición. La repetición elaborativa es un tipo más complejo de procesamiento que afecta al significado de la información a fin de analizarla y elaborarla más profundamente con el objetivo de asociarla a otros significados previamente almacenados en la memoria. Sólo esta última produciría una huella a largo plazo, aunque la repetición de mantenimiento también tendría efectos beneficiosos sobre el recuerdo de la información.

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Manzanero, A.L. (2008): Aspectos básicos de la memoria. En A.L. Manzanero, Psicología del Testimonio (pág. 27-45). Madrid: Ed. Pirámide.  

 

Procesos básicos en la memoria a largo plazo

Para hablar de los procesos básicos en la memoria a largo plazo, antes debemos distinguir entre dos tipos diferentes de

memoria, episódica y semántica, dado que cada uno implica, a su vez, procesos distintos.

La memoria episódica maneja las huellas de memoria compuestas por información central y los elementos contextuales

que la acompañan. Y representa las propiedades o atributos perceptivos de los estímulos, con un referente autobiográfico, esto es,

la huella de memoria está fechada temporalmente y localizada espacialmente respecto al propio sujeto y a otros sucesos. Es un

registro más o menos fiel de las experiencias de una persona, nuestros “recuerdos”.

La memoria semántica trabaja con información conceptual que tiene referencias cognitivas sobre hechos o sucesos

genéricos y sobre conocimiento general. Por definición, la información semántica es acontextual o no autobiográfica. Son nuestros

“conocimientos”.

Aquí nos referiremos principalmente a la memoria episódica puesto que es este tipo de memoria en la que se

enmarcarían las declaraciones de los testigos. En este marco, podemos distinguir tres procesos básicos: codificación, retención y

recuperación.

Codificación

Los procesos de codificación implican la formación de una huella de memoria. Cada huella es específica y está influida

por otra información almacenada en la memoria y relacionada autobiográfica y/o espacio-temporalmente con el episodio que es

objeto de codificación, y por conceptos relacionados de la memoria semántica (figura 19). Ambas afectan a su interpretación. De

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modo que no se almacena la información tal cual la percibimos, sino que siempre es objeto de un proceso de  selección de la

información relevante, después de una interpretación que la dota de significado y por último de suintegración en las estructuras

previamente existentes.

La codificación hace a cada huella de memoria circunstancial y específica, de forma que pueden existir tantas como

codificaciones diferentes se realicen. Esta especificidad viene determinada por la información contextual. Tulving y Thomson (1973)

plantean el Principio de Codificación Específica para explicar este aspecto. Según este principio “las operaciones específicas de

codificación realizadas sobre lo que se percibe determinan lo que se almacena, y  lo almacenado determina qué indicios de

recuperación son eficaces para acceder a lo que está almacenado” (Tulving y Thomson, 1973, pág. 359).

 

Retención

El paso del tiempo es uno de los elementos clave en la fase de retención: cuanto mayor es el periodo de retención mayor

será el deterioro de las huellas de memoria. Pero más importante aun es qué ocurre con la información almacenada durante ese

tiempo. Así, el proceso más importante en la fase de retención es sin duda alguna la recodificación, que se define como los

procesos u operaciones que tienen lugar después de la codificación de un suceso original y que provocan cambios en las huellas de

memoria (Tulving, 1983).

Durante la recodificación, las propiedades funcionales de una huella de memoria se modifican, debido a todo tipo de

actividad mental. Las circunstancias que provocan una mayor recodificación son aquellas en las que se repiten los mismos sucesos,

o aquellas en las que se producen sucesos muy similares.

El efecto de la repetición puede provocar la confusión entre los diversos sucesos o bien una mayor accesibilidad a las

huellas originales, dependiendo de las características de los hechos interpolados entre la codificación y la recuperación, y de las

particularidades de la propia codificación.

La presentación múltiple de un mismo ítem en contextos diferentes dará lugar a la difusión de los elementos de la huella

ya que se encontrarán en diferentes representaciones. Cuando lo que se repite es el contexto de presentación, entonces unos

mismos indicios contextuales pueden servir para acceder a más de una huella, produciéndose unsolapamiento.

La entrada de información no relacionada producirá un efecto de integración de la información si la nueva información se

asimila a las representaciones existentes. Aunque incluso sin integración, la nueva información todavía puede interferir en la

accesibilidad de la almacenada previamente.

Recuperación

La recuperación de la información previamente almacenada no siempre es fácil, ya que deben darse unas determinadas

condiciones para que ésta se pueda producir. En primer lugar, el sistema cognitivo debe estar predispuesto para la  recuperación. En

segundo lugar, debe presentarse un indicio de recuperación adecuado, es decir, la clave que facilita encontrar la información

almacenada (como la referencia de un libro en la biblioteca, sin la referencia no hay libro). Así, entre otros factores, la recuperación

depende de lo completa que sea la reinstauración de la situación de codificación en el momento de la recuperación. Sin los indicios

adecuados que se utilizaron en la codificación y que servirán como “pistas” para localizarla, la información queda inaccesible.

En este sentido, la recuperación dependerá de las distintas tareas de memoria, pudiendo distinguirse entre

tareasexplícitas o deliberadas (reconocimiento, recuerdo libre y recuerdo con indicios) que implican la recuperación consciente de la

información; y tareas implícitas o no-deliberadas, que no requieren la recuperación consciente.

Las tareas explícitas se diferencian entre sí por el tipo de indicio que se proporciona al sujeto para resolverla. En las

tareas de reconocimiento se presenta como indicios de recuperación una copia de los ítems codificados, en el recuerdo libre no se

proporcionan indicios, mientras que en el recuerdo con indicios se facilitan los relacionados contextual y/o conceptualmente con la

información original. Es decir, en las tareas de reconocimiento se vuelve a presentar la información codificada anteriormente, por

ejemplo volvemos a ver a una persona que ya apareció la semana pasada y la reconocemos como la misma que se presentó

entonces. Cuanto más semejante sea su apariencia a la anterior, más fácil será de reconocer, ya que si se hubiera cambiado el

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peinado la tarea se verá dificultada. En el recuerdo lo que se vuelve a presentar es el contexto donde vimos a esa persona y somos

nosotros quien tomándolo como indicio de recuperación debemos recordar a quién vimos allí entonces.

Procesos de recuperación

Tulving distingue entre dos procesos diferentes que intervendrían en distintas fases de la recuperación: el proceso

deecforía y el proceso de conversión.

En la memoria episódica, la fase inicial corresponde al proceso de ecforía, una actividad constructiva y  sinergísticaque

combina la información (episódica) de la huella y la información (semántica) del indicio. Lo que una persona recuerda de un hecho

depende directamente de la cantidad y calidad de información ecfórica relevante.

La segunda fase de recuperación consiste en que la información se hace accesible a la conciencia dando lugar a

unaexperiencia de recuperación que puede ser interna simplemente haciéndose consciente la información, o externa dando lugar a

una conducta como una respuesta manifiesta mediante el proceso de conversión.

Tulving (1983) denomina experiencia de recuperación a la conciencia subjetiva de la información ecfórica de la persona

que recuerda. La experiencia mental de recuerdo son imágenes mentales y conciencia: cuando una persona recuerda un hecho

pasado tiene una imagen mental de él y es consciente de que se trata de una réplica de lo que ocurrió en cierta ocasión. De esta

forma, el acto de recuperar un determinado episodio puede concluir con la experiencia de recuperación, pero en ocasiones la

experiencia de recordar no es consciente directamente y se convierte en conducta en las tareas no-deliberadas o implícitas.

__________________________________________Manzanero, A.L. (2008): Aspectos básicos de la memoria. En A.L. Manzanero, Psicología del Testimonio (pág. 27-45). Madrid: Ed. Pirámide.

Estructuras básicasTres aspectos fundamentales conforman la estructura básica del

modelo HAM y del modelo GAPS: la información que maneja el sistema de memoria, las representaciones a las que dan lugar, y la organización de los contenidos almacenados en la memoria.

InformaciónA.- HAMEl modelo de memoria de Anderson y Bower (1973) propone un

sistema de memoria que maneja información conceptual. La unidad básica de procesamiento son conceptos con significado. Anderson y Bower (1972, 1973, 1974) consideran que existen dos tipos de información: conceptual y contextual. La información conceptual comprende palabras, conceptos y referentes. Y la información contextual comprende las características físicas de la presentación de un ítem, las asociaciones implícitas con ese ítem y algunos elementos cognitivos como son el estado mental, la postura física y el estado fisiológico del sujeto, además incluye cualquier indicio externo concurrente con la aparición del estímulo. Cada clase de información tendrá un tipo específico de representación en el sistema de memoria.

Posteriormente Anderson (1976), en la formulación del modelo de representación ACT, considera que el sistema maneja dos tipos de información: conocimiento declarativo y conocimiento procedimental.

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Esta clasificación hace referencia al formato de expresión de la información. El conocimiento declarativo es descriptivo y factual (sobre hechos y eventos), es cuestión de todo-o-nada, se puede comunicar verbalmente y se adquiere repentinamente. El conocimiento procedimental hace referencia a las habilidades o procedimientos ejecutivos, depende continuamente de la práctica y es difícil expresarlo verbalmente. El conocimiento procedimental incluye conceptos motores, y se expresa en forma de reglas y producciones.

B.-  GAPSCada uno de los dos sistemas de memoria propuestos por Tulving

(1972) maneja un tipo específico de información. La unidad básica de información que maneja el sistema de memoria episódica es el episodio o la información episódica y la unidad básica del sistema de memoria semántica es el concepto o la información conceptual.

La información episódica es la información perceptiva con referencias autobiográficas sobre hechos. Es información única e irrepetible. Tulving distingue entre dos tipos de información episódica: la información central y la información contextual. Esta última puede ser espacial y temporal.

La información semántica tiene referencias cognitivas sobre hechos o sucesos genéricos y sobre conocimiento general. Por definición la información semántica es acontextual o no autobiográfica.

Como en el modelo anterior, Tulving (1983) distingue también entre información declarativa e información procedimental. La información declarativa incluye tanto la episódica como la semántica. Mientras que la información procedimental incluye las habilidades perceptivas, motoras y cognitivas.

RepresentaciónA.- HAMEl modelo HAM (Anderson y Bower, 1973) propone que la

información almacenada en la memoria se encuentra representada en una red asociativa semántica regida por las leyes de asociación. Esta red asociativa está formada por nodos conceptuales y nodos contextuales, siendo estos últimos lo que denominan marcadores de lista, conectados asociativamente y formando una red proposicional.

Los nodos y las proposiciones son la base de este sistema representacional. Anderson y Bower (1974) definen las proposiciones como especificaciones de las relaciones semánticas entre conceptos. Se encuentran estructuradas por reglas de formación, que siguen las leyes de la asociación, tienen un valor de verdad y son abstractas. Cada proposición define el contexto en términos autobiográficos de la información de la lista (es decir, la palabra x ocurrió en la lista n, mientras yo me sentía de tal forma, y fue seguida/precedida por las palabras v/z). Inicialmente Anderson y Bower (1972) proponen que la

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información contextual está representada por una red de conceptos interasociados con el ítem, formando representaciones únicas. La activación de su representación implica su modificación mediante la asociación de un marcador de lista o etiqueta de aparición. Sin embargo, más adelante Anderson y Bower (1974) afirman que debe tener una representación proposicional que variaría dependiendo del número de significados.

Una característica del modelo HAM, en comparación con el modelo GAPS, es que no distingue entre diferentes sistemas de memoria, sino que un mismo sistema es el responsable de la manipulación de los distintos tipos de información. Anderson y Ross (1980) explícitamente argumentan en contra de la distinción episódico-semántico. No obstante, podrían considerarse aparte las representaciones propias de la información procedimental. A este respecto el tipo de representación que corresponde a la información procedimental son las producciones, muy diferentes de la representación proposicional, basadas en reglas de tipo condicional, donde distinguen dos componentes: acción y condición (Anderson, 1976).

B.-  GAPSEl sistema episódico y el sistema semántico (Tulving, 1972)

manejan información representada proposicionalmente. Aunque tienen un tipo de representación específica para cada sistema.

En el sistema semántico la información se encuentra representada por conceptos relacionados conceptualmente y con un referente cognitivo (Tulving, 1972). Tulving no profundiza en el tipo de representación del sistema semántico, adoptando las propuestas de Quillian (Quillian, 1968; Collins y Quillian, 1969, 1972) sobre redes proposicionales y memoria semántica.

El sistema episódico tiene como elemento representacional el engrama. Se trata de una huella de memoria compuesta por la información central y los elementos contextuales que la acompañan. El engrama tiene dos características que lo diferencian de otro tipo de representaciones ajenas al sistema episódico. Por un lado, representa las propiedades o atributos perceptivos de los estímulos. Por otro, tiene un referente autobiográfico, esto es, la información representada por el engrama está fechada temporalmente y localizada espacialmente respecto al propio sujeto y a otros sucesos. Así, el engrama es un registro más o menos fiel de las experiencias de una persona. Las relaciones espaciales y temporales vienen determinadas por la parte de información contextual del engrama.

De esta forma, un engrama es un conjunto de rasgos, o una colección de algún tipo de elementos más primitivos, que se define en términos de sus condiciones antecedentes ¾hechos particulares codificados particularmente en un ambiente cognitivo particular¾ y sus condiciones subsecuentes, incluyendo las circunstancias que rodearon

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sus subsecuentes recuperaciones (Tulving, 1984). Un engrama difiere de otro cualitativamente, desde el momento en que cada engrama posee rasgos compartidos y distintivos.

Las huellas episódicas en el modelo GAPS, al contrario que en el modelo de Anderson y Bower (1972), son circunstanciales y específicas de cada situación (codificación), de forma que podrían existir tantas huellas de memoria como codificaciones diferentes se realicen. Una de las características más distintivas de los engramas es su mutabilidad, ya que las características funcionales de los engramas cambian a lo largo del tiempo.

Además, Tulving considera otro tipo de representaciones que son las del sistema procedimental. Sin embargo, no se detiene en el tipo de representación que sería propio de este sistema, baste decir que menciona las habilidades y reglas como específicas de él. Aparentemente, no se alejaría de las concepciones mantenidas por Anderson y Bower y otros teóricos como Schacter (1989) de cuyas teorías nos ocuparemos más adelante. En este sentido, tanto Tulving como Anderson y Bower no se ocupan de la información procedimental limitándose a afirmar su existencia, por este motivo en el siguiente apartado nos centraremos en la organización de los contenidos declarativos ya que no hacen ninguna mención a los contenidos procedimentales cuando se refieren a la organización de los contenidos de la memoria.

Organización de los contenidos declarativosA.- HAM

Anderson y Bower (1973) proponen que la información almacenada en la memoria se organiza semánticamente, y por tanto por categorías. Además, se trata de una organización jerárquica donde distinguen  como primer elemento jerárquico los primitivos semánticos que serían las ideas simples, el siguiente paso serían las ideas complejas formadas por ideas simples. Estas formarían asociaciones donde varias ideas complejas estarían conectadas entre sí, creando estructuras proposicionales.

Todo esto se articularía en un sistema reticular binario donde cada nodo se bifurcaría en otros dos, formando una compleja red asociativa, donde distinguen entre 8 tipos de conexiones posibles: contexto-hecho, tiempo-lugar, sujeto-predicado y relación-objeto.

B.-  GAPSEn el modelo de Tulving la información almacenada en la memoria

episódica tiene una organización autobiográfica. En este sistema de memoria considera tres ejes en torno a los cuales se organiza la información: un eje temporal, un eje espacial y un eje autobiográfico. Siendo este último algo más que la suma de los anteriores y donde es

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característico el engarce de la información en la historia vital del sujeto, en el que el significado emocional (Craik, 1989) juega un papel importante.

La información semántica se organiza mediante reglas conceptuales y, como en el apartado anterior, Tulving no dedica demasiado tiempo a la organización de este tipo de información adoptando las propuestas de Quillian (Collins y Quillian, 1969, 1972; Quillian, 1968). En general, hemos de decir que el Sistema de Procesamiento General Abstracto propuesto por Tulving (1983) hace referencia a la memoria episódica, aunque a lo largo de su propuesta desarrolla algunos puntos referentes a la memoria semántica como opuestos al sistema de memoria episódica.

Tulving establece una relación muy estrecha entre ambos sistemas. Esta relación varía a lo largo de la historia (Tulving, 1972, 1983, 1985). Si en un principio se plantean como dos sistemas independientes (Tulving, 1972). En 1983 Tulving distingue entre memoria procedimental y memoria declarativa, que incluiría la memoria episódica y la memoria semántica como dos sistemas que actuarían en paralelo aunque relacionados entre sí (hipótesis del paralelismo, que han mantenido otros autores, p.e. Squire, 1986).

Más adelante, Tulving (1984) propone que la memoria episódica podría entenderse como un subsistema de la memoria semántica. De cualquier modo, ambos sistemas estarán estrechamente relacionados, hasta tal punto que el sistema de memoria episódica dependería del conocimiento semántico, siendo imposible su existencia sin éste, de igual forma que la memoria semántica depende del conocimiento procedimental, como sistemas especializados incluidos cada uno en el jerárquicamente superior  (hipótesis de la inclusión, Tulving, 1985, 1987).

Procesos de memoriaEn este apartado analizaremos cómo los dos modelos en los que

nos centramos explican los tres principales procesos de memoria: codificación, retención y recuperación.

CodificaciónA.- HAMEl modelo de Memoria Asociativa Humana (Anderson y Bower,

1972, 1973) propone que la codificación sigue un proceso de asociación de estímulos. La información se estructura en proposiciones que especifican las relaciones semánticas entre conceptos (Anderson y Bower, 1974) formando redes asociativas.

En una primera fase se asocian a los items unos marcadores de lista que constituyen el contexto en que se presenta la información. La asociación de ambos elementos forman las huellas de memoria, que

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activan a través de la red de conocimientos dos tipos de nodos: los relacionados sensorialmente con la huella de memoria y los relacionados conceptualmente, que a su vez activan otros nodos relacionados de acuerdo con ambas categorías (propagación de la activación). Los nodos activados que tienen una relación sensorial y conceptual con los items que se presentan al sujeto, afectan también a la composición de la huella de memoria a través de los marcadores de lista, ya que influirán en el significado de la huella de memoria.

Cuando se presenta al sujeto una lista de palabras para ser memorizada el sistema la trata como una unidad simple donde los items que la forman están sujetos a una asociación todo-o-nada. La información sobre el contexto donde se presentó la lista es para el sistema de aprendizaje un conjunto de elementos independientes de la lista pero que servirán para identificarla. Esta información sobre el contexto constituye los marcadores de lista, únicos para cada elemento. La información contextual  incluye las características físicas de la presentación del ítem, asociaciones implícitas con el ítem y algunos elementos cognitivos representados en la lista de palabras, como el estado general o la actitud del sujeto, su postura física, su estado fisiológico, y cualquier indicio externo que hubiera aparecido durante la presentación de la lista (Anderson y Bower, 1972).

B.-  GAPSLos procesos de codificación en el modelo de Tulving (1983)

implican la formación de una huella de memoria que denomina engrama y que está compuesto por la suma de la información central y de la información contextual. Cada engrama es específico y está influido por otra información almacenada en la memoria y relacionada con él. Esta información es de dos tipos: otros episodios relacionados autobiográfica y/o espacio-temporalmente con el episodio que es objeto de codificación, y conceptos relacionados de la memoria semántica. Esta información se hace accesible por la presentación de la información al sistema y a su vez afecta a su interpretación.

La codificación hace a cada engrama circunstancial y específico, de forma que pueden existir tantas huellas de memoria como codificaciones diferentes se realicen. Esta especificidad viene determinada por la información contextual. Tulving y Thomson (1973) plantean el Principio de Codificación Específica para explicar este aspecto. Según este principio “las operaciones específicas de codificación realizadas sobre lo que se percibe determinan lo que se almacena, y  lo almacenado determina qué indicios de recuperación son eficaces para acceder a lo que está almacenado” (Tulving y Thomson, 1973, pág. 359).

Como podemos apreciar existen algunas diferencias entre las explicaciones dadas por el modelo HAM y el modelo GAPS a los procesos de codificación. Aunque analizándolas con detenimiento podemos intuir

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que las diferencias fundamentales residen en la terminología empleada. Tulving se opone a los procesos asociativos, sin embargo, sin emplear el término asociación plantea que los engramas están compuestos por dos tipos de información que se unen para dar como resultado ese tipo específico de representación. De igual forma las huellas de memoria en ambos modelos activan o hacen accesible otra información almacenada en la memoria y relacionada perceptiva (según Tulving la información episódica es información perceptiva)  y conceptualmente, que a su vez, según los dos modelos, afecta a la información que se presenta y se incorpora a la huella de memoria resultante variando su significado.

Si observamos los gráficos descriptivos de las propuestas de los dos modelos podemos observar su similitud. Así pues, podemos afirmar que difieren en cuanto a sus estructuras básicas pero al menos en cuanto a los procesos de codificación las diferencias no son importantes.

RetenciónCuando se habla de retención normalmente se hace referencia no

tanto a los procesos implicados en esta fase de memoria sino a qué le ocurre a la información almacenada en la memoria hasta que es recuperada. En términos generales los procesos implicados en esta fase son los mismos que los implicados en los procesos de codificación, porque en la fase de retención se producen sucesivas recodificaciones de la información almacenada. Así, la atención se centra en qué provoca las recodificaciones y cuál es su resultado.

Tanto el modelo HAM como el modelo GAPS consideran que hay dos variables que provocan la modificación de las huellas de memoria: el paso del tiempo y nuevas entradas de información.

A.- HAMEl paso del tiempo provoca un debilitamiento de las huellas de

memoria que según el modelo de Anderson y Bower (1973) se debe a que la fuerza de las asociaciones entre nodos que forman la red proposicional se debilitan. Pero no es éste el único fenómeno que explicaría el olvido, además interviene un proceso de generalización y de interferencia.

La presentación al sistema de nuevas entradas de información afecta más a la información almacenada durante la fase de retención que el paso del tiempo. Los efectos varían dependiendo de si las nuevas entradas están relacionadas con las huellas de memoria existentes o no. En el caso de entradas relacionadas podemos distinguir entre entradas relacionadas conceptualmente y entradas relacionadas contextualmente.

En el primer caso (relacionadas conceptualmente) se encuentra la aparición múltiple de un mismo concepto en contextos diferentes, dándose un efecto de generalización. Según Anderson y Bower (1973) cuando un concepto aparece en varias estructuras proposicionales se

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producirá una pérdida de los marcadores de lista correspondientes, aun cuando el concepto permanezca. Al producirse esa representación múltiple se produce una propagación de la activación entre todas las proposiciones en que aparece el concepto, de forma que cuanto más tiempo pasa más posibilidades existen de que un mismo concepto se presente al sistema en contextos diferentes.

Cuando se producen entradas relacionadas contextualmente puede hablarse de interferencia producida de unas estructuras proposicionales sobre otras similares.

La interferencia puede darse de forma retroactiva, del material viejo sobre el que se está aprendiendo; o proactiva, del material nuevo sobre el que ya estaba almacenado.

También se produce interferencia cuando las nuevas entradas no están relacionadas. En términos generales, Anderson y Bower (1973) afirman que la adquisición de nuevas asociaciones tienden a “enterrar” las viejas asociaciones haciéndolas inaccesibles, aunque la interferencia será mayor cuando los estímulos sean similares. Explican la interferencia que se produce cuando se utilizan paradigmas de ensayos interpolados argumentando que aumenta el olvido debido a que  los sujetos tienden a repetir patrones asociativos más que a construir nuevos. Aunque este hecho podría llevar a una resistencia a la interferencia si los patrones estimulares se repiten.

B.-  GAPSTambién el paso del tiempo es uno de los elementos importantes

en la fase de retención para el modelo GAPS. Cuanto mayor es el periodo de retención mayor será el deterioro del engrama.

Pero como en el modelo anterior, más importante aun es qué ocurre con la información almacenada durante ese tiempo. El proceso más importante para Tulving en la fase de retención es sin duda alguna la recodificación, que define como los procesos u operaciones que tienen lugar después de la codificación de un suceso original y que provocan cambios en el engrama (Tulving, 1983).

La condición esencial para que se produzca la recodificación de un engrama es que la información nueva que se presenta al sistema tenga alguna similitud con la representada en el engrama. Además, Tulving advierte que las propiedades funcionales de un engrama pueden modificarse debido a todo tipo de actividad mental. Pero, las circunstancias que provocan una mayor recodificación son aquellas en las que se repiten los mismos sucesos, o aquellas en las que se producen sucesos muy similares. El efecto de la repetición puede provocar la confusión entre los diversos sucesos o bien una mayor accesibilidad al engrama original, dependiendo de las características de los hechos interpolados y de las particularidades de la propia codificación.

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También aquí podemos distinguir entre nuevas entradas de información relacionadas y no relacionadas con la ya almacenada. Cuando al sistema se presenta información relacionada se producen dos hechos que afectan a las huellas de memoria: la difusión de elementos de la huella y el solapamiento de indicios. La presentación múltiple de un mismo ítem en contextos diferentes dará lugar a la difusión de los elementos de la huella ya que se encontrarán representados en diferentes engramas. Cuando lo que se repite es el contexto de presentación nos encontramos con que unos mismos indicios contextuales pueden servir para acceder a más de un engrama produciéndose un solapamiento.

La entrada de información no relacionada producirá un efecto de integración o de interferencia. Si la nueva información se asimila a los engramas existentes hablaremos de integración de la información nueva en la antigua. Aunque también puede ocurrir que la información nueva no se integre pero interfiera en la accesibilidad de la almacenada previamente.

RecuperaciónTanto en el modelo HAM como en el modelo GAPS podemos

distinguir varios apartados respecto a la fase de recuperación: condiciones previas necesarias para que se dé la recuperación, y tareas y/o procesos que intervienen.

A.- HAMSegún el modelo de Memoria Asociativa Humana (Anderson y

Bower, 1973) para que pueda haber recuperación deben darse unas condiciones previas: a) que exista en el sistema un prototipo del contexto asociado con la presentación de los estímulos (ENTRYSET) con el cual el sistema haya construido una representación del estímulo original y que será el desencadenante del recuerdo, y b) que se presenten en el momento de la recuperación los indicios adecuados que servirán de activadores de los nodos que representan la información. Un conjunto de elementos contextuales puede servir para  identificar con éxito cada ítem de una lista de palabras, aunque los elementos aparezcan por separado o conjuntamente.

El elemento más importante de la propuesta de Anderson y Bower (1972, 1973) es que las diferentes tareas de recuperación implican procesos distintos. Distinguen entre tareas de reconocimiento y tareas de recuerdo.

ReconocimientoCuando se presenta una palabra a un sujeto para ser reconocida,

el nodo que la representa se conectaría con otros nodos mediante “marcadores” que contienen información del contexto donde se

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presentó la palabra, llevándose entonces a cabo dos procesos: el proceso de emparejamiento y el proceso de identificación.

Mediante el proceso de emparejamiento se distingue la información nueva de la ya almacenada, enlazando la información de entrada con las estructuras asociativas. El emparejamiento se produce tanto en la codificación como en la decodificación, mediante la conexión de nodos de memoria y estableciendo correspondencias entre patrones en los procesos de codificación.

El proceso de identificación analiza qué información de la emparejada es útil para codificar, distinguiendo qué información debe ser etiquetada como nueva. Un patrón de entrada y un patrón de memoria son juzgados como equivalentes si tienen un mismo número de conexiones y la misma secuencia de relaciones etiquetando las conexiones.

Ante todo, para Anderson y Bower el reconocimiento implica la recuperación de rasgos contextuales. A este respecto, el modelo presupone dos supuestos específicos para explicar cómo el nodo que corresponde a la palabra se conecta con el nodo contextual. El primer supuesto considera que cuando se presenta la lista de palabras, simultáneamente se activa un elemento o nodo único en la memoria (el marcador de lista) cuyo propósito es codificar el contexto existente durante la presentación de la palabra mediante la interconexión del conjunto de nodos contextuales activos en ese momento. Este marcador actuará como una etiqueta de ese conjunto de elementos contextuales. Sólo un particular conjunto de elementos actuará como marcador de un ítem determinado y no habrá dos marcadores iguales.

El segundo supuesto hace referencia a la probabilidad de que el sujeto forme una asociación entre el nodo de memoria correspondiente a la palabra y el nodo de memoria correspondiente al marcador de lista. Esta asociación tendrá como cometido proporcionar la información de que una determinada palabra ocurrió en un contexto experimental concreto como un hecho particular. Cada proposición facilita en mayor o menor medida la accesibilidad de la palabra y su reconocimiento, dependiendo del grado de asociación existente entre los nodos conceptuales y los contextuales, y de la ambigüedad de las proposiciones. Este grado de asociación explicaría los diferentes grados de confianza, en función de los niveles de familiaridad que supone cada proposición contextual.

Cuantas más evidencias pueda encontrar el sujeto en su memoria acerca de la ocurrencia de la palabra en la lista de estudio mayor será la confianza en su decisión, y más fácilmente se superará el umbral del criterio de decisión. Anderson y Bower (1974) hacen hincapié en la naturaleza inferencial de los procesos de reconocimiento, ya que, según ellos, puede reconocerse una palabra en ocasiones por el mero hecho de que la información proposicional de que disponemos en una prueba determinada nos lleva a inferir su ocurrencia. Sin embargo, también

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existe un componente automático en el reconocimiento, ya que se produce el acceso automático a las representaciones al presentar el ítem de nuevo al sistema y estar marcado por los elementos contextuales específicos.

Además, tal y como ya habían postulado en 1973 en el modelo HAM, remarcan que la representación de una palabra consiste en una representación sobre el significado de esa palabra. Significado que viene determinado por el contexto en que ésta se presentó (las proposiciones contextuales asociadas). De esta forma explican el efecto que el contexto tiene sobre los procesos de reconocimiento: como una palabra puede tener varios significados, presentar la palabra para su reconocimiento en ausencia del contexto de codificación llevará a fallos de reconocimiento o accesibilidad, porque por esta vía contextual puede accederse a otro significado diferente del aparecido en la lista estudiada.

RecuerdoLas propuestas sobre el funcionamiento de la memoria ante tareas

de recuerdo fueron implementadas por Anderson (1972) en un programa de simulación por ordenador que denominó FRAN (Free Recall in Associative Network). En este marco se postula que cuando un sujeto realiza una prueba de recuerdo pone en funcionamiento un proceso de memoria que tiene dos fases: generación y reconocimiento.

La primera fase genera un conjunto de posibles candidatos para ser recordados. Ya que en las tareas de recuerdo los posibles candidatos no están presentes, debe darse antes un proceso de búsqueda y recuperación de los mismos. Este proceso de búsqueda estará guiado por principios de organización y asociación del material almacenado. Es decir, la búsqueda no se producirá al azar, sino que en ella tendrán un papel destacado los indicios contextuales que servirán de activadores de los nodos que representan la lista de palabras. Los elementos contextuales activan los nodos correspondientes, que están enlazados con conceptos por marcadores, generando los posibles candidatos a través de toda la red asociativa.

Una vez generados los candidatos posibles para ser recordados es necesario decidir si los items generados son los correctos. Esta segunda fase corresponde al segundo subproceso de recuperación, el reconocimiento, del que ya hemos tratado. Según este modelo la diferencia entre recuerdo y reconocimiento se encuentra en que para realizar las tareas de reconocimiento un sujeto necesita emplear únicamente el proceso de discriminación de items correctos (segunda fase), porque se presentan al sujeto los candidatos posibles. Para llevar a cabo las tareas de recuerdo el sujeto necesita poner en funcionamiento ambos procesos, generación y reconocimiento, y los fallos pueden producirse en cualquiera de los dos.

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Según Anderson y Bower (1974) pueden distinguirse cuatro fases diferentes de “recuperación”, que explicitan en el marco de los paradigmas de listas de palabras: a) el encadenado asociativo a través de la memoria a largo plazo durante el recuerdo libre, idea tras idea, buscando los significados de las palabras que aparecieron en la lista; b) el examen de los marcadores de lista o las proposiciones contextuales de un significado o idea en el intento de determinar si ese significado ocurrió en la lista; c) la generación de un producto léxico del significado en el recuerdo; y d) el acceso a un significado desde una palabra. El recuerdo implicaría las recuperaciones a), después la b) y finalmente la c), mientras que el reconocimiento implicaría las recuperaciones d) después de b). De esta forma, aunque recuerdo y reconocimiento implican algunos aspectos comunes de recuperación, existen distinciones en términos de otros subprocesos de recuperación.

B.- GAPSComo en el modelo anterior, también el GAPS explicita que deben

darse unas determinadas condiciones como paso previo para que pueda haber recuperación: el sistema debe estar en posición de recuperación y debe presentarse un indicio de recuperación adecuado. La recuperación depende de lo completa que sea la reinstauración de la situación de codificación en el momento de la recuperación. Según el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973) únicamente se puede recuperar aquella información que previamente ha sido almacenada, y la forma en que puede ser recuperada dependerá de cómo fue almacenada. Así, para acceder a la información almacenada en la memoria se necesitan los indicios adecuados que se utilizaron en su codificación y que servirán como “pistas” para localizarla.

Este modelo se distingue del anterior en que diferencia entre tareas y procesos. Los procesos de recuperación son comunes a las distintas tareas de recuperación, la diferencia consiste en qué los guía.

Tareas de memoriaTulving (1983) distingue entre tres tipos de tareas:

reconocimiento, recuerdo libre y recuerdo con indicios. Cada una de estas tareas se define por el tipo de indicio que se proporciona al sujeto para resolverla. En las tareas de reconocimiento se presentan como indicios de recuperación una copia de los items estudiados, en el recuerdo libre no se proporcionan indicios, mientras que en el recuerdo con indicios se facilitan indicios relacionados contextual y/o conceptualmente con el ítem original.

Aparte de la diferencia entre tareas, Tulving (1983) no considera que haya diferencias respecto a los procesos que intervienen en cada una de ellas. No obstante llega a proponer que el responsable de la ejecución de tareas de recuerdo y reconocimiento pueden ser subsistemas de memoria diferentes, dependientes del sistema de

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recuperación episódica, aunque reconoce que no existen evidencias claras para poder afirmarlo con rotundidad (Tulving, 1987).

Procesos de recuperaciónEl modelo GAPS distingue entre dos procesos diferentes que

intervendrían en distintas fases de la recuperación: el proceso de ecforía y el proceso de conversión. Se denomina proceso de ecforía a aquel que combina la información del indicio de recuperación y el engrama en la información ecfórica. En la memoria episódica, el proceso de ecforía es una actividad constructiva, un proceso “sinergístico” que combina la información (episódica) del engrama y la información (semántica) del indicio. Lo que una persona recuerda de un hecho depende directamente de la cantidad y calidad de información ecfórica relevante. 

La segunda fase de recuperación consiste en que la información se hace accesible a la conciencia dando lugar a una experiencia de recuperación que puede ser interna simplemente haciéndose consciente la información, o externa dando lugar a una conducta como una respuesta manifiesta mediante el proceso de conversión. Tulving (1983) denomina experiencia de recuperación a la conciencia subjetiva de la información ecfórica de la persona que recuerda. La experiencia mental de recuerdo son imágenes mentales y conciencia: cuando una persona recuerda un hecho pasado tiene una imagen mental de él y es consciente de que se trata de una réplica de lo que ocurrió en cierta ocasión. De esta forma, el acto de recuperar un determinado episodio puede concluir con la experiencia de recuperación, pero en ocasiones la experiencia de recordar, o la información ecfórica de un recuerdo que no es consciente directamente se convierte en conducta.

2.- PROCESOS DE RECUPERACIONHasta ahora hemos visto dos modelos de memoria que explican la

recuperación explícita. Los procesos contemplados implican que el sujeto es consciente de que lleva a cabo una tarea de recuperación. Se trata, por tanto, de procesos de recuperación aparentemente controlados.

Las propuestas sobre memoria que se han visto hasta ahora se centran en procesos activos de búsqueda y recuperación de información. Williams James (1890) ya consideraba la memoria como un mecanismo de dos fases. Elreconocimiento, basado en la familiaridad o fuerza de respuesta del ítem, y el recuerdo donde además existe un proceso previo de búsqueda o recuperación. James definió la memoria como el conocimiento de un hecho o acto en el que no hemos estado pensando, con la conciencia adicional de que lo hemos pensado o experimentado previamente. Así, un elemento importante en la memoria es la conciencia de que la información recuperada ha sido

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experimentada previamente. Cuando tratamos de recuperar un hecho pasado, según James, somos conscientes de dos elementos: a) una imagen o proposición y b) el conocimiento de que ese hecho, objeto o acto reflejado en la imagen o proposición ocurrió o fue adquirido en el pasado personal.

Más adelante, Bartlett (1932) en su libro Remembering planteó en términos modernos el papel activo del sujeto en la memoria, desde entonces todas las actuales teorías de memoria lo recogen. No obstante, diversas investigaciones (p.e., Warrington y Weiskrantz, 1970, 1978) proporcionaron datos que mostraban que las tareas de recuperación pueden llevarse a cabo por vías distintas, que requieren demandas cognitivas diferentes. Utilizando medidas indirectas de memoria se encuentran datos que parecen mostrar que puede haber recuerdo sin un papel tan activo por parte del sujeto. Otras investigaciones (Cohen y Squire, 1980; Graf, Shimamura y Squire, 1985; Graf, Squire y Mandler, 1984; Squire, Shimamura y Graf, 1985) han estudiado las amnesias como déficits de memoria y han mostrado que en ocasiones la información que parecía haberse “perdido”, o al menos era inaccesible a la conciencia, “aparece” cuando se pide a los sujetos respuestas que implican tareas no deliberadas de memoria.

A partir de estas investigaciones surgen nuevos enfoques cuyo eje fundamental consiste en la automaticidad del procesamiento. En este sentido, son interesantes los argumentos de Tulving (1985) sobre diferentes tipos de conciencia asociados a cada uno de los tres sistemas de memoria que propone, así como las matizaciones de Anderson y Bower (1974) sobre la automaticidad e inferencialidad de los procesos implicados en las tareas de reconocimiento.

Durante la década de los ochenta, comienza a hablarse de reconocimiento por familiaridad, que implica la automaticidad de la recuperación, y de reconocimiento por identificación, más cercano a la resolución de problemas, que implica la puesta en marcha de procesos controlados, y que por tanto consumen recursos. De igual forma, aunque más tímidamente, se postula la diferencia entre recuerdo automático y recuerdo controlado.

Procesamiento controlado vs. procesamiento automáticoEl procesamiento controlado se caracteriza fundamentalmente por

demandar recursos atencionales. Esto significa  que están influidos por la cantidad de recursos disponibles, por ejemplo las situaciones de doble tarea en las que se observan efectos de interferencia. Las tareas controladas se realizan de forma serial, y no es posible llevarlas a cabo en paralelo.  Además, no constituyen rutinas aprendidas, son por el contrario procesos flexibles que se adaptan a situaciones novedosas. El procesamiento controlado es consciente, y debido a la demanda de recursos va acompañado de una impresión subjetiva de esfuerzo.

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Los procesos automáticos a diferencia de los controlados, no requieren apenas recursos atencionales, y se realizan sin esfuerzo consciente. Debido a esta característica, son inmunes a la disminución de recursos. No les afectan situaciones de doble tarea ni niveles extremos de activación. Las tareas que se realizan de forma automática pueden hacerse en paralelo, y al no necesitar recursos atencionales nos llevan a hablar de economía cognitiva. La adquisición de estos procesos automáticos se realiza mediante el aprendizaje continuado y una vez adquiridos son difíciles de modificar. Además, se ha encontrado que su puesta en marcha interfiere con nuevos aprendizajes, lo que no ocurre con las tareas controladas (p.e. efecto Stroop).

Procesos controlados de recuperaciónLos dos modelos de memoria analizados anteriormente, HAM y

GAPS, pueden ser considerados fundamentalmente modelos de recuperación controlada. Aún así, entre sus propuestas tratan de explicar algunos fenómenos de la memoria producto del procesamiento automático.

A.- HAMEl modelo Memoria Asociativa Humana propuesto por Anderson y

Bower (1973) hipotetiza la existencia de varios procesos intervinientes en la recuperación controlada. Como vimos al describir el modelo, propone dos fases en el recuerdo: a) generación de candidatos mediante una búsqueda guiada por los indicios de recuperación a través de las redes proposicionales, y b) reconocimiento de los items generados como pertenecientes a un determinado contexto. En el reconocimiento, proponen a su vez otros dos procesos: identificación y emparejamiento.

Para Anderson y Bower (1972, 1973) la recuperación es un proceso activo en el que el sujeto debe llevar a cabo una serie de pasos que le conducirán a la recuperación de la información almacenada en la memoria. Los procesos descritos cumplen los criterios que definen el procesamiento controlado de la información. Es decir, son procesos que consumen recursos, son flexibles, se adaptan a los requerimientos de las tareas, y se ven afectados por situaciones que implican disminución de recursos. Además, se ven afectados por procesos de interferencia que modifican la información ya almacenada.

Aunque en general el modelo HAM (Anderson y Bower, 1973) es una propuesta de recuperación controlada, trata de explicar algunos fenómenos que implican la recuperación automática de la información, en los que el papel del sujeto es menos activo. Consideran la posibilidad de que bajo determinadas circunstancias, las tareas de reconocimiento se realicen de forma automática, ya que postulan que cuando una palabra se presenta de nuevo al sistema de memoria el acceso a la

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representación interna de esa palabra se producirá de forma automática.

Este postulado es matizado más adelante (Anderson y Bower, 1974) tras las investigaciones que mostraban que en algunas circunstancias el rendimiento en tareas de recuerdo con indicios podría ser superior al rendimiento en tareas de reconocimiento, y tras los datos que muestran efectos del contexto sobre tareas de reconocimiento (Tulving y Thomson, 1973). Estas evidencias indican que en la resolución de tareas de reconocimiento se dan procesos de búsqueda activa y por tanto la accesibilidad al ítem no se produce de forma automática, aunque la presentación de la palabra sí podría dar lugar al acceso automático de su significado que fue activado y marcado previamente (Anderson y Bower, 1974).

El reconocimiento es por naturaleza inferencial (Anderson y Bower, 1974). Sin embargo, pueden resolverse las tareas de reconocimiento mediante juicios de familiaridad, sin necesidad de recuperar la información ni realizar juicios inferenciales en torno al contexto.

El proceso mediante el cual Anderson y Bower (1972) explican la posibilidad de que la información se haga accesible sin la intención del sujeto es la activación. Cuando se presenta por segunda vez un ítem al sistema, su activación anterior se suma a la nueva activación provocada por su nueva presentación, dando como resultado un aumento de activación que facilitaría su recuperación (Bower, 1981). La fuerza de las asociaciones y un cierto grado de activación es suficiente para juzgar un ítem como viejo.

Anderson (1984) diferencia entre activación automática y atención consciente, que derivan de la memoria procedimental y de la memoria declarativa respectivamente. En los fenómenos de facilitación la activación automática provoca la mayor accesibilidad de la información facilitando la ejecución de la tarea.

Por otro lado, Anderson y Bower (1973)  consideran que algunos de los procesos se llevan a cabo de forma automática, aunque el resultado final de la ejecución completa de los procesos de memoria es la recuperación controlada de la información. El proceso de emparejamiento, que conecta las entradas de información con las estructuras asociativas de la memoria, como paso previo al proceso de identificación, se produciría de forma simultánea a través de la estructura asociativa, propagándose la activación en forma de abanico y dando como resultado un ahorro en coste cognitivo (Anderson y Bower, 1973).

B.- GAPSTulving plantea un modelo en el que, como en el anterior, los

procesos de memoria se llevan a cabo de forma controlada. El modelo de recuperación incluido en el GAPS y denominado por Tulving (1983) ecforía sinergística asume que la memoria consiste en un

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proceso donde las huellas de memoria (los engramas) se combinan con los indicios de recuperación, formando una memoria consciente de algunos aspectos del hecho original (Tulving, 1976).

No obstante, considera también otras formas de recuperación no consciente. Como ya se ha comentado, Tulving (1983) denomina experiencia de recuperación a la conciencia subjetiva de la información ecfórica de la persona que recuerda. Cuando una persona recuerda un hecho pasado tiene una imagen mental de la representación de ese hecho y esconsciente de que se trata de una réplica de lo que ocurrió en cierta ocasión. Tulving (1985) es uno de los primeros autores que plantea el papel de la conciencia en los procesos de recuperación, distinguiendo entre tres tipos diferentes de conciencia.

En 1985 Tulving modifica su concepción de la memoria que pasa de dos sistemas independientes semántico y episódico (Tulving, 1972, 1983) a considerar la memoria compuesta por tres planos jerárquicos, procedimental, semántico y episódico, correspondiendo a cada uno de ellos un tipo diferente de conciencia. Distingue entre conciencia anoética (no conocer), conciencia noética (conocer) y conciencia autonoética (autoconocer). La conciencia autonoética es propia de la memoria episódica y la que permite “conocer” los acontecimientos personales.

El tipo de conciencia que caracteriza cada sistema de memoria es la diferencia fundamental entre los distintos sistemas. Recientemente Tulving y cols. (Wheeler, Stass y Tulving, 1997) afirman que la memoria episódica y semántica son muy similares en tanto que ambas son sistemas cognitivos, ambas modelan el mundo en el sentido de que una persona puede organizar sus contenidos y hacer juicios sobre su verdad o falsedad, la información se registraría de forma similar en el sistema episódico y semántico, ambos permiten adquirir información mediante diferentes modalidades sensoriales, registran información sobre diversos estados del mundo entre los que incluyen el estado interno del sujeto, ambos tiene una accesibilidad flexible vía diversos tipos de demandas, indicios y pistas, y tanto la memoria episódica como la memoria semántica obedecen a los principios de codificación específica y a procesos apropiados de transferencia. No en vano ambos tipos de memoria pertenecerían a las denominadas memorias declarativas. Pero ante todas estas similitudes la diferencia reside en que la memoria episódica depende de la conciencia autonoética. Según Tulving y cols. este tipo de conciencia permite un tipo específico de experiencia que aflora cuando uno piensa retrospectivamente  en un momento específico del propio pasado, y conscientemente recupera algún episodio o estado anterior  que ha sido experimentado previamente. De esta forma, la memoria episódica y la memoria semántica representan no sólo dos hipotéticos sistemas de memoria sino también dos experiencias conscientes diferentes: autonoética y noética respectivamente (Wheeler, Stass y Tulving, 1997).

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Según el modelo de Tulving (1985) el efecto de facilitación que se da en las tareas no deliberadas de memoria se puede explicar desde la memoria de procedimientos, caracterizada por la conciencia anoética, que el sujeto no es consciente de tener. Así, hay organismos que sólo poseen conciencia anoética, carecen de conciencia pero son capaces de registrar perceptivamente y responder conductualmente a aspectos del ambiente presente, sea interno o externo. Sin embargo, las tareas deliberadas o explícitas relacionadas con la memoria semántica y episódica necesitan la conciencia noética y autonoética respectivamente.

La recuperación consciente requiere una serie de procesos que implican búsqueda de información y toma de decisiones similares a las que se llevan a cabo ante una tarea de resolución de problemas. La probabilidad de que un ítem se juzgue como recordado puede servir como índice de la implicación de la conciencia autonoética en la recuperación del mismo (Tulving, 1985). En este sentido, Tulving distingue entre juicios de saber y juicios de recordar, en relación con los distintos tipos de conciencia que acompañan a la experiencia de memoria. Un ítem es juzgado como recordado cuando el sujeto es capaz de establecer los componentes episódicos que lo rodean (conciencia autonoética), es decir en qué circunstancias se presentó el ítem a la memoria. Mientras que será juzgado como sabido cuando la experiencia que se establece implica a la conciencia noética, como experiencia de conocimiento.

Procesos automáticos de recuperaciónOtras propuestas ponen más énfasis en explicar la recuperación

automática como opuesta a la recuperación controlada. Entre las que podemos distinguir tres tipos: a) aquellas que se basan en los diferentes sistemas de memoria como responsables de uno u otro tipo de recuperación, b) propuestas basadas en diferentes procesos de memoria implicados en la recuperación controlada y la recuperación automática, y c) las propuestas que plantean que la recuperación dependería de la codificación y por tanto la codificación automática implicaría también la recuperación automática.

A.- Propuestas basadas en sistemas de memoriaLa distinción entre memoria explícita y memoria implícita ha sido

utilizada para explicar la recuperación automática (v.g. Bowers y Schacter, 1990; Graf y Schacter, 1985; Schacter, 1985, 1987, 1989, 1992; Schacter, Delaney y Merikle, 1990). La memoria explícita fue definida por Schacter (1987) como la recuperación intencional o consciente de un episodio previamente aprendido, mientras que por memoria implícita hace referencia a aquellos cambios en la ejecución de una tarea o conductas producidas por experiencias previas en pruebas que no requieren la recuperación intencional o consciente de dichas

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experiencias. Las tareas de recuperación explícita necesitan el procesamiento consciente de la información (Merikle y Reingold, 1991; Parkin, Reid y Russo, 1990), la recuperación consciente del material presentado previamente (Bowers y Schacter, 1990).

Frecuentemente los términos explícito e implícito se asocian más con tareas que con sistemas de memoria, siendo el propio Schacter (1987; Schacter y Tulving, 1994) quien reconoce que no puede hablarse de sistemas de memoria implícitos y explícitos aunque es frecuente encontrar en la literatura esta mención a los sistemas. Los términos explícito e implícito son conceptos descriptivos que se refieren a las diferentes formas en que una memoria puede expresarse (Schacter y Tulving, 1994). Schacter (1992, 1994) propone además una serie de sistemas de procesamiento relacionados con la memoria implícita. Un sistema de representación perceptiva (PRS) es el responsable de los efectos de facilitación. El sistema PRS actúa independientemente del sistema de memoria episódico o declarativo y es el encargado de procesar y representar la información sobre formas y estructuras dejando de lado significados y otras propiedades asociativas de palabras y objetos. Este sistema está compuesto a su vez por otros tres subsistemas: sistema de la forma visual de las palabras, sistema de la descripción estructural y sistema de la forma auditiva de las palabras (Schacter, 1994).

Por otro lado, Hayman y Tulving (1989 a y b) sugieren que los efectos de facilitación se producen por la mediación de un sistema de memoria que denominan cuasimemoria sin huella (QM), de propiedades muy diferentes a las del sistema de memoria episódico. En este sistema QM cuando se produce una presentación sensorial el aprendizaje ocurre por cambios en los procedimientos que operan con los estímulos, y no por el establecimiento de huellas que representen los estímulos originales necesarios para la recuperación consciente. Los cambios en el sistema QM incrementan la probabilidad o rapidez de respuesta ante un determinado estímulo, pero no suponen el conocimiento de que un estímulo se haya presentado en un momento dado.

Propuestas similares son las planteadas por Squire (v.g., Squire, 1986; Squire y Cohen, 1984; Squire, Knowlton y Musen, 1993; Haist, Shimamura y Squire, 1992). Estos autores distinguen dos sistemas de memoria, basados en el conocimiento declarativo y en el conocimiento procedimental (ACT; Anderson, 1976). O más recientemente, entre memoria declarativa y memoria no-declarativa (Squire, 1994).

El conocimiento declarativo es definido por Anderson como el conocimiento de los hechos sobre el mundo, “el saber qué” ; mientras que el conocimiento procedimental es aquel que se refiere a cómo se hacen las cosas, “el saber cómo”. Anderson (1976) los hace análogos a los datos y a los programas en inteligencia artificial, respectivamente; planteando que el conocimiento declarativo se representaba en términos de redes proposicionales y el procedimental en términos de

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producciones. Según Ryle (1949) ambos tipos de conocimiento se diferencian, en cuanto a su adquisición, en que el declarativo se adquiere como un todo-o-nada y puede obtenerse repentinamente a través de la palabra; el conocimiento procedimental, sin embargo, se adquiere de forma gradual a través de estrategias. Anderson (1976) añade a la distinción que el conocimiento declarativo puede comunicarse verbalmente, cosa que es extremadamente difícil en el caso del procedimental.

Squire y Cohen (1984) recogen la distinción y la plantean en términos de sistemas de memoria; la memoria declarativa y la memoria procedimental son propuestas como dos sistemas diferentes. Squire (1990) les atribuye las siguientes características: a) la memoria declarativa está modelada por el mundo exterior, es explícita,  es una memoria para hechos, es flexible y está basada en el aprendizaje con una única presentación; y b) la memoria procedimental es una colección heterogénea de capacidades o habilidades motoras, perceptivas y cognitivas, está basada en los cambios en comportamientos específicos, es responsable de la capacidad para responder a estímulos en situaciones de condicionamiento clásico, recoge los cambios temporales en el proceso de facilitación, es la responsable de los cambios de comportamiento a través de la experiencia, y es implícita. La memoria declarativa es responsable de la recuperación controlada y la memoria procedimental de la recuperación automática.

Posteriormente, Squire (1994) abandona el término memoria procedimental en favor de memoria no-declarativa para referirse a las habilidades de memoria no conscientes, en contraste con la recuperación consciente de hechos y sucesos que define como memoria declarativa, y afirma la similitud de significado entre los términos memoria no-declarativa y memoria implícita.

Entre este tipo de propuestas se encuentra la realizada por Tulving en el marco del modelo GAPS. Según Tulving (1983) el sistema de memoria episódico es el responsable de la recuperación controlada. La recuperación episódica requiere un alto grado de control  que permite adaptarse a las demandas situacionales (Wheeler, Stass y Tulving, 1997). Mientras que la recuperación automática de información se lleva a cabo por la mediación del sistema de memoria procedimental, como ocurre en los casos de las tareas de facilitación en las que interviene la conciencia anoética (Tulving, 1985). Sin embargo, existe un aspecto poco claro en esta propuesta, el sistema de memoria semántica también puede dar lugar a la recuperación automática de la información. Las respuestas de saber se realizarían mediante procedimientos más automáticos en los que interviene la conciencia noética. No obstante, la mayoría de las veces la recuperación de material semántico se lleva a cabo de forma controlada. Tulving se ocupa poco de dar explicación a la memoria semántica y esto da lugar a que el papel de la memoria

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semántica en los procesos automáticos de recuperación no quede suficientemente aclarado.

Más propuestas en favor de un sistema de representación perceptiva han sido expuestos por Gardiner y Parkin (1990). Realizaron un estudio para analizar la relación entre el rendimiento en reconocimiento y la experiencia de recuerdo. Utilizaron el procedimiento de Tulving (1985) para evaluar los dos tipos de experiencia consciente mediante juicios de conocer y juicios de recordar. Los datos encontrados mostraron que la atención dividida afectaba al rendimiento de los items “recordados” pero no tenían efecto sobre las respuestas correctas de items “conocidos”. Gardiner y Parkin interpretan estos resultados como prueba de que las respuestas de recuerdo indican un procesamiento elaborado de memoria episódica, mientras que las respuestas de conocer reflejan un procesamiento de abajo-arriba, una sensación sin huella, que procede de un sistema de representación perceptiva diferente de los sistemas episódico y semántico, como ya lo afirman un año antes Hayman y Tulving (1989 a y b).

Gardiner (1988, Gardiner y Java, 1990) identifica la memoria episódica con el procesamiento conceptual, controlado y consciente, mientras que la memoria procedimental es la responsable del procesamiento perceptivo, más automático. El primer tipo de procesamiento es necesario para que se den repuestas de recuerdo, mientras que el segundo únicamente puede dar lugar a respuestas de saber.

Rajaram (1993) coincide con Gardiner en la identificación de la memoria episódica con la experiencia de recuerdo pero además de un procesamiento conceptual añade el procesamiento perceptivo (los detalles episódicos serían fundamentalmente perceptivos). Roediger, Wheeler y Rajaram (1993) proponen que los juicios de recuerdo reflejan el procesamiento perceptivo o elaborativo, mientras que los juicios de conocer pueden indicar respuestas basadas en la familiaridad o la fluidez perceptiva.

La experiencia de conocer es para la mayoría de los autores (Gardiner, 1988; Gardiner y Java, 1990; Rajaram, 1993; Roediger, Wheeler y Rajaram, 1993) resultado de la ejecución de procesos en la memoria procedimental. Gardiner  y Java (1990) relacionan la experiencia de conocer únicamente con la memoria procedimental y el procesamiento perceptivo. Roediger, Wheeler y Rajaram (1993) afirman que las respuestas de conocer están dirigidas por los mismos factores perceptivos que producen la facilitación en las pruebas perceptivas implícitas de memoria. Para Roediger et al. recordar y conocer son dos estados mentales producidos por dos formas independientes de acceder al pasado. El conocimiento parece permitir el acceso a algunos rasgos automáticos de la memoria, quizás parecido a las pruebas implícitas o de facilitación (Roediger, Wheeler y Rajaram, 1993).

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También Tulving (1985) propone la independencia entre facilitación y memoria episódica. Además, relaciona la experiencia de conocer, por un lado con la memoria semántica (conciencia noética), aunque por otro lado afirma que los juicios de familiaridad y el efecto de facilitación implican a la memoria procedimental (conciencia anoética). Rajaram (1993) relaciona la memoria semántica y la memoria procedimental con la experiencia de conocer, proponiendo que serían responsables fundamentalmente de los componentes perceptivos, aunque también ciertos componentes episódicos (conceptuales) aflorarían a la conciencia como experiencia de conocer. Rajaram resuelve el conflicto que puede establecerse al identificar la memoria semántica con el procesamiento controlado al tiempo que con las respuestas de conocer aparentemente automáticas, y a la memoria procedimental como responsable de la ejecución de tareas de facilitación propuesto por Tulving (1985), afirmando que pueden distinguirse tres tipos de respuestas: de “recordar”, de “conocer” y “respuestas implícitas”, que formarían parte de un continuo desde lo más consciente hasta lo menos consciente. Estos tres tipos de respuestas, con tres niveles distintos de conciencia, podrían estar asociados a los tres diferentes sistemas de memoria con tres niveles distintos de conciencia propuestos por Tulving. Según Rajaram (1993) los tres tipos de respuesta incluirían componentes perceptivos y conceptuales de memoria en varios grados.

Así pues, pueden distinguirse tres diferentes hipótesis sobre las experiencias de recordar y conocer: de laredundancia, de la exclusividad y de la independencia, cuyas diferencias aún no están resueltas.

- Hipótesis de la redundancia: defendida por Tulving (1985), Jones (1987) y Knowlton y Squire (1995), y según la cual las respuestas de conocer y recordar reflejan la distinción entre memoria episódica y memoria semántica en el sistema declarativo. Son redundantes porque cualquier ítem capaz de provocar una respuesta de recordar podría provocar también una respuesta de conocer.

- Hipótesis de exclusividad: defendida por Gardiner  et al. (Gardiner y Java, 1990; Gardiner y Parkin, 1990) y según la cual los items pueden hacerse accesibles mediante la recuperación consciente dando lugar a una respuesta de recordar, o mediante la sensación de familiaridad dirigida perceptivamente dando lugar a una respuesta de conocer.

- Hipótesis de independencia: una alternativa (Jones, 1987; Knowlton y Squire, 1995) consiste en considerar que las respuestas de recordar y conocer proceden de aspectos individuales de la memoria, por ejemplo de procesos independientes responsables de la memoria contextual y de la memoria semántica respectivamente. Esta hipótesis contempla además la hipótesis de la redundancia, ya que considera la posibilidad de que los items que son susceptibles de provocar una

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respuesta de recordar puedan provocar también una respuesta de conocer, sin embargo, postula que de igual forma los items que dan lugar inicialmente a un respuesta de recordar pueden llegar a ser respuestas únicamente contextuales y en ausencia del contexto adecuado ser inaccesibles, por la pérdida de sus características semánticas.

En resumen, las propuestas basadas en sistemas de memoria argumentan que habría distintos sistemas responsables de la recuperación automática y de la recuperación controlada. Varias propuestas parten de este supuesto, diferenciándose entre sí respecto al nivel de explicación. Mientras las distinciones episódico-semántico y declarativo-procedimental se centran en la naturaleza del conocimiento adquirido, la distinción implícito-explícito se centra en el grado de conciencia con el que se lleva a cabo la recuperación (Hirst, 1989). No obstante, estas propuestas de divisiones y subdivisiones de la memoria en innumerables sistemas quizá no sea más que una forma de complicar la explicación de los procesos de memoria, fundamentalmente teniendo en cuenta que las estructuras del sistema nervioso que soportarían tales sistemas no están perfectamente definidas y que frecuentemente se encuentran problemas de interpretación de las tareas disociativas, tal y como argumentan en contra algunos autores (v.g. Roediger, Weldon y Challis, 1989; Jacoby, 1991).

B.- Propuestas basadas en procesos de memoriaLa mayoría de las propuestas elaboradas para explicar la

recuperación automática se centran en el tipo de procesos que intervienen en cada forma de recuperación, sin discutir si corresponden a sistemas de memoria distintos. El argumento general en contra de las propuestas basadas en sistemas de memoria suele consistir en indicar la dificultad que existe al establecer las estructuras fisiológicas que soporta cada sistema y los problemas de interpretación de los datos de las tareas que tratan de encontrar disociaciones funcionales entre los distintos tipos de memoria. Profundizar en esta controversia escapa de nuestros objetivos, por eso en el apartado anterior hemos analizando más los aspectos funcionales que plantea cada hipótesis explicativa sobre sistemas de memoria.

El tipo de tareas o las instrucciones (Merikle y Reingold, 1991), el contexto y las metas (Jacoby, Kelley y Dywan, 1989) son algunos de los aspectos esenciales en las propuestas basadas en procesos de memoria.

Las explicaciones de los procesos que intervienen en la recuperación automática y controlada se basan fundamentalmente en la distinción entre la facilitación como paradigma de procesamiento automático y en el reconocimiento por identificación como paradigma de procesamiento controlado, opuesto al reconocimiento por familiaridad en el que no es necesaria la recuperación consciente del estímulo original.

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En estas explicaciones existen propuestas basadas en tareas de reconocimiento y propuestas basadas en tareas de recuerdo. En las tareas de recuerdo intervienen procesos inferenciales similares a los de resolución de problemas como paradigma de procesamiento controlado, opuesto a la recuperación de la información mediante el acceso directo a la representación de los estímulos originales.

ReconocimientoLa importancia del reconocimiento al explicar los procesos que

intervienen en la recuperación tiene su punto de partida en las propuestas sobre recuperación automática realizadas por Mandler (1980). Mandler define el reconocimiento como un proceso de decisión sobre la ocurrencia previa de un hecho. Esto puede llevarse a cabo mediante dos procesos diferentes: a) por valoración de familiaridad y b) por identificación como resultado de recuperación. El primero de ellos es un camino directo que no precisa de procesamiento consciente, mientras que la identificación es indirecta y requiere de un proceso de elaboración  consciente.

Según plantea Mandler (1979) la familiaridad puede deberse a un proceso de integración intraitem, que se fija en los aspectos perceptivos y estructurales del objeto sin tener en cuenta sus relaciones ni propiedades respecto a otros objetos. Esta integración que puede entenderse como una activación de las relaciones intraitem, cuando se trata de un objeto muy conocido puede definirse como una reactivación general de esas relaciones. Este proceso de integración, responsable de la familiaridad de un ítem se da normalmente en ausencia de un proceso de elaboración.Para Mandler (1980), la identificación necesita emplear el contexto para dirigir la búsqueda y la localización del objeto o suceso en la  memoria a largo plazo. Las pruebas de recuerdo y reconocimiento (en el sentido de identificación) necesitan un procesamiento elaborador, una recuperación que puede variar en función de los requisitos particulares de la tarea, que dependen de la naturaleza organizada y estructurada de la memoria a largo plazo.

Sin embargo, las tareas no deliberadas de memoria no necesitan un proceso de elaboración, pueden realizarse mediante integración debido a que la presentación de parte de una palabra activa los componentes del esquema de representación de las palabras relevantes, y a que la activación mutua entre los componentes se difunde más rápido (se vefacilitada) en el caso de la palabra presentada previamente, lo que provoca familiaridad y fluidez perceptiva. Estos dos procesos, el de activación y el de integración, son para Mandler procesos automáticos; es decir, no requieren  control ni gasto de recursos cognitivos para ser ejecutados. Mientras que el de elaboración es un proceso controlado.

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Estas propuestas parecen ser confirmadas por Graf y Mandler (1984) en una serie de experimentos en los que encuentran que el procesamiento en profundidad de la información (procesamiento semántico vs. no-semántico) afecta a las tareas que implican la reconstrucción de las huellas de memoria como el recuerdo y el reconocimiento, mientras que no parece afectar a las tareas que implican la recuperación directa de la información por un efecto de facilitación, como por ejemplo en las tareas de completar palabras. A lo largo de tres experimentos encuentran disociaciones entre las tareas explícitas de recuerdo libre, recuerdo con indicios y reconocimiento, y la tarea implícita de recuperación consistente en completar palabras.

Graf y Mandler concluyen que para resolver tareas de memoria se pueden emplear dos tipos de procesos: a) la activación de una representación mental que facilita la accesibilidad de la información almacenada, y b) la elaboración que establece relaciones entre los diferentes componentes mentales de los contenidos e incrementa su probabilidad de recuperación. Estos autores argumentan que para resolver las tareas explícitas de recuperación es preciso llevar a cabo procesos de toma de decisión, como por ejemplo si una determinada palabra se presentó en un contexto determinado de estudio. Esta decisión posibilitará que los procesos de búsqueda concluyan satisfactoriamente. Esto es, las tareas explícitas de recuperación necesitan procesos conscientes. Mientras que en las tareas implícitas de recuperación la información “viene a la mente” sin la intervención de procesos conscientes (Graf y Mandler, 1984).

Cuestiones similares plantean Jacoby y Dallas (1981) en una serie de experimentos en los que analizan dos tipos de reconocimiento, reconocimiento perceptivo y memoria de reconocimiento, teniendo en cuenta distintas variables. El reconocimiento perceptivo se lleva a cabo mediante juicios de familiaridad que implican procesos automáticos; mientras que la memoria de reconocimiento coincide con el reconocimiento por identificación como resultado de procesos de elaboración planteado por Mandler (1980). Los datos encontrados muestran que ambos tipos de reconocimiento se ven afectados por variables como la repetición o el intervalo de presentación, aunque al reconocimiento por identificación además le afectan variables que implican diferentes niveles de procesamiento de la información (como la elaboración) y que no afectan al reconocimiento perceptivo. El reconocimiento perceptivo se lleva a cabo teniendo en cuenta información física o grafémica. Ante estos resultados Jacoby y Dallas proponen dos formas de reconocimiento diferentes, en términos semejantes a los propuestos por Mandler (1980). Una tarea de reconocimiento puede realizarse mediante juicios sobre la fluidez perceptiva o mediante procesos de toma de decisión que implican la recuperación del contexto en que se codificó la información. El reconocimiento perceptivo se lleva a cabo sólo mediante juicios de

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fluidez perceptiva, mientras que para realizar un reconocimiento por identificación es imprescindible la recuperación del contexto. Jacoby y Dallas proponen que los procesos basados en la fluidez perceptiva son automáticos y se producen normalmente cuando se realizan reconocimientos por adivinación. Mientras que los procesos que se llevan a cabo cuando el sujeto necesita recuperar el contexto para responder de forma analítica a las tareas (procesos de toma de decisión) son conscientes y controlados.

No obstante, Jacoby (1989) y, más posteriormente, Whittlesea y Williams (2000) afirman que la fluidez de procesamiento no tiene porqué estar asociada a sentimientos de familiaridad, siendo ésta el resultado de la discrepancia entre la fluidez esperada y la real. Por los datos encontrados por estos autores podría afirmarse que las demandas de la tarea y el contexto podrían jugar un papel importante, ya que sus datos indican que un ítem considerado familiar en una presentación aislada podría considerarse nuevo en una presentación contextual.

Jacoby y Dallas relacionan su distinción con la propuesta de Tulving (1972) que distingue entre memoria episódica y memoria semántica. El reconocimiento por identificación es una tarea de memoria episódica, ya que depende de que se haya formado una huella episódica; mientras que el reconocimiento perceptivo es una tarea de memoria semántica que depende solamente del nivel de activación de la representación semántica del ítem evaluado. Este hecho explica por qué variables como el nivel de procesamiento del material afectan al reconocimiento por identificación y no al reconocimiento perceptivo, puesto que el nivel de procesamiento influye en la probabilidad de que se forme una huella episódica. En esta dirección, Jacoby (1982) señala que el escaso rendimiento en tareas de reconocimiento que presentan los sujetos amnésicos se explica porque no son capaces de utilizar espontáneamente procesos de elaboración durante la fase de estudio de la información y tienden a basarse en una identificación perceptiva para resolver las tareas de reconocimiento.

En este sentido, es importante el tipo de procesos implicados en las memorias semánticas y en las episódicas. En la recuperación de información semántica el sujeto no es consciente del contexto en que se adquirió ese conocimiento. Sin embargo, una de las características principales de la memoria episódica es precisamente que el sujeto es consciente de estar recordando una experiencia previa (Tulving, 1983). En el primer caso se habla de experiencia de conocimiento y en el segundo caso de experiencia de recuerdo. De esta forma, el reconocimiento perceptivo (tarea de memoria semántica) no requiere que el sujeto sea consciente de que está recuperando para que aparezcan efectos del estudio previo. En cuanto al papel de la conciencia en el reconocimiento, Jacoby y Dallas (1981) proponen que cuando se produce un reconocimiento basado en la fluidez perceptiva el

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sujeto no tiene conciencia de estar recuperando información, mientras que cuando se basa en procesos de elaboración dicha conciencia existe.

Más adelante (Jacoby, 1991, 1994) enfatiza en su propuesta el componente intencional de la recuperación controlada para diferenciarla de la recuperación automática. La facilitación que se produce en una tarea indirecta de memoria no necesita ir acompañada por ningún tipo de intención de recordar o conciencia de hacerlo, mientras que la ejecución de una tarea directa de memoria requiere que los sujetos recuperen intencionalmente un episodio pasado. Sin embargo, Jacoby (1991) argumenta que la distinción entre tareas directas e indirectas de memoria únicamente es una distinción entre tareas y no entre procesos. Ante los problemas que aparecen en la interpretación de los datos de tareas indirectas (ya que la ejecución de estas tareas puede verse “contaminada” por el uso intencional de la memoria) propone un paradigma de disociación de procesos. Este paradigma se basa en que en la ejecución de una tarea intervienen tanto la recuperación intencional (controlada) como la no intencional (automática), y que la manipulación de ambos tipos de procesamiento debería mostrar efectos diferenciales que permitirían detectar constantes en el procesamiento.

Jacoby (1989, 1991, 1994) propone la hipótesis de la atribución de discrepancia para explicar el origen del sentimiento de familiaridad en las tareas de reconocimiento (a la que se suman otros autores, como por ejemplo Whittlesea y Williams, 1998, 2000, 2001 aportando datos que la confirman). Según esta hipótesis ante una tarea de reconocimiento se evalúa la coherencia de su procesamiento. Cuando las características cualitativas del procesamiento son percibidas como discrepantes con lo esperado, los sujetos se embarcan en procesos atribucionales. El sentimiento de familiaridad aparece cuando la discrepancia percibida es atribuida a una experiencia previa. Los procesos de atribución de discrepancia no serían automáticos y dependerían de la actitud que los sujetos adoptan hacia su procesamiento definida por la tarea y el contexto.

RecuerdoOtro tipo de propuestas son las que tratan de explicar la

recuperación automática en tareas de recuerdo y que se basan en que en estas tareas intervienen procesos inferenciales similares a los de resolución de problemas como paradigma de procesamiento controlado, opuesto a la recuperación de la información mediante el acceso directo a la representación de los estímulos originales, de forma que puede diferenciarse entre recuerdo intencional y recuerdo incidental.

Jacoby (1991) propone que la ejecución de tareas de recuerdo refleja una mezcla entre recuperación intencional e influencias automáticas de memoria, igual que ocurre en tareas de reconocimiento. Además, las adivinaciones correctas en una tarea de recuerdo con indicios reflejan los mismos procesos automáticos que los que

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intervienen en la ejecución de una tarea indirecta de memoria (Jacoby y Hollingshead, 1990).

Jones (1982,1987) propone que el acceso directo a la huella de memoria tiene un alto componente de procesamiento automático. El acceso indirecto implica la búsqueda y generación de la información, y procesos de toma de decisión acerca del origen de los recuerdos, cercanos a las tareas de resolución de problemas y en los que están implicados procesos controlados. Según Jones, la recuperación que implica procesos automáticos se explicaría mediante el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973) mientras que la recuperación indirecta se explicaría mediante los modelos de generación-reconocimiento (Anderson y Bower, 1973). La ruta directa (más automática) tiene en común con el principio de codificación específica que el grado de solapamiento entre la información que proporciona la recuperación y la información de la huella de memoria es lo que permite que el acto de recuperación sea un éxito o un fracaso. Sin embargo, la ruta indirecta, a través de toda la red, implica esfuerzo y gasto de recursos cognitivos y sería similar al proceso de generación de candidatos en los modelos de generación-reconocimiento (Jones, 1987).

Baddeley (1982, 1990) distingue también entre dos tipos de recuperación: recollection y evocación automática de la información por los indicios de recuperación adecuados. Recollection hace referencia al aspecto de solución de problemas activo de la recuperación que juega un importante papel en el recuerdo. Es, pues, un proceso activo que incluye la búsqueda mediante indicios de recuperación, la evaluación de los candidatos y la construcción sistemática de la representación de una experiencia pasada que pueda ser aceptable. La elaboración y el nivel de procesamiento afectan de forma importante a este tipo de recuperación. La recuperación automática por la vía directa de la accesibilidad que producen los indicios se explica según Baddeley mediante el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973), como también propone Jones (1982). Un aspecto interesante de esta propuesta es la distinción que Baddeley hace del tipo de contexto que interviene en los distintos tipos de recuperación. Dependiendo del papel que este contexto juega en el procesamiento de la información en la memoria puede ser independiente o interactivo. El contexto independiente se procesa automáticamente y facilita la accesibilidad de la información, y el contexto interactivo se procesa de forma consciente y controlada y juega un papel fundamental en los procesos de búsqueda y recuperación proporcionando datos que permiten, empleando estrategias de solución de problemas, tomar decisiones sobre la recuperación. En este sentido, Jacoby (1994) ha propuesto que el contexto asociativo, que sería del tipo definido por Baddeley como independiente, tiene efectos tanto sobre la recuperación intencional (controlada) como sobre la recuperación automática, de forma similar al efecto que tendría el contexto independiente.

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No obstante, en los argumentos anteriores se encuentran algunas contradicciones tanto con tareas de recuerdo como de reconocimiento. Por un lado existen dos tipos de reconocimiento, uno basado en la familiaridad que no requiere la recuperación consciente ya que se da de forma automática, y otro basado en procesos de elaboración que requiere la recuperación consciente de la información y donde el significado o distintividad de la codificación es importante. El primer tipo de reconocimiento (basado en familiaridad) es el que se lleva a cabo cuando se ejecutan tareas implícitas de memoria, que Jacoby y Dallas (1981) relacionan con la memoria semántica. El segundo tipo de reconocimiento (basado en procesos de elaboración) se da cuando se ejecutan tareas explícitas de memoria que están relacionadas con la memoria episódica. De acuerdo con esto se espera que las tareas implícitas no estén influidas por variables que implican diferentes grados de elaboración ni por variables contextuales, mientras se espera que las tareas explícitas sí estén influidas por estas variables (Tulving, 1983). Sin embargo, Jacoby (1994; Jacoby y Dallas, 1981) afirma que tanto el reconocimiento perceptivo como el reconocimiento por identificación están influidos por el contexto.

Concretamente, el efecto de la manipulación del contexto sobre tareas implícitas se ha puesto de manifiesto en numerosos experimentos. Un amplio estudio donde aparecen efectos del contexto sobre tareas implícitas de decisión léxica y de completar palabras fue realizado por Lewandowsky, Kirsner y Bainbridge (1989). A partir de los datos encontrados a lo largo de cinco experimentos y de otros estudios de diferentes autores (Graf y Schacter, 1985, 1987), Lewandowsky et al. afirman que la manipulación del contexto que afecta al significado del material afecta también a las tareas implícitas, mientras que la manipulación del contexto que no juega un papel importante en el significado del material será indiferente. Incluso se ha planteado recientemente la posibilidad de que contextos internos (emocionales) afecten más a las tareas  implícitas que a las explícitas (Tobías, Kihlstrom y Schacter, 1992).

Al menos, se pueden encontrar dos posibles explicaciones a esta contradicción. Una  explicación procede de las propuestas que acabamos de ver (Baddeley, 1982, 1990; Jones, 1982), que argumentan que el recuerdo puede realizarse por la intervención de procesos inferenciales o por el acceso directo a la información, donde la codificación tiene una gran importancia. Además, Baddeley (1982) ha propuesto otra explicación según la cual existe un tipo de contexto que afecta a la recuperación automática facilitando la accesibilidad y otro tipo de contexto que afecta a la recuperación elaborada que juega un papel importante en los procesos de búsqueda, argumento compartido por otros investigadores (Jacoby, 1994).

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Jacoby (1991) expone algunos argumentos en contra de la propuesta que considera que la familiaridad refleja únicamente la memoria para características perceptivas de los items y que por tanto está libre de efectos contextuales. En algunas tareas indirectas de memoria el procesamiento semántico juega un papel importante, ya que necesita el contexto para proporcionar el significado oportuno, mientras que para otras tareas indirectas no es preciso poner en marcha procesos de naturaleza semántica. Podemos, por tanto, distinguir varios tipos de tareas de facilitación en función del tipo de procesamiento que se lleva a cabo. Mandler (1980) propuso que la familiaridad puede ser producto tanto de la activación de relaciones intraitem como de la activación de una representación de las características perceptivas de un ítem, de lo que se deduce la independencia contextual. Aunque las características perceptivas de un ítem pueden permanecer constantes a través de las situaciones, lo que se almacena en la memoria son las operaciones utilizadas para ocuparse de un ítem en el contexto de una tarea determinada, lo que hace necesario hacer referencia a la familiaridad en términos de la tarea que está realizando el sujeto. Según Jacoby (1991), la familiaridad no es un simple correlato entre algunas características de una huella de memoria con una determinada fuerza, sino que debe entenderse más bien como un aumento de las relaciones entre items. En este sentido, la familiaridad es dependiente de contexto como un resultado de los cambios en la tarea y en las situaciones.

De forma similar, Hirst (1989) replantea la distinción entre tareas de memoria implícitas y explícitas, y postula una alternativa que denomina Modelo de Coherencia. Según este modelo, cuando se codifica un determinado hecho se codifica al tiempo todo aquello relacionado con él, porque los hechos no se presentan aislados sino ricamente interconectados en una secuencia de hechos que tienen lugar en un contexto espacio-temporal. La dificultad de los amnésicos en resolver tareas explícitas no está en la codificación del contenido de los hechos, sino en la localización en la memoria del contexto adecuado. Hirst (1989) propone la existencia de sistemas independientes de memoria, unos implicados en la codificación del contenido y otros implicados en la codificación del contexto. Mientras que en el recuerdo y en el reconocimiento por identificación es necesaria la reconstrucción de los hechos, para el reconocimiento perceptivo es innecesaria la reconstrucción, y es posible acceder a la memoria “directamente”.

C.- Propuestas basadas en una recuperación dependiente de la codificación

El tipo de procesamiento seguido en los procesos de codificación puede llevar a un tipo u otro de recuperación. El nivel de procesamiento (Craik y Lockhart, 1972; Craik y Tulving, 1975) y la integración contextual (Craik, 1989) están en la base de las hipótesis que proponen que la distinción entre recuperación automática y recuperación

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controlada depende de cómo se codificó la información, de qué tipo de información fue codificada y de a qué profundidad. Es decir, depende de la información que está disponible y de las exigencias de procesamiento. Según el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973) las operaciones seguidas en el proceso de codificación determinan qué información se almacena, y esto define qué indicios son eficaces para acceder a la información almacenada. El contexto (los indicios) juega un papel importante en los procesos de codificación, integrándose con los estímulos originales formando el engrama. También es importante el contexto en los procesos de recuperación, ya que para acceder a la información almacenada en la memoria se necesitan los indicios adecuados que se utilizaron en su codificación y que servirán como pistas para localizarla (Tulving y Thomson, 1973). Por este motivo, el tipo de tareas o las instrucciones (Merikle y Reingold, 1991) y las características de la información (Johnson, 1983; Roediger, 1990) son algunos de los aspectos esenciales en este tipo de propuestas.

Según una propuesta formulada por Roediger (1990; Roediger y Blaxton, 1987; Roediger, Weldon y Challis, 1989; Roediger, Wheeler y Rajaram, 1993), se puede distinguir entre tareas dirigidas por los datos que precisan una recuperación perceptiva y tareas dirigidas conceptualmente en las que es necesaria una recuperación elaborada (Roediger y Blaxton, 1987). El tipo de datos que guía el procesamiento que se lleva a cabo es la característica que diferencia las tareas directas o explícitas de memoria (que requieren la recuperación consciente), de las tareas indirectas o implícitas (como el reconocimiento perceptivo que se da en tareas de facilitación). La diferencia en el rendimiento entre uno y otro tipo de tareas puede ser debida a que el procesamiento que se lleva a cabo esté dirigido perceptivamente en unos casos y conceptualmente en otros. Roediger y Blaxton (1987) consideran que el procesamiento en las pruebas implícitas de memoria puede ser dirigido perceptiva y/o conceptualmente, mientras que en las tareas explícitas el procesamiento está dirigido sólo conceptualmente (Roediger, 1990). Teniendo esto en cuenta, pueden distinguirse dos tipos de tareas de facilitación. La ausencia de efecto del contexto sobre las tareas de facilitación puede ser debida a la utilización de pruebas dirigidas por los datos (perceptivamente), como por ejemplo emplear pruebas de completar palabras. En este caso para realizar la tarea se requiere un procesamiento superficial. Sin embargo, hay otras pruebas de facilitación que están dirigidas conceptualmente, por ejemplo las tareas de facilitación semántica en las que se pide al sujeto que proporcione elementos de una categoría determinada. Los datos encontrados por Lewandowsky et al. (1989) confirman esta hipótesis porque muestran los efectos del contexto significativo sobre las tareas implícitas. El tipo de tareas que utilizan requieren el procesamiento semántico del material y la realización de procesos de elaboración (formar frases)

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durante la codificación, que implican juicios gramaticales y de decisión léxica, como paso previo a tareas de completar palabras.

Esto también se confirma en algunos datos obtenidos con sujetos que presentan problemas de memoria. Se ha encontrado (Beato y Fernández, 1995) que sujetos depresivos con déficits de memoria cuyo rendimiento en tareas explícitas es muy bajo rinden normalmente en tareas implícitas dirigidas perceptivamente, sin embargo muestran un déficit importante en tareas implícitas dirigidas conceptualmente.

El tipo de información que dirige el procesamiento y las demandas de la tarea determinan que la recuperación sea automática o controlada. Podemos decir que las tareas dirigidas por los datos implican un procesamiento perceptivo y que las tareas conceptuales requieren un procesamiento semántico. Para resolver las tareas dirigidas por los datos se lleva a cabo un procesamiento automático y para resolver las tareas dirigidas conceptualmente se requiere un procesamiento controlado y consciente. Estos postulados que hacen referencia principalmente a procesos de recuperación, tienen su análogo en los procesos de codificación.

En este sentido, se ha propuesto que cierto tipo de información puede ser procesada de forma automática. A finales de los años setenta, Hasher y Zacks (1979) proponen la existencia de procesos automáticos y controlados en la memoria. A lo largo de una serie de experimentos analizan algunos aspectos de la información que, para ser codificados, requieren recursos atencionales mínimos, y que denominan automáticos. Estas operaciones automáticas de la memoria funcionan a un nivel constante bajo circunstancias muy diversas que implican grados distintos de recursos disponibles y no se benefician de la práctica. Estos procesos automáticos procesan información de los sucesos como su frecuencia de ocurrencia, su localización espacial y temporal, y el etiquetado. Más adelante, Hasher y Zacks (1984) confirman estos resultados respecto a la frecuencia de ocurrencia de un suceso. No obstante, estos datos han sido refutados en experimentos llevados a cabo por otros investigadores que con medidas diferentes de memoria han mostrando que la frecuencia de ocurrencia es sensible a variables como la intención, las tareas de atención dividida o a las estrategias de codificación que afectan a los niveles de procesamiento (Greene, 1984, 1986; Naveh-Benjamin y Jonides, 1986); de igual forma, se han encontrado evidencias opuestas a la automaticidad del procesamiento de aspectos como la localización espacial (Naveh-Benjamin, 1987, 1988) y la información de orden temporal (Naveh-Benjamin, 1990, Troyer y Craik, 2000). Sin embargo, Ellis (1990) encontró, con una tarea distinta a la utilizada por Naveh-Benjamin, que la codificación espacial cumplía con los criterios de automaticidad.

Una explicación a la contradicción entre los datos obtenidos por unos y otros experimentadores se encuentra en los trabajos de Bargh (1982, 1988; Bargh y Pietromonaco, 1982), que teniendo en cuenta las

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propuestas de Hasher y Zacks (1979), muestran que algunos aspectos relacionados con información relevante para el sujeto y relativos a la percepción social y a la interpretación de situaciones se procesan de forma automática. Algunos aspectos del suceso pueden ser procesados automáticamente siempre y cuando tengan relevancia para el sujeto respecto a unas metas específicas (Bargh, 1988) o se vean afectados por constructos crónicamente accesibles (Bargh y Pietromonaco, 1982; Diges, 1995) que facilitarán su procesamiento incrementando la automaticidad de codificación para poder dirigir los recursos disponibles a la codificación consciente de otro tipo de información del suceso.

Un último modelo que tiene muy en cuenta cómo se codificó la información, cuál es su origen, qué información se encuentra asociada con la información original, y qué procesos intervienen en la recuperación dependiendo de esa codificación y de las demandas de la tarea es el planteado por Johnson (1983, 1992), que distingue entre dos tipos de procesamiento: procesamiento reflexivo y procesamiento perceptivo. Johnson (1983) propone un modelo de memoria,multiple-entry modular system (MEM), según el cual el sistema de memoria como un todo implica un conjunto de subsistemas separados: el sensorial, el perceptivo y el reflexivo. El subsistema de memoria sensorial contiene información sobre aspectos elementales de la percepción como luminosidad de los objetos, dirección del movimiento o el tamaño, y es la base de algunas habilidades motoras (memoria procedimental). El subsistema perceptivo representa información perceptiva de alto nivel como la experiencia consciente de un conjunto de objetos. El subsistema reflexivo representa información sobre hechos generados internamente como pensamientos, imaginaciones o planes. Todas las huellas de memoria se encuentran representadas en los tres subsistemas, sin embargo la extensión de la representación de una huella en un subsistema único varía en función de la naturaleza del hecho que originó la huella de memoria. Es decir, la recuperación está determinada por la codificación.

El procesamiento elaborado de la información incluye juicios acerca del origen de los recuerdos. Los procesos decontrol de la realidad (Johnson y Raye, 1981; Johnson, Hashtroudi y Lindsay, 1993) permiten diferenciar las huellas de memoria respecto a su origen. Mediante los atributos de las memorias podemos discriminar si reflejan un hecho ocurrido en la realidad o sólo en la imaginación. Johnson y Raye proponen que las memorias perceptivas contienen más detalles sensoriales y contextuales y más información semántica, mientras que las memorias autogeneradas contienen más alusiones a procesos cognitivos. Mediante procesos de razonamiento se comparan estos atributos característicos de cada tipo de memoria con los de la huella objeto de recuperación, con otras huellas relacionadas y con los conocimientos sobre el funcionamiento de memoria.

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Pero también puede darse un procesamiento automático de algunos rasgos. Johnson (1992; Johnson, Hashtroudi y Lindsay, 1993) adopta las propuestas de Hasher y Zacks (1979) sobre el procesamiento automático y propone que éste se produce por la mediación del sistema de procesamiento sensorial que en 1992 incluye en el sistema de procesamiento perceptivo.

El sistema perceptivo está compuesto por dos subsistemas: P-1 encargado de localizar, resolver la configuración, rastrear y extraer invariantes de los estímulos (estos procesos se producen de forma no consciente); y P-2 encargado de emplazar espacialmente los objetos en su relación con otros, identificar, examinar perceptivamente y estructurar o abstraer los estímulos como un conjunto organizado.

El sistema reflexivo está compuesto por el subsistema R-1 encargado de observar relaciones, fijar la atención, refrescar la información que permanece activa y reactivar la que está fuera de la conciencia; y el subsistema R-2 es el encargado de descubrir, iniciar, repetir, y recuperar información. Este subsistema R-2 actúa de forma análoga al anterior subsistema R-1, pero de forma más deliberada. La actuación del subsistema R-1 produce la recuperación incidental de la información, mientras que la actuación del R-2 produce la recuperación intencional. El control y seguimiento de los procesos activos en R-1 se realiza mediante procesos de supervisión y el de los procesos activos en R-2 mediante procesos ejecutivos.

En resumen, la principal característica del modelo MEM es que los rasgos de las huellas de memoria y las demandas de la tarea pueden implicar un tipo u otro de recuperación según los mecanismos de memoria  que se pongan en marcha. Este modelo comparte algunos aspectos con las propuestas basadas en sistemas de memoria, aunque Johnson (1992) no utiliza el término sistema según su definición estándar.

CONCLUSIONESHasta aquí se han analizado algunas de las principales propuestas

que tratan de explicar los procesos de recuperación. Estas propuestas giran en torno a un eje fundamental: la distinción entre la recuperación controlada y la recuperación automática.

Los modelos HAM de Anderson y Bower (1972, 1793, 1974) y GAPS de Tulving (1983) constituyen la base de las propuestas sobre recuperación controlada (Baddeley, 1982; Jones, 1982). Las teorías sobre niveles de procesamiento (que no se han contemplado aquí por tratarse más de propuestas sobre los procesos de codificación que sobre los de recuperación) constituyen la base de algunas de las propuestas explicativas sobre la recuperación automática dependiente de los procesos de codificación (Roediger, 1990; Roediger, Weldon y Challis, 1989), fundadas en el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973). Además existen otras dos propuestas que distinguen

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entre recuperación automática y controlada, una se basa en sistemas diferentes de memoria responsables de cada tipo de recuperación, y la otra se basa en que en la recuperación controlada y en la automática están implicados procesos de memoria distintos.

Analizando globalmente todas las propuestas se pueden destacar varios puntos que distinguen entre recuperación controlada y automática: el tipo de información objeto de la recuperación, el objetivo de la recuperación, el tipo de tareas utilizado, los procesos implicados y el tipo de experiencia a que dan lugar. En todos ellos ocupa un lugar destacado el contexto.

Tipo de informaciónEl tipo de información objeto de la recuperación controlada tiene

unas características muy diferentes a la de la información recuperada mediante el procesamiento automático. La característica principal de la información recuperada de forma controlada es su carácter episódico. Esta información episódica tiene dos componentes característicos (Tulving, 1972): un componente perceptivo que resulta ser la información central o los estímulos originales, y un componente conceptual que se define mediante las características semánticas de la información anterior que se encuentran determinadas por el contexto. El contexto que está asociado a (Anderson y Bower, 1972) o integrado con (Tulving, 1983) la información perceptiva le da el significado concreto, haciendo de cada presentación una representación única. Según Tulving (1983) pueden distinguirse dos ejes contextuales: el eje espacio-tiempo y el eje autobiográfico. El primero localiza la información en un espacio y tiempo determinado y el segundo la enmarca en la historia vital del sujeto impregnándola de un aroma emocional (Craik, 1989).

Por el contrario, la información objeto de recuperación automática carece de contexto. Se trata de una información puramente sensorial y presemántica (Schacter, 1989). La carencia de contexto da a la información el carácter presemántico, ya que es el contexto el que define el significado o el sentido de la información sensorial. No se trata de información episódica, sino más bien se produce una recuperación de rasgos sensoriales, es una recuperación sin huella de memoria, sin contexto (Hayman y Tulving, 1989).

Ademas, podemos afirmar que las huellas de memoria están compuestas por diferentes atributos (Baddeley, 1982), rasgos (Johnson, 1983, 1992; Johnson y Raye, 1981; Johnson, Hashtroudi y Lindsay, 1993), o componentes (Hintzman, 1976; Hasher y Zacks, 1979, 1984) con distintos grados de automaticidad de procesamiento (desde los más automáticos hasta los que requieren de un gran gasto de recursos para ser procesados). Esto elementos definen el tipo de huella que es objeto de los procesos de recuerdo (procedimental, semántica y episódica), en función del resto de los factores, siendo una la información pero que puede ser recuperada con diferentes “adornos” que la confieren el carácter específico de cada tipo de recuperación.

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ObjetivoTambién el objetivo de la recuperación es diferente en cada caso

(Jacoby et al., 1989). La recuperación controlada tiene como objetivo recuperar información episódica, esto es, recuperar la información y su contexto. El objetivo es la recuperación en sí, como fin.

En la recuperación automática el fin último no es recuperar la información, sino realizar una tarea en la que el sistema precisa manejar una información determinada. En este caso la recuperación es el medio que permite la consecución de un objetivo distinto, que puede ser realizar una tarea de lenguaje, perceptiva, conductual, etc.

TareasPara resolver una tarea explícita, en la que los sujetos deben

recuperar intencionalmente una huella de memoria, es necesaria una recuperación controlada (Jacoby, 1991). Para que el sujeto sea consciente de que debe recuperar una huella de memoria, y por tanto una información que ya se le presentó antes, se le proporcionan instrucciones que incluyen de alguna forma el contexto de la información. Tres son las tareas de este tipo: recuerdo libre, recuerdo con indicios y reconocimiento. En las tareas de recuerdo al sujeto se le proporciona el contexto y debe recuperar la información, con ayuda de indicios específicos o de forma libre, y en las de reconocimiento se le proporciona la información y debe recuperar el contexto.

Las tareas implícitas, en las que los sujetos deben recuperar incidentalmente una huella de memoria, esto es sin ser conscientes de estar recuperando, se realizan mediante la recuperación automática de información (Schacter, 1987). Son tareas de procedimientos o tareas en las que juega un papel la familiaridad o fluidez que puede ser conceptual (en términos de memoria semántica) o perceptiva.

ProcesosToda una serie de propuestas se basan en la diferencia de

procesamiento entre la recuperación automática y la controlada. La característica principal del procesamiento controlado es la elaboración (Baddeley, 1982; Jones, 1982; Mandler, 1980). Se trata de una recuperación costosa, analítica, que incluye varios procesos como la generación de candidatos y su reconocimiento (Anderson y Bower, 1972), o la integración contexto-información perceptiva y subsiguiente ecforía (Tulving, 1983). El procesamiento controlado se encuentra guiado por el contexto. Según Anderson y Bower la búsqueda no se realiza al azar sino que el contexto la delimita. Los indicios de recuperación serán claves que permitirán que la recuperación se complete satisfactoriamente. Sin ellos los procesos de búsqueda pueden dar como resultado la recuperación de información errónea debido a la multitud de representaciones que pueden existir en el sistema, tantas como significados tengan los estímulos (Anderson y Bower, 1974; Tulving y Thomson, 1973).

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Por el contrario, la activación es la característica que define el procesamiento automático (Jones, 1982, 1987). Aquí no se dan procesos de elaboración sino de activación o fluidez (Mandler, 1980) facilitando la consecución de una determinada tarea. Las características sensoriales (Roediger, 1990; Roediger y Blaxton, 1987) o la información de los estímulos que se procesa de forma automática (Hasher y Zacks, 1979) guían este tipo de procesamiento. De ahí que se afirme que este tipo de procesamiento se encuentra guiado por los datos o perceptivamente, mientras que la recuperación controlada está guiada conceptualmente.

Tipo de experienciaEl tipo de experiencia a que da lugar cada una de las

recuperaciones varía en función de cada uno de los aspectos analizados anteriormente. Se ha propuesto (Rajaram, 1993) un continuo desde las respuestas más controladas hasta las más automáticas, donde se pueden distinguir tres tipos de respuestas: de “recordar”, de “conocer” y “respuestas implícitas”. En la recuperación controlada se produce una respuesta de “recordar” (Gardiner, 1988; Rajaram, 1993; Tulving, 1985) en la que el sujeto es consciente de que la información que se recupera es una huella de memoria y por tanto una información que se presentó en un contexto determinado de su vida, en un espacio y tiempo dados (conciencia autonoética).

En la recuperación automática se dan dos tipos de respuesta según algunos autores (Gardiner, 1988; Gardiner y Java, 1990; Rajaram, 1993). Por un lado respuestas de “conocer”, esto es, respuestas en las que el sujeto no tiene conciencia de que la información se ha presentado en un momento determinado de su pasado, aunque sí tiene conciencia de que tiene ese conocimiento. Es lo que Tulving (1985) denomina conciencia noética. Se tiene conciencia de la información pero no conciencia de su contexto. Por otro lado, habría una respuesta aun más automática en la que el sujeto ni siquiera tiene conciencia de que tiene o está utilizando esos conocimientos, son las “respuestas implícitas” (Rajaram, 1993) en las que no existe conciencia de la información ni de su contexto.

Así pues, a partir de estas explicaciones podemos concluir que:a) La información almacenada en la memoria está compuesta por

múltiples rasgos: información perceptiva, información contextual, información conceptual, información procedimental. Dependiendo de la presencia en mayor o menor grado de uno u otro tipo de información podemos distinguir entre: 1) huellas de memoria que son aquellas que implican que un hecho tuvo lugar en un espacio y tiempo determinados de la biografía del sujeto, se trata por tanto de información episódica; 2) conceptos que son conocimientos de carácter general o de tipo enciclopédico y en los que el rasgo fundamental es el significado; y 3) procedimientos  que implican rutinas, habilidades o reglas de actuación.

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b) La información almacenada en la memoria se puede expresar de formas diferentes mediante procesos cognitivos distintos, en función del objetivo de la recuperación. Cuando el objetivo es la recuperación de huellas de memoria, mediante procesos controlados, se recuperan los componentes episódicos de la información. Cuando el objetivo es recuperar un conocimiento o concepto, mediante procesos inferenciales y/o procesos de activación, se recuperan los componentes semánticos de la información. Cuando el objetivo es la realización de una tarea en la que la recuperación es el medio que permite su consecución, mediante procesos automáticos se recuperan los componentes procedimentales, sensoriales o rasgos automáticos de la información.

c) Cada tipo de recuperación lleva a un tipo diferente de experiencia de recuperación. En el caso de la recuperación de huellas de memoria el sujeto es consciente de recuperar una información que forma parte de su pasado. Cuando recupera información conceptual o conocimientos es consciente de recuperar una información que aprendió en algún momento y que forma parte de su saber enciclopédico. Cuando realiza una tarea que requiere recuperar información como medio y no como fin, el sujeto es consciente de poner en marcha unas habilidades que posee, pero no de estar recuperando información de memoria.

d) El contexto está detrás de cada uno de los tres aspectos mencionados. Define el tipo de información ya que la información episódica se diferencia del resto en que es la única que contiene referencias al contexto autobiográfico. Guía el tipo de recuperación que se lleva a cabo en función del objetivo ya que sólo las tareas que implican la manipulación del contexto (recuerdo libre, recuerdo con indicios y reconocimiento) llevan a la recuperación episódica. Y determinan el tipo de experiencia a que da lugar la recuperación ya que es el contexto el que proporciona la experiencia de que una información ha sucedido en un tiempo y lugar específicos del pasado de un sujeto.Procesos de recuperación en recuerdo y reconocimiento

Es importante distinguir cómo se recupera la información de la memoria porque: a) tanto las tareas de recuerdo como las de reconocimiento pueden realizarse de forma controlada (lo que requiere un esfuerzo consciente de recuperación) y de forma automática; b) a los procesos automáticos no les afecta la disponibilidad de recursos cognitivos y por lo tanto las situaciones de doble tarea, lo cansado que esté el testigo o lo nervioso que se ponga al prestar declaración; y c) dan lugar a experiencias de recuperación diferentes, ya que en la recuperación automática el testigo no tiene conciencia de estar recordando, pero la información previamente almacenada afecta a su comportamiento, mientras que en la recuperación controlada el testigo es consciente de la recuperación y solo sobre ésta puede emitir juicios y ser verbalizada.

Por ejemplo, cuando le pedimos a un testigo que señale al posible autor de un delito en una rueda de reconocimiento puede hacerlo mediante un proceso de razonamiento que implica recuperar la imagen del autor de delito y compararla

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con cada uno de los componentes de la rueda, o basarse en la sensación de familiaridad que le genera alguna de esas personas sin la experiencia de memoria que le permite ser consciente de porqué resulta familiar.

De igual modo ocurre con los recuerdos. La recuperación sobre qué ocurrió puede realizarse mediante un proceso de reconstrucción e inferencia más cercano a la solución de problemas o de forma automática, como ocurre cuando de pronto se hacen accesibles recuerdos simplemente por el hecho de estar asociados, por ejemplo, a un determinado olor muy familiar.

Cada proceso tiene unas características específicas, se ve influenciado por distintos factores, está soportado por diferentes sistemas de memoria y da lugar a experiencias de memoria diferentes que provocan declaraciones e identificaciones distintas.

Además, todos estos elementos explican, entre otras cosas, porqué no son válidos algunos de los sistemas de detección de la mentira basados en la medición del gasto de recursos cognitivos, bajo el supuesto de que la producción de una mentira requerirá más recursos que la descripción de un suceso real (ver capítulo 14). En algunos casos, recuperar un detalle real puede requerir más recursos cognitivos que la generación de una mentira. Explica, también, porqué los testigos algunas veces no son capaces de describir qué hicieron en una determinada situación, siendo supuestos expertos, y se comportan como novatos. O porqué no siempre son fáciles las valoraciones que el testigo hace sobre sus propios recuerdos y reconocimientos.

A continuación describiremos las principales propuestas sobre sistemas de memoria, para después centrarnos en los diferentes procesos implicados en la recuperación automática. Sobre las experiencias de memoria nos centraremos en el capítulo siguiente.

Sistemas de memoria

Podemos distinguir entre varias categorías de memoria en el eje automático-controlado cada una de las cuales ha dado lugar a dimensiones diferentes, aunque relacionadas.

Memoria declarativa y memoria procedimental

Para un testigo podría ser relativamente fácil describir unos determinados hechos, pero mucho más difícil informar pormenorizadamente acerca de cómo llevó a cabo una acción. Por ejemplo, intente describir de forma detallada cómo conduce. De este modo, a un piloto de avión le sería muy difícil describir detalladamente todos y cada uno de sus comportamientos implicados en la gestión de la nave. Igualmente, le será difícil a un técnico experto detallar cómo hace para ensamblar un motor o para programar una máquina de diagnóstico médico. En la medida en que se tratan todas ellas de acciones que forman parte de un procedimiento repetido hasta la saciedad durante un amplio periodo de tiempo, se habrán automatizado y la realización de gran

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parte de esas acciones deja de ser consciente, lo que no implica una peor ejecución sino más bien lo contrario.  A un conductor experto le puede ocurrir recorrer un trayecto, y cuando llega a su destino no ser del todo consciente de cómo lo ha hecho, aun cuando esa conducción “automática” no implique cometer errores, seguramente menos que los que cometerá un conductor novel. Por otro lado, si a ese conductor experto o a ese técnico les obligamos a realizar la tarea de forma completamente consciente, por ejemplo pidiéndoles que vayan describiendo qué hacen, nos encontraremos con que su rendimiento disminuirá significativamente.

Estos hechos se explican por la implicación de diferentes tipos de memoria.

Squire (Squire, 1986; Squire y Cohen, 1984; Squire, Knowlton y Musen, 1993; Haist, Shimamura y Squire, 1992) distingue entre dos sistemas diferentes de memoria, basados en el conocimiento declarativo y en el conocimiento procedimental (ACT; Anderson, 1976). O más recientemente, entre memoria declarativa y memoria no-declarativa (Squire, 1994).

El conocimiento declarativo es definido por Anderson como el conocimiento de los hechos sobre el mundo, “el saber qué” ; mientras que el conocimiento procedimental es aquel que se refiere a cómo se hacen las cosas, “el saber cómo”. Según Ryle (1949) ambos tipos de conocimiento se diferencian, en cuanto a su adquisición, en que el declarativo se adquiere como un todo-o-nada y puede obtenerse repentinamente a través de la palabra; el conocimiento procedimental, sin embargo, se adquiere de forma gradual a través de estrategias. Anderson (1976) añade a la distinción que el conocimiento declarativo puede comunicarse verbalmente, cosa que es extremadamente difícil en el caso del procedimental. Tanto la memoria episódica como la memoria semántica son memorias declarativas.

Squire y Cohen (1984) recogen la distinción de Anderson y la plantean en términos de sistemas de memoria; la memoria declarativa y la memoria procedimental son propuestas como dos sistemas diferentes. Squire (1990) les atribuye las siguientes características: a) la memoria declarativa está modelada por el mundo exterior, es explícita,  es una memoria para hechos, es flexible y está basada en el aprendizaje con una única presentación; y b) la memoria procedimental es una colección heterogénea de capacidades o habilidades motoras, perceptivas y cognitivas, está basada en los cambios en comportamientos específicos, es responsable de la capacidad para responder a estímulos en situaciones de condicionamiento clásico, recoge los cambios temporales en el proceso de facilitación, es la responsable de los cambios de comportamiento a través de la experiencia, y es implícita.

Posteriormente, Squire (1994) abandona el término memoria procedimental en favor de memoria no-declarativa para referirse a las habilidades de memoria no conscientes, en contraste con la recuperación consciente de hechos y sucesos que define como memoria declarativa, y afirma la similitud de significado entre los términos memoria no-declarativa y memoria implícita.

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Memoria explícita y memoria implícita

La memoria explícita fue definida por Schacter (1987) como la recuperación intencional o consciente de un episodio previamente aprendido, mientras que por memoria implícita hace referencia a aquellos cambios en la ejecución de una tarea o conductas producidas por experiencias previas en pruebas que no requieren la recuperación consciente de dichas experiencias. Las tareas de recuperación explícita necesitan el procesamiento consciente de la información (Merikle y Reingold, 1991; Parkin, Reid y Russo, 1990), así como la recuperación consciente del material presentado previamente (Bowers y Schacter, 1990).

Frecuentemente los términos explícito e implícito se asocian más con tareas que con sistemas de memoria, siendo el propio Schacter (1987; Schacter y Tulving, 1994) quien reconoce que no puede hablarse de sistemas de memoria implícitos y explícitos aunque es frecuente encontrar en la literatura esta mención a los sistemas. Los términos explícito e implícito son conceptos descriptivos que se refieren a las diferentes formas en que una memoria puede expresarse (Schacter y Tulving, 1994).

Diferentes propuestas tratan de explicar la ejecución de las tareas implícitas: el sistema PRS de representación perceptiva y el sistema QM o de cuasimemoria sin huella.

Schacter (1992, 1994) propone un sistema de representación perceptiva (PRS) responsable de los efectos de facilitación en el acceso a la información almacenada en la memoria, que se darían en la recuperación implícita. El sistema PRS actuaría independientemente del sistema de memoria episódico o declarativo y sería el encargado de procesar y representar la información sobre formas y estructuras dejando de lado significados y otras propiedades asociativas de palabras y objetos.

Por otro lado, Hayman y Tulving (1989 a y b) sugieren que los efectos de facilitación se producirían por la mediación de otro sistema de memoria que denominan cuasimemoria sin huella (QM), de propiedades también muy diferentes a las del sistema de memoria episódico. En este sistema QM cuando se produce una presentación sensorial el aprendizaje ocurre por cambios en los procedimientos que operan con los estímulos, y no por el establecimiento de huellas que representen los estímulos originales necesarios para la recuperación consciente. Los cambios en el sistema QM incrementan la probabilidad o rapidez de respuesta ante un determinado estímulo, pero no suponen el conocimiento de que un estímulo se haya presentado en un momento dado.

Procesos de recuperación

Como señalamos al inicio del capítulo, para resolver tareas de memoria se pueden emplear dos tipos de procesos: a) la activación de una representación mental que facilita la accesibilidad de la información almacenada, y b) la elaboración que establece relaciones entre los diferentes componentes mentales de los contenidos e incrementa su probabilidad de recuperación (Graf y Mandler, 1984). Es decir, la mayor parte de las tareas de

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memoria podrían ejecutarse mediante procesos automáticos o controlados, asociados a distintos niveles de conciencia, pero de idénticos resultados si medimos su efectividad únicamente en términos de exactitud. Así ocurre tanto con tareas de recuerdo como con tareas de reconocimiento.

Reconocimiento

En el reconocimiento de personas las experiencias de memoria darían lugar a dos formas diferentes de realizar la tarea de identificación: por familiaridad (me suena esa cara) o por identificación (justo esa es la persona que el viernes de la semana anterior, en el garaje, me robó la cartera). La primera implica un camino directo que no precisa de procesamiento consciente, mientras que la identificación es indirecta y requiere de un proceso de elaboración  consciente (Mandler, 1980).

En la misma dirección, Jacoby y Dallas (1981) proponen dos tipos de reconocimiento, reconocimiento perceptivo ymemoria de reconocimiento. El reconocimiento perceptivo se lleva a cabo mediante juicios de familiaridad, teniendo en cuenta información física; mientras que la memoria de reconocimiento coincide con el reconocimiento por identificación como resultado de procesos de elaboración planteado por Mandler (1980), mediante procesos de toma de decisión que implican la recuperación del contexto en que se codificó la información.

Los procesos que se llevan a cabo cuando el sujeto necesita recuperar el contexto para responder de forma analítica a las tareas (procesos de toma de decisión) son conscientes y controlados. La característica principal de la recuperación controlada es la elaboración (Baddeley, 1982; Jones, 1982; Mandler, 1980). Se trata de una recuperación costosa, analítica, que incluye varios procesos como la generación de candidatos y su reconocimiento (Anderson y Bower, 1972), o la integración contexto-información perceptiva y subsiguiente ecforía (Tulving, 1983). El procesamiento controlado se encuentraguiado por el contexto. Según Anderson y Bower la búsqueda no se realiza al azar sino que el contexto la delimita. Los indicios de recuperación serán claves que permitirán que la recuperación se complete satisfactoriamente. Sin ellos los procesos de búsqueda pueden dar como resultado la recuperación de información errónea debido a la multitud de representaciones que pueden existir en el sistema, tantas como significados tengan los estímulos (Anderson y Bower, 1974; Tulving y Thomson, 1973).

Los procesos basados en la fluidez perceptiva son automáticos y se producen normalmente cuando se realizan reconocimientos por adivinación. La facilitación que se produce en una tarea indirecta de memoria no necesita ir acompañada por ningún tipo de intención de recordar o conciencia de hacerlo, mientras que la ejecución de una tarea directa de memoria requiere que los sujetos recuperen intencionalmente un episodio pasado (Jacoby, 1991, 1994).

Jacoby y Dallas (1981) relacionan su distinción con la propuesta de Tulving (1972) que distingue entre memoria episódica y memoria semántica. El reconocimiento por identificación es una tarea de memoria episódica, ya que

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depende de que se haya formado una huella episódica; mientras que el reconocimiento perceptivo es una tarea de memoria semántica que depende solamente del nivel de activación de la representación semántica del ítem evaluado. Este hecho explica por qué variables como el nivel de procesamiento afectan al reconocimiento por identificación y no al reconocimiento perceptivo, puesto que el nivel de procesamiento influye en la probabilidad de que se forme una huella episódica. En esta dirección, Jacoby (1982) señala que el escaso rendimiento en tareas de reconocimiento que presentan los sujetos amnésicos se explica porque no son capaces de utilizar espontáneamente procesos de elaboración durante la fase de estudio de la información y tienden a basarse en una identificación perceptiva para resolver las tareas de reconocimiento.

En la recuperación de información semántica el sujeto no es consciente del contexto en que se adquirió ese conocimiento. Sin embargo, una de las características principales de la memoria episódica es precisamente que el sujeto es consciente de estar recordando una experiencia previa (Tulving, 1983). En el primer caso se habla de experiencia de conocimiento y en el segundo caso de experiencia de recuerdo. De esta forma, el reconocimiento perceptivo (tarea de memoria semántica) no requiere que el sujeto sea consciente de que está recuperando para que aparezcan efectos del estudio previo.

Recuerdo

En el recuerdo ocurre algo similar al reconocimiento. El recuerdo incidental autobiográfico es una experiencia relativamente común, que frecuentemente se produce en situaciones en las que algo de pronto evoca el recuerdo de un suceso vivido previamente (Berntsen y Hall, 2004). Sin embargo, en otras ocasiones el recuerdo se hace accesible sólo depués de un costoso proceso de recuperación. Así, podemos diferenciar entre recuerdo intencional y recuerdo incidental.

El acceso directo a la huella de memoria tiene un alto componente de procesamiento automático (Jones, 1982, 1987). Mientras que el acceso indirecto implica la búsqueda y generación de la información, y procesos de toma de decisión acerca del origen de los recuerdos, cercanos a las tareas de resolución de problemas y en los que están implicados procesos controlados. Según Jones, la recuperación que implica procesos automáticos se explicaría mediante el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973) mientras que la recuperación indirecta se explicaría mediante los modelos de generación-reconocimiento (Anderson y Bower, 1973). La ruta directa (más automática) tiene en común con el principio de codificación específica que el grado de solapamiento entre la información que proporciona la recuperación y la información de la huella de memoria es lo que permite que el acto de recuperación sea un éxito o un fracaso. Sin embargo, la ruta indirecta, a través de toda la red, implica esfuerzo y gasto de recursos cognitivos y sería similar al proceso de generación de candidatos en los modelos de generación-reconocimiento (Jones, 1987).

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En este sentido, Baddeley (1982, 1990) distingue entre dos tipos de recuerdo: recuperación y evocación automáticade la información.

La recuperación hace referencia a un proceso activo que incluye la búsqueda mediante indicios de recuperación, la evaluación de los candidatos y la construcción sistemática de la representación de una experiencia pasada que pueda ser aceptable. La elaboración y el nivel de procesamiento afectan de forma importante a este tipo de recuperación.

La evocación automática por la vía directa de la accesibilidad que producen los indicios se explica según Baddeley mediante el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973), como también propone Jones (1982).

Pero además, determinados tipos de información podrían ser más propensos a procesarse de forma automática. Mientras que otros requieren de procesos inferenciales para poder ser recuperados.

Procesamiento automático de detalles

A finales de los años setenta, Hasher y Zacks (1979) analizaron algunos aspectos de la información que, para ser codificados, requieren recursos atencionales mínimos, y que denominan automáticos. Estas operaciones automáticas de la memoria funcionan a un nivel constante bajo circunstancias muy diversas que implican grados distintos de recursos disponibles y no se benefician de la práctica. Estos procesos automáticos procesan información de los sucesos como su frecuencia de ocurrencia, su localización espacial y temporal, y el etiquetado. Más adelante, Hasher y Zacks (1984) confirman estos resultados respecto a la frecuencia de ocurrencia de un suceso. No obstante, estos datos han sido refutados en experimentos llevados a cabo por otros investigadores que con medidas diferentes de memoria han mostrando que la frecuencia de ocurrencia es sensible a variables como la intención, las tareas de atención dividida o a las estrategias de codificación que afectan a los niveles de procesamiento (Greene, 1984, 1986; Naveh-Benjamin y Jonides, 1986); de igual forma, se han encontrado evidencias opuestas a la automaticidad del procesamiento de aspectos como la localización espacial (Naveh-Benjamin, 1987, 1988) y la información de orden temporal (Naveh-Benjamin, 1990, Troyer y Craik, 2000). Sin embargo, Ellis (1990) encontró, con una tarea distinta a la utilizada por Naveh-Benjamin, que la codificación espacial cumplía con los criterios de automaticidad.

Una explicación a la contradicción entre los datos obtenidos por unos y otros experimentadores se encuentra en los trabajos de Bargh (1982, 1988; Bargh y Pietromonaco, 1982), que teniendo en cuenta las propuestas de Hasher y Zacks (1979), muestran que algunos aspectos relacionados con información relevante para el sujeto y relativos a la percepción social y a la interpretación de situaciones se procesan de forma automática. Algunos aspectos del suceso pueden ser procesados automáticamente siempre y cuando tengan relevancia para el sujeto respecto a unas metas específicas (Bargh, 1988) o se vean afectados por constructos crónicamente accesibles

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(Bargh y Pietromonaco, 1982; Diges, 1995) que facilitarán su procesamiento incrementando la automaticidad de codificación para poder dirigir los recursos disponibles a la codificación consciente de otro tipo de información del suceso.

Así pues, podemos afirmar que no todo tipo de detalles se procesan de la misma forma, lo que condiciona su recuperación. 

Memoria y contextoA todos nos ha ocurrido alguna vez no poder identificar a una persona, por el hecho de que el entorno donde habitualmente coincidimos con ella no es el actual. ¿De qué la conozco? El proceso que tratamos entonces de llevar a cabo consiste en localizar previamente ese contexto para facilitar la identificación. ¿Es del trabajo?, ¿de casa?, ¿quizá de la televisión?.

Por otro lado, todos hemos vivido la experiencia acerca de cómo nuestro estado de ánimo parece condicionar el tipo de recuerdo. Así, basta estar en un funeral para que la mayoría de los recuerdos que se hacen accesibles tengan una estrecha relación con el fallecido en particular, otros fallecidos cercanos, situaciones penosas...

En estos y otros fenómenos de la memoria, el contexto juega un papel fundamental. Pero no sólo en la recuperación de las huellas de memoria, dificultando o facilitando el proceso, sino también en su codificación. Así, el hecho de estar en un contexto dado hace que interpretemos la información que se nos presenta de una determinada manera. Por ejemplo, el hecho de estar en una calle oscura, casi desierta, de madrugada, hace que la persona que se nos acerca adquiera rasgos amenazadores, y bajo esta etiqueta será interpretado cualquier detalle sobresaliente de esa persona. Una persona que pierde el conocimiento a las 3 de la madrugada irá bebida, pero si es a las 12 del mediodía estará enferma. La realidad nos demuestra que en muchas ocasiones estas interpretaciones son erróneas, pero condicionan lo que recordaremos posteriormente.

Así, el contexto define el tipo de información, ya que los recuerdos episódicos se diferencian del resto en que contienen referencias al contexto autobiográfico; guía el tipo de recuperación, ya que sólo las tareas que implican la manipulación del contexto (recuerdo libre, recuerdo con indicios y reconocimiento) permiten la recuperación episódica explícita; y finalmente parece que también interviene en el tipo de experiencia a que da lugar la recuperación, ya que es el contexto el que proporciona la experiencia de que una información ha sucedido en un tiempo y lugar concreto del pasado de un sujeto.

Sin embargo, existe falta de consistencia entre los diferentes datos encontrados por numerosos investigadores con objeto de analizar el papel del contexto, tanto ambiental como emocional. Un meta-análisis (Smith y Vela, 2001) sobre 41 investigaciones (75 estudios) muestra que el contexto ambiental afecta a la memoria, aunque de forma débil y en condiciones muy específicas. Así, en ocasiones se encuentran datos a favor de dependencia contextual y en otras no. Esta aparente inconsistencia parece querer decir que podrían existir muy diferentes tipos de contextos, unos que parecen ser

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importantes para los procesos de codificación y recuperación y otros que parecen ser más irrelevantes. Así, la inconsistencia podría explicarse mediante las hipótesis que aluden al tipo de procesamiento que ha sufrido el contexto y la información (interactivo o independiente), a la tarea de recuperación (recuerdo o reconocimiento) y/o a las medidas de memoria implicadas (rendimiento, calidad de los recuerdos, latencia de respuesta...).

En la mayoría de los trabajos que mencionan al contexto se echa en falta su definición, lo que podría llevarnos a que cada autor se esté refiriendo a cosas diferentes. El contexto ha sido definido como la información o las etiquetas asociadas a una serie de items (Anderson y Bower, 1972), los conocimientos previos que se tienen sobre un texto a memorizar (Bransford y Johnson, 1973), el entorno espacio-temporal en que aparece un ítem (Hirst, 1989), el ambiente físico que rodea la presentación de un ítem (Smith, 1979), el estado emocional del sujeto (Bower, 1981), el estado mental o cognitivo del sujeto en el momento de la codificación y recuperación (Tulving, 1983)...

Davies y Thomson (1988), en su libro Memory in context: Context in memory, tratan de concretar qué se entiende por contexto. Según estos autores todas las definiciones asumen la distinción entre estímulo y entorno, figura y fondo. Sin embargo, su definición no es fácil, y quizá el concepto de contexto engloba a su vez otros conceptos muy diferentes unos de otros. Así, podemos hablar de contexto como estado, como ambiente, como significado...etc. Pero ¿qué es en cada uno de los casos estímulo y qué es entorno?. Según algunos autores (por ejemplo, Lockhart, 1988) la diferencia viene determinada por la meta u objeto de la tarea que percibe el sujeto.

Contexto semántico vs. contexto episódico

La clasificación más elemental que podemos hacer respecto a los diferentes tipos de contexto tiene que ver con la distinción que hace Tulving (1972) entre información semántica e información episódica, de forma que en primer lugar proponemos distinguir entre un contexto con características semánticas y otro contexto con características episódicas.

Contexto semántico

El contexto semántico sería aquel que implica información conceptual, haciendo referencia a aspectos relacionados con el significado de la información, e incluye referencias cognitivas sobre hechos o sucesos genéricos y sobre el conocimiento general. Un ejemplo de este contexto es el título o etiqueta que se proporciona en algunos experimentos como forma de contextualizar la información.

El efecto de este tipo de contexto es el que explica porqué una misma conducta puede ser interpretada por una persona como un delito y por otra como algo normal. Incluso porqué lo que en un contexto determinado nos pareció normal, ahora nos parece delictivo. Es lo que podría ocurrir, por

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ejemplo, con algunos casos de agresión sexual. El contacto físico que mantiene un padre y un hijo es normal bajo la etiqueta de relación paternofilial, y así se interpretan hechos relacionados con la higiene, el cuidado a los hijos o las muestras de afecto. Sin embargo, si lo miramos bajo el paraguas de una posible relación incestuosa entonces todas esas acciones, aun siendo exactamente las mismas cobran otro significado. De ahí el peligro que tienen algunas políticas de caza de brujas, finalmente todos terminamos hechizados.

Así pues, este contexto explica expresiones del tipo “nunca me había parecido, pero ahora que lo dice…”.

El contexto semántico tiene un fuerte efecto sobre la codificación y la recuperación de la información, afectando a su significado e interpretación. Los modelos de redes semánticas explican convincentemente algunos de los efectos encontrados cuando la manipulación del contexto semántico hace referencia a información del tipo de etiquetas, cuya función es marcar el suceso y facilitar la localización y accesibilidad durante la recuperación. Un cambio de etiqueta puede alterar el significado de los estímulos y dar lugar a que el sujeto acceda a una representación errónea.

La teoría de esquemas explica los efectos encontrados cuando se manipulan contextos que implican la actualización de diferentes esquemas. La utilización de un esquema distinto en la codificación y en la recuperación dificulta la recuperación de la información, e incluso puede impedir que se produzca, ya que los esquemas tienen como función la selección correcta de la información relevante, facilitar la inferencia correcta de la información perdida o no codificada y, en términos generales, facilitar la reconstrucción de los hechos originales.

Ambas teorías son capaces de explicar los efectos del contexto semántico sobre tareas explícitas e implícitas de memoria. La manipulación del contexto semántico por el hecho de afectar al significado de la información, a la activación o accesibilidad de una representación concreta de la información, se ve reflejada tanto en las tareas explícitas como en las tareas implícitas de memoria, sean tareas episódicas o semánticas (explícitas) o tareas procedimentales (implícitas). No obstante, los modelos de red se ajustan más a la explicación de las tareas semánticas y procedimentales, fundamentalmente a aquellas en las que se utilizan tareas de lenguaje. La teoría de esquemas explica tanto los efectos encontrados en tareas explícitas semánticas y episódicas como los encontrados en tareas procedimentales, aunque se ajusta más a los efectos contextuales sobre los procesos elaborados de recuperación ya que sólo bajo condiciones muy específicas los esquemas llevan a la recuperación automática de la información (con hechos extremadamente prototípicos).

Contexto episódico

El contexto episódico, a diferencia del contexto semántico (que se referiría a aspectos conceptuales y cognitivos de la información), haría referencia a información autobiográfica, esto es, a información que permite

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fechar temporalmente y localizar espacialmente la información respecto al propio sujeto y a otros sucesos, especificando dónde y cuándo se presentó una información respecto a la biografía del sujeto.

Al referirse a la memoria episódica, Tulving (1983) define el contexto como la información sobre el ambiente cognitivo en el momento de la codificación y de la recuperación, y sobre los aspectos espaciales y temporales que definen la información episódica como perteneciente a un espacio y tiempo del pasado personal del sujeto. Así pues, podemos distinguir entre varios tipos de contextos según esta definición. Por un lado, lo que ha venido a denominarse contexto ambiental y que hace referencia fundamentalmente a los aspectos espaciales que rodean a la información tanto en la fase de codificación como en la fase de recuperación. Por otro lado, tendremos el contexto emocional que hace referencia al estado de ánimo del sujeto, respecto al que se han descrito fenómenos de dependencia y de congruencia. Ambos tipos de contexto se han manipulado con frecuencia de forma independiente, sin embargo Tulving (1983) habla de un contexto cognitivo que puede ser algo más que la suma de los dos anteriores. Tanto es así que, por ejemplo, algunas hipótesis hacen depender los fenómenos del contexto ambiental de la experiencia emocional asociada a un ambiente determinado (Eich, 1995a). Algunos experimentos manipulan contextos cognitivos en este sentido, al reinstaurar el contexto de codificación pidiendo a los sujetos que rememoren simultáneamente tanto las condiciones ambientales como las emocionales presentes entonces.

Analizamos los tres tipos de contexto por separado.

Contexto ambiental

Se ha utilizado el término contexto ambiental para hacer referencia a los estímulos externos que de forma incidental aparecen relacionados explícita o implícitamente con el material objeto de aprendizaje en cualquier forma “significativa” (Smith, 1988). Una revisión de algunos de los trabajos más importantes en el área muestra que la mayoría de los contextos ambientales manipulados independientemente de otro tipo de contexto tienen una relación muy escasa con la información original.

Sin embargo, en ocasiones se han encontrado efectos de dependencia de contexto ambiental. Los procesos cognitivos implicados en la memoria se ven afectados de forma más o menos importante por la existencia de un determinado contexto ambiental en el que tiene lugar una experiencia.

No obstante, los diversos estudios que han analizado el efecto del contexto ambiental sobre los procesos de recuperación episódica muestran resultados contradictorios (Migueles y García-Bajos, 1997; Smith, 1988; Smith y Vela, 2001). De tal forma, que puede hablarse de la aparición y desaparición de los fenómenos de dependencia ambiental, que pueden explicarse aludiendo al tipo de contexto y a la tarea e información manipulada.

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Smith (1988) llevó a cabo una revisión de 29 investigaciones que han analizado el efecto del contexto ambiental, con 8 tareas de memoria distintas: recuerdo libre, recuerdo con indicios, reconocimiento, identificación perceptiva, recuerdo serial, reaprendizaje, deletreo, y reconocimiento de caras. En todos los tipos de tareas se han encontrado efectos. Sin embargo, en las tareas de recuerdo esos efectos se han encontrado más veces, en comparación con las tareas de reconocimiento, y a bastante distancia del resto de tareas.

Uno de los estudios más relevantes que ha encontrado efectos de dependencia ambiental es el realizado por Godden y Baddeley (1980) en el que pedían a los sujetos que recordaran y reconocieran una lista de palabras en tierra firme y bajo el agua. Cuando las condiciones de recuperación cambiaron de uno a otro medio, el rendimiento disminuía significativamente en las pruebas de recuerdo, pero no en las de reconocimiento. Pero, ¿qué tipo de manipulación supone el cambio de contexto bajo el agua o en tierra firme? Si analizamos minuciosamente los cambios que se han producido llegaremos a la conclusión de que no solo implican un cambio físico de ambiente, sino también cambios emocionales, fisiológicos, de percepción, etc. Además de un cambio de ambiente, el hecho de estar sumergido en el agua implica cambios de temperatura y de presión que suponen una variación de la cantidad de gases diferentes absorbidos por el organismo. La acumulación de anhídrido carbónico afectará a la atención, al sentido de la orientación, al criterio de respuesta y al tiempo de reacción a los estímulos, e induce estados de conciencia diferentes; y la acumulación de nitrógeno, que provoca embotamiento, euforia y depresión (Sancho, Morer, Bescós y Pardo, 1992). Según el USA Council for National Corporation in Aquatics (1990), los efectos mentales de cada 15 metros de descenso son equivalentes aproximadamente a los de un martini seco, de los que en mayor o menor medida no se libra ni el submarinista más experimentado.

Esto nos lleva a pensar si cuando Godden y Baddeley (1980) obtienen efectos de dependencia de contexto ambiental en realidad son efectos de dependencia de contexto cognitivo, donde estos efectos de dependencia los produce una combinación de ambiente y estados emocionales y fisiológicos integrados con la información en la biografía del sujeto.

Smith (1979) también encontró efectos contextuales del ambiente sobre tareas de recuerdo. En el primer experimento manipula el contexto cambiando la habitación de estudio en la fase de recuperación, pero fuerza el procesamiento del ambiente pidiendo explícitamente a los sujetos que elaboren un esquema de la habitación donde se les presentó el material. Estas instrucciones pueden haber llevado a una integración forzada del ambiente con la información presentada. Además antes de la prueba de recuerdo pide a los sujetos una tarea de reconocimiento que puede interactuar con el recuerdo libre posterior. En el experimento 2 manipula el contexto de cinco formas diferentes. Tres de las condiciones suponen la reinstauración contextual física, mediante fotografías o mentalmente con instrucciones de recordarla. Las otras dos condiciones implican un cambio contextual, forzando en una de ellas el procesamiento del ambiente como en el experimento anterior. Los resultados son similares a los encontrados en el primer experimento, es decir, el cambio de contexto afecta negativamente al rendimiento de los sujetos en las tareas

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de recuerdo, siendo aun peor cuando se produce el cambio de contexto y cuando se fuerza a los sujetos a procesar la habitación. En el tercer experimento solamente hay cuatro condiciones de cambio de contexto: dos implican cambio y las otras dos no cambio, variando entre ellas el número de habitaciones por las que pasa el sujeto, de dos a cinco habitaciones. Además los sujetos realizan cinco tareas diferentes antes de la tarea de recuerdo libre. Los resultados muestran que sólo se producen efectos negativos del cambio de habitación cuando los sujetos pasan por cinco habitaciones diferentes, una para cada tipo de tarea. De estos tres experimentos se puede concluir la importancia de las instrucciones previas de recuerdo que pueden suponer una reinstauración de contexto cognitivo (no solamente ambiental) sin que explícitamente se pida a los sujetos que la realicen. Si se presenta la prueba de recuerdo como una segunda parte del estudio, los sujetos pueden no tener dificultades en recuperar espontáneamente el contexto. Bjork y Richardson-Klavehn (1989) proponen que la reinstauración mental del contexto ambiental es tan efectiva como la reinstauración física, y que los sujetos reinstauran rutinariamente el contexto de aprendizaje en un contexto de prueba diferente a no ser que las condiciones de la situación de recuperación lo hagan difícil. Muestra de ello es que parece que el contexto ambiental sólo tiene un papel en la recuperación cuando los sujetos tienen dificultades en recuperar el origen de la información porque el resto de los elementos contextuales no permiten la discriminación. Siendo el contexto cognitivo el estar realizando un experimento, este contexto es igual para todas las tareas del experimento 3, lo único que varia es en qué habitación se presentó la información para realizar cada tarea. Esta explicación puede ser válida también para explicar los resultados del primer experimento. La tarea previa de reconocimiento puede producir un efecto de interferencia como también lo producen las cinco tareas del experimento 3, ya que en el mismo contexto cognitivo introducen una nueva tarea con material similar (algunos items son los mismos) que provoca que los indicios ambientales sean necesarios para discriminar el origen de la información en la tarea de recuerdo libre.

Esta hipótesis denominada por Smith (1988) como hipótesis de eclipsado (outshining hypothesis), señala que una información contextual es importante sólo cuando no existe otra que permita una mejor recuperación. Cuando la dificultad de la tarea es tal que sólo el contexto ambiental puede servir como indicio de recuperación encontramos que su manipulación afecta al rendimiento de los sujetos. Cuando se da otro indicio mejor, la manipulación del contexto ambiental no es efectiva, como puede ocurrir en las tareas de reconocimiento, en que como indicio se proporciona el mismo estímulo (Tulving, 1983). La importancia de las instrucciones y del tipo de tareas que se utilizan para pedir a los sujetos la recuperación de la información afectan de forma importante al papel del contexto en los procesos de memoria. Cuando el sujeto es capaz de reinstaurar por via externa o de forma espontánea un contexto mejor, más integrado con la información en la biografía del sujeto, el cambio de contexto ambiental es irrelevante (Bjork y Richardson-Klavehn, 1989). O incluso como han encontrado McDaniel, Anderson, Einstein y O’Halloran (1989) y Wilhite (1991) la reinstauración del contexto ambiental puede perjudicar la recuperación cuando existen otras estrategias de recuperación más efectivas, como en el caso en que los sujetos procesan el material en términos de su relevancia personal (McDaniel et al, 1989, exp. 5).

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Alonso y Fernández (1996) llevaron a cabo un experimento para tratar de confirmar que el contexto ambiental sólo tiene efectos sobre el rendimiento en tareas de recuerdo cuando los sujetos tienen dificultades en generar otros indicios mejores. Reinstauraron el contexto ambiental, manipulando la habitación donde tuvo lugar la prueba, con jóvenes y ancianos, partiendo del supuesto de que los ancianos tienen problemas en generar y utilizar indicios internos. Los resultados mostraron que la reinstauración ambiental no tuvo efectos sobre las tareas de recuerdo, pero analizando por separado el rendimiento de ancianos y jóvenes encontraron que en los primeros había diferencias significativas respecto a la reinstauración, mejorando el recuerdo en comparación con la condición de cambio de contexto ambiental.

Fernández y Glenberg (1985) son quizá de los investigadores que más han profundizado en el estudio del contexto ambiental en la memoria. Sus conclusiones llevan a confirmar las hipótesis anteriores acerca del efecto nulo del contexto ambiental entendido únicamente como cambio de contexto físico. Fernández y Glenberg llevaron a cabo 8 experimentos para tratar de encontrar algún efecto del contexto ambiental. El procedimiento seguido consiste en cambiar el contexto físico ambiental (la habitación) de la fase de estudio a la fase de recuperación, con una serie de matizaciones a lo largo de los 8 experimentos. En términos generales, no encontraron efectos sobre las tareas de reconocimiento, confirmando lo encontrado en otros estudios, pero tampoco sobre las tareas de recuerdo. Fernández y Glenberg explican este resultado aludiendo precisamente a la importancia de la relación entre el contexto y los items a recuperar. Sólo en el caso de que se establezca una relación de pertenencia causal entre el contexto ambiental y la información, este contexto tiene efectos sobre la recuperación. Posteriores investigaciones tampoco han encontrado efectos del contexto ambiental, ni aún cuando los sujetos son plenamente conscientes del cambio físico del contexto (Fernández y Alonso, 1994), aunque manipulaciones similares (habitación y olor de la misma) han proporcionado efectos significativos (Herz, 1997) pero moderados por factores de novedad y por lo apropiado o incongruente del ambiente manipulado, lo que supone un cambio más cognitivo que el puramente físico del ambiente.

Hipótesis sobre el efecto nulo de la manipulación del contexto ambiental

Eich (1995a) señala varios aspectos de los que depende que se den efectos de dependencia del contexto ambiental, señalando como más importantes las características de los items objetivo de la recuperación, la forma en que son codificados, la naturaleza de las tareas de recuperación, si los hechos son construidos como relacionados causalmente con la información ambiental más que simplemente contiguos a ella, si los hechos son visualizados interactivamente con el ambiente o como imágenes aisladas, la facilidad con que los sujetos pueden reinstaurar mentalmente el contexto de codificación durante las pruebas de recuperación, y la duración del intervalo de retención. Todos estos aspectos han dado lugar a lo largo de numerosos experimentos y distintos autores a varias hipótesis que tratan de explicar la carencia de efectos de dependencia de contexto ambiental.

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Dos factores aglutinan las hipótesis sobre el efecto nulo de dependencia ambiental: aquellas que hacen mención a los aspectos que intervienen en la relación entre el contexto ambiental y la información, y las que se basan en la fuerza o la relevancia del contexto manipulado en comparación con otra información, también contextual, más válida para el procesamiento de la información.

Relación contexto-información: Hipótesis de la integración contextual.

Baddeley (1982) distingue entre contexto de procesamiento independiente y contexto de procesamiento interactivo, para explicar el papel que juega el contexto en la codificación de la información. El contexto independiente se almacena junto con la información, pero no supone una modificación de la huella de memoria. Por el contrario, el contexto interactivo es cambia la forma en que se percibe un estímulo. Para Baddeley, el contexto ambiental es un contexto de procesamiento independiente, lo que explica su poco efecto sobre los procesos de recuperación.

Cuanto más repercute un indicio en el procesamiento de un ítem mayor es su efecto (Eich, 1985). Por ejemplo, no tiene la misma relevancia un indicio débilmente asociado con un ítem que otro fuertemente asociado (Tulving y Thomson, 1973), ni uno que afecta a su codificación conceptual con respecto a uno que afecta a su codificación perceptiva. Una de las explicaciones que Tulving y Thomson (1973) sugieren para explicar el efecto superior del recuerdo con indicios frente al reconocimiento es que un indicio externo puede alterar el significado de una palabra de tal forma que aún presentando la misma palabra como clave, en ausencia del indicio, ese significado (suma indicio+ítem) no podrá ser recuperado y, por tanto, se producirá un fallo en el reconocimiento. Recordemos que Anderson y Bower (1974) cuando reformulan el modelo de generación-reconocimiento planteado un año antes, incluyen como novedad que el proceso de codificación tiene como resultado un representación múltiple dependiendo de una etiqueta contextual proposicional, que permite diferenciar entre las diferentes acepciones o significados del ítem objeto de la representación. La representación de una palabra consiste en una representación sobre el significado de esa palabra, determinado por el contexto en que ésta se presentó. De esta forma, un contexto que no afecte al significado de un ítem no es relevante. Dependiendo del tipo de material o del tipo de tarea, el contexto ambiental afecta o no al recuerdo o al reconocimiento de un ítem si dicho contexto tiene algún papel en la representación conceptual de ese ítem. Las hipótesis formuladas por Fernández y Glenberg (1985) son de integración porque señalan que el contexto y la información deben estar relacionados causalmente. También la formulada por Baddeley (1982) que señala que sólo el contexto que se procesa interactivamente con los estímulos muestra efectos en la tareas de reconocimiento, mientras que el contexto ambiental que se procesa independiente solo muestra efectos sobre la accesibilidad de la información que se ve reflejada en tareas de recuerdo.

Un caso particular de estudios sobre el efecto del contexto ambiental sobre las tareas de reconocimiento son los realizados sobre el reconocimiento

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de caras. Diversas investigaciones (Watkins, Ho y Tulving, 1976; Winograd y Rivers-Bulkeley, 1977) han mostrado que la codificación de caras está sujeta a modificación dependiendo del contexto en que aparecen (Davies, 1988). Thomson, Robertson y Vogt (1982) realizaron uno de los estudios más completos sobre el reconocimiento de caras y el contexto físico, que operativizaron como una combinación de escenario, actividad y vestimenta. Los resultados mostraron que la presencia del contexto facilita el reconocimiento de caras. Pero, de igual forma, lleva también a un mayor número de falsas alarmas. Este tipo de resultados que muestran un fuerte efecto del contexto sobre el reconocimiento de caras son frecuentes (Davies, 1988). ¿A qué se puede deber que este tipo de contexto, físico (externo o ambiental), afecte al reconocimiento de caras y no al reconocimiento de otro tipo de material, como por ejemplo palabras?. Quizá es una muestra más de que el significado del material (Bain y Humphreys, 1988) y la integración de éste con el contexto (Eich, 1985) son elementos fundamentales para encontrar efectos, tal y como argumentaba Baddeley (1982). En el caso de las caras, un cambio de ambiente supone una codificación conceptual distinta. El procesamiento de una cara puede verse facilitado por la elaboración (Baddeley, 1982), teniendo en cuenta que la elaboración afecta al reconocimiento cuando el material elaborado (donde se incluye al contexto) es compatible con el material para ser recordado (Fisher y Craik, 1980). En el caso del reconocimiento de caras, tanto la compatibilidad del contexto como la estrategia (integradora) utilizada para procesarla influyen en la probabilidad de producir contextos interactivos más que contextos independientes, siendo los primeros los responsables de los efectos de la dependencia contextual (Baddeley, 1982).

El efecto del contexto ambiental sobre el reconocimiento de caras se ha encontrado en numerosas ocasiones (Bruce, 1988). No obstante, el reconocimiento de caras difiere sustancialmente del reconocimiento de cualquier otro tipo de información. Bruce señala que los procesos implicados en el reconocimiento de una cara están determinados por la familiaridad de esa cara, esto es, cuando se trata de caras conocidas intervienen procesos diferentes que cuando son caras desconocidas. La identificación de caras desconocidas en experimentos de laboratorio implica la recuperación correcta del contexto episódico en el que apareció, mientras que el reconocimiento de caras conocidas implica recuperar información semántica específica de la identidad de esa persona. Comparando las tareas de reconocimiento de caras con las de reconocimiento de palabras, Bruce hace análogos el reconocimiento de caras no conocidas con el reconocimiento de pseudo-palabras o sílabas sin sentido, mientras que el reconocimiento de caras conocidas sería similar a la tarea de reconocer palabras. Las palabras son siempre conocidas para el sujeto ya que están en su vocabulario.

De esta forma, la relación entre el contexto y la información varía en función de si la información es conocida para el sujeto. A este respecto, Dalton (1993) propone la hipótesis de familiaridad para explicar por qué el cambio de contexto ambiental afecta a un tipo de material (caras) y no a otro (palabras). Dalton analizó el papel de la familiaridad de los estímulos sobre el efecto de dependencia ambiental en el reconocimiento de caras. Los resultados mostraron que el cambio de contexto afecta más negativamente al

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reconocimiento de caras no conocidas que al de caras conocidas. A partir de estos resultados, Dalton propone que el reconocimiento de palabras muestra un efecto débil del contexto ambiental debido a que las palabras utilizadas suelen ser conocidas. Como lo demuestra el hecho de que el reconocimiento de pseudopalabras o sílabas sin sentido (CVC) se ve facilitado por la reinstauración contextual (Salasoo, Shiffrin y Feustel, 1985). Un contexto global (como Dalton define al contexto ambiental) juega un papel importante en la codificación del estímulo por primera vez. En cualquier caso, la duración y fuerza de esta dependencia contextual no resiste el paso del tiempo ni las sucesivas recuperaciones (Dalton, 1993).

Relevancia del contexto.

Una de las hipótesis que con más fuerza se ha defendido para explicar por qué se han encontrado en tan raras ocasiones efectos de dependencia del contexto ambiental en tareas de reconocimiento, es la hipótesis de eclipsado (Smith, 1988), que ya mencionamos anteriormente, según la cual una información contextual será importante sólo cuando no exista otra que permita una mejor recuperación. Basándonos en esta idea, el contexto ambiental tiene importancia en el procesamiento de la información únicamente cuando la dificultad de la tarea es tal que sólo este contexto puede servir como indicio de recuperación (Bower, 1992; Smith, 1979; Tobias, Kihlstrom y Schacter, 1992). Esto explica por qué es más dificil encontrar efectos de dependencia sobre las tareas de reconocimiento que sobre las de recuerdo libre, ya que en las de reconocimiento se proporciona como indicio una copia del estímulo (Tulving y Thomson, 1973) y cualquier otro indicio será irrelevante ante la fuerza de éste (Smith, 1988). De esta forma, este contexto no es relevante para la tarea de reconocimiento.

Los indicios proporcionados en las instrucciones (Bain y Humphreys, 1988) y las demandas de la tarea de recuperación (Murnane y Phelps, 1993) son elementos fundamentales a la hora de restar más o menos relevancia al contexto ambiental como indicio útil para el procesamiento de la información. Cuando el sujeto es capaz de reinstaurar por via externa o de forma espontánea un contexto mejor, el cambio de contexto ambiental es irrelevante (Smith, 1979, 1988; Bjork y Richardson-Klavehn, 1989). En este sentido, Alonso y Fernández (1996) proponen que la manipulación del contexto ambiental tiene efectos cuando los sujetos tienen dificultades en generar otros indicios mejores, principalmente internos.

Muy relacionada con la hipótesis del eclipsado, Smith (1988) también propone la hipótesis del diseño experimentalsegún la cual algunos cambios ambientales realmente no son un verdadero cambio. Por ejemplo, cambiar de habitación de la codificación a la recuperación no es un auténtico cambio ya que el contexto físico relevante es la situación de experimento, y el experimento es el mismo sea donde fuere el aprendizaje y la prueba (Fernández y Glenberg, 1985). Algunos estudios han controlado esta variable haciendo que el cambio de contexto ambiental fuera bien percibido por los sujetos. Pero mientras en algunos la dependencia fue importante en otros siguió siendo nula. Cañas y Nelson (1986) manipularon diferentes tipos de

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contexto físico: la habitación o el medio de prueba (en persona o por teléfono). En este caso, el efecto del cambio de contexto sobre el reconocimiento es importante. En cambio, en el estudio de Fernández y Alonso (1994) donde el cambio de contexto físico es bien percibido por los sujetos, manipulando el cambio de habitación y el olor de la misma, esta percepción de cambio no es suficiente para encontrar efectos significativos sobre el recuerdo. Sin embargo, la manipulación contextual similar a la anterior (habitación y olor) realizada por Herz (1997) ha proporcionado efectos significativos. El diseño experimental realizado en cada caso puede explicar estos resultados.

En los experimentos de Cañas y Nelson debemos tener en cuenta que realizar una prueba de memoria por teléfono no sólo implica un cambio físico, sino también seguramente motivacional y emocional (del estado cognitivo en general), ya que no es lo mismo estar en presencia de un investigador en un laboratorio de la facultad que en la casa propia solo (o acompañado). Este argumento es igualmente válido para las investigaciones de Godden y Baddeley (1980) con submarinistas a las que ya nos referimos antes.

En los experimentos de Fernández y Alonso antes de la tarea de recuerdo pasaron a los sujetos una prueba de reconocimiento que puede sesgar los datos de la posterior prueba de recuerdo libre, ya que puede haber servido a los sujetos como indicio para una reinstauración contextual más completa de forma espontánea. Además, las respuestas de los sujetos pueden basarse en esta prueba de reconocimiento previa más que en los elementos contextuales que intervienen en la codificación y que permiten realizar una típica tarea de recuerdo. Así lo han argumentado Murnane y Phelps (1993) respecto al efecto que las pruebas de reconocimiento pueden tener sobre la reinstauración del contexto en posteriores pruebas, en el marco de las propuestas de activación global según las cuales las decisiones en tareas de reconocimiento se basan en procesos de activación global, en los que los items de la prueba activan un conjunto potencialmente grande de items en la memoria.

En los experimentos de Herz, los resultados de dependencia pueden deberse más a los factores de novedad y congruencia del olor asociado a las habitaciones, haciendo del ambiente una información muy distintiva, con una repercusión mayor en el ambiente cognitivo, no limitándose únicamente a cambios físicos.

Contexto emocional

La mayoría de los modelos de memoria cuando hacen referencia al contexto en los procesos de memoria mencionan el estado emocional como un tipo de contexto (por ejemplo, Anderson y Bower, 1972). Es más, algunos de los principales modelos que explican el efecto del contexto en la memoria se basan en la influencia del estado de ánimo sobre la memoria.

Bower y cols. (1981, 1987; Bower y Cohen, 1982; Bower, Gilligan y Monteiro, 1981; Bower, Monteiro y Gilligan, 1978) han estudiado en profundidad el efecto de los estados emocionales sobre la memoria,

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describiendo dos tipos de efectos:congruencia y dependencia. Las memorias congruentes con el estado emocional aparecen cuando es mayor el recuerdo de aquella información que coincide con el estado de ánimo de los sujetos. El fenómeno de la dependencia de estado se ha mostrado cuando los sujetos recuerdan mejor un material cualquiera en el mismo estado que cuando lo codificaron, en comparación con un estado diferente de la fase de codificación a la fase de recuperación.

Memorias congruentes con estado emocional

El fenómeno de congruencia con el estado emocional ha sido encontrado de forma reiterada por varios investigadores (por ejemplo, Bower, Gilligan y Monteiro, 1981; Ellis, Thomas, McFarland y Lane, 1985; Nasby y Yando, 1982), con paradigmas en los que se pedía a los sujetos que recordaran una lista de adjetivos congruentes o incongruentes con el estado de ánimo (depresión vs. neutro). Bower, Gilligan y Monteiro (1981) llevaron a cabo varios experimentos en los que analizaron el efecto del estado de ánimo (alegre o triste) sobre el tipo de información recuperado (con connotaciones alegres o tristes) y encontraron que el material recordado en estado neutro era congruente con el estado de ánimo inducido en la codificación. El número de adjetivos congruentes recuperado era mayor que el de adjetivos incongruentes. Bower y Cohen (1982) proponen tres hipótesis para explicar el efecto de congruencia. La primera hipótesis hace referencia a que los sujetos elaboran semánticamente más material congruente. La segunda implica que el recuerdo de material congruente con el estado de ánimo es más probable que recuerde a los sujetos un hecho autobiográfico. Y la tercera, que el material congruente con el estado de ánimo provoca reacciones emocionales más intensas que el material incongruente.

Una de las hipótesis más plausibles para explicar este fenómeno se basa en las teorías de esquemas. Cuando se activa un esquema emocional en el transcurso del procesamiento de información, la atención se dirige hacia aquella información relevante para el esquema, los datos ambiguos son interpretados de acuerdo con los sesgos inducidos por el esquema, y la información consistente con el esquema está más elaborada y más relacionada con otros hechos de la memoria. También según Bower et al. (1981), el estado emocional funciona como un tipo de esquema seleccionando, organizando y elaborando información. Esta hipótesis hace similar el efecto del contexto emocional sobre la recuperación al efecto del contexto semántico, ya que consideran las emociones como un esquema que lleva a interpretar la información de una forma determinada.

Por otro lado, Guenther (1988) analiza el papel del estado emocional en dos fases del proceso de memoria: la codificación y la recuperación. A cada fase le atribuye un efecto del contexto. Relaciona las memorias congruentes con un determinado estado emocional con la fase de codificación y las memorias dependientes de estado con la de recuperación. Diferenciación que tiene cierto paralelismo con la propuesta de Baddeley (1982) que atribuye al contexto interactivo un papel fundamentalmente en la fase de codificación, mientras que al contexto independiente se lo atribuye en

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la fase de recuperación. No obstante, esta relación de Guenther de cada efecto con una fase de memoria no parece mantenerse, desde el momento en que se han encontrado efectos de congruencia tanto en la fase de codificación como en la fase de recuperación. La diferencia entre congruencia y dependencia estriba más en el contenido de las huellas de memoria. La congruencia con estado emocional asume que un material, en virtud de la valencia afectiva de su contenido, es más probable que sea almacenado y/o recuperado cuando el sujeto está en un estado de ánimo específico, siendo irrelevante la concordancia entre el estado emocional en la presentación y en la recuperación; mientras que el fenómeno de dependencia de estado implica que la recuperación estará determinada por el estado emocional previo, siendo irrelevante la valencia afectiva del material (Blaney, 1986). Esto es, mientras que el efecto de congruencia depende del contenido, en el efecto de dependencia el contenido es indiferente ya que cualquiera que sea el contenido el contexto emocional puede condicionar su recuperación.

Memorias dependientes de estado emocional

Quizá, la explicación más completa para el fenómeno de la dependencia de estado procede del modelo de redes semánticas propuesto por Bower (1981, Bower y Cohen, 1982), en el marco del modelo general de memoria, HAM, propuesto por él mismo y por Anderson (Anderson y Bower, 1973). Como vimos, este modelo supone la existencia de redes semánticas formadas por conceptos semánticos y esquemas. Las emociones se encuentran en nodos junto con los aspectos que implican y que están conectados mediante indicadores asociativos. Cuando un nodo emocional es activado por un estímulo, por encima de un determinado umbral, el nodo transmite la excitación a otros dos tipos de nodos, que pueden ser los responsables del arousal autonómico o los responsables de la conducta expresiva que acompañan a esa emoción, y además puede transmitir esa excitación a aquellas huellas de memoria con las que está conectado. Según este modelo, la dependencia de estado de ánimo se debe a que en la codificación la información original se asocia al contexto, en el que se incluye el estado emocional del sujeto en ese momento, y cuando se pide la recuperación de esa información los sujetos activan los nodos correspondientes al contexto en que apareció la información. Si el sujeto en el momento de la recuperación experimenta el mismo estado de ánimo que en la codificación, la activación del nodo correspondiente a ese estado está activado, sumándose a la activación producida por la tarea de recuperación y dando como resultado la mayor activación de los items relevantes. Si el sujeto no se encuentra en ese mismo estado de ánimo la activación es menor, a lo que hay que añadir la posibilidad de que se produzcan interferencias de activación entre unos nodos y otros que representen estados emocionales opuestos.

En términos generales, el fenómeno de la dependencia de estado se ha mostrado en pocos experimentos (Bower et al., 1978), incluso Bower (Bower y Mayer, 1985) ha tenido dificultades en replicar los efectos hallados en anteriores estudios. Bower y Mayer (1989) intentaron tres veces sin éxito replicar con el mismo paradigma los resultados de 1978 donde encontraron

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efectos de dependencia. La falta de resultados les llevaron a afirmar que posiblemente aquellos datos se debieran a las demandas experimentales. Como ha señalado Blaney (1986) las evidencias a favor y en contra de las memorias dependientes de estado hacen que este fenómeno aparezca en pocas ocasiones, mientras que el efecto de congruencia presenta fuertes evidencias en favor de su existencia.

Hipótesis sobre el efecto nulo de la dependencia del contexto emocional

La discrepancia entre unos resultados y otros puede depender de varios factores, tal y como indica Guenther (1988): el significado que tiene para el sujeto el material utilizado, demandas de la tarea relacionadas con la inducción del estado emocional, y déficits cognitivos asociados a estados reales (no inducidos) de depresión. Eich (1995b) señala algunos aspectos más y menciona cuatro factores que pueden estar afectando a la aparición de este fenómeno de dependencia: a) la naturaleza de los sucesos objeto de recuperación o la manera en que éstos se han codificado, b) la naturaleza de las tareas de recuperación, c) la eficacia de la modificación del estado emocional, y d) si las alteraciones afectivas son unidimensionales o bidimensionales teniendo en cuenta las dimensiones de placer y arousal.

Los dos últimos aspectos hacen referencia a cómo se manipula la inducción y el cambio emocional, y a las implicaciones cognitivas que dichas manipulaciones tienen en los sujetos. El fenómeno de dependencia de estado emocional se ha estudiado fundamentalmente a través de dos paradigmas. Uno implica la inducción en sujetos normales de un estado de ánimo diferente de la fase de estudio a la fase de prueba, utilizando diversas técnicas como la hipnosis, la técnica de Velten (1968) que consiste en proporcionar a los sujetos descripciones acordes con un estado de ánimo determinado, o la técnica consistente en poner a los sujetos de forma continua música alegre o triste que es utilizada por Eich y colaboradores. El otro paradigma consiste en comparar sujetos normales con sujetos con capacidades emocionales o estados mentales alterados (por ejemplo, depresivos o estados inducidos mediante drogas).

La mayoría de los trabajos que han encontrado evidencias de la existencia de la dependencia de estado de ánimo lo han hecho con paradigmas que implican la comparación de sujetos depresivos con sujetos normales o mediante la utilización de drogas, habiéndose encontrado pocas evidencias con paradigmas de inducción. Por ejemplo, Bower (1981) encontró que las emociones inducidas no producen tantas diferencias con los sujetos en estado de control como cuando se trata de sujetos que se encuentran biográficamente en ese estado anímico. No obstante, el hecho de que los sujetos con alteraciones emocionales por depresión o efecto de una determinada droga (por ejemplo, alcohol) hayan mostrado este efecto de dependencia debe tomarse con precaución, ya que se ha encontrado que pueden estar asociados a déficits cognitivos de los procesos de organización y recuerdo, como veremos más adelante al hablar de la naturaleza de las tareas de recuperación. No obstante, se han mostrado algunos efectos de dependencia independientemente de los efectos provocados por la ingestión de sustancias tóxicas. Eich y Birnbaum (1988) intentaron provocar efectos de dependencia

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de estado emocional independientemente de la acción fisiológica del alcohol. Cuando los sujetos tenían la expectativa de estar bajo los efectos del alcohol, aunque realmente no fuera así, la reinstauración de la experiencia subjetiva provocaba efectos de dependencia en las tareas de recuerdo libre, aunque no en las tareas de recuerdo con indicios (les proporcionaban la categoría a que pertenecían las palabras). Estos efectos de la reinstauración de la experiencia subjetiva fueron superiores a los efectos producidos por la reinstauración de estados reales de embriaguez, aun cuando hay que considerar que en este experimento la embriaguez inducida era ligera (provocada por la ingestión de un solo combinado de vodka y tónica en una proporción de 1/4).

Un aspecto muy relacionado con la inducción de estados emocionales y los déficits cognitivos asociados, que pueden estar sesgando los resultados de los estudios que tratan de mostrar efectos de dependencia emocional, es si la alteración afectiva implica únicamente cambios en la dimensión de agradabilidad o también implica cambios en el nivel de activación de los sujetos. Se ha comprobado que el nivel de arousal se ve afectado en sujetos deprimidos, aunque también parece estar afectado en emociones inducidas (Eich, 1995b). Si esto es así, un descenso del nivel de activación puede afectar al rendimiento tanto en sujetos inducidos como en deprimidos, fundamentalmente en tareas de recuperación elaborada.

Varias razones avalan esta hipótesis (Guenther, 1988). Por un lado, las personas con depresión presentan limitaciones cognitivas que afectan a su capacidad de procesamiento. Ellis, Thomas y Rodríguez (1984) proponen que la depresión inhibe los procesos cognitivos controlados, especialmente el tipo de procesamiento que requiere codificar la información de forma que la haga más recuperable, mediante procesos de elaboración de modo que se formen más conexiones entre la información y otros conceptos almacenados en la memoria. Por otro lado, los sujetos deprimidos pueden presentar problemas de distracción por falta de incentivo en los experimentos. Pueden estar tan preocupados consigo mismos y sus problemas que son poco efectivos al procesar información que no tiene que ver con esos problemas. De nuevo, esto puede llevarles a realizar peor las tareas que requieren un mayor esfuerzo consciente. Además, según Guenther (1988), existen evidencias clínicas que muestran que los sujetos deprimidos tienen más problemas que los no deprimidos en relatar un suceso, aunque no los tengan en recuperarlo de la memoria.

Naturaleza de las tareas de recuperación.

Eich (1995b) señala que el tipo de tareas utilizadas para medir el efecto de dependencia pueden variar en sensibilidad. Por ejemplo, Bower (1981) encuentra que es más fácil encontrar el efecto de dependencia cuando la recuperación se evalúa en ausencia de indicios específicos, de lo que parece deducirse que la tarea de recuerdo libre es más sensible al efecto que el recuerdo con indicios o el reconocimiento. La presencia de otros indicios mejores y su efecto sobre la manipulación de elementos específicos del contexto ha sido formulada como la hipótesis del eclipsado mencionada en el apartado anterior, y es aplicable tanto a la manipulación de contexto ambiental

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como a la del contexto emocional, como han señalado algunos investigadores (Bower, 1992; Eich, 1995b; Tobias et al., 1992). Los datos encontrados por Eich y Metcalfe (1989) que muestran el efecto de la dependencia de estado emocional sólo cuando los sujetos realizan tareas de elaboración llevan a pensar que se obtienen efectos de dependencia únicamente con tareas explícitas de memoria. Además, no podemos olvidar que las tareas implícitas implican una mínima elaboración y los sujetos no “viven” la información recuperada como autobiográfica, siendo una de las características que tiene más importancia en este efecto de dependencia (Eich et al., 1994), como veremos en el siguiente apartado. Sin embargo, Macaulay, Ryan y Eich (1993) han encontrado efectos de dependencia de estado emocional (agradable vs. no agradable) con tareas implícitas de memoria (priming semántico), aunque sólo cuando los sujetos generan las palabras como algo relacionado con su biografía, no encontrando resultados cuando se les proporciona por escrito el material. Una explicación a estos resultados puede tener que ver con el tipo de tareas utilizadas y con el concepto de estado emocional como un esquema que sirve para dar significado a las palabras utilizadas, funcionando del mismo modo que el contexto semántico que, como ya se ha comentado, tiene efectos sobre las tareas implícitas de memoria.

Naturaleza de los sucesos.

Bower (1987) confiesa la debilidad del efecto de dependencia encontrado en algunos experimentos y propone una hipótesis para explicar los datos a favor y en contra de las memorias dependientes de estado: la hipótesis de la pertenencia causal. Según ésta no es suficiente la mera contigüidad entre el estado emocional y el suceso para producir una asociación, sino que el sujeto debe percibir la emoción como causalmente perteneciente al suceso o al material dado para ser recordado. Un determinado estado emocional, como un mero hecho incidental, no produce memorias dependientes de estado, mientras que una prolongada situación que lleva a un estado emocional muestra fuertes efectos sobre el recuerdo, como ocurre en el caso de sujetos depresivos reales (Bower, 1987). Evidencias en favor de esta hipótesis han sido encontradas por Bower y Mayer (1989, exp. 4), aunque no han podido ser replicadas en otros experimentos (Bower y Mayer, 1989, exp. 5), lo que deja el estudio de los efectos de dependencia de estado emocional en un dilema de difícil solución, según estos y otros experimentadores (por ejemplo, Ellis y Hunt, 1989; Kihlstrom, 1989).

Otra hipótesis que puede explicar el débil efecto del cambio de contexto emocional sobre la memoria es la propuesta por Baddeley (1982) quien alude también al tipo de relación que existe entre el contexto emocional y la información procesada. En el caso de las memorias dependientes de estado, el estado emocional se considera un tipo de contexto que se procesa al tiempo que la información para ser recordada, pero de forma independiente, siendo una parte más del contexto general en que se presenta la información. No ocurre lo mismo con el estado de ánimo en el fenómeno de la congruencia, ya que éste implica modificaciones en la codificación de los items sesgando los

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procesos de memoria que se ponen en marcha, en este caso se trata de un procesamiento interactivo más que aditivo (Baddeley, 1990).

El origen de la información, muy relacionado con la relación que se establece entre la emoción y la información, también tiene su importancia. Eich y Metcalfe (1989) realizaron un investigación basándose en la distinción entre memorias internas y memorias externas (Johnson y Raye, 1981) para comprobar si el origen de la información puede actuar como una variable moduladora del efecto de dependencia de estado emocional. La hipótesis de partida es que la información producida por el propio sujeto mediante procesos mentales como razonamiento, imaginación o pensamiento, debe estar más estrechamente conectada con el estado afectivo del sujeto que la información externa que es proporcionada por el experimentador. Manipulando la generación o la presentación de la información (los sujetos la leían o la autogeneraban) y el estado de ánimo de los sujetos, inducido mediante la técnica de ponerles de forma continua música alegre o triste, encontraron que cuando el estado de ánimo es el mismo en la codificación que en la recuperación el recuerdo de los items es mayor que cuando el estado de ánimo varía. Esta ventaja de la reinstauración del contexto emocional es mayor para los items generados que para los leídos. Estos datos encontrados a lo largo de varios estudios les llevan a hipotetizar que la búsqueda de evidencias en favor del fenómeno de dependencia se ve favorecida si los sujetos se embarcan en procesos mentales internos para generar la información objeto de recuperación.

Los resultados e hipótesis de Eich y Metcalfe (1989) coinciden con los modelos de memoria analizados en el capítulo 3. Según esto, una mayor elaboración (en términos de Mandler, 1980) en los procesos de memoria implica que los recuerdos sean más episódicos, lo que significa que existe una mayor integración inter-ítem de la información en la biografía del sujeto, dando lugar a una mayor implicación de los estados emocionales. La información generada por el sujeto mediante procesos de imaginación, pensamiento y/o razonamiento está más elaborada que la información leída. Algunos estudios sobre las características de los relatos de memoria respecto a su origen confirman que en los relatos de origen interno aparecen más alusiones a procesos cognitivos (Schooler, Gerhard y Loftus, 1986) que en los relatos más externos. Más aun, Suengas y Johnson (1988) proponen que los recuerdos internos contienen más información sobre sentimientos que los recuerdos de origen externo.

De acuerdo con ambas hipótesis, algunos experimentos han mostrado que sólo la información que está relacionada con los sujetos se ve afectada por el estado de ánimo (Bradley y Mathews, 1983; Eich, Macaulay y Ryan, 1994). Esto es, cuando el contexto emocional forma parte de la biografía del sujeto. Eich et al. (1994) enfatizan la relación del sujeto con la información en lo que denominan principio de hazlo-tú-mismo mediante el que argumentan que el estado emocional muestra un fuerte efecto sobre las memorias cuando la información tiene un carácter autobiográfico que implica aspectos internos del sujeto, y cuando en su recuperación intervienen procesos activos tales como razonamiento, reflexión y pensamientos co-temporales. Diferencian este tipo de memorias dependientes de estado de las memorias en las que están

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implicados procesos perceptivos relativamente automáticos y dirigidos por los datos a los que no afectan los cambios en el estado emocional del sujeto. Y lo argumentan con el siguiente ejemplo: si presentamos una rosa a un sujeto deprimido y a otro no deprimido y luego les pedimos que la recuerden o la reconozcan, no tendrán graves dificultades haya cambiado o no su estado emocional desde el momento en que la percibieron. Sin embargo, si les pedimos que recuerden un episodio vivido por ellos mismos en el que aparezca una rosa, el episodio recordado será distinto dependiendo de su estado de ánimo. Si posteriormente le pedimos que lo recuerden y su estado emocional ha cambiado desde entonces, tendrán más dificultades que si no ha cambiado (Eich et al., 1994).

En resumen, el efecto sobre los procesos de recuperación episódica aparece cuando el estado emocional se ha procesado de forma interactiva con la huella de memoria. Cuando las demandas de la tarea y el tipo de información objeto de recuperación (en el sentido que Bower, 1987, utiliza cuando se refiere a emociones causalmente relacionadas con el suceso; o Eich et al., 1994, cuando hablan de información que implica al sujeto en términos de hazlo-tú-mismo) requieren la puesta en marcha de mecanismos inferenciales que implican procesos de búsqueda conscientes, el significado de la información codificada se ve afectado por ese estado de ánimo relacionado interactivamente con la información a lo largo de las distintas fases de codificación (selección, abstracción, interpretación e integración). En este caso, un cambio en el estado de ánimo afecta no sólo a la accesibilidad de la huella original sino también a los procesos de búsqueda y de toma de decisión sobre sus rasgos característicos que llevan a la recuperación con éxito.

Contexto cognitivo

En los anteriores apartados se han analizado los efectos que el contexto ambiental y emocional, considerados por separado, tienen sobre los procesos de recuperación. Los datos han mostrado que el efecto de dependencia en ambos tipos de contexto es débil y se encuentra en contadas ocasiones (Smith, 1988; Bower y Mayer, 1989). Sin embargo, cuando se han encontrado efectos contextuales claros, la manipulación del contexto implica la modificación de elementos independientes del contexto, ya sean ambientales o emocionales, y la modificación de aspectos más globales alterando al tiempo características ambientales y emocionales (Cañas y Nelson, 1986; Smith, 1979), incluso fisiológicas (Godden y Baddeley, 1980), en lo que podemos denominar contexto cognitivo.

Uno de los factores que explica esta falta de efectos de dependencia es que se manipula cada uno de esos contextos aisladamente y sin una clara relación con la información ni con el contexto entendido en términos más amplios. Baddeley (1990) define el contexto emocional y ambiental como contexto de codificación independiente. “No hay ninguna razón para asumir que el significado de las palabras leídas bajo el agua difiera demasiado del significado de aquellas vistas en tierra. Ni existe ninguna razón para creer que una palabra en estado ebrio sea codificada con un significado diferente a cuando se lee sobrio. En estos casos, el contexto puede influir en la

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accesibilidad de las huellas de memoria pero no cambiar sus características básicas” (pp. 287-288). Mientras, Eich (1995a) propone que el contexto ambiental tiene efectos sobre las tareas de recuperación cuando tiene relación con estados emocionales específicos, considerando de esta manera que la emoción es un factor mediador de la dependencia ambiental. Smith (1995) argumenta a este respecto que tanto el contexto ambiental como el contexto emocional no son más que dos de los componentes de lo que él denomina contexto mental, que incluye además el estado mental general del sujeto, aspectos fisiológicos, memorias activas, y otros factores incidentales que tienen alguna relación con la información y con su codificación. El contexto mental de un episodio está compuesto por todos estos tipos de información y, teóricamente, puede ser evocado por cualquiera de sus componentes. Una emoción o un ambiente pueden servir como indicios que hacen accesible el resto de la representación del contexto mental del suceso original (Smith, 1995).

Esta concepción de contexto multifactorial aparece en la mayoría de los modelos de memoria. Para Anderson y Bower (1972) el contexto lo forma el estado mental general o actitud del sujeto, el espacio físico, los indicios externos relacionados, el estado fisiológico, y otros items asociados temporalmente. Tulving (1983) considera un contexto cognitivo que puede ser algo más que la suma de los contextos ambiental y emocional. Como vimos, en los estudios en que se han encontrado efectos de la manipulación del contexto ambiental sobre tareas de memoria se manipula un contexto que implica algo más que el ambiente físico que lo rodea (Godden y Baddeley, 1980; Cañas y Nelson, 1986). Y de hecho, algunos experimentos manipulan directamente contextos cognitivos en este sentido, al reinstaurar el contexto de codificación pidiendo a los sujetos que rememoren simultáneamente tanto las condiciones ambientales como las emocionales presentes entonces.

El efecto de la reinstauración del contexto cognitivo sobre la memoria ha sido estudiado en dos áreas diferentes. Por un lado, se ha comprobado su utilidad en la mejora del reconocimiento de caras, y por otro en el recuerdo de sucesos.

Contexto cognitivo y reconocimiento de caras

Malpass y Devine (1981a) llevaron a cabo un experimento en el que mediante un procedimiento de memoria guiada inducían a un grupo de sujetos a reinstaurar cognitivamente el contexto en que ocurrió un acto de vandalismo presenciado 5 meses antes. Esta reinstauración del contexto cognitivo consistió en instar a los sujetos a recordar detalles acerca del ambiente físico en que se produjo el suceso, la secuencia de los hechos y las reacciones que experimentaron sobre el incidente y el agresor. Posteriormente se les pidió que realizaran un reconocimiento del agresor en una rueda fotográfica compuesta por 5 personas. Los resultados mostraron que estos sujetos señalaron correctamente al agresor en más ocasiones que aquellos sujetos que no reinstauraron el contexto.

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Estos resultados han sido confirmados posteriormente por otros investigadores que además han puesto de manifiesto otros aspectos interesantes del efecto de la reinstauración del contexto cognitivo sobre el reconocimiento de personas. Krafka y Penrod (1985) realizaron un experimento de campo en el que manipulaban la reinstauración de contexto proporcionando a algunos comerciantes indicios físicos sobre la interacción mantenida con una persona que había comprado unos productos en su tienda 2 ó 24 horas antes. Los resultados mostraron que la reinstauración del contexto afectó a las identificaciones producidas con ambos intervalos de tiempo. Cuando en la rueda de reconocimiento, compuesta por 6 fotografías, estaba incluido el cliente las identificaciones correctas aumentaron significativamente para los sujetos que reinstauraron el contexto. No encontraron efectos significativos sobre las falsas alarmas y rechazos incorrectos. Sin embargo, cuando la fotografía del cliente estaba ausente de la rueda, los sujetos que reinstauraron el contexto cometieron más errores de identificación, ya que rechazaron correctamente a los cebos en menos ocasiones, que aquellos sujetos que no habían reinstaurado el contexto, aun cuando se advirtió a los sujetos que el cliente podía no estar presente en la rueda. Estos datos muestran que la reinstauración del contexto afecta también a los procesos de toma de decisión, y no sólo a los de accesibilidad de la información.

Shapiro y Penrod (1986) realizaron un meta-análisis sobre numerosos estudios (23) que analizaron el efecto de la reinstauración cognitiva del contexto sobre la identificación de personas y confirmaron que este procedimiento tiene importantes efectos beneficiosos sobre las identificaciones correctas, pero también efectos negativos (aunque más moderados) al aumentar las falsas alarmas.

Contexto cognitivo y recuerdo de sucesos

Aunque los resultados anteriores parecen claros, sin embargo, los procesos implicados en el reconocimiento de caras no pueden extrapolarse al recuerdo de sucesos. La memoria de caras tiene unas connotaciones que la hacen muy diferente de la memoria de sucesos y, por tanto, el papel que el contexto juega en la primera puede ser diferente al que juega en la segunda (Baddeley, 1990). Incluso puede ser diferente lo que se entiende por contexto en el caso de caras y de sucesos (Bruce, 1988; Davies, 1988).

La mayoría de los estudios sobre reinstauración contextual sólo muestran efectos cuando se manipula el contexto cognitivo, siendo el efecto de la reinstauración de elementos contextuales independientes (ambiental o emocional) prácticamente nulo e incluso perjudicial (Wilhite, 1991). Scrivner y Safer (1988) realizaron una investigación en la que mostraban a los sujetos una secuencia filmada, de 2 minutos de duración, donde se podía observar un asalto violento a un domicilio particular. Posteriormente pidieron el recuerdo del suceso manipulando la reinstauración cognitiva del contexto en que se produce el asalto (ambiental) o de los sentimientos que les provocó (emocional), o sin reinstauración contextual. Los resultados mostraron que no había diferencias significativas en el uso de ninguno de los dos tipos de reinstauración en comparación con la condición de no reinstauración.

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Sin embargo, cuando se reinstaura el contexto cognitivo como un todo, generalmente se producen efectos beneficiosos sobre la recuperación (por ejemplo, Boon y Noon, 1994), aunque algunos estudios no han podido demostrarlo (por ejemplo, Memon, Cronin, Eaves y Bull, 1992). Boon y Noon (1994) no especifican el método seguido para reinstaurar el contexto, Memon et al. (1992) si lo hacen. Piden a los sujetos que relaten un suceso presenciado previamente tras darles las siguientes instrucciones de reinstauración de contexto cognitivo: “puedes imaginarte de nuevo en la clase, antes de que entrara el hombre. Inténtalo y dibuja la escena en tu mente. Piensa en cuando estabas sentado y a quién y qué podías oír desde allí. Piensa en lo que estabas haciendo y en cómo te sentías. Ahora piensa justo en el momento en que entró el hombre. Concéntrate en lo que podías ver de él desde donde tú estabas, y en cómo te sentiste cuando entró. Concéntrate en oír lo que el hombre dijo, viendo donde va, qué hace, que traía con él, y qué parecía. Ahora cuéntamelo despacio, con cuidado y precisando los detalles que puedas ver del hombre, qué dijo y qué hizo”. La reinstauración del contexto cognitivo no es física, sino mental, como ocurre en la mayoría de los estudios que analizan el efecto de la reinstauración de contextos cognitivos. No obstante, como mostraron Smith (1979) o Bjork y Richardson-Klavehn (1989), la reinstauración mental es tan efectiva como la física, y en cualquier caso, de otra forma sería muy difícil reinstaurar algo más que las condiciones del ambiente físico, aun cuando con las instrucciones adecuadas éste puede ser suficiente para hacer accesibles el resto de los elementos del contexto cognitivo. Los resultados encontrados por Memon et al. (1992) muestran que esta reinstauración no es más efectiva mejorando el recuerdo que la utilización de técnicas estándar de recuperación consistentes en pedir a los sujetos que recuerden los más posible del suceso (“me gustaría que te concentraras lo más posible y que me contaras todo los que puedas recordar sobre el extraño y la ocasión en que entró en la clase: dónde fue, qué hizo y qué dijo, qué traía con él, y qué parecía”). Estos resultados pueden explicarse por el tipo de instrucciones que dan como técnica estándar, ya que los indicios que proporcionan son lo suficientemente explícitos como para localizar y hacer accesible la información, e incluso pueden llevar a los sujetos a reinstaurar el contexto de forma espontánea.

Pero además de la reinstauración cognitiva, otro paradigma implica manipulaciones de contextos cognitivos: el cambio de perspectiva como un cambio de punto de vista. Diversos estudios se han centrado en el efecto que el cambio de perspectiva produce sobre la memoria. En éstos se pueden considerar dos tipos diferentes de perspectivas: el cambio de perspectiva puede hacerse modificando el papel que juega el sujeto o su posición física. El primer tipo de perspectiva hace referencia a adoptar un papel diferente al que le correspondió al sujeto en la percepción (Anderson y Pichert, 1978; Nigro y Neisser, 1983), lo que implica un cambio en la interpretación del suceso. El segundo tipo se refiere a un contexto espacial con claras connotaciones ambientales (Boon y Noon, 1994; Memon, Cronin, Eaves y Bull, 1995).

Respecto al que tiene que ver con adoptar un papel diferente, podemos considerar otros dos tipos de cambio de perspectiva: aquel que supone un cambio del esquema que permite interpretar el suceso, que supone una manipulación contextual del tipo definido como semántico y del que nos hemos ocupado al principio de capítulo (Anderson y Pichert, 1978); y el que supone un

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cambio de perspectiva instando a los sujetos a adoptar un papel diferente que lleva a un cambio en la implicación personal (Nigro y Neisser, 1983).

El cambio de perspectiva como cambio físico o espacial ha sido estudiado en comparación con otros métodos de recuperación como por ejemplo la recuperación múltiple y con la reinstauración cognitiva del contexto. Boon y Noon (1994) encontraron que este cambio produce que los sujetos proporcionan menos detalles que cuando se pide a los sujetos que se esfuercen en recordar la mayor cantidad posible de información por segunda vez. En los estudios realizados por Memon et al. (1995) el cambio de perspectiva provoca que los sujetos proporcionen más información temporal y menos información total correcta e incorrecta (exp. 2) que pedir a los sujetos que traten de recordar lo más posible o que recuerden el suceso sucesivamente desde diferentes puntos de partida. Cuando analizan conjuntamente los datos de los tres experimentos que realizan, encuentran que el cambio de perspectiva produce más errores que la reinstauración de contexto, que esforzarse en recordar lo más posible y que recordar desde diferentes puntos de partida.

En resumen, se ha analizado el efecto de la reinstauración del contexto episódico. Los resultados parecen ambiguos, ya que los efectos de la reinstauración contextual no siempre aparecen, y cuando lo hacen en ocasiones no es en la dirección esperada, aunque en ocasiones este procedimiento facilita la accesibilidad y la recuperación de la información. McSpadden, Schooler y Loftus (1988) hablan de la aparición y desaparición del efecto de la reinstauración del contexto y atribuyen a este fenómeno 3 causas posibles: diferencias en diseños experimentales, diferencias individuales y sesgos de publicación.

Existen marcadas diferencias entre unos estudios y otros, no sólo respecto a los resultados alcanzados, sino también respecto al paradigma de estudio y al tipo de información recordada. El tipo de contexto manipulado es otro de los aspectos que varía de unos estudios a otros. En unos se trata de contexto emocional (estados emocionales, sentimientos), en otros de contexto ambiental que podríamos definir como externo o que informa acerca del origen de la información (condiciones experimentales, habitación donde se realiza el experimento, etc.), y en otros de contexto también ambiental que podríamos definir como interno del suceso o que hace referencia a aspectos de cómo se desarrolló el suceso y que está constituido por datos procedentes de la información objeto de recuerdo (dónde tuvo lugar el suceso, cómo se desarrolló, etc.). Qué tipo de contexto es el más efectivo es algo que no está claro y son necesarias más investigaciones en esta dirección. Algunas hipótesis ya han sido planteadas en este sentido. Como se ha señalado, Bekerian y cols. (Bekerian y Conway, 1988; Bekerian, Dennett, Hill y Hitchcock, 1992) diferencian entre un contexto molecular y otro contexto molar. Recordemos que el primero hace referencia a detalles específicos relacionados con el ambiente y a estados mentales, mientras que el contexto molar se refiere a datos generales del suceso como por ejemplo factores ambientales generales como el tiempo que hacía, el aspecto físico de los actores o acciones generales. El contexto molecular podría identificarse con el contexto independiente del suceso y el segundo con el contexto cognitivo. Según

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Bekerian et al. (1992) el contexto molecular es más efectivo para el recuerdo ya que proporciona más información, aunque es menos efectivo para la organización de la información que el molar (interactivo). Como los rasgos moleculares de sucesos autobiográficos parecen estar menos integrados en estructuras generales de un suceso que los molares (Conway y Bekerian, 1987), la efectividad de cada contexto parece depender, entre otros, del tipo de información almacenada y de la relación del sujeto con ella (autobiográfica o no). No debemos olvidar tampoco la distinción de Baddeley (1982). En la medida en que el contexto reinstaurado haya jugado un papel en el procesamiento de la información, encontramos que la reinstauración produce efectos positivos sobre la recuperación.

Otra fuente de variación es la manipulación física o mental del contexto (Bjork y Richardson-Klavehn, 1989). En algunos experimentos el contexto (sobre todo el ambiental) se reinstaura de forma real, acudiendo al mismo lugar en que tuvo lugar el suceso o la prueba, mientras que en otros la reinstauración se hace de forma mental (recurriendo a técnicas relacionadas en mayor o menor grado con la imaginación). Smith (1979) manipuló ambos tipos de reinstauración y no encontró diferencias. No obstante, hay que tener en cuenta que la utilización de estrategias que implican la formación de imágenes mentales o relacionadas con procesos de imaginación pueden suponer una elaboración extra de la información que sesgue los resultados obtenidos. Bekerian, Dennett, Hill y Hitchcock (1992) realizaron un estudio en el que encontraron que la formación de imágenes vívidas puede ser una buena estrategia para mejorar el recuerdo. De igual forma, Eich (1985) encontró que la formación de imágenes mentales donde se relaciona el ítem a recordar y algún aspecto del contexto ambiental se ve gravemente afectado por el cambio de contexto en comparación con la formación de imágenes únicamente del ítem.

Una explicación a los efectos del contexto en los procesos de memoria: el contexto interactivo

Hasta aquí se han analizado los principales efectos de los distintos tipos de contexto. En general, los efectos son variados y es difícil encontrar una línea clara que permita entender la aparición y desaparición de datos en favor o en contra del beneficio de la reinstauración del contexto o de los efectos perjudiciales del cambio contextual. La distinción entre contexto interactivo y contexto independiente podría clarificar los distintos tipos de contexto manipulados y explicar los datos encontrados sobre la influencia del contexto en los procesos de recuperación.

Contexto independiente y contexto interactivo

Como ya se ha dicho, Baddeley (1982, 1990) proponía que el contexto puede ser procesado de dos formas diferentes: interactiva e independientemente. El contexto se procesa de forma independiente o no interactiva cuando la información relativa a ese contexto se almacena junto

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con la representación de los estímulos, pero no cambia significativamente la huella de memoria. La codificación interactiva ocurre cuando el contexto presente cambia la forma en que se percibe un estímulo,  afectando al significado de la información.

Según las propuestas que se siguen de los modelos de recuperación, y fundamentalmente de la distinción de Tulving (1972) entre información semántica e información episódica, y los componentes de los engramas o huellas de memoria episódica y la información ecfórica, podemos distinguir dos tipos de contextos interactivos: a) contexto interactivo semántico, que interviene en la interpretación conceptual de los estímulos, y b) contexto interactivo episódico que afecta al significado autobiográfico. Cuando se analizó el contexto semántico y su papel en la recuperación episódica se mencionaron varios tipos de información que cumplen con su definición, como por ejemplo los esquemas o los nombres de categorías que Tulving y Osler (1968) proporcionan como indicios de recuperación. De igual forma, cuando se analizó el contexto episódico se señalaron tres tipos de contexto: ambiental, emocional y cognitivo.

Por lo que se deduce de los apartados anteriores, el contexto ambiental y el contexto emocional no afectan al significado de los estímulos, más bien se trata de un tipo de información que se presenta de forma concurrente con la información de los estímulos. Procesados de forma independiente los dos tipos de contexto informan de que determinados estímulos se presentaron junto con otra información que aparece de forma incidental. Su presentación en la recuperación puede servir de ayuda para que el sujeto pueda acceder a la información junto con la que se ha codificado.

Por el contrario, el contexto semántico y el contexto cognitivo afectan al significado de la información y son procesados de forma interactiva con la información. Un aspecto tienen en común el contexto semántico y el contexto cognitivo que hace que los dos se procesen de forma interactiva: en ambos casos la información del estímulo se relaciona con información previamente almacenada, llegando a formar parte de ella. El contexto semántico relaciona la información del estímulo con los conocimientos previos, de forma que éstos dan un significado conceptual a los estímulos. El contexto cognitivo, como contexto episódico que es, relaciona la información del estímulo con los recuerdos previos, de forma que éstos dan un sentido autobiográfico a los estímulos, incorporándolos al conjunto de sucesos que forman la historia vital del sujeto, su biografía. Es decir, la información estimular queda caracterizada por el contexto cognitivo en un espacio y tiempo de la biografía del sujeto. De este modo, el sujeto puede recuperar la información y el contexto cognitivo en que se codificó, como memoria episódica, ya que este contexto le permite ubicar esa información como fruto del recuerdo y, por tanto, que ocurrió en su pasado personal. El contexto cognitivo aporta información espacial y temporal, además de una serie de elementos, emocionales y de implicación personal, que en conjunto proporcionan el sabor autobiográfico que caracteriza a la memoria episódica (Tulving, 1983). Como vimos, tanto Tulving como Anderson y Bower (1972) señalan varios componentes contextuales. Smith (1995) comparte esta concepción multifactorial del contexto, señalando que el contexto mental (cognitivo) está compuesto por elementos emocionales,

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ambientales, el estado mental general del sujeto, aspectos fisiológicos, memorias activas, y otros factores incidentales que tienen alguna relación con la información y con su codificación. Todas estas concepciones multifactoriales del contexto implican que los elementos que lo componen se integran para dar lugar a un contexto más global cuyos efectos sobre las tareas de recuperación son mucho mayores que cada uno de los elementos por separado (Wegener y Payne, 1997). 

Contexto y codificación

En definitiva, el contexto procesado de forma independiente es la información contextual que aparece junto a la información objeto de recuperación pero que no se codifica interactivamente con ella. Así pues, los contextos independientesson moleculares ya que suponen detalles aislados (independientes) del entorno en que se presentan los estímulos, mientras que el contexto cognitivo es molar en el sentido de que engloba diversos elementos estrechamente relacionados formando un todo complejo.

Recordemos que Bekerian y Conway (1988) proponen que el contexto molecular y el contexto molar tienen papeles diferentes en los procesos de recuperación: los primeros se activan automáticamente y están fuera del control consciente mientras que los molares están implicados en procesos conscientes de memoria. Entre los contextos moleculares Bekerian y Conway incluían los aspectos ambientales y los estados internos. Coincidiendo con esta propuesta Baddeley (1982, 1990) afirmó que el procesamiento del contexto independiente se puede llevar a cabo de forma automática, sin gasto de recursos, mientras que el contexto interactivo se procesa de forma controlada implicando gasto de recursos.

Ciertos rasgos de las huellas de memoria cumplen con el requisito de procesamiento automático del contexto independiente. Hasher y Zacks (1979) proponen que algunas características espacio-temporales de la presentación de los estímulos, como la frecuencia de ocurrencia o la localización espacial y temporal, se procesan de forma automática. Este tipo de información cumple con la definición de contexto episódico ya que pertenece al eje espacio-temporal. Esta información procesada por separado de forma automática constituye el contexto independiente. Pero también forma parte del contexto cognitivo. La integración de esos componentes formando un todo junto con otros aspectos de los recuerdos previos del sujeto constituyen el contexto interactivo que requiere un procesamiento elaborativo (Hirst, 1989; Mayes, 1988) que implica gasto de recursos atencionales (Craik, 1989), como requisito imprescindible para que el contexto se pueda procesar interactivamente. El contexto independiente frecuentemente se codifica de forma automática, escapando del control consciente, mientras que el interactivo implica la codificación controlada, ya que es necesario el procesamiento elaborado para que se de la integración entre el contexto y la información.

Craik (1989) señala la importancia de la integración entre el contexto y la información como algo crucial. La codificación supone integrar la información en el contexto, de forma que la presentación de parte del contexto (recuerdo)

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o parte del hecho (reconocimiento) puede dar lugar a una reintegración del episodio completo codificado. La elaboración y organización del material y la importancia emocional del contenido facilitan la integración de la información en la autobiografía del sujeto. Craik (1989) adjudica a la información emocional un papel relevante en la integración entre los sucesos y su contexto. Según su propuesta, la información emocional es la que aporta el sabor autobiográfico a las memorias episódicas. La información con una implicación emocional del sujeto incrementa la habilidad para recordar el contexto tanto como para recordar el hecho en sí. El mecanismo mediante el cual se explica esta mayor integración, según Craik, es que los sucesos relevantes emocionalmente atraen más atención del sujeto y ese incremento de la atención está asociado con un procesamiento más elaborado del suceso dando como resultado más procesos integradores entre el contexto y el suceso. Esta integración o pertenencia causal parece ser imprescindible a la hora de encontrar efectos contextuales de dependencia (Eich et al., 1994). Eich et al. (1994) enfatizan la relación del sujeto con la información en el principio de hazlo-tú-mismo,argumentando que el estado emocional muestra un fuerte efecto sobre las memorias cuando la información tiene un carácter autobiográfico (en el que están implicados aspectos internos del sujeto) y cuando en su recuperación intervienen procesos activos tales como razonamiento, reflexión y pensamientos co-temporales (Eich y Metcalfe, 1989). Diferencian este tipo de memorias dependientes de estado de las memorias en las que están implicados procesos perceptivos relativamente automáticos y dirigidos por los datos a las que no afectan los cambios en el estado emocional del sujeto. En otro experimento Eich (1985) analizó el efecto de la integración contexto-información sobre la dependencia de contexto. La hipótesis de partida fue que cuanto más repercute un indicio en el procesamiento de un ítem, mayor se espera que sea su efecto. Los resultados mostraron que la formación de imágenes mentales donde se relaciona el ítem a recordar y algún aspecto del contexto ambiental se ve gravemente afectado por el cambio de contexto en comparación con la formación de imágenes sólo del ítem. Cuando los sujetos se embarcan en procesos de elaboración que enriquecen las relaciones entre el contexto y la información, por ejemplo creando imágenes donde ambos están representados, mayor es la integración y más afectan los cambios contextuales. De esta forma, los procesos de elaboración de las huellas de memoria tienen una gran importancia en la integración contexto-información (Craik, 1989). Según Wegener y Payne (1997), la integración se basa entre otras cosas en la evaluación o en la transformación de los elementos físicos del estímulo en representaciones psicológicas relevantes para las tareas de interés, y en que los procesos y productos cognitivos implican la integración de los efectos de múltiples estímulos.

La importancia de los procesos de elaboración en la integración contexto-información ha quedado de manifiesto en algunas investigaciones con sujetos que presentan déficit importantes de memoria y no son capaces de llevar a cabo tareas que implican gasto de recursos. Huppert y Piercy (1982) encontraron, en una investigación con pacientes con síndrome de Korsakoff, que uno de los aspectos que les llevan a realizar tareas de reconocimiento basándose únicamente en la familiaridad de los items (siendo incapaces de proceder a su identificación) es que muestran problemas a la hora de establecer asociaciones entre la información y su contexto de ocurrencia. Este

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déficit en los procesos de integración les impide recordar cuándo y dónde ocurrió un hecho. La dificultad en procesar la información contextual y por tanto para construir huellas episódicas, que se da en enfermos con problemas para llevar a cabo tareas de recuperación controlada, parece un hecho constatado en diversas investigaciones (por ejemplo, Mayes, 1988; Mayes, MacDonald, Donlan, Pears y Meudell, 1992). Según Hirst (1989) los amnésicos pueden codificar hechos individuales, pero fallan en la realización de asociaciones inter-ítem o mapas espacio-temporales en los que tiene lugar el hecho. Por otro lado, se ha señalado que un déficit en procesar información contextual puede provocar un deterioro en la discriminación del origen de los recuerdos (Johnson et al., 1993) y un déficit en tareas de memoria episódica (“amnesia de fuente”; Shimamura y Squire, 1987, 1991).

Esta distinción entre contexto de procesamiento interactivo y contexto de procesamiento independiente encaja con los resultados empíricos de los experimentos analizados en los apartados previos, que mostraban que sólo cierto tipo de contextos (semántico y cognitivo) afectan a la recuperación, mientras que otro tipo de contextos (ambiental y emocional sin relación con el contenido de la información) sólo muestran efectos en determinadas tareas y bajo condiciones muy específicas.

Contexto y recuperación

Baddeley (1982, 1990) afirma que el contexto independiente afecta al acceso automático de la información pero no a su recuperación. Mientras que el contexto interactivo afecta a la recuperación controlada de la información, en ocasiones relacionada con procesos de memoria cercanos a la resolución de problemas en los que los indicios contextuales son esenciales para llegar a la recuperación consciente de la información, más relacionados incluso con la inferencia que con la retención (Baddeley, 1982).

Recordemos que en el capítulo 3 se distinguía entre procesos de recuperación automáticos y procesos de recuperación controlados, donde sólo los últimos dan lugar a la recuperación episódica. Graf y Mandler (1984) distinguían entre accesibilidad y recuperación. La accesibilidad tiene lugar mediante procesos de activación de las representaciones e implica el acceso directo o automático a la información. En la accesibilidad la información “viene a la mente” en ausencia de información de recuperación relevante. Mientras que en la recuperación intervienen además procesos de elaboración que son controlados e implican el acceso indirecto a la información.

En este mismo sentido Baddeley (1982) distinguía entre evocación automática de la información por los indicios adecuados y recuperación que implica un procesamiento controlado de la información en la que intervienen procesos de búsqueda, de evaluación y toma de decisión, y de reconstrucción. Las características del entorno físico o emocional concurrentes con la aparición de la información original y que se codifican junto a dicha información pero de forma independiente y automática pueden facilitar la accesibilidad de la información original. Al activarse el contexto independiente se activarán a su vez otros elementos concurrentes con su presentación, tanto más cuanto más

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fuerte sea la asociación entre el contexto independiente y la información. Pero como Graf y Mandler (1984) defienden, la activación hace más accesible pero no más recuperable una huella de memoria. De este modo, el contexto episódico procesado de forma independientefacilita la accesibilidad de las huellas de memoria, mostrándose en tareas de recuerdo libre más fácilmente que en otras tareas. Así lo muestran diversas investigaciones (por ejemplo, Bower, 1981; Eich, 1995b; Godden y Baddeley, 1980) que encontraron más efectos de contextos procesados independientemente sobre las tareas de recuerdo libre que sobre las tareas de recuerdo con indicios o las de reconocimiento. Una razón que se ha esgrimido para explicar este hecho es que sólo bajo condiciones muy específicas la manipulación del contexto independiente muestra efectos de facilitación sobre la accesibilidad de la información. Estas condiciones específicas se dan cuando la tarea de recuperación está dificultada por el paradigma experimental utilizado y sólo el contexto independiente permite discriminar el origen de la información, como ocurría en el experimento 5 realizado por Smith (1979). Sólo cuando éste es el mejor indicio encontraremos efectos sobre la accesibilidad, como ha propuesto la hipótesis del eclipsado (Smith, 1988). En el reconocimiento y en el recuerdo con indicios puede proporcionarse otra información que sirva como mejor indicio que facilite la accesibilidad e incluso la recuperación, eclipsando el papel del contexto independiente sobre la accesibilidad. Además, diversas propuestas teóricas concuerdan con este efecto del contexto independiente facilitando la accesibilidad. Por ejemplo, Tulving y Pearlstone (1966) afirmaron que cuando se accede a un determinado aspecto de la información es más probable que se haga accesible el resto; los modelos de red (Quillian, 1968) afirman que la activación de un ítem se propaga a otros items asociados en la misma red proposicional; Smith (1995) propone que cualquiera de los componentes del contexto mental puede hacer accesible el resto de la información contextual y de ahí la información original que lo acompaña; y las teorías de activación global (Murnane y Phelps, 1993) proponen que la información que se proporciona en las pruebas de memoria pueden activar un conjunto potencialmente grande de items en la memoria.

En definitiva, el contexto independiente puede activar determinada información que tiene una alta probabilidad de hacerse accesible, pero que en ausencia del contexto interactivo, su recuperación se hace más difícil, ya que los procesos de búsqueda y de toma de decisión acerca del origen de las huellas de memoria pueden dar resultados erróneos.

Tanto Baddeley (1982) como Jones (1987) proponían que la recuperación automática por la vía directa de la accesibilidad se explica mediante el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973) mientras que la recuperación controlada se explica mediante las propuestas de dos fases, generación y reconocimiento. Según el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973) las operaciones seguidas en el proceso de codificación determinan qué información se almacena, y definen qué indicios son eficaces para acceder a la información almacenada. Varias investigaciones (por ejemplo,, Bobrow, 1970; Light y Carter-Sobell, 1970; Thomson, 1972; Tulving y Thomson, 1971) han mostrado que el cambio de contexto de un elemento de la presentación a la prueba afecta a su accesibilidad. Teniendo esto en cuenta, Tulving y Thomson (1973) concluyen que la eficacia de un

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indicio determinado depende de si el contexto ha sido codificado con la información que se ha de recuperar. También para el modelo HAM es importante que el contexto esté asociado a la información en la codificación para que luego tenga utilidad en la recuperación. Para Anderson y Bower (1974) el contexto consiste en una proposición que especifica la información en términos autobiográficos y cada proposición facilita en mayor o menor medida la accesibilidad de la palabra y su reconocimiento dependiendo del grado de asociación existente y de la ambigüedad de la proposición. Este grado de asociación explica los diferentes grados de confianza, en función de los niveles de familiaridad que supone cada proposición contextual. Cuantas más evidencias pueda encontrar el sujeto en su memoria acerca de la ocurrencia de la palabra en la lista de estudio mayor será la confianza en su decisión, y más fácilmente se superará el umbral del criterio de decisión (Anderson y Bower, 1974). La asociación que se establece entre el contexto independiente y la información por el simple hecho de la concurrencia posibilita que su presentación aumente la probabilidad de que la información se active o haga accesible. Cuanto más fuertemente estén asociados mayor será la probabilidad de que al presentar una se facilite el acceso a la otra, como ocurre en algunos experimentos de Smith (1979) donde fomenta la recuperación múltiple del ambiente y la información como un todo, reforzando las asociaciones existentes entre las dos por repetición.

Así, el contexto juega un papel importante en los procesos de codificación, integrándose con los estímulos originales para formar el engrama, y en los procesos de recuperación, ya que para acceder a la información almacenada en la memoria se necesitan los indicios adecuados que se utilizaron en su codificación y que sirven como pistas para localizarla (Tulving y Thomson, 1973). Pero, el contexto de recuperación facilita el recuerdo si y solo si esa información contextual y su relación con la información objetivo de la recuperación se almacenó al mismo tiempo y como un todo. Esto es, para que el contexto interactivo afecte a los procesos de recuperación debe haberse codificado previamente de forma que haya modificado el significado de los estímulos. Baddeley (1990) pone más énfasis en los procesos de aprendizaje y almacenamiento al referirse al contexto interactivo, mientras que son los procesos de recuperación los que muestran los efectos del contexto independiente. El contexto interactivo afecta a la interpretación de la información en la codificación y en esa medida afecta también a la recuperación, mientras que el contexto independiente no afecta a la información en la codificación y su efecto sólo se muestra en la facilitación de la recuperación. Según los modelos de memoria analizados en el capítulo 3, para llevar a cabo una recuperación episódica son necesarios procesos controlados de elaboración de la información. El procesamiento controlado no sólo es necesario para que se lleve a cabo la integración entre el contexto y la información (Craik, 1989; Hirst, 1989; Mayes, 1988), también lo es para que se pueda recuperar la información en el contexto interactivo que le aporta las características episódicas, de forma que el sujeto pueda ser consciente de que dicha información pertenece a un momento concreto de su pasado, o al menos que ocurrió en un tiempo y en un lugar determinados. En palabras de Schacter (1996), elcontexto episódico interactivo afecta al significado autobiográfico de la información, permitiendo la recuperación de huellas de memoria. Es decir, de información episódica, con referencias espacio-temporales y autobiográficas

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(Tulving, 1983). Baddeley (1982) asume que el contexto procesado de forma interactiva afecta tanto a las tareas de recuerdo como a las de reconocimiento, mientras que el contexto procesado de forma independiente únicamente muestra efectos en tareas de recuerdo. Este efecto se muestra sólo en las tareas episódicas de recuperación, en la que el objetivo es recuperar una información como algo que me ocurrió a mi en un espacio y tiempo concreto de mi vida, como se vió en el capítulo anterior. Para la consecución de este objetivo es necesaria la puesta en marcha de procesos elaborados sobre el origen de la información que implican mecanismos de toma de decisión e inferencias sobre los ejes espacio-temporal y autobiográfico (de implicación personal). Relacionando estos dos tipos de contexto con la teoría de Tulving (1983) de ecforía sinergística, Baddeley (1990) propone que sólo el contexto interactivo será sinergístico, ya que interviene en los procesos constructivos que dan lugar a la información ecfórica de la recuperación (información de la huella + información del indicio) responsable de la experiencia de memoria, mientras que el contexto independiente no. Según Baddeley, a la hora de explicar las diferencias entre recuerdo y reconocimiento, esta concepción contextual está más cercana a los modelos de generación-reconocimiento que al de codificación específica de Tulving, que como hemos visto está más cerca de la concepción del contexto independiente. En cualquier caso, debemos tener en consideración la menor sensibilidad de las tareas de reconocimiento al detectar efectos contextuales, fundamentalmente debido a que las tareas de reconocimiento pueden realizarse mediante procesos de familiaridad (en los que interviene el contexto independiente) o mediante procesos de identificación (que requieren la presencia del contexto interactivo), aspecto que no es tenido en cuenta habitualmente por los paradigmas experimentales utilizados.

Conclusiones

En resumen, podemos distinguir dos tipos de contexto. Aquel que está integrado con la información original, de modo que forma una representación o huella de memoria con un significado (semántico y autobiográfico) específico. Y aquel que, apareciendo junto con la información, no tiene ninguna relación con ella y se procesa como un elemento más pero independiente de la información. El contexto tiene un papel en los procesos de recuperación controlada sólo cuando se procesa de forma interactiva con la información. Unicamente en este caso su manipulación muestra efectos de dependencia sobre las tareas de memoria. Así, se ha afirmado que es necesaria la asociación (Anderson y Bower, 1972), la pertenencia causal (Bower, 1987; Fernández y Glenberg, 1985), o la integración (Craik, 1989; Eich, 1985; Eich, Macaulay y Ryan, 1994) entre el contexto y la información para que se den estos efectos de dependencia. Habiéndose puesto de manifiesto que la simple contigüidad entre la información central y la información contextual (espacio-temporal, emocional, etc.) no implica que se establezcan relaciones entre ellas. El contexto independiente se codifica y recupera de forma automática, afectando al acceso automático de la información, lo que encaja con el principio de codificación específica y los modelos asociativos que explican la recuperación automática que se da en el acceso directo. El contexto

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interactivo se codifica de forma controlada ya que es necesaria la elaboración para que se produzca la integración entre contexto e información, y se recupera también de forma controlada, encajando con las propuestas de recuperación controlada en términos de reconstrucción, recuperación episódica o recuperación elaborada.

Por otro lado, tenemos que los datos muestran que el contexto procesado de forma independiente afecta raramente al rendimiento de los sujetos en tareas de recuerdo libre, mientras que el contexto interactivo afecta frecuentemente al rendimiento en tareas de recuerdo y reconocimiento. La manipulación del contexto interactivo se mostrará mejor en el rendimiento de los sujetos que la manipulación del contexto independiente. Esto se debe a que un cambio del contexto interactivo de la presentación a la prueba de memoria implica recuperar información errónea ya que el sujeto accederá a información con un significado (autobiográfico) diferente del buscado. Por otra parte, la presencia del contexto interactivo en la recuperación mejora el rendimiento de los sujetos en tareas episódicas debido a que dirige el procesamiento controlado que da lugar a la recuperación episódica restringiendo el campo de búsqueda y aportando información acerca del origen de los recuerdos lo que facilita los procesos de evaluación y toma de decisión que se dan en la recuperación controlada. Mientras que el contexto independiente sólo facilita el acceso automático a la información. Tanto la estrategia controlada como la estrategia automática pueden ser válidas para realizar una tarea episódica, pero siempre serán más eficaces las que implican la recuperación episódica ya que cumplen con el objetivo de estas tareas. Más aun, al definir los dos tipos de contexto se ha propuesto que el contexto episódico interactivo caracteriza a la memoria episódica debido a que relaciona la información del estímulo con los recuerdos previos integrando los hechos procesados interactivamente con el contexto episódico en la  autobiografía del sujeto. Esto es, dando sentido autobiográfico a los hechos de forma que el sujeto tenga conciencia de que sucedieron en un tiempo y lugar de su pasado (conciencia autonoética). Mientras, el contexto independiente no es suficiente para dar lugar a una memoria episódica, ya que no es capaz de relacionar los estímulos con la historia vital del sujeto. Así, el contexto interactivo no solo afecta al rendimiento en tareas de memoria episódicas, también afecta al tipo de experiencia de memoria que permite a los sujetos resolver las tareas de memoria.